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a D. Emilio Pérez Pérez

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REDACCIÓN

Dpto. de Geografía Humana • Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Alicante - Campus de San Vicente del Raspeig - 03080 Alicante

Producción Vegetal • Escuela Politécnica Superior de Orihuela (U.M.H.) Ctra. de Beniel, km. 3,2- 03312 Orihuela (Alicante)

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HISTORIA Y ACTUALIDAD DE LOS MUSEOS ETNOGRÁFICOS EN ESPAÑA

MARÍA JOSÉ PASTOR ALFONSO

Resumen Los museos son una clara representación de cada época. Los

etnográficos aparecen en el inicio de un período industrial, con gobiernos ávidos de mostrar sus propios avances y contrastarlos con los de países dependientes. Actualmente, en España, nos encontra­mos con organismos, públicos y privados, que descubren las posibi­lidades de organizarse en torno a estas instituciones culturales y sacar provecho. Pensamos que es una situación ventajosa para todos: patrocinadores, técnicos de museos y comunidad en general; aunque lamentablemente, dados los cambios de tendencias que se han vivi­do a través de la historia, no nos atrevemos a vaticinar que este tími­do progreso, en beneficio de nuestros museos, vaya a continuar en línea ascendente.

Abstract Museums are a clear representation oj every period of time. "Ethno­

graphic" museums appear at the beginning of industrial periods with governments keen to show their own advances and to compare them with other dependant countries. Currently in Spain, we find public and prívate organisations looking jor possibilities of joining these cultural instutions in arder to be more profitable. We think this is advantageous for all involved; sponsors, museum technicians and the community in general. However regrettably, according to the changing trends oj time, we can ~t predict that the current succesiful joining of the institutes will continue.

l. SURGIMIENTO DE LOS MUSEOS ETNOGRÁFICOS

España no se diferenció mucho de otros países europeos, de corte colo­nialista, a la hora de empezar a exhibir una serie de materiales exóticos provenientes de sus territorios más alejados, aunque, como veremos más adelante, sí que hay ciertos puntos específicos que formaron las bases para la posterior creación de algunos de nuestros museos etnográficos.

Antes de mencionar las primeras exposiciones, es necesario recordar

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que a partir del siglo XVI valiosos naturalistas y coleccionistas curiosos reco­rrieron lugares, hasta ese momento· inexplorados, acaparando todo aquello que llamaba su atención; poco a poco llenaron grandes espacios de alma­cenamiento y trabajo que fueron llamados Gabinetes, tanto de Ciencias Naturales como de Historia Natural; en ellos se reunían los científicos para obtener información adicional sobre los objetos. El material no se exponía con fines públicos, pero estaba allí, visible, dispuesto a ser observado y descrito por aquellos que trataban de descifrar el funcionamiento del mundo. Este proceso fue posible gracias al cambio de mentalidad que se produjo a partir de la corriente manierista, cuando empezó a recrearse lo raro o lo maravilloso, destacándose las colecciones de ciencias naturales que englobaban todos los aspectos del ciclo de la vida. En ese momento, con las series recogidas y colocadas de forma sistemática, se establece una valoración científica. Por primera vez, el objeto es más importante por lo que transmite que por su propia belleza.

Reflexionemos. Acaso en nuestros museos etnográficos no buscamos también, entre otras muchas cosas, obtener, a través del material allí deposi­tado, la información que pueda transmitir cada elemento. Por esta razón, cuando hablamos del origen de los museos etnográficos en España, preferi­mos remitirnos a aquellos Gabinetes, cerrados, austeros, silenciosos, limita­dos a unos pocos investigadores que sabían interrogar al objeto, que lo asociaban a su lugar de origen y que lo preservaban, dentro de los escasos conocimientos de la época, para que otros científicos pudieran posterior­mente dar continuidad a su trabajo.

Y ahora sí, repasemos esas grandes Exposiciones Universales, causa directa de elocuentes cambios en los diseños arquitectónicos, pioneras en implicar elementos publicitarios a la hora de mostrar los productos proce­dentes de diversos lugares de origen; y, lo que es más importante para nosotros, primeros espacios dirigidos al público en los que se expusieron elementos materiales pertenecientes a diversas culturas con el fin de que los visitantes apreciaran, desde su cómoda posición de observadores, aquello que las autoridades, con los mejores medios de la época, querían hacerles comprender, a través de esa propaganda gubernamental que se repetirá a lo largo de la historia.

Para adentrarnos en este punto es necesario revisar los textos de Pilar Romero de Tejada quien, para contar la historia del Museo Nacional de Antropología, ha hecho un recuento de las diferentes muestras llamadas, según el lugar donde se originaron: Exposiciones Universales (Francia), Exhibiciones Internacionales (Inglaterra) o Ferias Mundiales (Norteamérica), llevadas a cabo durante la última mitad del siglo XIX y principios del XX. La primera de estas grandes exposiciones, con carácter industrial, se llamó Gran Exhibición de los Trabajos Industriales de Todas las Naciones, se cele-

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Fotografía l. Museo Nacional de América. Madrid. .

bró en Londres y su sede fue construida con hierro y cristal, materiales representativos de ese desarrollo capitalista que deseaban destacar, y que constituyen la imagen de la época inicial del nuevo auge económico. Con esos mismos materiales se levantaron edificios en los años siguientes con funciones similares; la mayoría de ellos fueron reutilizados posteriormente, como el Palacio de Cristal en el Retiro madrileño.

¿Qué se pretendía en estas exposiciones? Por una parte hacer énfasis en el avance tecnológico que crecía a un ritmo vertiginoso en las capitales y grandes ciudades; por otra, mostrar el poder económico que representaba el dominio sobre las colonias, fundamentalmente en cuanto a obtención de materias primas de gran valor para los procesos industriales, al mismo tiem­po que se quería ofrecer una imagen proteccionista respecto a los habitan­tes de esas mismas colonias explotadas.

Debemos adentrarnos en esta última parte a la hora de analizar y comprender los inicios de los museos etnográficos. Llevar hasta una gran exposición, por la que pasarían cientos de miles de personas, elementos y pobladores de remotas regiones vinculadas a través del dominio colonial con el país expositor era, primero, una forma de llamar la atención y atraer a los visitantes con elementos exóticos y, segundo, una manera de indicar las diferencias con el país dominado, enfatizándose de manera visual la superioridad del dominante (tecnología frente a rudimentarismo, educación frente a ignorancia), lo que justificaría tanto la ocupación del otro país

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Fotografía 2. Museo Etnológico. Complejo Cultural de la Bentficencia. Valencia.

como su explotación, dirigiendo los pasos de aquellos que, supuestamente, no sabían valerse pos sí mismos y necesitaban del mundo industrializado para poder avanzar.

A pesar de que el fin último de estas muestras de tipo etnográfico, que incluían tanto objetos como grupos de personas procedentes de algunos países colonizados, no era científico, se tuvo mucho cuidado en su organi­zación. En varios casos fueron antropólogos los encargados de seleccionar, mediante investigación previa, el material necesario y desarrollar con él las exposiciones.

Tres de estas grandes exposiciones dieron lugar directamente a museos:

" ... Museo del Hombre de París que tiene su origen en la Expo­sición de 187~· entonces de le conoció como Museo de Trocadero, ya que toma el nombre del Palacio de la Industria que se constru­yó para la ocasión y fue sede de la exposición, y en el que poste­riormente se instaló; el Museo de Historia Natural de Chicago que procede de la Exposición Colombina celebrada en 1893; o el Museo Terouren de Bruselas dedicado al Congo Belga, que provie­ne así mismo de la organizada en 189 7 en dicha ciudad" (Rome­ro de Tejada: 1995, pp.l4).

En los montajes expositivos no sólo se colocaron muestras procedentes

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de lugares exóticos, también se reconstruyeron viviendas tradicionales y pequeños grupos humanos, llevados expresamente para la exposición, se ocupaban de realizar ante el público diversas representaciones de sus activi­dades cotidianas: interpretaciones musicales, bailes, tejidos, etc. Estos indivi­duos fueron también objeto de estudio para los científicos, sobre todo los antropólogos físicos, que se ocuparon de tomar datos de sus características corporales con el fin de establecer categorizaciones basadas en las teorías evolucionistas de la época.

Como hemos visto, las grandes exposiciones universales querían mostrar al público los adelantos tecnológicos y la supremacía de cada país participante; por eso, además de la maquinaria industrial más avanzada y de los recursos exóticos provenientes de las colonias, se incluían elementos del propio patrimonio cultural como forma de dar a conocer características identificatorias que servían para enfatizar los planteamientos nacionalistas.

En España, la primera gran muestra se celebró en el año 1887 y fue la. Exposición Monográfica sobre Filipinas, Marianas y Carolinas, que se insta­ló en los Palacios de Velázquez y de Cristal, también en el lago que se cons­truyó junto a este último en el Parque del Buen Retiro de Madrid. Todos los materiales expuestos se trasladaron al Museo-Biblioteca de Ultramar, cons­truido para tal efecto en el Palacio de la Minería, llamado actualmente de Velázquez; este museo se cierra en 1908 y los objetos de tipo antropológico se llevan a la sección de Antropología, Etnografía y Prehistoria del Museo de Ciencias Naturales. Esta sección daría lugar en 1910 al Museo Nacional de ese mismo nombre que posteriormente pasaría a ser el Museo Nacional de Etnología, hoy Museo Nacional de Antropología (Romero de Tejada, 1995: 30-31).

La exposición sobre Filipinas, se prolongó por los alrededores de las sedes, levantándose cabañas de bambués y juncos, pudiendo navegar los visitantes madrileños por el estanque en piraguas y canoas cubiertas por toldillas de bejuco y guiadas por malayos. Algunos científicos aprovecharon para realizar estudios sobre los rasgos étnicos de los filipinos que participa­ron en la muestra. Paralelamente se desarrolló un programa de actos cultu­rales, en los que se dio a conocer el universo filipino, fundándose una biblioteca monográfica sobre la historia y la cultura de los pueblos del archipiélago (Bolaños, 1997: 273).

Se hicieron en nuestro país otras tres grandes exposiciones, dos en Barcelona (Universal en 1888 y de Barcelona en 1929) y una Iberoamerica­na en Sevilla, también en 1929. En la primera no se presentó material etno­gráfico, sin embargo se constituyó la Comisión Técnica de Museos, Bibliote­cas y Exposiciones, de la que surgieron algunos museos como el de Antigüedades, el de Reproducciones Artísticas o el de Artes Decorativas. La ausencia de representación antropológica en esta exposición de 1888 se

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debe, según basa Pilar Romero de Tejada, a la poca investigación relativa a este tema desarrollada en España hasta ese momento, apenas una sección de Antropología, Etnografía y Prehistoria en el Museo de Ciencias Naturales, con su Laboratorio de Antropología; la publicación de las bases del Folklore español por parte de Antonio Machado; el movimiento catalán de la Renai­xen<;;:a que había comenzado a recoger la literatura popular; y los trabajos etnográficos que Joaquín Costa dirigía desde 1881; además estaba en funcionamiento el Museo Antropológico del Dr. Velasco, inaugurado en 1875. Para el momento al que nos referimos ya había desaparecido la primera Sociedad Española de Antropología, fundada en 1865. Todo lo contrario pasó en la segunda exposición de Barcelona, en la que se creó el Pueblo Español, con el fin de representar la variedad étnica del país en todos sus aspectos.

En cuanto al mencionado Museo Antropológico del Dr. Velasco, conte­nía colecciones recopiladas por éste procedentes de diversos puntos, tanto de España como de fuera, que fueron adquiridas por el Estado, junto con el edificio que ocupaban cuando él falleció, y que hoy es la sede situada en la calle de Alfonso XII del Museo Nacional de Antropología.

Según referencias de Romero de Tejada, a finales del siglo XIX había en España dos museos antropológicos, sin embargo no se ocupaban, como en otros países europeos, de las especificidades nacionales. Serán las socieda­des dedicadas a los estudios folclóricos las que, a través del material recopi­lado, fundamentalmente relacionado con la tradición oral, se dedicarán a mostrar y resaltar las diferencias entre las regiones españolas; los lugares en que los nacionalismos tuvieron un mayor auge, como el País Vasco, Catalu­ña e incluso Andalucía, desarrollaron una especial dedicación a la búsque­da de un material etnográfico que podríamos llamar diferenciador, como forma de impulsar el sentimiento de identidad.

No detallaremos lo que ha ido sucediendo en cada una de las regiones españolas tras ese tardío comienzo de los museos que nos atañen; hay buenos trabajos de los técnicos de cada zona que pueden ser revisados, así que nos ocuparemos ahora de comentar nuestra visión del estado actual.

11. SITIJACIÓN ACTUAL DE LOS MUSEOS ETNOGRÁFICOS

Aunque nos basamos fundamentalmente en la Comunidad Valenciana para hacer esta aproximación, pensamos, según datos revisados y conversa­ciones mantenidas con otros especialistas, que la situación es bastante simi­lar en la mayor parte del país.

Hagamos una primera división general para entrar en el tema. Por una parte, nos encontramos con una serie de museos etnográficos, generalmen-

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te de antigua creación, dependientes casi siempre de Diputaciones o Ayun­tamientos, con colecciones obtenidas por diferentes medios (donaciones, cesiones, etc.) y que muchas veces suelen compartir el espacio, de forma más o menos coherente, con otro tipo de materiales, fundamentalmente de arqueología o documentación histórica. Por otra parte, tenemos los museos de reciente creación (década de los ochenta y los noventa), entre los que incluimos aquellos que han sido modificados últimamente y que, aunque también pueden depender de los organismos anteriormente citados, empie­zan a plantearse nuevos métodos de financiación (fundaciones, empresas privadas, etc.) y una proyección diferente de sus fondos. Vamos a basarnos en estos últimos, creados o modificados recientemente, para acercarnos a la realidad que nos interesa.

No exageramos al decir que cada dos o tres meses aparece una nueva idea o se retoma un viejo planteamiento que sugiere la creación de un museo de tipo etnográfico. ¿De dónde surgen las motivaciones que darán origen a estos museos?:

1) De pequeñas asociaciones culturales de orientación regionalista que intentan sacar a la luz pública una serie de elementos propios de su patri­monio que los identifican como grupo, al mismo tiempo que los diferencian de sus vecinos.

2) De coleccionistas privados, generalmente personas de edad, que han acumulado durante su vida gran cantidad de material, casi siempre con documentación precaria o nula, y se dan cuenta de que sus herederos no tienen ningún interés en continuar con su afición y mucho menos encargar­se del mantenimiento de la colección existente.

3) De donaciones o depósitos realizados a instituciones públicas por parte de personas que por diferentes razones no pueden o no desean hacerse cargo de colecciones que han llegado a sus manos.

4) De adquisiciones por parte de organismos, públicos o privados, dedi­cados o no a la investigación, pero siempre conscientes del valor de un patrimonio a punto de perderse para siempre: antiguos talleres o fábricas, casas de labranza, bodegas o almazaras, etc.

5) De iniciativas privadas con fines lucrativos o propagandísticos, con relación a ciertos productos de obtención, manufactura y/o comercializa­ción propia. También como atracción y reclamo turístico.

Pero una cosa es tener una excelente idea y unos materiales y otra muy diferente poner en marcha el proyecto. Veamos con qué facilidades o incon­venientes se encuentran cada uno de los grupos que estamos señalando:

· 1) Cuando la asociación cultural inicia la recolección de material etnográ­fico, generalmente en pésimas condiciones de conservación, comienzan sus problemas: no hay locales para almacenaje, tampoco especialistas para la restauración, ni edificio o personal apropiados para una exposición perma-

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nente, además sus sistemas de inventario y catalogación suele ser deficientes por falta de información. Terminan por solicitar la participación de los Ayun­tamientos, Casas de Cultura, Entidades Bancarias, etc. para poder hacer algu­na exposición y los objetos acaban empolvados y relegados en cualquier pequeño espacio o en las casas de los miembros del grupo.

2) Los coleccionistas privados que tienen material etnográfico no suelen ser grandes potentados, como los que se dedican a hacer acopio de obras de arte, por lo que, salvo en muy contados casos, tienen que limitar su actuación museística a la colaboración que instituciones, generalmente públicas, les pueden ofrecer. Muchos de los objetos que guardan son de gran interés, aunque la deficiente documentación sobre ellos entorpece su estudio y posterior exposición.

3) Las colecciones que reciben instituciones públicas o privadas sin haber sido solicitadas previamente, pueden originar situaciones de tensión en los receptores que no saben qué hacer con objetos que, según su propia concepción, sólo sirven para ser almacenados o expuestos en un espacio no concretado. A esto también suele unirse la falta de documentación de los objetos. En estos caso es posible que se habilite un lugar de exposición permanente.

4) En el caso de que los objetos sean recibidos por organismos o perso­nas conscientes de su valor patrimonial, las posibilidades de que el museo salga adelante serán mucho mayores, siempre y cuando los medios econó­micos lo permitan. Si además son centros preparados para investigación, el problema tan habitual de la falta de información relativa a los objetos es subsanable, al menos en parte.

5) Por último cuando la idea surge de iniciativas privadas para a) promocionar productos de interés comercial y b) atraer público que invierta en el lugar. Es muy probable que las iniciativas se desarrollen con beneficio para sus promotores, ya que cuentan con los medios económicos para su puesta en marcha. Sin embargo el interés patrimonial y la información apor­tada no siempre presentan la calidad deseable.

Tenemos por lo tanto cinco modelos de aproximación a los orígenes de los museos en las últimas dos décadas; pero en la práctica no solemos encontrarlos de forma pura, sino que en bastantes ocasiones se combinan de alguna manera. Por lo general el hecho de que dos o más ideas de crea­ción de museos etnográficos se superpongan implica un mejor resultado a la hora de su puesta en funcionamiento; esto eliminaría la visión pesimista que en un primer momento puede sugerir el planteamiento que estamos presentando.

Pero ¿cómo se ponen en funcionamiento? En la mayoría de los casos los museos comenzarán su andadura gracias a instituciones públicas que, por diversas razones, considerarán necesaria su implantación; como espacios

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Fotografía 3. Museo Valenciano del juguete. Jbi (Alicante).

expositivos suelen elegirse y rehabilitarse antiguas edificaciones que tengan algún interés para la comunidad: casas de miembros ilustres, lonjas, palace­tes, etc.; y en algunos casos, los menos, se construyen edificios de nueva planta. No nos meteremos a analizar la problemática de las rehabilitaciones o construcciones poco o nada afortunadas para el cometido museístico, esto daría lugar a un amplio trabajo aparte.

Respecto a la financiación pensamos que se ha producido un cambio importante; la puesta en marcha sigue dependiendo de instituciones públi­cas y los recursos tienen generalmente el mismo origen, sin embargo un porcentaje, que tiende cada vez más a incrementarse, de diversas empresas privadas aportan capitales, puntuales o periódicos, para el funcionamiento de la institución etnográfica. Hay también una cierta tendencia a establecer fundaciones de capital público o mixto (pocas veces sólo privado) que aseguren la continuidad de los museos, ya sean de nueva creación o en proceso de reorganización.

Lamentablemente en cuanto a los aspectos técnicos de almacenaje y exposición no podemos considerar que se hayan dado grandes avances; estos factores requieren de grandes inversiones y, regularmente, se opta por guardar las piezas sin ningún cuidado especial y exponerlas de la forma que se considera más atractiva, sin prestar mucha atención al resto; la mayoría de las veces sólo se debe a la falta de medios económicos, no a la ignorancia o desidia como podría pensarse.

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Fotografía 4. Museo Escolar Agrícola de Puso!. Elche (Alicante). En proceso de traslado a una sede de nueva creación.

Respecto a la investigación, hay iniciativas que están llevando a cabo museos como los universitarios, con medios más a su alcance para poder desarrollarla, o algunos que, por depender de personas especialmente inte­resadas en este aspecto, la incluyen como parte importante dentro de su actividad habitual. Hay que destacar que son los grandes museos los que pueden disponer con más comodidad de personal especializado que se dedique exclusivamente a este apartado.

Los elementos didácticos van tomándose cada vez más en cuenta en la mayor parte de los museos etnográficos, tratando de implicar a la comuni­dad. Se realizan actividades en las que participan colegios, institutos, asocia­ciones de vecinos o culturales. Es evidente que uno de los grandes cambios en estos museos se ha dado en este sentido. A pesar de que las exposicio­nes, como comentábamos anteriormente, adolecen de sistemas óptimos de información, estas instituciones están consiguiendo atrapar a diversos estra­tos de la población y transmitirles una buena parte del contenido de sus colecciones.

Una vez revisada la situación en que surgen y comienzan su andadura los museos etnográficos a los que nos venimos refiriendo, podemos esta­blecer una tipología, que nos permita acercarnos de una forma más realista a ellos. Partimos de lo general para terminar centrándonos en lo específico, que en nuestro caso es la Comunidad Valenciana:

A) Museos Nacionales, como el de América en Madrid (fotografía 1),

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Fotografía 5. Espacio, en restauración, de la sede universitaria de Benisa (Universidad de Alicante) que acogerá materiales etnológicos procedentes del antiguo museo local.

con colecciones procedentes del continente americano; el de Antropología, también en Madrid, cuya problemática (origen, fusión, espacios comparti­dos, etc.) es ampliamente conocida y no detallaremos; o el de Cerámica de Valencia. Se financian exclusivamente con medios del Estado y cuentan con colecciones amplias, representativas y de alto valor patrimonial.

B) Museos de capitales o ciudades de tipo medio. Podemos mencionar, como más representativos de la Comunidad Valenciana, el de Etnología en el complejo cultural de la Beneficencia, en la ciudad de Valencia (fotografía 2); el Etnológico de la Diputación de Castellón, en esta capital; o el Etnoló­gico en la población de Denia. Suelen disponer de recursos económicos de diversa procedencia y personal especializado, interesan políticamente como constancia de la inversión cultural dirigida hacia la sociedad; aún así no suelen alcanzar la financiación que se dedica a otro tipo de museos como los de arte o arqueología. Sus colecciones casi siempre provienen de institu­ciones que las han recopilado de diferentes formas: donaciones, cesiones temporales, recolección directa, compra, etc.

C) Pequeños museos locales. Repetitivos en su mayoría, ya que cada lugar quiere proyectar sus elementos de identidad como únicos, pero esos elementos conforman colecciones que son similares, si no idénticas, en toda la región, lo que, unido a los pocos medios con que suelen contar, hace de estos sitios centros fundamentalmente de almacenaje, que sólo pueden visitarse cuando la persona encargada de su vigilancia, que habi-

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tualmente se ocupa también de otros menesteres, tiene tiempo para ello (no suelen tener más personal para su funcionamiento). Incluimos aquí los de indumentaria o de fiestas que, aunque suelen ser monográficos, presentan características similares. Entre todos forman un grupo numeroso, muchas veces ni siquiera reconocidos por la Generalitat Valenciana.

D) Museos monográficos, dedicados a promocionar un producto carac­terístico de una zona, ya sea de procedencia agrícola, artesana o industrial. Generalmente cuentan con el apoyo financiero de organismos oficiales y de empresas privadas, lo que facilita su funcionamiento. Se promocionan más allá de los límites comarcales y suelen ser muy visitados. Podemos citar, dentro de la región a la que nos referimos, el de la Toronja de Burriana, en Valencia, el Valenciano del Joguet de Ibi, en Alicante (fotografía 3) o el del Calzado de Elda, también en Alicante.

E) Museos-Centro de investigación. Pueden estar incluidos dentro de cualquiera de los tipos anteriores, los diferenciamos como grupo porque pensamos que tienen unas características peculiares que los hacen especia­les. Su principal cometido es el estudio del patrimonio y su proyección, circunstancia que debería ser común a todos los museos pero que, como bien sabemos, no lo es. Se basan en los principios básicos de la etnografía, es decir, en el trabajo de campo, la investigación sobre el terreno que, cree­mos, está atravesando por una etapa de desidia, inclusive en el ámbito académico. La exposición sería en estos centros el reflejo de la propia inves­tigación realizada y se apoyaría en publicaciones temáticas. Como ejemplo mencionaremos el Museo Escolar Agrícola de Pusol en Elche, Alicante (fotografía 4).

Igual que sucedía cuando hablábamos de la combinación de posibilida­des con relación al surgimiento de los museos etnográficos relativamente recientes, debemos indicar ahora, respecto a la tipología, que aunque en muchas ocasiones presentan únicamente las características de uno de los modelos indicados, no es extraño encontrarse con centros que comparten elementos de varios de estos modelos.

m. TENDENCIAS EN ESPAÑA

Estos que acabamos de ver son los museos que han ido surgiendo durante las últimas dos décadas pero, ¿cuáles son las tendencias?, ¿pueden continuar apareciendo en las mismas circunstancias y con las mismas carac­terísticas?, ¿lograrán mantenerse en pié muchos de ellos?

Consideramos que se está dando un cambio. En primer lugar los muse­os estáticos, con colecciones permanentes visitadas por curiosidad una o dos veces en la vida por los habitantes de un lugar, o pequeños focos de

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atracción turística, están empezando a dar paso a otros en los que las colec­ciones son la excusa para mostrar una realidad actual, al mismo tiempo que se proyectan actividades complementarias que involucran a la comunidad. El objeto va perdiendo la rigidez de lo excepcional para ser algo cotidiano, se logra la identidad mediante el acercamiento.

Por otra parte, los museos han empezado a trabajar en colaboración. Se prestan colecciones (hasta hace poco sólo sucedía en museos con altos presupuestos), se proyectan actividades en conjunto (talleres, charlas, etc.), o se establecen convenios de larga duración para que cada uno de los implicados pueda beneficiarse de las ventajas que aportan los otros. ¿Resul­tará? Seamos optimistas. Los vínculos que se están estableciendo entre dife­rentes museos, motivan a incluir, dentro de sus programaciones, acciones en las que la etnografía se reforzará, gracias a la investigación directa y a la difusión de los resultados, dirigidos a sectores de público cada vez más amplios.

Uno de los valores fundamentales que queremos destacar de las nuevas tendencias de los museos etnográficos, es su papel didáctico dentro de los diferentes estratos de la sociedad. Esos pequeños museos locales a los que nos referíamos anteriormente, que son los que tienen menos posibilidades de supervivencia dada la escasez de recursos y de atractivos, dada su estati­cidad, están empezando a refundirse con asociaciones de interés cultural y a solicitar, o aceptar, la colaboración de otros centros más dinámicos que puedan servirles como guía y apoyo. La forma en que se intentaba proyec­tar la identidad, exponiendo los cuatro elementos representativos, bandera para muchos museos de este tipo, y que en bastantes ocasiones, como comentábamos anteriormente, resultaba una traba ya que uniformaba a toda una región, empieza a modificarse; además, como no es ni económica ni políticamente rentable mantener muestras etnográficas polvorientas ocupando un espacio difícil de mantener, surgen las posibilidades de utili­zar el material dentro del marco de otras actividades que pueden identificar de forma dinámica a la localidad. Es el caso de Benissa, en la provincia de Alicante, con un museo, similar a otros tantos de la provincia, tristemente cerrado, a pesar de estar situado en un bello y singular edificio, donde se está planificando un futuro de acciones culturales programadas dentro de la vertiente europeista que se está tejiendo a partir de iniciativas culturales municipales y de la Universidad de Alicante (fotografía 5).

¿Qué pasa con los museos de ciudad? Como decíamos, son los que tienen mayor apoyo puesto que su interés resulta fundamentalmente políti­co (esto no quita para que los pequeños museos también hayan surgido, en algunas ocasiones, con la misma finalidad de protagonismo de ciertos vendedores de hermosos proyectos de gobierno). Pues bien, también están dando un giro, aunque con más reservas que los pequeños, ya que en caso

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HISTORIA Y ACTUALIDAD DE LOS MUSEOS ETNOGR~FlCOS EN ESPAÑA

de error los reducidos museos locales tendrían menos que perder. Es un cambio apreciable, aunque hay que tener en cuenta que son centros a merced de la sensibilidad de los directores de turno, que generalmente no son especialistas.

En cuanto a los monográficos, pensamos que, en líneas generales, siguen el actual impulso de orientación didáctica, de interés en este caso tanto para los visitantes como para los patrocinadores. Tienen los medios económicos suficientes como para rotar exposiciones al mismo tiempo que ahondan en la información, llegando a un amplio abanico de público. Utili­zan eficazmente las nuevas tecnologías para conseguir sus fines y logran una muy aceptable proyección de sus fondos.

Pensamos que un factor de gran importancia, dentro de los cambios que se están produciendo, es el mayor impulso a la investigación etnográfica dentro de los centros museísticos. Este tipo de labor nos parece completa­mente necesario ya que a los estudios antropológicos en España les falta, a pesar de los valiosos intentos de algunos especialistas, la solidez que apor­tan los trabajos con el material etnográfico, tanto en lo referente a su reco­lección in situ, como en los procesos de catalogación y contextualización. En las universidades no suele hacerse este tipo de actividad, salvo en aque­llas que tienen museo, que no son muchas, y en algunos departamentos especialmente sensibilizados; por ello, el aporte de los investigadores de los museos puede ser de gran valor. Además, consideramos que si los estudios pueden coordinarse desde diversos organismos, aunando esfuerzos finan­cieros, técnicos y de personal, los resultados se obtendrán de forma más breve y firme. De esta manera podemos empezar a acercarnos a las líneas de museos de otros países en los que, desde hace años, la investigación es un elemento de peso dentro de sus funciones.

IV. CONCLUSIONES

A) Hablar de museos etnográficos en España es referirse a un amplio abanico de realidades, todas ellas válidas, que muestran elementos de un mundo, más o menos próximo, y buscan la identificación del visitante con, al menos, una parte de ellos.

B) Estos museos, en general, están dando un giro positivo volcándose hacia los aspectos didácticos, a la hora de presentar el objeto; y de investi­gación etnográfica, para transmitir con mayor fidelidad la información de las colecciones.

C) El acercamiento a la comunidad, pretendido desde hace tiempo, se está logrando, y no sólo con los medios expositivos, ya que están jugando un importante papel las actividades complementarias, acciones dentro y

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ALQUIBLA- W 6-2000

fuera del recinto, destinadas a desarrollar los elementos de identidad y propiciar la comunicación entre los organismos dedicados oficialmente a la cultura y la sociedad.

D) Su valor como pieza en el juego político puede ser aprovechado para iniciar proyectos coherentes, no excesivamente costosos (difícilmente contaremos con grandes presupuestos para estas instituciones), que puedan permitir la continuidad bajo cualquier orientación.

E) Empieza a incrementarse la financiación por parte de organismos privados que ven cierta rentabilidad al invertir en espacios dinámicos que aumentan su vinculación con la sociedad.

F) Los museos son una clara representación de cada época y de la misma manera que aparecen los etnográficos en el inicio de un período industrial, con gobiernos ávidos de mostrar sus avances y contrastarlos con los de países que dependían de ellos a través de un régimen colonial. Nos encontramos en la actualidad, en España, con organismos, públicos y priva­dos, que· descubren las posibilidades de organizarse en torno a estos centros culturales y sacar provecho. Pensamos que es una situación ventajo­sa para todos: patrocinadores, técnicos de museos y comunidad en general; aunque lamentablemente, dados los cambios de tendencias que se han vivi­do a través de la historia, no nos atrevemos a vaticinar que este tímido progreso, en beneficio de nuestros museos, vaya a continuar en línea ascendente, sin sufrir alguno de los temidos frenazos o retrocesos a los que estamos fatalmente acostumbrados.

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HISTORIA Y ACTIJAUDAD DE LOS MuSEOS ETNOGRÁFICOS EN ESPAÑA

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Típica casa de campo en el secano de Los Montesinos, próxima a las redondas

de las salinas de Torrevieja. La edificación se estructura alrededor de un gran

patio intermedio entre la zona residencial y la destinada a uso agrícola

(casa para colonos en la finca Lo Capitán)