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1 PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓN (PRIMER BORRADOR) Diócesis Vitoria, enero 2018 Presentación El Plan Diocesano de Evangelización es un instrumento (o herramienta) pastoral, y, como tal, pretende ayudar a nuestra Iglesia diocesana de Vitoria a la toma de conciencia de su misión evangelizadora y a actuar en consecuencia. Con la ayuda del Plan, la Diócesis avanzará en la fidelidad a Jesucristo y a su Evangelio, teniendo en cuenta las necesidades de los hombres y mujeres de nuestro pueblo y de nuestro tiempo. Todos los miembros de la comunidad cristiana, desde sus respectivas sensibilidades y responsabilidades, están llamados a colaborar en la misión evangelizadora de la Iglesia. El disponer de una misma herramienta nos ayuda a todos a fortalecer y potenciar nuestra identidad y misión. El PDE nos puede y nos debe estimular a integrar en la comunidad y en la misión evangelizadora única a todos los carismas y servicios de la Diócesis. Podemos aspirar a una mayor coordinación de las diversas acciones que en ella se realizan. La elaboración y puesta en práctica del Plan Diocesano de Evangelización es para nosotros una oportunidad que nos brinda el Espíritu, y una llamada a un nuevo impulso misionero. Debemos entender el Plan Diocesano de Evangelización: + Como un proceso de reflexión y de acción de todos los miembros de la comunidad diocesana, que paulatinamente, como Iglesia en camino, van descubriendo y transmitiendo su fe y su apuesta por el Evangelio. + Como un discernimiento que apuesta por las prioridades básicas del momento que vivimos como Iglesia y como miembros de esta sociedad. El fijar prioridades supone escoger entre las muchas posibles, determinando así unas determinadas líneas y acciones…, unas en contraste a otras. + Como un enriquecimiento constante personal y comunitario, ya que todos damos y recibimos, todos enseñamos y aprendemos. + Como una continuación y ampliación de las tareas que venimos realizando. No se trata de empezar de cero, sino de avanzar mejorando, y, en la medida de lo posible, añadiendo nuevos elementos e iniciativas. Nuestra sociedad, de la que es parte nuestra Diócesis de Vitoria, vive en una continua e inacabada transformación. Constantemente vivimos inmersos en situaciones cambiantes que necesitan de la escucha y de la interiorización del Evangelio de Jesucristo. Él nos invita a ponernos en camino, a hacer discípulos suyos, a bautizarlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, a enseñarles a poner por obra todo lo que nos ha mandado (Mt 28,19-20). Como enviados suyos, y contando con su acompañamiento, nosotros somos humildes colaboradores de la tarea evangelizadora, aportando nuestro saber y hacer. Pero no podemos olvidar que todo se hace y se hará gracias al Espíritu. Él nos guía y nos anima a responder con ilusión a la misión que se nos ha encomendado como cristianos y como Iglesia: anunciar el Evangelio de Jesucristo (cfr. EG 3).

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PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓN

(PRIMER BORRADOR)

Diócesis Vitoria, enero 2018

Presentación

El Plan Diocesano de Evangelización es un instrumento (o herramienta) pastoral, y, como tal, pretende ayudar a nuestra Iglesia diocesana de Vitoria a la toma de conciencia de su misión evangelizadora y a actuar en consecuencia. Con la ayuda del Plan, la Diócesis avanzará en la fidelidad a Jesucristo y a su Evangelio, teniendo en cuenta las necesidades de los hombres y mujeres de nuestro pueblo y de nuestro tiempo.

Todos los miembros de la comunidad cristiana, desde sus respectivas sensibilidades y responsabilidades, están llamados a colaborar en la misión evangelizadora de la Iglesia. El disponer de una misma herramienta nos ayuda a todos a fortalecer y potenciar nuestra identidad y misión. El PDE nos puede y nos debe estimular a integrar en la comunidad y en la misión evangelizadora única a todos los carismas y servicios de la Diócesis. Podemos aspirar a una mayor coordinación de las diversas acciones que en ella se realizan. La elaboración y puesta en práctica del Plan Diocesano de Evangelización es para nosotros una oportunidad que nos brinda el Espíritu, y una llamada a un nuevo impulso misionero.

Debemos entender el Plan Diocesano de Evangelización:

+ Como un proceso de reflexión y de acción de todos los miembros de la comunidad diocesana, que paulatinamente, como Iglesia en camino, van descubriendo y transmitiendo su fe y su apuesta por el Evangelio.

+ Como un discernimiento que apuesta por las prioridades básicas del momento que vivimos como Iglesia y como miembros de esta sociedad. El fijar prioridades supone escoger entre las muchas posibles, determinando así unas determinadas líneas y acciones…, unas en contraste a otras.

+ Como un enriquecimiento constante personal y comunitario, ya que todos damos y recibimos, todos enseñamos y aprendemos.

+ Como una continuación y ampliación de las tareas que venimos realizando. No se trata de empezar de cero, sino de avanzar mejorando, y, en la medida de lo posible, añadiendo nuevos elementos e iniciativas.

Nuestra sociedad, de la que es parte nuestra Diócesis de Vitoria, vive en una continua e inacabada transformación. Constantemente vivimos inmersos en situaciones cambiantes que necesitan de la escucha y de la interiorización del Evangelio de Jesucristo. Él nos invita a ponernos en camino, a hacer discípulos suyos, a bautizarlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, a enseñarles a poner por obra todo lo que nos ha mandado (Mt 28,19-20). Como enviados suyos, y contando con su acompañamiento, nosotros somos humildes colaboradores de la tarea evangelizadora, aportando nuestro saber y hacer. Pero no podemos olvidar que todo se hace y se hará gracias al Espíritu. Él nos guía y nos anima a responder con ilusión a la misión que se nos ha encomendado como cristianos y como Iglesia: anunciar el Evangelio de Jesucristo (cfr. EG 3).

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A.- LEMA DEL PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓN (2018-2022)

(elegir este lema u otros…)

“Dichosos los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos”

“Dichosos los que sufren a causa de la justicia porque ellos será consolados”

“Iglesia en salida”

“Iglesia en salida misionera”

“Salid al encuentro”

“Salid a las encrucijadas” (Mt. 22, 9)

El lema debe ir en la dirección que señala el P. Francisco en EG 1: “Quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años”.

B.- OBJETIVO FINAL / FIN DEL PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓN

“Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización, ya que es la manifestación concreta de la única Iglesia en un lugar del mundo, y en ella «verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica» (Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Christus Dominus, sobre el oficio pastoral de los Obispos, 11). Es la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro local. Su alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales. Procura estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado. En orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma”.

(P. Francisco, Exh. Ap., Evangelii Gaudium. La alegría del Evangelio, 2013, n. 30)

Podemos subrayar muchas palabras de este texto del Papa Francisco. Nos fijamos en dos pensamientos que resumen el fin último del presente Plan Diocesano de Evangelización.

+ Nuestra Iglesia diocesana de Vitoria está llamada a una “conversión misionera”. Es la “Iglesia encarnada en un espacio determinado” la que toma las riendas del anuncio evangélico, de la celebración, del servicio y de la formación de la comunidad.

+ Nuestra Iglesia diocesana de Vitoria está llamada a “entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma”. El Plan Diocesano de Evangelización es un instrumento válido para realizar este discernimiento que tiene como objetivo el hacer más intenso el impulso misionero.

C.- PRIORIDADES Y APUESTAS DEL PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓN

Considerando las diversas propuestas recibidas en nuestro tiempo de reflexión sobre la realidad diocesana, y con el fin de continuar nuestra tarea misionera, entendemos que hay cuatro ámbitos que reclaman nuestra atención. Son ámbitos que afectan a nuestro ser y hacer:

+ la mirada a Dios (ámbito de la espiritualidad personal y comunitaria);

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+ la misión evangelizadora como expresión de la fe y la colaboración en el proyecto de Dios (ámbito de anuncio del mensaje de Jesús);

+ la acción hacia las personas que viven en todo tipo de necesidad (ámbito del servicio);

+ la mirada a nosotros mismos (ámbito de la comunidad como realidad en constante construcción).

Los cuatro ámbitos están interrelacionados de tal forma que cada uno potencia o debilita a los otros. Cada uno de ellos nos señalará las líneas principales de actuación y nos ayudará a vislumbrar el camino a seguir.

D.- LINEAS DE ACCION / PROPUESTAS DE ACCION: LINEAS PRIORITARIAS DE ACCION

Estas líneas de acción son los indicadores (hitos) de la conciencia evangelizadora de nuestra Diócesis de Vitoria y de sus propuestas para este momento de su historia. Ellas van a configurar un estilo de Iglesia y de hacer nuestra pastoral. Tendrán el objetivo de ayudarnos a vivir una mayor fidelidad al Evangelio. No responden a la totalidad de lo que se podría hacer, sino a una selección de lo que se ha propuesto realizar en base a las reflexiones habidas en nuestra Diócesis.

Así pues, y desde el proceso ya iniciado en el curso 2016-2017, elegimos estas cuatro líneas prioritarias para el presente Plan Diocesano de Evangelización.

1.- La Iglesia diocesana creadora de comunidad (“No nos dejemos robar la comunidad”)

“Allí está la verdadera sanación, ya que el modo de relacionarnos con los demás que realmente nos sana en lugar de enfermarnos es una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno. Precisamente en esta época, y también allí donde son un «pequeño rebaño» (Lc 12,32), los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16). Son llamados a dar testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva. ¡No nos dejemos robar la comunidad!”.

(P. Francisco, Exh. Ap., Evangelii Gaudium. La alegría del Evangelio, 2013, n. 92)

Somos conscientes de que vivimos en un contexto social y cultural que potencia el individualismo y el beneficio propio frente al común, al de todos. A la vez, estamos convencidos de que el “ser comunidad” constituye una riqueza para el ser humano. Somos seres en relación y es la relación lo que nos hace ser personas. Pero la tensión, y, a su vez, el conflicto entre el contexto social y nuestras vivencias comunitarias de la fe son una constante.

Además en el periodo de reflexión y consulta, y de discernimiento, se han constatado déficits en nuestra vida comunitaria. Señalamos algunos:

+ talantes y estilos personales, calificados de “personalismos” carentes de visión comunitaria;

+ falta de coordinación en muchas de las prácticas pastorales y de otras relacionadas con nuestra Iglesia;

+ desconocimiento entre unos y otros.

No sólo se trata de solventar los obstáculos y dificultades que constatamos. Queremos mirar al futuro con el fin de desarrollar todas nuestras potencialidades, que brotan de la fe en Jesucristo y en su Evangelio. Ante la tendencia de que los grupos y comunidades se aíslen y se cierren a personas, a ideas y a iniciativas diversas, está la clave de la apertura, de salir de las comodidades y de descubrir lo positivo

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del encuentro con los demás. Las miradas a la Iglesia universal y los encuentros diocesanos aparecen como un antídoto contra el peligro de aislarnos en los ámbitos particulares, incluso arciprestales.

No olvidamos los logros positivos alcanzados o que se están alcanzando en nuestra Diócesis. Bastantes de ellos han sido señalados en el periodo de discernimiento. En concreto, y como ejemplo, se han apuntado: el crecimiento habido en comunidades y creyentes de su sentimiento de pertenencia eclesial; el esfuerzo por hacer las cosas en común; la apuesta por las Unidades Pastorales Parroquiales; el mayor compromiso de los laicos y laicas en la vida parroquial…

La comunión eclesial, expresada en nuestro empeño por construir la comunidad y el vivir en ella, es un testimonio para nuestra sociedad. Somos diversos, tenemos distintas sensibilidades..., pero, por encima de todo ello, potenciamos la cohesión interna como Iglesia Diocesana. Lo podemos plantear, incluso, como exigencia de nuestra fe. De ahí que en el presente Plan Diocesano de Evangelización, y, dentro de esta línea prioritaria, se apueste por:

+ la remodelación pastoral y reestructuración de la Diócesis;

+ la elaboración de Planes Pastorales, contando con todos los carismas y sensibilidades;

+ la formación continua de presbíteros y laicos;

+ la coordinación en todos los ámbitos diocesanos.

2.- La transmisión del mensaje de Jesús (Un pueblo que evangeliza)

“quiero recordar ahora la tarea que nos apremia en cualquier época y lugar, porque «no puede haber

auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor», y sin que exista un

«primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad de evangelización» … Juan Pablo II

expresó que, si la Iglesia «debe cumplir su destino providencial, la evangelización, como predicación

alegre, paciente y progresiva de la muerte y resurrección salvífica de Jesucristo, debe ser… prioridad

absoluta». Esto vale para todos. La evangelización es tarea de la Iglesia. Pero este sujeto de la

evangelización es más que una institución orgánica y jerárquica, porque es ante todo un pueblo que

peregrina hacia Dios”.

(P. Francisco, Exh. Ap., Evangelii Gaudium. La alegría del Evangelio, 2013, nn. 110-111)

La tarea y misión de evangelizar corresponde a todos los miembros de la comunidad eclesial. Aunque frecuentemente muchos mensajes reduzcan la comunidad eclesial a la jerarquía eclesiástica, a partir del Concilio Vaticano II ha tomado importancia el papel y misión de los laicos y laicas en la vida de la Iglesia y en su misión evangelizadora. Por tanto se nos invita a impulsar la conciencia evangelizadora en el conjunto de los miembros de nuestra Iglesia Diocesana.

Percibimos la necesidad de un nuevo y continuo anuncio del mensaje de Jesús. Se trata de algo urgente, porque en nuestro contexto social hay personas que han vivido la fe y ahora están alejadas de ella, y porque hay generaciones que nunca han oído hablar de Jesús de Nazaret. Ahora bien, nuestro anuncio es manifestación de nuestra propia vocación y vivencia. Es nuestra misión. No nos podemos extrañar del desconocimiento, más que rechazo, de la persona y del mensaje de Jesús. Nosotros también escuchamos las palabras del apóstol Pablo como acicate para cumplir el mandato del Señor: “¿Cómo van a creer en Él si no les ha sido anunciado?” (Rom. 10,19).

Muchas personas conservan la imagen de Jesús de Nazaret que adoptaron siendo niños. Su fe responde a recuerdos infantiles poco evolucionados. Por esto transmitir el mensaje de Jesús, hoy y aquí, también es actualizar lo que estas personas son y viven, sea cual sea su etapa en el camino de la fe. El

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Evangelio sigue siendo un gran regalo recibido y una llamada a transmitirlo, asumiendo las circunstancias y retos de nuestro hoy.

Nosotros mismos también necesitamos renovar constantemente nuestra adhesión a Jesucristo, para poder anunciarlo y para ser constructores de su Reino. Somos conscientes de ello, porque así lo hemos señalado en nuestro periodo de discernimiento, al constatar algunos aspectos negativos:

+nos faltan procesos o itinerarios de educación en la fe: no hay continuidad después de la Primera Comunión…;

+ han desaparecido los Catecumenados de Adultos;

+ carecemos de entusiasmo y de creatividad en la transmisión de la fe, y no somos capaces de testimoniar nuestra experiencia personal.

Tampoco podemos olvidar el camino realizado o los logros alcanzados, que son el fruto de muchas iniciativas y múltiples esfuerzos pastorales compartidos. Nuestra fe está viva y por ello en nuestra Diócesis también se reconoce que:

+ se vive como un acierto la Catequesis Familiar;

+ se ha avanzado en la elaboración de materiales para la catequesis;

+ hay encuentros e iniciativas de formación cristiana que han sido muy positivos;

+ se ha tomado conciencia de la necesidad de la lectura personal y orante del Evangelio de cada día;

+ muchos creyentes participan en grupos de Oración;

+ se da una mayor implicación en la tarea pastoral y en la transmisión de la fe en muchos colegios y en centros religiosos.

La transmisión del mensaje de Jesús se realiza desde distintos caminos. Uno conduce a las personas que, por las razones que sean, se han alejado de la fe y de la Iglesia. Otro nos conduce a nosotros mismos, para que la fe sea un elemento constitutivo de nuestras vidas. De aquí que, desde la perspectiva de la transmisión de la fe, en el presente Plan Diocesano de Evangelización se apueste por:

+ diseñar y trabajar los elementos necesarios para que el primer anuncio del mensaje de Jesús llegue a las personas de nuestra sociedad;

+ el cuidado y el reconocimiento de la familia como núcleo de la transmisión de la fe;

+ avanzar en la actualización de la Buena Noticia del Evangelio, perfilando los destinatarios de la misma: niños, jóvenes, adultos; primer anuncio; anuncio a los llamados “alejados”…;

+ crear Equipos Pastorales tanto en el ámbito rural como en el urbano.

3.- La celebración de la fe (El encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva)

“La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: «Cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48). ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces,

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lo que ocurre es que, en definitiva, «lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos» (1 Jn 1,3). La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás”.

(P. Francisco, Exh. Ap., Evangelii Gaudium. La alegría del Evangelio, 2013, n. 264)

La experiencia profunda de Dios y la comunión con Cristo en los sacramentos transforman nuestra vida. Vivimos y celebramos personal y comunitariamente el encuentro con Dios y la mediación de la gracia de Cristo. En nuestras celebraciones litúrgicas se expresa que “Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y (que) no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que se nos encomienda” (EG 275). En ellas el Espíritu nos fortalece en la fe y se visibiliza la misión evangelizadora de la Iglesia. Y ellas mismas son parte imprescindible del anuncio evangélico. La experiencia de Dios y la comunión con Cristo son fuente de alegría y antídoto contra el pesimismo, el fatalismo y la desconfianza. Para mantener vivo el ardor misionero hemos de confiar en el Espíritu Santo, porque él “viene en ayuda de nuestra debilidad” (Rom 8,26), haciéndonos misteriosamente fecundos (EG 280).

Nuestra realidad eclesial nos dice que un número no pequeño de laicos, hombres y mujeres, actúan desde la experiencia de una fe vivida y celebrada. Esta experiencia no es sólo ocasión de su sanación y renovación interior como hijos de Dios, sino también fuente de su implicación en las tareas eclesiales. Se ha incrementado su participación, especialmente de la mujer, en las tareas intraeclesiales. Ahora se nos pide a todos asumir nuestras responsabilidades de modo compartido, formando auténticos equipos corresponsables de la única tarea y misión. Participar en los diferentes Consejos, por ejemplo, es una muestra de este esfuerzo. Es importante, por otro lado, la aportación de los laicos, hombres y mujeres, que están trabajando eficazmente en distintas tareas sociales. Todo ello ha de ser conocido y, en cierto modo, participado y vivido en la comunidad cristiana. Los problemas y dificultades de la vida laboral, las inquietudes estudiantiles o de la vida familiar, o las de las actividades y compromisos sociales, por ejemplo,… han de ser realidades tenidas en cuenta en la espiritualidad y en el compromiso de las comunidades cristianas. “El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él” (EG 266).

Los grandes desafíos del mundo actual y de nuestra Iglesia reclaman nuevas respuestas en orden a la acción misionera de nuestra comunidad diocesana, lo que constituye una oportunidad para lograr una mayor corresponsabilidad entre los agentes y los equipos pastorales, y un fortalecimiento de los mismos. Hemos de apostar por la unidad en la diversidad de tareas y funciones, de encargos y servicios… La relación y el trabajo en común, entre presbíteros y laicos, son una exigencia de nuestra identidad creyente y un testimonio de ésta, y constituyen un servicio a la sociedad. Así lo debemos celebrar, como “depositarios de un bien (la fe) que humaniza” (EG 264).

Además de expresar de diversos modos estas inquietudes, en el periodo de discernimiento se han constatado algunos aspectos negativos en nuestra Diócesis. A modo de ejemplo, señalamos algunos con el deseo de superarlos:

+ la carencia de laicos y laicas bien formados (celebradores de la Palabra poco formados);

+ la separación entre las celebraciones y la vida, entre nuestra vida de fe y nuestros compromisos socio-laborales;

+ el descuido de la oración personal, y el poco conocimiento y escucha de la Palabra de Dios.

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Señalamos igualmente, también a modo de ejemplo, los aspectos positivos que se han subrayado en el periodo de discernimiento que hemos vivido como Diócesis:

+ se ha mejorado mucho la preparación de las celebraciones, tanto las comunes del arciprestazgo como las más cercanas;

+ la aportación de los Movimientos y Asociaciones laicales, así como el trabajo del Servicio del Laicado y de las diferentes Delegaciones y Secretariados; la participación de la mujer en diversos ámbitos de la práctica pastoral, aunque todavía deba estimularse más su presencia;

+ los espacios de oración existentes, los retiros parroquiales, arciprestales y diocesanos; las celebraciones de la Palabra…, que estimulan la vida espiritual del cristiano y su vocación específica;

+ ciertas iniciativas diocesanas (“Misa de Jóvenes”, “Misa familiar”…), como otras de ámbito parroquial y arciprestal (“las hojas dominicales”, por ejemplo), que ayudan a vivir la fe de forma más comunitaria y responsable.

A la luz de estas consideraciones, y con el propósito de abordar nuevos modos de evangelización, se apuesta por:

+ potenciar los ministerios laicales;

+ hacer de la dimensión vocacional de la vida cristiana un motivo explícito y transversal de la pastoral;

+ personalizar la fe: cuidar y fortalecer la espiritualidad personal y comunitaria, dando primacía a la escucha orante de la Palabra de Dios;

+ celebrar y vivir la eucaristía como fuente de la identidad y misión de la Iglesia y del creyente, dejando

que Cristo penetre en su existencia con su gracia y uniendo fe y vida.

4.- Servir: confesión de fe y compromiso social (Cooperar con la acción liberadora del Espíritu)

“Confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que «con ello le confiere una dignidad infinita». Confesar que el Hijo de Dios asumió nuestra carne humana significa que cada persona humana ha sido elevada al corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano. Su redención tiene un sentido social porque «Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres». Confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación humana y todos los vínculos sociales: «El Espíritu Santo posee una inventiva infinita, propia de una mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables». La evangelización procura cooperar también con esa acción liberadora del Espíritu. El misterio mismo de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana, que necesariamente debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora. La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás”.

(P. Francisco, Exh. Ap., Evangelii Gaudium. La alegría del Evangelio, 2013, n. 178)

Jesús se define a sí mismo como Siervo, y el cristiano se define como servidor. Jesús llama a los discípulos de todos los tiempos a ser servidores. Muchas veces visibilizamos esta llamada en el rostro del pobre y en nuestra actitud ante él; otras, en los trabajos callados y aparentemente intranscendentes en nuestra propia comunidad. También expresamos nuestra vocación de servidores trabajando por la justicia y la paz; transmitiendo esperanza; identificándonos con las inquietudes de nuestros convecinos;

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valorando la cultura y las distintas expresiones de nuestro pueblo… Y no olvidamos que muchos creyentes viven su identidad de servidores contribuyendo al buen funcionamiento de nuestras comunidades, comprometiéndose como catequistas, animadores o agentes pastorales…, haciendo posible la transmisión y celebración de la fe. El servicio de los cristianos y de la comunidad eclesial constituye una prueba y concreción de su acción evangelizadora.

Pero también tenemos muchas debilidades y limitaciones en nuestro servicio a los más necesitados de nuestra sociedad. Es cierto que vivimos en una sociedad llamada “del bienestar”. Esto nos puede hacer pensar que “todos vivimos bien”, tanto material como espiritualmente. Pero muchos de nuestros convecinos soportan muchos problemas en su vida cotidiana. Nos falta conocimiento de la realidad social. Nos guiamos por las apariencias, o por tópicos y prejuicios. No conocemos el corazón de los otros.

He aquí algunas concreciones de nuestras debilidades y limitaciones del servicio de los cristianos, tal como se han apuntado en el análisis realizado en la Diócesis:

+ faltan compromisos serios encaminados a asumir determinados estilos de vida;

+ no hay una adecuada coordinación diocesana entre las entidades eclesiales que se dedican, como tarea prioritaria, al servicio a los demás; hay un desconocimiento mutuo y una disparidad de criterios de actuación;

+ hay un vacío de denuncia profética ante las injusticias, y pocos creyentes están presentes como Iglesia en determinados sectores de la vida social (por ejemplo, en el mundo obrero y en la cultura).

Podríamos abundar en más debilidades y limitaciones. Pero también debemos aprender de los creyentes, grupos y comunidades… de nuestra Iglesia que tienen una actitud más activa, de mayor implicación en el compromiso de la caridad y de la justicia, tanto desde organizaciones eclesiales como sociales. Bastantes cristianos están implicados en distintos voluntariados, aportando su tiempo y su saber, ejerciendo tareas de dirección y gobierno en organizaciones eclesiales y sociales. En algunos casos, estas tareas pueden tener mucha relevancia social; en otros, pueden ser aportaciones humildes y casi anónimas.

Por esto, el discernimiento realizado en nuestra Diócesis también ha puesto de relieve aspectos positivos en esta dimensión característica de nuestra identidad creyente. Señalamos algunos:

+ crece la conciencia de la necesidad del compromiso caritativo y social, y la implicación en el mismo;

+ se valoran positivamente las entidades diocesanas dedicadas al servicio de los más pobres, y se resalta de modo especial la labor de Cáritas;

+ crece el compromiso, en forma de voluntariado, de muchos cristianos;

+ hay una mayor sensibilidad y una mayor implicación respecto a las circunstancias y problemas que se viven en otros lugares;

+ tienen más eco las Campañas organizadas en la Diócesis a favor de los más desfavorecidos.

Es necesario, con todo, dar nuevos pasos que configuren más y más activamente esta dimensión del servicio. Hemos de trabajar en claves de “búsqueda de la justicia”, superando “paternalismos”, “asistencialismos”, “buenismos”…, coordinándonos con organizaciones eclesiales, sociales y de la Administración Pública… Necesitamos desarrollar un estilo de vida sencillo, austero, compartiendo lo que somos y tenemos; acogiendo al pobre o al migrante como hermano... Asimismo hemos de percibir las necesidades de nuestras comunidades eclesiales, con el fin de fortalecerlas aportando nuestro tiempo y nuestras cualidades.

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Convencidos de que podemos evangelizar con nuestro compromiso con la comunidad y con los otros, y preocupándonos del desarrollo integral de los más pobres, apuntamos estas líneas de acción para desarrollar en el Plan Diocesano de Evangelización:

+ conocer la realidad social en todos los ámbitos, la más cercana a nuestras comunidades y la más alejada;

+ impulsar, personal y comunitariamente, un estilo de vida más evangélico: austero, solidario, fraterno…;

+ promover la coordinación entre los organismos diocesanos y de éstos con las Instituciones públicas;

+ apostar por mantener el compromiso misionero con los países del Sur;

+ hacer apuestas por las llamadas “economías alternativas”, por las cuestiones ecológicas, por el consumo responsable.

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E.- LAS ACCIONES A REALIZAR Las posibles acciones a realizar se derivan de estas las líneas de acción. Pueden ser muchas y variadas. Tendremos que seleccionar las más importantes o las más urgentes; o, quizás, las posibles… Ahora enumeramos algunas acciones a realizar, tomando como base lo manifestado en todo el periodo de consulta y discernimiento. El esquema utilizado está basado en las líneas de actuación. Posteriormente habrá que indicar, en cada una de las acciones, el o los responsables de la misma, el ámbito de actuación y los tiempos de su realización. Línea de acción: 1.- La Iglesia diocesana creadora comunidad Acciones: 1.a.- Remodelación pastoral y reestructuración de la Diócesis + Reactivar la Pastoral Rural + Conocer, analizar y reestructurar el papel y cometido de Delegaciones, Secretariados y Servicios diocesanos 1.b.- Hacer Planes Pastorales, contando con todos los carismas y sensibilidades + Plan Pastoral con personas mayores + Plan Pastoral de adultos + Plan Pastoral de jóvenes + Plan Pastoral de migrantes 1.c.- Formación continua de presbíteros y laicos + Diseñar programas de formación para presbíteros y laicos + Conocer y estudiar la Palabra de Dios + Formación específica para los “Celebradores de la Palabra 1.d.- Coordinación en todos los ámbitos y planos diocesanos + Conocimiento, encuentros entre Parroquias y colegios; Parroquias y Universidad + Fomentar los encuentros diocesanos Línea de acción: 2.- La transmisión del mensaje de Jesús Acciones: 2.a.- El primer anuncio del mensaje de Jesús + Elaboración de materiales para el “Primer Anuncio” + Elaborar catequesis sobre el arte cristiano + Conocer, apoyar y difundir el “Despertar religioso” 2.b.- La familia como núcleo de la transmisión de la fe + Implicar a las familias en le proceso catequético de los hijos + Potenciar la relación Familia-Colegio-Parroquia 2.c.- Actualizar el mensaje de Jesús perfilando los destinatarios del mismo: niños, jóvenes, adultos; primer anuncio; anuncio a los llamados “alejados”… + Abrir cauces de diálogo para llegar a los alejados

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+ Trabajar la interculturalidad / la inter-religiosidad 2.d.- Formar Equipos pastorales + Animar y ayudar a formar Equipos pastorales en todos los ámbitos diocesanos + Diseñar modelos de Equipos Pastorales Línea de acción: 3.- La celebración de la fe Acciones: 3.a.- La apuesta por potenciar los ministerios laicales + Promover la incorporación de laicos en responsabilidades y servicios pastorales + Seguir estudiando y desarrollando los llamados “Ministerios laicales” 3.b.- La vocación + Elaborar un Plan diocesano de Pastoral Vocacional + Cuidar y desarrollar la vocación cristiana como elemento de nuestra fe 3.c.- Personalizar la fe: cuidar y potenciar la espiritualidad personal y comunitaria + Organizar retiros espirituales, ejercicios, meditaciones… Extender la práctica de la “Lectio divina” + Cuidar, preparar y actualizar las celebraciones litúrgicas 3.d.- Celebrar la fe como expresión de vida espiritual y comunitaria + Reavivar la experiencia eucarística: interiorizar + Formarse en la dimensión celebrativa de la evangelización Línea de acción: 4.- Servir: confesión de fe y compromiso social Acciones: 4.a.- Conocer la realidad social en todos los ámbitos. + Conocer la realidad de las personas presas + Presencia cristiana en el Mundo laboral 4.b.- Impulsar un estilo personal y comunitario más evangélico: austero, solidario, fraterno + Revalidar el papel de la mujer dentro de la Iglesia + Comprometerse en la acogida personal y comunitaria de personas y colectivos que necesitan de la inserción en nuestra sociedad 4.c.- Coordinación entre los organismos diocesanos y de éstos con las Instituciones públicas. + Fomentar el diálogo y el conocimiento entre los diversos organismos diocesanos que trabajan los aspectos de la caridad y la justicia 4.d.- Compromiso misionero + Apoyo al Tercer Mundo + Potenciar el hermanamiento con comunidades cristianas de países del Sur

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4.e.- Apuesta por las “Economías alternativas”; cuestiones ecológicas; consumo responsable + Compromiso por la ecología, siguiendo el mensaje del Papa Francisco + Informar y dar a conocer las diversas iniciativas que se producen en la Iglesia y en la sociedad F.- PROGRAMACIÓN Como hemos dicho, las tareas, líneas y acciones a realizar son muchas y variadas. Saber programar exige una selección, una apuesta por algunas prioridades del momento de nuestra Iglesia diocesana. Además el tiempo de vigencia del Plan Diocesano de Evangelización, cuatro cursos pastorales, nos exigirá distribuir toda lo programado en este periodo. Podemos programar bajo este esquema 1.- Comienzo del curso con Charlas / Encuentro diocesano (ámbito diocesano) Contenido: (a.1).- Charla / Encuentro de inicio de curso Objetivos principales: + Conocer el tema / opción (parte teórica) + Análisis / visión del tema elegido + Ideas / propuestas a desarrollar Periodo de realización:

+ Primera quincena de octubre 2.- Interiorización y respuesta personal (ámbito personal) con materiales apropiados Contenido: (a.2).- La respuesta personal Objetivos principales: + Toma de conciencia / disponibilidad / aportación personal + Oración personal / actitudes frente al tema Apoyos: + Materiales para la reflexión personal + Materiales para la oración personal Periodo de realización:

+ A lo largo de todo el curso pastoral 3.- Periodo de compartir con los “más próximos” el tema / opción elegida (Parroquia, Arciprestazgo, Zona, Colegio, Comunidad) (ámbito comunitario) Contenido: (a.3).- Compartir con los más cercanos: Objetivos principales:

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+ Profundizar / conocer el tema / opción elegida compartiendo con otros + Trabajar con otros en diversas dinámicas .-. Oración .-. Reflexión .-. Estudio + Posibilitar iniciativas en la Diócesis Parroquias / Arciprestazgo / Zona Apoyos: + Descripción de la realidad / Análisis de la realidad Sus fuentes:

.-. Contestación a cuestionario y reflexiones diocesanas .-. Análisis ya realizados por: Otros Planes de Evangelización Entidades sociales (según el tema elegido) Delegaciones y Servicios diocesanos .-. Trabajo realizado por colectivos y grupos diocesanos

+ Materiales para trabajar y orar Periodo de realización:

+ Desde mitad del primer trimestre a final del segundo trimestre 4.- Periodo de celebrar. Encuentro diocesano donde se informa, se exponen las conclusiones…, lo realizado por el conjunto de la Diócesis (ámbito diocesano) Contenido: (a.4).- Celebración diocesana Objetivos principales: + Celebrar el trabajo realizado a lo largo del curso + Compartir lo realizado en la Diócesis + Comunicar conclusiones / iniciativas Periodo de realización:

+ Tercer trimestre del curso pastoral Por otro lado, es necesario también un calendario anual donde se especifique los periodos de dedicación de cada prioridad, línea de acción y acción concreta. Al inicio de cada curso pastoral se deben conocer las fechas que impliquen al conjunto de la Diócesis. G.- SEGUIMIENTO Y DINAMIZACIÓN DEL PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓN Para el buen funcionamiento del Plan Diocesano de Evangelización es necesario que el Consejo Pastoral Diocesano, y, en menor medida, el Consejo Presbiteral, hagan un seguimiento continuo del desarrollo y evolución del Plan. Ambos Consejos, pero especialmente el Consejo Pastoral Diocesano, tienen la representatividad de los distintos sectores y ámbitos de la Diócesis. Son plataformas que pueden contribuir a que las opciones que se elijan como prioritarias para cada curso pastoral sean una realidad. El seguimiento del Plan también requerirá una valoración continua de su realización, tanto de forma expresa (con cuestionarios, por ejemplo) como de forma indirecta (con apreciaciones y recogida de impresiones, por ejemplo).

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Así mismo para el buen funcionamiento y desarrollo del Plan Diocesano de Evangelización es necesario constituir varios Equipos de trabajo: + Equipo de seguimiento y desarrollo del Plan Diocesano de Evangelización. Esta tarea podría realizarla una Comisión permanente del Consejo Pastoral Diocesano, facilitando así al propio Consejo un seguimiento organizado y ordenado de la realización del Plan. Canalizaría las iniciativas que vayan surgiendo en el desarrollo de la puesta en marcha de las distintas prioridades. Además estaría en su cometido hacer cumplir lo programado para cada curso pastoral. Este Equipo de seguimiento y desarrollo del Plan Diocesano de Evangelización también podrá contar con otras personas (una o varias) que ayuden en estas tareas (personas responsables por Arciprestazgo; por sectores; por Delegaciones y ámbitos pastorales, etc.). + Equipo de trabajo para cada una de las prioridades. Lo componen personas conocedoras de cada prioridad y su cometido fundamental sería la de facilitar material, organizar eventos, transmitir información, etc. El vínculo de relación entre estos Equipos ha de ser constante. H.- VALORACION DEL PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓN Y DE CADA PRIORIDAD Apostamos por la valoración continua del Plan Diocesano de Evangelización, en su conjunto o en sus acciones concretas. Ha de ser tarea del Equipo de seguimiento Esta valoración continua podrá contar con valoraciones específicas cuando dicho Equipo de seguimiento lo considera oportuno (final de cada curso pastoral, por ejemplo) Es conveniente un periodo de reflexión y valoración al finalizar el tiempo establecido para el desarrollo completo del Plan Diocesano de Evangelización