Pinto Jorge - Jesuitas, Franciscanos y Capuchinos Italianos en La Araucania (1600-1900)

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Jesuitas, Franciscanos y Capuchinos italianos en la Araucanía (1600-1900) Jorge PtNmRODRÍGUEZ Universidad de la Frrmteza INTRODUCCION La evangelización en América constituye un tema en el que se cruzan dis- tintos capítulos de nuestra historia: el de la gestión de los misioneros, el de interculturalidad, el de la imposición y resistencia, el de la inmigración. Sin perder de vista el marco general que los involucra a todos, vamos a explorarlo aquí desde la perspectiva de la inmigración, centrando la atención en los misioneros italianos que vinieron a ¡a Araucanía entre los siglos XVII y ‘WC Se trató de una inmigración de características muy paniculares. Por una parte, los misioneros eran europeos que abandonaron su mundo para radicarse, como cualquier inmigrante, en un rincón de América; por otra, eran hombres que venían, voluntariamente, a cumplir una «misión» que los colocó en contac- to directo con los indígenas. En su caso, a los problemas de ambientación, conflictos lingílísticos y com- prensión de una nueva realidad, tan propios de todo proceso migratorio, se agregaron aquellos que derivaban de la imperiosa necesidad que sentían de contactarse con la población aborigen y de comunicarle el mensaje que traían para ella. Era un mensaje lleno de simbolismo, difícil de transmitir y más difícil aun de entender por parte de los indígenas. Su estudio permite, pues, conocer asun- tos relacionados no sólo con la inmigración, sino también con aquellos que tie- Revista Complutense de Historia de América, nY 19. 109-l47, Edit. Complutense, Madrid, t993

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  • Jesuitas, Franciscanos y Capuchinos italianos en laAraucana (1600-1900)

    Jorge PtNmRODRGUEZUniversidadde la Frrmteza

    INTRODUCCION

    La evangelizacin en Amrica constituye un tema en el que se cruzan dis-tintos captulos de nuestra historia: el de la gestin de los misioneros, el deinterculturalidad, el de la imposicin y resistencia, el de la inmigracin.

    Sin perder de vista el marco general que los involucra a todos, vamos aexplorarlo aqu desde la perspectiva de la inmigracin, centrando la atencinen los misioneros italianos que vinieron a a Araucana entre los siglos XVII yWC

    Se trat de una inmigracin de caractersticas muy paniculares. Por unaparte, los misioneros eran europeos que abandonaron su mundo para radicarse,como cualquier inmigrante, en un rincn de Amrica; por otra, eran hombresque venan, voluntariamente, a cumplir una misin que los coloc en contac-to directo con los indgenas.

    En su caso, a los problemas de ambientacin, conflictos linglsticos y com-prensin de una nueva realidad, tan propios de todo proceso migratorio, seagregaron aquellos que derivaban de la imperiosa necesidad que sentan decontactarse con la poblacin aborigen y de comunicarle el mensaje que traanpara ella.

    Era un mensaje lleno de simbolismo, difcil de transmitir y ms difcil aunde entender por parte de los indgenas. Su estudio permite, pues, conocer asun-tos relacionados no slo con la inmigracin, sino tambin con aquellos que tie-

    Revista Complutense de Historia de Amrica, nY 19. 109-l47, Edit. Complutense, Madrid, t993

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    nen que ver con el contacto intertnico e intercultural, tan propios de toda rela-cin de esta naturaleza.

    Trabajos de este tipo no son nuevos. El libro de Riolando Azzi acerca delos escalabrinianos en Brasil y las notas de Juan de Luigi sobre los misionerositalianos en la Araucana2, testimonian una produccin que revela cierto interspor la materia. Sin embargo, el tema es todava casi desconocido. Al estudiarlo,habitualmente se ha puesto el nfasis en el carcter misional que tuvo estainmigracin, olvidndose que detrs de cada misionero se esconde un hombreque dej una patria, una familia y un mundo. En el fondo, un inmigrante quedebe adaptarse a la nueva realidad que empieza a rodear su existencia.

    En este trabajo no descuidaremos el carcter evangelizador que tuvo estapresencia italiana en la Araucana. El asunto est en el centro de la motivacinque los trajo a Chile. Sin embargo, intentaremos tambin ver a los hombresque estn detrs del hbito sacerdotal, al inmigrante propiamente tal, al italia-no que dej Italia y parti a Chile en los albores del siglo XVII o en plenosiglo XIX.

    1. LAS ORDENES Y EL MUNDO AL CUAL SE INTEGRAN

    Los misioneros italianos actuaron en la Araucania en tres momentos dife-rentes, cada uno de los cuales correspondi a una orden religiosa que encar elproblema de la evangelizacin desde una ptica diferente.

    Los primeros en llegar fueron los jesuitas, en el siglo XVII. Lo hicieron alamparo de un proyecto evangelizador que se sostuvo en tres pilares fundamen-tales: la propuestamisional elaborada en el Per porel padre Jos de Acosta; lacorriente mstica llamada devocin moderna, que se cultiv con fuerza enEuropa, y la particular disposicin para luchar contra Satans, segn ellos, elenemigomortal de los hombres.

    Estos tres elementos marcaron su paso por la Araucana y sus relacionescon los mapuche. Los casos de los padres Vechi, Mascardi y Juan Jos Guillel-mo permitirn ilustrarlo con toda claridad, aunque el ltimo haya actuado entenitorios ubicados ms al sur, en esricto rigor, fuera de la zona que cubrimosen este estudio.

    Riolando AZZI, A igreja e os migrantes, volume 1, Edicoes Paulinas, Sao Paulo, 987.Juan de LUIGI, ltalianos del sur de Chile. misioneros italianos en la conquista de Arauco.

    en Litalico, ao [VN0 19, Instituto Chileno Italiano de Cultura, Concepcin, 1984; y, Capuclii-nos yfranciscanos en la historia de Concepcin y en la conquista de la Araucanla, en Litatico,ao Y, N~ 23, Concepcin. sin fecha de edicin.

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    Casi doscientos aos despus, en 1837, lleg el segundo grupo de misio-neros italianos. En esta oportunidad, vinieron en grupos previamente recluta-dos para Henar el vaco que se produjo luego de la Independencia, al expulsarel gobierno chileno a los misioneros espaoles que haban operado en laregin. Eran franciscanos y se instalaron en los colegios de Chilln y Castro,para cubrir una zona que la Orden vena evangelizando desde el siglo XVI,pero, con mayor fuerza, desde 1757.

    A diferencia de los jesuitas, los franciscanos italianos que vinieron en1837 encararon su relacin con los mapuche sobre otros fundamentos. Con-versores por naturaleza, sus propuestas tuvieron, al menos en el papel, uncarcter marcadamente etnocntrico y de connotacin casi etnocida, aunqueen la prctica hayan sido ms tolerantes. Los padres Bonazzi y Brancadorisintetizan, respectivamente, lo que prodramos llamar la propuesta formal uoficial y la evangelizacin cotidiana de estos misioneros, separadas ambaspor una brecha que no se puede desconocer, si se pretende examinar conrigor su papel en la regin. Los padres Magna-Grecia, Misquianti, Alfonsi yBegambi, resumen, en cambio, las dificultades de un grupo de inmigrantesque no pudo o no supo adaptarse a las nuevas condiciones de vida que ofre-ca laregin.

    Por mucho que se trate de misioneros, fuertemente convencidos de sumisin, el desarraigo pes sobre ellos. Lamentablemente, la documentacinde la cual disponemos no permite conocer una serie de detalles de la vida deestos hombres. Los franciscanos pocas veces tomaron la pluma para escribiracerca de ellos mismos. Con todo, disponemos de algunos testimonios quenos permitirn avanzar en el tema.

    Franciscanos tambin, de la familia capuchina, fue el tercer grupo de ita-lianos que lleg a la Araucania durante el siglo diecinueve. Lo hicieron a par-tir de 1848, primero en una expedicin a cargo del padre Angel Vigilio deLonigo y, luego, en diferentes grupos que vinieron hasta su reemplazo porcapuchinos bvaros, casi en los albores del XX.

    De la obra de los capuchinos italianos tenemos diversas relaciones escn-tas por ellos mismo. Ms pragmticos que los franciscanos y dispuestos aenfrentar la evangelizacin con criterios ms amplios, su obra se desarrollen medio de condiciones diferentes. Para entenderlo mejor ser preciso resu-mir brevemente la historia de la regin. Esto alargar el punto, pero har mscomprensible el resto del trabajo.

    Al sur del ro Bio Bio se extenda, al promediar el siglo XVI, una zona debosques que haca casi impenetrable la regin. Sus habitantes opusieron, ade-ms, una resistencia que contribuy a frenar la invasin espaola. La Arauca-

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    nia propiamente tal llegaba slo hasta el Toltn. Hacia el sur, los huilliches sesometieron con mayor facilidad.

    Pedro de Valdivia comprendi, a poco de llegar, en 1541, que slo cabadesplazarse hacia el sur. La regin que hoy conocemos con el nombre de laAraucania pareca rica en yacimientos aurferos, abundante en mano de obra yatractiva para una empresa de conquista.

    La invasin se inicia en 1550. Al cabo de dos aos los espaoles copanhasta Valdivia. Los mapuche resisten. En poco tiempo, la Araucana se habaconvertido en territorio de conquista y espacio de guerra. As se mantuvo hasta1650. Durante todo este tiempo, la evangelizacin se desenvolvi en el climade violencia que acompa a los jesuitas italianos que interesan en este artcu-lo, tres de los cuales pagaron con sus vidas la osada de aventurarse entreinfieles: el padre Vechi en Elicura, el padre Mascardi en el extremo australdel continente y el padre Guillelmo, envenenado por los puelcbes en la zonadel Nahuelbuapi, al otro lado de los Andes.

    Al promediar el siglo XVII, despus de la rebelin de 1655, el espaol per-di inters por la zona. Chile, conectado ahora a la economa colonial a tra-vs de las exportaciones de sebo y cereales al mercado alto-peruano, volc suatencin al Valle Central. La Araucania se transform entonces en un granespacio fronterizo que admiti dos formas distintas de entender el mundo: laeuropea occidental y la mapuche.

    Fue ese mundo fronterizo, agitado por las secuelas de la Guerra de la Inde-pendencia, el que recibi a los franciscanos que llegaron en 1837. El centro desus operaciones se localiz en el Colegio de San Ildefonso de Chilln, fundadoen 1757. Desde all misionaron la Araucania. Otro grupo se dirigi a Chilo, alColegio de Castro, en pleno corazn de la isla y, otro ms pequeo, a Valdivia.

    La situacin empez a variar al promediar el siglo XIX. A partir de-1860 semicia un nuevo proceso de ocupacin, esta vez, irreversible.

    El gobierno chileno estaba decidido a poner fin a una cierta autonoma de laAraucana y a resolver una crisis econmica que afectaba al modelo exportadordel pas. La solucin se busc en las tierras de la zona, obligando a los mapuchea tomar las armas y resistir de nuevo. Por segunda vez, la Araucana se conver-ta en territorio de conquista y escenario de guerra. El ambiente de relativa tran-quilidad que haba imperado en los aos anteriores es reemplazado por el climade agitacin y violencia que recibi a los capuchinos italianos que se instalaronhacia 1848. En ese mismo ambiente tuvieron que moverse los franciscanos quehaban llegado pocos aos antes y que lo siguieron haciendo despus.

    La Araucana que encontraron los primeros misioneros italianos que llega-ron en el siglo XVII poco tena de aqulla que vieron los que arribaron en 1837

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    secundado; ms importaba imponer el modelo que traan, la religin y la valo-racin de las cosas surgida en el contexto de sus propias cosmovisiones.

    El europeo era etnocntrico y, potencialmente, etnocida; los indgenas tam-bin. Con la misma fuerza con que el primero impona sus proyectos, losmapuche defendan su forma de entender la vida y su manera de relacionarsecon el mundo.

    Ms que un encuentro de dos mundos, en los siglos XVI y XVII se produjoun enfrentamiento de los dos. El padre Vechi acab sus das en una realidadcompleja que los hombres de la poca casi no percibieron. Los hechos lo prue-ban con toda claridad.

    El padre Horacio Vechi haba nacido en Sena, ducado de Toscana, en 1578.De prolija educacin, haba estudiado, antes de ingresar al noviciado de SanAndrs, en 1597, Derecho Civil y, ms tarde, ya en Amrica, Derecho Sagradoy Teologa. Miembro de una acomodada familia, nada pareca faltarle en supatria y en su hogart

    Qu lo impuls a ingresar a una orden religiosa y a viajar a un lugar tanapartado, exponindose a sacrificios y peligros que en su tierra no habra expe-rimentado? Qu mova alos otros jvenes que siguieron su ejemplo?

    Poco despus de su fundacin, la Compaa de Jess hizo notables progre-sos en Italia. San Ignacio y sus ms cercanos seguidores predicaron en Roma.All eligieron, en 1541, a su primer general. San Ignacio gobernara la Compa-a hasta la fecha de su muerte, en 15666.

    Por esos mismos aos florecieron en la pennsula itlica numerosos cole-gios de la Compaa. En ellos tambin cobr fuerza la llamada devocinmoderna, movimiento mstico que puso el acento en la espiritualidad perso-nal, la mortificacin del cuerpo y la purificacin del alma. Fue, precisamente,un jesuita italiano, el padre Lucas Pinelli, uno de sus representantes ms ledotanto en Europa como en Amrica.

    El padre Pinelli, nacido en Molfeta, Npoles, escribi dos obras que alcan-zaron celebridad en los crculos religiosos. Noticias de la otra vida y del estadode las almas en el otro mundo, cuya primera edicin se hizo en 1608, al aosiguiente de su muerte, y De la perfeccin religiosa y de la obligacin del reli-gioso de alcanzarla, eran una invitacin a vivir la perfeccin cristiana apartadodel pecado y temeroso de Dios.

    Pedro de LOZANO,S.J., Historia de la Compaa de Jes,is en la Provincia del Paraguay,Imprenta de la viuda de Manuel Fernndez, Madrid, 1734-1755, tomo II, Pp. 536-540.

    6 Antonio ASTRAJIN, 5. J, Historia de la Compaa de Jesfls en la Asistencia de Espaa,tomo 1, Imprenta Sucesores de Rivadaneyra, Madrid, 1902, Pp. 82-124.

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    La vida, deca el padre Pinelli, est rodeada de tentaciones y es obligacindel hombre encarara como un militar siempre dispuesto a vencerlas. As derro-tar al demonio, adversario que ronda como len rugiente, buscando a quientragar1.

    Sbitamente el hombre toma conciencia de su condicin de pecador y mirahacia Cristo como modelo de virtud. La salvacin se convierte en una especede obsesin; a toda costa se quiere forzar las puertas del cielo. La lucha contraSatans, encamacin del pecado, orienta la vida de los hombres en los siglosXVI y XVII8.

    En ese ambiente, muchos jvenes golpearon las puertas de los conventos enbusca de una tranquilidad espiritual que afuera, en contacto con el mundo, nopodan conseguir. Los colegios de la Compaa parecan todava ms atracti-vos. Se trataba de una Orden joven, recin fundada, llena de vitalidad y queinvitaba a vivir la devocin cristiana combinando la espiritualidad con laaccin.

    Horacio Vechi cedi a los impulsos de la poca: en 1597, a los 19 aos,ingresa al noviciado de San Andrs. Como l, numerosos jvenes siguieron elmismo camino. Entre los jesuitas italianos que se trasladaron a Amrica nopodramos dejar de mencionar a los padres Jos de Cataldino y Simn Mazeta,ambos figuras notables en laevangelizacin del Paraguay.

    Los encargados de reclutar misioneros para el Nuevo Mundo conocan per-fectamente la realidad italiana. Para los jesuitas, era norma comn enviar aemisarios a Roma. All consiguieron muchos hombres que luego repartiranpor Amrica. El padre Vechi vino en 1604, cuando tena 26 aos, junto a ungrupo que reuni el padre Diego de Torres Bollo, provincial ms tarde delParaguay.

    En sus colegios, los jesuitas preparaban a los jvenes con especial preocu-pacin para enrolarse a las misiones. Todo el tiempo se les infomaba de laobra de los padres en Amrica y Japn y en los refectorios se lean las cartasque enviaban a Europa.

    Ser misionero se transform en un ideal para muchos colegiales. El ejem-po de los padres, abandonados en tierras inhspitas enfrentando todo tipo deadversidades, configur un modelo de heroismo que llev a muchos jvenes

    Lucas PINELLI, Noticias de la otra vida y del estado de las almas en el otro mundo. En laOficina de Manuel Martn, Madrid, 1767, p. SI.

    8 Este tema ha sido tratado por Jean DELUMEAU y Enrique DUSSEL. Del primero vaseEl catolicismo de Lutero a Voltaire, Editorial Labor, Barcelona, 1973; y del segundo, El dualis-mo en la antropologa de la cristiandad, Editorial Guadalupe, Buenos Aires. 1974.

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    a envidiar la suerte de aquellos que ofrendaron sus vidas en aras del propsi-to de predicar la palabra de Dios. Esa fue la fuerza que movi a estos jve-nes italianos a dejar su tierra y partir al Nuevo Mundo; una fuerza muy dis-tinta a la que trajo a los soldados y comerciantes que irrumpieron en Am-rica.

    De la formacin del padre Vechi en Italia no tenemos mayores noticias.Podemos inferira por lo que sabemos de los padres Cataldino y Mazeta,ambos coetneos suyo.

    Simn Mazeta naci en Castelensi, Npoles, en 1582. Virtuoso desde lajuventud, tuvo que iniciar tempranamente una tenaz lucha contra el demonio,capital y comn contrario de los que viven ejemplares y tratando de agradar aDios. La penitencia y la mortificacin fueron las armas que utiliz paraenfrentar a Satans. Cuando manifest deseos de ingresar a la Compaa,recelando la malicia del demonio la guerra que le haba de hacer este soldadoy las presas que le haba de quitar, encarnse en el sacerdote que orientabasus pasos, aconsejndole que se apartara de la Orden. Mazeta triunfa e ingresaa la Compaa en 1608.

    Estando en el noviciado, al enterarse de las noticias que llegaban de lasmisiones del Paraguay, Mazeta se sinti atrado por stas. Ensay con entusias-mo y cuando ya se sabia de los elegidos, le acometi de nuevo Lucifer, encar-nado en el Angel de la Luz, quebrantndole la salud y trayndole pesada triste-za y melancola. De nuevo logra triunfar y embarcndose con el padre Diegode Torres, el mismo que trajo a Vechi, parte al Nuevo Mundo, no sin antesderrotar, por ensima vez, al demonio, esta vez, presente en un huracn queestuvo a punto de hacer zozobrar la embarcacin9.

    Un hombre como Mazeta vivi en Amrica en constante lucha con eldemonio. Este se presentaba en cada espaol que estorbaba su tarea, en losmamelucos que amenazaban la paz, en las costumbres de los indios y, natural-mente, en los hechiceros. Sin el demonio, la vida de Mazeta habra carecido desentido. Fue el sino de casi todos los jesuitas italianos que vinieron al NuevoMundo en el siglo XVII.

    Antonio Mara Fanelli cruz el Atlntico y desde Buenos Aires se dirigi a

    Francisco XARQUE, Vida, empleos y hazaas evanglicas del venerable Simn Mazeta,Archivo Nacional de Santiago (en adelante ANS), Jesuitas de Arjentina, vol. 191. Hay edicinimpresa pon. Micn, Pamplona, 1687.

    O Antonio Mara FANELLI, Relacin de un viaje a Chile en 698 desde Cdiz, por mar ypor tierra, escrita en italiano por ... Versin castella de Elvira Zolezzi, precedida de una noticiabio-bibiiogrflca porJ. T. Medina, en Viajes relativos a Chile, tomo t, Fondo Histrico y Biblio-grfico J. T. Medina. Santiago, 1962, pp. 93-143.

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    Santiago en 1698, dando testimonio de la resistencia que opona Satans0. Otrojesuita italiano, el padre Francisco Piccolo, parti de California en 1702, con-vencido de que el demonio hara lo imposible por hacerle fracasar. Juan JosGuillelmo, misionero entre los puelches, tambin vivi acosado por Lucifer.Este tuvo la osada de encarnarse en una mujer que quiso violarlo para impedirque entrase a la Compaa. Uno de sus antecesores, el padre Mascardi, sufritambin los embates de Satans, muendo a manos de los indios, en 1664, porobra del mortal enemigo2.

    Los jesuitas italianos que se trasladaron a Amrica contribuyeron a demo-nizar el continente. Viven tambin con intensidad la devocin moderna. Suespiritualidad, la mortificacin del cuerno y los anhelos de convertirse en mr-tires de la Iglesia, les impidi formarse una adecuada imagen de los peligrosque corran entre los indgenas. El padre Vechi fue vctima de esa dificultad.

    Ya hemos dicho que vino al Per en 1604 con el padre Diego de Torres. Pron-to pas a Santiago y, luego, a la regin de Arauco. All se encontraba en 1607. Suscompaeros lo describen humilde, grave y alegre a la vez3. Era un jesuita italianoempapado de la mentalidad imperante en supas a comienzos del siglo XVII.

    En una larga y detallada carta que el padre Diego de Torres incluy en laSegunda Anua del Paraguay, en 1610, el padre Vechi cuenta de su estada enArauco. Hubo detalles que le llamaron la atencin: la enfermedad de su com-paero, el padre Aranda; el dilogo de ste con el cacique Libipangui; la oposi-cin de los indios a la prdica del evangelio y la forma como luego empezarona aficionarse a los padres de la Compaa. Las costumbres mapuche tambin lellamaron la atencin. Asisti a un regetn y confes que nada tena que vercon la borrachera que haba imaginado. En medio del invierno, y aprovechandoel rigor de la estacin, se entregaba a sus ejercicios espirituales4.

    Al fin qued vencido el demonio en la isla Santa Mara, escriba al aosiguiente. Por nuestra buena vida, aseguraba entonces, los indios nos han toma-

    Memorial del p. Francisco Mara de Piccolo sobre el estado de las misiones nuevamenteestablecidas en California por los padres de la Compaa, en Mauro MATTHEI, OSB, Cartas einformes de misioneros jesuitas extranjeros en Hispanoamrica, en Anales de la Facultad deTeologa, UniversidadCatlica de Chile, Santiago, 1979, Pp. 127-137.

    Antonio MACHONI, 5. J, Las siete estrellas de la mano de Jess, Captulo Sptimo. Vidadel venerable padre Juan Jos Guillelmo, en J. T. Medina, Biblioteca Hispano-Chilena, tomo II,Fondo Histrico y Bibliogrfico J. T. Medina, Santiago, 1963, pp. 387426. La referencia al epi-sodio de Guillelmo en p. 391 y la muerte de Mascardi en p. 400.

    LOZANO, obra citada, tomo 1, p. 540.Segunda Carta Anua del p.Diego de Torres Bollo, 6 de junio de 1610, en Documentos

    para la Historia de Argentina (en adelante DHA), tomo XIX, Talleres SA. Jacobo PeuserLtda.,Buenos Aires, 1927, pp. 57-64.

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    do amor, porque muchas veces, ms se predica con el buen ejemplo y con lasobras, que con Las palabras.

    Vive contento y reconoce haber alcanzado sus deseos de verse entre losinfieles predicando la palabra de Dios; slo lamenta que haya tan pocos opera-

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    Por esos das, el padre Vechi ignoraba que su vida se apagara aqu, lejos desu patria, en tributo a la misin quejur cumplir.

    El padre Luis de Valdivia, encargado de las misiones en Chile, estaba con-vencido de que los indios anhelaban la paz y l entendimiento con los misione-ros. En 1612, lego de azarosas gestiones en Espaa y en Roma, consigui laaprobacin del sistema de guerra defensiva y la abolicin del servicio personalde los indios. Con un entusiasmo muy propio de los jesuitas, parlamenta conlos caciqus y en una decisin casi suicida, decide arrebatarle a Anganamnalguna~ de sus mujeres. Un hombre que haba mostrado tanta voluntad de di-logo y entendimiento, pas de pronto por encima de costumbres muy arraiga-das en los mapuches

    Los primeros das de diciembre de 1612, a pesar del ambiente de tensinque se viva en Arauco por lo acontecido a Anganamn, el padre Valdivia deci-de enviar tierra adentro al padre Horacio Vechi, acompaado del padre Martnde Aranda y el hermano Diego de Mntalbn. La orden se di el 9 de diciem-bre.

    El 10, 11, 12 y 13 los padres caminaron en compaa de caciques quegarantizaban seguridad. Aunque las dudas persistan, la preocupacin de quie-nes los haban enviado empezaba a ceder Sin embargo, el 14 dc diciembre, alas 9 de la maana, Anganamn, acompaado del cacique Ynavilu, cobraba suvenganza. La sangre del jesuita italiano, junto a la de sus compaeros, reg losvalles de Elicura.

    La incapacidad del hombre para entender y aceptar la diversidad seg, a los34 aos, la vida del padre Vechi, quien muri convencido que lo hacia por unacausa que siempre crey justa y necesaria. De modo casi premonitor lo habapresentido en 1609. Escribindole al padre Torres le rogaba entonces que lepermitiera acabar sus das entre sus amados indios8.

    Tercera Carta Anua del p. Diego de Torres, 5 de abril de 1611, en DHA, tomo XIX, PP.120-126.

    6 Idem.~ El relato de la muerte del p. Vechi se puede leer en la Cuarta Carta del p. Torres Bollo,

    febrerode 1613, en DHA, tomo XIX, Pp. 237-239.LO Primera Carta Anua del p. Torres Bollo, 17 de mayode 1609, en el tomo XIX, pp. 3-39.

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    Ms al sur, en Chilo, otro italiano, el padre Juan Bautista Ferrufino, mila-ns de nacimiento, evangelizaba a los huilliches. Los indios, deca en 1611,estn siendo diezmados por los espaoles. Asume su defensa y levanta su vozpara denunciar los atropellos del conquistador. Habla de indgenas humildes,afables y muy aptos para el evangelio. Con ellos convive, aprendiendo su len-gua y transmitindoles su fe9. Tambin empu la pluma. Una biografa queescribi de su compaero, el padre Melchor Venegas, y sus esfuerzos por dar aconocer los martirios de los padres Roque Gonzlez, Alonso Rodrguez y Juandel Castillo, en Paraguay, demuestran que vivi intensamente la devocinmoderna que floreci en ItaliaW. Misionero en Chile, Ferrufino pas despus alas reducciones guaranes.

    Otro jesuita por cuyas venas corra tambin sangre italiana se encargarams tarde de recordar la historia de la cual estos hombres eran protagonistas. Elpadre Alonso de Ovalle, bisnieto del clebre navegante Juan Bautista Pastene yautor de la Histrica Relacin del Reino de Chile, no olvid a sus hermanos defe y su ascendencia italiana. A su paso por Espaa, en 1642, indag acerca desu familia y con los datos reunidos escribi su Breve relacin y noticia de laesclarecida Casa de los Pastenes. Al ao siguiente, ya en Italia, se dirigi aGnova para completar su informacin. Un nuevo escrito, Breve relacin ynoticia de aquella Casa, completan los estudios que este jesuita hiciera de susantepasados italianos2.

    Junto al padre Vechi misionaba tambin la Araucana otro italiano, el curaAntonio Parisi. Con l comparti los ltimos meses de su vida, a l ense elmapudungun o lengua mapuche y a l confes el cario que senta por losindios ~ Con los padres recin nombrados, constituan la pequea comunidaditaliana que evangelizaba en esta parte de Chile.

    ~ Tercera Carta Anua, pp. 107-117La biografa del p. Venegas, en Juan Eusebio NIEREMBERO, Firmamento religioso de

    lucidos astros en algunos claros varones de la Compaa de Jess, por Maria Quiones, Madrid,1644, pp. 742-757; y sus escritos sobre los mrtires del Paraguay en Francisco XARQUE, Ruizde Montoya en indias (1608-1652). Imprenta de Gabriel Pedraza, Madrid, 1900, Tomo Iv. PP.258 y siguientes.

    Jos Toribio MEDINA, Estudios sobre Literatura Colonial de Chile. Fondo Histrico yBibliogrfico J. T. Medina, Santiago, 1970, Tomo 1, PP. 243 y 249.

    22 Cuarta Carta Anua, pp. 224-225. Antonio Parisi llevaba, en 1617, 10 aos de alfrez ycapitn en la guerra de Arauco y doce de capelln, cura y vicario de los soldados. Ms distante dela Compaay ms cercade los franciscanos, no estuvo de acuerdo con la propuestadel p. Valdi-via y apoy, en cambio, la idea de someter a los indios por las armas. Aunque Vechi comparticon l, no cabe dudas que miraron la Araucana con ojos diferentes. A Parisi se atribuyen algu-nos trabajos liagilsticos sobre el mapuche y ciertos catecismos, de los cuales no se han encontra-

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    Al examinar los hechos que llevaron a la muerte al padre Vechi, queda laimpresin de que el contacto que buscaron estos misioneros con los indgenasno se produjo.

    Slo trataron de imponer sus cosmovisiones, colocando su cultura en elcentro del universo. Tal vez por eso ni siquiera vieron al indgena. Sin duda, elpadre Vechi acab sus das convencido de que no eran los indios quienes lomataban; era el demonio, personificado en Anganamn, movido por la envidiaante las almas que le arrebataba.

    Si en esto fallaron los primeros misioneros italianos que abandonaron supatria para juntarse en Amrica a los otros jesuitas procedentes de Espaa, losPaises Bajos y Alemania que vinieron a evangelizar aestas tierras, no se puededejar de reconocer que, a diferencia de soldados y colonos que vinieron enbusca de fortuna material, intentaron, al menos, establecer un nexo con lospueblos aborgenes.

    Lo hicieron desde sus propias concepciones de la vida, sin apartarse deellas y convencidos de que eran las mejores y las nicas que convenan a losindgenas. Por eso actuaron de un modo casi dramtico, con sacrificio y esfuer-zo, como lo hizo el padre Vechi, hasta pagar con la vida el precio de una causapara ellos irrenunciable.

    Algo parecido ocurri a los padres Mascardi y Juan Guillelmo, los otrosdos jesuitas con los cuales queremos dejar sentadas las primeras huellas de losmisioneros italianos en la Araucania.

    El padre Nicols Mascardi mision en la Araucaixia al promediar el sigloXVII. Su nombre se hizo conocido entre los mapuche por sus prcticas exor-cistas. Un rito tan propio del europeo del Renacimiento cobr en la zona uncarcter especial. Los indgenas terminaron asocindolo a las prcticas emple-adas por las machis para curar a los enfermos. El padre Miguel de Olivares,cronista de la Compaa, cont que el padre Mascardi aplic a una India deBuena Esperanza reliquias de San Ignacio para conseguirque el demonio salie-se huyendo por el odo izquierdo de la enferma 23

    Ante estas prcticas, los indgenas reaccionaban con estupor. En la mayorade los casos, tomaban a los misioneros por hechiceros, profesndoles la mismaadmiracin y temor que sentan por aqullos.

    do copias. De lo queno cabe duda, igual que con todos los italianos que vinieron a evangelizar,es que fue un excelente dominador de la lengua araucana. Vase, 1. T. MEDINA, Biblioteca His-pano-Chilena. tomo II, Pp. 210-219 y, del mismo autor, Estudios sobre la Literatura Colonial deChile, tomo 1, pp. 404-408.

    ~ Miguel de OLIVARES, Historia de la Compaa de Jess en Chile (1593-1 736), Impren-ta Andrs Bello, Santiago, 1874, Pp. 126-128.

  • Jesuitas franciscanos y capuchinos italianos en la Araucana (1600-1900) 121

    El padre Rosales, jesuita de la misma poca de Mascardi, fue acusado deprovocar la muerte a una mujer durante la confesin y por esta causa se le sen-tenci a la pena de muerte que merecen los que matan a otros con el huecu-bu. Para bien de Rosales, la sentencia no se cumpli~.

    Simn Mazeta, el jesuita italiano que mision en el Paraguay, vivi otraexperiencia que ilustra esta faceta de la relacin que se produjo entre los euro-peos que vienen del Viejo Mundo y los indgenas americanos, de modo todavams claro.

    Habiendo quedado solo en la misin, un hechicero llamado Guiraber seacerc a l para arrbatarle sus vestimentas, convencido de que en ellas seencerraban los poderes superiores que le atribua. Mareta resisti; Guiraber,blandiendo entonces una macana, descarg un golpe sobre l que, por fortuna,cay sobre la caja en que se guardaban los ornamentos. El sacrilegio desatuna ira en el sacerdote que paraliz al agresor Guiraber se desplom enmedio de estertores y sudores mortales. Apenas recobr el conocimiento, arras-trndose como pudo, abandon el lugar sindar explicaciones. Los poderes atri-buidos a los hbitos haban desarmado al hechicer&.

    Estos aspectos de la llamada conquista espiritual de Amrica reflejan laescasa disposicin de misioneros e indgenas para mirar al otro desde una pers-pectiva que no sea distinta a la propia. El misionero slo aspira a cambiar lascostumbres del indgena, reemplazando su cosmovisin por la que ellos propo-nen, mientras stos resisten, afirmndose en sus propias tradiciones. El contac-to cultural no pas de ser un dialogo de sordos; al final nadie escuchaba anadie.

    La formacin que reciban los jesuitas en Europa o en los colegios america-nos no abra otras alternativas. Los que vinieron de Italia traan conviccionesaun ms firmes. La devocin moderna, el fuerte antidemonismo y la voluntadde llegar hasta las ltimas consecuencias en su afn de predicar la palabra deDios entre los infieles, los hacia ms vulnerables a los peligros que debanenfrentar en Amrica. Tal vez no sea una casualidad que de los mrtires de laCompaa en Chile tres hayan sido italianos.

    El padre Mascardi termin sus das en manos de los puelches, en 1674. Sumuerte fue relatadapor otro jesuita italiano, el padre Antonio Machoni26.

    ~ Idem, p. 278.23 XARQUE, Vida, empleos y hazaas evanglicas del venerable Simn Mazeta.26 El padre Machoni, misionero del Paraguay, naci en Cerdeaen t671 e ingres a la Com-

    paula en 1688. Al margen del valor que pueda tener la vida del padre Mascardi, el testimonio deMachoni refleja el espritu de los jesuitas italianos del siglo XVII. Esto explica las citas quehemos incorporado al texto.

  • 122 Jorge Pinto Rodrguez

    Haba dado principio a la reduccin de los peglienches, escribe el padre Machoni.Poco tiempo antes, el padre Nicols Keffer, cuyo ardiente celo se encarg de tanardua empresa, por ver que aquella es la puerta pordonde la luzdel Santo Evangelioha de penetrar a los pucches y a otros innumerables indios que habitan el espacioque hay hasta el estrecho de Magallanes, cuya conversin e alio 1670, con impulsosdel Cielo, intent el apostlico Nicols Mascardi, y de hecho en pocos das bautizdiez mil delios y penetr hasta el Estrecho, dando en todas panes un pregn delSanto Evangelio y buscando muchos espaoles perdidos en aquellas costas. Mas,como ci Demonio experiment la guerra tan cruel que este gran varn le hacia, seapareci visible a los indios, todo pintado y con tres puntas de oro en la cabeza,figura muy propia suya, y dicindoles que aquel padre vena a quitarles sus bailes ya desterrar el uso de sus borracheras, es aconsej le matasen, como lo ejecutaron elao 1674, con lo cual se deshizo aquella misin, que prometa la conversin demuchas naciones

    Tras los pasos de Mascardi vino, casi en seguida, el padre Juan Jos Gui-llelmo, cuya vida conocemos por el mismo relato del padre Machoni.

    Guillelmo naci en la villa de Tempio, partido de Galura, en Cerdea, en1672. Estudiante aventajado, sinti desde niouna cierta vocacin por la Com-paa de Jess. Como buen jesuita italiano, su vida transcurri en constantelucha contra Satans y en medio de mortificaciones por las cuales esperabaacercarse a Dios. Con toda propiedad, el padre Guillelmo resume los senti-mientos y acciones de los jesuitas italianos que vinieron a Amrica en el sigloXVII.

    En 1698 se embarca en Sevilla, con destino a las Indias. El viaje fue peno-so. Machoni lo relat en trminos patticos, retratando a la vez la personalidaddel padre Guillelmo.

    La navegacin fue muy penosa, apunt el padre Machoni, porque hacindosepor lo comn en menos de tres meses, tardaroncuatro y medio, con que lleg a esca-sear el mantenimiento y casi a faltar el agua, penalidad de que slo puede formarcabalconcepto quien ha naveado y padecdolaen el mar. Padecise mucho, comolo mostraban despus que saltaron en tierra en los rostros plidos y macilentos, y elpadre Juan Jos se vi a veces tan afligido que estaba para desfallecer, y le sucedano poder moverse, de sed y flaqueza, como me lo cont en tierra, pero ninguno leoy jams la ms leve queja, ni se le advirti diese muestra de lo que padeca,sufrindolo todo con una igualdad de nimo admirable. Todo el tiempo empleaba oen encomendarse a Dios en oracinprofunda o en hacer plticas a los pasajeros o enel estudio y tambin se diverta en ir componiendo un itinerario de todo lo que pasen la navegacin, el cual ley con gusto y aplauso en Buenos Aires ...2O

    MACHONI, 1963, p. 400.20 Idem, p. 397.

  • Jesuitas,franciscanosy capuchinos italianos en laAraucanla (1600-1900) 123

    Desde Buenos Aires pas a Chile; por fin, el 5 de marzo de 1699 arribabaal pas, despus de un viaje de II meses y una travesa por tierra de casi 200leguas.

    Mision primero entre los pehuenches y luego entre los pucches. Machonidice que a estos ltimos nunca les gust que los padres entrasen en sus tierras.Tenan gran aversin a la ley de Cristo, porque con ella, agrega Machoni, sepona freno a sus torpes apetitos y costumbres brutales29.

    Segn el mismo padre Machoni, esta actitud los llev a matar al padre Feli-pe de la Laguna, compaero del padre Guillelmo, y, poco despus, el 19 demayo de 1716, a nuestro misionero.

    En un solitario paraje-de la pampa, sin tener compaero con quien confe-sarse ni remedio con que buscar alivio, termin sus das, lejos de la patria, des-pus de 16 aos de misin y a los 44 de edad. Unas cuantas indicaciones quedi a cuatro sirvientes que lo acompaaban permiten conocer su ltima volun-tad. Pidi que amortajaran su cuerno, avisaran su muerte a Chilo y que nodesamparasen la misin~.

    La huella de estos hombres se diluy. No dejaron descendencia y su men-saje apenas fue retenido por los mapuche. Sin embargo, el paso de los primerositalianos por la zona est indisolublemente ligada a estos misioneros. Confrrea voluntad intentaron predicar la palabra de Dios, cambiar las costumbresde los indgenas y, de acuerdo a sus esquemas mentales, proporcionarles la sal-vacin eterna. Pagaron con sus vidas la adhesin a una causa que se incub, enlos aos juveniles, en la patria lejana, en la Italia de los siglos XVI y XVII.

    3. LOS FRANCISCANOS DE 1837

    La guerra de la Independencia dej secuelas en la Araucana que se prolon-garon hasta despus de consolidada la emancipacin. Los ltimos grupos rea-listas se hicieron fuertes en la zona, desatndose lo que Vicua Mackenna lla-mara ms tarde la guerra a muerte.

    El gobierno chileno, vivamente interesado en evitar todo tipo de resisten-cia, empez a mirar con desconfianza a los franciscanos del Colegio de SanIldefonso de Chilln, a cuyo cargo haban corrido las misiones entre los mapu-che despus de la expulsin de los jesuitas, en 1767. La mayora se haba adhe-rido a la causa espaola, hacindose sospechosos a las nuevas autoridades del

    Idem, p. 415.

  • 124 Jorge Pinto Rodrguez

    pas. El resultado no se hizo esperar: las misiones cayeron en un estado de pos-tracin que preocup no slo alos misioneros, sino al propiogobierno.

    El problema no era solamente religioso. De algn modo, los misionerosconstituan un mecanismo de contacto entre las autoridades civiles y los mapu-che, que el nuevo gobierno no estaba dispuesto a descartar. As se explica suinters por un asunto aparentemente secundario.

    Pronto surgi una solucin. Per y Bolivia haban intentado la trada defranciscanos italianos que estuviesen dispuestos a venir a estas jvenes repbli-cas. Una gestin del Comisario General de Bolivia, el fraile Andrs Herreros,fructific en 1835. Del grupo que venia con destino a Bolivia y que pas porChile, el presidente Prieto consigui que se quedaran dos: los frailes AlejandroMei y Quintilio Scapucci. Fueron los primeros franciscanos italianos que llega-ron en esta oportunidad.

    Al alio siguiente, el gobierno encarg a Herreros que reclutase un grupopara Chile. Para asegurar la misin, envi a fr. Zenn Bada, franciscano argen-tino incorporado al Colegio de Chilln, con instrucciones de asesorar a frHerreros y allanar todas las dificultades. Roma era un destino seguro para losemisarios. Adems de la sede papal, estaba all la plana mayor de la Congrega-cin de Propaganda Fide, organismo especialmente encargado por la Iglesiapara la evangelizacin en el mundo.

    El 1 de agosto de 1837 la gestin de los enviados chilenos daba su primerfruto.Trece frailes italianos desembarcaban en Valparaso para retomar las ah-caidas misiones del sur32.Los viajeros haban partido el 9 de marzo de ese mismo ao en una embar-cacin que traa un grupo ms numeroso, cuarenta en total, entre espaoles e

    Fray Jos Mara BONAZZI, Historia de las misiones en la Repblica de Chile desde laConquista hasta nuestros das a cargo de los muy reverendos Padres Franciscanos, 1854.Manuscrito. Hemos consultado una copia que se conserva en el Archivo del Convento de SanFrancisco de Chilln (en adelante CHILLAN). Hay edicin impresa en Revista Verdad y Bien,tomo XXXtI, Imprenta Cisneros, Santiago, 1932. En este tomo apareci slo una parte de la obrade Bonazzi, se continu despus en diversas revistas franciscanas (vase, por ejemplo. RevistaFranciscana, 1934). Sobre este punto vase, tambin la obra de fr. Benedetto SPILA DASUBIACO. Memorie Storiche della Provincia Riformata Romana, romo II, TipografaCapriolo eMassimino, Milano, 1896, p. 588. La obrade Spila es de gran inters para el estudio de la presen-cia de los franciscanos italianos en Chite durante el siglo XIX.

    Sergio URIBE, ofm cap, Las misiones capuchinas de Araucana en la segunda mitad delsiglo XIX, 1848-1901, en Jorge PINTO y otros, Misioneros en la Araucana. 1600-1900, Edi-ciones Universidadde la Frontera, Temuco, 1988. Pp. 199-232. La referencia en p. 202. Sobre lagestin del p. Zenn Badia vase, tambin, Fr. Bernardino DIAZ 5, Franciscanos en Chilod,Publicaciones del Archivo Franciscano, Santiago, 1990, pp.14-!5.

  • Jesuitas,franciscanos y capuchinos italianos en la Araucana (1600-1900) 125

    italianos, algunos de los cuales seguiran luego al Per y Bolivia33. La travesano estuvo exenta de peligros. Segn el fraile Bonazzi, la nave naufrag en elCabo de Hornos, sin prdidas de vidas, al parecer.

    El ao 1837 debi legar un segundo grupo. En total, las autoridades espe-raban unos 150 misioneros italianos. En los aos siguientes llegaron otros, smembargo, la cifra no se complet.

    No es fcil identificar a los que vinieron el ao 37. De acuerdo a una listahecha en octubre de ese ao, conocemos los nombres de dos grupos, uno quese dirigi a Valdivia y otro a Chilo, ambos conducidos por el fraile ManuelAraya, ms tarde provincial de la Orden en Chile. Los que partieron a Valdiviafueron los frailes Miguel Angel Astraldis, Romulo Poggi, Jos Marano, Apoli-nario de Castelumelli, Querubn de Roma y Lorenzo Pogso San Remo, esteltimo, lego. A Chilo viajaron los frailes Diego de Chuifa, Francisco Cheri,Domingo de Secena, Marcos de Ctice, Alejandro de Androco, Paulino deAguaparba, Jos Maria Romano, Antonio de Carpineto, Salvador de Casello,Carlos de Palestina y Domingo Pasoliniit.

    En Chilln, para atender especficamente a los mapuche, qued otro grupo.En 1841 figuran los frailes Domingo Pasolini, Marcos Bula, Paulino Romani,Jos Mara Bonazzi, Francisco Novelli, Alejandro Branchi, Lorenzo Roggeri,Salvador Garben y Carlos de Paolis>5. Antonio Gavilluchi y Septimio Begambitambin formaban parte de los viajeros del 37, aunque no figuran en las listasque hemos consultado. Ms tarde se incorporaron los frailes Demetrio Cicare-lli, Leonardo Tomati, Apolinario Novelli, Querubn Brancadori y varios ms

    36que se fueron agregando con el correr de los anos

    La llegada de estos misioneros alter la vida de los franciscanos del sur.Tan pronto pisaron suelo chileno y para resolver los problemas de un gruporecin incorporado a casas que no conocan, los frailes de Chilln decidieronnombrar encargado de la comitiva al padre Quintilio Scapucci, alumno delColegio y residente en Chile, como ya se sabe, desde 1835.

    Los pocos datos que tenemos de estos italianos hacen suponer que se trata-ba de hombres jvenes, deseosos de trasladarse a Amrica a servir a la Iglesia.El padre Scapucci vino a concluir sus estudios a Chile, cuando tena 27 aos,

    El Mercurio de Valparaso, mircoles 9 de agosto de 1837. Distribucin de religiosos que conduce el p. Fr. Manuel Araya. 1837, en CHILLAN,

    Asuntos Varios, vol. 16, foja 143. Haycopia en f. 158. Nmina de misioneros del Colegio de Chilln, 1841, en CHILLAN, Asuntos Varios, vol.

    17,fs. 159-160v.~ Estado del Colegio de Propaganda Fide de Chilln, 4 de julio de 1843, en CHILLAN,

    Asuntos Varios, vol. IR, f. 133.

  • 126 Jorge Pinto Rodrguez

    uno ms que el padre Alejandro Mei, su compaero de viaje en 1835, superiordel Colegio de Chilln en 1843 y sacerdote ms tarde de la provincia deCoquimbo, donde figura en un catlogo de 1860~.

    El padre Hua fue uno de los pocos que relat las circunstancias que lomovieron a viajar a Chile. Lo confidenci a fr. Manuel J. Crdenas, quien lorecord en los siguientes trminos:

    El da 28 de Noviembre de 1836, en que nuestra Orden celebra la fiesta de sanJcome de la Marca, cantaba el Rdo. Padre Bula una misa, y, al leer aquellas pala-bras del Evangelio: Designavit Dominius et alios septuaginta duos et missit illosbinos ante faciem suanV (5. Lucas, lO, 1). Seal el Seor tambin otros setenta ydos, y los envi dedos en dos delante de si; sinti en su atma tan vehementes dese-os de abandonar su patria para ir a evangelizar a los necesitados, que no dud questa era una inspiracin del cielo. Efectivamente, despus de la misa, recibi la obe-diencia del Rmo. Padre General, en la que le destinaba a la Misin de Chile como llo haba significado al Rmo.. en virtud de la invitacin que haba hecho en su cucu-lar el Rdo. Padre Fray Zenn Bada. Inmediatamente arregl su pobre equipaje, sedespidi de los Superiores y de sus hermanos en religin, y al da siguiente parti aRoma, para dirigirse de all a Gnova, en donde deba tomar el buque que habfa deconducirlo a ChileS

    El padre Bula tena 23 aos de edad y tres de franciscano. Nacido en Cli-ce, pequea poblacin de Liguria situada en las colinas de los Alpes, alponiente de Gnova, no volvi jams a Italia; su vida transcurri en Chile hastael da de su muerte, el 21 de diciembre de 1896. Sin embargo, nunca olvid sucondicin de extranjero. En Copiap recurri a ella para conseguir limosna delos fieles39. Tal vez lo hacia porque su espaol le impeda ocultarlo o porqueItalia fue una tierra que no pudo olvidar.

    La figura ms sobresaliente del grupo que vino en 1837 era fr. Diego deChuifa. Fallecido en 1885, a los 79 aos, tena 31 al llegar a Chile.

    Destinado primero al Colegio de Castro, en Chilo, el ao 1841 el padreChuffa fue designado Vice Prefecto de Misiones, en reemplazo del padreManuel Unzurrunzaga, viejo franciscano espaol que decidi dar paso a lanueva generacin que venia de Italia. A los 35 aos, se converta, as, en lamxima autoridad de los franciscanos del sur Oriundo de Monte Campatri,

    Hugo ARAYA, Notas biogrficas de religiosos franciscanos de Chile, Alfabeta impresso-res, Santiago. 1976, p. 44. Aunque habitualmente a los franciscanos se lesdenomina frailes, ellosmismos utilizan el apelativo de padre. Por esta razn, utilizaremos ambos sin hacer mayores dife-renc las.

    ~ Manuel J. CARDENAS. El Colegio de Misioneros de Castro, Imprenta San Buena Ventu-ra, Santiago, 1897, Pp. 24-25.

    Idem, p. 52 y SPILA. 1896. Pp. 652-658.

  • Jesuitas franciscanos y capuchinos italianos en la Araucania (1600-1900) 127

    distante cinco o seis leguas de Roma, a su gestin se debi la venida de otrogrupo de franciscanos italianos en 1856, fonnado esta vez por seis sacerdotes yseis hermanos~.

    En otro plano, hubo misioneros que destacaron por su laboriosidad, talentoo virtudes. El padre Domingo Pasolini, nacido en Cesena, en 1807, misionChilo, Magallanes y distintos lugares del pas. Fallecido en 1892, fue notablepor su incansable tesn. Su figura fue recordada pormuchos aos4.

    El padre Juan Bautista Benelli recuerda, en cambio, el pasado milenaristade muchos franciscanos. Aficionado a la soledad y el silencio, gustaba saturarsus libros con mximas y sentencias. Nacido en Fossato, Toscana, en 1826, alos 20 aos abandon el mundo para vivir la regla franciscana con estrictorigor Irritable por naturaleza, lograba, sin embargo, controlar su carcter Vinoa Chile en 1856; vivi en Chilln, Per, Castro, Santiago y diversas casas de laOrden. Muri en El Monte, cerca de Santiago, a los 72 aos, dando ejemplo deestrechez y pobreza, las viejas virtudes de los franciscanos que dejaron elmundo para acercarse a la vida contemplativa42.

    Fray Benedicto Spila de Subiaco estuvo en Mulehn y Chilln en los aos1870 y regres a Italia en 882, donde falleci en 1928 con el rango de obispo.Nunca olvid Chile y, terminada la Guerra del Pacfico, escribi una obra,Chile nella Guerra del Pactfico, en la cual hace una acalorada defensa del pas,y, aos ms tarde, unas notas histricas que incluy en el tomo II de su Memo-rie Storiche della Provincia Riformata Romana, que se public en Miln, en1896, conteniendo abundante informacin sobre la gestion de los franciscanositalianos que vinieron a Chile durante el siglo XIX. Fr. Felipe Penesse, mdicode oficio y miembro del grupo que trajo el padre Chuffa en 1856, difundi lamedicina escribiendo un Manual de Medicina Prctica con breves nociones deFarmacia y Ciruga, que distribuy entre los misioneros de los colegios dePropagandaFide.

    Distinto fue el caso del hermano Rafael Venanzi. Nacido en Psaro, en

    ~ CHILLAN, Asuntos Varios, vol. 16 y ARAYA, 1976, pp. 120-121.Biografadel p. Domingo Pasolini. Archivo del Convento de San Francisco de Santiago,

    Asuntos Varios, vol. 12, doc. 32 (a pesar de la numeracin, los volmenes no estn foliados nitampoco indicados los nmeros de los documentos). Esta biografa fue escrita por el padreRoberto Lagos o el padre Bernardino Gutierrez. En la Revista Serfica, tomo XV, Imprenta SanBuenaventura, Santiago, 1915, se encuentra publicada casi la misma biografa, firmadapor el p.Lagos. Sin embargo, el mismo padre Lagos hace referencia a unas notas escritas por el padreGutirrez, que podran corresponder a las del vol. 12 antes citado. Sobre Pasolini vase, tambin,1-lugo ARAYA, 1976, pp.254.255.

    42 Nota necrolgicaen La Voz de San Antonio, Ao III, N2. XXXII, noviembre de 1897, Pp.392-394.

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    1839, y miembro de una distinguida familia romana, haba sido capitn de unbarco italiano que naufrag, poniendo en peligro la vida de sus tripulantes. Apunto de perecer, prometi hacerse religioso si salvaba su vida. Conjurado elpeligro, se acogi a la comunidad italiana que los franciscanos haban formadoen Chile. Vivi largos aos en el pas, hasta fallecer en 191O~>.

    Tres cosas se podran destacar de estos misioneros en relacin a su gestinen la Araucania: el impacto del contacto con una poblacin indgena del tododiferente a la europea que ellos conocan; la forma como algunos padres enca-raron su trabajo cotidiano, alcanzando gran familiaridad con los mapuche y losproblemas derivados de la adaptacin de los viajeros a una realidad tan distintaa la de Italia. En cada caso tomaremos a un misionero de ejemplo.

    Los franciscanos tienen una forma muy particular de entendery practicar laevangelizacin. Se podra decir que en su propuesta hay tres elementos que losacompaan sea cual sea el lugar en que se encuentren: la pobreza, el afn devivir entre los infieles y la finne voluntad de alcanzar la conversin de stos.

    Los franciscanos no slo se sienten pobres, viven la pobreza y anhelanmostrarse pobres ante los dems. Hay en ellos una especie de renuncia a losbienes materiales que, al margen de su mrito, limita su capacidad de accin,sobre todo cuando los recursos son fundamentales para emprender una tareaque los demanda. Al darse cuenta, sintieron un cierto desaliento que no estuvoausente entre los italianos que vinieron en el siglo XIX.

    El desaliento era mayor cuando no podan vivir entre los infieles. Vivirentre stos significaba para ellos compartir el mundo del indgena y predicarlesel evangelio. El franciscano rechaza el contacto ocasional; slo admite la rela-cin permanente con los pueblos que va a evangelizar y, cuando ya est conellos, intenta la conversin definitiva. El franciscano no tiene otra meta; valori-za los sacramentos, pero privilegia la transmisin del cristianismo y su acepta-cin por los nefitos en todos sus trminos44.

    Los dos ltimos propsitos, vivir entre los infieles y lograr su conversin,fueron difciles de alcanzar en la Araucania. Los mapuche cierran las puertasal misionero y se afirman en sus creencias y costumbres. De algn modo, losjesuitas reaccionaron readecuando sus mtodos y adaptndolos a esa realidad.Los franciscanos son ms rigidos.

    Ms consecuentes con su condicin de siervos de Dios y menos dispuestos

    Hugo ARAYA, 1976, p. 334. Sobre los padres Spila y Penesse, vase tambin la obra deARAYA, pp. 303-304 y 259.

    Jorge PINTO, Frontera, misiones y misioneros en Chile. La Araucania, 1600-1900, enJorge PINTO y otros, Misioneros en la Araucania, pp. 17-119. La referenciaen PP. 75-77.

  • Jesuitas franciscanos y capuchinos italianos en la Araucana (1600-1900) 129

    a admitir formas de vida distintas a las que propone el cristianismo, no concI-ben su tarea de otra forma. Tenaces en sus propsitos, carecen del optimismo ycapacidad creadora de los jesuitas.

    Un cierto derrotismo parece invadirlos y, aun, se podra decir que se sienteninclinados a replegarse ante el menor obstculo. Fue el espritu que heredaronde su fundador y que los hizo sentir con mucha fuerza el impacto de tener queenfrentarse a pueblos diferentes, poco dispuestos a admitirel cristansmo.

    Entre los italianos que llegaron en 1837 hubo uno que represent claramen-te esta forma de ser del franciscano. Se trata de fr. Jos Mara Bonazzi, naturalde Roma, dicono al llegar y sacerdote desde 1838.

    El padre Bonazzi escribi una historia de las misiones franciscanas quevarias veces hemos citado aqu. De lo que apunt en sus pginas podemos hile-rir lo que senta en la Araucania.

    El territorio le parece encantador. Los ros y la abundante vegetacin cauti-varon su espritu; sus pobladores, no. Bonazzi ve a los indgenas llenos devicios y defectos; reconoce que son hospitalarios, pero los describe ladrones,borrachos y victimas de pasiones desatadas en sus fiestas y malones45. Por esono tuvo suene entre ellos. Destinado a Tucapel, apenas llegado a su destino losincrep por sus ritos y costumbres. Pronto entr en conflicto con los caciques;al poco tiempo stos no queran saber nada de 1. Estuvo, sin embargo, variosaos en la zona. Finalmente, pas a Valparaso, Osorno y Chilo. para viajar alPer, donde muri en 1 869t

    El desencanto de Bonazzi y sus cidas crticas a los mapuche resuman lavieja historia franciscana en la zona. Sus hermanos, desde el siglo XVI alXVIII, no se haban cansado de fustigar las costumbres araucanas; para ellos,los indios eran sujetos indolentes que cerraban las puertas al evangelio, conde-nndose a la perdicin eterna.

    Bonazzi no hizo ningn esfuerzo por descubrir al hombre que haba detrsde cada mapuche. Tampoco por entender y aceptar su mundo. El contactointertnico no exista para l, tampoco el contacto intercultural. Se mova enun marco de relaciones que lo hacia aparecer como representante de un pueblocristiano, dueo de la verdad, de la nica verdad posible y admisible, y a losindgenas como pueblos salvajes, a los cuales haba que salvar, convirtin-dolos a la forma de ser europea. Aqu est la clave para entender el etno-centrismo y la actitud etnocida de algunos misioneros, incluidos los italianosque llegaron a la Araucana en el siglo XIX. Explica tambin las tendenciasgenocidas que tuvieron algunos.

    ~ BONAZZI, 1854, pp. 135-139.~< SPILA, 1896, Pp. 658-660y ARAYA. 1976, p. 73.

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    Las autoridades chilenas, impacientes por tenninar con el problema mapu-che y ocupar sus tierras, era lo que queran escuchar de los misioneros. Elideal de unidad nacional que prevaleci en el siglo XIX, negador de la dvers-dad, se plasm en propuestas del gobierno que echaron por tierra el mundofronterizo que haba existido hasta entonces y en el discurso de hombres comoBonazzi. As se explica el apoyo que las autoridades prestaron a estos repre-sentantes de la Iglesia.

    En el curso de su historia, Chile ha vivido de muchas ilusiones. Una destas consisti en creer durante el siglo XIX que el pas progresara anulando alpueblo mapuche47.

    Para lograr este propsito, los misioneros podan ser eficaces colaborado-res. Don Pedro Palazuelos propona en la Cmara de Diputados, el 10 de agos-to de 1840, traer de nuevo a los jesuitas a Chile. Debamos haber empleado lareligin, deca Palazuelos, con ms esmero que nuestros hermanos del Norte[Estados Unidos], ya fuese para integrar y pacificar nuestro territorio, ya paraasegurar su independencia, o ya en fin, para formar el pueblo a las institucionesdemocrticas que tan identificadas estn con el cristianismo8.

    El gobierno no recurri a los jesuitas. El encargo al padre Herreros, el viajedel padre Zenn Badia a Roma y la llegada de los franciscanos italianos en1837, respondan al mismo propsito.

    Estos religiosos, escriba un articulista de El Mercurio de Valparaso, refi-rindose a la llegada del primer grupo de italianos en 1837, son tiles no slopor la religin, cuanto por lo mucho que contribuyen a mantener en paz ytranquila subordinacin de los estados, extender progresivamente sus dominiosy aliviar en gran parte las miserias de la humanidad

  • .Jesuitas,franciscanos y capuchinos italianos en la Araucana
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    las acusaciones? Ciertas recomendaciones dadas por el padre Unzurrunzaga hacensospechar que no, ms aun si sabemos que casi todos llegaron a ser despus reli-giosos ejemplares. Qu peda el Prefecto? Que vivieran en Chile a la usanza delpas, que no montasen a caballo, que vistiesen pobrementey que, sin aprovecharsedel cansancio de la navegacin, evitasen las granjeras y aprendiesen, cuantoantes, la lengua de los indios55. En suma, que se comportasen como si estuviesenen Italia, como si nada hubiese ocurrido o cambiado en sus vidas.

    Las cosas no eran as. Aquellos misioneros eran, por encima de su condi-cin de sacerdotes enrolados a una orden religiosa, inmigrantes tan expuestoscomo cualquier otro a los problemas de adaptacin a una tierra desconocida.La nostalgia por la patria, la sensacin de desarraigo y las dificultades paraactuaren un medio tan distinto al de Italia, debieron afectarles. En 1844, en laslejanas estepas magallnicas, el padre Pasolini hacia referencia a una fruta muyparecida a la uva chicade su tierra56, y, en 1876, el padre Estanislao Leonetti,Prefecto Apostlico de las misiones, daba cuenta del lamentable estado desalud del padre Leopoldo Ponti.

    Es cosa de un mes, escriba el padre Leonetti, que se ha observado en el religio-so Pr. Leopoldo Ponti, indicios muy marcados de enajenacin mental, sin poderseconseguir esperanza alguna de mejora. Tiene ratos de furia, acomete y ha habidoocasiones en que ha estado a punto de cometer homicidio07.

    Viejas dolencias, arrastradas tal vez desde Italia, cobraban fuerza en unmedio que pareca angustiar, aun ms, al padre Ponti.

    La presencia italiana en la Araucania se puede estudiar desde distintospuntos de vista. Aqu se ha escogido a los misioneros que vinieron desde Italiaentre los siglos XVII y XIX y, en esta parte del trabajo, un aspecto que requie-re una cierta dosis de imaginacin: la manera cmo cada padre resolvi elproblema de enfrentarse a una realidad diferente, lejos del mundo en el cual sehaba desenvuelto. Las asociaciones del padre Pasolini, las conductas desa-

    CHILLAN, Asuntos Varios, vol. t7, f. 8 1-82v.56 Carta del p. Domingo Pasolini al p. Paulino Romani, Puerto de Hambre, febrero 19 de

    1844, publicada porel p. R. Lagos en Revista Serfica, tomo XV, ya citado, pp. 287-290. Enestacarta, Pasolini da cuenta de un marino norteamericano que abandon la nave para vivir con unanativadel lugar. El ao 44 tena dos hijos y dominaba la lengua indgena.

    Carta de Fr. Estanislao Mara Leonetti al Gobernador del Territorio de Colonizacin deAngol, don Basilio Urrutia, en Angol, 4 de febrero de 1876, en ANS. Gobernacin de Angol, vol.6. En 1878 el padre Ponti fue trasladadoal Colegio de Castro, aliviado, al parecer, de sus dolen-cias. Vase Bernardino Diaz, obracitada, p. 65. Agradezco la referenciadel Archivo Nacional alprof. Juan Contreras Batarce.

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    justadas de los padres de Chilln y el grave deterioro de la salud del padrePonti, pueden tener relacin con los conflictos que se desatan en los hombresque han dejado su mundo para instalarse en otro. El inmigrante, aunque seamisionero, ha dejado afectos, costumbres y estilos de vida, a veces difciles dereemplazar.

    4. LOS CAPUCHINOS DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

    El gobierno chileno segua vivamente interesado en traer nuevos misione-ros a la Araucania. La idea era civilizar a los mapuche y atraerlos pormedios pacficos para lograr la definitiva unidad del pas.

    En 1847, el presidente Manuel Bulnes encomend a su ministro plenipo-tenciario en Roma, don Ramn Luis Irarrzabal, conseguir otra comunidadmisionera que acompaara a los francicanos de Chilln y Castro.

    Para orientarse ms certeramente, escribe fr. Sergio Uribe, historiador de la evan-gelizacin capuchina en Chile, el seor Irarrzabal acudi a la Sagrada Congrega-cin de Propaganda Fide, organismo de la Santa Sede encargado de las misionesentre infieles. All lo orientaron hacia los capuchinos>8.

    En carta al gobierno de Chile, don Ramn Luis Irarrzabal deca:

    LaCongregacin de Propaganda, como V. 5. lo sabe ya, diversos sujetos con quie-nes he consultado, en panicular, y la opinin general, estn de acuerdo en que laOrden de Capuchinos es la ms digna, o una por lo menos de las ms dignas decuantas existen, y quiz la que con ms fruto ha trabajado hasta el da en el ramo demisiones en distintas panes del mundo.

    Al poco tiempo, las gestiones del ministro Irarrzabal culminaban exitosa-mente. El 16 de agosto de 1848 firmaba en Roma un contrato con el padreFlix de Lpari, Procurador General de la Orden Capuchina, mediante el cualse convena la venida de doce misioneros a la Araucana en el ms breveplazo60.

    Fue el punto de partida de la presencia capuchina en la zona, que se extien-

    ~ 5. URIBE, Las misiones capuchinasde Araucania, p. 203.~ Citada por Ignacio de PAMPLONA, o.m.c., Historia de las misiones de los pp. Capuchi-

    nos en Chile y Argentina 0849.1911). Imprenta Chile. Santiago, 1911, p. 75.El convenio y detalles de la gestin del ministro Irarrzabal en PAMPLONA, 1911,

    pp. 76-77.

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    de hasta nuestros das y que trajo, entre 1848 y 1889, alrededor de 123 religio-sos italianos, hasta su reemplazo en 1889 por los capuchinos espaoles y, en

    6I1895, por los capuchinos bvaros

    El encargado de organizar la primera expedicin fue el padre Angel Vigiliode Lonigo, un capuchino nacido en 1806 y de fuerte personalidad. El 23 demayo de 1848, en el velero San Giorgio, parta de Gnova con destino a Chile,acompaado de un grupo de 11 sacerdotes. A los cinco meses exaclos, el 23 deoctubre, llegaban a Valparaso62. Eran hombres jvenes, cargados de entusias-mo y buena disposicin para emprender la tarea que se les haba encomendado.Quienes componan la expedicin eran los siguientes religiosos:

    Padre Angel V. de Lonigo, de la Provincia de Venecia, Prefecto,Padre Lorenzo de Verona, de la Provincia de Parma,Padre Constancio de Trisobio, de la Provincia de Alejandra,Padre Pablo de Roio, de la Provincia de los Abruzos,Padre Francisco de Ssari, de la Provincia de Ssari,Padre Adeodato de Bolonia, de la Provincia de Bolonia,Padre Amadeo de Bra, de la Provincia Piamontesa,Padre Feliciano de Strevi, de la Provincia de Alejandra,Padre Romualdo de Citanova, de la Provincia de las Marcas,Padre Tadeo de Pfatter, de la Provincia Bvara,Padre Constantino de Voire, de la Provincia de Gnova, yPadre Constancio de Ponzone, de la misma Provincia de Gnova.

    Con excepcin del padre Pfatter, bvaro de origen, el resto eran italianos63.El ao 1853, por gestin personal hecha en Italia por el propio padre Lonigo,

    se consigui la venida de un segundo grupo, compuesto esta vez por 41 religio-sos, entre sacerdotes y legos. Varios se quedaron en la zona central, fundandonuevas casas de laOrden; otros partieron al sur a trabajar con los indgenas.

    El mismo padre Lonigo se encargara de relatar la historia de los primerosaos de evangelizacin capuchina en Chile, en una relacin que escribi en elconvento de Forli, en 1862, cuando ya haba regresado definitivamente a Italia.

    ~ PAMPLONA, 1911. pp. 312 y 340.~ URIBE, Las misiones capuchinas de Araucania, Pp. 205-206.6~ Relacin histrica de las misiones capuchinas en Araucania, Chile, recopiladas y manus-

    critas en italiano por el padre Fortunato de Drena, misionero capuchino, el ao 1892. Publicadaen espaol con traduccin y notasde Sergio Uribe, ofm cap. en Jorge PINTO y otros, Misionerosen lo Araucana, 1600-1 900, Pp. 283-385. La referencia, en pp. 286-287.

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    lmite de su jurisdiccin, amenazando la soberana de los franciscanos deChilln.

    Estos reaccionaron con rapidez. El padre Brancadori, un italiano que enempuje y sagacidad no le iba en zaga, se traslad a Imperial y convenci a losindgenas de que le permitieran fundar una nueva misin. Por esos das sehaba producido en las costas de la zonael naufragio del Joven Daniel, aconte-cimiento en tomo al cual se teji en Santiago una tenebrosa historia que haciaaparecer a los mapuches como indgenas de inimaginable crueldad.

    En noviembre de 1849 el padre Brancadori se instala en las riberas delImperial. Alojndose en las rucas de los indios, funda la misin el 24 de esemes y a los pocos das comunica la llegada del padre Lonigo. Pacificados losnimos despus de los sucesos producidos con motivo del naufragio del JovenDaniel, dice el padre Brancadori, apareci el prefecto de los capuchinos,poniendo alboroto terrible entre los indios, diciendo que l era el dueo detodos ellos y que me botasen al instante porque slo haba venido a robarlessus bueyes y ovejas>. El padre Lonigo replic con una carta cargada de ofen-sas. As lo dice el padre Brancadorit

    El padre Lonigo no slo se dedic a escribir cartas. Acompaado de un len-guaraz, recorri la regin tratando de ganarse la voluntad de los indgenas. Ensu Relacin hace referencias a un conflicto surgido entre l y las autoridadesmilitares de Concepcin respecto de la forma cmo se deba proceder con losindios, cuando se pensaba que stos haban tenido ver con la muerte de las vc-timas del naufragio del Joven Daniel. Aduciendo esa razn, justifica un viajehecho a Santiago con la celeridad de un rayo para entrevistarse con el Ministrode Culto y el propio Presidente de la Repblica . En las reuniones ventil esascosas; sin embargo, no cabe dudas de que llevaba bajo el poncho sus quejascontra los franciscanos de Chilln, a quienes consideraba usurpadores de sustierras.

    El gobierno tuvo que tomar cartas en el asunto. El 13 de marzo de 1850, elministro Manuel Antonio Tocornal escriba al padre Chuffa, Vice Prefecto delas misiones franciscanas en la Araucana, previnindole que se cuidara de tras-pasar el ro ~ Algunos meses ms tarde, el 20 de agosto de ese mismoao, por decreto 605, ratificaba la provincia de Valdivia para los capuchinos yla de Concepcin para los franciscanos, recordando que los lmites entre ambasprovincias, establecidos por ley de 24 de agosto de 1836, era el ro Cautn o

    Carta del p. Brancadori al p. Diego de Chuffa, Imperial 5 de enero de 1850, en CHI-LLAN, Asuntos Varios, vol. 20, doc. 152.

    63 URIBE, Relacin de las misiones de Chile, PP. 218-220. CHILLAN, Asuntos Varios, vol. 20. doc. 159.

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    Imperial69. As se puso fin a una disputa entre italianos, marcada por el sello delos hijos de esa patria.

    Resueltas las dificultades, los capuchinos toman posesin de las misionesque les asignara el gobierno. Ligeramente al sur de la regin que conocemoscomo la Araucania, os territorios que deban evangelizar estaban al borde de lazona que nos interesa en este articulo. Sus incursiones por las riberas del Cautny su presencia en los parajes aledaos a Villarrica obligan, sin embargo, a tratar-los con alguna detencin.

    Los capuchinos pertenecen a la misma familia fundada por San Francisco en1209. Producto de una de las tantas divisiones de la Orden, se organizan comocomunidad independiente en 1528, sin renunciar a los preceptos principales dela Regla francscana.

    Evangelizan igual que los otros franciscanos, con pobreza, viviendo entrelos infieles y tratando de lograr su conversin; pero, a diferencia de los prime-ros, los capuchinos en la Araucana parecen ms dispuestos a admitir a losmapuches tal como son, sin desalentarse cuando no pueden lograr su objetivo.Es cierto que los tiempos han cambiado y que la propia evangelizacin se hace,ahora, de manera diferente; sin embargo, los capuchinos parecen buscar elencuentro con ms ahinco que los misioneros anteriores.

    La escuela, donde catequizar a los nios, es su ideal misionero y, al igualque los franciscanos de Chilln, se empean por implantaras en sus lugares deresidencia. Aunque por su condicin de extranjeros les estaba expresamenteprohibido dedicarse a actividades escolares, tuvieron ms suerte. Varios estable-cimientos de primeras letras florecieron al amparo de sus cuidados, lograndoconcretar el ideal franciscano de educar al nefito desde la infancia0. Por eso.no cayeron en el desaliento ni en las descalificaciones de los nativos de la zona.

    La Relacin del padre Lonigo proporciona las primeras pistas. Aunqueescrita en tono muy comprometido con la causa capuchina, refleja la admiracinque sintieron los frailes por los mapuche y el reconocimiento a sus cualidadespositivas: la hospitalidad, el respeto y la solidaridad con los necesitados. Sinocultar lo que consideran sus defectos, equilibran la balanza en un punto demayor justicia.

    6) CHILLAN, Asuntos Varios, vol. 20, doc. 200. Sobre la disputa entre franciscanos y capu-chinos, vase tambin las obras citadas del p. Sergio Uribe.

    Albert NOGLER, capuchino, Cuatrocientos aos de misin entre los araucanos, EditorialSan Francisco, Padre las Casas, 1982. La obra del p. Nogler es una de las mejores que se haescrito sobre la evangelizacin en la Araucanfa. Para los efectos de este trabajo, hay interesantesreferencias a los capuchinos italianos entre las PP. 97 y III. En lo relativo a los jesuitas y fran-ciscanos italianos es ms dbil.

    URIBE, 1984, pp.2l3-2l6.

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    No es que los capuchinos renuncien al ideal de convertir a los indgenas;eso para ellos era intransable; la diferencia est en que, a pesar del fuerte anhe-lo que sienten de transformar al mapuche, a quien miran con una especie decompasin por lo que consideran sus brbaras costumbres y alejamiento deDios, se dejan llevar a veces por actitudes tolerantes, que hacen menos chocan-te el contacto entre europeos e indgenas.

    Tal vez, los ejemplos ms claros se puedan encontrar en algunos pasajesde LAraucania, inemorie medite delle missioni dei FF. MM. Cappuccini nelChili, recopilada por el padre Antonino da Reschio y publicada en Roma en1890 2

    Las machi haban sido el blanco preferido de los misioneros. Consideradasbrujas o sacerdotisas del demonio, jams contaron con la simpata de jesuitas yfranciscanos. Los capuchinos no cambiaron de opinin, sin embargo actuaroncon ellas de manera diferente.

    En 1855, cuenta el padre Adeodato de Bolonia, estuvo el padre Constanciode Trisobbio gravemente enfermo, cuando se encontraba en la misin de Impe-rial. Probaron diferentes medicinas, sin obtener la curacin; las posibilidadesde conseguir un mdico eran tambin muy remotas. Buscaron entonces unamdica indgena llamada Juana, muy hbil en sanar enfermos y ciertamenteclebre entre los indios. La machi lo examin, diagnostic su gravedad y pre-par la medicina. A los pocos das, el padre estaba completamente sano.

    Pagu la medicina, agrega el padre Adeodato, y le rogu [a la machi] me indicasecon cuales hierbas hacia esos remedios; pero ella me contest que jams manifesta-ra los secretosde su

    El propio padre Adedoato tuvo, todava, una actitud ms audaz. Habindo-se desatado una mortal epidemia de tenesmo o disentera, se dedic a curar alos enfermos, presentndose en las rucas al estilo de las machis. Lo hacia parabautizar a los indios y conseguir, segn crea, la salvacin de sus almas; sinembargo, tambin les aplicaba medicamentos que aliviaba a los enfermos. Lafama de mdico que adquir, cuenta en un informe de esos aos, me daba dere-cho para entrar en todas las casas, sin el previo permiso de sus respectivos due- 74

    nos

    La edicin italiana fue publicada en la Tipdgrafia Vaticana. En castellano circula una tra-duccin hecha porel p. Ambrosio Ferroni, capuchino, en enero de 1984, en texto mecanografia-do, una de cuyas copias se puede consultar en el Museo de la Araucana de Temuco. Esa versinser la que citaremosen este trabajo.

    DA RESCIzIIO, 1890(1984), Pp. 13-14.~ Idem, pp. 61-62.

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    As, este joven capuchino italiano, de apenas 24 aos, que deambul por laAraucania a comienzos de la segunda mitad del siglo pasado, consegua con-cretar el viejo ideal de todo franciscano:vivirentre los infieles, predicndoles lapalabra de Dios para intentar su salvacin.

    Los mapuches empezaron a mirarlos con simpata. En tiempos en que elgobierno chileno estaba decidido a ocuparles sus tierras, los ven casi comoaliados. El padre Constancio vivi una experiencia que no deja de ser ilustrati-va.

    Instalado en las cercanas de Imperial, en 1856 recibi la visita de un caci-que que le confes, sin rodeos, el objeto de su gestin:

    Yo he venido, le dijo, a ver esta Misin, no por diversin, sino para adquirir infor-mes fidedignos y poder as informar y contestar a los dems Caciques ms aparta-dos; porque ellos sospechan que los Patirus (misioneros) sean agentes del gobiemoy hayan construido estas grandes casas para alojar a los soldados espaoles, quevendrn a invadir nuestras tierras3.

    El padre Constancio, cuenta el padre Adeodato en la Memoria compiladapor el padre Da Reschio, con su calma caracterstica, le dijo que siendo misio-neros italianos mandados por el Papa no tenan ningn inters de que los espa-oles se adueasen de sus tierras. Y para que se persuadiese de que habanvenido nicamente para hacer el bien, lo invit a visitar los edificios y las ins-talaciones de la misin y percatarse de los fines a que eran destinados6.

    El cacique qued conforme y agradeci al padre su presencia. As, le dijo,estando siempre con nosotros, ustedes, que son tan inteligentes, nos ensearnmuchas cosas que nosotros ignoramos y nos defendern, impidiendo que loshuincas (espaoles) se adueen de nuestras tierras. Acto seguido, procedi aentregarle dos de sus hijas, que obsequi en calidadde esposas.

    Trabajo cost a los padres explicarles al cacique que no podan aceptar elpresente. A las situaciones pintorescas, casi divertidas, se sumaron la sorpresadel cacique, que no atinaba a comprender cmo estos hombres podan vivir sinmujeres. Sin embargo, en medio de los hechos, hay un detalle que no puedepasar inadvertido.

    De acuerdo a la versin que reproduce Da Reschio, el padre Constancio lehabra dicho al cacique que siendo ellos ministros del Cenen Mapun (gran Diosdel mundo), no podan tener esposas8. Sin complicaciones, en un dialogo fran-

    Idem, p. 64.36 Idem, p. 65. Idem, p. 66.> Idem, p. 66.

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    co y abierto con el indgena, este capuchino italiano asoci su condicin demisionero a una divinidad nativa, explicando su condicin de sacerdote en elcontextodel mundo mapuche.

    Hubo ocasiones en que los capuchinos tambin dieron pruebas de intole-rancia. Era difcil que no lo hicieran. Todavac cristianismo no haba llegado alas formas ecumnicas que conocemos hoy y los capuchinos no vivieron almargen de su tiempo. El entierro del cacique Paianco, en 1855, no deja dudas.

    Paifianco falleci cristiano, bautizado por los padres casi al momento de sumuerte. Producido su deceso, los padres quisieron enterrarlo segn los ritoscatlicos. Sus parientes protestaron, empendose, segn cuenta el padre Cons-tancio, en sepultarlo de acuerdo a sus ritos supersticiosos y con todos loshonores que ellos suelen tributar a los grandes de la nacin. Al final se tuvoque llegar a un acuerdo. La misa funeraria estuvo acompaada de las acostum-bradas yueltas a caballo que hacen los mapuches alrededor de sus difuntos, gri-tando y tocando pitos para ahuyentar a los espritus malignos9.

    El entierro de Paianco fue una curiosa mezcla de ceremonia cristiana yprcticas indgenas. De algn modo, simboliza el sincretismo cultural que seiba produciendo, al cual de manera tan marcada contribuan estos y otrosmsoneros venidos desd Italia en pocas anteriores; aunque, en el fondo,demuestra tambin que era el resultado de una imposicin que los mapuchesresistieron sin conseguir su propsito.

    Pablo Treuter, el aventurero alemn que recorri Chile por esos mismosaos, relat otra situacin que tambin resulta interesante. -

    Treuter pas por la misin de Queule en junio de 1859. Convers all lar-gamente con los padres Pedro de Reggio y Agustn de Bolonia. El contacto conun europeo de cultivada formacin, hombre de mundo y gran conocedor delpas, debi entusiasmar a los misioneros italianos. No muy a menudo tenanoportunidad de conversarcon sujetos de ese tipo.

    Hablaron de los mapuches, de sus costumbres, supersticiones y de su len-gua. Treuter estaba vivamente interesado en dominarla y la ayuda de lospadres poda resultarle muy oportuna. En medio de la conversacin,-el alemnregistr un hecho que deja en evidencia los problemas que creaban a los ind-genas cuando los convertan por la fuerza o por medio .de procedimientos quelos sacaba de su mundo. En palabras de Treuter las cosas sucedieron as:

    Se dirigieron Los padres] a Boroa, en donde reside un indio que pasa por adivino, ycuya ciencia ha estado a veces en peligro de fracasar entre los mismos creyentes.

    Idem, p. 60. Varios de los sucesos aqu referidos, entre ellos el entierro del cacique Pal-flanco, aparecen tambin en la Relacin histrica recopilada por el padre Drena.

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    Como el pretendido adivino, movido de la curiosidad, hubiese tenido un da la ideade visitar la misin de Toltn, los PP. le hicieron la ms hospitalaria acogida que-riendo aprovechar la ocasin de convertir al infiel por medio de atenciones y rega-los. El indio, ya sea por inters o porverdaderodeseo de saber, se manifest curiosode conocer algunosdetalles del culto y de la religin cristiana. Los padres, que cre-yeron que iban a catequizar a un nefito, accedieron gustosos a satisfacer su cunosl-dad y redoblaron sus atenciones. El indio se mostr satisfecho de la acogida quehaba recibido de los religiosos, quienes a su turno le obsequiaron pordespedidaunapequea crez que ellos mismos le colgaron al cuello. Vuelto a su tribu nuestro adivi-no con aquel nuevo adorno, la credulidad de sus paisanos principia por alarmarse yacaba pornegar la ciencia del que se haba manchado con la reliquia. Nuestro adivi-no no pudo ejercer ms su oficio, ni ser venerado porsus creyentes hasta que no sehubo desprendido de la sagrada insignia, lo que no sucedi sin que hubiese tenidolugar un alboroto en la tribu de Boroa, y que una partida de salvajes se hubiese enca-minado a Toltn con el objeto de asesinar a los PP. que haban maleficiado al adi-

    - >0vino

    Los padres Pedro y Agustn se mostraban vitales y contentos. Lo mismo lospadres Constancio y Adeodato. El padre Agustn de Niza tambin expresaba susatisfaccin. Cuando me confiaron esta pequeaporcin de la via del Seor,escriba desde Puruln, el 1 de enero de 1888, todo se conjuraba en mi contra;el lugar, el clima, la distancia, la mortal indiferencia y la continua oposicin delos habitantes. Pero, ya hoy, con el favor de Dios, muchos de estos obstculoshan desaparecido y otros van disminuyendo cada da ms8. No conforme consu trabajo evngelico, prepar un Breve mtodo del idioma araucano y un dic-cionario italo-araucano, de mucha utilidad para sus hermanos. Otros, sinembargo, a quienes siempre el balance pareca negativo, fueron cogidos por eldesaliento tan propio del franciscano.

    Muy avanzado el siglo, en 1889, el padre Alfonso de Bitonto se quejabacon cierta amargura del fracaso misional. En un informe fechado en Boroa, el 5de julio de ese ao, recordaba que a su llegada a la misin, a principios denoviembre de 1883, no encontr entre estos salvajes feroces una sola familiacristiana que lo recibiese y diese alojamiento>2.

    Los obstculos para la civilizacin de los araucanos son inumerables y grandes,escriba ms adelante, especiatmente la poligamia, el ocio, la falta del hbito para eltrabajo, la tendencia a la embriaguez y al robo, se oponen poderosamente a la accinregeneradorade la Religin. Por lo tanto, estoy convencido que los adultos morirn

    >0 Pablo TREUTLER, La provincia de Valdivia y los araucanos, Imprenta Chilena, Santia-go, 1861, pp. 87-89

    > DA RESCIlIO. 1890(1984), p. 116.63 DA RESCHIO, 1890(1984), p. 120.

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    en sus vicios y errores y toda la esperanza descansa en la nueva generacin siemprey cuando se eduquen los nios de ambos sexos en las letras y en las artes y en bue-nas escuelas>A.

    No todos vieron las cosas del mismo modo. El libro de Pascual Coa, Testi-monto de un cacique, ilustra un caso diferente.

    Pascual Coa tena unos catorce aos cuando fue llevado ala escuela que aorillas del lago Budi atendan los padres Constancio de Trisobio y Gabriel deSevilla. Ambos enseaba a los nios y trataban con los dems indgenas, cam-bindoles productos de la tierra por artculos que traan de Valdivit.

    La vida en la misin transcurra sin sobresaltos. Al lago Budi an no llega-ban los huincas y el ganado y los frutos crecan abundantes. De vez en cuan-do, el padre Constancio parta a Valdivia cargado de productos que transabapor otros que reparta luego en la misin. El viaje se hacia por un sendero querecorra sin peligro.

    Pascual Coa era un muchacho inteligente. Los misioneros lo enviaron aSantiago. Desde all volvi despus de varios aos dedicados al estudio y altrabajo. Aprendi el oficio de carpintero y ejercindolo se qued en la capital.De nuevo en la misin, permaneci un tiempo con los padres. Al cabo de unao, regres donde los suyos y recupera su vida de mapuhe. Los capuchinosnada hicieron para retenerlo; parecen ms dispuestos a aceptar en el nativo elderecho a vivir en su mundo.

    Pero la Araucania estaba dejando de ser lo que haba sido. Los viejosmapuches aborrecan a los extranjeros y stos empezaban a quitarles sus tie-rras. Estalla el maln de 1881 y el padre Constancio tiene que abandonar lamisin, ayudado por Mozo, cacique de Boroat5.

    El mundo mapuche estaba entrando a la fase final de su desintegracin,una fase que se extender, con algunos matices, hasta nuestros das. Son losltimo captulos de una historia de intolerancia que han resumido otros histo-riadores ~.

    Pascual Coa muri viejo y triste en el seno de una misin capuchina, ense-fiando al padre Ernesto Whilhelm la lengua mapuche y recordando las cosas desu pueblo. Esas mismas cosas que los italianos que misionaron la regin, desdeel siglo XVII al XIX, muchas veces no entendieron y otras tantas se empearonen cambiar.

    83 Idem, p. 122.~ Pascual COA, Testimonio de un cacique, Editorial Pehun, Santiago, 1984, p. 45. Idem, p. 276.

    Vase, por ejemplo, Jos BENGOA, Historia del pueblo mapuche. Siglo XIX y XX, Edi-ciones Sur, Santiago, 1985.

  • Jesuitas franciscanos y capuchinos italianos en la Araucana (1600-1900) 143

    CONCLUSIONES

    Por a Araucana desfilaron entre 1550 y 1900 numerosos italianos. En elXVI vinieron como soldados, comerciantes o simplememente aportando suaudacia. De sus rastros tenemos pocas huellas.

    A mediados del XIX, Edmond R. Smith, un cientfico norteamericano, dicuenta de unos conchavadores o comerciantes italianos que conoci en la fron-tera, mientras visitaba la zona87. No formaban un grupo ni tenan presencia deconjunto, eran simplemente italianos arrastrados a un rincn del mundo enbusca de mejores opciones.

    Aos ms tarde, Gustavo Verniory, el ingeniero belga que ayud a construirel ferrocarril en esta zona, inform de otro italiano, cantero de profesin, asesi-nado por unos bandoleros que buscaban arrebatarle sus ingresos88. Otro italia-no, Hernn Trizano, se encargara de organizar la polica que ira tras su perse-cusin. Se trataba de italianos que vinieron por cuenta propia a probar fortunaen esta parte de Chile.

    En 1905 llegan los primeros inmigrantes propiamente tales. Era un grupode italianos reclutados en la pennsula por un par de empresarios que los trajoal Nuevo Mundo. Se instalaron en Lumaco, en la colonia Nueva Italia, dondean sobreviven. Recordando viejas tradiciones, todava mantienen lazos deafecto con la patria que los vi nacer Su historia es en parte conocida89.

    Otros italianos llegaron tambin por la misma poca, trados por los mis-mos empresarios. En las cercanas de Toltn, entre Gorbea y Pitrufqun, funda-ron, en 1907, Nueva Etruria. La Faja Ricci todava recuerda el nombre del pro-motor del proyecto.

    Habitualmente, la presencia italiana en nuestro pas se asocia a este tipo decolono. Sin duda, hay motivos para hacerlo. Sin embargo,en este trabajo hemosquerido centrar la atencin en otros italianos, en jvenes y hombres madurosque llegaron envueltos en ropaje misional.

    Vinieron por motivos diferentes de los que impuls a los otros colonos. Los

    ~ Edmond R. SMITH, The Araucanians; or notes of a tour among Ihe Indian ribes ofsouthern Chili, New Harpers and Brothers, New York, 1855, Pp. 189 y 233. Agradezco estainformacin al prof. Juan Conteras Batarce.

    >0 Gustavo VERNIORY, Diez aos en Araucania, 1889-1899, Editorial Universitaria, San-tiago, 1975, p. 284.

    >0 Vase Jorge RICCI, La Colonia Nueva Italia, cuarenta aos despus de su fundacin,Librera e Imprenta Artes y Letras, Santiago, 1944; y, Juan CONTRERAS BATARCE y GinoVENTURELLI, Nueva Italia, un ensayo de colonizaci6n italiana en fa Araucana, 1903-1906,Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1988.

  • 144 Jorge Pinto Rodrguez

    jesuitas, franciscanos y capuchinos italianos llegaron buscando el alma delindgena y su conversin al cristianismo. Con ese fin enfrentaron al mapuche.Este resisti. El supuesto contacto cultural se transform as en un abierto con-ficto que cada misionero resolvi conforme a su propia capacidad y a lo quehaba aprendido en los colegios italianos, donde vivi su etapa de formacin.

    De muchas maneras su paso por la zona qued registrado. La memoria delos pueblos no concibe el olvido. As como Pascual Coa record, en el ocasode su vida, al misionero que le abri las puertas de la escuela, en el lago Budi,en algn paraje de la conciencia colectiva de los pobladores de la zona debenquedar los rastros de un Horacio Vechi, un Querubn Brancadori o un Adeoda-to de Bolonia.

    Por las cosas buenas que hicieron y por sus errores. Por su vocacin de ser-vir al prximo y por su marcado etnocentrismo. Por la defensa que hicieron delindgena; pero, tambin, por su incapacidad para divisar al otro y por sus pro-puestas etnocidas quepusieron en peligro a la cultura mapuche.

    En qu punto se encontrara sta si no hubiesen venido estos hombres quecon tanto empeo se propusieron cambiarla?

    La respuesta es difcil. La interrupcin de todo proceso histrico siembradudas. Con todo, podemos afirmar que si cometieron excesos, la responsabili-dad no fue exclusivamente de ellos. Cogidos por las circunstancias de los tiem-pos, actuaron como habra actuado cualquier otro hombre de la poca.

    Por desgracia, la tolerancia y el respeto son conquistas tardas. En el sigloXX recin las empezamos a proclamar. Ojal podamos practicarlas con las cul-turas distintas a la propia en el siglo por llegar.

  • Jesuitas franciscanos y capuchinos italianos en la Araucania (1600-1900) 145

    APENDICENOMINA DE MISIONEROS ITALIANOS VENIDOS A CHILE

    JESUITAS (siglo XVI)

    1. Horacio Vechi2. Juan Bautista Ferrufino3. Nicols Mascardi4. Juan Jos Guillelmo5. Antonio Parisi (cura secular).

    FRANCISCANOS (SIGLO XIX)

    1. Quintilio Scapucci2. Alejandro Mci3. Diego de Chuffa4. Marcos Bula5. Domingo Pasoli6. Antonio Gavilucci7. J05 Mara Bonazzi8. Septimio Begambi9. Miguel Angel Astraldis

    10. Romolo PoggiII. Toms de Lovazzano12. Apolinario de Castellumelli13. Querubn de Roma14. Querubn Brancadori15. Lorenzo Poggio16. Francisco Cheri17. Domingo de Secena18. Angel Alfonsi19. Alfonso Magna-Grecia20. Carlos de Paolis21. Salvador Garben22. Lorenzo Roggeri23. Felipe Remedi24. Pacfico Bulgarini25. Reinaldo Hergini26. Francisco Grazziani27. Hilario Misquianti

    28. Pablo Liberati29. Apolinario Gandini30. Francisco Novelli31. Paulino Romani32. Alejandro Branchi33. Angel Anfonsi34. Juan Bautista Benelli35. Antonio Barveri36. Marcos de Catice37. Castaldo Perilli38. Urbano Mancini40. Pier Battista Daquanno41. Pacfico Gandol42. Lodovico da Scurcola43. Alejandro de Androco44. Paulino de Aguaparba45. J05 Mara Romano46. Antonio Carpineto47. Salvador de Casello48. Carlos de Palestrina49. Leonardo Tomati50. Isaas Nardocci51. Apolinario Moretti52. Demetrio Cicarelli53. Alejandro Manera54. Gernimo Senesso55. Felipe Penesse56. Amadeo Becherini57. Leopoldo Scatulini58. Damin Lavine59. Virginio Tabasso60. Inocencio Liberatti61. Nazareno Grissi62. Benedicto Spila63. Juan de Cappistrano64. Ladislao Fogleti65. Julin Rondini66. Leopoldo Ponti

  • 46 Jorge Pinto Rodrguez

    Francisco AnciniCarlos Mara BianchiMario Celso BorlottiArcangel de FaenzaRafael IvuraFulgencio MauroVicente Oliven

    73.74.75.76.77.78.79.

    Benigno PlanisseRafael VenanziDefendente ZanaschiGuillermo Guillelmi.Giovani Pompei da RomaAndrea ManianiInocencio Ancin

    FUENTES: Archivo del Convento de San Francisco de Chilln, vols. 17 y 18; Benedetto Spilada Subiaco, obra citada; Bernardino Diaz, obra citada; Manuel Crdenas, obra citada; y, HugoAraya, obra citada.

    MISIONEROS CAPUCHINOS DE LAS PROVINCIAS DE ITALIAQUE PERTENECIERON A LA PREFECTURA DE LA

    ARAUCANIA (1848-1889)

    1. Adeodato de Bolonia2. Agustn de Bolonia3. Agustn de Finale4. Alberto de Cortona5. Alejandro M. de Urbino6. Alejandro de Faenza7. Alejo de Barletta8. Alfonso de Luca9. Alfonso de Bari

    10. Alfonso de NoictaroII. Amato de Br12. Ambrosio de Loreto13. Angel V. de Lonigo14. Angel de Acrio15. Angelo de Mugelo16. Antonio de Poutedera17. Antonino de Faenza18. Antonino da Reschio19. Arcngel de Psaro20. Benito de Pistoya21.