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Departamento de Sociología y Trabajo Social Facultad de Ciencias Humanas y Sociales Personas Sin Techo en Madrid Diagnóstico y Propuestas de actuación INFORME Marzo 2003 Pedro José Cabrera Mª José Rubio Universidad Pontificia Comillas de Madrid

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Departamento de Sociología y Trabajo Social

Facultad de Ciencias Humanas y Sociales

Personas Sin Techo en Madrid

Diagnóstico y Propuestas de actuación

INFORME

Marzo 2003

Pedro José Cabrera

Mª José Rubio

Universidad Pontificia Comillas de Madrid

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PLAN DE ATENCIÓN INTEGRAL A PERSONAS SIN HOGAR EN LA COMUNIDAD DE MADRID

Informe

1. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................ 4

Metodología ....................................................................................................... 10

2. DIAGNÓSTICO ............................................................................................................................. 14

2.1. ¿Quiénes y Cuántos son? .......................................................................... 14

Operaciones de recuento ............................................................................... 21

2.2. Tipología ..................................................................................................... 40

PERFIL 1........................................................................................................ 40

PERFIL 2........................................................................................................ 46

3. LA VIDA EN LA CALLE ............................. .................................................................................. 52

3.1. El camino hacia la calle .............................................................................. 52

3.2. La vida en la calle ....................................................................................... 70

3.3. Salir de la calle ......................................................................................... 111

3. LOS RECURSOS SOCIO-ASISTENCIALES................ ............................................................. 116

3.1. Recursos específicos para Personas Sin Techo ...................................... 118

UMES........................................................................................................... 118

RAIS............................................................................................................. 119

Centro de baja exigencia Puerta Abierta...................................................... 119

“Campaña contra el Frío” ............................................................................. 120

Solidarios para el Desarrollo ........................................................................ 121

Amauta......................................................................................................... 121

Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR) ............................... 122

3.2. Recursos generales para PSH ................................................................. 122

4. ALCANCES Y LÍMITES DE LA ATENCIÓN............... ............................................................... 125

4.1. Recursos específicos para PSTecho........................................................ 125

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4.1.1. Los recursos de proximidad (UMES, RAIS, los voluntarios y el Equipo

de Intervención Social y Humanitaria del SAMUR) ...................................... 125

4.1. 2. El SITADE ......................................................................................... 150

4.1.3. Puerta Abierta .................................................................................... 151

4.1.4. Campaña del frío................................................................................ 153

4.1.5. La Coordinación de los recursos específicos para PST..................... 156

4.2. Los recursos generales para PSHogar ..................................................... 161

4.2.1. Insuficiencias e inadaptación de la red............................................... 161

4.2.2. Los problemas de coordinación y conexión externa........................... 181

4.2.3. Los medios para la prevención .......................................................... 185

5. CONCLUSIONES ....................................................................................................................... 191 6. PRINCIPIOS DE ACTUACIÓN......................... .......................................................................... 198 8. BORRADOR DE UN PLAN DE ATENCIÓN A PERSONAS SIN H OGAR EN LA COMUNIDAD DE MADRID .................................................................................................................................... 206 9. ACTUACIONES URGENTES............................ ......................................................................... 226 10. BIBLIOGRAFÍA ................................... ..................................................................................... 231

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1. INTRODUCCIÓN

Dormir y vivir en la vía pública, así como pedir y mendigar una moneda a los que

pasan son todavía hoy en día, cuando acabamos de entrar en el siglo XXI, las

manifestaciones más visibles que adopta la miseria -real o pretendida-, en las

calles de nuestras ciudades. Personas adultas que piden dinero o comida en la

calle, a las puertas de una iglesia, de un supermercado o de unos grandes

almacenes; adultos acompañados de menores que ejercen la mendicidad;

hombres o mujeres que duermen al raso y viven instalados con sus míseras

pertenencias, en algún banco o acera de cualquier calle, plaza o parque, son

escenas cotidianas para cualquier ciudadano de Madrid.

Sin lugar a dudas, el encuentro cara a cara con quien se exhibe públicamente

como necesitado y empobrecido hasta el extremo, es una experiencia dura e

insoportable para la mayoría de las personas, un encuentro -no por habitual

menos inesperado- que introduce cierto nivel de desasosiego y malestar en sus

vidas. Las reacciones que se siguen de esa incomodidad pueden ser de lo más

variado y alimentar desde las acciones inspiradas por la compasión y el deseo de

ayudar al otro, a las reacciones más agresivas y violentas que, en ocasiones, se

saldan con la muerte del indigente, tal y como recogen las páginas de sucesos en

los periódicos con machacona e inquietante reiteración. En la actualidad, a pesar

de los intentos que han hecho tanto la Administración como algunas iniciativas

privadas para resolver o al menos paliar el problema, la realidad sigue

mostrándonos la presencia de personas cuyo escenario vital sigue siendo la calle.

Por lo que se refiere explícitamente a la mendicidad, aunque las evidencias

disponibles son más bien fragmentarias y poco informadas científicamente, el

hecho es que existe una fuerte conciencia entre algunos sectores de la población

y, desde luego, entre los políticos y responsables municipales, acerca del

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crecimiento de la mendicidad en las grandes ciudades europeas (DEAN 1999). Sin

que se hayan investigado en profundidad las razones del fenómeno, así como la

naturaleza, las implicaciones y las dimensiones del mismo, la opinión pública y la

administración reclaman ideas y proyectos para solucionarlo.

Como forma de ayuda entre seres humanos, uno de los cuales se muestra en

situación de necesidad, la práctica de la mendicidad implica que la ayuda se

realiza en una situación de encuentro cara a cara interpersonal, lo cual violenta y

altera el discurrir histórico de la acción social, en el que la aparición de

intermediaciones institucionales, permite “evitar” tales encuentros cara a cara,

delegándolos en profesionales o mediadores especializados en tales menesteres

(religiosos, etc).

De ahí que, desde siempre, haya existido la preocupación por distinguir entre unos

mendigos y otros, clasificándolos según su estilo, su situación etc., y en definitiva,

según el criterio de si serán o no dignos de recibir esa ayuda que se pide sin otras

referencias que las que puedan mostrarse a modo de seña de identidad en un

encuentro fugaz y transitorio.

La mendicidad conlleva, por lo general, un claro estigma social. En según qué

contextos grupales y de clase puede implicar la señal última de que se ha perdido

la propia autoestima y el sentido de la dignidad, de manera que resultaría

preferible la comisión de pequeños delitos o realizar ciertas actividades ilícitas,

antes que “rebajarse a pedir”. Por el contrario, en algunas subculturas,

tradicionalmente una y otra actividad han resultado habituales y compatibles, sin

que implicasen desdoro o menoscabo para quien las practicaba, al menos dentro

de la propia comunidad, como ha sido el caso entre los gitanos, o los habitantes

de algunos pueblos en Las Hurdes, entre quienes ser un buen “pidior” te convertía

en un buen partido a la hora de buscar pareja.

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Del mismo modo suele ser habitual prestar alguna atención a las formas que se

emplean para solicitar limosna, a la evolución que experimentan a lo largo del

tiempo, a la extensión que alcanzan unas y otras, y al éxito mayor o menor que

acarreen en cada época y circunstancia, puesto que, en definitiva, de ello

dependerá en gran medida que el juicio rápido que ha de hacer el transeúnte que

pasa al lado de quien pide, le haga decantarse por entregar una moneda, o no.

Actualmente, la preocupación por la mendicidad, viene ligada a:

• Los recortes en los sistemas de protección, o las insuficiencias de la política

de vivienda, salud mental, y de empleo, así como por la modificación de los

estilos de intervención social, especialmente en aquellos programas

dirigidos a los más pobres.

• La preocupación por articular medidas de política social eficaces con

relación a la exclusión social, es perfectamente compatible en nuestra

sociedad con la tolerancia frente a la desigualdad social y la pobreza de

amplias capas de población. Paradójicamente, pueden coexistir la tolerancia

cero frente a las exhibiciones ostentosas de miseria, en situaciones cara a

cara, con la absoluta permisividad y tolerancia frente a la pobreza masiva.

• En la mendicidad actual, se reflejan los procesos de globalización

económica y de crecimiento de la desigualdad entre regiones, países y

continentes. Como ha señalado Z. Bauman, formando parte del mismo

fenómeno de base, podemos contraponer al “turista” y al “vagabundo” (los

gitanos rumanos por ejemplo) como protagonistas de un mundo cada vez

más global e interconectado.

• La mendicidad no es sino una de las formas de actividad económica

informales que permiten ir tirando a quienes han sido arrojados a los

márgenes de la sociedad, de ahí que tenga importancia estudiarla en tanto

que categoría peculiar dentro del amplio espectro de situaciones que

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concurren en la economía sumergida o informal. En ese sentido, pedir

implica una forma de racionalidad económica propia, aunque peculiar y llena

de riesgos sin duda.

• Por otra parte, mientras que en las leyes antimendicidad, se la suele

criminalizar y se la hace responsable del incremento de la inseguridad,

también se podría considerar, a la inversa, que pedir es una actividad muy

arriesgada para los propios mendigos, que pueden ser objeto de asaltos,

robos, explotación mafiosa, etc.

• Desde luego, determinadas formas de limosneo pueden ser entendidas

como una suerte de rebelión frente al sistema; es el caso de chicos jóvenes,

hippies, punkies, new age, o de quienes entroncan con una cierta tradición

anarquista de rechazo al trabajo y la explotación que éste conlleva.

• Por último, aunque resulte difícil de entender a primera vista, los mismos

valores de autonomía e independencia financiera a los que aspiran la

mayoría de los ciudadanos, pueden estar en el origen de la conducta de

algunas personas que mendigan y que, en ese sentido, encuentran en la

mendicidad una “liberación” de otras situaciones más dependientes y

“parasitarias”, puesto que el hecho de poder proveerse por sí mismas de lo

que necesitan para subsistir las evita depender de albergues, comedores u

otras instituciones de asistencia (DEAN y GALE 1999).

En este informe, con los términos “pedir” y “mendigar”, nos referimos a la conducta

de las personas que viven más o menos habitualmente reclamando ayuda

económica y/o material a los transeúntes en un lugar público. Por su parte, “vivir

en la calle” es un concepto que hace alusión a todas aquellas personas que

duermen al aire libre o en lugares no apropiados para ser utilizados como

alojamiento por un ser humano (cajeros, portales, etc.).

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Por lo general, pedir y vivir / dormir en la calle son problemas que se suelen

asociar al fenómeno del sinhogarismo. Sin embargo, aunque en muchos casos

esta asociación es cierta, conviene precisar que el sinhogarismo es una realidad

más amplia que puede incluir no sólo a los que duermen en la calle, sino a otras

muchas personas que lo hacen en la red de alojamientos para PSH, en pensiones,

en infraviviendas, etc. Como expone FEANTSA (Federación Europea de

Asociaciones que Trabajan a favor de los Sin Hogar), el término Personas Sin

Hogar “incluye aquellos que no pueden acceder a conservar un alojamiento

adecuado, adaptado a su situación personal, permanente, y que proporcione un

marco estable de convivencia, ya sea por razones económicas u otras barreras

sociales, o bien porque presentan dificultades personales para llevar una vida

autónoma” (Cabrera, 2000:24).

Por otro lado, si bien es cierto que muchas Personas Sin Hogar (PSH), y, por lo

tanto, sin recursos económicos, piden para subsistir, no todas las PSH piden en la

calle. Esta cuestión ha sido frecuentemente señalada por las organizaciones que

trabajan con PSH. Pues, según ellos, en muchas ocasiones, se corre el riesgo de

considerar a todas las PSH a partir de la conducta de una parte de la población,

probablemente minoritaria, etiquetándoles a todos con el calificativo degradante y

estigmatizador de “mendigos”.

De hecho, en el imaginario popular, se entremezclan junto a la mendicidad, otras

situaciones y actividades que poco tienen que ver con ella salvo el hecho de darse

cita en el espacio abierto y público que es la calle: vivir sin techo y dormir sobre

unos cartones; ejercer la prostitución y solicitar a los peatones como clientes;

vender revistas de calle como La Farola o También Contamos; instalar una manta

con CDs pirateados; o hacer de estatua pintado de purpurina, son algunas de las

posibilidades con las que cualquier transeúnte puede toparse mientras camina por

Madrid. Evidentemente, los puntos de conexión que pueden existir entre quienes

se ven envueltos en ellas no pueden ignorarse, pero tampoco sería bueno

confundirlas y entremezclarlas entre sí en una especie de totum revolutum que

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nada resuelve y nada aporta, a no ser un incremento del rechazo y la intolerancia

hacia quienes ocupan posiciones y lugares marginales en nuestra sociedad.

Del simple hecho de entremezclar las cuatro posibilidades básicas que se dan cita

en la calle como formas de vida marginales que permiten “ir tirando” a quienes las

practican: (a) pedir limosna, (b) vender pequeños productos, (c) ofrecer servicios

al paso, o (d) dormir literalmente sin techo, nos surgirían hasta 13 posibilidades

diferentes según se den solas o combinadas entre sí (ver Gráfico sig.), cada una

de las cuales significa para quienes las practican, tener que asumir connotaciones

sociales, económicas, relacionales y simbólicas muy diferentes unas de otras.

Teniendo en cuenta los medios disponibles, el escaso tiempo con que hemos

debido preparar este informe, y el tipo de instituciones, agencias y centros sociales

que fueron convocados a participar en el proyecto, nos vamos a ocupar

básicamente de las dos primeras posibilidades, (1) dormir sin techo, y (2) pedir

limosna -o lo que es lo mismo, aquellas que representan la exhibición de miseria

más explicita de cuantas nos podemos encontrar en la vía pública-, así como de

las interrelaciones que podamos detectar entre ambas.

Ofertan servicios

Venden productos

limosna

Duermen sin techo

Piden Limosna

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Incluiremos la venta de productos, cuando por su insignificancia (pañuelos) o su

expresa vinculación con personas en situación de exclusión (venta de prensa de

calle), resulten de hecho asimilables en la conciencia ciudadana a la mendicidad;

esto significa no tomar en cuenta, por ejemplo, la venta de fruta, el llamado “top

manta”, etc.

Del mismo modo, la oferta de servicios, no tendrá sentido incluirla cuando se

acompañe de ciertos niveles de calidad, como por ejemplo, los teatros de

marionetas ambulantes, los echadores de cartas, la lectura del tarot, etc; en

cambio sí que podríamos considerar como formas más o menos similares a la

mendicidad, el tocar la flauta mientras se pide con un cuenco, hacer de estatua,

echar la buenaventura al paso, etc.

En definitiva, nuestro foco de interés se centra en estudiar las circunstancias por

las que transcurre la vida de las personas que viven literalmente sintecho, y sus

conexiones más o menos próximas con quienes ejercen la mendicidad en las

calles de Madrid. El objetivo que nos hemos propuesto cubrir con este informe,

consiste en tratar de averiguar, cuántos y quiénes son, de dónde vienen y por qué

han llegado a verse así, cuál es la atención que se les presta actualmente y,

finalmente, poder lanzarnos a proponer algunas medidas de actuación para el

futuro que gocen del respaldo y el consenso de las principales agencias e

instituciones implicadas.

Metodología

Por las circunstancias en que ha debido ser abordado y habida cuenta de la

escasa investigación previa disponible, el estudio tiene en primer lugar un carácter

exploratorio y descriptivo. Una vez delimitado el foco de nuestro interés: personas

viviendo en la calle y/o personas practicando la mendicidad, nuestro primer

objetivo consistirá en dar cuenta de la realidad existente en estos instantes en las

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calles de Madrid. De momento, el ámbito de nuestro trabajo de campo, se ha

circunscrito al municipio de Madrid, y particularmente a las zonas céntricas en las

que se dan cita la mayor parte de situaciones a estudiar. Con ello creemos estar

cubriendo el grueso del problema y, desde luego, sus manifestaciones más

visibles y notorias.

Para lograr esta primera descripción que nos sirva como diagnóstico de la

situación actual, hemos contactado con la práctica totalidad de las instituciones,

centros y servicios implicados en la atención directa a estas personas. Hemos

recopilado la información contenida en sus últimas memorias y hemos realizado

entrevistas abiertas en profundidad a un total de 15 profesionales responsables y

expertos.

Contando con la colaboración de todos ellos, hemos podido conocer de primera

mano el funcionamiento de los servicios, siendo particularmente interesante el

conocimiento que nos ha proporcionado el hecho de poder acompañar a quienes

hacen trabajo de calle e intervienen en medio abierto. Así, hemos podido

acompañar en sus recorridos a: la UMES, RAIS y Solidarios para el Desarrollo.

Además de las entrevistas a expertos y de las visitas a centros, hemos tenido la

oportunidad de encontrarnos con todos ellos en el transcurso de tres reuniones

celebradas en la Escuela Municipal de Voluntariado para poner en marcha la

llamada “Campaña contra el Frío”. En la primera de ellas expusimos el proyecto y

recogimos las impresiones de los participantes, en la segunda de ellas dimos

cuenta del trabajo realizada hasta ese instante y pasamos un cuestionario para

recoger las ideas, sugerencias y propuestas de los expertos implicados, y en la

tercera............ Operando de esta forma, creemos estar proponiendo un

dispositivo de investigación-acción, mediante una metodología participativa y de

colaboración interinstitucional que ha de ser fundamental en el diseño de

actuación posterior.

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Además de la visión del problema que emerge desde las instituciones, hemos

querido recoger la versión de los propios protagonistas, para lo cual hemos

realizado entrevistas en profundidad a 20 personas que viven en la calle y/o

practican la mendicidad. La muestra naturalmente, no tiene pretensiones de

representatividad estadística de un universo sino que pretende, desde una

metodología cualitativa, abrirse a la comprensión de las razones, motivos,

justificaciones y demandas que manejan quienes se encuentran literalmente

tirados en la calle.

No obstante, hemos buscado que la muestra estuviese adornada de la mayor

heterogeneidad posible, para lo cual hemos entrevistado a jóvenes y mayores,

varones y mujeres, personas solas y con pareja, gentes que utilizan

eventualmente los albergues y otras que no los pisan nunca, etc. Creemos que

estas entrevistas pueden ser suficientes para poder indagar en la experiencia

subjetiva de marginación y desarraigo extremo tal y como es vivida por sus

protagonistas.

En total, disponemos por tanto de 35 entrevistas en profundidad, realizadas a los

actores que intervienen o padecen la cuestión que nos preocupa.

Además de todo ello, para intentar una estimación cuantitativa del fenómeno tal y

como éste se presenta ante los ojos de un observador callejero, hemos realizado

dos recuentos:

1. En el primero de ellos, contamos con la colaboración extraordinaria de los

voluntarios que cubren las rutas nocturnas atendidas por la ONG Solidarios

para el Desarrollo. A lo largo de la cuarta semana de Octubre, durante las

primeras horas de la noche, entre el 21, lunes, y el 24, jueves, los

voluntarios de Solidarios, fueron consignando en unas hojas de registro

elaboradas al efecto, los datos sociodemográficos básicos de las personas

durmiendo en la calle con las que entraban en contacto.

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2. El segundo recuento, tuvo carácter diurno y se realizó durante la misma

semana de referencia. El jueves, 24 de octubre, en grupos de mañana y de

tarde, nosotros mismos y un grupo de algo mas de 20 alumnos de 4º de

sociología de Comillas, como parte de sus prácticas de observación dentro

de la asignatura de Técnicas de Investigación Social, realizamos un barrido

sistemático de los distritos centrales de Madrid, tomando nota sistemática

de todas aquellas personas que podían detectarse mendigando, o con

signos externos de estar durmiendo en la calle. La hoja de registro de

observaciones, permite trazar los contornos principales del problema tal y

como se detecta de forma visible y aparente a plena luz del día.

Los datos cuantitativos fueron analizados mediante el programa SPPSS v. 11;

mientras que las cintas con el contenido de las entrevistas se transcribieron a

documentos de texto, para ser posteriormente analizadas mediante el programa

QSR-NUDIST de análisis de contenido.

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2. DIAGNÓSTICO

2.1. ¿Quiénes y Cuántos son?

Contando con los sistemas de información actuales, es imposible saber el número

de personas de las que estamos hablando. Ni siquiera para las personas más

directamente relacionadas con el tema y con más conocimiento de la realidad a

estudiar resulta fácil aproximarse a una estimación medianamente rigurosa. Una

consulta realizada a los representantes de las instituciones implicadas en la

atención a PSH en Madrid, arroja cifras muy dispares, las respuestas obtenidas a

la pregunta acerca de cuál estiman que sería el número de personas que en un

día cualquiera quedan fuera de las instituciones durmiendo en la calle oscila entre

300 y 3.500, con una cifra media de 907 personas sin techo una vez eliminadas

las posiciones más extremas.

En cuanto a la mendicidad, las respuestas obtenidas a la pregunta sobre el

número de personas que en un día cualquiera se dedican a mendigar en Madrid,

oscilan entre 100 y 4.000, con un saldo medio estimado de 1.153 personas.

Nuestra opinión es que las cifras más ajustadas a la realidad son bastante

inferiores. Si tenemos en cuenta que las plazas de alojamiento y/o refugio

nocturno disponibles en Madrid, son aproximadamente 1.256, resulta francamente

improbable que por cada persona albergada haya aproximadamente otra que no

encuentra o no desea obtener una plaza. A nuestro entender, deberíamos estar

hablando más bien de un número situado en torno a 300-400 personas en un día

cualquiera . Naturalmente, la cifra crece si en lugar de hablar en términos de

stock, tratáramos de aproximarnos al número de personas que a lo largo de un

período, por ejemplo un año, acaban recalando en la calle y haciendo de un

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banco, un cajero o un portal, su dormitorio improvisado por un tiempo más o

menos prolongado.

Tabla 1.- Plazas de alojamiento/refugio disponibles para PSH en Madrid, durante los meses de frío. Centro Nº Plazas S. Isidro 269 Puerta Abierta 80 Pabellones Casa de Campo 87 Estación Metro (ocupación media) 61 S. Juan de Dios 230 S. Martín de Porres 62 Mini residencia SMP 12 Calor y Café 50 Pensiones 10 Don de María 80 Sta. María de la Paz 114 Jesús Caminante 60 Hogar Jesús Caminante 50 Misioneras de la Caridad 20 Plazas en pisos (El olivar, HH. de la Caridad, Cáritas, Realidades, etc)

71

Total 1256 Elaboración propia, datos de la Campaña contra el frío 2001/2002

En cuanto al número de personas que practican la mendicidad de un modo regular

y no esporádico en Madrid, resulta aún más difícil de estimar, puesto que no existe

manera de realizar un censo siquiera aproximado. Sin embargo, si consideramos

que aunque no todas las personas alojadas en centros para PSH, mendigan, ni

mucho menos, tampoco es infrecuente encontrarse con personas que residen en

ellos, y emplean parte de sus horas libres en intentar sacar algún dinerillo a las

puertas de una iglesia o de un supermercado, y si a este grupo le sumamos, el

amplio grupo de “músicos” ambulantes, “estatuas”, vendedores de prensa

callejera, algunas personas mayores con pensiones insuficientes que se ayudan

de la mendicidad, y otros, quizás la cifra media ofrecida por los profesionales que

estimaba en torno a 1.100 personas el número de mendigos en un día cualquiera

no sea del todo exagerada, aunque en este momento nos inclinamos a pensar

más bien en una cifra más modesta situada en torno a 600-800 personas , de los

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que sólo una tercera parte (por razones que más adelante indicaremos) se

encuentran viviendo en la calle.

En este instante, los datos más sólidos respecto de lo que ocurre en la calle, son

los elaborados por Grupo 5 a partir de la actividad desarrollada por la UMES. Así

por ejemplo durante el año 2001, atendieron a 1.166 personas diferentes, si bien,

la media mensual fue de 221 personas distintas. Del total de personas atendidas,

el 54% (esto es 626) se encontraban viviendo literalmente en la calle. A estas

podríamos sumarle aproximadamente otro 9% (49) que se encontraban residiendo

en albergues pero que sin embargo fueron objeto de una intervención de la UMES,

normalmente por estar mendigando.

Gráfico 1. Personas que viven en la calle. Año 2001 .

(Cifras anuales en datos absolutos)

626 540

0

200

400

600

800

1000

Viven en la calle Algun tipo de alojamiento

Fuente: Memoria UMES 2001

De las 626 personas que vivían en la calle a lo largo del año 2001, las mujeres

representaban un 18%. El 83,5% residía en Madrid desde hacía más de 6 meses,

y un 50% vivían en Madrid desde hacía más de 5 años.

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Gráfico 2. Personas que viven en la calle según sex o. Año 2001. (%)

18

82

0

20

40

60

80

100

Mujeres Hombres

Fuente: Memoria UMES 2001

Gráfico 3. Tiempo de residencia en Madrid (más o me nos de seis meses). (%)

83,5

16,5

0

20

40

60

80

100

Más de 6 meses Menos de 6 meses

Fuente: Memoria UMES 2001

Gráfico 4. Tiempo de residencia en Madrid (Más o me nos de 5 años) (%)

Más de 5 años50%

Menos de 5 años50%

Fuente: Memoria UMES 2001

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El 25% eran extranjeros; la mayoría (58%) de países extracomunitarios, pero con

una importante representación de naturales de la UE (42%), entre los que la

nacionalidad mayoritaria era la portuguesa (un 14% de los extranjeros que vivían

en la calle). A diferencia de los nacionales, los extranjeros sin techo, llevan mucho

menos tiempo viviendo en Madrid: el 30% menos de 6 meses, y sólo un 23% lleva

más de cinco años en Madrid (frente a un 50% entre los españoles). La

importancia del desarraigo y el extrañamiento, así como la necesidad de una

intervención temprana para evitar la consolidación de la vida en la calle de los

extranjeros temporalmente sin techo resulta evidente a la luz de estos datos.

Gráfico 5. Extranjeros (%)

25%

75%

0%

20%

40%

60%

80%

100%

Extranjeros Españoles

Fuente: Memoria UMES 2001

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Gráfico 6. Origen de los extranjeros (%)

Extracomunitarios

58%

U.E.

42%

Fuente: Memoria UMES 2001

Gráfico 7. Tiempo viviendo en Madrid de los extranj eros

23

77

01020304050607080

Más de 5 años Menos de 5 años

Fuente: Memoria UMES 2001

Por zonas geográficas, nos encontramos con que nueve de los 21 distritos

acumulan, ellos solos, el 89,3% de las intervenciones; son los de Centro (31,5%),

Moncloa (16,4%), Salamanca (8,4%), Arganzuela (7,7%) Chamberí (6,6%), Tetuán

(5,7%) y Chamartín (5,1%), Latina (4,5%) y Retiro (3,4%). La presencia de zonas

comerciales y espacios abiertos con numeroso público, estaciones de tren, y

centros de asistencia (comedores, sobre todo y también albergues) ayuda a

explicar esta extraordinaria concentración de “emergencias sociales” en una zona

relativamente limitada.

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Tabla 2.- Personas que viven en la calle y/o piden según distritos Distrito % Centro 31,5

Moncloa 16,4% Salamanca 8,4 Arganzuela 7,7 Chamberí 6,6

Tetuán 5,7 Chamartín 5,1

Latina 4,5 Retiro 3,4

Fuente: Memoria UMES 2001

Lamentablemente, de la memoria elaborada por la UMES, no podemos extraer la

estimación del número de personas que a lo largo del año 2001 se encontraron

ejerciendo la mendicidad de forma, digamos “problemática”, puesto que en la

valoración de las situaciones a las que han de enfrentarse desde la Unidad Móvil

únicamente pueden asignar a efectos estadísticos una única problemática, cuando

la realidad es que pueden concurrir en la misma persona una pluralidad de ellas

como por ejemplo, estar mendigando y ser alcohólico. Con todo y con ello, de

entre las 1166 personas diferentes que fueron objeto de intervención en 125

casos, la mendicidad era el problema principal o único que motivó dicha

intervención y así fue consignado.

Por tanto, aunque los datos, lamentablemente son mucho más inseguros y

escasos de lo que podrían ser, podemos extraer algunas notas características de

estos 125 casos detectados como problemática principal. El 28% de los mendigos

fueron mujeres. Entre las mujeres que mendigan son muy numerosas las ancianas

de más de 65 años (34%), no así entre los varones, donde los viejos no llegan al

9%. En un 5% de los casos estaban mendigando con menores, se trataba

prácticamente siempre de mujeres. En cuanto a la concentración por distritos

sigue la misma pauta que el conjunto de la actividad de la UMES, y por lo que se

refiere al origen, hay que señalar que, contra lo que se viene afirmando en los

medios de comunicación, la inmensa mayoría de los que se dedican a mendigar,

son españoles: el 80%. Finalmente, también se confirma la falsedad del

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estereotipo que hace coincidir, persona sin hogar con mendigo, puesto que, al

menos en los casos diagnosticados desde la UMES como problemática principal,

sólo una tercera parte aproximadamente (36%), se correspondían con personas

que vivían en la calle.

Ahora bien, no sólo tiene importancia considerar el número de personas

aproximadas que viven en las calles de Madrid, sino que es muy importante, tratar

de conocer cuál es el flujo de llegada a esa situación, esto permitiría una

intervención precoz que evitara la consolidación de la vida en la calle como forma

de existencia habitual. Por los datos de la UMES, del total de 626 personas

diferentes que se encontraban viviendo en la calle, 289 eran ya conocidos

anteriormente, mientras que 337 fueron detectados por primera vez a lo largo del

año de actuación. Podríamos decir que, aproximadamente una persona por día

viene a caer en la calle . Algunos de ellos se encontrarán de paso, otros serán

rápidamente derivados hacia los centros adecuados, sin embargo, una fracción

que en este momento no podemos precisar con exactitud acabará haciendo de las

calles madrileñas su residencia habitual.

Operaciones de recuento

Para tratar de aproximarnos directamente, esto es, sin mediaciones

institucionales, a una estimación del número de personas que viven y duermen

literalmente sin techo, intentamos realizar -dentro de las limitaciones económicas y

de calendario a las que estábamos sometidos-, un recuento directo en las zonas

céntricas de Madrid mediante hojas de registro de observaciones en las que

íbamos consignando los casos con que nos encontrábamos. Con ello

pretendíamos asomarnos a las impresiones que puede extraer el ciudadano medio

que pasea por las calles de Madrid sobre la presencia de situaciones de “miseria”,

real o pretendida, que existen en la capital, contrastándola con el número objetivo

de casos existentes en un instante determinado, y, de paso, poder verificar la

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información recogida tras un proceso de intervención social formal como el que

realizan las UMES.

El trabajo de recuento directo se realizó durante la semana del 21 al 27 de

octubre. Esta semana fue elegida por ser inmediatamente anterior a la puesta en

marcha de la llamada “Campaña contra el frío” cuyo comienzo estaba previsto

para la semana siguiente, con lo cual podíamos pensar que todos los que se

encuentran durmiendo fuera de los albergues, se hallarían en la calle al no

haberse abierto todavía los dispositivos extraordinarios que se ponen en marcha

durante los días más fríos del invierno, y en los que se refugian buena parte de las

personas que ahora veremos.

El recuento del stock de personas sin techo se apoyó en dos fuentes de

aproximación: por un lado, contamos con la inestimable ayuda prestada por los

voluntarios de Solidarios para el desarrollo, que llevaron a cabo de forma

sistemática un recuento de todas las personas con las que se iban encontrando en

sus rutas nocturnas durante aquella semana; por otro lado, el jueves, 24 de

octubre, un grupo de 25 alumnos de sociología de la Universidad P. Comillas,

entrenados previamente en técnicas de observación realizaron un rastreo diurno,

repartidos en turnos de mañana y tarde por los distritos centrales, para detectar a

todas aquellas personas que presentaran a simple vista rasgos de estar viviendo

en la calle. Igualmente, durante esta labor de observación callejera, se

consignaban en hojas de registro diseñadas al efecto, otras situaciones, en parte

coincidentes con la condición sin techo y en parte no, como eran la presencia de

personas ejerciendo la mendicidad y también la de aquellos que se dedicaban a la

venta callejera de productos de uno u otro tipo, desde el periódico “La Farola” a los

que se dedican al llamado “top manta”.

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Los “clientes” de Solidarios para el Desarrollo

De lunes a jueves, cada anochecer, los voluntarios de Solidarios para el

Desarrollo, se despliegan por las calles de Madrid, para acercarse a quienes se

encuentran en la calle, ofrecerles apoyo, llevarles una bebida caliente y unos

sándwiches, al tiempo que intentan facilitarles información y orientación sobre la

red de recursos sociales existentes. El objetivo último consiste en establecer un

vínculo de amistad y confianza, permaneciendo en contacto regular con las PST

por si en un momento dado pueden acompañarles o animarles a iniciar un proceso

de recuperación personal que les permita salir de la calle.

Durante los cuatro días en los que se llevó a cabo la labor de registro de casos, se

obtuvieron, cerca de 400 observaciones. Naturalmente, las personas que se

encuentran habitualmente en la misma zona, fueron consignadas sucesivamente

durante varios días. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de personas

que van de un lado para otro, que en ocasiones, no se encuentran en su lugar

habitual aunque haya restos de su presencia, o que se refugian en huecos y sitios

más o menos recónditos durante la noche, entre otras cosas para protegerse de

eventuales asaltos. La ventaja de contar con datos de observación reiterados a lo

largo de cuatro días seguidos, y realizados por personas que llevan mucho tiempo

haciendo este trabajo voluntario, es que nos permite obtener una información muy

contrastada que se apoya en muchas conversaciones y encuentros anteriores.

Una vez, descontados los casos que aparecían duplicados, el resultado que

obtuvimos fue que en la semana de referencia, se encontraron en la calle durante

la noche, un total de 299 personas distintas, cifra que se aproxima mucho a

nuestra estimación previa. Bien es verdad, que la zona cubierta por las rutas de

Solidarios es limitada1, y que quedan fuera otras zonas de Madrid, como por

1 Las Rutas de Solidarios se extienden por el distrito Centro, Atocha, Sol, Callao, Gran Vía, Pza de

España, Argüelles, hasta Moncloa; y por otro lado, cubren el barrio de Salamanca, Goya, Colón,

Paseo de Recoletos, la Castellana hasta Nuevos Ministerios y Cuatro Caminos.

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ejemplo, el parque de Berlín, la Casa de Campo, o el aeropuerto de Barajas,

donde nos consta que hay grupos más o menos numerosos de personas sin techo

que duermen allí. Sin embargo, también es cierto, que los distritos centrales, son

los que concentran el mayor número de casos, tal y como hemos visto

anteriormente a partir de los datos de la UMES. En todo caso, teniendo en cuenta

todos estos datos, y haciendo una proyección más bien generosa, podríamos

estimar que el número total de personas viviendo sin techo, fuera de la red de

albergues, durante aquella semana en Madrid, podría rondar las 500 personas en

total 2.

También hay que decir, que las circunstancias personales que concurren en estas

500 personas son muy diferentes. Desde luego, no todas se corresponden con el

perfil más estricto y estereotipado de la persona sin techo crónicamente

establecida en la calle, durmiendo en un banco, desgreñado, sucio y con

evidentes signos de abandono personal. Entre estas personas sin techo, hay buen

número de inmigrantes, que no llevan demasiado tiempo en la calle, y que

normalmente saldrán de ella cuando encuentren un trabajo o consigan regularizar

su situación, personas que de forma más o menos regular “hacen la calle” y

duermen muchos días en pensiones, etc. En cualquier caso, lo que es evidente, es

que en la semana de referencia, y en un horario comprendido entre las 10 y la 1

de la noche, se encontraban “tirados” en la calle, y se encontraron o se acercaron

a los voluntarios de Solidarios para conseguir una bebida caliente, algo de comida

y conversación. Son, sin duda, la “gente de la calle” que existe en Madrid. Veamos

cuál es el perfil que ofrecen.

2 Si aceptamos que en los nueve distritos centrales en los que viven 1.369.480 madrileños, hay

unas 300 personas que duermen sin techo, esto nos daría una tasa de 0,219 PST por cada mil

habitantes. Teniendo en cuenta que en los distritos de la periferia la población sin techo es mucho

menor, podríamos aplicar a la población que vive allí (1.718.478 hab.) una tasa que fuese la mitad

de la anterior (0,109 por mil) lo que arrojaría un resultado de 188 personas sin techo en estos otros

distritos, que sumadas a las 300 anteriores, nos daría un total de 488 PST en el municipio de

Madrid.

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El 82% son varones, y el 18% mujeres, lo que confirma exactamente el porcentaje

ofrecido por los datos de la UMES, que se ven así totalmente validados. La edad

media, que presentan queda establecida en 41.6 años. Siendo algo inferior para

las mujeres (40.8 años) que para los varones (41.7). Hay que tener en cuenta, que

en este punto nos movemos a partir de datos de observación, puesto que sólo en

los casos con los que Solidarios tiene una relación más prolongada, las

conversaciones previas a la semana de referencia, y el contacto prolongado con la

persona nos permiten conocer su edad de forma fehaciente. En los demás casos,

hemos de apoyarnos en impresiones visuales y a primera vista. No obstante, el

dato resulta bastante coincidente con los obtenidos en otros estudios (¿??).

De las 299 PST detectadas, algo más de la mitad se encontraban solas (54%),

mientras que el resto (46%) están en la calle formando un grupo, o en parejas.

El porcentaje de extranjeros sin techo, que resulta de la observación de Solidarios

en octubre de 2002 es de un 30%. Lo que supone un 5% más que las cifras

ofrecidas por la UMES para el conjunto del año 2001. Pero incluso, así, los datos

pueden considerarse coincidentes, habida cuenta de que la diferencia no es

excesiva, y teniendo presente el crecimiento experimentado por los extranjeros en

la red de atención a personas sin hogar durante el último año (ver Cabrera y

Malgesini, 2002)3.

3 Las cifras que manejamos en el reciente informe elaborado para FEANTSA sobre inmigración y

sinhogarismo, a partir de una encuesta a centros de atención a PSH, nos muestran que,

actualmente, el 41% de las plazas existentes en los albergues españoles están ocupadas por

extranjeros. En algunos comedores madrileños, los extranjeros representan el 80% de la población

atendida.

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Gráfico 8. Extranjeros (%)

30%

70%

0%

20%

40%

60%

80%

100%

Extranjeros Españoles

Fuente: Solidarios para el Desarrollo. Octubre 2002.

En cuanto al origen de los extranjeros viviendo en la calle, nos encontramos con

que casi la tercera parte proceden de la Europa del Este (30%), el segundo

colectivo más numeroso lo forman los latinoamericanos (25%), seguidos de los

magrebíes (18%) y de los que provienen del África subsahariana (14%). Los

ciudadanos de países de la UE, que se hallan viviendo literalmente sin techo en

Madrid representan un 11% de todos los extranjeros de los que conocemos su

nacionalidad (9 casos de 85 en total). En aquella semana, se encontraban

viviendo a la intemperie en el centro de Madrid, cinco portugueses, dos alemanes,

un italiano y un inglés.

Finalmente, aunque sean unas cifras que hayan de tomarse con muchas

precauciones puesto que no reflejan un diagnóstico profesional, pedimos a los

voluntarios de Solidarios para el Desarrollo que nos indicaran si, según su parecer,

las personas a las que atendieron presentaban síntomas de tener un problema de

alcoholismo, de drogadicción, de salud mental, o de minusvalía. Los resultados

obtenidos, creemos que reflejarían, como mínimo, el porcentaje de casos en los

que el problema señalado resulta abrumadoramente evidente, no quiere decir que

sean todos los casos existentes, pero digamos que serían los casos más obvios,

incluso para un lego. Como mínimo tienen la virtualidad de reflejar la impresión

que recibiría el ciudadano medio que paseara por la calle y se encontrara con

estas personas.

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Tabla 3.- Problemas detectados a “simple vista” N %

Drogadicción 33 11,5% Enfermedad mental 20 7,0% Alcoholismo 29 10,1% Alcoholismo+Drogadicción 4 1,4% Alcoholismo+Minusvalía 3 1,0% Alcoholismo+Enfermedad mental 3 1,0% Total Alcoholismo 39 13.6% Minusvalía 5 1,7% Drogadicción+Minusvalía 2 0,7% Ningún problema aparente 187 65,4% Total 286 100,0%

Digamos que por orden de importancia aparecen señalados el alcoholismo (39

casos en total), igualado por la adicción a otras drogas (39 casos), seguido de la

enfermedad mental (23 casos). Los casos de minusvalía son 10 en total. Sin

embargo, conviene hacer notar la importancia de los casos que presentan lo que

podríamos llamar una patología dual, en total, son 12 los detectados, en distintas

combinaciones.

Teniendo en cuenta, siempre que se trata de una detección de mínimos, intuitiva y

no profesional, puede tener algún interés tratar de ver las diferencias de perfil de

quienes presentan alguno de estos problemas, para lo cual, en la siguiente tabla,

recogemos, para cada uno de estas cuatro problemáticas, la edad media, el

porcentaje que representan las mujeres, y el porcentaje de extranjeros.

Tabla 4.- Perfil de las distintas problemáticas det ectadas “a simple vista” Edad media % mujeres % extranjeros

Alcoholismo (39 casos) 44,4 7,7% 23,7% Drogadicción (39 casos) 33,8 28,9% 26,3% Enfermedad mental (23 casos) 48,0 29,2% 17,4% Minusvalía (10 casos) 47,6 20,0% - Ningún problema aparente (187) 41,9 18,2% 33,2% Total de casos 41,6 18,4% 30,1%

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Las personas que presentan claros síntomas de enfermedad mental, son las que

parecen ser más mayores, mientras que los casos de adicción a drogas

constituyen el grupo más juvenil, más de catorce años de diferencia separan a los

unos de los otros. Esto confirma lo hallado en otros estudios, el deterioro social,

económico y de relaciones que provocan ciertas adicciones, constituye la vía más

rápida para acabar viviendo tirado en la calle.

Las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas entre las personas sin techo con

síntomas de enfermedad mental, y de drogadicción, en cambio son una minoría

entre las PST con síntomas de alcoholismo que nos han señalado los voluntarios

de Solidarios.

Finalmente, por lo que se refiere a los extranjeros, los datos obtenidos nos

muestran que, si bien hay ejemplos de alcoholismo, enfermedad mental, y

adicciones, se comprueba que en todas estas tres problemáticas, los extranjeros

se encuentran infrarrepresentados, respecto de lo que sería su porcentaje entre la

población sin techo (30,1%), por lo que parece, que más allá de cualquiera de

estas circunstancias, es sobre todo su condición de extranjero (pobre y sin

recursos) la que les coloca en la calle.

Las PST según la observación callejera diurna

Para complementar los datos obtenidos de la experiencia ofrecida por Solidarios

para el Desarrollo, durante sus rutas nocturnas, ideamos un plan de observación

callejera diurna, con el que intentamos aproximarnos, de forma objetiva y llevando

un plan de registro sistemático, a la experiencia cotidiana a la que se enfrentan los

peatones que deambulan por las calles de Madrid. Al realizar nuestra batida en un

solo día, tratábamos de aproximarnos a lo que podría ser el stock de presencias

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callejeras, que resultasen llamativas a un observador previamente entrenado por

presentar alguno de los siguientes rasgos:

a) Mostrar signos visibles y aparentes de estar viviendo a la intemperie.

b) Estar pidiendo limosna o mendigando de una u otra forma.

c) Encontrarse vendiendo algún tipo de productos (CDs, Bufandas, ropa, fruta,

etc)

d) O bien, ofertando “servicios” (música en vivo, quiromancia, prostitución,

etc.).

Bien es verdad, que nuestro interés principal se centraba en consignar los casos

de PST y/o mendigando, por lo que creemos que no siempre, los observadores

estuvieron igual de diligentes a la hora de registrar los casos de vendedores

callejeros, con lo que las cifras de éstos pueden resultar algo infrarrepresentadas.

El momento censal escogido, fue el día 24 de octubre, jueves, por ser un día

central de la misma semana en la que se estaba realizando el recuento de

Solidarios. Naturalmente, si la observación callejera se hubiera realizado, un

sábado o un domingo, o incluso un lunes, el paisaje humano al que nos

hubiéramos enfrentado hubiera cambiado sustancialmente. En general, los fines

de semana y, sobre todo los sábados, se produce una verdadera explosión de

vendedores callejeros que extienden sus “mantas” en las calles más comerciales y

transitadas. No obstante, a pesar de ser un día de diario, la presencia de

vendedores, supera a todas las demás posibilidades.

Así pues, durante el día 24, en turnos de mañana y tarde, con una duración de

entre 4 y 5 horas cada uno, 24 alumnos de sociología y yo mismo, realizamos un

barrido lo más detallado que nos fue posible de los distritos centrales de Madrid

(Centro, Chamberí, Argüelles-Moncloa, Salamanca, Atocha, Lavapiés, Retiro, y

Tetuán hasta llegar a Pza. de Castilla y la estación de Chamartín). Naturalmente

no fue posible recorrer todas las calles de una zona tan amplia, pero sí muchas de

las más concurridas y significativas.

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Naturalmente, el recuento no puede considerarse exhaustivo, muchas de las

personas que se encuentran sin techo, no son identificables a primera vista, otras

muchas se refugian en lugares de difícil acceso o se encuentran ocultas en el

momento en que pasa el observador, etc. Pero no obstante, creemos, que

después de una sesión de entrenamiento previo en técnicas de observación, y,

una vez provistos de una hoja de registro de las circunstancias que se daban cita

en cada caso, los observadores estaban en condiciones de proporcionarnos una

panorámica general, más amplia y mucho más objetiva, que la que emerge de una

aproximación puntual e intuitiva al fenómeno de la “pobreza exhibida” en las calles

de Madrid. Pobreza, que en ocasiones presenta rasgos de pura miseria, que en

otras muestra indicios de su contacto con el mundo de las adicciones, la

enfermedad mental o el abuso del alcohol, o que en otras refleja la situación

administrativa irregular de muchos extranjeros que subsisten merced a la

economía sumergida, etc. En todo caso, nuestro objetivo era, acercarnos, con ojos

entrenados y atentos, a la experiencia del ciudadano medio que unas veces ignora

y otras se asombra del “número de mendigos/pobres/sintecho” que hay en la

capital de España. ¿Son tantos como a veces se dice?, ¿qué características

presentan?, aparentemente, ¿a qué se dedican?, ¿qué actitudes muestran?, eran

algunas de las preguntas a las que pretendíamos dar alguna respuesta con este

recuento exploratorio y, sin duda, básico e inicial.

Como es lógico, salvo en casos muy concretos, en los que los datos registrados

resultan altamente coincidentes –lugar en que se produce el encuentro, sexo,

edad aparente, actitud idéntica, etc- resulta muy difícil detectar las duplicidades

censales a partir de datos extraídos a simple vista, por lo que sólo en parte han

podido ser descartadas. De todas formas, lo que nos interesa es poder valorar las

proporciones que emergen del conjunto de registros de observación obtenidos, y

éstas no se alteran por el hecho de haber contabilizado varias veces a una misma

persona al haberse desplazado de una zona a otra, o ser avistada en dos

momentos distintos de la jornada y quedar registrada en el turno de la mañana y

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nuevamente en el de la tarde, puesto que en principio, no tenemos razones para

pensar que tal posibilidad no haya ocurrido con probabilidades idénticas en unos

tipos u otros.

Finalmente, de los 502 registros obtenidos, descartamos 20 casos por tratarse de

repeticiones evidentes, y obtuvimos un censo de 482 observaciones.

Para no complicar en exceso la presentación de los resultados y habida cuenta del

relativamente escaso número de casos de oferta de servicios que fueron

reseñados, vamos a unir la “Venta”, ya sea de productos o de servicios, en una

misma categoría genérica. Teniendo en cuenta esto, los 482 individuos diferentes

sobre los que contamos con información, pueden encuadrarse en alguna de las

siguientes posibilidades: 212 personas sin techo (de ellas, 52 además pedían

limosna, 12 vendían algo, y 1 mendiga y vendía), registramos 158 personas que

explícitamente mendigaban de una u otra forma, de las cuales 52 parecían estar

viviendo sin techo, y 44 vendían algún pequeño producto (La Farola, pañuelos, o

mecheros en un semáforo, etc), finalmente el grupo más numeroso lo constituyen,

los 222 “vendedores” grupo cuyas fronteras se mezclan con las anteriores

categorías en las proporciones que ya se han indicado.

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Ahora bien, es evidente que estas cifras no reflejan el volumen total de la

población sin techo, de quienes mendigan y de quienes venden en la calle en

Madrid, sino sólo los casos que pudieron ser localizados en un momento dado en

un día concreto y en unas zonas limitadas. ¿Cómo podríamos tratar de estimar la

población total que mendiga, y la de los que venden? La única posibilidad que se

nos ocurre es tratar de extrapolar las proporciones encontradas, a partir de la

estimación absoluta de las personas sinhogar/sin techo. Si a las 500 personas que

estaban durmiendo fuera de los albergues, le sumamos las 1130 personas sin

hogar que se encontraban en ellos (1256 plazas en una ocupación de alrededor

90%), podemos calcular en unas 1600 personas la gente sin hogar que había en

Madrid por aquel momento.

Venta de productos

/ Servicios

Duermen sin techo

Piden Limosna

165

147 52

12

44

61 1

La “gente de la calle” en Madrid

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Si expresamos en porcentajes las cifras absolutas que obtuvimos en nuestro

recorrido de observación diurna, sobre el paisaje humano que se gana la vida,

trapichea, mendiga o vive en la calle, el resultado es el que aparece en el

siguiente gráfico.

Digamos pues, que la impresión que podría obtener el ciudadano medio, reflejaría

que las calles “están llenas” de vendedores” (46%); la gente sin techo les andaría

bastante cerca (44%), y probablemente debido a su gran “visibilidad” la

percepción subjetiva del paseante resulte sobredimensionada respecto de lo que

verdaderamente es su número real en Madrid; finalmente, lo mismo, aunque con

mayor motivo, cabría decir de quienes ejercen la mendicidad (32%) puesto que en

general pretenden explícitamente llamar la atención y dejarse ver por quienes

pasan por la calle.

Por otra parte, el hecho de que con frecuencia se confundan y mezclen unas

realidades y otras, en el imaginario colectivo, tiene su fundamento en el hecho real

de que si no todos, desde luego, hay una buena parte de personas que viven sin

Venta de productos

/ Servicios

Duermen sin techo

Piden Limosna

34,2%

30,5% 10,8%

2,5%

9,1%

12,7%

61 0,2%

La “gente de la calle” en Madrid (%)

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techo que, de modo explícito, mendigan, y viceversa. No todas las PST se

dedican intensamente a mendigar de forma abierta, y desde luego no todas las

PSH (entendiendo por tales los usuarios de los albergues) mendigan, sino que

encuentran otras formas de ganarse la vida, entre otras cosas porque la Renta

Mínima de Inserción, ha retirado a muchos de esta práctica, aunque sin duda no a

todos, tampoco durante todo el tiempo que dura un interminable mes en el que

hay que subsistir con los 300 € aproximadamente que supone la RMI.

De hecho (ver Tabla sig.) si consideramos aisladamente cada una de las tres

categorías anteriores nos encontramos con que el 24,5% de las 212 PST que

hemos localizado, se encontraban mendigando en ese momento, y a la inversa, de

las 158 personas que hemos observado que pedían limosna, una tercera parte (el

32,9%) presentaban signos externos a partir de los cuales cabía suponer que se

encontraban viviendo sin techo.

Finalmente, entre los “vendedores” los rasgos de quien se encuentra sin techo,

aparecen mucho más raramente (tan sólo en el 5,4% de los casos), mientras que

el caso de quienes mendigan, utilizando una puesta en escena que utiliza la venta

de productos (La farola, pañuelos) o la oferta de servicios (música, mimo) es

bastante más habitual, puesto que hasta una quinta parte (19,8%) de los

“vendedores”, en realidad, están mendigando, ya sea por la baja entidad del

producto que ofrecen, o porque de hecho solicitan dinero a quienes pasan a su

lado mediante un cacillo, una bolsa, etc.

Tabla 5.- La gente de la calle en Madrid (% en filas)

(1) (2) (3) Total PST Mendicidad Venta 1+2+3 (%) (N)

Duermen sin techo 69,3% 24,5% 5,7% 0,5 100,0 212 Piden limosna 32,9% 38,6% 27,8% 0,6 100,0 158 Venta de productos / servicios 5,4% 19,8% 74,3% 0,5 100,0 222 Total (N)

44,0% (212)

32,8% (158)

46,1% (222)

0,2% (1)

122,8% 482

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Como vemos, las situaciones se entremezclan y hacen difícil poder separar

estrictamente a los unos de los otros. No obstante, se pueden observar diferencias

de perfil importantes entre unos y otros si atendemos a cómo se dan cita

diferentes edades y porcentajes de mujeres y extranjeros entre “PST”, “mendigos”

y “vendedores”.

Tabla 6.- Perfil de las distintas tipologías detect adas “a simple vista”

“PST” “Mendigos” “Vendedores” Edad Media 38,6 años 40,6 años 32,4 años % de mujeres 17,4 % 23,6 23,0 % de extranjeros 28,4 % 24,7 67,4 % solitario 53,3 % 70,3 24,8 % Ropa sucia o muy sucia 36,8 % 25,9 15,4 % Higiene mal o muy mal 39,6 % 32,2 9,0 % Aspecto físico mal o muy mal 35,9 % 22,8 7,2 % Minusvalía 6,1 % 10,8 0,5 % Alcoholismo 45,3 % 22,8 6,8 % Salud Mental 17,5 % 15,2 8,6 % Drogadicción 26,4 % 6,3 4,1 % Mascota 6,1 % 8,9 1,4 % “Instalado” en el lugar 34,0 % 16,5 - Hay que tener en cuenta que en todos los casos se trata de apreciaciones

visuales, normalmente, sin que medie diálogo entre el observador y el observado,

y realizadas por personas diferentes, aunque de acuerdo con criterios previamente

pactados. No obstante en sus perfiles generales creemos que pueden ser

tomados como indicadores fiables de las diferencias existentes entre unos y otros

tipos de presencias callejeras.

Así por ejemplo, se nos confirma que efectivamente, entre las personas sin techo

hay alrededor de un 18% de mujeres y en torno a un 30% de extranjeros. El

porcentaje de mujeres crece entre los que mendigan (24%), mientras que contra lo

que pudiera pensar mucha gente, desciende algo el número “extranjeros” (o al

menos de personas de aspecto extranjero). Por el contrario, entre quienes se

encuentran vendiendo, los “extranjeros” representan las dos terceras partes como

mínimo.

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La mendicidad es una actividad que habitualmente se realiza en solitario (70,3%),

mientras que entre la gente que parece estar en la calle no son pocos los que se

encuentran en pareja o en grupo tan sólo el 54% fueron localizados solos; si bien

los vendedores son los que más se presentan en grupo (75,2%).

También es la venta, la que exige presentar una ropa en mejores condiciones, una

higiene mayor y un aspecto físico más saludable. Todas estas circunstancias

empeoran bastante entre quienes mendigan, y mucho más aún entre los que

entendimos que dormían en la calle: el 37% con las ropas sucias o muy sucias, el

40% con muy mala higiene, y otro tanto con aspecto de encontrarse muy mal de

salud.

Del mismo modo la asociación con problemas de alcohol, de salud mental, o de

drogadicción, crece hasta hacerse extrema entre las PST. Desde la impresión

externa que causaron a nuestro equipo de observadores (que es

aproximadamente lo mismo que decir cuál será la impresión que causen al

ciudadano medio que pase a su lado), el alcoholismo resulta patente, al menos, en

un 45% de los casos observados, los problemas serios de salud mental, en un

18%, y la drogadicción en un 26% de los casos.

Por lo que se refiere a los problemas graves de salud mental, uno de los que más

preocupan en relación a la gente que vive en la calle, la cifra que se desprende de

la observación callejera coincide prácticamente con la aportada por la UMES

(19,6%); aunque esta última es algo superior, debido al conocimiento más cercano

que este servicio tiene de las personas a las que atiende o pretende dirigirse.

Por último, no se puede minimizar la importancia de las mascotas, que como

mínimo acompañan a un 7% de las PST, y a un 9% de los que se encontraron

“mendigando” (jóvenes que tocan la flauta, mimos, malabares, aspecto okupa,

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etc). Nueve de cada diez personas con mascota se acompañan de un perro,

aunque también vimos algún caso con gatos.

La mendicidad

En buena parte de los casos, la persona que mendiga se sienta en el suelo, en un

sitio concurrido sin que se pueda hacer una referencia directa a ningún lugar

concreto, sin embargo en cien casos en los que se puede consignar un lugar

significativo, nos encontramos con que las puertas de las iglesias y la de

determinadas tiendas con mucha clientela (grandes almacenes, centros

comerciales como La Vaguada, etc.) siguen llevándose la palma como lugar para

mendigar (ver tabla sig.), , y por supuesto, el Metro es la tercera gran alternativa,

ya sea en los pasillos, dentro de los vagones o a la entrada de las mismas bocas

de metro, si los vigilantes no dejan otra opción. Para quienes lo hacen en el

exterior, y abordando directamente a la gente que sale o entra, dos buenas

alternativas son las puertas de cafeterías y restaurantes, y las entradas a los

supermercados, que además permiten prestar el pequeño servicio que significa

abrir la puerta a quien va cargado con bolsas. El caso de los que se dedican al

“semaforeo”, suele estar más ligado a la venta que a la mendicidad pura y dura de

ahí su baja representación en la tabla, además del hecho de que resulta más fácil

de detectar cuando se va en coche, mientras que el equipo de observadores se

desplazaba a pie.

Tabla 77.- Lugar donde mendiga Iglesia 27,0% Tienda 27,0% Metro 23,0% Cafetería, restaurante 9,0% Supermercado 7,0% Semáforo 7,0% Total (N)

100,0% (100)

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En cuanto a los textos escritos que en ocasiones se utilizan para pedir, suelen

tener un contenido bastante tópico. Los hay que se limitan a dar las gracias, pero

lo más normal es proporcionar alguna información estereotipada que se suele

referir a la falta de trabajo, al hecho de estar enfermo (de SIDA normalmente) o a

tener un buen número de hijos, circunstancias todas ellas que se juzgan más o

menos lamentables y dignas de lástima con las cuales se espera inspirar algo de

compasión en los viandantes; por último, cuando en ocasiones se sugiere el

destino de lo que se recaude mendigando, siempre es obligado hacer referencia a

algún objetivo legítimo y razonable, como pueda ser comer o pagar un modesto

alojamiento en una pensión; tal y como cabría esperar, a nadie se le ocurre decir

que irá destinado a comprar bebida, hacerse con una china de hachís, o “irse de

putas” (cuando nos consta que tales objetivos no dejan de estar presentes en

algunos casos) Estos son algunos de los textos escritos recogidos por el equipo

de observadores:

− “Vivimos en la calle, por favor, una ayuda para comer y para la pensión”

− “Muchísimas gracias. Que Dios les bendiga”

− “Tengo 63 años, no me dan trabajo. Una ayuda para comer. Muchas

Gracias”

− “Hermano, no tengo trabajo, tengo hambre, llevo 3 días sin comer. "Pro"

favor ayudame para comer. Gracias.”

− “Foto hija pequeña”

− “Estoy enfermo de SIDA, pido una ayuda”

− “Estoy durmiendo en la calle y estoy enfermo de SIDA”

− “Vivimos en la calle, por favor una ayuda para COMER y para una

PENSION. Muchisimas gracias. Que dios les bendiga"

− "Por favor una pequeña ayuda para comer, Duermo en la calle, estoy sin

trabajo, GRACIAS"

− "Tengo 4 hijos, no tengo trabajo, por favor dame una ayuda para comer.

Muchas gracias"

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− "Hermanos por Dios soy viuda. Tengo 5 hijos pido para comer. Ayudarme y

que Dios le bendiga."

− "Por favor una pequeña ayuda para comer, duermo en la calle, estoy sin

trabajo, MUCHAS GRACIAS”

− "Una Ayuda"

− "Enfermo de Sida"

Quienes pueden hacer exhibición de una notoria minusvalía, no suelen usar de

ningún otro estímulo para animar a la donación de algunas monedas; es el caso

de quien pide en silla de ruedas, mostrando unos brazos mínimos y deformes, o

se encuentra mutilado de algún miembro.

Por el contrario, entre quienes piden haciendo algo más que extender la mano, o

colocar una bolsa, un vaso de plástico o una caja de cartón para recoger las

monedas, lo más normal es encontrar a quienes tocan un instrumento: junto al

tradicional organillo, nos tropezamos con gente que toca la guitarra, el violín, el

arpa, el teclado electrónico, el saxofón, o la flauta. Por último, aunque menos

abundantes que los músicos, también son relativamente abundantes los mimos

que se plantan a hacer de estatuas, o la gente joven que hace juegos malabares.

En su inmensa mayoría, la gente que mendiga adopta una actitud pasiva, y

respetuosa, pero nos encontramos con un par de casos en los que mostraban una

actitud intimidatoria y algo agresiva, increpando a quienes pasaban, que muy

probablemente tenía que ver con un estado de ansiedad y excitación fruto de la

drogodependencia. En otro momento, pudimos observar una discusión entre dos

mendigos colocados a la puerta de la iglesia de San Judas Tadeo en Atocha, el

más joven le decía al más mayor que no podía estar allí porque tenía un piso y

cobraba 60.000 pts de pensión, pretendiendo convencerle de que sólo podían

estar pidiendo “los que no tienen dinero”, mientras se cruzaban amenazas e

insultos mutuamente.

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En cuanto a la mendicidad con menores, creemos que, en contra de la opinión

más extendida, es mucho menos frecuente de lo que parece, de hecho, el equipo

de observadores no dejó constancia de ningún caso durante el día de recuento.

Creemos se trata de una conducta atípica y poco habitual que puede

circunscribirse a grupos étnicos muy concretos de inmigrantes, no se suele

asentar de forma estable y continuada en la vía pública sino que se desplaza para

evitar el encuentro con la policía, puesto que su actuación a este respecto es

mucho más frecuente y efectiva de lo que la opinión pública supone.

2.2. Tipología

Además de estas características sociodemográficas se podría realizar una

tipología atendiendo no sólo a los hábitos de pedir y dormir en la calle, sino en

función de la relación que estas personas tienen con la red d e recursos para

PSH. Principalmente, se trata de dos grupos con características y necesidades

diferentes:

PERFIL 1

Son personas que duermen en la calle y en muchas oc asiones también piden

durante el día . Viven en un grado de pobreza muy severo y en unas condiciones

materiales muy precarias. Suponen el elemento más visible y llamativo de la

miseria en las calles.

Pueden haber estado en alguna ocasión en albergues, en otros centros de

acogida o en pensiones, pero, fundamentalmente, suelen llevar tras de sí largos

periodos de tiempo (varios años) viviendo en la calle. La desconexión de estas

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personas con la red de recursos para PSH, con la re d general de Servicios

sociales o con otros recursos como los sanitarios e s bastante grande .

Por lo general, su actitud es de rechazo institucional . Muchos de ellos se

encuentran indocumentados, debido a pérdidas o robos, pero su motivación por

recuperar sus acreditaciones (DNI, tarjeta de la Seguridad Social, etc.) suele ser

muy débil. Lo que supone un indicio del “desenganche” de estas personas con la

organización social instituida.

En este mismo sentido, en muchas ocasiones la motivación por acceder a la

Renta mínima de inserción o recursos económicos similares puede ser baja.

Tratando de huir de todo aquello que les suponga realizar una serie de trámites

que les saquen de la apatía y al mismo tiempo de la lucha (pedir, buscar…) que se

desprenden de la miseria de la vida en la calle. Según los profesionales que

trabajan con estas personas aún hay muchos que a pesar de ser informados de

estas rentas mínimas no se deciden a solicitarlas o tramitarlas. De este modo, en

este grupo aún se pueden encontrar muchas personas que aún no reciben

ningún tipo de ingreso de integración .

Tan sólo el trabajo continuado de estos profesionales dedicados a ayudar a estas

personas en su medio, esto es en la calle, puede animarles y orientarles para que

soliciten estas ayudas económicas. De otro modo, su renuncia a cualquier

beneficio y derecho social parece ser una constante de su modo de vida. Como

decía unas de las personas entrevistadas “Estoy tan acostumbrado a perder, que

ya el ganar me enfada”. (E.1)

En otros casos, las rentas mínimas o las pequeñas pensiones que puedan cobrar

eventual o permanentemente no parece que hayan servido para sacarles de su

situación de calle . Unas veces porque su cuantía no es suficiente como para

pagar una pensión o alquilar una casa, otras porque se prefiere seguir viviendo en

la calle y poder contar con algo de dinero para comida, tabaco, alcohol, etc.

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Este colectivo suele ejercer una mendicidad que puede ser de dos tipos:

• explícita o activa , poniendo carteles o cualquier recipiente para que los

transeúntes depositen alguna moneda, o directamente pidiendo en las terrazas

de los bares, las salidas de las parroquias, supermercados, cines, etc;

• implícita o pasiva , entendiendo por tal los donativos, comida, ropa, etc. que

ofrecen a estas personas el vecindario de la calle o plaza donde suelen vivir,

sin que los primeros lo demanden de una forma manifiesta. En muchos casos,

los apoyos vecinales son suficientes para que estas personas tengan

prácticamente cubiertas sus necesidades más básicas. Se trata sobre todo de

personas que llevan viviendo durante mucho tiempo en el mismo lugar y han

conseguido una relación de “convivencia” bastante efectiva, e incluso afectiva,

con el entorno. En este sentido, en esta investigación hemos encontrado

vecinos que no sólo prestan conversación, algo de dinero o ropa a

determinadas personas de la calle, sino platos de comida calientes, e incluso

hemos llegado a conocer algún caso en el que una vecina se encargaba de

lavar regularmente los perros de una persona que vive en la calle,

procurándoles además recipientes para comer, cestos para dormir, comida

para animales, etc.

Por lo general, pedir es vivido con vergüenza por la gente de la calle. Aunque se

reconoce que una vez metidos en la dinámica las resistencias personales a

mendigar se van haciendo cada vez menos fuertes. Se pide porque no se tiene

más remedio para subsistir, ante la ruptura tan decidida que han hecho con la red

de recursos para PSH. Esta ruptura lleva implícita toda una serie de conflictos con

las reglas y condiciones de los centros de acogida, y una relación casi siempre

conflictiva con los otros usuarios de estos recursos. Motivos por los cuales, por

ejemplo, se prefiere pedir antes que ir a comer a un comedor público en el que hay

que esperar colas, acudir a determinada hora, solicitar tarjetas de admisión, hablar

previamente con los trabajadores sociales… y, sobre todo, convivir con toda una

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serie de personas que le devuelven a cada individuo un reflejo más o menos

aproximado de lo que él mismo es; y que, por lo tanto, tenderá a rechazarlo.

De esta manera, las personas que ejercen la mendicidad se instalan en una

paradoja, pues, por un lado, consiguen una independencia respecto a las

instituciones públicas, mientras que, por otro, caen de lleno en la dependencia de

la voluntad de los ciudadanos. Y a vivir la mendicidad como una verdadera

indignidad, según ellos, para cualquier persona. De hecho, los que piden

pasivamente no suelen reconocer que de una u otra manera están ejerciendo la

mendicidad, y se defienden imaginariamente contra la práctica siempre

vergonzosa de pedir.

Además de esta mendicidad, algunas personas tratan de procurarse algunos

recursos económicos a través de lo que ellos denominan “la busca ”. Es una

actividad que tiene como objetivo encontrar algún objeto de “valor” entre las

basuras (ropa, calzado, chatarra, electrodomésticos, muebles, libros…) para

después poder venderlos en los mercadillos o en el rastro. Los típicos minicarros

que acompañan a muchas personas sin hogar en la calle están repletos no sólo de

las escasas pertenencias de cada cual, sino de toda esta serie de objetos que

recaban aquí y allá.

Así, , se pueden distinguir dos tipos de economía que practica la gente que vive en

la calle: una economía de la indigencia , que consiste básicamente en obtener

recursos a través de la mendicidad, y otra marginal , que se basa en recabar y

vender lo que se puede, lo que supone una posición más activa a la hora de

buscarse la vida y salir adelante.

Algo similar con el proceso de ruptura institucional que lleva a pedir para poder

subsistir sucede con el hecho de dormir en la calle . Para estas personas dormir

en un centro de acogida supone vivir en un régimen casi carcelario, repleto, según

ellos de normas y reglas a cumplir que les coarta de modo severo su libertad y su

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modo de vida. Por ejemplo, para los que practican “la busca” el horario de los

albergues les impide salir a recoger cosas de los contenedores, que suelen

empezara llenarse a última hora de la tarde. Tampoco a estos centros pueden

llevar sus carros o pertenencias. Así, según ellos si vives en un albergue “no te

puedes buscar la vida”.

Por otro lado, los albergues son para estas personas una fuente inagotable de

conflictos. Ésta suele ser una de las principales razones por las cuales dicen no

querer ir a los mismos. La gran cantidad de personas que duermen en muchos de

estos centros, la variedad de rasgos y problemas asociados que portan muchos de

ellos (adicciones, enfermedades, exreclusos, inmigrantes…), y los, según ellos,

frecuentes robos entre usuarios suelen aducirse como los principales motivos para

no dormir en un albergue. De esta manera, la calle a pesar de sus rigores y

amenazas supone un espacio de libertad y un ecosistema en el que día a día se

refuerza ese “desenganche” con los recursos de alojamiento que existen en la

actualidad.

En algunos casos, sobre todo en el de las personas con mayor deterioro psíquico

se va generando un desenganche social y una falta de vínculos relacion ales

que llevan a un desarraigo y a un aislamiento que suponen el principal factor que

entorpece su conexión con la red de asistencia a PSH y a otros recursos

generales.

En otras personas, sin embargo, justamente, los vínculos relacionales,

principalmente con el vecindario , suponen una plataforma importantísima de la

vida en la calle. Hay vecinos que durante el día guardan las mantas a las PSH,

otros que les guardan las pequeñas pagas que reciben y les van dando el dinero

poco a poco según se lo van pidiendo, que charlan con ellos, que les dan comida,

ropa o algo de dinero, vecinos que les dan los buenos días todas las mañanas,

que en ocasiones les han llevado al hospital cuando les han visto muy enfermos,

personas que en sus pequeños negocios (kioscos, tiendas, puestos de flores o de

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tabaco…) se dejan ayudar por las personas de la calle a cambio de algún dinero,

café, tabaco, etc. Aunque es cierto que en muchas ocasiones existe rechazo

social, e incluso agresiones físicas muy graves, hacia estas personas, también lo

es que aquellas que las que llevan viviendo durante mucho tiempo en un lugar fijo,

van creando un entorno ecológico, un terreno propio, muy definido, en el que se

crea una cierta sensación de convivencia y seguridad. Por este motivo, muchas

veces se renuncia también a dormir en un albergue o en un comedor. Para ellos

son lugares alejados del lugar donde pasan todo el día y han organizado

mínimamente su vida, y, en consecuencia, acudir a ellos supone integrarse en un

mundo vital que no es el suyo.

A lo anterior se une que, en ocasiones, también hay personas que tienen muy

mermada su salud física, y desplazarse supone un esfuerzo que se evita pidiendo

o recibiendo ayuda de los vecinos.

Muchas de estas personas a las que se les suele denominar en el argot del trabajo

social con PSH como crónicas , presentan problemas añadidos a su condición Sin

hogar. Así, por ejemplo, uno de las patologías más notables son los trastornos

psiquiátricos crónicos . Según el grupo SMES (Salud Mental y Exclusión Social)4

habría detectados por los diferentes recursos que hacen trabajo de calle alrededor

de 100 casos en Madrid de personas con enfermedades mentales severas. Si

extrapolamos esta cifra a las 500 personas sin techo estimadas más arriba,

tenemos alrededor de un 20% de individuos viviendo en la calle con graves

trastornos psíquicos. Lo que básicamente concuerda con las estimaciones de

nuestra observación callejera y con los datos que aporta la UMES para el año

2001,. Estas personas no suelen tener tratamiento médico, apenas cuentan con

conciencia de enfermedad, y por ende rechazan ir a los centros de salud mental. Y

finalmente no cuentan con motivación u orientación alguna para poder salir de la

calle. Esto unido a su situación de pobreza severa y a la ausencia de vínculos

4 Propuesta de Actuación coordinada en la Atención a Personas Sin Hogar con Trastornos

mentales.

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relacionales en la que se encuentran, les sitúa en un estado de desprotección

extremo . La mayor parte de estas personas suele ejercer una mendicidad

implícita o pasiva, llegando incluso a haber casos que subsisten de lo que recaban

en las basuras.

Otra circunstancia que agrava la situación de los enfermos mentales es que, al no

tener conciencia de enfermedad, se muestran muy reacios a pasar un examen

psiquiátrico que les califique con una minusvalía suficiente como para cobrar una

Pensión por invalidez. Algo similar ocurre cuando se les propone que intenten

tramitar la RMI, pues al estar ajenos de la realidad es muy difícil que acepten

embarcarse en una serie de gestiones administrativas.

Otro problema que agrava la cronicidad de muchas de las personas del grupo al

que nos estamos refiriendo son las adicciones, sobre todo el alcoholismo y las

toxicomanías . Por un lado, la adicción perpetúa la estancia en la calle al dificultar

los procesos de integración social, al tiempo que el mantenimiento de la adicción

obliga a ejercer la mendicidad, por otro lado, las adicciones minan severamente la

salud de estas personas que viven en la calle y a las que muchas veces se las

puede encontrar literalmente tiradas en cualquier acera pública. En este sentido,

conseguir que estas personas empiecen, por ejemplo, un tratamiento con

Metadona o que admitan dormir en un albergue e inicien un tratamiento de

desintoxicación se plantea como la primera gran meta a conseguir a medio y largo

plazo.

PERFIL 2

Este segundo grupo está integrado por personas que alternan dormir en la calle

con estancias en albergues, centros de baja exigenc ia o pensiones . Así,

pueden vivir durante meses en algún albergue y después pasar periodos en la

calle, dependiendo de circunstancias como haber sido expulsados por alguna

infracción de estos alojamientos, haberlos abandonado voluntariamente por motivo

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de algún conflicto entre usuarios o con los profesionales, no haber plazas cuando

lo precisan, dejar de cobrar la RMI y, en consecuencia, no poder pagar la pensión

donde vivían, etc.

También hay personas que duermen en la calle, porque no se adaptan a las

normas y la vida de los albergues, pero que durante el día van a comedores,

utilizan las duchas de los baños públicos o centros de día, etc.

En general, éste es un colectivo mucho más vinculado a la red de asi stencia a

PSH que el anterior, así como a la red general de los Servicios Sociales y a la

sanitaria. Conocen buena parte de los diferentes recursos que existen, y suelen

tener una posición más activa para procurarse alojamiento y otros recursos

básicos aunque sea por períodos intermitentes. Así, es frecuente que asistan a

comedores públicos, suelen estar informados sobre roperos, duchas y otros

servicios de los centros de día, y, en ocasiones, los utilizan.

En este grupo hay más personas que reciben algún tipo de ingreso

económico (RMI, PNCs, pensiones asistenciales…), pues la relación con las

instituciones y los centros de acogida les facilita el acceso a las mismas.. A pesar

de esos ingresos, en muchas ocasiones dicen necesitar ejercer la mendicidad

para cubrir los gastos que supone vivir en una pensión digna, comer al margen de

los comedores públicos… y, sobre todo, poderse costear una adicción .

En otras ocasiones se trata de personas que han agotado el hasta hace poco

tiempo denominado Ingreso Mínimo de Integración (IMI), no lo han podido renovar

o no les ha sido concedido ningún tipo de ingreso alternativo, por lo que ejercen la

mendicidad ya sea de forma activa o pasiva y vuelven a dormir en la calle o a

esperar turno en algún albergue.

La Renta Mínima de Inserción parece haber permitido a muchas de estas

personas vivir durante algún tiempo en alguna pensión. En buena medida, muchos

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acuerdos con los usuarios se han establecido con la condición de que dejaran de

vivir en la calle y buscaran un establecimiento de ese tipo. Justamente, la calidad

de las pensiones a las que desde los ingresos de la RMI se pueden tener acceso

suelen ser muy baja. Con lo que muchas veces no suelen contribuir de una

manera enteramente positiva en los procesos de integración de las PSH.

Las personas de este grupo tienen un contacto más o menos habitual con los

centros de ayuda a PSH. A través de ellos han podido gestionar documentos

personales, la solicitud de prestaciones económicas e, incluso, pueden haber

participado en algún taller o actividad de esos centros. En este sentido son

personas que en mayor o menor medida pueden haber iniciado, aunque sea de un

modo muy incipiente, algún proceso de integración social, aunque eso en

ocasiones consista en algo tan elemental como estar documentado o percibir

algún pequeño ingreso con el que poderse empezar a organizar mínimamente.

Se encuentran, por tanto, en un nivel de desprotección y de miseria menos

extremo que el perfil anterior, pero, sin embargo, al mantenerse en una continua

conexión-desconexión con la red de recursos , y no haber conseguido

consolidar pequeños procesos de integración social, económica, laboral…, se

encuentran abocados bien a pasar temporadas durmiendo en al calle, bien a pedir

ocasional o continuamente.

Las personas que hemos agrupado en este perfil 2, tienen un modo de vida menos

sedentario que las del perfil 1, por eso aunque pueden contar con apoyos

vecinales, no tienen una relación tan continuada de la que se derive toda una serie

de pequeñas garantías (comida, ropa, algo de dinero…) que les eviten ir a los

comedores públicos, roperos, etc. También los que componen este perfil están

más dispuestos a asistir a las actividades de los centros de día (el Rincón del

Encuentro de RAIS, CEDIA, Realidades…), y en ese sentido a conocer otras

dinámicas y rutinas diarias diferentes.

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También en este grupo la mendicidad puede ejercerse de modo activo o pasivo. Y

son frecuentes algunas actividades económicas marginales como revender

mecheros, pañuelos, carteras de bolsillo…, ayudar en algún kiosco de prensa,

recoger cartones en alguna tienda, etc. Ahora bien, la mayoría de los que piden

de forma activa dentro de este grupo lo hacen a causa de alguna adicción , ante la

cual se ven obligados a pedir.

Una circunstancia que en ocasiones obliga a alguna de estas personas con

adicciones, especialmente los toxicómanos , a dormir durante temporadas en la

calle, es el hecho de que en algunos centros de acogida no sólo no aceptan

toxicómanos en activo, sino que tampoco lo hacen con aquellos que se

encuentran bajo tratamiento de Metadona. Algo similar ocurre con las personas

con problemas de consumo excesivo de alcohol . En la mayoría de los centros no

se admiten personas en estado ebrio, lo que implica no sólo pasar una noche al

raso, sino perder la plaza en el albergue durante algún periodo de tiempo.

Por otro lado, es frecuente encontrar dentro de este colectivo cierta picaresca que

consiste en no gastar el dinero que en principio debería ir destinado a pagar una

pensión (RMI, PNC…), durmiendo en centros de baja exigencia, para después

emplearlo en alguna adicción.

También las enfermedades mentales es un problema significativo dentro de este

colectivo. El grupo SMES estima alrededor de 125 enfermos mentales que residen

en centros de acogida, pensiones, etc., que utilizan distintos recursos de la red de

atención a PSH, y que al menos en la mitad de los casos tienen algún tipo de

tratamiento de salud mental. Obviamente, la situación de estos enfermos no es tan

acuciante como la descrita en el Perfil 1, pero precisarían de una atención

socio-sanitaria y de unos recursos de alojamiento mucho más especializados que

los que existen en la actualidad.

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Dentro de este perfil también se puede incluir a un pequeño número de personas,

que aunque tienen casa, y en esa medida se alejan enormemente del modo de

vida y las características de este grupo, sin embargo ejercen más o menos

habitualmente la mendicidad. Se trata de personas, principalmente mayores de 65

años, que reciben pensiones muy pequeñas y se ven obligados a pedir para

poder subsistir. Aunque pueden pedir cualquier día de la semana, parece que se

concentran sobre todo los fines de semana, pidiendo en alguna parroquia o a la

salida de los grandes almacenes. Así, según los profesionales consultados,

durante el sábado y el domingo se pueden reconocer a bastantes personas que no

se encuentran en el resto de la semana.

Por último, en una situación intermitente, de estancia en la calle y en los centros

de acogida tanto para PSH como específicos, se encuentran muchos

inmigrantes . Según los profesionales que trabajan con las personas que viven en

la calle, cada vez son más las personas extranjeras sin recursos económicos que

o bien ocupan buena parte de las plazas de los alojamientos destinados a PSH

(en algunos albergues ya ocupan más de la mitad de las camas disponibles), o

bien se ven obligados a tener que pernoctar en la calle ante la falta de plazas en

centros para inmigrantes.

En opinión de los voluntarios, que trabajan con PSH en la calle por las noches,

uno de los dispositivos donde mejor se puede apreciar la evolución del volumen de

extranjeros sin alojamiento es la Estación de Atocha, recurso de emergencia en

los días de mayor frío en invierno, y que en los últimos años se ha visto abarrotado

de inmigrantes.

La situación de estas personas sin recursos económicos, y en muchas ocasiones

sin papeles, cada vez parece estarse agravando más. Hasta el punto de que ya se

puede identificar a bastantes inmigrantes que por así decirlo se comienzan a

cronificar. Es decir, personas que llevan varios años en nuestro país, sin que

hayan podido recabar la documentación y los recursos suficientes como para salir

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de la calle, que arrastran alguna enfermedad física generada o agravada por las

condiciones de la calle, que presentan alguna adicción, etc. También las propias

personas que viven en la calle, nos han informado de que cada vez es más

habitual ver por las noches a muchas personas, principalmente, inmigrantes

recabando comida en los cubos de la basura de los supermercados. Según estos

informantes, no son gente que luego duerma en la calle, pero por su actividad

parecen estar en una situación de vulnerabilidad clara.

Tabla 8 .- Tipología de personas que piden y duerme n en la calle PERFIL 1 PERFIL 2 � PSH “crónicas”. � Duermen habitualmente en la calle. � Mendicidad habitual o “busca”. � Pobreza y condiciones materiales muy

severas. � Desconexión con la red de recursos para

PSH y con otras redes (sanitaria, Servicios Sociales).

� Rechazo institucional (albergues, comedores, Administración).

� Apoyos vecinales. � Enfermos mentales en desprotección

extrema. � Fuertes adicciones. � Desinterés o falta d expectativas para

tramitar la RMI, PNC…

� PSH que alternan dormir en la calle con estancias en albergues, pensiones…

� Mendicidad o “busca” intermitente. � Conexión-desconexión con la red de

recursos para PSH. � Considerable volumen de personas con

RMI, PNC… � Enfermos mentales con una situación algo

más protegida. � Adicciones. � Inmigrantes.

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3. LA VIDA EN LA CALLE

3.1. El camino hacia la calle

3.1.1. Los factores que llevan a la calle

“Vagabundos, mendigos como quieran llamarnos, como cambian todos los

nombres, bueno, somos indigentes.” (Entrev. 15:21)

El mendigo, el vagabundo, el indigente, el sin techo… a menudo es percibido

como una foto fija, sin historia. Como si las pobres ropas, el aspecto sucio y

abandonado, la actitud pasiva y dependiente, el andar tirados por las aceras o los

bancos, la pobreza extrema y la miseria hubieran acompañado de modo

permanente la vida de estas personas. Sin embargo, el tiempo de los sin techo no

es estático. También para estas personas hubo un antes y para muchas habrá un

después de la calle. Un momento en que pasaron a la calle, “se tiraron” a la calle

(“yo la única solución que vi, es decir, bueno, me tiro a la calle, me pongo a dormir

en la calle ” E.13). Un momento de tránsito que suele estar marcado por unas

circunstancias y sucesos más habituales y cotidianos de lo que en muchas

ocasiones el imaginario colectivo suele suponer: “...en fin... mis hermanos por un

lao, que si esto... y venga a acometerte, venga acometerte, …para estar de pelea

todos los días -porque yo estaba en la casa de mi madre- bueno pues...aquello

era...una cueva de lobos y digo: ‘sí, digo...a tomar por saco’" (E.1).

Con frecuencia se ha pretendido describir el proceso del paso a la calle como la

consecuencia de una elección personal: la de aquellos que sin querer adaptarse a

las normas y costumbres que rigen la cotidianeidad eligen situarse al margen o en

las afueras del orden instituido; o en una versión más suavizada, como el

resultado al que se ven abocados aquellos que por debilidad moral no son

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capaces de tomar las riendas de su propia vida. Sin reglas, sin casa, sin

pertenencias, sin empleo, sin dinero, sin familia…, planteado en estos términos, a

la luz de esas explicaciones individualistas, estar sin hogar parece la conclusión

lógica de una cadena de sucesivas elecciones sin más responsable, acaso

culpable, que la persona que la porta.

Muy al contrario, vivir/pedir en la calle –manifestación específica de la exclusión

social- es un fenómeno de raíz multidimensional al que se llega como

consecuencia de la interrelación de diferentes desventajas o dificulta des que

se encuentran presentes en la biografía de ciertas personas, y a las que,

personalmente, apenas se consigue hacer frente. Entre ellas destacan las

rupturas o conflictos familiares ; los problemas con el empleo ; la falta de

recursos económicos e incluso los desahucios ; los problemas de salud , sobre

todo los relacionados con los trastornos psíquicos graves. También en algunas

ocasiones, las historias de vida de corte marginal –con una socialización

conflictiva- terminan abocando a la calle; en otras son los problemas con el abuso

de sustancias como el alcohol u otras drogas ; y, finalmente, en los últimos años

la inmigración por causas económicas es el factor principal que ocasiona que

muchas personas procedentes de otros países vivan a la intemperie en nuestras

ciudades.

Aparentemente, se podría pensar que la mayor parte de estos problemas podrían

ser atajados aunando esfuerzos personales, familiares-relacionales y sociales-

institucionales. La cuestión es justamente esa. Cada una de las personas sin

techo viene a representar el fracaso colectivo de las distintas redes de pertenencia

a las que cada individuo trata de amarrarse para vivir en sociedad, como

consecuencia en la mayor parte de los casos de la insuficiencia de recursos con

que cuentan para hacer frente a las situaciones de crisis.

El análisis de las entrevistas biográficas realizadas para este estudio permite

constatar una vez más la presencia de toda esa serie de factores que terminan

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arrojando a algunas personas a la calle. Asimismo se pueden encontrar

referencias a la forma en que las diferentes circunstancias se van

entretejiendo en el camino de cada entrevistado de manera que “casi sin darse

uno cuenta”, precipitan su caída en la calle: “quitarme... del abujero que nos

hemos metío, sin querer o queriendo, nos hemos metío... Sí, sí, [las cosas] van

viniendo sin darte cuenta..., yo antes de separarme de mi..., bueno, mi mujer me

dejó, yo tenía mi trabajo, tenía de to” (E. 20)

Naturalmente, el primer paso hacia la calle no se produce de un día para otro,

aunque haya siempre un momento en el que se materialice. La vida anterior a la

calle suele estar jalonada de sucesos vitales que van horadando la convivencia

familiar, la salud, los recursos económicos, la estabilidad en el empleo…, en

definitiva, el equilibrio de la propia vida.

La ruptura familiar (sobre todo las separaciones matrimoniales), como causa

precipitante de la vida sin-hogar, es mencionada en más de la mitad de las

entrevistas. Las desavenencias y discusiones entre cónyuges suelen ser el

escenario de una situación que se convierte en insoportable y que, en muchas

ocasiones, se zanja con el abandono del hogar de una de las partes,

generalmente el marido: “¿Cómo fue que te quedaste en la calle?: Porque tuve

problemas con mi mujer… digo, si sigo aquí la voy a matar. ¿Porque discutíais

mucho, no…?: Siempre, aquello era ya una cueva de lobos, entonces abandoné

mis hijos…y la abandoné a ella.” (E. 1).

Desde una posición activa, a veces el abandono se plantea como la solución única

a un problema que no se sabe o no se puede resolver. En esa medida se niega la

propia incapacidad para afrontar la situación, tratando de responsabilizar y, en

buena medida, castigar al otro. “La agarré y dije: ahí te quedas, no has trabajado

en tu puta vida, ahora vas a saber lo que es trabajar y si quieres… seguir adelante

vale… si no tú verás, si no te metes a prostituta”. (E. 1). En otras ocasiones, y

desde una posición pasiva, se termina en la calle tras ser abandonado por el

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cónyuge y los hijos. “Me echó. Me cambió la cerradura, y ya está, y digo pos vale,

pues a la calle”. (E. 9).

La desmoralización que implica esa pérdida afectiva repercute, entonces, en todas

las esferas vitales, muchas de las cuales se encuentran ya deterioradas,

desmoronándose entonces los puntos de anclaje (por ejemplo, el trabajo) sobre

los que se sostiene la propia vida.

Las crisis conyugales a veces se tratan de superar acudiendo a la ayuda y

protección de la familia de origen. Pero los problemas de convivencia y los

económicos (desempleo) terminan por deshacer una acogida que en principio se

plantea como temporal, pero que después se prolonga sin aparente solución: “Y...

y se fue, claro, yo tengo allí hermanas, no tengo ni padre ni madre pero tengo

hermanas, pues claro, a mí no me gusta comer de la sopa boba, allí... si no hay

trabajo, me tienen que alimentar... y a mí no me gusta, porque al final te lo echan

en cara,... es tu familia pero al final te lo echan en cara” (E. 2)

La falta de recursos económicos suele acompañar a todas estas rupturas,

aunque también puede ocurrir que el abatimiento que sucede a muchas de ellas

se intente compensar con el gasto apresurado de los pequeños ahorros de los que

se dispone, “[nada más verme en la calle, lo que tenía ahorrado] me lo gasté todo

en putas en la calle Montera, me lo gasté en coches de alquiler, eh, y me lo gasté

en borracheras.” (E. 13). Otras veces el dinero del que se dispone sirve para pagar

durante algún tiempo una pensión antes de pasar a dormir en la calle, pero en la

mayor parte de las ocasiones el paso a vivir/dormir en la calle suele ser directo,

puesto que para cuando llega el momento de la crisis definitiva y se “sale a la

calle” ya se han agotado hasta el extremo todos los recursos económicos.

También algunas relaciones conflictivas con los padres culminan con el

abandono del hogar por parte de los hijos, o la expulsión de estos por sus

progenitores. La adicción a alguna sustancia psicoactiva es uno de los principales

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desencadenantes de la tensión padres-hijos: “Es más fácil decir: ‘vete a la calle,

vete fuera’. Yo cogí mis cosas y me fui. Yo, estaba trabajando de camarero y...

bueno, de camarero sabes tú que bueno... Que cuando tu quieres salir del bar son

las doce, las tres, la una. Entonces, te tiras catorce horas en un bar y lo más

normal es... con los compañeros irte a tomar una copa. Y, entonces a lo mejor,

llegaba a casa a las cuatro o las cinco, y entonces eso era lo que ellos no

permitían, que una persona…. Entonces yo, tendría unos treinta y nueve, cuarenta

años. Entonces lo que no permitían era aquello... eso, que querían ellos de casa al

trabajo y del trabajo a casa. Y, entonces, como yo tampoco estaba dispuesto a

ello, pues que salga el sol, por donde sea” (E. 6). Del mismo modo, las conductas

que se derivan de alguna enfermedad psíquica grave (como la esquizofrenia)

terminan por agotar el difícil esfuerzo que supone atender, y entender, a un

enfermo psíquico severo. Abandonar la casa paterna sin tener donde refugiarse,

suele ser una secuencia relativamente frecuente tras años de tensiones y

enfrentamientos al límite entre padres e hijos.

En cualquier caso, en opinión de las personas de la calle, las rupturas familiares,

cuando se producen y precipitan la caída en la calle, siempre aparecen como algo

inevitable. Una cuestión que ni tenía, ni tiene remedio. No había otra salida

diferente, así como tampoco hay posibilidades para un nuevo entendimiento. Tan

sólo alguna llamada o algún contacto esporádico principalmente con los hijos o

con los padres, sigue manteniendo el hilo entre unos y otros. Pero, por lo general,

se trata tan sólo de saber que el otro sigue ahí, sin más pretensiones relacionales:

“Una niña tengo, bueno una niña ya con veinticinco años.

¿Y la sigues viendo o no?: Sí … De vez en cuando…

¿Por voluntad tuya o… porque vienen a verte?: No, porque voy yo por el

barrio y eso…

¿Y, que tal la relación ahora?: Bien, tomamos unos vinos, me invitan ellas,

porque yo nunca llevo… y ya está.” (E. 8). Una relación inexistente que sin

embargo, puede ser consciente de las dificultades extremas que vive el pariente

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sin techo: “Sí, ni yo los llamo, ni ellos tampoco, ellos saben mas o menos por

donde paro yo y bueno... tampoco existe…, la relación es nula ya...” (E. 6).

En ocasiones, las crisis graves de salud despiertan el interés por renovar el

vínculo familiar, apelando a los afectos primeros y más básicos, pero para

entonces ya poco se puede reestablecer: “Una amiga mía ha llamado a mis

hermanos; cuando me dio el infarto llamó [a un hermano] y dijo que eso era mi

problema, que no quería saber nada. El otro tampoco quiere saber nada. Y tengo

cinco hermanos más, que no es decir uno, no, no, tengo cinco hermanos más y

ninguno quiere saber nada, pues que sigan su vida y que Dios les bendiga, la vida

es para todos, es para todos”. (E. 16)

Estrechamente relacionadas con las rupturas familiares aparecen las crisis

laborales . Así, 11 de los 20 entrevistados han explicado las causas de haber

terminado en la calle como una mezcla de graves problemas familiares y

laborales. Es significativo observar cómo bastantes PST han relatado su situación

laboral anterior, como algo relativamente estable hasta el momento en que se

produjo la quiebra familiar. Ésta última se presenta como un punto crítico de crisis

a partir del cual, empieza o se precipita el hundimiento social y psicológico de la

persona. Ese nuevo camino cuesta abajo en el ciclo vital está impregnado de la

frustración y la desmoralización ante el fracaso personal en el plano de los

vínculos afectivos más íntimos: “A raíz de eso, dejé… lo mandé todo al garete. Yo

lo dejé así todo, en el aire” (E. 1).

Sin embargo, no siempre se puede establecer de modo inequívoco cuál de las dos

circunstancias (si la ruptura con la familia o el fracaso laboral) aparece primero. Lo

cierto es que ambas son las dos vías principales de inserción social (la integración

económica-laboral y la inserción familiar-relacional), y la ruptura de una y otra se

van entretejiendo hasta dejar a la persona sin más protección y lugar que la calle.

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También la precariedad laboral o el desempleo pueden acompañar a los

desahucios . Estas suelen ser las principales causas de la presencia ocasional de

algunas familias españolas en las calles de Madrid: “¿Cuánto tiempo llevas en la

calle, viviendo en la calle?: Desde el año... 79, prácticamente... Veintitrés años

¿Veintitrés años? ¿Y como fue,... como surgió la cosa: Expulsao del piso y del

trabajo. La palabra, yo creo que es la adecuada y la que me gusta, la palabra

expulsión mas que desahucio. No soy ningún santo, pero me han enchutao

cantidad de trampas... que he tenido que no sé, que valerme... de una serenidad y

unos años. El piso está, el que no está soy yo, claro” (E18).

Al contrario de lo que mucha gente suele imaginar, la relación con el mundo del

trabajo no es algo ajeno a la experiencia vital de las PST: “Siempre me ha

gustado estar trabajando de una cosa, de otra, llevarme mi más o mi menos

dinero, he vendío pipas, he vendío churruca, he vendío... de todo lo que me ha

venío a la mano.” (E. 20). A pesar de que ninguno de los entrevistados trabaja en

la actualidad, al menos en un empleo regular a tiempo completo, muchos de ellos

realizan chapuzas (pintura, buzoneo, pequeños servicios y recados, etc) y todos

ellos han trabajado alguna vez en su vida de forma, excepto el más joven que

apenas si ha tenido tiempo para poder hacerlo. Y aunque la estabilidad en el

empleo puede ser muy variable, no es raro encontrar personas con largas

trayectorias laborales truncadas por el desempleo, las crisis personales, las

adicciones, etc.

Conviene recordar que el mundo laboral no es una esfera completamente

irreconciliable con el mundo de los sin techo. Son personas con mayor o menor

experiencia en el mundo del trabajo, y aunque los largos procesos de calle hayan

deteriorado muchos de sus hábitos y habilidades, para algunos (dependiendo de

la edad, las enfermedades, etc.) aún es posible una reintegración social-laboral.

Aunque eso sí, no siempre ésta se podrá realizar a través del mercado laboral

normalizado, sino a través de estrategias específicas y adaptadas de inserción

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social (empresas de inserción, talleres laborales y prelaborales, empleo protegido,

etc.).

Otra vía por la que a menudo se desemboca en la calle son las adicciones . Más

de la mitad de nuestros entrevistados (12 de 20) presentaba algún tipo de adicción

a alguna sustancia psicoactiva, principalmente al alcohol. Como hemos afirmado

en otras ocasiones (Ver Cabrera y Rubio, 2002), el alcoholismo de las PSH se

encuentra firmemente imbricado, ya sea como causa o como efecto, con las

condiciones precarias y de exclusión social en que han vivido estas personas y

con el hecho de que el alcohol es la droga más usual, barata y accesible en

nuestra sociedad.

Aunque la lógica de causas y efectos que encierra toda vida humana hace difícil

desentrañar si el origen de la vida en la calle se encuentra en el consumo excesivo

de alcohol, o por el contrario es la vida marginal la que lo conlleva, lo cierto es que

algunos estudios como el proyecto “Health & Dignity”, que a escala europea

desarrolla el grupo sobre Salud Mental y Exclusión Social5, han concluido que,

mayoritariamente, los problemas con el alcohol son anteriores al momento de

quedarse sin hogar. Ese consumo abusivo no sólo genera problemas de

convivencia, sino que hace prácticamente inviable una vida laboral estable y

capaz de generar los recursos económicos necesarios: “Lo que pasa es que

tenía... problemas para beber, ahora bebo lo justo, algo bebo..., lo justo, pero

antes sí, ante sí... bebía, entonces claro pues... pues claro no he mantenido los

trabajos” (E. 3).

Por su parte, las adicciones a otras sustancias psicoactivas (como la heroína o la

cocaína) parecen ser también el origen de muchas trayectorias sin techo. Las

drogas terminan por expulsar de los hogares a jóvenes que una vez en la calle

5 Los datos del proyecto de investigación se pueden consultar en:

http://users.skynet.be/smeseu/uk_h&dstudy.htm

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pasan sus días mendigando o “trapicheando” con el objetivo de conseguir dinero

suficiente para la dosis diaria.

Las enfermedades mentales son otro factor fundamental para terminar viviendo sin

techo. Algunos enfermos psíquicos graves acaban recalando en la calle no sólo

a causa de sus conflictos familiares, sino a raíz de la muerte de los mismos

(generalmente los padres). Estas personas son incapaces por sí mismas de

gestionar su vida cotidiana, con lo que terminan creando problemas de

convivencia con otros familiares o con el vecindario. Todos estos factores

provocan que, finalmente, acaben viviendo en la calle. La falta de residencias de

media y larga estancia para estos enfermos es sin duda uno de las principales

causas de la vida errante de estas personas. Y desde luego la calle agrava

enormemente su desequilibrio psíquico.

En el extremo opuesto, ocurre algo similar con algunos disminuidos psíquicos

leves , quienes cuentan con suficiente autonomía personal, pero son incapaces de

manejarse con la suficiente destreza en el mundo de relaciones laborales y

sociales, en la práctica son incapacitados sociales. Estas dificultades impiden su

proceso de inserción, pero, al no estar en una situación límite y no tener un grado

de enfermedad agudo, no encajan en los recursos institucionales para disminuidos

psíquicos más profundos o no acceden a las pensiones por minusvalías.

Así, la paradoja consiste en que a veces no hay recursos suficientes para

problemas graves (por ejemplo, enfermos psíquicos severos), mientras que en

otras ocasiones la desprotección afecta a aquellos que no pueden acreditarlos

(por ejemplo, disminuidos psíquicos leves). Una persona de la calle, con aparente

retraso mental ligero, expresaba así la contradicción de un sistema de protección

social, que la declara incapaz para tutelar a sus hijos, pero que al mismo tiempo

no contempla esa misma incapacidad como motivo suficiente para incluirla en

algún programa asistencial-residencial o para adjudicarle una vivienda de

protección oficial: “¿Qué pasa? Que soy subnormal pa quitarme a mi hijo y

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vendérselo a cualquier “guarra”, ¿no? - porque ya hay que llamar así a la gente-,

pero no soy subnormal para que me estén dando un dinero y una casa” (E.5).

Algunas veces, terminar durmiendo en la calle sobre algunos cartones, o vivir de

las limosnas de los transeúntes es algo que se “hereda”. No nos referimos tanto al

hecho de familias con varias generaciones en la calle (a veces existen casos así)

sino más bien al hecho de que terminar viviendo en la calle puede ser el resultado,

o la herencia, de una vida familiar marginal . Por ejemplo, hemos encontrado

varios casos de personas sin techo que desde la infancia habían vivido en alguna

institución de protección de menores, al no poder sus familias hacerse cargo de

ellos. La precariedad económica y, sobre todo, afectiva ha impregnado la vida de

estas personas desde su infancia, lo que sin duda ha tenido unas consecuencias

negativas cuando han sido adultas.

“’Y.. ¿Tu hija donde se quedó?’: Y mi hija, luego, la metí en el

Colegio, en un Colegio, aquí en Madrid .Precisamente el mismo en el que

he estao yo, y mis hermanos.

‘¿En cuál?’ : En Fernández de los Ríos, La Sagrada Familia que se

llama.

‘La sagrada Familia, ya, ya’.: Ahí, tres generaciones. Y mi madre

‘¿Tu también estuviste ahí?’: Yo y mis hermanos, y mi hija, y mi

madre.

‘¿Y tus padres te metieron allí interna, no?’: No, el Tribunal de

Menores. Mis padres, nos sacaban. Llegó un domingo, llegaron un domingo

y dice:"sus hijos no salen" Y mis hijos, ¿por qué no salen? Porque están por

el Tribunal de Menores, si los he metío por la protección o por esto, por...

porque mi madre, con este señor no llegaron a casarse nunca, estuvieron

toda la vida juntos pero no se casaron. Mi madre era madre soltera, y este

señor estuvo por rojo en la cárcel, y cuando salió de la cárcel, este hombre

estaba casao y tenía una hija, y se encontró con que su mujer, se había ido

a Alemania con otro hombre y tuvo descendencia con otro hombre y

entonces al salir, tenia sus perrillas, todo esto lo se yo porque me lo

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contaban ellos claro, entonces yo, de cría, qué voy a saber. Y compró un

terrenico, y poquito a poco se construyó una chabolilla en Peña Grande, a

mi padre verdadero, no lo conocemos, no sabemos si vive o esta muerto”.

Entre las consecuencias negativas de esta infancia institucionalizada,

destaca la falta de habilidades y recursos para mantenerse por sí mismas cuando

cumplen la mayoría de edad, momento en el que las instituciones sociales dejan

de hacerse cargo de estos jóvenes. A veces, dadas las características y la historia

de algunas de estas personas, parece que hay una relación directa entre la

desinstitucionalización y el paso a vivir en la calle. Así, para algunos casos se

hace muy difícil organizarse y mantenerse de un modo autónomo, a pesar del

apoyo que los profesionales de los centros para menores tratan de prestarles

antes de dejar de ser tutelados. Es como si la falta de protección, y la historia

previa de marginación, les abocara a una serie de obstáculos difíciles, o incluso

imposibles, de superar, que finalmente les dejan materialmente en la calle:

“¿Saliste del centro directamente a la calle?: Sí, porque me gasté los ahorrillos

que me dejó mi madre, me lo gasté... y viví en la calle. ¿Y en el centro no te

prepararon algún piso de alquiler o...?: Esa es la historia que... mi educadora es

una mujer muy buena que me ha ayudao en todo lo que ha podío y... lo de la

Comunidad de Madrid y los centros y tal... cuando ya cumples una mayoría

tampoco se preocupan demasiao”. (E. 3). A la luz de estos datos, deberían

reforzarse los recursos residenciales y socio-laborales para estos jóvenes, así

como el seguimiento y el apoyo institucional a medio plazo.

Otras veces, el ambiente marginal en que han crecido las PST se refiere a una

combinación de circunstancias como la falta de recursos económicos de las

familias de origen, los problemas de adicción de largo recorrido de los padres, la

inestabilidad laboral y el empleo precario, la falta de atención hacia la formación y

la educación de los hijos, la delegación del cuidado de estos en abuelos u otros

familiares, etc. En última instancia terminar en la calle viene a certificar, o a cerrar,

el círculo de la marginación, siendo la última etapa de todo un recorrido de miseria

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y precariedad que no es sólo económica, sino también afectiva, cultural, y

simbólica. El relato de alguna de las personas entrevistadas trasluce una historia

familiar que ha transcurrido permanentemente sobre la cuerda floja de la

inestabilidad económica, social y personal.

Por último, hay que referirse a un factor determinante para muchas personas que

en nuestros días no tienen más remedio que vivir en la calle. Se trata de la

inmigración provocada por cuestiones eminentemente económicas, aunque

también se puedan encontrar en la calle casos de refugiados políticos. Estas

personas ofrecen un perfil que se aleja del clásico de las PST: se refugian en las

calles de Madrid porque no tienen un empleo que les procure unos ingresos

mínimos para poder costearse algún alojamiento, y muchas veces se encuentran

sin papeles, aunque su firme decisión de trabajar y regularizar su situación les

permitirá probablemente salir de la calle. Justamente, las decisiones político-

económicas pueden influir decisivamente en que la situación de estas personas se

cronifique y pasen a engrosar el fenómeno del sinhogarismo, o por el contrario

puedan convertirse en trabajadores regularizados.

3.1.2. La adaptación a la vida en la calle

La mayoría de los entrevistados (trece), tras largos períodos de conflictos

relacionados con los factores mencionados más arriba, pasaron directamente a

dormir en la calle . No optaron por refugiarse en algún albergue o pensión, ni tan

siquiera buscaron cobijo en la casa de familiares o amigos, sino que se fueron

directamente a dormir a la intemperie. La trama de las relaciones familiares y

sociales aparece así rota antes de la calle; no en vano los procesos de exclusión

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social no representan tan sólo una quiebra progresiva de la inserción económica-

social, sino de los vínculos relacionales y afectivos.

Por otro lado, aunque la falta de información les impida acudir en un primer

momento a los albergues para PSH, y los escasos o nulos recursos económicos

no les permitan pagarse la cama en alguna pensión, lo cierto es que en muchos

casos, sobre todo aquellos en los que se entremezclan las crisis familiares y

laborales, el paso a la calle parece la materialización de un impulso, largo tiempo

acariciado y temido, una suerte de liberación, de huída. Una manera de romper

definitivamente con las tensiones y de librarse de aquellos obstáculos que en la

vida no se han sabido o podido resolver. La calle conlleva, entonces, un cierto

componente liberador, un desenganche de obligaciones y ataduras imposibles de

soportar por más tiempo. En esos primeros momentos dormir en la calle es un

paso duro, arriesgado, pero que libera imaginariamente de todos los conflictos

vividos hasta el momento: “Pues me fui a la calle porque..., no es que me guste,

pero la verdad es que se está más tranquilo, porque hay muchas circunstancias en

la vida que te obligan a estar en estos términos, en estas circunstancias, no hay

más remedio, a la vida hay que concederla lo que se merece…” (E, 16). “¿Sabes

lo que te digo? Me marcho. Un día, del trabajo cuando salí, cogí un pantalón,

como se suele decir un calzoncillo, un calcetín, y adiós… y hasta hoy. Y ¿dónde

fuiste?, ¿directamente a la calle?: A la calle, esa misma noche a la calle, a un

parque, al auditorio del parque de Entrevías, ahí me fui, para que nadie me viera,

me compré mi botella de vino, me fui a los pinos sentado en un banco, pensando

en mis cosas, me bebí mi vino, al otro día me fui al trabajo, y hasta hoy” (E. 11).

Ante la necesidad de tener que buscarse la vida, en el inicio de su trayectoria sin

hogar, algunas PST se vuelven transeúntes durante algún tiempo. Van de acá

para allá y así, recorren algunas ciudades en busca de oportunidades laborales,

generalmente, en trabajos temporales en sectores como el campo (recolección) o

la construcción: ”Sí, yo ganaba tres mil quinientas pesetas, cortando tomates,

melones, sandías, en fin… y ganaba tres mil quinientas pelas para pegarme una

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pensión, pues…eran mil pesetas, me quedaban aún…dos mil quinientas,

pero…que nada. He pasao muchas calamidades y fuertes. ¿Y luego otra vez

viniste a Madrid, de Extremadura a Madrid otra vez?: Sí, andando. ¿No tenías

dinero?: No tenía”. (E.1:6)

También hay quien vuelve a su lugar de origen buscando el refugio familiar o una

nueva oportunidad. Ese vagar al encuentro de una últimas oportunidad, suele

terminar más bien pronto, cuando se constata que poco se puede encontrar en

ese modo de vida y, finalmente, se opta por instalarse en las calles de Madrid.

Todos coinciden en señalar que la calle es dura, que al principio cuesta adaptarse

al frío y a la inseguridad casi permanente. “La vida de la calle es muy dura… Sí es

dura, es dura de cojones. El que no ha estao en la calle no sabe lo que es… Tú no

sabes lo que es dormir en un colchón… cómodo, con tu manta…. aunque sea con

una sábana encima, ¿me entiendes?… pero… el que no ha estao en la calle no lo

sabe.” (E. 1). Durante los primeros días, tener que afrontar las inclemencias de la

calle se convierte en el mayor problema, pero una vez superada esta fase inicial

de transición, hay personas que “prefieren” las incomodidades y la hostilidad de la

vida a la intemperie a las exigencias e incomodidades que requiere la convivencia

en un albergue.

En este sentido, las referencias a los inconvenientes de los albergues son una

constante que machaconamente aparece en el discurso de las PST. Hay que

tener en cuenta, por otra parte, que la mayoría de nuestros entrevistados son

personas que viven en la calle, fuera del circuito de albergues. Por un lado, para

los que optan por vivir durante años a la intemperie, los albergues son el lugar

donde se recoge, incluso a veces dirán “se aparca”, a toda una serie de colectivos

con alguna patología o condición vinculadas a la marginación social. Así, se

describe a los albergues como lugares repletos de enfermos mentales,

toxicómanos, borrachos, “maricones”, exreclusos, etc. “Porque allí, hay na mas

borrachos, “yonkis” y de to.” (E. 2), “Albergues nada, albergues, hay drogadictos y

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borrachos... y de todo (E. 4), “Hay drogadictos y hay de todo ahí (…) No, no lo

quiero eso, prefiero dormir en la calle que ahí” (E. 4), Los albergues, por lo tanto,

son un sitio donde “hay de to” y muchas personas que viven en la calle intentan

distanciarse de ese cajón de sastre, en el que podrían ser confundidas y tomadas

por lo que no son, pasando a compartir determinadas etiquetas que consideran

particularmente infamantes: “Sí, pero yo nunca he entrado al albergue ni borracho,

ni con bebida, cuando hay gente que sí, pero eso no lo ven o no lo quieren ver,

porque yo entrar al servicio y ver dos cartones de vino, ¿que pasa que no lo ven, o

no lo quieren ver?, que tampoco quieren ver a las bolleras, que tampoco quieren

ver a los maricones, que tampoco quieren ver a los borrachos, que tampoco

quieren ver...yo ahí no puedo estar”. (E. 13) “Te aparcan allí, te dan la comida, tal,

cual... tu única responsabilidad es conseguir pa beber y pa... fumar” (E. 19).

Se puede estar en la calle, pero aún se aspira a no convertirse en otra cosa aún

peor desde el punto de vista de quien responde: “Lo único que puede pasarte si...

te tiras mucho tiempo allí es que acabes majara perdido, yo fui hace años y tal, y

ahora la cosa pues ha subido un cincuenta por ciento, y cada vez más enfermos

mentales allí... y cada vez... hacinan a la gente allí...” (E. 19). Por otro lado,

muchas alusiones a los albergues se condensan en la metáfora de la “cárcel”.

Para muchas PST el albergue es un lugar de normas y horarios donde, ante todo,

se constriñe su libertad y autonomía. Normas y horarios que todos han de cumplir

homogéneamente, sin que haya opción a cierta autonomía. Los horarios de

entrada, por la tarde, y los de salida, por las mañanas, los de las cenas y

desayunos, etc. parecen marcar un ritmo monótono, despersonalizado y

restrictivo, que les hace sentirse sin libertad y que en muchas ocasiones les

impide poder “buscarse la vida” en determinados momentos del día. “Mu...

rígido..., eso prácticamente como una cárcel, o como si fueras un crío o como si

estuvieras mal de la cabeza, las funcionarias mu rígidas, mu rígidas...” (E. 9). “No

me gusta, es una cárcel.” (E. 7) Paradójicamente, para quien saca unos dinerillos

en la busca de chatarra y trastos viejos que se venden los sábados en el Rastro a

partir de las dos de la noche, entrar en el albergue implica tener que renunciar a

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su modo, autónomo e independiente, de ganarse la vida: “Si vas al Albergue no te

puedes buscar la vida, porque a las siete y media tienes que estar allí” (E. 2)

Rechazada la opción del albergue, y elegida la de la calle, cada cual va creando

una especie de entorno o nicho ecológico en donde pueden satisfacer sus

necesidades, aunque eso sí siempre situándose en el nivel de la mera

supervivencia. Buscar algún lugar donde dormir en el que se esté resguardado de

la lluvia, el frío o las agresiones físicas; procurarse algunos cartones y mantas;

tratar de ganarse la confianza de los vecinos de un barrio, de los feligreses de una

iglesia o de los compradores de un supermercado para que ayuden con sus

limosnas; o establecer pequeños contactos con otras personas que viven en la

misma situación, son algunas de las principales estrategias de supervivencia

cotidiana entre las que se desenvuelven las PST. A través de ellas consiguen ir

adaptándose a la vida en la calle.

En el marco de esa adaptación, decidirse a pedir no suele ser un paso que se dé

con facilidad. Y, por supuesto, tampoco todos llegan a hacerlo. Prácticamente la

totalidad de nuestros informantes que piden, o han pedido alguna vez en su vida,

han manifestado que les costó empezar a mendigar, que sintieron vergüenza

cuando comenzaron, y que aún en la actualidad sienten cierto pudor al hacerlo,

aunque naturalmente, la habituación hace que poco a poco se vaya perdiendo la

inhibición primera: “Yo al principio me daba mucha vergüenza, lo que pasa es que

la compañera llegaba y me decía “José hay que comer, hay que vivir ¿qué

hacemos?” (E.11). “Yo me acuerdo, que me ponía a pedir, salía la gente de la

Iglesia, me iba a dar y yo me iba. Me iba sinceramente, porque me daba

vergüenza, luego claro, pasando el tiempo, pasando el tiempo... dices: “Si es que,

no tengo un duro, no tengo tabaco, no tengo pa tomarme.. yo que sé una coca-

cola, una cerveza. Entonces, tu ya empiezas a analizar las cosas y dices,

bueno…, y sinceramente, sí, luego te llega un tiempo, en que ya a la vida le

echas cara, le echas cara, ¿no?.” (E.6) Por tanto, al principio de empezar a pedir,

a la mayoría de las personas se les cae la cara, con el paso del tiempo, acaban

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echándosela. “Bueno, la primera vez que me puse, yo creí que me explotaba el

corazón, la vergüenza que me daba...En la actualidad no, en la actualidad si me

pongo a pedir hoy día, más tranquilo que tranquilo porque ya soy un profesional,

después de diez años por lo menos, ya se lleva la profesión por dentro, es

como…, es como todo, como todos los trabajos que cuando empiezas, el primer

día estás nervioso a ver cómo es esto, tal cual, y luego ya te acostumbras” (E15).

Tras los primeros momentos la mayoría sigue pidiendo para ir tirando, y otros,

dependiendo de las habilidades sociales que demuestren y de la actitud de las

personas a las que se dirigen, encuentran técnicas y estrategias que les permiten,

no ya sobrevivir mendigando, sino “vivir” de la mendicidad. Y aunque eso,

evidentemente no les saca de su precariedad económica (pues suele ser un

dinero destinado a costear alguna adicción), en muchas ocasiones sí que se

convierte en la manera única y más segura de ganarse la vida: “yo sé que hay

gente que está pidiendo pa comer y está sacando diariamente, y eso te lo puedo

garantizar y te lo puedo presentar a la persona que tu quieras, que se está

sacando ocho, diez mil pesetas, diarias.” (E. 6). Sin embargo, no conviene

magnificar estos ejemplos, en la mayoría de los casos, apenas si se saca algo

para ir tirando, como el de esta persona que aprovecha para pedir entre los

clientes de las terrazas de una céntrica plaza: “Hoy el día [por el clima] está entre

Pinto y Valdemoro, pues hoy igualmente habrá terrazas... que no las abren...

entonces... pero... si Dios quiere y las abren, yo sé que tengo dinero. No es

que coja tampoco el oro y el moro, no, pero... en fin... pa poder pasar el día sí,

ahora pa coger una pensión, no” (E.1)

La adaptación a la calle se va consiguiendo con el transcurrir de los días. La

muestra de personas que se ha seleccionado para este estudio cuenta con una

estancia media en la calle de casi ocho años. Durante algunos períodos más

bien cortos (días o meses) pueden haberse alojado en alguna pensión o albergue,

pero principalmente sus noches han transcurrido al raso.

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Una media de ocho años viviendo en la calle, deja su huella en el rostro y en la

salud de las personas. La mayoría aparenta tener más edad de la que en realidad

tiene, y en buena medida esa vejez prematura es real: bastantes de ellos tienen

problemas de salud física; a otros, los rigores de la calle y la falta de atención

especializada, les han agudizado su enfermedad psíquica, aislándoles poco a

poco en un mundo imaginario e inaccesible; muchos han ido perdiendo

progresivamente las habilidades sociales y se han ido replegando cada vez más

en sí mismos: A la mayoría el paso del tiempo en la calle les ha anclado en una

actitud conformista, desmotivada y de renuncia a buscar alternativas a su

situación, y casi todos se han instalado en una forma de vida que tiende a

rechazar la ayuda institucional, aunque algunos sigan encontrando en ella algún

apoyo ocasional como parte de su estrategia de supervivencia física. De este

modo, cuanto más se prolonga la estancia de las personas en la calle, mayor

adaptación y acomodación se produce, reforzándose l as actitudes contrarias

a la reinserción social. Como ha señalado un profesional que trabaja con gente

de la calle: “Tratamos que ese periodo de calle sea el mínimo posible, porque

luego, una vez que ha entrado en el círculo es más difícil salir.” (E. 4P:15)

La adaptación a la calle produce el efecto de habitar en una especie de mundo

paralelo en el que se sobrevive bajo mínimos. Un mundo con lógica propia de la

que cada vez se hace más difícil sustraerse.

Resulta difícil comprender por qué motivos unas personas deciden solventar la

falta de un hogar aprovechando cómo pueden los recursos asistenciales que

existen (albergues, rentas de inserción, pensiones…), y por qué otras parecen

desestimar esas redes y optan por adaptarse a la calle. Desde luego, la capacidad

limitada de los recursos actuales y su sistema de funcionamiento inciden en buena

medida en que haya quien “opte” por esa segunda vía. En este último sentido,

bastantes entrevistados han reconocido sus dificultades para adaptarse a las

dinámicas y las reglas de convivencia de un albergue y su bajísimo nivel de

tolerancia: “Los problemas me los hago yo sólo…agarro…na más que veo algo

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que no me gusta…pum, fuera, a la calle, me voy (…) Tengo muy poco aguante.”

(E. 1); mientras que otros confiesan sus dificultades para establecer cualquier tipo

de relación con los profesionales encargados de los recursos; por ejemplo, a

algunos les cuesta, incluso, mantener el contacto periódico con los trabajadores

sociales que hacen el seguimiento de la RMI: “Yo lo cobré eso del IMI, hará tres

años, me lo quitaron. Estuve seis meses. ¿Y por qué te lo quitaron? ¿Lo sabes?:

Por no ir a verla… [a la trabajadora social] y ¿ por qué no ibas?: Psche… porque

no tenía ganas.” (E.8)

Las insuficiencias que aún presenta la red de asistencia a PSH, y aunque más

adelante se expondrán con mayor detenimiento, están en el origen algunas

trayectorias personales, y pueden explicar, en buena medida, por qué muchas

personas permanecen durante años en la calle . En primer lugar, no existen

plazas suficientes, así algunos entrevistados afirmaban, que al menos en invierno,

preferirían estar en un albergue, pero no encuentran plaza. En segundo lugar, se

aducen toda una serie de conflictos con las reglas y los horarios de los albergues.

La tercera razón para evitar los albergues se desprende, según las PST, del

ambiente conflictivo que se vive en ellos, al tener que convivir personas con

graves problemas de muy diversa índole; por último, algunas patologías graves,

como las enfermedades mentales, no encuentran en los albergues actuales una

respuesta adaptada a sus necesidades, con lo que los enfermos prefieren

quedarse en la calle.

3.2. La vida en la calle

La vida en la calle es dura, incómoda y está llena de riesgos. La calle mata. Es

verdad que hay quien logra adaptarse y sobrevivir a la intemperie durante años. A

los ojos del ciudadano medio, son los representantes más acabados de un mundo

inquietante y milenario, que se renueva sin cesar a lo largo de la historia: el mundo

de los pobres más desarraigados y excluidos, aquellos que carecen de un lugar,

de un hogar, al que poder dirigirse, entrar, sentarse y descansar.

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Pero más allá de todas las elucubraciones literarias y románticas sobre la vida

bohemia del clochard, lo cierto es que la calle es terriblemente dura y

desagradable (“la vida de la calle es muy dura...’;’Si, ¿verdad...?’; ‘Sí es dura, es

dura de cojones....’; ‘Ya’; ‘El que no ha estao en la calle no sabe lo que es...’; ‘Ya

imagino...’; ‘Tú no sabes lo que es dormir en un colchón... cómodo, con tu

manta.... aunque sea con una sábana encima, ¿me entiendes?... pero... el que no

ha estao en la calle no lo sabe’; E1), los días se suceden monótonos y aburridos

en un ciclo ininterrumpido de actividades centradas en conseguir sobrevivir, salir

adelante un día más. Vivir en la calle requiere comer, vestirse, protegerse del frío y

las heladas, ponerse a resguardo de robos y agresiones, moverse con inteligencia

y acierto en medio de los peligros que amenazan a todos los seres que viven al

descubierto, en refugios de ocasión, expuestos a mil riesgos.

La primera necesidad que ha de cubrirse cuando se vive en la calle, es la

alimentación. Comer es algo que hay que poder hacer diariamente, y a ser posible

varias veces al día. Una persona que no supiera alimentarse, difícilmente

conseguiría permanecer en la calle más allá de una semana.

La mayoría de las personas que viven en literalmente en la calle, acuden a los

servicios de comedor con mayor o menor regularidad, puesto que una cosa no es

incompatible con la otra. Ahora bien, la transformación que han experimentado los

comedores en los últimos años, al introducir programas de trabajo social que

buscan actuar sobre las causas de la exclusión que padecen sus clientes y no

limitarse sólo a dar de comer, ha hecho que algunas de las personas más

instaladas en la vida de la calle, dejen de acudir a estos servicios. En muchos de

estos centros de comida gratuita, se llevan a cabo intervenciones programadas

con criterios profesionales de trabajo social para intentar regular el flujo de clientes

y proporcionarles apoyo social. Es difícil acudir en busca de comida, sin

encontrarse con que, al mismo tiempo, deben entrevistarse con un trabajador

social, abrir un expediente, organizar un plan de trabajo y seguimiento, etc. Todo

esto, consigue detener el proceso de deterioro psicosocial de muchas personas

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excluidas, pero hace difícil el enganche de quien ya se encuentra muy

abandonado y rechaza implicarse en tales propuestas menos asistencialistas y a

más largo plazo.

Naturalmente, los que “pasan” de ir a los comedores sociales, lo hacen porque

cuentan con otros apoyos más informales y menos exigentes; los vecinos, la gente

que anda por la calle (“Mira, yo conozco a mucho barrendero, por la noche, y

más en días que ha hecho frío, ‘venga chaval vente con nosotros’, que vamos a

comer algo y ya por lo menos estás ahí, y nos metíamos en un garaje donde

aparcan los coches, y teníamos ahí, bueno la hora que tienen ellos para

cenar, ¿no?” E.6 ), o los mismos colegas de infortunio proporcionan con

frecuencia los alimentos necesarios para sobrevivir. Claro está que cada paso

que se da hacia la vida en la calle se hace pagando un alto precio. En este caso,

el desorden en las comidas, la baja calidad de la dieta, o la ausencia de productos

frescos y bien cocinados, acabarán por traducirse en un importante deterioro de la

salud y la calidad de vida general.

“E: Y... al comedor dices que vas, a veces. ¿Cuántas veces a la semana

vas?

Edo: bo... ahora llevo dos meses sin ir...

E: ¿Y... Eso por qué?

Edo: Porque me compro una lata de sardinas y una barra de pan, aquí

donde los chinos... y me lo como aquí.

E: ¿Tanto para comer como para cenar?

Edo: No, no ceno nunca.

E: ¿No cenas?, Y ¿aguantas bien sin cenar?

Edo: Y... para desayunar.

E: Y... ¿Estas todo el día con un bocadillo?

Edo: Sí... bueno, para desayunar una copa de anís.” (E8)

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Pensemos también que cuando se trata de una personas alcoholizada, la

sensación de hambre y la necesidad de comida disminuyen drásticamente:

“encima, tuve como diarreas... me dio por no comer pero... ¡absolutamente nada!

Por lo menos dos semanas, sí. Ni un pellizco... eh... cogía una botella, y cloc,

cloc...” (E9).

Por eso mismo, cuando la gente que ha vivido a fondo la vida en la calle, empieza

a salir a flote, vuelve a recuperar el interés por la comida regular (“ahora estoy

yendo a comer a un comedor, antes ni comía, antes... me compraba más que un

bocadillo o... no comía prácticamente nada” E7). Hay que intentar entender que

aunque implique una recompensa razonable (poder comer caliente), acudir a un

comedor conlleva también algunos inconvenientes y molestias para quien se

encuentra instalado en una vida callejera, como es el caso de esta persona que al

preguntarle por qué razón había estado sin acudir a los comedores en otras

etapas anteriores respondía: “porque… por el horario, más que nada por el

horario, no... no tengo yo ganas de moverme a un comedor a tal hora... y tener

que depender de un comedor” (E7). Desde su particular visión, si pueden

ahorrarse el paseo y la sujeción del horario porque pueden arreglarse con

cualquier cosilla (“Te comes cualquier bocadillo, cualquier ensaladita, yo misma y

tan feliz, cuando tenía, mi compañero, nos íbamos a cualquier parque, comíamos

nuestro vinito, nuestra caserita. Nos echábamos...” E9), con algo de comida que

encuentre o con lo que les da la gente, “pasan” de ir a hacer cola.

“Edo: En Las Calcutas se come... a las cinco

E: ¿A las cinco de la tarde?

Edo: A las cinco de la tarde sí...

E: ¿Eso qué es... cena o merienda o...?

Edo: No es comida

E: Es la comida que hay al día

Edo: Una comida

E: Una comida al día...

Edo: Una comida

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E: Ah... hacen una comida al día... y la ponen a esa hora, qué mala hora

¿no?

Edo: Sí

E: Las cinco

Edo: Y además tienes que estar una hora antes para coger número y... es

un rollo” (E7)

De ahí la importancia que revisten los programas que acomodan sus

horarios o se lanzan a ir en busca de la gente de la calle hasta allí donde se

encuentran pernoctando, porque incluso esa pequeña distancia que a nosotros

nos parece insignificante, puede convertirse en el gran obstáculo a salvar cuando

la persona se ha acomodado a un lugar. No es tanto el hecho de repartir comida

como la manera de hacerlo, el método que se sigue, el estilo con que se realiza,

para una persona hecha a vivir en la calle, y capaz de ganarse su sustento por sus

propios medios, el comedor social no es siempre algo que merezca la pena,

conlleva un estilo, una filosofía vital que puede estar en las antípodas de la

persona sin hogar: “Muchas veces, pues no como, eso si tengo esa ventaja. O no

como, o, vamos, no tengo las comidas... prefiero tomar un pedazo de pan con

toda tranquilidad y a gusto, que no pues vas a un comedor... que si tienes que

dejarle el sitio a otro, que si te sirven deprisa. Yo soy enemigo de la palabra prisa,

que sé yo, es mi manera de ser” E18)

Normalmente, en los comedores se trata de evitar la incertidumbre diaria que

supone tener que coger un número para entrar a comer, con las consiguientes

peleas y tumultos que se originan cuando los solicitantes son superiores a los

números que se reparten, para ello se asignan tarjetas, por un máximo de tres

meses, durante los cuales la persona sabe que tiene garantizado el puesto en el

comedor. Bien es verdad que esto no hace desaparecer el problema de la escasez

de plazas sino que sólo lo modifica en sus manifestaciones más urgentes y

compulsivas. En los comedores que funcionan con el sistema de tarjetas, cada día

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se reparten un número limitado de tarjetas (de cinco a diez) lo que significa que las

personas que desean obtenerlas pueden llegar a hacer cola durante horas (“me

envió P. con una nota para que me... cogieran, porque suelen coger a los cinco

primeros, y ahí tienes que... ahí tienes que dormir en la calle... una noche para...

para pillar número” E7) Esto no evita los conflictos en la cola (, pero al menos

consigue reducir el número de los que aguardan puesto que ya se sabe que no

obtendrán pasaporte de acceso nada más que cinco personas.

En este punto, las peleas más frecuentes suelen producirse con los extranjeros.

Aunque resulte duro reconocerlo, lo cierto es que las personas de la calle más

mayores y más deterioradas, hay veces en que renuncian a ponerse en la cola

porque son relegadas por otras más jóvenes y fuertes, normalmente extranjeros.

Contra los que se lanzan los mayores improperios e insultos en una especie de

reacción xenófoba y primaria que ve en estas otras víctimas de la exclusión social,

el obstáculo que se interpone entre ellos y el plato de comida.

“Edo: la ley del más fuerte, así es, y en los comedores pasa igual, las colas

de los comedores pasa lo mismo, aunque estés en la cola esperando y

tengas el número tres, viene polaco, marroquí, y se te pone ahí, o te

quitas...

E: ¿Está habiendo mucho extranjero?

Edo: ¿Extranjeros?, me gustaría que lo vierais vosotras mismas, este

hombre suele ir más a Mesón de Paredes, ahí son me parece cincuenta

plazas, la mujer, la monja va dando numeritos, a las diez y media, y si estás

en la fila y te dicen vete de aquí, te tienes que ir.” (E11)

O este otro testimonio:

“Edo: es que eso está mal montado. Sí porque dicen ‘antes de las

diez’, dicen que no puedes estar ahí, bueno entonces pone hasta las diez

para que te den el número para poder comer, y delante de ti se ponen

veinte tíos o más, tú estás ahí guardando la cola y no se ponen detrás de

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ti, se ponen delante.

E: Ya, es toda la mañana pendiente de...

Edo: Sí, pero a las seis se pide la vez y estamos ocho o diez tíos. Cogemos

la vez en Embajadores, pero luego eso no lo respetan los otros y menos un

jueves, ayer hubo bofetadas también. Yo no voy al comedor por eso, yo voy

a comer, no voy a pegarme con nadie.” (E13)

La importancia de organizar las cosas de un modo u otro es crucial, puesto que los

conflictos se multiplican cuando la necesidad aprieta y se pretende seguir

actuando con métodos de distribución de comidas estrictamente medievales, tal y

como se expresa en este último testimonio que recogemos ofrecido por un

verdadero superviviente, una persona con su punto de gracia y de humor en la

más rancia tradición hispana de la picaresca y la busca:

“Edo: Aquí a la vuelta, este edificio es un colegio para abajo y se va a

comer, pero se forman unos follones muchas veces en la cola que yo en las

condiciones que estoy no puedo ir allí porque hay que bajar dos escalones

y luego subirlos otra vez y luego pa sentarme me veo y me deseo y pa

levantarme igual ¿sabes?

E: Y el lío que se monta ¿no?

Mano: Sí, ahí se...ahí lleva una temporada que...es un comedor que lo que

menos somos, somos españoles, nos juntamos cinco o seis españoles, dan

cincuenta comidas, cinco o seis españoles, lo demás todo extranjeros

polacos, búlgaros, rumanos, moros, moros sobre todo ¿sabes? o sea que

hay de todo, de vez en cuando viene algún que otro alemán también; cada

dos por tres ves caras nuevas y claro dan cincuenta comidas nada más,

ahora no dan bocadillos también, después de las comidas se formaba una

cola pa los que no habíamos entrao, te daban un bocadillo curioso y tal,

ahora lo han quitao lo de los bocadillos por los jaleos que se arman en la

puerta, se han quejao los vecinos y tal y cual.

E: Los vecinos

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Edo: Sí, cuatro sinvergüenzas que viven ahí, les han costao los pisos tres

pesetas, se creen que son los marqueses de aguascalientes más o menos

¿sabes? no tienen donde caerse muertos porque pasas por ahí por los

contenedores que tienen por la noche a buscar y no ves na más que latas

de sardinas, latas de guisantes, latas de tomate, latas de pimientos, no ves

raspas de pescao, ni huesos de chuleta ni nada de eso, eso no ves nada, ni

cáscaras de langostinos ni nada de eso, eso nada. Así que eso, qué le vas

a hacer, y ahora pues eso, pues así vamos tirando de la vida” (E14)

También, es verdad que hay casos de personas extranjeras que han quedado

atrapadas por la vida en la calle y han hecho de una acera su domicilio desde

hace años, como es el caso de un magrebí que, ante la posibilidad de volver a su

país, nos decía: “Qué va a hacer, mi país qué, pa morir de hambre, aquí hay

comedores, hay roperos, hay mucha cosa, en mi país no hay eso, comedores no

hay, entonces aquí mejor, por eso ya no pienso” (E10)

También hay veces en que se argumenta en contra de los comedores por el hecho

de no poder seguir una dieta particular (la comida de los comedores “tiene exceso

de grasa, porque echan tocino, echan de todo y yo tengo pancreatitis crónica, es

dieta sin grasa y yo cada vez que voy al comedor acabo ingresado” E11), o se

aduce el temor a “contagiarse” de alguna enfermedad (“... yo no he estado así

directamente con una persona tuberculosa... yo lo achaco pues... o a los cubiertos

de un comedor....” E12), o como resultado de una mala experiencia previa, hay

que pensar que se trata de personas con serias dificultades para acomodarse y

percibir la realidad de forma razonble, con lo que a veces una situación mal vivida

puede traducirse en un rechazo general de la oferta de servicios existente:

“E: ¿Y a comedores has ido, algún comedor?

Edo: Me he ido a alguno pero...no es agradable.

E: (la persona que entrevista sugiere un comedor…XXX)

Edo: No, ahí nunca, fui un día y me fui, no entré a comer, no entré a

comer porque hay una monja ahí que no se comporta bien y como no sé

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comporta bien pues ¡fuera! y aparte por no decir otra palabra, porque a

mi una monjita es una mujer y se tiene que comportar como mujer y como

monja, pero cuando no hay respeto, ¡fuera!

E: ¿Tuviste problemas con ella porque había mucha cola o qué?

Edo: Sí, había muchas personas y tal pero...esa dirección, esa forma de

ser no es correcta.

E: De tratar a la gente ¿no?

Edo: A mí no me tratan así porque la mando a tomar por ...el punto y la

i. Pues me fui y no entré a comer, a mí para que me de un plato de comida

y tal y encima me esté dirigiendo de una manera que no es correcta, no lo

consiento, no lo consiento” (E16). Fantasía o realidad, el hecho es que

para muchas de las personas que se instalan en la calle, resulta más fácil,

más cómodo, más “interesante” comer o malcomer por su cuenta, que

acudir a los centros sociales.

Por otro lado, pensemos que con frecuencia, cuando se practica la mendicidad, se

pide “para comer” y que es difícil no encontrar a alguien que, si pides

estrictamente comida, te la niegue. Finalmente, en el caso de las personas que se

instalan en un banco o un portal del que prácticamente no se separan nunca,

estamos ante casos en los que la simple subsistencia sería imposible de no haber

llegado a un acuerdo relacional con el entorno, de vecinos y comerciantes, que

con frecuencia se erigen en protectores directos y proporcionan a la persona

excluida sin hogar, la comida, la ropa e incluso los recursos de higiene más

imprescindibles. Esta relación simbiótica, sin duda respetable, debe ser entendida

como una de las grandes dificultades a vencer para poder “sacar de la calle” a

quien se ha instalado definitivamente en ella. Hay formas de ayuda directa, que de

alguna forma contribuyen a fijar a la PSH en el banco, la acera, el soportal.

Tratándose de personas que en sus últimas fases de deterioro psicosocial han

reducido su horizonte vital al mínimo (un poco de comida, un poco de alcohol, una

manta para abrigarse), no es difícil que aparezcan “almas caritativas” que acaban

por apuntalar su exclusión y desarraigo, eso sí, con la mejor de las intenciones, sin

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duda. A ello se une, el espíritu rebelde y desajustado frente a las normas de

muchas de las personas que optan por montárselo a su aire “…hay dos

inconvenientes. Te obligan a comer a una hora fija, y te obligan a comer ese

menú, y claro no dan vino, ni... e... cerveza ni tarta de postre, ni cosas de ese tipo.

Entonces claro en el momento, todos tenemos un espíritu de libertad…y entonces

a partir de ese momento...” (E18) Esta misma persona, con más de treinta años

vivienda en una céntrica calle madrileña, no hubiera podido sobrevivir sin la ayuda

del vecindario:

“Edo: ¿Qué traéis café y cola-cao? Lo que debíais de traer es vino y tabaco.

Ahora hay cosas de comer, por ejemplo,... a mí una señora me regaló hace

cosa de veinte días, un tarro de miel, muy de agradecer... pero para hacer

regalos, se regala una botella de vino, o una botella de güisqui, o una

botella de coñac. Regalar.. que sé yo manzanas, naranjas o queso o miel o

yogur... en el fondo nos parece mal.

E: ¿Por?

Edo: Orgullo ya de gente de la calle, no sé, ya me entendéis. Aquí ha

habido chicas, pues, traerme a lo mejor de su casa, café o un bocadillo,

lógicamente les he dao las gracias. Sobre todo, en el fondo, en el fondo lo

que quiere un marginao, un vagabundo y sobre todo si es soltero... Es que

esa chica, te coja del brazo y te meta en un bar a tomar algo. No que te

saque una cosa del otro mundo, entenderme bien lo que os quiero decir, os

hablo de corazón. Ahora lógicamente, hay que guardar unas formas... Eh”

(E18)

Uno de los retos más importantes para quienes hacen trabajo de calle, consiste en

reorientar esta relación de ayuda espontánea, para hacerla operativa y eficaz

dentro de un plan de trabajo de recuperación e inserción social: “lo que intentamos

también, es que ellos sean un apoyo a esa persona sin hogar, pero de otra forma.

Es decir, hay veces en que a la persona se le olvida que hemos quedado para ir al

médico no sé qué día, que es importante para ella, pero es que igual por su

desorientación...,pues se le puede olvidar..., entonces, pues la persona que está

en el entorno...’Oye, mira, tu le puedes ir recordando que vamos a venir,...o bien,

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si ocurre cualquier cosa nos llamas... Involucrarles en lo que es intentar la mejora

de esa persona..intentamos ir por ahí...” EP2). Las campañas de sensibilización

ciudadana, y el trabajo social directo con el entorno vecinal y comunitario resultan

en este punto absolutamente imprescindibles. Sin embargo, con demasiada

frecuencia, la escasez de recursos profesionales y la falta de tiempo, hace que se

vaya aplazando un aspecto del trabajo social con PSH que, finalmente, resulta

imposible de soslayar, puesto que de él dependen buena parte de los “éxitos” y los

“fracasos” en la intervención con estas personas. Incluso en los casos que puedan

parecer más aislados y solitarios, lo cierto es que no hay nadie, y menos cuando

se vive de forma tan dramática y aparente, que no cuente con anclajes y vínculos

con el entorno social y comunitario. Un trabajo centrado exclusivamente en la

problemática que presenta el individuo, corre el riesgo de desconocer los vínculos

funcionales que se han establecido entre la PSH y el medio que la sostiene.

Dormir

La segunda necesidad que necesita cubrir quien viva a la intemperie es la del

sueño. Encontrar un lugar mínimamente resguardado y protegido donde poder

tumbarse a dormir, implica todo un mundo de decisiones y estrategias a adoptar,

que es preciso aprender y poner en práctica cada día. No es fácil dormir en la

calle, el ruido, la temperatura, el eventual acoso de comerciantes, policías,

barrenderos y asistentes sociales apenas si deja margen para ello. Desde la

perspectiva del ciudadano de clase media, cualquier otra alternativa -por ejemplo,

ir a un albergue- parece preferible a la de tumbarse en unos cartones bajo una

marquesina. Sin embargo, cuando se conocen las razones y argumentos que

manejan las PSH, y nos aproximamos a las circunstancias particulares que

concurren en cada una de sus biografías, otro mundo de sentido, otra manera

distinta de ver las cosas emerge de forma nítida y, con frecuencia, lo que parecía

irracional, adquiere unos tintes de plausibilidad que lo hacen comprensible y, hasta

cierto punto, razonable. Eso sí, desde sus razones, las suyas, no las nuestras.

Veamos cuáles son.

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Al igual que ocurría con los comedores, la oferta de alojamiento de emergencia

que existe actualmente en Madrid es ciertamente insuficiente, la red se encuentra

desbordada ante una demanda imposible de atender en su totalidad. También,

como sucedía con la comida, tampoco “la cama”, viene sola. El lugar donde

dormir, viene encuadrado en un marco institucional, espacial y normativo que

incluye, además de la cama, muchas otras cosas.

En todos los casos, hay un recuerdo claro de la primera noche en que se vieron

teniendo que dormir en la calle, la inexperiencia, la ignorancia de los recursos de

alojamiento existente, la extraña sensación que experimentaron o los encuentros

que generó esa circunstancia, suelen recordase de forma muy vívida: “Sí, en

un...en un garaje, dormí y pasé más frío que frío. Me tiré varias noches durmiendo,

hasta que me dicen: ‘oye, ¿por qué...?, ¿le pasa a usted algo?’, ‘mire usted, no me

pasa nada, nada más que estoy durmiendo en la calle...’; y ael tío no le...no le

cuadraba, ‘¿se viene usted a mi casa a dormir?’, digo: ‘no’, una persona que no la

conozco de nada, pues... no sabes lo que puede ocurrir. Y...me dice: ‘bueno pues

tenga cinco mil pesetas y se busca usted una pensión o lo que sea pero con el frío

que hace no puede usted estar en la calle’. Yo seguí durmiendo allí y..en el hotel

este, M., al lao,...macosté en un soportal” (E1).

Naturalmente, la cuestión de los horarios, y las exigencias, aunque sean mínimas,

resultan a veces incompatible con un estilo de vida callejero, sin reglas y sin

cortapisa alguna. En otras ocasiones, las razones que se aducen son aún más

fantásticas, pero todas remiten a una especie de elección personal a favor de una

existencia “libre”, sin ataduras:

“E: Oye Valentín, y ¿alguna vez has ido a dormir a algún albergue...o

algún centro así...?, ¿te acuerdas cómo era... ?

Edo: Sí, hace... dos o tres días, estuve durmiéndome, lo que pasa es que

me salgo yo sólo.

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E: ¿Sí?, ah... hace dos o tre días, hace poquito, ¿ a cual fuiste?

Edo: A Puertas Abiertas.

E: Ah... ¿Puerta Abierta, ¿Y qué tal allí?

Edo: Bien.

E: Bien, ¿no...?

Edo: Lo único que pasa...que tengo problemas con las mujeres ¿eh?...

una que sa enamorao de mí. Ahora; que se enamore de mí, ahora... y la

otra ...pues...que yo no puedo estar ahí acorralao por mujeres.

E: ¿Pero es que hay hombres y mujeres en Puerta Abierta?,

Edo: Es mixto.

E: Es mixto, pero hay habitaciones para hombres y habitaciones para

mujeres, no..

Edo: Claro, no van a dormir las mujeres con lo hombres.

E: Ya, ya...

Edo: Yo tengo...y además...yo sé que tengo mi cama allí, lo que pasa es

que me junto con él y empezamos a darle....[a beber]

E: Sí...

Edo: Y entonces...pues...no voy, me quedo a dormir en el banco aquel de

enfrente” (E1)

Desgraciadamente, la falta de plazas suficientes en Madrid, hace que a veces

subsistan entre nosotros alternativas de albergue que no reúnen las mínimas

condiciones en sus instalaciones que son exigibles en una sociedad como la

nuestra, lo cual no quiere decir que no cumplan una función y no recojan a un

abundante número de personas sin techo durante los momentos más crudos del

invierno. En los albergues, como en casi todo también hay grados:

“Edo: Además en invierno no se puede soportar y luego en invierno

tienes... el capullo éste... el Padre XX.

E: Sí...

Edo: ¿Lo conoces?, ¿el ‘[nombra el refugio]’? Eso, eso es una miseria

E: ¿Si?... a ver, descríbemelo un poco

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Edo: Eso... una ciudad llenita de gente, o sea se ve que... mogollón de tíos

ahí... al suelo... en las tablas, que duermen en tablas, hay varias alturas...

duermen en tablas, si no pillas cama, vas al suelo, y ahí todos revueltos y...

Una vez me vomitaron encima por la noche, ni me enteré... uno borracho y

me vomitó y yo ni me enteré, me enteré al día siguiente porque me vi... y

eso es asqueroso.

E: O sea que tú prefieres...

Edo: Eso no debía ni existir, eso le debían poner una bomba y volarlo,

directamente.

E: Tú prefieres estar en la calle a... a estar así en esas condiciones

no...

Edo: Claro” (E7)

En este punto, las condiciones físicas que ofrece el pasillo de metro que el

Ayuntamiento de Madrid abre durante la campaña del frío, se lleva todas las

críticas posibles:

“E: Oye y lo de Atocha que impresión te dio al verlo.

Edo: Bueno, el uno allí que si se pone con la jeringuilla, el otro que si

fuma, el otro que si se descalza huele, el otro que no se ha lavado, el otro

porque está con su litrona, el otro porque está con el whisky, el otro porque

dice "oye que te calles que te pego una hostia", o sea que todos tirados.

Hay un guardia a la puerta, si el guardia tiene que callar, porque si se

levantan tres o cuatro el guardia termina, dice "apago la luz y a dormir" pero

si…, se levantan, roban, la supervivencia es la ley del más fuerte, te van y

te dicen ‘¿qué dinero traes?’, ‘no tengo’, ‘¿como que?, o me lo das por las

buenas o te pincho, mira tengo el sida, necesito para un calimocho’ y le

tienes que dar dos euros para un calimocho; la ley del más fuerte, así es, y

en los comedores pasa igual, las colas de los comedores pasa lo mismo,

aunque estés en la cola esperando y tengas el número tres, viene el polaco,

el marroquí, y se te pone ahí, o te quitas, o...” (11)

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O este otro testimonio:

“...bueno pues sí, estuve en la estación de Atocha, bajando las escaleras a

mano derecha, lo que tienen habilitado para dormir, pero no hay quien

duerma. No, porque lo único que hay son tubos de heroína, con la plata, es

lo único que hay y el que no tiene tubo, el pico, la chuta, y así todos. Ahí

cogí yo una enfermedad gorda. Yo beber sí, a mí que no me falte el vino,

pero lo que es pincharme o fumarme eso… O como anoche, anoche ahí

durmiendo aquí, en la calle San Cayetano, que viene uno que si tenía un

chino, me invitaba a un porro, los porros te los metes tú por donde te

quepan. O sea que no, a mí que me den vino y coñac, lo demás nada. Ahí

cogí yo una enfermedad que me duró seis meses, no es ninguna

enfermedad ni contagiosa, ni nada, es que no sé lo que sería eso, la

verdad, con que fui al médico y no sabía lo que era, sí yo pertenezco aquí al

consorcio de (...)” (E13)

Pensemos que el hecho de encontrarse en la calle, no elimina las manías y los

gustos de cada uno, así, hay quien es especialmente sensible al ruido, o tiene el

sueño más ligero de lo normal, y eso puede ser la razón que vuelva imposible

dormir en un albergue y compartir un dormitorio colectivo, realidades tan nimias y

tan prosaicas como los ronquidos: “Yo como oiga un ruido... me pasa como a mi

hermana. Si ha sido... y menos mal que mi padre dormía lejos, ¡porque ronca…!, y

mi hermana que dormía al lao, la chica sin dormir. No puede dormir, se tapa y se

pone la almohada y todo. Pues... fíjate allí... lo que te puedes encontrar... en los

Mayorales... peor todavía.” (E12)

Es verdad que estos dispositivos, de última urgencia se ponen en marcha para

parchear una situación marcada por la insuficiencia de plazas existentes. Porque

ciertamente, no hay plazas de albergue suficientes en Madrid, y eso es algo que

conocen de sobra las PST, aunque las razones que aduzcan, no siempre sean las

correctas:

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“E: ¿Dónde duermes?

Edo: Como no daba para la pensión, pues hay que dormir en la calle.

Cada día en un lao.

E: Claro, cada día en un lado,¿pr dónde sueles tú dormir?

Edo. No, por tos los sitios.

E: ¿ En algún portal? O...

Edo: En el verano, en los parques y por ahí.

E: Ya, ¿y en el invierno?

Edo: A resguardarse, un poco.

E: Sí.

Edo: En San Isidro, no tienen camas, pues a ver.

E: Ah... ya.

Edo: Tienen pa la gente extranjera y pa los drogatas” (E8)

Lo cierto es que se produce una competencia por los escasos recursos de

alojamiento disponibles que muchas veces, paradójicamente, va desplazando y

dejando fuera a de los centros a quienes más débiles y necesitados de ellos se

encuentran.

Cuando todas las eventuales barreras de acceso a los albergues como horarios,

normas, condiciones físicas y espaciales, quedan superadas, a los ojos de

muchas personas sin hogar queda por superar una última barrera puramente

simbólica que remite al imaginario colectivo sobre los albergues, y que los hace

aparecer como “lo último”, un lugar que, desde su punto de vista, está incluso por

debajo de la calle. Fundamentalmente, porque obliga a la convivencia con

personas a las que uno no desea parecerse, o con las que no quiere que le

confundan”:

“E: Oye, M. y... ¿alguna vez has ido a dormir a algún albergue o algo

así?

Edo: No, pero no... no me gusta, mi mujer ha ido y dice que no

E: ¿Tú no has ido?

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Edo: No porque hay drogadictos y hay de todo ahí.

E: Ah... ¿pero tú has ido a alguno?

Edo: No, no me gustan.

E: A ninguno, ¿ no?...

Edo: No, no lo quiero eso, prefiero dormir en la calle que ahí” (E4)

En esto consiste precisamente el reto para quien se fija como objetivo intentar

“hacer salir de la calle” a las PST, ¿cómo presentarles una alternativa que a sus

propios ojos, desde su perspectiva, y teniendo en cuenta sus particulares

circunstancias vitales, les resulte preferible a la de dormir en la calle?

Hay que ser conscientes de que, en ocasiones, dormir en un albergue, implica

tener que renunciar al modo habitual de ganarse la vida. Por ejemplo, con ocasión

de la feria de San Isidro, hay bastante gente que duerme en sus inmediaciones

para guardarle el puesto en la cola a los reventas y a cambio ganarse unas

perrillas, esto no puede hacerse si uno se encuentra interno en un albergue (“En el

verano, en la Plaza de toros nos juntamos treinta o cuarenta’; ‘¿Ah, si? Treinta o

cuarenta...’; ‘ A sacar entradas, y dormimos allí”; E8).

En este sentido, “el banco” sigue siendo un lugar privilegiado para dormir entre la

gente de la calle. No se trata de un tópico, de un lugar común, es hoy por hoy el

elemento más utilizado para pasar la noche. Por eso es tan importante poder

contar con un banco cerca, y si las nuevas tendencias en mobiliario urbano los

fijan al suelo, o los dotan de reposabrazos que impiden tumbarse en ellos,

entonces hay quien se rebela y utiliza métodos más expeditivos, que no se

detienen ni ante los requerimientos de la policía municipal:

“E: ¿Pero alguna vez te han dicho que quitaras los bancos de ahí?

Edo: No, que me levante, que esto es pa sentarse, y digo: ‘y pa tumbarme

yo también..’.

E: Y...¿qué hacen lo quitan o...?

Edo: Ya se llevaron uno.

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E: Ah... sí.

Edo: Y yo voy…, y cojo otro.

E: ¿Lo quitas... y lo vuelves a poner?.

Edo: Ya se llevaron uno, y... voy y cojo el primer banco; va to, con

tornillos, cojo la llave inglesa y lo quito, y... lo llevo aquí. Como le he dicho:

"Dame un piso o dame una habitación dice: "Vete al Albergue" digo: "vete

tú, cuando salgas me lo cuentas.” (E2)

Además del banco, las entradas a ciertas tiendas, que quedan resguardadas del

viento, proporcionan un lugar relativamente protegido para extender los cartones y

las mantas. En ocasiones, esto da lugar a situaciones chocantes y paradójicas, de

manera que la presencia de PSH que normalmente es mirada como una molestia

y un estorbo, aparece como un recurso de seguridad y protección:

“Edo: ... nos quedamos sin casa, luego... como no podíamos estar por allí,

no me gustaba aquel barrio, me vine aquí, y aquí tengo el Rastro, me voy al

Rastro y... y asín vivimos

E: Y qué... ¿cuando os quedasteis sin casa... empezasteis a dormir en

la calle?

Edo: Pues sí, llevamos mucho tiempo, llevamos cuatro años viviendo en la

calle

E: ¿Dónde dormís?

Edo: Ahora aquí abajo

E: Abajo...

Edo: Sí ahí, en una tienda, en una tienda nos deja la... una señora. En una

entrada, una entrada de una tienda.

E: Ya...

Edo: Ya han venío a robar... antes de ayer, rompieron la luna y no

pudieron entrar....No pudieron entrar porque estábamos nosotros,

durmiendo

Edo: ¡Ay va!... y eso les disuadió ¿no?, ¿les hizo que no robaran?

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E: Bueno, eso... los dueños pues yo creo que... nos lo agradecerán

algún día, entiendes...Porque antes no nos dejaban, nos decían que nos

buscáramos otro sitio para ir a dormir y... y ahora pos...yo creo que nos lo

agradecen que estemos ahí” (E4)

Por último, otro lugar alternativo y novedoso a la altura de nuestras ciudades

actuales, son los cajeros automáticos, eso si se dispone de una tarjeta crédito o se

consigue entrar por otras vías; especialmente en invierno son un buen refugio, en

verano siempre queda la alternativa de tumbarse en un parque:

“E: E., a ver... cuéntame un poco, por la noche en la calle, ¿qué tal estás tú?, ¿qué tal te encuentras? Edo: Malamente porque no duermo nada, fatal. E: Mal... Edo: Fatal.. E: ¿Te metes ahí en el cajero? Edo: Me meto en el cajero y... es que no consigo dormir... Todas las horas miro el reloj y... cada hora estoy despierto... hoy he dormido un poquito más que ayer pero... llevo dos o tres día que es que no..., imposible dormir E: Y tienes frío supongo o... Edo: En el cajero no hace mucho frío, en los cajeros no suele... además... muchos están acondicionados. E: ¿ah sí? Edo: Muchos están acondicionados tiene... tienen calefacción. E: Ya, ya, calefacción y... ¿antes del cajero dormías en la calle?, o siempre... ¿siempre has estao en el cajero? Edo: O en la calle. En verano en la calle E: ¿Y dónde te pones en la calle para dormir? Edo: Pues este verano he estao... ahí en... Conde Duque. En el parque que hay... detrás con... con unos colchones E: Ah... Edo: Y bien, ahí he dormido bien E: Sí... pero... Edo: Pero en verano” (E7)

Ir a dormir a aun albergue, supone, de entrada, tener que desplazarse físicamente.

A veces, esta distancia, si no se cuenta con otros medios de transporte, desanima

a las PSH; en otras ocasiones, el deterioro físico es tan importante, que no se ven

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con fuerzas para ir y venir dos veces al día, del lugar en que “residen” hasta el

albergue y viceversa.

Cuando la barrera geográfica se ha vencido, quedan las barreras normativas. Los

criterios de admisión, no siempre permiten acceder a todas las personas sinhogar,

en unos casos no se admiten a personas con adicciones en activo, en otros no se

puede entrar si se llega borracho; hay albergues que sólo admiten varones, y otros

en los que no se permite la entrada a los extranjeros, o sólo se les permite cubrir

un cierto porcentaje del total de camas del albergue.

En todo caso, las normas, sean las que sean siempre dan lugar a rechazo por

parte de algunas personas que se resignan difícilmente a aceptarlas, con lo que se

instalan en la crítica y la queja frente a todo y frente a todos:

“E: Oye, ¿y has estado alguna vez en algún albergue?

Edo: Sí, he estado dos veces, un día, porque el comportamiento y la

administración de eso no es no es soportable, eso no se soporta.

E: Cuéntame tu experiencia, cuéntame que me interesa S.

Edo: ¿Te interesa? Estar en un albergue de estos que existen pues no

es.., .no es para nadie. Parece una cárcel, encima personas que son

incompetentes, son las que te dirigen el horario, la cena, lo otro, lo otro, eso

es insoportable. Yo considero un albergue, según mi pensamiento, de que

tengas libertad, de que te puedas quedar a dormir, que te quedes por la

mañana, que descanses. Porque estás cansado y quieres estar más tiempo

y no te lo permiten.

E: ¿Tienes una hora de salida por la mañana?

Edo: Una hora y fuera, a la calle. Ocho de la mañana, un café que te hace

daño, porque encima te hace daño, no sé qué le ponen pero hace daño, y

luego a la calle” (E16).

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Incluso en los dispositivos en que los niveles de exigencia son menores, como es

el caso de centro Puerta Abierta, en la Casa de Campo, hay ciertas reglas

mínimas que hay que cumplir, por ejemplo, no se permiten las agresiones.

Si finalmente, se consigue acceder a un albergue, no siempre las condiciones del

mismo son las que la PSH considera necesarias o adecuadas, (siempre desde su

punto de vista), la limpieza, la higiene, eventualmente la masificación, la

convivencia forzosa con otras personas en el mismo dormitorio o habitación, etc.

Naturalmente, el alojamiento social, se ofrece, en primer lugar con unos objetivos

asistenciales y de apoyo a la supervivencia, pero el personal de los centros de

alojamiento rara vez se detiene ahí, sino que intenta ir un poco más lejos y poner

en marcha procesos de recuperación personal de más largo alcance, y como se

puede suponer, hay personas que rechazan o no están dispuestas a embarcarse

en tales recorridos, bien sea porque ya en otras ocasiones lo han intentado y han

fracasado, porque consideran que aún no ha llegado el momento de intentarlo, o

bien porque piensan que tal momento ya se les ha pasado.

Como con los comedores, las alusiones a los posibles “contagios” también

aparecen para apoyar y reforzar la decisión de dormir en la calle; así por ejemplo,

hay quien rechaza las pensiones porque “por dormir en una pensión cogí lo que no

tenía’; ‘Ah, ¿sí?’; ‘Pos claro, cuando fui allí no me cambiaron las sábanas, y

tenían hongos, de esto... sarna, o como se llame. Claro a los dos o tres días,

empezaba yo a rascarme, me fui a un médico, me dice: "Usted tiene esto". Digo

¿Cómo? si yo me ducho todos los días, y esto es por la porquería. [haciendo un

aparte] No me ducho tos los días, pero un día sí, otro no, ahí en Martínez

Campos” (E2).

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Por todo ello, cuando vivir en la calle constituye el modo habitual de vida, hay

quien desarrolla estrategias muy eficientes para hacer frente a las inclemencias

del tiempo:

“E: Y...¿cómo duermes tú, qué te pones, o cómo…?

Pab: Yo tengo un manta que la pongo en el suelo, pa no coger la

humedad del suelo, porque tengo un saco de dormir, y me pongo el saco de

dormir.

E: Y...¿cuándo hace mucho frío en invierno?

Pab: Cuando hace mucho frío en invierno, me pongo otro saco de dormir,

que tengo uno que aguanta 16º bajo cero. Que me tuve que ir otra vez a

Andorra, a comprarme un saco [el anterior afirma que lo perdió en una

requisa efectuada por la policía de un carro con sus pertenencias], porque

aquí, el saco que yo me compro en Andorra, me cuesta 30.000 pesetas allí,

pero aquí vale ochenta, son sacos que estan forraos como una manta, son

impermeables, y te aguantan 16º bajo cero, que haciendo mucho frío,

muchos días tengo que abrirlo porque empiezo a sudar.” (E2)

La imagen ofrecida por esta persona puede romper algunos esquemas

ampliamente extendidos, ciertamente se trata de un caso muy atípico que

mantiene un elevado control sobre su vida, que no bebe en absoluto y que se

gana razonablemente bien la vida mediante la rebusca de chatarra y objetos en la

basura que revende en el Rastro. En muchos otros casos el deterioro psicológico

es mucho mayor, y la habilidad para salir adelante muy inferior a la de esta

persona. Pero de todas formas, este caso nos previene contra el peligro de pensar

de forma simplista, que una cosa es vivir en la calle y otra muy distinta, ser un

imbécil. Lo habitual, sin embargo, es que dormir en la calle esté acompañado de la

precariedad más extrema, y que el utillaje disponible sea mucho más mísero y

ocasional: “esto que me ha pasao a mi [se refiere a una enfermedad] es por estar

durmiendo ahí en la calle, no me ha pasao nunca esto y he estao durmiendo en la

calle también durante mucho tiempo, pero he tenido mis condiciones claro. Pero

aquí en un cartón y anoche sin cartón ni na, porque no había cartones, los habían

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tirao todos...se los había llevao el camión de la basura tos los cartones; otras

veces están los cartones pero de vez en cuando vienen y arrean con todos. Pues

yo puse un edredón que tengo ahí grande, este [su compañero], en el suelo, E. se

cogió un cartoncito que encontró por ahí, se lo puso en el suelo y ya nos tapamos,

yo con una manta y él con un, con un edredón, con un saco de dormir que le dio

una vecina de al lao; la otra noche ¿sabes?” (E14)

De todas maneras, las fronteras con frecuencia son bastante más difusas de lo

que mucha gente piensa, de manera que las vidas de muchas PST incluyen tal

grado de precariedad económica y relacional que durante años se suceden los

períodos en que se alterna la calle, con el albergue, con la pensión y…vuelta a

empezar:

“…en San Isidro, yo he estao en San Isidro, eh. Cuando me han salio

trabajos... he estao trabajando, entonces, en el mes, que yo he estao

trabajando, yo en San Isidro, yo dormía allí, o sea, yo venía por la mañana

de trabajar, me echaba a dormir, me levantaba para comer, me preparaban

los bocadillos, me iba a trabajar, el primer mes y ya el segundo mes, que

supuestamente tu ya has cobrado, entonces, la Asistenta - me imagino qué

sabrás, que hay pensiones que están comunicadas con las Asistentas

Sociales, que te cuestan menos-, pues entonces ya, cogió la Asistenta y me

mandó a una pensión. En la pensión estaría como unos seis meses o por

ahí, hasta que se terminó el trabajo.

E: Y... ¿qué tal en la pensión...?

Edo: Muy bien, tranquilo. Tú subías ahí, tú tenías tu llave. Subías cuando

a ti te daba la gana, o te cogías…, a lo mejor como yo trabajaba por la

noche, la señora que limpiaba, ¿no? ‘Ah perdona; venga no te preocupes,

ya cuando te levantes ya te lo hago todo’. Y al salir, la habitación muy bien,

y te hacían la cama... Pero bueno, al terminarse el trabajo, se termina el

dinero.

E: Claro.

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Edo: Con lo cual, ¿qué haces?,dormir en la calle, porque, yo tampoco

quería ir a San Isidro.” (E6)

Llegados a este punto las potencialidades que ofrece la Renta mínima de

Inserción son numerosas, aunque su cuantía no permite subvenir a las

necesidades de una persona adulta en una ciudad como Madrid, o se utiliza para

pagar un alojamiento y no queda para comer, o a la inversa. Lo mismo ocurre con

algunas pensiones no contributivas. En ese sentido es difícil que alguien se

acomode a vivir de ella, en todo caso será a malvivir, y deberá desplegar otras

actividades para complementar sus menguados ingresos; este es el caso de una

persona que, después de muchos años de vida en la calle, empieza a salir a flote

gracias a una pequeña paga y a los pocos ingresos adicionales que obtiene de la

venta de una revista de calle (Milhistorias) elaborada por la Fundación RAIS,

entidad que le proporciona, además de la revista, el apoyo profesional y

psicológico que necesita para intentar salir adelante:

“E: Ya... con lo cual ahora, ahora ya estás cobrando... la paga...

Edo: Sí, gracias a Dios la estoy cobrando

E: Y ahora con la paga y la revista ya puedes tú...

Edo: Hombre... empieza ahora... a ponerme a nivel... porque la paga la

verdá, para la invalidez que yo tengo, que tengo absoluta total, me han

dejao mu poco, me van a dejar cuarenta y un mil pesetas, si pago la

pensión no tengo pa comer, y si tengo pa comer, tengo que dormir otra vez

en la calle, como he estao durmiendo toda la vida, bueno... muchos años,

(...) pa arriba, (...) pa abajo, hoy aquí, mañana allí, tampoco es eso vida...

yo quiero pagarme un techo, y con la revista sacarme para comer, pa mis

gastillos...

E: Porque tú ahora mismo estás entonces en una pensión...

Edo: Sí, estoy en una pensión

E: ¿Y cuánto se paga la... la pensión?

Edo: Yo pago de pensión... treinta y dos mil pelas...

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E: Treinta dos mil.... ¿y estás... bien o...?

Edo: Hombre, estoy bien, porque tengo derecho a cocina y... y me lavan la

ropa, ya la conocía de antes y... estoy bien, hombre... hay pensiones que

son más caras, el mismo precio sólo pa dormir, ni te lavan la ropa ni nada, y

aquí me lavan la ropa

E: Te lavan la ropa, y la comida...

Edo: Y la comida me la puedo hacer, puedo cocinar, si va bien la cosa

puedo comprar la comida y puedo cocinar yo ahí, exactamente como si

fuera mi casa

E: Ya, ya, ya, claro, también... porque tú antes de la pensión, decías

que estabas durmiendo en la calle...

Edo: Sí

E: ¿Ah sí?

Edo: Durmiendo en la calle durante muchos años

E: Mucho años... ¿en dónde?, ¿por qué zona...?

Edo: Por todos los sitios...

E: ¿En Madrid?

Edo: Donde pillaba, aquí en Madrid, en Barcelona, en Zaragoza, en

Valencia, ande... ande estuviera

E: ¿Y... y no era mejor un albergue o... no había o cómo?

Edo: Sí, lo había, son... son buenos, pero según que albergue te dan tres

días, otros te dan dos días, otro te da un día, pero que... cuando yo no

tiempo tenía que esperar calle

E: En Barcelona, en Zaragoza, en Madrid...”(E20)

Aseo

Otra necesidad que ha de saber cubrir quien vive en la calle es el aseo.

Tradicionalmente venían utilizándose en Madrid los Baños Públicos existentes

para la población general en algunos distritos en los que eran abundantes las

viviendas sin ducha ni baño (Embajadores, La latina, Tetúan, etc). Hoy en día,

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aunque subsisten un par de ellos, la mayoría han cerrado, y su lugar, en lo que se

refiere a la gente de la calle ha venido a quedar cubierto por algunos comedores

que ofrecen a sus clientes la posibilidad de una ducha, e incluso de un servicio de

lavandería para la ropa; en algunos de estos centros se pide una pequeña

cantidad como medida para regular y ordenar la demanda.

“E: ¿Vas a comer todos los días?

Edo. No, todos los días, no. Se portan bien, ahí me lavan la ropa y eso...

E: ¿Te lavan la ropa?

Edo: Hmm, (afirma), pero pagando... también.

E: ¿Pagando?

Edo: Que gratis, no te lo hacen...

¿E: ¿Cuánto te cobran?

Edo: Veinte duros..

E: ¿Veinte duros... por cuánto... por cuanta ropa?

Edo: Lo que lleves, una muda a la semana, me parece que te lavan, a mí

me lavan mas, porque a lo mejor voy cada quince días, y llevo tres camisas

y tres pantalones”. (E8)

En el caso de las personas que pasan períodos alojados en pensiones, no

siempre se encuentran con la posibilidad de utilizar el baño, puesto que hay

muchas de estas pensiones que cobran la ducha aparte, y en ocasiones a precios

excesivos:

“E: ... ¿y qué tal la pensión?

Edo: Mu mal... muy cara y mu mal...

E: Muy cara y muy mal...

Edo: Valía la ducha doscientas pesetas

E: Tenías que pagar para ducharte

Edo: Doscientas... y valía un duro ahí en Embajadores... digo... yo me cojo

mi bolsita... no tengo otra cosa que hacer... pues me voy pallá y... un duro...

me llevo mi champú, me llevo mi... toalla, no voy a pagar yo cuarenta

pavos... además que daba asco... era todo de tarima... pero de... cuando

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Franco era aspirante a Cabo, sabes... y... pisabas por la pensión, y...

chirriaba ñi, ñí, ñi...” (E12)

También hay quien recurre ocasionalmente al domicilio de un familiar o amigo, que

le deja ducharse en su casa. Más extraño es que aparezca un vecino amable que

ofrezca su domicilio, pero también nos hemos encontrado con algún ejemplo.

Para los casos de mayor desarraigo, como es el caso de algunos extranjeros, es

el servicio de la UMES, el que consigue, ofreciéndoles la posibilidad de utilizar su

propia furgoneta, que acepte trasladarse a San Isidro para darse una ducha y

asearse (“Va bien, sabe, hace un poco viene, fue a duchar y a cambiar todo, ah,

conoce a mí, viene con una tiene una furgoneta, dos chicas, y chofer uno”; E10).

En el caso de los grandes supervivientes callejeros, hay quien opta por hacerse él

mismo la colada, nuevamente por temor a “coger lo que no tengo” si la dan a

lavar en algún centro:

“Edo: ...yo la ropa que tengo me la lavo yo.

E: ¿Dónde la lava?

Edo: La lavo en cubo, le meto en lejía, jabón, la dejo un rato, pos...

cuando la mierda esta ya un poco blandita...

E: Y...¿Dónde te pones a hacer eso?

Edo: Aquí mismo. [está en una céntrica plaza llena de gente].

E: ¿Ahí mismo?

Edo: Si a la gente no le gusta, que no mire.” (E2)

Ropa

Probablemente la necesidad de vestirse sea de las más fáciles de cubrir en

Madrid. Es verdad que existen muchos roperos en parroquias, y centros sociales.

También los albergues suelen contar con su propio ropero, pero por lo general, la

gente que vive literalmente en la calle, sin techo, encuentra muchas oportunidades

para conseguir ropa por sí mismos. En este punto, el cambio económico

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experimentado por la sociedad española en los últimos cincuenta años se deja

notar en una hiperabundancia de ropa, que pasa de moda pero que se encuentra

en buen estado y no se sabe dónde colocar. Una parte de esta ropa, va a parar

directamente a las manos de las PST.

“E: Oye... ¿y la ropa?, ¿dónde conseguís la ropa?

Edo: Tenemos mucha, ahora de momento

E: Sí...

Edo: Pero que... o... la conseguimos de los cubos, de la busca, o nos la

trae la gente, mucha veces nos la trae la gente

E: ¿Ah sí?, ¿y habéis ido alguna vez a roperos?, ¿sabes que hay

roperos...?

Edo: Si... no, no hemos ido

E: No, no os gusta tampoco eso no...

Edo: Nosotros nos vestimos de... de los soportales . Muchas veces que

sacan ropa a los soportales y cogemos de ahí también...

E: Ya... ¿los soportales?

Edo: Sí, los... la ropa esa que mandan a... por ahí...

E: ¿A África y eso...?

Edo: Exacto, pues a veces... cogemos de ahí o si no... la buscamos de por

ahí, hay mucha ropa tirá por ahí” (E4)

Más difícil suele ser conseguir mantas y ropa de cama para dormir, en ese caso, el

recurso habitual suelen ser los centros sociales y de acogida.

Aunque como en el caso de la comida hay quien protesta de la competencia que

se establece con los extranjeros, lo cierto es que casi nadie nos ha dicho tener

dificultades para conseguir vestirse (“hay muchos sitios donde ir”). Lo cual no es

óbice para que constatemos una vez más que la presencia de extranjeros con

recursos escasos en la red de satisfacción de necesidades básicas que venían

utilizando las personas excluidas sin hogar es muy importante; en unos casos

porque padecen una necesidad muy similar a la de las PST, en otros casos

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creemos que puede ser parte de una estrategia de reducción de gastos, sobre

todo en los primeros momentos de su proyecto migratorio, o en épocas de

desempleo.

“E: ¿Compras ropa, tú, o te la dan en el ropero?

Edo: Hay veces que me la compro yo, y otras veces me dan en el ropero,

pero como los roperos ahora, se lo llevan to lo extranjeros, no pillamos... no

pillamos ná

E: Si, ¿se te ha dao el caso de ir y no haber ropa?

Edo: Si no hay, se lo dan a los extranjeros.

E: Y.. ¿en que ropero, te ha pasao eso...?

Edo: Bueno, en todos, aquí en Madrid, en todos. Porque ahora estando los

peruanos y to eso, te subes ahí a la Milagrosa, que hay ropero, te dan

quince números, y a las cinco de la mañana o las cuatro, ya estan tos los

extranjeros guardando ahí cola.

E: Sí

Edo: Y.. entonces, pos no te dan nada.” (E8)

La economía de la calle

Como es lógico, vivir en la calle suele estar ligado a una importante escasez de

ingresos económicos, pero sin embargo de ahí no se puede concluir

precipitadamente que las PST no tengan absolutamente ningún ingreso. Aunque

haya quien piense de otra forma, lo cierto es que vivir en la calle también cuesta

dinero. Hay que seguir gastando, consumiendo. Ciertamente no hay que pagar

alquiler, ni recibo de la luz o de la calefacción, pero hay que pagar el transporte,

hay que pagar la comida y la bebida, la ropa, los servicios de higiene, las

medicinas, el dinero sigue siendo necesario en alguna medida. Y sobre todo se

necesita dinero para intentar salir de la calle, lo que implica tener que esforzarse

por ahorrar, por acumular una pequeña cantidad que permita dar el salto… hacia

dentro, de una pensión, de un piso compartido, de un apartamento, o una

chabolilla minúscula.

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Por supuesto, hay quien necesita dinero para mantener alguna que otra “afición”,

sea esta jugar a las máquinas tragaperras, ir al cine, pagar la cuenta del móvil, o

comprar hachís.

En ocasiones hay quien tiene compromisos adquiridos que debe seguir

manteniendo cuando se encuentra viviendo en la calle, como por ejemplo los

gastos de manutención de un hijo (“Yo a mis hermanas les mando tos los meses

sensen...sesenta mil pesetas. Del dinerillo que voy sacando, de la busca ¿no? Yo

así sin...sin paga sin na…Yo voy guardando dinero, voy guardando dinero pa.. pa

poder irme a Canarias y comprarle los juguetes al niño y... mandarle dinero”)

En definitiva, hay una economía de la calle que no se detiene nunca y que se

alimenta permanentemente a través de diferentes fuentes. Es una economía

peculiar, en su mayor parte sumergida, que no consta en ningún presupuesto

oficial, hecha de intercambios, trueques, pequeños servicios, chapuzas, etc,

merced a la cual las PST logran subsistir y permanecer a la intemperie. Nadie, ni

siquiera las personas sin techo, vive exclusivamente del aire.

¿De dónde y cómo obtienen los recursos materiales para sobrevivir?

Pues esencialmente, por las mismas vías que el resto de los miembros de nuestra

sociedad, o son ingresos provenientes del trabajo - pequeñas chapuzas, busca,

chatarreo, prestación de servicios-, o son transferencias -pensiones, RMI- , o son

donaciones, en ocasiones demandadas explícitamente, lo que llamamos

“mendicidad”, y a veces de modo silencioso y pasivo, la simple presencia en la

calle suscita una corriente material de dádivas, obsequios, regalos, aguinaldos y

ofrendas que reciben pasivamente muchas PST.

Las pequeñas chapuzas pueden consistir en hacer pequeños recados, apoyar con

algún encargo a los comerciantes de la zona (“Le bajo el tabaco, porque la mujer

no puede, y ella me compra un bocadillo, me da un paquete de tabaco y tres

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euros. A esta otra mujer, a la de las flores, también le bajo el género, al sótano, se

lo bajo y se lo subo”; E2), repartir los periódicos de un kiosco:

“Edo: ¿Qué hago yo ahora?. Ahora, por ejemplo, en el Kiosco este, que te

estoy diciendo, yo estoy repartiendo los periódicos, o sea, por ejemplo, me

dicen: "Oye mira vete a la calle tal, y en el bar este, este y este, deja el AS,

el MARCA"

E: Ah... sí, sí.

Edo: El ABC, hoy. por ejemplo hoy... que le he dicho: "Mira, perdona no

puedo venir, digo... porque he quedao con unas personas para hacer una

entrevista y luego tengo que ir al CPA, a hablar con la Asistenta y con la

Doctora, digo, y voy a venir aquí a las doce y media o la una. Entonces, pos

ya no puedo. Pero yo tos los días, yo me cojo por la mañana, llego para

allá, y me lío a repartir los periódicos.

E: Y, ¿qué te dan, una propinilla o un dinerillo...?

Edo: Lo que me da es…, por ejemplo, a las diez o por ahí: ‘¿Francisco ya

has desayunao? ¿No?, vete a desayunar’. Y, luego, a las doce: ‘Venga que

ya está bien, vamos... a almorzar’. Y almorzamos. Me compran el paquete

de tabaco. Y luego me dan..., me dan o van al bar, porque está al lado el

bar, dicen: ‘Oye... te dejo la comida pagá, pa cuando venga el hombre

este’. O sea, que a mi no me dan un duro, pero... te lo dan, que yo lo

prefiero mucho más. ¿Me entiendes?, Yo prefiero mucho más, yo sé que la

comida la tengo segura, el paquete tabaco lo tengo seguro.

E: Claro.

Edo: Y... a la hora de almorzar lo tengo seguro.

E: Y ¿desde hace cuanto tiempo haces eso?

Edo: No, eso lo llevo haciendo hace como... un mes o por ahí. Vamos yo a

las personas esas, la familia esa yo la conozco hace tiempo ya, saben de

qué manera soy, saben cómo soy...

E: Sí, claro ellos confían en ti...

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Edo: Yo me tomo mi cervecita. Mira yo muchas veces, se van a lo mejor

ellos: ‘Mira, Francisco, me tengo que ir a tal sitio, quédate aquí, si viene uno

pues le das el periódico’; o sea, hay veces que yo le cobro y todo. Luego

viene ‘mira, que he vendido tanto’, ‘pos toma’.” (E6)

Pequeños trabajos con los que hacer frente a los pequeños gastos diarios y que

ayudan también a mantener vivo el sentimiento de la propia importancia, aunque

siempre, claro está, sobre bases extremadamente débiles (en el caso anterior,

mientras dura la adherencia al tratamiento de deshabituación alcohólica) que en

cualquier momento se derrumban y hay que volver a empezar de nuevo a

reconstruir.

La rebusca en las basuras y entre lo que la gente tira, la “busca”, tal y como fue

reflejada en las obras literarias de Galdós y Baroja sigue viva y actual entre

algunas de las personas que viven en las calles de Madrid:

Edo: Si vas al Albergue no te puedes buscar la vida, porque a las siete y

media tienes que estar allí.Y claro si yo no tengo trabajo, eh... no tengo na,

me tengo que buscar la vida.

E: ¿Buscando, no?

Edo: Buscando cosas, la gente tira cosas..., y otras que la gente te las

compra. Porque yo a veces me he encontrao cosas muy buenas, yo el

reloj este e...

E: ¿Esto te lo has encontrao?

Edo: Me lo encontré. Tengo allí unos cuarenta o cincuenta relojes, en el

carro, que me lo encontré... y claro están sin pilas. Yo voy y les pongo pilas

y algunos funcionan y algunos no funcionan. A ver, porque a veces la gente

porque se le terminan las pilas, bah!.

E: ¿Qué buscáis en las basuras, o...?

Edo: No, no, no, adentro de las basuras no, pero... mucha gente ya nos

conoce, cuando na mas tocando la bolsa ya sabemos si hay cosas o no hay

cosas. Es que se nota, eh, levantamos el cubo, miramos, hacemos así... y

se nota. Lla mayoría de la gente lo pone afuera del cubo, como la ropa; esto

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estaba afuera del cubo limpio planchaito. Te lo sacan limpio, aunque lo

tiran, porque ellos saben, la gente sabe, mucha gente como yo; hay

muchísimos que va a la busca, ¿eh?... y lo sacan limpio, te metes de

sacarlo sucio lo lavan lo sacan limpio ¿eh?... y planchao. Si, si es cosa así

de... que se plancha, lo

planchan y lo meten en la bolsa y al cubo, pero afuera.

E: Y...¿Luego que haces, lo vendes? ¿Dónde? O... ¿Cómo haces con

esas

cosas?

Edo: Me voy al Rastro los sábados por la noche a venderlo.

E: El Rastro... ¿Sábado por la noche? Aaa..¿A qué hora?

Edo: Sobre la una. Sobre la una salimos de aquí, llegamos allí... sobre las

dos

E: ¿La una de la madrugada?

Edo: Si, llegamos allí sobre las dos, mientras que colocamos las cosas y

todo esto son las tres, las cuatro de la mañana , y ya empieza a venir

gente a comprar.

E: ¿A esas horas?

Edo: Bue... ¡así, se pone!..

E: Y...¿por qué os ponéis a esas horas, por la policía?

Edo: Porque así la policía no, no nos dice na, porque no hay policía,

no nos dice na.

E: Y...¿Va mucha gente, e...?

Edo: Así...

E: Fíjate... Y...¿Qué dinerillo sacáis, Pedro? ¿Cuánto mas o menos

podéis

sacar...?

Edo: Yo, cuando voy -porque llevo aparatos, llevo cosas buenas-, puedo

sacar... el dinero de así, el dinero de euros puedo sacar unos 300...

E: ¿Trescientos...?¿Cada día?

Edo: No, al día, no.

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E: ¿No? ¿Cada día que vas?

Edo: Pos... si... yo voy cada quince o veinte días voy al Rastro.” (E2)

Como es de suponer, en estas vidas marcadas por la precariedad económica más

extrema las fronteras entre el trabajo, las chapuzas y el ejercicio de la mendicidad

son más bien difusas. A épocas en la vida en las que se encuentran trabajando

por cuenta ajena, les suceden los instantes en que han de buscarse la vida por su

cuenta, y si las cosas van muy mal, han de optar por sentarse en el suelo y

aguardar la limosna de los que pasean.

“E: Y Pepe qué hacía, ¿un poco como tú? ¿se buscaba la vida ...?

Eda: A Pepe le gustaba poco, ponerse [a pedir]... Él se dedicaba más a...

él de obra en obra que iba, necesitan peones, necesitan pa sacar

escombros... necesitan...

E: Ah... chapucillas, ¿no?

Eda: Sí, la chatarra... cogía su carrito...Aluminio, cobre, to lo que vale, el

metal todo eso...Al chatarreo, si le salía cualquier chapuza se iba, se iba a

la vendimia, se iba a la aceituna. A él lo que menos le iba es el pedir; él

todo el moverse, p'arriba, p'abajo. Que veía que se le daba mal…, no tenía

otra opción. ‘Se me ha dao fatal’. ‘Siéntate conmigo, algo sacarás también’.

Aunque saliera gente, estábamos juntos, a él le echaban y a mi también.

Pos hija....” (E9)

Mendicidad

Como hemos indicado anteriormente, no se puede confundir sinhogarismo y

mendicidad, pero tampoco sería legítimo ignorar los vínculos existentes entre uno

y otra. A explorar siquiera brevemente, cómo algunas personas sin techo practican

la mendicidad en las calles de Madrid se dedica este apartado.

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La práctica de la mendicidad, cuando no se trata de una pauta cultural arraigada

como sucede entre determinados grupos étnicos, sino que es fruto de la indigencia

extrema a la que una persona llega en un momento dado de su vida, suele

comenzar a practicarse con una mezcla de pudor y vergüenza. Naturalmente, a

medida que pasa el tiempo la persona llega a acostumbrarse y la práctica con

desenvoltura y aplomo (“están hechos a eso”). Pero para que esto suceda han de

darse muchas circunstancias, en primer lugar, que haya dado con fórmulas

relativamente exitosas que compensen el esfuerzo que supone mendigar (estar

plantado durante horas a la puerta de una iglesia, de un supermercado o de una

boca de metro no es algo demasiado cómodo), en segundo lugar, que no cuente

con otras alternativas de obtención de ingresos más saneadas y rentables. A fin

de cuentas, la dedicación a la mendicidad, para que se consolide como una

actividad regular y permanente, implica una elección racional que descarta otras

opciones, en un análisis, si se quiere intuitivo y primario, de los costes y beneficios

que reporta (Kennedy y Fitzpatrick, 2001).

Por ejemplo, para según qué personas que han vivido experiencias ligadas a

actividades delictivas o que se mueven en la frontera del delito, mendigar es una

forma de ganarse la vida “honestamente”, “sin hacer daño a nadie”, que si bien

tiene muchos aspectos negativos –es humillante, la gente te desprecia, etc- al

menos, no encierra tantos peligros como otras vías de obtención de ingresos.

Curiosamente, muchas personas que viven de lo que la gente les da, no admiten

que su actividad principal consista en mendigar, “ Eso de pedir, no, no nos gusta.

Nosotros ponemos aquí un cesto y si quieren echar que echen y si no...

E: Eso de pedir no os gusta...

Edo: Pues no. Nunca lo... hemos pedido. Nosotros nunca hemos puesto la mano,

hemos puesto un cesto y si nos han echao, nos han echao” (E4). Ese último gesto

de negarse a extender la mano, puede encerrar toda la dignidad personal que aún

se lucha por conservar. Por otra parte, recibir graciosamente lo que la gente te

ofrece sin que tú se lo pidas, tampoco es pedir, ni mendigar: “Por ejemplo, yo en la

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Iglesia que hay allí abajo, a mi no me hace falta pedir porque, toas las mujeres que

pasan me conocen” (E6).

Hay otra forma de “mendigar” que tiene como objetivo a personas mayores

encuadradas en organizaciones de ayuda a los necesitados que, sin duda, en

contra de los criterios de su propia organización, se sienten impulsados a

“rascarse” su propio bolsillo e ir más allá de la atención oficial para hacerles

entrega de algún dinero. En el caso de personas con mucho recorrido en la calle,

puede haber una explotación de estas fuentes atípicas de caridad, más propias de

otras épocas que de los tiempos actuales:

“Edo: Sí yo voy a Cáritas... ahí a...

E: ¿A la Plaza de la Marina'

Edo: No, a donde está ... la iglesia ésta...El XXX.... donde está Cáritas y...

hablo con el abogao... y me da ropa y me da dinero, hoy toca... que hoy es

jueves, porque Cáritas ahí, son los Martes y los Jueves

E: Ah... ¿y te da algo de dinero?

Edo: Sí, el... depende cómo le comas el coco... al abogao... abogao de

Cáritas... XXX., un hombre ya mayor, como este hombre, mayor... y...

empieza... te echa el responso, la responsalía...que te empieza y... ‘Valentín

es que esto no puede ser...’, pero, bueno, luego después el hombre se

descubre sólo, no es mala persona.

E: ¿Es buena persona?

Edo: Sí

E: ¿Cuánto dinerillo te da, más o menos?

Edo: Unos cinco euros, yo no sé...

E: ¿y con eso... con ese dinerillo... para qué tienes Valentín?

Edo: Pues pa comprarme unos cartones de vino, si te digo otra cosa es

mentira” (E1)

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Así, muchos de los gastos de supervivencia vienen compensados por una

corriente de donaciones en especie que hacen innecesario el flujo monetario que

la mayoría de nosotros ha de generar para poder hacer la cesta de la compra,

como se recoge por ejemplo en el siguiente testimonio al preguntarle si le costó

empezar a pedir limosna:

“Al principio sí, aparte de que soy vergonzoso, yo eso de levantarme y

decir ‘Déme usted un cigarro’, no, prefiero no ir al bar a tomar un café pero

mi paquete de tabaco lo llevo en mi bolsillo, siempre guardado, lo único que

no quiero que me falte es eso, el tabaco. Lo demás la comida...todo esto es

comida, las personas que ya me conocen que saben que bebo, ayer ahí

sentaito, el rato que estuve ahí por la mañana pues me junté con tres

cartones de vino, pasa uno…, como saben, "toma un cartoncillo para que

tengas luego para comer" el otro toma otro, el otro un bote de cerveza, el

uno que me trae un yogurt, el otro que me trae un racimito de uvas, el otro

que si una naranja. Las señoras, una que me da un euro, otra ‘Un centimito

porque no tengo mas’ es que es la verdad, y las otras pues vienen y me

lavan ropa. En fin, ‘¿te hace falta una manta?’, no me la baje usted ahora

que mira cómo ando, ‘Cuando te haga falta me lo dices’...” (E11)

De la lectura del texto anterior se desprende la evidencia de que no siempre éstas

personas “caritativas” están colaborando en el proceso de recuperación e

inserción social que intentan llevar a cabo profesionales y voluntarios organizados,

al contrario incluso se fomenta su alcoholismo y se le fija en su rincón callejero,

con servicios y regalos de todo tipo.

Los relatos en los que de improviso se ven inundados de regalos por esa caridad

indiscriminada son más o menos habituales: “Joder, no hace mucho me llevó un

señor, ‘Vente a desayunar conmigo, ¿te gusta el salmón?’, digo: "¡uy! Me encanta"

.Je, je. ‘¿Te gustan... tal, las aceitunitas rellenas de anchoa?’, ‘ Me encantan’. Hay

unas chiquitas, que me llevo muy bien con ellas, porque como están mu cerquita,

y voy muchas veces a comprar ahí alguna sardinita, que me gusta mucho, o

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alguna latita de algo, según he andao de pelas, y... hasta que se acaben. Sacó un

fajo de billetes. Cuando eran los billetes, no los euro, ‘¿Te gusta el champán?’,

¡Uy, si! Y una de ellas, desde la barra me hacía [señas de que pidiera más

cosas]... ¡Si era el tío el que decía!... ‘tu pide por esa boquita, hasta que se acabe’.

Y... yo no podía con las bolsas, lo menos…, bolsas hasta arriba. Me compró latas

de to... Me compró salmón, me compro champán, me compró sangría...

benjamines. Me las tuvo que llevar ella hasta la esquina. Digo: ‘yo no puedo con

esto’ Entonces vivía mi Pepe, cuando llego, dijo ‘Y esto…’, ‘Pos un señor que ha

pasao...’” (E9).

Por último, las actividades más o menos ilegales o paralegales, son difíciles de

detectar en una primera entrevista, aunque sí aparecen algunas referencias. En

todo caso no conviene cargar las tintas excesivamente sobre este asunto, puesto

que no sería honesto teñir el sufrimiento de quien se encuentra viviendo sin techo,

con la nota de color de lo delictivo, es evidente que, en caso de participar en algún

pequeño tráfico, nunca ha de ser de gran entidad cuando la persona no obtiene ni

lo suficiente para abandonar la calle. No es por tanto de “delincuentes” de lo que

hablamos, sino de la participación en submundos marginales y precarios en cuyos

meandros es posible encontrar algunas migajas con las que sobrevivir: Juan: Yo

he estao en San Isidro, últimamente, y la decía los sábados y

los domingos vengo a las once y a las once me dejaban entrar, o sea,

Edo: [a la trabajadora social] “la dije: ‘Oye los sábados y los

domingos que me voy a hacer la reventa de los toros, o del fútbol’...’Si

ven a las once’ y me dejaban entrar a las once.

E: ¿Ah, sí?

Edo: Sí, y con eso...

E: Porque, ¿qué hacías, reventa de entradas, de...?

Edo: Ayudar a la gente

E: ¿Comprabas entradas y luego las vendías?

Edo: No, a guardárselas a los otros...

E: ¿A guardárselas a los que las compraban...?

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Edo: Claro, pa que no se las quitaran...” (E8)

Agresiones

Si la vida en la calle es dura, y mata, no es sólo por las inclemencias del tiempo.

La gente de la calle vive una vida expuesta a todo tipo de agresiones, amenazas,

hurtos, etc. Desde hace años, en una especie de moda universal, se registran

agresiones y homicidios en todas las ciudades del mundo que tienen como

víctimas a PST. Su simple presencia molesta a grupos de signo violento y clara

orientación racista y fascistoide, que “salen de caza” dispuestos a apalear

“vagabundos” como forma exquisita de diversión. Los testimonios se multiplican en

todas nuestras entrevistas, cuando no han sufrido agresiones directamente,

cuentan y no paran de lo que le sucedió a éste o aquél compañero de infortunio,

con lo cual viven bajo el signo del miedo, aterrados por lo que han visto y oído y

buscando formas de autoprotección en medio de la jungla urbana. Enlazando con

el apartado anterior lo anterior, el simple gesto de mendigar puede actuar como

detonante:

“Edo: Una vez pidiendo... les pedí a unos y... y me arrearon

E: ¿Sí?

Edo: Sí directamente, por pedir sólo, ahora... de momento por dormir no

he tenido problemas. Ahora que tengo miedo, se pasa miedo, se pasa

miedo

E: Claro, claro...

Edo: No sabes si cualquier día van a venir... y te van a apalear...

cualquiera... y tal... pero por eso prefiero dormir en un cajero, ahora

en invierno... porque por lo menos tiene cámara y la gente ya... ve un

cajero y ya se corta más” (E7)

Hay quien cuenta con varias agresiones físicas a sus espaldas y conoce a fondo

de lo que habla:

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“Edo:... los cabezas rapaos esos... ya me han mandao varias veces al hospital. Me

rompieron costillas... tengo un golpe aquí en la cabeza, a ver... en la parte

izquierda... sabes que ésto es el cerebelo. Y... me pegaron con un bate de... de

beisbol... y me se ha quedao parte de... del cerebro paralizao. Eso hace... por lo

menos... año y medio o por ahí hace

E: ¿Y donde estabas durmiendo para que te hicieran eso?

Edo: Eso... me pasó en... donde está la... la plaza ésta de... de MAPFRE y...(...)

pues...ahí, estaba durmiendo. Luego otra vez... en la Plaza de Chamberí, no...

de... de Olavides... y otra vez estaba... donde está Chamberí... sabes que hay otro

parquecito arriba, me pillaron en el túnel donde está la entrada de los pisos, y

estaba durmiendo, y me dieron... también... pal pelo... a patada limpia. Y llevan...

zapatos que llevan... lo que es la puntera... de hierro... sabes... y me hundieron

tres costillas.

E: ¿Estabas tú sólo?

Edo: Yo sólo. Otra noche me pegaron fuego... pegaron fuego al colchón de

espuma, estaba una mora conmigo durmiendo y un hombre que ya... ha fallecío

que era paisano mío, era de Granada, Manolo, entonces... se fueron... dice...

"Fátima, vámonos y nos tomamos una copa", se van a tomar una copa y dice...

"Valentín ¿vienes?", digo... "no, yo ya tengo suficiente en el cuerpo, no quiero

más", cuando vinieron, menos mal que vinieron pronto, el colchón estaba ardiendo

y yo... pues frito, durmiendo... al lao de... en... en donde está la calle Martínez

Campos... sabes que antes había allí una grúa... y estaba durmiendo al lao.

Menos mal que llegaron pronto... si no ardo como una tea, porque la piel de la

persona...

E: Oye... ésto de los skin es frecuente, verdad...

Edo: Cuando pillan... los fines de semana, son peligrosos...

E: ¿Los fines de semana?

Edo: Sí, mientras... entre semana... nada, pero... a mí me han pegao varias

veces ya.” (E1)

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Parece evidente que el riesgo aumenta durante los fines de semana, para algunos

energúmenos se trata de una “diversión” más de los viernes y sábados por la

noche:

“Edo: vinieron cuatro hijos de su madre, que su madre será una santa

pero...ellos son... ¿eh?... y me echaron ácido. Claro, yo puse la mano así pa

que no me cayese por la cara, aun encima y to me cayo, tengo aquí... to

esto me lo quemó. A ver... vino la policía.

E: ¿Qué eran chavales jóvenes?

Edo: Si, era un viernes, vino la policía y…, y la policía me dijeron ‘esto es

una cosa por no estar en un albergue’. Y el albergue te tienen tres días y a

los tres días te echan a la calle y no puedes volver a entrar hasta los tres

meses. Y yo pa estar tres días, en un albergue y volver otra vez a la puta

calle no voy” (E2)

La vida en la calle es, ciertamente una vida expuesta a múltiples riesgos. Pese a

todo, la gente suele mirar con recelo y prevención a las PST, siendo así que los

mayores peligros los corren quienes viven sin domicilio, a la intemperie. El

mecanismo de inculpación de la víctima funciona una vez más de modo

inexorable. En el caso de las agresiones a mujeres, los relatos de agresiones

adquieren tintes particularmente dramáticos, incluso admitiendo cierto grado de

mixtificación y elaboración posterior, la escena resulta dantesca. Lo cierto es que,

más allá de la impresión de irrealidad que se desprende del relato, a la

protagonista de la historia siguiente la encontramos en un hospital, y las heridas

ciertamente eran bien reales:

“Eda: Me iba, ya pa cenar a Puerta Abierta. Salía del metro, iba a coger, el

pasadizo y... por la espalda, salió el tío, me cogió del brazo... Yo iba

andando p'alla, llegaba a cenar pa las diez y... el tío toa su intención

meterme p'al coche..., ‘que no te va a pasar nada... anda morena ven aquí

conmigo... anda’, ‘ ¡Qué me dejes! ¡Que me tal!’ Empecé a gritar, a llamarle

hijo de puta, sinvergüenza, canallaa... ‘¡Que me dejes!’ Primeramente (...)

abofetear, sangre por la nariz como ¡bua! Los ojos se me puso como un...

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E: ¿Y te empezó a pegar...?

Eda: Como me empezó a pegar... Pegar es poco, pos si hubieran sio dos

bofetones, bofetones no se notan en ese momento, pero el ojo se me

puso…

la nariz sangrando... me...

E: Y ¿te conocía de algo, ese tío?

Eda: ¡Pero... qué cojones! No lo había visto en mi vida, si además por la

espalda... Por si yo le veo al tío de frente, yo soy muy intuitiva, eso siempre

lo he sido... A lo mejor le veo la mirada o la forma... y si viene por ahí, me

voy p'alla, me voy por... Porque a lo mejor a la cara le notaba algo raro,

siempre, tu vas andando y te vienen por la espalda... y te agarran de los...

E: Ya...

Eda: Joder, así es... Y cuando empecé a gritar se puso mas violento, y

entonces cogió, y un tío fuertote, alto y fuerte. Y me cogió por un forro,

como si coges a un tal, y me arrastró. No veas, como de aquí hasta allá.

Arrastrándome, y luego me empezó a pisotear, pisándome encima. ¡Eh!

E: ¿No pasaba nadie por la calle?

Eda: Los coches. En ese momento no pasó nadie y un baretito, que está

al lao, estaba cerrao. Que lo cierran, normalmente, sobre la una de la

noche. Pero ese día libraba, fíjate tú. ¡Que puta casualidad! Que fue.

Hombre que si estan los del bar, seguro que al tío no se le ocurre” (E9)

3.3. Salir de la calle

Llegados a este punto, se entienden fácilmente las enormes dificultades que han

de salvar quienes han hecho de la calle su lugar habitual de residencia. El tiempo

de permanencia en la calle juega en su contra, aunque no se abandonen todas las

ilusiones por encontrar un trabajo, “un pisito” en el que poder meterse, saben que

la cosa es complicada y que en su contra juegan muchas experiencias previas de

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fracaso y abandono. La desconfianza respecto de sí mismos, y de los otros hace

que la salida sea planteada más como un sueño, como una fantasía que como

una verdadera posibilidad. “Mi ilusión…También me decían que si un pisito

compartido... con.. Digo, yo con gente que no conozco, no me arriesgo.; E: ¿Te

propusieron lo de compartir un piso, ¿No?; Eda : Sí y yo dije, hoy día no te puedes

fiar ni de la chupa que llevas puesta... Porque veo la cantidad de tíos y tías… que

san juntao tres o cuatro, tal... y si no ha fallao uno, que ha fallao la otra, si no...”

(E9) El miedo a un nuevo fracaso, se convierte en el gran obstáculo que han de

vencer.

Por lo demás la cosa se plantea, por lo general, en términos muy simples y

lineales, la idea es conseguir un trabajillo, unos ingresos, con lo que poder

conseguir una habitación (casi nadie piensa en un piso para él solo teniendo en

cuenta cómo está el mercado inmobiliario), un lugar donde descansar, reponer

fuerzas y poder salir a flote de nuevo. De cualquier modo, la ilusión respecto del

futuro se expresa en ocasiones de forma convulsa, como si ellos mismos no

acabaran de creérsela en el instante mismo en que están expresándola en voz

alta : “Claro, si Cáritas me abre otra vez las puertas, pues yo..., y me puede

conseguir una renta, un albergue, puedo empezar a trabajar... me puedo

espabilar, puedo... yo que sé, puedo... cómo se puede decir... hacer las paces con

mis antiguos amigos ¿no?...”.

El horizonte queda envuelto en un fuerte sentimiento de inseguridad, cuando no

de indignación por no poder disfrutar de algunas cosas que parecen simples,

elementales, básicas, y, al mismo tiempo, inalcanzables hoy por hoy, habida

cuenta de que la experiencia cotidiana muestra cómo ciertos derechos ciudadanos

básicos son, en la práctica, negados de forma sistemática e inexorable: “Yo no

quiero vivir en un albergue; no, quiero vivir en una casa como cualquier humano.

Como esta señora, como...esta señora... como aquella señora, como ese señor...

como cualquier humano, en una casa. Que también tengo derecho, porque soy

una persona humana, porque no soy, ni rata, ni cucaracha, ni una pocilga, ni una

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mierda. ¿No?. Entonces ¿Por qué yo no puedo vivir, como esa señora... como

aquella señora... como esta señora, como aquella, como aquel... como este

señor? ¿Por qué yo no? ¿Qué pasa, que yo no tengo derecho, sólo tienen los

demás? Pos no. Yo quiero vivir en una casa como una persona humana y vivir

bien y que me dejen de meterse conmigo y me dejen en paz, vivir mi vida” (E5)

En todo caso, si el trabajo no llega, se sueña con poder destinar el dinero de la

Renta mínima a ese fin, claro que, en este último supuesto, los ingresos han de

completarse con alguna que otra chapucilla puesto que los trescientos euros de la

RMI no dan para el alojamiento y los gastos diarios de alimentación, transporte,

etc: “... bueno…lo que queremos ser: tener una paga, encontrar un trabajo, alguna

cosa para buscarte una pensión, y salir de allí [del albergue]. Aunque, luego, tu

vayas por ejemplo, y digas: ‘pos bueno, pos mira, pos vale, si puede ser, me das

la tarjeta de día’, y yo que sé, vengo a comer y luego, veo aquí, la televisión o

vengo a por ropa, y, yo que sé, a lo que te pueda hacer falta..” (E6).

Por lo tanto, los dos grandes límites estructurales, la falta de empleo, y la falta de

vivienda, se esgrimen una y otra vez como los principales enemigos a abatir.

También, claro está, aunque no se diga, hay que allanar los obstáculos que

añaden las limitaciones personales, los hándicaps y carencias que la vida en la

calle, la historia personal y los problemas acumulados en cada una de estas

biografías de gente de la calle han ido dejando en ellos. Para remover y hacer

frente a todos estos formidables gigantes (que no molinos) las PST y los

profesionales y voluntarios que trabajan en su favor cuentan con medios escasos,

poco coordinados y mal adaptados a la cambiante situación de las calles y, por si

todo esto fuera poco, han de moverse contra corriente, en contra de la inercia

histórica de muchas personas que, en su deseo de ayudar, o en su afán por

descargarse de su mala conciencia, destrozan cada día la labor empezada

trabajosamente la noche anterior.

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Porque, antes de plantearse metas más altas, el primer objetivo consiste en

conectar, enganchar a la gente, hacer posible que se acerquen a un centro, a un

servicio, de muy baja exigencia, en primer lugar, para después poder ir

planteándose de forma muy lenta, otros objetivos. La importancia del trabajo de

calle para lograr acercar la red a quien se encuentra fuera de ella y no tiene

mayores deseos de cambiar su estilo de vida, es fundamental. La percepción,

desde el punto de vista de la PST de lo que implica el trabajo de calle que realizan

los profesionales, los límites que se imponen y los objetivos que consiguen

entrever en esa lenta labor relacional y de enganche personal, quedan

palpablemente reflejados en el siguiente texto:

“E: Bueno, oye, escúchame... ¿qué tal con los de RAIS, con P. ?, ¿qué tal?,

¿buena relación?

Edo: Yo con ellos, de categoría. Es buena gente. No atrasando a nadie, es

buena gente, si... A mí... Ya se está quejando de que por qué no voy p’allá.

Y es que yo no me acuerdo nunca, yo... de estar la calle. Yo, mira...,

correteo to Madrid... tengo que ir a algún sitio, yo sé donde tengo que ir... y

si no, dicen que preguntando se va a Roma..., bueno pues... me muevo por

todo Madrid pero luego no sé donde está... Como han cambiao la oficina...

ahora está en otra calle...

E: Sí, sí, Magallanes, ...

Edo: Magallanes veintisiete ha dicho ¿no?...Entonces yo... no sé ir allí...

no sé ni donde está la calle esa... igualmente he pasao cincuenta mil

veces... pero a mí me dices... oye... vete a la calle tal... me preguntan

muchas veces la gente: "por favor la calle tal... ", "mire uste, yo no soy de

aquí", pa que le vas a decir p’allí ni p’allá... si no lo sabes, entonces... pa

qué los vas a engañar... Pues, dicen que en boca cerrada no entran

moscas...

E: Y además de P., ¿hay más gente que viene a visitaros..., te acuerdas de

cómo se llaman...?

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Edo: Esos son del Ayuntamiento... la de las UMES... la UME...Vienen,

‘Venimos a darte una vuelta, a ver qué tal estás...”Empiezan a hablar

conmigo y hasta se tiran un rato... bueno... nos vamos, que tenemos que

visitar más gente, igual que han dicho estos...

E: YA, ya...

Edo: Porque éstos se tiran ahora... to la mañana...... visitando gente... más

o menos saben el punto donde estamos... y vienen. Mira cómo han venío a

verme... Es que ... yo que sé. Si, Valentín... es que... estás así porque

quieres...Me lo dicen en la cara... no se cortan... ni, ni... ni un centavo cómo

yo le digo a la moneda esa nuevas que han salío ahora... es buena gente,

yo conmigo... yo tengo buena gente

E: Tienes buena relación no...

V: Sí, yo sí...Y el que diga lo contrario le digo en su cara... eres un

mentiroso... porque vienen agradablemente, charlan contigo, ahora... mil

duros no te van dar..” (E1)

Desgraciadamente, este tipo de recursos de calle, más centrados en lo relacional

que en lo asistencial, siguen siendo enormemente insuficientes dentro de una red

que continúa repitiendo un tanto mecánicamente los manidos esquemas de

intervención del pasado. A repasar el estado de los recursos de asistencia

destinados a la gente sin techo en Madrid se dedican los apartados siguientes.

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3. LOS RECURSOS SOCIO-ASISTENCIALES

Los recursos que en la actualidad están dando respuesta al problema de las

personas que piden y duermen en la calle son básicamente de dos tipos: recursos

específicos para la gente que vive en la calle, que podemos denominar Personas

sin Techo, y recursos generales para las PSH. Pasaremos primero a exponerlos y

describirlos brevemente para después analizar los alcances y límites de los

mismos.

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Tabla 9 .- Red de recursos para PSH

Recursos específicos para PSTecho Recursos generales para PSHogar

UMES

Puerta Abierta

SITADE

RAIS

“Campaña del frío” (Noviembre-Marzo):

- Albergue Casa de Campo

- Estación de Atocha

Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR)

Voluntarios:

- Solidarios para el Desarrollo

- Amauta

Alojamientos:

Hombres:

San Martín de Porres

Mini residencia San Martín de Porres

San Juan de Dios

Santa María de la Paz

Mujeres/Hombres:

CASI (Ayuntamiento de Madrid)

Hogar Jesús Caminante

Don de María (Noviembre-Abril)

CEDIA (Centro de noche)

Plazas en pensiones

Plazas en pisos

Misioneras de la Caridad

Centro de contacto y atención sociosanitaria para drogodependientes (Centro de noche)

Mujeres con niños o solas: Apostólicas del Sagrado Corazón de Jesús.

Comedores:

Luz Casanova

María Inmaculada

CASI

Santiago Masarnau

Ave María

San Francisco

Hijas de la Caridad

Santa María de la Cabeza

Hermandad del Refugio

Madre Teresa de Calcuta

Talleres y otros servicios: Rincón del Encuentro de RAIS.

Realidades

CEDIA

San Martín de Porres

Hijas de la Caridad

San Vicente de Paúl

Apostólicas del Sagrado Corazón de Jesús.

María Inmaculada.

CASI (Ayuntamiento de Madrid) Centros especializados en PSH con adicciones:

Centro de Prevención del Alcoholismo y Tabaquismo

(Ayuntamiento de Madrid).

CAD 1 (Comunidad de Madrid)

Política de rentas (RMI):

Realidades

RAIS

Roperos: (Son muy abundantes y resultaría muy prolija la

enumeración de todas las parroquias y centros privados que

cuentan con este servicio)

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3.1. Recursos específicos para Personas Sin Techo

SITADE

El Servicio Social de Información Telefónica y Atención de Emergencias es una

entidad cogestionada por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid . Funciona

las 24 horas. Su principal tarea es atender y responder a las urgencias que se

formulan fuera del horario público de los Servicios Sociales, o aquellas otras que

por su naturaleza no pueden ser atendidas por los mismos, , para lo cual hace una

labor de enlace o de puente entre las llamadas de los ciudadanos y los recursos.

En horario nocturno (de 22 a 10 hs.) cuenta con el equipo de noche de la UMES. Y

también participa en situaciones de grandes emergencias.

UMES

Creado en 1990 por el Ayuntamiento de Madrid, y gestionado por el Gabinete de

Trabajo Social de Grupo 5 S.L., la Unidad Móvil de Emergencias Sociales es un

servicio que tiene como objetivo principal atender a las personas que estando en

la calle necesitan ayuda social. Y está principalmente dirigido a las Personas sin

Hogar que viven y/o duermen en la calle o que piden. Para ello, en la actualidad,

el servicio está compuesto por: 1. una unidad móvil integrada por un conductor, un

trabajador social, un auxiliar de servicios sociales y un vehículo tipo furgoneta.

Esta unidad trabaja en turno de mañana y tarde, todos los días del año (festivos

inclusive); 2. el equipo de calle, formado por un trabajador social y un auxiliar de

servicios sociales, realiza su labor en horario de mañana; 3. el equipo de noche,

dotado de vehículo, conductor y un auxiliar de servicios sociales, que presta sus

servicios en el SITADE.

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El servicio de la UMES cubre todo el municipio de Madrid. Atiende con prioridad

las llamadas de emergencia del SITADE, y, además, participa en grandes

emergencias sociales como derrumbamientos, incendios, atentados terroristas,

etc.

RAIS

RAIS (Red de apoyo a la Inserción Sociolaboral) es una entidad sin ánimo de lucró

que nació en 1998 para desarrollar el programa “Alternativa para la inserción

Social y Laboral, mediante la venta de un periódico de Calle”, constituido como

Proyecto de Integración IMI. A partir de 1999 la oferta de recursos de RAIS se

completa con el centro-día “El Rincón del Encuentro”, la gestión de la RMI para

PSH, proyectos de Integración de la RMI y el trabajo de calle con personas que

viven y/o duermen en la vía pública o piden.

El trabajo de calle que realiza esta entidad está, principalmente, centrado en la

almendra central del Municipio de Madrid (en concreto algunas calles y plazas de

Centro, Arganzuela, Tetuán, Chamberí y Moncloa). De modo similar a la labor que

desarrolla la UMES, mediante este trabajo RAIS procura que las personas sin

techo conozcan los recursos que existen, estimulándoles y ayudándoles para que

accedan a los distintos servicios (albergues, comedores, prestaciones

económicas…).

Centro de baja exigencia Puerta Abierta

Es un albergue –centro de noche-, creado en junio de 2001 por el Ayuntamiento

de Madrid y gestionado hasta el momento por Grupo 5, S.L. Cuenta con 76 plazas,

y como su propio nombre indica está destinado a acoger a aquellas personas sin

techo, que debido a su situación de deterioro tras largos periodos de estancia en

la calle, no acceden a otros recursos, o habiéndolo hecho no se adaptan a su

normativa y régimen de vida. El horario de estancia en el albergue es de 20,30 a

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10 hs. Y los servicios que en él se ofrecen son asistenciales (cena y desayuno,

ropa limpia de cama, utensilios necesarios para el aseo personal, servicio de

lavandería y secado de ropa y material lúdico), sanitarios (enfermería, contacto

con los servicios médicos de urgencia municipales, traslado a hospitales, control y

administración de medicamentos a enfermos crónicos, coordinación con

dispositivos sanitarios especializados: toxicomanías…) y sociales (acogida,

información y derivación a otros recursos, realización de gestiones y trámites

-prestaciones económicas, residencias para personas mayores, documentación,

etc.- y coordinación con otras instituciones).

“Campaña contra el Frío”

Es un dispositivo que pone en marcha el Ayuntamiento de Madrid de Noviembre a

Marzo, y que engloba dos recursos: el albergue de la Casa de Campo “Campaña

contra el frío” y la sala (antiguo pasadizo) de la estación de Atocha. El primero

cuenta con 75 plazas, más 12 de emergencia, y se abre de Noviembre a Marzo,

de 21 a 9 hs. Además de cama y servicios de higiene ofrece cena fría y desayuno.

El segundo se utiliza en los días en los que las bajas temperaturas son más

extremas, y, por lo tanto, el riesgo para la salud de los que viven en la calle es

muy elevado. La ocupación media de la sala del metro es de 61 personas, aunque

según los responsables de este recurso su capacidad es de 80 plazas. Las

personas duermen en el suelo.

Además, el Ayuntamiento de Madrid coordina ocasionalmente a Protección civil, la

UMES, el SITADE y el SAMUR para que en los días de temperaturas más bajas

realicen desplazamientos de las PSH en la calle a los albergues o a la estación de

Atocha.

Además, para la campaña 2002-2003 se han concertado veinticinco plazas de

alojamiento en establecimientos de hostelería (pensiones) con un máximo de dos

mil estancias. Estas plazas se ofertarán en los días de temperaturas más bajas.

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Solidarios para el Desarrollo

Es una entidad no lucrativa que viene desarrollando su programa de atención a

Personas sin Hogar a partir de 1995. En la actualidad realiza una labor de

acompañamiento a las PSH que viven en la calle, animándoles para que puedan

salir de su situación, brindándoles su apoyo e informándoles sobre los diferentes

recursos que existen. La excusa para efectuar este acercamiento es un bocadillo y

un café que los voluntarios ofrecen a las personas que pasan la noche en la calle.

Cuentan con alrededor de 150 y 180 voluntarios, que hacen un trabajo de calle

nocturno, de 21 a 1 hs, aproximadamente, de lunes a jueves. Principalmente

actúan en las principales calles del centro de Madrid, recorriendo tres rutas

compuesta cada una de ellas por alrededor de 10 voluntarios.

Además del trabajo de calle, Solidarios para el Desarrollo realiza campañas de

sensibilización a través de exposiciones fotográficas y charlas en Institutos,

centros cívicos, etc.

Amauta

Una actividad similar a la de Solidarios para el Desarrollo es el que lleva a cabo

Amauta, asociación, que se creó en 1998. Realiza trabajo de calle y

sensibilización, principalmente, en institutos de Enseñanzas Medias. Cuenta con

30 o 40 voluntarios, que colaboran en horario nocturno de 22 a 1 ó 2 hs,

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aproximadamente, los viernes y sábados. Cada noche salen a la calle entre 4 y 5

personas.

Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR)

Se creó oficialmente en Enero de 2002, y pretende ser el germen, por así llamarlo,

de un SAMUR social. Actualmente cuenta con una ambulancia, denominada

ambulancia social, que sale todos los viernes y sábados de 19 a 5 hs., e interviene

con Personas sin Techo, drogodependientes, etc. Su intención es la de hacer

seguimientos periódicos de estas personas tratando de ayudarlas a superar sus

problemas. Este equipo está integrado enteramente por voluntarios.

Además de esta ambulancia social, este equipo integra otras actividades ya

creadas con anterioridad. Entre ellas, y a iniciativa del Club Rotari Internacional, el

SAMUR recoge entre 40 y 50 menús en hoteles madrileños y los lleva al comedor

Hijas de la Caridad. Finalmente, participa en la Campaña del Frío, junto a

Protección Civil, recogiendo a las personas de las calles en los días con

temperaturas más extremas.

3.2. Recursos generales para PSH

La red general de recursos para PSH en Madrid está compuesta por albergues,

comedores, roperos, talleres, centros que gestionan la Renta Mínima de Inserción

y algunos recursos especializados en PSH con adicciones.

De modo similar a cómo está caracterizada la red de atención a PSH en el

conjunto de España (ver Cabrera, 2000), en Madrid encontramos unos recursos

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cuya titularidad es eminentemente privada y de tipo religioso. Así, más del 70% de

los albergues pertenece a alguna institución religiosa, y lo mismo sucede con el

90% de los comedores.

Donde la iniciativa privada-aconfesional, junto a la Administración Pública, parece

haber ganado algo más de terreno, aunque sigue siendo minoritaria, es en los

centros de Día que ofrecen talleres y otros servicios (asesoría jurídica, enfermería,

duchas, lavandería, etc.), suponiendo en la actualidad alrededor de un tercio de la

oferta.

Por último, dos instituciones privadas y aconfesionales (RAIS y Realidades)

gestionan la Renta Mínima de Inserción. Y la Administración Pública es titular de

los tres centros especializados en toxicomanías y alcoholismo.

La mayoría de los recursos siguen siendo albergues, comedores y roperos,

aunque, sobre todo, en la última década han aparecido algunos servicios que

tienen como finalidad ir más allá de la clásica oferta asistencial. En este sentido, a

veces se ha procurado flexibilizar y adaptar los recursos a las nuevas necesidades

(por ejemplo, algún centro nocturno de baja exigencia, pisos, centros que atienden

de modo ambulatorio a PSH con adicciones), o se ha tratado de responder al

problema del sinhogarismo desde la lógica de la inserción socio-laboral (talleres

laborales, servicios de orientación laboral y búsqueda de empleo, lugares de

encuentro durante el día, talleres de habilidades sociales, apoyo psico-social, etc.).

La mayor parte de los centros de alojamiento siguen siendo instituciones de

tamaño mediano o grande (más de 50 personas), aunque hay que señalar que en

sólo tres de ellos se concentran el 47% de las plazas. En concreto, nos referimos

a los albergues San Isidro, San Juan de Dios y Santa María de la Paz, quienes

siguen representando el modelo más clásico de las macroinstituciones para PSH.

En el extremo opuesto, y de modo minoritario, podemos señalar las iniciativas de

algunas entidades como Realidades, las Hermanas de la Caridad, El Olivar,

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Cáritas… en la gestión de pisos para PSH inmersas en procesos de inserción

social, o la mini residencia de la Fundación San Martín de Porres con capacidad

para 12 personas.

Los establecimientos de alimentación están formados por comedores y centros

donde se donan bocadillos. En el 40% de estos establecimientos se puede recibir

la comida del mediodía. En la actualidad, en Madrid un día cualquiera se sirven

aproximadamente 1145 almuerzos calientes. Cifra que puede subir ligeramente en

los días más fríos del año, cuando en algunos comedores se redoblan esfuerzos

para ofrecer algunas comidas más. Las cenas sólo se pueden encontrar en dos

centros en donde se llegan a servir diariamente 250 cenas. Por último, un 40% de

establecimientos reparten aproximadamente 1.190 bocadillos o desayunos al día.

Tabla 10 .- Servicios de comidas/bocadillos en Madr id6 Centro Nº servicios Luz Casanova 130 San Francisco 130 Hijas de la Caridad 50 María Inmaculada 450 Santiago Masarnau 135 S. Isidro 250 Hermandad El Refugio (cenas) 90 Madre Teresa de Calcuta (cenas) 160 Ave María (desayunos) 350 S. Isidro (bocadillos) 20 Hermandad El Refugio (bocadillos) 350 Hijas de la Caridad (bocadillos) 70 Agustinas Misioneras (bocadillos) 50 Colegio Sagrado Corazón (bocadillos) 50 Misioneras Santo Sacramento (bocadillos) 300 Total 2585 Elaboración propia.

6 Sin contar las cenas y desayunos que los usuarios de todos los albergues reciben.

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4. ALCANCES Y LÍMITES DE LA ATENCIÓN

Todos los recursos anteriormente descritos tienen como última finalidad mejorar

las condiciones y la calidad de vida de las personas que viven en la calle. En ese

sentido, cuanto menos se vinculan las PSH a la red de recursos más se agudiza

su precariedad y más se refuerza el círculo cerrado de una supervivencia en la

calle bajo mínimos. Así, se buscará que, de una u otra manera, y de forma más

integral o más fragmentada, las personas vayan accediendo a los distintos medios

ya sea dormir en algún albergue, documentarse, solicitar una renta, comer sin

necesidad de tener que pedir, ducharse, acudir a los servicios sanitarios si así lo

necesitan, etc.

Ahora bien, ¿hasta qué punto los recursos que existen en la actualidad son

capaces de romper ese círculo cerrado en el que se inscriben las PSH más

crónicas (descritas en el Perfil 1)?. Y en segundo lugar, ¿cuáles son las

dificultades que impiden vincular a la red de PSH, de una forma más estable, a

toda esa serie de personas (Perfil 2) que a pesar de utilizar diferentes recursos

siguen teniendo en la calle su escenario de supervivencia?

4.1. Recursos específicos para PSTecho

4.1.1. Los recursos de proximidad (UMES, RAIS, los voluntarios y el Equipo de

Intervención Social y Humanitaria del SAMUR)

Desde la UMES y RAIS se realiza un trabajo imprescindible en la respuesta

socio-asistencial con PSH que piden o duermen en la calle. Se trata de una labor

que se lleva a cabo aproximándose -por eso se les denomina Recursos de

proximidad - y entrando en contacto con estas personas en su medio. De otra

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manera sería muy difícil motivar y dar a conocer los recursos sociales a los que

estos ciudadanos tienen derecho. Especialmente para el Perfil 1, el de mayor

precariedad, suponen casi las únicas vías de acceso a esos recursos . En ese

sentido consideramos que debe ser reforzado y desarrollado en profundidad.

Dicho trabajo consta de cuatro fases principales: contactación, diagnóstico,

enganche y derivación . Es un proceso continuado y de larga duración en la que

ante todo se busca generar una confianza que servirá como soporte de la

metodología básica de su trabajo: la relación de ayuda .

En la primera fase, de contactación , los profesionales de estas organizaciones

tratan de aproximarse y establecer cierta relación con la persona. Para ello se

presentarán, les ofrecerán ayuda y procurarán transmitirles una sensación de

apoyo.

En paralelo a este primer acercamiento, los profesionales tratarán de conocer los

problemas de la persona, con el fin de realizar un diagnóstico sobre los

principales asuntos a abordar y las posibles vías de solución.

El objetivo central de todo este proceso será ganarse la confianza de los que viven

en la calle y conseguir un “enganche ” relacional con los profesionales. Mediante

el mismo se tratará de potenciar una voluntad de cambio que posibilite una

mejora de su situación personal, y se les informará de los recursos a los que

pueden acceder.

Una vez removidos los obstáculos que mantienen a la persona en la calle, se

tratará de derivarla a los centros de recursos específicos o generales para PSH u

otros especializados (toxicomanías, alcoholismo, salud…). Para ello se le ofrece

ayuda y acompañamiento, si así lo precisan. Por ejemplo, los profesionales de

RAIS y la UMES pueden acompañar a las PST a realizar un trámite

administrativo, a las primeras citas de un centro de desintoxicación, a unos baños

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públicos, etc. Además pueden entrar en contacto, si la PST no es capaz, con los

trabajadores sociales de los distintos alojamientos para conseguir una plaza,

concertar una primera cita en algún centro de salud, etc.

Para el grupo de PST más crónicas (Perfil 1) esa derivación-acompañamiento

puede suponer pequeños-grandes pasos como conseguir que se duchen alguna

vez al mes, que tramiten el DNI o la cartilla de la Seguridad Social, que comiencen

a ir a un centro de baja exigencia como Puerta Abierta, que soliciten la RMI, que

inicien un tratamiento con Metadona, etc. Para el grupo de personas con un

itinerario de conexión-desconexión (Perfil 2) se tratará de que el vínculo con la red

de recursos sea más estable, procurando solventar los problemas que les apartan

temporalmente de la misma. De esta manera se intentará que no tengan la

necesidad de pedir y/o dormir intermitentemente en la calle.

También los voluntarios (Solidarios y Amauta ) hacen este tipo de trabajo de

aproximación y apoyo, sólo que al trabajar exclusivamente por la noche tienen

muy limitada su capacidad de derivación. Limitación que se refiere, principalmente,

a que la mayoría de los centros (por ejemplo, de alojamiento) sólo admiten la

tramitación de derivaciones durante el día. Y a que, lógicamente, también es en

horario diurno cuando se puede hacer toda una serie de gestiones administrativas,

de acompañamiento o de otro tipo. En cualquier caso, hay que señalar que estos

grupos de voluntarios no suelen escatimar esfuerzos ni para enlazar su trabajo

con los recursos de día (UMES y RAIS) que puedan hacer esta labor, ni, incluso,

en desplazar por cuenta propia a las personas que así lo deseen a las escasas

plazas de emergencia que existen o a las vacantes que cada noche pueda haber.

Por último, nos referiremos al Equipo de Intervención Social y Humanitario del

SAMUR. A pesar de que como ya se ha señalado es un equipo de reciente

creación (Enero de 2002), llama la atención que ninguna de las entidades que

trabajan con PSH en la calle, excepto el SITADE, conozca ni su existencia, ni

ninguna de las actividades que desarrolla. Cuestión que resulta chocante si se

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tiene en cuenta que el SAMUR es un recurso muy utilizado ante situaciones de

atención sanitaria con personas que viven en la calle.

Pero, el desconocimiento es recíproco. Este Equipo apenas tiene referencias de la

red de recursos específicos para PSH en la calle, salvo del SITADE, lo cual parece

lógico si se tiene en cuenta la dependencia institucional de ambas

organizaciones..

En concreto, por ejemplo, los voluntarios desconocen por completo la ambulancia

social que todos los viernes y sábados sale a la calle de 19hs a 5hs con la

intención de acercarse y, posteriormente, realizar un seguimiento con PSH en la

calle y con gente que presenta problemas de alcoholismo o toxicomanías. De la

misma manera, el Equipo de Intervención social y Humanitario no conoce el

trabajo que realizan Solidarios y Amauta durante un intervalo de tiempo que queda

incluido en su franja horaria. Así, tenemos a varios recursos en Madrid, que en

principio pretenden realizar una labor similar con la misma población diana, entre

los que no existe ni conocimiento, ni coordinación.

La misma desconexión existe entre este equipo del SAMUR, la UMES y RAIS.

En consecuencia, se trata de un servicio muy joven, sin apenas conexión con los

otros recursos de proximidad; que en la actualidad aparece como un recurso

“descolgado” de la red específica de atención a PST en la calle, que actúa por

motivación propia, sin haber realizado una evaluación previa de los recursos y

necesidades en esta materia.

Del mismo modo, los responsables del Equipo manifiestan un vivo interés en

seguir trabajando en este ámbito, pero sin que se tengan referencias claras sobre

cómo coordinarse con los demás recursos, ni sobre la metodología de trabajo a

utilizar. En este último sentido, se reconoce que se precisan de protocolos de

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actuación y formación específica que complemente su saber hacer de tipo,

eminentemente, sanitario con otro más centrado en la intervención social.

Gráfico 9. Fases del trabajo de los Recursos de Pro ximidad CONTACTO DIAGNÓSTICO ENGANCHE DERIVACIÓN

UMES Albergue “Campaña contra el frío”

RAIS Puerta Abierta

Solidarios Estación de Atocha

Amauta Recursos generales para PSH

Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR) Red de Servicios Sociales

Red Sanitaria

1. Sobre la metodología de trabajo

En la metodología de trabajo que los distintos recursos de proximidad comparten

(contactación-diagnóstico-enganche-derivación), se aprecia un estilo de

intervención casi exclusivamente centrado en las PS H. Si bien es cierto que

ese es el sujeto principal de la misma, no lo es menos que no se debe olvidar el

trabajo con el entorno inmediato de estas personas.

En concreto, nos referimos a los vecinos, a los empleados de tiendas, bares o

kioscos, a los conserjes de los portales, a los parroquianos de las iglesias, a los

clientes de los supermercados, etc. Es decir, a todos aquellos que forman parte

del paisaje cotidiano de muchas personas que no sólo viven en la calle, sino que

desde hace mucho tiempo han transformado un banco, un parque o una esquina

en su hogar.

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Este entorno vecinal, en muchos casos, sobre todo en los de las PSH con un perfil

más cronificado y sedentario (perfil 1), suele jugar un papel contradictorio. Por una

parte, aparece como una fuente básica de recursos de supervivencia y de figuras

de referencia para aquellos que no cuentan ni con medios económicos ni con

apoyos relacionales y afectivos. En este sentido cumple una función de soporte

material y de cierto enganche con la sociedad, suavizando en parte las duras

condiciones que conlleva la vida en la calle. Por otra parte, los apoyos vecinales

suponen un refuerzo de permanencia en la calle, que incluso puede contribuir a

disuadir a las PSH de que acudan a albergues, comedores, etc. De esta manera,

se pretende ayudar, y de un modo inmediato algo se consigue, cuando en

realidad a lo que se contribuye es a perpetuar una situación de indigencia y

desprotección.

Ante esta realidad los recursos de proximidad deberían hacer una intervención

más extensiva dirigida al entorno vecinal de las PS H. Así, en un primer

momento se trataría de recabar información de este entorno, quien suele conocer

de primera mano las rutinas diarias y los hábitos de estas personas. Y,

posteriormente, se podría tratar de implicarlo en el proyecto individual de inserción

social de cada PST con la que se trabaja. Esta implicación consistiría en que los

vecinos pudieran colaborar, en mayor o menor medida, para que motiven y

conciencien a estas personas sobre la necesidad de que resuelvan algunas

situaciones específicas (salud, documentación gestión de ayudas, etc) y, en

general, para que les animen a mejorar su situación general, utilizando los

servicios que desde los recursos de proximidad se les ofrece.

Ahora bien, para que las PSH decidan abandonar la calle es preciso que se les

haga una oferta de recursos adecuada. Una oferta que compense dejar de vivir

con esos apoyos precarios y que no suponga un nuevo desarraigo personal. A esa

oferta nos referiremos cuando, por ejemplo, hablemos de la necesidad de crear

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nuevas plazas en centros de baja exigencia y centros de día integrales o que se

readapten las condiciones y las reglas de los actuales albergues para PSH.

2. Recursos personales y materiales Entre las limitaciones de los recursos de proximidad/equipos de calle

profesionalizados (UMES, RAIS) hay que comenzar diciendo que en la

actualidad se trabaja con pocos medios personales y materiales . Esta cuestión

resulta de primer orden si se tiene en cuenta la centralidad de este tipo de trabajo

en la intervención con PSH en la calle. Desde estos dispositivos la insuficiencia de

medios se ha expresado con argumentaciones como las que siguen: “Somos muy

pocos profesionales para cubrir todo Madrid.” (E. 4P:1), “(necesitamos) más

profesionales para poder dar cobetura y realizar un trabajo realmente de trabajo

social individualizado y personalizado, porque tenemos que cubrir tantas cosas…,

y a veces es imposible realizar el trabajo como a nosotros nos gustaría (…) no lo

podemos hacer con el volumen que llevamos de casos.” (E. 4P:31), “No hay

recursos, nosotros, por ejemplo, no los tenemos. Las personas a las que vamos a

ver… nos gustaría llegar a mucho más, pero no podemos. (…) Si queremos llegar

a todas las personas sin hogar de Madrid, pues necesitamos a mucha más gente y

más especializada.” (E. 4P:15).

Esta valoración de las personas que intervienen en la calle con PST se ve

ratificada por la opinión de la gente que trabaja día a día en la red de atención a

PSH, En efecto, en el cuestionario a expertos incluíamos una pregunta que, a

modo genérico, trataba de averiguar cuales son los objetivos que, en su criterio,

debería marcarse la Administración para resolver o paliar el problema de las

personas que viven y duermen en la calle. Pues bien, la propuesta explícita de

reforzar el trabajo de calle aparece entre los cuatro primeros lugares, tras las

demandas más generales de aumentar los recursos de atención, garantizar las

necesidades básicas de estas personas y potenciar la coordinación de la red de

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atención a PSH. Así, por ejemplo se considera necesario prestar mayor “Atención

en los sitios en que se encuentran (las PST).” (Cuestionario 1), “Crear más

equipos que trabajen con ellos, como las UMES.” (C. 2), “Crear recursos de apoyo

directo con la persona en la calle.” (C. 20). También a la cuestión más concreta

sobre qué se necesitaría, y en la actualidad no existe, para atajar este problema,

se ha respondido mayoritariamente que debería haber un incremento de los

medios materiales y humanos, haciéndose en varias ocasiones hincapié en el

trabajo de calle: “Mayor número de Unidades Móviles, sobre todo equipos de

Trabajo de calle y Unidades Móviles de Salud Mental.” (C. 1), “Más recursos

Humanos (profesionales sobre todo) en el trabajo de calle.” (C. 14), “Más

presupuesto para poder realizar el trabajo de campo: calle…” (C. 20)

Si nos detenemos en analizar la situación de los actuales dispositivos de trabajo

en la calle, encontramos que la UMES, única unidad móvil de Madrid, cuenta de

lunes a viernes con tres equipos constituidos por un trabajador social y un auxiliar,

más el conductor de la furgoneta cuando se interviene con este vehículo. En los

días laborables los tres equipos rotan trabajando a veces en la unidad móvil,

propiamente dicha –la furgoneta- y otras veces haciendo la función del equipo de

calle. Este equipo tiene un horario de mañana (de 9 a 15 hs.) y se dedica al

trabajo de casos en profundidad, dedicando a cada usuario el tiempo que éste

requiera.

Estos equipos han de repartirse los 21 distritos del Municipio. A estos hay que

añadir el equipo de fin de semana y días festivos (formado de la misma manera

que los días de diario y siempre con furgoneta), que sobre todo interviene en las

áreas de mayor concentración de comercios, parroquias… donde la gente suele

pedir.

La UMES también cuenta con un equipo de noche (de 22 a 10 hs.) dotado de

vehículo, un conductor y un auxiliar de servicios sociales. Pero, presta su servicio

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en el SITADE a requerimiento de las intervenciones que desde este servicio se

demanden.

Pues bien, centrándonos en el trabajo que desempeña la UMES de lunes a

viernes, a cada equipo le corresponde una media de 7 distritos. Lo que ya a

primera vista, y teniendo en cuenta la labor tan continuada y perseverante que

implica el trabajo de calle, supone una carga de usuarios, por equipo,

excesiva . Sobre todo si se tiene en cuenta que: 1. la unidad Móvil ha de atender

con prioridad los casos que diariamente, mañana y tarde, les pueda derivar el

SITADE, con lo que interrumpe su ruta de trabajo. 2. los equipos de la UMES no

trabajan en exclusividad en la calle, al tener que realizar tareas de gestión,

llamadas a los alojamientos, indagación sobre el paso de determinados usuarios

por la red de recursos, etc. 3. Aunque el principal objetivo de la UMES es el de

atender a las PSH en la calle, también puede ser solicitada por el SITADE en

casos de emergencia social como atentados, derrumbamientos, incendios u otro

tipo de catástrofes.

Parece razonable pensar que un trabajador social y un auxiliar no puedan abarcar

todas las áreas de los siete distritos que le corresponden, si es que realmente se

pretende llevar a cabo la metodología de trabajo arriba expuesta. Máxime si se

tiene en cuenta que lo ideal es que las visitas que se realicen a las personas que

viven en la calle no se demoren mucho en el tiempo, con el fin de que no se pierda

el contacto y el vínculo con ellas. Por lo tanto, la cobertura que en la actualidad se

estaría ofreciendo abarcaría todo el Municipio de Madrid, pero sólo formalmente;

en la práctica, se llega hasta donde se puede con los recursos limitados con los

que se dispone.

Ante esta situación, y aún teniendo en cuenta que el volumen de PST en la calle

es diferente según los diferentes distritos, se debería rebajar al menos a la mitad

el número de distritos por equipo .

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De modo paralelo se debería contemplar la posibilidad de que la UMES contara

con más de una furgoneta para los días de diario.

Por lo que se refiere a RAIS, se hace un trabajo de calle principalmente centrado

en la almendra central del Municipio (en concreto algunas calles y plazas de

Centro, Arganzuela, Tetuán, Chamberí y Moncloa).

Según los responsables de RAIS se atiende a una media de 100 personas al año.

De las cuales se hace un seguimiento continuado a alrededor de un 70%. El resto

son casos que se pierden, que rechazan la intervención, etc. Para realizar esta

tarea se cuenta con siete profesionales, que compatibilizan el trabajo de calle con

el de mediación en el centro de día “Rincón del Encuentro”. En opinión de esta

Fundación sería necesario incrementar el número de profesionales si es que se

quieren abarcar más zonas y seguir trabajando con la misma intensidad que hasta

ahora (una media de una visita a cada persona a la semana).

RAIS procura que sus equipos estén formados por trabajador social y psicólogo,

aunque se reconoce que no siempre se consigue. La intervención de psicólogos,

incluso de psiquiatras, parece ser necesaria no sólo para atender y entender mejor

los problemas personales de la gente de la calle, sino por la significativa presencia

de enfermos mentales : “Creo que para un equipo sería bueno tener un

psiquiatra, que pudiera hacer (…) Yo nunca voy a poder decir, “esta persona tiene

un problema de salud mental”, ni lo voy a poder diagnosticar.” (E.2P:24). En este

sentido llama la atención que en los equipos de la UMES no haya al menos

psicólogos. Sólo la coordinadora de Grupo 5, empresa que actualmente gestiona

esta unidad, hace de psicóloga ocasional cuando los trabajadores sociales y los

auxiliares demandan su ayuda.

En nuestra opinión, los equipos de los recursos de proximidad deberían ser

multiprofesionales , debido a la complejidad del problema al que pretenden dar

solución.

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En cuanto a los recursos personales de las entidades voluntarias, Solidarios dice

contar con 150-180 personas que hacen trabajo de calle nocturno. Este trabajo

está dividido en tres rutas, que a su vez se pueden subdividir por zonas o calles.

Cada ruta está formada por alrededor de 10 o 15 personas. El perfil de las

personas que componen estos equipos suele ser jóvenes, principalmente

estudiantes universitarios. Algo similar ocurre con los voluntarios de Amauta, que

por la actividad sensibilizadora que llevan a cabo en los Institutos de Educación

Secundaria consiguen reclutar, además, a algunos estudiantes de este nivel

educativo. De los 30 o 40 voluntarios de Amauta, suelen salir cada noche un

equipo de alrededor de 4 o 5 personas, que cubre una ruta de trabajo de calle.

A pesar de que aparentemente la cifra de voluntarios pueda resultar muy elevada,

hay que tener en cuenta que la continuidad de su trabajo depende básicamente de

su compromiso personal. El cual puede verse afectado por las circunstancias

vitales y los intereses de cada voluntario.

Por otro lado, Solidarios y Amauta son las únicas organizaciones q ue

trabajan en la calle en horario nocturno , y tan sólo en las primeras horas de la

noche y la madrugada (de 21hs a 24,30hs-1hs de lunes a jueves, Solidarios; y de

22hs a 1hs-2hs de viernes a domingos, Amauta). Además intervienen sobre todo

en las zonas más céntricas del Municipio de Madrid, con lo que quedan sin cubrir

numerosos distritos del mismo .

3. Horarios de trabajo: La noche y las primeras hor as del día

Tanto la UMES como RAIS realizan su trabajo durante el día (De 10hs a 22hs la

UMES y de 10,30hs a 14hs – 15,00hs a 18,30hs RAIS). En el transcurso de la

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noche tan sólo el SITADE, que atiende las 24hs al día, trabaja de forma

profesional.

Pero, el SITADE, fundamentalmente, se encarga de recibir las llamadas de los

ciudadanos o de personas que viven en la calle, y sólo se desplaza en casos de

verdadera emergencia, como, por ejemplo, en aquellos que hay involucrados un

menor o una familia o cuando hay que desplazar a alguien de un centro a otro.

Desde hace alrededor de un año el SITADE cuentan con un vehículo para realizar

desplazamientos.

Según los voluntarios de Solidarios, que como se ha dicho realizan su trabajo en

horario nocturno, lo habitual es que cuando llaman al SITADE -para solicitar la

presencia de su furgoneta y llevar a una persona a un centro de baja exigencia

como “Calor y Café” de CEDIA, etc.- les contesten que el vehículo ya está

ocupado con otro servicio. Así, en este aspecto, para esta entidad la función del

SITADE durante la noche no resulta, en la práctica, muy efectiva, pues en muy

pocas ocasiones han podido utilizar los escasos recursos con los que cuenta. Ante

esta situación los voluntarios afirman que desde hace tiempo han optado, para

estos desplazamientos, por utilizar el vehículo de algún voluntario o un taxi.

Antes de que el SITADE contara con un vehículo la situación era similar o si cabe

peor, pues, por lo general, según nuestros informantes, cuando llamaban para

solicitar su ayuda les solían responder que esperaran al día siguiente cuando

comenzara a trabajar la UMES. Esta misma indicación ha sido reconocida por el

SITADE, quien ha expuesto que en la actualidad, a no ser que sea algo muy

excepcional “a lo mejor incluso salimos, y si no le decimos que se espere y hasta

el día siguiente, y si es una cosa que..., que es algo de salud pues llamamos al

SAMUR o a la policía”. (E. 6P) La conciencia clara de la carencia de medios de

actuación es una realidad evidente entre los profesionales del servicio.

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La labor nocturna del SITADE aparece aún más difusa para la otra entidad que

trabaja de modo voluntario durante la noche (Amauta). Según ellos, siempre que

han necesitado algún tipo de derivación se han puesto en contacto con la UMES, y

a partir de las 22hs (horario a partir del cual deja de trabajar esta unidad) no

tienen referencias claras sobre a quién deben de llamar si hay alguna emergencia

(a no ser el SAMUR, si es sanitaria), o si alguien plantea que desea que le lleven a

algún centro. De este modo, el desconocimiento y la desconexión entre ambos

recursos parece evidente, y debería ser resuelta cuanto antes.

Hay que señalar que el carácter voluntario del trabajo de Solidarios y Amauta

(únicos recursos nocturnos) no resta valor a la importante labor de mediación y

acompañamiento que realizan estas entidades. Muy al contrario, hoy por hoy se

trata de la única ayuda nocturna que existe para las PSH que duermen en la

calle, probablemente las que cuentan con un perfil y una situación más

cronificada y desprotegida . En palabras de las entidades voluntarias se trata de,

con la excusa de ofrecer un café o un bocadillo, tratar de “romper el aislamiento

que tienen estas personas sin hogar con la sociedad”, y en esa medida tratar de

ayudarles material, psíquica y afectivamente y servirles de puente con los recursos

sociales.

Tanto Solidarios como Amauta ofrecen conversación a las personas que pasan las

noches en la calle, tratan de establecer una relación de confianza con ellos, les

preguntan por su salud, les apoyan afectivamente y les animan a que acudan a los

distintos recursos socio-asistenciales, para lo cual les dan una guía de recursos.

Incluso si en alguna ocasión los usuarios les piden que les acompañen durante el

día a algún centro procuran hacerlo o bien ponerles en contacto con la UMES o

RAIS.

Las áreas que abarcan los voluntarios son, aproximadamente, las calles

principales de los distritos de Centro y Moncloa. Esto supone que en la actualidad

se están atendiendo algunas de las zonas que, probablemente, mayor número de

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personas durmiendo en la calle concentran, pero quedan por cubrir otras que

también pueden tener un peso significativo (Salamanca, Arganzuela, Chamberí,

Latina, Tetuán, Chamartín, Retiro...)

En conclusión, en horario nocturno, sería necesario:

1. Potenciar con más medios y recursos el trabajo de l as entidades

voluntarias ;

2. Articular un servicio profesionalizado de mediación y ayuda. Creando

para ello algún equipo de trabajo de calle, al meno s en las áreas de

mayor concentración de personas ; pues no olvidemos que la gente que

duerme asiduamente en la calle (perfil 1) supone la parte más deteriorada y

desprotegida del colectivo de las PSH.

Asimismo en este equipo se podría centralizar la coordinación del trabajo

nocturno, y la conexión con los equipos de día.

3. Hacer efectivas las funciones del SITADE , dotando a este servicio, si así

se estima oportuno, de más unidades móviles y profesionales.

Por último, cabe mencionar una franja horaria que podríamos denominar clave que

queda sin cubrir por ningún recurso. En concreto nos referimos a las primeras

horas de la mañana (de 8hs a 10hs aproximadamente), cuando los que duermen

en la calle se despiertan y comienzan a circular por la ciudad. Sería conveniente

que en ese horario los equipos de calle pudieran trabajar con el fin de que

localizaran al máximo número de personas en la calle, antes de que muchas de

ellas se desperdiguen y pasen inadvertidas.

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4. Plazas en alojamientos

Otro aspecto importante durante el horario nocturno, aunque también durante el

diurno, es el problema que las entidades voluntarias se encuentran ante la falta de

plazas en los distintos alojamientos.

Durante la noche, el SITADE suele informar a los voluntarios, si así lo reclaman,

acerca de si existe alguna plaza vacante en algún centro, pero por lo general éstas

suelen ser muy escasas. Por las noches lo más habitual es que si algún usuario

decide ir a dormir a un albergue apenas encuentre no sólo una cama, sino incluso

una silla en “Calor y Café” de Cáritas. De esta manera, buscar una plaza de

alojamiento durante la noche –aunque también durante el día-, resulta una labor

muy complicada. La falta de plazas en albergues es una constante en el

trabajo que se realiza con las PSH en la calle.

La escasez de plazas parece aliviarse algo cuando durante el invierno se abre el

albergue “Campaña contra el frío”, pero lo habitual es que a los pocos días llegue

un momento de saturación en el que este recurso tampoco es suficiente.

Entonces, se recurre a lo último, al Don de María. Recurso privado en el que se

hacinan las personas en unas condiciones que repetidamente, y desde diferentes

instancias, se califican como de infrahumanas.

Hasta hace muy poco ni el SITADE, ni, por supuesto, los recursos de proximidad,

contaban con plazas de emergencia reservadas en el CASI (alojamiento del

Ayuntamiento de Madrid). En los últimos meses al SITADE se le han asignado un

pequeño número de plazas las 24 horas del día, pero probablemente no son

suficientes para cubrir las necesidades existentes.

Por otro lado, llama la atención el “secretismo” con el que hasta ahora se trata el

tema de la asignación de plazas de emergencia en el CASI. Las organizaciones

que disponen de ellas (SITAE y SAMUR) apenas se deciden a decir cuántas son,

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mientras que la UMES, RAIS y los voluntarios no cuentan con información

suficiente a este respecto. Esto evidencia la presión asistencial que en la

actualidad existe, al tiempo que revela cierta falta de transparencia y de

coordinación entre los distintos recursos.

En cuanto a las plazas de emergencia también hay planteada una cuestión que

tiene que ver con la filosofía de trabajo de los distintos recursos. Así por ejemplo

para los voluntarios si “una persona esa noche dice que quiere dormir bajo techo,

pues es un caso que ya de por sí debería ser de emergencia, sin mayor

agravante”. Por su parte el SITADE (entidad con plazas asignadas) considera

“que ha de ser una cosa muy, muy, muy, muy puntual y muy grave. Porque si no,

pues mira que quiere irse al albergue, pues que se espere o que hubiera ido al día

siguiente, la entrada es por… de… a partir de las cinco de la tarde, pues vaya

usted o al San Juan de Dios o vaya mañana a CEDIA que le adjudiquen un

albergue, o vaya a Calor y Café entiendes…, pero claro lo que no… esta gente es

muy lista y bueno, no es que sea lista, es que es lo único que tiene, entonces

pues… tampoco la vas a dejar que caiga en su juego.” (E. 6P)

Hay que tener en cuenta que el trabajo de sensibilización que durante meses,

incluso años, se puede hacer con una persona que duerme en la calle, y que, por

lo tanto, puede contar con unas condiciones físicas a veces muy deterioradas,

puede verse lastrado cuando ésta decide ir a un albergue y no queda más remedio

que decirle que esa noche, e incluso en noches venideras, no hay plaza. Por eso,

desde el trabajo de los recursos de proximidad las emergencias se consideran de

un modo muy diferente a cómo se hace desde un recurso puente (enlace con los

distintos recursos) como el SITADE. Se trata de un criterio

profesional-humanitario frente a un criterio “administrativo” . Criterio este

último que desde luego parte de la escasez de plazas en los distintos recursos,

pero que es poco sensible con el tipo de trabajo que es necesario realizar con

estas personas para lograr que abandonen el círculo cerrado de la calle,

aceptando la mediación de ciertos recursos en su proceso de inserción.

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En cualquier caso, todo parece indicar que los recursos de proximidad deberían

contar con una mayor capacidad de decisión a la hora de otorgar las plazas de

emergencia, e incluso debería valorarse la posibilidad de que a estos dispositivos

se les asignara alguna plaza de este tipo.

Esa cuestión de trabajar durante mucho tiempo con una persona y que cuando

decida ir a un albergue no sea posible, es un problema de primera magnitud no

sólo para los recursos de proximidad que trabajan por la noche sino para el resto.

Así, la UMES y RAIS señalan que lo habitual es que llamen a los albergues y que

les contesten que tienen que esperar durante varios días, llegándose incluso a

permanecer hasta más de un mes en lista de espera. En estas condiciones resulta

muy complicado trabajar, pues la metodología de trabajo basada en

contacto-diagnóstico-enganche-derivación aparece frecuentemente frustrada ante

la realidad de que no hay plazas suficientes que canalicen, con la suficiente

inmediatez, las derivaciones que habitualmente se realizan. Ante esta falta de

fluidez en la asignación de plazas, muchas personas abandonan la idea de ir a

dormir a un albergue, con lo que de nuevo se ha de retomar la labor de

concienciación de las mismas. El siguiente relato describe lo que venimos

comentando: “Nos encontramos con muchísimas dificultades porque no hay

recursos…, bueno, hay muy pocos recursos. Nosotros no contamos con ningún

recurso propio, es decir, no hay ningún albergue en el que tengamos una cama

reservada. (…) Ha habido casos que la persona, después de haber estado

trabajando la motivación porque había estado hace muchísimo tiempo alojado y

bueno…, y hacer ver que estaba mucho mejor que cómo estaba ahora, que es un

pequeño paso para empezar a dar cambios, y bueno, estar dos meses llamando

todos los días y no haber plazas.” (E. 4P: 11, 13)

Por lo tanto, debería incrementarse el número de plazas, tanto co munes como

de emergencia, en los albergues . Aunque habría que crear diferentes tipos de

recursos en función de las necesidades de las PSH con las que se está

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trabajando. En concreto, sería conveniente habilitar más plazas en centros de

baja exigencia de tamaño mediano-pequeño , al estilo de Puerta Abierta, pero

algo más reducidos –con capacidad para 20 o 30 personas-. Estos centros se

están mostrando como los que cuentan con más posibilidades de enganche entre

aquellas personas con largos procesos de exclusión social y de estancia en la

calle (Perfil 1).

Estos nuevos centros de baja exigencia permitirían, además, descongestionar los

albergues actuales de los usuarios más crónicos. Circunstancia que a su vez

debería dar la oportunidad de flexibilizar y readaptar las normas y condiciones de

estos albergues, con el fin de adaptarse a las necesidades de aquellas personas

con enganche, más o menos intermitente, en la red de recursos para PSH (Perfil

2).

Por otro lado, se deberían unificar criterios de trabajo y compart ir filosofías

de intervención convergentes , que permitieran optimizar los esfuerzos que se

realizan desde todos los recursos. En concreto habría que avanzar en la

coordinación del trabajo de las entidades que trabajan durante la noche y el

SITADE como puente de enlace con los diferentes recursos.

5. La territorialización

La territorialización por equipos es un aspecto positivo a intensificar en la

metodología de trabajo de los distintos recursos de proximidad. Es decir, cada

equipo tiene asignados una serie de distritos (en el caso de la UMES) o de rutas

(en el de RAIS y los voluntarios), que no son intercambiables entre sí. Esta

asignación tiene como finalidad que los mismos profesionales hagan siempre las

mismas rutas de trabajo, y de esta manera se facilite el contacto y el enganche

con los usuarios.

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La disminución de la presión asistencial (menos usuarios por equipo) que

proponíamos más arriba ayudaría a profundizar y hacer más extensivo ese trabajo

territorializado. Aunque también se deberían cuidar las condiciones del trabajo que

llevan a cabo profesionales y voluntarios. Así se ha de considerar que se trata de

una tarea difícil y en muchas ocasiones incómoda, y que, en consecuencia, debe

ser recompensada, de una u otra manera, en su justa medida. De lo contrario, la

rotación laboral puede ser muy alta, repercutiendo negativamente en la labor que

se lleva a cabo.

La territorialización del trabajo con PSH en la calle tiene otro aspecto

fundamental a atender. Se trata de desarrollar y reforzar el trabajo conjunto y

la coordinación entre los recursos de proximidad y los Servicios Sociales

generales de cada zona . En la actualidad esta vinculación aparece de forma muy

lasa. En muchas ocasiones, dadas las circunstancias de muchas PSH (no estar

domiciliados, vivir asiduamente en la calle, etc.), desde los Servicios Sociales

generales se ha delegado el trabajo continuado con estos usuarios, bien en

entidades creadas para atender específicamente a esta población (por ejemplo,

Realidades, RAIS, CEDIA), bien a los tradicionales albergues o comedores. El

resultado, es que poco a poco se ha producido cierta desvinculación entre los

profesionales de los Servicios Sociales de cada zona y las personas que viven en

la calle, sin que apenas se puedan encontrar, por ejemplo, en el discurso de estas

últimas referencias acerca de la ayuda o los recursos que se pueden encontrar en

estos centros.

Del mismo modo, los profesionales de los recursos específicos para PST no

parece que desarrollen un trabajo planificado y conjunto con sus colegas de los

Servicios Sociales. Y esto es aplicable tanto por lo que se refiere a la prevención

del sinhogarismo como a la intervención con este problema.

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En consecuencia, los equipos de los recursos de proximidad deberían estar

estrechamente vinculados con los Servicios Sociales generales de cada zona, de

modo que conjuntamente tuvieran responsabilidad sobre su área territorial de

actuación y capacidad para establecer prioridades de acceso a los servicios tanto

de alojamiento, como de salud mental, toxicomanías, etc.

6. La cuestión de las enfermedades mentales

La cuestión de las enfermedades mentales aparece en la realidad de las PSH

que piden y/o duermen en la calle como un problema muy significativo. En

concreto, la cronicidad de muchos de estos enfermos, unido a la falta de

tratamientos específicos, dificulta el trabajo con estas personas. La mayoría de

ellas suelen rechazar la ayuda e incluso el contacto con los profesionales, y se

niegan en la mayor parte de las ocasiones a ser derivadas a algún centro, e

incluso a tramitar algún tipo de renta.

Son personas que necesitan asistencia sanitaria, general y especializada, y todo

tipo de asistencia social, pero justamente son quienes menos cuentan con ella.

Como indicábamos en páginas anteriores, el grupo SMES cifraba en alrededor de

100 casos, en el Municipio de Madrid, las personas con enfermedades mentales

severas en situación de calle, en un estado de desprotección muy severa. A esta

cifra se le podría sumar otras 125 enfermos mentales que de forma más o menos

intermitente duermen en albergues, pensiones…, con algún tipo de tratamiento,

también más o menos continuado, y, por lo tanto, en un estado de desprotección

menos agudo.

Ante esta situación los propios profesionales de los recursos de proximidad

(UMES, RAIS y voluntarios) reconocen que poco pueden hacer, más que

constatar el progresivo deterioro de estas personas. Así, como uno de los

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responsables de las entidades entrevistadas ha expresado son los marginados de

los marginados: “Tenemos todos el derecho a la sanidad, precisamente, menos

ellos, o sea una persona que está completamente tirada en la calle como un perro

o vamos, bueno si fuese un perro la asociación de animales estaría volcada

completamente en ellos vamos, no permitirían desde luego que ni una noche

estuviese un perro en esa situación, pero ellos como son, como son… por eso,

precisamente por su enfermedad mental están completamente olvidados, son los

marginados de los marginados. Entonces esa persona no conoce los recursos

sociales porque no está en situación de conocer nada, no está en…,desconoce

completamente la realidad en la que está y no conoce su situación, no tiene desde

luego capacidad de darse cuenta de la situación, y desde luego tampoco de los

recursos que hay, porque además no hay ningún recurso, tampoco si fuese capaz

de darse cuenta de la realidad tampoco serviría de mucho porque no hay ningún

recurso destinado para ellos.” (E.7P: 14)

Hasta la fecha no existen equipos de calle especializados para trabajar con estas

personas, que ayuden a diagnosticar y a establecer algún tipo de relación con los

mismos. Los recursos de proximidad reconocen abiertamente no contar con

herramientas ni profesionales específicos para intervenir con un problema tan

difícil como las enfermedades mentales. Además, se insiste una y otra vez en que

la red de atención sanitaria no parece lo suficientemente adaptada para dar

respuesta a este problema. En concreto, los recursos de proximidad dicen

encontrarse con las siguientes dificultades:

- En los equipos de trabajo de calle no se cuenta con psiquiatras que ayuden

a diagnosticar la situación y orientar la intervención.

- Aunque la UMES y RAIS, a través del SAMUR psiquiátrico, tienen la

capacidad de tramitar ingresos involuntarios en aquellas situaciones más

extremas, lo cierto es que después de que se realizan todas las gestiones y

se conduce al paciente a algún hospital, tras unos cuantos días, como

mucho semanas, se devuelve a la persona a la calle, a la misma situación

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en la que estaba, o a algún albergue, sin que existan recursos

especializados de medias o largas estancias para estos enfermos.

- Los actuales albergues se consideran como centros muy inadaptados para

atender las necesidades específicas de estos enfermos.

- En ocasiones, se critica algunas actuaciones del SAMUR a la hora de

valorar el estado de estos enfermos. Más específicamente estas críticas se

refieren a que, a veces, se ha solicitado su presencia para que valoren el

estado de alguna de estas personas, el SAMUR les ha aplicado test

rutinarios de orientación en el espacio y en el tiempo, concluyendo que

dicha persona no necesita de ningún ingreso de emergencia. Cuando

desde los recursos de proximidad se habían apreciado conductas y

situaciones de riesgo para el propio enfermo.

- Por otro lado, las derivaciones que desde los recursos de proximidad o

desde los albergues se hacen a la red de salud mental (principalmente a los

Centros de Salud Mental) no suelen tener consecuencias muy alentadoras.

La presión asistencial tan alta que tienen estos centros de salud hace que

se vea una vez cada 20 o 30 días a cada paciente, lo que sin duda resulta

un tratamiento demasiado laxo para estos enfermos.

- Los centros de día para los enfermos mentales no suelen ser dispositivos

en los que encajen estas personas sin hogar con largos periodos de

estancia en la calle, deterioro físico, etc.

Teniendo en cuenta la propuesta del Grupo SMES, la Comunidad de Madrid ha

valorado la posibilidad de crear próximamente un Equipo de intervención con

enfermos mentales sin hogar en situación de calle. Prácticamente, todos los

recursos específicos tienen conocimiento de esta posible innovación, y aunque se

la ha recibido positivamente, sin embargo se expresan algunas dudas acerca de la

eficacia del citado Equipo.

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En concreto, se afirma que aunque es necesario la presencia de profesionales

especializados en la calle (psiquiatras y psicólogos), poco se podrá hacer si no

se crean recursos específicos, de día y de noche, c on diferentes niveles de

exigencia en función de las características y las n ecesidades de los

pacientes . Derivar a estas personas a los Centros de Salud Mental y a los

albergues actuales puede suponer, en la práctica, seguir manteniendo una

situación similar a la actual. La inadaptación de estos recursos hará que las

personas vuelvan a reproducir su situación de calle.

Nos remitimos a la propuesta de SMES sobre los requisitos, objetivos y

funcionamiento que debería contar un Centro de atención permanente a enfermos

mentales sin hogar. Dispositivo que, obviamente, debería estar integrado con el

Equipo móvil de intervención en la calle.

Por otro lado, se insiste en que el Equipo móvil debe ser interdisciplinar y no sólo

médico, lo que supone contar con psicólogos, trabajadores sociales y educadores,

además que con enfermeros y psiquiatras. Sólo desde esta óptica multifactorial, y

por lo tanto, multi-respuesta, se puede avanzar en el tratamiento de estos

enfermos portadores de un malestar bio-psico-social.

A pesar de estas cuestiones, se reconoce que algo se podrá conseguir, en tanto

que se tendrá un mayor conocimiento y control sanitario de la citada población. Lo

cual puede permitir que estas personas vivan en unas condiciones de pobreza y

desprotección menos extremas. En este sentido, se considera que si el nuevo

Equipo móvil tiene competencias y capacidad para poder medicar in situ, y

administrar periódicamente la medicación, el estado de estos pacientes puede

mejorar considerablemente, pues se contribuirá a estabilizar su situación. De

modo contrario, si el Equipo sólo tiene atribuciones para diagnosticar y derivar a

los Centros de Salud Mental de referencia, lo más probable es que poco se pueda

avanzar, pues ni los enfermos mentales que viven en la calle suelen estar

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dispuestos a ir a estos dispositivos, ni probablemente sean capaces de

autoadministrarse, al menos al principio, la medicación prescrita.

Otro aspecto sustancial en el buen funcionamiento de este nuevo Equipo ha de

ser la coordinación tanto con los recursos de proximidad, como con los recursos

generales para PSH y la red de atención sanitaria. De esta manera, se debería

articular algún protocolo de actuación que asignara funciones y canales de

comunicación entre las diferentes partes.

7. Los Centros de día

En el trabajo de proximidad que se lleva a cabo con las PSH que viven en la calle,

se considera que además de trabajar con estas personas en su medio, sería

necesario contar con centros de día para el colectivo de personas a las que nos

estamos refiriendo. En los mismos se trataría de afianzar el enganche con el

usuario y de ir dando pequeños pasos en la relación de ayuda. Pero, sobre todo,

los centros de día podrían ser un paso fundamental en el proceso de conexión con

los recursos generales para PSH.

Las personas que viven y duermen asiduamente en la calle están inmersos en una

dinámica que trata de evitar cualquier tipo de institucionalización, ya sea dormir en

un albergue, ir a un comedor, etc. Muchos de ellos han tenido algún tipo de

experiencia, generalmente, y en su opinión, negativa, en estos centros y suelen

rechazar por sistema las ofertas que desde los recursos de proximidad se les

hacen para que acudan a ellos. Así, por ejemplo, los profesionales de la UMES

afirman que se encuentran una y otra vez con la negativa de estas personas, sin

que puedan invitarles a que pasen algunas horas el día, cuando ellos quieran, en

un espacio transitorio en el que la exigencia sea baja, donde en contacto con

estos mismos profesionales puedan pasar el rato, charlar, comer, participar en

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alguna actividad, avanzar en la gestión de algún trámite administrativo, participar

en alguna actividad o taller… Es decir, un lugar que por algún tiempo rompa el

círculo cerrado de la calle, y que al mismo tiempo no implique someterse a una

serie de reglas y normas estrictas propias de un albergue.

El único espacio, con el que cuentan los recursos de proximidad es “El Rincón del

Encuentro” de RAIS. Exceptuando este lugar, tan sólo cabe la derivación a CEDIA

o Realidades que organiza talleres y dinámicas grupales, o a San Martín de

Porres, especializado, por así decirlo, en la búsqueda de empleo y la participación

en talleres laborales y prelaborales.

Así, la UMES, entidad que mayor número de usuarios en la calle atiende, se

encuentra sin un espacio propio donde poder seguir trabajando el enganche

con los mismos, y que sirva como escalón de transic ión hacia recursos más

genéricos .

De esta manera, consideramos que en el trabajo de proximidad que se realiza con

las PSH en la calle se debería avanzar en el desarrollo de esta herramienta de

trabajo, creando para ello algún centro de día integral (recursos básicos, comida,

talleres, apoyo psico-social, lugar de encuentro, etc.) donde los profesionales

pudieran afianzar y profundizar su tarea, y donde a los usuarios se les ofreciera un

espacio nuevo que les librara de la continua permanencia en la calle.

En el diseño de estos centros se deberían habilitar espacios donde los usuarios

pudieran dejar sus pertenencias cuando acudan a ellos. Muchas personas afirman

no ir a ningún tipo de recurso porque, sencillamente, no tienen donde dejar sus

perros, carritos, etc.

Asimismo se deberían potenciar y crear más talleres laborales y prelaborales

donde se pudiera trabajar no sólo la formación específica en algunas ocupaciones,

sino las habilidades sociales y los hábitos cotidianos, muchas veces perdidos tras

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largas estancias en la calle marcadas por el aislamiento social. Las pequeñas

contraprestaciones económicas por acudir a estos talleres pueden ser un

complemento a la RMI o las PNC que algunas de estas personas pueden cobrar,

incluso un incentivo o una alternativa a la mendicidad.

4.1. 2. El SITADE

El SITADE es un servicio de información telefónica que tiene como principal

misión servir de enlace entre las llamadas de los ciudadanos y los recursos para

PSH. Durante el día, y tras una valoración de las llamadas, deriva los casos a la

UMES, los cuales son atendidos con prioridad por los profesionales de esta

unidad. Cuando se valora que la emergencia es ante todo sanitaria se coordina

con el SAMUR. Estos son sus dos puntos principales de enlace.

Esta entidad también cumple un papel importante en relación a la mendicidad

ilegal, la que tiene como protagonista a menores o a adultos con menores. En

estos casos las denuncias de los ciudadanos son comunicadas tanto a la UMES

como a la Policía.

También el SITADE atiende las emergencias de inmigrantes en la calle y gestiona

las plazas del Centro de Acogida “Casa de Campo”.

Durante la noche se encarga de recibir llamadas, pero al no poder derivar los

casos a la UMES, toma nota de las mismas para derivárselos a la mañana

siguiente; presentándose a atender personalmente a aquellos casos que se

valoren como de verdadera emergencia.

Como ya se ha señalado durante la noche su unidad móvil parece estar

frecuentemente ocupada, con lo que las entidades que trabajan durante este turno

no parece que suelan beneficiarse de este servicio.

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Por otro lado, el SITADE es un servicio que atiende las llamadas de los

ciudadanos, y en este sentido debería cumplir una función sensibilizadora e

informativa acerca de cómo entender y responder a los problemas de las

Personas sin Hogar en la calle.

Todo lo que acabamos de reflejar puede dar una idea de la sobresaturación de

demandas y expectativas que se ciernen sobre un servicio que, cubriendo una

labor extraordinariamente importante desde que se creó, en la actualidad, se

encuentra probablemente desbordado y falto de medios y competencias de todo

tipo para poder hacer frente a todo cuanto se le exige.

4.1.3. Puerta Abierta

Tras año y medio de funcionamiento, este centro de baja exigencia, creado para

acoger a personas que habitualmente viven en la calle o que tienen problemas de

adaptación a los albergues, parece gozar de buena aceptación tanto entre las

PSH entrevistadas como entre los profesionales. De hecho, según la Memoria de

2001, el 62% de los residentes “han establecido un “vínculo” con este centro,

acudiendo diariamente, introduciendo pequeñas modificaciones en sus hábitos,

costumbres (…), e incluso aceptando o solicitando la derivación a otros

dispositivos donde pudieran permanecer durante todo el día.” (p.:70).

Las PSH consideran como ventajas que les hace adherirse al centro el que no se

les imponga un horario rígido de entrada y se les guarde la cama si faltan algún

día. También se suele valorar como positivo el trato recibido por parte de los

profesionales del centro.

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Así mismo son bien valoradas, tanto por parte de los profesionales de los recursos

específicos como de los generales, las reuniones de coordinación que Puerta

Abierta ha establecido desde su nacimiento. Se considera que han servido para

clarificar el servicio que este recurso presta, orientar las derivaciones y comentar

las estrategias de intervención de casos concretos, recaídas, seguimientos, etc.

Debido al funcionamiento del centro, a la saturación que en la actualidad presenta

y a su ya considerable lista de espera para ingresar, se suele coincidir que sería

necesario crear algún centro más de este tipo, eso sí con un número de plazas

más reducido. Se señala que entre 20 y 30 plazas sería el número de residentes

ideal para evitar los conflictos que conlleva la masificación, y poder llevar a cabo

un seguimiento individualizado de los casos. También se debería poner especial

cuidado en diseñar espacios en los que se pudieran depositar no sólo bolsas de

mano o maletas, sino carritos e incluso mascotas.

Un problema de especial interés que se plantea a los profesionales de Puerta

Abierta es la frecuente utilización de este centro para la ubicación de personas con

patologías asociadas que requieren un tratamiento especializado, principalmente

las enfermedades mentales y las toxicomanías . La peculiaridad y gravedad de

las mismas generan problemas en la convivencia del centro y precisan de una

atención personal y una preparación profesional con la que en la actualidad no se

cuenta.

En este sentido, los profesionales del centro, reclaman, en línea con lo ya

apuntado en epígrafes anteriores, que se cree algún dispositivo ad hoc que

responda específicamente a las necesidades de estos enfermos.

Entre las propuestas de mejora que desde Puerta Abierta se plantean caben

señalar, principalmente, dos:

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- Dotación de plantilla:

� Para rebajar la fuerte sobrecarga de trabajo que existe en la

actualidad, se plantea aumentar la plantilla en al menos un auxiliar

de servicios (a tiempo completo).

� Para pasar de una atención meramente asistencial a otra de carácter

más educativo, se debería: 1. incorporar a dos educadores

(Diplomados) 2. ampliar el horario del trabajador social de media

jornada a jornada completa.

- Creación de un Centro de Día asociado:

� Para efectuar una atención integral, dotando a los usuarios de

habilidades sociales y recursos que les faciliten su incorporación a

una vida “normalizada”.

� Para no obligar a que las personas pasen el día en la calle

soportando las inclemencias del tiempo, la rutina desmoralizante de

no tener nada qué hacer, etc.

� Este centro de Día, además de recursos de tipo asistencial debería

de contar con talleres y actividades educativas y socializadoras.

4.1.4. Campaña del frío

Como se ha indicado, la campaña del frío engloba dos recursos: el albergue

“Campaña del frío” (abierto de Noviembre a Marzo) y la sala de la estación de

Atocha, a la que se accede en los días de temperaturas más bajas. Además, el

Ayuntamiento de Madrid coordina ocasionalmente a Protección Civil, la UMES, el

SITADE y el SAMUR para que en los días de temperaturas más bajas, realicen

desplazamientos de las PSH en la calle a los albergues o a la estación de Atocha.

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Para la campaña 2002-2003 el Ayuntamiento también ha concertado 25 plazas en

pensiones, con un total de 2.000 estancias, para que acojan a algunas personas

en los días de más frío del invierno. Serán estancias breves, dos o tres días,

mediante las que se tratará de evitar graves riesgos de salud para los que no

tienen otro sitio donde dormir más que la calle.

En cuanto al albergue “Campaña del frío” tiene una capacidad de 75 plazas más

12 de emergencia. Se trata de un recurso de asistencia básica que hasta ahora

consiste en una cama, un bocadillo y caldo o café caliente a la entrada y salida

para cada persona, más los servicios de aseo personal.

Tiene un horario de 21hs a 9hs, que deben cumplir todos los usuarios si quieren

acceder a él. El que esté ubicado en la Casa de Campo supone a veces un

inconveniente para poderse desplazar, sobre todo para los que tienen unas

condiciones físicas más deterioradas. También el hecho de que se tenga que

acudir a una determinada hora, sin mayor margen para las entradas, es a veces

un factor disuasorio. Se calcula que para llegar a este centro se ha de salir con

alrededor de una hora de antelación, sobre las ocho de la tarde, y en ese horario

algunas personas aún andan “buscándose la vida”.

Aunque desde luego este albergue supone un gran desahogo para resguardar a

las personas que durante el invierno viven en la calle, sin embargo, la realidad es

que todos los años se suele saturar; y si en los primeros días los usuarios pueden

ir directamente sin necesitar la mediación de los profesionales de los distintos

recursos y esperar en una cola para entrar, poco después es frecuente que tengan

que aguardar en listas de espera a que les concedan una cama.

Por lo general, se suelen autorizar estancias de alrededor de tres días, a no ser

que los trabajadores sociales del albergue valoren que la persona se encuentra en

un proceso de inserción social positivo y alarguen ese periodo de tiempo. Estas

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valoraciones suelen estar influidas por los informes que puedan recibir desde los

distintos recursos para PSH.

Este albergue, por tanto, cumple una función básicamente de refugio temporal y

asistencia básica para los meses con condiciones climatológicas más adversas. El

hecho de que se suelan conceder estancias tan breves impide cualquier intento de

iniciar un proceso de integración a corto o medio plazo. A lo que también

contribuye el hecho de que en él no haya un centro o unas salas donde las

personas puedan permanecer durante el día realizando algunas actividades más o

menos planificadas, y de esa manera no se vean obligados a tener que volver

necesariamente a la calle.

La sala de la estación de Atocha supone el dispositivo más rechazado y

criticado tanto por usuarios como por profesionales. Con una ocupación media de

60 personas por noche, en los días de más frío puede llegar a haber hasta más de

100 personas7, no se duda en calificarlo como de “auténtica ratonera” en la que

incluso puede correr peligro la vida de las personas en caso, por ejemplo, de que

se declare un incendio o algo similar.

Las condiciones en las que se hacinan los que allí acuden son calificadas como de

lamentables. Apenas algunos cartones y mantas, que cada uno aporta, sirven para

protegerse del suelo, el espacio entre unos y otros es mínimo, la condensación de

humo hace que el ambiente a veces sea irrespirable, los robos entre usuarios

parecen ser frecuentes, sólo hay un retrete…

A este escenario tan sólo descienden de modo continuado los voluntarios

(Solidarios y Amauta). Según ellos, hoy por hoy, este recurso no se corresponde

con una ciudad como Madrid: “Me parece una aberración… En una ciudad como

7 En algunos días de Febrero de 2003, en este rincón del suburbano se llegaron a concentrar casi

150 personas.

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Madrid no se puede consentir que gente esté en este tipo de condiciones en la

época de invierno.” (E5P:4).

La sala de Atocha también está asistida por dos vigilantes jurados y un trabajador

social que realiza su labor de 22 a 1hs. La coordinación y conexión de este último

con los demás recursos par PST es muy débil.

En el perfil de los usuarios de la sala de la Estación de Atocha parece haber un

número significativo de toxicómanos y, en los últimos años, de inmigrantes. Este

dispositivo participa también del Programa Municipal de Prevención contra la

Tuberculosis en colaboración con el SITADE, el SAMUR y el Centro Municipal de

Salud de la calle Montesa.

4.1.5. La Coordinación de los recursos específicos para PST

Hasta el momento no se ha establecido ninguna vía formal de coordinación entre

los distintos recursos específicos para PST, salvo, obviamente, la coordinación

funcional que existe entre el SITADE y la UMES.

Esta falta de coordinación no implica, sin embargo, que las distintas entidades no

tengan voluntad de contacto y entendimiento. Muy al contrario, en todas ellas se

detecta una predisposición a colaborar entre sí y, en ocasiones, se comunican

telefónicamente para intercambiar información sobre algún caso o para acordar

alguna intervención puntual (como, por ejemplo, colaborar en algún informe para

hacer un ingreso psiquiátrico involuntario, etc.). Pero estos contactos ocasionales

responden más a una motivación voluntarista, que a las exigencias de un modelo

de trabajo sustentado en la coordinación entre las distintas entidades .

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De esta manera, y con el fin de optimizar el trabajo que estos recursos llevan a

cabo, se echa en falta un trabajo de encuentro y coordinación continuado en

el que se exponga el trabajo que está realizando cada uno, la manera de llevarlo a

cabo, las posibles formas de colaboración y derivación, la intervención con casos

comunes, etc.

De hecho, los únicos encuentros en los que los distintos recursos específicos para

PST tienen la oportunidad de encontrarse e intercambiar información han sido los

organizados por el Ayuntamiento para cuestiones concretas. Este es el caso de

las reuniones que periódicamente ha establecido el albergue Puerta Abierta y las

que organiza el Ayuntamiento de Madrid con motivo de la “Campaña del frío”.

Esas reuniones, que en principio están ideadas para hablar y debatir sobre dos

temas concretos -las primeras para organizar la derivación a Puerta Abierta y las

segundas para preparar la campaña del frío durante los meses de invierno-, son

las únicas plataformas de encuentro más o menos continuado entre los distintos

recursos. Motivo por el cual, en ellas, los participantes de modo informal tratan a

veces de establecer pequeños contactos y acuerdos sobre temas y casos que

nada tienen que ver con el objeto de esas citas. Es decir, ante la falta de

coordinación específica entre los distintos recursos específicos, se aprovechan los

momentos en los que se coincide para intentar establecer pequeñas vías de

contacto y coordinación.

Evidentemente, esta circunstancia refleja que el conjunto de los recursos

específicos para PST es un área de trabajo aún poco desarrollada y ensamblada.

Y, en consecuencia, permanecen intactas y sin rentabilizar las sinergias que se

puedan derivar de un trabajo más planificado y coordinado.

En el día a día esta desconexión se traduce, por ejemplo, en que los recursos de

proximidad salen a la calle a trabajar sin tener en cuenta o, más exactamente,

desconociendo lo que en paralelo se puede estar haciendo. Más concretamente,

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la UMES y RAIS pueden estar atendiendo a un mismo caso sin que tengan

conocimiento de ello, sin que se debata si es conveniente o no que a esa persona

la visiten las dos organizaciones, sin que se haya planificado una estrategia de

intervención común, etc. De hecho, estas dos entidades realizan algunas rutas

prácticamente iguales.

Las intervenciones que a dos bandas se pueden hacer sobre un mismo caso, al no

estar necesariamente consensuadas, pueden levantar cierto recelo entre los

profesionales, pudiéndose llegar a situaciones en las que no se sabe bien quién

lleva la iniciativa en determinada intervención, o en la que aparezcan desacuerdos

sobre las actuaciones llevadas a cabo por uno u otro equipo, etc. Sin embargo,

esto, hasta ahora, no ha impedido que, en algunas ocasiones, y siempre por una

iniciativa voluntarista, las dos entidades se hayan puesto de acuerdo sobre qué

áreas (salud, higiene, alojamiento, trámites administrativos…) van a trabajar con

una misma persona.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la situación actual está marcada por la

escasez de recursos de proximidad, y que en ese sentido habría que pensar hasta

qué punto es conveniente la duplicidad de las intervenciones, cuando todo parece

indicar que hay zonas en el Municipio de Madrid a medio cubrir, o en las que no se

llega a realizar una labor lo suficientemente intensa.

La coordinación con los voluntarios está marcada por los mismos signos de

espontaneidad e iniciativa individual. Solidarios y Amauta tratan de colaborar en lo

que pueden y de derivar a los usuarios a los recursos de día, pero esto se hace

sin que se hayan establecido vías expresas de trabajo conjunto y coordinado.

Además de esta falta de trabajo coordinado, las personas que intervienen con PST

se encuentran conque no cuentan con un sistema de información que almacene

datos sobre cada nuevo usuario de la red. Un sistema que les permitiera averiguar

en el momento en que entran en contacto con una nueva persona, cuál ha sido su

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recorrido por la red de recursos, qué problemas de salud o de otro tipo tiene o ha

tenido en el pasado, etc. De esta manera, cada nuevo caso puede suponer todo

un esfuerzo de indagación para poner al díala historia del individuo. En otras

ocasiones el trabajo que esta labor exige es tan considerable, que se renuncia a

hacerlo. Un responsable del trabajo con PST en la calle describe la situación del

siguiente modo: “Como no hay ahora mismo un funcionamiento de red… sí que

puedo saber si ha estado o no en algún albergue porque sabes que CEDIA esta

información me la facilita, pero luego a raíz de ahí seria como toda una labor

detectivesca de contactar con ese centro, de ver qué proceso se ha iniciado,

porqué se truncó, porqué no sé qué… Quiero decir que son cosas que las haces a

lo mejor pues de una manera puntual pero que no hay ningún sistema que

favorezca que eso exista (…) Yo ahora mismo pues incluso con otros servicios

que puedan estar trabajando en la calle, pues si tenemos buena voluntad de

colaborar y nos encontramos en reunión y tal decimos ¿oye vosotros no

conoceréis a fulanito de tal que nos está preocupando mucho?, ¡ah sí, nosotros le

conocemos¡, ah pues mira nosotros estamos interviniendo de esta manera,

nosotros tal, pues vamos a coordinarnos, vamos a aunar esfuerzos y tal. Pero que

esto que a lo mejor se hace por casos puntuales no se hace absolutamente con

todos.” (E. 3P:23)

Otro aspecto a tener en cuenta es la débil coordinación entre el trabajo de calle y

los albergues. Por lo general, desde estos centros sólo excepcionalmente se

comunican los abandonos de las personas que desde los recursos de proximidad

les han sido derivados. Con lo que se interrumpe el proceso de seguimiento y se

permite que la calle refuerce, de nuevo, los hábitos menos integradores.

Algo similar ocurre con los Servicios Sociales generales, con los que se reconoce

que existe menos conexión de la deseada. El seguimiento de la Renta Mínima de

Inserción sirve para ejemplificar esta situación. En concreto, se plantea que

muchas veces los trabajadores sociales de estos Servicios tramitan a los usuarios

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la prestación económica, sin apenas ponerse en contacto con los equipos de calle

que les visitan periódicamente y que les han ayudado a solicitarla.

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4.2. Los recursos generales para PSHogar

4.2.1. Insuficiencias e inadaptación de la red

Una vez analizados los alcances y límites de los recursos específicos dirigidos a

las PSTecho, pasamos ahora a examinar la situación de los recursos generales

para PSHogar, centrándonos sobre todo en su adecuación a la realidad y las

necesidades de la gente de la calle.

Una primera valoración de los datos obtenidos en este estudio, recabados tanto

entre expertos y profesionales como PST, indica que la actual red de atención a

PSH adolece de falta de recursos humanos y materiales , así como de escasa

adaptación a los perfiles y problemas que se dan cita en estos momentos entre

las PST en Madrid. Rasgos, que por otro lado, ya han sido advertidos, en mayor o

menor medida, en relación a los recursos específicos centrados en atender a la

gente que vive y duerme en la calle.

Los resultados del cuestionario realizado a expertos dejan buena constancia de

estas insuficiencias. Las respuestas abiertas han sido analizadas y clasificadas, en

la medida de lo posible, por bloques temáticos. Cómo se verá son respuestas

múltiples, con lo que el número de ellas supera el total de cuestionarios pasados

(21). A la primera pregunta que formulábamos, ¿Qué objetivos debería marcarse

la Administración en relación al problema de las personas que viven/duermen en

la calle?, las respuestas más frecuentes (22,6%) (ver tabla sig.) aluden a la

necesidad de crear más recursos residenciales y de Día (incrementando el

número de plazas) y de naturaleza más variada (no sólo los albergues

tradicionales, sino centros de baja exigencia, centros de Día, miniresidencias,

pisos tutelados, recursos específicos para problemas asociados, alternativas

residenciales a precios asequibles, etc.). Así, por ejemplo, se dice: “Crear más

plazas de alojamiento para personas crónicas, donde el objetivo sea

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principalmente reducción de daños.” (C.5), “Generar recursos específicos.” (C.11),

“Crear los recursos necesarios en todo momento, no sólo en la Campaña contra el

frío.” (C.12), “La gente que está en la calle necesita un techo, en primer lugar.

Creo que la red de albergues es insuficiente.” (C.13), “Poner en marcha recursos

especializados en función de los diferentes perfiles que existen (salud mental,

drogadicción, alcoholismo, inmigración…) (C.14), “Más recursos” (C.17), “Crear

recursos sociales adecuados a las personas sin Hogar.” (C.19).

Como ya nos hemos referido en el epígrafe dedicado a los recursos de

proximidad, la insuficiencia de plazas en albergues es uno de los rasgos más

sobresalientes de la actual red de recursos par PSH. Prácticamente, todos los

recursos suelen tener lista de espera a lo largo de casi todo el año. Y la situación

se hace crítica en los meses de frío en los que no sólo se saturan todos los

dispositivos, sino que, incluso, en algunos centros y en los días más críticos se

colocan camas provisionales para intentar dejar en la calle al menor número

posible de personas. No obstante, algunos responsables de albergues afirman que

los centros suelen estar prácticamente llenos tanto en Enero como en el mes de

Agosto, cuando las condiciones climatológicas no obligan a refugiarse en ellos.

Profesionales y usuarios señalan la paradoja de que muchas personas sin hogar

no consiguen plaza en los albergues porque en los últimos años se han

abarrotado de población inmigrante. Tanto el refugio de inmigrantes que regenta

Cruz Roja en San Blas, como el de la Casa de Campo, también suelen estar

cubiertos a lo largo del año y funcionan con lista de espera. Uno de los expertos

consultados evaluaba la situación actual del siguiente modo: “Los centros de

acogida para inmigrantes que se han creado son simbólicos, por la amplitud de

áreas que abarca y los pocos recursos que proporcionan.” (C.12).

Por otro lado, la mayor parte de las plazas en albergues suelen estar destinadas

para acoger al perfil más clásico de la población transeúnte (hombres), siendo aún

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pequeña la cantidad de camas para mujeres, y del todo insuficiente las reservadas

para mujeres con hijos, familias o parejas.

Ante esta situación, si se quiere que cada vez sean menos las personas que

duermen en la calle, deberían incrementarse el número de plazas tanto comunes

como de emergencia en los albergues. Agilizando la entrada de los que durmiendo

habitualmente al raso deciden acudir a un albergue. Y, por supuesto, deberían

habilitarse más espacios específicos para inmigrantes, pues hasta ahora la

mayoría presenta un perfil y unas necesidades (principalmente, trabajo y

legalización) diferentes a las de las PSH.

Tabla 10- Análisis de respuestas abiertas sobre O bjetivos que debería marcarse la Administración en relación a las PST

Nº de respuestas % Más recursos/ Mayor variedad/ Más plazas 19 22,6 Incrementar la coordinación 8 9,5 Garantizar las necesidades básicas 7 8,3 incrementar el trabajo de calle 6 7,1 Fomentar la atención individualizada 6 7,1 Adaptación de los recursos existentes (locales, profesionales…)

5 5,9

Crear recursos orientados a la inserción social y laboral 5 5,9 Profundizar en el conocimiento de la situación actual 5 5,9 Prevención 3 3,5 Sensibilización del ámbito sanitario y de la población en general

3 3,5

Garantizar económicamente la continuidad de las entidades

1 1,1

Recursos en los distritos 1 1,1 Otras 15 17,8 Total 84 100

Por lo que se refiere a los centros de alojamiento para PSH, en su mayor parte

siguen siendo instituciones de tamaño mediano o grande (más de 50 personas),

aunque hay que señalar que en sólo tres de ellos se concentran el 47% de las

plazas. En concreto, nos referimos a los albergues San Isidro (269 plazas), San

Juan de Dios (230 plazas) y Santa María de la Paz (115 plazas), quienes siguen

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representando, en cuanto a su tamaño, el modelo más clásico de las

macroinstituciones para PSH.

En el extremo opuesto, y de modo minoritario, podemos señalar las iniciativas de

algunas entidades como Realidades, las Hermanas de la Caridad, El Olivar,

Cáritas… en la gestión de pisos para PSH inmersas en procesos de inserción

social, o la miniresidencia de la Fundación San Martín de Porres con capacidad

para 12 personas. Justamente, en opinión de los expertos, son este tipo de

centros y otros de tamaño pequeño (para vente o treinta personas

aproximadamente) los que habría que desarrollar de ahora en adelante.

En concreto, y a nuestro modo de ver, la red de alojamientos para PSH debería

completarse con centros de tamaño pequeño-mediano, minialbergues (de entre 20

y 30 plazas), o mini residencias (de entre 10 y 15 plazas), que tuvieran diferentes

niveles de exigencia dependiendo del perfil de los usuarios. Precisamente, son los

centros de baja exigencia los que mayor adherencia suelen promover entre las

personas con largos procesos de exclusión social y estancia en la calle.

Algunos de estos centros para población que durante mucho tiempo ha dormido al

raso deberían estar ubicados en zonas céntricas de la ciudad, por ser éstas las

que mayor número de PST concentran. La ubicación de los centros en el

extrarradio no sería más que un elemento disuasorio para aquellos que han hecho

de una calle o una plaza determinada su entorno de referencia.

Del mismo modo, se debería avanzar hacia un modelo de estancias de media y

larga duración, donde las personas no se vieran obligadas a tener que abandonar

los albergues tras unos días, como mucho unos pocos meses, de alojamiento.

La masificación de muchos albergues, y la consecuente ordenación de espacios y

tiempos, es una de las características más criticadas tanto por la gente que vive

en la calle, como por los mismos profesionales. Habitaciones de 4 o más

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personas, ordenadas generalmente en literas, grandes e impersonales espacios,

rigidez en las normas y en los horarios de entrada y salida, comidas, etc.

configuran el retrato básico de los albergues más clásicos de Madrid. Un

trabajador de uno de estos centros los describía así: “(En los albergues) hay falta

de autonomía, es decir que tienes que vivir con un mogollón de gente, que hay

personas que no quieren, la convivencia es difícil, hay poca intimidad (…), No es

tan fácil convivir, estar en un albergue o centro de acogida (…), hay gente que no

quiere ir a los albergues por la situación a veces de conflicto que se plantea, de

falta de intimidad, etc., etc. (…) Yo creo que la estructura de los centros de

acogida, de los albergues, tendría que cambiar.” (E.5P:6) Y en la misma línea, un

profesional de trabajo con PST en la calle afirmaba: “Las personas que viven

establemente en la calle no acceden de manera regular a los recursos de

alojamiento (…), y si acceden no los utilizan durante mucho tiempo. No acceden

porque son recursos muy rígidos, porque no puede beber, porque hay que estar a

las siete, porque no se pueden muchas cosas, porque están masificados y eso

genera conflictos entre las personas.” (E.8P:15).

Algunas PST también suelen referir que no asisten a los albergues porque en los

mismos no hay habilitados espacios donde poder dejar bajo protección sus

carritos o mascotas.

Siguiendo con la tabla anterior, en segundo lugar aparece la necesidad de

establecer una coordinación más sólida y eficaz (con el 9,5% de las respuestas),

cuestión de la que nos ocupamos en detalle más adelante.

En tercer y cuarto lugar se apuntan dos cuestiones que se sitúan en la misma

línea de incrementar los recursos actuales. En concreto, en un 8,3% de las

respuestas se considera que aún está si cubrir el primer peldaño de la asistencia a

las personas de la calle, esto es, el de las necesidades básicas (alojamiento,

comida, ropa, sanidad). Por eso, se exige “Garantizar la cobertura de necesidades

básicas, que incluye el alojamiento.” (C.9), “Dar respuesta a la necesidades

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básicas de las personas que están en la calle.” (C.11), “Responder de forma

inmediata a sus demandas, necesidades básicas.” (C.7). Por otro lado, se ha

expresado la necesidad de reforzar e incrementar el trabajo que realizan los

equipos de calle (7,1%), habida cuenta de que, muchas veces, sólo desde estos

dispositivos se puede llegar a conectar con personas con un elevado grado de

deterioro y de desenganche social.

La necesidad de adaptación de los servicios actuales aparece en los dos bloques

siguientes de respuestas. En concreto un 7,1 % de las mismas apunta a que

desde los distintos centros para PSH debería hacerse un esfuerzo por prestar una

atención más individualizada, en la que se estudiara cada caso concreto, se

tomaran medidas adaptadas a cada situación y se hiciera un seguimiento

personalizado de cada usuario: “Que efectivamente dé respuestas adaptadas a las

peculiaridades de cada caso.” (C.3), ”Hacer un seguimiento de casos serio y

empático.” (C.7), “Garantizar una atención personalizada e individualizada con

profesionales de referencia.” (C.9), “Cada persona tiene una situación para la que

hay que elaborar un menú, un traje a medida, y no adaptarse él a los recursos.”

(C.1), “Actuar de forma personalizada y flexible.” (C.20). Se constata así, como

entre los profesionales, el viejo modelo de intervención basado en la idea de

prestaciones básicas homogéneas para todos como eje vertebrador del trabajo

con PSH, va dando paso a otro que además pretende dar respuesta a las

necesidades de cada persona, ofreciendo para ello una atención y un trato más

individualizado que trascienda la mera supervivencia.

Otro tipo de propuestas vinculadas a la adaptación de la red actual de atención a

PSH es la que se refiere a la renovación y actualización de los recursos tanto

materiales como humanos . En este sentido, un 5,9% de las respuestas de los

expertos aluden a la necesidad de mejorar, incluso se dirá de “dignificar”, la

atención y los establecimientos en los que se presta la atención (“Que la atención

sea digna” (C.3), “Atender con buenas dosis de dignidad a los que se encuentran

en peor situación: locales dignos, profesionales suficientes, condiciones, aunque

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sean las de emergencia, adecuadas.” (C.1), “Más recursos / servicios que

permitan cubrir, de forma digna, las necesidades básicas de las Personas sin

Hogar.” (C.4) ), de optimizar la formación de los profesionales y de contar, cada

vez, con equipos de trabajo más interdisciplinares: “Poner en marcha equipos

profesionales con formación y experiencia profesional para trabajar con PSH.”

(C.14), “Trabajar con esas personas con equipos multiprofesionales.” (C.2).

“Creación de dispositivos de alojamiento adaptado a las situaciones de estas

personas (ej. Pisos tutelados, mini-residencias) en los que equipos

multidisciplinares intervinieran.” (C.4).

En línea con ese nuevo modelo de intervención, que va cuajando entre los

profesionales, y que trasciende la lógica de la mera supervivencia, el crecimiento y

enriquecimiento de la red de atención a PSH también se plantea desde la óptica

de la creación de recursos que procuren una inserción social y laboral a medio y

largo alcance. Por eso, se sugiere que deberían desarrollarse iniciativas centradas

en la formación laboral, las prácticas remuneradas en talleres de inserción y el

asesoramiento y seguimiento psico-social a largo plazo (5,9%).

Naturalmente, todas estas nuevas vías de trabajo y los cambios en los perfiles del

colectivo de PSH precisan de información y estudios en profundidad que orienten

el trabajo de las personas que intervienen con ellos. Es por ello que 5,9% de las

respuestas se refieren a la necesidad de “Hacer un estudio serio de la gente que

está literalmente en la calle. Que de una vez por todas se detecte cual es la cifra

verdadera.” (C.18), “Conocimiento de la situación real y actual.” (C.15), “Realizar

estudio y trabajos de campo para observar las verdaderas realidades que existen

y cómo esas realidades van cambiando.” (C. 10).

Algunas respuestas se han centrado en la prevención (3,5%) y en la

sensibilización de la población en general (3,5%) y, de un modo más concreto, del

ámbito sanitario, tan estrechamente vinculado, a veces, a las necesidades de las

personas que viven en la calle. Otras respuestas minoritarias recuerdan la

responsabilidad de la Administración para garantizar la continuidad de los

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servicios que se prestan desde las entidades sociales, o la conveniencia de que se

incrementen los recursos existentes de tal modo que en cada distrito se contara

con dispositivos suficientes.

Finalmente en el ítem “Otras” hemos agrupado toda una serie de respuestas

(17,8%) variadas que, por ejemplo, reivindican la acción social con PSH como

propia de las entidades sociales, advierten sobre la picaresca de algunas

personas de la calle, etc.

La percepción de una red insuficiente y poco adaptada a las necesidades de las

PST se ve ratificada cuando de un modo más concreto preguntábamos en el

cuestionario qué cosas serían necesarias, y aún no existen, para luchar contra la

situación que sufren las PST (ver tab. sig.). Así, en primer lugar se vuelve a

repetir que se debería contar con más medios humanos y materiales (17%),

haciéndose a veces referencia explícita al trabajo de calle: “Más medios y

lugares.” (C.13), “Más recursos humanos (profesionales, sobre todo) en el trabajo

de calle.” (C.14).

Tabla 11- Análisis de respuestas abiertas sobre Re cursos que se necesitarían y actualmente no existen

Nº de respuestas % Más medios materiales y humanos 7 17,0 Centros específicos para distintos problemas (Salud Mental, toxicomanías, alcoholismo…)

7 17,0

Más centros de Día 5 12,1 Mejorar la atención actual 4 9,7 Coordinación 4 9,7 Medidas sociolaborales y de inserción 3 7,3 Prevención 2 4,8 Más Unidades Móviles 2 4,8 Mejor acceso a la atención sanitaria 1 2,4 Concienciación voluntarios 1 2,4 Recursos para familias 1 2,4 Mejorar y ampliar los centros para inmigrantes 1 2,4 Otras 3 7,3 Total 41 100

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Con el mismo número de respuestas (17%) aparece una demanda muy presente

entre las personas que trabajan con gente de la calle y entre éstos últimos. Esa

demanda alude a la variedad de problemas añadidos que presentan algunas

PST (Enfermedad mental, drogadicción, alcoholismo…), y que en su opinión

deberían ser atendidos de un modo diferencial en recursos especialmente

pensados y preparados para acoger a estos enfermos. “Recursos de alojamiento

específicos para ciertos subcolectivos.” (C.3), “Centros que traten con exclusividad

a enfermos mentales.” (C.19), “Dispositivos de alojamiento de nula exigencia y

especializados en problemáticas.” (C.14).

La inadaptación de los actuales albergues para atender algunos problemas muy

concretos como, por ejemplo, las toxicomanías y las enfermedades mentales ,

es uno de los elementos centrales a la hora de explicar por qué muchas personas

enfermas siguen viviendo en la calle, al no encontrar en estos centros un trato y

una atención adecuados, y por qué otras, no afectadas por esos problemas,

muestran un gran rechazo institucional. En este último sentido, la amalgama de

perfiles y patologías que se dan cita actualmente en los albergues, suele ser

esgrimido como un factor que disuade de acudir a ellos.

Por otro lado, la saturación de muchos centros de la red para PSH debido a la

gran afluencia de usuarios para los que, en principio, no están ideados (por

ejemplo, toxicómanos) ha abierto la polémica entre los profesionales sobre la

conveniencia de crear recursos específicos para estas personas, o por el contrario

adaptar los centros a estas nuevas necesidades sociales. Desde luego, la

segunda vía implicaría dotar a los albergues actuales con nuevos y

especializados recursos materiales y personales.

Por lo que se refiere a Salud Mental , y más allá de los albergues para PSH, las

plazas del Programa de Atención a Personas con Enfermedades Mentales

Crónicas (Consejería de Servicios Sociales) son muy pocas para el conjunto de la

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población madrileña, y además las personas con varios años de calle son

portadoras de unos hábitos y costumbres difícilmente compatibles con las pautas y

normas de convivencia a los que se amoldan los demás enfermos. En este

sentido, parece urgente habilitar recursos residenciales diferenciados para

enfermos mentales sin hogar, con diferentes niveles de exigencia y autonomía, y

según el grado de severidad de la enfermedad y de deterioro de las personas.

Algo similar ocurre con los Centros de Atención Integral a Drogodependientes, en

los que la lógica de la atención a la adicción no suele estar adaptada al del

problema del sinhogarismo, el cual entraña toda una serie de factores y de

respuestas que van más allá de los servicios que prestan estos centros.

Desde el problema de las toxicomanías también es importante destacar que

algunos centros de atención sociosanitaria, especialmente el de la zona Centro de

Madrid, se encuentran desbordados. Habiéndose restringido la estancia en ellos

por las noches a un número limitado de horas. Con la consiguiente desprotección

de estas personas, que terminan recalando en la calle, y el aumento del número

de los que pasan sus noches a la intemperie.

En cuanto a las personas con problemas de adicción al alcohol sólo existe en

Madrid una Unidad de desintoxicación Alcohólica (UDA), con lo que la lista de

espera de este dispositivo suele ser bastante considerable. Por otro lado, esta

unidad tan sólo ofrece quince días de alojamiento para desintoxicación, y un mes

más, según valoración de los profesionales del centro, para la deshabituación.

Periodo tras el cual las personas que no tienen hogar ni familia vuelven a la calle o

a algún albergue, sin que exista la posibilidad de pasar un periodo de

deshabituación algo más prolongado en algún centro especializado.

Por su parte, el Centro de Prevención del Alcoholismo y el Tabaquismo (CPA y T),

entidad dependiente del Ayuntamiento de Madrid, proporciona tratamiento

antialcohólico de modo ambulatorio y está dirigido específicamente a la población

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sin hogar. Este centro suele trabajar con personas que cuentan con plaza en algún

albergue, condición necesaria, según sus profesionales, para iniciar un tratamiento

de deshabituación al alcohol. De esta manera, si cuando un usuario demanda un

tratamiento se encuentra durmiendo en la calle, se intenta procurarle previamente

una cama en alguno de los albergues. La falta de plazas en los mismos supone

aguardar en una lista de espera, lo que en ocasiones desanima o entorpece los

primeros intentos de desintoxicación y/o deshabituación de los pacientes.

Por otro lado, el CPA y T no realiza trabajo de calle para intentar contactar y

enganchar a las personas con este problema. Quizás el trabajo directo -en la calle-

con estos potenciales usuarios contribuiría a motivarles para que se planteen dejar

de beber o iniciar un tratamiento.

Algo similar ocurre con el Centro de Atención a Drogodependientes 1 (CAD 1),

especializado en tratar las adicciones de las PSH. La única posibilidad de que los

potenciales usuarios conozcan a los profesionales de este centro es que se

desplacen a él y asistan a las reuniones que se realizan con afectados. Cabe

plantearse si no sería conveniente que desde este recurso se hiciera un trabajo de

calle, en coordinación con los recursos de proximidad, con el fin de acercar al

máximo la oferta de una desintoxicación o de un programa de reducción de daños.

En consecuencia, y al igual que ocurre con el problema de la Salud Mental, sería

necesario crear centros residenciales para desintoxicación y deshabituación

alcohólica y otras adicciones, que estuvieran especialmente adaptados para alojar

a PSH y que trabajaran en estrecha coordinación con los servicios de atención

ambulatoria actuales -Centro de Prevención del Alcoholismo y el Tabaquismo y

Centro de Atención a Drogodependientes (CAD 1) del Ayuntamiento de Madrid-.

Otro de los recursos de la red de atención para PSH son los centros de talleres y

otros servicios básicos (lavandería, enfermería, duchas, etc.). Generalmente se les

denomina Centros de día , sin embargo, la fragmentación de los recursos que

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estos establecimientos suelen ofrecer hoy por hoy apenas permite denominarles

como tales, o al menos no se les puede reconocer como centros de Día

integrales en los que se ofrezca, de modo conjunto servicios básicos, servicio de

orientación personal, actividades y talleres grupales psico-sociales de carácter

terapéutico y rehabilitador, ofertas de ocio, comida, etc. De esta manera, lo más

que se puede encontrar son centros como Realidades, CEDIA o los talleres de

San Martín de Porres en los que se puede participar en talleres laborales o de

habilidades sociales, o el Rincón del Encuentro de RAIS, espacio de baja

exigencia en el que las personas pueden pasar su tiempo leyendo, charlando,

consultando las ofertas de empleo de los periódicos,… o integrándose en talleres

u otras actividades. Por otro lado, hay establecimientos que ofrecen sólo servicios

básicos durante el día como lavandería, ropero, ducha, orientación jurídica, etc.

(como algunos comedores como Santiago Masarnau, Ave María, María

Inmaculada…), sin que cuenten con otro tipo de actividades de tipo psico-social,

que inviten a sustituir el vacío, ese pasar el día sin hacer nada, de la calle por

unos hábitos más constructivos y rehabilitadores.

Siguiendo la tabla anterior, los expertos en el trabajo con PSH (12,1%) insisten en

la necesidad de crear más centros de Día Integrales , con distintos niveles de

exigencia, estrechamente conectados con los albergues y demás centros de

acogida: “Hay una necesidad de centros de baja exigencia que a la vez incorporen

centros de día.” (C.18), “Centro de día en dispositivo de baja exigencia, pero con

buenas condiciones de espacio, personal, materiales, etc.” (C. 1), “Centros de día

accesibles realmente para las personas más cronificadas.” (C.3). En concreto, en

bastante ocasiones se insiste en que sería conveniente que los albergues de baja

exigencia estén dotados de este tipo de recurso. Uno de los profesionales

entrevistados lo explicaba así: “Un centro de día se echa mucho de menos, ellos lo

echan mucho de menos, muchos dicen “dónde paso el día o podré pasar el día”.

Pero, también desde la baja exigencia (…) donde vayamos haciendo cositas,

como aquí.” (E.9P:32). Hay que tener en cuenta que cuando se trabaja con PST

una de las principales estrategias consiste en romper el círculo muchas veces

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cerrado de la calle, y esto no se consigue sí sólo se les saca de ella para dormir,

expulsándoles cada mañana de nuevo para que pasen desocupados las

interminables horas del día.

Según los propios profesionales, a la alta concentración y variedad de usuarios en

los albergues no se responde con suficientes recursos personales . Sobre todo, si

además de prestar una atención asistencial, se pretende trabajar con estrategias

socializadoras y con objetivos de inserción social. Del mismo modo, no suele

haber en los centros profesionales especializados en psiquiatría, psicología o

toxicomanías, tratándose a todos de una manera más o menos homogénea ante

la falta de criterios y herramientas de intervención. Es en este sentido en el que

también se dirá que se debe mejorar la atención actual (9,7%), diseñando

mejores programas de acogida e itinerarios de inserción individualizados y

promoviendo actuaciones de carácter más integral: “Mejores programas de

acogida,” (C.10), “Recursos humanos para seguimiento y tratar de reinsertar a

quien sea recuperable.” (C.13), “Albergues con mayor capacidad y actuaciones

más integrales.” (C.10), “Centros de acogida… tanto de baja, media o alta

exigencia con un nivel medio de plazas (30 aprox.), donde se pueda trabajar

integralmente con la persona.” (C.6).

Por otra parte, también en esta ocasión, al preguntar sobre lo que sería necesario

crear para atender a las PST, se ha vuelto a insistir en la coordinación entre los

distintos recursos (9,7%), así como en desarrollar medidas que promuevan una

inserción social a largo plazo , principalmente, a través de la formación laboral y

del empleo (7,3%): “Proyectos de verdaderas empresas de inserción o empleo

protegido.” (C.9), “Que existieran medidas laborales que permitieran la integración

socio-laboral de estas personas (empresas de inserción-regulación, etc.).” (C.4),

“Empresas de inserción adaptadas a este colectivo.” (C.11).

Por último, y en la línea de aumentar y adaptar los recursos actuales, algunas

respuestas se han referido a la necesidad de reforzar la prevención (4,8%),

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aumentar el número de unidades móviles (4,8%), mejorar el acceso de las PSH a

la atención sanitaria (2,4%), mayor concienciación de los voluntarios (2,4%), más

recursos para familias (2,4%) y mejorar y ampliar los centros para inmigrantes

(2,4%).

Otra pieza importante de la red de atención a PSH son los comedores , y su

panorama no parece haber avanzado mucho más que el de los albergues. En la

actualidad nos encontramos con centros que principalmente ofrecen la comida del

mediodía o bocadillos. Para obtenerla, en muchos casos, se precisa pasar

previamente por una serie de trámites (concertar cita con el trabajador social,

recibir una tarjeta, etc.), que no garantizan la alimentación más que por un periodo

determinado de tiempo.

Además, en la mayoría de las ocasiones las PSH han de aguardar turno a las

puertas de los comedores, lo que suele provocar roces y conflictos entre usuarios.

En algunos centros se dejan unas cuantas plazas diarias para personas que no

tienen tarjeta, lo que provoca largas esperas desde primeras horas de la mañana y

continuos altercados entre los aspirantes. En otros comedores se reparte un

número a diario para conseguir un almuerzo. Según los responsables de estos

centros, para conseguirlo muchos usuarios acuden a la entrada o a los

alrededores de los comedores al amanecer.

En todo caso, desde los comedores consultados se insiste que aún son muchas

las personas que a diario se quedan sin poder comer caliente al menos una vez al

día. Sólo hay que pensar que el número de servicios de comida caliente a

mediodía es de 1145 aproximadamente, mientras que según nuestra estimación

las PSH, en un día cualquiera en Madrid, son unas 1600. Este déficit se

incrementa si se tiene en cuenta el gran contingente de inmigrantes sin recursos

económicos que ha llegado a nuestra ciudad en los últimos años, para los cuales

apenas existen comedores.

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175

Otro inconveniente de algunos comedores son los horarios. En ocasiones se

ajustan poco a los usos cotidianos de nuestra cultura, o a los hábitos y formas de

ganarse la vida de las personas que viven en la calle. Por ejemplo, el turno de

comida de 12 a 13hs, frecuente en muchos comedores, entorpece el ritmo de

aquellos que obtienen algunas monedas de la venta de la prensa social, u otros

artículos, o de los que piden a la puerta de supermercados en las horas de más

afluencia de público.

Por último, aún son pocos los comedores que ofrecen algún servicio más que la

manutención, por ejemplo salas para ver la televisión, charlar o leer el periódico

después de comer. Estos servicios contribuyen a “normalizar” la vida de las

personas que de otro modo no cuentan con más alternativa que la rutina vacía y

sin sentido de la calle.

En consecuencia, si se quiere que cada vez sean menos personas las que pidan

para comer, integrándose para ello en la red de comedores, habría que: 1. crear

más servicios de comidas ; 2. avanzar hacia un modelo menos rígido en

cuanto a horarios y normativas, en el que se crearan establecimientos en régimen

de autoservicio, con horarios flexibles, en los que no se precise tarjeta para entrar,

ni hubiera un límite de asistencias por persona a lo largo del año. Asimismo se

debería intentar hacer más grata la estancia en estos establecimientos con el

objetivo de que la adherencia a los recursos vaya ganando terreno a la de la calle.

Del mismo modo que ocurre con los albergues, se deberían habilitar espacios para

que las personas dejen sus pertenencias o mascotas mientras comen o cenan, y

esto no sea una excusa para no abandonar la calle aunque sea por periodos

pequeños de tiempo.

La mendicidad

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176

Otro aspecto importante a la hora de valorar los recursos para PSH existentes en

la actualidad es la política de rentas mínimas . En opinión de los expertos que

trabajan con este colectivo, éste es un elemento principal a revisar si es que se

quiere acabar con la mendicidad . En efecto, en el cuestionario incluíamos una

pregunta que les interpelaba acerca de qué objetivos debería marcarse la

Administración en la intervención social contra la mendicidad. Pues bien, el mayor

número de respuestas (10,7%) considera que la cuantía de las rentas mínimas

debería ser incrementada o, al menos, se deberían fomentar otro tipo de recursos

económicos complementarios. Al mismo tiempo, habría que hacer un esfuerzo

mayor para acercar estos recursos a la gente de la calle más aislada y

desconectada de la red, procurando que ese dinero les vaya alejando tanto de la

dependencia institucional como de la de la caridad o la voluntad de los viandantes:

“Que accedan a rentas mínimas (…) Facilitar el acceso a ingresos mínimos y que

éstos permitan verdaderamente una mayor autonomía personal y poder romper

con la dependencia institucional.” (C.4), “Evitar la (la mendicidad) en lo posible,

extendiendo las medidas de ingresos mínimos a toda la población sin recursos y

sin trabajo.” (C. 15), “Ampliar la cobertura de las necesidades básicas con rentas

mínimas de inserción más amplias.” (C.12), “Tramitación de ayudas económicas

de apoyo.” (C.20), “Garantizar que todo el que esté en situación de marginación

extrema tendrá recursos para vivir sin mendigar.” (C.21), “Garantizar una renta

social básica mayor a la actual.” (C.9).

Tabla 128.- Análisis de respuestas abiertas sobre o bjetivos que debería marcarse la Administración para evitar la mendicidad

Nº de respuestas

%

Acceso e incremento de rentas mínimas 7 10,7 Erradicar la mendicidad infantil 6 9,2 Más recursos en general (económicos, albergues, personal) 5 7,6 Más recursos específicos para PST (trabajo de calle, centros de baja exigencia, unidades móviles)

5 7,6

Sensibilizar a la población 5 7,6 Políticas de empleo y proyectos de inserción laboral 4 6,5 Ofrecer alternativas 3 4,9 Escucha de demandas, cubrir necesidades básicas 3 4,9 Acompañamiento social y trabajo individual 3 4,9

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Coordinación 3 4,9 Actuaciones específicas para determinados problemas (salud mental, inmigración…)

2 3,2

Aplicar la legislación 2 3,2 Solucionar el problema del sinhogarismo 2 3,2 Prevención 1 1,6 Investigar, conocer el problema 1 1,6 Control del uso adecuado de los donativos que reciben las entidades

1 1,6

Cerrar las fronteras 1 1,6 No hacer nada si no existe abuso. La mendicidad es coherente con la religiosidad

1 1,6

Otras 6 9,8 Total 61 100

Hay que tener en cuenta que como comentábamos en otro sitio, una de las

principales razones para mendigar es la falta o insuficiencia de recursos

económicos para vivir. Las PST que no reciben prestaciones económicas

sociales, no tienen más remedio que mendigar o vender clandestinamente lo que

recaban, lo que en el argot de los sin techo se denomina “la busca” o el

“trapicheo”. Aunque también puede haber otras formas de procurarse algún

dinero ayudando en kioscos, recogiendo cartones de los supermercados,

colaborando con los dueños de algunos puestos callejeros, recabando chatarra,

etc.

El hincapié que los expertos hacen sobre la necesidad de extender la garantía de

las rentas mínimas a la gente de la calle se entiende mejor si tenemos en cuenta

que probablemente aún son bastantes las PST que no cuentan con ningún tipo de

ingreso. De hecho, de las 20 personas entrevistadas para este estudio, más de la

mitad ( el 65%) no contaba con ningún tipo de prestación económica social en el

momento en el que se realizaron las entrevistas. Si contrastamos estos datos con

los que se recogen en la Memoria del año 2001 de Puerta Abierta (centro de baja

exigencia dirigido a PST con largos procesos de calle y con dificultades de

adaptación a los albergues convencionales), el porcentaje de personas sin

prestación económica es también considerable, aunque algo inferior al de nuestra

muestra. En concreto, un 41,6% de los usuarios de este albergue no contaba con

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prestaciones económicas. Probablemente, la decisión de optar por la vía de la

“institucionalización”, aunque sea en un centro de baja exigencia, aumenta las

posibilidades de tener algún tipo de cobertura económica pues, por un lado,

algunas PST comienzan a conocer y aceptar que también por vía institucional

pueden asegurarse algunos beneficios; y, por otro lado, una vez ubicados en

estos centros, los profesionales pueden hacer una labor más directa y continua de

información y sensibilización sobre los usuarios. En cualquier caso, todo parece

indicar que hoy en día aún existe un volumen considerable de personas viviendo

en la calle sin protección económica social, y esto, indudablemente, incrementa la

necesidad y la conducta de pedir, las cuales pueden terminar por convertirse en

hábito.

Ahora bien, pasar a tener un ingreso fijo, por mínimo que sea, retira a muchas

personas de la mendicidad, pero no la elimina del todo. Una de las razones

principales estriba en que la cuantía de esos ingresos no suele ser suficiente para

sobrevivir. Unas veces el dinero se destina casi íntegramente a alquilar una

habitación en alguna pensión barata y, entonces, no queda más remedio que

procurarse algunos ingresos extras (ver Rubio, 2002)8. Otras veces se sigue

durmiendo en la calle o se asiste a un centro de baja exigencia, empleándose el

dinero de las prestaciones en comida, bebida o algo de ropa, evitando así asistir a

los comedores y los roperos públicos. En esos casos se pide para obtener algún

dinero más, pues como ellos mismos dicen “vivir en la calle es caro”. En este

sentido es en el que las personas que trabajan con PSH afirman que la cuantía

actual de las rentas mínimas es insuficiente si es que de verdad se quiere sacar a

la gente de la calle. Rentas que además deberían complementarse con otra serie

de coberturas básicas como la vivienda: “Facilitar el acceso a recursos

complementarios que la eviten: viviendas, etc.” (C.9).

8 El precio medio de las pensiones más económicas del centro de Madrid era en 2002 de 282, 4

Euros al mes (47.000 ptas).

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La erradicación de los brotes de mendicidad infantil que han surgido en los

últimos años aparece como la segunda medida a tomar por la Administración, a

juicio de las personas que trabajan con la gente sin hogar, quienes se han

expresado como sigue: “Erradicar la mendicidad infantil de forma urgente.” (C.5),

“Erradicar la mendicidad infantil aplicando la legislación que ya existe.” (C.1),

“Erradicar la mendicidad infantil.” (C.3), “En cuanto a la mendicidad de menores o

el uso de menores para la mendicidad, aplicar medidas legales oportunas.” (C. 6).

Sin duda en esta práctica no sólo se ve un claro abuso sobre los menores, sino el

caldo de cultivo de futuras conductas mendicantes. Y aunque ya hemos indicado

que se trata de una práctica minoritaria (alrededor de un 5% de los adultos que

mendigan lo hacen con niños), sin embargo, genera una elevada alarma social.

Conscientes de que este tipo de mendicidad hoy en día sólo la ejercen algunas

personas extranjeras, se propone el control de la misma intensificando y

ampliando el trabajo que se realiza desde los campamentos: “Evitar cualquier tipo

de mendicidad infantil, también para extranjeros, solucionando su situación en los

campamentos, con escolarización obligatoria y reeducando a los padres (escuela

de padres).” (C. 19)

La insuficiencia de recursos para atender el problema del sinhogarismo a la que

nos venimos refiriendo hasta ahora, se actualiza de nuevo cuando se aborda el

tema de la mendicidad. Por eso, un 5% de las respuestas se refieren a la

necesidad de contar con más medios materiales (recursos económicos, centros de

acogida, etc.) y humanos (más profesionales), a las que habría que sumar otro 5%

que específicamente señalan que se deberían aumentar los recursos específicos

(trabajo de calle, unidades móviles, centros de baja exigencia) para la gente que

vive y duerme literalmente sin techo.

Hacer más fuerte a la red de recursos también supone realizar un trabajo más

sólido de acompañamiento social y trabajo individualizado (4,9%), contar con

efectivos suficientes para acercarse más a la gente de la calle e intentar cubrir sus

necesidades básicas (4,9%), atender específicamente a problemas graves

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asociados a veces a la mendicidad y la falta de un hogar –como las toxicomanías

y la salud mental- (3,2%) y enriquecerla con nuevas alternativas (4,9%) y

proyectos de inserción sociolaboral (6,5%) que hagan preferible la dinámica de la

inserción a la dinámica segregadora a la que conduce la conducta de pedir.

En este mismo sentido de reforzar los recursos para PSH, abundan aquellas

respuestas que consideran que la mendicidad se resolverá cuando se acabe con

ese otro problema más genérico del sinhogarismo (3,2%).

En un puesto destacado, con 7,6% de las respuestas, los que han respondido al

cuestionario han situado la necesidad de sensibilizar a la opinión pública para que

se conciencie del efecto perjudicial que a la larga conlleva el hábito de dar a los

que piden: “Informar de que puede ser contraproducente para los que mendigan.”

(C.21), “Prevenirla organizando campañas de sensibilización a la población en

general para que no la apoye.” (C.15)

También algunos expertos han querido resaltar las sospechas, que desde hace

tiempo existen entre las personas que trabajan con gente de la calle, acerca de

algunas iniciativas que se presentan bajo la apariencia de alternativas a la

mendicidad, o sobre posibles grupos organizados. Y plantean la necesidad de que

la ley tome cuanto antes cartas en el asunto: “Efectuar control sobre “farolas y

similares.” (C.3), “Definir y distinguir la mendicidad como problema social de la

mendicidad como mafia organizada, aplicando la legislación vigente a estos

últimos.” (C.1).

Por último, además de referencias a la necesidad de apoyar la investigación y el

conocimiento de la mendicidad y de tratar de realizar actividades preventivas,

aparecen algunas propuestas que a pesar de su carácter minoritario conviene

resaltar pues representan la posición más obsoleta de la atención al problema del

sinhogarismo y la mendicidad. Las mismas tratan de erradicar el problema a base

de negarlo o por el contrario de legitimarlo como una cuestión moral. Así, en el

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primer caso, y ante, por ejemplo, los inmigrantes sin recursos económicos y sin

hogar se propondrá la medida de “Controlar las fronteras.” (C.11), mientras que en

el segundo caso se justificará la mendicidad y la caridad alegando que “Si no hay

coacción o abuso (la mendicidad) es una forma tan legal como otra cualquiera de

ganarse la vida. Además está ligada a la formación religiosa (alguien tiene que ser

el destinatario del ejercicio de la caridad).” (C.8)

4.2.2. Los problemas de coordinación y conexión externa

Además de las características señaladas, hay que apuntar que la actual red de

atención a PSH posee una baja articulación interna, así como un aislamiento

y desconexión respecto de otros sistemas de protecc ión social.

En cuanto a la coordinación en el seno de la propia red, ya hemos visto como las

personas que trabajan con PSH, la consideraban insuficiente. Así, en todas las

preguntas del cuestionario a las que hasta ahora nos hemos referido, la mayor

coordinación es una necesidad que aparece una y otra vez con un número

significativo de respuestas.

Además de contar con esta información, en el cuestionario incluíamos una

pregunta que de modo directo trataba de averiguar de qué manera se podría

mejorar la coordinación de la red, con la intención no sólo de que se hicieran

propuestas, sino que de las mismas se pudieran extraer algunas orientaciones

acerca de aquello que funciona a medias o directamente no existe.

Pues bien, la falta de comunicación y conexión entre los profesionales y las

entidades es el primer rasgo (25,8%) sobre el que se asienta la débil articulación

interna de la red (ver tab. sig.). Las propias personas que trabajan en la misma

ponen de relieve que se conocen poco entre sí (“Conocer “realmente” cómo

funcionamos cada uno.” (C.14), “Conocimiento mayor de las instituciones, ONG,

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asociaciones y entidades implicadas en este ámbito de actuación.” (C. 15) ), que

se sabe poco del trabajo que desarrolla cada uno (“Más encuentros entre las

distintas instituciones, conocer realmente su trabajo, sus dificultades, etc. y unir

esfuerzos.” (C.17) ), y que una mayor relación permitiría mejorar las relaciones

entre unos y otros, beneficiarse mutuamente de las distintas experiencias y aunar

esfuerzos (“Mejor relación entre los profesionales.” (C.10), ”Encuentros

particulares, visitando los otros centros y programas, intercambiando experiencias

en el campo propio de cada uno, mejoraría.” (C.13), “Con el conocimiento de todas

las entidades que trabajamos con sin hogar y un compromiso serio de trabajar en

equipo.” (C.11).

Como ya se ha señalado, en la actualidad las reuniones de la Campaña del frío y

las de Puerta Abierta son los únicos espacios en los que los distintos recursos

tienen la oportunidad de verse de modo periódico, Allí, informal y ocasionalmente,

se intercambia información que trasciende los motivos concretos por los que se

convocan esas reuniones. Pero, se trata de un acto voluntario, que no obedece a

una estrategia planificada y establecida de comunicación y trabajo conjunto, sino

más bien a iniciativas personales. Ante esta ausencia de un espacio donde poder

trabajar coordinadamente, se planteará “crear un Foro de reflexión, del que

derivará la coordinación y el trabajo en Red.” (C.19).

Tabla 139.- Análisis de respuestas abiertas sobre C oordinación de la red de recursos Nº de

respuestas %

Más comunicación y conocimiento entre profesionales y entidades

8 25,8%

Propuestas concretas de coordinación 7 22,5% Mayor responsabilidad de la Administración 5 16,1% Crear redes organizadas 3 9,6% Reforzar lo que ya existe 3 9,6% Otras 5 16,1% Total 31 100

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Esta desconexión entre las entidades de la red de recursos para PSH se ancla en

diferentes factores que tiene que ver con la propia evolución histórica del problema

del sinhogarismo, algunos rasgos definitorios de los recursos y las actuales

condiciones de financiación de muchas entidades. Así, según la titularidad de los

centros aún se puede reconocer falta de conocimiento mutuo y desconexión en

función de que éstos sean públicos o privados, de orientación religiosa o civil, de

ámbito municipal o regional. También el enlace parece a veces débil dependiendo

de si se trata de viejos o nuevos recursos, o si los mismos tienen un carácter

eminentemente profesional o voluntario. A su vez existe cierta competencia a la

hora de la asignación de los escasos recursos económicos que principalmente

provienen de la Administración, rasgo que, por otra parte, no afecta sólo al área de

las entidades que trabajan con PSH, sino al conjunto del sector no lucrativo

dedicado a los servicios sociales.

Para solventar esta insuficiente articulación interna se proponen varias vías de

actuación. En primer lugar, se considera que la Administración debería hacer un

esfuerzo mayor para tratar de promover y dirigir la coordinación entre entidades

(16,1%), pues se la considera la máxima responsable a la hora de tratar de

solucionar los problemas sociales: “Coordinado y dirigido por el Ayuntamiento. Se

necesita voluntad política del Ayuntamiento.” (C.19), “Desde luego creo que la

mejor forma de mejorar la coordinación es que ésta parta de la Administración.

Como la responsabilidad de que alguien duerma y siga en la calle día tras día es

de la propia Administración, aunque también los ciudadanos, la sociedad civil, algo

tenemos que decir en eso, está claro que es ella la que debe crear el modo en que

la famosa red sea algo útil y que verdaderamente sume esfuerzos y ayude a los

verdaderos protagonistas de todo esto, que son las personas sin hogar.” (C.18);

por otro lado, la Administración Pública también será la encargada de garantizar

las necesidades económicas de las instituciones para que éstas puedan atender

más y mejor a la población afectada (“Crear una verdadera red impulsada desde la

Administración, garantizando la financiación a la iniciativa social y coordinada

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entre ambas.” (C.9) ), lo que redundará en un funcionamiento y una articulación

mejor entre las mismas.

Otro paso para conseguir la proyectada coordinación consistiría en crear una red

de entidades tanto públicas como privadas, al modo de FACIAM, pero más

desarrollada, que permitiera el contacto, el intercambio de información y el trabajo

conjunto (9,5%). Y para dar efectividad a esa red, se propone crear un archivo

informatizado que conecte on line a todas las entidades. Este sistema de

información debería permitir coordinar las actuaciones, actualizar y registrar día a

día los datos de los distintos recursos, e informar acerca de las posibilidades que

la red ofrece (plazas, talleres, servicios, etc.). Del mismo podría servir para difundir

y debatir sobre las buenas prácticas que muchas entidades están llevando a cabo.

El trabajo en red será la meta última a conseguir. Objetivo tan presente y

deseado en el discurso de los que trabajan con PSH, como hasta el momento

difícil de materializar: “Creando, además de FACIAM, una coordinadora de

asociaciones.” (C. 21), “Además del fichero de CEDIA la Administración tendría

que tener otro, y estar todas las instituciones coordinadas iniciativa social –

Administración (autonómica, local).” (C.2), “Una red informática (internet) donde se

facilitara toda la información de plazas, horarios, albergues, etc.” (C.10).

Para la organización del trabajo en red, un 22,5% de las respuestas recogen

propuestas concretas. Así, por ejemplo, se apunta que deberían establecerse

funciones y cometidos entre las entidades (“Establecimiento de un reparto claro de

funciones y competencias. Establecimiento de los límites de actuación de cada

entidad.” (C.15) ), diseñar protocolos y evaluaciones periódicas (“Una planificación

previa del circuito de atención. Elaboración de protocolos. Una evaluación

periódica con propuestas para actuaciones futuras.” (C. 15) ), unificar criterios de

intervención (“Desde unas convicciones sólidas a compartir por todos los centros,

unas mismas líneas o pautas de intervención. Tener unos mismos criterios

comunes, tanto de lugares públicos como de los privados.” (C.7)), potenciar tanto

la coordinación general como aquella otra más específica que permita establecer

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acuerdos sobre las estrategias de intervención y seguimiento de los casos

(“Estableciendo diferentes niveles de coordinación: para aspectos generales y de

información; para trabajo en red de casos concretos; buscar sistemas de

información común; mesas de trabajo.” (C.3) ) y reforzar la coordinación con los

Servicios Sociales Generales y las entidades no lucrativas próximas al problema

de los sin hogar (“Mejorar canales de información, no sólo entre centros de la red,

sino hacia Servicios Sociales Generales y asociaciones que de alguna manera

trabajan con PSH.” (C.5).

En cuanto a la articulación externa de la red de atención a PSH, se detecta un

aislamiento y desconexión de la misma respecto a los organismos encargados de

gestionar áreas como vivienda, sanidad, empleo, policía y seguridad.

Del mismo modo, este aislamiento se ve reflejado en las barreras que en muchas

ocasiones las PSH encuentran para acceder a servicios de la Administración

Pública, Justicia o al sistema de salud (por ejemplo, en hospitales).

4.2.3. Los medios para la prevención

Desde una perspectiva global, la intervención social con personas que viven

literalmente en la calle y/o que piden, centrada hasta ahora principalmente en la

asistencia y reinserción, debería ser completada con la prevención. Justamente en

este epígrafe nos detendremos en analizar hasta qué punto la red de recursos

para PSH cuenta con medios suficientes y desarrolla actuaciones adecuadas para

evitar que las situaciones de vulnerabilidad se terminen consolidando hasta

terminar en la calle.

Si nos fijamos en las respuestas que a la pregunta ¿Cómo actuarías

preventivamente para evitar que haya gente que haga de la calle su lugar de vida

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habitual?, han ofrecido las personas que trabajan en la red (ver tab. sig.), vemos

cómo se ha privilegiado la vía político-institucional como primer paso para

desarrollar una labor preventiva. Así, un 18,1% de las respuestas consideran que

deberían abonarse de una forma más decidida el terreno de las Políticas Sociales.

Se sitúa, por tanto, en un ámbito estructural y político, que en ocasiones

sobrepasa las competencias de la propia red, el principal mecanismo capaz de

evitar el problema. Cómo medida más general la prevención se haría efectiva

“Poniendo en marcha una política social más igualitaria, a nivel general.” (C. 12),

en un nivel intermedio se estima que se deberían “Diseñar políticas ajustadas a la

realidad que presentan personas en riesgo, relacionadas con la inmigración,

empleo, vivienda, sanidad, servicios sociales…” (C.4), “Desde el ámbito de lo

público mejores políticas de empleo, trabajos menos precarios.” (C.10), y,

finalmente, se resalta el papel que en este problema tienen los Servicios Sociales

Generales. Haciéndose referencia explícita a que la capacidad de actuación de

estos servicios debería ser reforzada: “Reforzando los Servicios Sociales

Generales y específicos de familia, coordinando todos los servicios existentes en

los distritos.” (C.2), “Reforzar los Servicios Sociales de base, formándoles en

trabajar situaciones de estrés y crisis.” (C. 1), “Intervención preventiva en la red de

Servicios Sociales generales, dotándoles del presupuesto necesario para

alojamientos y recursos humanos en el acompañamiento social, coordinado con la

red sanitaria.” (C.9), “Actuando antes de que llegue a la calle, fundamentalmente

desde Servicios Sociales.” (C.3).

También en las entrevistas en profundidad realizadas a profesionales, el plano

político-institucional ha sido puesto de manifiesto frecuentemente; y no sólo desde

la óptica de la prevención, sino para plantear que la intervención social frente al

sinhogarismo siempre aparece lastrada por una débil implicación de los distintos

niveles de la Administración pública. “Hay poca pringue y poca implicación de la

Administración en este sentido y luego además claro a los servicios sociales, que

en definitiva son los que los que tratarían todo eso, se les debe dar un rango como

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se le da a la sanidad como se le da a cualquier otro elemento que tenga que ver

con la con los ciudadanos, sanidad pública, etc, etc, que no se da…” (E. 5P:8)

Tabla 1410.- Análisis de respuestas abiertas sobre Prevención de las situaciones de calle Nº de

respuestas %

Políticas y Servicios Sociales 8 18,1 Servicios especializados en determinados problemas (salud mental, toxicomanías, jóvenes desinstitucionalizados…)

5 11,3

Más plazas en alojamientos 4 9 Más trabajo de calle 4 9 Mejorar la primera acogida 4 9 Incrementar el trabajo individualizado con los usuarios 3 6,8 Más coordinación 3 6,8 Más centros de atención integral, no sólo asistencial 3 6,8 Sensibilización de la opinión pública 2 4,5 Prevención y acceso a recursos primarios 2 4,5 Otras 6 13,6 Total 44 100

Dentro ya del marco de la red de recursos para PSH, la prevención podría hacerse

más efectiva si se destinaran más recursos y servicios especializados en algunos

problemas que, como ya hemos visto, acompañan a algunos sin techo (Salud

Mental y Toxicomanías, principalmente) (11,3%): “Aumento de recursos primarios

en salud mental.” (C.11), “Actuar, conjuntamente, con equipos interdisciplinares en

Salud Mental.” (C.20), “Reforzar la atención de toxicomanías.” (C.11). Aunque

también se apunta la situación de jóvenes protegidos por la Comunidad de Madrid,

que al cumplir la mayoría de edad son desinstitucionalizados (“Trabajo intensivo y

con proyectos concretos a la hora de desinstitucionalizar a jóvenes.” (C.1) ) , o la

de los inmigrantes (“En el tema de extranjeros incorporarlos a la red de nacionales

o crear una red similar: si no conseguiremos cronificar este colectivo.” (C.5) ).

Naturalmente una respuesta temprana y adecuada a las necesidades de estos

colectivos evitaría que muchas personas terminaran convirtiendo a la calle en su

hogar.

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La tan reiterada falta de plazas en los alojamientos de la red es un factor que

contribuye a perpetuar y deteriorar la vida en la calle y, por lo tanto, obstaculiza el

trabajo que se pueda realizar para evitarla. Aumentar el número de plazas se

propone así no sólo como una medida asistencial, sino preventiva (9%): “Creando

más plazas de alojamiento, muchas veces viven en la calle porque no tienen otro

sitio, no porque quieran.” (C.5). Ahora bien, una vez más se recuerda que la oferta

residencial ha de ser adaptada y coherente con las distintas necesidades de las

PST: “Creando recurso alternativos de alojamiento y estancia.” (C.15)

Intensificar el trabajo de calle será otra medida preventiva que buscará que el

paso a la calle sea sólo provisional, ofreciendo a las PST otras alternativas (9%):

“Realización de trabajo de calle que permita evitar la cronificación de aquellas

personas que se encuentran en la calle de forma puntual.” (C.4).

En esa misma línea, mejorar la primera acogida de los usuarios contribuiría a

evitar que estas personas pasen a engrosar de modo rutinario el contingente de

albergados o sin Techo (9%). De la primera acogida dependerá, en buena medida,

las actitudes de aceptación o rechazo institucional, y también en ella se efectuará

el primer diagnóstico y propuesta de intervención en función de las necesidades

de cada persona: ”Mejorando la calidad de la atención cuando la persona tiene el

primer contacto institucional. (Esto se traduce en personal cualificado y formado,

más recursos.” (C.5), “Actuando de manera intensiva en el momento inicial con

equipos interdisciplinares y alojamientos específicos y programas de intervención

intensivos.” (C.9). Y tanto en un primer momento como en etapas posteriores, la

manera más adecuada de atender el problema será a través del trabajo

individualizado, diseñando estrategias e itinerarios personalizados de inserción

(6,8%): “Trabajar directamente con la persona. Escuchar su problema y proceso

para llegar a ese lugar.” (C.20)

La coordinación entre los distintos recursos de la red y con otras redes como la

sanitaria también reduciría el número de personas que acaban en la calle, al poder

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responder más ágilmente a las necesidades de cada uno (6,8%). Y en esa misma

línea el acceso que las PST tienen a los recursos primarios parece aún muy

limitado. “Con una buena coordinación de las instituciones tanto públicas como

privada y sobre todo desde le sector público que las distintas áreas (trabajo,

sanidad, etc.) trabajen como un problema común.” (C. 17)

Junto a la demanda de más plazas, también se formula otra que reclama más

centros (6,8%), pero eso sí con la idea de que cada vez en ellos se supere la mera

asistencia de necesidades básicas para prestar una atención más integral que

responsa a las necesidades psico-sociales de las PST y les ayude a salir cuanto

antes de la vía de la exclusión social: “Con programas integrales de atención y no

simplemente asistencia.” (C.10)

Por último, la información y sensibilización de la opinión pública contribuiría a que

los ciudadanos no contribuyan de una u otra manera a perpetuar la situación de

las personas en la calle: “Una mayor información a la sociedad de recursos

sociales previos a los específicos.” (C. 11), “Sensibilizando y concienciando a la

población de la realidad de la gente que está en la calle, se evitaría el habitual

desprecio e indiferencia.” (C.19).

La mayor parte de las propuestas recogidas hasta el momento en torno a la

prevención del problema de las PST, son apuntadas también por los expertos

cuando les preguntamos acerca de qué actuaciones preventivas deberían ser

adoptadas para evitar la mendicidad . Sin embargo, en esta ocasión se incluyen

dos propuestas más que, por otro lado, ya aparecían cuando se les preguntaba

sobre los objetivos que debería marcarse la Administración para atajar este

problema. Se trata de incrementar el papel de las Rentas mínimas -aumentando la

cuantía de éstas y extendiéndolas al mayor número posible de potenciales

usuarios-, (“Garantizar el acceso a las rentas.” (C.3), “Reforzar el papel de las

Rentas mínimas y su cuantía.” (C.1) ), y crear más recursos orientados a la

formación e inserción socio-laboral: talleres ocupacionales con prestaciones

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económicas, empresas de inserción, etc. (“Trabajar por la inserción laboral de

unos y por la terapia ocupacional de otros, la gente tiene que estar ocupada,

sentirse útil y recibir algo a cambio de su esfuerzo.” (C.1). Medidas que tratan de

mejorar la situación económica de los que mendigan, ofreciendo posibles

alternativas que eviten la necesidad de pedir.

Tabla 1511.- Análisis de respuestas abiertas sobre Prevención de la Mendicidad Nº de

respuestas %

Reforzar el papel de las Rentas Mínimas 6 14,2 Formación e inserción socio-laboral 5 11,9 Más centros adaptados 4 9,5 Actuaciones especializadas en los centros y trabajo de calle 4 9,5 Conocer las necesidades individuales 4 9,5 Políticas sociales (vivienda, trabajo…) 3 7,1 Sensibilización opinión pública 2 4,7 Cubrir las necesidades básicas 1 2,3 Mayor implicación desde los recursos socio-sanitarios 1 2,3 Elaboración de planes contando con los propios usuarios 1 2,3 Perseguir a las mafias 1 2,3 Coordinación 1 2,3 Abordar el problema del sinhogarismo 1 2,3 Aumentar presupuestos 1 2,3 Otras 7 16,6 Total 42 100

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5. CONCLUSIONES

Presentamos a continuación las principales conclusiones del estudio realizado que

sirven de base para justificar las medidas a adoptar

1. Las estimaciones, sobre el número de personas que viven y duermen en las

calles de Madrid, quedando fuera de la red de albergues y dispositivos de

alojamiento existentes, apuntan a una cifra situada en torno a 500 personas

en un día cualquiera.

2. Si tenemos en cuenta que en Madrid, existen 1256 plazas de

alojamiento/refugio disponibles, que pueden estar ocupadas en torno al

90% por término medio, hemos de concluir que, en un día cualquiera las

Personas Sin Hogar en Madrid son unas 1600.

3. Si nos fijamos estrictamente en las que viven a la intemperie, a las que de

forma convencional podemos referirnos como Personas (literalmente) Sin

Techo, nos encontramos con el siguiente perfil:

a. Las cuatro quintas partes (82%) de las personas que viven y

duermen en la calle son hombres, y sólo encontramos el 18% de

mujeres. Si bien, el porcentaje de mujeres se eleva hasta un 29%

entre las PST que presentan síntomas de padecer una enfermedad

mental grave.

b. La edad media de quienes viven sin techo está en torno a 41.6 años.

Esta edad desciende hasta los 33,8 años entre quienes presentan

problemas de drogadicción, y se eleva hasta los 48 entre los

enfermos mentales crónicos que viven sin techo.

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c. La gente que vive a la intemperie no son recién llegados a Madrid, el

83,5% lleva viviendo en Madrid desde hace más de seis meses, y el

50% desde hace más de 5 años.

d. Aproximadamente el 30% son extranjeros, la mayoría procedentes

de países extracomunitarios.

i. A diferencia de los nacionales, los extranjeros sin techo llevan

mucho menos tiempo viviendo en Madrid: sólo el 23% lo hace

desde más de 5 años. Lo que sugiere la necesidad de realizar

una intervención temprana para evitar la consolidación de la

vida en la calle de los extranjeros temporalmente en la calle.

ii. Casi la tercera parte proceden de la Europa del Este (30%), el

segundo colectivo más numeroso lo forman los

latinoamericanos (25%), seguidos de los magrebíes (18%) y

de los que provienen del África subsahariana (14%). Los

ciudadanos de países de la UE, que se hallan viviendo

literalmente sin techo en Madrid representan un 11% de todos

los extranjeros de los que conocemos su nacionalidad.

e. Nueve de los 21 distritos de Madrid acumulan el 89,3% de las

personas que viven y/o piden en la calle: centro (31,5%), Moncloa

(16,4%), Salamanca (8,4%), Arganzuela (7.7%), Chamberí (6,6%),

Tetúan (5,7%), Chamartín (5,1%), Latina (4,5%) y Retiro (3,4%).

4. Si nos atenemos al flujo anual de personas nuevas que son detectadas

viviendo en la calle cada año, podemos decir que, aproximadamente una

persona cada día viene a caer en la calle y empieza a vivir sin techo en

Madrid.

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5. Algo más de la mitad de las personas que viven a la intemperie (el 54%),

suelen pernoctar en grupo o en pareja, como una forma de prestarse

protección y apoyo en sus dramáticas circunstancias vitales.

6. En cuanto a la mendicidad, podemos estimar el número de personas que

practican la mendicidad, en torno a 600-800 personas, de las que sólo una

tercera parte se encontrarían viviendo en la calle.

7. El 28% de quienes mendigan son mujeres. Entre ellas son relativamente

numerosas las ancianas mayores de 65 años.

8. Según los datos de la UMES, a lo largo del 2001 se detectaron un 5% son

casos de mendicidad con menores. En nuestro recuento diurno, no

encontramos ningún ejemplo de mendicidad con menores; en este aspecto,

creemos que la actuación de la policía municipal es mucho más efectiva de

lo que a menudo se afirma.

9. Contra la imagen más extendida que nace de la extrema visibilidad en las

formas de ejercer la mendicidad de algunos grupos rumanos, el 80% de los

que mendigan en Madrid son españoles

a. Si nos atenemos a los datos obtenidos mediante observación

callejera durante el día, el panorama de quienes parecen vivir en la

calle, mendigan o se dedican a ganarse la vida vendiendo en la calle,

digamos que la impresión que podría obtener el ciudadano medio

reflejaría que las calles “están llenas” de:

i. vendedores” (46%);

ii. gente sin techo (44%)

iii. y gentes que ejercen la mendicidad (32%).

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Los porcentajes suman más de 100 porque las situaciones se

solapan tal y como se muestra en el siguiente gráfico:

10. Aproximadamente un tercio de quienes encontramos mendigando (32,9%),

se puede presumir que además viven sin techo, y, viceversa, a una cuarta

parte de quienes identificamos como personas sin techo nos las

encontramos mendigando en ese momento (24,5%). Es decir, ni todas las

personas sin techo mendigan, ni todos los mendigos viven sin techo.

11. Como cabía esperar de todos los subgrupos que se dan cita en “la calle”, es

entre las PST donde se dan cita los mayores deterioros físicos, de imagen

externa y de problemas asociados como puedan ser el alcoholismo, la

drogadicción y/o la enfermedad mental (ver tabla en Anexo I).

12. Entre las PST podríamos distinguir, al menos, dos perfiles: a) el grupo de

quienes se han instalado de forma estable en la calle, han roto con la red

social y de recursos, muestran un claro rechazo a las instituciones, saben

Venta de productos

/ Servicios

Duermen sin techo

Piden Limosna

34,2%

30,5% 10,8%

2,5%

9,1%

12,7%

61 0,2%

La “gente de la calle” en Madrid (%)

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buscarse la vida gracias a la mendicidad, la busca, las ayudas vecinales o

el trapicheo, y muestran un acusado desinterés por movilizarse hacia

procesos de reinserción; y b) el grupo de quienes alternan dormir en la calle

con estancias en pensiones y/o albergues, entran y salen de la red de

asistencia, muchos de ellos han cobrado el IMI o incluso cobran todavía la

RMI, y entre los cuales es bastante habitual encontrar a personas con

fuertes adicciones.

13. En cuanto a los alcances y límites de la atención que actualmente se

presta desde los recursos socio-asistenciales, podemos resumirlos en torno

a cuatro ejes:

a. son insuficientes para las necesidades actuales,

b. están inadaptados a los perfiles y problemas que se dan cita en

estos momentos entre las PST,

c. se encuentran muy poco articulados entre sí, y

d. fuertemente desconectados de otros sistemas de protección social.

Lo que expresado brevemente pero con algún detalle significa:

a) Insuficiencia:

• Pocas plazas.

• Pocos profesionales.

• Poco trabajo de calle.

• No hay centros de día de baja exigencia.

• La RMI es insuficiente para cubrir el alojamiento.

• Alojamientos para enfermos mentales con diferentes niveles de

autonomía.

• Residencias para desintoxicación alcohólica y de otras

adicciones.

• Sistema de información integral inexistente.

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b) Inadaptación:

• Horarios rígidos.

• Cajón de sastre.

• Espacios impersonales y poco acogedores.

• Masificación.

• Especialmente para Enfermos mentales y para Adicciones.

• Tramos del día desatendidos.

• Escasa adherencia, especialmente de los casos más severos.

• Comedores a la antigua usanza.

• Nuevos perfiles: parejas, familias.

• Faltan consignas (pertenencias).

• Mascotas.

c) Baja articulación interna:

• Desconexión al interior de la red específica:

o Público / Privado.

o Municipal / Regional.

o Profesional / Voluntario.

o Antiguos / Nuevos.

o Confesional / Civil.

o Desconocimiento mutuo.

o Desconfianza y recelos.

o Competencia y rivalidad.

o Pugna por los escasos recursos.

• Entre la red específica y los SS. SS.

• Poco feed-back entre los equipos de calle y los centros

(concepción de depósito) No hay seguimiento de los casos. Cada

etapa rompe amarras con la anterior. Visión verticalista.

d) Aislamiento y desconexión externa:

• Vivienda.

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• Sanidad.

o Salud mental.

o Hospitales.

o Urgencias.

• Empleo.

• Policía y seguridad.

• De la ciudadanía en general.

Para tratar de hacer frente a esta situación, se propone la realización de un Plan

de Atención Integral a Personas Sin Hogar de acuerdo a una serie de principios

inspiradores que se detallan a continuación.

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6. PRINCIPIOS DE ACTUACIÓN

1. Vivir en la calle es malo , indigno e intolerable en una sociedad moderna y

rica como la nuestra.

El hecho de que no esté prohibido o de que no pueda, ni deba, impedirse

por la fuerza que alguien viva a la intemperie, no lo convierte en algo

positivo y beneficioso, ni para la propia persona, ni para la sociedad. Vivir

en la calle es malo para la salud, física y mental -la calle mata9-, para la

dignidad personal, y para la pretensión de construir una sociedad

democrática y orientada hacia la igualdad, la justicia y el bienestar de todos

sus miembros. Por lo tanto, hay que procurar eliminar o al menos reducir al

máximo estas situaciones. Lo que significa apoyar aquellas estrategias y

actuaciones que ayuden a la gente sin techo a dejar la calle, y rechazar

todas aquellas otras que los mantienen anclados en ella.

Esto implica:

a. La necesidad de intensificar los incentivos para hacer que la gente

salga de la calle, facilitando el acceso a los servicios, incrementando

la oferta de alternativas adaptadas a cada caso y minimizando el

coste psicológico que tal cambio de hábitos implica para la persona

habituada a vivir sin techo.

b. La filosofía subyacente a cada intervención ha de ser la de cómo

lograr hacer más atractiva la vida fuera de la calle.

c. Por eso mismo, los equipos que realicen trabajo de calle procurarán

intervenir también sobre el entorno vecinal y relacional de las

personas que se encuentran viviendo a la intemperie para tratar de

9 De las 157 personas viviendo en las calles de Madrid con las que la UMES trabajó más

intensamente en el 2001, 10 fallecieron a lo largo del año pasado. Esto significa una tasa de

mortalidad de un 63,7 por mil que es siete veces superior a la tasa de mortalidad de la población

española (9 por mil) y 8,5 veces mayor que la tasa de mortalidad entre la población madrileña (7,5).

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educar y formar a los ciudadanos, evitando que se prodiguen las

actuaciones bien intencionadas pero erróneas que terminan por

consolidar la exclusión y “fijando” a la persona en la calle.

2. Es preciso actuar sobre las causas .

Lo que implica renunciar a una intervención meramente cosmética

encaminada a disimular los efectos o invisibilizar la realidad de la exclusión

y el desarraigo. Igualmente significa renunciar a abordar el problema

exclusivamente en términos policiales, represivos o de mero control social.

a. Dormir en la calle, suele ser el resultado más visible de una compleja

conjunción de problemas diversos, sin embargo, considerándolo en

sí mismo remite directamente a un problema de alojamiento, que o

bien no existe, o bien no se adapta a las necesidades, aspiraciones o

estilos de vida de la Persona Sin Techo, por ello que las actuaciones

encaminadas a organizar la provisión de alternativas residenciales

atractivas y adaptadas a cada situación particular, constituirán el

principal eje vertebrador de este plan de actuación.

b. La intervención que se realice con la gente que vive en la calle y/o

que practica la mendicidad, estará orientada por criterios técnicos y

profesionales de intervención social.

c. La intervención social encaminada a reducir el número de personas

que viven marginadas hasta el extremo y a la intemperie, será la que

ordene y dirija cualquier otra actuación ya sea de la policía o de

cualquier otra agencia de la administración pública que pueda

solicitarse en cada caso.

d. De cara a la ciudadanía en general, parece importante realizar una

campaña de sensibilización en torno a la inconveniencia de realizar

acciones, como por ejemplo la limosna indiscriminada, que tienden a

perpetuar y sostener, cuando no a agravar, la situación de quienes

viven en la calle.

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3. En aras de una mayor eficacia, se requiere una intervención focalizada

sobre los grupos y casos más vulnerables del amplio abanico de

situaciones que se dan cita entre la gente sin hogar.

Se propone:

a. Primar las actuaciones basadas en diagnósticos realizados en medio

abierto y destinadas a dar salida a la gente de la calle.

b. Establecer una reserva de plazas de alojamiento destinadas a las

personas durmiendo a la intemperie que manifiesten su deseo de

acudir a un centro de albergue.

4. Hay que incrementar los recursos existentes puesto que no bastan para

poder acoger en condiciones dignas a toda la población sin techo que

existe en Madrid actualmente.

Un repaso somero al mapa de recursos con que cuenta Madrid, revela

rápidamente, que antes de iniciar cualquier mejora y revisión de cuanto

existe, se requiere sencillamente un incremento de las plazas, los

profesionales y los centros con que contamos.

Lo que significa:

a. Crear más plazas de alojamiento, dirigidas a los que están más

necesitados de ellas, esto es: aquellos que se encuentran

literalmente viviendo en la calle.

b. Lugares de albergue de baja exigencia nocturna en las zonas

céntricas donde se acumula más población durmiendo sin techo.

c. Reforzar el trabajo de calle mediante la creación de equipos

multiprofesionales, vinculados orgánicamente a los servicios sociales

generales y a los centros de alojamiento existentes en cada distrito,

con responsabilidad sobre su área territorial de actuación, y

capacidad para establecer prioridades de acceso a los servicios (de

alojamiento, salud mental, desintoxicación, etc)

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d. Se necesitan más centros de día en los que la gente sin techo pueda

realizar actividades y permanecer ocupados en tareas que les alejen

de la autodestructividad que supone vivir un tiempo de vigilia

agobiante y sin sentido.

e. Creación de minialbergues, o mini residencias diseminadas por el

territorio madrileño para personas solas pero relativamente

autosuficientes, dotadas con personal que preste apoyo psicosocial y

realice un acompañamiento profesional.

f. Favorecer y estimular las salidas hacia el alquiler social en viviendas

y apartamentos públicos.

5. Diversificación y adaptación de los recursos. Lo que implica, cambiar el

enfoque de algunos que ya existen, promover su especialización, y en

general adaptarlos a las necesidades actuales.

Hay que aumentar la calidad de la atención que se presta en los recursos

existentes. Todas aquellas iniciativas que se financian con dinero público no

pueden sino actuar desde principios universalistas y orientarse a ofrecer

una atención digna, transparente, profesional y técnicamente orientada.

Lo que supone:

a. Favorecer el acceso directo, sin limitaciones horarias u otras

exigencias adicionales a los recursos de alojamiento.

b. Crear residencias de pequeñas dimensiones diseñadas para atender

necesidades específicas: adicciones, alcoholismo, salud mental.

c. Establecer horarios de entrada, salida y comidas adaptados a los

usos mayoritarios de la población española.

d. Está comprobado que las horas más efectivas de actuación en

medio abierto son las primeras horas de la noche y al amanecer, con

lo que deben favorecerse los servicios de 24 horas y modificar los

horarios de intervención. En la actualidad los servicios existentes

durante la noche son llevados exclusivamente por voluntarios.

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e. Primar las iniciativas que estimulen la utilización independiente y

flexible por parte de los usuarios, como por ejemplo, comedores en

régimen de autoservicio, o albergues de horario y acceso abierto no

limitado.

f. De igual modo se primarán las iniciativas que se muestren flexibles

en la aceptación de mascotas, carritos con las pertenencias, etc,

como forma de facilitar la incorporación social de estas personas a

ámbitos que les alejen de la calle.

g. Establecer mínimos de calidad que contribuyan a dignificar la

atención que reciben las PSH en lo que se refiere a condiciones

físicas del local, número de profesionales que intervienen, etc.

6. Lograr una mayor coordinación interdepartamental e interinstitucional.

Lo que requiere modificar los procedimientos de trabajo, diseñar protocolos

de actuación, y establecer instancias de encuentro y coordinación regular y

periódica.

a. Creación de una ventanilla única en cada localidad, y por distrito en

el caso de Madrid, para poder acceder a las prestaciones básicas de

alojamiento, que estará integrada en los centros de servicios sociales

municipales, y que funcionará siempre salvo en casos de

emergencia.

b. Creación de un sistema de información integrado que permita

coordinar las actuaciones, integrar las posibilidades que ofrece la red

de recursos de alojamiento y atención, y hacer un seguimiento

sostenido de la evolución de cada caso, así como proceder a una

estimación de los dispositivos e instituciones que muestren ser más

exitosos y eficaces a la hora de atraer y hacer salir a la gente de la

calle.

c. Incluir entre los criterios para optar a la concesión de ayudas y

subvenciones de dinero público, la voluntad declarada y demostrable

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de estar dispuesto a actuar coordinadamente y en red junto a los

demás servicios.

7. Incentivar la salida de la calle de forma personal e individualizada .

Únicamente se podrán lugar resultados a largo plazo, si se consiguen

generar alternativas realistas y adaptadas a las situaciones personales de

quienes han hecho de la calle su medio de vida habitual.

a. Esto significa prestar especial interés a la actuación ante situaciones

específicas como son las que presentan, los más jóvenes, los

consumidores de drogas, los enfermos mentales y los alcohólicos.

b. Las dificultades que se dan cita en muchos de los casos más

complejos, requiere la contratación de trabajadores especializados

en disciplinas como salud mental, enfermería, educación no formal, y

por supuesto, trabajo social.

8. Territorialización de las intervenciones, los programas y los servicios,

desarrollando la responsabilidad sobre áreas geográficas concretas de

cuantos actúan en el sector.

a. Los equipos de calle que realicen las tareas de contacto, detección,

diagnóstico y seguimiento, tendrán responsabilidad sobre un área o

territorio concreto y bien delimitado.

b. Aún cuando los centros ya existentes lleven a cabo su actuación en

ámbitos geográficos más amplios que el que establecen los distritos,

en el futuro se incrementarán las relaciones de coordinación y

competencia con el centro de servicios sociales correspondiente así

como con los centros de salud mental, del INEM, de atención a

drogodependencias, u otros que se encuentren radicados en su

misma área geográfica.

c. Todos aquellos servicios municipales que actúan habitualmente en

medio abierto, como por ejemplo la policía de barrio, o incluso el

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servicio de limpieza, pueden y deben ser implicados en la tarea de

detectar la presencia de personas que viven a la intemperie y en

condiciones lamentables, poniendo sobre aviso a los equipos de

intervención social para que actúen con la mayor rapidez posible.

9. Actuar preventivamente para tratar de evitar la llegada a la calle y reducir

así el flujo constante de personas que se ven viviendo sin techo.

Esto puede ser especialmente importante en el caso de determinados

colectivos como: menores institucionalizados, ex-presos, altas hospitalarias,

amenazados de desahucio.

a. Para evitar que la gente llegue a quedar en la calle, se

impone una intensificación del trabajo preventivo con los

servicios de trabajo social existentes en instituciones como:

• Centros de tutela y acogida a menores.

• Instituciones penitenciarias.

• Hospitales y centros de salud.

• Juzgados que entienden en problemas de desahucio.

b. Paradójicamente, la actuación preventiva que debe

realizarse en buena medida en los propios centros de

servicios sociales, se encuentra a menudo frenada por la

escasez de competencias de los trabajadores sociales para

poder intervenir en materia de vivienda y sanidad, por lo que

se hace imprescindible reforzar su papel en estos ámbitos.

c. Igualmente para evitar las recaídas en la calle, se requiere

dar continuidad al seguimiento y apoyo de las personas sin

techo ya alojadas por parte de los equipos de detección y

seguimiento que intervinieron en su salida de la calle.

d. En este punto resultan fundamentales las iniciativas

encaminadas a proporcionar ocupación y quehacer durante

las horas diurnas, aunque no se trate de un empleo

propiamente dicho, pero siempre que se trate de actividades

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significativas en sí mismas y dotadas de sentido que puedan

ir encaminando a la persona hacia la vida laboral.

e. Parece importante actuar preventivamente mediante

programas educativos de sensibilización en medios

escolares, como colegios e institutos.

10. Dar protagonismo a los propios sujetos marginados sin techo y contar

con su propia capacidad para ayudarse a sí mismos.

a. El objetivo del empleo sigue siendo válido para la mayoría de la

gente que vive sin techo, y para conseguirlo son fundamentales la

participación, la motivación y la utilización de las potencialidades de

los propios afectados.

b. Favorecer las iniciativas destinadas a la reincorporación a la vida

laboral de las personas marginadas sin hogar, especialmente

aquellas que procuren conectarlas con el tejido empresarial y laboral

convencional.

c. Los grupos de iguales que realizan actividades de ocio, de expresión

artística, literaria o social son un instrumento imprescindible para

lograr habilitar a las PSH y pueden actuar como canales para

generar iniciativas cargadas de sentido, intención y sabiduría

práctica con relación a este complejo problema.

d. Tanto si se trata de avanzar en un programa de deshabituación a las

drogas y/o al alcohol, como si se trata de reelaborar la relación con la

familia y favorecer así el retorno a casa, los grupos de autoayuda y

apoyo entre personas que han vivido experiencias similares deben

ser una herramienta que se utilice cada vez más, abandonando las

actitudes paternalistas y de sobreprotección que fueron habituales en

otros tiempos.

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8. BORRADOR DE UN PLAN DE ATENCIÓN A PERSONAS SIN HOGAR EN LA

COMUNIDAD DE MADRID

De acuerdo a los principios anteriormente expuestos, el Plan que se propone

desarrollar en detalle a lo largo de los próximos seis meses, para ser ejecutado a

lo largo del período 2003-2006, podría ordenarse en torno a siete grandes

capítulos:

I. Atención y Asistencia

II. Recuperación e Inserción Social

III. Prevención

IV. Coordinación

V. Territorialidad

VI. Participación ciudadana

VII. Calidad

Los tres primeros capítulos recogen las tres grandes etapas en la acción

social frente al sinhogarismo, y los cuatro siguientes reflejan cuatro estrategias de

desarrollo que parecen particularmente necesitadas de impulso en el sector que

nos ocupa.

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I. Atención y Asistencia

1. Incrementar los recursos, las actuaciones y las plazas disponibles

2. Establecer un continuo de atención, desde la calle hasta la vida autónoma.

3. Adaptar los recursos actuales a las nuevas realidades haciendo especial

hincapié en los distintos perfiles y problemáticas asociadas.

4. Prestar a cada PST una atención personalizada, adaptada a su situación y

sostenida en el tiempo.

5. Focalizar la atención sobre la población más necesitada de asistencia.

6. Desarrollar aún más el trabajo de proximidad y cercanía con PST.

II. Recuperación e Inserción Social

1. Favorecer particularmente las iniciativas tendentes a reincorporar a la vida

social y laboral a las PST.

2. Mejorar la accesibilidad y aplicación de la renta básica entre las PSH, en su

itinerario de inserción.

3. Crear alternativas residenciales situadas a medio camino entre la vida en

institución y la vida independiente.

4. Desarrollar iniciativas destinadas a incorporar a las PSH a actividades de ocio y

tiempo libre, enriquecedoras y normalizadas.

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III. Prevención

1. Reducir y, en la medida de lo posible, eliminar la llegada de nuevas personas a

la calle.

2. Mejorar la capacidad de detección e intervención precoz en situaciones de

riesgo de sinhogarismo y/o mendicidad.

IV. Coordinación

1. Lograr una mayor coordinación interdepartamental e interinstitucional.

2. Incrementar y mejorar la calidad de la información disponible.

3. Intensificar la coordinación en el trabajo de calle.

V. Territorialidad

1. Vincular los recursos al territorio en que se encuentran, coordinándolos

estrechamente con los Servicios Sociales de zona.

2. Diseminar por todo el territorio de la Comunidad los recursos asistenciales

destinados a PSH, evitando así la formación de guetos.

3. Igualar las posibilidades de acceder a los recursos de alojamiento de

emergencia en toda el área geográfica de la Comunidad Autónoma.

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VI. Participación ciudadana

1. Sensibilizar a la ciudadanía sobre el problema del sinhogarismo y/o la

mendicidad y ofrecer pautas correctas de actuación frente a estas situaciones.

2. Apoyar y estimular los programas de voluntariado y la incorporación de

voluntarios a los servicios, tanto públicos como de iniciativa privada.

VII. Calidad

1. Mejorar la calidad de los servicios.

2. Ampliar nuestro conocimiento del problema y de las vías e instrumentos más

idóneos para atajarlo.

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I. ATENCIÓN Y ASISTENCIA

Objetivos Medidas Acciones específicas

• Incrementar el presupuesto destinado a las instituciones privadas que prestan albergue y alojamiento de emergencia.

12. Firma de conciertos económicos estables con las instituciones que prestan alojamiento de emergencia.

13. Crear al menos dos albergues de baja exigencia y tamaño mediano (20-30 plazas), para media y larga estancia, en las zonas céntricas de Madrid donde se acumula más población durmiendo sin techo.

• Aumentar y reforzar la capacidad de alojamiento de emergencia existente en los distritos del centro de Madrid, sin crear grandes recursos institucionales que puedan generar situaciones de rechazo entre el resto de la ciudadanía.

14. Duplicar el número de plazas concertadas en pensiones, previo reconocimiento de la calidad de los servicios que ofrecen estos establecimientos.

• Reforzar las plantillas de trabajadores existentes en los recursos para PSH.

15. Subvencionar al 50% la contratación como mediadores sociales de personas que en el pasado hayan vivido sin hogar para que puedan incorporarse como trabajadores en los programas sociales que desarrollan las entidades.

• Apoyar la contratación de trabajadores especializados que puedan abordar las dificultades complejas que presentan usuarios con enfermedades mentales y toxicomanías; así como otros especialistas en disciplinas como educación no formal y trabajo social.

16. Subvencionar mediante convenio con una o varias universidades madrileñas la organización y puesta en marcha de un curso universitario de postgrado orientado a formar especialistas en intervención psicosocial con PSH.

1. Incrementar los recursos, las actuaciones y las plazas disponibles

• Apoyar la capacidad de acogida de la red actual ante situaciones personales particularmente graves como es el caso de los toxicómanos sin hogar.

17. Incrementar la subvención de las plazas de alojamiento en centros privados destinadas a albergar específicamente a PSH que se encuentran en ciertas situaciones que conllevan costes adicionales (como por ejemplo las toxicomanías).

2. Establecer un continuo de atención, desde la calle hasta la vida autónoma.

• Diseñar Centros de Día integrales (comida, actividades, apoyo psico-social…), con

18. Dotar al Centro de baja exigencia Puerta Abierta de un centro de Día vinculado al mismo y situado en la misma zona.

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distintos niveles de exigencia.

Estos centros funcionarán en estrecha colaboración con los recursos de proximidad y los centros residenciales.

19. Dotar a lo nuevos albergues de baja exigencia que se creen de centros de Día.

• Realizar reformas en los edificios de los centros que permitan su adaptación a las necesidades peculiares de las personas que viven en la calle.

20. Diseñar espacios en los centros de alojamiento destinados a acoger mascotas y consignas para guardar otras pertenencias (minicarros…).

21. Primar en las subvenciones con dinero público a aquellas iniciativas que estimulen la utilización independiente y flexible de los recursos por parte de los usuarios.

• Favorecer el acceso directo, sin limitaciones horarias u otras exigencias adicionales, a los recursos de alojamiento.

22. Organizar comedores en régimen de autoservicio con horario amplio y acceso abierto.

23. Ampliar los actuales horarios de intervención de los equipos de calle, prestando especial atención a las franjas del anochecer y el amanecer, en las que se pueden detectar un numero considerable de personas que viven en la calle.

• Impulsar la adaptación de horarios y servicios a las necesidades de inserción e incorporación social de quienes viven en la calle.

24. Adaptar los horarios de entrada y salida de los centros (albergues, comedores) para favorecer la inserción social y laboral acomodándose a las necesidades de los usuarios dentro de los usos sociales mayoritarios en nuestra región.

• Impulsar las actuaciones no sesgadas por motivos de género o lugar de procedencia en la atención a PSH.

25. Apoyar económicamente el incremento de plazas destinadas indistintamente a mujeres o varones.

3. Adaptar los recursos actuales a las nuevas realidades haciendo especial hincapié en los distintos perfiles y problemáticas asociadas.

• Aumentar el número de plazas de alojamiento en centros para inmigrantes.

26. Coordinar la colaboración entre los centros de albergue para PSH y los centros específicamente destinados a acoger inmigrantes.

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27. Duplicar el número actual de plazas de los centros

para inmigrantes.

28. Realizar un seguimiento conjunto “Equipos de calle-centros de alojamiento” sobre la evolución a medio-largo plazo de las personas que son primero detectadas y, después, derivadas por los equipos de calle a los citados centros.

4. Prestar a cada PST una atención personalizada, adaptada a su situación y sostenida en el tiempo.

• Reforzar el papel de los trabajadores sociales que realizan trabajo de calle, para que puedan propiciar, ordenar y pautar la intervención de los distintos recursos en los casos sobre los que se encuentran trabajando, y para que puedan realizar el seguimiento posterior de los casos una vez que dejan la calle. 29. Establecer un programa de acompañamiento de las

personas sin hogar que viven en pensiones y realizar un seguimiento de los procesos de inserción.

• Reservar más plazas de alojamiento de emergencia, dirigidas a los que están más necesitados de ellas: aquellos que se encuentran literalmente viviendo en la calle.

30. Incluir en convenio con la Consejería de Sanidad, la reserva de plazas destinadas a PSH en centros residenciales de su competencia.

31. Crear un Centro de Atención Permanente para enfermos mentales sin hogar. Este centro debería funcionar las 24 hs al día y contar con un equipo multiprofesional (psicólogo, trabajador social, enfermero psiquiátrico, educador social, auxiliar de servicios sociales).

5. Focalizar la atención sobre la población más necesitada de asistencia.

• Proveer de recursos de atención integral y adaptados a sus necesidades particulares, incluido el alojamiento, a los enfermos mentales sin hogar.

32. Crear un equipo de calle multiprofesional (psiquiatra, psicólogo, enfermero, trabajador social, educador) que actúe en medio abierto y realice un trabajo de enganche, atención y seguimiento de la población sin techo con graves problemas de salud mental. Este equipo debería estar vinculado al Centro de Atención Permanente a enfermos mentales sin hogar

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33. Crear un Centro de Atención Permanente para enfermos con adicciones a drogas y/o alcohol. Este centro debería funcionar las 24 hs. al día y contar con un equipo multiprofesional (médico, psicólogo, trabajador social, enfermero, educador social, auxiliar de servicios sociales).

• Prestar atención particular al caso de las PSH con problemas de alcohol u otras toxicomanías mediante la creación de recursos especializados y programas específicos en los centros actuales.

34. Firmar convenios para poder organizar un recurso residencial para PSH con problemas de alcohol con posibilidad de internamiento mientras dure el tratamiento de desintoxicación y deshabituación vinculado al Centro de Prevención del Alcoholismo y el Tabaquismo del Ayuntamiento de Madrid.

35. vOrdenar los actuales programas de calle que desarrollan las entidades sociales, ajustándolos y distribuyéndolos en el territorio para evitar solapamientos y poder extender su radio de actuación.

• Crear, o consolidar, un equipo de calle por distrito, integrado por un trabajador social y un psicólogo con formación especializada para la intervención social en medio abierto con PSH.

36. Apoyar económicamente y sacar a concurso público la constitución de los equipos de calle en aquellos distritos que actualmente se encuentran sin cubrir.

37. Ampliar el servicio de la UMES al horario

nocturno, de modo que se atienda esta franja de

forma profesional y colabore activamente con los

voluntarios.

38. Incorporar psicólogos a los equipos de calle de las UMES.

6. Desarrollar aún más el trabajo de proximidad y cercanía con PST.

• Ampliar la acción de la UMES.

39. Crear una nueva UMES con capacidad de intervención en el resto de los Municipios de la Comunidad Autónoma

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• Ordenar la prestación de socorro de emergencia en los casos de grave deterioro psicofísico.

40. Establecer una estrecha colaboración con los organismos competentes orientada a favorecer que en casos de grave enfermedad física o psíquica se puedan llevar a cabo ingresos involuntarios en centros de atención especializados.

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2. RECUPERACIÓN E INSERCIÓN SOCIAL

Objetivos Medidas Acciones específicas

1. Favorecer particularmente las iniciativas tendentes a reincorporar a la vida social y laboral a las PST.

• Aumentar y reforzar los servicios dedicados a la inserción laboral de colectivos desfavorecidos (talleres laborales, empresas de inserción).

41. Creación de programas de transición al empleo, dotados de personal cualificado para actuar en tareas de acompañamiento y apoyo psicosocial.

42. Dar posibilidad de controlar y validar la documentación preparada en estas instituciones directamente desde el SERMASH (Servicio Madrileño de Atención a Personas sin Hogar), trabajando on line con las instituciones y los SS. SS.

• Agilizar la tramitación de la RMI que se lleva a cabo desde entidades privadas no lucrativas como RAIS o Realidades, y aumentar la autonomía en la gestión de la misma.

43. Favorecer la posibilidad de gestionar el pago fraccionado de la RMI en determinados casos cuya situación psicológica y personal así lo aconseje. Para ello se firmarán acuerdos con las entidades bancarias participantes.

2. Mejorar la accesibilidad y aplicación de la renta básica entre las PSH, en su itinerario de inserción.

• Establecimiento de prestaciones económicas complementarias a la Renta Mínima de Inserción destinadas a cubrir los gastos de alojamiento de PSH en alternativas residenciales no-institucionalizadas, estas prestaciones complementarias estarán gestionadas directamente desde los SS. Sociales, se facilitarán durante periodos determinados del proceso de inserción personal, y estarán integradas dentro del programa individual de inserción que se establezca para cada persona.

44. Fijar la cuantía de las prestaciones temporales de apoyo al alojamiento normalizado como complemento a la RMI.

3. Crear alternativas residenciales situadas a medio camino entre la vida en institución y la vida independiente.

• Favorecer y estimular las salidas hacia el alquiler social en viviendas y apartamentos de titularidad pública.

45. Firma de convenios con el IVIMA y con la EMV.

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46. Incluir dentro de las actuaciones que llevan a cabo el IVIMA y la EMV, la reserva de apartamentos destinados a ser usados por personas solas sin hogar necesitadas de apoyo y soporte psicosocial, pero capaces de llevar a cabo una vida cuasiindependiente.

47. Establecer convenios entre Provivienda y cada una de las entidades que prestan alojamiento o cuentan con programas de inserción residencial destinados a PSH, para favorecer la incorporación a viviendas en alquiler de PSH en fase de recuperación.

48. Incorporar a la “bolsa de vivienda para colectivos en dificultades” las demandas de alojamiento no institucional de las PSH atendidas en la red.

49. Firma de convenios con el área de cultura de los Ayuntamientos.

50. Establecimiento de un programa destinado a PSH en la red de bibliotecas públicas de la comunidad.

4. Desarrollar iniciativas destinadas a incorporar a las PSH a actividades de ocio y tiempo libre, enriquecedoras y normalizadas.

• Favorecer la incorporación de PSH en proceso de recuperación a los programas de ocio y tiempo libre destinados a la población general que se desarrollan en los Centros de Cultura municipales.

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3. PREVENCIÓN

Objetivos Medidas Acciones específicas

51. Elaborar una Guía de Supervivencia Básica que recoja los recursos de alojamiento, servicios de comidas, roperos, duchas, etc. Consignando si se trata de recursos dirigidos a la población general, jóvenes, mujeres, inmigrantes, etc.

52. Imprimir la guía de supervivencia y difundirla ampliamente por estaciones de tren y autobuses, aeropuertos, centros de servicios sociales, hospitales, comisarías de policía, etc.

1. Reducir y, en la medida de lo posible, eliminar la llegada de nuevas personas a la calle.

• Intensificar la campaña de formación y sensibilización sobre el sinhogarismo entre los profesionales que trabajan en las diferentes redes de acción social: Sanidad, Educación, Justicia, Vivienda, Empleo, etc.

53. Incluirla en la página web del SERMASH

54. Impartir formación específica a Trabajadores sociales de las UTS sobre la cuestión del sinhogarismo.

• Incrementar la capacidad detección e intervención precoz desde los Servicios Sociales Generales de zona.

55. Reforzar las competencias de los trabajadores sociales de los Centros de Servicios Sociales en materia de vivienda (asignación de viviendas públicas) y sanidad (coordinación de ingresos y altas hospitalarias).

56. Establecer un protocolo de colaboración y derivación entre el IMMF y los albergues, otros recursos residenciales (pisos, miresidencias…) y centros para inmigrantes

2. Mejorar la capacidad de detección e intervención precoz en situaciones de riesgo de sinhogarismo y/o mendicidad.

• Impulsar y organizar la detección y derivación desde el Instituto del Menor y la Familia, como consolidación del proceso de inserción que se realiza en los centros de menores.

57. Potenciar la oferta de las entidades de orientación y asesoramiento en la búsqueda de empleo, vivienda y otros recursos para la integración social de jóvenes sin recursos.

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58. Firmar un convenio con la Consejería de Sanidad, que desarrolle un protocolo de actuación para los casos de altas hospitalarias de pacientes sin hogar.

• Promover la actuación coordinada con centros hospitalarios en los casos de PSH.

59. Incorporar a la red de trabajo con PSH, a los Trabajadores Sociales que ejercen su labor en centros hospitalarios, impartiéndoles formación específica sobre recursos y estrategias de actuación.

60. Establecer un protocolo de colaboración y derivación entre Instituciones Penitenciarias y los recursos residenciales para PSH.

61. Informar a la población reclusa sobre los distintos recursos residenciales para PSH.

• Promover la detección y derivación desde Instituciones Penitenciarias de personas excarceladas sin domicilio.

62. Potenciar las entidades que trabajan con reclusos y exreclusos apoyándoles en la búsqueda de empleo, vivienda y otros recursos para la integración social.

• Favorecer la detección y derivación desde los juzgados de los casos de desahucio que no cuenten con otros medios de alojamiento.

63. Difundir la existencia del SERMASH entre el personal de los juzgados mediante folletos, pegatinas, etc.

• Coordinar con las instituciones y entidades de asistencia a inmigrantes y refugiados la detección, derivación y atención a personas extranjeras sin hogar.

64. Firmar convenios con Cruz Roja, y cualquier otra entidad especializada en atención a extranjeros para coordinar actuaciones.

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• Implicar a los servicios municipales que actúan en medio abierto (Servicios de Limpieza, Policía de barrio) en la detección de personas que viven a la intemperie, poniendo sobre aviso a los equipos de trabajo social para que actúen con la mayor rapidez.

65. Difundir entre el personal de los Servicios de Limpieza el plan de actuación y formar en la estrategia a seguir en cada caso que se presente.

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4 COORDINACIÓN

Objetivos Medidas Acciones específicas

66. Crear, en convenio con el Ayuntamiento de Madrid, el Servicio Madrileño de Atención a Personas Sin Hogar (SERMASH) con participación de todas las instituciones, públicas y privadas, existentes en el Municipio de Madrid y dispuestas a trabajar coordinadas y en red.

• Establecer instancias de coordinación con participación de las Administraciones, Local y Autonómica, así como de las agencias sociales implicadas.

67. Creación de una ventanilla única de entrada a la red de servicios de alojamiento de emergencia, tanto públicos como privados gestionada desde el SERMASH.

• Incorporar a la intervención coordinada con PST a todas aquellas instancias de la administración con competencias de actuación específicas que sean de interés en la lucha contra el sinhogarismo (Sanidad, Vivienda, Educación, Empleo, Seguridad).

68. Firmar convenios con las consejerías de Sanidad, Educación, Trabajo y Educación, y establecer protocolos de actuación conjunta en los casos de PSH.

69. Impartir un curso de formación específica sobre sinhogarismo destinado a las policías locales.

70. Crear un grupo policial entrenado para intervenir en la calle ante casos sociales de quienes se encuentran sin techo y/o practican la mendicidad y vinculado funcionalmente al SERMASH.

1. Lograr una mayor coordinación interdepartamental e interinstitucional.

• Propiciar la acción social frente a PSH a todas aquellas instancias que trabajan habitualmente en la calle y/o en espacios públicos: Policía, Limpieza y urbanismo, Seguridad privada.

71. Impartir un curso de formación a vigilantes jurados que actúan en el Metro, estaciones de tren y autobuses, y aeropuerto.

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• Favorecer el intercambio de experiencias y el trabajo en red.

72. Vincular el acceso a fondos de financiación públicos, con la disposición a colaborar y coordinarse con el resto de las instituciones implicadas. Incluyendo como criterio para la concesión de ayudas económicas y subvenciones con dinero público, la evaluación de la voluntad declarada y demostrable de intentar trabajar coordinadamente y en red junto a los demás servicios e instituciones. 73. Elaborar una base de datos accesible on line (Albergues en Red) que recoja información actualizada de los recursos de alojamiento y atención: plazas ocupadas y libres, actividades programadas, servicios que se ofrecen, etc, a la que tengan acceso, de forma interactiva todas las entidades públicas y privadas que actúan en el sector.

74. Generar un mapa actualizado con los datos de todos los recursos existentes en la Comunidad, especializados o generales, susceptibles de ser empleados en la lucha contra el sinhogarismo y/o la mendicidad.

75. Crear una página web donde se ofrezca información sobre recursos disponibles, datos de situación, programas existentes, etc.

2. Incrementar y mejorar la calidad de la información disponible.

• Diseñar e implantar un sistema de información integrado

76. Apoyar económicamente la incorporación y utilización de nuevas tecnologías de la información y comunicación en todos los centros e instituciones que trabajan con PSH. Facilitando el acceso a internet y, en su caso, los equipos y la formación necesaria.

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77. Firma de un convenio y redacción de un protocolo de actuación coordinada entre el SAMUR y el SERMASH.

• Desarrollar la coordinación entre la atención sanitaria que presta el SAMUR y el trabajo de los equipos de calle.

78. Incluir un capítulo destinado a apoyar la formación para la acción social del personal del SAMUR con la finalidad de complementar la marcada formación sanitaria de los miembros de esta entidad.

• Estimular la planificación y el acuerdo interagencias encaminado a realizar un trabajo conjunto y focalizado sobre determinados casos particularmente severos.

79. Diseñar, de modo coordinado, entre los Equipos de calle y los Centros de alojamiento itinerarios de inserción y seguimiento personalizados

3. Intensificar la coordinación en el trabajo de calle.

• Facilitar canales de comunicación y trabajo en red entre la intervención diurna y nocturna.

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5. TERRITORIALIDAD Objetivos Medidas Acciones específicas

• Responsabilizar a los equipos de calle y a los Servicios Sociales Generales sobre áreas y territorios concretos. De manera que pueda ser evaluada y mejorada la eficacia relativa de unos y otros en la consecución de los objetivos marcados.

80. Firmar convenios y establecer protocolos de actuación conjunta entre cada centro de atención a PSH y el centro de servicios sociales del distrito en que se encuentra radicado.

1. Vincular los recursos al territorio en que se encuentran, coordinándolos estrechamente con los Servicios Sociales de zona.

• Impulsar el trabajo coordinado de los servicios públicos y privados existentes en cada zona con competencias relevantes para combatir el sinhogarismo.

81. Establecimiento de mesas de trabajo territoriales que se reúnan de forma periódica para realizar el análisis y seguimiento de casos, en las que participen profesionales procedentes de los Centros de Servicios Sociales, así como de otros centros radicados en la misma área geográfica (Centros de Salud Mental, INEM, Centros de Atención a drogodependientes, etc…).

2. Diseminar por todo el territorio de la Comunidad los recursos asistenciales destinados a PSH, evitando así la formación de guetos.

• Ampliar o, en su caso, crear donde no existan, las dotaciones de recursos residenciales de las ciudades de la Comunidad con más de 100.000 habitantes, destinados a ofrecer alojamiento de emergencia y atención social integral a personas que se encuentran sin hogar, ya sea de forma temporal o crónica.

82. Creación de cuatro miniresidencias con un máximo de 25 plazas en distintos municipios de la Comunidad Autónoma, destinadas a personas solas, pero relativamente autosuficientes, dotados con personal que preste apoyo psicosocial y acompañamiento profesional.

3. Igualar las posibilidades de acceder a los recursos de alojamiento de emergencia en toda el área geográfica de la Comunidad Autónoma.

• Crear una ventanilla única en cada localidad que dé acceso a las prestaciones de alojamiento de emergencia existentes en la Comunidad Autónoma.

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6. PARTICIPACIÓN CIUDADANA

Objetivos Medidas Acciones específicas

83. Diseñar programas educativos de sensibilización en centros escolares (colegios, institutos…).

84. Realización de una exposición fotográfica sobre la vida en la calle.

• Elaboración de una campaña de sensibilización dirigida al conjunto de la ciudadanía, mediante folletos, cuñas en radio y TV, internet, etc.

85. Apoyar los programas de sensibilización que llevan a cabo las entidades voluntarias.

• Desarrollar e impulsar la intervención social entre el entorno vecinal y relacional de las PST, con el fin de que no contribuya a consolidar la estancia en la calle.

86. Programa de difusión del Plan entre Asociaciones Vecinales, Centros de la Tercera Edad

1. Sensibilizar a la ciudadanía sobre el problema del sinhogarismo y ofrecer pautas correctas de actuación frente al mismo.

• Desarrollar el conocimiento del problema del sinhogarismo entre colectivos específicos particularmente sensibles.

87. Establecer un Programa de Formación y Sensibilización para estudiantes de Trabajo Social, Educación social, u otras tituaciones afines, que estimule el conocimiento del sinhogarismo y proporcione pistas de intervención.

2. Apoyar y estimular los programas de voluntariado y la incorporación de voluntarios a los servicios, tanto públicos como de iniciativa privada.

• Dotar con más medios y recursos a las organizaciones voluntarias que trabajan por la noche.

88. Subvencionar al 50% durante los tres primeros años, la contratación de profesionales del trabajo social que actúen integrados en los programas de las asociaciones de voluntariado que actualmente carezcan de ellos.

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7. CALIDAD

Objetivos Medidas Acciones específicas

1. Mejorar la calidad de los servicios. • Elaborar e implantar una normativa que regule los componentes de la calidad que se dan cita en los servicios: infraestructura, dotaciones, equipamiento, personal, etc.

89. Establecer mínimos de calidad que contribuyan a dignificar la atención que reciben las PSH en lo que se refiere a condiciones físicas de los locales, número de profesionales que intervienen, etc.

90. Continuar apoyando la elaboración y realización de un Plan de Atención Integral a Personas Sin Hogar en la Comunidad de Madrid en sus restantes fases.

2. Ampliar nuestro conocimiento del problema y de las vías e instrumentos más idóneos para atajarlo.

• Favorecer la realización de estudios e investigaciones tanto monográficas y/o especializadas, como de carácter general, que permitan llevar a cabo un seguimiento actualizado y permanente del problema.

91. Crear un espacio permanente de encuentro, conocimiento, debate y reflexión entre los distintos recursos de la red con el objetivo de intercambiar información y experiencias.

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9. ACTUACIONES URGENTES

De acuerdo con el diagnóstico anterior, en este momento se constata que el

conjunto de recursos destinados a las personas sin hogar en nuestra región son:

- insuficientes ,

- resultan, al menos parcialmente, inadecuados para poder acoger los

nuevos perfiles que se dan cita en el sinhogarismo,

- se encuentran muy poco articulados entre sí, y con el resto de los

sistemas de protección social,

- y, finalmente, presentan una distribución territorial , fruto de la historia,

que no se corresponde con las necesidades actuales.

Por esto mismo, para no retrasar más la actuación que se requiere en estos

momentos se proponen una serie de actuaciones con carácter urgente

comprendidas dentro del Plan de Atención Integral a Personas Sin Hogar en la

Comunidad de Madrid, que se concretan en lo siguiente:

0. Se dispone la realización de un Plan de Atención Integral a Personas Sin

Hogar en la Comunidad de Madrid , cuyo borrador provisional cuenta con

cincuenta medidas agrupadas en siete capítulos, que se concretan en más

de ochenta acciones específicas a llevar cabo en los próximos cuatro años.

En una primera fase, está previsto priorizar aquellas acciones que permitan:

i. ordenar el marco institucional para hacer posible el desarrollo

del Plan previsto

ii. focalizar la atención sobre aquella parte de la población sin

hogar que presenta mayores necesidades de atención, esto

es, las personas que literalmente viven sin techo en las calles

de nuestra región.

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Con carácter inmediato la Consejería de Servicios Sociales, en colaboración con

el Ayuntamiento de Madrid, va a llevar a cabo lo siguiente:

1. Se creará el Servicio Madrileño de Atención a Personas Sin Hogar

(SERMASH) que tendrá como misión:

a. Coordinar y propiciar el trabajo en red de todos los recursos, públicos

y privados, destinados a PSH existentes en la Comunidad, y

favorecer la cooperación entre ellos.

b. Establecer una ventanilla única de acceso a los recursos de

emergencia destinados a PSH desde cada uno de los centros de

servicios sociales de la región.

c. Elaborar un sistema de información integrado que permita hacer un

seguimiento en línea y en tiempo real del número de plazas de

alojamiento disponibles, número de personas atendidas,

intervenciones llevadas a cabo, evolución de los procesos de

recuperación e inserción, etc.

d. Ordenar los recursos disponibles en la región de forma que pueda

establecerse un continuo ininterrumpido de atención y cuidados a las

personas sin techo, que vaya desde la calle hasta la vida

independiente y autónoma.

e. Estimular y desarrollar el trabajo interdepartamental junto a aquellas

áreas de la Administración como son Sanidad, Empleo, Vivienda,

Educación, Cultura o Seguridad ciudadana, desde las que se puede

actuar positivamente en favor de las PSH.

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2. Para la creación y mantenimiento del SERMASH se firmarán acuerdos con

el Ayuntamiento de Madrid, la Federación de Municipios y las Instituciones

privadas de reconocido prestigio en la atención a PSH, de manera que

puedan incorporarse al funcionamiento diario del servicio, aportando su

experiencia , su conocimiento del problema y su personal especializado

en intervención con colectivos en situación de exclusión extrema.

3. Se incrementará la colaboración económica con las entidades que atienden

a las PSH (Ayuntamiento de Madrid, Femp, Iniciativa social) y se la va

dotará de mayor estabilidad mediante la firma de conciertos .

4. Se aumentará la capacidad de alojamiento de emergencia mediante:

a. La creación de dos centros de alojamiento de baja exigenci a con

unas 30 plazas en el centro de Madrid, que puedan albergar a las

PSH que se concentran en la zona. Al mismo tiempo se duplicará el

número de plazas concertadas en pensiones, dentro de un programa

de acompañamiento social para promover el itinerario hacia la vida

independiente de las PSH.

b. Progresivamente, en convenio con la FEMP, se irán creando hasta

seis miniresidencias de entre 20 y 30 plazas para prestar

alojamiento de emergencia en cada una de las ciudades de más de

100.000 habitantes de la Comunidad y evitar así, tanto la excesiva

concentración de recursos en el Ayuntamiento de Madrid, como la

generación de guetos que implica, con frecuencia, la construcción de

los macrocentros.

c. Por último, se promoverán acuerdos con el IVIMA y la EMV para

animarles a que contemplen en las actuaciones que llevan a cabo,

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las necesidades residenciales específicas de las personas solas sin

hogar, de manera que pueda incrementarse la bolsa de

apartamentos públicos en alquiler destinados a estas personas,

para lo cual se firmaran acuerdos entre Provivienda y cada una de

las entidades que trabajan con PSH.

5. Se incrementará el trabajo de proximidad en medio abierto para tratar de

hacer salir de la vida en la calle al mayor número de personas que nos sea

posible, para lo cual:

a. Se aumentará la dotación de la UMES, de manera que se puedan

cubrir las horas de la noche, y se la dotará de personal y medios

suficientes para que pueda actuar en el conjunto de los municipios

de la región, no sólo en Madrid.

b. Se crearán 3 equipos de calle multiprofesionales , que empezarán

a trabajar en los distritos centrales de Madrid, con responsabilidad

sobre su territorio de actuación y vinculados al Centro de Servicios

Sociales del distrito. Progresivamente, se irán ampliando el número

de estos equipos hasta conseguir su implantación en todos los

distritos madrileños.

c. Se crea, en convenio con la Consejería de Sanidad, un equipo de

calle especializado en salud mental para atender en medio abierto

a las personas sin techo con enfermedades mentales crónicas.

d. Se abrirá un centro de día vinculado al Centro Puerta Abierta ,

que ya funciona por las noches en Madrid, para que pueda continuar

su actuación en horario diurno, y se apoyará la creación de centros

de día en todos los albergues madrileños, de manera que puedan

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llevarse a cabo actividades de apoyo y recuperación psicosocial de

las PSH allí alojadas.

6. Se incrementarán los mecanismos que permitan prevenir el problema, y

poder así anticiparnos y evitar la llegada a la calle de nuevas personas,

mediante un sistema de detección e intervención precoz ante aquellas

situaciones de riesgo que se puedan conocer desde: los servicios sociales,

los centros de menores, los hospitales y centros de salud, los juzgados e

instituciones penitenciarias, los centros de atención a inmigrantes, y, por

último, desde aquellos servicios municipales que diariamente actúan en

medio abierto, como son los Servicios de Limpieza y la Policía de barrio.

7. Igualmente se apoyarán los programas que llevan a cabo las entidades

asociativas y de voluntariado , de manera que puedan incrementar la

contratación de profesionales especializados y la incorporación laboral de

personas que habiendo vivido sin techo en el pasado, puedan actuar como

mediadores frente a quienes se encuentra actualmente sin techo.

8. Asimismo, se llevará a cabo una campaña de sensibilización ciudadana

que permita canalizar los deseos de prestar y ayuda y solidaridad que

muestran muchos madrileños hacia soluciones eficaces y a largo plazo,

mediante la cual, además de dar conocer los recursos sociales existentes

se podrán ofrecer pautas de actuación adecuadas y pueda ir

desapareciendo la limosna indiscriminada u otros comportamientos

semejantes, que, aunque bienintencionados, acaban por tener un efecto

negativo sobre las propias personas sin hogar al “fijarles” en la calle y

alimentar la aparición de grupos de mendicidad organizados que, en

ocasiones, llegan incluso a utilizar menores para mendigar.

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