PAT ANDREA y Alicia

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En la obra de Pat Andrea, pero en especial en estos trabajos, se puede ver el resultado de esa carrera que culmina del otro lado del espejo. Es allí, en ese extraño universo que se produce el encuentro entre Lewis Carroll, un encuentro signado por el extrañamiento frente a un mundo lógico que revela de modo repentino las posibilidades del caos, del humor, del absurdo, de las ramificaciones del erotismo, de la inocencia sin ingenuidad, de las matemáticas y las probabilidades, de las paradojas e invenciones, de la nítida realidad de los sueños. Las obras de esta muestra no responden al concepto de ilustración, puesto que Andrea parte del texto de Carroll, pero para interrogarlo y someterlo a interpretaciones y relecturas, convirtiéndose él mismo en personaje a la búsqueda de respuestas.

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PAT ANDREAy Alicia

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Indice

5 PAT ANDREA. Persecuciones del otro lado del espejo. Prof. Virginia Agote. Directora Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson.

7 La lectura como caída Alberto Sánchez Maratta

8 Mi verdadera historia con Alicia Pat Andrea 10 Obras Pat Andrea y Alicia en el País de las Maravillas

32 Obras Pat Andrea y Al otro lado del espejo y lo que Alicia encontró allí

58 Cronología Pat Andrea

54 Listado de obras de la exposición 60 Créditos Agradecimientos

* Los textos tienen copyright de los autores. Ninguna parte de los textos puede ser repro-ducido en ningún medio sin la autorización del Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson o los autores.

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“Pero, si no soy la misma, la siguiente pregunta es: ¿quién soy?¡Ah, éste es el gran enigma!”

Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas

¿Es el artista un perseguidor de imágenes?Si afirmamos que eso es posible, también admitiremos que puede ocurrir lo con-

trario y que sean las imágenes las que persigan a su creador. En la obra de Pat Andrea, pero en especial en estos trabajos, se puede ver el resul-

tado de esa carrera que culmina del otro lado del espejo.Es allí, en ese extraño universo que se produce el encuentro entre Lewis Carroll,

un encuentro signado por el extrañamiento frente a un mundo lógico que revela de modo repentino las posibilidades del caos, del humor, del absurdo, de las rami-ficaciones del erotismo, de la inocencia sin ingenuidad, de las matemáticas y las probabilidades, de las paradojas e invenciones, de la nítida realidad de los sueños.

Las obras de esta muestra no responden al concepto de ilustración, puesto que Andrea parte del texto de Carroll, pero para interrogarlo y someterlo a interpre-taciones y relecturas, convirtiéndose él mismo en personaje a la búsqueda de respuestas.

Posiblemente sea una de las claves que Pat Andrea nos propone: pararnos del otro lado de las imágenes; participar de una ceremonia especular y permitirnos recuperar el sentido del juego con nuestros propios miedos, deseos y desvaríos.

Para ello, están acá reunidos el dibujo, la pintura, el color y la línea, lo sobreenten-dido y también los misteriosos recovecos de nuestras mentes.

“¿Así que has llegado al final del curso de nuestra carrera? dijo la Tortuga. ¿Incluso a pesar de que consiste en una infinita serie de distancias? ¿No había probado algún sabihondo que tal cosa no podía lograrse?”

Mirar es perseguir.

Prof. Virginia Agote

Directora Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson

PAT ANDREApersecuciones del otro lado del espejo

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“¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?”, se preguntaba Alicia.Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, cap. 1

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Se da por supuesto que un conferenciante puede efectuar digresiones de un punto a cualquier otro.

Lewis Carroll, La dinámica de una partícula, Postulado 1

Puesto que el autor de las dos Alicias piensa que la digresión puede formar parte de los devaneos y apartamientos de un discurso, permítaseme intentar ejercerlo:

Pat Andrea cayendo en un pozo muy profundo, en la madriguera de conejo que supone darle cuerpo a las imágenes que acechan en cada recodo de los libros de Lewis Carroll.

La caída es lenta, tan lenta que la tarea de Pat, ese trabajo de diálogo que estable-ce desde el dibujo con el universo Carroll se extiende por ocho años.

En ese prolongado descenso, Pat (que es Alicia y acaso nosotros), observa dos cosas: la oscuridad del final del pozo; y que sus paredes están cubiertas de armarios y estantes para libros, además de mapas y cuadros.

De modo que no es extraño encontrar en los trabajos de Pat Andrea todo aquello que fue recolectando a lo largo de ese viaje vertical (citas a las vanguardias, espa-cios arquitectónicos modernistas, arduas geometrías que no son del todo de este mundo, iconografía del Pop, mobiliarios que parecen mas convenientes a Walter Gropius que a un texto del siglo XIX).

Se comprenderá también que estos trabajos realizados mientras su autor se pre-cipita al vacío, nos transmitan algo de ese vértigo, de esa sensación incómoda de estar y no estar en este mundo. Algo hay de infantil y de aterrador entrelazados en su línea límpida que define con precisión una paradoja, o en la inquietante visión del deseo jamás consumado entre bestias y la niña inmaterial y perturbadora de piernas largas.

Pat Andrea en el fondo de la madriguera, descubriendo que atraviesa un espejo que es de alguna manera el regreso a un mundo que ha cambiado para siempre.

Pat emergiendo al fin de su largo viaje, atesorando un objeto que nos permite ahora hojear; un libro, un libro distinto al de Lewis Carroll, pero que se le parece de un modo inquietante.

Un libro maravilloso, hecho de la materia de los pozos y los espejos.Una última digresión: para entrar en este libro, hay que dejarse caer dentro de él.

Alberto Sánchez MarattaSan Juan, invierno de 2013

La lectura como caída

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Alicia me había perseguido desde que leí por primera vez sus aventuras cuando aún era estudiante de Bellas Artes. Aquí tenéis la prueba; hace poco, me encon-tré una de mis primeras obras, de los años sesenta. Era un retrato de mi primera mujer, rodeada de escenas de nuestra vida cotidiana, con nuestros amigos, el niño, los recuerdos, los amores y las obsesiones de aquellos días. Para gran sorpresa mía, descubrí que, en aquel univer-so deliberadamente caótico, había incluido un retrato de Alicia siguiendo un diseño por John Tenniel, el primer ilustrador de la historia.

Ahora me doy cuenta que es posible que todas las mujeres que han dominado mi obra desde entonces no sean más que distintas versiones de Alicia, disimuladas en alguna otra mujer, y que el mundo de mis cuadros, surrealista y de ensueño, es un mundo muy similar al de Alicia (¡más el erotismo!).

Esto puede explicar por qué la editora Diane de Selliers, que cada año publica un libro monumental combinando alta literatura y arte, me sugirió que tra-bajara con Alicia de Lewis Carroll. De hecho, publicar a Alicia no entraba en sus planes, pero aún así, cuando nos conocimos en una reunión de unos amigos comu-nes en 1998, y después de haber visto parte de mi obra, ¡se le ocurrió la idea! Al día siguiente me llamó y me preguntó si me interesaría hacer una ilustración de los dos libros de Lewis Carroll; es decir, Alicia en el país de las maravillas y Al otro lado del espejo.

Debo admitir que, de entrada seguramente me tomé la propuesta muy a la ligera porque, después de eso, la idea en general me quedó dando vueltas por la cabe-za durante ¡cinco años! La causa fue, sobre todo, que después de un corto período de felicidad, empe-cé a hacerme una serie de preguntas inmensas e insu-perables como: ¿Cómo puedo demostrar que soy digno de crear imágenes que no traicionen mi admira-ción y mis ambiciones?; ¿Cómo puedo evitar el peligro de una representación convencional?; ¿Cómo puedo soñar una Alicia contemporánea que supere la niña de John Tenniel?. Sólo había una cosa que no puse nunca en cuestión, y era la decisión de presentar algo único,

Mi verdadera historia con Aliciadiferente y mejor que nada de lo que hubiera apareci-do antes. ¡Era una oportunidad demasiado buena para desperdiciarla!

Y no dejaba de plantearme dudas…educadamente, una vez al año, Diane de Selliers me

llamaba para asegurarse de que no había cambiado de idea y para repetirme que tenía la intención de conti-nuar con el proyecto tal como habíamos planeado ¡sin mencionar en ningún momento una fecha límite! ¡Una colaboración realmente ideal!

En 2003 ya empezaba a estar harto de Alicia y deci-dí que o hacía lo que debía hacer en aquel momento, aunque todavía no había pensado cómo hacerlo, o lo dejaba correr definitivamente. Así, me dirigí a mi taller de Buenos Aires con la idea de dedicarme exclusiva-mente al trabajo sobre Alicia, lejos de las obligaciones y preocupaciones europeas.

Al cabo de un mes, después de leer una y otra vez el texto de Carroll, siempre en inglés, tratando de pen-sar las imágenes y diseñar la serie según el formato del libro, caí en un profundo desespero. Me sentía prisio-nero del formato, reducido (al final mis imágenes se han convertido en miniaturas), sin ninguna pista sobre la imagen de Alicia. Entonces, en la boda de unos ami-gos, vi una adolescente rubia de Chile que me pare-ció la Alicia perfecta. La invité a mi taller, le hice fotos, hice varios bocetos, incluso empecé a introducirla en mis diseños. Lamentablemente, enseguida llegué a un punto muerto, porque tenía la impresión de que estaba haciendo una historieta ilustrada donde no paraba de aparecer una Alicia demasiado rubia y demasiado puli-da. Volvía a estar perdido. Cuando regresé a París, miré de continuar centrado en Alicia a pesar del resto de tra-bajo que tenía. Finalmente, a finales de 2004, volví a Buenos Aires y trabajé exclusivamente en Alicia. ¡Esta vez todo fue según las previsiones! Después de escu-char más a mi instinto y de releer más de un millar de veces las aventuras de la niña, mis conclusiones me demostraron el camino correcto! Tenía que volver a la libertad perdida, convertirme en el pintor que podía hacer cualquier cosa, siempre!

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Así, diseñé y pinté obras a gran escala sobre papel apli-cado en tablones de madera, como siempre hago con mis obras, después de haber asimilado totalmente el texto de Carroll, comenzando con la violenta escena de la cocina con el gato, la duquesa, el niño y el humo.

Cuando volví a París con mis cinco obras a gran esca-la, llamé a Diane de Selliers, que vino inmediatamente a mi estudio, y le enseñé lo que había hecho. Para mí era todo o nada; era imposible que hiciera nada diferente, empezando de cero! Después de un corto silencio, que me pareció que duraba siglos, me miró directamente a los ojos y me dijo: “¡Perfecto, es maravilloso!¡Déjalo como está!

Luego le expliqué los principios básicos de mi esfuer-zo; obras a gran escala (150 x 180) sin tener el libro en la cabeza, con la idea de hacer dos imágenes para cada capítulo (las obras para doce capítulos equivalen a cuaren-ta y dos obras). Las ilustraciones se desarrollarían a partir de estas imágenes, centrándome cada vez en detalles de la obra a gran escala. Alicia, por otra parte, no debía tener una imagen estándar uniforme sino que debía ser diferen-te en cada una de las apariciones porque representaba a todas y cada una de las mujeres jóvenes del mundo. No podía tener un estilo y técnica. Por el contrario, debía ser lo más diversa posible.

Según Diane, “los detalles como forma de ilustración” eran una especie de “inspiración dorada”, aunque, al final, me sugirió que las obras a gran escala también deberían reproducirse como una forma de introducción a los dos libros, ¡que consecuentemente se volvieron extremada-mente ricos!

Además, contemplando las 48 Alicias diferentes, ¡tenía que admitir que siempre eran fáciles de reconocer! ¡Todas llevan las mismas zapatillas, las del hombre que las ha creado!

Así pues, me pasé dos años pintando, diseñando, ponien-do tinta, cortando, pegando, incrustando oro y plata sólo para Alicia, fiel al texto original de Carroll, ¡ocho años en total, años de dedicación persiguiendo las imágenes de (un) sueño! ¡Ha sido una de las cosas más fascinantes de mi vida!

Pat Andrea

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Aliciaen el país de las maravillas

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“¡Me gustaría saber cuántos kilómetros he caído ya -dijo en voz alta- .

Debo de estar llegando al centro de la tierra!”

Aquella llave tal vez debía abrir alguna de las puertas del vestíbulo,pero ¡ay! o las cerraduras eran demasiado grandes o la llave demasiado pequeña.

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Lo único que pudo hacer fue tumbar-

se de costado y mirar hacia el jardín

con un solo ojo; pero las esperanzas

de pasar al otro lado eran menores

que nunca; así que se sentó en el

suelo y empezó a llorar otra vez.

“¡Ay, Dios mío!

¡Hoy qué raro es todo!

¡Y ayer todo era tan normal!

Me pregunto si habré cambiado

durante la noche...

La siguiente pregunta es:

¿Quién diablos soy yo?”

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Cuando todavía no se había

bebido la mitad de la botella,

sintió que su cabeza daba

contra el techo,

y hubo de inclinarla para

no romperse el cuello.

Inmediatamente

dejó la botella, diciéndose:

“Ya es bastante...Espero no seguir

creciendo...Tal como estoy, ya no puedo

ni salir por la puerta... Ojalá no hubiera bebido

tanto...”

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Estaba menguando a toda velocidad;

así que se puso a comer en el acto del trozo.

Su barbilla estaba tan apretada contra sus pies

que apenas había espacio para abrir la boca.

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Como parecía que no había ninguna

posibilidad de llevarse las manos a la

cabeza, intentó bajar la cabeza a las

manos, comprobando con gran alegría

que su cuello podía girar en todas las

direcciones, como una serpiente.

“¿Y adónde se han ido mis hombros? ¡Ay, pobres manos mías! ¿Cómo es que no puedo veros..”?

Una gran paloma se había lanzado contra su cara

y la golpeaba violentamente con sus alas.

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La cocinera se dedicó a tirar todo lo que encontraba

a su alcance contra la Duquesa y el niño:

lo primero fueron las tenazas y el atizador.

“Hablando de hachas -dijo la Duquesa-, ¡que le corten la cabeza!”

“Yo le riño a mi pequeño y le pego si estornuda

porque disfruta del todo la pimienta cuado gusta.”

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La mesa era grande, pero los tres se habían apiñado

muy juntos en una de las esquinas. “¡No hay sitio! ¡No hay sitio!” -gritaron cuando vieron acercarse a Alicia.

y dibujaban toda clase de cosas... todo lo que empieza

con M... como matarratas, mariposas, memoria y mucho...

“¿Has visto alguna vez algo tan impresionante como un mucho bien dibujado?”

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“¿Has visto alguna vez algo tan impresionante como un mucho bien dibujado?”

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“No os cortarán la cabeza” -dijo Alicia, y los metió en una gran maceta que había allí cerca.

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Las pelotas de croquet eran erizos vivos,

los mazos flamencos, y también vivos, y los soldados

tenían que doblarse apoyando las manos

y los pies en el suelo para hacer arcos.

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“Érase una vez-dijo por fin la Tortuga Artificial lanzando un profundo suspiro-,

en que yo era una tortuga de verdad.”

A estas palabras siguió un larguísimo silencio, sólo roto por

alguna ocasional exclamación de “¡Hjckeeh!” lanzada por el

Grifo, y los incesantes sollozos de la Tortuga Artificial.

Alicia estaba a punto de levantarse y decir:

“Gracias, señora, por su interesante historia”.

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Al principio se puso algo nerviosa porque aquellos dos

bichos se le acercaban mucho, uno por cada lado, y

abrían los ojos y las bocas de un modo enorme.

“Yo pasé por su jardín, y con un ojo contemplé al búho y a la pantera repartirse un gran pastel.”

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“Que nunca sepa él

que ella las quiere,

pues siempre será así:

Que el secreto

entre nosotros quede,

de tí para mí.”

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“¡Que le corten la cabeza!”-chilló a más no poder la Reina.

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Al otro lado del espejo y lo que Alicia encontró allí

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“Cocillaba el día y las tovas agilimosas

giroscopaban en el larde.

Todos debirables estaban los burgovos,

y silbramaban las alecas rastas.

¡Cuídate, hijo mío, del Jerigóndor,

que sus dientes muerden y sus garras

agarran!

¡Cuídate del pájaro Jubjub,

y huye del frumioso zumbabadanas!”

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Todos le presentaron los billetes,

que eran poco más o menos

del mismo tamaño que la gente

y que parecían llenar

por completo el vagón.

“¡Vamos!¡A ver, niña,

enséñame tu billete!”

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Oscurecía tan deprisa que Alicia pensó

que se preparaba una tormenta.

“¡Vaya nubarrón negro que llega! -exclamó-.

¡Y qué deprisa viene! Puf, ¡se diría que tiene alas!”

“¿Es el cuervo!” -gritó Tararádando un chillido de alarma.

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“No es más que el Rey Rojo, que está roncando“ -dijo Tararí.

“No sé por qué hablas de despertarle“ -dijo Tarará-, cuando tú sólo eres una de las cosas de su sueño.

Sabes de sobra que no eres real.”

“Sí que soy real!” -dijo Alicia y se echó a llorar.

“No creas que llorando te vas a voler un poquito más real“ -señaló Tararí.

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Miró a la Reina, que de pronto le pareció

totalmente cubierta de lana.

Alicia se restregó los ojos y volvió a mirar...

Frente a ella había una vieja oveja que,

sentada en un sillón, hacía punto.

Con los ojos brillantes de codicia

cogía manojo tras manojo

de adorables juncos olorosos.

Eran juncos soñados,

se derretían casi como nieve

amontonados a sus pies.

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“Bueno, tovas son algo así como tejones...

algo así como lagartos...

El Burgovo es un pájaro con las plumas erizadas

en todos los sentidos:

algo así como un fregasuelos viviente...

Rasta es una especie de cerdo verde.”

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“Tentetieso se sentaba sobre un muro:

Tentetieso se cayó en el suelo duro.

Todos los caballos y todos los hombres

del Rey no lograron devolverle

a su lugar.”

“Si volvemos a encontrarnos,

no te reconocería -replicó Tentetieso en

tono enfadado y ofreciéndole un solo dedo

para que se lo estrechase-, porque eres

exactamente igual que todo el mundo.”

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“Tu cara no se distingue nada de la de todo el mundo:

dos ojos así... la nariz en medio y la boca debajo. Siempre

lo mismo.

En cambio, si tuvieras los dos ojos en el mismo lado

de la nariz, por ejemplo, o la boca en la frente... de algo

me serviría.”

“No quedaría bonito” -objetó Alicia. Pero Tentetieso se limitó

a cerrar los ojos y a decir: “Espera a probarlo”.

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“El León y el Unicornio luchaban por la corona,

por toda la ciudad iba el León

pegando al Unicornio.

Unos les dieron pan blanco,

otros le dieron moreno,

otros les dieron plum-cake

y los echaron a toque de tambor.”

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Un caballero, vestido con una armadura carmesí,

se precipitó al galope contra ella blandiendo una enorme maza.

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“Me levanto para dar las gracias...”-empezó a decir Alicia,

y realmente se encontró levantada unas cuantas pulgadas cuando empezó a hablar;

pero se agarró al borde de la mesa y consiguió mantenerse en contacto con el suelo.

“¡Ten cuidado! -gritó la Reina Blanca

cogiéndola del pelo con las dos manos-.¡Seguro que va a ocurrir algo!”

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Alicia en el país de las maravillas

Obras en la exposición

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Al otro lado del espejo y lo que Alicia encontró allí

Obras en la exposición

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Cronología PAT ANDREA

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1942

Nace en La Haya (Holanda) el 25 de junio, en plena Segunda Guerra Mundial. Es hijo del pintor Kees Andrea y de la ilustradora Metti Naezer y desciende de tres generaciones de pintores y litógrafos.

1960-65

En Bellas Artes de La Haya le influye realismo singular y subjetivo de su maestro preferi-do Westerik.

1976

Llega a Buenos Aires en mal momento, justo al día siguiente del golpe militar de Videla. Posteriormente, la capital argentina será una de sus residencias alternativas, junto con La Haya y, sobretodo, París.

1976-1979

Es seleccionado por Jean Clair en la exposición Nouvelle Subjectivité (París, Bruselas) junto con Hockney, Kitaj y otros pintores figurativos.

1979

Colabora con el escritor Julio Cortázar en el libro La puñalada/El tango de la vuelta.

1980

Empieza a consolidar su estilo, singular, extremado, subjetivo, metarrealista, que significa una renovación de la pintura figurativa.

2000

Su obra se encuentra ya en museos de arte contemporáneo como al MoMA (Nueva York), el Centre Georges Pompidou (París), la Fondation Maeght (Saint-Paul-de-Vence), el Haags Gemeentemuseum (La Haya), el Stedelijk Museum (Amsterdam) y el Museo Nacional de Bellas Artes (Buenos Aires).

2006

Publica el libro en dos volúmenes Alice au Pays des Merveilles y De l’autre côté du Miroir (Diane Selliers Éditeur, París).

2007-2012

Expone su serie de cuadros sobre Alicia en museos y centros de arte de Francia, Grecia y Holanda. Funda el movimiento Het nieuwe verhaa (Figuarción de lo imaginario). En la galería Victor Saavedra (Barcelona), expone junto a su mujer, Cristina Ruiz Guinazu, y su hijo Mateo Andrea, también pintores.

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Créditos

Las obras de Pat Andrea reproducidas en este libro fueron publicadas originalmente el 2007 en Alice au pays des merveilles et De l’autre coté de miroir de Lewis Carroll illustrés par Pat Andrea (Editions Diane de Selliers)

Los fragmentos de la obra de Lewis Carroll citados pertenecen a la traducción de Mauro Armiño para la Editorial Valdemar (1006, El Club Diógenes), excepto algunos de los poe-mas, que han sido traducidos por Juan Bufill.

Agradecimientos

Galería Victor Saavedra, Diane de Selliers. Pere Farré, Maria Espeus, Pilar Gorriz, Albert Mauri, Embajada del Reino de los Países Bajos en Buenos - Argentina, Alberto Sánchez Maratta.

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