Pancho Villa En La Intimidad

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LUZ CORRAL VDA. DE VILLA PANCHO VILLA EN LA INTIMIDAD PROLOGO DE JOSÉ VASCONCELOS 1

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LUZ CORRAL VDA. DE VILLA

PANCHO VILLA EN LA INTIMIDADPROLOGO DE JOS VASCONCELOS

MXICO, D.F. 19481

PROLOGO Pancho Villa en la intimidad es un libro que se lee con agrado por el estilo ameno y sencillo. Adems, libro que interesa singularmente por el contenido. Pues no todos los das nos es dado obtener la visin del hombre famoso, a travs de una esposa que supo perdonarle sus desvos y al mismo tiempo dedicarle sin desmayo, la piedad y la reverencia, la hija legtima del amor verdadero. Y la primera reflexin que ocurre a uno, como yo, crtico frecuente, acaso severo de la gestin pblica del General Villa, es la reflexin de que sin duda; haba en el hombre virtudes interiores oscurecidas por su accin externa, pero valiosas y firmes, de otra manera no se explica que pudiera inspirar un afecto noble y desinteresado como el que mueve a la autora del presente libro. Dejar detrs de nosotros una sola alma enternecida con nuestro recuerdo, es ya un triunfo que requiere buena dosis de bondad. Pues la inteligencia y el valor conquistan admiraciones pero nicamente la accin bondadosa gana el afecto. La intencin del presente libro es nobilsimo: ensear el lado bueno de la medalla. Levantar una voz que ama y perdona entre tantas que han clamado, venganza, justicia y aun acaso rencor. Y tanto acierta la autora en su empeo, que a menudo, leyndola, nos sentimos en este estado de remordimiento del hombre que ya tir la piedra y aun varias y de pronto descubre en quien condena, virtudes y cualidades que envidia. En esta condicin me ha puesto a m el rasgo de valenta de la seora Luz Corral viuda de Villa, al invitarme a prologar su libro. Ella seguramente no ignora que fui admirador ferviente de su esposo, cuando era el brazo de la venganza popular contra el usurpador Victoriano Huerta; despus cuando circunstancias adversas para la patria llevaron al General Villa a ejercer funciones de gobierno que nunca debi asumir, me convert en su enemigo franco y enconado, pero no irreconciliable con el hombre sino con sus yerros, pues volv a ser admirador del Villa, derrotado por la carranclanera en sociedad con el extranjero pero convertido por eso mismo en smbolo de un pueblo vejado. Y renov amistades con el Villa que depuso las armas en Canutillo, una vez que se haba cumplido una de las ambiciones de su valiente esfuerzo, librar al pas de la carroa del carrancismo. Por ltimo, el asesinato del General Villa fu uno de los motivos que "me determinaron a romper con Obregn y Calles, los funestos continuadores del carrancismo. No creo, en consecuencia que haya sido imprudente la seora Corral en pedirme opinin sobre su libro. Al contrario, su pedido revela nobleza y comprueba esa gran virtud que se manifiesta en lo que escribe: la comprensin amplia y generosa que nos permite distinguir las intenciones nobles de las perversas. No creo defraudarla porque no me siento culpable de haber atacado a nadie sin deseo de verdad y de justicia; nunca por personal resquemor o por vanidad mezquinamente ofendida. Lo que antecede basta, por lo que hace a las relaciones personales de quien escribe este prlogo y el personaje a quien est dedicado el libro y 2

su noble autora. Pero hay otro aspecto que no debe pasarse en silencio. Y es que a menudo al hablar o al escribir sobre el General Villa, nos referimos a su poca de accin revolucionaria y luego a su actuacin poltica. Pero hay un Villa indiscutible y es todo el Villa que sigui a la derrota de Celaya. El Pancho Villa que traicionado por los que le haban prometido ayuda, se mira con las fronteras cerradas, con sus ejrcitos sin municiones y enfrente Carranza firmemente apoyado por los Estados Unidos, dueo de la lnea divisoria, poderoso en elementos de guerra o sea el dinero con que compr lealtades, y no se doblega, no piensa en la rendicin, ni en la fuga. Este Pancho Villa que desafa: al mundo, en la forma de dos gobiernos, uno nacional, el otro extranjero porque tiene la conviccin de que, ni todas las potencias unidas abran de hacer de Carranza un buen gobernante para su patria, ni tena derecho el extranjero de decidir la pugna de las facciones, dando a uno de los grupos, armas y proteccin, ese Pancho Villa es el valioso, y el que vivir en el corazn sencillo del pueblo. Herosmo es eso, enfrentarse al Universo cuando se sabe que se tiene razn contra el Universo. Ganar todas las batallas, no es precisamente herosmo, puede ser egosmo y clculo, si no se ha sabido jugar siempre, a la carta de bien absoluto. Sin aliarse de nuevo a Carranza despus de desconocerlo en Aguascalientes, Obregn no hubiera triunfado en Celaya. Pancho Villa perdi, pero nunca fu a verle la cara sumiso, al enemigo o al Jefe que la vspera desconociera. En el hroe autntico ha de haber siempre un elemento desesperado. Y esta desesperacin heroica lleg a proporciones picas en el Pancho Villa que seguro de perder, hoy daba un albazo a los soldados de Pershing para caer maana a la retaguardia de los constabularios carrancistas y castigarlos por su colaboracin con las tropas extranjeras. Soberbio es el Villa que no se rindi durante los cinco aos sin esperanza, de la dominacin inexorable de los carrancistas. En nuestra tctica militar tan pobre de ejemplos, las marchas de Villa por el desierto de Coahuila para sorprender Cuatro Cinegas, y sus escapatorias, sus sorpresas a los de la punitiva son pepitas de oro, entre tanta falsedad de oropeles que un simple giro de la poltica enmohece y destie. El Villa guerrillero es indiscutible; el Villa caudillo fue un error. Y el Villa ciudadano fue siempre valioso y haba de sellar su virtud con el martirio. No creo que se haya insistido bastante acerca de esta ltima afirmacin. S, el Villa ciudadano, se lanz en apoyo de Madero cuando eran pocos los que tenan fe; el Villa patriota estuvo con Madero en Rellano y en tantas otras ocasiones en que su presencia puso turbacin en el nimo de los traidores. Villa ciudadano se lanz contra Victoriano Huerta, el usurpador sin conciencia. Y luego ya en el retiro y la comodidad del hogar, cuando ya la gesta heroica de lo de Pershing haba concluido y le sonrean la paz y la fortuna, Villa volvi a sentirse ciudadano y patriota, y se opuso con riesgo de la vida al gran delito nacional que fue la imposicin de Calles. Si Villa hubiese sido un interesado vulgar, en subasta como tantos, habra vendido la espada, comprometindose a dejar hacer. Pero Villa fu franco, "no me 3

gusta dijo- la candidatura del seor Calles. Cmo deben haberlo temido los mismos que lo haban derrotado, cuando decidieron deshacerse de Pancho Villa, antes de hacer pblica la intriga que tramaban contra la patria! La intriga de la presidencia de Calles. Gran honor es para Villa que su muerte fuese condicin del xito de un plan que hera el destino de los mexicanos. El miedo que inspiraba a sus enemigos lo mat. Y como me dijo una ocasin un Coronel de sus ntimos: pobrecito mi General, lo mat su franqueza, lo mat su lealtad.. Dijo: Calles no! En vez de callarse la boca, en vez de agachar como tantos la frente." Y este es el hroe, uno que se juega a la carta de la conviccin, unas veces la vida, tantas veces la jug Villa en los combates, y otras veces la comodidad, el bienestar de Canutillo. Vivi pues como hroe y muri como mrtir. Sus crmenes fueron de abuso de mando y de clera y tambin de confusa ambicin que no sabe hasta dnde llega la capacidad propia.. Culpa es de nuestra ciudadana entera, no saber darse a respetar con accin colectiva ilustrada. El vaco que as se produce vuelve locos de mando a los aventureros y los triunfadores de un da. Nunca se podr excusar al Villa que quiso ser Gobierno. Pero no estamos aqu para dar sentencia, sino para imitar el gesto magnnimo de la Viuda del Guerrillero que levanta un puo de las virtudes para que pesen en la balanza del juicio. Same permitido tambin elogiar a la seora Corral de Villa por su devocin a quien ya nada puede darle. Nos convence su ejemplo de que hay en la raza, tesoros escondidos que, acaso, algn da, la salven. No todo est perdido en una nacin que cuenta con mujeres leales, piadosas y tiernas. NOTA IMPORTANTE: JOSE VASCONCELOS. AO DE 2001

Uno de los ejemplares de este libro fue donado y dedicado en 1949 por Doa Luz Corral de Villa al gran historiador Chihuahuense, a quien el pueblo debe recordar, el Sr. Len Barri Paredes. Posteriormente se lo regal a su hija Eva Irene Barri de Uranga quien a su vez ella se lo regal a su yerno e hija, Fernando Castillo Vlez y Carolina E. Uranga Barri. El libro original con el paso de los aos se maltrat bastante y como dice el dicho: Es tonto el que presta un libro, y mas tonto es el que lo devuelve, por eso me permit Scanear algunos ejemplares para regalarlos a los parientes y amigos que quieran enterarse mas de la historia, el alma de nuestro pueblo. Aprovech para anexar algunas fotografas de algunos grandes personajes que figuraron en esa poca revolucionaria, por cierto algunos ancestros a quien en muy sentir mo arriesgaron sus vidas con lealtad y patriotismo. FERNANDO CASTILLO VLEZ 4

SAN ANDRES Estoy sentada frente a la ventana, por cuyos cristales penetra la dbil luz de un invierno que se aleja. De la tierra comienzan a desprenderse vapores que anuncian la primavera y de lo lejos parece venir un fuerte aliento de nueva vida. Estoy frente a la ventana; a travs de los cristales veo la curva de una montaa, que es la de Santa Rosa. Yo no s qu angustia, qu alegra, qu estado de nimo es el que me invade el corazn; pero s siento la plenitud de los recuerdos, ora alegres, ora trgicos. Voy pues, volviendo las pginas del libro de mi vida y en ellas voy anotando lo que mis ojos han visto, lo que mi corazn ha sentido. Esplenden los recuerdos; y estas montaas me recuerdan aquellas ms abruptas que vienen a formar la Sierra magnfica de la Tarahumara, en uno de cuyos valles se levanta un humilde pueblo, pero hermoso a la vista y que para m tiene todos los matices del encanto puesto que all, bajo la amplia alameda se desliz mi infancia y an me parece, a travs de un desdoblamiento de mi propia persona, verme a las mrgenes del hermoso ro, en compaa de numerosas amigas, que con sus risas formaban como un incentivo a la loca alegra de las aves que se ocultaban bajo las frondas. San Andrs, nombre que canta en mi corazn, aunque de distinta manera a como se oye su nombre ligado a las fechas ms memorables de la Historia de Mxico; San Andrs, nombre que para m tiene dulzuras infinitas, porque en l viv pocas de pobreza que me hicieron comprender, apenas nia, cmo es necesario abroquelar el corazn de piedad para todos los que sufren, para todos los que sienten el dolor San Andrs, al amparo de la iglesia, a donde iba de la mano de mi madre, cmo sent, cuando mi corazn tena las ingenuidades de la niez, que es necesario elevar plegarias por todos aquellos que saben de los latigazos de la injusticia y de las amarguras de la miseria. La prensa mexicana que se publicaba en Los Angeles California, y que llegaba al pueblo, traa en sus columnas artculos incendiarios, en contra de la Administracin Porfirista; y estos artculos ledos vidamente por todos los vecinos, iban despertando en su nimo, una idea y ansia inmensa de libertad, habiendo culminado en un acto verdaderamente hostil al Gobierno del Estado en marzo de 1909, cuando encabezados por Julio Corral; desconocieron de manera violenta al Presidente impuesto, que era entonces Don Pascual Ramrez; quin para salvar su vida, tuvo que ocultarse dentro de un horno de panadera, no obstante que haca unas cuantas horas que acababan de sacar la hornada. El Gobierno del Estado, consciente de la delicada situacin poltica, no se resolvi a atacar frente a frente este brote revolucionario, sino que mand al Secretario de la Jefatura y otros amigos del Gobierno, con buenas relaciones en el pueblo, para que procuraran calmar los nimos y someterlos al orden sin derramamiento de sangre y sin una odiosa 5

Mauricio Vlez Castillo, jefe de acordadas, acompaado del Revolucionario Albino Frias compaero de armas de Francisco Villa en 1910.

represalia, que en aquellos momentos se juzg que sera de fatales consecuencias: no slo para el Estado, sino para la Repblica. Tuvimos, a pesar de todo, que lamentar la prisin de varios de los principales promotores, los que fueron trados a la Capital del Estado, para internarlos en la Penitenciara, habindoles defendido valientemente el Lic. Alberto Lpez Hermosa; lo que le vali que se conquistara la confianza de todas aquellas gentes. 6

Los revolucionarios Albino Frias, Marcelo Caraveo, Jos de la Luz Blanco, Mauricio y Elias Vlez Castillo originarios del Distrito Guerrero.(1908).

Poco despus, secundando la labor poltica del Club Antirreeleccionista, a cuyo frente estaba Don Abraham Gonzlez, se fund en el pueblo, contra la opinin de la Autoridad local, otra organizacin dependiente de aqul, la que empez desarrollando francamente una poltica antirreeleccionista, habiendo encontrado eco en todas las clases sociales, pues hasta los mismos empleados del Estado y federales, los apoyaban en el movimiento y contribuan con su bolo, a sostener la citada organizacin. El pueblo, en apariencia, dorma envuelto en la quietud de todos los das. Y sorpresa la que recibimos, la maana del 21 de noviembre de 1910, al ver las lomas que rodean al pueblo, cubiertas de gente armada. Yo vea todo esto desde nuestra pequea casa comercial, atendida por mi propia madre. Como el destacamento de rurales, que se encontraba, resguardando San Andrs, haba salido por orden del Presidente Municipal, Sr. Jess N. Islas, a hacer algunas exploraciones en los alrededores, por haberse tenido conocimiento de que en el Distrito de Guerrero, acababan de 7

levantarse en armas Albino Fras, Marcelo Caraveo, Pascual Orozco, Jos de la Luz Blanco y otros; el pueblo haba quedado sin tropa alguna, por lo que la gente que habamos visto en las alturas, entr hasta la plaza, sin disparar un solo tiro y directamente se encaminaron a la Presidencia Municipal, de la que se apoderaron, procediendo a acuartelar su gente con el mayor orden. Entre los que all venan se encontraba Don Santos G, Estrada, Juan de la Rosa, Jos Ruiz, Matilde Pin y otros; todos vecinos de all, los cuales reconocan como Jefe a Don Santos G. Estrada. Otro grupo encabezado por Francisco Villa, Cstulo Herrera, Guadalupe Gardea, Alberto Chacn, Antonio Ruiz y otros ms, que se haban unido al primero, para tomar la Plaza en nombre de la revolucin pero, como no hubo resistencia de ninguna especie, reaccin la tranquilidad y la confianza, al ver la actitud que asuman los insurgentes. LA VOZ DEL DESTINO Sola; en esta casa construida por mi marido hace veinte aos, mi vida se va deslizando en medio de mis recuerdos. Sola; muy sola el alma, suele rodearse de otras almas amigas que vienen a hacerme partcipe de sus tristezas y de sus alegras. En este mismo sitio del corredor, donde puedo ver mi jardn que recorta un pedazo de cielo azul, quieto, brillante, he ledo mucho acerca de Pancho Villa; algunas cosas ciertas, mentiras las ms hasta que yo tambin he decidido escribir algo sobre Pancho Villa, para presentarlo al lector tal como yo lo conoc. Durante los ltimos once aos, todo parece traerme recuerdos del pasado; algunos felices, otros trgicos. Soy de las mujeres que viven rememorando el ayer. Esta maana una golondrina entra al corredor, vuela en crculo un momento, sin duda buscando comida para sus pequeos, sale al jardn y se va; en los afanes de esta avecilla encuentro un smil y pienso en mi madre esclavizada en nuestra tienda, en donde gastaba sus energas en lucha fuerte y constante par subvenir a nuestras necesidades. Luego reconstruyo aquel momento, en que la tranquilidad del pueblo se sinti turbada, sin precisar la causa, sin que nadie pudiera decir qu acontecimientos se aproximaban; en que flotaba en la Ia atmsfera algo que preocupaba a todos sus moradores, que los haca formar corridos hablando sobre algo misterioso, que tendra que desarrollarse incierta, pero ineludiblemente. Los ancianos se tornaban pensativos; los mozos arreglaban sus armas en el seno del hogar; se preocupaban como los rabes del desierto por preparar sus caballos, para lanzarse a una aventura desconocida, pero inevitable. La alarma corre por el pueblo; en la cara de los moradores se pinta el azoro y el pavor. Lleg a nuestra tienda don Santos G. Estrada Presidente del Club Antirreeleccionista en San Andrs, para pedir a mi madre un 8

prstamo voluntario en efectivo; mi madre protesta; la vida, l bien la sabe, ha sido cruel para nosotros; nada vale, Don Santos se aleja, pero volver ms tarde. Mi madre se queda con su pena; qu va a hacer? a quin podr recurrir? Llegaron en aquel momento dos desconocidos; contbales ella su cuita; pocos momentos antes haba llegado a una fragua, situada frente a nuestra casa, un hombre, sombrero charro, armado de rifle, pistola y cartucheras terciadas y algunos que le hacan compaa. Vea yo el grupo desde la puerta de la tienda; v que se desprenda uno de ellos, que se encaminaba hasta nuestra casa, que desmontaba y entraba saludando cariosamente a mi madre. Era el to Chavarra. Mi madre le platic el apuro del prstamo solicitado y el recin llegado le dijo: "No te apures; habla con el Jefe nuestro, es aqul que est all enfrente, herrando el caballo". Y quin es tu Jefe?, -le interrog mi madreFrancisco Villa". Entonces fu el pnico y sobresalto de mi pobre madre, al recordar, por haberlo ledo en los peridicos, que el citado haba dado muerte en las goteras de Chihuahua, en las afueras de un establecimiento mercantil, denominado Las Quince Letras", a Claro Reza, y haca pocos das tambin, haba hecho correr igual suerte a mi propio to Pedro Domnguez. Mi madre refera esto al to Chavarra, quien le contest: Mira, Trini, qu sabes t? Esos tales murieron por traidores, sabes? El Jefe, quitndolos de enmedio, cumpli con su deber. El to Chavarra habl al Jefe Villa, como ellos le llamaban y a los pocos momentos lleg ste, quien fu presentado a mi madre. O que ella le dijo: "Seor, yo soy una pobre viuda, que lucho a brazo partido para mantener a mis hijos, como puede decirIo todo el pueblo que me conoce y muchos de los que a usted acompaan; pero estoy dispuesta a ayudarlos, hasta donde me sea posible". El jefe Villa, repuso: "Est bueno; deles a cada uno de mis muchachos caf y azcar y una poca de harina. En cuanto a ropa, no nos hace falta; quin sabe a cuntos nos toque enfriar balas y con lo que traemos, no estamos tan mal, para presentarnos al enemigo El dilogo anterior lo o desde la trastienda, sin perder sin perder palabra, mientras haca una labor de gancho, con la vista fija en la costura y atento el odo a lo que se deca. De improviso me di cuenta, sorprendindome, de que Francisco Villa, estaba atento vindome por una hendedura de la puerta; mi sorpresa fu mayor, cuando o que mi madre me llamaba para que le ayudara a despachar mercanca que se entregaba a los revolucionarios. Esto me llen de asombro, porque nunca acostumbraba hacerlo; por mi parte, todava siento que tuve miedo, a tal grado, que de todas veras lament, que los rurales no hubieran estado all para impedir la entrada de los revolucionarios. Estaba tan asustada que mi mano temblaba, impidindome guiar el lpiz con que iba apuntando las mercancas que mi madre entregaba a cada uno de ellos. El jefe Villa, dirigindose a m, me deca: "Tiene miedo muchachita? No temblaba su mano al estar tejiendo, como tiembla ahora con ese lpiz. Mi madre contest por m: 9

"Es que ha de estar asustada, pues es la primera vez que la llamo para que me ayude y tal vez crea, que si no lo hace bien, voy a regaarla". Acab de hacer la lista de las mercancas entregadas en calidad de prstamo y el, Jefe Villa "ley el recibo que le present, con la inscripcin que l mismo haba dictado: Por la Patria. Sufragio Efectivo; no reeleccin".Tom la pluma y al calce escribi lentamente: Francisco Villa. Despidindose mont su caballo y seguido de sus hombres, camin rumbo a la estacin. La voz corri instantnea; los revolucionarios se disponan asaltar el tren que vena de Chihuahua, se escucharon nutridas descargas, gritos fatdicos y encorajinados. Muera Porfirio Daz! Viva Madero! Entrenle compaeros! Abajo los pelones! y la fusilera continuaba incesante, vomitando muerte; los federales repelan el ataque con firmeza y con valor; pero haba llegado el momento de la justicia redentora. El Tte. Corl. Ypez, de los federales, caa atravesado por las balas al pretender descender del tren y ste, por fin, se empez a mover muy lentamente, continuando su marcha hasta salir de la zona infernal; antes de llegar a Bustillos, los carros saltaron de los rieles y el tren se detuvo en pleno campo. Tras de la formidable batahola y el rpido tronar de la inmisericorde metralla, el silencio cirnise nuevamente sobre el pueblo, apenas si osbamos levantar el tono de la voz para comunicarnos. Los revolucionarios sobre sus cabalgaduras, se alejaban en todas direcciones, internndose en las montaas cercanas y cuando hubieron desaparecido a las miradas del pueblo, poco a poco los vecinos timoratos, poblaron las calles en procesin continua a la estacin. La casa de aquella estacin, ofreci al viajero, por mucho tiempo, como testimonio fehaciente de aquella primera jornada revolucionaria, la huella de los impactos de las balas y en ellas el recuerdo del sacrificio de varios soldados federales y, saldo de aquella primera tragedia, el recuerdo tambin de una seora, que con un hijo que traa en los brazos, haba cado exnime en la refriega, como trmino a la aventura de su regreso a la patria, despus de haber vivido largos aos en los Estados Unidos. Otro da, al caer la tarde, solo y sin cuidarse de nadie, un hombre atravesaba las calles, se encaminaba a la estacin donde baj de su caballo y se dirigi al Telgrafo; era Pancho Villa, que vena en pos de noticias. Sali a su encuentro el telegrafista y all en la puerta, hablaron largamente; luego mont y prendiendo las espuelas se alej y se perdi entre los rboles del ro. Poco rato despus, cuando el reloj de la tienda daba las siete, se detuvo en la puerta de nuestra casa; yo, que lo haba visto venir, me dirig a la trastienda, mientras l charlaba con mi madre. Desde el sitio donde me encontraba, perciba clara y precisa la conversacin; le peda permiso para hablar conmigo y yo senta algo que se trocaba en susto. Mi madre me llam: "Luz, ven ac". Al orla, me retir lo ms lejos posible para contestarle y que no se diera cuenta de que haba estado escuchando toda la 10

conversacin; casi temblando cruc la puerta y me present a l. Le tend la mano para saludarlo y me dijo sonriendo: "No tenga miedo, muchachita" y se entabl la pltica. No obstante el estado de nimo en que me encontraba, casi me di risa lo que me dijo: que haca unos cuantos das, en la casa de una familia de apellido Baca, de Chihuahua, haba visto un retrato mo y que desde entonces, l haba abrigado la esperanza, d que un da la suerte lo pusiera en el camino. Yo record el retrato; era uno de esos que toman los fotgrafos ambulantes; en l aparezco sentada frente a una mquina de coser y me acompaaba mi madre y mis hermanos. Con palabras francas me dijo de su amor y de su vida solitaria y errante; que tena la esperanza de que pronto terminara la revolucin y que quera, ms que todo en el mundo, tener un hogar, Al preguntarme si mi contestacin era favorable, mi madre, que haba estado vigilndonos y se daba cuenta del curso de la conversacin, vino en mi ayuda y le dijo que lo pensaramos y que tendra la contestacin a su regreso. A poco lleg Feliciano Domnguez en su busca, y ambos se retiraron; mi madre y yo levantamos los ojos y las almas al cielo cuando los vimos alejarse. Ya en la tienda se haban encendido las luces; el pueblo quedaba envuelto en las tinieblas de aquella noche de invierno, para m la primera de mis largas noches de insomnio. No poda retirar de m el pensamiento de qu estaba jugando al albur de mi vida y de que muy pronto, quiz, iba a ser la compaera de aquel Jefe intrpido que haba causado a los federales su primera derrota; por ms que me esforzaba, no poda imaginarme casada con aquel hombre. Dnde iramos a vivir? Acaso tendra que seguirlo a los campos de batalla? La idea me haca temblar. Y qued en el pueblo sintiendo el presagio de que la vida de quien me haba hablado de amor por primera vez, iba a marcar una huella en los destinos de Mxico; siempre soando, unas veces alegre, otras triste, pero de todos modos, inquieta por el futuro de aquel hombre. Pasaron los das; la imaginacin exaltada de aquel pueblo figuraba victorias extraordinarias de los revolucionarios, ora con mentiras o sin ellas; de todas partes llegaban noticias. Nos deca un campesino que Villa haba tomado Santa Isabel, donde se le haban unido, nuevos contingentes que de all avanzaban para Chihuahua, cuando detuvo su avance el General Juan J. Navarro; que el da 27, en el cerro del Tecolote, haban peleado los doscientos revolucionarios mal armados, con setecientos cincuenta federales, luchando con denuedo Santos G. Estrada; Zeferino Prez, Cstulo Herrera, Alberto Chacn, Jos Dolores Palomino, habindose demostrado la debilidad de los sostenedores de la dictadura. Lo deca entusiasmado el campesino; l se haba encontrado en el camino a varios de los que acompaaban a Villa, que iban mal vestidos y montando caballos mal aparejados; que esto no era lo grave, sino que iban mal armados y llevando escaso parque. Veinte tiros cada uno, a lo ms. Yo, curiosa, pregunt Y ahora, cmo le van a hacer sin parque? No, deca el informante, pos peln que cai, revolucionario que si arma. A instancias de 11

un amigo sigui dndonos detalles del combate en Tecolotes; haban muerto el Jefe, Santos G. Estrada, Matilde Pin, Marcos Rubio, Antonio Orozco, Narciso Ruiz, Leonides Corral, Jos Snchez y Eleuterio Soto; primeras vctimas de una lucha, que cada da se haca ms fuerte; y haba de minar al gobierno porfirista ; todos ellos haban vivido en el pueblo y los conocimos muy bien.

JUNTA REVOLUCIONARIA> Primera fila: Don Venustiano Carranza, Francisco Vzquez Gmez, Francisco I. Madero, Abraham Gonzlez(Gob. Del Edo.), Jos Mara Maytorena, Alberto Fuentes, Pascual Orozco. Segunda fila: Francisco Villa, Gustavo Madero, F.I. Madero Sr., Col. Jos de la Luz Blanco, Juan Snchez Ancona, Alfonso Madero.

EL SANTO PATRON Tres das despus de aquel encuentro haba fiesta; se celebraba el da del Santo Patrn. La vspera, todas las muchachas del lugar nos congregamos frente al altar, para preparar el adorno y poder ostentar en honor de personas que haban de ir a Chihuahua, a la vez qu los primeros de nuestra fantasa, nuestra devocin. Ya se encontraba en el pueblo Petrita Palomino, taqugrafa del Gobernador y revolucionaria; Laura Rubio, empleada de gobierno tambin y simpatizadora de la causa, quienes haban ido expresamente a pagar una manda a San Andrs. La maana era tranquila, un buen tiempo haba alejado los rigores de la estacin y nos encontrbamos alegres, porque el Santo iba a estrenar 12

traje; all frente al altar, todas las que habamos entrado primero devotamente, poco a poco bamos rompiendo el Silencio y la gravedad de aquel lugar, para hacernos una que otra confidencia. Entre Petrita y Laura se entabl un dilogo, que detalladamente no recuerdo; pero que evidenciaba su cario por la faccin revolucionaria. Componindose la chalina, que le serva de tocado y fijando sus ojos maliciosos en Petrita, o que Laura le deca: Yo he puesto mis cinco sentidos para hacer esta tnica; quiera San Andrs concederme que me case con Pancho Villa; Petrita, ms modesta, pero enamorada, como otras, de los hombres de la revolucin, puso sus manos sobre la tela y declar ingenuamente: Yo, le prendo est alfiler, para que me case aunque sea con Don Chano Domnguez; entre risas y bromas, todas pedan novio aunque fuera un soldado, pero eso s, que fuera valiente. Yo, que era casi la prometida de Pancho, no deca nada, baj la vista y me sonre. Ya bien entrada la tarde, lleg la noticia pavorosa de una derrota en su intento de entrar a Chihuahua, haban sido rechazados los revolucionarios; se confirmaba la noticia de El Tecolote y salimos del Templo, dejando el Santo abandonado. Nos confirmaron tambin la noticia de la muerte de Santos G. Estrada, esposo de Julia Rubio, de familia muy estimada en el pueblo. La susodicha fiesta no result, pues, con el el entusiasmo que se esperaba en todas las casas se prendieron crespones de luto y desde entonces la iglesia de San Andrs erigi su propio altar al sacrificio, de la vida de sus hijos. Pancho. Villa se encarg de los. hurfanos de Santos Estrada y de Jos Dolores Palomino. Despus, para perpetuar su recuerdo, les, levant a las vctimas un monumento en el Panten de Santa Rosa. Trato de detener la carrera fugitiva de mis recuerdos y de precisarlos para que vivan en este libro, antes de que se desvanezcan, como todo lo que sucede como la vida misma, que cambia, que se transforma a cada instante. Recuerdos mos, que se me han engastado en el alma, como piedras preciosas de distintos brillos en los garfios de una sortija, Hoy que han pasado aquellos das febricitantes, llenos de inquietudes y sobresaltos, cmo no se han borrado, de mi memoria totalmente? porque algunos quedaron impresos en mi cerebro con nitidez clarsima; y vuelvo a vivir recordndolos, pocas teidas con luces de tragedia, etapas tintas en luz de amor y de ternura. En la Villa de Aldama, lugar poblado de leyendas, riente con su bosque exuberante, haba muerto un joven capitn, Francisco Portillo, a quen Pancho Villa estimaba; se haca en nuestra tienda de San Andrs, el comentario breve y punzante de Ios resultados y se maldeca a Trucy Aubert y al rgimen imperante. Pancho, escuchaba cabizbajo los comentarios y de pronto dijo: Era un buen muchacho. Lstima! y muy hombrecito Qu caray! y mova la cabeza preocupado, hondamente lastimado por la muerte de Portillo. Dirigindose a mi madre, dIjo. "Yo quisiera que me hicieran una camisa negra. Por toda respuesta, mi madre baj una pieza de tela cort la 13

necesaria y me dijo: "Pronto a hacerla". Yo, tratando de evadirme al compromiso, pregunt: Pero, y las medidas? Pancho, orden entonces a

En las filas del ejrcito federal, el Coronel de caballera F. Trucy Aubert se bati con bizarra con los revolucionarios en los desiertos de Chihuahua y Durango.

su asistente Martn Lpez, un jovencito que casi era un nio, que trajera una camisa de su maleta, para que yo tomara las medidas. Grave conflicto y apuro el mo que por primera vez me encontraba perpleja ante el problema del corte, pues nunca haba hecho una camisa de hombre; mi madre sonrea y casi pareca gozar con mi temor. Acaso, (y sto lo confirm despus) pasaba por su mente la idea de que yo no pudiera confeccionarla y el prometido, decepcionado, desistiera de su propsito de casarse conmigo; sin embargo, la camisa no ha de haber quedado tan mal, pues al da siguiente se present mi prometido en la tienda con ella puesta y la mostraba con orgullo, diciendo que se la haba hecho "La Gera". Vengo a despedirme -nos dijo- nos vamos, al Norte a reunir con los compaeros; si nos toca una bala, pos nos fuimos; pero si triunfamos, por ac nos veremos. Mi madre lo detuvo para hacerle una splica: "Pancho acaba de estar aqu una seora, parienta ma, a decirme que Ud. ha dado orden de fusilamiento contra mi cuado Francisco Silva; no s cul ser el motivo que tenga contra l, pero yo le suplico que retire su orden. Ese seor, fu esposo de una hermana ma, que muri hace algunos aos y ahora est casado con la seora, que vino a suplicarme que intercediera por ellos. Tiene quince hijos, que quedarn en la miseria, si su padre muere". "Muy 14

cierto, -dijo Pancho Villa- he dado orden de que lo fusilen y le voy a decir porqu: en la Hacienda, de Don Gabriel Senz, me han enseado esta carta escrita por Silva, que Ud. puede leer". La carta deca as: "No puedo pagarle la mercanca que Ud. me mand, porque la ltima vez que stuvo aqu Villa, saque la tienda y se llev toda la mercanca. Mi madre ley la carta y sin decir nada, se la devolvi a Pancho Villa. Ud. sabe muy bien-dijo l- que eso no es cierto; que en este pueblo yo no he cogido ni una aguja sin la voluntad de sus dueos y por hablador lo mand fusilar; pero si es su . Jos orden al to Chavarra, que se encontraba presente ve, pariente diles que suelten a se que van a fusilar". Mi madre le di las gracias efusivamente y yo me convenc desde aquel instante, que gran parte de los crmenes qu se le atribuyen a Pancho Villa, son, como en este caso, calumnias tejidas por sus enemigos, para cubrir sus propias villanas. Despus de esto Pancho Villa se puso al frente de sus hombres y se alejaron en pos de sus ideales. Le esperaba el triunfo o la derrota? Quiz la muerte?. Su partida me inquiet; yo no haba amado antes, pero desde se da mi vida se deslizaba entre el vago temor de perderlo y un deseo inmenso de volverlo a tener a mi lado, mirndome con aquella mirada que pareca llegar hasta lo ms recndito de mi alma.

Francisco I. Madero, convaleciente de su herida, prepara el ataque a ciudad Jurez juntamente con Pascual Orozco, Giuseppe Garibaldi y Ral Madero.

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Francisco I. Madero con un grupo de colaboradores todos originarios de Papigochi Cd. Guerrero, Chihuahua.

TRIUNFO DE CIUDAD JUAREZ Transcurri todo abril sin tener noticias de l; lleg un momento en que, desnublado el cielo, un sol de mayo nos trajo la noticia arrobadora: Ciudad Jurez haba cado al empuje de las fuerzas redentoras. Cada uno se apropiaba el triunfo, ya que seres de nuestra propia sangre, padres, hijos y esposos, haban forzado las puertas del destino, derrocando la tirana. Se deca que la gente de Villa, contra lo expresamente acordado por Madero y Orozco, haba empezado al ataque sobre la Plaza. Esto fue la causa del apartamiento definitivo entre Pancho y Orozco y la de un escndalo de que tanto habl la Prensa de la poca; la: Prensa venal que se goz en abrir un abismo en el momento del triunfo, un abismo infinito, ya que Pascual Orozco, fu conquistado por este solo hecho, para ser en lo futuro el paladn de la reaccin. Con los ltimos disparos, se derrumb la tirana y en todas partes, salvo el refugio egosta de quienes haban tenido prebendas con el gobierno, se notaba un ambiente de optimismo y se hacan nuevos proyectos para el futuro; pareca que el pulmn del pueblo respiraba a sus anchas, con la perspectiva de su soada libertad. Pero esta digresin, consignada ya, no me pertenece, por ms que no se me escapa, por haber sentido en toda la plenitud lo que verdaderamente era el sentimiento del pueblo humilde de las rancheras y de los campos. El triunfo obtenido, sin embargo, lo tena yo como un triunfo que a mi me perteneca: yo tambin haba sentido esa fuerza de la justicia y la libertad y llegu a soar en una etapa de positivo bienestar, al abrigo de la 16

ley y de la justicia social. En estas condiciones, notaba con tristeza la falta de un telegrama, de siquiera un recado, que me hiciera compartir con l sus, triunfos; pero ni una sola palabra. Extrao modo de obrar; siempre que tena algo que comunicarme, lo haca por conducto de mi madre, como si quisiera demostrar ante ella, la pureza de sus intenciones. Slo una vez me escribi, cuando estuvo a punto de morir en el Tarais sorprendido por ms de sesenta federales. Me parece muy oportuno hacer una aclaracin aqu Todos han dicho que Villa no saba leer ni escribir, antes que estuviera prisionero en Mxico, donde un amigo suyo lo ense a poner su nombre. Solemne mentira, pues a m me consta que saba leer y escribir, cuando yo lo conoc. Los das pasaban y nada se haba llegado a saber definitivamente del ejrcito maderista, despus de la toma de Ciudad Jurez y todos estbamos intranquilos por la prolongada incomunicacin. Ansiosa, como estaba, de saber si cumplira su promesa, Ilegu a pensar, que embriagado con los laureles de la victoria, la pobre pueblerina sera poca cosa para llevarla a su lado, a compartir su vida. Celos de mujer; tristeza infinita que forjaba en mi mente visiones, en la que surgi la imagen de otras mujeres. (Despus de casados, recibi varias cartas, exigindole el cumplimiento de otras tantas promesas de matrimonio). Por fin, despus de largusima espera, el 25 de mayo nos hizo estremecer el prolongado silbar de una locomotora, que por el lado de Bustillos se acercaba. En la tienda de mi madre haba algunos clientes, que a la llegada del tren salieron para ir a la estacin; cerramos la puerta y apenas acabbamos de hacerlo, cuando omos que alguien, sin pedir permiso, la abra y entraba. Era mi prometido, acompaado de Martn Lpez y Toms Franco, su secretario. DESPOSADA Despus de los saludos jubilosos, nos dijo: Como la Revolucin ha terminado, vengo a cumplir mi compromiso". Nos mostr orgulloso su nombramiento; de Coronel, expedido por Madero y dijo: "Traigo mi hoja de servicios y tambin mi baja. Le dije a Madero, que ya estaba cansado de mi vida errante y que pensaba formar un hogar y ponerme a trabajar; Madero me ha dado diez mil pesos y dirigindose a mi madre, agreg: Le aseguro, que si la Gera no va a tener riquezas, no la va a pasar tan mal tampoco. Vengo con un permiso muy corto, pues he prometido a Don Abraham Gonzlez estar con l a su entrada a Chihuahua y por lo mismo, quiero que se vayan en este tren en que: yo llegu, para que se compren lo necesario para la boda. Ir con ustedes el capitn Franco y yo, me quedar para arreglar lo dems. Con tal apremio abordamos el convoy y marchamos. Como caso curioso, contar lo que sucedi en la tienda donde fuimos a comprar el vestido de novia. Preguntamos si tenan un traje ya hecho, que 17

pudiera quedarme y se nos dijo que no, que el nico, que me poda quedar era uno que ya estaba comprometido a una seorita, que se casara en la misma semana en C. Camargo. Entonces me tomaron las medidas para confeccionar el vestido; escogimos previamente el material y dimos los nombres de los contrayentes, para que los pusieran en el lazo matrimonial (como se usaba hacerlo, entonces). Al or Francisco Villa", la seorita que nos atenda no pudo disimular su sorpresa; se retir a hablar con el Jefe del departamento. El buen seor, con miles de atenciones y disculpas, se acerc a nosotras, dicindonos que, en efecto, el traje que se estaba confeccionando en la modistera, estaba ya prometido; pero que si nosotros tenamos mucha urgencia, de el poda cedrnoslo. La noticia del matrimonio de Villa, se extendi por toda la tienda con rapidez y todos se volvan a mirarme con curiosidad y se decan; Pancho Villa, se va a casar; sa es la novia.

Villa, con su legtima esposa Luz Corral de Villa.

En ir y venir revolviendo trapos, pasaron los das hasta eI 28 que regresamos a San Andrs. lban en el mismo tren una orquesta y algunos amigos de Pancho, que haban sido invitados a la boda; cuando llegamos a la casa, Pancho haba ya tomado posesin, de ella y todo se ejecutaba bajo sus rdenes. Todo lo tena dispuesto y todo lo haba previsto. Esa misma tarde llegaron Fortunato Casavantes, que vena a apadrinarnos, en representacin de Don Abraham Gonzlez; Trinidad Rico, Jefe de; Estacin de San Andrs y algunos americanos, entre ellos el Sr, Mc. Clain, viejo amigo de Pancho. Al poco rato de nuestra llegada en San Andrs, Pancho me dijo: "Gera, vamos a ver, el templo, a ver qu te parece"; Entramos a la iglesia, 18

donde algunas personas estaban terminando, de adornar el altar yo recuerdo con amor esos detalles; gozosos los dos estuvimos. contempIando los ltimos, toques del arreglo, cuando el Cura Muoz, celoso del cumplimiento de sus deberes, se acerc a Pancho y le interrog: "Coronel se va Ud. a confesar? "Pancho le mir por un momento y luego le dijo: "Mire, para confesarme, necesita Ud. no menos de ocho das, y como Ud. ve, est todo arreglado para que la boda sea maana. Adems, necesitara tener un corazn ms grande que el mio, para decirle todo lo que el Seor me ha dado licencia de hacer; pero si gusta, pngale a montn que iguale, absulvame y arreglados. Sus palabras me parecieron herejes; el buen Cura se alej sin querer or ms. Al da siguiente, a las once de la maana, nos casamos, en presencia de los vecinos del pueblo y de los rancheros cercanos, que en nutrida caravana concurrieron. As mi vida se fundi en la suya; mi suerte se encaden a su suerte y despus de tantos aos, an me parece que fu ayer. Todava quiero su memoria y la defiendo; primero, porque es mi deber y porque es preciso que yo cuente al mundo, que l no era un perverso como lo presenta la leyenda que a su derredor se ha tejido. No podr decir que era un amoral. Pero si lo era yo pregunto a la sociedad y a quienes lo acusan En qu escuela fue educado? Qu labios amorosos insinuaron la caridad en sus odos? Acaso la leyenda no nos cuenta tambin, que l y los suyos vivieron eternamente befados y escarnecidos, precisamente por aquellos que debieron ser dechados de virtud y de nobleza? Quin si no ellos, arrojaron a Pancho a esa vida miserable de peregrinaje eterno y terrorfico, sobre el cual se cierne la miseria, la desesperacin y acaso el crmen? Tres das despus nos separamos; la primera de otras tantas largas y angustiosas separaciones, pues tena que organizar en Chihuahua, una corrida de toros, para ayudar con los productos a los hurfanos y a las viudas, de quienes haban sido sacrificados en la Revolucin. Tal era el acuerdo que con Madero y Don Abraham Gonzlez, haba tenido en Ciudad Jurez. Al despedirse, me dijo: "Dentro de cinco das vengo por ti, para ir a poner nuestra casa, porque seguro que no crees que nos quedaremos aqu. A los dos das, faltando veinte minutos para que llegara el tren, lleg a mi puerta un mensajero con un telegrama en el que me deca: "Te espero en el tren de hoy. Aparte, un recado del telegrafista, dicindome que el tren poda esperarme. A toda prisa prepar mi salida y estrechando a mi madre, con profundo cario, me alej del lado de los mos, para vivir mi vida propia, tan, llena de zozobras; pero entonces tan llena de luz y de esperanza. Al descender del tren en Chihuahua, una grata sorpresa que concibiera desde mi infancia me acogi alegremente; en el andn de la estacin, lo primero que v fu a mi marido, luciendo un elegante traje de charro, con botonadura de plata. Yo haba visto all en mis primeros aos a 19

Don Carlos Zuloaga, rico hacendado chihuahuense, luciendo trajes de charro y haba acariciado el sueo de que mi marido fuera as; y ahora se presentaba la realizacin de aquel sueo, pues era mi marido quien lo llevaba gallardamente. Al descender del tren, me recibi en sus brazos dicindome: Hubiera querido esperar hasta poder ir yo por ti; pero maana nos da un baile Enrique Gameros y por esto te llam". Minutos despus, nos encontrbamos felices en nuestro propio hogar, casita humilde pero alegre. Un zagun, con escalera a un segundo piso, donde haba una recmara; abajo, una pieza destinada a oficina, otra recmara, la sala y dos piezas ms, que serviran para comedor y cocina. Da a da se mostraba el compaero amante y carioso; me haca patente su sentir con mil delicadezas; Siempre a su regreso a la casa, traa consigo alguna cosa particularmente para m. Un da lleg con una guitarra: "Te compr esta guitarra, Guera, porque quiero orte cantar aquella cancin con que me enamoraste". Era una danza que an recuerdo: LAS PALMERAS Bajo las sombras dejas palmeras Que el agua alegre mueve al pasar, A donde llegan las plaideras Notas, rugientes del fiero mar. Vamos morena hermosa, vmonos a internar Que en mi barquilla iremos sobre el inmenso mar T pescador rendido, yo marinero audaz Qu importa, si en mi barca podremos naufragar? Bajo esas olas, que el mar provoca Sin ms testigos que el mar y Dios, Mil besos traigo para tu boca Y mil plegarias para tu amor. Cuando la blanca luna salga, nia, a brillar Te contar mis tristes horas de soledad, Te cantar rendido la estrofa del amor Mientras que en el ocaso desaparece el Sol. Y transcurra la vida hogarea. Un da se me ocurri decirle: Compraste una guitarra pero no me has comprado una mquina de coser. "Precisamente ayer dijo- que pas por la agencia Snger, me acord que no tenas mquina y te apart una, porque quiero que les hagas unas camisas a mis hermanos". (Antonio e Hiplito Villa, vivan con nosotros en ese tiempo). 20

Haba hecho ya algunas camisas para mis cuados y me dispona a seguir cosiendo, cuando mi marido entr en el cuarto y me pregunt qu iba a hacer; le respond que a seguir cosiendo y me dijo: "No, seora; guarde esa costura y busque quien venga a hacerla. Recuerdas que una vez te ped que me hicieras una camisa? Lo hice, porque quera saber si la podas hacer, porque una vez mi madre me recomend: -cuando escojas tu mujer, procura que sepa hacer todo; si puedes darle comodidades, dselas; porque con nada le paga un hombre a la mujer, que deja a su familia, para seguirlo; pero si no puedes darle esas comodidades, ni t, ni ella sufrirn-. Yo saba que t sabas hacerlo y quise que mis hermanos se dieran cuenta de ello tambin, para, que nada tengan que reprocharme. En su boca, donde otros han pretendido encontrar slo gestos prmtivos, yo pude ver una sonrisa tanto ms franca y significativa, cuanto ms la emocin lo obligaba a expresarse con entrecortadas frases. A mediados de julio salimos para Mxico pues por haber tenido que cumplir una comisin del Sr. Madero, no habamos hecho, nuestro viaje de bodas. Ya en la Metrpoli, nos instalamos en el Hotel Iturbide, saliendo poco despus a Tehuacn, donde estaba el Sr Madero, a saludarlo y darle cuenta minuciosa de la comisin que le haba confiado. A nuestro regreso, nos encontramos en el hotel antes mencionado, con otro matrimonio amigo qu andaba tambin disfrutando su luna de miel: Don Matas Mesta y Doa Carmen Chvez, y ya juntos, nos dedicamos a recorrer los lugares ms pintorescos, y visitando museos y dems lugares, histricos y as pasamos casi tres semanas. La visita a Mxico, no hubiera, estado completa, si no hubiramos conocido la Baslica de Guadalupe, por lo mismo nos dirigimos a dicho lugar. Ya all cremos que todas nuestras amistades querran tener una reliquia y nos vimos obligados a comprar varias para complacerlas. De regres a nuestra casa traamos nuestro gabinete lleno de cosas que compramos en el camino; mi marido prefiri pitas, espuelas y frenos de Amozoc y yo excuso decirles todas las mil chucheras que traa, tanto que lleg un amigo nuestro y nos dijo: Me imagino que no van a poner una tienda de curiosidades verdad?" Y dijo mi marido, "yo, en cuanto llegue, termino con, mi mercanca; Ia Gera, no s que ir a hacer. Antes de ir a Mxico, mi marido dej instalados sus expendios de carne, y como encargado de ellos al Sr. Toms Leyva. Un da me dijo: "Gera, voy a dar orden, de que todas las monedas de a veinte centavos, que recojan en los expendios, sean para tu alcanca". De manera que en menos de seis meses, tena cerca de mil pesos. Un da lleg afligidsimo, porque quien le prestaba dinero en Chihuahua, Don Jess Molinar, estaba ausente, y tena que pagar una partida de ganado que le haba llegado; le pregunt cunto le faltaba y me dijo que como ochocientos pesos; -yo te los presto-, le contest, y al abrir mi alcanca para hacer el prstamo, cul sera mi sorpresa encontrar cerca de mil pesos. Como a los tres das me devolvi lo que le haba prestado; lo convert en onzas de oro y lo puse en otra alcanca ms chica. Este proceder mo tuvo su recompensa, por que otro da 21

me dijo mi marido: de hoy en adelante, lo que importa la venta del sebo y del hueso ser tuyo; cuando yo complet un furgn se lo vend al Sr. Finigambrin y con el producto de ellos me compr una casita, que an conservo; y desde entonces, he aconsejado a mis amigas que sigan mi ejemplo y tengan a la mano siempre una alcanca. FRANCISCO VILLA CUMPLE SU PROMESA Ya tenamos algunos meses de estar instalados en nuestra casa, cuando un da me dice mi marido: "gera, no estoy tranquilo, por una promesa que hice a Jos Snchez; un compaero y amigo de muchos aos y que an no la he cumplido. Al entrar al combate que tuvimos en el cerro del tecolote, al pretender tomar Chihuahua, me dijo: -Pancho, promteme que si muero en este combate, t vers por mi familia a la cual ya conocesy por estar obligado con el compaero fiel y amigo sincero, le promet que cuando terminara la RevoIucin, si l llegaba a morir como lo presenta, yo recogera su familia, compuesta de las siguientes personas: Su madre, una viejecita, de sesenta y cinco aos y tres hermanas seoritas llamadas Teresa, Mara y Concepcin y creme que cuando lo recuerdo me parece que me reprocha no haber cumplido ese juramento. Qu me aconsejas que haga? A lo que contest: Dado que fu una promesa que te pidi un amigo en recompensa a su sacrificio, y que juntos haban pasado las mil vicistudes en tu vida errabunda, habindote acompaado tambin a la campaa en que l perdi la vida patentizndote con esto su abnegacin y cario hacia ti, debes cumplir cuanto antes la promesa hecha en tan solemnes momentos en que se jugaban la vida los dos, mxime cuando l era el sostn de aquella familia. Acordamos que iramos juntos a la mayor brevedad posible a recogerla y la traeramos a vivir a nuestro lado, para as dejar cumplido el juramento hecho al compaero desaparecido, que haba dejado un hueco tan inmenso en aquel hogar. Estas buenas gentes vivieron a nuestro lado algunos meses mientras se acondicionaba la casa que con anterioridad les habamos designado, siendo precisamente la que haba sido comprada con mi alcanca. Habiendo llegado a Satev, para de all ir a recoger a la familia a un rancho, cercano, en el punto primeramente citado nos esperaba el Corl. Fidel Avila y su esposa para que les bautizramos una nia, y all mismo acordamos casarnos por lo civil, cosa que no habamos hecho antes por que en la fecha en que nos casamos eclesisticamente no haba autoridades legalmente instaladas en San Andrs, por haberse acabado de firmar la paz en Ciudad Jurez y la persona encargada en aquel pueblo como autoridad, tena viejas rencillas con mi marido y cuando supo que ste llegaba, l sali y no regres hasta que mi propio marido abandon el lugar. Como un sueo pasamos los nueve meses en que l, dedicado a sus 22

negocios, jams le o hablar de poltica, pues era el hombre que se levantaba a las cuatro de la maana, se iba a su rancho llamado "La Boquilla", a escoger el ganado que sacrificaban en los expendios que l regenteaba, regresaba a las ocho a tomar su almuerzo y el resto de la maana lo pasaba visitando los expendios, recogiendo las ventas en compaa del encargado de ellas, Sr. Manuel Atocha Baca, quien a su vez las entregaba al Sr. Toms Leyva, encargado de llevar los libros del negocio. Entre sus amigos contaba a Don Gabino Durn, a Don Celso Terrazas, a Don Pedro Muoz y a otros muchos que ahora no recuerdo, pero que haban sido sus amigos desde antao. A la hora de la comida siempre lo acompaaba algn amigo a comer y cuando sola llegar solo, al irse a sentar a la mesa deca: ahora no hay quien coma con nosotros y algunas veces se levantaba para ir en busca de algn vecino que viniera a sentarse a nuestra mesa. Tambin en aquella poca viva con nosotros Antonio, hermano de Pancho; Martn Lpez, a quien nosotros llambamos "El Chamaco"; el nio Jos Dolores Palomino, hijo de Don Dolores del mismo apellido, muerto en la batalla de El Tecolote, de Casas Grandes, en cuya accin sali herido el Sr. Madero. PASIONES DOMINANTES Una tarde me haba anunciado su ausencia por algunas horas por tener que asistir a una pelea de gallos, por las que senta verdadero inters; y uno de sus orgullos ms grandes era mostrarles a sus amigos su gallera en la que haba animales de verdadera estima por su costo y por su gallarda y entre los cuales haba uno llamado "El Cubano Hermoso", que me haba dedicado, pues las apuestas que l ganara vendran a aumentar mis ahorros. Regresaba una tarde de la plaza de gallos y al verlo con un objeto. En la mano, me acerqu a l y pude darme cuenta que traa un gallo lastimosamente herido, que le caus mucha pena; levant la cabeza y, fijando en mi su mirada, me dijo: "dile a Martn que vaya pronto a la botica y me traiga rnica y venga para curar a este animalito, pues como ves, viene bastante herido" Yo tena grabadas en mi memoria las enseanzas de mi madre que antes de casarme me haba inculcado, como si quisiera que aquellas palabras quedaran profundamente impresas en mi mente, que ni el tiempo pudiera borrarlas: "Luz; la mujer en el hogar debe ser previsora, buena, sabia, no para su provecho sino para la renuncia de s misma; no sabia de modo que se haga superior a su marido, sino que con sus atenciones le haga comprender la falta que ella hace fuera de su lado. En su corazn no debe dar cabida a la mezquindad ni al orgullo, ni ser insolente y sin amor, sino con la nobleza apasionada del pequeo o grande sacrificio, debe ver las cualidades de las 23

cosas, contemporizar con las flaquezas humanas y ser a toda hora comprensiva y cordial. Aquellas mximas expresadas con sencillez por mi madre estaban grabadas en mi corazn y en ese mismo momento se me presentaba la oportunidad de poner en prctica sus consejos, pues tena a la mano un pequeo botiqun que contena todo lo necesario para un caso de emergencia, y al mismo tiempo de prestar a mi marido el servicio que me demandaba, quedando, con esta previsin ma entre comprendido y satisfecho. El pobre animalito pudo recibir la atencin qu el caso requera, volviendo a sus condiciones de prestar servicio en las siguientes peleas. Otra de las cosas porque mi marido tena verdadera pasin, era por los caballos; haba uno por el que demostraba sincera predileccin. Cuando estaban cerca de Ciudad Jurez para atacar la plaza habase formado un grupo que en sus sombreros ostentaban un listn blanco que deca: "TIERRA Y JUSTICIA". El Sr. Madero, viendo que sera para ellos un obstculo a la realizacin de sus proyectos, pens la manera de desarmarlos y pidindole su opinin a Pancho, advirtindole que no quera que hubiera sangre de por medio, ste le dijo: Si Ud. me autorisa yo los desarmo y le prometo que no habr zafarrancho y otro da muy temprano se present en el campamento de aquellos hombres que l llevaba, los siti y los desarm. Al ir mi marido a entregar las armas y los caballos que haba quitado, Don Francisco I. Madero en premio de su hazaa le obsequi el caballo a que voy a hacer referencia, siendo el que montaba el Sr. Luis Garca; un caballo que nombraban "l Garan". Qu caballo! Qu movimientos! Qu estampa! y adems tena unas cualidades: Cuando por algn motvo se le pasaba al encargado de ellos, Martn Lpez, darle de comer a sus horas, se acercaba a la puerta del pasillo que se comunicaba con las caballerizas y daba tres patadas en la puerta. Era seal de que tena hambre. En las tardes, cuando llegaba Pancho del rastro y le quitaban la montura, al pasar por el comedor se detena en la puerta de ste, hasta que no le sacaban una charola con una rosca de pan y un torcido que se coma, no retirndose si no hasta que en la mano se le daban unos trozos de azcar, regresando satisfecho a su caballeriza; y si por una casualidad estaba la puerta completamente abierta, en frente de la cual haba un espejo, al ver reflejado en l a su compaera, con un relincho expresaba la alegra que le ocasionaba la aparicin. Yo tambin tena mi caballo cebruno que me haba regalado mi marido cuando nos casamos, pues en las maanas, cuando l no tena que ir a escoger el ganado para el rastro, salamos a pasear los dos y este noble bruto slo tena la cualidad de abrirse de patitas para prestar mayor comodidad que yo lo montara. Este caballo, por el que yo tena verdadera predileccin se lo regal al fin mi marido a Don Pascual Orozco, alegando que yo no podra montarlo ms por estar prxima a dar a luz a nuestro primognito. 24

PANCHO VILLA ES LEAL Toda la Repblica comenzaba a confiar. Los anhelos que haban llevado a la lucha armada, que haban encorajinado las almas, incendiado los corazones en una justicia ms amplia y generosa, parecan sentirse satisfechos del triunfo que los confortaba, llenndolos de optimismo. La ciudad comenzaba a curarse de las heridas de las profundas desgarraduras de los caones y de las balas; la tirana porfirista pareca definitivamente perderse, hundida en el mar de zozobras de sus propias abyecciones y nuestra vida apacible y tranquila termin con el levantamiento del 2 de febrero de 1912, cuando el capitn Refugio Mendoza, se sublev atacando la Penitenciera del Estado, para librar al Corl. Antonio Rojas, que all estaba preso; entonces Pancho, se puso a las rdenes de Don Abraham Gonzlez, Gobernador del Estado; acordando que fuera a perseguir a Rojas y a los que lo acompaaban, habiendo salido Pancho el da 3 rumbo a Bustillos, en persecucin de los sublevados, pues al paso de Rojas por San Andrs, se le unieron todos los muchachos que all haba de doce a catorce aos; entre ellos Marcos Corral hermano mo, quienes al saber que Pancho iba a perseguirlos se desertaron y vinieron luego a incorporarse a las fuerzas que comandaba l. La existencia de mi marido inquietaba al pas; peridicos de la poca comenzaron a hablar de el, como el guerrillero indomable. Unos le pintaban primitivo y brutal, feroz como una bestia; otros colrico y de mirar terrible, como el guerrillero de los ojos satnicos. EL MILAGRO DE NUESTRO AMOR Y yo no puedo olvidar que su amor se trenz a mi vida, y que por el bandido, -como han tratado de pintarlo quienes no sintieron de cerca las ansias de su corazn- ascenda a la ms gloriosa de las categoras a que aspira una mujer; a la categora de ser madre. Una nia hecha carne del milagro de nuestro amor, abri sus ojos cuando l estaba muy lejos, errante por la Sierra de Chihuahua, y la llegada del nuevo ser llen de alegra a los nuestros y a quienes la vida de Francisco Villa no poda ser indiferente, sino al contrario, motivo de profundo inters. Los enemigos de mi marido, presentan que al saber la noticia del nacimiento de nuestra hija vendra a verme y le haban preparado una celada para hacerlo prisionero. Una noche, cuando yo me preparaba a descansar, se present una persona que peda hablar conmigo de mucha urgencia; lo pasaron a mi pieza y reconoc a Don Pascual Orozco Sr., quien al ver la sorpresa que su presencia me causaba, repuso: "Seora, habl con el coronel en la Hacienda de Tres Hermanos y quedamos de vernos aqu esta noche. Para ms sea me di esta cobija para que se la entregara a Ud. y no le cupiera la menor duda". En efecto la cobija que l me mostraba, era una de las que 25

Pancho se haba llevado a la campaa. Yo invit a Don Pascual a que se sentara y me deca a mi misma Ser una estratagema de mi marido y este seor esperar en vano? En efecto, despus de esperar algunas horas, Don Pascual decidi retirarse, convencido de que Pancho Villa no vendra a caer en la trampa que le haban preparado aquellos que juntos con l haban ido a la lucha por un mismo ideal y que ahora, por un puado de oro traicionaban a amigos y compaeros. Otro da, domingo 3 de marzo, Pancho trat de entrar a Chihuahua, pero no slo, como sus enemigos lo esperaban. Mas la suerte esta vez le fu adversa y la gente de Pascual Orozco lo rechaz; de all se dirigi a las montaas porque ni el dinero, ni la dulce tranquilidad del hogar le hizo traicionar sus principios de verdadero revolucionario, aunque para ello tuviera que hacer el sacrificio de su vida. Entre tanto, Pascual Orozco Jr., asistiendo a las tertulias del Casino y al chocar de las copas de champagne, se olvidaba de que das antes consideraba como enemigos de su clase a aquellos a quienes en esos momentos venda su libertad conquistada a costa de tanto sacrificio. Estando todava en cama, desde mi cuarto, o algunos disparos, pregunt qu era y me contestaron que algunos chamacos en la calle quemaban petardos; pero yo desde mi alcoba observaba por los espejos de la sala que las personas que me acompaaban hablaban en secreto, salan y entraban, como que algo extraordinario pasaba. Creciendo mi zozobra a cada momento resolv investigar qu era lo que se me ocultaba y por mis espejos vi que lean un peridiquito, acabaron de leerlo y lo ocultaron detrs de un cuadro. Cuando ellas salieron dej mi cama y fu en busca de lo que haban escondido. Era una Extra del "Padre Padilla", y en el encabezado deca: "En Palo Blanco fu herido Pancho Villa y muerto su caballo", pocos momentos despus, era informada por conducto del Sr. Fernando Lugo de que la noticia inserta en "El Padre Padilla" era mentira, pues Pancho se diriga rumbo a la Sierra sin saber a qu punto fijo. CELADA OROZQUISTA Habiendo fracasado una vez ms en su intento de hacer prisionero a mi marido, un buen da se present Don Braulio Hernndez, personaje de relieve en aquella poca, quien vena con amplios poderes; para tratar conmigo un asunto de suma importancia, segn l. A dicho seor yo ya lo conoca, por haber sido amigo de mi marido y Secretario de Don Abraham Gonzlez, proponindome lo siguiente: "Vengo a sugerirle la idea de que le escriba al Coronel y le proponga venir a sta a deponer las armas, donde le daremos toda clase de garantas; mire que, tarde o temprano su marido va a la derrota. y qu va a hacer Ud. con su marido derrotado y pobre? Yo, indignada, le escuchaba en silencio, por fin, no pudiendo tolerar 26

ms sus palabras, le dije: "Don Braulio, prefiero a mi marido derrotado y pobre, pero no chaquetero, pues hay de por medio el gran cario y estimacin que mi esposo profesa a Don Abraham Gonzlez" (despus explicar cmo se conocieron Pancho Villa y Don Abraham Gonzlez). Al ver que sus palabras me haban causado indignacin, Don Braulio se retir para informar a sus jefes el resultado de su entrevista y estos inmediatamente prepararon otra celada. A los pocos das, vestidas como para asistir a un velorio, llegaron a mi casa algunas amigas y conocidas, quienes se sorprendan al encontrarme buena y sana; algunas decanme que venan a conocer a la nia. Permanecan algunos momentos, platicaban de los ltimos sucesos y se retiraban, pues aquellas buenas seoras haban visto en el peridico que se editaba en la maana, que yo haba muerto y alguna de ellas se decidi a contarme el motivo de su visita. Comentbamos el incidente y se retiraban. Ya entrada la noche, cuando todos se disponan a descansar, alguien Ilam Ia la puerta. Eran algunos oficiales orozquistas que pretendan entrar, y al preguntar yo qu buscaban, por or voces, ruidos de espuelas, etc. sali mi madre a inquirir y regres alarmada: buscan, a tu marido, me dijo.

El General Jos Ins Salazar firmando el pacto con los dems jefes magonistas en donde reconocen a Pascual Orozco como General en jefe de la rebelin contra los Maderistas.

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En campaa, en la sierra de Chihuahua, el Coronel Felix Terrazas, el General Pascual Orozco y el Coronel Marcelo Caraveo.

Uno de los que haca de Jefe, entr a mi cuarto dicindome: "Venimos a buscar al Coronel; traemos orden de aprehenderlo". Yo pregunt qu Jefe los traa y me contestaron que Jos Orozco, que se haba quedado afuera sitiando la casa. "Pero sabe Ud. que est aqu?" Por toda respuesta se me mostr el peridico donde vena la noticia de mi muerte. Creyeron hacerlo caer en la trampa y lo buscaban, seguros de que se encontraba en la casa. Todo lo registraron. En el extremo del patio haba un cuarto cerrado que haca de bodega; con la excitacin del momento no pudieron encontrar la llave y este incidente haca que las sospechas crecieran en los que estaban seguros de que all se encontraba Villa. Al verlos que desenfundaban las pistolas y las preparaban, seguros de lograr su presa, les grit exsaltada: Quiebren, la puerta y si encuentran a mi marido se lo comen! Naturalmente la busca fu infructuosa. Ellos ignoraban que Pancho y yo; estbamos en continua correspondencia, pues lecheros, carboneros y leeros que llegaban a mi casa, eran seguros correos. A medida que los das pasaban, mis angustias crecan; pero siempre con la fe inquebrantable en el destino. Ni una sola vez de las muchas que anunciaron su muerte, perd la esperanza. En esos das de zozobra e intranquilidad, el Presidente don Francisco I. Madero, ascendi a mi marido a General Brigadier Honorario. 28

UNA RARA ENTREVISTA Conversando el Sr. Federico Terrazas (de los Terrazas pobres) y Pancho Villa sobre el curso de los acontecimientos que se estaban desarrollando en el pas, dijo el primero: -Y por qu no ingresa Ud. al Club Antirreleccionista del que es Presidente Don Abraham Gonzlez? -Porque no lo conozco-, contest Pancho. -Si Ud. gusta, yo ser intermediario en este asunto, y se deja de llevar esa vida tan azarosa, Qu le parece? -Estoy de acuerdo con esto, pngase al habla con el Sr. Gonzlez y cuando l haya resuelto sobre el asunto yo les indicar el lugar en donde debemos vernos. Ms tarde, una vez concertada la entrevista, Pancho mand al Sr. Barraza, persona de su absoluta confianza y quien tenia un coche de sitio, que fuera a buscar a don Abraham y lo llevara a la casa que l le haba indicado; pero antes de ir le dijo: "Entrguele Ud. al Sr. Gonzlez esta llave, que ser con la que l se identifique". El seor Barraza, ya con sus acompaantes, recorri algunas calles, y cuando crey haber despistado a sus pasajeros, lleg a la casa indicada, que cuando ms estara a tres cuadras de distancia de donde haba recogido a las personas que lo acompaaban; pues con don Abraham iba don Perfecto Lomel. Y ya en presencia de Pancho, ste dijo o Don Abraham: "Trae Ud. un encargo para m?" Don Abraham, por toda contestacin, le mostr la llave que momentos antes le haba sido entregada. Pancho la tom y con el mayor disimulo posible levant su cobija en la cual iba envuelto y se oy que se abra un candado, convencido por este medio de que eran las personas que esperaba, penetraron al cuarto que l les indic a tratar los asuntos que ms tarde haban de ser el principio de su vida de guerrillero. En el transcurso de la conversacin, el Sr. Lomel sac su cerillera para encender un cigarro; Pancho se lo apag .Y le dijo: "PARA QUE NOS HEMOS DE VER LAS CARAS, SI NOS HEMOS DE VER LOS HECHOS", pues hay que advertir que la pieza estaba obscura. Al preguntarle Don Abraham con cunta gente poda contar, Pancho le dijo: "Con doscientos hombres si Ud. me da armas y parque" "Como no contamos con suficientes elementos, slo podemos darle veinticinco rifles y el parque que podamos conseguir, pero con quin podramos mandarle esos elementos y a dnde? Con Don Santiago su hermano -contest Pancho- lo que sorprendi a Don Abraham, que ignoraba cmo conoca Pancho a su hermano. En aquella poca, todos cooperaban al movimiento revolucionario, aun los mismos empleados tanto del Gobierno como, de las casas comerciales, que prestaban su contingente seguros de que se obtendra el triunfo, pues era la causa del pueblo contra la tirana. El Sr. Rodallegas, 29

empleado en una de las ferreteras de esta capital y buen aleccionado en la forma de cmo deba de proveerse del parque necesario, se dirigi en compaa de otras personas rumbo a la Presa de esta ciudad y, una vez, all, se apart del grupo que lo acompaaba y encendi un fsforo, seal que le fu contestada inmediatamente por otro grupo que del otro lado de la Presa lo esperaba y al frente del cual iba Pancho hacindole a ste entrega de los pertrechos de guerra. Aqu explicar cmo Pancho conoci a don Santiago Gonzlez. Tena este Sr. un expendio de pasturas en la Av. Cuauhtmoc, cerca del Colegio de la Filomtica y frente del cual haba unos puestos de ruletas, loteras, etc., con motivo de las fiestas patrias que se estaban preparando. A ese expendio llegaba Pancho invariablemente todas las tardes a comprar la pastura para su caballo. Un domingo don Santiago vi dirigirse hacia l a Jos Loya, que lo salud con esto: "Qu hay, don Santiago, que tiene de nuevo? "Pues nicamente lo que acaba de pasar contest don Santiago que acaban de matar a Claro Reza y segn el decir de las gentes fu Pancho Villa, al cual va persiguiendo la Montada (sealando rumbo a donde estos se dirigan) y creo que le darn alcance, ya que no debe de ir muy lejos". Puede ser que s contest Pancho y distradamente, se dirigi a unos puestos en que, entre personas, haba varios nios haciendo apuestas en la ruleta. Pancho se acerc a ellos y les obsequi el valor de las apuestas y todas las ganancias obtenidas, dirigindose otra vez al expendio de pasturas en cuyo trayecto se code con los rurales que iban en su persecucin; y cerciorado de que ningn otro dato ms podra obtener, se dirigi tranquilamente a su hogar. Pas el tiempo y despus del ataque de Ciudad Jurez y ya en el campamento, se encontr con don Santiago Gonzlez, quien al verlo se dirigi a l mostrando en su semblante la alegra que le causaba su presencia y le dijo: "Cmo le va, don Jos?" Yo, no soy don Jos me llamo Francisco Villa". Una vez pasado el estupor que esta aclaracin caus a don Santiago, Pancho le explic el porqu siempre le ocult su verdadero nombre. HUERTA "EL CHACAL" Madero, el Apstol, haba confiado la llave de su seguridad, entregndole el Norte de la Repblica, para que castigase la faccin orozquista, a Victoriano Huerta, "El chacal", como lo llamaron los oradores revolucionarios. Pero Victoriano Huerta no poda tolerar la presencia de Francisco Villa cerca de l. Saba que Pancho no entenda de dobleces y que dentro del Ejrcito en que l era voz suprema, Pancho representaba la ms terrible protesta, la rebelin ms amenazadora para su futurismo de entronizamiento, y buscaba cualquier pretexto para quitarlo de enmedio. La columna expedicionaria de Huerta, avanzaba rumbo al Norte. Ya los trenes cargados de soldados caminaban dejando, atrs Torren, Bermejillo, Conejos, y llegaban hasta Jimnez. Qu aspecto el de las soldaderas! Desaliadas y parlanchinas, pero 30

fieles hasta la muerte, llegaban tras de una aventura suicida, para ascender con sus pelones a la cima del triunfo o de la derrota, siempre con una sonrisa de esperanza o de resignacin entre sus labios. Jimnez, ciudad soolienta y triste, fue testigo de que esos soldados del Norte, arrancados del surco para ir a la lucha, fueron traicionados por el pensamiento que se incubaba febril en el cerebro monstruoso de Huerta. Ya el enemigo se haba replegado sobre Chihuahua y en la huida Pascual Orozco haba abandonado una yegua. Hay hechos que en la apariencia no tienen importancia, Francisco Villa la recogi. Algn orozquista encubierto, le cont a Huerta que Pancho se la haba robado a uno de los hacendados de la regin. Huerta, l inmaculado no poda soportar semejante bandidaje mont en ira y mand llamar a Pancho. No era posible que quien haba recorrido como huracn desvastador las llanuras, y haba retado tantas veces a la muerte, fuera a obedecer la orden conociendo la intencin malvada de un hombre que ostentaba los galardones del Generalato; era un dipsmano empedernido, que buscaba el ms leve pretexto, para deshacerse del hombre a quien odiaba. Entre estos dos hombres haba un puente de odio que los separaba: el uno, la bestia brava, el otro la serpiente que se deslizaba cautelosa, para dar su mordedura letal. Y Francisco Villa a quien se crea slo una mquina de accin, nicamente un ciego instrumento, saba bien ver lo que pasaba en el alma de Huerta, por eso no atendi al llamado. Los privilegiados de la poca batieron palmas, porque Villa haba incurrido en el desagrado de Huerta, aconsejndole que lo sacrificara, repitindole que as asegurara la paz orgnica, y entonces Huerta, orden que se le formara cuadro y se le fusilara; mas cuando eso estaba a punto de llevarse a efecto, llega un telegrama del Presidente Madero, ordenando que se suspendiera el fusilamiento y se le trasladara a Mxico, para ser juzgado all. Huerta obedeci la orden del Presidente; pero siempre alimentando el odio que senta hacia l, orden al jefe de la escolta qu lo conduca a la capital, que en el camino buscara algn pretexto y le aplicara la Ley Fuga; mas esto no sucedi. Y all fue el prisionero que pugnaba por abrir nuevos causes a la libertad humana, siendo internado en una celda de la Penitenciara. Cuando lo supe, permanec resignada, silenciosa, esperando la respuesta del destino. Pero a la primera oportunidad, fu a luchar al lado de l, para conseguir su libertad que tanto quiso, y por la que tanto luch. Caminamos varios das, habiendo hecho escala en Torren, acompaada de Hiplito, mi cuado, y de mi hijita, de seis meses, y llegamos a Mxico. Nuestra primera visita fu a la Penitenciara, a la que alguien ha llamado la mansin del dolor. Y nunca me pareci ms acertado el ttulo para un establecimiento penal. 31

La entrevista fu en un saln de amplios ventanales enrejados. Una entrevista en la que l dijo todo y en la que yo apenas dije algo. El hilo, de la emocin se trenzaba en su espritu, cuando lo vea arrullar a nuestra hija; muy cerca de nosotros haba un celador que nos vigilaba y oa nuestra conversacin. La efusin primera concluy ante la realidad muda y fra. Qu hacer? A quin ocurrir? Le propuse que ira a ver al Sr. Madero, para que hiciera algo en su favor, a lo que l contest: "Te voy a suplicar, que no le veas la cara a nadie". Regres al hotel y volv a la Penitenciara, siempre llevando oculta en mi corazn la protesta, porque no quera verlo ms tras de las rejas; y que en una de esas entrevistas, me dijo que se fugara, que contaba con la ayuda de algunos celadores. Alguien sugiri, que la fuga sera ms fcil de Santiago Tlaltelolco, la vieja Prisin Militar, y empezamos a gestionar el traslado a aquella prisin; no obstante que yo le haba llevado las llaves necesarias para facilitar su fuga, las que un celador me haba llevado al hotel. La idea de la fuga me espantaba. Perdida en un mar de conjeturas, decid hablar y me dirig a Berln 21, casa de Don Francisco Madero Sr., en los momentos que ste y su hermano don Gustavo salan, para asistir a un funeral y me dijo: "En estos momentos no puedo atenderla, por ir a asistir a los funerales de don Justo Sierra, cuyos restos acaban de llegar de Espaa". Y orden queme pasaran al cuarto de Angelita, quien a su vez me ofreci hacer algo cerca de su hermano el Sr. Presidente. La entrevista fu breve y cordial; pero algo se interpona y as transcurrieron varios das. .Por fin lo trasladaron a Santiago Tlaltelolco el da 7 de noviembre de 1912. En Santiago Tlaltelolco, la vigilancia era menos estricta y parecan tenerle ms confianza; permaneca yo con l todo el da; comamos juntos y algunas veces, coma con nosotros el Sr. General Don Bernardo Reyes, quien se encontraba tambin en aquella prisin militar. Pero ni una esperanza de que le concedieran su libertad. Un da me dijo resueltamente: "He decidido fugarme y tendrs que regresarte a Chihuahua y all esperars el resultado, que si Dios me ayuda nos veremos muy pronto". Y me volv al Hotel, con la desesperacin ms grande, por la duda del buen xito de sus propsitos. LA FUGA Carlitos Juregui, muchacho avispado y simptico, empleado en uno de los juzgados de aquella Prisin, de quien mi marido se haba granjeado la simpata, estaba dispuesto a ayudarlo y Pancho tena absoluta confianza en que todo saldra bien. Yo saba que todo lo que l se propona lo realizaba, y aunque en nada poda ayudarlo, invoqu a Dios fervorosamente y me acog a su divina 32

Sr. Carlos Juregui, quien facilit la fuga de la Prisin de Santiago en Mxico, al revolucionario durangueo, haciendo tal acto posible la gesta de sus hazaas contra Victoriano Huerta.

proteccin para esperar. Carlitos ha contado muchas veces cmo ayud para que mi marido se fugara en el momento oportuno y como se decidieron el uno a fugarse y el otro a ayudarle. Unas seguetas, una sierra y una bola de seda negra, fueron los tiles que usaron para cortar las rejas. Despus de unos das de paciente labor, mi marido se disfraz y sali de aquel encierro; Carlitos lo acompaaba. La suerte iba con ellos, pues pasando por enfrente de la guardia no reconocieron a mi marido y a poco andar tomaron un auto, que ya los esperaba y se fueron a Tacubaya. Previendo que el chofer pudiera ms tarde descubrirlos, se acercaron a una casa, preguntaron si estaba el Jefe de ella y, habindoles dicho que no, pues haban preguntado por un nombre supuesto, le dijeron al chofer que la persona que buscaban haba salido para Toluca y que como el asunto era muy importante tendran que ir all a buscarlo y as lo hicieron. Una vez en aquella ciudad, le pagaron al chofer para que el da siguiente regresara por ellos. Al or Carlitos que Pancho le deca que regresara por ellos, ingenuamente le pregunt, sin que el chofer lo oyera: " Pero vamos a volver a Mxico, General?" La contestacin fu negativa. "Nos iremos a Manzanillo por tren, luego nos embarcaremos a Mazatln y de all en ferrocarril a los Estados Unidos". En Irapuato tuvieron que dejar el tren y esperar varias horas para tomar el que ira a Guadalajara. Mi marido, temeroso de ser reconocido, le sugiri a Carlitos, que fuera a uno de los jacales que hay en la estacin y 33

pidiera permiso, para permanecer all mientras el tren llegaba, dicindoles que su compaero estaba enfermo y necesitaba descansar. Con un billete de cinco pesos que haba puesto en sus manos, se le proporcion cama, cerraron las puertas del cuarto y hubo silencio. As estuvo Pancho recludo mientras el tren lleg. Entre tanto Carlitos, se fu a vagar con objeto de saber si era del dominio pblico la fuga de su protegido. Yo haba venido de Mxico haca unos pocos das muy triste pero con la esperanza en Dios, de que pronto saldra libre. Contaba los das y hasta las horas, pues me haba dicho: "Con seguridad la Nochebuena la paso con Uds y l cuando deca una cosa, casi siempre se le conceda y es que no dejaba de agregar: "Si Dios quiere". Un buen da pregonaban las Extras en la calle y la noticia era; "Francisco Villa se ha fugado de la prisin" y volvieron a nacer mis angustias, pues por varios das no supimos en donde se encontraba. EN TIERRA EXTRAA A principios de enero, estaba desesperada por no tener indicios de su paradero, aunque casi segura de que nada le haba pasado, por no haber dicho nada los peridicos. Una maana, un amigo nuestro llam a la: puerta: era don Nicols Saldvar, un viejo amigo de Pancho, en quien muchas veces haba puesto en sus manos asuntos muy delicados y por el cul tenamos honda simpata; vena procedente de El Paso, Tex., y lo primero que me dijo fu: "Vengo por Ud., me manda Pancho; saldremos hoy mismo; nada ms voy a darle un recado a don Abraham Gonzlez y el tren que abordaremos est anunciado a las once de la maana"; as es que en unas cuantas horas estuvo todo arreglado para el viaje. Me acompaaba la Srita. Raquel Rodrguez, mi prima, y mi hijita de diez meses. Llegamos a El Paso como a las ocho de la noche; de la estacin nos dirigimos a la casa del Sr. Saldvar. Yo en el camino me deca: Qu me importa esta ciudad?; qu vale para m el acento de otra lengua que no es la ma; de otros sentimientos que me son extraos, si voy a reunirme con l; si voy a vivir en ella una vida generosa y noble y mi mente: figuraba el nuevo hogar, ya sin inquietudes, sin sobresaltos, sin ese alerta continuo en espera de la noticia trgica. Ya estando en la casa del Sr. Saldvar, y casi en familia, a los pocos momentos se present mi marido, pues el Sr. Saldvar no me haba dicho nada de su disfraz; tal vez para darme una sorpresa. Iba hecho un tipo: con con capa espaola cruzada, sin bigote, lentes obscuros, una mascada al cuello; pareca un muchacho de veinte aos; lo seguan Carlitos Juregui y Daro Silva. Terminada la cena, nos despedimos de aquella casa amiga, seguimos varias calles hasta llegar a la de El Paso, donde tena un departamento en un hotel; me sorprend grandemente, pues tena la idea de una casita sencilla, hogarea, modesta, como para encerrar dentro de sus 34

paredes, en el secreto de su refugio, todo nuestro cario, el milagro de nuestros amores y el anhelo de vivir felices. Lo entendi l y as me dijo: "Esperaba que t vinieras. Esto no te va a gustar, te prometo que maana buscaremos casa". Como una semana ms duramos en el hotel y all recibi mi marido, la visita de varios polticos, entre ellos la de don Primitivo Uro y de Don Sebastin Vargas, enviados por don Abraham Gonzlez; y entre sus amigos que lo visitaban a diario, estaba el Gral. Manuel Ochoa, Pedrito Sapin, Teodoro Kgririacpulos. Entre sus amigos americanos, recuerdo a don Panchito Jonah, George Herald y el Sr. Mc Klain, con los que sala a pasear y a tirar al blanco. Un da le dije: Tengo ganas de verte un da tomado, para ver si eres peleador, o te da por llorar, y como si tuviera mucha prisa en cumplir mis deseos, esa misma tarde vinieron por l sus amigos como de costumbre, y llegada la hora de cena y no habiendo regresado, nos fuimos a cenar mi prima y yo, llegando media hora ms tarde Pancho, a nuestro reservado. Se acerc y me dijo al odo: "Yo no ceno, vmonos pronto; no quiero que me vea Raquelito" y yo no pude dejar de reirme, pues era la primera vez que lo vea alegre y me anticip la siguiente explicacin: Que haba ido a jugar con sus amigos y habindoles ganado algunas cervezas, no haba tenido ms remedio que tomrselas en su compaa. Nos fuimos a nuestro departamento y ya no recibi a nadie: en nuestro cuarto, se puso a platicarme de su vida, de su estancia en la prisin y lo que an le faltaba que sufrir para volver a nuestro hogar y acab por ponerse a llorar y as quedaron cumplidos mis deseos. Y como un sueo que se realiza, fu el verlo llorar, refugiado en mi regazo, dulcificando cesta pgina de mi vida que hoy reconstruyo y en que vuelvo a sentir la mgica alegra de aquella hora, en que su alma de guerrero indomable se uni a la ma, pobre mujer arrancada del marco de un pueblecito, para subir un instante hasta la celebridad del guerrillero ms grande, del ms discutido y terrible guerrillero, pero humano. imuy humano! EL GENERAL BERNARDO REYES Estando todava en el hotel, una tarde le habl la duea de la casa por una de las ventanas que daban a nuestro departamento y le dijo: "Dos detectives vienen a buscarlo para aprehenderlo"; al mismo tiempo le indic una puerta por donde poda salir sin ser visto. Se fue a la casa de George Herald, detective tambin y amigo de l, quien lo llev despus a otra casa de una familia de confianza, mientras el propio Herald personalmente recoga datos, para saber de donde vena la orden de aprehensin. Como a las nueve de la noche, vino el Sr. Herald por nosotros: nos fuimos en un automvil, recogimos a Pancho de la casa donde estaba y nos dirigimos a la nuestra que habamos amueblado en la Av. Prospect. All no se le volvi a molestar para nada. Al da siguiente, sali a su paseo acostumbrado y al regreso vena 35

acompaado de un seor a quien llamaba el Gero, y me dijo: "Este seor es de absoluta confianza y quiere trabajar con nosotros en la cocina; yo te lo recomiendo porque hace muchos aos que lo conozco". Desde aquel da, se qued a nuestras rdenes habiendo sido uno de los ms leales servidores. Ya en nuestra casa pudo recibir con ms libertad a sus amigos, que como en peregrinacin iban a verlo, para saber cul sera su actitud despus de haber conseguido a tanta costa su libertad. Con nosotros vivan Carlitos y Daro que desde aquel entonces fu su intrprete por conocer perfectamente bien el idioma ingls, y a quien Pancho tuvo grande cario y consideracin. As pasaron los das, recibiendo y mandando comunicaciones. Algunos jefes; sabiendo que se encontraba en territorio americano, creyeron que l pasara a Mxico, haciendo armas en contra del Sr. Madero, por haberlo tenido preso y nunca haber intentado darle su libertad; se ofrecan a seguirle como antes lo haban seguido y l siempre deca: "Al chaparrito, lo matarn los mismos en quienes l ha depositado su confianza". Estando en Tlaltelolco el Gral. Bernardo Reyes, le haba hecho proposiciones, para que secundara el movimiento que tenan preparado l y Flix Daz y es muy natural, pues lo crean enemigo de Madero; pero por la mente de mi marido nunca pas la idea de traicionar al hombre que habra de convertirse en smbolo del pueblo mexicano, por los timbres impolutos de su vida y la excelsa apoteosis de su martirio. LA TRAICION DE VICTORIANO HUERTA Por las noches tena grandes conferencias con sus amigos y partidarios donde se hablaba de prximos y grandes acontecimientos. El 22 de febrero, la noticia circul como un rayo: VICTORIANO HUERTA HABIA CONSUMADO SU TRAICION; los peridicos daban la noticia del asesinato del Apstol en grandes Extras en los dos idiomas. Nunca lo pude ver igual: mi marido en esa ocasin por el coraje, por su ansiedad, por su desesperacin, ya no era el hombre que comenzaba a reintegrarse a una existencia de paz y de sosiego. Chispeantes los ojos, se golpeaba el pecho, se mesaba los cabellos y lanzaba la injuria procaz y fuerte: Traidores! En el acento que pona adivin que peligraba el ideal de toda su vida: que se derrumbaba el pedestal de anhelos infinitos, que con su cooperacin se haba construido, para sus hermanos de raza. Quera tener alas; y como el viento surcar los espacios, salvar las montaas, para estar en todas partes, para prender fuego a la nueva hoguera, que haba de encender a la Repblica. Amigos del Apstol llegaban hasta nuestra casa; ya no eran ni uno ni dos, eran muchos, y al calor de la impresin, sobre el fuego de su coraje, decidieron lanzarse nuevamente a la lucha. Sera ms terrible que antes? iQu importaba! LIevaban en sus venas todo el coraje y en su pecho el valor para castigar esa afrenta. 36

No teniendo recursos con que hacerse de caballos, mi marido acord, que todas las maanas alquilaran unos de un establo, para entrenarse, pues Carlitos y Daro, sobre todo el primero, no se imaginaban en la aventura que se iban a meter; y esto era tambin con el fin de crearse confianza con el dueo del establo y podrselos traer el da que salieran a campaa. Habindole escrito Pancho al Gobernador de Sonora, Sr. Don Jos Ma. Maytorena, que permaneca fiel al Gobierno, le mand mil pesos, y el 5 de marzo, me dijo mi marido: "Arrglense para se vayan maana" y as salimos de El Paso, Tex., mi prima, mi hijita de un ao y yo. Mi marido me orden, "marchen en el primer tren de la Sierra a San Andrs", mi pueblito natal. La ilusin ma, mi sueo de mujer, se haba derrumbado; comenzara de nuevo el calvario y yo lo ascendera sin ms bculo que mi cario de

Villa, despues de colocar la placa en la Av. Francisco I. Madero, se dirige a la tumba del apstol donde deposita una ofrenda floral.

esposa; sin ms esperanza, que la respuesta del destino. Confiaba en la buena estrella que siempre lo acompa, y que siempre gui sus pasos, y, no obstante mi desesperacin, acat la orden; tena que regresarme a Chihuahua; que volver a mi pueblo querido y all esperar el resultado de la nueva empresa. Yo acallaba mis alarmas de mujer, mis propias angustias; nunca quise desalentarlo, porque siempre en el fondo de mi corazn, lo am como era, impetuoso, cual las corrientes que se despean de sus montaas 37

nativas. Larga fu la travesa. El tren caminaba medrosamente; de uno y otro lado, las inmensas llanuras, que se extendan hasta perderse de vista, pobladas an de ganado, que era la principal riqueza, de esta entidad, o mejor dicho, la riqueza inmensa del nico ganadero de esta regin: Don Luis Terrazas. En la cruz de un poste telegrfico, a la altura de un puente, apareca fantasmal, ya casi putrefacto, el cuerpo de un ahorcado, que se mova al impulso del viento. Era uno que haba intentado volar el puente. Slo un da deba permanecer en Chihuahua, cuyos habitantes se mostraban inquietos por el asesinato de Madero. Los maderistas, llenos de clera, volvan los ojos hacia el Norte. Acaso presentan que all, tras del Bravo, Francisco Villa no dejara de levantar su propio corazn, para ofrecerlo nuevamente a la causa que l siempre defendiera. El amanecer nos reservaba una nueva sorpresa. Cargados con el equipaje nos dirigimos a la estacin. Del centro de la ciudad, de improviso nos asaltaron voces que anunciaban la sensacin de una Extra: "Francisco Villa cruz la frontera"; la noticia misma alarm y fueron destacados a la estacin Agentes de la Reservada. Estos pretendieron detenernos, haciendo uso de arbitrariedades sin cuento; nos opusimos y ante el argumento de que carecan de orden para ello, se dirigieron al centro de la ciudad para recogerla de las autoridades correspondientes; mientras tanto el tren se puso en marcha antes de que ellos regresaran y as pudimos llegar a San Andrs. Habase quedado en la casa mi hermano Regino, el joven Corral, estudiante del Instituto, que apenas tena trece aos, para buscar una persona de confianza que se quedara cuidndola y se encargara de mandar las petacas. Mientras tanto, era objeto de una estricta vigilancia nuestro domicilio y el da 18 de marzo, teniendo todo listo para salir a reunirse con nosotros, a las ocho de la noche sitiaron la casa; diciendo que haba llegado Pancho Villa, con los ocho hombres que cruzaron la frontera con l y no encontrndolo, optaron por aprehender a mi citado hermano, a Pedro Gonzlez, a Pablo Pacheco y cinco personas ms, que pasaban por la calle, diciendo otro da, pomposamente en los peridicos, que haban aprehendido al Estado Mayor de Francisco Villa, por cuyo motivo los tuvieron incomunicados nueve das en la Penitenciara del Estado, estando all presos el Corl. Trinidad Rodrguez, con sus hermanos Juan y Samuel, por no haber querido apoyar a los traidores. EN PLENA LUCHA A fines de marzo, cul sera mi sorpresa, un atardecer en que lleg el mozo de la casa y me dice: Acaban de llegar a la Presidencia Municipal, unos seores bien montados y bien armados". 38

Ni siquiera me detuve a pensar quines seran, lo primero que hice, fu coger una bolsa que tena con dinero y alhajas, tom un azadn, me fu a la huerta y en un surco enterr todo y ech por ese surco el agua; acabando mi faena, lo primero que voy viendo es a mi marido parado en el arco del zagun, con su capa dragona terciada y su rifle en la mano. Lo acompaaban. Carlitos Juregui, Daro Silva, Juan Dosal, Manuel Ochoa, Pascual Alvarez Tostado, Pedrito Sapin y dos personas ms cuyos nombres no recuerdo; y al preguntarme qu andaba