Padre Carlos Rosell - Escatología de la Lumen Gentium

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Revista Teológica Limense Vol. XLVI – Nº 3 – 2012 (pp. 297 – 312) ESCATOLOGÍA DE LA LUMEN GENTIUM Pbro. Dr. Carlos Rosell De Almeida RESUMEN En este artículo presentamos las ideas centrales sobre la escatología tal como es enseñada en la Lumen gentium. Como podremos apreciar, en el misterio de la Iglesia está siempre latente la tensión escatológica. En efecto, la Iglesia peregrina hacia su consumación. Aunque en el momento presente tiene ya una comunión con el cielo, y participa de los bienes salvíficos de Cristo resucitado, espera su estado glorioso que vendrá con la parusía del Señor. ABSTRACT In this paper we present the main ideas on eschatology as taught in Lumen Gentium. As we will see, in the mystery of the Church is always there eschatological tension. Indeed, the pilgrim Church to its consummation. Although at present already has a communion with heaven, and participates in the risen

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Revista Teológica LimenseVol. XLVI – Nº 3 – 2012(pp. 297 – 312)

ESCATOLOGÍA DE LA LUMEN GENTIUM

Pbro. Dr. Carlos Rosell De Almeida

RESUMEN

En este artículo presentamos las ideas centrales sobre la escatología tal como es enseñada en la Lumen gentium. Como podremos apreciar, en el misterio de la Iglesia está siempre latente la tensión escatológica. En efecto, la Iglesia peregrina hacia su consumación. Aunque en el momento presente tiene ya una comunión con el cielo, y participa de los bienes salvíficos de Cristo resucitado, espera su estado glorioso que vendrá con la parusía del Señor.

ABSTRACT

In this paper we present the main ideas on eschatology as taught in Lumen Gentium. As we will see, in the mystery of the Church is always there eschatological tension. Indeed, the pilgrim Church to its consummation. Although at present already has a communion with heaven,

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and participates in the risen Christ's saving goods, expects its glorious state to come to the Lord's parousia.

I. DOCTRINA ESCATOLÓGICA DE LOS CONCILIOS ANTERIORES AL VATICANO IIAparte del Concilio de Jerusalén (cf. Hch 15), en la

Iglesia se han realizado 21 concilios ecuménicos. Antes de abordar la escatología presente en la Lumen gentium, conviene presentar las enseñanzas sobre este tema que nos han dejado los concilios anteriores. Para ello, debemos de referirnos especialmente a cuatro concilios1: IV de Letrán (1215), II Lyon (1274), Florencia (1439-1445) y Trento (1545-1563).

El IV Concilio de Letrán (1215) en el llamado decreto Firmiter –Profesión de fe católica– en la perspectiva de la parusía y el juicio final enseña que resucitaremos con los cuerpos que ahora llevamos; y afirma la existencia del cielo y del infierno. Ambos son eternos.

“Ha de venir al fin del mundo, ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y ha de dar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos como a los elegidos:

1 Podríamos considerar, de manera tangencial, al Concilio II de Constantinopla (553) en cuanto que al condenar el origenismo, en cierta manera, confirmó lo enseñado en el sínodo Endemousa (543) donde se condena la apokatastasis. «Si alguno dice o siente que el castigo de los demonios o de los hombres impíos es temporal y que en algún momento tendrá fin, o que se dará la reintegración de los hombres o de los hombres impíos, sea anatema». DH 411.

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todos los cuales resucitarán con sus propios cuerpos que ahora llevan para recibir según sus obras, ora fueren buenas, ora fueren malas; aquéllos, con el diablo, castigo eterno; y éstos, con Cristo, gloria sempiterna”2.El contexto histórico del Concilio II de Lyon (1274)

está marcado por el intento de unión con la Iglesia griega. En este sentido, se redactó la “Profesión de fe de Miguel Paleólogo”. Este símbolo indicó la existencia de la retribución mox post mortem –inmediatamente después de la muerte– que puede ser el cielo, el purgatorio o el infierno. Nos encontramos con el primer documento magisterial que señala la existencia del purgatorio.

“Y si verdaderamente arrepentidos murieren en caridad antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por sus comisiones y omisiones, sus almas son purificadas después de la muerte con penas que lavan y purifican… y para alivio de esas penas les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, a saber, los sacrificios de las misas, las oraciones y limosnas, y otros oficios de piedad, que según las instituciones de la Iglesia, unos fieles acostumbran hacer a favor de otros”3.Ciento sesentaicinco años después, en otro concilio

ecuménico se vuelve a intentar la unión con los griegos y además con las antiguas iglesias orientales. Se trata del Concilio de Florencia (1439-1445). En el decreto Laetentur coeli, llamado decreto de unión con los griegos, se reiteran las enseñanzas de Lyon. Además se indica que en el cielo se ve a Dios uno y Trino y existen diversos grados de felicidad.

2 DH 801.3 DH 856.

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“Asimismo, si los verdaderos penitentes salieren de este mundo antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por lo cometido y omitido, sus almas son purgadas con penas purificatorias después de la muerte, y para ser aliviadas de esas penas, les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, tales como el sacrificio de la misa, oraciones y limosnas y otros oficios de piedad, que los fieles acostumbran a practicar para los otros fieles, según las instituciones de la Iglesia”4.“Y que las almas de aquéllos que después de recibir el bautismo no incurrieron absolutamente en mancha alguna de pecado, y también aquellas que después de contraer mancha de pecado, la han purgado o mientras vivían en sus cuerpos o después de que salieron de ellos, según arriba se ha dicho, son inmediatamente recibidas en el cielo y ven claramente a Dios mismo, trino y uno, tal como es, unos sin embargo, con más perfección que otros, conforme a la diversidad de los merecimientos”5.“Pero las almas de aquellos que mueren en pecado mortal actual o con solo el original, bajan inmediatamente al infierno, para ser castigadas, si bien con penas diferentes»”6.El Concilio de Trento (1545-1563) aborda la verdad

del purgatorio en un contexto marcado por los errores de Lutero. En la sesión VI –donde se enseñó la doctrina de la justificación– hay una referencia al purgatorio. Recibir la justificación no significa quedar libre del reato –deuda– que trae el pecado. El purgatorio aparece así como el ámbito donde se

4 DH 1304.5 DH 1305.6 DH 1306.

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satisface dicha deuda si es que no se hizo en la vida terrenal.

“Si alguno dijere que después de recibida la gracia de la justificación, de tal manera se le perdona la culpa y se le borra el reato de la pena eterna a cualquier pecador arrepentido, que no queda reato alguno de pena temporal que haya de pagarse o en este mundo o en el otro en el purgatorio, antes de que pueda abrirse la entrada en el Reino de los cielos: sea anatema”7. Por otro lado, en la sesión XXV se afirma que existe

el purgatorio. Además, se hace una exhortación a los pastores de la Iglesia para que enseñen correctamente esta verdad, evitando todo lo que suene a lucro, fábulas o cuestiones supersticiosas.

“Puesto que la Iglesia Católica, ilustrada por el Espíritu Santo, apoyada en las sagradas Letras y en la antigua tradición de los Padres ha enseñado en los sagrados Concilios y últimamente en este ecuménico Concilio que existe el purgatorio y que las almas allí retenidas son ayudadas por los sufragios de los fieles y particularmente por el aceptable sacrificio del altar manda el santo Concilio a los obispos que diligentemente se esfuercen para que la sana doctrina sobre el purgatorio, enseñada por los santos Padres y sagrados Concilios sea creída, mantenida, enseñada y en todas partes predicada por los fieles de Cristo”.“Delante, empero del pueblo rudo, exclúyanse de las predicaciones populares las cuestiones demasiado difíciles y sutiles, y las que no contribuyen a la edificación y de las que de la

7 DH 1580.

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mayor parte de las veces no se sigue acrecentamiento alguno de piedad. Igualmente no permitan que sean divulgadas y tratadas las materias inciertas y que tienen apariencia de falsedad. Aquéllas, empero, que tocan a cierta curiosidad y superstición, o saben a torpe lucro, prohíbanlas como escándalos y piedras de tropiezo para los fieles”8. En síntesis, antes del Concilio Vaticano II, son

sobre todo cuatro los concilios que nos han enseñado verdades escatológicas. Ahora pasaremos a exponer las enseñanzas escatológicas de la Lumen gentium. Podremos darnos cuenta que la escatología contenida en este documento está en perfecta armonía con lo que la Iglesia ha enseñado siempre. Es un signo claro de que el Concilio Vaticano II está inserto en la gran tradición de la Iglesia.

II. LA ESCATOLOGÍA EN EL CONJUNTO DE LA LUMEN GENTIUM

La Constitución dogmática Lumen gentium es el primer documento magisterial donde se explica el misterio de la Iglesia. Nunca antes, el Magisterio había enseñado con tanta riqueza el ser de la Iglesia. En efecto, la Lumen gentium expone qué es la Iglesia por decirlo de otra manera: Iglesia qué dices de ti misma. Y lo hace apelando a la misma tradición viva de la Iglesia. A este respecto señalaba Pablo VI: “Esperamos que de la doctrina sobre el misterio de la Iglesia, que el Concilio Vaticano II ha enunciado y proclamado, dimanarán ya desde ahora muchos bienes en el corazón de los hombres, especialmente de los católicos, para que todos los cristianos vean mejor trazado y descubierto el verdadero rostro de la Esposa 8 DH 1820.

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de Cristo, para que vean la belleza de su Madre y Maestra; para que vean la sencillez y majestad de esta venerable institución, para que la admiren como un milagro de fidelidad histórica, de preclara vida social, de leyes excelentes”9.

En la estructura de la Lumen gentium se percibe una lógica10. Es decir que los ocho capítulos que conforman este documento siguen in iter que expresa con claridad aquello que es la Iglesia11. La Iglesia es un misterio, un sacramento de comunión en Cristo (Cap. I). Además es un pueblo que peregrina en la historia, un pueblo ungido y por ende: sacerdotal, profético y real (Cap. II). La Iglesia está formada por ministros sagrados, que constituyen la jerarquía, y donde el episcopado posee la plenitud del sacramento del orden (Cap. III). Pero, también los laicos son importantes (Cap. IV). Más aún, todos en la Iglesia están llamados a la santidad (Cap. V). Y, los religiosos recuerdan a los demás fieles este llamado dando testimonio del Reino de los Cielos (Cap. VI). Toda la Iglesia está caminando hacia su consumación escatológica (Cap. VII). María, la madre de Dios, participa ya de aquello que la Iglesia está llamada a ser en la gloria celestial (Cap. VIII).

9 Pablo VI. Discurso en la sesión de clausura de la tercera etapa conciliar. 21/ 11/ 1964.10 Un buen comentario sobre todo el documento en: G.

PHILIPS. La Iglesia y su misterio en el Concilio Vaticano II. Historia, texto y comentario de la constitución “Lumen gentium”, I-II, Barcelona, Herder, 1969.

11 Los ocho capítulos de la Lumen gentium son: Cap. I. El misterio de la Iglesia. Cap. II. El pueblo de Dios. Cap. III. La Constitución jerárquica de la Iglesia y en particular del episcopado. Cap. IV. Los laicos. Cap. V. La vocación universal a la santidad en la Iglesia. Cap. VI. Los religiosos. Cap. VII. Carácter escatológico de la Iglesia peregrina y su unión con la Iglesia del cielo. Cap. VIII. La Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia.

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Como podemos darnos cuenta, existe todo un capítulo exclusivamente de contenido escatológico. Se trata del capítulo VII denominado: “Carácter escatológico de la Iglesia peregrina y su unión con la Iglesia del cielo”12. Además, el último capítulo dedicado a la Santísima Virgen María es, en cierta manera escatológico, dado que la figura de María es presentada como señal de esperanza cierta y de consuelo (cf. LG n. 68). En este sentido, “los capítulos VII y VIII nos exponen a la vez lo que es la Iglesia consumada como totalidad y como individualidad: en los santos y en la Virgen. La comunidad y la comunión de los santos nos muestran cómo la Iglesia, afincada en la tierra, teniendo que ser fiel a la tierra y debiendo ser solidaria no como desde fuera e impasible, sino como desde dentro y afectada con todos los hombres, no se agota sin embargo en la historia. La trasciende en un sentido y la consuma en otro. La Virgen es real historia y escatología realizada”13.

En todo caso, es importante señalar que a lo largo de toda la Lumen gentium hay referencias a las verdades últimas. En especial, conviene hacer notar las siguientes enseñanzas contenidas aparte del capítulo propiamente escatológico:

(1) La Iglesia, presente en el designio eterno de Dios Padre, será consumada al final de los tiempos. En efecto, la Iglesia “aparece prefigurada ya desde el origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza, se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del Espíritu Santo y llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos” (LG n. 2).12 Sobre la historia de este capítulo: C. POZO. Teología del más

allá, Madrid, B.A.C. 42001, pp. 542-548.13 CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Constituciones,

decretos y declaraciones, Madrid, B.A.C. 2004, p. 14.

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(2) La Iglesia está orientada a la consumación del Reino de Dios. “Ella constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra. Mientras va creciendo poco a poco, anhela la realización del Reino y espera y desea con todas sus fuerzas reunirse con su Rey en la gloria” (LG n. 5). Este número nos da el marco correcto para entender la relación Iglesia y Reino de Dios14. La Iglesia hace presente en la historia humana el Reino de Dios dado que hace presente a Cristo y todos los bienes salvíficos que manan de Él. Sin embargo, la Iglesia no es el Reino, está al servicio del mismo y espera que venga su consumación.

(3) Hay una analogía entre la Iglesia e Israel. Así como Israel, pueblo de la antigua Alianza peregrinaba hacia la tierra prometida, tierra donde mana leche y miel (cf. Ex 33, 3); de la misma manera, la Iglesia, pueblo de la nueva Alianza, peregrina hacia la Jerusalén del cielo, la patria eterna. En otras palabras, “el nuevo Israel, que camina en este mundo en busca de su ciudad futura permanente (cf. Heb 13, 14) recibe también el nombre de Iglesia de Cristo (cf. Mt 16, 18)”

14 “Los teólogos católicos, como todos saben, han trabajado durante años en describir, con los matices necesarios, las relaciones entre la Iglesia y el reino de Dios. Algunos se creían obligados a identificar la Iglesia con el reino. Este ensayo de solución quitaba a la escatología toda perspectiva real sobre el más allá y provocaba un cortocircuito como si la comunidad eclesial hubiese conseguido ya su fin último. En los medios teológicos de la Reforma, han prevalecido durante decenios una escatología absoluta, concepción que imputaba a la comunidad apostólica, e incluso a Jesús, el error de reducir a menos de una generación humana el tiempo entre la partida del Hijo del hombre y su vuelta en el esplendor de su poder, de tal modo que ya no quedaba espacio para la Iglesia de la tierra”. G. PHILIPS, La Iglesia y su misterio en el Concilio Vaticano II. Historia, texto y comentario de la Constitución “Lumen gentium”, II, Barcelona, Herder, 1969, p. 211.

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(LG n. 9). Esta enseñanza utiliza la tipología del Éxodo y permite afirmar que la Iglesia es un pueblo de esperanza, pues no camina al abismo, “no estamos lanzados hacia un muro, contra el cual irá a estrellarse nuestra existencia. Hay un escape y una salida, aunque nosotros seamos incapaces de representarnos el paisaje que se extiende al otro lado”15.

(4) En la Iglesia, la vida religiosa posee una dimensión escatológica fundamental. Los religiosos dan testimonio en el mundo de los bienes celestiales. Es decir, recuerdan a los demás fieles, el estado escatológico del Reino de Dios. “El Pueblo de Dios, en efecto, no tiene aquí ciudad permanente, sino que busca la futura. Por eso, el estado religioso, que libera mucho más a sus miembros de las preocupaciones terrenas, manifiesta también mucho mejor a todos los creyentes los bienes del cielo, ya presentes en este mundo. También da testimonio de la vida nueva y eterna adquirida por la redención de Cristo y anuncia ya la resurrección futura y la gloria del Reino de los cielos” (LG n. 44).

(5) La Santísima Virgen María, modelo y tipo de la Iglesia, anticipa el estado escatológico al que la Iglesia llegará al final de los tiempos cuando se dé la parusía del Señor. “La Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor (cf. 2 Pe 3, 10), brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo” (LG n. 68).

III. DOCTRINA DEL CAPÍTULO VII

15 G. PHILIPS. o.c., p. 212.

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Tras haber expuesto la presencia de la escatología en el conjunto del documento, pasemos ahora a abocarnos específicamente al capítulo VII. Está estructurado en cuatro números. Se inicia señalando la orientación escatológica de la vocación de quien está inserto en la Iglesia. Acto seguido, se afirma la comunión entre los santos y los que peregrina; para pasar luego a enseñar la relación inversa: de los que peregrinan hacia los que ya gozan de la visión beatífica. Este capítulo concluye con unas disposiciones pastorales.

(1) Carácter escatológico de nuestra vocación en la Iglesia.

El número 48 lleva como título, el carácter escatológico de nuestra vocación en la Iglesia. El hecho de señalar que la vocación del cristiano tiene un carácter escatológico expresa que el llamado divino encuentra su plenitud en la consumación definitiva que traerá Cristo glorioso con su segunda venida.

En este número se explican las realidades escatológicas. Debemos de resaltar que se evita caer en detalles secundarios sobre las verdades últimas. Con eso se supera una tendencia presente en los manuales de entonces demasiado preocupados en llegar al detalle16. Hay una sobriedad en toda la

16 Por ejemplo, era común en los manuales preconciliares abordar temas como: el lugar del purgatorio, la naturaleza del fuego del infierno, etc. Entre los manuales preconciliares destacaba la obra del jesuita José F. Sagués (1907- 1969) cuyo trabajo «De novissimis», estaba incluido en el tomo cuarto de la Sacrae Summa theologiae, editada por la BAC el año 1951, y que el año 1962 había llegado a su cuarta edición. Para una información más extensa de los manuales de corte neo escolástico que se editaron en España antes del Concilio ver J. I. SARANYANA, «La Escatología en España» en Anuario de la

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exposición. Las citas bíblicas son el principal referente y apoyo dado que la intención es partir siempre del dato revelado. Toda la exposición muestra el carácter eclesial- cósmico de la consumación escatológica. Veamos algunas ideas centrales.

(a) La Iglesia alcanzará su consumación cuando llegue a la gloria celestial. “Tendrá esto lugar cuando llegue el tiempo de la restauración universal (Hech 3, 21) y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre quede perfectamente renovado en Cristo (cf. Ef. 1, 10; Col 1, 20; 2 Pe 3, 10-13)” (LG n. 48). Es interesante darnos cuenta cómo se habla de que el cosmos será transformado escatológicamente. Es una consecuencia de la solidaridad que existe entre el hombre y el cosmos17. En efecto, “lo cósmico está íntimamente unido con el hombre, y por él llega a su fin. Que la materia tiene un destino escatológico, que ella obtiene por el hombre, es claramente dogmático. El dogma de la resurrección implica una permanencia eterna de la materia en los cuerpos de los hombres resucitados”18.

Historia de la Iglesia, VII (1998) pp. 232-236.17 En otro documento del Concilio Vaticano II se aborda el tema

de los cielos nuevos y la tierra nueva. Es el número 39 de la Gaudium et spes. “Los bienes de la dignidad humana, la comunión fraterna y la libertad; es decir, todos estos frutos buenos de nuestra naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, los encontramos después de nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: "reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz". El Reino está ya presente en esta tierra misteriosamente; se consumará cuando venga el Señor” (GS n. 39).

18 C. POZO, o.c., p. 551.

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Más difícil es explicar la forma cómo este universo se transformará.

(b) Aunque esperamos la consumación, ya ahora participamos de los bienes salvíficos de Cristo resucitado en la Iglesia. “La resurrección prometida que esperamos ya comenzó en Cristo, progresa con el envío del Espíritu Santo y por Él continua en la Iglesia. En ésta por medio de la fe, aprendemos también el sentido de nuestra vida temporal” (LG n. 48). Es interesante señalar la presencia del Espíritu Santo en el caminar de la Iglesia hacia su meta escatológica19. La restauración escatológica “gracias a la acción ininterrumpida del Espíritu Santo está ya comenzada, no sólo en la persona del Señor, sino también en la Iglesia”20.

(c) La Iglesia peregrina, aunque es objetivamente santa, está marcada también por el pecado. Existen en ella, elementos imperfectos, marcados por la miseria humana. La impecabilidad sólo se dará en el cielo. “La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta. Mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra en los que habite la justicia (cf. 2 Pe 3, 13), la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa” (LG n. 48). El misterio de la Iglesia, no lo olvidemos, nos lleva a señalar que en el momento actual, “las instituciones y los ritos, las leyes y las explicaciones, llevan la etiqueta del “todavía no” y no serán integrados en el estado de bienaventuranza a que nos conducen y donde nos veremos establecidos en la justicia y la dicha de la contemplación. La Iglesia 19 “La misión del Espíritu Santo no debe ser entendida como si

se redujera al evento de Pentecostés, sino como una actuación permanente en la Iglesia”. C. POZO, o.c., p. 550.

20 G. PHILIPS, o.c., pp. 217-218.

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peregrina que se coloca a sí misma entre las criaturas, marcha, literalmente, a través de un valle de lágrimas, ya que las criaturas entre las que va avanzando y que arrastra en su seguimiento, suspiran todavía en dolores de parto hasta el tiempo en que los hijos de Dios no vengan ya “al mundo” sino que nazcan para el cielo (Rm 8, 19-22)”21.

(d) Peregrinamos en la fe y no en la visión. “Unidos a Cristo en su Iglesia, con el sello del Espíritu que es la garantía de nuestra herencia (Ef. 1, 14) nos llamamos hijos de Dios y los somos de verdad (cf. Jn 1, 3, 1). Pero todavía no hemos aparecido con Cristo en la gloria (cf. Col 3, 4) en la que seremos semejantes a Dios porque lo veremos tal cual es (cf. 1 Jn 3, 2)” (LG n. 48). Nos encontramos nuevamente con la tensión: “ya” pero “todavía no”. Ahora, gracias al Espíritu Santo recibimos la gracia de la adopción filial, pero aún no vivimos en la gloria escatológica. Y, mientras caminamos por este mundo, debemos estar preparados y aprovechar nuestra única vida terrena22. “Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra (cf. Heb 9, 27), mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos (cf. Mt 25, 31-46)” (LG n. 48).

21 G. PHILIPS, o.c., p. 219.22 LG n. 48 cita Hb 9, 27. Este pasaje bíblico habla de que se

muere una sola vez y es un claro rechazo bíblico a la reencarnación. A este respecto comenta Philips: “Eran sacerdotes de Iberoamérica los que se empeñaron con incansable perseverancia en incluir esas breves palabras en la declaración conciliar. A nuestros ojos de europeos la advertencia parece superflua o extraña cuando menos. Pero entre los habitantes de Sudamérica la idea de una especie de metempsicosis se encuentra ampliamente difundida”. G. PHILIPS, o.c., p. 223.

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(e) El infierno es una posibilidad latente. De ahí que es fundamental estar en gracia. Así “no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos (cf. Mt 25, 26) al fuego eterno (cf. Mt 25, 41), a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes (Mt 22, 13; 25, 30)” (LG n. 48). La presencia de estas referencias bíblicas indica que la existencia de un estado eterno de condenación es una verdad revelada. “La descripción del infierno se hace con términos bíblicos, incluso más exactamente con palabras del mismo Jesús. Por último, es interesante que con motivo de la petición de un Padre que deseaba una declaración de que hay condenados de hecho (para que el infierno no permaneciera con un sentido de mera hipótesis), la Comisión teológica insistiera en la forma gramatical futura (y no condicional) que poseen los textos evangélicos que se aducen en el número 48 al hablar del infierno. Esta respuesta de la Comisión teológica excluye una interpretación meramente hipotética del infierno”23.

(f) Además, dentro de las verdades relacionadas con la escatología está el juicio. La Iglesia enseña la existencia de dos juicios: el particular y el universal. En la Lumen gentium se refieren al juicio sin especificar cuál es. A este respecto, se indica. “Antes de reinar con Cristo glorioso, todos compareceremos ante el tribunal de Cristo para dar cuenta cada uno del bien y del mal que hizo durante su vida en este cuerpo (2 Co 5, 10)” (LG n. 48). Según Cándido Pozo, se está hablando del juicio particular24. Otro autor, G. Philips, piensa más bien que se trata del juicio final25.

23 C. POZO, o.c., p. 555.24 “Se refiere a un juicio anterior al fin de los tiempos… se

trata, por tanto, de una enseñanza sobre el juicio particular”. C. POZO, o.c., pp. 556-557.

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(g) La verdad de la resurrección universal está claramente expuesta. Se afirma la resurrección de condenación y de gloria, ambas fundamentadas bíblicamente. En efecto, existirá una resurrección de condenación. “Al fin del mundo, los que hicieron el mal resucitarán para el juicio (Jn 5, 29; cf. Mt 25, 46)” (LG n. 48). Nosotros esperamos la resurrección gloriosa. “Él transformará nuestro humilde cuerpo en un cuerpo glorioso parecido al suyo (Flp 3, 21) y vendrá a que lo glorifiquen todos sus santos y lo admiren todos sus creyentes (2 Ts 1, 10)” (LG n. 48).

(2) Comunión de la Iglesia del cielo con la Iglesia peregrina.

En el número 49 se afirma la communio existente entre la Iglesia celestial y la Iglesia peregrina. Son dos estados de la misma Iglesia. Al inicio de este número se afirma la communio sanctorum. Se trata de la comunión que se da entre los vivos, los difuntos del purgatorio y los santos. En otras palabras, “unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando “claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es”” (LG n. 49). No se trata, conviene decirlo, de tres Iglesias, sino de una sola Iglesia que vive en tres estados. Lo que está claro que es “hay, pues, una diferencia entre los que todavía están de camino, ya sea para acabar su peregrinación en la tierra ya para pasar a la montaña de la purificación, y los que contemplan ya a Dios antes del último día en espera de la resurrección”26.25 “Lo que la teología más reciente llama “el juicio particular”

en ninguna parte figura en primer plano. Los textos no tienen a la vista sino la resurrección general para la vida o para la condenación”. G. PHILIPS, o.c., p. 224.

26 G. PHILIPS, o.c., p. 229.

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En esta comunión existe una comunicación de bienes espirituales. Es, por tanto una comunión dinámica. Estos bienes comunicables proceden de Cristo, fuente de toda gracia en la Iglesia. Es tal esta communio que no hay interrupción con los que murieron en Cristo Jesús. “Todos los de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en El (cf. Ef. 4, 16). Por tanto, la unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales” (LG n. 49).

Los santos interceden unidos a Cristo por nosotros. “Recibidos ya en la patria, viven con el Señor (cf. 2 Co 5, 8), y por El, con El y en El no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador ante Dios y los hombres, Cristo Jesús (cf. 1 Tm 2, 5), los méritos que adquirieron en la tierra, sirviendo a Dios en todo y completando en su carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su Cuerpo, la Iglesia (cf. Col 1, 24)” (LG n.49). Merece resaltar aquí, el esfuerzo que se hace por afirmar que Cristo es el único mediador –unus mediator– , para ello se utiliza la expresión paulina de 1 Tm 2, 5. Esto nos lleva a contemplar a los santos no como competidores de Cristo, sino “mediadores en el único mediador”. Están subordinados a Cristo, el único Redentor. Además, la cita paulina de Col 1, 24 expresa que si bien Cristo ya hizo objetivamente todo lo necesario para que seamos salvados; sin embargo, falta un aspecto: nuestra colaboración. Los santos han participado libremente de la Redención obrada por Cristo.

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(3) Relaciones de la Iglesia peregrina con la del cielo.

Tras haberse indicado las relaciones entre los santos y los vivos, la Lumen gentium afirma cómo los que peregrinan establecen una comunión con los santos. En otras palabras, “si el número 49 había mirado la comunión de los santos a partir de los bienaventurados, el número 50 la mira a partir de la Iglesia terrestre”27. Pero, antes se remarca que la Iglesia siempre ha orado por los difuntos. “La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones” (LG n. 50). Es decir, se está indicando la relación que tiene la Iglesia peregrina con las almas del purgatorio, lo que clásicamente se llamaba, Iglesia purgante. Esta relación se concreta con los sufragios por los difuntos y forma parte de la vida misma de la Iglesia, en efecto, “nada tan ordinario en la antigua Iglesia como la plegaria de los vivos en favor de los muertos, como lo atestiguan los numerosos votos de paz grabados en las piedras sepulcrales de las catacumbas”28.

La Iglesia peregrina al contemplar a los santos aviva su esperanza escatológica. “Al contemplar la vida de los que siguieron fielmente a Cristo, nos sentimos animados por nuevos motivos a buscar la ciudad futura (cf. Heb 13, 14; 11, 10)” (LG n. 50). En definitiva, la invocación a los santos nos lleva a una profunda comunión con Cristo, la única fuente salvífica. “La comunión con los santos nos une a Cristo, del que mana, como de Fuente y Cabeza, toda la gracia y la

27 C. POZO, o.c., p. 561.28 G. PHILIPS, o.c. p. 248.

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vida del Pueblo de Dios” (LG n. 50). La devoción a los santos es “cristocéntrica”. “Todo auténtico testimonio de amor que ofrecemos a los del cielo, por su misma naturaleza se dirige y termina en Cristo, “corona de todos los santos”, y, por Él, en Dios, admirable en sus santos y glorificado en ellos” (LG n. 50).

En la Sagrada Liturgia se realiza de manera excelente la comunión con la Iglesia celestial. “Nuestra unión con la Iglesia del cielo se realiza de la manera más noble cuando celebramos las alabanzas de la grandeza de Dios con alegría compartida, sobre todo en la sagrada liturgia” (LG n. 50). En su liturgia, la Iglesia que peregrina en la tierra se une con la del cielo para alabar al único Dios vivo y verdadero. “Toda la comunidad canta la gloria del Dios uno y trino en unión con todos los elegidos de todos los tiempos y de todos los lugares”29. Sobre todo es en la Santa Misa donde se realiza este misterio de comunión. Dado que “al celebrar el sacrificio eucarístico, nos unimos de la manera más perfecta al culto de la Iglesia del cielo: reunidos en comunión veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, madre de Jesucristo nuestro Dios y Señor, la de su esposo San José; la todos los santos Apóstoles y mártires y la de todos los santos” (LG n. 50).

(4) El Concilio establece disposiciones pastorales.

El número 51 señala la importancia de valorar las disposiciones emanadas en los concilios: II de Nicea (787), Florencia (1439-1445) y Trento (1545-1565). Fundamentalmente la intención es exhortar a los pastores para que eduquen correctamente al pueblo de Dios sobre el culto a los santos. 29 G. PHILIPS, o.c., p. 253.

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Se remarca que el culto a los santos lleva a la práctica de la caridad. Por eso, se pide a los pastores de la Iglesia que “han de enseñar, pues, a los fieles que el auténtico culto a los santos no consiste tanto en la cantidad de actos exteriores cuanto en la intensidad de nuestro amor en la práctica” (LG n. 51). Ahora bien, el culto a los santos no daña la primacía de Cristo. En este sentido, también los pastores “han de enseñar a los fieles que nuestro culto a los santos, si se considera a la plena luz de la fe, de ninguna manera disminuye el culto de adoración dado a Dios Padre por Cristo en el Espíritu, sino que más bien lo enriquece notablemente” (LG n. 51). Conviene hacer notar que nuevamente se insiste en mostrar la centralidad de Cristo cuando hablamos de los santos. En efecto, al acudir a los santos, en último término “rogamos al Señor que es la plenitud de toda reconciliación, nuestro único sacrificio expiatorio, nuestro único defensor”30.

CONCLUSIONES(a) El misterio de la Iglesia conduce a la

escatología. Es decir que el ser de la Iglesia está orientado a su consumación gloriosa y esto incluye también el cosmos. En el hoy de la Iglesia ya se participa de los bienes salvíficos que ha traído el misterio pascual de Cristo. Es el Espíritu Santo quien hace posible el hoy de Cristo. Sin embargo, la Iglesia está tensionada escatológicamente pues anhela la gloria definitiva.

(b) La Iglesia vive una admirable comunión con quienes ya dejaron este mundo. Ya sea con los santos, quienes ven a Dios cara a cara, como también con los que aún no gozan de la visión beatífica, pues están

30 G. PHILIPS, o.c., p. 261.

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purificándose. Esta comunión, remarca la Lumen gentium, es “en Cristo”.

(c) En la liturgia, especialmente en el sacrificio eucarístico, se realiza de manera excelente la communio sanctorum. Así, la liturgia es el ámbito privilegiado donde los miembros de la Iglesia viven la comunión “en Cristo Jesús”. De esa manera, al congregarse para el culto, la Iglesia se manifiesta como misterio de comunión que trasciende la existencia terrena.

(d) Los pastores deben enseñar con claridad que la invocación a los santos posee un carácter eminentemente cristológico. Es un medio eficaz para vivir con Cristo y contribuye así a fortalecer la comunión en la Iglesia.

(e) En la Santísima Virgen María se ha anticipado ya lo que será la Iglesia cuando se dé la Parusía. Ella es la mujer escatológica, y al mismo tiempo, anima nuestra esperanza.

Pbro. Dr. Carlos Rosell De AlmeidaProfesor Asociado de la Facultad de Teología

Pontificia y Civil de LimaRector del Seminario

Santo Toribio de Mogrovejo