Origen,Expansion y Consolidacion Del Capitalismo
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Las Revoluciones Burguesas
Hacia fines del siglo XVIII se produjeron en Europa dos revoluciones, una en Inglaterra y otra en
Francia. Fueron la culminación de un largo proceso cuyas manifestaciones más evidentes se
relacionan con las transformaciones producidas por la crisis de la sociedad feudal del siglo XIV.
Se las denomina revoluciones burguesas, porque ambas modificaron la realidad de acuerdo con
los objetivos de la burguesía. Esa clase social había evolucionado lentamente y, desde los
mercaderes y banqueros de los siglos XIII y XIV, había desarrollado un gran poder económico
mediante el comercio.
Con la Revolución Industrial inglesa, consolida y desarrolla ese poder económico, y con la
Revolución Francesa, logra el poder político. Las dos revoluciones burguesas prepararon el camino
para la expansión del capitalismo.
ORIGEN, CONSOLIDACIÓN Y EXPANSIÓN DEL CAPITALISMO
Para el sentido común de la gente, y aun para muchos historiadores, el capitalismo surgió con la
Revolución Industrial y como producto de los cambios tecnológicos que ocurrieron a partir de la
segunda mitad del siglo XVIII. Sin embargo, para que surgiera este nuevo modo de organizar la
economía y la sociedad -basado en la producción industrial, la propiedad privada de los medios de
producción y el trabajo asalariado- fue necesario un largo proceso de profundos cambios en todos
los planos de la vida de las sociedades europeas.
Las etapas de la transición del feudalismo al capitalismo
La crisis del siglo XIV fue la primera que sufrió el feudalismo y se originó por el agotamiento de las
tierras. El hambre y las enfermedades produjeron la muerte de la mitad de la población europea y
se desorganizó el modo de dominación feudal tradicional que regulaba la producción y la
sociedad. Desde mediados del siglo XV y hasta mediados del siglo XVII, en Europa Occidental se
desarrolló una renovada expansión económica, impulsada por la conquista del "nuevo mundo".
Este período es considerado como el comienzo de la era capitalista. Luego, hacia fines del siglo
XVII, sucedió otro período de ajuste: fue la crisis del siglo XVII. Esta crisis provocó la ruptura final
de la sociedad feudal y fue el primer paso hacia el triunfo definitivo del capitalismo, que se
produjo durante el siglo XVIII a partir de la Revolución Industrial, en Gran Bretaña primero y luego
en Francia y en los Estados Unidos.
Un largo camino hacia la industrialización
Fue en Inglaterra donde, durante el siglo XVII, se produjeron esos cambios económicos, sociales y
políticos que transformaron la organización feudal de la sociedad y prepararon las condiciones
para el advenimiento de una sociedad capitalista. Mientras Inglaterra avanzaba hacia una nueva
forma de organización social, el resto de Europa mantenía las bases del feudalismo. Pero en el
curso de dos siglos, en algunas regiones antes que en otras, se fueron consolidando los grupos
sociales que finalmente destruyeron la sociedad feudal.
LA AGRICULTURA COMERCIAL
Durante los siglos XVII y XVIII, la continua expansión de los mercados y el comercio impulsó a los
terratenientes ingleses a profundizar los cambios en la organización de la producción agrícola.
Hasta ese momento ésta había tenido como único fin asegurar la subsistencia. Como consecuencia
de estos cambios y de la aplicación de innovaciones técnicas en la explotación agrícola, se produjo
un considerable aumento de la producción. De este modo se obtenía un excedente para
comercializar en el mercado.
Con el objetivo de aumentar sus beneficios, los terratenientes ingleses cercaron sus propiedades.
Esto les permitió concentrar tierras y hacer de la comercialización de sus productos un negocio
rentable para acumular riquezas; así, mientras los terratenientes acumulaban grandes ganancias,
muchos de los campesinos quedaron sin tierras y sin herramientas. Algunos de ellos optaron por
trabajar las tierras a cambio de un salario. La mayoría migró hacia las ciudades en busca de
empleo.
LA MANUFACTURA
La expansión ultramarina y la incorporación de nuevas colonias ampliaron el comercio
internacional. La conquista de estos nuevos mercados se convirtió en el motor que impulsó a
numerosos comerciantes (en particular, a los burgueses que vivían en las ciudades de Flandes y en
el norte de Italia) a encontrar el modo de producir mayor cantidad de artículos más baratos. Los
antiguos gremios de artesanos se resistieron a estos cambios porque consideraban que el
aumento de la producción iría en detrimento de la calidad.
Por esta razón, los comerciantes, ávidos de aumentar la producción de manufacturas -paños de
lana, primero y de algodón, después comenzaron a contratar artesanos y campesinos que vivían
en las zonas rurales para que trabajasen en sus propias casas.
Los burgueses disponían de capital acumulado previamente y esto les permitió comprar grandes
cantidades de materias primas y pagar a los artesanos un salario. Eran también ellos quienes
vendían sus productos, recuperaban lo invertido y obtenían una ganancia.
Con el propósito de disminuir costos y elevar la productividad, algunos burgueses comenzaron a
concentrar en un taller único a los trabajadores dispersos. Por lo tanto, éstos ya no trabajaron en
sus casas, sino en los establecimientos que eran propiedad de los empresarios. De este modo, los
burgueses pudieron controlar mejor el trabajo de los obreros y optimizar sus ganancias.
Parte de esa ganancia aumentaba la acumulación del empresario capitalista y otra parte era
reinvertida en la producción y comercialización de productos. Como la ganancia era tan grande,
algunos burgueses impulsaron la creación e invención de nuevas técnicas y máquinas, con las que
mejoraron el proceso de producción. De este modo, lograron producir más cantidad de tela por
hora de trabajo.
Hacia 1760, la aplicación de la lanzadera volante provocó importantes cambios en el proceso de
fabricación de paños y en la organización de la industria textil: aumentó el volumen de producción
y se incrementó la demanda de hilo. Esta situación incentivó la invención de la primera máquina
de hilar –la Jenny-, que permitía a la hilandera hilar ocho hilos al mismo tiempo. Hacia 1765, el
perfeccionamiento de la máquina de vapor desarrollada por James Watt revolucionó la industria
textil, ya que hilaba en un día la misma cantidad que en 1760 hilaban trescientas hilanderas.
La desaparición de los artesanos
El artesano realizaba el trabajo generalmente solo, aunque a menudo era ayudado por algún
aprendiz. Trabajaba en su casa y era el único responsable de comprar la materia prima y de vender
el producto terminado.
Los cambios en la producción de manufacturas, originados por la organización del trabajo a
domicilio y más tarde por los talleres manufactureros, dejaron poco a poco a los artesanos de las
ciudades sin trabajo.
Aunque se resistieron y lucharon para evitarlo, finalmente se vieron obligados a cerrar sus talleres
y a emplearse por un salario en los establecimientos de la burguesía. Con la desaparición de los
gremios de artesanos, los trabajadores urbanos perdieron el control de los productos que
elaboraban. El precio que antes era fijado por ellos, desde entonces fue establecido por el
comerciante, según las condiciones impuestas por la oferta y la demanda en el mercado.
El despegue de la Revolución Industrial
"¿Qué significa la frase 'estalló la Revolución Industrial'? Significa que un día entre 1780 y 1790,
por primera vez en la historia humana, se liberó de sus cadenas el poder productivo de las
sociedades humanas, que desde entonces se hicieron capaces de una constante, rápida y, hasta el
presente, ilimitada multiplicación de hombres, bienes y servicios. Esto es lo que ahora se
denomina técnicamente despegue dentro de un desarrollo autosostenido.
La Revolución Industrial fue probablemente el acontecimiento más importante de la historia del
mundo y, en todo caso, desde la invención de la agricultura y las ciudades. Y lo inició Inglaterra. Lo
cual evidentemente no fue casual. Hablar de Revolución Industrial es hablar de algodón. La
manufactura del algodón fue un típico producto secundario derivado de la dinámica corriente del
comercio internacional, sobre todo colonial, sin la que la Revolución Industrial no puede explicarse
Hobsbawm, E. Industria e Imperio. 1982
La fabricación de paños de algodón fue la actividad industrial que impulsó el desarrollo del
capitalismo en Gran Bretaña. El salto en el volumen de producción que se registró a partir de 1800
fue el resultado de la aplicación masiva del telar mecánico inventado en 1785.
La Revolución Industrial y la consolidación del capitalismo
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la sociedad inglesa protagonizó un proceso que
transformó el modo de vida de las sociedades europeas. Ese proceso fue la Revolución Industrial.
Generalmente, los historiadores explican este proceso diferenciando dos fases. La primera, en la
que se originó el "despegue industrial" -el crecimiento acelerado- a partir de la expansión de la
industria textil algodonera; y la segunda, que se desarrolló a partir de 1850, en la cual la industria -
impulsada por nuevos descubrimientos científicos y técnicos- se afirmó como la actividad
económica más importante en Inglaterra, Francia, Alemania y los Estados Unidos.
El despegue industrial estuvo profundamente relacionado con el aumento del comercio
internacional originado por la expansión colonial y el predominio inglés en los circuitos
comerciales coloniales más importantes: a partir del siglo XVIII, Inglaterra se convirtió en la
principal potencia mundial y organizó un gran imperio comercial. Al mismo tiempo, la posibilidad
de abastecer la demanda creciente de vastos mercados fue posible a partir de la aplicación de
innovaciones técnicas sencillas y relativamente baratas, que permitieron producir más y a menor
costo.
LA FÁBRICA
Las nuevas máquinas eran grandes y pesadas, por lo que no podían ser instaladas en la casa de los
trabajadores, y como además eran propiedad de los empresarios capitalistas, éstos organizaron las
fábricas.
La utilización de la máquina de vapor, que reemplazaba la energía humana, combinada con los
telares mecánicos, contribuyó a la obtención de los resultados deseados. El trabajo del obrero se
alejó cada vez más de la creatividad del artesano y se transformó en una tarea rutinaria.
Poco a poco, la fábrica reemplazó los talleres manufactureros y se transformó en la base de la
organización económica capitalista.
La industria era un tipo de actividad económica que requería la circulación de dinero para
funcionar: era necesario para la instalación de fábricas, la compra de materias primas y el pago de
los salarios de los obreros. Por ello, la industrialización dependió de la inversión de los burgueses
que habían acumulado capital a partir del comercio y el préstamo de dinero a interés.
Los burgueses, desde entonces llamados capitalistas, comenzaron a hacer inversiones en la
industria.
LA SEGUNDA FASE DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
La segunda fase de la Revolución Industrial se inició a partir de 1850 en Europa Occidental y en los
Estados Unidos. Las nuevas industrias que se desarrollaron fueron las que utilizaban hierro, acero
y carbón. La construcción de ferrocarriles fue la principal actividad industrial que combinó esos
tres elementos. Más tarde, hacia final de siglo, también comenzaron a desarrollarse las industrias
química y eléctrica. En esta segunda fase de la industrialización fue muy importante la aplicación
de los descubrimientos científicos en la industria. Durante la primera fase, en cambio, el progreso
técnico alcanzado no había sido el resultado de las investigaciones de los hombres de ciencia, sino
del aporte de artesanos seguros, ingeniosos, expertos en su oficio, que buscaban solucionar los
problemas cotidianos que se les presentaban en su trabajo para poder producir más.
La aplicación de las innovaciones técnicas durante la segunda fase de la Revolución Industrial hizo
necesarias grandes inversiones de capital. Esto fue posible gracias a las copiosas ganancias que los
capitalistas habían logrado acumular con la producción de paños de algodón, en la primera fase
del desarrollo industrial.
La industrialización no se desarrolló en todos los países europeos al mismo tiempo. Comenzó en
Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVIII y continuó en Francia durante las primeras
décadas del siglo XIX. La industrialización alemana fue más tardía, ocurrió hacia mediados del siglo
XIX. En España, en Italia y en gran parte de Europa Oriental, la agricultura siguió siendo la base
económica.
El desarrollo de las comunicaciones
El desarrollo del ferrocarril significó una verdadera revolución en los transportes, ya que integró
nuevos mercados, facilitó las comunicaciones e incentivó el crecimiento de las industrias basadas
en el hierro, el carbón y el acero.
Las redes ferroviarias se extendieron por casi todo el mundo. En Europa fueron complementarias
de las grandes líneas de navegación internacional.
En regiones como Australia, América latina y África unieron las zonas productoras de materias
primas con los grandes puertos, desde donde, por vía marítima, se transportaba la producción a
los países industrializados.
El transporte marítimo también tuvo importantes mejoras: se aplicó en gran escala el uso del
vapor y se construyeron grandes navíos que, junto con el desarrollo del ferrocarril, permitieron un
mayor crecimiento comercial.
La aparición y la difusión del telégrafo permitió reducir distancias. Los empresarios pudieron
conocer sin demoras las cotizaciones de los valores de la libra y del oro en todo el mundo.
Esta revolución en las comunicaciones originó la idea de que el mundo se achicaba.
La expansión del capitalismo: el imperialismo
El desarrollo tecnológico aplicado a la industrialización dio como resultado un alto incremento de
la producción. Los mercados se abarrotaron de mercaderías que no alcanzaban a ser demandadas
por los eventuales compradores. Este fuerte desequilibrio ocasionado entre la oferta y la demanda
desembocó, durante las últimas décadas del siglo XIX, en una crisis de superproducción. Como
consecuencia de la excesiva oferta, los precios de los productos industriales y agrícolas bajaron y
las ganancias de los capitalistas disminuyeron.
Frente a estos problemas, los capitalistas abandonaron los principios de la libre competencia que
habían caracterizado la etapa anterior. Las grandes industrias de una misma actividad comenzaron
a fusionarse y a realizar acuerdos entre ellas con el objetivo de controlar los mercados y obtener
mayores ganancias.
Por su parte, frente a la crisis, los Estados de los países industrializados buscaron distintas
soluciones. Decidieron intervenir en la economía y regular el libre juego del mercado -es decir, de
la oferta y la demanda. Comenzaron a establecer medidas de protección para la producción
industrial nacional con el objetivo de evitar la penetración comercial de productos extranjeros en
sus mercados interiores. Al mismo tiempo, iniciaron un proceso de expansión imperial con el fin
de obtener nuevos mercados y nuevas fuentes de materias primas.
En este marco, Inglaterra conquistó la India y algunas porciones del territorio de África. Francia se
extendió por el norte y centro de África y sudeste de Asia. Otros países, como Bélgica, Portugal,
Holanda, España, y más tarde Alemania y Japón, participaron del llamado "Reparto de África".
Del capitalismo de libre competencia al capitalismo monopólico
La primera fase de la industrialización se caracterizó por la libre competencia entre pequeñas
empresas de propiedad individual. Durante la llamada "era del capitalismo liberal", el Estado inglés
estableció medidas de protección para su producción industrial con el objetivo de evitar la
competencia externa, aunque al mismo tiempo predicó la necesidad de que los Estados de las
sociedades periféricas garantizaran el libre cambio. De este modo, durante la primera mitad del
siglo XIX, el Estado inglés aseguró el predominio de la producción industrial británica en el
mercado internacional.
Con el advenimiento de la segunda fase de la Revolución Industrial y la expansión del proceso de
industrialización se consolidaron nuevas economías industriales -la alemana y la estadounidense-
que rivalizaron con Gran Bretaña por el control de los mercados.
Las dificultades que las empresas enfrentaban como consecuencia de la crisis económica
agudizaron la dura competencia entre ellas en el nivel internacional. Con el propósito de evitar
estas crisis cíclicas del capitalismo, los Estados intervinieron en la economía, regulando el libre
juego de la oferta y la demanda. De este modo, la libre competencia desembocó en un período de
concentración económica, durante el cual los monopolios controlaron y manipularon el mercado.
LA EXPANSIÓN DEL MERCADO Y LA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO
Junto con el desarrollo de la segunda fase de la industrialización se fue consolidando una nueva
división internacional del trabajo. Cada vez más, los centros industriales se especializaron en la
producción de manufacturas industriales, en la creación de nuevas tecnologías y en la
acumulación de capital. Al mismo tiempo, los países no industrializados se transformaron en
periferias de esos centros: se especializaron en la producción de materias primas que los centros
industriales requerían y se constituyeron en mercados donde los países industriales vendían la
mayor parte de su producción.
LA CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL
El desarrollo tecnológico posibilitó un crecimiento extraordinario de la producción industrial. Ante
este crecimiento económico, los bancos ampliaron sus actividades, Otorgaron gran cantidad de
créditos a largo plazo a los miembros más poderosos de la burguesía y en muchos casos
consideraron conveniente invertir directamente capitales en la industria. A esta fusión del capital
bancario con el industrial se la denominó capital financiero.
Los bancos sólo otorgaron créditos a las nuevas industrias (siderúrgica, química, eléctrica) que
permitían obtener grandes ganancias. De este modo, fueron únicamente las grandes empresas -
que recibían el capital necesario por la vía de créditos o inversiones directas de los bancos-las que
pudieron incorporar los avances tecnológicos. Por lo tanto, estas empresas estuvieron en
condiciones de producir más y obtener mayores beneficios, mientras que las pequeñas y medianas
fueron eliminadas del mercado. Se inició entonces un proceso de concentración industrial.
Las grandes empresas comenzaron a disputarse entre sí el dominio de los mercados. Finalmente,
algunas de ellas, las más poderosas, lograron controlar la oferta y establecer los precios de los
bienes en el mercado. A esta práctica se la llamó monopolio. El monopolio eliminó la libre
competencia que había predominado en los primeros tiempos del capitalismo. Muchas empresas
que actuaban en diferentes sectores de la economía y ramas de la industria se asociaron para
ampliar el control sobre los mercados. A estas asociaciones se las llamó cártels. En los Estados
Unidos, las primeras empresas que formaron asociaciones monopólicas recibieron el nombre de
trusts.
El "mundo de las finanzas"
Las mayores ganancias llevaron a las empresas más poderosas a ofrecer una parte de su capital en
las bolsas de valores, en forma de acciones que el público podía adquirir. Las acciones tenían un
valor según el rendimiento económico de la empresa y podían comprarse y venderse en la bolsa.
La emisión y la venta de acciones permitía a las empresas obtener ganancias extra que no
provenían directamente de la producción.
Estas grandes empresas, que funcionaban con el aporte económico de muchas personas -
denominadas socios o accionistas- se llamaron sociedades anónimas. Sus propietarios tenían
derecho a participar en la toma de decisiones de la empresa y en el reparto de sus ganancias.
Las sociedades anónimas estaban dirigidas por un consejo de administración. Este consejo estaba
integrado por los socios poseedores de la mayor cantidad de acciones en la empresa.
Periódicamente se convocaban asambleas generales, en las que se reunían todos los accionistas.
Las bolsas de valores, las sociedades anónimas y el flujo de capital financiero fueron conformando
un mundo de las finanzas, que con el tiempo ocupó un lugar cada vez más importante en la
economía capitalista.
EL NUEVO VALOR DEL TIEMPO: LOS CAMBIOS EN LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO INDUSTRIAL
Mientras la industria manufacturera se mantuvo a escala doméstica y de pequeño taller, los
artesanos trabajaban hasta obtener lo necesario para subsistir. La organización de grandes talleres
manufactureros, primero, y de fábricas mecanizadas, después, fue imponiendo una nueva
disciplina de trabajo. Las primeras formas de ejercer el control fueron el "vigilante del tiempo", los
"informadores'' y las "multas".
Las grandes empresas que competían entre sí por el dominio de los mercados, para reducir sus
costos y elevar su productividad incorporaron nuevas máquinas-herramienta y aplicaron una
nueva forma de organizar el trabajo.
A comienzos del siglo XX, el ingeniero Frederick W. Taylor elaboró un nuevo método de
organización del trabajo que denominó organización científica del trabajo, más tarde conocido
como taylorismo. El taylorismo impuso una disciplina muy severa y un nuevo tipo de división del
trabajo en el interior de la fábrica. Cada grupo de obreros se dedicó a la fabricación de distintas
piezas que formaban parte del producto final realizando unas pocas operaciones muy repetidas.
Con el propósito de aumentar la productividad, Taylor propuso también el pago "por pieza"
fabricada, lo que originó una disminución de los salarios de los obreros y la reacción de los
sindicatos.
Durante las primeras décadas del siglo XX, la organización de la producción en serie permitió a
algunos capitalistas un nuevo aumento de sus ganancias como consecuencia de un enorme
aumento del volumen de producción. Las bases de esta nueva organización, aplicada por primera
vez en las fábricas de automóviles del industrial estadounidense Henry Ford -llamada luego
fordismo-, eran la introducción de nuevas máquinas-herramienta que realizaban la mayoría de las
operaciones ejecutadas por los obreros y la conexión de todo el proceso de elaboración a través
de una cinta que trasladaba las piezas. La automatización y la aplicación de la cadena de
producción significó que los obreros, durante su jornada de trabajo, fabricaban más unidades de
producto pero recibían el mismo salario que antes.
La aplicación del taylorismo, primero, y del fordismo, más tarde, significó el fin de la época en la
cual el artesano podía decidir cuánto tiempo dedicaba a producir una pieza según su propio
criterio. Desde entonces, el capital controló definitivamente el tiempo y el ritmo de trabajo de
cada obrero.
En sus fábricas, Henry Ford impuso la progresiva mecanización del trabajo, su desmenuzamiento
en mil pequeñas tareas y la repetición de gestos. Acerca de los efectos de este sistema de
organización del trabajo sobre los obreros, Ford escribió: "No he comprobado que la repetición de
movimientos en el trabajo provoque en el obrero ningún perjuicio. Ciertamente, he oído decir a
algunos expertos que esta monotonía lo mata moral y físicamente, pero esto no se desprende de
mis investigaciones."
Las sociedades industrializadas
El desarrollo de la industrialización en Europa y en los Estados Unidos transformó profundamente
la organización de todos los planos de la vida social.
Durante el transcurso del siglo XIX, el desarrollo del capitalismo originó la diferenciación de dos
nuevas clases sociales: la burguesía y los obreros industriales.
La burguesía estaba conformada por los grandes comerciantes y banqueros y los dueños de los
talleres y de las fábricas.
El proletariado industrial estaba integrado por los obreros que trabajaban en las fábricas
mecanizadas. En los primeros tiempos de la industrialización, este grupo fue minoría entre el
conjunto de los trabajadores que habitaban en las ciudades y trabajaban en los viejos talleres.
Paulatinamente, la expansión y la consolidación de las nuevas industrias originó el crecimiento del
proletariado industrial.
En las fábricas, los obreros trabajaban extensas jornadas de más de catorce horas y recibían como
pago de su trabajo un salario que apenas les alcanzaba para subsistir ellos y sus familias. No tenían
ningún tipo de protección por parte del Estado y era muy frecuente el trabajo de mujeres y niños,
a quienes se les pagaban salarios más bajos.
El avance del capitalismo no significó, sin embargo, que las nuevas clases sociales reemplazaran de
inmediato a los grupos característicos de la sociedad preindustrial.
Campesinos, artesanos y aristócratas siguieron ocupando un lugar importante en las sociedades
europeas, principalmente en los países donde la industrialización fue más débil.
Las malas condiciones de vida y de trabajo generaron cada vez más conflictos entre los obreros y
los dueños de las fábricas.
En las últimas décadas del siglo XVIII, las primeras protestas de los obreros consistieron en destruir
los bienes de la burguesía utilizados en la nueva producción industrial, como las maquinarias y los
depósitos de materias primas y de productos terminados. Desde principios del siglo XIX, los
reclamos se dirigieron contra los patrones y los obreros abandonaron el método de destruir las
máquinas.
Los patrones enseñaron a la primera generación de obreros industriales la importancia del tiempo.
La segunda generación formó "comités de jornadas cortas" y luchó por la reducción a diez horas
de la jornada de trabajo. La tercera hizo huelgas para conseguir la jornada de ocho horas y el pago
de las "horas extra".
Luchas obreras, explotación colonial y mejoras en las condiciones de vida
Las duras condiciones de vida que enfrentaron los obreros desde los primeros tiempos de la
industrialización, poco a poco, se fueron atemperando.
En algunos países, los empresarios redujeron la jornada laboral y aumentaron los salarios; también
disminuyó el número de niños empleados en la industria y mejoraron las condiciones sanitarias y
de vivienda. La ampliación del mercado internacional y la expansión imperialista permitió a los
empresarios europeos y estadounidenses obtener ganancias provenientes de sus negocios en los
países periféricos y de la explotación de sus colonias.
El triunfo de la burguesía
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la consolidación y la expansión del capitalismo provocaron
una mayor diversificación de la sociedad. La burguesía de los países industrializados era, sin lugar a
dudas, la clase social que había triunfado. Su posición estratégica, como impulsora del nuevo
modo de organizar la economía y la sociedad -el capitalismo-, la transformaba en una clase
privilegiada. Pero, al mismo tiempo, sus integrantes tenían distintos niveles de riqueza y poder
económico.
Los miembros de la burguesía más rica y poderosa aumentaron la escala de sus negocios y sus
posibilidades de enriquecimiento. En el plano social, sus acciones estuvieron orientadas hacia la
obtención del reconocimiento de su nuevo prestigio por parte de los otros grupos sociales y
muchos se emparentaron con familias de nobles. En el plano político, ocuparon puestos claves en
la administración de los Estados. Poco a poco, este sector conformó una elite -una minoría que se
diferenció del resto de la burguesía por sus intereses económicos, su forma de vida y sus
posiciones políticas.
También formaban parte de la burguesía otros propietarios que tenían menos poder económico.
Este sector de la burguesía estaba integrado por los dueños de talleres, artesanos independientes,
tenderos y modestos comerciantes.
Paulatinamente, en las ciudades se fue diferenciando además un grupo de personas que no
participaban directamente en actividades productivas y que se desempeñaban como
profesionales, funcionarios de gobierno, empleados en la administración pública y empleados de
comercios, bancos y compañías de seguros y de transportes. Este grupo -formado por
"trabajadores de cuello blanco"- comenzó a ser denominado sectores medios urbanos o clases
medias. Sus integrantes tenían la aspiración de alcanzar el prestigio social de la burguesía y, con
ese fin, imitaban su estilo y sus hábitos de vida, como la práctica de deportes y los viajes,
característicos de las familias más ricas.
La organización de la clase obrera
A partir de 1860, en los países industrializados se registró un aumento del número de sindicatos
que luchaban por obtener mejoras en las condiciones de trabajo y de vida de sus afiliados. Los
sindicatos eran asociaciones que reunían a los obreros y a los empleados que trabajaban en una
misma rama de la actividad industrial o del sector servicios.
El movimiento obrero estadounidense
En 1869, los obreros estadounidenses organizaron la primera central de trabajadores denominada
Caballeros del Trabajo. Nucleó a más de 1.000 sindicatos, la mayoría de los cuales eran de obreros
no calificados, y llegó a reunir a 700.000 afiliados. También apoyaron y participaron en las acciones
políticas que esta central impulsó grupos de intelectuales y sectores medios. Como en Europa, los
sindicatos estadounidenses también lucharon por la jornada de trabajo de ocho horas. Una huelga
realizada por ese motivo en Chicago, en 1886, fue reprimida violentamente y siete dirigentes
obreros fueron condenados a muerte. El 1° de mayo de ese año, la central de trabajadores realizó
una gran movilización e impulsó una huelga general por "las ocho horas" y para honrar a los
considerados mártires de Chicago. Desde entonces, en muchos países del mundo -aunque no en
los Estados Unidos- el 1° de mayo se conmemora el Día del Trabajo.
Frente a la expansión del capitalismo a escala mundial, los obreros consideraron necesario
organizarse internacionalmente. Con este propósito crearon, en 1864, la Asociación Internacional
de Trabajadores (AIT), conocida como la Primera Internacional. Estaba formada por agrupaciones
obreras de distintos países. Al poco tiempo de su creación, emergieron diferencias internas entre
los grupos anarquistas y socialistas. Ambos tenían como meta de sus luchas el establecimiento de
''una sociedad de iguales, sin clases". Pero diferían sobre cuál era el modo de llegar a ella. Los
anarquistas -seguidores de Pierre Joseph Proudhon y Mijail Bakunin rechazaban la participación
política y cualquier forma de organización estatal, ya que entendían que el Estado era un medio
utilizado por los burgueses para asegurar la explotación de los trabajadores. Proponían como
medios de lucha la agitación y la huelga general. Los socialistas -seguidores de Marx- eran
partidarios, en cambio, de impulsar la lucha de clases a través de la participación política de los
obreros. Con este fin, impulsaban la organización de partidos políticos obreros y la participación
en las elecciones; pensaban que a través del sufragio, los candidatos representantes de la clase
obrera podrían llegar a ser mayoría en el parlamento. Sostenían que, de este modo, la democracia
política les permitiría llegar al gobierno y transformar la sociedad capitalista en una sociedad justa,
sin clases sociales.
La derrota de los obreros que en 1871 intentaron tomar el poder en la ciudad de París y la
profundización de las luchas internas provocaron la disolución de la AIT.
A pesar del fracaso de la AIT, en 1889 se reunió un congreso de organizaciones obreras en París y
fundó la Segunda Internacional Socialista. Sus fundadores acordaron excluir a los anarquistas y a
todos aquellos que no fueran partidarios de impulsar la lucha política de la clase obrera. Sin
embargo, poco después surgieron algunas diferencias sobre cuáles debían ser los objetivos de la
lucha del movimiento obrero. Se diferenciaron dos corrientes: los revolucionarios y los
reformistas. Los primeros sostenían la necesidad de una revolución social para destruir al
capitalismo e instaurar la dictadura del proletariado; los reformistas, en cambio, consideraban que
llegarían al socialismo "gradualmente", a través de la participación, junto con los partidos políticos
de la burguesía, en la lucha política parlamentaria y de la obtención de reformas parciales que
mejoraran las condiciones de trabajo y de vida de los obreros.
Entre 1905 y 1914 se produjo la mayor expansión de la Segunda Internacional, pero a su vez se
profundizaron los enfrentamientos entre reformistas y revolucionarios. Con el estallido de la
Primera Guerra Mundial, en 1914, se profundizó la crisis y finalmente la Segunda Internacional se
disolvió.
Fuente: Alonso y otros. Historia del mundo contemporáneo. Aique 1997 Bs As