ONTOLOGIA DEL PROBLEMA
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Ontología del Problema
La ontología es el estudio de los seres en cuanto a la naturaleza del ser; es decir,
el estudio de por qué existen cosas y por qué esas cosas se mueven. El principal
problema de esta aproximación a la realidad está en la Teoría de Conocimiento,
donde antes de estudiar los seres, se discuten las posibilidades que tiene el
conocimiento humano para conocer lo que las cosas son en realidad, al menos en su
aprehensión consciente.
En este orden de ideas, un enfoque ontológico de los valores que fundamentan la
práctica pedagógica de los docentes de Educación Básica, debe iniciarse en las
consideraciones acerca de la razón de existir del sistema educativo en Venezuela
como forma de representación de conocimiento.
Ahora bien, el sistema educativo venezolano tiene la función formar individuos
para la vida, que puedan defender sus derechos, deberes y obligaciones, individuos
que sean honestos, solidarios, colaboradores y responsables; para lo cual es necesario
la participación de padres y representantes, y de la sociedad misma que se hace cada
vez más exigente. En este sentido se trata de llevar a la realidad el artículo 102 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), el cual plantea que:
“El Estado, con la participación de las familias y la sociedad promoverá el proceso
de Educación ciudadana” (p.60).
Por lo tanto, los docentes deben estar conscientes que en su práctica educativa,
las estrategias son lo más importante en cuanto a adquirir conocimientos, habilidades
y destrezas que deben crearse según las necesidades e intereses y realidad del
educando; ya que la mayoría de los problemas encontrados en las instituciones
educativas referentes a la calidad de la educación se debe casi siempre por las
deficiencias formativas y/o de actualización de los docentes.
Además aun cuando los docentes diseñan las estrategias didácticas para ser
ejecutadas en el aula, en diferentes áreas y en todos los niveles, la realidad indica que
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los recursos disponibles han sido insuficientes para atender las necesidades, de los
educandos.
En este sentido, cabe señalar que el Nuevo Modelo de Educación
Revolucionaria (2005) dispone que los valores básicos para la vida y para la
convivencia han de plantearse y desarrollarse de forma transversal en todas las áreas
académicas de forma integral. Con ello, se refiere al hecho de que la creación de esta
ontología ha estado enfocada a la realización de una tarea concreta, dentro de un
ámbito bien definido y diseñada para trabajar de forma conjunta con unas
herramientas determinadas.
En efecto, el Nuevo Modelo de Educación Revolucionaria (ob. cit) plantea que:
La formación de un (a) nuevo (a) republicano (a) bolivariano(a) requiere la incorporación de un nuevo tipo de contenido curricular, particularmente referido al desarrollo de competencias y valores que reclaman el desempeño productivo y el desempeño ciudadano. Las nuevas competencias (capacidad de trabajar en equipo, de resolver problemas, de experimentar, de interactuar con el diferente, entre otras.) y los valores propios de la formación ciudadana (solidaridad, tolerancia, respeto a los derechos humanos) no se enseñan necesariamente a través de contenidos de una disciplina sino a través de modalidades transversales que exigen también una modificación profunda en la organización curricular y en las modalidades de trabajo de los (as) profesores (as) (p. 28).
En consecuencia, el proceso educativo debe ser una verdadera acción humana
que se haga cada vez más sensible, crítica y creativa, formando individuos capaces de
elegir y participar en la toma de decisiones con plena responsabilidad en la
construcción de un mañana muy bien equilibrado y seguro.
Cabe señalar que la Educación Básica tiene como principio que los educandos
desarrollen sus capacidades de participación prestando una mejor atención y
haciéndose conscientes de la transformación social, para lo que es necesario
desarrollar una actividad aplicada a resolver cualquier problemática encontrada,
dentro o fuera de la institución.
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En otras palabras, se quiere lograr una total atención del alumno para desarrollar
cooperación, solidaridad, responsabilidad, honestidad, respeto, entre otros, y obtener
así resultados que contribuyan a la adquisición, razonamiento y evolución de los
valores morales buscando así fortalecer a una sociedad quebrantada por causas
externas como las creaciones tecnológicas y los medios de comunicación, por esta
razón la escuela presenta procedimientos para especificar el desarrollo de actitudes
que hagan posible la recuperación de los mismos, por lo que cada vez más se hace
énfasis en esa función del educador, al momento de crear conciencia en sus
educandos haciendo posible la existencia de una forma diferente de apreciar la vida.
Por lo tanto es función del docente utilizar didácticas que solventen este tipo de
problema de evaluación que permitan medir en su dimensión concreta cualidades
intrínsecas de los alumnos como lo son los valores. Sin embargo, el hecho de que sea
una ontología situada no impide que la cobertura de conceptos generales sea
extensiva a la dimensión valorativa que quieren generar e internalizar en los
discentes.
Al respecto, Ibáñez (2000) señala:
Una de las dimensiones, sin duda, más complejas, respecto a la evaluación, es la que se refiere a cómo evaluar los aprendizajes de los alumnos y las alumnas en el ámbito del desarrollo de su "conciencia moral", es decir, en el de la adquisición e interiorización de los valores y las actitudes (p. 109).
En este sentido, con el propósito fundamental de proponer las estrategias
didácticas en valores, esta investigación se plantea identificar los rasgos
característicos de la educación moral o educación en los valores; rasgos que ofrecen
los indicadores básicos sobre los que orientan en ese ámbito.
Ciertamente, los valores morales constituyen lo que Becerra (2005) califica
como “los grandes horizontes de felicidad o los ideales de vida que cada sujeto va
descubriendo e integrando en sí mismo a lo largo del proceso de desarrollo de su
personalidad” (p. 71); son, en consecuencia "marcos referenciales" o "principios
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guía" a partir de los cuales las personas orientan y construyen su modo de pensar y de
comportarse en el mundo y en relación con los demás.
Por consiguiente, la educación en los valores responde a un proceso de
descubrimiento y de interiorización que es lento y progresivo. Los valores en ningún
caso se adquieren de forma inmediata; su construcción o su elaboración es algo que el
ser humano va gestando, poco a poco, a lo largo de todo el desarrollo de su
personalidad.
En este sentido, Haydon (2008) señala que aun cuando pareciera ser que el papel
de los valores en la educación contemporánea es limitado y en segundo plano porque
predominan las consideraciones relacionadas con la gestión, el financiamiento, las
competencias, las destrezas, los objetivos y las evaluaciones; es posible encontrar en
los diseños curriculares evidencias de la preocupación de los planificadores y teóricos
educacionales por incluir el tema del rol que debe asumir la escuela con respecto al
estado moral de la nación. El problema es que este aspecto es desarrollado a un nivel
filosófico y epistemológico, bastante alejado del lenguaje y la forma en que se
presentan los dilemas valorativos en el día a día de las instituciones educativas.
En consecuencia, se conforma una matriz de opinión donde se afirma que la
preocupación por los valores en la educación, por regla general, es ontológica y
dialéctica, bastante alejada de la realidad cotidiana y orientada a un deber ser siempre
inasible y lejano.
No obstante, sostiene Vegas (2008), esta impresión sería superficial, generada
en parte por el lenguaje que se utilizan en los diseños curriculares y planes
educativos: donde no existe una referencia explícita a los valores, pero los mismos se
encuentran subyacentes en los objetivos y dimensiones que orientan el acto
educacional.
Pero, los valores tampoco son impresiones subjetivas. Esto parece
contradictorio. Parece que haya un dilema férreo que obliga a optar entre cosas e
impresiones subjetivas. Parece como si se obligase a elegir entre dos constructos
dicotómicos: o los valores son cosas, o los valores son impresiones subjetivas.
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A este respecto, Pardo (2009), afirma que “no es válido decir ni hacer ninguna
de esas dos afirmaciones, porque en realidad son formas de representación de un
conocimiento al que le otorgamos una carga subjetiva, por lo que pareciese que
hubiese llegado nuestra ontología de los valores a un callejón sin salida” (p. 335).
Sin embargo, no hay tal callejón sin salida. Lo que hay es que esta misma
dificultad, este mismo muro de conocimiento ofrece la solución del problema. El
dilema es falso. No es válida la dicotomía asignada a los valores de ser cosa y ser
impresión subjetiva; porque no son ni cosas ni impresiones subjetivas, porque los
valores no son, porque los valores no tienen esa categoría, que tienen los objetos
reales y los objetos ideales, esa primera categoría del ser.
En efecto, los valores no son; y como quiera que no son, no hay posibilidad de
que tenga validez el dilema entre ser cosas y ser impresiones. Ni cosas ni
impresiones. Las cosas son; las impresiones también son. Pero los valores no son. En
este sentido, Lotze (citado por Dávila, 2009), sostiene que “ la palabra exacta, el
término exacto es que los valores no son, sino que valen” (p. 182). Ciertamente, una
cosa es valer y otra cosa es ser. Cuando se afirma que algo vale, esta aseveración no
se relaciona con su ser, sólo quiere decir que no es indiferente. La no-indiferencia
constituye esta variedad ontológica que contrapone el valer al ser. La no-indiferencia
es la esencia del valer.
Más concretamente, con referencia al tiempo y al ámbito escolar, la educación
en los valores básicos para la vida y para la convivencia debe ser considerada como
una acción global, comunitaria, lenta y progresiva. Una acción que se va
desarrollando a través de los descubrimientos y de las tareas propuestas a los alumnos
y a las alumnas y, muy especialmente, a través de los modos de relacionarse, de
convivir y de trabajar que se vayan explicitando dentro de la Comunidad Educativa.
Es por ello que la evaluación de los valores obliga al conocimiento de variantes
realmente funcionales dentro de una comunidad en el ámbito socio – natural
concibiéndose como base fundamental dentro de la concepción del mundo en un
contexto social.
En este sentido Rojas (2010), señala que:
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…se ha determinado que, en el aula de la Tercera Etapa de Educación Básica en el Liceo Bolivariano El Ujano del Municipio Iribarren Estado Lara, existe una gran deficiencia o inexistencia en cuanto a atención y valores en los niños lo que amerita el uso de estrategias didácticas – creativas para inculcar y desarrollar esos valores además de motivar para una mejor y total atención al docente en el proceso enseñanza – aprendizaje en todas las áreas académicas (Marbella de Rojas, Docente del Primer Grado de Educación Básica en la Unidad Educativa Nacional Aquilino Juárez de la Parroquia Santa Rosa, entrevista concedida a la investigadora, 22 de marzo de 2010).
Por ello, la presente investigación centra su atención en la evaluación de las
actitudes y de los comportamientos manifestados por los alumnos y las alumnas a lo
largo del proceso de enseñanza y aprendizaje; en la evaluación del nivel de
integración y puesta en práctica de las normas, hábitos o patrones de conducta
expresados en situaciones concretas; actitudes y normas a través de las cuales se van
estructurando y manifestando los valores, dirigido a la conformación de la
personalidad de los graduandos con características que la Constitución de la
República Bolivariana (1999) y la Ley Orgánica de Educación (2009), establecen.
Sin embargo, sostiene Bracho (2009), ¨la praxis educativa ha revelado que la
educación se ha despreocupado en cuanto a la atención de los valores propios de la
formación ciudadana´ (p. 71). Es decir, en el aula no se desarrolla con suficiencia la
dimensión valorativa de los educandos.
Efectivamente, la transmisión de los valores que deben fundamentar a la
sociedad se deja en manos de unos docentes que se presumen competentes
cognoscitiva y operacionalmente, para promover el desarrollo de una dimensión
valorativa en sus discentes; o al menos, enseñar con su ejemplo de vida.
Es así como en la Tercera Etapa de Educación Básica en el Liceo Bolivariano El
Ujano, la docente en su observación a los niños, durante las actividades diarias en el
aula, menciona que dentro del grupo se presentan conflictos o problemas que
ocasionan como resultado un ambiente carente de valores importantísimos y
necesarios para convivir de la forma más saludable. Los valores que están en
conflicto según Rojas (2010), son: ¨la solidaridad, la responsabilidad y la justicia¨.
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En este orden de ideas, dada la importancia del tema de reforzar y desarrollar los
valores, la presente investigación aborda el diagnóstico en el área afectiva –
emocional vinculada con la atención, amistad, compañerismo, solidaridad, tolerancia
y comprensión, cómo esa herramienta de evaluación de las actitudes y de los valores
morales.
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Epistemología del Problema
La epistemología se ocupa de la definición del saber y de los conceptos
relacionados, de las fuentes, los criterios, los tipos de conocimiento posible y el grado
con el que cada uno resulta cierto; así como la relación exacta entre el que conoce y el
objeto conocido. Por ello, el hombre es el resultado de su interrelación dialéctica con
el entorno natural, social y cultural en un sistema de producción determinado,
interacción básicamente mediada por su conciencia, aunque también influida por los
procesos inconscientes.
En efecto, la personalidad es valorada como el fruto de la modelación durante
dicha interacción, de sus características constitucionales así como de la incorporación
de otras, gracias a mecanismos de aprendizaje condicionados, instrumentales e
imitativos que operan sobre todo a partir de relaciones interpersonales significativas
establecidas en el hogar, la escuela, el centro laboral y el resto del entorno en el
contexto de un sistema de producción social específico. Se delimita así un conjunto
estructurado que consiste en características biopsicosociales culturales y espirituales
que se establecen y se expresan durante la interacción sujeto-medio y que delimitan
en esencia sus particularidades como individuos.
Desde esta perspectiva, la captación de valores ofrece el mejor ejemplo de
conocimiento holístico que ofrece el enfoque epistemológico de un ser humano (esto
es un conocimiento sensible o de primer nivel). Así, es posible captar el concepto de
hombre y definirlo (esto es un conocimiento conceptual o de segundo nivel). Pero
además, se puede vislumbrar el valor de este hombre en concreto dentro de su
familia, entorno, ciudad o patria. Esto es un conocimiento holístico o de tercer nivel.
Sin embargo, parece que una sociedad plural y liberal como la actual, necesita
un elevado nivel de tolerancia de todos sus miembros, y eso significa que ha de
esperar la aceptación de las diferencias de conducta y de creencias morales, no sólo
de los liberales o anárquicos que haya en su seno, sino también de quienes no
consideran que ésta sea una virtud por derecho propio.
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Desde esta punto de vista, Bracho (2009), se pregunta qué tiene de malo la
moralidad, si la misma es un elemento del control social, como conjunto de prácticas,
actitudes y valores destinados a mantener el orden establecido de una forma coactiva
por intermedio de las normas sociales, las instituciones, la religión, las leyes, las
jerarquías, los medios de represión, los medios de comunicación y la propaganda, los
comportamientos generalmente aceptados, usos , costumbres y las leyes.
De tal manera, que la ontología de los valores en el hecho educativo consiste en
una serie de demandas que proceden de la sociedad misma. Un constructo consistente
con la idea de que la moralidad es un sistema que los individuos no controlan, pero
que trata de controlarlos. Por ello, la dimensión valorativa supone un tipo particular
de motivación, una sensación de estar atado por unas reglas que no son propias del
sujeto, con la posibilidad de sentirse culpable si se va en contra de tales restricciones.
Por consiguiente, como justificación de esta investigación se considera el
proceso de estructuración de la personalidad, que comienza en el momento de la
fecundación y termina solo con la muerte, es la incorporación y reforzamiento de
valores, cuya expresión será matizada por el desarrollo filosófico, profesional,
político-ideológico, cultural y espiritual alcanzado. La relevancia de estos valores
para garantizar el cumplimiento exitoso de la gestión de los integrantes del equipo de
salud, tanto en sus niveles profesional y técnico como en el administrativo y auxiliar,
radica en que su desarrollo es, en nuestro criterio, la tarea fundamental para superar la
actual tendencia universal a la deshumanización de la medicina.
Ahora bien, la educación implica un proceso de socialización orientado a lograr
la formación de un individuo con conocimientos, habilidades y sobre todo con valores
que propicien su integración y convivencia en la sociedad. De esta forma la
educación entre sus fines busca la formación de un hombre nuevo, con valores y
principios éticos-morales de honestidad, solidaridad, paz, convivencia, justicia,
libertad, responsabilidad, amor; como vía para propiciar el mejoramiento del
educando mediante su desarrollo personal y social.
En este sentido, se justifica la educación en valores como una necesidad de dar
respuestas efectivas y realistas al proceso de transformación de la educación; ya que
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la misma no debe enfocarse solamente al aspecto cognoscitivo, sino que debe llegar a
ser un proceso formativo integral que fortalezca la convivencia, a través de
experiencias propiciadoras de la interacción entre el reflexionar y al actuar dentro de
un contexto compartido.
Esta dimensión del proceso educativo, adquieren sustento en los preceptos
psicológicos y epistemológicos del enfoque histórico–cultural de Vigotsky, a partir
del cual los valores se cimientan y estructuran en la práctica desde la óptica de las
condiciones históricas, naturales y socioculturales que los proyectan. Es en esta
realidad, espacial y temporalmente definida, en la cual los valores operan como
elementos de regulación e interacción social, que orientan el comportamiento de
individuos, grupos y sociedades en diferentes propensiones: interpersonal,
sociopolítico y medioambiental.
Por consiguiente, la transformación del sistema educativo responde a las
exigencias y mandatos establecidos en las leyes y reglamentos, en los cuales se
expresa la necesidad imperante y concreta de educar en valores, para solucionar los
diversos problemas morales que confronta actualmente la sociedad. Entre dichos
documentos se encuentran los siguientes: La Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (1999). IX Plan de la Nación (1995), Ley Orgánica de
Educación (2009). Plan Decenal de Educación (2004-2014) y el modelo estructural
curricular para el nivel de Educación Básica (2005), en el cual el Ministerio del Poder
Popular para la Educación establece la promoción de valores como eje fundamental
que debe impregnar y recorrer transversalmente todo el proceso de enseñanza y
aprendizaje; enfatizando la importancia de aprender a aprender.
De esta manera la presente investigación tiene como objetivo generar aportes
significativos que contribuyan al logro de los cambios implementados en el nuevo
paradigma de educación. De allí que se considera importante abordar la realidad
inmersa en resaltar la importancia de los valores morales en los estudiantes Tercera
Etapa de Educación Básica en el Liceo Bolivariano El Ujano, a fin de elaborar un
cuerpo de estrategias didácticas que permitan la formación y desarrollo de valores
morales en los mismos.
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Axiología del Problema
Los valores como significaciones socialmente positivas que sustentan la
dimensión axiológica de la educación serán siempre una perspectiva de interés para
aquellos que conciben la formación integral de los factores humanos como encargo
social fundamental de las instituciones educativas.
Por lo tanto, cuando la educación fundamentad en valores es asumida como un
proceso formativo integral y su concreción se advierte en el entorno multidimensional
de la instrucción, la educación y el desarrollo; los valores adquieren tal magnitud que
pueden considerarse importantes bases socio filosóficas de la educación
Cabe señalar, que en todo individuo la conexión entre deber e interés se produce
por la interacción entre su ética personal y los criterios que caracterizan la dimensión
valorativa de la moral colectiva. De tal modo, que lo que trasciende al sujeto es su
sentido de pertenencia a una forma de organización supernumeraria, que Kant (citado
por Tellez, 2009), denomina “El Estado; esto es, el orden que nace como pacto civil
de los ciudadanos que deciden agruparse para obedecer normas comunes” (p. 116).
Desde esta perspectiva, Bracho (2009), señala que “surge el Estado de Derecho
como evolución natural del imperio de las reglas colectivas sobre los valores
individuales” (p. 88). Es precisamente, esta noción la que da origen a la actual
concepción del poder de los derechos y libertades individuales constreñidos a las
demarcaciones geográficas, de la autonomía del poder político, de la necesaria
coacción de la ley.
En ese sentido, el Estado es considerado por Noveli (2008), como “ el nexo de
unión de la síntesis entre lo subjetivo de los valores y lo objetivo de las leyes que
dirigen la acción de cada uno de sus elementos: Población, territorio y poder político”
(p. 33).
De tal modo, que el Estado es la entelequia a la que recurren los individuos para
establecer un orden social, político y jurídico dirigido a la procura del bien común,
donde se le otorga poder a una autoridad para que haga cumplir las reglas que una
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agrupación humada determinada, pobladora de un espacio físico, considera necesarias
para la consecución del bienestar y la paz social; esto es, el normal desenvolvimiento
de las relaciones colectivas y personales.
Para ello, los detentores del poder político otorgado al Estado, han elaborado su
concepción del bien común y la paz social, en base a unos principios garantizadores
de los derechos individuales que actúan como límite a la actuación punitiva del
Estado tanto en el momento previo a la elaboración de la ley como en el proceso de
aplicación de la misma.
A este respecto, Terán (2009), señala que “los sujetos que han representado al
poder político han utilizado al Derecho como herramienta para obligar a los
individuos a respetar el estatus del grupo social al pertenecían ya para torcer las
situaciones y circunstancias a favor de sus intereses” (p. 71).
En este contexto, ante la incapacidad de la estructura social de control, como es
el Estado organizado, de proveer a la población que lo conforma, lo necesario para
lograr las metas del bienestar y la paz social, queda obsoleta en la función de
favorecer la solidaridad de sus miembros, por lo que se produce una asimetría entre
sus miembros que lleva al incumplimiento de la ley por falta de los referidos valores
normativos. Así, el delito es el resultado de la inadaptación del individuo a la cultura
de la legalidad, una conducta que puede perjudicar a la colectividad, en su condición
de acción ilícita penal cometida contra la sociedad.
En este orden de ideas, la ley penal, afirma Prado (2009), “ha representado el
látigo de los diferentes elementos que han dominado el aparato organizativo de una
sociedad determinada” (p. 227). Así, con el propósito de frenar la intención de
algunos individuos de subvertir el orden legal, las instituciones del Estado han
intentado racionalizar el Derecho con el objeto de que su aplicación responda a
necesidades circunscritas al mantenimiento de las condiciones mínimas de
subsistencia y desarrollo de la paz social.
Cabe señalar, que existe un consenso de que la educación, con la multiplicidad
de métodos, procedimientos, actividades y núcleos teórico-metodológicos que la
sustentan, está inmersa y fundamentada en un sistema de valores. Este es un juicio
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firmemente establecido por la teoría y la praxis educacionales. Tal correspondencia es
apreciable en el plano del cambio educativo como agente causal o resultante de la
variabilidad axiológica, o sea, el cambio que se produce en cualquier dimensión del
proceso pedagógico engendra ineluctablemente una variación valorativa y, en sentido
contrario, cualquier cambio operado en el sistema de valores, genera modificaciones
en la naturaleza del sistema educativo.
Al respecto, Ortega (2008), sostiene que “Esta relación es perceptible en el
conjunto de aspectos que conforman la realidad educacional, cuya progresión al
perfeccionamiento proyecta la necesidad de mantener control y estímulo sobre el
orden valoral que cimienta la estructura del sistema” (p. 40). Esta interactividad,
desde las perspectivas de su estudio y fundamentación educativa, puede plantearse
desde tres concepciones distintas.
1-La primera, consistente en la asunción de que no son las acciones educativas
en cuanto tales, ni la educación conceptualmente formulada, las que merecen una
estimación de valor. Su repercusión axiológica depende de su instrumentalidad; esta
proposición de naturaleza pragmática denota que el valor de la educación radica en
que propicie el resultado deseado, en que sea útil para el cumplimiento de los
objetivos planteados.
2-La segunda plantea que los valores en la educación tienen sus raíces en su
esencia perfectible y optimizable, fenómeno que en la práctica educativa ofrece la
posibilidad de impugnar los códigos axiológicos existentes y, en esta contrastación,
establecer normativas valorales y juicios de valor más cercanos a la realidad
educativa.
Esta perspectiva aduce que si la educación es optimización, su función práctica
se resume en concretar o actualizar valores mediante un sistema de regulación que, a
juicio de Sarvisens(2009), haga óptimo el sistema: “cuando la diferencia entre el
valor real de su acción efectiva y el valor ideal de su objetivo o nivel de actuación
tiende a desaparecer (tiende a cero)” (p. 73).
3-La tercera concepción refiere la implicación de lo educativo con el sistema de
valores que tipifica la realidad sociocultural, lo que infiere el valor educacional de
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proyectar estas cualidades como vía para lograr la regulación social, el
comportamiento formal y la conducta personal, mediante el conocimiento y la
práctica de normas que establecen los hombres en la sociedad, recursos para mantener
el equilibrio entre el universo cultural, el orden social, los requerimientos naturales y
la expresión del individuo como ser social.
El estudio de estas concepciones evidencia, independientemente de sus
perspectivas de análisis, que en el espectro pedagógico los valores constituyen un
componente esencial de la educación. Esto se refuerza con la asunción de que toda
acción educativa presupone y evidencia una ética, escoge o rechaza ciertos valores,
representa una elección valorativa y denota las pretensiones axiológicas de su
ejecución; además, en el orden gnoseológico, la función educacional denota su
prospección formativa, sustentada en los recursos inalienables que brinda el sistema
de valores imperante.
En consecuencia, la educación ha de tener en cuenta la existencia de una
pluralidad de valores y, por tanto, no debe descuidar el hecho de que pueda darse un
conflicto entre valores, puesto que a menudo, son los valores la génesis del conflicto
entre las personas.
Por consiguiente, en un contexto donde se le otorgue una carga positiva a evitar
los conflictos, es necesario revisar a fondo si la educación puede preparar a las
personas para vivir en una sociedad en la que estén en juego valores diferentes que en
sí mismos son generadores de disyuntivas, así como la comprensión de cómo puede
incluirse la dimensión valorativa en la solución del problema.
En este sentido, Haydon sostiene que no es probable que un mundo carente de
moralidad sea un mundo con menos conflictos globales; pero, tomando en cuenta al
modelo hobbesiano, destaca que debido a las características de la condición humana,
proclives al conflicto, son de índole general y universal, no personal, el tipo de
moralidad que se contempla como remedio también debe ser universal.
Por consiguiente, es fundamental que todos los seres humanos se comprometan
con base a una dimensión valorativa, coordinando acciones con otros como base para
producir cualquier tipo de cambio. Tiene que ver con la posibilidad de crear nuevas
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prácticas en la manera de hacer y nuevas interpretaciones en la manera de pensar de
forma de hacer que las acciones sean consistentes con esa nueva realidad que se desea
crear.
Sin embargo, parece que una sociedad plural y liberal como la actual, necesita
un elevado nivel de tolerancia de todos sus miembros, y eso significa que ha de
esperar la aceptación de las diferencias de conducta y de creencias morales, no sólo
de los liberales o anárquicos que haya en su seno, sino también de quienes no
consideran que ésta sea una virtud por derecho propio.
Desde esta punto de vista, Nolasco (2009), se pregunta qué tiene de malo la
moralidad, si la misma es un elemento del control social, como conjunto de prácticas,
actitudes y valores destinados a mantener el orden establecido de una forma coactiva
por intermedio de las normas sociales, las instituciones, la religión, las leyes, las
jerarquías, los medios de represión, los medios de comunicación y la propaganda, los
comportamientos generalmente aceptados, usos , costumbres y las leyes.
De tal manera, que en el hecho educativo, la axiología se traduce en una serie
de demandas que proceden de la sociedad misma. Un constructo consistente con la
idea de que la moralidad es un sistema que los individuos no controlan, pero que trata
de controlarlos. Por ello, la dimensión valorativa supone un tipo particular de
motivación, una sensación de estar atado por unas reglas que no son propias del
sujeto, con la posibilidad de sentirse culpable si se va en contra de tales restricciones.
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