NSA50 La Generación Dalek - Nicholas Briggs

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    Contenidos

    Acerca del libroAcerca del autorTambin en la seriePgina del ttulo

    DedicatoriaPrlogo

    Captulo uno: Muerte en GethriaCaptulo dos: Llamada de auxilioCaptulo tres: Regreso a Carthedia

    Captulo cuatro: Prisioneros del EstadoCaptulo cinco: El orfanatoCaptulo seis: A la fugaCaptulo siete: Decisin peligrosaCaptulo ocho: HogoostaCaptulo nueve: La Cuna despierta

    Captulo diez: Secretos de ClaridadCaptulo once: La resistenciaCaptulo doce: Que comience la revolucinCaptulo trece: Dalek FiscalCaptulo catorce: Llama al DoctorCaptulo quince: Regreso a GethriaCaptulo diecisis: Mil millones de Skaros

    Derechos de autor

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    Acerca del libro

    Claridad 349 es uno de los innumerables mundosde la Fundacin Dalek, planetas creados para alojara miles de millones de vctimas de las dificultadeseconmicas. El Doctor llega a Claridad 349,

    desconfiado de cualquier mundo donde los Daleksaparentaran ser una fuerza del bien, y decidido aaveriguar la verdad. El Doctor sabe que tienen un

    plan muchsimo ms siniestro, pero cmo podrconvencer de ello a aquellos que han vivido bajo la

    benevolencia de los Daleks durante una

    generacin?

    Tiene que hacerlo rpido, y pronto. En otro planetade la Fundacin, unos arquelogos acaban dedesenterrar la tecnologa ms peligrosa deluniverso...

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    Acerca del autor

    Nicholas Briggs ha sido un prolfico contribuidorde Doctor Who desde 1999, donde comenz atrabajar en los audiodramas de Doctor Who de BigFinish, para el cual ha escrito y dirigido en gran

    extensin hasta llegar a ser Productor Ejecutivo.Nick es tambin actor, y desde el regreso de DoctorWho a la televisin a 2005, ha trabajado en elescenario con los tres nuevos Doctores como la vozde los Daleks (adems de dar voz a los Cybermen ya otros aliengenas). Habiendo pasado parte de su

    vida en Londres, Nick ahora vive en Dorset con sumujer e hijo, donde cree que la vida ser mstranquila... Pero, aun as, Londres sigue trayndolode vuelta.

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    Tambin en la serie:

    La plaga de los Cybermen porJustin RichardsVelo de tristeza por Tommy Donbavand

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    Para Steph y Ben,

    mis dos seres humanos favoritos

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    PrlogoAccidente en Claridad 349

    Era otro hermoso y soleado da en el planetaClaridad 349, cuando Lillian Belle emprendi sunueva tarea.

    Para ser honesta, el hecho de que cada uno delos das de Claridad 349 fuera otro hermoso ysoleado da le pareca un poco pelmazo. Tanto,que cuando se pona a pensar en ello, se obligaba a

    recordar cmo habra sido la vida de sus padres.Vivieron al borde de la desnutricin durante los

    primeros treinta aos de su vida. Entre la porquera.En un planeta fro y contaminado cuyo nombrenadie querra recordar.

    Cuando Maizie y Alfred Belle tuvieron la

    oportunidad de mudarse a Claridad 349, para ellos,fue como si hubieran muerto y llegado al cielo.Lillian era consciente de esto porque, aunque slotena siete meses de aquella, sus padres le habancontado, a lo largo de los aos, cmo se habansentido Y de lo que se acordaban es que haba

    habido lgrimas.Maizie y Alfred murieron hace slo unos

    cuatro aos, y con una diferencia de tan slo unosmeses. Siempre haban sido una pareja devota,

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    orgullosa de ver cmo su nica hija se converta en

    periodista. Mudarse a Claridad 349 les haba tradouna felicidad increble. Todas las maanas, salanal balcn y disfrutaban de la tranquila y ordenadasimetra de tonos pasteles de la gran ciudad en laque vivan, y daban gracias a la Fundacin Dalek ya los Mundos Claridad.

    La Fundacin Dalek les haba dado otraoportunidad, otra vida. Y a pesar de los efectos delas psimas condiciones que sus cuerpos habanestado obligados a soportar y que les impedan quesu esperanza de vida fuera larga, murieronfelizmente a los poco ms de sesenta aos.

    As que Lillian se senta culpable cuandoencontraba los tonos pasteles apagados.

    Enfadada consigo misma, cuando deseaba que latemperatura variara unos grados.

    Haba veces en las que casi rezaba por quehubiera lluvia. Nunca la haba presenciado. Lahaba visto en pantalla, haba ledo acerca de ella en

    los libros. Un da incluso se qued en la ducha, slopara poner el agua fra, cerrar los ojos e intentarimaginar cmo sera si esto fuese el tiempo defuera durante todo el da!

    El bus deslizador, aterrizando con suavidad,despert a Lillian de su fantasa. El oficial del

    vehculo que se sentaba en frente le ech unamirada extraa. Lillian no pudo resistirse a sonrer.Se dio cuenta de que se haba quedado sentadamirando para arriba, con los ojos cerrados y

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    reaccionando a los impactos imaginarios de esos

    chozos de punta.Hay algn problema? pregunt eloficial.

    No dijo, todava con una pequeasonrisa entre los labios.

    Entonces se volvi a sentir culpable. Se par

    a mirar los rostros de los dems oficiales del bus yrecord que tena algo serio entre manos. Intentreprimir el hecho de que por la misma razn queeraserio, y porque puede que incluso fuera un poco

    peligroso, quisiera ponerse a dar saltos de alegra.Todo era tan fcil y feliz en Claridad 349; y eso eralo que haca el trabajo de una periodistaaburridsimo.

    Pero por fin haba malas noticias a la vistaCuando sali del bus, apenas se dio cuenta

    del chirrido de la puerta al cerrarse y del levesilbido del vehculo marchndose volando por elaire. Los murmullos de preocupacin de la gente se

    desvanecieron del mismo modo.Estaba paralizada por el desastre que haba

    ante ella.Dos trenes acababan de chocar. A toda

    velocidad. El impacto destrip los dos vehculos,despedazndolos del primero al ltimo vagn;

    golpendolos, espachurrndolos y deformndolospor completo. El ltimo compartimento del tren dela izquierda fue lo nico que se qued adherido a sutrayecto original. El resto no era ms que chatarra.

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    Una horrible instantnea de metal, plstico y fibras,

    amorfa, doblada y pulverizada por culpa de laimparable fuerza cintica.Haba muerto gente en este accidente, Lillian

    no tena duda de ello. Pero se dio cuenta, convergenza, que una parte de los supuestosoficiales con los que haba viajado eran, de

    hecho, familiares de los supervivientes o de lasvctimas. Y eso le haba dado una sensacin desatisfaccin respecto a las emocionantesexpectativas profesionales que tal desastre leofreca. Durante un instante, su egosmo le dioganas de vomitar. Pero la euforia segua all, y esola impuls a seguir adelante, a buscar guardias deseguridad que le dieran permiso para inspeccionarlos restos.

    Encendi su holocmara de mano para hacerun barrido lateral de los trenes y retrocedi paratomar una panormica a los afectados, muchos deellos con el rostro blanco por el shock, algunos a

    punto de llorar, y gimoteando con gran dificultad.El sonido de su dolor llegaba hasta sus implantesauditivos, un perfecto sufrimiento humano enestreo. Enfoc a una anciana, tomndola por unmomento por su madre. Podra haberlo sido, haceunos cuantos aos. Lo que la hizo sentir

    afortunada y culpable una vez ms. Esa culpa

    por no sentirse lo suficientemente cmoda en losMundos Claridad.

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    Un guardia de seguridad le toc el codo, y se

    sobresalt un poco.Por aqu dijo haciendo un movimientocon la cabeza para que la siguiera hasta el vagn.

    Mientras lo segua, llegaron varios equipos deemergencia para hacer el trabajo sucio de recogerlos cuerpos. Ola a fuego, a metal quemado y a

    otras cosas peores. Estaban usando el cortadorelectrnico para penetrar el metal y as poderrescatar a los supervivientes. Oy unos gritos dedolor, de alarma, de alivio. Llegaron ms equiposde emergencia, las luces parpadeaban, las sirenassonaban y entonces todo se detuvo sin ms, y losvehculos descendieron suavemente hasta posarseal lado de los vagones rotos y desfigurados.

    Todava estaba filmando, yendo de un ladopara otro, no muy segura de si lo que la estabaempujando hacia el lugar del accidente era su

    propia curiosidad. Estuvo a punto de chocar contraun hombre vestido con el uniforme del servicio de

    emergencias. Era alguna clase de supervisor, alparecer, a juzgar por la insignia de su uniforme deplstico negro.

    De aqu no pasasdijo bajo el visor de sucasco.

    Lillian Belle, Holonoticias Claridad 349

    dijo, sin parar de grabar.Lo s respondi, sin emocin. Daniel

    Ash, supervisor del lugar. No te querrs acercarms all. Creme.

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    Quieres hablarle a la cmara?pregunt,

    apuntndole a l mientras los sistemas automticosde su cmara intentaban fijarse a su visor o a lacara oscurecida que haba detrs de l.

    Claro. Ha habido un accidente de tren. Nohay mucho ms que decir. No sabemos cuntosmuertos hay. Estn encontrando supervivientes. Un

    montn de heridos. Todos los hospitales localesestn en alerta roja. Los protocolos de emergenciaestn siguindose al pie de la letra. Qu tal meest saliendo?

    Algo que decir sobre la causa delaccidente? pregunt ella, haciendo un barridohasta llegar al pedazo ms cercano de chatarra.

    Estaban sacando a un superviviente, mientrasste gritaba de dolor, por una ventana mediodestrozada. Desenfoc de inmediato y volvi aapuntar hacia el problemtico visor de Daniel Ash.La estaba mirando sin ninguna expresin.

    Qu quieres que diga?pregunt. Han

    chocado dos trenes. Puede que uno de ellos nodebera haber estado en esta va. Pero por ahoraslo nos preocupa quin queda vivo.

    En ese momento, Lillian percibi el calor y lavibracin de algo poderoso que estaba delante deella. Instintivamente, vir la cmara hacia el cielo,

    y capt el azul iridiscente de la parte de debajo deun Dalek mientras volaba sobre los trenesestrellados.

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    Ella y Daniel Ash se detuvieron durante un

    instante, y observaron cmo el Dalek se detena enseco y se quedaba suspendido en medio del aire.Luego descendi; mientras su armadura cnica decolor bronce reluca bajo el constante sol y rotabasu cabeza. Escaneando, observando, evaluando

    Todos los que vivan en un planeta Claridad

    estaban acostumbrados a los Daleks. No se veancon frecuencia, pero todo el mundo los conocacomo los representantes de la gran y bondadosaFundacin Dalek. Los sabios de una generacinque haba cicatrizado y superado el colapsogalctico poltico y econmico. Siempre hubo unaadmiracin por la idea de los Daleks, Lillian sehaba criado con ella, pero verlos de verdad,encontrarse con ellos, siempre era una experiencia

    perturbadora. A nadie le caba duda de que eranuna fuerza del bien. A nadie.

    PeroBajitos e innegablemente brutales por fuera,

    estos embajadores de la caridad y la filantropasiempre parecan engaar al sentido de la dicotomade la mente humana. Que estas criaturas de aspectomilitar fueran los proveedores de tal amabilidad yoptimismo era una discordancia evidente paracualquiera. Y aun as, era cierto. Los Daleks haban

    salvado y mejorado la vida de miles de millones depersonas.

    Informe!

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    Lillian y Daniel oyeron el sonido de eco de la

    voz del Dalek repercutir sobre la chatarra; su tonoelectrnico y de estacato pegaba curiosamente entrelos restos destrozados y desgarrados de los trenes.

    Ya meparecaa m que tardaban en venirdijo Daniel, haciendo un movimiento de cabeza.

    Porque esto nunca pasa? remat

    Lillian.S.Y Daniel comenz a alejarse y a llamar a un

    subordinado cercano para que supervisara a Lillian.Alguna noticia de los conductores?

    Presion otra vez Lillian, y Daniel se detuvo enseco.

    Slo durante un momento, puede queconsiderando si era prudente o no divulgar algo, sequed pensando. Y entonces lo supo. S, estabadecidiendo si contarle o no algo importante.Derram la mirada en su rostro, como si lohubieran pillado con las manos en la masa.

    Ellos vacil durante un instante. Seeyectaron. Estn a salvo. En shock, pero

    Su voz se fue apagando mientras se alejabacorriendo, gritndole a unos mdicos que estabanatendiendo a un pasajero herido. Lillian lo filmmientras desapareca entre las masas de

    trabajadores, heridos, muertos y moribundos.Sigui hacindolo, impvida, despus incluso deque el subordinado de Daniel le pusiera una firmemano enguantada sobre el hombro.

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    Vale, se acab el chollole escuch decir

    pese al visor. Se volvi instantneamente parahablar, pero l ya se saba lo que vena. No dijo firmemente. Vuelve por donde has venido.

    Qu tal si se acerca el Dalek un rato? pregunt Lillian.

    Miraron a su alrededor. Ya haba

    desaparecido, se haba marchado al otro lado de lachatarra.El subordinado de Daniel le ech una mirada

    de debes de estar de broma.Cundo fue la ltima vez que viste a un

    Dalek dar una entrevista? pregunt,evidentemente sin esperar una respuesta, mientrasla empujaba cuesta arriba, hacia el resto de losespectadores.

    Eso era cierto, pens. Nunca haba visto a unDalek dando una entrevista por la holotelevisin.

    Cuando lleg a la cima de la cuesta, grabandopor supuesto los rostros emblanquecidos de los

    espectadores, escuch, slo durante un instante,unos ecos guturales e incoherentes que venan delotro lado del lugar del accidente. El Dalek estabahablando, pero Lillian dudaba de que alguna vezconsiguiera averiguar lo que estaba diciendo o aquin le estaba hablando.

    Al otro lado de los restos, bien protegido de lasmiradas y los sonidos de las operaciones de rescate,el Dalek esper, inmvil. Un guardia de seguridad

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    lleg caminando obedientemente con una pequea

    esfera negra.La grabacin del viaje dijo el guardia,un poco nervioso.

    Antes de que el guardia pudiera entregarle laesfera, una fuerza del interior del succionador quehaba al final de la protuberancia metlica ms

    larga del Dalek entr en accin. Absorbi la esfera,que qued adherida a su superficie. Eso provocuna leve vibracin electrnica. Como el de unaaguja pinchando el aire. El guardia se sobresalt un

    poco. La vibracin se detuvo.El domo de bronce de la cabeza del Dalek

    vir un poco, con asombrosa precisin. El ojo sesacudi. El iris azul que rodeaba a la oscura bola dela lente bizque con un desdn cada vez mayor.

    Dnde est el conductor de este tren? Exigi el Dalek. Dijisteis que lo traerais ante m.

    Est de camino. Es que est en shock

    al guardia le estaba costando explicar.

    Haba algo en el Dalek que lo haca sentircomo si sospecharan de l.

    Ha tenido un horrible Em, los mdicos

    estnDnde est? volvi a exigir el Dalek,

    con un tono de ira que invadi su articulacin

    electrnica.El guardia no saba qu ms decir. Mir al

    Dalek embobado, mientras le salan palabras por la

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    garganta; se le estaban comenzando a salir las

    venas de las ganas de llorar que tena.El silencio se rompi cuando la esfera sedespeg del succionador del Dalek. Cay sobre latierra calcinada, como un deshecho. El guardia seagach para recogerlo.

    Djalo ah! orden el Dalek,

    sacudiendo el domo con violencia y moviendo elojo de arriba a abajo con impaciencia.Llegaron dos mdicos, acompaando a un

    joven que pareca estar en shock.Me temo que el Sr. Sezman sufre de una

    conmocinexplic uno de los mdicos.El Dalek dej de mover el ojo, para apuntar

    hacia el mdico. Se acerc un poco, emitiendo unchirrido metlico. El mdico estuvo a punto deretroceder, pero se resisti.

    Tiene que ir al hospital de inmediato aadi.

    El Dalek se detuvo durante unos instantes,

    estudiando al pequeo grupo de cuatro humanos. ElSr. Sezman, el conductor, se balance ligeramente.Una de sus piernas colaps bajo su propio peso.Los mdicos lo agarraron inmediatamente de los

    brazos para aguantarlo en pie.Pero antes de que pudieran levantar al Sr.

    Sezman, un rayo de energa sali del miembro mscorto del Dalek. Al ser un rayo concentrado, ladescarga los chamusc a todos con un fuerteresplandor crepitante, como el de una lluvia de

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    hielo sobre metal incandescente. Los cuatro se

    retorcieron en silenciosa y terrible agona duranteun instante, capturados en una imagen en negativode color azul y sin piedad; tan brillante que se lesvean los huesos. Entonces la luz y el sonido sedesvanecieron, cuando sus cuerpos sin vidallegaron al suelo.

    Despreocupado, el Dalek se elevinmediatamente en el aire; un curso totalmentevertical a gran velocidad, dejando a sus vctimas amerced de las personas que los encontraran.Muertes inexplicables, dejadas a investigacin delas autoridades de los Daleks

    Una investigacin que nunca se llevara acabo.

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    Captulo unoMuerte en Gethria

    Dando vueltas por el Vrtice y empequeecido porlas infinidades de la eternidad y un universoinfinito, haba un pequeo objeto cbico y azul, conuna luz encima y ventanas blancas, ojosrectangulares aventurndose en un tnel confuso ycaleidoscpico.

    Era la TARDIS, nave espaciotemporal del

    ciudadano ms misterioso del universo, el Doctor.Dentro de ese exterior azul y robusto, diseado

    precisamente para asemejarse a las modestasdimensiones de una cabina de polica londinensedel siglo XX, haba una Cueva de Aladino detecnologas imposibles y comodidades

    aparentemente infinitas.En su centro estaba la sala de control. Aqu,

    encima de una plataforma de cristal se hallaba laconsola multilateral de la TARDIS. Danzandoalrededor de ella con una intensidad febril, eintercalando despreocupadas florituras y piruetas,

    estaba el Doctor. Daba igual si estaba haciendoajustes, o alterando un intrincado desequilibrio, oaccionando distradamente una palanca o dos,siempre estaba orgulloso de poder manejar a su

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    amada mquina del tiempo y el espacio. Haban

    estado juntos durante muchas vidas. Muchoscompaeros venan y se iban, pero el Doctor y laTARDIS eran los nicos constantes.

    Su trabajo consista en interferir de formaaccidental, pero con buena intencin, en las vidasajenas. Se haba aventurado ilegalmente en el

    universo, quebrantando las leyes de su puebloahora extinto, los Seores del Tiempo, porquequera explorar descubrir todoy ms.

    Haba sufrido los extremos de la existencia.Haba sentido mucho terror, mucha alegra y

    todo lo que haba entre ello.Haba hecho muchos amigos, luchado contra

    tantos enemigos. Haba habido comienzos y finales,encuentros agradables, tristes despedidas. Y todoeso haba quedado grabado en el rostro de estehombre que tantos rostros tena. La facetainvariable de su aspecto, la esencia de sus vidas yacciones, en lo ms profundo de sus ojos. En la

    calidez de su anciana sonrisa.Incluso ahora, en su cuerpo aparentemente

    ms joven de todos, ms que nunca, seguahabiendo algo anciano en l. Haba un cansancioTal vez incluso una conciencia cada vez mayor delo que significaba, de lo que lo haca preocuparse

    de las consecuencias de sus vaivenes.Ahora viajaba solo, estaba intentando

    ocultarse del ojo de la eternidad. Con buenaintencin, como declar una vez.

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    Pero el taln de Aquiles del Doctor era su

    curiosidad.Alejndose de la consola y derramando eseorgullo en sus ltimos ajustes, se encontr con sureflejo en la columna de cristal ascendiente delcentro de la consola hexagonal. Los signosinconfundibles del poder de su nave estaban

    ascendiendo y descendiendo sin parar en suinterior. Esboz una amplia sonrisa para susadentros, se ajust la pajarita y se alis la chaquetade tweed.

    Un lugar bonito y tranquilo, creo le dijoa su reflejo. Mene los dedos, como un ladrn decajas fuertes a punto de hacerse con una fortuna.

    Pero antes de que pudiese establecer unnuevo rumbo, algo en una de las superficiesopuestas del adornado hexgono pit.

    Un nico y leve pitido. Y luego otro. Y otro,hasta que el pitido se volvi insistente, y casi al

    borde de lo irritante.

    El Doctor ya haba rodeado la consola yestaba examinando con ansia la fuente del pitido.Una luz mbar parpadeante. Frunci el ceo y lagolpete. El pitido y el parpadeo continuaron.

    Ests segura, chica?susurr, acercandoms y ms su anciana y joven cara a la luz de color

    mbar.Esta era una luz que crea que nunca vera

    parpadear de nuevo. Entonces, de repente, sedetuvo. Dej de parpadear. De pitar.

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    Ohdijo el Doctor.

    Sinti una repentina punzada de tristeza; perofue slo momentnea, porque el silencio no tarden romperse. Un golpeteo muy ntido al otro ladode las puertas de madera de la TARDIS. Algo habafuera, en el Vrtice, golpeteando las dimensionesexteriores de la TARDIS.

    Comprobando que el campo de fuerza de lanave estaba en orden, el Doctor baj corriendo dela consola hasta las singulares puertas de maderaencajadas en la maravillosa arquitectura de la salade control. Abri las puertas de par en par, y all,flotando sobre l, se encontr con un pequeo cubo

    blanco y brillante.Oh, no eres ms que un beb, a que s?

    dijo, esbozando una mezcla nica de sorpresa,alegra y entusiasmo.

    Inmediatamente, se apoder del cubo con lasmanos, cerr las puertas con un golpe y volvi asubir las escaleras. Puso el cubo a la luz,

    entornando los ojos, intrigado.En extremas emergencias, su gente usaba

    estos extraos cubos telepticos para enviarmensajes. Una vez tuvo que usar uno, hace muchasvidas, y hace no mucho cay en una trampa porculpa de uno. Pero este pequeo era harina de

    otro costal, pens.Era muy pequeo. La mitad de grande que un

    hipercubo normal.

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    Esto es algo que podra haber hecho yo con

    prisasdijo para s. Ah!Y entonces cay en la cuenta.O ms bien en la pregunta. Era este uno

    de esos momentos en el que algo de su futuroalcanzaba su pasado?

    Los viajes transtemporales estaban plagados

    de esta clase de dificultades. No haba forma deaveriguar de cundo y dnde haba venido el cuboslo con mirarlo. Lo mejor era lanzarse y descubrirlo que tena que decirle este pequeo mensajero,

    pens.Agachndose en el suelo, con toda la

    elegancia de una gacela recin nacida, el Doctorplant el cubo delante y comenz a concentrarsepor completo en l. Funcionar? Se pregunt. Silo haca, sera una clara seal de que de verdad sehaba enviado el mensaje a s mismo.

    En ese preciso instante, el cubo sedesbloque y un chisporroteo de energa blanca

    sali de l. A medida que las paredes sedesmenuzaban y la nube de partculas se disipaba,la mente del Doctor se fue llenando con laimpresin de algo

    AlgoNo fue capaz de articular el pensamiento en

    su mente. Todo lo que saba era que tena que ir ala consola. Se meti las piezas abiertas del cubo enel bolsillo de la chaqueta y se levant de un salto.Se puso manos a la obra, ajustando rpidamente

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    unas coordenadas. La TARDIS no tard en

    responder, sus motores empezaron a vibrarsuavemente. Un rato despus, se detuvieron degolpe.

    El Doctor exhal un suspiro de satisfaccin.Acarici la consola y sonri.

    Qu lista es mi nia. Bien hecho.

    Acerc la pantalla de la consola hacia s,mirando con detenimiento al revoltijo de smbolosy grficos que haba en ella. Nunca haba estadoaqu antes, de eso estaba seguro. Pero haba odo elnombre del lugar.

    El planeta Gethriadijo en voz alta.Todas las lecturas decan que el planeta era

    capaz de soportar un amplio rango de formas devida, as que decidi salir afuera, no sin antesactivar el escner de la pared para ver lo que le

    podra dar la bienvenida. Frunci el ceo cuandovio el estril paisaje desrtico y alguna clase deantiguo monumento de piedra gigante. Duro y gris,

    como de granito. Justo debajo, haba un montn dehumanoides.

    Tendr que ser majo murmur, con lamedia sospecha de que podra perder el optimismo.

    Pero la misma clase de impulso que lo haballevado a establecer las coordenadas para ir a

    Gethria le estaba volviendo a hacer efecto. Estabaposedo por una sensacin que no poda entenderdel todo. Simplemente sabaque tena que plantarun pie en este mundo.

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    La TARDIS haba aterrizado a unos cuantoscientos de metros del monumento. Esto le dio alDoctor un montn de tiempo para estudiar al grupode humanoides mientras recorra la seca superficiede Gethria. No hizo intento de esconderse. Podra,

    por ejemplo, haberse lanzado entre unos

    afloramientos rocosos, esconderse y correr deforma intercalada para cubrirse; pero no habanecesidad, pens.

    Cuanto ms se acercaba a la multitud, msevidente le era al Doctor que esta gente no estaba nilo ms mnimamente interesada en otra cosaexcepto lo que estaba directamente delante de ellos.Todava no poda ver lo que era; pero todos loestaban mirando.

    A medida que se acercaba ms, capt unasvagas palabras. Aunque no entenda qu decan,sonaban con un tono lgubre y respetuoso.

    Y entonces, antes de llegar hasta ellos, como

    si respondieran a alguna clase de sealsobreentendida, los humanoides comenzaron a irse,lentamente, con las cabezas gachas y rodeando delmonumento, en direccin opuesta al Doctor. Sesinti casi obligado a detenerse, y a agacharinstintivamente la cabeza, como si estuviese

    atendiendo aUn funeral. Eso es lo que era. Era un funeral.

    S. El gris moteado de las largas capasencapuchadas que esta gente llevaba Era un

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    atuendo funerario tpico de Oh, un lugar en el

    universo que el Doctor se haba olvidado hacemucho.Y allestaba la tumba. Justo donde se haban

    quedado de pie. Tena una lpida bonita peroaustera, naranja y tallada (evidentemente importadade muy lejos). Incrustados encima haba media

    docena de objetos recubiertos de cristal o algo muysimilar, como los fragmentos de una memoriaatrapados en un mbar cristalino. Como con lascapas de gris moteado, record el Doctor, elrecubrimiento de los mementos elegidos por una

    persona era una antiqusima tradicin en muchaspartes del cosmos.

    Cuando el Doctor comenz a aproximarse ala roca para examinarla mejor, de repente not quelo estaban observando. Al virar la cabeza hacia laderecha, vio otro doliente.

    Era una anciana. Claramente se habadetenido para girarse y observarlo.

    Sus miradas se encontraron. Para el Doctor,fue como si se esperara algo. Un saludo?Reconocimiento? Algo Pero para el Doctor, no

    haba nada. No la conoca.Tal vez se dio cuenta de esto, no estaba claro,

    pero despus de unos segundos, apart la vista y se

    march andando a paso continuo detrs de losdems dolientes, sin esforzarse por alcanzarlos.

    Encogindose de hombros, el Doctordevolvi su atencin a los mementos incrustados en

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    cristal. Se fij por alguna razn a lo que pareca ser

    una navecita espacial. Acerc la cara a la cubiertatransparente que lo rodeaba.Hmmm medit. Hay alguien en

    casa?Pudo ver, al agacharse, un letrero en la parte

    de debajo de la nave.

    Hecho en Carthedia

    ley en voz alta

    .Eres un juguete, verdad? El Doctor esboz unaamplia sonrisa y se revolvi el pelo.

    Ri para s. Saba la diferencia entre unrecuerdo y el cosquilleo que senta cuando algo desu futuro lo alcanzaba. Saba que a veces lascomplejidades de los viajes en el tiempo exigan ser

    paciente.Este no es el damurmur para el cuello

    de la camisa. Pero te recordar, navecitaespacial. Te recordar. Y seal hacia ella,volvindose a rer por lo bajo, acercndose ms yms al cristal.

    Tanto que la pequea nave comenz ahacerse borrosa y los defectos microscpicos delmbar transparente que haba a su alrededorempezaron a parecerse al ojo del eternidad queatormentaba al Doctor.

    Se irgui de nuevo, vacilando en el aire con

    torpeza, y alzando la vista al monumento gigante.Un da, esto significara algo para l, sinti. Unda

    Pero hoy no.

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    Mientras el Doctor se daba media vuelta y semarchaba de la tumba, volviendo sobre sus pasos ala TARDIS, alguien lo estaba observando.

    En lo ms profundo de un vasto complejo demetal, surgiendo con el poder de una tecnologaterrorfica y casi inimaginablemente superior, bulla

    el odio y la determinacin de un nico y poderosointelecto. Contenida en el interior de una armadurade policarburo Dalek, esta criatura era el resultadode generaciones de manipulacin gentica.Manipulacin con un nico propsito: proveer a laraza Dalek con una fuerza controladora que pudieraver ms all del caos del Vrtice Temporal y leersus indescifrables patrones.

    Este no era otro que el Controlador delTiempo Dalek.

    Las rejas de su carcasa que tena justo debajodel domo estaban rodeadas diagonalmente por unosanillos cruzados, como los campos de escombros

    giratorios de un gigante de gas, slidos de lejos,pero de cerca De cerca, ardan con la energa del

    Vrtice que se desplegaba ante esta forma final deDalek.

    Su ojo se sacudi, con fuerza, mientras seguala imagen superpuesta que haba en medio del

    Vrtice. El Doctor todava estaba de camino a laTARDIS en el planeta Gethria.

    Dentro de su revestimiento, el cuerpomutante del Controlador del Tiempo Dalek

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    temblaba por algo muy parecido a ansia y alegra.

    Tras l, con miedo a acercarse al portal de laeternidad, un ejrcito de Daleks de alto rango seacerc un poco ms a su augur. Tambin habanvisto al Doctor.

    Estaba entrando en la TARDIS. La puerta secerr tras l. Unos momentos ms tarde, la

    TARDIS empez a gruir y se desvaneci.Con una voz llena de una determinacinoscura y casi exultante, ms gutural y an msdelicada que cualquier otra voz de Dalek, elControlador del Tiempo habl por fin:

    Est comenzando

    En otro punto de la infinidad del espacio y eltiempo, haba una nia aterrorizada, y le empezabaa ser difcil acordarse de cundo no. Se sent y seencogi, abrazndose tan fuerte como era capaz yaguantando unos escalofros de fro y miedo tanimplacables y agotadores que le pareca que el fro

    y el miedo se estaban fusionando.Apret los parpados otra vez. Pero todo lo

    que encontr en su mente fueron unos recuerdosque era casi incapaz de soportar. Record gritos,huidas, una explosin Puro terror.

    Tambin haba un hombre. Era amable, le

    pareci. La haba rescatado A ella y a su

    hermanito.Su hermanito!Se acord de orlo gritar:

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    Volveremos a por ti! Volveremos a por

    ti! Lo prometo!Los pensamientos eran demasiado dolorososy ella volvi a abrir los ojos. Los recuerdos sedesvanecieron entre las paredes oscuras de su

    pequea y aburrida celda. Se qued mirando losngulos de las paredes, y sigui las lneas donde se

    encontraban con el techo bajo hasta que stas setopaban con el fro suelo de metal. Aunque no porprimera vez, le entr el pnico de si esto sera todolo que vera para el resto de su vida. Atada por elmiedo de este vaco interminable, se agarr a laescasa esperanza de que un Dalek viniera a darle decomer. Slo un Dalek con algo de comida. Sloalgo para disipar las tinieblas.

    Pero no haba nada. Slo el leve latidoaislado de la nave Dalek y la vibracin de susmotores.

    El tiempo pasaba, no saba si rpido o lento.Haba pasado un minuto? O das? Era adulta ya?

    Haba pasado toda su vida aqu?De repente, una de las paredes se hizo a un

    lado, revelando a un Dalek. Su corazn sesobresalt antes de tiempo. Llevaba una pequea

    bandeja en su succionador. Extendiendo elsuccionador hacia abajo, dej caer la bandeja en el

    suelo. Un bol de algo asqueroso rebotviolentamente con el impacto, derramando partedel pestilente contenido gris.

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    En ese momento, capt la imagen de su

    reflejo distorsionada sobre el bronce bruido de laarmadura del Dalek. Casi no se distingua nada,pero vio que todava era una nia. Todava le

    quedaba una vida de cautividad por delante.Empez a llorar, incontroladamente. Tal vez,

    si se pona a llorar mucho, se morira y

    desaparecera de este horrible sufrimiento sin ms.Casi poda disfrutar del alivio que eso conllevaba.Come! grit el Dalek con un tono

    agudo y electrnico. Come!Eso fue como una bofetada en la cara. Las

    lgrimas dejaron de salir y se asom para mirardentro del bol. Cmo se iba a comer eso? Yentonces record

    Su cosa favorita en el mundo mundialGominolas. Dulces, dulces gominolas.

    Malsimas para los dientes. Pero riqusimas. Siimaginaba que esta comida eran gominolas, igualsera capaz de comerla y el Dalek parara de chillar.

    Alcanz el bol y cogi las gominolasimaginarias, intentando, con cada bocado grumoso,amargo y pegajoso, convencerse de que su bocaestaba a rebosar de su dulzura. Y, durante unmomento, vio una esperanza de sobrevivir a todoesto. Si consegua encontrar este lugar dentro de su

    mente, el recuerdo de su cosa favorita, vera quehabra una posibilidad de dar con la salida.

    Come! Ms rpido!grit el Dalek.

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    Captulo dosLlamada de auxilio

    Nada ms desmaterializarse de la superficie deGethria, el Doctor segua pensando en el misteriode su visita al solitario funeral de ese mundodesrtico. Se estaba balanceando en un columpioque haba debajo de la plataforma de cristal dondese hallaba la consola. El Doctor vena aqu concada vez ms frecuencia, a balancearse y a

    toquetear cosas mientras la TARDIS se dejaballevar por el Vrtice. Es que se estaba volviendomelanclico por la vejez? O estaba desarrollando

    por fin un sentido de la perspectiva real?Saltando del columpio, y aterrizando en el

    coral picado del piso inferior de la sala de control,

    se acarici su impresionante barbilla sin dejar de

    reflexionar.As que, estaba pensando, el cubo era

    definitivamente del futuro, a menos que se hubieraolvidado misteriosamente de algo lo que siempreera posible. Pero, cmo podra haber pasado eso?

    Ummmse dijo en voz alta.Reflexion un poco ms Por qu el cubo

    era tan pequeo? Es que lo hicieron con prisa?Posiblemente, s. Pero aun as Aj! S, el

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    contenido. El contenido! No era nada demasiado

    complejo. Apenas era ms que una vaga impresin.Y qu especie tena la capacidad de captar merasimpresiones ms que complicados mensajestelepticos? Los humanos! Por supuesto!

    Lleg a una conclusin En algnpunto enel futuro, iba a simplificar este hipercubopara que

    un humano pudiera usarlo.Por supuesto! Qu listo el Doctor.Pero entonces, se dio cuenta de que no tena

    ni idea de qu quera hacer con esto.As es el futuro concluy, subiendo a

    toda velocidad las escaleras.Mir a los controles con alegre expectacin.

    Incluso cuando nada tena sentido y el futuro erauna bruma frustrante, la belleza e ingeniosidad dela TARDIS siempre le haca alegrarse de estarvivo. Tal vez estara bien retirarse a un lugar bonitoy tranquilo para saborear ese pensamiento, alejarsede problemas.

    Pero de repente, sin embargo, a la TARDISse le ocurri una idea mejor. La pantalla de laconsola comenz a lanzar imgenes coninterferencias. Se poda or un agudo sonido deesttica y las vibrantes contorsiones electrnicas dela modulacin de frecuencia. Alguien estaba

    intentando entrar en contacto.El Doctor, tocando botones sin parar y

    dndole golpes al lateral de la pantalla, trat demejorar la seal, pero entonces se apag. Durante

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    un segundo, esboz una expresin de derrota. La

    TARDIS siempre pasaba entre muchos posiblesdestinos distintos, era casi inevitable que se lepudiera perder una transmisin discreta y nopudiera volver a encontrarla incluso si consegua

    dar marcha atrs.No obstante, lo intent. La sala de control se

    sacudi violentamente, y empez a escaparse humode entre las grietas de la consola mientras el Doctorno paraba de tirar de palancas y de girar diales. Losmotores rugieron y chirriaron. Todo se estabameneando como si hubiera accionado el freno demano en un vehculo que no pudiera soportarlo.

    Continuando con sus rpidos ajustes deemergencia, el Doctor estir el cuello para ver sialgo de la transmisin haba regresado a la

    pantalla Y s!Haba un hombre. Un rostro desesperado,

    rogando delante del objetivo del transmisor; suboca se retorca con una angustia silenciosa.

    Sonido, sonido, sonido! balbuce elDoctor. Sbele el sonido a esa imagen!

    Satisfecho de que la TARDIS se hubieradetenido en el punto donde la seal se habaoriginado, el Doctor empez a toquetear unoscuantos botones. Tras cada toqueteo, esper un

    segundo o dos a que algo hiciera efecto. Nada.Nada. Y ms nada. Volvi a echarle un vistazo alrostro de la pantalla. El hombre estaba en sumediana edad y extremadamente nervioso. Como si

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    este fuera el peor momento de su vida. El Doctor

    vio a una mujer detrs de l. Estaba muy ocupadamanejando los controles.Los controles de una nave espacial!

    declar el Doctor en alto.En ese instante, supo que eran gente que

    estaba en peligro dentro de una nave espacial y

    pidiendo ayuda desesperadamente.Al abrir el panel en donde antes estaban losbotones que haba pulsado, el Doctor vio, con ungruido de frustracin, que algunos cables estabandesenchufados. Algunas partes de la TARDIShaban caducado haca una eternidad. Era una

    pesadilla intentar seguir el ritmo. Instantneamente,agarr los cables y los meti en los conectores quetenan debajo. Saltaron chispas, son un pum yde repente capt el sonido de la transmisin.

    Repito! dej el hombre aterrorizado.Aqu Terrin Blakely. Nuestras coordenadas estnincorporadas en esta transmisin! Necesitamos

    ayuda urgentemente! Nos estn atacando!Estamos Esto no es bueno, Alyst!

    Terrin se dio la vuelta. El Doctor se acercms a la pantalla, mientras sus manos volaban porencima de los controles. Estaba intentando leer lascoordenadas adjuntas. Algo horrible estaba

    ocurriendo a bordo de la nave del Terrin este, peroel Doctor no pudo saber el qu, porque latransmisin se perdi de repente en un mar deesttica. La pantalla se qued en blanco.

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    No te preocupes, Terrin dijo el Doctor,

    extrayendo las coordenadas de la transmisin.Llegar antes de que te des cuenta. Antes de queenves incluso esta seal, si me sale bien, claro!

    Y, triunfalmente, el Doctor puso en marcha ala TARDIS de nuevo. Haba establecidodirectamente un rumbo a un rato antes de que

    Terrin hiciera la llamada, o eso esperaba.

    En lo ms profundo de su inmensa nave, elControlador del Tiempo Dalek meneaba susapndices con alegra instintiva mientras sus lentesoculares se fijaban en la imagen del Doctor dentrode su TARDIS. Satisfecho de que hubiera llegadoel momento de intervenir, el Controlador delTiempo vir su domo 180 grados para que su ojoapuntara hacia la jerarqua de Daleks que seaglutinaba detrs.

    Es la hora gru con una fusin dedeterminacin gutural e indiferencia electrnica.

    Un pulso de energa hacia esas mismascoordenadas!

    Uno de los Daleks reaccion ante laresponsabilidad que le corresponda y respondiinstantneamente.

    Obedezco!

    Dio marcha atrs, luego se desliz hasta unpanel de control y, rpida y eficientemente, metisu succionador en un hueco circular. Una ordenlleg inmediatamente a los sistemas

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    armamentsticos de la nave de Control Temporal

    Dalek.Con un enorme estruendo y gran precisin,dispar un pulso de energa al Vrtice.

    Justo mientras los motores de la TARDIStrabajaban para materializarse dentro de la nave de

    Terrin Blakely, una enorme fuerza destructivachoc contra la antigua mquina del tiempo. Lasala de control dio una voltereta, y el Doctor setuvo que agarrar a un par de palancas para nocaerse al techo. Salan chispas de todas partes ydiez diales o ms explotaron y se derritieron.

    Esto ya es vandalismo! grit el Doctorpor encima del horrible estruendo que envolva lasala de control.

    Cuando la TARDIS se enderez, volvi achocar contra el suelo. Fuera lo que los hubieragolpeado ya no estaba y la nave consiguicompletar su materializacin.

    Irguindose sobre sus pies, el Doctor le diounas cariosas palmaditas a la consola.

    Gracias, chica susurr, tratando todavade recuperar el aliento de la sacudida del impacto.

    Los motores de la TARDIS se detuvieroncuando la nave aterriz. El Doctor, al activar la

    pantalla de la pared, sinti una punzada depreocupacin. Todo lo que poda ver era la sala decontrol de la nave espacial de Terrin vaca. Sinsignos de vida. La atmsfera estaba rancia, pero

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    respirable. Sin ms dilacin, el Doctor corri hasta

    la puerta y sali.La nave de Terrin Blakely era funcional ymediocre. Todos los mandos estaban a plena vista

    bien construidos y el amueblado pareca un pocogastado. La cubierta de metal estaba rayada comocon dcadas de pisadas. Esta era una nave vieja,

    probablemente de alquiler, y nadie tena cuidado deella.Menuda lata de tornillos que te has

    agenciado, Terrin murmur el Doctor para smientras accionaba unos cuantos botones.

    De los paneles sali un suave chisporroteoque no le dio muy buen rollo.

    Terrin! exclam el Doctor. Terrin,ests aqu?

    Las palabras del Doctor resonaron contra lasaburridas paredes verdosas. Tras sacar eldestornillador snico del bolsillo, hizo un escaneorpido para averiguar cosas como el largo y ancho

    de la nave. Haba un pasillo central mayor que dabaa un montn de camarotes con literas. Al final del

    pasillo estaba esta sala de control oval y atrs yacauna sala de motores rectangular, en donde habams pantallas chisporroteando y echando humo.

    Las lecturas de la sala de control decan que

    s haban atacado la nave. Que haban intentadogenerar un campo de energa defensivo alrededorde la nave en vano, y que haba indicios frescos deincendio por todas partes y varias manchas de

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    espuma en los lugares donde los haban extinguido.

    Los agujeros de la nariz del Doctor se arrugaroncon el persistente olor a plstico quemado y metalcalcinado.

    Venga, dnde ests? le pregunt elDoctor a los espacios vacos que Terrin debiocupar una vez. Qu te pas, Terrin, amigo? Y

    a esa mujer? Es tu esposa? Umm. Me preguntosiLos ojos del Doctor recorrieron los controles.

    Todava quedaba algo de energa. Si conseguadrenarla, podra hacerlos funcionar.

    Aj!Localiz algo que podra ayudarlo.Era un diario de navegacin Esto

    resolvera unas cuantas dudas, pens mientras seaproximaba a una pequea pantalla con un objetivode cmara acoplada a ella.

    Tras unos cuantos intentos, el Doctorencontr la forma de que este diario le mostrara el

    contenido de su memoria electrnica. Presion unasecuencia de botones y la pantalla comenz aescupir esttica y picos de sonido distorsionado.

    Y la tragedia se despleg ante sus ojos

    Cuando la inmensa nave les bloque el paso, Terrin

    ya se haba preparado. Activ la cmara del diariopara enviar una llamada de auxilio en cuanto susagresores aliengenas hicieran su primera demanda.

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    Alyst le haba notado un brillo en los ojos que

    nunca le haba visto en los anteriores diecisieteaos de matrimonio, y eso la asust. Desde que sepropusieron hacer este viaje, haba tenido lasensacin de que su trabajo les haba llevado a un

    punto de no retorno hacia lo prohibido y lopeligroso. Y ahora saba que era cierto.

    Terrin le estaba dando puetazos al botn dela cpsula de escape de la nave. Alyst nunca lohaba visto hacer nada tan violento antes, peroaunque le daba con una fuerza bruta incontrolada ycasi animal, el botn sigui sin responder.

    No va a funcionar dijo Terrin. Mecago en la madre que pari a la nave! No va nada!Primero la autodestruccin y ahora la cpsula deescape!

    Alyst se ola lo que iba a pasar.El altavoz de comunicaciones volvi a sonar.

    Era ese Dalek reclamando lo que exiga otra vez.Entregars la frmula de inmediato!

    Alyst vio cmo el miedo de Terrin encendasu rabia cuando puls el botn de respuesta.

    Ya os lo he dicho! No s de qu estishablando dijo, desesperadamente y no muyconvencido de sus palabras.

    Sabemos que ests mintiendo afirm el

    Dalek. Sabemos que has estado negociando conHogoosta en Gethria. Sabemos que tienes lafrmula! Te rendirs de inmediato. Abordaremos tunave.

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    Aqu no encontraris la frmula! grit

    Terrin.Mientesrespondi el Dalek. Prepratepara ser abordado.

    No estoy mintiendo!grit Terrin por eltelefonillo.

    Alyst se sinti forzada a acercarse a su

    marido y lo agarr del brazo como si estar juntospudiera solucionar todo esto.Lo tengo aqu! dijo Terrin sealando

    hacia su cabeza. En ningn sitio ms! Est todoaqu! Y para cuando lleguis yo no estar aqu.

    Cort la comunicacin e intent apartar aAlyst. Se le ocurri decir no, pero saba que eraintil. Aunque nunca haba visto a su marido tanestresado, tan aterrorizado, saba que era unhombre de gran propsito y decisin. Pero aun asno fue capaz de soltarlo del brazo.

    ste se volvi a apartar de ella y se dirigi ala exclusa de aire.

    Terrin comenz a decir Alyst.Nodijo sin ni siquiera darse la vuelta.

    No voy a discutirlo. Sabes que te quiero. Sabes quetengo que hacer esto.

    Voy con dijo antes de serinterrumpida de nuevo.

    No! Y vio el dolor furioso en su rostromientras se daba de espaldas. T no sabes lafrmula!

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    Pero s lo suficiente dijo, consciente de

    que l saba que ella tena razn. S demasiado.Sin una palabra ms, se puso a su lado yambos caminaron hacia la exclusa de aire con lasmanos fuertemente entrelazadas.

    El Doctor se dio la vuelta en cuanto oy el sonido

    de la exclusa expulsando a Terrin y Alyst hacia elespacio. Sinti vaco en alguna parte dentro de l.El mismo sentimiento que siempre tena cuando losDaleks se cruzaban en su camino. Su capacidad

    para sorprenderlo e indignarlo con sus actosrepetitivos de inhumanidad lo llenaban de una rabiaque esperaba a toda costa que se desvaneciese conel tiempo. Pero aqu estaba l otra vez,descubriendo otro plan de los Daleks porconquistar o destruir o invadir o cualquier otra ideaabsurda y malvada que se les pasara por la mente

    Y le estaban chirriando los dientes de la furia.La capacidad de los Daleks para causar

    sufrimiento y muerte no pareca tener lmites parael Doctor. Haba presenciado su nacimiento en losfuegos de la guerra, luchado contra ellos hasta lasaciedad, saboreado su crueldad en primera personatantas veces Lo normal era que ya se hubieraacostumbrado a su efecto. Pero presenciar cmo

    dos personas, que claramente se amaban la una a laotra, sacrificaban sus vidas para no caer presas delos Daleks encenda de nuevo la llama de su rabia ydesesperacin.

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    Una lgrima comenz a salirle del ojo

    izquierdo, pero se la sec. No les poda dar eseplacer. No poda derramar ms lgrimas sobre lasatrocidades que los Daleks pudieran infligir. No sesaldran con la suya.

    Frmula, frmula, frmula murmur elDoctor con vehemencia para el cuello de la camisa.

    Con la mente centrada ya en el problema.Sin lamentarse por las muertes derramadas. Nopoda perder el tiempo enfadndose. Tena quederrotarlos y ya.

    Sobre qu era esta frmula, eh, Terrin?musit, acercndose a la exclusa. Mir por laventana de la puerta interna.

    La puerta de fuera estaba todava abierta a laoscuridad heladora del espacio. Puls un botn delos mandos de la puerta, y sta se cerr y se

    presuriz con un suave silbido de oxgeno.Cun era su importancia para estar

    dispuestos a despojaros de vuestras vidas?

    Se qued mirando al espacio. Ya no habacuerpos. Ni tampoco la nave Dalek. Todo estabatranquilo. Sea lo que hubiere golpeado la TARDIS,lo haba desviado completamente del trayecto. Porqu?

    Y por qu no abordaron los Daleks tu

    nave, incluso despus de haberte marchado? sepregunt. Slo para asegurarse. No es propio delos Daleks noasegurarse. Por qu no siguen aqu?

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    Las palabras se le congelaron en los labios,

    tanto como el espacio, cuando un sonido vulner larancidez del aire. El vello de la nuca del Doctor seeriz. Durante una fraccin de segundo, no seatrevi a moverse.

    Y entonces volvi a sonar el ruido. Era comoalgo movindose a lo lejos. Vena de la parte

    trasera de la nave. La sala de motores? Haba unDalek en la sala de motores?Era tan absurdo que hubiera empezado a

    andar de puntillas, despus de haber estadogritando y tumbeando por toda la nave a todometer, pero sus instintos haban tomado el control.Se aproxim a la parte trasera de la nave haciendoel menor ruido posible.

    El ruido volvi a sonar. Era como algodeslizndose sobre el metal. Entonces reson ungolpe en el casco. Un golpe, un desliz y unmovimiento? No eran la clase de sonidos queasociara con los Daleks. Se detuvo y se atrevi a

    hacer un escaneo con su destornillador snico.Finalmente vibr y el Doctor se dispuso ainterpretar los resultados. No haba nada queindicase la presencia de un Dalek.

    Hola! se atrevi a llamar. Quineres?

    Despus de unos segundos de silencio,durante los cuales slo se pudo or el leve zumbidode la nave y el preocupante chisporroteo que

    pareca hacerse cada vez ms fuerte, capt un

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    sonido distinto. Tenue y casi indistinguible, tena

    un origen definitivamente vocal y fue seguido deun ruido de chitn.Alguien estaba mandado callar a alguien!

    Alguien se estaba escondiendo. Y ms de uno, alparecer. Si alguien estaba mandando callar, debade haber otro alguien haciendo ruido en primerlugar

    Audazmente, el Doctor se dirigi a la puertade la sala de motores, la abri, sin hacer caso de las

    bisagras oxidadas y chirriantes, y entr. Barri lapequea sala rectangular con la mirada, conscientede que claramente se le haba pasado algo cuandovino a mirar antes. Entonces las encontr,oscurecidas por la humareda y la leve iluminacin.Unas pisadas que se detenan delante de un panelcon manillares a ambos lados. En medio del panelhaba marcadas unas palabras casi ilegibles:

    VAINA DE ESCAPE

    Era la vaina que, en la grabacin, Terrin habadicho que no funcionaba; y sin embargo, eraevidente que haba alguien dentro.

    Terrin? grit el Doctor con la carapegada al panel. Ests ah?

    No hubo respuesta. Si Terrin y su mujerestuviera all, razon el Doctor, seguramente yahabran contestado. Hubieran gritado ayuda,despus de todo. As que, para qu habra gente en

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    una vaina de escape que no respondera a alguien

    que hubiera respondido a su llamada de auxilio?Entonces de repente, el Doctor cay en lacuenta. Sera gente a la que le hubieran mandadoque se quedara callada, a toda costa. Gente que,

    pese al haberle dicho que se quedara en silencio, nolo hara y se mandara callar entre s. Una clase de

    genteen particular

    El Doctor tir de las manillas y abri el panelde golpe.

    Nios! anunci, mientras observaba atres figuras encogidas y acurrucadas a la escasa luz

    parpadeante de la sala de motores.Y estos nios haban estado as en la

    oscuridad duranteCunto tiempo habis estado aqu?

    pregunt el Doctor.Los tres estaban muertos de miedo. El Doctor

    esboz una sonrisa tranquilizadora, pero ellosparecan reacios a tranquilizarse. As que retrocedi

    y esper un rato, hasta que pararon de temblar yparpadear. Debi de haberles parecido una enormefigura al principio.

    Con la esperanza de que ahora pudieran verlocon un poco ms de claridad, volvi a sonrer y seenderez la pajarita. El nio ms pequeo de en

    medio, un chico, se movi un poco y se arrim alas otras dos, que eran casi sin duda algo msmayores y definitivamente algo ms grandes.

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    Em, no soy muy bueno con la edad de los

    nios dijo el Doctor, esbozandointencionadamente una imagen de inocencia en surostro. Seal al chico. T tienes como oooh,32 aos, algo as?

    El nio se ri inmediatamente. La chica a suizquierda, de pelo rizo y rubio, lo rode

    protectoramente con el brazo. Estaba frunciendo elceo con enfado.Ms? pregunt el Doctor, intentando

    provocar otra carcajada.La chica de la izquierda agarr al chico con

    ms fuerza y la otra chica, la de la derecha, de peloliso y oscuro, lo envolvi tambin con el brazo.

    Me he hecho pip en los pantalones dijoel chico con una vocecita insignificante.

    Las chicas lo mandaron callarinstantneamente.

    Oh. Vaya, no me extraadijo el Doctor,en tono familiar. Seguro que habis estado

    metidos aqu dentro mucho tiempo. Si yo mehubiera quedado tanto tiempo ah, yo tambin mehabra hecho pip en los pantalones.

    El Doctor solt los tirantes de los pantalonesy tir de la cintura, haciendo como si estuvieraincmodo y soltando un agggggh.

    Dnde estn mam y pap?pregunt lania rubia.

    Sonaba como una acusacin.

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    El Doctor se sinti mal. No saba qu decir. Y

    mirar a los nios a los ojos no le sirvi de mucho.Era evidente que la nia ms mayor, la rubia,sospechaba que algo terrible haba ocurrido. Lamorena pareca ms confusa. El chico estaba ms

    preocupado por su malestar. Se retorci y arrug lacara, y la ms mayor le dio un golpetazo.

    No me pegues

    dijo el nio.Estn muertos, no? dijo la rubia sin

    rodeos.Todo lo que el Doctor pudo hacer fue asentir

    lentamente. Los ojos de la rubita se apagaron consus lgrimas. Se qued mirando al Doctor, casi sin

    parpadear, mientras las lgrimas le rodabansilenciosamente por la cara. La otra, la morena, laestaba observando, insegura.

    Sabel? le pregunt a la nia rubia.Sabel, dnde estn?

    Estn muertos, Jeni dijo Sabel confrialdad. Intent volverlo a decir, pero su voz se

    rompi. Estn y sorbi la nariz, sin apartarlos ojos del Doctor durante un instante.

    El nio se volvi a estremecer.Necesito cambiarme los pantalonesdijo.Lo comenz a decir el Doctor. Quera

    decir que lo senta mucho, pero sonaba tan intil

    Aun as lo dijo de todas formas. Lo sientomucho.

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    La que Sabel haba llamado Jeni se volvi

    hacia el Doctor, tambin con el rostro lleno defuria.Los mataste t?No dijo el Doctor sin levantar la voz.

    No, no fui yo.Fueron los Daleks, a que sdijo Sabel.

    Los Daleks queran la frmula y pap no quisodrsela.Qu frmula?pregunt el Doctor.En serio, necesito cambiarme de

    pantalones!solt de repente el chico en voz alta.Por qu no lo llevis a su habitacin y lo

    ayudis a cambiarse los pantalones? pregunt elDoctor a las chicas.

    Dio un paso al frente y les ofreci una manopara salir de la cpsula.

    Ni te acerques dijo Sabel,amenazadoramente. No necesitamos tu ayuda.

    Nos la podemos arreglar.

    El Doctor retrocedi, y luego decidi dejarlossolos un rato. Se dio la vuelta y volvi a la sala decontrol. Escuch sus pasos por detrs de l,mientras salan de la vaina y caminaban por el

    pasillo. Se dio la vuelta y los vio desaparecer poruno de los camarotes.

    Esper pacientemente en la sala de control.Se qued completamente inmvil durante lo que

    pareci ser una eternidad, mirando hacia la nadadel espacio. Ah fuera haba Daleks, en alguna

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    parte. Siempre los haba habido, por supuesto, pero

    una vez ms lo haban convertido en algo personal.Su ltima maquinacin haba provocado unatragedia ante l. Se haban entrecruzado en sucamino como un antiguo presagio de mala fortuna,y ahora pareca que tena que volver a ponerse suarmadura manchada para luchar contra ellos.

    Sus pensamientos fueron interrumpidos por elsonido de los nios llorando proveniente delcamarote al fondo del pasillo. Sonaba como siSabel le hubiera por fin hecho entender a suhermano pequeo que sus padres estaban muertos.El Doctor distingui la voz dubitativa de Sabel.Eran Jeni y el chico quienes estaban llorando.

    Al prestar ms atencin, el Doctor pudoincluso captar algunas de las palabras de Sabelmientras hablaba con firmeza y an msobjetividad.

    No puedes llorar ms, Ollus Jenibeth.

    No podis llorar. Tenemos que ser valientes. Eso es

    lo que ma y pa habran querido.Pero qu hacemos ahora?dijo Jeni.Hubo una pausa. Estaba claro que Sabel no

    tena ningn plan. Quin la culpaba?Probablemente no tuviera ms que 8 aos.

    Cuidar el to raro de nosotros? oy

    susurrar a Ollus.El to raro? pens el Doctor. Bueno, si al

    menos era eso, podra arrojar algo de luz a susvidas para ayudarlos a soportar el dolor horrible

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    que deban estar sintiendo. Era lo ms que poda

    hacer, remendar el dao que los Daleks habaninfligido aqu.El Doctor, decidido a parar de escuchar a

    escondidas, suprimi sus emociones y se concentren los controles de la nave. Una examinacin msdetallada le confirm que aunque estaba daada,

    todava poda pilotarse. Igual podra llevar a losnios a casa sin someterlos al lo de viajar en laTARDIS.

    De repente capt un montn de pasos detrsde l. Se dio la vuelta y vio a los nios, pegados ysujetndose de las manos. Ollus, que estaba entrelas dos hermanas otra vez, retrocedi, un pocointimidado, y las chicas tuvieron que retroceder conl. Sabel empuj a los tres otra vez hacia adelante.Ella era la valiente.

    En fin dijo el Doctor, sin saber qudecir. Esboz su sonrisa ms tranquilizadora y seagach para no intimidarlos tanto. Mir a Ollus.

    Mejor ya?Ollus asinti y sin querer se restreg la mano

    de Jeni por la cara en un intento de sonarse la nariz.Jeni chasque la lengua, irritada, y se solt de l.

    Ollus! dijo entre dientes condesaprobacin.

    En fin dijo el Doctor otra vez, todavainseguro de cmo tratar a los nios. He pensadoque podra llevaros a casa.

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    Los nios se lo quedaron mirando sin

    expresin.Tiene que haber alguien en casa, no? pregunt el Doctor. Alguien que puedaencargarse de vosotros?

    Pero siguieron sin decir nada.Vale dijo el Doctor. Bueno, estoy

    seguro de que habr alguien. Em podis

    decirme de dnde sois?Todava nada.

    Alguien? Vamos. No me digis que nosabis de dnde sois.

    Entonces, Sabel habl por fin.Van a volver los Daleks?Y el Doctor se dio cuenta de que su tono

    tranquilizador no le haba servido absolutamentepara nada. Cmo les poda decir con honestidadque los Daleks no iban a volver? Ellos siemprevolvan.

    Bueno se decidi al fin. Podran. S.

    S. Podran. Lo cual es una razn para devolveros acasa, donde estaris a salvo Sus palabras sefueron volviendo ms dbiles. A salvo en casode que los Daleks em vuelvan aqu.

    No hay nadie que pueda cuidar de nosotrosdijo Sabel.

    Ni un to o una ta? pregunt elDoctor. O una abuela o un abuelo?

    Nodijo Sabel.

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    se dio cuenta de que Ollus estaba imitando el ruido

    de los retrocohetes en ignicin.El texto deca: Carthedia. Planeta colonialen Alianza con la Tierra. Poblacin total: 3 milmillones

    Satisfecho de que su nave hubiese aterrizadoy dejado de retropropulsarse, Ollus se volvi hacia

    el Doctor y sonri. Su sonrisa encendi el rostro delDoctor.Carthedia!anunci Ollus.Esa es tu casa? pregunt el Doctor.

    Carthedia?Sdijo Ollus.Sabes leer? pregunt el Doctor.

    Pareces muy joven para saber leer.l es el listo explic Jenibeth. Todos

    somos muy listos, en realidad. Pero Ollus esespecialmente listo. Eso es lo que mi pap diceem, deca Agach de repente la cabeza.

    El Doctor se dispuso a colocar una mano

    sobre su hombro, pero Sabel la apart antes de quepudiese tocarla. El Doctor asinti, comprensivo.

    Bien, em Bien hecho, Ollus dijo elDoctor. Te importa si le echo un vistazo a tunave espacial?

    Ollus la retir y la escondi en el bolsillo

    derecho de su pantaln. Neg con la cabeza.Oh, bueno, es igualdijo el Doctor.Pero no le hizo falta estudiarlo ms de cerca

    porque estaba seguro de que esa navecita espacial

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    era la misma que haba visto incrustada en el cristal

    de esa lpida de Gethria. Hecho en Carthediadeca la pequea inscripcin.Y el Doctor descubri que ya haba estado en

    el funeral de este chiquillo.

  • 8/11/2019 NSA50 La Generacin Dalek - Nicholas Briggs

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    Captulo tresRegreso a Carthedia

    Con esta vieja nave le llevara algo de tiempo hacerel viaje de vuelta a Carthedia. Fuera lo que hubieraocurrido durante el ataque Dalek, las celdas deenerga del vehculo se haban vuelto muyinestables, por lo que el Doctor no se arriesg a

    ponerla a mxima velocidad. Mientras observabalas diferentes pantallas, asegurndose

    constantemente de que todo funcionaba conseguridad, se le pas vagamente por la cabeza si losDaleks haban disparado de verdad. Mientras

    pensaba en el dao que haba visto, se le ocurrique tal reducido dao a la nave podra no habersido ms que los intentos de los Blakely por

    levantar la pantalla de defensa. Adems, aunque lanave Dalek hubiese disparado, tuvieron que vercmo Terrin y su mujer se eyectaban en el espacio.Y si ese era el caso, cmo es que los Daleks nohaban destruido la nave?

    No es propio de los Daleks... murmur

    el Doctor, dndose cuenta al instante de que habadicho esto tan slo unos minutos antes.

    Algo raro estaba pasando. Los Daleks seestaban comportando... raro.

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    Qu estis tramando, eh?dijo.

    Con quin ests hablando?Sabel haba acercado otra silla giratoriadesplegable para sentarse al lado de dnde elDoctor ya estaba reclinado con sus afiladas botassobre el panel de control. ste, apoyando los piesen el suelo, se levant instantneamente como si le

    hubiesen llamado la atencin.Sabel se lo qued mirando, no tan enfadadacomo antes. Pero estaba claro que todava noconfiaba en l.

    Oh... dijo el Doctor, en ausencia de unarespuesta aceptable y coherente. Luego opt pordecir la verdad. Estaba hablando solo, enrealidaddijo, sonriendo amablemente.

    Una amabilidad que no le devolvieron.Cmo entraste en nuestra nave y qu es

    esa enorme caja azul de all atrs? preguntSabel, sealando con la cabeza hacia la TARDIS.

    As es cmo entr en vuestra navesonri

    el Doctor. Es la TARDIS.Sabel se qued mirando a la TARDIS durante

    un rato. Estaba claro que no le crea.De veras dijo el Doctor un poco

    ofendido.Sabel dirigi la mirada hacia el puerto de

    visin sin ms inters en hablar con el Doctor. Sesinti algo desestimado. Gir sobre su silladistradamente. Ollus estaba donde la puerta de lacubierta, absorto en jugar con su nave de juguete.

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    Era una cosita tecnolgicamente impresionante,

    pens el Doctor, y Ollus era muy adepto aoperarlo.Acompaado por un despliegue de sonidos

    chispeantes, la nave de juguete parpadeaba demuchos colores distintos y proyectaba imgeneshologrficas en torno al casco: deformaciones

    espaciales, lluvias de cometas, planetas gigantes,algunos naranjas, algunos azules, otros de todos loscolores del arcoris... Hubo momentos en el queincluso la nave pareca flotar, o a eso le pareci alDoctor.

    Jenibeth emergi de una cabina del fondo delpasillo. Estaba sujetando un pequeo paquete deplstico con algo dentro. A medida que avanzaba lomir con ferviente decisin, totalmente absorta.Fuera lo que estuviera a punto de sacar, especul elDoctor, lo trataba como su fuera su cosa favorita.

    Con un resuelto crujido de plstico, Jenibethsac una cosa verde brillante. La tendi en el aire

    durante un instante, admirndola. Entonces lachup con jbilo y nada ms metrsela en la bocacomenz a masticarla encantadamente. El Doctorquiso decirle que las chucheras eran malas para losdientes, pero se detuvo al recordar que estos niosnecesitaban toda la felicidad que pudieran

    encontrar.Gir sobre su silla y volvi a su posicin

    hacia los paneles de control y las pantallas delectura. Todo funcionaba bien, aunque los niveles

  • 8/11/2019 NSA50 La Generacin Dalek - Nicholas Briggs

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    de energa estaban lejos de lo ptimo. Volvi a

    mirar a Sabel. Estaba quieta mirando haciaadelante.La frmula esta le dijo el Doctor.

    Tienes alguna idea de qu clase de cosa es?Sabel continu mirando hacia adelante.

    Secreto.

    Secreto del que se quieren apoderar losDaleks dijo el Doctor. As que tiene que seralgo malo.

    Por qu?pregunt Sabel.Porque todo lo que los Daleks hacen es

    malodijo el Doctor.Para su sorpresa, Sabel pareci genuinamente

    interesada. Alarg un pie y propuls su silla paramirarlo. El Doctor tambin se gir para mirarla.Estaba intrigado.

    Sabis lo que son los Daleks?pregunt.Sdijo Sabel. Ayudan a la gente.Que ayudan a la gente? el Doctor

    estaba consternado. Qu quieres decir con eso?Los Mundos Claridad. Los hicieron ellos,

    no?Los Mundos...? Que hicieron qu?

    pregunt el Doctor. La verdad es que me importaun comino lo que hayan hecho, siempre acaban

    generando problemas. Eso es lo que tienes querecordar sobre los Da... Entonces se detuvo enseco. Espera un minuto! Tu padre pensaba esode que los Daleks ayudan a la gente?

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    Sabel pareca confusa ante la pregunta del

    Doctor.Por supuesto. Todo el mundo sabe eso.Entonces por qu no les dio la frmula, si

    pensaba que los Daleks eran tan buenos? pregunt el Doctor.

    Porque Hogoosta dijo que nadie deba

    saber la frmula, por eso

    dijo simplementeSabel. Nadie, nadie. Jams.Por qu no? El Doctor decidi dejar lo

    del Hogoosta para despus.Porque dijo que era peligroso y que nadie

    deba saberlodijo sin aportar nada til.Entonces, cmo es que sabes t eso?

    pregunt el Doctor.Porque no lo s confes Sabel. Tan

    slo le o a mam y pap hablar de ello. Y si losupiera, no te lo podra decir. Ni siquiera s quineres.

    Soy el Doctor dijo simplemente el

    Doctor como si eso lo explicase todo.Pensaba que as se saldra con la suya.

    Conocas a mam o a pap? preguntSabel casi con esperanza, como si conocerlossignificara que una parte de ellos segua viva.

    Al Doctor no le gust decepcionar a Sabel.

    Em... bueno, no, no los conoca. Pero mehabra gustadoconocerlos. Y saber lo que hicierony quin era el Hogoosta este.

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    Sabel deliber durante unos segundos. El

    Doctor se alent de que fuera a salirse con la suyasin tener que explicar quin era.De pronto, Ollus habl sin apartar la mirada

    de su juguete:Hogoosta era gracioso. Me haca rer.S? pregunt el Doctor agradecido de

    que hubieran cambiado de tema

    . Por qu era tandivertido?Tena muchas piernas dijo Jenibeth con

    la boca llena de chicle verde. Y haca taca, taca,taca, as. Imit el movimiento de la araa alcaminar con las manos.

    As que no era humano? pregunt elDoctor.

    Es de Gethria explic Sabel. No loconoces?

    Eh... noconfes el Doctor. Pero, em...He estado en Gethria. Aunque, no... em...recientemente.

    Record el funeral que haba presenciado. Lanavecita espacial de la lpida. Mir a Ollus, absortocon esa nave espacial, mirando maravillado las

    proyecciones hologrficas multicolores.En fin, este Hogoosta... Cmo conoci a

    vuestros padres?pregunt el Doctor.

    El Doctor se coloc en su silla para que lepudieran ver los tres nios, y escuchpacientemente mientras comenzaban a revelarfragmentos de una fuente perturbadora y

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    fascinante. Se enter de que sus padres, Terrin y

    Alyst, eran unos fsicos y polimatemticos muyimportantes. Estaba claro que su influencia tambinhaba llegado hasta Sabel, Jenibeth y Ollus...especialmente Ollus, que pareca procesar unos

    pensamientos increblemente sofisticados para elchaval que era, con no ms de cinco aos.

    Siempre interesados en expandir suconocimiento, Terrin y Alyst, le dijeron al Doctor,comenzaron un trayecto de correspondencia delarga distancia con un reconocido arquelogoKlktido hacia el planeta Gethria. A medida que lecontaban la historia, el Doctor dividi parte de sumente para intentar recordar exactamente qu eraun Klktido.

    El trabajo de Hogoosta se centraba en eldesenterramiento de un antiguo monumentoconocido con el nombre de la Cuna de los Dioses(nadie saba por qu, parece ser). Terrin y Alysthaban participado libremente en un programa de

    intercambio de conocimiento y compartido partede l con sus hijos. A Sabel, Jenibeth y Ollus leshaban enseado muchas imgenes de esta Cuna delos Dioses. Les haba parecido fascinante. Pero loque al Doctor le pareci ms fascinante, sinembargo, era que sus descripciones haban

    comenzado a formar una imagen en su mente de lagran estructura de granito que l haba visto enGethria.

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    A cambio de darles un curso de excavacin a

    unos Blakely siempre hambrientos deconocimiento, a Hogoosta le haban estadoenseando montones de fsica. Ollus, a quien leencantaba hablar de Hogoosta y de sus divertidas

    piernas esmirriadas, tena muchas ganas decontarle al Doctor todo lo que pudiera. El Doctor

    estaba encantado, aunque, pese a estarimpresionado de lo precoz que Ollus era para suedad, le habra gustado que al menos una de lasnias mayores hubiesen ayudado con la narrativa.

    Les enviaba cosas a mam y pap y lesgustaba porque pensaban que eran buenas imgenesas que tambin le enviaban buenas imgenes aHogoosta-piernas-graciosas y decan que estabasonriendo, pero sus bocas eran tan huesudas ygraciosas que yo no vea ninguna sonrisa, peroHogoosta-piernas-graciosas deca que estaba feliz,hablaba conmigo y me enseaba cosas raras hechasde piedra de la antigedad que eran buenas y me

    hacan mucha gracia.El Doctor intent mantener el ritmo.

    Y... eh... eso es genial, Ollus. Eso esgenial. Eh... pero qu habaen esas imgenes?

    Imgenes y letras y nmeros raros y cosasque pap deca que eran nmeros pero que nunca

    haba veido yo antes, porque estaban en piedra y noeran como nuestros nmeros y letras, qu va. Ollus mir atentamente al Doctor como si estoaclarara algo.

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    Ecuaciones complejas de algn tipo, pens el

    Doctor. Eso era de lo que estaba hablando Ollus.Hogoosta le estaba enviando a Terrin y a Alystecuaciones complejas en piedra. Ecuaciones queHogoosta haba encontrado en alguna parte de estaCuna de los Dioses, probablemente.

    Menos mal que Sabel continu la historia.

    Explic que sus padres se haban puesto tristes derepente. Les haba ido muy bien hasta esemomento, pero entonces les oy discutir con elarquelogo Klktido por la pantalla decomunicaciones interplanetarias. Sabel haba odoque algo que sus padres le haban reenviado comorespuesta a una de sus ecuaciones en piedramostraba que era peligroso en algn sentido.Hogoosta les dijo a Terrin y Alyst que destruyerantodo rastro de ello. Dijo que ninguno deba de saberlo que era.

    Pero tu padre ya lo tena en su cabeza,no? pregunt el Doctor. As que... Hogoosta

    piernas-graciosas quera que fuese a Gethria, no?Sdijo Jenibeth todava con la boca llena

    de goma de mascar. Pero mam no lo dej. Dijoque tenamos que ir todos juntos. Mam y pap sequeran muchsimo.

    S, s... por supuesto que s dijo el

    Doctor sin levantar la voz, triste de que tal enlaceemocional hubiese terminado en un terribledesastre. Y ellos os queran mucho, no? No

    podan dejaros atrs.

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    Sabel asinti a punto de llorar.

    Dijo que los Blakely tenan que estarsiempre unidos.S... s, por supuesto... murmur el

    Doctor, casi para el cuello de la camisa, porquesenta cmo su rabia hacia los Daleks volva aemerger de nuevo.

    Pero la rabia no serva de nada para estospobres nios y sus prdidas. Se oblig aconcentrarse en clarificar lo que haba pasado.

    As que vuestra mam y pap resolvieronun problema antiguo, y result que era algo muchoms peligroso de lo que este Hogoosta haba

    previsto, si no, en un principio no lo hubierasoltado por una lnea de comunicacin abierta dijo el Doctor sin parar para coger aire y con el

    presentimiento de haber sacado algo en claro.Ollus estaba jugando con su nave espacial

    otra vez. Jenibeth se comi su ltima chuchera conun montn de ruido. Pero Sabel estaba mirando al

    Doctor sin apartar la vista. Era lo suficientementemayor para comprender lo que estaba diciendo.

    Y los Daleks queran esta cosa peligrosadijo razonndolo en voz alta. Porque... sonmalos?

    S, s, s dijo el Doctor. Todo lo que

    hacen los Daleks es malo porque ellos son malos.Y la cosa que Terrin tena en la cabeza deba

    de haber sido bastante mala, pens el Doctor, paraque dejara a sus hijos solos y cometiera suicidio

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    con su mujer. El plan de Terrin, el Doctor cay en

    la cuenta, era eyectar a sus hijos para ponerlos asalvo y destruir la nave con l a bordo; pero cuandola autodestruccin y la vaina de escape norespondieron, opt por sacrificar su vida a travs dela exclusa de aire, con la esperanza de dejar viva asu mujer. Pero aunque Alyst no hubiera sido

    conocedora de esta frmula, saba lo suficientepara que ese conocimiento fuera utilizada por losDaleks. As que ella tambin se sacrific.

    Haba algo de consolacin al respecto, pensel Doctor. Al menos los Daleks no consiguieronhacerse con este conocimiento. Sin embargo, a

    pesar de que Terrin y Alyst venan aparentementede un mundo que consideraba a los Daleks comogente que ayudaba a los dems, Terrin haba estadolo suficientemente convencido del terrible riesgo dedejar que una raza supuestamente benevolente seapoderara del secreto por el que estaba dispuesto amorir para que ste muriese consigo.

    Este secreto, reflexion el Doctor, fuera loque fuera, deba de haber sido algo verdaderamenteterrorfico. Lo suficientemente terrorfico para queuna madre y un padre dejaran a sus amados hijos amerced de un destino incierto... pero un destino queal menos les ofreca una oportunidad de seguir

    viviendo.Tambin saba que esto slo sera el

    comienzo de todo para los Daleks. Si se habanpropuesto a apoderarse de la frmula secreta, para

  • 8/11/2019 NSA50 La Generacin Dalek - Nicholas Briggs

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    cualquier propsito, no se iban a rendir fcilmente.

    El Doctor saba que, inevitablemente, tendra queintentar detenerlos, sin importar el coste.

    Cuando los satlites de defensa planetaria deCarthedia detectaron una nave sin identificar, cuyo

    piloto aparentemente se negaba a hacer contacto, elgobierno dio la orden de mandar una fuerza deataque de tres naves de combate orbitales. Perocuando se aproximaron, el piloto de la nave noidentificada rompi el silencio, y explic que eltransmisor de la nave no funcionaba bien, como lamayora del resto de la nave y que acababa deconseguirlo arreglar. Tambin explic que llevabaa tres nios a casa. Tres nios cuyos padres, Terriny Alyst Blakely, haban muerto tristemente duranteun ataque a su nave espacial mientras viajabanhacia el planeta Gethria.

    Ese fragmento de informacin salt las

    alarmas de los medios de la holotelevisin deCarthedia. Tres das antes, haban informado de la

    prdida de esta misma nave. Un capitn de combateno identificado haba dado testimonio de que lanave dirigida por Terrin y Alyst Blakely, endireccin a Gethria, haba sido encontrada vagando

    por el espacio con la familia entera muerta, comoresultado de un fallo en el motor.

    As que, para aquellos de delante de lascmaras del boletn de noticias de la maana, que

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    esta nave entrara en la atmsfera de Carthedia y se

    dirigiera a la pista de aterrizaje central de la capitalera como si estuvieran presentando una transmisinen directo sobre el regreso de una nave fantasma.

    De entre los muertos proclamaban lospresentadores de las noticias como titular ese da.

    Cuando la nave toc finalmente tierra, las

    calles se haban llenado de periodistas.

    En la sala de control de la nave el Doctor estabagritando. La nave estaba vibrando como si fuese elfin del mundo, cada circuito pareca estarexplotando y lo que no estaba soldado en su sitioestaba sacudindose de un lado para el otro ysaliendo por los aires contra la cubierta.

    Geeeerrrnimoooooooooooo!Ejecut la ltima secuencia de los mandos de

    aterrizaje con el retro ardiendo por completo yrugiendo como las mandbulas abiertas del infierno.

    No haba nada til que pudiese servir durante el

    aterrizaje, as que gir sobre su silla para podercomprobar si los tres nios estaban todavaseguramente sujetos a sus sillas.

    Lo estaban. Menos mal.Estaba clarsimo, pens el Doctor, que Sabel

    era la ms mayor porque era lo suficientemente

    consciente para estar aterrorizada, pero estabaintentando ocultarlo. Ollus era casi completamenteignorante de lo que pareca ms un choque acmara lenta que un aterrizaje. Todava estaba

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    intentando jugar con su nave de juguete, molesto

    por la distraccin que las sacudidas de la naveestaban causando. Jenibeth haba encontrado otrabolsa de gominolas y estaba muchsimo msinteresada en engullir las chucheras que cualquier

    posibilidad de muerte.El Doctor levant los pulgares optimista y

    desesperadamente. Por un momento Sabel esbozuna diminuta sonrisa. Entonces la nave accion losamortiguadores de aterrizaje... o al menos eso eralo que el Doctor esperaba que hubiera causadosemejante crujido, el cortocircuito automtico delretro y el repentino silencio estremecedor.

    Durante unos segundos se qued paralizado,con el miedo de que los cohetes de aterrizaje sehubieran apagado demasiado pronto y estuvierandescendiendo en cada libre hacia una muertesegura. Pero no, estaba seguro de que habanaterrizado. Todo estaba en calma.

    El Doctor dej soltar un largo soplo de aire

    dndose cuenta de lo mucho (y la cantidad detiempo) que haba estado manteniendo larespiracin.

    Ahora no se oa nada ms que unos pocoschirridos de asentamiento y el extrao chisporroteode los paneles de control y los sistemas que, con

    suerte, no volveran a funcionar de nuevo.Hemos llegado consigui murmurar el

    Doctor pese a su garganta seca. Luego le dedic a

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    los nios la sonrisa ms amplia que pudo esbozar y

    volvi a levantar los pulgares.Sabel, consintindole al Doctor un merogesto de aceptacin, se liber sin hacer ruido de sucinturn de seguridad y salt de la silla. Trotderecha hacia Ollus y Jennibet, les desabroch elcinturn y despus los cogi de la mano.

    El Doctor observ mientras stos secolocaban en su pequea formacin familiar conOllus, quien haba dejado de jugar con su naveespacial, en el medio.

    Deja eso un rato, Ollus dijo Sabel entredientes.

    El Doctor se pregunt qu clase de regreso acasa iba a ser esto para los nios. Quin iba acuidar de ellos ahora? Al desabrocharse el cinturny levantarse, capt de un sonido inesperado. Inclinuna oreja. Los nios tambin lo haban odo.

    Era un rumor bajo. Casi como un rugidosordo pero constante. No... no tan constante...

    Fluctuaba.Vale, alguien sabe qu es eso?pregunt

    el Doctor. O sea, es normal en vuestro planeta?Los nios no supieron responder.El Doctor corri hasta la puerta de la exclusa

    de aire principal. Durante un instante, se sinti un

    poco extrao ante la perspectiva de atravesar estasalida. Por aqu, despus de todo, haba sido pordonde Terrin y Alyst haban puesto fin a sus vidas.Pero se oblig.

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    Tecleando unos cuantos botones, consigui

    leer la atmsfera de fuera. No haba nada fuera delo normal. Poda soportar perfectamente vidahumana. Entonces, antes de que pudiera hacer nadams, los mecanismos de apertura de la puertacomenzaron a crujir y a chirriar. Al mismo tiempo,la puerta exterior comenz a abrirse perezosamente

    sola. Alguien la estaba abriendo desde fuera,invalidando los controles internos. Instintivamenteel Doctor se ech para atrs y alarg las manos para

    proteger a los nios, que miraban estupefactos amedida que la puerta interior se despresurizaba,abriendo paso a un penetrante rayo de...

    La fresca luz del da se col entre la rendija.Fresca, brillante y fragante luz del da. Durante unmomento, les pareci tan dichosamente fuerte queles cort la respiracin. Incluso el Doctor, queestaba acostumbrado a tantos ambientes, se llev lamano a los ojos para protegerse mientras la otra

    yaca sobre su pecho. Los nios se tambalearonhacia atrs. Ollus tena la boca abierta de par en par

    por el shock. Jenibeth comenz a llorar sin ton nison como si este cataclismo fsico hubiera liberadotoda su tristeza de golpe. Sabel perdi de repentetodo su autocontrol y se tir a la pierna del Doctor

    escondiendo su rostro detrs del bolsillo de suchaqueta de tweed.

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    No va a pasar nada, no va a pasar nada!

    grit l tratando de sonar lo ms tranquilizadorposible por encima del horrible estruendo.Finalmente las puertas de la exclusa se

    empotraron. El Doctor, a travs de la luminosidadcegadora, pudo distinguir el sonido de pasos fuertescada vez ms cerca, acompaados del agudo

    tintineo de lo que seguramente fuera equipamientomilitar. Unas siluetas fluctuantes de tropas decombate con casco y portando con orgullo armas deenerga se proyectaron sobre ellos.

    Ollus y Jenibeth corrieron al instante con suhermana a aferrarse al Doctor. Ollus, clavando lasuas con fuerza y de pronto tan decidido como ungatito asustado escalando una cortina, se encarama la chaqueta del Doctor y rode el cuello del Seordel Tiempo con las manos. Jenibeth no se quedatrs, estaba agarrada al pecho del Doctor.

    El Doctor de repente se sinti como algunaclase de burro de carga reducido al deber de

    transportar nios, mientras el escuadrn militar lorodeaba y lo apuntaba con sus armas, en busca decualquier signo de movimiento hostil.

    Estamos desarmados!grit el Doctor.No hay por qu alarmarse! Estos son nios, noarmas ofensivas.

    Unos segundos ms tarde el equipo militar,sin decir ni una palabra ni mostrar expresin deningn tipo bajo sus mscaras de asalto, escolt alDoctor y a su familia sustituta por una gra prtico

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    de aspecto precario. Ah es cundo descubri lo

    que ese murmullo extrao, distorsionado como siviniera de ms all de las capas de metal del cascode la nave, haba sido.

    A varios cientos de metros bajo ellos,disfrutando de una vibrante y resplandecienteapuesta de sol Carthediana, haba una vasta

    multitud de alrededor de diez mil de personas.Alzaron la vista, sacudiendo banderas y pancartascon entusiasmo, y vitorearon en cuantovislumbraron al Doctor y a los nios.

    El Doctor se pregunt a qu vena tantahistoria; pero l, Ollus, Jenibeth y Sabel no

    pudieron pararse a contemplar el espectculo debienvenida. Los soldados los empujaron por lapasarela y se introdujeron en un enorme edificioque haba delante de ellos. El Doctor sospech queesto podra ser alguna clase de rea de patrullafronteriza.

    A medida que avanzaban por el puerto de

    entrada una puerta con forma de iris se sell trasellos y, durante un momento, todo se volvi oscuro.Al parpadear unas cuantas veces, el Doctor se

    percat de que haba una plida luz verduzcailuminndolos. De pronto, los soldados arrancarona los nios del Doctor. ste intent protestar.

    Eh, esperad un minuto! No hay por quser tan...

    Pero lo hicieron retroceder violentamente conun empujn mientras se llevaban a los nios.

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    Jenibeth volvi a berrear con todas sus fuerzas

    mientras miraba confusa hacia todas partes. ElDoctor intent encontrarse con su mirada, esperque s, y articul un No pasa nada. No tuvoefecto. Ollus y Sabel haban cado en una especiede silencio entumecido de terror. Los colocaron

    junto al Doctor en unas sillas acolchadas, separados

    a la misma distancia a lo largo de esta oscuracmara. Las sillas los inmovilizaroninstantneamente en posicin de estar sentados pormedio de unos agarres metlicos quesupuestamente haban activado por control remoto.

    No pasa nada, no forcejeis dijo elDoctor mientras los soldados se retiraban en laoscuridad.

    Pocos segundos despus, el Doctor se quedciego otra vez, esta vez por culpa de una luzhormigueante y parpadeante acompaada de un

    pulso electrnico y grave, como el del latido de uncorazn. Mientras esta embestida sensorial

    prosegua, consigui distinguir las formas de losnios sentados a su lado. Estaban pasando por elmismo proceso.

    Descontaminacin, pens. Quiso decirlo enalto para calmar a los nios pero el sonido era muyalto, y haba algo en este extrao haz que le

    impidi mover los msculos de la cara.Justo cuando pareca como si esta

    intimidacin no fuera a terminar nunca, todo queden silencio. De repente se sinti cansado,

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    deshidratado, como si hubiera estado corriendo

    durante toda su vida. Aunque le pesaban losprpados, consigui echar otro vistazo a los nios.Estaban inconscientes.

    Entonces, una rfaga de aire fro los envolvidesde todas partes como una corriente glacial. Justocuando comenz a tiritar, la luz que ya era de por s

    tenue se apag, dejndolos inmersos en