Nota de opinión

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ISP Joaquín V. González Expresión oral y escrita II Gándara, Santiago 15/06/2012 Bonadeo, Carlos Sosa, Juliana Aluminé Nota de opinión Una imagen vale más que mil palabras El viernes pasado, en distintos diarios del país pudimos observar una fotografía tomada a “los caceroludos” que se manifestaban ante las restricciones que impuso el gobierno para la compra del dólar, y tal vez otros motivo-excusas como la inseguridad. En dicha imagen se mostraba una aparente muchedumbre protestando a causa de determinados criterios adoptados por el gobierno. Más tarde, en el cuerpo de la noticia se informaba que la asistencia sumando las caravanas de los cuatro barrios porteños que participaron –los más caros: Barrio Norte, Olivos, Belgrano y Caballito– sumaban un total de 700 personas. A partir de esta información es que podemos repensar la intención que está expresando este medio de comunicación, y cómo esta imagen tendenciosa resulta funcional a sus intereses. Para referirnos a esta cuestión no podemos pasar por alto las características inherentes de la imagen: Se dice que una imagen “vale más que mil palabras” pero ¿por qué? Tal vez porque la imagen, a diferencia de las palabras, se inscribe en un registro concreto y delimitado; por ende, el tiempo-espacio representado es único y específico, y está recortado por alguien que mira desde un lugar determinado. Podríamos decir que, entonces, esa misma información que quiso plasmar el fotógrafo es la que registramos como observadores. En cambio, con un grupo de, digamos, cien páginas no ocurre lo mismo, ver las cien páginas apiladas no produce el mismo efecto que encontrarnos de cara a la foto: La imagen cobra tanta importancia en nuestra sociedad por lo instantáneo y simultaneo que genera desde lo no dicho. Desde este punto, quien lea la imagen interpretará, llenando de significado cada una de las representaciones que, decodificará a partir de lo que conoce, cree o se imagina. Esta instancia es fundamental para la creación de discursos que pretenden parecer ingenuos pero no lo son: inconscientemente estas escenas pasan a ser parte de un imaginario social, el receptor con el tiempo pierde el dato numérico pero se queda con la huella que dejó esa imagen de “la multitud de movilizados afectados por…” y así es como la disconformidad de un pequeñísimo porcentaje de la población argentina cobra relevancia en el imaginario de millones de

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Texto escrito para el parcial de Expresión Oral y Escrita del Profesorado Joaquín V. González

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ISP Joaquín V. GonzálezExpresión oral y escrita IIGándara, Santiago

15/06/2012Bonadeo, Carlos

Sosa, Juliana Aluminé

Nota de opiniónUna imagen vale más que mil palabras

El viernes pasado, en distintos diarios del país pudimos observar una fotografía tomada a “los caceroludos” que se manifestaban ante las restricciones que impuso el gobierno para la compra del dólar, y tal vez otros motivo-excusas como la inseguridad. En dicha imagen se mostraba una aparente muchedumbre protestando a causa de determinados criterios adoptados por el gobierno. Más tarde, en el cuerpo de la noticia se informaba que la asistencia sumando las caravanas de los cuatro barrios porteños que participaron –los más caros: Barrio Norte, Olivos, Belgrano y Caballito– sumaban un total de 700 personas. A partir de esta información es que podemos repensar la intención que está expresando este medio de comunicación, y cómo esta imagen tendenciosa resulta funcional a sus intereses.

Para referirnos a esta cuestión no podemos pasar por alto las características inherentes de la imagen: Se dice que una imagen “vale más que mil palabras” pero ¿por qué? Tal vez porque la imagen, a diferencia de las palabras, se inscribe en un registro concreto y delimitado; por ende, el tiempo-espacio representado es único y específico, y está recortado por alguien que mira desde un lugar determinado. Podríamos decir que, entonces, esa misma información que quiso plasmar el fotógrafo es la que registramos como observadores. En cambio, con un grupo de, digamos, cien páginas no ocurre lo mismo, ver las cien páginas apiladas no produce el mismo efecto que encontrarnos de cara a la foto: La imagen cobra tanta importancia en nuestra sociedad por lo instantáneo y simultaneo que genera desde lo no dicho. Desde este punto, quien lea la imagen interpretará, llenando de significado cada una de las representaciones que, decodificará a partir de lo que conoce, cree o se imagina. Esta instancia es fundamental para la creación de discursos que pretenden parecer ingenuos pero no lo son: inconscientemente estas escenas pasan a ser parte de un imaginario social, el receptor con el tiempo pierde el dato numérico pero se queda con la huella que dejó esa imagen de “la multitud de movilizados afectados por…” y así es como la disconformidad de un pequeñísimo porcentaje de la población argentina cobra relevancia en el imaginario de millones de argentinos a los cuales el cepo al dólar no afecta a sus intereses particulares.

En este caso, la imagen de las cacerolas tiene una fundamentación inherente. Dicha fundamentación reside en hacer querer ver a la protesta como un completo éxito, si la cosa hubiese sido de uno o dos locos no habría justificativo, en cambio, al mostrar la imagen repleta de "caceroludos" hace de la protesta algo justificado, por eso entendemos que si bien la imagen replica un escenario, también al cargar con una intencionalidad, lo está construyendo. Ejemplos de este estilo se encuentran repetidas veces en la historia de la humanidad, pensemos por ejemplo (y salvando las distancias) en las fotografías trucadas en la Unión Soviética: la figura de Trotsky borrada de los actos comunistas; la figura de Mussolini montado a un caballo con una impronta épica, cuando en realidad el caballo esta siendo sostenido por otra persona.

El ojo percibe como “real” aquello que observa, por lo tanto acepta lo dado como verídico; así dimensiona y redimensiona subjetivamente el suceso basándose en el limitado soporte. La imagen nos quiere narrar una verdad, pretende persuadir, al igual que nos quieren persuadir aquellas “mil palabras”, pero ésta tiene el apoyo social, cuenta como prueba del hecho fáctico de la manifestación masiva y, por ende, se termina revalorizando la imagen por sobre la palabra.