Nocturno Hindu

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NOTA Este libro, ademds de insomnio, es un viaie. EI insomnio corresponde a quien ha escrito el libro, el viaje a quien Io hizo. Sin embargo, dado que tam- bién yo tuve ocasión de recorrer los mismos lugares recorridos por eI protagonistq de esta historia, me ha parecido oportuno presentar un breve índice de Ios mismos; no muy bien si llevado a ello por la ilusíón de que un repertorio topogrdfico, con Iafuer- za que posee la realidad, ayudaría a alumbrar este N.octurno en el que se busca una Sombra, o por Ia irrazonable conjetura de que algún amante de iti- nerarios incongruentes pudiese un día utilizarlo como guía. A. T.

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LIBRO DE TABUCCI

Transcript of Nocturno Hindu

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NOTA

Este libro, ademds de insomnio, es un viaie. EIinsomnio corresponde a quien ha escrito el libro, elviaje a quien Io hizo. Sin embargo, dado que tam-bién yo tuve ocasión de recorrer los mismos lugaresrecorridos por eI protagonistq de esta historia, meha parecido oportuno presentar un breve índice deIos mismos; no sé muy bien si llevado a ello por lailusíón de que un repertorio topogrdfico, con Iafuer-za que posee la realidad, ayudaría a alumbrar esteN.octurno en el que se busca una Sombra, o por Iairrazonable conjetura de que algún amante de iti-nerarios incongruentes pudiese un día utilizarlocomo guía.

A. T.

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INDICE DE LOS LUGARES DE ESTE LIBRO

1. Khajurabo Hotel. Suklaji Street, sin número,Bombay.

2. Breach Candy Hospital. Bhulabai Desai Road,Bombay.

3. Taj Mahal Inter-Continental Hotel. Gateway ofIndia, Bombay.

4. Railway's Retiring Rooms. Victoria Station,Central Railway, Bombay. Hospedaje nocturnocon eI pertinente billete de tren o bien con eIIndrail Pass.

5. Tai Coromandel Hotel. 5 Nungambakkam Road,Madnis.

6. Theosophical Society. 12 Adyar Road, Adyar,Madrás.

7. Parada de autobús. Carretera Madrds-Mangalo-re, a unos 50 km de Mangalore, localidad des-conocida.

8. Arzobispado y Colegio de San Buenattentura.Carretera Calangute-Panaii, Velha Goa, Goa.

9. Zuari Hotel. Swatantrya Path, sin número, Vas-co da Gama, Goa.

10. Ptaya de Calangute, a unos 20 km de Panaji,Goa.

11. Mandovi Hotel. 28 Bandodkar Marg, Panaji,Goa.

12. Oberoi Hotel. Bogmalo Breach, Goa.

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El taxista ller¡aba una barba recogida eu formade perilla, una redecilla sobre el pelo y una coletaatada con una cinta blanca. Pensé que serÍa unsikh, porque mi guía los describía exactamente así.Mi guía se titulaba: India, a trattel survival kit. Lahabía comprado en Londrés más que nada por cu-riosidad, ya que suministraba informaciones sobrela India bastante peregrinas y a primera vista su-perfluas. Sólo más tarde me darla cuenta de suutilidad.

El hombre iba demasiado aprisa para mi tem-peramento y tocaba la bocina desaforadamente. Mepareció que rozaba a los peatones a propósito, conuna sonrisa indefinible que no me gustaba. En lamano derecha llevaba un guante negro, y tampocoesto me gustó. Cuando enfiló Marine Drive pareciócalmarse y se alineó tranquilamente en una de lasfilas del tráfico, del lado del mar. Con la mano en-guantada indicó las palmeras del paseo marítimo yel arco del golfo. "Aquello es Trobay", dijo, "y allíenfrente está la isla de Elephanta, pero no se ve.

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Sin duda querrá visitarla, los barcos salen cada

hora del GatewaY of India".Le pregunté por qué estábamos yendo por Ma-

rine Drive. No conocía Bombay, pero intentaba se-

guir su recorrido en el mapa que tenía sobre mis

iodillas. Mis puntos de referencia eran Malabar Hilly el Chor, el mercado de los ladrones' Mi hotel se

encontraba entre esos dos puntos, y para llegar

hasta él no había que pasar por Marine Drive'Estábamos yendo en dirección contraria'

.El hotel que me ha dicho está en un barrio mi-

serabler, dijo afablemente, .y la mercancía es de

mala calidad, Ios turistas que llegan a Bombay porvez primera a menudo acaban en lugares poco reco-

menáables, le estoy llevando a un hotel adecuado a

un señor como ustedo. Escupió por la ventanilla e

hizo un guiño. <Y con mercancía de primera claseo'

Exhibió una sonrisa viscosa de gran complicidad, y

esto todavía me gustó menos.<Deténgase inmediatamente>, dije, naquí mismo>'

El se volvió a mirarme con aire servil. nPero aquí

no puedo,, contestó, "hay mucho tráfico"',.Pues voy a bajar de todas formasu, dije abrien-

do la portezuela y sujetándola con firmeza.El frenó bruscamente y empezó una letanía en

una lengua que debía ser el maharathi. Parecía fu-

rioso y sospecho que las palabras que mascullaba

entre dientes no debían ser precisamente amables,

pero me tenía sin cuidado' Sólo llevaba uria pequeña

maleta que conservaba a mi lado, por lo que no

fue necesario que saliese para darme el equipaje'Le dejé un billete de cien rupias y salté a la ampliaacera de Marine Drive; en la playa había una fiesta

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religiosa o una feria, quién sabe, con una ingenternuchedumbre apiñada frente a algo que no logrétlistinguir; en el paseo que bordea el mar se veianvagabundos recostados sobre el pretil, chiquillos quevendían chucherías, mendigos. También había unalrilera de rickshaw motorizados, md metí en un cu-bículo amarillo pegado a una motocicleta y grité alhombrecito la calle de mi hotel. Este le dio al pedalrle arranque y salió a todo gas, sumergiéndose encl tráfico.

El "Barrio de las Jaulas" era mucho peor de lo(lue me había imaginado. Lo corrocía a través de al.gunas fotos de un fotógrafo famoso y creía estar¡rreparado para la miseria humana, pero las foto-¡¡rafías reducen lo visible a un rectángulo. Lo visi-lrle sin marco siempre es algo distinto. Y además lovisible en este caso tenía un olor demasiado fuerte.Mejor dicho, muchos olores.

Cuando entramos en el barrio estaba avanzan-rlo el crepúsculo y en el tiempo de recorrer una calle,rlc repente, como ocurre en los trópicos, cayó la no-t'he. Gran parte de las construcciones del "Barriotf c las Jaulas" son de madera y caírizo. Las prostitu-trrs están en unas chabolas de tablas desvencijadas,s¡rcando la cabeza por un agujero. Algunas de aque-llas chabolas apenas eran más grandes que la garitarle un centinela. Y luego había barracas y cortinasrlc harapos, tal vez tiendas de comestibles u otras:rctividades comerciales, iluminadas por quinquésrlc petróleo, frente a las cuales perrnanecían corrosrlc gente. Pero el hotel Khajuraho tenía un pequeño¡ ritulo iluminado y se encontraba casi en la esquinarlt'uD? calle con edificios de ladrillos. El hall, si así

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se le podía llamar, tenía sólo aquel aire equívoco que

sin embargo no llega a ser sórdido. Era una peque-

ña estancia en penumbra con un mostrador tan altocomo las barras de los pubs ingleses, a cada lado

del mostrador había dos pantallas rojas y tras él

se hallaba parapetada una mujer mayor. Llevabaun sari llamativo y las uñas pintadas de azul; porel aspecto habría podido parecer europea, no obs-

tante llevase en la frente uno de los innumerablessignos de las mujeres indias. Le mostré mi pasa'

porte y dije que había hecho una reserva telegrá-

fica. Ella hizo un gesto de asentimiento y se puso a

copiar mis datos de identificación con ostentosa dili-gencia, luego me presentó la ficha para que la fir-mase.

o¿Con o sin baño?), me preguntó, y me especificólos precios.

Opté por la habitación con baño. Me parecióque la pronunciación de la recepcionista tenía un

ligero acento americano, pero no hice mayores ave-

riguaciones.Me asignó la habitación y me entregó la llave. El

llavero era de celuloide transparente con una cal-

comanía en su interior muy a tono con el hotel'o¿Quiere cenar?o, me preguntó. Me miraba con re'

celo. Comprendí que el lugar no debía ser visitadopor occidentales. Evidentemente se preguntaba qué

hacía yo allí, con un equipaje insignificante, des-

pués de haber puesto un telegrama desde el aero-puerto.

Dije que sí. La idea no me entusiasmaba, pero

tenía hambre y no me parecía oportuno ponerme a

deambular a aquellas horas por el barrio.

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uEl dining room se cierra a las ocho,,, diio, na

¡rartir de las ocho sólo servimos en la habitaciónr.Dije que prefería cenar abajo, me precedió hasta

rrna cortina en el extremo opuesto del vestíbulo, yrrre hizo entrar en una salita abovedada, con las pa-rccles pintadas de oscuro, donde había unas mesi-tas bajas. Casi todas las mesas estaban libres y muyrlóbilmente iluminadas. La carta prometía una infi-nidad- de platos, pero luego, a la hora de interro-ir,ar al camarero, resultó que justamente aquellarroche se había terminado todo. Quedaba el núme-r r r quince. Cené rápidamente arroz y pescado, bebíun¿r ceryeza tibia y volví de nuevo al vestíbulo. Lart'cepcionista seguía sentada en su taburete y pare-, ia muy ocupada en disponer unas piedrecitas de( ()lores sobre una especie de espejo. En el pequeñosof á de la esquina, junto a la puerta de entrada,,'staban sentados dos jóvenes de tez muy oscura,rt'stidos a la occidental, con pantalones con pata de,'le lante. Parecieron no reparar en mí, pero yo sentírrrrnediatamente un cierto malestar. Me quedé frente.rl nrostrador y esperé a que hablara ella primero.lrlectivamente habló. Dijos unos números con vozrrt'utra y distante, no entendí bien de qué se tratabav lc rogué que me lo repitiese. Era un tabla. Lasrrrricas ciflas que capté eran la primera y la última:,lt' los trece a los quince años, trescientas rupias, a¡r;rltir de los cincuenta, cinco rupias.

ulas muieres están en la salita del primer piso,,, lrlo a modo de conclusión.

Saqué la carla del bolsillo y le mostré la firma.\rrl>ía el nombre de memoria, pero preferí que lovrcse escrito, para que no hubiese equívocos. .Vi-

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mala Saro, dije. .,Quiero una joven que se llama

Vimala Sar".La mujer lanzó una rápida mirada a los dos

jóvenes sentados en el sofá. oVimala Sar no trabaja

aquír, dijo, ose marchóu.o¿Dónde ha ido?", Pregunté.oNo lo sé,,, respondió, npero tenemos .ióvenes

mucho más hermosas".Las cosas no empezaban demasiado bien' Con el

rabillo del ojo me pareció como si los dos jóvenes

hubiesen hecho un ligero movimiento, pero tal vez

fuese sólo una imPresión mía.<Encuéntrela", dije rápidamente, (esperaré en

la habitación'. Por suerte llevaba en el bolsillo dos

billetes de veinte dólares. Se los dejé entre las pie-

drecitas de colores y recogí mi maleta' Mientras su-

bía las escaleras tuve una pequeña inspiración dic-

tada por el miedo. "Mi embajada sabe que cstoy

aquío, dije en voz alta.

La habitación parecía limpia. Estaba pintada de

verde claro y en las paredes había láminas con las

esculturas eróticas de Khajuraho, me pareció, sin

sentir mayores deseos de comprobarlo' La cama era

muy baja, junto a ella había una butaca destartala-

da y un pequeño montículo de almohadones de colo-

res. Sobre la mesita de noche reposaban varios ob-

jetos de forma inconfundible. Me desvestí y saqué

una muda limpia. El baño era un cuchitril varias

veces repintado con un cartel en la puerta que mos-

traba a una rubia a caballo de una Coca-Cola' El

cartel estaba amarillento y manchado por los insec-

tos, la rubia llevaba el pelo a lo Marilvn Monroe

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t:stilo años cincuenta, lo que aumentaba su incon-gmencia. A la ducha le faltaba Ia alcachofa aguje-rcada, era simplemente un trozo de tubo del quesalía un chorro de agua a la altura de la cabeza, perolavarme me pareció la cosa más voluptuosa del mun-rlo: pesaban sobre mis hombros'ocho horas de:rvión, tres horas de permanencia en el aeropur:rto yl¡ hazaña de atravesar Bombay.

No sé cuánto tiempo dormí. Tal vez dos horas,r¡rrizá más. Cuando me despertaron los golpecitos enl:r puerta fui maquinalmente a abrir, al principio nisiquiera me di cuenta de dónde me encontraba. Laioven entró con un ligero frufrú. Era menuda y lle-vrrba un sari vaporoso. Sudaba, y el maquillaie em-¡rt'zaba a corrérsele por la comisura de los oios.llijo: <Buenas noches señor, soy Vimala Sarr. per-nr¿rneció en medio de la habitación, la mirada baja yl,rs brazos caídos, como si yo debiese examinarla.

nSoy un amigo de Xavier", dije.Ella levantó la vista y leí un gran esrupor en su

rostro. Había preparado su carta sobre la mesita de,r,rc:he. Ella la miró y empezó a llorar.

n¿Por qué acabó en un sitio como éste?", pregun,ttr. n¡'Qué hacía aquí? ¿Dónde está ahora?".

EIla empezó a sollozar quedamente y yo me di, r¡t'nta de haber hecho demasiadas preguntas.

uCálmese", diie.uCuando se enteró de que le había escrito se

,,rf ¿rdó muchon, dijo.u¡'Y por qué me escribió?>.uPorque encontré su dirección en la aeenda de

\:rvicr,, diio ella, "sabía que eran ustedes muv ami-,',,s, hace tiemnoo.

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Se llevó una mano a la boca como para sofocarnuevos sollozos. uEn los últimos tiempos ya no erabuenoo, dijo, oestaba enfermo".

"¿Pero qué hacía?".

"Hacía negocioso, dijo ella. "No sé, no me con-taba nada, ya no era buenor.

n¿Qué clase de negocios?n.

"No lo sé", repitió, <no me contaba nada, a ve-

ces se pasaba días enteros sin hablar, y luego de re-pente estaba muy inquieto y tenía grandes explosio-nes de rabian.

"¿Cuándo llegó aquí?".oEl año pasador, dijo ella, .venía de Goa, hacía

negocios con ellos, luego enfermó".

";Quiénes son ellos?r.

"Los de Goar, dijo, ode Goa, no séo. Se sentó enel sofá junto a la cama, ahora ya no lloraba, pare-cía más tranquila. "Saque algo de beber", dijo, "enese armarito hay licores, una botella cuesta cincuentarupias>.

Me dirigí al armarito y cogí una pequeña bote-lla llena de un líquido anaranjado, un licor de man-darina. "¿Pero quiénes eran los de Goa?o, insistí,(¿recuerda al menos el nombre, algo?,.

Ella sacudió la cabeza y se echó de nuevo a llo-rar. nl-os de Goa", dijo, "de Goa, no sé. Estaba en-fermoo, repitió.

Hizo una pausa y exhaló un hondo suspiro. nA

veces parecía indiferente a todo", diio. otambién a

mí. Lo único que le interesaba un poco eran las car-tas de Madrás, pero luego al día siguiente volvía a

estar igual".

"¿Qué cartas?o.

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"Las cartas de Madrás", dijo ella con ingenuidad,como si fuese una información más que suficiente.

<¿Pero de quién?", insistí, "¿quién se las escri_bía ?".

oNo lo sf", dijo, ouna sociedad, no 1o recuerdo,nunca me las dejó leer".

"¿Y él respondía?", volví a preguntar.Vimala permaneció absorta. .Sí, respondía, creo

r¡ue si, se pasaba horas enteras escribiendo".oSe lo ruego), dije, "procure hacer un esfuerzo,

¿qué era esta sociedad?".oNo lo sé", dijo, <era una sociedad de estudio,

creo, no lo sé, señor". Hizo otra pausa y luego dijo:uEl era bueno, su voluntad era buena, pero su natu-raleza tenía un destino triste'.

Había entrelazado sus dedos, unos dedos largos yhermosos. Luego me miró con una expresión de ali-vio, como si hubiese acudido a ella un recuerdo."Theosophical Society", dijo. Y por primera vezsonrió.

,,Escuchen, dije yo, ucuéntemelo todo con calma.t<ldo lo que recucrde, todo lo que pueda decirmeo.

Le llené otra vez el vaso. Ella bebió y empezó a( ontar. Fue un relato largo, prolijo, lleno de deta_lles. Me habló de su historia, de las calles de Bom_bay, de alegres excursiones a Bassein y a .Elephanta.Y luego de tardes en el Victoria Garden, echadossobre la hierba, de los baños en Chowpatty Beach,bajo las primeras lluvias de Ios monzones. Supet timo Xavier había aprendido a reírse, y de qué sercía y de cuánto le gustaban las puestas de sol sobret'l mar de Omán, cuando paseaban a la hora delt'repúsculo por la orilla. Era una historia que ella

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con esto basta; pero no era lo que querÍa decir, na-turalmente.

uHabrá un archivon, dije, (supongo>.EI sonrió con aire desolado y culpable. Tenía los

dientes muy blancos y un agujero en la hilera supe-rior. "Un archivo...>, murmuró. Súbitamente su ex-presión se tornó dura, tensa. Me miró con severidad,casi con desprecio. <Esto es el hospital de Bombayu,dijo con sequedad, "deje de lado sus categoríaseuropeas, son un lujo soberbioo.

Yo me callé, y también él permaneció en silencio.Extrajo un estuche de paja del bolsillo de su batay sacó un cigarrillo. Detrás de su mesa, colgado dela pared, había un enorme reloj. Marcaba las siete,estaba parado. Lo miré, y él adivinó lo que estabapensando. .,Hace mucho tiempo que está paradoo,dijo, "de todas formas es medianocher.

<Lo séo, dije yo, <le estaba esperando desde lasocho, el médico de día me dijo que usted era elúnico que tal vez pudiese a5rudarme, dice que tienemucha memorian.

El volvió a sonreír con su sonrisa triste y cul-pable, y yo comprendí que me había equivocado denuevo, que no era un don tener mucha memoria, enun lugar como aquéI.

<¿Era amigo suyo?>.

"En cierto sentidor, dije yo, ohace tiempo>.

"¿Cuándo lo ingresaron?>..,Hará casi un año, creo, después de los monzo-

NESD.

oUn año es mucho tiempo>, dijo. y luego prosi-guió: ol-a época de los monzones es la peor, llegatantísima gente>.

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nMe lo imagino>r, respondí.El se cogió la cabeza entre las manos, como si

¡t:f lexionase, o como si estuviese muy cansado. ,.No:;c lo imagina>, dijo. <¿Tiene alguna fotografía:;rtya?>

Era una pregunta sencilla y práctica, pero yotjtubeé al responder, porque también yo senti el pesorlc la memoria, y al mismo tiempo su inadecuu"iOrr.,: Qué es lo que se recuerda de un rostro, en el fon-tlo? No, no tenía ninguna fotografía, tenía tan sólorni recuerdo: y mi recuerdo era sólo mío, no podíaucr descrito, era la expresión que yo tenía del rostrorlc Xavier. Hice un esfuerzo y Ji¡", <Es tan alto('omo yo, delgado, con el pelo liso, aproximadamenterle mi edad, a veces tiene ,rrru

"*fr"rión como lasuya, doctor, porque cuando sonríe parece triste>.

nNo es una descripción muy précis¿rr, dijo é1,(pero de todas formas no importa, no recuerd.o arringún Janata Pinto, al menos ahorao.

Nos encontrábamos en una habitación muy gris,inhóspita. En la pared del fondo había

""u i.u"lina de cemento, como un lavadero. Estaba llená deIrojas de papel. Junto a la tina había una especie dernesa alargada, también atestada de papeles. El mé_rlico se levantó y se dirigió al fondo ae ú naUitación.Me pareció que cojeaba. Se puso a rebuscar entrelos papeles de la mesa. Desde lejos tuve la impre_sión de que eran hojas de cuaderno y pedazos de¡,apel marrón, de embalaje.

<Es mi archivoo, dijo, <todo son nombresu.Permanecí sentado frente a su mesita, mirando

los escasos objetos que la ocupaban. Había una bolarle cristal con la imagen del puente de Londres y una

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borrosos.n¿No será un

desde el fondo delos drogados".

fotografía enmarcada con una casa que parecía unchalet suizo. Me pareció absurdo. En una ventanadel chalet se veía un rostro femenino, pero la foto-grafia estaba descolorida y los contornos aparecían

drogado, verdad?", me Preguntóla habitación. "No aceptamos a

Permanecí en silencio y sacudí la cabeza.

vez no>, respondí luego, (no lo creo, no sé>r-

uTal

(¿Pero cómo sabe que vino al hospital? ¿Estáseguro?r'.

oMe lo dijo una prostituta del hotel Khajuraho,que era donde se hospedaba, el año pasado".

..¿Y usted?>, preguntó, "¿también usted se hos-

peda allí?".oDormí allí la pasada noche, pero mañana me

cambiaré, procuro no permanecer más de una noche

en el mismo hotel, cuando es posible".o¿Por qué?o, preguntó él con desconfianza. }{a'

bía levantado una pequeña montaña de papeles en-

tre los brazos y me miraba por encima de las gafas.

,.Porque sío, dije. <Me gusta cambiar cada no-

che, sólo llevo esta pequeña maletao.n¿Y ya ha decidido dónde va a dormir mañana?".oAún noo, dije. "Creo que desearía un hotel muy

confortable, quizás de lujoo...Podría ir al Taj Mahal", dijo é1, oes el hotel más

fastuoso de todo Asia".oTal vez no sea una mala idea", contesté'El sumergió los brazos en Ia tina, entre los peda-

zos de papel. .,Cuántos hombresn, dijo. Se habíasentado en el borde de la tina y se estaba limpiando

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los lentes. Se frotó los ojos con el pañuelo como siIos tuviese cansados o irritados. ..polvor, dijo.

"¿El papel?>, pregunté yo.El bajó los ojos, me dio la espalda. uEl papelu,

clijo, <los hombresr'.Desde lejos se oyó un lóbrego estrépito metálico,

como un bidón que rodase escaleras abajo."De todas formas no está>, dijo dejando caer

todos los papeles, (creo que es inútil buscarlo entrecstos nombres>.

Me levanté instintivamente. Había llegado el mo-rnento de despedirme, me pareció, eso era lo querne estaba diciendo: que me marchase. pero él nopareció darse cuenta, se dirigió a un armarito metá_Iico que en épocas muy remotas debió haber estadopintado de blanco. Rebuscó en su interior y cogióunos medicamentos que se metió apresuradamentecn los bolsillos de la bata, me pareció que los sacabaal azar, sin escogerlos. uSi aún está aquí, la únicamanera de encontrarle es ir a buscarlen, dijo, .,yoahora tengo que hacer mi ronda, si quiere puedeacompañarme". Se dirigió a la puerta y la abrió.nHaré una ronda más larga de lo acostumbrado,csta noche, pero tal vez usted no considere oportunovenir conmigo>.

Me levanté y le seguí. <Lo considero oportuno>,dije. <¿Puedo llevar mi equipaje conmigo?u.

EI vestíbulo que se hallaba a continuación de lapuerta era un recinto hexagonal de cada uno de cuyoslados salía un pasillo. Estaba abarrotado de trapos,cle sacos, de sábanas grises. Algunas tenían manchasvioletas y marrones. Enfilamos el primer pasilloa nuestra derecha; sobre el dintel había un le_

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trero escrito en hindú, algunas letras se habíancaído dejando una mancha clara entre las letrasrojas.

<No toque nada", dijo, "y no se acerque dema-siado a los enfermos. Ustedes los europeos son muydelicados".

El pasillo era muy largo, pintado de un melan-cólico azul celeste. El suelo estaba negro de esca-rabajos que crujían bajo nuestros zapatos, aunquehacíamos lo posible por no pisarlos. .Los extermi-namos), dijo el médico, (pero al cabo de un mesvuelven a nacer, las paredes están impregnadas delarvas, habría que derribar el hospital".

El pasillo terminaba en un nuevo vestíbulo idén-tico al principal, pero angosto y sin luz, separadopor una cortina.

<dQué hacía el señor Janata Pinto?r, me pre-guntó mientras apartaba la cortina del vestíbulo.

Pensé en decirle <traductor simultáneo", queera lo que tal vez debía haber dicho. En cambiodije: "Escribía cuentos".

nAhn, dijo é1. "Vaya con cuidado, aquí hay unescalón. ¿Sobre qué hablaban?o.

nBuenor, dije yo, nno sé muy bien cómo expli-carlo, digamos que hablaban de fracasos, de erro-res, uno por ejemplo hablaba de un hombre que sepasa la vida soñando en un viaje y cuando un díafinalmente tiene oportunidad de hacerlo, ese día seda cuenta de que ya no lo desean.

<Pero él se marchó", dijo el médico.

"Eso parece", corroboré, oefectivamente).El médico dejó caer la cortina detrás nuestro.

uAquí dentro hay unas cien personasn, dijo, nme

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r('rno que no va a ser un espectáculo agradable pararsted, son los que ya llevan aquí algún tiempo, su;rrnigo podría estar entre ellos, aunque me parecerrnprobable".

I.e seguí y entramos en la habitación más grande,¡r-r"^ había visto en mi vida. Era casi tan grande comorrrr hangar, y alineadas a todo lo largo de las pare_rlcs, además de en tres filas centrales, había .rrl"r,() rnejor dicho, camastros. Del techo pendían algu_uas bombillas de luz mortecina, y yo me detuve unrr<.¡mento porque el olor era muy fuerte. Acurruca_rlo.s junto a la puerta de entrada había dos hombresvlstidos de harapos que se alejaron apenas nosv tcron.

nSon intocables>, dijo el médico. oson ellos los(lrre se ocupan de las necesidades corporales de los.'n.fermos, no, hay :nadie más que Jesemp.ñe erte,rficio. Así es la Indiao.En el primer camastro había un hombre ancia-rro. Estaba completamente desnudo y muy delgado.I'urecía muerto, pero tenía los ojos desmesuiada-

nlente abiertos y nos miró.sin Ia -me.ror

expresión.I'cnía un pene enorme abarquilrado sobre el vientre.lrl médico se le acercó y leiocó Ia frente. Me pare-

r ió que le introducía algún medicamento en la boca,t)cro no pude verlo bien porque estaba a los pies deir'¿rmastro. oEs un sddhur, dijo el médico, <sus órga_rros genitales están consagrados al dios, tiempo atrás,'r a ado"ado por las mujeres estériles, i"ro ,rlrn.,

",su vida ha procreadoo.Luego pasó a otro enfermo

rlctuvo ante cada lecho, mientras;r¡rartado mirando el rostro del

y yo le seguí. Seyo permanecía algoenfermo. Con alsu-

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nos se quedaba más tiempo, murmurando algunas

palabras, repartiendo medicamentos' Con otros ape-

nas unos instantes, tocándoles la frente. Las paredes

estaban manchadas de rojo, por los esputos del

betel rnasticado, y el calor era sofocante' O tal vez

fuese el olor demasiado intenso lo que daba aquella

sensación de ahogo. Los ventiladores del techo, sin

embargo, permanecían inmóviles. Luego el médicovolvió sobre sus pasos y yo le seguí en silencio.

<No está>, dije, nentre éstos no está"'El volvió a apartar la cortina del vestíbulo con

inmutable cortesía y me cedió el paso..,El calor es insoportablen, dije, "y los ventilado-

res están parados, es increíbleo.uEn Bombay la tensión por la noche es muy ba-

ja", me respondió..Y sin embargo poseen un reactor nuclear en

Trobay, vi la chimenea desde el paseo del litoral".Esbozó una levísima sonrisa. ol-a energía se des-

tina casi toda a las fábricas, y luego a los hoteles de

lujo y al barrio de Marine Drive; aquí tenemos que

conformarnos". Echó a andar a lo largo del pasillodirigiéndose en sentido contrario al que habíamostomado al venir. "Así es la Indiao, concluyó.

n¿Usted estudió aquí?", pregunté.Se quedó mirándome, ¡l rrl€ pareció ver cruzar

por sus ojos un relámpago de nostalgia. "Estudiéen Londresu, dijo, "y después me especialicé enZuricho. Sacó su estuche de paja y cogió un ciga-rrillo. oUna especialización absurda, para la India.Soy cardiólogo, pero aquí nadie padece del corazón,sólo ustedes en Europa mueren de infarto".

"¡'De qué se muere aquí?r, pregunté yo.

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- <De todo lo que no depende del corazón. Sífilis,

tuberculosis, lepra, tifus, septicemia, cólera, menin_¡1itis, pelagra, difteria y otras cosas. pero a mí mellustaba estudiar el corazón, me gustaba comprender;r cse músculo que gobierna nuestra vida, asi,. Hizorrn gesto con la mano abriendo y cerrándo el puño.^Quizá creía que iba a descubrir algo dentro,.

El pasillo desembocaba en un pequeño patio des_t'ubierto, frente a un pabellón de jr¿iritto, más bienlr¿rio.

<¿Es usted creyente?>, pregunté yo.oNorr, contestó, (soy ateo. Ser ateo es la peor de

lrrs maldiciones, en la India".Atravesamos el patio hasta detenernos frente a

lrr puerta del pabellón.

"Aquí dentro están los incurableso, diio, <existeuna remota posibilidad de que su amigo se encuen-tre entre ellos".

"lQué tienen?", pregunté.

- "Todo lo que pueda imaginarse", dijo é1, .perolul vez sea mejor que se vaya>.

"Eso creo yo también>, asentí.ol-e acompañon, dijo é1.oNo, no se moleste, se Io ruego, seguramente po_

tlr'é salir por aquella puertecita de la verja, *" pu_rcce que da a Ia caller.

uYo me llamo Ganeshr, dijo, og6rno el dios ale_l1re con cara de elefanter.

También yo Ie diie mi nombre antes de alejar_nre. La puerta se hallaba a pocos pasos, detrás der¡n seto de jazmines. Estaba abierta. Cuando me vol_ví a mirarle, todavía me dijo: oSi lo encontrara, ¿de_lro decirle algo?n.

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(No, por favorn, dije yo, "no le diga nadao'

H se'quitO la peluca to-o si fuese un sombrero

v me hizá una leve reverencia' Yo salí a la calle''r,.tabu amaneciendo y Ia gente de las aceras se es-

áUu a"rp"rtando. alg"ttot estaban enrollando las

esteras del reposo "oJt''""o' La calle se hallaba in-

vadida por los cuervos que revoloteaban entre el es-

tiércol áe las vacas' Junto a la escalinata de la entra-

á"-i.Ul" un taxi desvencijado cuyo conductor dor-

;ob" con la cara apoyada en la ventanilla'' .Taj Mahal', dije al subir'

III

Los únicos habitantes de Bombay que no sepreocupan del dercho de admisión vigente en elTaj Mahal son los cuervos. Descienden lentamentehasta la terraza del Intercontinental, se posan ocio_sos en las ventanas moghul del edificio más anti-guo, se encaraman entre las ramas de los mangosdel jardín, revolotean sobre la perfecta alfombrade césped que rodea la piscina. Se acercarían a be-ber de los bordes o picotearían la rodaja de naran-ja de la copa del martini si un concienzudo sirvien-te enfundado en una flamante librea no les espan_tase con una maza de cricket, como en un absurdopartido dirigido por un estrafalario maestro de ce-remonias. Con los cuervos hay que tener cuidado,tienen el pico muy sucio. El ayuntamiento de Bom_bay se ha visto obligado a cerrar con cubiertas losenormes depósitos del acueducto porque más de unavez los pájaros, que se encargan de reintroducir enel "ciclo biológico, los cadáveres que los parsis ex_ponen en las Torres del Silencio (existen numerosastorres en la zona de Malabar Hill), habían dejadocaer algún bocado. Pero, a pesar de estas medidas, el

3233

Page 14: Nocturno Hindu

municipio evidentemente no ha resuelto el problema

ititi¿"i.", porque luego está el problema de las ratas'

á"-to, insectos, de las infiltraciones de las cloacas'

*i;; .,o U"U"t el agua de Bombay' Puede hacerse

"" Lr r.: Mahal, que posee sus propias depuradoras

v q"" "ira

orgrrilá,i'imo de su agua' Porque el Taj

io^", un hotel: con sus ochocientas habitaciones es

una ciudad dentro de la ciudad'Cuando entré en esta ciudad fui recibido por un

po.i"t" disfrazado de príncipe indio' con faja y tur-

bante rojos, que me condujo hasta una recepción

ifu*u","" de oiopeles donde había otros empleados

asimismodisfrazadosdemaharaic'Probablementepensaron que también yo iba ,disfrazado'

pero al

contrario, que era un ritacho disfrazado de pobre'

e hicieron Io imposible para encontrarme una habi-

tación en el ala noble dll edificio' la del mobiliario

t"i*t y ventanales sobre el Gateway of India' Mi

;;fi; impulso fue decir que no había ido allí por

iuestiones estéticas, sino tan sólo para dormir con

á"r.u.udu comodidad, y que podían instalarme a su

discreción en una habitación con mobiliario ver-

gonzosamente moderno, incluso me conformaba con

Eilur"u.i"los del Inter-Continental' Pero luego me

p"t"li¿ cruel depararles esta desilusión' La suite de

i;;;""t, en cualquier caso' la rechacé' Era dema-

siado para una persona sola' pero evidentemente

;; p"; cuestión de precio, especifiqr'é para mante-

t"r^"t tono estilístico por el que ya había optado'

La habitación era imponente' mi maletita me

había precedido por víai misteriosas y reposaba

sobre un banquitá de cuerda' la bañera estaba ya

llena de agua y espuma, me sumergí en ella y luego

34

rne envolví en una toalla de lino, las ventanas daban¡rl mar de Omán, ya era casi de día, con una luzrosada que teñía la playa, la vida de la India, bajoel Taj Mahal, reemprendía su hormigueante activi-rlad, las pesadas cortinas de terciopelo verde se des-Iizaban suaves y mórbidas como un télón, yo las hiceL\vanzar sobre el paisaje y la habitación fue sólo¡rcnumbra y silencio, el perezoso y confortable ron-roneo del gran ventilador me arrulló, apenas el tiem-po de pensar que también eso era un lujo superfluol)orque la habitación estaba perfectamente climati-nda, y llegué de pronto a una vieja capilla sobretrna colina mediterránea, la capilla era blanca y haciac'alor, estábamos hambrientos y Xavier, riendo, sa-t'aba de una cesta bocadillos y vino fresco, tambiénlsabel reía, mientras Magda extendía una mantas<-¡bre la hierba, a lo lejos y a nuestros pies se veíacl azul celeste del mar y un asno solitario merodea-lra a Ia sombra de la capilla. pero no era un sueño,('ra un recuerdo real: miraba en la oscuridad de lalrabitación y veía aquella escena lejana que me pa-lccía un. sueño porque había dormido muchas horasy mi reloj marcaba las cuatro de la tarde. perma-nccí largo rato en la cama pensando en aquellosliempos, revisité paisajes, rostros, vidas. RecordéIas salidas en coche hasta las pinedas, los nombres(lue nos habíamos dado, la guitarra de Xavier y lavoz cristalina de Magda que anunciaba con irónica¡¡r'avedad, imitando a los pregoneros de las ferias:¡señoras y señores mucha atención, tenemos connosotros al Ruiseñor italiano! y yo seguía el juegov empezaba a cantar viejas canciones napolitanas,rrnitando los gorjeos anticuados de los cantantes de

35

Page 15: Nocturno Hindu

otros tiempos, mientras todos reían- y aplaudían'

Entre nosotros y" ;;; Rot*' y me había resignado:

inicial de Rouxinotl^"" pott"gués ruiseñor' Pero di-

.t"'"tt O"t".ia i"ti"'" "" ""-Ure bonito y exótico'

no había razón pu'u ""fu¿arse' Y luego revisité ios

veranos sucesivos' tU^gau llorosa'.P"lté' ¿por qué?

;;;;" era justo? ¿E I-sabei v sus ilusioi"tl l tll1'áo aquelloi rec"erdos asumieron contornos lnso-

;;#i;;, nítidos como si fuesen provectados por

una máquinu ,oo'" iu fu'"d' me levanté y salí de Ia

habitación'A las seis es algo tarde para comer y algo tem-

prano para cenar'-p"to "t' "l tui Mahal' decía mi

guía, gracias a sus cuatro restaurantes se puede

comer a cualquierhora' En el último piso del Apo-

llo Bunder estaba el Rendez-Vous' pero era real-

mente demasiado íntimo' Y demasiado caro' Hice

una escala en el Apollo Bar y e.legí una mesa junto

J'L -tia.i"ra

de la tercaza mirando las primeras

luces del crepúsculo, el paseo costero era una gurr-

nalda, tomé dos gin-tonics que me.pusieron de buen

humor y escribí

""'u tutt" a Isabel' Escribí largo

rato, de un tirón, .ár, pario.,, y se lo conté todo. Le

hablé de aquello; dr"J lejanos' y de mi viaje' y de

cómo los sentimientos vuálven a aflorar con eI tiem-

o.. i" ál:I".bté" ;á'u' qt" jamás habría pensado

decirle, y cuanclo releí la cárta' con la alegria incons-

"i*i" ¿"f que ha bebido en ayunas' me dí cuenta

de que aquella t-tu "" el fondá era para Magda' se

la había escrito a ella' ciertamente' aunque' dijese

.Querida Isabel"f y u'í lu estrujé entre los dedos y

fa áeje "r, "l

t""itlro' bajé a la primera planta' en-

tré en el Tanjore Restaurant y pedí una cena sun-

36

tuosa, tal como habria hecho un príncipe disfrazadode pobre. Y luego, cuando acabé de cenar, era de no-che, el Taj se estaba animando fulgurante de luces,sobre el césped en torno a la piscina los sirvientescn librea estaban preparados para ahuyentar a loscuervos, yo me instalé en un sofá eri medio de aquelhall del tamaño de un campo de fútbol y me dediquéa contemplar el lujo. No recuerdo quién dijo quecn la pura actividad del mirar hay siempre algo desadismo. Intenté inútilmente recordar quién fue,pensé que había algo de verdad en aquella frase: yasí miré incluso con mayor voluptuosidad, con laperfecta sensación de ser sólo dos ojos que mira-ban mientras yo estaba en otro lugar, sin saber dón-cle. Miré a las mujeres y a las joyas, los turbantes,los feces, los velos, los trajes largos, los vestidos denoche, los musulmanes y los millonarios americanos,los reyes del petróleo y los sirvientes cándidos y si-lenciosos: escuché risas, frases comprensibles e in-comprensibles, susurros, frufrús. Y todo esto nocesó ni un instante durante toda la noche, casi hastacl alba. Luego, cuando las voces se espaciaron másy las luces se amortiguaron, apoyé la cabeza sobreIr-¡s almohadones del sofá y me dormí. No dema-siado tiempo, porque el primer barco para Elephan-ta, enfrente mismo del Taj, zarpa a las siete: y enaquel barco, además de una madura pareja de japo-neses con máquina fotográfica colgada al cuello, ibatambién yo.

37

Page 16: Nocturno Hindu

b--

39

IV

lejanas: algún minuto de sueño, tal vez. Estaba muyt:ansado.

El dijo: n¿Cómo ha dicho?".

"Me refería a los cuerposo, dije yo, (4 lo mejors()n como maletas, nos transportamos a nosotrosurismoso.

Encima de la puerta había una veilleuse azul,('omo en los vagones de los trenes nocturnos. Al mez-r:larse con la luz amarilla procedente de la ventanat'reaba una luz verdosa, como de acuario. Le miré ybajo la luz verdusca, casi luctuosa, vi el perfil derrn rostro afilado, con una nariz ligeramente aquili-na, las manos sobre el pecho.

(¿Conoce a Mantegna?", le pregunté. Mi pregun-la también era absurda, aunque no menos que lasuya, ciertamente.

nNo'r, dijo, u¿es un indio?n..Es un italianoo, dije yo.

"Sólo conozco a inglesesu, dijo, "los únicos euro-l)eos que conozco son ingleses".

El lamento lejano volvió a oírse con mayor in-tcnsidad, ahora era muy agudo, por un instante pen-só que pudiera tratarse de un chacal.

oEs un animalr, dije, "¿usted qué cree?>.nCreía que era un amigo suyo), respondió en voz

baja.,,No, non, dije, nme refería a esa voz que llega

tlc fuera, Mantegna es un pintor, pero yo no le co-rrocí, murió hace varios siglosu.

El hombre respiró profundamente. Iba vestidorle blanco pero no era musulmán, esto lo compren-rlí. nYo he estado en Inglaterra", dijo, (pero tambiénlrablaba francés, si lo prefiere podemos hablar fran-

nQué hacemos dentro de estos cuerpos>' dijo el

."noi qrr" se disponía a acostarse en la cama con'

tigua a lu *tu-'--r^ 'vo, tal vez noSu voz no tenla un tono interrogatr

era una pregunta, era sólo una constatación' a su

manera, de todos modos hubiera sido una pregunta

a la que no habría podidg responder'- La luz proce-

dente de los u"¿"tJt á" lu "'iu"ión

cra amarilla y

dibujaba en las t"*J; desconchadas su sombra

delgada que se -ouiu en la habitación con l\gereza'

con prudencia y discreción' me pareció' como se

mueven los indios' A lo l"iot se oía una voz lenta y

monótona, lal vez t"u plágu'ia o un lamento soli-

tario y sin esperanza' como esos lamentos que se ex-

presan únicamente a si mismos' sin p-edir nada' Para

Il;;; i*po'ibl" descifrarlo' La India también era

csto: un tln-i'''erso de son-idos romos' indiferenciados'

indistinguibles'.Tal vez viajamos en su interior>' dije yo'

Debía haber ;asad; un cierto tiempo desde su

primera frase, *" ttuUiu perdido en consideraciones

38

Page 17: Nocturno Hindu

céso. Su voz era absolutamente neutra' como si hi'

ciese una afirmación frente a una ventanilla de una

uiilirru ministerial; y esto, no sé por qué' me turbó'

;;. ;" jainistao, dijo tras unos segundos' "llora por

la maldad del mundo"'R"rpotdi, oAh, claroo, porque había entendido

q"" uio.u se refería al lamento que se oía a lo leios'

oEn Bombay no hay muchos jainistaso' dijo lue-

go .ot el tono de quien explica el hecho a un turis-

iu, n"t el sur sí, aln hay muchos' Es una religión

muy hermosa y muy estúpida'' Lo dijo sin ningúrt

desprecio, siempre lott "i" mismo tono neutro de

deposición.o¿Usted qué es?o, pregunté, "le ruego que dis-

culpe mi indiscrecióno'

"Soy jainistao, dijo'nf ieü¡ de la estación dio las doce campanadas

de la medianoche. El lamento lejano cesó brusca-

mente, como si esperase el tañido del reloj' "Ha em-

pezado un nuevo dían, dijo el hombre' udesde este

momento es un nuevo dían'

Permanecí en silencio, sus afirmaciones no daban

lugar a interlocuciones' Pasaron unos minutos' me

p"?".rá que las luces de los andenes se habían debi-

iituao. Lá respiración de mi compañero era ahora

pausada y l"tia, como si durmiese' Cuando de nuevo

habló tuve una especie de sobresalto' "Voy a Vara-

nasi,', dijo, o¿usted adónde va?o'

nA Madráso, dije yo.

..Madrás', dijo é1, usí, sío'

.Me gustaría ver el lugar donde- se dice que el

apóstol Íomás sufrió el martirio' los portugueses

"á"t,ttv"ton allí una iglesia en el siglo xvl' no sé

40

si seguirá en pie. y ruego debo ir a Goa, a consurtaruna vieja biblioteca, ésa es la razón por la que hevenido a Ia India,."¿.Es un peregrinaje?u, preguntó é1.Dije que no. O mejor dicho,-si, pero no en el sen_tido religioso de Ia palabra. foao ió _ás era un iti-nerario.personal, ¿cómo decirlo?, buscaba únicamen_te huellas.<Es usted católico, supongo>, dijo mi compañero.oTodos los europeos son católicós, de alguna for_ma,,, dije yo. oO en definitiva cristianos, es práctica_

mente lo mismoo.El lo1bre repitió mi adverbio como si lo sabo-rease. Hablaba un inglés muy elegante, con pequeñas

pausas y arrastrando las conjunciones tras una Ievehesitación, como acostumbrán a hacer en algunasuniversidades, reconocí. opractically... Actually>,dijo, "curiosas parabras, cuántas u"."í ras he oído enInglaterra, ustedes los europeo, .riitirun frecuente-mente estas palabrasu. Siguió una pausa más larga,p:r1 cgmprendí que no había u.ubudo de hablár."Todavía no he podido establecerci

"s po. pesimis_rno o por optimismoo, prosiguió, .,¿usted quá cree?o.Le.pregunté si podía

"*p1i.u.r"" mejor..Oh',, dijo, "s5 difícil explicarse mejor. yerá, aveces me pregunto si es una palabra que indica so_berbia o si en cambio significa ,irri.u_"rrt" cinismo.Y quizá mucho miedo, timbién. ¿tvt" "o*prende us-ted ?n.

,.No lo séo, dije yo, (no esvez la palabra "prácticamente,,ticamente nadao.

muy fácil. pero talno quiera decir prác-

Mi compañero se rió. Era la primera vez que lo

4l

Page 18: Nocturno Hindu

hacía. aEs usted muy hábilr, dijo, ..me ha ganado ya la vez me ha dejado ganar, prdcticamente>.

También yo me reí, y luego me apresuré a decir:

"De todas formas, en mi caso es prácticamente mie-dou.

Permanecimos unos instantes en silencio, luegomi compañero me pidió permiso para fumar. Re-buscó en una bolsa que tenía junto a la cama y elolor de esos cigarrillos indios diminutos y aromá-ticos, hechos con una sola hoja de tabaco, se pro-pagó por la habitación.

.<Hace tiempo leí los Evangeliosu, dijo, ues un li-bro muy extrañor>.

"¿Sólo extraño?rr, pregunté.Pareció dudar. uTambién lleno de soberbiao, dijo,

(y no lo digo con mala intención>.<Temo no haberle entendido bienu, dije yo.uMe refería a Cristoo, repuso.El reloj de la estación dio las doce y media. Sen-

tía que el sueño se iba apoderando de mí. Desde elparque de detrás de las vías llegó el graznido de loscuervos. <Varanasi es Benarésn, dije, <es una ciudadsanta, ¿también usted hace un peregrinaje?>.

Mi compañero apagó el cigarrillo y tosió leve-mente. <Voy a morirr', dijo, <me quedan pocos díasde vida". Se acomodó la almohada bajo la cabeza.<Pero tal vez convenga dormirtr, prosiguió, <no te-nemos muchas horas de sueño, mi tren sale a lascinco>.

"El mío sale poco despuésu, dije.uOh, no tema)), dijo é1, ael sirviente le desperta-

rá a tiempo. Supongo que no tendremos oportuni-dad de volvernos a ver con las apariencias bajo las

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que nos hemos conocido, nuestras actuales maletas.Le deseo buen viaieu."También yo ," lo deseo a usted>, respondí.

43

Page 19: Nocturno Hindu

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r*FIr<hD

a

Page 20: Nocturno Hindu

V

Mi guía sostenía que el mejor restaurante de Ma-drás era el Mysore Restaurant del Coromandel y yosentía gran curiosidad por comprobarlo. En la bou-tique de la planta baja compré una camisa blanca,a la india, y un par de pantalones elegantes. Subí ala habitación y me di un largo baño para eliminartodas las escorias del viaje. Las habitaciones delCoromandel poseen un mobiliario a imitación del es-

tilo colonial, pero de buen gusto. Mi habitación dabaa la parte de atrás, sobre una plazoleta amarillentarodeada de una vegetación selvática. Era una habi-tación muy espaciosa, con dos carnas amplias cu-

biertas por dos colchas bastante bonitas. Al fondo,cerca de la ventana, había un escritorio con un ca-

.ión central y tres a cada lado. Fue pura casualidadque eligiese el último cajón de la derecha para de-jar en él mis papeles.

Acabé por bajar mucho más tarde de lo que ha-

bría deseado, pero de todos modos el Mysore estaba¿rbierto hasta medianoche. Era un restaurante congrandes vidrieras sobre la piscina, con mesas redon-das y biombos de bambú pintados de verde. Las lam-

47

Page 21: Nocturno Hindu

L-

49

paritas de las mesas despedían luces azules' y había

tastante ambiente' Un músico' sobre una tarima ta-

pizad.ade rojo, amenizaba la velada con una música-*"y ái..tet;' El camarero me precedió entre las

-"iut y se mostró muy solícito a Ia hora de aconse-

j;; ío-qrr" podía to*"t' Me concedí tres platos y

bebí jugo de mango fresco' Los clientes eran casi

todos hindúes, p"Á "" la mesa próxima a la mia

había dos caballe.o' i"gl"'"s de áspecto profesoral

O"" ft"UfuUan de arte dravídico' Mantenían una con-

versación grave y competente' y durante toda la no-

chemedivertícontrolandoenmiguíasilasinforma-ciones que se intercambiaban recíprocamente eran

exactas. De vez en cuando uno de los dos incurría

en errores cronológicos' pero el otro parecia no re-

pu.u, en ello. Son iuriosas las conversaciones escu-

chadas por azar" hubiera dicho que eran viejos co-

i"g". ¿" universidad, y sólo c¡a.ndo cada uno le

confió al otro q,'" t'uUiá renunciado al vuelo del día

tie;i""," para Colombo comprendí que se habían

"o"no.i¿o aquel mismo día' Al salir estuve a punto

de entrar en el English Bar del vestíbulo' pero lue-

go consideré que i'i tu"'uttcio no necesitaba una

áyrdu alcohólica y subí a mi habitación'

Cuando sono el teléfono me estaba lavando los

dientes' En un primer momento pensé que sería la

Theosophical Society, de la que esperaba una con-

iir_u.i¿., telefónica, pero mientras me dirigía hacia

el teléfono d".cart"' ia hipótesis' habida cuenta de

la hora. Luego recordé qué antes-de cenar había avi'

sado a recepciÓn de que un grifo del baño funcio-

""i" t""f' Én efecto era la recepción' nDiscúlpeme'

señor, hay una señora que desea hablar con usted'n

48

.. u¿Cómo dice, por favor?,, respondí con el cepi-llo entre los dientes.

uHay una señora que desea hablar con usted>,repitió la voz del telefonista. Oí el clic de la cen_tralita y una voz femenina, grave y decidida, dijo:"Soy la persona que ocupaba su

-habitación hasta

csta mañana, es absolutamente necesario que hablecon usted, estoy en el vestíbulo>.

nSi me da cinco minutos me reúno con usted enel English Bar", dije, <todavía deberÍa estar abier-lo>.

"Prefiero subir yo,, dijo sin darme tiempo a re-plicar, (es algo de la máxima urgencia,.

Cuando llamó, apenas había acabado de volver-rne a vestir. Dije que la puerta estaba abierta y ellaabrió deteniéndose un instante a mirarme. El pasiIIo se- hallaba en penumbra. Sólo vi que era alta yque llevaba un foulard sobre los homtror. n.rtrJ ycerró la puerta. yo estaba sentado en una butaca,a^plena luz, y me -levanté. No dije nada, esperé. ycfectivamente ella habló. Habló ,i, urru.rru, un solol)aso, con la misma voz grave y decidida que tenía¡ror teléfono. <Le ruego que disculpe mi intrusión,c.sto le parecerá de una mala educación inconcebi-lrle, sin embargo hay ocasiones en las que es forzo-so actuar así>.

. ..Oigau, dije yo, ula India es misteriosa por defi_nición, pero la enigmística no es mi fuerte, evítemet'sfuerzos inútilesr.

Ella me miró c

r n e n t e he de j a d o "f : "';:"#llli. ""'jti,i,i;,.. lilll l";

Page 22: Nocturno Hindu

que me pertenecen), dijo con calma. uHe venido arecogerlos".

ulmaginaba que volveríar, dije yo, <pero franca'mente no la esperaba tan pronto, o, mejor dicho, tantarde".

La mujer me miró con acrecentada sorpresa'n¿Qué quiere decir?o, murmuró.

oQue es usted una ladronar, dije Yo.La mujer dirigió su mirada a la ventana y se

quitó el foulard de los hombros. Era hermosa, me

pareció, o quizá fuese la luz tamizada de la pantallaio qr.r" daba a su rostro un aire aristocrático y dis-

tante. Ya no era muy joven y su cuerpo estaba llenode gracia.

nEs usted muy tajanteo, dijo. Se pasó una manopor la cara como si quisiese ahuyentar el cansan-

cio, o una idea. Un ligero estremecimiento hizo tem-

blar sus hombros. n¿Qué quiere decir robar?', pre-

guntó.Sobre nosotros se cernió un silencio y distinguí

el ruido del grifo que goteaba de forma exasperan-

te. ul-lamé antes de cenar>, dije, "y me aseguraronque iban a venir a arreglarlo en seguida. Es un rui-do insoportable, sospecho que no me ayudará a con-

ciliar el sueñon.Ella sonrió. Se había apoyado contra la cómoda

de mimbre y un brazo le colgaba inerme junto a lacadera como si estuviese muy cansada. "Creo que

tendrá que acostumbrarseo, dijo. "Yo he estado aquí

una semana y he pedido cientos de veces que lo re-

parasen, luego me resigné." Hizo una pausa "¿Esusted francés?".

oNo,>, respondí.

50

Me miró con aire deshecho. ..He venido en taxidesde Madurair, dijo, ollevo uiu¡u.ráo todo el díau.Se pasó el foulard sobre la frenL .o*o si fuese unpañuelo. Durante breves instantes tuvo una expre_s-ión desesperada, me pareció. nLa rndia

", to..iuj"",dijo, "y las carreteras un infiernoo.

"Madurai está muy lejoso, repliqué, ,,¿por quéMadurai?".

.. "Estaba yendo a Trivandrum, después desde allíibaairaColombo,.uPero desde Madrás también hay vuelos a Co-lomboo, objeté. )

, ,,No quería coger ese vuelor, dijo ella, <tenía misouenas razones para ello, no Ie será difícil deducir_Iasr. Hizo un gesto cansado. ,.De todas formas aho_ra ya lo he perdidor.Me miró con aire interrogativo y yo dije: "Estátodo donde Io dejó, en el último

"u¡0., de Ia dere-char.El escritorio se hallaba a sus espaldas, era unescritorio de bambú con cantos de lát¿n y un gran

e-spejo en el que se refrejaban sus hombros desnu_dos. EIIa abrió el cajón ycogió el fa¡o de documen_tos sujeto por una goma.oEs demasiado estúpidor, dijo, (uno hace unacosa así y luego Io orvida todo en un cajón. Lo hetenido guardado una semana en Ia caja fuerte delhotel, y luego me Io dejo aquí -i";;; hago el equi_pajer.Me miró como si esperase mi confirmación.

"Efectivamente es muy estúpidou, dije yo, nla trans_ferencia de todo ese dinero es una estafa de altos

I

L

51

Page 23: Nocturno Hindu

vuelos, y luego usted se permite una distracción tangarrafal".

oDebí estar demasiado nerviosao, dijo ella.*O demasiado ofuscada por la venganza", añadí'

nSu carta era todo un ejemplo, una venganza fetoz'Y él no puede hacer nada, si usted llega a tiempo'

Es sólo una cuestión de tiemPo''Sus ojos relampaguearon mirándome en el es-

pejo. Luego, súbitamente, se dio media \'uelta, vi-

trante, con el cuello tenso. "¡Ha leído también mi

carla!o, exclamó con desPrecio.nlncluso he copiado una parte), dije yo'

Ella me miró con estupor, o con temor, tal vez'

n¿Copiado?), murmuró, n¿Por qué?,''- .S¿lo la parte final,, dije yo, "lo siento, fue su-

perior a mí. Por lo demás ignoro a quién iba diri-gida, sOlo deduzco que es un hombre que ha debido

hacerle sufrir mucho,.uEra demasiado rico', dijo ella, creía que podla

comprarlo todo, incluidas las personas)' Luego hizo

un gesto nervioso, señalándose a sí misma, y yo en-

tendí.oOiga, creo comprender vagamente cómo ha ido

todo. Usted no ha existido durante años enteros'

ha sido únicamente un testaferro, hasta que un día

decide darle una realidad a este nombre' Y esta rea-

lidad es usted misma. Pero yo lo único que sé de

usted es el nombre con el que ha firmado la carta,

es un nombre muy común y no tengo intenciones de

saber nada másr.nYar, dijo ella, nel mundo está lleno de Marga-

reths".Se alejó del escritorio y fue a sentarse en el ban-

52

quito del tocador. Apoyó los codos sobre las rodi_llas y se cogió la cara entre las manos. Así perma_rreció largo rato, sin decir nada, ocultando i., ,or_tro.

o¿Qué piensa hacer ahora?u, pregunté.

"No lo sé), respondió, ntengo muóho miedo. De.bería estar en ese banco de Colombo mañana, de locontrario todo ese dinero se esfumar.

<Escucheo, dije, oes muy tarde, no puede ir aTrivandrum a estas horas, y de todas formas tam.poco llegarÍa a coger ese avión. Mañana por la ma_ñana sale de aquÍ un avión para Colombo, tiene suer-te porque si se presenta con tiempo encontrará bi_llete, y su salida de este hotel ya está registradao.

Ella me miró como si no entendiese. Me mirólargo rato, intensamente, estudiándome.

nPor lo que a mí se refiere, usted realmente seha ido", añadí, (y en esta habitación hay dos cómo_das camaso

Pareció relajarse. Cruzó las piernas y esbozó unasonrisa. (¿Por qué lo hace?o, preguntó.

. "No lo sé", dije yo. "euizá sienta simpatía porlos prófugos. Y además también yo le he robadoalgoo.

uHe dejado mi maleta en la recepciónn, dijo ella.,,Tal vez sea más prudente dejarla allí, ya la re_

cogerá mañana. Puedo prestarle un pijama, debemostener casi la misma talla."

Ella se rió. "Sólo queda el problema del grifo,,dijo.

También yo me reí. .De todas formas usted yaestá acostumbrada, creo. El problema es sólo mío.>

53

Page 24: Nocturno Hindu

VI

(Le corps humain pourrait bien n'étre qu'une ap-

parence), ái¡o. "il cache notre réalité' il s'épaissit

sur notre lumiére ou sur notre ombreo'Levantó Ia mano y trazó un gesto vago' Llevaba

una casaca holgada, blanca; y la manga fluctuó so-

b." ,,, muñecaáelgada. uOh, pero esto no lo dice la

teosofía. Victor Hugo, I¿s kavailleurs de la Mer" '

Sonrió y me llenó él ',uto' Lo levantó con el agua

hasta el borde como si fuese un brindis'

¿Por qué?, pensé. Y luego también yo levanté el

u^rá y dije: oPor Ia luz y las sombraso'

Ei volvió a sonreír. oEspero que me disculpe por

esta cena demasiado frugal', dijo, opero era la única

forma de poder .otl,.,iu' con cierta tranquilidad

después dé su breve visita de esta tarde' Lamento

qrre mis precedentes compromisos no me hayan per-

áitido recibirle con más comodidad"'oEs un privilegio', dije yo, (es usted muy ama-

ble, es -.r.ho más de lo que me habría atrevido a

esperar).oCasi nunca recibimos invitados extraños en

nuestra sedeo, prosiguió con eI mismo tono de vaga

54

.¡ustificación, (pero creo haber comprendido que noes usted un simple curiosou.

Me di cuenta de que mi mensaje un poco miste-rioso, mis llamadas telefónicas, mi visita aquellamisma tarde en la que sólo había aludido a una (per-sona desaparecidao no podían continuar en aqueltono de alarma cifrada. Se hacía necesario explicar-se con claridad, con exactitud. ¿pero qué era Io quequería preguntarle, después de todo? Sólo una re-mota noticia, una traza hipotética: un posible esla-bón hacia Xavier.

<Estoy buscando a una persona>, dije, .,se llamaXavier Janata Pinto, ha desaparecido desde hacecasi un año, las últimas noticias suyas las he obte-nido en Bombay, pero tengo mis razones para creerque estaba en contacto con la Theosophical Society,y éste es el motivo que me ha traído aquí,.

u¿Sería una indiscreción preguntarle cuáles sonlos motivos que le hacen creerlo así?,, preguntó mianfitrión.

Entró un camarero con una bandeja y los dosnos servimos con parsimonia: yo por educación, élseguramente por costumbre.

oDesearía saber si era miembro de la Theosophi_cal Society", dije.

Mi anfitrión me miró con intensidad. oNo lo erar,afirmó quedamente.

,,Pero mantenía correspondencia con ustedes>.insistí.

nTal vezu, dijo é1, <pero en ese caso se trataríade una correspondencia privada y reservadar.

Empezamos a comer croquetas de verduras acom_pañadas de un arroz totalmente insípido. El cama-

I

-55

Page 25: Nocturno Hindu

rero esperaba, algo apartado, con la bandeja entre

las manos. A un gesto de mi anfitrión desapareció

discretamente'oPeseemos un archivo pero está reservado a nues-

tros sqcios. Sin embargo no incluye la corresponden-

cia privada", esPecificó.io aserrtí en silencio, porque me di cuenta de

que estaba dirigiendo la conversación a su antojo

y a" qrr" era inútil proseguir con preguntas direc'

tas y demasiado exPlícitas'u¿Co.to.e usted Ia India?o, me preguntó al cabo

de un rato.<<No>r, respondí, (es la primera vez que vengo'

todavía no sé muy bien dónde estoy>'

..No me refería concretamente a la geografía"'

especificó, <sino a la cultura' ¿Qué libros ha leído?u'

oMuy pocos), respondí, "ahora estoy leyendo-uno

que se itu-u A travil survival kit, me está resultan-

do bastante útiln.oMuy divertidoo, dijo é1, glacial, n¿y nada más?.o'

,,Buénoo, dije yo, "alguna cosa más' pero que sin

embargo no recuerdo bien' Confieso que he venido

po.o ir"parado. Lo único que recuerdo bastante

fi"r, ", .r.t libro de Schlegel, pero no del más famoso

de los dos, creo que del hermano, se titulaba "Sobrela lengua y la sabiduría de los hindues"'

El reflexionó y dijo: oDebe ser un libro viejo"'

nSí,, dije Yo, (es de 1808"'

ol-os alemanes se han sentido muy atraídos por

nuestra cultura, y con frecuencia han formulado jui-

cios interesantes sobre la India, ¿no cree?o'

oQuizáo, dije yo, (no estoy en condiciones de

afirmarlo con seguridad'n

<iQué piensa de Hesse, por ejemplo?o.<Hesse era suizoo, dije yo...No, norr, precisó mi anfitrión, (era alemán, no

adquirió la nacionalidad suiza hasta 1921".nDe todas formas murió suizon, insistí.

"Todavía no me ha dicho qué opina de élo, meregañó mi anfitrión con tono amable.

Era la primera vez que sentía despertarse en míuna fuerte irritación. Aquella sala inhóspita, oscu-

ra, cerrada, con los bustos de bronce alineados a lolargo de las paredes y las vitrinas llenas de libros;aquel hindú sabihondo y presuntuoso que estaba di-rigiendo la conversación a su antojo; su manera decomportarse, entre la condescendencia y la astucia;todo ello me provocaba un malestar que estabatransformándose rápidamente en cólera, lo notaba.Me encontraba allí por motivos muy distintos y éllos había soslayado con desenvoltura, indiferente a

mi ansiedad que sin embargo había advertido en misllamadas por teléfono y en mi nota. Y me estaba so-metiendo a preguntas idiotas sobre Herman Hesse.Sentí que me estaba tomando el pelo.

(¿Conoce usted el rosolio?o, le pregunté, <¿lo haprobado alguna vez?,,.

<N0 creo>, dijo é1, <¿qué es?".nEs un licor italiano, ahora apenas se encuentra,

solía beberse en los salones burgueses del siglo xrx,es un licor dulzón y pegajoso. Herman Hesse mehace pensar en el rosalio. Cuando regrese a Italiale mandaré una botella, si es que aún puede ha-llarse".

El me miró sin comprender si lo mío era inge-

Page 26: Nocturno Hindu

Í

nuidad o insolencia. Naturalmente era insolencia,no era eso lo que pensaba de Hesse.

.,No creo que pudiera gustarme", dijo con se-

quedad. <Soy abstemio, y además detesto las cosas

dulceso. Dobló su servilleta y dijo: <¿Qué le parece

si pasamos a tomar el té?".Nos trasladamos a los sillones junto a Ia biblio-

teca e inmediatamente entró el sirviente con la ban-

deja como si estuviese esperando tras la cortina'.¿Con azicar?rr, me preguntó mi anfitrión vertién-dome el té en la taza.

*No, graciaso, respondí, otampoco a mí me gus-

tan las cosas dulces".Siguió un largo y embarazoso silencio. Mi anfi-

trión permanecía con los ojos cerrados, inmóvil,por un instante creí que se había dormido. Intentécalcular su edad sin conseguirlo. Su cara aparecíaavejentada pero muy tersa. Reparé en que llevabasandalias de tiras sin calcetines.

n¿Es usted gnóstico?>, me preguntó de pronto,sin dejar de mantener los ojos cerrados.

.,No creon, dije yo. Y luego añadí: ..No, no lo soy,

sólo tengo cierta curiosidadr.El abrió los ojos y me miró con malicia, o con

ironía. (¿Hasta dónde ha llegado su curiosidad?"..,swedenborgo, dije yo, "Schelling, Annie Besant:

algo de todos ellos". El pareció demostrar interés yyo especifiqué: oA algunos he llegado por vias indi-rectas, por ejemplo Annie Besant' La tradujo Fer-

nando Pessoa, es un gran poeta portugués, muriósiendo un perfecto desconocido en el treinta ycincoo.

nPessoao, dijo é1, "ciertamente>.

58

<¿Le conoce?r, pregunté yo.uAlgor, dijo é1, (como usted de los demáso.<Pessoa se declaraba gnóstico>, dije, (era un her-

mano de la Rosa Cruz, escribió una serie de poemasesotéricos titulados Passos da Cruzrr.

oNo los he leídoo, dijo mi anfitrión, (pero co-nozco algo de su vidan.

u¿Sabe cuáles fueron sus últimas palabras?o..,NOrr, contestó, "¿cuáles fueron?o.

"Dadme mis lentes", dije. ,.Era muy miope yquiso pasar al otro lado con los lentes>.

Mi anfitrión sonrió sin decir nada.<Pocos minutos antes había escrito una nota en

inglés, en sus anotaciones personales utilizaba a me-nudo el inglés, era su otra lengua, se había criadoen Africa del Sur. Conseguí hacer fotocopiar aque-lla nota, la escritura es muy vacilante, naturalmente.Pessoa estaba agonizando, pero es descifrable. ¿euie-re saber qué es lo que escribió?".

Mi anfitrión meneó la cabeza como hacen los in-dios cuando afirman.

nI know not what thomorrow will bringn.

"Qué inglés más extraño>, dijo é1.

"Sí", dije yo, <qué inglés más extraño>.Mi anfitrión se levantó con lentitud, me hizo se-

ñas de que siguiera sentado y atravesó la estancia.

"Discúlpeme un minuton, dijo saliendo por una puer-ta del fondo, "póngase cómodo, se lo ruego>.

Permanecí sentado mirando al techo. Debía serya bastante tarde pero mi reloj estaba parado. Elsilencio era absoluto. Me pareció oír el tic-tac de unreloj, en otra habitación, pero talvez fuese el rechi-nar de alguna madera o mi imaginación. El sirvien-

59

Page 27: Nocturno Hindu

il

te volvió a entrar sin decir palabra y retiró la ban-

deja. Empezaba a advertir un ligero malestar que,

unido al cansancio, me provocaba una sensación de

incomodidad, como una especie de indisposición'Finalmente mi anfitrión regresó y antes de sentarse

me tendió un sobrecito amarillo. Reconocí inmedia'tamente la caligrafía de Xavier. Abrí el sobre y leí

la siguiente nota: Querido Maestro y Amigo,Ias cir-

cunstancias de mi vida no me permiten ttolver a pa'

sear por la arilla del Adyar- Me he conttertido en un

ave nocturna, y prefiero pensar que así lo ha que-

rido mi destino. Recuérdeme tal como me ha cono'

cido. Atentamente X.La fecha decía: Calangute, Goa,

23 de septiembre.Miré a mi anfitrión con expresión estupefacta'

El se había sentado y me escrutaba con curiosidad,

me pareció. oEntonces ya no está en Bombay', dije,<está en Goa, a finales de septiembre estaba en Goao'

El hizo un gesto con la cabeza y no dijo nada'(¿Pero por qué fue a Goa?o, pregunté. "Si sabe algo,

dígamelo."El cruzó las manos sobre las rodillas y me habló

con suavid¿61. oNo lo sér, dijo, "no conozco la vida

que lleva su amigo, no puedo ayudarle, lo siento'

Tal vez los avatares de su vida no le han sido fa-

vorables, o tal vez él mismo lo haya querido así,

nunca conviene saber demasiado de las aparienciasde los demáso. Me dirigió una tímida sonrisa y me

dio a entender que no tenía nada más que decirme

sobre el tema. n¿Se queda algunos días en Madrás?o'oNoo, dije, "llevo aquí tres días, salgo esta no-

che, ya tengo el billete para un autobús de largo

recorrido".

60

Me pareció como si por sus ojos cruzase un airede desaprobación.

"Es el motivo de mi viajen, sentí la necesidadde explicar. uVoy a consultar un archivo en Goa,tengo que hacer un estudio. Habría ido de todas for-mas, aunque la persona que busco estuviese en otraparte).

n¿Qué ha visitado de nuestro país?o, preguntó."He estado en Mahabalipuram y en Kanchipu_

ramD, dije, ul¡s visto todos los templos,.n¿Ha dormido allí?".Sí, en un hotelito estatal muy barato, fue todo

lo que encontré>.<Lo conozco", dijo é1. y luego me preguntó:

"¿Qué es lo que más Ie ha gustado?,.

"Muchas cosas, pero tal vez el templo de Kaila_santha. Tiene algo lastimero y mágico a la vez,.

El sacudió la cabeza. .Es una extraña defini_ción", dijo. Luego se levantó cc¡n calma y murmuró:nCreo que se ha hecho tarde, tengo todavía muchoque escribir esta noche, permítame que le acom_pañeo.

Me puse en pie y él me precedió por el largo pa_sillo hasta la puerta principal. Me detuve un ins-tante en el vestíbulo y nos estrechamos la mano. Alsalir le di brevemente las gracias. El sonrió sin con_testarme. Luego, antes de cerrar la puerta, me dijo:"La ciencia ciega ara vanos terrones, la fe insensatavive el sueño de su culto, un nuevo dios es sólo unapalabra, no creer o buscar: todo está ocultoo. yodescendí los escasos escalones y di algunos pasospor el sendero de grava. Luego de pronto compren-dí, y me di la vuelta rápidamente: eran versos de

ót

Page 28: Nocturno Hindu

una poesía de Pessoa' sólo que me los.habt" 1l:l:en inglés, por eso no los había reconocido en segur-

il.t"i;;;; ," Itu-uba Navidad' Pero Ia puerta

ya estaba cerrada y "i-'i'ui""te'

al final del sendero'

'*" "rp"raba

Para cerrar la verja'

VII

El autobús atravesaba una llanura desierta y al-guna que otra aldea adormilada. Tras un tramo decarretera montañosa con curvas cerradísimas abor-dadas por el conductor con una desenvoltura queconsideré excesiva, ahora avanzábamos por unas rec-tas enormes, tranquilas, bajo la silenciosa noche in-dia. Tuve la impresión de que fuese un paisaje depalmitos y arrozales, pero la'oscuridad era dema-siado profunda para poder decirlo con seguridad yla luz de los faros sólo atravesaba fugazmente loscampos durante algunas sinuosidades del camino.Según mis cálculos, si el autobús había empleado eltiempo previsto por el horario de recorridos, Man-galore no debía estar lejos. En Mangalore podía op-tar por dos soluciones: una espera de siete horaspara tomar el autobús de Goa, o un día en el hotely esperar el autobús del día siguiente.

Estaba indeciso. Durante el trayecto había dor-mido poco y mal, y me sentía algo cansado; pero undia entero en Mangalore no me atraia particularmen-te. De Mangalore mi guía decía que osituada en elmar de Omán, la ciudad no conserva prácticamente

L-

6263

Page 29: Nocturno Hindu

a#--

ó5

nada de su pasado' Es una ciudad moderna e indus-

,.iul, "o.t

un plun urbanístico racional y un aspecto

""J"i-". Una de las pocas ciudades de la India don-

de no hay absolutamente nada que vern'

Seguíá haciendo cábalas sobre la decisión a to-

-u., ".,ru.tdo el autobús se detuvo' No podía ser

il;;g;bt", nos hallábamos en pleno campo' El con-

á,r.tá, apagó el motor y algunos pasajeros se baja-

ron. Al principio pensé que era u,na breve parada

pu.u tuti.fu... lur-,t"cesidades de los viajeros' pero

iát^d". quince minutos me pareció que la parada'r" prolorrgaba más de lo normal' Además eI conduc'

iát' ," rrÁia abandonado tranquilamente sobre el

rátp"ia. del asiento y parecía dormido' Esperé otro

cuarto de hora. Los pasajeros que no habían bajado

áorrrriu" pacíficamente' El viejo con el turbante

sentado fiente a mí había sacado de una cesta una

i.tg",it" de tela y la estaba enrollando con pacien'

.]"1 "rit""¿o cuidldosamente las arrugas cada vez

l"á á"UfuUa la tela' Le murmuré al oído una pre-

ü"",", pero él se volvió y me miró con una sonrisa

vacua,dándomeaentenderquenocomprendíu:Y"asomé por la ventanilla y vi que a una orilla de la

carretera, en una explanada de arena' había una es-

oecie de cobertizo débilmente iluminado' Parecla

fi;";;";;"i;;h. de tablones' una mujer estaba

"., tu p.t"rta, vi a alguien que entraba'-- O".i¿i pedirle explicaciones al conductor' Lamen-

taba tener que d"'ptrtarle' había conducido duran'

te muchas horas, pero tal vez fuese mejor informar'

.e. Bru un hombre grueso que dormía con la boca

abierta, le toqué "t' 'in hombio y él me miró con aire

confuso.

64

..¿Por qué estamos parados?>, pregunté. <Estono es Mangalore".

El se incorporó y se alisó el pelo. ..No señor, nolo eso.

<Y entonces ¿por qué nos hemos parado?,n.oEs un autobús-stop", dijo é1, "ss1¿rnrs esperan-

do un enlacer.La parada no estaba prevista en el programa de

mi billete, pero ya había tenido tiempo de acostum-brarme a ciertas sorpresas de la India. De modoque me informé sin mostrar asombro, a título depura curiosidad. Era el autobús a Mudabiri y Kar-kala, supe. Intenté una réplica que me pareció lo,gica. ul los pasajeros que van a Mudabiri y Karkala¿no pueden esperar solos, sin que nosotros tenga-mos también que esperar?o.

"En ese autobús va gente que subirá a nuestroautobús para ir a Mangalore)>, me contestó el con-ductor sin perder Ia calma. ,.Por eso estamos espe-randor.

Se arrellanó nuevamente en el asiento dándomea entender que le agradaría continuar durmiendo.Yo seguí hablando, ahora ya con tono resignado.

"¿Cuánto tiempo vamos a estar parados?o.oOchenta y cinco minutosn, respondió con una

exactitud que no supe si atribuir a la educación bri-tánica o a una forma de refinada ironía. y luego pro-siguió: "De todas formas, si está cansado de esperaren el autobús, puede bajar, aquí al lado hay una salade esperao

Decidi que tal vez fuese mejor estirar un pocolas piernas para distraer la espera. La noche erasuave y húmeda, y despedía una intensa fragancia

Page 30: Nocturno Hindu

de hierbas. Di la vuelta al autobús, me fumé un ci-

garrillo apoyado en la escalerilla posterior y luego

áe dirigí hacia la ..sala de esperao' Era un barra-

cón bajá y estrecho, con un farol de petróleo col-

gado d! lá puerta. Sobre la jamba se levantaba la

i-ug"r, de ylso policroma de una divinidad para mí

desónocida. Dentro habría una decena de personas'

sentadas en bancos junto a las paredes' Dos muje-

res, de pie junto a la entrada, hablaban animada-

mente. Los escasos viajeros que habían bajado del

autobús se hallaban desperdigados sobre eI banco

circular del centro, en torno a un pilar en el que

aparecían pegados papelitos de distintos colores y

un cartel amarillento que podía ser un horario o un

anuncio gubernativo- En el banco del fondo estaba

sentado un chiquillo de unos diez años, con pantalo-

nes cortos y sandalias. Llevaba a un mono que no

se despegaba de sus hombros, con la cabeza oculta

entre iu pelo y las manecitas enlazadas en torno al

cuello de su amo, en una actitud de afecto y de te-

mor. Además del farol de petróleo en la puerta, ha-

bía dos velas sobre una caja de embalaje: la luz era

muy tenue y los rincones del barracón quedaban a

oscuras. Permanecí unos instantes mirando a aque-

lla gente que no parecía en absoluto reparar en mÍ'

Me pareció extraño aquel niño solo en un lugar

como aquél con su mono, aunque en la India no es

raro encontrar niños solos con animales, e inmedia-

tamente pensé en un niño por el que sentía afecto

v en su manera de abrazar un muñeco antes de

áormirse. Quizá fuese esa asociación de ideas lo que

me atrajo hacia é1, y me senté a su lado' El me mirócon dos ojos bellísimos y me sonrió, y también yo

66

le sonreí; y sólo entonces me di cuenta con un es-calofrío de que aquel ser minúsculo que llevabasobre sus hombros no era un mono sino una cria-tura humana. Era un monstruo. Una atrocidad de lanaturaleza, o una terrible enfermedad, habian en-cogido su cuerpo distorsionando fórmas y dimen-siones. Sus miembros estaban retorcidos y altera_dos, sin más orden ni medida que los de un atrozgrotesco. Tampoco la cara, que ahora distinguíaentre el cabello de su portador, había escapado a ladevastación de la deformidad. La epidermis ásperay unas arrugas profundas como heridas le dabanaquel aspecto simiesco que, sumado a sus faccio-nes, había provocado mi equívoco. Lo único huma-no, en aquel rostro, seguían siendo los ojos: dosojos diminutos, agudos, inteligentes, que se remo_vían inquietos de lado a lado como si estuvieranespiritados por la amenaza de un gran peligro, porel miedo.

El chiquillo me saludó con cordialidad, tambiényo le di las buenas noches y no fui capaz de levan-tarme y alejarme de allí.

"¿Adónde vas?,, le pregunté...Vamos a Mudabirir, dijo él sonriendo, .,al tem-

plo de Chandranathu.Hablaba un discreto inglés, sin balbuceos. <Ha-

blas muy bien inglés,, dije, "¿quién te lo ha ense-ñado?".

ul.o aprendí en Ia escuelao, dijo el chiquillo conorgullo, "fui durante tres años>. Luego hizo un ade-mán volviendo ligeramente la cabeza hacia atrás vdibujó una expresión de disculpa. uEl no sabe in-glés, no ha podido ir a la escuela.,,

67

Page 31: Nocturno Hindu

r

..Claror, dije Yo, ulo comPrendou'

El chiquillo hizo una caricia a las manos que es-

trechaban su pecho. oEs mi hermanon' dijo con aire

afectuoso, <tiene veinte años>' Luego volvió a asu'

mir una expresión de orgullo y añadió: nPero cono-

ce las Escrituras, se las sabe de memoria' es muy

inteligenteu.YJ intenté adoptar una actitud despreocupada'

como si estuviese algo distraído y sumido en mis

propios pensamientoi diti*ttlando así mi falta de

uulo, pu.u mirar a la persona de quien hablaba'

n¿Qué vais a hacer en Mudabiri?"' pregunté'

,.Son las fiestas', dijo é1, ollegan jainis de toda

Kerala, hay muchos peregrinos en estos díasu'

.,¿También vosotros sois peregrinos?n

.Ñor, dijo é1, (nosotros recorremos Ios templos'

mi hermano es arhant"'*Discúlpameo, dije, <pero no sé qué significa>'

,rArhant es un profeta jainoo, explicó el chiqui-

llo con paciencia' "l ee el karma de los peregrinos'

ganamos mucho dinero".uEntonces es adivino'"oSío, dijo el chiquillo con candor' 've el pasado

y el futurá". L,t"gó hizo una asociación de ideas

profesional y me preguntó: "¿Quieres saber cuál es

tu karma? Cuesta sólo cinco rupiasn'

uDe acuerdsn, dije yo, (pregúntaselo a tu her'

mano>.

me transmitió el chiquillo. El monstruo hizo un ges-to de asentimiento con la cabeza, esperando.

uClaro que puede, si es necesarior.

-El adivino alargó su manita retorcida y apoyó suíndice contra mi frente. permaneció así duranteunos instantes, escrutándome con intensiáad. Luegoretiró la mano y musitó unas palabras al oído desu hermano. Siguió una breve y vivaz discusión. Eladivino hablaba con vehemencia, parecía contraria_do e irritado. Cuando finalmente la discusión ter-minó, el chiquillo se dirigió a mí con aire compun-gido.

<¿Entonces?r', pregunté, ..¿puedo saberlo?n.<<Lo siento>, dijo é1, odice mi hermano que no es

posible, tú eres otro>>.

"¿Ah, sí?o, dije yo, o¿quién soy?o.El chiquillo se dirigió nuevamente a su hermano

y éste le respondió brevemente. <<Esto no importa,,me transmitió el chiquillo, .es sólo meya:>.

o¿Y qué quiere decir maya?r,

"Es la apariencia del mundoo, respondió el chi-quillo, <pero es sólo ilusión, lo que cuenta es elatmar>. Luego pareció querer asegurarse con el her-mano y me confirmó con convicción: ul-o que cuen-ta es el atma>.

"¿Y qué es el atma?r,Al chiquillo le hizo sonreír mi ignoran cia. oThe

soltlr>, dijo, oel alma individualn.Entró una mujer y fue a sentarse en el banco

de enfrente. Llevaba un cesto con un niño dormi-do. Yo la miré y ella me hizo un rápido gesto conlas manos juntas delante de la cari, en señal derespeto.

El chiquillo hablóéste le resPondió con

ojitos inquietos.

"Dice mi hermano

68

suavemente a su hermano Y

susurros, mirándome con sus

si puede tocarte la frenteo,

69

Page 32: Nocturno Hindu

<Creía que dentro de nosotros sólo estaba eI

kor*or, dije yo, ,.la suma de nuestras acciones' de

lo que hemos sido y de lo que seremos>'

i,l cttiqultlo volvió a sonreír y le dijo algo a su

hermano. El monstruo me miró con sus ojitos agu-

;;t t con los dedos hizo la señal de dos' ooh noo'

explicó el chiquillo, "también está el atma' está con

el-karma pero es una cosa distinta"'oSi resulta que soy otro, me gustaría saber dón'

de está mi atma, dónde se encuentra ahorao'

El chiquillo tradujo mi deseo al hermano' lo

que dio lugar a otra larga serie de cuchicheos' "Esáuy difícil-decirlo', me refirió luego' "él no se sien-

te capaz>.- ..Pregúntale si diez rupias le ayudarían"' dije yo'

El cñiquillo se Io dijo y el monstruo clavó sus

ojitos en mi rostro. Luego pronunció algunas pala-

bras dirigidas a mí, muy rápidamente-' "Dice que no

es una ciestión de rupiaso, tradujo el chiquillo' utú

,ro "ttat,

no puede deiirte dónde estás'' Me dedicó

una hermosa sonrisa y prosiguió: "Pero si quieres

darnos diez rupias las aceptaremos igualmente>'

.,Puedes contar con ellaso, dije yo, <pero al me-

nos pregúntale quién soY ahora''Ei cúiquillo volvió a sonreír con indulgencia y

luego dijo: ..Pero eso es sólo tu maya, ¿de qué te

sirve saberlo?o..,Clarou, dije yo, .tienes razón, no sirve de nada"'

Luego se me ocurrió una idea y dije: nDile que in-

tente adivinarlo,'.uAdivinar dónde está mi otma'>, dije' "¿no me

has dicho que es un adivino?"'el chiquillo transmitió mi solicitud y el herma-

70

no le respondió con brevedad. .,Dice que lo puedeintentar>, tradujo, <pero no asegura nadao.

uNo importa, que lo intente de todas formas,.El monstruo me miró con gran intensidad, du_

rante largo rato. Luego hizo un ademán con Ia manoy yo esperé a que hablase, pero no hábló. Sus dedosse movían ligeros en el aire dibujando olas, luegohizo un cuenco con las manos como para recogerun agua imaginaria. Musitó unas palabras. nDiceque estás en una barcau, me susurró a su vez el chi_quillo. El monstruo hizo un gesto extendiendo laspalmas de las manos hacia delante y se quedó quieto.

(¿En una barca?n, dije yo. "pregúntal" áórrd",aprisa, ¿qué barca es?".

El chiquillo apoyó la oreja sobre la boca susu-rrante del hermano. .,Ve muchas luces. No ve nadamás, es inútil insistir>.

El adivino había vuelto a asumir su posición ini_cial, con el rostro oculto entre el cabello del her_mano. Saqué diez rupias y se las di. Me adentré enla noche y encendí un cigarrillo. Me detuve a mirarel cielo y el ribete oscuro de la vegetación al bordede la carretera. El autobús de ptudabiri ya no debíaestar Iejos.

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Page 33: Nocturno Hindu

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Page 34: Nocturno Hindu

VIII

El guardián era un viejecito de rostro aperga-minado y cordial, con una aureola de cabellos blan-cos deslumbrantes sobre su tez cetrina. Hablaba unportugués perfecto y cuando le comuniqué mi nom-bre me dedicó una amplia sonrisa balanceando lacabeza, como si estuviese muy contento de verme.Me explicó que el padre prior estaba oficiando lafunción vespertina y que me rogaba que le esperaseen la biblioteca. Me entregó una nota en la que leí:

"Bienvenido a Goa. Me reuniré con usted en Ia bi-blioteca a las 183A. Theotónio está a su disposiciónpara cuanto necesite. Padre Pimentel".

Theotónio me precedió por las escaleras sin de-jar de hablar.. Era charlatán y desenvuelto, había vi-vido mucho tiempo en Portugal, en Vila do Conde,dijo, donde tenía familia, le gustaba la reposteríaportuguesa, especialmente el páo de Ió.

La escalera era de madera oscura y desembocabaen una gran galería escasamente iluminada, con unamesa alargada y un mapamundi. En las paredes ha-bía cuadros con figuras de tamaño natural, hombresbarbudos y graves ensombrecidos por el tiempo.Theotónio me dejó en la puerta de la biblioteca y

75

Page 35: Nocturno Hindu

r

volvió a bajar apresuradamente como si estuviera

muy atareado. La sala era espaciosa y lresca' con un

penetrante olor a cerrado. Las estanterías tenian

Lolduras barrocas e incrustaciones de marfil' pero

en mal estaclo, según me pareció' Había dos largas

mesas centrales con patas salomónicas y algunas me-

,itu, buiu, junto a lis paredes, con bancos de iglesia

y viejos silloncitos de paja' Eché un.vistazo a Ia pri-

*"tu estantería de la derecha, vi algunos libros de

fatrística y algunas crónicas del siglo xvrr de la

bompañía de Jesús, cogí dos libros al azar y me

senté en la butaca cerca de la puerta; sobre la mesa

de al lado había un libro abierto pero no lo miré'

estuve hojeando uno de los libros que había cogido'

la Relagao do novo caminho que f ez por Terra e por-Mor,

rindo da India para Portugal, o Padre Manoel

Godinho da Companhia de lesu' El colofón decía:

Em Lisboa, na Oflicina de Henrique Valente de Oli-

t)eira, Impressor del Rey N'S', Anno lóó5' Manoel

Godinho tenía una visión pragmática de la vida' lo

qt" ,ro contrastaba en absoluto con su profesión de

guardian de la fe católica en aquel enclave de la

Iontrarreforma asediado por el panteón hinduísta'

Su narración era exacta y pormenorizada' sin cere-

monias ni retórica. No era amigo de metáforas ni

áe símiles, aquel cura; tenía un ojo estratégico'-di'

vidía la tierra en zonas favorables y desfavorables'

y "ot."Uiu

al occidente cristiano como el centro del

Lundo. Había llegado al final del largo preámbulo

dedicado al Rey, cuando, sin poder decir por qué'

tuve la sensación de no estar solo' Tal vez oí un leve

crujido o una respiración; o bien, con mayor pro-

babilidad, percibí simplemente la sensación que se

76

experimenta cuando una mirada se posa en nosotros.Levanté la vista y escruté el ambienie. En una butacaentre las dos ventanas, en el otro extremo de la sala,el bulto oscuro que cuando habia entrado me habíaparecido un desordenado montón de ropa sobre elrespaldo de la silla, se dio lentamente la vuelta comosi esperase el momento de ser contemplado, y memiró fijamente. Era un hombre anciano, de caraalargada y enjuta, y llevaba Ia cabeza cubierta porun sombrero cuya forma no conseguí distinguir.'

uBienvenido a Goar, murmuró. oHa cometido us-ted una imprudencia viniendo de Madrás, el caminoestá lleno de bandidos,.

Tenía una voz muy ronca, casi unmiré con estupor. Me pareció singularla palabra

"bandidoso, y todavía mássupiese de dónde venía.

cf,or,;1n .9r,r;¿Pr,,f

".So¡a It I Lir:J1r.JLJa

y ¿..itc r;iitifa

borboteo. Leque utilizasesingular que

<Y la parada nocturna en aquel horrible lugarno ha sido seguramente un gran alivio,, añadió. oEsusted joven y emprendedoi, pero a menudo tienemiedo, no sería un buen soláado, tal vez acabasesucumbiendo a la cobardían. Me miró con indulgen_cia. No sé por qué sentí un gran azoramiento q.r"me dejó sin habla. ¿pero cOmó ha podido enterarsede mi viaje?, pensé, ¿quién le habría avisado?

<No se inquiete>, dijo el viejo como si adivinasemis pensamientos.,.Tengo -,rtho, informadoreso.Pronunció la frase en tono casi amenazador, loque me causó una curiosa impresión. Hablábamos

en portugués, recuerdo, y sus palabras surgían fríasy apagadas, como si entre ellas y su voz mediaseuna remota distancia. ¿por qué hablaba de aquellaforma?, pensé, ¿quién podría serz La alarsada es_

77

Page 36: Nocturno Hindu

I

tancia se hallaba en penumbra y él estaba en el ex-

tremo opuesto, Iejos de mí; una mesa sustraía par-

cialmente su cuerpo a mi mirada' Todo ello' unido

a la sorpresa, me había impedido observar su as-

pecto. Páro ahora me fijé en que Llevaba un som-

t.".o triangular de fieltro, la barba larga y gris caía

sobre su p-echo cubierto por un corpiño con galo-

nes plateados. Sobre los hombros llevaba un abrigo

,r"gá, amplio, a Ia antigua, con las mangas abullona-

da!. Ciertamente debió leer eI desconcierto en mi

rostro, apartó la silla y se plantó en medio de la

habitación con una agilidad que no habría sospecha-

do. Llevaba botas altas de mosquetero hasta medio

muslo y una espada en el costado' Hizo un gesto tea-

tral algo ridículo, trazando una amplia circunferen-

ci. co., la mano derecha que luego se llevó al cora-

zón, y exclamó con voz estentórea: "¡Soy Alfonso de

Alburquerque, virrey de las Indias!"'Sólo entonces comprendí que estaba loco' Lo

comprendí y a la vez pensé curiosamente que él era

", i¡""to Aifonso de Alburquerque, y nada de todo

ello me sorprendió: me provocó sólo una indiferen-

cia cansada, como si todo fuese necesario e ineluc-

table.El viejo me escrutaba con expresión recelosa'

suspicaz, los ojitos brillantes- Era alto, majestuoso'

soberbio. Comprendí que esperaba que hablase; y

hablé. Pero las palabras me salieron solas, ajenas

al control de mi voluntad. ..Se parece usted a Iván

el Terribler, dije, <o mejor dicho al actor que in-

terpretaba su PaPel".-El p"r-unáció en silencio y se llevó la mano al

oído.

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<Me refería a una vieja pelicular, especifiqué, useme ocurrió pensar en una vieja películal. y m^ientrasdecía esto su rostro se iluminó de una súbita clari_dad, como si se hubieran enardeciio las llamas enuna chimeirea situada a escasa distancia. pero nohabía ninguna chimenea, la habitación estaba cadavez más oscura, tal vez había sido el último .uyo á"sol que se estaba poniendo.

"¿Qué ha venido a hacer aquí?o, gritó de pronto."¿Qué quiere de nosotros?,

..Nadan, dije yo, ono quiero nada. He venido a in-vestigar en el archivo, es mi profesión, esta biblio_teca es casi desconocida en Occidente. Busco anti_guas crónicas".El anciano se echó el voluminoso abrigo sobreun hombro, como hacen los actores en el teatro cuan_

do_se disponen a retarse a duelo..¡Eso es mentira!>,chilló con vehemencia. o¡Usted ha'rr"nido por otrasrazones! >.

Su violencia no me asustaba, no temía que fue_ra a agredirme: y sin embargo me sentí extrañamen_te subyugado, como si hubiese descubierto en míltl ."-rlpu que yo creía mantener celosamente oculta.Bajélos ojos por Ia vergüenza y vi que el libro abier_to sobre la mesa era de san Agustírr. I-"i estas pala_bras:. Quomodo praesciantu, i"r"ro. ¿Era sólo unacoincidencia o alguien quería que yo üy"r" aquellaspalabras? ¿y quién, si no aquet

"ie;oi Me había di-cho que tenía sus informadorer, éral habian sido suspalabras, y esto me pareció lúgubre y sin remisión."He venido a buscar a Xavierrr, cánfesé, <es ver_dad, le estoy buscandoo.El me miró con aire triunfante. Ahora había iro_

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Page 37: Nocturno Hindu

nía en su rostro, y tal vez desprecio. "¿Y quién es

Xavier?u.Aquella pregunta me pareció una traición' porque

sentí que infringía un acuerdo tácito, que él "sabía"quién era Xavier y que no habría debido preguntár-

melo. Y yo no iba a querer decírselo, esto tambiénlo presentía.

uXavier es mi hermanoo, mentí.EI se echó a reír furiosamente y me señaló con el

índice. ..Xavier no existeo, dijo, "es sólo un fantas-

mau. Hizo un gesto abarcando toda la habitación'<Estamos todos muertos, ¿todavía no Io ha enten-

dido? Yo estoy muerto, y esta ciudad está muerta,y las batallas, el sudor, la sangre, la gloria y mi po-

der: todo está muerto, nada sirvió de nadau...Nor,, dije yo, "hay algo que permanece siempre'n..iQué?', dijo é1. o¿Su recuerdo? ¿Vuestra me-

moria? ¿Estos libros?o.Dio un paso hacia mí y yo sentí un escalofrío,

porque ya sabía lo que iba a hacer, no sé cómo peroya lo sabia. Con una bota empujó hacia mí un pe-

queño bulto que estaba a sus pies, y vi que era un

ratón muerto. Hizo rodar al animalito sobre el sue-

lo y murmuró con sarcasmo: "¿O este ratón?". Vol-vió a reírse, y su risa me heló la sangre. (¡Soy el flau-tista de Hamelín!", exclamó. Luego su voz se tornóafable, me llamó profesor y me dijo: "Discúlpeme sile he despertado".

nDiscúlpeme si le he despertadon, dijo el padrePimentel.

Era un hombre de unos cincuenta años, de aspec-

to robusto y expresión franca. Me tendió la mano yyo me levanté confuso.

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<Oh, se lo agradezcorr, dije, <tenía una pesadillarr.El se sentó en la butaquita próxima a la mía y

me tranquilizó con un gesto. <Recibí su cartau, dijo,oel archivo está a su disposición, puede permaneceraquÍ todo el tiempo que quiera, i.rpo.rgo que esranoche se quedará a dormir, he hechó qu" lá prepa_ren una habitación>. Theotónio entró con la Uanae¡adel té y ula torta que me pareció el póo de ló.

"No sabe cuánto le agradezco su hospitalidad>dije. <<Sin embargo esta noche no me quedaré. He al-quilado un coche y me dirijo a Calanglte, quiero sa_ber algo sobre una persona. Volveré áentro de algu-nos días>.

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Por esos azares que tiene la vida, uno puede en-

contrarse durmiendo en el hotel Zuarl Lo cual, en el

momento mismo, podrá parecer una experiencia no

demasiado afortunada; pero en el recuerdo, como

siempre en los recuerdos, depurada de las sensacio-

nes físicas inmediatas, de los olores, del color, de lacontemplación de aquel bichito bajo el lavabo, lacircunstancia asume una vaguedad que mejora su

imagen. La realidad pasada es siempre menos malade lo que fue efectivamente: la memoria es una for-midable falsaria. Se producen contaminaciones, in-cluso sin querer. Hoteles así habitan ya nuestro uni-verso imaginario: los hemos encontrado en los librosde Conrad o de Maugham, en alguna película ameri-cana extraída de las novelas de Kipling o de Brom-field: nos parecen casi familiares.

Al hotel Zu.ari llegué por la noche bastante tarde,y fue una opción obligada, como a menudo sucede

en la India. Vasco de Gama es una pequeña ciudaddel Estado de Goa, excepcionalmente fea, sombría,con vacas que deambulan por las calles, gente pobrevestida a la occidental, herencia de la estancia por-

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tuguesa, y por tanto con la atmósfera de una mise-ria sin misterios. Abundan los mendigos, pero aquíno hay templos ni recintos sagrados, y estos mendi-gos no imploran en nombre de Vishnú ni impartenbendiciones o fórmulas religiosas: se les ve tacitur-nos y atónitos, como muertos.

En el vestíbulo del hotel Zuari hay un gran mos-trador semicircular tras el que se parapeta un re-cepcionista que está siempre hablando por teléfono.Te registra hablando por teléfono, te da la llave ha-blando por teléfono; y al amanecer, cuando la pri-mera claridad te anuncia que puedes finalmente re-nunciar a la hospitalidad de tu habitación, le encon-trarás hablando por teléfono con una voz monótona,grave, indescifrable. ¿Con quién habla el recepcio-nista del hotel Zuari?

Hay también un amplio dining room, en el pri-mer piso del hotel Zuari, corroborando el letrerode la entrada: pero aquella noche estaba a oscuras ysin mesas, y yo cené en el patio, un pequeño patiocon buganvillas y flores de una gran fragancia ymesitas bajas con banquitos de madera y una luzmuy tenue. Comí unos langostinos del tamaño deIangostas y dulce de mango, bebí té y una especie devino que sabía a cinamomo; todo por un importeequivalente a tres mil liras, lo que me reanimó. Entorno al patio se levantaba la veranda a la que da-ban las habitaciones, entre las piedras del patio co-rría un conejo blanco. Había una familia indígenacenando en una mesa del fondo. Junto a mi mesahabía una señora rubia de edad indefinible, de mar-chita belleza. Comía con tres dedos, a la india, ha-ciendo unas bolitas perfectas con el arroz y empa-

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pándolas en la salsa. Me pareció inglesa, y en efectolo era. TenÍa una mirada enajenada, aunque sólo de

vez en cuando. Luego me contó una historia que nome parece oportuno relatar. También pudo habersido un sueño inquieto. Por lo demás el hotel Zuarino propicia sueños color de rosa.

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uTrabajaba como cartero en Filadelfia, a los die.ciocho años ya iba yo por las calles con el saco alhombro, siempre, todas las mañanas, en veranocuando el asfalto parece maleza, y en invierno cuan-do se resbala sobre la nieve helada. Así durante diezaños, llevando cartas. No sabes las cartas que he lle-gado a llevar, miles y miles. Eran todos señores, enlos sobres. Cartas de todas partes del mundo: Mia-mi, París, Londres, Caracas. Buenos días señor. Bue-nos días señora. Soy el cartero>.

Levantó el brazo y señaló al grupo de chiquillosen la playa. El sol estaba bajo y el agua centelleaba.Unos pescadores, a nuestro lado, preparaban unabarca. Eran hombres semidesnudos con un trapo so.bre las caderas. "Aquí somos todos iguales", dijo,ono hay señores>. Me miró y esbozó una expresiónmaliciosa. "¿Tú eres un señor?>.

<¿A ti qué te parece?o.Me miró dubitativo. "Después te contestaré>.

Luego señaló las cabañas de hojas de palmera quese levantaban a nuestra izquierda, adosadas a Iasdunas. <Nosotros vivimos allí, es nuestro pueblo, se

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llama Sun',. Sacó una cajita de madera con papel de

fumar y mezcla y se lió un cigarrillo. u¿Tú fumas?o'nNormalmente no), dije, npero ahora sí, si me

das unoo.Preparó otro cigarrillo para mí y dijo: <Este

humo es bueno, pone alegre, ¿t:u eres alegre?n'

..Oyeo, dije, ,.me gustaba tu historia, sigue con-

tándomelao.nBuenon, dijo é1, nun día iba yo por una calle

de Filadelfia, hacía mucho frío, iba repartiendo el

correo, era por la mañana, la ciudad estaba llena de

nieve, es tan fea Filadelfia, recorría calles enormes,

luego me metí por un callejón largo y oscuro, tan

sólá un rayo de sol que había conseguido perforar laneblina lo iluminaba al fondo, yo conocía aquel ca-

llejón, llevaba el correo todos los días, era una calle

que terminaba contra la tapia de un taller de auto-

móviles. Bueno, ¿sabes qué vi aquel día?>

<No tengo ni ideau, dije Yo...A ver si lo adivinas".oMe rindo, es demasiado difícil"...El mar,,, dijo é1. "Vi el mar. Al fondo del calle-

jón había un hermosísimo mar azul con olas encres-

padas de espuma y una playa de arena con palme-

ras. ¿Qué te Parece, eh?u.uCuriosoo, respondí.oYo el mar sólo lo había visto en el cine o en las

postales que venían de Miami o de La Habana'

Y aquél era un mar idéntico, un océano, pero singente, con la playa desierta. Pensé: han traído el

mar a Filadelfia. Y luego pensé: es un espejismo,como en los libros. ¿Tú qué habrías pensado?".

nl-o mismo que tú>, dije Yo.

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<Ya. Pero el mar no puede llegar a Filadelfia.Y sólo hay espejismos en el desierto, cuando el solescuece y se tiene mucha sed. Y aquel día hacía unfrío de mil demonios, por todas partes había nievesucia. Así que me fui acercando despacito, atraídopor aquel mar, con ganas de zambullirme en é1, apesar del frío, porque aquel azuL era una invitacióny las olas resplandecían, el sol las iluminaba". Hizouna breve pausa y exhaló una bocanada de humo.Sonreía con aire ausente y lejano, reviviendo aqueldía. "Era una pintura. Habían pintado el mar, aque-llos hijos de perra. En Filadelfia a veces lo hacen,es una idea de los arquitectos, sobre el cemento pin-tan paisajes, bosques y cosas por el estilo, así tienesmenos la impresión de vivir en una ciudad de mier-da. Estaba a dos palmos de aquel mar sobre la pa-red, con mi saco al hombro, al final del callejón elviento hacía un remolino y bajo la arena dorada re-voloteaban papeles, hojas secas, una bolsa de plásti-co. Playa sucia, en Filadelfia. Lo miré un momentoy pensé: si el mar no va a Tommy, Tommy irá almar. ¿Qué te parece?"

uSabía otra versiónu, dije yo, (pero la idea es lamismau.

El se rió. uTal como te lo cuento", dijo. <Y enton-ces ¿sabes qué hice? A ver si lo adivinasn.

"No tengo ni idea".nA ver si lo adivinasu.

"Me rindo", dije, nes demasiado difícil".nAbrí el bidón de la basura y dejé allí mi saco.

Quédate ahí quietecita, correspondencia. Luego fuicorriendo a la oficina central y dije que qr.rería ha-blar con el director. Necesito tres meses de sueldo

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anticipado, dije, mi padre tiene una enfermedad muygrave, está en el hospital, mire estos certificados mé-dicos. El dijo: primero firma esta declaración. Yola firmé y cogí el dinero".

.,¿Pero tu padre estaba enfermo de verdad?".uYa lo creo, tenía un cáncer. Pero no porque yo

siguiese llevando la correspondencia a los señores deFiladelfia iba a deiar de morirse)).

uEs lógico>, dije yo.nSólo me llevé una cosa)),

adivinas".uEs realmente demasiado

dijo é1, na ver si lo

diflcil, es inútil, merindor.

"El listín telefónico", dijo él con satisfacción.

"¿El listín telefónico?".uEso es, el listín telefónico de Filadelfia. Fue todo

mi equipaje, y todo lo que me queda de Américau.(¿Por qué?u, le pregunté. La cosa me estaba inte-

resando.

"Escribo postales. Ahora soy yo quien escribo alos señores de Filadelfia. Postales con un preciosomar y la playa desierta de Calangute, y detrás escri-bo: cordiales saludos del cartero Tommy. He llegadoa a letra C. Naturalmente me salto los barrios queno me interesan y escribo sin sellos, el franqueo lopaga el destinatario>.

<¿Cuánto hace que estás aquí?u, Ie pregunté.<Cuatro añosD, dijo é1.

uEl listín telefónico de Filadelfia debe ser largon.<Sí>, d¡¡e é1, oes enorme. Pero no tengo prisa,

tengo toda la vida por delante".El grupo de la playa había encendido un gran fue-

go, alguien empezó a cantar. Cuatro personas se

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apartaron del grupo y se acercaron, llevaban floresen el pelo y nos sonrieron. Una chica llevaba de lamano a una niña como de unos diez años.

of"a fiesta va a empezar), dijo Tommy, (será unagran fiesta, es el equinoccioo.

uQué equinoccio ni qué historias,,, di¡g yo, (elequinoccio es el veintitrés de septiembre, estamos endiciembreo.

. :,.Etr fin, algo parecidon, replicó Tommy. La niña

le dio un beso en Ia frent" y ir"go se alejO con losdemás.

oDesde luego no puede decirse que sean muy jó_venes>, dije yo, (parecen padres de familian_ oSon los primeros que llegaron,, dijo Tommy,

nlos Pilgrims'. Luego me miró y dijo: "¿por qué, iúcómo eres?o.

nComo ellosu, dije yo.o¿Lo ves?u, dijo é1. Se preparó otro cigarrillo, lo

partió en dos y me dio la mitad. ,,ieué has venido ahacer aquí?', preguntó.

, . oBuscó a uno que se llama Xavier, tal vez pudo

haber pasado por aquio.

_ Tommy meneó la cabeza. <¿pero a él le gusta queIe busques?o.

oNo Io sé".<Entonces no le busqueso.Procuré darle una detallada descripción de Xa-

vier. uCuando sonríe parece triste>, concluí.Una muchacha se separó del grupo y nos llamó.

Tommy la llamó a su vez y vino hu.ü no.otros. <Esmi compañera", explicó Tommy. Era una rubita in_sulsa con ojos ausentes y dos tiencitas infantiles re-cogidas en lo alto de la cabeza. Caminaba balanceán_

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dose, como indecisa. Tommy le preguntó si conocíaa un tipo de tales características, según mi descrip-ción. Ella sonrió incongruentemente sin decir nada.Luego nos alargó las manos con dulzura y musitó:<Hotel Mandovi".

cEmpieza la fiesta", dijo Tommy, (V€rl tú tam-bién".

Estábamos sentados en el borde de una barca delíneas muy primitivas, con un tosco contrapeso,como los catamaranes. "A lo mejor me acerco mástarde>, dije, "quiero acostarme un rato en la barcay echar un sueñecito>. Mientras se alejaban no puderesistirme y le grité que había olvidado decirme sitambién yo era un señor. Tommy se detuvo, levantólos brazos y dijo: (a ver si lo adivinas".

uMe rindo", grité yo, (es demasiado diflcilr. Sa-

qué mi guía y encendí unas cerillas. Lo encontré casienseguida. Lo presentaba como a popular top rangehotel, con restaurante respetable. Localidad Panaji,ex Nova Goa, en el interior. Me eché en el suelo de

la barca y me puse a mirar el cielo. La noche erarealmente maguífica. Seguí las constelaciones y pen-sé en los astros y en la época en que los estudiába-mos y en las tardes transcurridas en el planetario.De repente las recordé tal como las había aprendido,según la clasificación de la intensidad luminosa: Si-rio, Canopo, Centauro, Vega, Capela, Arturo, Orión...Y luego pensé en las estrellas variables y en el librode una persona amada. Y luego en las estrellas apa-gadas, cuya luz llega a nosotros todavía, y en las es-trellas de neutrones, en la fase final de la evolución,y en el exánime rayo que despiden. Dije en voz baja:pulsar. Y como despertada por mi susurro, como si

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hubiese accionado un magnetofón, me llegó la voznasal y flemática del profesor Stini que de-ía: cuan_do la masa de una estrella agonizante es superior aldoble de la masa solar, ya no existe estado áe mate-rta capaz de detener la concentración, y ésta pro_cede hasta el infinito; dejan de salir radiaciones dela estrella, que se convierte así en un agujero negro.

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A veces pasan cosas extrañas. El hotel Mandovise llama así porque se levanta en la misma orilla del

río. El Mandovi es un río ancho, apacible, con unlargo estuario festoneado de playas casi marinas.A la izquierda está el puerto de Panaji, un puertofluvial para barcos ligeros, con gabarras cargadas de

mercancías, dos puentes desvencijados y una plata-

forma oxidada. Y cuando yo llegué, como si desem-

bocara del río, por el mismo borde de la plataforma,estaba asomando la luna. Tenla un halo amarillotodo alrededor, y estaba llena y rojiza. Pensé: lunaroja, e instintivamente me dio por ponerme a silbaruna vieja ,canción. La idea llegó como un cortocir-cuito. Pensé en un nombre, Roux, y en seguida en

aquellas palabras de Xavier: me he convertido en

un ave nocturna; y entonces todo me pareció tanevidente y hasta estúpido, y luego pensé: ¿cómo no

se me habrá ocurrido antes?Entré en el hotel y eché un vistazo a mi alrede-

dor. El Mandovi es un hotel de finales de los años

cincuenta, con aire de ser mucho más viejo. Tal vez

fuese construido mientras los portugueses estabantodavía en Goa. No sé muy bien en qué, pero mepareció que conservaba algo del gusto fascista de la

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época: tal vez por el enorrne vestíbulo más propiode una sala de espera de una estación de tren, o fo.aquel mobiliario impersonal y deprimente, de ofici_na de correos o de ministerio. Al otro lado del mos_trador había dos empleados, uno llevaba una casacaa rayas, y el otro una chaqueta negra algo gastadaque evidentemente Ie ayudaba a sentirse importante.Me dirigí a este último y le mostré mi pasaporte.oDesearía una habitacióno.

EI consultó el libro de registro y asintió.<Con terraza y vista sobre el rloo, especifiqué...Sí señor", dijo el empleado.

"¿Es usted el director?>, pregunté mientras relle-naba la ficha de admisión.

uNo señor>, respondió, <el director se encuentraausente, pero si necesita algo puede dirigirse a mí,.

,.Busco a míster Nightingalen, dije yo.<Míster Nightingale ya no se aloja aquln, dijo con

toda naturalidad, ..se marchó hace algún tiempo>.u¿Sabe a dónde ha ido?n, pregunté intentando

mantener también yo un tono de naturalidad.<Normalmente va a Bangkoko, dijo, <míster

Nightingale viaja mucho, es un hombre de negocios,.<Lo sé>, dije yo, <pero podía dar la casualidad

de que hubiese vueiton.El empleado levantó la vista de la ficha y me

miró con aire perplejo. uNo podrla decírselo, señor)),respondió educadamente.

oCreía que en el hotel habrfa alguien que pudie-se darme alguna información más concreta, tengoque verle por un asunto importante, he venido a pro-pósito de Europau. Vi que estaba confuso v me aDro-veché. Saqué un billete de veinte dólares v lo i"r-

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licé bajo el pasaporte. <Los negocios cuestan dine-ror, dije, (es desagradable hacer un viaje en balde,

¿sabe?".El cogió el billete y me devolvió el pasaporte'

uUltimamente a míster Nightingale no se le ve mu'cho por aquío, dijo. Y luego con aire compungido:osaber, añadió, *el nuestro es un buen hotel, perono puede competir con los hoteles de lujo". Tal vez

sólo en aquel momento se dio cuenta de que estabahablando demasiado. Y también se dio cuenta deque yo apreciaba su irse de la lengua. Fue una mira-da, un instante.

uDebo concretar un negocio urgente con místerNightingale", dije con la nítida sensación de queaquel grifo ya se había cerrado. En efecto era así.uNo me ocupo de los asuntos de míster Nightingale",dijo amablemente pero con firmeza. Luego prosiguióen tono profesional; "¿Cuántos días va a quedarse,señor?".

"Sólo esta noche", dije yo.Mientras buscaba la llave le pregunté a qué hora

abría el restaurante. Me respondió solícito que abríaa las ocho y medida, y que podía cenar a la carta oen el buffet, que se instalaba en el centro de lasala. nEl buffet es sólo comida indiao, especificó. Ledi las gracias y cogí la llave. Cuando estaba en elascensor volví sobre mis pasos y le hice una pregun-ta inocua. "Supongo que míster Nightingale cenabaen el hotel, cuando venía aquír. El me miró sin com-prender muy bien. uDesde luegor, respondió con or-gullo, (nuestro restaurante es uno de los mejoresde la ciudad".

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Los vinos en la India son muy caros, casi todosimportados de Europa. Beber vino, incluso en unbuen restaurante, es señal de un cierto prestigio. Lodecía también mi guía: pedir vino implica la inter-vención del maitre. Opté por el vino.

El maitre era un hombre grueso con ojeras y ca_bellos untados de brillantina. Su pronunciación deIos vinos franceses era desastrosa, pero hizo lo quepudo para ilustrar las características de cada *ur.u.Tuve la impresión de que improvisaba un poco, perolo pasé por alto. Le hice esperar un rato, estudiandola lista. Sabía que significaba mi ruina, pero ésteiba a ser el último dinero gastado con este fin: sa-qué un billete de veinte dólares y lo metí dentro deIa carta, la cerré y se la tendí. "Es difícil elegiru,dije, ntráigame el vino que eli-giría míster ttigñtin_galeo.

El no se inmutó. Desapareció dignamente y vol_vió con una botella de Rosé de provence. La descor_chó_ con esmero y me sirvió dos dedos para que loprobase. Yo lo probé y no me pronuncié. Tambiénél permaneció impasible. Decidí que había llegado elmomento de jugar a una carta. Bebí otro sorbo ydije: "Míster Nightingale sólo trata con productosde primera calidad, me han dicho, ¿usted qué opi_na?r.

El miró la botella con ojos inexpresivos. .,No Iosé, señor, depende de los gustos>, respondió con airedesenvüelto.

uEl hecho es que también mis gustos son muyexigenÉ$o, dije yo, .sólo compro producto, de pri_mera clasen. Hice una pausa para dar mayor énfásisa lo que decía, y a la vez para que pareciese más

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confidencial. Me sentía como en una película, y eljuego estaba empezando a gustarme. La tristeza ven-dría después, lo sabía. uQosas muy refinad¿s", dijepor último, recalcando la palabra, (y en cantidadsustanciosa, no con cuentagotas).

El volvió a mirar mi vaso inexpresivamente e

hizo un avance. <Deduzco que el vino no ha sido desu agrado, señor>.

Me disgustó que hubiese jugado a subir el envite.Mis arcas se estaban quedando vacías, pero ahoramerecía la pena llegar hasta el final. Y además es-

taba seguro de que el padre Pimentel accedería a

hacerme un préstamo. Por tanto acepté el envitey dije: "Tráigame otra vez la carta, procuraré escoger una marca mejoru.

El me dejó abierta la carta sobre la mesa y yointroduje otro billete de veinte dólares. Luego indi-qué un vino al azar y dije: u¿Cree que éste le gusta-úa a míster Nightingale?".

uSin duda algunau, respondió él solícito.<Siento curiosidad por preguntárselo personal-

mente>, dije yo, <¿usted qué me aconsejaría?".nEn el caso del señor, buscaría un buen hotel en

Ia costa,, dijo é1.

uEn la costa hay muchos hoteles, es difícil darcon el adecuadou.

"Los mejores son dos", respondió, ues imposibleequivocarse, el Fort Aguada Beach y el Oberoi. Am-bos poseen una magnífica vista, con una playa ma-ravillosa y palmeras que llegan hasta el mar. Estoyseguro de que ambos merecerán su aprobación".

Me levanté y me encaminé al buffet. Había unadocena de bandejas sobre los calientaplatos de al-

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cohol, elegí la comida al azar, picoteando un poco detodas partes. Permanecí de pie junto a la ventanaabierta, con el plato en la manci. La luna estaba yamuy alta y se reflejaba en el río. Ahora estaba llegan-do la melancolía, como había previsto. Constaté queno tenía hambre. Crucé la sala y me dirigí a la puer-ta. Al salir, el maitre me hizo una ligera reverencia.<Haga que me sirvan el vino en la habitación", dije,

"prefiero beberlo en la terrazao.

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"Disculpe la banalidad de la frase pero tengo laimpresión de que nos conocemos>, dije. Levanté mivaso y toqué el suyo posado sobre la barra. La jovense rió y contestó: "También yo tengo esa impresión,usted se parece asombrosamente al señor con el quevine esta mañana en taxi desde Panaji".

También yo me reí. "Pues bien, es inútil fingir,ese hombre soy yo>.

"¿Sabe que hacer el viaje a medias ha sido unaidea excelente?>, añadió ella con sentido práctico.

"Las guías dicen que en la India los taxis son muybaratos, y en cambio cuestan un ojo de Ia cara".

.Luego le recomendaré una guía fiableo, afirmécon autoridad. "Nuestro taxi hizo un trayecto fuerade la ciudad y el precio es el triple. Yo tenia un co-che alquilado, pero me vi obligado a dejarlo porqueera demasiado caro. En cualquier caso, para mí lamayor ventaja ha sido hacer el viaje en tan agrada-ble compañía,.

,.Alto', dijo ella, (no se aproveche de Ia nochetropical y de este hotel entre palmeras. Soy vulnera-

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ble a los cumplidos y me dejaría hacer la corte sinoponer resistencia, no sería leal por su parte). Ahorafue ella la que levantó el vaso para brindar y losdos nos reímos.

La magnificencia proclamada pcr el maitre delMandovi pecaba por defecto. El Oberoi era más mas_nífico. Era un edificio blanco en forma de medáluna que repetía exactamente Ia curva de la playasobre la que se levantaba, una ensenada protegiáapor un promontorio al norte y por un banco de esco_llos al sur. La sala principal era un enorme espacioabierto que se prolongaba en la terraza, d,e la quesólo la separaba la barra del bar, que podía ,", ,riili_zada por ambos lados. En la terraza había mesas yapreparadas para la cena, adornadas con flores y ve_las. Un piano, oculto en algún lugar de la penumbra,tocaba en sordina piezas occidentales. pensándolobien, todo era demasiado de turismo de lujo, pero enaquel momento no me desagradaba. Los piimeroscomensales estaban ocupando las mesas de la terra_za. Le dije al camarero que nos reservase una mesa

:n un rincón, algo apartada y ligeramente en penum_bra, luego propuse otro aperitivo.

"Si no es alcohólico), dijo la joven. y luego aña_dió en su tono irónico: .Me parece que va usted de_masiado aprisa, ¿qué le hace suponer que aceptarésu invitación?".

"A decir verdad no tenía ninguna intención de in_vitarla", confesé cándidamente, <mi pobre peculioestá casi agotado y cada uno pagará su parte. pensa_ba simplemente en cenar en la misma mesa, estamossolos y nos hacemos compañía, me parecía lógicou.

Ella no dijo nada y se limitó a beber el julo de

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fruta que nos había servido el camarero. nY ademásno es verdad que no nos conozcamos), continué,(nos conocimos esta mañanar.

"Ni siquiera nos hemos presentadoo, objetó ella.nEs una laguna que puede subsanarse fácilmen-

te", dije, (yo me llamo Rouxr..Yo me llamo Christine", dijo ella. Y luego aña-

dió: "¿No es un nombre italiano, verdad?n.uiQué más da?".

"Nada, efectivamente", admitió ella. Y luego sus-

piró: oSu forma de hacer la corte es realmente irre-sistibleo.

Admití que no tenía ninguna intención de hacerlela corte, que había partido de la idea de una cenade camaradería, con una conversación amigable y de

igual a igual. En fin, algo así. Ella me miró con airefingidamente suplicante, sin abandonar aquel tonoun poco irónico, y protestó: nOh, no, la corte, porfavor, dígame cosas amabilísimas, hábleme de cosas

bonitas, tengo una necesidad terrible de todo esoo'

Le pregunté de dónde venía. Ella miró al mar y dijo:nDe Calcuta. Hice una pequeña escala en Pondicher-

ry a causa de un estúpido servicio sobre mis compa-triotas que viven todavía allí, pero he trabajado unmes en Calcutar.

niQué es lo que hacía en Calcuta?r.

"Fotografiaba la abyección,, respondió Christine.o¿Qué quiere decir?".ol-a miseria", diio ella, ola degradación, el ho-

rror, llámelo como quiera,.

"¿Por qué lo hizo?".

"Es mi oficior, dijo ella, (me pagan por eso).Hizo un gesto que podía significar resignación a la

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profesión de su vida, y luego me preguntó: (¿Ha es-tado alguna vez en Calcuta?u.

Sacudí la cabeza. <No vaya>, dijo Christine, ..¡scometa ese error).

"Creía que una persona como usted pensariaque en la vida hay que ver lo máximo posible".

,,No,r, dijo convencida, uhay que ver lo menos po-sible".

El camarero nos hizo señas de que nuestra mesaestaba dispuesta y nos precedió hasta la terraza. Erauna buena mesa en un rincón como había pedido,cerca de una pared de setos, algo apartada. Le pre-gunté a Christine si podía ponerme a su izquierda,de forma que pudiera ver las demás mesas. El cama-rero era muy solícito y discreto, como suelen serlos camareros de los hoteles como el Oberoi. ¿prefe-ríamos cocina india o barbacoa? No quería insistir,naturalmente, pero los pescadores de Calangute hoyhabían traído varias cestas de langostas, estabantodas en la otra punta de la terraza, a la espera deser asadas sobre el carbón, donde se veía al cocinerocon el gorro blanco y el resplandor de las brasas alaire libre. Aprovechando su sugerencia paseé la mi-rada por la terraza, las mesitas, los comensales. Laluz era más bien difusa, en cada mesa había dosvelas, pero las personas podían distinguirse, con unpequeño esfuerzo de concentración.

"Yo ya le he dicho a qué me dedico,, dijo Chris-tine, <¿y usted qué hace?", si es que quiere respon-dermerr.

<<Pues, supongamos que esté escribiendo un libro,por ejemplou.

"¿Qué clase de libro?u.

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"Un iibror.(¿Una novela?r, preguntó Christine con mirada

sagaz,

"Algo parecidor.<Entonces es un novelista", dijo ella con una cier-

ta lógica..Oh noo, dije yo, (sería sólo una experiencia, mi

oficio es otro, voy en busca de ratones muertos>'u¡¿Cómo ha dicho?!n.

"Estaba bromeandor, dije yo. nHurgo en viejosarchivos, busco crónicas antiguas, cosas devoradaspor el tiempo, yo lo llamo ratones muertos>.

Christine me miró con indulgencia, y tal vez conuna brizna de desilusión. El camarero acudió solíci-to y nos trajo unos pequeños cuencos llenos de sal'sas. Nos preguntó si queríamos vino y accedimos. Lalangosta llegó humeante, chamuscada únicamente en

el caparazón, con la pulpa aderezada con mantequi-lla fundida. Las salsas eran picantísimas, bastabauna gota para que la boca ardiese. Pero luego el fue'go se apagaba en seguida y el paladar se llenaba de

aromas exquisitos e insólitos: reconocible el jengi-bre, además de otras especias desconocidas. Adere-zamos cuidadosamente nuestra langosta y levanta-mos los vasos. Christine confesó sentirse ya ligera-mente borracha, y quizás yo también lo estuviera,pero no me daba cuenta.

<Cuénteme la novela, ánimon, dijo ella en un mo-mento dado, <me muero de curiosidad, no me tengaen ascuas).

nPero es que ni es una novela), protesté yo, <son

trozos sueltos, ni siquiera existe una verdadera his-toria, son sólo fragmentos de una historia. Y ade-

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más no lo estoy escribiendo, he dicho supongamosque lo estuviera escribiendon.

Evidentemente ambos teníamos un hambre terri-ble. El caparazón de la langosta ya estaba vacío y elcamarero acudió solícito. Pedimos algo. más, a sudiscreción. Cosas ligeras, especificamos, y él asin-tió con aire competente.

uHace algunos años publiqué un libro de fotogra-fíasr, dijo Christine. .Era la secuencia de una pelí-cula, lo editaron muy bien, como a mí me gustaba,reproducía incluso los dientes de la película, no te-nía leyendas, sólo fotos. Empezaba con una fotogra-fía que considero la más lograda de mi carrera, sime deja la dirección se la mandaré, era una amplia-ción, la foto reproducia a un joven negro, únicamen-te el busto; una camiseta con un letrero publicitario,un cuerpo atlético, en el rostro la expresión de ungran esfuerzo, las manos levantadas como en señalde victoria: está evidentemente llegando a la meta,por ejemplo de los cien metroso. Me miró con unaire algo misterioso, esperando probablemente queinterviniese.

"¿Y bien?o, pregunté yo impaciente, ..¿cuál es elmisterio?n.

ul-a segunda fotografía", dijo ella. "Era la foto-grafía de cuerpo entero. A la izquierda se ve a unpolicía vestido de marciano, lleva un casco de plexiglás sobre la cara, botas altas, empuña un fusil ymuestra una mirada feroz bajo su visera feroz. Estádisparando al negro. Y el negro está huyendo conlos brazos en alto, pero está ya muerto: un segun-do después de que yo hiciese clic ya estaba muerto>.No dijo nada más y continuó comiendo.

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"Cuéntame el restoo, dije yo, uahora tiene queterminar el relatou.

"Mi libro se llamaba Sudálrica y tenía una únicaleyenda bajo la primera fotografía que le he descri-to, la ampliación. La leyenda decía: Méfiez-vous des

morceaux choisisrr. Hizo una pequeña mueca y pro-siguió: "Nada de fragmentos escogidos, por favor,cuénteme la esencia de su libro, quiero saber laidear.

Intenté reflexionar. ¿Cómo podría ser mi libro?Es difícil dar la idea de un libro. Christine me mi-raba implacable, era una joven testaruda. "Por ejem-plo en el libro yo sería uno que se pierde en la In-dia", dije rápidamente, (ésa es la idean.

nAh nou, dijo Christine, .,¡e es suficiente, no pue-de salir del paso así, la esencia no puede ser simple-mente ésa>.

"La esencia es que en este libro yo soy alguienque se pierde en la India), repetí, "digámoslo así.Hay otro que me está buscando, pero yo no tengoninguna intención de dejar que me encuentre. Le hevisto llegar, le he seguido día tras día, podría decir.Conozco sus preferencias y sus intolerancias, susarrebatos y sus resquemores, sus generosidades ysus miedos. Le tengo prácticamente bajo control. El,en cambio, de mí apenas sabe nada. Tiene alguna pis-ta vaga: una carta, testimonios confusos o reticentes,una nota muy genérica: señales, fragmentos que in-tenta laboriosamente hacer encajarr.

<¿Pero usted quién es?", preguntó Christine, <en

el libro, me refierou.nEso no se dice>, respondí, usoy alguien que no

to4

quiere que le encuentren, por tanto no forma partedel juego decir quién esu.

<Y quien le busca y que usted parece,conocer tanbienrr, siguió preguntando Christine, .¿ése Ie cono-ce?>.

<Hace tiempo me conocía, ,,rporrgurnos que haya-mos sido grandes amigos, hace años. pero esto suce-día hace mucho tiempo, fuera del marco del libroo.

u¿Y él por qué le está buscando con tanta insis-tencia?".

uQuién saben, dije yo, "es difícil saberlo, es algoque no sé ni siquiera yo que lo escribo. Tal vez bus_que un pasado, una respuesta a algo. Tal vez deseeaferrar algo que antes no supo ver. euiero decir, escomo si se buscase a sí mismo, al buscarme a mí: enlos libros eso pasa a menudo, es literatura>. Hiceuna pausa como si fuese un momento crucial y dijeconfidencialmente: "¿Sabe?, en realidad hay tam-bién dos mujeres,.

nAh, por fin", exclamó Christine, (iahora el asun-to se pone interesante!>

<Lamentablemente no>, continué, .porque tam-bién ellas quedan fuera del marco, no pertenecen ala historiao.

oBuf", dijo Christine, nen este libro todo quedafuera. ¿Me puede decir qué hay dentro del marco?,,.

uHay una persona que busca a otra, ya se lo hedicho, hay alguien que me busca, y el libro es su bús-queda".

<¡Pues a ver si me lo cuenta un poco mejor! >

<Está bienu, dije yo, (empieza así: él llega a Bom-bay, tiene la dirección de un hotelucho donde yoestuve una vez y se pone a buscar. y allí conoce a

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una chica a la que yo había conocido antes y ésta lehace saber que yo me he puesto enfermo, que heido al hospital, y también que tenía contactos congente del sur de la India. Así que él va a buscarmeal hospital, que se revela una falsa pista, y luegoabandona Bombay y comienza un viaje, siemprecon la excusa de buscarme, pero en realidad viajapor asuntos suyos, el libro es principalmente esto:su viaje. Lleva a cabo una serie de encuentros, natu-ralmente, porque en los viajes siempre se tropiezauno con gente. Llega a Madrás, deambula por la ciu-dad, por los templos de los alrededores, en una so-

ciedad de estudiosos encuentra algunas lábiles tra-zas mías. Y finalmente llega a Goa, donde debía ir apesar de todo, por otras razones)).

Christine ahora me seguía con concentración,chupaba una ramita de menta y me miraba. ..A Goa,',dijo, "precisamente a Goa, interesante. ¿Y aquí quépasa?r.

"Aquí se producen otros muchos encuentros>,proseguí, nél vagabundea sin rumbo por diversoslugares, y luego una noche llega a una pequeña ciu-dad y allí lo entiende todon.

"¿Qué es todo?u.

"Oh, buerrcn, dije yo, nél no me encontraba en-

tre otras cosas por un hecho muy simple, porqueyo había adoptado otro nombre. Y él consigue des-cubrirlo. Después de todo no era tan imposible des-

cubrirlo, porque era un nombre que tenía que vercon é1, hace tiempo. Sólo que yo lo habia distorsio-nado, camuflado. No sé cómo llegó a adivinarlo, peroel hecho es que lo adivinó, tal vez fuese por azar>.

"¿Y cuál es ese nombre?".

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nNightingale,, dije yo.uBonito nombreu, dijo Christine, "continué>.Bien, allí evidentemente consigue saber dónde me

encuentro, haciendo creer que tiene entre manos unnegocio importante conmigo; alguien le dice que es-toy en un hotel de lujo de la costa,'un lugar más omenos de este estilo".

,.Oh, lá lá', dijo Christine, <esto tiene que contár-melo muy bien, nos hallamos en el escenario apro-piador.

oSí", dije yo, (exactamente, tomo esto como es-cenario. Supongamos que sea una noche como ésta,cálida y llena de fragancias, hotel muy elegante, aorillas del mal gran terraza con mesitas y velas,música en sordina, camareros que van de mesa enmesa solícitos y discretos, comida selecta, natural-mente, con cocina internacional. Yo estoy en unamesa con una mujer hermosa, una joven como us-ted, con aspecto de extranjera, estamos en una mesaen el extremo opuesto de donde nos encontramosahora. La mujer está de cara al ma4 yo en cambiomiro hacia las demás mesas, estamos conversandoagradablemente, la mujer se ríe de vez en cuando,se adivina por sus hombros, exactamente igual queusted. En un momento dado...". Me callé y miré laterraza, paseando mi mirada por las personas quecenaban en las demás mesas. Christine había roto laramita de menta, la tenía en una comisura de la bocacomo un cigarrillo, con expresión atenta. <¿En unmomento dado?u.

.En un momento dado le veo. Está en una mesadel fondo, en la otra punta de la terraza. Se halla decara hacia mí, estamos frente a frente. También él

"ff

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va con una mujer, pero ella me da la espalda y nopuedo saber quién es. Quizá la conozca, o crea cono-cerla, me recuerda a alguien, mejor dicho a dos per-sonas, 1o mismo podría ser una que otra. pero así,desde lejos, a la luz de las velas es difícil precisarlo,y además la terraza es muy grande, exactamentecomo ésta. El probablemente le dice a la mujer queno se dé la vuelta, rri'e mira durante largo rato, sinmoverse, muestra una expresión satisfecha, casi son-riente. Tal vez también él cree reconocer a la mujerque está conmigo, le recuerda a alguien, mejor dicho a dos personas, lo mismo podría ser una queotra>.

..O sea que el hombre que le buscaba consigue en-contrarleu.

"No del todor, dije yo, (no es exactamente así.Me ha buscado tanto, que ahora que me ha encon-trado ya no tiene ganas de encontrarme, perdone eltrabalenguas pero así es ni más ni menos. y tampo-co yo tengo ganas de ser encontrado. Ambos pensa-mos exactamente lo mismo, nos limitamos a mirar-nos>.

"¿Y luego?", dijo Christine, n¿qué más pasa?,...Que uno de nosotros dos acaba de tomar su café,

dobla la servilleta, se ajusta la corbata, supongamosque lleve corbata, llama con un gesto al camarero,paga la cuenta, se levanta, retira educadamente lasilla de la señora que le acompaña y que se levan-ta con é1, y se va. Basta, el libro se acabór.

Christine me miró dubitativa. <Me parece un finalun poco soso para una novela", dijo depositando Iatacita en la mesa.

uSí, también a mí me lo parece), dije dejando a

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mi vez la tacita, (pero no encuentro otra soluciónu.uFin de la historia, fin de la cenao, dijo Christine,

ulos tiempos coincidenu.Encendimos un cigarrillo y yo hice un gesto al ca-

marero. noiga Christine", dije, "discúlpeme pero hecambiado de opinión, me gustaría invitarla a estacena, creo que tengo dinero suficienter.

"De ninguna manera>, protestó ella, "el acuerdofue muy explícito, cena de camaradeúa y de igual aigual".

..Por favor>, insistí, (acéptelo como excusa porhaberla aburrido más de la cuenta".

.,Pero si me he divertido muchísimo), protestóChristine, <insisto en que paguemos a mediasrr.

El camarero se me acercó y me susurró unas pa-labras en tono confidencial, luego se fue con su pasoafelpado. uEs inútil discutir", dije, <la cena es gra-tis, invita un cliente del hotel que desea pennane-cer en el anonimaton. Ella me miró con asombro.uSerá algún admirador suyo>, dije yo, "alguien másgalante que yo>.

nNo diga estupideces", dijo Christine. Luego, si-mulando un aire ofendido: uNo es leal", dijo, ose

había puesto de acuerdo con el camarero).

Los corredores que llevaban a las habitaciones te-nían un tejadillo de madera brillante,,como un claus-tro abierto a la oscuridad de la vegetación que crecíaa espaldas del hotel. Debíamos ser de los primerosen retirarnos, los clientes se habian quedado casitodos en las tumbonas de la terraza escuchando lamúsica. Caminábamos uno al lado del otro, en silen-

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--il;FI

cio, al fondo de la galería revoloteó unos instantesuna gran mariposa nocturna.

uHay algo que no acaba de convencenne en su

libro", dijo Christine, uno sé exactamente qué es,

pero no me convence).

"Yo también lo creorr, respondí...Oiga', dijo Christine, <usted está siempre de

acuerdo con las crÍticas que le hago, es insoporta-ble".

<Estoy profundamente convencido de ello", afir-mé, ..de verdad. Debe ser algo así como su fotogra'fia,la ampliación falsea el contexto, hay que ver lascosas desde lejos. Méfiez-vous des morceaux choisis>.

<¿Cuántos días se queda?", me preguntó.uMe voy mañana>.<¿Tan pronto?".<Mis ratones me están esperandoo, dije yo, "a

cada uno su trabajo>. Intenté imitar aquel gesto de

resignación que ella había hecho al hablar de su tra-bajo. "También a mí me pagan por eso).

Ella sonrió e introdujo la llave en la puerta.

INDICE

Nota

Indice de los lugares de este libro

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

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45

73

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