Nobleza, identidad y rebelión: los incas nobles del Cuzco frente a Túpac Amaru (1778-1782)

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    Nobleza, identidad y rebelin: los incas nobles del Cuzcofrente a Tpac Amaru (1778-1782)

    David CahillUniversidad de New South Wales

    El presente artculo analiza la organizacin, identidad construida e ideologa de la nobleza incaica del Cuzco envsperas de la rebelin de Tpac Amaru, con nfasis en la naturaleza de su corporacin ms representativa, losVeinticuatro Electores del Alfrez Real. Se concentra luego en una evaluacin de la crtica oficial a la nobleza inca y ala cultura inca de fines de la Colonia, surgida luego de 1780. Contina examinando la relacin entre Jos GabrielTpac Amaru y dicha nobleza, que rechazaba sus pretensiones polticas y sociales al estatus de inca y al Marquesadode Oropesa. En el artculo se argumenta que Tpac Amaru tena una identidad ambivalente que hizo crisis en vsperasde la rebelin y que dotaba de ambigedad considerable a su proyecto poltico, as como a los motivos, pretensiones yobjetivos sociales del mismo.

    This article analyses the organization, constructed identity and ideology of the Inca nobility of Cuzco on the eve ofthe Tpac Amaru rebellion, especially the nature of its principal representative body, the Twenty-four Electors of theAlfrez Real. It then turns to an evaluation of the post-1780 official critique of the Inca nobility and late colonial Incaculture. It goes on to examine the relationship of Jos Gabriel Tpac Amaru to this nobility, which rejected his socialand political pretensions to both Inca Status and to the Marquesado de Oropesa. The article argues that Tpac Amaruhad an ambivalent identity which became a crisis on the eve of rebellion, one which injected his political project withconsiderable ambiguity as to its motives, aims and social targets.

    1. IntroduccinEl dominio colonial implica una crisis de identidad, ya que en sus pugnas por ocupar un ciertoespacio social a partir de la Conquista, los vencidos deben satisfacer los criterios de una culturahegemnica impuesta. Esta cultura dominante altera en forma radical el significado de suhomloga autctona, cuyas instituciones y hasta creencias casi siempre terminan cortadas de susraces sociales, polticas y culturales. Este proceso se resume en una palabra: desestructuracin.1El ir y venir entre dos sistemas de valores poco coherentes provoca la formacin de una identidadambigua, condicin que al parecer aflige de forma permanente a los sujetos colonizados (quienesjams llegan a ser ciudadanos).2 Adems, durante ciertas coyunturas histricas la ambivalencia dela identidad colonial puede exacerbarse debido a alguna crisis cultural de mayor envergadura, queno solo socave las bases de la cultura indgena, sino hasta su propia existencia. Tal menoscabo enla condicin colonial indgena a menudo se desborda en protesta, que puede abarcar un amplioterritorio. Es comn que exista una relacin de causa o una fuerte correlacin entre la vehemenciade tales brotes de protesta y la intensidad de la crisis cultural que los provoca. Indudablemente, lasms espectaculares de estas protestas genricamente denominadas movimientos de

    revitalizacin

    surgen a partir de una crisis cultural generalizada.3 Hay que aadir que tales1 [...] the term destructuration is used to signify the survival of ancient structures, or parts of them, no

    longer contained within the relatively coherent context in which they had previously existed [...] [el trminodesestructuracin se utiliza para describir la supervivencia de estructuras antiguas o partes de ellas, las cuales handejado de existir en el relativamente coherente contexto en el cual previamente existan] (Wachtel 1977: 85-86). Dichoen otras palabras, parece equivaler a estructuras o instituciones anacrnicas.

    2 Para una introduccin a lo que se puede llamar psicologa del colonialismo, vase Fanon (1973).3 Al respecto vase Wallace (1956). La mejor discusin de este tema se encuentra en Adas (1979).

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    acontecimientos reflejan la intensificacin de la ambivalencia de la identidad colonial, yespecialmente tienen el efecto de fortalecer y agudizar la identidad de la elite colonizada.Combinada con las aspiraciones emancipatorias, la consecuente revalorizacin de la culturaindgena es caldo de cultivo para un incipiente nacionalismo. Como efecto mnimo, estosmovimientos con su amplia y creativa gama de formas de protesta amenazan las bases del sistemacolonial. Otra caracterstica de tales movimientos radica en que su catalizador suele ser un ldercarismtico.

    Este artculo rastrea los argumentos con que la elite inca cuzquea defendi su identidadcolectiva contra los ataques encaminados a socavar su nobleza en el siglo XVIII. Durante eltranscurso de tres siglos, los nobles incas haban obtenido mercedes de la Corona expresadas ennumerosas cdulas reales. Las familias nobles incorporaron tales privilegios en sus probanzas denobleza, que solan utilizar para defender su rango social ante las autoridades. Sin embargo, estanecesidad fue espordica hasta la segunda mitad del siglo XVIII, cuando todas las familias noblescuzqueas se vieron forzadas a presentar pruebas de su nobleza en dos ocasiones: la primera, acausa de la revisin del sistema tributario, y la segunda a causa de la rebelin de Tpac Amaru;ambos momentos representaron una crisis para la nobleza incaica. La extensa revisin del sistematributario quese inici en el Cuzco entre 1765 y 1780 result en la inclusin de gran cantidad de

    nobles en las nuevas matrculas. A partir de 1776 sus privilegios se vieron nuevamente atacados,merced a la intensificacin de las reformas que llev a efecto el visitador general Jos Antonio deAreche. Esta andanada contra sus bona fidesfue, sin embargo, tan solo el comienzo de una crisis dela identidad inca que se desencaden como consecuencia de la rebelin de 1780. En esta ocasinla misma existencia de la nobleza inca y su identidad colonial fueron puestas en tela de juicio porlos oficiales de la Corona, principalmente por Benito de la Mata Linares, el nuevo intendente delCuzco.

    La nobleza inca cuzquea respondi a esta crisis en forma colectiva. Armaron unargumento sobre su raison dtreapoyado en su innata nobleza y sus servicios a la Corona, el cual ala vez apelaba a la tradicin clsica. La amenaza que se cerna sobre ellos provena sobre todo dela presencia del simbolismo y discurso incaico en movimientos an previos a la gran rebelin: la

    conspiracin de Oruro en 1737, la de Farfn de los Godos-Tambohuacso a principios de 1780, elmotn de Arequipa en enero de 1780, y otros rumores y profecas de la coronacin inminente deun inca la dcada de 1770.4 Tal subversin inca dimanaba ms bien de grupos criollosinconformes y no de los sectores indgenas. Los nobles incas se vieron forzados a distanciarse dela potencia poltica del simbolismo inca, un logro imposible. En cambio, redoblaron sus esfuerzospor construir su propia identidad colectiva, autorrepresentndose como pilares de la Corona y dela Iglesia. En breve, se describieron como una entidad integrante del estado espaol, alejndose loms posible de Tpac Amaru. Paradjicamente, la crisis de identidad de la nobleza, exacerbada alextremo por las acciones de Tpac Amaru, fue paralela a la crisis personal del caudillo rebelde,an sin resolver cuando inaugur su rebelin.

    2. Crisis de identidad de Tpac Amaru

    4 Existe ya una enorme bibliografa sobre las rebeliones coloniales andinas; para una evaluacin vase Stern(1987). Los dos trabajos principales sobre la conyuntura de rebelin son Lewin (1957) y OPhelan Godoy (1984a).Varios trabajos recientes son valiosos: Glave (1992), OPhelan Godoy (1995), Sala i Vila (1996), Walker (1999). Vasetambin los aportes en Walker (1996). Para perspectivas (aparte de los ya citados volmenes de Glave y Sala i Vila) delperiodo posterior a la supresin del levantamiento general, vase especialmente Fisher (1979), OPhelan Godoy(1984b), Durand Flrez (1985).

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    En 1777 Jos Gabriel Tpac Amaru se traslad a Lima para una extensa estada con el propsitode litigar por su reconocimiento como Marqus de Santiago de Oropesa. Este ttulo llevaba ipsofacto la concesin de un mayorazgo en el frtil valle de Vilcanota; pero el marquesado estabapreado de cierto significado poltico, aparte del consabido prestigio y riqueza que solanconllevar los ttulos de Castilla y los mayorazgos. La elevacin al Marquesado de Oropesa era laprueba decisiva para la sucesin en un supuesto trono inca, es decir, para ser reconocido social yoficialmente como heredero y descendiente directo del ltimo inca, el primer Tpac Amaru, quientermin degollado a instancias del virrey Francisco de Toledo. El Inca fue capturado por unaexpedicin dirigida por Martn Garca de Loyola, caballero de Calatrava y sobrino de san Ignaciode Loyola, fundador de la orden jesuita. Irona de ironas, Martn procedi a casarse con la hija desu presa. De esta unin naci una hija, doa Ana Mara Lorenza Garca Sayri Tpac de Loyola,quien a su vez se cas con el noble espaol Juan Enrquez de Borja, marqus de Alcaices,invistiendo la Corona a la pareja con el mayorazgo de Oropesa, por lo que doa Ana Mara seconvirti en la primera Marquesa de Oropesa.5

    La cercana relacin entre la orden jesuita y la nobleza inca colonial se manifiesta conasombrosa claridad en dos pinturas que se encuentran en la iglesia jesuita de La Compaa en laciudad del Cuzco. En uno de los lienzos (de finales del siglo XVII) se representan dos nupcias:

    primero, la de Beatriz usta (alias Beatriz Clara Coya), biznieta de Huayna Cpac, con MartnGarca de Loyola; Martn era hijo del hermano de San Ignacio y, por tanto, el pariente ms directoposible del fundador de la orden jesuita.6 A la izquierda de esta pareja est su hija, doa AnaMara Lorenza Garca Sayri Tpac de Loyola usta quien, como ya hemos apuntado, seconvirti en la primera Marquesa de Oropesa, y su esposo, Juan Enrquez de Borja y Almansa,marqus de Alcaices. Juan de Borja era el nieto del jesuita mrtir, san Francisco de Borja (quienhaba sido el cuarto Duque de Ganda). La segunda pintura muestra otras dos nupcias: la deBeltrn Garca y Loyola con doa Teresa Idiquez, y la de Juan Idiquez con doa Magdalena deLoyola. Los Idiquez eran la familia inmediata de otro santo jesuita, san Francisco Xavier. Portanto, las altas capas de la nobleza inca colonial estaban relacionadas por lazos matrimoniales conlos tres santos jesuitas ms importantes, directamente en los casos de san Ignacio y san Francisco

    de Borja e indirectamente en el caso de san Francisco Xavier, cuya familia tena parentescodirecto con los otros dos santos a travs de matrimonios. El colegio establecido para la educacinde los hijos de los nobles incas y los hijos de caciques en el Cuzco colonial fue el de San Franciscode Borja, inaugurado en 1621, aunque la historia de su fundacin se remonta hasta 1535(Alaperrine Bouyer 1998). El Colegio se estableci durante el breve virreinato del Prncipe deEsquilache quien, como feliz coincidencia, tambin era nieto de san Francisco de Borja. De estamanera los incas forjaron lazos de parentesco no solo con los tres grandes prncipes jesuitas de laIglesia, sino tambin con el mismo virrey del Per, un prncipe espaol y el representante del reyde Espaa en el virreinato.

    El marquesado era entonces una gran presea, aunque con dudosas connotaciones encuanto a la identidad del titular. La ascendencia inca de Jos Gabriel Tpac Amaru era el requisitosine qua nonpara su acceso al ttulo de Castilla y, de obtenerlo, para ser aceptado en la sociedadcolonial hispnica. Adems, dado el poco atractivo de su procedencia como cacique menor, ymestizo adems, un ttulo como este pudo ser el prerrequisito para que la nobleza inca

    5 El episodio sobre el intento de Tpac Amaru por obtener el marquesado es bien conocido. Para detalles

    del mayorazgo, vase Lohmann Villena (1948-1949). Sobre la historia de los sobrevivientes inca y rbolesgenealgicos completos, vase Hemming (1993: 439-455, 488-495).

    6 Vase Gisbert (1980), quien proporciona reproducciones fotogrficas de ambas pinturas, as como copias ybosquejos contemporneos de las mismas.

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    sobreviviente lo acogiera. El estatus de Tpac Amaru en la sociedad colonial dependa de su nivelde acercamiento a la cultura dominante, pero a la vez sus esfuerzos por ocupar un lugar especialen el seno de la misma estaban supeditados a su declaracin de ser descendiente directo de losincas. Para Tpac Amaru era imposible renunciar a cualquiera de estas dos tradiciones culturalessin un severo menoscabo de su posicin. Sus reclamos por el Marquesado de Oropesa y laafirmacin de ser el principal descendiente de los incas formaban una simbiosis, tantojurdicamente como de acuerdo a la validez que l mismo atribua a ambos ttulos.

    La identidad es en parte un accidente de nacimiento, pero en todo caso esta implicadiscriminacin, ya que el identificarse con un grupo necesariamente excluye a quienes nopertenecen o escogen no pertenecer al mismo. El mestizo colonial estaba colocado en laencrucijada entre dos mundos: por un lado los organismos legales y las leyes de la repblica deespaoles, y por el otro la repblica de indios. En los dos grupos circulaba un previsiblediscurso de denigracin: el consabido menosprecio de que en el mestizo se combinaban laspeores caractersticas de ambos y las cualidades de ninguno es tan bien conocido que no requieremayor explicacin. El mestizo colonial, ya fuera patricio o plebeyo, estaba sumido en lo que sedenomina perplejidad genealgica, volvindose ya en una direccin, ya en otra, sin encontrarcabida en ninguna parte. Este tipo de identidad bifurcada fue el patrimonio de Tpac Amaru,

    aunque su ambivalencia era aun ms compleja, ya que una identidad mltiple contiene mltiplescontradicciones. En su caso, confusa identidad abarcaba cinco dimensiones inca, indgena,espaola, provinciana (no urbana) y mestiza (no enteramente indgena), cada una de las cualespoda ser, dependiendo del contexto, una barrera o un pasaporte de aceptacin en uno y otrogrupo. En cierto modo pareciera que su descuartizamiento pstumo fue macabramenteapropiado.

    La identidad inca de Tpac Amaru asumi creciente importancia en los aos inmediatos ala Rebelin, pero aun en el apogeo de la contienda segua dirigiendo su mirada con nostalgia haciasus races criollas. Los testimonios contemporneos manifiestan que hablaba latn y se vesta enun fino estilo espaol, aunque a la vez este hecho est sobrecargado de ambigedad, ya que undescendiente de los incas era considerado en el acto un caballero (Lewin 1957: 388-393).

    Hurfano de padre a temprana edad, fue educado en parte por Antonio Lpez de Sosa, el cura dePampamarca, quien adems era criollo. No obstante, Tpac Amaru siempre estaba rodeado de susquito familiar. Segn un testimonio, buscaba la compaa de destacados criollos hasta el puntode organizar orgas para ellos.7 Al comienzo de la rebelin escribi a los Ugarte, una destacadafamilia criolla, para con cuyos dirigentes utiliz el saludo de hermano. Posteriormente, explicque con esto haba querido aludir a sus lneas de sangre inca y, a decir verdad, utiliz el mismosaludo en sus comunicaciones con el cacique realista Eugenio Sinanyuca, entonces su rival dentrode la provincia de Tinta. Jos Gabriel parece haber credo que entre l y la elite criolla exista unacercamiento especial. Hay que agregar que, en parte, su movimiento fue inaugurado paravengarse de los agravios que la iglesia y el clero locales haban sufrido a manos del corregidordel distrito (Cahill 1984: cap. 5); sin embargo, pronto se desilusion de cualquier nocin desolidaridad criolla. Debe destacarse que ningn miembro de la elite criolla respald abiertamentesu rebelin, aunque los oficiales de la Corona posteriormente intentaron establecer lo contrario.Adems, siendo profundamente religioso, Tpac Amaru hubiera esperado el apoyo no solo delclero local, sino de todo el clero, especialmente del Obispo del Cuzco, enemigo acrrimo delCorregidor de Tinta, quien fuera ejecutado por el rebelde.

    7 Vase la declaracin de Esteban Ziga de 21 de noviembre de 1780 en Durand Flrez (1980-1982: 1,

    524-527). Ziga era adversario de Tpac Amaru (Anon) REFERENCIA.

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    Lo que debe haber sido una disminuida esperanza de un rotundo apoyo criollo recibi eltiro de gracia durante el sitio del Cuzco (entre el 5 y el 8 de enero de 1781). Cuando el insurgentese enfrentaba a una enconada defensa criolla, atrapado bajo una lluvia torrencial que dur das, elcomponente criollo del ejrcito rebelde se retir llevndose la mayor parte del armamento. Setrat de un motn total, empeorado porque cuando los desertores regresaron a su base en Sicuanide hecho eran la milicia local de Tinta anunciaron una contrarrebelin. Con sus ambicionesirreparablemente destruidas, Tpac Amaru lanz represalias contra los criollos de Sicuani, de lasque ninguno parece haber sobrevivido. Es aqu cuando los testimonios contemporneosalgunos provenientes del campo rebeldesubrayan que el caudillo orden a sus tropas no dejarvivo a un solo criollo e, irnicamente, a ningn mestizo, cuando anteriormente sus rdeneshaban sido las de matar nicamente a los espaoles peninsulares. Esta decisin dist mucho desus anteriores pronunciamientos y decretos, en los que llamaba a sus amados criollos a unirse alestandarte rebelde, insistiendo en que representaba sus intereses. Si en parte se trat de unaestrategia para reclutarlos, tal vez con la segunda intencin de neutralizar a los criollos que semantenan hostiles o dudosos de sus intenciones, tambin cabe la posibilidad de que tales frasesno hubieran sido del todo insinceras.

    Sin embargo, existen indicios de que el desencanto de Tpac Amaru con su identidad

    hispnica y sus amados criollos preceda a su rebelin. Su fracaso en el juicio por la sucesin alMarquesado parece haber mermado su aprecio por el sistema judicial espaol. Posteriormente lmismo admiti que su lucha fue en cierta medida motivada por la poca justicia que habarecibido en Lima (Chvez 1973: 80). Insista, aludiendo al fallo no unnime de la Real Audiencia,en que su derecho a la sucesin haba sido reconocido. Adems, el litigio debi haber erosionadosus relativamente modestos recursos. Por una parte, la administracin de la justicia era lenta ypesada, y por otra, parece que Tpac Amaru residi en Lima durante gran parte de 1777, lo cualen s constituy un costoso ejercicio al que se agregaron adems los pagos a abogados y notarios.A lo anterior debe aadirse el costo de oportunidad del abandono de su oficio de arriero duranteese lapso, aunque es posible que tales gastos hubieran sido sufragados en parte por algunosfamiliares. Quedan varias muestras de que trat de recuperar sus prdidas: los recibos de

    impuestos por el mes de diciembre de 1777 indican que a su regreso al Cuzco haba llevadoconsigo unos 30,000 pesos de textiles (Cahill 1990: 259). Sin embargo, en ese preciso momento elVirreinato fue objeto de una cantidad de importaciones sin precedentes, por lo que el mercadoestaba saturado y, por ende, es posible que la mayor parte de las mercancas de Tpac Amaru nose hubieran vendido (Parrn Salas 1995: 316). Cabe agregar que a partir de 1778 y hasta elcomienzo de la rebelin en noviembre de 1780, hubo un enorme incremento en el volumen deventas de mercancas forzadas por parte de los gobernantes de provincia, siendo el Corregidor deTinta, en la provincia de Tpac Amaru, uno de los causantes principales. Por este motivo, es muyprobable que las mercancas tradas de Lima se quedaran sin vender o se vendieran a un preciorisible. Sin duda esta clase de experiencias tiende a engendrar la alienacin poltica.

    El descontento parece haber hecho mella en la siempre incierta y hasta liminal identidadde Tpac Amaru, como se deduce de algunos documentos clave que salieron a la luz tras larebelin. Se trata de tres denuncias presentadas al Corregidor de Tinta en marzo de 1779, en lasque se alega malos tratos por parte de Tpac Amaru, cuya respuesta a los cargos prestcredibilidad a las quejas, toda vez que defendi vigorosamente su comportamiento por ser surespuesta a una provocacin extremada.8 El intendente del Cuzco remiti las denuncias al

    8 Archivo General de Indias (en adelante AGI), Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez, 12 de octubre de 1785

    (No. 18), adjuntando quejas de Lorenzo de Ziga, Esteban Ziga y Felipe de Vejar, con una respuesta de DonJos Tupa Amaro Inga.

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    Ministro de Indias en Madrid, notando que las acciones posteriores del caudillo rebelde pudieronhaberse evitado si el Corregidor hubiera actuado decisivamente en 1779. La esencia de las quejasde 1779 radica en que Tpac Amaru dispensaba justicia sin la debida autoridad, usurpando laprerrogativa real correspondiente a la jurisdiccin del corregidor, cuando el caudillo era uninsignificante cacique de tres pequeos pueblos. Documentar en detalle todas las acusacionesexcedera los lmites del presente artculo, pero es pertinente seguir el rastro de algunas. Laprimera que destaca es la excesiva brutalidad de sus acciones: asaltando, azotando, poniendo enprisin o en el cepo a sus adversarios y a infinitos indios. La segunda es que, haviendo venidoa su casa unos Indios de Sicuani con su queja por la noticia que d[ic]ho Don Jos es el ultimo Ingadel Peru, se sent en juicio en este caso, de nuevo, sin ninguna autoridad. La ltima y msextraordinaria, es el testimonio de que es notorio que azota espaoles de cara blancas, pidiendolos denunciantes que se le ordenara desistir de causar daos a los espaoles. El primer da de1779, Tpac Amaru dio instrucciones pblicas a los alcaldes de que todos los mestizos forasteros[salieran] del pueblo, y los mestizos patricios se fuesen a la ciudad del Cuzco, que ningun mestisoha de haber en el pueblo. En una nota de 1785 el Intendente indic que en provincia mestizoera sinnimo de espaol, o sea criollo. Este testimonio aporta un giro muy diferente al posteriorllamado de Tpac Amaru a sus amados criollos, el que pareciera haber sido solo una estrategia

    para reclutarlos. Es evidente que ms de dieciocho meses antes de su rebelin su desencanto hacialos criollos y la sociedad criolla ya estaba bastante definido.

    Con el avance de la rebelin, la distancia entre Tpac Amaru y la sociedad indgena se fueacortando, acentundose este acercamiento tras el motn de sus oficiales y tropas criollas ymestizas durante el sitio del Cuzco; numerosos testimonios de la campaa rebelde corroboranesta creciente afinidad. Sin embargo, la perplejidad genealgica del caudillo persisti,evidenciada por la forma en que alternaba el uso de las vestiduras inca con las de la elite espaola,algunas veces combinando ambas:

    Tupac-Amaru iba en un caballo blanco, con aderezo bordado de realce, su parde trabucos naranjeros, pistolas y espada, vestido azul de terciopelo,galoneado de oro, su cabriol en la misma forma, de grana, y un galon de oroceido en la frente, su sombrero de tres vientos, y encima del vestido sucamiseta, unco, figura de roquete de obispo, sin mangas, ricamentebordado, y en el cuello una cadena de oro, y en ella pendiente un sol delmismo metal, insignias de los prncipes, sus antepasados.9

    Hay muchas evidencias de este tipo. Por supuesto que su doble identidad iba dirigida a dospblicos. Sus seguidores indgenas parecen haber albergado pocas dudas de su autenticidad: unacomunidad oblig al cura local a recibir formalmente a su Inca, mientras que otros testimoniosapuntan, que todos los Indios de por aca [...] an dicho que se ha de coronar el Inga.10 A pesardel resentimiento que Tpac Amaru expres contra los criollos en 1779, en repetidas ocasionestrat de congraciarse con ellos, sobre todo durante la etapa de la rebelin anterior al sitio del

    Cuzco; bsicamente, el xito de su campaa dependa de la solidaridad criolla. En todo caso, notodos sus seguidores desconocan su incierta genealoga, su ambivalente identidad y lo dudoso desus pretensiones. Aun antes del sitio hubo un rumor, emanado del campo rebelde, de inquietud en

    9 Copia de captulo de un diario de Arequipa de 4 de Enero de 1781, en Angelis (1910 [1836-1837]: IV,

    350).10 AGI, Lima, 1052, Testimonio [E] del proceso gral. informativo obrado sobre la rebelion del Reyno por el

    Alcalde de Corte comisionado en Arequipa. Aos 1780, 1781, f. 26r, 42v.

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    sus filas debido a que hera un mostrenco y no era digno a la Corona quando otros no pretendenteniendo mas derecho.11 Quines eran estos otros? Por qu eran ms merecedores?

    3. La orden de caballeros incasA principios del siglo XVII el cronista Inca Garcilaso de la Vega junto con Melchor Carlos Inga yAlonso de Mesa todos ellos de ascendencia inca y residentes en Espaa, calcularon (enrespuesta a una peticin de la Corona) que quedaban en el Cuzco 567 nobles incas, todosdescendientes por linea masculina de los otrora monarcas inca (Garcilaso de la Vega 1995 [1609]:II, 646-648). En 1768 una revisita de San Sebastin revelaba que solo en esta parroquia (con susocho ayllus y unos pocos indios de hacienda) haba 412 nobles incas y caciques principales, cifracompuesta de 196 adultos y 216 hijos de ellos, sin incluir los reservados, mujeres e hijas. 12 Esdecir, los otros nobles incas residentes en San Jernimo y las parroquias de la ciudad y cercadoquedaron fuera de esta matrcula; consta, sin embargo, que la gran mayora de los nobles incasestaban asentados en San Sebastin y San Jernimo. En 1786 el intendente del Cuzco, Benito dela Mata Linares inform que haba hallado solo en esta ciudad cerca de 300 indios que se titulan

    nobles y no quieren pagar tributo.13 El censo de 1786 arroja un poco ms de luz sobre lapoblacin colonial de nobles incas: parece que an existan 462 descendientes agnados, 250 deellos libres de pagar tributo y otros 212 nobles que tenan que pagar el tributo, aunque 169 deellos apelaron ser clasificados como tributarios.14 Vale subrayarque estas cifras de 1786 provienende dos borradores de listas de nobles que no son del todo claros.

    Sin embargo, la autoridad colonial indgena no siempre recaa en los nobles. En el censovirreinal de 1754 haba 639 caciques y principales en la dicesis del Cuzco, de los que solo 29vivan en el cercado.15 Esto indica que solo unos cuantos nobles incas de la poca cuzquea tardafungieron tambin como caciques. A pesar de que muchos cacicazgos eran hereditarios, durante larepresin que sucedi a la rebelin de 1780 aument el reemplazo de titulares tradicionales porcriollos. Esta medida afect a todos los nobles, cuya matriculacin como tributarios aument

    merced a dicho proceso, al punto de que los 212 nobles incas arriba mencionados perdieron elprivilegio ms importante de la nobleza colonial, y con l gran parte del prestigio queanteriormente acompaaba a su posicin. El plan de menguar paulatinamente su exencintradicional del tributo contaba con que, una vez excluidos de ese privilegio y prestigio, se lesreducira individual y colectivamente al nivel de tributarios comunes simples indios, hatunruna. La nobleza inca se esforz por resistir el ataque real contra la cultura colonial incaica, susprcticas y sus races ideolgicas. Tras la rebelin de 1780, y como parte de una serie de medidasoficiales encaminadas a eliminar la posibilidad de otra insurreccin, la corona fij su mira enaquella memoria que [el indio] conserva de haber sido [el Cuzco] Capital de los Incas.16 En

    11 AGI, Lima, 1052, Testimonio [E] del proceso gral. informativo obrado sobre la rebelion del Reyno por elAlcalde de Corte comisionado en Arequipa. Aos 1780, 1781, f. 72v.

    12 Archivo Departamental del Cuzco (en adelante ADC), Corregimiento: Ordinarias, leg. 47, Resumengeneral de los indios tributarios que existen de presente en la Parrochia de San Sebastian de esta Ciudad del Cuzco,10 de noviembre de 1768. Este documento es un borrador en resumen de lo que era un censo detallado de cada unade las ocho parroquias de la ciudad y el cercado.

    13 AGI, Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez, nm. 28, 19 de marzo de 1786.14 ADC, Intendencia: Real Hacienda, 175, Expediente relativo a los tributos del Cuzco, matrcula hecha en

    el ao de 1786 y demas incidencias.15 Vase Fuentes (1859: 4, 7-15); este ha sido tomado de la memoria del virrey Manso de Velasco, conde de

    Superunda, que tambin aparece en Moreno Cebrin (1983: 235-246), sobre el estado del reino.16 AGI, Cuzco, 29, Mata Linares a Glvez, carta de 30 de Junio de 1783.

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    efecto, la meta de las autoridades reales era nada menos que la destruccin de la memoriahistrica y de la identidad de la nobleza inca colonial.

    Las ceremonias pblicas fueron elegidas por la Corona como campo para esta batalla. Endichas ocasiones los incas coloniales lucan sus vestiduras repletas de una variedad de smbolosincaicos, simulacros del incario. La fiesta de Santiago (25 de julio) era la ms importante,ocupando el sitio primordial en el ciclo de diez semanas del Corpus Christi (Cahill 1996; Dean1990, 1993 y 1999; Fiedler 1985). Ese da se efectuaba una procesin en la que los dos alferecesreales ocupaban los lugares ms sobresalientes, uno representando a los espaoles, el otro a lanobleza indgena, marchando juntos desde el cabildo municipal hasta la Catedral para all escucharmisa. No sabemos qu puedan haber pensado de este espectculo los indgenas andinos que lopresenciaban, ni los sobrevivientes de la nobleza inca. Acaso lo consideraban un momentoliminal en el que se buscaba una comunin con los antepasados incas a travs de un preeminentefestival religioso colonial y el cargo de alfrez real del gobierno municipal espaol? Despus detodo, el rito ancestral era y es parte de la religin autctona y parece que la nobleza colonial seguaorganizada en panacas, los linajes cuya funcin principal antes de la Conquista era cuidar de susrespectivas momias. Los oficiales de la Corona dirigieron su ataque, primero, contra las vestidurasincas y los smbolos paganos lucidos en tales ocasiones pblicas y, despus, contra la misma

    organizacin corporativa de la nobleza: los Veinticuatro Electores del Alfrez Real.El ataque contra la cultura inca tambin se enfoc en la destacada participacin de su

    nobleza en la vida litrgica y ceremonial de la regin cuzquea. La pompa de los conquistadoresserva a la nobleza indgena de vehculo para reafirmar y renovar en varias coyunturas delcalendario litrgico su propia identidad y su descendencia colectiva de las doce casas inca opanacas, y de esta manera tal vezganarse el respeto y hasta la lealtad de los indgenas. Como resaltel hostil Obispo del Cuzco en 1781, en publicos festines, convites, procesiones, y otros actos [...]vemos que los indios no usan otros adornos, que de los que se valan en su gentilidad.17 La mejorilustracin de esta tesis es proporcionada por la festividad regional ms importante: la fiesta delCorpus Christi y, en particular, el da y la vspera de Santiago. El Corpus en el Cuzco era unaocasin de esplendor, como podemos apreciar en lienzos contemporneos an existentes; inclua

    procesiones

    una principal, precedida por varios desfiles de santos menores

    , que celebraban lasdevociones indgenas y, en el da de Santiago, se conceda el lugar de honor a los nobles incas,vestidos con galas e insignias incaicas, encabezados por el alfrez real elegido por losrepresentantes de las doce casas. La pieza central de la vestidura era la mascapaicha, el llautoadornado con plumas y piedras preciosas del que penda la famosa borla colorada de muy finalana roja, cuyo uso era ferozmente guardado y celosamente circunscrito por la nobleza. Unaigualmente poderosa reverberacin del Tahuantinsuyu era el champi, la vara ancha llevada por elalfrez real de los incas como si fuera un prelado blandiendo su bculo pastoral o, mejor dicho, unmonarca con su cetro. El champiadverta el obispoestaba adornado con la imagen del Incao con la del Sol, su adorada deidad.18 Esta muy rica vestimenta estaba decorada con mascaronesde oro y plata en las extremidades de los hombros, en las rodillas y en la parte trasera de laspiernas; la relativa finura de estas estatuillas se consideraba muestra de las respectivas cualidadesde sus portadores. Lo que estos smbolos representaban exactamente

    antiguos monarcas incas,

    santos cristianos o dolos autctonosno ha sido esclarecido aun, pero en general la finalidad de

    17 AGI, Cuzco, 29, Obispo Juan Manuel Moscoso y Peralta a Visitador General Josef Antonio de Areche, 13

    de abril de 1781.18 AGI, Cuzco, 29, Obispo Juan Manuel Moscoso y Peralta a Visitador General Josef Antonio de Areche, 13

    de abril de 1781.

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    las imgenes escogidas por la nobleza era conmemorar y aun venerar al Sol y a Illapa (el trueno),como lo indicaba el disco del Sol que llevaba en la mano el alfrez real.

    La crtica del obispo haca hincapi en que el uso de tales insignias era caracterstico detodas las festividades civiles y eclesisticas de la ciudad. Mientras que el da de Santiago no seconsideraba especialmente censurable, no hay duda de que se trataba de la fiesta colonial mssobresaliente de los incas. Los Veinticuatro Electores del Alfrez Real competan en la eleccinpor el honor de portar el estandarte de Santiago en la procesin del Corpus, lo que conllevaba elreconocimiento tcito de serprimus inter paresde la nobleza inca colonial. Sin embargo, la eleccinno era un reido concurso, ya que las ocho parroquias de la ciudad y el cercado se alternaban paraproporcionar candidatos. Muchas veces, como la mayora de los electores resida en San Sebastiny San Jernimo, el resultado era previsible. La documentacin no explica por qu Santiago fue tanvenerado por la nobleza inca y, esclarecerlo ira ms all de los lmites del presente artculo, peroen general se debi a la adopcin sincrtica del santo guerrero por los indgenas andinos. ElSantiago Matamoros de la reconquista peninsular y la conquista espaola de las Amricas setradujo durante esta ltima en Santiago Mataindios, y existe evidencia en varias regiones del Percolonial de que Santiago era comparado con una o ms deidades precolombinas, sobre todo conIllapa, el dios del trueno, el rayo y el relmpago (Cahill 1999; Choy 1979 y Silverblatt 1988). Esto

    significa que el santo cristiano fue adoptado como deidad en el panten andino y el obispo,observando que en el da de Santiago la nobleza inca portaba sus propios estandartes con lasimagenes esculpidas de sus Gentiles Reyes, recomend que en lo sucesivo solo se permitiera elestandarte real (del monarca espaol).

    Tomando como punto de partida su visita a la dilatada dicesis del Cuzco del aoanterior, el Prelado subray al mismo tiempo la participacin de las iglesias rurales en laperpetuacin de una vvida memoria de los incas. En dichas zonas las congregaciones indgenasvestan a sus estatuas del nio Jess con el uncu, la mascapaicha y otras insignias similares,haciendo eco a las pinturas colgadas en sus iglesias. El Obispo acertadamente argument que losindgenas consideraban a sus anteriores emperadores incas como dioses, alegando que esteculto local no representaba ni un superficial sincretismo, ni un trivial remanente folclrico. Es casi

    seguro que estaba en lo cierto, ya que las creencias animistas tradicionales haban imbuidoverdaderos poderes al arte religioso. Basta un ejemplo para comprobarlo: durante ellevantamiento de 1780-1783 los rebeldes indgenas sistemticamente ataron las manos de lasimgenes de Santiago en las iglesias rurales, para prevenir la intervencin militar del temido santoguerrero a favor de las fuerzas reales.19

    La andanada del Obispo se reflej en el empeo del intendente del Cuzco, Benito de laMata Linares, por abolir el cargo de alfrez real de los incas as como la institucin de losVeinticuatro Electores en 1785.20 De hecho deseaba poner punto final a la nobleza inca.Manifest que los documentos legales empleados por los nobles para justificar su rango nadaprueban, sino solo van pasando de unos otros ya empeados, ya substraidos, ya por otrosviciosos motibos. Agreg con desdn que los nobles usaban el ttulo de elector como si

    19 Vase AGI, Cuzco, 15, Consejo Expediente sobre la ereccion en la Ciudad del Cuzco de una cofrada deS[a]ntiago que se intenta establecer en una Parroquia de aquella Ciudad, y aprovacion de sus Constituciones, peticinde Jos Agustn Chacn y Becerra, 1 de agosto de 1786, fol. 3r. Durante la rebelin de Tpac Amaru, tropas rebeldesdijeron haber visto a Santiago entre las fuerzas reales enviadas a suprimirla: A cuya cauza en las Yglesias, y Capillasdonde encontraron los simulacros de nuestro portentoso Mesenas, llegaron al sacrilego arrojo de amarrarle las manos,y tenerlas como en prizion por que su ignorancia o idolatria les preocupaba la razon para creer que assi no favorezeriaa los fieles, y leales vazallos de un Monarca justo, y venigno cuyos Dominios Reales defendian.

    20 AGI, Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez (No. 11), 6 de agosto de 1785; Mata Linares a Glvez (No. 28),pg. 81.

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    estuvieramos en el sacro Imperio [Romano], notando con displicencia que todas las nacioneshan conservado y fomentado una nobleza pero ninguna [una] descendencia de sangre real tanenvilecida [...] mucho mas si esta nada tiene que ver con la [nacin] dominante. Los electores,aadi, no hacan ms que embriagarse calentando mas su espiritu para recordar con maiorvibeza sus antiguedades, y libertad en odio de la nacin dominante. El intendente encontrabaespecialmente ofensivo que se portaran dos estandartes el da y la vspera de Santiago, uno por losespaoles y otro por los nobles incas. La soberana, alegaba Mata Linares, poda representarse a laperfeccin y apropiadamente con una sola insignia, y en vista de que los incas eran los vencidos,por consiguiente no deben reconocer sino una cabeza, un dominio, una nacin, un monarca,bien expesificado en el real estandarte. La soberana era una consideracin clave: no es lomismo ser noble que ser descendiente de sangre real, cuya circunstancia induce derecho desoberania. Deba ejercerse vigilancia contra conserbar memorias de la antigua dominacion, oinsignias de separacion de dos naciones y todo esfuerzo deba encaminarse a la nocin de queno hay mas de un Dios, una Religin, una Nacin, un Rey. Estos argumentos denotan el celode un oficial real responsable de evitar el recrudecimiento de la sublevacin, al igual que laincapacidad de una mente conservadora que se encuentra a la deriva, lejos de su habitus, paracaptar el significado de la convivencia de culturas. A la vez pone de manifiesto un desprecio

    cultural y racial

    que el intendente hizo extensivo a los criollos

    y, en todo caso, propone nadamenos que la abolicin de la institucin de los Veinticuatro Electores y de toda la nobleza inca.En otras palabras, propona poner coto a su identidad individual y colectiva, por lo menos en elespacio pblico, no dejndoles ms forma de retener su nobleza que clandestinamente. De ser as,su prestigio sera nulo. As, en 1785 el virrey Teodoro de Croix acord suspender por ahora laeleccin de ese ao mientras consideraba con ms detenimiento la propuesta de abolicin delIntendente.

    Los electores se vieron forzados a apelar y su protesta fue elocuente.21 Resaltaron quedurante 247 aos haban gozado sin interrupcin del privilegio de llevar la mascapaicha enocasiones pblicas, un privilegio asentado en decretos reales y cdulas a partir del siglo XVI.Contradijeron el dictamen del Intendente de que entre ellos haba quienes no eran nobles,

    notando que en varias ocasiones diferentes indios tributarios y de vil extraccion habanintentado arrogarse el uso de la mascapaicha, pero no lo haban logrado gracias a la prontaintervencin de los propios electores.22 Adems, los corregidores anteriores haban examinado ladocumentacin genealgica de sucesivas generaciones de electores como prerrequisito para suadmisin al voto. Indicaron tambin que los electores han sido y son unos fiscales quepromueben, y celan la literal observancia de sus privilegios. Los arribistas indgenas que tratabande infiltrarse en las filas de los nobles eran rechazados como estrangeros en la legitimadescendencia de los Ingas Gentiles. Esta referencia a estrangeros quizs alude a laorganizacin tripartita de la sociedad precolombina en las collanas de la aristocracia, la poblacinplebeya cayao y la unin collana-cayao o payan,formada por quienes servan como funcionarios ysubalternos, y que ocupaban el lugar intermedio.23 No est claro si esta alusin fue intencional,pero el vigoroso lenguaje empleado por sucesivos colegios electorales a partir de 1600 pareceindicar un posible temor a la contaminacin ritual de las celebraciones del Corpus Christi; sin

    21 AGI, Cuzco, 35. Representacin de los veinte y cuatro electores (anexo sin folio).22 AGI, Cuzco, 35. Esto se desprende de cierta documentacin. Vase la trascripcin de documentos (1598-

    1601, 1673, 1685, 1728, y 1738-39) respecto de la eleccin del alfrez real y propuestas relacionadas en Garca (1937:188-208).

    23 Estas definiciones de las castas se expresan aqu en su nivel ms bsico. Para una discusin exhaustiva desu significado, vase Zuidema (1964).

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    embargo, de haber existido, hubiera sido excepcional despus de casi 250 aos de mestizajecolonial.

    Es evidente que la mascapaichano solo era el smbolo central del ritual pblico, sino quetena un valor totmico absoluto. Debilitar su exclusividad hubiera sido equiparable a disolver lanobleza. Existen pruebas de la manera en que los electores defendan el privilegio de que sololos alfereces reales (actuales y anteriores) pudieran usar la borla colorada, o sea que nonecesariamente todos los electores podan hacerlo, aunque con seguridad el turno de cada unollegara tarde o temprano. Se ha sugerido que solo los que portaban el estandarte del Alfrez Realentrante y saliente podan usar este adorno.24 La defensa de los nobles incas, por razones obvias,omita cualquier referencia a los smbolos Gentiles como el disco del Sol, resumiendo lasdistinguidas vestiduras y ornamentos de nobleza bajo la rbrica de sus uniformes. Apoyados enlos decretos reales de 1598 y en algunos de la dcada de 1690 y de 1778, plantearon que ni elIntendente ni el Virrey podan legalmente negarles el uso de sus vestiduras o el oficio de AlfrezReal. Reclamaron con cierta insolencia que durante la Conquista el xito militar de la Corona sedebi a los incas aliados segun comun sentir de todos los historiadores. Al intendente MataLinares le constern en particular la aseveracin de que la ejecucin de Felipe Tpac Amaru en1572 por el virrey Toledo se hubiera efectuado con desaprobacion de Su Mag[estad], una

    interpretacin que, dicho sea de paso, se encontraba ms cerca de la verdad que lo que indicaba eldesdn del Intendente.

    Esta enconada defensa de los derechos y privilegios incas fue dirigida por su paladnCayetano Tupa Guamn Rimachi Inga, en su capacidad de apoderado y comisario de lainstitucin de los Veinticuatro Electores. Ella provoc un ataque ad hominem por parte delCorregidor y del Intendente, sealando que dicho personaje era un alborotador, aduciendo enevidencia los cargos criminales en aquel entonces pendientes contra Guamn Rimachi. A pesar deello, este ltimo fue un eficaz defensor del caso de los electores y enfureci aun ms al Intendenteal alegar que los nobles incas eran indisputablemente de Regia Jentilica sangre y RegiaGentilica extirpe. La peticin de Guamn Rimachi era aun ms extraordinaria por sus alusionesclsicas, un claro testimonio del grado de aculturacin de los incas coloniales, e implcitamente del

    xito del Colegio de San Borja, que haba sido inaugurado por la Corona para educar a losindgenas nobles e hijos de caciques para sus futuras responsabilidades como caciquesgobernadores. La referencia en su defensa de 1785 a todas las historias peruanas no era tanhiperblica como pudiera pensarse a primera vista, y parece haberse fundado en un memorial de1768 preparado por Cayetano y Toms Tupa Guamn Rimachi a nombre de los electores.25 Parareforzar su causa aludieron a todos los historiadores propios, y extrangeros, y buscaron en lahistoria universal justificacin, al igual que precedentes, en apoyo de su reclamo de constituir unaverdadera nobleza, cuya existencia estaba amenazada por las polticas represivas de la Corona.Para sostener su caso, los electores echaron mano de fuentes clsicas, como Juvenal y Plinio. Enuna novedosa y erudita incursin en la historia comparativa argumentaron que no solo la noblezaespaola y las grandes rdenes militares, sino tambin las muchas aristocracias de la Antigedadhaban portado insignias exclusivas y excluyentes, anlogas a la mascapaicha: En todos tiempostodas las naciones del mundo, y particularmente los nobles, han tenido sus divisas, y insigniaspropias a fin de manifestar su distinguida clase.26

    A lo anterior segua un anlisis preciso de varias aristocracias y sus divisas e insigniasherldicas distintivas, las cuales expresamente connotaban nobleza en sus sociedades respectivas.

    24 AGI, Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez (No. 11), 6 de agosto de 1785.25 AGI, Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez (No. 11), 6 de agosto de 1785.26 AGI, Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez (No. 11), 6 de agosto de 1785.

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    Desde los rcades, quienes usaban el emblema de la luna, hasta los gticos, quienes portaban unagarza (garceta), los electores incluyeron en su ensayo los ttemes de los romanos, atenienses,persas, bretones, egipcios, tracios y hasta los de tribus germanas como los suevos, concluyendocon la moraleja de que la mascapaichano solo era smbolo de su nobleza, sino prueba de la misma:Asi pues no ha avido nacion en el mundo que por distintibo de su nobleza dejase de usar susparticulares seales, e insignias, o diferencias en sus trajes y vestidos.27

    Ya sea que esta genial disertacin se hubiera basado en una amplia bibliografa de autoresclsicos y modernos es sabido que Jos Gabriel Tpac Amaru haba ledo los Comentarios reales delos incas de Garcilaso, no cabe duda de que fue un derroche impresionante de erudicin. Lanica fuente citada por captulo y verso es una obra de don Bernab Moreno de Bargas (Noblezade Espaa, volumen 1, discurso 21, folio 115). Es evidente que los nobles incas no solocimentaban su identidad en la memoria de sus respectivos linajes, sino que durante la pocacolonial tarda aludan a la tradicin clsica y a los tratados de historia contempornea pararobustecer su hasta cierto punto frgil y anacrnica posicin. Ideolgicamente, los electoresvolvieron las armas intelectuales del poder dominante en contra de sus propios amos.Conocedores de que desde los tiempos del emperador Carlos V muchos de ellos haban sidoreconocidos por la Corona como hidalgos, la conclusin de los electores era ineluctable:

    La Mascapaycha es en realidad una antiquisima orden de Caballeros Yngas endemonstracion de su Regia Jentilica extirpe, y de ella han usado legitimamentetodos los individuos de ella, desde la ereccion de este Peruano Imperio por MangoCapac primero que fue el ao de mil quarenta y tres de la era Christiana seguncomun sentir de todos los Historiadores que no sita el Suplicante por ser biennotorias [...].28

    La equivalencia entre la descendencia inca y la hidalgua fue ampliamente reconocida y expresadajurdicamente durante todo el periodo colonial, y es de extraarse que los electores no hubieranapelado explcitamente a este precedente. Ciertamente, muchos nobles en pos de reconocimientooficial y legal de su posicin estaban habituados a defender la validez de sus probanzas de

    nobleza. Estas formalmente les conferan dicha posicin, aunque es muy probable que no todoslos electores hayan sido acreedores a la misma.

    4. Infraestructura de la identidadLa institucin de los Veinticuatro Electores del Alfrez Real no era tan robusta como lo sugiere suvigorosa defensa de 1785. Existen evidencias de que la institucin estaba moribunda durante lasdcadas finales del periodo colonial: por ejemplo, un candidato al ingreso al colegio electoralapunt que hace el espacio de muchos aos la prestigiada doceava casa (de Huayna Cpac), ala cual buscaba elegirse, haba estado vacante.29 Haba dos colegios electorales: los Veinticuatro

    Electores para la celebracin de Corpus Christi en la ciudad del Cuzco y cinco electores en totalpara las ceremonias homlogas en la villa de Yucay, en el valle del Vilcanota, donde el alferazgo sealternaba entre los nobles de los cuatro pueblos del Marquesado de Oropesa (Yucay, Maras,

    27 AGI, Cuzco, leg. 35, Mata Linares a Glvez (No. 11), 6 de agosto de 1785.28 AGI, Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez (No. 11), 6 de agosto de 1785.29 ADC, Corregimiento: Ordinarias, leg. 29, Cuad. 17, Autos sobre la nominacin de electores en

    propiedad, para Alfrez Real, de acuerdo a las casas a los doce reyes que fueron de esto reyno, 1721-1820 (sin folio),Peticin de don Luis Canatupa, 30 de Junio de 1809.

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    Urubamba, Huayllabamba), adems del de Ollantaytambo.30 Haba otros pueblos en la regindonde se celebraban ceremonias anlogas durante el Corpus Christi, pero la importancia delMarquesado de Oropesa resida en que su anterior feudo y mayorazgo haba sido otorgado a AnaMara Lorenza Garca Sayri Tpac de Loyola, hija de Beatriz usta, biznieta del emperadorHuayna Cpac y de Martn Garca de Loyola, caballero de Calatrava y sobrino de San Ignacio deLoyola. Despus de 1739, cuando el mayorazgo qued vacante por falta de heredero, la cadenadel linaje inca se rompi, pero la institucin del alferazgo real continu en el valle. Algunoscandidatos al marquesado por el Colegio de San Borja en el Cuzco hicieron alarde en sussolicitudes de admisin de ser hijos de previos alfereces reales, lo cual se reconocainmediatamente como un distintivo de nobleza.

    El cargo de elector fue hereditario, aunque la sucesin al mismo involucraba ms quepasar el bastn de una generacin a otra. La sucesin, siempre supeditada a la muerte de unelector, requera la aprobacin de los electores titulares y del corregidor, quien, con el protector denaturales y el intrprete general de naturales, asista a la eleccin (que era cannica) ydocumentaba sus pormenores, alternndose la titularidad entre las ochoparroquias. El candidatoelegido deba ser persona benemrita que sea de la Extirpe Real de los Reies Ingas que fueron deestos Reinos.31 Al mismo tiempo se elega al alcalde mayor de ingas nobles (tambin llamado

    alcalde de la corona) y al alguacil de la corona, ninguno de los cuales provena de entre loselectores. Las bona fidesde los electores eran revisadas con cierto detenimiento, como sucedi en1783 y en 1757, cuando se exigi a los Veinticuatros que presentaran pruebas genealgicas antesde permitrseles votar; aunque el aparente orden de este proceso encubra el hecho de que lasucesin no siempre era transparente. En 1720 la epidemia general asol las provincias del surde los Andes.32 Entre los nobles, diecisis de los Veinticuatrosmurieron, as como muchos de susherederos; algunos no dejaron descendencia, mientras que los herederos de otros eran todavamuy jvenes para votar y, por lo tanto, para ascender al cargo. El corregidor remarc que otrosindgenas particulares suplicaron ser admitidos al colegio electoral. Para evitarlo, l mismonombr a diecisis titulares interinos para que la eleccin de 1721 procediera de acuerdo a lacostumbre. Las fuentes no aclaran si estos renunciaron a su interinato ms tarde, haciendo

    imposible (sobre la base de la evidencia disponible) una evaluacin precisa del grado en el que lasucesin del linaje de las varias casas se mantuvo sin perturbaciones.

    30 No est claro qu tan asiduamente se celebraba la fiesta de Santiago en los distritos rurales. La

    participacin como alfrez real fue un indicador importante de posicin social y hasta de nobleza en un pueblo.Evidencia de las celebraciones rurales se encuentran en las solicitudes de becas para el colegio de San Francisco deBorja por parte de hijos de nobles, caciques y otros principales. Vase ADC, Colegio de Ciencias, leg.1: Memoria yCalificacin de los Indios Nobles, aos 1763-1766. Esta documentacin deja bien claro que en el Marquesado deOropesa (o ma bien de Santiago de Oropesa), incluyendo las doctrinas de San Francisco de Maras, San Bernardode Urubamba, San Benito de Alcntara (Huayllabamba) y Santiago de Oropesa (Yucay) todas en el valle delVilcanota un grupo aparte de cinco electores escoga anualmente a un noble como alfrez real de la fiesta deSantiago en Yucay y, por lo menos, uno de estos electores estaba entre los veinte y cuatro electores para lasfestividades de la ciudad principal. Los cinco parecen haber incluido uno de cada doctrina, siendo uno de

    Ollantaytambo en el Valle, el cual a finales del siglo XVIII formaba parte (con los otros cuatro) del primercorregimiento y ms tarde (a partir de 1784), de la subdelegacin de Urubamba. En la fiesta de Yucay, el alfrez realusaba la mascapaicha, al igual que su homlogo en la ciudad. Tambin se menciona el alferazgo real para el da deSantiago en la doctrina de Guarocondo, en la orilla del Valle de Jaquijahuana en la provincia de Abancay.

    31 ADC, Corregimiento: Ordinarias, leg. 29, cuad. 17, Autos sobre la nominacin de electores en propiedad[...], eleccin de 1757.

    32 ADC, Corregimiento: Ordinarias, leg. 29, cuad. 17, Autos sobre la nominacin de electores en propiedad[...], sobre los efectos de la epidemia en el colegio electoral. Sobre el impacto ms amplio de la epidemia (o fiebre)de 1720, vase Wightman (1990: 42-44), quien indica que por lo menos 300,000 indios murieron, 80,000 de ellos enla dicesis del Cuzco, y 20,000 de ellos solo en la ciudad. Tambin vase al respecto Stavig (1999: 192-193, 227-230).

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    Existieron doce casas inca, siendo cada una ostensiblemente una panaca, representadapor dos electores, posiblemente de acuerdo a las divisiones tradicionales de hurin y hanan. Sinembargo, entre las casas se hacan intercambios. En 1804 dos candidatos al colegio electoralfueron admitidos (con aprobacin de los electores) a la primera y undcima casas de MancoCpac y Tpac Yupanqui, no obstante ser descendientes de Yahuar Huaccac Ingayupanqui,pertenecientes a la tercera casa. La solicitud de otro candidato en 1799 revela que tales procesosgozaron de reconocimiento oficial: Manuel Tambohuacso solicit con xito heredar el cargo de sufallecido padre como descendiente de la novena casa de Pachacuti con opcin de la quinta ydoceava [casas] [...]. El nuevo alfrez real reciba el bastn o varadel cargo, al igual que lareciban el nuevo alcalde de los ingas nobles y el alguacil de la corona. Lejos de ser rutinario,el traspaso de la vara prosegua un complicado ritual, como puede apreciarse en la eleccin de1757:

    [...] mando su merced que el dicho Electo Don Blas Inquiltopa haga el pleitoomenaje acostumbrado y estando presente juro a Dios y a una seal de Cruz segunforma en Derecho una, dos, y tres veses de guardar y cumplir su cargo en servisiode Su Magestad hasta rendir su vida como lo hasen los Cavalleros de Castilla, si asi

    lo hisiera Dios lo ayuda, y al contrario se lo demanda, y a la conclusion de el, dijosu juro y amen; y en seal de ello cojio el Estandarte real en la mano y al resivirlohincado en Rodilla puso la una mano en la espada que traa en la sinta y con laotra, dicho Estandarte Real, y repitio que en su guardia y custodia dara la vida queentregarlo a otro que no sea su subcesor, electo en dicho empleo como leal basalloy servidor de Su Magestad en continuasion de sus Maiores [...].33

    Dos aspectos de la identidad individual y colectiva de los nobles incas destacan en lo anterior. Elprimero es que el juramento al monarca puede interpretarse como un requerimiento de lealtad a laCorona en tiempos de descontento civil, una consideracin no insignificante a finales del sigloXVIII, cuando la subversin sola relacionarse con la idea de un retorno a cierta forma dedominio incaico. El segundo es el vnculo explcito que se hace entre el alfrez real entrante y la

    hidalgua, connotado no solo por la frase a la manera de los caballeros de Castilla, sino tambinen la observacin de que el nuevo titular portaba espada en la cintura. Solo los hidalgos y otrosnobles tenan derecho a portar espada en pblico, ya fuera esta ceremonial o no. Este derecho,entre otros, los distingua de los caciques provincianos.

    El nexo entre incasmo e hidalgua es recurrente en la documentacin colonial. Sinembargo, no todos queran reconocerlo, ya que los nobles criollos jams habran aceptado unaigualdad, por mucho que se jactaran de su compartida herencia incaica. Aparentar era una cosa,admitir la falta de limpieza de sangre otra muy diferente. Afirmar que las noblezas indgena ycastellana fueran dos caras de la misma moneda difcilmente puede considerarse como unapropuesta radical en el contexto colonial; a fin de cuentas, una gran proporcin de hidalgospeninsulares estaban tan empobrecidos como sus homlogos incas.34 Esta pobreza era decisiva,pues su posicin aristocrtica poda prolongarse por un par de generaciones pero, a la larga, laclase econmica inexorablemente delimitaba la estratificacin social colonial, por ms lento quefuese el cambio. Viene a la mente el viejo refrn: padre comerciante, hijo caballero, nietopordiosero, como tambin el dictamen de Pareto de que la historia es el cementerio de las

    33 ADC, Corregimiento: Ordinarias, leg. 29, cuad. 17, Autos sobre la nominacin de electores en propiedad

    [...], eleccin de 1757.34 Sobre la nobleza espaola de la poca moderna temprana vase especialmente los estudios de Antonio

    Domnguez Ortiz (1973: 19-200; 1976 y 1992 [1964-1970]).

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    aristocracias, que se antoja apropiado en este caso porque la nobleza inca lleg a su fin en elmomento en que se consum la independencia del Per en 1824.

    A pesar de todo, el enlace de hidalgua entre las noblezas inca y castellana precava lafragmentacin de la primera, permitindole mantener y afirmar una identidad diferenciada dentrodel crisol social de la vida colonial. Otro baluarte era la propia institucin de los VeinticuatroElectores, que preservaba la cohesin de los vestigios de las antiguas panacasy, a travs de estosremanentes, mantena a raya las fuerzas centrfugas que amenazaban su anacrnica nobleza. Aligual que los nobles peninsulares, los individuos y familias nobles incas con frecuencia eranobligados a presentar pruebas documentales de su nobleza, ya fuera para evitar ser incorporados alas filas de los tributarios comunes, para adquirir el derecho al goce de los privilegios de hidalguao, simplemente, para constatar su derecho a ingresar en las filas de los electores. El colegioelectoral proporcionaba una estructura y una autoridad para validar las pretensiones individuales,lo cual, junto a su funcin ritual, constitua una cierta armazn para la identidad individual ycolectiva de los incas. La institucin proporcionaba una suerte de mapa sobre el que se podatrazar el trayecto de cada uno de los linajes incas. Es muy probable que las doce casas queintegraban el colegio electoral hayan sido continuaciones de las panacasoriginales, pero en todocaso conservaban su carcter esencial de manera bastante apropiada, puesto que en el Cuzco

    incaico las panacashabanconstituido fundamentalmente una institucin ritual. En la medida enque el ritual inca continuaba de forma sincrtica en el Cuzco colonial, sobre todo en la pompa delCorpus Christi, el colegio electoral se aboc a la tarea de subsanar cualquier posibilidad decontaminacin ritual. De haber sido as explicara en gran parte la contundencia con que loselectores trataron de excluir a los indios particulares de sus filas y, por lo tanto, no solo departicipar en las elecciones sino tambin de portar el estandarte real en el da y vspera deSantiago. De hecho existe la sospecha de que algunas concesiones de hidalgua durante lasprimeras dcadas posteriores a la Conquista fueron otorgadas en recompensa por ciertacolaboracin, y no obedeciendo a los criterios de reconocimiento de un inca collana, o tan siquierapayan. El colegio electoral tambin confera validez a la posicin de nobleza, por lo que impeda lainfiltracin de aquellos de estrao fuero, cualquiera que fuera su procedencia social. Esta

    institucin mantuvo la lnea no solo contra la contaminacin ritual, sino en contra de que sediluyeran las bona fidesaristocrticas de la nobleza. Su funcin de centinela fue determinante, yaque tal dilucin habra llevado a largo plazo a la eventual disolucin de la fosilizada nobleza. Eraesta una nobleza de sangre, no de mrito.

    5. Los Veinticuatro Electores y Tpac AmaruCerrando el crculo, volvemos a la legitimidad de las pretensiones de Jos Gabriel Tpac Amaru.La refutacin de los electores al ataque contra su autenticidad y privilegios por parte delIntendente hizo gran alarde de la inveterada oposicin del colegio electoral al reclamo de JosGabriel Tpac Amaru de ser rama principal de la descendencia inca, y la vehemente oposicinde dicho Colegio a su rebelin. Despus de la aplastante derrota del caudillo, los nobles incas nopodan menos que negar su participacin en la rebelin y proclamar su lealtad al Monarca. Dehecho, varios nobles destacados haban apoyado con distincin la causa real, algunos de ellospereciendo en batalla, sobresaliendo el noble caciquede Oropesa, Pedro Sahuaraura, quien murien los tempranos das del conflicto en la quema de la iglesia de Sangarar. No obstante, en losprimeros meses del levantamiento, Tpac Amaru aseguraba con aparente sinceridad que contabacon el apoyo de las ocho parroquias del cercado. Esto implicaba que, expresa o tcitamente, almenos parte de la nobleza indgena endosaba sus pretensiones. Dado el prestigio del colegio

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    electoral, tambin es posible que Tpac Amaru hubiera querido dar la impresin de actuar con laanuencia de los electores. A pesar de esto, la documentacin disponible corrobora sin ningunaambigedad los juramentos de lealtad inquebrantable a la Corona por parte de los electores. Talevidencia se constata en la objecin que estos interpusieron durante el juicio entre Jos GabrielTpac Amaru y Diego Felipe Betancur Tpac Amaru, en el que cada cual reclamaba ser primusinter paresde la nobleza inca y, por consiguiente, sucesor por derecho al Marquesado de Oropesa,por entonces vacante.

    Betancur muri en fecha no especificada entre 1778 y 1779, y la insistencia de JosGabriel de ser el inca preeminente puede haber sido una alusin a este hecho, aunque de cualquiermanera ya haba refrendado este reclamo a lo largo de su litigio contra Betancur, al grado dealardear que la Real Audiencia en Lima haba reconocido su derecho al ttulo. Esto se antoja raro,pues no existe duda alguna de que no logr comprobar su caso. Tras la muerte de Betancur,Vicente Jos Garca, hijo poltico del primero, se convirti en su adversario, procediendo a litigaren representacin de su esposa, la hija de Betancur. Sin embargo, hasta los mismos electorescompartan la antipata de Tpac Amaru por Garca. Cuando en 1783 el Corregidor del Cuzcopidi a los electores presentar confirmacin escrita de su nobleza, estos declararon que les eraimposible cumplir con la demanda, ya que Garca los haba engaado para separarlos de sus

    ttulos, fingiendo ser apoderado de ellos [...] y prometiendoles ser su defensor.35 Tambinagregaron que aun antes de la rebelin haban informado a la Corona que Jos Gabriel TpacAmaru no tena derecho a llevar la mascapaicha. El que la utilizara durante el curso de lasublevacin equivala a un sacrilegio, pues se apropi de su smbolo ms sagrado.

    La intervencin de los electores en el pleito a favor de Betancur y su consecuente rechazoa las pretensiones de Jos Gabriel fueron categricos. Existe una corriente hagiogrfica en lahistoriografa de la rebelin de 1780 que rechaza a Betancur como a un embaucador que se valide documentos falsos para negar a Jos Gabriel su legtimo legado. Este punto de vista jams hasido respaldado con evidencia, ni puede afirmarse sobre la base de las fuentes disponibles. Por elcontrario, en 1779 los electores alegaron que quien estaba empleando documentos falsos enapoyo de su demanda era Jos Gabriel, lo cual, en ausencia de evidencia contradictoria,

    efectivamente asesta el golpe de gracia a la interpretacin hagiogrfica del juicio por elmarquesado. Sin embargo, el ataque de los electores contra las bona fidesde Jos Gabriel no sebas nicamente en la falta de validez legal de su demanda, sino que fue dirigido precisamente asu parte ms vulnerable: su problemtica identidad. Aparte de poner en duda su autenticidadcomo cacique, los electores subrayaron que Tpac Amaru era forastero, provinciano, mestizo ehijo de un don nadie y de una india del comn:

    Jos Gabriel Condorcanqui, y Noguera fingido Tupac Amaro, y supuesto casique de pueblos,que no era ni pudo ser, porque [...] fue un pobre Arriero de vil e ignorada extraccion, y depadre ignoto por ser de estrao fuero, y su madre una india vilisima sugeta a lascontribuciones de tributos y otros servicios personales que son propios de su natales, y origen[...].36

    Como contrapunto, el apoyo a Betancur por parte de los electores fue inequvoco. Es muysignificativo que lo cita como Don Diego Felipe de Betancur y Tupac Amaru Elector que fuecon titulo de este Superior Govierno, lo cual indica que Betancur fue reconocido tanto por loselectores como por el gobierno virreinal. Posteriormente el comprobante de la eleccin de alfrez

    35 AGI, Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez (No. 11), 6 de Agosto de 1785.36 AGI, Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez (No. 11), 6 de Agosto de 1785.

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    real de 1779 muestra que uno de los dos electores de la doceava casa de Huayna Cpac eraDon Diego Felipe Betancur Tupa Amaro Inga, fallecido pero an sin reemplazar.37 La opininde los electores fue:

    [...] que [Tpac Amaru] como Estrangero en la succesion de lo [sic] Ingas usurp el apelatibode Tupa Amaro a la leal y fidelisima casa de Don Diego Felipe del Betancur, y Tupac Amaro

    Urtado de Arvieto, Fiesco y Cardona Inga, que [es] uno de los Electores de Alferez Real queobtuvieron titulo de este Superior Govierno, por el que a el suso dicho, sus hijas nietas, yvisnietas legitimas, se les ha declarado la legitima descendencia del Inga Don Felipe [...] por lalinea legitima de Don Juan Tito Tupac Amaro su hijo legitimo, y de la Coya Doa JuanaQuispe Sisa su lexitima consorte [...].38

    El nfasis en la descendencia legtima de Betancur puso en entredicho la de su contrincante.39 Dehaber sido as, aunque Tpac Amaru hubiera sido el descendiente ms cercano no hubiera podidoheredar el Marquesado porque, de acuerdo a las leyes de sucesin de la Espaa de ese entonces,un hijo ilegtimo no tena derecho a heredar. La referencia a estrangero indica no solamentefuereo sino que (como la frase de estrao fuero) significaba que Jos Gabriel perteneca a ungrupo racial o de casta diferente al de los nobles incas; es decir, era mestizo.

    El rechazo a ultranza de los electores a Jos Gabriel Tpac Amaru y a sus pretensionespone coto a la bien difundida pero nunca comprobada suposicin, en la historiografa de larebelin, de que Betancur fue un impostor cuyas maquinaciones privaron al hroe de su merecidolegado como heredero inca y Marqus de Oropesa. El expediente del litigio entre Jos Gabriel yBetancur no ha salido a la luz, por lo que el derecho a la sucesin debe quedar abierto a duda. Loque s queda claro, en vista de la intervencin partidaria de los electores, es que no existen basespara asumir la preeminencia de Tpac Amaru. Al rechazar sus peticiones, el colegio electoral nose ocup de discutir quin tena derecho a la sucesin, sino que mont un furioso asalto en contrade los varios pilares de su identidad. Este ataque no solo puso en entredicho su derecho a lasucesin, sino que tambin neg su supuesta ascendencia inca. El rechazo de los electoresobedeci a esta imputacin racial, pues como mestizo era de estrao fuero y, por esa sola razn,

    no tena derecho de ser incluido en la nobleza. No solo era mestizo, sino que su padre haba sidoun don nadie y su madre una india tributaria comn vilisima. Hasta su identidad como caciquede pueblos en todo caso un cargo modesto fue puesta en duda por los electores; en efecto,Tpac Amaru haba sido cesado en su cargo por el Corregidor de Tinta en 1778 este era elmeollo de su disputa con Esteban Ziga, quien por un tiempo ocup interinamente elcacicazgo. Rechazado por la elite indgena, Tpac Amaru no parece haber corrido mejor suertea manos de la elite criolla, muy aparte del trato que le dieron los jueces de la Real Audiencia. Elmismo Tpac Amaru admiti que fue tratado con burla, ignorado, amenazado y vejado porsucesivos corregidores de Tinta. En los primeros das de la rebelin intent congraciarse con losUgarte, con el Obispo del Cuzco y con el prestigiado cacique del cercano Coporaque, EugenioSinanyuca; ninguno de los cuales parece haberle prestado atencin, al menos pblicamente. Existe

    la sospecha, sin embargo, de que

    al menos veladamente

    , cierto nmero de miembros de laelite criolla le haba dado nimos para proceder en contra del Corregidor de Tinta cuya captura y

    37 AGI, Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez (No. 11), 6 de Agosto de 1785, adjuntandoauto de la eleccin del

    3 de julio de 1779.38 AGI, Cuzco, 35, Mata Linares a Glvez (No. 11), 6 de Agosto de 1785, adjuntandoauto de la eleccin del

    3 de julio de 1779.39 Existe una gran cantidad de informacin aunque lejos de ser completa sobre la genealoga de Tpac

    Amaru. Especialmente vase Busto (1981), Lewin (1957: 378-381), Rowe (1982) y Valcrcel (1947a y 1947b).

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    ejecucin precipit la rebelin, aunque solo hubiera sido para sus propios fines. Sin embargo, afalta de evidencia contraria, parecera que el rechazo de la nobleza colonial inca fue paralelo al dela elite criolla. La identidad del rebelde qued acorralada en el medio, sin tener a donde acudir.Tpac Amaru no logr despertar el reconocimiento ni el respeto a los que se crea con derecho envirtud de su ascendencia inca. Simple y sencillamente, su muy particular percepcin de su propiaidentidad no fue reconocida en la esfera pblica.

    6. Consideraciones finalesTpac Amaru no fue el nico a quien se neg el reconocimiento pblico de su identidadproducto esta de su muy individual construccin. Antes y despus de la rebelin de 1780 lanobleza inca del Cuzco colonial vio su propia identidad amenazada, sin quedar los electoresexentos de este proceso. Desde la dcada de 1760 la nobleza indgena fue testigo de su propiodesmoronamiento bajo el impacto de lo que se hizo pasar como una modernizacin del mundohispnico en el siglo XVIII: las reformas borbnicas. Todos ellos fueron acosados por elrobustecimiento de las demandas fiscales. Por primera vez desde la Conquista muchas familias

    nobles se vieron incluidas en las listas de tributarios comunes. Esto constituy un espantoso asaltocontra su honor y prestigio, ya que de tajo fueron sometidos no solo al pago del tributo, como sifueran gente del comn, sino tambin a prestar servicios forzados en haciendas, caminos,domicilios privados, monasterios, iglesias y minas. Estas familias nobles cuyas futurasgeneraciones se veran afectadasrespondieron recopilando la documentacin de sus probanzasde nobleza, tal como siempre lo haban hecho los peninsulares nobles. Algunas fueron aceptadaspor los oficiales de la corona, permitiendo la exencin del pago del tributo y de la prestacin deservicios personales, sin embargo, otras tantas fueron rechazadas, de tal manera que el nmero dequienes pasaron de ser nobles a ser gente del comn gradualmente fue en aumento. La identidadde los nobles fue socavada en dos fases: la primera acompa a la revisin del sistema tributarioen la regin del Cuzco en las postrimeras de la dcada de 1760, y fue consecuencia del escrutinio

    de la administracin real que sucedi a la ignominiosa prdida por parte de Espaa de la Guerrade los Siete Aos (1756-1763); el segundo golpe fue asestado tras la rebelin de Tpac Amaru,cuando la autenticidad de los documentos genealgicos de los nobles fue cuestionada una vezms por los oficiales reales.

    Sin embargo, a pesar de la seriedad de estos desmoralizadores acontecimientos, loselectores hubieron de enfrentarse a peores retos. Solo una parte de los esfuerzos del intendenteMata Linares por abolir el oficio de alfrez real y con l la institucin de los VeinticuatroElectorespuede ser atribuida a una reaccin contra la dimensin incaica del gran levantamiento.En un plano ms elevado, la cultura popular religiosa sufri un concentrado ataque en todo elmundo hispnico. Los ministros reformistas, cuyo inters primordial era la seguridad del estado,en particular dirigieron su mira a las procesiones pblicas, desde las prosaicas procesiones delrosario hasta las festividades ms espectaculares como el Corpus Christi y la Semana Santa. Supropsito era trasladar los actos religiosos pblicos de las calles a los confines de las iglesias yclaustros y, con ellos, el latente peligro de violencia poltica. Se prevea que las procesiones msgrandes como la del Corpus Christi en el Cuzcocontinuaran, pero como meras sombras desu antiguo esplendor. Como lo ha expresado un historiador, la corona tema que el carnavalsuave se convirtiera en el carnaval salvaje (Pereira Pereira 1988: 248-249). A esta reformareligiosa se aadi el prejuicio borbnico contra las corporaciones religiosas en general, ya fuerancofradas, hermandades o colegios electorales. Por lo tanto, el intento de abolir los Veinticuatrostena un punto de referencia ms amplio. El colegio electoral, sin embargo, estaba acostumbrado a

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    defender sus privilegios y prerrogativas. Desde 1598 haba repelido con vehemencia sucesivosintentos de infiltracin por indios particulares. La contaminacin ritual y la decadencia de lanobleza inca hubiera conducido inexorablemente a la disolucin final de tan comprometidainstitucin, la cual ya enfrentaba la erosin de sus filas merced a los efectos de la revisin delsistema tributario.

    De tal manera, los Veinticuatros estaban acostumbrados a los peridicos ataques contra suintegridad institucional, aunque la coyuntura de reforma de la poca colonial tarda constituy unaamenaza sin precedentes contra su existencia. Sin embargo, aun esta palideca ante laimpertinencia del poco distinguido cacique de tres pueblos del Altiplano. Las pretensiones delparvenu Tpac Amaru podan tener enormes consecuencias para los electores, quienes eranreconocidos como dirigentes de la nobleza inca colonial, aunque sus poderes no se asemejaran asu supuesta autoridad. Para ganarse el reconocimiento de la Corona como primus inter paresentretodos los incas, y de esta manera convertirse por decreto oficial en su dirigente indiscutible, TpacAmaru no solo trat de infiltrarse en la nobleza, sino que trat de pasar completamente por alto alcolegio electoral. Mientras que existen pocas dudas de que era descendiente de incas, no haypruebas de que perteneciera a ninguna panacao casa; de haber sido as, lo ms seguro es quehubiera tratado de lograr preeminencia a travs del colegio electoral. De hecho, aun antes de la

    Rebelin su propia identidad multifactica se convirti en una amenaza contra la identidadindividual y colectiva de los electores y, por consiguiente, contra la de todos los nobles incassobrevivientes de la ciudad y cercado del Cuzco. Por este motivo los Veinticuatros se opusieron ala rebelin de Tpac Amaru, que en parte constituy una respuesta individual al ostracismo socialal que lo haban llevado las elites indgena y criolla, las cuales, por lo menos en pblico,desdearon sus pretensiones y su identidad multivalente una identidad que se vio agobiada alextremo.

    Indudablemente, la identidad que los nobles incas proclamaban en pblico era atvica y,en el mejor de los casos, representaba una cristalizacin del statu quo social de las primeras dcadasde la conquista; era anacrnica no solo porque reverta al pasado incaico, sino tambin en relacincon otros eventos de la Colonia, entre ellos la creciente importancia de la clase econmica como

    determinante de la estratificacin colonial. Este criterio, ms patente durante el siglo XVIII, era asu vez un amago contra los preceptos sociales hispnicos de honor y estamento. Frente a estatendencia, los criterios de linaje y memoria histrica en los cuales se apoyaba el reclamo de lanobleza inca para ocupar un lugar especial en la esfera pblica, no podan menos que verseafectados. Hasta cierto punto, la trayectoria de Tpac Amaru reflej estos cambios, pero si lanobleza inca de las ocho parroquias del Cuzco se refugi en el pasado para justificar su identidadcolectiva y su posicin privilegiada, Tpac Amaru imaginaba por entero una nueva comunidad. Suvisin emanaba del mismo pasado dorado, pero se enfocaba hacia adelante, a un futuro diferentecontrolado por los colonizados, quienes en lo sucesivo estaran en libertad de construir un nuevoincario, ms bien como los Nuevos Cuzcos que los otrora emperadores incas haban comenzado aconstruir cuando los interrumpi la Conquista. La nobleza inca vea su futuro en base al futuropasado.40 Mientras Tpac Amaru buscaba una transformacin, ellos se aferraban a lo quequedaba de la gloria de sus antepasados. El intento de Jos Gabriel por traducir su comunidadimaginada a la realidad socav irnicamente, en vista de la aguerrida oposicin de los electores asu visin la certeza de su posicin social y de su acceso al ritual pblico y al desplieguecarnavalesco. Su rebelin aadi mpetu al asalto oficial civil y eclesistico contra la cultura y lareligin popular, que tuvieron tanto auge en la Europa moderna temprana, pero que en el mundohispnico se haban practicado con renovado bro durante el reinado de Carlos III (1759-1788).

    40 La frase proviene de Koselleck (1985). La expresin original es vergangene Zukunft.

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    La identidad colectiva de la nobleza inca apenas sobrevivi este ataque, y a muy duras penas semantuvo hasta que sobrevino la Independencia a partir de 1820. Los posteriores intentos criollosde suscitar otras versiones de un imaginado futuro pasaron por alto e ignoraron las aspiracionesindgenas, tanto patricias como plebeyas. Aunque los descendientes de la nobleza colonial incacontinan viviendo hasta hoy en los alrededores del Cuzco, su identidad colectiva parece haberseesfumado de la esfera pblica en las primeras dcadas republicanas. En este contexto, no solo hadejado de existir la identidad inca individual, sino tambin la colectiva, al igual que el nuevoincario de Tpac Amaru. El simbolismo incaico en la cultura popular contempornea del Cuzcoes una tradicin inventada, que refleja mejor el pensamiento de Simn Bolvar que la imaginadacomunidad de Tpac Amaru.

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