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No después sino distinto Notas para un debate sobre ciencia moderna y postmoderna Quintin RxcloNm¿RO (LiNEO) La Fundación Juan March acaba de publicar el número 2 de sus Cuadernos del Seminario Público, que, con el título de «Ciencia moderna y postmoderna», recoge un debate que se celebró en la sede de la Fundación los ¿lías 19v 21 de nmayo de /998. Fui invitado, juntamente con Emilio Muñoz y MiguelAngel Quintanilla, a participar en este debate con el encargo dé’ qué comen taro las lesis que José Manuel Sánchez Ron y Javier Echeverría bubi— rin sc)stenido unos días antes, y a este fin presente un conjunto de réjíexi¿rnes que. tal vez por ale¡círse cíe los tópicos habituales de la actual te¿ría de la cíencuz o, mas .sencillamente, por acercarse a ellos desdc’ un ángulo desa- costumbrado de anólisis, resultaron poleinicas. A mi juicio, y por decirlo en termínós por ahora muy amplios, el problema planteado por las rcjérídas ¡esa es que no se ocupaban c.c las cuestiones centrales que /órmula el pci r- .vamíento postrnoderno, bien, ¿‘orno en el ¿‘aso de Sanchez Ron, porque partí- an de un concepto trivial, meramente sociológico, de la postmodernidad, bien, como en el caso de Echeverría, porque substituían la consideración que ésta demanda por el ¿núlisis de un /énó¡neno ¿listinto: a saber: cl de la situa— cion presente ¿le la ciencia, por él descrita como tecnociencia.. Mi conv¡c’c¡ón (¿‘orno tal. per/éctarncntc revisable,) dc que el debate padua ¿.wta¡; así pues; operando en buena medida sobre el vacio me llevó a píantcmr una rewsion necescíriamente ¿:ómpleja de cílgunas de las posiciones teoricas de la post— k.~Ñ~,ch l’lrasú½i. 32&yws¿a. vol. Xii 999), niníí. 2 i . pgs, 113—155. Scrv ¡ele de i>iihl¡ceíciuíícs. 1 Jaiversidad C.nnpltuiee»t Madrid

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No despuéssino distintoNotaspara un debatesobreciencia

modernaypostmoderna

Quintin RxcloNm¿RO(LiNEO)

La Fundación Juan March acaba de publicar el número 2 de sus

Cuadernosdel SeminarioPúblico, que, con el título de «Cienciamodernay

postmoderna»,recogeun debate que secelebróen la sedede la Fundaciónlos ¿lías19v21 denmayode /998. Fui invitado, juntamentecon Emilio Muñoz

y MiguelAngel Quintanilla, a participaren estedebate con elencargodé’ quécomentaro las lesis que José Manuel Sánchez Ron y Javier Echeverría bubi—rin sc)stenido unos días antes, y a este fin presente un conjunto de réjíexi¿rnesque. tal vez por ale¡círse cíe los tópicos habituales de la actual te¿ría de lacíencuzo, mas .sencillamente,por acercarsea ellos desdc’ un ángulo desa-costumbrado de anólisis, resultaronpoleinicas.A mi juicio, y por decirlo entermínóspor ahora muy amplios, el problemaplanteadopor las rcjérídas

¡esa es que no se ocupabanc.c las cuestiones centrales que /órmula el pcir-.vamíentopostrnoderno,bien,¿‘orno en el¿‘aso deSanchezRon,porquepartí-

an de un concepto trivial, meramentesociológico, de la postmodernidad,bien, comoen el caso de Echeverría,porquesubstituían la consideraciónqueésta demanda por el ¿núlisis de un /énó¡neno¿listinto: a saber:cl de la situa—cion presente ¿le la ciencia,por él descritacomotecnociencia.. Mi conv¡c’c¡ón(¿‘orno tal. per/éctarncntcrevisable,) dc que el debatepadua ¿.wta¡; asípues;operandoen buena medida sobre el vacio mellevó a píantcmr una rewsionnecescíriamente¿:ómplejade cílgunasde las posicionesteoricas de la post—

k.~Ñ~,chl’lrasú½i.32&yws¿a. vol. Xii 999), niníí. 2 i . pgs, 113—155. Scrv ¡ele de i>iihl¡ceíciuíícs. 1 Jaiversidad C.nnpltuiee»t Madrid

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modernidad, revisión ésta que juzgué obligatoria para centrar eldebate, peroque. según parece, consumióalgún tiempo más del oportuno. Digo ‘segúnparece“, porque la mesa tenía un moderador que en ningún momentomeadvirtió de quedebíaconcluir mi exposición.De todosmodos, inclusosi yohubiesetenidoconcienciade habermeextralimitadoen el uso de la palabra

y,, por tanto, de habercontravenidoalgunaregla propia de los debatespúbli-cos, nada de esto tiene que ver con norma o convenciónde niguna especieque ponga —quepuedaponei~ en realidad~~~ límitesal usó de la escritura.Pué’sbien, una tal norma o convención,desuyo inexistente e imposible,ihe la queJosé Manuel Sánchez Ron reclamó- de tni, ante todo, pero también,de paso,de la FundaciónMarch— que seaplicase,exigiendoque mi texto se redujera

a un tamaño en todo caso inférior al de suponenciay amenazando, en lahipótesiscontraria, con retirar el Suyo.

Por naturalezayporJormacionsoypocoinclinado al dramatismo,por loque no concedogran importancia a ¿~ste suceso que, de todas Jórmas, masque descortés (y consteque lo es mucho,),resulta absurdo e irracional. Ulti-mamenteha cundidoen nuestro país’ una clase depersonajesypervonajillosque se pasan la vida haciendograndesaspavientosporque no se cumplenreglas que nadie ha suscrito jamás y que, no obstante, para desazón de quie-

nes tienen que aguantarla murga, ellos sostienen obstinadamentecomo siestuvieran diciendoalgo obvio e indiscutible. En virtud de esta actitud, se nosconmina,por ejemplo, a no discutir ni mencionar siquiera el crimen de

Estadoo la extorsión socialpor parte del poder, ya que ello equivaldría aquebrar unassupuestasreglas de la democraciaque, ni buscándolasconlupa, se encontraránen país o sociedaddemocrática alguna. Casos análo-

gos se dan igualmenteen la praxis de las institucioneso de las empresas,mostrandocon ello la carga deautoritarismo queaún sobreviveen nuestrascostumbres.Peroes laprimera vezqueoigo—y ciertamentequepadezco—queuna tal actitud se haya proyectado sobre el debate intelectual (no digo sobreel debateideológico), cura obligación de atenersea normas como las quepretendeSánchezRon desmientenen absoluto la historia y la práctica de laspolémicas.Porponer algunosejemplos,obligadamentelimitados, a la ¿‘artade sólo dos folios en queArnauldfórmula objecionesal sistemade Leibaiz,

éste responde con una carta de once ¡¿dios, a la que añade el DiscursodeMetafisica, que suma otras treinta y siete páginasen la edición de Gerhard.En eldebateentreAdam Smith y David Ricardo,quehan estudiadoreciente-mente8. Cremasehíy M. Dascal, las contestacionesdel último suelen sermuchomás prolongadasque las cartas del primero, que son las que le dan

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origen. Y el libro de Marx quehoy conocemoscon el título de SeñorVogt, quetotauizaminas 2W) páginas,no es otra cosa que una répliccí a un folleto del ialVogt, que apenasllega a veinte. No nec:esitodecir, claro está,que no preten-do obtenerdeestosejemplos, quepueden ampliarve ad libitum. analogías deninguna e4peciesobre ini escrito; pero ‘sí me gustaría hacer recapacitaraSánchezRon sobre 1<) inadecuadode unaconductacorno la suya.que. de pro—vectcnts’cgenerícamente,habría c:ambiadoaquellostctvto.s’ por una extrctm’a—gcín te literatura sobre orgullos oféndidos, c¡cu.sac~’iones’ dc. reglas’ quebranta—cias í•’ requisitorias ínc1u¡sitoriales.

Por It) demás, el final de este pequeno suceso signio las pautas que ercínprevisiblé s A fin ¿le no crear íná.s’ polvareda ni someter a la FundaciónMarch a ntu í ¿M perplepdades. yo mismo o/re¿.’í reducir mi articulo (i’ quierodejc¡r ¿ on ‘,Ían¿ ¡a cíe que Jite, en eJ¿s’c.’to, una iniciativa mía, que la [‘undacuonHO fié> ¡nq II! SO O SOLTitO dc’ ¿Inc el clebc¡te no se pre—de ninguna fórma), ci fin¿‘ipíta; cm cx cl¿ /,nítívamente por los senderos ¿leí simulacro. (‘on toa¼,como¡tíi<> no escribe más cíe la cuenta por elpe¡’ve¡’so ánimo dc. jústidiar a nadie,era consciente cíe qué’, al practicar la técinica del jibarismo sobre ¿ni propiotexto, pocha cícír ocasión a fáciles contrarréplicas (lo qué’ es’ poco relevante)o al mantenimiento cte los mismos malentendidos que e.s’taba,m va presc’n¡es enel punto d¿> partida (lo cual sí tiene, en mi opinión, alguna más importanc?a).Bien: se batí producido las dos cosas. L)e modo cinc’, no por titán de proíoxm—gar la poícmmic’a -lo ¿1í¡e ciertamente no deseo, pero tampoco descarto- , .s’tno

por seguir c’oníriíxui’endo a la c.’Iari/h~.’acich-m cIé’ un teína que juzgo importantey sobré’ el que creo qué’ se han c:ernido ahora más c’on/hsiones’ que antes,¿ran.vc.’ribo aquí el texto original cíe mi contribucion cd debate sobre (¡encíamoderna pos¡moderna, qué’ obra en pode¡’ dc’. aunque no/he inílilicado por1cm tunclcmc’¡cn March 1; j.’, más adelante, en un proximo número ile esta mismaRc’vi.s’ta. añadiré afrunos nuevos c~’omentam’o.s’ solire las respuestcms cji¡c tantolosé Manuc’l Sánchez Ron como Javier Echeverría han decíic’¿¡do cxl breve

c’sc.’rmto que. en lugar de aquel primnerosí líegé a publicar

1 No ¡bstanle,para una más fácil localizacion(le los textos de J.M. SánchezRon y i.Fchcvcrría.cito ya las páginasen quesehallanahoraen ci (‘nodcrnode la Fundaci óií Macch.Asimi sí-no mcl iíyc~ algunasí,otas,querecogenlas reterenciasbibliográficasq ríe tomé más;enconsíderacional medactarmi texto, pemoquehubierasido pocopertinenlecilar en el actopúbí—Co-

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CuandoMarcel Duchampexhibió sus célebresreadymades—objetosdeuso común,comoun botelleroo un urinariode porcelana,que,desligadosdesu contexto,uso y sentidooriginales, y colgadosde la paredde un museo,podíanserpresentadoscomoarte—, lo último quehubieracreídoes quetuvie-sencontinuidad,quehiciesenhistoria. Los ejemplosmásconocidosde talesreadvmade~correspondena la etapadadaistadel pintor, más o menosentre1914 y 1918. Puesbien, muchosañosdespués,en una entrevistaconcedidaen 1962,ésefue yaprecisamenteelmotivo de su queja:«El Neodadaismo,alqueahorallamanNuevoRealismo,artepopo montaje,esunasalidafácil quevive a costade lo que hizo Dadá. Cuandodescubri los readvmades quisedesalentarlaestética.Perolos neodadaistashantomadomisreadymadesy leshan hallado bellezaestética.Les arrojé un botelleroy un urinario a la cara,comoun desafio,y ahoralos admirane imitan»2.

Tal vez sea un destinode La postmodernidad,seguramenteinducido porun nombreimpropio que, como se sabe,tuvo su origen en la arquitecturayen la crítica literaria, dejarseabsorberpor esa granmáquinade homogenei-zacióny producciónde sentido—por esegrangenerador,pues,de lógicahis-tórica— queHeideggeridentificó con el Gestelíde la técnicay al quees másadecuadollamar capital. El gestode Duchamppodíarecabaraúnun signifi-cadoespecifico,porque,a la altura de la

1a GranGuerra,era todavíaposiblecontrastarlocon loscódigosentoncesexistentesde legitimación,frente a loscualesla rupturade las vanguardiasjugabael papelde alternativa.Después,yano. La señalde su triunfo debiaserqueyano tuvieranquedemandarsig-nificado alguno, queya no tuvieran que medirsecon la sombrade ningúnnuevocódigoni someterse,por tanto,a otro criterio queel de la propia pro-duccióndel arte.Fueun enormeerror, en todocasoperfectamenteprevisible:el error denunciadopor Nietzsche,por el cual sabemoshoy —o deberíamossaber—quetoda pretensiónde autarquíaimplica un ejerciciode nihilismo yque el nihilismo es antesque nadaun huecodejadolibre a formascuales-quiera,incontrolablesde ocupación.Duchamp,en efecto,no arrojó de verdadel urinario ala carade lostraficantesde arte. Lo colgó, como he dicho,de laparedde un museo,y ni siquieraintacto, sino conunaleyendaabsurda,sali-

2 La entrevistasc publicéen el volumentituladoEntretiens ayeePierre Cabanne.Paris,

P. Belfond, 1929; hay unatraducciónespañola,con el mismn titulo, Anagrama,Barcelona,1984.

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da de supincel a manerade enigmáticafirma: R. Mutt. Probablementefueese pequeñopliegue, esa última alusión al sentidometateóricode su gesto- Marcel Duehamp1 R. Valor(¾—lo que separaráya parasiemprea las van-guardiasde la primeramitaddel siglo delasemánticapostmodernaqueaspi-raa cerrarlo.Porquecómoevitar,a partir de él, el ácidocomentariode Chris(iarrat, la conocidaautorade la tira semanalde GuardianS’ B¡fJy de las ilus-tracionesdel librito Postmodernism jór beginnextr «si está firmado y nopuedoorinar en él porqueestáen la paredde un museo,tiene que serarte.¿Qué,sí no?»3

Chris (iarrat ilustra másen detalle, en otra de sus siemprecorrosmvastiras,cómo,una vez vaciadonihilistamenteel valor densode la obrade arte,el gestodramáticodel sujeto se torna inútil y es inmediatamentesustituidopor la lógica de la continuidadpura: por el valor de cambioasignadopor elCapital a los productos.Un filósofo, cuyosrasgosguardanalgún parecidocon Heidegger.afirma: «Todo lo queescupeun artistaes arte».La figura deun Duchampperfectamentereconocibleexclama:«Lesarrojéun orinal en elrostro a los traficantesde arte»,Y un coro de estos últimos, ataviadosa lamanerade banquerosvictorianosdel TIme Pickwik Paper.s’ de Dickens,con-cluye: «Y nosotroslo convertimosen mercanciaen venta»4.Alli donde lacosapierde significación,dondeningún amparoontológico pareceya aco-gerla, los sujetosgesticulancon grandesposesy el Capital la introduceenunanarraciónprestigiosa,asignándoleel correspondientevalor de mercado.El urinariode [)uchamp unaexcelsamanifestacióndel artedel s.XX unmillón de dólaresde preciode salidaen Sotheby’s.Podríaparecer,contodo,queestasconsideracionesnosalejanmuchodeun mundotan limpio y altruis-tacomoes el de laciencia.Al fin y al caboescierto,segúnha escritoEdwardLucie-Smith,que«el grannegociodel comerciode artees un ejetnplo clási-co de economiade libre mercado,dificil de descubriren forma tanpuraden-tro de otra actividad»5. Pero yo creo que las analogíasque cabeestablecerentreel mundo del artey otrasáreasde la culturay de la propia ciencia noestánen absolutodistanciadas.Creo,másaún, quelo quede forma transpa-renteestásucediendoen el ámbito artistico puedeservir de guia y no por

R.AI’I’ (INANES! & Ch. CARRAL Infrocluúiny I-’oslxnodc’r,íi.s’mn. ‘l’otan books. NewYork, 1995, pág. 35.

0p cii,, pág. 5 1E. ltJCIE SMITI--I ,Movcmnent.s’ iii lo sincc 1945, Thames & Hudson,London, 992.

pág. 6.

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azaro por coincidenciasaccidentales,sino por la naturalezamisma del pro-blema--paraorientarseen el análisisde otrosámbitosmásopacos.Y que,delmismomodo queel ecologismoha sido acogidoamorosamentepor el CorteInglés,quienhaceelevarun pacifico globo sobreun campode delicadasflo-res nitentrasvende miles de camisetascon una dolorida leyendasobre elenvenenamientode Doñana,tambiénla postmodernidadse ha visto sujetaaoperacionesde reconciliación históricasemejantes,cuyosrendimientosenvalorde capital expansivoresultantanto máspalmarioscuantomásse intro-ducenen los caucesde la lógicade la continuidadde laproducciónentrelosplañiresde algunosintelectuales.

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Naturalmente,no he dibujado estecuadrointroductorioparaaplicárseloa mis queridocolegasJoséManuel SánchezRon y JavierEcheverríani tam-poco—menosaún—parallevar sus reflexionesepistemológicasa los paráme-tros de unapróximao lejana,entodo casogenéricaanalogíaconel arte. Sinembargo,mi objeción de fondo es que, a pesarde sus obviasdiferencias(sobrelasqueharéluegoalgunoscomentarios),lastesisqueambossostienencompartenun rasgocomún,quecomomejor sepercibees seguramenteen elcontextode esaanalogía.Tal objeciónes,a saber,que uno y otro hacenunuso temporaldel conceptode postmodernidad,queintuitivamentelo asimilaa un cambio de épocao, al menos,a un presuntoestadode cosasdevenidodespuéso al término de unamodernidad,respectode la cual la hipótesisendiscusiónes, a mayor abundamiento,si se ha de darse o no por acabada.Aplicado al casode la ciencia,esteuso del conceptohaceplanteara SánchezRon, en su tesisX, la preguntade si tal vez nos hallamosante un nuevoZeitgeistqueinevitablementeestaríainfluyendoen la actividadcientífica. Encuantoa Echeverríapareceestaren condicionesde responderabiertamenteaestapregunta,puestoque ya en su tesis1 señalaquehablar de cienciapost-modernaimplica referirseaun «tipo deciencia ... quees posterioren el tiem-po [a la cienciamoderna](pág.Sí )». Usadoasi,esteconceptoes, sin embar-go, erróneoy no se acreditaen ningunade las fuentesgeneralmenteidentifi-cadascon la filosofia postmoderna,todas las cualescoincidensensustric’toen el propósitode impugnarlas configuracionesde la historia que se basanen la ideade sucesióno de linealidad temporal.

En efecto:una ideacomoéstapresuponeobligatoriamenteel soportede

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unafilosofia implícita de la historia --o, lo quees lo mismo,una utilizaciongenéticay diacrónicade las categoríasexplicativasaplicablesa los datossometidosa análisis—,quepertenecepor enteroa la tradición de la filosofiamodernay que,de adjudicarsea la postmodernidad,no puedesino convertira estaúltima en aquello a lo que,en resumen,parecequererreducirlaDanielBelí: aun nuevoepisodio—diverso,peroderivado—del mismoordensocialycultural al que paradójicamentediceoponerse6.Si sejuzgapor su valor cri-tico, este punto de vista funcionamuy bien, desdeluego, contra las prelen-sionesde Habermas,paraquien, puestoquela modernidadencarnael desa-rrollo del único modelo(por másqueinacabadoaún) de configuraciónracio-nal del mundo,carecede alternativaposible,debiendointerpretarseentoncesla postmodernidadcomo un simple fenómenode irracionalismo7.Frenteaestaversiónmaniqueade la historia,todaella tramadasobreelmolde de unamítica pugnaentrela razóny susadversarios.Belí prefierehablarde un pro-cesoque, comotal, comportarupturas,contrastesy superaciones.Pero suargumentosigileresultandoconfundente,por cuanto,si el examende lapost-

modernidadse lleva a cabo desde cualesquierahipótesis continuistasdeordenhistórico,no habrámediode rehuir el que las criticaspostmodernasa

La reflexión másimportantede D. Belí dc caraa la postrnodernidad.y tambiénla quese proponeun mayor acercamientoa estacorrientefilosófica, se encuentra.creo,en Pie(‘u/twa! (‘oíimrcmc/ic/ion ofCapiía/Ls-¡n. NewYork, BasicBooks. 1976 (trad.esp.enAlianzalid..M adrút 1989). cuyos análisis resultan claramenteperceptiblesen Lcm condit pos-un- deLyotard. Belí scpreguntabaya en esteestudio si la superación(le las referenciaslegitimado-rasde la modernidadno estabadestinadaaproducirun «regresoa lo sagrados>:peroestaísiss-ble dirección(le su análisis no logra avanzarmucho,precisamenteporqueBelí quieremante-nerjaen el marcode la filosotia tradicionalde la historia:o sea:deí,trudeun esquemadc cum—prensiónpara el queel ihetorrelevantesiguesiendola ideadelprogreso.lista ideaes,dccii-vamente.la quepresidesu descripciónde la sociedadinformatizada,en un sentidoquees-porcierto, en muchospuitios (y, al menos,en el espirilu) comunal quesostieneaponencia(le 1.Echeverria: cl’., para este topico, el ya clásico «The Social Framework of’ Ihe 1 uformatronSocietyss. en~1~.FORESTER(cd.) 7/it /ti/O)’tnotion Tcc’hnotogvt?cí’o/ution, Oxford, Blackwel1.198(1. La imposibilidad de derivar deesteesquemadecomprensicfl u ucvosmodelos paraelanálisisy la praxispolítica schace.sin embargo,evidenteen el estudiode B. T ti RN ER, « IirontPostindustrial 5ocreSy te Postmodern 1 ‘o 1 iti es»,en .1. ti 113131N ted~. ( ‘orn 1cm/solYUl [‘o/ji, ¿it

‘e. L. mndon. 5 age. 1 989.- l.os ¿lostextos masrclcvmtes(ambostraducidos)deHaberníassobieestatemática son

el ir>uy conccitío /:! U, sc!’,>o fi toso/uy’dc ta ínoc/crn¡dad, Madrid. la urus. 1 989. y- el ncnoscitado, aunqueen rigor masclaroy contundente.«Modernidad ‘cro,.’- Postmoderndad»,en .1.1>1(N) (cd.).Mor/e, mc/oc! posmnzoclc,’nidod,Madrid. Alianza lid., 1988. Véase,asimismo.clarticulo «La mt>dernidid un proyectoi nacabados>.enH. FOSTI¿R,Es-soy,> <sn <hepc~stxuo-d¿’,’n( íd/oir, 1 oitdon,1>1 uto 1>ress 1 985.

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la modernidadterminenintegrándoseen las redeshermenéuticasdel propioparadigmamoderno,reduciendosu impactoal esquemadialécticode un con-flicto de la modernidadconsigomisma.JavierEcheverríalocaliza,a mi jui-cio, muy adecuadamentela cuestión(sobrela queaúntendremosquevolverdespués),cuandoaduceque, si el capitalismoconstituyeun supuestobásicode la modernidady la llamadasociedadpostindustrialno involuera ningunadrástica rupturacon él, dificilmente cabeconcluir que estaúltima impliqueun cambio históricoprofundo.Es por ello bastanteverosímil que,puestasyaal margenlas siempreprecipitadasdenunciasdeHabermas,nadiehayacon-tribuidotanto corno Beil afijar el malentendidode unaposiblelecturade lapostmodernidaden términosde ultra o hipermodernidad.Algunasvariantesdel argumentode Belí, como la que sostienela teoría de riesgosde UlrichBeeky Niklas Luhmann8,parecendestinadasa prolongarlos perfilesmásdesconcertantesde este malentendido.Ahora bien, por referenciaa un talgénerode soporteso de modeloscategorialespropiosde la filosofia de lahis-toria, lo que importa comprenderes que la postmodernidadconstituyeunanoción no histórica, sino polémica.Y que, por ello mismo, intervieneen laestructuradel tiempo—en estecaso,obviamente,de nuestrotiempo— a títulode abrir un espaciode provisión de tesis o de argumentacionesque, en lamedidaen que cuestionanun amplio conjuntode seguridadespreexistentes,hacenineludibleel debatesobrelas mtsmas.

Estadimensióncontroversial,agonística,quela postmodernidadproponees lo queconmayor energiasubrayael célebretextode LyotardLa conditionpostínoderne (1979)9,cuyo mismo título se ajustaya de antemanoal propó-sito de deshacerel malentendidode la interpretaciónhistórica. Se trata dedescribirunacondición: no unaépoca,sino unaactitud,una sensibilidad,untalante <>. Y setratadehaceresto,no parapresentaresacondicióncomoresul-

Cf los diversostrabajosde A. (3iddens,Z. Bauman,N. Luhmanny U. Beck,recogidosen el volumen dc /. BERJAIN (comp.), Las- consecuenciasperversasde la níodernidad,Barcelona,Anthropos,1996, cuyo prólogo, acargodelcompilador,permiteadivinar--y tam-bién contrastar--las zonasen quela teoríade riesgosguardaun cierto aire de familia con elpensamientopostmodcrno.

En adelantecito estaobrapor la versióncastellanade M. Antolin Rato, Madrid, Cd.Cátedra,1989.

O Este punto, fundamental,comoiremosviendo, parala comprensiónde la postrnoder-nidad, esya,encualquiercaso,un lugarcomúnparalos estudiosospostmodeí’nos.Véase,etitieotros muchostítulos, la introducciónde 5. CONNOR, Post,nocte,’nistCulture, Oxford, BasicBlaclcwell, 1991, asícomo,parael núcleodeldebate,el libro antescitadodeH. FOSrER(cd.)Essay.s-orn PostmnoclernCulture, London, Pluto Press.1985 (queha sido traducidoal españolcon el muchomáspobretinílo deLa Povmniocl¿’rnidacl.Barcelona,Kairós, 985).

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tado de un tránsito de la «modernidad»a la «postmodernidad»,sino paraoponerprecisamentela«modernidad»alo «moderno»,afin deredimiraestoúltimo de lo que Lyotard juzga una interpretaciónilógica, falsaria y, sinembargo,constitutivade una forma conereta,predominante,de practicar lareflexión filosófica. El origen latino del vocablosirve aquí dc pista: ‘moder-no’ procedede modo. ‘ahoramismo’, algoquedenotalo queacabade suce-der,perojustamenteparahacernotarqueyano sucede,queen realidades yatodo lo queacontinuaciónpuedesuceder.Lo modernoes,así,lo queestáenpugna,no con algún pasado,sino consigomismo; lo que sólo cabeafirmarcomoposterior,no a cualquierpasado,sino a sí mismo; lo que sólo se reali-za, pues,como contra y postde sí mismo. Lo modernono designa,en con-secuencia,ningunarealidadsustantiva:al contrario,mencionala realidadenelaspectode laaparición,de ladádivamúltiple de las posibilidadesque,pre-císamenteporno estarsujetasa ningunaconstricción,porhallarsesiempreyadespuésdc cualquiermodo de clausura,se ofrecencomo constitutivamenteabiertas,comoesencialmentedisponibles.De aquise sigueque, parahabitarlo moderno,paravivirlo como la forma de la experienciaque en cadacasonos es contemporánea,hay quesituarseen la dinamicidadespecificade esecontra,de eseposl del ahora.Peroentonces,formuladoasi elproblema,habi-tar lo moderno significa exactamenteno poderserlo. Significa tenerqueactuar,vivir, pensar.no paralizandoel ahora;no sustituyendoel libre juegode las posibilidadespor un discursoque, al fijarlas y ordenarlas,cancelesupluralidadefectiva:no dandoal olvido queun tal discursosólo puedeintro-ducir un desajuste,un décalagecon la realidad,cuyo resultadohabráde sersiempreel sometimientode estaúltima a un sistemaúnico de comprenstony.porello mismo, a unaestructurade dominación.Son estosfrenos,estassus-tituciones,estos olvidos los que conformanla esenciade la modernidad.Mientrasque,al contrario,su restauración,su vueltaa la memoriaconstituyeel objetivo que pretendela postmodernidad.No es preciso, naturalmente,estarde acuerdocon estosplanteatuientos,sobrelos queyo tambiénharemasabajoalgunasmatizaciones.Perosi se tratade seguirlos,es decir, si se quie-re dialogarcon ellos o a partir de ellos, lo que resultaclaro es que la post-modernidadno puedepresentarsecomo un tiempo que sigue a la moderni-dad,sino comounafilosofia qtíe sepresentacomola concienciacíelo moder-no y, en estesentido,comounaimpugnaciónde la modernidad.

De todosmodos,creo importanteadvertirque, si concedoimportanciaaestepunto.no es paraimputar—resultaobvio decirlo--- un error de interpreta-ción a mis colegas.No haria falta ciertamentela sutilidadde un jansenista

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paraqueellospudierandistinguiraquíla quaestio iuris de laquaestiofactiehicieranvaler que, cualquieraque sea la significaciónque le otorguen losfilósofos postmodernos,es legítimo presentarala postmodernidadcomounanuevaetapao fasede la historia,puestoqueun tal uso del concepto,inclusosi sólo es de una manerainterrogativa,se halla de hechosocial y pragmáti-camenteacreditado.Sin embargo,esjustamenteen esenivel pragmático—enun ordende análisis,pues,queafectaa laquaestiofactiy no sólo ala qua-estioiuris— dondese sitúamásenrigor el sentidode mi objeción.Porqueelproblemano es si elpensamientopostmodernoexigeser interpretadode unaformano historicista,sino quéquieredecir,quépapeljuegael hechode que,fácticamente,se hayavisto, o puedaverse,reducidoa una tal interpretación.Paraesteproblema,lo quepensemosde lahistoriaconstituye,sin duda,comohe recordadoantes, la cuestiónfundamental.Y cl punto que interesadiluci-dar aquí es si aquellasignificaciónpragmática,sobre la que en definitivacabriasostenerunapresentaciónhistoricistade la postmodernidad,no com-porta unapetitio principil, puestoque de suyo involucrauna hermenéuticamodernadel pensamientopostmoderno.Pormi parte,dedicaréahoraalgunasconsideracionesa esteproblema,no sólo porquees, en todo caso,el de tnásrelevanciay envergadurade cuantosimplica la comprensiónde la postmo-dernidad,sino sobretodo porque, sin afrontarlo (aunquesea a costade unrodeo por el que de antemanopido disculpas),no me parecequese puedaplantearadecuadamenteeldebateque hoy nos reúne.

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El rechazoa considerarla postmodernidadde acuerdoa categoríastem-poraleshundesusraíces,como es obvio, en la crítica de Foucaulta la ideatradicional de la historia,entendidaésta como una sucesióncronológicadehechos,quese desplieganconformeaprincipios inmanentesde ordeny cuyoconjuntoestádotadode sentidol1. Seconocebienel argumentode Foucault:

El texto básicode Foucault parala interpretaciónde la historiaes, comosesabe,La

pa/ubrasy/as ¿‘osas(1966),capitulos 5 y ‘7; lo cito por la traducciónespañolade la cd. SigloXXI, Madrid, l978~. Perohayotrosmuchostrabajosigualmenterelevantes,quefijan el desa-rrollo completodelpuntode vista foucaultiano:los principalesparacl análisisquehagoen eltexto, ademásde La arqueologíadel saber<1969), Madrid, 8. XXI, l978~, son: “Verdad ypoder” (1971), en Un diálogo sobreelpode”, Madrid, Alianza cd., 1981; Vigilar y ¿‘asmigar

(1975), Madrid, 8. XXI, 1984; Niet:sche.la genealogía,ta historia (1971), Madrid, Pretextos,1988; y ~‘Whatis EnlighteninentY’,en 1’. RABINOW (ed.),The t-’ouc’auh Reader, NewYoí’k,

No despuéssino distinto 123

mientrasqueparaesa ideacomún,positivista,de la historia el problemamásimportanteresideen establecerlos nexosde relaciónentredistintosaconte-cimientoso situaciones,localizándoloslinealmenteaun ladoy otro de un ejeestructuralquelos articulacomo«antes»y «después»,la verdaderapregun-ta. laque, a su juicio, debeplantearsees la de quévalor tieneel quese pro-pongaese ejemismoy, por tanto,la de quéo quiénlo legitima, otorgándole

un .s’igni/icado propio. Que el punto o trechode tiempoquedebelocalizaruntal ejees puramenteimaginario,estáfuerade duda: eKpresaese«ahora»,dequeanteshablábamos,cuyafunción,desdeel puntode vistadel discursohis-tórico, no consistesino en introducir una instanciaestrictamenteorganszaú-va, capazde generarunatopologíade distribución de los sucesos.En tantoqueexpresióndel «ahora»,esta instanciase ofrece,ella también, inestableyfronteriza; inclusoresultariacontradictoria,si se la quisierapensarmaterial-mente,puestoquedebeconeebirsealavez comoestática,a fin de hacerposi-ble el repartode los sucesos,y comodinámica,a fin de servir de goznea losrespectivosy en cadacasovariables«antes»y «después».No tiene, portanto,realidadalgunao. dicho de otra forína, no refiere a ningún tiempoconcreto.habida cuentadc que sobretodoselloscabehacerrecaerla misma funciónaxial de organizarel ordende la historia.Con todo, queen la ópticadel dis-cursohistóricoesetrechode tiempo imaginariono se ofrecevacioa nuestrosoíos, es igualmenteindiscutible. Decimos «ahora»(respectode cualquiercortecronológicoelegido),pero inmediatamenteentendemos«lo que ahorasucede»,«el estadocomo ahoraestánlas cosas»,«la situaciónque ahorasevtve». Lo queconstituíaunaoperaciónformal, unameraconfiguracióntopo-lógica, se nos ofrece.asi,comouna realidadobjetiva, dotadade significado.Y aún hay que señalarque estatransferenciaes tan pocoperceptibleque laadmitimos sin más, con toda sencillez, como si reflejásemoscon ella unhechoempírico.Ahora bien,ésees precisamenteel puntoal quese dirige lacrítica dc Foucaulty del quees necesariohacersecargosi se quiereentenderen rigor el debatedc lapostmodernidad.

Porquelo cierto es que dichatransferenciaes totalmenteinfundada.Nopuede juzgarse por su valor histórico de acuerdocon las categoríasquehemospreestablecido-no hay paraeste«ahora»otro «ahora»queordenesuposición en el conjunto—, perotampocose limita ya a ejercerel rol sólo sin-táctico de distribuciónde los sucesos.Al contrario,puestoquesetrata de unatransferenciaprecisamentesemántica,impone a estosúltimiios su contenido

Panthcon. 984 1 delqueexistettna versiónespañolaparcial en .S’abcr e /)odcr. Madrid. 1985.pp. [97- 2(15)

124 Quintin Racionen)

especifico,seabajola forma de reconstruccionesdesuconexióncausalen elpasado,sea bajo la forma de proyeccionessobresudesarrolloen el futuro.Concebidode estemodo,comounaefectuaciónreal de suespaciosólo ima-ginario, el «ahora»no cae, pues,bajo la responsabilidadde la historia nipuedetampocoservirlede fundamento.En rigor, expresaun sistemadecom-prensión,una estructurade códigosy prejuiciosacercadel orden,sentidoyrelevanciade las cosas,queno constituyenlahistoria,sinoquese danen ella—en el puro transcurrirdel tiempo— a título de establecerlos mecanismosinconscientesde prescripcióndelo válido y lo inválido, lo forzosoy lo acce-sorio, lo comprensibley lo incomprensible,en cuyasredeslas sociedadesfra-guansu cohesióny forjan su identidad.Comose sabe,Eoucaultllamaaestossistemasdecomprensión(al menos,ensusprimerasobras)epistemes, enten-diendopor taleslos tipos de discursosposiblesquedevienendominantes.Enestesentidose ha hechonotarconfrecuencia—y sobreello volveremosmásabajo-—quesu descripciónno se apartaen excesode lo que Kuhn llamapara-digmas,si bienel criterio que utiliza Foucaultparareconocerlas epistemesno es,comoenKuhn, el de las conviccionesqueincorporan,sino, al revés,elde los valoresque rechazan:lo que en cadaocasiónes descalificadocomocrimen,enfermedado locura.Peroentonces,si se aceptaesteplanteamiento,lo que cabeconcluirde aquí, lo que de hechoconcluyeFoucault,es quenoexistela historia, sino seriesmúltiples (a vecesconsecutivas,a vecessuper-puestas)de discursosacercade lo legitimo y en contrade lo prohibido, cadauna de las cualesaspiraa identificarsecon la historia puestoque de todasmanerascumple el rol de generarunatopologíade suspropiasreconstruc-cionesy proyeccionesen el tiempo.

Distendidaconformea estatemporalidadlineal, lo quellamamoshistoriaesesto,en suma:el relato quede si mismoshacenlosdiscursosde la domi-nación como mediodejustificar su autoridady pervivencia.Hay tantashis-torias, por ende,como discursosde la dominación;y se comportande talforma que cadauna de ellas, obligatoriamente,violentamentetambiénlasmásde las veces,tienequenegaratodaslas otras, no, claroestá,por no serverdaderas,sino por ser contrincantes,competidorassuyasdel dominio. Engeneral,formuladoasí el asunto,es fácil ver que la tarea criticadel pensa-mientoaparecedecididade antemano:se tratade oponersea estamaniobra,a estesubterfugiolegitimadorde los relatoshistóricos,liberandoel espaciodel «ahora»mediantela impugnacióndel discursoquelo ocupao, si preferi-mos decirlo con Foucault,medianteel desvelamiento,por aplicaciónde unanálisis«arqueológico»,de la conexión inconscienteen que dentro de ese

No despuéssino distinto 125

discursoel saberse hallarespectodel poder.Ahorabien,aquíresideel núcleodel problemaque estoytratandode diagnosticar.Porquesi estediseñode latareacritica sitúaa éstanecesariamente al margeny comojuez de los relatoshistóricosde la justificación,entonces,porrelaciónaesteesquema,referirsea la modernidadcomo un tiempo histórico introduce ineludiblementeunparalogismo.De unaparte,en tanto quetiempohistórico, es necesarjosupo-ner(como en definitiva haceFoucaulto como resultaríaigualmentesi recu-rriésemosa la noción kuhnianade paradigma)que la modernidadcomportauna episíeme, o una sucesiónde ellas,cuya estructurade conviccionesyexclusionesresponde,en cadacaso, a una genealogíaprecisa y cubre unperiododeterminadodevigencia.Pero,de otraparte,laautocomprensiónquela modernidadproponede sí misma introducecomo su rasgomás relevantesupropia capacidadparasometera autocríticalos elementosideológicoscíueconformansu relato histórico. La epi.s’teme modernase construyeconstituti-vamentesobreel reconocimientode la reflexión comosu valor fundamental:cualesquieraque sean las configuracionesepistémicasque la modernidadhaya fraguado en y de su propia historia. de ningunapodemosdecir, portanto,que ocupeel lugarde su episteme, habidacuentaqueestaúltima sc pre-seritaya siempretomandodistanciasde todasellasen virtud de esereplieguereflexivo. A tenorde estadescripción,la modernidadse postula,así, idénticaa lo que acabamosde reconocercomola tareacrítica del pensamiento.Y, enesecaso,resultaserla realizaciónde un uso de la racionalidad,querequierepensarse,a la vez, comohistóricamenteconstituidoy comotranscendente,apesarde ello, a sus formashistóricaspropias(o a cualesquieraotras).en latnedidaen quepuedehacera todasobjetodc juiciot’7.

12 La caracterizaciónde la modernidad(o de la Ilustración) comoun tiempo histórico

cttya ¿tutoconseicociaimplica la Au//zebung de la propiahistoria en virtud delejereicode lareflexión píncede,en realidad, de los análisisque(jadamerllevó a caboen Verdad y’ ,n¿iodo(1959) :t propósitode los prejuiciossubyacentesen la metodologíaaplicadapor las cienciasnaturalesapartir dcl s. XVIII. La última posiciónde Gadamersobreestetópico, qíte recogeva un diagnósticosobiesu recepciónpor la postmodernidad,sehalla en PosmmnodcrrncunU do.’-L’nd¿’ 1/vr Ncnz¿’i¡, Audiokassetfe.Heidelberg,Caí] Auer, 1992,Con respectoal planteamientode Gadarner.el de Foiícatílt reivindica, no obstante.cl plinto de vista deKant, siemprequeselo interpreteen los términosdelo queél llama«ontologiadcl presente»o. lo queeslo mismo,siemprequeseconsideresu proyectofilosóficocorno uit ensayo,no sóloo no tantopordeter-minar «las condiciones(le legitimidad del uso de la razón»,cuantopor inscribirestatareaenel contextodc «lina critícapeimanentede nuestro <de cada] tiempo histórico» (cf “What isEnlighteítmcntl, op. ¿-Ii., pp. 207 y 42). La interpretaciónde P’oucaufta la luz de estarefb—renciaa la «ontologíadel presente»<que, ciertamente,presuptmneel rescatede Kant respecto

126 QuintínRacionero

Ruegoqueno se pasendistraidamentepor alto las consecuenciasque sesiguende este doble carácterque el análisisde la modernidadalumbra.Loque se pide de nosotroses que pensemosen una posición histórica de larazón, que,en virtud de su papel reflexivo, se consideracon el encargoy, porende, con el derecho,de juzgar a todas las otras posicionesde la razón—atodas,a cualesquieraotras epistemnes— dc lahistoria ensu conjunto. Odichode un modo másestricto: lo quesepidede nosotrosesquepensemosen unaposiciónde la razón,cuyaconstitutividadhistóricase desdoblaen una histo-ría empíricay otra racional, ambascodeterminadasen forma que la historiaempíricarealiza la historia racionaly estaúltima sirve de criterio a la histo-ria empírica. No haráfalta, naturalmente,que recuerdeyo aquíel grado deviolencia—por lo comúnautosatisfechaqueestaocupaciónde la historia poruna modernidaddescritade este modo ha podido engendrarentre los otrosocupantesmenosdereehohabientesde esa misma historia. De este tipo derecuerdos,sueledecirsequeson superficialeso demagógicos:al cabo,no esya sólo quenadiesostienehoy discursosagresivamenteeurocéntricoso quetodospracticamospor fin unasinceratolerancia,sinotambién,y sobretodo,que tales beneficiosse debenunavez másal control de la historia racionalsobrela historia empírica,graciasal cual podemosprecavernos,pongamospor caso ... contrael fundamentalismoárabeo las desmesurasde lagtíerrillaamericana.Sea,pues,así.Ya queello nos permitesentirnosdistintosy, contodo, seguirgustandothe wav we were sinculpani nostalgia,centremosnues-tro interésexclusivamenteen elasuntoquenosocupa.Secomprendebien,enefecto,quedesdela ambivalenciaqueproducela consideraciónhistórica dela modernidad,la postmodernidadpueda ser presentadacomo una nuevaetapa,como un novísimo de la historia empíricade la razón, que, dc todosmodos,tendráqueserobjeto de enjuiciamientoa la luz de esa misma histo-ríaen su dimensiónracional. Lo queda a entenderunalecturamodernade lapostmodernidad,en virtud del merouso pragmáticode su noción,esestopre-cisamente;a saber,que, si hay queaceptarquelaposttnodernidadrepresentaalgodiverso de la modernidad(a fin de no caer en el cazurrismohaberma-sianodenegarlotodo, inclusoestadiminuta concesión),tampocohay porquétomarseel asuntodramáticamenteo preocuparsemásallá de lo imprescindi-ble: como quieraque lacontinuidad histórica siemprereestablecelas corre-

de la hermenéuticapostkantiana,sin queello imphqueningún abandonode Fouc’ault de sucrítica a (a Ilustración) preside el agudo estudio de J.M. NAVARRO, «Projckt undPhi¡osophie»,en V RUHLE, Beitráge zur Pbiló.s-ophie art.” Spanien,Albert V, Miinehen,199%

No despuéssino distinto 127

laciones de sentido,al final seráposibleconcluir conAnthony (SiddensenThe consec2íuenc’eso/’Modernily (1993)quela postmodernidadsólo constitu-ye una ~<globalización»del proyectomoderno «haciaafuerade los limitesculturalesde occidente»;o, si estoparecellevar las cosasdemasiadolejos,razonarconOswaldMaquardenNach der Moderne(1986)que,en todocaso,lapostmodernidadno es sino«intramodernidad»,puestoqueen rigorno hacesino poneral descubiertolas tensionesdialécticasde la modernidadconsigomisma.Constequeaúnestoresultaharto ami buenamigoRenatoCristin. ensu Ragione e soggetlivitódopo il posimodernismo (1998), paraquien, deaceptarse,atribuiríaa lapostmodernidad«creacionesteóricasqueen realidadson propias [de la modernidad]».Asi quelo mejor es que,al referirnosa lapostmodernidad,hablemosde «despliegue»o «proveniencia»,con el noblefin de que no se abandonen---por decirlo ahoracon una formula de AmoBaruzzi en Dic Zukun/i ¿lcr Freiheit (1994>-— los ,s’tandards científicosy Lasinspiracionesético-políticasde la modernidadi

3.

4

Es sobrela basede estosrápidoscomentarioscomomejor sepercibe,enfin, tanto el suelode prejuiciosen quese mueveel uso pragmáticodel con-ceptode postmodernidad,comotambién,y por ello mismo,la razóndefondode por qué los pensadorespostmodernosse muestrantan unánimesen recla-mar que no se juzguensus doctrinasconformea los parámetrostemporalesde la continuidadhistórica.Todainterpretaciónquepresupongaunatal con-tinuidad (quese apoye,en suma,sobreunametafisicade la historia)es va unainterpretaciónmoderna;pero lo es, exactamente,porque partedel supuestodequela modernidadmismaconstituyeunaetapa,una«fase comolo enun-cia Kant, quien toma la expresión,si no me equivoco, de su adversario[ferder--del desarrollode la humanidad».Como todo supuesto,éste es tam-bién. claro está,menosobvio de lo que parece.Pero parapoder notarlo, elúnico caminoposiblees no concederlo:pararsea pensarponiendosuconte-

3 Cf. para las ohrascitadas, las siguientesreferencias:A. GtDDENS, London Oxford,

Polity Press,1993; 0. MARQ[JARD, en R KOSI.OWSKI (Hg.), Moderar’ oderPostníodernc?ZurSigríarto’de.s-g¿~geuío’¿’rtigen Zeimalmers’, Weinheím. VCH, 1986: R. CRISTIN, enR. CRIS-TIN (cd.), Razán y subjetividad. Despíuls del Po.s’tmnoc/ernisnío,BuenosAires, Almagesto,1998: y A. BARtJZZI. Darmstadt.Wissenseh,Buchgcsellschafl,199±

128 Quintín Rc¡cionero

nido entreparéntesis,a fin de suspendero, al menos,reducirel impactodesusconsecuenciassobrelameradescripciónde losdatos.Ahorabien,es esto,exclusivamenteesto,lo quepersiguela invitación de Lyotarda quedescriba-mosel debatequemarcael estadoactualde la filosofia y de la cienciaen tér-minos de condición y no de continuidad. En la distinción que anteshemosrazonadoentrela«modernidad»y lo «moderno»,lamodernidadno mencio-na ya, de acuerdoconesteanálisis,un tiempo histórico,no delimita lavigen-cia de una determinadaepisteme. Se limita a enunciaruna actitud ante lascosas,un cultivo precisode la experiencia,unacultura. La cuestiónradicales ésta,en definitiva. Porque,ciertamente,situadosen el punto inestabledel«ahora»—presionados,pues,por la lógica del sentidohistórico--, podemosquererdesembarazarnosde su estructuraepistémicailegítima,ya queen rea-lidad lo es. Podemossiemprequererrescataresetiempo indebidamenteocu-padopor un discursoen cuyaaqutescenetanos sentimossiervosy porcuyanegaciónnos hacemoslibres. Peroel problemaes si además podemosy que-reinos reocuparese espaciocon otra, con una nueva episteme: con aquéllaque, por serdefinitivamenteverdadera(y en lamedidaen queefectivamentelo fuere), realizaríapor fin la coneeptualizaciónadecuadade lo real, cuyoresultadoha de serla emancipacióndel dominio y el cumplimientode lahis-toria. Ser«moderno»significaresponderafirmativamentea lapreguntaqueinvolucraeseproblema:decirquesi podemosy quesi queremos.Cadanuevavez. Siemprecadanuevavez. Inacabablementeen luchaconlos modelosdelpasado.En la idea, sin embargo,de quetodanuevaetapasuponeunaruptu-ra, peroasimismouna superación;un acabamiento,peroasimismoun pro-greso. Hastaun estadiofinal, que, de todasformas,siempreha de situarse—siempreestásituadode hecho—másallá de cualquierexperienciapropiat4.Puesbien, éstees el punto al que desdeel principio dc estaspáginasbuscodirigirme. Ser «postmoderno»,sentirseen una actitud o de una condición«postmoderna»,significarechazaresarespuestaafirmativa;decirde ella quees incoherentee imposible;practicar,en resumen,un modelodistintode cul-turat5.

4 CII paraestadimensiónsiempreinacabada,siemprepostpue.”ma,queexhibeel progra-

ma racionalistadelamodernidad,la críticadeVattimo enE/fin de/a modernidad.Barcelona,Gedisa, 1986.

5 Este es,en efecto,comoheseñaladomásarriba,cl rasgomás frecuentementerecono-cido comocomúnal pensamientopostmodernoy el quedebeguiar,porende,todainterpreta-cion de la postmodernidad.Véase, ademásdel libro ya citado de H. FOSTER (cd.),Posmmodern Cultuny, R. 3. E3ERNSTE1N, Dic New Conste/Iation, Time ethical-

1,ohhical

Ño despuéssino distinto 129

Estaotra cultura es,bien entendido,cualquiercosa menosnueva. Niconstituyeun producto de nuestrasituación,ni descartatampoco,comosi setratasede un paqueteúnico, la historia enterade la filosofia. Un cierto espí-ritu heideggeriano—de humor sombrío, como fiel trasunto del filósofo <leFreibourg que sin dudarecorrelas páginasde muchospensadorespostmo-demos,hapodidohacercreerquelacrítica a la modernidaddebeentendersecornoel rechazoglobal, inexcusable,de una presunta«erranciaontoteológi-ca del pensamientode occidente»,cuyo mejor mentís es el análisisde lasinveteradaspolémicasde la cienciay la filosofia. Poralgunasrazonesqueheexpuestoen otro sitio, creoque inclusoen el casode Heideggeres éstaunainterpretaciónpoco rigurosa,queno resistela confrontacióncon los textos.Pero,seade ello lo quefuere, lo queimportacomprenderes que,muy al con-trario de unatal denunciaen bloque,y puestoque de antemanose resisteaserentendidacomo un cambiode época,lapostmodernidadno practicanin-gún Furor iconoclasta.Como ha explicadocerteramenteWolfang Welschl<~—bien que con la escasareceptividadde queen estepunto es ya costumbre—,la postmodernidadimplica tambiéna esterespectoun giro, unadrásticarec-tificación de la historiografia,que permiterescatara pensadores,a secuen-cías,a tradicionesenterasde la reflexión filosófica, que ni puedenser inter-pretadosen el mareode las epistemes en cadamomentodominantesni redu-cidos tampocoa episodios,a puntosnodalesde la continuidadhistóricadc lafilosofía. Cuando Lyotard declarasentir ‘a Pascalcomo su contemporaneo,realizaun tipo de experienciahistoriográficaquees perfectamentelegítima,inclusoobvia, consólo que se miren las cosassin el moldede la filosofia dela historia: un tipo de experienciahistoriográficaparalaque la significaciónrelativade los hechos—y con mayor razónde las ideas--en el senode las epis-temes históricasno consumesussentidosposibles,y ciertamentedisponibles,de caraa unaevaluaciónahora de susrendimientosvirtuales.Sonmuchoslosejemplosde este orden que puedenproponerse,sin reducir el circulo a laexclusiva,por másquesea obligada,menciónde Nietzsehe:tambiénJavierEcheverríay yo estaríamosdispuestos,creo,en un marcode diferenciacionesrespectode ciertas tendenciasdominantesde la ilustración,a considerara

Ííoriromi.s’ of Modernitv/Postmodem’nitv, Cambridgc. Polity Prcss, 1991. El mismo camposemánticoquesuscribeel término“cultura” denotatambiénel término“ethos”, asimismouti-izadocon frecuencia:el’,, porejemplo.J. RUBIO CARRACEDO, «El ethox postmoderno»..en

J. RUBIO (comp.). El giro posunoderno,PhilosophicaMalacitana.Supl. 1, 1993.pp. 175-194,con la bibí ogratiaque¿dli se cita.

tfl XV. WELSCII. (In.~’cre posiniodeine Modcrne. Weinheim,VCH. 1988,

130 Quintin Racionero

Leibnizcomonuestrocontemporáneo’7.Peroentonces,si se sigueestepuntode vista, se hacepor fin patenteen qué sentido es verdad lo que he dichoantessobrequelapostmodemidades un conceptono histórico, sinopolémi-co. Porqueeste«ahora»no significaya aquí, finalmente,tiempo, sino espa-cio: lugar de confrontación—de pugnay tambiénde convivencia,de diálogoen toda hipótesis—entrediscursos,prácticaso interpretaciones,respectodelas cualesel tiempo no marcaningún limite, puestoquetampocointroducesignificaciónalguna18.El tiempode laposibilidadessensu stricto eterno:susmetáforasadecuadasson ladivinidad o el retornode lo mismo. Si se trans-fiere a la historia bajoconfiguracionesconcretas,materiales,es vanoy con-tradictorio creerquesiguesiendotiempo. Es otracosa,ciertamente:captura,invasión,conquistadel espaciodel diálogo. Se nos pide queaceptemosesto,y que lo aceptemosademásen su dimensiónde procesocontinuo.Bien, quépodemosdecir.Resultabastantenaturalqueunasolicitudasí provoquepeté-mica.

5

El sentidomás hondo de la postmodernidades urgir estapolémica,sen-tar sus bases.En el prólogo de La condition postmoderne, Lyotard aisla,comocifra y resumendel pensamientopostmoderno,«la desconfianzares-pectode los metarrelatos»l9.Peroel relatode losrelatos,el Gran Relato,noes aquelque cierra la multiplicidad de las posibilidadesrealesconformea

7 La referenciade Lyotard a Pascalse encuentraen la entrevistaque en 1986 le hizo

TeresaOñatey quepublicó la RevistaA/fr:, it 39. enabril de 1987.pp. 15-20.De estemismoordendebeentenderseel esfuerzoquehaceEoucault—y queya he consignadoaquí (sm¡pra,n.12)— porreivindicarunalecturano modernade Kant. Pormi parte, he llevadoa caboun pro-yecto semejantedediálogo no ~.liacrónicocon Leibuiz enmi estudio«PolitiseheAut’klárungund Staatstheoriebei Leibniz», en M. BUHR (Hg.), Das geistige Erbe Luropas, Napoli,Vivarium, 1994, Pp. 517-539.

t~ Estatransformaciónde unahermenéuticatempora/enunaespacialconstituyeunadclas aportacionesdemayortranseedenciaqtme debemosa Deleuze;en relacióncon la critica dcla historia llevadaa cabopor Foucault,quehe venido presentandoaquí,véasesu J”oucarth(1986), Paidós,Barcelona, 1994,en particulareí ensayotitulado «Los estratoso formacioneshistóricas:lo visible y lo enunciable».Un análisisminucioso—y brillante—deestatransForma-emónpuedeencontrarseen .J,L. PARDO, Las jbrmna.s’ de la exterioridad, Valencia, Pretextos,1992.

Ed. <‘it, pág. 10.

No despuéssino distinto 1 31

unaestructuraestática,ineludible,de creencias,sinoesteotro, el relato de lamodernidad,que ocupael espacioentero,dinámico, de todas las epistemeshistóricasmediante la subordinación y control de la historia misma. Que estasubordinación,queestecontrol requieredar cuentade quién lo ejerceo, almenos,de qué lo justifica, no es,desde luego, el menor de los problemas.Algo diré despuésa esterespecto.Sin embargo,ni siquieraes precisoexpli-citar estosinterrogantes—que, endefinitiva, formulanla cuestiónfundamen-tal-- paracomprenderla contradicciónpalmaria,irreductible, queel simpleplanteamientode un tal relato envuelve.Bajo el esquemade la continuidadhistórica,el relato de lamodernidadhadecargarsiempresobresu última faseel gradomáximo relativo de conceptualizaciónteóricay de voluntadde ver-dad, de cuya sedimentacióncrecientese nutre el progreso;pero tambiénhade admitir esahipótesissólo en cuantoqueatravesada-en cuantoquenega-da, en rigor— por la sospechacrítica. Es porquela reflexión cumple su papelde repliegue,de distanciamientorespectode todaepi?steme singular, por loquese halla en condicionesde no permaneceren ningunade ellas,asegurán-dose la plenacapacidadde su enjuiciamiento.Peroel hechocontradictorio,paradójico.es que este requisito,sin el queel relato no puededesplegarse,resultaradicalmenteincompatiblecon la posibilidady consistenciadel pro-pio relato, Sobre éste,sobre el relato de la modernidad,no cabeaplicar lareflexión no cabedistanciarsede él ni someterloa juicio—, porqueél es elm’elato de la reflexión. O sea:porqueél es la únicagarantiade quela reflexiónretenga siemprelos restosadecuados,no otros,de susejerciciosanterioresylos oriente en una direcciónúnicaconformea un trazo queha de postularse(siempreen realidadsólo postularse)como esencialmenteperfectivoy conti-nuo. Lo que el relato de la modernidadproveees el ordeny sentidode losepisodiosde la reflexión, la topologiade las reconstruccionesy proyeccionesque formansu historia, laestructurade su ocupacióndel tiempo. En lamedi-da en queestaestructurase aplica aquíal control, a la subordinación,no deunaepís’teme singular,sino de todaslas epistemes históricas,su condición derelato de los relatosse hace,pues,manifiesta:él es la episteme de todas lasepistemes’. Pero,a decirverdad,queel instrumentode control detal relato seala reflexiónno tienepor quésignificar queél mismo, el relatoquehistórica-mentese ha arrogadola propiedadde ese instrumento,debaquedarinmuneal control reflexivo. Puede también querer decir lo contrario. Puedequererdecirqueel único obstáculoquela reflexión halla parael ejercicioplenodesusfuncioneses su propio relato. O dicho de otra manera:queparaliberarelcontrol reflexivo -para hacerposible, en suma,la tareacrítica del pensa-

132 Quintín Racionero

miento— es necesario abolir el relato de la modernidad.El evidentecarácterdilemáticoque,conrespectoaestatareacrítica,ofre-

ce la alternativaentremodernidady postmodernidaddefine, en fin, su dife-rencia, su desacuerdocultural de fondo. La modernidadconstituyeunanociónhistóricaparalaque, consecuentemente,es forzosoun modo de auto-comprensiónbasadoen representacioneshistóricas;perola postmodernidadinvolucraunanociónpolémica,porqueno buscaintroducir unanuevarepre-sentaciónhistórica,sino precisamenterechazarestegénerode representacio-nes(empezandopor la queseatribuyela modernidadmisma),a fin de hacerposibleuna liberación de la reflexión. Nadahayaquímáslejos,comose ve,de esasversionesinteresadasy fanáticas,que se obstinanen reducirel pen-samientopostmodernoa unasuertede anythinggoes,de erráticoesteticismoy talanteirracionalista.Frentea tales versiones,a las quetambiéndedicaréluego algunaspalabras,se impone decir, por el contrario,que, al vaciar detodasemánticael ahora,el modoquereconstruyela etimologíade lo moder-no, la postmodernidadno hacesino reponerel locus de la reflexión, porquele devuelvesuvalor de pliegue,de retirada,no ya respectode cualesquieracontenidos,sino tambiénrespectode los mismosrelatosquelos organizan,haciendoasí que unosy otros caiganpor igual en la esferade susatribucio-nes. No es posibledetenerseaquí,naturalmente,en el análisisdeesepliegue,cuya naturalezaontológica,una vez rescatadade todo dominio voluntaristade un sistemadadode conceptos,no puederevelarsede otro modoquecomolibertad. Liberar la reflexión presupone,desdeeste punto de vista, liberartambiénla libertad. Pero,al margende esterastro,que ciertamenteno cabeperseguirenestaspáginas,lo queimportacomprenderesquecon ellose libe-ra a su vez de su propio relato a la historia misma del pensamiento. Bastacon aceptarqueel lugar de la reflexiónno es temporal (sin queello signifi-que queesté fuerade toda condición),quees,por tanto,esencialmentesim-bólico y transitivo,paraqueésta,la historia del pensamiento,se muestre,nocomo el procesode sedimentaciónde la verdadque el conceptofija y lavoluntadanima,sino comola memoriadel conjunto de juegoslingiiístico-pragmáticos(de teorías,prácticasy producciones)en los quela realidadseefectúa, plural, contingentemente,bajo las circunstanciasconcretasde laautocompresiónhumana.Estono significa, claroes,quetodosestosjuegospuedano debanser objetode una aceptaciónequiparable;pero sí que todostienenquepoderserrememorados,si es quede verdadquierellevarsea ple-nitud el ejerciciode la reflexión.Y esto es, en resumen,lo quebuscaponerde relievelaactitud postmoderna,entendidacomo cultura.

No despuéssino distinto 133

Porque,ciertamente,lo quese tratade percibir,de traerala comprensióncomún--a la concienciaincorporadacomoéthoso comoconductasocial-’ esque una obra cualquiera,un discursoteórico o una producciónpráctica,exclusivamentepuedenhabitarel «ahora»,es decir,devenir«modernos»,siles cabeaccedera—y ellosmismosse sabensituadosen- esepunto inestabledel post, cuyaocupación,desentendidadetodacogenciaimpuesta,dejasiem-pre elespacioabiertoal diálogocritico conotrasposiblesy .s’imultáneasocu-paciones. En Le Postmoderne expliqué ata enfántsLyotard formulaestaideaargumentandoque,bajo el requisitode unatal apertura,todosnuestroscon-ceptosrepresentativosy valorativospuedenser modernossólo si ya de suyoson postmodernos.Entendidode estemodo, lo postmodernono es, en con-secuencia,lo moderno en estadopóstumo,sino en estadonaciente;y esteestadoes constantc2t).Pero aún me parecemás luminosoel análisisque elmismoautor lleva a caboen unaentrevistade diciembredc 1986, que con-dujo conmanomaestraTeresaOñate.El texto quequiero subrayardice así:

«Que el término “postmodernidad”sea un falso nombre(o un pseudónimo)resulta evidenteen cuanto se tiene en cuentaque no puedesignificar “lo queviene despuésde la modernidad”,pues la palabra“moderno”significa justa-mente“ahora”,y “despuésde ahora” continúasiendo“ahora”. No es el final deunacosay eí principio de otra. Eso seríaabsurdo.Yo diría quese trata de algoquesiempreha estadoen la modernidadcomo su melancolía.La postrnoderni-dades unadimensiónpermanenteanamnésica.Los modernos,esdecir, los <,eci-dentalesdesdehaceveintesiglos,hansidofundamentalmentelospensadoresdelconceptoy de la voluntad (...) Pero en la modernidadvive siempreunacontra-corrientequedice: “~Un momento,parad,estaisolvidandodemasiadascosasconvtmestí’osconceptosy voluntades.Pensaisquesois racionalesy, sin embargo,soisprofundamenteirracionales.Tenemosque intentarrecordarlo quefue olvidadoen la fundaciónde la modernidady éste es un buen momentopara hacerlo. Enrealidad.siemprees un buenmomentoparaello, de todasformas»2m,

Cuandolos pensadorespostmodernosrechazanla cultura vigente, cuan-

20 Cito por la versiónespañolade E. Lynch. La postrnodernidadexplicada a /05 ninos.

Barcelona1996, cap. 7. Como se sabe,estaobrita reproducecartasde Lyotard que fueronpublicadasen diferentesmediosy épocas.El capítuloquecito se titulabaenprincipio «Notassobre los sentidosde post—» y fue publicado,en inglés e italiano, en la RevistaCasabe/la,octubre-noviembre.1985.

Ql Es la entrevistaantescitada (sapa,n, 17). quepublicó la RevistaAl/hz. n0 39, abril

1987, pág. 20.

134 Quintín Racionero

do, por emplearla fórmulade Vaftimo, afirman queel nuestroesya el tiem-po «dela despedidade lamodernidad»22,a lo quese refieren,así pues,es ala situaciónnecesariamentepolémica en quenos sitúaesteestadode olvido,de irracionalidadprofunda,quepromuevenlos marcosde comprensióny los

códigos axiológicosen que de hecho vivimos. No se trata de que nuestrotiempono seamodernoen el sentidode quetalesmarcosy códigosno resul-ten va acreedoresde ese modo de respetoincuestionableen queconsistesurol histórico propio. Se trata de que, viviendo ciertamenteen ellos, se nosofrecenahoraen unaformaqueobliga atomaren cuentalaapariciónde otrasmúltiplesopciones,cuyo resultadosólo puedeserel debilitamientode nues-tros discursossobreel mundo. Desde estepunto de vista, y por recogerunhilo que antesdejé suelto, cabriaconcebira la postmodernidadde acuerdocon lo que Kuhn define como un periodode «ciencia anormal»(aunqueextendiendoesteconcepto,segúnlo ha hechoRorty. al marco íntegro de laproducciónde ideas,valoresy patronesculturales23),másbienqueporrefe-renciaa las nocionesde paradigmao de episteme.Peroel novumresideaquíenque,por primeravez, la realidadqueesadefiniciónmencionareclamaserconcebida,no en lostérminosdinámicosde unasituacióntransitoria,sino enlos términosestructuralesde unacultura ajustadaa unaontologíapluralista

en sentidoriguroso.La peculiarvivenciade insatisfacción,pluralismoy debi-lidad de los discursosen quevivimos es,en efecto,enteramentesimultánea:requiereunacomprensiónen el planosincrónicoen querealmentese produ-ce. Y estoes, en suma,lo decisivo: el que tenemosque acostumbramosa laemergenciade la pluralidad,no como estadoprovisorio de nuestrotiempo,sino como expresiónde la estructuradcl mundo.Peroentonces,si se sigueesteplanteamiento,y aunquesólo seaa los efectosde promoverun debate,no cabesino concluir quecualquierinterpretaciónhistoricistade la postmo-dernidad,tanto si se refiereal planoteórico de la quaestio¡uris como —masgraveaún—si remite al planopragmáticode la quaestiojóctí, introduceundesenfoqueradicalen la comprensiónadecuadade su significado,quealcan-za a todassus perspectivasy manifestaciones,y también,desde luego,a loquepodemosdecirsobrela ciencia.

22 Cf VATTIMO, Elfin de/a,nodernidad(1985), Barcelona,(jedisa,1986, p. 10.22 Cf R. RORTY,La/?losofiave/espejode/aNaturaleza(1979).Madrid,Cátedra,1989.

Véase,asimismo,para la extensiónde los conceptoskuhnianosal enteroámbito de la cultura,11. RORTY, «La historiograflade la i’ilosofma: cuatrogéneros»,en R. RORTY. iB, SCI’INEE-WIND & Q. SKINNEI{, Lañlo.sofiaen la histo,’ia (1984). Madrid. Paidós,1990,

No despuéssino distinto 1.35

6

Solicité antesdisculpas,y vuelvoa pedirlasmuy encarecidamenteahora,por e! largo rodeoquetendríaquedara fin de cumplir el papelcritico queseme ha asignadoen esteseminario.Perotambiéndije queeselargo rodeonostraeríadirectamentea lo que me pareceser el núcleo de lo que hoy debati-mos. Y. en efecto,porcomenzarcon el primerode los ponentes.la verdadesqueSanchezRon formulaalgunashipótesissobrelas causasdel posiblefinaldel paradigmade la cienciamoderna,que,si se evalúana la luz de los análi-sís que preceden,no tanto resultandiscutibles,cuantoperi/éricas a la cues-tión que nos ocupa.Taleshipótesisno ocultan,ante todo, un notableconjun-to de vacilaciones.Así, en su tesis IX recogela duda (que, por lo demás,ampara una abundantebibliografia) sobre si el paradigmade la cienciamodernaha muerto realmente;hace notaren su tesis IV que las fronterasentrela modernidady la postmodcrnidadcientíficasno siempresonnítidas;y también se interrogaen su tesis 1 sobrequérazonespuedenllevar a dife-rencmarel paradigmamodernodel antiguo(y habráque suponer:o de cual-quierotro) en aquelloscasosen quehablamosde descubrimientosque,comola geometríacuclideao lamecánicade Arquímedes.resultanhomologables.siquierasearelativamnente,a losstandards de fiabilidad y certidumbreexigi-dos por la ciencia moderna. Creo que todas estasvacilacionesnacendeldesenfoqueque acabode aducira propósitode la naturalezahistórica delconceptode postmodernidad;pero,antesde razonarestepunto,creoqueade-másimplican un debatedistinto del quesugiereladiferenciaciónentrecien-cia modernay postmoderna,sólo presuponiendoel cual las tesisde SánchezRon adquierenun sentidopreciso.Esteotro debatees cl queoponelos mode-los normativista y dcscripcionista dentro de laepistemologíacontemporánea,o, dicho de otro modo, el que confrontaa aquellaspropuestasmetateoricasque creenpoderaislarnormasuniversalesde legitimacióndel conocimientocientífico, por ello mismoválidas paratodacultura y todaépoca,conaque-lías otrasque,por el contrario,juzganque la cienciasólo puedeserestudia-da desdela descripciónde los criteriosquelas diversascomunidadeshistóri-cas han consideradoen cadacasosuficientesparajustificar susaserciones24.Ahora bien, lacuestiónaquíes que,mientrasqueesteúltimo debatedice muy

24 L.a (listincion entreepistemologiasnor,natimñstasy descripcionistas estábien recogiday sisiernaticamenteanalizadaen M. DASCAL, «Epistemología,controversiasy pragmática».Í~’cgoí’ía 12, 1995, pp. 8-43. y en esemismo sentido asigo aquí.De todosmodos,a los efec-

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pocoacercade quédebeentenderse(si es quehay queentenderalgo) bajoelrótulo de «cienciapostmoderna»,en cambio resultade unagran relevanciaparadelimitar la perspectivacontraria;o sea,parahacerluz sobrecuál es yen quésefunda lacríticaquelapostmodernidaddirigea lacienciay alaepis-temologiamodernas.Es, en todo caso,en el contextode estedesequilibriohermenéuticodondeestimo que cabejuzgarlas tesisque sostieneSánchezRon y donde,pormi parte,considerooportunosometera su examenalgunasobjecionesconcretas.

Y es que, ciertamente,si se practicael normativismo epistemológico,esdecir, si se aceptala posibilidadde situarla lógica de la cienciaen un con-texto dejustificacióninmunea los factorescontingentesde la historiade losdescubrimientos,entoncesla distinciónentrecienciamodernay postmoder-napierdetodo interés,pues,en definitiva, no puedesino aludira diferencia-ciones de orden ideológico o psicosociológico,en modo algunocapacesdealterarla sustanciade la investigacióncientífica.A mi juicio, es importantehacersecargode que el normativismo que hoy se practica,y cuyo modelomáspotentese hallavinculadoalos herederosde Popper,no excluyeel papelde la historia de la ciencia (no cae, dicho de otra forma, en la trivialidad deReichenbacha propósitode la distinciónrígidaentreel «contextode lajusti-ficación» y el «contextodel descubrimiento»)a la horade elaborarun pro-gramaepistemológicobasadoen la autonomíade los criterios de validación.Aplicando, como se sabe,una suerte de teoría evolucionista,Poppery sus

tosde lo quequieroestableceren mi comentario,daríalo mismo utilizar la distinción, igual-menteclásica,entreepistemologíasinternalísíasy externalistas,suponiendoenestepuntoquelas normasdelegitimación dc la cienciapuedenentenderse,o bien comopropiasen generalde unaestructuralógica comúnsubyacentea la investigacióncientífica,o bien como resul-tantesde factoresexternosa estaúltima, por los que la misma cienciaes reconocidasocial-mentecomotal. Entendidaasí, estasegundadistinción ha hechofortunaen el mareode losactualesestudiosdesociologíade la ciencia,particularmenteentrelos adscritos,seaa lo qtme,desdeDavidBloor,conocemoscomoStrong Prograin, seatambiéna lo queLatoury Woolgarhan llamado «etnomeíodología»y Karin Knorr-Cctina«constructivismosocial».Cf del pri-meroKnowledge<md Social hnagcry, London & Boston,Routledge& Kegan, 1976;y de Lossegundos,LATOUR & WOOLGAR, Lahora¿orvLi/e. fle Constructionof Scienti/?c Eacts,Princeton,Univ. Prcss, 1986, y K. KNORR—CETINA, 7/ye Manu/éciureof Knowledge:An

Cagar oui ihe Constructivisineand ContextualNabureofScience,Oxford, Pergamon,1981. 1-layquedecir que, tantoen el tiempo cornoenlas intencionesdebase,la sociologíade la cienciaha resultadocoincidente,segúnreconoceWootgardc modoexplicito,con La orientaciónpost-modernade la epistemología.Sin embargo,prefiero mantenerla primerade las distincionescitadasantes,no sólo porquees másusual, sino sobretodo porquepermitever con másniti-dezel sentidode la objeciónquemepropongodesarrollarcmi el texto.

N> despuéssino distinto 137

colaboradores(Bartley III, Campbell,Radnitzky25)insistenenquelas modi-ficacionesde ordenhistórico, sobretodo si involucran cambiosde paradig-masen los modelosde investigación,alteranel “medio ambiente”de la cien-ema, obligandoa unaadaptaciónen cadenade todosloselementosimplicadosen él. Sin embargo,por influyentesy realesqueestoscambiossean,esdecir,pornecesariaqueresultela tomaenconsideraciónpor laepistemologíade losfactoreshistóricosconjugadosen los descubrimientoscientificos,laposiciónúltima del popperíarnsmooficial y con él del normativismo contemporá-mico-— respectode estosúltimos esque, de todasmaneras,tienenquepoderseranalizadosconformeapatrones estables de ok¡etividad y veracidad, los cua-les garantizanfinalmenteun criterio dedistinción,puestoquepermitenexpli-car lasupervivenciade las teoríasmásaptas.(‘reo quela posturade SánchezRon, cualesquieraqueseanlos objetivos explícitosde su texto,no se apartademasiadode este ordende conviccionesno,’mativístas, en el cual no sóloadquierenunasignificacióndefinida lasvacilacionesqueacabode consignar,sino también,más aún, las pautasqueen todo casosiguea la horadejuzgarlas diferenciasentrecienciamodernay postmoderna.

Porque.en efecto,el sentidode talespautasno pareceserotro que el depoder derivardichasdiferenciashacia categoriascomo las que he referidoantes,esto es. hacia categoríasde una naturalezaideológicao psicosocioló-gíca. Así, el que SánchezRon sitúe la génesisde la ciencia postmodernaenlos procesosde institucionalizacióny profesionalizaciónde la ciencia(tesisy), oquecentresu análisisen lapérdida,seadel caráctertranscendente(tesisVII>, seade la posibilidadde huidade lavida diaria (tesisVIII) que,al pare-cer, suministrabala cienciamodernay quese suponequeya no proporcionala cienciapostmoderna,implica un diagnósticoclaramentecontingentede loque significa -o de lo que cabe aceptarque introduce- una consideraciónpostmodernade la ciencia,la cual, por ello mismo,en ningún caso está lla-mada a abolir el núcleo sustantivo de la normatividad epistemológica. Este

punto de vista, que haceahoraperfectamentecomprensibleslas que vengollamandovacilacionesde su planteamiento,se refuerzasobretodopor elcon-tenidode su tesisVI, en la que, paraexplicarel final del paradigmacienlifi-co moderno,SánchezRon alude,de unaparte,a la emergenciade «un con-tmntode elementospolíticos, institucionalesy filosóficos, sociales en última

25 CI’.. en especial,(3. RADNITZKY & W.W. BARTLEY III (comp.) Evolucionan.’l-ipi.s’tenmologic. f’/wo,v of Rationalito ond ihe .S’o¿’iologv ql K;~owlc’dge. La Salle, IL, Open(‘oum’t. 1927. Véaseasimismola discusióndetalladadc DASCAL, art. oit., pp. 24-26.

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instancia» y, de otra parte,a una«lecturapopular»,por la quealgunosdes-cubrimientosbásicosdela cienciadel s. XX, comola teoriade la relatividad,el principio de incertidumbreo el teoremade Gódel, «júcron leídos social-mente» (pág.29), y en una forma que, por lo demás,el autordenunciaconrazóncomo «absolutamenteerrónea».Peroentonces,nadahayquetemenAlmargende ciertasmodificacionessociales,queafectan,seaa laorganizacióncientífica, seaa la imagen(a vecessólo al imaginariocolectivo) de la cien-ema, y que, en todo caso,deberánlocalizarseen las coordenadasqueconsig-na supropia evolución histórica,no parecequelapostmodernidadvayaatur-barel ordende lajustificaciónracionalquefuncionacomogarante,paracua-lesquieraprácticasepistémicas,del valordel conocimientocientífico.

Así, pues,comoyababiaadelantado,desdeel normativismo(si es queesestalaposturaqueefectivamentesostieneSanchezRon) o, en general,desdela consideraciónde la postmodernidadcomounanuevaatmósferahistóricapromovidapor variacionesde orden socialo ideológico,pocoes, y aúnelloescasamentesignificativo,lo quepuededecirseapropósitodecualquierposi-ble aportaciónde la postmodernidada la ciencia.Al final, todo se reduceaun sabrosoanecdotariosobreinvestigadoresquese sientencercadospor lasfuerzasdel irracionalismoo sobremédicosexcéntricosque confundenlainvestigaciónoncológicacon la gestiónhumnanitariade los hospitales.Sinembargo,las cosassonmuy diferentessi seplanteanal revés,o sea,si. comosugeriantes,invertimosla cuestióny nos preguntamoscómose percibe,mio ala postmodernidaddesdeel normativismo,sino, al contrario,al normativis-mo desdeel pensamientopostmoderno.Porquelo cierto es que, desdelaperspectivade esteúltimo, el normativismoepistemológicointroduce unaaporiade dificil salida. Popperentiendeque, aunaceptandoel carácterple-namenteinductivo de cualquierconceptode justificaciónquepretendausar-se comocriterio de validezde las proposicionescientificas,es posibletoda-vía aislar un espacio suficientementeprescriptivo (lo que denominaMundo3),llamadoagarantizarel valor de las teoriascon respectoa la reali-dadempírica(queforma el Mundoí) al margende los factorescontingentesde la historia de los descubrimientos(los cualescomportanel Mundo2).Pero,como he escrito en otro sitio, la verdades que esta convicción sólopuedesostenersesi se apoyasobreotra convicciónpreviaenteramenteacriti-ca —en realidad,no másqueun desideratum. Y es queel Mundo2 actúaconunaregularidady falta de sorpresasque no sólo contradicela contingenciaqueen principio se lesupone,sino quemás aúnhaceposiblesu reinterpreta-

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ción en los términosde un «canonhistórico» dentro del Mundo3, paraelcual, de todosmodos, no existenyanormaspreseriptivasni procedimientosverificadoresquevehiculenunaestrategiadejustificación.

Popperhadefemididoestedesideratum medianteel recursoalmodelodar-wmnístaa que ya me he referido, afirmandoque ello abrela posibilidaddereconsiderarla historia de la cienciaa la luz de un «conocimientosin sujetoscognoscentes».Perono hay quellamarsea engaño.Bajo tan prometedorpro-gramano se escondeintentoalgunode someteracritica la subjetividadcomopasoobligatorio para un análisis no historicistade la ciencia,sino simple-mentela confianzaen que las presionesque las teoriassufren por su comíti-nua exposicióna la falsabilidadsometena éstasa un procesode ‘selecciónnatural’ porel quesólo sobrevivenlas más aptas.El problemaes, sin embar-go, queunatal confianzano resultasencilladecompartir.Por unaparte,queel conceptodc aptitutl, debahacersecoincidentecon el de mayor veracidadde las teoriasrespectodel Mundo1, en vez de con otrasinstanciasmenospul-cras --como, por ejemplo, interesespolíticos, intervencionesselectivasdenaturalezaeconómica,voluntad de poder.etc.— es algo que no se deducedirectamentedcl conceptode ‘evolución’, cuandoen él hay quecontarcon lapresencia(le sujetosquejustamentepredeterminanun elementoteleológicodel que no es posiblesalir por el simple expedientevoluntaristade borraraéstosúltimos dc un plumazo.Y, por otra parte,que las presionesdel medioprocedande un mecanismocomo el de fúlsación implica, como con tododerechohaii t>bjeíadoalgunos representantescíe la actual sociologia de. lac¡encia

2<~,queel rol de la selecciónse hallaentregadoa un elementoél mismocontingente,ajenoa todo control prospectivoy, en todo caso,no susceptiblede descripcióno determuinaciónlógicas. Ahora bien, estasdos objecionesexpresancon claridad lo que me parecerelevanteponderaraquí. Que no essino que el normativísmooperacon una noción trivial de historia (la quereduceal ghetto del contextodel descubrimiento),sin tomar en considera-clon, com’no hedicho antes,qttesu análisisi ncorpora,a sm vez, un «canonhis-tórico»,integradocomoelementode justificaciónen elMundo

3, si bien,estoúltimo, en unos térmninos que resultanincompatiblescon cualesquieracxi-gencías epistemológicas.Dicho canonno necesitaexplicitarseparaque seacogenteen ordena fundarlajustezadel normativisrno;puessólo bajoelpre-supuestocíe que el desarrollode la ciencia es acumulativo y progresivo (osea,que respondea criterios de unidad,continuidady coherenciainterna)

(‘1’.. en parricular, LAi’OL R & W()( )LCAk. op. ‘‘it.. páv. 36.

140 Quintín Racionero

cabeconferirautonomiaa susproducciones,precisamentecuandoéstastie-nenlugar enel marcoazarosoy en modo algunolimpio de la historiareal delos descubrimientos.Pero el hechoes queun presupuestode estaclasesólopuede concedersesi resultaimaginableque hay, ademásde aquellahistoriaempírica,otra historia diferente,algo así comounaepopeyade la idealidad,cuyaconjetura,comoen el casode la nociónhegelianade la «historiacomosistema»,no puedetenerotro objetivo quedesvelarun presuntosentido ver-dadero en mediode las insatisfaccionesdel mundo real.

Quetal epopeyade la idealidad,paralaqueno puederecabarseningunaverificación no contingente,constituyesólo un relato, no esyaprecisodecir-lo. Y, contodo, éste siguesiendoel punto clave.Porque,si se puedemante-ner la problemáticade la «cienciapostmoderna»en los límitesde un análisissociológicoo sociopsicológico,es porque,explícita o implicitamente,con-fiamosaúnen el esquemade la continuidadhistórica,de la sucesivaocupa-ción significantedel tiempo,cuandose tratade hablar de la ciencia.O sea,porque,al menosparala episteme queconfigurala ciencia,seguimosconsi-derandoquees de aplicaciónla posibilidadde distinguir entresusacontece-resempíricosy su historia racional. SánchezRon no parecemanejar,desdeluego, otro conceptode postmodernidadque el que deriva de «un mundocaracterizadopor la negaciónde un canonúnico y universal,el mundode lareafirmacióndel pluralismoy la diversidadde valores»(pág.29). Si tal cosase entiendecomoel triunfo del relativismoy del anythinggoes27, entonceses

27 Según la fórmula bien conocidade FEYERABFND. Contra el método (1970),Barcelona,Ariel, 1974. Convienedecir, de todosmodos,queun relativismoextremo,para elque la cienciaconstituyeúnicamenteunaconstrucciónsocialpor completo subordinadaalpoderde las diversasescuelascientíficas,sólo es sostenido,en realidad,por los sociólogosadscritosal programaEPOR(Etnpirical ProgrammeofRe/ativista),cuyosrepresentantesmásnotablesson hastaahoralos profesoresde la Universidadde Bath, HM. Collins y T. Pineh,Aun si muchasde lascriticasqueha recibido el EPOR comportanunabuenadosis de argu-mentacionesmaniqueas,es cierto,desdeluego, queel tipo deanálisisdc queesteprogramahaceusoinvolucraci postuladodeun «relativismoontológico»,máspróximoalasposturasdelos neoescépticos(del tipo de Harry Stroud)quealas delos etnometodólogos.Esterelativis-mo no escompartido,engeneral,por eí pensamientopostmoderno.parael que, sólo acostadeunaprofundaincomprensión,podríanconfundirsepluralismoy relativismo ontológicos.Yde ahí que, mientrasque La proximidadentrela filosofma postmodernay las derivacionesepis-temológicasdelconstructivismo(cuyabaseteóricahasido suministradapor Luhmamm) resoL-tan facilmenteconstatables,nadasemejantepuedadecirsede la relaciónentrecl relativisn,oyla postmodernidad.Me he ocupadoporextensodeestacuestiónenmi trabajo«NotassobreelcasoSokal», Endoxa.en prensa.

No despuéssino distinto 141

congruente--ya antesdejé constanciade ello— aferrarsea las opinionesdecuantosdía tras día escribenen defensade Ja certidumbrey la vigilia de larazón. La propia posturade Popper,quien en su juvenil The Poverty ofHistoricism(1942)realizóunade las másresonantesrefutacionescontempo-ráneasde la filosofia de la historia,muestracontoda nitidezquetal reifita-ción se refiere a la historia empírica,peroqueno alcanzaal canondel pro-gresocientífico.Ahora bien, planteadoel asuntode estemodo, lo único quese desprendees quelaconcepciónmodernade lacienciaconstituye el último

y’ mas firme baluarte para sostener el relato de la modernidad. Si estoes ono así, y, en casoafirmativo, si dc ello se derivanconsecuenciasen ordenala comprensióndel significado de la ciencia (y no sólo de ella), esoes exac-

tamentelo que se debateen la confrontaciónentreciencia modernay post-moderna.Pues,se miren lascosascomo se miren, la cuestiónqueformula la

postmodernidadno es la de si, aceptadala emergenciadel pluralismo, nada,salvola ciencia,y ello acostadegrandesesfuerzose incomprensiones,puedeoponersea los «pícarosrelativistas»de BernyFisher. La cuestiónes sensusiricto la contraria.A saber: la de si, aceptadatal emergenciaen su carácterpropmo --o sea. conforme a su dimensiónontológicaque, por ello mismo,reclamaunacultura distinta—, cabeseguirteniendopor racional el relato deque existeuna posición a la vez históricay universaldc la razón, que, portanto.másallá de suscircunstanciasproductivasconcretas,puedeconcebirseen virttmd de condicionessólo idealesy de la queel desarrollodc la cienciavendriaa seralgoasí comosuprecipitadoconsciente.

7

El papeldel relato como categoriaaplicablea la filosofía modernade laciencia constituye,a mi entender,el vinculo que conectalas tesisde JoséManuel SánchezRon con lasde JavierEcheverría,sobrelasquetambiénqui-síera hacerahoraalgunos comentarios.Si no me equivoco,el análisisquelleva a caboeste último se halla más próximo a un modelodcscripcionisía

comovía de interpretaciónde la «cienciapostmoderna»,puestoquede ante-manoproponeque la postmodernidadha introducidoo es.al menos,coinci-dentecon el surgimientode unanuevaclase,quizás incluso un nuevopara-digma de ciencia: la teenociencia.Es verdadque Echeverríasólo identificacienciapostmodernay teenocienciapor«motivoslexicológicos»(pág.47); yque, de todosmodos, entiendeque la postmodernidadno seríasino «una

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corrientemásen los actualesestudiossocialesde la cienciay la tecnología,entreotros muchos»(pág. 48). Debemosentender,por tanto, que el hechosustantivoes la teenociencia,siendola postmodernidadunade susfilosofiasposibles;queello explicael interésdel ponentepor centrarla atenciónen latecnocíenemacomoaquelloqueocupael espaciohistórico de nuestracontem-poraneidadcientífica;y quede ahí se desprendesuestrategiadejuzgara lapostmodernidadenrazónde su“validez” o, aúnmássimplemente,de su “uti-lidad” para el estudiode la teenociencia,y sólo así. Es palmario que esteplanteamientoreduceab ovo el mareode nuestrodebate:tanto quesi, en vezde mantenernosen estasopinionesrecién transcritas,las estrechamosunpoco más,conformea lo que Echeverríasostieneen su tesis i —o sea,con-forme a la afirmaciónde que «el término teenociencia»ha de usarsecomo«equivalente,en mi acepción,al de ciencia postmoderna»(pág. Sí)—, ya lohemosacabado,el debatequiero decir, en realidad. Como ciertamentenotenemosporquésuponerque Echeverríaincurraen contradicciónal aseverarquela postmodernidadconstituyesólo una posible,y en ciertamedidacriti-cable,filosofía de la ciencia,y quela teenociencia,de laqueesamedidacri-ticabletoma causa,es,contodo, lamisma cienciapostmoderna,lanecesidadde conciliarestosdos puntosde vistalleva aconcluir otra vez—de nuevootravez, aunqueahorade un modo explicito— queél manejaunaconcepciónúni-camentehistórica de lapostmodcrnidnd,en cuyavirttmd ésta debeentendersecomoun tiempo, el nuestro;la teenociencia,comosu episteme dominanteenel ámbito de la prácticacientífica; y la asi llamadafilosofía postmoderna,comouna de susposibles lecturas, por ello mismonecesariamenteexpuestaal conflicto de las interpretaciones.Puestoque,en todocaso, la teenocienciaemerge,por un procesogradual,de la cienciamoderna,con la queaún con-vive en muchosaspectos(tesis IV), la continuidadhistóricaentreunay [email protected]&y.por..su..parte.pw~stequcst estudieconílevala’acepta~ción de que es precisorecurrira criterios distintos—en ocasionesderivados,en ocasionescontrapuestos—a los que son propios de la ciencia moderna(tesis 11-111), de ahí que seapertinentejuzgarla posición epistemológicadeEcheverríacomodeseripcionistao próximaal descripeionismo.

Me referiré en seguidaa lasconsecuenciasqueestatomade posturatieneparael debateque nos reúne.Pero,concarácterprevio, creoobligadoadver-tir que laestrategiade identificarla teenocienciacon lacienciapostmodernay, a partirde ahí, de analizarelpensamientopostmodernodeacuerdoa lo quees válido o útil parael estudiode la teenociencia,no puede,en mi opinión,másquellevar a equívocosnotoriosy, quizástambién,aunapeticiónde prin-

No despuéssino distinto >43

cipio. No entraréen la imputaciónde anacronismoqueEcheverríadirige a la«concepciónlingéistica»de la ciencia,defendida,segúnél, por Lyotard. Lomásprobable es que tengarazónen el aspectobásicode su argumento,pormás que personalmenteno estoyseguro de queresultetan sencillo salir delámbitodel lenguaje,si, en vez de unaconcepciónsemántica en filosofia dela ciencia. se aplica unaconcepciónpragmática, parala que el significadoconnotausosy éstostraducenprácticassociales(de intervencióny no sólo deconocimiento).Porque el problemano es,naturalmente,si las bombasdeHiroshima y Nagasakison reduciblesa juegosde lenguaje,sino si podemosentenderladobleacciónqueconlíevafijar su mecanismotecnológicoy deci-dir dispararlas,al margendel cuadrode inteligibilidad queofrece lagenealo-gía de los conceptosy valoresimplicadosen esadobleacción,tal comoéstosse hallan establecidosen la construcciónsocial del lenguaje28.Pero sea deesto lo que fuere, que ahoranos llevaría muy lejos dc nuestroasunto, loimportanteesque, apartirde esacrítica, Echeverríaelaborauna«objecióndepeso»contralo que Lyotard dice acercade los relatos ... que,hastadondeyoconozco,no respondeaningunaafirmaciónsostenidaporLyotard. Estaobje-cton se ofrece bajounaprimera fórmula,que se limita a trasladarllanamen-te la estrategiaqueya he explicado: como la tecnociencia«mantienevigen-tes grandisimosrelatos»(talescomo la teoria darwinistade la evolución,elinformacionismo,la cosmologíadel Rig-Bang,etc.) y como la teenocienciaocupaen plenitud el espaciohistóricode la postniodernidad,se refuta deestemodo a «aquellosautoresque caracterizanla ciencia postmodernapor laausenciade grandesrelatos»(pág.51>. Bien, este argumentoes obviamente

25 J. Echeverriasigueenestepunto,si yo no me equivoco,la posiciónde lan Hacking,para quienel error fundamentaldelas epistemologiasal miso (al menos,hastabienentradoslos’años80> ha sido siempm’e considerarlos aspectosúnicamenteteórico.” de la ciencia,con fla-granteoh ido no y sólo, o nu ya tamito, de su dimensiónpráctica. cuantodesu capacidaddeintcry¿ ‘u orn sobroel mundo.Desdeestepuntode vista 1 lack¡ngadvierteque«latendenciaareempímr ls oh rvacionespor entidadeslingilisticas (...) persisteentoda la filosoija con-temporam]oa»,poroque, en rigor, <experimenrarno es enunciaro informuar. sino hacer,y hacercon aleo dmst mnto quepalabras»(cf Represcntin,g¿mdhmtervening:lnlrodm,ctorv Topics in timePlñIo.sopln o~ \aoo’o/&‘ic;mce, Camnbridge, Univ. Press,1983, respeemivamenmePP. 180 y 173:veasedo 1 Lobos erria. que cita estosdosmismostextos,Filo so/¡a dc la Ciencia,Madrid,Akal,1995, pp. 32-39>. Sin embargo. y aunqueseasólo en lo quero’spectaadatosmuy elementalesde la historiografmatilosófica (enparticularde la filosolia analítica>,estaopinión de 1 lackingesdificilmente sostenible:choca,desdeluego, con lo quepodemosobtenerdeunapartede latradiciónanejaal pensamientodel segundoWittgenstcin, asícomocnn moda la 1 item’atrmraqueprocededeAust mm.

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circular—unapetítioprincipii, comoya he dicho—, puestoque no hay por quéconceder,de suyo, la identidadentre teenocienciay ciencia postmoderna.Másaún,si no lo hacemos,elargumentopruebaigualmenteen contrario:esasí quela cienciapostmodernarecusalos grandesrelatosy quela teenoemen-cia los mantiene,luego la teenocienciano es la ciencia postmoderna.Contodo, sorprendentemente,la misma«objeciónde peso»adoptaunasegundafórmula, que invierte casi en su literalidad el sentido de la primera:Echeverríaimpugnaahorael punto de vista lyotardiano,diciendoque«gra-cias ala reducciónlingúistica[del conceptode ciencia],puedecontraponerelsabercientífico a los relatos,que serian,paraLyotard, lagran alternativaalconocimientocientifico»29.No creoqueningunade estasdos afirmaciones—o sea,que algúnpensadorafirme que existe una «cienciapostmoderna»caracterizadapor la ausenciade relatos o que los relatos constituyanunaalternativaal conocimientocientífico- pueda documentarse.Pero tampococoncedomayor importanciaa este punto. Lo queme interesade él es quehacepatentela incomodidaden quelanoción de relatocolocaa las actitudesdescripeionistasenfilosofíade laciencia,comola queme parecequesostie-neJavierEcheverría.Pues,mientrasqueelnormativismositúa,sinrepararenello, un canonhistórico en el interior dc la idealidad,el descripcionismosuponejustamentela toma de consciencia—absolutao relativamentehablan-do— del carácterhistóricode los contextosdejustificación. Estoes,en defi-nitiva, al margende mayoresprecisiones,lo quevienea introducir el recursoa lanocióndeparadigma.Pero,en esahipótesis,lapropia inmanenciade losparadigmas,la imposibilidadde salirde ellos —de liberar, comolo he soste-nido aquí,el espaciode la reflexión- hacedel relato un conceptoembarazo-so, difícil de comprender,porquedifmeil es,supuestasestasbases,de locali-zary evaluar.

29 Paraasombromío, J. Echeverríahasuprimido todaestapartedesu ponenciaen el texto

publicadopor la FundaciónMarch; y constatoquetambiénha llevado acabootraspequeñasmodificaciones,detodaslascualesno hemostenido constancia,obviamente,quienesestába-mos encargadosde responderle,ya quesólo tuvimos (y yo, al menos,sigo teniendo)el origi-nal mecanografiado.Si la enterasupresióndelpárrafoaquemcrefiero suponealgunaformadeconformidadconmis objeciones va queél sítuvo accesoal escritoqueahorapublico, porla simplerazóndeque selo mandamostantolo FundaciónMarch como yo mismo—, 110 tengonadaquereprocharte,puesno setrataaquí de llevar razónsino dehacerjusticia al temaquedebatimos.Con todo, algunaexplicacióndeestebrusco ‘delete’, asicomodelas otrasvartan-tesde su texto, habríasido quizásde esperar.Me ocuparé(aunquebrevemente)dc estepuntoen mi futura respuestaala contestaciónquehadadoa mi escritoenel Cuadernoahorapubli-codo.

No despuéssino distinto 145

Desdeluego, Lyotardno se pronunciasobre si hay unaciencia sin rela-tos, ni tampocodice, menosaún, quelos relatosconstituyanunaalternativaal conocimientocientífico30.Afirma quela modernidadseapoya,comocuí-tigra, sobrela legitimación de un gran relato - el relato del control de la his-toria, del quehemoshabladoyapor extensoen estaspáginas . quese mate-ríalíza, sin duda, en diversasnarraciones,pero cuyosdos modelosmásrele-vantesson aquellosque tienen como soportela confianza,respectivamente,en la aulonom,a de la libertad y en laobjetividad de la ciencia. No tenemospor quéentraraquí en el análisisconcretode estosdos modelos. Pero,porcenírnossólo a un punto centraldel segundo,su mismoplanteamientoprue-ba que la intenciónde Lyotard (o, genéricamente,de la filosofia postmoder-na) no es producirunaalternativaentrecienciay relato,sino, exactamentealcontrario,sentarla tesisde que la autocomprensiónmodernade la cíenemacomporta.ella también,un relato de legitimación; que tal relato no es, endefinitiva, sino el mismoqueampara,en su conjunto,ala modernidad,al quecontribuyeesencialmenteen forma de suministrarlematerialesjustificadoresde carácterideológico; y que esto lo hace,no sólo sin saberlo,sino bajo laconvmccióndc que, al llevarlo a cabo,sc alejaprecisamentedel modo comose producenlos relatos.Estaposición del pensamientopostmodernocierra,como se ve. con una respuestaafirmativa, la preguntaque antes,en mi diá-logo con SánchezRon, dejé planteadacomo núcleo de nuestrodebate: lapostmodernidadconsidera,efectivamente,que la imagen que la cienciamodernatienede sí mismay con la que buscasentarplazaen el imaginariocolectivoconstituyeel baluartebásico (seguramenteel más firme) del relatode la modernidad.Peroentonces,y de caraotra vez a las consideracionesdeEcheverría,la cuestiónno es si hay una cienciapostmodernasin relatoso sílos relatospuedenservirde alternativaa laciencia.La cuestiónes si la cien-cia modernase elaboraen verdadconformea unapragmútica que cree elu-

Echeverriaconfundeaquí,creo, la nociónderelatocon la defensaquetyotardhacedela paralogía;pues,ciertamente,en la medidaenquela críticadelos relatoslegitimadorescimm-pie su papel de liberar a la investigacióncientíficade sus presupuestosde imnidad y universa-lidad metodológica.el ‘esultadoesel surgimientodejuegospluralesde lenguaje.queconste-lanestm’ategiasteóricasy prácticasdiferenciadas,cadaImna dc lascualesproducesus nlecanms-m~usde legitimación (51,5 relatos), aunqueahorasólo en el ámbito epistémicoy valorativodcsus produccionespropias. L.a alternativano es, pues.ciencia/relatos,sino Ciencia/cienciasoanmbiénRehmto/relatos.Cf.. paratodo estepunto, 1 YOTA RD. La t’ond ¡,o.si.. cd. oit.. cap. 14

pas.si,wDe lasdilicultadesaqueda lugar la concepciómlde Lyotard.algo digo. detodosmodos,lmn poco násahajocii el parágrafo8 (leí texto.

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dir, falsamente,la condición de relato,reforzandoconello lapropiaconcep-ctónnarrativa, lineal, de lahistoria. En la formaen queLyotarddesarrollasuanálisis,el perfil aporéticode esteproblemase formula contodaexactitud.Pues,ciertamente,mientrasqueen el modelode la narraciónel narradory eldestinatariode su mensaje(el narratario, segúnel neologismolyotardiano)se sitúanen el mismonivel, en el sentidodequeel narratarioni tieneporquéreconocerningunaespecialcompetenciaal narradorni tampocoestáexclui-do de ocuparla función de este último, incluso si su particularmaneraderepetirla narraciónintroducemuchasnovedades,en cl modelocientifico, encambio, la competenciaestá reservadaen exclusivaal quecumple el rol deenunciador,sin que el destinatariodel mensajepuedaintroducir variantealgunani la repeticióntengaotro valorqueel puramentedidáctico31.Frentea la narración,pues,que se mantieneen un plano (relativamente)libre, einclusofrentea la filosofía, cuyosdiscursoslegitimadorespresentannotablesvariantes,por lo comúnsometidasa polémica,el discursocientífico se ofre-cebajo estrictascondicionesnormadasque lo haceninmune a estaclasedefenómenos.Sin embargo,¿dejapor ello de serun relato,el mismo relato?

El puntode partidade Lyotardes queel sabercientífico «exigeel aisla-mientode unjuegode lenguaje,eldenotativo,y laexclusiónde los demás»32.Con independenciade queestacaracterización,segúnvimosantes,seainsu-ficiente,en todocasopresuponequeun tal juegoes,al menos,posible;o sea,quehayunaclasede enunciados,cuyosreferentessejuzgan sólo porsu fun-ción de verdado, lo quees lo mismo,por su capacidadde referirestadosdecosasverificablesmás allá deellos en tanto que referentes.Es dc estapre-sunción (necesaria,aunqueab ovo resulteexigua) de dondenaceel argu-mentode Lyotard. Porqueél no dice que estapropiedadagoteel análisisdela ciencia; dice, al contrario,que, si unatal propiedaddenotativacalifica laclasedejuegode lenguajequecorrespondea la ciencia,su solamenciónnobastapara calificar a su vez, todo lo que comportael saber cientifico.Ademásdehaceruso de talesreferentes,hayquepodercomprenderlos,o sea,hay que estaren condicionesde reproducirlosy, eventualmente,tambiéndeproducirlos.Hay, en suma,quesersai-ant, antesquescientifique. Estenuevorequisitodetallaciertamente(al mismotiempo quedelimita)laclasedejuegolingúísticosobreel quese funda la ciencia; pues lo que se dice ahorano esquehay sabercientífico si «se puedenpronunciarenunciadosverificables»,

~ (1 La toad. postmod.,cd.cit,, pp. 49 y 5432 Ibid.. p. 53.

No despuéssino distinto 147

smno «si se puedenpronunciarenunciadosverificablescon respecto a refe-rentes accesibles a los expertos»33. Ahorabien,unatal condición,a saber,lade la accesibilidad,la del reconocimientopor los expertosde clasesdetermí-nadasdc enunciados,no remite ya asu propiedaddenotativa,sino a otra pro-piedaddiferente,no subsumibleen aquélla.que, en rigor, hade pensarseentanto quederivadade su forma (o de su fuerza) argumental. Un enunciadocientíficodebe poderpersuadira lacomunidadcientífica,de acuerdocon losusoso convencionesvigentesa propósitode lo quees aceptablecomorazo-namientoo comoprueba,o, lo quees lo mismo, a propósitode lo quedeante-m’nano se juzgaque es quecumple y exigecumplir— el standard de lacien-cia. Sin estaformaquelos enunciadosdeben exhibir, no cabequese les reco-

nozcaen el mareodel sabercientí lico. Perosi tal formano dependede la pro-piedaddenotativa¿cuálesentoncessucriterio? ¿Dedóndeprocedesu pres—

9cripcion.

A juicio de Lyotard, estadimensiónprescriptiva de los referentestieneunaprimeraconsecuenciageneral:estructurael juegode lacienciaconformea un esquemade temporalidad diacrónica. Lo que sc sigue (le que la formade los referentestengaestecarácternecesarmamenteprescriptivoes, en efec-to. que los enunciadoscientificos no recibensu validez de lo que inlorman,sino del modo coino se sometena las reglas experimentos,pruebas.argu-mentaciones--bajo las cuales se detennínasu verificabilidad. 1-o que unenunciadoinforma es siempreprovisional, nuncaestádel todo a salvode lafalsaciony. por tanto, del abandonopor otro enunciado.Consecuentemente,lo queorganizael juegode la ciencia es esteritmo obvio es decirque varma-ble en la substituciónde unos enunciadospor otros. El que propone unenunciadocientífico ~píarda memoria (=tiempo pasado)de los enunciadosanterioresa pm’opósito del mismo referente;.1 uzga que puede cambiarlos oincluso reíútarlos e diempo presente>confornie a las reglasque definenlaspre...’cripcionesde la ciencia;y sólo entoncesda <túrma a su provecto (<-tiem-po futuro), o sea,produceun nuevoenunciado,cuyacondiciónes quedifie-re de los enunciadosanterioresy, no obstante,sigue ateniéndosea la formaprescriptivade un enunciadocientífico, aunqueahoracon mayor rectitud o,dichode otro modo,en unaforma quees o que se suponequetermninarásien-do másconvincentea la comunidadde los expertos.Este ritmo, estatempo-ralidad diacrónicct en que se articula la produccióncientíficase guía, pues.por el criterio de que cada nuevoavanceproveeo generaenunciadosmas

Ibid. p. 54.

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ajustados,másacordesa unassupuestasexigenciasdel standard científico.Peroes aquíjustamentedondesurgeel problemaquenosocupa.Porque,con-siderandoqueesascondicionesson estrictamenteidealesy, porello, no suje-tas al tiempo,en realidadsólo sedescubreny fijan por mediode aquelavan-cemismoen quela distensióntemporalinmanentea la investigacióncientí-fica quedaobjetivada.Es necesarioque el queproponeun enunciadotengacontrol sobreesa distensióntemporal.O sea: es necesarioquesepa cómosearticulael ritmo entreel pasadoy cl futuro quesuenunciadoponede mani-fiesto y, también,cuál es el sentidoen quesu avance(cadanuevoavance,cadapunto asintóticodel progresodel conocimiento)traduce,depm.mrándolos,requisitosqueno son lossuyostemporales,sinolosidealesdela ciencia.Perola cuestiónes queestesaber no respondeya alcarácterprescriptivoquerigela verificabilidad. En rigor, no se ajustaa ningunaesquemade verificaciónposible,puestoqueni produceenunciadosfalsablesni aquellosque producepodríanser substituidospor otros enunciadosdiferentes.Tratándosede unsaber que se ocupade acontecimientos—de su estructuratemporal y de sudespliegueprogresivo—,suúnico criterio residemásbienen la aplicacióndelosmecanismospváctico-operatoriosde laconcienciasocialehistórica,pues-to quees,en definitiva, de la recepción,de la toma de posturaanteenuncIa-dos anterioresapropósitodeun misínoreferentede dondeúnicamenteobtie-ne las pautasconquepodermedir la novedadde los nuevosenunciadosy asiconsiderarloscomoavances.Peroentonces,su naturalezaes y no puedemásqueserla de un relato. Y, en esahipótesis,se desembocaen unasituaciónenlaque«el sabercientífico no puedesabery hacersaberlo quees eí verdade-ro sabersin recurriral otro saber,el relato,queparaél es el no-saber,a faltadcl cual estáobligadoapresuponersepor sí mismoy a caeren aquello quecondena:lapeticiónde principio, el prejuicio»34.

Así, pues,el sabercientíficocree poderproducirsebajopresupuestosdis-tintos del relato,pero,en rigor, tiene a la baseun relato: un relato que invo-lucra unaconcepcióndeterminadade la historia, la cual, a su vez, en modoalgunopuedeser objeto del sabercientífico. Esto es, en definitiva, lo queLyotardquierehacerpatente,asi comolo quedeello se deduce;o sea: la fun-ción ideológica del olvido de estehechoo, a la inversa,la función deslegiti-madora quesudenunciahaceposiblede caraacualquierforma de organiza-emón socialdel poderentorno alaciencia.Porqueno hayquellamarsea enga-ño en estepunto.Todavezquela fundamentaciónde la cienciase halla situa-

¡‘lo despuéssino distinto 149

dasobrela legitimidadprescriptivaqueestructurael valordel relato —lajuris-dicción de la comunidadde los expertos,el carácterdemarcadorde losstan-dards científicos,el dominio de ladistensióntemporalquereconoceo exclu-ye las novedades-, el problemade cuál es su naturalezacomoactividadteó-rica y práctica,comovehículode investigaciónpurao de producciónde tec-nología,no puedeya plantearseseparadamentedel problemade quéo quiéndeterminay controla cl relato que arbitra la justificación de su saberA mijuicio, es pocodudosoque,si sc aceptaesteanálisis,su función deslegitima-dora, no ya de la epistemologíanormativista,sino también,centralmente, detodo descripcionismoen filosofia de la ciencia,resultainapelable.Porquelasustanciadel descripcionismoconsisteen presentarcomoun eventohistóri-co, comoun estadoobjetivo, ineludible,de las cosas,lo quemeramenteresul-ta de la función narrativacon queel relato disponey asignasignificaciónalos hechosquereconocecomosuyos.Ahora bien,en lamedidaen queel rela-to ocupa la posiciónde la historia, y no en el territorio de la idealidad,sinoen el espacioconcreto,contingente,de los hechos—en el espaciodel ahora,de cadaahoraobjetivadode estemodo ,el relato sevuelveopaco,puestoquese identifica con la historia misma; se tornaincapazde cualquierdistancia-mientocrítico, puestoquetoda crítica se trasladaa unanuevasituaciónhis-tórica. El descripcionismoexpresaen forma más estricta, mnás conscientetambién,el relatode la modernidad.Estaobjeciónvale paraKuhn; creoque,enalgún respectoqueno puedoexplicitaraquí,paraalgunosanálisisdel pro-Pío Foucault;y desde luegopara las consideracionessobre la teenoemencíaquenoshaofrecidoEcheverría.Causaalgunaturbaciónque,comounacarac-terísticade la teenociencia(¿unacaracterísticasólo sociológicao tambiénepistémica?),se hable de «poderdominanteen las sociedadesmásavanza-das»,dc «conocimientoy práctica[que]tiendenadevenirsecretos»,de «ins-trumentode dominio y transformaciónde la naturalezay las sociedades»,decontrol, en fin, por «determinadosgrupossocialestransnacionales(...) queobtienengrandesbeneficios»(cf, para todas estascitas, pág. 54). Pero.entiéndasebien,causaturbación,no porquetodasestascosasno seanverdad,sino porquese presentenasí,comopropiasde la ciencia,o mejol’, del estadoen quese halla la ciencia,a la que,paradistinguirla dc otros estadosanterio-res. sc le otorgacl calificativo de postmoderna.Ciertamente,desdela orillade los pensadorespostmodernos,las cosasse vende muy distinto modo: entanto en cuantoestadescripciónpresuponela continuidadde la historia, lasaturacióndel espaciode la pluralidad, la teenocienciase ve, en efecto, nocomnociencia postmoderna.sino como la ciencia quesólo puedecorrespon-

150 Quintín Racionero

der a la hipersestesia—al estadode «extremaunción», dice Baudrillard enL’illusion du/2n35— de la lógicade laultramodernidad.Perono setrataaqui,claro es, de disputarpor los nombres.Lo queestoquieredecir,en resumen,esqueno hay, en sentido sustantivo, ninguna «ciencia postmoderna» vsi unaconsideración postmoderna del saber científico. Una consideraciónque noes.en todo caso,sino un llamamientoa pensarla ciencia—como Ja literatura,como el arte, comocualquierproducciónquehablade la realidado que conella tienequever— en la forma quesugeríantes:con unaactituddistinta, conun modelo diferentede cultu,-a.

8Es horayadeterminaresteescrito,cuyaextensiónhacetiempoqueresul-

ta excesiva.En descargodc estoúltimo cabedecirque el debateal queres-pondecomportaunacuestióncentral, tal vezunade las de mayorrelevanciaparala filosofia de nuestraépoca,y quela seriedadde las contribucionesdemis colegasno hacíaposible otra conducta,parahacerjusticiaa su mérito,queunadiscusióna fondo. De todasformas,aúntengoquepedirunosmmnu-tosparasacaralgunasconclusiones,sinlas cualespodria parecerquelapost-modernidadse agotaen su dimensióncrítica, sin ofrecera cambio másquevagaspromesas.De un tópico, el másinsidiosoe insistente,creoquecuantollevo dicho tendriaque liberarla. Es un tópico no desdeñable,porque nobuscatanto poneren solfa el pensamientopostmoderno,cuantosalvar losmueblesde unamodernidaddispuestaa dar zarpazos:el tópico deunapost-modernidadhechadc mixturas,de mezcolanzaseclécticasy estrantóticas,en cuyaconfusióndominan,apartesiguales,el conservadurismoy el kitsch.Queen la emergenciade lo plural, cl mestizajese conviertaen un fenómenodominantede cultura,es un resultadoobligatorio queno admitetrivializaciónposible.Puedeno gustar,por ejemplo,quela mayoraudienciade gagsta rap—esa musícade negrosque hablande la violenciay miseriade sus barrios—esté formada por los wiggers’, los millones de muchachosblancosde clasemedia,paralos queel grito 1 wannabe white niggers, «quieroserun blanco-negro»,expresaconenergíael cansanciodel consumismoamericano.Puedeno gustar, ya digo. Pero ¿porqué molestatanto, si no es porque en cadafenómenode estaclasese percibeunahondaamenazaal ordenvigente, que

1> Cl’? La ilusión de/fin (1992), Barcelona.Amiagrama.1993, pp. 52—55.

No despuéssino distinto 1 5 1

porprimera vez no derivade un enemigoexterior, sino del interior de nues-trassociedades36?

De cualquierforma, la insidia del kitsch apenases nadaen comparacióncon el reprochede conservadurismo,sobretodoporqueesteúltimo se dirigecontrala voluntadde no conservar másunafilosofia de la emancipaciónqueduraya demasiadosin que sus consecuenciassc avistenpor ningunaparte.Pequeñastribus muy ricas, muy poderosas,cuyos ideales de vida —doscoches,dos casas,calefacciónpor gas,aire acondicionado,decenasde elec-trodon’iésticos-agotarían,si se globalizaran,las reservasdel planetaen ape-nasctncomeses(hoy conocemosconbastanteprecisiónel dato),juran porsuhonor estarinteresadasen que esa propuestaemancipatoriase extiendaatodas las otras tribus, mientrastanto cadavez más ampliasy mnás pobres...Sabemosque mentimnos,aunquenadie quiera hablar de ello confranqueza.Peroes cl colmo que decirlo, que situarseal margende ese discursomenti-

deba pagar el precio de una acusaciónde conservadurismo.Stuartroso,Woolgar.uno de los sociólogosdc la ciencia másvinculadosa lo que vieneidentificándosecon la postmodernidad,explicanitidamente,en su brillanteSelence: 0w verv idea (1986). cuál es el núcleodel problema.En un mundoen el quelaconcienciasocialha invertidoya la relaciónclásicaentrela repre-sentacióny el objeto, siendola representaciónquien da lugar al objeto y noal contrario,ningunafilosofia de la cienciamereceesenombresi no se pre-guntaen qué forma el mundonatural,del quecreehablarlaciencia,traduceelentramadosocialcontingentequeforma su representación,y si no estú dis-puesta a discutir esa representación37. Porque este es el caso,desdeluego.

36 Lo que podríamosdenominarla «reversióndel mestizaje» el hechoindiscutibledc quelas formasmestizasde culturaempiecena presentarseen las sociedadesavanzadascon e]m sino valor critico y reivindicativoquetienen(y hantenido tradicionalmente)en las socie-dadesdc los llamados segundoy tercermundos expresaconplenanitidez, meparece,la difi-cultadde asimilar los dos tópicos del kitsch y el conservadurismi~oa fin deatribuirselosa lacimititia postmnodem’na.Porque,bien m-nirado. ¿quépodemoshacersi la revolución no sigueloscaucesclásicos,los prevismospor la buenaconcienciaprogresista,el] cl Méjico de los zapatís-taso en eí Imán dc lomeiní’? (‘un todo, no va aser posibleseguirhabitandola contradicción:no va a concedém’semiosn,uchomástiempoquesaludemosla ftmerza revolmicionariade aqrme]los,nodi it’endi de lassociedadesexóticasqime. cml cambio,hemosdecididocalificarcorno invo—luciom]istas cml las nmestrasprupias.

Cito por la versióncastellanade E, Aibar, S. WOOL{IíAR. Ciencia: abriendolo cajonegro, Barcelona,Anthropros,1991 , pág. 99, (Comnose ve, estaversióncastellanaha almeradoci titulo dc la obra inglesa,proponiendocomotitulo generalel del mercerode los trabalosreco-gidoscm, 21 ~‘olúniem,

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Hablamosde sociología,de economía,de cienciasfisicas o químicas,y bajola capade la ciencia legitimamos intereses,visiones del mundo, imágenes,que no forman partedel mundonatural, sino del estadode las cosasqueestructurala realidadde nuestrassociedades.¿Habráquerecordaraquicómolos acuerdosde Maastrich,antesde imponerseen la Europacomunitaria,sehaninvestidodeunatal pretensiónde cientificidadeconómicay sociológicaque han hecho imposible toda búsquedaalternativa,exactamentecomo sí,fuera de ellos, se abrierala irracionalidady el caos’? ¿Habráque recordaraquí,másaún,cómoen paisescomoEspañaciertaprensay cierta izquierda(causapasmoavecesla laxitud del lenguaje)hanllevadolas cosastan lejoscomo para convertir en ridícula o infame la posibilidadde que la propiaizquierdadiscutasobre este asunto?Claro que, puestosya a recordar, sialguien examinaen serio el estadode la investigaciónpura y aplicadadenuestrotiempo, no ya sólo el planning de su prioridadese inversiones,sinotambién la función social de suscertidumbres,¿podráseguirafirmandoeldoblemito del progresoideal o de la inevitabilidad de la historia?Y, si res-pondeque sí, ¿pretenderáencimacontarcon la complicidadde un pensa-mientopostmoderno,que, libre ya dc excentricidadesy trashaberrenuncia-do a todadiscusión,dé un pacíficonombrea nuestraépoca?

Todo lo quehepretendidodecirenestaspáginasse reducea esto sólo: lapostmodernidadno atentacontrala investigacióncientífica,sinocontra el rolque, inconscientemente,hacede la ciencia un instrumentodel poder; por lotanto, la postmodernidadno es identificablecon la representaciónhistóricaque produceel estadoactual de las cosas,sino que presuponeun modo demirarquetranstorna,quecontradiceesarepresentación.Caray cruz de unamonedaúnica, los malentendidosque introduce la obstinaciónen ignorarestasdos negacionesno son desdichadamenteneutrales:vienena ocuparunhuecoquede antemanosabenvacío, peroal queno quierendejarlibre. Queestévacioes, sinduda,una condiciónajustadaa las metáforasdel tráfico: setrata de que circule aquello que determinaen cada ocasiónqué debemosinvestigar,cómoy por qué;el poder queconstruyelos standards prescripti-vos de laciencia(y no sólo de ella); el puro valorde cambiodel Capital.Pero,al contrario,queestélibre es unacondiciónquelaboraa favor de la ciencia,por másquenos obligue a discusionesturbias,a la penetraciónde múltiplesperspectivas,a lapragmática(o sea,a lapolémica)de unapluralidadde pres-cripeiones.Se comprendebien que es muchoel dinero que hay que invertiren cienciacomoparadejarqueel control de la investigacióny de laproduc-ción tecnológicase haga cargo de esta pragmática sucia. Pero, por ello

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mismo, no hay quedarmuchasvueltasaestepunto: lapostmodernidadesmm-maginablesin unacrítica al capitalismo,tal comohoy se da, en su fase deproducciónpostindustrial.Lo dije alprincipio deestaspáginas,mostrandomiacuerdocon Javier Echeverría.Lo queno comprendoes por qué él afirmaque«los teóricosde la postmodernidad(...) no hablanjamásde producciónpostcapitalista»(pág. 49). En realidadno hablande otra cosa.Y, a mayorabundamiento,hablar de ello esjustamenteel motivo dequepuedanreferir-se a otra condicion, de quepuedanreclamarotra cultura.

Estaculturaapenasha cobradoaúnconsciencia;todoestápor hacer.A lolargode estaexposiciónhe manejadola literaturapostmodernadequeya dis-ponemos,porqueel debatetiene quetenerun guión quelo hagaverosimil.Pero las grandespalabrasde esta otra cultura, las grandespalabrasparalasqueni siquiera seráprecisou oportunoel nombreincierto de la postmoder-nidad,estánen granmedidapordecir La reivindicaciónquehaceLyotarddelospequeñosrelatos,de las tradicionesmodestasy domésticas,sobrelasquepuedeatisbarseunaconsideraciónparalógicadel sabercientífico35,ofreceuncamino introductorio, cuyo mérito es creo que sólo- el que muestramuybien que la ropa interior del gran consensohaberniasianono está del todolimpia. Por su parte.la posturade Rorty en favor de una racionalidadpoéti-ca, más flexible y diversificadoraque la racionalidad modeladapor laIlustración,y en laque quela propiacienciahabráde encontrarmotivosparasalir de la «borrosidad»(Jhzziness)39 en que sc halla, abrevías nadadesde-ñablesa un procesode reescriturade los idealescientificos que,sin pérdidade suscreencias,permitasubsanarsusevidentesdeficits culturales;perodejaen el aire la preguntasobrecómo esaracionalidadpoéticapuedeserobjetode comunicaciónintcrsubjetivay, de no serasi, si no devendráa suvez sus-ceptiblede dominio. La cuestiónprincipal es ésta,en todo caso.Y, por ello,ini convicción es que la postmodernidadtendráque dirimirse en un mareometapolitíco, puestoque no es en el plano de las conviccionesdel conocm-miento, sino en el de la voluntadde poderdondeestimoquesu funciónpolé-

35 Ct’? Lo cond post., cd. cit,. cap. 14. Véaselo quea esterespectohe dicho .s’upro enla

n. 29(‘II «Scienceas Solidarity». en OlfiecÚviii’, Re/ativi.s’n¡ c¿nd Ricoh, Cambridge,tJniv.

Press,pág. 44. El términohahechofortunaentrelos historiadoresde la cienciamásapegadosa la etnomnetc>clologia~así,porejemplo:I. Thuillier ti utiliza enDc .4,’qu¿rncdcva E/nr/cia. Las<cao.’ oceNasdetu invencióncientífico ti 9~8), Madrid,Alianza, 1990, paraestablecereí des—thseentrelas teoriasy los hechos,un desfaseéstequesiempreseproducea jóvor de las’ teo-rio.”. aunqueparadóí’ieamenteen nonmbrede/o.” hechos,

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mica puederendir frutos. Esto sugierefuertementequeel influjo de lapost-modernidadsobrela cienciatieneya delimitadosuespaciopropio,en cuyascoordenadasno se dibuja tanto —ya anteslo he dicho— un modelo de substi-tución, cuantounaestrategiade intervenciónsobrelos supuestosperformati-vosde las teoríascientíficasy sobreel papelde susagentesmateriales.De loque se trata, en resumen,es de recuperar elpunto de vista de la realidad,liberandode todo dominio históricoel lugarde la reflexión;y esta es,al finy al cabo, unademandaque la ciencia ha dirigido de una maneraconstantecontra los esfuerzosde la filosofia modernapor radicarla fundamentacióndel saberen el paradigmahumano,demasiadohumanode la concienciasub-jetiva. En un pasajede la Conversación con Caruso (que mne recordabahacepocomi buen amigo CarlosFernándezLiria), ClaudeLevy-Strausssubrayaestepunto con la solemnidadpropia de quiense atienea unalargatradiciónepistémica.Cuandoaquél quiere introducir el sujeto de toda reflexión -elcogito de Descartes,el le?> den/ce de Kant, el Geist de Hegel—, eí viejo antro-pólogole interrumpediciendo:«soyun científico, soyun teólogo (...) Soy unteólogo,porqueconsideroquelo importanteno es el punto de vistadel hom-bre,sino de Dios,o bientrato de comprendera los hombresy almundocomosi estuvieratotalmentefuerade ellos»4t>,

La metáforade Dios hacepalpableaquí, no hayque decirlo, el caráctertranscendentede las teoriascientificas respectode los interesesparticularesde los hombres,sólo dc cuya superacióncabeesperarque se produzcalapatencia,la donaciónde sí de lo real; y no creoinoportunotraera lamemo-ria que esa mismametáfora—no otra, ni probablementeutilizadaen ningúnotro sentido--es la querige tambiénla propuestapostmodernaquevincula ladisolucióndel sujetocon el reconocimientode la sacralidadde la naturaleza.Mucho másno puedeextenderseestaanalogía,sin embargo.En el horizontedel pluralismo ontológico que la postmodernidaddibuja, no es imaginable,desdeluego, quela liberacióndel lugar de la reflexión puedaproducirseporesasuertede aristocráticaretiradadel mttndoqueproponeLevy-Strauss.Porunaparte,bajoel doblerequisito dcl rigor epistémicoy del respetoa la dife-renciacultural, me pareceobvio queesaliberaciónno sólo exigeque la refle-xión se mantengaabiertaa unadiversidadde pragmáticasposibles,sino tam-bién, y sobretodo, que se comportecomo un espaciode diálogo. Pero,porotra parte,tal comoestánlas cosas,con un inquilino permanente—y agresi-

40 Existe unaversióncastellanade estaconversaemónen C. LEVI—STRAIJSS, Elogio de

la Antropotogia.BuenosAires, Caldén,1976. El párrafoquecito estáen la pág. SI.

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yo— adueñadodel lugar de la reflexión,no creoqueel cumplimientode estosfines paseahoratanto por que se recupereel punto de vista de la realidad,cuantoporquese reconozcany haganvalersusderechos. Es estadimensiondel problemalaquerecogeel componentemetapolíticode lapostmodernidada queacabode referirme. Pero apenases necesarioadvertirqueun tal com-ponenteno se presentacomo alternativa.smno comocondiciónde posibilidaddel ejerciciode laciencia.En rigor, el único mediodc quelasdiversasprag-máticaspuedandesarrollarseen el plano de igualdada que tenganmerccm-mientoes quese puedanconfrontarcomo perspectmvasmntertraduciblesde unsistemasemiótico universal inagotable;o sea,que tomen cl espaciodc lareflexion como un espaciocomúnreciprocamenterepresentativo,porqueesel espaciopleno, ontológico,de todoslos posibles.Estahipótesis.que bienpodrianmscalificar comoontodicea, es,como se sabe,la hipótesisque rigela ibodicea leibniziana:el postuladode quesólo la realidad de la queDiosconstituyesu metáforaadecuada41- tienepropiamentederechos.Y, portanto,de que sólo su expresiónteórica(confusao clarao distinta,perosuya, no delas instanciasque buscanapropiársela>puedereclamara título ¡urídico elnombrede la cienema.

4’ A esteusometafóricoserefiere,en definitiva, el regresoposírnoderno(por lo comuml,comprendidotandeficientemente)a la sacralidad.comoejede la reivimídicaciónde un cambiodecultura. Es, convieneseñalarlo,unametáforaquecumple eí requisitoaristotélicoestrictodela proporciom]al dad: expresala inversiondeunacultmracentm’adaen el .so¡c’/ot y, por tamíto.pro-ductoradc lmn luego /,u,nanijsio de valores)en thvor de unaculturacentradaen lo real-onwió-gu’o (y, por tanmo, productoraahora(le un juego(le valores caracterizadospor el respemo lapie/as,cie!’tamemlme, perotambiénla ¡u.slúío—.alos atributos propios (le la phv.s’h).