National Geographic Spain 2013-09

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1$7,21$/ *(2*5$3+,& 6(37,(0%5( '( 81 081'2 6,1 +,(/2 .,16+$6$ (6&$/$'$ $17É57,&$ )5$&$62 &$68$5,26 $8675$/,$126 NGENESPANOL.COM | SEPTIEMBRE DE 2013 AVENTURA ANTÁRTICA Las mieles del fracaso Celebramos 125 años de Exploración MAR ARRIBA póster gratis Una cartografía del deshielo CÓMO ESTÁN CAMBIANDO NUESTRAS COSTAS 0 37634 13674 4 09 ESTADOS UNIDOS 4.95 DLS. PUERTO RICO 3.95 DLS. REP. DOMINICANA $115.00

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NGENESPANOL.COM | SEPTIEMBRE DE 2013

AVENTURAANTÁRTICALas mieles del fracaso

Celebramos 125 años de Exploración

MAR ARRIBApóster gratis

Una cartografía del deshielo

CÓMO ESTÁN CAMBIANDO

NUESTRAS COSTAS

0 37634 13674 4 0 9ESTADOS UNIDOS 4.95 DLS. PUERTO RICO 3.95 DLS.

REP. DOMINICANA $115.00

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44 mm, de PVD negro arenado | Cristal mineral reforzado con revestimiento antirreflejante | Tapa inferior de PVD negro arenado, atornillada | Resistencia al agua: 10 atmósferas Esfera de metal de color negro con placa negra e impresión en blanco | Agujas de níquel con luminova | Día y fecha Cronógrafo Miyota OS11

Correa negra estándar de cuero con costuras negras Hebilla negra de PVD

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VOL. 33 NÚM. 3

SEPTIEMBRE DE 2013

“Decimos a nuestras familias que venimos por el dinero, pero en realidad venimos a escapar”.

página 56

32

R E V I S TA O F I C I A L D E N AT I O N A L G E O G R A P H I C S O C I E T Y

SECCIONESARTÍCULOS

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82

Montañas espacialesLos planetas también las tienen, y hacen ver chico al Everest.Por Luna Shyr

JR: príncipe de las impresiones Desde Cuba hasta Kenia, el au-daz artista expresa ideas políti-cas con sus retratos gigantes.Por Melody Kramer Fotografía de Marco Grob

Mares en ascensoEs inevitable y sin duda será cos-toso, en especial si no nos prepa-ramos. Las ciudades costeras ven el ejemplo de los Países Bajos.Por Tim Folger Fotografías de George Steinmetz

Póster especial:

“Si todo el hielo se derritiera”

Pulso urbano del CongoEl milagro de Kinshasa está en que, entre el caos de esta capital, los artistas sobreviven y prosperan.Por Robert Draper Fotografías de Pascal Maitre

Antártida indómitaLo primero que aprendió el equipo: no te ates a una cometa.Por Freddie Wilkinson Fotografías de Cory Richards

El fracaso es opciónLa historia demuestra que, sin él, no llegaríamos a ninguna parte.Por Hannah Bloch

El gran pájaro australianoEl casuario destaca: mide 1.8 m de altura, pesa más de 50 kg y el padre empolla los huevos.Por Olivia Judson Fotografías de Christian Ziegler

En portada

Si todo el hielo del mundo se derritiera en miles de años, en el escenario más extremo de todos, los científicos calculan que el nivel del mar podría elevarse 66 metros, cubriendo casi toda la Estatua de la Libertad.Ilustración de Nick Kaloterakis

El momentoFlashback

EditorialGuía de supervivencia

Foto del lector

IMÁGENES

MAÑANA• Un swing y una astilla

• Cuestionario del explorador

• Ola de creatividad

• Círculos de hadas

• Pobre pangolín

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ILUSTRACIÓN: NICK KALOTERAKIS

EDITORIAL

La maison en petits cubes (2008), del japonés Kunio Kato, es un corto ani-

mado sobre un pueblo que se encuentra en inundación constante. Un viejo

que vive solo tiene que construir su casa cada vez más alta a medida que

sube el nivel del agua, adaptándose a una nueva realidad que acepta sin

cuestionar. Un mundo acuático con una nueva fisonomía. Después de que

se le cae la pipa por la escotilla abierta hacia los niveles inferiores e inun-

dados de su casa, el viejo se sumerge y se encuentra

con pedazos de su vida anterior y sus recuerdos. Esta

elegante metáfora, que tiene como base la idea de las

mareas crecientes, me recuerda a los habitantes de

Long Island quienes, tras el paso de Sandy, pintaron

una raya para marcar el nivel hasta donde llegó el

agua; o quienes viven en Venecia y ya han adoptado

desde hace décadas un entarimado para la plaza San

Marcos que se inunda anualmente. Y, como ejemplo

aún más cercano, tenemos a los habitantes de Tabas-

co quienes han empezado a construir sobre pilotes

para librar las inundaciones estacionales. En Holanda

la construcción de diques es un asunto de seguridad

nacional. Estamos condenados irreversiblemente a

un mundo mas caliente, lo que acelera el deshielo,

y a niveles del mar que aumentan como consecuencia

de nuestra dependencia a los combustibles fósiles.

Seremos cómplices, si no es que responsables, de la

nueva geografía del mundo. Y, al igual que el protago-

nista del corto, tendremos que aceptar esa realidad

y adaptarnos a ella.

Bajo el MarTendremos que aceptar esa realidad y adaptarnos a ella.

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Inspiración para cuidar el planeta

National Geographic Society fue fundada en Washington, D. C., como institución científica y educativa sin fines de lucro “para el incremento y difusión del conocimiento geográfico”. Desde 1888, la Sociedad ha apoyado más de 9 000 exploraciones y proyectos de investigación, contribuyendo al conocimiento de la Tierra, los mares y los cielos.

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© NATIONAL GEOGRAPHIC. Marca Registrada. Vol. 33 núm. 03 fecha de publicación: septiembre de 2013. Revista mensual, editada y publicada para los distintos países por EDITORIAL TELEVISA, S.A. DE C.V., Av. Vasco de Quiroga N° 2000, Edificio E, Col. Santa Fe, Del. Alvaro Obregón, C.P. 01210, México, D.F., tel. 52-61-26-00, por contrato de licencia celebrado con NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIETY, Washington, D.C. Oficina Internacional de Redacción: Av. Vasco de Quiroga N° 2000, Edificio E, Col. Santa Fe, Del. Alvaro Obregón, C.P. 01210, México, D.F., Tel.: 52-61-26-00 Oficina Internacional de Publicidad: 6355 N.W. 36th. Street, Miami, Florida 33166 U.S.A. Tel: (305) 871-6400. Editor responsable: Francisco Javier Martínez Staines. Impresa por: Reproducciones Fotomecánicas, S.A. de C.V. Democracias 116 Col. San Miguel Amantla, Azcapotzalco, México D.F. C.P. 02700. Tel: 53-54-01-00. INFORMACIÓN SOBRE VENTAS: ESTADOS UNIDOS: ET Publishing International, Inc. 6355 N.W. 36th. Street, Miami, Florida 33166 U.S.A. Tel: (305) 871-6400. Editorial Televisa Puerto Rico, Inc., Calle Diana #29 Amelia Distribution Center Guaynabo, Puerto Rico 00968. Tel. (787) 273-0800. Fax (787) 273-0861. ET Publishing International, Inc. office of publication: 6355 N.W. 36th. Street, Miami, Florida 33166 U.S.A. Suscripciones en USA y Puerto Rico: para servicio al sus-criptor, llamar al 1 800 288-6677 o visítenos en: www.televisapublishing.com. National Geographic en Español (USPS # 021-701). Published monthly by ET Publishing International, Inc., 6355 N.W. 36th. Street, Miami, Florida 33166 USA by permission of NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIETY. Periodicals Postage Paid at Miami, FL 33152, and at additional mailing offices. Annual subscription rate is US$32.00. Price per copy is US$3.95 in the USA and Puerto Rico only. POSTMASTER: Send address changes to National Geographic en Español, Subscription Service Department, P.O. Box 420235, Palm Coast, FL 32142 or by email at: [email protected]. El material editorial que aparece en esta edición es propiedad regis-trada de NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIETY. EDITORIAL TELEVISA S.A. DE C.V. investiga sobre la seriedad de sus anunciantes, pero no se responsabiliza con las ofertas relacionadas por los mismos. Prohibida la reproducción parcial o total del material editorial publicado en esta edición. Edición en español de National Geographic Magazine. Exportada por Editorial Televisa, S.A. de C.V.

National Geographic en Español (ISSN 1665-7764)TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. ALL RIGHTS RESERVED. © Copyright 2013.

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GUÍA DE SUPERVIVENCIA

ILUSTRACIÓN: ISTVAN BANYAI. FOTO: BETTINA HARR

Atrapados Mi equipo se en-contraba estudiando las especies de aves del Himalaya cuando 10 sujetos armados con metralletas llegaron al campamento y nos dijeron: “Vendrán con nosotros”. Por lo general, trabajamos a 3 350 metros de altitud en las montañas pero habíamos descendido para monitorear las aves que viven en elevaciones menores. A los 2 400 metros hay caminos. Si hubiéramos estado más alto, no nos habrían encontrado.

El ejército indio estaba por doquier. Fue a principios de la década de los noventa y la región se encontraba en medio de una insurrección. Nuestros captores eran re-beldes cachemires. Nos llevaron al pobla-do más cercano y nos subieron a un pequeño autobús.

Para no ser descubiertos, nos cambiaban constantemente de transporte. Golpearon al conductor de un rickshaw con la pistola por no entregarles su vehículo pronto. Reco-rrimos unos 25 kilómetros y tomamos otro autobús. Después nos obligaron a caminar.

Nos detuvimos en un pastizal que pa-recía el puesto de avanzada rebelde de una película. Los insurgentes querían que Amnistía Internacional visitara Ca-chemira para documentar las atrocidades que, aseguraban, había cometido el ejér-cito indio. Nosotros, un inglés y dos esta-dounidenses, éramos la carnada.

Nuestros captores fueron amables. Nos permitieron permanecer juntos. Nos limpia-ban los asientos que ocuparíamos mientras balanceaban sus AK-47 en la otra mano. Nos retaron a un juego de jalar la cuerda usando una AK-47 como la línea que no debía cruzarse. Sabiamente perdimos.

Durante la quinta noche, un miembro del equipo vio que no había guardias en la puerta. Con botas en mano corrimos colina arriba hasta el amanecer, sorprendiendo a los pastores a nuestro paso. Cuando final-mente encontramos un camino, juntamos todo nuestro dinero –apenas unas 500 ru-pias– y abordamos un autobús para em-prender el recorrido a casa.

Trevor Price Becario de National

Geographic Society

EXPERTO EN

Ornitología

LO CALIZACIÓN

Cachemira

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Alexei Aliyev Nizhniy Tagil, Rusia

Cuando la familia de Alexei Aliyev regresó de la fiesta de cumpleaños de un vecino, descubrieron que un pavo se había escapado de su granja. Cuando su madre lo trajo de vuelta, Aliyev la detuvo para tomarle una foto frente a la casa. “Tómala rápido –le dijo–. ¡Pesa mucho!”.

Jeff Rose

Batesville, Arkansas

Cuando iba a fotografiar las cascadas de la planicie de Ozark, Rose pasó junto a un par de wapitís machos, uno joven y uno mayor, que compartían un momento de tranquilidad, algo muy raro entre machos que suelen pelear. En cuanto Rose tomó esta foto, el wapití mayor se puso de pie y se marchó.

IMÁGENES | FOTO DEL LECTOR Esta página muestra dos fotografías enviadas por los lectores. Para mayor información, visita ngenespanol.com.

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Concurso de Fotografía de National Geographic

La mejor del concursoCasi 22 000 imágenes se presenta-ron en el Concurso de Fotografía de National Geographic, de más de 150 países. Nuestros jueces selecciona-ron las imágenes de Ashley Vincent, Nenad Saljic y Micah Albert como ganadoras en las categorías de Naturaleza, Lugares y Gente. El ganador del primer lugar recibió 10 000 dólares y una invitación para visitar las oficinas de National Geographic en Washington, D.C.

GANADOR DE LA CATEGORÍA NATURALEZA

Y PRIMER LUGAR Ashley Vincent

Bang Lamung, Tailandia

Vincent tomó cientos de fotos de esta tigresa en el zoológico abierto de Khao Kheow. Su forma de secar-se le ofreció este gran ángulo.

LUGARES Nenad Saljic Split, Croacia

De vacaciones en Suiza, cerca del Matterhorn, Saljic despertó a las 3:00 a.m. con la sensación de que algo pasaba. “Fue mágico”, dice.

GENTE

Micah Albert Fair Oaks, California

En el basurero de Dandora en Nairobi, Kenia, Albert quiso documentar los riesgos sanitarios para la comunidad y para la gente que trabaja clasificando la basura.

Para mayor información, visita ngphotocontest.com.

IMÁGENES | FOTO DEL LECTOR

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Inspiración para cuidar el planeta

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IMÁGENES

Estados Unidos

Los gajos de una naranja pueden generar suficiente corriente eléctrica –3.5 voltios– para encender una lámpara LED. El ácido cítrico de la fruta ayuda a que fluyan los electrones de los clavos galvanizados al alambre de cobre, como se ve en esta exposición de 14 horas.

CALEB CHARLAND

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Japón

Bombas de magma explotan, rayos brillantes zigzaguean y nubes de ceniza se hinchan durante la erupción del volcán Sakurajima, de 1 117 metros de alto, en Kyushu. Los arroyos de lava seca de una erupción masiva en 1914 conectan lo que antes era una isla con la península de Osumi.

MARTIN RIETZE

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Taiwán

Atraídos por el fuego sulfúrico de una lámpara de acetileno, las caballas saltan hacia las redes de un bote en Nuevo Taipéi. Ya solo algunos viejos pescadores, que trabajan por las noches entre mayo y septiembre, emplean esta técnica.

CHANG MING CHIH

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MAÑANA

MARK THIESSEN. BATES CORTESÍA DE DAVID KRETSCHMANN, SERVICIO FORESTAL DEL DEPARTAMENTO DE AGRICULTURA DE ESTADOS UNIDOS

El dilema del bateador En las Ligas Mayores se rompieron 1 697 bates de beisbol entre julio y septiembre de 2012. No es sorprendente dado lo que deben soportar esos delgados trozos de madera. Cuando un lanzamiento a 145 kilómetros por hora hace contacto, se ejercen 3 600 kilogramos de fuerza y las vibraciones recorren todo el bate. Si la pelota pega en un punto débil, la madera puede romperse. El fresno generalmente resiste, pero hoy día la mayoría de los jugadores, ya sea por supersti-ción o por la sensación, prefieren los de arce, que representan 64 % de todas las ventas.

Pero, cuando se le da forma de bate al arce, la madera puede debilitarse. Se estudian bates rotos para mejorar su resistencia y desarrollar normas que eviten rompimientos y le-siones. Los lanzamientos hacia el interior son culpables de dos terceras partes de los rom-pimientos porque pegan en la parte más delgada. “Si los bateadores golpearan siempre en el sitio adecuado –señala Patrick Drane, asistente del Centro de Investigación de Beisbol de la Universidad de Masachusets–, prácticamente no habría bates rotos”. —Johnna Rizzo

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“Inspiración para cuidar el planeta”

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HANNAH TAK. ILUSTRACIÓN: MARC JOHNS; AMERICAN TOBACCO (TARJETA DE PECK); NGM ART (MÁSCARA). NGM MAPS

CO

RTE

AQ

MUJERES Y DES-

CUBRIMIENTOS

Durante siglos, las exploradoras solo podían realizar sus ambiciones disfrazadas o enfrentan-do una resistencia fiera. Si tenían éxito, la sociedad con frecuencia hacía caso omiso de sus lo-gros, o peor, las trataban como súper mujeres, porque esa era la manera de, según la feminista egipcia Huda Shaarawi, “evitar reconocer las capacidades de todas las mujeres”. Con eso en mente, este cuestionario celebra a las mujeres ordinarias que hicieron cosas extraordinarias.

Este cuestionario es el quinto de siete que se publicarán en 2013 para celebrar el aniversario 125 de National Geographic Society. El siguiente se publicará en octubre.

E X P L O R E

1. ¿QUIÉN FUE LA

PRIMERA MUJER EN CIRCUNNAVEGAR LA TIERRA?

A. Krystyna Chojnowska-Liskiewicz B. Naomi James C. Tania Aebi D. Jeanne Baret

¿QUÉ ES LO MÁSCONOCIDO DE ENTRE

LOS FÓSILES, NAUFRAGIOS Y ARTEFACTOS QUESUE HENDRICKSON HA DESCUBIERTO ALREDEDOR DEL MUNDO?A. La quilla de la Santa María, que se perdió la Navidad de 1492 B. Sue, un Tyrannosaurus rex C. Un calamar gigan-te fosilizado D. Un anti-guo cangrejo herradura

arborícola atrapado en ámbar

DESPUÉS DE RETIRARSE DE LA ENFERMERÍA HACE UNOS AÑOS,

BARBARA HILLARY, DE 79, SE CONVIRTIÓ EN LA PRIMERA MUJER NEGRA EN HACER ¿QUÉ? A. Bucear hasta el Titanic B. Visitar el Polo Norte y el Sur C. Escalar el Everest D. Cruzar el canal de la Mancha

EL NEWYORK TIMES

LA LLAMÓ UNA DE LASEXPLORADORASLÍDERES EN EL MUNDO.¿QUIÉN ERA? A. Annie Edson

Taylor B. Harriet Chalmers Adams C. Nellie Bly D. Amelia Earhart

EN 1910, UNA COMPAÑÍA DE CIGARROS PUSO A

ANNIE SMITH PECK EN SU SERIE DE TARJETAS

5.

6.

4.

2.

3.INTERCAMBIABLES “LOS MEJORES EXPLORADORES

DEL MUNDO”. ¿QUIÉN FUE ELLA?A . La pr imera

persona en traer una

anguila eléctrica viva de Sudamérica B. Una viajera solitaria que navegó el Amazonas a todo lo largo C. Una montañista pionera D. Una bióloga que rastreaba jaguares sola en la noche

¿EN QUÉ EXPLORADORADE ÁFRICA ESTÁ BASADA LA ÓPERA

DE 2012 DE MISSY MAZZOLI,

SONG FROM THEUPROAR?

A . I s a b e l l e Eberhardt B. Mary Kings-ley C. Mary Leakey D.

Delia Akeley

ÁFRICA

MAÑANA | CUESTIONARIO DEL EXPLORADOR

ENCUENTRA LAS RESPUESTAS EN LA SECCIÓN “PANGOLÍN EN PELIGRO”.

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MAÑANA

REBECCA HALE. COLECCIÓN DE PAM LONGOBARDI. NGM MAPS

0 mi 2,000

0 km 2,000ESCALA A 30 ̊ N

ALASKA(EUA)

HAWÁI(EUA)

EUA

CANADA

JAPON

OCÉANO PACÍFICOGiro Subtropical del Pacífico Norte

180°

30°N

Giro deAlaska

P. N. KATMAIPenínsula Kenai

Trabajo corriente Pam Longobardi es una artista y recolectora de basura. Su es-tudio en Atlanta, Georgia, está lleno de restos de plástico clasifi cados cuidadosamente, los cuales ha recogido en playas de todo el mundo. Muchos de los juguetes desgas-tados por el mar, redes enmarañadas y boyas de pesca fueron arrastrados desde las playas de Hawái hasta California gracias a las corrientes del giro del Pacífi co Norte; miles de las piezas encuentran cabida en su arte.

Ahora Longobardi tiene más elementos con qué trabajar. Formó parte de un equipo de científi cos y artistas en la Expedición del Giro de 2013. El grupo viajó a la península de Kenai en Alaska y al Parque Nacional Katmai para recolectar e identifi car el origen de la basura arrastrada por la corriente. Se planea una exhibición de hallazgos científi cos y arte hecho con los desechos para 2014. —Margaret G. Zackowitz

El giro del Pacífi co Norte es un sistema de corrientes que se desplazan en un círculo enorme, recogen basura de una costa y la depositan en otras.

Aprende más y ve videos de la Expedición del Giro 2013 en nationalgeographic.com/gyre.

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MAÑANA

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GEORGE STEINMETZ. GRÁFICA: ÁLVARO VALIÑO. ILUSTRACIÓN: MESA SCHUMACHER FUENTE: NORBERT JUERGENS, UNIVERSIDAD DE HAMBURGO

Anillos del desierto Existen miles de “anillos de hadas” esparcidos por los desiertos del sur de África. Tradiciones culturales milenarias los atribuyen a lo sobrenatural, pero investigaciones han dado con una causa más terrenal. El ecólogo Norbert Juergens encontró una especie de termita que vive en la arena, Psammotermes allocerus, bajo prácticamente cada uno de los 2 000 círculos que estudió. “Las termitas dañan las raíces de los pastos que crecerían en la zona vacía”, dice Juergens.

Pero el ecosistema diseñado por las termitas tiene sus beneficios. No hay plantas sobre el nido ya que el suelo retiene más agua para el consumo de los insectos. El anillo se forma cuando los pastos cercanos aprovechan la reserva y crecen más anchos y hasta casi un metro de alto. La humedad en el suelo y los pastos más duraderos pueden atraer más formas de vida a la zona desierta y proporcionar un refugio para hormigas, abejas e incluso algunos mamíferos. —Daniel Stone

1 Las lluvias abundan-tes que caen entre enero y marzo ayudan a que crezcan rápida-mente los pequeños manchones de pastos en el paisaje desértico.

2 Las termitas comen las raíces de los pastos que crecen sobre sus nidos y dejan un círculo vacío. Al no haber plan-tas, la lluvia se acumula en el suelo poroso.

3 Esta agua adicional permite que el círculo de pastos alrededor crezca más alto. Las termitas no comen demasiadas raí-ces para conservar la fuente de alimento.

El pie tiene 52 huesos: alrededor de 25 % de los que hay en el cuerpo humano.

Nido de termitas

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NIGEL DENNIS. GRÁFICA: MESA SCHUMACHER

MAÑANA

RESPUESTAS DEL CUESTIONARIO DEL EXPLORADOR

1. (D) Jeanne Baret. Cuando el botánico francés Philibert Commerson se unió a la expedición de Louis-Antoine de Bougainville alrededor del mundo, entre 1766 y 1769, Baret se disfrazó de hombre y se unió como chofer de Commerson. Era evidentemente su amante y una botánica experta. Realizó mucho del trabajo de recolección de plantas, entre ellas quizá la enredadera con flores conocida ahora como buganvilia.

2. (C) Una montañista pionera. Nacida en una familia prominente de Rhode Island, Peck descubrió su amor por el montañismo a los 44 años. Logró mu-chos ascensos difíciles en Sudamérica y otros lugares. En una ocasión colo-có una bandera sufragista que decía “Voto a las mujeres” en la cima del monte Coropuna en Perú.

3. (A) Isabelle Eberhardt. Nacida en suiza y convertida al islam, Eberhardt viajó por el norte de Argelia vestida como hombre. Se puso el nombre de Si Mahmoud Essadi y se unió a una orden sufí, los qadiriyya, que se enfocaban en el bienestar espiritual de los musulmanes. Documentó sus viajes en artí-culos y libros antes de morir ahogada en una inundación. Su vida inspiró la ópera Song from the Uproar y una película en 1991.

4. (B) Sue, un Tyrannosaurus rex. La exploradora autodidacta Sue Hendrick-son se especializa en fósiles atrapados en ámbar y en arqueología marina, pero en 1990, mientras exploraba las Colinas Negras de Dakota del Sur, ella y su perro cobrador encontraron lo que resultó ser el espécimen más grande conocido de T. rex. Sue, como se le llamó al fósil en honor a Hendrickson, está en exhibición en el Museo Field de Historia Natural en Chicago, Illinois.

5. (B) Harriet Chalmers Adams. Entre 1907 y 1935, Adams contribuyó con 21 artículos para la revista National Geographic. Viajaba principalmente por Sudamérica, con frecuencia a caballo. La mordieron murciélagos vampiros y se rompió la espalda, pero también declaró que “nunca enfrentó una difi-cultad que una mujer, o un hombre, no pudiera superar”. Ayudó a conformar la Sociedad de Mujeres Geógrafas en 1925.

6. (B) Visitó el Polo Norte y el Sur. Hillary sobrevivió el cáncer de mama y el de pulmón, y se enamoró del lejano Norte tras realizar un viaje en trineo de pe-rros en el Ártico. Supo que nunca había habido una mujer negra en el Polo Norte. “¿No sería mejor morir haciendo algo más interesante que caer muer-ta en la oficina? ”, dijo. Llegó al Polo Norte en 2007 y al Polo Sur en 2011.

El vertebrado más pequeño conocido hasta ahora es la rana Paedophryne amauensis de Nueva Guinea.

Pangolín en peligro El pangolín está en problemas. Según algunos cálculos, en Asia se han comerciado ilegalmente decenas de miles desde el año 2000. Es un negocio que lo coloca como uno de los mamíferos más traficados en el sureste asiático, incluso más que rinocerontes y elefantes. En algunas incautaciones en Indonesia y Vietnam se han encontrado 15 toneladas de estas criaturas del tamaño de un gato domés-tico. Se recolectan por su carne y para usos medicinales, lo cual ha llevado a su desaparición en varias secciones de su hábitat, dice Chris Shepherd, del grupo Traffic que monitorea el comercio de vida silvestre. Ahora este comercio invade el África subsahariana, el otro hogar del pangolín. —Christopher Solomon

Los pangolines asiáticos y africanos (arriba) están ar-mados con miles de escamas de queratina que se venden para tratar distintos males, desde la lactancia insuficien-te hasta el cáncer.

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EL MOMENTO Pascal Maitre

Pelea en el gimnasio En Kinshasa, una mujer le dio un puñetazo en la frente al foto-periodista Pascal Maitre. Fue accidental: él se acercó demasiado a unas jóvenes que boxeaban. Todos rieron y fue un momento de alivio durante la tensa misión a la República Democrática del Congo. Kinshasa está ago-biada por la delincuencia y la pobreza, pero la gente es entusiasta en las artes y el deporte. Este club de boxeo tiene además vínculos con un pasado glorioso. Las boxeadoras entrenan en el ruinoso estadio donde Muham-mad Alí y George Foreman pelearon en 1974, en el famoso combate “Rugido de la selva”. —Daniel Stone

Por ese motivo no po-día quedarme en un sitio demasiado o la gente empezaba a pre-guntarse qué hacía yo ahí. Requirió tiempo y paciencia.

Kinshasa puede ser peligrosa.

¿Cómo te protegiste?

PM: La ciudad es impresionante y caótica, pero no es más peligrosa que la mayoría de las grandes ciudades. Por supuesto, tienes que estar con gente que sepa moverse y que sea de tu confian-za. Me aseguré de que la policía y el Ministerio de Información supieran lo que hacía ahí para que me ayudaran a mantenerme a salvo. Si regre-sas varias veces, empiezan a conocerte y te dan espacio para que trabajes.

¿Cómo lograste que la

gente confiara en ti?

Es difícil pero puede ser muy simple. Tienes que explicar a la gente exactamente qué quie-res y qué tipo de histo-ria buscas. Cuando ven que conoces tu tema, por lo general encuen-tras a alguien que te quiera ayudar.

¿Fue difícil tomar

fotos espontáneas

cuando el color de tu

piel te hacía tan visible?

En los tres viajes que realicé para esta histo-ria nunca vi otro blanco en la calle. No fui dis-criminado, pero es difí-cil que un blanco tomando fotos en la ca-lle pase desapercibido.

DETR ÁS DE CÁMAR AS

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Page 24: National Geographic Spain 2013-09

MARTE

Monte Olimpo

TIERRA

Mauna KeaMonte Everest

VENUS

Montes Maxwell

Altura crucero promediode los vuelos comerciales,cerca de 10 500 metros.

Montañas sideralesHASTA QUE APARECIÓ GALILEO a principios del siglo XVII, la gente pensaba que la Luna era una esfera

perfecta. Su telescopio rudimentario reveló sombras cambiantes que el astrónomo interpretó correcta-

mente como montañas, cráteres y valles.

Como se sabe, hay montañas en todo el sistema solar. Tenemos imágenes transmitidas por

naves espaciales que orbitan los planetas interiores y lanzan rayos láser y ondas de radar que rebo-

tan para medir sus alturas. A principios de la década de los setenta del siglo xx, los astronautas de

la misión Apolo tomaron muestras de rocas lunares en tierras altas. Naves sin tripulación enviadas

a los planetas exteriores han captado picos gigantes en el asteroide Vesta y en las lunas de Júpiter

y Saturno (estos planetas, mayormente, son enormes bolas de gas).

LA NUEVA ERA DE LA EXPLORACIÓN | UNA MIRADA GRÁFICA

LAS MONTAÑAS MÁS ALTAS DEL SISTEMA SOLAR

El Everest, el pico más famoso de la Tierra, tiene una altura modesta com-parado con algunas de las más altas “montañas” del sistema solar (término utilizado para describir una variedad de rasgos de los planetas y las lunas, que van desde volcanes y cumbres hasta los bordes de los cráteres).

*La altura de los montes Maxwell se determina midiendo la distancia desde su cima hasta el centro de Venus, luego se resta el radio prome-dio del planeta.

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MONTE OLIMPO24 720 metros

Marte

MAUNA KEA9 966 m

Hawái, EUA

MONTE EVEREST8 855 m

frontera China-Nepal

MONTES MAXWELL11 700 m*

Venus

10 000

20 000

25 000

15 000

5 000

30 000Metros

Nivel del mar enel Mauna Kea

PROPORCIÓN REAL

MonteOlimpo

MaunaKea

MontesMaxwell

MonteEverest

5W INFOGRAPHICS; ALEXANDER STEGMAIER. FUENTES: PETER FORD, MIT; SISTEMA DE DATOS PLANETARIOS NASA/JPL; UNIVERSIDAD DE WASHINGTON EN SAN LUIS;

CENTRO NACIONAL DE DATOS GEOFÍSICOS DE NOAA.

Los orígenes de las montañas ofrecen pistas sobre la historia turbulenta del sistema solar. Las coli-

siones de asteroides y cometas han formado los bordes de cráteres montañosos. El flujo de magma, que

crea los volcanes en nuestro planeta, también ha intervenido. Otras montañas plantean misterios: ¿por

qué sobresalen fragmentos de corteza de 14 a 18 km. de alto en Ío, una de las lunas de Júpiter?

El monte Olimpo, la montaña más alta conocida, se eleva 24.7 km. hacia el cielo de Marte; casi triplica

la altura del Everest. Si los terrícolas lo escalaran, subirían una llanura del tamaño de Arizona. Varios picos

de Marte son volcanes en escudo: montículos extensos, como el Mauna Kea, pero mucho más grandes. Ya

que Marte no tiene placas tectónicas que se desplacen, los volcanes permanecen sobre puntos de magma

más tiempo que en la Tierra; incluso pueden crecer más durante miles de millones de años. —Luna Shy

Las montañas están exageradas verticalmente por un factor de

cuatro.

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El mundo es su lienzoJR pasó tres semanas de la primavera estacionado en Times Square, en lo que parecía un

camión de comida. Pero, en vez de servir alimentos, repartía fotografías de gran formato.

Los sujetos fotografiados, un puñado de neoyorquinos, podían llevarse sus retratos a casa

o pegarlos en las calles con las herramientas favoritas de JR: una brocha y una cubeta de

engrudo. Durante los últimos 13 años, JR –quien no revela su nombre completo– ha estado

pegando fotografías en superficies al aire libre en todo el mundo, a menudo en lugares don-

de corre el riesgo de que lo arresten o deporten, y donde sus fotografías pueden adquirir un

significado político. En el distrito de Kibera en Nairobi, Kenia, fotografió rostros de mujeres

y cortó los retratos a la mitad. Pegó la parte superior de las imágenes en vagones de tren y

la inferior sobre láminas corrugadas en una pendiente junto a las vías. Al pasar el tren, los

retratos se unían por una fracción de segundo y las mujeres, que viven marginadas, por un

momento cobraban toda su dimensión.

Tomas fotografías como nunca se ha hecho.

Para mí, la belleza significa que el arte puede surgir en cualquier sitio. Me encanta cuando

aparece en situaciones en las que uno no necesariamente espera que suceda. Me gusta

cuando veo gente que pega sus retratos en lugares inusitados, aunque no hayan ido a un

museo. Por eso la fotografía debe registrar esas situaciones. Cualquiera puede verlas. ¿Por

qué no deben disfrutarlas todos?

¿Cómo eliges tu próximo destino?

Todos los sitios a los que he ido los vi primero en mi televisor y luego quise verlos con mis pro-

pios ojos. Cada lugar al que he ido ha sido en respuesta a algo que había ocurrido ese mismo

año. En Kenia hubo disturbios. El Medio Oriente está en las noticias a diario.

¿Alguna vez has fracasado?

Fui a Corea del Norte y no pude hacer nada. A veces la sociedad le recuerda a uno que el arte

no es bien recibido en todos lados. No busco ir [contra] la ley, simplemente es la naturaleza de

mi trabajo la que a veces lo hace.

LA NUEVA ERA DE LA EXPLORACIÓN | DE ALTO RIESGO

Por Melody Kramer Fotografías de Marco Grob

JR POSA JUNTO A UNA INSTALACIÓN EN BROOKLYN. COLABORÓ CON EL ARTISTA DANIEL ARSHAM.

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La súper tormenta Sandy estrechó las playas de Nueva

Jersey más de nueve metros en promedio. En Seaside

Heights, arrasó con el muelle bajo la montaña rusa.

6

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Page 29: National Geographic Spain 2013-09

Habitantes en riesgo en esas ciudades

Valor de los activos en riesgo

Grandes ciudades costeras amenazadas por la crecida del mar

40 MILLONES

136

3 BILLONES DE DÓLARES

BAJO EL MAR

Al calentarse el planeta, las

aguas se elevan e inundan

las costas. ¿Qué proteger?

¿Qué habremos de abandonar?

Cómo evitar que nuestro

mundo acabe

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NOCHES OSCURASLa marejada de Sandy derribó una subestación de Con Edison en Manhattan, oscureciendo la ciudad de Midtown hacia el sur. Los gene-radores privados proporcionaron algo de luz, incluido el fulgor azul del nuevo Centro Mundial de Comercio, cuya base se encuentra casi un metro sobre el nivel del mar. 4.2 METROS

Altura de la marejada de Sandy en Battery Park

IWAN BAAN, REPORTAGE BY GETTY IMAGES

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19000MILLONES DE DÓLARESDaños materiales en la ciudad

43Víctimas mortales en la ciudadde Nueva York

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Page 32: National Geographic Spain 2013-09

La línea en esta casa desahuciada–y las piernas de Robb Braidwood, de la Ofici-

na de Administración de Emergencias de Chesapeake, Virginia– indica la altu-

ra promedio de la inundación en ese barrio. “No hace falta una gran tormenta

–comenta–. Bastan una buena lluvia y vientos propicios durante la marea alta”.

POR TIM FOLGER

FOTOGRAFÍAS DE GEORGE STEINMETZ

MARK THIESSEN

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Page 33: National Geographic Spain 2013-09

CUANDO EL HURA-CÁN SANDY ENFILÓ HACIA LA COSTA NORESTE DE ESTA-DOS UNIDOSel 29 de octubre de 2012, ya había asolado varios países caribeños y dejado decenas de víctimas mortales. De cara a la tormenta más monstruo-sa jamás surgida del Atlántico, Nueva York y otras ciudades ordenaron la evacuación forzosa de sus tierras bajas. Pero no todos obedecieron y los que decidieron resistir el embate de Sandy recibieron un adelanto de la inexorable crecida del mar que depara un futuro más caluroso.

Brandon d’Leo, escultor y surfista de 43 años, es residente de la península Rockaway, franja arenosa angosta de 18 kilómetros de largo y densamente poblada que se proyecta desde el extremo occidental de Long Island. Como mu-chos vecinos, el año anterior había optado por quedarse en casa durante el paso del huracán Irene. “No tuve miedo cuando nos dijeron que el oleaje de esta tormenta sería peor”, recuerda. Pero eso estaba por cambiar.

D’Leo alquila un apartamento en el segundo piso de una casa de tres plantas, ubicada en la acera opuesta a la playa de la costa sur de la pe-nínsula. Hacia las 3:30 de la tarde salió de su domicilio y vio cómo las olas rompían violenta-mente contra el paseo entarimado de nueve ki-lómetros. “El agua comenzaba a extenderse más allá de la estructura. Pensé: ‘Vaya, y toda-vía faltan cuatro horas y media para la marea alta’. En apenas 10 minutos, el agua había avan-zado unos tres metros hacia la calle”.

De regreso en su apartamento, D’Leo y una vecina, Davina Grincevicius, observaron el mar mientras la lluvia y el viento estremecían el vi-drio de la puerta corrediza de la estancia. Teme-roso de que el edificio pudiera inundarse, el casero había cortado la electricidad y, al caer la noche, Grincevicius notó algo alarmante. “Creo

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Page 34: National Geographic Spain 2013-09

D.C. 1 500

-1

1

0

Nivel del mar (en metros)

Cero equivale al nivel del mar en 1992.

En mayo pasado, la concentración de dióxi-do de carbono atmosférico alcanzó las 400 par-tes por millón: la más alta en tres millones de años, cuando el nivel del mar era 20 metros más alto que hoy y el hemisferio norte perma-necía libre de hielo la mayor parte del año. Es indiscutible que pasarán siglos antes de que los océanos vuelvan a alcanzar esos niveles catas-tróficos y que mucho depende de que logremos limitar las emisiones futuras de gases de inver-nadero; no obstante, los científicos aún deba-ten cuán rápida y elevada será la crecida de los mares a corto plazo, y sus cálculos a menudo son en extremo conservadores.

El calentamiento global repercute de dos ma-neras en el nivel del mar. Un tercio de la crecida actual se debe a la expansión térmica, es decir, el volumen del agua aumenta al calentarse; lo de-más es consecuencia de la fusión del hielo terres-tre que, si bien se ha limitado –hasta ahora– a los glaciares de montaña, provoca grandes inquietu-des a futuro debido a las gigantescas capas de hielo de Groenlandia y la Antártida. Hace seis

que el paseo entarimado acaba de moverse”, anunció. En cuestión de minutos, otra oleada volvió a levantar el camino de madera, que co-menzó a partirse.

Tres grandes secciones se estrellaron contra dos pinos situados frente al apartamento de D’Leo. Al avanzar sobre la península, el oleaje convirtió la calle en un río de un metro de profundidad y algu-nos autos comenzaron a flotar en la corriente; el quejido de sus alarmas se sumó a la cacofonía de viento, agua turbulenta y madera que se rompía. Los faros de un Mini Cooper rojo centelleaban desde uno de los pinos del jardín delantero donde quedó atrapado. Al oeste, el cielo se iluminó con lo que parecían fuegos artificiales: explotaban los transformadores de Breezy Point, barrio próximo a la punta de la península donde, aquella noche, más de 100 hogares ardieron hasta sus cimientos.

Los árboles del jardín delantero protegieron la vivienda y, quizá, las vidas de D’Leo, Grince-vicius y dos ancianas que ocupaban el departa-mento de la planta baja. “No había manera de salir”, comenta D’Leo. Después de pasar una noche casi en vela, salió del apartamento poco antes del amanecer. La marea había retrocedi-do, pero, en algunas calles quedaban estanques profundos donde el agua llegaba a los muslos. “Todo estaba cubierto de arena –recuerda–. Pare-cía otro planeta”.

nuestra civilización consumidora de com-bustibles fósiles está creando un planeta pro-fundamente alterado, donde inundaciones como las de Sandy serán cada vez más comunes y des-tructivas para las ciudades costeras de todo el planeta. En el último siglo, la Tierra se ha calen-tado más de medio grado centígrado y el nivel de los mares ha aumentado unos 20 centíme-tros debido al dióxido de carbono y otros gases captadores de calor que hemos liberado en la atmósfera. Aunque se interrumpiera mañana la quema de combustibles fósiles, los gases de invernadero existentes seguirán calentando el planeta durante siglos, de modo que las futuras generaciones están condenadas, irremisible-mente, a un mundo más cálido con niveles ma-rítimos crecientes.

Se elevan los mares

A juzgar por los núcleos sedimentarios, el nivel del mar no cambió mucho durante casi 2000 años, pero a fines del siglo XIX

comenzó a elevarse en respuesta al calentamiento de la Tierra. Si la tendencia persiste, el nivel podría

incrementarse un metro o más para 2100. La gran interrogante: el destino de las capas de hielo. Esta gráfica muestra cuatro escenarios de NOAA que contempla todas las posibili-dades para 2100, aunque la crecida continuará.

12 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

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Page 35: National Geographic Spain 2013-09

13

Intermedio bajo

0.5 m

Intermedio alto

1.2 m

Alto

2 m

Bajo

0.18 m

21001000 1500 2013

Observado ProyectadoEstimado mediante muestras de sedimento

1880

POSIBLES ESCENARIOS

PARA EL NIVEL DEL MAR,

2100

años, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) presentó un informe en el que se pronostica que, para fines de siglo, el incremento máximo del nivel del mar sería de 58 centímetros, pero el informe omitió, deliberadamente, la posibilidad de que los mantos de hielo fluyan con mayor rapidez hacia los océanos, argumentando que los princi-pios físicos de dicho proceso no se han esclare-cido del todo.

Mientras el IPCC prepara el nuevo informe que publicará en otoño (se espera que las proyec-ciones sobre el nivel del mar sean un poco más elevadas), persisten lagunas en el conocimiento científico sobre las capas de hielo. Algunos clima-tólogos calculan que, en conjunto, Groenlandia y la Antártida han sufrido una pérdida anual promedio de 208 kilómetros cúbicos de hielo desde 1992, alrededor de 200 000 millones de toneladas métricas al año. Por esa razón, muchos opinan que el nivel del mar para 2100 será, por lo menos, un metro más alto, aunque incluso esa ci-fra podría ser extremadamente conservadora.

“Desde hace varios años hemos observado un derretimiento acelerado de los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida occidental”, afir-ma Radley Horton, científico investigador del Instituto de la Tierra de la Universidad de Co-lumbia, en Nueva York. “El temor es que, de continuar esa tendencia, al finalizar el siglo xxi el nivel del mar habrá aumentado hasta dos me-tros en vez de 0.6 o un metro”. El año pasado, un grupo de expertos convocado por la Adminis-tración Oceánica y Atmosférica de Estados Uni-dos (NOAA) adoptó la cifra de dos metros como el cálculo máximo de cuatro posibles proyeccio-nes para 2100, mientras que el Cuerpo de Inge-nieros del ejército de Estados Unidos recomienda a los planificadores considerar un escenario de 1.5 metros.

Aunque no suceda “nada muy grave”, las ciu-dades costeras enfrentan una amenaza doble: la crecida inexorable del mar inundará, gradual-mente, las tierras bajas y el nivel marítimo más alto extenderá el alcance de las marejadas ci-clónicas. La amenaza nunca desaparecerá y, de

LAWSON PARKER FUENTES: JOSH WILLIS, NASA/JPL; JOHN CHURCH Y NEIL WHITE, ORGANIZACIÓN DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA E INDUSTRIAL DE LA COMMONWEALTH; ANDREW KEMP ET AL., 2011; R. STEVEN NEREM ET AL., 2010; NOAA

Las mediciones locales con mareómetro se hicieron práctica común a partir de

1880, en tanto que los satélites comen-zaron a realizar mediciones globales en

1992. Los resultados revelan una franca aceleración: el mar crece un tercio de

centímetro al año, dos veces más rápido que hace algunas décadas.

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Page 36: National Geographic Spain 2013-09

14 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

GLACIAR TAHUMMING, COLUMBIA BRITÁNICA

Expansión térmica Glaciares y cumbres nevadas

Al calentarse el agua de mar, su volu-men aumenta. La expansión térmica es la causa de casi la tercera parte del actual incremento en el nivel marino.

El derretimiento de los glaciares de las monta-ñas contribuye con otra tercera parte. Para 2100 es muy probable que hayan acrecentado el nivel marítimo en algunos centímetros.

Factores que contribuyen

a la crecida del mar

Desde la perspectiva local, el nivel del mar puede ele-

varse debido al hundimiento de tierras; en la escala glo-

bal, se debe al incremento del volumen total de agua

salada. El calentamiento global provoca esto mediante

dos mecanismos: calentando el océano y derritiendo el

hielo terrestre. El nivel del mar se ha elevado unos 20

centímetros desde 1900; en la actualidad, el incremento

es de casi un tercio de centímetro al año y va en aumento.

Hace años que Bowman, oceanógrafo físico de la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook, trata de persuadir a quien esté dispuesto a escucharlo de que la ciudad de Nueva York necesita un rompeolas que abar-que todo el puerto, ya que, comparado con otros puertos importantes, está prácticamente indefenso frente huracanes e inundaciones. Mientras que Londres, Róterdam, San Peters-burgo, Nueva Orleans y Shanghái aprovecha-ron las últimas décadas para construir diques y barreras de tormenta, Nueva York tuvo que pagar el precio de su vulnerabilidad en octubre pasado, cuando Sandy dejó un saldo de 43 vícti-mas mortales –35 de ellas ahogadas– y pérdidas materiales que ascendieron a 19 000 millones de dólares. Y todo ello fue innecesario, afirma Bowman.

“Si hubieran construido un buen sistema de barrera para contener las marejadas –y lo hubie-sen fortalecido con dunas de arena en ambos extremos, a lo largo de las zonas costeras bajas–, Sandy no habría ocasionado daños por inun-dación”, insiste.

hecho, se agravará pues, hacia 2100, más o me-nos cada década podrían registrarse tormentas nunca vistas en 100 años, como Sandy. Con base en la predicción conservadora de que el nivel del mar aumentará medio metro, la Orga-nización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos calcula que, para 2070, 150 millo-nes de habitantes de las grandes ciudades por-tuarias del planeta estarán en riesgo de sufrir inundaciones, amén de pérdidas de propiedad valuadas en 35 billones de dólares, cifra equiva-lente a 9 % del Producto Interno Bruto (PIB) glo-bal. ¿Qué harán para sobrevivir?

“durante la última glaciación hubo dos o tres kilómetros de hielo en este lugar –advierte Malcolm Bowman, mientras se estaciona en la entrada de su casa de Stony Brook, Nueva York, en la costa norte de Long Island–. Al retroceder, el hielo dejó el montón de arena que llamamos Long Island y todas las piedras redondeadas que se ven por aquí, como esas –señala unas grandes rocas dispersas entre los árboles próximos a su hogar–. Son peñascos glaciares”.

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Page 37: National Geographic Spain 2013-09

bajo el mar 15

CAÑÓN BIRTHDAY, GROENLANDIA GLACIAR PINE ISLAND, ANTÁRTIDA OCCIDENTAL

Capa de hielo de Groenlandia Antártida oriental y occidental

Por ahora es un pequeño contribuyente, pero su superficie ha comenzado a derretirse en verano. Esa capa de hielo contiene suficiente agua para elevar el nivel del mar en casi 7.5 metros.

La región oriental de la Antártida parece bastante estable, pero zonas del manto de hielo de la región occidental están siendo socavadas por el calenta-miento del mar. Su futuro es muy incierto.

Tim Folger escribió sobre los tsunamis para la edición

de febrero de 2012. George Steinmetz ha fotografiado

28 reportajes para la revista, el más reciente sobre Libia.

JAMES BALOG, EXTREME ICE SURVEY (IZQ. Y CENTRO); MARIA STENZEL

Bowman tiene en mente dos barreras: una en Throgs Neck, para impedir que las marejadas del estrecho de Long Island irrumpan en el río Este, y la segunda que cruce todo el puerto al sur de la ciudad. Sus compuertas controlarían el paso de barcos y mareas, y se cerrarían durante una tor-menta, como hacen las estructuras en Holanda y otros países. Según el cálculo de Bowman, por sí sola la barrera sur –que se extendería ocho kilómetros de Sandy Hook, Nueva Jersey, a la pe-nínsula Rockaway– tendría un costo de 10 000 millones a 15 000 millones de dólares.

“La región se beneficiaría mucho –asegura Bowman–. A la larga, la ciudad tendrá que hacer frente a su situación porque el problema va a empeorar. Demorarán cinco años en realizar el estudio y otros 10 en reunir la voluntad política para actuar, pero, para entonces, es posible que haya ocurrido otro desastre. Necesitamos plani-ficar de inmediato, de lo contrario estaremos hipotecando el futuro y dejando que la siguiente generación se las arregle como pueda”.

Otra manera de defender Nueva York sería revivir parte de su pasado. En el loft del piso 16,

donde tiene su compañía de arquitectura de paisaje, en el bajo Manhattan, Kate Orff desen-rolla un mapa decimonónico del puerto de Nue-va York. En una mañana templada, exactamente tres meses después de la acometida de Sandy, el muelle actual reluce apacible y amigable más allá de su ventana.

“Esto era un archipiélago que protegía Red Hook –dice Orff, señalando en el mapa un pe-queño grupo de islas frente a la costa de Brook-lyn–. Y había otra cadena de bancos de arena que conectaba Sandy Hook con Coney Island”.

Los islotes y bajíos desaparecieron hace mu-cho, destruidos por el dragado del puerto y los proyectos de relleno que crearon nuevos desa-rrollos en una ciudad floreciente. Orff propone recrear algunos de esos elementos –sobre todo la cadena Sandy Hook-Coney Island– y conec-tarlos mediante compuertas de esclusa que se cerrarían durante una tormenta, formando una

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Page 38: National Geographic Spain 2013-09

Un dique marino protege Malé, capital de las Maldivas, archipiélago

del océano Índico considerado el país más plano y de menor altura

en la Tierra. Para 2100, el aumento en el nivel del mar podría obli-

gar a los maldivos a emigrar. Más de 100 000 personas viven en esta

isla, de 1.9 kilómetros cuadrados.

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Page 39: National Geographic Spain 2013-09

394000Población total de las Maldivas

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Page 40: National Geographic Spain 2013-09

Expuestas peligrosamente al próximo tifón, familias invasoras

se hacinan en asentamientos irregulares costeros de Manila,

Filipinas. La pérdida acelerada de territorio por el incremento

del nivel del mar agrava la situación en ese país.

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625000Invasores en una zona de inundación de Manila

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20 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

barrera gigante que cruce el puerto es imprác-tica e incosteable”, dijo, pues el proyecto de una sola barrera obligaría a mantenerla abierta casi todo el tiempo y no protegería la ciudad del au-mento paulatino del nivel del mar.

Mientras tanto, continúa el desarrollo urba-no en las zonas de anegamiento. Klaus Jacob, geofísico de la Universidad de Columbia, revela que toda la región metropolitana de Nueva York requiere, de manera urgente, de un plan maes-tro para garantizar, por lo menos, que las cons-trucciones futuras no exacerben los riesgos de las crecidas del mar.

“El problema es que seguimos construyendo una ciudad del pasado –explica Jacob–. En la década de los ochenta del siglo xix no podían levantar ciudades para el año 2000, y, aunque hoy tampoco podemos edificar una urbe para 2100, debemos evitar la construcción de una ciudad que, sabemos, no funcionará. Hay oportunida-des para renovar nuestra infraestructura. No todo está perdido. Lo que hace falta es aprove-char esas oportunidades”.

¿qué hará nueva york una vez que Bloom-berg termine su mandato, a fines del presente año? ¿Puede una tempestad cambiar no solo la política de una ciudad, sino la de todo un país? Puede, sí. Y ocurrió hace 60 años, cuando una tormenta transformó los Países Bajos.

La tempestad llegó del mar del Norte la no-che del 31 de enero de 1953. Ria Geluk tenía en ese entonces seis años y vivía donde aún hoy reside, en la isla de Schouwen Duiveland, en la provincia suroccidental de Zelanda. Ge-luk recuerda que, a mitad de la noche, un co-nocido llamó a la puerta de la granja de sus padres para anunciar que el dique había cedi-do y más tarde, ese mismo día, toda la familia y varios vecinos que se habían refugiado en su casa treparon al techo donde, apretujados y cubiertos con mantas y gruesos abrigos, resis-tieron el embate del viento y la lluvia. Los abue-los de Geluk vivían justo al otro lado del camino, pero el agua irrumpió en la población con tal violencia que los atrapó en su domicilio; mu-rieron al colapsarse la vivienda.

barrera de ecoingeniería que abarcaría las mis-mas aguas que el proyecto más convencional de Bowman. Detrás de la barrera y a lo largo del puerto habría docenas de arrecifes artificiales creados con piedras, cuerdas y pilotes de made-ra, sembrados con ostras y otros crustáceos. Los arrecifes crecerían junto con el nivel del mar y contribuirían a amortiguar el oleaje de tormen-ta; los crustáceos, que se alimentan por filtra-ción, ayudarían a mantener limpio el puerto. “Veinticinco por ciento del puerto de Nueva York estaba compuesto de lechos de ostras”, apunta Orff.

Agrega que su “ostrastructura” podría hacer-se realidad a un costo muy bajo. “Una bobería

¿PUEDE UNA TEMPESTAD

CAMBIAR LA POLÍTICA

NACIONAL? ESO

OCURRIÓ EN LOS PAÍSES

BAJOS EN 1953, CUANDO

LOS DIQUES CEDIERON

Y 1 836 PERSONAS

PERDIERON LA VIDA.

comparada con una barrera convencional y, ade-más, no sería dinero malgastado. Si nunca vuelve a ocurrir otro Sandy, tendríamos un puerto más limpio, restablecido y ecológicamente vital, y una Nueva York más saludable”.

En junio, el alcalde Michael Bloomberg pre-sentó un proyecto de 19 500 millones de dóla-res para resguardar la ciudad de Nueva York de la marea creciente. “Sandy fue un revés tempo-ral que, a la larga, nos dará impulso”, declaró. Su propuesta –que contempla la construcción de diques, barreras de marejada locales, dunas de arena, arrecifes ostreros y más de 200 medidas adicionales– va más allá de cualquier cosa ja-más planificada por cualquier otra ciudad esta-dounidense. Sin embargo, el alcalde descarta la construcción de una barrera portuaria. “Una

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Page 43: National Geographic Spain 2013-09

+1.2 m

Bienes materiales

expuestos

(en dólares estadounidenses)

Población

expuesta

3 billones o más

2-2.9 billones

Hasta 2 billones

14 millones o más

10-13 millones

Hasta 10 millones

0

Caída en elnivel del mar

60 cm

4, 1

Calcuta

Dacca 3

Ciudad Ho Chi Minh 5Bombay 2

Shanghái 5Nueva York 3

Miami 1Guangzhou 2, 4

Aumento delnivel del mar(en 2100)

Las cinco ciudades en mayor riesgo por el aumento del nivel del mar (para 2070)

Clasificación (1-5)

“Nuestra casa siguió en pie –prosigue Geluk–. La marea volvió a subir la tarde siguiente y mi padre pudo ver lo que ocurría a nuestro alrede-dor. Cada vez que una casa desaparecía, sabía-mos que sus ocupantes habían muerto. Esa tarde llegó a rescatarnos un barco pesquero”.

Geluk ayudó a fundar el Watersnoodmuse-um (Museo de la Inundación) de Schouwen Dui-veland, en 1997, que alberga cuatro pozos de cimentación de concreto que sirvieron para ta-ponar los diques en 1953. En el desastre pere-cieron 1 836 personas, casi la mitad en Zelanda, y un bebé nacido la noche de la tempestad.

Después de la tragedia, los holandeses em-prendieron un ambicioso programa para cons-truir diques y barreras, denominado Plan Delta, el cual se prolongó más de cuatro décadas y tuvo

un costo superior a 6 000 millones de dólares. Un elemento crítico fue Oosterscheldekering, la barrera del Escalda Oriental, concluida hace 27 años para proteger la región de Zelanda del avance del mar. Al detenernos en una ribera del estuario, cerca del museo, Geluk señaló la es-tructura cuyas enormes pilas eran apenas visi-bles en el horizonte. En 1997 quedó terminado el último componente del Plan Delta, la barrera móvil que protege el puerto de Róterdam y sus casi 1.5 millones de habitantes.

Esas medidas son asunto de seguridad nacio-nal para un país donde 26 % del territorio yace bajo el nivel del mar. Con más de 16 000 kilóme-tros de diques, los Países Bajos se han fortificado a tal grado que casi nadie se detiene a pensar en la amenaza del mar, debido, eminentemente, a que

RYAN MORRIS. FUENTES: FELIX LANDERER, NASA/JPL; M. PERRETTE ET AL., 2013; ORGANIZACIÓN PARA LA COOPERACIÓN Y EL DESARROLLO ECONÓMICOS

Impacto desigual

Si para 2100 el nivel del mar aumenta en promedio un metro, los vientos, las corrientes y el derretimiento de los man-tos de hielo distribuirán el volumen de manera irregular y ciertas ciudades cos-teras serán especialmente vulnerables.

Conforme el mar se caldea, apartándo-se de las menguan-tes capas de hielo, su nivel aumenta, sobre todo en los trópicos.

Cuando se derrite un manto de hielo, disminuye el nivel de las aguas circundantes. Esto se debe a que el hielo pierde masa y no ejerce la misma atracción sobre el mar, en tanto que la tierra subyacente resurge.

La acelerada pérdida de tierra agrava las inundaciones en ciu-dades situadas en deltas fluviales, como Calcuta, Dacca y Ciu-dad Ho Chi Minh.

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Page 44: National Geographic Spain 2013-09

SOHO

GREENWICH

VILLAGE

MIDTOWN

CHELSEA

TRIBECA

Durante la acometida de San-dy, el agua salada entró a bor-botones en el sitio de construcción de la Zona Cero. Los nuevos mapas federales ahora incluyen el sitio en una zona de inundación a 100 años.

Ola causada por el viento Marea alta normalDirección del viento

¿Qué ocurriría en Nueva York si la marejada ciclónica de una tormenta

como Sandy avanzara sobre aguas que se hubieran elevado 1.5 metros?

Ese es el cálculo máximo que el Cuerpo de Ingenieros del ejército de Es-

tados Unidos recomienda tomar en cuenta en la planificación para 2100.

El oleaje de Sandy inundó túneles del metro, interrumpió el suministro

eléctrico del bajo Manhattan durante varios días y dañó 218 000 autos

en toda la región. Si la ciudad no se protege, una futura inundación

avanzaría más profundamente por sus calles cavernosas.

Una supertormenta en 2100

1 Conforme la tormenta se aproxima a la costa, los fuertes vientos a su derecha empujan agua hacia el frente.

2 Cerca de la costa, el fondo marino somero ocasiona que el agua se acu-mule sobre la marea normal. Cada yarda cúbica de agua pesa alrededor de 1 030 kilogramos.

3 Las olas que remontan la marejada golpean tierra firme. Un pequeño incremento en el nivel del mar aumenta mucho la fuerza destructiva y el alcance de las marejadas.

El poder de una marejada ciclónica

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ALPHABET CITY

DISTRITO

FINANCIERO

BARRIO CHINO

0 mi 5

0 km 5

ELBRONX

QUEENS

Nueva York

BROOKLYN

MANHATTAN

ISLASTATEN

Una ciudad vulnerable

Extensión de la mare-jada de Sandy en 2012 (línea blanca)

Extensión de la marejada de Sandy (línea blanca)

Construcciones potencialmente afectadas.

Rotacióncontrarreloj

Ola de tormenta

CONN.N.Y.

N.J.

DEL.

Trayectoria de la super

Bahía de Nueva York

Nueva

York

tormenta

La forma del litoral circundan-te vuelve a Nueva York espe-cialmente vulnerable a las marejadas ciclónicas: una muesca en la costa, denomi-nada New York Bight, actúa como embudo y dirige el oleaje hacia la ciudad.

N

En octubre de 2012, Sandy inundó esta central eléctrica Con Edison, dejando a oscuras gran par-te de Manhattan por debajo de la calle 30.

RYAN MORRIS, MATTHEW TWOMBLY Y MAGGIE SMITH.ILUSTRACIÓN: IXTRACT GMBH, BERLÍNFUENTES: NOAA; CUERPO DE INGENIEROS DEL EJÉRCITO DE ESTADOS UNIDOS; DEPARTAMENTO DE PLANIFICACIÓN URBANA DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK; OFICINA DE ADMINISTRACIÓN DE EMERGENCIAS DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK; SERVICIO GEOLÓGICO DE ESTADOS UNIDOS; CENTRO NACIONAL DE HURACANES; SERVICIO METEOROLÓGICO DE ESTADOS UNIDOS; INSTITUTO DE TECNOLOGÍA STEVENS (MODELO DE ELEVACIÓN DIGITAL); INSTITUTO DE COMPUTACIÓN RENAISSANCE, UNIVERSIDAD DE CAROLINA DEL NORTE EN CHAPEL HILL; FEMA (EXTENSIÓN DE LA MAREJADA CICLÓNICA, 2012)

Metodología: la huella de una marejada ciclónica como la de Sandy, para 2100, se basa en una pleamar y una crecida marítima de 1.5 metros. Fue producida con el modelo de marejada SLOSH del Servicio Meteorológico y mediante un procedi-miento del Cuerpo de Ingenieros del ejército de Estados Unidos para traducir el resultado bruto del modelo en un detallado mapa de inundación. La huella no contempla futuros cambios litorales que puedan influir en una marejada, como erosión de playas o bancos de arena.

MAQUETA DE MANHATTAN PROPORCIONADA POR PICTOMETRY (2009, 2012)

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6 000 MILLONES DE DÓLARESCosto de la barrera contra inundaciones en San Petersburgo

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Page 47: National Geographic Spain 2013-09

Dos compuertas curvas de acero, cada una de más de 106 me-

tros de largo, se cierran para proteger San Petersburgo, Rusia,

de las tormentas del mar Báltico que en los últimos tres siglos

han inundado la ciudad en varias ocasiones. Concluidas en

2011, las compuertas son parte de una barrera de 26 kilóme-

tros de largo, sobre la que también corre una nueva autopista.

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26 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

un puerto en la ribera del Mosa. De alrededor de tres pisos de altura, los domos fueron fabri-cados con un plástico 100 veces más ligero que el vidrio.

Desde el interior admiramos vistas extensas del perfil urbano de Róterdam, mientras escu-chábamos el golpeteo del granizo de las nubes bajas procedentes del mar del Norte. Aunque los domos se utilizan para encuentros y exhibicio-nes, su objetivo principal es demostrar el vasto potencial de la arquitectura urbana flotante; de hecho, el gobierno de la ciudad espera que, para 2040, haya unas 1 200 viviendas flotando en el puerto. “Creemos que estas estructuras serán importantes no solo para Róterdam, sino para muchas ciudades en todo el mundo”, explica Bart Roeffen, arquitecto que diseñó el pabellón. Sin embargo, las casas de 2040 no serán domos necesariamente, ya que Roeffen eligió esa si-lueta por su integridad estructural y su atracti-vo futurista. “Construir en el agua no es novedad, pero desarrollar comunidades en gran escala y en un puerto con mareas sí lo es –afirma Mole-naar–. En vez de luchar contra el agua, quere-mos vivir con ella”.

Durante mi estancia en los Países Bajos escu-ché varias veces un gracioso comentario: “Puede que Dios haya construido el mundo, pero los holandeses construyeron Holanda”. El país ha reclamado tierras al mar durante casi 1 000 años; gran parte de Zelanda surgió de ese proceso. Tal vez esa sea la razón por la que la amenaza de la creciente marítima aún no ha desatado pánico entre los neerlandeses.

encaradas con las amenazas del cambio cli-mático y los crecientes niveles marítimos, ciuda-des de todo el mundo, desde Nueva York hasta Ciudad Ho Chi Minh, han recurrido al ejemplo de los Países Bajos. Arcadis, compañía neerlan-desa, ha desarrollado el diseño conceptual para una barrera de marejada ciclónica en Verrazano Narrows, la cual protegerá la ciudad de Nueva York. La misma empresa ayudó a diseñar la ba-rrera de 1 100 millones de dólares y 3.2 kilóme-tros de extensión que, el verano pasado, resguardó Nueva Orleans del oleaje de cuatro metros de

las defensas se han integrado tan bien con el pai-saje que resultan casi invisibles.

Una tarde gélida de febrero paso un par de horas recorriendo Róterdam con Arnoud Mole-naar, administrador del programa Climate Proof, el cual pretende lograr que la ciudad resista los niveles marinos esperados para 2025. Transcu-rridos unos 20 minutos de nuestro paseo, subi-mos por una calle empinada junto a un museo diseñado por el arquitecto Rem Koolhaas. Pese a que la presencia de una cuesta en aquella urbe horizontal debió alertarme, me sorprendo cuan-do Molenaar me informa que estamos subiendo por el costado de un dique y, entonces, señala a los transeúntes. “Casi nadie se da cuenta de lo

CON MARES 1.2 METROS

MÁS ALTOS QUE EN LA

ACTUALIDAD, DOS TERCIOS

DEL SURESTE DE FLORIDA

QUEDAN INUNDADOS,

LOS CAYOS CASI HAN

DESAPARECIDO Y MIAMI

ES UNA ISLA.

que es esto”, revela. El Westzeedijk protege a la ciudad del río Mosa, situado unas cuadras al sur, pero el bulevar ancho y bullicioso que discurre sobre el dique se parece a cualquier otra vía pú-blica holandesa, con bandadas de ciclistas peda-leando en carriles especiales.

Mientras deambulamos, Molenaar señala una variedad de estructuras sutiles para contro-lar inundaciones: un estacionamiento subterrá-neo con capacidad para 10 000 metros cúbicos de agua de lluvia (más de 2.5 millones de galo-nes); una calle flanqueada por dos niveles de aceras: la inferior ideada para almacenar agua y mantener seca la superior. Al caer la tarde llega-mos al Pabellón Flotante de Róterdam, grupo de tres domos transparentes e intercomunicados que descansan sobre una plataforma anclada a

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altura que acompañó la embestida del hura-cán Isaac. Incluso el Noveno Barrio Bajo, tan dañado por Katrina, resultó ileso.

“Isaac fue una tremenda victoria para Nueva Orleans”, afirma Piet Dircke, ejecutivo de Arca-dis, mientras cenamos en Róterdam. “Todas las barreras se cerraron; todos los diques resistie-ron; todas las bombas funcionaron. ¿No se en-teró? Claro que no, porque no ocurrió nada”.

Tal vez Nueva Orleans permanezca a salvo durante algunas décadas pero, en el largo pla-zo, sus perspectivas y las de otras ciudades de poca elevación son espantosas. Y de ellas, una de las más vulnerables es Miami. “No puedo imaginar habitantes en el sureste de Florida para finales del presente siglo”, advierte Hal Wanless, presidente del Departamento de Cien-cias Geológicas de la Universidad de Miami. Nos encontramos en su oficina del sótano, obser-vando mapas de la península en su computado-ra. Con cada clic del ratón los años pasan, el océano crece y Florida se reduce; manglares y humedales de agua dulce colapsan en la espiral de muerte que ya se ha iniciado en el extremo sur del estado. Y cuando el nivel del mar sea 1.2 metros más alto de lo que es en la actualidad –una posibilidad seria para 2100–, dos tercios del sureste de Florida se inundarán, los Cayos casi habrán desaparecido y Miami se habrá con-vertido en una isla.

Al preguntarle si las barreras salvarían la ciudad, al menos a corto plazo, Wanless sale un momento de su oficina y regresa con un núcleo cilíndrico de piedra caliza, de unos 30 centímetros de largo, que más parece un tubo de queso suizo gris petrificado. “Intente tapo-nar esto”, dice. Miami y la mayor parte de Flo-rida se levantan sobre asentamientos de caliza de gran porosidad, un tipo de piedra com-puesta de restos de incontables organismos marinos depositados en el fondo hace más de 65 millones de años, cuando un mar templado y somero cubría el actual territorio floridano; un pasado que, en este caso, podría parecerse mucho al futuro.

Wanless explica que sería inútil erigir una barrera porque el agua simplemente fluiría a

través de la caliza sobre la que estaría cons-truida. “Sin duda intentarán realizar asom-brosas proezas de ingeniería –agrega–. Pero la caliza es tan porosa que ni siquiera una serie de sistemas de bombeo colosales impedirá el paso del agua”.

El nivel del mar ya está amenazando el sumi-nistro de agua dulce del estado. Casi una cuarta parte de los 19 millones de residentes de Florida depende de pozos excavados en el enorme acuí-fero de Biscayne, pero el agua salada ha empe-zado a contaminarlos, filtrándose de docenas de canales construidos para drenar los Everglades. Durante décadas, el gobierno del estado ha tra-tado de controlar el influjo de agua marina con presas y estaciones de bombeo construidas en los canales de drenaje. Detrás de esas “estructu-ras para control de la salinidad” hay un muro de agua dulce que impide el ingreso subterrá-neo del agua salada pero, para compensar la mayor densidad de esta, el nivel del agua dulce de las estructuras de control tiene que ser 60 centímetros más alto que el nivel del mar.

No obstante, las estructuras de control cum-plen una segunda función: durante las frecuen-tes lluvias torrenciales de Florida, sus compuertas se abren para desaguar en el mar el exceso de precipitación. “Tenemos unas 30 estructuras para control de la salinidad en el sur de Florida”, afirma Jayantha Obeysekera, jefe de modelado hidrológico de la Administración de Aguas del Distrito Sur de Florida. “Pero ahora, a veces el nivel del mar es más alto que el del agua dulce del canal”, lo cual acelera la intrusión de agua salada e impide el drenaje de las aguas de inun-dación. “El temor es que esa situación empeore conforme se acelere la crecida del nivel del mar”, concluye Obeysekera.

A la larga, el uso de agua dulce para contener la salada se volverá una solución impráctica, porque la cantidad de agua dulce necesaria oca-sionará que se sumerjan zonas cada vez más extensas más allá de las estructuras de control, y esto provocará que el estado se inunde desde el interior. “Si el mar crece solo 50 centímetros, 80 % de nuestras estructuras para control de la salinidad dejarán de ser funcionales –augura

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28 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

Wanless–. Tendremos que anegar comunida-des enteras para mantener el agua dulce por arriba del nivel del mar o ceder a la intrusión del agua salada”. Y si el nivel marino se eleva 60 centímetros, agrega, los acuíferos de Florida quedarán irremediablemente contaminados. Incluso ahora, durante mareas inusualmente altas, el agua salada brota del alcantarillado de Miami Beach, Fort Lauderdale y otras ciuda-des, inundando sus calles.

En un estado expuesto a huracanes y crecidas del mar, individuos como John Van Leer, ocea-nógrafo de la Universidad de Miami, temen el día en que no podrán asegurar o vender sus ca-sas. “Si los compradores no pueden asegurarlas, no podrán solicitar hipotecas, y si no hipotecan, solo podremos vender a quienes paguen en efectivo –explica Van Leer–. Lo que busco es alguien que niege el cambio climático y tenga mucho capital”.

si no cambiamos el rumbo en los próximos años, nuestras emisiones de carbono crearán un mundo geográficamente distinto del que

atestiguó la evolución de nuestra especie. “De seguir así, a fines de siglo la concentración de dióxido de carbono atmosférico se habrá ele-vado a 1 000 partes por millón”, presagia Gavin Foster, geoquímico de la Universidad de South-ampton, Inglaterra. Semejantes concentracio-nes, prosigue, no se han visto en nuestro planeta desde el Eoceno temprano, hace 50 millones de años, cuando la Tierra estaba completamente libre de hielo. Según el Servicio Geológico de Es-tados Unidos, el nivel marítimo de un planeta sin hielo sería hasta 66 metros más alto que en la actualidad y, aunque tal vez hagan falta miles de años y más de 1 000 partes por millón para crear semejante mundo, sin duda alcanzaremos esa meta de seguir quemando combustibles fósiles.

Foster dice que, sin importar cuánto reduz-camos nuestras emisiones de gases de inverna-dero, estamos condenados a, por lo menos, una crecida marítima de varios metros –tal vez de-cenas– mientras el planeta se adapta a la canti-dad de dióxido de carbono que ya se encuentra atrapado en la atmósfera. Un estudio neerlandés

Tierra de molinos de viento y diques

Enmarcado por molinos, este dique protege tierras agrícolas situadas casi completamente por debajo del nivel del mar. Los diques y el ininterrumpido bombeo evitan que más de la cuarta parte del país vuelva a convertirse en pantanales o mar abierto.

Holanda: país bajo, visión amplia

FLEVOLANDA

Desde hace casi 1 000 años, los holandeses han

rescatado tierras del mar, aunque a veces han per-

dido territorio. En 1953, una inundación catastró-

fica mató a más de 1 800 habitantes, orillando al

país a desarrollar el sistema de diques y defensas

más complejo y sofisticado del mundo. Las estruc-

turas vitales son construidas para resistir una tor-

menta “uno en 10 000 años”.

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bajo el agua 29

unida? Mucha gente no tiene la capacidad para entender esta situación. Piensan que Miami ha estado en su sitio desde el principio de los tiem-pos y que nunca se moverá de allí. ¿Cómo ha-cerles comprender que Miami o Londres no ocuparán siempre el mismo lugar?”.

¿Cuál será el aspecto de Nueva York en 200 años? Klaus Jacob, el geofísico de Columbia, ima-gina el centro de Manhattan como una especie de Venecia, sujeto a inundaciones periódicas, tal vez con canales y taxis acuáticos. Dice que gran parte de la población se apiñará en las tie-rras altas de los otros distritos. “Los terrenos elevados serán costosos y la zona del puerto se abaratará”, pronostica. Sin embargo, entre los neoyorquinos y el resto de la humanidad no ha arraigado la idea de que el mar crecerá, y mu-cho. Se calcula que, de los miles de habitantes del estado de Nueva York cuyos hogares resul-taron muy dañados o destruidos por la mareja-da de Sandy, solo 10 o 15 % aceptará la oferta de compra por parte del Estado a precios anterio-res a la tormenta. Los demás tienen intencio-nes de reconstruir. j

reciente predijo que los Países Bajos podrían idear soluciones de ingeniería a un costo acep-table para responder a un incremento de hasta cinco metros en el nivel del mar, sin embargo, los países más pobres tendrán dificultades para adaptarse a mucho menos que eso. Llegará el momento en que las soluciones de ingeniería no respondan a los requerimientos de distintos lugares en diferentes momentos y entonces empezaremos a alejarnos de la costa, solo que en algunos sitios no habrá terrenos elevados donde buscar refugio.

Para fines de siglo, si no antes, grandes sec-tores de la población tendrán que abandonar las zonas costeras de Florida y otras partes del mundo, y algunos investigadores advierten so-bre una marejada de refugiados del cambio climático. “Desde Bahamas hasta Bangladesh y la mayor parte de Florida, todos tendremos que mudarnos y quizá haya que hacerlo al mis-mo tiempo –apunta Wanless–. Habrá gran agi-tación civil, guerras. Tendremos que cuestionar cómo –o si acaso– funcionará la civilización. ¿Cuán delicados son los hilos que la mantienen

Vigilantes de diques Un hogar en el agua

El control de los diques –y la autoridad para cobrar impuestos para su mantenimiento– está en manos de juntas de agua comunitarias que anteceden la crea-ción de la nación holandesa. Estos voluntarios han sido capacitados para contener una falla en tres horas.

Pequeños muelles y pasajes comunican las casas flotantes construidas en un lago al oriente de Ámsterdam. Sujetas a pilotes mediante collarines deslizantes, las viviendas pueden moverse con la marea durante inundaciones y tormentas.

KAMPEN, OVERIJSSEL IJBURG, ÁMSTERDAM

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Page 53: National Geographic Spain 2013-09

Una casa abandonada sigue en pie en la isla Tiengemeten,

Holanda del Sur, donde el gobierno rompió los diques

deliberadamente para crear un espacio natural singular

en un país moldeado por el hombre.

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32

KINSHASA, PULSO

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Dos niños sumen la

panza y pían como pá-

jaros durante un rito de

iniciación en Kinshasa.

En esta caótica capital, el arte es una manera de sobrevivir.

URBANO DEL CONGO

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Page 57: National Geographic Spain 2013-09

Kinshasa vibra de energía

empresarial. La mayoría

de los residentes de la ciu-

dad está oficialmente des-

empleada, por lo que

necesitan actuar rápido e

improvisar para sobrevivir.

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La artista Julie Djikey protesta

contra la contaminación como

“coche humano”, con filtros de acei-

te en los pechos y aceite de motor

mezclado con cenizas de llanta que-

mada embarrados sobre su cuerpo.

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Page 60: National Geographic Spain 2013-09

Sale de una choza no más grande que una celda de prisión, aunque está pin-tada alegremente y un letrero anuncia: Place de la Culture et des Arts. El artista vive aquí, trabaja aquí. Tiene 32 años, corte de pelo tipo mohicano, aretes de oro, botas vaqueras, cinturón Dolce & Gabbana y una camisa de seda de color cobre. Su nombre es Dario y desea infor-marnos algo: “Soy el rey de este barrio”.

El barrio en cuestión es Matete: atestado, empobrecido, rudo, conocido por sus atletas y sus ladrones (no tanto por sus artistas cons-cientes de la moda. Una vez, en otro barrio, a Dario lo asaltaron y le robaron su ropa extrava-gante, lo que lo obligó a practicar boxeo para defenderse). Junto a la choza de Dario, una an-ciana se sienta sobre el polvo y vende monto-nes de carbón. Calle arriba se extiende un mercado complejo donde los vendedores trafi-can martillos, plátanos y cigarros. Calle abajo, un par de policías intentan sujetar a una mujer fuera de sí que se arranca las vestiduras. Esta-mos en el acelerado corazón de Kinshasa, capital

de la República Democrática del Congo, donde los niveles de nutrición per cápita y la calidad del agua sugerirían condiciones muy próximas a la muerte. No obstante, Kinshasa está más que viva.

“Entra”, ofrece Dario. No hay cama en la cho-za. Sus paredes están cubiertas con las pinturas de Dario, que no son lo que esperarías del chico presumido y fanfarrón que conocí por primera vez en un concurso de sape, una reunión en la que varones kinois, como se conoce a los resi-dentes de Kinshasa, se pavonean en los costo-sos harapos que han logrado conseguir gracias a su astucia del día a día. En medio de este mar

Miren al artista.

Por Robert Draper

Fotografías de Pascal Maitre

38 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

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K inshasa 39

extraño de petulantes en quiebra me había em-bestido, señalándose a él mismo y cacareando: “¡Pantalones Yohji Yamamoto! ¡Botas El Paso! ¡Mi gorra Kassamoto vale 455 euros!”. Y conti-nuó, hasta que de alguna forma resultó que, además de ser un sapeur o “fashionista” com-prometido –“cuando me muera, mi ropa será enterrada conmigo”–, Dario había estudiado en la Academia de Bellas Artes de Kinshasa. “Pinto desde los 10 años”, me dijo.

Las pinturas de Dario son incontenibles e imaginativas, y al mismo tiempo melancólicas. Evocan escenas de calles atestadas y el trabajo solitario y duro de la vida diaria –un paisaje

urbano interminable y exuberante que ha en-gendrado a algunos de los mejores artistas de África–. Muchos de ellos –los pintores Pierre Bodo y Chéri Samba, los músicos Papa Wemba y Koffi Olomide, los escultores Bodys Isek Kin-gelez y Freddy Tsimba, por nombrar algunos– son conocidos en todo el mundo. Quizá Dario nunca lo sea. Pero a esto compromete su vida, a encontrar belleza en la lucha. Le pido que pinte algo para mí y describa lo que tengo en mente. Acordamos un precio, que incluye 100 dólares por adelantado para materiales. Le doy el dinero en efectivo y él lo mete discretamente en una Biblia de su repisa.

El pintor Chéri Chérin emplea a su apren-

diz para que le detenga una linterna y así

pueda trabajar de noche; gran parte de

Kinshasa suele quedarse sin electricidad

una vez que oscurece.

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“No tengo dinero –confiesa–. Pero la gente como yo nunca se desanima. Somos guerreros. Morimos con honor.”

Miren la ciudad del arte. Kinshasa bulle como las aguas primordiales a lo largo de una exten-sión de 650 kilómetros cuadrados de trópico en la ribera sur del río Congo. Unos 10 millones de personas viven en lo que los colonizadores belgas alguna vez llamaron Leopoldville y cada año otro medio millón se suma a la población de Kinsha-sa. Nadie sabe cómo sobrevivirán. La ciudad es todo excepto próspera: incluso el trigo para el pan se importa; según un voluntario veterano con base en Kinshasa, “en Estados Unidos puedes comprar una caloría más barata que aquí. Esta es una de las poblaciones peor nutridas de África, si no es que del mundo”. Toda el agua de la ciudad

proviene del río Congo y sus afluentes, y ahí van a dar también todas las aguas negras de la ciu-dad. Solo unas cuantas calles de Kinshasa están pavimentadas. La mayoría de los kinois no pue-de pagar las escuelas. A pesar de su estatus como ciudad capital del segundo país más gran-de de toda África, Kinshasa es un portento de disfunción. Todos los ministerios del gobierno tienen que ser, como dice con tacto un funciona-rio de Estados Unidos, “básicamente autofinan-ciables”, lo que significa que gran parte de su dinero proviene de sobornos y extorsiones. Esto aplica especialmente a los policías, que, según el voluntario, “son 100 % corruptos. Cada uno de ellos es oficial por una razón: para cobrar.”

Sería adecuado esperar anarquía del choque entre una pobreza pujante y un Estado fallido. Pero la fe de Occidente en las instituciones re-sulta irrelevante en esta mala unión entre me-trópolis y pueblo. La de Kinshasa tampoco es la típica historia africana de tragedia y opresión

El escritor Robert Draper y el fotógrafo Pascal Maitre

a menudo trabajan juntos en África. Su siguiente his-

toria nos llevará tierra adentro por el río Congo.

Esta es una ciudad de espíritu emprendedor

RYAN MORRIS. IMAGEN SATELITAL: RAPIDEYE (MAYO DE 2011)

REP. DEM.DELCONGO

REP.DELCONGO

ZONAAMPLIADA

Goma

Á F R I C A

4°17′S

15°17′E 15°19′ 15°21′ 15°23′

LA ESCALA VARÍA EN ESTA PERSPECTIVA

Brazzav i l le

K i n s h a s a

R í o C o n g o

REP. DEL CONGO

REP. DEM. DEL CONGO

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K inshasa 41

sin salida. En 1960 consiguieron su indepen-dencia de los colonizadores belgas, cuya capa-cidad de gobierno no dejó nada bueno de qué hablar, y luego fueron engañados y saqueados por el dictador Mobutu Sese Seko, de manera que hace mucho tiempo que los congoleses descartaron que sus instituciones civiles o sus líderes electos hagan lo que prometieron. El milagro de Kinshasa consiste en que a pesar de todo no ha descartado la esperanza. Todo lo contrario, en esta ciudad hay un aire emprende-dor frenético; todos son vendedores de lo que haya, especialistas sin certificado –autoemplea-dos, autodidactas–, creadores en medio del caos, un artista en una choza.

Busqué a un autor local que alguna vez escri-bió lo siguiente de su ciudad natal: “Kinshasa es una ciudad donde los estudiantes no estudian, los trabajadores no trabajan, los funcionarios no administran”. El nombre del autor es Lye M. Yoka. Es el director general del Instituto Nacio-nal de las Artes y sonríe cuando le leo la cita. “La fuerza de Kinshasa se puede encontrar en dos partes –me dice–. La primera es el crisol: encuen-tras una mezcla de todas las tribus, y en la capital no hay fricción entre las tribus locales –había guerras entre líderes militares, señala–, pero las comunidades tribales nunca han padecido una guerra civil”.

La segunda fuente de fortaleza de la ciudad, prosigue, es su “gran creatividad e improvisa-ción. Quien viene de fuera percibe un caos. Para mí no es caos en lo más mínimo. Hemos desa-rrollado un sistema informal. Y dentro de este sistema informal existe una organización. Usa-mos lo que tenemos y negociamos con todo”.

Desde luego, Yoka estaba describiendo la na-turaleza misma de la sensibilidad artística. “Es bien sabido que los artistas no dependen del gobierno –añade–. Su actividad artística se vuelve una manera de resistir la crisis cotidia-na, y también un medio para soñar. En conclu-sión, es la pasión la que los motiva a crear. Y la pasión tiene dos significados: sufrimiento y entusiasmo”.

Esta es Kinshasa, ciudad de arte, donde el trabajo duro es la musa.

Encuentro a Freddy Tsimba parado más o menos a un metro detrás de una puerta de metal corrugado, usando un soplete de oxiacetileno para soldar un machete a la escul-tura de una mujer embarazada hecha total-mente de cucharas. Tsimba les paga a los niños de la calle de Kinshasa, los sheges, para que en-cuentren cucharas desechadas y se las lleven. “No saben lo que estoy haciendo aquí, solo creen que soy un loco del barrio que colecciona cucharas –me dice–. Tenemos muchas cucha-ras, pero desafortunadamente nada para comer con ellas.”

La escultura, me explica Tsimba, simboliza la epidemia de violaciones en el este del Congo. “Puedes ver que la mujer tiene el brazo exten-dido –apunta–. Está protegiendo al bebé que lleva dentro. Está luchando con el soldado. Hace lo que puede. El machete, por supuesto, expresa poder y violencia”.

“¿La gente nunca te pregunta por qué no te concentras en imágenes más positivas?”

Tsimba responde riéndose: “Los artistas más viejos –esos que pintan mujeres con traseros enormes bailando y gente bebiendo– no están de acuerdo. Pero la mayoría de los congoleses sufre, y eso es lo que yo represento. No deseo adular a las autoridades. Prefiero centrarme en lo real”. El hombre ágil y encantador de cabelle-ra rastafari me lleva por las calles cubiertas de polvo de Matonge, el barrio donde ha vivido sus 45 años. Pasamos por el lecho ancho de un arroyo rebosante de basura. Tsimba se detiene en una puerta de metal, la abre y me conduce al interior de su bodega. Adentro hay quizá 50 es-culturas más: algunas embarazadas, muchas con las piernas abiertas y las manos contra la pared. Un inframundo de víctimas relucientes hecho de cucharas, machetes y balas.

“Conocí a una mujer del Congo oriental aquí, en 1998, una víctima de violación emba-razada –recuerda Tsimba–. Le pregunté si con-servaría al bebé. Me dijo: ‘Sí, él es inocente’. Eso se volvió mi inspiración. Le enseñé la escultura cuando la terminé. Estaba emocionada, inclu-so encantada, de que alguien le contara esto al mundo. Me dijo: ‘Sí, así es como sufrí’. Vendí la

donde todos son vendedores de lo que haya.

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Kinshasa es una pasarela

para los jóvenes sapeurs,

“fashionistas” que desfilan

con prendas de alta costura.

Excesivos en la expresión de

sí mismos, algunos gastan la

mayoría de sus ingresos en

atuendos de diseñador.

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Los que huyeron del campo por la guerra han

adaptado sus rituales tradicionales a la atmósfera

de gran ciudad de Kinshasa. El grupo de danza

Kpou Ambitiri se presenta en ceremonias tribales

pero también en festivales a cambio de dinero.

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escultura y usé el dinero para pagar el hospital y comprar ropa, para que ella y su bebé pudie-ran regresar a Goma”.

Desde entonces, las esculturas de Freddy Tsim-ba se han expuesto por toda África y Europa, China, Washington, D.C. Recientemente, las au-toridades de Estrasburgo le dieron una residen-cia de artista para que erigiera una estructura de seis metros de alto que conmemorara a los múl-tiples refugiados recientes de Europa del este en Alsacia. Las ganancias cubren el combustible de su soplete para soldar, su bodega, las cucharas y las armas desechadas.

En otros países, un artista con la aguda hu-manidad de Tsimba obtendría una beca, luego una subvención y después una cátedra honora-ria. Mobutu, a pesar de su cleptocracia, apoyaba mucho a los artistas de Kinshasa, especialmen-te a los que hacían propaganda a su favor. Pero los sucesores del dictador, Laurent Kabila (quien derrocó a Mobutu en 1997) y Joseph Kabila (quien reemplazó a su padre después de su ase-sinato en 2001), solo han ofrecido indiferencia. El propósito del Ministerio de Arte del gobierno es ser una fuente de desconcierto permanente. Las dos escuelas de arte de Kinshasa son finan-ciadas en gran parte por las colegiaturas que pagan los padres de los estudiantes. “Hay una falta de visión por parte del gobierno”, señala Joseph Ibongo Gilungula, director de los Mu-seos Nacionales del Congo, en Kinshasa. Con una risa desalentadora, se refiere al museo del que es custodio: “¿De qué otra manera puedes explicar que aquí tengamos 40 000 piezas de arte embodegadas?”.

Así que, para volverte un artista como Tsim-ba, haces lo que cualquier kinois haría. Aceptas que tu gobierno está ahí solo para tomar, no para dar. Improvisas. Te lanzas a la búsqueda del arte con tal convicción que tus padres se con-vencen de mandarte a la Academia de Bellas Ar-tes (donde luego conoces a un chico persistente de nombre Dario, quien parece prometer con el pincel). Aprendes el oficio de soldar convivien-do con artesanos del metal que se han asentado clandestinamente en una fábrica vieja de auto-partes que quedó en bancarrota. Encuentras tu

Comulgar con los espíritus es fuente

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Un niño de la calle de nombre Gaby está cubierto de talco como parte de un

exorcismo. Desde la llegada de las iglesias pentecostales en la década de los

noventa, las familias han comenzado a expulsar a los hijos que creen son he-

chiceros, una superstición que también refleja la desesperación económica.

de maldad pero también de fortaleza.

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inspiración y tus materiales en la calle. El dine-ro que ganas lo obtienes de clientes ricos fuera del Congo. Vives cada día por obra del ingenio y la autosuficiencia, en una mezcolanza turbu-lenta de darwinismo urbano y provincialismo tribal en la cual la clase de riesgos artísticos que toma un Freddy Tsimba podrían malinterpre-tarse. “Alguna gente conecta el trabajo que estoy haciendo con la maldad –reconoce–. Piensan que mi arte es del demonio. Mis propios fami-liares creen que soy brujo. Ya no como con mis parientes porque tengo miedo de que intenten envenenarme”.

Comulgar con los espíritus, para los kinois, es fuente de maldad pero también de fortaleza: el elíxir que estimula su economía in-formal, el comodín con el que la suerte de un alma en apuros puede cambiar sin previo aviso. He leído esto muchas veces: los kinois creen que los espíritus de los muertos pueden alterar sus vidas. Lo siento por primera vez una noche en el barrio de Matonge, el bastión de la escena musical de Kinshasa.

A la estrella de la rumba internacionalmente reconocida, Papa Wemba, originario de Ma-tonge, lo rodean multitudes de locales cada vez que regresa en su traje acicalado, con un puro enorme que le sale de la boca. En la noche, las calles de Matonge estallan con melodías intan-gibles y asistentes extasiados a los clubes. Al pasar por los pequeños locales atestados escu-chas un torrente de golpes de tambor, armo-nías en rápido aumento y, por supuesto, la lánguida sensualidad de la rumba, que hizo su improbable viaje hasta Kinshasa desde Cuba en los años treinta y cuarenta, vía los marine-ros del occidente de África, los trabajadores caribeños y los discos que vendían los comer-ciantes europeos, y que fue adoptada de mane-ra instantánea por los colonizados kinois como un ritmo cercano a su corazón.

Una tarde me reuní con Tsimba en un club de Matonge llamado La Porte Rouge, para ver a la banda de la casa: Basokin. El club es un garaje, iluminado por una cuerda de la que cuelgan cua-tro bombillas, con un auto estacionado adentro

que solo deja espacio suficiente para un esce-nario improvisado y media docena de mesas de plástico. Los vendedores llegan a ofrecer cerve-za congolesa, brochetas de carne asadas y tazas de cacahuates, cuyas cáscaras cubren el piso de concreto. Los miembros de la banda, todos hombres, se forman en el escenario: tres voca-listas, dos guitarristas eléctricos, un bajista, tres tambores de tom-tom y un percusionista, que durante toda la presentación golpea diligente-mente su baqueta contra una botella de cerveza vacía. Por un sistema de sonido saturado y lle-no de reverberaciones, la música comienza a paso lento con los tambores y un riff de guita-rra repetitivo. El cantante principal, un hom-bre de mediana edad, con camisa de imitación de seda, que se hace llamar Mi Amor, vocifera unas cuantas sílabas. Luego, los otros dos vo-calistas se unen en una armonía marcadamen-te gutural y polifónica típica del grupo étnico songye, de donde proviene el nombre de la banda. La canción continúa sin prisas: el can-tante sermonea con énfasis, los tambores ga-nan poder, las vueltas de guitarra son cada vez más apretadas, una construcción de intensi-dad casi imperceptible. Así sigue por ocho mi-nutos hasta que, desde alguna parte detrás del auto estacionado, aparecen unas bailarinas y se dirigen hacia el escenario.

Son cuatro, todas jóvenes, todas descalzas. Esta noche están vestidas con faldas sencillas y camisetas sin mangas; más tarde esa misma se-mana, cuando regreso a La Porte Rouge con el fervor delirante de un acosador de celebrida-des, están ataviadas con vestidos tribales bri-llantes en amarillo y rojo. Los cantantes ahora se han desvanecido en un papel secundario de cantos y gruñidos, mientras las bailarinas gi-ran, dando vueltas en un remolino durante una improvisación de guitarra que ha emprendido un demencial galope de poderosos sonidos. Atendiendo a la locomoción de los tambores, las jóvenes mujeres se paran frente a la audien-cia y comienzan a simular un híbrido rítmico entre sexo y parto: de la cintura para abajo, pa-riendo en un movimiento inconmensurable; del cuello para arriba, completamente en trance. La

Vives cada día gracias a una mezcla de

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audiencia, incluidos Freddy Tsimba y yo, está atrapada en lo que parece un estado de alucina-ción compartida.

Y entonces, de repente, las luces se apagan y las guitarras se silencian. El generador que su-ministra la electricidad de La Porte Rouge acaba de succionar su última gota de gasolina. Basokin desaparece en la oscuridad mientras alguien toma un recipiente de plástico y corre calle abajo para traer más combustible. Media hora después, el club está encendido, la banda regresa al esce-nario con calma estoica; una nueva espiral de sonido y movimiento de 20 minutos llena el garaje y, así lo creo, la ciudad.

Unos cuantos días después me reúno con el cantante Mi Amor para tomar una cerveza en Matonge. Las calles están amansadas bajo la luz del sol y el líder de la banda es, como Freddy Tsimba, amigable y profundamente serio en lo que respecta a su arte. Me dice que los integran-tes de Basokin se han presentado juntos desde hace 30 años. Dos de las bailarinas son hijas de los músicos. Desde 1987, Basokin ha tocado en La Porte Rouge cada lunes, miércoles y viernes. Mi Amor y uno de los otros miembros tienen trabajos en el gobierno; el resto, me explica, “trabajan en la estructura informal”, lo que sig-nifica que, como la vasta mayoría de los kinois, sobreviven con lo que pueden, incluyendo las propinas de la audiencia.

La presión para sobrevivir como artista en Kinshasa incluso ha obligado a músicos famo-sos como Papa Wemba a aceptar patrocinado-res corporativos e insertar jingles comerciales en su repertorio (en el caso de Papa Wemba: “¡Bebe cerveza Mützig!”.). Basokin ha resistido esos impulsos. “Todos los miembros de la ban-da son de las tribus que representan la cultura songye y lo que tratamos de hacer es preservar las tradiciones folclóricas básicas –me dice Mi Amor–. Las canciones populares son estáticas, no dinámicas. Reemplazamos algunas pala-bras y sustituimos un instrumento tradicional como el xilófono por uno moderno como la guitarra. Pero nuestras canciones hablan de regresar a los valores tradicionales que esta-mos perdiendo.

La música en sí misma, me dice el cantante, tiene la intención de evocar lo sobrenatural: el fundamento de la espiritualidad songye, repleta de brujería y veneración a los muertos. “Cuando las bailarinas se unen, y nosotros improvisamos, es una mezcla de fuerzas –asegura–. Nos esta-mos dirigiendo a nuestros ancianos songye que han fallecido. Es como si estuviéramos de regre-so en nuestros pueblos, hablando con la gente del mundo de los muertos, y ellos nos estuvieran escuchando”.

Un productor y mánager belga, Michel Win-ter, ha estado en Kinshasa numerosas veces y ha arrancado de la oscuridad a artistas notables como Konono No.1 y Staff Benda Bilili Winter descubrió a Basokin en 2002 y desde entonces ha llevado a la banda de gira por toda Europa. “Para mí, Basokin es simplemente increíble, hipnótico –comenta Winter–. No ganan dinero pero muestran mucho coraje tocando tres ve-ces a la semana. Kinshasa está lleno de soñado-res locos como Basokin y Staff, que ensayan día tras día. No creo que haya otro lugar como este en la Tierra”.

Es posible entusiasmarse de más con la magia de la ciudad, creer que Kinshasa, como piensa Yoka, es absolutamente “sexy e impredecible como una mujer”, un paisaje de “picadores de piedra y artistas de la lucha, que afrontan la mala fortuna con una sonrisa, manejándola a su manera: es decir, con humor y sátira”. Pero el autor admite que el “sistema informal” está lejos de ser ideal. “No me estoy disculpando por nuestra ciudad –advierte–. Estamos en la era moderna y hay estándares modernos a los que necesitamos adaptarnos”.

Porque la cruda y rica meseta del compulsivo ímpetu emprendedor de Kinshasa puede oscu-recerse rápidamente. A mí me sucedieron estas cosas, y podrían sucederle fácilmente a cual-quiera: vas a bordo de una SUV por Matonge y de repente un hombre salta hasta el estribo de tu camioneta. Golpea la ventana. Dice que le diste un golpe a su auto y exige compensación inme-diata. Tu guía lo niega y acelera. El hombre insis-te, kilómetro tras kilómetro, hasta que un policía

darwinismo urbano y provincialismo tribal.

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de tránsito ve la situación y les hace señas para que se detengan. Él también exige dinero. Si tu guía no tiene el teléfono celular del jefe de poli-cía, como es el caso del nuestro, pasarás las si-guientes horas en estado de detención hasta que accedas a soltar suficiente dinero para asegurar tu libertad.

También: vas manejando al anochecer hacia el barrio periférico de Ndjili para ver a una ban-da. El pavimento se ha vencido dejando lugar a un camino de terracería con mucha viruela. Luego todo el tráfico se detiene. A alguien se le atascó el auto. Ahora todos los vehículos se ha-cen hacia los lados, tratando de hallar la salida y, al mismo tiempo, bloqueándola. Todo el sentido del orden se desintegra en un infierno latente sin policías. Los pasajeros salen de los sucios auto-buses de pasajeros e inundan las calles. Madres meciendo bebés. Perros. Los cuerpos y el polvo se tragan toda la luz. Las bocinas explotan. Los hombres gritan y golpean con los puños coches como el tuyo. Eres engullido por los 10 millones, y en aumento, sin escapatoria.

De alguna manera escapas, porque tienes suerte y puedes pagar un conductor hábil. No eres uno de las decenas de miles de niños de la calle, muchos expulsados por padres que deci-dieron que su mala suerte como kinois se debía a la presencia de brujería en el hogar. “En las sociedades tradicionales, siempre que un niño pierde a sus padres automáticamente es adop-tado por otros familiares –dice Henry Bund-joko Banyata, profesor de historia del arte que reside en Kinshasa y que cuando tenía 12 años fue iniciado ritualmente en su pueblo rural para practicar la medicina tribal: lo que noso-tros llamaríamos un curandero–. Pero desde el colapso económico de Kinshasa, que comenzó bajo el mando de Mobutu, algunas familias, por falta de recursos, se deshicieron de sus hi-jos. O las familias se unieron a una iglesia para protegerse de las fuerzas malignas y el pastor les confirmó que estos niños eran hechiceros. En el pueblo no encuentras esas prácticas. Es como el respeto a los ancianos y el medio am-biente: aquí también han sido abandonados. En la ciudad hemos perdido esos valores”.

Miren la ciudad reimaginada. Su entrada es una rueda multicolor. Más allá de la rueda se extiende un bulevar como listón que atraviesa un jardín del edén y concluye en una metrópolis que brota de un gran cuerpo de agua. Los rascacielos son brillantes y de proporciones fantásticas, una cruza entre Dubái y Legoland. Algunos de los edificios llevan el emblema de un producto co-mercial, como pasta de dientes o cerveza; otros, un lugar: Libia, Estados Unidos, el Himalaya. La ciudad es inmaculada, salvajemente original. También está completamente deshabitada.

El creador de la intrincada maqueta de car-tón y plexiglás es Bodys Isek Kingelez. Se alza sobre ella, como un gallo; un kinois de mediana edad vestido todo de rojo, desde los lentes hasta los zapatos de piel. “¿Por qué no construimos sobre el agua? ¡Hay mucho espacio! Porque te-nemos miedo –declara el artista–. Los arquitec-tos y los constructores de todo el mundo pueden intentar aprender de mi percepción para ayudar a las próximas generaciones. Estoy soñando ciudades de paz”.

Estar en presencia de un artista solitario y sus maquetas como de carnaval es entender que en realidad no lo obliga el altruismo. En cambio, en-carna la audacia humana para reordenar y rein-ventar por completo. Para ser dios, como el mismo Kingelez señala: “Cuando Dios creó el mundo, fue Salomón quien creó los primeros grandes edifi-cios. Hoy solo estoy siguiendo la creación de dios. Nunca bosquejo primero. Los académicos dibu-jan. Yo soy un creador. Confío en mi visión”.

La visión le llegó, dice el artista, en 1979, mientras enseñaba economía en Kinshasa. “Tuve una revelación, fue como si estuviera enfermo –recuerda–. La voz dijo: ‘Tienes mucho por ha-cer. Encuentra tijeras, pegamento y papel’. Yo pregunté: ‘¿Qué puedo hacer con eso?’. El espí-ritu me dijo: ‘Solo empieza. Ya verás’. Me quedé en casa con nada que comer. La pequeña ma-queta estuvo terminada en dos semanas. Al-guien de mi familia vino de visita y la vio. Me dijo: ‘¡La tienes que vender!’”.

Desde entonces ha estado exhibiendo y ven-diendo sus maquetas en toda Europa y Estados Unidos. Hoy, el gran Kingelez vive en un recinto

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Ningún obstáculo es demasiado grande para algunos músicos kinois. La popular banda Handi-Folk, compuesta

de parapléjicos y otros músicos discapacitados ensayan en un bar. Bruce Makanga (abajo) comenzó a estudiar

violín en su modesto hogar y ha tocado en la Orquesta Sinfónica Kimbanguiste de la ciudad por cuatro años.

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En la panadería Pain Victoire, de dueños liba-

neses, las baguettes llamadas kanga journée se

ven por todos lados. Introducido primero por

los belgas coloniales, recientemente el pan se ha

arraigado en la dieta kinois porque es barato.

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Freddy Tsimba suelda cucharas y balas para crear esculturas de corte político, como esta de una mujer embara-

zada con una maleta de botellas de agua vacías. Bodys Isek Kingelez (abajo), cuyas maquetas de ciudades

futuristas le dejan decenas de miles de dólares, almacena su trabajo dentro de un auto en su recinto amurallado.

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amurallado, aunque asegura tener 30 casas re-partidas por toda la ciudad. Tiene cinco coches en su garaje; dos de ellos sirven de almacén para sus modelos deconstruidos. Su casa es pequeña y un cuarto está dedicado a los 30 000 dólares de plexiglás y otros insumos de arte que ha impor-tado de Europa. Por lo demás, la casa está llena de docenas de maletas que contienen montones de ropa. “Uso la misma ropa solo una vez cada seis meses –explica–. Para mí, estar bien vestido es parte del orden humano. A veces mi esposa siente que nos estamos sofocando con todas es-tas maletas. Las mujeres son criaturas débiles. La lógica con la que nací a veces es difícil para los demás. Incluso mis hijos se quedan dentro del recinto y no salen. La gente de por aquí dice: ‘¿Por qué viven como gente blanca, sin salir nun-ca a la calle?’. Pero los europeos que vienen de visita se sienten como en casa en mi recinto. Me dicen: ‘Eres tan blanco como nosotros’”.

Es un ferviente admirador de Estados Unidos. “Lo primero que hace el presidente estadouni-dense es poner su mano sobre la Biblia y su pri-mera promesa es ‘que Dios me lo demande’, no ‘que el hombre me lo demande’ –apunta–. Por eso los estadounidenses son únicos. Nunca los detendrán, igual que un río no puede ser deteni-do. Me gustaría terminar mi vida allá, para hacer a Estados Unidos aún más fuerte”. En la misma medida, a Kingelez lo horroriza Kinshasa, la ciu-dad en la que vive pero en cuya construcción no participó. “Es una ciudad llena de músicos que andan detrás de las mujeres pero no hacen nada en beneficio de la sociedad –dice–. Por eso el Congo se quedará pobre. Detesto profundamen-te todo este ruido, esta música. No puedes pensar en el futuro cuando esta música está sonando a todo volumen. Si te pasas toda la noche gritando y saltando y bailando, en la mañana no podrás hacer nada de valor”.

La poca estima que siente Kingelez por la de-cadencia de Kinshasa sin duda está exacerbada por la indiferencia de la ciudad hacia él. “Aquí en Kinshasa nunca he montado una exposición –señala–. Déjame decirte, nadie sabe quién soy o lo que hago. Hace dos semanas estaba muy enfermo y estuve a punto de morir frente a mi

esposa. Nadie en Kinshasa lo habría sabido. Nada en la radio, la televisión o los periódicos. Así es en el Congo”.

Detrás de su ceño fruncido magnánimo se asoma un poco su gigantesco ego. Pero Bodys Isek Kingelez está equivocado. No es un esta-dounidense fuera de lugar. No es diferente a su ciudad. Él es, si acaso, la esencia pura del ki-nois, y ciertamente la culminación de la ciu-dad: un Picasso africano de un optimismo tan descarado que no necesita a nadie, nada, solo su determinación inhumana y los desperdicios humanos de papel y plástico para construir su cielo en la Tierra, su reino modelo. ¡Él es rey! ¡Él es Kingelez! ¡Él es Kinshasa!

Dentro de su choza de artista, Da-rio sostiene la pintura que le encargué. Es un retrato de mi perro Bill enmarcado en madera, una interpretación creíble (incluyendo el ojo azul hielo), con algunas florituras inusuales: Bill parece estar parado sobre la ribera del río Congo y en la superficie del agua hay conchas pegadas.

“Lo pinté en las noches, cuando estaba solo –dice Dario–. Es cuando dios da inspiración a los artistas. Posa su mano divina sobre noso-tros por la noche”.

Le pago lo que falta, pero Dario no ha termi-nado. Me espera otra sorpresa y me lleva hasta ella, pavoneándose en sus botas vaqueras por la pasarela polvosa y sofocante del mercado Mate-te, de nuevo con niños juntándose atrás del au-tonombrado rey del barrio. Se detiene en una puerta de metal, toca. Una mujer congolesa gor-da con arracadas de oro y una gorra del Depar-tamento de Policía de Nueva York nos deja entrar. Ahora estamos en un pequeño patio ver-de. Dos guitarristas acústicos y dos bateristas se encuentran a media canción. Resulta que Dario también es músico, y esa es su banda.

“Le dedico esta canción al Congo –le anun-cia al patio–, donde hay guerra y sufrimiento y hambre. Mi país”.

Y conforme la música se arremolina, Dario comienza a cantar “África es un sol que apunta al revés”. El artista desinhibido, impasible y, por lo que sabemos, imparable. j

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Suspendido de un anclaje en la roca

a cientos de metros sobre el hielo y la

nieve, Mike Libecki se eleva a sí mismo

para escalar una torre de granito en

la remota Tierra de la Reina Maud.

LA ANTÁRTIDA INDÓMITA

Habían oído de los vientos impetuosos que azotan la helada Tierra de la Reina Maud, pero este equipo de montañistas

avezados recibió más de lo que esperaba.

LA NUEVA ERA DE LA EXPLORACIÓN

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Libecki, con curitas que cubren heri-

das por congelamiento, descansa du-

rante una nevasca. “Imagina vivir en

tu congelador durante un mes”, dice.

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60 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

Por instinto, me agazapo y me hundo más dentro de mi bolsa de dormir. Ya he enfrentado vientos terroríficos: el bramido de la corriente de chorro en el Himalaya por la noche, el aullido terrible de una tempestad en la Patagonia. Esto es peor.

La tierra tiembla cuando la siguiente oleada corre hacia mí. Mi tienda está asegurada entre dos rocas, en un páramo desolado enclavado en las montañas Wohlthat de la Antártida. Mis tres compañeros de equipo están a buen resguardo en las cercanías. Ochenta kilómetros al sur se en-cuentra el borde de la meseta antártica, la extensa tierra alta congelada que domina el interior del continente. La geografía y la gravedad se combi-nan aquí para desencadenar vientos catabáticos poderosos (densas ondas de aire frío que bajan a toda prisa por los corredores montañosos, como avalanchas que se precipitan hacia el mar).

La siguiente ráfaga golpea. Los postes de mi tienda se arquean hacia adentro y colapsan la tela sobre mi bolsa de dormir. Por unos momentos percibo el sonido como de ametralladora que pro-ducen las costuras de mi tienda al desgarrarse. De repente salgo disparado, giro por los aires y caigo de cabeza. Todavía dentro de mi tienda, el viento me levanta y me tira junto a una pared de piedra que había construido como protección, luego me lanza justo encima de ella. Hay libros, equipo fo-tográfico y calcetines sucios por todos lados. El cuello y el hombro me hormiguean. Me arrastro hacia una rasgadura en la tienda y desgarro la tela

Por Freddie Wilkinson

Fotografías de Cory Richards

El estruendo afuera de mi tienda parece más un terremoto que el viento.

Una protuberancia rocosa ofrece protección

escasa en la cordillera Petermann Occidental.

Los miembros del equipo utilizaron esquís para

anclar las tiendas, pero los vientos intensos las

destrozaban de todas maneras –a veces volcán-

dolas con ocupantes dentro de ellas–, mientras

ventiscas terribles devoraban el equipo.

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Page 83: National Geographic Spain 2013-09

escalada antárt ica 61

para ampliar el agujero. Fragmentos de arena y briznas de nieve me hieren los ojos cuando saco la cabeza y grito en medio del barullo.

“¡Auxilio!”.

venir a la antártida fue idea de Mike Libecki. Surfista relajado y aventurero intrépido por partes iguales, Libecki, de 40 años, ha realizado docenas de primeros ascensos por todo el mundo. Alto y de hablar suave, proyecta una energía positiva implacable. “Ya he estado allí –dice refiriéndose a la región conocida como Tierra de la Reina Maud, donde por lo general solo se aventuran los cien-tíficos–. Tengo bien estudiado el lugar”.

Libecki también reclutó a un par de fotógra-fos montañistas expertos para que vinieran con nosotros: Keith Ladzinski y Cory Richards. Nues-tro plan sería buscar la concentración más alta de picos sin escalar de la región y llevar a cabo tantos primeros ascensos como nos atreviéramos.

Comenzamos nuestro viaje a principios de noviembre, tras aterrizar en una pista de hielo azulado cerca de una estación de investigación rusa llamada Novolazarevskaya. “La última vez

Este es el primer artículo para la revista de Freddie

Wilkinson. Cory Richards cubrió la exploración de

cuevas en Nepal para la edición de octubre de 2012.

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62 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

que estuve aquí, pelé papas en la cocina para ayu-dar a pagar el viaje”, narra Libecki, refiriéndose a su visita de hace ocho años. A pesar del aloja-miento de estilo industrial, una suave sensación de sintonía parece unir a todos en la estación.

“Aquí no hay heridos, ni accidentes automo-vilísticos ni balas”, comenta Benjamin Novikov mientras toma una taza de té. Novikov, cirujano jubilado de San Petersburgo, funge como el mé-dico del campamento. “Vivimos por cuenta propia, enfrentamos los elementos y todos se comportan de manera adecuada. Les decimos a nuestras familias que venimos por el dinero, pero en rea-lidad venimos para escapar”.

Durante cinco días esperamos el momento oportuno, mientras una tormenta azota el cam-pamento. Luego, al sexto día, subimos nuestro

equipo a bordo de un DC-3 modificado y dejamos atrás a los rusos. Una vez en el aire nos amonto-namos adelante para ver a través de las ventanas de la cabina. Una oscura falange de rocas se ex-tiende hasta el horizonte. Cuando nos acercamos más, lo que de inicio parecía una pared monolí-tica resulta ser una serie de cordilleras, enormes piedras que dividen y separan sistemas glaciares que fluyen desde la meseta antártica. Aparecen acantilados imponentes y torres afiladas como agujas. Un diente de roca que se eleva nos parece conocido: es la misma aguja que Libecki fotografió hace años. Hemos encontrado nuestro objetivo.

una hora más tarde estamos de pie en el gla-ciar, mientras el avión vuelve a despegar. Du-rante las siguientes cinco semanas, nuestro único vínculo con la civilización será nuestro teléfono

satelital. Con palas y sierras empezamos a cons-truir un campamento con bloques de nieve endu-recida. Al final de la tarde hemos construido una tosca barrera circular de 1.5 metros de altura y 10 de diámetro. Buscamos dónde pasar la noche.

La tarde siguiente, el viento nos da otra lección. Para ayudarnos a cubrir el mayor terreno posi-ble, Libecki trajo cometas para jalarnos en los es-quís. Pero cuando salimos a explorar los picos más prominentes, las ráfagas turbulentas no cooperan. Vemos cuando Libecki despliega una de las pe-queñas alas de tela de paracaídas y la lanza al aire. En cuestión de segundos viaja a toda velocidad a campo traviesa, como vaquero sobre un caballo desbocado. Baja su centro de gravedad y ensancha su postura para recuperar el control, pero después de unos cientos de metros se tumba a propósito

para reducir su velocidad. El viento le arranca la barra de control de las manos. Empaca-mos las cometas para otro día.

Hay muchos lugares tenta-dores para escalar aquí: un racimo de pirámides rocosas afiladas como tachuelas al que apodamos La Fortaleza; una

pared de roca de más de 900 metros que se eleva desde el hielo y a la que llamamos La Proa del Barco; un pico que parece un faro, y una gran pared triangular a la que llamamos La Vela. Para cuando completamos nuestro viaje de dos horas, todos estamos de acuerdo en que nuestro primer objetivo debe ser la delgada aguja que se encuentra justo detrás de nuestro campamento.

Como un diente enorme de piedra tallado por el viento, el pico no tiene nieve. De cara al noroes-te, la pared junto a nuestro campamento es una mezcla de remolinos rojos y marcas misteriosas, como de viruela. A la izquierda, de cara al este –el lado que recibe el viento–, la pared es de color gris mármol y suavemente redondeada. Las dos caras convergen en una columna afilada de rocas que se proyecta directamente hacia el norte. Solo po-demos adivinar la altura de la aguja desde su base hasta la cima: quizá 600 metros, tal vez más.

Mi sangre bulle con emoción nerviosa. A esto vinimos: una oportunidad para completar un

Va a toda velocidad a campo traviesa, como vaquero en un caballo desbocado. Baja su centro de gravedad y ensancha su postura para recuperar el control.

j Patrocinio de la Sociedad Esta expedición fue financiada

en parte con tu suscripción.

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Page 85: National Geographic Spain 2013-09

story name here 63

0 mi 5

0 km 5

La distancia desde la pista de Novolazarevskaya es de 8

7 km

12°E

71°S

71°30′

12°30′ 13°

Estación Novolazarevskaya (Rusia)

PISTA DE ATERRIZAJE

L a d e r a H e l l e

T I E R R A D E L A R E I N A M A U D

M o n t a ñ a s Wo h l t h

a t

L a d e r a H e l l e

Austre Svarthorn

breen (glaciar)

Dei

ldeb

reen

(gl

acia

r)

Vestre Svarthornbreen (glaciar)

Hum

boldt Graben (glaciar)

Gla

ciar

Som

ovek

en

Cordillera Petermann O

riental

Cordillera Petermann Central

Montañas

Humboldt

Montañas

Gruber

Cordillera Petermann Occidental

Colinas Schirmacher

Montañas

Gruber

Cordillera Petermann Central

Cordillera Petermann Occidental

Cordillera Petermann O

riental

Montañas

Humboldt

Sandseten1 950 m6 398’

Krakken1 900 m

6 234’

Picos de Gråhorna

2 120 m6 955’

Torre de Bertha*2 196 m7 205’

Torre de Grammie Hannah2 100 m6 890’

*

Campamento de esquí 1

Campamento de esquí 2

Campamentode esquí 3

Campamento

base

CÍR

CULO POLAR ANTÁRTICO

0°0°

60°60° 60°60°

120°E120°E120°0120°0

180°180°

Polo Sur

Meseta antártica

A N T Á R T I D A

ZONAAMPLIADA

TIERRA DELA REINA MAUD

Islas de piedra

Atraídos a las remotas montañas

Wohlthat por sus paredes imponentes

y agujas de granito, Libecki y su equipo

pasaron una semana rondando obje-

tivos potenciales para escalar antes

de intentar los que creían serían sus dos

primeros ascensos. A pesar de tormen-

tas de viento, frío y demoras frustran-

tes, comenta Libecki, el equipo estuvo

impulsado por tres poderosas emocio-

nes: “obsesión, optimismo y alegría”.

*TOPÓNIMO NO OFICIAL

MARTIN GAMACHE; LAUREN E. JAMES

FUENTES: COMPOSITE GAZETTEER OF ANTARCTI-CA; MIKE LIBECKI; INSTITUTO POLAR DE NORUE-GA 1:250 000 LÁMINA M5 WOHLTHATMASSIVET

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Page 86: National Geographic Spain 2013-09

Tan devastadora como una tormen-

ta de arena, una ventisca azota el

hielo. Partes de esta región son tan

secas que a veces la llaman un de-

sierto helado.

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Page 87: National Geographic Spain 2013-09

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Page 89: National Geographic Spain 2013-09

Rocas sueltas y vientos helados ralentizan

el ascenso de 600 metros a la Torre de Ber-

tha. Lo lograron en 10 días, avanzando

un largo de cuerda al día, sin contar des-

cansos o interrupciones por mal tiempo .

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Page 90: National Geographic Spain 2013-09

Un miembro del equipo (abajo, der.) se

aproxima a la Torre de Bertha. Duran-

te el ascenso, los montañistas siguieron

la fina línea entre sol y sombra.

KEITH LADZINSKI

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Page 91: National Geographic Spain 2013-09

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70 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

primer ascenso en esta frontera de otro mundo. Ya habíamos tenido una probada de los vientos catabáticos en terreno plano. ¿Qué pasaría si regresaran mientras subimos la pared? Libecki, obvio, quiere empezar el ascenso de inmediato.

La estrategia es que Richards, Libecki y yo fije-mos las cuerdas hasta un vivac sobre una saliente a unos dos tercios del camino de subida, mientras Ladzinski nos fotografía desde abajo. Pero el vien-to se pone en nuestra contra en cada etapa y nos toma dos semanas tan solo llegar a la saliente.

Nuestro nuevo hogar es una percha del tamaño del porche de una granja, 350 metros arriba del suelo. Una noche durante la cena, Richards tira unas cuantas piedras por el borde. Caen durante 20 largos segundos antes de llegar a la superficie con un estallido de polvo.

“¿A quién le toca la litera inferior esta noche?”, pregunta bromeando. Nuestro albergue suspen-dido, mezcla de tienda y cuna anclada a la pared, solo sostiene a dos de nosotros, así que alguien debe pasar la noche afuera con solo una bolsa de dormir para protegerse de los elementos. La zona más plana es un rincón a centímetros del vacío. Suspiro y me ofrezco como voluntario.

Durante los siguientes tres días avanzamos constantemente, fijando cuerdas de subida por la aguja y regresando a la saliente todas las no-ches. Sabemos cuán expuestos estamos aquí si regresan los vientos fuertes. En una década de montañismo, nunca perdí una tienda por una tormenta. En este viaje, hemos perdido tres: dos enterradas en la nieve y la tercera volcada patas arriba mientras yo estaba adentro. Libecki me sacó de mi refugio hecho trizas después de oír mi llamada de auxilio. Reía mientras lo hacía.

Ahora, con el tiempo a punto de agotarse, Li-becki pide nuestra atención mientras mastica su

Con un horizonte vacío, el equipo atraviesa

hielo glacial azul que cruje bajo sus pies y

que puede tener miles de años de antigüe-

dad. “Es como caminar por un océano con-

gelado”, dice el fotógrafo Cory Richards.

ración de queso de la cena. “¿Saben?, mi abuela me dijo que ahora es el momento –dice–. Lo aprendí de ella. Solíamos preguntarle ‘Abuela Ber-tha, ¿qué hora es?’. Y ella siempre respondía: ‘¡La hora es ahora, maldita sea!’”.

Con algo de suerte, añade, podríamos alcan-zar la cima pronto.

La mañana siguiente me toca puntear. Al subir por la cuerda hasta donde nos quedamos, la roca saliente me deja colgando a 500 metros del suelo. Libecki me asegura, preparado para sujetar la cuerda si caigo. Buscando los mejores asideros con mis dedos enguantados, hago mis primeros mo-vimientos tentativos en la cara vertical de la roca. Para llegar a la parte superior debo cruzar la sec-ción más expuesta de toda la columna.

“Cuídame. Esto se está poniendo raro”, le grito a Libecki al llegar a una línea más prometedora de grietas. Una oleada de aire me rebasa y estira la cuerda entre nosotros. Hemos aprendido que una sú-bita ráfaga catabática puede golpear en cualquier momento, incluso en los días más agrada-bles. Me trago mis dudas y dejo

que la grieta me guíe sobre una protuberancia y por una pendiente de pesadilla hacia arriba.

Lo más alto de la delgada aguja a la que más tarde llamaríamos Torre de Bertha es una roca en forma de hongo del tamaño de una mesa de café. De pie sobre ella veo, abajo a lo lejos, la diminuta mancha amarilla de mi tienda. Arriba, el cielo está nublado, el aire inesperadamente tranquilo. Todo en esta tierra virgen –los glaciares, las torres, la distancia entre las cosas– ha resultado un desa-fío mucho más grande de lo que esperábamos. Sin embargo, los cuatro lo hemos enfrentado solos.

El viento puede tomarte prisionero, pienso, o liberarte. Volteo una vez más y saboreo el silencio. j

Nunca perdí una tienda por una tormen-ta. En este viaje hemos perdido tres: dos enterradas en la nieve y la tercera volca-da patas arriba conmigo adentro.

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Las mieles delfracaso¿Qué haríamos sin él?

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73

ALMIRANTE ROBERT E. PEARY

“Encuentra el camino o haz uno”, dijo

el explorador. En esta foto, atisba el hie-

lo ártico durante su tercer intento por

llegar al Polo Norte, en 1909. Aseguró

que lo había logrado ese año, lo que al-

gunos cuestionan.

ROBERT E. PEARY, NATIONAL GEOGRAPHIC

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Page 96: National Geographic Spain 2013-09

74 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

ingeniero sueco cautivado por las promesas y las posibilidades de la tecnología, tuvo una idea

radical: ¿por qué no volar en un globo de hidrógeno y convertirse en el primero en llegar al

Polo Norte, en esa época tan misterioso y desconocido como Marte? Los exploradores habían

pasado años tratando de hacerlo por tierra y muchos habían muerto en el intento. A Salomon

August Andrée se le ocurrió que una expedición aérea eliminaría gran parte del riesgo.

Por Hannah Bloch

Beckett–. Fracasa mejor”.). Hoy existe un mayor reconocimiento a la importancia del fracaso. Los educadores se preguntan cómo hacer que los ni-ños se sientan más cómodos con él. Las escuelas de negocios enseñan las lecciones que deja. Los psicólogos estudian cómo lo enfrentamos, usual-mente con la idea de incrementar las posibilidades de éxito. El éxito viene después del fracaso. Uno no puede existir sin el otro. El oceanógrafo Robert Ballard, veterano de 130 expediciones submarinas y descubridor del Titanic, se refiere a esta interac-ción como el yin y yang del éxito y el fracaso.

Incluso en su forma más terrible, los fracasos nos dan información útil para hacer las cosas de otra manera la siguiente ocasión. “De las primeras cuatro veces que intenté llegar a la cima del Everest aprendí cómo no hay que escalar –dice el alpinista Pete Athans, quien ha conquistado la cumbre más alta del mundo en siete ocasiones–. El fracaso te da la oportunidad de refinar tu estrategia. Cada vez corres riesgos de forma más inteligente”.

El fracaso también nos recuerda que la suerte siempre tiene un papel. Alan Hinkes, miembro de un club selecto de escaladores que han alcan-zado las cumbres más altas del mundo, ha tenido su dosis de infortunios: se rompió el brazo, se atravesó la pierna con una rama, estornudó tan

A finales del siglo xix, un

Así, en un día ventoso de julio de 1897, Andrée y dos colegas más jóvenes treparon a la canastilla del Eagle, un globo de 20 metros de diámetro, en la isla Danes, en el archipiélago de Svalbard. Habían empacado trineos de madera, comida para varios meses, palomas mensajeras y hasta un esmoquin que Andrée esperaba usar al final del viaje. Mien-tras periodistas y admiradores los despedían con vítores, se elevaron buscando flotar hasta un lugar que ningún ser humano había visto jamás.

Apenas despegaron, el viento golpeó el globo. La niebla se congeló sobre él, restándole altura con su peso. Durante 65 horas y media, el Eagle si-guió avanzando, rozando en ocasiones el océano Ártico. Treinta y tres años después, unos cazadores de focas se toparon con los cuerpos congelados de Andrée y su tripulación, junto con sus cámaras y sus diarios, en los cuales revelaban que se habían visto obligados a aterrizar sobre un témpano a 480 kilómetros del Polo Norte. Los tres habían muerto durante una caminata extenuante hacia el sur.

El fracaso es el espectro que se cierne sobre todo intento de exploración. Nunca se busca, siempre se teme y es imposible de ignorar. Pero sin la punzada del fracaso, que nos lleva a revaluar y a reflexionar, el progreso sería imposible (“In-tenta otra vez. Fracasa otra vez –escribió Samuel

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Page 97: National Geographic Spain 2013-09

EXPEDICIÓN EN GLOBO AL POLO NORTE Los participantes del viaje que emprendió

S. A. Andrée en 1897 observan su globo caído antes de iniciar una caminata fatal de tres meses.

Esta foto se obtuvo de una cámara recuperada cuando sus restos fueron hallados 33 años después.

violentamente cerca de la cima del Nanga Parbat (montaña en Pakistán de 8 126 metros de altura) que sufrió una hernia discal y tuvo que suspender el ascenso. “Debería estar muerto”, admite.

Para la mayoría de los exploradores, solo hay un fracaso que de verdad importa: no regresar vivos. Para todos los demás, esos finales trágicos pueden ser más fascinantes que el éxito. Robert Falcon Scott, quien murió con su equipo después de al-canzar el Polo Sur en 1912, es visto como un héroe en Gran Bretaña. A los australianos los conmueve una expedición desastrosa de sur a norte del país que tuvo lugar en el siglo xix y terminó en la muerte de sus líderes. Estas historias permanecen con nosotros por las mismas razones que lo hacen nuestros propios fracasos: “Recordamos nuestros fracasos porque seguimos analizándolos”, comenta

Ballard. Por otro lado, el éxito “se pasa rápido”. Y tener demasiado éxito puede llevar a un exceso de confianza, lo que a su vez puede llevar al fracaso. Durante la temporada de escalada del Everest de 1996, en la que 12 alpinistas murieron, los escala-dores expertos erróneamente “sentían que cono-cían muy bien la montaña –dice Athans, quien fue uno de los que encabezaron las operaciones de rescate–. A decir verdad, las fórmulas te meten en problemas”. El fracaso te mantiene alerta.

Los investigadores científicos son reacios a aceptar públicamente sus fracasos. La reputación y el financiamiento futuros dependen de la per-cepción de éxito. Pero en la última década, al menos media docena de revistas científicas (en su mayor parte de medicina y conservación) han solicitado informes sobre experimentos, estudios

MUSEO GRENNA, ANDRÉEXPEDITIONEN POLARCENTER/ASOCIACIÓN SUECA DE ANTROPOLOGÍA Y GEOGRAFÍA

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Page 98: National Geographic Spain 2013-09

76 J.B. NOEL, ROYAL GEOGRAPHIC SOCIETY, CON IBG (ARRIBA); R.W. WOOD, NATIONAL GEOGRAPHIC CREATIVE

GEORGE MALLORY

Nadie había alcanzado la cima del Everest

cuando Mallory (de pie, segundo desde la

izq.) se unió a un equipo en 1924. Esta foto

fue tomada en el campamento base días

antes de que Mallory desapareciera.

OTTO LILIENTHAL

Lilienthal, ingeniero alemán del siglo xix,

inspiró a los hermanos Wright. Fue pionero

del vuelo en planeadores. Días antes de que

muriera en un accidente aéreo, en 1896, un

fotógrafo captó su imagen en las alturas.

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Page 99: National Geographic Spain 2013-09

fracaso 77 COLECCIÓN HULTON-DEUTSCH/CORBIS (ARRIBA); UNIVERSAL IMAGES GROUP LIMITED/ALAMY

AMELIA EARHART

La aviadora desapareció en 1937 en un

intento por rodear el mundo por el ecua-

dor. Cuando las mujeres fallan, dijo, “su

fracaso debe ser un reto para otras”.

APOLO XIII

La misión a la Luna de 1970 fue un fra-

caso. Se suspendió tras la explosión de un

tanque de oxígeno en el módulo de ser-

vicio (abajo). Pero también fue un éxito:

los astronautas regresaron con vida.

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Page 100: National Geographic Spain 2013-09

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Page 101: National Geographic Spain 2013-09

EXPEDICIÓN

DE ERNEST

SHACKLETON

“Muchas veces me he

maravillado ante la

delgada línea que sepa-

ra el éxito del fracaso”,

escribió Shackleton des-

pués de su viaje fallido

por la Antártida entre

1914 y 1916. Su equipo

tuvo que abandonar el

barco cuando quedó va-

rado en el hielo. Tras una

caminata de casi dos

años hacia la salvación,

los 28 miembros de la

tripulación volvieron al

Reino Unido. Los perros

no tuvieron tanta suerte.

UNDERWOOD & UNDERWOOD/CORBIS

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Page 102: National Geographic Spain 2013-09

80 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

y ensayos clínicos fallidos. El razonamiento es que los resultados “negativos” pueden dar lugar a desenlaces positivos.

El mundo de los negocios ya entiende el valor de los resultados negativos, si son de bajo costo y no resultan catastróficos. Para promover el es-píritu emprendedor, el banco holandés ABN AMRO creó el Instituto de Fracasos Brillantes. Eli Lilly and Company, la gigantesca farmacéutica, empezó a organizar hace dos décadas “celebra-ciones de resultados enfocados en la investigación y el desarrollo” –fiestas de fracasos– en honor a la información obtenida de ensayos con fármacos

que no funcionaron (aproximadamente 90 % de este tipo de ensayos fracasa). Algunas fundaciones han comenzado a requerir a sus patrocinados que reporten tanto los éxitos como los fracasos.

Los líderes de negocios suelen buscar enseñan-zas prácticas en los fracasos, pero también se be-nefician de las verdades más generales. Nancy Koehn, profesora de la Escuela de Negocios de Harvard, estima que ha narrado la historia del ex-plorador polar Ernest Shackleton al menos 100 veces. La expedición que realizó entre 1914 y 1916 para cruzar la Antártida quedó condenada cuando el hielo atrapó su navío, el Endurance. La meta de Shackleton cambió rápidamente. En vez de explo-rar, el nuevo objetivo era que su tripulación y él regresaran a casa sanos y salvos.

CAVERNAS

SUBTERRÁNEAS

Son profundas, oscuras

y difíciles de recorrer.

Atraen a los explorado-

res más valientes, y los

hacen dudar. La pruden-

cia puede pesar más que

la tentación de un posi-

ble éxito. Después de

evaluar esta cueva en

Florida, los buzos Kenny

Broad (izq.) y Tom

Morris han acordado

dejarla “relativamente

inexplorada”, por ahora.

MARK LONG

Hannah Bloch escribió sobre la arqueología de la

isla de Pascua en la edición de julio de 2012.

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Page 103: National Geographic Spain 2013-09

fracaso 81

“Desde la perspectiva de la exploración es un fracaso enorme, ¿verdad? –añade Koehn–. Pero es inspirador, en parte porque es un fracaso. Estamos en una era en la que las corporaciones incurren en actividades ilícitas y las compañías a las que se les pide rendir cuentas dicen que no es su culpa. Pero él dijo, por Dios, voy a solucionar esto. Asumió la responsabilidad”. Shackleton regresó a sus 27 hombres a casa. “Manejaba muy bien las crisis”, afirma Koehn. Gracias a él, los alumnos de Koehn “aprenden sobre la persistencia y la resiliencia, y más sobre los pequeños actos de amabilidad”.

Persistencia. Resiliencia. Adaptabilidad. Manejo de crisis. Todos temas clave para la exploración y para la vida cotidiana. Mantener las cosas en pers-pectiva también ayuda: los exploradores suelen tener una visión de largo plazo y reconocen la na-turaleza ilusoria del fracaso y el éxito. “Trata de igual forma a esos dos impostores”, aconsejó Ki-pling en su poema If. “Eso creo”, dice el espeleólogo Kenny Broad. Muchos de sus colegas han muerto en un laberinto de cavernas en expediciones de buceo profundo. “Puedes tener suerte cuando bu-ceas. Algunas veces después empiezas a creer que es habilidad. En la exploración de vanguardia, la línea entre el éxito y el fracaso es muy delgada”.

La expedición en globo de S. A. Andrée fue vanguardista y vaya que fracasó, pero “en la avia-ción, no sabes hasta que lo intentas”, señala Urban Wråkberg, historiador de ciencia de la Universi-dad de Tromsø en Noruega. Las mejoras tecnoló-gicas ayudaron a resolver los problemas de la aviación ártica (el primer vuelo exitoso al Polo Norte tuvo lugar tres décadas después del intento de Andrée) y han abierto un sinnúmero de otras puertas. La tecnología satelital, la comunicación confiable y los avances en meteorología y asisten-cia robótica son solo algunas de las innovaciones que han ampliado los límites de la exploración. Incluso Ballard, quien realizó sus mayores descu-brimientos con asistencia robótica, apunta que la tecnología “no hace que todo sea posible”.

Y eso es algo bueno. “Si quitas la incertidum-bre, quitas la motivación –dice Athans–. Querer ampliar tus alcances es parte de la naturaleza humana. No hay nada mágico en llegar adonde ya sabemos que podemos llegar”. j

Fracasos famosos (y sus ganancias secundarias)

1492

Cristóbal Colón

Nunca llegó a India, pero nadie se lo reclamó.

1804-1806

Lewis y Clark

Buscaban una ruta acuática del río Misuri al

Pacífico. Ese pasaje no existe, pero documen-

taron geografía, gente, plantas y animales del

territorio obtenido con la compra de Luisiana.

1925

Percy Fawcett

Se adentró en las selvas tropicales de Brasil

buscando la antigua ciudad de Z y desapareció.

Hace unos años, arqueólogos descubrieron una

civilización perdida llamada Kuhikugu cerca de

donde tuvo lugar la expedición de Fawcett.

1940

Puente Tacoma Narrows

Los fuertes vientos provocaron que el puente

colgante, a apenas cuatro meses de su con-

clusión, ondulara y se derrumbara. El impacto

del viento no se había tomado en cuenta del

todo. En los diseños posteriores se incluyeron

plataformas más bajas para dar estabilidad.

1991

Biosfera 2

Encerrar a ocho personas en un terrario de

200 millones de dólares no salió muy bien:

escasez de comida, aire malo, “hormigas

locas”, pero la Universidad de Columbia y la

Universidad de Arizona han usado el domo

desde entonces para ecoinvestigación.

1993

Newton de Apple

Conocido como el fiasco más grande de Apple,

este asistente digital personal expiró después

de seis años, pero abrió el camino para el iPad.

1998

Orbitador del Clima Marciano

NASA envió el orbitador a estudiar el clima

marciano pero, después de un viaje de 287

días, la sonda probablemente se quemó en la

atmósfera del planeta rojo. ¿El problema?

Detalles, detalles. En su construcción, NASA

empleó el sistema métrico decimal; el equipo

de ingeniería de Lockheed Martin usó unida-

des del sistema inglés de medidas.

—Brett Line y Linda Poon

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Page 104: National Geographic Spain 2013-09

granEn Australia, el casuario juega un papel central en la conformación de la selva.

Por Olivia Judson

Fotografías de

Christian Ziegler

Un casuario se asoma entre el follaje en el noreste de Queensland, Australia. Hembras como esta pueden pesar hasta 73 kilogramos. Nadie sabe para qué sirve el casco en su cabeza, podría ser un ornamento sexual.

ave

Una

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Page 106: National Geographic Spain 2013-09

Los casuarios adultos se acompañan solo en temporada de reproduc-ción. Los machos (izq.) se distinguen por ser más pequeños. Sus plu-mas esponjadas son perfectas para que los polluelos se acurruquen.

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Page 107: National Geographic Spain 2013-09

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Page 109: National Geographic Spain 2013-09

Como ritual de cortejo, esta hembra convierte un charco en un jacuzzi romántico donde lleva a sus parejas potenciales para un baño. Las hembras viejas y grandes como esta tienen los cascos más imponentes.

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88 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

Me arrodillo para ver más de cerca. Acerco la nariz a unos cuantos centímetros y olfateo. Huele a fruta mezclada con un poco de vinagre. Tam-bién hay una nota de ese sabor astringente del té negro fuerte, que hace que uno frunza la boca. Peculiar, pero no desagradable.

¿Qué es? Un gran excremento de ave. Excre-mento proveniente de una gran ave.

Me incorporo y miro a mi alrededor. Estoy en la selva de Daintree, a dos horas en auto desde la ciudad costera de Cairns, en el extremo norte de Australia. Por aquí y por allá, rayos de sol caen entre las copas de los árboles y motean el suelo. En un árbol junto a mí, veo un dragón de Boyd, un lagarto atractivo con una cresta en la cabeza y picos en la espalda. En algún lugar cercano los insectos cantan, pero de una gran ave no hay ni una señal.

Probablemente no la vería incluso si estuviera ahí, justo detrás de esos árboles. A pesar de su ta-maño, se mimetiza con las sombras del bosque.

Se trata del Casuarius casuarius, el casuario austral, frugívoro en jefe de la selva australiana.

los casuarios son aves grandes que no vuelan, emparentados con los emúes y (de manera lejana) con los avestruces, los ñandúes y los kiwis. Hoy día hay tres especies: dos confinadas a los bosques tropicales de Nueva Guinea y las islas cercanas; la tercera y más grande –el casuario austral– también vive en el trópico húmedo del norte de Queens-land, en la parte de Australia que sobresale como un pico hacia Nueva Guinea. Algunos viven en las partes profundas de la selva, como Daintree; otros, habitan cerca del bosque y se pueden en-contrar en los patios traseros de la gente.

Pero el casuario no es el ave de jardín común y corriente. Si se irguiera por completo, bien vería hacia abajo a alguien de 1.65 metros –como yo–, y puede pesar más de 50 kilogramos.

Las hembras adultas son todavía más altas y pueden pesar más de 73 kilogramos. De entre las aves vivas, solo los avestruces son más volu-minosos. Sin embargo, la mayor parte del tiem-po, los casuarios parecen más pequeños porque no caminan en posición erguida, sino que se agachan con la espalda paralela al suelo.

Sus plumas son de un negro brillante y sus pier-nas escamosas. Sus patas tienen solo tres dedos y el que se encuentra hacia la parte interior de cada pata evolucionó en una púa formidable. Sus alas son muy pequeñas, encogidas casi al punto de no existir, pero sus cuellos son largos, casi desnudos salvo por una capa corta y ligera de plumas pare-cidas a cabellos. En lugar de plumas, la piel está coloreada con sorprendentes tonos rojos, naranjas, morados y azules. Al frente, en la base del cuello, cuelga un par de pliegues de piel colorida cono-cidos como moco de pavo. Los casuarios tienen grandes ojos cafés y un pico largo y curvado. En la cabeza ostentan un casco similar a un cuerno.

Solo es necesario ver dos o tres para saber que, a diferencia de los gorriones, los casuarios pueden ser identificados fácilmente de manera individual. Este tiene unos pliegues largos espléndidos y un casco recto; aquel, un casco que se curva un poco hacia la derecha. Esta individualidad evidente, aunada a su tamaño y al hecho de que no vuelan, los hace extrañamente humanos: se mueven como la gente, son del tamaño de la gente y son fáciles de distinguir. Debido a esto, es común que la gente

Sobre el suelo, frente a mí, hay una pila redonda y grande de lo que parece lodo húmedo

y morado. Es casi del tamaño de una gorra de beisbol y está llena de semillas y bayas,

más de 50. Algunas de esas semillas son más grandes que un hueso de aguacate.

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les dé nombres, como Ondulado, Bertota o Papá. Eso también podría explicar por qué han figurado en la mitología de las tribus selváticas. Algunos creen que los casuarios son primos de los huma-nos; otros, que son gente reencarnada, y otros más, que los humanos fueron creados de las plumas de una hembra. Sin embargo, a diferencia de los hu-manos, los machos se ocupan completamente del cuidado de las crías –empollan los huevos y cuidan de los polluelos durante nueve meses o más–, así que también inspiran envidia. Una madre me dijo: “¡Voy a reencarnar en una casuario hembra!”.

Además de su mística, los casuarios tienen reputación de ser peligrosos. Y ciertamente, si los tienen en un redil y los azuzan con un rastrillo –como hacen algunas personas, a juzgar por vi-deos subidos a YouTube–, lo son. Son grandes, tienen garras y una patada potente que están dispuestos a dar. Si los casuarios llegan a asociar a los humanos con dádivas de comida, se pue-den volver agresivos y demandantes. Si te acer-cas a un macho con polluelos, este podría atacarte en un intento por protegerlos. Si tratas de cazar-lo o matarlo, un casuario podría defenderse y ser el que salga mejor librado de la pelea. A veces llegan a matar perros.

Pero que quede claro: si se los deja en paz y se los trata con respeto, los casuarios son tímidos, pacíficos e inofensivos. En Australia, el último caso registrado de un casuario que mató a una persona fue en 1926 y fue en defensa propia.

papá tiene un territorio cerca de Kuranda, un pequeño poblado detrás de Cairns; ha vivido ahí por lo menos 30 años. Su territorio incluye un tramo de bosque tupido, un camino y el jardín del Hogar Casuario, una casa de huéspedes donde me hospedo unos días. A pesar del calor vera-niego, la cama tiene un cobertor eléctrico para mantener las sábanas secas en el aire húmedo de la selva. Y mientras me siento en la veranda a tomar café, Papá y sus polluelos pasean abajo.

El casco de Papá está inclinado y parece un poco aplastado. Sus polluelos, que tienen unas cuatro semanas de edad y casi le llegan a las rodi-llas, producen un sonido de piar silbado mientras se corretean. Él está en silencio la mayor parte del

Frutos de la selva australiana. Los casuarios machos crían a los polluelos y les enseñan qué comer.

Olivia Judson escribió sobre el monte Erebus en julio

de 2012. La fotografía de las páginas 92-93 de Chris-

tian Ziegler recibió el primer premio del Concurso

World Press Photo 2013, en la categoría Naturaleza.

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tiempo, pero de vez en cuando chasquea el pico y hace un sonido fuerte y atronador. También eructa y en ocasiones “se infla”; es decir, agacha la cabeza, hincha el cuello y empieza a emitir una serie de tronidos. Cuando hace esto sus plumas se espon-jan. Al sentarse, los polluelos se acercan y a me-nudo se acurrucan en ellas.

Los polluelos tienen temperamentos eviden-temente diferentes. Uno es aventurero y vaga lejos del grupo familiar; a veces esto provoca que

su padre se infle. Otro polluelo es tímido y se mantiene cerca de Papá, a menudo buscando su atención. De vez en cuando juntan la punta de sus picos –¿un beso casuario?–, pero parece que el contacto es instigado por la cría y no por el padre. El polluelo también picotea las garrapatas del cuello de su padre y se las come. Delicioso.

Papá y los polluelos parecen seguir una rutina muy holgada. Comen en la mañana, descansan durante la parte calurosa del día y vuelven a comer

17°S

18°

146°E 147°

Monte Pieter Botte(Nulbullulul)

Bartle Frere(Pico Sur)1 622 m5 322’

GR

AN

C

OR

DI

LL

ER

A

DI

VI

SO

RA

M e s e t a

A t h e r t o n

SelvaDaintree

Innisfail

Cairns

Kuranda

Townsville

MissionBeach

Ingham

Q U E E N S L A N D

0 mi 500

0 km 500

Territoriodel casuarioaustral

I N D O N E S I A

PAPUA NUEVAGUINEA

A U S T R A L I AMar delCoral

ZONAAMPLIADA

Nueva Guinea

Los huevos de casuario

(arriba) son mucho más

grandes que los de gallina. El

macho los empolla más de 40

días. En el trópico húmedo del

noreste de Australia (detalle,

izq.), los conservacionistas y

las comunidades trabajan

para establecer corredores de

hábitat de los casuarios en una

región fragmentada por

caminos, granjas y casas. A la

derecha, el monte Pieter Botte,

o Nulbullulul, se eleva sobre la

selva de Daintree, una de las

mayores extensiones de hábitat

de casuario que queda intacta.

0 mi 20

0 km 20

Hábitat del casuario austral

Primario

Secundario

Bioregión de trópicos húmedos

Corredor de restauraciónpropuesto o parcialmenteterminado

Zona de muertes recurrentes decasuarios debido a accidentesde tránsito o ataques de perro

JEROME N. COOKSON. FUENTES: DEPARTAMENTEO DEL AMBIENTE Y PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO DE QUEENSLAND; WET TROPICS MANAGEMENT AUTHORITY; UNIÓN INTERNACIONAL PARA LA CONSERVACIÓN DE LA NATURALEZA

Biorregión del trópico

húmedo

Definida por las monta-ñas, la precipitación pluvial alta y flora y fauna únicas, en algún tiempo, la mayoría de esta zona fue hábitat de casuarios.

Deforestación

El desmonte para agricultura, la tala y el desarrollo urbano han reducido y fragmentado el hábitat de las tierras bajas costeras y de la meseta de Atherton.

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Casuarios 91

hacia el atardecer. Algunas veces se bañan en el arroyo. Un ave de presa, un azor, tiene un nido en lo alto de un árbol cercano; a menudo los casua-rios se detienen debajo para ver si algo de comida –un lagarto muerto o quizá una serpiente– ha caído. Si es así, se la comen.

Sin embargo, generalmente comen fruta. En el transcurso de un día, un casuario adulto come cientos de frutos y bayas. La digestión de los ca-suarios es gentil y no daña las semillas, que se expulsan intactas. Así, mientras un casuario vaga por su territorio, come, bebe, se baña y defeca, transporta semillas de una parte del bosque a otra –a veces distancias mayores a 800 metros–. Tam-bién las mueve colina arriba o a través de ríos. En pocas palabras, transporta semillas en formas que la gravedad por sí sola no podría. Así, gracias a su excremento frutal, los casuarios son un pode-roso vehículo para dispersar las semillas.

Para muchos árboles, los casuarios son el único vehículo. Australia tiene otros frugívoros –aves pequeñas, murciélagos y marsupiales como el canguro rata almizclera, una criatura peluda con cara puntiaguda, grandes orejas y una cola larga y desnuda–, pero estos son demasiado pequeños para llevar las frutas grandes muy lejos. Y en la selva, muchos árboles producen frutas grandes

y pesadas con semillas igualmente grandes y pe-sadas, por que son las que crecen mejor en la oscuridad de su lecho.

A medida que los animales vagan por ahí, co-miendo fruta y esparciendo semillas, crean la selva del futuro: le dan a las plantas lugares nuevos para crecer. Así, en calidad de jefes frugívoros, los ca-suarios son los arquitectos principales de la selva.

También ayudan a algunas plantas a germinar. El Ryparosa kurrangii, por ejemplo, es un árbol conocido de una región pequeña de la selva costera de Australia. Un estudio demostró que, sin pasar por un casuario, solo 4 % de las semillas del Rypa-rosa crece; al pasar por el casuario, 92% lo hace (¿por qué hay tanta diferencia?, nadie lo sabe).

Así, si el casuario desapareciera, la estructura del bosque cambiaría gradualmente. Los árboles de algunas especies estarían menos dispersos y algunas especies desaparecerían por completo, lo que sería una lástima. Las selvas del extremo norte de Australia, como Daintree, son reliquias del antiguo supercontinente de Gondwana. Es decir, muchas de las plantas son descendientes de aquellas que vivieron en las selvas que alguna vez cubrieron gran parte de Australia y la Antár-tida hace 100 millones de años, cuando los dos continentes estaban unidos. Como tales, son un

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Un casuario macho se da un festín de quandong, una de sus frutas fa-voritas. Para comer, el ave recoge uno con la punta de su pico, después echa su cabeza hacia atrás, abre bien el pico y deja que la fruta entera caiga por su garganta.

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Un polluelo se apresura para encontrar una fruta que oyó caer al sue-lo. Los casuarios se pueden mover rápido. Si están asustados, los adul-tos pueden correr a más de 50 kilómetros por hora, así que no querrías que uno te persiguiera.

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museo viviente, un despliegue brillante de los caminos evolutivos, un escaparate de las diver-sas formas de ser una planta. Hay helechos que parecen palmas cocoteras –tallos altos y delga-dos coronados con hojas parecidas a las de la palmera– y palmeras con hojas que parecen abanicos japoneses gigantes. Hay árboles sobre los árboles y orquídeas sobre los árboles, y, to-davía más arriba, helechos que parecen cestos.

sin embargo, lamentablemente hay menos de este bosque original de lo que solía haber. Y en la medida en que el bosque ha menguado, tam-bién el casuario.

¿Cuántos quedan? Esta es la pregunta más polémica en la biología del casuario. En Austra-lia, el ave está registrada como en peligro; la mayoría de las cuentas sitúan al casuario entre los 1 500 y 2 000 individuos, pero estas son solo estimaciones, nadie sabe con seguridad.

El problema es que los casuarios son difíciles de contar. Viven solos en selvas tupidas. Los in-tentos por calcular su número con base en el ADN tomado de los excrementos no se han pu-blicado, como tampoco los cálculos basados en

las fotografías de individuos que van a las esta-ciones de alimento de emergencia que se ponen después de los ciclones. Así que no resulta claro si la población aumenta o disminuye, o qué tan cerca de la extinción están realmente estas aves.

Lo que queda claro es que los casuarios tienen problemas. Así como los casuarios a veces matan perros, los perros a veces matan casuarios, espe-cialmente a los jóvenes. Los cerdos salvajes des-truyen los nidos y los casuarios en ocasiones mueren en las trampas para cerdos. Otro peligro es el tránsito.

Vi una de las víctimas en una camioneta del Servicio de Parques y Vida Silvestre de Queens-land; el guardabosques lo había recogido justo después de que dieron aviso del accidente. Era una hembra joven justo al borde de su madurez sexual. Su casco era pequeño y aún tenía unas cuantas plumas cafés. El piso de la camioneta estaba man-chado de sangre que salía de su boca, sus patas estaban raspadas, sus ojos abiertos pero sin ver.

Me agaché para tocarla. Vistas de cerca, sus patas eran enormes.

El guardabosques estaba visiblemente molesto y hablaba sin parar sobre las políticas locales

Un polluelo encuentra confort en las plumas de su padre. Los casuarios recién nacidos están cubiertos con plu-món. Incluso los más pequeños tienen protopliegues y una marca plana en la cabeza de donde crecerá el casco.

96 nat ional geograph ic sept iembre de 2013

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Casuarios 97

respecto a los casuarios, mientras explicaba cómo algunos grupos quieren poner cercas en los caminos y construir túneles subterráneos para que los usen, en tanto que otros alegan que eso no funcionaría y, en vez de eso, promueven límites de velocidad más bajos y más señalamien-tos de cruce de casuarios. “Ha habido tres aves muertas en las últimas seis semanas”, me dijo.

Los caminos también consumen el bosque, y a medida que este se fragmenta más, para los casuarios jóvenes se vuelve más difícil encontrar sus propios territorios. Puesto que estas aves son muy territoriales, se necesita cierta cantidad de hábitat apropiado para sostener una población, lo que me lleva al otro gran problema: la urba-nización. En Mission Beach, un complejo de edificaciones llamado Oasis es típico. Tiene ca-lles pavimentadas, alineadas con postes de luz, pero todavía no hay casas, sólo lotes vacíos, con céspedes bien cortados decorados con letreros de “Se Vende”. Papá no lo sabe, pero su bosque está en venta, lo que podría reducirlo con el ob-jetivo de hacer espacio para las casas. Algunos residentes locales tratan de evitar esto juntándose para comprar tierras y crear reservas naturales,

volviendo a plantar árboles en las tierras taladas y promoviendo entre los granjeros que no se tale la selva. La esperanza está en unir varios trozos de bosque, de modo que los casuarios que bus-can territorios se muevan de un fragmento a otro sin tener que cruzar el campo abierto, o las plantaciones de caña o las grandes carreteras, pues el casuario depende del bosque más de lo que el bosque depende del casuario.

Quiero cerrar con una imagen. Estoy en Daintree, el pedazo de selva más intacto que queda, parado junto a una higuera, en espera de ver a Ondulado –un macho joven– y sus dos polluelos. Su territorio se traslapa con el de Ber-tota, una hembra enorme y majestuosa, proba-blemente la madre de los polluelos. También vive aquí una familia humana, con tres hijos y una rana arborícola gigante que se mudó a la cocina y vive en una sartén. De repente, el más pequeño de los niños sale corriendo de entre los árboles para decirme que Ondulado y sus po-lluelos se dirigen hacia un arroyo cercano. Cuan-do los tengo a la vista, Ondulado se estira hasta lograr su altura completa y me mira. Después, él y sus crías se alejan hacia el atardecer. j

Polluelos desfilan frente a una puerta cerca de Kuranda, en el noreste de Queensland. Ya pasaron la edad del plumón, pero no tendrán plumas negras hasta que maduren sexualmente, cerca de los cuatro años.

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En una playa al sur de Cairns, un polluelo joven se apresura para mantenerse cerca de su padre. Si todo sale bien, estarán juntos por unos nueve meses, hasta que el padre decida aparearse de nuevo y criar otra nidada.

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FLASHBACK

NEW YORK DAILY NEWS, NATIONAL GEOGRAPHIC CREATIVE

Vieja ola El malecón de Belt Parkway, cerca de Fort Hamilton, Brooklyn, no alcanza a contener la pared de agua durante la tormenta de octubre de 1948. Las marejadas provocadas por las tor-mentas han sido un problema para esta zona adyacente a la bahía de Nueva York, cerca del puente Verra-zano-Narrows. Cuando el huracán Sandy azotó la región en octubre de 2012, partes del malecón estuvieron sumergidas durante horas. En algunas partes, el agua alcanzó 1.5 metros de profundidad. El malecón ya fue reparado, pero los residentes temen la llegada del siguiente golpe. —Margaret G. Zackowitz

Archivo Flashback Encuentra más fotos en ngenespanol.com

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