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6.1. La mujer en la literatura 1 a) Estado de la cuestión Antes de empezar, una obviedad: como la historia social, la historia de la literatura ha sido escrita por hombres, y estos se han mostrado muy cicateros a la hora de reconocerles méritos a las escritoras. Y otra obviedad, si la liberación de la mujer del yugo masculino se cifra en el comienzo de la llamada Modernidad (siglo XIX) con el Romanticismo, la nómina de escritoras anteriores será más bien escasa; no obstante intentaremos una reflexión sobre la escritora antes de su normalización (rescatando algunos nombres), y por supuesto en el último siglo casi en igualdad de oportunidades con los hombres (y la calidad de las autoras seleccionadas es elocuente). La historia de la mujer viene a ser la historia de una lucha milenaria en busca de la igualdad, pero que durante muchos siglos ello no fue posible: la mujer estaba reducida a la maternidad, a la casa y al servicio del hombre. Desde tiempos 1 Para la elaboración de este tema me he basado en las completas exposiciones de los siguientes blogs: http://lacucarachadelbosque.blogspot.com.es/2015/03/tema-pau- mujeres-escritoras.html http://www.xuliocs.com/Esquisa/literfemhist.htm Tema 6: 6.1. La mujer en la literatura. El tema se puede preparar bien desde la perspectiva de las mujeres escritoras; bien desde el tratamiento que recibe la figura de la mujer a lo largo de la historia de la literatura. 6.2. La literatura de extranjería. Visiones de un país, de una cultura, de una civilización, desde los ojos de un extraño.

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6.1. La mujer en la literatura1

a) Estado de la cuestión

Antes de empezar, una obviedad: como la historia social, la historia de la literatura ha sido escrita por hombres, y estos se han mostrado muy cicateros a la hora de reconocerles méritos a las escritoras. Y otra obviedad, si la liberación de la mujer del yugo masculino se cifra en el comienzo de la llamada Modernidad (siglo XIX) con el Romanticismo, la nómina de escritoras anteriores será más bien escasa; no obstante intentaremos una reflexión sobre la escritora antes de su normalización (rescatando algunos nombres), y por supuesto en el último siglo casi en igualdad de oportunidades con los hombres (y la calidad de las autoras seleccionadas es elocuente).

La historia de la mujer viene a ser la historia de una lucha milenaria en busca de la igualdad, pero que durante muchos siglos ello no fue posible: la mujer estaba reducida a la maternidad, a la casa y al servicio del hombre. Desde tiempos primitivos, la mujer fue el sustento de la familia o de la tribu, tal como hoy aparece en reportajes de culturas ancestrales sin contacto casi con las civilizaciones desarrolladas (caso de África, América, China...). Ellas, las madres sobre todo, cuidan la familia, trabajan el campo, van a buscar agua, acarrean leña, administran recursos... Pero quien manda es el hombre, sometiéndolas como esclavas en tantos casos.

Poco a poco, ya en época griega, la mujer empieza tomar conciencia de su situación y se rebela, tal como aparece en algunas obras literarias, leyendas, mitos..., de los autores clásicos (Lisístrata es un ejemplo). A lo largo de la romanización, época medieval..., la situación social de las mujeres más privilegiadas les fue permitiendo un tiempo libre, y un marido que les facilitaba la posibilidad de leer, recitar poemas, escribir..., pero siempre bajo su control y de forma privada, sin repercusiones sociales importantes.

1 Para la elaboración de este tema me he basado en las completas exposiciones de los siguientes blogs: http://lacucarachadelbosque.blogspot.com.es/2015/03/tema-pau-mujeres-escritoras.html http://www.xuliocs.com/Esquisa/literfemhist.htm

Tema 6:

6.1. La mujer en la literatura. El tema se puede preparar bien desde la perspectiva de las mujeres escritoras; bien desde el tratamiento que recibe la figura de la mujer a lo largo de la historia de la literatura.

6.2. La literatura de extranjería. Visiones de un país, de una cultura, de una civilización, desde los ojos de un extraño.

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Largo fue el camino, por tanto, para desarrollar su derecho a leer y a escribir de forma generalizada. Las mujeres occidentales, a lo largo de la Edad Media empezaron a luchar por el más elemental de esos derechos humanos: aprender a leer y a escribir, del que sólo disfrutaban si pertenecían a la nobleza, a la burguesía, o ai tenían un padre o un marido que se lo permitiera. Las mujeres pobres, las de las clases campesinas, plebeyas, esclavas no disfrutaban de tales derechos.

Pero sólo en el siglo XX puede hablarse de una cierta liberación de las mujeres traducida a las mujeres escritoras que pueden publicar casi en igualdad con los hombres. No obstante, la situación aún no es equiparable, como se refleja en muchos casos: sólo muy pocas mujeres están en la Academia de la Lengua, sólo algunas llevan premios importantes. Y los críticos siguen dando más importancia a las publicaciones masculinas que a las femeninas. La situación es otra, pero cambia muy lentamente. Veamos unos pasos hasta la fecha.

b) MUJERES ESCRITORAS

1. Época griega

En Grecia la vida diaria de la mujer estaba reducida a la reclusión privada, y a la vida familiar, encerrada como vivía en torno al gineceo (habitación sólo para las mujeres). Las jóvenes recibían una educación muy escasa: algo que aprendían de su madre, los deberes domésticos, distribuir las tareas de las esclavas, tejer, bordar, cocinar. Los propios padres arreglaban los matrimonios con otras familias del mismo estamento social.

No aparecen poetisas griegas con obras a su nombre, aunque se tienen noticias indirectas de algunas: Safo, Corina, Erina, Nósine No se les daba importancia suficiente para que publicaran como autoras.

2. Edad Media

La imagen femenina medieval estaba muy condicionada por la Iglesia, que la consideraba instrumento del demonio.

La primera mujer escritora se dice que fue la alemana Roswita (932-975), una religiosa benedictina, que dejó tres obras escritas: Dramas, Poemas históricos y Leyendas, en las cuales exaltaba su fe y su castidad. Pero no se la consideró una mujer escritora con dignidad, lo mismo que a otras de su época.

Ya en el s. XII, aparece la voz de la mujer en las jarchas mozárabes, en las cantigas de amigo galaicoportuguesas, y en sucesivos cantares. En el origen de la lírica más intimista, nos encontramos con poemas puestos en boca de mujer que de manera delicada (y bellísima) se quejan de “mal de amores”, del marido o amante ausentes. Pero ni una sola mujer firma los primeros poemas con autoría. Siempre se trata de la queja, o lamentos, que la hija enamorada confía a su madre como confidente. En ocasiones se cuentan encuentros con el enamorado plenamente gozosos. Pero en

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esta época, muchas mujeres poetisas ocultan su feminidad disfrazándose de monjes, por lo que eran recompensadas socialmente, y al tiempo tenían la oportunidad de acercarse a la cultura y a la escritura.

Siglos más tarde, la reina de Navarra, Margarita de Angulema (1492-1549) escribió El Hetmamerón, una serie de relatos morales y galantes.

3. Siglos de Oro

La mujer autora de poesías aumenta su presencia durante el s. XV: las damas, la reina, inspiraban a trovadores y poetas, al tiempo que ellas mismas creaban sus propios versos. No obstante, sus intervenciones eran todavía ocasionales y más bien en forma de poesía colectiva, anónima.

El Cancionero General de este siglo recoge muchas de estas manifestaciones femeninas. Destacan las poesías femeninas en la poesía colectiva como intercambio de versos con poetas masculinos: versos cruzados de elogios o reproches, más bien como divertimento cortesano, pero de asuntos intrascendentes; damas que increpan a caballeros por falsos y traidores, mujeres burladas; insinuaciones eróticas entre ellos y ellas, amores de viejo y joven hermosa, y semejantes.

Habrá que esperar hasta el  Barroco, época convulsa que se asemeja –en mucho- al Romanticismo. Y así surge una poeta Sor Juana Inés de la Cruz2, (México      1651-1695) que conviene analizar no sólo por la calidad de su obra, sino por lo que representa. Esta religiosa mexicana, hija de padre español y madre criolla, es la primera mujer poeta más notable en territorio americano, pero en lengua castellana. Se considera la primera escritora feminista, lo mismo por sus poesías que por sus comedias, en los que desmitifica la ideología machista.

Tampoco debemos olvidar a  la española (Ávila) Santa Teresa de Jesús (1515-1582) que desde su misticismo radical (considerado herético por muchos religiosos) dota de un sorprendente erotismo su acercamiento y unión con Dios.

Por seguir con monjas problemáticas. En 1669 aparecía en París un pequeño volumen titulado Cartas portuguesas que contenía las cinco misivas que Mariana Alcoforado, monja portuguesa del convento de Beja, en el Alentejo, había escrito al conde Chamilly, capitán de la caballería francesa que había participado en el asedio de Ferreira. La historia que había unido a ambos personajes nada tiene de particular: Mariana había sido seducida por el conde y este, olvidadizo, había partido para Francia dando por terminada su aventura. Sin embargo, estas cartas pasaron a la historia como una de las más rotundas expresiones del amor femenino: la monja portuguesa, abnegadamente enamorada, escribía desde su celda dando rienda suelta a su pasión ensimismada, a sus quejas y desvaríos, y dejando un testimonio imperecedero -sea o no real su autoría-, un auténtico breviario de amor.

2 Así el poeta mexicano Octavio Paz escribió un magnifico ensayo (Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe) título que ya deja entrever que una de las escasas posibilidades que tenía una mujer para desarrollar la escritura era tomar los hábitos, ampararse en la vida de convento.

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Pero sigue habiendo una barrera social: hay una falta de reconocimiento de sus capacidades respecto al hombre; mientras a los varones se les daba una instrucción más amplia, a las mujeres se les preparaba lo justo para leer y escribir. Su destino seguía siendo en parte ama de casa: niños, cocina, iglesia. Sólo las mujeres mejor situadas socialmente pudieron desarrollar mejor sus técnicas de escritura, llegando a competir en parte con los escritores.

4. Ilustración

El esfuerzo de las mujeres por su liberación va conduciendo hacia la conquista de la igualdad. El derecho al uso de la palabra irá acompañado del derecho a la educación y del ejercicio profesional, la igualdad en el trabajo, la igualdad jurídica… Sin embargo, el movimiento ilustrado con su tesis a favor de la universalidad, la libertad, el derecho natural, el contrato social y la razón intentó seguir relegando a las mujeres. Jean Jacques Rousseau (1712-1778), uno de los máximos teóricos y políticos del siglo XVIII, fue un importante promotor de la misoginia más lacerante, definiendo de manera concluyente el papel de las mujeres contemporáneas en el orden político y social y relegándolas al espacio privado.

La lectura atenta de su obra Emilio o si se quiere, dentro de ella, el capítulo V dedicado a Sofía o la mujer nos da idea de lo que estamos afirmando. Sofía es un verdadero tratado de cómo deben de ser las mujeres. Nada se escapa en el planteamiento de Rousseau: educación, comportamiento, valores morales y éticos, vida, familia, matrimonio, relaciones entre mujeres y varones. Todo se describe bajo el prisma de “las mujeres al servicio de los varones”, según la ley natural

Con la Revolución Francesa (1789), las mujeres siguen marginadas en parte, pero empiezan a asociarse en clubes republicanos, al tiempo que exigen poder plantear quejas, derechos ciudadanos, tal como estaba recogido en la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana de 1791.

5. Siglo XIX: Romanticismo y Realismo

Pero es en el siglo XIX, como ya se dijo, (arranque de lo que se denomina Modernidad) con las revoluciones sociales de todo tipo, y los movimientos estéticos del Romanticismo y Realismo, cuando las escritoras se tutean con sus coetáneos hombres y en ocasiones con resultados superiores.

Sólo unas pocas mujeres habían tenido la oportunidad de participar en la prensa hasta entonces. Cuando escriben en periódicos o revistas, han de hacerlo de forma anónima, o a nombre de su marido, quien a veces hasta se aprovecha de la circunstancia para aumentar sus escritos y su prestigio. Sólo después de 1840 se nota la presencia de la mujer en artículos de prensa, en revistas y en libros diversos, de poesía la mayoría.

En realidad, a lo largo del s. XIX, muchas mujeres todavía seguían practicando la escritura en secreto o se escondían detrás de seudónimos masculinos. Es el caso de George Sand, en realidad Aurore Dupin, que después de 9 años de matrimonio, se separa y se dedica a la escritura; ante las presiones familiares y sociales, se oculta

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bajo un seudónimo con nombre masculino; o George Eliot, en realidad Mary Ann Evans, que publicó sus primeros ensayos, traducciones, con el anonimato antes del seudónimo masculino; o la española Cecilia Bohl de Faber quien firmaba Fernán Caballero.

Otras muchas mujeres escribieron bajo el anonimato: Jane Austen (Orgullo y prejuicio), las hermanas Bronté (Cumbres borrascosas, 1847) o Mary Shelley.

Mary Shelley creó un mito universal Frankenstein (1818) una noche que se encontraba con Lord Byron, su marido P. B. Shelley y Polidori. Byron les retó a ver quién escribía la historia más terrorífica. Los demás publicaron sus relatos, pero quedó para la historia ese monumento gótico al ser deforme que viene de entre los muertos y desafía a los mismos dioses.

En España también tenemos casos muy valiosos como las gallegas Rosalía de Castro (romántica) y la realista Emilia Pardo Bazán.

6. Siglo XX

El siglo XX se abre con escritoras interesantísimas, caso de la neoyorquinaEdith Wharton y su novela La edad de la inocencia (1920). Con una prosa minuciosa e irónica, urde una historia de amores ilícitos que en el fondo se ríe de la rígida moral de una aristocracia urbana encorsetada y que se estaba desmoronando. Pero la figura femenina que realmente marca las primeras décadas del siglo XX es Virginia Woolf, hasta el punto de que su influencia aún no se ha apagado. En un momento de búsqueda de nuevos caminos estéticos, Virginia Woolf condensa lo mejor de esas décadas pioneras: la conciencia de que los relatos ocurren sobre todo a un nivel sicológico (magistral La señora Dalloway (1925), donde narra un día en la vida de una mujer), donde lo poético es parte de lo narrativo (Las olas 1931), en la que un narrador múltiple y un tiempo fragmentario capta mejor la realidad que el relato clásico.

Y clásico, pero enormemente evocador es Memorias de Africa (1937), de la danesa Karen von Blixen, que firmaba Isac Dinesen. Es un relato autobiográfico donde la baronesa narra su aventura en Kenia, cuando junto con su marido invierte toda su fortuna en poner en marcha una granja y un cafetal. El libro en muchas cosas: un reflejo del amor a una naturaleza hipnótica, un deseo de comprender a las tribus masai y kikuyu, una historia de amor trágica (lo saben quienes han visto la película protagonizada por Robert Redford). Y también es la crónica de una mujer que tuvo que sobreponerse a la fatalidad y al machismo de un tiempo colonizador.

A continuación, mencionaremos otras autoras que con su estilo y temática marcaron el devenir literario del siglo XX

a) Irène Némirovsky: escritora ucraniana nacida el 11 de febrero de 1903 en Kiev y fallecida el 17 de agosto de 1942 en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz, en Polonia. Vivió durante parte de su vida en Francia y sus obras se

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escribieron en francés. Algunas de ellas son El baile (1930), El maestro de almas (1939) y la magnífica e inacabada obra póstuma, Suite francesa.

b) Patricia Higsmith: Mientras en las novelas habituales del género policial la trama gira en torno al esclarecimiento de un crimen, en las suyas, Patricia Highsmith (1921-1995) prefirió profundizar en la mente de sus personajes y ahondar en la ambigüedad moral del ser humano. Veintidós novelas, diez volúmenes de relatos, un par de ensayos, voluminosos diarios y una copiosa correspondencia ha dejado la escritora estadounidense que utilizó sus propios conflictos interiores como materia prima para crear relatos que se apartan del canon de la novela policial clásica o de misterio para ingresar en los enigmas interiores de las personalidades anómalas, representadas estas en sus libros por personajes complejos y tortuosos. Tenía debilidad por Europa. Y le transmitió su antojo a su creación, Tom Ripley, uno de los malvados más pertubadores y elegantes de la ficción.

c) Gabriela Mistral, chilena ganadora del Premio Nobel de literatura en 1945. Lucila Godoy Alcayaga (Vicuña, Chile, 1889-Nueva York, EEUU, 1957), autora de Lagar y otros poemarios fundamentales en la literatura contemporánea, destacó gracias a una vida entregada a la poesía, el feminismo y el amor hacia su país, Chile, del que ejerció como cónsul en Nueva York. Su historia de amor con la americana Doris Dana generó mucha controversia en la época

d) Tony Morrison. Escritora estadounidense, Premio Nobel de Literatura en 1993. Morrison es activista contra el racismo y a favor de la igualdad de derechos de las personas negras. En sus novelas, basadas en la injusticia social que han vivido las sociedades de afroamericanos y en la afirmación de la identidad cultural de los mismos, contrastan siempre los elementos fantásticos y mágicos con la cruda realidad que viven sus protagonistas. Una de sus novelas más conocidas es Beloved, que también obtuvo el Premio Pulitzer en 1988, fue llevada al cine en 1998 por el cineasta J. Demme.

e) Alice Munro, canadiense, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2013. La "maestra del relato corto", como la ha definido la Academia es autora de doce colecciones de cuentos y dos novelas. Dos de sus obras más importantes son Demasiada felicidad y La vida de las mujeres, novela de 1971. Su trabajo más reciente es Mi vida querida.

f) La escritora y periodista bielorrusa Swetlana Alexievich ha sido galardonada este jueves con el Premio Nobel de Literatura 2015. Su nombre fue anunciado por Sara Danius, la secretaria permanente de la Academia Sueca. La obra de Alexievich, en la que se destacan sus reportajes literarios sobre Chernobil o sobre mujeres en la II Guerra Mundial, tiene que ver ante todo con la extinta Unión Soviética. Sin embargo, hay otros trabajados en los que también aborda también la situación actual de su país, Bielorrusia, y de Rusia.

Y dejamos para el final a Amélie Nothomb. Todos sus libros tratan de las fronteras y esa maraña cosmopolita tejida en su obra quizás sea la clave del éxito global que disfruta. Las fronteras exteriores e interiores. Otras cosas también. Asuntos serios como su obsesión por la identidad, y a la vez otros rasgos más livianos, pero no menos determinantes. Una frescura y un descaro. Un estilo directo y mordaz. Entre irónico y nihilista, siempre rápido, brillante, sorprendente, sujeto a una extraña

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compulsión que le lleva a escribir a veces más de tres historias al año, aunque sólo publique una.

c) TRATAMIENTO DE LA MUJER A LOLARGO DE LA HISTORIA DE LA LITERATURA

Pocas veces nos hemos detenido a estudiar el papel protagónico que han cumplido en la literatura universal las mujeres: las escritoras y, sobre todo, los personajes femeninos.

1. Literatura clásica

A pesar de la marginación de la vida pública a la que las mujeres estaban sometidas en la antigua Grecia, en la literatura clásica encontramos personajes femeninos que han pasado a formar parte de la tradición occidental.

Sin embargo, a menudo encontramos ya arquetipos negativos como el de la mujer malvada que, con sus artes de seducción, lleva al desastre al hombre. Sería el caso en La Odisea de Circe, que convierte en animales a los hombres de Ulises, o de las sirenas, cuyos cantos melodiosos hacen que los marineros se estrellen.

Otro ejemplo de mujer bella que lleva al hombre al desastre sería Helena de Troya, cuyos encantos son el desencadenante de la guerra que se narra en La Ilíada: Paris, príncipe troyano, se fuga con ella, que es la esposa del griego Menelao. Aunque Helena no es la culpable directa (en muchas versiones Paris la rapta), estamos ante el arquetipo de la belleza de la mujer como desencadenante del mal.

Sin embargo, también hay personajes femeninos caracterizados de manera positiva como Penélope, la fiel esposa de Ulises en la Odisea (que le espera durante años e inventa tretas para mantener alejados a sus pretendientes).

Una heroína activa sería Antígona (tragedia escrita por Sófocles), que hace valer sus convicciones ante la tiranía del rey Creonte.

El origen del drama es una guerra civil en la que se han enfrentado dos hermanos, Eteocles y Polínice, por el dominio de la ciudad de Tebas. En la lucha final se han dado muerte mutuamente y sus cadáveres han quedado en el campo de batalla, a las puertas de la ciudad. El nuevo amo de Tebas, el viejo Creonte, tío de los fratricidas, ordena que el cadáver del hermano que acaudillaba el ejército derrotado, Polinice, quede sin enterrar, mientras se tributan grandes honores al cadáver de Eteocles. Sólo una voz disidente, la de la joven Antígona, hermana de los dos muertos, se enfrenta a las leyes dictadas por Creonte. Sólo ella se empecina en enterrar al hermano abandonado en el campo, en un gesto amoroso de justicia íntima, pero un gesto opuesto a la ley de los hombres, a la ley impuesta por Creonte. Violadora de esta ley, sólo ella pagará con otra condena: la de ser enterrada viva. Pero aunque ha sido sin duda muy valiente, ahora el terror a la condena le paraliza y Antígona se ahorca en la gruta mortuoria adonde ha sido llevada. La “injusticia clama al cielo” y pronto Creonte también pagará el precio de su soberbia. Su hijo Hemón, enamorado de Antígona, se suicida, y su esposa Eurídice ante la muerte de su hijo, se suida también. Creonte hace cumplir la ley, pero descubre que

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ha incumplido las leyes fundamentales que son inviolables: las leyes de los derechos humanos. Él es el verdadero derrotado, el héroe trágico; mientras tanto, Antígona ha pasado a encarnar el acto más heroico de toda la tragedia griega.

Muchos autores utilizaron Antígona para denunciar situaciones injustas de este tipo. Bertold Brecht denunció con su versión de Antígona, la posguerra de la Segunda Guerra Mundial con una denuncia del régimen hitleriano y de la guerra. Lorca por otro lado, nos mostrará la frustración de la mujer en una sociedad asentada en la explotación y la injusticia. Y Margarit Yourcenart nos acerca en su visión de Antígona a la indiferencia de una sociedad silenciada por el miedo y la comodidad, cuya pasividad solo podía removerse y cambiar, si escuchara “El corazón de Antígona”, en el movimiento de su cuerpo en la soga.

Otra heroína es Electra que se mantiene firme en vengar la muerte de su padre, necesita de su hermano Orestes para llevar esta venganza a cabo.

En la comedia tendríamos a Lisístrata (comedia de Aristófanes), que encabeza una rebelión de las mujeres atenienses para lograr que los hombres acaben con la guerra utilizando el único elemento que les da poder sobre ellos, el sexo.

2. Edad Media: la mujer-Eva y la mujer-María

La visión de la mujer como causante de desgracias que veíamos en la literatura clásica está presente en la tradición cristiana a través de Eva, cuya debilidad al caer en la tentación de probar el fruto que el diablo le ofrece es la causante de la expulsión

del hombre del Paraíso y la entrada del mal en el mundo. Así, en la literatura medieval encontramos dos prototipos opuestos: la “mujer Eva”, cuya debilidad la lleva a caer en el pecado, astuta y que lleva al hombre a la perdición a través de sus encantos físicos y la “mujer María”, pura y sumisa. Estos arquetipos aparecen, por ejemplo,

en las colecciones de exempla (relatos con un objetivo didáctico). Una de ellas tiene el título de Sendebar o Libro de engaños de las mujeres (colección de cuentos orientales difundidos en Europa). En este, la esposa del rey intenta seducir a su hijo y, al ser rechazada, le calumnia, por lo que le condenan a muerte. Este argumento es la excusa para un duelo de relatos entre los consejeros del rey (que advierten de la naturaleza engañosa de la mujer) y la esposa.

En El conde Lucanor, de don Juan Manuel (obra que bebe también de la tradición oriental de relatos) tenemos representados estos estereotipos en personajes como el de “Lo que sucedió a un mancebo que casó con una muchacha muy rebelde”, en el que se cuenta el proceso de “doma” de una “mala esposa” a través de la intimidación, y el de doña Vascuñana, una esposa tan ejemplar que que toma por verdad suprema la palabra de su esposo aunque contradiga lo que ella misma percibe por los sentidos.

En los siglos XIV y XV se da un debate entre profemeninos y misóginos. Algunos autores como Bocaccio participan escribiendo obras que apoyan los argumentos de ambos bandos: biografías de mujeres virtuosas y Corbaccio o

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Laberinto de amor, argumentación de que no merece la pena sufrir por el amor de las mujeres a través de la exposición de sus defectos (infieles, vanidosas…)

La mujer se así como “un animal imperfecto, agitado por mil pasiones desagradables y abominables” (…) “si los hombres mirasen como debían, no de otra manera se acercarían a ellas, ni con otro deleite y apetito que como van a las naturales e inevitables necesidades”.

3. Renacimiento: el amor cortés

El amor cortés es una corriente que proviene de los trovadores provenzales del siglo XII. Se consolida con el Dolce stil nuovo de Petrarca y Dante, que marcará la poesía amorosa de los siglos XV-XVII.

La imagen de la mujer es la de la donna angelicata: La mujer es un ser divinizado e inalcanzable. Su belleza es el reflejo de la bondad del alma y esta a su vez es un reflejo de la belleza divina. El amor a la dama eleva espiritualmente al poeta.

Esa belleza obedece a un canon muy marcado y cuya descripción se convertiría en tópico. Esas mujeres idealizadas se convierten en musas para los poetas: Laura para Petrarca, Beatriz para Dante. Ambos les dedican poemas después de su muerte (incluso se duda si existieron).

Dónde halló el oro Amor, dónde la vena,

con que hizo sus dos trenzas? ¿En qué espinas

las rosas? ¿En qué prados las albinas

nieves del rostro que de aliento llena?

¿Dónde las perlas en que rompe y frena

palabras, como honestas, peregrinas?

¿Dónde tantas bellezas tan divinas

de frente más que el cielo aún serena?

¿A qué ángeles hurtó en su esfera y cumbre

el celeste cantar con que en sollozo

tal me acaba que apenas me mantengo?

¿De qué sol procedió la altiva lumbre

de aquellos ojos por que peno y gozo

y el pecho en fuego y hielo hirviendo tengo? (Petrarca)

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El poeta es un vasallo que sirve a la mujer sin esperar una satisfacción a cambio (a menudo que sea una mujer casada forma parte del tópico). Visión del amor como fuente inevitable de dolor y frustraciones, nunca se logra la posesión.

A veces la amada aparece como cruel e insensible a los sufrimientos del amado. Aunque el amor cortés se contrapone a la visión misógina, también deshumaniza a las mujeres al presentarlas como seres angélicos.

4. Romanticismo

La mujer aparece de manera positiva en el arquetipo del ángel de luz que redime al hombre (doña Inés en Don Juan Tenorio). Idealización, mujer inalcanzable:

Yo soy un sueño, un imposible,

vano fantasma de niebla y luz;

soy incorpórea, soy intangible;

no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú! (Bécquer).

Por otro lado, el arquetipo de la mujer malvada permanece en personajes tan conocidos como Carmen (Prosper Merimée): gitana que lleva a un hombre a la perdición arrastrándole a una vida de bandolero para luego abandonarle y es asesinada por él.

En la novela gótica tenemos personajes sobrenaturales siniestros y seductores como la vampiresa Carmilla (Sheridan Le Fanu). Anterior a Drácula, influyó a Stoker. Al igual que los vampiros masculinos, intenta seducir y llevar a la perdición a una joven doncella, por lo que encontramos elementos homoeróticos (evidentemente, tratados de manera muy negativa).

Frente a estos estereotipos, Elizabeth Bennet la protagonista de Orgullo y prejuicio de Jane Austen supone uno de los grandes personajes de la literatura de todos los tiempos. Limitada por los convencionalismos sociales de la época, sobresale por su inteligencia metódica y una educación y cultura muy por encima de su procedencia social.

"Sólo estoy dispuesta a actuar de la manera más acorde, en mi opinión, con mi futura felicidad, sin tener en cuenta lo que usted o cualquier otra persona igualmente ajena a mí, piense"

Hace de su cultura y brillantez intelectual su baluarte para relacionarse con aquellos que hacen gala de una posición social más acomodada.

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"A poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo buen concepto. Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia".

5. Realismo

En la literatura realista del siglo XIX encontramos un arquetipo que se repite a lo largo de varias de las novelas más importantes de esta corriente: Madame Bovary (Gustave Flaubert)/Anna Karenina (León Tolstoi)/La Regenta (Leopoldo Alas “Clarín”). Es el de las adúlteras, mujeres insatisfechas por el choque entre sus aspiraciones y una realidad monótona y asfixiante. Esa frustración las empuja a la infidelidad. Sufren un final trágico (suicidio en las dos primeras, marginación por parte de una sociedad hipócrita en la última), pero no están tratadas con el tono moralizante que existía en la Edad Media contra las mujeres que desafiaban la autoridad de sus esposos: son personajes complejos, con virtudes y defectos, cuyas dudas se reflejan a través de un minucioso tratamiento de su psicología.

Así, Emma Bovary se perfila como una pobre adúltera enajenada, como don Quijote, por la lectura de novelas que la llevan a querer vivir un sueño que no puede cumplir y termina en una vulgar tragedia. De ella, de su historia precisamente, proviene el término “bovarysmo” creado por Jules Gaultier y que es “la tendencia y la actitud a concebirse y a concebir las cosas de un modo distinto de como son en realidad”. Flaubert reveló en Emma Bovary una parte de la común femineidad, carente de la energía y la cultura requeridas para tener puestos los pies en la tierra.

También es destacable, Nora, la protagonista del drama Casa de muñecas, (Henrick Ibsen, 1879). Nora es la protagonista de esta obra, que está casada con su marido hace ocho años, Torvaldo Helmer, abogado y próximamente director de un banco, con quien tuvo tres hijos. Para describir a Nora se debe dividir la obra en dos partes, ya que no es la misma mujer en ambas, y puede decirse que tiene distintas facetas. Para empezar, en la primera parte de la obra Nora se muestra como una mujer feliz, que palmotea y juguetea con su marido. Pero también se muestra otra Nora, totalmente distinta. Una mujer preocupada, seria, amargada y temerosa. Para concluir, se puede decir que el personaje de Nora tiene dos facetas: la verdadera parte de ella y la que simula ser. Su personaje es visiblemente comparado con una muñeca y por esto el título lleva este nombre. Nora era un personaje femenino, algo que ya era raro para la época (la mayoría de los protagonistas eran masculinos), ella evoluciona a lo largo de la obra, y concluye separándose de su marido y abandonando a su casa e hijos. Esto le demuestra a toda la sociedad que las mujeres pueden ser libres e iguales a los hombres, incluso superiores. Pero para esto tienen que ser personas decididas y capaces de luchar, como dijo Ibsen:

“Si dudas de ti mismo, estás vencido de antemano.”.

La sociedad de la época tenía una idea muy equivocada de cuál era el rol de la mujer en la familia e incluso en la sociedad; pasaban de las manos de los padres

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directamente a la de sus maridos, sin tener libertad alguna. Es por esto que el libro “Casa de muñecas, de Henrik Ibsen fue una revolución para la sociedad y Nora un modelo a seguir.

Cierre

Muchas otras mujeres asombran a los lectores, por ejemplo, de la literatura colombiana: en Cien años de soledad, para no ir muy lejos, el trascendental papel de Úrsula Iguarán, la esencia misma de la obra. Ella soporta en sus hombros todo el trasegar de personajes y de hechos que se generan en esos años de su soledad, de su fuerte presencia para organizar el mundo mítico que era Macondo, hasta descubrir, en un largo peregrinaje, que las fronteras de la realidad están más allá de donde suponían todos. Úrsula es la conciencia del mundo creado por García Márquez.

¿Cómo es el tratamiento de la figura femenina en la actualidad?

6.2. La literatura de extranjería. Visiones de un país, de una cultura, de una civilización, desde los ojos de un extraño.

Otra forma de leer la creación literaria es la que se deduce de una serie de obras escritas por autores con un objetivo: reflejar las diferencias culturales

Una manera de reflexionar sobre hasta qué punto la mujer aparece representada en el arte en igualdad de condiciones con el hombre es el test de Bechdel. Para cumplirlo, una narración debe cumplir las siguientes premisas:

-En la narración salen al menos dos personajes femeninos.

-Dichos personajes se hablan la una a la otra en algún momento.

-Dicha conversación tiene que tratar de algo más que no sea un hombre.

Entre 2000 y 2016, es decir, ya en el siglo XXI, solo el 55% de las 108 películas nominadas a Mejor Película en los Oscar pasan el test de Bechdel.

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(coincidencias y contrastes) que van observando en los países por los que viajan. O en los tiempos en que se sitúan: hacia el pasado o hacia el futuro imaginado, incluso. Así, en sus cartas, crónicas, diarios, fantasías, ciencia ficción van relatando lo que observan (o imaginan) en cuanto a educación, economía, productos locales, religiones, amor, lenguas, formas de gobierno. O lo que suponen, intuyen, proyectan..., hacia milenios aún por venir.

Suponen estas crónicas (relatos fantásticos a veces) una fuente en directo para entender mejor la historia de otros países a lo largo de los siglos medievales, renacentistas, ilustrados, modernos, futuristas … O para suponer cómo nos tendríamos que adaptar a nuevas formas de vida. Incluso para entender mejor el país propio, cuando un extranjero se extraña de las cosas que ve y oye de paso por nuestras culturas y tierras, y de las que no somos conscientes si alguien no nos las dice. Esta multiculturalidad es fuente de progreso: unas culturas siempre avanzan en contacto con otras. Y se dan cuenta de sus deficiencias ante los progresos de las más avanzadas. Veamos unos cuantos ejemplos.

Vamos a abordar una buena parte de este tema desde la perspectiva del viaje y su reflejo en la literatura, puesto que esa mirada de extrañeza del que llega y se instala suele surgir desde el anhelo de un viaje inicial e iniciático (transfigurador) Así nos parece que ocurre en las obras propuestas y algunas otras que iremos comentando

El viaje, tema principal de muchas obras literarias, toma formas muy distintas en sus descripciones novelescas. Su forma literal es la que nos da noticia de todas las peripecias que vive el viajero en el transcurso de un trayecto complicado y peligroso. Tal es el caso de uno de los mitos fundacionales (literatura clásica griega): Ulises, héroe de la Odisea, de Homero. Kavafis (comienzos de siglo XX) nos lo rescata en un famoso poema poniéndolo de ejemplo de cómo la tierra extraña nos enriquece y nos quita los miedos absurdos.

Cuando emprendas tu viaje a Itaca

pide que el camino sea largo,

lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al colérico Poseidón,

seres tales jamás hallarás en tu camino,

si tu pensar es elevado, si selecta

es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al salvaje Poseidón encontrarás,

si no los llevas dentro de tu alma,

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si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.

Que muchas sean las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos nunca vistos antes.

Detente en los emporios de Fenicia

y hazte con hermosas mercancías,

nácar y coral, ámbar y ébano

y toda suerte de perfumes sensuales,

cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.

Ve a muchas ciudades egipcias

a aprender, a aprender de sus sabios.

En otras narraciones, el tema está centrado en la descripción de aquel lugar lejano y exótico donde el viajero acaba de llegar y donde vivirá su aventura apasionada. Esto vale sobremanera para figuras inaugurales como la de Marco Polo. Marco Polo (1254-1324) es el icono universal de la aventura y el descubrimiento, ha inspirado más de seis siglos de fascinación popular y de mitologías falsas. Es el más celebrado de los exploradores europeos a Asia, el primer viajero global y el más antiguo de los puentes entre Oriente y Occidente. Marco Polo es la crónica de un hombre que extendió las fronteras del conocimiento y la imaginación de su época que, a su vez, invita al lector de hoy a viajar a los límites de la historia. Y las historias que cuenta Marco Polo son fascinantes. Como su conocimiento del emperador de Mongolia Kublai Khan y su pasión por la ciudad de Xanadú.

El poeta romántico inglés Coleridge (siglo XVIII) tuvo un sueño con esa historia, y Borges otro. Así lo cuenta Borges

"Un emperador mogol, en el siglo XIII, sueña un palacio y lo edifica conforme a la visión; en el siglo XVIII, un poeta inglés que no pudo saber que esa fábrica se derivó de un sueño, sueña un poema sobre el palacio. “

Esa mirada maravillada de explorador se percibe sobremanera en las llamadas Crónicas de Indias. Cristóbal Colón inaugura en sus Cartas, una larga serie de crónicas dedicadas a la descripción de múltiples aspectos de la naturaleza y de las culturas americanas recién descubiertas, entrelazados con los propios hechos de los españoles en el largo proceso de colonización de los reinos de Indias.

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Le seguirán cronistas como Bernal Díaz del Castillo, Inca Garcilaso de la Vega, Hernán Cortés, López de Gómara…….

Se trata de una serie de relatos sobre el descubrimiento de América, escritos en principio por los vencedores: los territorios americanos conquistados, las proezas, la dominación cultural, religiosa, política, sobre los pueblos indígenas sometidos por los europeos. Una serie de cronistas narraron a partir del s. XVI los viajes al continente americano (las supuestas Indias), las experiencias propias o relatadas por otros, las leyendas formadas en torno a los conquistadores. Ello dio lugar a todo un archivo histórico en el que se fueron recogiendo este tipo de narraciones con diversos contenidos: geografía americana, culturas y vidas de los indígenas, pensamientos, productos nuevos descubiertos. Esta era la versión de los vencedores.

Pero pronto apareció también la versión de los vencidos: los que empezaron a denunciar las injusticias cometidas, los desmanes, los mismos desastres del derrumbe del Imperio de los conquistadores. En la crónica de Pedro Cieza de León, por ejemplo, se recogen muchas de las protestas y los sentimientos humillados de los pueblos indígenas, los vencidos. En el mismo s. XVI ya surgen los primeros cronistas indios y mestizos que representan la voz de los vencidos, aunque son escasos y siempre condicionados por el régimen colonial (al servicio de los vencedores). Principales cronistas indios: Titu Cusi Yupanqui, Juan Santa Cruz y Felipe Huamán. Destaca sobre todos el Inca Garcilaso de la Vega. Luego vendrían otros muchos: Fernández de Oviedo, López de Gómara, Toribio de Benavente.

En fin, con todas estas crónicas se fueron aclarando con los siglos (hasta estos mismos años del dos mil) las circunstancias de la conquista del Nuevo mundo: no todo fue como dijeron los vencedores, ni mucho menos; ni todo fue riqueza traída a Europa, éxitos, justicia, respeto a los indígenas. Hay otra versión que habla de fracasos, saqueos, humillaciones, pérdida de barcos, naufragios con tesoros, fracasos. De ahí

esa larga leyenda negra que circula todavía en América sobre los desmanes de los conquistadores, los religiosos, la Iglesia, los ejércitos. De las dos versiones puede aclararse la verdad de los hechos.

La Ilustración dio otro sesgo a la mirada del extranjero sobre el territorio nuevo. A este respecto, famosas son las Cartas persas (1721) de Montesquieu y sobre el mismo patrón, las Cartas marruecas (1789) de Cadalso. Las "Cartas persas" es la obra germinal de la novela epistolar y de intención satírica. Mediante el recurso de las cartas de personajes extranjeros se satirizan las instituciones y costumbres propias de los occidentales que recorren. Francia, Italia. Critican a los políticos que se distancian del pueblo, de sus costumbres y de sus tradiciones. En realidad, aparecen

las ideas de Montesquieu.

Los personajes, portadores de una nueva mirada, dejan en evidencia con su aparente ingenuidad, la autocomplacencia de la sociedad francesa y española en la bondad de su vida y usos sociales.

Por otro lado, la literatura está repleta de viajes que participan de una doble realidad física y simbólica: los numerosos viajes iniciáticos de Julio Verne, de los cuales no es el menos significativo el que hace a regañadientes el héroe Àxel al centro

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de la tierra, el seno de la madre, desde donde renacerá como hombre nuevo; Los viajes de Gulliver mediante los cuales su autor, Jonathan Swift, hace un análisis de la naturaleza humana, con una visión escatológica única en la literatura occidental, que representa una ofensa a las pretensiones y al orgullo de la humanidad; los viajes exóticos como los de Simbad el marino, o los hechos por Alicia en un caluroso día de verano en tierra de maravillas y que, al igual que Axel, su viaje fue un descenso al fondo de la tierra.

Un viaje trágico, sin retorno, es lo que hace Kurtz, en El corazón de las tinieblas (1899) relato magistral de Joseph Conrad. Aquí nos encontramos con dos tipos de viajeros: uno encarnado por el capitán de barco inglés, Marlow, alter ego del mismo Conrad, valiente y cauteloso al mismo tiempo, que conservará su integridad hasta el final, y el otro, encarnado por el comerciante, también inglés, Kurtz, más inconsciente o si se quiere más débil, que, al no tener en su interior la capacidad de dominar sus propios instintos llegará en su viaje hasta esta región oscura y selvática de Africa que se encuentra en el corazón del fondo del hombre. Marlow volverá de este viaje y llegará a Inglaterra consciente de no ser la misma persona que era cuando partió para aquella travesía al corazón de las tinieblas.

En toda aventura hacia países desconocidos o, sencillamente, diferentes a los nuestros propios, siempre se produce un fenómeno que la ficción literaria ha sabido describir con algunos ejemplos ilustres. El encuentro del "otro", de todo aquello que nos es desconocido y diferente, puede convertir un viaje que nació como proyecto lúdico en una experiencia capaz de trastornar los principios más firmes del viajero. E.M. Forster en Pasaje a la India (1924) hace un retrato dela India bajo la soberanía británica, del conflicto que provoca el choque entre oriente y occidente y de los prejuicios y malentendidos a que está condenada la buena voluntad para un verdadero encuentro entre las dos mentalidades.

Uno de los temas más seductores de la literatura es el del viaje fantástico e iniciático. Este tema del gran viaje lo encontramos, de forma más pura, en los grandes poetas de la antigüedad, también en Sherezade, cuando contaba la historia de Simbad el marino, más tarde lo reencontramos, tratado con una intención cristiana, en las novelas de caballería.

Cuando Herbert George Wells publicó su novela La máquina del tiempo, en el año 1895, revolucionó la literatura existente sobre viajes en el tiempo.

En las letras anteriores había viajeros en el tiempo, como por ejemplo

Un yanki en la corte del Rey Arturo de Mark Twain, o las leyendas de Rip Van Winkle, o la de los Siete Durmientes (estas dos últimas, basadas en la idea del durmiente que despierta muchos años después).

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Un yanqui en la corte del rey Arturo, de Mark Twain (s. XIX) se trata de una ficción caballeresca y satírica en la que el autor transporta las ideas tecnológicas, religiosas, políticas, sociales, desde el s. XIX al s. VI: mediante el recurso al golpe en la cabeza y quedar sin conocimiento, el yanqui americano viaja en el tiempo a la corte del rey inglés Arturo, donde se dedica a crear las cosas e instituciones que él considera necesarias para la sociedad de aquella época.

Wells describe acertadamente al tiempo como la "cuarta dimensión", y señala la posibilidad de moverse a través de éste. Wells describe una sociedad futurista abiertamente distópica, a contracorriente del optimismo utópico de su tiempo. En la obra de Wells, los eloi, descendientes de la aristocracia, son estúpidos, aburguesados y oprimidos, y le sirven como ganado humano a los morlocks, descendientes de los obreros industriales a quienes el maquinismo ha degradado al canibalismo y la infrahumanidad

La mirada del extraño sobre una sociedad nueva es un motivo de la literatura casi inabarcable. No dejaremos de mencionar los nuevos modos que origina la posibilidad en nuestro presente de viajar, emigrar, instalarse casi sin fronteras ni cortapisas. En esta aldea global en que se ha convertido para muchos el mundo, novelas como Estupor y temblores (2004), de Amélie Nothomb pone de manifiesto la gran diferencia entre las culturas de oriente y occidente, sobre todo en el mundo empresarial, que es descrito de forma despiadada: la penalización de la iniciativa propia de los empleados (tomar una iniciativa sin consentimiento del jefe es algo indigno); el control absoluto de los sentimientos; las fórmulas burocráticas que exigen incluso que se repita ante cada uno de los superiores jerárquicos la petición de renuncia.

Concluyendo con palabras de Michel Foucault:

"El héroe ha venido a buscar una verdad que conocía de lejos, vislumbrada ante sus ojos inocentes. Esta verdad no es encontrada por él, ya que era la verdad de su deseo o de su vana curiosidad; y, en cambio, una realidad insospechada le es revelada, más profunda, más sombría que la que le era familiar: esta realidad es él mismo y el mundo transfigurados el uno para el otro ".