Monterrey, 1846-1848 - Ciencia...

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CIENCIA UANL / AÑO 17, No. 66, MARZO-ABRIL 2014 19 Monterrey, 1846-1848 * Universidad Autónoma de Nuevo León, F.A. Contacto: [email protected] CiENCiAUANL ANDAMIAJES ARMANDO V. FLORES SALAZAR * Uno de los fenómenos recurrentes en la historia de la ciudad de Nuestra Señora de Monterrey es su destruc- ción física o material. De hecho, a escasos 16 años de haber sido fundada, fue cambiado su primer trazo ha- cia la inmediata parte alta del sur, por una severa inun- dación que la desdibujó, desarticulándola por comple- to. Este hecho se va a repetir desde entonces con cierta recurrencia en ritmos temporales asimétricos de entre diez a cuarenta años, fenómeno vigente en nuestros días. Otro flagelo que ha dañado la ciudad en parciali- dades de variado monto han sido los efectos de incen- dios provocados por el fuego descuidado y fuera de control. Asimismo, la destrucción urbana, además de las de origen físico, se ha presentado cuando los ciudadanos

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CIENCIA UANL / AÑO 17, No. 66, MARZO-ABRIL 2014 19

Monterrey,1846-1848

* Universidad Autónoma de Nuevo León, F.A.Contacto: [email protected]

CiENCiAUANL ANDAMIAJES

ARMANDO V. FLORES SALAZAR*

Uno de los fenómenos recurrentes en la historia de laciudad de Nuestra Señora de Monterrey es su destruc-ción física o material. De hecho, a escasos 16 años dehaber sido fundada, fue cambiado su primer trazo ha-cia la inmediata parte alta del sur, por una severa inun-dación que la desdibujó, desarticulándola por comple-to. Este hecho se va a repetir desde entonces con ciertarecurrencia en ritmos temporales asimétricos de entrediez a cuarenta años, fenómeno vigente en nuestros

días. Otro flagelo que ha dañado la ciudad en parciali-dades de variado monto han sido los efectos de incen-dios provocados por el fuego descuidado y fuera decontrol.

Asimismo, la destrucción urbana, además de las deorigen físico, se ha presentado cuando los ciudadanos

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han vivido la experiencia dela guerra: durante el perio-do colonial los agresoresfueron las hordas de aborí-genes chichimecas que aso-laban y dañaban sensible-mente el patrimonioconstruido por los invaso-res novohispanos asentadosen su territorio, causandoseveros daños al patrimonioedificado; mientras que enel periodo independiente, laconfrontación bélica fuepara contener la invasión de extranjeros con fines deexpropiación territorial. La de más graves consecuen-cias para le integridad de la ciudad fue la invasión nor-teamericana, acontecida de 1846 a 1848.

Aparte de las narraciones históricas de tales acon-tecimientos, contamos con las visiones de la ciudaddescritas en géneros literarios de índole diversa, loscuales nos permiten apreciar y evaluar tanto el aspectourbano como la calidad de vida de sus habitantes. Enel caso particular de Monterrey, invadido de 1846 a1848, contamos con varias descripciones de antes,durante y después del conflicto. En este ensayo se hanseleccionado parte de las narraciones de escritores quede alguna forma tomaron parte activa en el suceso.

Manuel Payno y Flores dibujó la ciudad en 1844,en la sección “Panorama”, cuando colaboraba con Gui-llermo Prieto en el periódico capitalino El Museo Mexi-cano. Fue secretario del general Mariano Arista comojefe del Ejercito del Norte y en el Ministerio de Gue-rra. Entonces se vivía en la antesala del conflicto, sin lamenor sospecha de que llegase a suceder ni de los al-cances del mismo. Dos años después, Payno participa-ría en el frente como defensor de la patria. Parte de suensayo es lo siguiente:1

Monterrey está situado en un pequeño valle al piede las últimas montañas de la sierra Madre… Elplano de la ciudad es bastante regular; los edifi-cios, si bien de esa clase de arquitectura sin bellezani elegancia, son sólidos, de buena apariencia, ycómodos en el interior; las calles son rectas, consus respectivas banquetas, empedrados y alumbra-do en las noches, y la Catedral es un templo seme-

jante a nuestras celebradasiglesias de Santo Domin-go o San Agustín… Perolo que hace que tal pobla-ción sea extremadamentebella, es su situación al piede dos cerros elevadísi-mos, el de la Silla y el dela Mitra… El cerro solo,como va expresado, haríade Monterrey uno de lossitios más bonitos de laRepública; pero aún tie-ne otros extremadamente

pintorescos, tales como el Ojo de Agua, o el puen-te de la Purísima y el bosque de Santo Domingo…El puente de la Purísima está construido en el ríoque se forma, según creo, en las vertientes del Ojode Agua, para comunicar una parte de la ciudadcon otra donde se están edificando muchas casas, yse comenzó a levantar una nueva catedral. A la iz-quierda del puente hay una calle formada de pre-ciosas casitas y de huertas, sombreadas por unosálamos, y este punto es el del paseo en los días fes-tivos… Una palabra sobre los habitantes, es la cla-se de gente mejor que yo he conocido: amables yhospitalarios… Si Monterrey estuviera completa-mente libre de los indios bárbaros, que en tiempode invierno suelen cometer sus depredaciones enlas cercanías, sin duda que progresaría mucho, ysería uno de los más deliciosos países para pasaruna vida quieta y tranquila.

John Reese formó parte del ejército ocupante de la ciu-dad, y sus memorias fueron publicadas en 1873 con eltítulo de Memoirs of a Maryland volunteer. War withMéxico, in the years 1846-7-8. Parte de sus impresio-nes, inmediatamente después de la batalla, son las si-guientes:

Estuve de visita en la ciudad. Como puede supo-nerse, mis primeros pasos los dirigí hacia la esqui-na en donde vi a algunos oficiales y hombres en elsuelo. Parecía muy natural; las casas deshabitadas,las puertas abiertas, las paredes derrumbadas y des-truidas; y todo, excepto los muertos y moribun-dos, el ruido ensordecedor y el tumulto de la bata-

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Visité la Catedral y mesorprendí al encontraruna iglesia grande eimponente. Su exteriore interior son dignosde una extensavisita…

John Reese, Monterrey, 1846

lla, eran tal como a mí me pareció la mañana del21 (de septiembre de 1846)… De ahí me dirigícalle arriba, junto a la entrada del puente y exami-né con cuidado la línea de defensa y sobre todo lasbarricadas. Aprendí una lección acerca de cómo seconstruyen éstas en las calles de Monterrey. No creoque se pudieran haber construido mejor o de ma-nera más práctica. Me percaté que las calles esta-ban pavimentadas con rocas basálticas cuadradas,las banquetas eran largas y de losa nivelada. Enmuchas calles el pavimento había sido levantadopor razones de defensa, en cada casa había parape-tos de bolsas de arena, barricadas y baluartes encada esquina… Visité la Catedral y me sorprendíal encontrar una iglesia grande e imponente. Suexterior e interior son dignos de una extensa visi-ta… Trepé montaña arriba al oeste de la ciudad,hacia el edificio llamado “Obispado” o “Palacio delObispo”. Me dirigí a la ventana desde donde habíavisto el primer enemigo saltar, cuando las tropasde Worth lo tomaron por asalto. La vista desde estaventana era encantadora, la llanura y la ciudadanidada en su regazo se me venían a la cara; erantambién visibles nuestro campamento y el caminopor el cual entramos a la ciudad, y a mis pies podíaver el viejo fuerte grisáceo (la Ciudadela, en las ac-tuales calles de Juárez y Tapia), del cual había sidoretirado el armamento, pero guardaba la aparien-cia indudable de un veterano orgulloso de su proe-za… Fue impresionante el número de hombres, nocombatientes, que surgieron como arte de magia conel ejército de ocupación. De dónde salieron tan derepente después de la rendición, nadie podría decir-lo, pero invadieron el lugar. Había tiendas america-nas, alimentos americanos, bebidas americanas,tahúres americanos que desplazaron a los tenderos ygariteros mexicanos. Ellos siguen al ejército, nuncalo preceden. No pertenecen a ninguna parte.»

José Sotero Noriega llegó de su natal Zacatecas a Mon-terrey en 1846, de 21 años, como médico del Ejércitodel Norte en la defensa de la ciudad ante la invasiónnorteamericana. Fijó su residencia familiar en Linares.Fue diputado federal por Nuevo León en 1856, y enese tiempo publicó en el Diccionario Universal de His-toria y Geografía la descripción de la ciudad después dela batalla.2

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Monterrey, ciudad capi-tal del Estado de Nue-vo León… a poco másde 700 varas de alturasobre el nivel del mar…sus calles amplias y lar-gas, aunque no todasrectas, empedradas yprovistas de cómodosandenes por ambos la-dos; sus casas de muysólida construcción, casien su totalidad de sille-ría, generalmente de unsolo piso; pero bien pin-tadas y adornadas, dana la ciudad un aspectorisueño y de una pobla-ción enteramente nue-va… La Catedral, templo de tres naves de muyfuerte construcción, excita sin embargo en el es-pectador un sentimiento penoso por la incuria ysuciedad en que se conserva… El convento de SanFrancisco y la iglesia anexa a él nada ofrecen departicular; las capillas del Roble, de la Purísima yde Jesús, María y José, son pequeños oratorios muypoco dignos de una ciudad de la importancia deMonterrey. El palacio de Gobierno (esquina nor-poniente de las actuales calles Morelos y Escobe-do) y del Obispado, amplios y capaces para losobjetos a que están destinados, son de construc-ción fuerte, pero desprovistos absolutamente de lahermosura y elegancia propios del arte arquitectó-nico. El Palacio Municipal es, de los edificios pú-blicos, el único que indica el principio del buengusto… la verdadera época de su desarrollo y pros-peridad ha datado de la del tratado de paz celebra-do con los Estados Unidos en 1848; desde enton-ces, aproximada la línea divisoria con aquellanación, Monterrey ha sido el centro del gran co-mercio de los estados mexicanos del interior con elpaís vecino… Esta circunstancia, unida a las leyesfrancas y liberales que en todas materias se ha dadoal estado de Nuevo León, han atraído a su capitaluna gran población extranjera y nacional, dupli-cándose en menos de ocho años el número de ha-bitantes de la ciudad: su riqueza ha aumentado en

mayor proporción, y losmuchos edificios de silleríaconstruidos y en construc-ción serán el mejor testimo-nio de ello.Estos tres retratos de la ciu-dad desde la literatura, degénero periodístico, episto-lar y enciclopédico, nos per-miten apreciar el escenariourbano modificándose se-gún sus consecuencias his-tóricas. Con Payno, la es-tampa es bucólica y exaltalas partes que respaldan latesis de lugar ideal para elbuen vivir. Con Reese, elmismo escenario se tornadantesco, la ciudad destrui-

da y habitada por seres extraños y fantasmales, “portahúres americanos que desplazaron a los mexicanos yno pertenecen a ninguna parte”. Con Noriega aparecela ciudad restaurada luego del artero asalto militar yexalta como evidencia del nuevo desarrollo de la ciu-dad a los edificios construidos como “el mejor testi-monio de ello”. Tales documentos literarios coadyuvana precisar el rostro de la ciudad histórica y a compren-der la vigencia que tiene en la ciudad del presente.

Referencias

1. La selección de textos fue tomada de Una ciudad para vivir.Variaciones sobre un mismo tema, compilación de AlfonsoRangel Guerra. Fondo Editorial Nuevo León, Monterrey,N.L., 1991.

2. Hay muchas controversias al respecto del año en que elmédico José Sotero Noriega vino a Monterrey, de su partici-pación en la batalla y de la autoría del escrito. Luis CavazosGuzmán, en su “Historia de la medicina en Nuevo León”(Revista Avances No. 11), señala el año de 1851 como el desu llegada a la ciudad; por lo anterior, se puede deducir queno participó en la batalla; y con respecto a la autoría delensayo, Eduardo Cázares Puente (Laberintos de muerte: LaBatalla de Monterrey de 1846, UANL, Monterrey, 2013, p.17), defiende que “El Sitio de Monterrey” aparecido en elDiccionario Universal de Historia y Geografía, en 1855, fuetomado del capítulo “Monterrey” que Guillermo Prieto es-cribió para el libro Apuntes para la historia de la guerra entreMéxico y los Estados Unidos, publicado en 1848.

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ADENDA

La ciudad ficcionada:la literatura como documento

PENÉLOPE MONTES GONZÁLEZ

ARMANDO V. FLORES SALAZAR

Monterrey, en su origen conocida como Ciudad Me-tropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, actualcapital localizada en el centro del estado mexicano deNuevo León, es el geoespacio donde nacimos. Aquívivimos, inmersos entre el cerro del Topo Chico, laloma del Obispado, la Loma Larga, el cerro de lasMitras, la Sierra Madre y la sierra de La Silla. Imagina-mos y soñamos en un área metropolitana dividida porel río Santa Catarina y conurbada con los municipiosde San Nicolás, Escobedo, Guadalupe, Juárez, SantaCatarina, Santiago, San Pedro y García.

Nuestra existencia es una de tantas en la espaciali-dad de Monterrey, coexistimos con millones de perso-nas que habitan la ciudad: infinitas realidades y sushistorias, que representan la otredad: lo que podría-mos haber vivido, mas no sucedido.

No nos tocó, como a Diego de Montemayor, fun-dar la ciudad el 20 de septiembre de 1596 junto a losojos de agua de Santa Lucía, después de los intentosdel capitán Alberto del Canto, en 1577, y de Luis deCarvajal y de la Cueva, en 1582; o vivir en comuna enun paso a desnivel tamizado por luz del atardecer llenade humo de fogón; o tener un boom de natalidad ycruzar caminando el puente Félix U. Gómez para acu-dir a revisión ginecológica en la Clínica 33 del Institu-

to Mexicano del Seguro Social.¿Cómo leer la ciudad? ¿Por qué los arquitectos ne-

cesitamos hacer otras lecturas de la ciudad habitada?¿Qué herramientas nos sensibilizan a ver otras realida-des urbanas? ¿Además de los mapas, planos y fotogra-fías, qué otros soportes documentan la ciudad?

En el inicio de 2008, al concluir la primera lecturade Estambul, novela escrita por el turco Orhan Pamuk,fue en parte lo que nos detonó una ambición épica enrelación con la literatura y la arquitectura: escribir otraversión de los hechos, preguntándonos el sentido dellugar y del tiempo, descubrir otra lectura de Monte-rrey para entender, como lo hizo Orhan a partir de laliteratura, que toda su vida había luchado para des-prenderse de la melancolía que le contagia Estambul,la ciudad donde vive.

Desde luego, la inquietud y exploración había ini-ciado antes en el acercamiento desde la historia, la teo-ría, la crítica y la valuación de la arquitectura y el deve-nir urbano que han planteado las investigaciones sobrenuestra región.

La hipótesis que formulamos es que la literatura esuna fuente de información alterna del devenir de laciudad, pues documenta realidades a través de la fic-ción (novela, poesía, cuento) y la no ficción (crónica,ensayo, reportaje). Es una herramienta que permite am-pliar la visión del arquitecto-urbanista y observar enpanorama el campo de batalla de los habitantes dellugar: reconocer lo que otros han vivido, imaginado osoñado.

El paisaje natural y el medio ambiente urbano-ar-quitectónico construido, descrito en la literaturanorteña, es un Monterrey ficcional, que escritoresoriundos de la ciudad, y también de otras latitudes,develan a partir de una geografía real que comparti-mos los habitantes de la metrópoli.

Hay suficiente material para referirnos a Monte-rrey a partir de fases o etapas de la instauración de lamodernidad. Antes de ello un preludio, que se caracte-riza por la ruralidad de la geografía que está documen-tada por fray Servando Teresa de Mier y Noriega yGuerra en sus Memorias, por el cubano Reinaldo Are-nas en su novela El mundo alucinante, en la descrip-ción de Monterrey de Manuel Payno y por EdmundoDerbez García en su ensayo Sin novedad Monterrey.

En un mapa a escala 1/200.000, sobre todo si es unmapa Michelin, todo el mundo parece maravilloso; lascosas se estropean en un mapa a mayor escala, como el

que yo tenía de Lanzarote: se empiezan a distinguircomplejos residenciales, hoteles, infraestructuras de ocio.A escala 1 te vuelves a encontrar en el mundo normal,

lo cual no tiene ninguna gracia; pero si aumentastodavía un poco más, empieza la pesadilla: se ven los

ácaros, las micosis, los parásitos que devoran las carnes.

Michel Houellebecq