Modelo Argentino

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J U A N P E R Ó N el modelo argentino de proyecto nacional COLECCIÓN: EL VALOR DE LA PALABRA

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El valor de la palabra. Un modelo de pais

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COLECCIÓN: EL VALOR DE LA PALABRA

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© Queda hecho eldepósito que fija laley N° 11.723. Prohi-bida su reproduccióntotal o parcial sinmencionar la fuente.

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«El Valor de la Palabra»es una colección editadapor la Asociación Civil

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Red Comunidad

Prohibida la reproduccióntotal o parcial

sin mencionar la fuente

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Antes de dar lectura al mensaje del Poder Ejecuti-vo, deseo presentar en nombre de éste, el más profun-do agradecimiento a los señores Legisladores, que hanhecho posible la aprobación de leyes que eran absolu-tamente indispensables. Y en esto quiero también ren-dir homenaje a los señores senadores y diputados dela oposición, que con una actitud altamente patrióticano han hecho una oposición sino una colaboraciónpermanente que el Poder Ejecutivo aprecia en su másalto valor. En una ocasión solemne como ésta, ante unCongreso reunido en idéntica oportunidad a la de hoy,hace exactamente veinte años, dije al pueblo argenti-no dirigiéndome a sus representantes: «Nunca me hesentido otra cosa que un hombre demasiado humildeal servicio de una causa siempre demasiado grandepara mí, y no hubiese aceptado nunca mi destino sino fuera porque siempre me decidió el apoyo cordialde nuestro pueblo».

La conformación de nuestra doctrina, que puedenaceptar todos los argentinos, porque tiene caracteresde solución universal - y que incluso, puede ser apli-cada como solución humana a la mayor parte de losproblemas del mundo como tercera posición filosófi-ca, social, económica y política - constituyó la prime-ra etapa de lo que podría denominarse la «desperso-nalización» de los propósitos que la revolución habíaencarnado en mí; tal vez porque yo sentía desde mu-

AntecedentesDiscurso ante la Asamblea Legislativa1º de Mayo de 1974

cho tiempo antes vibrar la revolución total del pue-blo, y estaba decidido, tal como lo expresé a los traba-jadores argentinos el 2 de diciembre de 1943, a «que-marme en una llama épica y sagrada para alumbrar elcamino de la victoria».

La doctrina fue adoptada primero por los trabaja-dores. «Yo los elegí para dejar en ellos la semilla». «Loacabo de expresar: ¡Ellos fueron mis hombres!». «Ele-gí a los humildes; ya entonces había alcanzado a com-prender que solamente los humildes podían salvar alos humildes».

Recuerdo que, cuando me despedía de la Secreta-ría de Trabajo y previsión el 10 de octubre de 1945,entregué a ellos todos mis ideales, diciéndoles más omenos, estas mismas palabras: «No se vence con vio-lencia: se vence con inteligencia y organización»; «lasconquistas alcanzadas serán inamovibles y seguiránsu curso»; «necesitamos seguir estructurando nuestrasorganizaciones y hacerlas tan poderosas que en el fu-turo sean invencibles»; «el futuro será nuestro».

Antiguas palabras éstas, pero conservan aún todasu vigencia. Regresan hoy a esta alta tribuna para se-ñalar el curso de nuestro irreversible proceso revolu-cionario y de una vocación nacional de grandeza, queno se pueden torcer ni desvirtuar. Vivimos tiempostumultuosos y excitantes. Lo que antes aparecieracomo simple hipótesis y, generalmente, como teoría

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negada o discutida, es hoy una realidad universal queestá determinando el curso de la historia.

La masas del Tercer Mundo se han puesto de pie ylas naciones y pueblos hasta ahora postergados pasana un primer plano. La hora de los localismos cede ellugar a la necesidad de continentalizarnos y de mar-char hacia la unidad planetaria. Felizmente, este tiem-po que nos toca vivir y dentro del que somos protago-nistas inevitables, nos encuentra a los argentinos uni-dos como en las épocas más fecundas de nuestra his-toria.

Es un verdadero milagro el que podamos ahora dia-logar y discrepar entre nosotros, pensar de diferentemanera y estimar como válidas distintas soluciones,habiendo llegado a la conclusión de que por encimade los desencuentros, nos pertenece por igual la suer-te de la Patria, en la que está contenida la suerte decada uno de nosotros, en su presente porvenir.

Nuestra Argentina está pacificada, aunque todavíano vivimos totalmente en paz. Heredamos del pasadoun vendaval de conflictos y de enfrentamientos. Huboy hay todavía sangre entre nosotros; reconocemos estaherencia inmediata a que me he referido, y extraemosde ella la conclusión de su negatividad. Pero no pode-mos ignorar que el mundo padece de violencia, nocomo episodio sino como fenómeno que caracteriza atoda esta época. Que caracteriza, diría a toda época decambio revolucionario y de reacomodamientos, en queun período de la historia concluye para abrir paso aotro.

Nosotros hemos encarado la Reconstrucción Na-cional. Entre sus más importantes objetivos está el de

reconstruir nuestra paz. Lo lograremos. No hay nadaque no pueda alcanzarse con nuestras inmensas posi-bilidades y con este pueblo maravilloso al que conorgullo pertenecemos.

No ignoramos que la violencia nos llega tambiéndesde fuera de nuestras fronteras, por la vía de un cal-culado sabotaje a nuestra irrevocable decisión deliberarnos de todos asomo de colonialismo.

Agentes del desorden son los que pretenden impe-dir la consolidación de un orden impuesto por la re-volución en paz que propugnamos y aceptamos la ma-yoría de los argentinos.

Agentes del caos son los que tratan, inútilmente,de fomentar la violencia como alternativa a nuestroirrevocable propósitos de alcanza en paz el desarrollopropio y la integración latinoamericana, únicas metaspara evitar que el año 2000 nos encuentre sometidosa cualquier imperialismo. Superaremos también estaviolencia, sea cual fuere su origen.

Superaremos la subversión. Aislaremos a los vio-lentos y a los inadaptados. Los combatiremos con nues-tras fuerzas y los derrotaremos dentro de la Constitu-ción y la Ley. Ninguna victoria que no sea tambiénpolítica es válida en este frente. Y la lograremos. Te-nemos no sólo una doctrina y una fe, sino una deci-sión que nada ni nadie hará que cambie. Tenemos,también, la razón y los medios de hacerla triunfar.Triunfaremos, pero no en el limitado campo de unavictoria material contra la subversión y sus agentes,sino en el de la consolidación de los procesos funda-mentales que nos conducen a la Liberación Nacionaly Social del Pueblo Argentino, que sentimos como

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capítulo fundamental de la liberación nacional y so-cial de los pueblos del continente.

Las fuerzas del orden -pero del orden nuevo, delorden revolucionario, del orden del cambio en pro-fundidad- han de imponerse sobre las fuerzas del des-orden entre las que se incluyen, por cierto las del vie-jo orden de la explotación de las naciones por el im-perialismo, y la explotación de los hombres por el im-perialismo, y la explotación de los hombres por quie-nes son sus hermanos y debieran comportarse comotales. Todo esto -y todos tenemos conciencia de ello-se encuentra en marcha. Cada día que pasa nos acercaa las metas señaladas.

Ha comenzado de este modo el tiempo en que paraun argentino no hay nada mejor que otro argentino.Ésto sólo es ya revolución de suficiente trascendenciacomo para agradecer a Dios que nos haya permitidovivir para disfrutarlo. Estamos terminando con la im-provisación, porque no sólo el País lo exige, sino queel mundo no admite otra alternativa.

Se percibe ya con firmeza que la sociedad mun-dial se orienta hacia u Universalismo que, a pocasdécadas del presente, nos puede conducir a formasintegradas, tanto en el orden económico como en elpolítico. La integración social del hombre en la tierraserá un proceso paralelo, par lo cual es necesaria unafirme y efectiva unión de todos los trabajadores delmundo, dada por el hecho de serlo y por lo que ellosrepresentan en la vida de los pueblos.

La integración económica podrá realizarse cuandolos imperialismos tomen debida conciencia de que hanentrado en una nueva etapa de su accionar histórico,

y que servirán mejor al mundo en su conjunto y aellos mismos, en la medida en que contribuyan a con-cebir y accionar a la sociedad mundial como un siste-ma, cuyo único objetivo resida en lograr la realiza-ción del hombre en plenitud, dentro de esa sociedadmundial.

La integración política brindará el margen de se-guridad necesario para el cumplimiento de las metassociales, económicas, científico-tecnológicas y demedio ambiente, al servicio de la sociedad mundial.

El itinerario es inexorable y tenemos que preparar-nos para recorrerlo. Y aunque ello parezca contradic-torio, tal evento nos exige desarrollar desde ya un pro-fundo nacionalismo cultural como única manera defortificar el ser nacional, para preservarlo con indivi-dualidad propia en las etapas que se avecinan.

El mundo en su conjunto no podrá constituir unsistema, sin que a su vez están integrados los paísesen procesos paralelos. Mientras se realice el procesouniversalista, existen dos únicas alternativas para nues-tros países: neocolonialismo o liberación.

La pertinacia en levantar fronteras ideológicas nohace sino demorar el proceso y aumentar el costo deconstrucción de la sociedad mundial. Para construir lasociedad mundial, la etapa del continentalismo confi-gura una transición necesaria. Los países han de unirseprogresivamente sobre la base de la vecindad geográfi-ca y sin imperialismos locales y pequeños. Esta es laconcepción de la Argentina para Latinoamérica: justa,abierta, generosa, y sobre todas las cosas, sincera.

A niveles nacionales, nadie puede realizarse en unpaís que no se realiza. De la misma manera, a nivel

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continental, ningún país podrá realizarse en un conti-nente que no se realice.

Queremos trabajar juntos para edificar Latinoamé-rica dentro del concepto de comunidad organizada. Sutriunfo será el nuestro. Hemos de contribuir al procesocon toda la visión, la perseverancia y el tesón que ha-gan falta. Sólo queremos caminar al ritmo del más rápi-do. Y teniendo en cuenta que no todos han de pensarde la misma manera, respetuosos de sus decisiones,habremos de unirnos resueltamente con quienes quie-ran seguir nuestro propio ritmo. Latinoamérica es delos latinoamericanos. Tenemos una historia tras de no-sotros. La historia del futuro no nos perdonaría el ha-ber dejado de ser fieles a ella. Paralelamente, nos unire-mos a la acción d los países del Tercer Mundo, con loscuales ya estamos unidos en la idea.

Nuestra tarea común es la liberación. LIBERACIÓNtiene muchos significados:

• En lo POLÍTICO, configurar una nación sustan-cial, con capacidad suficiente de decisión nacional, yno una nación en apariencia que conserva los atribu-tos formales del poder, pero no su esencia

• En lo ECONÓMICO, hemos de producir básica-mente según las necesidades del pueblo y de la Na-ción, y teniendo también en cuenta las necesidadesde nuestros hermanos de Latinoamérica y del mundoen su conjunto. Y, a partir de un sistema económicaque hoy produce según el beneficio, hemos de armo-nizar ambos elementos para preservar recursos, lograruna real justicia distributiva, y mantener siempre vivala llama de la creatividad.

• En lo SOCIO-CULTURAL, queremos una comu-

nidad que tome lo mejor del mundo del espíritu, delmundo de las ideas y del mundo de los sentidos, yque agregue a ello todo lo que nos es propio, autócto-no, para desarrollar un profundo nacionalismo cul-tural, como antes expresé. Tal será la única forma depreservar nuestra identidad y nuestra auto-identifi-cación. Argentina, como cultura, tiene una sola ma-nera de identificarse: ARGENTINA. Y para la fasecontinentalista en la que vivimos y universalista ha-cia la cual vamos, abierta nuestra cultura a la comu-nicación con todas las culturas del mundo, tenemosque recordar siempre que Argentina es el hogar.

• En lo CIENTIFICO-TECNOLOGICO, se reconoceel núcleo del problema de la liberación. Sin base cien-tífico-tecnológica propia y suficiente, la liberación sehace también imposible. La liberación del mundo endesarrollo exige que este conocimiento sea librementeinternacionalizado sin ningún costo para él. Hemos deluchar por conseguirlo; y tenemos para esta lucha querecordar las escencias: todo conocimiento viene de Dios.

• La lucha por la liberación es, en gran medida,lucha también por los RECURSOS Y LA PRESERVA-CIÓN ECOLÓGICA, y en ella estamos empeñados.Los pueblos del Tercer Mundo albergan las grandesreservas de materias primas, particularmente las ago-tables. Pasó la época en que podían tomarse riquezaspor la fuerza, con el argumento de la lucha políticaentre países o entre ideologías. Tenemos que trabajarpara hacer también del Tercer Mundo una comuni-dad organizada. Esta es la hora de los pueblos y con-cebimos que, en ella, debe concretarse la unión de lahumanidad.

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Finalmente, la liberación exige una correcta BASEINSTITUTCIONAL, tanto a nivel mundial como enlos países individualmente. La organizacióninstitucional tendrá que ser establecida una vez clari-ficado: qué se quiere, cómo se ha de lograrse lo que sequiere, y quién ha de ser responsable por cada cosa.

Venimos haciendo en el País una revolución en pazpara organizar a la comunidad y ubicarla en óptimascondiciones a fin de afrontar el futuro. Revolución enpaz significa para nosotros desarmar no sólo las manossino los espíritus, y sustituir la agresión por la idea,como instrumento de lucha política. Hemos sido con-secuentes con este principio. Así reunimos a los máxi-mos líderes de los PARTIDOS POLITICOS que no inte-gran el Frente Justicialista de Liberación, en diálogoabierto y espontáneo con los Ministros del Poder Eje-cutivo Nacional, y seguiremos haciéndolo en adelante.

La JUVENTUD ARGENTINA, llamada a tener unpapel activo en la conducción concreta del futuro, hasido invitada a organizarse. Estamos ayudándola a ha-cerlo sobre la base de la discusión de ideas, y comen-zando por pedir a cada grupo juvenil que se defina yque identifique cuáles son los objetivos que concibepara el País en su conjunto. Este es el inicio. El fin esla unión de la juventud argentina sin distinciones par-tidarias; y el camino es el respeto mutuo y la lucha,ardorosa sí, pero por la idea.

Los TRABAJADORES, columna vertebral del pro-ceso, están organizándose para que su participacióntrascienda largamente de la discusión de salarios y con-diciones de trabajo. El país necesita que los trabajado-res, como grupo social, definan cuál es la sociedad a

la cual aspiran de la misma manera que los demásgrupos políticos y sociales. Ello exige capacitaciónintensa y requiere también que la idea constituya lamateria prima que supere a todos los demás instru-mentos de lucha.

Los EMPRESARIOS se han organizado sobre lasbases que han hecho posible su participación en eldiálogo y el compromiso. De aquí en más, el Gobiernoha de definir políticamente, actividad por actividad, ycomprometer al empresario en una tarea conjunta, paraque su capacidad creativa se integre al máximo el in-terés del País.

Para identificar el papel de los INTELECTUALES,haya que comenzar por recordar que el País necesitaun modelo de referencia que contenga, por lo menos,los atributos de la sociedad a la cual aspira, los me-dios de alcanzarlos, y una distribución social de res-ponsabilidades para hacerlo. Este proceso de elabora-ción nacional tendrá que lograrse convergiendo tresbases al mismo tiempo: lo que los intelectuales for-mulen, lo que el País quiera y lo que resulte posiblerealizar. A ellos toca organizarse para hacerlo. El inte-lectual argentino debe participar en el proceso, cual-quiera sea el país en que se encuentre.

Las FUERZAS ARMADAS están trabajando en elconcepto de guerra total y, en consecuencia, de defen-sa total. La verdadera tarea nacional es la de la libera-ción, y nuestras Fuerzas Armadas la han asumido enplenitud. La defensa se hace así contra el neocolonia-lismo y, el compromiso de las Fuerzas es con el desa-rrollo social integrado del País en su conjunto, reali-zado con sentido nacional, social y cristiano.

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Hay una cabal coincidencia entre la concepciónde la IGLESIA, nuestra visión del mundo y nuestroplanteo de justicia social, por cuanto nos basamos enuna misma ética, en una misma moral, e igual prédicapor la paz y el amor entre los hombres.

En cuanto a la MUJER, estamos profundamente sa-tisfechos, como mandatarios y como hombres, de suevolución en nuestra sociedad. Más de veinticincoaños pasaron desde que la asignación del derecho devoto femenino terminó con su subordinación políti-ca. Nuestras mujeres mostraron desde entonces quepueden trabajar, elegir y luchar como los varones ypreservar, al mismo tiempo, los atributos de feminei-dad y de esposas y madres ejemplares con que im-pregnan de afecto nuestra vida.

Estas concepciones, que vienen fortificando nues-tra acción presente y que constituyen nuestro progra-ma grande para el futuro, configuran el contenido bá-sico del MODELO ARGENTINO que en breve ofrece-remos a la consideración del País.

Nuestra Argentina necesita un PROYECTO NACIO-NAL, perteneciente al país en su totalidad. Estoy per-suadido de que, si nos pusiéramos todos a realizar estetrabajo y si entonces comparáramos nuestro pensa-miento, obtendríamos un gran espacio de coinciden-cia nacional. Otros países que han elaborado un estilonacional tuvieron uno de dos elementos en su ayuda:o siglos para pensarse a sí mismos, o el catalizador dela agresión externa.

Nosotros no tenemos ni una ni otra cosa. Por ello,la incitación para redactar nuestro propio MODELOtiene que venir simplemente de nuestra toma de con-

ciencia. Como Presidente de los argentinos propon-dré un MODELO a la consideración del país, humildetrabajo, fruto de tres décadas de experiencia en el pen-samiento y en la acción. Si de allí surgen propuestasque motiven coincidencia, su misión estará más quecumplida.

El MODELO ARGENTINO precisa la naturaleza dela democracia a la cual aspiramos, concibiendo a nues-tra Argentina como una democracia plena de justiciasocial. Y en consecuencia, concibe al Gobierno con laforma representativa, republicana, federal y social. So-cial por su forma de ser, por sus objetivos y por suestilo de funcionamiento.

Definida así la naturaleza de la democracia a la cualse aspira, hay un solo camino para alcanzarla: gober-nar con PLANIFICACIÓN.

Habremos también de proponer al País una reformade la CONSTITUCION NACIONAL. Para ello estamosya trabajando desde dos vertientes: por un lado, reco-giendo las opiniones del País; y por el otro, identifican-do las solicitaciones del MODELO ARGENTINO.

Quiero finalmente referirme a la PARTICIPACIONdentro de nuestra democracia plena de justicia social.

EL ciudadano como tal se expresa a través de lospartidos políticos, cuyo eficiente funcionamiento hadado a este recinto su capacidad de elaborar historia.

Pero también el hombre se expresa a través de sucondición de trabajador, intelectual, empresario, mi-litar, sacerdote, etc.

Como tal, tiene que participar en otro tipo de re-cinto: el CONSEJO PARA EL PROYECTO NACIONALque habremos de crear enfocando su tarea sólo hacia

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esa gran obra en la que todo el País tiene que empe-ñarse.

Ningún partícipe de este CONSEJO ha de ser unemisario que vaya a exponer la posición del PoderEjecutivo o de cualquier otra autoridad que no sea elgrupo social al que represente.

Queremos, además, concretar nuestro pensa-miento acerca de la forma de configurar las concep-ciones de cada grupo social y también de cada gru-po político.

Concebimos que los criterios formalizados en ba-ses, plataformas u otros cuerpos escritos que expre-

sen el pensamiento de partidos políticos y grupos so-ciales, no pueden ser otra cosa que su versión de PRO-YECTO NACIONAL.

Esclarezcamos nuestras discrepancias, y, para ha-cerlo, no transportemos al diálogo social institucio-nalizado nuestras propias confusiones.

Limpiemos por dentro nuestras ideas, primero,para construir el diálogo social después.

Estas son, señores Legisladores, las principales re-flexiones que, como Presidente de todos los Argenti-no me he sentido en el deber de traer hoy a vuestraalta consideración.

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Cuando pienso en los acontecimientos crucialesde la historia del país, encuentro en ellos las huellasprofundas de una toma de conciencia verdaderamen-te nacional.

Este proceso se ha distinguido por una denodadapugna entre esa creciente conciencia y las fuerzas quehan tratado de impedir implacablemente su libre ex-presión.

El Modelo Argentino pretende ser, precisamente,la interpretación de esa conciencia nacional en pro-cura de encontrar su cauce definitivo.

1. Ideología y Doctrina Nacional

Nuestra Patria necesita imperiosamente una ideo-logía creativa que marque con claridad el rumbo a se-guir y una doctrina que sistematice los principios fun-damentales de esa ideología.

Para ello debemos tener en cuenta que la confor-mación ideológica de un país proviene de la adopciónde una ideología foránea o de su propia creación.

Con respecto a la importación de ideologías -di-rectamente o adecuándolas se alimenta un vicio deorigen y es insuficiente para satisfacer las necesida-des espirituales de nuestro Pueblo y del país comounidad jurídicamente constituida.

El mundo nos ha ofrecido dos posibilidades extre-

mas: el capitalismo y el comunismo. Interpreto queambas carecen de los valores substanciales que

permiten concebirlas como únicas alternativas his-tórico-políticas. Paralelamente, la concepción cristia-na presenta otra posibilidad, impregnada de una pro-funda riqueza espiritual pero sin una versión política,suficiente para el ejercicio efectivo del gobierno.

Los argentinos tenemos una larga experiencia enesto de importar ideologías, ya sea en forma total oparcial. Es contra esta actitud que ha debido enfren-tarse permanentemente nuestra conciencia. Las basesfértiles para la concepción de una ideología nacionalcoherente con nuestro espíritu argentino han surgidodel mismo seno de nuestra Patria.

El Pueblo, fuente de permanente creación y auto-perfeccionamiento, estaba preparado hace treinta añospara conformar una ideología nacional, social y cris-tiana.

Sin embargo, no fuimos comprendidos cuando, res-pondiendo a esa particular exigencia histórica, pro-pugnamos la justicia social como inmanente al ser na-cional, a pesar de que la justicia social está en la basede la doctrina cristiana que surgió en el mundo hace2.000 años.

Al calor de intereses políticos y económicos se ori-ginaron numerosos equívocos -como la identificaciónde la democracia con el liberalismo- promoviendo

Primera parteFundamentación

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confusiones ideológicas que, en su momento, confi-guraron el marco necesario para el mantenimiento deintereses imperialistas.

No obstante esa ideología intrínsecamente argenti-na, y la consecuente doctrina, crecieron en la concien-cia del Pueblo. El Modelo Argentino no quiere ser otracosa que la expresión representativa y la síntesis pros-pectiva de una ideología y una doctrina nacionales.

La creación ha nacido del Pueblo y el ciudadanoque ofrece hoy el presente conjunto de ideas, valoresy objetivos concretados bajo el nombre de ModeloArgentino, tal vez no tenga otra virtud que la de haberquerido e interpretado la voluntad de ese Pueblo.

Es por eso que este Modelo no es una construcciónintelectual surgida de minorías, sino una sistematiza-ción orgánica de ideas básicas desarrolladas a lo largode treinta años. Ahora es posible ofrecer este Modeloal país, después de que la representación popular hasido reimplantada.

Si el Modelo Argentino encarna la voluntad denuestro Pueblo, será auténtico.

Si es auténtico, será útil a la Patria. Y si es útil,cumplirá su propósito histórico.

2. El Modelo Argentino y el Justicialismo

El Justicialismo es el resultado de un conjunto deideas y valores que no se postulan; se deducen y seobtienen del ser de nuestro propio Pueblo. Es como elPueblo: nacional, social y cristiano.

Hace muchos años anuncié tales características delJusticialismo prácticamente en estos mismos térmi-

nos, y afirmé su sentido al expresar que “elJusticialismo es una filosofía de la vida, simple,

práctica, popular, profundamente cristiana y profun-damente humanista”.

Esta búsqueda de respuestas a las necesidades in-tegrales del país, que parten de una clara ideología,comenzó en la década de los años 40. El 1º de mayode 1948 la posición fue llamada “Justicialismo”, abrién-dose así las posibilidades de una elaboración concep-tual en la que intervinieran mandatarios, líderes, po-líticos y Pueblo.

La aparición y la evolución de la concepción Justi-cialista es la del desarrollo histórico natural de nues-tras ideas, y es patrimonio de todo el Pueblo argenti-no; en esa medida, el ideólogo es solo un intérprete.

No obstante en nuestro país todavía persisten mu-chos esclavos de la injusticia y de la inseguridad. Nila justicia social ni la libertad -recíprocamente

apoyadas- son comprensibles en una comunidadintegrada por hombres que no se han realizado plena-mente en su condición humana.

Es por eso que el Justicialismo quiere para el hom-bre argentino:

• Que se realicen en sociedad, armonizando losvalores espirituales con los materiales y los de-rechos del individuo con los derechos de la so-ciedad;

• Que haga una ética de su responsabilidad social;• Que se desenvuelva en plena libertad en un ám-

bito de justicia social;• Que esa justicia social esté fundada en la ley del

corazón y la solidaridad del Pueblo, antes que en

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la ley fría y exterior;• Que tal solidaridad sea asumida por todos los

argentinos, sobre la base de compartir los bene-ficios y los sacrificios equitativamente distribui-dos;

• Que comprenda a la Nación como unidad abier-ta generosamente con espíritu universalista, peroconsciente de su propia identidad.

He dicho una vez que la comunidad a la que aspi-ramos es aquella donde la libertad, la justicia y la res-ponsabilidad son fundamentos de una alegría de ser,basada en la certeza de una propia dignidad. En talcomunidad el individuo posee realmente algo que ofre-cer e integrar al bien general, y no solo su presenciamuda y temerosa.

Nosotros creemos en la comunidad, pero en la basede esa convicción se conserva un profundo respetopor la individualidad y su raíz es una suprema fe en eltesoro que el hombre representa, por el solo hecho desu existencia.

Cuando en la Segunda Guerra Mundial las dos po-tencias ideológicas opuestas se unieron para terminarcon un tercer grupo de países en discordia con el or-den imperante, Argentina no se sometió.

Nuestra rebelión fue entonces como sigue siendoahora, una cuestión de personalidad y de dignidadnacional.

Para no someterse, había que crear una respuestadiferente, propia, argentina. Esa respuesta fue el Justi-cialismo. Pero como un Modelo que aspire a servirseriamente al país solo puede ofrecerse después de unperíodo histórico de prueba, hubo que esperar tres

décadas para poder elaborar la expresión, ya más for-malizada, de una ideología, a fin de entregarla ahora ala fuerza creativa de nuestra nacionalidad.

OBJETIVOS DEL MODELO ARGENTINO1. Un Ámbito de Coincidencia Nacional

El primer objetivo del Modelo Argentino consisteen ofrecer un amplio ámbito de coincidencia para quede una vez por todas los argentinos clausuremos ladiscusión acerca de aquellos aspectos sobre los cualesya deberíamos estar de acuerdo.

Es imprescindible que mis conciudadanos com-prendan que la presencia central del Justicialismo enun Modelo que deseo para todos los argentinos, sinexclusiones de sectores, no responde al intento de for-zar una indebida generalización de principios mera-mente partidarios. Si acudo a la respuesta justicialistano es por sectarismo o personalismo; estoy lejos deuna actitud semejante.

La fundamentación justicialista no se incorpora porreflejar un sector parcial de opinión ideológico-políti-ca, sino por razones de índole totalmente diferentes.

En primer lugar, porque encarna principios per-manentes emanados de la esencia misma del hombre.En segunda instancia, porque el Pueblo ha impregna-do al Justicialismo de las constantes básicas de nues-tra nacionalidad. Por último, como Tercera Posición,porque define una histórica determinación de auto-nomía e identidad nacional. Sin tales principios y cons-tantes, sin esa identidad, no hay posibilidad de con-formar un Modelo en el cual cada argentino que ama

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a su Patria se reconozca.Estos motivos me alientan en la aspiración de ob-

tener la coincidencia necesaria para trazar una políti-ca nacional.

La grandeza del país y la felicidad del Pueblo ar-gentino son dos objetivos esenciales que, a mi juicio,deben guiar nuestro pensamiento y acción.

Partiendo de esa premisa podemos empezar a cons-truir. Solo necesitamos unanimidad conceptual parahacer lo que la mayoría decida. Por eso, las grandeslíneas de coincidencia únicamente pueden nacer delPueblo, manifestándose en sus representantes a tra-vés de organizaciones de pacífica convivencia repu-blicana.

Si se quiere salvaguardar la Nación que hemosrecibido y seguir adelante en el proceso de preser-varla y depurarla, o se usa la política de la fuerza, obien se elabora la fuerza necesaria para respaldar unapolítica.

Una Argentina de felicidad y de grandeza admiteúnicamente la segunda alternativa. Necesitamos pues,crear la fuerza requerida para sustentar una políticanacional.

Es esta la hora de su realización. Tengamos en cuen-ta el ejemplo que nos muestra el mundo; en el queestá ganando terreno la idea de que el bienestar de losPueblos se halla por encima de las concepciones polí-ticas dogmáticas. Esto origina un campo de mutuorespeto, que parece nutrirse en bases de civilización,de comprensión y de tolerancia hacia las ideas de losdemás.

No tengo dudas de que este es un momento crucial

de nuestra Patria; o profundizamos las coincidenciaspara emprender la formidable empresa de clarificar yedificar una gran Nación, o continuamos paralizadosen una absurda intolerancia que nos conducirá a unadefinitiva frustración.

2. La Futura Comunidad Argentina

El segundo de los objetivos radica en concretar elámbito de consenso, configurando los caracteres quelos argentinos anhelamos para nuestra comunidad delfuturo.

Todo país se enfrenta, en algún momento de su his-toria, con la obligación de definir principios, valoresy conductas generales, pero también caracteres queperfilen y recorten su nacionalidad. Corresponde a unModelo la estructuración de esas propiedades que nohacen más que traducir la idiosincrasia del Pueblo.

La carencia de un Modelo de referencia ha causa-do, en nuestro país, graves efectos sociales, económi-cos y, particularmente, políticos. Ha llegado el mo-mento de tomar conciencia de que en la Argentinanadie tiene el derecho de esperar que la sociedad ma-dure por sí sola.

Los argentinos intuimos ya que no es posible insis-tir en nuestras vacilaciones: la historia reclama denosotros la consolidación de una fisonomía nacional.

Para ello, corresponde al Modelo Argentino refir-mar la forma socio-política que satisfaga a todo el país.

Estoy convencido de que solo la comunidad argen-tina puede proporcionar el juicio definitivo sobre lascualidades que para ellas se anhelan. Es mi deseo que

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todos mis conciudadanos consideren este Modelocomo una propuesta inicial; ya las generaciones quenos siguen, a través de un diálogo franco en el queparticipen todos los entes representativos de la comu-nidad, han de asumir la patriótica misión de perfec-cionarlo.

Alguna vez prediqué la armonía como categoríafundamental de la existencia humana; sigo creyendoen ella como condición inalienable para la configura-ción de la Argentina que todos anhelamos. Esa básicaconsonancia excluye la violencia e implica compren-der que el único camino para la construcción fértil espartir de ideas, valores y principios, cuya práctica con-creta no cercena el cauce de la paz. Esto no distorsio-na en absoluto la vocación de cambio del Justicialis-mo, concretado en este Modelo Argentino: ya he afir-mado que la doctrina es revolucionaria en su concep-ción, pero pacífica en su realización.

No puede persistir duda alguna acerca de los ca-racteres buscados: se trata de una democracia social,que, como se verá más adelante, será una estructurapolítico-social absolutamente coherente con los prin-cipios esenciales de la Comunidad Organizada.

Cuando utilizo la palabra “social”, estoy pensandoen una democracia en la que cada integrante de lacomunidad pueda realizarse con la única condiciónde poseer idoneidad y condiciones morales indispen-sables para aquella a que aspira. En este sentido, laforma de gobierno que sirve a la democracia socialresulta ser “Representativa, Republicana, Federal ysocial”.

Todo lo que acabo de expresar no es más que otra

forma de decir que seguimos deseando fervorosamen-te una Argentina socialmente justa, económicamentelibre y políticamente soberana.

Se conecta estrechamente con lo expuesto el he-cho de que el Modelo define asimismo una clara di-mensión ética que no es otra cosa que un llamado a laautonomía de la conciencia moral. Hace años sostuveque el vertiginoso progreso material de nuestro tiem-po lanzó al hombre fuera de sí mismo sin pro- porcio-narle paralelamente una plena conciencia de su per-sonalidad.

Por eso, en el camino de la consolidación de la co-munidad argentina desempeña un papel primordialla propuesta de un esquema de valores morales y es-pirituales que confiera al Pueblo la templanza que elfuturo de la Nación requiere.

Resultará necesario precisar el nivel de nuestrasaspiraciones respecto de la futura sociedad argentina;solo así se estará en condiciones de clarificar la con-cepción estratégica que deberemos adoptar para ha-cer realidad lo que todo hombre de bien, nacido enesta Patria, espera: “una Argentina íntegra, cabalmen-te dueña de su insobornable identidad nacional”.

3. Orientación para las distintas áreas

Los objetivos anteriormente delineados asocian alModelo Argentino con valores, principios y caracte-res tanto de estructura permanente y universal, comode perfiles intrínsecamente nacionales.

Si allí finalizara nuestro propósito no iríamos másallá de un lineamiento teórico y normativo de carác-

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ter general que no contemplaría la creciente comple-jidad de una comunidad orgánicamente constituida.Quiere decir que tal conjunto de verdades adquiereuna fisonomía específica y diferente en los distintosámbitos de la vida nacional, así como una proyecciónigualmente específica.

Con la mirada orientada en el futuro, es necesarioidentificar cuál es la medida en que cada una las áreasde la sociedad argentina puede participar del

Modelo, y es preciso definir de qué forma aquellosprincipios, valores y caracteres cobran una dimensiónparticular, aunque interrelacionada, en cada ámbitodel quehacer nacional.

Para que cada ciudadano se reconozca en el Mo-delo, es imprescindible que este no naufrague en abs-tracciones, sino que aquello que define y propone,cobre realidad en cada una de las áreas de la comu-nidad, pues es a través de su área de competenciaque el ciudadano se inserta en su Patria y la sientecomo propia.

Tengo la convicción de que la transformación de lacomunidad argentina solo podrá lograrse mediante unaadecuada conjunción de resultados eficientes en to-dos los campos del quehacer nacional.

4. Guía programáticay político-administrativa

A la luz de este objetivo, el Modelo Argentino debeconformar un sustrato programático superior, orien-tativo de la conducción.

Creo que no podemos detenernos en discutir si es

más aconsejable la programación que el desarrolloespontáneo, porque la segunda alternativa implicadejar a la sociedad librada a sus propias fuerzas y es,por ello, terreno fértil para distorsiones neocolonialis-tas.

Al hacer referencia a la conducción debe tomarseen cuenta que la conducción política se diferencia delgobierno político-administrativo.

La conducción política es una materia indelegablede quien ejerza la Primera Magistratura, y ella da sus-tento a la capacidad de hacer en lo político-adminis-trativo.

Lo político-administrativo corresponde a las deci-siones y acciones que se adopten a través de los meca-nismos corrientes del gobierno.

Las condiciones objetivas que hacen a la conduc-ción superior implican que nadie puede gobernar sinel apoyo del Pueblo, ni en Argentina ni en ningún otropaís. Significa también que el Proyecto final es delPueblo y no de determinados gobiernos, ni de mino-rías intelectuales.

El Modelo Argentino quiere servir a estos dos ám-bitos de conducción superior, en estrecha conexióncon una orientación programática lúcida y precisa.

5.La liberación y la integración

Afirmé anteriormente que la importación de ideo-logías alimenta un vicio de origen.

Detengámonos en este problema. Si una ideologíano resulta naturalmente del proceso histórico de unPueblo, mal puede pretender que ese Pueblo la admi-

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ta como representativa de su destino. Este es el pri-mer motivo por el cual nuestro Modelo no puede op-tar ni por el capitalismo liberal ni por el comunismo.

Pero es evidente que la cuestión, como lo he repe-tido en numerosas oportunidades, no se reduce a laelección o configuración de una ideología y una doc-trina que perfilen la identidad de nuestro Pueblo, por-que tal identidad se diluye sin una firme decisión deautonomía nacional.

El rechazo de las posibilidades extremas que nosbrindan el capitalismo y el comunismo, no solo sefundamentan en su desconexión con la estructura ín-tima de nuestra nacionalidad, sino también en el he-cho de que su adopción implica servir automáticamen-te al neocolonialismo, sea cual fuere su signo doctri-nario.

Optar por un Modelo Argentino equidistante delas viejas ideologías es, consecuentemente, decidirsepor la liberación. Por más coherencia que exhiba unmodelo, no será argentino si no se inserta en el cami-no de la liberación.

Me parece innecesario insistir en un hecho eviden-te: no estamos solos en esta lucha, aunque cada pue-blo debe dar, frente a la historia, la respuesta que emanade su esencia.

Es por eso que la progresiva transformación denuestra Patria para lograr la liberación debe, paralela-mente, preparar al país para participar de dos proce-sos que ya se perfilan con un vigor incontenible: laintegración continental y la integración universalista.

Si aisláramos nuestra respuesta, la comunidad porla que luchamos quedaría a espaldas de un destino

superior que espera a todos los hombres que en elmundo comparten ideales de Justicia y Verdad.

ANTECEDENTES HISTÓRICO-POLÍTICOSQUE CONDUCEN AL MODELO ARGENTINO1. Las enseñanzas del proceso históricomundial

De dos fuentes proviene el crecimiento económicode los países más avanzados. Por un lado, de sus pro-pios recursos tecnológicos y acumulación de capital.Por el otro, del acceso a las riquezas y el trabajo de lospaíses colonizados.

El traspaso de las riquezas de estos últimos paísesa las grandes potencias se efectuó de muy diversasformas. De acuerdo con las circunstancias, se utilizódesde el procedimiento de la apropiación física hastael de la remesa de beneficios para las inversiones im-periales, pasando por las etapas intermedias de am-bos extremos.

De esa manera, muchos países colonizados expan-dieron su producto pero no su ingreso, mostrando almismo tiempo un aparente progreso que, en realidad,encubría su miseria.

Para mantener este sistema se necesitó de la domi-nación política. El arma empleada para ello, tambiénse adecuó a las circunstancias.

Fue así como se acudió al empleo de las fuerzasmilitares, en intervenciones directas o indirectas; alcopamiento de gobiernos o de sectores claves del país;a la complicidad de los grupos dirigentes; a la acciónsutil de las organizaciones que sirvan a intereses su-

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pernacionales; a los empréstitos, que bajo la forma de“ayudas” atan cada vez más a los países dependien-tes. Es decir, se recurrió a cuanto procedimiento fueraútil para los fines de dominación perseguidos.

Esta ha sido una evolución particularmente nota-ble del sistema imperialista durante casi todo el sigloXIX y la primera mitad del siglo XX. En su transcurso,las espaldas de los trabajadores de los pueblos some-tidos -tanto del mundo oriental como del occidental-han sobrellevado, en buena medida, la carga del pro-greso de las metrópolis imperialistas.

Pero la situación internacional está sufriendo pro-fundas conmociones; los pueblos comienzan a des-pertar, motivando que los países dependientes se veanobligados a tomar partido frente a dos elecciones:

- Por un lado, elegir entre neocolonialismo y libe-ración.

Para nosotros la elección resulta obvia, y cuandodijimos que había que construir el “Tercer Mundo” nohicimos otra cosa que dar un nombre y un sentido alcamino de liberación elegido.

- Por el otro, se presenta la elección entre capitalis-mo y comunismo como opciones inevitables. Noso-tros percibimos el error de considerar, como únicasalternativas, a dos posiciones extremas que han servi-do para la dominación. Así surgió la “Tercera Posi-ción”.

Venimos sosteniendo estos conceptos desde hacetres décadas. Consecuente con ellos, Argentina inicióun proceso de cooperación latinoamericana para lo-grar la liberación. Ya la idea de Comunidad Latinoa-mericana estaba en San Martín y Bolívar, ellos sem-

braron las grandes ideas y nosotros hemos perdido unsiglo y medio vacilando en llevarlas a la práctica.

Ahora, para corregir el rumbo que equivocadamen-te tomamos, debemos profundizar, entre otros lazosde unión, la línea de los tratados de complementa-ción económica, que, como el firmado en Santiago deChile, hace 25 años, entre este país y la Argentina,estén abiertos a la adhesión de los demás países delárea con la finalidad de alcanzar una integración eco-nómica sudamericana.

Este proceso arroja algunas enseñanzas que es con-veniente no desaprovechar en una acción futura. Po-demos sintetizar tales enseñanzas en las siguientesconsideraciones: Unión Latinoamericana. Cada paísparticipa de un contexto internacional del que no pue-de sustraerse. Las influencias recíprocas son tan sig-nificativas que reducen las posibilidades de éxito enacciones aisladas.

Es por ello que la Comunidad Latinoamericanadebe retomar la creación de su propia historia, tal comolo vislumbró la clarividencia de nuestros libertado-res, en lugar de conducirse por la historia que quierencrearle los mercaderes internos y externos.

Lo repito una vez más: “El año 2000 nos encontra-rá unidos o dominados”.

Nuestra respuesta, contra la política de “dividir parareinar”, debe ser la de construir la política de “unir-nos para liberarnos”.

Reacción Imperialista. Tenemos que admitir comológica la acción de los imperialismo en procura deevitar que la unión de nuestros países se realice, yaque ello es opuesto a su interés económico y político.

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En consecuencia, debemos admitir que la lucha esnecesaria. Pero nosotros también aprendimos a redu-cir el costo social de la lucha.

Verdad y Justicia. Puede discutirse mucho acercade si existe o no determinismo histórico. Pero yo ten-go, al menos, la certeza de que existe una constanteen el hecho de que el hombre tiene sed de verdad yjusticia y de que cualquier solución de futuro no po-drá apartarse del camino que las satisfaga.

Trabajar con los Pueblos. Para tener éxito en estaempresa, lo esencial reside en trabajar con los pue-blos, y no simplemente con los gobiernos; porque lospueblos están encaminados a una tarea permanente,y los gobiernos muchas veces a una administracióncircunstancial de la coyuntura histórica.

Fin de las oligarquías y burguesías. La historiamuestra también que está terminando en el mundo elreinado de las oligarquías y las burguesías y que co-mienza el gobierno de los pueblos. Con ello, el demo-liberalismo y su consecuencia, el capitalismo, estáncerrando su ciclo. El futuro realmente es patrimoniode los pueblos.

La brecha tecnológica. Las diferencias que nos se-paran de las grandes potencias han sido ahondadaspor la brecha tecnológica.

Debemos, entonces, desarrollar tecnología. Pero elloexige una mínima dimensión económica que solo po-cos países del Tercer Mundo pueden elaborar sobre labase del esfuerzo nacional. Además, tampoco podránabarcar la totalidad de la gama tecnológica.

Esta es otra de las causas que exigen la unión delos países que quieren liberarse.

Falsas virtudes de los extremos. Hemos aprendidotambién que “occidental y cristiano”, “occidental y li-bre”, “capitalista y creativo”, “comunista e igualita-rio”, son muchas veces, asociaciones declamatorias.

Sabemos que en ambos sentidos, las falsas virtu-des de un extremo fertilizan la potencia del otro extre-mo, y que no debemos seguir admitiendo que la tarease reduce a enfrentar a los dos modelos extremos. Esesta otra razón que justifica la creación de nuestromodelo propio.

Acercamiento de los extremos. Los extremos se to-can cada vez más. En efecto, mientras en las econo-mías capitalistas es creciente el grado de intervencióndel Estado y el contenido de sujeción de la libertadindividual a formas programadas superiores, por elotro lado, en algunas economías colectivistas se intro-duce el beneficio como motor de incitación para in-crementar la eficiencia.

La cruel realidad de los imperialismos. Cuando seexpresaba, hace algunos años, que “el imperialismono perdona”, se estaba también afirmando que nin-gún imperialismo perdona. La experiencia de la déca-da del ‘60 ha sidosuficientemente dura en estos as-pectos, y el mundo aprendió mucho de ella.

Las invasiones militares en que los dos imperialis-mos han incurrido en los últimos 15 años, a contra-tiempo de la historia, han constituido un poderosofactor para que el Tercer Mundo asuma la necesidadde su autodefensa.

Además, esto evidencia la creación de un derechono escrito, en el plano mundial, que fortifica los prin-cipios de autodeterminación y de no intervención de

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los pueblos. Ello tendrá, tarde o temprano, que en-contrar el eco adecuado en las Naciones Unidas paraque estas adquieran un efectivo poder de arbitraje.

Autodestrucción de los imperios. Las coalicionesimperialistas no impiden que se cumpla una constan-te histórica: los imperios se autodestruyen. Ya están ala vista algunos signos de una seria pérdida de la ca-pacidad hegemónica en los imperialismos hasta ayerdominantes.

Complicidad de sectores internos. Surge, también,una experiencia importante para nuestros países: haysectores internos cuyos objetivos coinciden con losde los imperialismos. Obviamente, la capacidad de de-cisión de estos sectores debe ser debilitada o anulada.

Imperialismo y Tercer Mundo. La dinámica mun-dial no obedece solo a los designios de los poderosos.Ahora responde a una articulación que encuentra im-perialismos por un lado y Tercer Mundo por otro.

Repito en este aspecto: las ideologías van siendosuperadas por las necesidades de la lucha por la libe-ración.

El tipo de democracia. No siempre los países handefinido con exactitud la democracia que desean, nihan calificado la democracia en la cual viven.

Hemos aprendido que ocultar el tipo de democra-cia que se quiere constituye la mejor manera de pre-servar el tipo de democracia que quieren los demás.

El egoísmo y la sociedad competitiva. En el trans-curso del tiempo, hemos venido progresando de ma-nera gigantesca en el orden material y científico, peroveinte siglos de cristianismo parecen no haber logra-do, suficientemente, hasta ahora, la superación del

egoísmo como factor motriz del desarrollo de los pue-blos. La sociedad competitiva es su consecuencia.

Esto arroja luz sobre el hecho de que la coopera-ción y la solidaridad son elementos básicos a conside-rar en el futuro.

El materialismo. El pragmatismo ha sido el motordel progreso económico.

Pero también hemos aprendido que una de las ca-racterísticas de este proceso ha sido la de reducir lavida interior del hombre, persuadiéndolo de pasar deun idealismo riguroso a un materialismo utilitario.

El mundo debe salir de una etapa egoísta y pensarmás en las necesidades y esperanzas de la comuni-dad. Lo que importa hoy es persistir en ese principiode justicia, para recuperar el sentido de la vida y paradevolver al hombre su valor absoluto.

Necesidad de una ética. La historia nos indica quees imprescindiblemente necesario promover la éticaindividual primero, desarrollar después la conse-cuen-te conducta social y desprender finalmente de ellas laconducta económica. La libertad se instala en los pue-blos que poseen una ética y es ocasional donde esaética falta.

Pensamiento y Acción. No puede haber divorcioalguno entre el pensamiento y la acción, mientras lasociedad y el hombre se enfrenten con la actual crisisde valores, acaso una de las más profundas de cuan-tas se hayan registrado. Es posible que el pensamien-to haya perdido, en los últimos tiempos, contacto di-recto con las realidades del devenir histórico. Pero escierto también que ha llegado “la Hora de los Pueblos”y que ella exige “un pensamiento en acción”.

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El imperativo de la Comunidad Organizada. Espor esto que las grandes alternativas que presen-ta la historia a nuestro país terminan deducién-dose y no postulándose. Como deducción de laexperiencia que viene de la historia cada día seahonda más el imperativo moderno de la Comu-nidad Organizada como punto de partida de todaidea de formación y consolidación de las nacio-nalidades.

Tercer Mundo y Tercera Posición. Asimismo, se de-duce la consolidación del Tercer Mundo, y la TerceraPosición como resultantes históricas definidas.

La Tercera Posición como unidad conceptual, y elTercer Mundo, como entidad política.

Sectarismo y Liberación. Finalmente, la más im-portante de las enseñanzas es la revelación de que lossectarismos no nos conducirán jamás a la liberación.Las diferencias de ideas son positivas en tanto esténabiertas a la confrontación sincera y honesta en buscade la verdad.

Encerrarnos en nuestras ideas y procurar imponer-las por el peso de una fuerza circunstancial significa-ría caer en el mismo error por el que han transi- tadoaquellos a quienes hoy enfrentamos.

2. La situación histórica argentina

Si queremos realizar entre todos un proyectodel país que anhelamos, creo necesario tomar pre-viamente conciencia de nuestra situación actual.Por ese motivo, haré una breve reseña de la evolu-ción histórica argentina en los diferentes ámbitos.

En el ámbito politico

En nuestro país se han dado dos procesos parale-los, íntimamente interrelacionados, tanto que el ad-venimiento del Gobierno Popular está frenando deci-didamente: una creciente intervención externa y unavacilante política interna.

La intervención externa fue cambiando de forma alo largo del tiempo consistiendo sus últimas exteriori-zaciones en condicionamientos impuestos a nuestralibertad de decisión.

Por su parte, la vacilación política interna fue in-fluida principalmente por los siguientes factores:

- Las plataformas políticas no siempre definieronfines conjuntamente con los medios para alcanzarlos.Esto trajo como consecuencia que los ciudadanos ca-recieran de la información completa para ejercer suderecho al voto y a la crítica constructiva de los actosde gobierno.

- Se pretendió diluir el poder del Justicialismo, acu-diéndose a sistemas como el de la representación pro-porcional, estimulando el aumento de partidos políti-cos y limitando la relevancia de cada uno de ellos.

- La proscripción se utilizó para contrarrestar lavigencia de los grandes movimientos nacionales.

- La violencia fue ejercida para reprimir las corrien-tes que luchaban por un proceso transformador.

- El concepto de democracia pocas veces fue debi-damente especificado con claridad suficiente para queel Pueblo supiese de qué se trataba.

- El nacionalismo fue declamado al tiempo que sedestruía lo autóctono y copiaban apresuradamente

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moldes extranjeros reñidos con nuestra idiosincrasia.- La participación externa en las decisiones que

afectaban al país fue creciendo consciente e incons-cientemente.

Sin embargo, los valores permanentes afloran siem-pre. En el Pueblo argentino estaba latente el sentimien-to de independencia nacional, lo que tarde o tempra-no habría de provocar el enfrentamiento contra la dis-torsión del contenido social de la democracia y contrala tendencia a la desnacionalización progresiva.

La historia se encarga de formular una severa ad-vertencia a quienes pretenden debilitar la vigencia delos valores permanentes de un Pueblo. El intento dedesvío no hace sino demorar el progreso de la Nación,pero no logra impedir esa realización que lleva consi-go la supresión de cuanto obstáculo se le interponga.

En nuestra Patria, siguiendo el proceso natural demaduración política, fue aumentando la participaciónde los ciudadanos en las urnas. Con ello, las eleccio-nes han adquirido un significado de legitimidad dis-tinto al de la legalidad: hoy la elección legalmente rea-lizada pero con alta abstención -cualquiera sea la for-ma de tal abstención- es legal pero no otorga un poderlegítimo.

La legitimidad viene del Pueblo en su totalidad yno solamente de aquella parte del Pueblo que aceptareglas del juego que, como la proscripción, restringenla voluntad popular. Voto con proscripción puede otor-gar legalidad; pero legitimidad nunca.

Crecieron también la sensibilidad y la capacidadpolítica, al impulso de la mayor participación del ciu-dadano.

Pero esta mayor capacidad de intervención políti-ca de la ciudadanía, más allá de su participación enlas urnas, fue bastante mal usada. Se pusieron frentea ellas los árboles que no dejaron ver el bosque. Sesaturó el panorama político nacional con cuestionesmenores, y el ciudadano no llegó a formarse una con-cepción general de la problemática nacional que abar-ca suficientemente todos los campos de sus activida-des.

Así, el Pueblo fue comprendiendo que no debíapermanecer indiferente ante los problemas políticosnacionales y adoptó la decisión de ser protagonista desu historia, rompiendo con los esquemas tradiciona-les que intentaron relegarlo a la simple condición deespectador.

El “cambio” ya no consiste en una abstracción va-cía. El Pueblo todo quiere conocer el signo, el sentidoy el contenido preciso de una expresión. Es que elPueblo advierte con claridad que si el cambio no esnacional, no responderá a sus reales necesidades.

Finalmente, cabe una reflexión respecto del poderde decisión: a lo largo de nuestra historia, dicho po-der se ha ido conformando, tejiéndose una red de com-promisos políticos que representan a diferentes inte-reses.

Tales intereses pueden ser internos o externos. Silas alternativas son neocolonialismo o liberación, y sihemos optado por la liberación, el ajuste de ese poderes indispensable para lograr que responda a nuestrosintereses.

En lo político, liberación significa tener una Na-ción con suficiente capacidad de decisión propia, en

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lugar de una Nación que conserva las formas exterio-res del poder, pero no su esencia. La Nación no sesimula. Existe o no existe.

En síntesis, el problema actual es eminentemen-te político y sin solución para otros sectores en par-ticular.

En el ámbito económico

El país ha producido siempre en función del bene-ficio, sin disciplinar cabalmente su producción en fun-ción de las necesidades esenciales de la población.

Es indudable que se perdió tiempo y que los recur-sos no fueron convenientemente utilizados.

Sin embargo, en la actualidad tenemos un ingresopor habitante razonablemente elevado y, además, elpaís se está industrializando aceleradamente.

Esta realidad me permite afirmar que no somos unpaís subdesarrollado.

La distribución del ingreso familiar no es aún lamás adecuada y mucho debe hacerse para vigorizarla.En realidad, hacia 1955, se había llegado a un nivelen la distribución y en la participación del salario enel ingreso nacional que satisfacía las necesidades dela población.

Desde allí las soluciones económicas siguieron alas soluciones políticas y la participación del salarioen el ingreso disminuyó.

Es imposible mantener una distribución socialmen-te aceptable si las decisiones económicas no acompa-ñan a la política social que se desea imponer.

Cuando las decisiones económicas siguen un pa-

trón inadecuado, la distribución del ingreso quedasubordinada al mismo, más allá de los buenos deseosde cualquier gobierno. En consecuencia, lo que lla-mamos “Justicia Social” también requiere para sumaterialización efectiva participación del gobierno yelevada eficiencia del mismo.

Se produjo, por otra parte, un decisivo retrocesoen el terreno de las decisiones económicas. Hasta 1943,con industrialización incipiente, dichas decisionesestaban adaptadas a los intereses del campo. Busca-mos establecer un sano equilibrio para promover laindustrialización y una organización del poder de de-cisión para nuestro sector industrial. En 1955 no sehabía alcanzado a afirmar la existencia de un empre-sariado industrial argentino como factor contribuyen-te al desarrollo nacional, pero se estaba en el camino.Desde entonces la industria creció con alto apoyo ex-terno, pero el capital extranjero se concentró, en granmedida, en el aporte tecnológico y también en la com-pra de empresas existentes en el país.

Debemos tener en claro que lo esencial con res-pecto a los objetivos debe perseguir una actividad ra-dicada en el país, es que estos deberán atender tantoal aporte de la economía nacional como el beneficiodel empresario.

Esto debe definir una conducta coherente respec-to de los intereses nacionales y los del empresariado.

Pero si se trata de obtener tantos beneficios comosea posible, consolidando intereses que están en elexterior, los aportes a la economía nacional se aleja-rán considerablemente de lo que resulta convenientepara el país.

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En esta materia no basta con lograr soluciones apre-suradas para las grandes cuestiones, pensando quetodo lo demás ha de resolverse por sí solo.

No basta tampoco con elaborar soluciones a medi-das, tomando decisiones sobre la inversión externasin establecer claramente la actividad en la cual hande insertarse. Hay que establecer políticas diferencia-les, en todos los campos, y fijar con precisión sufi-ciente la forma de preservar los objetivos nacionales.

También se comprueba que no hubo una concien-cia adecuada sobre la utilización de los recursos fi-nancieros del país, por cuanto no se alcanzó a deter-minar con claridad si la masa de capital interno dis-ponible posibilitaba el desarrollo y la expansión, o siera necesaria su incrementación con el aporte de ca-pital extranjero para alcanzar tales objetivos.

Igualmente, es necesario tener en cuenta que noexiste similitud entre concentración de capital y con-centración empresaria. Eso debe conducirse armonio-samente de acuerdo con las reales necesidades nacio-nales.

Analizando el proceso, se ve -en otro tipo de pro-blemas- que cuando una sociedad incrementa el gra-do de sofisticación del consumo, aumenta a la vez sunivel de dependencia. Esto es, en gran medida, lo queocurrió entre nosotros.

Por un lado, el ciudadano se ve forzado a pagar porla tecnología de lo banal; por otro, el país gasta endivisas en un consumo innecesario.

Pero a la vez, es impostergable expandir el consu-mo esencial de las familias de menor ingreso, aten-diendo sus necesidades con sentido social y sin for-

mas superfluas. Esta es la verdadera base que integrala demanda nacional, la cual es motor esencial deldesarrollo económico.

El proceso económico ha mostrado, además, queel país acumula más ahorro del que usa. En otras pa-labras, que lo que gana con sus exportaciones, excedea lo que necesita gastar a través de sus importacionesy otros conceptos. No obstante ello, tal posibilidad fueinsuficientemente explotada, ya que a la par de incre-mentar la deuda pública no se logró el desarrollo na-cional requerido por el país.

Tuvimos todo tipo de experiencias en este sentido yahora, entre otras cosas, sabemos combatir establementeun mal como la inflación, y ello se consigue solo cuan-do hay capacidad política para usar el remedio naturaldado por una política de precios e ingresos.

Es evidente que las “recetas” internacionales quenos han sugerido bajar la demanda para detener lainflación no condujeron sino a frenar el proceso y amantener y aumentar la inflación.

En esta cuestión no se acertaba con la solución ade-cuada. Por épocas se bajó la demanda pública a travésde la contención del gasto -olvidando el sentido so-cial del gasto público- ; se bajó la demanda de lasempresas a través de la restricción del crédito -olvi-dando también el papel generador de empleo que des-empeña la expansión de las empresas-; y se bajó lademanda de los trabajadores a través de la baja delsalario real.

Pero como al mismo tiempo no se adoptaban lasmedidas para que todos participaran en el sacrificio,en definitiva fueron las espaldas de los trabajadores

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las que soportaron el peso de estas políticas de repre-sión de demanda para combatir la inflación que el paísaceptó, y que repitió aunque su ineptitud quedó bienprobada por la propia historia.

Es esta una experiencia muy importante derivadade nuestro proceso; y puesto que necesitamos evitarla inflación para seguir adelante con auténtica efecti-vidad, debemos tenerla permanentemente en cuenta.

Por otra parte, se puede ver que hubo una insufi-ciente utilización de recursos, especialmente del re-curso humano que ha sido deficientemente incorpo-rado en los últimos lustros, de acuerdo con la eviden-cia surgida de las tasas de desempleo. Lo mismo acon-teció con el recurso formidable que significa el capitalintelectual, científico y técnico nacional, emigrandopor falta de oportunidades de trabajo en el país.

A esto se llegó por carecerse de planificación, yaque cuando se planifica adecuadamente, pude lograr-se una utilización total de los recursos disponibles.

Para que la planificación sea efectiva no bastan losplanes de mediano o largo plazo. Las decisiones con-cretas de política económica requieren también pla-nes de corto plazo, que deben ser los reales propulso-res de la actividad. Es a través de ellos que la coyuntu-ra puede ser manejada en función de su verdaderovalor de instrumento para conducir la economía en elmediano y largo plazo.

Realizada la planificación en tales términos, es po-sible actuar realmente con la eficiencia necesaria paralograr la mayor parte de la expansión física que el paísdebe producir año a año.

En gran medida, en los últimos lustros nos hemos

manejado con nombres y no con programas; y -salvoen algunos períodos que deben ser rescatados por laseriedad de conducción- la política que resultó ha sidode neto corte liberal.

La conducción en el campo económico está en ex-celentes condiciones para alcanzar sus objetivos, cuan-do su contexto aparece definido en programas de ac-ción claramente concebidos.

En última instancia, la experiencia de lo que hacea la planificación en este campo es también definiti-va; el gobierno en lo económico no tiene otra formade conducirse. La planificación es consecuencia ne-cesaria de la organización, e instrumento para la con-ducción concreta.

En el ámbito social

En materia social, nuestro proceso ha sido muy sig-nificativo y aporta experiencias de cambio realmentealeccionadoras.

Veamos separadamente los distintos aspectos deesta cuestión:

Características socio-demográficas generales:Las características socio-demográficas básicas de

nuestro país son bien conocidas:- Escasa población, frente a su dilatada extensión;- Tasas bajas de crecimiento vegetativo;- Alta esperanza de vida;- Concentración urbana con macrocefalia del área

metropolitana;- Alta tasa de alfabetización con elevada deserción

escolar;

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- Ausencia de conflictos raciales o religiosos;- Amplia difusión de los medios de comunicación

masivos con limitacionesen cuanto a su calidad intrínseca;- Nivel elevado de salubridad pero con desequili-

brios regionales que se verifican en la tasa de mortali-dad infantil, que aún es elevada, etcétera.

La movilidad social y los líderes:La movilidad social fue y sigue siendo alta en el

país. El hijo del trabajador más modesto puede llegara ser Presidente de la República.

No son muchas las sociedades que en el mundoofrecen esta posibilidad.

Sin embargo, en la práctica se obstaculizó reitera-damente esta movilidad.

Los líderes naturales encuentran un camino difí-cil: hay una maquinaria aplastante que cuesta muchodesmontar.

La supuesta igualdad de oportunidades ha sido de-terminada, en ciertas circunstancias, por la capacidadeconómica, de la cual siguen dependiendo en granmedida las posibilidades de formación.

La misma forma de emerger de muchos líderes noha asegurado una alta calidad de liderazgo en todoslos casos. Así se comprende que haya existido cierto“elitismo”, en la medida en que el grupo que teníapoder, oportunidad e influencia se autoidentificabacomo más apto para imponer su voluntad a los de-más.

Por otra parte, durante casi dos decenios funciona-ron mecanismos que coartaron la posibilidad de ex-presión de los líderes que se mantuvieron fieles a las

concepciones doctrinarias existentes hasta 1955. Eneste terreno se echó mano a la discriminación directa.Por lo demás, el proceso montó sistemas de promo-ción que en grado apreciable dependieron de la ads-cripción ideológica de los líderes a las pautas políti-cas del ámbito liberal dominante por entonces.

En consecuencia, no puede asegurarse que todoslos liderazgos hayan surgido de los dos requisitos fun-damentales requeridos: vocación de servicio al país ycapacidad.

Para no caer en la trampa liberal, en el futuro debe-rá emprenderse con inteligencia y honestidad la for-mación de líderes, particularmente para que los líde-res intermedios en los campos políticos y sociales com-plementen su información y cultiven sus valores per-sonales en forma metódica y sistemática.

El mismo mecanismo de promoción de líderes tie-ne que sentarse, en todos los cuerpos políticos y so-ciales, sobre una verticalidad institucionalizada quetransporte la corriente de poder desde la base.

De este modo, el líder resulta un verdadero con-ductor, con mandato real y capacidad probada por elPueblo, del cual, además de representante, debe serauténtico y permanente intérprete.

La Familia

Una de las experiencias más fecundas que surgende nuestro proceso, es el hecho de que la sociedadargentina ha sabido preservar a la familia como la cé-lula social. Es claro que hay fisuras inevitables cuan-do los cambios son demasiado rápidos y es obvio que

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la dimensión de las fisuras puede agrandarse en lamedida en que el cambio se acelere, o asuma una di-rección equivocada.

En las sociedades altamente competitivas devora-das por el consumo, se debilitó el núcleo familiar yaparecieron diversas desviaciones, de las cuales lasdrogas y el alcoholismo son dos manifestaciones la-mentables.

Nuestra Patria todavía está a tiempo de preservar ala familia, ya que si bien no todos han conservado suintegridad ante la agresión externa motivada por elsistema liberal, afortunadamente, la mayor parte deellas ha salvado firmemente su contextura.

Medios de comunicación masivos y promoción delconsumo: Los medios de comunicaciones masivos seincrementaron, pese a ser sometidos a restriccionesselectivas que respondían a los intereses de las filoso-fías dominantes.

Así, dichos medios se convirtieron en vehículospara la penetración cultural.

El país debe establecer principios específicos y cla-ros no solo en lo referente al nivel de intercambio so-cio-cultural con el exterior, sino también respecto decuáles han de ser las condiciones para salvaguardar laidentidad cultural argentina.

Por otra parte, es interesante observar lo que suce-de con la comunicación de los grupos postergados oaislados de la sociedad, como en la práctica aconteciócon el Movimiento Justicialista durante casi 20 años.La respuesta no dejó lugar a dudas: cuando se observauna profunda fe en ideas y valores, la coerción exter-na no pude impedir que se desarrollen mecanismos

informales de comunicación directa. Puede destruirlos medios formales, pero no puede hacer lo mismocon aquellos cuya energía de transmisión nace delpoder de la ideología del grupo.

La opinión pública del país está lo suficientemen-te preparada para criticar las informaciones que reci-be. En algunos sectores sociales se pensó que esa opi-nión había sido confundida con información tenden-ciosa, pero no fue así.

A pesar de que prácticamente los dos tercios de laopinión ciudadana soportó décadas de prédica destruc-tiva, mantuvo una monolítica unidad de convicción.

No es posible “vender” ideas al Pueblo. Menos aúncuando, como en nuestro caso, se encuentra en él unaincontenible sed de verdad.

En otro orden de cosas, se ha buscado promoveractitudes profundamente negativas, incrementandoartificialmente un consumo voraz de productos inúti-les.

Directos responsables de esta situación han sidoquienes instrumentaron los medios de comunicaciónmasivos para aniquilar la conciencia del Pueblo.

Es decir, se procuró motivar un consumo prescin-dible excitando los sentidos. Ese sistemas es incom-patible con la forma nacional y social a la que

aspiramos, en la que el hombre no puede ser utili-zado como un instrumento de apetitos ajenos sinocomo punto de partida de toda actividad creadora.

No se puede ignorar que el sistema empleado in-crementa la demanda de bienes, provocando una ac-titud competitiva que incita al aumento de eficiencia.Es evidente, además, que ambos factores constituyen

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el impulso del progreso económico.Pero una cosa es el progreso económico y otra muy

diferente es el desarrollo social del país en pro de lafelicidad del hombre que lo integra.

Es por eso que será necesario corregir ciertas pau-tas de consumo que no responden a las reales necesi-dades de nuestro Pueblo. Este necesita liberarse delos moldes prefabricados que hacen de la exhibiciónde bienes una cuestión de prestigio, premiando diver-sas formas de parasitismo social.

Precisamente el consumo artificialmente estimu-lado unido a la mentalidad competitiva ha actuadocomo factor desestimulante de determinaciones fun-damentales de la creatividad del hombre, como son,por ejemplo, la ciencia y el arte.

Los factores del cambio:No extraña, pues, que una evolución de la escala

de valores vigentes hasta el momento incluya el apre-cio por “tener” y la “seguridad”.

Sin embargo, el “querer seguridad” no implica ne-cesariamente resistencia al cambio; solo se oponen aél determinados grupos tradicionales de poder de lasociedad argentina.

La actitud frente al esfuerzo no se ha perdido, y talvez sea este uno de los mejores capitales que importóel país con los inmigrantes que lo construyeron. Perodebemos emprender una buena organización queatienda a la realidad altamente compleja del sistemasocial del país, que reactive apropiadamente el con-junto de elementos que entran en él, y que ofrezcaresultados simples y adecuados a la concepción delciudadano.

Pese a todo, es posible evaluar que nuestra socie-dad ha mantenido una alta capacidad de desarrollointerno. Configura una estructura moderna, en la cualla demanda de un cambio que reubique valores estáadoptando ostensiblemente la forma de un mandato.

En consecuencia, es preciso determinar los facto-res de cambio con los cuales pueda actuar nuestracomunidad en bien de su propio desarrollo social. Alrespecto, se pueden contemplar varias posibilidades:

- Confiar en la evolución espontánea del propiocuerpo social;

- Procurar formas cruentas de cambio, confiando,por ejemplo, en el valor purificador de la destrucción,de la violencia y el caos;

- Proponer una elaboración sistemática y racional,que permita fijar las cualidades que se anhelan para lacomunidad argentina y comprometer el trabajo nece-sario para llevarla a cabo.

El proceso parece enseñar que librada la socie-dad a una evolución espontánea, resulta inexorable-mente víctima de pautas externas. Permite concluir,asimismo, que las formas cruentas conducen a unestéril y dolorosos sacrificio de vidas humanas. Porlo tanto, no tenemos derecho a eludir el compromisoético e histórico de crear un modelo lúcido, que nosolo sirva a las generaciones adulta e intermedia, sinoque constituya un eje de orientación para la juven-tud argentina.

Naturalmente, la conformación del Modelo tendráque tender hacia una síntesis entre lo que elaboramosracionalmente y lo que la propia comunidad quiera.

Insisto en que es fundamental determinar la for-

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ma de alcanzar el cambio deseado. Hace muchos añospodía apelarse emotivamente a la Patria o a la tradi-ción; más tarde se apeló al bienestar. Ya eso no basta.

Hay que levantar ahora, además, y con gran vigor,el poder del espíritu y la idea, teniendo en cuenta queel bienestar material no debe aniquilar los básicos prin-cipios que hacen del hombre un ser libre, realizadoen sociedad, y valorizado en su plena dignidad.

Para ello, entre otras medidas, debe limitarse el con-sumismo sofisticado, estableciendo el camino apro-piado para reconstruir al hombre argentino.

Debe ser valorizada en toda su intensidad la grancoincidencia expresada en la comunidad argentina en1973: de un lado, están los que quieren el cambio ydel otro, los que no lo quieren.

Los que quieren el cambio constituyen el 90 porciento del país. En principio a ellos está destinado esteModelo, cuyo propósito es el de responder fielmentea un mandato otorgado en las urnas.

En el ámbito cultural

Resulta imprescindible realizar un breve balancede la situación de la Argentina hasta el momento ac-tual en el terreno cultural. La importancia que cobraeste ámbito en la conformación de una comunidadmadura y autóctona es enorme, al punto que me atre-vo a decir que constituye una suerte de red que co-necta los ámbitos económico, político y social.

En el terreno cultural se incluye tanto a la forma-ción humanística (filosofía y ciencias del hombre)como a la actividad artística, pues lo científico tecno-

lógico será expuesto en un párrafo aparte.Un examen somero permite eslabonar varias re-

flexiones, que se concentran en una conclusión cen-tral: el proceso argentino de las últimas décadas evi-dencia un creciente desarrollo de la penetración cul-tural. La consolidación de una cultura nacional se haenfrentado con el serio obstáculo de la reiterada im-portación de determinaciones culturales ajenas a lahistoria de nuestro Pueblo, así como a la identidadque como comunidad organizada necesitamos definir.

Dos han sido los fundamentales agentes desenca-denantes de tal penetración.

- En primer lugar, la desaprensiva -o interesada-utilización de los medios de comunicación masivoscomo eficaces factores del vasallaje cultural.

Ya me he referido a este problema. Solo quisieraañadir algunas ideas. Me parece evidente que la inde-bida utilización de tales mecanismos de difusión cul-tural enferman espiritualmente al hombre, haciéndo-lo víctima de una patología compleja que va muchomás allá de la dolencia física o psíquica. Este uso vi-cioso de los medios de comunicación masivos impli-ca instrumentar la imagen del placer para excitar elansia de tener. Así la técnica de difusión absorbe to-dos los sentidos del hombre, a través de una mecáni-ca de penetración y la consecuente mecánica repetiti-va, que diluyen su capacidad crítica.

En la medida en que los valores se vierten hacia losensorial, el hombre deja de madurar y se cristalizaen lo que podemos llamar un “hombre-niño”, quenunca colma su apetencia. Vive atiborrado de falsasexpectativas que lo conducen a la frustración, al in-

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conformismo y la agresividad insensata.Pierde progresivamente su autenticidad, porque

oscurece o anula su capacidad creativa para conver-tirse en pasivo fetichista del consumo, en agente ydestinatario de una subcultura de valores triviales yverdades aparentes.

- El segundo factor desencadenante del colonialis-mo cultural tiene su origen en la vocación elitista yextranjerizante de diferentes sectores de la cultura ar-gentina.

Pese a enarbolar distintos fundamentos ideológi-cos, tales sectores se han unido en la actitud expec-tante y reverente respecto de la “civilización” encar-nada por pautas culturales siempre externas a nuestraPatria y su creciente búsqueda de conformación delser nacional.

En muchas ocasiones me he referido a la sinarquía,como coincidencia básica de grandes potencias quese unen -a despecho de discrepancias ideológicas- enla explotación de los pueblos colonizados.

Estoy convencido que asimismo existe una sinar-quía cultural. Obsérvese que las grandes potenciasexhiben sugestivas semejanzas culturales; el mismomaterialismo en la visión del hombre, el mismo de-bilitamiento de la vida del espíritu, el mismo desen-cadenamiento de la mentalidad tecnocrática comoexcluyente patrón de cultura, la creciente opacidaddel arte y la filosofía, la distorsión o aniquilación delos valores trascendentes.

Un examen superficial de los dos polos principa-les del poder mundial solo alcanza a captar las dife-rencias ideológicas; ahondando en el análisis, surge -

entre otras determinaciones igualmente importantes-la cultura como evidencia cierta de la unidad sinár-quica.

Todo argentino que, a través de una actitud libres-ca y elitista, asimile las pautas culturales de ambaspotencias, ya sea asumiendo una visión competitiva ytecnocrática del hombre, como una interpretaciónmarxista de los valores de la cultura, trabaja delibera-da o inconscientemente para que la sinarquía cerceneirreparablemente nuestra vocación de autonomía es-piritual y obstruya interminablemente la formaciónde una auténtica cultura nacional.

En el ámbito científico - tecnológico

El desarrollo de la ciencia y la tecnología argentinaha sido hasta ahora fecundo, pero insuficiente.

Fecundo, por el efectivo nivel de acumulación deconocimientos científicos y tecnológicos alcanzado,principalmente impulsado por cuatro factores:

1 El crecimiento de las universidades.2 La incorporación de tecnología proveniente del

exterior.3 La investigación nacional aplicada particularmen-

te al sector agropecuario.4 El avance de la investigación de postgrado.Insuficiente, porque los elementos disponibles para

el avance científico y tecnológico están escasamenteaprovechados y porque no se han creado las

condiciones básicas para que exista una consagra-ción plena del hombre a la investigación científica ytecnológica.

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Insuficiente, también, porque el país aún no ha or-ganizado convenientemente vinculaciones estables yverdaderamente productivas entre el sistema científi-co-tecnológico, el gobierno, el sistema de producciónfísica y el sistema financiero.

Ello ha contribuido a dispersar la investigación, ano permitir una demanda de ciencia y tecnología esta-ble y creciente y a incrementar el conocido drenaje deinteligencia.

La incorporación de tecnología atada al capital ex-tranjero, particularmente para el sector industrial, creócompromisos tecnológicos onerosos en divisas.

No obstante ello, la acumulación de conocimien-tos tecnológicos ha sido efectiva y acelerada por lamisma naturaleza de la producción industrial.

El costo de la tecnología que venimos empleandoes muy alto, principalmente porque el ingreso del co-nocimiento tecnológico no ha sido programado ni ad-ministrado con sentido nacional, preservando los in-tereses del país.

Prueba de ello es el ingreso de tecnología extranje-ra en terrenos en los que se mantienen ociosos recur-sos materiales nacionales capaces de producir la mis-ma tecnología que se importa.

Es natural que empresas de capital extranjero es-tén ubicadas especialmente en actividades más den-sas en tecnología foránea.

Por otra parte, la selección de técnicos no ha sidosiempre afortunada. En numerosas oportunidades sehan importado técnicas obsoletas poco adaptadas alas condiciones locales. Por añadidura, en muchoscasos hubo restricciones tales como la prohibición de

exportar artículos producidos con tecnología impor-tada y el establecimiento de determinados controles,realmente inaceptables.

Ahora se trata de aprovechar la experiencia pasa-da y corregir desvíos cuyos efectos resultan sumamentecostosos.

Sin embargo, se ha hecho efectivo un fuerte aportenacional a la tecnología autóctona, particularmente enlos sectores agropecuario e industrial.

Estamos valorando muy alto nuestra capacidad paraoriginar una tecnología propia; solo debemos ponerlaen movimiento, conectándola con la producción con-creta, con las decisiones de gobierno y con los apoyosfinancieros.

La comunidad científica argentina es todavía re-ducida con relación al ingreso por habitante que elpaís posee. La mitad del personal de investigación tra-baja en ello solo parte de su tiempo útil. La mayoríade los institutos son pequeños y no llegan a una capa-cidad de investigación tal que permita un verdaderotrabajo interdisciplinario.

Hay miles de proyectos en ejecución al mismo tiem-po, lo cual, por un lado, hace que cada proyecto tardedemasiado en fructificar y, por el otro, dificulta lamaterialización de nuevos proyectos por falta de con-tinuidad en los recursos.

Los institutos están prácticamente concentrados enel área metropolitana y pampeana. Además, la remu-neración de los investigadores es tan limitada que solouna vocación acendrada puede retener el talento enesta actividad.

Me parece claro que no existe hasta el presente una

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política científica y tecnológica centralmente diseña-da y de fácil realización. Tampoco se posee una baseinstitucional suficientemente coherente como paralograr una necesaria centralización de conducción ydescentralización de operación.

Las mentalidades científicas y técnicas especiali-zadas fueron emigrando sin que el país encontrara unmecanismo que preserve su conexión con los inte-reses nacionales.

En el ámbito ecológico

Ya el hombre ha tomado conciencia de su capaci-dad para alterar el medio en que vive, como tambiéndel uso indebido del avance tecnológico respecto dedicho medio.

El tema no es nuevo. La concientización mun-dial sí.

Factores tales como la polución, el sobrecultivo, ladeforestación, la acumulación de desperdicios, entreotros, indican claramente el perjuicio que ocasionana los seres vivos.

El ser humano, como simple eslabón del ciclo bio-lógico, está condicionado por un determinismo geo-gráfico y ecológico del cual no puede sustraerse.

Estamos, pues, en un campo nuevo de la realidadnacional e internacional, en el que debemos compren-der la necesidad -como individuos y como Nación- desuperar estrechas miras egoístas y coordinar esfuerzos.

Hace casi 30 años, cuando aún no se había inicia-do el proceso de descolonización contemporánea,anunciamos la Tercera Posición en defensa de la sobe-

ranía y autodeterminación de las pequeñas naciones,frente a los bloques en que se dividieron los vencedo-res de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy, cuando aquellas pequeñas naciones han cre-cido en número y constituyen el gigantesco y multitu-dinario Tercer Mundo, un riesgo mayor, que afecta ala humanidad y pone en peligro su misma supervi-vencia, nos obliga a plantear la cuestión en nuevostérminos, que van más allá de lo estrictamente políti-co, que superan las divisiones partidarias e ideológi-cas, y entran en la esfera de las relaciones de la huma-nidad con la naturaleza.

Creo que ha llegado la hora en que todos los pue-blos y gobiernos del mundo cobren conciencia de lamarcha suicida que la humanidad ha emprendido através de la contaminación del medio ambiente y labiosfera, la dilapidación de recursos naturales, el cre-cimiento sin freno de la población y la sobreestima-ción de la tecnología y de la necesidad de invertir deinmediato la dirección de esta marcha, a través de unaacción mancomunada internacional.

El ser humano no puede ser concebido aisladamen-te del medio ambiente que él mismo ha creado. Ya esuna poderosa fuerza biológica, y si continúa destru-yendo los recursos vitales que le brinda la Tierra solopuede esperar catástrofes sociales para las próximasdécadas.

La humanidad está cambiando las condiciones devida con tal rapidez que no llega a adaptarse a las nue-vas condiciones: va más rápido que su captación de larealidad y no ha llegado a comprender, entre otrascosas, que los recursos vitales para él y sus descen-

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dientes derivan de la naturaleza y no de su podermental. De este modo, a diario su vida se transformaen una interminable cadena de contradicciones.

En el último siglo ha saqueado continentes enterosy le han bastado un par de décadas para convertir aríos y mares en basurales, y al aire de las grandes ciu-dades en un gas tóxico y espeso. Inventó el automóvilpara facilitar su traslado, pero ahora ha erigido unacivilización del automóvil, que se asienta sobre uncúmulo de problemas de circulación, urbanización,seguridad y contaminación en las ciudades, y que agra-va las consecuencias de su vida sedentaria.

Las mal llamadas “sociedades de consumo” son, enrealidad, sistemas sociales de despilfarro masivo, basa-dos en el gasto, porque el gasto produce lucro. Se des-pilfarra mediante la producción de bienes innecesarioso superfluos y, entre estos, a los que deberían ser deconsumo duradero, con toda intención se les asignacorta vida porque la renovación produce utilidades.

Se gastan millones en inversiones para cambiar elaspecto de los artículos, pero no para reemplazar losbienes dañinos para la salud humana, y hasta se apelaa nuevos procedimientos tóxicos para satisfacer lavanidad humana.

Como ejemplo, bastan los automóviles actuales quedebieran haber sido reemplazados por otros con mo-tores eléctricos, o el tóxico plomo que se agrega a lasnaftas simplemente para aumentar el pique de losmismos.

No menos grave resulta el hecho de que los siste-mas sociales de despilfarro de los países tecnológica-mente más avanzados funcionan mediante el con-

sumo de ingentes recursos naturales aportados por elTercer Mundo. De este modo el problema de las rela-ciones dentro de la humanidad es paradóji- camentedoble: algunas clases sociales -las de los países de bajatecnología en particular- sufren los efectos del ham-bre, el analfabetismo y las enfermedades, pero al mis-mo tiempo las clases sociales y los países que asien-tan su exceso de consumo en el sufrimiento de losprimeros tampoco están racionalmente alimentados,ni gozan de una auténtica cultura o de una vida espi-ritual o físicamente sana. Se debaten en medio de laansiedad y del tedio y los vicios que produce el ociomal empleado.

Lo peor es que, debido a la existencia de poderososintereses creados o por la falsa creencia generalizadade que los recursos naturales vitales para el hombreson inagotables, este estado de cosas tiende a agravar-se. Mientras un fantasma -el hambre- recorre el mundodevorando 55.000.000 de vidas humanas cada 20 me-ses, afectando hasta a países que ayer fueron granerosdel mundo y amenazando expandirse de modo fulmi-nante en las próximas décadas, en los centros de másalta tecnología se anuncia, entre otras maravillas, quepronto la ropa se cortará con rayos láser y que las amasde casa harán sus compras desde sus hogares por tele-visión y las pagarán mediante sistemas electrónicos. Laseparación dentro de la humanidad se está agudizandode modo tan visible que parece que estuviera constitui-da por más de una especie.

El ser humano, cegado por el espejismo de la tec-nología, ha olvidado las verdades que están en la basede su existencia. Y así, mientras llega a la Luna gra-

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cias a la cibernética, la nueva metalurgia, combusti-bles poderosos, la electrónica y una serie de conoci-mientos fabulosos, mata el oxígeno que respira, el aguaque bebe y el suelo que le da de comer, y eleva latemperatura permanente del medio ambiente sin me-dir sus consecuencias biológicas.

Ya en el colmo de su insensatez, mata al mar, quepodía servirle de última base de sustentación.

En el curso del último siglo el ser humano ha ex-terminado cerca de doscientas especies y animalesterrestres. Ahora ha pasado a liquidar especies mari-nas. Aparte de los efectos de la pesca excesiva, am-plias zonas de los océanos, especialmente costeras, yahan sido convertidas en cementerios de peces y crus-táceos, tanto por los desperdicios arrojados como porel petróleo involuntariamente derramado. Solo el pe-tróleo liberado por los buques cisterna hundidos hamatado en la última década cerca de 600.000 millo-nes de peces. Sin embargo, seguimos arrojando al marmás desechos que nunca, perforamos miles de pozospetrolíferos en el mar o sus costas y ampliamos al in-finito el tonelaje de los petroleros sin tomar medidasde protección de la fauna y flora marinas.

La creciente toxicidad del aire de las grandes ciu-dades es bien conocida, aunque muy poco se ha he-cho para disminuirla. En cambio, todavía ni siquieraexiste un conocimiento mundialmente difundido acer-ca del problema planteado por el despilfarro de aguadulce, tanto para el consumo humano como para laagricultura. La liquidación de aguas profundas ya haconvertido en desiertos extensas zonas otrora fértilesdel globo, y los ríos han pasado a ser gigantescos des-

agües cloacales más que fuentes de agua potable o víasde comunicación. Al mismo tiempo, la erosión pro-vocada por el cultivo irracional o por la supresión dela vegetación natural se ha convertido en un proble-ma mundial, y se pretende reemplazar con productosquímicos el ciclo biológico del suelo, uno de los máscomplejos de la naturaleza. Para colmo, muchas fuen-tes naturales han sido contaminadas; las reservas deagua dulce están pésimamente repartidas por el pla-neta, y cuando nos quedaría como último recurso ladesalinización del mar, nos enteramos de que unaempresa de ese tipo, de dimensión universal, exigiríauna infraestructura que la humanidad no está en con-diciones de financiar y armar en este momento.

Por otra parte a pesar de la llamada revolución ver-de, el Tercer Mundo todavía ni ha alcanzado a produ-cir la cantidad de alimentos que consume, y para lle-gar a su autoabastecimiento necesita un desarrolloindustrial, reformas estructurales y la vigencia de unajusticia social que todavía está lejos de alcanzar. Paracolmo, el desarrollo de la producción de alimentossustitutivos está frenado por la insuficiencia financie-ra y las dificultades técnicas.

Por supuesto, todos estos desatinos culminan conuna tan desenfrenada como irracional carrera arma-mentista, que le cuesta a la humanidad 200.000 mi-llones de dólares anuales.

A este complejo de problemas creados artificial-mente se suma el crecimiento explosivo de la huma-nidad. El número de seres humanos que puebla el pla-neta se ha duplicado en el último siglo y volverá aduplicarse para fines del actual o comienzos del próxi-

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mo, de continuar el mismo ritmo de crecimiento.De seguir por este camino, en el año 2500 cada ser

humano dispondrá de un solo metro cuadrado sobreel planeta. Esta visión global está lejana en el tiempopero no difiere mucho de la que ya corresponde a lasgrandes urbes, y no debe olvidarse que dentro de veinteaños más de la mitad de la humanidad vivirá en ciu-dades grandes y medianas.

Es indudable, pues, que la humanidad necesita te-ner una política demográfica. Debe tenerse en cuentaque una política demográfica no produce los efectosdeseados si no va acompañada por una política eco-nómica y social correspondiente. De todos modos,mantener el actual ritmo de crecimiento de la pobla-ción humana, no es tan suicida como mantener el des-pilfarro de los recursos naturales de los centros alta-mente industrializados donde rige la economía demercado, o en aquellos países que han copiado susmodelos de desarrollo. Lo que no debe aceptarse esque la política demográfica esté basada en la acciónde píldoras que ponen en peligro la salud de quieneslas toman o de sus descendientes.

Si se observan en su conjunto los problemas quese nos plantean y que hemos enumerado comproba-remos que provienen tanto de la codicia y la imprevi-sión humana, como de las características de algunossistemas sociales, del abuso de la tecnología, del des-conocimiento de las relaciones biológicas y de la pro-gresión natural del crecimiento de la población hu-mana. Esta heterogeneidad de causas debe dar lugar auna heterogeneidad de las respuestas, aunque en últi-ma instancia tengan como denominador común la uti-

lización de la inteligencia humana. A la irracionali-dad del suicidio colectivo debemos responder con laracionalidad del deseo de supervivencia.

Estos conceptos, que tienen su origen en torno alas reflexiones acerca del problema mundial de la eco-logía, son válidos también para nuestro país. Sin em-bargo, afortunadamente, tenemos una enorme venta-ja. Nuestro extenso territorio con enormes reservasnaturales, aún no explotadas, nos permite albergar laesperanza de salvarnos de muchos de los peligrosmencionados a poco que evitemos cometer los mis-mos errores en que incurrieron las grandes naciones.

De hecho, la solución no surgirá solamente de loque realicemos en el orden interno, sino que tendrámucho que ver con lo que hagan los demás países enla materia. Es por esto que debemos insistir denoda-damente ante el mundo para que se ponga freno a estacarrera que nos llevará inexorablemente a nuestra au-todestrucción.

En el ámbito institucional

Las instituciones que aquí analizo son las jurídi-cas, es decir, las creadas por el Derecho.

El método de creación de las instituciones jurídi-cas debe comenzar por establecer funciones. Para estoes necesario definir, en cada caso, cómo se cumplirándichas funciones y cuáles serán las responsabilidadesconcretas a fijar. De esta forma, es posible caracterizarel marco jurídico en el cual tienen que funcionar.

Pero este marco jurídico debe incluir no solo la crea-ción y función de los entes respectivos, sino también

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las relaciones entre los distintos entes y la naturaleza,características y formas de uso de los medios a utili-zar.

Lamentablemente, no siempre se ha trabajado contal forma de programación institucional. En su lugar,hemos encontrado numerosos ejemplos en sentidocontrario. Es decir, que se dictó la ley primero, se crea-ron luego los entes, se les asignaron funciones y des-pués, en la práctica, se verificó si las funciones asig-nadas estaban totalmente ajustadas a lo que se quería.

Este defecto metodológico tiene menor importan-cia en el Estado liberal, que confía principalmente enla acción privada.

Por eso, la forma juridicista de crear institucionesempezando por la ley no es tan peligrosa para los de-signios de los conductores de ese Estado.

En cambio, para nuestro país el problema es dife-rente. Necesitamos más gobierno y más eficiencia enel mismo, puesto que lo concebimos como un verda-dero proveedor de servicios a la comunidad. Para ellotiene que programar funcionando, como un sistemade vasos comunicantes. En él debe eliminarse el des-pilfarro de recursos, porque cada recurso desperdi-ciado representa un servicio menos que se le presta alciudadano y al país.

Por lo tanto, no podemos copiar el método juridi-cista que ha sido útil para el Estado liberal.

El Estado liberal, mientras no tuvo necesidad deelevar al máximo la eficiencia del gobierno, pudo per-mitirse actuar con muchas instituciones formalmenteestablecidas y una burocracia adecuada a sus estatu-tos jurídicos, pero sus servicios al país no guardaron

relación con las verdaderas necesidades sociales.También se ha visto una interesante evolución el

problema institucional.En la época liberal, la intervención estatal ha sido

naturalmente escasa, porque ello respondía a su pro-pia filosofía. Cuando el justicialismo empezó a serviral país, nuestra concepción exigió un incremento dela intervención estatal. Junto a esto pusimos el pesoque otorgaba la ley a la autoridad del

Poder Ejecutivo. Este procedimiento fue criticadocomo “autoritarista”.

Fue necesario adoptar dicha actitud, porque tenía-mos que forzarnos en la obtención de un justo medioque nos alejara de extremos indeseables.

Luego, cuando se produjo la reacción liberal, el ni-vel de intervención estatal era elevado, precisamentepor la naturaleza misma de los problemas que el Esta-do Argentino tenía que afrontar.

Como el gobierno liberal que nos sucedió no supover las razones de ese crecimiento, se encargó de des-truir la administración pública y realizó su labor gol-peando muy especialmente sobre el servidor público,ahora tenemos que reconstruir una administraciónpública adaptada a nuestras necesidades. Para ello,debemos hacer un serio esfuerzo para jerarquizar alfuncionario público, restituyéndole la dignidad queel país le había reconocido.

Por supuesto no necesitamos saturarnos de funcio-narios. Debemos tener solo los que nos hagan falta,pero con el máximo nivel de capacidad y responsabi-lidad que corresponda a cada cargo.

Mi experiencia anterior me ha enseñado que la

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conducción gubernamental necesita de una admi-nistración pública vigorosa y creativa. De lo contra-rio, la labor de conducción no llega al ciudadano,por bien inspirada que esté.

Por otra parte, constituir las instituciones primeroy conferirles funciones después ha dado lugar al na-cimiento de burocracias que, sin objetivos claros,concluyen siendo un fin en sí mismas y sirviendosolo a su autoconservación.

Tales burocracias sirven exclusivamente paraproponer lo que es visible para el gobierno de tur-no. Debemos procurar, precisamente, lo contrario:ajustar las estructuras de poder a lo que el país ne-cesita.

Si no procedemos con esa mentalidad, será im-posible introducir cambios de fondo, porque la efi-ciencia de la administración pública resulta limita-da por las propias restricciones institucionales yporque esas burocracias han aprendido que duranmás los que menos deciden.

La exigencia de un modelo

Cuando caractericé el Modelo Argentino y expu-se sus objetivos principales, quedó claro que cons-tituye una exigencia prospectiva que debe contri-buir a consolidar la Patria por la que todos brega-mos.

Ahora es evidente, además, que la experienciamundial y el propio proceso histórico argentino con-ducen, rectamente, a la misma necesidad. Volvemosentonces al comienzo de este trabajo añadiendo, al

concepto de modelo y a sus objetivos, la clara con-ciencia de su inexorabilidad histórica.

A ello debemos agregar que, para elaborar conprecisión un Modelo Argentino, es conveniente unaevaluación orgánica de la situación presente, lo queresulta imposible sin una perspectiva histórica: lahistoria no es una acumulación de etapas inconexassino un proceso generativo, dinámico y constante.

De ahí que en modo alguno puede proponerseun modelo estático y cerrado para una Argentina enconstante transformación. Nuestro Modelo Argen-tino debe presentar el dinamismo de todo lo que sevincula con el devenir de un Pueblo. Por esa razón,los argentinos debemos juzgar al Modelo Argentinocomo una propuesta abierta a sucesivas correccio-nes para estar en armonía con la fascinante vitali-dad de la historia.

En síntesis, tenemos la responsabilidad históri-ca de definir el país que deseamos, con el propósitode abandonar las luchas internas que desgastannuestra esperanza y nos desvían del camino por elque podemos y debemos transitar.

Nuestra Patria tiene todo lo necesario para quesus hijos sientan el gozo infinito de la vida. Diosnos ha brindado riquezas incalculables, solo faltaque asumamos la decisión irrevocable de realizar laempresa que nos aguarda.

Cada uno de mis conciudadanos, cada grupo so-cial y político que sienta el deber de contribuir a lagrandeza del país deberá formular sus sugerenciaspara que este Modelo sea cada vez más un ideal devida nacional

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En el Modelo Argentino, nuestra sociedad futuradebe responder, con absoluta plenitud, al conceptode Comunidad Organizada.

Pero esta organización no puede entenderse comola construcción de una máquina fría, rígidamente tra-bada, donde los mecanismos de poder nublen la con-ciencia del hombre y lo conviertan en un engranajedespojado y vencido.

El hombre es principio y fin de la Comunidad Or-ganizada, por lo que no puede haber realización his-tórica que avasalle la libertad de su espíritu. No hayorganización posible si el hombre es aniquilado porun aparato externo a su propia existencia.

La Comunidad Organizada no es, por lo tanto, unacomunidad mecanizada donde la conciencia indivi-dual se diluye en una estructura que no puede másque sentir como ajena.

Pero tampoco estoy predicando un desencadena-miento de individualismo como modo de vida en elque la competencia feroz transforme al hombre en unlobo para sus semejantes. La solución ideal debe elu-dir ambos peligros: un colectivismo asfixiante y unindividualismo deshumanizado.

Nuestra comunidad solo puede realizarse en lamedida en que se realicen cada uno de los ciudada-nos que la integran.

Pero “integrar” significa para nosotros “integrarse”,

y la condición elemental de la integración del ciuda-dano en la comunidad es que la sienta como propia,que viva en la convicción libre de que no hay diferen-cia entre sus principios individuales y los que alientasu Patria.

Esto solo es posible si la comunidad defiende au-ténticamente los más altos intereses del espíritu hu-mano. De lo contrario, el necesario equilibrio entre elhombre y la comunidad se destruye irreparablemen-te. El carácter de “organizada” de la comunidad quenuestro Modelo defiende, alude simplemente a eseequilibrio, a una básica armonía que justifica y da sen-tido a la existencia.

Estoy convencido de que la comunidad organiza-da es el punto de partida de todo principio de forma-ción y consolidación de las nacionalidades, no soloen el presente sino también en el futuro.

En nuestra patria se han perdido -y se siguen per-diendo- muchas vidas procurando la organizaciónnacional. A la luz de este hecho, resulta claro que he-mos llegado a cierto grado de organización del Esta-do, pero no hemos alcanzado a estructurar la comuni-dad organizada. Más aún, muchas veces los poderesvertidos en el Estado trabajaron para que no se organi-zase el pueblo en comunidad.

La comunidad debe ser conscientemente organi-zada. Los pueblos que carecen de organización pue-

Segunda parteLA COMUNIDAD ORGANIZADA

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den ser sometidos a cualquier tiranía. Se tiraniza loinorgánico, pero es imposible tiranizar lo organizado.Además, como una vez expresé, la organización es loúnico que va más allá del tiempo y triunfa sobre él.

Para organizar una comunidad se requiere la con-currencia de muchos factores.

En primer lugar, nada se edifica sin claridad deobjetivos, sobre la base de una ideología común quereúna a hombres que sienten de la misma manera loque se considera fundamental para el país. Sabemosque esto se concreta en una doctrina que abre un am-plio espacio de coincidencia aceptado por la mayoríade la comunidad para ponerlo en práctica en su orga-nización.

Es necesario, además, instaurar un inalienable prin-cipio de objetividad. Que la organización sea objetivasignifica que todo fundamento de estructuración debeprescindir de abstracciones subjetivas, recordando quela realidad es la única verdad. Y no puedo pensar otrocriterio de objetividad que no sea la presencia de la vo-luntad del pueblo como guardián de su propio destino.

Para que esto sea posible deberemos alcanzar un altogrado de conciencia social, que entiendo como la iden-tificación por parte del hombre de sus derechos invio-lables, sin enajenar la compresión de sus deberes.

Por último, si tuviera que decidirme por un factoraglutinante, optaría por la solidaridad social, comofuerza poderosa de cohesión que solo un pueblo ma-duro puede hacer germinar.

Estos factores colaboran para que la comunidadorganizada constituya un verdadero sistema, en lamedida en que está armónicamente estructurada en

todos los niveles que la integran.La asimilación de estos conceptos es muy impor-

tante porque si es cierto que la comunidad organizadaconfigura en su misma naturaleza un sistema, debenesperarse de ella los mejores resultados posibles.

La organización de la comunidad implica una ta-rea ardua que requiere programación, participacióndel ciudadano, capacitación y sentido del sistema parasu orden y funcionamiento.

Considero imperioso refirmar que la organizaciónde la comunidad -al igual que todas las organizacio-nes- debe estar en manos de quienes posean, a travésde su acción y experiencia, innegable vocación de ser-vicio público, aptitud de conducción, y capacidadconcreta para el estudio de las cuestiones relativas aldesarrollo social del país.

Tales ciudadanos deben representar solamente in-tereses legítimos y aspiraciones justas, actuando, porotra parte, con absoluta y radical autenticidad.

No debe olvidarse que las organizaciones sirvenen la práctica, básicamente, por la calidad de los diri-gentes que están en su frente. Cuando la organizaciónsupera al hombre y lo subordina, toda la idea de laconducción como arte de gobernar desaparece por ladebilidad de funcionamiento del sistema.

La comunidad organizada debe conformarse a tra-vés de: una conducción centralizada en el nivel supe-rior del gobierno, donde nadie discute otro derechoque el de sacrificarse por el pueblo; una ejecucióndescentralizada y un pueblo libremente organizadoen la forma que resulte más conveniente a los finesperseguidos.

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En síntesis, unidad de conducción, descentraliza-ción de ejecución, y una concepción que emane delsentir del pueblo, son las pautas básicas para la orga-nización. La pluralidad del pensamiento y las críticasconstructivas configuran elementos esenciales de esamisma forma de organización y funcionamiento.

Cuando la comunidad argentina esté completamen-te organizada, será posible realizar lo que sigo inter-pretando como misión de todos los ciudadanos: hacertriunfar la fuerza del derecho y no el derecho de lafuerza.

Me parece indudable que solo la libre decisión esindispensable cuando la áspera garra de la dependen-cia lo constriñe. De ahí que comunidad organizadasignifica, en última instancia, comunidad liberada.

2. El hombre, la familia, la sociedady la culturaEl hombre argentino

He afirmado repetidamente que el hombre es prin-cipio y fin de la comunidad organizada. Es por elloque nuestro propósito de construir y consolidar unacomunidad nacional no puede eludir una básica yprimaria definición: ¿qué debemos pedirle a nuestrohombre argentino para realizar la inaplazable tarea quele espera? ¿sobre qué valores y principios asentará suexistencia en orden a realizarse como ciudadano enun país grande y libre?

No tengo la inmodestia de intentar perfilar un ar-quetipo eterno e inmutable de argentino; solo quieroaproximarme conmovido a algo de lo que todo hom-

bre lleva permanente, como huellas concretas de lamano de Dios.

Nuestra filosofía justicialista ha insistido en losvalores y principios permanentes como fundamentoespiritual insoslayable. En esa medida admite que elhombre argentino debe encarnar caracteres que soncomunes a todos los hombres que mantengan incon-movible su dignidad.

Requiere del hombre de nuestra tierra lo que debeintegrar la esencia de cualquier hombre de bien: au-tenticidad, creatividad y responsabilidad. Pero solouna existencia impregnada de espiritualidad en plenaposesión de su conciencia moral puede asumir estosprincipios, que son el fundamento único de la másalta libertad humana, sin la cual el hombre pierde sucondición de tal.

En un primer enfoque, podría parecer que si serplenamente argentino consiste en la asunción de losprincipios universales mencionados, no hay diferen-cia entre lo que requiérese de nuestro hombre y loque debiera requerirse de un ciudadano de cualquierlatitud del mundo. En tal sentido, el adjetivo “argenti-no” sería un rótulo prescindible. No faltarán quieneselaboren este argumento; serán los mismos que hansostenido, durante muchos años, que el argentino noexiste como sujeto histórico autónomo, que no es másque una suerte de prolongación, agónica y desconcer-tada, del hombre europeo, o una híbrida fusión demúltiples fuentes.

Olvidarán lo más importante: el hombre no es unser angélico y abstracto. En la constitución de su esen-cia está implícita su situación, su conexión con una

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tierra determinada, su inserción es un proceso histó-rico concreto. Ser argentino significa también esto:saber, o al menos intuir, que ser lúcido y activo habi-tante de su peculiar situación histórica, forma partede la plena realización de su existencia. Es decir, ha-bitante de su hogar, de la Argentina, su patria.

Por lo tanto, lo que realmente distingue al argenti-no del europeo o del africano es su radical correspon-dencia con una determinada situación geopolítica, suíntimo compromiso moral con el destino de la tierraque lo alberga, y su ineludible referencia a una histo-ria específica que perfila lentamente la identidad delpueblo.

Su pertenencia a esta historia y no a otra, su habi-tar en esta situación y no en otra, su apertura a undestino irreductiblemente propio, basta para que aque-llos principios esenciales que todo hombre atesora seconcreten de una manera única e irrepetible configu-rando la esencia del hombre argentino y conquistan-do para él un tiempo singular y definitivo en la histo-ria del mundo.

Si en esto consiste la esencia de nuestro hombre,mi humilde pedido se reduce a solicitar a cada argen-tino que actualice en profundidad su adherencia a estatierra, que recuerde que sobre su compromiso y suautenticidad brotarán las semillas de una Patria Justa,Libre y Soberana.

La familia y la sociedad

Pese a los embates de una creciente anarquía delos valores esenciales del hombre y la sociedad que

parece brotar en diversas partes del mundo, la familiaseguirá siendo, en la comunidad nacional por la quedebemos luchar, el núcleo primario, la célula socialbásica cuya integridad debe ser celosamente resguar-dada.

Aunque parezca prescindible refirmarlo, el matri-monio es la única base posible de constitución y fun-cionamiento equilibrado y perdurable de la familia.

La indispensable legalidad conforme a las leyesnacionales no puede convertirse en requisito únicode armonía. Es preciso que nuestros hombres y muje-res comprendan la constitución del matrimonio conuna insobornable autenticidad, que consiste en com-prenderlo no como un mero contrato jurídico, sinocomo una unión de carácter trascendente.

Si esto es así, nuestros ciudadanos no deben asu-mir la responsabilidad del matrimonio si no intuyenen profundidad su carácter de misión.

Misión que no solo consiste en prolongar la vidaen esta tierra, sino en proyectarse hacia la comunidaden cuyo seno se desenvuelve. Esto implica compren-der que, como toda misión radicalmente verdadera,supera incesantemente el ámbito individual para in-sertar a la familia argentina en una dimensión social yespiritual que deberá justificarla ante la historia denuestra patria.

Tomando en cuenta estos aspectos, es convenientereafirmar la naturaleza de los vínculos que deben unira los miembros de la familia.

La unidad de ideales profundiza el matrimonio, leconfiere dignidad ética, contribuye a robustecer en elhombre y en la mujer la forma de conciencia de la

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gravedad de su misión, de su nítida responsabilidadtanto individual como social, histórica y espiritual.

No cabe duda de que no siempre existe la posibili-dad de comprender espontáneamente lo que he ca-racterizado como misión. No es posible prescindir, porlo tanto, de un adecuado proceso formativo que debedefinirse crecientemente, y cuya finalidad consiste nosolo en sentar las bases para una unión duradera, sinoen gestar en la pareja la comprensión radical del sen-tido último del matrimonio. Este sentido, entendidocomo misión, se concreta, ya lo he dicho, en una radi-cal dimensión espiritual y en su verdadera resonan-cia histórico-social.

Para que la familia argentina desempeñe el rol so-cial necesario, sus integrantes deberán tener en cuen-ta algunos principios elementales en sus relaciones.Así, estimo que el vínculo entre padres e hijos deberegirse sobre la base de la patria potestad, no entendi-da como un símbolo de dominio, sino como un prin-cipio de orientación fundado en el amor.

El niño necesita de la protección paterna para ayu-darlo a identificar su función social y para ello es lógi-co que los padres deben usar la gravitación naturalque tienen sobre sus hijos.

Por ese camino contribuirán a consolidar la escalade valores que asegurará para el futuro que de ese niñosurja el ciudadano que necesita nuestra comunidad,en lugar de un sujeto indiferente y ajeno a los proble-mas de su país.

Es la solidaridad interna del grupo familiar la queenseña al niño que amar es dar, siendo ese el punto departida para que el ciudadano aprenda a dar de sí todo

lo que le sea posible en bien de la comunidad.En esto, la mujer argentina tiene reservado un pa-

pel fundamental. Es ella, con su enorme cantidad deafecto, la que debe continuar asumiendo la enormeresponsabilidad de ser el centro anímico de la familia.

Independientemente de ello, nuestra aspiraciónpermanente será que en la sociedad argentina cadafamilia tenga derecho a una vida digna, que le aseguretodas las prestaciones vitales. Entonces habrá que fi-jar el nivel mínimo de esas prestaciones, para que nin-guna familia se encuentre por debajo de él en la de-mocracia social que deseamos.

El Estado tiene la obligación especial de adoptarmedidas decisivas de protección de la familia y nopuede eludir ese mandato bajo ningún concepto.

Olvidar esa exigencia llevaría a la comunidad asembrar dentro de ella las semillas que habrán de des-truirla.

No olvidemos que la familia es, en última instan-cia, el tránsito espiritual imprescindible entre lo indi-vidual y lo comunitario. Una doble permeabilidad severifica entre familia y comunidad nacional; por unaparte, esta inserta sus valores e ideales en el seno fa-miliar; por otra, la familia difunde en la comunidaduna corriente de amor que es el fundamento impres-cindible de la justicia social.

Quiero realizar, en fin, una invocación sincera a lafamilia argentina.

Asistimos, en nuestro tiempo, a un desolador pro-ceso: la disolución progresiva de los lazos espiritualesentre los hombres. Este catastrófico fenómeno debe supropulsión a la ideología egoísta e individualista, se-

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gún la cual toda realización es posible solo como desa-rrollo interno de una personalidad clausurada y enfren-tada con otras en la lucha por el poder y el placer.

Quienes así piensan solo han logrado aislar al hom-bre del hombre, a la familia de la Nación, a la Nacióndel mundo. Han puesto a unos contra otros en la com-petencia ambiciosa y la guerra absurda.

Todo este proceso se funda en una falacia: la decreer que es posible la realización individual fuera delámbito de la realización común.

Nosotros, los argentinos, debemos comprender quetodo miembro -particular o grupal- de la sociedad quedeseamos, logrará la consecución de sus aspiracionesen la medida en que alcancen también su plena reali-zación las posibilidades del conjunto.

No puede concebirse a la familia como un núcleodesgajado de la comunidad, con fines ajenos y hastacontrarios a los que asume la Nación. Ello conduce ala atomización de un pueblo y al debilitamiento desus energías espirituales que lo convierten en fácilpresa de quienes lo amenazan con el sometimiento yla humillación.

A la luz de lo expuesto acerca de la familia, nues-

tra sociedad solo puede definirse como organizada.Sabemos, por lo tanto, que la integración del hom-

bre en esa sociedad presupone y concreta esa básicaarmonía que es principio rector en nuestra doctrina.

Será, además, eminentemente nacional y cristia-na, tomando plena conciencia de que su dimensiónnacional no solo no es incompatible con una proyec-ción universalista, sino que constituye un insoslaya-ble requisito previo.

La sociedad que deseamos debe ser celosa de supropia dignidad, y esto solo es posible si está dotadade una poderosa resonancia ética.

El grado ético alcanzado en la sociedad imprime elrumbo del progreso del pueblo, crea el orden y asegu-ra el uso feliz de la libertad. La diferencia que mediaentre extraer provechosos resultados de una victoriasocial o anular en el desorden, depende de la profun-didad del fundamento moral.

La armonía y la organización de nuestra comuni-dad no conspirará contra su carácter dinámico y crea-tivo. Organización no es sinónimo de cristalización.

La sociedad que nuestro Modelo define no será enmodo alguno estática.

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indice

AntecedentesDiscurso ante la Asamblea Legislativa. 1º de Mayo de 1974Primera parteFundamentación

1. Ideología y Doctrina Nacional2. El Modelo Argentino y el Justicialismo

Objetivos del modelo argentino1. Un Ámbito de Coincidencia Nacional2. La Futura Comunidad Argentina3. Orientación para las distintas áreas4. Guía programática y político-administrativa5. La liberación y la integración

Antecedentes histórico-políticos que conducen al modelo argentino1. Las enseñanzas del proceso histórico mundial2. La situación histórica argentina

En el ámbito politicoEn el ámbito económicoEn el ámbito socialLa FamiliaEn el ámbito culturalEn el ámbito científico - tecnológico.En el ámbito ecológicoEn el ámbito institucionalLa exigencia de un modelo

Segunda parte1. La comunidad organizada2. El hombre, la familia, la sociedad y la cultura

El hombre argentinoLa familia y la sociedad