MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA SOBRE SU ASUNCIÓN

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MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA SOBRE SU ASUNCIÓN A SANTA BRÍGIDA Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos, y alabanza que la Señora hace de san Jerónimo. CAPÍTULO 45 Dícele a la Santa la Madre de Dios: ¿Qué te ha dicho ese que presume de sabio, acerca de que la carta de mi amigo san Jerónimo que habla de mi Asunción, no debe leerse en la Iglesia de Dios, porque le parece que en ella dudó el Santo acerca de mi Asunción, porque dijo que no sabía si yo había subido al cielo en cuerpo o no, ni quiénes me llevaron? Yo, la Madre de Dios, le respondo a ese maestro, que san Jerónimo no dudó de mi Asunción; más, puesto que Dios no reveló claramente esta verdad, no quiso san Jerónimo definir de un modo explícito lo que Dios no había revelado. Pero acuérdate, hija mía, de lo que antes te dije, que san Jerónimo era compasivo con las viudas, espejo de los verdaderos monjes, y vindicador y defensor de la verdad, y que alcanzó para ti aquella oración con que me saludaste. Mas ahora añado que san Jerónimo fué como medio manejable, por el cual hablaba el Espíritu Santo, y una llama inflamada con aquel fuego que vino sobre mí y sobre los apóstoles en el día de Pentecostés. Felices, pues, los que oyen y

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MENSAJE DE LA VIRGEN MARA SOBRE SU ASUNCIN A SANTA BRGIDAAsuncin de la Virgen Mara en cuerpo y alma a los cielos, y alabanza que la Seora hace de san Jernimo.

CAPTULO 45

Dcele a la Santa la Madre de Dios: Qu te ha dicho ese que presume de sabio, acerca de que la carta de mi amigo san Jernimo que habla de mi Asuncin, no debe leerse en la Iglesia de Dios, porque le parece que en ella dud el Santo acerca de mi Asuncin, porque dijo que no saba si yo haba subido al cielo en cuerpo o no, ni quines me llevaron?

Yo, la Madre de Dios, le respondo a ese maestro, que san Jernimo no dud de mi Asuncin; ms, puesto que Dios no revel claramente esta verdad, no quiso san Jernimo definir de un modo explcito lo que Dios no haba revelado.

Pero acurdate, hija ma, de lo que antes te dije, que san Jernimo era compasivo con las viudas, espejo de los verdaderos monjes, y vindicador y defensor de la verdad, y que alcanz para ti aquella oracin con que me saludaste. Mas ahora aado que san Jernimo fu como medio manejable, por el cual hablaba el Espritu Santo, y una llama inflamada con aquel fuego que vino sobre m y sobre los apstoles en el da de Pentecosts. Felices, pues, los que oyen y siguen estas sus doctrinas.Admirable vida de la Virgen Mara despus de la Ascensin de su divino Hijo. Hblase tambin de la Asuncin de esta Seora en cuerpo y alma.

CAPTULO 46

Acurdate, hija ma, dice la Virgen a la Santa, que hace varios aos elogi a san Jernimo acerca de mi Asuncin; pero ahora voy a referirte esta misma Asuncin.

Despus de la Ascensin de mi Hijo viv yo bastantes aos en el mundo, y qusolo Dios as, para que viendo mi paciencia y mis costumbres, se convirtieran al Seor muchas almas, y cobrasen fuerza los apstoles de Dios y otros escogidos. Tambin la natural disposicin de mi cuerpo exiga que viviera yo ms tiempo, para que se aumentase mi corona; pues todo el tiempo que viv despus de la Ascensin de mi Hijo, visit los lugares en que l padeci y mostr sus maravillas.

Su Pasin estaba tan fija en mi corazn, que ya comiese, ya trabajase, la tena siempre fresca en mi memoria, y hallbanse mis sentidos tan apartados de las cosas del mundo, que de continuo estaba inflamada con nuevos deseos, y alternativamente me afliga la espada de mis dolores. Mas no obstante, moderaba mis alegras y mis penas sin omitir nada perteneciente a Dios, y viva entre los hombres sin atender ni tomar nada de lo que generalmente gusta, sino una escasa comida.

Respecto a que mi Asuncin no fu sabida de muchos ni predicada por varios, lo quiso Dios, que es mi Hijo, para que antes se fijase en los corazones de los hombres la creencia de su Ascensin, porque stos eran difciles y duros para creer su Ascensin, y mucho ms lo hubieran sido, si desde los primeros tiempos de la fe se les hubiese predicado mi Asuncin.

Asuncin de la Virgen Mara, con notable revelacin sobre el fin del mundo.

CAPTULO 47

Dice la Virgen a la Santa: Como cierto da, transcurridos algunos aos despus de la Ascensin de mi Hijo, estuviese yo muy ansiosa con el deseo de ir a estar con l, vi un ngel resplandeciente como antes haba visto otros, el cual me dijo: Tu Hijo, que es nuestro Dios y Seor, me enva a anunciarte que ya es tiempo de que vayas a l corporalmente, para recibir la corona que te est preparada. Y yo le respond: Sabes t acaso el da y hora en que he de salir de este mundo? Y me contest el ngel: Vendrn los amigos de tu Hijo, quienes darn sepultura a tu cuerpo. Enseguida desapareci el ngel, y yo me prepar para mi trnsito, visitando segn mi costumbre todos los lugares donde mi Hijo haba padecido.

Hallbase un da suspenso mi nimo en la admiracin del amor de Dios, y en aquella contemplacin llense mi alma de tanto jbilo, que apenas poda caber en s, y con semejante consideracin sali de mi cuerpo. Pero qu cosas y cun magnficas vi entonces mi alma, y con cunta gloria la honraron el Padre, el Hijo y el Espritu Santo, y por cunta muchedumbre de ngeles fu elevada al cielo, ni t podras comprenderlo, ni yo te lo quiero decir, antes que se separen tu alma y tu cuerpo, aun cuando algo de todo esto te manifest en aquella oracin cotidiana que te inspir mi Hijo.

Los que conmigo estaban en la casa en el momento de yo expirar, conocieron bien por el desacostumbrado esplendor, que notaron, que alguna cosa de Dios pasaba entonces conmigo. Vinieron los amigos de mi Hijo enviados por disposicin divina, y enterraron mi cuerpo en el valle de Josafat, y los acompaaron infinitos ngeles como los tomos del sol; pero los espritus malignos no se atrevieron a acercarse. A los pocos das de estar mi cuerpo sepultado en la tierra, subi al cielo con muchedumbre de ngeles. Y este intervalo de tiempo no es sin grandsimo misterio, porque en la hora sptima ser la resurreccin de los cuerpos, y en la hora octava se completar la bienaventuranza de las almas y de los cuerpos.

La primera hora fu desde el principio del mundo hasta el tiempo en que se di la ley a Moiss; la segunda desde Moiss hasta la Encarnacin de mi Hijo; la tercera, cuando mi Hijo instituy el bautismo y mitig la austeridad de la ley; la cuarta, cuando predicaba de palabra y lo confirmaba con su ejemplo; la quinta, cuando mi Hijo quiso padecer y morir, y cuando resucit de la muerte, y probaba su resurreccin con positivos argumentos; la sexta, cuando subi al cielo y envi su Espritu Santo; la sptima, cuando vendr a juzgar y todos resucitarn con sus cuerpos para el juicio; la octava cuando se cumplirn todas las cosas que fueron prometidas y profetizadas, y entonces ser la bienaventuranza perfecta; entonces se ver Dios en su gloria, y los santos resplandecern como el sol, y ya no habr ms dolor alguno.

ASUNCIN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARA POR SAN BUENAVENTURALa cual es ms hermosa que el sol y sobrepuja a todo el orden de las estrellas, y si se compara con la luz, le hace muchas ventajas. Captulo 7 de la Sabidura.

En estas palabras, la gloriosa Emperatriz, ensalzada sobre los coros de los ciudadanos celestiales, es recomendada por el Espritu Santo, y con recomendacin perfecta, en cuanto a su asuncin a los cielos; y es recomendada por tres cualidades que hacen recomendable en extremo a cualquiera noble seora, a saber: la hermosura perfecta, la suprema nobleza y el resplandor de la sabidura. En cuanto a la perfecta hermosura, se recomienda aqu al ser llamada ms hermosa que el sol; en cuanto a la suprema nobleza, al ser sublimada y elevada sobre todas las estrellas, o sea, sobre todos los Santos: y en cuanto al resplandor de la sabidura, al ser ilustrada, en parangn con la luz de la eterna sabidura, desde ms cerca que las dems criaturas.

I.Digo, pues, que es recomendada en primer lugar por su perfecta hermosura, cuando se dice: Es ms hermosa que el sol; y, realmente, la serensima Virgen fue en su asuncin ms hermosa que el sol, ya por ser ms semejante que l ala fuente de toda hermosura, ya por haberse acercado ms a sta y con mejor disposicin para recibir sus destellos en grado perfecto, o ya, finalmente, porque por su hermosura fue a la sazn ms noble que el sol. -Puede, por tanto, ser llamada en su asuncin ms hermosa que el sol, por haber sido entonces ms semejante que l a la fuente de toda belleza. Porque as como la estrella que es ms semejante al sol de este mundo sobrepuja en claridad a las dems, as tambin sobresale por su belleza entre todas las criaturas racionales aquella que es ms semejante al Sol de eternos resplandores, fuente de origen de toda hermosura.

Esta criatura fue en la asuncin la Virgen reina, porque si, en sentir de Hugo, la fuerza del amor transforma al amante en la semejanza del amado, y Mara ha sido transformada en la semejanza de ste por modo superior a todas las criaturas hasta ser llamada el resplandor de la luz eterna, y un espejo sin mancilla de la majestad de Dios, y una imagen de su bondad, hemos de deducir que sobrepuj al sol y a los otros seres en hermosura. De ella puede decirse aquello del captulo 6 de Jeremas: Yo te he comparado, hija de Sin, a una hermosa y delicada doncella, como si dijera: A la hermosa Trinidad ya una delicada doncella he comparado la hija de Sin, o sea la Virgen Mara; lo de hija significa doncella delicada, segn las palabras de Dios en el;captulo 31 de Ezequiel: No hubo en el paraso de Dios un rbol semejante a l, ni de tanta hermosura. Porque yo lo hice tan hermoso. De igual modo dice San Bernardo: La regia Virgen, enjoyada del alma y del cuerpo, atrajo hacia s la mirada de los moradores del cielo, hasta el punto de inclinar tambin el nimo del Rey eterno a quererla con delirio.

Puede tambin llamarse ms hermosa que el sol, porque en la asuncin estuvo ms cercana a la fuente de toda hermosura y con mejor disposicin para recibir sus destellos a causa de la mltiple gracia, y especialmente por razn de la pureza virginal; y estando elevada sobre el sol y los astros, estrechamente unida a su Hijo dulcsimo por el amor, supera a todas las criaturas en hermosura; y sta es la causa de que en el captulo 1 del libro tercero de los Reyes se pongan en boca de los ngeles las siguientes y simblicas palabras: Buscaremos para el rey, nuestro seor, una virgen jovencita: he aqu indicada la pureza virginal; que est con l y le abrigue: he aqu indicada la unin de amor; y buscaron por todas las tierras de Israel una jovencita hermosa. -Tambin puede ser llamada ms hermosa que el sol por haber sido entonces ms noble que el sol a causa de su hermosura, pues en aquel entonces fue elevada hasta la majestad del rey imperial y eterno, segn se lo dice el Profeta: Con esa tu gallarda y hermosura camina, avanza prsperamente y reina. y ni el sol podra conseguir tal dignidad, ni tampoco criatura alguna, por ms que brille al exterior en esta vida, si carece de la hermosura de la gracia y de la virtud.

II.En segundo lugar, es recomendada con razn por su nobleza suprema, cuando se indica estar ms elevada que todas las estrellas, sobrentendindose en stas los Bienaventurados, esplendentes con fulgores de gloria, segn leemos en el captulo 3 de Baruc: Las estrellas fueron llamadas, y respondieron aqu estamos, y resplandecieron gozosas de servir al que las cri. Al decir, pues, que la Santsima Virgen sobrepuja a todo el orden de las estrellas, has de entender que es ms esclarecida en su asuncin que todos los Santos, y esto por tres cosas que ennoblecen y elevan espiritualmente al hombre: en primer lugar, la afluencia de espirituales delicias; despus, la abundancia de las riquezas eternas, y, por fin, la excelencia de la dignidad o condicin.

Se dice que fue ennoblecida y sublimada sobre todos los Santos por la afluencia de delicias, en que de un modo singular los aventajaba, por lo cual en el captulo 8 de los Cantares exclaman los ngeles, admirados de su asuncin: Quin es sta que sube del desierto rebosando delicias, apoyada en su amado? Rebosaba en estas delicias ms que la celeste congregacin de los Santos, no slo en cuanto al alma, sino tambin en cuanto al cuerpo, el cual piadosamente se cree, y tambin se prueba, haber sido glorificado en la asuncin del alma. -Se afirma igualmente que fue ennoblecida sobre todos los Santos por la abundancia de las eternas riquezas, pues a todos ellos sobreexcedi en las de la gloria y gracia, en las de virtudes y premios, en las de dones y bienaventuranzas, con que ahora enriquece al mundo y sustenta el en el universo; consiguiendo, con su intercesin, a unos la gloria, a otros la gracia, a otros la remisin de los crmenes ya otros el tesoro de las o. De virtudes; por lo cual se dice en el captulo 31 de los Proverbios: Muchas son las hijas que han allegado riquezas, mas a todas has t aventajado. Y a ella se pueden aplicar las palabras del captudo 8 de los Proverbios: Yo amo a los que me aman, y me hallarn los que madrugaren a buscarme.

En mi mano estn las riquezas y la gloria, la opulencia y la justicia. Fue, por fin, enriquecida sobre todos los Santos, en cuanto a la excelencia de la dignidad o condicin; porque, siendo Madre del supremo Emperador, es por su dignidad y condicin la ms digna de todas las criaturas; y por esta causa no sin razn fue elevada sta sobre ellas y colocada a la derecha de su Hijo en magnificentsimo sitial. Con toda exactitud fue esto prefigurado en el captulo 2 del libro tercero de los Reyes. Habiendo venido, en efecto, Betsab a ver al rey Salomn, o sea, la Virgen Mara en su asuncin a su eterno y pacfico Hijo, levantse el rey a recibirla, llevando en su compaa la legin entera de los Santos; y la salud con profunda reverencia, esto es, le tribut reverencia filial, y sentse el rey en su trono, y pusieron un trono para la madre del rey, la cual se sent a su derecha, como de nobilsima condicin, segn las palabras que se leen en el ltimo captulo del Apocalipsis: Yo soy la raz y la prosapia de David, el lucero brillante de la maana. Todo debido a que, sin detrimento de su inte gridad virginal, dio a luz a un nio de nobilsima condicin, segn aque llas palabras: El Santo que de ti nacer ser llamado Hijo de Dios. Era tambin de justicia conceder la plenitud de la dignidad y de la gloria a quien le fue concedida la plenitud de la gracia, a diferencia de las dems criaturas, a las que tanto la gracia como la gloria se otorga slo parcialmente. Por eso se dice en el captulo 12 del Apocalipsis: Apareci un gran prodigio en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas.

Esta mujer es la Virgen reina, que se describe vestida del sol, esto es, con la hermosura del Sol de justicia; y la luna debajo de sus pies, o sea, la gloria mundana valerosamente menospreciada, la cual crece y de crece como la luna; y en su cabeza una corona de doce estrellas, esto es, todo el honor y dignidad, gloria, excelencia y nobleza de condicin concedidos a los doce rdenes de Santos significados en las doce estrellas resplandecientes, nueve de las cuales se refieren a los espritus celestiales y tres al triple estado de los hombres: el de los activos, de los contemplativos y el de los prelados; pues toda la dignidad y gloria concedida a ellos en parte, se otorg totalmente a la Santsima Virgen.

III.Se recomienda, en tercer lugar, por el resplandor de la sabidura, porque, comparada con la luz de la sabidura eterna, aventaja en ella a todos los seres. Pues del mismo modo que la Luz increada, o sea, la divina Sabidura, a todo sobrepuja en cuanto a la iluminacin, en conocimiento y gobierno de todas las criaturas, as tambin esta Virgen sobrepasa en estas tres cosas a los dems seres.

Si se compara, pues, con la luz de la Sabidura divina, aventaja en claridad a las dems criaturas, porque as como aqulla est sobre todas las criaturas en cuanto a la iluminacin que les da, puesto que es ella la que ilumina y confiere esplendor a todos los hombres por la luz de la razn y, en cuanto de s depende, por la de la gracia, segn las palabras del captulo 1 de San Juan: Era la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, as esta Virgen, iluminada ms que todos los San tos por dicha Sabidura, con sus piadosos ruegos ilumin, por la luz de la gracia, ms que nadie, a todo el mundo. Por eso se escribe en el captulo 16 de la Sabidura: Era necesario adorarte antes de amanecer; y en el 13 de Tobas: Brillars con luz resplandeciente y sers adorada en todos los trminos de la tierra, como si dijera: T, santa, brillars con la luz resplandeciente de la sabidura eterna, o sea, obtendrs para los otros el esplendor de la gracia. Del mismo modo se dice en el captulo 3 del Eclesistico: Mustranos la luz de tus piedades, infunde tu temor en las naciones que no han pensado en buscarte, a fin de que entiendan que no hay otro Dios sino t.

Comparada igualmente con la luz de la Sabidura eterna, sobre puja en claridad a las dems criaturas, pues as como la luz divina excede cuanto existe en el conocimiento de todas las cosas, puesto que las intuye con la mxima perspicacia, segn se afirma en el captulo 2 de Daniel: Conoce las cosas que se hallan en medio de las tinieblas, pues la luz est con l; y en el 23 del Eclesistico: Los ojos del Seor son mucho ms luminosos que el sol, y descubren todos los procederes de los hombres y lo profundo del abismo, y ven hasta los ms recnditos senos del corazn humano; y en el 13 de Daniel: Oh Dios eterno, que conoces las cosas ocultas, que sabes todas las cosas aun antes de que sucedan! , as esta Seora, comparada, en cuanto a esto, con la luz de la Sabidura eterna, aventaja a todas las criaturas. Por cuya razn se le puede aplicar aquello del captulo 6 de la Sabidura: Pondr en claro su conocimiento.

Adems, comparada con la Luz eterna, aventaja en sabidura a las dems criaturas, porque as como la Luz divina sobrepuja a la creacin entera en cuanto al gobierno y direccin de cuanto existe, segn lo escrito en el captulo 49 de Isaas: Yo te he destinado para ser luz de las naciones, a fin de que t seas mi salud hasta los trminos de la tierra; por cuya causa se dice en el captulo 1 de San Lucas: Para alum brar a los que yacen en las tinieblas y en la sombra de la muerte, para enderezar nuestros pasos por el camino de la paz, as tambin la bienaventurada Virgen est por encima de todas las cosas en este particular; y por ello se dice en el captulo 7 del libro de la Sabidura: Propuse tenerla por luz, porque su resplandor es inextinguible; y en el captulo 42 de Isaas: Te he puesto para ser el reconciliador del pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos y saques de la crcel a los condenados. Lo cual ella misma nos obtenga con sus ruegos de Aquel que vive y reina eternamente por los siglos de los siglos. Amn.

EN LA ASUNCIN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARA: DE LOS DOS RECIBIMIENTOS, DE CRISTO Y DE MARAPor San Bernardo

1.Subiendo hoy a los cielos la Virgen gloriosa, colm sin duda los gozos de los ciudadanos celestiales con copiosos aumentos, pues ella fu la que, a la voz de su salutacin, hizo saltar de gozo a aquel que an viva encerrado en las maternas entraas. Ahora bien, si el alma de un -prvulo an no nacido se derriti en castos afectos luego que habl Mara, cul pensamos sera el gozo de los ejrcitos celestiales cuando merecieron or su voz, ver su rostro y gozar de su dichosa presencia? Mas nosotros, carsimos, qu ocasin tenemos de solemnidad en su asuncin, qu causa de alegra, qu materia de gozo?

Con la presencia de Mara se ilustraba todo el orbe, de tal suerte que aun la misma patria celestial brilla ms lucidamente iluminada con el resplandor de esta lmpara virginal. Por eso con razn resuena en las alturas la accin de gracias y la voz de alabanza, pero para nosotros ms parece debido el llanto que el aplauso. Porque no es, por ventura, natural, al parecer, que cuanto de su presencia se alegra el cielo otro tanto llore su ausencia este nuestro inferior mundo? Sin embargo, cesen nuestras quejas, porque tampoco nosotros tenemos aqu ciudad permanente, sino que buscamos aquella a la cual Mara pursima llega hoy. Y si estamos seala. dos por ciudadanos suyos, razn ser que, aun en el destierro, aun sobre la ribera de los ros de Babilonia, nos acordemos de ella, tomemos parte en sus gozos y participemos de su alegra., especialmente de aquella alegra que con mpetu tan copioso baa hoy la ciudad de Dios, para que tambin percibamos nosotros las gotas que destilan sobre la tierra. Nos precedi nuestra reina, nos precedi, y tan gloriosamente fu recibida, que confiadamente siguen a su Seora los siervecillos clamando: Atrenos en pos de ti y correremos todos al olor de tus aromas. Subi de la tierra al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de misericordia, trate los negocios de nuestra salud devota y eficazmente.

2.Un precioso regalo envi al cielo nuestra tierra hoy, para que, dando y recibiendo, se asocie, en trato feliz de amistades, lo humano a lo divino, lo terreno a lo celestial, lo nfimo a lo sumo. Porque all ascendi el fruto sublime de la tierra, de donde descienden las preciossimas ddivas y los dones perfectos. Subiendo, pues, a lo alto, la Virgen bienaventurada otorgar copiosos dones a los hombres. Y cmo no dar? Ni le falta poder ni voluntad. Reina de los cielos es, misericordiosa es; finalmente, Madre es del Unignito Hijo de Dios. Nada hay que pueda darnos ms excelsa idea de la grandeza de su poder o de su piedad, a no ser que alguien pudiera llegar a creer que el Hijo de Dios se niega a honrar a su Madre o pudiera dudar de que estn como impregnadas de la ms exquisita caridad las entraas de Mara, en las cuales la misma caridad que procede de Dios descans corporalmente nueve meses.

3.Y estas cosas, ciertamente, las he dicho por nosotros, hermanos, sabiendo que es dificultoso que en pobreza tanta se pueda hallar aquella caridad perfecta que no busca la propia conveniencia. Mas con todo eso, sin hablar ahora de los beneficios que conseguimos por su glorificacin, si de veras la amamos nos alegraremos inmensamente al ver que va a juntarse con su Hijo. S, nos alegraremos y le daremos el parabin, a no ser que, como est lejos de nosotros, quisiramos mostrarnos ingratos con aquella que nos dio al autor de la gracia. Hoy es recibida la Virgen en la celestial Jerusaln por Aquel a quien ella recibi al venir a este mundo; pero quin ser capaz de expresar con palabras con cunto honor fue recibida, con cunto gozo, con cunta alegra? Ni en la tierra hubo jams lugar tan digno de honor como el templo de su seno virginal, en el que recibi Mara al Hijo de Dios, ni en el cielo hay otro solio regio tan excelso como aquel al que sublim hoy para Mara el Hijo de Mara. Feliz uno y otro recibimiento, inefables ambos, porque ambos a dos trascienden toda humana inteligencia. Ms a qu fin se recita hoy en las iglesias de Cristo aquel pasaje del Evangelio en que se significa cmo la mujer bendita entre todas las mujeres recibi al Salvador? Creo que a fin de que este recibimiento que hoy celebramos se pueda conocer de algn modo por aqul, o, ms bien, a fin de que, segn la inestimable gloria de aqul, se conozca tambin que esta gloria es inestimable. Porque quin, aunque pueda hablar con las lenguas de los hombres y de los ngeles ser capaz de explicar de qu modo, sobreviniendo el Espritu Santo y haciendo sombra la virtud del Altsimo, se hizo carne el Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas Cmo el Seor de, la majestad, que no cabe en el uni. verso de las criaturas, se, encerr a s mismo, hecho hombre, dentro de las entraas virginales?

4.Pero y quin ser suficiente para pensar siquiera cun gloriosa ira hoy la reina del mundo y con cunto afecto de devocin saldra toda la multitud de los ejrcitos celestiales a su encuentro? Con qu cnticos sera acompaada hasta el trono de la gloria, con qu semblante tan plcido, con qu rostro tan sereno, con qu alegres abrazos sera recibida del Hijo y ensalzada sobre toda criatura con aquel honor que Madre tan grande mereca, con aquella gloria que era digna de tan gran Hijo? Felices enteramente los besos que imprima en sus labios cuando mamaba y cuando le acariciaba la madre en su regazo virginal. Mas, por ventura, 110 los juzgaremos ms felices los que de la boca del que est sentado a la diestra del Padre recibi hoy en la salutacin dichosa, cuando suba al trono de la gloria cantando el cntico de la Esposa y diciendo: Bseme con el beso de su boca? Porque cuanta mayor gracia alcanz en la tierra sobre todos los dems, otro tanto ms obtiene tambin en los cielos de gloria singular. Y si el ojo no vio ni el odo oy, ni cupo en el corazn del hombre lo que tiene Dios preparado a los que le aman; lo que prepar a la que le engendr y (lo que es cierto para todos) a la que am ms que a todos, quin lo hablar? Dichosa, por tanto, Mara, y de muchos modos dichosa, o recibiendo al Salvador o siendo ella recibida del Salvador. En lo uno y en lo otro es admirable la dignidad de la Virgen Madre; en lo uno y en lo otro es amable la dignacin de la Majestad. Entr, dice, Jess en un castillo y una mujer le recibi en su casa. Pero ms bien nos debemos ocupar en las alabanzas, pues se debe emplear este da en elogios festivos. Y pues nos ofrecen copiosa materia las palabras de esta leccin del Evangelio, maana tambin, concurriendo, nosotros juntamente, ser comunicado sin envidia lo que se nos d de arriba, para que en la memoria de tan grande Virgen no slo se excite la devocin, sino que tambin sean edificadas nuestras costumbres para aprovechamiento de la conducta de nuestra vida, en alabanza y gloria de su Hijo, Seor nuestro, que es sobre todas las cosas Dios bendito por los siglos. Amn.

VISION DE LA ASUNCIN DE NUESTRA SEORA POR SOR MARA DE JESS DE AGREDA

De la "Mstica Ciudad de Dios". 3ra. parte, lib. VIII, cap. 21.Quin es sta, que va subiendo cual aurora naciente bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejrcito formado en batalla? (Cant. 6, 9.)

El da tercero que el alma santsima de Mara gozaba de esta gloria para nunca dejarla, manifest el Seor a los santos su voluntad divina de que volviese al mundo y resucitase su sagrado cuerpo unindose con l, para que en cuerpo y alma fuese otra, vez levantada a la diestra de su Hijo santsimo, sin esperar a la general resurreccin de los muertos.

La conveniencia de este favor y la consecuencia que tena con los dems que recibi la Reina del cielo y con su sobreexcelente dignidad, no la podan ignorar los santos, pues a los mortales es tan creble que, an cuando la santa Iglesia no la aprobara, juzgramos por impo y estulto al que pretendiera negarla.

Pero conocironla los bienaventurados con mayor claridad, y la determinacin del tiempo y hora, cuado en s mismo les manifest su eterno decreto y cuando fue tiempo de hacer esta maravilla, descendi del cielo el mismo Cristo nuestro Salvador, llevando a su diestra el alma de su beatsima Madre, con muchas legiones de ngeles y los padres y profetas antiguos.

Y llegaron al sepulcro en el valle de Josafat y estando todos a la vista del virginal templo habl el Seor con los santos y dijo estas palabras:"Mi Madre fue concebida sin mcula de pecado, para que de su virginal sustancia pursima y sin mcula me vistiese de la humanidad en que vine al mundo y le redim del pecado. Mi carne es carne suya, y ella cooper conmigo en las obras de la redencin, y as debo resucitarla como yo resucit de los muertos, y que esto sea al mismo tiempo y a la misma hora, porque en todo quiero hacer a mi semejante".

Todos los antiguos santos de la naturaleza humana agradecieron este beneficio con nuevos cnticos de alabanza y gloria del Seor. y los que especialmente se sealaron fueron nuestros primeros padres Adn y Eva, y despus de ellos Santa Ana, San Joaqun y San Jos, como quien tena particulares ttulos y razones para engrandecer al Seor en aquella maravilla de su omnipotencia.

Luego la pursima alma de la Reina con el imperio de Cristo su Hijo santsimo entr en el virginal cuerpo y le inform y resucit, dndole nueva vida inmortal y gloriosa y comunicndole los cuatro dotes de claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza, como correspondientes a la gloria del alma, de donde se derivan a los cuerpos.

Con estos dotes sali Mara santsima en alma y cuerpo del sepulcro, sin remover ni levantar la piedra con que estaba cerrado y porque es imposible manifestar su hermosura, belleza y refulgencia de tanta gloria no me detengo en esto. Bstame decir que, como la divina Madre dio a su Hijo santsimo la forma de hombre en su tlamo virginal y se la dio pura, limpia, sin mcula e impecable para redimir al mundo, as tambin en retorno de esta ddiva la dio el mismo Seor en esta resurreccin y nueva generacin otra gloria y hermosura semejante a S mismo.

Luego desde el sepulcro se orden una solemnsima procesin con celestial msica por la regin del aire, por donde se fue alejando para el cielo empreo. Y sucedi esto a la misma hora que resucit Cristo nuestro Salvador, domingo inmediato despus de media noche; y as no pudieron percibir esta seal por entonces todos los apstoles fuera de algunos que asistan y velaban al sagrado sepulcro.

Entraron en el cielo los santos y ngeles con el orden que llevaban, y en el ltimo lugar iban Cristo nuestro Salvador y "a su diestra la Reina vestida de oro de variedad, como dice David, y tan hermosa que pudo ser admiracin de los cortesanos del cielo. Convirtironse todos a mirarla y bendecirla con nuevos jbilos y cnticos de alabanza.

All se oyeron aquellos elogios misteriosos que dej escritos Salomn:"Salid, hijas de Sin, a ver a vuestra Reina, a quien alaban las estrellas matutinas y festejan los hijos del Altsimo. Quin es sta que sube del desierto, como varilla de todos los perfumes aromticos? Quin es sta que se levanta como la aurora, ms hermosa que la luna, electa como el sol y terrible como muchos escuadrones ordenados? Quin es sta que asciende del desierto asegurada en su dilecto y derramando delicias con abundancia? Quin es sta en quien la misma divinidad hall tanto agrado y complacencia sobre todas sus criaturas y la levanta sobre todas al trono de su inaccesible luz y majestad? Oh maravilla nunca vista en los cielos!, oh novedad digna de la sabidura infinita!, oh prodigio de esa omnipotencia que as la magnificas y engrandeces!".

Con estas glorias lleg Maria santsima en cuerpo y alma al trono real de la beatsima Trinidad, y las tres divinas Personas la recibieron en l con un abrazo indisoluble.

El eterno Padre le dijo: Asciende ms alta que todas las criaturas, electa ma, hija ma y paloma ma.

El Verbo humanado dijo: Madre ma, de quien recib el ser humano y el retorno de mis obras con tu perfecta imitacin, recibe ahora el premio de mi mano que tienes merecido.

El Espritu Santo dijo: Esposa amantsima, entra en el gozo eterno que corresponde a tu fidelsmo amor y goza sin cuidados, que ya pas el invierno del padecer y llegaste a la posesin eterna de nuestros abrazos.

All qued absorta Mara santsima entre las divinas Personas y como anegada en aquel pilago interminable y en el abismo de la divinidad; los santos llenos de admiracin, de nuevo gozo accidental.

RELATO DE LA VIRGEN SOBRE SU ASUNCIN A AMPARO CUEVAS VIDENTE DE EL ESCORIALEl 15 de agosto de 1986 la Virgen Mara relata a Amparo Cuevas, la vidente de El Escorial (Espaa) como fue su asuncin al los cielos. Comienza relatando algo de su vida para luego contar su trnsito a los cielos: la llamada a los apstoles, los preparativos de stos, su pedido para que su cuerpo no sea tocado por nadie, y la visin de la venida de el Seor a buscarla, el recibimiento de Dios Padre en los cielos y del Espritu Santo...

Hija ma, quiero que participes hoy de alguna parte del trnsito de mi vida terrestre a la del Cielo, hija ma. Primero mi alma y todo mi cuerpo.

Cuando Dios mi Creador mand a un cortesano para comunicarme que iba a ser Madre del Verbo Humanado, mis entraas se estremecieron de gozo en ese mismo instante.

Luego, hija ma, cuando naci el Verbo y lo tuve en mis brazos, tambin sent un gran gozo; esta criatura no era digna de ser Madre de Dios mi Creador, pero mi cuerpo se estremeci de una gran alegra. Pero luego, el dolor atraves mi Corazn de parte a parte por una espada.

Cuando el Nio iba creciendo y acariciaba sus manitas, vea sus clavos en ellas y sus manos manchadas de sangre; esa Vctima inocente...

Cuando acariciaba sus cabellos rubios como el oro, hija ma, entre mis dedos tocaba las espinas que un da iban a punzar su cabeza. Esa cabecita tan pequea sera baada en sangre por los pecados de los hombres.

Cuando le vea que vena con sus bracitos abiertos a abrazar a su Madre, vea sobre ellos la Cruz que atravesara sus manos de parte a parte. Cuando acariciaba sus pies, vea los clavos atravesados de un lado a otro.

Mi Corazn sufri mucho tiempo, hija ma, porque vio, desde Nio, la amargura que iba a pasar mi Hijo.

Luego, cuando iba creciendo, vea su rostro tan bello -esa belleza no era de este mundo-...

Vea sus grandes ojos y ese rostro tan divino, lleno de hermosura, cmo iba a quedar desfigurado por la maldad de los hombres, hija ma. Todo esto lo sufri mi Corazn.

Luego, cuando mi Hijo iba creciendo, le acompaaba en sus predicaciones y mi Corazn rebosaba de gozo, hija ma. Pero esa espada segua clavada dentro de mi Corazn.

Y el dolor ms grande fue cuando me qued en este destierro tanto tiempo sola, en silencio, para reparar los pecados que los hombres cometeran a la Iglesia de mi Hijo; y qued aqu para dar testimonio de esa Iglesia; porque mi Hijo la hizo santa, pero los hombres la han desartificiado (1), Con la santidad que tena!...

Luego, cuando lleg mi hora, despus de mucho tiempo de dolor y de silencio, recogimiento y de reparacin de los pecados de las almas, sent este gran gozo de ser mi alma transportada al Cielo. Dios, mi Creador, me hizo ver este momento feliz que vas a ver, hija ma.

LUZ AMPARO: Veo a la Virgen orando en una cosa cuadrada de madera, de rodillas; est orando por los pecados de la Humanidad. Dice que su hora se acerca, que slo faltan tres das.

Llama a los ngeles que la acompaan y les dice:Id a Roma y avisad a Pedro. Que tambin venga Pablo y vengan todos los Apstoles. Comuncales que su Madre y Reina va a dejar este mundo. Ha llegado la hora...

Dice:Gracias, Dios, mi Creador, que me vas a hacer participar de tu gloria.

Ay, cuntos llegan! Ay!, Pedro, Pablo, Juan tambin, Santiago -Es l?-, Andrs, l es. se, Cul es? Manuel, otro... Ay, cuntos llegan! Quin son todos sos? Ah!, son discpulos.

Los llamaPedro. Qu va a hacer?Y les dice a todos... -Huy, cuntos!-:

Sentaos, hermanos mos; tengo que daros una dura noticia; muchos no lo sabis. Me ha comunicado un cortesano que Mara, nuestra Madre, nos va a dejar. Siento un gran dolor dentro de mi corazn. Siempre nos ha protegido y nos ha guiado. Ha sido nuestra Madre y nuestra Reina y nuestro refugio aqu, en la Tierra.

Est llorando; todos lloran...No s si podr seguir dndoos la noticia, hermanos mos; la garganta se me hace....

Ay, pobrecito, cmo llora!Ah! Se me despedaza el corazn. Se nos va, Ay! Pero tenemos que ser fuertes. Ay!, t, Juan, vete y dedica todo tu tiempo a estar con Ella y prepara todo para su trnsito.

Cmo lloran, pobrecitos! Ay! Miran al Cielo y dicen:Dios celestial....

Ay, los deja solos! Ayyy! Pedro dice:

Siempre estaremos con Ella. Esta amargura que siente nuestro corazn -Ay!-, un da se convertir en felicidad estando cerca de Ella. Tenis que ser fuertes. Ya no tenemos una Madre que nos proteja y nos gue y nos aconseje; pero hay que seguir; y todos daremos la vida por Jess. Seremos fuertes!.

Se van; bendice a todos; se van llorando todos. Llegan ah, a donde estn esas mujeres de ah...

Ay! Dnde ests, pobrecita? (Se refiere a la Virgen). Ya ests preparada?... Ay! Est ah acostada en esa..., eso es un tarimn de sos, igual que lo que haba all, en mi pueblo. El tarimn ese... Ay! Est acostada ah. Pero, Qu guapa ests!

Ay! Llegan todos y se ponen ah, a su alrededor. Inclinan la cabeza (Luz Amparo, de rodillas, imita ese gesto e inclina la cabeza hasta el suelo).

Ay!, la saludan. Ella se levanta. Pedro no quiere.No os movis, Seora,le dice.

Huy! Qu va a hacer? Pobrecita, si ya no puede!... No tiene fuerza. Ay!, se pone de rodillas.

Le dice a Pedro:Pedro, quiero seguir dando testimonio de la Iglesia hasta mi ltimo momento aqu, en la Tierra. Os repito, como os deca mi Hijo: seguid predicando y amaos unos a otros.

Ay, pobrecitos todos!

(Prosigue la Virgen).Quiero que uno por uno me deis vuestra bendicin. He hecho en todo la voluntad de Dios para dar testimonio de la Iglesia. He orado, he reparado los pecados de los hombres.

Pero, si algo hice mal, o algo malo hice con vosotros, os pido perdn; dadme vuestra bendicin. T, Pedro, tienes que ser fuerte. Sufrirs mucho. T Pablo, tambin. Juan tambin; Andrs y Santiago y todos vosotros. Yo he sido una buena Madre para todos; pero perdonad si alguna falta he cometido contra vosotros.

(Contina Luz Amparo emocionada pintando la escena). Le da Pedro la bendicin. Ay, pobrecito! Ay, los otros tambin! Uno por uno, todos, todos... Ay, ay, pobrecita! Pero si Ella no necesita tantas cosas...

Os pido que se cumpla, Pedro, mi ltima voluntad, la que ped a mi Hijo: que mi cuerpo no sea tocado por nadie.

S que has mandado a Juan para que las doncellas entren y perfumen todo mi cuerpo; pero mi ltima voluntad es que mi cuerpo no sea tocado por nadie.

Toda mi vida, nadie ha visto mi cuerpo. Slo mi rostro, para ser conocida, he dejado al descubierto.

Tambin te pido, Pedro: tengo dos tnicas de gran valor regaladas por mi prima Isabel. Ruego las repartas a estas doncellas que tan bien y tan humildemente han vivido conmigo durante toda su vida. Tambin os digo: perseverad en la caridad y perseverad en la humildad.

Todos lloran. Agachan las cabezas y la saludan. Ay, pobrecita! Se pone Ella sobre la tarima. Todos agachan el rostro al suelo.

Pedro dice:Adis, Reina y Seora de todo lo creado. Madre nuestra, ruega ante Dios celestial que nos d fuerzas para poder amar hasta el fin de nuestra vida al Divino Redentor, a Dios nuestro Creador y a Vos, Madre bendita. Que seamos fieles vasallos en la Tierra hasta los siglos de los siglos.

Oy!, Qu tiene en el pecho? La Virgen tiene en el pecho una gran luz, como un sagrario, ah... Oy, eso es!... Ay!, Qu es eso?

En la hora de mi muerte doy testimonio de la Eucarista. En este sagrario he conservado a mi Hijo durante toda mi vida. He reparado las ofensas que han hecho los seres humanos y los sacrilegios que han cometido con este divino Cuerpo.

Oy, est ah en el centro! Ay, viene a por Ti! Sale de ah el Seor! Ay, ay, ay, qu cosas!... Ay, y sale de ah! Ay!

He llevado conmigo, durante toda mi vida, este tabernculo sagrado.

Ay, ay! Huy, qu luz tiene! Huy, qu guapa ests! Ay, ah ests T tambin! Oy!, viene a transportar a su Madre, Tambin? Quin viene tambin ah? Todos? Ay, sa es la madre de la Virgen!, Tambin? Y su padre. Huy!, todos los que nac... Huy!, los que se murieron antes. Estn todos ah juntos. Huyyy! Todos van a acompaarla, Todos!

Ya se ha dormido. Oy, pobrecita! Ay, ay, no la toquis, porque no quiere! (Luz Amparo -segn comentario posterior- intenta desdoblar un pliegue del manto de la Virgen y nota que la ropa est rgida. En las imgenes se ve claro el ademn de Amparo, la cual expresa su extraeza). Ay! Pero, Cmo tiene esto as? Est pegado! Uh!...; ay!, el traje est pegado a la tabla, Ay!, porque nadie podr tocar su cuerpo. Huy!... Ay, el Seor, pobrecito, va con Ella tambin! Pues, si te has muerto antes, Cmo ests... todos ah? Puf, huyyy, cuntos ngeles, cuntos, cuntos!

Buuuy! A dnde la vais a llevar ahora? Ay, qu luz! Y cmo cantan todos! Todos cantan. Le hacen una reverencia con la cabeza hasta el suelo. Ya se la van a llevar. Huy, pobrecitos! Pobrecita! Dnde la llevis? Mira, qu da tambin, el Viernes Santo!...

Tambin se muere Ella? O Se duerme?... Y qu calor! Hace el mismo calor que cuando te -uh!-..., te estabas en la Cruz T. Ay, Seor, qu grande eres! Dnde la vais a llevar?

La llevar con todos mis cortesanos, todos los profetas, todos los mrtires, todos los santos, Adn y Eva..., al Valle de Josafat.

Huy..., ay! Ay!, don..., Otra vez la...? Pues, si es igual que lo Tuyo la piedra esa. Van a meter ah? Uuuh!

Por ser Madre de Dios, resucitar igual que yo, al tercer da. Su alma ser llevada al Paraso y su cuerpo permanecer tres das en este mismo lugar.

Huy..., bueno! Huy, una se queda y otra se va. Es el alma! Huy, cmo es!...

Ay, qu luz!... Ay, sale una luz de ah! Ay!, Dnde la llevis ya?

Pues est ah, est ah. Ay!, se es el espritu, y se es el cuerpo.

Bueno, qu lo! Ay!, Dnde va a entrar? Qu voz se oye! Una voz -Qu fuerte!- la llama:

Sube, hija ma, amada ma, entra en el trono que hay preparado para Ti. Nadie ha pisado en este lugar. Slo tu planta virginal es la que pisar.

Uf! Hala, todos!... Qu luces! Ahora la misma que ha subido baja, huy..., se mete ah dentro del sepulcro! Huy, cmo se mueve ese otro cuerpo! Huyyy, qu cosas..., qu luz..., huy, qu luz! Ay, se la llevan ya!... Ay, cmo sube con todos los ngeles!

Se vuelve a or la voz:

Sube, Mara, hija ma. Ya has dejado ese destierro de dolor y te sentars en el trono como Emperatriz de Cielo y Tierra.

Ahora se oye otra voz, que es la del Verbo:

Madre ma, Sube, sube!, que estamos esperando en el trono que tenemos preparado para Ti. Gracias, Madre, por haberme alimentado y criado con tu leche virginal.Sers casi igual a m. Todos los ttulos sern concedidos por las tres Divinas Personas; por el Padre, por el Hijo, que soy el Verbo.

Y el Espritu Santo le dice:

Ven, Esposa ma, amada ma, paloma ma, ven, que sers coronada y tendrs gran poder sobre el mundo y para salvar a la Humanidad. Tu planta virginal aplastar al enemigo, y sers Reina de Cielo y Tierra.

Ay, ay, le ponen esa corona!... Ay, qu guapa ests!

Pero nadie pisar este lugar; ni aun los serafines ni los querubines. Est preparado slo para Ti.

Ay, ay, qu grande es eso! Ay, ay! Ayyy!... Vuelven a reverenciar los ngeles todos. Ay, ay!...

(Tras larga pausa interviene un ngel):

Reina y Seora, aqu estamos postrados a tus plantas virginales. Somos vasallos tuyos; ordnanos, que haremos cuanto nos ordenes...(Luz Amparo expresa admiracin).

TESTIMONIOS MSTICOS SOBRE LA ASUNCIN DE LA VIRGEN MARAPara estos testimonios nos basaremos en las revelaciones privadas hechas a Santa Isabel de Schoenau (1129-1164), a Santa Brgida de Suecia (1307-1373), a la Venerable Sor Mara de Agreda (1602-1665) y a la Venerable Ana Catalina Emmerich (1774-1824), testimonios que se encuentran recopilados en el libro "The Life of Mary as seen by the Mystics" (La Vida de Mara vista por los Msticos) de Raphael Brown (Nihil Obstat & Imprimatur 8-junio-1951). Uniremos estos testimonios en un solo relato, con el fin de poder seguir mejor la secuencia de los hechos relatados.

La Santsima Virgen Mara supo cundo iba a morir y supo que iba a morir en oracin y recogimiento. Al conocer esto, pidi a su Hijo la presencia de los Apstoles para la ocasin. As, por avisos especiales del Cielo, los Apstoles comenzaron a reunirse en Jerusaln.

La maana del da de su partida, la Madre de Dios convoc a los Apstoles y a las santas mujeres al Cenculo. La Virgen se arrodill y bes los pies de Pedro y tuvo una emotiva despedida con cada uno de los otros once, pidindoles la bendicin. A Juan agradeci con especial afecto todos los cuidados que haba tenido para con ella.

Despus de un rato de recogimiento, la Santsima Virgen habl a los presentes:Carsimos hijos mo y mis seores: Siempre os he tenido en mi alma y escritos en mi corazn, donde tiernamente os he amado con la caridad y amor que me comunic mi Hijo santsimo, a quien he mirado siempre en vosotros como en sus escogidos y amigos. Por su voluntad santa y eterna me voy a las moradas celestiales, donde os prometo, como Madre, que os tendr presentes en la clarsima luz de la Divinidad, cuya vista espera y ansa mi alma con seguridad. La Iglesia, mi madre, os encomiendo con exaltacin del santo nombre del Altsimo, la dilatacin de su ley evanglica, la estimacin y aprecio de las palabras de mi Hijo santsimo, la memoria de su vida y muerte, y la ejecucin de toda su doctrina. Amad, hijos mos, a la santa Iglesia y de todo corazn unos a otros con aquel vnculo de la caridad y paz que siempre os ense vuestro Maestro. Y a vos, Pedro, Pontfice santo, os encomiendo a Juan mi hijo y tambin a los dems.

Las palabras de despedida de la Seora causaron honda pena y ros de lgrimas a todos los presentes y llor tambin con ellos la dulcsima Mara, que no quiso resistir a tan amargo y justo llanto de sus hijos. Y despus de algn espacio les habl otra vez y les pidi que con ella y por ella orasen todos en silencio, y as lo hicieron.

En esa quietud sosegada descendi del Cielo el Verbo humanado en un trono de inefable gloria, y con dulcsimas palabras invit a su Madre a venir con El al Cielo: Madre ma carsima, a quien Yo escog para mi habitacin, ya es llegada la hora en que habis de pasar de la vida mortal y del mundo a la gloria de mi Padre y ma, donde tenis preparado el asiento a mi diestra, que gozaris por toda la eternidad. Y porque hice que como Madre ma entraseis en el mundo libre y exenta de la culpa, tampoco para salir de l tiene licencia ni derecho de tocaros la muerte. Si no queris pasar por la muerte, venid conmigo, para que participis de mi gloria, que tenis merecida.

Quera Jess llevarse a su Madre viva. Pero ella, indigna criatura, no puede pasar menos que su Hijo e Hijo de Dios. Postrse la prudentsima Madre ante su Hijo y con alegre semblante le respondi: Hijo y Seor mo, yo os suplico que vuestra Madre y sierva, entre en la eterna vida por la puerta comn de la muerte natural, como los dems hijos de Adn. Vos, que sois mi verdadero Dios, la padecisteis sin tener obligacin a morir; justo es que como yo he procurado seguiros en la vida, os acompae tambin en morir.

Aprob Cristo nuestro Salvador este ltimo sacrificio y voluntad de su Madre santsima y dijo que se cumpliese lo que ella deseaba. En este momento solemne, los Angeles comenzaron a cantar con celestial armona algunos versos del Cantar de los Cantares y otros nuevos. Sali tambin una fragancia divina que con la msica se perciba hasta la calle. Y la casa del Cenculo se llen de un resplandor admirable. La presencia del Seor fue percibida por varios de los Apstoles; los dems sintieron en su interior divinos y poderosos efectos, pero la msica de los Angeles la percibieron los Apstoles, los discpulos y muchos otros fieles que all estaban.

Al entonar los Angeles la msica, se reclin Mara santsima en su lecho, puestas las manos juntas sobre su pecho y los ojos fijos en su Hijo santsimo, y toda enardecida en la llama de su divino amor. Siente la Madre de Dios un abundante influjo del Espritu Santo que invade todo su cuerpo. Las fuerzas que se le iban eran reemplazadas por una fuerza de Amor. El Amor exceda la capacidad de su cuerpo. Y en esa entrega de Amor, sucede la dormicin de la Madre de Dios: sin esfuerzo alguno, su alma abandona el cuerpo y Mara queda como dormida.

Las facciones de la Virgen Santsima se transfiguran: pareca totalmente inflamada con el fuego de la caridad serfica, en su bellsimo semblante apareci una expresin de gozo celestial, acompaada de una suave sonrisa. Los presentes no saban si realmente se haba muerto. Todo era tan hermoso y suave que no era posible asociarlo con una muerte.

El sagrado cuerpo de Mara Santsima, que haba sido templo y sagrario de Dios vivo, qued lleno de luz y resplandor y despidiendo de s una admirable y nueva fragancia, mientras yaca rodeado de miles de Angeles de su custodia. El fulgor que irradiaba la Virgen Mara era el Espritu Santo. Fue una manifestacin especial que mostraba la grandeza de la Madre de Dios, ponindose de manifiesto lo que haba estado siempre escondido por la grandsima humildad de la ms humilde de las criaturas.

Los Apstoles y discpulos, entre lgrimas de dolor y jbilo por las maravillas que vean, quedaron como absortos por un tiempo y luego cantaron himnos y salmos en obsequio a su Madre. No saban qu hacer con ella, pues continuaba el fulgor y el aroma exquisito. La cubrieron con un manto, pero sin taparle el rostro, como era la costumbre con los dems muertos. Haba una barrera luminosa que impeda que se acercaran, mucho menos tocarla.

Para los Apstoles fue un momento de infusin del Espritu Santo, pues se haban vuelto a sentir abandonados. Para todos los dems fue un acontecimiento de grandes gracias.

La luz radiante que despeda, impeda ver el cuerpo de la Santsima Virgen. Pedro y Juan toman cada lado del manto sobre el cual estaba reclinada y levantan el cuerpo de Mara, dndose cuenta que era mucho ms liviano de lo esperado. As lo colocan en una especie de atad ... era como una caja. El resplandor traspasaba la caja.

Casi todo Jerusaln acompa el cortejo fnebre, tanto judos como gentiles, para presenciar esta maravillosa novedad. Los Apstoles llevaban el sagrado cuerpo y tabernculo de Dios, partiendo hacia las afueras de la ciudad, al sepulcro preparado en Getseman. Este era el cortejo visible. Pero adems de ste, haba otro invisible de los cortesanos del Cielo: en primer lugar iban los miles de Angeles de la Reina, continuando su msica celestial, que los Apstoles, discpulos y otros muchos podan escuchar, msica que continu durante el tiempo de la procesin y mientras el cuerpo permaneci en el sepulcro.

Descendieron tambin de las alturas otros muchos millares o legiones de Angeles, con los antiguos Patriarcas y Profetas, San Joaqun y Santa Ana, San Jos, Santa Isabel y el Bautista, con otros muchos santos que del Cielo envi nuestro Salvador Jesucristo para que asistiesen a las exequias y entierro de su beatsima Madre.

Llegados al sitio donde estaba preparado el privilegiado sepulcro de la Madre de Dios, los mismos dos Apstoles, Pedro y Juan, sacaron el liviano cuerpo del fretro, y con la misma facilidad y reverencia lo colocaron en el sepulcro. Juan lloraba y Pedro tambin. No queran dejarla. Era dejar a aqulla que los mantena unidos al Seor. Era su Madre.

Cubrieron el cuerpo con el manto y cerraron el sepulcro con una losa, conforme a la costumbre de otros entierros. Los Angeles de la Reina continuaron sus celestiales cantos y el exquisito aroma persista, mientras se poda percibir el fulgor que sala del sepulcro.

Los Apstoles, los discpulos y las santas mujeres oraban con mucho fervor, con mucha confianza, con mucho amor. Pero la Virgen Santsima no estaba all: estaba con Jess, ya que, inmediatamente despus de la dormicin, nuestro Redentor Jess tom el alma pursima de su Madre para presentarla al Eterno Padre, a quien le habl as en presencia de todos los bienaventurados: Eterno Padre mo, mi amantsima Madre, vuestra Hija, Esposa querida y regalada del Espritu Santo, viene a recibir la posesin eterna de la corona y gloria que para premio de sus mritos le tenemos preparada. Justo es que a mi Madre se le d el premio como a Madre; y si en toda su vida y obra fue semejante a M en el grado posible a pura criatura, tambin lo ha de ser en la gloria y en el asiento en el Trono de Nuestra Majestad .

El Padre y el Espritu Santo aprobaron este decreto por el cual el Hijo le peda al Padre un sitio especial para su Madre al lado de la Trinidad Santsima, como Madre y como Reina, para que as como El haba recibido de Ella su humanidad, recibiera ella ahora de El su gloria.

El da tercero que el alma santsma de Mara gozaba de esta gloria, manifest el Seor a los santos su voluntad divina de que Ella volviese al mundo y resucitase su sagrado cuerpo, para que en su cuerpo y alma fuese otra vez levantada a la diestra de su Hijo santsimo, sin esperar a la general resurreccin de los muertos. Y llegando al sepulcro, estando todos a la vista del cuerpo virginal de Mara, dijo el Seor a los Santos estas palabras:

Mi Madre fue concebida sin mcula de pecado, para que de su virginal sustancia pursima y sin mcula me vistiese de la humanidad en que vine al mundo y le redim del pecado. Mi carne es carne suya, y ella cooper conmigo en las obras de la redencin, y as debo resucitarla como Yo resucit de los muertos; y que esto sea al mismo tiempo y a la misma hora, porque en todo quiero hacerla semejante a M.

Luego la pursima alma de la Reina con el imperio de Cristo su Hijo santsimo, entr en el virginal cuerpo y le reanim y resucit, dndole nueva vida inmortal y gloriosa, comunicndole los cuatro dotes de claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza (*), correspondiente a la gloria del alma, de donde se derivan a los cuerpos.

Con estos dotes sali en alma y cuerpo del sepulcro Mara Santsima, extremadamente radiante, gloriosamente vestida y llena de una belleza indescriptible, sin que quedara removida ni levantada la piedra con que estaba cerrada la fosa.

Desde el sepulcro comenz una solemnsima procesin acompaada de celestial msica hacia el Cielo glorioso. Entraron en el Cielo los Santos y Angeles, y en el ltimo lugar iban Cristo nuestro Salvador y a su diestra la Reina vestida de oro de variedad, como dice David: De pie a tu derecha est la Reina, enjoyada con oro de Ofir , y tan hermosa, que fue la admiracin de todos los cortesanos del Cielo. All se oyeron aquellos elogios misteriosos que le dej escrito Salomn: Salid, hijas de Sin, a ver a vuestra Reina, a quien alaban las estrellas matutinas y festejan los hijos del Altsimo. Quin es sta que sube del desierto, como varilla de todos los perfumes aromticos? (Cant. 3,6) Quin es sta que se levanta como la aurora, ms hermosa que la luna, refulgente como el sol y terrible como muchos escuadrones ordenados? (Cant. 6,9) Quin es sta en quien el mismo Dios hall tanto agrado y complacencia sobre todas sus criaturas y la levanta sobre todas al trono de su inaccesible luz y majestad? Oh maravilla nunca vista en estos cielos! Oh novedad digna de la Sabidura Infinita!

Con estas glorias lleg Mara Santsima en cuerpo y alma al trono de la Beatsima Trinidad, y las Tres Divinas Personas la recibieron con un abrazo indisoluble. El Eterno Padre le dijo: Asciende ms alto que todas las criaturas, electa ma, hija ma y paloma ma . El Verbo humanado dijo: Madre ma, de quien recib el ser humano y el retorno de mis obras con tu perfecta imitacin, recibe ahora el premio de mi mano que tienes merecido. El Espritu Santo dijo: Esposa ma amantsima, entra en el gozo eterno que corresponde a tu fidelsmo amor y goza sin cuidados, que ya pas el invierno del padecer (Cant. 2,11) y llegaste a la posesin eterna de nuestros abrazos.

All qued absorta Mara Santsima entre las Divinas Personas y como anegada en aquel ocano interminable y en el abismo de la Divinidad. Los Santos, llenos de admiracin, se llenaron de nuevo gozo accidental. Era una gran fiesta en el Cielo.

Mientras tanto, aqu abajo, al lado del sepulcro, Pedro y Juan perseveraban junto con otros en la oracin, no sin lgrimas en los ojos. Al da tercero reconocieron que la msica celestial haba cesado, e inspirados por el Espritu Santo coligieron que la pursima Madre haba sido resucitada y llevada en cuerpo y alma al Cielo, como su Hijo amadsimo.

En la maana de la Asuncin de la Santsima Virgen al Cielo, estaban Pedro y Juan decidiendo si abrir o no el sepulcro. Lleg Toms de Oriente en esa hora. Al informrsele que ya Mara Santsima haba dejado el mundo de los vivos, Toms en medio de grandes llantos, suplicaba que le ensearan por ltima vez a la Madre de su Seor. Pedro y Juan, con gran veneracin procedieron a retirar la piedra. Entraron. No estaba ya en el sepulcro: slo quedaron el manto y la tnica. Juan sali a anunciar a todos que la Madre se haba ido con su Hijo.

Mientras cantaban himnos de alabanza al Seor y a su Santsima Madre, despus de haber repuesto la loza del sepulcro a su sitio, apareci un Angel que les dijo: Vuestra Reina y nuestra, ya vive en alma y cuerpo en el Cielo y reina en l para siempre con Cristo. Ella me enva para que os confirme en esta verdad y os diga de su parte que os encomienda de nuevo la Iglesia y conversin de las almas y dilatacin del evangelio, a cuyo ministerio quiere que volvis luego, como lo tenis encargado, que desde su gloria cuidar de vosotros .

All en el Cielo glorioso, mientras la Santsima Virgen Mara se encontraba postrada en profunda reverencia ante la Santsima Trinidad y absorta en el abismo de la Divinidad, las Tres Divinas Personas pronuncian el decreto de la Coronacin de la Madre de Dios, y Mara, la ms humilde de las criaturas, considerbase inmerecedora de semejante reconocimiento.

La Persona del Eterno Padre, hablando con los Angeles y Santos, dijo: Nuestra Hija Mara fue escogida y poseda de nuestra voluntad eterna la primera entre todas las criaturas para nuestras delicias, y nunca degener del ttulo y ser de hija que le dimos en nuestra mente divina, y tiene derecho a nuestro Reino, de quien ha de ser reconocida y coronada por legtima Seora y singular Reina. El Verbo humanado dijo: A mi Madre verdadera y natural le pertenecen todas las criaturas que por M fueron redimidas, y de todo lo que Yo soy Rey ha de ser ella legtima y suprema Reina. El Espritu Santo dijo: Por el ttulo de Esposa ma, nica y escogida, al que con fidelidad ha correspondido, se le debe tambin la corona de Reina por toda la eternidad.

Dicho esto, la Santsima Trinidad solemnemente coloc sobre la cabeza inclinada de Mara una esplendorosa y grandiosa corona de mltiples y brillantes colores que representan las gracias que recibimos a travs de Ella por voluntad de Dios.

As, el Padre le entrega todas las criaturas y todo lo creado por El. El Hijo le entrega todas las almas por El redimidas. Y el Espritu Santo todas las gracias que El desea derramar sobre la humanidad, porque todas nuestras cosas son tuyas, como t siempre fuiste nuestra .

El Padre Eterno anuncia a los Angeles y Santos en medio de esa Fiesta Celestial que sera Ella quien derramara todas las gracias sobre el mundo, que nada de lo que Ella pidiera le sera negado a quien era Reina de Cielo y Tierra.*************)Veamos las definiciones de las cualidades de los cuerpos gloriosos que nos da Royo Marn, en "Teologa de la Salvacin" : Claridad: cierto resplandor que rebosa al cuerpo, proveniente de la suprema felicidad del alma. Impasibilidad: gracia y dote que hace que no pueda ya el cuerpo padecer molestia, ni sentir dolor, ni quebranto alguno. Agilidad: se librar el cuerpo de la carga que le oprime y se podr mover hacia cualquier parte a donde quiera el alma con tanta velocidad, que no puede haberla mayor. Sutileza: el cuerpo bienaventurado se sujetar completamente al imperio del alma y la servir y ser perfectamente dcil a su voluntad. Es la espiritualizacin del cuerpo glorificado.

Fuente: homilia.org