Memoria

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- ¿Y de dónde sacó eso, Don XXXXXXX? - Me lo contó mi mamita y a ella se lo contó su mamá… Estas frases son un punto común en las conversaciones con cultores, personajes campesinos que han aprendido a ser patrimonio porque siempre en su familia se han mantenido las tradiciones y oficios más antiguos. Más antiguos que Chile mismo. Cantores, santiguadores, “mentirosos”, arregladores de angelitos y cuenta cuentos hacen que el público común se admire de una capacidad casi infinita para retener material, ya sean canciones, cuentos, rituales, en fin, fórmulas verbales que se han empleado por siglos y que aún perduran (con modificaciones locales) en todo nuestro territorio. ¿Cómo explicar esta habilidad? ¿De dónde proviene este don? La respuesta es un poco esquiva si se observa al cultor solamente cuando está frente a su “público”, pero parece bastante simple cuando se convive con ellos y se entiende la filosofía de vida que hay detrás. Siendo la mayoría de ellos agricultores, es decir, personas que solventan sus necesidades básicas a través del cultivo de la tierra, parece raro que sean tan buenos artistas y que sus repertorios sean tan amplios. Pero hay algo común en su discurso, todos se sienten parte de una comunidad y que tienen una misión a cumplir para con ella. Es por eso que mientras siembran, riegan y esperan al momento adecuado para cosechar, repasan su material a la espera de que llegué el día de contribuir con su saber y experticia. Aunque este no es el único factor. Debe considerarse también al cultor como un personaje que lleva su memoria a límites insospechados y la ejercita de continuo. ¿Cómo? Fácil, por no apoyarse en material escrito. Esto sucede por varios motivos. Primero: por provenir de una realidad donde el saber leer y escribir era un privilegio de las clases acomodadas. Segundo: porque en el caso de tener la posibilidad de desarrollar la palabra escrita, el acceso a material impreso era restringido.

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- ¿Y de dónde sacó eso, Don XXXXXXX?- Me lo contó mi mamita y a ella se lo contó su mamá…

Estas frases son un punto común en las conversaciones con cultores, personajes campesinos que han aprendido a ser patrimonio porque siempre en su familia se han mantenido las tradiciones y oficios más antiguos. Más antiguos que Chile mismo. Cantores, santiguadores, “mentirosos”, arregladores de angelitos y cuenta cuentos hacen que el público común se admire de una capacidad casi infinita para retener material, ya sean canciones, cuentos, rituales, en fin, fórmulas verbales que se han empleado por siglos y que aún perduran (con modificaciones locales) en todo nuestro territorio.¿Cómo explicar esta habilidad?¿De dónde proviene este don?La respuesta es un poco esquiva si se observa al cultor solamente cuando está frente a su “público”, pero parece bastante simple cuando se convive con ellos y se entiende la filosofía de vida que hay detrás.Siendo la mayoría de ellos agricultores, es decir, personas que solventan sus necesidades básicas a través del cultivo de la tierra, parece raro que sean tan buenos artistas y que sus repertorios sean tan amplios. Pero hay algo común en su discurso, todos se sienten parte de una comunidad y que tienen una misión a cumplir para con ella. Es por eso que mientras siembran, riegan y esperan al momento adecuado para cosechar, repasan su material a la espera de que llegué el día de contribuir con su saber y experticia. Aunque este no es el único factor. Debe considerarse también al cultor como un personaje que lleva su memoria a límites insospechados y la ejercita de continuo. ¿Cómo? Fácil, por no apoyarse en material escrito.Esto sucede por varios motivos. Primero: por provenir de una realidad donde el saber leer y escribir era un privilegio de las clases acomodadas. Segundo: porque en el caso de tener la posibilidad de desarrollar la palabra escrita, el acceso a material impreso era restringido. Tercero: porque todo el material oral pasaba de generación en generación, siendo repetido en incontables ocasiones frente a un auditor activo y consciente que lo atesoraba como lo que era, parte de su vida y de su cotidiano.Para nosotros, acostumbrados a tinta y papel; en la actualidad a pantallas centelleantes, volver atrás y hacer este ejercicio parece una tarea dantesca. Por suerte bastan un par de visitas al campo y ellos nos pueden enseñar técnicas que la Psicología Cognitiva desconoce aún para dar magia y sentido a uno de nuestros mejores recursos: la memoria.