Me da pena que la gente crezca - Julio Barco

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Poemario de Julio Barco, poeta peruano

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A Matías:

Estos versos encierran cierta enigmática nostalgia. Pareciera que hablamos de

un gran Poema, el cual tiene como personaje a cierta Mujer, que se vislumbra

entre ritmos como una madre, una joven, una muchacha embarazada. O quizá

tenga muchas mujeres: alguna en un cuarto jazzeado, camino de Puente

Trujillo, con la que escuchar aquella rolita punk. O quizá tenga a César Calvo

como colega de vaso alcohólico. Tal vez, una crítica implacable a la

virtualidad del amor que se explicita a través de la Internet y esas “personajas

susceptibles” del MSN. No lo sé. Estos versos simplemente me vibran del

cielo para adentro. Logran crear cierta atmósfera triste de aquel que se va.

Luego de leerlos, con esa deliciosa experiencia poética incorporándose al

Universo, olvidándose de Uno, comprobamos que esto es un dejo de

destrucción a la lengua formal, un asomarse de nuevo en aquellos Infras,

Zeros; a lo mejor una influencia específica en Perú o simplemente una muy

auténtica obra con estas influencias.

Pero, independientemente de cuanto descubrimos en ellos, sentimos ese halo

de un silencio que probablemente nos ponga un Barco hundiéndose en un mar

de versos, bacanamente deliciosos, por y para siempre.

J. A. (Septiembre del 2011)

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Para el que fui y soy y quizá no

seré. Para la música de Fito,

para G, para B

Para los guardianes del centeno

o los que sueñan (Arón) con

serlo.

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Pero yo sólo tengo estos versos. Nada queda sino

nuestra ternura. Ese incendio gratuito: una

forma de morir en un universo que no muere

nunca (a ver si lo entiendes)

R. B.

La fe no existía en nuestras AllStar.

La canción llegaba con apuro

y peleábamos con los cobradores

abriéndonos paso por Acho,

Puente Trujillo,

para caminar apretujados al centro,

puntuales y exactos.

Las noches no cabían en las botellas

donde mezclábamos ron y Pepsi

de sol cincuenta. Trago corto. Puchos,

remedios caseros contra la desidia y el

desamor.

Hoy tenemos más de veinte años.

Difícilmente olvidamos las tocadas punks.

Y de aquellas épocas sólo las ganas inmensas

de seguir bebiendo y apurando la noche

camino al centro nos siguen preocupando.

***

Lo que no quiero se encuentra dentro de los

status quo de la Universidad Nacional Mayor

de San Marcos,

en la voz de un profesor trazando un

rectángulo rojo

horizontal

en una pizarra blanca.

¡Y esto es la metaliteratura!

Lo que no quiero es pelo largo y alborotado

desbocándose en los hombros hediondos

de un metalero de cuarenta años.

Lo que no quiero es vivir a costa de

canciones,

pasajes y entradas a tocadas en Los Olivos,

manoseado por staf y

terminar de ser el eterno idiota

que embriagado ama la vida.

Lo que no quiero es crecer si esto implica,

por algún maldito motivo,

cambiar.

Eso es todo lo que puedo decir ahora.

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***

Yo tampoco quiero dejar la universidad,

tampoco quiero dejar mis desbordes,

mis tiradas de madre a las cuatro de la

mañana,

mi cuerpo acariciado por volutas de amor

en un cuarto milagrosamente sucio de jazz.

No quiero

estar lejos de tu voz, tu boca, ese ojo,

que me reprueba mis actos sucios y bacanes.

Yo tampoco quiero dejar la universidad,

un cierto futuro próspero, un cierto proyecto

de largos y sinuosos años. Ah, no quiero

dejarlo

pero me obligaron los atractivos de la noche,

un cigarrillo encendido en la boca amiga,

un amor que nunca me dejó más que

canciones

a la mitad de la noche y escupidas en el

rostro.

***

De modo que estamos solos

Sólo eso: solos

y pronto cantaremos Imagine

en las calles.

***

De modo que resultó esto tan fácil

¡Ay!, y me duele, ¡Ay!, y tengo miedo,

¡Ay!, y tenemos un cuarto que es de un pata,

¡Ay!, y pronto llegarán tus padres,

que nos hizo ojitos cuando entramos

y nos dejó algunos condones,

pero tenemos el cuerpo y la piel,

que nada tiene ni recibe, ni es necesario

decirlo

porque tenemos esto que es el amor

porque tenemos esto que es el amor

porque tenemos esto que es el amor

hoja

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tras

hoja

y nos cubrimos

el cuerpo de tiempo y frecuentábamos

otra vez la soledad de un cuarto.

De modo que estamos solos

y deprisa abrimos las hojas de los diarios,

y sentimos la lluvia entre las manos

con un rapto de luz en la oreja, y estamos

caminando por Puente Trujillo

y los titulares exigen venganza, contratos,

descubrimiento de cadáveres.

***

Te prometo que volveremos a jugar kiwi

en las calles,

derrumbaremos esas latas de leche

y nos reímos de la gente muerta en el

incendio del 72,

cuando todo pronosticaba que nuestros

cuerpos

serían los únicos que arderían ese verano.

Pero huiste. Huiste. Y supiste muy bien

todo lo que significa ser madre a los 16 años;

es decir, arribar a la ciudad y arribar de tus

sueños,

de tus revistas de Magneto.

Ese amor rodando por tu cuerpo, ese aroma

que

va cayendo, encontrando la teta con la que

darás

de mamar a tus hijos,

esas formas grietas ya imposibles,

ese cuerpo donde nunca más cabremos,

esos músculos que obligaremos a callar

y de pronto tu culo muerto, caído,

mi carta de mierda rota, y tu pantalón

apretado,

la inocencia, la universidad, la vida,

a la que nunca irás,

los números telefónicos perdidos

y estás sola, eres muchacha, estás sola

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y hace frío y te besaba entre los brazos

calientes

entre la desesperación de unas horas

sabes que no hay otra canción posible

***

De modo que conseguiste otra pareja

y se te fueron los años persiguiendo

burbujas en el Mercado Central.

De modo que se te fue la sonrisa

por otra ronda de cerveza, y tuviste amores

y miedos, y unas ganas inmensas de beber, y

unas

terribles urgencias de ser la mujer amada,

la niña amada que lloraba escuchando a sus

padres pelear,

a su madre envuelta en pastillas,

esa niña que escondía su rostro en las

canciones de Yola Polastrí,

y lloraba escuchando a su padre perdiéndose,

a hurtadillas, en un amor con su tía

rechinando la cama

rechinando la cama

Obligada a ser la niña que prometía tanto

y sólo trajo un embarazo no deseado, los

labios inmensos,

el rechazo de un muchacho y la libreta llena

de rojos.

Pero hoy estás sola, completamente sola

y te prometo que las burbujas del Mercado

Central

estallarán en tus ojos,

te prometo que mis buenas notas,

mi feliz cumpleaños,

mi abrazo sin vergüenza,

mi sueldo de 600 soles al mes,

abrazarán noche a noche

tus hígados revueltos, tus 40 años revueltos,

tu soledad revuelta, todos tus nombres

revueltos.

***

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Se ordena teclear rápido por el MSN,

pues la muchacha escéptica

es susceptible a los silencios virtuales.

Elegir el emoticón predilecto,

llenar la pantalla de besos animados;

incluso,

elegir una computadora

con angustiosa antelación

o la falta de Internet

(y esto está probado científicamente)

pueden terminar

con el amor virtual.

***

A UNA CANCIÓN PUNK

No sé de qué rayos hablaba esta canción,

si de amor o de tristeza,

o de ese malestar común

de mi generación,

pero a ti te gustaba.

Tú te mordisqueabas los labios,

desesperabas

escuchándola.

Y como una manera de dar contigo

a las doce de la noche

apretó

PLAY.

***

No quiero saber qué sucederá mañana

o simplemente exponer a todo y a nada.

No quiero que mi libertad se propague

como la cerveza en el vaso,

un pucho en la boca, tengo

una palabra jadeando por permanecer

en el resplandor de siempre.

Y estoy de pie, sin nada que perder.

Dispuesto a llegar

a donde chucha sea.

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***

Deberían estar escribiendo,

leyendo panfletos, investigando,

examinando

de qué raíz viene la palabra “envergadura”,

pero están aquí leyendo sus poemas,

aburriendo a un público con sus solemnes

poemas.

Se entiende que son poetas

y digamos que son sensibles

y digamos que buenos.

Incluso, pronto los seleccionarán en alguna

antología

publicada por la editorial de San Marcos

con una foto donde todos aparecerán

sonrientes

(con su bohemia desazón en la mirada)

y sacarán becas donde escudriñar

la vida en otros lares.

Pero su enorme EGO,

que también es Egoísta,

no me dejará mentir.

Y digamos que deberían estar escribiendo,

pero están aquí,

abriendo más y más botellas

y quizá musitando

entre copas

una canción de José José.

Oh poetas,

Oh lectura de poemas,

Oh Egoístas.

Ustedes saben mejor que yo

que este oficio

es una cuestión más de afectos

que defectos.

***

para César Calvo

Pero, César, qué carajos.

Estás vivo y me dices

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que tu dolor fue un hechizo,

que las piedras no dejaron su ceniza

en tus carnes, que tus carnes

también copularon con la tierra

y te nacieron estas manos,

estas manos de barro con las cuales

lanzas de nuevo al desierto tus oraciones

Pero, César, qué carajos

de abismos en tus ojos, qué carajos.

Ya pasó tu hora...

ya llegó el día,

la tristeza, ya en el Perú

las elecciones son juegos rotundos

y nadie tiene ganas de meter la cabeza en el

revólver.

Yo te digo,

viejo amigo,

que salgamos a caminar juntos,

que le dirijas un discurso a la tristeza

para que se porte peor en la ciudad,

que tengas otra vez el olor del amazonas

en los sobacos

y que tus versos sigan ululando en la noche

***

Yo no quiero llegar tarde a casa

y que el silbato de un guachimán

termine de socavar mis sueños.

Mis sueños, mis pastillas, esas notas,

tantas ciudades que inventaron,

tantas ciudades escupidas en un acto

de amar completamente todo,

de sacudir completamente todo,

de estar y ser arte y parte del acto

cuando llegábamos a las playas

y no había más sol que esta felicidad

de tomarnos las manos y ser amigos por

siempre.

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Pero no quiero llegar tarde a casa.

Hoy no, mamá.

Hoy no, abuela.

Hoy no, hermana.

Hoy me costará un huevo regresar a casa.

***

Éramos perfectos inquilinos de la noche,

nos hacían arrugas de tantos remedios

pero le dejábamos siempre granitos de amor

para que la tristeza no se pierda.

Luego empezamos a crecer.

Alguien dijo que nada tenía sentido,

yo le dije que se hiciera a un lado en el taxi

y, tras un concierto, volvíamos a casa

y regresaban también nuestros demonios

a las puertas de la casa, a la sopa caliente,

a ese pedazo de silencio entre dos manos,

y nos apachurrábamos el corazón con

poemitas,

y quisimos escondernos

dentro toda la certeza de nuestra inocencia.

***

Ya lo sé,

el calor del cuerpo,

esa ráfaga del humo,

todo lo que se concretó

en el suelo.

Acabamos besándonos

para sustituir nuestras

ansias

de tocarlo todo,

y de caminar largo,

y de borrarnos del mapa

como se borra el sarro

de los inodoros.

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Entonces, yo ya sé

de qué se trababa esto,

de ir corriendo a tu casa,

de ir como un huevón a esperarte,

de componer poemitas

a la luz de un foco y de las puteadas de

mamá,

de quedarme chiquito y dulzón a tu lado.

Todo esto

ya sé

de qué trata.

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Matías Aznar (Lima, 1991 - Lima, 2010) Pseudo

poeta y escribidor, pero más recordado por su amor a la vida, su inestabilidad; esos desbordes contra los

cuales nunca pudo lidiar. Decidió acabar con su vida a los 19 años, dejando la siguiente nota entre sus

cuadernos vacíos "No puedo seguir, crecer es una tontería... me da pena que la gente crezca" Nunca

publicó nada en vida. Sólo quedan dos diarios escritos en letra jeroglífica, unas fotografías, sus discos de Fito

Páez (vía taringa) y estos poemas que su madre, días después del sepelio, nos entregó.

Me da pena que la gente crezca es un un

esbozo a la mitad del camino recorrido. La dedicatoria estaba entre los papeles,

igual el epígrafe.