Masacre de Las Bananeras

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ANALISIS BAJO EL METODO PERSA: POLITICO ECONOMICO RELIGIOSO SOCIAL ARTE A MANERA DE PROLOGO .8 La masacre de las bananeras Entre 1926 y hasta 1930 fue presidente el Sr. Miguel Abada Mndez. Puede decirse que en la dcada de los veinte del siglo pasado la clase obrera colombiana libr mltiples batallas en defensa de sus derechos y reivindicaciones, tanto frente al sector privado, como al pblico, pero lo fundamental fueron luchas antiimperialistas contra la voracidad de las agencias monoplicas gringas, que fuera de saquear nuestro recursos naturales, impusieron con la complacencia aptrida de los gobiernos de turno un rgimen esclavista contra los trabajadores. De estas luchas se destacan las siguientes: la huelga de los trabajadores de la Tropical Oil Company en 1924. La huelga de los trabajadores del Ferrocarril del Pacifico en 1926. En 1927, bajo la direccin de Ral Eduardo Mahecha, Mara Cano e Ignacio Torres Giraldo, se dio otra batalla de los trabajadores de la Tropical Oil Company, en Barrancabermeja, en la que fueron asesinados media decena de huelguistas. En noviembre de 1928 estall la huelga de los trabajadores de la Zona Bananera del Magdalena, contra la United Fruit Company, de Boston, por negarse la empresa gringa a dar solucin a un pliego de nueve puntos que demandaba aumento salarial y otras reivindicaciones bsicas. Los gringos, fuera de explotar grandes extensiones de tierra, imponan una explotacin sin lmites contra los trabajadores colombianos. En el departamento, con la complacencia y la proteccin del gobierno, la compaa funcionaba como una Repblica independiente. Tena bajo su dominio y para uso privado ferrocarriles, puerto martimo, ciudadelas y campamentos, mientras los obreros y sus familias vivan en insalubres muladares. El enclave de la United controlaba la vida en la regin. A los trabajadores se les pagaba con bonos que emita la misma compaa y que solo tenan valor en los comisariatos de la misma empresa, que adems controlaban los precios de los artculos.

Ante el pliego de peticiones presentado por la organizacin de los trabajadores, la empresa se neg sistemticamente a negociar, por lo cual los obreros, el 11 noviembre, declararon la Huelga. La empresa envi esquiroles a las plantaciones, amparados por piquetes del ejrcito y la polica. El 5 de diciembre, el comit ejecutivo de la Unin Obrera cit a los huelguistas a una concentracin en la ciudad de Cinaga, donde se anunci la llegada del gobernador, funcionario que nunca apareci. Los obreros comenzaron a preparar para el da 6 de diciembre una marcha hacia Santa Marta, la capital.

En la noche del da 5 se present en la plaza de Cinaga una tropa al mando del general Carlos Corts Vargas, que inform a los huelguistas que la zona se declaraba bajo estado de sitio y orden dispersarse a los manifestantes. Ante la firmeza de los trabajadores, quienes con toda decisin se reagruparon bajo las consignas Abajo el imperialismo yanky! y Viva Colombia Libre!, el general Corts orden abrir fuego en la madrugada del 6 diciembre de 1928. Al final de este dantesco episodio, el gobierno de Miguel Abada Mndez anunci oficialmente que los acontecimientos de Cinaga haban dejado 13 muertos y 19 heridos. Pero las comisiones de investigacin, como la encabezada por Jorge Elicer Gaitn, en representacin del Congreso de la Repblica, descubrieron fosas comunes y se cree que las vctimas fueron ms de 1.500, la ms grave matanza de trabajadores en toda la historia del pas. Esta es la obra ms destacada del cipayismo, encabezado por Miguel Abada Mndez, en contra del pueblo colombiano y la soberana nacional. El gobierno termin siendo sealado como criminal y enemigo de la patria y enfangado por la denominada gran depresin de 1929, crisis que afect la estructura econmica mundial y que en nuestro pas llev a la quiebra decenas de miles de productores y paraliz las obras pblicas, basados fundamentalmente en prstamos de agencias extranjeras. As termin la sanguinaria Hegemona Conservadora, que en las elecciones de 1930 fue derrotada por el liberal Enrique Olaya Herrera, antes embajador en Washington y connotado testaferro de las empresas petroleras gringas. BREVE RESUMEN

La masacre de las bananeras es un episodio ocurrido en la poblacin Colombiana en Cinaga en 1928 cuando las fuerzas armadas de Colombia abrieron fuego contra un nmero indeterminado de manifestantes, trabajadores de la United Friut Company. Tambin es conocida como La masacre de las Bananeras:. En el ao 1928, La United Fruit Company llevaba 30 aos operando en Colombia y explotaba a los trabajadores aprovechando la falta de legislacin laboral en el pas. En la tarde del 6 de Diciembre de 1928, despus de casi un mes de huelga se corri un rumor entre los trabajadores que el gobernador del Magdalena se entrevistara con ellos en la estacin del tren de Cinaga, los huelguistas acudieron en masa a la estacin al encuentro con el funcionario gubernamental. Como pasaban las horas y el funcionario no llegaba, los nimos se fueron exaltando, tanto entre manifestantes como entre soldados que estaban en el sitio. En ese momento las fuerzas armadas dieron la orden de desalojo que fue desobedecida por los trabajadores quienes furiosos gritaban a la multinacional y al gobierno; se dio cinco minutos para que la multitud que ocupaban la plaza la desalojara, despus de los cuales el ejercito abri fuego. El nmero de muertos fue estimado entre los 50 y los 1.000 muertos pero muchos creen que son ms. Ante esta respuesta violenta, se produce la desbandada de los

trabajadores y una rpida negociacin, y como resultado aceptan recotar por mitad los salarios.

Es que durante la segunda dcada del siglo XX, Colombia atravesaba varias convulsiones histricas que dejaran su marca en la vida del pas, durante gran parte del siglo y los cuales an se reflejan hoy. En un contexto poltico autoritario y dictatorial, denominado hegemona Conservadora, bajo el gobierno de Miguel Abada Mndez, se impulsaba la industrializacin del pas, en un contexto de hacienda extensiva conjugada con una economa de enclave. All extensas zonas del territorio nacional estaban bajo el dominio de terratenientes y el usufructo de multinacionales que desarrollaban actividades ganaderas, extractivas y agroindustriales, y que a la par sometan a los trabajadores de sus compaas a una fuerte explotacin.(3) Una de estas empresas multinacionales la constitua la United Fruit Company, que desde 1918 explotaba los territorios del departamento del Magdalena a travs de la agroindustria del banano, someta a sus pobladores y trabajadores a las prcticas ya descritas. Esta acumulacin de negacin de derechos y la marcada explotacin, hizo erupcin al unison del despertar socialista de los llamados aos rojos de Colombia, traducindose en estallidos populares de obreros, campesinos e indgenas por toda la geografa nacional.. En este contexto y con la participacin Mara Cano, Ral Eduardo Mahecha, Ignacio Torres Giraldo entre otros cuadros de direccin del Partido Socialista Revolucionario, se organizo la huelga en las Bananeras del Magdalena El 12 de noviembre de 1928 estallando una huelga masiva en la zona bananera de Cinaga y Santa Marta (Magdalena). Ms de 25.000 trabajadores de las plantaciones se negaron a cortar los bananos producidos en la compaa transnacional norteamericana "United Fruit Company" y por productores nacionales bajo contrato de la compaa. A pesar de la presin, los trabajadores y la "United Fruit Company" no lograron un acuerdo colectivo.(4) Resolviendo la compaa y el Estado Colombiano solucionar este conflicto laboral y social, por vas muy separadas de la proclama democrtica que siempre ha predicado Colombia como repblica. Generando una actitud y practica de genocidio por parte del Estado, la cual se mantiene hasta nuestros das La huelga termin con un bao de sangre: en la noche del 5 de diciembre de 1928, soldados del Ejrcito Nacional dispararon sobre una reunin pacfica de millares de huelguistas, matando a ms de mil trabajadores..(6) A pesar del intento del Estado de ocultar estos hechos; tanto el discurso de Jorge Eliecer Gaitn ante el congreso de la Repblica como posteriormente la literatura de Gabriel Garca Mrquez en Cien Aos de Soledad., han develado y tratado de reconstruir la memoria, divulgndolos permitindonos conocerlos en la actualidad.

Muchos aos despus, ese nio haba de seguir contando sin que nadie se lo creyera, que haba visto al teniente leyendo con una bocina de gramfono el Decreto nmero 4 del Jefe Civil y Militar de la provincia. Estaba firmado por el general Carlos Cortez Vargas y por su secretario, el mayor Enrique Garca Isaza y en tres artculos de ochenta palabras declaraba a los huelguistas cuadrilla de malhechores y facultaba al ejrcito para matarlos a bala. Ledo el decreto, en medio de una ensordecedora rechifla de protesta, un capitn sustituyo al teniente en el techo de la estacin y con la bocina del gramfono hizo seas de que quera hablar. La muchedumbre volvi a guardar silencio. Seoras y Seores - dijo el capitn con una voz baja, lenta y un poco cansada-, tienen cinco minutos para retirarse. La rechifla y los gritos redoblados ahogaron el toque de clarn que anuncio el principio del plazo. Nadie se movi. Han pasado cinco minutos dijo el capitn en el mismo tono-. Un minuto ms y se har fuego Embriagado por la tensin, por la maravillosa profundidad del silencio y adems, convencido de que nada hara mover a aquella muchedumbre pasmada por la fascinacin de la muerte, Jos Arcadio Segundo se empino por encima de las cabezas que tena en frente y por primera vez en su vida levanto la voz. Cabrones! grit les regalamos el minuto que falta . Al final de su grito ocurri algo que no le produjo espanto, sino una especie de alucinacin. El capitn dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras le respondieron en el acto..(7) En el contexto de la dcada de los aos 20, el hecho ms destacado por su connotacin, es en trminos rigurosos el de esta Masacre; pero no es el nico, menos en cuanto al sector agrario y el movimiento campesino se refiere. Debido quizs a que como lo expone Renan Vega Cantor La irrupcin del capitalismo, la construccin de obras pblicas, las luchas de obreros y artesanos, la prdica socialista, el aumento temporal de los precios del caf, en fin los vientos de modernizacin., tocaron directamente las fibras del poder terrateniente y aceleraron la crisis de las haciendas. Internamente los campesinos jugaron un importante papel con su movilizacin y lucha para acelerar la crisis en curso de las grandes propiedades precapitalistas..(10) Dentro de las luchas campesinas que se extendieron por toda la geografa nacional, se destacaron las presentadas en las regiones de Sumapaz, Tequendama, el departamento del Valle y el actual departamento de Crdoba, las cuales llegaron a expresarse mayormente en la dcada del 30, as desde comienzos de la dcada de 1920 se fueron configurando los escenarios espaciales y sociales de estas luchas.. (11) Perfilndose de esta manera conflictos agrarios que se desarrollaran con las siguientes caractersticas: - Aquellos relativos a condiciones de trabajo en las haciendas, sin que se aludiera inicialmente al problema de propiedad de la tierra, La huelgas y manifestaciones de las haciendas de Viot, El Colegio, Anolaima, pertenecen a esta categora, as como los conflictos del departamento del Valle - Las disputas relativas a la propiedad de la tierra cuestionando la validez de los ttulos de propiedad pertenecientes a terratenientes ausentistas que haban especulado tierras pblicas, adquiridas con bonos de deuda nacional o mediante favores de un

ministro. Estos conflictos aparecieron sobre todo en la zona de SumapazPara lucrarse del hambre mundial, se viene consolidando una macabra alianza entre unas pocas multinacionales que controlan la industria de los combustibles, de los alimentos y de las semillas. Por eso al principio de este boletn, advertamos que si no entendemos la problemtica desde lo estructural y como es generada por el modo de produccin capitalista, nuestras reivindicaciones locales y nuestra lucha por la defensa de los Derechos econmicos, sociales, culturales y ambientales, se quedar corta para orientar acciones que apunten a develar el problema de fondo y buscar alternativas en este mismo sentido. - Conflictos en regiones que conservaban ncleos de poblacin indgena, que entonces eran en gran parte zonas marginales del pas: el sur del Tolima, el norte del Cauca y la Sierra Nevada de Santa Marta.(12) La esencia reivindicativa de estas luchas y el nivel de participacin de campesinos en ellas determinaron, su importante aporte a los procesos sociales de esta dcada Se calcula que en las luchas en las haciendas de Cundinamarca en la dcada de 1930 tomaron parte unos 11.000 labriegos, cifra significativa si se tiene en cuenta que segn el censo de poblacin de 1938 en Cundinamarca existan unos 50.000 arrendatarios, lo que indicaba que en ese tipo de protesta rural estaba participando el 20 por ciento del total de arrendatarios. En el Tolima en la regin de Chaparral participaron en la lucha agraria unos 18.000 campesinos..(13) Todas estas luchas populares mantienen una relacin sincrnica con los hechos ocurridos en la Huelga de las Bananeras y de forma principal la brutal Masacre con la que fue reprimida La intervencin brutal del ejrcito resulto en miles de bajas y desat la indignacin en todo el pas. Apenas conocido este acto represivo se convirti en uno de los factores emotivos que unidos a la depresin de 1929, produjeron la cada del rgimen conservador en 1930 y su reemplazo tras una victoria electoral por el partido liberal.(14) Sin embargo como tambin es costumbre en este pas nada cambia sustancialmente por estas vas, encontrando que El ascenso al poder del liberalismo no disminuyo la agitacin del campo, estimulada por el grave problema del desempleo. Por el contrario, la actitud de idelogos liberales as como la organizacin en 1930 del Partido Comunista como sucesor del Partido Socialista Revolucionario fueron nuevos factores que aumentaron las confrontaciones entre peones y propietarios. .(15) En esta situacin a su vez se presenta un escenario represivo que busca revivir los hechos de cinaga por medio de amenazas a los campesinos en movimiento como lo denuncia el siguiente documento Tendencia esta que se masificara y se convertira en una prctica de terrorismo de Estado, cuya aplicacin ha tenido hechos grandilocuentes de horror que llegan hasta nuestros das. LAS SIMILITUDES DE LAS ACCIONES DE LA HEGEMONIA CONSERVADORA DE LOS 20 EN EL PRESENTE.

A pesar de que el fin de la hegemona conservadora se presento hace setenta y nueve aos; presionada en gran parte por su ilegitimidad manifiesta cristalizada en la Masacre de las Bananeras. El escenario democrtico propuesto como anttesis a esta barbarie y que pretendi impulsar y asumir el partido liberal con su llegada al poder desde 1930, ha sido mnimo por no decir nulo en nuestro pas. Contrariamente a las aspiraciones del pas en la dcada del 30, la repeticin de este crimen de Estado se ha presentado de forma exponencial, llegando a la catstrofe de hoy, ochenta aos de masacres y expoliacin multinacional, as como de torturas, desplazamientos forzados y en fin genocidio contra el pueblo. Escenificndose durante todos estos aos en nuestro pas la clebre frase de Gaitn dolorosamente sabemos que en este pas el gobierno tiene para los colombianos la metralla homicida y una temblorosa rodilla en la tierra ante el oro americano..(17) Encontrando as durante estas ocho dcadas en este pas de Estado de sitio permanente, que hoy se traduce en poltica de Seguridad Democrtica, la cual las clases dominantes buscan convertir en poltica de Estado. Personajes que en escenarios similares encarnan en farsa y paradoja las polticas realizadas por Miguel Abada Mndez, Ignacio Rengifo y Carlos Cortez Vargas.(18) Peor an se ha revivido por medio de concesiones y leyes como el Estatuto Rural y el Cdigo Minero, la entrega de nuestro territorio y recursos naturales al usufructo de las multinacionales. A su vez el gobierno nacional ha diseado una poltica agroindustrial en beneficio de de los biocombustibles, por medio del monocultivo de la palma aceitera y la caa de azcar, entre otros productos. LA PERMANANENCIA DE MULTINACIONALES SOBRE EL TERRITORIO NACIONAL Y LAS MUTACIONES DE LA ECONOMIA DE ENCLAVE Al igual que con las polticas represivas de la hegemona conservadora, la presencia de multinacionales sobre nuestro territorio y su prctica de expoliacin de los recursos naturales del pas, ha continuado registrndose en una mutacin de la economa de enclave presentada en la dcada del 20.(19) Es as como en Colombia hoy tenemos la presencia de la Afro Gold Ashanti o Quedada, a la cual se le ha dado la concesin de exploracin aurfera sobre gran parte del subsuelo de nuestro de nuestro pas, el Sur de Bolvar, Nordeste Antioqueo, por ejemplo. Tambin encontramos a la Monsanto, La Dumont, las petroleras BP, OXI, etc.; as como las empresas contratistas norteamericanas asesoras de seguridad del plan patriota, entre muchas otras. Pero mencin aparte merece la United Fruit Company, una de las protagonistas del drama de la Masacre de las Bananeras en el papel de auspiciador y victimario, la cual durante el tiempo ha mutado varias veces su nombre; primero reciclndose al nombre de Sevilla con el cual llego a la zona de Uraba en la dcada del setenta, convirtindola al monocultivo agro exportador del Banano. Luego volvi a reciclarse asumiendo su actual nombre Chiquita Brands International. Todo lo cual sera una simple dinmica

de cambio de razn social, de no ser por las connotaciones que ha tenido la actividad de esta empresa para nuestro pas. Cuya esencia encontramos en la ya referida actitud ante la huelga de las bananeras, que de forma magistral expone el entonces representante Jorge Eliecer Gaitn ante el congreso de la Repblica La compaa quera seguir explotando a los obreros a quienes tiene en la miseria. No quera entrar en transacciones y por eso peda el Estado de Sitio, lo mismo que el seor Cortez Vargas, para solucionar a bala un problema econmico. Naturalmente no hay que pensar que el gobierno ejerci ninguna presin para que se reconociera la justicia de los obreros. Estos eran colombianos y la compaa era americana..(20) Actitud que a pesar de sus mutaciones nominales no ha cambiado, lo cual se comprueba de forma trgica, en la repeticin de estos crmenes de lesa humanidad sobre la zona de Uraba, al igual que el auspicio a la incursin y dominio paramilitar sobre este territorio; pudiendo encontrar dcadas despus denuncias similares a las realizadas por Gaitn. Encontrando de tal forma que La Chiquita Brands, segn los Fiscales del Departamento de Justicia de Estados Unidos, no slo colaboraba con los paramilitares entrando armamento a Colombia, sino que tambin los financiaba econmicamente con pagos previamente revisados y aprobados por altos directivos de la compaa en Cincinnati y los cuales venan realizando desde 1997, luego de un encuentro entre el jefe paramilitar Carlos Castao y el gerente de Banaldex, empresa filial de Chiquita Brands Fueron precisamente los cientos de crmenes cometidos en esta zona, acrecentados en la dcada de los noventa, y la evidencia irrefutable de la financiacin por parte de Chiquita Brands y otras empresas transnacionales a grupos paramilitares, por los cuales, el Tribunal Permanente de los Pueblos, acus el pasado mes de abril de 2006, a dicha empresa por las violaciones graves y masivas de los derechos laborales, y especficamente de la libertad sindical; por desprecio de la dignidad y de la vida de los trabajadores y sus comunidades, as como por el respaldo a polticas econmicas que contribuyen al deterioro dramtico de las condiciones de vida y salud de una parte creciente de la poblacin colombiana y as mismo declarara responsable a los rganos del Estado Colombiano como autores y/o cmplices de los crmenes de lesa humanidad documentados..(21) As como hasta aqu hemos expuesto la forma y la esencia, del cmo y el porqu se realizo la Masacre de las bananeras en 1928. Igualmente como este hecho se ha traducido en el smbolo del inicio de un genocidio sistemtico contra el pueblo colombiano, a travs de la aplicacin de una poltica de terrorismo de Estado presente hasta el momento. Lo cual se traduce en los millones de campesinos desplazados forzosamente, las miles de desapariciones forzadas, masacres y las tambin miles de ejecuciones extrajudiciales. De las cuales el pueblo constituido objetivamente por los obreros, campesinos, Indgenas, afro descendientes y pobladores pobres de las ciudades, continua siendo vctima a merced de los mismos actores que efectuaron la masacre del 6 de Diciembre de 1928 en Cinaga Magdalena; a saber El Estado Colombiano por medio de su Fuerza Pblica y de Agentes ilegales o grupos paramilitares en pro del orden de cosas vigente, as como la industria y de forma especfica las multinacionales.

Queremos centrar el final de este artculo rindiendo homenaje a la heroica lucha de este pueblo colombiano, condenado como hemos expuesto al millar de tormentos para impedir sus derechos y que a pesar de ellos sigue luchando y resistiendo. Resurgiendo de la sangre, el dolor y la matanza, en la cual nos han inundado las clases dominantes de este pas. Y que a pesar de esto, en homenaje cotidiano y sincero a los mrtires de las Bananeras, se organizan, levantan sus reivindicaciones por la dignidad del trabajo, la tierra, el pan, la libertad y en fin por la construccin de un pas diferente al que nos ha tocado vivir durante los ltimos ochenta aos. Es as como va despertando del letargo de seis aos de autoritarismo y Seguridad Democrtica, con las recientes luchas de los corteros de la caa de azcar en el Valle del Cauca, las luchas estudiantiles y la minga Indgena y nacional de resistencia 4 Fundacin Manuel Cepeda. manuelcepeda.atarraya.org 7 Gabriel Garca Mrquez. Cien Aos de Soledad. P. 295-296. 10 Renan Vega Cantor. Gente Muy Rebelde. 2. Indgenas, Campesinos y Protestas Agrarias. P.178. 11 Ibdem. P 148. 12 Pierre Gilhodes. Las Luchas Agrarias en Colombia. P 35 36.. 13 Marco Palacios. El Caf. P 377. 14 Pierre Gilhodes. Opid. P 34. 15 Ibdem Opid. P 34. 16 Renan Vega Cantor. Opid. P 144. 17 Jorge Eliecer Gaitn. La masacre de las Bananeras. Discursos Ante el congreso de la Repblica. Septiembre de 1929 .p 77. 18 En su orden presidente de la repblica, ministro de gobierno y general jefe civil y militar de la provincia, duran te la masacre de las bananeras. 19 Imagen Extrada de www.pacocol.org. 20 Jorge Eliecer Gaitn. Ocit. p77. 21Corporacin Colectivo de Abogados Jos Alvear Restrepo. HAY O NO INVESTIGACIONES EN EL CASO DE LA MULTINACIONAL CHIQUITA BRANDS EN COLOMBIA?. Prensa- Colectivo. 20 marzo 2007. 22 Guardia Indgena. Minga de Resistencia Indgena y popular Bogot Noviembre de 2008. Archivo Asociacin Campesina de Antioquia.

MASACRE DE LAS BANANERAS

Temedle a las multitudes tranquilas que parecen no reaccionaran. El hombre que reacciona inmediatamente descarga su mpetu volutivo; pero el taciturno ignorante que sufre la ofensa la acumula, pasa al plano de su subconsciencia, hasta que un da, con cualquier motivo vanal, estalla en forma huracanada y terrible .

Las pocas huelgas heroicas de los aos veinte (20) en Colombia, tuvieron gran influencia fuera de proporciones en nuestra historia. La violencia ejercida por el gobierno conservador hacia los trabajadores en esa poca determin el dominio posterior del partido liberal. Aunque tradicionalmente los votos liberales haban sido urbanos, el enfrentamiento entre obreros y partido conservador en los primeros aos de nuestra industrializacin determino que la creciente clase obrera se identificara con el liberalismo, fenmeno que a medida que se urbanizo el pas determino el predominio poltico del liberalismo. Las tres grandes huelgas de los aos veinte (20) fueron contra compaas norteamericanas, esto se deba a que la intervencin extranjera en Colombia no era cuantiosa. Dichos conflictos se produjeron en reas recin pobladas por migrantes recientes que se encontraban en condiciones muy precarias. Las compaas tenan el monopolio en cuanto a comisariatos, comedores, vivienda, entre otros, ya que los centros de consumo se encontraban lejanos a las compaas, en los llamados company towns o poblaciones; responsables de todo problema, en donde la insatisfaccin de los obreros se canalizaba de forma fcil y con frecuencia de forma violenta contra la empresa . En el ao 1928, La United Fruit Company llevaba 30 aos operando en Colombia y explotaba a los trabajadores aprovechando la falta de legislacin laboral en el pas, mediante la utilizacin de un sistema de subcontratacin que le permita hacer caso omiso de las peticiones obreras. Los trabajadores haban intentado huelgas en aos anteriores para mejorar sus condiciones que terminaron sin resultados positivos. La mayora de las huelgas fueron reacciones espontneas de obreros no organizados ante situaciones de injusticias concretas. A veces las ayudaban a organizar lderes socialistas como Maria Cano o Ral Eduardo Mahecha. La empresa norteamericana United Fruit Company (UFC), creada en Boston en 1899, haba llegado a la zona bananera del Magdalena a comienzos del siglo XX. La mayora de los trabajadores de sus plantaciones eran vinculados indirectamente por medio de contratistas. Por ello nunca se pudo precisar su nmero exacto, pero se habla de una cifra que oscilaba entre 10.000 y 30.000. El 12 de noviembre de 1928 uno de los sindicatos que funcionaba en la regin lanz la huelga para presionar la solucin de un pliego de nueve puntos. No era el primer conflicto laboral en la zona, pues desde 1918 se haban presentado ceses de trabajo, pero fueron parciales o de sectores especficos como los ferroviarios o portuarios dependientes de la multinacional.

El pliego de peticiones comenzaba con tres puntos que llamaban al cumplimiento de leyes colombianas sobre el seguro colectivo y obligatorio para los trabajadores, accidentes de trabajo y habitaciones higinicas. Luego se exiga aumento salarial del 50 por ciento, cesacin de los comisariatos y de prstamos por vales, pago semanal, contratacin colectiva y establecimiento de ms hospitales. Aunque slo se exiga amoldarse a la escasa legislacin laboral, la UFC se neg a negociar.. (Colombialink obtenida el 27 Abr 2007 22:50:25). En esta cita, se puede apreciar en un contexto amplio la influencia de la United Fruit Company en la poltica interna, hasta el punto que la empresa llego a negociar parte de santa Marta para que fuera una provincia independiente. La United fruit llevaba treinta aos operando en Colombia pero las condiciones de trabajo no eran las mas optimas; la empresa abuso de la subcontratacin para evitar las huelgas pero a pesar de esta medidas el 12 de noviembre tras una serie de peticiones que fueron negadas los trabajadores de las bananeras exigen cumplimiento de leyes colombianas sobre el seguro colectivo y obligatorio para los trabajadores, accidentes de trabajo y habitaciones higinicas. Luego se exiga aumento salarial del 50 por ciento, cesacin de los comisariatos y de prstamos por vales, pago semanal, contratacin colectiva y establecimiento de ms hospitales. Aunque slo exiga amoldarse a la escasa legislacin laboral, la UFC se ego a negociar Mauricio Archilla, Colombialink Colombia inicio el siglo XX con una hegemona conservadora que tuvo sus inicios en 1886 en cabeza del presidente Rafael Nez, cuando a nivel mundial el socialismo era protagonista y sus ideas estaban calando en las mentes juveniles, y logrando grandes triunfos como el dado en la revolucin de octubre y la conformacin de la URSS. Al final de la de cada de los 20 el presidente conservador Miguel Abada Mndez vea con preocupacin como el partido liberal estaba evolucionando y sumndose a la lucha socialista con muchos lideres Enrique Olaya Herrera, Alfonso Lpez, Eduardo Santos, Luis Lpez de Mesa, Eduardo y Agustn Nieto Caballero, Armando Solano, Benjamn Palacio Uribe, Luis Cano, Enrique Santos, Ricardo Rendn, Mara Cano, dentro de el que como discurso tenia la propuesta de una reforma social.

Ral Eduardo Mahecha saba que haba creado conciencia en la clase trabajadora frente a los enclaves norteamericanos en el pas, pero era necesario continuar con la campaa. Por ello decidi trasladarse, con su imprenta volante y dems parafernalia, a la zona bananera del departamento del Magdalena, donde exista otro gran emporio gringo: el de la United Fruit Company que, al igual que la TROCO, pisoteaba a los trabajadores y a Colombia misma. Como ya era un lder conocido, de gran experiencia y mstica, le fue fcil editar de nuevo su peridico Vanguardia Obrera y organizar sindicalmente a 32.146 asalariados, muchos de ellos desplazados de Barrancabermeja por la TROCO, que participaron activamente en la huelga de las bananeras y que sufrieron, al igual que Mahecha, la represin desatada por la United en conjuncin con el decadente rgimen conservador, lo que termin en la famosa matanza de los primeros das de diciembre de 1928. Luego de la huelga, las fuerzas contrarrevolucionarias le destruyeron a Mahecha su imprenta volante y dems muebles; el lder fue sindicado como reo de alta traicin y al ser perseguido por las autoridades tuvo que huir por Aracataca, Fundacin, Pivijay, Giraldo y Cartagena, de donde parti clandestinamente a Panam. De all pas a Venezuela, donde reanud

sus lazos de unin con Bifilo Panclasta, pero tuvo que salir precipitadamente pues el rgimen del dictador Juan Vicente Gmez quiso apresarlo. Viaj luego a Mxico y, de all, el 26 de abril de 1929, se desplaz a Montevideo, donde particip con gran xito en el Congreso Obrero Latinoamericano. Luego de un corto periplo por el sur del continente (Santiago de Chile y Buenos Aires), Mahecha viaj a Pars para participar, como representante de la Confederacin Sindical Latinoamericana, en el Congreso Mundial Antiimperialista de Pars, donde, al igual que en Montevideo, fue aclamado. En octubre, y con la autorizacin directa de Jos Stalin, se desplaz a Mosc, donde vivi hasta fines de 1930, cuando decidi regresar a Colombia. Una vez en el pas, no volvi a participar en actividad poltica alguna. En la tarde del 6 de diciembre de 1928, despus de casi un mes de huelga de los diez mil trabajadores de la United Fruit Company, corri el rumor de que el gobernador del Magdalena se entrevistara con ellos en la estacin del tren de Cinaga. Era un alivio para los huelguistas, pues no haban recibido del gobierno conservador sino amenazas y ninguna respuesta positiva de la multinacional. Desde el principio hubo brotes de violencia de todos los lados, los obreros, los agentes de la United y fuerzas armadas, pero no pasaban de escaramuzas aisladas. Por eso los huelguistas acudieron en masa a la estacin de Cinaga al encuentro con el primer funcionario gubernamental que se dignaba hablar con ellos. Como pasaban las horas y el funcionario no llegaba, los nimos se fueron exacerbando, tanto entre los manifestantes como entre los soldados emplazados en el sitio. En ese momento las fuerzas armadas dieron la orden de desalojo que fue desobedecida por los trabajadores quienes enardecidos vociferaban abajos a la multinacional y al gobierno. Gabriel Garca Mrquez en Cien aos de soledad incluy una versin literaria de los hechos dentro del llamado realismo mgico. El mismo autor menciona en su libro autobiogrfco Vivir para contarla que hubo una lectura de la orden de desalojo en la que se dio cinco minutos para que la multitud (hombres, mujeres y nios, malhechores como fueron llamados) que ocupaban la plaza la desalojaran, despus de los cuales el ejrcito abri fuego. El General Corts Vargas, quien fue el que dio la orden, argument posteriormente que lo haba hecho, entre otros motivos, porque tena informacin de que barcos estadounidenses estaban cerca a las costas colombianas listos a desembarcar tropas para defender al personal estadounidense y los intereses de la United Fruit Company, y que de no haber dado la orden Estados Unidos habra invadido tierras colombianas. Esta posicin fue fuertemente criticada en el Senado, en especial por Jorge Elicer Gaitn quin aseguraba que esas mismas balas deban haber sido utilizadas para detener al invasor extranjero. El nmero de muertos no se ha determinado y sigue siendo motivo de debate. Segn la versin oficial del gobierno colombiano del momento slo fueron nueve. Otra versin es aquella contenida en los telegramas enviados el 7 de diciembre de 1928 por el consulado de Estados Unidos en Santa Marta a la Secretara de Estado de Estados Unidos, donde inicialmente se informaba que fueron cerca de 50 los muertos. Ms tarde en su comunicado del 29 de diciembre de 1928 indic que fueron entre 500 y 600, adems de la muerte de uno de los militares. Por ltimo en su comunicado del 16 de enero de 1929 indic que el nmero exceda los 1.000. Segn el consulado, la fuente de dichas cifras fue el representante de la United Fruit Company en Bogot. Posteriormente diferentes versiones e investigaciones hechas por historiadores

colombianos y extranjeros han hablado de otras cifras, de entre 60 y 75 muertos, como mnimo, o de alrededor de mil, como mximo. Testigos han dicho que muchos cuerpos fueron llevados en trenes y arrojados al mar. Ante esta respuesta violenta, se produce la desbandada de los trabajadores y una rpida negociacin, y como resultado de la misma aceptan recortar por mitad los salarios. La indignacin obrera se estrell contra una doble muralla que le impidi sacar frutos de la aciaga experiencia: de una parte, el temor anticomunista del gobierno de Miguel Abada Mndez (1926-1930) que vea la revolucin bolchevique a la vuelta de la esquina; y, su contraparte, la tozuda fe insurreccional heredada de las guerras civiles del siglo XIX y alimentada por las nuevas ideologas de izquierda. El resultado es que ni hubo la temida revolucin, ni tampoco cuaj la ansiada insurreccin. El aparente empate fue resuelto por un liberalismo reformista que tom en sus manos el poder para intentar, sin mucho xito, atemperar los espritus e institucionalizar el conflicto laboral que era imposible soslayar El manejo de esta huelga acab de desprestigiar al partido conservador entre la clase obrera, y les dio la ocasin de lideres liberales como Jorge Elicer Gaitn de convertirse en defensores de la clase obrera. En el congreso, el debate de Gaitn sobre la matanza en las bananeras fue melodramtico, pero efectivo. Ese debate, en septiembre de 1929, le dio publicidad a Gaitn, y lo convirti en el portavoz ms conocido del movimiento obrero. Este es uno de los hechos ms dolorosos y al mismo tiempo ms expuestos a los vaivenes de la ficcin adems ms disputados por la memoria colectiva, tanto que hoy sigue provocando pasiones de uno y otro lado del espectro poltico. No acaba de suceder la masacre cuando ya se levantan interpretaciones antagnicas, lo que hizo claro que no habra consenso de lo que sucedi en aquella madrugada, y que ha generado mltiples versiones, relatos moldeados por cada protagonista atendiendo a sus motivaciones. La masacre de las bananeras no hacia parte de la historia oficial enseada a muchas generaciones. Pero de no haber sido por la imaginacin traducido en las caricaturas de Rendn, las denuncias de Gaitn, la escultura de Arenas Betancourt , las novelas de lvaro Cepeda y de Gabo, los abundantes recuentos de los historiadores y sobre todo el acuerdo de los sobrevivientes se abra hundido en el manto del olvido como muchos de los hechos recientes de la historia colombiana de hay la necesidad de revivir la memoria colectiva y no suprimirla como pretenden muchos, reconociendo nuestra historia nuestro papel de sujetos activos de ella es que lograremos darle un nuevo rumbo.

OTRO TRABAJO Hace 80 aos, entre los meses de noviembre y diciembre de 1928 aconteci una gran huelga del naciente proletariado agrcola colombiano contra la trasnacional imperialista United Fruit Company, en Cienaga y otros municipios de la zona bananera del departamento del Magdalena. Un cuarto de siglo despus del robo de Panam por parte del imperialismo yanqui, Colombia tena algo ms de 7 millones de habitantes. Predominaban por todo el pas las haciendas de tipo feudal y relaciones de servidumbre de los terratenientes sobre los campesinos. La economa giraba principalmente en torno al caf, tabaco, caucho, oro, carbn, sal, esmeraldas y platino. En las zonas caucheras del Amazonas colombiano losterratenientes y el imperialismo ingles explotaban a los trabajadores de manera esclavista. Adems de la United Fruit Company, existan otros enclaves de saqueo imperialistas como la petrolera Tropical Oil Company,en Barrancabermeja, y la minera Frontino Gold Mines, en el pacifico colombiano. Elimperialismo yanqui y el Estado reaccionario mantenan una continua situacinde zozobra en la zona bananera por su explotacin y opresin. Los obreros trabajaban sin vinculacin directa con la trasnacional, por un salario inferioral mnimo, sin atencin mdica, generando entre las masas una situacin econmica muy precaria y unas condiciones de vida miserables. A los presos seles obligaba a trabajar hasta los das festivos sin darles comida en das. Adems de los asfixiantes impuestos del Estado, el ejercito cobraba otrosimpuestos (vacunas) al pueblo como: un impuesto llamado pisadura, impuesto ala profesin u oficio, entre otros y cobraba por salvoconductos (estilo certificado del DAS). El ejrcito continuamente robaba las casas, saqueaba las tiendas, robaba a los obreros y campesinos en las calles, los golpeaban y luegolos encarcelaban, incendiaban sus ranchos, violaban a las mujeres y las nias. A la par que hacan todo esto, la United Fruit Company y el ejercito festejabanen grandes fiestas y bacanales, llenos de licor y prostitutas. Cuando los militares eran acusados por delitos contra la poblacin, la United Fruit Company pagaba las reparaciones y multas de los oficiales. Los continuos atropellos e injusticias hacia las masas llevaron a que se agudizaranlas contradicciones entre elimperialismo y el Estado terrateniente-feudal por un lado y el proletariado agrcola con los campesinos por el otro. Los obreros se organizaron en sindicatos y comenzaron a exigir condiciones dignas de trabajo, pidiendo descanso dominical, mejor atencin mdica y mejor salario (algo muy similar a laspeticiones que hoy en da hacen los corteros de caa en el Valle del Cauca);por esta razn ms de 30 mil obreros de la United Fruit Company entraron en huelga. Los obreros tenan la simpata de la poblacin, de los indgenas de la Sierra Nevada, de los comerciantes, de algunos ganaderos, y tambin de muchos trabajadores norteamericanos que se solidarizaron con ellos. El gobierno de Miguel Abada Mndez -terrateniente y servil lacayo delimperialismodeclar a los huelguistas como cuadrilla de malhechores (elequivalente hoy en da de

terroristas) y ordeno el 6 de diciembre dispararle alos manifestantes reunidos en la plaza principal de Cienaga (Magdalena). El reaccionario GeneralCorts Vargas dio la orden directa de disparar a los obreros,argumentando posteriormente, que lo haba hecho entre otros motivos, porquetena informacin sobre algunos buques yanquis que estaban cerca a las costascolombianas, prestos a desembarcar las tropas imperialistas para defender susintereses. Argumentaba que de no haber dado la orden Estados Unidos habrainvadido tierras colombianas. Pero el principal temor de los imperialistas y elgobierno reaccionario era que las ideas comunistas se esparcieran entre lasmasas de obreros y campesinos, que sumado a la rica experiencia de lucha ycombatividad del pueblo colombiano heredada de las guerras civiles del sigloXIX, conformaban una peligrosa mezcla explosiva que podra encender una lea secalista para arder.

En esta matanza perecieron ms de un millarde obreros ametrallados por el ejrcito reaccionario, y el estado colombiano demostrabacon sangre una vez mas los intereses que defenda y su incondicional servilismoante los imperialistas yanquis.

No fue la primera masacre pero si fue laprimera que no qued en el olvido. Este cruel acto contra el movimiento obrerocolombiano marc para siempre la historia de violencia reaccionaria en el pas,que contina hasta la actualidad. Tras aquella matanza la represin contra lashuelgas se acrecent en Colombia, y se volvieron cotidianos los asesinatosmasivos de lderes sindicales y la crcel por delitos polticos para otrostantos.

La huelga y masacre de las bananeras al igualque la mayora de los problemas del pueblo colombiano se derivan de un origencomn: el problema nacional y el problema democrtico. Dos aspectos que son interdependientes yestn profundamente relacionados. Colombia es una nacin oprimida por elimperialismo principalmente yanqui, es decir es una nacin semicolonial. Por otro lado no se ha resuelto el problema de la democraciapara el pueblo, es decir, tierra para el que la trabaja, entregar la tierra alos campesinos, adems de las libertadespolticas para el pueblo. En otras palabras Colombia es una nacinsemifeudal. En nuestro pas elimperialismo saquea los recursos naturales, practica el intercambio desigual demercancas, oprime y explota con sus relaciones de produccin principalmente atravs de la compra de mano de obra barata que ofrece el pas, alindose con lasclases reaccionarias: la gran burguesa y los grandes terratenientes, queactan en conjunto como unas sanguijuelas chupando hasta la ltima gota desudor y sangre del pueblo. Estos dos problemas no han sido solucionados ysiguen causando inmenso dolor y sufrimiento al pueblo.

Como parte de que todo siga igual, de que elpueblo no conozca su propia historia de lucha y resistencia y defienda susintereses, el imperialismo y sus lacayos siempre buscan borrar la historia y lamemoria colectiva del pueblo, dejando en el olvido y negndose a transmitir lasexperiencias del pueblo. Para eso hacen uso de los medios de comunicacin que estn a su serviciocomo Caracol y RCN, otro mtodo es cambiar los nombres para hacer parecer loviejo y podrido como algo nuevo y mejor. Poco tiempo despus de la masacre, laUnited Fruit Company cambio su nombre en Colombia por Compaa Frutera deSevilla, y mas tarde a Chiquita Brands.

La trasnacional Chiquita Brands, el imperialismo y el Estado, por medio de susfuerzas armadas reaccionarias, ejercito, polica y paramilitares, ha seguidosaqueando el pas y masacrando al pueblo, financiando y dirigiendo grupos de paramilitaresen la zona bananera de Urab y Magdalena. Esta transnacional yanqui tiene unamacabra historia de invasin, muerte y destruccin en buena parte de AmricaLatina y el Caribe, basta con solo recordar el financiamiento y direccin a loscontras (paramilitares) en Nicaragua.

A Nosotros los jvenes, ya seamos obreros,campesinos, estudiantes, nos han heredado un mundo patas arriba, donde lamasacre, el genocidio, el desplazamiento forzado, la explotacin, la opresindel pueblo, el saqueo y destruccin del planeta por parte de capitalistas yterratenientes es algo no solo cotidiano tambin es algo visto como normal.De nosotros depende que siga as y mucho peor, o por el contrario luchar por heredarlea las nuevas generaciones un mundo nuevo y mucho mejor.

Los jvenes del pueblo debemos aprender del pasado, estudiar la historia, conocer la rica experiencia de combatividad y resistencia del pueblo colombiano, como tambin de las justas luchas de los pueblos del mundo y ligarnos a ellas. Debemos entender que es solo con la organizacin y lucha consciente y sistemtica que podemos derribar el sistema capitalista y transformar el mundo, es solo unindonos a los obreros y campesinos, para luchar juntos como un solo cuerpo que podremos barrer este sistema de opresin y explotacin, de hambre y miseria que generan y mantienen los amos, capataces y verdugos del pueblo (imperialistas, grandes burgueses, grandes terratenientesy sus lacayos). Las recientes y justas luchas de los corterosde caa de azcar y la minga indgena, nos trajeron un aire fresco de luchapopular, pero esto es solo el comienzo. Grandes luchas estn por venir, es poreso que no debemos esperar pasivos a que pasen las cosas, a que otros luchenen contra del sistema. Nosotros los jvenes del pueblo no somos el problema,sino que debemos ser parte importante de la solucin, debemos

luchar con sacrificio, perseverancia, con una profunda conviccin de servir al pueblo, de apoyar todas las justas luchas de los pueblos del mundo y con la necesidad de aprender de la rica experiencia de la justa lucha del pueblo colombiano, para trascender de la resistencia y hacer la revolucin.

A MANERA DE CONCLUSION MASACRE DE LAS BANANERAS Diciembre 6 de 1928 Sangre en la plantacin La muerte de un nmero indeterminado de manifestantes en Cinaga por tropas oficiales se convirti en un hito de las luchas obreras y un mito para la historia y las letras colombianas. Por Mauricio Archila Neira * Hace unos aos escrib que tal vez no existe un hecho en la historia del pas que sea tan doloroso y al mismo tiempo tan expuesto a los vaivenes de la ficcin como lo ocurrido en Cinaga, Magdalena, entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928. Hoy agregara que quiz ha sido el evento ms disputado en trminos de la memoria colectiva, tanto que hoy sigue provocando pasiones en uno y otro lado del espectro poltico colombiano. No acaba de suceder la masacre (as se designa tcnicamente a todo acto de liquidacin de ms de cuatro personas en estado de indefensin) cuando ya se levantaban interpretaciones antagnicas y era claro que no habra consenso sobre lo que en efecto pas en aquella aciaga madrugada. Antes de considerar algunos de los argumentos esgrimidos, establezcamos los principales hechos, hasta donde sea posible. La empresa norteamericana United Fruit Company (UFC), creada en Boston en 1899, haba llegado a la zona bananera del Magdalena a comienzos del siglo XX. La mayora de los trabajadores de sus plantaciones eran vinculados indirectamente por medio de contratistas. Por ello nunca se pudo precisar su nmero exacto, pero se habla de una cifra que oscilaba entre 10.000 y 30.000. El 12 de noviembre de 1928 uno de los sindicatos que funcionaba en la regin lanz la huelga para presionar la solucin de un pliego de nueve puntos. No era el primer conflicto laboral en la zona, pues desde 1918 se haban presentado ceses de trabajo, pero fueron parciales o de sectores especficos como los ferroviarios o portuarios dependientes de la multinacional. El pliego de peticiones comenzaba con tres puntos que llamaban al cumplimiento de leyes colombianas sobre el seguro colectivo y obligatorio para los trabajadores, accidentes de trabajo y habitaciones higinicas. Luego se exiga aumento salarial del 50 por ciento, cesacin de los comisariatos y de prstamos por vales, pago semanal, contratacin colectiva y establecimiento de ms hospitales. Aunque slo se exiga amoldarse a la escasa legislacin laboral, la UFC se neg a negociar. Muerte en Cinaga A instancias del general Carlos Corts Vargas, trasladado a la zona como jefe militar al otro da de iniciada la huelga, la gerencia local de la UFC acept a medias los puntos de los vales y del pago semanal. El resto lo consider "ilegal" o imposible de conceder. En esas condiciones el clima laboral se deterior y los trabajadores realizaron mtines permanentes, bloqueos de la va ferroviaria y saboteos a las lneas telegrficas. Como

el conflicto no se resolva decidieron concentrarse en Cinaga, aunque dejaron piquetes de huelguistas por toda la zona. En la noche del 5 de diciembre corri el rumor de que el gobernador ira a entrevistarse con los trabajadores para buscar solucin al paro, pero nunca lleg. Por su parte el gobierno central expidi el Decreto Legislativo No. 1 que declaraba el estado de sitio en la zona por turbacin del orden pblico y designaba a Corts Vargas jefe civil y militar de la misma. ste, una vez recibi el esperado decreto se posesion a la carrera y expidi a las 11 y media de la noche el decreto No. 1 que ordenaba disolver "toda reunin mayor de tres individuos" y amenazaba con disparar "sobre la multitud si fuera el caso". En consecuencia, a la 1 y media de la madrugada del 6 de diciembre form a la tropa delante de los concentrados en Cinaga. Luego de leer los respectivos decretos y de conminar a la multitud a retirarse, dio un plazo de cinco minutos que prolong por uno ms. Segn Corts Vargas "era menester cumplir la ley, y se cumpli". La masacre que sigui despus es materia de disputa, as como lo que ocurri en los das posteriores al hecho que prcticamente termin con la huelga. En efecto, el general Carlos Corts Vargas, militar de carrera e historiador por aficin, reconoci nueve muertos, el mismo nmero de los puntos del pliego de peticin! Explic su decisin con dos argumentos, muy caros al espritu militar: la preservacin de la autoridad en una situacin casi insurreccional y la represin de la huelga para anticipar un desembarco norteamericano. El primero fue, sin duda, el que ms invoc tanto en una entrevista publicada pocos das despus de la masacre, como en el libro que editara a mediados de 1929. El segundo, que tuvo cierto fundamento como veremos luego, surgira meses despus como una disculpa de su decisin. Para el general, la huelga en la zona bananera era un acto subversivo propiciado por agitadores comunistas y anarquistas. En esto haca eco del mismo pnico que sus superiores, el ministro de Guerra, Ignacio Rengifo, y el presidente Miguel Abada Mndez, tenan ante cualquier protesta social. En esa direccin haban expedido el ao anterior la Ley Heroica. La descripcin que hace Corts Vargas insiste en multitudes que recorran la zona arrasando con todo y amenazando las vidas de funcionarios colombianos y norteamericanos. l vea comunistas por todos lados, tanto que termin apresando al inspector del trabajo y al alcalde de Cinaga por connivencia con los huelguistas. Pero lo que ms le preocupaba era la eventual confraternizacin de las tropas costeas con los trabajadores. Para salvar el principio de autoridad decidi actuar brutalmente para suprimir la huelga, en lo que fue respaldado por sus superiores. Otras versiones Por su parte, activistas sobrevivientes como Alberto Castrilln y Ral E. Mahecha hablaron de cientos de vctimas desarmadas. Tambin ellos tenan sus intereses en esta denuncia. Es sabido que el Partido Socialista Revolucionario, en el que militaban los dirigentes de la huelga, se inclinaba por una tctica insurreccional para acceder al poder. La huelga era un paso en esa direccin. Pero por las descripciones que hicieron otros sobrevivientes, la gente desbord a sus lderes.

Algunos sealan que Mahecha, olindose lo que iba a suceder, intent en vano disolver la concentracin en Cinaga. Sin duda, hubo actos violentos por parte de los huelguistas como el ocurrido el 6 de diciembre en la vecina Sevilla que dej un militar muerto y otros tantos civiles. Incluso parece que a lo largo del conflicto algunos de los huelguistas estuvieron armados de machetes y viejas escopetas. Pero en la noche de la masacre en Cinaga las balas no salieron de la multitud, como lo reconoci el mismo Corts Vargas. En forma diciente El Espectador el 12 de diciembre public una larga entrevista con el general bajo el ttulo: 'La primera descarga se hizo sobre una multitud obrera inerme y pacfica'. A su vez, el joven poltico Jorge E. Gaitn eludi dar cifras precisas en la denuncia que present ante el Congreso meses despus, pero acus a los militares de hacer una accin premeditada en estado de embriaguez. Igualmente recogi el rumor que circulaba en la regin de trenes cargados de muertos que fueron arrojados al mar. Gaitn tambin tena intereses polticos, pero sus denuncias, exageradas en algunos puntos, no se pueden reducir a una simple oposicin al gobierno, como perceptivamente le seal el embajador norteamericano Jefferson Caffery. El punto de vista de este diplomtico es tambin esclarecedor de las distintas versiones de los hechos. Apoyndose en fuentes de la compaa bananera, el embajador report primero 100 muertos, luego habl de una suma que oscilaba entre 500 y 600 y en un informe al Departamento de Estado de mediados de diciembre dijo que sobrepasaban los 1.000. Queda la duda de si en efecto hubo tropas extranjeras cerca de Colombia -como ocurri en Panam en 1903-, y no se sabe hasta dnde hubieran llegado los estadounidenses en la defensa de sus 'intereses'. En todos estos relatos la realidad ha sido moldeada por cada protagonista atendiendo a sus motivaciones. Es una forma de ficcin, distinta, eso s, de la literaria. No es lo mismo hablar de "masacre" que de "sucesos" de las bananeras, como aspticamente los design Corts Vargas. Pero los intereses polticos no han desaparecido con el paso de los aos. An hay quienes quieren dejar estos eventos en el cajn del olvido. La masacre de las bananeras no era parte de la llamada 'historia oficial' que nos ensearon a muchas generaciones de colombianos y que hoy, por fortuna, est cuestionada. De no ser por el poder de la imaginacin traducido en las caricaturas de Rendn, las denuncias de Gaitn, la escultura de Arenas Betancourt, las novelas de lvaro Cepeda y de Gabo, los abundantes recuentos de los historiadores y, sobre todo, el recuerdo de los sobrevivientes, pudo pasar lo que ha ocurrido con otros hechos luctuosos de la historia reciente del pas que se hunden en el manto del olvido y la impunidad. Para encarar cualquier proceso de paz en el pas no se puede suprimir la memoria colectiva, comenzando por la masacre que se cometi el 6 de diciembre de 1928 en Cinaga contra una "multitud inerme y pacfica". Esta memoria tiene algo de ficcin, como todo relato histrico, pero no por ello es falsa. * Ph.D. en historia y profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia

Escultura de trabajador bananero, de Rodrigo Arenas Betancur, ubicada en la plazoleta de la estacin del Ferrocarril de Cinaga (Magdalena), sitio donde ocurri la masacre de las bananeras, hace 83 aos.

Juan Bernardo Rosado Duque Director/rea de comunicacin pblica Escuela Nacional Sindical Donde est la trompeta que anunci la balacera? Donde las banderas de Colombia que agitaban los trabajadores? Y el retrato de Bolvar que llevaba otro? Qu rastros fsicos nos quedan de aquellos hechos de hace 80 aos? Los testimonios de los sobrevivientes coinciden con la narracin literaria. Casi tan rpido como las balas, los cadveres fueron retirados, y segn todos los testigos, arrojados al mar abierto desde un barco de la compaa bananera. Y despus nadie le crea a los sobrevivientes, nada haba pasado. Y todava hoy no sabemos que pas, cuntos murieron acribillados y quienes fueron los responsables. Sin embargo, la fuerza de los hechos acaecidos en la zona bananera del Magdalena entre noviembre de 1928 y marzo de 1929, siguen recorriendo, como un fantasma que ruega por sepultura y descanso, estos territorios. Los hechos Despus de tres semanas de huelga, la United Fruit Company logr a comienzos de diciembre de 1928 que el presidente Abada Mndez declarara el estado de sitio y nombrara al general Carlos Corts Vargas, jefe civil y militar de la zona. La forma en que el general Vargas anunci tal declaracin en la estacin del ferrocarril del municipio de Cinaga es la historia de esta tragedia. Invitados los trabajadores en huelga a verificar el cierre de las negociaciones entre la empresa y los lderes del paro, al menos cuatro mil llegaron por tren y por otros medios a la estacin y all se quedaron a esperar la firma del acuerdo y la llegada del gobernador del departamento. El gobernador no lleg y la plazoleta al frente de la estacin fue rodeada por nidos de ametralladoras, que por orden de Corts Vargas, seran manejadas por oficiales de las fuerzas armadas y no por los soldados. A las diez de la noche uno de los lderes de la huelga, Ral Eduardo Mahecha se par en el techo de un vagn e intento advertir a la multitud, les rog que se dispersaran, que huyeran. La suplica fue contestada por la multitud con insultos, nadie se movi o muy pocos oyeron, quizs porque sus palabras se estrellaban con el viento contrario que a esas horas soplaba. A las 11 de la noche hace un nuevo intento igualmente desodo. Un poco despus de la media noche un oficial del ejrcito ley el decreto que declaraba el Estado de sitio y ordenaba la dispersin de la multitud. De inmediato son la trompeta tres veces y se oy en todo el pueblo al igual que la balacera que le sigue. Despus de la masacre el ejrcito se tom la regin y se siguieron varios meses de consejos de guerra, detenciones masivas, ejecuciones extrajudiciales de los detenidos, muchas de ellas evitadas por el esfuerzo heroico del prroco de Cinaga Francisco Angarita. La imposicin de trabajos forzados, la tortura, el corte de franela, de las violaciones que cientos de mujeres sufren, del cobro de multas e impuestos ilegales. Por tres meses la arbitrariedad es el signo y es financiada adems por la

United que recompensa a los soldados con cerveza y cigarrillos, que paga las cuentas de rones y champaas de los oficiales que viven de parranda en parranda. Por qu la huelga, porqu la masacre? Pero detengmonos un momento en el contexto, en el antes y en el despus de este momento histrico fundacional. Qu hizo estallar la huelga? Qu hizo que la inmensa mayora de los treinta mil trabajadores, y los comerciantes y los pequeos propietarios se levantaran contra la empresa y contra el gobierno? Claro, la respuesta inmediata es el drama de las condiciones de trabajo, los malos salarios, la falta de proteccin social, la existencia de los comisariatos en donde los trabajadores gastaban sus salarios comprando productos ofrecidos por la compaa a altos precios, la desproteccin en salud o la ausencia del descanso dominical remunerado, entre muchas cosas. Pero de fondo est la crisis del proyecto poltico de Miguel Antonio Caro y Rafael Nez, que empez a ejecutarse en el pas inmediatamente despus de la derrota liberal en la batalla de La Humareda en 1885. La hegemona conservadora que ir desde esa poca hasta agosto de 1930 se propuso imponer en Colombia lo que Mara Teresa Uribe de Hincapi ha denominado Ciudadanas Sacras. Una repblica centralizada, confesional, presidencialista, con libertades limitadas, derecho al voto restringido y autoritaria, donde el ciudadano es aquel que pertenece a la comunidad de los creyentes catlicos, un rgimen patriarcal que con timidez a partir de 1905 comienza a promover cierta modernizacin econmica y la construccin de vas de comunicacin. Esa modernizacin tmida trae la industrializacin, la agroindustria y la inversin extranjera. Aparecen amplios sectores de la poblacin que ya son obreros y que empiezan a reivindicarse como sujetos de la accin poltica, como ciudadanos que exigen derechos, que quieren ser incluidos y que piden reconocimiento. Comienza a aparecer el pueblo como actor poltico y social nuevo en una repblica en la que la poltica era un asunto seorial. Y las consecuencias de aquellos hechos que estamos recordando este mes y de los que tantos no saben nada, son profundas y se sienten an hoy. En lo inmediato, la forma brutal como fue tratada la huelga de 1928 conmocion al pas entero. En Bogot, los estudiantes se levantaron contra la decisin del presidente Abada de nombrar al general Corts Vargas jefe de polica de Bogot, y como hoy hacen las organizaciones de las vctimas, muchos ciudadanos evitaron al general y otros tantos lo insultaban en la calle. El presidente revoca su decisin y en la medida en que el pblico conoce ms detalles de la represin ejercida con las armas de la Repblica terminar por expulsarlo del ejrcito. Y un joven representante a la cmara por el partido liberal, de origen popular, que acababa de llegar de Italia de especializarse en derecho penal realizar los das 3, 4, 5 y 6 de septiembre de 1929 un debate histrico al gobierno conservador. Jorge Elicer Gaitn se convierte a partir de esos das en figura nacional, en la voz de unos tiempos nuevos.

La Alcalda del municipio de Cinaga, a tan slo diez de all queda el lugar donde sucedi la masacre.

Las luchas por una modernizacin poltica democrtica La huelga de las bananeras precipit el fin de la hegemona conservadora, el triunfo liberal de 1930 y el inici en Colombia de un periodo de modernizacin poltica que incluy entre otras muchas cosas el reconocimiento del derecho de asociacin a los trabajadores, la creacin del derecho laboral y de un modelo mestizo de sindicalismo que an vivimos y padecemos. Y uso el trmino mestizo con respeto, la experiencia de la modernidad poltica en Colombia es contradictoria, paradjica, mezclada. Mientras desde la independencia el pas ha construido instituciones polticas liberales y medianamente modernas, la sociedad en general es estamental y seorial, localista y fragmentada. En general, la historia poltica de Colombia est marcada por la violencia y por sistemticas violaciones de derechos humanos. En los aos treinta los trabajadores y los campesinos aparecen en la escena poltica del pas reivindicando reconocimiento de derechos y de identidad. Aparecen los movimientos sociales en Colombia, pero como lo demuestran los estudios que sobre su dinmica se han hecho, en especial los de Mauricio Archila, encontramos que en general esos movimientos sociales son fragmentados, particulares, locales y exigen el reconocimiento de derechos sociales o mejor la satisfaccin de necesidades bsicas. En particular, el modelo mestizo sobre el cual se construy el sindicalismo colombiano padece de esas limitaciones. Es claro, fueron las luchas obreras las que obligaron al Estado y a la sociedad a reconocer el derecho de los trabajadores a agremiarse, pero es claro tambin que un modernizador democrtico como Alfonso Lpez Pumarejo reconoci y ayud a legitimar esa justa aspiracin, y durante sus siete aos de gobierno: 1934 1938 y 1942 1945, a travs de reformas constitucionales, leyes y decretos de estado de sitio, sent las bases del sindicalismo que tenemos. Sin embargo, como todo avance democrtico en Colombia, los resultados son una mezcla de avance y control. Porque si, aparecieron los sindicatos en la vida nacional y fueron invitados frecuentes en el Palacio de la Carrera (hoy de Nario). Y quizs por esto Lpez Pumarejo fue el primer y ltimo presidente en salir al balcn de palacio a recibir homenaje de los trabajadores en una marcha del 1 de mayo, la de 1936, y sin duda, es una de sus fotografas ms recordada al lado de Gerardo Molina. Pero el sindicalismo que creci con la Hegemona Liberal a partir de 1930 padeca serias restricciones: Se cre limitado al conflicto econmico en la empresa, desde el principio el Estado intervino en la vida sindical, inspeccion su contabilidad, manej la creacin de sindicatos y en especial el registro como un problema de orden pblico, le prohibi al sindicalismo la poltica, prohibi la negociacin por rama y debilit a las centrales sindicales. Estas y otras cosas siguen aun funcionando. Ms de 2.500 personeras de sindicatos vigentes, cientos de sindicatos prohibidos por falta de autorizacin gubernamental, federaciones dbiles, mnima negociacin colectiva y por eso, a veces parece muy difcil lograr que la Central Unitaria de Trabajadores se

convierta en una federacin de 19 grandes organizaciones sindicales, claro Cmo superar la inercia de 70 aos? Entonces el sindicalismo colombiano es reconocido legalmente en un periodo de reformas polticas de carcter democrtico, y lo es gracias al sacrificio de aquellos que hoy hace 80 aos murieron y sufrieron persecucin en Cinaga y en otras zonas de Colombia. Pero esas reformas contienen serias limitaciones que an lo sitan lejos de los estndares laborales internacionales, lejos del sindicalismo contemporneo presente no solo en Europa o en Norteamrica, sino en otros pases democrticos en vas de desarrollo, y es necesario reconocer esto porque los trabajadores sindicalizados o no, se merecen y necesitan un nuevo salto adelante, o incluso lo pueden estar realizando sin nosotros. Demos un paso atrs y muchos hacia adelante Pero volvamos a la historia, a los hechos de Cinaga del 5 y 6 de diciembre de 1928. Qu significan, qu rasgos lo identifican? Sin duda es el hecho fundacional del sindicalismo colombiano, sin ser el primer movimiento huelgustico, es como la historia del sindicalismo colombiano y el sindicalismo mundial, una historia de martirio, de sangre, de sacrificio, de herosmo y tambin de solidaridad. Nos seala como el sindicalismo es un fenmeno colectivo, sus reivindicaciones son democrticas, pero sobre todo sociales e igualitarias, por eso muchos estudiosos de la accin colectiva y de los movimientos sociales ven en las palabras, las culturas y la experiencia sindical muchas marcas del primer cristianismo y sus grandes mrtires vctimas del imperio. Y adelantmonos de nuevo Qu de ese pasado sobrevive hoy entre nosotros? Sin duda la violencia y su correlato de impunidad se han mantenido a lo largo de toda la historia de las organizaciones de trabajadores en Colombia, no solo los responsables de los hechos de la zona bananera del Magdalena quedaron libres de sancin judicial. Y no solo muchos de los hechos de ese periodo quedaron borrados. Qu pas con el sindicalismo durante La Violencia? Qu est pasando con las vctimas de la oleada reciente de violencia antisindical? Y claro, con los victimarios? Una deuda con las vctimas de Cinaga es no olvidar y perseverar en la defensa de la vida, de la verdad y de la justicia. El sindicalismo colombiano sobrevive adems en un contexto casi tan negativo como el de aquel ao. Legalmente permitida, en la prctica la sindicalizacin est casi prohibida. El derecho a la negociacin colectiva no alcanza a cubrir al 1% de la poblacin econmicamente activa. Las condiciones laborales han vuelto a la mayor precariedad, de ah que incluso los ms pobres y los ms explotados, aquellos que ya no tienen nada que perder, como los caeros, los trabajadores de la palma africana, los estibadores de los puertos, estn saliendo a paro para pedir que se les pague el salario mnimo, que las vacaciones sean remuneradas, que la salud sea protegida. Y a estas movilizaciones se responde con la violencia y levantando el fantasma terrorista. Hay una fuerte cultura antisindical en el pas, en las clases medias y en especial en el empresariado. Tienen ellos la ilusin de una Colombia contradictoria, con estado de derecho, con elecciones frecuentes, pero sin sindicatos, sin organizaciones de

trabajadores. Quizs suean con una sociedad liberal pero con limitados derechos de participacin, algo anacrnico en estos tiempos. Y retornemos al sindicalismo. Los huelguistas de 1928 actuaron sin autorizacin de la ley, en contra de una de las empresas ms poderosas del mundo, en contra de un gobierno conservador que los declar malhechores desde el primer minuto. Se atrevieron a desafiar los lmites legales y morales de la poca, a intentar actuar de otra manera, hicieron no solo algo prohibido, sino nuevo e indito en el pas, rompieron esquemas y actuaron sin temor de la letra de la ley. Hoy, el sindicalismo tiene el reto de buscar nuevas alternativas, de quebrar la inercia de la estructura vieja de hace 70 aos. En el ao 2006 la CUT se atrevi a dar un primer paso, nuestra deuda con aquellos que murieron hace 80 aos, es darle a los trabajadores colombianos una segunda oportunidad, es seguir por el camino de las reformas internas profundas. Ese es, sin duda, un paso necesario para superar el rgimen poltico conservador que nos gobierna y para alcanzar metas de prosperidad, democracia y libertades para todos. El sindicalismo colombiano debe resignificarse. Bibliografa Gaitn, Jorge Elicer. 1928 La masacre de las bananeras. Ediciones PEPE. S.f. 142 pgs. Arango Z, Carlos. Sobrevivientes de la Bananeras. 2 Edicin. ECOE Ediciones. Bogot. 1985. 183 pgs. Sarduy, Severo. El barroco y el neobarroco. En: Amrica Latina en su literatura. Editada por: Csar Fernndez Moreno. 10 Edicin. UNESCO, Siglo XXI Editores. 1986. pp 167 184. Uribe de Hincapi, Mara Teresa. rdenes complejos y ciudadanas mestizas: Una mirada al caso colombiano. En: Nacin, ciudadano y soberano. Corporacin REGIN. 2001. pp 195 214. Garca Mrquez, Gabriel. Cien aos de soledad. Editorial Ctedra. 2000. 550 pgs. Garca Canclini, Nstor. Culturas Hbridas: Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Editorial Grijalbo. 1998. 393 pgs

OTRO ASPECTO Escrito por Maritza Quiroz ! Haca ya once aos haba triunfado la Revolucin Bolchevique en Rusia, y an las piernas enclenques de los amigos del status quo se estremecan ante la amenaza comunista. Por aquellos das Colombia era gobernada por Miguel Abada Mndez (1926-1930), ltimo presidente de la hegemona conservadora que echara races durante 42 aos.

Graves problemas econmicos que llevaron al aumento de la deuda externa para el desarrollo de obras de infraestructura como ferrocarriles, carreteras y puertos; la recesin mundial del 29 que amenaz con una parlisis financiera y de la produccin; y la incansable persecucin de ideas comunistas y la represin de cualquier tipo de organizacin social, caracterizaron su gestin, apoyada desde el principio por las multinacionales que competan por el control del pas, especialmente por la United Fruit Company (UFC), compaa estadounidense dedicada a la produccin y comercio de frutas tropicales. Treinta aos llevaba la UFC en Colombia, disfrutando del paraso que la irrisoria legislacin nacional haba creado para las empresas explotadoras. Desde su nacimiento en 1899, sus intereses comerciales abarcaron Centroamrica y El Caribe, teniendo plantaciones en Colombia, Costa Rica, Cuba, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Panam y Santo Domingo, donde se apoder no slo de la tierra, sino tambin del agua, la infraestructura de transporte y comunicaciones, e implant su propio sistema de crdito. Adems, con el respaldo del gobierno estadounidense, soborn polticos, financi invasiones, promovi golpes de Estado, derog e impuso presidentes, respald escuadrones de la muerte, desarroll actividades ilegales contra los trabajadores, y acab a balazos con huelgas y movilizaciones. An hoy contina hacindolo bajo el nombre de Chiquita Brans, y tambin contina sobornando empleados pblicos, asesinando selectivamente a lderes sindicales y financiando a las Autodefensas Unidas de Colombia con exageradas sumas de dinero y transporte de armas de largo alcance. Rodilla en tierra y metralla homicida El 12 de noviembre de 1928 se produjo una de las tres grandes huelgas de la dcada contra compaas norteamericanas. Entre 25 mil y 30 mil trabajadores de la United Fruit Company se negaron a cortar los bananos producidos por esta empresa o por productores nacionales contratados por ella. Durante diez aos cada sector especfico de la multinacional protest y ces sus actividades laborales, sin resultado alguno. Pero por primera vez en la historia de la UFC en Colombia, los trabajadores del enclave y del ferrocarril se unieron, organizaron y reclamaron colectivamente atencin a sus demandas. No eran descabelladas sus nueve peticiones. En realidad slo exigan el cumplimiento de las leyes colombianas, exiguas por aquellos das y sumamente benevolentes con las empresas. Asociados a travs de la Unin Sindical de Trabajadores del Magdalena (USTM), constituida en 1925, los trabajadores reclamaban establecimiento de seguro

colectivo y obligatorio, reglamentacin sobre accidentes de trabajo, dotacin de habitaciones higinicas y reconocimiento del descanso dominical remunerado, aumento de salarios, eliminacin de los comisariatos y libertad comercial en la zona bananera, supresin del sistema de vales como forma de pago, cancelacin salarial cada semana, creacin de contratos colectivos, construccin de hospitales bien dotados, y ampliacin de los campamentos. La gerencia general de la UFC acept a regaadientes los puntos concernientes al mejoramiento de las condiciones higinicas de las habitaciones, la construccin y dotacin de hospitales, el pago semanal, y la cancelacin del 50% del salario en efectivo, slo se suprimiran parcialmente los vales. Lo dems lo consider ilegal. En todo momento la compaa bananera cont con el respaldo del gobierno nacional. Al da siguiente de iniciada la huelga, la zona recibi un nuevo jefe militar, el general Carlos Corts Vargas, quien das despus dara la siniestra orden de abrir fuego contra miles de hombres y mujeres en la estacin de tren de Cinaga. Su llegada a la regin y las medidas tomadas en los das siguientes, demostraron que el gobierno nacional consideraba el conflicto laboral que se presentaba en la zona como un movimiento subversivo claramente comunista. A medida que pasaban los das, creca el rumor de que los trabajadores no estaban en huelga, sino que preparaban una insurreccin, que atacaran a Santa Marta y a sus pobladores. Y los soldados locales iban siendo reemplazados por un contingente enviado desde el interior del pas, para que no fueran movidos por sentimentalismos en caso de tener que tomar una actitud decisiva. En la tarde del 5 de diciembre se reunieron en la plaza y la estacin de tren de Cinaga unos 4 mil obreros para recibir al Gobernador del Magdalena y exigirle que obligara a la UFC a negociar con ellos. Ese mismo da, casi a las 10 de la noche, el general Corts recibi la declaracin de Estado de Sitio y su designacin como Jefe Civil y Militar. Con su nueva investidura, en nombre de la tranquilidad de la patria y por pedido de la compaa bananera, reuni a sus hombres, alcoholizados algunos, e hizo rodear plaza y estacin. Cinco minutos ---anunci--- para desocupar. Esa noche Cinaga se inund del rojo de los obreros, acribillados por los tiros del Estado. El gobierno se lav las manos diciendo que slo murieron nueve revoltosos comunistas. Pero incluso el cnsul estadounidense en Santa Marta inform a su gobierno que fueron ms de mil las vctimas. An hoy se desconoce el nmero real de personas asesinadas, ya que no slo fueron los muertos de Cinaga, sino tambin los de los alrededores, cazados indiscriminadamente por el Ejrcito en los das siguientes. Y muchos de los cadveres fueron recogidos por los militares, y llevados hasta el mar en los vagones que transportaban la fruta, para que se perdieran en sus profundidades. Por muchos das la indignacin y el terror producidos por la masacre permanecieron silenciados por la censura del gobierno. Las vctimas debieron esperar la aparicin de periodistas, acadmicos y polticos que osaron resistirse y contarle al pas que el

suelo colombiano fue teido de sangre para complacer las arcas ambiciosas del oro americano, como dijera Jorge Elicer Gaitn en un debate ante el Congreso, cuando apenas comenzaba a convertirse en el portavoz ms conocido del movimiento obrero.