Más allá de la unidimensionalidad del saber
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MÁS ALLÁ DE LA UNIDIMENSIONALIDAD DEL SABER1
Los nuevos tiempos se inauguran con un nuevo y contundente planteamiento
epistemológico, que consiste en cuestionarse sobre si es posible renunciar al
método empírico-positivista tradicional y abrir campo a una nueva manera de
construir conocimiento, puesto que hoy como nunca estamos en una posición
extraordinariamente favorable, pero no menos que utópica, en la que podemos
acceder a un paradigma nuevo y superior en el que se integren la percepción, la
razón y la contemplación tras la búsqueda de una verdad menos dogmática, más
equilibrada e integrada a la realidad humana2. Así, que el propósito de este
ensayo, no es otro que hacer un aporte limitado y subjetivo a la consideración de
la posibilidad de alcanzar un nuevo modelo comprehensivo, que no mutile ni
distorsione la enorme riqueza del ser humano; y por lo tanto, transgredir esta
pretensión no es mi propósito, ni tampoco está a mi alcance.
Occidente ha construido su verdad tras el paso de sistemáticas mutilaciones. En la
edad media la fe sometió radicalmente a la razón, dejándole como única salida la
de convertirse en su fiel esclava y servidora. Pasada esta avalancha, fue la razón
la que quiso imponer su imperio, y sin embargo, al filo de la modernidad la
experimentación de los sentidos se impuso con el mismo ímpetu con que la fe
había arremetido siglos anteriores. Como consecuencia de esta historia de
mutilaciones, la verdad de occidente, nuestra verdad, siempre ha sido
contradictoria, excluyente y tan intolerante como para agregar a la lista trágica un
sinnúmero de guerras justificadas acaso en el derecho auto-otorgado de poseer la
absoluta razón de las cosas.
1 Ensayo inspirado en la lectura de, WILBER, Ken. Los tres ojos del conocimiento.
Capítulo 1º. Editoria Kairos. 2ª. Edición. Barcelona, 1994. p. 9-56.2 Cfr. WILBER, Ken. Los tres ojos del conocimiento. Editoria Kairos. 2ª. Edición.
Barcelona, 1994. p. 56.
En este contexto nació la ciencia, o más bien, lo que fue la ciencia, pero que muy
prontamente se convertiría en cientificismo. Ésta nació de una feliz hibridación
entre las tradiciones empiristas y el racionalismo matematizante que llevó a una
sofisticación de la experiencia en un nuevo recinto: el espacio del laboratorio. La
idea de un método a-priori válido para todas las ciencias, como todo lo puro,
resultó también excluyente.
La cuestión del método habilitó a los pensadores del renacimiento y a quienes los
siguieron a proponer tanto una nueva forma de pensar como un nuevo tribunal
para juzgar sus producciones. Ya Galileo había dejado bien en claro que lo que
estaba en juego era la puja entre dos verdades: la verdad que Dios había escrito
directamente en el mundo y la verdad inscrita en el texto bíblico. La autoridad de
la jerarquía eclesiástica, que poseía el monopolio de la interpretación de la
voluntad divina inscrita en las Sagradas Escrituras iba a ser desafiada por un
saber metódico encarnado por un nuevo grupo social, que, en un comienzo, sólo
pretendió encontrar un lugar para su propia divinidad laica junto a la tradicional.
Para enfrentar al poder ya instaurado los nuevos pensadores utilizaron el recurso
del método. Este resultó ser tremendamente eficaz en la batalla por el poder del
saber, aunque para orientar la tarea creativa de la investigación su aporte haya
sido minúsculo e intolerante3.
En la actualidad, después de varios siglos bajo el imperio del método,
hipnotizados aún por el discurso moderno, estamos comenzando, aunque todavía
tímidamente a sacudirnos el yugo de este hechizo metódico, a navegar en los
mares de la incertidumbre y la creatividad. Pero el precio que tenemos que pagar
para ello incluye la renuncia a la ilusión de un saber garantizado y absoluto. Esta
no es una tarea sencilla, por el contrario requiere de la aceptación de nuestra
3 Cfr. NAJMANOVICH, Denise. De los paradigmas a las figuras del pensar.
Presentado en el Primer Seminario Bienal de Implicaciones Filosóficas de las
Ciencias de la Complejidad. La Habana, Enero 2001.
finitud, de nuestra limitación, de la ambigüedad radical de todo conocer. Sin
embargo, esa es la única forma de abrir las puertas a la invención, a la
imaginación, al azar y a la diferencia. Es la única manera, como diría Ken Wilber
de “devolver la vista a los múltiples ojos del espíritu humano, desde una nueva
perspectiva que englobe la totalidad del espectro de la condición humana”4.
Pero, renunciar a la idea de un método único que conduzca siempre a la verdad, y
que la garantice, no implica de ninguna manera desistir de la utilización de
instrumentos o dispositivos, técnicas y procedimientos. Sólo implica que no se
antepone el método a la experiencia, que no se cree que haya un único camino o
un solo dispositivo adecuado para pensar, explorar, inventar o conocer. Sólo se
renuncia al fetiche del método científico, pero se puede todavía desplegar infinidad
de dispositivos, construir caminos, sendas y autopistas, elegir ir a campo traviesa
o entre los matorrales, preferir el bosque a la ruta, siempre recordando que el
conocimiento tiene tres ojos5. Renunciar al método no implica caer al abismo del
sinsentido, sino abrirse a la multiplicidad de significados y perspectivas.
Este nuevo panorama se asume como prometedor y benéfico para aquellos
saberes que no han podido encontrar en el método científico tradicional un ápice
lo suficientemente sólido para desarrollarse. Y el panorama es mucho más
prometedor si se tiene en cuenta que hasta el momento actual el debate ha
logrado alcanzar algunos consensos fundamentales.
Pero no se puede ignorar que para plantearse el problema de la integración de los
tres ojos del conocimiento hay que tener en cuenta que hoy en día las
4 WILBER, Ken. Op. Cit. p. 10.5 Según Ken Wilber el conocimiento tiene tres ojos, el de la carne, el de la mente y el de la
contemplación. El primero es sensorial y empírico, el segundo racional y el tercero es
religioso. Su teoría sostiene que hiostóricamente se ha impuesto un ojo sobre los otros
dos, y de esa manera el conocimiento ha sido castrado en su estructura fundamental.
concepciones sobre ciencia implican una amplísima gama de problemas, de
contribuciones, avances, retrocesos y acuerdos; como lo afirma Ladriere:
“Hoy, la ciencia no es ya simplemente un método de conocimiento, ni
siquiera solo un cuerpo de saberes, es un fenómeno sociocultural de
inmensa amplitud, que domina todo el destino de las sociedades y que
empieza a plantear problemas absolutamente cruciales porque, desde ahora,
parece que ciertos límites están traspasados”6.
Esta utopía epistemológica, de dejar atrás los absolutos impuestos por el
cientificismo heredero de Galileo y de Kepler, tanto como de Descartes, en el que
se endiosaban la observación, la medición y la formulación de leyes, debe fijar su
punto de partida en el hecho de que otros conocimientos son posibles, de que la
multidimensionalidad humana a veces es ambigua cuando se la ve con los ojos
que no son, y que una visión unilateral no es más que un panorama sombrío y una
renuncia crasa a contemplar la infinita gama de posibilidades de la vida.
En fin, a pesar de los lastres y las castraciones en que incurrieron tanto el
dogmatismo medieval, como la tiranía del cientificismo, nos que una lección,
quizás aprendida con sangre, y es que con respecto a la tarea de conocer, cada
zapatero a sus zapatos, sin querer transgredir las funciones que no le
corresponden. El medioevo despertó la trascendencia humana, la modernidad
nos arraigó en el mundo físico, y la posmodernidad nos lanzará a una empresa en
la que el final aún no ha sido escrito.
El método científico fue el martillo con que la nueva mentalidad científica golpeó
las puertas de la ciudadela medieval. Bajo su hechizo, se construyó todo un modo
de experiencia y legitimación del conocimiento. En su momento significó una gran
6 LADRIERE, Jean. El reto de la racionalidad. Sígueme – Unesco. 1978. Pág. 13.
apertura, pero sus pretensiones absolutistas llevaron a una nueva clausura y
urgieron una nueva rebelión.
Esta rebelión, ha de ser realizada en el interior de cada ser humano y su antorcha
lleva nuevos desafíos: el de la convivencia con la incertidumbre y la diversidad, el
de la aceptación de la unidad en la divergencia, el de la integración, el derrumbe
de los absolutismos y el nacimiento de un mundo más holístico y envolvente.
Para aceptar este reto no podemos restringirnos, admitir fronteras infranqueables
o métodos a-priori. Es preciso saltar las alambradas y limitaciones conceptuales
creadas por el paso de una historia tuerta y abrir un espacio de pensamiento
multidimensional capaz de producir sentidos ricos y fértiles, pero no garantizados
ni absolutos, más allá de la unidimensionalidad tiránica y empobrecedora en el
que se escudan los absolutismos. Bien caben aquí las palabras de Deleuze: “No
hay método no hay receta sólo una larga preparación”.