Marx - Engels. Sobre La Religión

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CARLOS MARX - FEDERICO ENGELS

S O B R E L

R E L I G I O N

EDITORIAL

C A R T A G O

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Este libro se terminó de imprimir el día

21 de agosto de 1959, en los Talleres

Gráficos STILCOGRAF S.R.L., calle Gral.

Manuel A. Rodríguez 2548, Buenos Aires.

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Este libro ha sido traducido de la edición

en inglés preparada por el Instituto de

Marxismo-Leninismo (1955)

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CARLOS M ARX

C O N T R I B U C I Ó N A L A C R Í T I C A D E L A F I L O S O F Í A D E L

D E R E C H O , D E H E G E L

I N T R O D U C C I O N

Para Alemania , la  crítica de la religión  está en lo esen cial

completada, y la crítica de la religión es la premisa de toda la

crít ica .

La existencia  profana  de l error ha qued ado desacreditada

después que se rechazó su

  celestial oratio pro aris et focis*

  E l

hombre , que buscaba un superhombre en la real idad fantást ica

del cielo y sólo encontró en él el  reflejo  de sí m ism o, no se sen tirá

ya incl inado a encontrar so lamente la

  apariencia

  de sí mismo,

e l no -hombre

  [Unmensch],

  al l í don de lo que bus ca y debe bus car

es su verdadera real idad.

El fundamento de la cr ít ica irre l ig iosa es :  el hombre hace la

religión-,

  la .re l ig ión no hace a l hombre . En otras palabras, la

religió n es la concien cia de sí m ismo y el sentim iento de sí mism o

del hombre que aún no se ha encontrado o que ya ha vuelto a

perderse . Pero  el hombre  no es un ser abstracto, aga zap ado fu er a

de l mundo . El hombre  es el mundo de los hombres,  e l Estado, la

sociedad. Este Estado , esta sociedad, producen la re l ig ión,  una

conciencia invertida del mundo,

  p o rq ue so n un mund o

  invertido.

La religión es la teoría general de este mundo, su compendio

encic lopédico , su lógica con formas populares , su   point d'honneur

espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su solemne consu-

t m ación, su razón universal de consuelo y ju st i f ic aci ón . E s la

realización fantástica

  de la esencia hum ana , po rq ue la

  esencia

* Oración por los altare3 y los hogares.  (Ed.)

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humana  carece de real idad verdadera. La lucha contra la re l ig ión

es, por lo tanto, en forma mediata, la lucha contra   él otro mundo,

del cual la religión es el  aroma  espiritual.

E l su f r imie nto

  religioso

  es, po r un a parte, la

  expresión

  del

sufr imiento real y , por la otra , la

  protesta

  contra el su fr im iento

real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón

de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación

carente de espíritu. Es el  opio  del pueblo.

La abolición de la religión en cuanto dicha

  ilusoria

  de l pue-

blo es necesaria pa ra su d icha

  real.

  La exigencia de abandonar

sus i lusiones sobre su situación es la   exigencia de que se abandone

una situación que necesita de ilusiones.  La crítica de la relig ión

es, por lo tanto, en

  embrión

, la

  crítica del valle de lágrimas

  que la

re l ig ión rodea de un   halo de santidad.

La crítica no arranca de las cadenas las f lores imaginarias

para que el hombre soporte las cadenas sin fantasías ni consue-

los, sino para que se despoje de ellas y pueda recoger las f lores

vivas. La crítica de la religión desengaña al hombre para que

piense , para que actúe y modele su real idad como un hombre

desengañado y que ha entrado en razón, para que gire en torno

de sí mismo y por lo tanto en torno de su sol real . La religión

es solamente el sol i lusorio que gira alrededor del hombre mien-

tras éste no gira en derredor de sí mismo.

L a  tarea de la historia  consiste, pues, una vez que ha desapa-

recido e l  más allá de la verdad,  en ave rigu ar la  verdad del más

acá.  Y  la tarea inmediata de la filosofía,  que se encu entra al servi-

cio de la historia, consiste —una vez que se ha desenmascarado

la  forma de santidad  de la autoen a jena ción h um an a— en desen-

mascarar la autoenajenación en sus

  formas no santas.

  De tal modo

ia crític a del c ielo -se co nv ier te en la cr ític a de la tier ra, la  crítica

de la religión  en la  crítica del derecho  y la  crítica de la teología

en la

  crítica de la política.

L a exposic ión que s igue — y q ue es un aporte a esa la bo r—

no se atiene directamente al original, sino a una copia, a la   filo-

sofía

  alemana del derecho y del Estado, por la sencil la razón de

que está escrita en

  Alemania.

Si quis iéramos part ir de l

  statu quo

  alemán, aunque sólo

fuera del t ínico modo adecuado, es decir , de un modo negativo ,

el resultado seguiría siendo un  anacronismo.  La misma negac ión

de nuestro presente polít ico se halla ya, cubierta de polvo, en el

desván de la historia de los pueblos modernos. Aunque neguemos

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las coletas empolvadas, tendremos todavía las coletas sin empol-

var . Aunque neguemos e l estado de cosas de la Alemania de

1843, entonces, según la cronología francesa, apenas nos encon-

traremos en 1789, y menos aún en el punto focal del momento

actual.

Sí , la historia de Alemania se jacta de un movimiento por

e l cual no ha pasado ningún pueblo de l f irmamento histórico , n i

pasará después de e l la . Porque hemos compartido las restaura-

c iones de las naciones modernas, aunque no hayamos part ic ipado

en sus revoluciones. Pasamos por una restauración, en primer

lugar, porque otras naciones se atrevieron a hacer una revolución

y, en segundo lugar, porque otras naciones sufr ieron una contra-

rrevolución, la primera vez porque nuestros gobernantes tuvieron

•miedo y la segunda porque no lo tuvieron. Dirigidos por nuestros

pastores, sólo una vez nos encontramos en compañía de la l iber-

tad ; el  día de su entierro.

Una escuela que legaliza la vileza de hoy con la vileza de

ayer; una escuela que considera un acto de rebeldía todo grito

del siervo contra el knut, cuando éste es un knut cargado de años,

ancestral , histórico; una escuela a la que la historia sólo le mues-

tra su

  a posteriori,

  com o e l Dios de Israel a su ser vido r M oisés ;

en una .pa labra , la  Escuela histórica del Derecho'

1

,  hab ría descu-

bierto ya la historia alemana si no fuese ella misma un descubri-

miento de la historia alemana. Es Shylock. pero Shylock el criado,

y jura por su l inaje , por sus t í tulos históricos , por su prosapia

cristiano-germánica, conseguir hasta la última libra de carne corta-

da del corazón del pueblo.

Por el contrario , ciertos bondadosos entusiastas, germano-

maníacos por su extracción y l ibrepensadores por la re f lexión,

van a buscar nuestra historia de la l ibertad más allá de nuestra

historia , en los antiguos bosques teutónicos . {Pero qué d i ferencia

hay entre la historia de nuestra l ibertad y la de la l ibertad del jaba-

lí , s i sólo podemos encontrarla en los bosques? Además, es bien sabi-

do que el bosque le devuelve a uno el eco de lo que ha gritado en él.

Entonces, ¡dejemos en pa.z a las antiguas selvas teutónicas

¡ Guerra  al estado de cosas alemán

¡

 P o r sup u e s to Lo s a sun-

tos alemanes se encuentran

  por debajo del nivel de la historia,

por debajo de toda crítica,  pe ro siguen siend o ob jeto de crític a,

como e l cr iminal que está por debajo de l nive l de la humanidad,

pero s igue s iendo objeto de l

  verdugo.

  E n lucha cont ra ese estado

de cosas, la crítica no es una pasión de la cabeza, sino la cabeza

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de la pasión. No es un bisturí , sino un arma. Su objeto es su

enemigo,  al que no trata de refu tar, sino de  destruir.  P o r q u e el

espíritu de ese estado de cosas se halla ya refutado. En sí mismo

no es un objeto

  digno del pensamiento;

  es un a

  existencia

  tan

despreciable como despreciada. La cr ít ica no necesita tener c lari -

dad acerca de este objeto, porque ya ha arreglado cuentas con él .

Ya no tiene la calidad de un

  fin en sí,

  sino sólo de un

  medio.

  S u

sentimiento esencial es el de la  indignación,  su tar ea esencial la

denuncia.

Se trata de describir la sorda presión mutua de todas las

esferas socia les unas sobre otras ; de un inact ivo malhumor gene-

ral , de una l imitación que se reconoce tanto como se equivoca,

encuadrada en un s istema de gobierno que , v iviendo de la conser-

vación de todo lo lamentable, no es de por sí otra cosa que lo que

hay de

  lamentable en el gobierno.

¡Q u é espectá culo Es ta d ivis ión de la sociedad, l levada hasta

el infinito en las más diversas razas, opuestas entre sí por mezqui-

nas antipatías , malas intenciones y una brutal mediocridad, y que ,

precisamente d ebido a su mu tua posic ión a m bigua y rece losa ,

son tratadas por sus

  gobernantes,

  s in exce pción aunque con d ist in-

tas fo rmal idades , como  existencias sujetas a sus concesiones.  ¡ Y

hasta el hecho de verse  dominadas, gobernadas y poseídas  tiene

que ser reconocido y confesado por e l las como una   concesión del

cielo ¡Y por e l otro lado están los propios gobernantes , cuya

grandeza se encuentra en re lación inversa a su número

La crítica que se ocupa de este contenido es la crítica en la

lucha  cuerpo a cuerpo,  y en un a luc ha así no se tra ta de saber si

el enemigo es un contrincante noble y del mismo rango, un ene-

m i g o

  interesante,

  sino qu e se tra ta de

  golpearlo.

  Se trat a de no

conceder a los alemanes ni un solo instante para el autoengaño

' y la resignación. Hay que hacer que la opresión real resulte más

i opresiva, agregá ndole la conc iencia de la op re sió n; es preciso

hacer que la vergüenza resulte más vergonzosa, pregonándola .

Es necesario mostrar cada una de las esferas de la sociedad alema-

na como la

  partie honteuse

  de la socied ad alemaua, obl iga r a

estas relaciones anquilosadas a bailar al compás de su pro-

p ia melodía . Hay que enseñar a l pueblo a

  asustarse

  de sí

mismo , a f in de in fundir le  ánimo.  Con e l lo se sat is fará una impe-

rativa necesidad del pueblo alemán, y las necesidades de los

pueblos son en sí mismas los motivos de su satisfacción.

Y esta lucha contra el contenido l imitado del  statu quo

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alemán no carece de interés tampoco para las naciones   modernas,

pues el  stai

 

quo  alemán es la  consumación abierta del anden

régime

  y el

  anden régime

  es la

  debilidad oculta del Estadio

moderno.

  L a luc ha con tra el presente po lít ic o alemán es la lu cha

contra e l pasado de las naciones modernas, todavía agobiadas

por reminiscencias de ese pasado. Es instructivo para ellas ver

como e l  anden régime,  que co no ció co n ellas su  tragedia,  represen-

ta ahora su comedia , como un   revenant  a lemán. Trá gica , en ver -

dad, fue la historia del

  anden régime

  mientras era e l poder pre-

existente del m un do , y la l ibertad, en cam bio, una idea pers onal ;

en un a palabra , m ientras c re yó y se vio obli gad o a creer en su

legit imidad. Mientras e l  anden régime,  como orden de l m un do

existente luchaba contra un mundo que só lo comenzaba a nacer ,

tuvo de su parte un error histórico, no un error personal. Por eso

fue trágica su caída.

Por otra parte, e l actual régimen alemán, que es un anacro-

nismo, una contradicc ión f lagrante de todos los axiomas general -

mente reconocidos , la nul idad del  anden régime  puesta en eviden-

cia ante el mundo entero, sólo se imagina que cree en sí , y exige

que e l mundo imagine lo mismo. Si creyera en su propia   esencia,

¿trataría de ocultarla bajo la

  apariencia

  de un a esencia ajena y

de buscar re fugio en la hipocresía y e l so f isma? El moderno

anden régime

  no es ya otra cosa que el

  comediante

  de un ord en

universal cuyos  héroes verdaderos  han m uer to. L a histor ia es

concienzuda y pasa por muchas fases antes de l levar a la tumba

a una forma antigua. La últ ima fase de una forma histórica mun-

dial es su   comedia.  Los dioses de Grecia, ya trágicamente heridos de

muerte en el

  Prometeo encadenado

  de Es quilo , tuvieron que vo lve r

a morir de una muerte cómica en los

  Diálogos

  d e Lu c ia no ¿P o r

qué esta traye ctoria histórica í Para que la hum anidad pu eda sepa-

rarse  alegremente  de su pasad o. Es te  alegre  destino histórico es el

que re ivindicamos para las autoridades pol í t icas de Alemania.

Entretanto , tan pronto como la propia real idad pol í t ico -socia l

moderna es  sometida a la crítica, tan pronto como la crítica se

e leva al p lano de los problemas verdaderamente humanos, se

encuentra fuera del

  statu quo

  alemán, pues de otro modo aborda-

ría su objeto

  por debajo

  de su obje to. U n ejem plo. La relación de

la industria , de l mundo de la r iqueza en general , con e l mundo

pol ít ico es un problema fundamental de los t iempos modernos,

i B a jo qué form a com ienza este problem a a atraer la atenc ión de

los a lemanes? Bajo la forma de los

  aranceles protectores,

  del

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sistema prohibitivo,  de la  economía nacional.  La german oman ía

  pasado de los hombres a la materia, y así , un buen día, nues-

tros barones del algodón y nuestros héroes del hierro se vieron

convert idos en patr iotas . Por lo tanto , en Alemania se empieza a

reconocer la soberanía interior de l monopol io conf ir iéndole a l

mismo t iempo la

  soberan ía hacia el exterior.

  O sea que en Alem a-

nia está a pu nt o de comen zarse p or do nd e están term inan do en

Franc ia e Ing laterra .

La vie ja s i tuación corrompida contra la cual esos países

se sublevan en teoría , y que só lo soportan como se sopor-

tan las cadenas, es saludada en Alemania como e l a lba de

un bello futuro, que apenas se atreve todavía a pasar de la astuta

teoría a la más implacable práct ica . Mientras en Francia e Ingla-

terra e l problema es :

  economía política

  o

  imperio de la sociedad

sobre la riqueza,  en A lemania es :  economía nacional  o  imperio de

la propiedad privada sobre la nacionalidad.  E n Fra nc ia e I ng la -

terra, entonces, se trata de abolir e l monopolio que ha l legado

hasta sus últ imas consecuencias ; en Alemania , se trata en cambio

de l levar hasta sus t i lt imas consecuencias el monopolio . En el

primer caso , la so lución; en e l segundo, la co l is ión. Este es un

e jemplo suf i c iente de la f o rma

  alemana

  que adoptan los proble -

mas modernos , de cómo nuestra histor ia , cual un torpe rec luta ,

t iene que cont inuar repit iendo e jerc ic ios que para la histor ia ya

son viejos y tri l lados.

Por lo tanto , s i

  todo

  e l desarro l lo de Alemania no superase

el desarrol lo  político  alemán, un alem án sólo po dr ía tener, en los

problemas actuales , la misma part ic ipación que un  ruso.  Pe ro

cuando e l individuo no se encuentra trabado por las l imitaciones

de la nación, la nación en su conjunto se ve menos l iberada af ín por

la l iberación de un so lo individuo . El hecho de que Grecia tuviese

un escita

  22

  entre sus f i lósofos no ayudó a los escitas a avanzar

un so lo paso hacia la cultura griega.

Por fortuna los a lemanes no somos esc i tas .

Así como los pueblos ant iguos vivieron su prehistor ia en la

imaginación, en la  mitología,  así noso tros, los aleman es, hem os

viv ido nue stra po shistor ia en e l pensam iento , en la  filosofía.

So mo s co nte mp o rá ne o s

  filosóficos

  del presen te, sin ser sus con tem -

poráneos  históricos.  L a f i loso f ía a lemana es la  prolongación ideal

de la historia de Alemania. En consecuencia, si en vez de las

oeuvres incomplétes

  de nu estra historia real , crit icam os las

oeuvres posthumes  de nu estra historia ideal , la  filosofía,  nuestra

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cr í t i ca se encuentra en e l centro de los problemas sobre los cuales

e l presente d i ce :  that is the question.  L o que en las na c ione s

p r o gr e s i s t a s e s u n a r u p t u r a

  práctica

  con las s i tua c ione s del Es ta-

do moderno , en Alemania , donde n i s iqu iera ex i s ten todavía esas

s i tuac iones , es , a l pr inc ip io , l a ruptura

  crítica

  c o n e l r e f l e j o f i l o -

só f i co de d ichas s i tuac iones .

L a

  filosofía aleman a del derecho y del Estado

  es la ú ni ca

historia alemana   que se hal la  al pari *  de l presente  oficial  m o d e r -

no . Por eso la nac ión alemana debe unir a su s i tuac ión actual esa

histor ia imaginar ia y someter a cr í t i ca , no só lo estos estados de

cosas ex i stentes , s ino tam bién , a l mism o t i em po , su pro lo ng ac ió n

a b s t r a c t a . S u f u t u r o n o p u e d e

  limitarse

  a la neg ac ión inm ediata

de sus condic iones estatales y jur íd icas reales , n i a la e jecuc ión

inmediata de las condic iones ideales de su Estado y de su derecho,

ya que la negac ión inmediata de sus condic iones reales está dada

por sus cond ic iones idea les , y cas i ha sobrev iv ido la e jecuc ión

inm ediata de sus con d ic ion es idea les en la con tem plac ión a que

está dedicada de las nac iones vec inas . Tiene , pues , razón e l part ido

p o l í t i c o

  práctico

  a lemá n al rec lam ar la

  negación de la filosofía.

Se equivoca, no en exigir la , s ino en detenerse en la mera exigen-

c ia , que n i pone n i puede poner en v igor con ser iedad . Cree poner

en prác t i ca d i cha negac ión por e l s o lo hecho de vo lver la espa lda

a la f i l oso f ía y mascul lar , mirando hac ia o t ro lado , unas cuantas

f rases t r i l ladas

  y

  co lér icas . Debido a la l imitac ión de su hor izonte

visual , no inc luye a la f i losof ía en e l c í rculo de la real idad

  alema-

na,  y   hasta l lega a imaginársela  entre  la práct ica a lemana y las

teor ías que le s irven. Se exige que los

  embriones de la vida real

sean tomados como punto de par t ida , pero se o lv ida que e l verda-

dero embr ión de la v ida de la rac ión a lemana só lo ha brotado ,

hasta ahora, dentro de su

  cráneo.

  E n u n a p a l a b r a , n o

  pueden

ustedes superar la filosofía sin convertirla en realidad .

Y e l mismo error , pero con l os fac tores

  inversos,

  com et ió e l

p a r t i d o p o l í t i c o

  teórico,

  na c id o de la f i l os o f ía .

En la lucha ac tua l ve ía só lo

  la lucha crítica de la filosofía

contra el m undo alemán;   no se detenía a pen sar que la  anterior

filosofía

  per ten ec ía e l la m isma a este m u n do y era su

  comple-

mento,

  a u n q u e u n c o m p l e m e n t o i d e a l . M o s t r a b a u n a a c t i t u d c r í ti -

c a h a c i a s u c o n t r a p a r t e , p e r o a d o p t a b a u n c o m p o r t a m i e n t o n o

• Al nivel (Ed.)

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4 4 C A R L O S M A R X

crítico para consig® mismo cuando, al partir de las  premisas  de

la f i losofía, se detenía en los resultados de otras partes como

exigencias y resultados inmediatos de la f i losofía, a pesar de que

éstos —suponiendo que fuesen legít imos— sólo pueden obtenerse

por la

  negación de la filosofía anterior,

  de la f i lo so f ía como tal.

Nos reservamos el derecho de tratar más a fondo este aspecto. El

defec to fundamenta l de es te part ido podr ía resumirse as í :

  creyó

que podría convertir la filosofía en realidad sin abo liría.

La cr ít ica de la  filosofía aleman a del derecho y del Estado,

que alcanzó en  Hegel  su form ula ción últ ima, la más coherente y

la más rica, es a la vez un análisis crítico del Estado moderno y

de la real idad a él v inculada, y la dec idida negación de todo el

modo

  anterior de la

  conciencia política y jurídica aleman a,

  cuya

expresión más noble, más universal, elevada al nivel de una

  cien-

cia,

  es precisamente la misma

  filosofía especulativa del derecho.

Si la f i losof ía especulativa del derecho —este

  pensamiento

  abstrac-

to y extravagante del Estado moderno, cuya real idad s igue s iendo

una cosa del más allá, aunque este más allá sólo esté al otro lado

del R h in — no podía darse más que en Alem ania , la imagen-

pensamiento   alemana  del Estado moderno, que hace abstracc ión

del

  hombre real,

  sólo era posible —a la inversa— porque el mismo

Estado moderno hace abstracc ión del

  hombre real

  —y en la medi -

da en que así lo abstrae— o porque satisface al hombre

  total

  de

un modo puramente imaginario . En pol ít ica , los a lemanes han

pensado

  lo que otras naciones han

  hecho.

  Alemania era su

  concien-

cia teórica.

  L a abstracc ión y la arro gan cia de su pensam iento

corr ían s iempre parejas con la unilateral idad y la pequenez de

su realidad. Por lo tanto, s i el

  status quo

  del

  Estado alemán

expresa la

  consumación del anden régime,

  la consumación de la

espina c lavada en la carne del Estado moderno, e l   status quo  de

la  ciencia alemana del Estado  expres.a la  imperfección del moder-

no Estado,  la fa lta de solidez de su carne m isma.

Ya como resuelto adversario de la forma anter ior de la

conciencia pol ít ica

  alemana,

  la crítica de la f i losofía especulativa

del derecho se orienta, no hacia sí misma, sino hacia problemas

para cuya solución no existe más que un medio: la  práctica.

Se nos pregunta : ¿puede l legar Alemania a una práct ica á

la hauteur des principes,

  es de cir, a un a

  revolución

  que la eleve,

no sólo al

  nivel oficial

  de las nacion es m ode rnas , s ino a la

  altura

humana

  que habrá de ser el futuro inmediato de estos pueblos?

Es cierto qu« el arma de la crítica no puede sustituir a la

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C R ÍTIC A D E LA FILO S O FÍA D EL D E R E C H O 4 5

crítica de las armas, que la fuerza material debe ser derrocada

por la fuerza material , pero también la teor ía se convierte en poder

material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría

es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demues-

tra

  ad hominem, j

  demuestra

  ad hominem,

  cuan do se hace radical .

^Ser radical es atacar el problema por la raíz. Pero para el hombre

' la raíz es el ho m bre m ismo . L a pru eba evide nte d el rad icalism o de

la teoría alemana, y en consecuencia de su energía práctica, consis-

I te en que pa rte de la de cid ida abo lición

  positiva

  de la relig ión . L a

crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el

  hombre es

la esencia suprema para el hom bre

  y , por consiguiente, en el

  impe-

rativo categórico de echar por tierra tod as las relaciones

  en qu e el

hombre sea una esencia humillada, esclavizada, abandonada y des-

prec iable , relac iones que no pueden descr ib irse mejor que con la

exclamación de un francés , cuando se proyectaba crear un impues-

to sobre los .pe rro s: "

  ¡

 Po bres pe rr os ¡ Qu ieren tratarlos com o a

s er es h u m a n o s "

Incluso desde el punto de vista histór ico t iene la emancipa-

c ión teór ica un interés especí f icamente práctico para Alemania .

Porque e l pasado

  revolucionario

  de Alem ania es un pasad o teór i -

co : es la

  Reforma.

  A sí como la revo lució n de entonces em pezó en

el cerebro del

  monje,

  así la rev olu ción de ahora com ienza en el

cerebro del

  filósofo.

Lutero,

  adm itámoslo , ven ció a la servidu m bre p or la

  devo-

ción,

  porque la sustituyó por la servidumbre en la

  convicción.

Quebró la fe en la autor idad porque restablec ió la autor idad de

la fe. Convirtió a los curas en seglares, porque convirtió a los

seglares en curas . Liberó a l hombre de la rel ig ios idad externa por-

que hizo de la rel ig ios idad el hombre inter ior . Emancipó de las

cadenas al cuerpo porque cargó de cadenas el corazón.

Pero s i e l protestantismo no fue la verdadera solución, fue

al menos el verdadero planteo del problema. Ya no se trataba de

la lucha del seglar contra el

  cura exterior a él,

  s ino de la lucha

contra su

  propio cura interior,

  contra su

  naturaleza de cura.

  Y

si la trasformación protestante del seglar a lemán en cura emanci-

pó a los papas legos, a los

  príncipes,

  con tod a su cam arilla sacer-

dotal , los pr ivi legiados y los f i l is teos , la trasformación f i losóf ica

de los a lemanes sacerdotales en hombres emancipará al

  pueblo.

Pero la

  secularización

  no se dete ndr á en la

  confiscación de las

fincas de la iglesia,

  in ic iada pr inc ipa lmente por la h ipócr i ta

Prusia, así como la emancipación no se detiene en los príncipes.

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4 8

C a r L O S M A R X

ción especial

  y emprende la emanc ipac ión general de la soc iedad .

Esta c lase emancipa a toda la soc iedad, pero sólo s i la soc iedad

toda se hal la en la misma situación de esta clase, es decir , s i posee,

por e jemplo , e l d inero y la cul tura, o puede adquir ir los a su

anto jo .

Ninguna c lase de la soc iedad c iv i l puede representar este

papel s in provocar un momento de entusiasmo en s í y en las

masas , momento durante e l cual fraterniza y se funde con la

soc iedad en general , se confunde con e l la y es sent ida y reconoci -

da como su  representante general; m om ento en que sus ex ig en -

cias y derechos son, en verdad, los derechos y las exigencias de la

soc iedad misma, en que es realmente la cabeza y e l corazón de la

soc iedad. Sólo en nombre de los derechos generales de la soc iedad

puede una c lase espec ia l re iv indi car para s í l a dominac ión gene-

ral . Y para e l asal to de esta pos ic ión emancipadora y , por lo

tanto , para poder explotar pol í t i camente a todos los sectores de

la soc iedad en interés de su propio sector , no bastan por s í so los

la energía revoluc ionaria y la conciencia espir i tual de s í mismos .

P ar a qu e c o i n c i dan   la revolución de una nación y  la  emancipación

d-e una clase especial  de la soc ieda d c iv i l , pa ra que  una  clase sea

reconocida como la c lase de toda la soc iedad, es necesar io , por e l

contrar io , que todos los defectos de la soc iedad se condensen en

otra c lase , que una determinada c lase concentre en s í la repulsa

general , sea la suma de la l imitac ión general ; es necesar io , para

el lo , que una determinada es fera soc ial sea considerada como el

crimen notorio

  de tod a la soc ie da d, de m od o que la l ibera c ión de

esta es fera aparezca como la autol iberac ión ; es necesar io que otra

c lase sea la de la opres ión evidente . La s igni f i cac ión negat iva

general de la nobleza y e l c lero franceses condic ionó la s igni f i ca-

c ión pos i t iva general de la c lase del imitadora y opuesta de la

burguesía.

Pero n inguna c lase t i ene en Alemania la coherenc ia , la

penetrac ión , e l arro jo o la intransigencia capaces de señalar la

com o la representante negat iva de la soc iedad . T am po co posee

c lase alguna la grandeza de alma que se ident i f i ca , aunque sólo

sea por un momento, con e l alma de la nación ; n inguna posee la

genial idad que l leva e l poder mater ial a la v io lencia pol í t i ca, esa

intrepidez revoluc ionaria que arroja a la cara del enemigo las

des a f i an t es pa l abr as :

  ¡No soy nada, pero debo serlo todo

E l

fondo bás ico de la moral y la honradez alemanas , y no sólo de

los individuos, s ino también de las c lases, es más bien ese   modesto

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C R Í T I C A D E L A F I L O S O F Í A D E L D E R E C H O

4 9

egoísm

• que reconoce su l imitación y permite que otros la hagan

valer eentra ellos. Por eso la relación existente entre los diversos

sectores de la sociedad alemana no es dramática, s ino épica. Cada

un o de ellos com ienza -a tener con cien cia d e sí y a pla nta rse ju n t»

a los otros con sus exigencias part iculares, no cuando se ve opri-

mido, s ino cuando las c ircunstancias de las relaciones de esa

momento, s in intervención suya, crean una base social sobre la que

el sector en cuestión, a su vez, puede ejercer presión. Hasta el

mis mo

  sentimiento moral de sí mism a de la clase media aleman a

descansa sólo sobre la conciencia de ser la representante general

da la f i l istea mediocridad de todas las demás clases. No son, por

lo tanto, solamente los reyes alemanes los que llegan al trono

  mil

á propos,  s ino que son todos los sectores de la socied ad burg uesa ,

qu« sufren su derrota antes de haber celebrado la victoria, qus

desarrol lan sus propias l imitaciones antes de haber saltado por

encima de las que la enfrentan, que hacen valer la esencia de su

estrechez de espíritu antes de que hayan podido hacer valer la

esencia de su magnanimidad. De manera que hasta la oportuni -

dad de l legar a representar un gran papel desaparece antes de

haber exist ido, y cada clase, tan pronto comienza a luchar con la

que se le opone, se ve enredada en la lucha con la que está debajo,

De aquí que la alta nobleza luche contra la burguesía, las buró-

eratas contra la nobleza y los burgueses contra todos ellos, en

tanto que el proletariado comienza ya a encontrarse trabado en

lucha contra el burgués. La clase media no se atreve siquiera a

eoncebir e l pensamiento de la emancipación desde su propio

punto de vista, cuando ya el desarrol lo de las condiciones socia-

les, lo mismo que el progreso de la teoría polít ica, declaran que

dicho punto de vista resulta anticuado, o por lo menos proble-

mát ico .

En Francia, basta con que alguien sea algo para que quiera

serlo todo. En Alemania nadie puede ser nada si no está dispues-

to a renunciar a todo. En Francia la emancipación parcial es e l

fundamento de la emancipac ión universal . En Alemania la eman-

cipación universal es la

  conditio sin« qua non

  de toda emancipa-

ción parcial . En Francia la realidad de la l iberación gradual ,

en Alemania su imposibi l idad, son las que t ienen que engendrar

la l ibertad total . En Francia cada clase de la nación es una

idealista política  y tiene con cien cia de sí al pr inc ipi o , no com o

una clase especial, sino como representante de las necesidades

sociales en general . Per consiguiente e l papel de

  emancipador

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5 0 C a r L O S M A R X

pasa por turno , en dramát ico movimiento , a las d is t intas c lases

del pueblo francés, hasta l legar, por últ imo, a la c lase que no

real iza ya la l ibertad social bajo e l supuesto de c iertas condiciones

que se encu entran fu er a de l hom bre y que , s in emba rgo , han s id o

creadas por la soc iedad humana, s ino que organiza más b ien

todas las condic iones de la ex is tenc ia humana ba jo e l supuesto de

la l ibertad soc ia l . Por e l contrar io , en Alemania , donde la v ida

práct i ca t i ene tan poco de esp ir i tual como la v ida esp ir i tual t i ene

de práct ico , ninguna c lase de la sociedad c ivi l t iene la necesidad

ni la capac idad de la emancipac ión general hasta que se ve ob l iga-

da a e l lo por su s i tuación   inmediata,  po r la neces idad   material,

por sus

  mismas cadenas.

¿Dónde res ide , pues , la pos ib i l idad

  positiva

  de la em ancipa-

c ión a lemana?

Respuesta:  en la fo rm ac ión de un a c lase con  cadenas radi-

cales,  de una clase de la sociedad civi l que no es una clase de la

soc iedad c iv i l ; de una c lase que es la d iso luc ión de todas ; de una

esfera que posee un cará cter u niversal deb ido a sus sufr im ient os

universales y que no rec lama para s í n ingún

  derecho especial,

porque no se comete cont ra e l l a n ingún

  daño especial,

  sin o el

daño puro y simple;

  que no pu ede inv oca r ya un t í tulo

  histórico,

sino só lo su t í tulo  humano;  que no se encu entra en ning un a

índole de antí tesis uni lateral con las consecuencias , s ino en una

antítesis total con las premisas del Estado alemán; de una esfera,

por úl t imo , que no puede emanciparse s in emanciparse de todas

las demás es feras de la soc iedad y , a l mismo t iempo , emancipar -

las a todas e l las ; que es , en una palabra, la

  pérdida total

  del

hombre y que , por l o tanto , só lo puede ganarse a s í misma median-

te la  recuperación total del hombre.  Es ta d iso luc ión de la soc ied ad

como clase especial es el  proletariado.

El pro le tar iado comienza a nacer , en Alemania , de resul tas

de l mov imiento

  industrial

  en ascenso . Pu es lo que fo rm a al pr ole -

tariado no es la pobreza que

  nace naturalmente,

  s ino la art i f i c ia l -

mente produc ida , no l as masas humanas mecáni camente agob iadas

por e l peso de la sociedad, s ino las que nacen de la

  aguda disolu-

ción  de ésta, y con preferencia de la diso lución de la c lase media,

aunque gradualmente , como se ent iende con fac i l idad , vayan

incorporándose también a sus f i las la pobreza natural y l os s ier -

vos er i s t iano -germániees .

Cuando e l p ro l e tar iado pregona l a   disolución del orden uni-

versal anterior,  n o hace más que pro c lam ar e l  secreto de su

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C R Í T I C A DE L A F IL O S O F Í A D E L D E R E C H O

5 1

propia existencia,  ya que él es la diso lució n  de hecho  de ese orden

universal . Cuando e l pro letar iado rec lama la   negación de la pro-

piedad privada,  no hac e má s que elevar a  principio de la socie-

dad

  lo que la sociedad ha elevado a principio

  suyo,

  como resul -

tado negativo de la sociedad. El proletariado se encuentra, enton-

ces, en posesión del mismo derecho —respecto del mundo que

nace— que asiste al

  rey alemán

  —respec to de l ex is tente— cuando

llama al pueblo

  su

  pueblo , como al caballo

  su

  caballo . Al declarar

que el pueblo es su propiedad privada, e l rey se l imita a expresar

que e l propietar io pr ivado es rey .

Así como la f i losof ía encuentra en el proletariado sus armas

materiales,

  e l prole tariad o encu entra en la f i l os of ía sus armas

espirituales.

  Y tan pr on to com o el ray o del pensa m iento haya

he rid o de l leno a este ing enu o suelo po pu lar , se cum plirá la

emancipac ión de los  alemanes  c o m o  hombres.

Resumamos los resultados :

La única l iberac ión

  prácticamente

  posible de A lem an ia es la

l iberación desde el punto de vista de  la  teoría que proclama al

hombre como esencia suprema de l hombre . En Alemania , la eman-

c ipac ión de la  Edad Media  só lo es posible como emancipación, al

mismo t iempo, de las v ic tor ias parc ia les sobre la Edad Media . En

Alemania no es posible e l iminar

  ningún

  t ipo de servidu m bre s in

e l iminar

  todo

  t ipo de serv idumbre . La A lemania

  fundamental

no puede revo luc ionar s in revo luc ionar

  desde el fundam ento

mismo. La emancipación del alemán   es la  emancipación del hom-

bre.  L a  cabeza  de esta em an cip ació n es la  filosofía,  su  corazón

el proletariado.

  La f i los o f ía no pue de convert irse en real idad s in

la abolición del proletariado, y éste no puede ser abolido si la

f i losof ía no se convierte en realidad.

Cuando se cumplan todos los requisitos internos, e l

  canto del

gallo galo

  anunciará e l

  día de la resurrección de Alema nia.

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C A R LO S M A R X

T E S I S S O B R E F E U E R B A C H

I

El de fecto fundamental de todo e l mater ia l ismo anter ior

—inoluyendo e l de Feuerbach— es que só lo conc ibe la cosa

[Geg»nstand~\,  la real idad, la sensor iedad, bajo la forma de obje -

to

  [Objeht]

  o de contem plac ión

  [Anschauung],

  pero no com o

actividad sensorial humana,

  c o mo

  práctica,

  no de un m odo sub je -

t ivo . De aquí que el lado

  activo

  fuese desarrol lado por e l idealis-

mo, por opos ic ión al mater ia l ismo, pero só lo de un modo abstrac-

to , ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la act ividad

real , sensorial , como tal . Feuerbach quiere objetos sensibles , real-

mente d ist intos de los ob jetos conceptuales ; pero tampoco é l

conc ibe la act iv idad humana como una act iv idad

  objetiva [gegens-

tandtíche].

  P o r eso, en

  La ese-ncia del cristianismo

  sólo consi-

dera la act itud teórica como la auténticamente humana, mientras

que concibe y plasma la práct ica sólo en su forma suciamente

judaica de manifestarse . Por tanto , no comprende la importancia

d e la a c tu a ció n " r e v o l u c i o n a r i a " , " p r á c t i c o - c r í t i c a " .

I I

El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir

una verdad ob je t iva  [gegenstáncUiche]  no es un prob lem a teór i -

co , s ino un problema

  práctico.

  E s en la prá ct ica do nd e el hom bre

tiene que demostrar la verdad, es decir , la realidad y e l poderío ,

la terrenalidad

  [Diesseitigkcit]

  de su pensa m iento. E l l i t igio

sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la

práct ica , »s un problema puramente  escolástico.

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6 2

C A R L O S M A R X

I I I

La teoría material ista de que los hombres son producto de

las c ircunstancias y de la educación, y de que, por tanto, los

hombres modi f icados son producto de c ircunstancias d ist intas y

de una educación dist inta, o lvida que las c ircunstancias se hacen

cambiar prec isamente por los hombres y que e l propio educador

necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente a la división

de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima

de la soc iedad (as í por e jemplo en Roberto Owen) .

L a co inc idencia de la m od i f ica c ión de las c ircunstancias y de

la act ividad humana sólo puede concebirse y entenderse racional-

mente como

  práctica revolucionaria.

I V

Feuerbach arranca de l hecho de la autoenajenación re l ig io -

sa , de l desdoblamiento de l mundo en un mundo re l ig ioso , imagi -

nario , y otro real . Su cometido consiste en disolver e l mundo rel i -

gioso , reduciéndolo a su base terrenal . No ve que, después de

realizada esta labor, falta por hacer lo principal . En efecto , e l

hecho de que la base terrenal se separe de sí misma y se plasme

en las nubes como reino independiente, sólo puede explicarse por

el p ro p io desga rram iento y la con tra dic ción de esta base terrenal

consigo misma. Por tanto, lo primero que hay que hacer es com-

prender ésta en su contradicc ión y luego revo luc ionarla práct ica-

mente e l iminando la contradicc ión . Por consiguiente , después de

descubrir , v . gr . , en la famil ia terrenal e l secreto de la sagrada

famil ia , hay que cr i t icar teór icamente y revo luc ionar práct ica-

mente aquélla.

V

Feuerbach , no contento con e l  pensam iento abstracto,  apela

a la

  contemplación sensorial

; pe ro no concib e la sensoried ad co m o

una act iv idad práct ica , como act iv idad sensor ia l humana.

V I

Feuerbach di luye la esencia rel igiosa en la esencia   humana.

Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada indi-

viduo. Es, en su realidad, e l conjunto de las relaciones sociales .

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T E S I S S O B R E F E U E R B A C H

6 3

Feuerbach, que no se ocupa de la crít ica de esta esencia real,

se ve , por tanto , obl igado :

1) A hacer caso omiso de la trayectoria histórica, enfocando

de por sí el sentimiento religioso

  [Gemiit]

  y presu ponien do un

individuo humano abstracto ,

  aislado.

2) En él , la esencia humana sólo puede concebirse como

"género " , como una genera l idad in terna , muda , que se l imi ta a

u n i r

  naturalmente

  los m uch os ind ividu os.

V I I

Feuerbach no ve , por tanto , que e l " sent imiento re l ig ioso "

es también un

  producto social

  y que el individuo abstracto que él

anal iza pertenece , en real idad, a una determinada forma de

soc iedad.

L

V I I I

La vida social es esencialmente  práctica.  T od os los m isterios

que descarrían la teoría hacia e l mist ic ismo, encuentran su solu-

ción racional en la práct ica humana y en la comprensión de esta

práct ica .

I X

A lo que más l lega el material ismo

  contemplativo,

  es de cir ,

e l material ismo que no concibe la sensoriedad como act ividad

práct ica, es a contemplar a los dist intos individuos dentro de la

" s o c i e d ad ' c i v i l " .

X

El punto de vista del antiguo material ismo es la sociedad

"c iv i l " ; e l de l nuevo mater ia l i smo , la soc iedad

  humana

  o la

humanidad soc ia l izada.

X I

Los f i lóso fos ro han hecho más que   interpretar  de diversos

modos el mundo, pero de lo que se trata es de   trasformarlo.

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CARLOS MARX Y FEDERICO ENGELS

J U I C I O C R I T I C O

  SOBRE LA RELIGIÓN DE LA NUEVA

ERA,

  D E G . F . D A U M E R

Intento de fundamentación eombinativa y aforística, 2 vols . ,

Ha m burg o , 1850 *

" U n h om b r e d e

  Nuremberg,

  en to do otro sentid o un l ibre

pensador nada insensible hacia lo nuevo, manifestaba un odio

monstruoso hacia las act ividades democráticas. Era un devoto de

Ronge, cuyo retrato tenía en su habitación. Pero cuando se ente-

ró de que Ronge se había puesto de parte de los demócratas, sacó

el retrato del cuarto y lo l levó al retrete . En una ocasión di jo :

«A h , s i v iv iéram os ba jo el knu t ruso , ¡ cuá n d ichoso me se nt ir í a »

Murió durante los desórdenes , y supongo que aunque ya era

vie jo , lo que lo llevó a la tum ba fu e el desaliento y la am arg ura

ante e l curso que seguían los acontec imientos" (vo l . 2 , págs .

321-322) .

Si en lugar de morir , este lamentable nuremburgués hubiese

entresacado sus fragmentos de pensamientos de l

  Corresponsal de

y para Alemania,

  de Schil ler y G oethe, de los an tiguo s m anuales

y los modernos l ibros de las bibl iotecas c irculantes, se habría

ahorrado e l t rabajo de morir y le habría evitado al señor Daumer

sus dos vohimenes , acremente e laborados , de fundamentac ión

eombinativa y aforíst ica. Es c laro que, en ese caso, no habríamos

tenido la edi f i cante oportunidad de conocer la re l ig ión de lá

nueva era y , a l mismo t iempo, a su pr imer márt ir .

* G. F . Daum er :

  Die Religión des neuen Weltalters.

  Versu ch einer

combinator isch-apl ior is t ischen Grundlegung, 2 Bánde, Hamburg, 1850.  (Ed.)

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8 0

C . M A R X Y P . E N G E L S

La obra del señor D aum er se d iv ide en dos par tes : 1 a " pre li -

min ar " y l a " p r in c ip a l " . E n la p ar t e p r e l imin ar e l f i e l E e k ar t

de la f i loso f ía a lemana expresa su pro funda preocupación por e l

hecho de que incluso los alemanes pensadores y educados se hayan

dejado descarr iar durante los ú lt imos dos años y abandonado las

inest imables consecuciones del pensamiento en favor de una mera

act iv idad revo luc ionar ia " exter io r " . Cons idera que e l momento

actual es adecuado para apelar una vez más a los mejores senti -

mientos de la nación, y señala e l s ignif icado que t iene el dejar ,

tan a la l igera, que desaparezca toda la cultura alemana, sólo

gracias a la cual e l c iudadano alemán era todavía algo. Resume

todo el contenido de la cultura alemana en los más medulosos

dichos que contiene el cofre de su erudición, y de esa manera

deshonra a la cultura alemana no menos que a la f i losof ía alema-

na. S u antología de los más elevados p rod ue tos d e la m ente alema-

na supera en vulgar idad y t r iv ia l idad a los más ordinar ios l ibros

de lectura para señoritas de las esferas más educadas. Desde las

humoradas f i l i s teas de Schi l ler y Goethe contra la pr imera Revo-

luc ión frances a, desde e l c lásico " E s pe l igro so despertar a l

l e ó n "

3 0

  hasta la l i teratura más moderna, e l sumo sacerdote de

la nueva rel igión desentierra celosamente cada uno de los pasajes

en que las leguley erías alemanas se enva ran de ad orm ilad o m al

humor contra el movimiento histórico que tan odioso le resulta.

Autor idades de l peso de un Fr iedr i ch Raumer , de Bertho ld Auer -

bach , Lochner , Mor i t z Carr ié re , A l f red Meissner , Krug , Dinge ls -

t edt , Ronge  Nürnberger Bote,  M ax W ald au , S t e r n ber g , H e r m án

Máurer , Lou ise Aston , Eckermann , Noack ,  Blátter f ür literarische

TJnterhaltung.

  A . Kunze , Ghi l lany, T . Mundt , Sapl i i r , Gutzkov,

cierto

  "née

  G a tt e re r" y otros p or e l est ilo , son los pi lares sobre los

cuales descansa la nueva rel igión. El movimiento revolucionario ,

que aqu í es anatem atizado con tantas voces, se l imita p or un a pa rte ,

para el señor Daumer, al parloteo más tr i l lado sobre la pol ít ica tal

como se pone en práct ica en Nuremberg bajo los auspic ios de l  Co-

rresponsal de y para Alemania,

  y po r la otra a cana lladas acerca de

las cuales t iene una idea sumamente fantást ica. Las fuentes en que

se informa son dignas de ser colocadas a la altura de las ya men-

c ionadas : a l lado de l

  Nürnberger Korrespondent,

  c on tanta f r e -

cuencia mencionado , f iguran e l  Bam berger Zeitung,  el  Münchner

Landbdtin,  el  Augsburger Allgemeine Zeitung  y otros. La misma

vulgar idad pequeñoburguesa que no ve en e l pro letar io o tra

cosa que un desagradable

  y

  c o rrompido pe la fustán ,

  y

  que se frota

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S O B R E L A R E L I G I Ó N DE L A N U E V A E R A

8 1

las manos con sat isfacción ante las matanzas de París en junio

de 1848 , en que fueron ases inados 3 .000 de esos "pe la fustanes" . . .

esa misma vulgar idad se indigna ante las burlas de que son obje -

to las sentimentales sociedades que tratan de impedir la crueldad

hacia los animales.

"Las espantosas t o r turas —exc lama e l señor Daumer en la

página 293 de l vo lumen I— que los desdichados animales sufren

por la mano cruel y t iránica del hombre son para estos bárbaros

« tonter ías» por las que nadie deber ía preocuparse . "

Toda la lucha de c lases de nuestra época le parece al señor

D a u m e r s ó l o u n a l u c h a d e l a " g r o s e r í a " c o n t r a l a " c u l t u r a " . E n

lugar de explicarla por las condiciones históricas de esas c lases,

encuentra su origen en las act ividades sediciosas de unos pocos

individuos malévo los que inc i tan les bajos apet i tos de l populacho

contra los Estados educados .

" E s t e r e f o r mis mo d e mo c r á t i c o . . . e x c i t a l a e n v id ia , l a c ó l e -

ra, la rapacidad de las c lases inferiores de la sociedad contra las

s u p e r i o r e s . . . ¡L in d a f o r ma d e h ac e r más n o b le y me jo r a l

hombre , y de fu nd a r un gra do super ior de c u l t u r a " (vo l . I ,

pág . 289) .

El señor Daumer no sabe qué luchas "de las c lases in fer io -

res contra las super iores" fueron necesar ias inc luso para produ-

c i r u n " g r a d o d e c u l t u r a "

  á la

  Nuremberg y para pos ibi l i tar e l

nac imiento de un luchador contra Moloch  á la  D a u m e r .

3 1

La segunda secc ión , la "pr inc ipa l " , cont iene e l aspec to pos i -

t ivo de la nueva rel igión. Expresa todo el disgusto del f i lósofo

alemán en relación con el o lvido en que han caído sus luchas

contra el cr ist ianismo, en relación con la indiferencia del pueblo

hacia la rel igión, único objeto digno de ser tenido en cuenta por

el f i lósofo . Para restablecer e l crédito de que gozaba su profesión,

desplazada por la competencia, lo único que puede hacer nuestro

hombre mundano es inventar una nueva re l ig ión después de

ladrar durante mucho t iempo contra la ant igua. Pero esta nueva

rel igión se l imita, en concordancia con la primera sección, a una

continuación de la antología de máximas, versos de registros

genealógicos y  versus memoriales  de la cu ltura p eque ñobu rguesa

alemana. Los capítu los de l nuevo Corán

  32

  no son otra cosa que

una serie de frases que disculpa n m oralm ente y embellecen po ét i -

camente la s ituación alemana, frases que, aunque despojadas de

su forma inmediatamente re l ig iosa , s iguen formando parte de la

antigua rel igión.

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8 2

C . M A R X y P. E N G E L S

"Las condic iones mundiales y las re lac iones mundiales total -

mente nuevas sólo pueden surgir a través de nuevas rel igiones.

El cr ist ianismo y e l Is lam son e jemplos y pruebas de lo que pue-

den hacer las rel igiones. Una prueba sumamente vivida y sensata

de la impotencia e inuti l idad de la pol ít ica abstracta y exclusiva

la proporc iona e l movimiento in ic iado en e l año 1848" (vo l . I ,

p ág . 313 ) .

Esta proposición tan plena de contenido destaca de inmediato

la ehatura e ignoranc ia de l "pensador" a lemán , que con funde

las pequeñas "proezas de marzo " —alemanas y espec í f i camente

bávaras— con el movimiento europeo de 1848 y 1849, y que exige

que las primeras erupciones, en sí mismas muy superf ic iales , de

una gran revo luc ión que se va desarro l lando y concentrando en

forma gradual , produzcan " condic iones mundia les y re lac iones

m undia les t o ta lmente n u ev a s" .

E l mundano Daumer reduce la compl i cada lucha soc ia l ,

cuyas primeras escaramuzas se desarrol laron de París a Debrecen

y de Berlín a Palermo, en los últimos dos años, al hecho de q\ie

•n «ñero de 1849 " las esperanzas de las Sociedades Constitucio-

na les de Er langen fueron pos tergadas inde f in idamente " (vo l . I ,

pág. 312) y a l temor de una nueva lucha que pueda resultar

una vez más un desagradable sacudimiento para e l señor Daumer,

en sus ocupaciones con Haf iz , Mahoma y Berthold Auerbach .

La misma vergonzosa superf ic ia l idad le permite a l señor

Daumer hacer caso omiso de que el cr ist ianismo fue precedido

por e l derrumbe to ta l de las " condic iones de l mundo ant iguo" ,

de las cuales e l cr ist ianismo era una simple expresión; de qu«

las " condic iones mundia les comple tamente nuevas" surg ieron ,

no en el plano interno, a través del cr ist ianismo, s ino sólo cuando

los hunos y los germanos "cayeron en lo exter ior sobre e l cadá-

ver de l Imper io romano" ; de que después de la invas ión germá-

n ica las "nuevas condic iones mundia les " no se adaptaron «1

crist ianismo, s ino que éste fue modif icado a su vez con cada nueva

fase de esas condiciones mundiales . Nos agradaría que el señor

Daumer nos diese un e jemplo del cambio de las antiguas condi-

c iones mundiales por una nueva rel igión sin que al mismo t iempo se

produjesen las más poderosas convuls iones "po l í t i cas externas y

abstractas " .

Es c laro que en todas las grandes conmociones históricas de

las condiciones sociales se revolucionan las concepciones y las

ideas de los hombres, y por consiguiente sus ideas rel igiosas. La

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S O B R E L A R E L I G I Ó N D E L A N U E V A E R A 8 3

diferencia entre la conmoción actual y todas las anteriores reside

en el hecho de que el hombre ha descubierto el secreto de este

levantamiento histórico y por lo tanto, en lugar de volver a exal-

tar este proceso práct ico , "externo" , hasta las formas extas iadas

de una nueva rel igión, se despoja de toda la rel igión.

Después de las dulces doctrinas morales de la nueva sabidu-

r ía universal , inc luso super iores a Knigge

  5S

, ya que contienen todo

lo necesario, no sólo sobre las relaciones entre los hombres, sino

sobre las re lac iones entre los animales . . . después de los Prover-

bios de Salomón viene la Canción del nuevo Salomón.

" L a

  naturaleza

  y la

  mujer

  son lo realm ente div ino, en op o-

sición a lo

  humano

  y al

  hombre...

  E l sac r i f i c io de lo hum ano a

lo na tura l , del m acho a. la hem bra, es e l ún ico autén tico y ve rd a-

dero sometimiento y autoalienación, la más alta, no, la única

v i r t u d y p i e d ad " ( vo l . I I , p ág . 257 ) .

Vemos aquí que la superf ic ia l idad e ignorancia de l re f lexivo

fu nd ad or de una re l ig ión se t ras form a en una pronun c iad ís ima

cobardía . El señor Daumer huye ante la t ragedia h istór ica que

lo amenaza muy de cerca; huye hacia la supuesta naturaleza, o

sea hacia e l s imple idi l io rúst ico , y predica e l culto de la mujer

para encubrir su propia res ignación afeminada.

De paso, e l culto del señor Daumer a la naturaleza ea suma-

mente pecul iar . Ha conseguido ser reacc ionario inc luso en com-

paración con el cr ist ianismo. Trata de establecer la antigua rel i -

g ión natural precr ist iana en una forma modernizada. De tal

m od o só lo obt iene un a ñoñ er ía cr ist iaño-germ ániea-pa tr iarcal

acerca de la naturaleza, expresada, por e jemplo , como s igue :

Santa naturaleza, dulce Madre,

en Tus pasos pon mis pies.

Mi ma no infantil con la Tuya aferra.

¡Con Tus firmes riendas condúceme

"Estas cosas han pasado de moda, pero no en benef ic io de

la cu ltura, e l progreso y la d icha humana" (vo l . I I , pág. 157) .

Vemos que este culto de la naturaleza se limita a las cami-

natas dominicales de un habitante de un pueblecito de provin-

cias, maravil lado pueri lmente ante

  el~

 cucl i l lo que p on e sus huevos

en el nido de otro pájaro (vol . II , pág. 40) , ante las lágrimas

dest inadas a mantener húmeda la superf ic ie de los o jos (vo l . I I ,

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8 4

C . M A R X Y P . E N G E L S

pág. 73) , etcétera, y que f inalmente t iembla de respeto cuando

recita a sus hi jos la

  Oda a la primavera,

  de K lopsto ck (vo l . I I ,

págs. 23 y ss . ) . No se habla para nada, por supuesto , de las c ien-

c ias modernas , que , junto con la industr ia moderna, han revo lu-

cionado la naturaleza toda y terminado con la act itud pueri l del

hombre hac ia esta ú lt ima y con todas las demás formas de puer i -

l idad. Pero en lugar de eso se nos endilgan misteriosas insinua-

ciones y asombradas ideas f i l isteas sobre las profecías de Nostra-

damus, la segunda visión en los escoceses y e l magnetismo animal.

Por lo demás, sería de desear que la perezosa economía campesi-

na bávara, terreno en el cual crecen por igual los sacerdotes y los

Daumers , fuese por f in arada por los cu lt ivos modernos y las

máquinas modernas .

La posic ión en lo referente al culto a la mujer es la misma

que en el culto a la naturaleza. Como es natural , e l señor Daumer

no dice una palabra en euanto a la actual situación social de las

mujeres. Por e l contrario , sólo habla de la mujer en cuanto tal .

Trata de consolar a las mujeres por su penuria social , y para

ello las convierte en el objeto de un culto , con palabras tan

vacías como presuntamente misteriosas. De esta forma las tran-

quil iza en cuanto al hecho de que el matrimonio , al obl igarlas a

cuidar a los hi jos , ponga f in a todos sus talentos (vol . II , pág.

237) , para lo cual les dice que pueden amamantar niños hasta

los sesenta años (vol. II, pág. 244), etcétera. A esto el señor

Da um er lo l lama " e l sacr i f i c i o de l hombre a la m u je r " . A f in

de encontrar los necesarios personajes femeninos ideales para

sacrif icarles los hombres de su país natal , se ve obl igado a recu-

rrir a varias damas aristocrát icas del s iglo pasado. De tal modo

su culto a la mujer se reduce a la deprimida act itud del hombre

de letras hacia sus respetadas protectoras. (Véase "Wilhelm Meis-

ter. ) "

L a " c u l t u r a " c u ya d e c ad e n c ia e l s e ñ o r Dau me r l ame n t a e s

la de la época en que Nuremberg f lorec ía como   Reichsstadt  l ibre,

en que la industr ia de Nuremberg —cruza de arte y artesanía—

representaba un papel de importancia ; es la cu ltura pequeño-

burguesa alemana que cae junto con esa pequeña burguesía. Si

el derrumbe de c lases anteriores, como la de la caballería, pudo

ofrecer temas para magní f icas y t rágicas obras de arte , la burgue-

sía f i l istea no puede lograr otra cosa que impotentes expresiones

de rencor fanático y una colección de máximas y normas de sabi-

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S O B R E L A R E L I G I Ó N D E L A N U E V A E R A

8 5

duría sanchopancescas . El señor Daumer es la seca y nada humo-

r íst ica cont inuación de Hans Sachs . La f i loso f ía a lemana, que

6e retuerce las manos y se lamenta ante e l lecho de muerte de

su padre adopt ivo , la burguesía a lemana f i l i s tea : ta l es e l conmo-

vedor cuadro que pone ante nuestra vista la rel igión de la

nueva era.

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FEDERICO ENGELS

L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A

(Capí tu lo I I )

El agrupamiento de las c lases, entonces numerosas y varia-

das , en ent idades más grandes , fue v irtualmente imposibi l i tado

por la descentralización, la autonomía local y provincial , e l ais la-

miento industrial y comercial de las provincias entre s í y la

insufic iencia de las comunicaciones. Sólo se desarrol ló con la

difusión general de las ideas revolucionarias pol ít ico-rel igiosas,

durante la Reforma. Las dist intas c lases que adoptaron estas ideas

o que se opusieron a e l las concentraron a la nación, penosamente

y en forma aproximada, en tres grandes campos : e l reacc ionario

o catól ico , e l reformista burgués luterano y e l revolucionario . Y

si encontramos poca lógica en esta división de la nación y halla-

mos, en parte , los mismos elementos en los dos primeros campos,

ello se explica por la disolución de la mayoría de las clases oficia-

les que persist ían desde la Edad Media y por la descentraliza-

ción que, por e l momento, dio dist intas orientaciones a dichas

clases, en diferentes regiones. Durante los últ imos años hemos

podido ver en Alemania tantos hechos parec idos , que no nos

puede sorprender la aparente confusión de c lases y subclases en

las condic iones mucho más compl icadas de l s ig lo xvi .

A pesar de las experiencias de fecha reciente , la ideología

alemana no quiere ver en las luchas que terminaron con la Edad

Media otra cosa que una violenta disputa teológica. Según dicen

nuestros historiadores y nuestros sabios caseros, si la gente de

aquella época hubiese l legado a un acuerdo en relación con los

asuntos celest iales , no habría exist ido motivo alguno para penden-

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L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A

8 7

cias sobre los asuntos terrenales. Estos ideólogos son lo bastante

crédulos para aceptar sin discusión todas las i lusiones que una

época se forja sobre sí misma o que los ideólogos de una época

se hac en sob re ésta. E n la re vo lu ció n de 1789 esta m isma gente

no ve más que un debate un tanto acalorado acerca de las venta-

jas de la monarquía constitucional sobre el absolutismo; en la

revolución de julio , una controversia práctica sobre lo insosteni-

b le de l derecho "por la grac ia de Dios" ; en la de febrero , una

tentat iva de resolver e l d i lema: ¿repúbl ica o monarquía? , etc .

Hasta hoy no se han formado una idea respecto de las

  luchas

de clases  que se l ibraron en aquellos movimientos, una expresión

desnuda de las cuales es, en cada ocasión, el lema político que

les s irve de bandera ; y no se han formado ninguna idea a pesar

de que las noticias sobre esas luchas llegan en forma bastante

audible, no sólo del exterior, sino también en el rugido y estruen-

do de muchos millones de voces proletarias de nuestro país.

También las denominadas guerras rel igiosas del siglo xvi

involucraban sobre todo intereses de clase materiales y muy

posit ivos; fueron igualmente guerras de clase, lo mismo, que,

más tarde , los choques inter iores en Inglaterra y Francia . Aunque

se realizasen bajo el signo religioso, y aunque los intereses, nece-

sidades y exigencias de las diferentes clases se escondiesen detrás

de una pantalla religiosa, ello no cambió en nada el asunto y se

explica fáci lmente por las circunstancias de la época.

La Edad Media se había desarrollado sobre la barbarie.

Borró la c iv i l ización ant igua, su f i losof ía , po l í t ica y jur ispru-

dencia, y lo empezó todo de nuevo. Lo único que conservó del

antiguo mundo destrozado fue el crist ianismo y una serie de ciu-

dades en ruinas y despojadas de toda su civi l ización. A conse-

cuencia de el lo los curas obtuvieron el monopolio de la educa-

ción, como suele pasar en todas las etapas primitivas de desarro-

l lo , y la misma instrucción se tornó esencialmente teológica. En

manos del c lero, la polít ica y la jurisprudencia, así como todas

las demás ciencias, s iguieron siendo meras ramas de la teología,

y se las trataba de acuerdo con los principios de ésta. El dogma

de la iglesia era al mismo tiempo un axioma político, y las citas

de la Biblia tenían fuerza de ley en todos los tribunales. Aun

después de crearse una capa especial de juristas, la jurispruden-

cia permaneció durante mucho t iempo bajo la tutela de la teolo-

gía. Y esta supremacía de la teología en todas las ramas de la

actividad intelectual fue a la vez una consecuencia inevitable de

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8 8

F E D E R I C O E N G E L S

la singular posición de la iglesia como síntesis y sanción del

orden feudal .

Es evidente que, dadas las circunstancias, todo ataque gene-

ral contra el feudalismo era, antes que nada, un ataque contra

la iglesia , y que todas las doctrinas revolucionarias sociales y

polít icas eran necesariamente, y al mismo t iempo, herej ías teoló-

gicas. Para poder atacar el orden social existente había que despo-

jar lo prim er o de su aureola de santida d.

La oposic ión revolucionaria contra e l feudal ismo duró a todo

lo largo de la Edad Media . Según las c ircunstancias aparece como

mist ic ismo, here j ía abierta o insurrecc ión armada. En cuanto a l

misticismo, es bien sabido hasta qué punto dependían de él los

reformadores del s ig lo xv i . También Münzer le debe mucho. Por

una parte las herej ías expresaban la reacción de los pastores

patr iarca les de los Alpes contra e l feudal ismo invasor ( los va lden-

s e s

3 5

) ; por otra, la oposición al feudalismo por parte de las ciu-

dades emancipadas ( los albigenses

  3n

, Am o ld o d e Bre sc ia , e t c . ) ;

f inalmente la insurrecc ión d irecta de los campesinos (John Bal l ,

e l maestro húngaro de P icard ía

3 7

, e tc . ) . Dejemos aquí a un lado

la herej ía patriarcal de los valdenses y la insurrección de los

cantones suizos como un intento puramente loca l , de forma y

contenido reaccionarios, para cerrar el paso a la evolución histó-

r ica . En las otras dos formas de here j ía medieval encontramos

desde el siglo XII a los precursores de la gran antítesis entre la

oposición burguesa y la campesino-plebeya. Esta antítesis es evi-

dente a f ines de la Edad Media .

La here j ía de las c iudades —que es la verdadera here j ía

o f i c ia l de la Edad Med ia— se d ir ig ía pr inc ipa lmente contra e l

clero, a l que atacaba por su riqueza y su importancia polít ica .

De igual modo que la burguesía de nuestros d ías p ide un

  gouver-

nement á ion marché,  un gobierno barato, los burgueses de la

Ed a d Me d ia p e d ía n u n a  église á lom marché,  una iglesia barata.

Reaccionaria en su forma, como toda here j ía que só lo ve la dege-

neración en la evolución de la iglesia y el dogma, la herej ía

burguesa exigió la restauración de la sencillez de la iglesia cristia-

na primit iva y la abol ic ión del sacerdocio profes ional . Este orde-

namiento barato habría el iminado a los monjes, los prelados y la

curia romana; en una palabra, todo lo que la iglesia tenía de

costoso . Aunque protegidas por los monarcas , las c iudades , que

eran repúblicas en sí mismas, en sus ataques contra el papado

declaraban, por pr imera vez , que la repúbl ica era la forma normal

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L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A

8 9

del régimen burgués. Su hosti l idad contra una serie de dogmas

y preceptos de la iglesia se explica, en parte por lo que ya se

ha dicho, y en parte por las condiciones en que vivían. Nadie ha

expl icado mejor que Boccacio , por e jemplo , las razones que movie-

ron a las ciudades a impugnar con tanto encono el cel ibato.

Amoldo de Brescia en Italia y Alemania, los albigenses en el sur

de Franc ia , John Wycl i f f e en Ing la terra , Hus y los ca l ix t inos

3 8

en Bohemia, fueron los principales representantes de esta tenden-

cia . Las ciudades ya eran un Estado reconocido en todas partes, y

contaban con capacidad suf ic iente para luchar contra e l feuda-

l ismo usando de sus privilegios, ya sea por la fuerza de las

armas o en las asambleas del Estado, y ello explica con suma

sencil lez por qué la oposición contra el feudalismo se presentó

sólo como oposición al feudalismo  clerical.

También vemos en e l sur de Francia , como en Inglaterra y

Bohemia, que la mayor parte de la pequeña nobleza se unió a

las ciudades en la lucha contra el clero y en las herejías, fenó-

menos que se expl ican por la dependencia de la pequeña nobleza

con respecto a las ciudades y por su comunidad de intereses

frente a los príncipes y prelados. La misma cosa veremos en la

guerra campesina .

La herej ía que expresaba en forma directa las exigencias

de plebeyos y campesinos, y que casi siempre acompañaba a una

insurrecc ión, era de carácter muy d i ferente . Aunque hacía suyas

todas las reivindicaciones de la herej ía burguesa en relación con

el clero, e l papado y la restauración de la constitución de la

iglesia crist iana primitiva, iba mucho más allá . Exigía la instau-

ración de la igualdad crist iana entre los miembros de la comuni-

dad y el recono cim iento de esta igua ldad com o n orm a también

para e l mundo burgués . La igualdad de nobles y campesinos , de

patricios, burgueses privilegiados y plebeyos; la abolición de la

corvée,

  de las renta s territor iales, de los tribu tos, los pr ivi leg ios y,

por lo menos, de las diferencias más escandalosas en la propie-

dad: tales eran las reivindicaciones formuladas con más o menos

energía y consideradas como consecuencias naturales de la doctri-

na crist iana primitiva. En el momento en que el feudalismo esta-

ba en su auge, había poco que elegir entre esta herej ía campesino-

plebeya, por ejemplo entre los albigenses, y la oposición burgue-

sa, pero durante los siglos xiv y xv se trasformó en una opinión

claramente def inida de part ido , y por lo general adoptó una

posic ión independiente de la here j ía burguesa . Así sucedió con

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9 0 F E D E R I C O E N G E L S

John Bal l , e l predicador de la sublevación de Wat Tyler en

Inglaterra , a l lado del m ovim iento de W y c l i f f e , así como con

los taboritas, a l lado de los calixt inos de Bohemia. Los tabori-

tas mostraron incluso una tendencia republ icana ba jo e l ropaje

teocrático, posición que a f ines del siglo xv y principios del xvi

se desarrolló aún más entre los representantes de los plebeyos

alemanes.

El fanatismo de sectas místicas, de los flagelantes y los lolar-

d o s

3 0

, etc . , que continuaron la tradición revolucionaria en t iem-

pos de represión, apareció al lado de esa forma de rebeldía.

Los plebeyos eran la única clase que entonces se hallaba

enteramente al margen de la sociedad of icial existente. Se encon-

traban fuera de la comunidad feudal y de las asociaciones bur-

guesas. Carecían de privilegios y de bienes; no tenían ni siquiera

la propiedad, gravada con cargas abrumadoras , de los campesinos

y pequeños burgueses. Eran, en todo sentido, seres desposeídos

y s in derechos ; sus condic iones de v ida jamás los ponían en

contacto directo con las instituciones existentes, que hacían por

completo caso omiso de el los. Constituían un símbolo viviente de

la disolución de la sociedad feudal y corporativa, y al mismo

t iempo eran los pr imeros precursores de la moderna soc iedad

burguesa .

Esto explica por qué la oposición plebeya no pudo l imitarse,

ni siquiera entonces, a luchar sólo contra el feudalismo y los

burgueses pr iv i leg iad os ; p or qué, por lo men os en la im agina-

ción, l legó más allá de la moderna sociedad burguesa apenas

naciente ; por qué, s iendo un grupo absolutamente desposeído ,

puso en duda las instituciones, los puntos de vista y las concep-

ciones comunes a todas las sociedades basadas en los antagonis-

mos de clase. En este sentido, los fantásticos sueños de los quilias-

t a s

4 0

  de l cr ist ianismo primit ivo o frec ieron un punto de part ida

muy conveniente. Por otra parte, esta salida más allá del presen-

te, y aun del futuro, tenía que ser violenta e imaginaria, y cayó

necesariamente dentro de los estrechos l ímites f i jados por la

s ituación contemporánea. El ataque contra la propiedad privada,

la exigencia de la propiedad común, tenían que resolverse en una

primitiva organización de la caridad-; la vaga igualdad crist iana

debía convertirse, en el mejor de los casos, en la " igualdad cívica

ante la ley" ; la e l iminación de todas las autoridades culmina

finalmente en el establecimiento de gobiernos republicanos elegi-

dos por el pueblo. La anticipación del comunismo por la fantasía

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L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A

9 1

ge con virt ió , en la realid ad, en una anticip ación de las mod ern as

condiciones burguesas.

Esta v io lenta aht ic ipaeión de poster iores acontecimientos

históricos, fáci lmente explicada por las condiciones de vida de los

plebeyos, se observa primero en   Alemania,  en  Tomás Münzer  y

su part ido . Los taboritas tenían una especie de propiedad común

quil iasta, pero se trataba de una med ida pur am ente m ilitar.

Sólo en las doctrinas de Münzer expresan estos brotes de comu-

nismo las aspiraciones de una verdadera fracc ión de la soc iedad .

Fue e l pr imero en formularlas con c ierto carácter def inido , y a

partir de él han sido observadas en todos los grandes movimien-

tos populares , hasta que se fundieron en forma gradual a l

moderno movimiento proletario , así como las luchas de los cam-

pesinos l ibres en la Edad Media , contra la dominación feudal

que los envolvía cada vez más, se fundió a las luchas de siervos

y vasallos para la total abolición del sistema feudal.

En tanto que el primero de los tres grandes campos, el

ca m p o  católico conservador,  abarcaba a todos los elementos inte-

resados en mantener las condiciones existentes, o sea las autori-

dades imperiales, las eclesiásticas y un sector de los príncipes

legos, de la nobleza adinerada, los prelados y los patricios de las

c iudades , e l campo de los re formadores

  luteranos burgueses y

moderados  atra jo a todos los elementos pud iente s de la opo sición ,

al grueso de la pequeña nobleza, a los burgueses e incluso a una

parte de los príncipes seculares, que esperaban enriquecerse con

la confiscación de los bienes de la iglesia y querían aprovechar

la oportunidad de conquistar mayor ' independencia frente a l

pod er impe rial . En cuan to a los cam pesinos y los plebe yos, se

unieron en un part ido

  revolucionario

  cuyas re iv indicaciones y

doctr inas fueron expresadas con toda c lar idad por Münzer .

Tanto por sus doctr inas como por su carácter y acc iones

personales, Lutero y Münzer representaron en forma cabal a sus

respectivos partidos.

De 1517 a 1525

  Lutero

  su fr ió los mismos cambios que sufr ie -

ro n los actuales con stitucion alistas alemanes entre 1846 y 1849,

y que sufren todos los part idos burgueses que, co locados durante

un momento a la cabeza del movimiento , son f lanqueados por e l

part ido p lebeyo-proletario que const ituye su retaguardia .

Cuando Lutero, en 1517, se opuso por primera vez a los

dogmas y las instituciones de la iglesia católica, su oposición

no tuvo en modo a lguno un carácter def inido . Si b ien no superó

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9 2 F E D E R I C O E N G E L S

las exigencias de la anterior herej ía burguesa, no excluía ni podía

excluir ninguna tendencia que fuese más allá . En aquella prime-

ra etapa había que unir a todos los elementos de la oposición,

desplegar la más agresiva energía revolucionaria y encontrar un

protagonista para la suma de las herej ías existentes contra la

ortodoxia cató l ica . De un modo muy s imilar , nuestra burguesía

liberal de 1847 seguía siendo revolucionaria, se consideraba socia-

l ista y comunista y clamaba por la emancipación de la clase

obrera. La robusta naturaleza campesina de Lutero se expresó

en la forma más tempestuosa, en ese primer período de sus act i-

vidad es. .

" S i la loca fu ria [de los sacerdotes rom an os] cont inua ba,

me parece que no se podía encontrar m ejo r consejo y rem edio

contra el la que el de atajarla por la fuerza, armándose los prínci-

pes y los reyes para atacar a esa gente maligna que ha empon-

zoñado al mundo entero, y poner f in a este juego de una vez por

todas, pero  con las armas, no con las palabras.  Y si castigamos a

los ladrones con el cepo, a los asesinos con la espada y a los

herejes con el fuego,

  ¡

por qué no lanzarnos contra esos perversos

maestros de la perdición, esos papas, cardenales y obispos, y

contra toda la caterva de la Sodoma romana,  empuñ ando las

armas para lavarnos las manos en su sangre ?''

Pero este ardor revolucionario tuvo corta v ida . El rayo de

Lutero dio en el blanco. Todo el pueblo alemán se puso en movi-

m iento. P or un lado, lo s cam pesinos y p lebe yos viero n la señal

de la rebelión en sus l lamados contra el c lero y en su predica-

ción de la l ibertad crist iana; por el otro, se le unieron los burgue-

ses moderados y un gran sector de la pequeña nobleza, e incluso

algunos príncipes fueron arrastrados por la corr iente . Los pr i -

meros creyeron que había l legado el día de la venganza contra

sus opresores, los otros sólo querían quebrar el poder del c lero,

la dependencia con respecto a Roma y a la jerarquía católica , y

enriquecerse con la confiscación de las propiedades de la Iglesia .

Los part idos def inieron sus posic iones y encontraron sus voce-

ros . Lutero tuvo que e leg ir entre los dos . El , e l -protegido del

Elector de Sajonia , e l reverenciado profesor de Wittenberg que

se había vuelto poderoso y famoso de la noche a la mañana, el

grande hombre con su séquito de serviles y adulones, no vaciló

un instante. D e jó a un lado a los elementos popu lares del mo vi-

miento y se puso de parte de los burgueses, la nobleza y los

príncipes . Ya no se vo lv ieron a o ir

  sus

  l lamados a una

  guerra

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L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A

9 3

de   extermin io con tra Rom a. Lu ter o pred icaba ahora el

  progreso

pacífico  y la  resistencia pacífica  (véase , po r e jem plo ,  A la noble-

za alemana,

  1520, etc . ) . Invitado por Hutten a visitarlos, a él

y a Sickingen, en Ebernburg , sede de la conspiración de la noble -

za

  contra el c lero y los pr íncip es , Lu tero r es po nd ió : " N o quiero

que el Evangelio sea  defendida por la fuerza y el derramam iento

de sangre.

  El mundo fue conquistado por e l Verbo , la Ig les ia

fue fundada por e l Verbo , y por e l Verbo también será rev iv ida ,

y el Anticristo, que lo ha logrado todo sin violencia , caerá

también s in v io lenc ia . "

De este giro, o , para decirlo mejor, de esta definición más

precisa de la polít ica de Lutero, nació el tráfico y el regateo

sobre instituciones y dogmas que debían conservarse o reformar-

se, esa repugnante diplomacia, esas concil iaciones, intrigas y

concesiones que culminaron en la Confesión de Augsburgo

4 1

, los

artículos, logrados luego de muchas negociaciones, de una iglesia

burguesa re formada. Fue e l mismo t ipo de comercio barato que

en fecha reciente se repit ió en forma polít ica ,  ad nauseam,  en las

asambleas nacionales alemanas, en las reuniones conciliatorias, en

las cámaras de revisión y en los parlamentos de Erfurt .

4 2

  La

naturaleza f i l istea de la Reforma oficial se puso claramente en

evidencia en tales negociaciones.

Había buenos mot ivos para que Lutero —que en adelante

sería e l representante reconocido de la re forma burguesa— predi -

case el progreso dentro de la ley. El grueso de las ciudades abra-

zó la causa de las reformas moderadas, la pequeña nobleza se

mostró cada vez más partidaria de ellas y un sector de los

príncipes las aceptó, en tanto que los demás se mantuvieron inde-

cisos. El éxito era prácticamente seguro, por lo menos en una

gran parte de Alemania. Las demás regiones, a la larga, no

podían soportar la presión de la oposic ión moderada s i se produ-

c ía una evolución pací f ica cont inuada. Entretanto , toda v io lenta

conmoción debía co locar a l part ido moderado en conf l icto con

el partido plebeyo y campesino extremista, enajenarse a los

príncipes, la nobleza y ciertas ciudades; quedaría entonces la

alternativa de .que el pa rti do bu rgu és fuese desplazado p o r los

campesinos y plebeyos o de que todo el movimiento fuese aplas-

tado por una restauración católica . Y últ imamente ha habido

ejemplos suficientes acerca de cómo tratan los partidos burgueses

de conservar e l rumbo por medio del progreso dentro del marco

de la ley —entre el Eseila de la revolución y el Caribdis de la

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9 4

F E D E R I C O E N G E L S

restauración—, no b ien l ian conquistado la más mínima v ictor ia .

En las condiciones sociales y polít icas generales prevalecien-

tes en aquella época los resultados de cada cambio eran necesa-

r iamente venta josos para los .pr íncipes y aumentaban su poder

en forma inevitable . Así , cuanto más se apartaba la re forma

burguesa de los elementos plebeyos y campesinos, tanto más

totalmente tenía que caer bajo el dominio de los príncipes refor-

mados. El propio Lutero se convirt ió cada vez más en vasallo

de el los, y el pueblo supo a la perfección lo que hacía cuando lo

acusó de haberse trasformado, como otros, en un lacayo de los

príncipes , y cuando lo apedreó en Orlamünde.

Cuando estalló la guerra campesina, Lutero se esforzó por

adoptar una actitud de mediador en las regiones donde la noble-

za y los príncipes eran en su mayoría católicos: Atacó con deci-

sión a los gobiernos. Dijo que tenían la culpa de la rebelión,

provocada con la opresión que e jerc ían; no eran los campesinos

los que se levantaban ante el los, s ino Dios. Pero por otra parte,

di jo , la rebelión era impía y contraria a los Evangelios. En con-

clusión llamó a las dos partes a que depusieran sus actitudes y

llegasen a un acuerdo amistoso.

Pero a despecho de estos bien intencionados ofrecimientos de

mediación, la rebelión se extendió con rapidez e incluso abarcó

a regiones protestantes dominadas por príncipes, señores o ciuda-

d e s lu t e ra n o s , su p e ra n d o rá p id a m e n t e a l a " c i r cu n sp e c t a " r e f o r -

ma burguesa. Él grupo más decidido de los insurgentes, a las

órdenes de Münzer, estableció su cuartel general en Turingia,

muy cerca de donde se encontraba Lutero , Unos cuantos éx itos

más, y toda Alemania habría sido envuelta por las l lamas, Lutero

rodeado y quizás empalado como tra idor , y la re forma burguesa

barrida por la marejada de una revolución campesino-p lebeya .

N o había y a t iem po para la c ircunsp ección . Tod as las v ie jas

animosidades se o lv idaron ante la revolución. Comparados con

las hordas de campesinos, los siervos de la Sodoma romana eran

inocentes corderos , pací f icas cr iaturas del Señor . Burgués y

príncipe, noble y clérigo, Lutero y el Papa, todos se unieron

de las manos "en contra de las hordas campesinas de saqueado-

re s y a se s in o s " . "

" ¡ H a y que hacerlos pedazos , estrangularlos, apuñalearlos ,

en secreto y públicamente, por todos los que puedan hacerlo , tal

como se mataría a un  perro rabioso  — g r i t ó L u t e ro — . P o r l o

tanto, señores, ayúdennos, sálvennos, apuñaleen, golpeen, estran-

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LA GUERRA CAMPESINA EN ALEMANIA

9 5

guien a to d os . los que pu eda n, y si p ie rde n la vida , ben ditos

sean, sepan que jamá s pod rían aspirar a una mu erte m e j o r . "

Pero no tenía que haber falsa piedad para el campesino.

Quien tuviese lást ima en aquellos de quienes Dios no se apiada,

a quienes El quiere castigar y destruir , será considerado también

un rebelde. Más tarde los campesinos aprenderían a agradecer a

Dios cuando tenían que entregar una vaca a f in de poder d is fru-

tar en paz de la otra, y los príncipes conocerían en la revolución

del pop ula cho , que só lo pue de ser gobern ado po r la fuerz a . " E l

«ab io d ice :  cibum, onits et virgam asino*  Los campesinos no

deben tener otra cosa que paja . N o escuchan el Y e rb o y son

tontos; pues entonces tendrán que prestar oído a la baqueta y

la escopeta, y se lo tendrán merecido. Debemos rezar para que

obedezcan. Si no lo hacen, no habrá piedad para el los.  Dejad

que rujan las escopetas entre ellos,

  o harán las cosas mil veces

p e o r e s . "

Exactamente eso fue lo que d i jo la burguesía f i lantrópica

y anteriormente socialista cuando el proletariado le reclamó su

parte de los frutos de la victoria después de los sucesos de

marzo.

A l trad ucir la Bib l ia , Lu tero había puesto una poderosa

arma en manos del movimiento plebeyo. Por medio de la Biblia

enfrentó al crist ianismo feudalizado de su época con el sencil lo

crist ianismo de los primeros siglos, y a la decadente sociedad

feudal con e l cuadro de una soc iedad que no conocía la comple ja

y art i f ic ia l j erarquía feudal . Los campesinos ut i l izaron amplia -

m ente este instr um ento co ntra los pr ín cip es , la nob leza y el

c lero . Entonces Lutero lo vo lv ió contra e l los ; extra jo de la Bib l ia

un verdadero himno a las autoridades instituidas por la gracia

de Dios, una alabanza que ningún adulador de la monarquía

absoluta había conseguido elaborar. Con la ayuda de la Biblia

se justif icó el origen divino de la monarquía, la obediencia resig-

nada, incluso la servidumbre. No sólo se negó con el la la rebelión

campesina, sino también el propio motín de Lutero contra las

autoridades eclesiásticas y seculares, y no sólo el movimiento

popular , s ino también e l movimiento burgués fue vendido a los

príncipes .

í Necesitamos nom brar a los burgue ses q ue hace p oc o nos

* Alimento, carga y azote para el asno. (Ed.)

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9 6

F E D E R I C O E N G E L S

proporcionaron también ejemplos de semejante repudio de su

propio pasado?

Comparemos ahora a l revolucionario p lebeyo  Münzer  con el

re formador burgués Lutero .

Tomás Münzer  na ció en 1498 en  Stolberg,  en el H ar z. Se

dice que su

  padre murió en la horca, víct ima de la t iranía del

conde de  Sto lberg . A la edad de quince años Münzer organizó

una   unión secreta en una escuela de Halle , contra el arzobispo   de

Magdeburgo y contra la ig les ia romana en general . Sus conoci -

mientos de la teología de la época le conquistaron el t ítulo   de

doctor

  y el puesto de capellán en un monasterio de Halle . En

este

  convento trató con el mayor desprecio los dogmas y ritos de

la iglesia . En la misa omitía las palabras de la trasustanciación

y comía, como decía Lutero, a los todopoderosos dioses no consa-

grados. Los místicos medievales, y en especial las obras quil iás-

t icas de Joaquín e l Calabrés , fueron e l ob jeto pr incipal de sus

estudios . Con la Reforma y la inquietud general de su época ,

Münzer creyó inminentemente próximos e l milenio y e l d ía del

juic io de la ig les ia degenerada y del m un do c orr om pid o descr itos

por aquel místico. Predicó en toda la región con gran éxito . En

1520 fu e a Zw icka u com o el pr im er pred icad or evan gél ico . A l l í

encontró a una de las fanáticas sectas de quil iastas que continua-

ban exist iendo en secreto en muchas localidades y cuyo momen-

táneo desaliento y ret iro ocultaban la oposición incesantemente

creciente de las capas más bajas de la sociedad frente al estado

de cosas; a medida que iba en aumento la inquietud salían a la

luz cada vez con mayor audacia y persistencia . Se trataba de la

secta de los anabaptistas, encabezada por Nildas   Storch.  P re d i ca -

ban la proximidad del d ía del ju ic io de Dios y del milenio ;

tenían "v is iones , éxtasis y e l esp ír i tu de la profec ía" . Pronto

entraron en conf l icto con e l conci l io de Zwickau. Münzer los

defendió , aunque nunca se unió a e l los incondic ionalmente y

habría prefer ido tenerlos ba jo su inf luencia . El conci l io tomó

drást icas medidas contra e l los ; tuvieron que abandonar la c iudad,

y Münzer con el los. Esto sucedió a f ines de 1521.

Se marchó a Praga y trató de encontrar un punto de apoyo

uniéndose a los restos del movimiento husita . Pero su proclama

sólo tuvo el efecto de obligarlo a huir también de Bohemia. En

1522 se hizo pr edi ca dor d e Alsted t , en Tu rin gia . Al l í com enzó

la reforma del Culto. Aun antes de que Lutero se atreviese a ir

tan lejos, desechó por entero el latín y ordenó que se leyese al

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L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A

9 7

pueblo toda la Biblia, y no sólo les evangelios y las epístolas de

lectüra ob l igada en e l culto dominica l . Al mismo t iempo organizó

la propaganda en su localidad. La gente acudía a él de todas

partes , y Alstedt se convirt ió muy pronto en e l centro del movi -

miento popular ant ic ler ica l de Turingia .

Münzer era todavía un teólogo antes que ninguna otra cosa.

Aún dirigía sus ataques, casi con exclusividad, contra los curas.

Pero no predicaba e l debate tranqui lo y e l progreso pací f ico ,

como ya entonces lo hacía Lutero , s ino que cont inuó los pr imeros

sermones violentos de éste y l lamó a los príncipes de Sajonia y

al pueblo a que se levantaran en armas contra los sacerdotes

romanos.

"¿Acaso no d ice Cristo «No vengo a traeros la paz , s ino la

espada»? ¿Qué tenéis que hacer vosotros [ los pr íncipes de Sajo -

nia] con esa espada? Sólo una cosa, si queréis ser los servidores

de Dios: expulsar y destruir a los malvados que se oponen al

evange l io . Cr is to ordenó con suma sever idad (Lucas , 19 :27 ) :

«Y también a aquel los mis enemigos que no querían que yo re ina-

se sobre el los, traedlos acá y degolladlos delante de mí» . No nos

vengáis con frases vacías acerca de que el poder de Dios puede

ejercerse sin la ayuda de vuestra espada, porque entonces ésta

se enmohecería en su vaina . . . Los que se interponen en e l cami-

no de la revelación t ienen que ser destruidos sin piedad, tal como

Ezequías, Ciro, Josías, Daniel y Elias destruyeron a los sacerdo-

tes de Baal, porque de otro modo la iglesia crist iana no podrá

volver nunca a sus fuentes. Debemos arrancar las cizañas de la

v iña de l Señor en t iempo de v e n d im ia . . . D ios d i j o en e l Quinto

L ibro de Moisés (D cu t . 7 : 5 ) : « Y no mostraré is p iedad hac ia los

idólatras; sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y

cortaréis sus bosques , y quemaréis sus esculturas en e l" fuego» . "

Pero estos l lamados a los príncipes fueron en vano, en tanto

que loe sentimientos revolucionarios del pueblo iban creciendo

día a día . Münzer, cuyas ideas se definían cada vez más y se

tornaban más audaces, se apartó entonces con decisión de la

Reforma burguesa y desda ese momento se convirt ió en un

franco agitador pol í t ico .

Su doctr ina f i losóf ico -teo lóg ica atacaba todos los puntos im-

portantes, no sólo del catolicismo, sino del crist ianismo en gene-

ral . Enseñaba un panteísmo revestido de formas crist ianas, que

se parece curiosamente a la moderna cortemplación especulat i -

va

  44

  y que en ocasiones se aproxima incluso al ateísmo. Repudió

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F E D E R I C O E N G E L S

la Biblia en cuanto revelación única e infalible . La revelación

verdadera y viva, di jo , era la razón, una revelación que l iabía

exist ido en todos los t iempos y entre todos los pueblos. Sostuvo

que enfrentar la Biblia a la razón era matar el espíritu con la

letra, porque el Espíritu Santo de que habla la Biblia no es algo

de existencia e xt er io r; e l E sp íri tu San to es la razó n. La fe no

es más que la razón que vive en el hombre, y por eso también

los paganos pueden tener la fe . Gracias a esa fe , gracias a la

razón hecha vida, el hombre se diviniza. Por lo tanto el c ielo no

es una cosa del otro mundo; hay que buscarlo en esta vida, y la

tarea de los creyentes Consiste en establecer aquí, en la tierra, ese

cielo que es el reino de Dios. Así como no hay cielo en el más

allá , así tampoco existe el infierno ni la condenación. Del mismo

modo, no existe el demonio, sino los malos apetitos y la codicia

del hombre . Cristo fue un hombre como nosotros , un profeta y

un maestro , y su Eucarist ia .no es más que una cena conmemora-

t iva, donde se consume pan y vino sin adorno místico alguno.

Münzer predicó estas doctr inas cubriéndolas con la misma

fraseolog ía con que la nueva f i losof ía tuvo que ocultarse duran-

te un t iempo. Pero la idea fundamental archiherét ica se d isc ierne

con faci l idad en todos sus escritos, y es evidente que se tomó

las vestiduras bíblicas con menos seriedad que muchos discípulos

de Hegel en los t iempos modernos . Y s in embargo entre Münzer

y la f i losofía moderna hay una distancia de trescientos años.

La doctr ina pol í t ica de Münzer s iguió muy de cerca a sus

revolucionarias concepciones rel igiosas, y así como su teología

superó a las concepciones de la época, así su doctrina polít ica fue

más allá de las condiciones polít icas y sociales existentes. Así

como ' la f i losofía rel igiosa de Münzer se acercaba al ateísmo, así

su programa pol í t ico se aproximó a l comunismo, e inc luso en v íspe-

ras de la revolución de febrero había más de una secta comunista

moderna que no contaba con un arsenal teórico tan bien provisto

co m o " l o s d e M ü n z e r " e n «1 s ig l o x v i . E s t e p ro g ra m a — q u e e s

menos una compilac ión de las re iv indicaciones de los p lebeyos

de ese t iempo que una anticipación visionaria de las condiciones

necesarias paral la emancipación del elemento proletario , que

apenas había comenzado a desarrol larse entre los p lebeyos—,

exigía el inmediato establecimiento del reino de Dios, del milenio

profet izado, el restablecimiento de la iglesia a su situación origi-

nal y la abolición de todas las instituciones que estuviesen en

con tra dic ció n con esa iglesia crist iana supuestam ente pri m itiva

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pero en real idad muy moderna. Por re ino de Dios entendía

Münzer una sociedad en la que no existiesen diferencias de c lase

o de propiedad pr ivada, ni autor idades estatales independientes

de los miembros de la sociedad o ajenas a ellos . Todas las autori-

dades que se hayan negado a someterse a la revolución y a unirse

a ella, tendrán que ser derribadas; e l trabajo y los bienes serán

de la comunidad, y se introducirá una completa igualdad. Para

poner en vigor todo ello se establecería una unión, no sólo en

Alemania, s ino en toda la cristiandad. Los príncipes y los señores

fueron invitados a unirse a ella, y s i se negaban a hacerlo la

unión tomaría las armas y los matar ía en la pr imera oportunidad.

Münzer puso en e l acto manos a la obra para organizar la

unión. Sus sermones se hicieron aun más militantes y revolucio-

narios. Tronó contra los príncipes, la nobleza y los patric ios , con

una pasión que igualaba el fervor de sus ataques contra el c lero.

Descr ibió con encendidos co lores la opres ión predominante y le

enfrentó su fantást ica vis ión de un milenio de igualdad soc ial

republicana. Publ icó un fo l leto revoluc ionario tras otro , y envió

emisarios en todas direcciones, en tanto que organizaba perso-

nalmente la unión en Alstedt y sus alrededores.

El pr imer f ruto de su propaganda fue la destrucc ión de la

Marienkapelle , en Mellerbach, cerca de Alstedt, de acuerdo con

el m andato de la B ib l ia (De u t . 7 : 5 ) : " S u s a ltare s des tr u ir éi s,

y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus bosques, y quemaréis

sus esculturas en e l fuego . " Los pr ínc ipes de Sajonia acudieron

en persona a Alstedt , para aplacar la inquietud, y l lamaron a

Münzer al castil lo . All í éste pronunció un discurso como jamás

se le había escuchado a Lutero , esa "carne plác ida de Witten-

berg ' ' , c omo lo l lamó Münzer . Af i rmó que los gobernantes impíos ,

en especial los sacerdotes y monjes que trataban los Evangelios

como a una herejía, tenían que ser muertos, y se remitió al

Nuevo Testamento para conf irmar sus palabras . Los impíos no

tenían derecho a vivir , a no ser por la gracia de los elegidos de

Dios. Si los príncipes no querían exterminar a los impíos, Dios

les arrancaría la espada de la mano,

  porque toda la comun idad

tenía el poder de la espada.

  Los príncipes y los señores son los

pr inc ipales promotores de la usura, e l robo y las tropel ías ; se

adueñan de todo lo creado —de los peces del mar, de los pájaros

del aire y las plantas de la t ierra—, y todavía se atreven a predi-

car a los pobres el m and am iento : " N o ro b ar á s" , en tanto que

el los se apoderan de todo lo que pueden encontrar , -roban y opr i -

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men a los campesinos y artesanos. Pero cuando uno de éstos

 comete la m enor trasgresión, lo ahorca n, y el doc tor   Liigner *

dice a todo esto : Amén.

"Los propios amos t ienen la culpa de que e l hombre pobre

se convierta en su enemigo. Si ellos no eliminan las causas de la

rebeldía , ¿c óm o p ued en m ejor ar las cosas a la la rg a? ¡ A h , am ados

señores, cómo golpeará el Señor, con vara de hierro, a estos

v ie jos cach arros Y os d igo que agi taré a l pueblo . ¡A s í s e a " (C f .

Z im m e r m ann :  BauernJcrieg,  I I , p á g . 75 " ) .

Münzer hizo imprimir e l sermón. Su impresor de Alstedt fue

castigado con el destierro por el duque Johann de Sajonia, y los

escritos de Münzer serían censurados en adelante por el gobierno

ducal de Weirnar. Pero Münzer no prestó atención alguna a esta

orden. No perdió t iempo en publ icar un trabajo sumamente sedi -

cioso

  46

  en la c iudad imperial de Miihlhausen, en el que l lamaba

al pueblo a "ampl iar la brecha, para que todo e l mundo pueda

ver y saber quiénes son nuestros grandes personajes blasfemos

que han convert ido a nuestro Señor en un maniquí p intado" , y

que terminab a con las s iguientes pa lab ras : ' ' To do e l m un do s ufr i -

rá una gran sacudida. Tal revuelo habrá, que los impíos serán

arrancados de sus as ientos y los pisoteados se levantarán."

Tomás Münzer , "e l hombre de l mart i l lo " , e scr ib ió e l s igu ien-

te lema en la po rta d a: " H e aqu í que he puesto m is palabra s en

tu boca. En este día te he colocado por encima de las naciones

y sobre los reinos para que desarraigues y destruyas y derribes,

pa ra q ue con stru ya s y plan tes. Se ha leva nta do un m uro- de

hierro contra los reyes, príncipes y gente del país . Que luchen

ahora, por qu e la victor ia con du cirá milagrosam ente a la p erd i -

c ión de los fuer tes t i ranos impíos . "**

La ruptura de Münzer con Lutero y e l part ido de éste era

desde hacía t iempo un hecho consumado. Lutero tuvo que aceptar

algunas re formas de la igles ia introducidas por Münzer s in con-

sultarlo . Contempló las actividades de éste con la irr itada descon-

f ianza de un re formador moderado hac ia un part ido más enérgi -

co y de miras más amplias. Ya en la primavera de 1524, en una

carta a Melanchthon, ese modelo de f i l isteo blando y casero,

* Mentiroso,  es decir, Lu tero .  (Ed.)

** En el epígrafe de su ensayo Münzer parafrasea un pasaje del Libro

da Jeremías, al que infunde un sentido revolucionario.

  (Ed.)

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1 0 1

Münzer escribía que, lo mismo que Lutero, no entendía el movi-

miento . Af irmaba que trataban de ahogarlo por la letra de la

Biblia, y que la doctrina que sustentaban estaba carcomida.

"Que r ido s he r m ano s —e sc r ib ía—, de jao s de de m o r as y vac i -

laciones. Ya es t iempo, e l verano golpea a las puertas. No seáis

amigos de los impíos que impiden que e l Yerbo obre con toda   su

fuerza . N o adulé is a vuestros pr ín c ipes , pues po dr íais perecer

con ellos. ¡ Oh tiernos d octo res libresco s no os en ojéi s, pu es no

  sé

o br ar de o t ro m o d o "

Lutero desaf ió más de una vez a Münzer a un debate abier -

to . P er o éste, siem pre disp ues to a la lucha pú bl ica , 110 ten ía el

menor deseo de dejarse enredar en una pendencia teológica ante

e l públ ico parc ial de la Univers idad de Wittenberg. No quer ía

" l levar e l test imonio de l Espír itu so lamente ante la alta escuela

de enseñanza" . Si Lutero fuese s incero , ut i l izar ía su inf luencia

para detener las persecuciones contra el impresor de Münzer,

y para levantar la censura, a f in de que la controversia pudiese

ventilarse l ibremente en la prensa.

Pero ahora, cuando aparec ió e l mencionado fo l leto revolu-

c ionario de Münzer , Lutero lo denunció abiertamente . En su

Carta a los príncipes de Sajonia contra el Espíritu Rebelde,

declaró que Münzer era un espíritu de Satán, y exigió a los

prín cipe s que interviniesen y e xpu lsaran del país a los instiga-

dores de la rebelión, ya que éstos no se l imitaban a predicar su

perversa doctrina, s ino que además incitaban a la rebelión, a la

acción violenta contra las autoridades.

El 1 de agosto Münzer se vio obl igado a comparecer ante

los príncipes del castil lo de Weimar, acusado de incitación al

motín . Se presentaron contra é l hechos sumamente compromete-

dores; se había encontrado la pista de su unión secreta; se veía

la in flu en ci a de s<*i m an o en las soc ied ad es de min ero s y ca m pe si-

nos. Pue amenazado con el destierro. En cuanto regresó a Alstedt,

se enteró de que el duque Georg de Sajonia exigía su extradi-

c ión. Habían sido interceptadas cartas de la unión escritas por

él y en las que llamaba a los subditos de Georg a la resistencia

armada contra los enemigos de l Evangel io . El Conci l io lo habría

expulsado s i no hubiese abandonado la c iudad por su propia

voluntad.

E ntr eta nto , la creciente inq uiet ud entre lo s cam pesinos y

plebeyos había fac i l i tado muchís imo la propaganda de Münzer .

E n los anabap tistas e . eon tró valiosísimos agentes par a ese f i n .

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C Á E LO S MA R X

E L M O V I M I E N T O C O N T R A L A I G L E S I A

D E M O S T R A C I Ó N E N H Y D E P A R K

Londres, 25 ele junio de 1855.

Hay una antigua máxima, histór icamente establec ida, que

dice que las fuerzas sociales decadentes, que en términos nomi-

nales aún se encuentran en posesión de todos los atributos del

poder y que continúan vegetando mucho después de que las bases

de su existencia se han podrido, en tanto que los herederos r iñen

entre sí por la herencia antes de que se haya publicado la notic ia

necro lóg ica y le ído e l tes tamento . . . , una máxima que d ice que

estas fuerzas reúnen una vez más todas sus energías antes de los

tormentos de la muerte, pasan de la defensa a la ofensiva, desa-

fían en lugar de ceder y tratali de extraer las más extremas

conclusiones de premisas que no sólo han sido puestas en duda,

sino que ya están condenadas. Tal es la oligarquía inglesa actual.

Tal es la

  iglesia,

  su hermana mell iza. Innumerables tentat ivas

de reorganización se han hecho en el seno de la iglesia estableci-

da, tanto de la alta como de la baja; tentativas de l legar a un

entendimiento con los Dis identes para as í formar una fuerza

compacta y oponerla a la masa profana de la nac ión. Ha habido

una rápida sucesión de medidas de coerción religiosa. El piadoso

conde de Shaftesbury, antes conoc ido como lord Ashley, deploró ,

en la Cámara de los Lores el hecho de que solamente en Ingla-

terra c inco millones de seres se han alejado por completo, no

sólo de la iglesia, s ino del propio cristianismo.

  "Cam pelle mira-

re",  rep lica la iglesia establecida. D ej a que lo rd A sh ley y otros

pietistas similares, disidentes, sectarios e histéricos, le saquen las

castañas del fuego.

La primera medida de coerción religiosa fue la Ley de la

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E L M O V I M I E N T O C O N T R A L A I G L E S IA

1 1 1

Cerveza, que cerraba los domingos todos los lugares de diversión,

salvo entre las seis y las diez de la noche. Esta ley fue introducida

en forma subreptic ia en la cámara, al f inal de una sesión poco

concurrida y después de que los pietistas conquistaron el apoyo

de los grandes dueños de tabernas de Londres asegurándoles que

se continuaría con el sistema de licencias, o sea que el gran capi-

tal conservaría su monopol io . Luego vino la Ley de Comerc io

Dominical , que ya ha pasado su tercera discusión en los Comunes

y cuyas c láusulas separadas han sido analizadas por comisiones

de ambas cámaras . También esta nueva medida coerc it iva fue

apoyada por e l voto de l gran capital , porque só lo los pequeños

comerciantes abren los domingos y los propietarios de las t ien-

das grandes no t ienen inconveniente en terminar por medios par-

lamentarios con la competencia dominical de la morral la . En

ambos casos hay una conspiración de la iglesia, juntamente con

el capital monopolista, pero en ambos casos hay leyes religiosas

penales contra las c lases inferiores, para tranquilizar la conciencia

de las c lases privilegiadas. La

  Ley de la Cerveza

  estuvo m uy le jos

de golpear a los clubes aristocráticos, así como la

  Ley de Com er-

cio Dominical  está le jos de pe r ju di ca r las ocup aciones dom inica-

les de la sociedad elegante. Los obreros reciben sus jornales a

última hora del sábado; son los únicos para quienes las t iendas

se abren los domingos. Son los únicos que se ven obligados a

hacer sus compras e l domingo , por pequeñas que dichas compras

fueren. Por consiguiente la nueva ley está dirigida sólo contra

ellos . En el s iglo xvni la aristocracia dijo : Para nosotros, Voltai-

re ; para el pueblo , la misa y los diezmos. En el s iglo xix la aristo-

cracia inglesa dice : para nosotros, las frases piadosas; para el

pueblo , la práctica cristiana. El c lásico santo del cr istianismo

m o r t i f i c ó

  su

  cuerpo para la salvación de las almas de las masas;

e l educado santo moderno mort i f i ca

  el cuerpo de las masas

  para

la salvación de su propia alma.

La alianza de una aristocracia disipada, degenerada y ávida

de placeres, y de una iglesia apuntalada por las sucias ganancias

calculadas por los grandes cerveceros y mayoristas monopol istas

fue motivo , ayer , de una

  demostración de masas

  e n Hyde P ar k ,

demostrac ión como Londres no ve ía desde la muerte de Jorge IY,

"e l pr imer cabal lero de Europa" . Fuimos espectadores de e l la

desde el comienzo al f inal, y no creo que exageremos si decimos

que  la Revolución inglesa com enzó ayer en Hyde Park.  Las últ i -

mas not ic ias de Crimea actuaron como fermento sobre esta "a-

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1 1 2

C A R L O S M A R X

parlam entaría", " extraparlam entaria" y "antiparlam entaria"

demostrac ión.

L o r d

  Roiert Qrosve-nor,

  que patroc inó la Ley de Comerc io

Dominical , repl icó —cuando se le reprochó que esa medida estu-

viese dirigida sólo contra las c lases pobres y no contra las r icas—

que "la aristocracia se abstenía los domingos de emplear sus

cr iados y cabal los" . Los últ imos días de la semana pasada e l

s iguiente carte l , publ icado por  los cartistas  y pegado en todas

las paredes de Londres, anunciaba en enormes letras:

"Nueva Ley Dom inical

  que proh ibe los per iódicos , que imp i-

de afeitarse, fumar, comer y beber, y todo t ipo de recreación y

alimentación, tanto corporal como espiritual, de que la

  gente pobre

todavía goza por e l momento . El domingo por la tarde se real i -

zará en Hyde Park una

  reunión al aire libre

  de los artesanos y

obreros, y, en general, de «

los órdenes inferiores

» del capital , pa ra

ver con euánta religiosidad observa la aristocracia el día de des-

canso y cuánta preocupación pone en no ut i l izar sus cr iados y

caballos en ese día, como lord Grosvenor dijo en su discurso. Se

convoca la reunión para las tres de la tarde en la oril la derecha

del Serpentine [un r iacho del Hyde Park] , de l lado que da hacia

Kensington Gardens . ¡Vengan y traigan a sus esposas e hi jos , a

f in de que puedan benef ic iarse de l e jemplo que les dan

  los que

son mejores qu e ellos]"

Hay que tener en cuenta, es c laro, que lo que

  Longchamps *

es para los parisienses, lo es para la alta sociedad inglesa el

camino que bordea e l Serpentine , en e l Hyde Park, e l lugar en

que por las tardes, especialmente los domingos, exhiben sus mag-

níficos caballos y coches, con todos los jaeces, seguidos de nubes

de lacayos. Por el cartel anterior se advertirá qtie la lucha contra

cierto c lericalismo asume en Inglaterra el mismo carácter que

todas las otras luchas serias que se l ibran all í : un carácter de

lucha de clases

  l ibrada por los pobres contra los r icos, por el

pueblo contra la ar is tocrac ia , por los - "órdenes in fer iores " contra

" los que son me jores que e l los " .

A las tres de la tarde se habían reunido aproximadamente

50.000 personas en el lugar anunciado, en la oril la derecha del

Serpentine , en los inmensos prados de Hyde Park. La mult itud

reunida fue aumentando en forma gradual hasta l legar a un total

* Un hipód rom o de las afuera s d« Parí*.  (Ed.)

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E L M O V I M I E N T O C O N T R A L A I G L E S I A

1 1 3

de por lo menos 200.000, contando con los que se le agregaban en

la otra oril la. Se podían ver arremolinados grupos de personas

em pu jada s de un lado a otr o. La po lic ía, presente con cuantiosas

fuerzas, hacía lo posible , evidentemente, por privar a los organi-

zadores de la reunión de lo que Arquímedes había reclamado para

mover e l mundo, a saber , un punto de apoyo . Finalmente una

muchedumbre bastante grande se mantuvo f irme y  Bligh  el cartis-

ta se con stitu yó en presiden te de la reunión, en un a peq ueñ a

eminencia que había en el centro de ésta. En cuanto comenzó su

arenga, e l inspector de polic ía Banks, a la cabeza de 40 hombres

que blandían sus cachiporras, le explicó que el parque era propie-

dad pr ivada de la

  Corana

  y que no se podían realizar reuniones en

él. Después de algunos  pourparlers  en los cuales B lig h trat ó de

demostrar le que los parques eran de propiedad públ ica y en. los

que Banks le replicó que tenía órdenes estrictas de arrestarlo si

insistía en poner en práctica su intención, Bligh gritó , en medio

de los bramidos de la mult itud que lo rodeaba:

" ¡ L a po l i c ía de Su M ajestad dec lara que H yd e Park es

propiedad pr ivada de la Corona y que Su Majestad r .o quiere

permitir que sus t ierras sean usadas para las reuniones de su

pue b lo Vayam o s e nto nc e s a l Me r c ado de Oxfo r d . "

Co n el i r ón i c o gr i t o de : " ¡ D i o s guar de a la r e in a " , l a m u-

chedumbre se diseminó para iniciar el trayecto hacia el Mercado

de Oxford. Pero entretanto Finlen, un miembro del e jecut ivo

cartista, corrió hacia un árbol situado a cierta distancia, seguido

po r un gentío que en un santiam én, fo rm ó un cír cu lo tan estrecho

y compacto en su derredor, que la polic ía abandonó sus tentati-

vas de llegar hasta él.

"Durante se is d ías a la semana —di jo F in len— se nos t rata

como a esclavos, y ahora el Parlamento quiere despojarnos del

poco de l ibertad que nos queda en el séptimo. Estos oligarcas y

capitalistas aliados a los párrocos santurrones quieren hacer

penitencia  m ort i f icán don os a nosotros, en lug ar de m ort i f icarse

ellos mismos por el injusto asesinato de los hijos del pueblo, en

C r i m e a . "

Nos apartamos de ese grupo para acercarnos a otro donde

un orador tendido en el suelo se dirigía a sus oyentes desde esa

posic ión hor izontal . De pronto se oyeron gr itos por todas partes :

" ¡ V a m o s a la c arr eter a , a l os c a r r u a je s " Y a hab ían c o m e nz ado

los insultos contra los jinetes y los ocupantes de los coches. Los

polic ías, que recibían constantemente refuerzos de la c iudad,

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C A R L O S M A R X

em pu jaro n fue ra del camino de carruajes a los peatones que se

paseaban por él . De este modo consiguieron que ambos lados del

camino quedasen f lanqueados por una ancha hi lera de personas ,

que se extendía desde Apsley House , en Rotten-Row, y a lo largo

del Serpentine , hasta Kensington Gardens , distancia para reco-

rrer la cual hacía falta un cuarto de hora. Las dos terceras partes

de los espectadores eran obreros y el tercio restante miembros

de la c lase media, todos con esposas e hijos . La procesión de ele-

gantes damas y cabal leros , " lores y comunes" , todos en sus altas

carrozas con troncos de cuatro caballos y, adelante y atrás, laca-

yos de l ibrea acompañados , por supuesto , por unos cuantos venera-

bles a caballo , un tanto achispados por efecto del vino, no pasaron

esta vez como en un desfile, sino que hicieron el papel de actores

involuntarios a quienes se hubiese obligado a correr la baqueta.

Una babel de exclamaciones burlonas, insultantes, discordantes,

que ningún otro idioma tiene con tanta r iqueza como el inglés,

cayó muy pronto sobre ellos desde los dos costados. Como era un

concierto improvisado , no había instrumentos musicales . Por lo

tanto el coro sólo disponía de sus propios órgano» y se vio obliga-

do a l imitarse a la m úsica vocal . ¡ Y qué concier to en de m on iad o

¡Una cacofonía de gruñidos , s iseos , s i lbidos , chirr idos , buf idos ,

bramidos, gemidos, répiqueteos, aull idos y rechinamientos de

diente* ¡U na m úsica qtie po día enloquecer lo a un o y conm over

a una p ie d ra A esto hay que agreg ar estall idos de verda dero

humorismo inglés antiguo , unidos a una có lera hirviente y largo

t iempo contenida . " ¡ V a y a n a la ig le s i a " eran los únicos sonidos

art iculados que se podían dist inguir . Una dama ofrec ió apaci -

guadoramente , desde su carruaje , un l ibro de orac iones con encua-

de m ac ió n o r to do xa . " ¡D á s e lo a tus c aba llo s par a que l o l e a n " ,

fue la atronadora respuesta que resonó en un mil lar de gargan-

tas. Cuando los caballos comenzaron a recular, a hacer corcovos,

y se lanzaron f inalmente a la carrera, poniendo en peligro la vida

de los elegantes que iban en el vehículo, el despectivo estrépito se

hizo más enérgico , más amenazador, más implacable . Nobles lores

y damas, entre ellos lady Granville , esposa de un ministro y presi-

dente de l Conse jo Pr ivado , se vieron forzados a apearse y usar

las piernas . Cuando ancianos cabal leros pasaban cabalgando con

sus sombreros de anchas alas y otras prendas que denunciaban

a las c laras su particular ansia de perfección en materia de

convicciones religiosas, los estridentes estall idos de furia eran

apagados , como obedec iendo a una orden, por carcajadas inago-

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E L MOVIMIENTO CONTRA LA IGLESIA 1 1 5

tables. Uno de los caballeros perdió la paciencia. Como Mefis-

tófeles , hizo un gesto descortés y mostró la lengua al enemigo.

" ¡ E s un c harla tán , un par lam e ntar io ¡L u c ha c o n sus pr o p ias

a rm a s " , gr i tó a lguien a un costado de l camino . " ¡ E s un santo

cantor de s a lm o s " , fu e la antistro fa , en e l lad o opuesto . E n el

ínter in e l te légrafo metropol itano había informado a todas las

estaciones de polic ía que estaba a punto de estallar un motín

en el Hyde Park, y se ordenó a la polic ía que acudiese al teatro

de las operac iones mil i tares . Pronto un destacamento tras otro

comenzaron a desfi lar en breves intervalos por entre la doble f i la

de gente , desde Apsley House hasta Kensington Gardens , y cada

uno de e l los fue rec ibido con e l díst ico popular :

Where are the geese?

Ask the pólice 1 *

Se trataba de una re ferencia al conoc ido robo de gansos

recientemente cometido por un polieía en Glerkenwell .

El espectáculo duró tres horas. Sólo pulmones ingleses podían

realizar semejante hazaña. Durante la representación los distintos

grupos p roc lama ron opin iones ta les com o " ¡ E s t o es só lo el

c o m i e n z o " "  ¡ Este es e l p r imer p a s o " "  ¡ L o s o d i a m o s " , y

otras por el estilo. En tanto que en el rostro de los obreros se

pintaba la cólera, la fisonomía de los representantes de la clrjsa

media estaba cubierta de sonrisas de alborozada satisfacción que

nunca hasta antonees les habíamos visto . Poeo antes del f inal la

demostrac ión aumentó en vio lencia . Amenazadores bastones se

blandieron eontra los carruajes y por entre al tumulto de voces

discordantes pu do o írse el gr i to de " ¡ b r i b o n e s " Duran ta las

tres horas, entusiastas cartistas, hombres y mujeres, se abrieron

paso entre la muchedumbre , distr ibuyendo octavi l las que proc la-

maban con gruesos caracteres :

"¡'Reorganización del carlismo "

" E l p róxim o martes 26 de jun io se rea lizará una gran

reunión públ ica en e l Inst ituto Cientí f ico y Literar io de Fr iar

tD ónd e están lo» gansos? ¡Pregún tenselo a la po l icía

(Sd.)

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1 1 6

C A R L O S M A R X

Street , Doctore ' Commons , para e leg ir de legados a una confe -

rencia para la reorganizac ión del cart ismo en la capital . Entrada

g r a t u i t a . "

La mayoría de los per iódicos de Londres traen hoy só lo un

breve re lato de los sucesos de Hyde Park. No hay todavía ningún

editorial , salvo en el

  M orning Post

  de lord Palm erston .

Af irma que "un espectáculo a la vez deshonroso y pe l igroso

en extremo se ha o frec ido en Hyde Park ; una f ranca v io lac ión de

la ley y la decencia , un entremetimiento i legal , por la fuerza

f ís ica , en la l ibre acc ión de la leg is l at ur a" . Decla ra qu e " n o se

deb e pe rm itir QU6 esta escena se rep ita el p ró xi m o d om ing o, com o

se ha amenazado con hacer " .

P e r o a l m ism o t i e m po d ic e que el " f a n á t i c o " l o r d Gr o sve no r

es e l único " responsable " de los agravios , ya que es e l hombre

que pr o vo c ó " la jus ta ind ignac ió n de l pue b lo " . ¡Co m o s i e l

Parlamento no hubiese aprobado la ley de lord Grosvenor des-

pués de tres ses iones ¿ O quizá tam bién é l in f lu yó ' ' po r la fu erz a

f ís i ca sobre la l ibre acc ión de la leg is latura"?