Martin Lutero - Lucien Febvre

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Lutero

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  • Una biografa de Lutero? No. Unjuicio sobre Lutero, nada ms.

    Dibujar la curva de un destino quefue sencillo pero trgico; situar conprecisin los pocos puntosverdaderamente importantes por losque pas; mostrar cmo, bajo lapresin de qu circunstancias, suimpulso primero tuvo queamortiguarse y su trazo primitivodesviarse; plantear as, a propsitode un hombre de una singularvitalidad, el problema de lasrelaciones del individuo con lacolectividad, de la iniciativa personal

  • con la necesidad social, que es, talvez, el problema capital de lahistoria: tal ha sido nuestro intento.

    Intentar realizarlo en tan pocaspginas era consentir de antemanoen enormes sacrificios. Sera unpoco injusto reprochrnoslosdemasiado. Y no deber asombrarque, ante el lmite de espacio,hayamos sacrificadodeliberadamente al estudio delLutero maduro que de 1517 a 1525desempea en el escenario delmundo, con tanta potencia, su papelheroico de profeta inspirado, elLutero hipottico de los aos de

  • juventud, o ese Lutero cansado,agobiado, desilusionado, que se vamarchitando de 1525 a 1546.

    Debemos aadir que al escribireste libro no hemos tenido ms queuna idea: comprender y, en lamedida en que nos era posible,hacer comprender? Ms vale decircunta satisfaccin tendramos,sencillamente, si en este trabajo devulgarizacin, de reflexin tambin,los exgetas calificados delpensamiento luterano reconocieranpor lo menos una constantepreocupacin: la de no empobrecerexcesivamente, por simplificaciones

  • demasiado violentas, la riquezamatizada de una obra que no fuenada meldica, sino que, de acuerdocon la moda de su poca, fuepolifnica.

  • Lucien Febvre

    Martn LuteroUn destino

    ePub r1.0IbnKhaldun 19.09.14

  • Ttulo original: Un destin: Martin LutherLucien Febvre, 1927Traduccin: Toms Segovia

    Editor digital: IbnKhaldunePub base r1.1

  • Palabraspreliminares a laprimera edicin

    Un amigo le deca un daque era el liberador de lacristiandad. S respondi, lo soy, lohe sido. Pero como un

  • caballo ciego que nosabe adonde le conducesu amo.

    Mathesius, VII

    Una biografa de Lutero? No. Un juiciosobre Lutero, nada ms.

    Dibujar la curva de un destino quefue sencillo pero trgico; situar conprecisin los pocos puntosverdaderamente importantes por los quepas; mostrar cmo, bajo la presin dequ circunstancias, su impulso primerotuvo que amortiguarse y su trazo

  • primitivo desviarse; plantear as, apropsito de un hombre de una singularvitalidad, el problema de las relacionesdel individuo con la colectividad, de lainiciativa personal con la necesidadsocial, que es, tal vez, el problemacapital de la historia: tal ha sido nuestrointento.

    Intentar realizarlo en tan pocaspginas era consentir de antemano enenormes sacrificios. Sera un pocoinjusto reprochrnoslos demasiado. Y nodeber asombrar que, ante el lmite deespacio, hayamos sacrificadodeliberadamente al estudio del Luteromaduro que de 1517 a 1525 desempea

  • en el escenario del mundo, con tantapotencia, su papel heroico de profetainspirado, el Lutero hipottico de losaos de juventud, o ese Lutero cansado,agobiado, desilusionado, que se vamarchitando de 1525 a 1546.

    Debemos aadir que al escribireste libro no hemos tenido ms que unaidea: comprender y, en la medida en quenos era posible, hacer comprender? Msvale decir cunta satisfaccintendramos, sencillamente, si en estetrabajo de vulgarizacin, de reflexintambin, los exgetas calificados delpensamiento luterano reconocieran porlo menos una constante preocupacin: la

  • de no empobrecer excesivamente, porsimplificaciones demasiado violentas, lariqueza matizada de una obra que no fuenada meldica, sino que, de acuerdo conla moda de su poca, fue polifnica.

    Svres, Le Bannetou, agosto de 1927

  • Palabraspreliminares a lasegunda edicin

    Diecisis aos han pasado desde quesali de las prensas (1928) este libro,pequeo por el formato, grande por eltema. Pronto se agot. Por varios sitiosme han rogado reeditarlo. Lo he reledo,pues, atentamente. Con gafas de miopeen primer lugar y espero haberborrado las faltas, tipogrficas o de otraespecie, que se haban deslizado en sutexto. Con ojos bien claros despus para

  • ver bien el conjunto, desde arriba ydesde lejos. Para mi vergenza tal vez,tengo que confesarlo: no he encontradonada que cambiar.

    Crticos benevolentes este librono los tuvo de otra clase, que yo sepame reprocharon en aquella poca nohaber llevado mi estudio ms all de1525, haber seguido demasiado poco yde demasiado lejos al Lutero de entre1525 y 1547 por los caminos de la vida.En lo que yo llamaba, en lo que sigollamando, con una palabra que parecehaber turbado a algunos de mis lectores,[1] el Repliegue. Si para precisar mejormi pensamiento he aadido, en esta

  • nueva edicin, tres pequeas palabras aRepliegue, si hablo ahora, espero quesin equvoco, de un Repliegue sobre smismo, estos reproches amistosos no mehan hecho en absoluto cambiar deopinin. Hice en 1927 lo que querahacer. Habl lo mejor que pude deljoven Lutero, y de su fuerza, y de sufogosidad, y de todo lo nuevo queaportaba al mundo siendo l.Obstinadamente l. Nada ms que l.Qu aportaba? Una nueva manera depensar, de sentir y de practicar elcristianismo, manera que, no habiendopodido ser aplastada en la cuna nitragada tal como era, ni digerida

  • amistosamente por los jefes de laIglesia, se convirti, por estos motivos yde manera natural, en una nueva religin,en una nueva rama del viejocristianismo. Y en la generadora, si node una nueva raza de hombres, por lomenos de una nueva variedad de laespecie cristiana: la variedad luterana.Menos tajante sin duda en su aparienciaexterior, menos abrupta, menos hechapara expandirse fuera de los lugares deorigen que esa otra variedad vivaz yprolfica, que a treinta aos de distanciadeba engendrar el picardo JuanCalvino? Ciertamente. Tenaz, sinembargo. Duradera. Susceptible de

  • plegarse a muchos acontecimientosdiversos. Capaz de atraccin, hasta elpunto de adulterar a veces, segnparece, la variedad vecina y de inspirartemores a los guardianes celosos de supureza. De importancia histricaconsiderable, en todo caso, ya quepuebla notablemente una parte deAlemania. Yque el espritu luteranoadhiere fuertemente a la mentalidad delos pueblos que la adoptaron.

    Que sea interesante estudiar alLutero de despus de 1525 como alLutero de antes es cosa que est fuera deduda. Que entre estos dos Luteros nohaya por lo dems un verdadero corte;

  • ms an, que no haya dos Luteros sinouno solo; que el Lutero de 1547 sigasiendo, en su fe, el Lutero de 1520: deacuerdo. Nunca he querido decir, nuncahe dicho lo contrario. He defendidobastante la tesis, paradjica paramuchos, de que el Lutero de la guerracampesina, el Lutero que condena contanta pasin, vehemencia y crueldad alos campesinos sublevados, no era unLutero diferente del Lutero de 1520, delque escriba los grandes tratadosliberales; he hecho bastantes esfuerzospara establecer, contra tantas opinionescontrarias y razonables, la unidadprofunda y duradera de las tendencias

  • luteranas a travs de los acontecimientosms desconcertantes, como para que seaintil sin duda que me excuse por unafalta que no he cometido ni de hecho nide intencin. Repliegue no significacorte. El ser cuyos tentculos tropiezanpor todas partes con el mundo hostil yque se mete lo ms posible en su conchapara alcanzar en ella un sentimiento depaz interior y de bienhechora libertad,tal ser no se desdobla. Cuando sale denuevo es l, siempre l, quien vuelve atantear en el mundo erizado; y a lainversa. Slo que quien quieracomprender en un Lutero este juegoalternado de salidas y entradas, de

  • exploraciones y de retiradas, no es en1525, o en 1530, donde debe colocarsecomo punto de partida. Es mucho antes.Es en el punto de origen. Situar estepunto con precisin en la vida de Lutero,seguir los primeros desarrollos de losgrmenes de luteranismo que unexamen atento permite sealar, desdeantes de que Lutero se haya convertidoen Lutero; ver nacer, crecer y afirmarsea Lutero en Lutero; y luego, una vezhecha y recogida la afirmacin,detenerse; dejar que el hombre se lasvea con los hombres, la doctrina con lasdoctrinas, el espritu con los espritusque tiene que combatir, o conquistar (y

  • no se conquistan nunca espritus, no sevence nunca a hombres, no se sustituyenunca una doctrina por otra sin dejarfatalmente que otro espritu invadanuestro espritu, otro hombre penetrenuestra humanidad, otras doctrinas seinserten en nuestra doctrina). Esto es loque he querido hacer. ste es el prlogonecesario, indispensable a todo estudiodel Lutero de despus de 1525.Semejante estudio no puede bastarse a smismo; necesita previamente elconocimiento slido del Lutero de antesde 1525, y no esclarece, no permite,retrospectivamente, comprender,explicar, hacer comprender este Lutero.

  • Por el contrario, un estudio del Luterode antes de 1525 da cuenta de todoLutero. ste era el estudio de quecarecamos los franceses en 1927. Siguesiendo este estudio el que necesitamosen 1944.

    Escribo esta frase sabiendoperfectamente que, desde 1927, muchosacontecimientos han sucedido en loscuales Lutero ha desempeado, en loscuales se le ha hecho desempear, unpapel. No exageremos: de todas formas,cierto papel. Monedas de plata de cincomarcos acuadas en Alemania desde1933 con la efigie del rebeldeadvirtieron suficientemente de ello al

  • pueblo alemn. Monedas, toda unaliteratura tambin, sobre lo cual, desde1934, nosotros llambamos la atencindel pblico francs.

    Un nuevo Lutero habra nacido apartir de entonces. Un Lutero que, segndicen, no podramos comprendernosotros los franceses, nosotros losextranjeros. Un Lutero tal, quedeberamos considerar sin validez casitoda la literatura que fue consagradaantes de 1933 al Reformador. Un Luteroen el que se quiere que veamos no unapersonalidad religiosa sino,esencialmente, una personalidad polticacuyo estudio imparcial estara calificado

  • para comunicarnos una comprensinnueva de la verdadera naturaleza delpueblo alemn. Declaraciones a lasque parece hacer eco en Francia, ya en1934, el autor de una biografa de Luteroque escriba que, del mismo modo, lascuestiones que planteaba la historia deaquel que era llamado antes elReformador, no pertenecan, porinesperada que esta afirmacin puedaparecer, al dominio religioso, sino aldominio social, poltico, inclusoeconmico. Y aada, en el cuerpo desu libro, que la doctrina misma es lomenos interesante que hay en la historiade Lutero y del luteranismo. Porque lo

  • que hace del Reformador una poderosafigura es el hombre; la doctrina esinfantil.

    Yo, nio viejo, no tengo por mi parteninguna razn para pensar, en 1944como en 1927, que la doctrina de Luteroest desprovista de inters. Incluso parauna justa comprensin de la psicologacolectiva y de las reacciones colectivasde un pueblo, el pueblo alemn, y de unapoca, la de Lutero, a la que siguieronmuchas otras: todas ellas teidasigualmente de luteranismo. Se meperdonar, pues, reeditar este pequeolibro bajo la forma que le vali, entreotras seales de consideracin, la de

  • figurar en la pequea lista de escritosescogidos por Scheel, en la segundaedicin de sus preciosos Dokumente zuLuthers Entwicklung.

    Bajo la misma forma, salvo algunascorrecciones, ya lo dije, y algunasadiciones. Me pareci, al releer milibro, que pasaba demasiadorpidamente sobre la traduccin de laBiblia emprendida por un Lutero otiosusen aquellos meses, perezosos de laWartburg cuya actividad nos asombra ynos llena de admiracin, ya que tansingulares se mostraron el poder detrabajo y la fuerza creadora del agustinopuesto fuera de la ley. Buena

  • oportunidad para llamar la atencin dellector sobre un estilo prodigioso y nuncaestudiado sino por gramticos: sinembargo, este estilo, ms que muchosotros, no es slo el hombre, es la poca;la turbia, la prodigiosa poca de Lutero,tan prxima y tan lejana de la nuestra:pero la creemos siempre nicamenteprxima, y no comprendemos, apropsito del agustino de Eisleben,como a propsito del franciscano deChinon otro prodigioso creador deestilo, que estos hombres, en elverdadero sentido de las palabras,pensaban de una manera diferente quenosotros y que, sobre este punto, su

  • lengua nos esclarece.[2] Todo est enpedirle, en saber pedirle sus luces

    Pars, 31 de enero de 1944

  • Este libro sigue teniendo suficientedemanda para que el editor lo reimprimanuevamente. Su xito queda atestiguadono solamente por estas reediciones, sinopor la aparicin en Bruselas, en 1945,de una edicin belga hecha sobre eltexto de la primera edicin, y en 1949por la publicacin en Florencia, en lacasa Barbera, de una traduccin italiana.No creo tener que retocar el textoprimitivo. Lo entrego de nuevo alectores y crticos, confiadamente.

    L. F.Pars, 20 de enero de 1951

  • Nota preliminar.Las indicaciones quenos ha parecido indispensable dar sobrela inmensa bibliografa luterana sonobjeto, al final del libro, de una noticiaespecial. Para las referencias corrientes,recurdese que E designa la edicin deErlangen y W la edicin de Weimar delas Obras de Lutero; Dok., larecopilacin de Scheel, Dokumente zuLuthers Entwicklung; End., la edicinEnders de la Correspondencia deLutero. D.-P. quiere decir Denifletraducido por Paquier; Strohl I y IIhacen referencia respectivamente aEvolution de Luther jusquen 1515 y aEpanouissement de Luther de 1515 a

  • 1520, de M. H. Strohl. Finalmente, Willsignifica: La libert chrtienne por R.Will. Sobre estas obras, ver la Notabibliogrfica, al final del libro.

  • Primeraparte

    El esfuerzo solitario

  • I

    De Kstlin a Denifle

    El 17 de julio de 1505, por la maana,un joven laico traspona la puerta delconvento de los agustinos de Erfurt.Tena 22 aos. Se llamaba MartnLutero. Sordo a las objeciones de susamigos que ya entrevean para l, comocoronamiento de estudios universitariosbien empezados, alguna carreratemporal lucrativa, vena a buscar en elclaustro un refugio contra los males y

  • los peligros del siglo. El acontecimientoera trivial. No interesaba, al parecer,ms que al aspirante al noviciado, a susparientes, a algunos amigos decondicin modesta. No contena nada engermen, ms que la Reforma luterana.

    El hbito que ese joven inquieto yatormentado quera llevar, el hbito detosca lana de los eremitas agustinos,deba abandonarlo un da y cambiarlopor el atuendo del profesor. Sin duda.Pero si Martn Lutero no se hubierarevestido de ese hbito despreciado porlos burgueses prcticos; si no hubieravivido en el convento durante cerca dequince aos; si no hubiera hecho la

  • experiencia personal y dolorosa de lavida monstica, no hubiera sido MartnLutero. Un Erasmo que no hubieraentrado, por gusto o por fuerza, en elmonasterio de Steyn, puede concebrselemediante un juego del espritu. Y delmismo modo, un Calvino colocado porlos suyos en algn convento. Habrandiferido mucho el uno o el otro delErasmo o del Calvino que creemosconocer? Pero un Lutero que hubierapermanecido en el siglo, un Lutero quehubiera proseguido en las universidadessus estudios profanos y que hubieraconquistado sus grados de jurista, habrasido todo salvo el Lutero de la historia.

  • El monjazgo[3] de Lutero no es unaancdota. Haber querido ser monje,haberlo sido con pasin durante aos esalgo que marca al hombre con un signoindeleble; algo que hace comprender laobra. Y se explica uno entonces elprodigioso nmero de glosas e hiptesiscontradictorias que durante estosltimos aos se han amontonadoalrededor de este sencillo hecho: laentrada de un estudiante de 22 aos enun convento de Alemania, el 17 de juliode 1505, por la maana.

  • I. Antes del viaje a Roma

    Pero slo durante estos ltimos aos, yaque, durante tres siglos, catlicos,protestantes o neutros, todos loshistoriadores, de comn acuerdo,concentraron su atencin sobre la figura,la doctrina y la obra del hombre hechoque, el 31 de octubre de 1517,apareciendo en plena luz en la escenadel mundo, oblig a sus compatriotas atomar partido violentamente, por l ocontra l.

    As como el retrato de Lutero msconocido era antes el del doctorquincuagenario, pintado o grabado

  • alrededor de 1532, as amigos oadversarios apenas se interesaban msque en el jefe de partido, en el cismticofundador de iglesia, sentado, paradogmatizar, en la ctedra de Wittemberg.Pero cmo se haba formado ese jefede partido? Cmo se haba constituidosu doctrina? No haba nadie que sepreocupara verdaderamente deestudiarlo.

    Hay que decir que no se contabapara ello con grandes medios. Lutero,arrastrado por la lucha cotidiana, nohaba dejado de la historia de suconciencia y de su vida interior hasta1519 sino un sumario esbozo: simple

  • ojeada hacia atrs, echada por encimadel hombro, furtiva y tardamente. EseRckblick del maestro, fechado enmarzo de 1545, serva de prefacio a unode los volmenes de la primera edicinde las Obras.[4] Melanchton, en 1546, elao mismo de la muerte de Lutero, habaaadido algunos pequeos detalles.[5]

    Los ms exigentes se limitaban acomentar estos textos sumarios,engrosados con algunas notas deAmsdorf, de Cochlas o de Mylius. Paraanimar el conjunto, beban sindiscrecin en una fuente abundante peroturbia: la de los Tischreden,, de lasfamosas Conversaciones de mesa.

  • Se sabe que, para gran escndalo deCatalina de Bora, ama de llavesdiligente y celosa de los honorarios[6]

    (Seor doctor, no les ensee gratis!Recogen ya tantas cosas! Lauterbachsobre todo! Montones de cosas, y tanprovechosas!), todo un batalln dejvenes, sentados devotamente enWittemberg en el extremo de la granmesa presidida por el maestro, seapresuraba a anotar para la posteridadlas palabras cadas de sus labios:palabras familiares de un hombre deimaginacin viva, de sensibilidadsobreaguda y que embelleca fcilmente,con la mejor fe del mundo, un pasado

  • lejano mirado con los ojos del presente.Revisadas, corregidas, modificadas poreditores de intenciones piadosas, peroque no trabajaban para nosotros loshistoriadores, estas declaracioneshaban formado la recopilacin oficial ymuchas veces impresa de losTischreden. Y con su ayuda, sin tomarseel trabajo de criticarlo ni de buscar lasnotas mismas, mucho ms tiles ysinceras, recogidas a lo vivo por susauditores, se compona y recomponaentonces incansablemente el relatooficial medio legendario y casihagiogrfico de los aos de juventud deMartn Lutero. Todos los hombres de mi

  • generacin lo han conocido. Sus librosde clases no hacan ms que resumir,ms o menos inexactamente, las grandesmonografas de Kstlin, de Krode o, enfrancs, de Flix Kuhn.

    La pieza, es cierto, estaba biencompuesta y era todo lo dramtica quepudiera desearse.

    Primero, el doloroso cuadro de unainfancia sin amor, sin alegra y sinhermosura. Lutero naca, probablementeen 1483, un 10 de noviembre, vspera deSan Martn, en la pequea ciudad deEisleben en Turingia. Regres a morir

  • all sesenta y tres aos ms tarde. Suspadres eran pobres: el padre, un minero,duro consigo mismo, rudo con losdems; la madre, una mujer agotada ycomo aniquilada por su trabajodemasiado duro; buena cuando muchopara atiborrar de prejuicios y desupersticiones temerosas un cerebro denio bastante impresionable. Estos seressin alegra criaban al pequeo Martn enun poblado, Mansfeld, habitado pormineros y mercaderes.

    Bajo la frula de maestros burdos, elnio aprenda la lectura, la escritura, unpoco de latn y sus oraciones. Gritos enla casa y golpes en la escuela: el

  • rgimen era duro para un ser sensible ynervioso. A los 14 aos, Martn partahacia la gran ciudad de Magdeburgo. Ibaa buscar all, con los Hermanos de laVida Comn, escuelas ms sabias. Peroperdido en esa ciudad desconocida,obligado a mendigar su pan de puerta enpuerta, enfermo por aadidura, no sequedaba en ella ms que un ao,regresaba un momento bajo el techopaterno y luego se diriga a Eisenachdonde tena unos parientes. Abandonadopor stos, despus de nuevossufrimientos, encontraba por fin almascaritativas: una mujer principalmente,rsula Cotta, que lo rodeaba de afecto y

  • de delicada ternura. Pasaban cuatroaos, los cuatro primeros aos un pocosonrientes de esa triste juventud. Y en1501, por orden del padre comosiempre, Lutero parta para Erfurt cuyaUniversidad era prspera.

    Trabajaba all, con un ardor febril,en la Facultad de Artes. En 1502 erabachiller, y en 1505 maestro. Pero lasombra de una juventud entristecida seproyectaba sobre un destino que seguasiendo mediocre. Y, sucedindoserpidamente, graves malestares, unaccidente sangriento, el espantosembrado por una peste mortfera, laconmocin, finalmente, de un rayo que

  • estuvo a punto de matar a Lutero entreErfurt y el pueblo de Stotternheim: todaesta serie de incidentes violentos,actuando sobre un espritu inquieto ysobre una sensibilidad temblorosa,inclinaba al futuro hertico hacia elpartido que un hombre de sutemperamento, despus de estasexperiencias, deba adoptar de lamanera ms natural. Renunciando aproseguir sus estudios profanos,destruyendo las esperanzas de elevacinsocial que conceban ya sus padres, seiba a llamar a la puerta de los agustinosde Erfurt.

  • Con esta peripecia terminaba el primeracto. El segundo transportaba al lectoral convento.

    Monje ejemplar, Lutero se plegaba,dcil, a los rigores de la regla. Y qurigores! Escalonados de 1530 a 1546,veinte textos clamaban ante sudecepcionante crueldad:[7] S, enverdad, he sido un monje piadoso. Y tanestrictamente fiel a la regla, que puedodecirlo: si monje alguno lleg al cielopor monacato, yo tambin habrallegado. Slo que si el juego hubieradurado un poco ms, habra muerto devigilias, rezos, lecturas y otrostrabajos.[8] Y en otro lugar: Durante

  • veinte aos, he sido un monje piadoso.He dicho una misa diaria. Me heagotado tanto en rezos y en ayunos, quede haber seguido as no hubieraresistido mucho tiempo. Ms an: Sino hubiera sido liberado por losconsuelos de Cristo, con ayuda delEvangelio, no habra vivido dos aos;hasta tal punto estaba crucificado y hualejos de la clera divina.

    Por qu, en efecto, esas obras depenitencia? Para la satisfaccin de unideal irrisorio, el nico que su Iglesiapropona a Lutero. La enseanza quereciba el monje ardiente en su piedad yque se haba lanzado al convento para

  • encontrar en l a Dios, a Dios vivo, aese Dios que pareca huir de un siglomiserable; la doctrina que beba en loslibros de los doctores consideradoscomo los maestros de la vida cristiana;las palabras mismas, y los consejos yexhortaciones de sus directores y de sussuperiores: todo, hasta las obras de arteen las capillas o en los prticos de lasiglesias, hablaba al joven Lutero de unDios terrible, implacable, vengador, quelleva las cuentas rigurosas de lospecados de cada uno para lanzarlas alaterrado rostro de los miserablescondenados a la expiacin. Doctrinaatroz, de desesperacin y de dureza; y

  • qu pobre alimento para un almasensible, penetrada de ternura y deamor! Yo no crea en Cristo escribir Lutero en 1537 sino que lotomaba por un juez severo y terrible, talcomo lo pintan sentado en el arcoiris.[9] Y, en 1539: Cmo me haasustado a menudo el nombre de Cristo! Hubiera preferido or el del diablo,porque estaba persuadido de que tendraque realizar buenas obras hasta que porellas Cristo se me volviera amigo yfavorable.

    As, llegado al convento en busca dela paz, de la certidumbre dichosa de lasalvacin, Lutero no encontraba en l

  • sino terror y duda. En vano, paradesarmar la atroz clera de un Diosairado, redoblaba sus penitencias,mortferas para su cuerpo, irritantes parasu alma. En vano por medio de losayunos, las vigilias, el fro: Fasten,Wachen, Frieren, trinidad siniestra yestribillo montono de todas susconfidencias, intentaba forzar lacertidumbre liberadora. Cada vez,despus del esfuerzo sobrehumano de lamortificacin, despus del espasmoansioso de la esperanza, era la recada,ms lamentable, en la desesperacin y ladesolacin. El nio triste de Mansfeld,convertido en el agustino escrupuloso de

  • Erfurt, dudaba un poco ms de susalvacin. Y en una cristiandad sorda alos gritos del corazn, en unacristiandad que entregaba sus templos alos malos mercaderes, sus rebaos a losmalos pastores, sus discpulos a losmalos maestros, nada sino las quejas desus compaeros poda hacer eco a lossollozos del creyente vido de fe vivacon la que se engaaba el hambre convanas ilusiones.

    Un hombre vena entonces, unmstico de alma compasiva. El doctorStaupitz, vicario general de losagustinos en toda Alemania desde 1503,se inclinaba con bondad sobre la

  • conciencia dolorosa de ese joven monjeardiente que se confiaba a l. Lepredicaba por primera vez un Dios deamor, de misericordia y de perdn.Sobre todo, para arrancarlo de sus vanasangustias, lo lanzaba a la accin. En1502, en Wittemberg, el ElectorFederico el Sabio haba creado unaUniversidad. Staupitz profesaba en ella.En otoo de 1508 llamaba a ella aLutero, le confiaba un curso sobre latica de Aristteles y le exhortaba almismo tiempo a proseguir sus estudiossagrados en la Facultad de Teologa.Llamado de nuevo a Erfurt al aosiguiente, Lutero continuaba estudios y

  • enseanza; se converta en 1510 enbachiller formado en teologa, explicabaa Pedro Lombardo, predicaba con xito.Sus crisis de desesperacin seespaciaban. Era la salvacin, al parecer.Un nuevo golpe de teatro volva aponer todo en juego.

  • II. De Roma a lasindulgencias

    A finales de 1510, por asuntos de laorden, fray Martn Lutero se iba a Roma.Una inmensa esperanza le hencha. Iba,piadoso peregrino, hacia la ciudad delos peregrinajes insignes, la Roma delos mrtires, centro vivo de lacristiandad, patria comn de los fieles,augusta residencia del vicario de Cristo.Lo que vea? La Roma de los Borgiasconvertida, desde haca poco, en laRoma del Papa Julio.

    Cuando, perdidamente, huyendo dela Babilonia maldita, de sus cortesanas,

  • sus matones, sus rufianes, su clerosimonaco, sus cardenales sin fe y sinmoralidad, Lutero se reintegraba a susAlemanias natales, traa en su corazn elodio inexpiable de la Gran Prostituta.Los abusos, esos abusos que lacristiandad unnime condenaba, loshaba visto, encarnados, vivir y florecerinsolentemente bajo el hermoso cieloromano. Conoca su fuente y su origen.En el convento, de 1505 a 1510, habapodido medir la decadencia de laenseanza cristiana. Habaexperimentado, hasta el fondo de sualma sensible, la pobreza desecadora dela doctrina de las obras. En Roma, en

  • 1510, era la atroz miseria moral de laIglesia la que se le haba aparecido entoda su desnudez. Virtualmente, laReforma estaba hecha. Desde 1511, elclaustro de Roma haba hecho a Luteroluterano.

    Y sin embargo, callaba todava. Hijorespetuoso de la Iglesia, se esforzaba encubrir por piedad filial una vergenzademasiado manifiesta. Reanudaba ensilencio su vida de meditacin, de rezo,de enseanza tambin y de prdica.Staupitz segua sostenindolo. Deseosode cederle su ctedra universitaria, le

  • haca subprior de los agustinos deWittemberg y le obligaba a pasar, el 4de octubre de 1512, su licencia enteologa. Doctor en 19, Luteroinauguraba con dos cursos sobre losSalmos (1513-1515) el primero, y elotro sobre la Epstola a los Romanos(1515-1516) las funcionesprofesorales que deba desempeardurante cerca de treinta aos.

    Y poco a poco, desprendindose porfin de lazos asfixiantes, empezaba aforjarse una teologa personal. Cmo, ycul? Los historiadores, antes, no seinformaban sobre esto. Kuhn no tieneuna lnea, en las doscientas primeras

  • pginas de su libro, para anotar lamarcha entre 1505 y 1517 de las ideasreligiosas de Lutero, y cuando surge elasunto de las Indulgencias, su lectornada sabe de los sentimientos, ya muyseguros, del Reformador. En cuanto alos modelos de Kuhn, los historiadoresalemanes de su generacin se refierensimplemente al texto de 1545 quesealbamos arriba. Envejecido,cercano a su muerte, Lutero traza en l,deformndola, la curva de su evolucin;en una pgina clebre, que nadiepensaba entonces en criticar, nosmuestra la angustia que hacan nacer enl las palabras de San Pablo en la

  • Epstola a los Romanos: Iustitia Deirevelatur in illo, la Justicia de Dios estrevelada en el Evangelio.[10]

    La Justicia de Dios? Justicia de unjuez inexorable sin duda, inaccesible alas flaquezas y a los compromisos y que,haciendo comparecer ante l a loshumanos, pesa las obras y las accionescon una terrorfica imparcialidad. Perouna justicia as no era una crueldad?Por ella no estaba la criatura destinadanecesariamente a la muerte y a loscastigos eternos? El hombre cadocmo se hubiera mostrado sino malo?Entregado a sus solas fuerzas cmohubiera podido, en su debilidad, realizar

  • acciones meritorias? Y Lutero seindignaba contra un Dios que, incluso ensu Evangelio, cuando anunciaba a lascriaturas la Buena Nueva, pretendaerguir ante ellas el cadalso aterrador desu justicia y de su clera. Hasta el da enque, al iluminarse sbitamente suespritu, el monje comprenda que lajusticia de que hablaba San Pablo, lajusticia que el Evangelio revelaba alhombre, era la justicia de la que viveel justo, por don de Dios, si tiene fe, lajusticia pasiva de los telogos, aquellapor la cual Dios, en su misericordia, nosjustifica por medio de la fe, segn estescrito: El justo vivir por la fe.

  • Y sin preocuparse de profundizarestas frmulas poco claras; sinpreguntarse si el sexagenario de 1545reproduca con exactitud losmovimientos ntimos del religioso de1515, los historiadores concluan con elReformador: En seguida, me sentrenacer. Las puertas se abrieron de paren par. Entraba en el Paraso. LaEscritura entera me revelaba otrorostro. En el descubrimiento deldoctor saludaban, sin ms, el germenfecundo de una Iglesia nueva.

    Era entonces, en 1517, cuando ante

  • Lutero que contena a duras penas,que retena en el fondo de su corazn,encadenadas, palabras estremecidasun horrible escndalo estallabapblicamente. Otorgadas por el Papa aun joven de 23 aos, Alberto deBrandeburgo que en menos de dosaos acababa de recibir sucesivamenteel arzobispado de Magdeburgo, elobispado de Halberstadt y elarzobispado de Maguncia, sepredicaban y vendan indulgencias conun cinismo tan blasfematorio, que anteeste trfico odioso, ante la afirmacincien mil veces prodigada pormercachifles en hbito religioso de que

  • con dinero los peores pecados podanser borrados, Lutero clamaba al fin, convoz vengadora, una indignacincontenida demasiado tiempo.

    De uno a otro extremo de unaAlemania saturada de abusos, asqueadade vergenzas, excedida de escndalospero donde ya el asunto Reuchlin yalgunos otros haban alzado a losespritus libres contra la barbarieretrgrada, el oscurantismo moral eintelectual de los escolsticos, supalabra ardiente resonaba con furia. Uneco formidable la amplificaba. Enalgunos das, en algunas semanas, elagustino rebelde se converta en una

  • potencia. Reanudaba, para hacerladesembocar en un furioso impulso, laobra abortada de los grandes conciliosreformadores; volva tambin a tomar,para darles su conclusin necesaria, losanhelos de los intelectualesclarividentes pero timoratos queparecan inspirados hasta entonces porun Erasmo, y que pretendan, medianteel culto bienhechor de las letrashumanas, que unos cuantos escogidos seliberaran de todas las barbaries, detodas las tutelas de una escolstica y deuna teologa degeneradas. Aunando suvoz con la de Ulrich de Hutten, Luteroproclamaba, ante las multitudes

  • revueltas, la formidable alegra de vivirde un siglo en el que se mezclabanRenacimiento y Reforma. Lanzaba sucanto de triunfo, de liberacin a todoslos ecos de una Europa que parecadespertar ante su llamada y surgir deentre los muertos. Y en vano el Papa, envano el Emperador, luces vacilantes deun mundo que se hunda, trataban deintimidar al pobre monje alzado frente asu poder secular. En la dieta de Worms,el jueves 18 de abril de 1521, lo queLutero, al resplandor de las antorchas,en la gran sala abarrotada de unamultitud cuyo aliento senta en el rostro,afirmaba de pie, frente al Csar

  • germnico, frente al legado del Pontficeromano, con una voz que sus angustiashacan an ms pattica, no erasolamente la decadencia de un papadousurpador y degenerado; eran, ms bien,los derechos imprescriptibles de laconciencia individual. Retractarme delo que sea, ni lo puedo ni lo quieroporque actuar contra la propiaconciencia no es ni seguro ni honrado.

    Palabras inmortales. Ensanchndosehasta la medida de la humanidad, y tantoms irresistible cuanto que su espritutema, su carne temblaba en la horamisma en que su palabra ascenda, sindesfallecer, hacia las potencias

  • coaligadas del pasado medieval, elpobre monje, con su tosco hbito, quehaba asombrado primero a lafastuosidad y al aparato de una reuninprincipesca, se converta, para lossiglos, en el heraldo magnfico delmundo moderno.

    Creaba, al proclamarla, suincomparable dignidad humana.

  • III. Un aguafiestas

    Este hermoso relato, al que nada se lepuede pedir en cuanto a dramatismo,concordaba a las mil maravillas contodo lo que se deca entonces sobre losorgenes, y las causas, de la Reformaprotestante. No haba nacido de losabusos de la Iglesia, tan a menudodenunciados en el siglo XV, pero que seagravaban de da en da? Abusosmateriales: simona, trfico debeneficios e indulgencias, vidadesordenada de los clrigos, disolucinrpida de la institucin monstica.Abusos morales tambin: decadencia y

  • miseria de una teologa que reduca la feviva a un sistema de prcticas muertas.Bruscamente, el edificio se vino abajo;todo fue alborotado, desencajado,turbado por la iniciativa de uno solo. Yse necesitaron veinte aos para liquidarlas consecuencias de semejanterevolucin.

    El padre Henri Suso Denifle, O. P.,subarchivero de la Santa Sede, era, enlos ltimos aos del siglo XIX, unerudito conocido en los mediosintelectuales. En el curso de una vidarelativamente corta (muri en 1905 a los61 aos), este tirols de origen belgahaba satisfecho ampliamente, de veinte

  • maneras distintas, un ardiente apetito desaber.

    Se le haba visto primero ocuparsede teologa mstica, emprender unaedicin crtica de las obras de EnriqueSuso, sin descuidar a Tauler ni almaestro Eckhart. Luego, se habainteresado en las universidadesmedievales; y es sabido que con laayuda de mile Chatelain habaasegurado, de 1889 a 1897, lapublicacin de un monumento capital denuestra historia intelectual: el Cartulariode la Universidad de Pars. Finalmente,espulgando en el Vaticano los registrosde las Splicas, haba recogido y

  • publicado abundantes documentos sobrela desolacin de las iglesias,monasterios y hospitales en Franciadurante la guerra de los Cien Aos.Honorables y apacibles trabajos. LaAcademia de Inscripciones habareconocido su mrito inscribiendo ensus listas el nombre de Denifle. Y elsubarchivero del Vaticano parecadestinado, para el resto de sus das, ainocentes tareas de erudicin medieval.

    Ahora bien, en 1904, en Maguncia,en el tranquilo cielo de los estudiosluteranos, estall un trueno mucho msresonante que el del camino deStotterheim. Firmado por Denifle,

  • apareca el tomo I de una obra tituladaLutero y el luteranismo. En un mes, Seagot la edicin.[11] La Alemanialuterana se estremeca de clera y deangustia secreta. Una parte de laAlemania catlica, consternada en suprudencia poltica, alzaba los brazos alcielo en un vago gesto dedesaprobacin. Las revistas, losperidicos, todas las hojas de una regintan rica en papel impreso, no hablabanms que de Lutero. Y en las asambleasse interpelaba a los gobiernos apropsito de un libro atroz yverdaderamente sacrilego.

  • Religioso lleno de ardor y deconviccin, el P. Denifle, en el curso desus trabajos sobre los monasteriosfranceses del siglo XV, se haba puesto abuscar las causas de una decadenciademasiado evidente. Al prolongar susestudios y descender el curso de lossiglos, se haba tropezado con laReforma luterana. Iba a retroceder y,alegando su incompetencia, declararseinhabilitado para este asunto?Retroceder? No era un gesto habitualde Denifle. Desde Preger hasta Jundt yhasta Fournier, numerosos eruditoshaban podido medir la rudeza sinreservas de lo que el combativo

  • dominicano llamaba su franquezatirolesa. En cuanto a su aparenteincompetencia, ella misma iba a hacersu fuerza, una fuerza irresistible alprincipio.

    Denifle, medievalista, habaestudiado desde haca tiempo lasteologas medievales. Las msticas, porgusto. Pero no menos las otras, las delos grandes doctores de los siglos XII yXIII. Ahora bien, los luterlogosoficiales, desprovistos de una cultura tanvasta, desconocan generalmente lo queDenifle conoca tan bien; y sin duda unaignorancia casi total de lospensamientos y de las doctrinas con los

  • que se haba alimentado el agustino deErfurt y de Wittemberg en su punto dearranque no deba contribuirprecisamente al vigor de susinterpretaciones de las ideas luteranas.Por otra parte, Denifle, hombre deiglesia, religioso con una experienciapersonal de la vida y de lasobservancias monsticas, poseatambin por esto, frente a los profesoresluteranos de Alemania, una superioridadque, a las primeras palabras, se hizodemasiado evidente. Los ms avisadosse apresuraron a confesarse culpables.Los otros? Sobre veinte pares deespaldas acadmicas y profesorales, una

  • buena mano de palos resonalegremente. Todava hoy, a pesar de lospulimentos del P. Weiss, que termin laobra, o de Paquier, que la tradujosuavizndola, cuando los profesionalescuriosos de las notas al pie de pginasreleen a Denifle, aprecian como buenosconocedores la destreza de undescubridor de perlas del mejor oriente.

    Pero stos no son sino pequeosdetalles de una historia. Qu pretenda,en realidad, Denifle?

    En primer lugar, y era ste el aspectoms llamativo de su empresa, marcar aLutero en el rostro. Al hombre Lutero.Hacerlo bajar de un pedestal usurpado.

  • A la efigie mentirosa de un semidis, o,mejor dicho, de un santo con hermosasmejillas rosadas, cabellos ondulados,aspecto paternal y un lenguaje benigno,sustituir la imagen modelada del naturalde un hombre, lleno sin duda de talentosy de dones superiores nunca henegado, deca Denifle, que Lutero hayatenido una fuerte naturaleza[12], perode taras groseras tambin, de bajezas, demediocridades. Todo esto, excusable enun sabio cualquiera, en un jurista, en unpoltico, lo era en un fundador dereligin? Y Denifle se encarniza. YDenifle, tomando a manos llenas de unarsenal demasiado bien provisto,

  • escribe sobre Lutero y la poligamia,Lutero y la bebida, Lutero y laescatologa, la mentira y los vicios, unaserie de prrafos animados de un santo yregocijante furor. Atiborrados de textos,por lo dems. Y tambin deinterpretaciones abusivas, a vecesincluso delirantes, y en estos casos tanenormes, presentadas con tal candor enel odio, que el menos crtico de suslectores no podra dejar de pensar:Aqu hay trampa. Pero paracontentarlo, y para desesperar encambio a los hijos respetuosos delReformador, dispuestos a desempear,ante un padre intemperante, el papel

  • discreto del hijo de No, quedabandocenas de documentos demasiadoautnticos y especiosos.

    Y era cierto que no siempreprobaban algo. Que Lutero hubierabebido en su vida un poco menos decerveza de Wittemberg o un poco ms devino renano; que sus brazos hubieranestrechado o no con demasiada fuerza asu Catalina; que hubiera lanzado alPapa, a los prelados y a los monjesinjurias excesivamente sucias: todo esoimportaba poco, en suma, para lahistoria general de la Reforma alemana.Pero el embarazo de los luterlogospatentados, que se obstinaban en

  • argumentar sobre las citas, en lugar dealzar virilmente, ante unos Luteroscaricaturescos puestos frente a frente (elde color de rosa, fr das ChristlicheHaus, y el de negros tintes, a la modatirolesa), un Lutero verdaderamentehumano, con virtudes y flaquezas,elevaciones y bajezas, tosquedades sinexcusa y grandezas sin precio; un Luteromatizado, vivo, todo hecho de contrastesy oposiciones, este mismo embarazodaba qu pensar y prolongabapesadamente un penoso malestar.

    Sin embargo, no resida all laverdadera importancia de Lutero y elluteranismo. Y no haba nicamente en

  • este libro interpretaciones abusivas, ocitas valederas, que las unas como lasotras se prestaban al escndalo. Seencontraba tambin otra cosa: unamanera nueva de concebir y de presentarla gnesis de las ideas innovadoras deLutero, su evolucin religiosa de 1505 a1520, fechas amplias.

  • IV. La argumentacin deDenifle

    Hay que saber que, en 1899, un profesorde la Universidad de Estrasburgo,Ficker, haba tropezado, en Roma, conun documento singularmente precioso,un resto de la Palatina de Heidelberg,transferida a Roma durante la guerra delos Treinta Aos: el Cod. Palat. lat.1826 de la Vaticana. Era la copia porAurifaber (Juan Goldschmiedt, el ltimofamulus de Lutero, el primer editor delos Tischreden) del curso, hastaentonces desconocido, que Luteroprofes en Wittemberg, en 1515 y 1516,

  • sobre la Epstola a los Romanos. Fickerdeba encontrarse, poco despus, con lanueva sorpresa de descubrir,descansando apaciblemente en laBiblioteca de Berln, el manuscritooriginal de Lutero

    Trozo de primera, como puedesuponerse: permita conocer en susdetalles el pensamiento del Reformadoren una fecha enormemente interesante:justo antes del escndalo de lasindulgencias. Lo que se tena hastaentonces de textos luteranos fechados enlos aos 1505-1517 era extremadamentemediocre. Notas marginales, secas, adiversas obras de Pedro Lombardo, de

  • San Agustn, de San Anselmo, de Tauler;unos Dictados sobre el salterio de1513-1514, obra de un novicio quebusca su camino; algunos sermones,escasas cartas: nada ms. El curso de1515-1516 era una obra importante yrica. Al inters del texto comentado deesa Epstola a los Romanos, cuyo papelhistrico en los tiempos de la Reformaera bien conocido, se aada el valorpropio de las glosas luteranas. Enresumen, iba a ser posible por primeravez estudiar, con entera seguridad yapoyndose en un texto perfectamentefechado, el verdadero estado delpensamiento luterano en la vspera de

  • los acontecimientos decisivos de 1517-1520.

    Viviendo en el Vaticano, Denifle nohaba ignorado nada de los hallazgos deFicker. Estudi por su lado el Palatinus1826. Sac de l multitud deindicaciones y textos nuevos. Los lanzhbilmente al debate. Y su restitucin dela evolucin luterana, de 1505 a 1517,alcanz gracias a ellos, a pesar de losexcesos y las violenciascomprometedoras, un prestigio y uninters singulares.

    Denifle estableca un principio. Hasta

  • ahora, principalmente sobre lasafirmaciones posteriores de Lutero se haedificado su historia de antes de lacada. Ante todo, habra que hacer lacrtica de estas afirmaciones.[13]

    Principio inatacable y saludable. Peroqu contenan, pues, esas afirmacionestan discutibles? Dos cosas: ataquescontra la enseanza dada en la Iglesiacuando Lutero estaba todava dentro deella, y explicaciones de los motivos porlos que se ha ba separado de estaenseanza. Un proceso, si se quiere, yuna defensa.

    Un proceso? Pero lo que Luterodeca de la enseanza que se le haba

  • dado, a l, monje, en su convento, era untejido de errores, de invenciones y decalumnias. No, nada tena de exacto esecuadro irrisorio pergeado por unLutero preocupado por cuidar susefectos, por dar a su brillante enseanzalos ms repelentes tintes. Y tomando unaa una las alegatas del heresiarca,Denifle las discuta, las tomaba cuerpo acuerpo, las anonadaba.

    La Biblia era ignorada en losmonasterios, segn la famosa fraserecogida por Lauterbach,[14] con suincipit cndido: 22 Feb., dicebat deinsigni et horrenda caecitatepapistarum: el 22 de febrero, el doctor

  • hablaba de la insigne, de la horribleceguera de los papistas. Insigne yhorrible, en efecto: los papistasignoraban nada menos que la Biblia:erat mnibus incgnita. A los 20 aos,Lutero no haba visto todava una Biblia.Por casualidad, en una biblioteca,descubri una, se puso a leerla, areleerla, con una pasin que suma en laadmiracin al Dr. Staupitz Ser estoverdad? Pero, recordaba Denifle, elprimer libro que al entrar con losagustinos de Erfurt recibi el novicioLutero de manos de su prior fueprecisamente una Biblia, una gruesaBiblia encuadernada en cuero rojo. Y

  • Lutero nos lo dice en trminos expresos:Ubi monachi mihi dederunt biblia,rubeo corio tecta. [15] Los papistas,por lo menos, saban, pues, que la Bibliaexista.

    El Dios irritado, el Dios devenganza y de ira, el Dios sobre elarco iris de los pintores y de losescultores que representaban el JuicioFinal? El Contador prodigioso eincorruptible, blandiendo el descuentode todas sus infracciones? Pamplinas.Veinte veces al da, fray Martn, alrecitar sus rezos, al leer su breviario,invocaba al Dios de clemencia, al Diosde piedad y de misericordia que ensea

  • en realidad la iglesia: Deus qui,sperantibus in te, misereri potius eligisquam irasci[16]

    En cuanto a las mortificaciones, alos ayunos, a las obras de penitencia, tanduras que Lutero, al practicarlasconforme a la regla, haba estado apunto de perder la salud y en todocaso haba perdido el alma, puesto quela Iglesia, a quienes las cumplan, lesprometa la salvacin por una atrozestafa, cunto absurdo encerrabantambin estos reproches! En primerlugar, -habra que entenderse. Si lossuperiores de los monasterios, alrededorde 1510, constrean a los religiosos a

  • los excesos de penitencia que indignan aLutero, que se deje de hablar delrelajamiento, del desorden, de lasensualidad desenfrenada de esoshombres. La regla?, la de los agustinosen particular? Nada tena de excesiva.Era adems susceptible desuavizaciones en favor de los religiososdbiles o de los cuales se exiga un granesfuerzo intelectual. Finalmente, lameta de las mortificaciones? Ladoctrina de la Iglesia a este respecto?Lutero dice y repite: Nos laspresentaban como algo que deba, por suexceso mismo, valernos la salvacin Impdica mentira! Si lo hubiera

  • credo de buena fe, Lutero no habrasido ms que un simple imbcil.Nunca lo crey. Veinte veces, en susprimeros escritos, ense la buena, laautntica, la nica doctrina de la Iglesiasobre las obras de penitencia:practicadas con discrecin no son sinoun medio de domar la carne, demortificar los malos deseos, de quitar alviejo Adn lo que le excita[17] As,pues, sus declaraciones hacen de Luteroun calumniador. Pero qu decir de suscorifeos, de ese rebao crdulo quejuraba sin crtica por las palabras delmaestro? Basta, que se acaben esosprocedimientos: Se empieza por alterar

  • la doctrina catlica, y luego sedespotrica contra ella. Y Denifle,lanzado a esos temas familiares, erainagotable. Alineando los textos,pulverizando a sus adversarios, por lomenos pona de manifiesto en losluterlogos asombrosos errores, que notuvieron ms remedio que reconocer.

    Esto en cuanto al proceso. Quedaba ladefensa: el relato disfrazado, fabricadodespus, de una conversin adornadacon pretextos especiosos. Tambin aqula crtica de Denifle era ruda.

    El lector recordar lo hemos

  • analizado el famoso pasaje de laautobiografa de 1545. Pura y simplenovela, declaraba Denifle. Ah,verdaderamente todos los doctores de laIglesia antes de Lutero haban entendidopor iustitia, en el famoso texto de laEpstola a los Romanos (I, XVII), laiustitia puniens, la clera de Dios quecastiga a los pecadores! Pues bien, l,Denifle, haba pasado revista a loscomentarios, impresos o manuscritos, desesenta escritores de primera fila de laIglesia latina, escalonndose desde elsiglo IV hasta el XVI: ni uno solo habaentendido por Justicia de Dios lajusticia que castiga; todos, integralmente

  • todos, haban entendido la justicia quenos justifica, la gracia justificante ygratuita, una justificacin real yverdadera por la Fe. Ahora bien, deestos sesenta autores, haba varios queLutero, incuestionablemente, habaconocido y practicado: San Agustn, SanBernardo, Nicols de Lyra o Lefvredtaples. Ms an: hasta donde esposible remontar en su pensamiento,Lutero, cuando habla de la justicia deDios (por ejemplo en sus glosas sobrelas Sentencias de Pedro Lombardo), noentiende nunca la justicia que castiga,sino la gracia justificante de Dios.[18]

    Por qu, pues, esas mentiras bajo la

  • pluma de Lutero, poco antes de sumuerte? Porque el reformador no queraconfesar la verdad. Porque queraenmascarar la evolucin real de supensamiento

    En Lutero convivan dos hombres:uno orgulloso y uno carnal. El orgulloso,despreciando toda sana doctrina, habaalimentado la ilusin de que lograra susalvacin por s mismo. Muchos otros,antes que l, haban conocido estailusin: otros cristianos y otros monjes,en esto malos cristianos y malos monjes,que ignoraban el espritu mismo de sureligin Lutero lo saba; denuncia, el8 de abril de 1516, en una carta a otro

  • religioso,[19] a los presuntuosos que sejactan de mostrarse a Dios adornadoscon los mritos de sus obras. Pero sinuestros esfuerzos y nuestras penitenciasdebieran conducirnos a la paz de laconciencia, por qu muri Cristo? Dehecho, el orgulloso, en Lutero, habachocado en seguida con el carnal, con unpobre hombre de voluntad vacilante,dbil frente a sus instintos y desprovistode verdadera delicadeza. Con un hombreque alimentaba en l, cada vez msdesptica, una concupiscencia que hacasu desesperacin

  • Concupiscencia, nocin bien conocidapor los telogos. Dicen que en el fondode nosotros subsiste siempre, comorastro del pecado original, no solamenteun instinto de deseo carnal y espiritual,que puede llamarse tambin, en unsentido restricto, concupiscencia, sinoun foco nunca apagado, fomes peccati,que alimenta el amor excesivo de unomismo, y de uno mismo con relacin alos bienes perecederos. Luchar contra elpecado es precisamente esforzarse pordomar esta concupiscencia, porsometerla al espritu, sometido l mismo

  • a Dios; por impedir, en una palabra, quelos malos deseos, llegando a dominar,engendren el pecado Ahora bien,Lutero se equivoc sobre laconcupiscencia.[20] Crey en primerlugar que, por la prctica de las virtudespodra anonadarla en l. Fracas,naturalmente. Lejos de disminuir, suconcupiscencia, exaltndose sin cesar,se hizo tan irresistible, que, dejando deluchar, l le cedi todo. Es invencible,declar entonces. Es el pecado mismo:el pecado original, el pecado quesubsiste en nosotros hagamos lo quehagamos. Y como desempea un papelen todos nuestros actos, incluso los

  • mejores, todas nuestras buenas obrasestn manchadas por ella. En todas, enel fondo de todas, hay un pecado, elpecado. As el hombre no puedeadquirir mrito, ni cumplir la Ley. ElEvangelio no es la Ley: no es sino lapromesa del perdn de los pecados. Nose encuentra en l sino un solomandamiento, pero que lo dice todo:Aceptar la palabra de Dios y creer en l.

    Qu rayo de luz! ste es elverdadero punto de arranque de unLutero. Todo lo dems que ha dicho,contradictorio, sobre la Justicia de Diospasiva o activa, son pobres fingimientosimaginados para disfrazar lo real, para

  • evitar al padre de la Reforma lavergenza de confesar el origenverdadero de su apostasa: el tristeestado de un alma tan inclinada al mal,tan fuertemente presa de laconcupiscencia que, declarndosevencida, arrojaba las armas, y de supropia miseria haca una ley comn.

    As argumentaba el P. Denifle, con unaconviccin, una ciencia y una brutalidadigualmente impresionantes. Y se dir:Para qu reproducir estaargumentacin? El libro del fogosodominico ya no existe. A quin se le

  • ocurrira hoy ir a buscar en l lo queconviene pensar sobre Martn Lutero?.A nadie, y ni siquiera a los adversarioscatlicos del Reformador, desde que unsabio y prudente jesuta, el P. HermannGrisar, en tres enormes volmenespublicados de 1911 a 1912, liquidhbilmente la empresa de demolicin, unpoco comprometedora, del antiguosubarchivero del Vaticano.

    Es verdad. El libro de Denifle se hafundido, diluido y como trasmutadorpidamente en un centenar de libros ode memorias redactados en un espritumuy diferente, y donde se vuelven atomar, a discutir, a enfocar uno a uno o

  • en conjunto todos los hechos, todos losargumentos que aportaba al gran debateluterano Razn de ms para recordarmediante un anlisis rpido cul fue elsistema impresionante y especioso queLuther und Luthertum propuso un buenda a los luterlogos, sacndolosviolentamente de sus viejos hbitos. Yadems, es preciso decirlo?, un librocomo el nuestro no sera honrado si,proporcionando una imagen de Luterosegn el gusto personal del autor, nodiera a los lectores la sensacin viva,violenta incluso, de que muchas otrasimgenes, y muy diferentes, hanpretendido representar el aspecto, trazar

  • el retrato fiel y sinttico delReformador, sin que en una materia asla palabra certidumbre pueda serpronunciada por nadie que no sea untonto.

  • II

    Revisiones antes deldescubrimiento

    Violentamente atacados por el P.Denifle, personalmente vapuleados en sulibro, objeto de mofas y de crticas porsu actitud, los exgetas calificadosempezaron por gritar y tronar. Luego,con un hermoso ardor, pusieron denuevo manos a la obra.

    El terreno estaba cubierto de ruinas.

  • Una construccin que les era odiosa yque sin embargo se les impona, por suosada y su lgica, se levantaba sobrelas ruinas del hermoso edificio que tantotrabajo y amor les haba costado erigir.Por todas partes soplaba un viento derenovacin. La emocin provocada porla aparicin de Luther und Luthertumno se haba calmado: un hombre de grantalento, un telogo reformado, ErnstTroeltsch, empezaba a expresar, en unaserie de obras, ideas que cruzaban y aveces corroboraban curiosamente lastesis de Denifle.[21]

    En efecto, la Reforma habamarcado, en el siglo XVI, el

  • advenimiento de los tiempos modernos?El partero heroico y genial de nuestromundo moderno se llamaba Lutero?Quin deba engendrar, poco a poco ysolidariamente, la masa de ideas nuevasy modernas que se haba tomadodemasiado fcilmente la costumbre deponer en la cuenta del viejoprotestantismo? Era seguro que fue porese viejo protestantismo, el de Lutero yel de Calvino, y no por la serie demovimientos religiosos e intelectuales:humanismo, anabaptismo, arminianismo,socinianismo, por lo que se manifiestaun espritu sectario tan fecundo? Y endefinitiva, no fue a mediados del siglo

  • XVIII, y no antes, cuando se hizo elcorte decisivo entre los dos mundos, elmedieval y el moderno?

    As, por todas partes, nuevosproblemas eran planteados por diversosespritus. Una obra inmensa de revisin,incluso de reconstruccin, parecanecesaria. Y en primer lugar, qu valortenan los materiales empleados porDenifle? Y tambin, entre los que lhaba echado por tierra, no habaalgunos que pudieran servir todava?

    El juego comenz. Toda unaAlemania ardiente y minuciosa seabalanz al trabajo con una especie defuror contenido. Y sin duda se vieron

  • entonces muchos excesos de concienciaque promovan risa. Hubo quien vino ademostrar, irresistiblemente, que, apesar de los malvados, Martn s eravirgen el da que se cas con Catalina. Yquien, con una inexorable paciencia,emprendi el clculo, vaso ms, vasomenos, de la cantidad de cerveza y devino que el Reformador, acusado deintemperancia, haba podido beber en elcurso de su larga existencia Podemossonrer. El esfuerzo no fue menosadmirable. Y cuando concluy; cuando,en 1917, a pesar de la guerra, laAlemania luterana celebr el cuartocentenario de los acontecimientos de

  • 1517, los dos primeros volmenes delMartin Luther (Vom Katholizismus zurReformation) de Otto Scheel dierontestimonio elocuentemente en favor de lahermosa y gran obra de revisin que sellevaba a cabo, que sigue llevndose acabo todava desde 1904. Tratemos desealar sus principales conquistas.

  • I. El monjazgo de Lutero

    Sobre la biografa propiamente dicha deLutero, desde su nacimiento hasta suentrada en el convento, se ha escritoenormemente, como puede suponerse. Latendencia era clara. Se quera revisarlos relatos, excesivamente lacrimosos,de las viejas biografas. No, los padresde Lutero no eran tan pobres como se hadicho; el padre acab tomando elaspecto, bastante obeso, de unempresario acomodado. No, el nio nofue maltratado tan duramente como sepretenda, y es absurdo apiadarseexcesivamente de la suerte del pequeo

  • Martn, mendigando su pan y cantandosus cnticos Todo eso, en verdad, songlosas sin gran inters. Probabilidades,impresiones personales, prejuicios amenudo Y, del mismo modo, sobre laentrada en el convento se instituyerondisertaciones sin fin, discusiones sinconclusin posible, con una abundanciaque toca al prodigio. Cules fueron,exactamente, los sentimientos queexperiment Lutero el da que cay elrayo sobre el camino de Stotternheim,sin matar, por lo dems, a un Alejorelegado al pas de las quimeras? Si elmaestro en artes de la Universidad deErfurt entr en el convento, era o no era

  • porque haba hecho un voto? Y si,habindolo pronunciado pero lopronunci verdaderamente?, y nopudindose hacer eximir de l perolo poda?, prefiri cumplirlo, porqu razones entonces, por qu motivossecretos se sostuvo en esta decisinextrema?

    Saber no saber, gran virtud.Tratemos de ponerla en prctica aqu. Ydejando de lado tantas conjeturas que noson sino conjeturas, tantas opciones ypreferencias que no son sino opciones ypreferencias, dirijamos nuestrosesfuerzos hacia lo esencial. Sinpreocuparnos de reconstituir los medios

  • que Lutero tal vez atraves, pero cuyainfluencia sobre sus ideas y sentimientosser siempre imposible sopesar,preguntmonos sencillamente si sepuede proporcionar hoy, de la historiamoral y espiritual de Lutero en elconvento, una versin plausible.Plausible: no tengo que decir que usarotro trmino no sera honrado.

    En un pasaje de las Resolutionesconsagradas a explicar al Papa, perosobre todo al gran pblico, el verdaderosentido y el alcance de las tesis sobrelas Indulgencias,[22] Lutero, en 1518,

  • despus de haber evocado el testimoniode Tauler sobre las torturas morales quelos ms fervientes cristianos soncapaces de soportar: Yo tambin aade, haciendo una evidente alusin as mismo, he conocido de muy cerca aun hombre que afirmaba haber sufrido amenudo tales suplicios. No durantemucho tiempo, ciertamente. Pero lastorturas eran tan grandes, tan infernales,que ninguna lengua, ninguna plumapodra describirlas. Quien no ha pasadopor ellas no puede figurrselas. Sihubiera que sufrirlas hasta el final, si seprolongaran nicamente media hora,qu digo?, la dcima parte de una hora,

  • perecera uno entero, hasta los huesosquedaran reducidos a cenizas. Yluego, tratando de precisar todava ms:En esos momentos, Dios aparece comoterriblemente airado y toda la creacinse reviste de un mismo aspecto dehostilidad. No hay huida posible niconsuelo. En uno mismo, fuera de unomismo, no se encuentra ms que odio yacusacin. Y el supliciado gime elversculo: Prospectum sum a facieoculorum tuorum, pero no se atreve nisiquiera a murmurar: Domine, ne infurore tuo arguas me.

    El hombre que se expresaba as en1518; el hombre que Melanchton,

  • evocando un recuerdo personal, nosmuestra vindose obligado en el cursode una disputa a ir a echarse sobre unacama en el cuarto vecino, sin cesar derepetir, en medio de invocacionesapasionadas: Conclusit omnes subpeccatum, ut omnium miseratur,[23] estehombre que, en ms de cien ocasiones,no ha cesado de decir y de escribir quehaba pasado, siendo joven, por lostrances ms crueles y ms agotadores:este hombre, seguramente, no era uncreyente de labios para afuera, y su fe noestaba arrinconada, muyrazonablemente, en un pequeo lugar desu cerebro, de su corazn. Pero cules

  • eran las causas de semejantes accesos?Pongamos de lado, si se quiere, las

    explicaciones de orden fisiolgico. Noha llegado el tiempo. Un da, sin dudaPor el momento admiremos, sinpretender rivalizar con ellos, a lospsiquiatras improvisados que hacen delenfermo Lutero, con una seguridad tanmagnfica, diagnsticos contradictorios.Resistamos al prestigio de lospsicoanalistas, a quienes ningunafacilidad arredra y que danapresuradamente a las requisitorias deDenifle sobre la lujuria secreta deMartn Lutero el sostn demasiadoesperado de las teoras freudianas sobre

  • la libido y la represin. Un Luterofreudiano: se adivina por adelantado tanfcilmente su aspecto, que no se siente,cuando un investigador impvido noscoloca su imagen ante los ojos, ningunacuriosidad por conocerlo. Y adems,no se podra hacer con la mismafacilidad un Freud luterano, quierodecir, observar hasta qu punto elclebre padre del psicoanlisis traduceuno de los aspectos permanentes de eseespritu alemn que encarna en Luterocon tanto poder? Dejemos eso. Y puestoque Lutero, desde el principio, entretejila historia de sus crisis con la de supensamiento, tratemos de comprender lo

  • que esta amalgama representaba para l.

    Sobre este delicado punto, Denifleapenas vacila, como es sabido.[24]

    Remordimientos, malos pensamientos,deseos clandestinos: eso es todo. En elfondo de Lutero, la carne se hallaba enperpetua rebelda contra el espritu.Entindase, sin equvoco posible, sulujuria. Concupiscentia carnis, laobsesin sexual.

    Admiremos nuevamente. Estoshombres, quiero decir Denifle y suspartidarios, saben a ciencia cierta conqu violencia los deseos impuros

  • turbaron sin cesar a un ser que no dijonada de ello a nadie. Eso s que espenetracin. En cuanto a los campeonespatentados de la inocencia luterana,admirmoslos igualmente: con unaseguridad igualmente magnfica,proclaman la lilial candidez de un sertan secreto como la mayora de losseres: a los otros, que se confiesan,habra que creerlos ciegamente? Entodo caso, no caigamos en el ridculo deacudir en ayuda del primero ni delsegundo partido. No sabemos. Notenemos ningn medio de bajar,retrospectivamente, a los replieguesntimos del alma de Lutero. Firmes en el

  • dominio de los hechos y de los textos,limitmonos sencillamente a comprobardos cosas.

    Una de ellas es patente: nadie haacusado nunca a Lutero de haber vividomal durante sus aos de convento;quiero decir, de haber violado su votode castidad. La otra, no menos patentepara quien examine los textos sinprejuicios: Denifle restringe, de maneraabusiva, el sentido de esa nocin de laConcupiscentia carnis de la que Luterohace un uso tan frecuente. Un texto bienconocido basta para establecerlo.[25]

    Yo, cuando era monje se lee en elComentario sobre la Epstola a los

  • Glatas publicado en 1535 (Lutero tena52 aos), pensaba que mi salvacinestaba perdida tan pronto como mesuceda sentir la concupiscencia de lacarne, es decir, un impulso malo, undeseo (libido), un movimiento de clera,de odio o de envidia contra uno de mishermanos. Definicin vasta, comopuede verse y si la libido abre laspuertas a la impureza, los otrostrminos, tan precisos, muestran que lafrmula luterana se refiere a muy otracosa que la lujuria sola. Pero lacontinuacin lo confirma: Laconcupiscencia volva perpetuamente.No poda encontrar reposo. Estaba

  • continuamente crucificado porpensamientos como ste: Has cometidonuevamente tal o tal pecado. Hastrabajado por la envidia, la impaciencia,etc. Ah, si hubiera comprendidoentonces el sentido de las palabraspaulianas: Caro concupiscit adversusSpiritum et haec sibi invicemadversantur.

    Texto que no debe ser forzado, ni enun sentido ni en otro. Hemos tenidocuidado de mencionar su fecha y queemana de un Lutero quincuagenario. Sepuede, pues, seguir diciendo: Arreglo aposteriori. Lutero puede haber perdidode buena fe el recuerdo de las

  • tentaciones carnales que desempeaban,en la gnesis de sus crisis, un papelprimordial. O bien, habiendo guardadoeste recuerdo, puede, por convenienciao respeto humano, echar un piadoso velosobre este aspecto de su vidasecreta. El debate podraprolongarse durante siglos sin que seavanzase un punto. Pero en lo que serefiere al sentido exacto de las palabrasConcupiscentia carnis, los telogosluteranos tienen toda la razn. Denifleles da un sentido demasiado particular.Compone, apoyndose en ellas, unanovela prefreudiana que le pareceregocijante; se queda uno esperando sus

  • pruebas decisivas. Esto, nuevamente, sinel menor deseo de romper una o variaslanzas en honor de la virginidad secretade Martn Lutero.

    Remordimientos, en el origen desus crisis de desesperacin? No, no enel sentido preciso de la palabraremordimientos. Porque una vez ms,Lutero, en su convento, no cometininguna accin reprensible que puedahaberle valido el nombre de mal monje.No hay razn, para quien ha ledo aDenifle, seguido de cerca suargumentacin y examinadoescrupulosamente los textos que aduce,no hay razn, en verdad, para abandonar

  • sobre este punto la tradicin. Un malmonje, no. Un monje demasiado bueno,al contrario. O por lo menos, que nopecaba sino por exceso de celo, que,exagerndose la gravedad de susmenores pecados, asomadoconstantemente a su conciencia,dedicado a escrutar sus movimientossecretos, obsesionado adems por laidea del juicio, alimentaba sobre suindignidad un sentimiento tanto msviolento y temible cuanto que ninguno delos remedios que se le ofrecan podaaliviar sus sufrimientos.

  • II. De Gabriel a Staupitz

    sta es la cuestin. Un hombre vive enel siglo. Lleva un fardo demasiadopesado. Tiene el alma inquieta, tienemala conciencia. No es que seadesalmado, perverso o malvado. Perosiente que hormiguean y reptan, en losbajos fondos de su alma, tantos deseossospechosos, tantas tentaciones penosas,tantos vicios en potencia ycomplacencias secretas, que desesperade s mismo y de su salvacin; la purezaabsoluta, la que sera preciso tener paraosar tan slo presentarse ante Dios, estan lejana, tan inaccesible

  • Saborear la paz del claustro; llevaren una celda una existencia toda derezos y de meditacin, regulada por lacampana, guiada en sus detalles porsuperiores prudentes y venerables: en unmedio tan puro, tan santo, tan claro, losmiasmas del pecado no podranexhalarse. Lutero, en un impulso sbito,haba traspuesto el umbral del conventode Erfurt. Haban pasado meses. Dndeestaba, pues, ese sentimiento derenegacin, de purificacin que tantosreligiosos haban descrito, en tantostextos clebres, y que les hacacomparar la entrada en las rdenes a unsegundo bautizo? El experimento, para

  • Lutero, no era sino demasiadoprobatorio: la vida monstica no bastabapara darle la paz. Las prcticas, losayunos, las salmodias en la capilla, losrezos prescritos y las meditaciones:remedios buenos para otros, que notenan una sed tal de absoluto. Estamecnica de la piedad no haca mella enun alma tumultuosa, impaciente desujeciones, vida de amor divino y decertidumbre inconmovible

    Pero la enseanza que le daban, losautores que le hacan leer, qu accinpodan ejercer sobre l? Dejemos delado aqu todo lo que es erudicin yconjetura. Ha habido quien se ha

  • asomado curiosamente a los libros que,en Erfurt o en Wittemberg, Lutero pudo odebi leer. Se ha buscado, con un celo yuna ingeniosidad meritorios, quinfluencias haba sufrido o podido sufriren diferentes momentos. Todo esto eslegtimo, til, interesante.[26] Acondicin de entenderse sobre loesencial.

    Un hombre del temperamento deLutero, si abre un libro, no lee en l msque un pensamiento: el suyo. No aprendenada que no lleve en l. Una palabra,una frase, un razonamiento leimpresionan. Se apodera de ellos. Losdeja descender en l, hondo, ms hondo,

  • hasta que por debajo de las superficiesvayan a tocar algn punto secreto,ignorado hasta entonces por el mismolector, y del que, bruscamente, surge unafuente viva, una fuente que dormaesperando la llamada o el choque que lahiciera brotar: pero las aguas estabanall, y su fuerza contenida. No tengamos,pues, escrpulos en descuidar aqu todoun mundo de investigaciones pacientes ymeritorias. No retengamos ms que unhecho entre tantos otros.

    Lutero, segn parece,[27] estudipoco en Erfurt los grandes sistemasescolsticos del siglo XIII.Particularmente, parece haber

  • permanecido extrao al tomismo: nadatiene esto de particular, y si lo hubieraconocido, no hubiera sacado de l sinoun provecho violentamente negativo. Loque ley, aparte de algunos msticos, yprincipalmente de Tauler (del que nosdicen, por lo dems, que lo comprendimal y que desnaturaliz sin escrpulossu pensamiento: entendamos que seaprovech libremente de l, sinpreocuparse de saber si susinterpretaciones concordaban o no conla doctrina del discpulo de Eckhart; lebastaba con que entrasen en el marco delas especulaciones de l mismo, deLutero), lo que lea era sobre todo el

  • Comentario sobre las Sentencias delnominalista Gabriel Biel ( 1495), elintroductor principal del occamismo enAlemania, el rey de los telogospor lo menos de Tubinga, el amigo deJuan Trithme y de Geiler deKaisersberg. En su vejez, Lutero se jactade saber todava de memoria pginasenteras del clebre doctor.

    Ahora bien, qu encontraba Luteroen los escritos de Biel, para leerlos conel ardiente anhelo de encontrar en ellosuna solucin a las dificultades de lasque no saba salir? Dos teoras, entremuchas, y que cuando se las enuncia launa a continuacin de la otra parecen

  • contradictorias: no es aqu el lugar ni elmomento de exponer cmo, para quienconoce, aunque slo sea sumariamente,el pensamiento de Occam, estacontradiccin se desvanece. Bielpretenda en primer lugar que, puestoque las consecuencias del pecadooriginal se hacen sentir sobre todo en lasregiones bajas, sobre las potenciasinferiores del alma humana, la razn y lavoluntad siguen siendo, en cambio, mso menos iguales que antes de la falta, yque el hombre puede, tan slo con lasfuerzas de su naturaleza, observar la leyy cumplir las obras prescritas, si nosegn la intencin del legislador, por

  • lo menos segn la sustancia delhecho. Y despus que, con slo esasmismas fuerzas, siendo la voluntadhumana capaz de seguir losmandamientos de la recta razn, elhombre puede amar a Dios por encimade todas las cosas. Este acto de amorsupremo y total crea en l unadisposicin suficiente para que puedaobtener, por muy pecador que sea, lagracia santificadora y la remisin de lospecados.

    Slo que, al mismo tiempo, y puestoque ligaba su pensamiento al de Occam,Biel reservaba los derechos de laomnipotencia divina. Derechos

  • absolutos, sin fronteras ni limitaciones,extendidos hasta lo arbitrario. Y porejemplo el telogo de Tubinga enseabaque del querer divino y slo de lreciban las leyes morales su sentido ysu valor. Los pecados eran pecados y nobuenas acciones, porque Dios as loquera. Si Dios quisiera lo contrario, locontrario sera; el robo, el adulterio, elmismo odio a Dios se convertiran enacciones meritorias. Dios no tiene, pues,que castigar o que recompensar en elhombre ni faltas propias ni mritospersonales. Las buenas acciones, paraque obtengan recompensa, es precisosolamente que Dios las acepte. Y las

  • acepta cuando le place, como le place,si le place, por razones que escapan a larazn de los hombres. Conclusin: lapredestinacin incondicional eimprevisible

    As haba profesado, as seguaprofesando despus de su muerte, pormedio de sus libros y de sus discpulos,Gabriel Biel el reverenciado.Representmonos ahora, frente a estasobras, sometido a estas doctrinas, a eseLutero ardiente, enamorado de loabsoluto, inquieto adems yatormentado, que en todas partes

  • buscaba apagar su ardiente sed depiedad, pero tambin librarse de susescrpulos y de sus angustias. Le decan,con Biel: Esfurzate. Puedes hacerlo. Enel plano humano, el hombre, slo porsus fuerzas naturales, por el fuego de suvoluntad y de su razn, puede cumplir laley; puede llegar, finalmente, a amar aDios por encima de todas las cosas. YLutero se esforzaba. Haca lo posible,segn su naturaleza, y lo imposible, paraque naciera en l esa dispositio ultimataet sufficiens de congruo ad gratiaeinfusionem de la que habla Biel en sulenguaje. En vano. Y cuando, despus detodos los esfuerzos, su alma ansiosa de

  • certidumbre no encontraba paz; cuandola paz implorada, la paz liberadora, nodescenda en l, es fcil adivinar qusentimiento de amarga impotencia y deverdadera desesperacin lo dejabapostrado ante un Dios mudo, como unprisionero al pie de un muro sin fin

    Poco a poco, en su cabeza que seextraviaba, otros pensamientos surgan.Las buenas acciones, para que seanmeritorias, enseaba Biel, es precisonicamente, y basta, que Dios lasacepte. Era, pues, que Dios no aceptabasus buenas acciones? Que lo rechazabaentre los reprobados por un decretoincomprensible e irrevocable de su

  • voluntad? Ah, cmo saberlo, y quatroz angustia naca de semejante duda!

    As, la doctrina de la que sealimentaba, esa doctrina de losgabrielistas nacida del occamismo ycuya influencia tenaz y persistente sobreLutero fue sealada por Denifle confuerza y vigor antes que por nadie;[28]

    esa doctrina que, alternativamente,exaltaba el poder de la voluntad humanay luego lo humillaba gruendo ante lainsondable omnipotencia de Dios, nopona en tensin las fuerzas deesperanza del monje sino paradestruirlas mejor, y dejarlas exanges enla impotencia trgica de su debilidad.

  • Era culpa suya, objetaba aqu Denifle.Por qu no iba Lutero, apartndose deuna enseanza que le haca dao, abuscar doctrinas ms apropiadas paraserenarlo? Si se hubiera sumergido ensus in-folios, habra visto que SantoToms, o San Buenaventura, o inclusoGil de Roma, el doctor titular de losagustinos, todos ellos razonaban de muydistinta manera que Biel. Y,principalmente sobre la cooperacin dela gracia divina y la voluntad humana enla obra de salvacin.

    Sin duda; pero esta comprobacinle hubiera impresionado? La enseanza

  • de Santo Toms, o de San Buenaventura,hubiera surtido efecto en el Lutero queconocemos, en el Lutero que Deniflemismo crea conocer? Qu ingenuidad,otra vez! Del cofre inagotable de suciencia escolstica, Denifle extrae sincesar tesoros de sabidura y deconciliacin. Los despliega ante MartnLutero, con celo postumo. Ah, si elagustino los hubiera conocido! Podaconocerlos. Es un verdadero crimen nohaberlos buscado. Si el agustino loshubiera conocido, ledo, reledo y vueltoa releer, nada hubiera cambiadoseguramente. Porque una sola cosacontaba para l: su experiencia ntima y

  • personal.No era de doctrina, sino de vida

    espiritual, de paz interior, decertidumbre liberadora, de quietud enDios, de lo que estaba vido,apasionadamente. La enseanza que ledispensaban, la tomaba tal como se ladaban. Asimilaba de ella todo lo queconvena a su temperamento. Rechazabael resto, violentamente.

    No era con la razn con lo queexperimentaba su efecto bienhechor osus peligros. Con su corazn, s, y consu instinto. Sometido a otras influencias,Lutero hubiera reaccionado de otromodo en la forma. Pero en el fondo?

  • Hubiera luchado; hubiera buscado;hubiera sufrido igual, hasta que hubieraencontrado, qu? Su paz.[29]

    Tuvo apoyos en su bsqueda obstinaday dolorosa? Encontraba, para ayudarlea salir del abismo, manos tendidas,fraternales? Se ha dicho que s. Luteromismo lo ha dicho, para desdecirsedespus como tantas otras veces. Losque, en Francia, se iniciaron en losestudios luteranos, hace treinta aos, enel libro de Kuhn, no han olvidado suspginas conmovedoras sobre lasrelaciones de Lutero y Staupitz. Mucho

  • ms recientemente, Jundt atribua aStaupitz la iniciativa de un cambioradical en las ideas de Lutero. ste,por lo dems, en una carta escrita en1545, al final de su vida, llamaba aStaupitz su padre. Le deba, declara,su nuevo nacimiento en Cristo. As seexplica la tradicin que hace de Staupitzel San Juan Bautista, el precursor deMartn Lutero.[30]

    Pero en qu sentido? Se trata dedoctrina, de la doctrina que va apredicar el Precursor, en todo semejanteya a la del maestro que anuncia? Lo queStaupitz revel a Lutero fue, pues, unadoctrina, una doctrina que contuviera en

  • germen, por adelantado, la delReformador? Seguramente no. En eltiempo, bastante corto, que el visitadorde los agustinos, personaje muyocupado y siempre de la Ceca a la Meca pudo dedicar a Lutero, lo que lleval joven religioso, cuya ardiente piedady calidades espirituales apreciaba, fueante todo un consuelo espiritual y moral.Le ense a no dejarse invadir y torturarpor la obsesin del pecado, por el temorperpetuo (que poda fcilmente hacerseenfermizo) de apartar la gracia en elmomento de recibirla, o de perderlainmediatamente despus de haberlarecibido. Probablemente comprenda

  • bastante mal qu eran esas tentacionescuyo horror Lutero le describa amenudo. No se trataba de deseosmateriales; Lutero lo dice y lo repite conclaridad. No se trataba de mujeres, lehace especificar un curioso relato, sinode verdaderas dificultades, de esastentaciones puramente espirituales queslo Gerson, tambin segn Lutero,haba conocido, descrito e intentadorechazar.[31] Por lo menos Staupitzhablaba a su joven correligionario ellenguaje de una piedad toda humana yfraternal. Y lo despeda apaciguado,distendido, consolado para ciertotiempo.

  • sta es la accin bienhechora queejerci. De revelacin doctrinal nopuede hablarse. Y si Lutero, en lahermosa epstola dedicatoria a Staupitzque compuso en 1518, el da de laTrinidad, e hizo imprimir en la portadade sus Resoluciones sobre lasIndulgencias,[32] antes incluso que sucarta al Papa Len; si en ese texto,dictado por la doble preocupacin detranquilizar al pblico sobre suortodoxia personal, y de comprometer loms posible en el conflicto a un telogoconocido y reverenciado, Luteroatribuye a su protector el honor de unarevelacin fundamental; si, al darle las

  • gracias por haberle dicho un da que elverdadero arrepentimiento empieza porel amor de la justicia y de Dios,describe la especie de iluminacin queesta frmula produjo en su espritu, ytodo el trabajo de cristalizacin que seoper a su alrededor (desde todaspartes dice con elegancia laspalabras bblicas vinieron a confirmarvuestra declaracin; vinieron a sonrerley a bailar una ronda a su alrededor); siLutero, finalmente, preocupado porsealar bien la importancia de esemomento de su pensamiento, explica quevio en la frmula de Staupitz el exactocontrapeso de la afirmacin de los

  • gabrielistas, que declaraban que elarrepentimiento terminaba, despus deuna larga serie de esfuerzos graduados,por el amor de la justicia y de Dios,penoso coronamiento de una obradificultosa: se necesita de todas manerasun poco de ingenuidad para tomar al piede la letra, como Seeberg, ladeclaracin de Lutero, y enunciar que talfue en efecto el germen verdadero detoda su obra doctrinal. Frmula tantomenos aceptable cuanto que habra querecurrir de nuevo a ella poco despus, sise mostrara en las meditaciones deLutero sobre la justicia activa y lajusticia pasiva el punto de arranque real

  • de su especulacin

    En realidad, la frase misma de Staupitzde que el arrepentimiento empieza porel amor de la justicia y de Dios frasepronunciada, muy probablemente, sinintencin terica o sistemtica si enLutero toma un sentido y un valordoctrinal, es porque despert en l todoun mundo de pensamientos que le eranfamiliares desde haca tiempo y queStaupitz no sospechaba. Con ayuda desus riquezas interiores Lutero hizo deuna frmula, bastante insignificante paracualquier otro que no fuera l, una

  • especie de tesoro lleno de eficacia y devirtud. Cuestin secundaria, se dir. Dehecho, s; desde el punto de vistapsicolgico, no. Porque prestar a Luterocolaboradores en la obra larga, penosa yabsolutamente personal de suliberacin, es cometer un error, ungrave error.

    Ah, si se hubiera tratado deconstruir un sistema, de componer ungran libro magistral! Pero no setrataba de eso. Lutero descenda en smismo. Encontraba un sentimientointenso de la fuerza, de la virulencia, dela grandeza trgica del pecado. No erauna nocin aprendida. Era una

  • experiencia de todas las horas. Y esepecado que pesaba sobre la concienciadel monje nadie poda impedirle existir,dominar, reinar con una insolenciamagnfica sobre todos los hombres,incluso sobre los ms encarnizados enresistirle, en expulsarlo lejos de ellos.Al mismo tiempo, Lutero encontraba enl un sentimiento no menos fuerte, nomenos personal, de la inaccesible, de lainconmensurable Santidad de un Diosque dispona soberanamente de la suertede las criaturas que l predestinaba a lavida o a la muerte eterna, por razonesque el hombre no poda concebir. Luteroquera ser salvado. Lo quera con todo

  • su deseo, con todo su ser. Pero saba queen vano se esforzara cada vez msduramente en merecer esa salvacin;nunca lo lograra, ni l ni ningn otro enesta tierra, nunca

    Era, pues, un sistema de conceptosteolgicos ms o menos lgicamenteordenados lo que le procurara elapaciguamiento? No, sino unacertidumbre profunda que se anclara,que se arraigara cada vez msfuertemente en su corazn. Y slo existaun hombre que pudiera vlidamenteprocurarle esa certidumbre a Lutero:Lutero mismo.

  • III

    Revisiones: El descubrimiento

    No, nadie seal con el dedo al agustinode Erfurt y de Wittemberg el camino quehaba que seguir. Lutero fue el artesano,solitario y secreto, no de su doctrina,sino de su tranquilidad interior. Y fue, enefecto, tal como l lo dijo, concentrandosus meditaciones sobre un problemaplanteado no ante su razn, sino ante supaz: el de la Justicia de Dios, comoentrevio al principio, y vio luego

  • claramente el medio de escapar a losterrores, a los tormentos, a las crisis deansiedad que lo consuman.

    Sealar este progreso de texto entexto, desde el Comentario sobre elSalterio, donde ya se hacen ortmidamente algunos de los principalestemas luteranos, hasta el Comentariosobre la Epstola a los Romanos,infinitamente ms amplio y a lo largo detodo el cual el pensamiento de Lutero seapoya sobre el pensamiento dominantedel Apstol, es una tarea casiirrealizable en un libro como ste. Enalgunas, lneas, en algunas pginascuando mucho, no se puede reconstruir

  • con ayuda de textos cuya historiamisma no siempre est perfectamenteelucidada la evolucin de unpensamiento todava vacilante y de unossentimientos que, demasiado a menudo,adoptan para expresarse frmulasaprendidas y a veces equvocas.Tratemos simplemente de aprehendereste pensamiento en lo que tiene deesencial; mejor, de traducir esesentimiento en toda su fuerza y sufogosidad espontneas, sinembarazarnos demasiado conprecisiones textuales que, aqu, noseran sino falsas precisiones.

  • I. Lo que es eldescubrimiento

    En el convento, Lutero haba tratadoansiosamente de lograr su salvacin porel cumplimiento de obras meritorias.Cul haba sido el premio a susesfuerzos? Un inmenso desaliento;espantosas crisis de desesperacin; y,poco a poco, la conviccin naciente, queluego se iba arraigando, de que todalucha era vana, puesto que el deseo semuestra invencible y el pecadopermanente. El pecado: no una simpleflaqueza a la que el hombre poneremedio por medios exteriores, sino el

  • poder maldito, infinito, que separa alhombre para siempre de su creador.

    Cmo salir, pues, de la duda, de ladesesperacin y del espanto? En unsbito relmpago, iluminando un mundode pensamientos y de meditacionesanteriores, Lutero lo entrevio y ya no loolvid. En qu momento de su vidatiene lugar exactamente esta revelacin?A finales de 1512? O ms bien en1513? En todo caso, antes de la mitad de1514, en el convento de Wittemberg, enla torre.[33] Se trataba de undescubrimiento doctrinal, de un conjuntode conceptos inditos? Es bastanteridculo que algunos hayan parecido

  • plantearse este problema. Una ansiedadcomo la que experimentaba Lutero, quargumentacin hubiera podidoapaciguarla? Era un remedio lo que elmonje necesitaba. Fue un remedio lo queencontr, o, ms exactamente, unateraputica.

    Hasta entonces, en la tensin de unfurioso esfuerzo, haba intentado cientosy miles de veces alcanzar el puerto porsus propios medios. Purificar su alma;aplastar en ella las fuerzas malas;transformarse de pecador en hombrejusto: frases difciles de decir; consejosms difciles de seguir. La experiencia,una experiencia cruelmente adquirida, le

  • demostraba que todas sus tentativas paramerecer la salvacin terminaban paral en lamentables fracasos

    Bruscamente, descubri un caminocompletamente diferente. En lugar debuscar una rigidez y un esfuerzoexcesivo de su voluntad dbil, elcristiano que se dejara llevarsimplemente, experimentando, con unaindecible mezcla de alegra y de terror,la accin, nica poderosa, de unavoluntad sobrenatural, infinitamentesanta y verdaderamente regeneradora; elpecador que, desesperando totalmentede s mismo y de sus obras, no seagotara queriendo huir del infierno, sino

  • que llegara a aceptarlo, como mil vecesmerecido, y en lugar de luchar para servencido, se refugiara bajo las alas dela gallina, pidiendo a la plenitud divinael don de lo que le falta, no conocera,finalmente, la paz y el consuelo?

    Revolucin total, de una singularaudacia. Un momento antes, la actividadfuriosa, y vana, del gladiador que hinchasus msculos tan slo para sucumbir.Ahora, la pasividad total y bendita delresignado que, confesndose vencidoantes del combate, no pone ningunaesperanza si no es en el exceso mismode su derrota.

  • Naturalmente, Lutero mismo y, despusde l, todos los comentadores, traducen,o ms exactamente trasponen, enlenguaje teolgico estas realidades deun orden diferente. El punto de partidaes aqu la idea, descubiertabruscamente, de que, para resolverlo,haba que invertir los trminos delproblema por excelencia: el problemade la justicia. Para agradar a Dios, decala Iglesia catlica, y Lutero lo crea, esnecesario de toda necesidad que elhombre se haya hecho justo. Pero en queel hombre se hiciera justo eraprecisamente donde estaba laimposibilidad. Entre la santidad de Dios

  • y la abyeccin de la criatura, el abismoes tan ancho que, enarbolando en elextremo de unos brazos ridculamentecortos esas pequeas escalas irrisorias:las buenas obras, el hombre parecegrotesco hasta el punto de hacer olvidarsu falta y su blasfemia. Porque slo Dioses capaz de suprimir el abismoproyectndose hacia el hombre,rodendolo, de un amor eficaz, de unamor que, penetrando a la criatura, laregenera, la eleva hasta el Creador.

    Dios es capaz de suprimir el abismo,pero na el pecado. Lutero, nos diceDenifle, no es ms que un ignorante, unimpvido descubridor de

  • Mediterrneos. Vase esto: ataca a laIglesia por errores que nunca ense.Porque este telogo novicio hubieradebido saberlo: la Iglesia profesa,precisamente, que por la justificacinDios hace al hombre justo. Frmulaluterana. Qu ha inventado, pues,Lutero?

    Denifle se equivoca y concluyedemasiado aprisa. Para la Iglesia, sinduda, la justificacin es obra de Dios.Pero Dios, con su justificacin, no hacems que coronar los mritos adquiridospor un esfuerzo moral, bajo el impulsoy con la ayuda continua de la gracia.[34]

    No hay oposicin entre la virtud propias

  • o personal, la virtud natural adquirida yla justicias de Cristo: ni esa justicia quel mismo posee, ni la justiciasobrenatural que nos comunica cuandonos la asimilamos por nuestracooperacin. La justificacin hacedesaparecer el pecado, pero deja a lamoralidad natural su papel, su lugar y suvirtud.

    Para Lutero, en cambio, lajustificacin deja subsistir el pecado yno da ningn lugar a la moralidadnatural. La justicia propia del hombre esradicalmente incompatible con lajusticia sobrenatural de Dios. En vano lateologa tradicional distingue el pecado

  • actual del pecado original. El pecado esnicos es el pecado original, que no esnicamente privacin de luz, sino, comodir Lutero en su Comentario sobre laEpstola a los Romanos (Ficker, II, 143-144), privacin de toda rectitud y detoda eficacia en nuestras facultades,tanto del cuerpo como del alma, tantodel hombre interior como del exterior.En suma, una rebelda positiva contraDios. Un pecado as nada lo hacedesaparecer, ni siquiera la blasfemia nila penitencia; lo vicia todo en nosotros,empezando por nuestras buenas accionesdictadas por el orgullo o por el inters.

  • Adems, cmo sera posible que Dios,amo y soberano de sus decisiones, seviera obligado a tener en cuenta, cuandodecide sobre la suerte de los hombres,este elemento objetivo: la observancia ola no observancia de las prescripcioneslegales? En las relaciones del hombrecon Dios no hay nada jurdico. Todo esamor, un amor activo y regenerador,manifestado a la criatura cada por laMajestad temible. Un amor que lainclina no a perdonar a los hombres suspecados, sino a no imputrselos. Todopecador que, reconocindose como tal,aceptando en su miseria moral y en sumancha el testimonio de una conciencia

  • sin complacencia, siente y atestigua queDios, el nico justo, est plenamente enel derecho de rechazarlo; en lenguajeluterano, todo hombre que recibe el donde la fe (porque la fe para Lutero no esla creencia; es el reconocimiento por elpecador