MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

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MARIO VARGAS LLOSA ,,,, SUENO Y REALIDAD , DE AMERICA LATINA

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MARIO VARGAS LLOSA ,,,,

SUENO Y REALIDAD , DE AMERICA LATINA

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SuEÑo Y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

Discurso de Mario Vargas Llosa al recibir el doctorado Honoris Causa por la

Pontificia Universidad Católica del Perú

PRESENTACIÓN

Luis Guzmán Barrón Rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú

SEMBLANZA

Alonso Cuero

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Sueño y realidad de América Latina

Mario Vargas Llosa

~írnEs~.(r

2a~ FONDO -1 EDITORIAL PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ

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Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Sueño y realidad de América Latina Discurso de Mario Várgas Llosa al recibir el doctorado Honoris Causa por la Pontificia Universidad Ca~tólica del Perú ©Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2009

© Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2009 Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú Teléfono: (51 1) 626-2650 Fax: (51 1) 626-2913 [email protected]. pe www.pucp.edu. pe/ publicaciones

Diseño, diagramación, correccilón de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP

Ilustración de portada: Grabado de Martín de Vos, América (1600)

Primera edición: junio de 2009 Tiraje: 2000 ejemplares

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2009-08151 ISBN: 978-9972-42-895-1 Registro del Proyecto Editorial:: 31501360900391

Impreso en Metrocolor S.A. Av. Los Gorriones 350, Lima 9, Perú

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Grabado de Theodore de Bry (detalle), De cómo los españoles

fueron recibidos por los indios en otro lugar y de las serpientes

que allí comen (1618).

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NOTA PRELIMINAR

El 12 de diciembre de 2009 la Pontificia U ni­

versidad Católica del Perú otorgó el grado de

Doctor Honoris Causa al escritor Mario Vargas

Llosa, en reconocimiento a su copiosa y rele­

vante obra en los campos de la narración, el

teatro, el ensayo y el periodismo.

Esta ceremonia estuvo presidida por el rector

de la Universidad, el ingeniero Luis Guzmán

Barrón y el discurso de orden estuvo a cargo

del escritor y profesor del Departamento de

Humanidades, Alonso Cueto, cuyos discursos

reproducimos en la presente edición.

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DOCTORADO HONORARIO

PARAMAruo VARGAS LLOSA

Lms GuzMÁN BARRÓN

Rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú

Decía Octavio Paz que uno de los hitos más sal­

tantes que marcaban el final del siglo XX era la

progresiva desaparición del gran intelectual, esto

es, de la persona que no solo destacaba en una

determinada disciplina o rama de la cultura, sino

que, con su trabajo, con sus obras, se encargaba

de iluminar y orientar los destinos de la humani­

dad entera. Se trata, sin duda, de una afirmación

comprobable en la realidad, pues hoy en día son

muy pocas las personas que pueden ostentar con

justicia semejante título. Una de esas personas

es, precisamente, el doctor Mario Vargas Llosa,

a quien nuestra Universidad se honra en recibir

en sus claustros para incorporarlo como doctor

honoris causa.

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SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

Nuestro homenajeado constituye, en efecto,

un actor y un testigo excepcional de la vida

intelectual de nuestro tiempo. Me gustaría, sin

embargo, resaltar ciertos aspectos de esa bri­

llante trayectoria que resultan especialmente

significativos a la luz de la ceremonia que nos

reúne.

En el terreno de la ficción, el doctor Mario

Vargas Llosa nos ha ofrecido un conjunto indis­

pensable de creaciones que, además de contener

historias cautivantes y originales, son verdade­

ros frescos de nuestras sociedades, imágenes

que retratan los conflictos que se originan en

torno a un elemento singular de la experiencia

humana: el poder. El contacto con su obra nos

lleva, efectivamente, a tener una idea vívida de

lo que fue el Perú convulso de los años cin­

cuenta durante la dictadura odriísta; el Brasil

escindido de finales del XIX, cuando se produjo

la revuelta milenarista de Canudos; o la caótica

República Dominicana de los años de Trujillo,

período en que esa nación fue terriblemente

degradada por los abusos de una autoridad tota­

litaria. A esos vastos retratos colectivos -que

en conjunto van configurando una imagen total

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Lms GuzMÁN BARRÓN

de nuestro continente- habría que agregar

aquellas minuciosas, inolvidables exploraciones

en los meandros de la sensibilidad individual,

como el amor y la soledad en Travesuras de la

niña mala; la sensualidad y el deseo en Elogio de

la madrastra y Los cuadernos de don Rigoberto; y

la irrefrenable vocación por contar historias en

El hablador y La tía Julia y el escribidor, solo por

mencionar algunas de ellas.

No conforme con brindarnos extraordinarias

fabulaciones -en las que el hombre, como

hemos afirmado, es auscultado tanto en su

fuero externo como interno-, nuestro gran

escritor nos ha regalado una serie de agudas

reflexiones en torno a la ficción y a su particular

naturaleza. Así, nos ha hecho ver que aquella

nace de una necesidad íntima, profunda, de los

seres humanos, pues nos permite experimentar,

aunque sea de manera vicaria, las vidas que no

tenemos y que hubiésemos querido tener; que

la literatura no solo nos habla de los individuos,

sino también de la intimidad de las naciones, de

aquello que somos y de lo que deseamos ser en

tanto seres colectivos; que los libros nos recuer­

dan que existe el otro, aquel que está a nuestro

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lado y en cuyo rostro y mirada podemos reco­

nocernos; que la lectura integra la totalidad de

nuestras facultades y que, al hacerlo, nos hace

tomar consciencia de que somos un repertorio

inagotable de posibilidades; que, en fin, la fic­

ción, el sortilegio de las palabras, no puede ni

debe desaparecer, porque ella responde a una

exigencia perentoria y ancestral: la de nombrar

al mundo, la de darle voz al ser humano, la

de crear nuevos modos de entender a nuestro

entorno y también a nosotros mismos.

Otro aspecto importante dentro del vasto

recorrido intelectual realizado por nuestro

homenajeado es su ejercicio permanente, vigo­

roso, de la ciudadanía .. Ejercer la ciudadanía

no significa, como sabemos, limitarse al simple

acto de sufragar. Ella es una condición que se

realiza cotidianamente en la crítica de los acon­

tecimientos sociales, en el debate sobre lo que

le conviene a nuestra nación y, sobre todo, en

la práctica de una conciencia alerta. Todo ello

lo sabe muy bien el doctor Vargas Llosa y por

eso cada una de sus intervenciones públicas,

cada uno de sus artículos y pronunciamien­

tos, han servido para hacernos reaccionar ante

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los sucesos que amenazan con degradar nues­

tra vida en común, para llamarnos a practicar

la higiene de nuestros actos públicos, para, en

suma, recordarnos que como ciudadanos debe­

mos demandar el cumplimiento puntilloso de

las normas que pautan una vida civilizada. Y al

hacer esto, no lo ha hecho por afán protagónico

o por la asunción de menudas banderías, sino

porque entiende que el ejercicio ciudadano,

cuando es asumido rectamente, esto es, en su

sentido más noble, constituye en sí mismo una

expansión de nuestra sensibilidad moral, de

nuestra irrenunciable conciencia ética.

De los valores que hemos venido mencionando,

y que nuestro escritor ha sabido cultivar col}

valiosos y renovados frutos, quizá el que más

se asocie a su persona sea el de la libertad. Él

ha hecho, en efecto, de la libertad no solo una

bandera que defiende incansablemente, sino el

espacio primordial para sus trabajos. Esa liber­

tad se encuentra, desde un inicio, en la osadía

de sus construcciones narrativas que, al tiempo

que albergan un impulso por la exploración

formal, están cargadas de vida y de belleza. La

libertad se halla presente, también, en su labor

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ensayística, que es, como sabemos, el vehículo

que ha elegido para hacer oír su voz en medio

de los acontecimientos contemporáneos. El

consumado creador de ficciones y el polémico

ensayista son, pues, dos dimensiones de una

misma persona: la del hombre autónomo que,

por encima de todo, desde su intransigente

libertad, nos señala en todo momento que la

rebeldía ante los poderes establecidos y las ideas

recibidas son ingredientes indispensables para

aspirar a una vida plena.

Esta enseñanza es particularmente valiosa en

nuestro aquí y ahora. Durante siglos hemos

intuido que la libertad es el caldo de cultivo

para nuestro desarrollo personal, pero, a dife­

rencia de lo que se creía en otras épocas, solo

hoy tenemos claro que resulta materialmente

imposible alcanzar la justicia, la paz y el bien­

estar de nuestros pueblos por vías autocráticas.

Sin sociedades libres, sin ese margen de inde­

pendencia que nos permite modelar de manera

responsable y creativa nuestro destino en

común, no hay posibilidad de que las grandes

oportunidades que nos ofrece el mundo actual,

las promesas que se hallan en el corazón de la

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Lurs GuzMÁN BARRÓN

vida civilizada y democrática, se traduzcan en

realidades concretas y perdurables.

Un último punto que quisiéramos subrayar

dentro de la ejemplar trayectoria de nuestro

homenajeado es la forma en cómo este se acerca

al conocimiento. Para nosotros, los universi­

tarios, el asombro es la semilla del saber, pues

sentimos asombro ante los enigmas de la natu­

raleza y ante los complejos avatares que van

dibujando nuestro panorama social. Escuchar

a esa perplejidad nos lleva a conversar con el

mundo, a estar presentes en él como protago­

nistas y no como simples espectadores. La tarea

universitaria significa, en buena cuenta, abrir­

nos al universo que nos rodea y, sobre todo,

a las carencias y padecimientos de nuestros

semejantes. De la misma forma, en el doctor

Vargas Llosa, cada nueva aventura intelectual,

cada labor de investigación que él emprende,

surge de una profunda curiosidad; pero no de

esa curiosidad ciega que se autosatisface en su

solo poder escudriñador, sino de aquella que

procura transformar la realidad, hacerla más

plena y justa. La suya es, por tanto, una mente

ávida de conocimiento que, en su búsqueda, no

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evade, sino que más bien se nutre de los ineludi­

bles compromisos que nos vinculan a nuestros

semejantes.

Como vemos, hablar de los variados terrenos en

los que destaca nuestro homenajeado supone

hablar de una exploración integral de la existencia

humana, de la práctica y la promoción cons­

tantes de la ciudadanía, del ejercicio irrestricto

de la libertad, del cultivo de un conocimiento

responsable y hondamente comprometido con

nuestra sociedad. Es claro, pues, que estamos

ante un gran intelectual que no solo participa

intensamente de su tiempo y de su entorno, sino

que, a través de su obra y en su diario quehacer,

encarna los más altos valores de la Universidad,

aquellos que distinguen y sustentan al auténtico

espíritu universitario.

Doctor Mario Vargas Llosa:

Por lo expresado, y porque guardamos con sus

preocupaciones una afinidad no solo intelectual

sino de principios, consdtuye para la Pontificia

Universidad Católica del Perú un gran honor

y una verdadera satisfacción poder manifestarle

nuestra admiración y nuestro reconocimiento

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Lurs GuzMÁN BARRÓN

incorporándolo como miembro del cuerpo aca­

démico de nuestro claustro. Reciba, pues, esta

medalla y este diploma que lo acreditan como

doctor honorario de nuestra Casa y, por tanto,

como uno de los más distinguidos miembros de

nuestra comunidad.

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Grabado de Theodore de Bry (detalle), De cómo los españoles fueron recibidos por los indios en otro lugar y de las serpientes que allí comen (1618).

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SUEÑO y REALIDAD

DE AMÉRICA LATINA

MARIO VARGAS LLOSA

A mediados del siglo XVII, el licenciado Anto­

nio León Pinelo, vallisoletano que había pasado

su juventud en Lima, donde estudió con los

jesuitas, y que más tarde en España fue Con­

sejero Real de Castilla y Cronista Mayor_ de

Indias, escribió un libro, El paraíso en el Nuevo

Mundo, en el que demostraba, en dos volúmenes

trufados de citas bíblicas, históricas, mitológi­

cas y lingüísticas, que aquel territorio donde

comenzó el acontecer humano se encontraba

en la Amazonía peruana, en las inmediaciones

de lo que es ahora !quitos. El historiador Raúl

Porras Barrenechea rescató el voluminoso info­

lio que dormía en la Biblioteca Real de Madrid,

y lo publicó en 1943, con un jugoso estudio

en el que pasa revista a la predilección de los

cronistas e historiadores de Indias por ver en el

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SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

dominio descubierto por Colón una tierra de

maravillas, en la que se materializaban los rei­

nos y ciudades de la mitología greco-romana y

medieval y los personajes más extravagantes.

La tendencia europea a proyectar en América los

sueños de la ficción, la religión y la mitología,

nace con el descubrimiento de un continente en

el que Cristóbal Colón s~;:: empeñó en ver, no lo

que tenía frente a sus ojos y bajo sus pies, sino

a la India y a la China, al Asia de la seda y las

especias que traía en el deseo y la imaginación.

El Almirante, por lo demás, dejó sentado en su

diario del primer viaje que en la tierra recién

descubierta por él «había hombres de un ojo y

otros con hocicos de perros que comían a los

hombres, y que en tomando uno lo degollaban

y le bebían la sangre y le cortaban su natura»1•

Esta inclinación a idealiizar a América proyec­

tando en sus selvas, cordilleras, altiplanos y

mares, las fábulas y las leyendas más antiguas

y lugares y gentes de la ficción, no era privativa

de la gente culta. La compartía el europeo más

1 Véase, La conquista de América. Antología del pensamiento

de Indias. Edición de Ricardo Céspedes Piqueras. Barcelona, Ediciones Península, 2002. p. 37.

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MAruo VARGAS LLOSA

humilde, esos campesinos y gentes del común

que en Portugal y España se enrolaban como

soldados y marineros y venían hasta estas orillas

imantados por la perspectiva de riquezas fabu­

losas y aventuras extraordinarias en esas tierras

donde, según las habladurías de la calle y los

tratados más respetados, lo que en Europa era

irreal se tornaba realidad cotidiana y los imposi­

bles del Viejo Continente se volvían posibles.

Irving A. Leonard dejó un sugestivo testimonio

de esta sistemática irrealización de la América

española y portuguesa en su investigación sobre

Los libros del conquistador2. En esas páginas se

advierte cómo la conquista y colonización del

nuevo mundo fue también una empresa imagi­

naria, atizada por la literatura, una aventura en la

que, a la vez que la codicia y el espíritu de evange­

lización, guiaba a conquistadores y exploradores

la voluntad de encontrar en el suelo americano

aquellas ciudades y lugares fabulosos con que las

novelas de caballería y las historias de la narra­

tiva popular les habían alborotado la cabeza.

2 Irving A. Leonard, Los libros del conquistador. Fondo de Cultura Económica, 1979. La primera edición, en inglés, se publicó en 1949.

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La ilusión de encontrar en América la realidad

literaria y mitológica europea empuja a mon­

tar expediciones imposibles y a repetir una y

otra vez las «entradas» en las selvas, a bajar a las

gargantas o trepar los riscos de la cordillera y a

cruzar los páramos en busca de espejismos que

se desvanecen ante esos cazadores de hechizos

cuando creen estar a punto de alcanzarlos.

Según lrving, el mito que más perturbaba al

conquistador era la leyenda de las amazonas,

«las mujeres guerreras», al extremo de que en los

contratos de financiación de las expediciones de

conquista se incluían cláusulas «requiriendo

la búsqueda de estas mujeres mitológicas»3•

Muchos cronistas, desde los diarios de Colón,

pasando por Pedro Martín de Anglería, Oviedo,

Herrera y, por cierto, fray Gaspar de Carvajal,

que acompañó a Orellana en su aventura ama­

zónica, aseguran haber visto a las mitológicas

mujeres que se cortaban un pecho para poder

tirar mejor el arco, raptaban hombres para

hacerse embarazar y luego los despachaban con

3 Irving A. Leonard, Los libros del conquistador. Fondo de Cultura Económica, 1979. p. 51. Cito siempre por esta edición.

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los varones que parían, reteniendo solo a las

hembras para perpetuar el carácter femenino

de la tribu. Fray Gaspar de Carvajal afirma que

Orellana no solo «vio» a las amazonas, sino que

fue atacado en persona por quienes darían su

nombre al gran río de las selvas sudamericanas.

El mito de las amazonas es mencionado por

Cortés en una de sus cartas a Carlos V, dán­

dole cuenta de los rumores de la existencia de

tribus femeninas guerreras en la Nueva España.

Según Irving, la leyenda de las amazonas se

había popularizado en la península gracias a

una novela de la serie de los Amadises, las Sergas

de Esplandián, en la que Calafia, la reina de las

amazonas, vive en una isla llamada California.

Como la tierra de este nombre, muchas ciuda­

des y lugares de América serían bautizados con

los apelativos de palacios y sitios tomados de la

literatura caballeresca y de la mitología clásica.

Bernal Díaz d~l Castillo, en su Verdadera histo­

ria de la Conquista de la Nueva España, dice que

la primera impresión que produjo a Cortés y a

sus compañeros la visión de la capital azteca fue

«que parecía a las cosas de encantamiento que

cuentan en el libro de Amadis».

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Un hermano de Santa Teresa, Agustín de Ahu­

mada, desde Quito, el 25 de octubre de 1582,

pide ayuda al virrey del Perú para organizar una

expedición en busca de El Dorado, cuya pista

dfce haber encontrado. El Dorado, ciudad de

vertiginosas riquezas, es otro de los designios de

las primeras oleadas de europeos que llegan a

América e incita expediciones que, a menudo,

terminan tan trágicamente como la del enlo­

quecido Lope de Aguirre.

Otros fuegos fatuos que encandilan a los con­

quistadores son la Fuente de Juvencia (de la

eterna juventud) y las Siete Ciudades de Cíbola.

El primer virrey de México, Antonio de Men­

doza, recibió un informe de fray Marcos de

Niza, recogido por este entre «los indios pue­

bla», sobre la existencia de las siete ciudades

legendarias y organizó la expedición de Váz­

q uez de Coronado que, dice Leonard, durante

dos años buscó en vano «las fa.qiosas ciudades

empedradas de esmeraldas» (p. 103). No las

encontró, pero, en cambio, descubrió el gran

cañón del Colorado.

El descubrimiento de América se lleva a cabo

bajo el imperio del mito y la ficción. Esto trazará

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poco menos que un destino paraAméricaLatina:

ser entendida por los europeos a menudo con

los mismos ojos fantasiosos con que la vieron los

primeros españoles que pisaron su suelo. Desde

entonces, Europa con frecuencia transferirá a

América las utopías y frustraciones artísticas e

ideológicas (también religiosas) nacidas en su

seno y condenadas, allá, a vivir en los reinos de

la ilusión. Recordemos que al final de Los mise­

rables de Víctor Hugo, el malo de la historia,

el tabernero Thénardier, parte a la América del

Sur du coté de Panamá, exótico lugar donde los

naturales tienden a vivir apelotonados en larguí­

simas viviendas y que aún hoy, en Francia, ha

quedado la costumbre del siglo XVIII de excla­

mar c'est n 'est pas le Pérou! (¡Esto no es el Perú!)

para decir que algo no es tan opulento como las

riquezas milyunanochescas de ese continente.

Esta contribución de América a la cultura de

Occidente -servir de receptáculo a sus utopías,

desagraviando a los europeos de las limitaciones

que imponía a sus sueños la realidad real- no

se suele casi mencionar entre los aportes ameri­

canos a la vida, costumbres, ideas y creencias de

la civilización occidental. Se reconocen muchos

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SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

de ellos, desde los más terrenales, el maíz, la

papa, el chocolate y los múltiples alimentos

sin los cuales hubiera sufrido una considera­

ble merma la dieta de países como Francia,

Alemania, Irlanda, Suiza, Bélgica, Austria, y

medicinales, por ejemplo el árbol de la quina,

cuyo producto farmacéutico, la quinina, con­

tuvo drásticamente los estragos de la malaria,

hasta un hecho cultural y geopolítico neurál­

gico: la idea de una historia realmente universal.

La articulación de América al resto del mundo

inaugura un irreversible proceso de intercam­

bios -violentos y pacíficos- que integraría lo

que hasta entonces habían sido historias parti­

culares, en un proceso mundial, en el que las

historias regionales no son más que las piezas

de un crucigrama en movimiento, deshacién­

dose y rehaciéndose de manera perpetua. De la

llegada de las tres carabelas a la isla de Guana­

haní hasta la globalización de nuestros días hay

un lazo de unión que nunca se rompió, que

fue fortaleciéndose, sobre todo para su bien,

pero, a veces, también para su mal, hasta inte­

grar a todos los pueblos del mundo en una sola

protoplasmática historia.

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MARIO VARGAS LLOSA

Las lenguas, conocimientos, usos, costumbres y

cocinas europeas, las formas artísticas y las ideas

de la humanidad se enriquecieron con la incor­

poración de América al resto del mundo a partir

de 1492. Pero conviene también destacar este

servicio paralelo que ha venido prestando Amé­

rica desde hace cinco siglos a la imaginación y

frustraciones de europeos (a los que, en la época

contemporánea, habría que añadir a muchos

estadounidenses): materializar sus fantasías reli­

giosas e ideológicas, encarnando los paraísos

que anhelan o los infiernos que los espantan.

El Edén bíblico que el Licenciado Antonio León

Pinelo situó en la Amazonía era religioso y pasa­

dista. El que vio en América Latina en los años

sesenta un joven normalien francés, discípulo

del filósofo marxista Louis Althusser, era revo­

lucionario, comunista y pertenecía a un futuro,

que, según él, había comenzado a gestarse con

la Revolución cubana. Como ha corrido tanta

agua desde entonces, ya muchos han olvidado

la repercusión que tuvo en el mundo entero el

pequeño libro de Régis Debray, ¿Revolución en

la revolución?, publicado en 1967, con la ben­

dición de Fidel Castro, lanzado en un tiraje

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SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

masivo por la Casa de las Américas de la Habana

y que fue el catecismo para los jóvenes que en

distintos lugares del mundo trataron durante

los sesenta y setenta de reproducir la gesta revo­

lucionaria cubana.

A algunos hará sonreír que compare el librito

de Debray con el mamotreto de León Pinelo.

La comparación no es arbitraria. Ambos, uno

en el ámbito religioso y otro en el político e

ideológico, desplazan hacia América Latina

una utopía occidental y allí la encarnan. Para

Debray la Revolución cubana ha sacado a la luz

una verdad extraviada en el dédalo de errores,

concesiones, compromi[sos, desfallecimientos,

prejuicios y traiciones que habían impedido

el progreso de la marcha revolucionaria en la

escena mundial: qué es y cómo se hace una

revolución. Fidel, el Che y sus compañeros

no solo han recordado con su ejemplo que el

primer deber de un revolucionario es «hacer la

revolución», algo que los comunistas aburgue­

sados o sutilmente recuperados por el sistema,

tendían a olvidar, sino, también, el método

correcto de ejecutar aquel ideal y convertirlo

en historia viva. El libro pasa revista a todas las

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concepciones equivocadas que han frustrado los

intentos revolucionarios, el «economicismo» de

los militantes que, como en la Bolivia del MNR

(Movimiento Nacionalista Revolucionario) de

Paz Estenssoro y de Lechín, cifraban la lucha

sobre todo en el ámbito sindical, y el espon­

taneísmo y las tácticas del «doble poder» y la

huelga general de los trotskistas, que se han

soldado siempre por otras tantas derrotas popu­

lares ante los ejércitos burgueses. También, la

función corruptora y aburguesante de las ciu­

dades para los revolucionarios, comparada con

el ambiente purificador del campo y la supe­

rioridad de la acción armada sobre el trabajo

exclusivamente político.

La verdad revolucionaria la fueron descu­

briendo, por instinto, transparencia y espíritu

pragmático, Fidel y los suyos, desde el asalto al

Moneada y en los dos años en la Sierra Maes­

tra. La teoría del «foco» guerrillero, vanguardia

militar siempre móvil, que golpea y desapa­

rece y que con sus operaciones de «propaganda

armada» va corroyendo al enemigo y educando

políticamente e incorporando a la lucha a cam­

pesinos y obreros, permite que lo que en un

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principio parecía una quimera -el triunfo de

un pequeño número de combatientes mal arma­

dos sobre un ejército poderoso, equipado hasta

los dientes y apoyado por Estados Unidos- se

concrete. Esta realidad ya es un hecho, existe

como prueba histórica de la justeza del modelo

teórico, representada por Cuba, donde, por fin,

se va consumando «aquel asalto al cielo» que,

según Marx, intentaron los parisinos durante

los días de la Comuna. Leyendo el ensayo de

Debray se tiene la impresión de que, a partir de

la Revolución cubana, la historia se ha escin­

dido en un antes y un después, y que a partir de

ella el avance del comunismo será sistemático e

irreversible en el mundo entero.

Difícilmente el mito de Cuba, la primera socie­

dad en la que la libertad y el socialismo se

confundían como las dos caras de la medalla,

hubiera proliferado sin la leyenda utópica, tan

reñida con la verdad histórica de lo que ocu­

rría en la isla, que tejieron en torno a ella tantos

europeos que, a la manera de Régis Debray,

se empeñaron, de acuerdo a la tradición que

arranca de los conquistadores y colonizadores,

en ver en ella el paraíso. Debray no estuvo solo.

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MARIO VARGAS LLOSA

Sartre, recordemos, después de una visita de

pocos días a Cuba, escribió Un huracán sobre

el azúcar, donde describía una isla que era «una

democracia en acción». Es verdad que, medio

siglo después, aquella revolución ha perdido su

relumbrón ante muchos europeos, incluido el

propio Régis Debray, pero todavía hay quie­

nes en el viejo continente se resisten a ver la

realidad tal como es, y, a la manera de Ignacio

Ramonet, director de Le Monde Diplomatique y

chantre áulico de Fidel Castro -y del coman­

dante Hugo Chávez-, siguen promoviendo

como ejemplar a una dictadura, la más larga

que haya conocido América Latina, que pro­

bablemente ninguno de ellos aceptaría en su

propio país. Recordemos, por lo demás, que el

propio Debray fue uno de los más entusiastas

promotores del subcomandante Marcos y sus

zapatistas cuando el enmascarado apareció en

las selvas de Yucatán, a quien entronizó como el

nuevo redentor social de América Latina y-así

lo dijo- como el mejor prosista de la lengua

castellana. ¿Habría sido igual su entusiasmo si

el subcomandante Marcos hubiera intentado

llevar a cabo su revolución no en Yucatán sino

en Bretaña o Auvernia?

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Page 32: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

Sobre esta paradoja polemicé hace algunos años

con Günther Grass, autor de la excelente novela

El tambor de hojalata, pero menos lúcido en

sus recetas políticas para América Latina. ¿Por

qué alguien como él, que, en Alemania, hacía

campaña por la socialdemocracia y criticaba a

los comunistas, pedía que los latinoamericanos

siguiéramos el «ejemplo de Cuba»? ¿Por qué lo

que es malo para los europeos es bueno para los

latinoamericanos? Por una razón muy simple:

porque para Günther Grass, Ignacio Ramonet

y aquel Régis Debray de ¿Revolución en la revo­

lución?, como para don Antonio León Pinelo

en el siglo XVII, América Latina es una realidad

ficticia en la que vuelcan sus utopías fallidas y

con la que se resarcen de sus decepciones.

Afortunadamente, no todos los europeos o nor­

teamericanos que se han interesado en América

Latina la irrealizan para que encaje mejor con

sus ensueños políticos. Es larga la lista de cientí­

ficos, arqueólogos, antropólogos, historiadores,

sociólogos y politólogos, para no mencionar a

los numerosos artistas, poetas y escritores de

Europa y Estados Unidos que han estudiado

con objetividad la realidad latinoamericana,

36

Page 33: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

MARIO VARGAS LLOSA

contribuyendo de manera decisiva a revelarla

tal como es, o que, inspirados en ella, han pro­

ducido creaciones literarias tan hermosas como

el N ostromo de Conrad o Under the Volcano de

Malcolm Lowry. Pero, curiosamente, quienes

más han influido en la imagen cultural, política

y mitificada de América Latina, en el extranjero

y en el propio continente americano, han sido

aquellos que la idealizaron, embelleciéndola o

afeándola en función de lo que F reud llamó el

fenómeno de la transferencia.

Sería un error creer que la mitificación religiosa

o ideológica de América ha tenido siempre un

cariz revolucionario. Entre las varias tentativas

de europeos libertarios que vinieron a América

Latina a fines del siglo XIX y comienzos del XX

a construir sus pequeños paraísos figuran inten­

tos de fanáticos reaccionarios y racistas. Entre

ellos, el que encabezaron Elizabeth Nietzsche,

hermana del filósofo, y su marido Bernhard

Fürster, antisemitas que con cuarenta familias

alemanas viajaron a Paraguay a fundar la colo­

nia de «Nueva Germania», en San Bernardino,

donde esperaban renovar la vitalidad del pueblo

alemán empobrecida por las mezclas, creando

37

Page 34: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

una sociedad de arios puros. La siniestra aven­

tura terminó en desastre. Todavía peor fue la

tragedia de J onestown: una secta evangelista de

Indiana compuesta por centenares de seguido­

res y encabezada por el reverendo Jim J ones, se

trasladó a fines del siglo XX a las selvas de la

Guyana para fundar el Paraíso. Lo que cons­

truyeron fue un infierno de trabajo esclavo y

tropelías sin fin hasta el holocausto de toda la

comunidad en que más de 900 miembros de

la secta perecieron envenenados o asesinados.

Confundir la realidad con la ficción siempre ha

tenido consecuencias trágicas para la humanidad.

Encarnar la ficción para d «otro» ha producido

una curiosa secuela: muchos latinoamericanos

han adoptado esas imágenes retocadas de sí

mismos por la fantasía o la enajenación religiosa

o ideológica occidental y, en vez de encarar su

propia realidad, la han recreado de acuerdo a

aquellos modelos y mitos importados. El resul­

tado ha sido beneficioso para las letras y las artes

latinoamericanas, a las que esta ficcionalización

de la vida y la historia ha servido de aliciente,

disparando el vuelo creativo de poetas, escri­

tores y artistas en obras que rompieron los

38

Page 35: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

MARIO VARGAS LLOSA

condicionamientos provincianos. Desde el Inca

Garcilaso de la Vega y Sor Juana Inés de la Cruz

hasta los poemas de Vallejo, Neruda, Octavio

Paz, nuestra literatura ha edificado una Amé­

rica Latina de ficción a la altura del paradigma

que vieron en ella los primeros europeos que

desembarcaron aquí. En el campo político, en

cambio, en el que conviene discernir con clari­

dad lo que separa a la realidad de la ficción, esta

tendencia ha resultado catastrófica.

Quisiera examinar a este respecto un texto tan

hermoso como falaz de uno de los más grandes

novelistas de nuestra lengua, el cubano Alejo

Carpentier. Me refiero al prólogo que escribió

para su primera obra maestra, la ceñida, astuta y

perfecta transfiguración narrativa de los primeros

tiempos de la independencia de Haití y la vida y

milagros del gobierno haitiano de Henri Christo­

phe, El reino de este mundo (1949). En este breve

texto Carpentier describe cómo, en un viaje que

hizo en 1943 a Haití, paseando por las ruinas de

Sans-Souci, la Ciudadela la Ferriere y la Ciudad

del Cabo (el antiguo Cap-Francrais) descubrió

que ese «real maravilloso» que con tanto tesón

se empeñaban en fabricar en Europa poetas y

39

Page 36: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

pintores, sobre todo surrealistas, era en Haití,

y en toda nuestra América, realidad cotidiana,

historia vivida. «A cada paso -dice- hallaba lo

real maravilloso». Allí, lo real maravilloso no era

«artimaña literaria» ni «trucos de prestidigita­

ción» con los que los europeos hacía treinta años

trataban de «suscitar lo maravilloso». La maravi­

lla y el milagro eran «el patrimonio de América

entera», una tierra donde el mito no se había

congelado en las bibliotecas sino palpitaba, en

sus plazas y aldeas, en sus danzas y en su música

impregnadas de magia, y, sobre todo en sus seres

humanos y en su aconteo~r social. El bello texto

termina con esta exclamación: «¿Pero qué es la

historia de América toda sino una crónica de lo

real maravilloso?».

Esa América Latina real maravillosa es, en efecto,

la que muestran muchas obras de nuestra mejor

literatura, como las novelas y los cue'ntos de Juan

Rulfo y de García Márquez, de Jorge Luis Borges,

de Julio Cortázarydel propioAlejo_Carpentier, y

la de pintores no menos notables como Wilfredo

Lam, Rufino Tamayo, Matta, Frida Kahlo, Cue­

vas, Szyszlo, Fernando Botero y la que merodea,

dejando un aura de desalada fantasía, por buena

40

Page 37: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

MARIO VARGAS LLOSA

parte de las artes populares, el folklore, la arte­

sanía y la poesía latinoamericana y desde luego

la música. Pero, ni qué decir tiene que semejante

lectura de nuestra realidad pierde toda su fuerza

persuasiva cuando se desprende de la ficción y se

coteja con la realidad histórica, social, económica

y cultural del continente a la que, al igual que

en Europa y en cualquier otra parte del mundo,

solo se la puede entender de veras, no con metá­

foras poéticas sino con la observación racional

y el análisis objetivo y científico. Observada de

ese modo, sin los anteojos deformantes de la

mitología, América Latina no es ni el paraíso ni

el infierno, aunque para millones de sus pobres

y marginados esté más cerca de lo segundo que

de lo primero. Es, pura y simplemente, un con­

tinente que todavía no acaba de superar los

obstáculos básicos que impiden el desarrollo o lo

deforman y que, a diferencia de lo que ocurre

ya por suerte en toda Norteamérica, en casi toda

Europa y buena parte del Asia y Oceanía, no

acaba todavía de asumirse como lo que es, prefi­

riendo, a la manera de quienes todavía quisieran

encontrar en ella las Siete Ciudades de Cíbola, la

Fuente de Juvencia y el Paraíso, las visiones de lo

real maravilloso a la escueta realidad.

41

Page 38: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

Tratemos de acercarnos, haciendo un esfuerzo

de racionalidad -y a sabiendas de que es

difícil, pues todos los latinoamericanos, que­

rámoslo o no, estamos infectados de mitología

y utopismo- a la realidad que yace debajo de

la fosforescencia de imágenes con que la ideo­

logía, la religión y la literatura han revestido a

América Latina.

Comencemos por una pregunta muy simple.

¿Qué significa ser latinoamericano? Ante todo,

sentirse, por encima de sus fronteras nacionales,

parte activa de una comunidad transnacional.

Tener conciencia de que las demarcaciones

territoriales que dividen a nuestros países son

artificiales, impuestas de manera arbitraria en

los años coloniales y que los líderes de la eman­

cipación y los gobiernos republicanos en vez

de reparar, legitimaron y agravaron, aislando a

sociedades en las que el denominador común era

más profundo que las diferencias particulares.

Esta balcanización de América Latina, a dife­

rencia de lo que ocurrió en América del Norte,

donde las trece colonias se unieron y su unión

disparó el despegue de los Estados U nidos, ha

sido uno de los factores conspicuos de nuestro

42

Page 39: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

MAruo VARGAS LLOSA

subdesarrollo, pues estimuló los nacionalismos,

las guerras y conflictos en que los países lati­

noamericanos se han desangrado, malgastando

ingentes recursos que hubieran podido servir

para su modernización. Solo en el campo de la

cultura la integración latinoamericana ha lle­

gado a ser algo real, producto de la experiencia

y la necesidad -todos quienes escriben, com­

ponen, pintan y realizan cualquier otra tarea

creativa descubren que lo que los une es más

importante que lo que los separa de los demás

latinoamericanos-, en tanto que en otros

dominios, la política y la economía sobre todo,

los intentos de unificar acciones gubernativas y

mercados se han visto siempre frenados por los

reflejos nacionalistas.

Las fronteras nacionales no señalan las verdade­

ras diferencias que existen en América Latina.

Ellas se dan en el seno de cada país y de manera

transversal, englobando regiones y grupos de

países. Hay una América Latina occidentali­

zada, que habla en español, portugués e inglés

(en el Caribe y en Centroamérica) y es católica,

protestante, atea o agnóstica, y una América

Latina indígena, que, en países como México,

. 43

Page 40: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia consta de

millones de personas, y conserva instituciones,

prácticas y creencias de raíz prehispánica. Pero

la América indígena no es homogénea, sino

otro archipiélago pues experimenta distintos

niveles de modernización. En ta_pto que algunas

lenguas y tradiciones son patrimonio de vastos

conglomerados, como el quechua y el aymara,

otras, como las culturas amazónicas, sobreviven

en comunidades pequeúas, a veces de apenas un

puñado de familias. Son estas últimas las que

están amenazadas de aniquilación.

El mestizaje, por fortuna, está muy extendido y

va fundiendo a estos dos mundos. En algunos

países, como en México, ha integrado cultural

y racialmente a la mayoría de la sociedad -es

el mejor logro de la Revolución mexicana-.

Esta integración es me~os dinámica en el resto

de los países, pero continúa ocurriendo y, a

la larga, terminará dando a América Latina el perfil de un continente mestizo. Aunque, espe­

remos, sin uniformada y privarla de matices. Lo

indispensable es que, más pronto que tarde, gra­

cias a la democracia -la libertad y la legalidad

conjugadas- todos los latinoamericanos, con

prescindencia de raza, lengua, religión y cultura,

44

Page 41: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

MAruo VARGAS LLOSA

sean iguales ante la ley, disfruten de los mis­

mos derechos y oportunidades y coexistan en la

diversidad sin verse discriminados ni excluidos.

El mestizaje no hay que entenderlo exclusi­

vamente como una alianza de lo indio y lo

español o portugués, aunque, naturalmente,

estos sean los componentes étnicos y culturales

más importantes de la realidad latinoamericana.

Pero es también significativo, y, en países de la

cuenca del Caribe y ciertas regiones del Brasil,

esencial, el aporte africano, que llegó a América

al mismo tiempo que los conquistadores y que

ha dejado en todas las manifestaciones del arte

y la cultura -sobre todo en la música- una

huella sustancial. Asimismo, el Asia está pre­

sente en la vida del continente desde la época

colonial. Cuando comienza a escarbarse en el

pasado latinoamericano sin prejuicios ni partí

pris se descubre que nuestras raíces culturales se

propagan por todos los confines del mundo.

Pese a ello, una de las manías recurrentes de la

cultura latinoamericana ha sido la de definir

su identidad. Se trata de una pretensión inútil,

peligrosa e imposible, pues la identidad es algo

que tienen los individuos, no las colectividades

·45

Page 42: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

una vez que superan los condicionamientos

tribales. Únicamente en las comunidades más

primitivas, donde el individuo solo existe como

una parte de la tribu, tiene razón de ser la idea

de una identidad colectiva. Allí, sí, porque el

individuo aislado no podría sobrevivir en un

mundo del que lo ignora todo y donde se halla

desvalido frente a la fiera, el trueno y la miríada

de misterios y enemigos que lo rodean. Lo que

llamamos civilización es ese largo proceso, que la

gran mayoría de latinoamericanos ya ha vivido,

en que, a medida que prngresa y va dominando

la naturaleza y emancipándose de los incubas

y súcubos de la ignorancia, el prejuicio y la

irracionalidad mágica, y conquistando la racio­

nalidad, el individuo va naciendo, separándose

de la placenta tribal y adquiriendo soberanía,

una personalidad propia, eligiéndose cada vez

con mayor libertad, es decir, distinguiéndose de

los otros, como una criatura soberana. Ser parte

de una comunidad es un dato fundamental en

los destinos individuales, desde luego. Pero, pre­

cisamente, la civilización permite al individuo

serlo al mismo tiempo de muchas maneras a la

vez, de acuerdo a su propia tradición, circunstan­

cia, vocación y libre albedrío: la nación es solo

46

Page 43: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

MARIO VARGAS LLOSA

una de ellas, y, para muchos, menos decisiva que

otras, como la lengua, la religión, la familia, el

grupo étnico, la profesión, la ideología política

o la orientación sexual. U na sociedad moderna

está compuesta de ciudadanos libres, es decir

diferentes entre sí, que pueden manifestar sus

diferencias frente a los otros, sin que ello suprima

la solidaridad del conjunto. Por el contrario, este

espíritu solidario es tanto más profundo cuanto

nace de una libre elección, de una valoración

racional del privilegio que significa ser parte de

una comunidad donde, a diferencia de la tribu,

se puede ser distinto sin ser excluido ni discri­

minado, donde cada cual puede inventarse a sí

mismo creando su propia identidad, mediante

elecciones personales, no impuestas como una

camisa de fuerza por la colectividad. En América

Latina quedan todavía algunas comunidades tri­

bales, sumidas en lo gregario y en esa realidad

mágico-religiosa cara a Carpentier, pero la gran

mayoría de sociedades latinoamericanas dejó ya

atrás ese estadio primitivo y arcaico. Pese a ello,

la mentalidad tribal y la tentación colectivista de

desaparecer al individuo dentro de una colectivi­

dad supuestamente homogénea e idéntica están

lejos de haber sido superadas. Ellas retornan,

. 47

Page 44: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

de manera cíclica, como amenazas constantes a

nuestra modernización y a que América Latina

asuma, con todas sus consecuencias, la cultura

de la libertad.

Al igual que en otras partes del mundo, este

afán por determinar la especificidad histórico­

social o metafísica de un conjunto gregario

ha hecho correr océanos de tinta en América

Latina y generado interminables polémicas. La

más célebre y prolongada de todas enfrentó a

hispanistas, para quienes la verdadera historia

de América Latina comenzó con la llegada de

españoles y portugueses y el engranaje del con­

tinente con el mundo occidental, e indigenistas,

para quienes la genuina realidad de América

está en las civilizaciones prehispánicas y en sus

descendientes, los pueblos indígenas.

Aunque apagada por periodos, esta visión esqui­

zofrénica y racista de América Latina nunca ha

desaparecido del todo. De tiempo en tiempo,

reflota, en el campo político, porque, como

todas las simplificaciones maniqueas, permite

a los demagogos agitar las pasiones colectivas

y dar respuestas superficiales a problemas com­

plejos. Lo hemos visto con la subida al poder,

48

Page 45: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

MARIO VARGAS LLOSA

en Bolivia, del presidente Evo Morales, a quien

la prensa europea y estadounidense buscadora

de mitos se ha apresurado a presentar como el

primer indio que llega a ocupar tan alto sitial

político en el país del Altiplano. Se trata de una

inexactitud flagrante y para verificarlo basta

hojear el admirable ensayo del ensayista e his­

toriador boliviano Alcides Arguedas sobre Los

caudillos bárbaros, una colección considerable

de espadones y tiranuelos, entre los que había

varios indios aymaras y quechuas, que ocupa­

ron -a sangre y fuego- la jefatura del Estado

boliviano. Pero, a diferencia de Evo Morales,

no eran revolucionarios ni utilizaban la retórica

de la guerra de clases y la todavía más peligrosa

de la guerra de razas que, en la actualidad, cierta

progresía irresponsable utiliza con fines de agi­

tación y propaganda. Plantear el problema de

Bolivia, o de cualquier país latinoamericano,

en términos raciales es propiciar la confusión y

falsear la realidad. Es verdad que existen entre

nosotros estúpidos prejuicios que discrimi­

nan al indio, al cholo, al negro, al asiático, y,

viceversa, prejuicios equivalentes en la direc­

ción opuesta, como en casi todos los lugares

del orbe. Estos prejuicios irán languideciendo

49

Page 46: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

con la educación y la cultura cuando se hayan

resuelto los problemas básicos, que son econó­

micos y sociales, que enfrentan a privilegiados

de todas las razas a discriminados y explotados,

también de todas las razas, por la existencia

de un sistema injusto, donde ciertas minorías

influyentes y con poder político monopoli­

zan la creación de la riqueza y mantienen a la

mayoría de la sociedad discriminada. Este no es

un problema racial, sino económico y político,

y en última instancia cultural. América Latina

es a la vez española, portuguesa, india, africana,

asiática y varias realidades más. Cualquier

empeño por fijar una identidad única a Amé­

rica Latina practica una cirugía discriminatoria

que relega a millones de latinoamericanos y a

muchas manifestaciones de su frondosa varie­

dad cultural y étnica.

La riqueza de América Latina está en ser muchas

cosas a la vez, tantas que hacen de ella un micro­

cosmos en el que cohabitan casi todas las razas

y culturas del mundo. A cinco siglos de la lle­

gada de los europeos a sus playas, cordilleras y

selvas, los latinoamericanos de origen español,

portugués, italiano, alemán, africano, chino o

50

Page 47: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

MARIO VARGAS LLOSA

japonés, son tan oriundos del continente como

los que tienen sus ancestros en los antiguos

aztecas, toltecas, mayas, quechuas, aymaras o

caribes. Y la marca que han dejado los africa­

nos en el continente, en el que llevan también

cinco siglos, está presente por doquier: en los

tipos humanos, en el habla, en la música, en la

comida y hasta en ciertas maneras de practicar

la religión. No es exagerado decir que no hay

tradición, cultura, lengua y raza que no haya

aportado algo a ese fosforescente vórtice de mez­

clas y alianzas que se dan en todos los órdenes

de la vida en América Latina. Esta amalgama

es nuestro mejor patrimonio. Ser un continente

que carece de una identidad porque las tiene

todas. Y porque, gracias a sus creadores, se sigue

transformando cada día.

¿Forma parte América Latina de Occidente, cul­

turalmente hablando, o es algo distinto, como

China, la India o el Japón? En mi opinión,

América Latina es una prolongación ultrama­

rina de Occidente, que, desde la colonia, ha

adquirido perfiles propios, los que, sin desga­

jarla del tronco común, le dan una personalidad

diferenciada. Esta es una opinión lejos de ser

51

Page 48: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

compartida por todos los latinoamericanos. A

menudo es rebatida con el argumento de que,

si lo fuera, América Latina sería apenas un epí­

gono, una derivación ancilar de Europa.

Quienes piensan así son, a veces sin advertirlo,

nacionalistas convencidos de que cada pueblo o

nación tiene una configuración anímica y meta­

física única, de la que su cultura es expresión.

No es así. Culturalmente hablando, América

Latina es tantas cosas disímiles que solo frag­

mentándola y excluyendo buena parte de esos

fragmentos que componen su realidad, se podría

determinar un rasgo esp~~cífico válido para todo

el continente. Lo diverso, compatible en su caso

con una unidad subterdnea, resulta en buena

parte de las fuentes occidentales que la nutren.

Por eso, los latinoamericanos se expresan sobre

todo en español, inglés, portugués y francés. Por

eso son católicos, protestantes, ateos o agnósti­

cos. Y los que son ateos o agnósticos los son a

la manera que aprendieron de Occidente, igual

que sus reaccionarios y sus revolucionarios, sus

demócratas y sus liberales, sus artistas tradicio­

nales o vanguardistas, románticos, clásicos o

posmodernos.

52

Page 49: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

MARIO VARGAS LLOSA

Quienes más se han empeñado en alejar a Amé­

rica Latina de Occidente, han sido aquellos

escritores, pensadores o artistas occidentales

que, decepcionados de su propia cultura, salen

en busca de otras que puedan satisfacer mejor

sus apetitos de exotismo, primitivismo, magia,

irracionalidad y de la inócencia del buen salvaje

rousseauniano, y han hecho de América Latina

la meta de sus utopías. Debemos rechazar a

aquellos amantes de cataclismos para los que

América Latina no parece tener otra razón de

ser que servir de escenario a las fantasías román­

ticas que el espacio europeo, con sus aburridas

democracias, ya no tolera en su seno. Y, sobre

todo, dejar de esforzarnos por representar aque­

llas ficciones que inventan para nosotros ciertos

europeos y norteamericanos desencantados de

la mediocre democracia e impacientes por vivir

las emociones fuertes de la aventura revolucio­

naria, que, creen, América Latina todavía puede

ofrecerles. Que la utopía se confine en nuestra

literatura y nuestras artes o en nuestras vidas

privadas, donde es siempre estimulante y pro­

vechosa. La vocación utópica ha impregnado el

arte americano y ha hecho de él un arte ambi­

cioso, audaz, libre y sin orejeras, que ha dejado

53

Page 50: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

una huella en la cultura de nuestro tiempo. Pero

no debe salir de ese ámbito y precipitarse en lo

político y social donde solo la visión realista,

el pragmatismo de lo posible en un marco de

coexistencia, legalidad y libertad, trae progreso

y prosperidad.

Lo que ahora necesitamos es que América

Latina lleve a cabo en el ámbito político y social

las mismas proezas que sus creadores han reali­

zado en el dominio de la literatura, la plástica,

la música y el cine. Para ello se necesita menos

delirio y más sensatez y racionalidad. Renun­

ciar a lo imposible y a los cantos de sirena de

la irrealidad, provechosos y suculentos para los

constructores de ficciones, pero nefastos a quie­

nes quieren abocarse a la dura tarea de derrotar

la ignorancia, el hambre, la explotación y la

pobreza, creando un mundo sin despotismo,

de justicia y libertad, con igualdad de oportu­

nidades para todos, donde la felicidad no solo

se alcance cerrando los ojos a la realidad circun­

dante y refugiándose en el sueño y la ficción,

sino, también, a veces, en la vida de verdad.

54

Page 51: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

MAru:o VARGAS LLOSA,

LA A VENTURA MORAL

ALONSO CuETo

El domingo 15 de abril de 191 7, hace ya casi un

siglo, el padre Jorge Dintilhac leyó el discurso

que declaraba inaugurada la Universidad Cató­

lica del Perú. En las páginas de ese texto, cuando

proponía el ideal cristiano como base de for­

mación, Dintilhac aseguraba que la propuesta

fundamental de la nueva institución era la de

hacer hombres libres. Su símbolo, recordaba,

era la cruz que significaba lo que cualquier joven

estudiante necesitaba tener en cuenta: la idea del

sacrificio como base de cualquier progreso.

Nueve lustros después del primer discurso del

padre Dintilhac, un joven arequipeño de vein­

tiséis años veía publicada su primera novela en

Barcelona. A esa edad, su experiencia de vida ya

era variada y abundante. Antes de los dieciséis

Page 52: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

años había vivido en distintas ciudades en Perú

y Bolivia, y había pasado por varios colegios,

donde había conocido a otros jóvenes venidos

de distintas regiones y de distintos estratos socia­

les. Había vivido cerca de la selva boliviana, en

las costas de Piura, y había conocido a otros

muchachos inmigrantes o hijos de inmigrantes

de la sierra peruana. Él mismo fue conside­

rado un serrano por sus compañeros limeños.

Durante esos años, había escuchado historias de

todos ellos, y les había contado la suya propia.

Luego, había sido alumno de uno de los perua­

nos más finos y cultos, del gran maestro Raúl

Porras Barrenechea, pero también había mirado

de frente a los ojos oscuros, siniestros, del minis­

tro Esparza Zañartu. Gracias a las experiencias de

sus viajes, de sus distintos colegios, y a su curio­

sidad, desde muy joven había logrado conocer

toda la variedad cultural y social, la riqueza y

también lo mejor y lo peor, lo más hermoso y

lo más terrible, lo más sublime y lo más sórdido

del Perú.

Los personajes de esa primera novela, La ciudad

y los perros, eran como él lo había sido, escola­

res en una institución marcada por la violencia,

56

Page 53: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

ALoNso CuETO

la arbitrariedad y los abusos del poder. Sin

embargo, en alguno de los protagonistas de esta

novela anidaban, como estímulos de conducta,

esas nociones de las que el padre Dintilhac había

hablado tantos años antes. El anhelo de liber­

tad y el espíritu de sacrificio, la vocación por la

verdad, la rebeldía contra toda forma de abuso;

en suma, el deseo de ser y de hacerse hombres

libres latía como un instinto en el corazón del

poeta Alberto, el eje de la historia, y acaso en

otros cadetes del colegio militar.

Estos dos instintos, el de la libertad y el del

sacrificio, a los que el padre Dintilhac se refiere

en ese discurso, son cruciales en la formación

de una personalidad. Quizá uno es inseparable

del otro. Podemos especular que es imposible

lograr la libertad sin alguna forma del sacrificio,

y que ningún sacrificio lo es si no se elige libre­

mente. Es quizá lo que sintió el cadete Alberto

Fernández, el Poeta, cuando, ante el poder de la

institución, y el poder del Círculo, regido por el

Jaguar, se propone rebelarse ante esa mini-socie­

dad que es el colegio Leoncio Prado. El Poeta

es el primero de los héroes novelescos de Vargas

Llosa en sentir el fuego de la rebelión contra el

57

Page 54: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

sistema y en afirmar la verdad individual. Es el

primero de nuestros héroes.

Quiero recordar un episodio de la novela que

me parece ejemplar. Es el que pertenece al ter­

cer capítulo de la segunda parte, cuando el poeta

Alberto entra a una cantina desde cuyo teléfono

va a llamar al Sargento Gamboa para decirle

quién mató a su amigo, el Esclavo. Alberto ha

decidido, después de la muerte del Esclavo,

denunciar los abusos del Círculo y enfrentarse a

las autoridades del colegio. En esa conversación,

planteada con una técnica de vasos comunican­

tes, en la que se alternan las voces colectivas que

celebran una despedida de soltero en la chin­

gana, y la voz individual del poeta Alberto que

llama al Sargento Gamboa, se resuelve, creo, la

identidad del héroe del libro. Cuando Alberto

le dice a Gamboa: «A Arana lo mataron» y le

informa acerca de las actividades del Círculo,

está enfrentándose a los dos grandes poderes, el

del Jaguar y el del sistema militar. Pocas veces se

ha descrito con tanta tensión, con tanto talento,

con tanta maestría, el ritual de la verdad, es

decir, la irrupción de la voz del rebelde, la voz

del individuo que se destaca de las demás voces

anónimas y sociales que la ignoran.

58

Page 55: MARIO VARGAS LLOSA SUENO Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

ALoNso CuETo

En ese episodio, ereo, se afirma por primera vez

una de las características de los personajes de

Vargas Llosa: la afirmación de la libertad, la afir­

mación del sacrificio, la afirmación de la verdad.

Quiero recalcar aquí que estas dos ideas fun­

damentales que dan su base a la Universidad

Católica, la idea de la libertad y la idea del sacri­

ficio, son esenciales tanto a la obra como a la

vida de Mario Vargas Llosa. La noción de la vida

como una ruta, un camino, una exploración,

es inseparable de la noción d~ la lucha. U na de

las frases que mejor recuerdo es la del elogio

que Mario Vargas Llosa hace a la vida cuando

la llama movimiento. De algún modo todos los

personajes de Vargas Llosa han estado siempre a

la búsqueda de una verdad final aunque en rea­

lidad lo que cuenta en ellos es la búsqueda y el

camino, no el arribo a ningún puerto definitivo.

Buscar confrontarnos, construir un mundo de

sueños y de utopías privadas, con frecuencia

hecha de sangre" de sí mismos; son las obsesiones

que mueven a estos personajes que sentimos tan

cercanos. Esa verdad es, siempre en sus novelas,

inseparable de la rebelión, la revuelta, la transgre­

sión. La búsqueda y la rebelión, el lado creativo

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SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

y el opositor, son parte de un mismo impulso.

Es el afán de Alberto cuando llama al Sargento

Gamboa y cuando se enfrenta luego al Jaguar

en la celda y cuando intenta que el crimen del

Esclavo no quede impune, aunque pueda írsele

en ello la vida. Es la obsesión también de Zava­

lita cuando, hastiado de ~~se mediodía nebuloso

a través del cual se le aparece el tráfico de Lima

y el deterioro del Perú, encuentra a Ambrosio

en la perrera, y le pregunta por fin si su padre

lo mandó a matar a Queta, y cuando al hacerlo

también le está preguntando qué pasó en esa

malhadada dictadura y quizá también qué fue

de nuestro país en medio de la podredumbre de

ese gobierno. Es también el afán del líder agua­

runa J um, cuando desafía a los comerciantes del

caucho y debe sufrir por ello ser colgado de los

tobillos y ser torturado. Es también el impulso

de Pantaleón, quien busca fundar un mundo

perfecto, una comunidad integrada por las

visitadoras, impermeable al caos y el desorden

del mundo de afuera, y que busca reemplazar

el sistema caótico, las voluntades displicentes,

inciertas del ejército, es decir, de la realidad, por

el de un mundo utópico, que opone a ella la

afirmación de sus sueños. Esa obsesión alimenta

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ALONSO CUETO

también el fuego oscuro que anida en los ojos

del Conseilhero que ocupa la hacienda del barón

de Cañabrava, agrupa en torno a él al León de

Na tuba, al Beatito, a María Cuadrado, a los

marginados del sertao brasilero para hacer la gran

revolución de Canudos, frente a la República, y

a quien sus seguidores ven elevarse a los cielos al

final del libro. Y es, qué duda cabe, también la

pasión que nutre a la gran Flora Tristán, hija del

coronel arequipeño, T ristán Moscoso, sobrina

de Pío, que visita el Perú, conoce a la Mariscala,

admira la libertad de las mujeres limeñas y que

inicia su lucha contra la injusticia y las desigual­

dades en Peregrinaciones de una paria. Y la de

Paul Gauguin, el pintor de los ojos azules, salto­

nes y movedizos, que conoció el Perú de niño,

y quien alguna vez usó el apelativo de «peruano

salvaje» para justificar sus innovaciones pic­

tóricas y que en París y en Tahití revoluciona

con sus mágicas pinturas la forma que desde

entonces tenemos los seres humanos de ver el

cuerpo y de percibir las formas sensuales que

sus cuadros graban en nuestra memoria. Para

Gauguin, como para todos sus compañeros en

el mundo de Vargas Llosa, vivir es un continuo

acto de creación.

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SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

Todos estos transgresores, todos estos rebel­

des, todos estos creadores, son movidos por

el fuego de la verdad, es decir, el espíritu de:

la rebelión a pesar de la evidencia de que no

podrán sobrevivir a sus sueños. Sumándose a

estos personajes, sin duda, mientras carga sus

carteles por las calles de Lima, a la cabeza de

su grupo de cruzados, estaría el profesor Aldo

Brunelli, quien quiere mantener el mundo que

los balcones limeños representan. Y también,

sin duda, aparecería en este desfile de transgre­

sores y soñadores el cuerpo hermoso, seductor,

hechizante, mercurial, de la «niña mala», quien

lucha contra las limitaciones de la realidad gra­

cias a su capacidad de ser muchas mujeres y de

vivir muchas vidas y que entiende, como una

Madame Bovary moderna, que eso solo es posi­

ble en el universo de las ficciones verdaderas. En

la frente sudorosa de Pedro Livio, quien piensa

en Olga, su mujer, en Huáscar Tejeda Pimen­

tel esperando las señales de Antonio Imbert, en

ellos, apostados con los demás conspiradores en

un Oldsmobile negro, mientras llega el Chevro­

let de Trujillo, anida sin duda también ese afán

por la revuelta, la transgresión, la rebelión de la

verdad. Ellos, como los anteriores, son también

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ALoNso CuETO

nuestros héroes precisamente porque son seres

humanos vulnerables, avasallados por el miedo

y el dolor.

Me parece que estos personajes están aquí sen­

tados en esta sala, aplaudiendo con nosotros al

autor que los ha puesto para siempre en nuestras

vidas. Todos ustedes los conocen. Ninguno de

ellos es perfecto, sin duda. Todos están llenos de

defectos y carencias y de ideales. Precisamente

por eso los queremos, los respetamos, los acom­

pañamos, así como ellos nos acompañan. Hay

tantos más. Están también Rigoberto y el niño

Fonchito y su madrastra, y Katy, y Mayta, y el

gran, el portentoso Pedro, el escribidor. Se trata

de una legión de rebeldes. Nos han acompañado

con frecuencia. Nos han hecho ver el mundo

como ellos. Conocemos sus consignas. La de

no aceptar los dictámenes de la realidad. La de

rechazar los abusos del poder. La de buscar lo que

podemos hacer para encontrarnos en la utopía.

Estas son las consignas vitales de los personajes

de Vargas Llosa. ¿No son también las nuestras?

Los grandes libros hacen de nosotros quienes

somos. A veces su influencia no es fácil de ras­

trear. Nos debemos a nuestras lecturas pues son

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SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

ellas quienes nos han formado. Nuestras vidas,

y la vida del Perú, les debe mucho a las novelas

de Mario Vargas Llosa.. Les debemos el haber

defendido en sus páginas nuestra capacidad

por rebelarnos y también nuestra capacidad de

soñar. Les debemos habernos ofrecido sus vidas

como caminos en el dificil arte de convivir con

la injusticia y el poder. Pero les debemos, sobre

todo, creo, su humanidad, es decir, su dolor, su

vulnerabilidad, su determinación y su fe.

El mundo de Vargas Llosa es un mundo de

rebeldes y de soñadores. Ambas, la rebeldía y el

sueño, son las armas que tenemos para afirmar

nuestra individualidad frente a los embates del

mundo. Nuestro amor a la verdad, nos enseña

Vargas Llosa, no debe ser distinto a nuestro

amor a la imaginación y al arte. La vida es, efec­

tivamente, no tanto buscar un punto de llegada

sino una serie infinita de caminos inspirados por

la libertad. El poema de Constantino Kavafis,

que Vargas Llosa cita con frecuencia, afirma que

la vida se sostiene por su propio discurrir, su pro­

pio movimiento. Lo importante no es llegar a

lthaca. Lo importante es el viaje, es decir, que el

viaje nos provea descubrimientos, experiencias,

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ALoNso CuETO

aventuras. Lo que buscamos es que nos encontre­

mos con muchas revelaciones en el camino. Lo

que nos enriquece, lo que nos refuerza, los que

nos hace verdaderamente libres es continuar el

viaje. No hay puntos de llegada, sino andanzas,

búsquedas, exploraciones permanentes. La vida

como un descubrimiento, como una aventura,

lejos de las consignas y las ideologías cerradas y

los manuales, es esencial a la vida de un creador,

de cualquier creador, de cualquier hombre libre,

sea cual sea su profesión.

Los estudiantes que salen de la universidad,

los que empiezan a trabajar, van descubriendo,

como Gauguin, que vivir es un acto de crea­

ción continua. Si alguna enseñanza nos debería

dejar la universidad es esta, la de la permanente

apertura a la creación, a la exploración, a la bús­

queda, es decir, a las enseñanzas del camino.

Esta ha sido la tradición de la Universidad

Católica. Tanto para el poeta Alberto como

para Gauguin, para Flora T ristán como para el

loco de los balcones, esta búsqueda de la verdad

se convierte en una cruzada vital. Al igual que

los caballeros medievales que tanto lo asombra­

ron en sus primeras lecturas, los personajes de

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SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

Vargas Llosa son idealistas, a veces delirantes y

apasionados, que luchan por un mundo en el

que la verdad prevalezca por sobre las aparien­

cias de las instituciones. Ninguna ideología o

religión o manual de reglas anima a estos per­

sonajes. Su rebeldía no es programática, sino

instintiva. Su código no es de cuadernos sino de

pasiones. Su aventura es una aventura moral.

Por eso, si hay alguna lección en sus novelas, es

que la historia no está hecha por unas supuestas

leyes que se repiten o que pueden predecirse,

sino por individuos libres. Nuestro futuro,

social e individual, no es un destino que viene

desde alguna conclusión ideológica: es una con­

secuencia de nuestra libertad. No hay fines,

sino recomienzas en la historia. De acuerdo con

el poema de Kavafis, no hay una, sino muchas

Ithacas.

Este sentido del viaje, del riesgo, de la aventura,

ha sido siempre parte de su vida. Su temprana

opción de participar en los procesos de su

tiempo lo hizo abrazar muy joven la carrera

del periodismo, una actividad que no ha aban­

donado desde entonces. El periodismo fue su

modo de mostrar que le interesaba estar siempre

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ALoNso CuETo

con la gente. Los medios de comunicación son

las plazas del mundo moderno, el lugar donde

se encuentra la gente, como lo era el ágora para

Sócrates. Esta participación, así como su carrera

política, ha sido siempre un riesgo. En ella, Var­

gas Llosa ha ofrecido su compromiso con los

ideales de la libertad, del progreso, así como su

compromiso con la difusión del arte. Institucio­

nes como la nuestra lo han acompañado. No me

parece casual, por eso, que en el último de estos

episodios, en las novelas radializadas que se emi­

ten con el nombre de Mi novela favorita, nuestra

universidad haya sido el principal auspiciador.

En unos años celebraremos el primer siglo de la

Universidad Católica. El próximo año se cum­

ple medio siglo de la aparición de Los jefes, el

primer libro de Mario Vargas Llosa. Los profe­

sores y alumnos de esta institución han asistido

a gran parte de nuestra historia republicana. En

estos años el Perú ha cambiado muchas veces.

Hemos visto construirse y destruirse dictaduras.

Hemos asistido a las grandes dificultades de la

consolidación de nuestra democracia. Hemos

visto entronizarse pillos y a hombres probos

sufrir vergüenzas y acusaciones. Una guerra ha

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SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

marcado nuestra sociedad y ha revelado, en su

crudeza, nuestras enormes brechas sociales y cul­

turales. Como bien han mostrado los informes

de la Comisión de la Verdad y de la matanza

de Uchuraccay, muchos peruanos han perecido

víctimas de la violencia de las balas y también

de la incomprensión, el racismo y las diferencias

que dividen nuestra sociedad. Muchas ideologías

y afirmaciones dogmáticas se han derrumbado.

Algunos valores democráticos han reafirmado

su vigencia entre nosotros. De todo aquello,

¿hemos aprendido una lección?, ¿somos un país

más armónico, más integrado, más conocedor

de sí mismo? No estoy seguro de la respuesta,

pero me parece que, con todos estos golpes y

derrumbes, alguna conclusión hemos sacado.

Creo que somos menos tolerantes a la corrup­

ción y al autoritarismo, dos de las grandes lacras

de nuestra historia. Hemos comprendido por

fin que, sin ellas, hoy s~~ríamos un país mucho

más desarrollado. Pero lo más importante es

que hoy somos capaces de alzar la voz en su con­

tra. En los momentos cruciales de nuestra vida

republicana, la Universidad Católica, en forma

institucional, también ha sabido con frecuencia

dar su opinión y su protesta.

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ALONSO CUETO

En este proceso hacia la rebeldía, hacia el rechazo

de las imposiciones, los dogmas y los abusos de

la autoridad, hacia nuestra madurez cívica, me

parece que a los peruanos nos han acompañado

algunas voces ejemplares. Ninguna ha sido tan

brillante, tan influyente, tan tenaz en ese proceso

como la de Mario Vargas Llosa. Cuestionador

permanente, su voz se ha alzado en episodios

claves como el de la matanza en Uchuraccay,

en el intento de estatización de la banca y en las

satrapías de la dictadura que hasta hace algu­

nos años nos asolaba. Al hacerlo, ha seguido un

camino parecido al de sus personajes, ha sido a

la vez un soñador y u.n rebelde.

La afirmación de la libertad, de la rebeldía, del

sacrificio, la afirmación de la lucha por la verdad

en la obra y en la vida de Mario Vargas Llosa han

jugado un papel fundamental en la vida de nues­

tro país. Peruanos como él nos han hecho ver a

todos que valía la pena luchar por valores como

la justicia social y por la libre expresión desde

una tribuna que exalta los valores de los indi­

viduos y el derecho de cada uno a satisfacer sus

necesidades básicas, su derecho a una vivienda,

a una educación, a un trabajo y a la libertad.

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SUEÑO y REALIDAD DE AMÉRICA LATINA

Por todo ello, la distinción que le otorga la

Universidad es la distinción a un fabulador,

pero también a un luchador. Su afirmación,

su defensa, su compromiso, nos han servido a

muchos para creer en estos valores con los que

el padre Dintilhac fundó la Universidad hace

poco menos de un siglo y que, sin embargo, con­

tinúan tan vigentes como entonces. Ese espíritu

de sacrificio y de libertad siguen intactos en la

Universidad Católica, que tanto ha contribuido

al desarrollo de nuestro país, y que afirma esa

identidad con la distinción que le otorga hoy

a un hombre que nunca renunció, que siguió

peleando en sus libros y en las calles, y que nos

acompaña por este camino permanente, el de

persistir en los ideales, el de estar en esas trin­

cheras, que el padre Dintilhac nos mostró hace

casi un siglo y que, gracias a hombres como

Mario Vargas Llosa, siguen intactas en nuestro I corazon.

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