Número

MANUEL DUBLÁN

201732

Mtro. Alejandro Murat HinojosaGobernador Constitucional del Estado de Oaxaca

Mtra. Ana Isabel Vásquez Colmenares GuzmánSecretaria de las Culturas y Artes de Oaxaca

Lic. Guillermo García ManzanoDirector General de la Casa de la Cultura Oaxaqueña

Lic. María Concepción Villalobos LópezJefa del Departamento de Promoción y Difusión

Lic. Rodrigo Bazán AcevedoJefe del Departamento de Fomento Artístico

Ing. Cindy Korina Arnaud JiménezJefa del Departamento Administrativo

C.P. Rogelio Aguilar AguilarInvestigación y Recopilación

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Un personaje indeleble

MANUEL DUBLÁN

Nacido en la ciudad de Oaxaca en 1830, Manuel Dublán perteneció al grupo de políticos que es-tudiaron en el ICAE de esta entidad, como Benito

Juárez, Porfirio Díaz y Emilio Rabasa, entre otros.Concluidos sus estudios de abogado y ya inmerso en

la política de su estado natal, Dublán contrajo nupcias con Juana Maza, hermana de Margarita, esposa de Juárez, y apoyó la rebelión de 1854 que desterró definitivamente a Antonio López de Santa Anna y llevó a los liberales al po-der. En 1855, junto con Ignacio Mariscal, colaboró con su

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célebre concuño en la redacción de la ley Juárez –consi-derada la primera de las Leyes de Reforma– que suprimía los tribunales especiales.

Durante la Guerra de Reforma se mantuvo leal al bando liberal; sin embargo, tras el arribo de Maximiliano de Habsburgo a México, en el marco de la intervención francesa, se alejó del partido liberal para apoyar al Impe-rio y ejercer de manera privada la abogacía. Luego de la derrota de este régimen, Dublán se reincorporó a la vida política en 1871 como diputado. Al año siguiente, tras la muerte de Juárez, se convirtió en partidario de Porfirio Díaz y apoyó la rebelión de Tuxtepec que en 1876 llevaría al General por primera vez al poder.

A partir del segundo periodo presidencial de Díaz (1884 – 1888), Dublán adquiere un papel protagónico en la política nacional al encargarse de la Secretaría de Ha-cienda, que ocupó del 1 de diciembre de 1884 hasta el 31 de mayo de 1891, cuando lo sorprendió la muerte. En ese cargo logró reestructurar las deudas interna y externa, con lo que sentó las bases económicas para la consolida-ción del Porfiriato. La negociación de ambas deudas fue tan importante para el régimen que incluso se les bautizó como “Conversión Dublán”.

También fue un gran promotor de la modernización bancaria y financiera del sector privado, y con el firme apoyo de don Porfirio, fue un gran impulsor de la inver-sión privada, nacional y extranjera, en sectores estraté-gicos para el desarrollo del país. Entre 1888 y 1889 dio cuenta del superávit fiscal alcanzado, la confianza del ca-pital externo y los logros en las políticas recaudadoras del gobierno.

Su buen desempeño en el ramo hacendario fue clave para garantizar la continuidad de Díaz en el poder, por lo que en 1888 fue ratificado en su cargo y, probablemen-te, ahí se hubiera mantenido muchos años más, pero la muerte se lo impidió. Más tarde, José Yves Limantour ba-saría su labor en el meticuloso trabajo del abogado Ma-nuel Dublán.

Luis A. Salmerón.- Relatos e Historias en México.- Num. 103. Abril 2017.

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Para comprender las vivencias y desempeño de este personaje oaxaqueño, es necesario recordar no sólo el marco histórico, también el socio político que sir-

ve de puente entre dos épocas marcadas por el gobierno de dos ilustres oaxaqueños: Lic. Benito Juárez García y General Porfirio Díaz Mori. La historia de los primeros cin-cuenta años del México independiente a partir de 1821, es la historia de la lucha entre conservadores y liberales. Los conservadores se reagrupaban a la sombra de la iglesia y el ejército que eran las organizaciones con preponderan-cia intacta al término del dominio español.

La religión católica había sido adoptada como oficial y las propiedades de inmuebles de la iglesia se multiplica-ban por todo el territorio nacional. Como durante la Co-lonia, la iglesia seguía siendo poderoso prestamista para campesinos, latifundistas y comerciantes. Los integrantes del clero, no eran juzgados como los demás ciudadanos, pues tenían sus tribunales especiales. Los golpes de Esta-do y derrocamientos de gobiernos provenían de sus inte-grantes y mantenían al país en permanente inseguridad y agitación.

El grupo liberal proponía cambiar ese estado socio económico, aunque estaba formado por integrantes de la clase media que era débil y escasa. A pesar de ser un gru-po heterogéneo, los unía la oposición al clero y al ejército y su objetivo de crear un México “moderno”, tal vez como los Estados Unidos o Inglaterra, en donde prevalecieran elecciones democráticas de los órganos de gobierno, la separación del Estado y la Iglesia, el dominio de las fuer-zas civiles sobre las militares, la autonomía de los estados o provincias respecto del gobierno central; la formación

Carta de vida

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de un campesinado autosuficiente y productivo y la crea-ción de la industria nacional.

Las opiniones de los liberales se dividían en cuanto al procedimiento para llevar sus ideas a la práctica. Un grupo de Jacobinos encabezado por el brillante intelec-tual Melchor Ocampo, proponía seguir el ejemplo de la revolución francesa, promoviendo por medio de medidas legislativas y económicas, la división y repartición de la propiedad de la tierra acumulada en pocas manos, para que surgiera una agricultura productiva con un mercado interno para el fomento de la industria nacional.

Pero otro grupo de liberales no veía con buenos ojos estas propuestas, pues temían que originara una revuelta campesina como la que había encabezado el cura Hidal-go, esta corriente liberal, que era la mayoritaria, pugnaba por una reducción del poder eclesiástico y mayor con-trol sobre el ejército pero se oponían a cualquier reforma agraria que afectara las propiedades de los hacendados. Aceptaban la expropiación de las múltiples propiedades de la iglesia y que esos bienes de “manos muertas” se transformaran en una capital vivo y utilizable para crear una clase de campesinos productivos. Con todo lo an-terior, suponían la atracción de capitales extranjeros que contribuyeran al desarrollo de la industria nacional.

Aún existía una tercera corriente liberal que no con-taba mucho en la aportación a la ideología pero que tenía una enorme importancia en la economía y en la política. Era el conglomerado de hacendados que se habían inte-grado a la corriente liberal que esperaban adueñarse de los bienes eclesiásticos una vez hubieran sido desamor-tizados. Las tres corrientes liberales se mantenían unidas porque ninguna de ellas tenía la fuerza suficiente para oponerse al ejército y al clero.

Los tres grupos estaban muy bien identificados en la ciudad de Oaxaca y la distinción de liberales y conser-vadores se daba también entre los integrantes del clero regular y secular, quienes participaron activamente en las actividades que vinieron a consolidar la independencia y a dar forma y consistencia al Estado de Oaxaca, pues figuraron en el Congreso Constituyente y, sobre todo,

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en la fundación del Instituto de Ciencias y Artes del Es-tado (ICAE), cuna de distinguidos profesionistas teóricos y practicantes de las doctrinas liberales y de una gene-ración de “Licenciados – Generales” como Porfirio Díaz, Díaz Ordaz y otros, y cuyo primer Director fue el fraile dominico Fray Francisco Aparicio.

La élite política oaxaqueña fue partidaria del Fede-ralismo, movimiento derrotado militarmente, aunque lo-graron una Constitución federalista con un movimiento militar encabezado por el General Antonio de León, y que marcó un fuerte rechazo al absolutismo colonial y del centralismo impuesto desde la ciudad de México, sea por medio de un emperador o de un congreso constituyen-te que reclamaba soberanía completa para los estados o provincias integrantes de la federación.

En este ambiente de formación de la república, el Estado y la identidad nacional, nace en esta ciudad Ma-nuel Dublán en noviembre de 1830. Su padre, Eduardo Dublán, era hijo de Alphonse Du Blanc, francés, ingeniero de minas, avecindado en la Nueva Antequera desde el si-glo anterior. Su madre, Manuela Ortega, pertenecía a una de las familias más reconocidas por su liberalismo prac-ticante. Manuel cursó sus primeras letras en el Colegio de Betlemitas, anexo al templo de Guadalupe. Al terminar este nivel escolar, continuó sus estudios en el Instituto de Ciencias y Artes, en el cual ingresó en 1842 cuando era su Director Francisco G. Cantarines.

En 1842 don Simón Jesús de Gutman, de origen ale-mán, estableció el Colegio Científico y Comercial, que introdujo la novedad de enseñar la “Teneduría de Libros por partida doble y simple”. También la esgrima, deporte que causó sensación en Oaxaca y a cuya práctica acu-dían Dublán, Díaz Ordaz, José Esperón y otros alumnos del Instituto. En 1845, cuando Dublán ya cursaba la carre-ra de jurisprudencia, ésta se integraba de cuatro cátedras: Derecho Natural y de Gentes; Derecho Público y princi-pios de Legislación; elementos de Derecho Romano, De-recho Civil y Criminal; Derecho Canónico. La reforma de la carrera también incluyó la cátedra de Bella Literatura, formada por cuatro cursos destinados el primero, a prin-

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cipios de literatura general o sea la retórica; el segundo a Historia General y particular de México; el tercero: análisis y crítica de los clásicos antiguos y modernos. Y el cuarto, a ejercicios prácticos de composición literaria.

La oratoria y la retórica serían parte de la formación de ciudadanos ilustrados que perseguía la educación. La educación superior no se conformaba con hacer profe-sionistas, se pretendía formar ciudadanos cultos, para lo cual había que iniciarlos en las letras. Más adelante, para el primer curso, se utilizó como texto “El arte de hablar”. Como catedrático de Derecho Civil Patrio y Romano, Du-blán tuvo al Lic. Benito Juárez y como compañeros a José Blas Santaella, Pedro Ramírez, Porfirio Díaz Mori, Miguel Castro, Cayetano Castellanos, Francisco Enciso y Ambro-sio Ocampo.

La carrera de Dublán se vio interrumpida en 1843 porque el Instituto fue cerrado por decreto del Presidente Santa Anna que privó a las Asambleas Departamentales de las facultades de proveer a los planteles educativos de los recursos necesarios para su funcionamiento. Fue hasta febrero de 1845 cuando el Presidente de la Asam-blea, Luis Fernández del Campo, expide el decreto para reabrir el Instituto de Ciencias y Artes, dependiente del presupuesto gubernamental del Estado, para impartir diez y seis cátedras: seis de estudios preparatorios, cinco para la carrera de medicina con uno más de especialización y cuatro para la Facultad de Jurisprudencia. En el mismo decreto se mencionó la necesidad de dotar al plantel de otro edificio, pues el anexo a San Pablo estaba bastante deteriorado como también lo estaba la economía de la ciudad y del Estado por las calamidades que habían aso-lado a la región y la extinción de sus fuentes más produc-tivas: la grana y la minería.

A pesar de todas esas calamidades, Dublán conti-nuó sus estudios de abogado con diligencia y asiduida, al menos hasta donde las circunstancias lo permitieron. Alumno destacado, en 1847 se le concedió una cátedra en la Academia de la Bella Literatura. Terminó la carre-ra en 1851 y en ese mismo año se inició en la política, siendo electo diputado al Congreso Local, aunque no se

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había titulado de abogado, lo que realizó al siguiente año, mismo en el que contrajo nupcias con la señorita Juana Maza, hija de don Antonio Maza, productor y comerciante de grana, quien además tuvo como hijos a Manuel, José y Margarita, esposa de Benito Juárez. Dublán realizó sus prácticas de pasante en el bufete del Lic. Marcos Pérez. También el pasante Porfirio Díaz practicaba en este des-pacho y los lazos que los unían desde el Instituto donde fueron condiscípulos, se fortalecieron cuando ingresaron a la Logia Masónica del Rito Mexicano, donde ambos es-calaron varios grados, guiados por el Gran Maestre Benito Juárez. En los siguientes años, Dublán fue nombrado Juez Civil y Magistrado del Tribunal de Justicia. En el Instituto de Ciencias, sinodal de Filosofía y en 1856, catedrático de Derecho Civil.

En 1852 se creó, mediante decreto de la gubernatura, el Colegio de Abogados que funcionaría como sinodal de los aspirantes al título de licenciados en Leyes y del cual llegó a ser presidente Dublán. En febrero de 1853, tomó posesión como Gobernador el Gral. Ignacio Martínez Pinillos, apoyado por los conservadores y a fines de ese mes, dio la orden de expulsar del Estado por agitadores, a los liberales Luis María Carbó, Manuel Goytia y a los Lics. Manuel Dublán, Juan N. Cerqueda y Joaquín Mauleón. También estableció un tribunal de nueve individuos ase-sorados por el Secretario de Gobierno Lic. Manuel Pazos que se ensañó contra los liberales quienes sufrieron todos los horrores de un gobierno militar, arbitrario, despótico y perseguidor, sin más objeto, por parte de sus integrantes que atrapar empleos y saciar innobles venganzas perso-nales.

Martínez Pinillos siguió desempeñando a concien-cia su papel de esbirro de Santa Anna, remitiendo presos y deportados políticos fuera del estado. Su fobia contra los liberales y muy señaladamente contra los abogados, marcó el momento crítico en la cadena de deportaciones. Entre los desterrados políticos encontramos al Lic. Ruiz a Pochutla; Esteban Calderón a Santo Domingo del Río, Teotitlán; Lic. Manuel Posada a Villa Alta; Lic. Manuel Du-blán a Huamantla, Ver., aunque él se trasladó a la ciudad

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de México. Lic. José Antonio Noriega a Miahuatlán; Lic. Tiburcio Montiel a Peñoles, Etla; Lic. Luis Carbó a Tehua-cán, Puebla.

A mediados de 1855, Benito Juárez como Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, con apoyo y colabora-ción de los licenciados Ignacio Mariscal y Manuel Dublán, publica la ley que extingue los fueros militares y eclesiás-ticos y suprime los tribunales especiales para estos gru-pos en lo que se conoce como “Ley Juárez” y que dio inicio a la aplicación práctica de los principios liberales en 1856, Benito Juárez regresa a Oaxaca como Gobernador y restablece la Ley de Estudios de 1852 suprimida por Santa Anna en 1854, reabre el Instituto de Ciencias y Artes resti-tuyendo la Facultad de Leyes. A iniciativa del Gobernador, se funda el periódico “El Azote de los Tiranos” a cargo de Félix Romero como Jefe de redacción y de redactores trabajaron: Ignacio Mariscal, Manuel Dublán, Manuel Ruíz, Manuel Sánchez Posada, Juan N. Cerqueda, distinguidas plumas de esa época. Francisco Zarco, también periodis-ta, lo calificó como el mejor de la república.

A la renuncia de Cenobio Márquez a la secretaría ge-neral de gobierno, Benito Juárez nombra en ese puesto a Justo Benítez y el 8 de mayo a Dublán que con Benito Juárez reorganizaron la beneficencia, hicieron mejoras al museo del Estado, reorganizaron el Instituto de Ciencias, fundaron escuelas normales en varios departamentos del estado, fundaron la Casa de Moneda, reinstalaron el Co-legio de Abogados, fomentaron las sociedades cultura-les y abolieron los pasaportes para que los ciudadanos pudieran transitar libremente en toda la república. Tam-bién establecieron un Consejo Superior de Salubridad que sirvió de jurado a los aspirantes al título en medicina y funcionaba como junta consultiva médico-legal, junta de vigilancia para el ejercicio de la medicina, boticas y farmacias; reglamentó el ejercicio de la obstetricia y es-tableció reglas de higiene pública. Otro avance notable fue el establecimiento en el Instituto de un taller de artes gráficas, donde se consiguió la primera litografía: un re-trato del Presidente Comonfort que fue distribuido en las oficinas públicas.

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Este Presidente, publicó en junio de 1856, la ley de desamortización de bienes de manos muertas, para privar al clero no de su propiedad sino de su administración. En Oaxaca, la Administración General de Alcabalas depen-diente de la Secretaría General, publicó una lista de las 814 fincas urbanas propiedad de corporaciones religiosas que incluían conventos, hospitales (Belén y San Cosme), con-gregaciones, capellanías, obras pías, cofradías y herman-dades. También una relación de fincas rústicas: haciendas, ranchos, terrenos. Esta situación provocó la inconformi-dad de los conservadores y la publicación de varios perió-dicos. Por parte de los conservadores: El Creyente, El Fe-deralista Independiente de Cenobio Márquez y El Criterio. Por los liberales: “La Democracia” con Manuel Dublán de jefe de redacción. “El Azote de los tiranos” de Félix Romero. En todos ellos se discutía la legalidad de la expropiación y se defendía la inmunidad de la iglesia que le otorgaba la representación terrenal de la divinidad. Otros argumenta-ban los beneficios económicos de la “Ley Comonfort”.

Para formalizar la promulgación de la nueva Cons-titución, el Secretario General del Despacho Manuel Du-blán tomó el juramento al C. Gobernador, mientras el pre-sidente del Consejo de gobierno tenía en sus manos la Constitución. Luego, el Gobernador tomó el juramento a los demás funcionarios. Una vez terminada esta ceremo-nia, los juramentados se trasladaron a la catedral donde se cantó un solemne “te deum” para celebrar la promul-gación y jura de la Constitución, hecho que causó una nueva polémica por la actitud de Benito Juárez de acudir a una actividad religiosa. Sólo cabe comentar que la se-paración del Estado de la Iglesia se dio hasta 1874. Igual se comentó y criticó en toda la república, la actitud del obispo Domínguez al celebrar el “te deum”, pues los con-servadores lo señalaban como ejemplo de peligrosa in-disciplina a la circular del arzobispo de México Lorenzo Garza, dirigida a todos los prelados del país para que se abstuvieran de autorizar o celebrar cualquier ceremonia religiosa con motivo de la promulgación y jura de la nueva Constitución. Aquí quiero apuntar que dicha circular llegó a Oaxaca después de la solemne jura de la Constitución.

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En junio de 1847, Benito Juárez es reelecto por de-creto del Congreso local y sustituye a Dublán de la Se-cretaría de Gobierno, (quien estaba muy ocupado en la redacción de la Constitución estatal con los diputados Díaz Ordaz y Romero), por el Cura Bernardino Carbajal, amigo cercano de Juárez desde que estudiaron en el Se-minario. Para aceptar el puesto, Carbajal solicitó licencia al obispo Domínguez quien se la negó, por lo que Carbajal abandonó el curato de Jamiltepec donde lo tenía relega-do el obispo, y le envió sus ornamentos sacerdotales y una carta en la que le explicaba que había resuelto el car-go gubernamental por ser hombre libre y no esclavo, y poderse trasladar a donde le conviniera, con lo que daba por rotos sus compromisos con la iglesia y no recono-cía como superior al obispo. Este comportamiento causó gran impresión al clero y en el partido conservador que se incrementó cuando el Lic. Dublán, como secretario de gobierno, firmó el nombramiento de su sucesor y además le otorgó la cátedra de Derecho Canónico en el Instituto de Ciencias y Artes del Estado.

En agosto fue aprobado el proyecto de Constitución elaborado por Dublán, Díaz Ordaz y Romero, que conte-nía modalidades como la elección directa para todos los funcionarios, excepto diputados y magistrados. Otorga-miento de mayor amplitud a los municipios para admi-nistrar sus recursos. Institución del jurado popular como consecuencia de admitir el gobierno del pueblo. La Cons-titución fue publicada el 15 de septiembre y jurada en esta ciudad al siguiente día, con omisión de toda solemnidad religiosa.

En el mes de diciembre de 1857, el país se hallaba en vísperas de una guerra cruenta y larga. A Benito Juárez sucedió en la gubernatura el Lic. Díaz Ordaz, quien publi-có un decreto firmado por él y su secretario de Gobierno Manuel Dublán, donde establecía la soberanía del Estado y establecía el régimen militar, medida justificada porque los Generales Conservadores Moreno y Cobos habían to-mado Huajuapan y avanzaban hacia Tlaxiaco. El apoyo que Oaxaca esperaba del gobierno central se esfumó por el golpe de estado preparado por el propio Presidente

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Comonfort de acuerdo con el General Félix Zuluaga, y al que se agregaron Cobos y Moreno, por lo que la ciudad organizó su defensa reforzando las fortificaciones en los conventos del Carmen, Santa Catarina y Santo Domingo y nombrando Mayor General de Órdenes al coronel Ignacio Mejía quien llegaba de Tehuacán con dos compañías del primer batallón para incorporarse a la guarnición de la ciudad.

General conservador José María Moreno, decidió avanzar desde Nochixtlán hacia Oaxaca a donde llegó el 27 de diciembre del 87 y se dedicó a rodear y sitiar las for-tificaciones liberales. Las tropas conservadoras trajeron varios prisioneros liberales entre los que se encontraba el diputado Manuel Dublán, que había sido capturado en el pueblo de Dominguillo, cerca de Cuicatlán por la gavilla de Juan Alavez. Y es que el gobernador Díaz Ordaz había enviado al diputado Dublán a entrevistarse con el General Nicolás Portilla estacionado en Teotitlán del Camino y le diera a conocer la difícil situación que prevalecía en Oa-xaca con los cuatro mil soldados que la habían ocupado. La comisión de Dublán era difícil y peligrosa porque tenía que atravesar zonas ocupadas por el enemigo y por ga-villas de asaltantes. Pero antes de que se encontrara con el General Portilla, éste se había pasado al enemigo apo-yando el levantamiento de Tacubaya. Llegando a Domin-guillo, se enteró de la traición del Gral. Portilla por lo que tuvo que esconderse esperando el momento oportuno para regresar a Oaxaca. Las fatigas del camino y el agresi-vo clima de la región enfermaron al Lic. Dublán quien se hizo notar al buscar asistencia médica y fue detenido por Alavez y remitido al General Moreno quien lo condujo a Oaxaca en calidad de preso político por haber firmado el decreto en el que Oaxaca reasumía su soberanía. Cabe anotar que fue tratado con benevolencia y detenido en un cuarto situado al lado de la escalera central del palacio de gobierno, que servía de cuartel a los conservadores.

El 16 de enero de 1858, los liberales sitiados en los conventos del norte de la ciudad, organizaron tres co-lumnas que bajaron por las calles actuales de García Vi-gil, Alcalá y Porfirio Díaz y mediante cruentas batallas que

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dejaron cientos de muertos y mucho más heridos y mu-tilados de ambos bandos, tomaron el palacio de gobierno del cual huyeron por la puerta oriente, Cobos y Moreno con rumbo a Tlacolula. Cuando los liberales entraron a palacio de gobierno, encontraron al Diputado Dublán, José María Cházari y Ramón Díaz Ordaz que habían sido presos por los conservadores. En la misma habitación se habían refugiado varios oficiales conservadores a quienes las tropas liberales trataron de masacrar a lo que Dublán se opuso, pues él les había ofrecido protección en pago del buen trato que había recibido de sus custodios.

En la capital del Estado se vivía una calma relativa hasta que llegó la noticia de que José María Cobos se aproximaba a Teotitlán del Camino, plaza que tomó el 25 de noviembre, saqueándola y atropellando a sus habitan-tes, por lo que el Gobernador Díaz Ordaz pidió licencia al Congreso para encabezar las tropas, lo que le fue conce-dido el 2 de diciembre quedando de interino don Miguel Castro. El 1 de enero de 1859 salió Díaz Ordaz al frente de la brigada Oaxaca hacia las cumbres de Acultzingo, regresó a Tehuacán y después de varios movimientos se repliega y estaciona en Ajalpan sin haber enfrentado al enemigo.

El gobernador Castro, apoyado por un grupo de ami-gos que encabezaba Manuel Dublán, Bernardino Carba-jal, Luis María Carbó, Esteban Maqueo, Luis Fernández del Campo y otros más, decidieron acusar a Díaz Ordaz de impericia y temor por no haber enfrentado al enemigo y anularlo políticamente. En julio del 89 se inicia la legisla-ción reformista que incluía la nacionalización de bienes eclesiásticos y la supresión de órdenes religiosas, la del establecimiento del registro civil, la de panteones y ce-menterios y la supresión de días festivos religiosos. En la ciudad de Oaxaca correspondió al Lic. Félix Romero, juez de distrito, la exclaustración de frailes y la entrega de sus conventos, atribuyéndole al Instituto de Ciencias y Artes el edificio del seminario conciliar en la esquina de las ac-tuales calles de Independencia y Macedonio Alcalá.

A mediados de septiembre, el coronel Díaz Ordaz, que había sido despojado por el Congreso de los cargos

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de Gobernador y Jefe de la Brigada Oaxaca, se dirigió al interino Miguel Castro, exigiendo le devolviera el cargo al que había sido electo y al Congreso, desvaneciendo los cargos que le habían hecho y lo restituyeran al cargo de Gobernador, a lo que el Congreso no contestó. Para ter-minar las disputas, Benito Juárez envió al coronel Ignacio Mejía que se trasladó desde Veracruz al mando de la bri-gada Oaxaca, pero se encontró cerca de Teotitlán del Ca-mino con las fuerzas del español José María Cobos quien lo derrotó haciéndole muchas bajas que casi aniquilaron la brigada Oaxaca, lo que abrió las puertas de la capital a las fuerzas del conservador. El gobierno liberal se trasladó a Ixtlán, llevando consigo a empleados y familiares, de-jando en la ciudad una Junta de Gobierno compuesta por Juan Pablo Franco, Esteban Esperón y Antonio Díaz.

Díaz Ordaz se quejó con Benito Juárez de las intrigas de que había sido víctima por parte del grupo de “Los Borlados” encabezados por sus fundadores: Manuel Du-blán y Bernardino Carbajal que fungían como Secretario de Gobierno y Oficial Mayor del Gobierno del Lic. Castro. Juárez rehabilitó a Díaz Ordaz, le proporcionó elementos de guerra y dinero y lo envió a Ixtlán para que recupera-ra el gobierno de Oaxaca y organizara la defensa ante el regreso de los conservadores hermanos Cobos, que ya estaban en la ciudad cometiendo toda clase de desma-nes. Díaz Ordaz, apoyado por el batallón “Independencia” formado por juchitecos, enfrentó y derrotó a los Cobos en Santo Domingo del Valle, Tlacolula, pero desafortunada-mente Díaz Ordaz falleció víctima de una bala al parecer, disparada por sus propios compañeros. Los Cobos vol-vieron a la ciudad de Oaxaca donde continuaron con sus expoliaciones y despojos de los cuales no escapó el clero que tanto los había apoyado.

Después de varios episodios bélicos los liberales de-rrotaron a los Cobos en “Las Sedas” quienes huyeron a Tehuacán, por lo que el gobierno pudo reinstalarse en la ciudad de Oaxaca con Marcos Pérez a la cabeza. Tam-bién se reinstaló la Legislatura del Estado dominada por los Borlados: Manuel Dublán, Bernardino Carbajal, José Esperón, Joaquín Septién, Ramón Cajiga, Juan de Mata

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Vázquez y Esteban Maqueo quienes comenzaron a intri-gar para sustituir a Don Marcos por el General Salinas en el gobierno del Estado. Acusaron al Lic. Pérez de proteger a jefes políticos que cometían actos indebidos en sus ju-risdicciones. Benito Juárez recomendó a don Marcos pi-diera licencia al Congreso entregando la gubernatura al Lic. Manuel Ruiz quien abandonó el Ministerio de Justicia y Negocios Eclesiásticos. Los diputados aceptaron la li-cencia de Marcos Pérez y anularon los decretos que nom-braban a Ruiz Gobernador a lo que don Marcos renunció a la licencia y nombró a Manuel Ruíz coronel de la guardia nacional del Estado.

Los diputados aceptaron esta situación pero nom-braron Secretario General a José Esperón, dispuesto a contrariar todos los actos públicos del Gobernador y días después expidieron decreto nombrando Gobernador in-terino a Ramón Cajiga, dejando a Esperón de Secretario General. El 9 de noviembre de 1860 se reunió el Congreso y comenzó la formación de causa contra Marcos Pérez por supuestas violaciones a la Constitución Política. Al gobierno central de Juárez no le quedó más que recono-cer al gobernador Cajiga y separar del cargo a don Mar-cos, quien falleció al siguiente año, dolido por la traición de personas a las que consideraba amigos.

En enero de 1861 se efectuaron elecciones a dipu-tados al Congreso de la Unión resultando electos entre otros, Cristóbal Salinas, Ignacio Mariscal, Manuel Dublán, Manuel Ruíz, Porfirio Díaz, Justo Benítez, Luis María Carbó y Manuel Goytia. También se efectuaron elecciones a go-bernador resultando electo el coronel y licenciado Ramón Cajiga quien, a pesar del episodio habido con don Marcos Pérez, tuvo una administración sabia, juiciosa y patriótica, basada en la ideología de los Borlados de la que hay que destacar que abonaban por el reparto de la tierra a los que la trabajan; en materia obrera, la protección a los que la-boran, apoyándolos con máquinas y quitando privilegios y aranceles prohibitivos. Cabe agregar que los Borlados eran hombres dotados de notables aptitudes administra-tivas, amplios conocimientos jurídicos que aplicaban a los negocios públicos. Situados en el justo medio del libera-

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lismo, aceptaban los cambios en las leyes y su aplicación pero rechazaban lograrlo aplicando la fuerza. Cansados de las constantes guerras iniciadas desde 1810, estaban dispuestos a lograr la paz mediante acuerdos con los an-tagonistas, aunque tuvieran que ceder en sus posiciones políticas. Así lo demostró el Lic. Cajiga que en un año de paz, con una buena y honrada administración pública, permitió al esfuerzo humano recuperar, por el trabajo, algo de lo mucho que había perdido en dos lustros de re-ceso impuesto a toda actividad que no fuera la matanza, incendio y robo.

El 17 de julio de 1861, ante la falta de recursos econó-micos, Benito Juárez expide decreto suspendiendo por dos años del pago de la deuda pública, incluyendo la debida a los gobiernos extranjeros, lo cual trajo la suspensión de re-laciones diplomáticas con Inglaterra, Francia y España que amenazaron con invadir el país. Al final sólo Francia deci-dió continuar con la invasión iniciada en Veracruz. Oaxaca organizó los batallones liberales para detener al enemigo. Episodios tristes y gloriosos como la explosión del polvorín en Chalchicomula y la batalla del 5 de mayo en Puebla, recuerdan este pasaje de la historia patria. En Oaxaca, se trató de continuar con la vida ordinaria y en julio del 62 se convocaron elecciones a diputados federales resultando electos, Manuel Dublán, Porfirio Díaz, Félix Romero, Este-ban Maqueo, Ignacio Mejía y otros distinguidos liberales.

A fines de ese año, el gobernador Cajiga decretó el estado de sitio que daba al ejecutivo todas las facultades que considerara necesarias para salvar la situación y de-claraba en receso a la cámara de diputados. El Tribunal de Justicia se redujo a un solo magistrado, designando en este cargo al Lic. Manuel Dublán que ocupaba en esos días la dirección del Instituto de Ciencias y Artes. En no-viembre, el gobernador Cajiga expidió otro decreto en el que prevenía que “todo el que altere el orden público o desobedezca los mandatos de la autoridad, será juzga-do militarmente y castigado con la pena de muerte en caso de resultar culpable”. Ante este decreto tan exagera-do, hubo muchos inconformes que se dirigieron a Juárez para que mediara en esta situación.

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Pero esta vez, el Presidente estaba ocupado por pro-blemas mayores como la toma de Puebla por los france-ses después de sesenta días de sitio y su aproximación a la ciudad de México, por lo que tuvo que salir con su gabinete con rumbo a Querétaro y luego a San Luis Po-tosí. En la ciudad de Oaxaca, al conocerse estas noticias, se reforzaron las defensas y, a pesar del estado de sitio y la ley marcial, se efectuaron elecciones al congreso local y se confirmó al Lic. Manuel Dublán como Regente del Tribunal.

El 16 de septiembre se instaló la III legislatura oaxa-queña presidida por don Esteban Maqueo. Benito Juárez envió a Porfirio Díaz a Oaxaca, con amplios poderes, para que se encargara de los mandos político y militar. El go-bernador Cajiga se reunió con los diputados y el Lic. Du-blán propuso que Cajiga no debía entregar el mando a Díaz pretextando la soberanía del Estado y al mismo tiem-po enviaban una comisión a Juárez pidiendo limitara las facultades de Porfirio únicamente a las cuestiones mili-tares, pero éste emitió un decreto en el que confirmaba el Estado de sitio de la ciudad y que el gobierno político y militar se depositaba en el cuartel general a su cargo. Como encargado del gobierno, Díaz nombró al Lic. Justo Benítez como secretario general y emprendieron obras para fortalecer las defensas militares de la ciudad. Expi-dieron una proclama escrita en francés, exhortando a los soldados franceses a unirse a las fuerzas republicanas.

En febrero de 1864, nombró como gobernador interi-no y comandante militar al Gral. y Lic. José María Balleste-ros y a principios de abril se pusieron en práctica algunos destierros y el primero al que se aplicó esta práctica fue al Lic. Manuel Dublán, a quien se le desterró a Chiapas, pero valiéndose de su amistad con el Gral. Salinas y otros her-manos de la Logia, logró quedarse en Tlacolula. El 28 de mayo desembarcó en Veracruz el emperador Maximilia-no, noticia que se dio a conocer en Oaxaca hasta el 18 de junio. Las autoridades civiles y militares enviaron protes-tas contra el Imperio comprometiéndose a defender las instituciones republicanas. Otro grupo, encabezado por el obispo Covarrubias, envió una felicitación a Maximi-

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liano declarándose sus obedientes súbditos. Juan Pablo Franco fue nombrado Prefecto Imperial del Estado de Oa-xaca y éste nombró a Manuel Dublán director del Instituto de Ciencias y Artes.

También entregó a Dublán una carta avalada por el emperador, en la que se le pedía a Porfirio Díaz se uniera al Imperio, lo cual comenta Porfirio en sus memorias de la siguiente manera: “Me indigné de ver que no obstante sus relaciones personales y de familia con Juárez y las distinciones que ha recibido del partido liberal, se prestara a hacerse instrumento de esa invitación, y considerándo-lo como enemigo, lo mandé poner preso para fusilarlo como espía. Don Justo Benítez, que era amigo y discípulo de Dublán, se empeñó grandemente por salvarlo y acce-diendo a su recomendación consentí en que quedara en libertad, pero a condición de que saliera del estado y de la república con rumbo a Guatemala. Afortunadamente -añade-, el Lic. Dublán sobrevivió bastante a esos sucesos para reivindicarse hasta donde era posible, poniendo su clara inteligencia al servicio de la República en una oca-sión oportuna y con muy buen éxito”.

El 6 de febrero, los franceses tomaron la ciudad, con-firmaron al prefecto imperial como máxima autoridad y éste los nombramientos que había conferido, por lo que Dublán no fue al destierro y volvió a su cargo de Direc-tor del Instituto. En mayo, fundó la corresponsalía en la ciudad de Oaxaca de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística a la cual se integraron Manuel María Fagoa-ga, Dr. Manuel Ortega Reyes, el cura del Sagrario Sánchez Velázquez y don Antonio Falcón. El 31 de diciembre de ese año, el Lic. Dublán convocó a cofrades de la Logia a celebrar el fin de año en su domicilio y asombrados pu-dieron disfrutar el famoso brindis en verso del Lic. Esteban Maqueo, hoy preciado de nuestra literatura.

En julio de 1866, el Lic. Dublán que ocupaba la presi-dencia del Tribunal Superior de Justicia y la dirección del Instituto, fue promovido por el Emperador Maximiliano, al cargo de Procurador General del Imperio, seguramente con el objeto político de impresionar a los republicanos por el parentesco de Dublán con Benito Juárez, pues su

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actuación en este cargo fue mínima y más representati-va que efectiva. Un año después, Porfirio Díaz entregó la bandera nacional a Benito Juárez en su llegada a la ciudad de México, con lo que se dio por terminada la interven-ción francesa. Dublán se retiró silenciosamente a la vida privada y a ejercer su profesión de abogado y hábil eco-nomista, pues entre su clientela se contaban Antonio Mier y Celis, Ángel Lascurain, Cayetano Rubio, Manuel Escan-dón y otros de los más acaudalados comerciantes y ban-queros. A la muerte de Margarita Maza y un año después de Benito Juárez, fue nombrado “depositario interventor” de los bienes de la familia Juárez Maza ya que murieron sin dejar testamento, por lo que, de acuerdo con lo man-dado por el juez, practicó el inventario de los bienes y publicó en los periódicos una convocatoria a todos los que se creyesen con derecho a la posesión de ambas su-cesiones. Quedó como apoderado y representante legal de Benito Juárez Maza, al cual ayudó a vender la casa que había heredado de sus padres, a los señores Iturbe.

En cuanto a la actividad intelectual, colaboró a la fundación del Ateneo de Ciencias y Artes de México del cual fue vicepresidente, contando entre sus miembros a José Peón Contreras, Luis Bossero, Juan A. Mateos, Al-fredo Chavero, Irineo Paz, Adolfo Llanos, Francisco Lerdo de Tejada, José Negrete y otros. Queda como huella de esta institución los volúmenes de “México a través de los siglos”.

Al llegar a la presidencia de la república el General Díaz, sobre todo en su segundo periodo en 1884, admitió en el gobierno a los hombres útiles y capaces olvidando su militancia en otros partidos y sus antecedentes políti-cos, incluso personas señaladas como enemigos perso-nales suyos como Joaquín Baranda que participó en la conspiración de Veracruz y que fue nombrado ministro de Justicia e Instrucción Pública y el Lic. Manuel Dublán, desterrado dos veces por Don Porfirio y condenado a muerte por traidor, quien fue nombrado Ministro de Ha-cienda, función que desempeñó hasta su muerte en 1891.

En este cargo, consiguió una exitosa renegociación de los plazos de la deuda inglesa, obligaciones que habían

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quedado sin resolver desde finales de la década de 1820. Pudo lograr un acuerdo en 1886 para reducir el monto total de la deuda y la emisión de nuevos bonos con una tasa de interés fija. Logró negociar con los bancos euro-peos un préstamo por la cantidad de 10 millones de libras esterlinas, el cual se usó para liquidar las obligaciones pendientes. Otros préstamos se obtuvieron para finan-ciar subsidios gubernamentales a los ferrocarriles y sobre todo el ramal a través del Istmo de Tehuantepec. Aun-que la deuda pública continuó creciendo en los siguien-tes años, estuvo más que compensada con la expansión general de la economía, la inversión extranjera y con la rápida expansión de la red bancaria con más de treinta bancos autorizados. Todo lo anterior fortalecido con la publicación del Código de Comercio en 1884, que bus-caba regularizar y centralizar la entrega de concesiones a empresas nacionales y extranjeras, así como establecer reglas claras para el funcionamiento de los bancos y de las instituciones financieras.

De una publicación de esos tiempos, recogemos la opinión que el público se había formado del Lic. Manuel Dublán: “En 1881, cuando la nave de la república iba a naufragar en un mar de miseria y desprestigio, cuando acompañaban a la administración la bancarrota y el des-crédito, recibió la cartera de Hacienda el hábil financie-ro Lic. Manuel Dublán, actual ministro de Estado de tan importante ramo. Llegar y vencer, todo fue uno; como Midas convirtiera en oro lo que tocaba, el señor Dublán convirtió en positivo lo negativo; amortizó la deuda dic-tando disposiciones económicas eficacísimas; resolvió el problema del crédito bajo las condiciones más ventajosas que haber pudieran los tenedores o acreedores, y el pro-greso se cimentó sobre su pedestal de plata”.

“Se regularizaron los pagos con una puntualidad asombrosa, las hipotecas de las rentas y establecimien-tos públicos fueron amortizándose y en 1888 cuando se presentó México en el mercado extranjero solicitando un préstamo de cincuenta millones de pesos, la suscripción se eleva a la inesperada suma de cuatrocientos millones que aquellos mercados estaban dispuestos a facilitar.

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Merced al hábil piloto, la nave entraba a puerto seguro; el crédito de México disfrutaba ya de alto prestigio en el mundo europeo y la faz de la nación cambió por comple-to: contaba con el factor más poderoso del mecanismo humano”.

“Rasgos como el que acabamos de trazar, darán una idea a nuestros lectores, para conocer al distinguido fi-nanciero a quien la patria debe su bienestar. El señor Li-cenciado Dublán ha prestado a la nación innumerables servicios como juez, procurador, magistrado y presidente del tribunal superior de Oaxaca, su país natal; como dipu-tado y senador a la Cámara de la Unión, como miembro de la comisión respectiva, en cuyo lugar comenzó la or-ganización de la hacienda pública; como magistrado de la suprema Corte de Justicia y como patriota y liberal sin mancha. El señor Dublán es de un alma generosa y bue-na; como abogado disfruta de la más elevada reputación, como orador, su palabra es fácil, correcta y persuasiva y como amigo, leal, sincero y desprendido”.

“Las notabilidades que desempeñan la Secretaría de Hacienda, en su mayoría han sido seleccionadas y desig-nadas por el buen juicio y amplio conocimiento de las personas de su titular, por lo que podemos designar a su dependencia como la más laboriosa del gabinete del Ge-neral Díaz. El ministerio se halla en el palacio de la nación, pero el señor Dublán, para despachar las innumerables demandas que tiene la Secretaría, recibe además a todo el que lo solicita, en su casa habitación: Santa Teresa nú-mero 9, de tres a seis de la tarde, todos los días excepto el domingo. Esta condescendencia y su buen carácter, cen-tuplican las cualidades que adornan al atento Secretario de Hacienda”.

Con una capacidad de adaptación asombrosa, basa-da en su profundo conocimiento de las leyes, una inteli-gencia privilegiada, amplísima cultura y un liberalismo sin fanatismos, basado en valores y humanismo trascenden-te, Manuel Dublán pudo transitar por las turbulentas pá-ginas de la historia mexicana del siglo XIX, desde la época juarista, el Imperio de Maximiliano y las primeras etapas del porfirismo, ocupando importantes cargos oficiales,

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teorizando sobre derechos constitucionales y, sobre todo, conservando la vida en una época en que servir a un ré-gimen de gobierno contrario, se calificaba de traición y se castigaba con la muerte. Ésta lo sorprendió en su finca campestre de Tacubaya el 30 de mayo de 1891. Al fin des-cansó en paz.

RA 17.

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Como ya mencionamos, la “Ley Juárez” contiene y muestra el pensamiento de tres oaxaqueños, li-berales distinguidos, los Licenciados en Derecho

egresados del Instituto de Ciencias y Artes del Estado de Oaxaca: Benito Juárez, Ignacio Mariscal y Manuel Dublán por lo que aquí presentamos un resumen del contenido de dicha Ley, considerando que el teórico del Derecho, quien sustentó este ordenamiento, fue el Lic. Dublán, quien propuso los siguientes principios legales que luego se vieron ampliados en la Constitución de 1857.

I. Adoptar como regla general e invariable, la más per-fecta independencia entre los negocios del Estado y los puramente eclesiásticos.

II. uprimir todas las corporaciones de regulares del sexo masculino, sin excepción alguna, secularizándose los sacerdotes que actualmente hay en ellas.

III. Extinguir las cofradías, archicofradías, hermandades y en general todas las corporaciones o congregacio-nes que existen de esta naturaleza.

IV. Cerrar los noviciados de los conventos de monjas, conservándose las que actualmente existen en ellos, con los capitales o dotes que cada una haya intro-ducido, y con la asignación de lo necesario para el servicio del culto en sus respectivos templos.

V. Declarar que han sido y son propiedades de la nación todos los bienes que hoy administran el clero regular

Una muestrade su talento

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y secular con diversos títulos, así como el excedente que tengan los conventos de monjas, deduciendo el monto de sus dotes y enajenar dichos bienes, admi-tiendo en pago de una parte de su valor, títulos de la deuda pública y de capitalización de empleos.

VI. Declarar, por último, que la remuneración que dan los fieles a los sacerdotes, así por la administración de los sacramentos, como por todos los demás servicios eclesiásticos y cuyo producto anual bien distribuido, basta para atender ampliamente el sostenimiento del culto y de sus ministros, es objeto de convenios libres entre unos y otros, sin que para nada intervenga en ellos la autoridad civil.

“Además de estas medidas que, en concepto del go-bierno son las únicas que pueden dar por resultado la sumisión del clero a la potestad civil, en sus nego-cios temporales, dejándolo sin embargo, con todos los medios necesarios para que pueda consagrarse exclusivamente, como es debido, al ejercicio de su sagrado ministerio, cree también indispensable pro-teger en la República, con toda su autoridad, la liber-tad religiosa, por ser ésta necesaria para su prosperi-dad y engrandecimiento, además que una exigencia de la civilización actual” decían los autores de los de-cretos en su exposición de motivos”.