Malicia Cool - Chamuscadilla por el ardor de Polanski

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COMO CANTANTE, GUITARRISTA Y COMPOSITORA DE ROCK O MI VIDA YO TAMBIÉN RESULTÉ CHAMUSCADILLA CHAMUSCADILLA POR EL ARDOR DE POLANSKI Nuevos Autores ALICIA NAVARRO MAÑAS Malicia Cool ALICIA NAVARRO MAÑAS Malicia Cool

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Repaso autográfico de ágil y desenfadado estilo a cargo de Alicia Navarro Mañas (aka Malicia Cool) a la (intra)historia musical en la España de los 80, especialmente a través de su relación con Polanski y el Ardor.

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COMO CANTANTE,GUITARRISTA

Y COMPOSITORADE ROCK O

MI VIDA

YO TAMBIÉN RESULTÉ

CHAMUSCADILLACHAMUSCADILLAPOR EL ARDOR DE POLANSKI

Alicia Navarro Mañas nació en Madrid el 18 denoviembre de 1963. Tuvo una infancia y adolescenciaun tanto “serias” –excelente estudiante en todo- hasta quedecidió, alrededor de los 14, que la vida había que“comérsela” en generosas porciones sin pensar jamás en lasconsecuencias. Estudió dos años de Filosofía Pura en laFacultad de Filosofía del País Vasco (“Zorroaga”, SanSebastián) para después, pasando por la UNED,licenciarse en Filología Inglesa en la Universidad

Complutense de Madrid con un espectacular expediente académico. Aprobó,con la gorra, las oposiciones a Escuelas Oficiales de Idiomas y trabajó tambiéncomo Asesora Técnica Docente en la Consejería de Educación de la Comunidadde Madrid. Pero hay dos cosas siempre presentes en el curriculum vitae de estanueva autora: la música –ella siempre ha escrito e interpretado sus propiascanciones- y la expresión escrita, que adora (poesía, narrativa, ensayo...).“Chamuscadilla” es una obra escrita, deliberadamente, en un tono económico,rápido, despojado de aditamentos innecesarios, de estilo aparentemente frívoloen ocasiones, pero muy eficaz y descriptivo. Que lo disfruten.

MI V

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10,00 €

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Para nuestro catálogo gratuito, por favor escriban aNuevos Autores

Av, de las Cores Valencianas 41 1°G, 46015 Valencia

In extenso

© Nuevos AutoresISBN 84-932821-0-0

El Código de la Propiedad Intelectual prohibe la copia o la reproducción para uso público.Cualquier representación o reproducción integral o parcial por cualquier mecanismo, sin laaprobación del autor o de sus sucesores legales es ilegal y es una transgresión del derecho

de propiedad intelectual, prohibida por la ley.

A Pejo, a Marino y a los amigos y amigas dibujantes que han ilustrado este libro desinteresadamente:Pejo, Sandra de Miguel, Rafael Burillo, Antonia Funes y Víctor Sequí. Con mucho cariño y agradecimiento.

Foto de Portada: Iñaki Pemán

Diseño: Pejo

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A Pejo, a Marino y a los amigos y amigas dibujantes que han ilustrado este libro desinteresadamente:Pejo, Sandra de Miguel, Rafael Burillo, Antonia Funes y Víctor Sequí. Con mucho cariño y agradecimiento.

Foto de Portada: Iñaki Pemán

Diseño: Pejo

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C onocí a Pejo en un concierto de Polanski y elArdor en la discoteca Young Play de Hernani(Donosti) en el otoño de 1982. Tocaban con

Derribos Arias y los No, y mi hermana Susana y yo íbamos aver a Derribos (¿o Susana quizá a los No?: “¡Somos los No,somos los No, que somos, que somos, que somos los No...!”). Poraquel entonces, el panorama musical en Donosti, al menospara unas jóvenes madrileñas seudopunk, era desolador, de-sértico en lo que a imaginación y creación se refería, de modoque las mágicas branquias y vírgenes sangrantes de Derribosfueron para mí una especie de velo o manto protector contratanta taruguez mazacota (perdón). Aparte de Derribos, yo,que por aquel entonces estudiaba Filosofía Pura en laFacultad de Zorroaga, me arrimaba a cualquier grupito de jo-vencitos punkis que hubiera por ahí, que los había, y hastame eché un noviete de una banda punk (Neopunk, creo quese llamaban). Entendía muy bien y compartía la actitudpunk, esa de “me cago en todo lo que se mueve”, y también sumúsica e indumentaria. Desde los hippies, me parecía la ac-titud más novedosa y excitante que se pudiera encontrar y,además, las bandas punk inglesas y americanas eran excelen-tes, las mejores del momento (hasta sus melodías eran exce-lentes).

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El libro fue publicado por:

Nuevos AutoresAv, de las Cores Valencianas 41 1°G, 46015 Valencia

Tél : 34 96 317 34 92 Fax : 34 96 346 59 31e-mail. : [email protected]

www.nuevosautores.info

(Impreso en Francia)

Para que se lea su obra

Todos los derechos reservados para todos los países.El 1°trimestre del 2007

ISBN 84-932821-0-0

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C onocí a Pejo en un concierto de Polanski y elArdor en la discoteca Young Play de Hernani(Donosti) en el otoño de 1982. Tocaban con

Derribos Arias y los No, y mi hermana Susana y yo íbamos aver a Derribos (¿o Susana quizá a los No?: “¡Somos los No,somos los No, que somos, que somos, que somos los No...!”). Poraquel entonces, el panorama musical en Donosti, al menospara unas jóvenes madrileñas seudopunk, era desolador, de-sértico en lo que a imaginación y creación se refería, de modoque las mágicas branquias y vírgenes sangrantes de Derribosfueron para mí una especie de velo o manto protector contratanta taruguez mazacota (perdón). Aparte de Derribos, yo,que por aquel entonces estudiaba Filosofía Pura en laFacultad de Zorroaga, me arrimaba a cualquier grupito de jo-vencitos punkis que hubiera por ahí, que los había, y hastame eché un noviete de una banda punk (Neopunk, creo quese llamaban). Entendía muy bien y compartía la actitudpunk, esa de “me cago en todo lo que se mueve”, y también sumúsica e indumentaria. Desde los hippies, me parecía la ac-titud más novedosa y excitante que se pudiera encontrar y,además, las bandas punk inglesas y americanas eran excelen-tes, las mejores del momento (hasta sus melodías eran exce-lentes).

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Todo el mundo sabe ya a estas alturas de la extraña e irre-frenable ola de creatividad que nos salpicó a todos en los 80(antes era demasiado peque), de modo que, como miembrode hecho y de derecho de “My generation” (estoy citando,como no, a los Who), también tuve que coger una guitarrao, quizá, más bien, me cogió ella a mí, y me puse a hacer unascanciones que horrorizaban un poco a mi familia (pues ibapersiguiéndolos a todos, guitarra en ristre, por toda la casa).Mi hermana, además, que era algo más oscurilla que yo, mereprochaba que quizá fueran algo “babosas” y me pedía quehiciera algo más a lo “Parálisis Permanente”, cosa que nopensaba hacer, pues me sentía más luminosa y me gustabanmucho las melodías chispeantes y alegres.

Y así fue como, a través de una banda (bastante consoli-dada) de allí, que a mí no me entusiasmaba en lo musicalpero sí respetaba en lo profesional y humano (Puskarra), gra-bamos tres de esas canciones (“La Promesa Racial”, “El Espía”y “Servicio Social”) en una maqueta bastante majilla que en-seguida pusieron en las radios -Manrique y Ordovás tam-bién- y trajo entrevistas, reportajes y reseñas, y que la gentede allí ya me reconociera, hasta por la calle o en los trenes,como “Malicia” o “Alicia Malicia” (también por las pintasque me llevaba: cresta multicolor, ropa y complementos de“creación propia”, etc.).

6PEJO

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Todo el mundo sabe ya a estas alturas de la extraña e irre-frenable ola de creatividad que nos salpicó a todos en los 80(antes era demasiado peque), de modo que, como miembrode hecho y de derecho de “My generation” (estoy citando,como no, a los Who), también tuve que coger una guitarrao, quizá, más bien, me cogió ella a mí, y me puse a hacer unascanciones que horrorizaban un poco a mi familia (pues ibapersiguiéndolos a todos, guitarra en ristre, por toda la casa).Mi hermana, además, que era algo más oscurilla que yo, mereprochaba que quizá fueran algo “babosas” y me pedía quehiciera algo más a lo “Parálisis Permanente”, cosa que nopensaba hacer, pues me sentía más luminosa y me gustabanmucho las melodías chispeantes y alegres.

Y así fue como, a través de una banda (bastante consoli-dada) de allí, que a mí no me entusiasmaba en lo musicalpero sí respetaba en lo profesional y humano (Puskarra), gra-bamos tres de esas canciones (“La Promesa Racial”, “El Espía”y “Servicio Social”) en una maqueta bastante majilla que en-seguida pusieron en las radios -Manrique y Ordovás tam-bién- y trajo entrevistas, reportajes y reseñas, y que la gentede allí ya me reconociera, hasta por la calle o en los trenes,como “Malicia” o “Alicia Malicia” (también por las pintasque me llevaba: cresta multicolor, ropa y complementos de“creación propia”, etc.).

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tampoco cantaba nada mal, por cierto) hubiera destripadoa cualquiera que me hablara de virtuosismo o preciosismode cualquier clase (No future!). Además, se quiso acostarconmigo, pero yo pasaba como de los parquímetros. Encualquier caso, no guardo mal recuerdo de Santi; fue traba-jador y sentí su muerte hace unos años.

El ambiente para nosotras, por aquel entonces, que vivía-mos en el Palacio de Justicia, junto a la calle San Bartolomé,donde estaba el famoso y fenecido “Bowie”, era interesante,pero también duro, por lo hermético y, a veces, agresivo yhasta violento. Ahora puedo hablar, con esperanza irreprimi-ble, -puesto que todos anhelamos, con el alma en vilo, queETA deje de matar, aunque algunos parezcan empeñarse enlo contrario- de las continuas y horrendas torturas por ambosbandos, las amenazas de bomba y desalojos, los tiros en plenacalle, en nuestra calle. Mi padre era juez decano de SanSebastián; le recuerdo asomándose a la ventana, cuando lo delos tiros, y gritar: “¡Alto! ¡Yo soy la autoridad (o la Ley)!”. Teníahuevos, mi padre. Y tiene. Nosotras éramos jóvenes y adap-tativas, aunque también tuvimos que hacer frente a afliccio-nes del ánimo... Sentía dentro de mí una energía inmensa,incontenible, pero también cierta falta de equilibrio (algotendrían que ver, quizá, las mescalinas que nos regalaban alprincipio).

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Aparte de estos escarceos compositores e interpretativos,entré en contacto con una banda de allí, que también hadurado bastante tiempo, contra viento y marea, llamadaUHF. UHF estaba liderada por un hombre joven llamadoRafa Berrio. Los hermanos Berrio (Rafa e Iñaki, WilliamEx, periodista musical) significaron bastante en nuestravida allí. Eran interesantes e inquietos. Hice voces con esabanda, junto con otra chica, y viajamos todos a Madridpara actuar en Rock-Ola. Rafa tenía -y tiene- una voz muypeculiar, grave, vibrante, masculina y atractiva, y su ídoloindiscutible era Lou Reed (y otros/as pocos/as, porque élera bastante mitómano). Una de las canciones de subanda: “Me veo en tus ojos, nena; es algo difícil de explicar,si yo te miro, tú me miras, me veo en tos ojos y me pongo atemblar...”.

Creo, si no me falla la memoria, que a través de estabanda fue como conocí también a Santi Ugarte (q. e. p. d.),promotor, quien, por aquel entonces, llevaba a otros gru-pos, entre ellos Mecano. A Santi le interesé yo y mis can-ciones, decía que una se parecía a Alaska (“La promesaracial”) y que otra (“El Espía”) era un “hit” incontestable. Legustaban mucho las letras[1] también, algo por lo que se in-teresaban siempre allí en Donostia, pero me hablaba de latécnica vocal de la Torroja en una época en que yo (que

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tampoco cantaba nada mal, por cierto) hubiera destripadoa cualquiera que me hablara de virtuosismo o preciosismode cualquier clase (No future!). Además, se quiso acostarconmigo, pero yo pasaba como de los parquímetros. Encualquier caso, no guardo mal recuerdo de Santi; fue traba-jador y sentí su muerte hace unos años.

El ambiente para nosotras, por aquel entonces, que vivía-mos en el Palacio de Justicia, junto a la calle San Bartolomé,donde estaba el famoso y fenecido “Bowie”, era interesante,pero también duro, por lo hermético y, a veces, agresivo yhasta violento. Ahora puedo hablar, con esperanza irreprimi-ble, -puesto que todos anhelamos, con el alma en vilo, queETA deje de matar, aunque algunos parezcan empeñarse enlo contrario- de las continuas y horrendas torturas por ambosbandos, las amenazas de bomba y desalojos, los tiros en plenacalle, en nuestra calle. Mi padre era juez decano de SanSebastián; le recuerdo asomándose a la ventana, cuando lo delos tiros, y gritar: “¡Alto! ¡Yo soy la autoridad (o la Ley)!”. Teníahuevos, mi padre. Y tiene. Nosotras éramos jóvenes y adap-tativas, aunque también tuvimos que hacer frente a afliccio-nes del ánimo... Sentía dentro de mí una energía inmensa,incontenible, pero también cierta falta de equilibrio (algotendrían que ver, quizá, las mescalinas que nos regalaban alprincipio).

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Aparte de estos escarceos compositores e interpretativos,entré en contacto con una banda de allí, que también hadurado bastante tiempo, contra viento y marea, llamadaUHF. UHF estaba liderada por un hombre joven llamadoRafa Berrio. Los hermanos Berrio (Rafa e Iñaki, WilliamEx, periodista musical) significaron bastante en nuestravida allí. Eran interesantes e inquietos. Hice voces con esabanda, junto con otra chica, y viajamos todos a Madridpara actuar en Rock-Ola. Rafa tenía -y tiene- una voz muypeculiar, grave, vibrante, masculina y atractiva, y su ídoloindiscutible era Lou Reed (y otros/as pocos/as, porque élera bastante mitómano). Una de las canciones de subanda: “Me veo en tus ojos, nena; es algo difícil de explicar,si yo te miro, tú me miras, me veo en tos ojos y me pongo atemblar...”.

Creo, si no me falla la memoria, que a través de estabanda fue como conocí también a Santi Ugarte (q. e. p. d.),promotor, quien, por aquel entonces, llevaba a otros gru-pos, entre ellos Mecano. A Santi le interesé yo y mis can-ciones, decía que una se parecía a Alaska (“La promesaracial”) y que otra (“El Espía”) era un “hit” incontestable. Legustaban mucho las letras[1] también, algo por lo que se in-teresaban siempre allí en Donostia, pero me hablaba de latécnica vocal de la Torroja en una época en que yo (que

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Dónde estarían nuestra luminosa Madrid, nuestra lumi-nosa Almería... Los amigos y novietes que habíamos dejadoatrás... Sniff! Pero una cosa sí puedo decir de Donostia; vivirallí te hacía sentir “superior”, ya sea por su majestuosidad,por su exuberante naturaleza, por la Concha, por sus montes,por el Peine de los Vientos, por su gente... Mirábamos por laventana, veíamos un pequeño monte verde y yo sólo pensabaen subir, subir, subir a todas las alturas de la ciudad...

Probablemente mis padres hubieran querido para nosotrassendos vascorros, piernazas y culazo (esto lo añado yo), conbuenos expedientes y alguna que otra propiedad. Eso era por-que ellos son signos de tierra, realistas y prácticos, en ese sen-tido... Pero yo, al ser de agua (mi hermana, fuego), preferínavegar, nadar y bucear. Es verdad que no encontré currícu-lums, pero sí coral, ¡mucho coral!, y hasta perlas...

Conocí allí a personas muy sustanciosas y valiosas:Gerardo, escultor, escorpión como yo (menudos dos bichoséramos), cuya amplia casa, en la que tantos ratos y experien-cias pasé, estaba alfombrada de canicas de todos los colores.Miguel Serrano, compañero de la Facultad, cuya amistad esahora, como entonces, uno de los baluartes de mi vida (¡quépaseos por los montes, madre mía, qué paseos!). Poch, aquien adoraba (no sabía entonces que estaba tan enfermo,

10VICTOR SEQUÍ

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VICTOR SEQUÍ

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También en San Se, y por el festival de cine, conocí bre-vemente a Almodóvar, quien me coló, por mi irrefrenablemorro (“¡Pedro, cuélame!”), a un estreno suyo, y más adelante,en Madrid, me llamaría para pasarme invitaciones para otro(al pedírselas yo). En la fiesta posterior al estreno en SanSebastián, Pedro A. se empecinaba en poner el “Suck it to me”constantemente, y ambos nos encontramos de repente rivali-zando (deportivamente) por un imponente representante devídeo americano, de intensos y perturbadores ojos azul os-curo, hasta que, finalmente Almodóvar admitió: “Éste es parati”. Me fui con el yanki a su hotel, el De Londres y deInglaterra, donde, nunca lo olvidaré, no le dejaban subirme ala habitación (¡así de conservadora era Donosti entonces!).Recuerdo al americano decir todo el tiempo: “Unbelievable,unbelievable!“ (“¡Increíble, increíble...!”). Me colé de todas for-mas, claro está.

En esa fiesta “conocí” también a Imanol Arias, a quiendije, tranquilamente: “Te quiero” (¡yo era una chica un pocopsicodélica!), a lo que él contestó, tranquilo también: “¡Y yotambién te quiero a ti!”. Hubo una vez también una fiesta enel Kú donde tocaron los Pegamoides. Sentí al verlos, luego encamerinos, que eran como mis primitos de Madrid, que teníacosas en común con ellos. Manrique me diría eso también.Pude conocer a E. Benavente, y por eso sentiría tanto su

Alejo me riñó en más de una ocasión). Con Poch terminaríauna noche loca, en Rock-Ola, él con un secador de pelo, yocon un tarro de gomina, pringando y “peinando” al perso-nal. Alejo Alberdi, monísimo, me ponía un montón. JuanVerdera, el bajista, con quien terminé en la cama, concreta-mente la noche del concierto de Polanski en Hernani. Juanno me gustaba especialmente, pero fui yo quien le propuseirme con él al hotel porque no me apetecía volver a casa esanoche. Jaime Stinus, excelente guitarrista, pero antipático, almenos para mí. Un profesor mío de la Facultad, apellidadoLobo, con quien tuvimos experiencias esotéricas y psicomá-gicas que culminaron en la concepción del deslumbranteBorja, hijo de Maribel e Iñaki, amigos desde siempre y parasiempre (pero eso lo hicieron ellos solos, ¿eh?). Y, gracias amis padres, que solían relacionarse con intelectuales y poe-tas, como Gabriel Celaya, pudimos conocer (estuvo en casa)al insigne poeta José Bergamín, de quien disfrutamos su casiúltimo hálito de vida (murió al año siguiente). PepeBergamín se mostró seriamente interesado, a la vez que di-vertido, ¡en escribirnos letras para canciones! La verdad quesu forma de escribir, desnuda e irónica, tenía bastante encomún con cómo éramos nosotras... Además, Bergamín,que estuvo exiliado en París muchos años, era ferviente de-fensor de la Segunda República, como todos nosotros, en-tonces y ahora...

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También en San Se, y por el festival de cine, conocí bre-vemente a Almodóvar, quien me coló, por mi irrefrenablemorro (“¡Pedro, cuélame!”), a un estreno suyo, y más adelante,en Madrid, me llamaría para pasarme invitaciones para otro(al pedírselas yo). En la fiesta posterior al estreno en SanSebastián, Pedro A. se empecinaba en poner el “Suck it to me”constantemente, y ambos nos encontramos de repente rivali-zando (deportivamente) por un imponente representante devídeo americano, de intensos y perturbadores ojos azul os-curo, hasta que, finalmente Almodóvar admitió: “Éste es parati”. Me fui con el yanki a su hotel, el De Londres y deInglaterra, donde, nunca lo olvidaré, no le dejaban subirme ala habitación (¡así de conservadora era Donosti entonces!).Recuerdo al americano decir todo el tiempo: “Unbelievable,unbelievable!“ (“¡Increíble, increíble...!”). Me colé de todas for-mas, claro está.

En esa fiesta “conocí” también a Imanol Arias, a quiendije, tranquilamente: “Te quiero” (¡yo era una chica un pocopsicodélica!), a lo que él contestó, tranquilo también: “¡Y yotambién te quiero a ti!”. Hubo una vez también una fiesta enel Kú donde tocaron los Pegamoides. Sentí al verlos, luego encamerinos, que eran como mis primitos de Madrid, que teníacosas en común con ellos. Manrique me diría eso también.Pude conocer a E. Benavente, y por eso sentiría tanto su

Alejo me riñó en más de una ocasión). Con Poch terminaríauna noche loca, en Rock-Ola, él con un secador de pelo, yocon un tarro de gomina, pringando y “peinando” al perso-nal. Alejo Alberdi, monísimo, me ponía un montón. JuanVerdera, el bajista, con quien terminé en la cama, concreta-mente la noche del concierto de Polanski en Hernani. Juanno me gustaba especialmente, pero fui yo quien le propuseirme con él al hotel porque no me apetecía volver a casa esanoche. Jaime Stinus, excelente guitarrista, pero antipático, almenos para mí. Un profesor mío de la Facultad, apellidadoLobo, con quien tuvimos experiencias esotéricas y psicomá-gicas que culminaron en la concepción del deslumbranteBorja, hijo de Maribel e Iñaki, amigos desde siempre y parasiempre (pero eso lo hicieron ellos solos, ¿eh?). Y, gracias amis padres, que solían relacionarse con intelectuales y poe-tas, como Gabriel Celaya, pudimos conocer (estuvo en casa)al insigne poeta José Bergamín, de quien disfrutamos su casiúltimo hálito de vida (murió al año siguiente). PepeBergamín se mostró seriamente interesado, a la vez que di-vertido, ¡en escribirnos letras para canciones! La verdad quesu forma de escribir, desnuda e irónica, tenía bastante encomún con cómo éramos nosotras... Además, Bergamín,que estuvo exiliado en París muchos años, era ferviente de-fensor de la Segunda República, como todos nosotros, en-tonces y ahora...

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ha sido un lince para estas cosas, para la “metafísica” de lamúsica, podríamos decir, y para reconocer y percibir la situa-ción de las mujeres en estos campos. Yo esto se lo agradezcomucho, porque no es habitual, y le recuerdo siempre entra-ñablemente. Precisamente hace unos meses me publicaronuna carta en EL PAÍS SEMANAL (¡la carta de la semana!) enla que apoyaba y agradecía las notas feministas de su exce-lente reportaje “Curvas peligrosas”, acerca del erotismo de laguitarra (“Guitar Eros”). En una ocasión quedé con él enLondres y me llevó a una fiesta en la que pude conocer a miadmirada Siouxie, de los Banshees. ¡Y menudo susto me llevéel año pasado con lo de su ataque al corazón!

Pero volvamos ahora a aquel concierto de Polanski y elArdor en la discoteca Young Play (Hernani) en el otoño de1982. Tenía, por aquel entonces, un novio en Madrid, lla-mado Javier Sánchez-Jimeno, guapísimo, rubio con ojos azu-les -a quien quise mucho- que tenía un hermano mayor,Ramón, el hombre de la eterna e incomprensible sonrisa, quele robaba impunemente los condones a Javier. Ramón eramuy amigo de Pejo, y me había pedido que le diera (a Pejo)el recado de que él, y otros, que iban de camino a Donosti aver a Polanski, se habían quedado atrapados en la nieve enBurgos. Mi tránsito de Javier a Pejo tuvo mucho que ver conel típico salto a la “banda del hermano mayor” (que también

muerte después... Tantas muertes por el camino, eso ha sidolo peor. La que más sentí, la de Poch, aunque me dijeran queya estaba muy enfermo.

Más adelante, ya viviendo con Pejo, que también eraamigo suyo, me encontré varias veces con Alejo; en el Rastro,en conciertos, y escribiéndole a su sitio web, “Gente Pez”,acerca de las canciones. Él me recomendó que hiciera algotipo 80´s, que era lo que más privaba al personal entonces(los 90) y creo que también ahora, todavía. Así fue como meinvitó a una fiesta-reunión homenaje a Poch (¡qué pena!), enla que entre otros y otras que no recuerdo, estaba tambiénPablito Carbonell, afligido entonces por una leve crisis de au-toestima que, evidentemente, ya ha superado ampliamente.

A Diego Manrique también le conocí en Donostia, y hastasubió a mi casa. También quiso lío conmigo, pero como queno.... Diego es serio, culto y trabajador, pero también unpoco viciosillo, diría yo... Quien esté libre de vicio, que tirela primera piedra... Recuerdo que, al poco de radiar mis can-ciones y de conocernos, escribió un editorial en una revistamusical de entonces (“Rock de Lux”) en el que se lamentabade que grandes talentos femeninos patrios no terminarannunca de salir plenamente a la luz. El panorama, según él, es-taba incompleto sin ellas (¿sin nosotras?). Manrique siempre

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ha sido un lince para estas cosas, para la “metafísica” de lamúsica, podríamos decir, y para reconocer y percibir la situa-ción de las mujeres en estos campos. Yo esto se lo agradezcomucho, porque no es habitual, y le recuerdo siempre entra-ñablemente. Precisamente hace unos meses me publicaronuna carta en EL PAÍS SEMANAL (¡la carta de la semana!) enla que apoyaba y agradecía las notas feministas de su exce-lente reportaje “Curvas peligrosas”, acerca del erotismo de laguitarra (“Guitar Eros”). En una ocasión quedé con él enLondres y me llevó a una fiesta en la que pude conocer a miadmirada Siouxie, de los Banshees. ¡Y menudo susto me llevéel año pasado con lo de su ataque al corazón!

Pero volvamos ahora a aquel concierto de Polanski y elArdor en la discoteca Young Play (Hernani) en el otoño de1982. Tenía, por aquel entonces, un novio en Madrid, lla-mado Javier Sánchez-Jimeno, guapísimo, rubio con ojos azu-les -a quien quise mucho- que tenía un hermano mayor,Ramón, el hombre de la eterna e incomprensible sonrisa, quele robaba impunemente los condones a Javier. Ramón eramuy amigo de Pejo, y me había pedido que le diera (a Pejo)el recado de que él, y otros, que iban de camino a Donosti aver a Polanski, se habían quedado atrapados en la nieve enBurgos. Mi tránsito de Javier a Pejo tuvo mucho que ver conel típico salto a la “banda del hermano mayor” (que también

muerte después... Tantas muertes por el camino, eso ha sidolo peor. La que más sentí, la de Poch, aunque me dijeran queya estaba muy enfermo.

Más adelante, ya viviendo con Pejo, que también eraamigo suyo, me encontré varias veces con Alejo; en el Rastro,en conciertos, y escribiéndole a su sitio web, “Gente Pez”,acerca de las canciones. Él me recomendó que hiciera algotipo 80´s, que era lo que más privaba al personal entonces(los 90) y creo que también ahora, todavía. Así fue como meinvitó a una fiesta-reunión homenaje a Poch (¡qué pena!), enla que entre otros y otras que no recuerdo, estaba tambiénPablito Carbonell, afligido entonces por una leve crisis de au-toestima que, evidentemente, ya ha superado ampliamente.

A Diego Manrique también le conocí en Donostia, y hastasubió a mi casa. También quiso lío conmigo, pero como queno.... Diego es serio, culto y trabajador, pero también unpoco viciosillo, diría yo... Quien esté libre de vicio, que tirela primera piedra... Recuerdo que, al poco de radiar mis can-ciones y de conocernos, escribió un editorial en una revistamusical de entonces (“Rock de Lux”) en el que se lamentabade que grandes talentos femeninos patrios no terminarannunca de salir plenamente a la luz. El panorama, según él, es-taba incompleto sin ellas (¿sin nosotras?). Manrique siempre

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han dado otras amigas mías, y mi hermana). Javi y yo tenía-mos la misma edad y disfrutamos de experiencias increíbles,sin freno, pero ya sabéis aquello de que, a la misma edad, laschicas solemos ser más mujercitas ya...

Total, que entro en los camerinos y digo, voz en grito:¿Quién de vosotros es el batería de Polanski? Pejo, el im-ponente Pejo, y Carlitos –Carlos Torero-, otro imponentebatera, estaban enzarzados en animada charla, pero, al verme,o al oírme, se volvieron hacia mí y se quedaron mudos, im-presionados (esto me lo confirmarían después...). Yo llevabaun vestido de terciopelo fucsia, con elástico en la cadera,acerca del cuál una zorra de aquellas duras de allí me habíadicho un poco antes: “¿Qué, has descolgado las cortinas de tucasa y te las has puesto? Jajajajajajajajajajaja...”. Mi pelo eraexactamente del mismo color que el vestido y, en los pies,pues llevaría boogies, seguramente. Y medias negras de red,de esas de puta, sexys a más no poder... Después de aquellaentrada, y viendo mudos a aquellos dos bigardos, decidí reci-tar mi mensaje aplicadamente: “Que-dice-Ramón-que-no-va-a-poder-llegar-a-tiempo-porque-están-atrapados-por-la-nieve-en-Burgos”, y me giré como para pirarme. A lo que Pejo re-plicó, raudo: “Gracias. ¿Por qué no te pasas a tomar una copaluego?”. “Quizá”, le dije yo, que entonces, como ahora, era unrato borde.

PEJO

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han dado otras amigas mías, y mi hermana). Javi y yo tenía-mos la misma edad y disfrutamos de experiencias increíbles,sin freno, pero ya sabéis aquello de que, a la misma edad, laschicas solemos ser más mujercitas ya...

Total, que entro en los camerinos y digo, voz en grito:¿Quién de vosotros es el batería de Polanski? Pejo, el im-ponente Pejo, y Carlitos –Carlos Torero-, otro imponentebatera, estaban enzarzados en animada charla, pero, al verme,o al oírme, se volvieron hacia mí y se quedaron mudos, im-presionados (esto me lo confirmarían después...). Yo llevabaun vestido de terciopelo fucsia, con elástico en la cadera,acerca del cuál una zorra de aquellas duras de allí me habíadicho un poco antes: “¿Qué, has descolgado las cortinas de tucasa y te las has puesto? Jajajajajajajajajajaja...”. Mi pelo eraexactamente del mismo color que el vestido y, en los pies,pues llevaría boogies, seguramente. Y medias negras de red,de esas de puta, sexys a más no poder... Después de aquellaentrada, y viendo mudos a aquellos dos bigardos, decidí reci-tar mi mensaje aplicadamente: “Que-dice-Ramón-que-no-va-a-poder-llegar-a-tiempo-porque-están-atrapados-por-la-nieve-en-Burgos”, y me giré como para pirarme. A lo que Pejo re-plicó, raudo: “Gracias. ¿Por qué no te pasas a tomar una copaluego?”. “Quizá”, le dije yo, que entonces, como ahora, era unrato borde.

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ticas, éramos ¡las más! Con decir que hasta les hicimos unaescenita de flagelación de Semana Santa... (con cinturones).

Me enamoré de Pejo comiendo una paella, aunque nosuene muy romántico. Todos al sol, a la mesa, bajo un cha-mizo -él llevaba unas gafas oscuras- y, charlando todos, y mi-rándole y mirándole, me fui poniendo caliente, hirviendomás bien, hasta casi perder el poco conocimiento que mequedaba. Ya no podía ni tragar un solo grano de arroz...

Después, lo vi ir solo hacia la playa, con una toalla al hom-bro, y pensé: mmmmmmmmmmmmmmmmm.

Pero cuando ya caí rendida fue cuando le dije que teníaque subir a la farmacia; enseguida se subió a un autobús y,desde arriba, me tendió la mano: “¡Vamos!”. Al subir, me dicuenta de que ya no me bajaría jamás. No sería ésta la pri-mera vez que Pejo me ayudaría a contener mi sangre (lo quenecesitaba eran compresas...).

En Alicante, conocí a otro insigne Polanski: Carlos Álva-rez Coto, Carlino, el saxofonista (y teclista, a veces).Casualidades de la vida, Pejo se lo encontró allí. Carlos, geó-logo, estaba trabajando e iba con una compañera de trabajo,Fiona, me parece recordar. Esa chica me llamó la atención

Mi intención, porque soy de ideas fijas, era irme con unDerribos, concretamente Alejo, a quien me he intentado tirarun montón de veces y nunca ha podido ser, lo cual no hacíamás que acrecentar mi deseo. Incluso una vez que estuvimosjuntos en la cama (¡oh, milagro!) tampoco pudo ser, por unasunto de curvaturas del colchón, o algo así... Pero, fíjate, ter-miné (no sé cómo ni por qué) subiéndome al coche de JaimeStinus, con Borja Zulueta y Juan Verdera, mientras Pejo, porlo visto, me buscaba por toda la sala y, al encontrarse con mihermana (nos parecemos), se preguntaba: “¿Es ella? El caso esque se ha cambiado de ropa...”.

Los Polanski se volvieron a Madrid, pero nos esperaba unacoincidencia asombrosa. La siguiente Semana Santa, Fredi,un amigo de Pejo (luego también mío), invitó a Pejo,Ramón, Javi, una pareja de amigos de Javi y a mi hermana ya mí (no se sabía bien quién invitaba a quién), a su chalet enAlicante. A Susana y a mí nuestros padres nos habían prohi-bido taxativamente que fuéramos allí, a lo que nosotras res-pondimos como siempre: escapándonos. Teníamos ademásunas estrafalarias fiebres, las fiebres Q, que no parecían gra-ves pero te hacían sentir una inquietante ola de calor de la ca-beza a los pies y viceversa. A mi hermana y a mí, al principio,todos nos parecieron un poco mariconcillos (con perdón, esuna forma de hablar), pues nosotras, vestidas un poco de gó-

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ticas, éramos ¡las más! Con decir que hasta les hicimos unaescenita de flagelación de Semana Santa... (con cinturones).

Me enamoré de Pejo comiendo una paella, aunque nosuene muy romántico. Todos al sol, a la mesa, bajo un cha-mizo -él llevaba unas gafas oscuras- y, charlando todos, y mi-rándole y mirándole, me fui poniendo caliente, hirviendomás bien, hasta casi perder el poco conocimiento que mequedaba. Ya no podía ni tragar un solo grano de arroz...

Después, lo vi ir solo hacia la playa, con una toalla al hom-bro, y pensé: mmmmmmmmmmmmmmmmm.

Pero cuando ya caí rendida fue cuando le dije que teníaque subir a la farmacia; enseguida se subió a un autobús y,desde arriba, me tendió la mano: “¡Vamos!”. Al subir, me dicuenta de que ya no me bajaría jamás. No sería ésta la pri-mera vez que Pejo me ayudaría a contener mi sangre (lo quenecesitaba eran compresas...).

En Alicante, conocí a otro insigne Polanski: Carlos Álva-rez Coto, Carlino, el saxofonista (y teclista, a veces).Casualidades de la vida, Pejo se lo encontró allí. Carlos, geó-logo, estaba trabajando e iba con una compañera de trabajo,Fiona, me parece recordar. Esa chica me llamó la atención

Mi intención, porque soy de ideas fijas, era irme con unDerribos, concretamente Alejo, a quien me he intentado tirarun montón de veces y nunca ha podido ser, lo cual no hacíamás que acrecentar mi deseo. Incluso una vez que estuvimosjuntos en la cama (¡oh, milagro!) tampoco pudo ser, por unasunto de curvaturas del colchón, o algo así... Pero, fíjate, ter-miné (no sé cómo ni por qué) subiéndome al coche de JaimeStinus, con Borja Zulueta y Juan Verdera, mientras Pejo, porlo visto, me buscaba por toda la sala y, al encontrarse con mihermana (nos parecemos), se preguntaba: “¿Es ella? El caso esque se ha cambiado de ropa...”.

Los Polanski se volvieron a Madrid, pero nos esperaba unacoincidencia asombrosa. La siguiente Semana Santa, Fredi,un amigo de Pejo (luego también mío), invitó a Pejo,Ramón, Javi, una pareja de amigos de Javi y a mi hermana ya mí (no se sabía bien quién invitaba a quién), a su chalet enAlicante. A Susana y a mí nuestros padres nos habían prohi-bido taxativamente que fuéramos allí, a lo que nosotras res-pondimos como siempre: escapándonos. Teníamos ademásunas estrafalarias fiebres, las fiebres Q, que no parecían gra-ves pero te hacían sentir una inquietante ola de calor de la ca-beza a los pies y viceversa. A mi hermana y a mí, al principio,todos nos parecieron un poco mariconcillos (con perdón, esuna forma de hablar), pues nosotras, vestidas un poco de gó-

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porque era simpática y también porque no se depilaba; lle-vaba unos pelazos en las piernas, rubios, eso sí, que pa´qué. Me hizo pensar en lo automortificantes que siemprehemos sido las españolas para esas cosas...

Cualquiera que vea a Pejo y a Carlos juntos, entonces ytambién ahora, se da cuenta de que son dos pedazos de tíosque están, los dos, para comérselos a bocados, literalmente.Están muy bien hechos, asenderados, experimentados, vi-riles, capaces y con un torrente de feronomonas que lleganal Nepal. De modo que yo entré en un pub en el que esta-ban ambos (se llevaban muy bien, además), me quedé fli-pada con esos dos especímenes de la raza humanamasculina y, no sé cómo lo hice –al agacharme a por algo,supongo-, pero ¡me pisé la minifalda!, una minifalda ska-talítica con un poco de vuelo... Conseguí recomponerme(¡me había quedado en bragas, prácticamente!) y me dis-puse a hacer lo único que se podía y se debía hacer: inten-tar comerme tanto al uno como al otro. Creo que me dirigíprimero a Carlos por su ubicación en ese pub y porque eraalgo más rubio. Charlie me dijo, extremadamente simpá-tico, eso sí, que tenía una novia muy guapa en Madrid(Angelita; ¿acaso me estaba llamando fea?). Sin embargo,me consta que esa misma noche se lió con mi hermana, omi hermana con él, que eso nunca se sabe. Más adelante

PEJO

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porque era simpática y también porque no se depilaba; lle-vaba unos pelazos en las piernas, rubios, eso sí, que pa´qué. Me hizo pensar en lo automortificantes que siemprehemos sido las españolas para esas cosas...

Cualquiera que vea a Pejo y a Carlos juntos, entonces ytambién ahora, se da cuenta de que son dos pedazos de tíosque están, los dos, para comérselos a bocados, literalmente.Están muy bien hechos, asenderados, experimentados, vi-riles, capaces y con un torrente de feronomonas que lleganal Nepal. De modo que yo entré en un pub en el que esta-ban ambos (se llevaban muy bien, además), me quedé fli-pada con esos dos especímenes de la raza humanamasculina y, no sé cómo lo hice –al agacharme a por algo,supongo-, pero ¡me pisé la minifalda!, una minifalda ska-talítica con un poco de vuelo... Conseguí recomponerme(¡me había quedado en bragas, prácticamente!) y me dis-puse a hacer lo único que se podía y se debía hacer: inten-tar comerme tanto al uno como al otro. Creo que me dirigíprimero a Carlos por su ubicación en ese pub y porque eraalgo más rubio. Charlie me dijo, extremadamente simpá-tico, eso sí, que tenía una novia muy guapa en Madrid(Angelita; ¿acaso me estaba llamando fea?). Sin embargo,me consta que esa misma noche se lió con mi hermana, omi hermana con él, que eso nunca se sabe. Más adelante

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me diría también que yo era la número uno en sus fanta-sías sexuales; ¿se lo diría a todas? Él era, desde luego, el nú-mero uno en las mías, y yo esto no se lo digo a todos...(para quien le molesten estas cosas, le aconsejo que pienseque es fabulación, o que no recuerdo bien.... Hace tantosaños ya, de todas formas...). Carlino fue siempre en nues-tras vidas una presencia simpática, amable y muy cariñosaa la que adorábamos tanto Pejo como yo, un tipo viajero,talentoso y emprendedor.

Lo primero que me privó de Pejo, en esta aproximación(mordisco salvaje en su cuello, firme agarre de nalgas), fueel olor y el tacto de su cuero, que me transportaba a exóti-cas aventuras sin fin.... Aquella noche, después de discote-cas y marcha sin límite, terminé en una tesitura muy mía:en medio del pasillo de la planta de arriba del chalet deFredi, a oscuras, con la espalda contra la pared, las piernasrecogidas, el cuarto de Javi a la izquierda, el de Pejo a la de-recha... Finalmente, me fui con Pejo y, después de estarjuntos en la cama, también supo él que ya no se bajaría deese autobús jamás. Lo que más me impresionó y enamoróa mí entonces fue su forma de decir “tranquila”, “tranquila,cariño”, mientras hacíamos el amor. Supe que había en-contrado al hombre libertario, sólido, sensual, inteligentey artístico que había estado buscando siempre.

RAFAEL BURILLO

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me diría también que yo era la número uno en sus fanta-sías sexuales; ¿se lo diría a todas? Él era, desde luego, el nú-mero uno en las mías, y yo esto no se lo digo a todos...(para quien le molesten estas cosas, le aconsejo que pienseque es fabulación, o que no recuerdo bien.... Hace tantosaños ya, de todas formas...). Carlino fue siempre en nues-tras vidas una presencia simpática, amable y muy cariñosaa la que adorábamos tanto Pejo como yo, un tipo viajero,talentoso y emprendedor.

Lo primero que me privó de Pejo, en esta aproximación(mordisco salvaje en su cuello, firme agarre de nalgas), fueel olor y el tacto de su cuero, que me transportaba a exóti-cas aventuras sin fin.... Aquella noche, después de discote-cas y marcha sin límite, terminé en una tesitura muy mía:en medio del pasillo de la planta de arriba del chalet deFredi, a oscuras, con la espalda contra la pared, las piernasrecogidas, el cuarto de Javi a la izquierda, el de Pejo a la de-recha... Finalmente, me fui con Pejo y, después de estarjuntos en la cama, también supo él que ya no se bajaría deese autobús jamás. Lo que más me impresionó y enamoróa mí entonces fue su forma de decir “tranquila”, “tranquila,cariño”, mientras hacíamos el amor. Supe que había en-contrado al hombre libertario, sólido, sensual, inteligentey artístico que había estado buscando siempre.

RAFAEL BURILLO

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Terminaron esas vacaciones y cada mochuelo volvió a suolivo, ellos a Madrid y nosotras a Sanse, pero algo había cam-biado irremisiblemente. Pejo empezó a llamarme y, sobretodo, a mandarme unas cartas, auténticas obras de arte, pla-gadas de dibujitos, viñetas, montajes, y procaces palabras deamor... Allí, en el Palacio de Justicia, el teléfono estaba inter-venido y también se interceptaba cualquier tipo de envío quellegara, así que una de estas cartas, un poquito subida detono, cayó en manos de mi abuela y luego de mi madre.Ambas me riñeron amargamente afirmando: “Ese chico no terespeta”. No sabían ellas cuánto me respetaba y me respetaríaese chico siempre... Más que ellas, desde luego...

Yo ya tenía pensado y decidido volverme a Madrid, peromi padre se adelantó y pidió el traslado. Nos fuimos a unasuntuosa casa en el 68 de la calle Alcalá. Por aquel entonces,y aun ahora, los lujos me la refanfinflaban, concedía más im-portancia a otras cosas: el amor, el desarrollo personal, la cre-atividad, la amistad verdadera, los viajes... Entonces (1984),recuerdo haber conocido a Sebas, Sebastián Durán Limas, fi-lólogo de árabe, traductor, un gran talento a la pluma y albajo (bajista de Polanski). Le recuerdo en esa casa una ma-drugada, haciendo travesuras de las nuestras. Volveré a hablarde Sebas más adelante, pues ha sido una persona importanteen mi vida. Siempre le he sentido como de mi familia, como

un hermano de lujo. Por eso, en el “chat”, ¡nos llamábamosfrecuentemente “bro” y “sis”!

Por otro lado, y como desarrollo normal de los aconteci-mientos, Pejo me propuso que nos fuéramos a vivir juntos enMadrid. Acepté. Nos fuimos a un apartamento pequeño,pero agradable, en la Prospe, y nos dedicamos a demostrarleal mundo y a nosotros mismos que nos las arreglábamos per-fectamente por nuestra cuenta (siempre hemos estado muyorgullosos de eso). Él trabajaba, de diseñador gráfico, en unarevista médica, y yo seguía mis estudios, sólo que me pasé dela Filosofía a la Filología Inglesa, que es lo que siempre habíaquerido hacer (por aquel entonces, no había en SanSebastián). Hice dos cursos en uno, por las convalidacionesy, como ya sabía mucho inglés, también me puse a dar clasesparticulares, en casa y a domicilio. Éramos jóvenes, y la ver-dad que lo pasábamos de escándalo, salvo alguna crisis obronca que otra.

Nuestra unión prosperaba (en la Prospe), y prueba de elloes que él pasaba de una publicación a otra, de las mejores delpaís (El Independiente, Época, Dinero, Hombre de Hoy,Cambio 16..., e ilustrando -dibujando- para muchas editoria-les) y yo sacaba mis estudios con notas muy altas, simultane-ándolos además con trabajos cada vez más interesantes,

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Terminaron esas vacaciones y cada mochuelo volvió a suolivo, ellos a Madrid y nosotras a Sanse, pero algo había cam-biado irremisiblemente. Pejo empezó a llamarme y, sobretodo, a mandarme unas cartas, auténticas obras de arte, pla-gadas de dibujitos, viñetas, montajes, y procaces palabras deamor... Allí, en el Palacio de Justicia, el teléfono estaba inter-venido y también se interceptaba cualquier tipo de envío quellegara, así que una de estas cartas, un poquito subida detono, cayó en manos de mi abuela y luego de mi madre.Ambas me riñeron amargamente afirmando: “Ese chico no terespeta”. No sabían ellas cuánto me respetaba y me respetaríaese chico siempre... Más que ellas, desde luego...

Yo ya tenía pensado y decidido volverme a Madrid, peromi padre se adelantó y pidió el traslado. Nos fuimos a unasuntuosa casa en el 68 de la calle Alcalá. Por aquel entonces,y aun ahora, los lujos me la refanfinflaban, concedía más im-portancia a otras cosas: el amor, el desarrollo personal, la cre-atividad, la amistad verdadera, los viajes... Entonces (1984),recuerdo haber conocido a Sebas, Sebastián Durán Limas, fi-lólogo de árabe, traductor, un gran talento a la pluma y albajo (bajista de Polanski). Le recuerdo en esa casa una ma-drugada, haciendo travesuras de las nuestras. Volveré a hablarde Sebas más adelante, pues ha sido una persona importanteen mi vida. Siempre le he sentido como de mi familia, como

un hermano de lujo. Por eso, en el “chat”, ¡nos llamábamosfrecuentemente “bro” y “sis”!

Por otro lado, y como desarrollo normal de los aconteci-mientos, Pejo me propuso que nos fuéramos a vivir juntos enMadrid. Acepté. Nos fuimos a un apartamento pequeño,pero agradable, en la Prospe, y nos dedicamos a demostrarleal mundo y a nosotros mismos que nos las arreglábamos per-fectamente por nuestra cuenta (siempre hemos estado muyorgullosos de eso). Él trabajaba, de diseñador gráfico, en unarevista médica, y yo seguía mis estudios, sólo que me pasé dela Filosofía a la Filología Inglesa, que es lo que siempre habíaquerido hacer (por aquel entonces, no había en SanSebastián). Hice dos cursos en uno, por las convalidacionesy, como ya sabía mucho inglés, también me puse a dar clasesparticulares, en casa y a domicilio. Éramos jóvenes, y la ver-dad que lo pasábamos de escándalo, salvo alguna crisis obronca que otra.

Nuestra unión prosperaba (en la Prospe), y prueba de elloes que él pasaba de una publicación a otra, de las mejores delpaís (El Independiente, Época, Dinero, Hombre de Hoy,Cambio 16..., e ilustrando -dibujando- para muchas editoria-les) y yo sacaba mis estudios con notas muy altas, simultane-ándolos además con trabajos cada vez más interesantes,

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también: el colegio Estilo, de la escritora Josefina Aldecoa,traducciones muy estimulantes (nunca las olvidaré) paraAmnistía Internacional, de la que ya era socia (también deGreenpeace). Algunos de mis amigos se reían de mí por esto,por mi “ingenuidad”. Carlino y Ángeles me advertían que aGreenpeace se la untaba muy bien en las empresas contami-nantes. Recuerdo una vez que yo iba con unas hojas de reco-gida de firmas contra la pena de muerte y Javier LobatoSolana, también batería (de los Trastos) y dibujante (un tipointeresante), me espetó, bromista y burlón: “¡A mí dame unfusil, o algo, y déjame de firmas! ¡Acción!” ¡No sé a quién o aqué pensaba disparar exactamente...! Lo que en otros paísessin “transición franquista” era algo normal y civilizado (en miquerida Inglaterra, por ejemplo, y en los países nórdicos), enEspaña, todavía, al menos entonces, se veía como una “pa-vada”, hasta ¡sospechoso de algo! Todavía había otro amigo,Máximo Ron Álvarez, escritor y editor (quién luego se reve-laría como un auténtico rufián de tres al cuarto), que me ha-blaba de ¡expiación de culpas, llagas sangrantes y no sé quédelirios más! Yo había visto trabajar a Amnistía de cerca,desde dentro, y me parecía que hacían un trabajo magnífico,encomiable y, lo que es mejor, sólo a golpe de pluma.

Pejo, por su parte, seguía tocando con bandas como“Decadencia” y “¿Qué es el optimismo?”.

SANDRA DE MIGUEL

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también: el colegio Estilo, de la escritora Josefina Aldecoa,traducciones muy estimulantes (nunca las olvidaré) paraAmnistía Internacional, de la que ya era socia (también deGreenpeace). Algunos de mis amigos se reían de mí por esto,por mi “ingenuidad”. Carlino y Ángeles me advertían que aGreenpeace se la untaba muy bien en las empresas contami-nantes. Recuerdo una vez que yo iba con unas hojas de reco-gida de firmas contra la pena de muerte y Javier LobatoSolana, también batería (de los Trastos) y dibujante (un tipointeresante), me espetó, bromista y burlón: “¡A mí dame unfusil, o algo, y déjame de firmas! ¡Acción!” ¡No sé a quién o aqué pensaba disparar exactamente...! Lo que en otros paísessin “transición franquista” era algo normal y civilizado (en miquerida Inglaterra, por ejemplo, y en los países nórdicos), enEspaña, todavía, al menos entonces, se veía como una “pa-vada”, hasta ¡sospechoso de algo! Todavía había otro amigo,Máximo Ron Álvarez, escritor y editor (quién luego se reve-laría como un auténtico rufián de tres al cuarto), que me ha-blaba de ¡expiación de culpas, llagas sangrantes y no sé quédelirios más! Yo había visto trabajar a Amnistía de cerca,desde dentro, y me parecía que hacían un trabajo magnífico,encomiable y, lo que es mejor, sólo a golpe de pluma.

Pejo, por su parte, seguía tocando con bandas como“Decadencia” y “¿Qué es el optimismo?”.

SANDRA DE MIGUEL

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En ese apartamento de la calle Sánchez Pacheco del barriode Prosperidad conocí a Víctor M. -Polanski- Muñoz Vázquez,cantante, guitarrista y mayor compositor de la banda. Víctor sehabía marchado a EEUU, Philadelphia, con una americana,en el punto álgido del grupo, cuando estaban cosechando bas-tante éxito y además tenían material de sobra, y espléndido,para un segundo trabajo. Sus colegas de banda se habían que-dado un poco escocidos por esto. Este material salió por fin ala luz, en mayo del año pasado, en la excelente caja editada porel sello Everlasting. Yo había oído esas cintas con Pejo muchasveces, y la verdad que canciones como “Dama Blanca” (deSebastián Durán), “No hay ninguna reacción”, “Las venas de miamigo están ardiendo”, “Ella me pedía garantías”, “Frank el mer-cenario”, todas éstas de Víctor, y tantas otras, me parecían de lomejorcito que había escuchado antes, y precisamente por es-cucharlas así, inéditas, con Pejo, la cosa era aun más única ymisteriosa. Me recordaban a mis idolatrados “The Cure”,“Killing Joke”, “Psychedelic Furs”, “The Sound”, y tantas ex-celsas bandas inglesas de ese tipo, pero con completa y totaloriginalidad propias. Así que Víctor, un sujeto un tanto anti-pático, pelín borde, pero interesante y con innegable talento,se ganó mi respeto desde el principio aunque solo fuera por lascanciones que había escrito y su forma de tocar la guitarra, hip-notizante y electrizante. Estuvo en casa con una amiga suya,Sorne, e intentamos, a sugerencia de Pejo, tocar unas cancio-

PEJO

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En ese apartamento de la calle Sánchez Pacheco del barriode Prosperidad conocí a Víctor M. -Polanski- Muñoz Vázquez,cantante, guitarrista y mayor compositor de la banda. Víctor sehabía marchado a EEUU, Philadelphia, con una americana,en el punto álgido del grupo, cuando estaban cosechando bas-tante éxito y además tenían material de sobra, y espléndido,para un segundo trabajo. Sus colegas de banda se habían que-dado un poco escocidos por esto. Este material salió por fin ala luz, en mayo del año pasado, en la excelente caja editada porel sello Everlasting. Yo había oído esas cintas con Pejo muchasveces, y la verdad que canciones como “Dama Blanca” (deSebastián Durán), “No hay ninguna reacción”, “Las venas de miamigo están ardiendo”, “Ella me pedía garantías”, “Frank el mer-cenario”, todas éstas de Víctor, y tantas otras, me parecían de lomejorcito que había escuchado antes, y precisamente por es-cucharlas así, inéditas, con Pejo, la cosa era aun más única ymisteriosa. Me recordaban a mis idolatrados “The Cure”,“Killing Joke”, “Psychedelic Furs”, “The Sound”, y tantas ex-celsas bandas inglesas de ese tipo, pero con completa y totaloriginalidad propias. Así que Víctor, un sujeto un tanto anti-pático, pelín borde, pero interesante y con innegable talento,se ganó mi respeto desde el principio aunque solo fuera por lascanciones que había escrito y su forma de tocar la guitarra, hip-notizante y electrizante. Estuvo en casa con una amiga suya,Sorne, e intentamos, a sugerencia de Pejo, tocar unas cancio-

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nes mías en una carpintería de enfrente de casa: terminamostocando “La Bamba”, con Víctor “despreciando” mis temascon su ácido comentario: “¡Por algo será!”.

Víctor puede parecer un tanto hermético y reservado, perotambién se puede intuir en él un rico mundo interior quequizá sólo puedan vislumbrar en toda su amplitud sus noviaso amantes. Una de ellas Fionnuala, una de nuestras mejoresamigas entonces, y también ahora (gracias a Víctor por eso),es una mujer muy especial, sensible, inteligente y libre comola que más. Después de la experiencia Polanski, Víctor ha te-nido otras, con Clónicos (Justo Bagüeste, Marcus Breus ,Pelayo y Txeles Albitzu) y otras bandas experimentales y van-guardistas. Pejo y Víctor siempre han sido amigos, a su ma-nera, pero también se ponen mutuamente de los nervios pordiferencias de carácter, básicamente. Para quien crea en estode los astros, baste con decir que Víctor y Fionnuala son can-grejos (cáncer), duros por fuera y tiernos y jugosos por den-tro, mientras que Pejo es un centauro (sagitario), siempre altrote y disparando flechas hacia el cielo... Esto puede pareceruna simplificación, pero es bastante orientativo. Sea como seaVíctor, nosotros siempre le hemos considerado nuestroamigo, aunque él se comporte a veces como si yo sólo fuera“la novia de su amigo”, lo cual, como feminista, y como per-sona, me raya un poco, la verdad...

Yo, por mi parte, seguía escribiendo canciones y de todo,pero he de reconocer que estaba básicamente centrada en au-toabastecerme económicamente. Estaba hasta un poco “ob-sesionada” con no depender económicamente ni de mispadres ni de Pejo, aunque, claro, todos me ayudaban porqueyo era menor y estaba aún terminando de estudiar. Pero teníaclaro clarete clarísimo que necesitaba un empleo que me gus-tara, que no tuviera un horario demencial, que estuviera ra-zonablemente bien pagado y en el que no tuviera quechupársela a nadie. Lo conseguí, al final, pero, a cambio, Pejoy yo sacrificamos cosas como... ¡los hijos! Nos quedamos em-barazados; él hasta le pidió consejo a Víctor, quien le acon-sejó que lo tuviéramos. Me parece que era yo quien tenía másclaro que no podía ser; hubiéramos tenido que cortar en seconuestro crecimiento y desarrollo personales, y creo que unhijo no se merece eso. De esa “interrupción voluntaria delembarazo” salió, a cambio, una de mis canciones favoritas:“Extraño”. Unos mueren, otros nacen y se quedan para siem-pre. Muchos años después llegaría mi pequeño Marino, tal ycomo lo quiso el destino.

Nos trasladamos a una casa antigua, pequeña pero conuna enorme terraza, dos calles más allá, y se inauguró la tem-porada de fiestas. Nuestras fiestas fueron pronto una institu-ción. La verdad es que les poníamos mucho mimo, no faltaba

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nes mías en una carpintería de enfrente de casa: terminamostocando “La Bamba”, con Víctor “despreciando” mis temascon su ácido comentario: “¡Por algo será!”.

Víctor puede parecer un tanto hermético y reservado, perotambién se puede intuir en él un rico mundo interior quequizá sólo puedan vislumbrar en toda su amplitud sus noviaso amantes. Una de ellas Fionnuala, una de nuestras mejoresamigas entonces, y también ahora (gracias a Víctor por eso),es una mujer muy especial, sensible, inteligente y libre comola que más. Después de la experiencia Polanski, Víctor ha te-nido otras, con Clónicos (Justo Bagüeste, Marcus Breus ,Pelayo y Txeles Albitzu) y otras bandas experimentales y van-guardistas. Pejo y Víctor siempre han sido amigos, a su ma-nera, pero también se ponen mutuamente de los nervios pordiferencias de carácter, básicamente. Para quien crea en estode los astros, baste con decir que Víctor y Fionnuala son can-grejos (cáncer), duros por fuera y tiernos y jugosos por den-tro, mientras que Pejo es un centauro (sagitario), siempre altrote y disparando flechas hacia el cielo... Esto puede pareceruna simplificación, pero es bastante orientativo. Sea como seaVíctor, nosotros siempre le hemos considerado nuestroamigo, aunque él se comporte a veces como si yo sólo fuera“la novia de su amigo”, lo cual, como feminista, y como per-sona, me raya un poco, la verdad...

Yo, por mi parte, seguía escribiendo canciones y de todo,pero he de reconocer que estaba básicamente centrada en au-toabastecerme económicamente. Estaba hasta un poco “ob-sesionada” con no depender económicamente ni de mispadres ni de Pejo, aunque, claro, todos me ayudaban porqueyo era menor y estaba aún terminando de estudiar. Pero teníaclaro clarete clarísimo que necesitaba un empleo que me gus-tara, que no tuviera un horario demencial, que estuviera ra-zonablemente bien pagado y en el que no tuviera quechupársela a nadie. Lo conseguí, al final, pero, a cambio, Pejoy yo sacrificamos cosas como... ¡los hijos! Nos quedamos em-barazados; él hasta le pidió consejo a Víctor, quien le acon-sejó que lo tuviéramos. Me parece que era yo quien tenía másclaro que no podía ser; hubiéramos tenido que cortar en seconuestro crecimiento y desarrollo personales, y creo que unhijo no se merece eso. De esa “interrupción voluntaria delembarazo” salió, a cambio, una de mis canciones favoritas:“Extraño”. Unos mueren, otros nacen y se quedan para siem-pre. Muchos años después llegaría mi pequeño Marino, tal ycomo lo quiso el destino.

Nos trasladamos a una casa antigua, pequeña pero conuna enorme terraza, dos calles más allá, y se inauguró la tem-porada de fiestas. Nuestras fiestas fueron pronto una institu-ción. La verdad es que les poníamos mucho mimo, no faltaba

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de nada, la música era magnífica (Pejo y yo casi nos peleába-mos por pinchar), y la selección de invitados inmejorable.Algunas, varias, terminaron con la autoridad mandando aparar, pero eso no nos desanimaba; más bien al contrario.

Y de fiesta en fiesta, y tiro porque me toca, cada una (ycada viaje: Rusia, Estambul, Cuba, Nueva Orleans,Londres...) nos iba cambiando un poquito la vida. Ya fuerade la Prospe, en la calle Jorge Juan, convoqué una “fiesta” queera más bien una performance. Estaba, por aquel entonces(1998, fin de siglo total) un tanto o bastante tocada por unaserie de acontecimientos, siendo el más importante de ellos elsuicidio de mi abuela materna, que se había tirado por unaventana. Aquel suceso me impactó de tal forma que alteró to-talmente mi noción de la vida. De modo que, no sé bien por-qué, les pedí a mis amigos, al invitarlos, que trajeran unaplanta llena de significado; lo que durara la planta marcaríatambién la duración de nuestra relación. Regarla, cuidarla,iban a ser un símil de cómo cuidar nuestra amistad (¿lo quecreía no haber hecho suficientemente con mi abuela, quizá, ypor eso se me había matado...?). La reacción de los amigosfue, claro, de lo más variopinta; muchos no la trajeron, otrossí, otros trajeron marihuana, otros se pusieron a hacer rayaskilométricas y en serie, y otros pocos, los peores, entraron asaco y en plan apisonadora quejándose de que aquello pare-

SANDRA DE MIGUEL

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de nada, la música era magnífica (Pejo y yo casi nos peleába-mos por pinchar), y la selección de invitados inmejorable.Algunas, varias, terminaron con la autoridad mandando aparar, pero eso no nos desanimaba; más bien al contrario.

Y de fiesta en fiesta, y tiro porque me toca, cada una (ycada viaje: Rusia, Estambul, Cuba, Nueva Orleans,Londres...) nos iba cambiando un poquito la vida. Ya fuerade la Prospe, en la calle Jorge Juan, convoqué una “fiesta” queera más bien una performance. Estaba, por aquel entonces(1998, fin de siglo total) un tanto o bastante tocada por unaserie de acontecimientos, siendo el más importante de ellos elsuicidio de mi abuela materna, que se había tirado por unaventana. Aquel suceso me impactó de tal forma que alteró to-talmente mi noción de la vida. De modo que, no sé bien por-qué, les pedí a mis amigos, al invitarlos, que trajeran unaplanta llena de significado; lo que durara la planta marcaríatambién la duración de nuestra relación. Regarla, cuidarla,iban a ser un símil de cómo cuidar nuestra amistad (¿lo quecreía no haber hecho suficientemente con mi abuela, quizá, ypor eso se me había matado...?). La reacción de los amigosfue, claro, de lo más variopinta; muchos no la trajeron, otrossí, otros trajeron marihuana, otros se pusieron a hacer rayaskilométricas y en serie, y otros pocos, los peores, entraron asaco y en plan apisonadora quejándose de que aquello pare-

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dad principal, de Mario, de La Unión). Carlos Carlino tocóel saxofón en “Sentir”, un saxofón espléndido que se fundíamaravillosamente bien con mi voz ahí. Esa fue la maqueta(“Sentir”, “La Promesa“, “Ruido” y “Humo, cenizas y brasas”)que le pasamos Pejo y yo a Sebas esa noche propusiéndoletocar juntos. Sebastián nos dijo que no le gustaban mucholos arreglos, pero sí las canciones, y se mostró encantado detocar con nosotros.

Hubo otras reacciones a la maquetilla; Javier Lobato mefelicitó (“Enhorabuena; sabía que componías, pero no que tam-bién interpretabas”), Carlino me dijo que le recordaban a“Smithereens” y a Manrique le debió gustar “Ruido” porquefue la que puso en su espacio. Ordovás, amigo de Pejo, nosllevó a su programa y las puso todas, pero yo recuerdo aque-llo como de pesadilla, pues aún no estaba ni mucho menosrecuperada y encima estaba en el medio de un triángulo amo-roso altamente tóxico. Víctor Vázquez, muy en su línea, re-plicó: “A mí no me gusta el pop” (¡toma ya!) y Máximo Ron,co-compositor de la letra de “Humo, cenizas y brasas”, aseguróque había hecho una maqueta excelente.

Sebastián, Pejo y yo nos metimos en el local (Rock Palace).Al principio, estaba tan débil por el tratamiento que no podíani sostener la guitarra. Recuerdo a Sebas diciéndome:

cía un entierro, o una broma pesada... A todo esto, me puseun poco psicótica y veía lecturas siniestras por doquier: unbonito ciprés que trajo una compañera de trabajo me parecióun mensaje de muerte, unas enormes velas que trajo otra seme asemejaban a amenazantes falos (¿me estaba llamandoputa?). Total, que estaban todos alucinados (“¿te has comidoun ácido?”) y, al día siguiente por la mañana, Carlino estaballamando para decirme que tenía un buen amigo psiquiatraque además no me iba a cobrar... Terminé en el hospital, in-gresada casi un mes, con anorexia nerviosa y una depresiónparalizante.

Pero todo lo malo tiene su lado bueno, como todo elmundo sabe, y, en esa fiesta, también, estaban SebastiánDurán y su esposa, Mar Santos, quienes, por cierto, trajeronuna planta bastante resistente. Antes del asunto de la fiesta,yo había conseguido componer unas catorce o dieciséis can-ciones que me gustaban bastante, y a Pejo también. Se mehabía ocurrido que quizá pudiera arreglarlas y grabarlas, yllamé para eso a Miguel Ángel Lobato, ex Trastos, de quiensabía a través de su hermano Javier y de Carlos y Ángeles.Miguel vino a casa, las escuchó, me aconsejó acerca de cuáleshacer y las hicimos -ellos, Miguel y Tores Crespo, también ex“Trasto”, la mayor parte; yo puse la voz y las composiciones-en su estudio Go! de la calle Bailén (co-propiedad, o propie-

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dad principal, de Mario, de La Unión). Carlos Carlino tocóel saxofón en “Sentir”, un saxofón espléndido que se fundíamaravillosamente bien con mi voz ahí. Esa fue la maqueta(“Sentir”, “La Promesa“, “Ruido” y “Humo, cenizas y brasas”)que le pasamos Pejo y yo a Sebas esa noche propusiéndoletocar juntos. Sebastián nos dijo que no le gustaban mucholos arreglos, pero sí las canciones, y se mostró encantado detocar con nosotros.

Hubo otras reacciones a la maquetilla; Javier Lobato mefelicitó (“Enhorabuena; sabía que componías, pero no que tam-bién interpretabas”), Carlino me dijo que le recordaban a“Smithereens” y a Manrique le debió gustar “Ruido” porquefue la que puso en su espacio. Ordovás, amigo de Pejo, nosllevó a su programa y las puso todas, pero yo recuerdo aque-llo como de pesadilla, pues aún no estaba ni mucho menosrecuperada y encima estaba en el medio de un triángulo amo-roso altamente tóxico. Víctor Vázquez, muy en su línea, re-plicó: “A mí no me gusta el pop” (¡toma ya!) y Máximo Ron,co-compositor de la letra de “Humo, cenizas y brasas”, aseguróque había hecho una maqueta excelente.

Sebastián, Pejo y yo nos metimos en el local (Rock Palace).Al principio, estaba tan débil por el tratamiento que no podíani sostener la guitarra. Recuerdo a Sebas diciéndome:

cía un entierro, o una broma pesada... A todo esto, me puseun poco psicótica y veía lecturas siniestras por doquier: unbonito ciprés que trajo una compañera de trabajo me parecióun mensaje de muerte, unas enormes velas que trajo otra seme asemejaban a amenazantes falos (¿me estaba llamandoputa?). Total, que estaban todos alucinados (“¿te has comidoun ácido?”) y, al día siguiente por la mañana, Carlino estaballamando para decirme que tenía un buen amigo psiquiatraque además no me iba a cobrar... Terminé en el hospital, in-gresada casi un mes, con anorexia nerviosa y una depresiónparalizante.

Pero todo lo malo tiene su lado bueno, como todo elmundo sabe, y, en esa fiesta, también, estaban SebastiánDurán y su esposa, Mar Santos, quienes, por cierto, trajeronuna planta bastante resistente. Antes del asunto de la fiesta,yo había conseguido componer unas catorce o dieciséis can-ciones que me gustaban bastante, y a Pejo también. Se mehabía ocurrido que quizá pudiera arreglarlas y grabarlas, yllamé para eso a Miguel Ángel Lobato, ex Trastos, de quiensabía a través de su hermano Javier y de Carlos y Ángeles.Miguel vino a casa, las escuchó, me aconsejó acerca de cuáleshacer y las hicimos -ellos, Miguel y Tores Crespo, también ex“Trasto”, la mayor parte; yo puse la voz y las composiciones-en su estudio Go! de la calle Bailén (co-propiedad, o propie-

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“¡Levántate y anda!” (con mucho cariño, ¿eh?). Además, es-taba impresionada; yo había admirado profundamente a losPolanski y ahora estaba ¡tocando con la mitad de ellos, consu legendaria base rítmica! La guitarra, mi querida entrañableadorada guitarra eléctrica, fue tan agradecida que casi ibasola, podríamos decir. Ellos estaban imponentes.Lográbamos momentos de clímax inenarrables. Pero necesi-tábamos otra guitarra, una guitarra solista, eso estaba claro (lamía era rítmica).

Al terminar los ensayos, solíamos tomarla en los bares delos alrededores. En uno de ellos, nos entró un camarerojoven, moreno, de piel clara y un poco cejijunto, guapo tam-bién, que se llamaba Javier, Sid Berú. Javi era gallego, deSantiago, y estaba en Madrid un poco buscándose la vida enlo que pudiera. Al ver nuestros instrumentos, comentó que élera guitarrista, así que fue dicho y hecho; le probamos y seunió a nosotros. Javier hizo unas guitarras preciosas, creati-vas, misteriosas, sugerentes, de otro mundo, como la del“Depredador”. Yo estaba tan interesada en que la cosa funcio-nara que le alojé en mi casa, conmigo, lo que provocó más deun cotilleo del tipo especulativo-ferial...

Con “Malicia Cool” (que así nos llamábamos, ya sé que elnombre no es muy allá, probamos decenas) grabamos aún dos

RAFAEL BURILLO

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“¡Levántate y anda!” (con mucho cariño, ¿eh?). Además, es-taba impresionada; yo había admirado profundamente a losPolanski y ahora estaba ¡tocando con la mitad de ellos, consu legendaria base rítmica! La guitarra, mi querida entrañableadorada guitarra eléctrica, fue tan agradecida que casi ibasola, podríamos decir. Ellos estaban imponentes.Lográbamos momentos de clímax inenarrables. Pero necesi-tábamos otra guitarra, una guitarra solista, eso estaba claro (lamía era rítmica).

Al terminar los ensayos, solíamos tomarla en los bares delos alrededores. En uno de ellos, nos entró un camarerojoven, moreno, de piel clara y un poco cejijunto, guapo tam-bién, que se llamaba Javier, Sid Berú. Javi era gallego, deSantiago, y estaba en Madrid un poco buscándose la vida enlo que pudiera. Al ver nuestros instrumentos, comentó que élera guitarrista, así que fue dicho y hecho; le probamos y seunió a nosotros. Javier hizo unas guitarras preciosas, creati-vas, misteriosas, sugerentes, de otro mundo, como la del“Depredador”. Yo estaba tan interesada en que la cosa funcio-nara que le alojé en mi casa, conmigo, lo que provocó más deun cotilleo del tipo especulativo-ferial...

Con “Malicia Cool” (que así nos llamábamos, ya sé que elnombre no es muy allá, probamos decenas) grabamos aún dos

RAFAEL BURILLO

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en un concurso, y estuvimos a punto en los estudios de Radio 3,con Ordovás. Allí a mí me dio una pájara paranoide y me neguéa tocar, porque no me gustaba cómo sonaba la batería (alqui-lada) y por otras cosas.

En los concursos, quedábamos siempre en muy buen nú-mero, el ocho de 360 y cosas por el estilo. Por aquel entonces,Sid Berú ya se había vuelto a su tierra y teníamos otro guitarrista:el acuático, vanguardista e imaginativo acuario Rafael BurilloSalvador, artista polifacético.

Rafa y yo nos enamoramos. Creo que él se enamoró de mimúsica y de mi sensibilidad, y yo, por mi parte, al verlo mirar fi-jamente mi mano izquierda en el mástil de la guitarra paraaprenderse los acordes. Como casi todos los acuarios, era quizámenos rotundamente “tío” que los otros, y se veía claramenteque también estaba pasando por una crisis vital. Quizá no hemencionado antes que Pejo y yo estábamos separados por aquelentonces, desde mi crisis hospitalaria. Visto en la distancia, po-dríamos decir que aquel alejamiento formó parte de una depu-ración y renovación totales, en todos los ámbitos, y cuando noshemos vuelto a unir después, es indudable que ese crecimientofue bueno y necesario, pues ahora nos queremos más que nunca,mejor que nunca y somos más capaces y mejores personasambos.

maquetas más; ¡con razón me llamó Alejo Alberdi “la niña de lasmaquetas”! Lo de grabar no tenía para nosotros ninguna inten-ción promocional ni de éxito (Carlino no entendía esto, porquees un aries), sino que era sólo una manera de ver cómo sonaban,de darle cierto carpetazo al trabajo. Un virgo, Sebas, un sagita-rio, Pejo, y yo, una escorpio, obteníamos suficiente satisfaccióny pasión tocando, y sólo con vernos y tratarnos, como para tenerque demostrarle nada al mundo; eso nos parecía una “impureza”y hasta una debilidad del ámbito de lo puramente social, no delo psicomágico y musculoso que nos interesaba a nosotros.

La primera de las maquetas ("Mentira" y "Las Motos") las gra-bamos en Rock & Soul con nuestro gran amigo Carlos Torero.Carlos, además de no querer cobrarnos, captó muy bien la na-turaleza desnuda y desgarrada de lo que hacíamos. La segunda,en los estudios Attack!, de Lagarto, en el mismo Rock Palace.Ahí hicimos de nuevo un “Sentir” más rockero y guitarrero queel de Go! (los dos son estupendos, según yo lo veo), el“Depredador”, sencillamente maravilloso (el propio autor,Víctor, así lo reconoció) y un “Extraño” quizá algo más flojo,para lo buena que es la canción y lo bien que suena en directo.

Tocamos en varios sitios: en Rock Palace, en el Silicona, en lagalería de arte Salvador Díaz en una performance del númerouno mundial del arte Rickrit Tiravanija, en el Eneva, en el Sol

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en un concurso, y estuvimos a punto en los estudios de Radio 3,con Ordovás. Allí a mí me dio una pájara paranoide y me neguéa tocar, porque no me gustaba cómo sonaba la batería (alqui-lada) y por otras cosas.

En los concursos, quedábamos siempre en muy buen nú-mero, el ocho de 360 y cosas por el estilo. Por aquel entonces,Sid Berú ya se había vuelto a su tierra y teníamos otro guitarrista:el acuático, vanguardista e imaginativo acuario Rafael BurilloSalvador, artista polifacético.

Rafa y yo nos enamoramos. Creo que él se enamoró de mimúsica y de mi sensibilidad, y yo, por mi parte, al verlo mirar fi-jamente mi mano izquierda en el mástil de la guitarra paraaprenderse los acordes. Como casi todos los acuarios, era quizámenos rotundamente “tío” que los otros, y se veía claramenteque también estaba pasando por una crisis vital. Quizá no hemencionado antes que Pejo y yo estábamos separados por aquelentonces, desde mi crisis hospitalaria. Visto en la distancia, po-dríamos decir que aquel alejamiento formó parte de una depu-ración y renovación totales, en todos los ámbitos, y cuando noshemos vuelto a unir después, es indudable que ese crecimientofue bueno y necesario, pues ahora nos queremos más que nunca,mejor que nunca y somos más capaces y mejores personasambos.

maquetas más; ¡con razón me llamó Alejo Alberdi “la niña de lasmaquetas”! Lo de grabar no tenía para nosotros ninguna inten-ción promocional ni de éxito (Carlino no entendía esto, porquees un aries), sino que era sólo una manera de ver cómo sonaban,de darle cierto carpetazo al trabajo. Un virgo, Sebas, un sagita-rio, Pejo, y yo, una escorpio, obteníamos suficiente satisfaccióny pasión tocando, y sólo con vernos y tratarnos, como para tenerque demostrarle nada al mundo; eso nos parecía una “impureza”y hasta una debilidad del ámbito de lo puramente social, no delo psicomágico y musculoso que nos interesaba a nosotros.

La primera de las maquetas ("Mentira" y "Las Motos") las gra-bamos en Rock & Soul con nuestro gran amigo Carlos Torero.Carlos, además de no querer cobrarnos, captó muy bien la na-turaleza desnuda y desgarrada de lo que hacíamos. La segunda,en los estudios Attack!, de Lagarto, en el mismo Rock Palace.Ahí hicimos de nuevo un “Sentir” más rockero y guitarrero queel de Go! (los dos son estupendos, según yo lo veo), el“Depredador”, sencillamente maravilloso (el propio autor,Víctor, así lo reconoció) y un “Extraño” quizá algo más flojo,para lo buena que es la canción y lo bien que suena en directo.

Tocamos en varios sitios: en Rock Palace, en el Silicona, en lagalería de arte Salvador Díaz en una performance del númerouno mundial del arte Rickrit Tiravanija, en el Eneva, en el Sol

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Me quedé embarazada (de Rafa). Ya tenía unos 38 años yes lo típico, el casi último tren biológico. El embarazo fue di-fícil y tuve que dejar la banda. Seguía a tratamiento antide-presivo y el resultado de eso era para mí una lotería. Lo pasétirando a fatal, creyendo que la medicación o el tabaco o elmiedo o la ansiedad o la tristeza iban a dañar a mi niño.Estaba sola entonces, pues tampoco vivía con Rafa, por nues-tras cosas. Contra todo pronóstico, el nene, Marino (del mar)nació fantástico, perfecto. Y así sigue, hoy a sus cinco años:un sol reluciente, simpático, gracioso, cariñoso, inteligente yartístico que se levanta cada día en nuestra casa y también sepone por la noche, como el astro rey. Somos una familia feliz(Pejo, Marino y yo). Gracias a la diosa por esto.

Pejo, Sebas y yo hemos tocado más veces desde entonces,y lo seguiremos haciendo, al menos Pejo y yo, y otros/as.Alguna vez ha venido también Víctor al local con su fulmi-nante guitarra eléctrica. A diferencia de algunas personas untanto obtusas, nosotros sabemos que la edad no tiene por quéser un obstáculo para tocar y crear, sino más bien al contra-rio. Seguiremos tocando y creando, a nuestra manera, sinbuscar el éxito ni el reconocimiento social, hasta en el otrobarrio.

El día ocho de mayo salió a las tiendas el doble CD, másANTONIA FUNES

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Me quedé embarazada (de Rafa). Ya tenía unos 38 años yes lo típico, el casi último tren biológico. El embarazo fue di-fícil y tuve que dejar la banda. Seguía a tratamiento antide-presivo y el resultado de eso era para mí una lotería. Lo pasétirando a fatal, creyendo que la medicación o el tabaco o elmiedo o la ansiedad o la tristeza iban a dañar a mi niño.Estaba sola entonces, pues tampoco vivía con Rafa, por nues-tras cosas. Contra todo pronóstico, el nene, Marino (del mar)nació fantástico, perfecto. Y así sigue, hoy a sus cinco años:un sol reluciente, simpático, gracioso, cariñoso, inteligente yartístico que se levanta cada día en nuestra casa y también sepone por la noche, como el astro rey. Somos una familia feliz(Pejo, Marino y yo). Gracias a la diosa por esto.

Pejo, Sebas y yo hemos tocado más veces desde entonces,y lo seguiremos haciendo, al menos Pejo y yo, y otros/as.Alguna vez ha venido también Víctor al local con su fulmi-nante guitarra eléctrica. A diferencia de algunas personas untanto obtusas, nosotros sabemos que la edad no tiene por quéser un obstáculo para tocar y crear, sino más bien al contra-rio. Seguiremos tocando y creando, a nuestra manera, sinbuscar el éxito ni el reconocimiento social, hasta en el otrobarrio.

El día ocho de mayo salió a las tiendas el doble CD, másANTONIA FUNES

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DVD, más libreto de Polanski y el Ardor, llamado “Bailandoen el alambre”. Esto es lo que me ha animado a escribir estahistoria al hacerme recordar aquellos maravillosos tiempos,en cualquier caso, siempre menos maravillosos que los actua-les y que los futuros.

Amor y prosperidad a todos y a todas.

Por Alicia Navarro MañasMadrid, 3 de mayo de 2006

[email protected] / http://embrujomarino.blogspot.comhttp://www.myspace.com/maliciacool

[1] El Espía: “Esta es la historia de un matón / que me seguía hasta Japón / vi-gilando a través de las cortinas / se paraba detrás de cada esquina... / Era un ma-fioso encantador, profesional, devastador / no podía pasar inadvertido, pues sumirada nublaba mi sentido... / Y me enamoré, de su forma de espiar / incluso lecondené, a una lucha emocional / oh, Tony, qué estupidez, mi pasión acribillar /pudiendo poseer mil y una noches de placer, mil y una noche de placer...

Yo fui testigo presencial de su trastorno demencial / el calor derretía su sistema/ y la sangre era parte del esquema... / Era la eterna indecisión, un muerto frío o elamor / dinero fresco, trabajo a comisión / o ir los domingos a bailar un rock´n´roll.../ Y me enamoré... (BIS

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COMO CANTANTE,GUITARRISTA

Y COMPOSITORADE ROCK O

MI VIDA

YO TAMBIÉN RESULTÉ

CHAMUSCADILLACHAMUSCADILLAPOR EL ARDOR DE POLANSKI

Alicia Navarro Mañas nació en Madrid el 18 denoviembre de 1963. Tuvo una infancia y adolescenciaun tanto “serias” –excelente estudiante en todo- hasta quedecidió, alrededor de los 14, que la vida había que“comérsela” en generosas porciones sin pensar jamás en lasconsecuencias. Estudió dos años de Filosofía Pura en laFacultad de Filosofía del País Vasco (“Zorroaga”, SanSebastián) para después, pasando por la UNED,licenciarse en Filología Inglesa en la Universidad

Complutense de Madrid con un espectacular expediente académico. Aprobó,con la gorra, las oposiciones a Escuelas Oficiales de Idiomas y trabajó tambiéncomo Asesora Técnica Docente en la Consejería de Educación de la Comunidadde Madrid. Pero hay dos cosas siempre presentes en el curriculum vitae de estanueva autora: la música –ella siempre ha escrito e interpretado sus propiascanciones- y la expresión escrita, que adora (poesía, narrativa, ensayo...).“Chamuscadilla” es una obra escrita, deliberadamente, en un tono económico,rápido, despojado de aditamentos innecesarios, de estilo aparentemente frívoloen ocasiones, pero muy eficaz y descriptivo. Que lo disfruten.

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gabari couv .QXD 11/6/07 10:09 Página 1