LUDOVICO ARIOSTO

172

Transcript of LUDOVICO ARIOSTO

Page 1: LUDOVICO ARIOSTO
Page 2: LUDOVICO ARIOSTO

LUDOVICO ARIOSTO

ORLANDO FURIOSOCANTOS DEL 6 AL 10

Page 3: LUDOVICO ARIOSTO

Ludovico Ariosto

Nació el 8 de septiembre de 1474 en Reggio Emilia, Italia. Fue un dramaturgo y poeta, apoyado por la casa de Este, una familia renacentista de mecenas. Escribió sobre el amor, la felicidad, la naturaleza, la pérdida de la esperanza y la fe; además, es considerado como el poeta épico más transcendente de su época. Entre sus obras figuran Orlando furioso (1516), Satire (1534), El nigromante (1535), La cassaria (1508), Suppositi (1509), entre otras.

Falleció el 6 de julio de 1533 en Ferrara, Italia.

Page 4: LUDOVICO ARIOSTO

Orlando furioso. Cantos del 6 al 10Ludovico Ariosto

Christopher Zecevich Arriaga Gerente de Educación y Deportes

Juan Pablo de la Guerra de Urioste Asesor de Educación

Doris Renata Teodori de la Puente Gestora de proyectos educativos

María Celeste del Rocío Asurza Matos Jefa del programa Lima Lee

Editor del programa Lima Lee: John Martínez GonzalesSelección de textos: Manuel Alexander Suyo MartínezCorrección de estilo: Margarita Erení Quintanilla RodríguezDiagramación: Andrea Veruska Ayanz CuellarDiseño y concepto de portada: Leonardo Enrique Collas Alegría

Editado por la Municipalidad de Lima

Jirón de la Unión 300, Lima

www.munlima.gob.pe

Lima, 2021

Imágen de portada: Detalle de ilustración de Gustave Doré

Page 5: LUDOVICO ARIOSTO

Presentación

La Municipalidad de Lima, a través del programa Lima Lee, apunta a generar múltiples puentes para que el ciudadano acceda al libro y establezca, a partir de ello, una fructífera relación con el conocimiento, con la creatividad, con los valores y con el saber en general, que lo haga aún más sensible al rol que tiene con su entorno y con la sociedad.

La democratización del libro y lectura son temas primordiales de esta gestión municipal; con ello buscamos, en principio, confrontar las conocidas brechas que separan al potencial lector de la biblioteca física o virtual. Los tiempos actuales nos plantean nuevos retos, que estamos enfrentando hoy mismo como país, pero también oportunidades para lograr ese acercamiento anhelado con el libro que nos lleve a desterrar los bajísimos niveles de lectura que tiene nuestro país.

La pandemia del denominado COVID-19 nos plantea una reformulación de nuestros hábitos, pero, también, una revaloración de la vida misma como espacio de

Page 6: LUDOVICO ARIOSTO

interacción social y desarrollo personal; y la cultura de la mano con el libro y la lectura deben estar en esa agenda que tenemos todos en el futuro más cercano.

En ese sentido, en la línea editorial del programa, se elaboró la colección Lima Lee, títulos con contenido amigable y cálido que permiten el encuentro con el conocimiento. Estos libros reúnen la literatura de autores peruanos y escritores universales.

El programa Lima Lee de la Municipalidad de Lima tiene el agrado de entregar estas publicaciones a los vecinos de la ciudad con la finalidad de fomentar ese maravilloso y gratificante encuentro con el libro y la buena lectura que nos hemos propuesto impulsar firmemente en el marco del Bicentenario de la Independencia del Perú.

Jorge Muñoz Wells Alcalde de Lima

Page 7: LUDOVICO ARIOSTO

ORLANDO FURIOSOCANTOS DEL 6 AL 10

Page 8: LUDOVICO ARIOSTO

8

Canto 6

¡Oh, mísero el que obrando mal confíaque siempre su delito oculto reste,pues, cuando todos callan, con porfíala tierra y aire dan cuenta de este!Y Dios hace que, luego de algún díaque deja al pecador que el mal deteste,él mismo, sin que a hablar nadie lo llame,inadvertidamente lo proclame.

Había creído il necio Polinesoque su obra enteramente escondería,quitándose a Dalinda con suceso,que solo ella el delito conocía;y, añadiendo al primero este otro exceso,aprestó el mal que diferir podíaquizás, o desviar de su camino;mas por mucho aguijarlo a morir vino;

y a un tiempo perdió amigos, vida, estado,y honor, de entre los cuatro el mayor daño.Ya dejé dicho que le fue rogado

Page 9: LUDOVICO ARIOSTO

9

decir quien fuese al esforzado extraño.Al fin el yelmo alzó, y el rostro amadomostró que hurtó a la gente aquel engaño;y se vio claro que Ariodante eraaquel que había llorado Escocia entera;

aquel al que su hermano había por muertollorado, y, junto a él, Ginebra había,y corte y rey y pueblo al descubierto:tal era su bondad y valentía.Mentido cuanto dijo de él, e inciertoel peregrino ahora parecía;mas fue verdad que del marino tajolo vio tirarse al mar cabeza abajo.

Mas (como suele darse en el suicidaque de lejos desea hallar la muertey la odia en la ocasión de la partida,tanto le es el paso amargo y fuerte)Ariodante, en tocando la rota,renegó de morir, y por ser fuertey diestro más que nadie en esta postarompió a nadar y regresó a la costa;

Page 10: LUDOVICO ARIOSTO

10

y, odiando y despreciando como locaaquella furia de acabar la vida,vagó bañado, y arribó a una rocaen que un pobre ermitaño hacía vida.Allí oculto de toda lengua y bocaparó hasta ver si al ser su muerte oída,del caso aquel Ginebra se alegrabao en cambio con dolor la lamentaba.

Supo después que de dolor tan fuertea punto de morir Ginebra estuvo(que al fin la fama se extendió de suerteque en toda Escocia de decirse tuvo),contrario efecto aquel al que en su muertecreyó que dentro de Ginebra hubo.Y supo luego que con crudo porteLurcanio la acusó ante el rey y la corte.

No menos de ira ardió contra el hermanoque por Ginebra ya de amor ardiera;que el acto reputó cruel e inhumano,por más que por él mismo hecho lo hubiera.Y oyendo que no había quien la manoen defensa de Ginebra allí ofreciera

Page 11: LUDOVICO ARIOSTO

11

(que era Lurcanio tan fuerte y valienteque obviaban todos el tenerlo enfrente;

pues quien lo conocía, lo juzgabatan discreto, tan sabio y tan despiertoque, aunque no fuese cierto lo que hablaba,no quería arriesgarse a ser de él muerto;y así la mayor parte rehusabatomar defensa que saliese a tuerto),Ariodante, tras gran estudio, piensahacer ante el hermano él la defensa.

«¡Ay, triste!», se decía, «no podríasentir por causa mía que ella muera:mi muerte más que amarga y cruel seríasi antes de mí morir a ella la viera.Ella es mi dama, mi consuelo y guía,ella es la luz en que mi ser prospera:justo es que a tuerto o a derecho acuda,y muerto acabe al hierro por su ayuda.

Sé que contra razón en campo entroy he de morir; mas si algo hay que me apene,es que sé que muriendo yo allá dentro,

Page 12: LUDOVICO ARIOSTO

12

mujer tan bella luego a morir viene.Solo un consuelo en el morir encuentro,y es que si Polineso amor le tiene,habrá podido ver por cosa claraque no dio por su ayuda ni aun la cara.

Y a mí, que tan patente me ha ofendido,verá que, por salvarla, soy difunto.De mi hermano también, porque ha encendidotal fuego, tomaré venganza a un punto;que ha de penar, después que haya entendidocuál es el fin de su cruel asunto;habrá creído vengar así al hermanoy en cambio lo habrá muerto por su mano».

Cuando quedó su pensamiento mudo,nuevas armas tomó, nueva montura,y negra sobreveste, y negro escudocon adornos de verde en la factura.Por caso un escudero hallarse pudode nadie conocido, y lo procura;y así encubierto (como he ya narrado)se presentó contra el hermano armado.

Page 13: LUDOVICO ARIOSTO

13

Dejé contado ya como acaeciera,y como conocido fue Ariodante.No menos satisfizo al rey que él fueraque el ver su hija otra vez libre del plante.Y así pensó que nunca se pudierahallar más fiel y más rendido amante,pues contra el propio hermano su defensaquiso tomar después de tanta ofensa.

Y por su inclinación (que asaz lo amaba),y los ruegos constantes de la cortey del franco, que más que nadie instaba,lo hizo de su bella hija consorte.El ducado que el rey recuperabaal morir Polineso en justa corte,vacar no pudo en más propicia empresa,pues por dote lo entrega a la princesa.

Rogó para Dalinda el franco gracia,y al fin se le excusó el error presente;y ella haciendo voto, y porque saciaya era del mundo, a Dios volvió la mente:como monja partió para la Dacia,y Escocia abandonó inmediatamente.

Page 14: LUDOVICO ARIOSTO

14

Mas tiempo es ya de que a Rogelio atiendaque surca el viento con ligera rienda.

Por más que sea Rogelio valerosoy no muestre su piel la color roja,no quiero yo creer que temblorosono tenga el corazón más que una hoja.Lo saca el volador corcel briosode Europa, y a distancia ya lo arrojafuera del natural y grande hitoque fue a las naves de Hércules prescrito.

Este hipogrifo, extraña y grande ave,tan presto es en el vuelo y tan gallardo,que en mucho excedería a aquel muy grave,raudo ministro del fulmíneo dardo.No cruza el cielo otro animal tan suave,que otro cualquiera fuera a esto más tardo:presumo apenas que saeta o truenocaigan del cielo con más débil freno.

Después que hubo el corcel mucho volado,en línea recta, sin jamás desviarse,con amplios giros, ya del cielo hastiado,

Page 15: LUDOVICO ARIOSTO

15

sobre una isla comenzó a posarse,similar esta a aquella en que, al pasadotras mucho de su amante Alfeo celarse,llegó la virgen Aretusa en vanopor paso bajo el mar ciego y arcano.

No vio más bella ni agradable tierraen todo el vuelo en que extendió la pluma;ni aunque hubiera una vez vuelto la Tierra,habría visto más fecunda suma;como era aquella en que la bestia atierradespués que un giro último consuma:verdes collados, lúbricas llanuras,umbrosos valles y corrientes puras.

Bellos bosques de altos palmerales,de amenísimos mirtos y laureles,cedros y preñadísimos frutalestrenzados en curiosos capiteles,daban de las calores estivalesabrigo entre sus tupidos doseles;y entre sus tiernos ramos protectorescantando rebullían los ruiseñores.

Page 16: LUDOVICO ARIOSTO

16

Entre albo lirio y rosa colorada,que siempre verdes fresca aura conserva,tenían conejo y liebre allí morada;y con su altiva frente allí la ciervasin temer ser de cazador cazadao pace o rumia la jugosa hierba;saltan el gamo y cabritillo alpestreque abundan en aquel lugar silvestre.

Cuando es tan cerca el ave de la tierraque ya no siente peligroso el salto,presto el arzón Rogelio desaferray a aquel frondoso edén su pie da asalto;mas aún el puño con las riendas cierra,por que el bruto sin él no ascienda al alto.

Lo amarra al cabo en el confín marinoa un mirto que hay entre un laurel y un pino.

Y allí donde brotaba limpia fuenteceñida en derredor de cedro y palma,deja el escudo, el yelmo de la frentese saca, y se desarma con gran calma;y al monte y a la costa alternamente

Page 17: LUDOVICO ARIOSTO

17

el rostro vuelve al aura fresca y alma,que hace temblar con sus murmullos finoslas cimas de las hayas y los pinos.

Moja en el agua clara y fresca luegola boca, y chapotea aquella aguaza,a fin que de las venas salga el fuegoque sufre del vestir con la coraza.No es mucho que haga de ella ahora reniego,que no sido el volar batirse en plaza;y, así, sin reposar de armas fornidotres mil millas sin pausa ha recorrido.

Estando allí, el corcel que había dejadoentre las densas ramas a la sombra,para huir se revuelve, amedrentadode no sé qué que en el vergel lo asombra;y tanto bate el mirto al que es ligadoque el pie no avanza más la verde alfombra:las hojas caen, cuando aquel mirto bate,mas no ocurre que el ave se desate.

Como el tronco tal vez, que la medulatenga vacía, y sea al fuego puesto,

Page 18: LUDOVICO ARIOSTO

18

después que el infernal calor anulade la interna humedad el postrer resto,se abrasa y el calor por él circulatanto que crepita al fin molesto;así cruje y murmura y se esperezael mirto, y al fin abre la corteza.

A través de la cual con débil bríoexpedita una voz tenue se cuelaque dice: «Si eres tú cortés y pío,como tu apuesto porte me revela,desata este animal del árbol mío;me baste el propio mal que me flagela,sin otra cuita o pena otra cualquieraque venga a atormentarme más de fuera».

No oyó la voz Rogelio, cuando vuelveel gesto al mirto y se alza a la carrera;y, luego que habló el mirto resuelve,pasmado queda más que nunca fuera.La rienda de aquel tronco desenvuelve,y rojo de vergüenza así pondera:«Quienquiera que te seas tú, perdona,o alpestre ninfa, o alma de persona.

Page 19: LUDOVICO ARIOSTO

19

El no haber conocido que se escondabajo esta tu corteza ánima humana,me ha llevado a turbar tu bella fronday hacerte ofensa al mirto así villana;mas no calle tu voz que no respondaquién seas tú, que en forma así inhumanacon alma racional y voz habitas,si el hielo a permisión del cielo evitas.

Y si ahora o nunca puedo este despechocon alguna fineza compensarte,prometo por la dama que este pechome hurtó y conserva de él la mejor parte,que haré con la palabra y con el hechoque tengas justa causa de alegrarte».Cuando dio fin Rogelio a su desvelo,tembló aquel mirto de la copa al suelo.

Se vio después sudar por la corteza,como leño que apenas desgajadosiente venir del fuego la crudezadespués que en vano todo lo ha intentado,y respondió: «Me esfuerza tu finezaa descubrirte junto y de contado

Page 20: LUDOVICO ARIOSTO

20

quién antes fuese, y quién mudado me hayaen el mirto que ves sobre esta playa.

Astolfo un tiempo fui, un tiempo cuandoera de Francia par, temido en guerra,y primo de Reinaldo era y de Orlando,cuya fama ningún límite encierra;yo esperaba heredar un día el mandocon que mi padre Otón rige Inglaterra.Tan bello fui que ardió por mí más de una,y al fin debo a mí solo mi fortuna.

De vuelta de las ínsulas lejanasque baña el indio mar en el levante,donde a mí y a Reinaldo de tiranasprisiones nos cargó el rey Monodante,de las cuales las fuerzas sobrehumanasnos liberaron del señor de Anglante,pasaba yo la costa hacia ponienteque del septentrión la furia siente.

Y, porque es la fortuna flaco enverguey rompe, nos llevó (¡oh, aquí mezquina!)sobre la playa en que el fortín se yergue

Page 21: LUDOVICO ARIOSTO

21

de la lasciva y poderosa Alcina.La hallamos cuando había de su alberguesalido, y allí sola en la marinasin red y sin anzuelo a sí atraíatodos los peces que del mar quería.

Veloz veía el delfín salir a flote,y el gran atún llegar a ella alentoso,la foca, el león de mar o el cachaloteinterrumpir su sueño perezoso,salmonete, salmón, salema a escotenadar en fila a ritmo prodigioso,pez sierra, cachalote, orca y ballenasacar el dorso en monstruosa escena.

Una ballena en esto divisamosla mayor que en el mar jamás se viese.Once pasos o más le calculamosque el dorso inmenso sobre el mar midiese.Todos de un mismo error nos engañamos,nacido de que nunca se moviese,y es que un islote el animal creemos,pues tan distantes son sus dos extremos.

Page 22: LUDOVICO ARIOSTO

22

La maga pez tras pez de la marinahacía salir con encantado ruego.Del mismo parto que Morgana Alcinanació, y no sé decir si antes o luego.Me ve apenas, y al punto le fascinami gesto, y en el suyo muestra el fuego,y urde retenerme allí en su plazacon cierto engaño, y se empleó en la traza.

Nos atajó con faz amable y leda,con ademán gracioso y complaciente;y dijo: —Como aquí gustarles pueda,hacer descanso hoy entre mi gente,yo les haré ver en mi copiosa predagran variedad de peces diferente:el escamoso, el mórbido, el de pelo,tantos o más que estrellas tiene el cielo.

Y si es lo que quieres ver la sirenaque con su dulce canto el mar sosiega,podemos ir a aquella opuesta arenadonde a esta hora siempre una se llega—.Y apunta el dedo a aquella gran ballenaque ser islote cree la vista ciega.

Page 23: LUDOVICO ARIOSTO

23

Yo, ¡ay mísero!, que siempre fui en excesocurioso, en aquel pez cargué mi peso.

Dudón me exhorta entonces, e igualmenteReinaldo a no ir, y más esto me apronta.La maga satisfecha y sonrientedejando a aquellos dos, tras de mí monta.La ballena en su empleo diligentelas olas de aquel mar surca y remonta.Bien pronto llegué de esto a arrepentirme,mas ya muy lejos de la tierra firme.

Al mar Reinaldo se lanzó y a nadofue en mi socorro, y casi en él se ahoga,porque un furioso noto inesperadocubrió el cielo y el mar con negra toga.Lo que después de él fue, no he averiguado.Alcina entonces mi cuidado afoga,y aquel día entero y la siguiente nocheme tiene sobre aquel monstruoso coche;

hasta que al fin en esta isla varaque es posesión de Alcina casi entera,después de que a una hermana la usurpara

Page 24: LUDOVICO ARIOSTO

24

que sola el padre hizo su heredera,la única legítima que hallara,pues (según me informó quien mucho erasecretamente sabedor de esto)son las dos otras, fruto del incesto.

Y, cuanto son inicuas y malvadase inclinadas al vicio más caído,con casta vida y obras señaladasasí su corazón la otra ha ofrecido.En su contra las dos son conjuradasy ya más de un ejército han fornidocon los que, por echarla de su estado,ciento las plazas son que le han quitado.

Y no tendría ya un palmo de tierraesta que Logistila es llamada,si un golfo a un lado no hay que el paso cierray al otro una montaña inhabitada,tal cual tienen Escocia de Inglaterraun río y un macizo separada.Mas no tan pobre ambas creen a estaque no quieran tomar lo que aún le resta;

Page 25: LUDOVICO ARIOSTO

25

pues ambas en su vicio y perdimientola odian por ser ella casta y santa.Mas por seguir de nuevo con mi cuentoy descubrirte cómo acabé planta,diré que Alcina en suave apartamientome tenía, y ardía en llama tantacomo aquella en que estaba yo por ellaal verla tan cortés conmigo y bella.

Gozaba yo sus miembros desmedidoal punto que pensé tener por juntocuanto entre los demás es repartido,a unos más, a otros menos, nunca junto;y puse a Francia y todo en el olvido,siempre en contemplación de aquel conjunto:toda aspiración, todo deseocolmaba ella y era de ella reo.

Yo de ella era entre tanto el más amado,que no cuidaba Alcina más de otros;Se vio cualquier amante otro dejado,pues antes que yo hubo muchos otros.Día y noche me tenía siempre al lado,a mí me hizo imperar sobre los otros:

Page 26: LUDOVICO ARIOSTO

26

a mí creía, a mí se confiaba;jamás con ningún otro dialogaba.Mas, ¡ay!, ¿por qué mi herida ahora toco,sin esperanza ya de medicina?¿Por qué el pasado bien ahora evoco,cuando hoy padezco extrema disciplina?Cuando feliz pensé que fuese, y lococreía que me amase más Alcina,el corazón que puso en mí, traspuso,y en otro nuevo amor su amor dispuso.

Tarde entendí su natural mudable,que suele amar por desamar muy presto.Dos meses la gocé, y al cabo instableun nuevo amante colocó en mi puesto.De sí me apartó Alcina interesabley de su gracia al fin me vi depuesto;y luego supe que hasta igual jornadallevó a otros mil, y a todos desgraciada.

Pues porque ellos no vayan por el mundopregonando una vida así lasciva,aquí y allá, por el vergel fecundo,transforma uno en abeto, otro en oliva,

Page 27: LUDOVICO ARIOSTO

27

otro en palmera o cedro, otro al segundoen esto en que me ves a mí cautiva,otro en líquida fuente, alguno en fiera,según tome capricho esta hechicera.

Tú que has llegado a esta isla aciaga,señor, por vía nueva y nunca usada,después que su hoy amante por ti hagao roca u onda o cosa asemejada,tendrás el valimiento de esta maga,y más que el bien que habrás, no creerás nada;mas sabe que será el fin de tu medraser hecho o fiera o fuente o leño o piedra.

Te doy yo liberal aviso de esto,no porque crea que ha de aprovecharte;mas es mejor si el porvenir te aprestoy sabes de sus hábitos en parte;pues tal vez como es diverso el gestoson diversas también la traza y arte.Quizás tú sepas descubrir el daño,que a mil antes que a ti trajo su engaño».

Page 28: LUDOVICO ARIOSTO

28

Rogelio, que sabía por la famaque Astolfo de su dama primo era,mucho sintió que en ser de tronco y ramala forma natural mudado hubiera;y por amor de aquella que más ama(si es que sabido hubiese la manera)le habría hecho merced; mas ayudarlono podía ya más que en confortarlo.

Como pudo mejor lo hizo; y quisosaber si fácilmente al reino hallarade Logistila paso agreste o lisoque aquel de Alcina nunca atravesara.De que uno hallara el árbol le dio avisotodo de lajas lleno, abrojo y jara,si, andando un poco y yendo a la derecha,subía el alto alcor por senda estrecha. 

Mas no creyendo que seguir pudieramucho el camino por aquella estrada,pues gran grupo de gente ardida y fierahabría de topar allí emboscada:los pone Alcina en torres y troneraa fin de que no salga el que hizo entrada.

Page 29: LUDOVICO ARIOSTO

29

Rogelio agradeció al mirto lo oídoy fuese al fin bien sabio e instruido.

Llegó al corcel, lo desató y la riendatomó y a pie los dos fueron en fila,pues no quiso montar la ave tremendatemiendo el mal frenar que el ave estila.Trazaba cómo a salvo andar la sendaque se lleva al país de Logistila.Resuelto estaba a acción de toda clase,con tal que Alcina no lo sujeta.

Pensó subir de nuevo a su caballo,y lanzarse volando a otra carrera,mas luego halló que fuese mayor fallo,pues no acataba el freno aquella fiera.«Por fuerza pasaré, si mal no hallo»,decía entre sí, mas vana traza era:no había andado dos millas la marina,cuando topó ante sí el fortín de Alcina.

Vio una muralla larga en lontananzaque un gran campo en redor circunda y cierra;y parece que el cielo casi alcanza

Page 30: LUDOVICO ARIOSTO

30

y que es de oro de ley de almena a tierra.Cronista hay que opinión contraria lanza,y dice que es de alquimia, y quizás yerra,o tal vez con razón sigue en sus trece;digo oro yo, pues tanto resplandece.

Ya cerca de los muros cuya hechurajamás gozó en el mundo otro castillo,dejó la senda que por la llanuraancha y derecha andaba hasta el rastrillo;y a mano diestra a aquella que a la alturaiba, giró tomando hosco pasillo;mas presto se topó la inicua huesteque le turbó el andar la senda agreste.

Jamás se vio legión que más asombre,de aspecto más horrible y más funesto:unos siendo del cuello abajo hombremuestran de simio o bien de gato el gesto;de otros según el pie fauno es el nombre,otros centauro son ágil y presto;mozos procaces son, torpes abuelos,desnudos unos y otros todo pelos.

Page 31: LUDOVICO ARIOSTO

31

Hay quien sin freno en un corcel galopa,quien lento en asno va o en buey lo imita,hay quien sobre centauro en esta tropao águila, o grulla o avestruz milita;quien cuerno en la boca trae, quien copa,quien macho o hembra es o hermafrodita,quien trae arnés o escala trae de esparto,quien lima, quien palanca en aquel parto.

De ellos el caudillo se veíahaber el vientre antes atestado,y sobre un gran galápago veníade paso fatigoso y reposado.A un flanco y otro había quien lo regía,porque era él de la turca adormilado;uno el sudor secaba, otro la baba,otro la sucia ropa le aireaba.

Uno de forma humana en pies y vientre,y perro en la testuz, cuello y oreja,contra Rogelio ladra, a fin que él entreen la bella ciudad que detrás deja.«¡No será —dijo él— que allí me adentre,si esta la mano de regir no ceja!»,

Page 32: LUDOVICO ARIOSTO

32

y el arma al punto le mostró desnuda,mientras dirige a él la punta aguda.

Pretende el monstruo herirlo con la lanza,mas ágil él se zafa de aquel perro;y una estocada tal le dio en la panzaque un palmo por la espalda salió el hierro.Ase el escudo y contra más se lanza,mas mucho tropel hay que guarda el cerro,contra él de aquí y de allí la turba cierra,él la contrasta y hace áspera guerra.

Tallando al cuello va o a la cinturamuchos de aquella inicua e infame raza,pues de yelmo su espada apenas cura,de escudo, de pancera o de coraza;mas tanto siente de ellos la apreturaque fuera menester, para hacer plazay apartar de una vez al pueblo reo,tener más brazos él que Briareo.

Si descubrir allí hubiese queridoel escudo que fue del nigromante(hablo de aquel con que moría el sentido,

Page 33: LUDOVICO ARIOSTO

33

aquel que en el arzón dejara Atlante),habría aquel tropel presto vencidoy le hizo caer ciego delante;mas hizo bien en despreciar tal maña,que quiso usar virtud y no artimaña.

Resuelto allí a morir ha decididoantes que haber prisión de aquella gente.De pronto ve salir de aquel bruñidomuro que creo yo de oro luciente,dos damas que en el porte y el vestidono son de humilde cuna ciertamente,ni de pastor con estrechez criadas,sino en lujosa corte regaladas.

Las dos traen unicornio por monturamás cándido que es cándido el armiño;las dos son de tan única hermosuray tan rico es su hábito y su aliño,que aquel que ahora las viese en la llanurarequiriera para hacer fiel escudriñoojos de dios; y el juicio al fin seríaque una es Belleza y otra es Bizarría.

Page 34: LUDOVICO ARIOSTO

34

Las dos se acercan al lugar del pradodonde acucia a Rogelio el tropel fiero.Toda la turba entonces se echa a un ladoy le ofrecen la mano al caballero,que del rubor con gesto coloradodio gracias de aquel acto lisonjero,y aceptó ante sus ruegos por decorovolver el paso a aquella puerta de oro.

El friso que en la puerta está de modoque un poco sobresale hacia adelante,no tiene parte que no cubran todolas más preciosas gemas de levante.Reposa de aquel arte el peso todoen cuatro pilas de íntegro diamante.Ya sea obra real o sea fingidamás bella obra no hay ni distinguida.

Por las columnas y la puerta de orocorretean impúdicas doncellasque si el debido femenil decoroguardasen más, serían quizá más bellas.Con verdes mantos van todas a coro,tocadas de guirnaldas todas ellas,

Page 35: LUDOVICO ARIOSTO

35

y con gesto galante y dulce avisoRogelio hacen entrar al paraíso;

que bien tal nombre a aquel lugar convienedonde presumo yo que amor naciera.Con otro empleo más no se entretieneque fiesta o danza o juego el que allí fuera;jamás meditación sensata tieneser racional que allí se recogiera:jamás hay displacer allí ni inopia,pues lleno el cuerno trae siempre la copia.

Aquí, donde con dulce y mansa frenteparece que el abril siempre sonría,mozos y mozas hay; el que en la fuentecanta con dulce y suave melodía,el que a sombra de un árbol felizmenteo juega o danza o intelecto cría,y el que, lejos del resto, al ser que amadescubre los excesos de su llama.

Por las ramas de hayas y de pinos,de erizados abetos y laureles,mil niños dios revolotean vecinos,

Page 36: LUDOVICO ARIOSTO

36

gozando unos el triunfo ante sus fieles,tendiendo otros la red, otros ladinosaguardando a asaetar mozos noveles;lo hay que en un arroyo el dardo enfríay el que en un ripio de aguzarlo fía.

Allí alazán le fue a Rogelio dadogrande, gallardo y fuerte como un toro,de arnés preciosamente recamadotodo de pedrería y fino oro;y dejaron a cargo del alado,aquel que obedecía al viejo moro,a un pajecillo porque de él se tiracon paso que a Rogelio no se alcanza.

Las dos damas de hermosa y blanca caraque del tropel lo habían defendido,de aquel tropel que antes le cerrarala senda que a la diestra había cogido,le dijeron: «Señor, la fama claraque hemos en sus obras conocido,tal es que nos alienta a que les pidamosmerced con que salir del mal podamos.

Page 37: LUDOVICO ARIOSTO

37

Corriente hay que cerca de la villaesta llanura en dos partes divide,do una que el nombre de Erifila pilladefiende el puente, e inquieta y tasa pidea quien cruzar pretenda a la otra orilla.Giganta es por el gran alto que mide,de dientes de mordisco venenosoy uñas con que araña como un oso.Y fuera de que siempre obste el caminoque libre fuera si no diese el alto,corriendo a veces el jardín vecinoa unos y a otros da gran sobresalto.Sepan que de entre aquel pueblo asesinoque fuera de la puerta les hizo asalto,muchos sus hijos son, todos secuaces,como ella, impíos, fieros y rapaces».

A lo cual respondió: «No una batalla,hiciera por ustedes sino ciento,de cuanta fuerza en mí o virtud se halla,valeos como sirva a su intento;que visto yo con armadura y mallano por ganar para mi hacienda aumento,

Page 38: LUDOVICO ARIOSTO

38

mas por satisfacción de las querellas,y más si son de damas así bellas».

Ambas la oferta aquella agradeciódigna de un caballero, como él era,y hablando de este modo al fin vinieronal puente que da paso a la ribera;donde aquella criatura altiva vieronvestir una armadura de oro entera.Mas para el canto que vendrá difierocómo la combatió aquel caballero.

Page 39: LUDOVICO ARIOSTO

39

Canto 7

Quien marcha lejos de su patria, admiracosas tan lejos de pensar que hallará,que, al narrarlas después, las creen mentiray al fin en falso y embustero para;que el necio vulgo como falsa mirala cosa que no toca o no ve clara.Por esto sé que la ignorancia muchahará dudar al que mi canto escucha.Más goce o no de crédito, no curode cuál sea el parecer del vulgo lento:sé bien que a ti parece hecho seguro,porque les alumbra claro entendimiento;y así para ti solo yo procuroque suave el fruto de mi intento.Dejé el discurso cuando la riberavieron guardada de Erifila fiera.

Venía armada del metal más finoque ornaban gemas de muy varia veste:rubí encarnado, topacio citrino,verde esmeralda y cordón celeste.

Page 40: LUDOVICO ARIOSTO

40

Tenía por montura, no un rocino,sino un rabioso lobo al puesto de este,un lobo sobre el cual guardaba el ríode arnés de extraordinario y rico avío.

De tal tamaño Apulia no los cría:era más que un buey robusto.Pues no espumar su boca el freno hacía,no sé cómo lo guíe ni lo arreste.Al fin, el pestilente ser traíadel color del sablón la sobreveste,que, fuera del color, era del cortedel que usan los prelados en la corte. Como insignia en escudo y encimeraportaba un sapo hinchado y venenoso.Las damas le mostraron cómo eraal caballero aquel ser monstruosovenido a darle atajo en la ribera,como antes hizo a mucho insidioso.Que vuelva atrás, ella a Rogelio grita;toma él la asta, y a luchar la incita.

Page 41: LUDOVICO ARIOSTO

41

No menos atrevida la gigantacalza el estribo, el gran lobo espolea,en ristre la asta contra él levanta,y hace temblar la tierra en que campea.Más muere sobre el prado furia tanta,cuando Rogelio el yelmo le golpea,y en modo del arzón la desalojaque a seis brazos o más detrás la arroja.

Y, cuando ya con desenvainada espadavenía a desgajarse la cabeza,pues bien, lo podía hacer según postradayacía Erifila mansa de una pieza,«No hagas venganza ahora despiadada —gritaron las doncellas—, que es crudeza.Contén cortés el frío acero y tente:baste el desdén de atravesar el puente».

Un poco más, pasada la ribera,siguieron arriscada y hosca vía,que, fuera de que angosta y dura fuera,casi la loma sin torcer subía.Mas, ya salvada, al fin a ancha praderasalieron que al pasar la cima había,

Page 42: LUDOVICO ARIOSTO

42

donde vieron el más bello y jocundopalacio que jamás se vio en el mundo.

Alcina apareció entonces delante,rindiéndole a Rogelio franca entrada,y lo acogió con señorial semblante,de todo un gran cortejo rodeada.De todos tanto fue el honor galanteque oyó el guerrero y recibió la espadaque no habría sido más ni de más celo,si hubiese descendido Dios del cielo.

No ya el bello palacio era excelenteporque excediera a todos en riqueza,más por tener la más dichosa genteque hay en el mundo y de mayor nobleza.Poco era uno de otro diferente:todos de tierna edad y de belleza;era Alcina entre todos la más bella,como es más bello el sol que toda estrella.

Era tanto en el talle bien formadacómo pintó jamás pintor ilustre;de tan rubia melena ensortijada

Page 43: LUDOVICO ARIOSTO

43

que no hay oro que más esplendor y lustre.Teñían su mejilla delicadala rosa entreverada y el aligustre;era terso marfil su gentil frente,de proporción perfecta y consecuente.

Dos negros ojos no, dos soles claros,flanquean dos negras cejas arqueadas,al mirar dulces, y a volverse avaros,en los que amor con alas delicadasdescarga su carcaj de mil disparosen aquellos que atajan sus miradas.El bello gesto una nariz divideque aun la envidia a alabar no se comide.

Bajo ella está, no haciendo al resto agravio,la boca de cinabrio húmeda y blanda;que, al abrir y cerrar el dulce labio,muestra de perla en él gemela banda;de allí sale una voz de son tan sabioque el más tosco y más duro pecho ablanda;la risa es tal que en el terrestre pisodescubre a voluntad el paraíso.

Page 44: LUDOVICO ARIOSTO

44

Es blanca nieve el cuello y leche el pecho;torneada la garganta por de fuera;el busto que en marfil parece hechova y viene como onda en la ribera,que alza la brisa del lecho marino.Ver Argos lo que resta no pudiera,más se puede juzgar que correspondea aquello que se ve lo que se esconde.

Justos los brazos son en la mediday en la cándida mano que presentala longitud y anchura convenida,no hay vena o imperfección que le haga afrenta.Remata su persona distinguidael breve pie sobre el que el talle asienta.Su angélico ademán, propio del cielo,no se puede ocultar tras ningún velo.

Es todo en su figura anzuelo suave,ya ría o hable o cante o mueva el paso:no es mucho que Rogelio preso acabe,pues tan cortés y bella la haya al caso.De aquello que del mirto oyera y sabe,de cuánto es cruel e impía, no hace caso;

Page 45: LUDOVICO ARIOSTO

45

que no concibe engaño ni cautelaque se halle en ademán que así amarla.

Antes que a cosa tal, a creer se inclinaque fuese Astolfo así sobre la arena,porque alguna impiedad o acción mezquinalo hiciese digno de esta y de más pena;y todo cuanto oyó que fuese Alcinalo estima falso y como tal condena,y que la envidia y el despecho empujaa calumniar a aquel que el mal aguja.

La bella dama que tan firme amabala siente ya del corazón partida,pues por hechizo Alcina se lo lavade toda hecha de amor antigua herida;y de sí sola y de su amor lo graba,y ella sola en él queda esculpida.Así, pues, no culpable se le debe,así entonces se mostró inconstante y leve.

Cítara, lira y arpa en el convitey otros semejantes instrumentos

Page 46: LUDOVICO ARIOSTO

46

hacen temblar el aire con su envitedulce, armonioso y lleno de conceptos.No falta voz allí que en son compitecantándole al amor y a sus contentos,y que con invenciones y poemaspinte las gracias del amor supremas.

¿Qué mesa, pues, triunfante y suntuosamás que la corte vio jamás de Nino,o más que aquella célebre y famosaque dio Cleopatra al vencedor latino,puede igualar a esta que amorosaofrece Alcina al bravo paladino?No creo que otra tal deje servidaa Júpiter aquel garzón de Ida.

Cuando hubo ya el banquete concluido,hicieron juego en corro muy discreto,que trata de que uno a otro al oídodiga, según su gusto, algún secreto;y así fácil les fue, de nadie oído,decir su amor sin miedo al indiscreto:al fin concierto entre los dos fue hechode aquella noche compartir el lecho.

Page 47: LUDOVICO ARIOSTO

47

Dio aquel día más temprano fin el juegode lo que era en aquel lugar costumbre,y entraron pajes que las sombras luegodeshicieron con hachas de gran lumbre.Marchó Rogelio al catre tras el fuego,siguiendo a aquella amable servidumbrehasta un fresco y riquísimo aposento,de todos el más noble y opulento.

Y, luego que otra vez de dulce y vinofue regalado con amable gesto,y, honrando en el adiós al paladino,partió a la propia habitación el resto;Rogelio entró en el perfumado linoque bien podía Aracne haber compuesto,más atento al oído e impaciente,por si llega la bella maga siente. Con cada sutil ruido que él oía,pensando que ella fuese, el cuello alzaba;y, a veces con ficción creer sentía,y luego de su engaño suspiraba.Salía del lecho y fuera a ver salía,miraba fuera y nada fuera hallaba,

Page 48: LUDOVICO ARIOSTO

48

y mil veces maldijo aquella horaque el bien, pues nunca pasa, le demora.

«Ya llega», de continuo se decía,y a contar comenzaba cada pasoque había o que hubiese suponíaentre su estancia y la de Alcina acaso.Con estas y otras trazas divertíaaquel cruel y sin final retraso,temiendo que impidiese algún estorboaquel aún no apurado dulce sorbo.

Alcina, luego que con buen perfumesu adorno tras gran pausa al fin completa,llegado el tiempo aquel en que presumeque yace aquella corte en sueño quieta,deja su estancia y sigilosa asumellegar por galería harto secretaallá donde la fe y el temor juntoa Rogelio combaten en un punto.

Cuando descubre el sucesor de Astolfoante él mostrarse aquellas dos estrellas,ardiente —y perdonen, si aquí me engolfo—

Page 49: LUDOVICO ARIOSTO

49

no cabe en sí y olvida sus querellas.Ya ciego de pasión nada en el golfode las delicias y las cosas bellas;salta del lecho y contra sí la aprieta,y no puede esperar que en él se meta;

aunque no vista falda y guardainfante;que envuelta se llegó en gasa delgada,a una camisa sola circundante,blanca y sutil y en todo harto extremada.Rogelio la abrazó, y en ese instantecedió el manto, y quedó solo tapadadel velo que al cubrir no es más avaroque lo es con rosa o lirio un cristal claro.

No con tan recio ni tan firme lazola hiedra el grueso árbol encadenacomo ambos hechos uno en un abrazoliban de sus labios tan amenaflor como dio jamás ningún ribazoindio o sabeo en la olorosa arena.Declaren ellos qué placer provocatener más de una lengua en una boca.

Page 50: LUDOVICO ARIOSTO

50

Era este encuentro allá dentro secretoo al menos, si no tal, siempre callado;que raramente obtuvo el ser discretocensura porque fue siempre alabado.Caricias, cortesías y respetoa Rogelio le rinde aquel senado:cuanto hay allí lo alaba y se le inclina,que así lo quiere la abrasada Alcina.

Ningún gusto a las dos plácidas restasque todos caben en aquella holganza.Mudan al día la ropa que traen puestados y tres veces, según sea la usanza.A veces en banquete están o en fiesta,o justa, o lucha, o farsa, o baño, o danza.Ya en frescos sotos al lugar contiguoslos versos de amor leen de los antiguos;

ya por umbrosos valles y por cerrosles dan caza a las liebres temerosas;

ya a los faisanes con sagaces perrosahuyentan de las matas más frondosas;ya lazos a los tordos, o ya hierros

Page 51: LUDOVICO ARIOSTO

51

tienden en las sabinas olorosas;o ya con red o ya cebo y anzueloturban los peces con paciencia.

Gozaba, pues, Rogelio gloria y fiestamientras luchaban Carlos y Agramante,cuyas historias no querría por estaolvidar, u olvidar a Bradamante,que con trabajos y pensión molestalloraba aún al deseado amanteque había por desusada y nueva víavisto llevar, y a dónde no sabía.

De esta primero y de no del resto digo,que gran tiempo vagó buscando en vanopor bosque espeso y campo sin abrigo,por villa, por ciudad, por monte y llano;sin dar jamás con su querido amigo,que vio cómo lo hurtaban de su mano.Iba a menudo entre la alarbe raza,mas nunca halló de su Rogelio traza.No hay día que no inquieta a más de ciento,mas ninguno responde a sus cuestiones,marcha de campamento en campamento

Page 52: LUDOVICO ARIOSTO

52

buscándolo en los moros pabellones,pues puede; porque sin impedimentovaga entre caballeros y peones,gracias a que el anillo se colocaque hace invisible al que lo trae en la boca.

Se resiste a creer que yazga muerto,pues de tan grande paladín la ruinase habría oído ya (piensa, por cierto)del indio mar a donde el sol declina.No acierta a imaginar por qué desiertocamino aún pueda andar; y así caminatras él, mientras que trae triste entretantopor únicos amigos, pena y llanto.

Concluye al fin volver adonde erala tumba de Merlín y en esa cuevaallí tanto gritar y en tal maneraque el frío mármol a piedad se mueva;que ya viva Rogelio o ya muera,ya sea alegre o ya fatal la nueva,entonces la sabrá, y así se avengaa aquel mejor consejo que allí tenga.

Page 53: LUDOVICO ARIOSTO

53

Con tal resolución tomó el caminohacia la selva próxima a Pontiero,donde el mármol locuaz del adivinooculto estaba en un sitio agreste y fiero.Más la maga que siempre de continuopor ella vela y es de ella asidero(digo de aquella que en la bella cuevade su estirpe le dio prolija nueva),

aquella sabia más que otra ningunacuyos cuidados siempre la rodean,sabiendo que ha de ser principio y cunade héroes que casi semidioses sean,no hay día que no lance alguna runaen que las cosas por venir se lean.De cómo libre hurtó a Rogelio el avey dónde paró en India, todo se sabe.

Lo había visto a lomos de aquel bruto,incapaz de guiarlo y desbocado,dividirse en apenas un minutopor medio peligroso y desusado;y bien sabía que era todo el frutogozar de juego y ocio delicado,

Page 54: LUDOVICO ARIOSTO

54

sin más memoria de su rey Agramante,ni de su honor, ni de su firme amante.

Y así la flor de su edad más ledapodría haber ajado en vano asuntotan gentil paladín; y en torpe predaperder ánima y cuerpo a un mismo punto;y aquel honor que de nosotros quedadespués que el frágil resto es ya difuntoque carga el hombre y al sepulcro dona,jamás de Marte y Belona.

Pero aquella hechicera, que más curatiene del mozo que de sí no tiene,pensó traerlo por vía alpestre y duraa la virtud, aunque le pese y pene;como el sabio doctor, que ordena cura,aunque con fuego o tóxico la ordene,y, si bien al principio daño porta,sana al final y la salud reporta.

No era con él la maga así indulgenteni tan ciega de amor soberbio eraque, igual que el viejo Atlante, solamente

Page 55: LUDOVICO ARIOSTO

55

la vida preservar pretendiera.Más prefería aquel que largamenteviviese, aunque sin fama y honor fuera,que, oyéndole alabar de polo a polo,perdiese de la vida un año solo.

Lo había hecho llegar él hasta Alcinapor qué en su amor las armas se olvidan;y, como sabio de sin par doctrina,que hechizos sabe usar de toda clase,había el corazón de la adivinafijado con tal nudo a amor de base,que no se desharía, aunque a su veramás que Néstor Rogelio envejeciera.

Mas volviendo a la mágica presaga,decía que tomó el justo caminoen que benéfica a la errante y vagahija de Aimón a dar encuentro vino.Viendo Bradamante allí a su maga,muda en contento su dolor mohíno,y aquella le hace el caso conocido:que a Alcina fue Rogelio conducido.

Page 56: LUDOVICO ARIOSTO

56

Queda la dama mas muerta que vivacuando oye que anda tan lejos su amante;y más, cuando conoce que derivasu amor, si esto no ataja de portante:más la benigna maga compasivaaplica ungüento a su dolor bastante,y le promete y jura hacer que prestóvuelva de su Rogelio a ver el gesto.

«Desde que traes —le dice— aquel anilloque deshace el poder del arte maga,sé bien que, si lo llevo hasta el castillodonde Alcina con saco vil te estraga,su traza desharé, y será sencillovolverte aquel de quien tu amor se paga.Me partiré esta noche a la hora prima,y al alba veré aquel clima opuesto».

Y así siguió narrando puntualmentela industria con que habría de librarlodel reino afeminado de esa gentey a Francia nuevamente de llevarlo.Dio el anillo la moza prontamentey no solo el anillo quiso darlo,

Page 57: LUDOVICO ARIOSTO

57

que habría el corazón dado y la vida,si llega a ser que allí la otra los pida.

Lo da, y a ella se encomienda y fíay más fía a Rogelio y le encomienda,al cual con ella mil besos envía;después hacia Provenza alza la rienda.Tomó la encantadora opuesta vía,y, por llevar a término su agenda,surgir hizo un corcel con un conjuroque, excepto rojo un pie, todo era oscuro.

Quizás un Farfarel o Alquino fueraque en esta forma del infierno trajo,y en él montó con suelta cabellera,descalza, y sin usar silla o cintajo;más, porque este su hechizo le valiera,el anillo del dedo antes extrajo,y tan veloz marchó que a la mañanallegó de Alcina a aquella isla lejana.

Mudó entonces de cuerpo y de semblante:alargó más de un palmo su estaturay en proporción sus miembros al instante,

Page 58: LUDOVICO ARIOSTO

58

de suerte que quedó con la figuraque pensó que tuviera el nigromanteque Rogelio crió con tanta cura.Pobló de largas barbas la mejillay la frente se arrugó e hizo amarilla.

Tanto en gesto, en acento y en portantebien lo supo imitar, que totalmentevenía a parecer el sabio Atlante.Se escondió luego, y tanto fue pacienteque vio alejarse la celosa amanteun día de Rogelio finalmente.Fortuna fue, porque en su rica sedesufrir sin él una hora apenas puede.

A solas lo encontró, como quería,gozando el matutino aire serenoa orillas de un riachuelo que corríadesde un monte a un cristal claro y ameno.El hábito lujoso que vestíade ocio era todo y de lascivia lleno,que había de su mano peregrinade oro y seda sutil tejido Alcina.

Page 59: LUDOVICO ARIOSTO

59

De ricas piedras un collar decorahasta el pecho al marica mozalbete,y en uno y otro tan viril otroraEl brazo tenía un brillante brazalete.Embellece cada oreja ahorade oro sutil un rico y fino arete;y tal perla pendía de aquel orocual no vieron jamás indio ni moros.

Traía aromado el lindo gentilhombreel pelo, y una cinta era su flama;todo en él era amor como es el hombreavezado en Valencia a servir dama:del que fue no quedaba más que el nombre,corrupto el resto que le diera fama.Así se halló a Rogelio en tal asiento,mudado el ser por amor de encantamiento.

En la forma de Atlante hacia él se giraaquella que fielmente lo fingía,con aquel rostro que, aunque aquí mentira,Rogelio venerar siempre solía,y aquel severo ceño lleno de iraque temido de niño tanto había;

Page 60: LUDOVICO ARIOSTO

60

y le habla así: «¿Es este, pues, el frutoque tras tan larga fatiga ahora disfruto?»

¿Niño te di de osos y leonespor leche las médulas aún calientes,por cubiles y horribles barranconeste hice de niño estrangular serpientes,vencer pardos y tigres a montones,y a aún vivos jabalís sacar los dientes,para que al fin de tanta disciplinate vea el Adonis o Atís de esta Alcina?»

¿Es esto aquello que el poblado cielo,vísceras y diseños en la tierra,sueños y hechizos que con tanto celoestudié siempre y que mi ciencia encierra,cuando aún gateabas por el suelo,decían de tus hechos en la guerra:que serían tus obras de armas talesque a ellas nunca otras habría iguales?

¡Alto principio es este que hoy ancianopersuade a creer que seas prestoun Magno, un César Julio o un africano!

Page 61: LUDOVICO ARIOSTO

61

¡Ay!, ¿quién de ti creyera jamás esto:verte de Alcina esclavo cortesano?Y para hacerlo a todos manifiestoal cuello y brazos la cadena llevascon que te arrastra preso y tú lo apruebas.

Si ni aun tu propio honor basta a moverteni las gestas que el cielo te ha otorgado,¿por qué a tu prole, con así perderte,niegas el bien que te he pronosticado?¿Por qué sellas el vientre de esta suertede donde quiere el cielo que engendradopor ti sea el linaje sin segundoque, más claro que el sol, deslumbre al mundo?

¡No impidas, no, que las más nobles almasque tienen forma allá en la eterna idea,aquí de tanto en tanto broten almasdel tronco que nacido de ti sea!¡No impidas, no, los mil triunfos y palmascon que, después que hundida y mal se vea,aquel linaje que contigo empiezaa Italia vuelva su grandeza inicial!

Page 62: LUDOVICO ARIOSTO

62

Y si no basta a rendir tu tema fierocopia tan larga de almas sin segundoque ilustre, ínclita, invicta, alta y señeradel árbol tuyo brotará fecundo;bastar una pareja a ello debiera:Hipólito y su hermano; pues al mundopocos antes han habido que a tal gradode perfecta virtud hayan llegado.

De estos dos hermanos yo narrartesolía más que no de todo el resto;bien porque les toque la mayor partede todo el bien que en tu linaje hay puesto;bien porque viese yo que de tu partemás atención había al narrar esto:gozabas de que héroes que así fuesende nietos de tus hijos descendieron.¿Qué tiene la que tanto te dominaque no tengan mil otras meretrices,esta que es de tantos concubinosy sabes cuál los hace al fin felices?Más porque sepas bien quién es Alcina,desnuda de sus fraudes y barnices,

Page 63: LUDOVICO ARIOSTO

63

ponte este anillo al dedo y vuelve a ella;que él te dará razón de cuánto es bella».

Corrido sin saber lo que repliquequedó Rogelio con la vista en tierra;y, llegando la maga, en su meñiquepuso el anillo, y lo volvió a la tierra.Cuando él en sí volvió, tal fue su pique,sintió tal vejación hacerle guerra,que habría, por no ser visto, preferidoa mil brazos en tierra está hundido.

En su primera forma en un instante,hablando así, volvió al fin la hechicera;pues no necesitaba la de Atlante,ya había conseguido el fin porque allí estaba.Les digo quién Rogelio halló delantey antes callé: Melisa el nombre era,que dio de sí noticia sin falsíay la razón por que hasta él venía,a petición de la que de amor llena,siempre lo busca y de su bien se cuida,por darle libertad de la cadenacon que ata fuerza mágica su vida;

Page 64: LUDOVICO ARIOSTO

64

y había así de Atlante de Carenatomado aspecto para ser creída.Mas ya que está en su acuerdo de aquel modo,quiere instruirse y que conozca todo:

«Esa dama gentil, que te ama tanto,esa que de tu amor digna sería,de la que sabes, si recuerdas, cuántodeba tu libertad el ser hoy día;este anillo que anula todo encantomanda, y el corazón mandado habría,si hubiera el corazón virtud tenidode hacer lo que este anillo cuando ha sido».

Y prosiguió narrando el sentimientoque Bradamante le ha portado y porta,y encareció con ello su ardimientocuanto el afecto y la verdad comporta,de suerte que usó modo y parlamentoque más conviene al que por otro exhorta;y en grado le hizo Alcina aborrecibleen que se suele hallar lo que es horrible.

Page 65: LUDOVICO ARIOSTO

65

Tanto la aborreció, como antes tantola amó, y no halles extraño que así fuera:pues obra era su amor toda de encantoforzoso es que el anillo la rompiera.Hizo patente él también que cuantobello en Alcina había falso era:falso, y no real, del pie al cabello;quedó hedionda, y huyó de lo bello.

Cual tierno niño que madura pomaesconde y luego olvida el escondite,y, ya pasado un tiempo, al caso asomaallá donde escondió el frutal confite,y gran asombro de admirarla tomapodrida y mustia, y no en su primo envite;de suerte que, si le fue antes sabrosa,de sí la arroja y juzga ahora asquerosa;

así Rogelio, luego que le hizovolver Melisa a ver la maga aquella,con ese anillo al que ningún hechizo,sí está en el dedo, engaña o atropella,halla, en vez del retrato antes postizode aquella que juzgó encantado bella,

Page 66: LUDOVICO ARIOSTO

66

mujer tan repugnante que la tierrano otra más vieja y fea que ella encierra.

Rugosa era la faz, pálida y fea;canoso el pelo, escaso y desvaído,seis palmos no alcanzaban esta pigmea,había los dientes todos ya perdido;que aún más que Hécuba, aún más que la Cumea,que otra anciana había vivido.Mas tales artes ella usar sabíaqué moza y bella parecer podía.

Fingía ser moza y bella con tal arteque a muchos engañó como a este engaña,más deshizo el anillo de esta artesu tan creída de toda artimaña.Milagro no es entonces, si se partedel ánimo del joven la patrañade amar la maga Alcina, ahora que velade guisa en que su fraude no la cela.

Mas siguiendo a Melisa en el consejo,restó en su habitual domestiquezahasta que de sus armas y aparejo

Page 67: LUDOVICO ARIOSTO

67

se vistió de los pies a la cabeza;y, por que viese Alcina en él despejo,fingió probar si le estaba aún la pieza,fingió probar si había algo engordado,después de un tiempo nunca haberse armado.

Y Balisarda se ciñó al costado(porque este el nombre de su espada era)y el escudo también tomó encantado,que no es que ya la vista confunde,sino que reducía a tal estadocual si del cuerpo el alma huida hubiera.Lo tomó, y con el trapo en que veníacubierto, lo echó al cuello, y tomó vía:

llegó al establo de su antigua amay un hito hizo ensillar a un escudero,según dispuso hacer la sabia dama,que bien sabía cuánto era ligero.Quien lo conozca, Rabicán lo llama;aquel mismo que junto al caballeroqué mirto hoy mece el viento en la marina,llevó allí la ballena a orden de Alcina.

Page 68: LUDOVICO ARIOSTO

68

Su hipogrifo tomar pudo igualmente,pues junto a Cabricán se hallaba atado;más le advirtió la maga: «Ten presenteque en vuelo es, como sabes, desbocado»,con la promesa de que al día siguientelo sacaría de aquel falso estadoa allá donde con algo de acomodopodría aprender a hacer con él de todo.

Demás que no hallaría recelosode su fuga secreta, si lo deja.Siguió el mozo a Melisa puntilloso,que invisible le hablaba aún a la oreja.Fingiendo así, salió del lujuriosopalacio aquel de la ramera vieja;y se llegó al portón que le encarriladerecho hacia el país de Logistila.

Cerró con los guardianes de improvisoy a tajos se abrió paso en aquel puesto,e hiriendo y matando a cuantos quiso,pasó el puente lo más que pudo presto;de suerte que al llegarle a Alcina aviso,

Page 69: LUDOVICO ARIOSTO

69

grande distancia había ya interpuesto.Diré en el otro canto qué fin tuvo,después que a Logistila de hallar hubo.

Page 70: LUDOVICO ARIOSTO

70

Canto 8

Quien del mágico anillo dispusieseo aquel mejor de la razón podríadesembozar su faz, que, si así fuese,no oculta por ficción ni arte estaría.Y así quien antes bello pareciese,feo y mortal después parecería.Muy venturoso fue Rogelio entonces,pues tuvo anillo con que abrió los gonces.

Rogelio —le dije ya— disimulandofue a caballo a las puertas del castillo;halló a la guardia distraída, y cuandollegó, no echó las manos al bolsillo.A aquel a pique, a aquel muerto dejandopasó el puente, rompiéndole el rastrillo:al bosque huyó, mas poco y mal galopa,pues un sayón de la hechicera topa.

Un halcón sobre el puño peregrinoportaba al que a menudo echar gustabaora al campo, ora al lago allí vecino,

Page 71: LUDOVICO ARIOSTO

71

donde abundante presa siempre hallaba:montaba en un famélico rocino,de un perro fiel detrás se acompañaba.Juzga que pueda ser aquello huida,pues tan precipitada es la partida.

Le fue al encuentro, y con soberbio gestole preguntó por qué veloz corría.No quiso responder Rogelio a esto,con que él, certificado ya que huía,puso en ejecución darle el arresto,y el brazo alzando en que el halcón tenía:«Verás —dijo— si el paso se destensa,pues no hallarás contra mi halcón defensa».

Lo suelta, y con tal fuerza bate el alaque alcanza a Rabicán en la carrera.El cazador del palafrén se calay a un tiempo de la brida lo libera.Galopa, como flecha que arco exhala,con coces y bocados esta fiera;y el siervo detrás de él tan veloz correque parece que el viento lo socorre.

Page 72: LUDOVICO ARIOSTO

72

No quiere el perro parecer más tardo,y sigue a Rabicán con la prestezacon que suele seguir la liebre el pardo.Ve huir Rogelio afrenta a su nobleza:se vuelve a aquel que corre tan gallardoy un arma sola ve con que se atreza:la fusta con que al perro necesita.Rogelio, pues, tomar la espada evita.

Aquel se acerca y fuerte lo golpea;a un tiempo el pie derecho el can le muerde;tres veces (más quizá) el bruto cocea,y no ocasión de herirle el flanco pierde.El ave sobre él revolotea,y, hundidas en su piel, las garras pierde:tanto del grito Rabicán padece,que ni a brida ni a espuelas obedece.

Alza Rogelio al fin su arma acerada;y, porque tal estorbo se concluya,mostrando el filo y punta de la espada,pretende que aquel ruin cortejo huya.Mas este más le turba y más le enfada,y menos da ocasión con que no irruya.

Page 73: LUDOVICO ARIOSTO

73

Ve el paladín el daño y menoscaboque ha de sufrir, si no da al hecho cabo.

Sabe que de no usar al punto el hierro,le dará Alcina con su gente alcance:de caja, de trompeta y de cencerroescucha ya el rumor que trae su avance.Mas piensa que con siervo inerme y perrousarlo es deshonroso e infame lance:y al fin resuelve por más justo y breveaquel escudo usar que a Atlante debe.

Alza el rojo cendal en que cubiertodesde su huida aquel escudo trae,y obra el efecto él con el que yertoa aquel que hiere de sentir sustrae:queda el siervo en el suelo sin concierto,cae el perro y cae el corcel, la pluma caeque hacía sostenerse en vuelo al ave;y quedan en poder de un sueño suave.

A Alcina, a la que ya le es manifiestocómo Rogelio por romper la puerta,ha a muchos muerto y malherido al resto,

Page 74: LUDOVICO ARIOSTO

74

le traspasa el dolor y queda muerta:rasga sus ropas, se maltrata el gesto,mujer necia se llama y mal despierta,y, al arma convocando urgentemente,juntó para ir tras él toda su gente..

La parte en dos, y a una, hecho ya examen,manda a la senda que el felón camina;a otra que, atendiendo su dictamen,al puerto vaya y tome en la marinaflota que nuble el mar con su velamen.Con estos va la desesperada Alcina,y tanto por Rogelio de amor ardeque deja su ciudad sin quien la guarde.

No deja guardia a cargo de su estadolo que a Melisa, que ocasión buscabapara librar de aquel reino malvadoal pueblo que en miseria se encontraba,le dio comodidad para a su gradocualquier signo acabar que Alcina usaba:imágenes quemó, deshizo estampas,nudos y rombos y mil otras trampas.

Page 75: LUDOVICO ARIOSTO

75

Luego cruzando el valle y la riberaa sus viejos amantes que allí en formavivían de fuente, planta, piedra o fierahizo volver a su primera forma.Y todos, ya expedita la carrera,siguieron de Rogelio el paso y orma:al reino van de Logistila, y luegovuelven entre indio, persa, escita o griego.

Melisa a cada cual mandó a su tierracon orden de que tal no se olvidara,mas fue el primero el duque de Inglaterraen ser vuelto a su antigua humana cara;pues hizo el firme ruego y cortés guerrade Rogelio por él que así privara;y aún más que ruegos dio, pues dio el anilloa fin de hacer el acto más sencillo.

A ruego de Rogelio, pues, recobrasu aspecto Astolfo natural y exacto,mas vana cree Melisa que es su obra,mientras que no le restituya al actoaquella lanza de oro, con que cobravictoria en cualquier justa al primer tacto:

Page 76: LUDOVICO ARIOSTO

76

fue de Argalía, fue de Astolfo luego,y honor dio a uno y otro en todo juego.Halla Melisa al fin la lanza de oro,que algún rincón de aquel palacio ocupa,y el resto del ajuar que con desdoroperdió Astolfo, también cobra y agrupa.Después montó el corcel del sabio moroy al duque atrás acomodó en la grupa,y tan diestra el corcel rige y mancipaque en una hora a Rogelio se anticipa.

Mientras, topando piedra y fuerte espina,Rogelio a Logistila en su viajede valle en valle senda tal caminayerma, arriscada, inhóspita y salvaje,que solo tras gran pena y gran mohínallega a la ardiente nona hasta un parajecostero entre monte y mar, al sur abierto,yermo, abrasado, estéril y desierto.

Punza al vecino monte un sol funestoy del calor que el monte reverbera,hierven de modo arena y aire que estobastante a derretir el vidrio fuera.

Page 77: LUDOVICO ARIOSTO

77

Solo cigarra con un son molesto(pues toda ave a la fresca sombra era)ociosa entre las ramas de un majueloasorda valle y monte, y mar y cielo.

No tuvo allí otro amigo ni otra amigaRogelio en esta huida fastidiosamás que el calor, la sed y la fatigade andar senda tan yerma y arenosa.Mas porque no está bien que siempre te digay te dé por diversión la misma cosa,dejo a Rogelio en tan duro rescaldoy vuelvo a Escocia en busca de Reinaldo.

En mucho era el paladín tenidodel rey, su hija y de aquel reino todo,y la causa que allí le había traídoReinaldo declaró con gentil modo:que era al inglés y al escocés pedidosocorro para aquel duro periodo,y añadió al ruego que su rey le dierajustísima razón que a ello moviera.

Page 78: LUDOVICO ARIOSTO

78

Dio el rey, sin titubeo, por respuestaque en cuanto allí su fuerza se extendía,siempre a su servicio predispuestadon Carlos y su imperio la tendría;y que en satisfacción de su recuestacuantos hombres tuviese reuniría,y él mismo, si no fuese ya tan viejo,sería el capitán de aquel cortejo.

Mas tal molestia nunca la creeríasuficiente razón, si no tuvieseun hijo que por seso y bizarríamuy digno era a que aquel mando asumiese,y, aunque ahora allí en el reino no asistía,a Escocia se esperaba que volviese,mientras se apercibía aquella armada,de suerte que la hallara preparada.

Y así a los tesoreros por su tierramandó reunir caballería y gente;barcos prepara y munición de guerra,vituallas y dinero prontamente.Partió en tanto Reinaldo hacia Inglaterra,y el rey por despedirlo cortésmente

Page 79: LUDOVICO ARIOSTO

79

hasta Bervique mismo lo acompaña,y allí al dejarlo el rostro en llanto baña.

Soplando el viento próspero en la popaReinaldo embarca, a todos despidiendo;zarpa el piloto, y sobre el mar galopatanto que llega allá donde muriendoal mar el bello Támesis se topa.Entran en él con la marea subiendo,y a vela y remo van aguas arribahasta que a Londres el bajel arriba.

Cartas de Carlos y de Otón reales(Otón que junto a Carlos sufre asedio)tiene para que el príncipe de Gales,actuando en atención a su remedio,junte en su tierra y su región feudalescaballos y hombres por cualquiera medio;a fin de que en Calés, tras embarcarlos,pasen a Francia a socorrer a Carlos.

El príncipe al que Otón regente hizoen tanto que al infiel él combatía,a Reinaldo de Aimón tanto honor hizo

Page 80: LUDOVICO ARIOSTO

80

como a su mismo rey hecho no habría.Sus demandas al punto satisfizo,y a todo el que empuñar arma podíade Bretaña y sus islas, con instancia,señala día en que embarcar a Francia.

Señor, mejor haré como el maestrotañe el instrumento, que a menudovaría cuerda y tono, porque diestrobuscando va ahora el grave, ahora el agudo.Mientras los hechos de Reinaldo muestro,venirme Angélica a las mientes pudo,la cual dejé, cuando del franco huida,de un viejo se encontraba recogida.

Quiero un poco contar en qué esto acaba.Dije el modo en que al viejo con porfíasenda que al mar se llega preguntaba.Tal era el miedo que al de Aimón teníaque, no cruzando el mar, morir pensabay a riesgo en toda Europa se creía.Mas la sosiega el santurrón con traza,porque gozarla de secreto traza.

Page 81: LUDOVICO ARIOSTO

81

Le encendió el corazón tanta hermosura,y le abrasó la frígida medula;mas luego que ve que ella de él no curay hastiada ya de él con él deambula,espolea con saña su montura,mas no consigue acelerar la mula:al paso apenas va y al trote aún menos,no acata el animal más que los frenos.

Y, porque mucho ya se había alejado,y habría perdido a poco más su horma,recurre el viejo al antro sulfuradoy presta a algunos que lo habitan formaelige a uno entre ellos señaladoy de su cuita visceral le informa;y le hace entrar en el corcel caobaque el alma junto a Angélica le roba.

Como sagaz lebrel, habituadoa dar a zorra y liebre astuta caza,que, viendo andar la presa por un lado,marcha por otro y finge no hallar traza,para al fin verse cómo ya tornadola trae en la boca, y muerde y despedaza;

Page 82: LUDOVICO ARIOSTO

82

así a Angélica hallar el viejo ensaya,y habrá de hallarla allá por donde vaya.

Cuál fuese su intención, bien yo la entiendo;y en otra parte te la diré, mas luego.Angélica de nada, pues, temiendo,cabalgaba fiada con sosiego.Se iba el demonio en el corcel cubriendo,como se cubre entre el rescoldo el fuego,que con muy grave incendio se destapa,si no se extingue, apenas de él escapa.

Llevaba en tanto Angélica el caminoque sigue el mar que la Gascuña lava,guiando por la arena su rocinoque húmeda el flujo de la mar dejaba,cuando el demonio a enloquecerlo vinotanto que dentro de la mar nadaba.No sabe más que hacer la pobrecilla,si no es tenerse bien sobre la silla.

No vuelve atrás, por más que use la brida;cada vez más se aleja en el mar alto.

Page 83: LUDOVICO ARIOSTO

83

Traía ella la ropa recogidapor no mojársela y los pies en alto.La melena a la espalda iba esparciday lasciva la brisa le da asalto.Restaban quietos mar y grandes vientos,quizá a tanta beldad ambos atentos.

Volvía ella a la orilla el rostro en vano,bañando con el llanto rostro y seno,y cada vez veía más lejanovolverse y más pequeño el lido ameno.El corcel, que nadaba a diestra mano,tras mucho nado la sacó a un terrenode oscura piedra y grutas espantosas,ya huido el sol de las terrestres cosas.

Cuando sola se vio en tan yermo lido,que inspiraba pavor su sola hechura,a la hora en que en el mar Febo escondidola tierra y el opuesto cielo oscura,quedó en modo que habría sugeridoa cuanto hubiese visto su figurasi era mujer real lo que allí habíao estatua en cambio que ser tal fingía.

Page 84: LUDOVICO ARIOSTO

84

Quieta y pasmada en la dudosa arena,con un inmóvil labio a otro pegado,las manos juntas, suelta la melena,tenía el rostro al cielo levantadocomo acusando a Dios de que Él ordenala cruda inclinación del crudo hado.Luego de así permanecer un tanto,dio lengua a su dolor y ojos al llanto:

«Fortuna —se quejó—, ¿qué hacer te restaa fin de que por fin te satisfagas?¿Qué más te puedo dar, que no sea estamísera vida con que no te pagas?Cuando pudo acabar su estancia mesta,la traes del mar y de sus aguas dragas,¿por qué gustas, Fortuna cruel y fiera,de verme aún sufrir más antes que muera?

Mas no sé qué hacer más puedas, Fortuna,que hasta hoy no hicieras contra mí primero.Tú causas que ande lejos de mi cuna,donde nunca volver jamás espero;y he perdido el honor, que es peor fortuna,pues, si bien no hice impuro desafuero,

Page 85: LUDOVICO ARIOSTO

85

doy pie, al vagar por playa y por floresta,a ser llamada obscena y deshonesta.

¿Y qué virtud posee la doncella,que no es en opinión del mundo casta?Sea falso o cierto, el ser juzgada bella,¿qué suerte es para mí torpe y nefasta?No doy gracias al cielo de esta estrella;ser bella obró mi mal y el de mi casta:mi hermano muerto fue por mi decoro,que poco le valió la lanza de oro;

por su causa Agricán, rey de Tartaria,deshizo a Galafrón, mi padre amado,gran Kan de donde soy originaria;y aquello causa fue de que hoy mi estadosea errar por esta Europa a mí contraria.Si hacienda, honor, familia me has quitadoy hecho todo el mal que hacer podías,¿qué daños más guardarme aún ansías?Si ahogarme en este mar no es postrimeramuerte que tu crudeza satisface,acepto, pues, que mandes una fiera

Page 86: LUDOVICO ARIOSTO

86

que mis miembros devore y despedace.Sea cual sea el fin, aunque de él muera,no habrá de ser que ingrata no lo abrace».Así decía la dama tristemente,cuando se topa el ermitaño enfrente.

La había visto él desde la cimade un altivo peñón, mientras aquellaal pie de aquel escollo con gran grimacansada y afligida se querella.Seis días ha que allí su traza ultima,traído de un demonio, y viene a ellafingiendo más piedad aquel falsarioque cuanta tuvo Pablo o san Hilario.

No es conocido, y cuando más se acerca,algo Angélica alivia su cuidado,y pierde el miedo, aunque la pena tercale traiga aún el rostro demudado.«Padre, ten —dijo ya estando cerca—piedad de mí, que a mal puerto he llegado».Y con voz del sollozo interrumpida,contó la historia bien por él sabida.

Page 87: LUDOVICO ARIOSTO

87

Empieza el ermitaño a confortarla,con alguna piadosa oracioncilla;y pasa audaz las manos, al hablarla,ya por el seno, ya por la mejilla;confiado se dispone ya a abrazarla,mas ella su intención primero pilla:lo aparta con la mano y se desciñe,y de honesto rubor el gesto tiñe.

Entonces abrió él un frasquitoque extrajo de un morral que atrás le pende,y en los ojos intensos do crepitala llama más voraz que Amor enciende,dejó apenas caer una gotitabastante a adormecerla. Ella se tiende,y yace sobre aquel lido lejanoa merced toda del rapaz anciano.

La abraza él y a voluntad la toca;duerme ella inerme con profundo muermo.Ora le besa el pecho, ora la boca,sin que haya quien lo impida en aquel yermo.Mas en la monta su corcel se apoca,

Page 88: LUDOVICO ARIOSTO

88

que no cumple al deseo el cuerpo enfermo;no le responde más su edad anciana,y menos puede, cuanto más se afana.

De mil formas y modos mil lo intenta,y aquel penco pellejo nunca salta.Sacude el freno, pica y lo atormenta,mas no logra dejar su testuz alta.Al fin junto a la dama se adormenta,y nueva adversidad después lo asalta;que nunca es la Fortuna avara y poca,cuando a un mortal para burlarlo toca.

Mas fuerza es, para que te narre el caso,que aquí seguir la senda recta eluda.Allá en el mar del Norte, hacia el ocaso,allende Irlanda, está la isla de Ebuda,en donde poca gente vive acasodespués de que la orca fiera y ruda,con más de su tropel la destruyera,como venganza que Proteo hiciera.

Narra una antigua historia, o falsa o cierta,que tuvo aquel lugar un gran regente

Page 89: LUDOVICO ARIOSTO

89

con hija en la que tanto se conciertagracia y beldad, que pudo fácilmenteyendo una vez sobre la arena inciertadejar Proteo ardiendo en la corriente;y este, un día en que se hallaba sola,tomándole la flor, allí la preñó.

Pensó su padre aquel hecho infamante,cruel más que ningún otro y severo,y a muerte condenó al nonato infante:a tanto lo movió su desdén fiero.Ni aun ver la hija encinta, fue bastantea detener su hierro carnicero;y al nietecillo, que inocente era,le dio la muerte antes que naciera.

El marino Proteo, que el ganadodel dios del mar, Neptuno, apacentaba,del cruel suplicio de su dama airado,rompió la ley y el orden que guardaba;de suerte que soltó en aquel estadocuantas focas y orcas comandaba,las cuales no ya oveja y buey mataron,mas villas y ciudades arrasaron;

Page 90: LUDOVICO ARIOSTO

90

y van a las ciudades amuralladas,y a todas ellas hacen grande asedio.Sus gentes día y noche están armadascon gran temor y displicente tedio.Las tierras han dejado abandonadasy, por hallar del mal algún remedio,acuden al oráculo en encuesta,y de él todos escuchan por respuesta

que se ha de hallar para Proteo doncellaque tenga de belleza un mismo grado,y a aquel dios ofrecerla en vez de aquella,al pie siempre de un mismo acantilado.Si le parece lo bastante bellaquedará con tomarla sosegado;si no, que una tras otra se le ofrezcahasta que alguna al fin se lo parezca.

Y así principio dio la cruda suertede aquellas cuyo gesto más las paga:que cada día a Proteo (¡oh caso fuerte!)se dé una hasta que al fin se satisfaga.Todas hallaron hasta hoy la muerte,

Page 91: LUDOVICO ARIOSTO

91

que a todas una orca se las traga,que allí cerca quedó de la bocana,después que aquella grey volvió a su tana.

Sea crónica o historia fabulosa(que no sé yo si aquí Turpín nos miente),contraria a las mujeres y ominosa,pervive antigua ley entre esta gente:que de su carne la orca monstruosaque llega allí a diario, se alimente.Y aunque es en todo estado una gran carga,el ser mujer aquí es aún más amarga.

¡Oh míseras doncellas a quien llevala impía Fortuna al litoral infausto,donde esta gente de ellas hace levay así ejecuta aquel cruel holocausto;que, cuantas más de estas la orca ceba,menos su pueblo está de hembras exhausto!Mas, porque no las lleva siempre el viento,hacen por otras playas prendimiento.

Peinan con fusta y gripo la marinay otras diversas naves de su armada,

Page 92: LUDOVICO ARIOSTO

92

y de lejana tierra y de vecinatraen siempre la bodega bien cargada.Muchas cobran por oro o golosina,otras cobran por rapto o por espada;y siempre de gran copia de regionestienen sus torres llenas y prisiones.

Yendo una fusta, pues, cerca de tierradelante de la playa ancha y baldíadonde entre arbustos sobre estéril tierrala desdichada Angélica dormía,bajaron un retén de ellos a tierrapor provisión de leña y agua fría,y hallaron de entre cuanta bella ha sidola flor en brazos del santón fingido.

¡Oh más que excelsa, oh presa más que carapara pueblo tan bárbaro y villano!Oh Fortuna cruel, ¿quién te pensaratan poderosa sobre el sino humano?,pues das por pasto a bestia horrible y rarala gran beldad, que a India a un rey paganollevó desde su caucásico fuertecon media Escitia para hallar la muerte;

Page 93: LUDOVICO ARIOSTO

93

la gran beldad que el gran rey Sacripanteantepuso a su honor mismo y su estado,la gran beldad que al gran señor de Anglantequitó el seso y la fama de acordado;la gran beldad que al fin volvió Levantede arriba abajo atento a su dictado;no tiene ahora, indefensa y en el suelo,siquiera quien le preste algún consuelo.

Dormida aún, Angélica la bella,fue, antes que despierta, encadenada;y subieron al viejo junto a ellaa aquella fusta ya de hembras cargada.Llevó, henchida la vela, a la doncellala nave hasta la isla desalmada,y allí en un torreón fue puesta Angélica,en espera de hallar la orca famélica.

Mas ser tan bella obró que se movieraaquella gente a compasión no usada,y que por gran espacio defirierala muerte a la que estaba reservada;y así, mientras que hubo una extranjera,

Page 94: LUDOVICO ARIOSTO

94

fue aquella gran belleza perdonada.Al monstruo la entregaron finalmente,detrás llorando toda aquella gente.

¿Quién podrá pintar la angustia, el llanto,el lamento gentil que el cielo pasa?¿Cómo no se abrió aquel lido de espantocuando quedó sobre la pétrea basa,donde esperaba sin socorro, al cantode ser del monstruo fácil presa y lasa?No diré más; que tanto el mal me mueve,que fuerza a que a otro asunto el canto lleve;

y encuentre verso no tan displicentehasta que el laso corazón rehaga,pues no podría la hórrida serpientela tigre que sin cría ardiendo vaga,ni cuanta yerra por la arena ardientedel atlas al mar Rojo infecta plaga,ver o pensar sin que al gemido cedaque Angélica en aquel escollo queda.

¡Ay, si hubiese sabido Orlando el daño,vuelto en pos a París tras el litigio;

Page 95: LUDOVICO ARIOSTO

95

o los dos que engañó aquel ermitañocon el correo del paraje estigio!Por socorrerla entre el sangriento bañobuscado habrían su angélico vestigio:Mas ¿cómo harían, teniendo aún de ella indicio,si tan lejos estaban del suplicio?

Mientras tanto París era asediadapor el famoso hijo de Troyano,y a tanta extremidad se vio llevadaque casi cae del árabe en la mano;pues de no haber París sido escuchadadel cielo que inundó de lluvia el llano,aquel día cae por la africana instanciael santo Imperio y gran nombre de Francia.

Volvió sus ojos Dios al justo ruegodel viejo emperador de nuestro oeste,y con súbita lluvia apagó el fuego,que no hay fuerza que a él lo contrarreste.Mira, pues, si es sabio a Dios mostrar apego;pues no hay quien un socorro mejor preste.Y bien sabía esto el rey devoto,que se salvó por ofrecer le voto.

Page 96: LUDOVICO ARIOSTO

96

De noche entre las plumas importunaa Orlando el pensamiento y la quimera:tal vez lo hace correr, tal vez lo aúna,mas no logra que afloje su carrera,como la luz del sol o de la lunadespués de que en el agua reverberapor los altos tejados fugitivade un lado a otro va, de abajo a arriba.

Su dama, que le ha vuelto ya a la mente,si alguna vez de ella fue partida,le abrasa y hace más viva y ardientela llama que de día cree extinguida.Con él había venido hasta ponientedesde el Catay, y aquí fue de él perdida,y nada supo más ni oyó su oídodesde que fue en el sur Carlos vencido.

Mucho se duele Orlando ahora, y consigoen vano aquella necedad sopesa:«¡Ay, corazón —lloró—, cuán vil contigohe sido y soy! ¡Ay cuánto ahora me pesaque, pudiéndote estar siempre conmigo,

Page 97: LUDOVICO ARIOSTO

97

cuando era por tu bien mi suerte esa,te dejase entregar al duque Namo,por no saber guardar lo que más amo!

¿No pude con razones excusarlo? Quizá no las habría Carlos deshecho;y, si deshecho, ¿quién podría forzarlo?¿Quién de ti apartarme a mi despecho?¿No podía con armas contrastarlo,o bien dejarme vaciar el pecho?Mas ni Carlos ni Francia entera en plantea quitárteme por fuerza era bastante.

Si un buen guardián la hubiese custodiadoal menos en París o en plaza fuerte...Mas me cuadra que a Namo la haya dado,pues quiso despedirla de esta suerte.¿Qué paladín mejor la habría guardadoque yo que lo habría hecho hasta la muerte?Guardarla más que a mí —llorando dice—debí y lo pude hacer, y no lo hice.

Ay, ¿dónde ahora sin mí, mi dulce vida,quedaste tan hermosa y tan zagala

Page 98: LUDOVICO ARIOSTO

98

tal como, cuando ya la luz partida,sola en el bosque la cordera bala,que, porque espera ser del dueño oída,tanto resuena por la selva ralaque escucha el lobo aquel llanto lejanoy el mísero pastor la llora en vano?¿Dónde ahora estás? ¿Dónde, esperanza mía?¿Vas sola todavía el monte errandoo te ha atajado el lobo por la víasin la custodia de tu fiel Orlando?La flor que hacerme un dios casi podía,la flor que había venido respetandopor no agostar tu honesto y casto estado,por fuerza otro cogido habrá y ajado.

Oh desdichado, oh mísero, ¿no quieroantes morir que ver la flor cortada?Oh pío Dios, hazme sentir primerocualquier mal, si esta suerte no le es dada.Mas si es verdad, yo juro, oh cielo fiero,que he de pasarme el pecho con la espada».Así con fuerte llanto suspirandoiba diciendo el afligido Orlando.

Page 99: LUDOVICO ARIOSTO

99

Ya las criaturas mil que son terrenasdaban a sus espíritus reposo,al raso o entre sábanas amenas,sobre la hierba o sobre el mirto umbroso:cierras los ojos tú, Orlando, apenas,transido de tu cuita y pesaroso;y ni aun un sueño fugitivo y brevedeja que goces de reposo leve.

Creía Orlando en plácida riberade flores olorosas esmaltada,ver la nativa rosa en bella cerade la mano de Amor propia pintada;y los dos claros soles porque eraen las redes de Amor su alma atrapada:digo de aquellos ojos y aquel gestoque le han del pecho el corazón depuesto.

Sentía el mayor placer, la mayor fiestaque no sintió jamás dichoso amante,cuando una tempestad se manifiestaque aniquila el verdor que halla delante,tanto que no se ve pareja a esta

Page 100: LUDOVICO ARIOSTO

100

cuando azota aquilón, austro o levante.Parecía vagar por un desiertobuscando vanamente algún cubierto.

Y en esto, sin saber que haya pasado,su dama por el turbio viento pierde,y el eco de aquel bello nombre amadohace sonar por lo que fue antes verde.Y mientras dice en vano: «Ay desdichado,¿quién envidioso tu fortuna muerde?»,su dama escucha por ignota sendaque llora y en sus manos se encomienda.

A allá de donde el grito parte, acude;de un lado para otro en vano yerra.¡Oh cuánto el dolor fuerte le sacude,porque la angélica visión le cierra!Entonces otra voz su dama alude:«No esperes más hallarla en esta tierra».Ante aquel grito despertó de modoque en lágrimas se halló bañado todo.

Sin reparar en que no es caso ciertolo que por miedo o por afán se sueña,

Page 101: LUDOVICO ARIOSTO

101

quedó de aquella monición tan ciertoque la tomó por verdadera seña;y, saliendo del lecho, medio muertotodo se armó, pero con falsa enseña,ensilló a Bridadoro y partió presto,sin querer cuenta de escudero en esto.

Y por poder tomar senda segurode que su honor por tal no se machara,dejando aquel cuartel de blanco puroy rojo con que antes se mostrara,quiso portar blasón negro y oscuroa fin de que el dolor representara,el cual de un amostante había tomadoque había, años había, degollado.

A media noche silencioso partesin saludar al tío ni dar cuenta;ni a su amigo del alma, Brandimarte,antes le dice adiós o se presenta.Solo después que el sol su luz repartecuando del lecho de Titón se ausentay toda negra sombra desbarata,el rey de su partida se percata.

Page 102: LUDOVICO ARIOSTO

102

Con gran contrariedad el soberanoaquella deserción a saber vino,pues más necesitaba a Orlando a mano;y, ardiendo en ira y cólera, sin tinoentre lamentos aquel rey cristianomaldijo e injurió al mal sobrino;y amenaza de hacerle pagar carosi no regresa, aquel torpe descaro.

Brandimarte, que tanto a Orlando amabacomo a sí mismo, sin hacer derroche,o porque hacerlo regresar pensaba,o porque le enfadaba el real reproche,no quiso esperar más a aquel de Brava,y salió apenas que cayó la noche.No habló a su Flordelís de este su intento,porque no se le estorba el pensamiento.

Rara vez, por amor, de su presenciaquiso estar lejos él; que era doncella,dotada de agudeza y de prudencia,noble, educada y en extremo bella;y, si esta vez no pide él su licencia,

Page 103: LUDOVICO ARIOSTO

103

fue por pensar que tornaría a ellael día aquel; mas luego cosa huboque más de lo pensado lo entretuvo.

Y ella, después que casi un mes en vanolo hubo esperado, sin que de él se sienta,tanto la abrasó el deseo tiranoque sola se partió sin echar cuenta;y entre cristiano lo buscó y pagano,como la historia en su momento cuenta.No digo más de uno ni otro amante,que más importa ahora aquel de Anglante.

El cual, después que la gloriosa enseñamudó de Almonte, ante la puerta acaba,y, dando un «soy el conde» como señaa un capitán que aquel portón guardaba,hizo el puente bajar; y por la breñaque más derecha al enemigo andaba,tomo camino entre lamento y llanto.Lo que después siguió, cuenta otro canto.

Page 104: LUDOVICO ARIOSTO

104

Canto 9

¿Qué obrar no puede un corazón que tieneel cruel y traicionero amor sujeto,si olvida a Orlando, que sin seso viene,la fe que a su señor debe, y respeto?Quien defensor fue de la fe perene,sabio y de pecho respetuoso y neto,ahora por vano amor a una hermosuradel rey, de sí y de Dios muy poco cura.

Mas yo bien lo disculpo, y soy contentode hallar con mi defecto igual tamaño;porque soy yo también para el bien lento,y audaz y presto en perseguir el daño.Va Orlando, pues, dejando amigos ciento,vestido hasta los pies de negro paño,y llega a donde de África y de Españala hueste acampa en tiendas de campaña;o más bien por la lluvia aquella gentebajo árboles y toldos esparcidaanda en grupos de ocho o diez o veinte;distante alguna, alguna más unida.

Page 105: LUDOVICO ARIOSTO

105

Toda dormida está bajo el relente,sentada o en la tierra distendida,Hartos puede matar, mas no hace nada;porque no empuña el conde allí su espada.

Tal corazón encierra el noble Orlando,que no herir al dormido tiene a norma;y así va aquel lugar escudriñandopor ver si halla de Angélica la orma.Si alguno halla que vele, suspirandole figura su hábito y su forma;y luego ruega que si es de él sabido,le descubra el lugar donde ella ha ido.

Luego que amaneció el luciente díabuscó entre los secuaces de Mahoma,que hacerlo sin ningún temor podíavistiendo el traje que de allí se toma;e igualmente también contribuíaque supiese, además del franco idioma,el árabe de modo y en tal gradoque parecía en Trípoli criado.

Page 106: LUDOVICO ARIOSTO

106

Allí buscó y tres días se entretuvosin otra ocupación ni otro apetito;villas y ciudades luego anduvo,y no solo de Francia y su distrito,porque en Auvernia y en Gascuña estuvosin que un pueblo no viese su prurito.Buscó desde Provenza hasta Bretaña,de picardía al límite de España.

O a noviembre o a fines aún de octubreen la estación que con violencia bruscala ramas de los árboles descubrede aquella prenda de color verdusca,y el cielo de aves en bandadas cubre,empezó Orlando la amorosa busca;y no cesó en invierno su batidani al llegar luego la estación florida.

Pasando un día, como hacer solía,de uno a otro país, llegó hasta un ríoque separa Bretaña y Normandía,y va hacia el mar vecino ya sin brío;mas henchido y violento en aquel díapor el deshielo del pasado frío,

Page 107: LUDOVICO ARIOSTO

107

se había desbordado de su vaso,roto la puente y malogrado el paso.

Y cuando con los ojos estudiandose hallaba el caballero la ribera(pues no era ave ni pez el buen Orlando),por ver cómo mejor cruzarla hiciera,vio hasta él venir un bote navegandoen cuya popa una doncella era,que dicta que hasta Orlando se navegue,mas sin que tierra el leño a tocar llegue.

No toca tierra, porque no se atrevepor si es, lo hecho así, de él abordada.Le ruega él que en el batel lo llevea la otra margen, y ella aseguradaresponde: «No ha de ser, señor, que te leve,si no me es tu fe al punto dadade hacer por ruego de quien habla guerra,la más justa y cabal sobre la tierra.

Así que si tienes, señor, deseode que a la opuesta margen ahora te pase,jura que tú, de la palabra reo,

Page 108: LUDOVICO ARIOSTO

108

antes que el mes que se avecina pase,al rey de Hibernia, como así deseo,te unirás con cuanta gente amaseen destrucción de aquella isla de Ebuda,de cuantas el mar ciñe la más cruda.

Debes saber que más allá de Irlanda,entre otras muchas, una isla hay llamadaEbuda, a cuyo pueblo una ley mandaque robe cuanta dama sea avistada;y una a una luego, por viandaa un voraz animal sea destinada,que a su marina va siempre a una horadonde hay doncella o dueña que devora;

pues tratante o corsario los avíade tanta dama y más cuanto es más bella.Puedes contar así, a una por día,cuanta ya ha muerto allí, dueña o doncella.Si átomo en ti de compasión se cría,si no hay lacre que a amor tu alma sella,sed contento de hallaros entre genteque va a acabar con caso así doliente».

Page 109: LUDOVICO ARIOSTO

109

Oírlo todo Orlando apenas pudo, y juró ser primero en tal empresa,como aquel que algún acto inicuo y crudosufrir no puede, y escuchar le pesa;y dio en pensar que de aquel pueblo rudohaya podido Angélica ser presa;pues la ha buscado con notable audacia,sin que haya hallado aún de ella noticia.

Tanto este pensamiento lo atormentay aparta cualquier otro pensamiento,que con muy grande brevedad intentatomar barco hasta aquel reino cruento.Y, antes que un nuevo sol ponerse sienta,cerca de San Maló cumple su intento:zarpa, y haciendo alzar velas sin tasa,la noche el monte San Miguel traspasa.

San Brioc pasa y Triguier, y cabo a cabova costeando la bretona tierra,y hacia el blanco sablón corre aquel bravo,por la que Albión llamada fue Inglaterra;mas cesa el viento meridión al caboy da entre oeste y aquilón tal guerra

Page 110: LUDOVICO ARIOSTO

110

que arría velas ante aquel empuje,y deja que de popa lo rempuje.

Cuanto había en cuatro días avanzadoel barco, en uno solo retrocede;y fue el piloto el que evitó acertadoque roto como vidrio en tierra quede.El viento, que furioso había sopladocuatro días, el quinto en fuerza cede,y deja entrar el leño, casi inerte,allá donde el Escalda halla la muerte.

Apenas lo hace el timonel cansadoy fondea el bajel con hábil mano,cuando de una ciudad que está en el ladodiestro del río aquel, baja un ancianode mucha edad, según muestra su estadodecrépito y tener el pelo cano,el cual tras saludar, se vuelve a Orlandoque es al que juzga de la gente al mando.

De parte le rogó de una doncellaque fuese a verla, si no le era grave,pues la habría de hallar, demás que bella,

Page 111: LUDOVICO ARIOSTO

111

más que ninguna al mundo afable y suave;o bien que la esperase allí, que ellalo vendría a buscar hasta la nave;y que aceptase lo que nunca antesrehúso otro alguno caballero andante;

pues ningún caballero que se llegapor tierra o mar a aquella embocadura,jamás hablar a la doncella niegay dar consejo en su cruel ventura.Oído Orlando lo que el viejo ruegasin dilación a verla se apresura;y piadoso, gentil, cortés y humanova allá adonde lo guía aquel anciano.

Fue hasta un palacio el paladín guiadoy halló mujer subiendo la escaleraque le pareció haber poco enlutadosegún el gesto compungido viera;y negros paños vio con que el estradosalas y alcobas recubierto era.Después de recibir grato cobijo,haciéndole sentar, la dama dijo:

Page 112: LUDOVICO ARIOSTO

112

«Sepa, gentil señor, que hija yo eradel buen conde de Holanda, y tan amada(por más que no de hermanos careciera,pues era yo de dos acompañada),que cuanta cosa nimia le pidierajamás de mi buen padre fue negada.Gozando yo esta dicha, un día avinoque un gentil duque a nuestra tierra vino;

el de Zelanda, que marchaba a tierravascona a combatir el moro infido.La beldad que la tierna edad encierray aquel amor por mí no antes sentido,me cautivaron con muy poca guerra,y aún más porque él mostró (que así he creídoy aún creo, sin creer que yerro en esto)que igual era su amor de manifiesto.

Los días que esquivó el contrario vientocontrario a los demás, a mí propicio(cuarenta dicen, para mí un momento:tal poder presta amor a su artificio)hablamos muchas veces, y de asiento(pues a su vuelta con solemne oficio

Page 113: LUDOVICO ARIOSTO

113

se habló que entre los dos boda se haría)me dio la mano él, yo a él la mía.

Apenas mi Bireno fue partido(que es este el nombre de mi fiel amante),el rey de Frisia (que en el otro lidode este río está, y no es distante)pensando a su hijo darme por marido,el único que tuvo y llamó Arbante,a los más nobles de su estado mandapresentar a mi padre esta demanda.

Yo, pues no puede ser jamás que olvidela fe que a mi Bireno había dado,y aun si pudiese hacerlo, Amor me impidequererlo y ser ingrata hasta tal grado,por arruinar la traza del que pidetal boda y casi al fin la había llevado,digo a mi padre que antes que tal suerteme dé en Frisia, prefiero hallar la muerte.

Mi buen padre que solo ansiaba cuantoyo ansiaba, y de turbarme jamás hubo,por consolarme y dar fin a mi llanto,

Page 114: LUDOVICO ARIOSTO

114

sin ir a más aquel trato detuvo.Al rey de Frisia airó tal hecho tantoy tanto odio hacia mi padre tuvo,que entró en Holanda y comenzó la guerraque a mi alcurnia ha llevado bajo tierra.

Porque además de ser él tan potenteque no hay en nuestra edad quien lo supera,y astuto en hacer mal e inteligentecomo ninguno que en el mundo hubiera,arma posee que la antigua gente(y fuera de él la nueva) nunca viera:caña hueca, de dos metros de larga,que de un extraño polvo y bola carga.

Atrás por donde cierra, un hilo enciendey toca una minúscula abertura,como hace el cirujano si pretendecoser la vena al practicar la cura;y así la bola con rumor desprendemientras de modo tal truena y fulguracual rayo, y como él por donde pasacuanto hay rasga, destroza, abate, abrasa.

Page 115: LUDOVICO ARIOSTO

115

Dos veces nuestro campo pone en rotay mis hermanos, con su ingenio, acaba;la vez primera al uno, cuando rotala malla, en medio de él la bola clava;la otra al otro, cuando al ver ya notala derrota y huirse por la nava,lo hiere por atrás con esta arte,pasando el proyectil de parte a parte.

Defendiendo después mi padre un díala sola plaza que le había quedado,que todo el resto ya perdido había,le dio muerte de un tiro despiadado;pues mientras las defensas proveía,yendo en ayuda de uno a otro lado,entre los ojos el traidor le tira,cuando lo ve de lejos en la mira.

Muertos padre y hermanos y quedandode Holanda yo como única heredera,el rey de Frisia, ahora deseandoque este mi estado a aquel suyo se uniera,hace llegar a mí y al pueblo bandocon que anuncia acabar la lucha fiera

Page 116: LUDOVICO ARIOSTO

116

si, desdiciendo lo que dije, elijotomar al fin como marido al hijo.

No ya por odio que le tengo ciertoa él y a todo su blasón maldito,pues padre y dos germanos me ha ya muertosaqueado el reino, roto y aun marchito;sino por no querer hacer gran tuertoa aquel a quien juré que en ningún ritojamás con otro hombre me casara,hasta que él de España regresara;

le respondí: —Si un mal padezco, cientoquiero aún padecer y echar el resto:ser muerta en una hoguera y que sea al vientomi ceniza esparcida, antes que esto—.Torcer los míos quieren este intento,me ruegan o me pintan manifiestoser mejor concederle la demanda,antes que en la ocasión destruya Holanda.

Mas, viendo que era su porfía en vanoy que restaba yo siempre más dura,pactaron del Frisón poner en mano

Page 117: LUDOVICO ARIOSTO

117

mi mano y cuanto mío ser figura;y este, sin hacer acto villano,mi vida y reino respetarles jura,con solo que del terco gusto cejey hacerme esposa de su Arbante deje.

Yo que en un tris me veo, entonces quieropor no abrazar la suerte, dar la vida;mas, si es sin que me vengue, desesperomás que de cuanta injuria antes sufrida.Discurro, y doy por hecho verdaderoque solo es solución la que es fingida,y finjo, no que ya no más porfíe,más que el perdón y ser su nuera ansíe.

De entre los muchos que al servicio estabanya de mi padre, escojo dos hermanos,que, además de discretos, me guardabangrande lealtad por serme tan cercanos(como quienes de niños se criabanentre las mismas cariñosas manos)que a ambos poco el acto parecíade dar la vida por la causa mía.

Page 118: LUDOVICO ARIOSTO

118

Comunico con ellos dos mi trazay ellos aceptan, bien o mal acabe:uno conmigo queda en esta plazaotro hasta Flandes va, y prepara nave.Y mientras una corte a la otra emplazaa aquella boda próxima, se sabeque Bireno en Vizcaya tiene armadapara venir a Holanda aparejada;

pues, luego que la riza culminaradonde un mi hermano fue muerto y vencido,mande correo que a Vizcaya anduvieray le hiciera este aprieto conocido;y así, mientras se arma y se prepara,el resto del frisón fue sometido;y Bireno, que nada de esto sabe,en nuestra ayuda hizo zarpar la nave.

Mas, teniendo el frisón cuenta del caso,la fiesta de la boda al hijo encarga,y con su armada atroz le sale al paso:halla al duque, su justo auxilio embarga,y, sin que sepa yo de su fracaso,lo ataca, vence y de prisiones carga.

Page 119: LUDOVICO ARIOSTO

119

Mientras me caso, y quiere el otro al vermedormir conmigo cuando el sol se duerme.

Detrás de la cortina se escondíami fiel sirviente, que restó al acechohasta que vio que contra mí venía;y, antes que Arbante se llegase al lecho,un hacha alzó que a su cabeza guíacon golpe tan certero y tan derechoque voz le quita y vida a un tiempo en ello;salté tras esto yo, y le abrí el cuello.

Cual suele en el macelo caer el bueycayó el desventurado, a gran pesar deel rey Cimosco, impío hombre sin ley(que este es el nombre del frisón cobarde);que tras matar mi padre que era el reyy sus dos hijos, para atar más tardemi estado al suyo, me tomó por nuera,y un día tal vez la muerte dado hubiera.

Tomando, antes que en esto alguien se para,la hacienda más costosa y más liviana,hice que el siervo al mar se me descuelga

Page 120: LUDOVICO ARIOSTO

120

con un grueso ronzal por la ventana;donde su hermano atento al fin me hacesobre el bajel que en Flandes compra y gana.Damos al viento vela, al agua remos,y a salvo, pues Dios quiso, nos ponemos.

Cuando a Holanda regresa al día siguiente,allá donde le han hecho tanta injuria,no sé lo que aquel rey frisón más siente,si pena por su pérdida o si furia.Regresaba orgulloso con su gentede haber dado a Bireno tal penuria;y, creyendo venir a boda y fiesta,fue cuanta cosa halló triste y funesta.

El odio contra mí y aquella cuitapor ver al hijo muerto nunca olvida;mas, pues, llorar a nadie resucitay al odio la venganza da salida,la parte que a llorar lo necesita,gimiendo por aquella cara vida,quiso juntarla al odio y que investiguecómo me prenda y cómo me castigue.

Page 121: LUDOVICO ARIOSTO

121

A todos de quien supo o le fue dichoque me eran amigos y preciada prenda,o me habían ayudado en lo antedicho,mató, acusó, o les quemó la hacienda.También fue con Bireno este el capricho,que nada hubiera más que más me ofenda;mas pensó luego que es tenerlo vivocebo, para pescar, más efectivo.

Y así una condición cruel y durapropone al fin: le da plazo de un añoal fin del cual tendrá una muerte oscura,si él antes por la fuerza o el engaño,con cuanto sabe y puede, no procura,con amigos o deudos, en mi dañohacerme prisionera de él; de suerteque solo ha de salvarse con mi muerte.

Cuanto es posible hacer y se ha podido,si no es perder la vida, todo he hecho:seis castillos en Flandes he vendidoy el poco o mucho que saqué del hecho,parte en cohechar la guardia he distraídocon gente muy sagaz, mas sin provecho,

Page 122: LUDOVICO ARIOSTO

122

y parte en darle guerra a sus desmanescon gran cifra de ingleses y alemanes.

Mis mediadores, bien porque sea él rocabien por no hacer su parte (que esto ignoro),solo promesas dan y ayuda poca;y nada curan ya, ganado el oro.Así el final del plazo ahora se aboca,tras el que ya ni fuerza ni tesoropodrán salvar a tiempo, ¡oh, cruda suerte!,a mi Bireno de segura muerte.

Por él padre y hermanos he perdido;por él mi reino está en mano extranjera;por él la poca hacienda que insumidono había aún, y mi sustento era,por darle libertad he distraído.Ya no me queda más ni hay más manerade salvarlo que andar yo hasta su manoy hacer que cumpla el trato este tirano.

Así, pues, si hacer más ya no me restani se halla a su prisión otro remedio

Page 123: LUDOVICO ARIOSTO

123

que dar por él esta mi vida, estami vida habré de dar por justo medio.Mas sola una inquietud aún me molesta;y es no saber por cuál seguro mediologre que el rey tirano, de barato,una vez que me tenga, cumpla el trato.

Sospecho que después de haberme presa,después que por su mano horror padezca,no deje a mi mitad libre ni ilesa,de suerte que su vida me agradezca;mas, perjuro, olvidando su promesa,bastante a mí matar no le parezca,y aquello cuanto a mí me dé, de llenodespués infrinja al mísero Bireno.

Y es la razón por la que el caso te cuentoy, como a ti lo cuento, cuento a cuantosseñores trae aquí fortuna o viento,que, al declarar esta ocasión con tantos,alguno encuentre que prometa atentoasegurar, movido por mis llantos,que de Bireno aquel cruel no quieraque, muerta yo, después él también muera.

Page 124: LUDOVICO ARIOSTO

124

A muchos he rogado estarme al ladocuando al frisón me entregue, como oferta,y que prometan vigilar de gradoque sea el trueque así cual se concierta,y, a par que yo me doy, sea liberadoBireno, de tal modo que, al ser muerta,muera feliz, sabiendo que mi muertelibra a mi amante de correr mi suerte.

Mas no he hallado hasta hoy quien me asegureque hará cumplir la fe que el rey me ha dado;y así, cuando me entregue a aquel, me jure,si es que Bireno al punto no es librado,que no consentirá que me capture,pues temen aquella arma hasta tal gradoque juzgan que la máquina atraviesacualquier malla por más que sea gruesa.

Si en ti es el valor como así muestrael brazo hercúleo y el feroz semblante,y piensas que arrancarme tu diestrapueda del rey, si me hace el rey desplante;contento sed de que la mano tuyame ponga de aquel rey frisón delante,

Page 125: LUDOVICO ARIOSTO

125

que no temo contigo, por más que esperemorir tras mi Bireno, si al fin muere».

Así acabó su cuento la doncella,el cual interrumpió a menudo el llanto;y Orlando, oída toda esta querella,pues siempre asiste a quien sufrió quebranto,no se extendió en palabras, no con ella,que no es su natural usarlas tanto;mas dio palabra y prometió que haríamás favor del que entonces le pedía.

No tiene en mente consentir que estase dé al frisón a cambio de Bireno,a ambos salvará, si no se arrestaaquel valor del que fue siempre lleno.Parten el mismo día a aquella gesta,pues es el viento próspero y sereno;que quiere el paladín, cuanto antes pueda,ir a la isla donde el monstruo queda.

La vela mueve de una a otra bandael buen piloto en aquel mar estrechodescubre isla tras isla de Zelanda,

Page 126: LUDOVICO ARIOSTO

126

buscando entre ellas el angosto estrecho.Pone el tercer día Orlando pie en Holanda,mas no esa a la que el rey tuerto le ha hecho,pues quiere Orlando que deje la navesolo después que con Cimosco acabe.

Por la costa después que desembarca,cabalga en un tordillo el caballeroflamenco aunque nacido en Dinamarca,más grande y más fornido que ligero;pues que dejó, cuando subió a la barca,en Bretaña a su caro compañero,aquel buen Bridadoro tan gallardoque no tiene otro igual, si no es Bayardo.

Llega Orlando a Dordreque, y allí hallaarmada mucha gente ante la puerta,ya porque siempre, y más si empieza, se hallatodo tirano en recelosa alerta,ya porque anuncio apresta a dar batallade que en escuadra de Zelanda expertacon gran copia de gente un primo vienede aquel señor que en la prisión se tiene.

Page 127: LUDOVICO ARIOSTO

127

Ruega Orlando a un guardián que haga embajaday diga al rey que un caballero andantedesea probar con él lanza y espada,con pacto de que vaya por delanteque si es el rey quien vence en la jornadala dama le dirá que mató a Arbante,que es custodiada en sitio tan cercanoque puede presto dársela en la mano;

mas, a su vez, quiere que el rey prometaque si es en la ocasión por él vencido,ha de soltar a aquel que ahora sujetay permitir que vuelva sano al nido.Presto el correo su misión completa,mas el frisón, que nunca ha conocidovirtud ni honor, su intento pronto viraal fraude, a la traición, a la mentira.

Concluye que si apresa al punto al condetendrá la dama que mató a su Arbante,si es cierto que se encuentra ella dondela guarda aquel como entendió el infante.Treinta soldados con cautela esconde,y saca sin ser vistos del de Anglante

Page 128: LUDOVICO ARIOSTO

128

por senda que, un rodeo largo dando,lleva detrás de donde espera Orlando.

En tanto aquel traidor taimado echagrandísima parola, hasta que advierteque está la trampa que planea hecha.Luego, con otros tantos, deja el fuerte.Como el experto cazador estrechala fiera a la que sigue hasta la muerte;como en Volano el pescador apresacon larga red su nadadora presa;

del mismo modo el rey de Frisia trataque aquel guerrero sin salida quede.Vivo desea que con él se bata,y cree que esto tan fácilmente puedeque aquel rayo terrestre con que mataa tantos, esta vez no emplea adrede;pues no lo juzga apto para empresaque busca no matar, sino hacer presa.

Cual cauto cazador que deja vivoel pájaro que prende antes su anzuelo,a fin de hacer otro mayor cautivo

Page 129: LUDOVICO ARIOSTO

129

usando este pequeño de señuelo,así Cimosco quiere a Orlando vivo,mas no es Orlando manso pajarueloque se deje cazar sin gran fatiga,y rompe el cerco, pues, que lo atosiga.

Y así donde más junta ve de genteacomete el de Anglante con el asta;y ensarta este y aquel incontinente,y otro y otro más, cual si de pasta.Así espetó hasta seis; que solamentecupieron seis, y porque a más no basta,deja al séptimo fuera tan heridoque muere, al fin, del golpe desmedido.

No de otro modo vemos que en la orillade algún canal o foso el diestro arquerolas ranas sin concierto en ristra pilla,según lomo o costado hinque primero;y no cambia de flecha que así anillasi no está de ellas lleno el largo entero.Al fin de sí la lanza Orlando arroja,y desenvaina la tajante hoja.

Page 130: LUDOVICO ARIOSTO

130

Rota la lanza, empuña aquella espada,aquella que jamás dio golpe errado;y a cada golpe, o tajo o estocada,mata cuanto hombre toca a pie o montado;de rojo tiñe allá donde hace entradael blanco, el negro, el verde, el azulado.Lamenta ahora el frisón que fuego y cañano tenga, cuando más urge su saña.

Con grandes voces que le traigan prestoaquel grande artefacto en vano pide,que aquel que a salvo en la ciudad se ha puesto,cree que es mejor que de salir se cuide.Al fin, pues ve que huye raudo el resto,ponerse a salvo él también decide:corre a la puerta y quiere alzar el puente,más presto el conde se le pone enfrente.

Da media vuelta el rey y a Orlando dejaseñor del puente y puertas de aquel fuerte,y huyendo a cuantos huyen atrás deja,por mor que su corcel corre más fuerte.No atiende Orlando si el tropel se aleja,quiere al felón, no a otro, dar la muerte;

Page 131: LUDOVICO ARIOSTO

131

mas es su percherón tan lento y graveque asno parece, y el que huye, un ave.

Se pierde de la vista al poco trechodel bravo paladín; más poco tarda,que vuelve con el arma, pues se ha hechotraer el fuego y la mortal bombarda;y detrás de una roca está al acecho,como el experto cazador aguardacon venablo y lebrel que algún salvajejabato atropellando el monte baje;

que piedra y ramas al pasar derrumba,y allá a do orienta su orgulloso paso,parece que con tal fragor sucumbala selva y se deshaga el monte al paso.Espera, pues, Cimosco, como tumba,cobrarle al conde, cuando llegue, el paso;y prende en cuanto allí lo ve la mecha,y el hierro el proyectil súbito echa.

Revienta por delante y manda el trueno,detrás como relámpago fulgura;retumba el cielo y bajo el pie el terreno,

Page 132: LUDOVICO ARIOSTO

132

tiembla de los muros la estructura.El dardo ardiente que, pues no halla freno,devasta cuanto topa, mientras durasilba, ensordece; mas, contrario al gustode aquel felón, no da en el blanco justo.

Ya sea la prisa, o ya sea el ansia extremade dar a aquel rival, que a errar lo lleve;o sea ya que el corazón, si trema,también las manos por su miedo mueve;o el cielo al fin, cuya bondad suprema,veda que Orlando allí la muerte pruebe;alcanzó el vientre del corcel el golpe,y este, expirando, sucumbió de golpe.

A tierra caen caballo y caballero,aquel la oprime, y este apenas toca;pues tan diestro se alza y tan ligero,como crecido en su viveza no poca.Como el gigante Anteo que más fierose alzaba tras caer en tierra o roca,así, cuando tocó tierra, aquel nobleparece alzarse y que el vigor se doble.

Page 133: LUDOVICO ARIOSTO

133

El que haya visto cómo cae el fuegoque Júpiter desata hacia la tierra,y cómo entra en lugar que a su sosiegocarbón y azufre con salitre encierra;que apenas llega y toca, cuando luego,(ardiendo casi más cielo que tierra)mármol destroza, muro echa en el suelo,y hace saltar las piedras hasta el cielo;

suponga así que, luego que cayendotocó la tierra, Orlando pareciera;con tan áspero gesto y tan horrendoque hacer temblar a Marte bien pudiera.Y así espantado el rey frisón, volviendolas riendas, escapar de Orlando espera,mas el conde veloz el paso aprietacual no sale del arco una saeta.

Y aquello que no pudo con monturahacer primero, a pie de nuevo empieza.Tan presto va detrás y se apresuracual galgo corredor va tras la pieza.Lo alcanza de allí a poco, y a la alturadel yelmo alzó la espada, y la cabeza

Page 134: LUDOVICO ARIOSTO

134

le abrió en dos hasta el cuello, de maneraque a tierra fue a caer por vez postrera.

Alzar en tanto en la ciudad se sientenuevo rumor, nuevo batir de espada;que el primo de Bireno con la genteque de su tierra trae en socorro armada;pues vio tan franca entrada y tan patente,había hecho en la ciudad entrada,de Orlando reducida a tanto miedo,que pudo toda recorrerla cedo.

En rota huye aquel pueblo sin que aciertequién es aquella gente o qué demanda,mas, luego que por habla y traje advierteque son aquellas tropas de Zelanda,pide la paz sin atender su suerte,y dice al capitán que el campo mandaque quiere contra el frisio hacer partido,pues preso a su señor duque ha tenido.

Aquel pueblo de siempre fue enemigodel rey de Frisia y de su frisio Estado,por dar muerte al señor que había consigo

Page 135: LUDOVICO ARIOSTO

135

y aún más por ser injusto y desalmado.Terció Orlando entre ambos como amigo,haciendo paz a uno y otro lado,y, al cabo, no quedó frisón tras esoque no muriese o no fuese hecho preso.

Las puertas de prisión donde es tenidoBireno tumban, sin buscar la llave;y este al paladín agradecidomuestra que cuanto allí se ha visto sabe.Después con un cortejo amplio y nutridovan donde aguarda Olimpia aún en la nave,que así la dama que reinar esperasobre aquella región, llamada era;

aquella por Orlando allí llevadano con sospecha de lograrse tanto;que le bastaba ser sacrificadapara a su esposo redimir del llanto.Del pueblo es al entrar reverenciada.Sería largo de contaros cuántose besan y acarician allí entrambos,y las gracias que al conde dieron ambos.

Page 136: LUDOVICO ARIOSTO

136

A Olimpia el pueblo en el sitial paternola restituye y su lealtad le jura.Ella a Bireno, al que con nudo eternola enlaza amor con fuerte ligadura,del Estado y de sí deja el gobierno.Y él, porque otra empresa ahora procura,al primo como alcaide lo acomodade aquella plaza y de la isla toda.

Tomar la rota de Zelanda trazay la consorte fiel llevar consigo,para luego poner en claro trazacontra el reino de Frisia, su enemigo;pues mucho le asegura el tener bazaque serle pueda de sostén y abrigo:la hija del frisón, la cual cautivahabía hecho y preservado viva.

Y dice que desea que un su hermano,que era menor que él, su esposo sea.De allí se parte el senador romanoel día mismo que Bireno emplea.No quiso en otra cosa poner mano,entre tantas que obtuvo en la pelea,

Page 137: LUDOVICO ARIOSTO

137

sino en aquel descrito ya artefactoque al rayo asemejaba en ruido y acto.

No era su intento, al recoger la pieza,con intención de usarla en su defensa,pues que es infame acto de vilezatomar ventaja en toda lucha piensa:tras arrojarlo allá do su fierezajamás pueda a otro hombre hacerle ofensa;y pólvora y bodoque y todo el restotomó también de aquel cañón funesto.

Y así, ya rebasada la marea,metido en alta mar a tanta millaque rastro en lontananza no se oteade la derecha ni la izquierda orilla,lo toma y dice: «Porque no se veael bravo caballero con macilla,ni cuanto el bravo tiene, igual arrojodiga el malo tener, aquí te arrojo.

A ti, oh maldito ingenio, invento indigno,que fabricado allá en el inframundofuiste de manos de Satán maligno,

Page 138: LUDOVICO ARIOSTO

138

que por ti quiso destruir el mundo,al antro, donde saliste, te consigno».Y dicho así, echó el arma en el profundo.Las velas entre tanto el viento henchíallevando el barco rumbo a la isla impía.

Tanta es la impaciencia que lo animade conocer si allí se halla la damaque más que al mundo entero junto estimay sin la cual la vida odia y desama,que si presto en Hibernia el pie no arrima,teme hallar ocasión de nueva famaque le haga así gemir: «Ay, triste caso,¿por qué no apreté más, viniendo, el paso?».

Ni escala hizo en Albión, ni hizo en Irlandani quiso hacerla en el contrario lido.Mas dejémoslo andar donde lo mandael niño dios que el corazón le ha herido;pues antes que esto cuente, quiero a Holandavolver y que seas tú también venido;que sé que, como a mí, disgusto te dieraque aquella boda sin nosotros fuera.

Page 139: LUDOVICO ARIOSTO

139

Bella y suntuosa pudo verse,mas no tan suntuosa ni tan bella,como en Zelanda dicen que ha de hacerse.Mas no es mi intento que acudas a ella,porque otra novedad vino a oponersea los deseos de la fiel doncella,de la que el otro canto te dará cuenta,si está usted a oírlo atenta.

Page 140: LUDOVICO ARIOSTO

140

Canto 10

Entre cuantos amores en el mundohubo jamás, y cuanta fe constante,entre cuantas de amor noble y profundopruebas obró cualquier famoso amante;daré el primer lugar más que el segundoa Olimpia, y si no está de ellas delante,diré al menos que en fe antigua o nuevano se halla que otra hiciese mayor prueba;

y que al hombre de amarlo persuadieracon tanta seña manifiesta y clara,pues nunca persuadir mejor pudierasi no es que abierto el pecho le mostrara.Y así, si amada ser de igual maneramerece alma de amar tan poco avara,digo que Olimpia es digna de que al menosno la ame uno, sino diez Birenos;

y de no ser jamás abandonadaa causa de otra dama, aunque sea aquellaque a Europa concitó contra Asia armada,

Page 141: LUDOVICO ARIOSTO

141

u otra cualquiera célebre por bella;que antes es mejor gusto, miradaoído, olfato y voz perder que a ella,y aun la vida y la fama y cualquier cosaque se pueda estimar como preciosa.

Si amó Bireno, como Olimpia lo amó;si le fue fiel, como ella fiel le ha sido,si no conoció él más norte y poloque el que ella le mostraba como nido;o bien si cometió contra ella doloy a tanta fe y amor fue fementido,quiero decir, y haceros, tras mi empeño,morder los labios y fruncir el ceño.

Luego que expuesta la impiedad te seaque a tan grande bondad sirvió de pago,damas, ninguna de ustedes creade amante alguno promisión o halago,que el hombre, por gozar lo que desea,olvidando que Dios cobra el impago,enhebra uno tras otro juramentoque ha todos luego de llevarse el viento.

Page 142: LUDOVICO ARIOSTO

142

Su juramento y su palabra vanalos pierde el viento y son cosa de un día,a poco que ha saciado al fin la ganay sed que lo abrasaba y encendía.Sed a los ruegos, pues, con que te allanapor el caso que te doy, de alma más fría;que feliz es aquel que halla escarmiento,señoras mías, en ajeno cuento.

Guárdate de aquellos que en la edad más tiernamuestran imberbe aún su bello gesto,porque un leve apetito los gobiernaque a humo de pajas nace y muere presto.Como por frío, sol, campo o cavernasigue a la liebre el cazador dispuesto,y no la estima más una vez presa,pues solo la que huye le interesa;

así hacen estos mozos, que entre tantoven que muestras de su intención recelo,solicitan tu amor con cuantoprimor sirve el que esclavo es del martelo;mas tan pronto que alcancen su encanto

Page 143: LUDOVICO ARIOSTO

143

y vean que picaste el anzuelo,serás esclava, y el amor supuestoverás patente y el fingido gesto.

No te digo, no (que no es este mi celo)que no te dejes amar, pues sin amanteserás como la vid que en el majuelono tiene palo en que se apoye o plante.Te digo solo que del hebén mozuelodebes huir, voluble e inconstante:fruto elige mejor no verde y duro,mas no tanto que pase de maduro.

Más arriba te contaba que una hijadel rey de Frisia había sido hallada,que había (o eso él dice que cobija)a su hermano Bireno destinada.Mas, a decir verdad, Amor lo aguija,que era vianda ella delicada,y juzga cortesía necia y locasacarla, por cederla, de su boca.

Page 144: LUDOVICO ARIOSTO

144

No pasaba la dama referidade los catorce, y era bella y frescacomo rosa que apenas florecidacon el sol nuevo tras la nieve crezca.No ya Bireno amó, mas tan subidallama se vio encender jamás la yesca,ni causa la envidiosa y enemigamano que prende la amarilla espiga,

como a él pudo encenderle aquel encanto,como él arde y su antiguo amor expele,al ver de ella el semblante envuelto en llanto,cuando ante el cuerpo del frisón se duele.Y así, como enfriarse el agua un tantoantes de hervir con agua fría suele,quedó el fuego que Olimpia había encendidode un nuevo sucesor tibio y vencido.

No ya de ella saciado, pero ahítoestá tanto que de ella desespera;y tanto la otra enciende su apetitoque cree morir, si mucho más espera.Mas, mientras llega el día de él prescrito,

Page 145: LUDOVICO ARIOSTO

145

tanto se frena y finge de maneraque parece que a Olimpia adora en gradoque solo si a ella gusta, es de su agrado.

Y si acaricia la otra (que no puedemenos acariciar de cuanto debe),no hay quien del gesto con sospecha quede,y antes a compasión cree que se debe;que confortar al que Fortuna agredey dar regalo al que sus heces bebe,merece premio, y no censura y riña,y tanto más si es inocente niña.

¡Oh, Dios del cielo, cómo el juicio humanode niebla a veces se oscurece tanto!El modo de Bireno impío y profanotodos reputaron noble y santo.Mientras la tropa, con el remo en mano,y ya alejados de la costa un tanto,llevaba entre los mil caños saladosrumbo a Zelanda nobles y criados.Habiendo ya dejado atrás perdidode vista todo el término de Holanda

Page 146: LUDOVICO ARIOSTO

146

(pues, evitando Frisia, habían cogidorumbo hacia Escocia por la izquierda banda),de un viento se halló el barco sorprendidoque a errar tres días por el mar lo manda,al cabo de los cuales hizo entradade noche en una isla despoblada.

Fondeando en un pequeño golfo o senoOlimpia el blanco pie en tierra echay en compañía del infiel Birenocena contenta y sin tener sospecha.Después, allá donde en lugar amenohabían dispuesto tienda y cama hecha,con él entró; y el resto, vuelto al leño,se dio también en la ocasión al sueño.

La jornada del mar medrosa y dura,que en vela la ha tenido siempre puesta,el verse en tierra ya a salvo y segura,alejada del ruido en la floresta,y el que ningún cuidado ni estrechura,pues ya goza a su amante, la molesta;obró que Olimpia en tal sueño cayera,que ni oso ni lirón mayor lo hiciera.

Page 147: LUDOVICO ARIOSTO

147

El falso al que desvela el tabardillode su traición, cuando dormir la siente,sale del lecho quedo, hace un ovillocon las ropas que trajo, y sordamente,huyendo la prisión por el portillo,como provisto de alas, va a su gente,la alza y sin que voz se oiga siquierazarpa de allí dejando la ribera.

Atrás deja la isla y deja en ellaa Olimpia, que durmió sin darse cuentahasta que el paso de la aurora bellacuajadas gotas de rocío asienta,y del Martín se oye la querellacon que aún su antigua pérdida lamenta.Medio dormida aún, tiende la manobuscando a su Bireno, pero en vano.

Nada topa, y la mano atrás retira;vuelve a tenderla y vuelve a topar nada.Un brazo y otro extiende; luego estirauna pierna, las dos, mas todo es nada.El miedo la despierta; y al fin mira:

Page 148: LUDOVICO ARIOSTO

148

a nadie ve, y la pluma ahora enviudadano más calienta, pues se arroja fueray corre presurosa a la ribera;

corre y se araña el gesto temblorosa,segura de cuál es ya su fortuna,La crin se arranca y se hiere rabiosa,y va mirando (pues lucía la luna)si ve que no sea playa alguna cosa;mas no ve, si no es playa, cosa alguna.Bireno grita, y al gritar Birenoresponde el eco, a su dolor no ajeno.

Un peñasco se alzaba en aquel tajoque había el mar, con su batir frecuente,excavado de suerte por lo bajoque un arco parecía en su saliente.Subió a la cima Olimpia sin trabajo(que tal ánimo infunde el mal presente)y ve de su señor la vela henchida,ya en lontananza, acometer la huida.

La ve, o eso a creer su amor la trae,que apenas si se puede aún ver nada.

Page 149: LUDOVICO ARIOSTO

149

Temblando toda, arrodillada caemás que la nieve pálida y helada,mas luego que aquel flaco helor retraevuelta la voz al rumbo de la armada,mil veces grita, cuanto puede en alto,el nombre del traidor de fe tan falto;

y suple lo que no puede la bocael llanto y el batir palma con palma.«No lleva el barco el flete que le toca.¿Adónde vas, cruel, sin tener calma?Vuélvelo atrás por mí, que es carga pocaque lleve el cuerpo, pues ya lleva el alma».Y hace con los brazos y el vestidoaún señas, porque vuelva el fementido.

Pero el viento que aquella nave alejade aquel mozo de tan leve apetito,también lleva consigo ruego y quejade la infeliz Olimpia, y llanto y grito;la cual tres veces, por su mal cotejasi ha de arrojarse al mar desde el granito;mas cesa al fin de ver el agua brava,y vuelve allá donde la tienda estaba.

Page 150: LUDOVICO ARIOSTO

150

Y, hundiendo contra el lecho el rostro triste,lo bañaba con llanto y le decía:«Si anoche a los dos juntos acogiste,¿por qué al alba dos en ti no había?¡Oh, pérfido Bireno, oh, siempre tristeaquel en que nací maldito día!¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo hacer sin medio?¿Quién me dará consuelo? ¿Quién remedio?

Hombre no veo aquí, ni indicio algunoque dé a entender que hombre alguno habite;ni barco en el mar veo que oportunode aquí me saque y mi prisión evite.De hambre moriré, sin que haya algunoque muerta me dé tumba y deposite,si no es que dentro de él me depositaalgún lobo que en esta selva habita.

Sospecho y me parece ya que vealeón y tigre aquí (¡oh, cruda suerte!)y cuantas fieras la Creación proveade agudos dientes y de garra fuerte.Mas ¿qué fiera cruel habrá que sea,

Page 151: LUDOVICO ARIOSTO

151

fiera cruel, peor que tú en dar muerte?,que a ellas darme muerte una vez sacia,y tú de darme mil no estás aún sacia.

Y suponiendo aún que ahora arribepiloto que me libre de esta suerte;y así tigre y león y lobo esquive,y hambre y sed y toda horrible muerte;¿a Holanda me guiará, donde proscribetu guardia el paso a toda plaza y fuerte?¿Iré donde he nacido y me he criado,si tú con fraude ya la has usurpado?

Mi reino tú, bajo mendaz supuestode amor y parentesco, me has quitado.Fuiste a poner tu gente allí muy prestopor ver sujeto a ti todo mi estado.¿Puedo volver a Flandes donde el restoque aún poseía, aunque no muy sobrado,vendí por socorrerte y liberarte?¡Ay de mí! ¿Dónde iré, si no hallo parte?

¿Acaso a Frisia iré, donde podría,y no lo quise, ser por ti señora,

Page 152: LUDOVICO ARIOSTO

152

lo cual hizo que cuanto poseía,padre, hermanos y patria, llore ahora?Aquello que me has hecho no querríaingrato reprochártelo a deshora,que tú lo sabes bien, oh, falso esquivo.¡Este es el premio que de ti recibo!

Mas antes que sea presa yo de robode algún corsario y ser vendida esclava,venga el león, el tigre, el oso, el loboy cuanta fiera aquí deambula brava;y en su cubil o tras algún escobome muerda sin piedad, mientras me acaba».Y mechón tras mechón la áurea guedeja,así diciendo, entre sus dedos deja.

Corre otra vez la arena combatida,y agita la cabeza y los cabellos;y parece en sus gestos poseídano de un demonio, mas de diez de ellos,o Hécuba en la rabia desmedidacontemplando morir sus hijos bellos.Sobre una roca, al fin, de correr dejay más que roca a roca se asemeja.

Page 153: LUDOVICO ARIOSTO

153

Dejémosla llorar y ahora la víatomemos de Rogelio y su cuidado,que al más intenso sol del mediodíacabalga por la orilla fatigado.Calienta el suelo el sol con gran porfía,y el menudo sablón trae abrasado.Poco falta a sus armas a ser luego,cual fueron ya en la fragua, todas fuego.

Mientras la senda que sin fin recorre,la sed y la fatiga de la víale dan, sobre el caballo con que corre,molesta y enojosa compañía,halla a la sombra de una antigua torreque en la orilla del mar sobresalía,tres damas de la corte allí de Alcinaque conoce en el gesto y ropa fina.

Sobre un rico tapete alejandrinogozaban de la sombra recostadas,entre copas de muy diverso vinoy gran suerte de frutas confitadas.Entretenido del vaivén marino,

Page 154: LUDOVICO ARIOSTO

154

esperaba un batel que las izadasvelas se llena el caprichoso viento;mas era apenas él un suave aliento.

Estas, que andar por la dudosa arena,vieron Rogelio en su viaje prestocon muestras de gran sed y de gran pena,y sudoroso el agostado gesto,le sugirieron que a la sombra amena(si no estaba al viaje bien dispuesto),con su regalo a solazar se lleguey al cuerpo exhausto el descansar no niegue.

Y una su caballo presta alcanzapor tenerle el estribo y que bajara;la otra con copa de espumoso avanza,porque la sed al verla reavivara.Mas no quiere Rogelio entrar en danza,porque todo segundo que allí para,es segundo que a él se acerca Alcina,que marcha detrás de él, y es ya vecina.

No ya el salitre y el azufre puroque toca el fuego tan presto se enciende;

Page 155: LUDOVICO ARIOSTO

155

ni así se agita el mar cuando el oscuroviolento vendaval sobre él desciende;cual la tercera (al ver que, hecho él un muro,a solo proseguir la senda atiendey todo lo desprecia y nada mira)arde y se abrasa de furor e ira.

«No eres gentil tú, ni caballero—dijo cuanto gritar pudo más fuerte—,has robado esas armas, y el ligerocorcel no sería tuyo de otra suerte;y así, como es verdad, tan solo esperover que te dan tu merecida muerte:hecho cuartos, quemado o en el palopor ingrato, ladrón, soberbio y malo».

Y aparte de soflama así afrentosay de otras muchas que le dijo luego,a las que responder no quiso él cosa,pues no quiso por vil seguirle el juego;subió con las hermanas presurosasobre el pequeño esquife riberiego,y, esforzando los remos, lo seguíaparalela a la orilla todavía.

Page 156: LUDOVICO ARIOSTO

156

Lo amenaza, maldice, injuria, ofendeque sabe el dedo hundir bien en la llaga.Llega él en tanto aquel estrecho allendeel cual el reino está de la otra maga,donde un barquero su batel desprendede la otra orilla, y no por cierto vaga,como si ya avisado y prevenidoesté esperando al caballero huido.

Como lo ve llegar, zarpa el buen viejocontento de hacer tan justo pasaje;que si es del corazón la cara espejo,benigno y franco es por el visaje.Puso Rogelio el pie sobre el barquejo,agradeciendo a Dios; y en el viajeiba dándole cuerda al bagarino,muy sabio y ducho en el mester marino.

Este alababa que Rogelio hubiesehuido del poder de Alcina antesque el cáliz encantado esta le dieseque dio a beber a todos sus amantes;y que hasta Logistila se viniese,donde hay virtud y santidad bastantes,

Page 157: LUDOVICO ARIOSTO

157

belleza eterna e infinita gracia,que nutre el corazón y jamás sacia.

«Ella —le dice— pasmo y reverenciainfunde al alma en cuanto a ti se arrima.Mira después mejor su alta presenciay el resto lo tendrás en poca estima.Su amor de todo amor se diferencia:en todos el deseo el alma lima;en este no es tirano el apetito,pues sola su visión te tiene ahíto.

Ella te enseñará estudio más gratoque ese de danza, música, alimentoperfume y baño; porque a más sensatoobjeto eleves tú tu pensamiento,y porque de la gloria del beatoconozcas, aunque tengas aquí asiento».Así hablando el barquero mueve el remo,aún lejos de tocar el otro extremo,

cuando se ve surgir en la marinagran flota que ha detrás de ellos salido.Con ella viene la injuriada Alcina

Page 158: LUDOVICO ARIOSTO

158

y mucha de la gente que ha reunido,dispuesta al fin a provocar su ruinao a recobrar el rico bien perdido.Es causa de ello amor no poco leve,mas no menos la injuria es quien la mueve.

Jamás ella sufrió mayor afrenta,que esta que la consume ahora y la humilla;y tanto a los que tiene al remo alientaque apenas acaricia el mar la quilla.Aquel estruendo de su paso avientael eco por el mar y por la orilla.«Muestra el escudo ya que traes cubierto,si no quieres caer o preso o muerto»;

y, mientras habla así el de Logistila,él mismo del escudo aparta el velo,y el bruñido metal luego ventilay hace la luz a imitación del cielo.Aquel mágico lampo que encandilaa cualquier adversario y lleva al suelo,de suerte enerva a aquella infame tropaque caen unos por proa, otros por popa.

Page 159: LUDOVICO ARIOSTO

159

Un vigía que está sobre una roca,la armada en la que Alcina va, atalaya;y una campana repicando toca,con que presto el socorro está en la playa.La artillería, como lluvia, embocaa todo el que a Rogelio a atacar vaya;y así por esta aérea acometidasalva Rogelio libertad y vida.

Cuatro damas frenar la turbamultaenvía hasta la playa Logistila:la valerosa Andronica, la cultaFronesia, la honradísima Dicilay Sofronisa casta, que resultala que ha de luchar más de aquella fila.Ejército sin par hasta la costallega del fuerte, y frente al mar se aposta.

Entre el pie del castillo y la bocanade grandes barcos hay soberbia armada,que solo a voz o toque de campanaespera hacer en la batalla entrada.Al cabo estalló allí guerra inhumana,o ya por tierra, o ya por mar, trabada;

Page 160: LUDOVICO ARIOSTO

160

que volvió del revés todo el estadoque había a su hermana Alcina antes quitado.

¡Qué de batallas hay de las que se vediverso fin de aquel que se creía!No es ya que Alcina aquí no detuvieseel fugitivo amor tras que corría,mas que tan grande armada a pique fuese,por más que apenas en el mar cabía.De la llama voraz que la destruye,un solo barco salva, y en él huye.

Huye Alcina de allí, queda su genteahogada, rota, presa o abrasada;mas es perder Rogelio lo que sientemás que cualquier fortuna antes pasada.De día y noche gime amargamente,por él llora sin fin desconsolada;y, porque piensa que el martirio ceda,lamenta en tanto que morir no pueda.

No puede hallar la muerte ningún hada,mientras que cielo y sol no mude estilo;porque Cloto si no de esto ablandada

Page 161: LUDOVICO ARIOSTO

161

ya habría por piedad cortado el hilo;o habría, como Dido, muerto a espada;o, cual la reina espléndida del Nilo,la habría un áspid sumido en sueño fuerte:mas no pueden hallar las hadas muerte.

Mas volvamos a aquel que se mereceeterna gloria, y quede Alcina en pena.Hablo de aquel que luego que apareceya a salvo al fin en más segura arena,agradeciendo a Dios que favorecesu buen suceso, abandonó la escena;y, acelerando el pie cuanto podía,al fuerte fue que aquel lugar tenía.

Jamás ojo mortal vio alzarse un fuerteantes ni después más rutilante.Más precioso parece el muro fuerteque si hecho de rubí o de diamante.Jamás hablar de gema de tal suerteaquí abajo se oyó; y el que ignorantequiera saber de él, hasta allí vaya,que no creo que otro igual como aquel haya.

Page 162: LUDOVICO ARIOSTO

162

Lo que hace que aventaje a toda gemaes que mirando en él, el hombre alcanzaa ver el alma y no la costra extrema,ve su virtud y vicio en fiel balanza;y así ni injuria atiende ni anatema,ni cura de lisonja o alabanza:al verse en tal espejo, de repentese vuelve, conociéndose, prudente.

Su lumbre imita al sol de tal maneraque hace quien sabio usa de su oficio,que, a despecho de Febo, cuando quiera,el día luzca contra todo juicio.Mas no sola sin par la piedra era,mas toda su materia y su artificioson tales que no hay quien firme creacuál de las dos mejor que la otra sea.

Sobre altísimos arcos, que puntalesparecen ser, según se ven, del cielo,pensiles deliciosos hay, los cualeslos creo aun imposibles en el suelo.Verdecer odoríferos frutalesse ven tras las almenas con tal celo

Page 163: LUDOVICO ARIOSTO

163

que en invierno y verano andan colmadosde bella flor y frutos sazonados.

Iguales no se ven jamás delantefuera de estos plácidos jardines,ni rosa ni violeta semejante,ni lirios, ni amarantos ni jazmines.Nace y muere la flor en un instanteque brote al exterior de sus confines,dejando viudo al punto su talluelo,como sujeta al variar del cielo;

mas es allí perpetua la verdura;perpetua, la beldad; la flor, eterna;no ya porque benigna la naturaallí templadamente las gobierna;mas porque Logistila así procuracon el estudio de la acción superna,y logra (aunque imposible lo parezca)que siempre primavera allí florezca.

Logistila acogió con mucho agradola llegada de aquel señor augusto,y prescribió que fuese regalado

Page 164: LUDOVICO ARIOSTO

164

y honrado en cuanto fuese honesto y justo.Astolfo tiempo atrás había llegado,y al verlo recibió Rogelio gusto.En los días siguientes llegó el restoque había en su ser Melisa antes repuesto.

Después de estar dos días allí holgando,Rogelio se llegó al hada prudente,pues él y Astolfo no veían cuándopoder volver a tierras de poniente.Melisa habló por ambos suplicandoal hada generosa humildementeque ayude y favorezca con instanciaque puedan ambos regresar a Francia.

«Así se hará —arguyó—, pero primerodos días han de estar bajo mi mano».Discurre entonces cómo al caballeroy luego a Astolfo ayude y no sea vano.Concluye al fin que el volador ligerolleve al primero al término aquitano;mas quiere que bocado se haga y brida,que lo refrene y su carrera impida.

Page 165: LUDOVICO ARIOSTO

165

Le enseña cómo deba hacer, si quiereque suba o que en picado a caer venga,o cómo en línea recta se acelere,o haga punta, o quieto se sostenga;y en cuanta arte un caballero adquierecon un corcel, porque al montar convengamaestro por el aire se consumaRogelio del corcel que tiene pluma.

Después que conoció con gran efectola ciencia que el corcel alado encierra,al hada despidió con mucho afecto(pues mucho le cobró), y dejó su tierra.Diré ahora cómo hizo aquel trayecto,y cómo luego el duque de Inglaterravolviera con más tiempo y más fatigaa Carlomagno y a su corte amiga.

De allí al fin se partió, mas no dirigeal ave por la ruta que antes trajo,aquella sobre el mar —como ya te dije—que apenas dejó ver tierra debajo:ahora que a placer su pluma rigede aquí hacia allá, por vuelo alto o por bajo,

Page 166: LUDOVICO ARIOSTO

166

quiso volar los orientales pagosque vieron, por Herodes, los tres magos.

En su venida acá, dejando España,topó a la India por más recta senda,allá donde al oeste el mar la bañay un hada con la otra hacía contienda.Ahora se apresta a ver otra campañaque más firme de Eolo se defienda,y hacer la vuelta aquella así completapara haber, como el sol, vuelto el planeta.

Catay a un lado, al otro Managianavio sobre el gran Quinsay sobrevolando;traspuso el Himalaya, Sericanadejó a mano derecha, y declinandodesde Siberia hasta la mar hircana,llegó a la parte de Sarmacia; y, cuandopasó el confín de Asia, voló Rusia,luego al oeste, Pomerania y Prusia.

Aunque el deseo de Rogelio fueravolver a Bradamante lo más presto;cuando probó sobrevolar la esfera,

Page 167: LUDOVICO ARIOSTO

167

no quiso, por cumplir con lo propuesto,de aquel vasto periplo dejar fueraPolonia, Hungría, Alemania, y todo el restode aquella boreal y hórrida tierra;y llega al fin por último a Inglaterra.

Mas no penséis, señor, que siempre estabavolando el tiempo que duró el viaje,pues cada noche a reposar bajaba,procurando evitar mal hospedaje.Meses gastó en volver (aunque volaba):tanto mar admiró, tanto paraje.Al alba un día junto a Londres llega,y el ave sobre el Támesis sosiega.

Allí en el prado admira cómo bajagran copia de soldados a buen paso,que al son de la trompeta y de la cajavenía en formación siguiendo el pasodel buen Reinaldo, honor de esta baraja;del cual, si recuerdas, ya dije el casode que era por mandato del rey Carlosvenido hasta esta tierra a reclutarlos.

Page 168: LUDOVICO ARIOSTO

168

Llegó Rogelio en ocasión que hacíadesfile la legión que va a la guerra;y, por querer saber lo que allí había,preguntó a uno, tras bajar a tierra;y este que era afable, respondíaque de Escocia e Irlanda e Inglaterrae islas de allí entorno el campo eraque arbolaba al marchar tanta bandera;

y que una vez ya hecha la paradamarchaba pertrechado hacia la costa,donde lo espera formidable armadaque por cruzar el mar allí se aposta.Esperan en París, que es asediada,vencer con él al moro que la agosta.«Mas porque sepas de él completamente,yo te diré quién es toda esta gente.

Observa aquel pendón soberbio y grandeque entre leopardo y flor de lis se parte;el capitán es quien lo ondea y blande,y a él debe seguir todo estandarte.Su nombre, que la eterna fama expande.es Leoneto, en las armas nuevo Marte,

Page 169: LUDOVICO ARIOSTO

169

en las ciencias de guerra un Zoroastro,del rey sobrino, y duque de Alencastro.

El que más cerca del real se muestraque, tremolando tras la lis y el pardo,tres alas blancas sobre el verde muestra,trae el conde de Varvecia, que es Ricardo.Aquel otro es del duque de Glocestraque un ciervo muestra en la testuz gallardo.El hacha anuncia al duque de Clarencia;al de Eboraco el árbol evidencia.

Aquel que rota en tres muestra una lanzaes el pendón del duque de Norfocia.Aquel del rayo trae el conde de Canza;y aquel del grifo el conde de Prembocia.Del duque de Surfocia es la balanza.El yugo aquel que dos sierpes asociaes del conde de Esexia; y la guirlandaen campo azul de aquel de Norbelanda.

El conde de Arundelia es precedidode esa barquilla que en el mar se afonda.Ve allí al marqués de Barclay; y de seguido

Page 170: LUDOVICO ARIOSTO

170

a los condes de Marca y de Raimonda.Lleva aquel sobre blanco un monte hendido;palma, el segundo; el otro, pino y onda.Van luego el de Dorsecia y el de Antona;uno con carro, y otro con corona.

El halcón que hacia el nido el vuelo inclinalleva Raimundo, conde de Devonia;negrigualdo es aquel de Vigorina;del de Erbia el perro; el oso del de Oxonia.La cruz que desde aquí bien se adivinaes del rico prelado de Batonia.¿Ves sobre el gris aquella silla rota?Al duque Armán de Somorsed denota.

Los guerreros y arqueros a caballoson cuarenta y dos mil de gruesa malla.El doble son, y no en más de cien fallo,aquellos que a pie van a la batalla.Ve el gris, el verde, el gualdo al rey vasallo,y el negro y el azur que allí se halla:Godofredo, Enrique, Eduardo, Ermanteson con su gente y su pendón delante.

Page 171: LUDOVICO ARIOSTO
Page 172: LUDOVICO ARIOSTO