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El Museo Portátil del Huila en Pitalito LRS No. 9 Publicación de bajo costo, Laboratorio Doble Yo 2014.

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Laboratori DobleYo y Museo Portátil del Huila en Pitalito. Itinerancia del Museo.

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El Museo Portátil del Huila en PitalitoLRS No. 9

Publicación de bajo costo, Laboratorio Doble Yo 2014.

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Ministerio de CulturaRepública de Colombia

Dirección de Artes

Programa Nacional de Estimulos

Coordinación Lab Doble Yo:Laura Wiesner

Ingrid TorresVioleta Ospina

Frey Español

Coordinación Local:Karina Perdomo (Pitalito)

Leonardo “Lobo” Munar (Neiva)

Publicado en Bogotá. Agosto de 2014

Foto de Portada y contraportada: Sueños Rotos de William

Tejada

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Contenido

*Editorial: Pitalito entre el pasado y

la modernidad (p.8).Ingrid Liliana Torres.

*El potencial del semillero: Un laboratorio interdisciplinar

del Huila para el Huila (p.12).

Ingrid Liliana Torres

* Paráfrasis Vegetal (Traducción a un insensible)

(p.18)Jesús David Motta Bautista (Salamandra)

*El lunar de Bellavista (p.26)Leonardo Ortiz

*El Bosque encantado (p. 43)

Karper

*Cecilia, Edith y Esperanza con el barro en las manos y

en el corazón (p.46). Ingrid Liliana Torres.

* Inauguración de la exposición del

Museo Portátil del Huila en Pitalito

(p.62)

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Editorial: Pitalito entre el pasado y la

modernidad.Ingrid Liliana Torres.

Entre el 9 y 10 de Agosto de 2014, el Museo Portátil del Huila, visitó el municipio de Pitalito en el departamento del Huila. Renombrado por artistas como Wilson Díaz y Carlos Salas, teníamos una deuda con Pitalito, un tiempo no dedicado antes pero con la consciencia de una cuna crítica, creativa, con talento e interés en el desarrollo artístico que allí radica.

En una primera mirada, Pitalito se encuentra como muchos municipios de Colombia, en ese paso entre pueblo y ciudad, se denota en su infraestructura, en sus costumbres y en la división del territorio entre lo comercial, lo tradicional y lo educativo. Lo transnacional ha marcado sin duda esta transformación, el típico remate “chino” se toma las principales calles del centro (con precios sin competencia), motos a lo largo de las vías y nuevas construcciones de más de tres pisos. Todo lo anterior se abre paso en Pitalito, reconocido en los años noventas como el centro artesanal por excelencia, en parte por el premio que La orquideana, una pequeña muñeca hecha en cerámica por Aura Muñoz de Vargas, ganó como la muñeca nacional.

Sin embargo en la actualidad, el centro artesanal, el orquideora-ma y otras estructuras se encuentran abandonadas a su suerte y hacia la ruina. En una década, sucedieron dos fenómenos, los artistas plásticos emigraron fuera del municipio y sus artesanos más tradicionales, reconocidos, con exposiciones en distintas ciudades del país, en el extranjero y con una disciplina maestra, pasaron al declive, al abandono estatal y a vivir de las memorias de aquellos días en que viajeros y cronistas buscaban la cuna de la chiva y encontraban toda una familia y un patrimonio que hoy tiende a desaparecer.

Con ese contexto por conocer, llegamos a Pitalito, específicamente a La embarrada, el último vestigio verde dentro de la mole de concreto en que avanza la modernidad. El sueño de una mujer, Cecilia Vargas, hoy un sueño convertido en ruinas, que la naturaleza resguarda como un tesoro, tal vez como los resguarda ella en su corazón, hoy escéptico a las promesas y al plano gubernamental.

Durante la planeación de este modulo, tuve mis serias dudas frente al lugar (invertir una gran parte del presupuesto en adecuaciones, limpieza, alquileres de enseres y demás) y como nos pasa a los forasteros, tuve miedo de apostar por este lugar, pero hubo alguien que contagiada por la energía de los sueños de Cecilia, decidió no dar su brazo a torcer y convencernos (a Cecilia y a mi) que este lugar era el ideal para un encuentro creativo, para expandir la mente y los sentidos y que era posible habitarlo de nuevo y reconstruir su historia. Karina Perdomo, se dio a la tarea de rescatar una parte de La embarrada y fue allí donde esta historia que estamos a punto de relatar empezó a surgir.

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El potencial del semillero: Un laboratorio interdisciplinar del Huila para el Huila.Ingrid Liliana Torres

Gracias al auge e impulso creativo que ha tenido el municipio de Pitalito en los últimos años, este se perfila como un centro cultural y artístico del departamento, estableciendo relación entre distintas generaciones de artistas, artesanos y gestores culturales con el contexto del arte nacional.

Consideramos que en este punto es importante propiciar un diálogo frente a los mecanismos que guían este importante proceso y cómo su aporte a la cultura tanto del departamento como del país puede ser vital en una construcción del ser huilense y de su lugar crítico de enunciación frente a su contexto, sus medios y tradiciones.

El objetivo de esta ruta itinerante al municipio de Pitalito era convocar a un encuentro entre los principales actores creativos y culturales para debatir, presentar y proponer sus ideas en la consolidación de un desarrollo estructural de las artes en el municipio y como también a través del Museo Portátil del Huila, estos proyectos pueden tener una visibilidad como parte integral de la cultural en el departamento.

Para ello decidimos contar con el recurso creativo que hemos cultivado en estos tres años de trabajo: nuestro semillero de jóvenes artistas. Durante estos años, hemos reconocido el potencial de cada uno de ellos, sus gustos, afinidades, búsquedas y talentos. Teniendo en cuenta su formación profesional como pedagogos, fue esta la oportunidad de que cada uno de ellos liderara una iniciativa de reflexión plástica con la comunidad.

De tal manera, iniciamos un proceso de sensibilización partiendo de una claridad frente a los conceptos de prácticas artísticas y

agenciamiento cultural, los cuales han sido la base de nuestro laboratorio. En esta fase surgieron diferentes preguntas e inquietudes basadas en la relación de la creación y la cultura, interpelándonos sobre el significado de esta misma y de su desarrollo en la actualidad desde instituciones gubernamentales, donde una voz fue la predominante: “las regiones no existimos, todo se queda en Bogotá”.

Frente a esta afirmación, recordamos las primeras inquietudes previas al planteamiento en el 2012 de nuestro Laboratorio Doble Yo: artista y agente. Una de ellas era como desubicar la noción del centro legitimando a la periferia (para nuestro caso, Bogotá como capital y sus artistas, legiti-mando los modos de hacer y la creación en el Huila). Para nosotros, la respuesta en su momento fue crear un proceso de reflexión autónoma y

valoración sobre el contexto local que permitiera a los participantes apro-piarse de estás temáticas y emplearlas como recurso base en el momento de llevar a cabo sus ejercicios plásticos. Pero no fue un proceso fácil, si tenemos en cuenta una pedagogía clasicista del mecenazgo, donde se cuenta con la aprobación del maestro en el desarrollo del protegido y que permanece viva aun hoy en día.

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Hicimos una claridad, frente a que si bien, una gran parte de los apoyos y subvenciones son otorgados a proyectos en la capital, muchos de estos proyectos tratan de reconocer a las regiones y de invitar a sus creadores a conocer las formas en que pueden participar de ellos. Como ejemplo, este mismo laboratorio parte de esta connotación y sin embargo llegan a las sesiones de inicio 30 personas y terminan las mismas 9 o 10 de siempre. ¿qué es lo que sucede? Muchos llegan con una pregunta específica ¿cómo obtener recursos para mi obra? O ¿qué me van a patrocinar en este espacio?

Si partimos de la idea que los procesos creativos, involucran una disciplina en la práctica, una reflexión a consciencia frente a lo que los productos culturales de dicha creación transmiten y detonan y una investigación sobre los procesos artísticos y su historia que permitan pensar en una instalación en el contexto local, una gran parte de cómo argumentar el valor y la función de estos proyectos para su financiación ya estará definida.

No obstante, lo cierto es que si bien, muchas veces los proyectos regionales son desestimados por variables como la trayectoria, la escritura o la “rosca”; venimos de una cultura regional de asignar los apoyos a dedo y se convierte en un circulo vicioso. Los artistas y artesanos locales que no estén involucrados en algún circulo gubernamental, dejan de participar en estas convocatorias en las que siempre ganan los mismos con lo mismo.

La sugerencia en este caso fue, participar más de espacios como los del Laboratorio, que permiten ser más críticos y autónomos frente a la situación, así como adquirir herramientas y guías para la construcción argumentativa de los proyectos, así como mirar convocatorias del plano nacional y no solamente el regional.

Con estas opiniones, se dio paso entonces a los espacios para la creación, inició Jesús David Motta, con su taller de dibujo experimental, le siguieron Karina Perdomo, William Tejada y Leonardo “Lobo Munar con su taller de percepción sonora y creación de paisaje sonoro, Leonardo Ortiz con su taller de escritura basado en La musa creadora y Johan Abad Muñoz y su taller sobre música en el Huila y su valoración sobre el patrimonio y la identidad huilense.

Con la participación activa de las tertulias literarias La Embarrada y Guaitipan, convocados por docentes de las escuelas de Pitalito y conformadas por ellos y por niños, jóvenes y adultos, con un grupo de 25 personas, se llevaron a cabo estas jornadas, en dos días, donde un caluroso canelazo al final de la jornada uno y un brindis como inauguración de la exposición del Museo Portátil del Huila en Pitalito en la jornada dos, nos integró y nos permitió celebrar el éxito visible de un trabajo dedicado y serio que abrió nuevas perspectivas frente a las rutas creativas en Pitalito.

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Paráfrasis Vegetal(Traducción a un insensible)Por: Jesús David Motta Bautista (Salamandra)

Hay quienes pueden pensar que el pedalear de las robustas e inmóviles rodillas del viejo roble es tan sólo paráfrasis del trajín –más mental que corporal- de aquel afanoso sujeto con las ruedas sobre sus sienes.

Ruedas ≠ Pedal

Les pasa a éstos lo que en su momento le pasó, intentando sentir la copa de su padre, a aquel bebé chato, hijo del árbol que tenía hojas también por dentro. ¿Dónde están las más altas?

Ha muerto sin respuesta. Pero éstos, buscando en la basura, morirán sin preguntar.

No notan, por falta de sutileza sensitiva, que su acento –el del viejo roble-, más erguido y fotosintético –traductor del lumínico mensaje de vida de su padre: Sol- es millares de veces más bello…

Como si en agua se pensara se siente al escuchar su perpetua coreografía –en la pista aérea-

Les digo que me atrevería con mayor gusto a bailar con éste que a rodar con aquél.

- Rodar: ¡Casi un suceso! Exclamaría, hipócrita, con su limitado lenguaje verbal. Tal vez, sin siquiera mirarme a los ojos. Batiendo precipitadamente su conciencia –calzada unidireccionalmente… hacia adentro-, como quien rueda.

Autopista de ingreso

Tengo la certeza de que me intimidaría mi propia ausencia al rodar. Mejor el baile. Sin palabras.Para quien rueda y para su mirada “multiobjeto”, polimorfa y manoseadora, no hay punto de tope. Son ojos “incopables” sus

ojos. Encontrados seguramente en la basura por aquellos que mantienen el argumento de la paráfrasis. Pobres homólogos del bebé chato.

Vuelvo a lo de la paráfrasis; me preocupa que llegue a considerarse una posibilidad.

Si el excelso pedalista hace uso de ésta y aparece en escena parafraseando, es sólo como estrategia comunicativa. Es reciente. Inclusive piadosa, aunque no más que autodefensiva. Resulta de la ineludible dificultad de comunicarse con alguien que sólo entiende sus propias palabras.

Pedalea desde siempre; casi bailando. Viejo inmóvil. O bailando como quien pedalea (haciendo uso de la paráfrasis).

Quietud o paciencia. Melodía.

Si se le piensa con palabras, evidente e inevitablemente se sentirá que es él quien parafrasea. Es decir, parafrasea si se le escucha.

Yo vivo. Soy yo quien percibe. Él -roble- vive si le percibo viviendo, como yo.

Si cae en el bosque y no estoy ahí, ningún ruido hará.

Si se le siente, sin embargo, se hace manifiesta la antigüedad de su historia, previa incluso a la existencia del lenguaje. ¿Cómo decirlo?

Tiene también una historia, más vieja y coherente. Es lo único que digo.

Además, argumento en mi defensa y la de aquel arduo pedalista, que si alguno supone en otro la facultad de parafrasear, debe aceptar seguidamente –o mejor, de antemano- la capacidad de “frasear”; me refiero al vivir propio en términos comunicativos verbales. Generar.

Pedirían los valedores de la paráfrasis exenta de “frasis” que me

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retracte, al poner sobre la mesa una rebuscada alusión al “triste caso” de los loros, para quienes suponen un vacío comunicativo lleno de palabras y expresiones “obviamente” parafraseadas.

Pedirían: condicional. Bien dije pedirían, si yo antes, ahora, no manifestara por pura sospecha de incredulidad (nutrida por el caldoso aroma del antropocentrismo), que al argumentar de ese modo se están menospreciando las cualidades plásticas funcionales que encuentra el loro en sus evocaciones verbales. Desde su historia viviente.

Por todos sabido: Ya no es el mismo loro.Ha mezclado cielo y tierra y no le comprenden.

- Dale una galleta. El loro en la jaula.

En fin, lo que intento es aclarar que la paráfrasis per sé no es una opción. Hay historias que contar y suponen traducción.

Como era de esperarse, ya por terminar, alguien de pie. Las llaves en la mano.

- Esto no me gusta; me voy.

Hábito bien conocido en el sujeto con las ruedas sobre sus sienes, que, al disponer de un dedo índice –menos liberador de lo que se suele creer-, señala, indica y decide que hay algo que le resulta más importante o, para mayor verosimilitud, más atrayente.

Si la rueda de la fortuna pasa esta noche, fuera de su eje, rodando frente a su casa, infestada de sus lucesitas y de ese número

inconcebible de colores, su dedo entenderá a qué me refiero.

Es lo que hace, escoge y supone que escoger es libertad. Y no escucha, para no perder el tiempo -que tanta fortuna puede ofrecer si se invierte como se debe-.

Todo esto es de fácil comprensión si se le mira –desde luego- como un hito en la distancia, para luego, como es debido, hacer un poco

de ciencia cierta y acercarse, interviniendo sentires con el acceso morboso que permite la lente; procurando así un estudio en detalle del fenómeno.

- “En detalle” diría el viejo roble. Pedaleando, inmóvil aún. Esperando ser sentido. Casi a punto de sonreír al descubrirse en la utilización de esa ironía que pone entre comillas.

Inmóvil. Paciente. Como pasando desapercibido. Como si no lo pudieran sentir “fraseando” con constancia su propia historia.Subestimado.

Taller de dibujo experimental dirigido por Jesús David Motta

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El lunar de BellavistaPor: Leonardo Ortiz

El último carretero de Bellavista se desplazaba por las calles cargando escombros; el caballo que jalaba la carreta se movía a paso lento por el peso de la carga. El viejo lucía abstraído: en pocos días la nueva ley que prohibía la circulación de vehículos con tracción animal se haría efectiva, así que tendría que jubilarse por la fuerza.

Mientras encendía el último cigarro sin filtro que quedaba en la cajetilla, el carretero pensaba qué hacer con el dinero que le darían por el caballo. Seguro no sería mucho, pues la gente de la administración municipal pagaba de acuerdo con el estado de la bestia, y Patas Blancas ya se veía bastante marchito.

Cuando volvieron del río, ya sin escombros, había caído la noche. Patas blancas tenía en sus ojos el regocijo de haber terminado otra dura jornada, y trotaba por el asfalto haciendo sonar sus herraduras entre los edificios modernos del centro de Bellavista. El carretero buscaba con la mirada algún estanco dónde comprar aguardiente y cigarrillos. Había recogido en el río el barro que doña Cecilia, la ceramista, le había encargado por la mañana; y lo llevaba detrás, en una bolsa de supermercado.

Llegaron a un estanco. El hombre dejó la carreta y se dirigió a la puerta enrejada. Las nubes grises poblaban el cielo y las primeras gotas empezaban a brillar sobre el asfalto. De repente, un estruendo de tormenta hizo eco en la soledad de las calles. El caballo, que sufría de pánico, sacudió la cabeza, lanzó un relincho y echó a correr a paso desbocado. Los truenos se repitieron y la lluvia se precipitó con violencia.

El carretero corrió tras su caballo y no advirtió cuando la bolsa con barro cayó al pavimento encharcado. Cuando alcanzó a Patas Blancas, sacó las orejeras que cargaba en su mochila y se las puso para que se calmara; tomó nuevamente las riendas y continuó camino a su rancho. La bolsa con el barro para doña Cecilia se había reventado por el golpe y la masa había empezado Ilustración: Ella, Cecilia. El lunar de Bellavista por Jesús David Motta

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a mezclarse con la boñiga que había dejado el caballo después del susto. A la mañana siguiente nadie se ocupó del amasijo verde y marrón adherido a la calzada. Los carros, los transeúntes, las mascotas… entraban y salían, subían y bajaban, iban y venían. La ciudad moderna funcionaba entre sincronía y perfección. Con el tiempo, los habitantes habían trasladado todo vestigio de mugre y suciedad a la periferia, así que los parques con sus árboles y su polvo no tenían lugar en el centro de Bellavista. Sin embargo, el día transcurrió sin que nadie se tomara el trabajo de limpiar aquella pequeña mancha que enturbiaba la pulcritud del lugar.

Esa noche no llovió. Una luna majestuosa se impuso por encima de las terrazas. Parecía estar más cerca que de costumbre, sin embargo, nadie la notó; nadie, excepto el amasijo de barro y boñiga que tocado por la luz mágica comenzó a extenderse lentamente por el suelo.

Esta vez, algunas personas notaron la particular mancha sobre la calle. Tenía dos brazadas de diámetro y tres cuartas de espesor. Quienes se topaban con ella, pensaban que quizás alguna alcantarilla había colapsado y las autoridades no tardarían en encargarse del asunto. No fue así. Dos días más tarde, el amasijo ya había consumido la mitad de la calzada y los automóviles debían pasar en fila por un lado para evitar el barro.

Cuando la misteriosa masa cubrió toda la calzada, comenzaron los accidentes: un motociclista distraído chocó aparatosamente fracturándose las costillas, un indigente perdió todas las limosnas del día y un niño que jugaba a las escondidas mientras sus padres compraban en un local vecino, quedó atascado hasta el cuello.

Llegó entonces la prensa. Los reporteros fotografiaban el extraño fenómeno que ya subía por los andenes, y denunciaban los peligros para la salubridad ciudadana. La gente comenzó a quejarse del descuido de las autoridades y de la gravedad de los accidentes ocurridos. Comenzaron también las demandas contra la administración municipal y las protestas con carteles por parte de grupos de oposición. En las redes sociales los

cibernautas parodiaban el suceso y llamaron al amasijo: “El lunar de Bellavista”.

Llegaron las autoridades. Un grupo de ingenieros civiles contratados por la administración municipal examinó lo que a esas alturas parecía una colina de barro cubierta de lama. Entonces ordenaron limpiarla con retroexcavadoras. Ocho horas tardaron los trabajos de las máquinas y de los obreros con palas. Al final de la jornada descubrieron que el asfalto debajo del barro se había disuelto por completo, así que solicitaron la reparación de la vía. Para evitar percances, encerraron el área con vallas de contención, habilitaron calles alternas y llenaron el perímetro con letreros de precaución.

Sin embargo, el lunar de Bellavista se resistió al exterminio. No sólo reapareció pocas horas después, sino que alcanzó la altura de una casa de dos pisos. Los dueños de los locales comerciales circundantes no pudieron abrir las puertas aprisionadas por el barro y tuvieron que entrar por las ventanas. La administración municipal ordenó la evacuación. Envió esta vez a un grupo de geólogos quienes analizaron en detalle el inusual fenómeno y tomaron muestras del terreno. Descubrieron que no había elementos extraños en su composición, que era un terreno lodoso común y corriente al que comenzaba a nacerle vegetación.

Lo limpiaron de nuevo, y esta vez cavaron profundo para evitar que renaciera. Un enorme agujero se apreciaba en las portadas de los periódicos, las tomas transmitidas desde helicópteros llenaban las pantallas, el miedo atrajo creyentes a las iglesias.

Inútiles fueron los esfuerzos contra la montaña de barro que crecía más rápido cada vez que la atacaban. Llegó a tener doscientos metros de diámetro y su altura se comparaba con una catedral. Los geólogos aconsejaron a la administración municipal que esperaran un tiempo prudente para ver qué tanto se expandía.

Si seguía creciendo, pedirían ayuda al gobierno nacional, y si era necesario, solicitarían apoyo internacional.

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El lunar verde no creció más. Alcanzó a devorar diez locales comerciales, dos andenes, seis postes de concreto y una parada de bus. Parecía una isla desierta en el centro de la ciudad. Arboles florales y frutales comenzaron a crecer; un bosque espeso cubrió la superficie. La administración municipal expidió un decreto en el cual se reubicaría a los afectados y explicó a la ciudadanía la decisión de conservar y respetar el incomprensible fenómeno para evitar daños mayores. Finalmente, se construyó una vía adyacente y se hizo un encierro en limoncillos para darle mejor aspecto al lugar.

Durante meses nadie se atrevió a acercarse; algunos, por temor; otros, por respeto. El único que irrumpió en el enmarañado bosque fue el carretero, borracho por el aguardiente que había comprado después de entregar a Patas Blancas. Despertó en medio de dos árboles, uno de guayabas y otro de mandarinas. Notó un claro en el bosque y pensó que sería bueno construir una casa en medio de un bosque en medio de una ciudad. Corrió por doña Cecilia. Construyeron las paredes de bahareque con el barro de un pozo y la guadua que crecía por doquier. El carretero hacía el trabajo pesado; la ceramista diseñaba, pulía y retocaba los detalles. En dos meses erigieron la casa del carretero y un modesto taller de alfarería.

“La Embarrada”, fue el nombre que recibió el lunar verde de Bellavista. Algunos años después, doña Cecilia confesó frente a la cámara e un documentalista aficionado, que parte de su éxito con las figuritas de barro que maravillaban al mundo entero, se debía a la materia sagrada que sacaba del pozo, que, según ella, era el mismo barro que había usado Dios.

Arriba: Texto empleado para el taller de escritura “La musa creadora”.

Abajo: Leonardo Ortíz durante el taller de escritura.

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Textos realizados por integrantes de las tertulias literarias La Embarrada y Guaitipan en el taller de escritura dirigido por

Leonardo Ortiz.

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Textos realizados por integrantes de las tertulias literarias La Embarrada y Guaitipan en el taller de escritura dirigido por

Leonardo Ortiz.Para consultar los textos en detalle, por favor visite:

www.laboratoriodobleyo.blogspot.com

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EL Bosque encantado Por: Karper

Mi tía Na, solía contarme un hermoso cuento sobre un bosque. Decía que lo habitaban muchos animales de diferentes especies, pero me encantaba cuando se refería a las aves del bosque, asegu-rando que se alimentaban de semillas y frutas de los árboles, pero que de vez en cuando alcanzaban las nubes, posándose sobre ellas para darse el gustico de picotearlas, tan suaves y dulces como un algodón de azúcar; eso me lo decía ella llena de emoción. Por eso quiero vivir en un bosque.

Mi casa la construiré en uno de ellos, en el árbol de la cumbre más alta, con ramas fuertes y anchas, allí empezaré a construir mi propio nido, cuando viva en él, escalaré hasta la copa del árbol para poder tocar las nubes y comprobar por fin su delicioso sabor de algodón de azúcar. Dejaré muchas frutas en la ventana para que me visiten aves de diferentes especies y me despierten todas las mañanas.

En el bosque sembraré una huerta con lechugas enormes, maíz, zanahorias, ahuyamas, arracacha, yuca y plátano. La verdad no me gustaría que fuera una huerta gigante, lo haría en un pedacito de tierra donde no tenga que talar ningún árbol, solo me gustaría tener lo necesario para alimentarme y alimentar a los animales.

Me gustaría vivir en ese bosque, donde el agua es gratis, donde el aire es siempre puro, donde las nubes se pueden alcanzar y saben a delicioso algodón de azúcar. ¿Te gustaría vivir en mi bosque?

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GARZAS SIDERALES

Toc...toc...toc...los goterones caían lentos sobre el techo de zinc.Maximiliano se despertó sin saber donde estaba; se dio vuelta en la cama y abrazó a su mujer. Nuevamente el toc...toc...toc...lo despertó-.No te inquietes le dijo su mujer- son las garzas siderales que están estrellando sus huevos sobre el techo de la casa-.No sigas soñando y déjame dormir,-le replicó su marido.En el último congreso decidieron que no querían criar mas polluelos.

Edith Vargas Muñoz

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Arriba: Leonardo Munar durante la introducción del taller de sonido.

Abajo: Karina Perdomo dirigiendo ejercicios de sensibilización y percepción sonora.

Arriba: En el proceso de creación de un paisaje sonoro.

Abajo: William Tejada, dirigiendo la producción técnica de un paisaje sonoro colectivo.

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Cecilia, Edith y Esperanza con el barro en las manos y en el corazón.Por Ingrid Liliana Torres.

Las tierras de Pitalito son famosas por su formación arcillosa y de alto contenido en minerales que tiñen en forma de arco iris las vetas sinuosas de su profundidad. Un material noble que durante años enriqueció una tradición de artesanos locales que aprovechando sus bondades estableció al municipio como centro artesanal de Colombia.

Una de esas personas que aprovechó estas propiedades fue doña Aura Muñoz de Vargas, la matrona de una familia que, como veremos, ha seguido sus pasos con un asiduo incansable pero también con una singularidad que caracteriza la creatividad y calidad de cada uno de sus trabajos.

Doña Aura, cuentan sus hijas Cecilia, Edith y Esperanza (son cinco hijos, ellas tres continúan viviendo en Pitalito) era una mujer hacendosa y dedicada a su hogar, con unas creencias muy marcadas desde su seno familiar y una tradición oral que empezaría a calar muy hondo en su memoria y en su forma de preservarla en imágenes. ¿Cómo hacerlo? El barro fue su respuesta.

La primera representación de doña Aura fue un pesebre, hecho todo a mano en barro cocinado, para que sus hijos conocieran la historia de la sagrada familia y conservaran la devoción. Pero esto no fue suficiente, la señora Muñoz, empezó a ver el potencial gráfico y creativo que las escenas del campo, de la vida cotidiana, tenían para ser representados. Para que fotografía si había barro!!!

No fue solo representación lo que motivó a doña Aura, fue creación, conocimiento de los materiales, conexión con la vida misma, perfección, la búsqueda de una identidad que pudiese

ser preservable con el paso del tiempo. De esta forma llegó a su creación más famosa “La Orquideana” una pequeña estatuilla de una muchacha campesina, vestida de blanco con sus trenzas de color negro y un ramillete de orquídeas en las manos, ganadora del galardón como La muñeca nacional.

Gracias a este premio se consolidó el centro artesanal en Pitalito (hoy en ruinas) y el desarrollo y experimentación de más artesanos valorando las arcillas que allí se encuentran. “La Orquideana” está hoy bajo custodia de Cecilia, quien sueña como la celestina que en algún momento se conozcan con Juan Valdez y viajen en chiva alrededor del mundo representando el paisaje campesino colombiano.

El auge del trabajo de doña Aura y la herencia de barro con que imprimió a sus hijos continúa hasta hoy, con el contraste entre la valoración artesanal y el olvido de estas formas tradicionales. A continuación una breve reseña homenaje a sus hijas quienes continúan con esta labor incansable y hoy hacen parte del Museo Portátil del Huila.

Cecilia Vargas Muñoz

“En Colombia, embarrarla tiene una connotación peyorativa, es algo así como de tercera categoría. Para mi embarrarla, es algo maravilloso, yo nací entre el barro y el sueño mío es hacer una embarrada bien grande aquí en Pitalito en el Valle de Laboyos”.

Así comienza hablando Cecilia Vargas, en el documental que le hizo el Ministerio de Cultura en el año 1998, destacando su labor creativa y su proyecto de vida denominado “La Embarrada”.

Reconocida como la autora de la chiva (patentada por ella) como tesoro de Pitalito, en los años noventa era buscada por los medios como la revista Semana, para hablar sobre su obra y su sueño de construir una escuela de cerámica en el medio de un bosque en el centro de Pitalito, que preservará su trabajo y la tradición cerámica de los artesanos del municipio.

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Proyección del documental de la Embarrada, realizado por el Ministerio de Cultura en el año 1998

Donación de Cecilia Vargas al Museo Portátil del Huila

Canelazo con proyección en las paredes de la Embarrada

Así comenzó la Embarrada de Cecilia, una mujer creyente en las propiedades constructivas y creativas del bareque, que constituyó su hogar en un terreno lleno de flora local y que poco a poco fue poblándose con las semillas que como ella dice las aves le regalaron. Ese hogar que al mismo tiempo quería instituir como templo de la cerámica, un lugar que contaría con un teatrino de sombras, un auditorio para música andina y la escuela de cerámica, que fue reconocido en medios como un proyecto precursor para la región, hoy se encuentra en ruinas.

¿Qué pasó para que una iniciativa como esta, apoyada en un principio por el Ministerio de Cultura, hoy se encuentre abandonada a su suerte? Las respuestas son múltiples, el cambio de propuestas en Artesanías de Colombia, que tienden a apoyar al diseño contemporáneo y salvaguardar en libros la tradición artesanal, el siempre debatido contraste entre el arte y la artesanía y la cuestión sobre las convocatorias como medio de asignar recursos para este tipo de proyectos, son algunas de las que discutimos con Cecilia, de ahí su desencanto, por así decirlo con el manejo gubernamental a los rubros de la cultura en el departamento.

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Opinión que no es solo suya sino de muchos más, en especial ahora que se está llevando a cabo la construcción del Centro de Desarrollo Cultural auspiciado por el Ministerio de Cultura y el SENA.

Lo que hace Cecilia ahora, es tratar de conciliar su sueño con las ruinas que quedan de él, hasta nuestra visita, ella trataba de no recorrer La Embarrada, el hecho de que por un momento hubiese sido de nuevo un espacio de encuentro, de creación, visualizó la idea que tenía en un principio con su escuela de cerámica.

¿Qué le pasó a la Embarrada? Al ser un espacio abierto, el vandalismo no tardó en llegar, empezaron robando tejas, estructuras y demás, por allí se coló el agua, humedeció el bareque y los techos y las paredes se vinieron abajo. El presupuesto de Cecilia ya no alcanzaba para sostener los efectos producidos por la inseguridad, se hizo invisible y no había nadie más que ella interesada en sostenerla. Hoy Cecilia se encuentra con una decisión difícil, seguir peleando sin recursos para preservar el único bosque que sobrevive en la urbe de Pitalito, o vender a constructores que quieren arrasar árboles y plantas y hacer torres de vivienda..

¿Qué se podría hacer por la Embarrada? Lo primero sería, evaluar el terreno y lo que quedó de las ruinas, así como el esquema de seguridad que podría darse en el lugar, con esto se tendría un presupuesto estimado de lo que podría costar su rehabilitación o su reconstrucción. Lo segundo es estructurar bien la propuesta para un espacio cultural en La Embarrada, de forma tal que se pueda presentar el proyecto a diferentes entidades a nivel nacional que quisieran apoyar la creación de una escuela de cerámica en Pitalito. El tercero es plantear una estrategia de autosostenibilidad y también de apropiación por parte de los pobladores de este espacio, que garantice su funcionamiento y preservación a largo plazo.Estas ideas se plantean con el fin que desde el Museo Portátil del Huila se le dé una visibilidad de nuevo al trabajo de Cecilia, el proyecto de la Embarrada y así colaborar en una posible reconstrucción del mismo.

Edith Vargas Muñoz

Dentro de esta familia de ceramistas, Edith Vargas, empezó por el teatro, durante muchos años se formó en los campos de la dramaturgia y pasados los años decidió junto con sus esposo retornar a Pitalito donde el amor por la arcilla la estaba esperando.

Una de las más activas participantes de las actividades del Laboratorio, nos deslumbró por su versatilidad para dibujar, crear con sonido, escribir y cantar. Con esa vitalidad, que nos impregnó a todos, niños y adultos, nos invitó a conocer su taller y a contarnos su historia.

Igual que doña Aura, su mamá, Edith empezó recreando historias de tradición oral, una de ellas, el Pesebre de Vientre, que nace de una historia que contaba la señora Aura al pasar la navidad: “El niño debe quedar bien envueltito, para que no pierda el calor hasta el año que viene”. De ahí, Edith pensó que qué mejor que guardar las figurillas del pesebre en un calido lugar como es el plumaje de las aves y así nació su idea, de crear unas gallinas de barro, que dentro de sí guardaran en papeles de colores cada una de las figuras del pesebre.

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Este fue un inicio, pero no se quedo así, el gusto por el teatro invadió la cerámica, con marionetas, personajes y muñecas de barro con cuerpo de tela y trajes hechos a la medida y a mano.

Estas últimas, las muñecas, son como ella dice una crítica social a los personajes primordiales de la vida de pueblo (el párroco, el alcalde, la esposa del alcalde, etc.) ya que tomando como inspiración el trabajo de Fernando Botero, Edith decidió darles vida a estas voluminosas personalidades, que han viajado por el mundo.

Su pasión por las muñecas, va más allá del gusto, nos enseño su bitácora, llena de historias, artículos de prensa, fotografías y recortes de muñecas alrededor del mundo donde ha analizado desde la creación hasta el uso de las muecas en distintas culturas.

Esta investigación tiene un fin, un sueño, al igual que el de Cecilia, Edith sueña con retomar la tradición de la elaboración de las muñecas de trapo, con el fin de utilizar a las muñecas como elementos para la reconstrucción del tejido familiar. ¿Cómo hacerlo? Ella quiere llevar su investigación a los colegios veredales, en forma de cartilla y poder hacer talleres con los

niños para que construyan sus propias muñecas bajo la reflexión del tejido.

Esta visita deja entonces como tarea pendiente, la colaboración desde el Laboratorio Doble Yo, para la estructuración de esta propuesta y su desarrollo por parte de la maestra Edith Vargas Muñoz.

Esperanza Vargas Muñoz.

Al igual que sus hermanas, Esperanza conserva el amor y la dedicación por el barro en sus manos y en su corazón. Sin ser una estudiosa de la cultura ni de los estudios étnicos, en su obra ha reconocido los grandes estigmas de una sociedad que aún vive en el sosiego de la discriminación, ella lo resume con una frase que constantemente le repiten: “para qué hace figuras de negros, si en Pitalito no somos negros”.

Ella simplemente responde con una sonrisa y la convicción de que es la raza de la cual viene una gran parte de la humanidad, que el color de su piel viene unido al de una idiosincracia sin igual, y que ante todo en su materia estética el contraste con los colores vibrantes le dan vida y energía a sus creaciones.De esta manera, Esperanza esculpe a mujeres guajiras, niños, pesebres y otros personajes todos de raza negra. Los viste con sus mantas de colores, sus ojos abiertos y sus labios rojos y defiende su creación lejos de los convencionalismos.

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Cecilia Vargas, hablando del proyecto de la escuela de cerámica en la Embarrada.

Edith Vargas, hablando de su labor e investigación con las muñecas de cerámica y trapo.

Esperanza Vargas, hablando de su trabajo en cerámica.Imágenes del taller de Música en el Huila dirigido por

Johan Abad Muñoz

Imágenes del taller de Música en el Huila dirigido por Johan Abad Muñoz

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Hablando sobre el Museo Portátil del Huila y sus rutas itinerantes con la profesora Nancy Pascuas en La preferida FM

Montaje e inauguración de la exposición del Museo Portátil del Huila en Pitalito

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Hablando sobre el Museo Portátil del Huila y sus rutas itinerantes con la profesora Nancy Forero en La preferida FM

Inauguración de la exposición del Museo Portátil del Huila en Pitalito

Inauguración de la exposición del Museo Portátil del Huila en Pitalito

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Participaron activamente en esta visita del Museo Portátil del Huila en Pitalito:

Tertulia Literaria La EmbarradaTertulia Literaria GuaitipanVigías del Patrimonio Re-Cuer-das

Javier Mauricio Zapata VàquiroLeidy Tatiana Silva RomeroCristian David Mendoza LaraPaula Andrea Molina EscalanteLaura Lucia Hurtado TrujilloJhonatan Leal Tapiero Sthefany Cabrera VargasDavid Alejandro Hoyos MéndezLucely Teherán AcostaFreddy Omar Mizger GómezMaría Leonor Valencia GutiérrezMelqui David Cerón HernándezSonia Yolanda Cháves Paula Alejandra Motta CarvajalLuna del Mar Romero HiosDora Mercedes Romero HiosLaura Catalina Rodríguez CorreaGerardo Valencia Gutiérrez

Jorge Eliecer Toro Polanía.María Ingrid Perdomo.Nancy PascuasTania Camila TejadaCecilia VargasEdith VargasHernán MartínezEsperanza VargasSandra M. BetancourtIngrid Nataly TrujilloLuisa Reyes.Laura Jaime M.Luz Myriam MenesesAndrés CerónSalomón F. MuñozCarlos Eduardo MolinaNatally Ortiz Alvarado

Agradecimientos especiales: Cecilia VargasEdith VargasEsperanza VargasProf. Nancy PascuasProf. Leonor Valencia.

Laboratoristas participantes:Jesús David MottaLeonardo “Lobo” MunarKarina Perdomo RenzaWilliam TejadaLeonardo OrtizJohan Abad MuñozIngrid Liliana Torres.

Coordinación General del Módulo: Ingrid Liliana Torres M.Coordinación Local: Karina Perdomo Renza - Leonardo “Lobo” MunarCoordinación Lab. Doble Yo: Violeta Ospina - Frey Español - Laura Wiesner - Ingrid Torres.Fotografías: William Tejada e Ingrid Torres.Edición y diagramación LRS # 9: Ingrid Liliana Torres M.2014

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