Los Usos Del Concepto de Efervescencia y La Dinámica de Las Representaciones Colectivas

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=99715163004 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Pablo Nocera Los usos del concepto de efervescencia y la dinámica de las representaciones colectivas en la sociología durkheimiana Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, núm. 127, 2009, pp. 93-119, Centro de Investigaciones Sociológicas España ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, ISSN (Versión impresa): 0210-5233 [email protected] Centro de Investigaciones Sociológicas España www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Los Usos Del Concepto de Efervescencia y La Dinámica de Las Representaciones Colectivas en La Sociologia de Durkheim

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Pablo NoceraLos usos del concepto de efervescencia y la dinmica de las representaciones colectivas en la sociologa

    durkheimianaReis. Revista Espaola de Investigaciones Sociolgicas, nm. 127, 2009, pp. 93-119,

    Centro de Investigaciones SociolgicasEspaa

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    Reis. Revista Espaola de InvestigacionesSociolgicas,ISSN (Versin impresa): [email protected] de Investigaciones SociolgicasEspaa

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  • Los usos del concepto de efervescencia y la dinmicade las representaciones colectivas en la sociologa durkheimiana

    Uses of the concept of effervescence and the dynamicsof collective representations in durkheimian sociology

    Palabras clave: Efervescencia, RepresentacionesColectivas, Comunicacin, Conceptos, Vie Srieuse.

    RESUMEN

    El artculo considera la centralidad de la nocin deefervescencia en la sociologa de mile Durkheimidentificando sus usos y funcionamiento en relacincon las representaciones colectivas. Para ello, el escri-to se propone: 1) contextualizar el concepto en el cam-po de las psicologas de la multitud en Francia en el si-glo XIX; 2) efectuar un seguimiento de la semntica delconcepto en los distintos usos desplegados por el au-tor; 3) analizar la peculiaridad de la efervescencia encorrespondencia con la primaca de representacionescolectivas no-conceptuales; 4) caracterizar el conceptoa partir de su contraparte: la nocin de vie srieuse.Dicho abordaje permite: a) dar cuenta del funciona-miento de la efervescencia social sin centrar su com-prensin slo en los efectos que produce: b) identificaren su funcionamiento la dinmica con que operan lasrepresentaciones colectivas en la integracin y regula-cin sociales: c) focalizar la comprensin de estas lti-mas en relacin con los procesos de comunicacin.

    Pablo Nocera Universidad de Buenos [email protected]

    Keywords: Effervescence, Collective Represen-tations, Communication, Concepts, Vie Srieuse.

    ABSTRACT

    The paper considers effervescence as a centralcategory in mile Durkheims sociology, identifyingits uses and functions in relation to collectiverepresentations. The aim of the paper is: 1) tocontextualize the concept in the field of crowdpsychology in 19th century France; 2) to trace thesemantics of the concept in the different usesdeveloped by the author; 3) to analyze the distinctivefeature of effervescence in relation to non-conceptual collective representations; and 4) tocharacterize the opposite concept: vie srieuse.This approach allows us: a) to consider the functionof social effervescence without focusing itscomprehension solely on the effects that itgenerates; b) to identify how collectiverepresentations work in integrating and regulatingsocial processes, and c) to focus the understandingof collective representations in relation tocommunication processes.

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    Pablo NoceraLicenciado en Sociologa y Ciencias Polticas por la Universidad de Buenos Aires. En la actualidad es do-cente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

    B.A. in Sociology and Political Science, Universidad de Buenos Aires. He is currently a lecturer andresearcher at the Faculty of Social Sciences, Universidad de Buenos Aires.

    Marcelo T. de Alvear. 2230 Buenos Aires (Repblica Argentina).

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    INTRODUCCIN

    A lo largo de la vasta produccin durkheimiana la nocin de efervescencia es utilizada al-ternadamente, sin una aparente consistencia conceptual. Con una recurrencia mayor apartir de 1897 con la redaccin de El suicidio, el trmino se refiere, no siempre de maneraconstante, a distintas realidades sociales cuya excepcionalidad e inestabilidad puedenacarrear situaciones de peligro para el tejido social, as como condiciones para el cambio.Esa recurrencia poco sistemtica, sumada a cierta polisemia aparentemente constitutiva,han provocado que el concepto sea escasamente analizado en la tradicin de los comenta-ristas y seguidores de la sociologa durkheimiana1. Asimismo, esta peculiaridad hizo que eltrmino fuera tomado en consideracin de forma secundaria a partir de la especificidad delfenmeno religioso y de la distincin, en su interior, entre las esferas de lo sagrado y lo pro-fano.

    Estas caractersticas, no obstante, no nos impiden ensayar una relectura de la produccindel socilogo de los hechos sociales, que nos permita vislumbrar la operatividad del con-cepto en cuestin, a partir de deslindar sus campos semnticos. ste es justamente uno delos objetivos de este escrito. Para ello, nos proponemos monitorear la aparicin y uso delconcepto a lo largo de sus obras para definir su extensin y mbitos de aplicacin. En se-gundo lugar y de forma ntimamente relacionada, analizamos la manera en que Durkheimdescribe los fenmenos de efervescencia social en relacin con el funcionamiento de lasrepresentaciones colectivas. Esto nos permitir reconstruir una cierta especificidad del fe-nmeno a la vez que entroncar su realidad con un punto central de la temtica sociolgicadurkheimiana. Finalmente, el escrito se propone pensar el fenmeno de la efervescenciacontraponindolo a una nocin muy poco analizada en Durkheim y que constituye, a nues-tro entender, su contraparte: la vie srieuse. Frente al carcter momentneo y excepcionalde esos estados de efervescencia, la vie srieuse refleja la estabilidad y continuidad de lasociedad durante perodos prolongados, los cuales exigen un compromiso y respeto de lasnormas sociales. A partir de la exploracin de esta ltima oposicin, daremos algunas con-clusiones generales sobre el abordaje considerado.

    1 En la tradicin de los comentaristas franceses el abordaje del fenmeno de la efervescencia ha tenido poca repercusin.Como ejemplos llamativos encontramos el trabajo de Boudon, quien dedica un solo prrafo a la temtica (1999: 176). Asimis-mo, el texto de Tarot le concede slo dos carillas en una investigacin de grandes dimensiones (1999: 222-223). Aunque bre-ve, el abordaje de Mariot (2001: 707-717) plantea una perspectiva sugerente. No sucede lo mismo entre los especialistas in-gleses, quienes dedican un espacio mayor al anlisis del fenmeno. Entre ellos se encuentran Lukes (1984: 456-469), Duncan(1960: 97-117), Ramp (1998: 136-148) y Allen (1998: 149-162).

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  • 1. ANTECEDENTES TERICOS - EL PROBLEMA DE LAS MULTITUDES

    La nocin de efervescencia colectiva a la que echa mano nuestro autor tiene un parentes-co epocal indiscutible. Ms all de los usos que Durkheim le diera al concepto, y que enbreve analizaremos, la problemtica se encierra en una esfera de preocupaciones ms am-plias que recorre inicialmente tanto la produccin literaria como la historia, para luego des-plazarse hasta la sociologa y la psicologa social de la segunda mitad del siglo XIX. Nos re-ferimos, claro est, al fenmeno de las multitudes2.

    En un haz de mltiples abordajes, la problemtica de la masa o la muchedumbre circularde forma constante por los discursos de los pensadores de poca cuyas preocupacionestericas evidenciarn en simultneo una clara motivacin poltica: cmo manejar desde elEstado el fenmeno de las multitudes? A esa respuesta se asiste con pretensiones cientfi-cas. El auge del positivismo y el xito de su aplicacin a diversos campos tericos operaroncomo una matriz, desde la cual se presentaban las bondades correctivas del discurso cien-tfico a la hora de atacar problemas sociales.

    La marca naturalista de estas aproximaciones tericas en el campo social hicieron del fe-nmeno de las multitudes un espacio de anlisis para el que se proponen soluciones medi-calistas. Si se acordaba en identificar a la multitud como un hecho con ribetes mrbidos,por lgica, se reconoca implcitamente un estado de salud el cual era necesario restituir.Teniendo esta meta en ciernes, desde ngulos distintos, tres autores de origen francs de-jaron su huella en el acercamiento a la comprensin cientfica del accionar de las multitu-des: Alfred Espinas, Gabriel Tarde y Gustave Le Bon. Sin que con ellos se agote el espec-tro de investigaciones llevadas adelante durante el perodo que nos ocupa, son, a nuestroentender, un ejemplo sustantivo del campo de referencias coterrneas con que Durkheimcontaba a la hora de pensar la accin particular de las multitudes encerrada en la nocinde efervescencia3. Veamos a continuacin, de manera sucinta, en qu consisten los apor-tes de cada uno.

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    2 Las referencias obligadas de este primer acercamiento al fenmeno, desde la historia y la literatura francesas, son Hippoly-te Taine y mile Zola. El primero, acosado por el espectro de la Comuna de 1871, desarroll en Les origines de la France con-temporaine una visin de la multitud desde la cual delinea una psicologa de las masas con pretensiones cientficas. El segun-do, declarado discpulo de aqul y ms tarde rival, pone el foco, desde un abordaje literario, en la muchedumbre trabajadora,cuya impronta ms depurada en el gnero naturalista alcanzar para 1885 la forma de una novela: Germinal (Barrows, 1990:86-89).

    3 Las alusiones a estos autores no suponen un parentesco conceptual explcito. Su consideracin se apoya en que uno de losusos durkheimianos de la nocin de efervescencia guarda una relacin de poca con la nocin de multitud que estos autorestrabajan. Sin embargo, mientras que la palabra multitud (foule) aparece de forma recurrente en los textos de Durkheim, a lahora de pensar la efervescencia no la predica de ese mismo colectivo, sino de lo que l denomina assemble o rassemble-ment (particularmente en 1990 [1912]). Mientras que la idea de multitud supone un carcter espontneo, assemble o ras-semblement conlleva una dimensin voluntaria, es decir, el gesto de agruparse en una asamblea, congregarse. Esto nos per-

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  • La preocupacin por las muchedumbres se afinc originariamente en el epicentro de lasreflexiones criminolgicas. Frente al xito del positivismo italiano (Lombroso - Ferri - Gar-falo), el pensamiento francs se alejar de la posicin naturalista-determinista de los refe-rentes itlicos, en pos de una prioridad de lo social sobre lo individual como condicionanteltimo4. Si bien las motivaciones de la reflexin son similares, el objeto ser definido, desdeel punto de vista sociolgico, de manera diferente: la multitud no es una suma de individua-lidades afectadas. El primero en postularlo contundentemente ser Espinas.

    Alfred Espinas puede considerase como un autor pionero en el desarrollo de la mirada so-ciolgica. Consagrado al estudio del comportamiento humano al calor del trazo certero quepropone la teora de la evolucin para comprender su naturaleza y sus formas sociales, Es-pinas se lanza a la indagacin en torno al funcionamiento de la conciencia colectiva en elreino animal, como paso para sentar las bases de la sociologa humana. Hacia 1876 defen-der su tesis, Des socits animales, en la cual rechazar el uso del mtodo psicolgico(de cuo spenceriano) para la comprensin de los fenmenos sociales. Su aporte mssustantivo se apoyaba en la necesidad de considerar a las sociedades como entidades conuna naturaleza y realidad propias5. Desde su perspectiva, si los individuos orgnicos sonun todo compuesto formado por la interaccin de partes vivientes, entonces las socieda-des, las cuales cuentan tambin con partes interactuantes y conscientes, pueden ser tam-bin consideradas individuos (Brooks III, 1998: 110). En tal sentido, el fundamento del com-portamiento social descansar en el conjunto de emociones que desarrollan los individuosagrupados, cuya propagacin por va del contagio termina por otorgarle a los colectivos so-ciales cierta autonoma de las voluntades individuales.

    Las emociones guardan una naturaleza contagiosa, la cual opera, metfora mediante,como una propagacin, ya sea por electrificacin, agitacin, magnetismo o reso-nancia. Ms all de los tropos aludidos, todas las situaciones sociales evidencian una di-mensin interindividual que parece resumirse bajo el nombre de imitacin. Ser este lti-

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    mite discrepar con afirmaciones que sostienen que Durkheim habra hecho un libre uso de la psicologa de las multitudes deLe Bon (Douglas, 2007: 38). A ttulo de mera referencia, podemos decir que Le Bon no utiliza la expresin efervescencia enninguno de sus textos, mientras que Tarde la utiliza de modo ocasional con el solo fin de nominar esas circunstancias en lasque se agitan los comportamientos humanos de conjunto. Algo similar sucede, de forma ms espordica, en Espinas. Mien-tras que el primero de ellos no evidencia influencias directas en Durkheim (Lukes, 1984: 456, nota 54), s son manifiestas lasreferencias a Espinas (Lukes, 1984: 456, nota 54; Brooks III, 1998: 194). Con Tarde mantuvo una viva polmica que no pode-mos tratar aqu, y que ya ha sido ampliamente reseada.

    4 En trminos criminolgicos, la postura de Alexandre Laccasagne fue de las primeras en Francia en denunciar contundente-mente el lmite del biologicismo de Lombroso. Su insistencia en el milieu social abri las puertas para pensar una perspectivasociolgica en el estudio de la criminalidad (Renneville, 1994: 111).

    5 La nation, dun part, est un individu. Tout ce livre na point dautre but que de dmontrer indirectement cette proposition(Espinas, 1878: 223-224).

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  • mo concepto el que sostendr como eje troncal la propuesta sociolgica de Tarde, luegollamada interpsicolgica. En 1890, este ltimo publica Les lois de limitation, texto en elque condensa sus ideas con relacin a la especificidad del fenmeno social. El vnculo in-terpersonal vendr ahora de la mano de los aspectos imitativos (en sentido amplio supo-nen asimismo la oposicin y la adaptacin) que caracterizan el accionar de la mayor partede los sujetos que reproducen las creaciones de ciertas individualidades geniales. Tardeasimila la idea de imitacin a una suerte de hipnosis bajo la cual el imitador incurre unavez en contacto con el modelo imitado6. Si bien la idea de imitacin supone un margenpara la dimensin consciente, Tarde no se separa de la idea de sugestin que sostena Es-pinas. A partir de esa dimensin interindividual se teje la constitucin de los colectivos so-ciales.

    En este contexto, la obra de Tarde tendr una cercana mayor con la psicologa social quela propuesta ms sociolgica de Espinas, aunque ambos se hallan ante la misma preocu-pacin pragmtica por el trato con la muchedumbre. En este contexto, tal vez sea GustaveLe Bon quien adquirir una resonancia mayor como analista del comportamiento de lasmuchedumbres. La Psychologie des foules data de 1895 y all se detallan algunos ejes rec-tores que organizaron y difundieron cierta percepcin del fenmeno de la multitud. La moti-vacin poltica, que motoriz su preocupacin terica, fue una marca que lo separ, en par-te, de sus contemporneos e hizo que sus ideas fueran recuperadas en una gran variedadde autores y disciplinas (Van Ginneken, 1992: 130-131).

    El carcter contundente de las afirmaciones de Le Bon puede sintetizarse en dos aspec-tos: 1) las multitudes suponen la fusin de un agregado de individuos que provoca una di-solucin de la individualidad en el colectivo (Marpeau, 2000: 97); 2) las multitudes son irra-cionales; en consecuencia, disminuyen las facultades mentales intelectuales de cada unode sus miembros (Moscovici, 1985: 102). En esta perspectiva, Le Bon lima uno de los as-pectos que haba defendido la tradicin italiana: el carcter criminal de la multitud. El com-portamiento de la muchedumbre no es nicamente criminal7. En ciertas circunstanciaspuede revestir un carcter heroico, aunque ambas situaciones no niegan su irracionalidady la nula voluntad individual de quienes la integran. A partir de esta doble caracterizacinpodemos efectuar algunas consideraciones preliminares.

    En primer lugar, para los tres autores (tal vez ms tmidamente en Tarde), la multitud ad-quiere una autonoma de las voluntades que la conforman. En segundo lugar, esa autono-

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    6 Ltat social, comme ltat hypnotique, nest quune forme du rve de commande et un rve en action. Navoir que des idessuggres et les croire spontanes: telle est lillusion propre au somnambule, et aussi bien lhomme social (Tarde, 1904: 83).

    7 Cf. Libro III, Classification et description des diverses catgories de foules (Le Bon, 1895: 142-191).

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  • ma implica la toma de cursos de accin propios que pueden analizarse como comporta-mientos no siempre regulares. En tercer lugar, su condicin de irracional priva a los indivi-duos de su hacer (por medio de la sugestin, contagio, imitacin o disolucin de la con-ciencia) mientras forman parte de ella. Esta triple dimensin se halla presente en lasemntica del concepto durkheimiano que estamos analizando. Sus usos, no siempre sis-temticos, son los que ahora es necesario examinar.

    2. LOS DERROTEROS DEL CONCEPTO

    En trminos generales, el concepto de efervescencia, si bien Durkheim lo asocia habitual-mente a procesos sociales cuya peculiaridad estriba en el grado de intensidad y actividadde la vida colectiva, en los diversos usos que ensaya podemos encontrar ciertas diferen-cias de matices que permiten efectuar distintas consideraciones.

    En primer lugar, supone la identificacin de procesos colectivos que entraan un cierto pe-ligro para la sociedad, tanto por los cuadros patolgicos que pueden generar en ciertoscomportamientos sociales (suicidios, divorcios, etc.) como por los niveles de anomia queproyectan en su desarrollo. En segundo lugar, el autor utiliza en ciertas ocasiones el con-cepto para referirse a circunstancias que, por su cariz excepcional, tambin pueden gene-rar procesos de cambio y transformacin social a gran escala sin acarrear necesariamenteconsecuencias nocivas. Finalmente, el concepto es utilizado en ocasin de reflexionar so-bre el funcionamiento de las representaciones colectivas, su constitucin y transformacin.En lo que sigue, abordamos estas dimensiones en tres aproximaciones sucesivas.

    2.1. Primera aproximacin

    La primera dimensin, ciertamente negativa, aparece asociada al estudio de fenmenosnocivos para el tejido social y, como tal, se acerca a la perspectiva habitual de los estudio-sos sociales contemporneos a Durkheim en Francia. Sus posturas comulgan, en parte,como dijimos, en que las acciones de la multitud o las muchedumbres encierran, en gene-ral, un peligro latente para el orden social. En aquellos momentos en que los marcos regu-latorios del medio social estn distendidos, el comportamiento colectivo no tiene direcciny como tal se puede volver inestable e impredecible: tal es el caso que absorbe a los suici-dios en su tipo anmico. En este contexto en particular, Durkheim identifica la efervescen-cia con la falta de normas. Las primeras apariciones del concepto en El suicidio son ilustra-tivas de esta dimensin: El mismo resultado produce simples crisis electorales acondicin de que tenga alguna intensidad. As, en Francia, el calendario de los suicidios

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  • lleva la huella visible del golpe de Estado parlamentario del 16 de mayo de 1877 y de laefervescencia que produjo; as como de las elecciones que, en 1889, pusieron fin a la agi-tacin boulangista (Durkheim, 1990 [1897]: 217 / tr. 1995: 208)8.

    Esta peculiaridad negativa que Durkheim expresa como caracterstica de la efervescenciatambin se hace presente al analizar el funcionamiento de la dinmica escolar. En La edu-cacin moral, nuestro autor identifica situaciones en el aula frente a las cuales el docentedebe proceder con cautela, sabiendo identificarlas para evitar su propagacin: Cuandolos nios no se sienten contenidos caen en una especie de efervescencia que les hace im-pacientes ante todo freno y su conducta se resiente aun fuera de la vida escolar. [] Peroen la escuela esta efervescencia malsana, producto de la indisciplina, constituye un peligromoral mucho ms grave porque esta efervescencia es colectiva. No hay que perder nuncade vista que la clase es una pequea sociedad (Durkheim, 1925: 171 / tr. 1997: 169)9.

    Volvemos a observar aqu el nfasis en la ausencia de un mapa normativo claro. Lo que te-nemos en estas citas es la identificacin de un proceso (estados de efervescencia) con lasconsecuencias que ste acarrea. En estas expresiones no hay demasiada claridad sobrecmo pensar el funcionamiento de estos estados excepcionales. No obstante, si volvemosa El suicidio, encontramos una referencia que, de forma introductoria, induce una aproxi-macin explicativa sobre la dinmica del proceso; permtasenos citar in extenso: De aques de donde viene la efervescencia que reina en esta parte de la sociedad, y que de all seha extendido al resto. Es que el estado de crisis y de anomala es constante, y para decirloas, normal. De arriba a abajo de la escala, las concupiscencias se han elevado sin saberdnde posarse definitivamente. Nada podr calmarlas, porque el objetivo adonde se diri-gen est infinitamente ms all de lo que pueden alcanzar. La realidad parece sin valor encomparacin de lo que vislumbran como posible las imgenes calenturientas; se la aparta,pero para prescindir en seguida de lo posible, cuando a su vez se convierte en real. Se tie-ne sed de cosas nuevas, de goces ignorados, de sensaciones sin nombre [] Toda esa fie-bre cae, y se percibe cun estril era el tumulto, y cmo todas esas sensaciones nuevas,indefinidamente acumuladas, no han logrado constituir un slido capital de dicha, sobre elque pueda vivir en los das de prueba (Durkheim, 1990 [1897]: 284-285 / tr. 1995: 274, it-licas nuestras).

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    8 En la cita se identifica primero la referencia en francs y luego su correspondiente en la versin espaola. En el caso en quela versin francesa no sea la original referimos la versin utilizada, manteniendo, no obstante, la fecha original de publicacinpara hacer explcitas ciertas diferencias y alternancias en el uso de los conceptos por parte del autor.

    9 De igual forma agrega: Hasta parece aqu que los fenmenos de contagio sean ms fciles y que por tanto la importanciade la responsabilidad colectiva sea ms considerable que en otras partes. [] Hay a veces en una clase una efervescenciacolectiva que lleva consigo una impaciencia colectiva de toda disciplina, y que muy a menudo se traduce de la manera msostensible en aquellos mismos que menos han contribuido a producirla (Durkheim, 1925: 279-280 / tr. 1997: 275).

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  • La efervescencia supone aqu un escenario de baja regulacin y de excepcionalidad cons-tante. Sin embargo, lo ms interesante es la aproximacin que ofrece el autor para pensarel fenmeno como asociado a un estado de la conciencia colectiva que supone un registrode representaciones de tipo sensorial que aqu slo anticipamos y que analizaremos msadelante. Si puntualizamos, Durkheim identifica el proceso con ciertas imgenes, con-cupiscencias, sensaciones, goces y fiebre. Los estados de efervescencia no tie-nen nombre debido a su carcter novedoso, impredecible. En este reconocimiento inicial,la idea de efervescencia, si bien vuelve a asociarse tanto a lo novedoso como a lo no regu-lado, es la primera vez en la que el autor otorga cierta precisin sobre qu implica y en quse basa este proceso.

    Ahora bien, esta perspectiva temerosa que Durkheim adopta para pensar la efervescenciatanto como un fenmeno asociable a ciertas condiciones del suicidio anmico como a cier-to posible malestar en los procesos educativos alberga, no obstante, a partir de la idea decreatividad y novedad, una particularidad. La inestabilidad que este fenmeno producepuede asociarse a una dimensin positiva que, en paralelo a los efectos nocivos, producetambin otros de ndole saludables. Veamos cules y cmo son descritos.

    2.2. Segunda aproximacin

    Pues bien, la dimensin negativa de los estados de efervescencia conlleva para nuestro au-tor una dimensin innovadora que no deja de recalcar. Cierta tensin se experimenta en lareferencia que hace en El suicidio. Caracterstica de la modalidad que predica la distincinentre lo normal y lo patolgico, las afirmaciones del autor albergan esa tensin en la que in-curre en ms de una de sus obras, en las que la patologa parece ms cercana al estado denormalidad que el carcter excepcional o desviado que le prescribe en su definicin10. Eneste texto encontramos una alusin a un tipo de efervescencia que, si bien puede ser vistacomo enfermiza, es en medio de la cual donde se gesta el desarrollo de la civilizacin:Porque no hay que dejarse deslumbrar por el brillante desarrollo de las ciencias, de las ar-tes y de la industria, de que somos testigos; es muy cierto que se lleva a cabo, en medio deuna efervescencia enfermiza, de cuyas dolorosas resultas cada uno de nosotros se resien-te. Es muy posible, y hasta verosmil, que el movimiento ascensional de los suicidios tengapor origen un estado patolgico que acompae a posteriori a la marcha de la civilizacin,pero sin ser su condicin necesaria (Durkheim, 1990 [1897]: 422 / tr. 1995: 412).

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    10 Las alusiones del autor en el captulo III de Las reglas del mtodo sociolgico y el Libro III de La divisin social del trabajoson ejemplos claros en los que Durkheim se ve obligado a definir, de forma ciertamente ideal, el estado de normalidad paraevitar que el presente patolgico de cierto hecho social pueda ser considerado como durable o aceptable y, por tanto, vistocomo normal.

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  • El mismo campo semntico encontramos cuando vemos las referencias de los textos Edu-cacin y sociologa y la Historia de la educacin y de las doctrinas pedaggicas. A la vezque Durkheim considera factible pensar en la efervescencia como un fenmeno que puedetener ribetes saludables, tambin la considera histricamente como la responsable que ex-plica el origen del movimiento intelectual que dio curso a la formacin de las universidades:Los nios en clase piensan, sienten y actan de forma diferente a cuando estn aislados.Se producen una clase de fenmenos de contagio, de desmoralizacin colectiva, de sobre-excitacin mutua, de efervescencia sana, que se debe poder saber detectar con el fin deprevenir o de combatir unos y de utilizar los dems (Durkheim, 1922: 103 / tr. 1996: 94)11.

    El escenario de ausencia de regulacin de la primera aproximacin sealada se compen-sa, con esta segunda, a partir de la faz transformadora e innovadora, y por tanto aceptable,que produce la efervescencia en determinadas circunstancias. Como conclusin prelimi-nar, podemos afirmar que la efervescencia colectiva se caracteriza por ser un estado decorta duracin que puede producir alteraciones o desviaciones del mapa normativo en unasociedad. Asimismo, puede inducir cambios y transformaciones sociales. En qu sentidopodemos entender, frente a esta dimensin negativa inicialmente comentada, la semnticapositiva a la que alude Durkheim? Opera la efervescencia de forma benfica sobre otroregistro de lo social en paralelo a la dimensin normativa? Qu relacin guarda ello conlos fenmenos religiosos?

    2.3. Tercera aproximacin

    Si tomamos en cuenta las referencias que Durkheim hace al concepto de efervescencia apartir de 1900, encontramos una serie de consideraciones ms precisas como para res-ponder a los interrogantes enunciados. A partir de esos aos, nuestro socilogo desplazsu inters de manera cada vez ms explcita hacia el campo de los estudios religiosos12.En este contexto, la nocin de efervescencia adquiere una centralidad mucho mayor. Eltexto que lo condensa ms claramente es Las formas elementales de la vida religiosa. En

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    11 En los mismos trminos puntualiza: Estos grandes cambios se produjeron en el siglo XI. En ese momento, todos los histo-riadores observan una verdadera efervescencia mental en todos los pueblos europeos (Durkheim, 1938 (I): 84 / tr. 1987:101). Ahora bien, comprendemos sin dificultad que esta efervescencia general tomase fcilmente forma intelectual. Porquelas pocas creadoras en materia de civilizacin son precisamente aquellas en las que hay en los pueblos una vida acumuladaque slo pide fluir, gastarse, sin que la reclame ninguna necesidad vital (Durkheim, 1938 (I): 86 / tr. 1987: 103). Ahora bien,esta especie de nomadismo combinado con esta efervescencia, esta sobreexcitacin general de todas las fuerzas intelectua-les de Europa, no poda dejar de servir a los intereses de los estudios (Durkheim, 1938 (I): 88 / tr. 1987: 104).

    12 Durkheim fecha en 1895 el momento en que comprendi cabalmente la importancia de los fenmenos religiosos para elestudio de la sociedad (Durkheim, 1907: 613-614). De todas formas y tomando en consideracin sus trabajos publicados alrespecto, la centralidad del tema religioso se comienza a observar con mayor claridad a partir de 1900 con los artculos publi-cados en L Anne sociologique (Ramos Torre, 1999: 177-178).

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  • l se dieron cita varios desarrollos tericos, entre los cuales destaca el intento por pensarcmo se puede dar respuesta al interrogante sobre el funcionamiento y constitucin de lasrepresentaciones colectivas. Desde all se fijarn nuevos contornos semnticos al concep-to, sobre los cuales es importante ahora reflexionar.

    La primera aparicin en el texto vuelve a enfatizar, como dijramos, el carcter excepcionaly transformador que producen estos estados: Hay perodos histricos en los que, por in-fluencia de alguna gran sacudida colectiva, las interacciones sociales se vuelven muchoms frecuentes y activas. Los individuos se buscan y se renen ms. Resulta de ello unaefervescencia general, caracterstica de pocas revolucionarias o creadoras. Y esta mayoractividad tiene como efecto un estmulo general de las fuerzas individuales. Se vive ms in-tensamente y de forma distinta que en tiempos normales. Los cambios no son slo de ma-tiz o de grado: el hombre se hace diferente. Las pasiones que lo agitan son de tal intensi-dad que slo pueden satisfacerse mediante actos violentos, desmesurados: actos deherosmo sobrehumano o de barbarie sanguinaria (Durkheim, 1990 [1912]: 301 / tr. 1993:348-349, itlicas nuestras).

    Esta dinmica que describe Durkheim, cuya base parece situarse en el aumento de la acti-vidad e intercambio social por parte de los sujetos, se apoya en una lgica donde dominanlas pasiones, cuya excepcionalidad y trascendencia revolucionan las condiciones del esta-do de normalidad. Aqu vemos que Durkheim destaca la dimensin irracional que albergael estado de efervescencia, pero no lo condena slo como productor de males sociales. Aligual que comentaba Le Bon, la efervescencia puede generar actos de inusitado herosmotanto como desmanes violentos. Lo singular es cmo contina el prrafo citado arriba: Es-tos procesos son del mismo tipo que los que estn en la base de la religin, hasta el puntode que los propios individuos suelen representarse la presin a la que ceden en trminosexpresamente religiosos (Durkheim, 1990 [1912]: 301 / tr. 1993: 349).

    En esta presentacin, el fenmeno de la efervescencia guarda un parentesco lgico con elfenmeno religioso, en el que priman ciertas caractersticas asociadas a la marcha de losrituales. Dado que la efervescencia slo se sucede en la reunin de individuos, Durkheimplantea que en ciertos casos su acercamiento genera una especie de electricidad que losconduce rpidamente a un grado extraordinario de exaltacin (Durkheim, 1990 [1912]:308 / tr. 1993: 356). Asimismo, las repercusiones de este tipo de contacto producen uneco sin obstculos en todas las conciencias, abiertas de par en par a las impresiones ex-ternas [] (dem, itlicas nuestras). En este mapa de exaltacin, Durkheim observa queel nivel de intensidad de la vida colectiva se vuelve tan fuerte que las pasiones desenca-denadas son tan impetuosas que nada puede contenerlas (Durkheim, 1990 [1912]: 309 /tr. 1993: 357).

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  • La efervescencia caracterstica de ciertas prcticas religiosas lleva adelante una transfor-macin de la realidad cotidiana que, para Durkheim, genera un proceso fundamental paratodo colectivo social: la creacin de un mundo de caractersticas ideales. [] al mundoreal en el que transcurre su vida profana, superpone otro que, en cierto sentido, existe sloen su mente, pero al que le atribuye una especie de dignidad ms alta con respecto al pri-mero. As que, por dos razones distintas, se trata de un mundo ideal (Durkheim, 1990[1912]: 603 / tr. 1993: 660).

    Llegados a este punto, vemos con claridad cmo los estados de efervescencia colectivaque analiza el autor al calor de su vnculo con la dinmica de la prctica religiosamuestran una riqueza mayor que aquella que puntualizramos en las dos primeras aproxi-maciones conceptuales. Las transformaciones que suscita estn asociadas con su poten-cial integrador. La integracin social es la que se refuerza a partir de estos estados desobreexcitacin colectiva. En cierto desmedro del aspecto regulativo, la dimensin integra-dora cobra una preponderancia que justifica la intensidad de la que habla Durkheim cuan-do se refiere a la actividad de los individuos, sus intercambios y todas las dems esferasde la vida social. sta es la peculiaridad del aspecto positivo que se halla larvado en la se-gunda aproximacin que efectuamos, pero que no se vuelve suficientemente explcita has-ta que vemos los desarrollos del autor analizando las formas en que se plasma la vida reli-giosa13.

    El tenor de este anlisis es similar al que adelantara en la comunicacin que presentara enel Congreso de Filosofa de Bolonia en 1911 y que luego se conociera como Juicios de va-lor y juicios de realidad. El papel creativo de la efervescencia es asociado con la irrupcinde valores que permiten mejorar los niveles de integracin del tejido social14.

    Asimismo, esta referencia a la mejora de la integracin social va acompaada de ciertasproposiciones que permiten pensar la lgica de las representaciones colectivas. Estamoslejos aqu del modelo de corte morfolgico con que Durkheim analizaba el comportamientosocial y sus transformaciones en textos como La divisin del trabajo social o incluso, pormomentos, El suicidio. La primaca analtica est colocada en este caso sobre el plano

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    13 Una perspectiva similar, pero abocada a pensar especialmente el suicidio, desarrolla Steiner (2000: 70-76). La importanciade ambos ejes considerados tambin es recuperada en el ya clsico estudio de Ramos Torre (1999: 219-243).

    14 En los momentos de efervescencia de este gnero, se han constituido en todo tiempo grandes ideales en los cuales des-cansan las civilizaciones. Los perodos creadores o innovadores son precisamente aquellos en que, bajo la influencia de cir-cunstancias diversas, los hombres son movidos a acercarse ms ntimamente, en que las reuniones, las asambleas son msfrecuentes, las relaciones ms seguidas, los cambios de ideas ms activos: es la gran crisis cristiana, es el movimiento de en-tusiasmo colectivo que, en los siglos XII y XIII, arrastra hacia Pars la poblacin estudiosa de Europa y da nacimiento a la esco-lstica; es la Reforma y el Renacimiento, es la poca revolucionaria, son las grandes agitaciones socialistas del siglo XIX(Durkheim, 1924: 134 / tr. 2000: 114, itlicas nuestras).

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  • ideacional, desde el cual se pueden pensar los grandes cambios que marcaron el desarro-llo de la tradicin de Occidente.

    La religin opera en este contexto como una institucin que impone cierto mapa de repre-sentaciones a la colectividad que tiene un carcter fundante. Podemos pensarla, siguiendoa Poggi, en trminos de una proto-institucin y de una meta-institucin. Es una proto-insti-tucin en tanto forma el marco cognitivo con el cual opera la sociedad y as prepara los ci-mientos para el desarrollo de todo conocimiento terico y prctico (Poggi, 1971: 254).Funciona asimismo como una meta-institucin porque opera como el soporte ltimo detodas las otras instituciones, desde el momento en que cultiva y moviliza actitudes de res-peto, devocin y sumisin, buena voluntad para el sacrificio, aspectos que todas las otrasinstituciones presuponen si quieren operar exitosamente (dem). A partir de esta doble di-mensin constituyente se organiza la dinmica de las representaciones colectivas, la cualopera por medio de los estados de efervescencia15.

    En esta direccin el anlisis obliga a pensar, en consecuencia, cmo se vincula la com-prensin del fenmeno de la efervescencia con el funcionamiento de las representacionescolectivas. Sin embargo, antes de avanzar con el examen de este vnculo hagamos algu-nas conclusiones provisionales: a) en las tres aproximaciones encontramos en el camposemntico la alusin a procesos de mayor intensidad y cambio en el lazo social; b) las dosprimeras aproximaciones localizan en dicho proceso una fuente de mutaciones de tipo inte-lectual, tanto por las alusiones a la produccin de representaciones colectivas novedosascomo as tambin la cristalizacin de dichas representaciones en instituciones encargadasde transmitir el conocimiento (universidad, escuela, etc.); c) mientras las dos primerasaproximaciones enfatizan el carcter disruptivo de los marcos de regulacin social quecomportan los estados de efervescencia, la tercera enfatiza el refuerzo integrador que pro-duce; d) mientras las dos primeras aproximaciones slo describen el fenmeno de excita-cin colectiva, la tercera contempla, con pretensiones explicativas, el estrecho vnculo quese teje entre estos estados excepcionales del lazo social y el carcter instituyente de las re-presentaciones colectivas.

    A pesar de las continuidades semnticas que podemos vislumbrar a lo largo de las tresaproximaciones efectuadas, a partir de la tercera se presentan algunos interrogantes quees necesario desgranar. Qu entiende Durkheim por representaciones a la hora de anali-

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    15 La religin les abri el camino. Pero slo pudo desempear esa tarea, por su carcter de entidad social. Para imponer unaley a las impresiones de los sentidos, y sustituirlas por una nueva manera de representar lo real, era preciso elaborar un nue-vo tipo de pensamiento: el pensamiento colectivo. Slo ste poda ser eficaz, porque, para crear todo un mundo de ideales, atravs del cual el mundo de las realidades sensibles apareciera transfigurado, era necesaria una sobreexcitacin de las fuer-zas intelectuales que slo puede darse en y por la sociedad (Durkheim, 1990 [1912]: 339 / tr. 1993: 389).

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  • zar la efervescencia colectiva? Qu peculiaridad del fenmeno religioso interviene en elfuncionamiento de la efervescencia? Permite el anlisis conjunto de ambas dimensionesespecificar lo caracterstico del proceso para sistematizar su uso?

    3. LA EFERVESCENCIA COLECTIVA Y LA DINMICA DE LAS REPRESENTACIONES

    A lo largo de la produccin durkheimiana la nocin de representacin aparece recurrente-mente. Sin embargo, su utilizacin nunca produjo un enunciado especfico que identificaracon claridad cul es el significado que Durkheim le otorgaba. Probablemente, el uso habi-tual y extendido del concepto en el campo de la filosofa y de las llamadas sciences delhomme hiciera innecesario ese detalle.

    Parte de la dificultad de la nocin de representacin estriba en la doble funcionalidad quenuestro autor le otorga. Por un lado, la representacin aparece como una facultad con laque cuentan los seres humanos para vincularse con el mundo. Esta dimensin cognitivaest asociada a una disposicin que permite, ni ms ni menos, la posibilidad del conoci-miento mismo. En ese registro ha sido abordado como problema en el texto que Durkheimescribiera en conjuncin con su sobrino Marcel Mauss, Sobre algunas formas primitivasde clasificacin. En l, ambos autores se plantean el origen y la peculiaridad del funciona-miento de las representaciones colectivas, entendiendo que las distinciones clasificatoriasson las que permiten que los individuos puedan representarse el mundo en el que viven.Esa misma caracterstica es la que hace posible que los sujetos conformen distinto tipo derepresentaciones de acuerdo a la esfera de experiencia en que se mueven. Existen de estemodo representaciones referidas a la ciencia, a la moral, a la religin, a la familia y a la so-ciedad poltica (Pickering, 2000: 14). Cada una de ellas es la expresin de un modelo declasificacin en el que surge un mapa de diferentes representaciones que se vuelven la ex-presin objetiva del uso de esa facultad.

    Ahora bien, paralela a esta tipificacin de representaciones que podemos encontrar espar-cida en distintos textos, Durkheim carga las tintas sobre una fundamental: la distincin entrerepresentaciones individuales y colectivas. El ensayo homnimo de 1898 est dedicado jus-tamente a pensar esta distincin. Tomando como referencia el vnculo y autonoma entre labiologa y la psicologa, Durkheim desarrolla, por medio de la analoga, un argumento quesalva la especificidad de la sociologa frente a la psicologa (Brooks III, 1991: 234-235). Dis-cutiendo implcitamente con la postura de Gabriel Tarde, nuestro autor justifica que las re-presentaciones colectivas adquieren autonoma de las individuales a partir de la combina-cin que aqullas sufren en las interacciones particulares. El producto de la asociacin ocombinacin de las representaciones de los individuos genera otras, de tipo social, que,

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  • aunque vinculadas a las primeras, no son dependientes de ellas: se organizan con autono-ma de forma propia. Paradjicamente, en este texto Durkheim no menciona en ningn mo-mento la nocin de conciencia colectiva, cuya referencia era constante desde los trabajosde fines de 1880. Esta peculiaridad tambin supone un punto de inflexin en su produccin.Aunque este concepto no desaparece en las obras posteriores, su peso explicativo comien-za a disminuir en paralelo al crecimiento de la nocin de representaciones colectivas16.

    Junto con esta distincin de tipos de representacin (individuales-sociales), Durkheim pre-senta otra, no desarrollada sistemticamente, y que nos permite reconstruir el funciona-miento de las representaciones colectivas en relacin con los estados de efervescencia so-cial. Nuestro autor plantea que existe una distincin entre representaciones sensibles yotro tipo de representaciones que son de ndole conceptual. Aunque en algunas oportuni-dades las presenta como representaciones polares, en este texto establece una sucesinque identifica en estos trminos: Pues si las sensaciones, ese primer fondo de la concien-cia individual, no pueden explicarse sino por el estado del cerebro y de los rganosde otro modo, de dnde procederan?, una vez que ellas existen, se comportan entres segn leyes que ni la morfologa ni la fisiologa cerebral bastan para explicar. De ah vie-nen las imgenes, y stas, agrupndose a su vez, se transforman en los conceptos, y amedida que nuevos estados se agregan as a los antiguos, como son separados por msinstancias intermedias de esa base orgnica sobre la cual reposa no obstante toda la vidamental, los mismos son tambin menos inmediatamente dependientes de ella (Durkheim,1924: 44 / tr. 2000: 55, itlicas nuestras).

    Durkheim presenta en este enunciado un nivel triple de constitucin de las representacio-nes: las sensaciones, las imgenes y los conceptos. La combinacin sucesiva de cada unade ellas permite pensar los saltos continuos de unas a otras. Si la vida psquica es un con-tinuo curso de representaciones, que jams se puede decir dnde comienza una y dndetermina otra (Durkheim, 1924: 17 / tr. 2000: 37), parece imposible que se pueda lograr unuso e intercambio de esas representaciones si no existe a su vez una facultad que permitadistinguirlas. A continuacin, Durkheim plantea, apenas como un esbozo, que estas dis-

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    16 El paulatino decrecimiento del potencial explicativo de la nocin de conciencia colectiva (Nemedi, 2000: 88) corre paraleloal cambio que Durkheim introduce en 1898 a la hora de pensar la nocin de substrato del cual aqulla emergera con caracte-res propios. En los primeros textos, Durkheim entiende por substrato las condiciones particulares en que los individuos seencuentran colocados (Durkheim, 1991 [1893]: 46 / tr. 1993: 104), o las condiciones en que se encuentra el cuerpo social ensu conjunto (Durkheim, 1990 [1895]: 105 / tr. 1969: 86), o la masa de individuos que compone la sociedad, el modo comoestn distribuidos sobre el terreno y la naturaleza y la configuracin de las cosas de todo tipo que afecta a las relaciones co-lectivas (Durkheim, 1969 [1897-1898]: 181). En El suicidio el autor plantea que el substrato supone la combinacin de lasconciencias individuales (Durkheim, 1990 [1897]: 361 / tr. 1995: 351). A partir de 1898 la nocin se apoya ms directamente enel plano de las representaciones individuales (Durkheim, 1924: 43 / tr. 2000: 55), cuya combinacin, nuevamente, dara paso ala diferencia especfica que caracteriza a las colectivas. Con estas ltimas, Durkheim comenzara a explicar la especificidaddel funcionamiento de la conciencia colectiva, ms all de las condiciones que imperen en el nivel morfolgico de la sociedad.

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  • tinciones son obra nuestra; nosotros somos los que las introducimos en el continuum ps-quico, muy lejos de encontrarlos en ellas. Es la abstraccin la que permite analizar as loque no es dado en un estado de complejidad indivisa (dem, itlica original). Esas distin-ciones son reconocidas por Durkheim como el resultado de un proceso por el que logra-mos dar a los productos de la abstraccin una especie de fijeza y de individualidad siempremuy precarias, gracias al artificio de la palabra (dem).

    La primaca del registro conceptual de las representaciones es la que vuelve posible laoperatividad y funcionalidad social de las mismas. Sin la dimensin del concepto sera im-posible que exista una comunicacin entre los hombres, por el solo hecho de que no po-dra fijarse ningn tipo de condicin objetiva para el acuerdo. En el texto con Mauss, Dur-kheim termina enfatizando la dimensin conceptual de todo tipo de clasificacin lgica. Silas representaciones colectivas funcionan a partir de la clasificacin del mundo que repre-sentan, se vuelve difcil pensar que esa representacin pueda tener estatus social si no ad-quiere la forma de un concepto17.

    La dimensin conceptual de las representaciones colectivas es reforzada en el abordaje deLas formas elementales de la vida religiosa. Es all donde Durkheim plantea la posibilidadde la sociedad a partir de ciertos procesos comunicativos que la organizan. El conceptoes una representacin esencialmente impersonal, y gracias a l se comunican las inteli-gencias humanas (Durkheim, 1990 [1912]: 619 / tr. 1993: 677). Las conciencias individua-les estn de por s, cerradas a las otras; slo pueden comunicarse por medio de signosque traduzcan sus estados interiores (Durkheim, 1990 [1912]: 329 / tr. 1993: 378). La im-personalidad y estabilidad del sistema de conceptos que instaura el lenguaje es lo que jus-tifica, en opinin de Durkheim, la perdurabilidad y el origen social de las representacionesque nutren una sociedad18.

    Antes de continuar, puede ser til recalar brevemente en lo que implican estas referenciasdurkheimianas a las representaciones colectivas de base conceptual. Sin deshacerse delmodelo explicativo que presentara en Las reglas del mtodo, cuya sustentacin ms fuertese basa en la novedad especfica que introduce la nocin de asociacin/combinacin19,

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    17 Una clasificacin lgica es una clasificacin de conceptos. Ahora bien, el concepto es la nocin de un grupo de seres ne-tamente determinado, cuyos lmites pueden ser sealados con precisin. Al contrario, las emociones son cosa esencialmentefluida e inconsciente. Su contagiosa influencia irradia mucho ms all de su punto de origen, extendindose a todo cuanto lebordea, sin que sea posible establecer dnde se detiene su poder de propagacin (Durkheim y Mauss, 1969 [1903]: 460 /tr. 1996: 102, itlica nuestra).

    18 Confrontar asimismo Durkheim (1914: 316-317; 1913: 31, y 1955 [1913]: 200-205 / tr. s/f: 151-157).

    19 Para referirse a la especificidad de todo fenmeno social, Durkheim apoya en la combinacin de elementos el emergentede la novedad que identifica el objeto propio de la sociologa. [...] la sociedad no es una simple suma de individuos, sino que

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  • nuestro autor comienza a trasladar ese modelo al plano de las representaciones a partir de1898, y con ello introduce una peculiaridad que no se encontraba presente en sus formula-ciones anteriores. Nos referimos particularmente a la discontinuidad que introduce el regis-tro conceptual en el flujo continuo de las imgenes y las sensaciones. Estas ltimas repre-sentaciones se acumulan y sedimentan de forma en cierta medida catica. Solamente atravs del pensamiento colectivo se logra imponer una ley que organiza las representacio-nes sensibles (Durkheim, 1990 [1912]: 339 / tr. 1993: 389). Esa imposicin alcanza un ciertonivel de ordenacin que es el que sostiene los patrones clasificatorios que conforman las re-presentaciones conceptuales. De no darse esa estructuracin, la comunicacin se vuelveimposible y frente a ello slo contamos con las emociones cuya dinmica implica la propa-gacin por la imitacin y el contagio. La gradual prdida de la afectividad social fue la con-dicin para el desarrollo de un pensamiento reflexivo (Durkheim y Mauss, 1969 [1903]: 460 /tr. 1996: 103). Frente a la multiplicidad e indeterminacin de las posibles combinaciones quepueden producir las representaciones individuales, la identificacin del concepto introduceuna cierta reduccin de la complejidad. La posicin de Durkheim se ha desplazado en posde reconocer un cdigo, el cual opera en la base de todas las representaciones colectivas yque oficia como posibilidad misma de su constitucin (Nocera, 2005: 69). Aquello que l lla-mara leyes de la ideacin colectiva, y que reclamara como parte del programa terico fu-turo de la sociologa (Durkheim, 1990 [1895]: XVIII / tr. 1969: 16 - 1924: 45n / tr. 2000: 56,nota 16), encuentra en estos enunciados un indicio claro que confirma esa intencin20.

    En este contexto podemos plantear cul es el funcionamiento de las representaciones enlos estados de efervescencia. Tomemos como referencia inicial aquello que Durkheim en-tiende como caracterstico de los fenmenos religiosos: Los fenmenos religiosos se or-denan de forma natural en dos categoras fundamentales: las creencias y los ritos. Las pri-meras son estados de opinin y consisten en representaciones; los segundos sondeterminados modos de accin. Entre estas dos clases de hechos hay toda la diferenciaque separa el pensar del movimiento (Durkheim, 1990 [1912]: 50 / tr. 1993: 82).

    Esta dualidad del fenmeno religioso es la base sobre la cual trabajan los estados de efer-vescencia. Podemos afirmar con Durkheim que la efervescencia se caracteriza por un tipo

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    el sistema formado por su asociacin representa una realidad especfica, con caracteres propios. Sin duda, no puede produ-cirse nada colectivo si no estn dadas las conciencias particulares; pero esta condicin necesaria no es suficiente. Falta toda-va que estas conciencias estn asociadas, combinadas, y combinadas de cierta manera, es de esa combinacin de donderesulta la vida social y, por lo tanto, es esta combinacin la que la explica (Durkheim, 1990 [1895]: 103 / tr. 1969: 85). La mis-ma expresin utiliza en El suicidio. Cfr. Durkheim (1990 [1897]: 350 y 361 / tr. 1995: 340 y 351). Hemos analizado en detalleeste modelo en Nocera (2005).

    20 Con estas formulaciones, Durkheim advierte la necesidad de ir ms all de la mera identificacin de la conciencia colectivacomo emergente de un proceso de combinacin o asociacin de conciencias individuales, para pasar a analizar su peculiari-dad. Como veremos, el lenguaje y pensamiento conceptual juegan en ello un papel fundamental.

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  • de estado social donde priman registros no-conceptuales que guan tanto la accin comolas representaciones21.

    La dimensin del sentimiento y la falta de comportamiento previsibles introducen esta di-mensin no-regulada de la accin de los individuos, que alcanza grados mximos de inten-sidad. El estado de efervescencia de los fieles reunidos se trasluce al exterior a travs deunos movimientos exuberantes, que no se pueden poner fcilmente al servicio de unos fi-nes definidos muy restringidamente. Algunos escapan sin objetivo alguno, se desplieganpor el mero placer de desplegarse y se complacen en una especie de juego (Durkheim,1990 [1912]: 545 / tr. 1993: 600).

    La excepcionalidad del estado de efervescencia desencadena momentneamente una pri-maca de representaciones no-conceptuales que se asemeja mucho al registro de ndolesensorial (sensaciones e imgenes) que antes comentbamos. En estos trminos, es lgi-co pensar que la accin y el sentimiento primen sobre la dimensin intelectual. Si bienDurkheim reconoce que la efervescencia supone una mayor intensidad de intercambio tan-to intelectual como sentimental (Durkheim, 1924: 134 / tr. 2000: 114), tambin es cierto quela lgica de ese intercambio no est vehiculizada fundamentalmente por conceptos. Cuan-do el autor compara el funcionamiento de las fiestas y los ritos religiosos detalla: El hom-bre es arrastrado fuera de s, sustrado a sus ocupaciones y preocupaciones ordinarias.Tambin se observan en ambas las mismas manifestaciones: gritos, cnticos, msica, mo-vimientos violentos, bailes, bsqueda de excitantes que eleven el nivel vital, etc. A menudose ha sealado que las fiestas populares conducen a excesos y hacen perder de vista el l-mite que separa lo lcito de lo ilcito (Durkheim, 1990 [1912]: 547 / tr. 1993: 602).

    Cmo se explican desde el mapa de las representaciones estos comportamientos? Losregistros afectivo, pasional y activo que enfatiza Durkheim para describir los estados deexaltacin colectiva son los que nos permiten pensar la especificidad del fenmeno efer-vescente. La primaca de lenguajes no-verbales, de acciones sin un sentido claro, la nodisociacin entre la palabra y la cosa, constituyen, justamente, el carcter fundante y reno-vador de estos procesos. A partir de esta incierta combinacin de representaciones senso-riales e intelectuales-no-conceptuales, y por tanto no fcilmente comunicables, se crean,se imaginan realidades que hasta entonces no tenan existencia. Los seres imaginarios delos que Durkheim habla refirindose al rito religioso iluminan el carcter incodificable quetienen muchas de las acciones y gestos que alimentan esas prcticas22.

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    21 La efervescencia llega, a veces, a tal extremo, que conduce a acciones inauditas. [] Hasta tal punto se est fuera de lascondiciones ordinarias de la vida, y se es tan consciente de ello, que se experimenta una especie de necesidad de colocarsefuera y por encima de la moral cotidiana (Durkheim, 1990 [1912]: 309 / tr. 1993: 357).22 Nos exponemos a errores de apreciacin si, para explicar los ritos, nos creemos en el deber de asignar a cada gesto unobjeto preciso y una determinada razn de ser. Hay algunos que no sirven para nada; simplemente responden a la necesidad

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  • La efervescencia introduce as una suspensin de la primaca conceptual, y por tanto lgi-ca, en las interacciones cotidianas. No significa con ello que las representaciones se dilu-yan. Por el contrario, las formas no-conceptuales de su expresin alcanzan una centrali-dad tal que justifican, incluso, por qu Durkheim recalca tanto el carcter contagioso de lasprcticas y lgicas religiosas. Es probable que no utilizara el concepto de imitacin por lasreminiscencias a la polmica con Gabriel Tarde que sostuvo durante varios aos. Si la di-mensin afectiva y sensorial tiene primaca sobre la conceptual, el carcter mimtico delas interacciones explica la lgica de propagacin de los fenmenos religiosos. Los nivelesde comunicacin no estn orientados al acuerdo necesariamente, sino que se viabilizanpor medio de la imitacin o de la copia. La propagacin por contagio que plasma el prima-do de las pasiones y las representaciones sensibles pone en entredicho cualquier lmiteque implique un cdigo de restricciones a la conducta. Lo fundamental es que los indivi-duos estn reunidos, que se experimenten en comn los sentimientos y que esos senti-mientos encuentren expresin en actos comunes; pero los detalles de esos sentimientos yesos actos son relativamente secundarios y contingentes (Durkheim, 1990 [1912]: 553 /tr. 1993: 608). De all que no quede espacio para pensar la obediencia a la norma y parez-ca, continuamente, que durante la exaltacin reinante existe una inclinacin constante aviolentarla.

    La sntesis ms paradigmtica la ofrece el propio autor cuando afirma que lo ideal tiendeentonces a no formar ms que una sola cosa con lo real; por eso los hombres tienen lamisma impresin de que estn muy prximos los tiempos en que el ideal llegar a ser larealidad misma [] (Durkheim, 1924: 134 / tr. 2000: 114). Esta no-separacin entre la pa-labra y la cosa es lo que identifica la primaca de las representaciones, donde el conceptono est deslindado, todava, de las imgenes y sensaciones que se construyen a partir delmundo circundante, en el cual entra en contacto el hombre a travs del rito. No es casualque sea la efervescencia colectiva la responsable de la creacin de ciertos mitos y leyen-das fundantes que permiten organizar el mapa de representaciones de la colectividad.

    Si volvemos, desde all, a pensar el funcionamiento de las representaciones colectivas po-demos ver la importancia de estos procesos. Son esos mitos y leyendas los que conformanese primer fondo de representaciones desde las cuales se dan procesos de asociacin queforman nuevas representaciones. Esa dimensin autnoma que Durkheim presentara en1898 y que llam productos sociales de segundo grado (Durkheim, 1924: 45n / tr. 2000: 56,nota 16) se apoya en ese basamento de representaciones original que se crea y recrea enlos procesos de efervescencia colectiva.

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    de actuar, moverse y de gesticular que experimentan los fieles. Vemos a stos saltando, girando, bailando, gritando y cantan-do, sin que podamos dotar siempre de un sentido a semejante agitacin (Durkheim, 1990 [1912]: 545 / tr.1993: 600-601).

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  • La pauta de la dinmica de las representaciones quedaba presentada por nuestro autor enel segundo prefacio de Las reglas de mtodo sociolgico, que data de 1901. Los mitos,las leyendas populares, las concepciones religiosas de todo tipo, las creencias morales,etc., expresan otra realidad que la individual, pero podra suceder que la manera en que seatraen o rechazan, se agregan o disgregan, fuera independiente de su contenido y depen-diera nicamente de su cualidad general de representaciones. Aunque constituidas de ma-teria distinta, se comportaran en sus relaciones mutuas como las sensaciones, las imge-nes o las ideas del individuo (Durkheim, 1990 [1895]: XVIII / tr. 1969: 16)23.

    Si la vida social slo es posible por un vasto proceso de simbolizacin, tal como nuestroautor lo manifiesta (Durkheim, 1990 [1912]: 331 / tr. 1993: 380), la efervescencia funcionacomo esos momentos excepcionales donde los significantes quedan suspendidos en sufuncionamiento de forma momentnea y no existe acuerdo total sobre los cdigos que es-tructuran los procesos cognitivos. En estos estados de excitacin colectiva se truncan (de-sechan o se crean nuevos) patrones de clasificacin social. La discontinuidad que introdu-ce la abstraccin conceptual, y que permite que las representaciones alcancen un ciertogrado de codificacin, queda suspendida en pos de un flujo permanente de representacio-nes sensibles de fcil transmisin por contagio o imitacin. La imposibilidad de acordar so-bre los patrones clasificatorios es lo que justifica la suspensin correlativa de todo marconormativo y le otorga al estado ese carcter extravagante.

    4. LA EFERVESCENCIA Y LA VIE SRIEUSE24

    La nocin de vie srieuse ocupa un lugar lateral dentro del cuerpo de sus formulacionestericas, pero es sumamente pertinente a la hora de pensar el anlisis que efecta el autorsobre el comportamiento de las representaciones colectivas en los fenmenos de eferves-cencia. En La educacin moral el concepto aparece en varias oportunidades a lo largo delas lecciones, pero en la ltima de ellas dedicada a la enseanza de la cultura esttica yla historia Durkheim caracteriza el fenmeno contraponindolo al anlisis de la peculiari-dad de las manifestaciones artsticas. Veamos sus consideraciones sobre el hecho artsticopara entender la pertinencia de este ltimo acercamiento.

    La obra de arte es un espacio que se aleja de la realidad. [] los estados que traduce yque comunica no son ni sensaciones, ni concepciones, sino imgenes. La impresin artsti-ca procede de la manera en que el artista afecta, no nuestros sentidos, no nuestro entendi-

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    23 Ntese que el autor vuelve a caracterizar las representaciones en el triple registro que antes comentamos.

    24 Retomamos para este apartado algunas perspectivas planteadas por Pickering (2000: 114-116).

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  • miento, sino nuestra imaginacin (Durkheim, 1925: 309 / tr. 1997: 304). El arte para Dur-kheim introduce un hiato entre lo real y lo imaginado, donde lo que priman son las imge-nes cuyo grado de correlacin con la realidad (emprica o lgica) es nfimo. El arte es el te-rreno de la libertad, depende ante todo de nuestro humor, de nuestras disposicionesinteriores, y, sobre todo, dado que las imgenes no estn obligadas a expresar las rela-ciones verdaderas de las cosas, pueden combinarse de la manera ms caprichosa al gus-to de nuestros deseos conscientes o inconscientes (Durkheim, 1925: 310 / tr. 1997: 305).El arte es el mundo de la ficcin, de las libres combinaciones mentales (dem, itlicanuestra), muy cercano al espacio de lo ldico.

    El hincapi que hace el autor en esta caracterizacin estriba en la importancia que le asig-na a la transmisin de la moral que debe alimentar la prctica docente en las escuelas. Lacautela que demuestra en el anlisis del arte como objeto de aprendizaje se afinca en el te-mor de que se pueda extender su alcance debilitando la formacin moral del nio. [] siel arte desempea un papel en la educacin moral, este papel es negativo. El arte no sirvepara formar el carcter moral; no une la actividad a un ideal que sea moral por s mismo(Durkheim, 1925: 314 / tr. 1997: 308-309).

    La vie srieuse es la contraparte del arte. All donde se expande la moral, la vida pierde sudimensin esttica y pasa a tener por objeto lo real (Durkheim, 1925: 314 / tr. 1997: 309).Pues bien, en tanto lo real es cognoscible de acuerdo con un mtodo que se apoya en larazn, slo la ciencia nos permite conocer lo real. El arte nos permite slo una cierta rela-jacin, un cierto desinters, un cierto desapego frente a lo cotidiano, mientras que la vidaseria est sostenida por la obligacin del trabajo contra las malas seducciones (Dur-kheim, 1925: 314 / tr. 1997: 308).

    Ahora bien, si el arte se refiere a lo imaginario y la vie srieuse hace estricta referencia a larealidad: en qu consiste dicha realidad? La nocin de realidad (social) a la que Durkheimaludiera de forma frecuente se despliega en dos registros fundamentales: el de la morfolo-ga social y el de las representaciones colectivas25. Dado que esas representaciones (talcomo viramos) adquieren cierta autonoma relativa del substrato, la sociologa necesitaplantearse como meta la comprensin del funcionamiento de las leyes de la ideacin co-lectiva. En pocas palabras, si las representaciones colectivas se combinan de forma rela-

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    25 Aunque en las primeras obras se poda notar una cierta preeminencia analtica del substrato (vanse los matices que sufreel concepto, nota 16), a partir de los trabajos de la dcada de los noventa las representaciones ocupan un lugar central comorealidad especfica. Obsrvese, a ttulo de ejemplo, la contundencia de estas afirmaciones: Hay as una parte de la naturale-za en la que se aplica casi al pie de la letra la frmula del idealismo: el reino de lo social. La idea constituye all la realidad mu-cho ms que en cualquier otro terreno (Durkheim, 1990 [1912]: 326 / tr. 1993: 375). En definitiva, es el pensamiento quiencrea lo real, y el papel eminente de las representaciones colectivas, es hacer esta realidad superior que es la sociedad mis-ma (Durkheim, 1955 [1913]: 174 / tr. s/f: 134, itlica original).

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  • tivamente autnoma y esa combinacin no guarda cierta estabilidad, ni cierta adecuacincon un estado de cosas (aquello que justamente el arte favorece y que Durkheim ataca),no slo lo social sera incognoscible para el hombre, sino que su propia vida sera inmane-jable. La vie srieuse se refiere a ese nivel de fijeza que permite la existencia de la socie-dad y que, de una u otra forma, supone certidumbre.

    La idea de certitude fue objeto de preocupacin por parte de Durkheim, en un abordaje sin-gular que realiz en el curso sobre Pragmatismo y sociologa (1913) y que apareci publi-cado como su Apndice26. En el contexto de una discusin con la tradicin filosfica norte-americana (Williams James, fundamentalmente) y sus parentescos tericos galos de cortevitalista (Bergson), Durkheim pretenda enfrentar el desborde irracionalista que esas posi-ciones podan alentar, a caballo de una visin que justificaba una heterogeneidad constitu-tiva entre el pensamiento y la realidad (Durkheim, 1955 [1913]: 188-197 / tr. s/f: 146-150).Para ello, volvi a recuperar all la nocin de representacin en la triple referencia que yaanalizamos: sensacin, imagen y concepto. A nuestros fines es importante resear cmoDurkheim enfatiza que mientras las dos primeras no permiten establecer ninguna certi-dumbre (debido a su carcter puramente individual, fugaz, fluido y no limitado), los concep-tos, por el contrario, la garantizan27. Los conceptos son la base de la comunicacin social y,en consecuencia, de los acuerdos que garantizan la persistencia y la certidumbre. Mientraslas imgenes y las sensaciones recalan en un plano individual, los conceptos lo hacen enel plano impersonal. La certitude que requiere toda realidad social slo puede darse a par-tir de la permanencia de un sistema de clasificacin (pensamiento lgico) y un patrn nor-mativo que paute moralmente el comportamiento colectivo, aspectos definitorios de la viesrieuse.

    Por todo ello, la reflexin durkheimiana en torno al arte es importante por el grado de con-tacto que guarda con los fenmenos de la efervescencia social. El arte es el terreno en elcual se suspende la lgica y cobran preponderancia las imgenes. Las representacionesse asocian de forma libre y, por tanto, ya no hay espacio para las normas28. No es casual

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    26 Apareci publicado como un breve captulo (La certitude) en el Apndice del curso (de acuerdo a la notas de un asisten-te: Marcel Tardy) junto a otro titulado Les concepts (Durkheim, 1955 [1913]: 200-205 / tr. s/f: 151-157).

    27 En cuanto a las imgenes, se mezclan constantemente con la sensacin. Si slo se consideran las imgenes libres, en elmundo propio de la imaginacin se ve de inmediato que no hay sitio en este campo para la certidumbre. El mundo del arte noes sentido como completamente real. [] Quedan los conceptos. Slo en el mundo de los conceptos hay certidumbre. Haycertidumbre cuando estamos seguros de que el concepto se aplica a la realidad (Durkheim, 1955 [1913]: 200 / tr. s/f: 152, it-lica original). Ntese que la misma distincin la presentaba en Las formas elementales de la vida religiosa, aunque sin referir-la al vnculo con la certidumbre (Durkheim, 1990 [1912]: 618-619 / tr. 1993: 676-677).

    28 Las mismas consideraciones peyorativas hacia el arte aparecen en otros textos: Todo el arte es cosa de lujo; la actividadesttica no se subordina a ningn fin til; se despliega por el solo placer de desplegarse (Durkheim, 1924: 125 / tr. 2000:108). [] Si esta educacin es una educacin de lujo, se debe a que slo cultiva cualidades literarias, es decir, estticas.

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  • que Durkheim lo censure como prctica de enseanza en la escuela, aunque pueda resca-tarlo (en tanto juego) como un momentneo espacio de distensin. Al igual que en los mo-mentos de efervescencia, aqu la regulacin social se distiende en pos de un nivel mayorde libertad. Es singular que Durkheim apoye la comprensin de este proceso en la posibili-dad de ejercitar la libre combinacin de representaciones. El arte orada todo tipo de cdi-gos y patrones clasificatorios; de ah que Durkheim tema que otorgarle cierta centralidaden la vida escolar pueda minar los fundamentos normativos centrales que deben moldearla personalidad del nio29. La vida seria es la dimensin opuesta al arte y a la efervescen-cia porque sobre ella se aceitan cotidianamente los patrones normativos que organizan lasociedad y que sostienen los niveles de certidumbre de la realidad. Las expresiones artsti-cas slo pueden contar como formas momentneas de compensacin del esfuerzo quedemanda la vida moral, a pesar de la creatividad que encierran.

    5. A MANERA DE CONCLUSIN

    Los anlisis aqu vertidos nos permiten decir que la efervescencia tiene un estatus concep-tual central dentro de las formulaciones durkheimianas. El monitoreo efectuado sobre suscampos semnticos nos habilita algunas conclusiones. En primer lugar, podemos decir quela efervescencia tiene un efecto negativo (si se prolonga en demasa) sobre los niveles deregulacin social. En segundo lugar, por el contrario, produce un efecto positivo en los nive-les de integracin social debido a la intensidad y comunin que produce en las prcticascolectivas. En tercer lugar, es fundamental para pensar los procesos de cambio social apartir de la constitucin de las representaciones colectivas. En los estados de efervescen-cia se (re)elaboran un conjunto de representaciones fundamentales para el funcionamientode la sociedad. Por su cariz de tipo religioso, la efervescencia desarrolla, inventa o renuevaprocesos de simbolizacin a travs de los cuales la sociedad mantiene su existencia.

    Las circunstancias efervescentes evidencian una primaca de las representaciones senso-riales y pictricas sobre las conceptuales, circunstancia que debilita los patrones de clasifi-cacin (de base lgica y verbal) que estabilizan las combinaciones de las representacio-

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    Ahora bien, una cultura exclusivamente o esencialmente esttica contiene en s misma un germen de inmoralidad o, al menos,de menor moralidad. En efecto, el arte, por definicin, se mueve en el mbito de lo irreal, de lo imaginario. [] En una palabra,slo podemos experimentar plenamente la impresin esttica, cuando perdemos de vista la realidad (Durkheim, 1938 (II):44-45 / tr. 1987: 263).

    29 Por eso, una cultura esttica intemperante, al desviarnos del mundo real, reducira el dinamismo de la actividad moral. Nose ensea a cumplir con el deber enseando a combinar ideas, o a disponer de forma armoniosa frases, sonidos o colores.Y el arte puede hacer tanto mal, bajo esta perspectiva, cuanto ms hbil sea para ocultarse a s mismo sus insuficiencias(Durkheim, 1938 (II): 45 / tr. 1987: 263-264).

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  • nes, permitiendo la comunicacin y, con ello, el acuerdo. Por esta razn, la merma de lacentralidad del mapa normativo que impera cotidianamente justifica la excepcionalidad y elpotencial disruptivo de esos procesos.

    Sin embargo, estas mismas caractersticas son las responsables de que disminuyan los ni-veles de regulacin social, y las que permiten un incremento en los niveles de integracin.Debido a la suspensin momentnea que sufren las formas de clasificacin, las jerarquasy diferencias sociales tienden a disolverse en el colectivo, condicin que facilita una mayorintensidad, afectividad y densidad de estos fenmenos, mucho ms caracterizados por sumediacin prctica que intelectiva30. Esa condicin de igualdad originaria que recrean losmomentos de efervescencia colectiva es la clave que permite entender por qu fortalecelos niveles de integracin social. Por ello, lo social puede percibirse ms como una accincolectiva o comn (Durkheim, 1990 [1912]: 598 / tr. 1993: 655) que como una imposicin. Elprotagonismo de las acciones y las emociones justifica por qu prima el carcter mimticoy contagioso del vnculo interpersonal, cuya homogeneidad se vuelve evidente a partir delcontacto fsico en la inmediatez de las prcticas.

    Desde el momento en que los procesos de efervescencia colectiva cuestionan la estabili-dad e impersonalidad de las normas sociales que sostienen la vie srieuse basada en pa-trones de clasificacin, es que en ellos se pueden gestar nuevas representaciones e idea-les que justifican por qu Durkheim advierte una dimensin creativa en este proceso(Durkheim, 1990 [1912]: 611 / tr. 1993: 668). Asimismo, de stos no slo pueden emergernuevas formas de ordenar y clasificar el mundo; tambin recrean los momentos originariosde comunin e indistincin social que la vida seria tiende a debilitar en los procesos de di-ferenciacin creciente.

    De una u otra forma, la temtica de la efervescencia vuelve a traer al centro de la escena elfuncionamiento de la conciencia colectiva y, con ello, una problemtica que desvelabaDurkheim desde 1893 en La divisin del trabajo social. Si bien, como viramos, a lo largode su obra ese concepto perdi cierta especificidad explicativa (aunque mantiene su apari-cin) a partir de la gradual comprensin de determinados mecanismos de funcionamientode las representaciones colectivas (clasificacin - comunicacin), no por ello qued relega-do un interrogante asociado a su funcionamiento: cmo puede mantenerse la integracinde la sociedad cuando su marcha tiende a mostrar, irreversiblemente, procesos de diferen-

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    30 Para Durkheim, las sensaciones son representaciones que mueven directamente al acto, mientras que los conceptos cifranuna distancia con la accin. La sensacin es viviente, ardiente; el concepto es abstracto, fro; no tiene en s mismo las cuali-dades necesarias para arrastrar al acto. La sensacin da inmediatamente la impresin de la realidad y posee su fuerza de ac-cin propia; el concepto es, al contrario, una expresin indirecta de la realidad y no tiene en s mismo su fuerza de accin(Durkheim, 1955 [1913]: 200 / tr. s/f: 152).

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    ciacin creciente? La efervescencia parece recrear, aunque de forma momentnea, situa-ciones muy similares a aquellas que Durkheim describiera, al principio de su obra, comogobernadas por un tipo de solidaridad mecnica. En pocas palabras, la efervescencia co-lectiva estimula formas de interaccin social apoyadas en las semejanzas, las cuales re-crean la especificidad de los vnculos comunitarios (vecindad - afectividad - afinidad). Aun-que necesariamente espordicos, esos procesos compensan la tendencia disgregadoraque la diferenciacin social promueve (individualismo - mercado) y que ni la divisin del tra-bajo ni los marcos regulatorios logran sofrenar exitosamente.

    La actualidad de estos aportes durkheimianos es manifiesta. No slo como un abordajeque permite interpelar procesos histricos como las revoluciones modernas31, sino aque-llos espacios de nuestra vida cotidiana que, frente a la actual prdida de protagonismo delos procesos polticos asociados al espacio pblico, han asumido una centralidad como lu-gares donde la efervescencia se despliega de forma muy cercana a las descripciones he-chas por Durkheim. Nos referimos a la dimensin espectacular que caracteriza ciertosacontecimientos de masas como los eventos deportivos, los conciertos de msica populary las prcticas de ciertas minoras religiosas. Todos ellos, aunque sea de forma calculada,programada y controlada, recrean espacios donde prima una cierta semejanza (movidapor la finalidad del encuentro: ldica, confesional o artstica) que no slo integra de mane-ra envidiable a sus asistentes, sino que distiende el peso y las exigencias del resto de lavida cotidiana, cuya regulacin y especificidad requieren una seriedad y dedicacin cons-tantes.

    Finalmente, resta afirmar que, si bien el anlisis aqu planteado revaloriza el espesor delconcepto de efervescencia dentro de la sociologa durkheimiana, reconocemos, no obstan-te, la ausencia de consideraciones que el autor francs evidencia en torno al anlisis desus causas originarias. Pareciera que el postular su carcter fundacional o de mero aconte-cimiento le bastara para integrarlo como una realidad complementaria a los procesos deestabilidad social, desde el momento en que ofrece un cierto repliegue integrador frente ala creciente diferenciacin y disgregacin que esa misma estabilidad propicia. De pensarseen estos trminos, la efervescencia no slo cuestiona los supuestos de aquellos que hoypostulan la muerte de lo social, sino que brinda, por el contrario, valiosas sugerencias parapensar sus mecanismos de incesante recreacin. Todava, todas ellas nos interpelan.

    31 No olvidemos que para pensar estas temticas el propio Durkheim recuper los aportes del historiador Albert Mathiez, cu-yos anlisis de la dimensin religiosa y festiva de la Revolucin Francesa cuentan hoy entre los acervos fundamentales de lahistoriografa gala. Los textos por l referidos son Les origines des cultes rvolutionnaires (1789-1792) y La Thophilanthropieet le culte dcadaire (Durkheim, 1990 [1912]: 306 / tr. 1993: 353-354).

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