Los Incas Pease - Cap 3

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CAPITULO 3.LA ECONOMIA DE LOS INCAS..Mucho se ha hablado de la organizacin econmica del Tawantinsuyu de los incas. Al margen de discutir abiertamente la justicia o injusticia del dominio poltico del Cuzco sobre los Andes, ya los cronistas del siglo XVI presentaban como notables los logros obtenidos por los incas en trminos econmicos, los cuales se traducan en una justa distribucin de la riqueza, en la abundancia de su produccin agraria y ganadera, en una considerable organizacin que hizo posible la construccin de un enorme sistema de almacenamiento distribudo a lo largo del amplio territorio dominado por el Tawantinsuyu, gracias a una gigantesca red caminera que ha llamado con justicia la atencin de quienes se ocuparon de los Andes. Los cronistas destacaron ciertamente la eficacia de esta administracin, insistiendo muchas veces en que la misma haba desterrado la pobreza, evitado la hambruna, y dado a cada ser humano una correcta remuneracin por su trabajo. Autores de los siglos XIX y 20 mantuvieron estos asertos idealistas y llegaron a considerar a los incas del Cuzco como uno de los ms logrados ejemplos del comunismo primitivo o del socialismo, identificados ambos como ideales de justicia distributiva.En los Andes funcion una economa sin moneda y sinmercado ni comercio; tampoco hubo un tributo, considerado ste en la forma tradicionalmente conocida. Hubo, en cambio, un rgimen de mltiples reciprocidades entre la poblacin, generndose as un intercambio cuya base se hallaba ms claramente establecida en las prestaciones de energa humana, y reganse fundamentalmente por las pautas que el parentesco estableca. De otro lado, el poder -tanto local como central- reciba asimismo mano de obra que le permita organizar la produccin destinada a alimentar una redistribucin de amplio alcance. No es posible estudiar la economa andina al margen de las pautas del parentesco, pues stas hacen posible la reciprocidad. Los miembros de una familia extensa -ayllu - estaban relacionados por mltiples obligaciones ritualmente establecidas. Las reciprocidades as generadas abarcaban prcticamente todos los aspectos de la vida diaria, y ello ha hecho comn que cuando se explicara la vida econmica de la poblacin andina, se planteara en trminos comunales, entendindose la comunidad basada en la propiedad colectiva de los bienes, bsicamente la tierra y los rebaos de camlidos. Lo que hallamos en realidad en los Andes es una comunidad en el trabajo y no la existencia de una propiedad comn. Es comprensible que los cronistas del siglo XVI e incluso los historiadores modernos pensaran en estos trminos, puesto que no podan desprenderse de la imagen eurocntrica de la propiedad que tan larga tradicin tiene en la historia europea. Pero si se puede hacer una abstraccin d~ la nocin de propiedad, el problema toma caractersticas diferentes; entendemos, entonces, que el uso de los bienes est vinculado a la estructura social y al parentesco, en un primer nivel, y a la estructura de relacin entre las unidades tnicas en un segundo plano.La informacin de las crnicas permite apreciar que las nociones de riqueza y pobreza deben ser entendidas en los Andes en forma estructural y no individual, pues no dependan de las posibilidades de acumulacin, sino fundamentalmente del acceso a la mano de obra producida por un sis_ tema de relaciones. Pobre es waqcha en quechua, pero waqCha significa primordialmente hurfano, es decir aquel que no tiene parientes. Los textos de Huarochir, recopilados a fines del siglo XVI o inicios del XVII por iniciativa del clrigo Francisco de Avila, constituyen posiblemente el ms importante conjunto de mitos andinos, procedentes los mismos de la sierra central del actual Per. Cuando en ellos se habla de Huatyacuri y se quiere .explicar que es pobre, se presenta el hecho afirmandp que era tan pobre que slo poda comer papas asadas. Es que una de las caractersticas bsicas de la organizacin de la poblacin, en lo que a la economa se refiere, es el estrecho vnculo existente entre las relaciones de parentesco, la reciprocidad y la riqueza. Las crnicas clsicas incidieron tambin en esta explicacin; por ejemplo, el Inca Garcilaso de la Vega transcriba en sus Comentarios reales de los Incas unas frases de los manuscritos del jesuita mestizo Blas Valera: ".. .llambase rico el que tena hijos y familia que le ayudaban a trabajar para acabar ms ana el trabajo tributario que le caba; y el que no la tena (la familia, los parientes), aunque fuese rico de otras cosas, era pobre ... ". Desde los cronistas se hizo mucho hincapi en la ayuda que mutuamente se prestaba la poblacin andina, y ha debido pasar mucho tiempo para que esta "ayuda" que motivara las explicaciones "colectivistas" de la economa andina, fuera ms correctamente explicada. Hoy es ms conocido que la ausencia de la pobreza en los Andes prehispnicos, tan mencionada en las crnicas espaolas, se deba al vigorde los intercambios recprocos, que no consistan bsicamente en bienes, sino en el aprovechamiento de la energa humana del grupo de parentesco. La gente poda as recurrir prioritariamente a la energa de sus parientes par lograr el ms completo autoabastecimiento posible. La reciprocidad se ejerca; entonces, a travs de la mutua prestacin de energa humana para la produccin comunitaria; a esto llamaron los cronistas ayni, considerndolo como una suerte de ayuda mutua y no como la obligacin que era, originada en los lazos del parentesco. Debido a que estos garantizaban la reciprocidad, se entiende que su fortalecimiento contribua a la satis~accin de las necesidades bsicas y que su ausencia determinaba la pobreza, equivalente, a fin de cuentas, a la orfandad y el aislamiento.La solidaridad sustentada en el parentesco era entonces lo que evitaba la pobreza en los Andes, y ello llev a las conocidas alabanzas de los cronistas. Explicaron estos la situacin en una forma que tuvo xito: la omnipotencia del poder estatal incaico haba sido tal, y paralela a su omnisapiencia, que haba permitido subsanar todos los requerimientos de la poblacin; una rgida disciplina laboral organizada por la autoridad escalonada desde el propio Inka hasta los ms humildes funcionarios de una enorme maquinaria administrativa haba hecho posible regimentar la produccin a gran escala en los amplios dominios del Tawantinsuyu, y establecer a la vez los mecanismos convenientes para la distribucin de la misma a la poblacin. El Tawantinsuyu de los meas se ofreca as en las crnicas como un estado totalitario pero benefactor -formas como se presentan todos los totalitarismos en sus formulaciones utpicas-, en una idealizacin retrospectiva que iluminaba toda su historia, pero que opacaba la actividad creadora de la poblacin andina, que Siglos antes que el Tawantinsuyu se fonnara haba sistematizado las pautas recprocas y redistributivas que hicieron posible a la larga la exitosa formacin del denominado imperio de los incas. Recientes investigaciones han hecho ver que la reciprocidad andina tena orgenes remotos y difcilmente precisables. Aparece, ciertamente, en las crnicas y en los escritos administrativos del siglo XVI que se refirieron al pasado inmediatamente anterior a la invasin espaola; es posible detectar su funcionamiento desde los tiempos directamente posteriores a la misma, as como su permanencia hasta el presente con inevitables modificaciones. La organizacin familiar andina se ha ido precisando mejor en los ltimos aos y puede apreciarse la estrecha relacin que exista entre la organizacin del parentesco centrada en el ayllu y el ordenamiento ritual que presida y justificaba las mutuas prestaciones fundamentadas en las propias relaciones de parentesco. En trminos generales puede afirmarse que las relaciones de reciprocidad suponen, a nivel del ayllu, ciertas obligaciones estables y otras que se generan en forma especfica. Las primeras derivan directamente de las vinculaciones familiares, mientras que las seguundas parecen funcionar en mbitos mayores, sea en las relaciones establecidas entre diversos ayllus, sea en aquellas de ms amplio alcance, que podan vincular a diversos grupos tnicos, conformado cada uno de ellos por diversos ayllus. Pe esta manera se comprende mejor cmo el ayllu era la base sobre la que reposaba la organizacin andina en sus diversos niveles. Las ms estables relaciones de reciprocidad dentro del ayllu parecen haber funcionado bsicamente a partir de enn tregas de energa humana, pero tambin hay muchos testimonios que mencionan entregas de bienes; sin embargo, estas ltimas parecen ms vinculables a formas conocidas de intercambios ritUales de presentes, que pueden coincidir ms con las tradicionales obligaciones de la hospitalidad, por ejemplo. Es posible que en las entregas de este tlimo tipo predominaran los bienes "crudos", aquellos que no requeran de inversin especfica de energa humana para su elaboracin; en cambio, para las reciprocidades regidas nicamente por las relaciones de parentesco, las evidencias etnogrficas contemporneas permiten apreciar la entrega de presentes, pero en mucha mayor medida los intercambios recprocos de energa humana destinada al abastecimiento comn. Los curacas eran los seores tnicos andinos; las crnicas los llamaron generalmente "caciques", empleando un trmino antillano transplantado primeramente a Mxico y despus a los Andes. Eran los encargados de administrar la vida colectiva, y entre sus funciones ms importantes se contaba la regulacin de los intercambios de energa humana. Debido a que la informacin de las crnicas del siglo 16 estaba inevitablemente marcada por patrones seoriales europeos, los curacas andinos fueron presentados como seores de vasallos; pero a la vez, y como una proyeccin del fortalecimiento del estado centralista en la Espaa de la poca, los curacas figuraron en las crnicas del siglo XVI como funcionarios nombrados por el inka, de quien habran recibido cargo y poder delegados. En cambio, las recientes investigaciones sobre el curaca andino refuerzan claramente su larga preexistencia frente a los incas, y tambin precisan mejor la condicin ritual de su cargo; a la vez, confirman su esencial situacin de mediador en las relaciones con los diversos niveles del poder, y fundamentalmente en las relaciones internas del grupo, entre ellas bsicamente las de reciprocidag. Pero el curaca era tambin el administrador del excedente producido por el manejo de energa humana comn, que haca posible la redistribucin de dicho excedente, sea para complementar las necesidades del grupo, sea para organizar las convenientes reservas para las pocas de sequa u otras calamidades, incluyendo las guerras.La reciprocidad puede ser concebida simtrica o asimtricamente. Se entiende fcilmente la primera cuando los miembros de un grupo de parentesco emplean su comn energa para los cultivos o la construccin o techado de las casas; ejemplos modernos hacen ver de qu manera la ltima actividad congrega los parientes para la obra, los cuales pueden reclamar en su oportunidad el mismo servicio. Las crnicas han sancionado como ayni toda forma de mtua prestacin como la mencionada y, naturalmente, las colaboraciones precisas para las tareas agrcolas o el cuidado de los rebaos; explicaron, en cambio, la minka como aquella actividad donde las prestaciones comunes hacan posible obtener una obra de beneficio comunal, v.gr. un depsito, un camino o un puente. Sin embargo, las variaciones nominales desde el siglo XVI hasta el presente dejan abiertas varias posibilidades, sobre todo para distinguir la ltima de la mitta, que era el concurso de energa por turnos, destinada fundamentalmente a la produccin de bienes redistribuibles entre los miembros del grupo. Ciertamente, haba tambin redistribucin a diversos niveles del poder, que agrupaban a mayores conjuntos de trabajadores cuanto ms alto era el nivel, hasta llegar a la propia organizacin del Cuzco en los tiempos de los incas. Aunque tradicionalmente se ha entendido el ayni,la minka y la mitta como formas de organizacin laboral, deben ser comprendidas siempre dentro de los contextos de la reciprocidad y la redistribucin.La reciprocidad pbede ser tambin concebida como asimtrica, aunque esta consideracin depende ms del observador de fuera, sea un espaol del XVI o un investigador actual, dado que ambos se situanfuera del universo propio de la misma reciprocidad, donde el valor de lo redistribuido es distinto al que puede otorgarle el extrao. La asimetra est dada por el hecho de que el bien que se "devuelve" -en la reciprocidad- o se recibe -en la redistribucinparece no ser equivalente, sea porque consiste en un bien inmaterial (tareas de dministracin de los trabajos, direccin de las actividades rituales, etc.), sea porque los bienes reciprocados o redistribuidos tienen un alto valor ritual (ropa, incluso la regalada por el Inka, mullu -conchas de Spondylus usadas para ofrendas- u otros objetos rituales). De otro lado, los ejemplos modernos de la minka acentan muchas veces su condicin asimtrica. El problema puede estar en que quien recibe adquiere una condicin preeminente (por el mero hecho de recibir?). Al administrar el trabajo comn, el curaca es colocado, entonces, en una situacin .preeminente, reconocindose su condicin de tal. Sin embargo, podra argumentarse que ello es solo una situacin simblica, puesto que el curaca redistribuye los bienes y no los acumula en provecho propio. La acumulacin pura y simple de bienes no tiene sentido si no hay un mercado. Es cierto que esta situacin de asimetra es ms visible en la redistribucin que el poder realizaba, aunque no debe desvincularse de las caractersticas globales de la reciprocidad. La redistribucin se entiende mejor si se observa ejemplos de las tareas de los curacas. Los ya mencionados curacas Lupaqa administraban la energa humana de la poblacin mediante mitta (turnos), realizadas en regiones distantes. En stas se producan aquellos bienes no producidos en las riberas del lago Titicaca, habitamiento del grueso de la poblacin del grupo tnico. Diversas mitas permitan cultivar en Moquegua o en Larecaja (al Oeste y al Este del lago, respectivamente); ello supona una mita para sembrar, otra para cosechar y, quizs, una tercera para llevar los productos a los depsitos centrales del grupo tnico. Aunque la mitta y la minka fueron descritas distintivamente en las crnicas, no siempre es claro hasta dnde funcionaron igualmente o no dentro de una redistribucin; es posible que ambas fueran distinguidas por la finalidad inmediata: la minka a obras de "bien pblico", y la mitta a la consecucin de bienes acumulables en los depsitos para su posterior redistribucin. Ello explicara por qu los cronistas entendieron que el ayni, la minka y la mitta eran "formas" de trabajo colectivo. Al crecer el Tawantinsuyo se llev a mayores niveles la redistribucin, extendindola por el amplio territorio en el cual se expandi. El lnka estableci para ello relaciones de parentesco con los curacas, casndose con jvenes hijas o hermanas de estos, o casando a sus propias hermanas o parientes con los curacas; originaba as vnculos recprocos. Las crnicas y otros documentos coloniales nos hablan de las "alianzas" as generadas, entendidas ciertamente como si fueran convenios dinsticos, aunque lo ms visible de ellas es que permitan al Inka acceder a cierto tipo de mano de obra de la cual poda disponer con mayor seguridad y por encima de los plazos tradicionalmente fijados para la mitta pero este es un tema que requiere de mayores investigaciones. La existencia de la propiedad entre los incas ha sido severamente cuestionada desde los propios tiempos en que escriban los cronistas clsicos. Por una parte, se afirm simplemente la existencia de la misma, tal como se conoca en Europa, aunque se matiz esta afirmacin precisando que la propiedad quedaba restringida al poder civil o religioso, mientras que los bienes de la gente (especialmente la tierra y el ganado) eran comunes. Este tipo de afirmaciones, variadas a lo largo del tiempo en la historiografa sobre los incas, permiti la elaboracin de propuestas colectivistas para explicar la economa y la organizacin incaicas. Las crnicas hablaron as, genricamente, de las tierras del Inka, del sol y de la gente, estas ltimas administradas y distribuidas comunitariamente, aunque con la participacin del poder. Si bien hoy es factible discutir incluso esta divisin, clsicamente conocida, es preciso recordar que en los momentos iniciales de la invasin espaola tuvo una indudable justificacin en la necesidad de los conquistadores de sealar cules bienes podan ser adjudicados, sin objecin de derecho, directamente a la Corona espaola, an cuando su finalidad fuera concederlas como "mercedes" a distribuirse entre los propios conquistadores o a la Iglesia; para estos usos se destinaron en los primeros tiempos hispnicos las tierras del Inka y del sol, entendindose las ltimas como propiedades de una burocracia religiosa. Los autores y funcionarios espaoles que vivieron en el Per en el siglo XVI dejaron testimonio de la inexistencia de la propiedad entre la gente; por ejemplo, en 1566, Gregorio Gonzlez de Cuenca elabor unas "ordenanzas de indios" despus de un decenio de experimentada vida como funcionario espaol en los Andes. En ellas escribi que los curacas vendan como si fuesen suyas las tierras que eran comunes a la poblacin, precisando que no eran de ellos sino de la "comunidad". De esta manera, Cuenca seal que los curacas no posean tierras por razn de .su cargo, pero que administraban las tierras de la poblacin que gobernaban; esto puede asociarse con la facultad de los propios curacas, mencionada en las crnicas, de organizar las labores de la gente en las tierras que trabajaban . para su sustento. De otro lado, las mismas crnicas sealan que los incas reciban tierras de cada uno de ls grupos tnicos incorporados a su dominio; algunos autores recogieron especfica informacin local, como ocurri con Cristbal de Castro y Diego Ortega Morejn en el valle de Chincha, situado en la costa central del Per: dijeron en su clebre Descripcin del valle de Chincha que se daba tierras distintas a cada Inka, sealndoselas en forma particular. Cada Inka reciba as nuevas tierras, y el texto deja entrever que permanecan despus en las manos de la panaqa o grupo de parentesco del tal Inka. Puede concluirse que la autoridad andina administraba determinadas tierras, y generalmente las creaba, puesto que construa andenes o terrazas de cultivo y canales de riego para hacer productivas las tierras criazas. Segn los indicios, la produccin de estas tierras era destinada a la redistribucin, guardndose, en consecuencia, en las qollqa o depsitos administrados .por los diferentes niveles de autoridad, curaca o lnka.Los cronistas sealan, asimismo, que los incas disponan de las tierras de los valles de la vecindad del Cuzco, las cuales estaban asignadas al uso y mantenimiento de las panaqa o grupos de parentesco de los incas cuzqueos, cada uno de los cuales estaba encabezado por un lnka. Ello ocurri especficamente con el valle de Yucay, considerado tradicionalmente como el valle sagrado de los incas. Para el cultivo de estas tierras cercanas al Cuzco y mayoritariamente destinadas al sembro del maz, los incas dispusieron de un nmero importante de yanakuna, es decir, pobladores dedicados a producir para el poder, los cuales provenan de lejanas tierras; documentos coloniales informan que los pobladores de Yucay eran en buena parte originarios de la regin del Caar, en el actual Ecuador, aunque otros documentos de la misma poca indican que los Chupaychu, de la regin de Hunuco en la sierra central del Per daban "cuatrocientos indios para sembrar chcaras en el Cuzco para que comiese la gente y hacer su camarico", estos eran dados "a la continua", es decir, haba permanentemente en dicho lugar el mencionado nmero de pobladores. Puede afirmarse, en trminos generales, que la produccin de las "tierras del Inka" estaba destinada a abastecer los almacenes de la administracin cuzquea, cuya finalidad era alimentar a quienes entregaban su energa humana al poder, as como mantener a la administracin y servir como reservas. Todo lo anterior deja la impresin de que lo importante en trminos andinos no er tanto el control sobre la tierra, cuanto la capacidad de administrar la mano de obra que la haca productiva.De la misma forma, las crnicas sealan la existencia de tierras del sol, la ms importante divinidad "oficial" de los incas. De manera similar que las tierras del Inka, las del sol estaban destinadas al aprovisionamiento de los templos y del personal dedicado a su cuidado, eran asimismo sealadas por los grupos tnicos, y el excedente de su produccin, poda ser incluido -como en el caso de las tierras del Inka- en la redistribucin.Las medidas agrarias fueron tambin indicadas por los cronistas: afirmaron que un tupu permita el abastecimiento de un adulto, y sealaron que corresponda al varn; la mujer reciba la mitad de un tupu al constituirse la pareja. De otro lado, los propios cronistas definieron al tupu como una cantidad de productos, y se indica que su significado es medir o medida. Es, a la vez, una medida de volumen, puesto que hay tupu de chicha (la palabra en runasimi para el licor de maz es acua) y de agua; la denominacin se extiende: los hay tambin para definir una distancia entre dos puntos. Pero los cronistas supusieron que la poblacin se autoabasteca en un solo lugar: su residencia; por ello el tupu es generalmente definido como una parcela. Se aprecia, encambio, que la gente deba movilizarse a regiones a veces lejanas, en cumplimiento de mitas diversas, organizadas por su propio grupo tnico. Durante el Tawantinsuyu se extendio tanto el sistema de las mitas como la redistribucin.Es posible .que tambin pueda entenderse al tupu como la cantidad de tierra que una persona poda cultivar ( 1.5 tupu seria lo, asignado a una unidad domstica); sin embargo, la extension de los tupus deba variar segun la naturaleza y ubicacion del terreno y el producto que se cultivaba, pues sabemos que se distingua los tupus ubicados en andenes y fuera de ellos, en los valles y en las zonas altas, as como aquellos destinados al cultivo del maz, o al de la papa, por eJemplo. De hecho, tupu es un trmino mltiple.Las crnicas suelen afirmar tambin que haba repartos anuales de tierras comunales, aunque ello parece no ser exacto y podra tratarse en realidad de la asignacin de la gente para trabajar especficamente tierras de uso comn destinadas a la redistribucin; tambin puede explicarse estos repartos de mano de obra en la forma de una asignacin o reconocimiento de reciprocidades establecidas, pues por medio de su sealamiento el curaca confirmaba las obligaciones estatudas dentro del grupo.Se ha sealado la papacancha como una medida agraria propia .de tierra de papas y empleada en la regin del Cuzco n el siglo XVI; precisse que tena "20 varas de ancho por 20 de ~argo y slo era empleada en tierras fras buenas para el cul_tivo de este tubrculo" ... Mara Rostworowski, que ha estudiado sta y otras medidas andinas, afirma que las medidas preincaicas siguieron emplendose en muchas localidades an durante el predominio del Tawantinsuyu, pero que tanto el tupu como la papacancha fueron caractersticas de los incas, y estos distribuyeron el primero por todos sus dominios. Ello no debi significar, como se ha visto, la unifonnizacin del valor de la medida andina, como puede apreciarse en la documentacin colonial y la experiencia etnogrfica contempornea..Mano de obra..Se aprecia en la economa andina un patrn general basado en el uso y la administracin de la mano de obra, poco menos entendible como un tributo al poder que como parte de una articulacin rcdistributiva. El poder en los Andes, cuya mxima expresin son los incas del Cuzco, utiliz la mano de obra de la poblacin para producir aquellos bienes difciles de obtener en el mbito inmediato. Considerando que la produccin era posible y suficiente gracias al empleo de mbitos productivos muchas veces lejanos, el poder funcionaba tambin como administrador de la energia humana de la poblacin, que le era entregada a cambio de la distribucinde los productos as obtenidos. Un buen ejemplo es proporcionado por los ya mencionados Lupaqa, habitantes de las riberas del suroeste del lago Titicaca. All est claramente documentada la forma cmo los curacas administraban la mano de obra de la poblacin bajo la forma de mitta o grupos de trabajo por turno destinados a cultivar en los valles alejados de la costa o del Sureste del altiplano, en ambos casos a distancias de hasta 15-20 das de camino a pie. En aquellas alejadas zonas obtenan recursos no producidos en el altiplano, dadas las peculiares condiciones ecolgicas all existentes, a 4000 metros sobre el nivel del mar.Ello ocurra, por ejemplo, con el maz, cosechable en ambos extremos, la costa y las tierras bajas ubicadas al Este de los Andes. El producto era cosechado y guardado en las qollqa (depsitos) que los propios curacas administraban, repartindolo entonces a la poblacin que haba contribudo a su produccin. Igual cosa ocurra con otros recursos; en todos los casos la poblacin entregaba mittani (gente que haca una mitta por tumo) y mitmaqkuna (gente que permaneca largo tiempo en el lugar de produccin). Tal ejemplo puede multiplicarse, con variantes, como luego se ver. Con el advenimiento del Tawantinsuyu, este sistema fue llevado a mayores niveles, pues los incas orgranizaron la produccin de recursos obtenibles en zonas espcficas, adjudicando para ellas mittani provenientes de diferentes grupos tnicos; un buen ejemplo lo hallamos en un documento escrito hacia 1556, y relativo a un litigio de tierras de aquella poca. All se menciona como el Inka Huayna Cpac, a quien las crnicas ubican poco tiempo antes de la invasin espaola, reparti el valle de Cochabamba, dividindolo en suyu o sectores, entre numerosos grupos tnicos provenientes todos ellos del altiplano del Titicaca y de Charcas; diferentes mittani asistan as al valle en los momentos de siembra y cosecha, quedando en l grupos de mitmaqkuna encargados de cuidar los sembros. El Inka construy cerca de 2000 qollqa o depsitos para guardar el maz as producido en abundancia, puesto que dicho valle es particularmente apto para dicho cultivo. El mismo asunto se puede apreciar en una tradicin oral que recog en el valle del rio Colca, en Arequipa, en la sierra Sur del Per, donde la parte baja del valle, denominada Cabanaconde, fue aparentemente colonizada por el Inka Mayta Cpac, uno de los primeros gobernantes de la lista genealgica cuzquea conservada en las crnicas. Se indica en la versin oral contempornea que cuando dicho lnka lleg a la zona observ la bondad de la misma para el cultivo del maz; hizo venir un "ejrcito" del Cuzco, el cual sembr extensas reas con dicho producto, construyendo previamente canales de riego y andenes o terrazas de cultivo. El Inka dispuso que ninguna persona tocara los sembros mientras durase su ausencia. Siete aos despus regres con otro "ejrcito" de cultivadores y cosech el maz, que haba desarrollado en la regin en siete variedades de colores distintos. La tradicin atribuye as al Inka el origen del maz de Cabanaconde que hasta en los tiempos actuales rivaliza con los ms prestigiosos del sur peruano. Puede apreciarse en este caso, como en Cochabamba, que los "ejrcitos" que el Inka movilizaba eran, en realidad, mittani destinados a la produccin..Agricultura..Larga es la historia de la agricultura en los Andes y puede afirmarse que 1000 aos a.C. ya haba mltiples ejemplos de su desarrollo. Mucho tiempo antes de los incas, los pobladores andinos haban no solo domesticado muchas plantas, incluyendo a la papa en sus cientos de variedades, y el maz, sino que probablemente ya desde los tiempos de Tiawanaku haban organizado su cultivo en zonas ecolgicamente ms aptas, en busca de una complementaridad que alcanzara despus una eficiencia notable. Mantuvieron a la vez la recoleccin sistemtica de productos naturales y seleccionaron sus productos agrcolas, domesticndolos y aclimatndolos a diversas condiciones. Justamente por ello lograron ampliar notoriamente la variedad de productos que obtuvieron, haciendo rentables tanto las tierras semi-ridas de la costa, como los valles interandinos, las laderas de los cerros y las zonas altas de la puna. Al inicio de este libro se vieron las pautas generales referentes al medio ambiente andino; interesa ahora apreciar como obtuvieron los incas -y tambin sus antecesores- el suficiente control sobre su produccin, especialmente agraria, que permiti a la poblacin disponer de un excedente que hiciera posible la subsistencia holgada y la constitucin de reservas para sobrellevar las sequas y las crisis agrcolas. Por ello interesan las formas de uso del suelo, cuyo desarrollo fue importantsimo en la organizacin de la vida andina. Todava son incipientes los clculos realizados acerca de la poblacin andina previa a la invasin espaola y, en todo caso, se refieren fundamentalmente al tiempo de los incas, cien aos antes de la llegada de Francisco Pizarra y su hueste conquistadora. Pero en medio de los clculos ya realizados puede aceptarse que, cuando menos, la poblacin del Tawantinsuyu pudo alcanzar los 15000000 de habitantes. John V. Murra ha desarrollado la hiptesis denominada "el control vertical de un mximo de pisos ecolgicos en las sociedades andinas"; de ella se desprende que la poblacin andina desarroll desde mucho tiempo antes de los incas un sistema que permita lograr la complementaridad necesaria para obtener recursos que slo son alcanzables en mbitos ecolgicos determinados en los Andes, dada la peculiar configuracin del territorio. Uno de los supuestos de las ideas de Murra se halla en la propuesta de Carl Troll, muchos aos anterior, que explicaba que en los Andes cada 200 m de variacin hacia arriba de los 2500 m. sobre el nivel del mar, y cada grado hacia el sur del Ecuador, sigrrificaban variaciones ecolgicas importantes. Murra destac que los grupos tnicos andinos controlaron distintas ecologas dentro de una nocin de territorio que obligaba a la dispersin controlada de la poblacin. Por ello los grupos de la sierra sur debieron usar tierras tanto en los valles de la costa, como tambin en los ubicados en las zonas ms bajas ubicadas al Este del altiplano Per-boliviano. Se ha mencionado anteriormente algunas de las comprobaciones de esta hiptesis, sobre la cual no se ha agotado la discusin, y se aprecia que existen variantes segn la regin donde se ubican los distintos ejemplos de su funcionamiento. As, Murra destac inicialmente cinco casos, entre los cuales los ms importantes eran el de los Lupaqa, ya mencionado, y el de los Chupaychu de Hunuco, en la sierra central del Per. En el primero, las caractersticas bsicas estaban dadas por las grandes distancias que separaban el mbito nuclear -a orillas del Titicaca- de las "colonias" productoras de maz, aj, algodn y otros productos; en este primer caso, compartido con variantes por las dems etnas aymara-hablantes del altiplano, la distancia mxima entre el ncleo y las "colonias" poda ser de 15 a 20 das a pie, distribuida en jornadas adecuadas a la diaria marcha de los camlidos empleados para el transporte. Aqu se trata de sociedades densamente pobladas, que podan alcanzar 100000 habitantes. En el segundo caso -Chupaychu- las distancias eran considerablemente menores - 1 a 5 das- y las zonas "colonizadas" se hallaban tanto en la propia regin andina como hacia la selva al Este de los Andes; de otro lado, la poblacin era tambin menor, hablndose de grupos de 15 a 18000 habitantes. Tanto el primero como el segundo caso se refieren a etnas cuyo mbito nuclear se hallaba en la zona andina alta y desde donde se controlaba siempre zonas de puna, hacia los 4000 m. sobre el nivel del mar. Un tercer caso propuesto por Murra se refiere a etnas pequeas de la costa central, que disponan de mbitos o "colonias" productoras en la sierra, destinados sobre todo a la consecusin de coca, aj y otros productos no accesibles en la costa propiamente dicha. De este tipo de grupos se ha hallado, despus, otros en la costa sur (Atico y Caravel, por eJemplo), donde la poblacin alcanzaba a controlar zonas de puna para el pastoreo de camlidos, y realizaba aqems largos viajes hacia el Norte, a lo largo de la costa y posiblemente por mar, destinados a obtener mullu (Spondylus, usado para ofrendas), hallable nicamente en mares ms clidos, al Norte de la pennsula de Santa Elena, en el actual Ecuador. Un cuarto caso considerado por Muera es el de los "grandes reinos costeos", asimismo densamente poblados y donde el riego se hallaba altamente desarrollado (Chimor, por ejemplo). El problema aqu es que no siempre se dispone de la rica documentacin existente para los tres primeros casos, pero tanto la informacin arqueolgica como la etnolgica permiten apreciar los contactos con la sierra, aun en nuestros das. Finalmente, el quinto caso ofrecido por Murra se refiere a grupos pequeos con ncleo en las tierras bajas situadas al Este de los Andes (en las yungas bolivianas) y donde aparentemente no haba "control vertical" con colonias perifricas, pero s otras formas de complementaridad ecolgica, de ms reducidos alcances. La propuesta de Murra ha iniciado un amplio debate, abnndose la discusin sobre la variedad de las formas de control del suelo en general; as como sobre la complementaridad de los recursos obtenibles en los Andes; adems llam la atencin especficamente sobre la organizacin social que tal sistema hace necesaria, puesto que no se trata nicamente del control de ecologas distintas por un grupo tnico, sino que abarca la organizacin del mismo para redistribuir entre la gente que lo forma, aadindose que los trabajadores de las colonias, especialmente los mittani, conservaban sus derechos recprocos y redistributivos mientras duraba su asencia del mbito nuclear. Este sistema de control pluriecolgico permite el aprovechamiento mximo de las condiciones ecolgicas andinas. Al final del punto anterior, al referirme a la fuerza de trabajo, se vio como durante el Tawantinsuyu se haba llevado a una mayor escala y con participacin multitnica el rgimen de administracin de la mano de obra, existente desde antes de los incas. Es muy posible que este rgimen de uso del suelo, sustentado soore grandes concentraciones estacionales de mittani, haya funcionado en otros muchos lugares del rea andina -y no slo en los ejemplos mencionados de Cochabamba y del valle del Colca; tanto las crnicas como la documentacin colonial han informado abundantemente acerca de las numerosas colonias de mitmaqkuna -pobladores transplantados como colonos permanentesque el Tawantinsuyu mantena en funcionamiento en muy diversas zonas andinas. Las crnicas insistieron asimismo en 'que dichos mitmaqkuna tenan entre sus funciones la realizacin de labores agrcolas, y formaron parte fundamental de los mecanismos de poder poltico y econmico de los incas del Cuzco. Una temtica apasionante y vasta se desprende del estudio de la economa costea, donde los grandes conjuntos humanos de la costa norte (el Chimor, por ejemplo) desarrollaron una floreciente economa de riego anterior al Tawantinsuyu y que coexisti con ste; vencidos por los incas e incorporados al Tawantinsuyu, su organizacin parece haberse integrado a los principios generales manejados por los incas. Sin embargo, se ha mantenido durante aos una polmica sobre si la costa en general, as como la zona andina del actual Ecuador, funcionaban dentro de un rgimen de economa de mercado. El ejemplo ms saltante podra ser el del valle de Chincha en la costa central peruana y el caso conocido de los mindalaes ecuatorianos, catalogados ~omo mercaderes. En el primer caso, autores del siglo XVI y documentos administrativos de la poca mencionaban colonias de "mercaderes", que se dedicaban principalmente al trfico del mullu (Spondylus), empleado para fines rituales. Como ste slo era obtenible en la costa al Norte de la pennsula de Santa Elena, en el actual Ecuador (el Spondylus vive slo en aguas clidas, y slo se encuentra ms al Sur cuando las corrientes marinas - la del Nio, por ejemplo- bajan extraordinariamente), los hombres de Chincha deban viajar hasta dichas regiones para obtenerlo, y habran organizado, en consecuencia, un extenso mercado del mismo en la zona central de la costa. Sin embargo, poblaciones ubicadas inmdiatamente al sur de Chincha, en la propia costa, enviaban su gente hasta Santa Elena para obtener el mullu indispensable para sus ofrendas; ello pone en cuestin la situacin de Chincha como un gran mercado del mullu. En el caso de los mindalaes, se ha afirmado, basndose en las crnicas, que eran mercaderes, pero no se ha obtenido pruebas contrastables, siendo ms posible que fueran transportistas encargados de intercambios, los cuales no tenan que estar regidos, necesariamente, por reglas de mercado. Debe aadirse que el mercado ha sido asumido tanto por los espaoles del siglo XVI como por autores modernos, pero las evidencias del XVI estn teidas de imgenes estereotipadas europeas, de la misma forma como lo est la figura del Inka -entendida como la de un rey europeo- o la de la religin, organizada como una iglesia central y unitaria..Tecnologa agrcola..Muchas son las formas como los hombres andinos lograron mejorar las condiciones del suelo para la agricultura; la ms conoCida es la construccin de andenes o terrazas agrcolas artificiales para el sembro de diferentes productos, aunque muchas veces se los asocia con el cultivo del maz. Los andenes son ciertamente conocidos desde tiempos muy anteriores a los incas, pero los estudios realizados indican que durante los cien aos de la supremaca de estos hubo una enorme inversin en la construccin de los mismos. Sin abundar en prolijas explicaciones, baste decir que los mitos andinos presentan como una de las especiales atribuciones del Inka hacer que las piedras se muevan solas y se ordenen en pirqa -paredes-, es decir, en forma de distintas construcciones que incluyen, por cierto, a los andenes. De otro lado, cuando poco tiempo despus de la invasin espaola se hicieron inspecciones o visitas a las poblaciones andinas, los espaoles preguntaron sistemticamente por aquello que se daba como "tributo" al Inka; en algunos lugares se obtuvo informaciones particularmente precisas, gracias al empleo de los quipus (khipu) o cuerdas de lana anudadas de distintos colores, donde se registraba la informacin contable. En Hunuco, los curacas Chupaychu informaron a los visitadores espaoles en 1549 -slo 16 aos despus de los acontecimientos de Cajamarca- que ponan a disposicin del Inka en el Cuzco y a la continua 400 hombres y sus mujeres para hacer paredes. Este nmero era importante si se aprecia que se trata de adultos y que el grupo tnico Chupaychu tena entre 15 y 18000 habitantes, o sea unas 3000-3500 unidades domsticas y, en consecuencia, casi una stima parte del nmero de jefes de familia estaba adjudicado a las entregas de energa humana especficamente dedicadas a las construcciones durante el Tawantinsuyu. Si esta proporcin fuera constante en el extenso mbito del pas de los incas, la cantidad de gente destinada a las construcciones de edificios, caminos, canales de riego, andenes y depsitos, sera realmente significativa. Todo ello explica en parte por qu aun en la traclicin oral actual, como en los mitos del siglo XVI, se indique que el lnka tena poder para hacer que las piedras se movieran solas y se ordenaran en paredes. Los andenes servan para muchas cosas, principalmente para habilitar la tierra para la siembra en las escarpadas laderas andinas; permitan a la vez aprovechar mejor el agua ,(tanto de lluvia como de regado), hacindola circular a travs de los canales que comunicaban los diversos niveles de los andenes y evitando a la vez la erosin hidrulica del suelo. Es muy posible que hubiera andenes destinados nicamente a evitar la erosin, y los haba tambin para usos distintos, como el lavado de la sal mineral (vase foto 1). Puede aadirse otras formas de uso del suelo. En primer lugar, los camellones existentes en la puna del lago Titicaca. Se trata de montculos artificiales de tierra, destinado elevar mbitos cultivables limitados por encima de la superficie natural del terreno, y permitir entonces un mejor drenaje en lugares donde la tierra es poco permeable y est sujeta a frecuentes inundaciones. Hacen posible aprovechar mejor el agua, evitando su rpida circulacin; esto es importante porque la conservacin del agua es fundamental en las zonas altiplnicas. En ciertas partes de dicha regin, la mayor frecuencia de los camellones coincide con una disminucin de los andenes. Aunque los camellones son muy antiguos, es visible que continuaron funcionando durante los tiempos de los incas del Cuzco. En otros lugares de Amrica se ha usado sistemas similares, destinados a hacer productivas las tierras pantanosas (por ejemplo las conocidas chinampas del valle de Mxico), y se encuentra construcciones del mismo tipo en las sabanas tropicales inundables de Colombia, as como en los llanos de Moxos en Bolivia; es posible, sin embargo, que la mayor extensin de camellones sea la existente en las tierras vecinas al lago Titicaca. En segundo lugar, debe mencionarse otro sistema de aprovechamiento y mejoramiento del suelo, que era empleado -y lo es an en nuestros das- en las mismas tierras altas vecinas al Titicaca. Es el llamado qocha (= charco) y consiste en hoyos cnicos en los cuales se deposita el agua de las lluvias que, almacenada all, permite una suficiente concentracin para hacer frente a las necesidades del sembro, inclusive dentro de la misma qocha y, naturalmente, puede trasladarse el agua mediante canales, tanto de una qocha a otra, com a los terrenos circundantes. La informacin etnogrfica aade que las qochas contribuyen a evitar las heladas de la puna, pues como se sabe el agua absorbe calor diurno, irradindolo en la noche. Se supone que son construcciones prehispnicas, muy posiblemente anteriores a los incas y, de ser as, han sido empleadas tambin en los tiempos de estos. No debe sorprender la ausencia de referencias a las qocha en las crnicas y otros documentos del siglo XVI, por cuanto se hallan lejos de los caminos ms usados, y lo que en ellas se produca no ingresaba al mercado espaol, siendo empleado en la diaria subsistencia. Aunque han sido poco estudiadas arqueolgicamente, algunas de ellas parecen estar asociadas con construcciones incaicas. Aun hoy se emplean, fundamentalmente para sembrar papas de distintas variedades. Los cronistas del siglo XVI dieron las primeras informaciones conocidas por los europeos de estas tcnicas de cultivo o, mejor dicho, de aprovechamiento del suelo. Es cierto que no conocieron todas las anteriormente mencionadas, pero insistieron en que constituan importantes muestras .del desarrollo tecnolgico agrcola. Se llam entonces la atencin tambin sobre las formas como los habitantes de la costa cultivaban en diferentes zonas, al margen de los estrechos mbitos de los valles costeros. Se destac asimismo el empleo de hoyos en la tierra, y tambin se mencion las excavaciones realizadas en zonas arenosas, para aprovechar el agua subterrnea. Los estudios contemporneos sobre la agricultura de hoyas han permitido comprobar la continuidad de su empleo, as como la importancia que tienen en zonas desrticas y calientes como las existentes al sur de Lima, en el departamento de Ica. Asimismo, recientes estudios han revalorizado las tcnicas de cultivo en las lomas costeras; siendo previas a los incas, han sido empleadas de igual forma que otras tcnicas de aprovechamiento agrcola en tiempos de aquellos. Se trata de mbitos que reciben fuerte humedad en determinados momentos del ao, y puede sembrarse en ellos, aun construyendo canales de riego internos. Verdaderos oasis en el desierto, pueden incluirse sin duda entre las muchas tcnicas desarrolladas en los Andes para hacer productiva la tierra.Hay una abundante bibliografa sobre el riego en los Andes, tanto en lo que se refiere a aquellas sociedades que desarrollaron grandes sistemas de regado en la costa norte del Per actual (Moche, Chimor), como en lo que se refiere a las canalizaciones realizadas en otras regiones costeras, entre las que destacan los puquios de agua subterrnea, empleados en Nazca. Tambin se ha estudiado la canalizacin en las zonas intermedias y elevadas de los Andes. Aunque este hecho tiene una historia muy antigua, hay mltiples evidencias de la intensificacin de la construccin de canales durante el tiempo de los incas, muchos de ellos relacionados con la construccin masiva de andenes. Las crnicas nos han informado de la tarea constructora de los incas en lo que se refiere a canales y embalses; aunque en aos recientes se ha ampliado la investigacin sobre el tema, queda mucho por estudiar en el campo de la ingeniera hidrulica andina. Se ha mencionado con frecuencia la relacin '-entre el riego y el poger ejercido en gran escala, como ocurri en los Andes en el perodo de predominio de Wari y durante la vigencia del Chimor en la costa nortea; pero indudablemente la expansin del rea bajo riego form igualmente parte de la poltica econmica de los incas. Muchos investigadores han hecho hincapi en que la tecnologa hidrulica de la costa norte se desarroll ms que la de las organizaciones polticas de la sierra, hasta que la conquista del Chimor y de la sierra norte andina por los incas permiti generalizar patrones de regado. Los hombres andinos no emplearon energa animal para la agricultura, por ello sus herramientas eran bsicamente manuales y pueden considerarse generalizadas para la regin andina en su totalidad. No hay evidencias de que en tiempos de los incas se perfeccionaran las herramientas bsicas; en todo caso, puede pensarse que su empleo se generaliz en aquellas zonas donde no haban llegado a usarse. Es visible la permanencia contempornea de las herramientas, no reemplazadas en muchos lugares de los Andes despus de cuatro siglos de presencia europea; ello indica tambin la utilidad actual de la tecnologa andina, extendida a muchas otras actividades, y no solo a la construccin de herramientas. La chaquitajlla o arado de pie, no ha podido ser superada en su uso en las inclinadas laderas andinas, ni tampoco en los limitados mbitos de cultivo, especialmente en los andenes que todava permanecen en uso. Para el abono de la tierra se empleaba generalmente el estircol de llama o alpaca; los rebaos de camlidos eran empleados para ello en los terrenos de cultivo, mediante complicados procesos de rotacin aun en estudio en nuestros das. En las tierras de la costa se utilizaba tambin el guano de las islas del litoral, as como el depositado por las aves en la costa misma durante milenios; el mismo era recolectado por la poblacin para su empleo no solo en las tierras agrcolas de la costa, sino tambin en las zonas altas a las cuales era transportado a lomo de llama. En la costa sola usarse asimismo como fertilizante las cabezas de pescado, que eran enterradas junto con las semillas..Ganadera..La ganadera ha tenido una enorme importarrcia en la organizacin econmica de la regin andina y, ciertamente, la tuvo en los tiempos de los incas. Las especies de camlidos son la llama (Lama glama), la alpaca (Lama pacos), la vicua (Lama vicugna) y el guanaco (Lama guanicoe). En trminos generales, los dos primeros son los de mayor tamao, alcanzando la llama 1 m. de alto y aproximadamente 250 lb. de peso, la alpaca es de estatura y peso menores. El guanaco es probablemente el ms difundido en trminos geogrficos, pues se lo registra desde los mbitos sudecuatoriales hasta la Tierra del Fuego. La llama ha sido empleada fundamentalmente como animal de carga, aunque tambin serva para obtener lana y carne, siendo las ltimas funciones claramente secundarias; de la carne de los animales viejos se haca charki (carne secada al sol), lo cual permita la conservacin de la carne para su consumo. La carne de la alpaca era ms usada para la alimentacin humana. La lana de la misma era ms empleada para los tejidos, y se obtena de varios colores naturales. La vicua y el guanaco eran silvestres; algunas informaciones hablan del chaku (=cacera) de vicuas, habindose encontrado restos arqueolgicos que incluyen estructuras que bien podran haber servido para encerrar vicuas y esquilarlas, dado que su lana era altamente estimada, especialmente para la ropa del Inka, como informan repetidamente las crnicas. Los camlidos fueron inicialmente cazados; hace 8000 aos la cacera de guanacos era parte fundamental de la economa de los habitantes nmadas de las tierras altas de los Andes Centrales, especialmente en el altiplano de la zona central del Per (Junn, Hunuco), y en las zonas vecinas al lago Titicaca. Al norte de los Andes, donde la altura sobre el nivel del mar baja sensiblemente y desaparece la puna, son escasos o inexistentes los camlidos, aunque hay informaciones que mencionan la introduccin de ganado en la regin conquistada por los incas. Las fechas de domesticacin son todava inciertas, pero los arquelogos afirman que 1000 aos a.C., ya hay evidencia de ello en la sierra de Chavn. La domesticacin debi estar vinculada especialmente al tejido y su difusin, y el pastoreo se transform en una actividad de la mayor importancia en las tierras altas, ya que la habitacin natural de los camlidos era la puna; por ello all se encontraban las mayores concentraciones. En los tiempos de los incas el pastoreo y la utilizacin de los recursos pecuarios era ya indudablemente uno de los ms importantes renglones de la economa andina. Se vi anteriormente que los incas ocuparon el altiplano del lago Titicaca en los momentos iniciales de su expansin, y tambin se aprecia que esa era una de las ' zonas ms importantes en lo que se refiere a los camlidos; los grupos tnicos que vivan all basaban buena parte de su economa en el ganado. Por ejemplo, es impensable que los Lupaqa, anteriormente mencionados, pudieran transportar los productos obtenidos en sus lejanas colonias ubicadas en la costa del ocano Pacfico o en las tierras bajas del Este del altiplano Perboliviano, sin haber dispuesto de grandes rebaos de llamas. Por otro lado, puede observarse que las crnicas relatan que los desplazamientos del Inka, tanto en tiempos de paz como de guerra, iban acompaados de repartos rituales de ropa de lana obtenida principalmente de las alpacas altiplnicas. Las crnicas informan asimismo que los depsitos estatales incaicos, construidos a lo largo y ancho del Tawantinsuyu estaban repletos de tejidos de lana empleados por el Inka para la redistribucin; lo mismo ocurra con los depsitos de las unidades tnicas, administrados por los curacas. Puede decirse, entonces, que durante el tiempo de los incas se expandi y generaliz la produccin y consecuente uso de tejidos de lana, e incluso podra pensarse que al ser uno de los principales rubros de redistribucin, la ropa de lana contribuy eficazmente a financiar la expansin del Tawantinsuyu.Los rebaos eran administrados tanto por el Tawantinsuyu como por las etnas; en la amplia informacin existente sobre los grupos tnicos, previos y posteriores a los incas, de la regin del Titicaca, se aprecia la enorme importancia de los camlidos en la vida diaria de la zona; pero tambin destaca el nmero de animales de que disponan tanto la poblacin como los curacas y el Inka. Los datos sobre estos ltimos camlidos registrados en manos de las autoridades pueden estar alterados, ya que al ocurrir la invasin espaola los rebaos del Inka fueron casi inmediatamente adjudicados a la Corona o repartidos entre los mismos espaoles; se gener as su rpido ocultamiento por la gente, ya fuera ponindolos en ambientes alejados, fuera incorporndolos a los rebaos "comunales" o inclusive personales. Lo ltimo es interesante, pues todava en los tiempos del virrey Francisco de Toledo (en 1572) haba "indios ricos" censados como tales en la visita entonces realizada en Chucuito: su riqueza consista en la posesin de camlido. A pesar de la insistencia de las crnicas en calificar al Tawantinsuyu como "propietario" general de los bienes, puede afirmarse que ello no es totalmente exacto, pues al momento de la invasin espaola una considerable cantidad de los rebaos permaneca en las manos de la poblacin. Los rebaos "del Inka" y "del Sol" parecen haber sido destinados prioritariamente a la redistribucin, aparte de los fines ms especficos relativos a la confeccin de tejidos para el uso de la lite y del personal aplicado al culto. La poblacin entregaba cantidades de trabajo para el cuidado y mantenimiento de estos rebaos, para el tejido y otras labores. Todo ello ingresaba en las mitas clsicamente conocidas en los Andes, y as aparece en la documentacin; es muy posible que de la misma manera como ocurra con los sembros se asignara mitmaqkuna o incluso yana para cumplir funciones ms permanentes en el cuidado de los rebaos. Sobre el volumen de los ganados dejan testimonio los cronistas. El Inca Garcilaso de la Vega lleg a afirmar que "Decan los indios que cuando los espaoles entraron en aquella tierra, ya no tenan donde apacentar sus ganados". Tambin Pedro de Cieza de Len haba anotado con anterioridad cosas similares, aadiendo que haba gran nmero de guanacos y vicuas; Cieza de Len precisaba de la misma forma que otros autores, que en los tiempos de los espaoles haban disminudo considerablemente tanto los rebaos andinos como los animales silvestres. Si bien Cieza afirmaba que las guerras civiles ocurridas entre los espaoles en la dcada de 1540 haban sido la causa de la drstica disminucin de los camlidos, debe indicarse que justamente por esa poca, y como consecuencia de la importacin de animales europeos --entre otras causas- se iniciaron las epidemias nuevas que en los siguientes decenios diezmaran la poblacin ganadera andina. Los cronistas hablaron repetidamente del chaku o chaco andino, como aquellas grandes ocasiones de cacera multitudinarias, que incluan no solo la recoleccin de los rebaos dispersos, sino tambin la de los animales silvestres; algunos cronistas indicaron que el chaku poda incluir pumas, osos, venados (taruka), etc., lo cual refiere a una actividad generalizada que los propios cronistas identificaron con la montera espaola. En el chaku participaba incluso el Inka y, naturalmente, los seores tnicos, pero tambin lo haca la poblacin, que interyena en el mismo bajo la forma de mita; hay testimonios del siglo XVI que as lo sealan, adems de las propias crnicas, que incluyen esta actividad dentro de los "tributos" que se entregaban al Tawantinsuyu de los incas. Es visible que chaku era un tnnino que designaba a diversos quehaceres, pues deba dinstinguirse entre aquellos destinados a recoger rebaos domesticados, de los que permitan agrupar animales silvestres, y no parece posible que se juntara en una sola actividad los rebaos de camlidos con la cacera indiscriminada. El Inca Garcilaso de la Vega describi as el chaku en sus Comentarios reales de los Incas: "cierto tiempo del ao, pasada la cra, sala el Inca a la provincia que le pareca conforme a su gusto y segn que las cosas de la paz o de la guerra daban lugar. Mandaba que saliesen veinte o treinta mil indios, o ms o menos, los que eran menester para el espacio de tierra que haban de atajar. Los indios se dividan en dos partes: los uno iban hacia la mano derecha y los otros a la izquierda, a la hila, haciendo un gran cerco de veinte o treinta leguas de tierras, ms o menos, segn el distrito que haban de cercar; tomaban los ros, arroyos y quebradas que estaban sealadas por trminos o padrones de 'la tierra que cazaban aquel ao, y no entraban en el distrito que estaba sealado para el ao siguiente. Iban dando voces y ojeando cuantos animales topaban por delante, y ya saban donde haban de ir a parar y juntarse las dos mangas de gente para abrazar el cerco que llevaban hecho y acorralar el ganado que haban recogido; y saban tambin donde haban de ir a parar con el ojeo, que fuese tierra limpia de montes, riscos y peas, porque no estorbasen la cacera; llegados all, apretaban la caza con tres o cuatro paredes de indios, hasta llegar a tomar el ganado a manos. Con la caza traan antecogidos leones y osos y muchas zorras, gatos cervales, que llaman ozcollo, que los hay de dos o tres especies, jinetas y otras sabandijas semejantes, que hacen dao en la caza. Todas las mataban luego, por limpiar el campo de aquella mala canalla. De tigres no hacemos mencin porque no los hay sino en las montaas de los Antis (= la selva). El nmero de los venados, corzos y gamos, y del ganado mayor, que llaman vicua, que es menor de cuerpo y de lana finsima, era muy grande; que muchas veces, y segn que las tierras eran unas de ms caza que otras, pasaban de veinte, treinta y cuarenta mil cabezas, cosa hermosa de ver y de mucho regocijo. Esto haba entonces; ahora, digan los presentes el nmero de las que se han escapado del estrago y desperdicio de los arcabuces, pues apenas se hallan ya huanacos y vicuas, sino donde ellos no han podido llegar". El autor destaca el chaku como actividad del poder, traduce inevitablemente los trminos para sus lectores: en los Andes no hay leones, sino pumas, no hay venados, sino taruka, de similar especie, pero de distincin evidente. Deja, de otro lado, constancia de la disminucin de las especies a raz de la cacera desaforada de los tiempos hispnicos..Metalurgia..Vieja es la metalurgia andina; hacia la poca depredominio de Chavn (1000 aos a.C.) ya hay muestras claras de su alto desarrollo artstico y tecnolgico. Los cronistas del siglo XVI divulgaron rpidamente la versin de que los incas haban desarrollado una importante orfebrera, y muestra de ello son las muchas piezas de oro y plata mencionadas desde los primeros momentos de la aparicin de los espaoles en las costas de la regin; por ejemplo, la relacin atribuidaa Juan de Smano y Francisco de Xerez (el primero fue secretario de Carlos 5, el segundo fue efectivamente un cronista y no el ms seguro autor de la relacin aludida) se menciona una balsa hallada en las costas tumbesinas, en la cual se encontraron abundantes objetos de metales preciosos; una conocida "relacin francesa" de la conquista del Per indicaba asimismo haberse encontrado llamas de oro de tamao natural. Otras versiones importantes aparecen cuando los cronistas relataron los sucesos de Cajamarca, posteriores a la prisin del Inka Atahualpa, y describieron las muchas piezas de oro y plata que se llevaron all desde muy distantes lugares del Tawantinsuyu para cumplir con el "rescate" pactado entre el Inka y Francisco Pizarro; en aquella ocasin se contabilizaron muchas piezas, no unicamente en los relatos de los cronistas, sino en los documentos notariales que llevaban la cuenta de los metales fundidos, sobre los cuales deba pagarse un impuesto al rey de Espaa. Los relatos sobre las riquezas de oro y plata halladas en los amplios territorios del dominio de los incas llenaron las pginas de las crnicas y las descripciones que sobre el Per se publicaron entonces en Europa, dando origen a una autentica leyenda del oro. Ms adelante, los propios cronistas relataron cosas extraordinarias, hablando por ejemplo del famoso "jardn de oro" del Coricancha (el templo ms im~rtante del Cuzco, dedicado al Sol). All, seala el Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios reales de los Incas, estaban representadas todas las importantes plantas y animales existentes en el pas de los incas. La fama del oro se expand1o rapidamente entre los espaoles, no solo en Amrica s~no en Espaa, y el siglo XVI est signado en el Per por las indesmayables bsquedas de tesoros, por un lado, mientras, por el otro, llegaban a organizarse expediciones para buscar legendarias ciudades del oro, que refrescaban viejas fabulaciones del mundo europeo, y que se hallaban siempre un poco ms lejos del ltimo establecimiento espaol conocido.El oro era obtenido en los Andes en lavaderos fluviales y tambin en minas. Los primeros cronistas registraron ya la forma de laboreo de las minas; as, por ejemplo, Pedro Sancho escriba hacia 1534:Estn las minas en la caja de un ro a la mitad de la altura, hechas a modo de cuevas, a cuya boca entran a escarbar la tierra y la escarvan con cuernos de ciervo y la sacan fuera con ciertos cueros cosidos en forma de sacos o de odrcs de pieles de oveja. El modo con que la lavan es que sacan del mismo ro una (en blanco en el texto) de agua, y en la orilla tienen puestas ciertas losas muy lisas, sobre las cuales echan la tierra y echada sacan por una canaleja el agua de la [en blanco] que viene a caer encima y el agua se lleva poco a poco la tierra, y se queda el oro en las mismas losas y de esta suerte lo recojen. Las minas entran mucho dentro de la tierra, unas diez brasas, y otras veinte: y la mina mayor que se llama de Guarnacabo entra cuarenta brasas. No tienen luz ninguna, ni mas anchura que para que pueda entrar una persona agachada.El cronista describa unas minas en el Callao, al sur de la actual ciudad de La Paz, despus conocidas bajo el nombre de Porco.Los otros metales ms usados en los Andes plata, cobre, estao, etctera se obtenan de minas, tanto de socavones, como el descrito anteriormente, como de yacimientos superficiales, de los que hay ejemplos en las vertientes sur-occidentales de los Andes. El bronce se conoce desde antiguo, aunque alcanz una gran difusin en los tiempos de los incas: despus que estos conquistaron la regin del Chimor, en la costa norte del Per, difundieron especialmente el bronce estaferocobre y estao, en reemplazo del bronce arsenical.Los cronistas, especialmente el P Miguel Cabello Balboa, recogieron informaciones sobre la conquista incaica del Chimor, y hablaron de un enorme botn llevado al Cusco por el Inka Pachacuti, aproximadamente setenta aos antes de la invasin espaola; una parte considerable de ese botn haba consistido en piezas de oro y plata. Escribe Cabello Balboa que los incas llegaron al valle ude Chimo donde hallaron increble copia de riquezas de oro y placa; la conquista haba sido llevada a cabo por Tupa Inca Yupanqui, al que los cronistas sealan como hijo de Pachacuti, y Cabello Balboa aadi:Del oro y plata que Topa Ynga trujo [de] este viaje, mand hacer Yngayupangui [nombre que Cabello da a Pachacuti] la estatua del Sol y la de Ticciviracocha y la de Mama Ocllo Ynga Illo, y tambin se hizo la cinta de oro que estaba en Curicancha, y qued otra mucha acienda en erario o depsito pblico con que se hizo el Cuzco tan rico como despus lo hallaron nuestros espaoles. Debe asociarse con la conquista incaica del Chirnor la difusin de mirmaqkuna incaicos por numerosos lugares de los Andes, que eran orfebres procedentes de aquella regin; los mismos aparecieron registrados como plateros en la documentacin espaola del siglo XVI.Los grupos tnicos sometidos por el Tawantinsuyu de los incas entregaban asimismo mano de obra para el laboreo de las minas, de similar forma que la proporcionada para mltiples actividades estatales; as, los chupaychu, de la regin de Hunuco, afirmaron en 1549 que en tiempos de los incas ... de cada cien indios echaban [a las minas de oro] tres indios y tres indias y que lo sacaban todo el ao y que el oro que sacaban lo llevaban al Cuzco y asimismo dijeron que todas cuatro parcialidades daban asimismo sesenta indios y sesenta indias para que sacasen plata todo el ao y lo sacaban de los Yaros [otra regin, en Hunuco] y la llevaban al Cuzco.Los metales eran fundidos en guayras, que eran una especie de hornillos de barro, cuyas paredes tenan agujeros por donde ingresaba el aire que animaba el fuego; usaban como combustible carbn o estircol de llama. Despus de la invasin espaola las guayras continuaron emplendose, incluso en gran escala, como ocurri en la clebre ciudad minera de Potos, donde los espaoles organizaron la gran minera de la plata..La administracin de la produccin..Es fama que el pas de los incas logr visibles xitos en administrar su produccin y distribuirla a lo largo del amplio espacio que ocup; para esa tarea, el Tawantinsuyu dispuso de medios notables, siendo el primero de ellos una extensa red de caminos, el Qhapaq am (camino del seor), generalizado desde el siglo XVI con la denominacin de "camino del Inka" , aunque en realidad muchos de sus trazos procedieran de la poca Wari. Los cronistas del siglo XVI abundaron en descripciones de los caminos, que frecuentemente compararon con las grandes vas romanas. Por ejemplo, Pedro de Cieza de Len (cuya Primera parte de la Crnica del Per se publicara en Sevilla en 1553) ofrece un interesante relato que expresa su experiencia directa sobre los caminos incaicos: afirma que los curacas de la costa, por orden de los incas "hizieron un camino tan ancho como quinze pies: por una parte y por otra del yua una pared mayor que un estado bien fuerte. Y todo el espacio deste camino yua limpio, y echado por debaxo de arboledas. Y destos rboles por muchas partes cayan sobre el camino ramos dellos llenos de fructas . Y por todas las florestas andauan en arboledas muchos gneros de pxaros, y papagayos y otras aues" (vase fotos 2 y 3).Cieza se refiere especficamente al camino de la costa norte del Per. En la sierra haba un camino equivalente, longitudinal como el costero, habiendo asimismo una serie de caminos transversales. Son varios los cronistas que destacaron que el camino serrano iba preferentemente siguiendo la puna, es decir, por las zonas ms altas, ingresando a los valles cuando as convena. Los caminos serranos estaban construidos con piedra en lajas, y con frecuencia se haca escaleras para poder franquear las alturas, como ocurra en el caso mencionado en el captulo primero, cuando se leyeron las pginas del P. Jos de Acosta, en las cuales relataba su experiencia en la altura. All, en Pariacaca (nombre de una sierra nevada, y tambin denominacin de una antigua divinidad de la regin) se construy una enorme escalera de piedra que fue transitada por el jesuita Acosta, ocurrindole el transtorno que su texto registra. Tanto en la sierra como en la costa existan caminos secundarios, que llegaban a muchos lugares fuera del camino principal. Una muestra de la amplitud de esta red caminera puede hallarse en el mapa, producto de las investigaciones recientes de John Hyslop. Los propios cronistas del siglo XVI hicieron hincapi en que los caminos ya se encontraban en mal estado pocos aos despus de producida la desaparicin del Tawantinsuyu, y ello se deba sobre todo a que una vez terminada la administracin incaica, el rgimen colonial recin instalado no les prest la atencin acostumbrada; esta situacin era naturalmente visible en la costa, donde la arena invadi rpidamente las rutas al desaparecer el empleo de la mano de obra controlada en forma constante para su mantenimiento. A lo largo de los caminos se construyeron tampu (tambos), conjuntos habitacionales que los espaoles del siglo XVI denominaron como posadas; es posible que los tambos funcionaran efectivamente como alojamiento de los viajeros, pero la estructura de sus depsitos hace pensar en varios usos distintos. El primero, que es mencionado frecuentemente por los propios cronistas, era el de servir de alojamiento a los ejrcitos del Inka, y tambin a los numerosos cargadores y acompaantes que conformaban su cortejo ritual. Se indica asimismo en las crnicas que haba tambos especficamente destinados al alojamiento del gobernante cuzqueo, en sus viajes por el amplio territorio del Tawantinsuyu. Guardbanse en los tambos todo gnero de vituallas: ropa de lana y de algodn as como alimentos y armas. La informacin de los cronistas y de los documentos del siglo XVI que describen la vida de los Andes as como la moderna arqueologa, hacen ver que los tambos no servan unicamente para aprovisionar a los viajantes,.sino que tambin hallbanse integrados a la red redistributiva del poder incaico. Es muy posible que cuando se menciona en las crnicas que e~ Inka reparta ropa y alimentos durante sus viajes, dichos repartos se hiciesen en buena parte con los bienes almacenados en los tambos diseminados a lo largo de las rutas que el Inka transitaba. Los tambos eran servidos bajo la forma de mitta o trabajo por turnos, la cual se emleaba no solamente para su aprovechamiento, sino tambin para la atencin de sus usuarios potenciales, y distribucin oportuna de los bienes almacenados en sus depsitos.Tampu es un trmino genrico, dcnominbase tambin as los lugares en los cuales pernoctaban las caravanas de llamas que transportaban recursos entre las zonas donde se producan los mismos y los lugares donde se hallaba la mayor densidad de la poblacin de un grupo tnico. Por ello haba en las rutas que comunicaban las reas nucleares etnas con las "colonias" o zonas ecolgicas donde se obtenan los productos que complementaban los recursos de la poblacin. En los caminos que suban o bajaban, los tambos se hallaban dispuestos a diferentes distancias en cada caso, de modo de adecuarse a la jornada diaria de camino de los camlidos. Disponan en todo caso de corrales para su alojamiento. Los incas, como los dems hombres andinos, construyeron puentes de diversas formas, algunas de las cuales continan emplendose en tiempos contemporneas. Son clebres aquellos hechos con sogas fabricadas con fibras de maguey (o totora), construdos con tres sogas longitudinales, siendo para el camino la inferior y las otras dos sirviendo como barandas; tambin se hacan con dos sogas en la base, unidas por ramas dispuestas sobre ellas para formar un camino. Otros fueron descritos del siguiente modo por Pedro Pizarro, pariente del jefe de la hueste hispnica, quien escribi su Relacin del descubrimiento y conquista del Per en 1571: "Usaban estos yndios unas puentes hechas de unas criznexas anchas, hechas y texidas estas crisnexas de unas varas a manera de miembres; hazan estas criznexas muy largas, y anchas de ms de dos palmos, y de largor que alcanzaba de una parte del rro a otra y sobrauan. Tenan pues hechos unos bestiones de piedra muy gruesa de la una parte y de la otra~ atravesados en ellos unas bigas muy gruesas donde ataban estas criznexas juntndolas unas con otras, y ponan otras mas altas a manera de pretil de una parte y de la otra; despus echauan enr;:ima muchas varas gruesas, de grosos de tres dedos y menos, y estas tenan muy juntas y muy yguales por encima de las criznexas, puestas por donde auan de andar. Destas altas ponan otras baras asimismo largs, que tapaban de un lado y de otro_haziendo una manera de amparo para que no cayesen los que pasauan ni viesen el agua de auaxo. Tenanlas hechas de tal manera y tan fuertes, que pasaban muy bien los caballos por ellas y gente". El mismo Pedro Pizarra describi otro puente hecho con balsas, para cruzar el rio Desaguadero, que sale del lago Titicaca. Como puede observarse, los puentes requeran de reconstrucciones peridicas, dado el material de que estaban fabricados; la reconstruccin y cuidado de los puentes estaban a cargo de trabajadores por turno o mittani..Depsitos..Si los tambos fueron tambin depsitos construdos a lo largo de los caminos, la poltica de almacenamiento de recursos alcanz notorio desarrollo en los Andes y especialmente durante el Tawantinsuyu de los incas. Los primeros cronistas del siglo XVI llamaban ya la atencin sobre los depsitos de alimentos, ropa y otros objetos que hallaban en sus primeras andanzas por las-tierras andinas. Al dejar testimonio de su paso por Cajamarca y de las acciones de los espaoles que culminaron con la captura de Atahualpa, el ltimo Inka, Francisco de Xerez escribi en su Verdadera relacin de la conquista del Per y provincia del Cuzco llamada la Nueva Castilla (1534): "En este pueblo de Caxamalca fueron halladas ciertas casas llenas de ropa liada en fardos arrimados hasta los techos de las casas. Dicen que era depositado para [a]bastecer el ejrcito. Los cristianos tomaron la que quisieron, y todava quedaron las casas tan llenas, que pareca no haber hecho falta la que fue tomada". Otros cronistas detallaron minuciosamente los objetos e todo tipo que guardaban en los depsitos, pero donde llama la atencin es cuando se describe los destinados a los alimentos. Pedro de Cieza de Len vio en 1547 a los encargados de los depsitos de Jauja registrar en sus quipus todo aquello que ingresaba o era extrado de ellos; esto ocurra en los tiempos de Pedro de la Gasea, Presidente de la Audiencia de Lima y debelador de la rebelin de los encomenderos encabezada por Gonzalo Pizarro. El propio asunto fue corroborado por el licenciado Juan Polo de Ondegardo, uno de los ms acuciosos conocedores de los Andes de esa misma poca. Dichas informaciones fueron recogidas con posterioridad; el jesuita Bemab Cobo, quien escribi hacia 1653, mencion que cuando las tropas de Gasea haban pasado por Jauja y su valle, haban encontrado tantos alimentos en los depsitos all existentes, que se avituallaron durante ms de siete meses. Anotaron los espaoles no solo la abundancia d los depsitos, sino tambin su estratgica distribucin; otros cronistas, como el andino Felipe Guamn Poma de Ayala, destacaron que cada regin de los Andes dispona de grandes conjuntos de depsitos que albergaban los productos de la regin; y cuando modernamente se ha hallado documentos coloniales que explicaban formas de produccin especializadas, por ejemplo en el valle maicero de Cochabamba, se destaca simultneamente en ellos la construccin de miles de qollqa o depsitos donde el mencionado producto se almacenaba. Muchos ejemplos podran hallarse de esto, Y debe destacarse que los ncleos urbanos construdos por los incas albergaban gran nmero de edificaciones destinadas a depsitos, como se ha comprobado en Hunuco Pampa. Generalmente los depsitos estaban construdos en zonas ms altas y secas. Su edificacin, as como el proceso de almacenamiento, ingresaban tambin dentro del sistema de mitta o trabajo por turnos, y la conduccin de los bienes a los depsitos mismos era parte del proceso productivo. Los depsitos construdos por los grupos tnicos, donde se almacenaba la produccin destinada al consumo cotidiano, estaban a cargo de las propias autoridades tnicas, los curacas, pero las crnicas indican asimismo que haba encargados especializados, llamados qollqa kamayuq, que administraban los depsitos construdos por el poder central, -donde se almacenaban bienes que servan para alimentar las mecnicas de la redistribucin cuzquea..Los quipus..Para administrar contablemente el Tawantinsuyu se utilizaron los khipu, las clebres cuerdas anudadas donde se poda guardar informacin. Es sabido que muchas veces se ha identificado la civilizacin con la escritura y se ha discutido mucho sobre su ausencia entre los incas, sin considerar" se hasta tiempos recientes que la escritura; tal como la conocemos, es una de las formas de representacin simblica empleados por el hombre. Los pueblos andinos, seal una vez John H. Rowe, tuvieron sustitutos satisfactorios de la escritura en los quipus, que son en realidad un complejo sistema de registros de informacin. Los quipus fueron conocidos por los cronistas, quienes hablaron detenidamente de ells, y en general por los espaoles del siglo XVI; emplearon su informacin - aunque sin introducirse er su compleja organizacin-, pues en repetidos casos hicieron que los especialistas en quipus "leyeran" la informacin en ellos contenida. As, encontramos descripciones de lo que se "tributaba" al Cuzco, cmputos de la poblacin clasificada por grupos de edad y actividades; asimismo, cuando en el siglo XVI los curacas andinos presentaron reclamaciones o solicitudes diversas alegando haber hecho entregas de bienes o de gente a los conquistadores, exhibieron y tradujeron sus quuipus a los escribanos que redactaban las correspondientes informaciones en espaol. Alguna vez, en los inicios de la colonia, los quipus andinos reemplazaron a los libros de registro del tributo espaol, cuando los mismos fueron destruidos en las contiendas entre espaoles por el dominio de los Andes. El quipu consta de una cuerda principal -sin nudosde la cual se desprenden otras, generalmente anudadas, y de diversos colores, formas y tamaos; puede haber cuerdas sin nudos, as como tambin cuerdas que no se desprenden de la principal sino de una secundaria. Se entiende actualmente que los colores y quizs la forma de trenzado de las cuerdas indican el, o los objetos a que se refieren, mientras que los nudos expresan las cantidades de los mismos, incluyendo el nmero cero. Los quipus conocidos varan sensiblemente de tamao, los hay muy simples, y tambin hay ejemplares de ms de 1000 cuerdas. Muchos de los quipus conservados en la actualidad proceden de excavaciones arqueolgicas, especialmente porque en determinado momento de la colonizacin --especialmente en los tiempos de las campaas de extirpacin de las "idolatras" andinaslos espaoles los quemaron en grandes cantidades, considerndolos asociados con las prcticas religiosas pre-cristianas que buscaban desterrar. En los tiempos de los incas los quipus fueron utilizados as para fines contables, y no como una "escritura", aunque diversos cronistas afirmaron que en ellos se registraba, adems, la memoria de los hechos de los incas. Fueron empleados con seguridad para los cmputos poblacionales, para la organizacin de las mitas, o trabajos por turnos, en los que participaban pobladores de numerosos grupos tnicos que entregaban su energa humana al Tawantinsuyu; tambin se usaron para registrar lo almacenado en los depsitos, para contabilizar la produccin, etc. Visiblemente, pudieron ser utilizados tambin para contabilizar las cantidades de energa humana entregadas bajo el rgimen de la reciprocidad, no solo cuando se trataba de grandes conjuntos, sino tambin en asuntos de esta naturaleza entre unidades domsticas. Una muestra de la complejidad de la informacin recogida en los quipus puede hallarse en las informaciones transcritas por los espaoles para usarse como prueba en recursos administrativos o judiciales; en uno de ellos, elaborado en Jauja, se detalla, por ejemplo, las cantidades de cada bien que entregaron los curacas y pobladores de la regin a los espaoles que, comandados por Francisco Pizarro, atravesaban por primera vez el valle; aadieron las cantidades de gente que se incorpor como cargadores o auxiliares al grupo espaol y, finalmente, fueron aadiendo todo lo entregado voluntariamente o aquello que fue robado por los espaoles a lo largo de un nmero de aos. Ciertamente, esta contabilizacin de lo entregado al poder estaba relacionada con la tradicin andina de darle energa humana y determinados bienes, a cambio de una redistribucin, tradicional antes de la invasin espaola e interrumpida despus de sta..CUADRO 1..Urin Cuzco. Manco Cpac, Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta Cpac, Cpac Yupanqui..Hanan Cuzco. Inca Roca, Yaguar Guaca, Wiraqocha, Pachacuti, Amaru Inca Yupanqui, Tpac Inca Yupanqui, Guayna Cpac, Guscar, Atahualpa..