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Los grandes acontecimientos deportivos y la
sociedad deportivizada global
Reflexiones teóricas y evidencia empírica
Ramon Llopis Goig
Universidad de Valencia
Manuel García Ferrando
Universidad de Valencia
Durante los últimos años, en el marco del proyecto de Los Nuevos Objetos-Mundo
Sociales –financiado por Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de
España (CSO2011-25942)–, hemos desarrollado una línea de trabajo centrada en el
análisis de los Juegos Olímpicos como como un Nuevo Objeto-Mundo Social. Así, tras
poner de manifiesto que los Juegos Olímpicos proporcionan un ejemplo paradigmático
de algunos de los aspectos que mejor caracterizan los actuales procesos de globalización
de la vida social (García Ferrando y Llopis, 2015), hemos aportado evidencia empírica
de su carácter de Nuevo Objeto-Mundo Social y hemos vinculado su creciente éxito
deportivo, social y económico con el modo en que el organismo que los promueve –el
Comité Olímpico Internacional– se ha relacionado con el resto de instituciones que
conforman el Sistema Olímpico con criterios incluyentes (Llopis y García Ferrando,
2016). En esta comunicación avanzamos en la línea de investigación emprendida con el
objetivo de identificar y analizar los aspectos estructurales en los que se ha basado el
desarrollo de los Juegos Olímpicos y que resultan esenciales para su proyección global
al actuar como condiciones de posibilidad de los mismos. De acuerdo con estas
premisas de partida se examina el proceso histórico de deportivización conducente a lo
que hemos denominado una sociedad deportivizada, que ha actuado y actúa como
marco social en el que ha aumentado el interés y el atractivo del deporte. Estrechamente
vinculado al concepto anterior se abordará, en tercer lugar, el análisis de lo que se ha
dado en llamar complejo mediático-deportivo global que actúa como la tecno-estructura
que posibilita la expansión y despliegue de los Juegos Olímpicos a escala global.
Palabras clave
Deporte, Juegos Olímpicos, sociedad deportivizada, globalización
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1. Introducción
Los Megaeventos Deportivos (MED), y de manera muy especial los Juegos Olímpicos
(JJOO) son, más allá de su estricta dimensión deportiva, un ejemplo paradigmático de
algunos de los aspectos estructurales que se encuentran en la base de la globalización en
el siglo XXI. Tales eventos deportivos representan la parte más visible y espectacular de
una sociedad deportivizada global, en la que el deporte, en su significado más amplio y
en sus manifestaciones más diversas, en un número creciente de países de los cinco
continentes, está cada vez más presente en prácticamente todos los ámbitos del sistema
social –economía, política, cultura y estilos de vida de la población, medios de
comunicación, sistema educativo, urbanismo y arquitectura, actividades de I+D+I, etc.
Al contener tal diversidad de manifestaciones e interrelaciones sociales, las prácticas
deportivas de la población en general y los megaeventos deportivos en particular
trascienden la perspectiva estrictamente deportiva, al haberse convertido en un potente,
visible y atractivo Nuevo Objeto Mundo Social (NOMS), que por su propia
multidimensionalidad mantiene estrechas relaciones con otros NOMS de nuestro
proyecto de investigación, especialmente con la educación, el proceso de
empoderamiento global de las mujeres, el mercado global, el sistema mundial de valores
y el espacio estético global.
Así pues, partimos de la noción de que los MED trascienden desde el ámbito del
análisis sociológico, la óptica estrictamente deportiva, al contener tal diversidad de
elementos socioculturales y políticos que los han convertido, especialmente en las dos
últimas décadas, en un poderoso y atrayente NOMS, que por su propia
multidimensionalidad guarda una sugerente relación con buena parte de los NOMS
abordados en nuestro proyecto de investigación.
2. El reciente auge de los megaeventos deportivos
Los megaeventos deportivos han sido definidos como acontecimientos a gran escala y
con carácter espectacular, que cuentan con un enorme poder de atracción global y
poseen un profundo significado internacional (Roche, 2000). Constituyen un aspecto
central de las sociedades globalizadas de la modernidad avanzada, por su inigualable
capacidad de proporcionar experiencias significativas a millones de individuos de todo
el mundo, y por su importante –aunque a veces controvertido– papel en el desarrollo
económico y transformación del medio urbano. Los megaeventos deportivos, en suma,
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hacen del deporte un aspecto esencial de las nuevas economías de signos y espacios
(Lash y Urry, 1994).
En tanto que metáforas del proceso creciente de globalización, el deporte y de
forma más concreta, las manifestaciones espectaculares de los megaeventos deportivos,
aparecen con mucha frecuencia en las dos últimas décadas tanto en los medios de
comunicación como en los discursos políticos convencionales (Horne y Manzenreiter,
2006). Y es que al utilizar el término globalización en su sentido mitológico (Ferguson,
1992), esto es, como algo que se refiere a fenómenos de gran escala y de naturaleza
culturalmente homogeneizadora, se puede aceptar que el deporte, con sus variadas
formas y organizaciones, derrocha globalización por todas partes, tanto por lo que se
refiere al número de practicantes de actividades físico-deportivas, como en el número de
espectadores, en directo o a través de la televisión y otros medios de comunicación, de
las competiciones de los deportes más populares, sin olvidar el volumen de negocios
que movilizan las industrias del equipamiento y materiales deportivos o las actividades
de patrocinio y publicidad (Llopis, 2012; García Ferrando, 2010). Ahora bien, aunque
no existe duda de la amplia difusión del deporte y de las instituciones que le acompañan
en prácticamente todo el mundo, el carácter preciso de las implicaciones de su difusión
global no es tan obvio (Maguire, 1999). Y ello es así tanto por la diversidad de las
formas culturales que adopta el deporte, como por la amplia diversidad de significados
del propio concepto de globalización (glocalización).
Aunque existe un amplio número de competiciones y torneos deportivos, cuando
se habla MED tiende a pensarse en los Juegos Olímpicos. También, aunque lógicamente
en una medida muy inferior, en los Campeonatos Continentales (Europeos, Africanos,
Asiáticos…), los Juegos del Mediterráneo y los Juegos de la Commonwealth
(Commonwealth Games). De hecho, el término megaevento deportivo fue acuñado para
competiciones como estas que incluyen un amplio número de modalidades deportivas y
se celebran cada cuatro años. Sin embargo, el término también se usa para hacer
referencia a torneos y competiciones de una única especialidad deportiva como la Copa
del Mundo de Fútbol de la FIFA, la Copa del Mundo de Rugby, las regatas de vela de la
America’s Cup, los torneos del Grand Slam de Golf y Tenis, las diversas pruebas que
componen el Gran Premio de Fórmula 1 de automovilismo y las carreras de las cinco
categorías del Campeonato Mundial de Motociclismo. Ciñéndonos al ámbito más
concreto de los NOMS, la consideración de estos MED puede aconsejar que a efectos
analíticos tengamos que referirnos a la doble realidad que los componen.
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En primer lugar, se ha de prestar atención a la progresiva configuración de los
MED como objetos-mundo en sí mismos, esto es, como componentes de una especie de
ecosistema global que está impulsando el actual proceso de globalización (Navarro,
2014), y que definen su dinámica al tratarse de un sistema unitario de ámbito mundial
(Serres, 2006). Desde esta perspectiva habría que referirse a aquellos elementos de los
MED que los constituyen como fenómenos globales, con independencia de lo que
suceda o pueda suceder en la realidad social; una realidad social que, obviamente, será
objeto preferente de nuestra contribución al proyecto de investigación que nos atañe.
Una realidad, pues, que viene configurada por los aspectos intrínsecos de los MED y su
progresiva configuración como fenómeno global. Así, por ejemplo, si nos referimos a
los JJOO, habría que comenzar por mencionar la evolución ascendente en el número de
países participantes (14 en los primeros Juegos de Atenas en 1896, y 204 en los
recientes Juegos de Londres en 2012). También habría que referirse a las características
de las modalidades deportivas presentes, tanto de aquellas que mantienen su
continuidad a lo largo de las 27 ediciones de los Juegos celebrados hasta ahora, como
por ejemplo el atletismo, como de aquellas otras que o bien han desaparecido o bien han
sido introducidas como novedades en los cuatro JJOO celebrados en el siglo XXI
(Sídney, 2000; Atenas, 2004; Pekín, 2008; Londres, 2012).
También habría que prestar atención a la propia concepción y definición de los
JJOO por parte del Comité Olímpico Internacional (COI), dando respuesta a las nuevas
demandas que han ido surgiendo a medida que avanzaba el proceso de globalización.
También habrá que prestar atención al hecho de que el número de países representados
en la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) es superior al número de
países representados en Naciones Unidas (ONU); sin olvidar al progresivo
desplazamiento hacia los llamados mercados emergentes que viene produciéndose
desde comienzos del siglo XXI en la geografía de los MED. Hecho este último que
parece estar convirtiendo a los países avanzados, que han sido sedes preferentes a lo
largo del siglo XX de los principales MED, en actores que comparten y compiten por la
organización de los eventos deportivos internacionales con los nuevos países
emergentes y los países más dinámicos de Oriente Próximo y Asia.
En segundo lugar, habrá que referirse a los aspectos exteriores a los MED como
objetos-mundo que, a pesar de su externalidad, resultan esenciales para su proyección
global al actuar como condiciones de posibilidad de los mismos. A este respecto
convendría diferenciar entre dos niveles. Por un lado, la tecno-estructura global que
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posibilita que cada megaevento deportivo, una vez configurado intrínsecamente como
fenómeno global, se convierta en un objeto-mundo real. Una conversión que requiere la
existencia y utilización de los cauces tecnológicos, empresariales y comunicativos a
través de los cuales circulan las imágenes de cada megaevento, se producen las
transacciones comerciales que sustentan el negocio de los MED,… Es lo que algunos
autores han denominado el complejo mediático deportivo global (Maguire, 1999, Rowe,
1999; Helland, 2007). De hecho, suele señalarse que la proliferación y auge de los
megaeventos deportivos de las dos últimas décadas está relacionada fundamentalmente
con factores como la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación
–especialmente la televisión por satélite– y la aparición y consolidación de un
conglomerado deportivo-mediático-empresarial, formado por la alianza entre el mundo
del deporte, los medios de comunicación y las grandes empresas multinacionales
(Whitson y Horne, 2006; Horne y Manzenreiter, 2006). Por otro lado, es preciso tomar
en consideración la existencia del amplio público que se interesa por el deporte, lo
practica, lo consume y, con frecuencia, lo siente como algo propio. Se trata de una
compleja realidad social que nos conduce a la noción de sociedad deportivizada. Dada
la centralidad de esta idea en el desarrollo de la presente investigación, por lo que a los
MED se refiere, nos extenderemos un poco más en el estudio del proceso que ha
conducido a la aparición y desarrollo de una sociedad deportivizada y prestaremos
especial atención a la presencia de la Educación Física y Deporte como asignatura
troncal en los planes de estudio de la enseñanza primaria y secundaria en un número
creciente de países, siguiendo el ejemplo de los países europeos y Estados Unidos. Por
todo ello, bien puede calificarse esa sociedad deportivizada como global.
3. La sociedad deportivizada global
Existe un amplio consenso en el ámbito de las ciencias sociales de que en el presente
siglo XXI, bien se puede hablar de la existencia de una sociedad deportivizada global,
en la medida en que el deporte está cada vez más presente, como ya hemos indicado
anteriormente en la mayor parte de los países, en todos los ámbitos del sistema social.
En realidad, el deporte contemporáneo es un fenómeno social que viene
acompañando a las sociedades modernas desde los comienzos de la Revolución
Industrial, y que se difunde rápidamente desde sus inicios en Gran Bretaña a principios
del siglo XIX al resto de sociedades europeas y otros países de industrialización
temprana en la segunda mitad de dicho siglo y primeras décadas del siglo XX. A partir
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de ese proceso inicial, el deporte se fue difundiendo a lo largo del siglo XX al resto de
países de prácticamente todo el mundo como consecuencia de los avances de los
procesos de urbanización e industrialización a escala global, lo que ha convertido al
sistema social del deporte, en los comienzos del siglo XXI, en parte integrante del
nuevo entramado social y global de las sociedades contemporáneas.
Junto con los comienzos del deporte inglés, producto de la ociosidad de la
aristocracia británica y de su poderosa y emergente burguesía, conviene tener en cuenta
previamente la aparición de una verdadera pedagogía deportiva, esto es, el
descubrimiento de valores pedagógicos en la práctica deportiva, así como el desarrollo
de un movimiento gimnástico en otros países europeos –Alemania, Suecia, Francia,
Dinamarca– y Estados Unidos, un movimiento que evolucionó en general al concepto
más amplio de Educación Física.
A este respecto, resulta ineludible referirse en primer lugar a las aportaciones de
Kant, a lo que él denomina el ideal de autonomía, que en sus propias palabras “debe
sacar al hombre de su minoría de edad auto culpable”. Por eso, en la pedagogía kantiana
es prioritario el ideal de autonomía, que sólo podrá lograrse mediante una educación del
esfuerzo y del sacrificio. Ante la sospecha de que lo que produce placer no es
conveniente pues invita a que el hombre se complazca en sí mismo, desviándose de la
rectitud que debe tener su conducta, Kant propone la Educación Física desde los
primeros años de edad de los niños, concebida como educación del cuerpo que prepara
la de la mente y que consiste en: cuidados para tener un cuerpo sano; disciplina para
sujetar las pasiones, y cultura entendida como cultivo del cuerpo que prepara el cultivo
del alma y la formación del temperamento y el carácter.
Estos principios filosóficos y morales kantianos comienzan a integrarse desde
principios del siglo XIX en el desarrollo del movimiento gimnástico europeo que tiene
un precedente ilustre en el valenciano Francisco Amorós, quien exiliado en París
después de la derrota francesa en la Guerra de la Independencia, publica por primera
vez un Manual de Educación Física, Gimnástica y Moral (París, 1830).
4. El desarrollo del olimpismo
Estas primeras iniciativas que conjugan la Educación Física junto con la Educación
Moral, adquieren cada vez mayor amplitud y profundidad en las ideas centrales que
utilizará Coubertin para restaurar los Juegos Olímpicos: religiosidad ritual, tregua
universal, nobleza, selección, caballerosidad, belleza espiritual. No se trata de un
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programa concreto sino más bien de un talante y una forma de entender el deporte. El
olimpismo, pues, prefiere trasmitir un mensaje de humanismo deportivo a través de los
Juegos Olímpicos que a pesar de las críticas, malentendidos e intentos de control
político, ha sobrevivido a todos los conflictos acaecidos a lo largo del siglo XX, con sus
dos guerras mundiales. Unos Juegos que en las cuatro ediciones celebradas en el
presente siglo XXI, se han convertido en la mayor y más completa reunión, pacífica y
competitiva a la vez, de representantes de la mayor parte de naciones-estado de todo el
mundo, y que han sabido resistir los intentos de control político y económico de otras
instancias mundiales. La perspectiva sociológica aplicada a los JJOO y en general a los
MED, puede facilitar la comprensión de estas instituciones sociales como NOMS, que
son a la vez efecto y causa de una sociedad deportivizada global. Y es que
especialmente los JJOO anticipan desde sus inicios y posterior desarrollo su potencial
como NOMS y como ámbito privilegiado para el despliegue del ideal ilustrado.
En este sentido y para el desarrollo de nuestro argumento es conveniente
recordar la vinculación histórica entre JJOO y Exposiciones Universales (Expos). Unas
Expos que nacen con fuerza en la segunda mitad del siglo XX con una clara vocación
internacional, como manifestación de excelencia del desarrollo de la sociedad industrial.
Cuando se inicia el movimiento olímpico con los primeros Juegos de Atenas en 1896,
los siguientes Juegos –París (1900), San Luis (1904) y Londres (1908)…–, encuentran
un marco de apoyo en las Expos que se celebran en las ciudades que acogen los
correspondientes juegos. De esta manera, durante las tres primeras décadas del siglo
XX, los JJOO se celebran en la ciudad que acoge la correspondiente Expo, lo que
constituye un gran apoyo para la consolidación de los JJOO.
Sin embargo, las Expos fueron perdiendo su posición privilegiada de principal
evento de la economía industrial internacional, no llegando en consecuencia a alcanzar
el potencial globalizador que parecían contener en las últimas décadas del siglo XIX y
primeras del XX. Y es que el incremento de los intercambios económicos
internacionales según avanzaba el siglo XX no podía contenerse en las Expos, lo que
condujo a que la economía internacional de mercado alcanzase su carácter global fuera
del marco de las Expos. Por el contrario, los JJOO apoyándose en la competición
internacional entre los equipos deportivos nacionales, se fueron articulándose como un
objeto social globalizador y globalizante a partir de los JJOO de Berlín de 1936, y
posteriormente, después de superar el periodo paralizante de la Segunda Guerra
Mundial. Unos JJOO que supieron y pudieron trascender, por elevación, la celebración
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nacionalista de cada competición en las modalidades deportivas que los fueron
integrando a lo largo del tiempo.
De ahí surge la paradoja del olimpismo, que se ha convertido en la máxima
expresión del deporte mundial partiendo de la exaltación mediática y popular o por
equipos de los representantes de los países participantes. Porque en efecto, resulta
paradójico que el izado de banderas y la interpretación del himno nacional del país
vencedor, con los tres medallistas en el podio de vencedores, con la respuesta casi
siempre respetuosa y masiva de los asistentes en el recinto deportivo olímpico, haya
sobrevivido con el paso del tiempo pese a que en algunos momentos se ha propuesto
(en principio de acuerdo con el espíritu coubertiniano) escuchar un himno olímpico
neutral en la ceremonia de entrega de las medallas.
Y es que el olimpismo ha sobrevivido al carácter idealizante de su propuesta
original de restaurar los juegos del clasicismo griego, sabiendo modificar
estratégicamente y con sentido oportunista desde el amateurismo al profesionalismo, o
la exaltación nacionalista en términos que no afecten a su espíritu universal y
globalizante, o también desde los rasgos deseables (cambiantes) de lo que es un deporte
olímpico. El horizonte epistémico nacional-estatal que dificulta el análisis sociológico
de los fenómenos sociales, no ha sido pues un elemento que perjudicara el desarrollo de
los JJOO sino más bien al contrario, le ha dado siempre un impulso que hasta el
presente no parece que vaya a cambiar en el horizonte histórico de los próximos juegos.
Un ejemplo del carácter adaptativo y globalizador del olimpismo lo constituye el
hecho de que los representantes del COI de cada país son en realidad una suerte de
embajadores del propio COI. Sin embargo, son comúnmente percibidos como
representantes nacionales nombrados por las autoridades deportivas nacionales. Este
hecho es bien significativo del carácter glocalizante con el que ha sabido evolucionar el
COI. Un organismo que constituye un ejemplo de sociedad-red (Castells, 2006) al que
se dedicará el merecido tratamiento sociológico en el presente proyecto de
investigación. No ha sido esta la única muestra del carácter oportunista del movimiento
olímpico, que ha sabido superar la politización de los JJOO durante el largo periodo de
la Guerra Fría, pues continuaron ganando a pesar de ello, un creciente impacto que
continuó revolucionándose con la aparición de la televisión y el impacto publicitario, de
tal manera que a partir de los años cincuenta el movimiento olímpico se enfrentó a la
disyuntiva a morir de éxito anclado en el romanticismo de los viejos barones o en
evolucionar y actualizar conceptos, valores e imágenes que tuvieron en el presidente
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español del COI Juan Antonio Samaranch a su más claro impulsor y ejecutor. El
carácter adaptativo del movimiento olímpico ha conducido a reforzar su influencia
como un privilegiado e imprescindible elemento vertebrador tal y como ya sucediera en
la antigua Grecia donde los JJOO constituían un auténtico mecanismo vertebrador de
las ciudades estado griegas, que tenían en los JJOO la máxima expresión de unidad
sociocultural y política.
En las últimas décadas, no obstante, el universo idealista y varonil de la moral
deportiva de la modernidad (encarnado en la figura del sportman) se ha descompuesto,
y ha dado paso a un deporte-masa orientado por el ocio, la salud y el reto o desafío, la
búsqueda de placer y nuevos equilibrios de evasión, relajación e integración social, y
dirigido tanto a hombres como a mujeres. Un deporte en el que se multiplican
actividades físicas muy variadas que van desde la búsqueda de emociones fuertes a la
autoconstrucción del cuerpo como producto narcisista. Un deporte-masa que desarrolla,
sin embargo, una enseñanza personalizada, a la carta, irregular, variada, dispersa y
multiactiva, que sigue la lógica de la mercantilización, del espectáculo, de la
diferenciación marginal y de la renovación acelerada.
El deporte espectáculo, por su parte, se ha convertido en un deporte de utilidad
pública, objetivo preferente para los patrocinios de las grandes corporaciones globales,
ámbito de un mercado multimillonario de compra y venta de estrellas a nivel global,
que fomenta la rivalidad de clubes y naciones impulsada por potentes estrategias de
comunicación de masas (Lipovetsky, 1994: 111). Este deporte espectáculo, más que una
religión civil, sería una forma típica de la vida de las sociedades democráticas
modernas, ya que en la devoción deportiva se encuentra un ideal ético, una pasión por la
igualdad democrática de que gane el mejor.
En tal sentido, parece apropiado considerar que el espectador deportivo espera
siempre encontrar una respuesta ontológica al hecho, formulado ya por Spinoza, de que
“nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede el cuerpo” (Lipovetsky, 1994). Es por
ello que, según este autor, el entusiasmo que envuelve al público cuando sigue los
grandes acontecimientos deportivos no puede interpretarse como una manifestación del
supuesto “embrutecimiento de las masas”, sino más bien como “expresión individualista
de la democratización del sentido de la estética hazañística de los cuerpos” (Lipovetsky,
1994: 111). Un proceso democratizador que también cabe encontrar en la muy
heterogénea e integradora práctica deportiva de la población (hombres y mujeres,
jóvenes y mayores, con mayor o menor capacidad física), habida cuenta de la
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importancia capital de los valores de autoexpresión en la configuración de la
democracia (Inglehart y Welzel, 2006), lo que viene a reforzar el papel de los valores de
masas en la consolidación de la democracia. Y es que conviene no olvidar que el
deporte es una construcción social que representa los valores e ideas dominantes. Ello
invalida el pesimismo subyacente de los que creen ver consumismo alienante y acrítico
en las prácticas deportivas de amplios sectores de la población. En tal sentido puede
considerarse que el sistema deportivo, en su doble manifestación de espectáculo y de
praxis de la población, se ha configurado como un espacio privilegiado en el que la
población ha ido ejerciendo de manera creciente su derecho político a una práctica
deportiva, saludable, recreativa, competente y participativa.
Dada la gran variedad de actividades y comportamientos que reciben la
denominación genérica de deporte, resulta conveniente diferenciar entre seis modelos
deportivos: deporte profesional de alto rendimiento, del que surgen los MED; deporte
de competición regulada mayormente por las federaciones deportivas; deporte para la
salud (carrera a pie, senderismo…); deporte de vivencia (escalada, buceo, patinaje…);
deporte de exhibición (diferentes modalidades de danza, ballet, malabarismo…) y
aficiones cercanas al deporte (pesca, caza, ajedrez…).
Aunque se trata de actividades y deportes que han adquirido una presencia
global, su difusión en cada país es muy variable, lo que hace imprescindible su
consideración desde una perspectiva glocal. Además, conviene tomar en consideración
para un adecuado tratamiento del carácter global/glocal de la sociedad deportivizada, el
gran mercado turístico que gira alrededor del deporte espectáculo y de la propia práctica
deportiva en eventos tales como carreras a pie de carácter internacional, ciclistas, etc.
Naturalmente, el tratamiento empírico de todo lo expuesto depende de la
existencia de información suficiente para seguir avanzando en la dicotomía
global/glocal de la sociedad deportivizada global en general y de los megaeventos
deportivos y los JJOO en particular.
5. La expansión geográfica de los JJOO
Para tener una imagen más precisa de la rápida expansión de los JJOO a partir de sus
orígenes humildes a finales del siglo XIX, hemos elaborado la tabla 1 que contiene
datos sobre la evolución de los países participantes en los mismos y los Comités
Olímpicos Nacionales reconocidos por el COI. Antes de que en 1945 se fundase la
Organización de Naciones Unidas, cerca de medio centenar de países contaban con un
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Comité Olímpico Nacional (CON) reconocido por el COI y habían participado en los
últimos JJOO celebrados antes de la Segunda Guerra Mundial en 1936. A esos Juegos
Olímpicos –los últimos que se celebraron antes de la creación de Naciones Unidas–
acudieron 49 países, en un momento en que existían 47 CON reconocidos por el COI.
Quince años después, en 1960, Naciones Unidas contaba ya con 99 miembros con lo
que aventajaba al Comité Olímpico en un número de diez países. Esa tendencia se
mantiene hasta finales de los años noventa del siglo pasado, cuando el olimpismo
experimenta una nueva y definitiva fase globalizadora con la que incrementa el número
de CON reconocidos por el COI hasta 205 y el número de países participantes en los
JJOO de Londres 2012 hasta 204. Para entonces, la cifra de miembros de Naciones
Unidas permanecía en 193.
Tabla 1: Comités Olímpicos Nacionales en los JJOO de verano (1896-2012)
Año y sede
Países
participantes
Países con un
CON reconocido
Países miembros de
Naciones Unidas
1896 Atenas 14 -- --
1912 Estocolmo 28 22 --
1936 Berlín 49 47 --
1945 Fundación ONU -- -- 51
1948 Londres 59 63 51
1960 Roma 83 89 99
1980 Moscú 80 144 159
1992 Barcelona 169 172 179
2000 Sídney 199 199 189
2012 Londres 204 205 193
Fuente: elaboración propia a partir de COI (2012)
El ritmo y la intensidad del proceso de globalización deportiva que reflejan los datos de
la tabla 1 son comunes a otros megaeventos deportivos como el fútbol. El organismo
internacional que gobierna la práctica del fútbol, la Fédération Internationale de
Football Association, universalmente conocida por sus siglas FIFA, agrupa en la
actualidad a 209 asociaciones o federaciones nacionales de fútbol, por lo que cuenta con
diecisiete países miembros más que la Organización de Naciones Unidas. Por otro lado,
organismos como la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo o la
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Federación Internacional de Baloncesto superan estas cifras al contar ambas con 213
federaciones nacionales.
El carácter necesariamente sintético de la tabla 1 no permite apreciar una
circunstancia que, sin embargo, queremos poner de manifiesto por ser altamente
significativa de lo que estamos tratando de exponer. Y es que el crecimiento del número
de países con un CON reconocido por el COI a lo largo del siglo XX se produjo incluso
en periodos bélicos. Así, por ejemplo, entre 1913 y 1919 –periodo en el que tuvo lugar
la Primera Guerra Mundial– fueron reconocidos 5 nuevos Comités Olímpicos
Nacionales mientras que entre 1937 y 1947 –antes, durante y después de la Segunda
Guerra Mundial– serían reconocidos otros 6.
La ampliación geográfica global que ha protagonizado el Movimiento Olímpico
puede también corroborarse atendiendo a la ubicación continental de los 205 países que
lo forman en la actualidad. Uno de cada cuatro pertenecen a África lo que convierte al
continente africano con 53 CON en el de mayor presencia mundial. Europa, Asia y
América aparecen a continuación con 49, 44 y 42 países miembros respectivamente, y
tras ellos Oceanía con 17.
El proceso de ampliación geográfica se ha registrado también en lo que se
refiere al lugar en que se celebran los JJOO. Esta temática ha inspirado estudios
recientes como el publicado en 2013 por Borgers, Vanreusel y Jeroen (2013), en el que
se examinan los procesos de difusión geográfica de 27 megaeventos deportivos entre los
años 1891 y 2010 y se concluye que estos han sido un actor clave en la globalización
del deporte y la cultura física al menos desde la segunda mitad del siglo XX. En el caso
de los JJOO, de las 27 ediciones celebradas desde que en 1896 se inaugurara su etapa
moderna, 16 han tenido lugar en Europa, 6 en América, 3 en Asia y 2 en Oceanía. La
mayor presencia de países europeos, sin embargo, se ha ido compensando en las últimas
décadas con una creciente tendencia de desplazamiento hacia países americanos y
asiáticos, tal y como pone de manifiesto el hecho de que los próximos JJOO hayan sido
asignados a Rio de Janeiro (2016) y Tokio (2020).
6. Evolución deportiva, mediática y económica de los JJOO
En este apartado examinamos el progresivo crecimiento y expansión global de los JJOO
a escala deportiva, mediática y económica. Analizamos en primer lugar el crecimiento
del número de atletas participantes y de las modalidades deportivas incluidas en el
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programa olímpico. Para evitar el exceso de información que comportaría referirse a las
27 ediciones de los JJOO modernos, los hemos agrupado en cinco grandes periodos que
facilitan su interpretación en clave sociohistórica y de acuerdo con su proceso de
crecimiento y desarrollo global. Siguiendo las sugerencias de Chappelet y Kübler-
Mabbot (2008: 78-80), la primera etapa comprendería las ediciones de los JJOO de
Atenas (1896) a Estocolmo (1912), un periodo marcado por la imperiosa necesidad a la
que se enfrentó el COI de superación de las diversas dificultades que iban surgiendo al
inicio. La siguiente correspondería a la etapa entreguerras: se iniciaría en 1920 con los
JJOO de Amberes y alcanzaría hasta 1936, con los JJOO de Berlín. Sería una etapa de
afianzamiento de los símbolos olímpicos. Tras la Segunda Guerra Mundial, se abriría un
tercer periodo en 1948 que abarcaría hasta 1968 y que supondría la etapa de
internacionalización de los JJOO con su expansión fuera de Europa y Estados Unidos.
Los JJOO de Munich (1972) y Barcelona (1992) marcan los límites de un cuarto
periodo, marcado por la mejora de los equipamientos y las retransmisiones
internacionales. El último periodo se habría iniciado en 1996, con los JJOO de Atlanta,
y habría dado lugar a un mayor desarrollo y crecimiento de los mismos.
Junto a la información ya comentada relativa al progresivo aumento de países
participantes, la tabla 2 muestra también la evolución que han protagonizado las
sucesivas ediciones de los JJOO en cuanto al número de atletas, pruebas celebradas y
deportes incluidos en el programa olímpico en los cinco periodos en que hemos
subdividido la historia de los JJOO modernos.
El número de países participantes se ha incrementado de manera considerable en
cada uno de los periodos hasta superar la cifra de doscientos en los JJOO de Londres en
2012, siendo estos últimos siete veces superiores a los que se celebraron justo cien años
antes en Estocolmo. También ha protagonizado un amplio crecimiento el número de
atletas participantes que se ha multiplicado por cuatro en el mismo periodo, es decir, de
1912 a 2012. El crecimiento cuantitativo de las dimensiones de los JJOO se aprecia
también en el número de pruebas deportivas celebradas que aumenta en una proporción
muy cercana a tres desde el final del primer periodo a los JJOO de 2012 en Londres.
Este hecho propicia, por otro lado, un incremento del número medio de atletas por cada
prueba deportiva, que pasa de los algo más de 23 de los JJOO de Estocolmo 1912 a los
35 registrados en los JJOO de Londres 2012.
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Tabla 2: Países, atletas, pruebas y deportes presentes en los JJOO de verano (1896-2012)
Periodo Sede y año de
celebración
Países
participantes
Atletas
participantes
Pruebas
celebradas
Deportes
presentes
1896-1912 Atenas 1896 14 241 43 9
Estocolmo 1912 28 2.407 102 14
1920-1936 Amberes 1920 29 2.626 154 22
Berlín 1936 49 3.963 129 19
1948-1968 Londres 1948 59 4.104 136 17
México 1968 112 5.816 172 20
1972-1992 Munich 1972 121 7.134 195 23
Barcelona 1992 169 9.364 257 24
1996-2012 Atlanta 1996 197 10.318 271 26
Londres 2012 204 10.568 302 26
Fuente: elaboración propia a partir de COI (2012)
El número de modalidades deportivas presentes en las sucesivas ediciones de los JJOO
constituye también un claro indicador de su proceso de globalización deportiva. Ahora
bien, más allá de la tendencia evidente que se refleja en el aumento del número de
deportes incluidos en el programa olímpico, debe repararse en los criterios que
condicionaban la admisión de un deporte en el programa de los Juegos Olímpicos de
verano, tal y como fueron redactados en la Carta Olímpica que entró en vigor el 1 de
septiembre de 2004. En primer lugar, sólo los deportes ampliamente practicados en un
mínimo de setenta y cinco países y cuatro continentes por hombres y en un mínimo de
cuarenta países y tres continentes por mujeres pueden ser inscritos en el programa de la
Olimpiada. En segundo lugar, sólo los deportes que hayan adoptado y apliquen el
código mundial antidopaje podrán inscribirse y permanecer en el mencionado programa
(COI, 2004: 92-93). Todo ello constituye una clara prueba de que la configuración de
los JJOO como un NOMS ha respondido en gran medida a la propia voluntad del COI
que ya desde sus inicios –conectando con el espíritu de los antiguos JJOO– apostó por
la creación de un acontecimiento global.
Esa voluntad de que la configuración de los JJOO adquiriera progresivamente un
carácter global ha tenido una clara vía de consumación en la cobertura y difusión que
han alcanzado sus retransmisiones televisivas. Como se señala en un documento de COI
que contiene información sobre sus estrategias y resultados en términos de marketing, la
difusión televisiva de los JJOO es el factor considerado más relevante en la
15
comunicación de los ideales olímpicos a nivel mundial (IOC, 2014: 22). Asegurar el
mayor número posible de espectadores que tienen la oportunidad de presenciar los
JJOO es uno de sus objetivos centrales que se ha ido alcanzando a lo largo de los años
en un proceso que ha significado un aumento constante del número de países, territorios
y mercados que han quedado cubiertos por la difusión televisiva de los JJOO y que
desde inicios del siglo XXI alcanza ya a 220 países.
Precisamente, los derechos de retransmisión televisiva de los JJOO es una de las
principales fuentes de financiación del COI, algo que no puede sorprender si se tiene en
cuenta, por ejemplo, que en su edición de Londres 2012 tuvieron una audiencia global
de 3.635 millones de espectadores, una cifra que suponía un incremento respecto a los
anteriores JJOO, los de Pekín en 2008, cuando alcanzó los 3.546 millones. Esta
audiencia global se define como el número de individuos que han presenciado al menos
un minuto de la cobertura televisiva del evento. Esta cifra se obtiene mediante el uso de
modernos sistemas de medición de audiencias que permiten calcular el número neto de
personas que han presenciado una determinada emisión (IOC, 2014: 24).
El COI es propietario de los derechos de difusión de los JJOO a través de
televisión, móviles o internet y, tal y como establece la regla 49 de la Carta Olímpica, es
responsabilidad suya tomar las decisiones adecuadas de cara a asegurar la más amplia y
completa audiencia de los JJOO a escala mundial. Por esa razón, el COI comercializa
los derechos de difusión vendiéndolos únicamente a aquellas compañías que pueden
garantizar la más amplia cobertura territorial. Estos derechos de retransmisión de los
JJOO han proporcionado al Movimiento Olímpico la principal fuente de financiación
durante las tres últimas décadas. La más clara prueba del potencial y atractivo que
ejercen para la mayor parte de la población a escala planetaria los JJOO se manifiesta en
el progresivo incremento de su valor comercial de los JJOO, que ha pasado de 1,2
millones de dólares en los JJOO de Roma en 1960 a los 2.569 millones de dólares de los
JJOO de Londres 2012 (IOC, 2014: 26).
7. Conclusiones
En el trabajo de interpretación sociológica que hemos realizado a lo largo de estas
páginas, hemos defendido la tesis de que los JJOO modernos pueden interpretarse,
trascendiendo su dimensión estrictamente deportiva como un NOMS, esto es, como una
institución social que define mejor su dinámica como un sistema unitario a escala
16
global-mundial y que, además, mantiene interconexiones causales autoproductivas y
autorreproductivas con otros NOMS que también se estudian en este número
monográfico. El trabajo bibliográfico llevado a cabo junto con la información factual
procedente de diversas fuentes, especialmente de los archivos del Comité Olímpico
Internacional que hemos consultado en Lausanne en el verano de 2013, nos ha
permitido reconstruir la expansión de los modernos Juegos Olímpicos con una
información de carácter numérico que se ha recogido en once tablas y dos gráficos.
Dicha información ha ofrecido una evidencia empírica que nos ha permitido confirmar
el carácter global y planetario de los JJOO.
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