LO FALSO EN LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL - Instituto Cervantes
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LO FALSO EN LA
INTELIGENCIA
ARTIFICIAL
José A. López Brugos
EL ORIGEN DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
La inteligencia artificial (IA) está presente en el mundo de los informáticos desde sus comienzos, concitando las inquietudes de personas dispersas. Su na
cimiento histórico sucedió en el seminario de Cornell (1956), que reunió a un genial grupo de investigadores de universidades y empresas. Dar nombre a sus inquietudes no resultó tarea fácil, y ni ellos mismos se sintieron seguros de disponer de una denominación adecuada, pero presentían que la referencia a la inteligencia servía de catalizador de sus preocupaciones. Así, a falta de un nombre mejor se aceptó el sugerido por Minsky sin esperar disponer de una definición precisa de algo tan oscuro y poético. (McCorduck, Machines who think, 1979).
En aquel momento se entrecruzaban dos tendencias básicas acerca de lo que era la inteligencia:
a) Los que consideraban que la inteligenciaera un producto del cerebro, el cual se reducía a un conjunto de neuronas (de conexiones químico-eléctricas) organizadas en diferentes funciones y niveles de control. También ahí se dividían entre los que consideraban las «neuronas» de un modo biológico y los que las consideraban de una manera mecánica.
Aún hoy esta cuestión se refleja en el tipo de investigación que realizan los japoneses (modelo biónico) y la que hacen los norteamericanos (modelo mecánico), pero ahora se trata de recrear el ciclo de los sistemas nerviosos según el cual un estímulo llega al órgano de control, busca en la memoria y elabora una orden como respuesta. lCómo se relacionan la memoria y el procesador? lQué sistema nervioso es más eficaz? lSe pueden reducir todos a la misma lógica? lEs mejor investigar modelos vivos o modelos abstractos? lQué material es el adecuado para reproducir y comercializar el proceso?
En ambos casos se emulaba el sistema nervioso de los seres vivos, sea como punto de partida (modelo), sea como objetivo a conseguir. Y ambos piensan que se trata de una cuestión de complejidad; el caso es que una máquina llegue
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-algún día- a funcionar como el cerebro humano.
b) Los que consideraban que la inteligenciaestaba en la «mente», o sea que consistía en un conjunto de representaciones interreferentes de ideas y conceptos. Naturalmente este era el planteamiento de los que buscaban la lógica del comportamiento humano analizando su propio proceder, por eso se inspiraban en nuestra forma de resolver los problemas. También aquí se dividían entre los que buscaban esa lógica de los conceptos en el lenguaje (como punto de partida) y los que veían a este como un medio de expresión (punto de llegada).
Han sido psicolingüistas, cognitivistas y lógicos los que han propuesto las nuevas teorías del conocimiento de la IA, a menudo basadas en Kant y Husserl.
Estas dos tendencias representan todavía hoy las líneas de trabajo básicas de la IA:
a) La necesidad de que las máquinas tenganla funcionalidad de los organismos vivos y que se acerquen a la capacidad del cerebro humano.
b) La necesidad de que abarquen las tareascomplejas de los humanos porque disponen de métodos de análisis lógicos y representación del mismo grado que ellos.
LO QUE PUEDEN REALIZAR LAS MAQUINAS
La mitología que evoca la IA proviene, pues, de los propios orígenes míticos de la inteligencia, el fuego que Prometeo, el rebelde, arrebató a los dioses. En nuestro caso, esos dioses son los hombres y los prometeos parecen degradar el preciado don transfiriéndolo a las máquinas. Esta idea de construir «hombres mecánicos» que nos emulen, constituye una fuente de malentendidos y falsedades, porque al mantener al hombre como referencia continua trata de configurar además la imagen del futuro. lPorque qué es el futuro sino la propia imagen que «el rey de la creación» traza de sí mismo? (H. L. Dreyfus & S. E. Dreyfus, Mind over Machine, 1986, discuten estas cuestiones en otro contexto, el norteamericano).
Sin embargo, en concreto, se trata de la posibilidad de mecanizar ciertos aspectos del comportamiento humano que llevan el sello de la inteligencia, como son la capacidad de integrar e interpretar información proveniente de distintos «órganos» (instrumentos de captación de señales), de manejar conocimiento real, de comprender actos de lenguaje y deducir lógicamente respuestas adecuadas.
Cuando vemos a una máquina conducirse de una manera semejante a la humana, nos sorprendemos porque estamos absolutamente con-
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vencidos de que la conducta humana es única, y verla reflejada en una máquina nos parece degradante. Estos autómatas comprenden menos de lo que aparentan, y somos nosotros los que añadimos el sentido que les falta, pero el hecho es que nos producen desasosiego y nos subyugan cuando nos responden porque desconocemos su estructura.
A los demás humanos les exigimos que carguen de significado sus actos y se hagan comprender, que sean coherentes, que se comporten con una lógica objetiva, y cuando no ocurre así nos sentimos frustrados, o ya no los consideramos semejantes nuestros y los llamamos locos. Así, la representación cinematográfica o teatral tópica de los locos se hace por medio de escenas con una parafernalia de gestos sin sentido o vacíos de comunicación, faltos de referencia, o como una repetición de estereotipos. Tanto es así, que muchas veces hasta los propios «locos» entran ya en ese juego. Con ello estamos afirmando el hecho de que existe una lógica objetiva de comportamiento que podemos y debemos comprender, si queremos andar por el mundo sin fatales contratiempos, siendo al mismo tiempo el sello que distingue a los humanos. Esta tradición de raíces estoicas continúa vigente. Y, en todo caso, aceptamos leyes físicas además de leyes de todo tipo, porque conocemos sus consecuencias. Como en los códigos jurídicos podemos aislar trozos de esta lógica de comportamiento y mecanizarlos.
De todos modos, son las tareas de los profesionales que suponen una experiencia los candidatos inmediatos para la mecanización.
Ahora bien, eso nos parece natural, pero ¿ puede una máquina llegar a realizar tareas complejas que -hoy por hoy- sólo los expertos humanos realizan? Hay, pues, que determinar qué tareas son mecanizables y por qué razones lo son. Y se plantea, de inmediato, el problema de qué quiere decir «mecanizable», es decir, el concepto de «mecanizable». Desde 1936 existen diversas definiciones y métodos teóricos para determinar cuándo una tarea es mecanizable. A esos métodos se los llama «computables», dando origen a la palabra computadora. Según esto, una máquina puede realizar aquello que sea computable, o sea, de lo que conocemos un procedimiento o descripción de los pasos para realizarlo. Y, con precisión, la máquina recorre cada uno de esos pasos. A ese conjunto de instrucciones mecánicas lo llamamos un algoritmo. Por lo cual una computadora es una máquina que consume (procesa) algoritmos.
Evidentemente, no todo es computable ni, por tanto, mecanizable, en principio, pero conocemos qué características tiene que tener lo que las máquinas pueden realizar. Y esto de una ma-
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nera absoluta, de modo que siempre las máquinas se moverán en esos límites: para que una máquina pueda realizar una tarea es preciso disponer de un algoritmo que compute dicha tarea, y, dicho algoritmo, será la base del programa que realizará la máquina. Como las computadoras son máquinas universales, son capaces de computar todos los algoritmos. Pero, repito, también sabemos que aquello que no tenga esas propiedades no es computable, y mientras no sea así tampoco lo podrá realizar una computadora.
Según esto, la cuestión central es la siguiente: lo que consideramos tarea humana es algo que se puede repetir e, incluso, enseñar a otros humanos, de manera que constituye un conjunto de operaciones precisas, aunque la persona que las sabe realizar no suele ser capaz de explicarlas con el detalle necesario. El hecho de describir mecánicamente una tarea humana es un proceso que exige investigación, es decir, métodos propios de análisis y representación de conocimientos que ahora comienzan a llamarse ingeniería del conocimiento.
Las tareas que obviamente admitimos como las más adecuadas para ser mecanizables son los denominados «conocimientos científicos», y, en general, todos los conocimientos que -por su grado de objetividad- sean enseñables, pero sólo pueden pasar por el ordenador cuando han sido descritos del modo antes indicado.
Por su propio origen, vemos normal que una máquina realice tareas de cálculo, porque «mecanizable» es, de hecho, equivalente a «calculable». Por eso los campos privilegiados por la informática tradicional fueron los cálculos. Y, de ahí, la popularidad de lenguajes como el FORTRAN y el BASIC. Pero detrás de un cálculo hay un algoritmo, que constituye el corazón del programa, y que enlaza sus diversas partes o módulos, integrados por datos y procedimientos. De ahí, que la metodología de la programación a fines de ¡os sesenta condujo al lenguaje PASCAL, que constituye un instrumento formal de representación de algoritmos conteniendo la experiencia de programación previa y los desarrollos de la computabilidad.
LOS LENGUAJES DE LA IA
Pero la IA sería poco más que un nombre si no dispusiera de lenguajes adecuados de representación para el tipo de conceptos que maneja y de unas técnicas algorítmicas (heurísticas) que permitan construir programas que realicen las operaciones del conocimiento que comportan sus problemas. Un lenguaje orientado a los problemas de la IA es el LISP (McCarthy, 1958), que comenzó sirviendo de soporte para las in-
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vestigaciones de representación de conocimiento común que revelaban una lógica. LISP evaluaba listas siguiendo un mecanismo universal de análisis de estas que superaba al GPS (Simon y Newell; un código para la resolución de problemas). De esta manera, se dotó IA de un lenguaje de programación universal capaz de sacar partido de los métodos de representación por árboles característicos de ella. Para dar una idea intuitiva, se trataba de considerar cualquier problema como un laberinto, donde a un estado inicial o de partida siguen sucesivamente otros, una combinación de cuales conduce al estado final o salida del laberinto, pero advirtiendo que el conjunto de estados total ( espacio de investigación) puede ser enorme e incluso infinito. Resultaba, así, que el LISP constituía un lenguaje además de un método de representación de conocimientos y de resolución de problemas.
La limitación estaba en que este instrumento consumía mucha memoria de ordenador, y necesitaba algoritmos que eliminaran los caminos inútiles y los menos prometedores siguiendo unas restricciones o criterios. Ello hizo que las aplicaciones de la IA exigieran todavía una etapa de investigación hasta dar con los primeros éxitos. En los sesenta se vio que los campos más prometedores eran los sistemas expertos, el reconocimiento de formas («imágenes y señales») y la comunicación en lenguaje natural (interfaces), a pesar de las dificultades planteadas. Pocos advirtieron, entonces, la conveniencia de construir bases de datos deductivas que descargaran al sistema experto de los datos, concentrándolo en las reglas de conocimiento. Precisamente los planes de desarrollo de la 5 Generación de ordenadores tratan de ensamblar todos esos elementos, trabajando además en paralelo para realizar operaciones simultáneas (los procesadores actuales funcionan realizando operaciones sucesivas -una detrás de otra- lo cual produce los llamados embotellamientos de von Neumann).
Desde 1972 viene desarrollándose el otro gran lenguaje de la IA, el PROLOG, que constituye la aportación más concreta de la lógica a la IA. Su nacimiento fue simultáneo con la incorporación de la IA a la tecnología informática comercial. El rigor adquirido por las técnicas de la IA integradas en los llamados sistemas expertos orientó el propio desarrollo de este lenguaje, convirtiéndolo en un instrumento casi ideal para la realización de tales sistemas que constituyen un paradigma de la IA. Al mismo tiempo, consagró el uso de los métodos lógicos dentro de la IA, y por tanto, en la informática general.
Es pura publicidad decir que esos lenguajes tal como se presentan al público permiten ya abordar problemas de IA, para ellos se necesitan
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técnicas más complejas, y, sobre todo, entornos de programación que permitan organizar y disponer de información suplementaria necesaria para realizar el programa. Precisamente esa es una de las grandes investigaciones de la informática actual. Automatizar tales tareas está siendo el objetivo presente de integración de la IA en la informática comercial y las demás tecnologías.
LA NECESIDAD DE LA IA
En la apuesta de los japoneses por los métodos lógicos y, en general, por la IA, hay tanto razones teóricas como estratégicas. Las primeras asumen que la esencia de nuestra organización de los conocimientos es de naturaleza lógica, y, las segundas, que los conocimientos son específicos, y, por tanto, que no son deducibles universalmente sino que pertenecen al experto. Pero los japoneses creen además que el conocimiento produce más conocimiento, y que este incremento viene aportado por la capacidad deductiva de la lógica. Piensan, así, que si poseyéramos un instrumento mecánico que aplicase la lógica podríamos deducir ilimitadamente nuevos conocimientos. Y esta fue precisamente la opinión de Leibniz frente a Descartes.
Al delicado punto que acabo de renunciar se me ocurre la siguiente observación. Si dotamos de bases de datos deductivas (dinámicas) a los sistemas expertos, que -como su nombre indica- codifican una cierta cantidad de conocimiento humano (naturalmente, en terrenos específicos), mecanizamos muchas tareas que actualmente realizan hombres, pero no añadimos mecánicamente conocimiento.
Si se produce más conocimiento es porque los expertos aprenden con este esfuerzo de análisis cosas que oculta la práctica rutinaria de su tarea, y, al mismo tiempo, podemos mejorar esos sistemas porque están muy precisamente descritos. Eso mismo pasa ya con las teorías científicas, que se suceden unas a otras produciendo el progreso científico dentro un mismo área, es decir, se crean técnicas de representación más adecuadas, nuevas aplicaciones y, por tanto, más conocimiento. Lo que tenemos, aquí, es que esos sistemas mecánicos crecen de un modo semejante si el experto sigue en contacto con el sistema, y éstos son los que realmente aumentan conocimiento. El resultado parece el mismo porque los instrumentos no son ajenos al desarrollo de los conocimientos. De esta manera, se puede concluir la perogrullada de que el conocimiento aplicado es el motor del conocimiento, pero además otra idea que no es tan trivial: que el conocimiento mecanizado en manos de sus expertos se convierte en un potente instrumen-
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to de producir conocimiento. Y, así, pienso que se puede afirmar que los japoneses -con Leibniz- tienen toda la razón, y a los resultados me remito. Creo que hay que admitir, pues, que hoy día la informática va siendo un instrumento universal interno al conocimiento científico y no sólo una tecnología más, de la que se puede prescindir, pero para ello es preciso su integra- ' ción en las aplicaciones de los científicos y profesionales. Porque un sistema experto es experto en la medida que contiene conocimiento específico.
Pero lestá preparado el mundo de la producción y el de la universidad para lograr esta meta?
Dos hechos nuevos en la historia pueden obligarnos a reflexionar sobre lo que está pasando.
El primero es que -por primera vez- algunos países se han visto obligados y han sido capaces de planificar políticas económicas orientadas a desarrollar tecnologías basadas en la ciencia aplicada poniendo como motor la informática. Es lo que se llaman «nuevas tecnologías». Y, precisamente, lo que facilita la integración de tecnologías tan diversas es la IA porque ésta necesita para su desarrollo el conocimiento real, pero también sucede lo inverso, las tecnologías necesitan automatización. La razón es obvia: tecnología supone automatización, mecanización. Este ha sido el ideal de la era industrial, por no decir de nuestra civilización.
España, ocupada en la transición política, no ha proyectado ningún auténtico plan, limitándose a realizar reformas y parches. Y, ahora, espera que la reconversión tecnológica provenga del efecto de la integración en la CE de la que no recibió directrices como, por el contrario, sucedió en la reconversión industrial. La operación de cirugía económica que supuso la integración en la CE no tenía nada que cortar en este caso, y muchos hemos vivido angustiados viendo cómo se daba el salto en otros países mientras que nosotros hacíamos una política de subsistencia por no decir otra cosa... Dígase lo que se diga la oportunidad ha pasado y ahora ya sólo queda recoger los rastrojos.
Da pena pensar lo que podría ser el 92 con una política tecnológica más ambiciosa y a la altura de las circunstancias, pero ya no hay oportunidad para otra cosa que ferias y sabemos lo que queda de esos acontecimientos. Según parece no estábamos preparados para realizar planes tan complejos o no hubo esa voluntad, pero era la ocasión. Nos faltaba mentalidad tecnológica, información y confianza en nosotros mismos. Tales cosas también pueden servir para medir la independencia y capacidad política de un pueblo.
El segundo hecho se relaciona con el primero.
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Y consiste en que ni siquiera las multinacionales tienen hoy capacidad para realizar con medios propios una investigación tan competitiva y vertiginosa. Necesitan el concurso de los estados para integrar ingentes recursos de dinero e investigadores, y por esa razón se ha comenzado a recurrir abiertamente a las universidades y al dinero público. También aquí las actitudes conservadoras han resultado negativas. Entre los científicos también existe el espíritu de riesgo y la responsabilidad nacional. Basta conocer la pasión y el sentido de la responsabilidad de japoneses, franceses, ingleses, etc. Este aspecto tan interesante necesitaría por sí solo un análisis y unas conclusiones que superan los objetivos de mi comentario. lQué significan, por ejemplo, planes como el ESPRIT y EUREKA de la CE, la V Generación japonesa? La disposición al trabajo organizado, colectivo, de los asiáticos nos está obligando a entrar en una nueva era. Si la política no tiene la capacidad de organización adecuada, si no está a la altura debida, no hay nada que hacer. Y, en España, no alcanzó el nivel.
ESPERANZAS Y PROMESAS DE LA IA
La gran mentira de la IA es la mitología de imágenes que se ha montado a su alrededor. Eso no quiere decir que no tenga peligros y consecuencias graves. Los ha tenido y los tiene la energía nuclear, los tiene la biotecnología, la química, etc. Como es sabido, el poder de la ciencia tiene doble filo, y puede producir destrucciones irremediables. Hubo una idea de progreso equivocada.
La tecnología sustituye lo natural por lo artificial. En este sentido se están perdiendo las señas de identidad de los objetos naturales que nos rodean y que nos permiten identificarnos. Un río sin peces, donde no podemos bañarnos, no es ya el mismo río, y, a veces no es ni siquiera un río. Cada vez todo se va pareciendo en todas partes. Si no se está atento empieza a no saberse dónde se está ni a entender lo que está pasando. Cada vez otros llegan más a nosotros a través del mercado. Estamos en un mercado donde cada vez las cosas cambian más rápidamente y sirven menos tiempo. Sin duda, la IA contribuirá decisivamente a que esto sea aún más así. Es inevitable.
Pero, lqué es lo que se puede evitar y dónde están los peligros de la IA?
Evidentemente, producirá un salto en la automatización. Esto sucederá necesariamente, pero lo que hay que evitar es que se realice sin control político, sin que haya un orden de prioridades, y sin que nosotros seamos meros espectadores y meros consumidores. Es necesario -sin ir más allá- porque es el desarrollo lógico de la
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industrialización. La crisis actual es universal porque universales e interdependientes eran ya muchos elementos de la economía, como por ejemplo, la energía, los capitales, la tecnología, etc. lQué se podía esperar de la industria siderometalúrgica, automovilística, naval, aeronáutica, electrodoméstica, etc.? El diseño de objetos es un buen ejemplo de cómo se pueden combinar los elementos universales y la idiosincrasia.
Lo que todavía no ha asumido la política económica española es que es preciso dotar al sistema productivo, a las empresas en particular, y a la sociedad, en general, de sistemas universales de información y formación continuas para abordar nuevas tareas productivas, en definitiva reconvertirse de un modo más natural y continuo. Se desperdicia demasiada capacidad y experiencia humana en una economía del desperdicio. Existe conciencia de ello y algunos países han comenzado a abordar el problema, pero España deja mucho que desear. Si no se mejoran los sistemas de información y organización es inútil automatizar. Sería como una casa llena de cachivaches: se consumirían recursos y no se conseguiría más que perder espacio. Lo prioritario es organizar el trabajo y prepararse para la era de la· automatización. Y da la impresión que aquí no se aborda seriamente ni lo uno ni lo otro.
La automatización produce paro, pero icuánta experiencia se pierde por no hacerla adecuadamente! Y iqué mal hecha está entonces! Se estaba viendo venir desde hace años, lqué se ha hecho? Va a aumentar de una manera rápida, y lqué se está haciendo de cara al futuro? Sin una política económica de tecnologías integradas no se puede controlar el proceso de automatización. Se reconoce que la informática es una tecnología decisiva pero lqué se ha hecho para organizar la formación de informáticos y qué experiencia les proporciona el medio empresarial y las instituciones españolas? Casi todo se compra a países extranjeros y casi todo funciona luego mal porque hay que adaptarlo, desarrollarlo, etc. Apenas se solicitan programas de envergadura que pongan a punto de las técnicas informáticas y habitúen a trabajar en equipo. Sin embargo, la IA necesita el trabajo en equipo y la conexión internacional.
El medio español todavía se debate en la alternativa de si informática sí o informática no, como si esto tuviera ya sentido. Cuando las circunstancias obliguen ya no habrá nada que hacer. La informática que se está instalando suele estar sobrepasada. Las multinacionales en España sólo se dedican a vender equipos y paquetes que se han producido fuera sin que importe mucho si están obsoletos. Es un mercado inmediato. Raramente alguien está satisfecho de lo que
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le han vendido. Apenas se investiga y, cuando se hace, suele ser por iniciativa propia, sin perspectivas claras y con medios rudimentarios, contra viento y marea. El ingenio no basta para ir contra un tiempo inexorable. En esas condiciones los niños nacen muertos.
La automatización producirá más paro porque no se hace una política económica que la programe con tiempo suficiente. La Universidad que es decisiva en investigación (iy la inmensa mayor parte de la investigación española se realiza en la Universidad!) no está a la altura de las circunstancias porque no se han formado equipos ni se ha tomado un contacto serio con las necesidades de la economía. Se mueve en un medio burocráticamente jerarquizado, como un cuartel descontrolado, donde cada cual tiene motivos para no ponerse de acuerdo con el vecino y donde aún es una odisea personal saltar las fronteras. Se ha perdido el tiempo en oposiciones, trámites, alianzas, trabas, en definitiva, cuando había que haber planeado el futuro para Jas exigencias de la tecnología. Se ha alimentado un individualismo feroz, una competitividad desleal, cuando precisamente se necesitaba lo contrario. Para la mayoría, es una campana llena de frustración, que defiende inútilmente una independencia mal entendida, al estilo de la antigua clase media. Para la minoría, resulta un juego de vanidades mezquinas.
Un ejemplo que clama al cielo es la política informática para las enseñanzas no universitarias. Se ha hecho un gran esfuerzo individual pero lqué queda de tantos entusiasmos? Por su parte, la Universidad ha seguido la política del avestruz y un ritmo de tortuga.
El público, en general, ve la informática como un peligro. Por una parte, es una tecnología extranjera, por otra, producirá paro, y, finalmente, servirá para controlar mejor a los ciudadanos (hacienda, la policía, etc.). Pero, lorganiza el tráfico, facilita las transacciones económicas, nos hace llegar la información que necesitamos, nos previene civilmente, elimina los trabajos de alto riesgo o insanos ... ? eso apenas se ve por ningún lado. De cuando en cuando, la TV nos cuenta las «maravillas» de la automatización ... en países que parecen lejanos, aunque estén ahí al lado. La tecnología resulta un juego exótico, casi de extraterrestres. Así icómo nuestros conciudadanos, simples mortales, nacidos a nuestro lado van a poder emular tanta inteligencia! Hay que hacer que los desarrollos sean algo natural, cotidiano. Fijémonos lo que ha ido pasando en los países de alrededor y observemos la enorme distancia que nos separa. No estamos educados para la tecnología y la ciencia aplicada, todavía creemos que no las necesitamos para vivir, o al menos que es algo secundario para la vida. Si-
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gue siendo verdad aquello de ique inventen ellos!
De la IA lo único que se sigue haciendo aquí son chistes.
En España, ni siquiera las multinacionales se han esforzado en contar las maravillas de la IA porque aquí el problema todavía es de informática clásica.
CONJURAR LOS MITOS DE LA IA
Sus mitos provienen de su pasado mecanicista donde las máquinas competían con los seres vivos. Hubo investigadores metidos a filósofos -porque los filósofos andaban en otros menesteres- que alimentaron esperanzas desproporcionadas sobre el porvenir de la IA con proclamas publicitarias. Creían que era cuestión detiempo, olvidando las limitaciones internas de lomecanizable y sus características. Tenían la esperanza de construir sistemas universales capaces de abarcar toda la realidad. También los hubo que se apresuraron a proponer la sustituciónde los hombres por las máquinas, incluso en tareas de interés psiquiátrico, lo cual alarmó a losmás humanistas (Weizenbaum, Lafrontera entreel ordenador y la mente, 1976), y, desde otrospuntos de vista más generales (Lighthill, 1973;H. L. Dreyfus, What Computers Can't Do, 1973).El cine y la TV la han utilizado ampliamente como inspiración y como instrumento. Y el hechode que las investigaciones de mayor envergadura fueran financiadas por el Pentágono y losejércitos con fines militares y espaciales colaboró también a magnificar la capacidad destructivay diabólica de la IA.
Seguramente una encuesta mostraría que la IA se ve, sobre todo, relacionada con la investigación espacial, el mundo militar, y el mundo de ficción. Y no es que esto sea falso, sino que dificulta su incorporación a la economía cotidiana, incluso de cara a los empresarios, que tampoco son fruto de la casualidad.
Hoy, cuando la IA comienza a poder ser más conocida por sus productos reales, tanto los investigadores como algunos usuarios empiezan a ser prudentes en sus manifestaciones. A veces aquellos se han vuelto tan prudentes que evitan hablar públicamente de ella o lo hacen con ironía pues están cansados de responder siempre a los mismos tópicos. En los medios de comunicación tampoco parece haber hecho ningún esfuerzo por informarse adecuadamente. Están faltando unos intermediarios que hagan más digerible el mundo de la IA. Y con la prudencia llegó un escepticismo también injustificado. Porque los investigadores se han encontrado con dificultades de realización mucho mayores
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de las que esperaban. Así, por ejemplo, los sistemas expertos han revelado la necesidad de crear entornos de programación mucho más potentes antes de acometer sistemas complejos. Las drásticas limitaciones de aprendizaje y adaptabilidad de los sistemas los hacía morir casi antes de comenzar a funcionar, pues presentan casi la rigidez de los sistemas mecánicos habituales. Urge automatizar muchas necesidades de la propia programación. Pero también es cierto que se están consiguiendo equipos que ya pueden abordar con éxito productos útiles y rentables que dejan a la informática clásica a menudo obsoleta. Por eso la conclusión más evidente es que la informática está siendo orientada por la IA de modo que ésta representa ya su futuro. Es cierto que las manifestaciones iniciales respondían más bien a la fe de los pioneros, y eran exageradas, pero hay que reconocer que resultaba muy difícil disponer de presupuestos mínimos para realizar una investigación que no tenía una rentabilidad inmediata y que estaba tan cargada de filosofías. Como contrapunto, la mayoría de las multinacionales de la informática continuaron, por su parte, rezumando un escepticismo también exagerado hasta finales de los años setenta. Luego han comenzado a utilizar la IA como elemento publicitario, aunque, en España, todavía la situación es otra. Aún no se ha conseguido dar una información pública ajustada. Especialmente, sería necesario un mayor contacto de los investigadores con los empresarios y los responsables de las instituciones que podrían sacar partido de esta tecnología.
No es de extrañar que la IA dé prestigio a las empresas y que todas las multinacionales de la informática hayan acelerado la creación o el desarrollo de equipos de investigación, pero siempre adaptándose a las condiciones de los mercados nacionales. Las propias secciones nacionales reflejan la debilidad de la informática en nuestro país. Apenas se investiga, se trata de vender a toda costa, lo cual augura un futuro poco prometedor.
Los mitos y la parafernalia de imágenes de este bosque no dejan ver las posibilidades reales de esta tecnología donde el contacto de los expertos con las necesidades exige una información detallada y tiempo para poder hacer factibles futuros proyectos. Sería importante observar el panorama de las ramas de la economía española que se van interesando por la informática avanzada y colaboran a su desarrollo nacional, pues son muy pocas las empresas que tienen información contrastada y apuestan fuerte. No tiene justificación que una economía en �reconversión hipoteque el futuro de es- ·� ta tecnología. �