Libros Nazis

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Auschwitz, un regreso a pie Tres veces, en sesenta y tres años, la venezolana Trudy Mangel de Spira ha traspasado las macabras cercas del campo de exterminio de Auschwitz- Birkenau. La primera ocurrió el 4 de mayo de 1945, tres meses después de que el ejército soviético liberara el averno donde los nazis asesinaron alrededor de un millón de judíos, 74.000 polacos, 21.000 gitanos y 15.000 soviéticos prisioneros de guerra. Era entonces una niña, un saco de huesos. Durante meses había sido sometida a trabajos forzados, estaba sola, aterrada, no podía caminar. La segunda vez, el 27 de enero de 2005 –instituido por la ONU como Día de la Recordación del Holocausto–, lo hizo sometida a la excesiva formalidad de las conmemoraciones del 60 aniversario de la liberación del emblemático Auschwitz, sin que se le permitiera ver de cerca los lugares que escindieron su memoria. Fue una más de los 2.000 supervivientes invitados a participar en una ceremonia cuyos protagonistas terminaron siendo la nieve y un puñado de líderes mundiales, entre ellos los presidentes de Polonia, Rusia y Francia, Aleksander Kwasniewski, Vladimir Putin y Jacques Chirac, respectivamente. Aquella frustrante procesión hizo que volviera por voluntad propia el primero de mayo del 2008, vestida como turista, abrazada al afecto de 140 paisanos judeovenezolanos. A sus 75 años entró y salió del campo caminando, erguida, impetuosa, aunque con la mirada líquida y el pie derecho muy adolorido, secuela de la brutal amputación de tres dedos perpetrada por los nazis días antes de que todo acabara. O comenzara. En esta última ocasión volvió a Auschwitz-Birkenau por rigurosa necesidad. Para desmantelar sus pesadillas. Para dar fe de que la supervivencia puede ser un milagro y un destino. Pero, sobre todo, asegura ella, para rendir un último tributo a su esposo, fallecido hace tres años, y que fue víctima –en enero de 1945– de las llamadas Marchas de la Muerte. Alfred Spira y el hermano de Trudy, Nisu Mangel –los futuros cuñados no se conocieron en aquellos calamitosos días del fin de la Segunda Guerra Mundial–, fueron de los poquísimos que escaparon vivos a las caminatas de más de 50 kilómetros a las que los nazis sometieron a 60.000 prisioneros de Auschwitz y sus subcampos ante la cercanía de las fuerzas soviéticas. La intención era desaparecerlos en el insolente invierno o, en el mejor de los casos, enviarlos a campos de concentración en Alemania y Austria. Al menos 15.000 evacuados de Auschwitz murieron en el obligado éxodo hacia la Alta Silesia, rendidos ante el hambre, la debilidad o fusilados por los guardias de la Schutzstaffel (SS), cuyas órdenes eran acabar con los rezagados.

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Auschwitz, un regreso a pie

Tres veces, en sesenta y tres aos, la venezolana Trudy Mangel de Spira ha traspasado las macabras cercas del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. La primera ocurri el 4 de mayo de 1945, tres meses despus de que el ejrcito sovitico liberara el averno donde los nazis asesinaron alrededor de un milln de judos, 74.000 polacos, 21.000 gitanos y 15.000 soviticos prisioneros de guerra. Era entonces una nia, un saco de huesos. Durante meses haba sido sometida a trabajos forzados, estaba sola, aterrada, no poda caminar.La segunda vez, el 27 de enero de 2005 instituido por la ONU como Da de la Recordacin del Holocausto, lo hizo sometida a la excesiva formalidad de las conmemoraciones del 60 aniversario de la liberacin del emblemtico Auschwitz, sin que se le permitiera ver de cerca los lugares que escindieron su memoria. Fue una ms de los 2.000 supervivientes invitados a participar en una ceremonia cuyos protagonistas terminaron siendo la nieve y un puado de lderes mundiales, entre ellos los presidentes de Polonia, Rusia y Francia, Aleksander Kwasniewski, Vladimir Putin y Jacques Chirac, respectivamente.Aquella frustrante procesin hizo que volviera por voluntad propia el primero de mayo del 2008, vestida como turista, abrazada al afecto de 140 paisanos judeovenezolanos. A sus 75 aos entr y sali del campo caminando, erguida, impetuosa, aunque con la mirada lquida y el pie derecho muy adolorido, secuela de la brutal amputacin de tres dedos perpetrada por los nazis das antes de que todo acabara. O comenzara.En esta ltima ocasin volvi a Auschwitz-Birkenau por rigurosa necesidad. Para desmantelar sus pesadillas. Para dar fe de que la supervivencia puede ser un milagro y un destino. Pero, sobre todo, asegura ella, para rendir un ltimo tributo a su esposo, fallecido hace tres aos, y que fue vctima en enero de 1945 de las llamadas Marchas de la Muerte. Alfred Spira y el hermano de Trudy, Nisu Mangel los futuros cuados no se conocieron en aquellos calamitosos das del fin de la Segunda Guerra Mundial, fueron de los poqusimos que escaparon vivos a las caminatas de ms de 50 kilmetros a las que los nazis sometieron a 60.000 prisioneros de Auschwitz y sus subcampos ante la cercana de las fuerzas soviticas. La intencin era desaparecerlos en el insolente invierno o, en el mejor de los casos, enviarlos a campos de concentracin en Alemania y Austria. Al menos 15.000 evacuados de Auschwitz murieron en el obligado xodo hacia la Alta Silesia, rendidos ante el hambre, la debilidad o fusilados por los guardias de la Schutzstaffel (SS), cuyas rdenes eran acabar con los rezagados."Desde 1988 se organiza en Polonia la Marcha por la Vida, en la que miles de personas de todas partes del mundo, no todas judas, caminan los tres kilmetros que hay entre el campo de Auschwitz y el de Birkenau", explica Trudy en un espaol sosegado, con dejos caraqueos, que cuida no entretejer con las siete lenguas que domea. "Hasta el ao pasado no o de la existencia de ese evento. Pero apenas me enter, pens: no me queda mucho tiempo para homenajear a mi esposo. Me dije: l estuvo en una marcha de la muerte, durante tres aos camin entre Auschwitz y Birkenau, pues trabajaba en un campo y pernoctaba en otro, as que yo voy a hacer una por la vida en su memoria, porque l nunca habra regresado a Polonia. Mi esposo habl muy poco del campo de concentracin, no fue capaz, se llev todo a la tumba. Durante mucho tiempo tampoco yo pude hablar. Hace apenas veinte aos consegu fortaleza espiritual para contar lo que me ocurri, y desde entonces no he parado. Al principio, como la mayora de los sobrevivientes del Holocausto, tena miedo de que no me quisieran escuchar o no me creyeran. Por eso hoy, donde voy, cuento mi historia. Por eso viaj a Polonia. Necesitaba ver si todo lo que digo es como lo recordaba".***Cuando Trudy naci, el 14 de agosto de 1932 en Kosice entonces Checoslovaquia, luego Hungra y hoy Eslovaquia, la vida de los judos era ya una tragedia. El arribo de Hitler al poder en 1933 afinc en buena parte de Europa las espuelas de un antisemitismo que comenz limitando la participacin de los judos en la vida pblica y que llegara a impulsar uno de los ms cruentos genocidios de la historia de la Humanidad. Pese a obvios aires de suplicio, ella recuerda una infancia feliz en su ciudad de 70.000 habitantes, de los cuales 17.000 eran judos organizados en comunidad, con sus sinagogas, su cementerio y sus escuelas. Su familia era observante ortodoxa, duea de un prspero negocio de telas que le permiti adquirir todo un edificio en una transitada calle.En 1938 Trudy comenz a ir a la escuela. "Pero apenas un mes despus cerraron las aulas y nos mandaron a casa por seis semanas. Fue el momento en que Checoslovaquia pas a ser Hungra. Tuvieron que cambiarlo todo, los libros, elpensum, haba un nuevo idioma. En ese momento todos ramos iguales, ramos amigos. La nica diferencia era que a quienes provenamos de hogares judos no nos daban tareas para los sbados. A partir de 1939 comenzaron a suceder verdaderos cambios ms all de mi pequea vida infantil. Mi pap perdi su negocio, no le renovaron el permiso y cuando quiso hacer otro tipo de negocio ya fue tarde, los judos pasamos a ser ciudadanos de segunda clase. Por suerte tenamos rentas fijas de las que vivir, adems mi pap haba guardado la mercanca que qued y la segua vendiendo, aunque no a la luz pblica".Hasta 1941 los judos de Hungra haban conseguido, a su manera, esquivar la desgracia. Pero ese ao el Gobierno aprob una ley que, como las de Nremberg, determinaba quin era o no judo. Trudy recuerda que fue en ese momento cuando vislumbr por primera vez que su credo la haca distinta: "Hubo un concurso de composicin libre en toda Hungra. Y como a m me gustaba escribir, particip y mi trabajo gan el primer premio, pero cuando se enteraron de que era juda me lo quitaron. Para m eso fue terrible, un dolor muy grande, porque yo siempre tuve mucho orgullo de lo que haca; me gustaba destacarme y sent que mereca el premio, que me lo haba ganado y me lo quitaron slo por ser juda".Al despuntar el ao escolar de 1943, todos los judos fueron obligados a portar una estrella amarilla cosida a la ropa: "Yo no quera volver al colegio, no quera ir marcada. Mi mam trat de convencerme de que era una situacin pasajera. Supona que los nios no judos se acercaran y nos diran que nada haba cambiado. Pero ni uno solo de los compaeros con quienes compart las aulas desde el kindergarten dijo algo para tranquilizarme. Vieron el sufrimiento en nuestras caras, pero no dijeron nada. Algunos hasta llegaron a maltratarnos. Sali de pronto en ellos el antisemitismo y se acab la camaradera. Esta fue mi primera decepcin en la vida".En casa de Trudy la cotidianidad se desbocaba. A partir de 1941, el padre fue llamado constantemente a realizar trabajos forzados y la madre, que deba ir tras l para conocer de su estado y ayudar a liberarlo a travs de sobornos o influencias, dejaba a los hijos solos durante das enteros, en los que ellos se las arreglaban para buscar comida. Para ms, la familia tuvo que hacerse cargo de seis primos que vivan a slo 60 kilmetros, en una zona de la que ya se estaban llevando judos a Auschwitz: "Mis tos fueron enviando a los nios a la frontera de dos en dos, siempre una hermana y un hermano. Mi madre los esperaba en el bosque con los documentos de mi hermano y los mos: los llevaba a Budapest, donde los ponan presos, y luego como ta los reclamaba. Era un proceso terrible. Eso dur como mes y medio hasta que los seis nios estuvieron en nuestra casa. Otro hermano de mi mam envi tambin a su hijo, pero a se s lo fusilaron en el camino. La situacin era muy difcil. Un hogar que estaba acondicionado para dos nios de repente debi albergar a ocho, en una poca de racionamientos. Nuestra vida cambi absolutamente. Eso s, para mi mam ningn sacrificio fue demasiado grande. A sus hijos nos exigi que nunca discutiramos con los primos. Deca que mientras nosotros todava ramos una familia unida, esos nios no tenan a sus padres. Mam insista en que tenamos que acostumbrarnos, dormamos dos en una misma cama".Un viernes en la maana irrumpieron en casa de los Mangel soldados preguntando por la madre, que estaba en el mercado. Los hijos corrieron a avisarle, y cuando volvieron el padre que haba salido del edificio en busca de ayuda para rodar los muebles les grit que huyeran: "Y mientras corramos nos deca: 'Esto es la mano de Dios, los alemanes adentro y nosotros todos afuera!'".El siguiente da lo pasaron ocultos en casa de unos tos. "El domingo contratamos a un guardabosques hngaro para cruzar la frontera. bamos vestidos con ropa de campesinos de la zona. El guardabosques parti con mi mam y mi hermano; mi pap sali con otra seorita y yo con una seora. Los alemanes haban revisado nuestras fotografas y las llevaron consigo para ubicarnos. Sabamos que a las dos en punto nos esperara otro guardabosques en la frontera. Pero llegamos todos menos mi pap. El guardabosques no quera seguir esperando y pidi que continuramos. Mam se neg, dijo que sin su esposo no iba a ningn lado. Hizo que nuestro gua regresara a buscar a pap. Y l estaba en casa de los tos. Hasta el da de hoy no entiendo por qu. Cuando por fin nos reunimos haba pasado la hora acordada. Una vez ms entendimos que Dios as lo quiso, pues el lugar por donde debamos pasar estuvo repleto de alemanes".La familia logr llegar a Bratislava, capital eslovaca, donde la comunidad juda los ayud a conseguir documentos falsos. Su padre hall trabajo en una fbrica y unos primos adinerados, para despistar, les alquilaron un apartamento en un lujoso barrio prohibido a los judos. "En ocasiones los alemanes irrumpan en esa casa, nos pedan documentos y se iban. Mi hermano temblaba temiendo que algo nos pudiera pasar. Y nos pas. Una noche de mediados de 1944 escuchamos un tiroteo y golpes a la puerta. Entraron unos alemanes gritando que nos vistiramos, que cargramos con lo que nos entrara en las manos. Afuera haba un camin estacionado, lleno de gente con caras tristes, asustadas. Haban arrasado con todo el barrio. Tambin a nosotros nos llevaron. Sabamos que era el principio del fin. Yo alcanc a cargar con una pijama de satn y la mueca con la que siempre jugaba. Nos montaron en el camin y nos condujeron a un lugar donde haban reunido a todos los judos de Bratislava. Era mucha gente, no haba comida ni bebida para todos. Al da siguiente, nos llevaron a un campo de trabajo en la misma Eslovaquia. Cuando bajamos de los vagones nos esperaban alemanes que nos exigieron entregarles dinero, joyas. Nadie se atreva a darles nada, pero una pareja de ancianos se sali de la fila, rompi las hombreras de sus abrigos y sacaron montones de dlares. Entonces los alemanes empezaron a rompernos los abrigos a todos y cuando no encontraron nada ms golpearon a esos viejitos, los tumbaron al piso, los mataron a patadas".La maana siguiente la familia fue llevada de nuevo a la estacin de tren y encerrada en vagones de transporte de ganado. Tres das ms tarde estaban a las puertas del temible campo de concentracin y exterminio de Auschwitz. "En ese tren la familia estuvo junta por ltima vez. Hoy trato de recordarlo como algo grato, incluso con una sonrisa. Hasta se me olvid lo malo: las limitaciones de espacio, la falta de comida y bebida. Me pregunto dnde hacamos nuestras necesidades. Cuando abrieron las puertas del vagn nos dimos cuenta de que haba cadveres entre nosotros".***Auschwitz fue el campo de concentracin y exterminio ms grande de todos los erigidos por el Tercer Reich, situado a pocos pasos de Oswiecim, en el sur de Polonia. Era un complejo integrado por varias edificaciones salpicadas a lo largo de 40 kilmetros cuadrados. Auschwitz I fue construido en 1940 por orden del primer comandante de las SS, Rudolf Hss, en un antiguo cuartel de la monarqua austro-hngara. Preparado para albergar a 7.000 presos, lo formaban 28 edificios de ladrillos de dos plantas y varias barracas de madera, rodeados por alambradas electrificadas. All funcion la primera cmara de gas, estrenada el 5 de agosto de 1940, aunque la parca acuda tambin a travs de pelotones de fusilamiento, horcas y bnkeres. A su entrada puede leerse an el irnico letrero que rezaArbeit macht Frei(El trabajo libera). En 1941 el jefe de la Gestapo, Heinrich Himmler, impuso la construccin de un segundo campo con mayor capacidad, conocido como Auswitz-Birkeanu o Auschwitz II, que llegara albergar la mayor poblacin de prisioneros. Un tercer subcampo de trabajos forzados, Auschwitz III, fue edificado en la cercana ciudad de Monowitz, alrededor del cual funcionaron otros 45 campos anexos.A la llegada de Trudy, Auschwitz-Birkenau era una eficaz industria de muerte, arropada por los preceptos de la llamada Solucin Final (Endlsung), que pretenda exterminar a todos los judos europeos. Haba 250 barracones de madera y de piedra, cuatro cmaras en las que a diario se gaseaba con cido cianhdrico, Zyklon B, a casi 6.000 condenados que entraban mansamente a ellas, creyndolas salas de duchas desinfectantes. Sus cuerpos antes se les extraan los dientes de oro y se revisaban sus orificios en busca de joyas eran desaparecidos a travs de las chimeneas de cuatro hornos crematorios, encendidos sin descanso hasta noviembre de 1944. Quienes sobrevivan a la primera seleccin hecha por los nazis a las puertas del campo nios, ancianos y enfermos eran llevados directamente de los andenes a las cmaras de gas eran puestos en cuarentena en barracas inmundas, con camastros en los que dorman apiados, sin colchones, sin mantas, a la zaga de piojos y enfermedades contagiosas. Hombres y mujeres eran tatuados con un nmero, rapados y vestidos con radas pijamas de rayas. Algunos sobre todo gemelos y gitanos eran sometidos a las lgubres experimentaciones del mdico Josef Mengele, el temiblengel de la Muerte. La alimentacin consista en un mendrugo de pan y un caldo descrito como nauseabundo.Junto a Trudy, unos 430.000 judos bajo la mirada aptica de la comunidad internacional, enterada ya entonces de los procedimientos nazis fueron deportados de Hungra a Auschwitz entre mayo y julio de 1944. La mitad fueron asesinados inmediatamente, y la otra fueron sometidos a los demenciales ritos de los soldados alemanes, siempre seguidos por sus perros. "Apenas bajamos del tren, lleg un alemn muy alto y guapo. Era Mengele. Decan que con solo mirar a alguien saba su edad y condicin fsica. Hablaban de l como si fuera un superhombre. Cuando lleg mi turno, me mir. Pap me haba advertido de que dijera que tena diecisis aos para que me llevaran a trabajar. Yo era entonces muy alta, por lo que el mdico no dud y me hizo una sea para que me fuera con los adultos. Ms atrs vena mi hermano, l dijo que tena catorce aos por las mismas razones. Mengele no le crey, pero dijo que como era un muchacho inteligente poda irse. En ese momento pensamos que habamos ganado el primer round: seguamos juntos. Pero enseguida nos separaron. Yo me fui con mam y mi hermano con pap. Mam lloraba. Fue la ltima vez que mis padres se vieron".Madre e hija fueron marcadas con un nmero consecutivo. El de Trudy, que an perdura legible en su antebrazo izquierdo, es el A27165. Tres das despus de estar en Auschwitz-Birkenau hubo otra seleccin y fue separada de su madre, con quien se reencontrara milagrosamente en la casa natal despus de la guerra. A su padre volvera a verlo unas pocas veces ms. "Mi trabajo en Birkenau consista en tejer mechas para bombas. Haba un capataz checo, no judo, que me tom cario. Una vez hablamos de mi pap. Al da siguiente el hombre que trajo la materia prima fue mi pap. No poda creerlo. Resulta que se conocan, que estaban en la misma barraca. Durante varias semanas, dos veces al da, cinco minutos, pude estar con mi pap, aunque no podamos mostrar nuestra relacin. Una maana quien apareci fue un nuevo capataz alemn. Esa noche vi de lejos una fila de hombres y entre ellos a mi pap. Le hice seas para que notara que tena buenos zapatos, porque l siempre estaba preocupado de que mis pies se congelaran. Al da siguiente, un seor se me acerc y me dio unos zapatos que me enviaba mi pap. Esa fue la ltima vez que vi a mi pap. Todava no me recupero de su muerte. No s dnde lo enterraron, cundo muri. Cuando uno no sabe es peor. A veces he pensado que anduvo deambulando por ah, amnsico".En aquellas postrimeras de 1944, el cuerpo de Trudy estaba a punto de claudicar. Todas las maanas, entre las cuatro y las siete, era obligada a hacer una fila a la intemperie, sin nada en el estmago. Tras un castigo que la hizo permanecer un da entero de pie en la nieve, regres a la barraca arrastrndose: sus piernas estaban hinchadas, ampolladas, ennegrecidas. "Grit toda la noche del dolor. Me llevaron al hospital. Pero en esos das el frente de batalla estaba cerca y en el hospital se ocupaban de destruir los registros y no de los enfermos. Mis heridas eran enormes, estaban infectadas, el dolor era terrible. Tena los dedos del pie congelados, y como no podan curarlos, para evitar ms infeccin o para torturarme, no lo s, me los cortaron sin anestesia. Grit mucho, me taparon la boca para que no gritara ms. La herida pas mucho tiempo totalmente abierta".Aquella misma noche infernal comenz la evacuacin de Auschwitz-Birkenau. Los nazis incendiaron los edificios de los hornos crematorios y las cmaras de gas para no dejar huellas. "Advirtieron de que nadie se quedara. Pero yo no poda levantarme, mucho menos caminar. Los que pudieron salieron. Yo tambin quera escapar. Me tir de la litera al suelo, me pisaron. Me qued sola, esperando que en cualquier momento la barraca se encendiera. Afortunadamente, qued intacta".Unos das ms tarde, el 27 de enero de 1945, el Ejrcito Rojo ingres a Auschwitz, hallando a unos 7.000 prisioneros, fantasmas a punto de diluirse. Trudy que marc ese da como el de su verdadero nacimiento no pudo ser evacuada sino hasta mayo, cuando su pie se alivi. Una pelcula de aquel da tomada por los rusos que puede verse en el Museo del Holocausto de Washington muestra a una Trudy ms muerta que viva. "Tras seis aos de persecuciones, estbamos libres! No sabamos qu hacer con eso, qu era ser libre. No poda imaginar que afuera haba otro mundo. No entenda cmo la libertad poda cambiar mi vida".Lo que vino despus, aunque menos cruel, no sera fcil. Consigui regresar a la ciudad natal, donde se reencontr con su hermano y su madre. "A mi hermano y a m nos llamaban 'hijos del milagro', porque era muy raro que dos nios se hubieran salvado de Auschwitz y sus hornos. Ms de un milln de nios murieron durante la guerra. A nuestra ciudad no regres ningn judo de nuestra edad. Cuando volv al colegio los compaeros me parecan infantiles, nada tenamos en comn. A pesar de que mi hermano y yo siempre fuimos de los mejores alumnos, cuando acab la guerra habamos perdido todo inters en el estudio, no entendamos en qu nos ayudaran a sobrevivir las matemticas, la ciencia; pensbamos que de ah en adelante slo tendramos que luchar por salvarnos. Mam se dio cuenta de eso y supo que tendra que sacrificarse y enviarnos a otro ambiente que no nos recordara el pasado. Por eso en 1948 nos mand a Inglaterra y luego a Canad, y ella se fue a Israel".En 1952 Trudy decidi no seguir lejos de su madre. Lo que en principio fue una visita se convirti en mudanza. Gracias a su dominio del ingls, hall trabajo con el Gobierno. Poco despus conoci a Alfred Spira, quien ya resida en Venezuela y estaba de paso por el Medio Oriente. Se casaron en 1955, y desde entonces vive en Caracas, sintindose tan juda como venezolana. Aqu nacieron sus dos hijos y sus cinco nietos. En esta Tierra de Gracia, donde ha podido rehacerse y cuya nacionalidad adopt sin resquemores, no hay un solo da que no se pregunte cmo fue que sobrevivi. La respuesta, aunque tamizada por el optimismo que ha aprendido con los aos, sigue teida de incertidumbre. A ratos piensa que la salv su fe en Dios. "Los sobrevivientes del Holocausto a veces nos sentimos culpables de haber vivido. Ahora que soy mayor, pienso que por alguna razn me salv, que por algo fui escogida. Se habla mucho de la guerra y poco de lo que ocurre despus, de cmo nos enfrentamos a la vida que queda".***Trudy Mangel de Spira ha consagrado estos ltimos aos a honrar la memoria. La del Pueblo Judo, la de sus parientes asesinados durante el Holocausto, la suya propia. De ah que forme parte del Comit Venezolano de Yad Vashem, ramal criollo de Yad Vashem (del hebreo "monumento y nombre"), institucin creada por el Parlamento israel en 1953 como ente para el Recuerdo de los Mrtires y Hroes del Holocausto y que en 2007 obtuvo en Espaa el Premio Prncipe de Asturias de la Concordia. Desde esa tribuna explica la importancia de jams olvidar. Son ya incontables las veces que ha desgranado la cronologa de sus infortunios ante auditorios estudiantiles. Siempre se le quiebra la voz. Pero contina, como quien obedece un mandato sagrado.Viajar a Auschwitz el ao pasado fue una ms de las valientes calistenias de su espritu. Lo hizo con la certeza de que hallara un eslabn de s misma en los espacios donde tanto sufri. Y el viaje no fue en vano.Tras la caminata de tres kilmetros y la ceremonia de Yom Hasho Vehagbur (en hebreo "Da de conmemoracin del Holocausto y el herosmo"), pidi ser conducida allagero barraca 18, donde estaba casi segura de que la sorprendi el fin de la guerra. Apenas entr se dirigi a la banca que divide en dos el oscuro espacio y se detuvo. "Fue aqu", asever. Y comenz a rememorar en voz alta para quienes la acompabamos. Ya durante todo el trayecto en tren desde Varsovia a Oswiecim haba estado narrando episodios arrancados de sus ms secretas costras. En la entrada de Auschwitz cont, rodeada por el grupo de venezolanos, cmo fue su llegada al campo. Nos preguntbamos en qu momento se derrumbara, por qu la obsesin de hurgar en sus llagas, cmo haramos para consolarla. Pero ni su cuerpo ni su alma requirieron ms sostn que el de la solidaridad. "En aquel momento reviv todo, vi a las mujeres que estuvieron conmigo en esa barraca. Me pregunt si alguna de ellas regres. Fue muy difcil, pero me ayud el que estuviera conmigo gente de mi comunidad venezolana, que tuvo un gesto muy bello: encender velitas en nombre de mi pap y de mi familia; decir elkadish(plegaria por los muertos) en memoria de mi pap. Ahora veo que eso me haca falta. Creo que he cerrado el crculo de mi pasado, y al mismo tiempo es ahora cuando recuerdo exactamente todo lo que me pas. Ya no es algo tan lejano ni borroso".Auschwitz-Birkenau, an con sus chimeneas y catres intactos, con su atmsfera demoledora, es hoy un museo, declarado en 1979 por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Las florcitas amarillas salpicadas en la hierba poco dicen de las letrinas, el barro, la desolacin otrora esparcida por aquellos boscajes. Trudy dice estar de acuerdo con que as sea: "Ahora de lo que se trata es de que la gente vea por lo que uno pas, sin que salga traumatizada. De lo contrario aquello se olvidara. Nosotros, los sobrevivientes, que cada vez somos menos, ya no estamos en condiciones fsicas para hacer viajes y llegar hasta Polonia. El campo est preparado para la gente que no vivi el Holocausto. De todas maneras, as como est ya es bastante horrible. Si te llevan a la cmara de gas y te explican lo que all pasaba, si te llevan al crematorio y te explican de lo que se trat, entonces ya no importa si estn o no las flores".A su regreso a Caracas cesaron las pesadillas que por aos la devolvieron a los turbios recodos de Auschwitz-Birkenau. Ha vuelto a soar, ms bien, con su temprana infancia, la de los felices das de Kosice. Y ha estado recordando, con nitidez, casi compulsivamente, hechos que crea exilados de sus palabras. Su pie, sin embargo, no ha dejado de latir bajo los zapatos ortopdicos, reiterndole que la guerra es un amargo e indeleble destino: "El mdico que me atendi despus de la liberacin dijo que me acordara de l si algn da me llegaba a sentar en la cama. A nadie se le ocurri en aquella poca que me iba a levantar, y mucho menos a caminar. El dolor constante se ha convertido en parte de mi vida.Hay noches en las que la sbana me pesa sobre los muones, porque la ma fue una herida mal curada, carne viva crecida sobre carne viva. El dolor es tan parte de m, que no imagino cmo una persona puede andar por el mundo sin dolor".Oro nazi: relatos de tres sobrevivientes del Holocausto

Viven en Buenos Aires Pero su memoria est todava en los campos de concentracin nazis Donde se salvaron por milagro Y donde muchos vieron como moran solo por ser judos sus padres y hermanos

MARCADO.Charles Papiernik, con el nmero de Auschwitz tatuado en su brazo.Dos nacieron en Polonia y el tercero en Alemania.Son tres de las numerosas vctimas de la persecucin nazi. Los une los tremendos recuerdos y la suerte en comn de haber logrado sobrevivir al Holocausto. En dilogo conClarn, los tres cuentan sus odiseas, el trgico destino de sus familiares y el saqueo de los bienes de los judos en los campos de concentracin. "Todas las maanas rezaba -aunque no soy religioso- para que no me mandaran al Comando Sonder y me destinaran al Comando Canad. Nunca me destinaron a ninguno de los dos". El Comando Sonder era el que llevaba a los judosa la cmara de gas; el Canad separaba las pertenencias de los recin llegados a Auschwitz. El hombre que rezaba era Charles Papiernik, un polaco que sobrevivi tres aos en el campo de concentracin,donde perdi a todos sus hermanos.

En su casa de Villa Crespo, se ven fotos de sus hijos y nietos pero hay una en blanco y negro que llama la atencin: est Charles, de joven, con sus hermanos frente a la tumba de su madre. "Por suerte, y mire lo que le digo,muri antes de la guerra", comenta mientras mira su reliquia que sobrevivi a los saqueos oculta en una salamandra y que para Papiernik, hoy a los 78 aos, vale ms que cualquier oro.

Micheline Wolanowski, su esposa francesa, a quien conoci dndole la noticia de quehaba visto morir a su padre en Auschwitz, lo interrumpe: "Ponan un sello en la entrada para reconocerlas. Y venan con camiones y sacaban todo lo que les poda servir. Se lo llevaban a Alemania, donde lo distribuan y quedaban como los buenos. Tena un to multimillonario en Polonia y no quedabsolutamente nada para reclamar".

Charles retoma el relato. "Todos queramos trabajar en el Comando Canad (no s por qu lo llamaban as); era donde se poda, si no te vean, agarrar una ropa o moneda y cambiarlas por comida".

En esos tiempos recomendaban usar bufanda arriba de la boca para que no se vieran los dientes de oro. "Por suerte a m no me llevaron al dentista porque no tena ninguno. A los que tenanse los arrancaban sin anestesia, sin nada; y si sala tambin la enca, lo mismo daba".

Papiernik quiere por un instante recordar los das felices en que inventaban rumores de desembarco para darle coraje a la gente para que siguiera viviendo, "porque erams fcil morir que vivir".

"Los nazis robaron, cada uno lo que pudo. Cuando te deportabanhasta se llevaban las manijas de las puertas. Ahora Suiza se siente avergonzada pero van a tener que devolver esa plata. No tienen derecho a guardarlo, saban de dnde vena el dinero y no hicieron nada. Ese oro no es slo de judos, y no queremos que quede en las manos de los que lo robaron", concluy Papiernik.

Pablo Alter naci en Melab, un pueblo polaco que queda a 3 kilmetros de la frontera alemana. Perdi su libertad a los 16 aos, y cuando la recuper -5 aos, 8 meses y 8 das despus- haba pasado por 8 guetos, 10 campos de trabajo y haba logrado escapar de Auschwitzel da de la evacuacin.

Cuando lleg a "la fbrica de la muerte", como la llam desde el primer da, ya no tena oro. Su medallita del Bar Miztva la haba entregado haca mucho tiempo en algn campo de trabajo. Slo tena una mochila con un pulver y una muda de ropa interior que tuvo que entregar no bien cruz el portal donde se lea un cartel que deca "El trabajo libera".

En su brazo derecho tiene un nmero marcado, el que le grabaron, como si fuera ganado, cuando estuvo en el campo. "Al llegar tenamos que desvestirnos y por altoparlantes nos decan que tenamos que entregar todo lo que llevbamos, oro, plata, brillantes. Si alguien se guardaba algo,lo fusilaban en el acto".

"A los campos la gente llegaba prcticamente sin nada porque ya haban abandonando sus casas, que haban sido saqueadas, para vivir en el gueto. Todos tenan algo de oro pero no porque eran millonarios. Era algo que se acostumbraba".

-Cmo se sobreviva en Auschwitz? -All cada da era un ao y podas morir cada da. Cuando te sacaron a dos hermanas y te mataron a tu padre, el mundo estaba terminado,ya no te dola morir. Por eso podas arriesgarte robando o contrabandeando para tener para comer.

Pablo Alter interrumpe su relato para contener las lgrimas. Cuenta que su nieta pas de grado, y retorna a la pesadilla. "En Auschwitzhasta a los muertos les sacaban el oro de los dientesy todo lo mandaron a Alemania. Despus de 50 aos para nosotros no es novedad lo del oro, los brillantes, las pieles, las obras de arte. La mayora del oro fue a Suiza pero no qued all. Al pas llegaron 10 mil nazis, algunos hasta obtuvieron el pasaporte a travs del Vaticano. Nunca se va a saber cunto dinero robaron ni la cantidad exacta de los que murieron. Hace 4 aos me confirmaron que mi hermana muri en el campo de concentracin, para que se d una idea".

Rudi Weinmann, que hoy tiene 81 aos, viva en Berln con su familia, su padre era sastre y su madre tena un taller de confeccin donde trabajaban 15 obreros. Tena 17 aos y militaba en el Partido Socialista cuando un compaero de la escuela lo denunci. En 1933 lo llevaron preso y le enviaron una carta a su madre dicindole que era prisionero poltico, que no podra ver a su hijo y que no se le dara ms informacin. La madre coime a un oficial y Weinmann logr cruzar la frontera a Holanda de noche. Estaba medio pelado,con quemaduras de cigarrillo en su cuerpo y rastros de latigazos.

"Los nazis no llegaron a saquear nuestra casa porque mi mam liquid todo antes, prcticamente lo regal y logr huir junto a mis dos hermanas. Llevaba un bolso con frutas y rosas para que creyeran que iba a visitar a unos parientes. En 1936 llegamos a Argentina".

Rudi Weinmann fue de los que no se sorprendi cuando se descubrieron los documentos que revelaban el destino del "oro nazi". Abre un libro y muestra una foto de un acto nazi. "Fue en el 36, en el Luna Park,concurrieron 16 mil nazis" En su memoria, imborrable, figura un documento que ley hace tiempo: la operacin Reinhard. "En octubre de 1943 el capo de la SS, el coronel de polica Odilo Globocnik, present la rendicin de lo que se conoci como la operacin Reinhard, que significaba la expropiacin de todos los bienes judos en Polonia. Pocos conocen este informe" All constaba que se entregaron al Banco del Estado y al Ministerio de Economa del Reich, entre otras cosas, 53 millones de marcos alemanes, un milln y medio de divisas, 1.800 kilos de oro y 10 mil kilos de plata en barras, 70 mil piezas (entre joyas, relojes y armazones de anteojos), 51 mil relojes para reparacin que se entregaron a la tropa y 1.000 vagones con telas.

"En lo del oro nazi hay que pelear caso por caso contra la injusticia que cometieron.La nica manera es ser justiciero".

SILVINA SCHUCHNER

Una sobreviviente de Auschwitz y su grito del alma: no olvidarTestimonio del Holocausto. Eugenia naci en Varsovia en 1926. Juda, fue humillada por los nazis: pas por el gueto y por varios campos de concentracin donde vivi su adolescencia. Carg piedras y comi ratas y bichos para sobrevivir. Al fin de la guerra pesaba 27 kilos. Reside en la Argentina desde 1949. A la edad en que las nias florecen, empec a morir en el gueto de Varsovia. Mi familia gozaba de una buena posicin en Polonia y jams nos imaginamos que la vida poda cambiar tanto. De haber sabido lo que nos esperaba, nos habramos suicidado. Los Rotsztejn ramos seis: mi padre, mi madre, dos hermanos y una hermana. Al fin de la guerra quedamos dos: mi mam y yo.La vida en el gueto un barrio al que obligatoriamente debieron mudarse los judos luego de la invasin alemana fue el primer escaln al infierno. A los hombres se los enviaba a los trabajos forzados. Las condiciones de vida eran infrahumanas: la falta de comida, de higiene y las enfermedades mataban de forma lenta. Otros preferan morir luchando. Esos organizaron el levantamiento del gueto, que qued en la Historia como un smbolo de resistencia, de morir de pie. Nadie se imagina cunto herosmo hubo en esa lucha. Sobre todo de los ms jvenes. Dur, creo, alrededor de un mes. Mucha de nuestra gente muri y tambin matamos a muchos nazis. Eso los enfureci an ms.Mi padre haba construido un bnker muy grande en los subsuelos de nuestro edificio. Caban casi treinta personas. Pero los alemanes tiraron bombas de gas que nos hicieron salir corriendo como ratas. As nos fuimos escondiendo y hacinando en sitios cada vez ms pequeos. S que el encierro dur ms de un ao y tambin que, en ese perodo, perd la nocin clara del tiempo. Casi siempre, los que salan no volvan. Uno de mis hermanos y mi hermana, entre ellos.Yo senta, sin embargo, que alguien me cuidaba, como si posara una mano de oro sobre mi cabeza para salvarme una y otra vez. Una noche mi mam estaba sufriendo de clculos en la vescula y mi pap me pidi que me quedara con ella en un lugar aparte. Fue entonces cuando cinco polacos de la zona aria entraron adonde estaba el resto del grupo y tomaron a la hija del rabino, una nia de trece aos. Delante de todos, la violaron hasta matarla.La seora Brenner, una buena vecina, nos refugi en un horno de pan. ramos catorce personas. An hoy, miro los hornos de las pizzeras sin explicarme cmo fue que entramos all. Alguien nos delat y los nazis nos obligaron a salir.Un soldado me orden que me sacara la ropa. Seguramente, yo iba a correr la misma suerte que la hija del rabino, pero en el momento en que me desnud sufr una hemorragia tan grande que le di asco. Pero a dos oficiales de la SS les gustaba mi cabello y el de mi mam, y en la calle nos raparon. Nadie nos reconoca, tan desfiguradas estbamos por la falta de pelo y de alimento.Los judos fuimos conducidos a los transportes que nos trasladaran a los campos. Un recuerdo? El de una mujer en la fila, cargando una valija. Le ordenaron dejarla y ella se neg. Acribillaron la valija y luego a ella. De la maleta abierta, cay un nio pequeo.Ese da, a mi padre y a mi otro hermano los sacaron de la fila y nunca ms los vi.En trenes destinados al ganado, sin agua ni ventilacin, llegamos a Majdanek, un campo donde durante varios meses debamos romper piedras y cargarlas sin otra finalidad que la de torturarnos. En una ocasin, nos hicieron detener el trabajo para hacer el recuento de prisioneros. Decan que una chica haba intentado escapar. Nos reunieron en una suerte de plaza para que presenciramos su ahorcamiento. Qued das colgada all a modo de ejemplo de lo que nos ocurrira si nos rebelbamos. Un viaje aun peor que el primero nos deposit a los que quedbamos vivos menos de la mitad en Birkenau. Si todava conservbamos alguna sea de nuestra identidad, nuestras ropas, por ejemplo, en ese lugar la perdimos. Para reconocernos, nos tatuaron en el brazo el nmero que todava conservo: 48914. Y nos vistieron con esa especie de pijama a rayas, intil para protegernos del fro insoportable. El nico consuelo en medio de tanta desolacin era sabernos en un lugar slo para mujeres.Recibamos una sola comida diaria: un pedazo de pan duro y mohoso y una sopa de agua sucia a la que les agregaban las cscaras de zanahoria y papas. Haba que saber comer: yo coma por miguitas, as pude resistir. Los que coman de una vez la racin, se moran ms rpido. El problema era quedarse dormida porque entonces alguien te robaba. Yo tambin viva obsesionada por robar comida. A tal punto que pasaba ocho, diez veces por da frente a los crematorios sabiendo que tambin ira a parar ah, pero no me importaba, lo nico importante era conseguir algo para llevarme a la boca: bichos, ratas, lo que fuera.Nuestra nica posesin era una palangana de lata, ah nos servan la comida, ah nos ponan el agua, ah hacamos nuestras necesidades. Las diarreas eran muy frecuentes y las letrinas quedaban a ms de doscientos metros de las barracas, de manera que usbamos la palangana, pero la mayora de las veces no llegbamos. Entonces, aparecan las capo, mujeres brutales que montaban a caballo repartiendo cadenazos, y nos mandaban a arrodillarnos sobre el pedregullo durante horas, bajo la nieve.Todo estaba planeado para que furamos muriendo sin evitarnos ningn sufrimiento. Por las noches senta que sobre m pesaba una pierna, un brazo, que yo corra con fastidio para comprobar, con las primeras luces, que se trataba de un cadver.En esos aos atroces, conoc un gesto de bondad, y provino de los gitanos que ocupaban en Birkenau un sector aparte. Cuando poda, me escapaba hasta sus barracas. Ellos me tejieron un pulver con papeles retorcidos. Desde entonces, amo a los gitanos. Tambin a ellos los exterminaron en el campo.Mi adolescencia transcurri trabajando como esclava metalrgica de la fbrica Unionworke donde armaba granadas y bombas junto con mi madre. Nos haban trasladado a Auschwitz. Para muchos se era el destino final, pero nosotras seguamos vivas, a pesar de haber sufrido fiebre tifoidea y disentera.Un da, los nazis nos sacaron a los gritos. Debamos abandonar pronto el campo de exterminio ante el avance de los rusos. Nos ilusionamos con la posibilidad de la libertad pero, en realidad, estbamos iniciando la Marcha de la Muerte.Caminbamos nos arrastrbamos por un lugar muy estrecho sin salirnos de la fila. A los costados, el terreno estaba minado. Vi a una chica volar en mil pedazos. La mayora no resisti el esfuerzo. Yo me daba cuenta de que la guerra se acababa. Los nazis estaban ms preocupados por salvar el propio pellejo y se desentendieron de nosotros. Consegu subir a mi madre a un carro y perd contacto con ella.De repente, me encontr libre. Tena casi 20 aos y pesaba 27 kilos. Libre y sola. Lo haba perdido todo: no tena familia, casa ni pas. Adnde iba a volver? Polonia era una tierra ensangrentada. Empezaba una nueva etapa, s, pero el sufrimiento no se terminaba.En lugar de los soldados alemanes, ahora llegaban los rusos. Tenan otra actitud con los prisioneros liberados pero estaban desesperados por mujeres. El acoso era constante. Me pintaba la cara con carbn, usaba pantalones y me pona un pauelo para parecer una vieja, aunque ni las viejas se salvaban. Muchas chicas murieron vejadas.Yo me una a distintos grupos, viajando sin destino. Pas por Hungra, Checoslovaquia y Austria. Nadie saba qu hacer con los sobrevivientes judos. En algn momento, UNRRA (Administracin de las Naciones Unidas para Ayuda y Rehabilitacin) nos condujo hasta un campo de refugiados en Mdena, Italia. All recuper la sensibilidad, el pudor. All conoc a mi esposo, David Unger, y a su hermano Enrique, ambos combatientes en el gueto de Varsovia. Armamos una pequea familia. El embarazo de mi hijo Leonardo me hizo experimentar por primera vez despus de aos algo parecido a la felicidad.Yo tena una preocupacin: conseguir lo necesario para mi beb y vendiendo papeles para cigarrillos logr hacerme de un cochecito. Luego nos trasladaron a Santa Mara di Leuca, donde naci Leonardo. Es imposible describir lo que signific. Volva a tener algo propio as senta a mi hijo y era hermoso.Permanecimos dos aos y medio en Italia. Sobamos con instalarnos en Israel, pero las complicaciones para viajar a all se multiplicaban porque Palestina an estaba bajo dominio britnico y no dejaba entrar a ms judos. Mi marido consigui localizar a una ta en la Argentina que se preocup y empez los trmites para traernos va Paraguay porque la Argentina de Pern, como muchos otros pases, tambin pona reparos a la posibilidad de recibir a sobrevivientes hebreos.Partimos desde Francia rumbo a Ro de Janeiro en un barco en estado desastroso. Cinco semanas de vmitos y mareos para Leonardo y para m. La belleza de Ro nos deslumbr, era tan distinto de todo lo que conoca. Para mejor, nos toc el carnaval. Sin embargo, estbamos ansiosos por viajar a Asuncin, ltima etapa de nuestro periplo. De esa ciudad paraguaya, recuerdo con deleite las noches clidas llenas de guitarras y canciones. Tras varios meses de espera, a punto de embarcar a la Argentina, una mujer muy embarazada le pidi a mi marido su lugar, que l le cedi.En 1949, baj con mi hijo por error en Rosario, creyendo que era Buenos Aires: desconoca el idioma y me gui por la gente que descenda. Mi nica pertenencia era Leonardo. Me encontraba perdida y desamparada. Dormimos en la calle.Finalmente me reun con David y su hermano. Lo que sigui fue trabajo y ms trabajo empezando desde cero. Fueron aos de esfuerzos, pero el resultado nos perteneca y sobamos con el futuro.Durante estas dcadas, el llanto fue moneda corriente, a toda hora, porque el pasado siempre volva y sigue volviendo para atormentarme. Mis hijos Leonardo, y Nstor que naci aqu, sufrieron mucho. De nios se despertaban por las noches escuchando mis gritos y los de mi marido. Entonces decid empezar a contar. Alguien tena que hacerlo, abrir la boca para decir lo que haba pasado. Los sobrevivientes que empezamos a juntarnos ramos patticos, estbamos mudos. Me desesperaba pensar que nuestro dolor se iba a borrar sin que nadie se enterara del horror que habamos padecido. Y no slo los judos: tambin los homosexuales, los gitanos, los locos, los viejosYo creo que me salv para dejar testimonio. Esa es mi fuerza y mi misin. Dediqu mi vida a hacer conocer esta parte de la historia. Escrib dos libros Despus de Auschwitz. Renacer de las cenizas y Holocausto, lo que el viento no borr y viaj por muchos sitios. Mis hijos me dicen Basta, mam, hasta cundo, ya son cuarenta aos que ands por todos lados contando lo que te pas. Pero me sale del alma: no olvidar, no olvidar.Escribir despus de AuschwitzMemoria escrita del campo de concentracin, a los 60 aosEl 27 de enero de 1945 tropas del ejrcito sovitico liberaron el campo de concentracin de Auschwitz (Polonia), y el mundo descubri horrorizado lo que significaba realmente la llamada solucin final al problema judo del Tercer Reich. Aunque Adorno se pregunt si era posible escribir POESA despus de Auschwitz, pronto los supervivientes comenzaron a derramar en sus libros testimonios sobrecogedores del horror deshumanizador que haban conocido. Primo Levi, Jean Amry, Imre Kertsz, Elie Wiesel, Anna Frank ... son slo algunos de los testigos de cargo de una historia que hoy El Cultural recorre de la mano de sus protagonistas, muchos de los cuales prefirieron el suicidio a seguir soportando la memoria del Holocausto.

NURIA AZANCOT / MARTN LPEZ-VEGA|27/01/2005|Edicin impresa

Imre Kertsz, Anna Frank, Edith Stein y Elie WieselPocos vivieron para contarlo y menos lograron esquivarlo como el escritor hngaroBla Zslot(1895-1949), que en el verano de 1944, recluido en el gueto de Nagyvrad, logr burlar los trenes de la muerte que conducan a Auschwitz porque un mdico que s tuvo que subir a ellos le inyect el virus del tifus para declararlo enfermo y que pudiese permanecer en el pueblo, con la esperanza de que quiz pueda contar algn da algo todo lo que nos ha ocurrido. Quiz pueda publicar algo sobre todo eso. Lo hizo enNueve maletas(Taurus, 2004). Sus suegros y su hijastra no tuvieron tanta suerte y desaparecieron en Auschwitz. Zslot es contundente: Todo lo que haba definido hasta ahora al hombre europeo haba desaparecido a nuestro alrededor. [...] Seguamos viviendo, pero estbamos ms muertos que los muertos de otras pocas, pues stos tenan una tumba con una lpida y su nombre escrito en ella. Nosotros ya no tenemos nombre.

Muerte en fugaQuiz por eso, el mticoPaul Celan(1920-1970), uno de los grandes poetas del siglo XX, utiliz un anagrama de su verdadero apellido, Antschel. Nacido en la ciudad de Czernowitz, antigua capital de Bucovina (entre Rumania y Ucrania), tras mil avatares, y cuando pareca que lo peor haba pasado, volvi a su pueblo natal con sus padres, para descubrir, ante los vagones atestados de gente que parta hacia Auschwitz, que estaban condenados a un infierno inimaginable. Celan consigui esconderse en una fbrica de cosmticos, pero sus padres no le siguieron y fueron exterminados en los campos de concentracin. El poeta acab en uno de trabajo en Moldavia, pero jams se perdon lo ocurrido, y en el poema A un lado de las tumbas, escribi: Me permites, madre, como ayer, ay, en casa,/la discreta, dolorosa rima alemana? En 1948 confes a sus parientes en Israel: Acaso soy uno de los ltimos que deben vivir hasta el final el destino de la cultura juda en Europa. Por qu escribo deben vivir? Porque un poeta no puede dejar de escribir, mucho menos si es judo y su idioma de escritura el alemn. No, Celan no poda dejar de escribir. Suyo es el ms clebre poema sobre Auschwitz, Muerte en fuga (1948), con versos estremecedores: Grita que suene ms dulce la muerte la muerte es un Maestro Alemn/grita ms oscuro el taido de los violines as subiris como humo en el aire/as tendris una fosa en las nubes no se yace all estrecho

Las cenizas humanasHaba que gritar lo ocurrido. Como explicabaPrimo Levien susConversaciones con Ferdinando Camon(Anaya & Mario Muchnik, 1996), cuando estaba en el campo de concentracin tena siempre el mismo sueo: soaba que regresaba, que volva con mi familia y les contaba, pero no me escuchaban. La persona que tengo delante no me escucha, se da media vuelta y se marcha. En el campo les cont a mis amigos este sueo y me contestaron: A nosotros nos pasa lo mismo.

Pero la liberacin no acab con las pesadillas de este italiano nacido en Turn en 1919 que se suicid en 1987, que haba luchado con la resistencia y que, al ser detenido, confes ser judo y no slo partisano, para que los nazis supieran que los suyos, los corderos, tambin luchaban, lo que le llev a Auschwitz. Saba, mientras vagaba por Europa tras la liberacin soando con un hogar perdido para siempre, que haba sobrevivido al infierno, pero que el paraso era tan ceniza como los millones de desaparecidos en los hornos. Quiz para encontrar el camino de vuelta escribi incesantemente sobre el Holocausto en obras comoSi esto es un hombre(1947),La tregua(1963), oLos hundidos y los salvados, donde escribe: Las cenizas humanas provenientes de los crematorios, toneladas diarias, eran fcilmente reconocibles como tales pues con gran frecuencia contenan dientes o vrtebras. A pesar de eso, se usaron con distintas finalidades: para rellenar terrenos paldicos, como aislante trmico en los intersticios de las construcciones de madera, como fertilizante fosfrico; especialmente se emplearon como arenas para cubrir los caminos de la aldea de las SS, situada junto al campo.

Tal vez ese fuera el fin deAnna Frank(1929-1945), enterrada en el campo, quien seguramente comparti el sueo de contarlo, aunque el tiempo le gastara una broma macabra. Tras vivir escondida en un zulo de Amsterdam desde el 9 de julio de 1942 hasta el 4 de agosto de 1944 con su familia (los padres y su hermana Margot) y cuatro personas ms, fue trasladada con toda su familia a Auschwitz en un viaje espantoso en tren que dur tres das. En el zulo dej su diario, regalado al cumplir 13 aos. Margot y Anne pasaron un mes en Auschwitz-Birkenau y luego fueron enviadas a Bergen-Belsen, donde murieron de tifus en marzo de 1945, apenas un mes antes de la liberacin.El diario de Ana Frank, publicado por Otto Frank (el nico de la familia que sobrevivi), permiti que trece millones de lectores en 55 idiomas conocieran su historia. Menos suerte tuvoIrene Nemirovsky(Kiev, 1903-Auschwitz, 1942), que se haba exiliado en Francia huyendo de la revolucin comunista. Amiga de Cocteau, triunf en los aos 30 con novelas comoDavid Golde, fue detenida, deportada y muri en el campo maldito en 1942, aunque acaba de triunfar ms de 60 aos despus de su muerte: su novela pstumaSuite franaise, rescatada por su hija Denise, acaba de conquistar el premio Renaudot en Francia, concedido por primera vez a un autor muerto. Tampoco sobreviviEdith Stein, que muri en agosto de 1942 en Auschwitz, en la cmara de gas, tres das despus de llegar al campo de exterminio. Nacida en 1891 de padres judos en Wroclaw, hoy Polonia, estudi filologa y filosofa y fue asistente de Husserl, el fundador de la fenomenologa. Se convirti al cristianismo, ingres en las carmelitas y cuando comenz la persecucin contra los judos se entreg para evitarle problemas a la comunidad.

La primera noche en el campoNo sabemos qu hubieran podido escribir Frank, Nemirovsky o Stein despus de Auschwitz porque Auschwitz desafa la imaginacin y la percepcin -explica el escritorElie Wiesel(1928), premio Nobel de la Paz en 1986-. Slo se somete a la memoria. Wiesel tena apenas quince aos cuando fue deportado a Auschwitz con su familia y los otros 15.000 judos de su ciudad natal, Sighet, Transilvania, que entonces era parte de Hungra y hoy es Rumana). En el campo de exterminio vio morir a su madre y a una de sus hermanas, y en el campo de Buchenwald fue testigo de la muerte su padre apaleado. Liberado por las tropas aliadas cuando contaba diecisis aos, acab estudiando filosofa en la Sorbona y en 1958 public su primer libro,La noche. Sobre Auschwitz, naturalmente: No tena nombre, esperanza ni futuro, y slo se [le] conoca por [su] nmero, A70713. Aquella primera noche, la columna de los deportados de la que formaba parte tuvo que pasar cerca de una fosa de donde suban llamas gigantescas. Dentro se quemaba algo. Se acerc un camin a la fosa y arroj su carga: Eran nios pequeos. Y prosigue: Nunca olvidar esta noche, la primera noche en el campo, que hizo de mi vida una larga/noche cerrada con siete llaves./ Nunca olvidar este humo./ Nunca olvidar las caritas de los nios cuyos cuerpecillos vi transformados en torbellinos/de humo bajo un cielo mudo./Nunca olvidar estas llamas que consumieron para siempre mi fe./Nunca olvidar este silencio nocturno que me ha arrancado para toda la eternidad el/deseo de vivir./ Nunca olvidar estos instantes que asesinaron a mi Dios y a mi alma, y los sueos que/tomaron el aspecto de un desierto./ Nunca olvidar esto, aunque estuviera condenado a vivir tanto tiempo como Dios mismo./ Nunca.

Nunca lo ha hecho. Por eso lucha por la memoria y la dignidad y ha escrito decenas de libros sobre el tema comoLa noche, El olvidadooLos judos del silencio. Como explica uno de los personajes deEl olvidado, puedes hacer trampas con los otros, pero no conmigo ni con los muertos. Nosotros te seguimos atentamente.

La enfermedad llamada AuschwitzTampoco ha olvidado el Nobel hngaroImre Kertszlo sufrido en Auschwitz y Buchenwanld. Kertsz (Budapest, 1929) fue deportado a Auschwitz en 1944, con catorce aos. Tuvo suerte y su paso por all fue fugaz, de camino, como quien dice, a Buchenwald, donde fue liberado en 1945. Prcticamente toda su obra literaria gira en torno a su experiencia de los campos. Cuando pienso en una nueva novela, ha declarado, siempre pienso en Auschwitz. Su triloga sobre su experiencia comprendeSin destino(1975),Fiasco(1988) yKaddish por el hijo no nacido(1990), aunque el horror vivido cala toda su obra, incluida su ltima novela,Liquidacin(2004), que es la historia de un superviviente de los campos de exterminio. Quiz porque, como descubre enKaddish por el hijo no nacido, no hay manera de curarse de Auschwitz, nadie se recupera de la enfermedad que es Auschwitz. Hijo de un siglo siniestro, mis abuelos -recuerda- an encendan los candelabros del sabbath cada viernes por la noche, pero cambiaron su apellido por uno hngaro, y era para ellos natural considerar el judasmo su religin y Hungra su patria. Mis abuelos maternos murieron en el Holocausto. Las vidas de mis abuelos paternos fueron destruidas por el comunismo.

Por eso, cuando en 2002 recibi el premio Nobel de literatura, en su discurso subray cmo con horror, diez aos despus de haber sido liberado del campo me di cuenta de que todo lo que me quedaba de aquella experiencia eran algunas impresiones, unas cuantas ancdotas, y se preguntaba: Para qu nos sirve an la literatura? Me parece claro que una lnea imposible de traspasar me separaba de la literatura y los ideales, del espritu asociado al concepto de literatura. El nombre de esta lnea de demarcacin es Auschwitz. Cuando escribimos sobre Auschwitz, debemos saber que, en un cierto sentido, Auschwitz suspendi la literatura. [...] Despus de Auschwitz estamos ms solos.

Esa soledad explica la reaccin del llamado apstol del resentimiento,Jean Amry, prisionero en Auschwitz y Bergen Belsen, aunque tambin hay quien asegura que su obra es la mejor respuesta a la clebre pregunta de Adorno. Nacido en Viena en 1912, en realidad se llamaba Hans Mayer. Tras la anexin de Austria al III Reich emigr a Blgica, fue arrestado por los nazis en 1940 y deportado al campo de Gurs, de donde consigi evadirse y unirse a la resistencia, pero en 1943 fue capturado de nuevo y enviado a Auschwitz primero, donde pas dos aos, y a Bergen-Belsen despus. Tras la guerra se instal en Bruselas, comenz a publicar obras sobre su experiencia en los campos y se suicid en 1978 en Salzburgo. Como Levi, Celan, Borowski...

Mi lastre y mi cayadoEl gran libro de Amry sobre Auschwitz esMs all de la culpa y la expiacin. Entre los muros de ese lugar de infamia se ve enfrentado al dilema de endurecer la realidad y la eficacia de su espritu o declararlas nulas. A partir de ah construye una meditacin sobre el mal radical, ese misterio tan antiguo como el mundo ante el que el espritu ha visto ceder y debilitarse, catstrofe tras catstrofe su capacidad de comprensin; sobre la tortura; sobre la condicin juda; sobre las vctimas y los verdugos; sobre los costes del imperativo de confiar en el mundo.... Y escribe: bastaba con ver la torreta de vigilancia y sentir el olor a grasa calcinada procedente de los crematorios para advertir que el Ser sobre el que gira la filosofa de Heidegger slo era un concepto abstracto y huero. El nmero tatuado es mi lastre y mi cayado.

Un lastre que no quiso olvidar. Primo Levi que fue compaero de barracn en Auschwitz, deca de l que su vida transcurra sin paz ni bsqueda de paz, que no tena intencin de encontrar sosiego y s de que la herida siguiese supurando. El resentimiento se convirti en su patria, porque el nazismo le haba hecho descubrir que careca de ella.

Por eso tambin el resentimiento es la nica va de reparacin del dolor padecido. EnRevuelta y resignacin(1968) apunta que ante la muerte no cabe esperanza, pero tampoco resignacin. Slo hay una forma de salvar nuestra dignidad, ante la inminencia de lo que nos privar de las categoras fundamentales de la vida, que no son otras que el tiempo, el espacio y el lenguaje. Una rebelin sin esperanza, una protesta sin expectativas. Y enLevantar la mano sobre uno mismo(1976) va ms all: la vida es una derrota total. Tambin escribe: No me angustia ni el ser ni la nada ni dios ni la ausencia de dios, slo la sociedad: pues ella, y slo ella, me ha infligido el desequilibrio existencial al que intento oponer un porte erguido. Ella y slo ella me ha robado la confianza en el mundo.

Como se la rob al poeta polacoTadeusz Borowski(1922-1951). Vivi su juventud con una ta porque sus padres haban sido deportados; estudi a escondidas, burlando las prohibiciones nazis, y en 1942 public un libro de poemas,Whatever the earthpoco antes de ser detenido por la Gestapo y trasladado a Auschwitz en 1943, donde fue obligado a trabajar en un hospital que experimentaba con prisioneros. Tras pasar por Dachau fue liberado, pero el horror visto, del que da testimonio en el libro de relatosNuestro hogar es Auschwitz(2004), le empuj al suicidi antes de cumplir los treinta aos.

Porque, como desvel el psiclogoVictor Frankl, otro superviviente del campo, enEl hombre en busca del sentido(1998) gracias a Auschwitz hemos llegado a saber lo que realmente es el hombre. Tanto ha inventado las cmaras de gas como ha entrado en ellas con la cabeza erguida y el padrenuestro o el Eshema yisraelen sus labios.

La mquina de deshumanizarClaro que tambin crea que slo los peores sobrevivieron, que los que intentaron conservar su humanidad, su dignidad, fueron los primeros en caer. Como destac otro superviviente,Paul Steinberg, en susCrnicas del mundo oscuro(1999), habamos superado la etapa de los sentimientos, de las relaciones de amistad. cada cual luchaba para sobrevivir, La mquina de deshumanizar haba funcionado de maravilla. Ya slo existamos en la indignidad. Y Levi lo confirma: esa indignidad afectaba tanto a los prisioneros como a los guardianes. La inhumanidad del sistema nazi contagiaba a los prisioneros. Los verdugos? La mejor prueba de que se puede torturar al hijo delante de su padre, y seguir considerndose un hombre de cultura y religin. Y soar con un pacfico atardecer frente al mar, escribi Elie Wiesel.

Dolor, resentimiento, olvido... Sesenta aos despus de la liberacin de Auschwitz, el mundo recuerda el horror, aunque ellos, los Wiesel, Primo Levi, Stein, Amry y tantos fantasmas annimos nos griten que los que estuvimos all, nunca vamos a poder salir; los que no estuvieron, nunca van a poder entrar... Y no quieren que el mundo lo olvide.

Bibliografa esencialCharlotte Delbo,Auschwitz y despus(Turpial-Amaranto, 2004. Trad. Mara Teresa de los Rios). Vinculada al mundo del teatro,Delbo (Paris, 1913) fue detenida por la Gestapo y, en 1943, deportada a Auschwitz. Escribi esta triloga (Ninguno de nosotros volver, Un conocimiento intil y La medida de nuestros das) con fragmentos en verso y prosa que constitiuyen la crnica de la vida cotidiana de las mujeres en los campos de exterminio.

Primo Levi,Si esto es un hombre(Muchnik, 1987. Aleph, 2002. Trad. Pilar Gmez Bedate). Con este libro Primo Levi inaugura su triloga dedicada a los campos de exterminio que comprende ademsLos hundidos y los salvadosyLa tregua. Levi fue deportado a Auschwitz en 1944, cuando buscaba contacto con lospartigiani. Siempre se ha exaltado su visin del infierno concentracionario por exenta de insultos, lamentos y repeticiones del agravio, y vertida en un estilo analtico, meticuloso, clarificador, como guiado por la tcnica brechtiana del distanciamiento.

Ruth Klger,Seguir viviendo(Galaxia Gutenberg, 1997. Trad. Carmen Gauger). El conocimiento de los trasfondos de lasolucin finalno explica nada, escribe Klger, y no agudiza la conciencia del absurdo del mundo. Kluger explica que La gente que tiene la intencin de decir algo importante respecto de m, seala que estuve en Auschwitz. Pero no es tan simple. Piensen lo que piensen, yo no vengo de Auschwitz; yo soy de Viena. No se puede borrar Viena, mientras que Auschwitz me era tan fundamentalmente extranjero como la luna.

Rudolf Hoess,Yo, comandante de Auschwitz(Aleph, 1979). Hoess fue nombrado Comandante del campo de Auschwitz en 1940, y fue el encargado de organizar tcnica y administrativamente las ejecuciones en masa. En estas notas autobiogrficas redactadas ms tarde en prisin, recuerda: Que fuera necesario o no el exterminio de los judos, a m no me corresponda ponerlo en tela de juicio. Hoess fue condenado a la horca en abril de 1947, y fue ejecutado en el antiguo campo de concentracin de Auschwitz.

Jean Amry,Ms all de la culpa y la expiacin(Pre-Textos, 2001. Trad. Enrique Ocaa). En esta obra, escribe Jean Amery se describe cmo se sufre la violencia. Amry fue arrestado por los alemanes, se escap del campo de Gurs y se uni a la resistencia antinazi en Blgica. En 1943 fue arrestado de nuevo y permaneci en Auschwitz hasta la liberacin del campo. Se suicid en 1978 en Salzsburgo. En este libro no me dirijo a mis compaeros de infortunio. Ellos ya saben. Cada uno debe soportar a su modo el peso de esta experiencia. A los alemanes, por el contrario, que en su aplastante mayora no se sienten, o no han dejado de sentirse, responsables de los actos al mismo tiempo ms sombros y ms caractersticos del Tercer Reich, me gustara narrarles algunos hechos que tal vez no les haban sido an revelados.

Roman Frister,La gorra o el precio de la vida(Galaxia Gutenberg, 1999). Este libro produjo cuando se public en Istael, un enorme revuelo: en l se presenta el lado oscuro de las vctimas del Holocausto. Sus recuerdos de la vida cotidiana en Auschwitz hablan de traiciones, de un mundo en el que slo se sobreviva a base de renunciar a los escrpulos. La ancdota que da ttulo al libro lo ejemplifica. Tras ser violado por un preso, ste le quit su gorra, ya que los que no se presentaban con ella en la maana eran ejecutados. El violador se quiso asegurar que la vctima no lo delatara. Por la noche, mientras todos dorman en sus barracas, Frister le rob la gorra a otro preso.

Imre Kertesz,Sin destino(Acantilado. Trad. Judith Xants). Historia del ao y medio de la vida de un adolescente en los campos de concentracin nazis (experiencia que el autor vivi en propia carne, fue llevado a Auschwitz con slo 14 aos),Sin destinono es, sin embargo, un texto autobiogrfico. Con la fra objetividad del entomlogo y desde una distancia irnica, Kertsz nos muestra en su historia la hiriente realidad de los campos de exterminio en sus efectos ms eficazmente perversos: aquellos que confunden justicia y humillacin arbitraria, y la cotidianidad ms inhumana con una forma aberrante de felicidad. Testigo desapasionado, pero testigo de primera fila.

Elie Wiesel,La noche(El Aleph, 2002. Trad. Fina Warschaver). Premio Nobel de la Paz en 1986, Wiesel naci en Sighet, Rumana, en 1944. Los nazis le deportaron, junto con su familia a Auschwitz, donde sus padres fueron asesinados.La nochees el relato de un adolescente deportado a los campos nazis que experimenta la muerte de Dios en el seno de la atrocidad absoluta.Memoria de un sobrevivienteEl 27 de enero es el Da Internacional de las Vctimas del Holocausto. Edgar Wildfeuer sobrevivi a Auschwitz y relata su odisea.PorFacundo Mio

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El comandante Amon Goeth mir a su alrededor en Plaszow. Entre los prisioneros del campo de trabajo forzado detect un muchacho con la cabeza cubierta por un pulver. Le dispar. El joven, que trataba de calmar un dolor de muelas con la prenda atada a su cabeza, cay muerto. El jerarca de las Schutzstaffel alemanas (SS) grit a los dems que siguieran trabajando y entr en su despacho.Edgar Wildfeuer recuerda la escena porque era uno de aquellos prisioneros, testigo del crimen. Saba que Goeth era un sanguinario que haca ejercicios de tiro con judos mucho antes de que Steven Spielberg lo retratara en la pelculaLa lista de Schindler. De hecho, ese sera tan slo uno de los captulos de barbarie de la que fue vctima.Wildfeuer tiene 88 aos. Lleva tatuado en su brazo izquierdo el nmero 174.189, seal de su paso por el campo de concentracin de Auschwitz, uno de los mayores smbolos del Holocausto.En su residencia de Villa Carlos Paz, alejada del ruido veraniego de la ciudad serrana, cuenta su historia de supervivencia. An con 60 aos de residencia en Argentina, mantiene su castellano algo trabado, propio de los extranjeros. Ya relat su experiencia muchas veces. Sin embargo, ciertos pasajes todava lo emocionan y lo obligan a tomarse un respiro frente los recuerdos del exterminio.Hijo de un ingeniero ferroviario, Edgar naci en Polonia, y tena 15 aos cuando estall la guerra en 1939. Los Wildfeuer pasaron los primeros meses del conflicto bajo dominio ruso. Tras la invasin nazi a la Unin Sovitica, las penurias slo aumentaron.Primero los forzaron a llevar el brazalete con la estrella de David. Luego, los obligaron a entregar dinero. Haba que juntar plata, y si no se cumpla con lo exigido mataban a personas que tenan de rehenes. Tambin pedan pieles, zapatos, frazadas, lo que les hiciera falta, cuenta Edgar.Despus, comenzaron los desalojos. Los alemanes necesitaban casas para instalarse, y nos echaron de la nuestra. El que la ocup nos dio una semana de plazo para salir, en otros casos te sacaban en el acto, as como estabas. Fuimos al gueto, vivamos varias familias en una sola casa. Pasamos hambre y no haba remedios. Entre junio, cuando entraron los alemanes, y noviembre, casi la mitad de la poblacin juda en Lww muri, recuerda.Su padre consigui que unos ingenieros alemanes los escondieran en una furgoneta y los llevaran a Podhuba, un paraje rural en el lmite con Eslovaquia. Era una zona excepcional, porque todava vivan varias familias judas en esas aldeas. En otros lugares o estaban en guetos o estaban en campos de exterminio. Consigui trabajo en una empresa que construa caminos. El resto de los obreros eran campesinos polacos; el capataz era alemn. Como Edgar conoca el idioma se transform en su ayudante.

Amarga suerte.El 13 de agosto de 1942, como todos los das, Edgar fue en bicicleta al puesto fronterizo a buscar el almuerzo para el capataz. Al regresar, supo que las SS haban fusilado a todos los habitantes judos de la aldea. Se salv por ese mandado. Mataron a toda mi familia y me qued solo en el mundo. No saba qu hacer. Apenas tena 18 aos.Escap al gueto de Cracovia, la antigua capital polaca. Pas all algunos das, hasta que lo enviaron al campo de trabajo de Rabka. Luego recal en otro campo de trabajo, Plaszow, comandado por el sanguinario Goeth.Su primera tarea fue romper piedras con un martillo para la construccin de caminos y carreteras. Trabajaban sin horario estricto. A veces terminaban a las siete de la tarde, otras a las 11 de la noche, otras a la madrugada siguiente. Una noche se qued dormido con el martillo en la mano, sobre las rocas. Un ayudante de los nazis lo encontr y le gatill varias veces, pero la bala no sali. Sus compaeros lo despertaron y le dijeron que haba vuelto a nacer.En el campo, la vida humana careca de valor. Nosotros ramos una mercanca que las SS alquilaban a las empresas que necesitaban mano de obra, generalmente fbricas y establecimientos militares dice Edgar Schindler fue all a hacer guita. Con plata de los judos compr una fbrica de joyas, la transform en fbrica de municiones y le dio trabajo y cierta proteccin a la gente que le haba dado el dinero.

Camino hacia el horror.En Plaszow estuvo un ao. Una noche lo llevaron hasta la estacin ferroviaria y lo subieron a un tren. En el camino, algunos prisioneros que conocan la zona advirtieron que iban rumbo a Auschwitz que, para esa fecha, diciembre de 1943, ya tena una fama siniestra. El permetro tena doble alambrado electrificado. Todos los das se encontraba gente tirada all. No aguantaban la vida del campo. Al llegar le tatuaron el nmero 174.189. Se deca que la nica forma de salir de all era cremado.Con la experiencia acumulada, Wildfeuer saba que un oficio brindaba mayores chances de sobrevivir. Se registr como carpintero. Le tomaron una prueba, y apenas agarr un cepillo se dieron cuenta de que no saba nada. Termin limpiando un galpn.Como los trabajadores moran de a miles, no tard en aparecer la oportunidad de mostrar su aptitud en el uso de sierras circulares, y casi sin querer se convirti en obrero especializado.Algunas fbricas se haban trasladado directamente al campo de concentracin. Gracias a su manejo de herramientas, Wildfeuer evitaba el maltrato. Al aire libre poda recibir una paliza simplemente por el malhumor del guardia de turno. En cambio, casi nunca haba golpizas a los prisioneros encargados de las mquinas. Si algn obrero calificado era herido, las empresas se quejaban por la suerte de su trabajador. Las protestas no apuntaban al costado humano, sino a la capacidad de trabajo desperdiciada.Auschwitz era distinto a todo. Edgar vio llegar y morir judos hngaros y holandeses. Haba jornadas en las que mataban 10 mil personas diarias. Como los crematorios no alcanzaban, se hacas fosas donde quemaban a la gente, y el olor a carne quemada lo sentamos a varios kilmetros de distancia, recuerda. La combinacin de fro, mala alimentacin y castigos corporales provocaba muertes a cada instante. Los nazis tenan un alto nivel de saa y de desprecio por la vida ajena. Trataban a la gente como si fueran insectos, resume.

Libertad demorada.En enero de 1945, en pleno y crudo invierno, los rusos iniciaron su ofensiva. Las bombas se escuchaban a la distancia. Los alemanes decidieron evacuar Auschwitz y demolieron las cmaras de gas y los crematorios. Toda la operacin result bastante catica. La disciplina alemana se haba relajado. Seramos como 100 mil prisioneros, y no era fcil evacuarnos de un da para otro. No nos escondimos por temor a que nos buscaran con los perros. Los que s lo hicieron fueron rescatados algunos das ms tarde. Para Wildfeuer quedaban varias pruebas de resistencia rumbo a la libertad. Entre ellas, las clebres marchas de la muerte.Justo antes de partir, en un ropero revuelto, consigui una frazada y dos zapatos de hormas distintas. Otra vez la suerte le salvaba la vida. En enero, la temperatura rondaba los 20 grados bajo cero. Los que no tenan ropa adecuada o usaban zuecos base de madera con una lona arriba eran vencidos por el fro. La madera se congelaba y muchos ya no podan caminar. Las SS les disparaban en la cabeza y dejaban el tendal de muertos en la carretera.Durante cuatro das y sus noches avanzaron entre la nieve hasta llegar a un tren abierto, destinado al carbn. En cada vagn los alemanes colocaron hasta 120 prisioneros que no se podan mover. La gente se congelaba y los sacbamos fuera de borda para poder sentarnos y protegernos del viento helado.Llegaron a Mauthausen, en Austria. Otra vez los desnudaron. En el nuevo reparto de ropas slo consigui un calzoncillo largo y una camisa. Pese a los golpes recibidos no abandon la barraca para no terminar congelado. Las matanzas cotidianas continuaban.Los alemanes estaban acorralados por los aliados, pero seguan con los traslados. Primero a Meltz, luego a Ebensee, donde crey que no sobrevivira. Nos daban un octavo de pan, tan duro que se desarmaba y pareca aserrn, ms un litro de agua con cscaras de papa como nica racin. Los soldados norteamericanos los rescataron el 6 de mayo de 1945. Ese da Edgar cumpla 21 aos. Slo pesaba 45 kilos.Tras ese periplo de horror, sin familia con la que reunirse, Wildfeuer no quiso regresar a Polonia. En calidad de refugiado, se traslad a Santa Mara di Leuca, una pequea localidad italiana. All se enamor de Sonia Schulman, tambin polaca. Ella, sus padres y un hermano haban sobrevivido en distintos campos de concentracin.Cuando Sonia se radic en Crdoba invitada por sus tos que ya haban emigrado siguieron en contacto por carta. Mientras tanto, Edgar participaba de las manifestaciones en las que reclamaban la conformacin del Estado de Israel, que recin se establecera en 1948. Invitado por la familia de Sonia (no podan viajar libremente), vino en noviembre de 1949 y se casaron tres aos ms tarde.Junto a su esposa, en el living de su casa, Wildfeuer dice que ya no tiene pesadillas con los campos de concentracin. Destaca su suerte y sus ganas de vivir como factores fundamentales para poder relatar lo que vivi y sufri. Seala su tatuaje y cuenta que siente la obligacin moral de recordar a su familia muerta y a sus compaeros de infortunio. Es su compromiso para mantener viva la memoria.