Libro Colectivo - El Club de Los Libros Perdidos

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  • Libro ColectivoEl Club de los Libros Perdidos

    (Compaginacin: Jacques Pierre)

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  • NDICE:

    1. El libro delator - Paula Ciotta2. El tesoro de las palabras - Andrea Carolina Neva Leguizamn 3. Las batallas contra los ignotos - Sir Alberto de Catia4. Los anteojos del seor Froiln - Mara Laura Acevedo 5. 3:00 - Soledad Pirela6. Un mundo de pginas - Jos Antonio Cano Lpez 7. Amor virtual - Ada Norma Vega Gutierrez 8. La lectura, la aventura - Daniel Fernndez Vsquez 9. Sentirse Infinito - Estefana Gutirrez10. "El mensaje" - Silvia Lpez Safont11. La cocinera dorada - Chantall Estrada12. Sin llave - Patricia Silvero 13. Libro del bosque - Fernando Mawcinitt14. "Un viaje a su mundo" - Noelia Laura Sorrentino15. Pasin - Csar Elizondo Valdez16. "La Gran Liberacin de Libros" - Josefina Alcaraz17. Reminiscencia - Lety Olivera18. El libro de la fantasa - Ana Di Masi19. "Tiempo de buen amor" - Aby Garca20. Olvido - Jos Luis Jimnez Casarrubias21. El todo de nosotros - Luisana Rivas 22. Aventura - Natalia Jimnez 23. La historia la escriben los vencedores - Daniel G. Domnguez24. Golondrinas Azules - Susana Gatgens Parra25. Los libros: La fuente del poder - Andrs Felipe Rojas26. Ventanas - Antonio Urea Garca27. Diez otoos despus - Maximiliano Insua28. Diario de un aficionado de los libros - Sebastin Mark29. Reencuentro - Cristina Mabel Retamozo30. Avioncito de papel - Annimo31. Carta de despedida - Daniela Mahe Soto32. "Radiografas" - Catalina Pinzn Campos33. T y yo, siempre - Mara Jess Naranjo Infante34. Un nuevo amor - Andrea Gonzlez Blanco35. "Ellos" - Miryam Moreno Dez36. El muro - Guillermo Osuna 37. La bestia - Honorio Szelagowski 38. Perdicin - Elizabeth Bentez 39. Carta de ultratumba - Kris Kudrow

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  • 40. Un ltimo libro - Indiveri Cecylia41. La muerte de un poema, de un amor, de un sueo - Ulises Ibal42. Entre dos capas duras - Daniela Esquive Asturias43. Asilo - Jota44. Liberacin - Arturo Mat Tavira Meza45. Caso perdido - Moiss Castell46. (Sobre "El Viejo y el Mar") - Clarett47. La biblioteca de Ana, una lectora empedernida - Mara Sol Lanciotti48. Mis pginas en blanco - Pablo Sager 49. El libro de la abuela - Leticia Senz50. Familia - Leonardo Sin Apellido51. Rescatando - Leonardo Fontecha Ariza52. La chica del diario - Yussef Esparza Guerrero53. El tomo de historia - Beatriz Weppler 54. Recurdame que te olvide maana - Santiago Cairo55. El regalo perfecto - Carmen F. Mat 56. Mam no me gusta leer - ngel Amaya57. Cambio de pgina - Leo Macas58. El manuscrito Griselda Tessone59. Hojas al viento - Cristian Donoso Ullloa 60. El libro sin letras - Rafael Morelli61. La llave para su estudio; una casetera para mi casete Estoy lista? - Tania Guajardo Muoz62. El nio de oro - Lourdes Muoz63. El libro amarillo - Marcela Isabel Pittaluga64. La sala - Erica Sturm65. Exilio - Efran Rendn Ardila66. Recuerdo oculto en un libro - GRL 67. Amor eterno - Arturo Alfredo Delgadillo Ruz (Serpico)68. Algebra - Lilia Victorino69. La noche en que naci el libro de piel en medio del lago - Saira Villagrana70. Un libro y una carta - Ins Insa71. Las gotas de mis recuerdos - Priscilla Moreno72. Libro - Hilda Leist73. De aeternitas (Sobre la eternidad)" - Lucas Civaro74. Meche y sus amores - Cristina Gordillo Morn75. Libros que matan - Jess Octavio Vargas Rodrguez (Tavo Luna)76. "Donde habitan las palabras" - Annais P.77. Sola sin estarlo - Milagros Zacaras78. Viviendo en el pasado - Isabel Granillo79. Il Pianista - Anormall80. El extrao viaje del libro volador - Arkadia Arkadia81. La casa ms linda - Daniel Britosky82. Finis hominis - David Candelas83. El mejor de los regalos - Sharon Hernndez84. Su historia - Mgica85. Isabella - Betina Blanc

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  • 86. El cuarto de los tesoros - Ana La Lanezi87. Libro - Mara Jos Sarmiento 88. Premoniciones de un literato - Csar Padilla Mena89. Mis mantras - MarLu90. Saln Calavera - Ms Penny Lane91. A veces - Samuel Daz92. Psicodelia - Alexandr93. La maestra - Emilio Gmez Ozuna94. Mi vida como un libro - Dolores Perez E.95. Ella (o yo) - Leticia Spinosa96. Las letras sangrantes - Elizabeth Cardosa97. Ellos - Sonia Rodrguez Grate98. "El poeta maldito" - Tatiana N. Mijaluk99. Historias Compartidas - Natalia Alonso100. Los sueos misteriosos de Zaphirah - Zoe Bautista101. Pars y Kundera - Gisela Tostado102. Best seller - Noe Agreda103. Tormenta - Jonathan Ibarra Nakamura104. Yo soy Ana - Kasi Kosmo 105. Una chica y un chico - Diego Hernn Csme 106. Cambiando de Rumbo - Cat107. Acerca de los perros de esa ciudad - Andru Vargas108. El orden y el mtodo - Roxana Menzel Otranto109. El bolso con elefantes - Mnica Adriana Alvarez110. El tesoro - Carlos M. Vilchis Torres 111. El libro del recuerdo - Joaqun Rauh112. El libro de mis amores - Sara Salas 113. El Jardn de Len - Erick Tejada Carbajal 114. Detrs de un libro, una historia - Joel Bates Delgado115. La hoja en blanco - Beln Sagrario Velasco Mayoral116. Leyenda - Antonio Csar Libonati117. El seor del carrito - Isabel Alonso Gonzlez118. Anti-ilusin - Jairo Hernndez119. El peligro de las historias que andan libres - Lucho Lopez120. Cuentos sin terminar - Damin Uliassi121. Entre pginas y sbanas - Alejandra Glvez Bates 122. De duendes, reinos y utopas - Jess Alberto Garca Chvez123. De tapas azul brillante y ttulo dorado - Nidia Santos124. El libro de una vida - Deli Cubas

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  • 1. El libro delator(Paula Ciotta)

    Era un domingo lluvioso de abril, de esos das grises y encapotados que hielan las

    entraas. Las gruesas gotas de lluvia golpeaban rtmicamente contra los cristales de la pequea abertura que tena por ventana. Frances oa aullar el viento que soplaba; rfagas y rfagas que parecan barrerle el alma. Su corazn contrito se encoga dentro de su pecho. Y lgrimas, fras como la lluvia que caa en el exterior, rodaban por sus mejillas demacradas.Las paredes blancas parecan oprimirla. El lecho vaco le acongojaba la existencia. Y sobre la mesita blanca, yaca un libro forrado en cuero blanco.

    No poda dejar de pensar en l, de recordar sus caricias, suaves como la seda. Sus besos anhelantes. El calor de su cuerpo, el olor de su tersa piel. Los reflejos dorados de su cabello. Esos ojos grises que la miraban, suplicantes...

    El silencio reinaba en la habitacin. Excepto, claro, por el incesante golpeteo de la lluvia Ese maldito golpeteo que no cesaba.

    Acurrucada en un rincn, en el blanco piso de porcelana, abrazaba sus rodillas y se balanceaba. Su larga melena le chorreaba por la cara. Y los recuerdos se agolpaban, uno tras otro. Las tardes otoales en que salan a caminar por el parque. Los paseos en barca por el lago. Las noches bajo las estrellas. Tantas ilusiones hechas aicos. Tantas esperanzas arrebatadas.

    Todo pareca un sueo, tan vano, tan irreal. Frances se senta mareada, adormecida, como si otra persona habitara su esculido cuerpo. Aletargada. Su mente confusa pareca no distinguir los engaos de la realidad. La nica presencia tangible en esa solitaria habitacin, aparte de la blanca cama, era el libro sobre la mesilla. Pero por alguna extraa razn, permaneca alejada.

    An le costaba creer que l se haba ido Su gran amor la haba abandonado, haba desaparecido de este mundo. Todo haba sido tan rpido, tan violento, tan injusto. La vida se haba ensaado contra ella. Su nica esperanza, su salvador, su prncipe azul tan voltil y etreoarrancado de este mundo por el fro acero de la hoja de un cuchillo. Nunca olvidara la imagen de esa cuchilla ensangrentada, las gotas rojas y espesas de ese lquido que todo lo empapaba. Y esos ojos grises, que suplicaban

    Afuera la lluvia arreciaba. La noche iba cayendo y con ella los fantasmas se acercaban. La noche siempre era fra y oscura, y se senta tan solitaria. La presencia del libro no la consolaba. La mortecina luz blanca de la habitacin salpicaba las blancas paredes con sombras acechantes que parecan querer atraparla. No tena escapatoria, las cuatro paredes la confinaban. El ulular del viento la intranquilizaba. Y entonces, entre susurros, lo escuchaba: tranquila, amor, tranquila. Su voz de terciopelo la acariciaba, endulzando sus odos. Entonces comenzaban los sollozos incontrolables que sacudan su cuerpo. Nunca haba sido su intencin. Y esos ojos grises que no dejaban de mirarla.Lentamente se arrastr hasta el libro. Comenz a ojear sus hojas blancas.

    Y los recuerdos empezaron a surgir de la nada. Todo haba sucedido en una calurosa noche de verano, de esas en las que el aire pegajoso resuma humedad. La cocina estaba en penumbras. Las dbiles luces de las velas se reflejaban en el cobre de las sartenes que colgaban. Bean estaba parado contra la encimera, en la semioscuridad, sirviendo dos copas de vino. Pareca tan frgil, tan dbil Frances se acerc lentamente por detrs, sus pies

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  • descalzos casi ni se oan sobre las tablas de madera enceradas. Entonces todo se desencaden, fue tan de prisa, tan brusco como un torbellino negro que se la trag. Cuando retorn a la conciencia, lo nico que recordaba era la sangre, tibia, espesa y escarlata. Y esos ojos grises, llenos de terror, que le suplicaban

    La tormenta amainaba y con ella, cierta sensacin de calma pareca llenar su alma. Acurrada en el rincn al lado de la mesilla, sosteniendo el libro entre sus nveas manos, con el blanco camisn por sobre las rodillas, cayndole hasta los tobillos, se balanceaba incesantemente hacia adelante y hacia atrs, adelante y atrs Y de pronto, de entre las pginas en blanco del misterioso libro cay una foto.

    Fue como un latigazo. La cruda realidad se desplom ante su cara. El cuchillo ensangrentado estaba en su mano. Y al comps de los relmpagos que, como flashes, nuevamente se acrecentaban, en un momento de lucidez, todo volvi a su memoria. Una y otra vez lo apual, sin clemencia, sin compasin, sin misericordia Como una loca, como una psictica Como si alguien hubiera posedo su cuerpo.

    Y en medio de la noche, empez a gritar. Gritos desgarradores que turbaron la quietud de la institucin a esas horas de la madrugada. Con gran estrpito la puerta blanca se abri y dos enfermeros, con sus batas blancas, entraron sosteniendo una gran jeringa en la mano. Ya no tena escapatoria. La prueba haba cado en sus manos desde el libro en blanco. Lentamente, su mente se fue apagando, los recuerdos apaciguando y todo se desvaneci en esa habitacin de acolchadas paredes blancas.

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    2. El tesoro de las palabras (Andrea Carolina Neva Leguizamn)

    Nunca se vio una luna tan brillante como la que aquella noche iluminaba su rostro. No reconoca dnde se hallaba, slo distingua una callejuela empedrada. Sus ojos brillaban contrastando con la palidez de su tez. Inmediatamente se dio cuenta, el dolor se hizo tan fuerte que tuvo que bajar la mirada, y all estaba la sangre cayendo entre sus manos, se derramaba roja a travs de sus dedos y no pudo contener un grito. Los recuerdos acuden a su mente.

    Daban las 5:00am cuando su reloj son para avisarle que era hora de empezar el da, ltimamente se hallaba desmotivado porque tena cada vez menos clientes, se daba cuenta que la gente empezaba a carecer del gusto que hace tantos aos lo haba inspirado a abrir la librera. Ahora la sociedad se consuma ella sola entre el consumismo que inspiraban los medios de comunicacin, el tesoro de las palabras se fue guardando en un bal con candado que poco a poco se oxido porque nadie lo abra. Con la pesadez de sus pies, una que nunca se haba visto en l, se levant de su cama, despus de golpear el reloj fuertemente, se

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  • dispuso a seguir su rutina y por fin se vio en la calle el aviso de abierto en la librera Los libros Perdidos.

    Enfilndose en medio de la masa de gente hacia el transporte, miro su reloj y se dio cuenta de su retraso. Se senta sola en medio de la gente y repentinamente decidi visitar aquella casa vieja, pero pintada de colores vivos al final de la calle, haba contemplado tantas veces las flores que se alzaban en el jardn de enfrente desde su oficina, pero an ms haba contemplado el ttulo de la librera que le causaba tanta curiosidad los libros perdidos. Se preguntaba por los enigmas que poda encerrar adentro; sonri de repente por la buena decisin que haba tomado.

    La tarde caa, el cielo anaranjado pareca perderse entre las almohadas de nubes; Entonces, la vio. Iba vestida con una paoleta roja en su cabeza, un vestido color violeta y unas botas altas, su corazn se agit. Ella fue la que habl: Estoy buscando un libro que pueda sacarme de la rutina en la que estoy sumida puede ayudarme por favor? No se dijo una palabra ms, sus miradas se encontraron y entendieron que queran seguir as, recorrieron la librera buscando el susodicho libro y en un rincn polvoriento encontraron un ttulo que l nunca haba visto en su vida la orden. Ella lo tom entre sus manos, agradeci con una sonrisa y se march alegremente, dejndolo confuso, parado solo en el mostrador de los libros perdidos. Estaba tan abstrado en sus pensamientos que no se dio cuenta de que unos hombres encapuchados, vestidos con largas capas negras la seguan.

    Encendi la lmpara y se dispuso a leer, tampoco ella se percat de los hombres, pas en vela la noche entretenida con el extrao libro que haba tomado de las manos de ese hombre enigmtico y curioso que atenda la librera; lo haba visto muchas veces sin atreverse a dirigirle la palabra, pensaba que no le interesara, aunque su opinin cambio con el reciente encuentro, se dio cuenta de que se perdi en sus ojos, de que l podra salvarla de la rutina. As mismo, l contemplaba el cielo estrellado preguntndose sobre la extraa sensacin que qued en su pecho cuando ella se march. Sensacin de vaco, y comprendi que no poda vivir lejos de la mujer que pasaba todos los das frente a la casa, pero que no se atreva a entrar y a la cual l observaba encantado, pero tmido. Comprendi que no quera estar sin ella.

    Despus de una semana, le llego una nota: En el puente de Bolvar a las 4:00pm. Nunca sospecho que la caligrafa no era de ella, era una trampa. Su reloj marcaba las cuatro y se hallaba parado, el viento meca los arboles mientras sus hojas caan en el agua. Sbitamente, alguien lo tomo por detrs, lo cubri con un manto negro, se oy el freno de un coche en el que lo subieron. Una voz gruesa le explico durante el trayecto: Somos una organizacin, nos hacemos llamar la orden, somos dueos de los medios de comunicacin, el libro que usted le dio a esa mujer tena los secretos de nuestra organizacin: estamos controlando las mentes de la gente para que no vuelvan a leer jams y as poder convertirlos en mquinas sistematizadas, simples obreros sin autonoma alguna. Hemos intentado encontrarlo durante dcadas. Ahora que ella sabe todo sobre nosotros no podemos dejarla con vida y a usted tampoco.

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  • Todo sucedi muy rpido, llegaron a una bodega, ella estaba atada a una silla. Los llevaron atrs frente a un muro, el tirador posea dos balas: Era un fusilamiento. El hombre apunt a su pecho y dispar, l call adolorido; sin embargo, le alcanz la fuerza para recibir el segundo disparo, el que iba dirigido a ella. Perdi la conciencia, pero La mujer de vestido violeta logro arrastrarlo lejos de aquellos hombres, lo dej un momento para buscar ayuda. Cuando l se recuper mir la luna resplandeciente, record lo sucedido y cay sobre sus rodillas mientras vea sombras acercndose hacia l. Cuando llegaron, el rostro plido del hombre sonrea, tena una nota en su mano, escrita en su agona, con letra corrida: Te amo. La mujer del vestido violeta la ley mientras las lgrimas corran por sus mejillas, lo bes desesperada y se prometi que no descansara hasta que la sociedad pudiera encontrar la llave del bal abandonado que albergaba el tesoro de las palabras.

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    3. Las batallas contra los ignotos (Sir Alberto de Catia)

    Mi nombre es Sir Alberto de Catia, Lord de Altavista y San Pedro, dueo y seor de un condado literario, amigo de hroes de la historia y la mitologa, compaero de la imaginacin del hombre. Mis antepasados con las armas que contaban se enfrentaron a un enemigo que me estara acechando por toda la existencia.

    A los ignotos, siempre poderosos, les gusta reclutar adictos, y yo era un aprendiz con la fragilidad del principiante pero con la lectura y el estudio se fue forjando mi espritu para las batallas por venir y fui adquiriendo las armas que me ayudaran en el futuro. Inicialmente sin mucho entusiasmo, luego con alegra e inspiracin.Desde esos tiempos voy acompaado de un ejrcito siempre en crecimiento. Las bibliotecas han sido mis aliadas. He contado con oficiales de escuela, con acadmicos, con mercenarios y piratas. Muchos los voluntarios. Unos ms valientes. S, con todos he contado para mis triunfos.

    Eso ha ocurrido muchas veces, mas esta guerra no permite armisticios prolongados. En recompensa de lo anterior afirmo que la paz, la armona, la tranquilidad y la alegra van constantemente de mi lado. Es atpica la situacin, igual, esos son los hechos.Vivo en un enorme castillo y poseo una biblioteca con suficientes guerreros. Todos ellos prestos a la defensa (y al ataque de ser necesario). Las nuevas tecnologas han hecho ms asequibles a soldados dispuestos. Esta guerra no ha de terminar, pero la contraparte del enemigo evoluciona.

    Desde todos los continentes son muchos los que se han presentado con sus filosofas de vida. Con sus conocimientos comerciales, sus conciencias educativas y de saber humano. Con la historia de los pueblos para no repetir errores, y las mitologas de las civilizaciones para iniciar la comprensin. Han venido aquellos convencidos de ideas

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  • religiosas y polticas para beneficio de la humanidad (slo la ignorancia infiltrada en las interpretaciones ha sido la causa de las derrotas).Los que escribimos vamos ampliando y haciendo crecer a los ejrcitos que luchan contra la ignorancia humanaVacilar es perderse como dijo Don Simn de Caracas.

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    4. Los anteojos del seor Froiln

    (Mara Laura Acevedo)

    El seor Froiln rondaba los sesenta y cinco aos. Un hombre bajito y regordete que haba perdido casi todo el cabello, luciendo slo unos pocos pelos a cada costado de su cabeza los cuales peinaba con sumo cuidado.

    Miope desde siempre usaba unos gruesos anteojos con montura de carey. Habitaba solo en una antigua casona del barrio de Belgrano, con vista a las barrancas, un sitio que haba visto en pocas pasadas a muchos suicidas y caballeros batindose a duelo por vaya a saber qu cosas del honor, cosas hoy totalmente en desuso. Los duelos y el honor. Y sucedi que estando en la biblioteca montado en una alta escalera que serva para alcanzar los libros de los estantes que casi rozaban el techo, en una maniobra medio complicada con el fin de atajar uno que se le escapaba de las manos, sus lentes salieron despedidos merced al aleteo de las cubiertas de un tomo de generoso porte con las obras completas de Balzac. El sonido al llegar al suelo no dejaba lugar a dudas. Los cristales haban sucumbido por una combinacin de la accin de la gravedad, la altura de la escalera y la dureza de los mosaicos. Bueno, esto era un inconveniente inesperado, primera vez que le ocurra en la vida, razn por la cual no tena previsto un plan B. Es decir, sus lentes no tenan reemplazantes. Deba ir con urgencia al primer ptica que encontrara y encargar un nuevo par. Apenas poda caminar el pobre seor Froiln ya que sus ojos slo le brindaban una imagen de nebulosa sobre lo que le rodeaba. Si l hubiera podido ver, hubiera notado que el paisaje se iba volviendo algo extrao muy lejos del seorial barrio de Belgrano que recorra cada da al hacer sus compras.Como por arte de magia apareci un negocio cuyo dueo, que estaba parado delante de la puerta, al verlo tan desorientado le pregunt que le suceda. Al contarle sus cuitas el otro hombre lanz una carcajada que helaba la sangre, vaya forma de rer, y le dijo que justamente haba llegado al sitio indicado. Lo invit a pasar, le prob los cristales hasta dar con la graduacin exacta y le comunic que si esperaba un rato podra irse a casa con los lentes. Muy agradecido el seor

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  • Froiln se sent a esperar, mientras escuchaba los sonidos de la piedra de pulir y de las dems herramientas que se usaban para ese trabajo. Al cabo de una hora todo estaba listo y se sinti maravillado del servicio que este buen hombre le haba prestado. Pag y se retir agradeciendo su buena voluntad. El hombre tan slo volvi a rer. Ya en casa se dirigi a la biblioteca y se sent cmodamente en su butaca preferida. Abri un grueso volumen y se concentr en la lectura. Unos minutos ms tarde le pareci percibir un movimiento a su izquierda y se sobresalt. Dirigi hacia all la mirada y descubri con pavor que la habitacin se iba poblando de personas casi todas vestidas al estilo del novecientos. Pero algo ms extrao que eso era la conciencia que tena que esas personas no eran reales, que eran fantasmas. Se quit los lentes, el movimiento ces. Se restreg los ojos. Se dijo a s mismo que era slo una mala pasada de su imaginacin, tanta lectura... Volvi a ponerse los lentes y las personas reaparecieron, observndolo con curiosidad.Entonces se dio cuenta que algo mgico haba en sus anteojos que le permita ver a toda esa gente que haba estado conviviendo con l. Vaya a saber por qu motivo macabro estaban todos reunidos en su casa, lo cierto es que el terror en un primer momento lo paraliz pero, luego, cuando pudo reaccionar y descubrir las heridas de bala de los duelistas y suicidas, las muecas cortadas, el color azulino de los envenenados... ah fue cuando sali corriendo de la casa a buscar un sitio sin fantasmas mientras en toda la ciudad pareca resonar la risa diablica de aquel hombre que le haba confeccionado los anteojos. Y no se los quita. Por todas partes ve personas que ya no existen y sigue buscando un sitio donde estar verdaderamente solo.

    Lo que el seor Froiln no sabe es que Buenos Aires est habitada slo por fantasmas.

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    5. 3:00 (Soledad Pirela)

    No dejes que nada te esclavice. Era la forma en la cual quera ser visa, libre y atemporal, etreaingrvida, pero todava de alguna manera presente, saborear hasta el ltimo rincn de mi existencia sin transformar quien era; as que, cuando buscaba entre las luces por aquel destello particular, aquel que resplandeciera con ms fuerza terminaba perdindome entre las bruma de las cosas que jams alcanzara; tena miedoPor qu saba que mis ataduras eran mis propias limitaciones y que mi mayor enemigo eran mis propios estndares, tena este concepto de sper-humano que se alejaba cada vez que me encontrara cerca de la meta.

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  • Me dijiste una vez; Hay un momento, inmediatamente despus de que la vida ya no vale la pena, cuando el mundo parece ir ms despacio y todos sus innumerables detalles, de repente se hacen brillantes, dolorosamente evidentes

    Yo no haba comprendido nada de verdad!, mi mente estaba en esa especie de limbo en el que nos sumergimos cuando el inconsciente intenta protegerte de cosas que ni siquiera hemos admitido, y no por el peligro que el resto del mundo supusiera para m, si no, por lo que mi propia mente era capaz de hacer conmigo

    Todava conservo un poco de esa paranoia, aunque no te alucino en ataques histricos cuando me despierto sola a las tres de la maana, no tapo mi nariz cuando cocino con vainilla e incluso he aprendido a cruzar la calle fuera del rallado sin tener que apretar las manospero a veces escucho un pedacito de esa cancin; la que solas mal cantar cuando traas el caf o mientras caminabas entre aquellos mundos que no supe conocer, y de nuevo siento que soy mil centmetros ms pequea, el helado vuelve a ser mi mejor amigo y empiezo a ver pelculas sin trama.

    Empiezo a devorar paginas como agua

    El primero fue cuando tena once aos, ese libro desojado que todava conservo justo al lado de la cama; el puesto privilegiado que aquellos envidiosos en mi biblioteca no podrn quitarle, sus tapas amarillas ahora casi blancas y gastadas son el recuerdo carioso de mis primeros zapatos para el bachillerato. Definitivamente el me encontr a m, incluso ahora cuando ni yo puedo encontrarme.

    Cuando sus hojas empezaron a caerse intente sostenerlas con un poco de cinta, intente sostenerlas con pega y saliva, y fue cuando mama me dijo que lo cambiara, podra obtener un nuevo y con todas sus hojas en la librera del centro comercial. En ese momento no quise uno nuevo, quera ese, mi libro, el que haba deshojado luego de leerlo por cuarta vez en un pedacito de mi cuarto tratando de no despertar a mi hermana con la luz de la lmpara, el que estaba marcado con pequeos puntos en las partes que ms me gustaban, aquel por el cual me debat si estaba bien doblar las esquinas o no.

    Diez aos despus todava me cuesta doblar las esquinas, no es un dao atroz pero el papel nunca vuelve a ser igual y es algo que me atormenta desde el fondo de mi mente.

    Diez aos despus todava intento memorizar aquella frase que suena inteligente para contarla a mis conocidos, o aquella otra que aunque clich me encantara escuchar susurrada por labios ms que amigos.

    Diez aosDiez aos han pasado y un sinfn de historias entre ellos, de mi propia autora con personajes primarios y secundarios segn el tiempo y la distancia, y muchas otras de la mano de los que se atrevieron a librar sus batallas con tinta y papel. Cruzaron mares para proteger reinos, desafiaron al pasado para garantizar el futuro, se transformaron en historias y pasaron a la historia como los hroes de su generacin, como los ms temidos villanos o como los ms brillantes magos de su tiempo.

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  • Entonces comprend, no importa cuntas pginas se caigan de los libros, que tan blancas y gastadas estn sus portadas, no importa que tan larga o increblemente corta sea una historia, o si escribimos o no en el mismo idioma, por dios! No importa si conducimos con el volante a la izquierda o la derecha o si tenemos ojos azules o cafs, grandes o pequeoscuando intentaba pegar mi libro no entenda porque quera tanto que fuese ese libro, lo mismo que aquel contaba, estaba en las pginas de uno ms nuevo

    Y es que pasamos cien veces por el mismo aparador y notamos algo distinto todas las veces, podemos escuchar cien veces las misma cancin y sentirla distintatodas las pginas de mi libro desojado son partes del mismo libro, de la misma historia, todas las partes que no quiero de m son aunque estn de momento rotas o en construccin partes de mi por extensin, partes que me hacen nica pero no me definen aunque en definitiva las necesite como parte de mi esencia y existencia, partes indivisibles pero no inalterables.

    Me dijiste una vez; Hay un momento, inmediatamente despus de que la vida ya no vale la pena, cuando el mundo parece ir ms despacio y todos sus innumerables detalles, de repente se hacen brillantes, dolorosamente evidentes

    Y ahora comprendo, no hay un momento en el cual la vida no valga la pena, no hay un momento sin detalles dolorosamente evidentes, todos somos pginas de un libro ms grande que nosotros mismos y tambin libros nicos y completos con historias por construir y contar, historias que improvisar

    No dejes que nada te esclavice, somos pginas de una historia que de todas formas vale la pena contar.

    Cita: Aaron Swartz

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    6. Un mundo de pginas (Jos Antonio Cano Lpez)

    Eliseo camin y camin, lo nico que quera era dejar atrs el dolor y esas imgenes que le atormentaban y pesaban tanto. La noche era obscura y relampagueante pero seca como el desierto.

    Como era costumbre, el deba caminar en lnea recta y al topar con pared deba estar situado el libro, ese libro que siempre lo llevaba al trance y que al mismo tiempo permita situarse en la escena para encontrarse all con su amor.

    No encontraba el libro, no lo vea. l, ya de por s desesperado, sac un cigarrillo. Con la mano temblorosa fij sus ojos en la caja de cerillos que el mismo sostena con su

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  • mano derecha y ley uno de los tantos mensajes que esa marca de cerillos acostumbraba a imprimir sobre sus empaques. La caja deca lo siguiente:

    Todo es relativoEliseo arroj la caja de cerillos al piso, devolvi el cigarrillo a su sitio y corri al

    parque donde todos los domingos sola ir a reflexionar, tomar aire o simplemente abrir su libro mgico y entrar en trance.

    Al llegar al parque Eliseo se recost sobre una banca y mir las estrellas. Algo andaba mal, la luna parpadeaba como estrobo y las nubes que apenas se alcanzaban a ver formaban figuras y se desasan como humareda, como el vapor de un tren andando. Al girar su cabeza los arboles crecan y eran una mezcla de algodones de azcar que al ser golpeados por el viento lograban tomar formas terrorficas.

    El ya estaba en el libro!El viaje fue tan sutil, tan fuerte y a la vez tan suave que l no pudo caer en cuenta de

    haber entrado en trance.En este mundo de pginas todo era distinto. Mientras en la vida real pasaban 5

    minutos, en el mundo de pginas se convertan 5 das y cada pgina era un da.En este lugar de pginas, su amor, estaba en manos de un poderoso, un poderoso

    que gustaba de quedarse con todas las cosas que para la gente comn tuviesen valor. Para Eliseo no existira nada ms valioso que Sheila. Y por eso mismo fue que el poderoso se qued con ella. No exista poder supremo que pudiera quitarle los bienes al poderoso, todo y cuanto fuera tan valioso para un individuo era despojado de los mismos por este hombre. Este poderoso era el gobernante de este mundo. La peculiar caracterstica de este mundo era que todo lo que se supone que debera ser realidad era alterada en este mundo de pginas. As las montaas podan convertirse en tsunamis y los cielos se podan caer.

    Eliseo segua abrumado por las imgenes de aqul despojo de su amor. Lo nico que necesitaba era salir de all, el no necesitaba esto, el necesitaba huir.

    La forma de salir de el trance, como siempre era situndose en lo alto de un lugar y saltar. Haciendo esto el cuerpo sobresaltaba por el impacto y as es como Eliseo poda despertar siempre del viaje.

    El se senta derrotado por su amor, por lo cual se pos en el umbral del tejado de su casa.

    Cerr los ojos y se dej caer. No sinti nada. Abri los ojos y segua ah, en el mismo lugar solo que a ras de piso.

    Lo hizo una y otra vez pero no poda regresar. El amor que le tena a Sheila era tan fuerte que en el fondo tena un profundo deseo de quedarse en ese trance y jams volver.

    Todo era desastroso. Finalmente Eliseo tomo el arma que el esconda debajo de su ropa doblada, dentro de su closet. Apunt en su sien y tir del gatillo. El arma no tena municiones, as que busco en el cajn superior de su bur y cargo el arma. De nuevo apunto a s mismo, pero esta vez dentro de su boca. Cuando Eliseo finalmente estuvo listo nuevamente tir del gatillo, esta vez el estallido retumbo como can dentro de su trax y sinti el impulso de retroceder, pero eso era imposible, el ya haba tirado del gatillo.

    Cuando dej de sonar el estallido, todo fue como un zumbido largo Se dio cuenta que nada haba pasado. Nada poda matarlo porque todo estaba en su mente, todo era producto de su imaginacin. El no poda morir si no era en carne propia.

    Decepcionado se sent al borde de su cama y se deca a s mismo:

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  • Es imposible vivir en este mundo, que siendo mo, me es imposible controlarlo del todo, Ni siquiera puedo tener a mi amor. l se la llev, y ahora no puedo siquiera suicidarme para borrar este asqueroso sentimiento de mierda! Pronto una lgrima cay. Se quit el sombrero y la gabardina. El cigarrillo sali de su gabardina, entonces para calmar su nerviosismo busc la caja de cerillos, pero Los cerillos! Entonces record haberlos tirado en aquella pared donde l crea que el libro debera encontrarse como de costumbre para iniciar el viaje a este mundo de pginas. Entonces record la frase de los cerillos que deca: Todo es relativo.

    Cuando Eliseo ley esto cerr los ojos y pens que lo mejor era olvidar a Sheila. Al hacer esto Sheila sera liberada porque ella ya no tendra ningn valor para Eliseo.

    Eliseo cerr sus ojos y profundamente dese jams verla para que Sheila fuese liberada.

    Una segunda lgrima recorri la mejilla izquierda de Eliseo. Abri los ojos y se dio cuenta de que estaba en la misma banca en la que l haba empezado el viaje.

    Emocionado y agotado por el trance decidi volver al mundo de pginas para despedirse de Sheila.

    Cerr los ojos para iniciar el trance. No pudo. Lo hizo una y otra vez pero no pudo.

    Pensativo, con los ojos vidriosos y ya en el mundo real, tir el libro a la basura, camin hasta la estacin para comprar un boleto. Sinti una mano sobre su hombro:

    Hola. Mi nombre es Sheila, En qu puedo ayudarlo?...

    ***

    7. Amor virtual

    (Ada Norma Vega Gutierrez - Montevideo Uruguay)

    Se llamaba Anton Sargyn. Era un armenio alto, moreno y desgarbado que siendo un nio logr huir con sus padres del Imperio Otomano y llegar a Uruguay, despus de peregrinar por el mundo, huyendo del genocidio armenio de 1923. En aquel tiempo despus de navegar ms de cuarenta das en un barco de carga, la familia desembarc en Montevideo y se aloj en una casa de inquilinato en la Ciudad Vieja para luego establecerse en el barrio del Buceo. All aprendi hablar en espaol fue a una escuela del estado y en el liceo se enamor de Alejandrina, una chica descendiente de turcos cuyos abuelos llegaron a Uruguay a fines del siglo XIX. Los chicos se conocieron se enamoraron y vivieron un amor de juventud sincero y pleno. Hasta que las familias se enteraron.

    A los dos les prohibieron ese amor, pero para Anton no existan prohibiciones posibles. El joven amaba a Alejandrina y estaba resuelto a continuar con ese amor pese a

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  • las prohibiciones de ambas familias. De modo que siguieron vindose a escondidas hasta que los padres de Alejandrina decidieron irse del pas.

    Fue entonces que Anton ide un plan audaz para impedir esa mudanza.La novela de Anton Sargyn avanzaba con inters cuando un da Anton adquiri

    vida propia, no necesit ms de m, se fue de mi imaginacin y mi computadora y mientras yo escriba la historia de amor de Anton y Alejandrina comenz a hablarme borrando mis frases e insertando las suyas:

    Necesito hablar contigo. No quiero seguir siendo el personaje de esta historia. No estoy enamorado de Alejandrina. Es a ti a quin amo. Quiero ser parte de tu vida. S que puedo hacerte feliz. Scame de la historia y llvame contigo.

    Al principio pens que todo era una broma del equipo de Google. No obstante envi mensajes explicando lo que suceda, que nunca contestaron.

    La novela iba avanzando fluida, yo estaba entusiasmada en cmo se iban dando los hechos, no tena intenciones de abandonarla. Anton por das no se comunicaba, entonces yo adelantaba la historia pues crea que se haba terminado la odisea, pero al rato volva con sus frases de amor cada vez ms audaces.

    Pens que podra ser alguno de los webmaster de los sitios donde yo participaba, algn contacto de la pgina de Facebook, hasta que al final desist de seguir averiguando porque pens que creeran que estaba volvindome loca.

    Mientras tanto Anton no cejaba en su intento de conmoverme, de llamar mi atencin hacia su persona inexistente. Entonces decid seguirle el juego. Le dije que estaba casada, que ya tena un hombre a mi lado a quien amaba. Me contest que a l no le importaba que estuviese casada. Que el mundo que me rodeaba no exista para l. No conoca este mundo ni quera conocerlo. Estaba apasionado conmigo deca, conoca mi alma y quera habitar en m. Le contest, siguiendo el juego, que no lo conoca, no saba quin era, qu se propona, ni qu era eso de habitar en mi.

    Me contest que si lo liberaba y le permita entrar en mi mente estaramos unidos para siempre. Que no necesitara ms a mi esposo ni a mis amigos ni a nadie, pues l colmara todos mis deseos ms ntimos, todos mis deseo humanos. Todos mis deseos.

    Adems me dijo que yo lo conoca, que lo haba creado paso a paso, no era entonces un desconocido. Soy el hombre que creaste. Un hombre. Llvame contigo implor si no lo haces mtame en tu historia, de lo contrario mientras escribas estar comunicndome.

    En ese momento decid abandonar la novela. Dejarlo con otros cuentos sin final que fueron acumulndose mientras fui escritora. Pero l no slo lea lo que yo escriba en la computadora, tambin lea mi mente y se apresur a decirme:

    No intentes abandonar la novela porque me dejars penando en ella hasta el final de los tiempos. Por favor, si no me dejas habitarte, mtame!

    Nunca tuve el valor de matarlo. Abandon sin terminar la historia de amor de Anton y Alejandrina y la guard en el fondo de un cajn de mi escritorio junto a cuentos que nunca puse fin.

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  • Algunas noches entrada la madrugada cuando la inspiracin se niega, recuerdo aquel amor virtual que slo me pidi habitar en m y que dej encerrado en un cuento inacabado.

    Muchas noches entrada la madrugada cuando el cansancio me vence, entre mis libros y mis recuerdos, suelo escuchar desde el fondo de un cajn de mi escritorio el llanto aciago y pertinaz, de un hombre que implora.

    ***

    8. La lectura, la aventura. (Daniel Fernndez Vsquez)

    Ayer me desped de un amigo. Suele venir a visitarme, durante uno o dos das, cada dos o tres aos. Me he despedido de varios amigos en mi vida. Pero l es de los pocos que vuelven cada cierto tiempo. El primer amigo del que me desped era un nio, negro, que vena de la costa Caribe de mi pas. Me cont su historia, y la de su flor. De cmo en su aventura entendi porque las flores vivan tan poco y otras criaturas como los lagartos, la tortugas y las culebras viven durante muchos aos. Fue un gran amigo y me ense a valorar a las nuevas personas que llegan a vida y las cosas pequeas que pasan por ella. A mis doce aos conoc el segundo, este se quedara conmigo por el resto de mi vida. Por cierto fue l, quien se march ayer. Es un nio rubio, muy dulce e inocente. Habita solo en un planeta con su rosa, y siempre que viene me pide dibujarle un cordero. Durante sus visitas este nio me ha enseado tantas cosas que sera imposible para m lograr agradecrselo por completo. Luego llegue a conocer a un nio mago, quien creci conmigo y me llev en aventuras inigualables hasta que se convirti en una gran estrella del mundo mgico. A mis diecisiete aos me di cuenta que solo haba hecho tres amigos en mi vida. As que decid iniciar una aventura. Viajar en todos los lugares que pudiera y as conocer a tantas personas fascinantes como me fuera posible. Y all inici. He conocido hombres tristes que han vivido en dictaduras militares inhumanas y que han marcado la historia del mundo. Conoc a un nio jaguar con su gran amiga que era una nia guila. Conoc a un gran hombre que me cont la historia de Amrica latina y de cmo sus venas se han encontrado siempre abiertas. Y me explic que las personas estamos hechas de historias. Viaje por el mundo conociendo psiclogos, filsofos, profetas, alquimistas y personas fuera de lo normal. Viv cien aos de soledad junto a una familia de muchas generaciones y le dije adis a la cordera. Llegu a alcanzar tierras donde los orcos, los elfos y los humanos entraban en guerra por anillos. Y algn da viaje al reino de este mundo y conoc el arpa y la sombra. Un gran hombre un da me present a su otro yo y me ense lo que se senta estar sentado a la izquierda de un roble. Ese mismo hombre que me narr lo

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  • que le dijo un gran padre algn da a su hijo mientras lo miraba. En uno de mis viajes pas por el increble pas de las mujeres, un hermoso lugar. Dos historiadores me ensearon como la femineidad y el placer han sido satanizados y otros varios investigadores me han contado como se supone que funciona todo. He viajado algo en los pasados seis aos, especialmente, debo admitir en los ltimos dos. Todos estos viajes y nuevos amigos han marcado y cambiado mi vida. Igual o ms de lo que lo hizo el nio rubio que ayer se fue. Siempre debo despedirme de ellos al final, pero lo hago feliz porque s que ellos han cambiado algo en m que ya no podr volver a ser como era antes. Hoy he empezado a escribir algunas ancdotas. Solo por si algn da, alguien al igual que yo, quisiera encontrar un amigo, vivir alguna aventura o solo distraerse de ese extrao lugar al que todos llaman realidad. Y as quiz ese alguien me diera el honor de formar parte de su vida.

    ***

    9. Sentirse Infinito(Estefana Gutirrez)

    Te has sentido infinito alguna vez? pregunta distrado, mientras lee el libro. l pregunta porque lo siente. Llegando a las ltimas pginas, cuando sabe que el viaje va a terminar.

    Probablemente, pero no leyendo un libro contesta el amigo, que ve distradamente la tv, pasando los canales, esperando encontrar algo bueno. En el fondo se ve pilas de libros, al fondo. Parece que hablaran entre s, compartiendo personajes, compartiendo escenas. Se comparan, se critican, se hacen reverencia. Novelas, poesa, ensayos. Libros de literatura, algunos de ciencias tambin se cuelan. Comienzan una tertulia, se ren, entretanto esperan. Esperan el turno de ser ledos o reledos. Unos son de cabecera, acompaan al joven casi cada da, a clases. Se sienten importantes, porque estn marcados con largos trazos de resaltador, y ya sus pginas estn un poco estropeadas de tanto uso; tienen notas dentro de s, y pequeos post-it pegados a sus bordes. Son llamados los veteranos, y exigen y reciben mucho respeto. Algunos son costosos, de tapa dura, hojas brillantes, hay otros baratos, sacados de alguna feria local, que si bien en principio fueron juzgados, ahora son igual de ricos, y llenos de conocimiento. Juntos a los nuevos, los poco usados, los menos resaltantes, discuten sobre temas importantes, porque los libros no les gusta perder el tiempo en cosas banales, ni siquiera ese de humor que compr a un vendedor ambulante en el transporte de su universidad. Todos se toman muy enserio su trabajo, si realmente quieren impresionar.

    El muchacho esta ajeno a su biblioteca, est en el desenlace. Est diciendo adis, con un vaco en su corazn. El agente Carter, el valiente agente, est en el trmino de su vida, sudando, con cara de pker, pensando en sus posibilidades; su enemigo, ese que le acompao de manera antagnica por todas las pginas y prrafos, el de los problemas, el

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  • del lavado de dinero, el asesino, el que le quito horas de sueo, est ah, apuntndole con un arma. Al chico se le acelera el corazn, porque l tambin est ah, dentro la piel de su personaje favorito, sin saber que hacer, que suceder; expectante, en tensin, como un hilo. Entonces lo escucha lo lee. Un disparo. Gritos, un cuerpo cae al suelo. Abre sus ojos ms, pasando su dedo por las lneas para asegurarse de no perderse de nada.

    Se salva. Y el lector puede respirar tranquilo. Y con una calma, esa que viene despus de la crisis, lee los ltimos prrafos del captulo. Viene el refuerzo, ambulancia, y todo ese equipo de compaeros que siempre llegan tarde a la escena (afortunadamente). Pasa al eplogo con una sonrisa. Todo est terminando.

    No hay veces en la que te has sentido infinito, Carter? responde la mujer, mientras coge en sus brazos a la hermosa beb que los acompaa.Muchas veces. y mira con algo muy parecido a la felicidad.

    El personaje le sonre, guindole el ojo, despidindose. Y entonces el vaco se convierte en felicidad. l tambin se siente infinito, como si se hubiese a despedir de un gran amigo, como si se estuviese montndose en su auto, dicindole adis a esa ciudad que alguna vez le dio todo, pero que ya no le puede ofrecer ms. Cierra el libro, y se levanta.

    No sabes lo que te pierdes, hermano sonre y tira el libro en el mesn al lado del otro chico, que no le presta mucha atencin porque ya encontr el programa de humor que estaba buscando. Mientras el otro prepara un caf, y toma otro libro del montn.

    ***

    10. El mensaje(Silvia Lpez Safont)

    Ana como todas las maanas se despert bruscamente cuando oy el sonido de su despertador. Al parecer Ana nunca iba a acostumbrarse despertarse de aquella forma, pero, qu poda hacer sino? Cualquier timbre era para ella todo un sufrimiento, y las maldiciones de ello eran una rutina diaria.

    El desayuno de Ana, que segn ella era algo muy light, consista en prepararse unas tortitas con el mnimo aceite, y aadirle por encima chocolate lquido edulcorado y nata montada bajo en caloras. Para ella cualquier producto que llevaba edulcorante formaba parte de su vocabulario muy light.

    Mientras desayunaba lea siempre el peridico, para as saber de qu modo deba enfrentarse el mundo ese da. Seccin a seccin se lo iba leyendo y reflexionando, en algunos de esos pensamientos sus expresiones la delataban. Y como siempre luego se levantaba corriendo y se vesta deprisa para no llegar tarde al trabajo. Cada da de su vida coga el coche y haca un trayecto de treinta minutos, y llegaba siempre a punto a sus labores. Por as decirlo casi era su propia jefa, porque la mayor parte del da era ella la responsable de su trabajo. No es que le disgustase su trabajo, todo lo contrario, sino que lo que no le gustaba eran los horarios, detestaba las rutinas. Levantarse a la misma hora y hacer lo mismo cada da era lo que no soportaba, eso es lo nico, porque por lo dems le encantaba.

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  • Una vez sentada en su sitio de trabajo, siempre esperaba a un cliente devoto, Felipe le dijo que se llamaba, e iba tambin a la misma hora todos los das desde hace un ao. Era un hombre de unos sesenta aos muy inteligente y con curiosidades cientficas. Llegaba al mostrador y siempre le dedicaba una sonrisa encantadora a Ana, y esto a ella le encantaba, ya que le transmita mucha simpata. Y luego siempre le preguntaba por algn libro extrao, y Ana claro siendo una experta bibliotecaria siempre le encontraba ese libro tecleando el archivo de su ordenador. Y el hombre iba todo feliz a la seccin que Ana le haba dicho.

    Siendo ella la trabajadora de una gran biblioteca le causaba excitacin, ya que le encantaba leer a escondidas en su trabajo. Le gustaba toda clase de libros, aunque se decantaba ms por los libros romnticos.

    Un da mientras lea un libro se encontr entre las pginas una carta escrita a mano de un hombre declarndose su amor a alguien. En ella deca:

    Te amo vida ma, amo cada parte de ti. Mi vida est vaca ahora que t no ests aqu conmigo. Ahora soy un hombre solitario

    Era algo precioso el amor que transmita aquel hombre, y triste a la vez que alguien sintiera algo as. Ana se preguntaba quin sera el hombre y a quin iba dirigido. As sin ms vacilacin se puso frente al ordenador y busco a la ltima persona que lo haba cogido, claro est que este mtodo no sera el efectivo, porque saber quin lo puso all es complicado, pero igualmente lo busco en su ordenador, y apareci en l el nombre de una mujer que hace un ao que lo haba devuelto. Por tanto, descart a esa persona y fue a otra anterior, esperando que fuese un hombre. Esa vez s que fue un hombre. Y sin ms prembulos se puso manos a la obra y le llam. La voz del hombre era potente y contena amabilidad en sus palabras. Ana le pregunt el asunto de la carta, pero el hombre le dijo que cuando lo cogi no encontr ninguna carta. Esta respuesta sorprendi a Ana, no le cuadraban las cosas. Entonces, por si fuera posible volvi a la ltima persona que lo haba cogido, se llamaba Alicia Prez.

    Ana encontr el nmero y la llam. Ella consternada por este hecho le dijo que no encontr ninguna carta, que hace un ao que no haba cogido el libro, y ese que era su preferido. Ana se morda la lengua, pero necesitaba saber ms, as que le sac a la mujer que cada tiempo coga el libro porque fue as como conoci a su marido, mediante mensajes metidas en ese libro su marido la conquist, y era una tradicin cogerlo, aproximadamente cada ao, para celebrarlo. l siempre le pona un mensaje. Pero la mujer le dijo que no pudo ser posible que hubiese sido su marido, ya que llevaba muerto hace un ao, y ella devolvi el libro al cabo de unos das del fallecimiento de su marido. Y cuando lo entreg no haba ninguna carta.

    Esto fue algo escalofriante para Ana, as que le pidi a la mujer que se acercase por la biblioteca para que leyera el mensaje.

    Esa misma tarde Alicia se present en el mostrador, y cuando Ana le entreg el mensaje, la cara de Alicia fue todo un poema. Se qued paralizada, el mensaje provena de su marido, reconoci su letra. Fue una escena extraa para ambas.

    Mientras Alicia estaba all de pie como una estatua, de pronto Felipe se acerc al mostrador y como cada tarde se despidi de Ana, y ella le devolvi el saludo. En ese momento Alicia despert de su sueo y le pregunt a Ana que a quin saludaba. Ana le explicaba que se despeda de un cliente. La respuesta de Alicia le dej a Ana muy marcada: Aqu no haba ningn hombre, solo t y yo, seorita.

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  • Ana no daba crdito de esas palabras, y le volvi a explicar que haca unos instantes Felipe acababa de pasar. Y con la cara muy asustada Alicia le dijo: As se llamaba mi marido.

    ***

    11. La cocinera dorada (Chantall Estrada)

    De pronto despert agitada, su cuerpo hallbase teido de una pegajosa tinta dorada

    que esparca un tibio olor a mirra; al percibirlo, record lo sucedido la noche anterior: S, haba sido amada por ese ser maravilloso que recorri cada centmetro de su grisceo contorno dibujando con aquella pluma su triste silueta, de modo que con cada trazo ella se senta cada vez ms perfecta y esplndida, cosa que jams le haba ocurrido antes.

    Haba permanecido all tantos aos, sin que nadie se percatara siquiera de su existencia, al grado que lleg a pensar que su presencia en aquellas pginas no vala la pena, y justo cuando meditaba la forma de salir huyendo fue que l lleg y la rescat del abismo de letras entre las que se hallaba perdida. Le hizo comprender que sin ella, la historia no habra nunca tenido tan buen fin; claro, slo una magnfica cocinera podra haber cautivado durante tanto tiempo un estmago como el del prncipe antes de que ste se diera cuenta de la belleza que la dulce protagonista esconda entre los inocentes ropajes infantiles que portaba a diario.

    Aquella noche, confes l, que su amor haba surgido justo en la pgina cuarenta, cuando ella cocinaba una exquisita sopa de cebolla para calentar los miembros del prncipe, quien, escasos prrafos despus, habra de librar batalla en una excursin cerca de los lmites del reino Slo una mujer verdaderamente sensible sabe la fortaleza y el consuelo que una buena cena puede provocar en un corazn abatido por las decepciones; y t, t has alentado a los personajes de esta historia a mantenerse en pie, y lo has hecho slo a travs de los aromas y sabores provenientes de tu cocina. Gracias a esos alimentos preparados con tanto esmero, ellos fueron capaces de no rendirse y superar los obstculos que se les atravesaron. T mereces ser alabada por sobre todas las cosas. Gracias a ti ellos estn vivos, pueden sentir, soar y amar con todas sus fuerzas. Gracias a ti, yo mismo estoy vivo, porque t alimentaste mi alma al nutrir los cuerpos de ambos jvenes, esos cuerpos vidos de amor Ella, nerviosa e incrdula, por vez primera se sinti importante; l haba subrayado cada escena suya en las amarillentas hojas del viejo tomo de la biblioteca con tinta de oro. Le maravill observar aquel inmaculado tintero de bellos dibujos que al ser destapado liberaba el aroma de Oriente; con cada lnea que penetraba en ese manuscrito, realizado a toda prisa tantos aos atrs, l completaba poco a poco algn fragmento que ella siempre haba considerado faltante en su cuerpo y en su alma; aqul

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  • hombre se dedic a detallarle cada una de las virtudes que le haban enamorado; ella, totalmente maravillada, escuchaba: Cmo era posible que le encontrara tantas cualidades en las escasas lneas que el avaro autor le haba dedicado? Ese ser que la describa con tanto detalle y amor, y que recorra su cuerpo con tanta suavidad, slo poda ser un producto de su imaginacin y de la absurda esperanza de que alguien tan gris como ella pudiera provocar en otro algn mnimo sentimiento, porque, a su parecer, nadie podra ser capaz de conocer tan bien a una persona con esas breves palabras insertadas tan descuidadamente en un texto cualquiera. De este modo, la mujer decidi dejar de pensar y disfrutar del ese sueo que la embargaba. Sin saber cmo quedose dormida entre los brazos de aqul que continuaba llenando cada uno de sus poros en la dorada sustancia.

    Cuando despert, l se haba ido; y ella, en efecto, crey que slo haba sido un bello sueo, hasta que se vio a s misma brillar como el oro, entonces, incorporndose, busc en cada prrafo, entre las hojas, y en los mrgenes seales suyas, pero nada, l ya no estaba. Llorando volvi a la pgina treinta, donde por primera vez se le mencionaba, y fue entonces cuando se dio cuenta que en su correr a travs de las lneas de la narracin, la tinta que le cubra haba escurrido en torno a su cuerpo, dejando tras de s una brillante y aromtica estela que reflejaba su presencia, sus sentimientos, sus miedos y pasiones en el margen de cada escena posterior a aquella pgina; asombrada, y consternada decidi sentarse al inicio del segundo prrafo a esperar por l.

    Lo cierto es que al hombre del tintero nunca volvi verlo; sin embargo, desde ese da, aquel libro fue el ms solicitado del recinto porque (segn pudo ella misma escuchar de boca de uno de los lectores), un famoso escritor, enamorado, publicaba semanalmente fascculos dnde la protagonista era la bella cocinera dorada que aguardaba sentada en la pgina treinta del viejo tomo de cuentos de la biblioteca estatal.

    ***

    12. Sin llave (Patricia Silvero)

    Un da de aquellos, en los que un instante puede cambiarlo todo, en el mundo de los abstractos se corra el rumor que se haba descubierto la llave de la inmortalidad. Los gobernantes de este mundo -los humanos- eran los ms interesados en encontrarla, ya que despus de probar las mil y un maneras de vivir por siempre podran lograrlo con una simple llave! De los abstractos con menos miedo ante esta posible adquisicin, era la muerte. Un humano podra decir a qu le va a temer la muerte?, pero vamos humano! Estamos

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  • hablando de tener el poder de la inmortalidad en nuestras manos! La muerte dejara de existir, podra descansar en su inexistencia, podra tomarse vacaciones eternas, dejara de trabajar tan arduamente cada da, cada segundo. Aunque ms que por su propia inexistencia, la muerte tema, principalmente y junto a los otros miembros del mundo, por el AMOR. Acaso sin muerte, el amor podra seguir existiendo? Acaso los humanos siendo dueos de tal poder, podran ver que aman solo porque son finitos? Sino por qu insisten con vivir por siempre? Se imaginan esa llave en manos del ser humano? Entre los rumores que seguan acechando y el gran temor de que sea el amor el que se muera con el dominio de la inmortalidad, ninguno de los abstractos esbozaba pista alguna que podra dirigir al humano hacia aquella llave. Saban que el humano no dejara de insistir, se armara de todos los medios posibles para adquirir ese poder. Ante este escenario, aprovecharon la oleada de rumores usndola a su favor, hicieron correr un secreto a voces para reunirse, a fin de idear un plan -ya tenan la llaveshhhh- para que el humano no la encuentre. El da era el anfitrin de la cumbre, deba acomodarse en el momento justo para que todos llegaran cuando la hora se instalara. La nica condicin era que todas las palabras abstractas vinieran sin sus significados para que en la discusin no haya conflictos emocionales. Pero para evitar cualquier inconveniente, la razn prestara sus cualidades, solo ella podra arreglrselas con una situacin as o por lo menos- esa sera su misin: repartirse entre todos los miembros y, de esta manera tambin, posibilitar que el plan sea viable y eficaz. Finalmente, el da y la hora se sentaron en el mismo sitioy all comenzaron a llegar los invitados. Algunos asustados, otros conmovidos, unos relajados siempre hay alguno que lo consigue ante el caos- y tambin haba mucho nerviosismo, pero todos con ganas de encontrar la solucin al grave problema. Despus de mucho o poco tiempo de debates y discusiones; y con la razn ya cansada de retroalimentarse y hacer equilibrio surgi una idea fenomenal! No se saba con precisin de quin fue la idea entre tanto y tanto, de todos modos, el mrito tambin cedi a repartirse. Pocos problemas son tan graves como para que el mrito de haber hallado la solucin no interese El plan consista en buscar a alguien que guardara la llave, pero que no pertenezca a este mundo; alguien del mundo concreto, o alguien, ms bien, puente entre ambos mundos. Alguien que pueda soportar el secreto y pueda utilizar el poder de la llave de la mejor manera posible. As es como decidieron drsela al libro, este la acept con gran orgullo y honor, tanto la responsabilidad de cuidar la llave, como ofrecer este poder a todos los libros. Y he aqu el vericueto del plan: el humano creer que el libro que lo marc trascender por el propio contenido, pero es la subjetividad la que pondr el velo sobre el que otorga ese poder a cada libro, pues l mismo ser quien usar el poder para inmortalizarlos. Como tambin solo los seres humanos encontraran la forma, a lo largo de sus vas, de trascender despus de la muerte, sin gentica, sin tiempo, si espacio y sin la soberbia de la humanidad.

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  • 13. Libro del bosque(Fernando Mawcinitt)

    Gnesis y Sol eran dos hermanas que vivan en una pequea ciudad cerca de un bosque de lamos. Los amigos que Gnesis, la mayor, tena en el club de la biblioteca, le platicaban las aventuras que vivan en el bosque. La nia slo se emocionaba imaginndose los colosales rboles, pues su madre no la dejaba ir. Cuando lleg la primavera, Sol, la menor, le pidi a su madre que las llevara a recolectar frutas al bosque. Cuando Gnesis escuch la peticin de su hermanita, corri para secundar su insistencia. Oh, madre le deca la menor , seremos buenas, lo prometo.

    S, madre aada la otra hermana, no nos separaremos de ti.No mucho despus, la bondadosa madre llevaba a un par de entusiasmadas nias de

    la mano, adentrndose entre los lamos. Cada una llevaba un morral de tela. Sol se encarg de colectar cerezas y Gnesis buscaba las fresas ms grandes. Cuando los morrales de las dos hermanas estaban a la mitad, se sentaron bajo la sombra de un lamo a descansar. Su madre, que tena un olfato excelente, percibi el aroma de un campo de cafeto. Imaginando el delicioso sabor del caf, decidi ir a recolectar algunos granos. Las nias se quedaron sentadas, descansando. Mientras Sol vea a su madre alejarse bajo la tenue luz, el ambiente la acurruc y empez a quedarse dormida, pero el viento sopl y los abri de nuevo al sentir un roce en su cara. Eran hojas de lamo que el aire haba desprendido de los rboles y caan en diagonal, dando el efecto de una lluvia tranquila y colorida. Las hermanas vean este espectculo, cuando Gnesis habl con la voz en un hilo: Hermana, no te muevas y tampoco te asustes. Qu pasa? pregunt Sol Tengo miedo. No te muevas! Una abeja! grit la pequea.

    Sol le tena miedo a pocas cosas, pero entre ellas estaban los insectos que pican, por lo tanto, al ver a la abeja caminando por su hombro, se levant impulsivamente y corri mientras gritaba: Qutamela, qutamela!

    Su hermana mayor corri detrs de ella, pero el miedo de Sol la haca ms veloz. Cuando Gnesis logr alcanzarla, su hermana estaba en el suelo, llorando. Haba tropezado. Se acerc a ella y la consol hasta tranquilizarla. Ya no tengo la abeja, hermana? pregunt Sol. No, ya se fue. Respondi Gnesis. Qu te hizo caer? Esa piedra. Dijo sealando a un objeto cerca de ellas.

    Gnesis se acerc, tom el objeto y lo sacudi. No es una piedra dijo, es un libro. Vamos con mama, va a preocuparse.

    Gnesis se levant con el libro entre los brazos. Mir a su alrededor, pero no vio nada ms que centenas de lamos frondosos. Al darse cuenta que estaban perdidas, Gnesis

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  • pens que lo mejor era permanecer en ese lugar, porque si buscaban un camino de regreso, era probable que se extraviaran an ms. Quiz, si no se alejaban, su madre podra encontrarlas. Trat de permanecer serena para no zozobrar a su hermanita, pero la idea de que pronto obscurecera la inquiet. Sobre todo al notar que slo tenan fresas, cerezas y un libro viejo con los cuales no podran hacer mucho contra las penumbras. Entonces abri el libro hallado con la esperanza encontrar a su vista un agradable cuento con el cual entretener a Sol, hasta la llegada de su madre. Se sentaron al pie de un rbol, comieron algunas cerezas y hojearon juntas el libro. En las primeras pginas haba hermosas imgenes de plantas, en su mayora flores reales grabadas en los pergaminos. Casi no haba letras escritas. Slo indicaciones de las partes de las plantas mostradas. Hay libros como ste en la biblioteca a la que vas, hermana? pregunt Sol. No. Este libro es nico. Qu bonito es, verdad? Cuando mam nos encuentre, primero se lo mostrar y despus lo llevar a la biblioteca para que todos lo conozcan. Conforme a las imgenes, Gnesis invent cuentos mgicos para Sol, quien se qued dormida. A pesar de de la angustia de la hermana mayor por ver cmo el ocaso asechaba cada vez ms y su madre no apareca, sigui hojeando aquel maravilloso libro, siempre vigilante de algn movimiento. A ella tambin la abraz el cansancio y pestae varias veces. Era difcil resistir al sueo en aquel sitio tan cmodo y fresco, pero deba mantenerse alerta. Cuando ya slo quedaba un pequeo destello de luz, Gnesis encontr un dibujo muy hermoso de un joven que descansaba en un lugar muy parecido al bosque donde ellas yacan. Not que la sombra en el dibujo la produca un lamo gigante y frente al joven haba otros tantos. El viento pareca correr en su direccin, pues las hojas de los rboles caan y llegaban hasta su rostro. Gnesis medit un poco, sintiendo ya haber visto esa imagen anteriormente. Un rayo de esperanza atraves su cara, formndole una sonrisa. Supo cmo regresar. Sol, despierta, vamos a volver con mam! exclam.

    La hermana menor se aferr a ella, pues el ambiente nocturno las rodeaba. Vamos continu Gnesis, es por esta direccin. Cmo lo sabes? Mira las hojas que caen de ese lamo dijo apuntando a uno tan alto que an poda verse entre la obscuridad. Las hojas descendan lentamente hacia ellas. Recuerdas hace unas horas que las hojas te despertaron pues te rozaban la piel? S. Si el viento sopla en la misma direccin que entonces, slo debemos seguirlo, procurando ver las hojas caer de la misma manera.Gnesis dej en el suelo el libro que las haba salvado, no sin antes dejar la marca de una fresa en la pgina del dibujo del joven, por si alguien lo encontraba alguna otra tarde, se inventara la aventura de un par de hermanas perdidas. No mucho despus, una silueta corri hasta ellas y las abraz. Gnesis le sonrea a su madre, mientras imaginaba la sorpresa de sus amigos en el club de la biblioteca cuando les platicara la historia del libro perdido en el bosque.

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  • ***

    14. "Un viaje a su mundo" (Noelia Laura Sorrentino)

    Tom ese tren con destino a su rutina, decidido a leer de forma maratnica ese libro

    que ella le haba obsequiado en su ltimo cumpleaos. Se sumergi en las letras, en las palabras y poco a poco se convirti en el personaje principal. Sin esperarlo, hall una dedicatoria en una de sus pginas.

    Esa persona del pasado saba exactamente dnde dejar la huella camuflada que algn da l iba a encontrar. Vol con la mente y miles de sensaciones se reavivaron en su mundo queriendo que vuelva, anhelando el pasado, deseando desde lo ms profundo.

    Durante su jornada laboral no pudo sacarla de su mente, estaba presente en todo momento y lo dispersaba, lo perturbaba. Bebi ms tazas de caf que de costumbre y camin en su hora libre por las calles del centro pensando cmo volver a conquistarla.

    Impaciente, tom su celular y le envi un mensaje. Ella no respondi. l, no se resign y al regresar a su casa por la noche, la llam. Ella ignor esa llamada.

    Entre los sueos apareca su imagen sumergindose en una voraz pasin, la misma que haba vivido en un tiempo atrs y estaba ms presente que nunca. Se besaron, se acariciaron, se desnudaron y se miraron como eternos amantes sabiendo ambos que ese encuentro sera el ltimo. l regres a su sueo habitual y por la maana al despertar sinti el cuerpo ardiente, los labios le quemaban y sus manos estaban exhaustas. Un notable agotamiento repentino se apoder de l y lo llev a buscar desesperadamente las letras que tantos sentimientos le haban evocado.

    Lea, relea una y otra vez buscando un significado que no hallaba. Tan encerrado qued en esas letras que no repar en buscar las nuevas.

    La respuesta estaba en la ltima palabra del libro. La respuesta que ella tena desde mucho antes de ser un recuerdo era la que no se animaba a decirle, la que ms la atemorizaba; slo tres letras causaron el dolor ms grande en l que hasta ese entonces habra vivido, slo tres letras bastaron para destruir un amor.

    ***

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  • 15. Pasin

    (Csar Elizondo Valdez)

    Todo el da estuvo esperando la noche para entregarse nuevamente a l. Le sorprenda que sus pensamientos regresaran haca su nuevo amor, mal hizo sus tareas en aquella jornada tal como vena sucediendo en las semanas anteriores. Desde que tuvieron su primer contacto se dejo envolver y conforme ms lo conoca, menos lo poda dejar. Lleg presurosa a su casa, rpidamente atendi a sus hijos y tuvo un sentimiento de culpa al mandarlos a dormir cuando ellos todava queran estar viendo la televisin. Nuevamente se sinti culpable al sentirse agradecida por la ausencia de un marido que se encontraba fuera de casa. De cualquier modo, saba que tena una cita en su cama y que nada en el mundo podra echar abajo sus planes. Entro en su recamara y lo vio junto a la cama: Imponente, interesante, enigmtico, robusto. Y tena un clavel en la solapa. Entonces fue que lo tom entre sus manos, se recost lentamente y dio un prolongado suspiro mientras su mirada lo admiraba. Abri su libro, y continu leyendo la historia que tanto le apasionaba.

    ***

    16. La Gran Liberacin de Libros

    (Josefina Alcaraz)

    La consecuencia inevitable del paso del tiempo fue la metamorfosis de la raza humana, y por ende, de su entorno urbano, del mundo que habitaba por siglos. El humano evolucion mentalmente, conservando su fisonoma, adquiriendo los conocimientos que le permitan transformar y reformar esas metrpolis de edificios monstruosos -donde la opulencia y la miseria estaban separadas por una sola calle-, en la ciudad utpica anhelada.

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  • Las enseanzas obtenidas de las experiencias de sus antepasados, cambiaron su mentalidad. Adoptando ideales y valores propios de un ser racional, abandon la naturaleza animal que lo llev anteriormente a cometer todo tipo de atrocidades, se convirti entonces en un ser superior al que era antes. Aprendi finalmente a convivir con sus pares, con el objetivo comn de la creacin de una sociedad perfecta para todos.

    Esta ciudad era el limbo despus del infierno sufrido en pocas anteriores.De las guerras mundiales que arrasaron fronteras, o de las catstrofes que

    representaron el suicidio de la propia naturaleza, solo quedaban vagos recuerdos.

    Los lderes de esta utopa coincidieron en que la educacin de las nuevas generaciones debera estar exenta de todo aquello que obnubilara su raciocinio. Sus instintos primitivos deban disminuirse al mnimo grado de expresin, y las emociones que eran el puente entre la razn y los instintos- deban quebrarse. La msica, el baile, el teatro y la literatura, se censuraron. Los colores perdieron su brillo, y el rojo fue debidamente suprimido.

    Los libros fueron confiscados. Hay quienes decan que los lderes posean una biblioteca secreta, a la que recurran para solucionar sus dilemas y aprender secretos que les permitiera conservar su poder. Hay otros que opinaban que esos libros fueron quemados, arrojados al fondo del ocano o enviados en una nave al espacio exterior. Lo cierto es que los seres humanos aceptaron -a modo de canje- los ltimos lujos tecnolgicos. Casi nadie protest por la ausencia de la literatura.

    Una noche los agentes de seguridad irrumpieron en el domicilio de un matrimonio anciano. Los vecinos fueron testigos del violento arresto, y cuando conocieron la causa del mismo, miraron a los detenidos con reprobacin.

    Eran libros me susurr mi hermano mayor.Mi abuelo fue llevado a prisin tiempo despus, por la misma razn.

    Existi otro tiempo, otro lugar, donde los libros volaban con la libertad envidiada de los pjaros, me deca mi abuelo. Con cada cambio de estacin, emigraban. La primavera traa consigo libros de poesa, de humor y de romance. El verano, libros gordos, de muchas hojas. En el otoo, con las primeras brisas, los libros de misterio y suspenso arribaban a la ciudad. Y en el invierno, que es largo y fro, cuentos de terror o historias inolvidables. Los libros se posaban en las manos de los hombres con la confianza ciega de un amigo. Y como tantos otros pjaros, fueron encerrados en jaulas para ser olvidados en un rincn.

    Ese primer otoo que sigui al arresto masivo de libros-humanos, un grupo escaso de nueve miembros se reuni en la plaza central de la ciudad. ramos jvenes en su mayora, algunos de tez oscura, otros de piel plida, pero todos tenamos como factor comn el idioma y un don oculto: ramos libros.

    Vuelen lejos y cuenten su historia. dijo el gua de esa improvisada bandada de pjaros.

    Con cada cambio de estacin, el nmero de miembros aumentaba. A los nios que en el otoo pasado haba relatado el cuento de la nia que segua baldosas amarillas, o al adolescente que haba escuchado mi ensayo platnico sobre la justicia en la primavera anterior, los vi entre la multitud. Tambin se fueron volando, llevando lejos una historia.

    La arbitrariedad de los lderes gobernantes cort las alas de muchos pjaros, pero siempre tuvimos el gusto de ver como algn rebelde volaba al ras de las elevadas torres de cristal, por encima del monstruo tecnolgico y tantas otras bestias que habitaban esos edificios, conocidas algunas como hijas de la ignorancia.

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  • Espero tener el gusto de ver, en los escasos aos que me quedan de vida -las canas coronan mi sien-, una gran liberacin de libros en la cual, todos echemos a volar.

    ***

    17. Reminiscencia

    (Lety Olivera)

    Y estas ah sentado en la misma mesa

    Eres mi historia de libros, contada en prrafos largos y otros cortos.

    Jams pens encontrar aquel ser del que solo los escritores hablan. Un chico hermoso para mis ojos, que robara mi alma con tan solo una mirada y arrancara suspiros, sonrisas y sentimientos con tan solo voltear hacia mi direccin. Callado, tmido y sensato al hablar, correcto en su lxico y en su ortografa; personaje idlico y nico, mi paloma blanca en una parvada de patos.

    Tus cartas eran idlicas y cortas pero con un sentimiento tan grande que se desbordaba en letras plasmadas en papel. Tus besos eran nctar de las flores ms extraas, envolvan locura con amor. Los te quiero que eran pronunciados por tu boca eran nicos, se propagaban en el aire y llegaban hasta lo ms recndito de mi ser. Tus abrazos me cubran del frio, con tu fuerza cobijabas mis miedos. Tu latido junto al mo retumbaban sobre mi pecho y sabia que ramos dos seres envueltos en una tierra lejana como aquella contada en los cuentos de hadas con la diferencia de que no hablbamos de un para siempre sino de una eternidad. Sin distincin entre el da y la noche entre el paso y transcurso de los minutos, las horas, los das me enamorabas, me queras, te amaba y solo eso bastaba

    Cada lgrima que caa sobre mis mejillas era de felicidad, mi alma se desbordaba de amor, aquel sentimiento mutuo que pocas veces en la vida encuentras me invada hasta ser ms fuerte que la razn, se puede tratar del amor de tu vida, el primero, el ultimo, el nico

    Tus manos entrelazadas a las mas formaban una hermosa sincrona, jugabas con mi pelo mientras yo acariciaba tu rostro recorriendo con la yema de mis dedos cada detalle de aquella hermosa realidad; nos embriagbamos uno del otro como jams pens que ocurrira, cmplices de la noche y del hermoso cielo nocturno demostrbamos nuestro amor hasta quedarnos sin respiracin, entre besos y caricias; tu esencia mi droga favorita quedaba plasmada en mis ropas, en mi pelo, en mi boca

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  • Bastaban pequeos momentos para perdernos uno en el otro, bastaba nada para estar juntos, sobraba todo cuando nada importaba

    De pronto como la brisa del otoo que hace caer las hojas de los arboles derrumbaste aquel precioso tesoro sentimental, me diste la despedida acompaada de lagrimas, de palabras y besos no dados. Aquella tarde te bese como nunca, como siempre Llenaste mi mundo de cario y dolor, lgrimas de felicidad y tristeza, diste una bofetada al amor y te alejaste de mi pero sin separarme de ti. Aun te quiero y dara la vida por gritarlo y que mi eco retumbara en tu corazn, con mirarte me pierdo; por leves momentos te alejas de mi mente y cuando no pienso en ti llegan los recuerdos y carcomen mis pensamientos como un roedor ansioso de terminar con todo lo que encuentre a su paso, ansioso de revivirte en mi alma y corazn.

    Ahora me limito a observarte entre las ranuras que dejan los libros ausentes en el estante. Presto atencin a tu mirar; tus bellos ojos contemplan pginas capturando tu atencin, se concentran en aquel papel que te permite imaginar y viajar.

    Quisiera ser aquella historia que te tiene entusiasmado, quiz ser una fraccin de ella para posarme en tu mente y danzar entre recuerdos e imaginacin, esconderme en un pedazo de memoria y as tatuarme en tus pensamientos; deseara ser una pgina, una palabra, un verso, una prosa, una parte de aquel valioso tesoro para que tus manos estuvieran sincronizadas con mi alma, con mi esencia

    Plasmaste tu esencia en mi alma como una bella nota musical clavada en el corazn, me acerco con temor, tu mirada me dice que aun me quieres, tus acciones le hacen segunda voz y logras confundirme nuevamente justo cuando intento olvidarte.

    Tratado a un amor robado, un buen titulo para este texto que viene impregnado con mi lpiz labial de tono rojo carmes, si se tratara de nuestro contrato de olvido quisiera negociar los trminos:

    Aljate si no me vas a amar. Ni siquiera voltees en mi direccin que alborotas mi corazn como mariposas monarcas en primavera. Si alguna vez signifique algo para ti, corta lazos que aun nos unen y que me lastiman como las espinas de una rosa roja clavados en la piel

    Dame un segundo de paz devulveme la vida y el alma que robaste para poder continuar mi andar. No te acerques que tus labios representan tentacin, tus brazos son mi refugio favorito y parecen espadas que se insertan en mi espalda.

    T personaje de libro, antagonista de mi historia, villano y ladrn de mi amor. Hermoso y diablico demonio vestido de ngel. Devulveme mis suspiros, pero por favor djame conservar los recuerdos de esta hermosa historia de amor que a pesar de los tropiezos y amargas dolencias permiti enamorarme como una loca, permiti conocer la pasin y la ms suave ternura. Djame quedarme con lo bello si hubieras sido de carne, esencia y hueso s que esto no hubiera durado unos meses sino toda una vida

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  • Djame las cartas, los versos, las letras, la msica, los besos, las caricias, las tardes compartidas, tus sentimientos, tu cario, djame todo y a la vez llvatelo no quiero conservar nada de ti, que cada recuerdo quema como una llama ardiente que no ve la hora de extinguirse.

    Quiero olvidar su rostro, sus manos, cada caricia, beso, abrazo, respiracin, te quiero, palabra enunciando su amor hacia m. Cada minuto a su lado, cada vez que fuimos solo una persona existiendo en un mundo que no poda comprendernos. Todo eso y ms deseo olvidarlo. Porque lastima y duele a medida que transcurren los das, cada minuto y meloda lo traen a mi mente, su recuerdo es la sombra que nubla mi vida, lo veo pasar y seguir su camino distinto al mo. Saber que su mente es impenetrable y que es difcil saber si me mira o si an me recuerda

    ***

    18. El libro de la fantasa(Ana Di Masi)

    Como ave, vuelo y me alejo cada vez ms. Ave que sale dentro de m. Reflejo a la distancia y me envuelvo en un mar tormentoso.

    A la orilla ests t. Tu abrazo, mi salvacin. Tu amor, alimenta mi vida. Ojal me veas all, y me rescates. Entonces, suceda el milagro: fundirnos en nuestro arte.No somos ms que una historia, escrita en hojas de un libro. Su mano puede crearnos, su pensar imaginarnos... pero slo la fantasa de los otros logra darnos vida.Uno, dos, tres pasos... Apoyo mis pies descalzos sobre la hmeda madera, que ahora se encala en las aguas de un tranquilo lago. Respiro profundo. Palpo, escucho, gusto y veo el aire que circunda dulce y fresco.

    Pjaros, y dems seres anuncian un nuevo da, entonces me transformo en bailarina. Con puntas y tu-t afronto el da, de la manera que soy: bailarina. Abro mis brazos. Relev en puntas y siento con todo mi ser, el alrededor. Inmersa en

    mi mundo danzo junto a ti, transformando la realidad para otros, desde nosotros.Sonidos encontrados, creados por seres cuyas almas se hacen escuchar y se expresan

    mediante ella. Nacen desde el propio interior y lo trasponen al mundo exterior.Otros, sedientos de expresin corporal, logran sentirla. sta penetra en ellos, y entonces se construye el lenguaje de movimientos y melodas. Lenguaje de almas encontradas, de seres que aoran gritar su sentir... Seres que se privan de palabras, en dnde el arte logra reflejar su esencialidad.

    Ellos son lo que son, mediante la percepcin de ellos mismos en un libro que otros pudieran imaginar.

    ***

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  • 19. Tiempo de buen amor

    (Aby Garca)

    Con una lgrima que recorra su mejilla hasta llegar a tocar su boca sonriente, como expresin de su alegra ella cerr el libro que guardaba.

    Aos atrs una chica conoce a un chico que le rob el corazn, y que al mismo tiempo le destroz con su fra indiferencia. Ella pens que nunca ms encontrara el amor, perdiendo la ilusin, magia y pasin se resigno. El chico incrdulo del amor con ella aprendi que su corazn hacia algo ms que bombear sangre a su cuerpo que haba perdido todo espectro de emocin. Ellos creen que lo mejor es dejar de ver, hablar e incluso pensarse, aunque sufren juntos por separado esa abrupta fractura de corazn, eso justamente eso es amor y ellos sin saberlo, el destino se torna cruel.

    Luchan por encuentros que jams llegaron y eternos parecan, slo encuentran consuelo de saber que en el mismo plano existen y que por ahora lo nico en comn es su lejana. Meses despus cuando todo pareca superado y tal vez hasta olvidado la vida decide reunirlos, ella al igual que l descubren que an estn unidos por el mismo latido y que dentro de ellos ese amor que alguna vez existi an vive escondido por algn rincn, se acercan con una gran sonrisa para la simpleza de un saludo que fue el comienzo de la gran charla que entablan con la mirada durante un minuto. l le presenta a una joven mujer, esto bast para que esa comunicacin nica visual se rompiera en mil pedazos clavndose en su alguna vez roto corazn y devastando su esperanza de amor, mientras ella se marcha l decide actuar y hablar, toman la mejor decisin y de ahora en adelante una amistad los unir para no separarse ms. Ella no est del todo conforme con la nueva etapa, sin embargo no lo perder aunque con ella no podr estar.

    As con estas ltimas palabras ella termina la pgina de tantas de aquel libro que lee a un joven destrozado por su reciente ruptura con su amada, el cual lleno de curiosidad pregunta.

    Qu fue de ella y esa amistad no conforme? La anciana respondi Los dos amigos lo fueron por mucho tiempo, descubrieron que fue la mejor decisin tomada. Comparten su vida y ahora su historia con su nieto amado. Recuerda el amor no se va ni renace, es algo que olvidamos cuando dejamos de vernos en los dems, y no queremos perder el tiempo es encontrarlo nuevamente, aunque es cierto el tiempo no se pierde es algo que se invierte a veces se gana otras veces no.

    ***

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  • 20. Olvido

    (Jos Luis Jimnez Casarrubias)

    Existi un hombre hace no mucho tiempo, por las maanas el hombre se levantaba, tomaba medicamento para su afectada memoria producida por un choque automovilstico, miraba al cielo y sonrea dispuesto a hacer lo de siempre: regar sus flores, cocinar un par de huevos para el almuerzo y sobre todo saberse solo, alejado de toda la sociedad que jams le haba gustado, de vez en cuando sala de su casa ubicada en un pequeo pueblo a comprar libros en el tianguis de los domingos, sola observar con no mucho detenimiento las interacciones: parejas de la mano comiendo, amigos abrazados despus de un partido de futbol gente saliendo de la iglesia etc. El hombre compraba sus libros, las verduras para la semana y una que otra botella de tequila o whisky, dependiendo lo que pudieran pagar su trabajo como campesino y pintor.

    Cada vez que el hombre estaba en el pueblo odiaba a las personas que caminaban felices impregnados de aires que para l no eran los ideales, escuchaba a la gente expresando sus sentimientos con la boca retorcida, muchachas que utilizaban telfonos celulares arreglando relaciones con sus novios, iglesias pletricas de fe ciega, y de repente un libro con pasta azul le llamo la atencin, el olor a libro viejo siempre le haba agradado, haba una inscripcin en la portada que deca ms o menos as:

    Esto es para ti, para que esta vez aqu no leas, si no escribas historias, desde que lo hice tena pensado que te perteneciera y la verdad me da gusto drtelo al fin.

    Recuerda que este es tuyo, es y sern tus historias, yo estar esperando lo que dir tu letra manuscrita.

    Piensa tambin que te quiero y que de alguna forma estoy para ti.El hombre sinti un terrible mareo, por su mente pasaron imgenes diferentes,

    manos por su espalda, ojos mirndolo fijamente, finalmente decidi comprar el libro y se regreso a su casa.

    Estando en su casa trato de pintar un poco, todo sin resultado, se sirvi un vaso con hielos y tequila, se sent en su silln verde y se dispuso a leer su reciente adquisicin, el libro estaba escrito a mano, en efecto, la letra era manuscrita, en la primera hoja encontr poemas de un estilo neo realista-crudo, dirigidos a una mujer de ojos grandes y brazos reconfortarles, noto tambin que el libro era nico(parecera una locura hacer un tiraje del mismo estilo) estando ya en la tercer pagina, encontr un cuento corto, la historia lo hizo estremecerse un poco, contaba algo de una mano temblorosa y un vaso de whisky, de un tipo inventndose vidas, al terminar de leer el cuento, la imagen del tipo en el silln paso por su mente, la visualizo de una manera tan tangible que poda sentir su rostro, decidi dejar el libro y echar la cabeza para atrs, pronto se quedo dormido.

    Al da siguiente despert y no rego las flores ni miro al cielo, ni siquiera observo su medicamente que le aguardaba junto con un horario en el buro, tomo el libro y continuo leyendo, cada poema y cada cuento le parecan tan cotidianos, como si de alguna manera el

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  • protagonista hubiese sido l, cuando llego a la mitad dio un suspiro hondo, cambio de hoja y ya no haba nada, todo en blanco, las hojas quietas esperando a que fueran plasmadas, el pintor sinti ira acompaada con tristeza y nostalgia, busco hoja tras hoja, hasta encontrar un poema escrito con letras rojas y que no estaba en letra manuscrita, sin embargo pareca ser del mismo escritor, el poema deca as:

    Que bien debe sentirse ser brisa fresca,En los climas agobiantemente crudos seria aclamacin,Imagino que me esperaras con las piernas cruzadas,Quedara bien o por lo menos mejorA tu extremadamente linda cara de desesperacin,Imagino tambin que me esperaras da a da,Que en nuestros momentos yo te hago bien,Y t me haces existir con otras finalidades.Qu bien debe sentirse ser brisa frescaY no poder cometer errores, dejar de lado el orgullo,La inseguridad, y la indiferencia, no poder lastimarte,Secar tus lgrimas o evitar que llores,Hacer que me respires, lograr quedarme en tiQu bien debe sentirse ser brisa fresca,No desear ser ese algo intangibleQue no escribe encerrado en cuatro paredesTratando de hacer que me piensesAunque parezca imposible

    Fue entonces cuando se dio cuenta, record su mano temblorosa escribiendo aquel ltimo poema, record todo lo que le haba impedido el choque, record los nombres, los ojos, se record escribiendo, afeitndose con rastrillos regalados, se record saliendo de la iglesia con fe ciega, se record caminando de la calle tomado de la mano de ella, se record arreglando relaciones por celular, el mareo lo agobio, sali a la calle y no pudo mas las lagrimas rodaron por su rostro, ah durmi, esperando ese algo que no llegara.

    Al otro da fue directo al libro y comenz, todo pareca indicar que durante nueve aos el libro lo haba buscado, escribi, siempre recordando, viviendo atrs

    Hoy parecera indicar que este libro est terminado, ya no tengo ganas de regar flores, medicamentos ya no tengo, deje de pintar, en todo caso ya no s si volver a escribir, ha sido un tiempo largo, ya no me agrada mirar al cielo, es momento de olvidar, de olvidarme

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  • 21. El todo de nosotros (Luisana Rivas)

    Me gustan los ojos. Se dice que son las puertas del alma, aunque yo no lo creo. Sin embargo, qu es el alma? Un lugar? Un sentimiento? Un dios? No puede ser la parte de un todo si es ella quien representa nuestro ser, nuestros pensamientos, virtudes, decisiones... Cul es su mitad? Parece acaso el cuerpo la mitad de sta? No, pues las mitades son aqullas que armonizan un sistema de dos, para ser uno no se necesita otro, a menos que seas la mitad, y el cuerpo no es un cuarto. ste no es ms que una atadura a la mortalidad, el fin que sigue a los prejuicios y opiniones creados en base a la belleza y la fealdad, cuando no son ms que dos palabras inventadas por un loco que un da deca: . Sus bases absurdas no fueron ms que el pie al rechazo de lo uno y lo otro.

    No podemos hacer ms, somos almas atadas al cuerpo. Debemos siempre ver el lado positivo: tenemos sonrisas, sonrisas que dicen , , ; tenemos narices, narices para ser besadas o chocadas con otras narices como muestra de afecto, para percibir aromas deliciosos que quedan guardados en nuestras mentes; tenemos cabello, que se une a la brisa para mostrar las ondas que usualmente cubren el cuello y los hombros, cabello para ocultar media cara porque nos apenamos, nos molestamos, bromeamos; tenemos orejas, orejas para escuchar los