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LIBRO-08 Lupiáñez Romero José Antonio

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LIBRO-08 Lupiáñez Romero

José Antonio

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. . . 1 . . . Venid a ver con vuestros ojos las heridas abiertas en un cuerpo atormentado. Ved a las penas y las fatigas, como perros, hacer presa en él sin que sea posible rehuirlas ni evitarlas. Tales son los adversarios invencibles y llenos de arrogancia que me atacan, y esta es su obra: Un dolor que me atenaza y me paraliza y me hace temblar y doblar la cabeza. Vedme con la cabeza agachada e inclinada por el sufrimiento mostrando el dolor que se me ha clavado hasta lo más hondo. Sombras que os agolpáis delante mí, relámpagos que como serpientes os arrastráis por el cielo, ved la vergüenza del que cometió un error. ¡Querer seguir vivo! Este es el pago por llegar a viejo y no extinguirme pronto, como los cometas. Me avergüenzo cada noche de seguir vivo. Ay si pudiera liberarme de lo que me produce el dolor, escapar de los padecimientos para siempre. irme de aquí arrastrado por un viento benéfico. ¿Cuál será el día de empezar ese viaje? Puente de plata, siempre tendido, ¿por qué nunca cambias? Háblame de un jardín que tiene los muros muy altos. del aroma de sus rosales, del estanque de agua fresca, serena y clara que refleja el cielo. y de la brisa que armoniza toda esa alegría. Dime que nunca han visto mis ojos una perfección tan grande, que, en la noche, respirando aquel aire perfumado gozaré con intensidad, apartado del dolor y la tristeza, Dime que allí se duerme uno y ya no despierta. No desoigas mis ruegos. Qué diferente sería todo sin el sufrimiento, insaciable dolor ¿cuanto más te podré soportar? . . . 2 . . . ¿Qué aroma invisible ha llegado hasta mí? Ojalá sea el presagio de un sueño lleno de alegres imágenes que alejen de mí el sufrimiento. Enemistado con todos y juguete de malos vientos, con los ojos bien cerrados

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por la visión de un relámpago seguido por el sonido horrible de un trueno, he de confesar algo. Herí sin cesar, e hice sufrir en el pasado, cuando perdí la esperanza. Y esos vientos salvajes me castigan ahora y me harán sufrir por ello. Se ennegrece lo que antes resplandecía, y retumbará el cielo el resto de mi vida. Futuro, durante un tiempo infinito serás el mayor de los tormentos. Lo que me espera me produce horror. Ojalá ella me hubiera dicho que sí. Ojalá hubiera encontrado razones para continuar. ¿Cómo no voy a sentir dolor? ¿Cómo es posible no hacerlo? ¿Qué otra cosa puedo sentir? Un sueño fue lo que sucedió, más feliz no lo volveré a tener. Pero pasó como una centella. Con crueldad y olvidando su carácter dulce, me dijo: ya no te necesito, se acabó. Y mi respuesta: … Aún la guardo en mi cabeza. Y la separación comenzó su efecto, un enorme vacío, auténtico símbolo del estupor que se adueñó de mí, esa verdad es lo único cierto. Y derramo tantas lágrimas por haber perdido a mi blanca Esperanza, que ojalá pronto me hagan perder la razón. No es fácil parecer sensato cuando se está loco, y aunque la apariencia no sirve de prueba sí es una señal de mis males presentes. Pero, ¿qué importa ahora? ¿Qué me importa ya todo? Perdí la felicidad y ahora no puedo evitarlo. He sido arrastrado al presente porque mi cobardía me impidió encontrar una salida. Me han vencido y tengo que asistir a un festín muy amargo. Oscuridad, yo te conozco, si os levantáis poco antes del alba la veréis morir todos los días, pese a todo el miedo que te tengo, mi inclinación es volver a ti,

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pues ciego seré afortunado, para mí tú no eres estéril. ¿Qué ventajas tendría ver, si el corazón lo tengo destrozado? Aún siento repugnancia por los hechos pasados, pero voy a llegar hasta el final y así me redimiré. . . . 3 . . . ¿Será el momento de dar largos paseos, o es el momento de detener los pasos? Me he perdido en la oscuridad, la protectora de los amantes, y en las sombras ya no me guían los ojos solo sigo otros pasos. Ando perdido en la tiniebla dando lamentos vanos semejantes a cantos tristes. Y no puedes negar oírlos. ¡Qué tiranía es amar a una mujer solo porque es bella! Si la belleza predispone al amor, este, como una madrastra cruel, coarta la libertad y la sustituye por el objeto de su predilección. Extrañas son las virtudes de esta clase de amor, da deleite y gusto y vida a los sentidos, pero, advierte de esto a tu corazón: no puede prometer la eternidad: ni la belleza, ni el amor, ni su contrario, el desprecio, lo pueden hacer aunque un pecho que ha ardido de pasión tarde mucho en apagarse. En la oscuridad siempre se ha de decir la verdad, apréndelo desde joven, y entiéndelo bien. No debes cargar con tanto peso, como yo, que, desconcertado y cohibido por la belleza demasiado tarde aprendí a interpretar el canto de las sirenas. ¿Por qué duele tanto ser juez imparcial si en la Justicia está el único remedio? En el juicio; sopesa con equidad. Ni contra uno ni contra el otro. Pero, o mucho me equivoco o sin dolor no hay sentencia justa. No parece que la noche se vaya a acabar pronto y a estas horas se incumplen muchas promesas. . . . 4 . . . Siento rabia,

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semejante a un león rugiendo. Lejos estoy de la dulzura de la paz. La siento como una herida mortal que desprende fuego, y pienso en ti, mujer. La ausencia ha matado el amor, tú me amas, pero yo a ti ya no, qué suerte tienes que en ti dura. Goza del amor por los dos. Y siento rabia, semejante a un león rugiendo. Yo no puedo soportar las desgracias durante mucho tiempo, y solo espero que algún día, en la frescura de las sombras, ya sin rencor, en medio de la noche, mientras una brisa te acaricia, me puedas perdonar. . . . 5 . . . ¿Es preciso aceptar la suerte, algunas veces tan difícil de aceptar? ¿Nadie se opone? ¿Solo yo? Cuando subo a una montaña, o cuando estoy en un lugar elevado sin los ruidos que aquí llenan el aire, mi mente ve más de lo que ven mis ojos. Y quedo sumido en un mundo muy íntimo, casi femenino. ¡Tanta es la bondad que siento! Y me vienen pensamientos que trato de ocultar a los demás. Cuando vuelvo en mí ¿qué hago? Bajo para dirigirme al lugar donde hay que rendir cuentas por trabajos sin provecho. No me siento afortunado donde todos los demás se muestran alegres. Solo en la altura me complazco como en una fiesta. Fui educado por fuerzas que ablandaron mi corazón, pero no puedo decir que fue en contra de mi voluntad, así que tengo lo que me he buscado. Se trata de una carga que yo me he echado encima, y por tanto es mayor el dolor y el desprecio que siento por mí mismo. Solo por dignidad sigo dispuesto a sostenerme en pie. ¡Ay de mí! Carezco de suerte. ¡Desdichado! ¿Deseas encontrar respuestas a lo que te está pasando? ¿Volverá el deseo?

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¿Cambiará mi discurso? Y ¿ha de durar? Al menos es un consuelo saber que el remedio es fácil: subir hasta el lugar en el que se forman los rayos y está la fuente donde nacen todos los ríos sagrados de la Tierra. . . . 6 . . . Está lleno el mundo de inconvenientes. ¿Qué falta hace tener el deseo de ser libre, estando tan lejos de poder serlo? Soñaba con que mi corazón careciera de emociones, que es lo que tenemos los que no creemos en nada y que nos convierte en fácil blanco de calumnias, y poseer una expresión fría que produjera confusión, algo que yo aprecio mucho. Deseaba curar así mi corazón. Pero he visto incumplidas las promesas que me había hecho. Y aquí estoy ahora, esperando, puntual, a las cosas que van a suceder en esta época confusa, fría y algo triste, donde se ha perdido la vergüenza, y que parecerá mejor cuando desaparezca. Aunque a mí no me gusta mentir, acompañado de un gran gentío, que me lleva, estoy participando en la farsa de la vida, que para ellos es una fiesta. Lo veo claramente en sus caras, aunque ellos no lo verán en la mía. Cuando siento la llamada a escena, al levantarse el telón, veo un muro de piedras. Después de ver eso ¿cómo se pueden hacer promesas? Da que pensar. Pero el espectáculo debe continuar. Tengo derecho a intervenir con honestidad y responsabilidad en la farsa, y me decido, ante todo, y aunque me cause algunos males, por ponerme la máscara de la curiosidad. Y en esto se pierden mis pensamientos, en representar esta comedia vieja, y eterna, con ese modo de obrar tan antiguo que no hay forma de cambiar. Cuando una amenaza se abre paso en mi imaginación mi mente exaltada se desborda. ¡Ten cuidado! No te acerques al público porque se han oído gritos pidiendo socorro. … Aunque parecían falsos.

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Es la misma función cada día, repetida. Y llueve y ha llovido mucho sobre la tierra desde el principio, y pienso en los que moramos en ella, y aunque los sentidos estén envueltos en niebla, es mejor así, no saber dónde se va, y seguir actuando dondequiera que nos lleve el argumento. Al menos estaremos vivos haciendo un camino. Mientras la comedia va transcurriendo lentamente yo lo voy comprendiendo todo, y nada me extraña. ¡Cuánto quedará por mentir todavía! Pues se van consumiendo mis fuerzas, y la alegría me va abandonando. Que el mundo, y todo lo que está en él, permanezca firme, sólido, quieto si quiere. Pero que a mí no me confundan con otro, y no es por no querer ser distinto, quizá sea porque es necesario que exista. . . . 7 . . . Cuando me necesites, piensa en mí, y yo apareceré adornado con los encantos de la juventud. Vivo en un precioso bosque en la confluencia de cuatro ríos, me alimento con sus abundantes frutos, bebo el agua pura de sus fuentes y me visto con el brillo que da la felicidad. Ningún animal, mis hermanos, me hace daño, y soy capaz de nombrarlos a todos. He venido aquí por mi propia voluntad, a este bosque que es yo mismo con la forma de un Paraíso. Y en mi corazón sólo hay un sentimiento: paz, que se puede adivinar en la alegría que tengo. Cuando me necesites, piensa en mí, y yo apareceré adornado con los encantos de la juventud. . . . 8 . . . Por grandes que resulten los éxitos materiales de la verdad científica, en nada pueden compararse con la fuerza y belleza de la imaginación. ¿Qué hay más glorioso y más digno que la virtud?

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Es un manantial extraordinario, e inagotable y eterno de felicidad. Más aún que los giros que ha de dar la tierra en el espacio, que se mueve, sí, pero ¿acaso por eso ha dejado de lucir el Sol? La seducción de palabras como: “Islas, lugares donde se besan el mar y la tierra. O, montes de espuma son las olas. O, ríos forman esta noche las infinitas estrellas”. ¿Qué ha sido de esta inocente simplicidad? ¿Qué significa hoy este lenguaje extraño y arcaico que ya no existe? ¿Por qué se apagaron esas luces? Cuando pienso en cómo nos ha seducido durante tantos años la razón, y cómo, en su burla cruel de la virtud, llegó a reírse hasta del martirio y a declarar la guerra al alma, a la que derrotó y dejó sin el derecho a huir. Creció entonces tanto la locura y se inclinó tanto la balanza al otro lado, que el bien pareció un mal. Eso fue muy doloroso. Y conocer la intención con la que se hizo esa transformación fue aún peor. Nada nos puede aventurar hacia dónde va el futuro, y nadie podrá escapar ni de ésta ni de otras cosas más dolorosas. La nueva virtud, tan superficial, está a la vista, se ve sin necesidad de tener que fijar mucho los ojos. Y lloro porque el Sol, ahora en el centro, no sé si volverá a hacerme vibrar. Se terminaron las brillantes ideas y se cambiaron por cosas útiles. Hemos sido afortunados los que pudimos contemplar la fuerza limpia del Sol. Su poder de calentar y de brillar. ¡Qué hermosa existencia tuvimos mientras duró! Futuro, no te tengo miedo, solo pido para mí el derecho a no olvidar, y con los ojos cerrados lo podré conseguir. . . . 9 . . . Perdí la nobleza, excusa tenía, el miedo. Rehúyo por vergüenza a las otras personas y ya no me queda ningún amigo, he prescindido de todo para parecer independiente. No le doy importancia alguna al amor, no lo entiendo, y lo reduzco solo a la fidelidad. No solo no me tortura ninguna pasión, sino que nunca me ha interesado mucho. Tal vez no tenga yo toda la culpa pues me ha sucedido después de intentarlo alguna vez, aunque no han sido pocas las decepciones. sereno y frío puedo decir lo que pienso: la vergüenza nos traiciona a los cobardes, tememos demasiado a los males de este mundo, y yo, ya solo siento deseos de complacer.

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Y así paso la vida, sin buscar otro alivio, solo con indiferencia. . . . 10 . . . En esta noche de verano, serena y dulce, los pensamientos han avivado mi melancolía. No es obra del azar, estoy convencido, pues lleva tiempo echando raíces en mi cabeza. Los días se han sucedido con lentitud uno tras otro mientras me he ido hundiendo en ella, y hoy le reclamo solemnemente a la vida una tregua durante el tiempo que duren mi tristeza y aislamiento, será lo justo. Lejos, la ciudad brilla límpida y diáfana, los puntos de luz forman largas líneas rectas. ¡Qué gusto da verlo! No me cansa. A pesar del calor, la falta de afectos y mi inconsciencia cualquier débil resplandor se lleva la miseria de mi corazón. Solo mis ojos son libres ya, y no es poco. . . . 11 . . . Para averiguar la verdad vengo. Un velo de tiempo lo está oscureciendo todo y pronto me impedirá ver claro. Podría ser feliz viviendo siempre alejado del peligro, permaneciendo sereno y en paz en la ignorancia. No obstante, me atrevo y me esfuerzo por salir de ella, pero no sé bien cómo hacerlo, y siento pesar. Las cosas dignas de ser sabidas son: las que no hemos hecho, o las que no hemos hecho bien e incluso las cosas que no deberían saberse. Mejor es la visión de imágenes falsas y no saber nada que sufrir viendo con gran tristeza el estado de la tierra. Yo viviría satisfecho sabiendo que no formo parte de la causa de sus sufrimientos. A mí no me veréis deshonrado a la tierra, por encima de todo, jamás le causaré el menor daño, aunque los frutos no los haya de recoger mi mano, Y siento pesar por mi alimento. Ahora soy yo quien se siente obligado a conservar con violencia sus formas elegantes, sus maneras, su ingenio cultivado.

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Aprendí el lenguaje de las plantas, la más bella de mis virtudes, y les oí cantar la desesperación, el engaño, el artificio, repetidas veces. No me rebelé y lo reconozco ¡con qué vileza me callé! Mejor era no ver nada que sufrir con la visión de imágenes atroces, permanecer ciego y sordo, y sentirse en paz. Pero mis ojos, devoradores de todas las cosas, ven. ¿A quién ladran estos perros sin rabo, como almas de desalmados, que guardan palacios sin jardines y me amenazan con sus colmillos atroces? ¿Tiene que llegar primero la tragedia antes de poder ser afortunado? Eso es lo que más agrada a los seres vivos, sentir placer después de cesar el dolor. Conozco bien ese triunfo que tanto desagrada a los tiranos. ¡Ay, qué encarnizado es el enemigo en las batallas! Difícil es no llegar a odiarlo, aunque no sé si así cumpliré con mi deber. Queda por ver si el respeto me servirá de escudo. Fundo mis esperanzas en gozar de los frutos de una vida dichosa. Es la última esperanza que aún permanece viva en mí, ¿Será posible? Haré el esfuerzo por conseguirlo. ¿Pero qué sucederá mientras el vacío no se haya llenado? Antes de despejarse el humo negro. Para averiguarlo vengo. Ahora me cuido para cuando llegue la lucha. . . . 12 . . . Y yo igual que siempre, sin comprender nada. Mi pasado se consumió inútilmente, ¡se malogró otra vida! No puedo recordar ningún momento sin sentir vergüenza, un sentimiento tan desagradable que no puede compararse a ningún otro. Hubiera sido más fácil no sentir nada y así poder estimarme a mí mismo. Lamentablemente no he sabido hacerlo. No estaría mal beber hasta el delirio, mejor es que seguir sintiendo lo que solo el vino puede calmar, la sed insaciable de estima. Se pone el Sol como todos los días, pero hoy lo hace compartiendo mi mismo dolor. ¡Un inmenso dolor! Sufriendo y enrojecido como mis ojos. El Universo ya es invisible para mí, he perdido la batalla. Concentraré mi mente en cerrar heridas

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y me esforzaré para que en el último momento no salga de mis labios ningún lamento. ¿Qué más puedo hacer? Yo también tuve sueños, ahora ya solo me queda abandonarlos y empezar a desvanecerme de la vista de los hombres. Quise que se me hubiera estimado un poco, pero nunca lo pude conseguir. De este modo os dejo hasta que vuelva a aparecer el Sol y empezar otro día, que será horrendo para mí. . . . 13 . . . ¿Qué clase de ira lleva al ruiseñor a perseguir al águila? ¿Lo sabéis vosotros, que estáis mejor preparados que yo? Una petición a los vampiros: ¡Impasibles! Antes de apoderaros de todo. ¡Con todo lo que tenéis! Primero buscad lágrimas en las espinas de las rosas. Buscad en la aguja de las máquinas de coser, o en un enjambre de avispas Y después Id a buscar sangre en la oscuridad, bajo la negrura que tapa al Gran Sol, buscad en vuestras vidas, en el tuétano de vuestros huesos, buscad en vuestros días pasados boca abajo mientras el Sol brillaba solo. Así es mi mundo esta noche. Mana de mi cabeza cieno en vez de sueños, un torrente maldito de gemidos y castigos que impide que me duerma. . . . 14 . . . ¿Qué puede ser peor que enloquecer? ¿Renunciar al amor? Cuando se apaga el cielo todas las tardes los que amamos la noche alzamos los ojos hacia las hermosísimas estrellas. ¡Cuánta belleza ocultaba con su brillo el envidioso Sol! No merece el soberano del cielo su nombre cuando nos priva durante tantas horas de estos prodigios. Estoy lleno de contradicciones ahora que se ha acabado el amor.

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Se han separado dos corazones que hasta hace poco ardían y ahora son dos témpanos de hielo. Ay, desearía no haberte conocido, con qué dolor y pena lo digo. De noche me entregaba al deseo y ahora lo hago a los recuerdos. y se me hacen muy largas las horas. Noche, ¿por qué obligas a vagar a los solitarios y maltratas con recuerdos dolorosos a los que ya no amamos? Intento olvidar lo que es imposible: el deseo, con la certeza de no conseguirlo, pues sé que solo lo perderé cuando al fin me valla al lugar donde nadie quiere ir, aunque jamás nadie lo haya visto. Nos separamos: narciso de odio, y que cada uno acabe en el sitio que se haya merecido. . . . 15 . . . ¡Silencio! No me despertéis cuándo duermo profundamente, desde lo más oscuro del sueño os lo pido, pues ahora puedo ser dichoso, aunque sea desgraciado despierto. Sí, soy distinto al que soy despierto, con ese propósito el profundo sueño nos quita la razón. Sé de mi incapacidad para reconocer las cosas. Qué importa. Cuando la vida ya no es vida y con desapego estoy entregado al descanso otro se apodera de mí. Despierto sé que estoy despierto, pero dormido creo que estoy despierto. Y no es por ceguera pues en los dos veo y en los dos existo y existe el mundo. y existen el aire y la tierra. y se mezclan el mundo y el sueño, el pasado y el futuro. ¿Estoy en el cielo, o estoy en la tierra? No hay ninguna ventaja en tener los ojos abiertos. Señal de que es imposible librarse de las dudas. ¡Qué confusión! Condenado a dudar vivo en dos mundos y sé que cada uno es cierto. Ay, estoy en manos de dos destinos. Me quedaré quieto, sin moverme de mi sitio. Y miraré dentro de mí.

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Ojalá que ahora esté en un sueño, pues anoche caí rendido, como si me muriese, y por tanto, quizá esté muerto, o puede que esté vivo. . . . 16 . . . Si leyeseis todos los versos que yo leo las noches que paso en vela sentiríais el ritmo sereno de las frases que llenan el aire, y oiríais la voz a la que ninguno se resiste. Es enorme el efecto que produce en mí la poesía, cambia mi vida, tan artificial y tan penosa, hace que me eleve como un halcón. Los versos, admirables, llegan en mi ayuda a veces alegres, siempre sencillos y llenos de sentido. Tanta felicidad hay en ello que me ha transformado, me ha traído la virtud, y la benevolencia, que es instintiva en el hombre, y la tranquilidad, como tienen los seres más dichosos. ¡Tal es el premio! Ay, demasiado bien conozco el torbellino que gira fuera. son palabras que brillan y parpadean hasta molestar en los ojos. con miles de colores, ¡bien visibles! Pese a la aparente alegría, a mí me confunden y me abaten. Pero no me quejo, pues tienen más fuerza los libros con las alas que les da el deseo. En silencio, recuerdo todo lo que leí, y aunque sean palabras invisibles, aparecen muy visibles para mí, y me serenan, y me conmueven. y escapo del ruidoso discurso vacío, Pues el vacío me duele. Entonces me siento libre y nada en la naturaleza me provoca temor. Poesía: Señora de las letras, ser alado, joven y bello. Dueña de los himnos y las estrofas. Llama portentosa que ilumina los sueños. Fuente de una voz que ennoblece el reino de la fantasía. Bien amada mía, guardiana de mis lecturas. Frescura, luz, fuego y fuerza vital infinita, madre. Dueña única y protectora de obras inmortales. Poesía, la más sabia. Augusta y venerada Diosa. Señora de las letras, ser alado, joven y bello.

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Llévame lejos. Eres la única que cura la tristeza de mi corazón. . . . 17 . . . Empieza a enfermar y a marchitarse la flor y mis ojos, humanos, no se dejan engañar por esa luz que tanto deslumbra, pues no es nada más que oro luminoso y brillante, nada de valor. ¡Ya es imposible tentarme! Me he construido un mundo liberador: Algo semejante a los suspiros. Para mí ya solo deseo el canto y la melodía. Me gusta pasear al atardecer y sentir en la cara el frescor húmedo del aire, detenerme un breve instante, quedarme quieto en absoluto silencio en medio de la gente y del ruido atronador. Y cerrar los ojos. Solo busco aliviar el dolor que tanto me debilita y aflige. Me ahogo si no lo hago, y siento una congoja que me impide continuar. . . . 18 . . . Voy a pasar a otro mundo menos real, terrible y exento de luz, y para entrar en él me preparo. Lo principal ya se fue del cielo: los rayos cegadores del Sol. Las noches son terribles para mí. Vacías, e irreales, pero permanentes en mi vida, como lo es la sombra debajo de los puentes. No puedo dar pruebas de ese mundo espiritual y profundo, inaccesible de día. ni me es posible enfrentarme a él con mis pobres armas. las cosas están detrás de un vidrio oscuro y solo puedo ver claro lo que llevo dentro de mí. Soñando no hay que pensar, y me parece muy bien, y casi me alegro. También se puede soñar despierto, pero a cambio de no ver nunca el mundo real,

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ni al viento meciendo la hierba, ni los árboles, ni la tierra. ni oír cantar. No se puede gozar de tales cosas. Pero, ¡qué poco trabajo cuesta soñar! De noche, cuando se les pide a los ojos mirar lejos, dondequiera que miren, sin decir nada se vuelven a cerrar con una expresión dolorosa. Es inevitable. Pues es muy dudoso lo que no se puede tocar con la mano. ¿Qué me retiene mientras tanto? Mientras dure la noche continuaré jugando la partida de cartas, y no parecen ser malas las mías. Pero qué importa, si como jugador sé que la sorpresa me está esperando, que el daño está cerca, acechando, y quiere herirme, y que antes o después lo perderé todo, y entonces, ¿sobre quién recaerá la culpa? Así me habla el que reparte el juego, el Invencible, el gran segador de vidas del Universo: - Se te ha dejado vivir sin encontrar ningún obstáculo. Ahora, ¡juega! - Y yo, aterrado por lo que significan esas crueles palabras, y antes de descubrir mis cartas, como si un fuego estuviera consumiendo un bosque y mis ojos lo estuviesen viendo desde lejos, grité: ¡Ojalá te hubieras quemado tú! No se me borra su cara de la memoria, e igual que quien huye de un peligro que sabe que es cierto, corre, abandoné la mesa de juego y corrí hacia dónde salía el humo. y me eché vivo en las llamas. Yo, que aborrezco el sufrimiento. Con esto se confirma que la noche no me tiene ningún afecto. Sigo siendo fiel a las leyes de la vida en la tierra que han decretado mi fin. Solo buscaba respuestas antes de que se acabara la noche: ¿por qué antes de ennegrecerse el mundo fue gobernado por insensatos? Y ¿cómo detener la marea negra a tiempo? Hace tiempo que tuve que esconder los cuchillos afilados pues no pasaba un solo día sin ser sometido a visiones de una tristeza infinita. y a ideas aún más horribles, vergonzosas, y devastadoras. No quiero ya nada de la vida, la voy a dejar sin conocer la enfermedad, me voy antes de que se cumplan los años de vida que se me habían concedido. el miedo es un acto soberano, no una infamia. ¿Puede haber algo más asombroso?

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Sumergido en el profundo sueño nada podrá herirme. renuncio al orgullo, al deseo, a la codicia, y quiero volver de nuevo a la tierra, mi origen, Es odioso quien con nada se contenta, y ese era yo, mi soberbia llegó a ser imposible de soportar. Por eso me voy solo, al silencio, que me es tan querido, a hurtarme de la vista de todos. Es una promesa que me tengo hecha. Y así paso las últimas horas, sufriendo, y ardiendo, como si tuviera fiebre. Hasta que al fin se extinguieron las sombras, y amaneció, y el cielo estaba completamente azul. La terrible noche se había acabado. Fue un gran alivio. . . . 19 . . . ¡Ay, si yo tuviese alas! . . . FIN de LIBRO-08 . . .