LESLIE BETHELL (ed.) - Historia de América Latina, Tomo 05

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    HISTORIA DE AMRICA LATINA

    SERIE MAYORDirectores:

    JOSEP FONTANA y GONZALO PONTN

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    Por

    L E S L I E B E T H E L L , catedrtico de historia de Amrica Latina,Universidad de Londres

    TlMOTHY A N N A , catedrtico de historia, Universidad de ManitobaD A V I D BUSHNELL, catedrtico de historia, Universidad de Florida en

    GainesvilleJ O H N L Y N C H , catedrtico emrito de historia de Amrica Latina,

    Universidad de LondresF R A N K M O Y A PONS, Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales,

    Santo DomingoH U G H T H O M A S , LondresD.A.G. W A D D E L L , catedrtico de historia moderna, Universidad de Stirling

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    LESLIE BETHELL, ed.

    HISTORIADE

    AMRICA LATINA5. LA INDEPENDENCIA

    EDITORIAL CRTICABARCELONA

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    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autor izaci n escrita de los titulares del copyright, bajo lassanciones establecidas en las leyes, la reproduccin t otal o parc ial de esta obra por cualquier medioo procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos.

    Ttulo original:THE CAMBRIDGE HISTORY OF LATN A ME R I C A

    I I I . From Independence to c. 1870

    Traduccin castellana deNGELS SOLA

    Diseo de la coleccin y cubierta: Enric Satu 1985: Cambridge University Press, Cambridge

    1991 de la traduccin castellana para Espaa y Amrica:Editorial Crtica, S.A., Arag, 385, 08013 Barcelona

    ISBN: 84-7423-435-2 obra completaISBN; 84-7423-506-5 tomo 5

    Depsito legal: B. 20.027-1991Impreso en Espaa

    1991. HUROPE, S.A., Recaredo, 2, 08005 Barcelona

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    PREFACIO

    Los primeros cuatro volmenes de la Historia de Amrica Latina de Cambridge se ocupan principalmente de los aspectos econmicos, sociales, polticos,intelectuales y culturales de los tres siglos de gobierno colonial espaol y (en elcaso de Brasil) portugus, comprendidos entre el descubrimiento, la invasin,la conquista y la colonizacin del Nuevo Mundo por los europeos, a finalesdel siglo xv y comienzos del xvi, y la vspera de la independencia latinoamericana en las postrimeras del xvm y principios del xix.

    Los volmenes quinto y sexto examinan el fracaso y el derrocamiento del rgi

    men colonial que tuvieron lugar en toda Amrica Latina (a excepcin de Cuba y Puerto Rico) durante el primer cuarto del siglo xix, y la historia econmica,social y poltica durante el medio siglo posterior a a independencia (entre aproximadamente 1820 y 1870).

    En el quinto volumen, titulado La independencia, se exploran, en el primercaptulo, los orgenes de la independencia hispanoamericana. Le siguen dos ca

    ptulos (uno sobre Mxico y Amrica Central, y otro sobre Amrica del Sur)que hablan de las revoluciones y las guerras por medio de las cuales Hispanoamrica se independiz de Espaa al mismo tiempo que se fragmentaba en msde una docena de repblicas y tambin prestan atencin a las estructuras polticas, econmicas y sociales de los nuevos estados hispanoamericanos. Los dos ca

    ptulos siguientes tratan del Caribe: el primero sobre Hait, la antigua colonia

    francesa de Saint-Domingue, que en 1804 se convirti en la primera repblicalatinoamericana independiente, y de Santo Domingo, que obtuvo su independencia de Espaa slo para que Hait la ocupase durante casi un cuarto de sigloantes de pasar a ser tambin una repblica independiente (la Repblica Dominicana); el segundo captulo est dedicado a Cuba, la cual, con Puerto Rico, siguisiendo una colonia espaola. Sobre Brasil, que se separ de Portugal de formarelativamente pacfica y mantuvo su unidad como imperio independiente, se habla en un captulo aparte. Finalmente, dos captulos ms estudian el papel de

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    V I I I HISTORIA DE AMRICA LATINA

    la Iglesia catlica en la independencia de Amrica Latina y las relaciones internacionales de sta.

    El medio siglo que sigui a la independencia fue un perodo de crecimientorelativamente modesto para las economas latinoamericanas, que estaban orientadas a la exportacin. Muchas de ellas se recuperaron de la destruccin y los trastornos causados por las guerras de independencia, y la mayora de ellas tardaronen incorporarse al nuevo orden econmico internacional dominado por Gran Bretaa. En parte como consecuencia de ello, fue un perodo en que slo hubo cambios sociales limitados, a excepcin quiz de la abolicin de la esclavitaud en muchos pases (aunque no en Cuba y Brasil, lo cual es significativo). Y fue un perodo

    de violentos conflictos polticos, inestabilidady caudillismo, al menos en las repblicas hispanoamericanas (con la notable excepcin de Chile). La frgil estabilidad poltica ascomo la unidad de Brasil se vio seriamente amenazada enel decenio de 1830, pero super la crisis y se consolid durante los decenios demediados de siglo. Fue durante el perodo posterior a la independencia cuando

    Mxico perdi la mitad de su territorio a resultas de la secesin de Texas (1836)y la guerra con los Estados Unidos (1846-1848). Adems de varios conflictos derelativamente poca importancia, al finalizar el perodo hubo dos grandes guerrasentre estados latinoamericanos: la guerra de Paraguay (1865-1870) entre Brasil,

    Argentina y Uruguay (la Triple Alianza) por un lado y, por el otro, Paraguay,que fue aplastado; y la guerra del Pacfico (1879-1883) entre Chile y una alianzade Per y Bolivia, guerra que permiti a Chile ampliar su territorio nacional en

    un tercio.El sexto volumen, Amrica Latina independiente, 1820-1870, se divide en dos

    partes: Hispanoamrica y Brasil. La primera contiene captulos generales que seocupan de la economa y la sociedad, ascomo de la poltica hispanoamericanadespus de la independencia, a los que siguen seis captulos que examinan individualmente pases o grupos de pases hispanoamericanos: Mxico; Amrica Central (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica); Venezuela, Colombia y Ecuador; Per y Bolivia; Chile; y las repblicas del Ro de la Plata(Argentina, Uruguay y Paraguay). La segunda parte est formada por dos captulos relativos al imperio brasileo de 1822 a 1870.

    La mayora de los historiadores que colaboran en estos dos volmenes seisbritnicos, cuatro norteamericanos (tres de los Estados Unidos y uno de Canad)

    y cinco latinoamericanos (concretamente de Repblica Dominicana, Mxico, Argentina, Per y Brasil) tambin leyeron y comentaron los captulos de sus colegas. En este sentido, sin embargo, estoy agradecido de forma especial a DavidBushnell, JosMurilo de Carvalho, Simn Collier, Malcolm Deas, Richard Gra-ham, TuLiJLalpern_ Donghi y Frank Safford. Asimismo, Emilia Viotti da Costaefectu una valoracin crtica de los captulos referentes a Brasil. Como en el casode los cuatro volmenes ya publicados, los que tratan de Amrica Latina en el

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    PREFACIO IX

    perodo colonial, estoy en deuda, sobre todo, con mi colega John Lynch por losconsejos que tan generosamente me ofreci. Tambin he recibido mucho alientode R. A. Humphreys, que fue el primero en introducirme en los problemas ylas satisfacciones de la historia latinoamericana, hace ya casi treinta aos.

    Elizabeth Wetton, de la Cambridge University Press, se encarg de prepararla edicin original de estos volmenes. De nuevo debo reconocer mi deuda con

    Josen.Fontana y Gonzalo Pontn, y agradecerles su dedicacin y empeo en labuena marcha de la presente edicin castellana.

    LESLIE BETHELL

    V

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    Captulo 1

    LOS ORGENES DE LA INDEPENDENCIAHISPANOAMERICANA

    Espaa era una metrpoli antigua, pero sin desarrollar. A fines del siglo X V I I I ,despus de tres siglos de dominio imperial, Hispanoamrica an encontraba en sumadre pat ria un reflejo de s misma, ya que si las colonias exportaban materiasprimas, lo mismo haca Espaa; si las colonias dependan de una marina mercanteextranjera, lo mismo suceda en Espaa; si las colonias eran dominadas por unalite seorial, sin tendencia al ahorro y a la inversin, lo mismo ocurra en Espaa.Pero, por otro lado, las dos economas diferan en una actividad, ya que las colonias producan metales preciosos y la metrpoli no. Sin embargo, a pesar de existiresta excepcional divisin del trabajo, sta no beneficiaba directamente a Espaa.He aqu un caso extrao en la historia moderna: una economa colonial dependiente de una metrpoli subdesarrollada.

    Durante la segunda mitad del siglo xvm, la Espaa borbnica hizo balance des misma y busc la manera de modernizar su economa, sociedad e instituciones.La ideologa reformista era de inspiracin eclctica y se planteaba objetivos pragmticos; el punto de arranque de las reformas se estableci en la propia situacinespaola, especialmente en lo referente a la disminucin de la productividad. Lassoluciones se buscaron en diferentes escuelas de pensamiento; as, las ideas de losfisicratas se invocaban para establecer la primaca de la agricultura y el papel delEstado; el mercantilismo, para justificar una explotacin ms eficaz de los recursos de las colonias; el liberalismo econmico, para erradicar las restricciones comerciales e industriales. La Ilustracin tambin ejerci su influencia, pero sta se

    dio no tanto en el campo de nuevas ideas polticas o filosficas como en la preferencia por la razn y la experimentacin, entendidas como opuestas a la autoridady la tradicin. Si bien estas tendencias divergentes pudieron existir conjuntamenteen la mente de los intelectuales, ayudan a explicar la inconsistencia de las formulaciones polticas, as como que la modernidad luchara al lado de la tradicin.

    El deseo principal consista ms en reformar las estructuras existentes que enestablecer otras nuevas, y el principal objetivo econmico resida ms en mejorarla agricultura que en promover la industria. El gran crecimiento demogrfico delsiglo xvm presion sobre la tierra. El nmero de espaoles aument un 57 por 100,

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    pasando de los 7,6 millones de principios de siglo a los 12 de 1808. La crecientedemanda de productos agrcolas, tanto en Espaa como en el mercado internacional, hizo subir los precios y las ganancias de los propietarios. Al mismo tiempo,el crecimiento de la poblacin rural origin una gran demanda de tierra, y las rentas empezaron a subir incluso en mayor grado que los precios. Ahora ms que nunca, resultaba de vital importancia mejorar las tcnicas, comercializar la producciny abatir los obstculos que impedan el crecimiento. La ley de granos de 1765 aboli la tasa sobre stos, permitiendo el libre comercio de cereales en Espaa y suexportacin, excepto en tiempos de escasez. En 1788, los propietarios obtuvieronel derecho a cercar sus tierras y a arar tierras de pasto. Hubo una distribucin l imi tada de tierras de pat rimonio real, municipales y eclesisticas. Por otro lado, las

    regulaciones del comercio libre, desde 1765, hicieron desaparecer las peores restricciones que pesaban sobre el comercio con la Amrica espaola.

    Las mejoras econmicas no conllevaron un gran cambio social. Entre los reformadores gubernamentales que deseaban aumentar la produccin de alimentos, lospropietarios sobre todo miembros de la nobleza y del clero, que queran maxi-malizar sus ingresos, y los exportadores, que buscaban nuevos mercados, existanintereses coincidentes. Pero apenas se dejaba entrever una incipiente clase media.Los comerciantes eran activos en el comercio de ultramar, mientras que en algunasprovincias de la Pennsula surgan nuevos fabricantes. En Catalua se haba desarrollado una moderna industria algodonera y lanera que exportaba a Amrica vaCdiz y estaba buscando unos puntos de salida ms directos. Los comerciantes ylos manufactureros queran liberalizar el comercio an ms, y esperaban encontraren Amrica los mercados que no se podan asegurar en Espaa. De hecho, se anti

    ciparon al comercio libre y se aprovecharon de l.Espaa, sin embargo, perdi la oportunidad de efectuar un cambio fundamental en el siglo x vm y termin por abandonar el camino de la modernizacin. Pareca que los castellanos no deseaban acumular capital para invertirlo en la industria, ni tan siquiera en el fomento de la industria popular (las industrias artesanales,tan queridas por algunos reformadores), y preferan en cambio adquir ir ms tierrae importar productos suntuarios. Los proyectos de reforma agraria se vieron frustrados por la apata del gobierno y la oposicin de poderosos intereses; los ingresosagrcolas permanecieron bajos y de este modo obstaculizaron el desarrollo de unmercado nacional necesario para la industria. La infraestructura se encontraba asimismo en franca obsolescencia. Hacia 1790 el sistema de transportes era incapazde cubrir la demanda existente o de satisfacer las necesidades de una poblacin creciente; el transporte fue un grave obstculo que impidi el crecimiento econmicode Castilla y la priv de desarrollar su propia industria o bien de convertirse enun mercado para la industria de otras regiones. Catalua y otras zonas martimasencontraban ms fcilmente mercados y fuentes de materias primas en el exterior,por va martima, que en Castilla por tierra. Por ltimo, a excepcin de las ciudades catalanas y de unos cuantos puertos del norte de Espaa, la organizacin mercantil era dbil. A pesar del soporte del Estado, la trayectoria de la mayora de lascompaas comerciales era poco impresionante, padeciendo como padecan faltade capital y lentitud de las transacciones, especialmente las que se hacan con Amrica. La infraestructura comercial estaba tan atrasada que, aunque Espaa produca suficiente grano, las regiones costeras a menudo tenan que importarlo, mien-

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    tras que tambin se perdan las ocasiones de poderlo exportar: no hablemos delos 60.000 barriles de harina que por lo menos necesita la isla de Cuba y que podan y deban enviarse de Espaa, lucrndose nuestra agricultura de ms de20.000.000 de reales que sacan anualmente de aquella colonia los anglo-americanospor este artculo.1

    Es verdad que en la segunda mitad del siglo xv m existi una cierta recuperacin econmica en la que la industria catalana y el comercio colonial tuvieron supropio peso. Pero Espaa continu teniendo una economa esencialmente agraria,y el comercio exterior fue considerado sobre todo como salida de productos agrcolas. En ltima instancia, las medidas modernizadoras del reinado de Carlos I I I(1759-1788) se concibieron para revitalizar el sector tradicional de la economa y

    pusieron en evidencia ms que nunca que el mundo hispnico no estaba construidosobre la divisin de trabajo entre la metrpoli y las colonias, sino sobre ominosassimilitudes. Las viejas estructuras sobrevivieron y el movimiento reformista se colapso en medio del pnico producido por la Revolucin francesa y la consiguientereaccin durante el reinado de Carlos IV (1788-1808). El xito de la monarqua absoluta dependa entre otras cosas del carcter del monarca. Bajo Carlos IV la monarqua perdi toda credibilidad como gestora de la reforma. Los hombres de gobierno dieron paso a los cortesanos y la designacin de Manuel Godoy significun retorno a las prcticas de los ltimos Habsburgo; el nuevo primer secretario fueun valido clsico, que no deba su situacin a ninguna cualidad personal, sino tanslo al favor real. Godoy trat a Amrica como si fuera exclusivamente una fuenteproveedora de metales preciosos y a sus gentes como simples contribuyentes.

    Entretanto, si Hispanoamrica no poda tener en Espaa a un abastecedor in dustrial

    y a un socio comercial, exista otra alternativa. Durante el siglo xvm laeconoma britnica estaba efectuando un cambio revolucionario, y de 1780 a 1800,cuando la Revolucin industrial se torna realmente efectiva, experiment un crecimiento comercial sin precedentes que se basaba principalmente en la produccinfabril de tejidos. Fue entonces cuando la industria algodonera del Lancashire conoci su gran expansin, mientras la produccin de hierro y acero mostraba tambin una importante tasa de crecimiento. Francia, el primer pas en seguir el ejemplo de Gran Bretaa, an se encontraba rezagada en cuanto a productividad y ladistancia an se acrecent ms, a partir de 1789, durante la guerra y el bloqueo.En este momento, Gran Bretaa no tena virtualmente rival. Se exportaba una proporcin sustancial posiblemente en torno a un tercio de toda la produccinindustrial. Hacia 1805, la industria algodonera exportaba el 66 por 100 de su produccin total, la lanera el 35 por 100 y el hierro y el acero el 23,6 por 100. A lolargo del siglo xv m el comercio britnico haba ido contando de forma creciente

    con el mercado colonial. Mientras que a principios de siglo el 78 por 100 de lasexportaciones britnicas se dirigan a Europa, a finales del mismo los mercadosprotegidos de las potencias europeas rivales de la Gran Bretaa absorban tan sloel 30 por 100, Norteamrica otro 30 por 100 y el 40 por 100 restante se diriga atodas las partes del mundo, lo que en realidad significa hacia el imperio britnico, especialmente a las Indias Occidentales (25 por 100), incluidas las colonias ameri-

    1. Correo Mercantil, 25 octubre 1804, referencia en Gonzalo Anes, Las crisis agrarias en laEspaa Moderna, Madrid, 1970, p. 312.

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    canas de Espaa. De hecho, la nica limitacin existente en la expansin de las exportaciones britnicas en los mercados coloniales era el poder adquisitivo de susclientes, y ste dependa de lo que ellos podan ganar con sus exportaciones a GranBretaa. Si bien la Amrica espaola slo generaba una limitada gama de productos exportables a Inglaterra, dispona de un medio de intercambio vital: la plata.En consecuencia, Gran Bretaa apreciaba su comercio con la Amrica espaolay busc el medio de expandirlo, ya fuera a travs del comercio de reexportacindesde Espaa, ya fuera a travs de las redes de contrabando existentes en las IndiasOccidentales y el Atlntico sur.

    Estos factores, desde luego, no significaron una poltica britnica de carcterimperialista en Hispanoamrica, ni un propsito de expulsar de ella a Espaa por

    la fuerza. El gobierno britnico no tena proyectos ni de conquista ni de liberacin.A pesar de las presiones ejercidas por los exiliados hispanoamericanos y de las in citaciones de los interesados comerciantes, Gran Bretaa se mantuvo al margen.El argumento comercial esgrimido para forzar su intervencin en Hispanoamricano fue considerado suficiente como para justificar la lucha por abrir nuevos mercados. Hasta la crisis de los aos 1806-1807, cuando pareca que el continente europeoquedara cerrado a las exportaciones britnicas, las salidas existentes se consideraban adecuadas. El mercado hispanoamericano, aunque era valioso y lo suficientemente importante como para que se incrementara hasta donde fuera posible, nunca fue tan vital como para exigir su incorporacin al imperio britnico. Sin embargo,el mercado se haba mostrado vulnerable a la penetracin britnica y los consumidores se mostraron dispuestos. Durante los aos de guerra con Espaa, especialmente despus de 1796, cuando la flota britnica bloque Cdiz, las exportacionesbritnicas cubrieron la consiguiente escasez en las colonias espaolas. El contrasteentre Gran Bretaa y Espaa, entre crecimiento y estancamiento, entre potenciay debilidad, ejerci un poderoso efecto en la conciencia de los hispanoamericanos.Adems, exista otro componente psicolgico: si una potencia mundial como GranBretaa poda perder la mayor parte de su imperio americano, con qu derechoperduraba el de Espaa?

    El imperio espaol en Amrica descansaba en el equilibrio de poder entre varios grupos: la administracin, la Iglesia y la lite local. La administracin ostentaba el poder poltico, pero su poder militar era escaso y asentaba su autoridad enla soberana de la corona y en sus propias funciones burocrticas. La soberana secular estaba reforzada por la de la Iglesia, cuya misin religiosa se apoyaba en elpoder jurisdiccional y econmico. Pero el mayor poder econmico estaba en manos de las lites, propietarios rurales y urbanos, que englobaban a una minor a de

    peninsulares y a un mayor nmero de criollos. En el siglo xvm, las oligarquas locales, basadas en importantes intereses territoriales, mineros y mercantiles, y en losestrechos lazos de amistad y de alianza con la burocracia colonial, con el crculodel virrey y con los jueces de la audiencia, as como en un fuerte sentido de identidad regional, estaban bien establecidas a lo largo de toda Amrica. La debilidaddel gobierno real y su necesidad de recursos permitieron a estos grupos desarrollarefectivas formas de resistencia frente al distante gobierno imperial. Se comprabanoficios y se realizaban tratos informales. A l ceder ante las presiones y al tratar deevitar los conflictos la burocracia tradicional reflejaba dicha situacin, y de hecho

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    y el comercio salieron perjudicados. Algunos esperaban la supresin de las intendencias y la reposicin de los repartimientos. Otros se tomaron la ley por su cuenta. En Mxico y Per, reapareci el repartimiento, ya que los subdelegados queranredondear sus ingresos, los propietarios deseaban ejercer control sobre la mano deobra y a los comerciantes les interesaba restablecer los viejos mercados. Despusde un corto trasiego, la poltica de los Borbones fue saboteada en las colonias mismas; las lites locales respondieron de forma negativa al nuevo absolutismo y prontotendran que decidir si queran hacerse con el poder poltico a f in de evitar nuevasmedidas legislativas ilustradas.

    Los Borbones del mismo modo que fortalecieron la administracin, debilitaronla Iglesia. En 1767 expulsaron de Amrica a los jesutas; unos 2.500 individuos,

    !a mayora de ellos americanos, tuvieron que marchar de su propia tierra, as comode sus misiones. La expulsin fue un ataque a la parcial independencia que tenanlos jesutas y a la vez una reafirmacin del control imperial. Porque en Amrica los

    jesutas gozaban de gran libertad; en Paraguay tenan un enclave fortificado; sushaciendas y otras formas de propiedad les confera un poder econmico independiente, que se fue incrementando gracias a sus xitos en diferentes actividades empresariales. A largo plazo, los hispanoamericanos fueron ambivalentes respecto ala expulsin. Por una parte, los bienes de los jesutas, expropiados en 1767, sus extensas tierras y sus ricas haciendas, fueron vendidos a la gente ms rica de las colonias, es decir, a las familias criollas que contaban con suficiente numerario comopara participar en las subastas. Sin embargo, de una forma ms inmediata, los hispanoamericanos consideraron la expulsin como un acto de despotismo, un ataque directo contra sus compatriotas y a sus propios pases. De los 680 jesutas ex

    pulsados de Mxico, cerca de 450 eran mexicanos; de los aproximadamente 360expulsados de Chile, cerca del 58 por 100 eran chilenos, mientras que el 25 por 100eran espaoles y el resto proceda de distintos puntos de Europa y de Amrica. Suexilio de por vida provoc gran resentimiento no slo entre ellos, sino tambin entre sus familias y los simpatizantes que dejaron atrs.

    Todo privilegio es odioso, dijo el conde de Campomanes. Cuestin esencialde la poltica borbnica fue su oposicin a las corporaciones que posean privilegios especiales dentro del Estado. La encarnacin del privilegio era la Iglesia, cuyos fueros le daban inmunidad frente a la jurisdiccin civil y cuya riqueza la convirti en la principal fuente de inversin de capitales en la Amrica espaola. Elpoder de la Iglesia, aunque no su doctrina, fue uno de los blancos principales delos reformistas borbnicos. Buscaron la manera de poner al clero bajo la jurisdiccin de los tribunales seculares y a lo largo del intento recortaron de forma crecien

    te la inmunidad eclesistica.Despus,

    cuando lasdefensas

    de la Iglesia se debilitaron, quisieron poner sus manos sobre sus propiedades, ante lo que el clero reaccionvigorosamente. Si bien no se enfrent al regalismo borbnico, se resinti amargamente de la violacin de sus privilegios personales. Resisti ante la poltica borbnica y en muchas ocasiones recibi el apoyo de laicos piadosos. El bajo clero, cuyofuero constitua virtualmente su nica ventaja material, fue el ms afectado y deentre sus filas, particularmente en Mxico, se reclutaran muchos de los oficialesinsurgentes y jefes de la guerrilla.

    El ejrcito constitua otro foco de poder y privilegios. Espaa no dispona de'.os medios para mantener grandes guarniciones de tropas peninsulares en Amrica

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    y se apoyaba principalmente en milicias de americanos, reforzadas por unas pocasunidades peninsulares. A partir de 1760 se cre una nueva milicia y la carga de ladefensa la soportaron abiertamente las economas y las tropas de las colonias. Perolas reformas borbnicas tenan a menudo consecuencias contradictorias: para estimular el reclutamiento, se confera a los miembros de la milicjjLeliue.romilitar, un estatus que daba a los criollos, y hasta cierto punto incluso a las castas, los privilegiosy las inmunidades de que ya disfrutaban los militares espaoles, particularmentela proteccin de una ley militar, en detrimento de la jurisdiccin civil. Por otra parte, puesto que la defensa del imperio estaba siendo encomendada cada vez ms ala milicia colonial y era dirigida en muchas ocasiones por oficiales criollos, Espaacre un arma que en ltima instancia poda volverse contra ella. Incluso antes de

    que se llegara a esta situacin, la milicia cre problemas de seguridad interna.En Per, al estallar la rebelin indgena de 1780, la milicia local se limit ini-cialmente a observar el movimiento, y luego fue severamente derrotada. Puesto quesu eficacia y su lealtad eran dudosas, las autoridades decidieron que era un riesgodemasiado grande emplear una milicia constituida por tropas mestizas y oficialescriollos muchos de los cuales tenan sus propias quejas contra la poltica borbnica en una campaa de contrainsurgencia dirigida hacia indios y mestizos.Para aplastar la rebelin, se enviaron desde la costa unidades del ejrcito regular,dirigidas por peninsulares y compuestas en gran medida por negros y mulatos apoyados por conscriptos indgenas leales. A raz de la rebelin, Espaa adopt unaserie de medidas para reforzar el control imperial. Se redujo el papel de la miliciay la responsabilidad de la defensa recay de nuevo en el ejrcito regular. Los oficiales de alto rango, tanto en las unidades regulares como en la milicia, eran ahoraespaoles. Por otro lado, se restringi el fuero militar, sobre todo en el caso de losno blancos. Con ello se evit que la milicia llegara a ser una organizacin independiente y los criollos se vieron detenidos en su carrera de promocin militar. Todoello fue fuente de resentimientos que de momento no se manifestaron abiertamente, dada la peculiar estructura social del Per. El miedo a las masas indias y mestizas fue un poderoso acicate a la lealtad entre los criollos y una potente razn paraaceptar el dominio de los blancos aun cuando stos fueran peninsulares.

    En Mxico tambin se registr una reaccin contra la participacin de los criollos en las tareas de defensa. A fines del siglo xv m el virrey Revillagigedo estim queera una locura distribuir armas a los indgenas, negros y castas, y expres sus dudasrespecto a las verdaderas lealtades de los oficiales criollos. En el fondo, los peninsulares desconfiaban de los americanos, razn suficiente como para explicar el reducido nmero de criollos que pudo ingresar en las jerarquas militares, incluso en losperodos en que Espaa no poda darse el lujo de enviar oficiales desde Europa.

    La leccin aprendida por los mexicanos fue que tanto el acceso a las promocionesmilitares como en la administracin comenzaba a ser cada vez ms restringido. Aparentemente, la hostilidad oficial contra las instituciones y privilegios corporativoscoincidi con una fuerte reaccin contra la participacin criolla en el gobierno.

    En otras regiones del imperio las crecientes necesidades defensivas probaron serms fuertes que los prejuicios imperiales contra los americanos. Durante el siglox v m Espaa reorganiz las guarniciones de las Amricas, estableciendo batallones fijos, que reforzaran las guarniciones locales en tiempos de guerra; un elemento significativo fue la estipulacin de que el ejrcito deba estar compuesto predo-

    http://milicjjleliue.ro/http://milicjjleliue.ro/http://milicjjleliue.ro/
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    minantemente por peninsulares, con no ms de un 20 por 100 de criollos. Esta nueva regla se aplic en La Habana y en Cartagena, mientras en Santo Domingo yPuerto Rico el lmite fue extendido a un 50 por 100. Las dificultades que presentaba en otras regiones de las Indias el reclutamiento de espaoles y su posterior transporte parecen haber limitado estas restricciones a los puertos nombrados. Sin embargo, a pesar de las restricciones, la americanizacin de las jerarquas militarescontinu teniendo lugar. En 1789, de los 87 oficiales en el regimiento de Infanterade La Habana, 51 eran criollos. Aunque Jos de Glvez, ministro de Indias, discrimin contra los criollos para fortalecer la autoridad real, especialmente en NuevaGranada y en Per, la^ am^ tea juz aci ojn ^lj jj r^^ colonias probsetjn proceso irreversible. No fue estimado como un riesgo demasiado excesivo.El nuevlm^fiaTIsrno'noestaba basado en la militarizacin masiva para contenerun enemigo interno. La corona todava haca descansar su poder sobre su antigualegitimidad y sobre el sistema administrativo colonial.

    A l mismo tiempo que limitaban los privilegios en Amrica, los Borbones ejercan un mayor control econmico, obligando a las economas locales a trabajar directamente para Espaa y enviar a la metrpoli el excedente de produccin y losingresos que durante aos se haban retenido en las colonias. Desde la dcada de1750 se hicieron grandes esfuerzos para incrementar los ingresos imperiales. Sobretodo pesaron dos medidas: por un lado se crearon monopolios sobre un nmerocreciente de mercancas, como el tabaco, el aguardiente, la plvora, la sal y otrosproductos de consumo; por otro, el gobierno se hizo cargo de nuevo de la administracin directa de las contribuciones, cuyo cobro tradicionalmente se arrendaba.Las temidas alcabalas, o impuesto que se cobraba sobre todas las ventas, continua

    ron obstruyendo todas las transacciones, y ahora su tasa se elev en algunos casosdel 4 al 6 por 100, mientras que su percepcin ahora se hizo ms rigurosa. Los nuevos ingresos normalmente no se gastaban en Amrica ni en trabajos ni serviciospblicos. Rpidamente se convertan en metlico que se enviaba a Espaa, desproveyendo de dinero a las economas locales. En Mxico, los ingresos reales pasaronde los 3 millones de pesos de 1712 a los 14 millones anuales de finales de siglo.Seis de estos millones iban a Madrid como ganancias netas del erario. En los aosbuenos, los ingresos que proporcionaban las colonias podan representar el 20 por100 de los ingresos del erario espaol. stos, sin embargo, descendieron casi a ceroen los aos de guerra con Inglaterra, sobre todo en los aos de 1797 a 1802 y de1805 a 1808, si bien incluso entonces la corona an obtena indirectamente ingresosde Amrica, al vender letras de cambio y licencias para que los comerciantes neutrales y a veces incluso los enemigos pudieran comerciar con las colonias.

    A los americanos no se les consult acerca de la poltica exterior espaola, aun

    que tuvieron que subvencionarla a travs de impuestos crecientes y de la escasezprovocada por la guerra. Adems de las quejas generales de todos los consumidores, cada sector econmico tena sus agravios particulares. Los sectores mineros deMxico y Per entregaron sumas importantes en concepto de quinto real, de losimpuestos de guerra sobre la plata, de imposiciones sobre el refinado y la acuacin, de los derechos sobre el aprovisionamiento de mercurio y plvora (que eracontrolado por el Estado), por no mencionar los prstamos de guerra y otras contribuciones extraordinarias. Adems, a part ir de 1796, cuando la guerra con GranBretaa impidi el abastecimiento de mercurio desde Espaa, los mineros sufrie-

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    ron graves prdidas. Entonces, se consider que las condiciones inherentes al dominio espaol eran un obstculo a la productividad y al beneficio. Pero, con todo,como la minera tena un valor extraordinario para Espaa, sta la favoreci. Desde 1775 el Estado contribuy a que el costo del producto descendiera, al reducira la mitad el precio del mercurio y de la plvora, al eximir de alcabalas a los equipamientos y a las materias primas, al extender las facilidades del crdito y, en general, al mejorar la infraestructura de la industria. Otros sectores productivos no recibieron un trato tan privilegiado. Los intereses agrcolas, por su parte, presentabanotra serie de quejas. Los estancieros se lamentaban de los numerosos impuestos queexistan en las transacciones ganaderas y las alcabalas que pesaban sobre la compra y venta de toda clase de animales; los productores de azcar y aguardientes

    se quejaban de los altos impuestos; y los consumidores, tanto los peninsulares comolos criollos y las castas, protestaban por las contribuciones existentes sobre los productos de uso cotidiano. Aunque las cargas impositivas no convertan a sus vctimas necesariamente en revolucionarios ni hacan que exigieran la independencia,engendraban de todos modos un clima de resentimiento y el deseo de establecercierto grado de autonoma local. Desde aproximadamente 1765 la resistencia a losimpuestos imperiales fue constante y a veces violenta. Y como desde 1779, con motivo de la guerra con Gran Bretaa (1779-1783), Espaa empez a apretar las tuercas an ms, la oposicin se hizo ms desafiante. En Per, en 1780 los desrdenescriollos quedaron superados por la rebelin indgena; por otro lado, en Nueva Granada, en 1781, los criollos y los mestizos sorprendieron a las autoridades por laviolencia de sus protestas.2 Desde 1796, a causa de una nueva guerra en Europa,las exigencias contributivas no se detuvieron, y desde 1804 se elevaron an ms.Se pidieron donaciones a las ricas familias, en Mxico ascendieron a sumas queoscilaban entre 50.000 y 300.000 pesos, y en el Per, a sumas algo menores. Se exigieron prstamos a los fondos de las pensiones militares y a otros fondos pblicos,a los de los consulados y a los de los cabildos. Sin duda, algunas de estas donaciones expresaban el patriotismo de peninsulares y funcionarios ricos, pero otras fueron forzadas y ofensivas. El mayor agravio fue el causado por el decreto del 26de diciembre de 1804, la llamada consolidacin de vales reales, mediante la cualse ordenaba la confiscacin de los fondos de caridad que existan en Amrica ysu remisin a Espaa.

    Al ser aplicado a Mxico, el decreto atac donde ms le dola al patrimoniode la Iglesia. La Iglesia dispona de grandes recursos de capital. En particular, lascapellanas y las obras pas posean una gran reserva financiera acumulada a lo largo de los siglos gracias a los legados de los creyentes. Al poner en activo estos capitales, la Iglesia actuaba como una institucin financiera, avanzando dinero a los

    comerciantes y a los propietarios o a cualquier persona que deseara obtener un prstamo hipotecario para poder comprar una propiedad o para cualquier otra cosa,a cambio de pagar un inters anual del 5 por 100. La principal riqueza de la Iglesiaen Mxico consista en capital, ms que en bienes races, y el capital de la Iglesiaera el principal motor de la economa mexicana. Con la aplicacin del decreto, lascapellanas y las obras pas perdieron muchos de sus caudales; esto afect no sloa la Iglesia, sino tambin a los intereses econmicos de mucha gente que contaba

    2. Vase ms adelante, pp. 26-28.

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    con los fondos de la Iglesia para obtener capital y crdito. Entre ellos haba nobleshacendados y pequeos rancheros, propietarios urbanos y rurales, mineros y comerciantes, es decir, toda una variedad de tipos sociales, tanto espaoles como criollos. Quiz el peor perjuicio lo sufrieron un gran nmero de pequeos y medianospropietarios que no pudieron reunir el dinero con suficiente rapidez y se vieron obligados a vender sus bienes en unas condiciones altamente desfavorables. Algunosterratenientes importantes tuvieron dificultades para poder devolver el dinero, y porello a algunos se les confiscaron y subastaron sus bienes. E l clero se enoj, especialmente el bajo clero, que a menudo viva de los intereses que generaba el capitalprestado. El obispo Manuel Abad y Queipo, que estimaba en 44,5 millones de pesos el valor total del capital de la Iglesia invertido o cargado en la economa mexi

    cana los dos tercios de todo el capital invertido, hizo conocer al gobierno quela resistencia sera muy fuerte. Se desplaz personalmente a Madrid para pedir algobierno que lo reconsiderara; Manuel Godoy, el primer ministro de Carlos IV , nole dio ninguna respuesta satisfactoria, pero a causa de las circunstancias la inmediata invasin de la pennsula por Napolen el odiado decreto fue suspendido,primero por la iniciativa del virrey (agosto de 1808) y despus de modo formal porla Junta Suprema de Sevilla (4 de enero de 1809). Mientras, se haban enviado aEspaa unos 10 millones de pesos y los funcionarios que los recaudaron, incluidoel virrey, se repartieron la cantidad de 500.000 pesos en concepto de comisin. Laconfiscacin de la riqueza de la Iglesia fue el eptome de la poltica colonial espaola en la ltima dcada del imperio. Si bien los efectos de tal medida no condujeron a la catstrofe y la rebelin, de todos modos resultaron nefastos para Espaa.Esta medida atolondrada e ignorante alert a la Iglesia, ofendi a los propietariosy dio lugar a una crisis de confianza. Constituy un ejemplo supremo de mal gobierno, mostr l a corrupcin existente entre la burocracia espaola en Mxico yel mal uso del dinero mexicano en Espaa. La imposicin rompi la unidad de lospeninsulares en Mxico y puso a algunos espaoles en contra de la administracin.Para los mexicanos, el ver cmo el capital mexicano se sustraa de su economay se enviaba a Espaa para financiar una poltica exterior en la que no podan decir nada ni tampoco tenan ningn inters, constituy la ltima prueba de su dependencia. La expropiacin uni a ricos y pobres, espaoles y criollos, en su oposicin a la interferencia imperial y en busca de un mayor control sobre sus propiosasuntos. Adems, se produjo en un momento en que la creciente demanda de impuestos ya no poda justificarse como una medida que gravaba una productividadcreciente o un comercio en expansin.

    Los reformadores borbnicos quisieron ejercer una presin fiscal creciente so

    bre una economa controlada y en expansin. A l principio reorganizaron el comercio colonial para rescatarlo de las manos de los extranjeros y para asegurar los retornos en beneficio exclusivo de Espaa. Su ideal era exportar productos espaolesen barcos nacionales a un mercado imperial. Entre 1765 y 1776 desmantelaron lavieja estructura del comercio transatlntico y abandonaron antiguas reglas y restricciones. Bajaron las tarifas, abolieron el monopolio de Cdiz, abrieron comunicaciones directas entre los puertos de la pennsula y las islas del Caribe y el continente, y autorizaron el comercio entre las colonias. Se fue extendiendo un comerciolibre y protegido entre Espaa y Amrica, que en 1778 se aplic a Buenos Aires,

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    Chile y Per, y en 1789 a Venezuela y Mxico. En las obras de la poca se dejababien claro que el propsito del comercio libre era el desarrollo de Espaa, y no elde Amrica; se estaba intentando atar ms estrechamente la economa de las colonias a la metrpoli. Gaspar Melchor de Jovellanos, uno de los economistas espaoles ms liberales, ensalz el decreto de 1778 porque daba mayores oportunidadesa la agricultura y a la industria espaolas en un mercado cuya existencia se justificaba por el hecho de ser consumidor de productos espaoles: Las colonias sontiles en cuanto ofrecen un seguro consumo al sobrante de la industria de la metrpoli.3

    Un pacto colonial de esta clase haca que un 80 por 100 del valor de las importaciones procedentes de Amrica consistiera en metales preciosos y el resto en ma

    terias primas comercializables, y por ello no se permiti industrias manufacturerasen las colonias, a excepcin de los molinos azucareros. De acuerdo con este criterio, el comercio libre era un xito. Los decretos por s mismos no podan crear evidentemente el crecimiento econmico. En cierto grado, el comercio libre simplemente sigui y dio expresin legal a tendencias preexistentes en la economa atlntica.Pero, cualquiera que fuera la causa principal, no hay duda de que la agriculturay la industria espaolas experimentaron cierta revitalizacin en este perodo, quese reflej en la expansin del comercio exterior. El trfico martimo aument enun 86 por 100, de los 1.272 navios de 1710-1747 se pas a los 2.365 de 1748-1778.Las importaciones de oro y plata, tanto pblicas como privadas, se elevaron de los152 millones de pesos de 1717-1738 a los 439 millones de 1747-1778, lo que representa un aumento del 188 por 100; por otro lado, los metales preciosos llegarona representar al menos el 76 por 100 de las importaciones totales desde las colonias. Cdiz, que contaba con la ventaja de poseer ms mercados en Amrica, con

    tinuaba dominando dicho comercio. Es cierto que las exportaciones catalanas a Amrica, que haban ayudado a preparar el terreno para la implantacin del comerciolibre, an se beneficiaron ms con su aplicacin, y el comercio colonial, as comolas manufacturas, de Barcelona experimentaron un crecimiento mayor que antes.

    Cdiz, sin embargo, continuaba siendo el principal puerto de Espaa; sus exportaciones a Amrica ascendan firmemente: en el perodo de 1778-1796 sumaronel 76 por 100 de todas las exportaciones espaolas a Amrica; Barcelona ocupabael segundo lugar con algo as como el 10 por 100 del total. Esta fue la poca deoro del comercio gaditano y un momento de nuevo crecimiento para Espaa. Elporcentaje del valor anual de las exportaciones de Espaa a Amrica en los aosde 1782-1796 era un 400 por 100 superior al de 1778.

    Incluso en estos aos existan signos de mal agero. La mayora de las exportaciones espaolas a Amrica eran productos agrcolas: aceite de oliva, vino y aguar

    diente, harina, frutos secos. Incluso ms de un 40 por 100 de todo lo que exportabaBarcelona, el centro industrial de Espaa, eran productos agrarios, sobre todo vi nos y aguardientes, mientras que sus exportaciones industriales eran exclusivamente textiles; todas estas mercancas se producan tambin en Amrica y podan haberse desarrollado ms all. Las exportaciones espaoles, ms que complementara los productos americanos, competan con ellos, y el comercio libre no hizo nada

    3. Dictamen sobre embarque de paos extranjeros para nuestras colonias, Obras de Jovellanos, Madrid, 1952, I I , p. 71.

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    para sincronizar las dos economas. A l contrario, fue concebido para estimular laagricultura, que era el sector dominante de la economa espaola. El vaco en laindustria que dej Espaa fue llenado por los extranjeros, quienes an dominabanel comercio transatlntico. Existen evidencias de que despus de mediados de siglo,1757-1776, el mayor peso de las exportaciones industriales (71,84 por 100) sobrelas agrarias (28,16 por 100) haba aumentado al compararlo con las cifras del perodo de 1720-1751 (54,43 y 45,5 por 100 respectivamente); una parte sustancial deeste incremento, sin embargo, debe atribuirse al peso de los productos extranjeros.Gran parte del comercio de Cdiz con Amrica consista en la reexportacin deproductos extranjeros. En 1778, stos alcanzaban el 62 por 100 de las exportaciones a Amrica registradas, y tambin estaban a la cabeza en 1784, 1785 y en 1787.

    Ms tarde, la proporcin de productos nacionales (an predominantemente agrarios) fue cada ao mayor, excepto en 1791, y hacia 1794 la correlacin se haba in vertido. Pero estas mejoras se vieron contrarrestadas por el contrabando y por lapenetracin extranjera en Amrica; adems, cerca del 75 por 100 de todos los barcos que participaban en el comercio colonial eran de origen extranjero.

    Espaa continu siendo una cuasimetrpoli, apenas ms desarrollada que suscolonias. Pero, qu hizo el comercio libre en favor de Hispanoamrica? Sin dudaestimul algunos sectores de la produccin colonial. Las rutas comerciales tradicionales de Amrica se ensancharon y las exportaciones americanas a Espaa semultiplicaron a partir de 1782. Aument la cantidad de cueros de Buenos Aires,de cacao y otros productos de Venezuela y de azcar de Cuba. En Mxico estabaapareciendo una nueva clase comercial y los inmigrantes llegados de Espaa empezaron a competir con los antiguos monopolistas. A pesar de la oposicin de los

    intereses tradicionales existentes en Ciudad de Mxico, se establecieron nuevos consulados en Veracruz y Guadalajara (1795). Las presiones a favor del crecimientoy el desarrollo se volvieron ms apremiantes: los informes de los consulados llamaban la atencin sobre los recursos sin explotar del pas y pedan que hubiera mscomercio, mayor produccin local, mayores opciones, capacidad de eleccin y precios ms bajos. Ello no significaba reclamar la independencia, pero los consuladosexpresaban unos sentimientos comunes de frustracin ante ios obstculos que frenaban el desarrollo y su insatisfaccin por el monopolio comercial espaol. Tal comoescribi el secretario del consulado de Veracruz en 1817, entre los motivos ciertoso figurados de que se han valido los rebeldes para haber encendido la tea de la insurreccin, uno de ellos ha sido la queja de estar sujetos a escasez y a precios subidos los gneros y efectos nacionales y extranjeros cuando quieren remitirlos los negociantes de la pennsula.4 De todas maneras, el comercio libre dej intacto elmonopolio. Las colonias an estaban excluidas del acceso directo a los mercadosinternacionales a excepcin de las vas que abra el contrabando. An padecan t r i butos discriminatorios o incluso prohibiciones sin reserva en beneficio de los productos espaoles. El nuevo impulso del comercio espaol pronto satur estos l imitados mercados y el problema de las colonias fue ganar lo suficiente para pagarlas importaciones en aumento. Las bancarrotas fueron frecuentes, la industria local decay; incluso productos agrcolas como el vino y el aguardiente fueron obje-

    4. Javier Ortiz de la Tabla Ducasse, Comercio exteriorde Veracruz 1778-1821. Crisis de de-pendencia, Sevilla, 1978, p. 113.

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    to de competencia en los puertos, y los metales preciosos desaparecieron en estalucha desigual.

    La metrpoli no contaba con los medios o no tena inters en ofrecer los diversos factores de produccin necesarios para el desarrollo, para invertir en el crecimiento y para coordinar la economa imperial. Ello era as no slo en una coloniadesatendida como Nueva Granada, sino tambin en una economa minera comoPer, donde la agricultura decaa por falta de mano de obra, capital y medios detransporte, donde la poblacin dependa del grano de Chile, y donde solamente susrecursos mineros la salvaban de un estancamiento completo. Adems, la metrpoliestaba interesada primordialmente en su propio comercio con las colonias y no pro-mocion de forma consistente el comercio intercolonial. El imperio espaol conti

    nuaba siendo una economa no integrada, en la que la metrpoli trataba con unaserie de partes separadas a menudo a costa de la totalidad. El mundo hispnicose caracterizaba por la rival idad y no por la integracin; as exista la oposicinde Chile contra Per, la de Lima contra el Ro de la Plata, la de Montevideo contraBuenos Aires, anticipando, como colonias, las divisiones de las futuras naciones.

    El papel de Amrica continu siendo el mismo: consumir las exportaciones espaolas y producir minerales y algunos productos tropicales. En estos trminos,el comercio libre necesariamente iba ligado al incremento de la dependencia, volviendo a una concepcin primitiva de las colonias y a una dura divisin del trabajodespus de un largo perodo en que la inercia o quizs el consenso haban permitido cierto grado de desarrollo autnomo. Ahora, la afluencia de productos manufacturados perjudic a las industrias locales, que a menudo eran incapaces de competir con importaciones de menor precio y de mejor calidad. Las industrias textiles

    de Puebla y Quertaro, los obrajes de Cuzco y Tcumn, fueron zarandeados poresta competencia europea paralizadora. Las exportaciones de Guayaquil, proveedora tradicional de textiles para distintas partes de Amrica, cayeron de las 440 balas de 1768 a las 157 de 1788. Desde esta poca, la industria textil de Quito entren decadencia, desplazada de Per y de otros mercados por las importaciones msbaratas de Europa. El arzobispo Antonio Caballero y Gngora, virrey de NuevaGranada (1782-1789), inform con satisfaccin de la decadencia de los tejidos deQuito, al observar que la agricultura y la minera eran ms conforme[s] al instituto de las Colonias, mientras que la industria slo proporcionaba las manufacturas que deben recibir de la Metrpoli.5 El hecho de que Espaa no pudiera producir ella misma todas las manufacturas que necesitaban sus colonias, no invalidaba,segn las mentes dirigentes de Espaa, su poltica. Despus de todo, en Espaaexista un pequeo sector industr ial celoso de sus intereses; por otro lado, los comerciantes espaoles an podan beneficiarse de la reexportacin de los productos

    procedentes del extranjero. Adems se consideraba ms importante mantener la dependencia que mitigar sus consecuencias. Entre los hombres de estado y los funcionarios espaoles exista la conviccin de que la dependencia econmica era unaprecondicin de la subordinacin poltica y que el crecimiento de las manufacturasen las colonias conducira a la autosuficiencia y a la autonoma. En aras de lasconcepciones del imperio, los funcionarios a menudo daban la espalda a la rea-

    5. Relacin del estado del Nuevo Reino de Granada (1789), Jos Manuel Prez Ayala, Antonio Caballero y Gngora, virrey y arzobispo de Santa Fe 1723-1796, Bogot, 1951, pp. 360-361.

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    lidad. Antonio de Narvez y la Torre, gobernador de Santa Marta, informaba en1778 que haba considerado si era conveniente crear establecimientos de manufacturas algodoneras, dada la abundante provisin local de materia prima de la mejorcalidad, pero lo haba desestimado teniendo en cuenta el inters del sistema porque Amrica provea a Espaa los materiales que la fertilidad, y extensin inmensa de este pas produce, y Espaa se los redistribuya en manufacturas, que la industria y aplicacin de sus artfices trabaja, para emplear as a todos con respeto ala naturaleza de ambos pases, y mantener las conexiones, vnculos y dependenciasrecprocas de una y otra parte de la Monarqua. 6 Los manufactureros espaolesvigilaban constantemente que no se infringiera esta norma. En particular Catalua, faltndole una salida en la estancada y aislada Espaa interior, necesitaba el

    mercado americano, que era un importante consumidor de sus tejidos y de otrosproductos y un abastecedor de algodn en rama. Los talleres textiles de Mxico yPuebla producan lo suficiente como para preocupar a los manufactureros de Barcelona; stos se quejaban frecuentemente del efecto de la competencia local sobresus exportaciones y esperaban de la corona que se expidiesen las ms eficaces rdenes para que se destruyesen desde luego las fbricas de tejidos y pintados establecidas en aquellas colonias.7

    Se trataba de un conflicto directo de intereses y era previsible cul sera la respuesta del gobierno imperial. A la real orden de 28 de noviembre de 1800, que prohiba el establecimiento de manufacturas en las colonias, sigui la de 30 de octubrede 1801 relativa al exceso notado en el establecimiento en aquel Reyno de Fbricasy artefactos contrarios a los que prosperan en Espaa y tienen por principal objetoel surtido de nuestras Amricas. El gobierno dijo que no poda permitir la expansin de los establecimientos industriales ni tan siquiera durante la guerra, porquequitaba fuerza de trabajo a las esenciales tareas de la minera de oro y plata y ala produccin de frutos coloniales. El funcionariado recibi rdenes de recontarel nmero de talleres de su distrito y de procurar la destruccin de ellos por losmedios que estime ms conveniente aunque sea tomndolos por cuenta de la RealHacienda y so calor de hacerlo para fomentarlos.8 Pero los tiempos estaban cambiando, y desde 1796-1802, cuando la guerra con Gran Bretaa aisl a las coloniasde la metrpoli, los manufactureros textiles locales consiguieron empezar o bienrenovar sus actividades; a part ir de 1804 la guerra an ofreci mejores oportunidades. Juan Lpez de Cancelada dijo en Cdiz, en 1811, que cada una de las guerrasque hemos tenido con la nacin inglesa ha sido un motivo de incremento en lasmanufacturas de Nueva Espaa, y ejemplific la situacin con el caso de los establecimientos textiles del cataln Francisco Iglesias en Mxico, quien emple a msde 2.000 trabajadores.9 Los fabricantes espaoles se opusieron a este proceso con

    todas sus fuerzas.Ahora las colonias servan a Espaa ms que nunca con sus minas, plantacio

    nes y estancias, pero incluso desarrollando estas funciones que el rgimen colonialestableca estaban sujetas a una presin creciente. En el curso del siglo xvm, la

    6. Sergio Elias Ortiz, ed., Escritos de dos economistas coloniales, Bogot, 1965, pp. 25-26.7. Antonio Garca-Baquero, Comercio colonial y guerras revolucionarias, Sevilla, 1972, p. 83.8. Ibid., p. 84.9. Ortiz de la Tabla Ducasse, Comercio exteriorde Veracruz, pp. 336-339.

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    produccin de plata mexicana se elev continuamente desde los 5 millones de pesos de 1702 a los 18 millones en el boom de la dcada de 1770, y al mximo de27 millones en 1804. En esta poca, Mxico proporcionaba el 67 por 100 de todala plata producida en Amrica, una posicin a la que haba llegado gracias a laconjuncin de una serie de circunstancias: frtiles bonanzas, mejoras tecnolgicas,consolidacin de las minas en manos de grandes propietarios, reduccin de los costosde produccin a causa de las concesiones fiscales. Tambin por entonces, desde losaos de 1780, la industria recibi grandes inyecciones de capital comercial, un hecho derivado del mismo comercio libre. Nuevos comerciantes entraron en el sector,con menos capita l pero con mayor espritu empresarial. Como la competencia redujo los beneficios, los viejos monopolistas empezaron a extraer sus capitales del

    comercio transatlntico y buscaron inversiones ms rentables, incluida la minera,con ventajosos resultados para la economa y para ellos mismos. Mxico en estecampo tuvo un xito excepcional. En el Alto Per no todo iba bien en la minera,pero Potos sobrevivi y continu produciendo algunos excedentes para Espaa.La produccin de plata tendi a incrementarse a partir de la dcada de 1730, y laproduccin anual se duplic entre 1740 y 1800, gracias a la creciente explotacindel trabajo indio forzado. A finales del siglo xvm, el Bajo Per aument su produccin de plata, conociendo un boom que, comparado con el de Mxico, era modesto pero que result vital para el comercio exterior de la colonia. La plata registrada se elev de los 246.000 marcos de 1777 al mximo de 637.000 marcos en 1799(un marco vala 8 pesos 4 reales) y mantuvo un alto nivel de produccin hasta 1812;durante este perodo se avanz en las tcnicas de drenar las minas; ello, junto conla llegada de capital de Potos, el aprovisionamiento de mano de obra libre y elapoyo del tribunal de minera, contribuy a elevar la produccin.

    El ltimo ciclo minero colonial, aunque fue importante para las colonias, noestuvo enteramente al servicio de los interereses coloniales. En primer lugar, la metrpoli reciba de las colonias presiones cada vez ms acuciantes para mantener enpie el vital aprovisionamiento de mercurio y equipamientos, algo que, de formapatente, era imposible cubrir durante la guerra; por ello se vio a Espaa como unobstculo al crecimiento. En segundo lugar, en una de las grandes ironas de la historia espaola colonial, el apogeo de la gran produccin de plata coincidi con ladestruccin del podero naval espaol, y por lo tanto de su comercio colonial. Desde 1796, Espaa y sus comerciantes vieron, sin poderlo remediar, cmo los productos procedentes del imper io iban a parar a manos de otros, cmo los ingresosde la bonanza minera se exponan al peligro de merodeadores extranjeros o biencmo se reducan debido a la participacin de los comerciantes extranjeros.

    En la agricultura, al igual que en la minera, era imposible conciliar los intereses de Espaa con los de Amrica. Los terratenientes criollos buscaban mayoressalidas a sus exportaciones de las que Espaa permita. En Venezuela, los grandespropietarios, productores de cacao, ndigo, tabaco, caf, algodn y cueros, se sentan permanentemente frustrados por el control espaol sobre el comercio de importacin y de exportacin. Incluso despus del comercio libre, la nueva generacin de comerciantes, ya fueran espaoles o venezolanos inclinados hacia Espaa,ejercan un monopolio estrangulador sobre la economa venezolana, al pagar precios bajos en las exportaciones y al imponer precios altos en las importaciones. Losterratenientes y los consumidores criollos exigan un comercio mayor con los ex-

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    tranjeros, denunciaban a los comerciantes espaoles como opresores, se oponana la idea de que el comercio exista para el slo beneficio de la metrpoli, y semovilizaron en contra de lo que ellos llamaron, en 1797, el espritu de monopoliode que estn animados, aquel mismo bajo el cual ha estado encadenada,,ha gemido y gime tristemente esta Provincia.10 En el Ro de la Plata, el comercio libretambin conllev que ms comerciantes espaoles controlaran el comercio de Buenos Aires, algunas veces en connivencia con agentes locales. Pero en la dcada de1790 tuvieron que hacer frente al desafo de los independientes comerciantes porteos que exportaban cueros, empleaban su propio capital y barcos, y ofrecan mejores precios a los estancieros.

    Estos intereses requeran la libertad de comerciar directamente con todos los

    pases y de exportar los productos del pas sin restricciones. En 1809 presionaronpara obtener la apertura del puerto al comercio britnico, a lo que los espaoles,tanto los catalanes como los otros peninsulares, se opusieron con fuerza. Aqutambin exista un conflicto irreconciliable de intereses. Pero incluso dentro de los intereses econmicos de la colonia no exista una visin homognea o unitaria de laindependencia; el creciente regionalismo, en una provincia que peda proteccin paralos productos locales y otra que quera la libertad de comercio, creaba sus propiasdivisiones. Aun as, todava se hizo ms fuerte la conviccin, fuera cual fuere larespuesta a estos problemas, de que slo podran ser resueltos a travs de decisiones autnomas.

    La funcin de Espaa como imperio y la dependencia de Amrica fueron puestos a prueba por ltima vez durante la larga guerra que hubo con Gran Bretaadesde 1796. En abril de 1797, tras la victoria sobre la flota espaola en el cabo de

    San Vicente, el almirante Nelson coloc a un escuadrn britnico frente al puertode Cdiz e impuso un bloqueo total. A l mismo tiempo, la armada real britnicabloque los puertos hispanoamericanos y atac a los barcos espaoles en el mar.Las consecuencias fueron nefastas. El comercio gaditano a Amrica, que ya se encontraba en recesin desde 1793, qued ahora completamente paralizado. En Vera-cruz las importaciones espaolas descendieron de los 6.549.000 pesos de 1796 a los520.000 pesos de 1797, y las exportaciones de los 7.304.000 pesos a los 238.000,mientras que los precios de diversos productos europeos se encarecieron un 100 por100. Desde toda Amrica, los consulados informaban de la extrema escasez de bienes de consumo y de las provisiones ms vitales. Y mientras los intereses americanos presionaban para que se permitiera la actividad de los abastecedores extranjeros, los comerciantes de Cdiz insistan en que se mantuviera el monopolio. MientrasEspaa consideraba el dilema, perdi la batalla. La Habana simplemente abri supuerto a los norteamericanos y a otros barcos de pases neutrales. Espaa se vio

    obligada entonces a permitir lo mismo a todos los que haba en Hispanoamricao bien se arriesgaba a perder el control, y los ingresos. Como medida de emergencia se emiti un decreto (18 de noviembre de 1797) que permita el comercio legaly cargado de impuestos con Hispanoamrica en navios neutrales o, como lo formulaba el decreto: en Buques nacionales o extranjeros desde los Puertos de lasPotencias neutrales, o desde los de Espaa, con retorno preciso a los ltimos.11

    10. E. Arcila Faras, Economa de Venezuela, Mxico, 1946, pp. 368-369.11. Sergio Villalobos R., El comercio y la crisis colonial, Santiago, 1968, p. 115.

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    El objetivo era hacer de los neutrales un instrumento de comercio con las coloniaspara eludir mejor el bloqueo ingls y cubrir la falta de barcos espaoles. De hechose convirtieron virtualmente en los nicos transportistas, eii la nica va que conectaba las colonias espaolas con sus mercados y provisiones. El resultado de estaprctica es tan revelador como el de la paralizacin previa. Bajo el comercio neutral las importaciones a Veracruz ascendieron de los 1.799.000 pesos de 1798 a los5.510.400 de 1799, y las exportaciones de los 2.230.400 a los 6.311.500.

    Estas concesiones hechas en tiempo de guerra se dieron a regaadientes y serevocaron rpidamente. El gobierno espaol tema perder el control en beneficiodel comercio y de la industria del enemigo, puesto que durante este perodo el comercio colonial qued casi completamente en manos de los extranjeros, incluso de

    ingleses en forma indirecta, cuyos productos fueron introducidos por los neutrales.As, Espaa se qued con las cargas del imperio pero sin ninguno de los beneficios. Naturalmente los comerciantes de Cdiz y de Barcelona se quejaron y, a pesarde las protestas de las colonias, la autorizacin fue revocada el 20 de abril de 1799.La medida result an ms perjudicial para Espaa, ya que no se hizo caso de larevocacin, y colonias como Cuba, Venezuela y Guatemala continuaron comerciandocon los neutrales. Los barcos espaoles ni tan slo podan hacer la ruta, tal erael dominio britnico sobre el mar: de los 22 barcos que salieron de Cdiz en losdoce meses que siguieron a la orden de abril de 1799, slo 3 llegaron a su destino.Fueron los barcos neutrales los que salvaron el comercio colonial y tambin fueronlos que obtuvieron beneficios. Este comercio tambin result beneficioso para lascolonias, ya que as se proveyeron de productos importados mejores y la demandade exportaciones recibi un nuevo impulso. El gobierno espaol prohibi de nuevo

    el comercio con neutrales por el decreto de 18 de julio de 1800, pero para entoncesAmrica se haba habituado a tratar directamente con sus clientes y proveedores,y el comercio con los extranjeros ya era imparable. Como la guerra continuaba,Espaa tuvo que aceptar la realidad. En 1801 se dio un permiso especial a Cubay a Venezuela para comerciar con los neutrales. Para reservarse un puesto a s misma, Espaa se limit a vender licencias a diferentes compaas europeas y norteamericanas, y tambin espaolas, para que comerciaran con Veracruz, La Habana,Venezuela y el Ro de la Plata; parte de su carga eran manufacturas inglesas, navegaban con las licencias britnica y espaola y llevaban retornos en oro, plata o productos coloniales a Espaa, a los puertos neutrales o incluso a Inglaterra.

    El monopolio comercial espaol concluy de hecho en el perodo de 1797-1801,adelantando la independencia econmica de las colonias. En 1801, las exportaciones coloniales de Cdiz descendieron al 49 por 100 de las de 1799 y las importaciones lo hicieron en un 63,24 por 100. Entretanto, el comercio de los Estados Unidoscon las colonias espaolas alcanz unas cifras espectaculares: las exportaciones seelevaron de los 1.389.219 dlares de 1795 a los 8.437.659 de 1801, y las importaciones de los 1.739.138 dlares a los 12.799.888. Es cierto que la paz de Amiens de1802 permiti que Espaa restableciera su comunicacin con las colonias y que loscomerciantes llegaran de nuevo a los puertos y mercados de Amrica. Hubo un resurgimiento comercial, y en los aos de 1802-1804 Cdiz se recobr, aunque el 54por 100 de sus exportaciones a Amrica lo constituan productos extranjeros. Peroera imposible restaurar el viejo monopolio: las colonias ahora tenan establecidosunos fuertes vnculos comerciales con los extranjeros, especialmente con los Esta-

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    que tenan poco que temer del virrey espaol y de sus fuerzas, pero subestimaronel deseo y la habilidad de la poblacin de Buenos Aires para defenderse a s misma.Un ejrcito local, incrementado con voluntarios y dirigido por Santiago Liniers (unoficial francs al servicio de Espaa), atac a los britnicos el 12 de agosto y losoblig a capitular. La original expedicin no haba sido autorizada, pero el gobierno bri tnico cay en la tentacin de querer que continuara y le envi refuerzos quese apoderaron de Montevideo el 3 de febrero de 1807. De nuevo la reaccin localfue decisiva. El incompetente virrey fue depuesto por la audiencia y Liniers fue nombrado capitn general. Las milicias criollas fueron desplegadas de nuevo y los invasores les cedieron la ventaja. Cruzando el Ro de la Plata desde Montevideo, losbritnicos avanzaron hasta el centro de Buenos Aires. All fueron atrapados por

    los defensores, capitularon y accedieron a marcharse.La invasin britnica de Buenos Aires ense varias lecciones. Qued bien claro que los americanos no queran pasar de un poder imperial a otro. Esto, sin embargo, no era nada reconfortante para Espaa. Tambin se puso en evidencia lainoperancia de las defensas coloniales y se humill a la administracin. La destitucin del virrey fue un suceso sin precedentes y que tena un significado revolucionario. Fueron los habitantes, y no las fuerzas militares espaolas, quienes defendieron la colonia. Los criollos particularmente probaron el poder, se dieron cuentade su fuerza y adquir ieron un nuevo sentido de identidad, incluso el de la nacionalidad. As, la debilidad de Espaa en Amrica llev a los criollos a la poltica.

    En la segunda mitad del siglo x v m, las nuevas oportunidades existentes en laadministracin colonial y en el comercio llevaron a un creciente nmero de espao

    les a Amrica. Algunos buscaron empleo en la nueva burocracia y otros siguieronla ruta del comercio libre. Esparcindose por todos lados desde el norte de Espaa,los inmigrantes llegaron a conformar una exitosa clase de empresarios, activos enel comercio y la minera, que constantemente eran reforzados con nuevos recinllegados de la pennsula, donde el crecimiento de la poblacin presionaba fuertemente sobre la tierra y el empleo, generando una justificacin adicional para la existencia del imperio. Los americanos se sentan vctimas de una invasin, de una nuevacolonizacin, de un nuevo asalto espaol sobre el comercio y los cargos pblicos.Adems, la situacin demogrfica estaba del lado de los criollos. Hacia 1800, segn Alexander von Humboldt, en Hispanoamrica, en una poblacin total de 16,9millones de habitantes, slo haba 3,2 millones de blancos, y de ellos slo 150.000eran peninsulares. De hecho, el nmero real de peninsulares an era ms bajo, unos30.000, y en todo caso no superaban los 40.000 en toda la Amrica espaola. Incluso en Mxico, el rea de mayor inmigracin, slo existan cerca de 14.000 penin

    sulares en una poblacin total de 6 millones, de los que 1 milln eran blancos. Estaminora no poda esperar mantener el poder poltico de forma indefinida. A pesarde la creciente inmigracin, la tendencia demogrfica estaba en contra de ellos. Laindependencia posea una inevitabilidad demogrfica, y en este sentido simplementerepresentaba la expulsin de una minora por una mayora. Pero adems de las cifras haba algo ms.

    Todos los espaoles podan ser iguales ante la ley, ya fueran peninsulares o criollos. Pero la ley no lo era todo. Esencialmente, Espaa desconfiaba de los americanos en puestos de responsabilidad poltica; los peninsulares an eran preferidos en

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    los cargos ms altos de la burocracia y en el comercio transatlntico. Algunos criollos, propietarios de tierra y quiz de minas, eran lo suficientemente ricos comopara ser considerados miembros de la lite al lado de los espaoles. Pero la mayora slo tenan unos ingresos moderados. Algunos eran hacendados que se enfrentaban a hipotecas y a los gastos de su mantenimiento; otros eran administradoresde haciendas o de minas, o bien eran hombres de negocios de alcance local; habaquien se ganaba la vida con el ejercicio de una profesin liberal, algunos criollospobres se encontraban entre los rangos superiores de las clases populares, dondese mezclaban con los mestizos y los mulatos a travs del matrimonio y de la movilidad social. La primera generacin de americanos se senta bajo una gran presinporque continuamente eran desafiados por una nueva ola de inmigrantes y, al estar

    ms cerca de los europeos, eran ms agudamente conscientes de las desventajas quepesaban sobre ellos. Para los criollos, la obtencin de una plaza de funcionario constitua una necesidad y no un honor. Ellos no slo deseaban igualdad de oportunidades con los peninsulares o una mayora de nombramientos, sino que lo deseabanpor encima de todo en sus propias regiones; mirabaa-ales-erieHes de los otro&jja-s^^SlSLS^llli 6!? 5; stos apenas eran mejor recibidos que los peninsulares. Durante la primera mitad del siglo xvm las necesidades financieras de la corona dieron lugar a la venta de cargos a los criollos, y as su presencia en las audienciasse hizo corriente y a veces predominante. En el perodo de 1687-1750 sobre un totalde 311 miembros de audiencias, 138 un 44 por 100 eran criollos. En la dcadade 1760 la mayora de los oidores, de las audiencias de Lima, Santiago y Mxicoeran criollos. Las implicaciones que de ello se derivaban para el gobierno imperialeran obvias. La mayora de los oidores criollos estaban conectados por lazos de

    amistad o de inters con la lite de los terratenientes, y las audiencias se habanconvertido en un dominio seguro de las familias ricas y poderosas de la regin, asque la venta de cargos dio lugar a una especie de representacin criolla.

    El gobierno imperial sali de su largo compromiso con los americanos y desde1750 empez a reafirmar su autoridad, reduciendo la participacin criolla tantoen la Iglesia como en la administracin, y a romper las relaciones existentes entrelos funcionarios y las familias poderosas a nivel local. Los ms altos cargos eclesisticos se reservaron de nuevo para los europeos. Entre los nuevos intendentesera raro encontrar a un criollo. Un creciente nmero de los funcionarios financieros de mayor rango fueron designados desde la pennsula. Los oficiales criollos quehaba en el ejrcito fueron sustituidos en algunos casos por espaoles. El objetivode la nueva poltica era desamericanizar el gobierno de Amrica, y esto se consigui. Se acab con la venta de los cargos de la audiencia, se redujo el nmero de

    puestos ocupados por los criollos y a partir de entonces raramente fueron designados para ocupar puestos en sus zonas de origen. En los aos de 1751 a 1808, delos 266 nombramientos que hubo en las audiencias americanas slo 62 (el 23 por100) recayeron sobre criollos, en contra de los 200 (el 75 por 100) consignados aespaoles. En 1808 de los 99 individuos que ocupaban los tribunales coloniales slo6 criollos haban sido destinados a su propio distr ito de origen, mientras que 19lo fueron fuera.

    La conciencia de las diferencias existentes entre criollos y peninsulares se acrecent con el nuevo imperialismo. Tal como observ Alexander von Humboldt: el

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    europeo ms miserable, sin educacin y sin cultivo intelectual, se cree superior a losblancos nacidos en el Nuevo continente.13 Desde el Ro de la Plata, Flix de Azarainformaba que la animadversin mutua era tan grande que a menudo exista entrepadre e hijo, entre marido y mujer. En Mxico, Lucas Alamn estaba convencidode que este antagonismo, nacido de la eleccin preferente de espaoles para ocuparlos cargos y las oportunidades, fue la causa de la revolucin de independencia.

    La historiografa moderna no^estJaiL&egura. Se dice que las lites coloniales,como empresarios que invertan en la agricultura, la minera y el comercio, tendieron a fusionar a los grupos peninsulares y criollos, como lo haca su asociacinen las actividades urbanas y rurales. A pesar de la poltica borbnica, an existauna conexin estrecha entre las familias con poder local y los funcionarios. E n Chile

    la lite criolla estaba totalmente integrada dentro de grupos de parentesco y polticos y prefiri manipular la administracin ms que enfrentarse a ella. En Per existan grupos oligrquicos interrelacionados de terratenientes, comerciantes, funcionarios municipales y burcratas, en los que los peninsulares y los criollos se fundanen una .clase dominante de blancos. En Mxico la nobleza cerca de unas cincuentas familias combinaba una variedad de funciones y de cargos. Un grupo hizosu fortuna en el comercio exterior, invirti los beneficios en minas y plantacionesy actu primordialmente en el sector exportador. ste lo formaban principalmentepeninsulares. Otro grupo, compuesto en su mayora por criollos, se dedicaba a laminera y a la agricultura abastecedora del sector minero. Todos ellos derrochabangrandes sumas en gastos suntuarios, en ganar un estatus militar y en hacer donaciones a la Iglesia. Preferan cooperar con la burocracia imperial a travs de lasredes matrimoniales y de inters antes que enfrentarse a ella. A l final se encontra

    ron con que su influencia tena un lmite, que Espaa an interfera el desarrollode Mxico, que gravaba su riqueza y que slo les dejaba intervenir en el gobiernolocal. Si bien esto les alej de la poltica borbnica, no necesariamente les hacapartidarios de la independencia. En toda Amrica, lasguerras de independenciafueron guerras_civiles, entre defensores y oponentes de Espaa, y hubo criollos tantoen un lado como en el otro. En este sentido, las fmiriongvlos intereses y el paren

    tesco se entreyiLConio ms impor tantes que la dicotoma criollo-peninsular y stase considera menos significativa. El argumento es un til correctivo a la hiprbole,pero no es toda la historia.

    La evidencia de la antipata existente entre criollos y espaoles es demasiadoespecfica para negarla y demasiado extendida para ignorarla. La rivalidad formaba parte de la tensin social de la poca. Los contemporneos hablaban de ella,los viajeros la comentaban y los funcionarios quedaban impresionados por ella.La burocracia espaola era consciente de la divisin, y lo mismo suceda con losamericanos. En 1781, los comuneros de Nueva Granada pidieron que los funcionarios fueran criollos nacidos en este reino e insistan en que en los empleos deprimera, segunda y tercera plana hayan de ser antepuestos y privilegiados los nacionales de esta Amrica a los europeos.14

    13. Alexander von Humboldt, Ensayo poltico sobre el reino de la Nueva Espaa, 4 vols.,Mxico, 19416, I I , p. 117.

    14. John Leddy Phelan, The people and the king. The Comunero Revolution in Colombia,1781, Madison, 1978, pp. 174, 179-180.

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    En Mxico hubo un entretejido grupo de inmigrantes peninsulares que se habaenriquecido en el comercio, en las finanzas y en la minera y cuyos miembros algunas veces se casaron con alguna fortuna local. Sus herederos, criollos, a menudoperdan las fortunas familiares al invertir en tierra, donde los bajos beneficios, lashipotecas y la dispendiosa forma de vida acababan por frustrar sus expectativas,dando lugar a un resentimiento que, aunque irracional, no por ello dejaba de sermenos real. En Venezuela, la aristocracia criolla, los mantuanos, eran un poderosogrupo de terratenientes, funcionarios y miembros del cabildo que aprovecharon laexpansin comercial bajo los Borbones para incrementar sus exportaciones de cacao y otros productos. Pero el crecimiento econmico les amenazaba tanto comoles favoreca, ya que los comerciantes monopolsticos espaoles en Venezuela estre

    charon su control sobre el comercio de importacin y exportacin. Adems, la expansin llev a la colonia enjambres de nuevos inmigrantes: vascos, catalanes y sobre todo canarios, hombres pobres pero ambiciosos que pronto controlaron el ejedel comercio venezolano con Espaa y en el interior se convirtieron en propietariosde almacenes, tiendas y bodegones. Sin duda que el antagonismo entre los terratenientes y los comerciantes se poda describir como el existente entre productoresy compradores sin tener que invocar al argumento de criollos versus peninsulares.Pero tambin es cierto que los comerciantes dependan de Espaa para mantenersu monopolio. El bloqueo britnico les permiti estrujar an ms a los productores criollos, ofrecindoles para las exportaciones los precios mnimos mientras quelos de las importaciones los encarecieron al mximo. Por esta razn, se opusieroncon firmeza al comercio neutral, como si, se quejaban los productores venezolanosen 1798, nuestras leyes relativas al comercio hayan sido establecidas para slo el

    beneficio de la metrpoli.

    15

    Adems, los nuevos peninsulares invadan los espacios polticos de la aristocracia venezolana. En 1770 la corona estableci que los espaoles europeos tenan tantoderecho como los americanos a ostentar un puesto oficial en Venezuela. Con el respaldo de la corona, los peninsulares entraron a comparti r los cabildos con los venezolanos y dominaron la recin creada audiencia. En Venezuela, como en cualquier parte, en las ltimas dcadas del imperio se produjo una reaccin espaolaen contra del dominio criollo; alllos puestos tambin eran buscados por los criollos, no como un honor sino como un medio de ejercer el control poltico y de defender sus privilegios tradicionales. Los ltimos Borbones, al favorecer a los espaoles frente a los criollos, al utilizar Amrica como un premio para los espaoles,agudizaron las divisiones existentes e incrementaron el descontento de los criollos.

    Si los criollos tenan un ojo puesto sobre sus amos, tenan el otro sobre sus sirvientes. Los criollos eran muy conscientes de la presin social existente desde abajoy se esforzaron por mantener a distancia a la gente de color. El prejuicio racial creen los americanos una actitud ambivalente hacia Espaa. Los peninsulares eran blancos puros, aunque fueran pobres inmigrantes. Los americanos eran ms o menosblancos, incluso los ms ricos eran conscientes de la mezcla racial existente, y estaban preocupados por demostrar su blancura aunque fuera necesario ir a los tribunales. La cuestin racial se complicaba con los aspectos sociales, econmicos y cul-

    15. Miguel Izard, El miedo a la revolucin. La lucha por la libertad en Venezuela (1777-1830),Madrid, 1979, p. 127.

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    turales, y la supremaca blanca no fue discutida; tras estas barreras defensivas estaban los indios, los mestizos, los negros libres, los mulatos y los esclavos. En algunas partes de la Amrica espaola la revuelta de los esclavos fue tan temida quelos criollos no abandonaran la proteccin del gobierno imperial, o bien no se atrevieron a abandonar las filas de los blancos dominantes. Adems, por otro lado,la poltica borbnica dio mayores oportunidades de movilidad social. Los pardosnegros libres y mulatos fueron admitidos en la milicia. Tambin pudieron comprar su blancura legal con las cdulas de gracias al sacar. La ley del 10 de febrererde 1795 ofreca a los pardos la dispensa del estado de infame: los solicitantes quela obtuvieron fueron autorizados a recibir una educacin, a casarse con un blanco,a tener cargos pblicos y a entrar en el sacerdocio. De este modo el gobierno impe

    rial reconoca al creciente nmero de pardos y buscaba la manera de mitigar la tensa situacin social existente al hacer desaparecer las mayores formas de discriminacin. El resultado fue que las lneas entre los blancos y las castas se diluyeron yel hacer posible que algunos de los que no eran claramente indios o negros fueranconsiderados como espaoles, tanto social como culturalmente. Pero los blancosreaccionaron vivamente ante estas concesiones. El crecimiento demogrfico de lascastas en el curso del siglo xvm, junto con la creciente movilidad social, alarmaron a los blancos y alimentaron en ellos una nueva conciencia de raza y la determinacin de mantener la discriminacin. Ello pudo observarse en el Ro de la Plata,en Nueva Granada y en otras partes de Amrica. Pero fue Venezuela, con su economa de plantacin, la fuerza de trabajo esclava y los numerosos pardos que enconjunto formaban el 61 por 100 de la poblacin, la que tom el liderazgo enel rechazo de la poltica social de los Borbones y cre el clima para la futura revolucin.

    Los blancos de Venezuela no constituan una clase homognea. En la parte superior de la escala social estaba la aristocracia de la tierra y de la burocracia, propietarios de esclavos, productores de la riqueza de la colonia, y comandantes dela milicia colonial. En medio se encontraba un grupo de funcionarios y clrigosde menor categora. Y debajo de todo estaban los blancos de orilla, blancos marginados tales como tenderos y pequeos comerciantes, artesanos, marineros y personal de los servicios y los transportes; muchos de ellos eran considerados pardos,con los que a menudo se casaban. La mayora de los peninsulares y canarios residentes en Venezuela pertenecan a esta clase de blancos pobres; parte del antagonismo de los criollos hacia los peninsulares bien puede deberse al resentimiento delos terratenientes patricios hacia los inmigrantes comunes a quienes considerabande origen muy bajo. Pero los peninsulares eran blancos puros, mientras muchoscriollos no lo eran. Este hecho simplemente acentu de forma notoria la susceptibi

    lidad respecto a la raza e hizo aumentar los recelos criollos hacia los pardos, los indios y los esclavos. La poltica imperial los enoj porque la consideraban demasiadoindulgente respecto a los pardos y los esclavos. La lite criolla se opuso tercamente alavance de la gente de color, protest por la venta de los certificados de blancura yse resisti a la extensin de la educacin popular y al ingreso de los pardos en launiversidad. Entre otras cosas, se vieron afectados por la prdida de la fuerza de trabajo en un perodo de expansin de la hacienda y de crecimiento de las exportaciones. En tanto que los pardos se establecieron como artesanos, agricultores independientes, o criadores de ganado en los llanos, los terratenientes blancos intenta-

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    ron mantenerlos subordinados y sujetos al peonaje. Ellos tambin vieron un riesgoen el aumento de los pardos y se manifestaron, aunque sin xito, en contra de supresencia en la milicia. Consideraban inaceptable que los vecinos y naturales Blancos de esta Provincia admitan por individuos de su clase para alternar con l a unMulato descendiente de sus propios esclavos; y argumentaron que la creacin demilicias de pardos ofreca a la gente de color un instrumento de revolucin sin me

    jorar con ello sustancialmente la defensa imperial.16 El horror a la agitacin esclava y a la revuelta hicieron que estos presentimientos empeoraran. De nuevo, laaristocracia criolla se quejaba de que la metrpoli le haba abandonado. El 31 demayo de 1789 el gobierno espaol public una nueva ley sobre esclavos que codificaba la legislacin, clarificaba los derechos de los esclavos y los deberes de los amos

    y buscaba proporcionar mejores condiciones en la vida y el trabajo de los esclavos.Pero los propietarios criollos rechazaron la intervencin estatal entre amo y esclavoy se opusieron tenazmente a este decreto sobre la base de que los esclavos eran propensos al vicio y a la independencia y de que su trabajo era esencial para el funcionamiento de la economa. En Venezuela como en toda el rea del Caribe espaollos plantadores se opusieron a la nueva ley y lograron su abolicin en 1794. Loscriollos eran hombres asustados: teman una guerra de castas promovida por lasdoctrinas de la Revolucin francesa y la violencia contagiosa de Saint-Domingue.En otras partes de Amrica las tensiones raciales tomaron la forma de confrontaciones directas entre la lite blanca y las masas indias, y en estos casos los criollostambin tomaron medidas para autodefenderse. En Per formaban parte de unaminora muy reducida. En una poblacin de 1.115.207 (1795), el 58 por 100 eranindios, el 22 por 100 mestizos, el 8 por 100 pardos y esclavos, y el 12 por 100 eran

    blancos. Esta minora, si bien controlaba la vida econmica y poltica del pas, nuncapoda olvidar las masas indias que la rodeaba ni ignorar la sucesin de rebelionescontra los funcionarios reales y la opresin de los blancos. En Per, los criollosno podan poner en duda la resolucin espaola de mantener subordinados a losindios; pero despus del gran levantamiento de Tupac Amaru se dieron cuenta delmodo en que ellos mismos eran postergados del sistema de seguridad y cmo susmilicias eran desmovilizadas. En Mxico la situacin social tambin era explosiva;los blancos siempre eran conscientes de la indignacin contenida de los indios yde las castas, de la creciente falta de respeto a la ley entre las clases ms bajas, paracuyo control eran frecuentes los despliegues de fuerzas militares y de la milicia. Ala-mn describi a los indios mexicanos como una nacin enteramente separada; ellosconsideraban como extranjeros a todo lo que no era ellos mismos, y como no obstante sus privilegios eran vejados por todas las dems clases sociales, a todas lasmiraban con igual odio y desconfianza. En 1799, Manuel Abad y Queipo, obispo

    electo de Michoacn, seal las profundas grietas de la sociedad mexicana dondeentre los indios y los espaoles resulta ... aquella oposicin de intereses y de afectos que es regular entre los que nada tienen y los que lo tienen todo, entre los dependientes y los seores.17 Tradicionalmente la lite esperaba que Espaa la de-

    16. Representacin