Lección 26 El Señorio De Cristo Y El Creyente

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Escuela Bíblica por Internet,Teología Sistemática,Cristología,Momento de Decisión

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B El Seoro de Cristo y el creyente... y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi (Gl. 2:20)

a) Al recibirle a Cristo como Salvador, por fe, sta, le coloca al creyente bajo un nuevo seoro

- Esto es lo que Pablo afirma en (Gl. 2:20) al decirnos: Con Cristo estoy juntamentecrucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en m, y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me am se entreg a s mismo por m. Es decir, cuando dejamos de ser pecadores perdidos para ser pecadores salvados y redimidos por Cristo, se produce en nuestras vidas un cambio de seoro, dejando de estar bajo el seoro del pecado y de la muerte (Rom. 5:21; 6:12), nicamente, por y mediante Jesucristo, Seor nuestro. Estando as, este nuevo seoro vinculado a la cruz de Cristo. Tambin, el contexto de (Gl. 3:20) hace referencia al hecho de que el creyente tiene que renunciar a su propio ego, permitiendo que el principio que gobierna al creyente carnal sea crucificado, o sea muerto en el poder que Cristo nos da, para vencer al diablo y la tentacin; la cual nunca habr de ser - estando bajo su Seoro -, ms de lo que podamos resistir (Sgo. 4:7; 1:12; 1 Cor. 10:13). Evitndose la atraccin y seduccin de nuestros deseos que desembocan finalmente en la consumacin del pecado y ste, una vez llevado a cabo, en muerte. As que, Amados hermanos mos, no erris, nos ruega el Seor (Sgo. 1:15-16). Debiendo los creyentes regocijarnos en el Seoro de Cristo y acudiendo a L en cada momento, y ante cada circunstancia siendo espirituales y no carnales.

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Cbenos, entonces, preguntarnos: qu es ser un creyente carnal? o ser uno espiritual?, ya que, lo uno o lo otro, no consiste ni en ser un discpulo abominable de Satans permanentemente, ni tampoco en ser un piadoso y fiel siervo de Cristo, perfecto y justo en todo momento.

1) Qu es ser un creyente carnal?

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- Simplemente un creyente carnal es aquel que lleva una vida controlada por la carne(Rom. 8:3-8), no pudiendo por tanto, serle agradable a Dios. Esa vida comienza por una mente controlada por la carne (vs. 5) y luego los preocupantes hechos y acciones que la representan (Gl. 5:19-21). Por esta razn, debemos controlar nuestra mente y voluntad, despojndonos del viejo hombre, que est viciado conforme a los deseos engaosos, renovndonos en el espritu de nuestra mente, y revistindonos del nuevo hombre, creado segn Dios, en la justicia y santidad de la verdad (Ef. 4:22-24). Para ello, hermano, tenemos, nada menos que la mente de Cristo (1 Cor. 2:16). Es decir, la posibilidad de pensar como el Seor lo haca ante toda circunstancia de tentacin y pecado.

2) Qu es ser un creyente espiritual?

- Ser creyente espiritual es andar en el Espritu, y no satisfacer los deseos de lacarne (Gl. 5:16). Es decir, proseguir la vida diaria, las tareas habituales, encontrndose con tentaciones inevitables, con obligaciones, con penas, con alegras, con frustraciones, con dificultades y con xitos. Pero, todo ello, en el Espritu; o sea: bajo Su gua y direccin; con Su ayuda, Su asistencia y Su poder. Si el creyente vive de este modo, no ceder ante los deseos pecaminosos de la carne. Este versculo, nos muestra que la carne sigue presente en el cristiano, quedando con ello refutada la idea de que la naturaleza pecaminosa es erradicada cuando el hombre recibe a Cristo como Salvador y Seor. Tambin debemos comprender y recordar que no podemos estar ocupados, simultneamente, con Cristo y con el pecado. En sntesis, podemos decir que andar en el Espritu, es tomar decisiones a la luz de Su santidad. Es debido a esta realidad, que el siguiente versculo (Gl. 5:17), nos revela que el Espritu y la carne estn en constante conflicto, y esto as habr de seguir hasta que seamos llevados al hogar celestial y estemos en perfeccin (1 Cor. 13:10). Entonces nos preguntamos: Por qu Dios no quit la naturaleza carnal de los creyentes en el momento de su conversin? Dios aunque podra hacerlo no lo hizo.

Por qu?Porque quiso mantenernos permanentemente conscientes de nuestra propia debilidad; quiso mantenernos continuamente dependientes de Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote (Heb. 4:15), nuestro perfecto y justo abogado (1 Jn. 2:1) y santo intercesor (Heb. 7:25). Y hacer que disemos incesantes alabanzas a Aqul que con su sangre,... nos am hasta el fin (Apoc. 1:5; Jn. 13:1).

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En lugar de quitar la vieja naturaleza, Dios nos dio su propio Santo Espritu, para que, morando en nosotros, nos ayude intercediendo con gemidos indecibles, a causa de nuestra debilidad (Rom. 8:26), a ser creyentes espirituales. Debiendo el cristiano, con toda diligencia, ser llenado por L (Efe. 5:18), con su fruto (Gl. 5:22). Este fruto del Espritu, es la antitesis de las obras de la carne (Gl. 5:19), las cuales son el producto de la energa humana, mientras que el fruto, crece segn la rama permanece en la vid (Jn. 15:5). Producindonos el Espritu Santo, un nico fruto, el cual es: la imagen de Cristo en el creyente, siendo las virtudes que le adornan el resultado de vivir, la comunin con su Seor, sometindose a su Seoro, en amante devocin y obediencia. Es de esta manera que, el Espritu Santo, va obrando un maravilloso milagro en el creyente: nos transforma a imagen de Cristo; a semejanza de L (2 Cor. 3:18).

Amn. b) Estar bajo el Seoro de Cristo, implica para el creyente, considerarse muerto al pecado, pero vivo para Dios en Cristo Jess, Seor nuestro

- Cuando Pablo nos exhorta a los romanos (Rom. 6:11) a que se consideren muertos alpecado, nos est enseando que vivir bajo el seoro de Cristo, debe conducirnos al reconocimiento de que si pretendemos vivir de esa manera, pero confiando en nuestros recursos, habilidades y capacidades, que son nulos, pronto la oracin, el estudio de la Palabra, y todo nuestro servicio y adoracin, para con L, pasar a ser una carga y no una fuente de regocijo y paz para nuestras almas y vida. Pronto aprenderemos, en este caso, que sin el Seor, nada podemos hacer (Jn. 15:5). Pero, cuando el apstol nos dice que debemos los creyentes, considerarnos vivos para Dios en Cristo Jess, Seor nuestro, est poniendo el nfasis en la persona de Jess como el Seor. O sea, el reconocimiento del seoro de Cristo, el cual implica la vida de L, habitando en nuestro interior esto es: su modo de pensar, actuar y amar - , y que est destinada a desplazar nuestro egosmo y a vitalizar todo nuestro ser, en la realizacin de las acciones ms grandes o en las ms pequeas; ya sea en las cosas importantes como en las ms simples, para que en todo, sea Dios glorificado (1 Cor. 6:20; 10:31).

c) El Seoro de Cristo, requiere del creyente, un conocimiento altsimo del SeorY ciertamente, aun estimo todas las cosas como prdida por la excelencia del conocimiento de CRISTO JESS, mi SEOR (Fil. 3:8)

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- Pablo renunci a la elocuencia humana para proclamar el mensaje de la cruz (1 Cor.1:17; 2:1,4; 2 Cor. 11:6). El apstol al hablar de la excelencia del conocimiento de Cristo quiere significar la sobrepujante grandeza del Seor que tiene ventaja y es suprema, sobre toda otra que pudiera haber.

- Este conocimiento significa que Cristo se haga todo en nosotros.As resulta, que L es:

1) Nuestra vida (Gl. 2:20 ...mas viva Cristo en m) 2) Nuestro amor (Filip. 3:8 ...por amor a Cristo tengo todo por basura desperdicio)

3) Nuestra fuerza (Filip. 4:13 Todo lo puedo en Cristo) 4) Nuestra gloria (2 Cor. 10:17 Mas el que se gloria, glorese en el Seor) 5) Nuestro galardn (2 Tim. 4:8 Me esta guardada la corona..., la cual medar el Seor)

- Tambin, ese conocimiento de Cristo nos conduce a la aceptacin plena de loque es el Seor:

. Cristo, como nuestra esperanza de gloria (Col. 1:27) . Jess, como nuestro Salvador (Hech. 5:31; Rom. 1:16) . Seor, como el soberano supremo sobre nuestras vidas (1 Tim. 6:15) Finalmente, ese conocimiento del Seor, debe ser experimental y no slo intelectual. Siendo notable como el apstol se expresa al respecto: Estimo todas las cosas como prdida por la excelencia del conocimiento de Cristo, mi Seor. La frase de Pablo nos ensea que, conocer a Cristo, es ms que recibir enseanza acerca de L a travs del escudriamiento (examen cuidadoso) de las Escrituras (Jn. 5:39). Se trata tambin de conocerle a L en la experiencia. Aqu estamos ante un aspecto definitivo y esencial para todo hijo de Dios, quien luego del primer gran paso de su conversin, inicia el camino de su santificacin progresiva mediante el conocimiento personal y creciente de Dios, en CRISTO (Ef. 4:13-15).

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Se trata del conocimiento de Dios a base de la experiencia, es decir conocerle adems de un saber intelectual de Su Palabra, a travs de la meditacin; la oracin; la obediencia y la fidelidad. Es slo a travs de estas experiencias personales, que al conocimiento bblico se agregarn la comprensin y las vivencias de: Su gracia; su misericordia; su gloria; y su infinito y perfecto amor. Es decir la esencia del mismo Dios creador y de Jesucristo el Seor, juntamente con sus sabios consejos y propsitos para con cada uno de nosotros. Ahora bien, al trascender todas estas cosas lo humano y terrenal, slo podr ser posible conocerle por una revelacin sobrenatural. Proveyndonos Dios a tal fin, a Aquel que ha inspirado las Escrituras; al Espritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido (1 Cor. 2:12). L nos ha sido enviado como instructor del creyente. Este Espritu escudria, es decir explora, sondea, conoce de modo exacto y preciso la mente de Dios (1 Cor. 2:10). As el Espritu Santo aplica la Palabra de Dios al corazn, revelando la verdad encerrada en la Escritura, alumbrando los ojos de nuestro entendimiento (Ef. 1:18), para discernirle en Su verdadera naturaleza y para experimentar Su poder. Pero, es necesario comprender que esa revelacin del Espritu Santo no ser en proporcin al conocimiento bblico que tengamos en nuestra mente, sino a la medida de la prevalencia del Seoro del Cristo en nuestro corazn.

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Es en este sentido que Pablo habla de la excelencia del conocimiento de Cristo Jess, por eso agrega ... mi Seor. Indicndonos que, para el creyente, conocer a Cristo, no debe consistir slo en saber que L existe y conocer Su Palabra, sino que significa, principalmente, compromiso personal con Cristo el Seor, dejando toda actitud de rebelda y laxitud, cambindola, por la de sumisin y obediencia haca su Persona y Seoro.

1) No tiene la misma trascendencia que Jess sea el Seor, a que sea mi Seor Enfatizar el mi al confesarle Mi Seor, significa: Vencer la carne, en dependencia de L (Rom. 7:24-25) Dejar que su soberana perfeccione nuestra debilidad (2 Cor. 12:8-10) Que L nos llame, al servicio, por su gracia (Gl. 1:15) Que L sea la razn y el todo de nuestra vida (Filip. 1:21)

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Reconocer que la Cruz de nuestro Seor Jesucristo es nuestra mayor gloria (Gl. 6:14)

Que el Seor es la expresin suprema de amor (Ef. 5:2) Dejar que L oriente nuestros pensamientos y mirada hacia los lugarescelestiales (Col. 3:1-2)

Que L es nuestra posibilidad y disfrute de la gloria de Dios (Rom. 5:2) Que L mientras se aproxima Su venida, es nuestro compaero fiel, queest a nuestro lado dndonos fuerzas... y librndonos de toda obra mala... A l sea gloria por los siglos de los siglos. Amn (2 Tim. 4:17-18).

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Pablo no nos deja ninguna duda que, el conocimiento de Jesucristo est ligado directamente con el sometimiento de nuestra alma al Seor, porque este conocimiento siempre significa una relacin estrecha con L y un conocimiento creciente de su voluntad para con cada uno de nosotros. Es decir el reconocimiento de Su Seoro en nuestro diario vivir, el cual nos lleva con reverencia sincera y agradecida a llamarle: Mi Seor. Amn.

d) Vivir bajo el Seoro de Cristo, demanda al creyente, ganar a Cristo... por amor del cual (mi Seor) lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para GANAR A CRISTO (Fil. 3:8)

- Esta expresin ganar a Cristo forma parte y es la conclusin del versculo que Pabloescribi para nuestra instruccin en (Filip. 3:8). As nos preguntamos:

Qu es, entonces, ganar a Cristo? 1 Ganar a Cristo, es la obligacin tica y moral que tenemos para con el Seor porcuanto, primero el nos gan para Dios con su sangre (Hech. 20:28). Tratndose de una experiencia que no se agota en la conversin pero empieza en ella. Y aunque el creyente no se de cuenta, al comienzo de su vida cristiana de todo lo que implica ser salvo, se establece desde el momento en que confa en el Seor, una relacin plena, total e indestructible, con Cristo, el Hijo de Dios. El pecador viene como est; como el pecado lo ha dejado: pobre, desvalido, ciego, miserable y desnudo (Apoc. 3:17). Pero Dios le recibe como hijo, y le viste como al prdigo, inicindose en el cielo un regocijo que no tendr fin (Jn. 3:17; Luc.15:7,20-22).

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2 Esta expresin ganar en la lengua original significa literalmente apropiarsede un botn; tan alta era la idea que Pablo quera expresar. El concepto es claro: Se requiere del creyente considerar como prdida, como realmente es, todo aquello en que la carne quiera confiar para ganar a una persona sublime como lo es CRISTO JESS.

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Esto nos lleva a discernir un problema sutil, frente al cual nuestro engaoso corazn puede confundirse. Una cosa es pretender cumplir con Dios y otra cosa es ganar a Cristo. Entre una y otra est la sincera y real intencin del corazn. Una es tener la falsa religin de Balaam (2 Ped. 2:15-16; Ap. 2:14) y otra ganar a Cristo. Balaam deseaba morir la muerte de los justos; pero no expres en ningn momento que deseara vivir la vida de los justos (Nm. 23:10; Sal. 58:11; Prov. 12:21; 13:21). No sirve de nada tener una piedad formal, que proclama que amamos a Dios de todo corazn, pero que luego revela que se ama ms a las cosas y no a Dios. No podemos considerar a Dios, y a las cosas de Dios, como un medio para lograr otros fines. Podemos tener bienes y posesiones legtimamente, pero no se puede hacer de ellos la base de nuestra seguridad, o el objetivo de la vida, aunque sean usados generosamente en la obra, si se quiere ganar a Cristo. Con Dios no se negocia sino que se sirve. Hasta se pueden tener dones espirituales, pero no se los puede considerar como base de la gratificacin personal, si queremos ganar a Cristo. Podemos caer en el grave error de apreciar los dones que suponemos tener, ms que apreciar al Seor de los dones, que por gracia, nos los ha concedido. No arruinemos con nuestra soberbia; orgullo y falso concepto del yo, los dones que el Seor de la gloria nos dio, para su gloria y no la nuestra (1 cor. 6:20).

- Seamos conscientes, hermano, que Dios ha decidido darnos juntamente con L, todaslas cosas (Rom. 8:32). Y lo que L nos ha dado es ms grande an que si nos hubiese dado la creacin entera. Al darnos a Cristo, Dios nos da ms que el mundo entero ya que Dios es ms grande que sus obras y el Hijo es ms grande que el universo y mas sublime que los cielos (Heb. 8:26). Que no sepamos apreciar en concepto y pensamiento todo cunto esto incluye no quiere decir que, todo, no lo hayamos recibido, en Cristo. Por tanto utilicemos nuestros bienes y nuestros dones, es decir nuestra vida de servicio, para glorificar al Padre y honrar eternamente al Hijo, nuestro Seor.

3 Ganar a Cristo significa, adems, entrar en los propsitos eternos de Dios (Ef.1:6,12; 3:10-11; 1 Ped. 2:9), Ganar al Seor significa tener participacin en todo

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cuanto Cristo ha hecho; en todo lo que L es y en todo lo que L ser; porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos (Ef. 5:30). Entonces, pues, bajemos la cabeza al suelo y adoremos (Ex. 34:8), con santidad a la cabeza y fundamento del cuerpo, espiritual, del cual formamos parte, a Jesucristo el Seor. Amn.

e) El Seoro de Cristo y la Cena del SeorAs, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Seor anunciis hasta que l venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Seor indignamente, ser culpado del cuerpo y de la sangre del Seor - (1 Corintios 11:26-27)

- El Seoro de Cristo demanda al creyente que participe en la Cena del Seor condignidad. L, debe tener la preeminencia no slo en mis deseos sino tambin en mi adoracin, en este culto tan caro a nuestros corazones, en Su recuerdo. Y poder as, al celebrar la Cena del Seor, hacerlo sin indignidad (1 Cor. 11:2729), pues all, estamos anunciando la muerte del Seor, y si participamos no discerniendo el cuerpo del Seor, nos hacemos culpables del cuerpo y de la sangre de Cristo. Todo esto hace muy solemne el partir el pan en memoria de L, y debera motivarnos a un constante y sincero examen de nosotros mismos (1 Cor. 11:28,31). El Seoro de Cristo debe grabarse en nuestros corazones y ser el pensamiento rector de nuestra adoracin cuando celebramos este culto sublime, segn su mandato. Es la fiesta para L, mi Seor, el Amado Salvador, que desea, entraablemente, ocupar el lugar central en los afectos de nosotros, su pueblo. Si le amamos, algo, y en la medida que L lo hizo con nosotros, no solamente honraremos su Seoro, sino que lograremos que el SEOR vea en nosotros del trabajo de su alma y quede satisfecho (Is. 53:11).

Amn.

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C El Seoro de Cristo y el servicioServid al Seor con alegra; Venid ante su presencia con regocijo (Sal. 100:2)

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Darle a Cristo su lugar como Seor en nuestra vida y servicio, es darle el primer y ms alto lugar en todo. Su seoro en nuestro servicio comprende obediencia sin lmite y fidelidad al deseo y a la voluntad del Seor, hasta donde le ha agradado a L iluminarnos, esa ser la manera de glorificarle (2 Cor. 9:13; 1 Ped. 1:14; 1 Cor. 4:2; 1 Ped. 4:10-11; Ef. 4:7,11). Esta actitud de reconocimiento del Seoro de Cristo, va ms all del cumplimiento de sus mandamientos acerca del bautismo y del partimiento del pan. Fijmonos que el Seor, cuando alaba a su siervo en las palabras: Bien, buen siervo y fiel, el contraste es con el siervo malo y negligente (Mt. 25:21,23) Mt. 25: 26,30). Y esto nos lleva a la realidad, en estos, ya casi, tiempos del fin, de que no hay tiempo para la indiferencia ociosa. Recordemos las palabras de Nehemas a sus opositores y enemigos, cuando pretendieron engaarle y que dejase su labor yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesara la obra.... No permitiendo que nada le arredrara o le desviara de la alta obra de Dios. As tambin, este concepto debe primar en el servicio a nuestro Seor, si queremos que L tenga pleno Seoro. Pero el hecho de tener el privilegio de participar en su servicio (2 Cor. 8:4 ya que el verdadero privilegio del creyente es, en realidad, participar en el servicio para los santos), no nos debe conducir a la exaltacin propia. El mismo Seor Jess record a sus discpulos que cuando hubiesen hecho todo, deba decir: Siervos intiles somos, pues lo que debamos hacer hicimos (Luc. 17:10). He aqu, entonces, el asunto sobre el cual Dios nos pedir cuenta a cada uno. La cuestin, en el Tribunal de Cristo, que habremos de enfrentar ser: Hemos dado al Ungido de Dios el lugar que le corresponde como Seor? Hagmonos todos esta pregunta, y busquemos con toda humildad y sinceridad de contestarla, y enmendar nuestros errores, por amor a L.

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Sin embargo, debido a nuestra laxitud y carente respuesta, es que con amor nos reprocha: Por qu me llamis Seor, Seor, y no hacis lo que digo? (Luc. 6:46). No olvidemos que por amor a L, como hijos obedientes, no debemos conformarnos a nuestros antiguos deseos (1 Ped. 1:14), debiendo, por el contrario, glorificarle en todo.

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Bblicamente, el seoro de Cristo se pone de manifiesto, a travs de nuestro ministerio en la medida que en l se cumpla la voluntad del Seor. Para que ello ocurra deben darse, al menos, cuatro supuestos bsicos que hacen a nuestra fe y madurez espiritual:

a) El Seoro de Cristo, implica que el creyente, est, incondicionalmente, de acuerdo con la voluntad de su Seor para con l

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Este debe ser el propsito de nuestro corazn y voluntad y aceptarlo con conformidad, aunque ello signifique el sacrificio de nuestras esperanzas y de nuestros planes personales. Condicionndolo todo a si el Seor quiere (1 Cor. 4:19), o si el Seor lo permite (1 Cor. 16:7). Nuestro sometimiento a su voluntad no slo habr de agradarle al Seor que es lo ms importante sino que nos librar del fracaso y la desilusin y tristeza del corazn que conlleva (Pro. 16:9). Actuando de esta manera, evitaramos, el castigo de nuestro Seor, debido a nuestra impericia espiritual (Luc. 12:47; 2 Ped. 2:21) (Sgo. 4:13-17).

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Tambin la prosperidad y bienestar econmico que el Seor nos d, debe conformar nuestro corazn. Pablo lo resume en la breve, pero magnifica expresin Pero gran ganancia es la piedad acompaada de contentamiento (1 Tim. 6:6). Es decir cuando estamos absolutamente conformes con la situacin terrenal que el Seor determina para cada uno de nosotros. Mejor es lo poco con el temor de Jehov, Que el gran tesoro donde hay turbacin nos aconseja Salomn en (Prov. 15:16) y Mejor es lo poco del justo, Que las riquezas de muchos pecadores, nos dice David en su (Sal. 37:16). El mismo Pablo, testifica en su propia vida, esta experiencia de contentarse cualquiera que fuere su situacin (Filip. 4:11-12). La razn, hermano, la expresa el ignoto autor en (Heb. 13:5) Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenis ahora; porque L dijo: No te desamparar ni te dejar. Que ms entonces podemos anhelar. Esta disposicin de nimo habr de evitar en nosotros la raz de amargura que nos estorbe en la obtencin de su gracia (Heb. 12:15), a la vez que llenar nuestras almas, con la plenitud celestial de su gozo y de su paz (Jn. 15:11; 14:27).

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b) El Seoro de Cristo, demanda al creyente, que confe ciegamente en la voluntad de su Seor

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Este pensamiento implica aceptar sin duda alguna que todo lo que el Seor determina para con cada uno de nosotros nos ayuda a bien (Rom. 8:28). Esta divina confianza debe subsistir siempre en nuestro sentir, de manera que, sea lo que fuere lo que L nos ordene, ella ha de ser siempre lo mejor para su gloria y nuestro bien. Tenemos el ejemplo de Job, que cuando pasaba por las ms penosas circunstancias de su vida dijo: He aqu, aunque L (Jehov) me matare, en L esperar (Job. 13:15). Tambin, el testimonio de los tres hebreos cuando, amenazados por Nabuconodosor, dijeron: He aqu nuestro Dios...puede librarnos...y nos librar. Y sino, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado (Dn. 3:17-18). Ellos confiaban ciegamente en la voluntad de su Dios, y estaban conformes, con ella, sin reservas, cualquiera fuese el resultado.

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As nosotros los creyentes, en aras del vivir de su Seoro en nuestras vidas, si queremos gozar en algo - al menos - de sus xitos, debemos practicar los mismos principios bblicos que estos grandes hombres de Dios llevaron a cabo, glorificndole permanentemente a L. No perdis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardn, nos exhorta nuestro amado Salvador y Seor en (Heb. 10:35). Que as sea.

c) El Seoro de Cristo, requiere del creyente, entender la voluntad de su Seor

- No es slo suficiente estar de acuerdo y confiar, sino que debemos entender lavoluntad del Seor. Pablo en (Ef. 5:15,17) nos exhorta: Mirad, pues, con diligencia cmo andis, no como necios sino como sabios... Por tanto, no seis insensatos, sino entendidos de cul sea la voluntad del Seor. Es decir, debemos ser sabios y entendidos, en cuanto a la voluntad del Seor para con nosotros, ya que si nos hallamos continuamente en dudas, la Palabra de Dios nos incluye entre los necios e insensatos. Mustrame, oh Seor, tus caminos; Ensame tus sendas clamaba David en su madurez (Sal. 25:4); y el Seor le contesta en el (Sal. 32:8) Te har entender, y te ensear el camino en que debes andar; Sobre ti fijar mis ojos. Al igual que a David, el Seor est presto a contestar a nuestras preguntas en cuanto a su voluntad para con nosotros. No olvidemos que la voluntad de Dios, es nuestra santificacin (1 Tes. 4:3), esperemos entonces en L, para conocerla, pero debemos tambin esperar hasta que al Seor le agrade iluminarnos.

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- Aqu es donde muchos fracasamos:- Esperamos en L, pero nos impacientamos esperndole a L Recordemos que nuestros tiempos no son nuestros y como David, debemos decirle al Seor en tu mano estn mis tiempos (Sal. 31:15), por tanto digamos: Decide t, mi Seor y dame paciencia; porque nos es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengamos la promesa (Heb. 10:36). Y si pedimos con fe y con paciencia, hermano, entonces: El Seor encaminar nuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo (2 Tes. 3:5). Si no estamos completamente seguros de que comprendemos la voluntad del Seor, es mejor esperar hasta que lo estemos. Miremos el fracaso de Abraham, en cuanto a este aspecto. Impaciente de esperar, y a la sugestin de Sara, pens y ejecut sus propios planes, y qu tristeza de corazn vinieron luego a ambos por causa de su hijo Ismael (Gn. 12:1-4; 13:14-17; 15:1-7; 17:1-8) y (Gn. 16:1-16). Hallarnos aparentemente inactivos, cuanto no sabemos con certeza la voluntad del Seor respecto a cada uno de nosotros, no ha de afligir al Seor. Es cuando conocemos

su voluntad y nos quedamos inactivos que L se aflige.Esto nos lleva a considerar el cuarto supuesto:

d) El Seoro de Cristo, una vez entendida la voluntad del Seor, llama al creyente a llevarla a cabo

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Es decir, debemos servirle, comprobando lo que es agradable al Seor (Rom. 12:2). Esto es, mantenindonos activos en todo aquello que es aceptable al Seor. Vale decir: Todo lo que le honre y le glorifique.

Llevndonos este pensamiento a preguntarnos: Esperamos alguna recompensa por la vivencia del SEORO DE CRISTO, en nuestro servicio?

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Ciertamente, el pensar as sera manchar la dignidad del Seor. Verdad hermano? Qu mas honor nos cabe que el Amado, piense en nosotros (Sal. 40:17 David); Que est preparando lugar para nosotros en las moradas del Padre (Jn. 14:2) y que ciertamente, viene en breve (Apoc. 22:20). Amn; s, ven Seor Jess (decimos nosotros).

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Pero, si bien todo lo anterior pertenece a su propsito y amor eternos, para con nosotros, podemos hallar algunas cosas en nuestro servicio que le sean gratas a su corazn (Filip. 4:18). El primer galardn que hallamos es el gozo de tener algn trabajo de amor que el Seor pueda reconocernos (Heb. 6:10). Y suficiente recompensa es ya saber que fue hecho para L. Pero adems del futuro de gloria con el Seor (Jn. 17:24), tenemos la viva emocin de tener comunin con L en el servicio, y de tener su aprobacin, como obrero que no tenga de qu avergonzarse (1 Jn. 1:3; 2 Tim. 2:15).

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No podemos, quizs, hacer todo lo que est en nuestro corazn, pero bien es que all est el deseo, pues el Seor manifestar las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibir su alabanza de Dios (1 Cor. 4:5). Recordemos las palabras de Juan y Pedro alentndonos y animndonos en nuestro trabajo de amor para L, cuando nos dicen: El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre..., entonces,... encomendemos nuestras almas al fiel creador, y hagamos el bien (1 Jn. 2:17; 1 Ped. 4:19). Quiera nuestro Padre Celestial, bendecirnos y ayudarnos para que el Seoro de Cristo more y viva en nuestro corazn y ministerio, Para que al igual que lo hizo con Mara de Betania, logremos sus palabras de recompensa y, mi Seor; tu Seor; nuestro amado Salvador, nos diga, cuando estemos en su santa presencia: Buena obra me has hecho ... porque ... t has hecho lo que podas (Mr. 14:6,8). No lo olvidemos. Que as sea, para la honra del Hijo y la gloria del Padre. Amn.

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IV) Segn: Juan- Juan: Un ejemplo del Seoro de Cristo junto a la Cruz (Un enfoque emotivo y devocional y severo y solemne)

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Espiritualmente, es junto a la Cruz del Seor, donde la Iglesia de Cristo debe permanecer porque separados de L nada podremos hacer (Jn. 15:5). Juan nos muestra un aspecto afectivo y reverente del Seoro de Cristo, cubriendo a su amada iglesia, por la cual se entreg a si mismo (Efes. 5:25). Es como si su presencia a los pies de la Cruz, acompaando a la madre del Seor, hubiese percudido su alma de un amor excelso hacia Aqul que lo amaba, y que fue hecho ms sublime que los cielos (Heb. 8:26). Tambin el apstol pone de manifiesto una percepcin espiritual, muy singular para con el Cristo resucitado. En aquella madrugada brumosa en el Mar de Galilea, fue quien, antes que los dems, reconoci al Seor y, tambin, al ver los lienzos y el sudario en el sepulcro vaco, fue el primero en creer (Jn. 20:7-8). Es como si el Seor reservara ciertos privilegios y revelaciones para con aquellos que se destacan por su espiritualidad y fidelidad. No tratndose de que el Seor haga acepcin de personas (Sgo. 2:1), ya que, en presencia de Cristo el Seor, desaparecen las diferencias y virtudes terrenales, y prevalecen las intenciones del corazn y el amor a L, las cuales, cuando sean manifestadas, cada uno recibir su alabanza de Dios. Porque el Dios justo prueba la mente y el corazn (1 Cor. 4:2,5; Sal. 7:9).

- El discpulo del Seor, en una visin gloriosa, nos muestra al Admirable, Consejero,Dios fuerte, Padre eterno y Prncipe de paz (Is. 9:6), al Seor de la Gloria (1 Cor. 2:8), en medio de su amada iglesia (Apoc. 1:13 a), ocupando el centro de ella y andando en medio de su iglesia (Apoc. 2:1), proveyndonos desde all Su santa y celestial providencia llena de gracia, misericordia, perdn, gozo, paz y amor, revelndonos tambin, un mensaje severo y solemne (Apoc. 3:15-17), para con cada uno de los miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos (Efes. 5:30).

Gracias mi Seor! Amn.

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Es, principalmente, en sus Revelaciones y Evangelio, donde el apstol enfatiza, en cuanto al Seoro de Cristo que:

A El Hombre del Calvario es el Seor de su Iglesia... Seor, a quin iremos? T tienes palabras de vida eterna (Jn. 6:68)

a) El Seoro de Cristo debe ser el centro rector de toda iglesia local... Y vuelto vi... en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre,... y los siete candeleros... son las siete iglesias (Apoc. 1:12,20) Justo eres T, oh Seor, el que eres y que eras, el Santo (Apoc. 16:5)

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El libro del Apocalipsis, nos presenta al Hombre del Calvario (Apoc. 11:8) glorificado (Apoc. 1:13-16), presentndose en medio de cada una de las siete iglesias (cap. 2 y 3), las cuales componen profticamente, la historia de la Iglesia en su testimonio en el mundo, desde la muerte de los apstoles (iglesia primitiva) hasta el momento en que el Seor Jesucristo nos tomar a sus santos al cielo. En este periodo de 2000 aos, L se presenta como el Seor de la Iglesia, en el aspecto que corresponde a la necesidad principal de cada una de ellas. Teniendo cada iglesia su propio carcter distintivo y problema, a travs de la historia. As tenemos: 1 feso (primer siglo y parte del segundo), la que dej su primer amor, aunque trabaj arduamente y con paciencia (2:3). 2 Esmirna (siglos segundo a cuarto), fue la iglesia perseguida por los emperadores romanos, temerosa por la tribulacin. Pero era una iglesia rica en su pobreza (2:9). 3 Prgamo (siglos cuarto y quinto), la iglesia excesivamente tolerante y con apartamiento doctrinal, aunque retuvo su nombre y no neg su fe (2:13). 4 Tiatira (siglos sexto a decimoquinto), fue contemporizadora, mientras dominaba el mundo cristiano occidental la Iglesia Catlica Romana, hasta ser convulsionada por la reforma. En ella se vislumbra un apartamiento moral, aunque se destaca su amor; su fe y su servicio, y que sus obras postreras son ms que las primeras (2:19). 5 Sardis (siglos diecisis y diecisiete), es la iglesia durmiente con mortandad espiritual (3:1), donde la luz de la reforma pronto se debilit.

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6 Filadelfia (siglos dieciocho hasta ya comenzado el siglo veinte), iglesia donde ocurrieron los grandes avivamientos y grandes movimientos misioneros. Una iglesia que supo aprovechar la oportunidad, a quien el Seor guard de la hora de la prueba (3:10), y aunque tuvo no mucha firmeza, si guardo su Palabra y no neg su Nombre (3:8). 7 Laodicea (mitad del siglo veinte hasta nuestros das), es la iglesia complacida consigo misma y tibia, la de los ltimos das. La iglesia del liberalismo y del ecumenismo, la que tiene al Seor, fuera de la puerta (3:20). Sera muy copioso profundizar en cada una de ellas, en lo que hace al Seoro de Cristo, pero no as con la ltima Laodicea de la cual, t y yo hermano, formamos parte. As, veremos brevemente algunas de sus caractersticas que hacen a nuestro tema.

b) Jesucristo debe ser: El Seor de Laodicea (nuestra iglesia)Es as realmente?, o simplemente l es en ella el Seor de nuestros dichos pero no el de nuestros hechos; el Seor de nuestra boca pero no el de nuestro corazn? Veamos:

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Juan, en sus Revelaciones, como pocos, proclama explcitamente el Seoro de Cristo en su ms amplia y suprema expresin. As tenemos que nuestro Seor (Apoc. 11:8), es en:

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Apoc. 15:3 El Seor Dios Todopoderoso. 17:14 El Seor de seores y Rey de reyes. 19:1 El Seor Dios. 19:16 El REY DE REYES y SEOR DE SEORES. 22:5 Dios el Seor. 22:20 El Seor Jess. 22:21 El Seor Jesucristo.

No siendo estos los nicos versculos que le exaltan como Seor, adems de Rey de los Santos; el Amn; el Cordero; etc.... (Apoc. 15:3; 3:14; 5:6 etc.... ).

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Consideremos, pues, puntualmente, el relato que nos hace el apstol Juan, acerca de Laodicea, la iglesia de Cristo en la actualidad (Apoc. 3:14-22). Su nombre significa: El gobierno del pueblo o el juicio de parte del pueblo. Y nos muestra, las condiciones reinantes en ella misma y en el mundo, en estos postreros das de los tiempos peligrosos (2 Tim. 3:1) de nuestra dispensacin.

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Es la nica iglesia que tiene el privilegio de no recibir ninguna alabanza o palabra de encomio por parte del Seor, quien se presenta en ella como el Amn, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creacin de Dios. Es decir: Como el Originador de toda la creacin de Dios y preeminente sobre toda ella (El vs. 14 no dice que L tuvo un comienzo, sino que L es el principio u origen de la creacin de Dios). L nunca fue creado, sino que, comenz toda la creacin. El (vs. 20), preocupantemente, nos revela que al Seor Jess, no se le reconoce, como el Seor de su iglesia; ya que, L, est fuera de la puerta de ella. Entonces, nos preguntamos:

.Quin usurpa Su lugar y autoridad? .Son quizs nuestras soberbias; nuestro autoritarismo y deseo vehemente defigurar?

.Tal -

vez sern nuestras profesiones y sabidura humana; o nuestra improvisacin doctrinal y laxitud servicial?

.O por caso ser nuestro ego el seor, en lugar de L?Exageramos tal vez?: Para nada. Juan en su relato, por revelacin del mismo Seor Jesucristo, nos dice que no somos ni fros, ni calientes, sino tan abominablemente tibios, en las cosas divinas, que causamos asco al Altsimo. Siendo nuestras caractersticas (vs. 15 a 17): El orgullo, la ignorancia, la autosuficiencia y la complacencia. Es acaso, entonces, momento para auto lamentarnos y para llorar, hermano? No, definitivamente: NO! Dejemos el sentimentalismo, y la autoflagelacin y lstima a nosotros mismos, ya que eso es parte de la falsa humildad y debilidad espiritual que nos caracteriza, y, no tengamos ms alto concepto de nosotros que el que debamos tener (Rom. 12:3). Pero tengmoslo, para su gloria; para bendicin de nuestros hermanos en Cristo y para nuestra salud eterna. A veces nos empeamos ms en dar lstima o provocar la conmiseracin de los que nos rodean, que luchar por el bienestar de ellos y su gozo, de la misma forma que el Seor lo hizo por nosotros (Jn. 16:20,22,24; 17:2-4,13,23,26). Llevndonos esta actitud errada, a resaltar nuestros esfuerzos, penurias y sinsabores, restndole energa y tiempo al sumo bien que podramos dar a nuestros familiares y hermanos en Cristo (Gl. 6:9-10; Heb. 13:16). Esto implica no servir al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de cristo, de corazn (esto es, con corazn sincero Col. 3:22) haciendo la

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voluntad de Dios (Efes. 6:6). Es decir, dando lugar al Seoro de Cristo en nuestro servicio a L. Cmo lograrlo?: Llevando a cabo tres cosas, que el Seor nos pide y que reestablecern Su Seoro en nuestras vidas, nuestro hogar, nuestro ministerio y nuestra iglesia:

1) Compremos - de L - oro refinado en fuego, para que seamos ricos (vs. 18a)

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Es decir, que nos volvamos al Calvario, donde el Seor sufri el juicio y la culpa de nuestros pecados y transgresiones. Y seamos enriquecidos, en L, abundando para toda buena obra (1 Cor. 1:5; 2 Cor. 9:8-11). Recordemos que fue con su pobreza, que fuimos nosotros enriquecidos (2 Cor. 8:9). Luego, al final del versculo, el Seor nos pide que:

2) Unjamos nuestros ojos con colirio, para que veamos (vs.18c)

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Esto es, que nos esforcemos en dejarnos guiar por el Espritu Santo, para que tengamos una verdadera visin espiritual, de la voluntad de Dios para con nosotros, a travs del alumbramiento de los ojos de nuestro entendimiento en el conocimiento de L y actuemos, as, como hijos de Dios (Rom. 8:1,14; Ef. 1:17-18). Esta visin espiritual, por fe, nos debe permitir ver a nuestro Amado como el Seor de nuestra iglesia donde nos congregamos, y el de cada uno de nosotros. Y, as, digamos como aquellos once discpulos fieles que quedaron: nos regocijamos viendo al Seor (Jn. 20:20). Simultneamente con lo anterior, tambin:

3) Seamos celosos y arrepintmonos (vs. 19)

- Vale decir, ser fervientes de espritu (Rom. 12:11) y como David clamar: El hacertu voluntad, Dios mo, me ha agradado. Y tu ley est en medio de mi corazn (Sal. 40:8).

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Concluye el Seor dicindonos: y arrepintete, de qu?; de hacer lo anterior tal vez?, por supuesto que no, sino de, ser conscientes que estos elementos esenciales de nuestra vida espiritual no deben ser notorios por su ausencia. Entonces, hermano, arrepintmonos de haberlos ignorado, y poniendo toda diligencia (2 Ped. 1:5), tomemos una accin concreta y activa que los haga regir plenamente, con todo poder de lo alto; es decir del Espritu Santo, para que EL sea, y no deje de serlo nunca: El Seor. Amn.

____________________B Jesucristo: Es el Seor!- Es en el Cap. 21 del Evangelio de Juan, donde leemos algunas de las expresiones msentraables que hacen al amor que el Seor de la Gloria nos tiene y, tambin, el gran reconocimiento de Su Seoro por parte de su discpulo amado. Ambas cosas son:

a) Hijitos... Venid, comedY les dijo (el Seor Jess): Hijitos... Venid, comed (Jn. 21:5,12)

1) Hace casi 2000 aos

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Estas palabras del Seor resucitado, fueron dadas en una madrugada primaveral en Galilea a siete de sus discpulos, que haban pasado toda la noche de pesca infructuosamente, con el propsito de darles el nimo que ellos necesitaban, para de all en ms, caminar bajo Su Seoro, ante el mundo hostil que les esperaba. Ellos estaban decepcionados y agobiados, pero all en la orilla haba Alguien que solucionara y cambiara sus problemas de desilusin, en esperanza; la carencia, en abundancia; la pena y el pesar, en gozo y alegra y el conflicto, en paz. Es que ese Alguien, era el Seor, lleno de gracia y perdn para con ellos. Ahora, volvamos a nuestro entorno...

2) Hoy ya comenzado el siglo XXI

- No estamos sobre la barca que surcaba el Mar de Tiberias, sino que viajamos sobre lanave celestial que lleva a la Iglesia de Cristo hacia la Ciudad Eterna la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Heb. 11:10) sobre este mar tumultuoso; agresivo; despiadado; y alejado de Dios. Pero all, en la cercana orilla, est el Seor, nuestro amado Salvador, muy cerca, aunque no lo veamos por vista, pero all, al alcance de nuestra oracin y nuestra fe: L est.

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Como aquellos discpulos, a veces, el sufrimiento y la desazn, nos ciega y no nos deja verle (Jn. 21:4), pero L est all para brindarnos Su providencia y sostn (Ef. 5:29). Aunque para disfrutarla, debemos, indefectiblemente, vivir bajo Su Seoro, cumpliendo con la voluntad del Padre, para con cada uno de nosotros. Si bien escatolgicamente, no sabemos cuando el Seor viene - Slo Dios lo sabe (Hech. 1:7) - , s sabemos que ciertamente viene en breve (Ap. 22:20). Hoy ms que nunca, pareciera ser la maana referida por Pablo en (Rom. 13:12) cuando nos dice: La noche est avanzada, y se acerca el da. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistmonos las armas de la luz. Estas armas de la luz (Efes. 6:13), sern tanto ms eficaces a travs de nuestro uso, en la medida que el Seoro de Cristo sea una realidad en nuestro ministerio y diario vivir. Es decir, el cumplimiento de la voluntad del Padre totalmente en nuestras vidas. Su palabra Hijitos, pareciera ya estar precedida por la voz de mando, la voz de arcngel, y la trompeta de Dios... y as estar siempre con el Seor. Por tanto - hermano -, alentmonos los unos a los otros con estas palabras (1 Tes. 4:16-18) y cubramos nuestro corazn; mente y voluntad, con el Seoro de Cristo, compartiendo, como redimidos y amados con Su sangre, su dulce invitacin a participar de un momento de comunin con L, al decirnos: Hijitos... Venid, comed. Gracias mi Seor!

b) Alabmosle porque Cristo: Es el Seor!Entonces aquel discpulo a quien Jess amaba dijo a Pedro: Es el Seor! (Jn. 21:7)

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El Seoro de Cristo, debe acunarse no slo en la calidad espiritual de todo nuestro servicio al Seor, sino tambin en nuestra ms alta reverencia y humildad y los ms caros afectos de nuestro corazn. Porque estamos sirviendo nada menos que al Seor de la Gloria y de todos (Sgo. 2:1; Hech. 10:36). Porque estamos ante la Gloria del Dios, tres veces Santo (Is. 6:3 Jn. 12:41). Cuando permanecemos, espiritualmente, junto a la Cruz del Seor, no debemos, nunca, olvidar, que estamos ante Aquel que est sentado sobre un trono alto y sublime, cuyas faldas llenan el templo (Is. 6:1); ... que se viste de gloria y magnificencia, y que se cubre de luz como vestidura, extendiendo los cielos como una cortina (Sal. 104:1-3). Estamos, hermano, ante: EL SEOR! Honremos, entonces, Su Seoro en nosotros con fidelidad y buen obrar, y juntamente con Isaas digmosle: Santo, santo, santo, Seor de los ejrcitos; toda la tierra est llena de tu gloria (Is. 6:3) y unindonos a Salomn, adoremos y ensalcmosle aclamando: A ti, Oh Seor, que eres la rosa de Sarn y el lirio de los valles... que eres Amado y el sealado entre diez mil... que eres como oro finsimo y joya muy preciosa... que eres era de especies aromticas y destilas mirra fragante... que eres ms majestuoso que los cedros del Lbano y ms dulcsimo que el amor (Cant. 2:1; 5:10-16).

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A ti, oh nuestro Dios y amado Salvador sea Gloria eterna, porque T eres; El Seor! Y, de cada uno, aunque no lo merecemos: Mi Seor, por tanto, a Ti Oh Dios; sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amn (Apoc. 1:6). Cuando vemos nuestra baja condicin, y lo excelso y sublime de su Santidad y Persona, adems del sumo bien que L, permanentemente derrama sobre nosotros, con recogida admiracin afirmamos con Santiago: El Seor, es muy misericordioso y compasivo (Sg. 5:11). Y con reverencia le adoramos dicindole, con agradecimiento eterno: Es el Seor! (Jn. 21:7). Amn.

____________________Buenos Aires, Diciembre de 2002.