Le Monde Diplomatique

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» Edición 08 Junio 2014 L. 35.00 Mensual - 12 Páginas »Edición Honduras-UNAH ¿Era necesario matar a Gadafi? » Pág. 8 y 9 Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel Los responsables de activar el volcán libio Derrumbe de los Estados árabes de Medio Oriente Pags. 3, 4 y 5 Por Vicken Cheterian Págs. 6 y 7 Por Alain Gresh Pags. 12 Por Mikaël Faujour Pags. 10 y 11 Por Boris Pétric E sto es el resultado del desmoronamiento de los Estados de la región, que co- menzó durante la guerra civil libanesa de 1975. La invasión estadounidense de Irak, en 2003, destruyó el régimen de Saddam Hussein, pero también las instituciones del país, actualmente asolado por la violencia de la guerra civil. Desde que se retiraron las tropas estadounidenses, en diciembre de 2011, ningún partido ha sabido restaurar el orden e instaurar un sistema funcional. Pese a que se ha retomado la producción de petróleo y a la afluencia de miles de millones de pet- rodólares, Irak ha atravesado recurrentes crisis políticas.. E l 15 de mayo de 1948, al día siguiente de la proclamación del Estado de Israel, los ejércitos árabes entran en Palestina. Primera guerra, primera der- rota árabe. El territorio previsto para el Estado de Palestina por el plan de partición votado en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947 se divide. Israel anexa una parte (principalmente Galilea); Jor- dania absorbe la ribera oeste del Jordán, conocida con el nombre de Cisjordania. La franja de Gaza –un territorio de trescientos sesenta kilómetros cuadrados que com- prende a las ciudades de Gaza, Jan Yunis y Rafah– queda bajo administración egipcia; va a ser el único territorio palestino en el cual no se ejerce ninguna administración extranjera. E n medio de un mosaico de lápidas color pastel –azul, amarillo, verde–, imponentes sepulturas protegen los restos de numerosos oligarcas y dic- tadores. El lugar ofrece también su última morada a un hombre asociado a la esperanza de una ruptura en la historia sangrienta de este pequeño país de América Central: Jacobo Arbenz Guzmán, segundo presidente de una “primavera guatemalteca” que, durante diez años, se esforzó por dar vuelta la página de la pobre- za y el feudalismo. A unque Pekín está abriendo su espacio económico, conser- va algunos principios: la tierra agrícola sigue siendo un bien inalienable y el acceso al suelo está mediado por contra- tos de alquiler a largo plazo con el Estado o con socios locales. Estaa cooperación permite adquirir cierto know-how y limitar las importaciones, gra- cias a transferencias de capitales y tecnología. Así, por ejemplo, el Estado francés abrió una finca vitícola en Hebei, donde invirtió dos millones de euros. La larga historia de Gaza El líder que luchó por un cambio en Guatemala China: transformar el desierto en viña

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Edición Junio 2014

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Junio 2014 Edición N°8 01

» Edición 08 Junio 2014L. 35.00 Mensual - 12 Páginas

»Edición Honduras-UNAH

¿Era necesario matar a Gadafi?

» Pág. 8 y 9

Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel

Los responsables de activar el volcán libio

Derrumbe de los Estados árabes de Medio Oriente

Pags. 3, 4 y 5Por Vicken Cheterian

Págs. 6 y 7Por Alain Gresh

Pags. 12Por Mikaël Faujour

Pags. 10 y 11Por Boris Pétric

Esto es el resultado del desmoronamiento de los Estados de la región, que co-menzó durante la guerra civil libanesa de 1975. La invasión estadounidense de Irak, en 2003, destruyó el régimen de Saddam Hussein, pero también las instituciones del país, actualmente asolado por la violencia de la guerra

civil. Desde que se retiraron las tropas estadounidenses, en diciembre de 2011, ningún partido ha sabido restaurar el orden e instaurar un sistema funcional. Pese a que se ha retomado la producción de petróleo y a la afluencia de miles de millones de pet-rodólares, Irak ha atravesado recurrentes crisis políticas..

El 15 de mayo de 1948, al día siguiente de la proclamación del Estado de Israel, los ejércitos árabes entran en Palestina. Primera guerra, primera der-rota árabe. El territorio previsto para el Estado de Palestina por el plan de partición votado en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 29 de

noviembre de 1947 se divide. Israel anexa una parte (principalmente Galilea); Jor-dania absorbe la ribera oeste del Jordán, conocida con el nombre de Cisjordania. La franja de Gaza –un territorio de trescientos sesenta kilómetros cuadrados que com-prende a las ciudades de Gaza, Jan Yunis y Rafah– queda bajo administración egipcia; va a ser el único territorio palestino en el cual no se ejerce ninguna administración extranjera.

En medio de un mosaico de lápidas color pastel –azul, amarillo, verde–, imponentes sepulturas protegen los restos de numerosos oligarcas y dic-tadores. El lugar ofrece también su última morada a un hombre asociado a la esperanza de una ruptura en la historia sangrienta de este pequeño país

de América Central: Jacobo Arbenz Guzmán, segundo presidente de una “primavera guatemalteca” que, durante diez años, se esforzó por dar vuelta la página de la pobre-za y el feudalismo.

A unque Pekín está abriendo su espacio económico, conser-va algunos principios: la tierra agrícola sigue siendo un bien inalienable y el acceso al suelo está mediado por contra-tos de alquiler a largo plazo con el Estado o con socios locales.

Estaa cooperación permite adquirir cierto know-how y limitar las importaciones, gra-cias a transferencias de capitales y tecnología. Así, por ejemplo, el Estado francés abrió una finca vitícola en Hebei, donde invirtió dos millones de euros.

La larga historia de Gaza

El líder que luchó por un cambio en Guatemala

China: transformar el desierto en viña

Page 2: Le Monde Diplomatique

02 Junio 2014 Edición N°8

Editorial

Correo electrónico: [email protected]

Una cuestión de “equilibrio”

Por Serge Halimi*

La expedición punitiva del ejército israelí en Gaza reactivó una de las aspiraciones más espontáneas del perio-dismo moderno: el de-

recho a la pereza. En términos más pro-fesionales, a eso se le dice “equilibrio”. Así, el canal de televisión estadouni-dense de extrema derecha Fox News se autocalifica, no sin humor, de “justo y equilibrado” (“fair and balanced”).

En el caso del conflicto en Medio Oriente, donde los fallos no están dis-tribuidos de manera equitativa, el equi-librio equivale a concederle una ventaja a la potencia ocupante. Para la mayo-ría de los periodistas occidentales, es también una manera de protegerse del fanatismo de los destinatarios de una información que les podría disgustar dándoles enseguida la palabra a quie-nes estarían viniendo a tranquilizarlos. Además de que no se observa esa mis-ma preocupación en el caso de otras crisis internacionales, la de Ucrania por ejemplo, el verdadero equilibrio sufre al menos por dos razones. En principio porque, entre las imágenes de una car-nicería prolongada en Gaza y las de un alerta de lanzamiento de misiles a una playa de Tel Aviv, un buen balance de-bería inclinarse un poco… Luego por-que ciertos protagonistas, israelíes en este caso en particular, disponen de co-municadores profesionales –entre los que se cuenta su primer ministro, que parecería formateado para la televisión estadounidense–, mientras que otros sólo les pueden ofrecer a los medios occidentales el calvario de sus civiles.

Pero inspirar lástima no constituye un arma política muy eficaz; es mejor controlar el relato de los acontecimien-tos. Desde hace décadas, se nos dice así que Israel “responde” o “replica”. Este pequeño Estado pacífico, mal pro-tegido, sin un aliado poderoso, consi-gue sin embargo salir siempre vence-dor, a veces sin ni siquiera un rasguño… Para que se pueda cumplir semejante milagro, es necesario que cada enfren-tamiento se inicie en el momento exacto en el que Israel se exhibe como víctima estupefacta de la maldad que la oprime (un secuestro, un atentado, una agre-sión, un asesinato). Es en este terreno bien señalizado que después se des-pliega la doctrina del “equilibrio”. Unos se indignarán del lanzamiento de mi-siles contra civiles; otros les objetarán que la “respuesta” israelí causó muchas más muertes. Un crimen de guerra pa-rejo, un empate, en resumidas cuentas.

Staff

Sumario

Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación

Alain GRESH, Director Adjunto

Bruno LOMBARD Director Gestión

Anne-Cécile ROBERTResponsable de Ediciones Internacionales y Desarrollo

Entidad EditoraUniversidad Nacional Autónoma de Honduras

Julieta Castellanos RuízRectora

Armando SarmientoDirector Honduras

Diana Perdomo Cristina AlvaradoEditoras

Lisa Marie SheranDiseño y Diagramación

Allan McDonaldIlustraciones

Francia

Honduras

Redacción:1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEXTeléfono: 33.1 53-94-96-01Fax: 33.1 53-94-96-26

Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110

Correo electrónico : [email protected]

Contenido

Una cuestión de “equilibrio”

La larga historia de Gaza

Cuando se repartióMedio Oriente

Derrumbe de los Estados árabes de Medio Oriente

Pags. 2

Pags. 6 y 7

Pag. 5

Pags. 3, 4 y 5

Pags. 8 y 9

Pag. 7

Pags. 10 y 11

Pags. 12

¿Era necesario matar a Gadafi?

Una fuerzade apoyo paralas revueltas

China: transformar el desierto en viña

El líder que luchó por un cambio en Guatemala

Y es así como nos olvidamos de lo demás, es decir, lo esencial: la ocupa-ción militar de Cisjordania, el bloqueo económico a Gaza, la colonización cre-ciente de tierras. Porque el flujo conti-nuo de información parece no tener nunca el tiempo como para indagar en este tipo de detalles. ¿Cuántos de sus más fieles consumidores saben, por ejemplo, que entre la Guerra de los Seis Días y la de Irak, es decir, entre 1967 y 2003, más de un tercio de las resolu-ciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue transgredido por un solo Estado, Israel, y que con fre-cuencia estas resoluciones concernían a… la colonización de los territorios pa-lestinos (1)? De más está decir que un simple alto el fuego en Gaza equivaldría a perpetuar una violación reconocida del derecho internacional.

Ya no podemos contar con París pa-ra que lo recuerde. Con la declaración, el 9 de julio, sin una palabra acerca de las decenas de víctimas civiles palesti-nas, en la que dijo que le correspondía al gobierno israelí “tomar todas las me-didas para proteger a su población de cara a las amenazas”, François Hollan-de abandonó en efecto cualquier apa-riencia de equilibrio. Se transformó en el pequeño telegrafista de la derecha israelí.

1. Véase “‘Deux poids, deux mesu-res’”, Le Monde diplomatique, París, di-ciembre de 2002.

*Director de Le Monde diplomatique.Traducción: Aldo Giacometti

Page 3: Le Monde Diplomatique

Junio 2014 Edición N°8 03

Derrumbe de los Estados

árabes de Medio OrientePor Vicken Cheterian*

“¿Europa está prepa-rando nuevos acuer-dos Sykes-Picot?”, me preguntaba un día un colega en Beirut, ha-ciendo referencia a los

acuerdos secretos franco-britá-nicos que, en mayo de 1916, redi-bujaron el mapa de Medio Oriente (véase “Quiero Mosul”..., pág. 24). Su pregunta era fruto de dos obser-vaciones: por un lado, el derrumbe del viejo sistema de Medio Oriente establecido a finales de la Primera Guerra Mundial y, por el otro, la ca-pacidad y la voluntad manifiestas de Europa de instaurar un nuevo or-den político en la región.

En efecto, el mapa actual de Me-dio Oriente es engañoso. Las fron-teras que hoy delimitan los terri-torios de Irak, Siria, el Líbano, Tur-quía, Yemen, etc., son ficticias y ya no reflejan la realidad en el terreno. De este modo, la frontera sirio-ira-quí ha dejado de existir al menos desde 2012. Del lado iraquí, el Es-tado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) controla una gran parte de la provincia desértica de Al Anbar y vastas porciones de Fallujah, y aca-ba de apoderarse de Mosul. Tam-bién está presente del otro lado de la frontera, en el corazón del norte sirio, de Abu Kamal hasta Racca y Alepo. Nada detiene a las tropas o las armas del EIIL en esta frontera antiguamente internacional.

El mismo panorama se repite en el oeste, en la frontera siriolibanesa. El Líbano es usado como base lo-gística por los rebeldes sirios, que antes gozaban allí de una libertad de movimiento bastante grande hasta la reconquista de Qalamun y del Crac de los Caballeros por el régimen sirio, en mayo de 2014. Por otro lado, los combatientes del Hezbollah libanés intervinieron ma-sivamente, en mayo de 2013, en la batalla de Quseir, cuando los fieles del régimen sirio perdieron terre-no. Tampoco aquí el trazado de los mapas frena el movimiento de los combatientes. Pero, en realidad, la frontera siriolibanesa cayó mucho antes: en 1976, cuando Siria envió

tropas a el Líbano, entonces sumi-do en la guerra civil.

En las fronteras sur de Turquía, del mismo modo, las fuerzas re-beldes sirias se desplazan sin en-contrar obstáculos y evacúan a sus heridos hacia Antioquía o Gazian-tep. Pero lo que preocupa a Ankara es la emergencia del Partido de la Unión Democrática (PYD) –herma-nado con el Partido de los Traba-jadores de Kurdistán– en una gran parte de las localidades kurdas del norte sirio. Tras la vertiginosa multi-plicación de los ataques kurdos en el corazón de Turquía, los dos parti-dos terminaron firmando, en enero de 2013, un cese al fuego que cau-só bastante sorpresa (1). Nada in-dica en los planisferios este poder creciente de los kurdos ni la ins-tauración en el norte de Irak de un Estado kurdo de facto, el Gobier-no Regional del Kurdistán (KRG) que, desde mayo de 2014, exporta petróleo a través de Turquía sin el consentimiento de las autoridades centrales iraquíes (2), y que, desde la conquista de Kirkuk por los Pes-hmerga –los combatientes kurdos– en junio, dispone de fabulosos re-cursos de oro negro. Las fronteras de Medio Oriente, por lo tanto, se han borrado por completo.

Fracaso del Estado-Nación

Esto es el resultado del des-moronamiento de los Estados de la región, que comenzó durante la guerra civil libanesa de 1975. La in-vasión estadounidense de Irak, en 2003, destruyó el régimen de Sa-ddam Hussein, pero también las instituciones del país, actualmente asolado por la violencia de la gue-rra civil. Desde que se retiraron las tropas estadounidenses, en di-ciembre de 2011, ningún partido ha sabido restaurar el orden e ins-taurar un sistema funcional. Pese a que se ha retomado la producción de petróleo y a la afluencia de miles de millones de petrodólares, Irak ha atravesado recurrentes crisis políti-cas (3). Las protestas pacíficas de 2011 contra la pobreza y la corrup-ción han dado muestra del descon-tento de la población, pero las ma-nifestaciones de 2013 fueron seve-ramente reprimidas y prepararon el regreso de los yihadistas y su con-quista de varias ciudades de Irak occidental, en especial de Mosul.

Las fronteras internacionales no frenan demasiado el movimiento de los refugiados, cuyo número se eleva hoy a dos millones de iraquíes y a dos millones ochocientos mil sirios (4) (sin contar, en el caso de estos últimos, a los seis millones y medio de desplazados, es decir, el 40% del total de la población). Esas migraciones masivas han engen-drado una división confesional de los territorios y la desaparición de grupos minoritarios. En 1914, había en Medio Oriente un 20% de cris-tianos; hoy son el 5%. Después de la guerra en Irak, algunas viejas co-munidades como los mandeos, los chabak o los sarliya-kakaiya han sufrido al punto que hoy parece es-tar amenazada su existencia.

¿Estamos presenciando, sim-plemente, el desmembramiento de Medio Oriente tal como emergió a

El mapa de Medio Oriente está sufriendo alteraciones sustanciales bajo el impulso de las luchas armadas existentes. Las fronteras que delimitaban los territorios de Irak, Siria, Yemen, Turquía, el Líbano… ya no se corresponden con la realidad. Algunos de los Estados actuales pueden desaparecer y dar nacimiento a otros.

Page 4: Le Monde Diplomatique

04 Junio 2014 Edición N°8

fines de la Primera Guerra Mundial o después de los acuerdos Sykes-Picot? Por desgra-cia, la crisis parece ser más grave: no se trata tanto del derrumbe de los viejos acuerdos re-gionales instaurados por los británicos y los franceses sino del simple y puro fracaso del Estado-Nación moderno en la región.

Los analistas observan la situación a tra-vés de dos prismas: las injerencias externas y las divisiones confesionales. Muchos artícu-los, informes de think tanks y documentos de orientación se centran en la lucha entre chii-tas y sunnitas, o bien en los objetivos de las grandes potencias, que desestabilizan la re-gión para debilitarla y dominarla.

Las intervenciones extranjeras constitu-yen una presión mayor sobre los Estados. Recordemos que el destino de la región ha-bía sido sellado por diplomáticos británicos y franceses durante la Primera Guerra Mundial, a expensas de las poblaciones locales; del mismo modo, la creación de Israel en 1948 constituyó una nueva fuente de conflictos. Por último, el Estado iraquí se derrumbó bajo las bombas de las fuerzas estadounidenses durante la invasión de 2003.

No obstante, tales sismos no deben ocul-tar las razones internas del fracaso de los Estados árabes. La “primavera árabe” des-truyó algunos de ellos, pero desde adentro. Todos los problemas socioeconómicos de la región –demografía durante mucho tiempo galopante, desempleo de los jóvenes, con-centración de las riquezas en manos de unos

pocos (5)– engendraron situaciones insoste-nibles. Sin duda, los analistas dan una impor-tancia desmedida al papel que desempeñan los actores externos (6). Esta visión, muy an-clada, se remonta al tiempo de la decadencia del Imperio Otomano, debida, según los sul-tanes, a la intervención de las potencias cris-tianas. Los otomanos apostaron hábilmente a la rivalidad entre los rusos y los británicos para sobrevivir, pero, con fines internos, tam-bién cultivaron un discurso antioccidental y antieuropeo cuyas consecuencias fueron de-sastrosas para sus súbditos cristianos. Hay que reconocer que el Imperio Otomano so-brevivió en el siglo XIX esencialmente gra-cias al consenso europeo acerca de su pre-servación: cuando los ejércitos de Mehmet Alí avanzaron sobre Constantinopla, fueron los ejércitos europeos, comandados por los rusos, los que salvaron a los otomanos de la invasión egipcia (en 1833 y 1840) (7). Del mismo modo, durante la guerra de Crimea, las grandes potencias occidentales tomaron el partido de los otomanos contra los rusos (1853-1856).

Herencia de contradicciones

Las razones de la caída del Imperio Oto-mano deben buscarse en su propia dinámica interna. En el siglo XIX, se promulgaron tres grandes reformas para modernizar el Estado y convertir a los súbditos otomanos en ciu-dadanos de pleno derecho: el Tanzimat en 1839, el Edicto de Reforma en 1856 y la mo-narquía constitucional –que debía suspen-

derse al cabo de dos años– en 1876. Al con-trario de lo que se cree en Medio Oriente, no fue una conspiración extranjera la que dividió el imperio, sino la decisión de los déspotas Jóvenes Turcos de entrar en la guerra al lado de los alemanes y su ulterior derrota.

Los Estados árabes modernos hereda-ron las viejas contradicciones otomanas, en especial las divisiones y las tensiones con-fesionales derivadas del sistema del millet (comunidad religiosa protegida). En cuanto teocracia musulmana, el Imperio Otomano había otorgado la autonomía a sus minorías religiosas (griegos ortodoxos, armenios, ju-díos y sirios ortodoxos) para que administra-ran sus propios asuntos y se apoyaba en sus súbditos cristianos para administrar el país y protegerlo, a través de la orden militar de los jenízaros. Pero, en la segunda mitad del siglo XIX, perdió algunos territorios en los Balca-nes y los cristianos pasaron a representar so-lamente un cuarto de la población. El sultán Abdul Hamid II decidió entonces reforzar la ideología islámica, enajenando aun más a los millets cristianos, víctimas de múltiples vio-lencias.

El sistema otomano del millet también fue instaurado en el Líbano por Francia. Las co-munidades religiosas manejaron allí de ma-nera autónoma sus asuntos internos y goza-ron de cuotas en todas las instituciones na-cionales. De este modo, el presidente debía ser obligatoriamente maronita (cristiano), el jefe del Parlamento debía ser chiita y el pri-

mer ministro, sunnita. En el contexto de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, mientras que la región se desgarraba entre regímenes monárquicos conservadores y Estados republicanos inspirados en el nacio-nalismo árabe, este sistema constituía una excepción.

Pero, durante las dos décadas siguientes, el panarabismo, sin lograr unificar la región, socavó la legitimidad del Estado-Nación. Después del golpe de Estado del Partido Baas de 1963, Siria estuvo dirigida por una casta que se oponía violentamente a la legi-timidad de su propio Estado y que había lla-mado a concluir la unidad panárabe. El régi-men censuró y reprimió numerosos debates internos: las clases superiores sirias jamás se pusieron de acuerdo sobre una cultura o un espacio político comunes (8). La ideolo-gía ahogó las diferencias que existían dentro de la sociedad, mientras que se instauraba un poder dinástico republicano, que tuvo éxi-to en Siria, pero no en Egipto, Libia y Yemen, donde la “primavera árabe” cambió los esce-narios. La diferencia entre “repúblicas” y mo-narquías árabes (Jordania, Marruecos, paí-ses del Golfo) hoy ya no significa nada.

Tanto en Irak como en Siria o Egipto, la de-bilidad de los terratenientes y de las clases medias urbanas constituyó otro problema mayor, pues impidió la creación de un espa-cio político autónomo. En el momento de la independencia, esto llevó a la intervención del ejército, que utilizó con fines demagó-

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Junio 2014 Edición N°8 05

Al entrar en gue-rra en noviem-bre de 1914, los otomanos pre-tendían librarse de las domina-

ciones extranjeras y eliminar los au-tonomismos locales [...]. Buscan-do desestabilizar a las dos gran-des “potencias musulmanas” que constituyeron los imperios colonia-les francés y británico, los otoma-nos llamaron a la guerra santa, a la yihad. Los británicos, al principio, se limitaron a un combate defen-sivo en las cercanías del Canal de Suez, mientras que el Ejército an-gloindio comenzó la difícil conquis-ta de Irak a partir de Basora.

Pero la yihad amenazó al África del Norte francesa (y a una parte del África negra) y a la India británica. Franceses y británicos se encon-traron así en posición defensiva, y buscaron una nueva fórmula jurídi-ca capaz de restablecer su antigua dominación. Se proponían, prime-ro, mantener un Imperio Otomano descentralizado, que sería un pro-tectorado de hecho. […]

El 11 de diciembre de 1920, Maurice Hankey, secretario del go-bierno británico, escribía en su dia-rio: “Clemenceau y Foch han cruza-do (el mar) luego del armisticio y se les brindó una gran recepción mili-tar y pública. Lloyd George y Cle-menceau fueron conducidos a la embajada de Francia [...]. Cuando estuvieron solos [...] Clemenceau dijo: ‘Bien. ¿De qué tenemos que hablar?’. ‘De la Mesopotamia y de Palestina’, respondió Lloyd Geor-ge. ‘¿Qué es lo que quiere?’, pre-guntó Clemenceau. ‘Quiero Mosul’, dijo Lloyd George. ‘La tendrá’, dijo Clemenceau. ‘¿Nada más?’. ‘Sí, también quiero Jerusalén’, conti-nuó Lloyd George. ‘La tendrá’, dijo Clemenceau […]

La división de Medio Oriente en varios Estados no era en sí conde-nable: los hachemitas habían con-siderado tal posibilidad desde el comienzo, en favor de los hijos ma-yores de Hussein. Pero ésta se llevó a cabo contra la voluntad de las po-blaciones y utilizando una retórica liberal que el uso de la fuerza torna-ba carente de sentido. Con respec-to a la evolución política del último decenio otomano –donde la coop-tación de notables y el estableci-miento de un sistema electoral, sin duda muy imperfecto, habían tra-

zado el camino a una verdadera re-presentación política– el autorita-rismo franco-inglés constituyó una regresión duradera.

Como división territorial, el re-parto duró, esencialmente porque las nuevas capitales y sus clases dirigentes supieron imponer su au-toridad en el nuevo país. Pero los acontecimientos de 1919-1920 se vivieron como una traición a los compromisos asumidos (en primer lugar, al derecho de autodetermina-ción de los pueblos). Privaron a las elites locales de su destino. Cuan-do el nacionalismo árabe recobró fuerzas, no reconoció la legitimidad de esta división y llamó a la cons-titución de un Estado unitario, pa-nacea para todos los males de la región. Los Estados reales fueron así golpeados por la ilegitimidad y permanentemente debilitados. La constitución del hogar nacional ju-dío llevará a la región a un ciclo de conflictos que parece estar lejos de terminar.

[…]Periódicamente, resurge el fan-

tasma de un nuevo “Sykes-Picot” o reparto de Medio Oriente impuesto desde el exterior. La pretensión oc-cidental de una superioridad moral basada en la aplicación de la de-mocracia y del liberalismo aparece entonces como una siniestra misti-ficación. Tal vez sea la consecuen-cia más nefasta de las elecciones del período 1916-1920, renovadas regularmente desde entonces.

Extractos del artículo “Cómo se repartió Medio Oriente”, Le Mon-de diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2003.

*Profesor en el Colegio de Fran-cia. Henry Laurens explicaba en 2003 cómo los franceses y los bri-tánicos descuartizaron el Impe-rio Otomano con los acuerdos de Sykes-Picot, en mayo de 1916. Es-tos, confirmados por los mandatos de la Sociedad de las Naciones, fi-jaron los límites entre la Arabia bri-tánica y la Siria francesa.

Traducción: Gustavo Recalde

gicos diversos eslóganes sobre la unidad árabe, la liberación de Pa-lestina y la justicia social. Luego, durante los últimos treinta años, las instituciones militares y la bu-rocracia gubernamental mostra-ron su incapacidad para dominar la situación y, con la agudización de la crisis económica, intensificaron la represión. La “primavera árabe” terminó pulverizando los Estados árabes republicanos, ya corroídos desde adentro. En cuanto a las mo-narquías, reforzadas por el crecien-te poder político del islam, al que di-cen pertenecer, hoy deben enfren-tar un cuestionamiento en el nom-bre mismo de la religión.

A lo largo de toda su historia, el islam ha sido una fuerza unificado-ra. El profeta Mahoma había logra-do reunir a las tribus nómades de la Península Árabe, que participaron en la construcción de un imperio bajo la influencia de sus sucesores. Su bandera también permitió incluir a dinastías que no eran árabes, co-mo los samánidas de Asia Central y los selyúcidas, que se convirtieron al islam después de la conquista árabe. El islam agrupó, así, a diver-sas etnias y tribus que optaron por un régimen político común, mien-tras que a los cristianos y los judíos se les otorgó un estatus inferior, pe-ro protegido, el de dhimmis.

Un islam que divide

Convertido en un factor de divi-sión más que de unión, el islam po-lítico contemporáneo ha roto con la dimensión universalista de esta re-ligión. Se encuentra representado tanto por monarquías conservado-ras como por grupos armados yi-hadistas con una ideología reaccio-naria. En Siria, los yihadistas chiitas (el Hezbollah libanés, el Asaïb Ahl al-Hag iraquí) combaten a los yiha-distas sunnitas, poniendo de mani-fiesto el abismo que separa a las di-versas facciones islamistas.

En Irak, el jefe jordano Abu Mu-sab al Zarquaui, mantuvo siem-pre su distancia respecto de Osa-ma Bin Laden, incluso después de haberle jurado lealtad, en octubre de 2004, un año y medio antes de ser asesinado. En Siria, el Fren-te Al-Nusra, afiliado a Al Qaeda, se constituyó a principios de 2012 bajo el mando de Abu Mohamad al-Golani. Pero el jefe de los yiha-distas iraquíes, Abu Bakr al-Bagh-dadi, anunció la creación del EIIL. De ese modo, desencadenó una lucha despiadada entre las dos ra-mas yihadistas, tras la cual, el jefe de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, declaró, sin mucho efecto, la diso-lución del EIIL. Abu Khaled al Suri, emisario personal de Al-Zawahiri, que había recibido la misión de po-ner fin al conflicto entre los dos mo-vimientos, fue asesinado en Alepo en febrero de 2014.

La violencia interconfesional es una prueba de la desintegración social y política de un país que, su-mido en una profunda crisis, ve re-ducirse su espacio político al con-fesionalismo. “En Irak, ya no existe una visión nacional –reconoce Fa-lah Mustafa Bakir, jefe del Depar-tamento de Asuntos Exteriores del KRG–. Se terminó. Los chiitas vo-tarán a los chiitas; los sunnitas, a

los sunnitas, y los kurdos, a los kur-dos.”

Sin embargo, aunque los enfren-tamientos en Medio Oriente han tomado un giro confesional, no lo son por naturaleza, y cualquier so-breestimación de esa dimensión puede llevar a sacar conclusiones apresuradas. En el caso de Siria, por ejemplo, un análisis confesio-nal dejaría pensar que el conflicto opone a los sunnitas y a una coa-lición entre alauitas y chiitas; pero esa lectura no toma en considera-ción las tensiones y los antagonis-mos que existen entre la dinastía de los Assad y el poder del primer mi-nistro Nuri al-Maliki en Irak.

También presupone que Bashar al-Assad podría tratar de constituir un mini-Estado alauita en las mon-tañas costeras; ahora bien, las fuer-zas lealistas luchan en todo el país y aún están presentes tanto en el norte, en Qamishli, como en el este, en Deir ez-Zor, o en el sur, en Daraa. El poder espera mantener toda Si-ria bajo control, y no crear un Esta-do alauita, o cualquier otro sustituto nacional. Del mismo modo, cuando se habla de la oposición sunnita, se sugiere que existe una unidad y una cohesión entre los grupos de com-batientes, lo cual está lejos de ser así.

Pese a las predicciones que anunciaban su inminente derrum-be en 2011, y luego en 2012, el régi-men de Al-Assad sobrevivió, a cos-ta de horribles violencias que des-truyeron todas las infraestructuras urbanas, el tejido social del país y que desplazaron a millones de per-sonas. La chocante ausencia de cualquier proceso de diálogo con sus opositores (9) deja a la violencia como única solución posible.

La supervivencia de Al-Assad y de su ejército depende esencial-mente de la naturaleza de la oposi-ción. El poder se ha esforzado por acreditar la tesis de un conflicto militar entre su régimen, supuesta-mente nacionalista, laico, progre-sista y protector de las minorías, y grupos de fanáticos islamistas. Al día de hoy, su principal victoria –además de haber logrado man-tenerse en el poder durante tanto tiempo– es haber convencido al mundo de que se enfrenta a la ame-naza de los yihadistas salafistas y de que su caída les dejaría el cam-po libre.

Una guerra asimétrica opone a los fieles al régimen y a los rebeldes sirios; pero esta asimetría no resi-de sólo en una diferencia en la can-tidad o la calidad de las armas de las que cada bando dispone. Más bien, consiste en el contraste en-tre, por un lado, los lealistas –dota-dos de un ejército centralizado y de un mando integrado– y, por el otro, una miríada de grupos armados más o menos unidos y que forman alianzas muy inestables. El ejército sirio puede decidir dónde y cuándo concentrar sus fuerzas para aplas-tar a sus enemigos, pero no tiene la capacidad de controlar el terreno.

Todos estos conflictos socavan los fundamentos ideológicos de los sistemas políticos. El Baas sirio, con su doctrina panárabe, libra una

guerra junto a la República Islámica de Irán contra su propia oposición, ella misma apoyada por algunos Estados árabes del Golfo, como Arabia Saudita o Qatar. Del mismo modo, la guerra en Siria pulveriza los principios sobre los que des-cansa el compromiso constitutivo de el Líbano desde su independen-cia, a fines de la Segunda Guerra Mundial: los maronitas no buscan el apoyo de Francia y los musulma-nes se mantienen a distancia del nacionalismo árabe. La participa-ción del Hezbollah en la guerra siria también pone en cuestión la neu-tralidad libanesa.

La lucha palestina, causa sagra-da de los nacionalistas árabes, ha perdido hoy su centralidad. Los re-gímenes árabes han hecho uso y abuso de ella, los movimientos is-lamistas se han remitido a ella, pero jamás fue su propio combate, olvi-dada en medio de los conflictos re-gionales.

Las fuerzas que hoy se enfren-tan en el terreno buscan apoderar-se de la herencia del pasado, pero no tienen ningún proyecto alternati-vo dentro de las fronteras del Esta-do-Nación: ninguna de ellas lucha por el Líbano, Irak o Siria. Todas re-presentan a intereses locales, triba-les, en el mejor de los casos, cons-titucionales, y ejercen violencias que destruyen todo a su paso, sin buscar reconstruir. Cuando cese de reinar el caos, el mapa de la región se habrá transformado, necesaria-mente. Pero, ¿qué aspecto tendrá?

1. Véase “Una oportunidad his-tórica para los kurdos”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, ju-nio de 2013.

2. “Iraq files case against Turkey over Kurdish oil exports”, The Daily Star, Beirut, 24-5-14.

3. En Irak, la producción de pe-tróleo alcanzó los 3,5 millones de barriles diarios a principios del año 2014, superando la de 1979, año en que tomó el poder Saddam Hus-sein. Se estima que el país posee la tercera reserva del mundo.

4. “Syria Regional Refugee Res-ponse”, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-dos, Ginebra, junio de 2014, http://data.unhcr.org/syrianrefugees.

5. Gilbert Achcar, Le peuple veut. Une exploration radicale du soulèvement arabe, Actes Sud, Ar-les, 2013.

6. El mejor relato de la división de Medio Oriente es el de David Fromkin, A Peace to End all Peace: Creating the Modern Middle East, 1914-1922, Henry Holt & Company, Nueva York, 1989.

7. Véase Ghislaine Alleaume, “L’œuvre inachevée de Méhémet Ali”, en “L’Egypte en mouvement”, Manière de voir, N° 135, junio-julio de 2014.

8. Véase Patrick Seale, The Stru-ggle for Syria, Oxford University Press, 1965.

9. Véase “Violence et politique en Syrie”, en Bertrand Badie y Do-minique Vidal (dir.), La Cassure. L’État du monde 2013, La Décou-verte, París, 2012.

*Periodista.Traducción: Julia Bucci

Cuando se repartió

Medio OrientePor Henry Laurens*

“Quiero Mosul” dijo Lloyd George

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06 Junio 2014 Edición N°8

Por Alain Gresh*

La larga historiade Gaza

Territorio estratégico y crisol del nacionalismo palestino

Privado de su fuerza por la pérfida Dalila, que le había cortado el pelo, Sansón el he-breo cae en manos de los filisteos –de

cuyo nombre se desprende “Pa-lestina”–, quienes le revientan los ojos. Un día lo mandan a llamar pa-ra que los divierta: “Luego Sansón palpó las dos columnas centrales que sostenían el templo y se apoyó contra ellas, la mano derecha so-bre una y la izquierda sobre la otra. Y gritó: ‘¡Muera yo junto con los fi-listeos!’. Luego empujó con toda su fuerza, y el templo se vino abajo sobre los jefes y sobre toda la gen-te que estaba allí. Fueron muchos más los que Sansón mató al morir que los que había matado mientras vivía”. Contado en la Biblia, este fa-moso episodio se desarrolla en Ga-za, capital de los filisteos, pueblo enemigo de los hebreos.

Desde siempre, Gaza fue un cru-ce de rutas comerciales entre Eu-ropa y Asia, entre Medio Oriente y África. Por lo que la ciudad y el te-rritorio estuvieron, desde la Anti-güedad, en el centro de las rivalida-des entre las potencias de la épo-ca, del Egipto faraónico al Imperio bizantino pasando por Roma. Fue ahí, en el 634 de nuestra era, que tuvo lugar la primera victoria com-probada sobre el Imperio bizanti-no de los adeptos de una religión todavía desconocida, el islam, cu-yo profeta, Mahoma, había muerto dos años antes. Gaza estará bajo autoridad musulmana hasta la Pri-mera Guerra Mundial, con algunos intermedios más o menos largos: reinos cruzados; invasión mongola; expedición de Napoleón Bonapar-te. “Tan fácil ganarla como perder-la”, escribe Jean-Pierre Filiu en su libro, el más profundo consagrado a este territorio (1). Puerta de Pales-tina, va a ser conquistada al Impe-rio otomano por el general británico Edmund Allenby el 9 de noviembre de 1917, abriéndole el acceso a Je-rusalén, donde entra el 11 de di-ciembre.

Para Londres, no se trata sólo de vencer al sultán, aliado de Alemania y del Imperio austro-húngaro, sino de asegurarse un territorio estraté-gico y garantizar la protección del flanco este del Canal de Suez, vena yugular del imperio, vía de comuni-cación vital entre el virreinato de las Indias y la metrópoli. Los británicos eliminan así las ambiciones france-sas en Tierra Santa. En 1922, obtie-nen el mandato de la Sociedad de

las Naciones (SDN) para adminis-trar el territorio que, a partir de en-tonces, va a ser designado con el nombre de “Palestina”, y del cual Gaza forma parte. También tienen la misión de aplicar allí la “prome-sa Balfour” (2), es decir, ayudar a la creación de un hogar nacional judío e incentivar la inmigración sionis-ta, lo que harán celosamente has-ta 1939.

Gaza y su región participarán en todos los combates de los pales-tinos, musulmanes y cristianos, al mismo tiempo contra la coloniza-ción sionista y contra la presencia británica. Van a contribuir a la gran revuelta palestina de 1936-1939, finalmente aplastada por los britá-nicos. Esta derrota privará por mu-cho tiempo a los palestinos de toda dirección política, dejando en ma-nos de los gobiernos árabes –por decirlo de algún modo– la defensa de su causa.

Guerras

El 15 de mayo de 1948, al día si-guiente de la proclamación del Es-tado de Israel, los ejércitos árabes

entran en Palestina. Primera gue-rra, primera derrota árabe. El terri-torio previsto para el Estado de Pa-lestina por el plan de partición vo-tado en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 29 de noviem-bre de 1947 se divide. Israel anexa una parte (principalmente Galilea); Jordania absorbe la ribera occi-dental del Jordán, conocida con el nombre de Cisjordania. La Franja de Gaza –un territorio de trescien-tos sesenta kilómetros cuadrados que comprende a las ciudades de Gaza, Jan Yunis y Rafah– queda bajo administración egipcia; se-rá el único territorio palestino en el cual no se ejerce ninguna admi-nistración extranjera. A los ochen-ta mil habitantes autóctonos se les suman más de doscientos mil re-fugiados expulsados por el ejérci-to israelí, que viven en condiciones miserables y sólo aspiran a volver a sus hogares. Esta presencia ma-siva de refugiados y el estatus par-ticular del territorio harán de Gaza uno de los centros del renacimiento político palestino.

A pesar del control de El Cairo –ejercido por el rey, y después por

Gamal Abdel Nasser y los “oficiales libres” que lo derrocaron el 23 de ju-lio de 1952–, los palestinos se orga-nizan de manera autónoma, llevan a cabo acciones guerrilleras contra Israel, se manifiestan contra toda tentativa de instalar definitivamen-te a los refugiados en Gaza. Israel ya en ese entonces ejecuta fuertes represalias, donde se destaca por su brutalidad un joven oficial toda-vía desconocido: Ariel Sharon.

El 28 de febrero de 1955, Sharon dirige un ataque contra Gaza que deja un saldo de treinta y seis muer-tos entre los oficiales egipcios (se le suma la muerte de dos civiles) y ocho muertos israelíes. El 1 de mar-zo, grandes manifestaciones inun-dan el territorio, denunciando la pa-sividad egipcia. Y llevan al nuevo hombre fuerte de Egipto, Nasser, a modificar su política exterior. Hasta ese momento considerado por mu-chos de sus conciudadanos como cercano a Estados Unidos, decide, en plena Guerra Fría, acercarse a Moscú. Camino a la Conferencia de Bandung, que, en abril de 1955, va a marcar el nacimiento de los No Alineados (3), se encuentra con el

ministro de Asuntos Exteriores chi-no Chou En-lai, que también va ha-cia ahí, y le pregunta si los soviéti-cos aceptarían entregarle armas a su país. La respuesta se hará es-perar, pero, finalmente, el acuerdo por la entrega de materiales checos se anuncia el 30 de septiembre de 1955. La URSS rompe así el mono-polio occidental de ventas de ar-mas a Medio Oriente y hace una en-trada espectacular en el escenario regional (4).

Pero también Nasser les con-cederá a los palestinos de Gaza un poco más de libertad para organi-zarse en grupos de combate. El 26 de julio de 1956, el raïs nacionaliza la compañía del Canal de Suez. A lo que le sigue la agresión tripartita de Israel, Francia y el Reino Unido con-tra Egipto, que termina con la con-quista del Sinaí y la Franja de Ga-za, que quedará bajo control israelí hasta marzo de 1957. La resisten-cia clandestina se organiza. El ba-lance humano de la ocupación va a ser particularmente denso, con varias masacres de civiles cometi-das por “el ejército más moral del mundo”. Así, en Jan Yunis, se eje-

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cuta con ametralladoras a decenas de personas alineadas contra un paredón; otras, son eliminadas con revólver. Entre doscientas setenta y cinco y quinientas quince personas son así asesinadas (5).

Cuando Israel, bajo presión prin-cipalmente de Estados Unidos, evacúa Sinaí y Gaza, la populari-dad de Nasser está en su apogeo, el nacionalismo árabe revoluciona-rio también. En los campos, la nue-va generación palestina en el exilio ve en eso la respuesta a la derrota de 1948-1949. Esa generación va a militar en organizaciones como el Movimiento de los Nacionalistas Árabes, creado por Georges Haba-che, en el Partido Baas o en los di-versos movimientos nasseristas, y concebirá a la unidad árabe como el camino para la liberación de Pa-lestina.

Lucha por la liberación

De su experiencia en Gaza, un puñado de jóvenes sacará una lec-ción opuesta. Ellos se enfrentaron directamente con Israel y midieron hasta qué punto el apoyo árabe, in-cluso el de Nasser, es condicional –muchos de entre ellos van a cono-cer además las cárceles egipcias–. Para ellos, la liberación de Palestina sólo puede ser obra de los mismos palestinos. En 1959 se van a agru-par alrededor de Yasser Arafat, él mismo refugiado en Gaza en 1948, para fundar el Fatah, acrónimo in-vertido en árabe de “Movimiento Nacional Palestino”. Entre los mi-litantes gazatíes de la primera ho-ra llamados a cumplir un rol central en los años 1970-1980 se encuen-tran Salah Khalaf (Abou Iyad); Kha-lil El-Wazir, conocido como Abou Jihad, que llegaría a ser el número dos de Fatah y va a ser asesinado por los israelíes en Túnez en 1988; o también Kamal Adwan, asesina-do por un comando israelí en Beirut en 1973.

Su diario Falistinouna (“Nues-tra Palestina”), publicado en Beirut entre 1959 y 1964, declara: “Todo lo que les pedimos es que ustedes [los regímenes árabes] cerquen a Palestina con un cinturón de defen-sa y observen la batalla entre noso-tros o los sionistas”. O incluso: “To-do lo que queremos es que ustedes [los regímenes árabes] saquen sus manos de Palestina” (6). Se necesi-ta cierto coraje, en el apogeo de la influencia de Nasser, para osar for-mular semejantes herejías.

Sin embargo, desde mediados de los años 1960, con el fracaso de la tentativa de unión entre Egipto y Siria (1958-1961), que deja al des-cubierto la impotencia de los países árabes para torcer el rumbo de las cosas, el viento empieza a cambiar. La lucha de liberación argelina, que termina victoriosamente en 1962, sirve de modelo. En enero de 1965, el Fatah lanza sus primeras accio-nes militares contra Israel y ve afluir militantes de otras organizaciones, cansados de esperar una unidad árabe cada vez más improbable. La derrota de junio de 1967, du-rante la Guerra de los Seis Días, le va a permitir al Fatah volverse una fuerza mayor y tomar, con el aval de Nasser, el control de la Organiza-ción para la Liberación de Palestina

(OLP). En febrero de 1969, Arafat se convierte en el presidente del Co-mité Ejecutivo de la OLP. Los pales-tinos vuelven a ser un actor mayor de la política regional, y Gaza con-tribuyó ampliamente en esa reno-vación.

¿En qué se convierte el territo-rio durante este período? Ocupa-do por Israel, asiste a la organiza-ción de una resistencia militar que reagrupa a una multitud de orga-nizaciones, con excepción de los Hermanos Musulmanes, que se refugian en la acción social. El pri-mer ataque contra el ejército de ocupación ocurre el 11 de junio de 1967, es decir, al día siguiente del alto el fuego firmado entre Egipto y los países árabes con Israel. Con altos y bajos, esto va a seguir has-ta 1971. Hará falta la brutalidad de los carros de combate del general Sharon e incontables ejecuciones extrajudiciales para que se termi-ne. Pero, por más que la resistencia militar está destruida, las iniciati-vas políticas se multiplican, y sobre todo los contactos con Cisjorda-nia, muy limitados antes de 1967. A partir de entonces, las elites se concentran en la OLP, y la recono-cen como “única representante del pueblo palestino”.

Sólo se niegan los Hermanos Musulmanes, quienes se implan-tan sólidamente gracias a sus re-des sociales y a la tolerancia de las autoridades de ocupación, que ven ahí un contrapeso al principal ene-migo, la OLP. Fundada en 1973 por el jeque Ahmed Yassine, la Mujam-ma’ al Islami (“centro islámico”) se-rá legalizada por el ocupante. Pero este oportunismo –todavía no llegó el momento de la resistencia– pro-voca agitaciones en el seno de los Hermanos, y una escisión desem-boca en la creación, a principios de los años 1980, del Jihad Islámico.

En diciembre de 1987, es en Ga-za donde estalla la primera Intifada, la “revuelta de las piedras”. Va a te-ner dos consecuencias importan-tes. Por un lado, los Hermanos le dan un giro más pronunciado a su estrategia con la creación del Mo-vimiento de la Resistencia Islámica (Hamas), que participa en la Intifada pero rechaza el frente unido con las otras organizaciones. Por otro lado, la OLP aprovechará esta revuelta para reforzar su credibilidad y pa-ra negociar los Acuerdos de Oslo, ratificados por Arafat y por el primer ministro israelí Itzhak Rabin el 13 de septiembre de 1993 en Washing-ton. Es en Gaza donde Arafat insta-la la Autoridad Nacional Palestina el 1 de julio de 1994.

Se sabe cómo sigue: el fracaso de esos Acuerdos; el desarrollo de la colonización; la segunda Intifada (a partir de septiembre de 2000); la victoria de Hamas en las primeras elecciones democráticas en Pa-lestina en 2006; la negación de los países occidentales a reconocer el nuevo gobierno, y la alianza en-tre una facción del Fatah y Estados Unidos para ponerle fin; la toma del poder en Gaza por parte de Hamas; el bloqueo impuesto desde esa fe-cha a su millón y medio de habitan-tes.

Evacuada por el ejército israelí

en 2005 –sin ninguna coordinación con la Autoridad Nacional Palesti-na–, la Franja de Gaza sigue sin em-bargo ocupada. Todos sus accesos terrestres, marítimos y aéreos de-penden de Israel, que les prohíbe a los palestinos importantes sec-tores del territorio (30% de las tie-rras agrícolas) así como también el mar más allá de las seis millas náu-ticas (reducidas a tres millas a partir del inicio de la operación en julio). Los israelíes siguen gestionando el estado civil. El bloqueo que im-ponen desde 2007 estrangula a la población, a pesar de las unánimes desaprobaciones –aunque estric-tamente verbales– de la “comuni-dad internacional”, incluido Esta-dos Unidos.

Desde la retirada, Israel llevó a cabo tres operaciones de gran en-vergadura contra el territorio: en di-ciembre de 2008-enero de 2009; en noviembre de 2012, y finalmente en julio de 2014. Mientras no se levan-te el bloqueo, mientras los palesti-nos no dispongan de su Estado in-dependiente, un nuevo alto el fuego no va a ir más allá de una tregua. El general De Gaulle lo predijo en una célebre conferencia de prensa que tuvo lugar el 27 de noviembre de 1967 acerca de las conclusiones de la guerra árabe-israelí: “No pue-de haber ocupación sin opresión, represión, expulsión”; la ocupación engendra “la resistencia [que Israel] califica como terrorismo”.

1. Jean-Pierre Filiu, Histoire de Gaza, Fayard, París, 2012. Véase también su artículo “Eterno con-flicto en Gaza”, Le Monde diplo-matique, edición Cono Sur, abril de 2012 (nota web).

2. El 2 de noviembre de 1917, Arthur James Balfour, ministro de Relaciones Exteriores británico, le anuncia a Walter Rothschild, repre-sentante de los judíos británicos, que “el gobierno de Su Majestad encara favorablemente el estable-cimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”.

3. Véase “Vies et mort du tiers-monde”, Manière de voir, Nº 87, junio-julio de 2006, http://bouti-que.monde-diplomatique.fr

4. Acerca del episodio, véase Mohammed Heikal, Cutting the Lion’s Tail. Suez through Egyptian Eyes, Andre Deutsch, Londres, 1986.

5. Jean-Pierre Filiu, Histoire de Gaza, op. cit, p. 111, y la extraor-dinaria investigación del historietis-ta Joe Sacco, Gaza 1956. En mar-ge de l’histoire, Futuropolis, París, 2009 [Palestine, Fantagraphics, Seattle, 2001 y 2007; Palestina: en la Franja de Gaza, Planeta DeAgos-tini Comics, Barcelona, 2002].

6. Citado en OLP, histoires et stratégies. Vers l’Etat palestinien, SPAG-Papyrus, París, 1983.

*De la redacción de Le Monde diplomatique, París.

Traducción: Aldo Giacometti

“Llamamos a todos aquellos que aún no lo hicieron a participar en la defensa de Kiev con-tra los traidores del go-bierno. ¡Por nuestra ciu-

dad, por nuestro país, por nuestro honor!” (1). En Vkontakte, la princi-pal red social rusa, el 21 de enero de 2014, hinchas del Dynamo Kiev invitaron a sus compañeros a unir-se a los manifestantes de Maidan, la Plaza de la Independencia. Inme-diatamente, otros dieciséis grupos de ultras, provenientes de todas las regiones del país, incluso de aque-llas favorables al presidente Viktor Yanukovich, convergieron en el epi-centro de la rebelión. Se encontra-ron principalmente en el grupo ul-tranacionalista Praviy Sektor (“Sec-tor de Derecha”).

En Kiev en 2014, al igual que en El Cairo en 2011 y Estambul en 2013, los hinchas apoyan las insu-rrecciones, sin que pueda distin-guirse en estos diferentes compro-misos la menor coherencia ideoló-gica. “Sin los ultras, la revolución contra [el presidente egipcio Hosni] Mubarak probablemente nunca se habría producido”, analiza el perio-dista James Dorsey (2). Avezados en los enfrentamientos con la poli-cía después de los partidos, apor-taron su preciado conocimiento a los aprendices manifestantes. Pun-ta de lanza del movimiento ultra en Egipto, los Ahlawy, hinchas del Al-Ahly (el Nacional), el club más gran-de de El Cairo, y los White Knights (“Caballeros Blancos”) del Zamalek acordaron una tregua para unir sus fuerzas contra el régimen. “Estos grupos surgieron en 2007 para ser-vir de contrapeso a las ligas de hin-chas cercanas a los dirigentes del club, a su vez ligados al régimen”, explica la investigadora Shaymaa Hassabo.

Su lema “Todos los policías son unos bastardos” les vale una fuerte hostilidad de los interesados y una gran popularidad entre los jóve-nes. Ferozmente independientes, pagaron un alto precio en los en-frentamientos callejeros alrededor de la Plaza Tahrir. Pero el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas

Una fuerzade apoyo para las revueltas

políticasPor David García* (CSFA) intentó detener su conver-

gencia y jugó con fuego durante la tragedia de Puerto Said. El 1 de fe-brero de 2012, los hinchas locales de Al-Masry, gritando consignas fa-vorables a los militares, agredieron a sus rivales de Al-Ahly. Las fuerzas del orden permanecieron extra-ñamente pasivas. Saldo: setenta y cuatro muertos y cientos de he-ridos. Según numerosos testimo-nios, los hinchas de Puerto Said es-taban infiltrados por la policía.

Desde la revuelta en la Plaza Taksim, en Estambul, el ejecutivo turco se vio también tentado por una puesta en vereda de los grupos ultras. Éstos jugaron un papel cen-tral durante los quince días de ma-nifestaciones y enfrentamientos de junio de 2013. En primera fila se en-contraba el grupo Carçi (“Bazar”), hinchas fanáticos del club Besik-tas –de Estambul–, que reivindican ideas anarquistas, ecologistas y kemalistas (3). Creado tras el golpe de Estado militar de 1980, gozó du-rante mucho tiempo de una relativa indulgencia por parte de las auto-ridades. “Los estadios constituían en ese entonces uno de los pocos espacios de libre expresión”, cuen-ta el sociólogo Adrien Battini. Pero, desde el estallido del movimiento de protesta contra los proyectos urbanos del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, el gobierno prohi-bió allí la exhibición de pancartas...

1. Thibault Marchand, “Les ul-tras, nouveaux héros de la ‘révo-lution’ ukrainienne”, 7-2-14, www.sofoot.com

2. James M. Dorsey, The Turbu-lent World of Middle East Soccer, Hurst, Londres, 2014.

3. Por el nombre de Mustafa Ke-mal Atatürk, fundador en 1923 de la República de Turquía.

D.G. Traducción: Gustavo Recalde

Avezados en enfrentamientos

Page 8: Le Monde Diplomatique

08 Junio 2014 Edición N°8

En 2011, en un lapso de dieciséis días, dos incursiones militares extranje-ras de envergadu-ra tuvieron lugar en

el espacio soberano de África, sin que la Unión Africana (1), conside-rada insignificante, fuera consulta-da. Entre el 4 y el 7 de abril, las tro-pas francesas intervenían en Costa de Marfil. Unos días antes, a partir del 19 de marzo, las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlán-tico Norte (OTAN), principalmente francesas y británicas, habían co-menzado a bombardear Libia. Para el ex presidente sudafricano Thabo Mbeki, estos acontecimientos re-flejaron “la impotencia de la Unión Africana para hacer valer los dere-chos de los pueblos africanos ante la comunidad internacional” (2). Sin embargo, hecho ignorado por los medios de comunicación, en estos dos conflictos la organización cuya Comisión presidí entre 2008 y 2013 había planteado soluciones pacífi-cas concretas, que los occidentales y sus aliados descartaron sin dar explicaciones.

A comienzos de 2011, todo había cambiado en África del Norte. El 14 de enero, el presidente tunecino Zi-ne El Abidine Ben Ali se daba a la fuga. Tomada por sorpresa, Europa no intervenía. El 10 de febrero, en Egipto, Hosni Mubarak renuncia-ba. El 12 de febrero, las protestas se extendían a la vecina Libia. Para los occidentales, este último levan-tamiento fue una excelente opor-tunidad: les permitió representar fácilmente el papel de héroes hu-manitarios y hacer que se olvidara su apoyo a los demás regímenes dictatoriales. Con la aprobación de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 17 de marzo, pensaban que habían obtenido luz verde para iniciar una danza macabra en torno al dirigente libio Muamar Gadafi.

Entre los protagonistas de este conflicto figuraban en primer lugar el Consejo Nacional de Transición

(CNT) y sus revolucionarios heteró-clitos, que tenían como único obje-tivo común deshacerse del tirano. Para lograrlo, les era indispensable un apoyo exterior (3).

En segundo lugar, intervenían la coalición occidental y su brazo ar-mado, la OTAN, que irrumpieron, cual justicieros, en esta nueva Bata-lla del Desierto. Pretendían reaccio-nar ferozmente a las maniobras de Gadafi y, al igual que con Saddam Hussein, eliminarlo definitivamente. Pero, para deshacerse de un solo hombre y detener una masacre de civiles, ¿hacía falta librar una guerra punitiva de esta dimensión y perpe-trar otra masacre de civiles también inocentes? Se jugaba con fuego, y ya podía preverse el caos que, al igual que en Somalia, Irak, Afganis-tán y otros lugares, se generaría.

“La nación indispensable”

El bando occidental contaba na-turalmente con el hermano mayor estadounidense, la “nación indis-pensable”, según la expresión de la ex secretaria de Estado Madeleine Albright. Sin embargo, en ese mo-mento, Barack Obama daba a co-nocer su nueva doctrina de “giro” hacia el Asia-Pacífico (4). Estados Unidos, sumido en sus problemas internos surgidos de la crisis eco-nómica y financiera, sentía la nece-sidad de replegarse en cierta medi-da sobre sí mismo. Había decidido pues ejercer, a partir de entonces, su liderazgo mundial “desde atrás” (“leading from behind”). Abando-nando las tradiciones de su diplo-macia, Francia, en cambio, se puso al frente de la coalición internacio-nal antigadafista. Dirigió las hostili-dades “desde el frente”, y por man-dato internacional.

Pero, ¿quién gobernaría la Libia post-Gadafi? ¿Quién sabría apaci-guar las tensiones interregionales, intertribales e interreligiosas que surgirían ineluctablemente de la te-rrible confrontación futura? ¿Cómo evitar el caos interno y la desestabi-lización externa, especialmente en el Sahel? Éstas eran las preguntas esenciales que nos hacíamos en el seno de la Unión Africana.

La Resolución 1973 se limitaba a exigir un alto el fuego y prohibir to-dos los vuelos en el espacio aéreo libio para proteger a los civiles; ex-cluía el despliegue de un ejército de ocupación. Sin utilizar su derecho de veto, Rusia y China, a falta de respuestas sobre los medios con-templados para aplicar esta resolu-ción, habían optado prudentemente por la abstención (al igual que Ale-mania, Brasil e India). La interven-ción militar, a través de las fuerzas especiales en el terreno, la ayuda a los rebeldes o los ataques aéreos contra las tropas y los centros de mando, constituyó pues para es-tas dos potencias una afrenta y una desviación del procedimiento. Nun-ca se había planteado deshacerse de Gadafi o imponer un cambio de régimen.

Las maniobras occidentales, consideradas ilegales e inmorales por muchos, suscitaron numerosas reacciones internacionales, como aquella, particularmente mordaz, de Mbeki: “Pensábamos que había-mos acabado definitivamente con quinientos años de esclavitud, im-perialismo, colonialismo y neocolo-nialismo. [...] Ahora bien, las poten-cias occidentales se arrogaron en forma unilateral y descarada el de-recho de decidir sobre el futuro de Libia” (5). Este “arrebato” mostraba un sentimiento de humillación am-pliamente compartido.

Para nosotros, sin duda alguna, el fantasma de la guerra civil, la di-visión, la “somalización”, el terroris-mo y el narcotráfico sobrevolaban Libia. ¿Por qué éramos entonces

los únicos que lo veíamos? ¿Iban a luchar allí por la defensa de la de-mocracia, por el control del petró-leo, en función de sórdidas razones electoralistas (Nicolas Sarkozy ya estaba en campaña por su reelec-ción al año siguiente), o incluso por todo eso a la vez? ¿No había, en esa instancia, otros caminos posi-bles que no fuesen los bombardeos masivos?

La Unión Africana estaba con-vencida de ello. Por eso optó por una respuesta más política que mi-litar y concentró sus esfuerzos en la elaboración de una “hoja de ru-ta”, adoptada el 10 de marzo. Este documento contenía esencialmen-te tres puntos: el “cese inmediato de las hostilidades”, seguido de un diálogo con vistas a una “transición consensuada” –es decir, excluyen-do el mantenimiento en el poder de Gadafi–, con el objetivo final de instaurar un “sistema democráti-co”. Occidente quería eliminar a un hombre; la Unión Africana preten-día cambiar un sistema.

Con el fin de eludirla, los bom-bardeos de la OTAN comenzaron el 20 de marzo, el mismo día en que nos disponíamos a viajar a Trípoli, luego a Benghazi, para intentar po-ner en práctica esta hoja de ruta.

El 19 de marzo, el comité de je-fes de Estado (6) enviado por la Unión para persuadir a ambas par-tes del conflicto libio de aceptar los términos de una solución política se reunía en Nuakchot, Mauritania, tras un primer encuentro en Addis Abeba, Etiopía, en la sede de la or-ganización. En plena deliberación, Ban Ki-moon, el secretario general de la ONU, quiso hablar por teléfo-no urgentemente conmigo. Ese sá-bado, participaba en París de otra cumbre internacional que reunía a los dirigentes árabes, europeos y estadounidenses para “decidir y ac-tuar conjuntamente respecto de la aplicación de la Resolución 1973”. Los gobiernos reunidos en París, me dijo, le habían encargado expre-samente pedirme que disuadiera a nuestros representantes de viajar a Trípoli y Benghazi. Invocó una ra-zón clara: “Las operaciones milita-

res de la OTAN comenzarán hoy”. Un escenario similar, tendiente a marginar a la ONU y la mediación de la Unión Africana, se presentó en Costa de Marfil (7), demostrando que, para algunas potencias, ningu-na autoridad es superior a la suya.

Pirómanos y bomberos

Para nosotros, sólo fue una pos-tergación. El 10 de abril, los repre-sentantes de la Unión Africana via-jaban a Trípoli para encontrarse con Gadafi. Al día siguiente, en Ben-ghazi, nuestros automóviles fueron rodeados al salir del aeropuerto, y fuimos abucheados hasta llegar al hotel donde debían llevarse a cabo las negociaciones. “Bernard-Henri Lévy está sin duda detrás de esto, en alguna parte, tal vez aquí, en es-te hotel”, pensé. Mustafa Abdul Jalil, presidente del CNT, y su equipo ini-ciaron las discusiones bajo la pre-sión constante de una multitud de manifestantes agresivos que grita-ron hasta que nos fuimos. Resulta-do: Gadafi aceptó nuestra propues-ta, pero la respuesta del CNT fue negativa. Los pirómanos acababan de ganarles a los bomberos, y el en-frentamiento a la negociación.

En retrospectiva, puede obser-varse que la Unión Africana fue la única organización internacional que propuso una salida política. Sin duda porque África había vivido experiencias similares y conserva-ba sus estigmas indelebles. Cabe recordar el drama que vive desde hace más de veinte años Somalia, abandonada por todos, tras la de-sastrosa operación militar estadou-nidense “Restore Hope”, en 1993. O el caos iraquí y la desintegración actual de ese Estado (8).

En Libia, tal como lo habíamos previsto, el sueño europeo también resultó desastroso. Los aparatos de Estado implosionaron en bene-ficio de los señores de la guerra, los clanes mafiosos y los terroristas is-lámicos especuladores; el saqueo del stock de armas transformó este país en un gigantesco arsenal a cie-lo abierto; las redes de inmigración clandestina se multiplicaron (9). Al punto tal que Libia se convirtió, reto-

¿Era necesario matar a Gadafi?

La eliminación de Muamar Gadafi, el 20 de octubre de 2011, significó el fin de su régimen despótico, pero no del caos en Libia. Los daños colaterales de los ataques aéreos occidentales afectan hoy a todos los países del Sahara.

Los responsables de activar el volcán libio

Por Jean Ping*Para deshacerse de un solo hombre y

detener una masacre de civiles, ¿hacía falta

librar una guerra punitiva de esta

dimensión y perpetrar otra masacre de civiles también

inocentes?

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Junio 2014 Edición N°8 09

mando la expresión de un ex jefe de los servicios de inteligencia france-ses, en “la Afganistán cercana a los europeos”.

Se lo habíamos advertido al mundo entero: esta bomba de efec-to retardado terminaría explotando en las manos de sus artilleros, que ignoraban la historia que estaban escribiendo. La propuesta africana que nadie quería escuchar apun-taba a convencer a Gadafi de em-prender ya sea el camino del exilio exterior tomado por Ben Ali, o el del exilio interior, como Mubarak. De-bía él mismo renunciar a lo que le quedaba de poder con el fin de evi-tarle a su pueblo las desgracias y humillaciones de una intervención extranjera, así como el tormento de una guerra civil cuyo desenlace le sería fatal.

Nos pusimos inmediatamente en búsqueda de posibles lugares de acogida. Para el exilio interior, habíamos propuesto Sabha, capi-tal de la región de Fezán, cercana a los países amigos del África negra, especialmente Chad. Para el exilio exterior, Turquía había rechazado nuestra propuesta. Venezuela se había ofrecido, pero era demasiado delicado. También se había contac-tado a Egipto, pero los partidarios de Gadafi habían rechazado esta propuesta...

La diplomacia sigue siendo el arma principal de nuestra Unión. Nuestra lógica es la de la “paz pre-

ventiva” y no, como ha sucedido muy a menudo en Occidente, la de la “guerra preventiva”, carente de toda legitimidad. ¿Por qué no nos dieron la posibilidad de poner en marcha nuestro plan, que Gadafi había aceptado finalmente? Curio-samente, hoy ya no se lo escucha mucho a “BHL”, el filósofo hiperac-tivista y belicista francés, referirse a la situación en Libia. Se orientó ha-cia otros frentes: Siria, Ucrania…

Entre los demás actores estraté-gicos figuraban los Estados árabes y su organización regional. Contra-riamente a la Unión Africana, la Li-ga Árabe se había prácticamente alineado con la posición occiden-tal; Qatar fue el más belicista. En cuanto al propio Gadafi, no podía entender que, en un mundo conver-tido en una aldea planetaria, todos los pueblos aspiraban a la libertad, la dignidad y la justicia. Su reacción al levantamiento popular provenía de otros tiempos: la represión, sola-mente la represión.

Este curioso personaje parecía sin embargo en la cima de la gloria. Se había vuelto respetable y man-tenía las mejores relaciones con los poderosos de este mundo: pense-mos en su estadía en París a fines de 2007, y en su célebre carpa be-duina instalada a pocos pasos de los Campos Elíseos, o incluso en el viaje de Sarkozy a Trípoli en julio del mismo año; en las buenas ca-lificaciones del Fondo Monetario Internacional, o incluso en las ex-

celentes relaciones del dirigente li-bio con la Italia de Silvio Berlusco-ni. Gadafi colaboraba también con los servicios de inteligencia esta-dounidense, británico y francés. Y tiempo después, todos los sueños grandiosos del “Guía” se derrum-baron como un castillo de naipes, arrastrados por el “tsunami árabe”. Se puede amanecer con el mundo a los pies y acostarse con una lluvia de bombas sobre la cabeza.

El 20 de octubre, la aviación fran-cesa interceptó el convoy del jefe libio. Escapando a pie, Gadafi fue identificado, golpeado ferozmen-te por un grupo de insurgentes y fi-nalmente asesinado. Se descubrió que la “guerra humanitaria”, con el ropaje de los buenos y nobles sen-timientos del nuevo principio de la “responsabilidad de proteger” –adoptado por Naciones Unidas en 2005– no era en realidad sino un engaño. Escondía una política de potencia clásica tendiente a derro-

car un régimen y asesinar a un jefe de Estado extranjero. Esta vez, con la venia de la ONU.

1. En 2002, la Unión Africana (www.au.int) reemplazó a la Orga-nización para la Unidad Africana (OUA), fundada en 1963. Agrupa a los cincuenta y cuatro países del continente, todos representados en la Conferencia de jefes de Estado, su instancia directiva, mientras que la Comisión es su órgano ejecutivo.

2. Thabo Mbeki, “Union africai-ne: une décennie d’échecs”, Cou-rrier international, París, 27-9-12 (The Thinker, Johannesburgo, sep-tiembre de 2012).

3. Véase Serge Halimi, “Las trampas de una guerra”, Le Mon-de diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2011.

4. Véase Michael T. Klare, “Chi-na es el enemigo”, Le Monde diplo-matique, edición Cono Sur, Buenos Aires, marzo de 2012.

5. Thabo Mbeki, op. cit.6. Jacob Zuma (Sudáfrica), Mo-

hamed Ould Abdel Aziz (Maurita-nia), Denis Sassou Nguesso (Con-go Brazzaville), Amadou Touma-ni Touré (Mali) y Yoweri Museveni (Uganda).

7. Véase Anne-Cécile Robert, “La ONU y las ‘armas humanita-rias’”, Le Monde diplomatique, edi-ción Cono Sur, Buenos Aires, mayo de 2011.

8. Véase Peter Harling, “Ce qu’annonce l’éclatement irakien”, Le Monde diplomatique, París, julio

Tras el fracaso de la operación militar europea, retomando la expresión de un ex jefe de los servicios de inteligencia franceses, Libia se convirtió en

“la Afganistán cercana a los europeos”.

de 2014.9. Véase Patrick Haimzadeh,

“La Libye aux mains des milices”, Le Monde diplomatique, París, oc-tubre de 2012.

*Ex ministro de Relaciones Ex-teriores de Gabón y ex presidente de la Comisión de la Unión Africana. Autor de Eclipse sur l’Afrique. Fal-lait-il tuer Kadhafi?, Michalon, París, 2014.

Traducción: Gustavo Recalde

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010 Junio 2014 Edición N°8

China: transformar el desierto en viñaPor Boris Pétric*

Un nuevo actor en la globalización del vino

Tras el retraimiento de la crisis finan-ciera, las exporta-ciones mundiales de vinos alcanzan nuevos picos, lle-

gando a representar en 2012 más de 22.000 millones de euros. An-te la artificialización y la sofistica-ción de producciones que apelan a grandes cantidades de químicos, los viticultores resisten promocio-nando bebidas naturales. Al mismo tiempo, los chinos se convirtieron en los primeros consumidores de vinos tintos y en productores cada vez más preparados.

En los últimos 15 años, la super-ficie de los viñedos chinos se dupli-có, llegando a las cerca de 600.000 hectáreas en 2013 (1). Mientras que en Europa los viñedos están dismi-nuyendo (3,5 millones de hectáreas, de las cuales 800.000 están en Fran-cia), China se encuentra en condi-ciones de convertirse en uno de los gigantes vitícolas a nivel mundial. El sector atraviesa un momento de en-tusiasmo sin precedentes. La pro-ducción aumenta con mucha rapi-dez, al igual que el consumo, cuyo margen de crecimiento sigue siendo significativo –1,2 litros anuales por habitante, frente a 47 litros en Fran-cia o 37 en Italia (2)–. Este mercado en constante evolución se presenta como un nuevo El Dorado tanto pa-ra los productores locales como pa-ra los exportadores extranjeros. En 2014, Pekín ya figura primero en el ránking de clientes de la región bor-delesa.

Si bien la viña es conocida en China desde hace dos milenios, el paso hacia la vinificación y la pro-ducción masiva no se produce si-no hasta la década de 1980. Hasta 1990, las únicas regiones produc-toras de vino eran Hebei (región que rodea a Pekín), Shandong y Sin-gkiang, controladas por un puña-do de grandes empresas estatales (Chanyu, Dragon Seal, Great Wall y Sunitime) que dominan el sector. Sin embargo, a comienzos del siglo XXI, China desarrolló nuevas asociacio-nes con el extranjero, armando em-presas conjuntas de un éxito espec-tacular: actualmente, son 59.000 las empresas que reciben inversiones constituidas por capitales occiden-tales y permiten la progresiva trans-ferencia de un conjunto de know-hows. Se celebran asociaciones con multinacionales como Miguel

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Torres, Domecq, Pernod Ricard o Castel. Aunque Pekín está abrien-do su espacio económico, conserva algunos principios: la tierra agrícola sigue siendo un bien inalienable y el acceso al suelo está mediado por contratos de alquiler a largo plazo con el Estado o con socios locales.

Esta cooperación permite ad-quirir cierto know-how y limitar las importaciones, gracias a transfe-rencias de capitales y tecnología. Así, por ejemplo, el Estado francés abrió una finca vitícola en Hebei, donde invirtió dos millones de eu-ros. A pesar de que posteriormente el proyecto fue abandonado, la ex-periencia permitió entablar una serie de cooperaciones, intercambiar co-nocimientos sobre las cepas y la vi-nificación y formar a los primeros es-pecialistas chinos. De esta manera, el enólogo Lee Demei se convirtió en uno de los mejores enólogos-ase-sores para numerosas grandes bo-degas del país. Empresas de capi-tales franceses también invirtieron, con resultados moderados. Pernod Ricard prefirió retirarse de una pri-mera asociación complicada con Dragon Seal a comienzos de la dé-cada de 2000, pero sigue presen-te en Ningxia con su finca “Helan Mountains”. Castel sigue en la aven-tura, en asociación con Chanyu, en la región de Shandong.

A partir de 2000, el auge de la viti-cultura se debe a la voluntad de de-sarrollar la zona oeste del país y las provincias que quedaron al margen del boom económico. Singkiang, Mongolia Interior, Ningxia y Shanxi fueron transformadas en “regiones de inversión prioritarias”. Con la vi-ticultura, las autoridades locales es-peran limitar el éxodo rural y crear empleos. Aparecen nuevos viñe-dos, en ocasiones pequeños, con la ambición de producir un vino de calidad. La irrigación, en especial en las proximidades del río Amarillo, permite instalarse en esas regiones desérticas y frías. En invierno, para evitar los daños de la helada, se en-tierran las viñas.

La valorización de la viticultu-ra está acompañada de un discur-so político. Un maestro bodeguero nos explica: “Contribuimos a fijar la arena y a limitar las tormentas en las grandes ciudades del este. Tene-mos un papel colectivo muy impor-tante: reverdecer el desierto y me-jorar la vida de nuestros conciuda-danos” (3). Jian Han, del “Château Hansen”, en Mongolia Interior, agre-ga: “La evolución de nuestra socie-dad es indisociable del desarrollo de nuestro país… Transformar la natu-raleza es un sueño y un deber para la sociedad”.

Desde mediados de la década de 2000, los grandes grupos de la viti-cultura ya no aparecen solos. Nue-vos ricos chinos (4) no dudan en contratar a pedólogos, arboriculto-res, enólogos y arquitectos france-ses para desarrollar viñedos resis-tentes. Una autoridad de Ningxia nos confía: “Para nuestro gobierno el vino se convirtió en una prioridad y esperamos seguir atrayendo in-versiones extranjeras. Ya hay treinta vinerías [en el país] y se están cons-truyendo treinta y cinco estableci-mientos. Queremos convertirnos en

denominación de origen controla-da (DOC) y elaborar una bebida de calidad”. La finca Domaine Baron de Rothschild (DBR) se instaló en la región de Penglai (Shandong), aso-ciándose con el fondo de inversión China International Trust and Invest-ment Corporation (CITIC). Louis Vui-tton Moët Hennessy (conglomerado LVMH) prefirió la provincia de Yun-nan, donde la empresa francesa creó la marca “Shangrila”, en aso-ciación con el grupo Vats.

Los complejos enoturísticos, co-mo la construcción de una réplica de Saint Emilion en Dalian, responden a las expectativas de las clases urba-nas consumidoras de recreación y a las necesidades de los promoto-res en busca de nuevas inversiones. La presencia de un viñedo a veces parece secundaria en esos vastos complejos compuestos de un ho-tel-finca, campos de golf, canchas de tenis, etc. Amparado por el ano-nimato, un observador explica: “Hay que relativizar el interés que se pres-ta al vino. Establecer un viñedo per-mite obtener un contrato de alquiler de la tierra. Los empresarios suelen burlarse del sector de la viña. Con la expansión urbana, pronto podrán arrasar con ella, pero se quedarán con el contrato de alquiler…

Una apuesta importante”

Para el poder, el vino también simboliza la inserción del país en la globalización y refuerza la imagen que quiere promover. Negándose a que su influencia se vea reducida a una producción a bajo precio, se apoya en productos dotados de di-mensiones culturales e identitarias. El vino debe representar una marca nacional en la batalla mundial de las “marcas país”. “Mi sueño es simple, que mi producción se convierta en el orgullo de China. Estamos apren-diendo a hacer grandes vinos y va-mos a probárselo al mundo entero”, se entusiasma un propietario de vi-ñedos de Ningxia.

La inversión en el sector del vino se justifica, además, como una con-tribución al proyecto colectivo chino y aleja la idea de un sueño individual. Pero esto no quita que jóvenes enó-logos como Emma Gao, de la finca “Silver Heights” (en Ningxia), o Jhing Zhang, de la finca “Jiabelan” (Nin-gxia) sean reconocidos por la revista británica Decanter o la Revue du vin de France.

Una barrera importante a la ex-tensión del sector tiene que ver con la falta de tierras adaptadas para su crecimiento. Sus agentes exploran el vasto territorio chino buscando el lugar ideal. Se solicita la opinión a asesores (5) de renombre, pero co-mo explica Gérard Colin, un enólogo francés, “las tres regiones principa-les –Hebei, Shandong y Singkiang– no tienen futuro. Singkiang tiene un problema, ya que enterrar la viña im-plica un costo imposible de asumir en un contexto de escasez de mano de obra. Y ni siquiera hablo de la irri-gación ni del problema del agua. Pa-ra la región de Hebei, el avance de la ciudad se está volviendo impre-sionante. Los campesinos prefieren abandonar su tierra y trabajar en el sector de la construcción… Es más rentable”. Respecto de Shandong,

otro francés, Bruno Paumard, re-salta el gran problema climático: “El calor combinado con una humedad alta provoca enfermedades. Y el tra-tamiento químico tiene sus limita-ciones… Todavía no encontramos el lugar ideal para elaborar vino”. Sin embargo, en 2012 China se convir-tió en el quinto productor mundial y la espectacular multiplicación de proyectos debería colocarla rápida-mente entre los tres primeros (6).

Al mismo tiempo, los grandes grupos de la agroindustria desarro-llan una estrategia de adquisición de medios de producción en el ex-tranjero. Por ejemplo, el gigante co-mercial Cofco ya posee el Château Viaud (25 hectáreas) en Burdeos. También compró las 800 hectáreas de la bodega Bisquertt (7), en Chi-le –país vinculado con China por un acuerdo comercial– y busca insta-larse en Australia. Las empresas chi-nas también intentan adquirir mar-cas extranjeras para distribuirlas di-rectamente en su país, como Quang Wang, propietario de un grand cru classé en Saint Emilion: Belle-font-Belcier. En Burdeos, se vendie-ron alrededor de cincuenta fincas a empresarios chinos. Probablemen-te también algunos intentan poner parte de su patrimonio al resguardo de los cambios políticos. Aunque Burdeos posee más de siete mil pro-piedades, estas pocas ventas gene-ran una inquietud particular en Fran-cia, donde pareciera percibirse una amenaza china sobre el patrimonio vitícola nacional (8).

Empresas chinas en el extranje-ro, empresas extranjeras en China, estas adquisiciones reflejan la cre-ciente transnacionalización de los actores y de las tierras de cultivo (9).

El auge de la producción apunta, en primer lugar, a satisfacer la de-manda interna: más del 80% de los vinos que se consumen provienen de China (10). Pero no hay que con-fundir lo que se bebe con lo que se compra. Este crecimiento se enraíza en la cultura omnipresente del rega-lo (liwu). La mayoría de los vinos chi-nos que se pueden degustar en las diferentes bodegas no se encuen-tran en el mercado. Un maestro bo-deguero explica: “No tenemos nin-gún problema para liquidar nuestros vinos. Mi jefe tiene relaciones con las autoridades locales a las que les regalamos una cantidad importante. Además, los directivos obligan a las empresas a comprar nuestra pro-ducción. Nuestras botellas se en-vían de regalo a los banquetes polí-ticos. No es un mercado de la oferta

y la demanda… Toda la economía funciona así. Enfrentar al verdade-ro mercado de los consumidores es otra cosa”.

Estas interdependencias en-tre empresas crean obligaciones de compras mutuas y las bebidas extranjeras no escapan a la lógica preponderante del guanxi (red de relaciones personales) (11). Las bo-tellas no necesariamente se beben y a menudo terminan en los hoga-res como adornos de lujo sobre un mueble.

De esta manera, la cultura del vino es alentada como una prácti-ca social asociada a la renovación moral de la clase política. El poder lleva a cabo campañas mediáticas que alaban las virtudes del vino pa-ra la salud, con la esperanza de limi-tar el consumo de alcoholes fuer-tes. El baiju, un aguardiente a base de cereales, todavía hace estragos en la población masculina. Su pro-ducción requiere usar tierras que las autoridades preferirían liberar pa-ra el sector de la alimentación. Los noticieros de televisión estigmati-zan a algunos miembros del parti-do, mostrándolos borrachos du-rante banquetes en los que el baiju corre a raudales. Beber juntos sigue siendo una exigencia tanto dentro de la esfera política como de la eco-nómica para entablar relaciones de confianza. “Si no tomás, te lo repro-chan como una falta de respeto para tu socio. Hay que emborracharse y compartir una intimidad muy fuerte para poder firmar un contrato. A mí me está yendo muy bien, pero tengo el hígado destrozado…”, cuenta un vendedor de vinos francés.

“Nosotros no tomamos vino. Es demasiado caro. Preferimos el bai-ju”, confiesa un campesino que cultiva viñas en Hebei. El baiju si-gue siendo de lejos el alcohol más consumido a pesar de las volunta-des políticas y de que el vino se está convirtiendo en un elemento de dis-tinción social para los más ricos. Los seiscientos millones de hombres y mujeres de las clases populares si-guen prefiriendo tomar este alcohol tradicional, o incluso la cerveza, an-tes que un cru chino.

El vino apela a una población ur-bana privilegiada y joven, que adop-ta nuevas prácticas sociales en un contexto relativamente inédito de participación de hombres y mujeres. En este universo, los vinos extranje-ros, en particular los franceses, go-zan de un prestigio innegable. Los aficionados no tienen confianza en la producción local. Los diversos escándalos alimentarios, como el de la leche adulterada, provocaron una fuerte suspicacia. El consumo de productos extranjeros se aso-cia con una estrategia para limitar el riesgo de intoxicación. Mientras que el mercado de las imitaciones repre-senta un verdadero flagelo, para los nuevos ricos consumir y coleccio-nar grandes vinos franceses consti-tuyen formas de expresar su poder.

A partir de 2013, la política anti-corrupción del nuevo gobierno tuvo un efecto sobre la economía del re-galo y se materializó en la disminu-ción de la importación de los vinos de Burdeos. Pero eso no niega que

el vino haya ingresado en el imagi-nario social y que su producción y consumo se vayan arraigando lenta-mente en la nueva realidad del país. Este año, los chinos se convirtieron en los primeros consumidores de vi-no tinto en el mundo –delante de los franceses–, con ventas de más de 1,8 billones de botellas (12).

1. Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), Statistical re-port on world vitiviniculture, 2013, www.oiv.int.

2. Wine Institute, AWBC, e ibid.3. Las entrevistas citadas se rea-

lizaron dentro de una investigación en mayo y junio de 2012.

4. Bruce J. Dickson B., Red Ca-pitalists in China. The Party, Private Entrepreneurs, and Prospects for Political Change, Cambridge, Cam-bridge University Press, 2003.

5. Michel Rolland, Le gourou du vin, Grenoble, Glénat, 2012.

6. Actualmente, Francia, Italia, España y Estados Unidos dominan el mercado. OIV, op. cit.

7. Sud Ouest, Toulouse, 17-02-2011.

8. Le Monde, París, 28-08-2012.9. Véase Sébastien Lapaque,

“Vin, du terroir à la marque”, Le Monde diplomatique, octubre de 2013.

10. Estudio realizado para Vi-nexpo Asia-Pacific 2014, www.vi-nexpo.com.

11. Yan Yunxiang, The flow of the Gifts: social reciprocity and social networks in chinese Village, Stan-ford, Stanford University Press, 1996.

12. Estudio Vinexpo, op. cit.

Por Boris Pétric**Antropólogo, Centro Nacional

de la Investigación Científica fran-cés (CNRS).

Traducción: Gabriela Villalba

Aunque todavía no se encuentra el lugar ideal para elaborar

vino, en 2012 China se convirtió en el quinto productor mundial y la espectacular multiplicación de proyectos debería

colocarla rápidamente entre los tres

primeros.

Page 12: Le Monde Diplomatique

012 Junio 2014 Edición N°8

El líder que luchó porun cambio

en GuatemalaPor Mikaël Faujour*

Atrapado entre dos abscesos de miseria, el ce-menterio gene-ral de la capital de Guatemala.

En medio de un mosaico de lápidas color pastel –azul, amarillo, verde–, imponentes sepulturas protegen los restos de numerosos oligarcas y dictadores. El lugar ofrece también su última morada a un hombre aso-ciado a la esperanza de una ruptu-ra en la historia sangrienta de este pequeño país de América Central: Jacobo Arbenz Guzmán, segundo presidente de una “primavera gua-temalteca” que, durante diez años, se esforzó por dar vuelta la página de la pobreza y el feudalismo (véase “La revolución guatemalteca”). Un descanso eterno, sin embargo, bien custodiado: a unos veinte metros, una placa conmemorativa saluda al “mártir anticomunista” Carlos Cas-tillo Armas, quien, el 27 de junio de 1954, encabezó el golpe de Estado que derrocó a Arbenz, obligándolo a exiliarse.

Tuvieron que pasar veinticua-tro años después de su muerte pa-ra que se repatriaran las cenizas del ex presidente, bajo la égida de la Universidad San Carlos (USAC), y se le rindiera un homenaje oficial. El mausoleo fue concebido por es-tudiantes: una pirámide de tres ca-ras que simbolizan las principales obras de su presidencia (la carrete-ra al Atlántico, la reforma del servi-cio de energía eléctrica y la reforma agraria). Ese 19 de octubre de 1995, tirado por caballos, el féretro reco-rrió la ciudad (1). Cientos de perso-nas se acercaron a su paso. Luego, ignorando el protocolo, decenas de ciudadanos ingresaron en el Palacio Nacional. Algunos alzaron el ataúd para cargar al hombro al “soldado del pueblo” y conducirlo hasta el sa-lón de recepción preparado para el velatorio.

Las organizaciones estudian-tiles, impulsoras del operativo, se sorprendieron de este aparente fer-vor, que no habían previsto. La his-toriadora Betzabé Alonzo Santizo minimiza sin embargo su dimen-sión. Para ella, esto se explica sobre todo por la curiosidad de los tran-seúntes… Miembro activo de la Co-misión del Centenario del Nacimien-to de Arbenz, creada en octubre de 2012, hace un balance amargo de las conmemoraciones en cuya or-

ganización participó. ¿La memoria del ex presidente habría caído en el olvido y la indiferencia para la mayo-ría de los ciudadanos? Nuestros in-tentos por hacer un sondeo al azar, en las calles de la capital o de la ciu-dad de Quetzaltenango, acerca del conocimiento de los guatemaltecos sobre Arbenz parecen confirmarlo. Sin explicarlo.

Una larga lista de enemigos

“Aquí el recuerdo de Arbenz mo-lesta”, señala el periodista Manuel Vela Castañeda. A la derecha, por supuesto, pero también a la izquier-da. “Ninguna guerrilla dio su nombre a uno de sus frentes de operaciones militares”. Esta constatación resue-na junto con la del ex secretario ge-neral de la presidencia de Arbenz. Jaime Díaz Rozzotto estima que el presidente derrocado gozaba “del extraño privilegio de haber unido en su contra (…) a la derecha ultramon-tana (fascismo contemporáneo), la derecha liberal, la multinacional Uni-ted Fruit Company, el Departamen-to de Estado estadounidense, el bi-partidismo yanqui, el reformismo latinoamericano (radicales, pasan-do por la democracia cristiana o el equivalente de la socialdemocracia europea), e incluso el foquismo gue-rrillero (los partidarios de los focos revolucionarios rurales)” (2).

Con sólo dos diputados en el Congreso, sobre un total de ciento cincuenta y ocho, la Unidad Revo-lucionaria Nacional Guatemalteca (URNG-MAIZ) sigue siendo el princi-pal partido de izquierda del país (3). En sus locales se observan un gran fresco revolucionario, imágenes del ex presidente venezolano Hugo Chávez, de Ernesto “Che” Guevara, de Raúl y Fidel Castro, así como un poema a la memoria del comandan-te Rolando Morán (4). Ni el más mí-nimo recuerdo de Arbenz… Según Héctor Muila, ex guerrillero y secre-tario general del partido entre 2004 y 2013, su error fue dejarse influenciar por el Partido Comunista y negar-se a armar al pueblo para “defender la Revolución” en 1954. Esta apre-ciación coincide con la de Ernesto “Che” Guevara, quien estuvo pre-sente en Guatemala durante el gol-pe de Estado, y extrajo sus propias conclusiones estratégicas.

En medio de los paseantes del domingo, las familias de los difun-tos y los vendedores de comidas al paso que pululan en los caminos del cementerio, Alonzo Santizo ex-plica esta falta de interés por la his-toria de la izquierda guatemalteca:

décadas de persecución a los “co-munistas” habrían obligado al exilio a quienes conservaban esta memo-ria “sin poder transmitirla”. “Lo que explica en parte que la izquierda sea casi inexistente aquí –continúa–. Muchos abandonaron el país; otros, igualmente numerosos, murieron durante el conflicto armado”, el más largo y mortífero de América Central (1960-1996).

A nivel universitario, el rescate de la memoria sólo cobró verdadera di-mensión a fines de los años 2000, según “dos interpretaciones clara-mente opuestas”, observa Casta-ñeda. Una, más bien favorable al ex presidente, se desarrolla en el seno de la USAC, donde se encuentra confinada. La otra, claramente hos-til, emana de la Universidad Francis-co Marroquín (UFM), centro del neo-liberalismo guatemalteco de temible vigencia (5). Su campus está pobla-do por los pensadores liberales. Allí se encuentran una plaza Adam Smi-th, una biblioteca Ludwig von Mises, una sala Carl Menger, auditorios Friedrich Hayek y Milton Friedman. Un relieve de Atlas rinde homenaje a la novelista libertaria Ayn Rand.

Respecto del golpe de Estado de 1954, se destacan dos autores de “la Marroquín”: Carlos Sabino con su Historia silenciada, publica-da en 2008, y Ramiro Ordóñez Jo-nama, cuyo Sueño de Primavera se publicó en 2012 (6). Sus trabajos señalan la violencia y la corrupción que habrían marcado la década re-volucionaria, como si estas caracte-rísticas estuvieran intrínsecamente ligadas al proyecto político de Ar-benz. Esta visión de la historia omi-te la propaganda anticomunista de la Iglesia y la prensa, la oposición de la oligarquía, la de la Central Intelli-gence Agency (CIA) y las dictadu-ras de la región, las conspiraciones militares… Proclives a denunciar la historia “oficial” y “dominante” de la USAC, estos historiadores se abs-tienen de señalar la fuerza de cho-que de la UFM. Desde su fundación en 1971, su universidad proveyó al país de su elite neoliberal. Goza de importantes relevos en la prensa y el mundo político.

Combates por la memoria

Un nuevo avance se produjo a partir de 2011, cuando la Comisión Interamericana de Derechos Huma-nos de la Organización de Estados Americanos (OEA) participó en la elaboración de un acuerdo entre el Estado guatemalteco y la familia del ex presidente. Ésta exigía, además

de la reparación por la expoliación de sus bienes tras el golpe de Esta-do, diversas acciones para rescatar la memoria de Arbenz, como el per-dón oficial del Estado.

El presidente Álvaro Colom, so-brino de un mártir del conflicto ar-mado, hizo rebautizar la carretera al Atlántico con el nombre de su im-pulsor, así como una sala del Museo Nacional de Historia. Una serie de estampillas postales lleva su efigie. Estas medidas siguen siendo esca-sas comparadas con la multitud de lugares públicos y bustos que rin-den homenaje a Jorge Ubico (1931-1944) y Justo Rufino Barrios (1873-1885), dos caudillos racistas que sir-vieron ampliamente a los intereses de la oligarquía.

Teóricamente, los jóvenes gua-temaltecos descubren a Arbenz en tercero y, sobre todo, cuarto grado de la escuela primaria. El período se profundiza en primer año del se-cundario. La consulta de diversos manuales (7) revela un tratamiento honesto y, generalmente, bastan-te completo de la década revolu-cionaria. Se exponen, por ejemplo, los antecedentes que condujeron al golpe de Estado, las acciones y ob-jetivos del período revolucionario (a escala nacional, centroamericana y mundial). Allí figura también el pa-pel de Estados Unidos en numero-sos derrocamientos de gobiernos y guerras civiles de la región. Pero hay un problema: estos libros nada tie-nen de oficiales, ya que no existe un manual común para los estudiantes de la República. En la mayoría de los casos, estos últimos simplemente carecen de ellos.

Por eso el acuerdo amistoso con la familia incluye la “revisión” del programa de estudios nacional (Currículo Nacional Base). Prevé también la distribución de un docu-mento de orientación programática (orientación curricular) a los profeso-res de enseñanza secundaria públi-ca con el fin de ayudarlos a mante-ner viva la memoria de Arbenz. Sin embargo, su impacto sigue siendo difícil de medir: sólo cuatro de ca-da diez niños terminaron la escue-la primaria en 2010, según UNICEF (8). La cuestión del contenido de los manuales escolares resulta pues se-cundaria.

Según el intelectual septuagena-rio José Antonio Móbil, existen dos Guatemalas: la de la ciudad y la de las zonas rurales. Esta fractura sigue siendo particularmente marcada en el terreno de la memoria y político:

“La población rural sabe más so-bre Arbenz que la población urba-na. Los habitantes de la ciudad ol-vidaron todo”, asegura Móbil. Se-mejante fenómeno se explica por la supervivencia de un relato trans-mitido oralmente, de generación en generación, en zonas que se bene-ficiaron con la reforma agraria. Pa-recería que este tipo de cosas no se olvida…

Un hecho que pasó relativa-mente inadvertido en la actualidad sugiere que la memoria de Arbenz no ha muerto. En ocasión del des-mantelamiento de un asentamien-to ilegal de más de cien familias en la zona 5 de la capital, en agosto de 2012, se supo que éste llevaba el nombre del ex presidente (9). Este nombre sigue simbolizando pues un ideal de justicia social. Tal como lo resume Herbert Loarca Moreira, profesor de economía en Quetzal-tenango, “es un referente histórico que recuerda que ‘aquello’ fue po-sible”.

1. Para construir la puesta en es-cena, las cenizas fueron colocadas en un ataúd en el marco de la cere-monia de repatriación.

2. “El Presidente Arbenz Guz-man, ‘La Gloriosa victoria’ y la lec-ción de Guatemala”, Centro de Es-tudios Urbanos y Regionales, Uni-versidad de San Carlos, Guatemala, abril de 1995.

3. Véase Grégory Lassalle, “Gua-temala, le pays où la droite est rei-ne”, Le Monde diplomatique, París, 28-8-11.

4. Íntimo amigo del Che, Rolan-do Morán (1929-1998) fue uno de los fundadores de la URNG y una de las personalidades más importan-tes de la guerrilla. Tras el Acuerdo de Paz de 1996, recibió, al igual que el presidente y oligarca Alvaro Arzú, el premio de la UNESCO por la paz.

5. Véase Quentin Delpech, “Des usages improbables de l’écono-mie”, Actes de la recherche en sciences sociales, N°184, Seuil, Pa-rís, septiembre de 2010.

6. Carlos Sabino, Guatemala, la historia silenciada (1944-1989), vol. I: Revolución y Liberación, Fondo de Cultura Económica, Guatemala, 2008, y Ramiro Ordoñez Jonama, Un sueño de primavera, Artgrafic, Guatemala, 2012.

7. Editoriales McGraw-Hill (Esta-dos Unidos), Grupo Editorial Norma (Colombia), Santillana (Guatemala), Edessa (Guatemala), Susaeta Edi-ciones