LAURA GALLEGO GARCÍA - … · el último dragón, eran lo único que amenazaba la estabilidad de...

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1 LAURA GALLEGO GARCÍA MEMORIAS DE IDHUN TRÍADA

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    LAURA GALLEGO GARCA

    MEMORIAS DE IDHUN

    TRADA

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    Para Marinella, con todo mi cario y agradecimiento por haber credo y confiado en esta historia, por acompaarme en este viaje a travs de Idhn, por hacer tambin suyo este

    proyecto, que estoy encantada de compartir con ella. El viaje contina...

    Entonces los ojos y el corazn del guerrero empiezan a acostumbrarse a la luz. Ya no le asusta, y l pasa a aceptar su Leyenda, aunque eso signifique correr riesgos. El guerrero estuvo dormido mucho tiempo. Es natural que vaya despertando poco a poco. Todos los caminos del mundo llevan hasta el corazn del guerrero; l se zambulle sin pensar en el ro de las pasiones que siempre corre por su vida. El guerrero sabe que es libre para elegir lo que desee; sus decisiones son tomadas con valor, desprendimiento y -a veces- con una cierta dosis de locura. El guerrero de la luz a veces acta como el agua, y fluye entre los obstculos que encuentra. En ciertos momentos, resistir significa ser destruido; entonces, l se adapta a las circunstancias. En esto reside la fuerza del agua. Jams puede ser quebrada por un martillo, ni herida por un cuchillo. La ms poderosa espada del mundo es incapaz de dejar una cicatriz sobre su superficie.

    PAULO COELHO, Manual del guerrero de la luz

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    DESPERTAR

    TERCERA PARTE

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    PRLOGO

    La serpiente entorn sus ojos irisados, pero no hizo el menor movimiento ni denot ninguna emocin especial cuando dijo telepticamente:

    Ya estn aqu. -Lo s -respondi en voz baja Ashran, el Nigromante, desde el otro

    extremo de la habitacin. Estaba asomado al ventanal, como sola, contemplando la salida de la

    tercera de las lunas por el horizonte de su mundo. La serpiente alz la cabeza y desenrosc lentamente su largo cuerpo

    anillado. Era inmensa, y ni siquiera haba desplegado las alas. Cada escama de su cuerpo irradiaba un poder misterioso y letal, un poder ante el que cualquier mortal temblara de terror. Pero Ashran, el Nigromante, no era un hombre corriente.

    Tampoco aqulla era una serpiente corriente, ni siquiera entre las de su raza. Se trataba de Zeshak, el seor de los sheks, la ms poderosa de las serpientes aladas.

    El dragn y el unicornio -enumer-. Dos hechiceros: un humano y una ferica. Y un caballero de Nurgon, medio humano, medio bestia.

    -Deben de formar un grupo singular -sonri Ashran-. Tengo ganas de verlos en accin. Pero eso no es todo, verdad? Hay una sexta persona.

    Hubo un breve silencio. El traidor est con ellos -dijo Zeshak con helado desprecio-. Ese a

    quien llamabas tu hijo es ahora el sexto renegado de la Resistencia. Ashran hizo caso omiso del tono irritado de su interlocutor. Desde que Kirtash los haba traicionado, ningn shek haba vuelto a

    pronunciar su nombre. -S que quieres verlo muerto -dijo el Nigromante-. Y tendrs esa

    satisfaccin. Pero el dragn y el unicornio son ms importantes ahora. Zeshak no dijo nada, pero Ashran percibi su escepticismo. -La profeca se est cumpliendo -le espet el hechicero-. 0 es que crees

    poder luchar contra el destino? No existe el destino -replic el shek-. Los dragones nos condenaron a

    vagar por los lmites del mundo durante toda la eternidad, y mranos, estamos aqu. Somos dueos absolutos del planeta, y de nuestro propio destino. Y hemos acabado con todos los dragones.

    -No con todos -le record Ashran. En los ojos tornasolados del shek brill un breve destello de ira. Y, a pesar de todo, los sheks deseamos ms la muerte del traidor que la

    de ese dragn que se nos ha escapado. -Pero en cuanto os topis con l, volveris a sucumbir al odio -sonri

    Ashran-. Como ha sido siempre. Un dragn, aunque sea uno solo, aunque sea el ltimo, sigue siendo un enemigo peligroso.

    El shek dej escapar un airado siseo. -Cmo es posible que consideres peligroso a un dragn que est tan

    contaminado de humanidad?

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    -Como es posible que los subestimes, Zeshak? No son criaturas corrientes. Son parte de una profeca, y detrs de las profecas est la mano de los dioses.

    Entonces, no deberas haberlos dejado volver, opin Zeshak. Ashran se encogi de hombros.

    -En la Tierra habran quedado lejos de mi alcance. Adems, hiciera lo que hiciese, mientras pudieran refugiarse en Nimbad estaran a salvo. -Alz la cabeza para clavar en la serpiente la mirada de sus ojos plateados-. Ahora ya no lo estn.

    Siempre pueden volver atrs. -No Ya no pueden... pero todava no lo saben. Zeshak asinti lentamente. Ya veo -dijo-. Si es verdad que esa profeca puede cumplirse, si es cierto

    que pueden derrotarnos, no deberas enfrentarte a ellos. Ahora estn aqu, en Idhn. Ahora nosotros, los sheks, podernos encargarnos de aplastar a la Resistencia.

    Ashran medit la propuesta. En virtud de un antiguo conjuro hacia siglos que ni los sheks ni los dragones podan atravesar la Puerta interdimensional hacia la Tierra. Por eso los hechiceros renegados de la Torre de Kazlunn, aquellos que se oponan al poder del Nigromante, se haban visto obligados a enviar all solo los espritus del dragn y el unicornio de la profeca, para que se reencarnasen en cuerpos humanos. Por eso el propio Ashran haba tenido que mandar tras ellos a Kirtash, una criatura hbrida, un shek camuflado en el cuerpo de un muchacho que, desgraciadamente para ellos, haba conservado buena parte de sus emociones humanas y haba acabado por unirse a sus enemigos.

    Pero ahora, ellos estaban en Idhn, haban acudido all a presentar batalla. Nada impeda a los sheks atacarlos en su propio terreno.

    -Sabes dnde estn? -pregunt. Los ojos de la serpiente presentaron, por un momento, un cierto brillo

    siniestro. S dnde estn. Un solo mensaje teleptico mo, y mi gente atacar. Ashran asinti. -Quiz no podis vencerles -dijo sin embargo. El shek se envar, ofendido. No habl, pero dej que Ashran notara su

    irritacin. -Hay una extraa fuerza en su interior. Mira esta torre, Zeshak. No era

    ms que un edificio muerto y abandonado, y ahora rebosa poder por los cuatro costados. Y eso lo hizo la muchacha... ella sola. No es slo un unicornio. Es el ltimo unicornio, toda la fuerza de su raza reside en ella.

    Percibi el resentimiento de Zeshak, y supo lo que estaba pensando. El shek haba sido partidario de acabar con la vida de la joven que se haca llamar Victoria al hacerla prisionera, pero Ashran haba optado por utilizar su poder... y aquella chica, cuyo cuerpo albergaba el espritu del ltimo unicornio, haba acabado por escapar de ellos. Ahora ella y su compaero, el ltimo dragn, eran lo nico que amenazaba la estabilidad de su imperio.

    -Tambin el dragn ser un adversario temible, en cuanto aprenda a emplear su poder.

    Entonces, debemos acabar con ellos antes de que eso suceda.

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    -Llevamos ms de quince aos intentando acabar con ellos, Zeshak. Y no lo hemos conseguido.

    Ests empezando a pensar que no podemos evitar el cumplimiento de la profeca?, sise Zeshak en su mente.

    -No; estoy empezando a pensar que no hemos seguido la estrategia adecuada.

    La serpiente no dijo nada, pero clav en el Nigromante sus hipnticos ojos tornasolados, esperando una explicacin.

    -Desgraciadamente, Zeshak, no los conozco tanto como quisiera. Conozco bien a Kirtash, mucho mejor de lo que l mismo cree; empiezo a conocer a Victoria, porque tuve ocasin de tratar con ella, y creo que puede ser una pieza importante para mis planes futuros, aunque ella no lo sepa. Pero el muchacho, el dragn, sigue siendo un completo extrao para m. Y eso no me gusta. Ahora que estn aqu, en Idhn, voy a tener ocasin de observarlos, de estudiarlos, de conocerlos y comprenderlos... y de encontrar su punto dbil.

    Zeshak lo mir, con la boca entreabierta, dejando ver su larga lengua bfida. Casi pareca que se rea. Estrategia bsica shek, coment.

    Ashran asinti. -De todas formas, no me opongo a que vosotros ataquis primero. Pocas

    cosas pueden escapar a la mirada de un shek, y sospecho que, vayan a donde vayan, terminaris por encontrarlos. Quiz logris acabar con ellos entonces, con uno solo de ellos, al menos, y entonces no habr ms que hablar. Pero, si fracasis, al menos habr tenido la ocasin de estudiar a la Resistencia con ms detalle, y puede que para entonces ya se hayan confirmado mis sospechas.

    El shek entrecerr los ojos y aguard a que el Nigromante siguiera hablando. Ashran lo mir y sonri.

    -Tal vez -dijo el hechicero con suavidad- la clave para su destruccin no est en nosotros, sino en ellos mismos.

    Zeshak comprendi. Lentamente, su rostro de reptil esboz una sinuosa sonrisa.

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    LA TORRE DE KAZLUNN

    Cuando Victoria abri los ojos, tard un poco en recordar todo lo que haba pasado. Imgenes confusas se entremezclaban en su mente, imgenes fantsticas que parecan producto de un hermoso sueo o de una extraa pesadilla.

    Se incorpor un poco, y vio junto a ella un rostro familiar. Jack estaba tendido a su lado, con los ojos cerrados. A Victoria le dio un vuelco el corazn; sin embargo, se dio cuenta casi enseguida de que el muchacho estaba dormido o inconsciente, pero no herido. Su expresin era tranquila, y su respiracin, regular. Victoria alz la mano para acariciarle el rostro con cario. El joven sonri en sueos, pero no se despert.

    Se haban conocido tres aos antes, cuando los sicarios enviados por Ashran, el Nigromante, haban asesinado a los padres de Jack. Entonces l

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    no saba nada de Idhn, nada de la Resistencia a la que Victoria perteneca, y se haba visto obligado, de la noche a la maana, a asumir que, de alguna manera, estaba implicado en la guerra por la salvacin de un mundo que no conoca. Se haba unido a la Resistencia, que luchaba por liberar Idhn del dominio de Ashran y los sheks, las monstruosas serpientes aladas; haba tenido que aprender a pelear, a defenderse, a sobrevivir.

    Pero tambin haba conocido a Victoria. La chica sonri, evocando su primer encuentro. Entonces ellos eran unos nios todava, pero ahora haban crecido, y la amistad que los una se haba convertido en algo ms, en un sentimiento ms intenso y ms profundo, que se haba afianzado cuando los dos haban averiguado, apenas unas semanas antes, que su destino estaba escrito incluso antes de su nacimiento, y que ellos dos eran los elegidos para derrotar al Nigromante y salvar a Idhn. Porque en su interior latan los espritus de Yandrak y Lunnaris, el ltimo dragn y el ltimo unicornio, los nicos que, segn la profeca de los Orculos, seran capaces de acabar con el poder de Ashran.

    Victoria se estremeci y alz la mirada hacia las estrellas. No quera hacerlo, porque saba lo que iba a encontrar en aquel hermoso cielo violceo. Pero tambin saba que haban dado un paso definitivo y que no haba vuelta atrs.

    Contempl con resignacin, casi con odio, las tres lunas que brillaban en el firmamento. Las tres lunas de Idhn, el mundo al que acababan de llegar, un mundo que en teora era el suyo, pero que ella, cuyo cuerpo humano haba nacido y crecido en la Tierra, no recordaba ni haba aprendido a amar. Era un espectculo bellsimo, porque los tres astros presentaban sombras y tonalidades que haran palidecer de envidia al satlite terrestre, pero, aunque una parte de su corazn se senta conmovida por tanta belleza, la otra era dolorosamente consciente de que haban ido all a luchar... y tal vez a morir.

    Las observ un momento ms. Ninguna de las tres estaba llena; la mediana pareca decrecer, mientras que a la ms pequea le faltaba poco para el plenilunio, y la grande tambin estaba creciente. Victoria dedujo que cada una de ellas tena un ciclo distinto; se pregunt si alguna vez coincidiran los tres plenilunios en la misma noche, y si ella llegara a verlo.

    Se sent en el suelo y mir a su alrededor. Acababan de atravesar la Puerta interdimensional; en principio, deberan haber aparecido en la Torre de Kazlunn, el bastin de los hechiceros que se oponan a Ashran, pero se encontraban en el claro de un bosque. No pareca haber nada peligroso o amenazador en el paisaje y, sin embargo, Victoria se sinti inquieta. Los rboles eran inmensos y tenan formas extraas, de races torcidas, y ramas que se entrelazaban entre ellas formando intrincados diseos; haba arbustos que alcanzaban varios metros de altura y enormes y bellsimas flores cuyos ptalos se abran en ngulos y siluetas inverosmiles, y que envolvan a Victoria en embriagadores perfumes. Todo era muy diferente a lo que ella conoca y, no obstante, no senta nada anormal en aquel lugar. Era como si la naturaleza hubiera encontrado de pronto la inspiracin y las fuerza necesarias para llevar a cabo sus ms atrevidas quimeras. Y, teniendo en cuenta la enorme cantidad de energa que vibraba en el ambiente, Victoria se dijo a s misma que no era de extraar.

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    Busc a sus amigos con la mirada. Vio a Shail, Allegra y Alexander, que, como Jack y como ella misma, haban quedado inconscientes durante el viaje interdimensional. Victoria frunci el ceo. No recordaba gran cosa de ese viaje, aparte de haber cruzado la brecha... una luz intensa... todo daba vueltas y, de pronto, perdi el sentido de la orientacin, no saba dnde estaba arriba y dnde abajo... se mare... solt sin quererlo la mano de Jack... y la mano de Christian.

    Christian. Victoria se puso en pie de un salto y mir a su alrededor, pero no vio la

    esbelta silueta del joven por ninguna parte. Y, sin embargo, presenta que l estaba cerca, lo cual la tranquiliz un poco. Cerr los ojos, se llev a los labios la piedra de Shiskatchegg, el anillo mgico que l le haba regalado, y se dej guiar por su intuicin. Saba que no deba adentrarse sola en un bosque desconocido, pero nunca atenda a razones cuando se trataba de Christian.

    Algo se movi entre las ramas ms altas, y Victoria dio un respingo, sobresaltada. Pero slo result ser algn animal, probablemente un pjaro. La muchacha sonri, nerviosa, y prosigui su camino.

    El claro no estaba muy lejos del lmite del bosque. Los rboles se abran un poco ms all y dejaban entrever las formas suaves de una llanura, iluminada por las tres lunas.

    Y all estaba Christian. Victoria descubri su figura apostada en la ltima fila de rboles, en tensin, vigilando el horizonte. Como cada vez que lo vea, su corazn se debati en un ocano de sentimientos contradictorios.

    Christian era Kirtash, un joven asesino enviado por Ashran a la Tierra para acabar con la Resistencia y con el dragn y el unicornio que amenazaban su imperio. Victoria haba luchado contra l, lo haba temido, lo haba odiado... pero tambin se haba sentido atrada por l casi desde el principio, y aquella atraccin haba aumentado ms y ms en cada encuentro, hasta transformarse en una emocin difcil de reprimir... y que, sorprendentemente, era correspondida. Victoria no haba dejado de quererle al enterarse de que l era el hijo de Ashran el Nigromante, su enemigo, tampoco al saber que Kirtash no era del todo humano, sino que albergaba en su interior el espritu de un shek, una de las letales serpientes aladas que haban conquistado Idhn. Ni siquiera haba sido capaz de odiarle cuando su parte ms oscura haba aflorado de nuevo, hacindole dao de forma dolorosa y cruel. A cambio, Christian haba acabado por traicionar a los suyos y se haba unido a la Resistencia. Por ella. A pesar de que, como ambos saban muy bien, Victoria jams sera capaz de elegir entre Jack y Christian porque, de alguna manera estaba enamorada de los dos.

    La muchacha no saba cmo iban a resolver aquello, pero s tena muy claro que tendra que esperar. Reprimi sus dudas y sus sentimientos al respecto y se oblig a s misma a centrarse y a actuar no como una adolescente enamorada y confusa, sino como una guerrera de la Resistencia.

    Se acerc a Christian sin hacer el menor ruido. Pero l supo que ella estaba all sin necesidad de verla ni orla.

    -Ya habis despertado? Victoria neg con la cabeza y se coloc junto a l. -Slo yo -dijo-. Los otros siguen inconscientes. Qu nos ha pasado?

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    -Chocamos con una barrera -explic l a media voz-. Tuve que reorientar el destino de la Puerta sobre la marcha. -Dnde estamos ahora?

    -No muy lejos de nuestro destino. Mira. Seal un punto en el horizonte, y Victoria contuvo el aliento. Contra el cielo nocturno se recortaba la alta figura cnica de una torre,

    una torre de slidos cimientos, acabada, sin embargo, en un esbelto picacho que pareca pinchar la ms grande de las tres lunas. Se encontraban demasiado lejos como para que Victoria pudiera apreciar los detalles de la estructura, pero a primera vista se le antoj hermosa... y siniestra. No obstante, haba algo en ella, en su silueta, que le resultaba familiar.

    -Eso es la Torre de Kazlunn? -pregunt en voz baja. Christian asinti. -No nos han dejado entrar. Por una parte, no es de extraar, puesto que

    los magos protegen la torre con un conjuro muy poderoso, y en todos estos aos, ni yo, ni mi padre, ni los sheks hemos conseguido conquistarla. Pero, por otro lado... os estn esperando desde hace aos como a los hroes de la profeca. Deberan haber detectado que procedamos de Nimbad. Deberan haberos dejado pasar.

    Victoria mir a Christian, insegura. Si l no saba qu era lo que estaba pasando, nadie lo sabra. El shek sola ir por delante de todos a la hora de comprender las cosas.

    -Puede ser que hayan detectado mi presencia -sigui diciendo Christian-. Quizs hayan pensado que se trata de una trampa. Pero...

    -No hay luces en las ventanas -dijo Victoria de pronto-. Es como si dentro no hubiera nadie.

    -Ya lo haba notado -asinti Christian, tenso-. Aqu hay algo que no marcha bien.

    Se llev la mano atrs en un movimiento reflejo, pero la detuvo a medio camino, al recordar de pronto que ya no llevaba la vaina de Haiass, su espada, prendida a la espalda. Victoria vio que sus dedos se crispaban y lo mir, un poco preocupada.

    -Deberamos despertar a los dems. Tal vez mi abuela sepa lo que est pasando.

    Christian asinti. Victoria dio media vuelta para regresar al claro, pero se detuvo en seco al ver que Christian no la segua, sino que haba comenzado a deslizarse con movimientos felinos en direccin a la torre. Victoria volvi sobre sus pasos para detenerlo.

    -Adnde se supone que vas? l la mir un momento, entre molesto y divertido. -A reconocer el terreno. Si hay algo raro en esa torre, desde aqu no

    puedo percibirlo. -Ni hablar, Christian. No vas a ir solo, me oyes? No quiero que te

    maten. Christian no dijo nada, pero sostuvo su mirada. El corazn de Victoria

    empez a latir desenfrenadamente, y la joven sinti que las tres lunas que brillaban sobre ellos alteraban sus sentidos y hacan que aquel momento pareciese an ms mgico de lo que era. Pero se sobrepuso y, cuando Christian se acerc ms a ella, con intencin de besarla, Victoria se separ de l con suavidad.

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    -Tenemos que despertar a los dems -le record. Christian alz la cabeza y vio entonces una sombra que los observaba

    mi poco ms lejos, y reconoci a Jack. Victoria fue a reunirse con l, con naturalidad, haciendo caso omiso del semblante sombro de su amigo.

    -Estamos cerca de la Torre de Kazlunn -le explic-, pero Christian no sabe por qu la Puerta no nos ha llevado hasta el interior. Se han despertado ya todos?

    -S -respondi Jack; la retuvo por el brazo y dej que Christian se adelantara hasta que quedaron los dos solos-. No vuelvas a hacerme esto -le susurr, irritado.

    -EI qu? -se rebel ella-. No me digas que ests celoso; ya sabes que... -Si lo estuviera no te lo dira ni actuara en consecuencia, Victoria -cort

    Jack, un poco dolido-. Ya te dije una vez que jams intentar controlar tus sentimientos. No, me refiero a lo de desaparecer de repente y quedarte a solas con l. Y si se vuelve loco, como la ltima vez? Tienes la menor idea de lo que supone para m despertarme y no verte por ninguna parte? Despus de lo que pas entonces?

    Victoria titube, entendiendo los sentimientos de su amigo. -No va a hacerme dao, Jack -dijo en voz baja. -Eso no puedo saberlo, Victoria. Y t, tampoco. -Estoy dispuesta a correr el riesgo. l la mir a los ojos, muy serio.

    -Pero yo no. Victoria fue a replicar, pero no encontr las palabras apropiadas. Busc

    su mano y la estrech con fuerza, y as, cogidos de la mano, regresaron al claro.

    Encontraron a sus compaeros ya despiertos, y escuchando con semblante grave lo que Christian les expona clara y sucintamente.

    -Deberan habernos dejado pasar -resumi Allegra los pensamientos de todos.

    Victoria se dio cuenta de que, por lo visto, ella haba decidido prescindir de su camuflaje mgico, porque ya no pareca una anciana humana, sino que mostraba su verdadero rostro, el rostro etreo de un hada de edad incalculable, de cabellos de plata, rasgos exticos y delicados y ojos completamente negros, todos pupila, que parecan contener toda la sabidura del mundo. A la muchacha todava le resultaba extrao pensar que aquella a quien haba credo su abuela era en realidad una poderosa hechicera idhunita.

    Shail, el otro mago del grupo, neg con la cabeza. -No saben que logramos rescatar a Victoria de la Torre de Drackwen -

    dijo-. Si no me equivoco, el Nigromante consigui lo que quera, y la torre vuelve a ser inexpugnable. -Mir a Christian, quien asinti, confirmando sus palabras-. Puede que los magos piensen que Victoria muri en la torre, y en tal caso habrn perdido toda esperanza.

    -Pero no pueden dejarnos aqu! -dijo Alexander-. La Torre de Kazlunn es el nico lugar seguro para nosotros. Aqu somos vulnerables...

    -...por no mencionar el hecho de que lo ms probable es que Ashran ya sepa que hemos llegado -aadi Christian.

    Alexander solt un juramento por lo bajo. Jack se irgui. -Yo voto por acercarnos a la torre y averiguar qu est pasando. -Y si es una trampa? -dijo Christian.

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    Shail lo mir. -Una trampa de quin? Tu padre no controla la Torre de Kazlunn. Es

    imposible que la haya conquistado en el tiempo que ha pasado desde que me march, y ms teniendo en cuenta que no lo ha conseguido en quince aos.

    Christian no dijo nada, pero Victoria descubri en su rostro una sombra de duda.

    La Torre de Kazlunn se alzaba junto al mar, al fondo de una altiplanicie salpicada de pequeas arboledas como la que acababan de abandonar. Haba un largo camino que llevaba hasta la entrada, bordeando el acantilado.

    El ascenso fue largo y penoso. Cuando el camino los acerc un poco al barranco, Jack quiso asomarse al borde, para ver qu haba ms all, pero Christian lo retuvo.

    -Ests loco? -le dijo en voz baja-. Est subiendo la marca. -Y? -pregunt Jack, sin comprender-. No entiendo qu... No haba terminado de decirlo cuando una violenta ola se estrell contra

    el borde del precipicio con un sonido atronador. Jack jade y retrocedi, empapado y sin aliento. Sus compaeros tambin se alejaron de la escollera, con prudencia.

    -Habra jurado que era mucho ms alto, unos quince metros como poco -murmur el chico, perplejo.

    -Lo es -repuso Shail, sonriendo. Victoria cogi a Jack del brazo y le seal el cielo en silencio. Jack

    comprendi lo que quera decir. Las tres lunas de Idhn tenan que provocar, por fuerza, unos movimientos ocenicos mayores que las mareas de la Tierra. Tragando saliva, se alej an ms del acantilado, y no se sinti seguro hasta que ascendieron hasta los mismos pies de la torre.

    La Resistencia se detuvo ante la puerta, que estaba cerrada a cal y canto. No se vea a nadie por los alrededores, ni tampoco percibieron actividad alguna en el edificio.

    -Esto no me gusta -murmur Shail-. Ya deberan habernos visto llegar. -Nadie puede habernos visto llegar, Shail -dijo Allegra, sombra-, porque

    no queda nadie en la torre. -Qu...? -Abrid esa puerta -dijo Christian entonces-. Tenemos que entrar en la

    torre cuanto antes. -Por qu? -pregunt Alexander, mirndolo con desconfianza. -Porque Christian tena razn -respondi Jack, escudriando las

    sombras mientras desenvainaba su espada-. Es una trampa. No lo notis? No haba terminado de pronunciar aquellas palabras cuando docenas

    de pares de ojos brillantes se alzaron en las sombras. Enormes cuerpos ondulantes y alargados surgieron del fondo del acantilado chorreando agua, y se movieron sinuosamente, rodendolos; y algunos de ellos extendieron sus alas, cubriendo de oscuridad el cielo nocturno. Victoria se estremeci de fro y se pregunt cmo no los haban detectado antes; pero los sheks eran criaturas astutas y muy inteligentes, y haban logrado ocultarse de ellos, esperando pacientemente hasta tenerlos acorralados contra el muro. Ahora los observaban con fijeza, a una prudente distancia, como

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    evalundolos, pero no caba duda de que no tardaran en atacarlos, y que sera una lucha muy desigual en la que la Resistencia no podra vencer. La nica posibilidad que tenan de escapar con vida era refugindose en la torre, pero Victoria comprendi, antes de que Allegra y Shail unieran su magia para tratar de derribar la puerta, que no lo lograran. Hubo un violento chispazo de luz y la magia que protega la torre repeli el poder de los dos hechiceros con tanta fuerza que los lanz hacia atrs.

    Una de las serpientes sise con furia, proyectando la cabeza hacia delante, mostrando unos colmillos letales. Jack, Christian, Victoria y Alexander retrocedieron unos pasos, con las armas a punto, cubriendo a los magos sin dejar de vigilar a los sheks, buscando proteccin en el enorme y elegante prtico que abrigaba la entrada.

    -Abrid esa puerta o estaremos perdidos! -susurr Alexander con voz ronca.

    -No reconozco esta magia -murmur Allegra-. La puerta ha sido sellada con un poder distinto al de los hechiceros corrientes.

    -Es la magia de mi padre -musit Christian. No dijo ms, pero todos entendieron lo que ello implicaba. La Torre de Kazlunn haba cado. De alguna manera, Ashran haba

    logrado conquistarla. En cuanto a qu haba sido de los hechiceros que vivan all... slo podan tratar de adivinarlo. Y las posibilidades no eran precisamente tranquilizadoras.

    Entonces, los sheks atacaron. Se abalanzaron sobre ellos, las fauces abiertas, los ojos reluciendo en la

    oscuridad, sus largos cuerpos anillados ondulando tan deprisa que apenas podan seguirse sus movimientos.

    Jack tuvo que hacer frente a dos emociones tan intensas como terribles. Por una parte, el horror irracional que senta hacia todo tipo de serpientes lo atenaz otra vez; por otra, un sentimiento nuevo y siniestro se adue de su alma: un odio tan oscuro y profundo como el corazn de un abismo. Tratando de reprimir su miedo y de controlar su odio, lanz un grito y se enfrent a la primera serpiente, enarbolando a Domivat, su espada legendaria, cuyo filo se inflam enseguida con el fuego del dragn. El shek retrocedi un poco, siseando, enfurecido, y observ la espada con odio y desconfianza. Jack golpe de nuevo, pero en esta ocasin la criatura se movi deprisa y se apart con un ligero y elegante movimiento. Antes de que pudiera darse cuenta, la cabeza de la serpiente estaba casi encima de l. Jack interpuso la espada entre ambos, consciente de que el shek haba reconocido el arma como obra de los dragones, los ancestrales enemigos de aquellas criaturas. Pero tuvo que retroceder de nuevo, incapaz de acertar a la serpiente, cuyo cuerpo se mova a la velocidad del pensamiento.

    Sus compaeros tambin estaban teniendo problemas. Shail haba creado un campo mgico de proteccin en torno a ellos, pero las serpientes estaban intentando traspasarlo, y Jack saba que no tardaran en conseguirlo. Victoria y Alexander peleaban con sus propias armas. El bculo de la muchacha no slo resultaba ms letal que de costumbre, puesto que poda canalizar mucha ms energa en Idhn que en la Tierra, o incluso que en Nimbad, sino que tambin pareca ms efectivo que cualquier espada, incluyendo la de Alexander. Porque, gracias al bculo, Victoria poda Proyectar su magia a distancia y atacar a las serpientes sin

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    necesidad de acercarse demasiado a ellas; pero Alexander se encontraba con los mismos problemas que Jack a la hora de luchar contra aquellas formidables criaturas. Sin embargo, el combate haba despertado en l de nuevo la furia animal que lo posea las noches de luna llena, pero tambin cuando se vea incapaz de controlarla. Los ojos del lder de la Resistencia relucan en la oscuridad, y Jack lo oa gruir, y lo vea golpear con fiereza y saltar de un lado para otro con una agilidad sobrehumana.

    Mientras, Allegra segua intentando echar abajo la puerta, y su voz sonaba sobre ellos, serena y segura, recitando sus conjuros ms poderosos. Pero la puerta resista.

    Jack percibi un movimiento sobre l y alz la espada por instinto. Oy un siseo furioso y oli la carne quemada cuando el lilo de Domivat alcanz el cuerpo escamoso de uno de los sheks. Lo vio retirarse un momento y sonri, satisfecho, pero se le congel la sonrisa en los labios al mirar hacia arriba.

    Haba docenas de sheks. Tal vez medio centenar. Sobrevolaban aquel lugar en crculos, como buitres, esperando simplemente que la Resistencia se rindiera o fuera destruida, preparados para descender hasta ellos en el improbable caso de que sus compaeros fueran derrotados. El terror invadi al muchacho cuando comprendi que no tenan ninguna posibilidad de vencer, y que la nica salida era escapar... hacia el interior de la torre, cuyos muros los protegeran, o hacia cualquier otra parte... Jack se pregunt, desesperado, por qu Shail y Allegra no haban empleado todava el hechizo de teletransportacin. En cualquier caso, no haba nada que pudiera hacer.

    -Jack! -grit entonces Christian. Jack se volvi, como en un sueo, y lo vio all, de pie, desarmado. Haba

    perdido su espada tiempo atrs, y se haba negado a empuar otra. Pero no pareca asustado.

    -Transfrmate, Jack! -le grit Christian-. As no puedes luchar contra ellos!

    Jack comprendi. En su interior albergaba el espritu de Yandrak, el ltimo dragn, y en teora poda transformarse en el, si as lo deseaba. En teora. Porque no lo haba conseguido aun. Ni una sola vez.

    Lanz a Christian una mirada dubitativa. -Hazlo, maldita sea! -insisti el shek-. Te necesitamos! Jack asinti. Vio cmo Christian le daba la espalda e iniciaba su propia

    transformacin. Apenas unos instantes despus ya no haba all un chico de diecisiete aos, sino una enorme serpiente alada. Christian lanz un chillido de ira y libertad y alz el vuelo para enfrentarse, como shek, a los que antes haban sido sus compaeros, su familia, su gente. Jack apret los dientes y se esforz por encontrar al dragn en su interior.

    Victoria lo vio, y corri hacia l para cubrirle mientras se concentraba. El campo de proteccin de Shail segua all, pero estaba empezando a fallar, y de vez en cuando algn shek lograba traspasarlo. Victoria y Alexander peleaban para hacerlos retroceder.

    Mientras, en el aire, Christian tena todas las de perder. Como shek era poderoso, pero se enfrentaba a muchos como l, y estaba en inferioridad de condiciones.

  • 14

    -No puedo! -exclam entonces Jack, desalentado-. No s lo que he de hacer!

    -No te distraigas, chico! -grit Alexander-. Pelea aunque sea con la espada!

    Jack asinti, aliviado, y se dispuso a obedecer. Era cierto que, como dragn, habra tenido ms posibilidades de derrotar a algn shek, pero lo de luchar con la espada al menos saba hacerlo. Oy la voz de Allegra, retumbando sobre ellos, pero la puerta segua sin abrirse.

    -Christian! -grit entonces Victoria; Jack vio el largo cuerpo de azogue del shek ondulando sobre ellos; lo reconoci porque era el nico que peleaba contra los dems-. Vuelve! Ven aqu!

    Jack dudaba de que Christian pudiera haberla odo; pero, de alguna manera, lo hizo, puesto que efectu un quiebro en el aire y descendi en picado, esquivando a dos serpientes que se abalanzaron sobre l. Cuando se pos junto a Victoria, Jack apreci que estaba herido.

    La muchacha corri hacia l y trep a su lomo. -Victoria! -la llam Jack, perplejo-. Qu haces? Ella no contest. Jack vio, impotente, cmo Christian alzaba de nuevo el

    vuelo, llevando a Victoria sobre su lomo. La vio pelear desde el aire, con el extremo de su bculo iluminado como una estrella. Era una imagen hermosa, pero aterradora, la joven del bculo resplandeciente, como una herona de leyenda a lomos de la serpiente alada. Christian y Victoria. Luchando juntos, volando juntos.

    Jack percibi entonces lo slido y real que era el vnculo que los una a ambos, e intuy lo mucho que deba de haberle costado al Nigromante forzar a Christian para que traicionara a Victoria. Seguro que haba puesto en juego todo su poder; y, sin embargo, ah estaba, el shek, el hijo de Ashran, luchando junto a la Resistencia... solo para proteger a Victoria.

    Jack se sinti pequeo e insignificante comparado con ellos, y por primera vez deseo, ardientemente y de todo corazn, poder transformarse en un dragn.

    Pero segua sin conseguirlo. Varios metros por encima de ellos, Victoria se senta inmersa en un

    extrao sueo. Por un lado, la presencia de las serpientes aladas la aterrorizaba; por otro, volar sobre el lomo de Christian era una experiencia nica, mgica, y lamentaba no poder disfrutar de ella.

    Se dio cuenta de que algunos de los sheks haban abandonado la lucha contra los otros miembros de la Resistencia y volaban ahora tras ellos. Victoria percibi el intenso odio que alentaban los ojos de hielo de aquellas formidables criaturas, por lo general impasibles como rocas.

    -Qu les pasa? -murmur, alzando el bculo por encima de la cabeza-. Por qu estn tan furiosos?

    Le bast desearlo para que el extremo del artefacto dejase escapar un anillo de energa que alcanz a varios sheks y los hizo retroceder, siseando de dolor y furia.

    Soy yo -respondi Christian telepticamente-. Me consideran un traidor a nuestra raza, he cometido un crimen imperdonable para los sheks, y por ello estn deseando acabar conmigo. No debera haber permitido que montaras sobre mi lomo. Estabas ms segura con Jack y los dems.

  • 15

    -No se trata de m -respondi ella casi con fiereza-. Tenemos que distraerlos todo lo que podamos para que Shail y mi abuela abran esa puerta.

    La puerta no se abrir, Victoria, y lo sabes. Victoria sinti un escalofro y apret los talones contra el cuerpo del

    shek, consciente de que tena razn, de que se enfrentaban a un enemigo demasiado formidable y que, casi con toda seguridad, ambos moriran all.

    Pero, si haba de morir, decidi, lo hara luchando. Para que, si exista la ms mnima posibilidad de que sus amigos escaparan, pudieran tener la oportunidad de ponerse a salvo.

    Para que al menos Jack saliera con vida de aquella locura. -No lograremos entrar -anunci entonces Allegra-. Es intil: mi magia

    no puede, ni podr, romper el sello de esta puerta. Haba hablado a media voz, pero Jack, que, enarbolando a Domivat,

    peleaba contra un shek que haba traspasado la barrera, la oy, y sinti como si sus palabras fueran una sentencia de muerte.

    -Entonces, tenemos que marcharnos de aqu! -rugi Alexander, enseando los colmillos; la pelea haba desatado su fuerza animal, y estaba a mitad de transformacin: su rostro se haba alargado, como un hocico, y estaba casi completamente cubierto de vello.

    Sus manos como zarpas blandan a Sumlaris, su espada, como si fuera una pluma.

    -Pero cmo? -pregunt Shail, con esfuerzo; estaba empleando toda su energa para mantener el campo mgico de proteccin, pero se estaba quedando sin fuerzas-. Somos demasiados; si los teletransportamos a todos no llegaremos muy lejos.

    -Pero es la nica salida -dijo Allegra. Oyeron entonces un chillido agnico, y Jack alz la mirada, justo para

    ver a Christian retorcerse de dolor en el aire, mientras Victoria intentaba mantenerse firme sobre su lomo. Nada estaba atacando al shek, al menos no en apariencia, y, sin embargo, la criatura pareca estar sufriendo una terrible agona.

    Jack comprendi que los otros sheks haban logrado traspasar sus defensas mentales y lo estaban sometiendo a un ataque teleptico.

    -Christian, baja de ah! -grit Jack, temiendo sobre todo por la seguridad de Victoria; todava no estaba seguro de apreciar lo bastante al shek como para llegar a lamentar su muerte, si sta llegara a producirse.

    Christian lo intent. Esquiv como pudo a las serpientes que se abalanzaban sobre l y descendi en un vuelo inestable. Victoria se esforzaba por mantener el equilibrio, pero no haba abandonado la lucha. Jack vio cmo la punta del bculo que portaba se iluminaba de nuevo, y oy el chillido de una de las serpientes, que haba sido alcanzada por la energa generada por el artefacto.

    Pero Christian no lograba mantener el vuelo. Jack lo vio precipitarse al mar, estrellarse contra la cresta de una ola, desaparecer bajo las aguas, y grit:

    -Victoria!!

  • 16

    Algo se encendi en su interior, como un volcn en erupcin, como una estrella a punto de estallar, y sinti que el dragn deseaba ser liberado, para luchar contra los sheks y rescatar a Victoria. Corri hacia el borde del acantilado, pero tuvo que detenerse porque dos sheks le cortaron el paso. Jack alz a Domivat, furioso, y lanz una estocada que dej escapar una violenta llamarada. No alcanz a ninguna de las serpientes, pero las hizo retroceder un tanto.

    Despus, se sinti extraamente vaco, y comprendi que haba canalizado demasiada energa a travs de la espada. Y supo que ya no tena fuerzas para despertar al dragn en su interior.

    En aquel momento, vio a Christian emergiendo del agua coronada de espuma, y desplegando de nuevo sus alas bajo las tres lunas. Victoria segua sobre su lomo, pareca que estaba bien. Jack golpe otra vez, hizo retroceder a los sheks un poco ms y entonces vio que Alexander acuda a cubrirle la retirada. Los dos se replegaron hacia la torre.

    Cuando, por fin, Christian aterriz estrepitosamente junto a ellos, todava con Victoria bien sujeta entre sus alas, Allegra ya estaba preparndose para teletransportarlos a todos lejos de all, mientras Shail se esforzaba, ms que nunca, por mantener activa la proteccin mgica.

    La voz teleptica de Christian se oy en las mentes de todos. No podris llevarnos a todos. Allegra, llvate a Jack y Victoria a un

    lugar seguro. -No! -grit Jack, volvindose hacia l-. Nos vamos todos. -El shek tiene razn -gru Alexander-. Si la magia no puede salvarnos

    a todos, es mejor que os vayis vosotros dos. La profeca... -A1 diablo con la profeca! -grit Jack-. No voy a dejar atrs a mis

    amigos! -Y vas a dejar morir a Victoria? Jack se volvi para replicar a la pregunta de Christian, que se haba

    transformado de nuevo en humano y lo miraba con seriedad. Pero no fue capaz de encontrar una respuesta a aquella cuestin.

    -Nos vamos todos -declar Victoria con firmeza, apartndose el pelo mojado de la frente.

    Avanz hasta situarse junto a Allegra y la tom de la mano, mientras el extremo de su bculo palpitaba como un corazn henchido de energa. La maga comprendi, y absorbi la magia que Victoria le proporcionaba.

    -Ahora! -grit Shail-. Daos prisa! Jack y Alexander corrieron hacia Allegra y Victoria. Jack volvi sobre

    sus pasos para ayudar a Christian, que cojeaba. Las serpientes sisearon, furiosas, al comprender sus intenciones. Jack percibi en su mente los ataques desesperados de las criaturas, que saban que sus presas estaban tratando de escapar, pero la barrera todava los protega. Sin embargo, el muchacho mir a Shail, slo ante los sheks, manteniendo la proteccin mgica hasta el final, e intuy lo que iba a pasar, segundos antes de que el mago diera media vuelta y echara a correr hacia ellos con todas sus fuerzas.

    La barrera se desmoron, y los sheks se abalanzaron sobre l. -SHAIL,!! -chill Victoria, al ver que se haba quedado atrs. Allegra ya iniciaba el hechizo de teletransportacin.

  • 17

    Todo fue muy rpido. Jack, Christian, Victoria y Alexander se haban aferrado a ella, pues deban estar en contacto fsico con la maga para que el conjuro los transportase a ellos tambin. Pero no podan apartar la mirada del joven hechicero que corra hacia ellos, y vieron cmo la primera de las serpientes se lanzaba sobre l y lograba aprisionar su pierna entre sus letales colmillos. Shail grit y cay al suelo cuan largo era. Victoria se desasi del contacto de Allegra y trat de correr hacia l, pero Jack la retuvo cogindola del brazo cuando ya se alejaba de ellos, y Allegra atrap la mano del chico en el ltimo momento. Victoria no se rindi, y tendi el bculo hacia su compaero cado. Shail logr aferrar la vara justo cuando el shek ya retroceda, arrastrndolo consigo.

    En aquel momento, Allegra finaliz el conjuro, y la Resistencia desapareci de all.

    2

    REFUGIO Jack choc contra el suelo con estrpito. Su instinto le dijo que haba peligro, y se levant de un salto, ignorando el sordo dolor de sus costillas.

    El hechizo de Allegra los haba llevado a todos lejos de la Torre de Kazlunn.

    A todos. Incluyendo al shek que se haba aferrado a la pierna de Shail, y que ahora haba soltado a su presa para alzarse sobre ellos, amenazadoramente.

    Jack no se anduvo por las ramas. Blandi a Domivat y, aprovechando que la serpiente tena la vista fija en Christian, que la observaba con cautela, en tensin, descarg un golpe, con toda su rabia, sobre el cuerpo escamoso de la criatura, que chill de dolor.

    La Resistencia en pleno acudi a ayudar a Jack, y con una fuerza nacida de la desesperacin, lograron acabar por fin con el enorme reptil. Todos suspiraron aliviados, y Jack cerr los ojos y sonri para s. Algo en su interior haba disfrutado lo indecible con la muerte de aquel shek. Pero, por alguna razn, no le pareci correcto exteriorizar sus sentimientos al respecto. Una parte de l se horrorizaba de que la muerte de otro le produjera tanta satisfaccin; aunque ese otro fuera un shek.

    Christian haba permanecido aparte, sin intervenir en la lucha; y, cuando el cuerpo muerto del shek cay a sus pies, se qued mirndolo, pensativo, con una expresin indescifrable.

    Victoria intuy qu era lo que pasaba por su mente. Se detuvo junto a l y coloc una mano sobre su hombro.

    -Lo siento -susurr. -Da igual -respondi l, encogindose de hombros-. Tengo que, ir

    acostumbrndome a esto. Pero haba visto a Jack hundiendo su espada de fuego en el corazn del

    shek, y ambos saban que, aunque Christian entenda y aprobaba aquella actitud, su instinto le empujaba a enfrentarse al muchacho, el dragn, su

  • 18

    enemigo, para defender a la serpiente. Y el instinto era algo muy difcil de reprimir.

    Jack haba notado tambin la mirada que le haba dirigido Christian entonces. Al pasar junto a l, an con la espada desenvainada, lo mir a los ojos, como retndole a hacer algn comentario al respecto. Pero Christian no dijo nada, y Jack tampoco percibi odio en su mirada. Solo... una honda y sincera comprensin que no era propia de l, y que dej a Jack sorprendido y confuso.

    Victoria se haba inclinado junto a Shail, preocupada por la herida de su pierna. El joven mago haba perdido el conocimiento y deliraba, como atacado por una fiebre especialmente virulenta.

    -Veneno shek-dijo Christian en tono neutro-. Tendr suerte si sale con vida.

    -Me sorprende que no sea un veneno de efecto instantneo -dijo Jack, con un sarcasmo que pretenda enmascarar su rabia y su impotencia.

    Christian le dirigi una breve mirada. -Lo es -dijo-. La magia de Victoria lo ha protegido de una muerte

    inmediata, pero si no recibe tratamiento, no tardar en morir. -Dnde estamos? -pregunt Victoria, angustiada, mirando en torno a

    s, en busca de un refugio. -En los lmites de Sur-Ikail -respondi Alexander, con gesto torvo-. No muy lejos de la Torre de Kaz1unn.

    Seal en una direccin determinada, y sus compaeros vieron, ms all de la amplia planicie de color prpura a la que haban llegado, una fina aguja recortada a lo lejos, en el horizonte.

    Allegra movi la cabeza, con un suspiro. -No he podido llevaros ms lejos. Lo siento. -No importa -dijo Jack-. Por lo menos nos hemos alejado de ellos. -No por mucho tiempo -intervino Christian, sombro-. Habrn detectado

    ya la muerte de este shek. Saben dnde estamos y es cuestin de tiempo que nos alcancen.

    -Poco tiempo -asinti Alexander, que iba, lentamente, recuperando su fisonoma humana-. No estamos en condiciones de avanzar muy deprisa.

    -Avanzar hacia dnde? -dijo Victoria de pronto-. La Torre de Kazlunn ha sido conquistada por Ashran. Era el nico refugio con el que podamos contar -alz la mirada y aadi-: Por qu no volvemos atrs, a Nimbad?

    Alexander iba a responder, pero Christian se le adelant: -No podemos. Ya lo he intentado, trat de abrir la Puerta

    interdimensional cuando nos rodearon los sheks al pie de la torre, pero no lo consegu.

    -Por qu? -pregunt Jack, inquieto ante la posibilidad de haberse quedado atrapado en aquel mundo.

    -Porque Ashran ha bloqueado la Puerta, incluso para ti -intervino Allegra, mirando a Christian-. No es as?

    El joven asinti, sombro. -Nos ha dejado volver porque sabe que, sin m, no tiene ninguna

    posibilidad de acabar con la Resistencia en la Tierra. No puede enviar sheks a travs de la Puerta, y tardara aos en crear a otro hbrido como yo. Pero, ahora que estamos en Idhn, un mundo que l controla totalmente, no quiere dejarnos escapar.

  • 19

    -Entonces, no nos queda a donde ir -murmur Jack. -Queda el bosque de Awa -dijo Christian a media voz. Allegra asinti. -El bosque de Awa resiste todava -dijo, cerrando los ojos un momento-.

    Puedo sentir que mi gente nos llama desde all. -El bosque de Awa est demasiado lejos -objet Alexander, frunciendo el

    ceo. -Ya lo s. Pero qu otra opcin tenemos? -Vanissar, el reino de mi padre, est mucho ms cerca. Tal vez all... -Vanissar no es un lugar seguro para Victoria -cort Christian,

    rotundamente. Para l, todo se reduca a aquello: proteger a Victoria. Jack pens que

    Christian podra ver morir a todos y cada uno de los miembros de la Resistencia sin lamentarlo ni un pice, mientras la muchacha estuviera a salvo.

    Victoria, ajena a la discusin que mantenan sus compaeros, se esforzaba por emplear su magia curativa con Shail.

    -No puedo -dijo por fin, desalentada-. He conseguido paralizar la accin del veneno, pero no he podido hacerlo desaparecer. Estoy demasiado cansada. No s si Shail aguantar el viaje -aadi, con un nudo en la garganta.

    Christian, Allegra y Alexander cruzaron una mirada de circunstancias. Jack se dio cuenta de que dudaban de que Shail fuera a sobrevivir a la terrible herida infligida por la serpiente, pero no queran decirlo en voz alta. Y, a pesar de lo cansado que estaba, algo se rebel en su interior ante la idea de rendirse tan pronto.

    -Tenemos que intentarlo -dijo-. Tenernos que luchar hasta el final. Cuanto antes nos pongamos en marcha, antes llegaremos... a Vanissar o al bosque de Awa, me da igual. Lo importante es alejarnos de aqu.

    Alexander lo mir un momento, pero finalmente asinti. Comenzaron a caminar hacia oriente, Jack y Alexander cargando con

    Shail, pero avanzaban muy lentos, y pronto incluso Jack comprendi que no lograran escapar. Sobre todo porque tras ellos, el horizonte comenzaba a cubrirse de largas siluetas amenazadoras.

    Los sheks los perseguan, y no tardaran en alcanzarlos. Jack lo saba, pero sencillamente no poda rendirse, no poda parar, a pesar de lo agotado que estaba, y esperar la muerte. De modo que segua caminando, mientras las sombras del horizonte se hacan ms grandes.

    Christian y Victoria avanzaban tras ellos. Christian todava cojeaba, y a veces tena que apoyarse un poco en Victoria para poder andar. Jack evitaba volver la cabeza atrs para mirarlos. Intua que la muchacha ya haba elegido entre los dos y, por desgracia, no lo haba elegido a l. Por eso se qued sorprendido cuando Victoria apresur el paso para colocarse junto a l, y le tom la mano que tena libre. Jack la mir, un poco perplejo. Victoria le devolvi la mirada, como intentando decirle algo importante, pero estaban rodeados de gente y aqul no pareca el momento ms oportuno. Y, sin embargo, la sombra de las alas de los sheks cubra el horizonte, lo cual significaba que, probablemente, no habra otro momento para ellos. Nunca ms.

    Alexander ech una breve mirada atrs y dijo:

  • 20

    -No podemos seguir as. No tardarn en alcanzarlos. Tenemos que plantar cara y pelear, porque...

    -... Es mejor que darles la espalda -complet Jack con una sonrisa. Los miembros de la Resistencia cruzaron una mirada. Saban lo que eso

    significaba. Si seguan caminando, los sheks los alcanzaran y los mataran. Si se detenan a luchar, los sheks acabaran por matarlos de todos modos. Hicieran lo que hiciesen, haba llegado el fin para ellos.

    -Es mejor que darles la espalda -repiti Victoria, alzando la cabeza con orgullo.

    Los dems asintieron, sombros. Saban que aquella batalla sera la ltima, pero estaban dispuestos a librarla. De modo que prepararon las armas y esperaron a sus enemigos, y cuando los sheks se abatieron sobre ellos, las manos de Jack y Victoria se buscaron y se estrecharon, con fuerza, quiz por ltima vez.

    Victoria alz el bculo, lista para pelear. Sus ojos se detuvieron un momento en Christian, que aguardaba un poco ms lejos, con la vista fija en los sheks que descendan sobre ellos. El joven percibi su mirada y se volvi hacia ella.

    Lo siento muchsimo, Christian -pens Victoria-. Es culpa ma. l capt aquel pensamiento y le dedic una media sonrisa.

    Fui yo quien tom la decisin de traicionar a los mos, Victoria -respondi telepticamente-. Y estoy aqu porque as lo he querido.

    A Victoria se le encogi el corazn. Por Jack, por Christian, por Shail, Allegra y Alexander, y por ella misma. Y alz el bculo, dispuesta a morir luchando.

    Pero entonces Christian entrecerr los ojos, alz la cabeza, como escuchando algo que slo l pudiera or, y se volvi hacia el este, donde aparecan las primeras luces del alba.

    -All! -exclam. Sus compaeros miraron en la direccin que l sealaba, y vieron unas

    formas doradas que volaban hacia ellos. Los ojos de Allegra se llenaron de lgrimas.

    -Estamos salvados -dijo solamente. Los momentos siguientes fueron muy confusos. Victoria slo recordara

    que la maga los haba reunido a todos en torno a ella para realizar, una vez ms, el hechizo de teletransportacin. No llegaran muy lejos, y en otras circunstancias slo habra servido para retrasar unos minutos ms el enfrentamiento contra los sheks; pero la salvacin se acercaba desde la lnea del alba, y si tenan una oportunidad de alcanzarla, deban aprovecharla.

    Victoria hizo funcionar el bculo, forzndolo a extraer toda la magia posible del ambiente, y ella y Allegra combinaron su poder para arrastrar a la Resistencia lo ms lejos posible, en direccin al este. La muchacha recordara haberse mareado, haber sentido que las fuerzas la abandonaban, haberse materializado un poco irs lejos, un kilmetro o dos, tal vez, y unas fuertes garras que la aferraron con fuerza y la levantaron en el aire. Victoria vio que el suelo se alejaba de ella... y perdi el sentido.

  • 21

    Cuando despert, volaba a lomos de un enorme pjaro dorado. Tras ella montaba Jack, sujetndola entre sus brazos, lo que impidi que la muchacha se cayera del susto al verse en aquella situacin. Tard un poco en situarse; cuando lo hizo, se volvi para mirar a su amigo.

    -Jack? Qu ha pasado? El muchacho la mir, sonriente a pesar del cansancio que se adivinaba

    en sus facciones. El viento revolva su pelo rubio, y pareca claro que a Jack le encantaba aquella sensacin.

    -Volamos lejos de la torre. Han venido a rescatarnos, y hemos dejado atrs a los sheks. Mira.

    Victoria mir a su alrededor. Haba visto antes aquellos pjaros dorados, semanas atrs, cuando los magos idhunitas haban intentado rescatarla del Nigromante en la Torre de Drackwen. Ahora haba cerca de una docena de aquellas aves, montadas por hechiceros de distintas razas. El pjaro que montaban Allegra y Alexander volaba cerca de ellos, y Victoria descubri, un poco ms all, al ave sobre la que cabalgaba Christian, completamente solo.

    -Dnde est Shail? -pregunt, inquieta, recordando que su amigo se debata entre la vida y la muerte.

    -All, mralo. Va montado en el pjaro que gua la bandada. Victoria estir el cuello para mirar hacia delante, y Jack inst a su

    montura a volar un poco ms rpido, para llegar ms cerca del primer pjaro. Victoria vio entonces a Shail, mortalmente plido, inconsciente, en brazos de la persona que guiaba al ave, y que vesta una tnica verde y plateada. El jinete detect su presencia, porque se volvi para mirarlos, y Victoria vio que se trataba de una mujer de piel de un suave color azul celeste y cuyo crneo, ligeramente alargado, careca de cabello. Sus ojos, de mi violeta intenssimo, se clavaron en Victoria un breve instante y despus descendieron hacia el rostro inerte de Shail. La joven no saba quin era ella, pero s supo, de alguna manera, que su amigo estaba en buenas manos.

    Volvieron a quedar un poco ms rezagados, y Jack respondi a la muda pregunta de Victoria:

    -Ella ha guiado a los magos hasta aqu. Me imagino que es una hechicera importante.

    -No, no es una hechicera -neg Victoria, que haba estudiado las costumbres de los distintos pueblos idhunitas con ms inters que Jack-. Es una sacerdotisa, y por los colores de su tnica, creo que sirve a Wina, la diosa de la tierra.

    -Una sacerdotisa celeste! Crea que el dios de los celestes era Yohavir, el Seor de los Vientos, no?

    -S, pero Yohavir pertenece a la trada de dioses, y las mujeres no pueden entrar como sacerdotisas en la Iglesia de los Tres soles.

    Mientras hablaba, Victoria busc de nuevo a Christian con la mirada. Lo vio un poco ms all. Detect que el pjaro dorado que montaba no pareca muy satisfecho con el jinete que le haba tocado en suerte, pero no se atreva a desobedecerle. La muchacha se estremeci; el ave haba adivinado que cargaba con un shek, uno de sus enemigos. Y por primera vez se pregunt qu sucedera cuando los magos, y especialmente los

  • 22

    sacerdotes de los seis dioses, descubrieran la verdadera naturaleza de Christian.

    Jack se haba dado cuenta de que Victoria estaba mirando a Christian y, una vez ms, se sinti fuera de lugar. Record cmo haba intentado transformarse en dragn, sin conseguirlo, y quiso comentarlo con Victoria, hablarle de sus dudas, de su miedo a no estar a la altura de lo que se esperaba de l y, sobre todo, de no merecerla. Pero no dijo nada. A pesar de que Victoria todava pareca sentir algo muy intenso por l, en el fondo Jack estaba convencido de que era demasiado tarde; de que, no importaba cunto se esforzara, Victoria terminara marchndose con Christian, antes o despus. Y era algo de lo que no quera hablar con ella porque, por mucho que le doliera, si tena razn, no deba poner trabas en su camino, no deba retenerla a su lado contra su voluntad.

    Desvi la mirada, incmodo. Victoria lo not. -Jack, qu te pasa? Ests bien?

    -S -minti l-. No es nada, slo estoy un poco cansado. En serio -insisti, al ver que ella no estaba convencida-. Reljate y disfruta del viaje -aadi con una sonrisa.

    Victoria asinti, sonriendo a su vez. Se recost contra Jack, cuyos bravos rodeaban su cintura, y ech un vistazo al cielo, donde relucan los tres soles de Idhn. Sus nombres eran Kalinor, Evanor e Imenor, tres esferas clavadas en el firmamento como joyas refulgentes. El ms grande, Kalinor, era una enorme bola roja, casi el doble de grande que el sol que iluminaba la Tierra. Evanor e Imenor eran estrellas gemelas, blancas, y se situaban debajo del sol rojo, de manera que los tres formaban un tringulo en el cual Kalinor ocupaba el extremo superior.

    -Da calor slo de mirarlos -opin Victoria, sobrecogida-. Cmo es que no nos achicharramos todos?

    Jack contempl los soles, pensativo. -No s mucho de estas cosas -reconoci-, pero el sol ms grande parece

    una estrella vieja. Le en alguna parte que las estrellas se vuelven grandes y rojas cuando envejecen, y justamente por eso calientan menos. O puede que estn ms lejos de lo que creemos, quin sabe? O quizs es por la composicin de la atmsfera. Tal vez protege el planeta de los rayos solares con ms eficacia que la atmsfera de la Tierra.

    -El aire es ms... pesado -asinti Victoria-. No s qu tiene. De todas formas... me gusta. No s cmo explicarlo. Huele muy bien.

    Jack sonri. -Se respira muy bien -admiti-. Es como si cada bocanada que dieras te

    alimentara, como si te llenara por dentro. Es raro, verdad? -Piensas que Idhn gira en torno a uno de los tres soles? -pregunt

    Victoria-. O alrededor de los tres a la vez? -Si no fuera as, nunca se hara de noche, no te parece? Victoria alz la

    cabeza hacia los astros, con aire soador. -Quiz no tenga sentido intentar aplicar a este lugar las leyes del universo que conocemos -coment-. Tal vez, al atravesar la Puerta, llegamos no solamente a otro mundo, sino tambin a otra realidad, otro universo. No crees?

    Jack sonri. -Sinceramente, me intrigan ms otras cosas, como el misterio de como

    un espritu puede introducirse en un cuerpo que no es el suyo, y hacerlo

  • 23

    cambiar fsicamente para adaptarlo a su verdadera esencia. Por ejemplo, tu cuerpo humano puede transformarse en el cuerpo de un unicornio. No contradice eso todas las leyes fsicas?

    -Supongo que s -sonri Victoria. Segura entre los brazos de Jack, se atrevi a asomarse un poco para

    contemplar el paisaje. Sobrevolaban una inmensa llanura encajonada entre dos sistemas

    montaosos. Al norte, una ciclpea cordillera gris cuyos altos picos nevados aparecan envueltos en turbulentas nubes violceas. Al sur, una cadena de montaas pardas de caprichosas formas, que se elevaban hacia el cielo como los pinculos de un gigantesco palacio. Entre ambas discurra un ro que regaba una tierra frtil salpicada de poblaciones, pequeos bosques y campos de cultivo.

    -Nandelt -dijo Victoria, recordando los mapas que haba visto en Nimbad-. La tierra de los humanos. Vamos a Vanissar?

    Jack se encogi de hombros, pero fue Victoria quien respondi a su propia pregunta:

    -No, mira aquello! Esto no puede ser Nandelt! Jack mir en la direccin indicada y vio una gran masa verdosa en el

    horizonte, envuelta en una bruma misteriosa. Pareca un enorme bosque, y la bandada se diriga hacia l.

    -No puede ser eso el bosque de Awa? -pregunt, sin entender la extraeza de su amiga.

    Victoria neg con la cabeza. -Si no recuerdo mal, el bosque de Awa est muy lejos de la Torre de

    Kazlunn. No podemos haber atravesado Nandelt tan deprisa. Incluso volando, se necesitaran varios das para alcanzarlo.

    Jack sonri ampliamente. -Claro, no te has dado cuenta porque estabas dormida. Los hechiceros

    nos han hecho avanzar ms deprisa gracias a la teletransportacin. No han podido llevarnos hasta nuestro destino, pero s han acortado el viaje. De lo contrario, no habramos podido dejar atrs a los sheks.

    Victoria asinti, pero no dijo nada. Ambos contemplaron, sobrecogido, el paisaje del bosque, que se abra ante ellos, salvaje y magnfico. Pronto se dieron cuenta de que, aunque desde lejos se presentaba como una difusa lnea verde, en realidad el bosque de Awa era una sorprendente explosin de colorido. Todo all pareca enorme y, a la vez, delicado como el cristal. Haba rboles cuyas copas adoptaban extraas formas: rboles en punta, rboles en espiral, rboles entrelazados unos con otros como un brillante tejido multicolor, rboles de hojas tan inmensas que un dragn podra haberse posado en ellas. Y haba muchsimas flores, flores del tamao de rboles, flores ms pequeas que se agrupaban formando racimos que de lejos semejaban una nica flor; flores que se abran como sombrillas, flores que parecan erizos, llores esponjosas, flores de todos los colores, blancas, azules, rojas, violceas, anaranjadas, jaspeadas e incluso flores transparentes como el agua. Haba cascadas de plantas semejantes a enredaderas que caan desde los rboles ms altos, y lechos de musgo tendidos entre las ramas umbras. Haba colonias de hongos del tamao de hombres, tan extensas que se distinguan claramente desde el aire, y de tal variedad polcroma que mareaba a la vista. Y haba torrentes de aguas

  • 24

    cristalinas, cascadas que se adivinaban entre el exuberante follaje, y cuyo sonido llegaba hasta ellos como una refrescante promesa de vida nueva.

    Los pjaros iniciaron la maniobra de descenso, y Jack y Victoria se sujetaron con fuerza a las plumas del ave para no caer. Jack lleg a ver algo que se elevaba desde los rboles como un surtidor de agua dorada, y se dio cuenta de que la bandada torca el rumbo para dirigirse hacia all, por lo que dedujo que se trataba de una especie de seal. Al acercarse ms, vio que era en realidad un chorro de polvo dorado, polen tal vez, que se alzaba hacia las alturas. Pero s era una seal, porque el primer pjaro, con un graznido, se zambull entre las copas de los rboles, justo en el lugar indicado. Por ah es por donde tenemos que entrar, entendi Jack. Pronto, todas las aves siguieron a la primera, sumergindose en el bosque. A Jack y Victoria les pareci que bajaban durante mucho rato entre el follaje de los rboles, y en ms de una ocasin tuvieron que apretarse contra el lomo del ave para no ser derribados por las ramas. Pareca imposible que la bandada encontrara huecos para atravesar aquel laberinto vegetal y, sin embargo, lo estaban haciendo con sorprendente facilidad. Minutos despus, aterrizaron en un claro del bosque que se abra junto a un arroyo.

    Jack baj del lomo del pjaro de un salto, todava sonriendo exultante tras el vuelo, y tendi la mano a Victoria para ayudarla a descender. Cuando ella lo hizo, y ambos miraron a su alrededor, se quedaron sin aliento.

    Varias docenas de personas se haban reunido en torno a ellos y los miraban en un silencio sepulcral, casi con adoracin. Haba humanos entre ellos, pero tambin hadas, celestes, silfos, gnomos, duendes, varios yan, los habitantes del desierto, y dos varu, la raza anfibia, que los observaban desde el ro, asomando nicamente sus cabezas escamosas fuera del agua. Muchos de ellos eran magos; vestan tnicas bordadas con smbolos msticos y se adornaban con diversos abalorios; pero algunos eran tambin sacerdotes, como la mujer celeste que haba organizado su rescate, y haba tambin un buen grupo de guerreros y mercenarios. Sin embargo, Jack vio a otros muchos que parecan, simplemente, refugiados: campesinos, granjeros, mercaderes o artesanos, que haban huido de sus tierras, temerosos de los sheks, para ir a ocultarse en el bosque de Awa.

    Entonces, tres personajes se adelantaron y se detuvieron ante ellos: un hechicero humano y dos sacerdotes: un celeste y una varu. Arribos cean sus sienes con diademas doradas. Jack y Victoria detectaron enseguida que se trataba de gente importante, porque se movan con autoridad y cierta majestuosidad, y porque todo el mundo pareca estar conteniendo el aliento, a la espera de que hablaran. Jack se dio cuenta de que hasta Alexander, que en Idhn era el prncipe heredero de un gran reino, haba bajado la cabeza ante ellos. Cambi el peso del cuerpo de una pierna a otra, incmodo. El mago los miraba fijamente; era de mediana edad, y llevaba el cabello, de un extrao color verdeazulado, recogido en una larga trenza detrs de la cabeza. Sus ojos oscuros parecan haber visto mucho, y los observaban con cierta suspicacia.

    -Sois vosotros aquellos de quienes habla la profeca? -pregunt con algo de brusquedad.

    Jack no supo qu decir. Victoria se adelant unos pasos, sujetando el Bculo de Ayshel, y respondi con suavidad:

  • 25

    -Soy Lunnaris, el ltimo unicornio. Hubo murmullos entre los presentes. Jack respir hondo antes de decir. -Yo... soy Yandrak. No aadi ms. No haca falta. Su autntico nombre va llevaba implcita

    su condicin, su verdadera identidad. Los murmullos aumentaron en intensidad. El mago asinti, pero no dijo

    nada. Fue la sacerdotisa varu quien tom la palabra: Bienvenidos al bosque de Awa, Yandrak y Lunnaris -dijo en las mentes

    de todos; pues los varu, como los sheks, carecan de cuerdas vocales, y se comunicaban por telepata-. Mi nombre es Gaedalu, Venerable Madre de la Iglesia de las Tres Lunas. Me acompaan Qaydar, el Archimago, y el Venerable Ha-Din, Padre de la Iglesia de los Tres Soles.

    Victoria trag saliva y cruz una rpida mirada con Jack. La expresin de l le indic que haba comprendido lo que estaba sucediendo. La Orden Mgica y las dos Iglesias eran los tres poderes que haban gobernado Idhn, por encima de reyes, prncipes y nobles... hasta la llegada de Ashran y los sheks. Y sus lderes estaban all, ante ellos. Jack y Victoria llegaban a Idhn como los salvadores anunciados por la profeca, y el hecho de que los recibieran Qaydar, Ha-Din y Gaedalu era una seal de hasta qu punto esperaban grandes cosas de ellos. Y no era un sentimiento agradable; al fin y al cabo, slo eran dos adolescentes, y slo haca tres semanas que se les haba revelado su verdadera identidad.

    -Habis venido a hacer cumplir la profeca? -quiso saber Qaydar. Ha-Din pos suavemente una mano sobre el brazo de su compaero

    para tranquilizarlo. -Calma, Archimago. Habr tiempo para hablar de la profeca... despus.

    Estos jvenes acaban de llegar de un largo viaje y han escapado de la muerte hace apenas unas horas. Sin duda estarn cansados.

    El Archimago pareci relajarse un tanto. -Tienes razn, Padre Venerable -dijo-. Perdonad mi rudeza, muchachos.

    Slo hace cinco das que cay la Torre de Kazlunn, y todava no nos hemos recuperado del golpe que eso supuso para nosotros. Ya habamos perdido toda esperanza.

    -Tambin hablaremos de ello ms tarde. Debemos atender a nuestros invitados.

    Sus ojos violceos se posaron en el grupo de recin llega(los... y, de pronto, su expresin apacible se congel en un gesto severo que no pareca habitual en l.

    -T -dijo solamente. Victoria saba a quin se refera incluso antes de volverse y encontrar la

    mirada de Ha-Din clavada en Christian. El joven, no dijo nada, ni hizo el menor gesto. Se limit a sostener su mirada, impasible.

    -Eres un shek -concluy el Padre a media voz. Hubo nuevos murmullos entre la multitud y alguna exclamacin

    ahogada. Varios guerreros avanzaron con la intencin de atacar a Christian, pero Ha-Din alz la mano, pidiendo silencio, y todos le obedecieron.

    -Soy un shek -admiti Christian, pero no dijo nada ms. El Archimago se volvi hacia los recin llegados, irritado:

  • 26

    -Cmo os habis atrevido a traer a una de estas criaturas al bosque de Awa?

    -El no... -empez Victoria, pero el pensamiento de Gaedalu inund las mentes de todos, y no admita ser ignorado:

    ste era el ltimo lugar seguro para nosotros! Ahora que los sheks han conseguido entrar en l, nada podr salvarnos. Ni siquiera la profeca.

    -No, esperad! -grit Victoria, al ver que las palabras de Qaydar y Gaedalu empezaban a sublevar a la multitud-. l no es como los dems. Nos ha ayudado a llegar hasta aqu. Escuchadme todos! Christian es de los nuestros. Me ha... salvado la vida en varias ocasiones -concluy en voz baja-. Los otros sheks lo consideran un traidor por eso.

    Ha-Din avanz hasta ella y la mir a los ojos. Victoria sostuvo su mirada, resuelta y serena, esperando tal vez un sondeo teleptico, o algo parecido, porque no le caba duda de que el celeste estaba intentando averiguar si deca la verdad. Pero no not ninguna intrusin en su mente. Y, sin embargo, el Padre concluy su examen anunciando en voz alta:

    -Es cierto lo que dice. Y no debemos olvidar que la profeca hablaba tambin de un shek.

    Gaedalu asinti, de mala gana. El Padre se aproxim entonces a Christian, que no se movi.

    -Ests con nosotros, muchacho? -Estoy con ella -respondi el joven, sealando a Victoria con un gesto-.

    Si eso implica estar con vosotros, entonces, s, lo estoy. Hubo nuevos murmullos, algunos indignados e incluso escandalizados.

    Jack detect enseguida lo que estaba sucediendo, y quiso advertir a Victoria, pero no tena modo de hacerlo sin que lo oyesen Qaydar y Gaedalu, que seguan junto a ellos.

    -A mi me hasta con eso -anunci Ha-Din. A mi, no -dijo Gaedalu-. Nos has recordado la profeca, Ha-Din, y si es

    cierto que este joven es el shek de quien hablaron los Orculos, entonces su papel ya se ha cumplido. Sera innoble por nuestra parte ejecutarlo, es verdad, pero tambin sera una locura acogerlo entre nosotros. Ya no lo necesitamos, y dudo que haya dejado de ser lo que es.

    -El shek debe marcharse -concluy el Archimago. -Pero no puede marcharse! -grit Victoria, para hacerse or sobre el

    gento-. Si lo expulsarnos de aqu, lo estamos condenando a muerte de todas formas! Los otros sheks lo matarn!

    Se oyeron exclamaciones que pedan la muerte para Christian. Gaedalu neg con la cabeza; el semblante de Qaydar segua siendo de piedra. Victoria se volvi hacia sus amigos, buscando apoyo, pero ni Allegra ni Alexander parecan dispuestos a llevar la contraria a los lderes de su mundo.

    -No puedo creerlo -murmur la chica, exasperada. -Victoria, espera -la llam Jack, pero ella no lo escuch. Se plant delante de Christian, alz la cabeza con orgullo y declar: -Si l se marcha, yo me voy tambin. De pronto, rein un silencio sepulcral en el claro. -Eso no est bien, muchacha -murmur el Padre, moviendo la cabeza,

    apesadumbrado.

  • 27

    Victoria se mordi el labio inferior. Saba que no poda pedir a aquella gente que confiara en un shek, cuando llevaban ms de una dcada sometidos a aquellas criaturas. Y que tampoco deba amenazarles con arrebatarles su nica esperanza de salvacin.

    Pero no dara la espalda a Christian. No, despus de todo lo que haba pasado.

    -Vaya donde vaya, yo ir con l -dijo con suavidad, pero con firmeza-. Y si lo enviis a la muerte, yo lo acompaar.

    Ante su sorpresa, vio cmo algunos parecan decepcionados, horrorizados o incluso furiosos ante sus palabras.

    La Madre avanz hacia ella y le dirigi una fra mirada. Jams pens que un unicornio pudiera actuar de esta forma. Jack cerr los ojos un momento, respir hondo y dio un paso al frente. -Y si ellos se van, yo tambin -declar en voz alta. Todos lo miraron, incrdulos, pero Jack se mantuvo firme. Victoria le

    ech una mirada de agradecimiento. No lo estoy haciendo por l, lo estoy haciendo por ti, quiso decirle Jack. Aquella gente la haba esperado como a la herona de la profeca, la que los salvara de Ashran y los sheks. Jams aceptaran la simple posibilidad de que Lunnaris se hubiera enamorado de uno de ellos; es ms, la sola idea les resultara repugnante. Y Jack no quera ni imaginar cmo podran reaccionar los ms extremistas. Sin embargo, si l intervena, si hablaba en favor de Christian... apartara de ellos la sospecha de que existiera una relacin especial entre Victoria y el shek. O, al menos, eso esperaba.

    Pero tendra que explicrselo a Victoria ms tarde, cuando estuvieran a solas.

    -Hemos pasado quince aos en el exilio -dijo el muchacho, en voz alta y clara-. Hemos sobrevivido en un mundo que no era el nuestro. Este shek -aadi, sealando a Christian- traicion a Ashran y a los suyos y fue duramente castigado por ello. Escap de Ashran y se uni a nosotros. Nos permiti volver a Idhn cuando estbamos atrapados en la Tierra. Ha peleado a nuestro lado. Ha demostrado que es un miembro de la Resistencia.

    Hemos regresado a Idhn con la intencin de desafiar a Ashran y hacer cumplir la profeca. Hemos llegado a este bosque esperando encontrar apoyo por vuestra parte. Y qu es lo que hacis? Condenar a muerte a nuestro aliado!

    Hubo nuevos murmullos. Pero Jack percibi que ya no miraban a Victoria con desconfianza.

    -El shek se queda con nosotros -declar el muchacho-. Si no estis de acuerdo, nos marcharemos para situar nuestra base en otra parte.

    -Pero es un shek! -exclam alguien entre la multitud. -Y yo soy un dragn -dijo Jack, framente-. El ltimo dragn. Y digo que

    l debe quedarse con nosotros. Sinti la mirada de hielo de Christian clavndose en su nuca, y se

    pregunt qu pensara l de todo aquello. Cmo sabemos que eres un dragn? -dijo alguien, y varios corearon la

    pregunta. El Archimago alz una mano para acallar las protestas.

  • 28

    -Es un dragn -dijo-. Es la criatura que enviamos a travs de la Puerta hace quince aos. Pero es ms que eso, no es cierto? "Tambin tienes un alma humana.

    Jack no respondi, pero sostuvo la inquisitiva mirada del hechicero. -Tampoco el shek es slo un shek -intervino Ha-Din, con suavidad-.

    Tengo razn? -Soy humano en parte -admiti Christian. Pareci que iba a aadir algo ms, pero lo pens mejor y permaneci

    callado. -Estamos cansados y heridos -aadi Jack-. Hemos escapado de la

    muerte por muy poco. Uno de nuestros amigos est vivo de milagro y necesita atencin urgente. Vais a acogernos... o tendremos que buscar otro lugar donde poder descansar?

    El Archimago y los Venerables cruzaron una mirada. Qaydar dej caer los hombros, derrotado. La Madre dej escapar un leve suspiro. Tambin ella pareca cansada, y Jack apreci que su piel escamosa comenzaba a cuartearse, seguramente por estar demasiado tiempo fuera del agua. Ha-Din clav en Jack y Victoria la mirada de sus ojos azules y dijo:

    -Bienvenidos al bosque de Awa. -Se volvi hacia Christian y aadi, con una sonrisa-: Todos vosotros.

    El joven lo agradeci con una leve inclinacin de cabeza. Victoria respir hondo, aliviada.

    Han escapado, dijo Zeshak. -No esperaba menos de ellos -sonri Ashran-. Estn destinados a

    enfrentarse a m. Me decepcionara mucho descubrir que son fciles de matar.

    Se han refugiado en el bosque de Awa, inform el shek. -No me sorprende. Es el nico lugar en todo Idhn en el que estaran seguros. O, al menos, eso es lo que piensan. -Se volvi hacia el rey de las serpientes-. Has hecho lo que te ped?

    Por toda respuesta, Zeshak entorn sus ojos irisados y volvi la cabeza lentamente hacia la puerta. Una breve orden mental bast para que la criatura que aguardaba al otro lado entrase en la habitacin. Se trataba de un szish, uno de los hombres-serpiente que constituan las tropas de tierra de Ashran, y portaba un objeto alargado que deposit, con una reverencia, a los pies del shek.

    Aqu la tienes -dijo Zeshak con indiferencia-. Completamente muerta. Como pediste.

    El Nigromante se acerc para contemplar lo que haba trado el szish. -Haiass -murmur-. Es una pena. La magnfica espada mgica que haba empuado Kirtash, que

    encerraba todo el poder del hielo en su mortfero filo, ahora no era ms que un vulgar acero. Aquel destello blanco-azulado que la haba caracterizado, y que sugera la fuerza mstica que atesoraba, se haba apagado, tal vez para siempre.

    Zeshak haba enrollado su largo cuerpo y haba apoyado la cabeza sobre sus anillos, y contemplaba a Ashran con gesto desinteresado.

  • 29

    Jams debera haber sido forjada -opin-. Es un error entregar a un humano un arma que contiene el poder de los sheks y, por otro lado, tampoco nosotros necesitamos esas ridculas espadas humanas.

    -Entonces no te pareci tan mala idea -le record Ashran. Se volvi hacia una figura que haba estado aguardando en silencio, en

    un rincn en sombras. -Acrcate -le dijo. Ella lo hizo. Era un hada de belleza salvaje y turbadora, de ojos negros,

    y largo y suave cabello color aceituna. Ashran le entreg la espada, que ella acept con una inclinacin de cabeza.

    -Ya sabes lo que has de hacer con ella, Gerde. El hada esboz una aviesa sonrisa. -No te fallar, mi seor. Zeshak contempl la escena sin mucho inters. Cuando Gerde

    abandon la estancia, llevndose consigo a la inutilizada Haiass, coment: Dudo mucho de que eso funcione. -Esto no es ms que el principio, amigo mo. La intervencin de Gerde

    slo es la primera parte de mi plan. Por supuesto que no espero que caigan con la primera maniobra. Sera demasiado fcil. Pero olvidas un detalle muy importante, Zeshak.

    Cul? -El hecho de que, por mucho que te pese, Kirtash todava es un shek. Y

    ya sabes lo que eso significa.

    Los refugiados del bosque de Awa haban construido, con el paso de los aos, una poblacin entera entre las races y las ramas ms bijas de los enormes rboles que se alzaban en el corazn de la floresta. En un sector cercano haba un grupo de curiosas viviendas redondeadas, hechas de un suave material, parecido a la seda; cuando las vio, Jack no pudo evitar pensar en los capullos en los que algunos gusanos se envolvan para transformarse en mariposas. Pero, en aquel caso, aquellas cabaas deberan haber sido construidas por orugas gigantescas, del tamao de un ser humano.

    A una de aquellas extraas viviendas se haban llevado a Shail para curarlo, en cuanto los pjaros dorados aterrizaron en el claro del bosque donde haban recibido a la Resistencia. Victoria saba que deba dejar trabajar a las hadas curanderas, pero le costaba estarse quieta en la cabaa que le haban asignado, de modo que sali a dar un paseo.

    Encontr a Jack, Allegra y Alexander reunidos no lejos de all. Qaydar y Ha-Din estaban con ellos. Gaedalu se haba ido sin duda a tomar un bao.

    -Los fericos han tejido un fuerte conjuro de proteccin en torno al bosque -estaba diciendo el Padre-. Es un poder que ni siquiera Ashran puede contrarrestar. Aqu hemos estado a salvo durante quince aos... y espero que sigamos estndolo en el futuro.

    -Qu sucedi con la Torre de Kazlunn? -pregunt Allegra. -Fue todo tan repentino que ni siquiera podra explicar cmo ocurri -

    respondi el Archimago con amargura-. Nos atacaron los sheks, y nuestras defensas mgicas cayeron... Pareca que ya no tenan suficiente fuerza como para resistir al poder del Nigromante. Pero fue, sencillamente, que la magia

  • 30

    de Ashran se hizo ms fuerte. Sin duda la revitalizacin de la Torre de Drackwen tuvo mucho que ver con ello.

    Victoria desvi la mirada, incmoda. De alguna manera, era culpa suya. Ashran la haba utilizado para renovar el poder de la torre, que hasta entonces haba sido un bastin muerto y abandonado. Evocar aquella experiencia hizo que el estmago se le encogiera de angustia, y se esforz por centrarse en el presente.

    -Algunos hechiceros lograron escapar, pero la mayora murieron en el ataque. Sobre todo aprendices. Eran los ms vulnerables.

    Pensamos que destruiran la torre, tal y como haban destruido las dems. Pero la mantuvieron en pie. Respetaron cada piedra, y lo nico que hicieron fue enviar a esos repugnantes hombres-serpiente a saquearla para depositar sus tesoros a los pies de Ashran.

    -Nos tendieron una trampa -murmur Alexander-. Por eso dejaron la torre intacta.

    -Las otras dos han sido destruidas? -pregunt Allegra, aunque ya sospechaba la respuesta.

    -La Torre de Awinor cay la primera, como ya sabes. El mismo da de la conjuncin astral. La Torre de Derbhad no tard en correr la misma suerte -concluy el Archimago tras una pausa.

    Allegra entrecerr los ojos. Victoria comprendi cmo se senta. La Torre de Derbhad haba estado a su cargo tiempo atrs, pero ella la haba abandonado poco despus de la conjuncin astral para acudir a la Tierra a buscar al dragn y al unicornio de la profeca.

    -Tambin los Orculos -aadi Ha-Din- Los sheks no dejaron piedra sobre piedra. Slo respetaron, por alguna razn que se me escapa, el Orculo de la Clarividencia, que an se yergue en lo alto de los acantilados de Gantadd.

    -Sagrada Irial... -murmur Alexander, y sus ojos despidieron un destello de ira.

    -Por lo dems, los sheks no han causado demasiados destrozos -prosigui el Padre-. Han dejado vivir en paz a la mayor parte de la poblacin... de los reinos cuyos gobernantes les han jurado lealtad. Aquellos que se han rebelado contra ellos han recibido castigos ejemplares. -Mir a Alexander significativamente, y el joven se irgui, inquieto-. Hace mucho que nadie se opone a la voluntad de Ashran y los sheks. Se dira que la gente se est acostumbrando a su mandato. Como ya has visto, los refugiados de Awa no somos muchos.

    -Y Vanissar? -pregunt Alexander de inmediato-. Qu ha sucedido en el reino de mi padre?

    Shail le haba dicho que haba cado bajo el gobierno de los sheks, pero no le haba dado ms detalles; Alexander haba dado por supuesto que, o bien no saba nada ms, o bien las cosas no haban cambiado demasiado. De todas formas, enterarse de que en realidad haban transcurrido quince aos desde su partida, en lugar de los cinco que l haba contado, haba supuesto para l un golpe que todava estaba asimilando, y casi haba preferido no preguntar ms. Pero ahora consideraba que ya estaba preparado para saber.

  • 31

    -Muchos reyes acudieron a luchar contra los sheks despus de la invasin, prncipe Alsan. El rey Brun fue uno de ellos. -Ha-Din hizo una pausa antes de proseguir-. Por desgracia, muri en la batalla.

    Alexander cerr los ojos un momento. Jack coloc la mano sobre el brazo de su amigo, ofrecindole apoyo.

    -A ti tambin te daban por desaparecido -continu el Padre-, de modo que fue tu hermano menor, Amrin, quien subi al trono tras la muerte del rey Brun.

    -El no fue educado para gobernar -murmur Alexander-. Tampoco estaba preparado para afrontar una crisis como sta.

    -Lo primero que hizo fue rendirse a los sheks y aceptar sus condiciones. El joven desvi la mirada. -No se lo reprocho. Supongo que no poda hacer otra cosa, dadas las

    circunstancias. -Sus sbditos s se lo reprocharon al principio, pero ahora encontrars

    a pocos que se quejen. Vanissar disfruta de paz gracias a esa alianza con los sheks.

    -Pero no se unirn a la Resistencia? Las cosas han cambiado; ahora que el dragn y el unicornio han regresado a Idhn, tenemos alguna posibilidad de vencer.

    -Tendrs que hablarlo con tu hermano, muchacho. Nunca me ha parecido muy dispuesto a ir a la guerra. -0 tal vez no haga falta -intervino el Archimago-. Alsan, t eres el legtimo heredero del reino. Cuando vuelvas a Vanissar podrs reclamar el trono.

    Alexander vacil, y Jack comprendi su dilema. Ya no era la misma persona que haba abandonado Idhn, aos atrs. Un conjuro fallido lo haba transformado en un ser semibestial, y su lado salvaje todava afloraba en ocasiones. Haca tiempo que el joven haba abandonado la idea de ser rey de Vanissar algn da, simplemente porque no se vea digno de ello. No importaba cunto le insistiera Jack en que l era digno de aquello y de mucho ms, Alexander senta que no poda presentarse como prncipe en aquel estado.

    En aquel momento lleg volando un pequeo silfo. Se detuvo jadeando ante ellos, indeciso. Por un lado pareca que traa noticias urgentes; pero, por otro, tema interrumpir la conversacin, y se senta cohibido ante la presencia del Archimago, los Venerables, el prncipe de Vanissar y, por supuesto, los hroes de la profeca.

    -Habla -dijo el Padre con amabilidad-. A quin venas a buscar? El silfo se pos en el suelo, todava nervioso; sus alas an vibraban

    cuando se inclin ante Victoria con profundo respeto. -Dama Lunnaris -dijo-. Me enva a buscarte Zaisei. Necesitan de tu

    magia para curar al joven hechicero. -Shail? -exclam Victoria, preocupada-. No est bien? -Las hadas temen por su vida, dama Lunnaris.

  • 32

    3

    QU DARAS A CAMBIO? Victoria entr como una tromba en la cabaa y mir a su alrededor. Shail estaba tendido sobre un jergn, y junto a l se encontraba la sacerdotisa celeste que los haba rescatado cerca de la Torre de Kazlunn. Tena cogida la mano del joven mago, y con la otra refrescaba su frente con un pao hmedo.

    Cuando la mujer celeste alz hacia ella sus profundos ojos violetas, Victoria tuvo la sensacin de haber interrumpido algo muy ntimo, y reprimi el impulso de dar media vuelta y salir de all.

    -Dama Lunnaris -dijo la sacerdotisa, levantndose con ligereza. Era ms alta que Victoria, y, a pesar de que careca completamente de cabello, como todos los de su raza, sus rasgos suaves y armnicos posean una delicada belleza-. Me llamo Zaisei, y soy una sacerdotisa al servicio de la diosa Wina.

    -Qu le pasa a Shail? -pregunt Victoria, sin rodeos. Zaisei levant, sin una palabra, la sbana que cubra el cuerpo de Shail.

    Victoria lanz una pequea exclamacin ahogada al ver que la pierna izquierda del mago se haba vuelto completamente negra.

    -Es veneno shek -dijo Zaisei-. Las hadas han conseguido evitar que el veneno se extienda al resto del cuerpo, pero me temo que su pierna ya est muerta.

    Victoria la mir, horrorizada. -No puedes estar hablando en serio. Se apoy contra la sedosa pared de la cabaa, sintiendo que le faltaban

    las fuerzas. Zaisei inclin la cabeza. Pareca tan afectada como ella. -Las hadas curanderas han ido a buscar lo necesario para la operacin

    y volvern enseguida, pero, mientras tanto, necesitaremos que sigas transmitindole parte de tu magia.

    -Claro -musit Victoria, con el corazn encogido.

    No caban todos en el interior de la cabaa, de modo que Jack, Allegra y Alexander aguardaron fuera mientras Victoria entraba a ver a Shail. Ha-Din se acerc a Jack y le dijo en voz baja:

    -Yandrak, tienes un momento? Hay algo de lo que quiero hablar contigo.

    -Pero Shail... -empez Jack; se interrumpi, dndose cuenta de que l no poda hacer nada por su amigo, y acept-. Claro.

    Ha-Din lo gui hasta un rincn ms apartado. Jack, inquieto, cambiaba el peso de una pierna a otra, y volva la mirada, casi sin darse cuenta, al lugar donde estaban los dems.

    -No te entretendr mucho, Yandrak. Jack -corrigi el muchacho automticamente-. Mis... mis amigos me

    llaman Jack -aadi al ver la expresin confusa de su interlocutor. -Jack -repiti Ha-Din-. Slo quera decirte que s lo de Lunnaris y ese

    shek.

  • 33

    Jack se qued helado. -Tambin s que ese muchacho no es una serpiente cualquiera. Es

    Kirtash, el hijo del Nigromante. Me equivoco? Jack se apoy contra el tronco de un rbol y apret los dientes. No dijo

    nada, pero Ha-Din ley la verdad en su rostro. -Por qu le proteges, hijo? Jack llevaba tiempo hacindose la misma pregunta, de modo que tena

    varias respuestas preparadas. Aunque ninguna lo convenciera de verdad. -Supongo... que porque lo ha dejado todo por unirse a nosotros.

    Supongo que... porque todos merecemos una segunda oportunidad -aventur.

    El Padre movi la cabeza, preocupado. -Es un shek. No ha dejado de ser un asesino, y dudo de que se

    arrepienta de los crmenes que cometi. El mismo afirm que, si est con nosotros, es por Lunnaris. Slo por eso.

    -Quiz sea sa la razn -murmur Jack-. No puedo entender por qu hace todo lo que hace, no puedo ponerme en su lugar. Pero s puedo comprender que sienta algo por ella.

    Enseguida se arrepinti de haber dicho aquello, de estar abriendo su corazn a un perfecto desconocido. Sin embargo, haba algo en Ha-Din que inspiraba confianza; el celeste irradiaba una extraa paz que relajaba y reconfortaba a Jack profundamente.

    -Lo s -asinti el Padre-. He visto el lazo que une a Kirtash y Lunnaris, he visto tambin el vnculo que os une a ti y a ella. Una extraa alianza.

    -A m me lo van a contar -sonri Jack. -La profeca hablaba de esto -prosigui el sacerdote-. No deberamos

    sorprendernos. Jack alz la cabeza. -Es verdad, Shail nos cont algo acerca de eso. Todos pensaban que la

    profeca se refera slo a un dragn y un unicornio, pero Shail nos dijo que tambin haba un shek implicado. Es eso verdad?

    El Padre asinti, con un suspiro. -Los Orculos hablaron de un shek tambin. Yo era partidario de hacer

    pblica la profeca completa, pero la Madre Venerable no estaba de acuerdo. Ya te habrs dado cuenta de que no confa en los sheks. Estaba convencida de que deba de tratarse de un error de interpretacin, de que era imposible que un shek pudiera salvarnos. Al final acced a mantener en secreto esa parte de la profeca, pero por razones muy diferentes. Si era cierto que los sheks volveran a invadirnos, si la profeca se cumpla, y un shek iba a estar implicado en ella, nuestros enemigos no deban saberlo. Nadie deba saberlo. Sera nuestra baza secreta en el caso de que llegara a suceder lo peor. Sera un elemento que golpeara a nuestros enemigos desde dentro.

    Jack no dijo nada. Segua con la mirada perdida en el vaco, serio, pero escuchando atentamente las palabras del Padre.

    -Es l, verdad, Jack? Kirtash, el hijo de Ashran, es el shek de la profeca.

    -Supongo que s. -Pero no es por eso por lo que lo proteges.

  • 34

    -No -admiti Jack de mala gana-. Es que... u