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Este libro busca invitar a sus lectores a debatir este tema

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LAS LUCHAS POR LA MEMORIAAbsaln Jimnez Becerra Francisco Guerra Garca Compiladores

AGRADECIMIENTOS

Los investigadores autores del presente texto quieren expresar sus agradecimientos a diferentes instancias: Al Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin del Distrito por acoger las propuestas tericas, metodolgicas y estratgicas de la lnea de investigacin en Memoria y Conflicto del IPAZUD de la Universidad Distrital Francisco Jos de Caldas para el desarrollo de sus actividades misionales. Al proyecto ProFis ejecutado por la Agencia de Cooperacin Tcnica alemana (gtz) por encarg del Ministerio de Relaciones Exteriores Alemn, por el apoyo para la publicacin.

Las luchas por la memoria / compiladores Absaln Jimnez Becerra, Francisco Guerra Garca. -- Bogot : Universidad Distrital Francisco Jos de Caldas, Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin Distrital, 2009. 280 p. ; 24 cm. Incluye bibliografas. 1. Sociologa urbana 2. Memoria - Aspectos sociales 3. Memoria Investigaciones 4. Movimientos sociales I. Jimnez Becerra, Absaln, comp. II. Guerra Garca, Francisco, 1839- , comp. 303.6 cd 21 ed. A1241126 CEP-Banco de la Repblica-Biblioteca Luis ngel Arango

Universidad Distrital Francisco Jos de Caldas Instituto para la Pedagoga, la Paz y el Conflicto Urbano (IPAZUD) Absaln Jimnez Becerra / Francisco Guerra Garcia (Compilador) ISBN: XXX-XXX-XXXX-XX-X Primera edicin: Bogot, 2009 CoordinaCin editorial IPAZUD diagramaCin eleCtrniCa Jairo Arturo Rojas Ladino CorreCCin de estilo Absaln Jimnez Becerra / Francisco Guerra Garcia diseo de Cubierta Jairo Arturo Rojas Ladino FotograFia de Cartula Ruby Elena Varn Galvis impresin Xxxxxx Xxxxxxx Xxxxxxxxxx Instituto par la Pedagoga, la Paz y el Conflicto Urbano (IPAZUD) Universidad Distrital Francisco Jos de Caldas Carrera 7 No. 40 - 53 Piso 3 Telfono: 3239300 Ext. 2112 Correo electrnico: [email protected] Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo escrito del Instituto para la Pedagoga, la Paz y el Conflicto Urbano de la Universidad Distrital Francisco Jos de Caldas. Hecho en Colombia

Bajo el formular de vista: espacio o

concepto de rememoracin se puede esta misma exigencia desde otro punto no reproduccin, sino actualizacin del del tiempo en el que la cosa funciona

Cada lnea que podamos publicar ahora tan incierto como sea el futuro al que las abandonamos- es un triunfo arrebatado a los poderes de las tinieblasWalter Benjamn

CONTENIDOPRESENTACINFrancisco Guerra Garca .................................................................................11

INTRODUCCINAbsaln Jimnez Becerra .............................................................................. 15

1. Polticas de la memoria como forma de socializacin y de subjetivacin poltica: un anlisis histrico sobre el tiempo presenteMartha Cecilia Herrera / Lina Mara Ramrez .................................................. 21

2. MEMORIAS DE LUCHAS Y ORGANIZACIONES POPULARES EN BOGOTAlfonso Torres Carrillo ................................................................................... 63

3. APUNTES PARA EL DEBATE. MEMORIA COLECTIVA Y MOVIMIENTOS SOCIALESlvaro Oviedo Hernndez* ............................................................................77

4. PRODUCCIN, DIFUSIN Y CONSOLIDACIN DE LA MEMORIA OFICIAL EN COLOMBIA Y ORGANIZACIONES POPULARES EN BOGOT 1930-1950Sandra Patricia Rodrguez vila .................................................................... 93

5. LA CONSTRUCCIN HISTRICA DEL NOSOTROS MEMORIAS SOCIALES DE LA ASOCIACIN CAMPESINA DEL VALLE DEL RIO CIMITARRANydia Constanza Mendoza Romero / Frank Molano Camargo ........................125

6. VOCES QUE QUIEREN HACERSE OIR (Narrativas de la memoria y el olvido en la escuela)Jairo Hernando Gmez Esteban ...................................................................145

7. MEMORIAS DE JUEGOS Y JUGUETES: OTRAS FORMAS DE HACER HISTORIA DE LA INFANCIAYeimy Crdenas Palermo .............................................................................157

8. MEMORIA Y SUBJETIVIDADES EN LA ESCUELA OFICIAL: EXPERIENCIA DE SI Y POLTICAS EDUCATIVAS, 1970-2007Juan Carlos Amador Baquiro / Pilar Albadn Tovar ........................................179

9. DE LAS ANECDOTAS A LA MEGA NARRACIN DE LA MEMORIA: HISTORIA Y ESPACIOS EN LA ESCUELAAndrs Fernando Castiblanco Roldn ...........................................................197

10. FUENTES VIVAS, MEMORIA Y PESQUISAS SOCIALES A PROPSITO DE NIOS, NIAS Y JVENES DESVINCULADOS DE LOS GRUPOS ARMADOS EN COLOMBIACarlos Jilmar Daz S. ................................................................................... 219

11. MEMORIAS DE LA PRIMERA VIOLENCIA EN LA ENSEANZA DE LAS CIENCIAS SOCIALESGrupo de Investigacin CYBERIA ..................................................................237

PRESENTACIN

Francisco Guerra Garca*

El Instituto para la Pedagoga, la Paz y el Conflicto Urbano IPAZUD, en el ao 2007 constituyo la Lnea de Memoria y Conflicto como un esfuerzo por consolidar procesos de investigacin en dicha problemtica, tan actual y vigente, con el propsito de congregar a los grupos de investigacin de la Universidad Distrital Francisco Jos de Caldas que vienen adelantando produccin de conocimiento social en este campo polmico e interdisciplinar. De igual manera en su proceso de consolidacin logr desarrollar acercamiento a otros grupos de la Universidad Pedaggica Nacional, Pontificia Universidad Javeriana, Fundacin Universitaria San Martin que en el mismo terreno ha explorado posibilidades de investigacin social y que bajo el liderazgo del IPAZUD se crea la Red de Estudios en Memoria como un intento interinstitucional de poner en dialogo los saberes acumulados y de intercambiar experiencias investigativas cuyo primer intento se ve materializado en el presente texto de las Luchas por la memoria. Tanto para la Lnea de memoria y conflicto, como para la red, el afrontar estos temas son de crucial importancia sobre todo cuando el panorama del pas es bastante complejo frente a la urgencia y emergencia que los mismos cobran en un contexto altamente polarizado por el irresuelto conflicto que cada da ahonda ms las polarizaciones y discurre una poltica del silencio y el olvido frente a la esquizofrenia meditica que pone en circulacin noticias que van opacando la realidad local y el terror que causa dejando por fuera las reales problemticas que aquejan a la sociedad colombiana. Abordar el tema de la memoria es clave para desentraar las profundidades del conflicto y es pertinente a la academia para que desde una perspectiva crtica contribuya a* Instituto para la Pedagoga, la Paz y el Conflicto Urbano IPAZUD Universidad Distrital Francisco Jos de Caldas

Las luchas por la Memoria

transitar sus mutaciones hacia una solucin poltica y pacifica del conflicto en los actuales momentos. Ms all de esta ptica le compete a la Universidad decolonizar los terrenos abonados por la historia oficial y los debates que se emprenden, a partir de all, sobre todo de aquellos que de una u otra manera rescatan la lucha por aquellas memorias colectivas, silenciadas y ocultas, cuyos terrenos estn siendo explorados desde otros lugares de enunciacin, para desde all pronunciar que an se conservan vivas y dispuestas a evidenciar su presencia por medio de resistencias mltiples para quebrantar la idea que existe solo una memoria acaparada por el oficialismo y las elites econmicas y polticas que durante siglos han mantenido en la infamia a la sociedad Colombiana. Las deudas histricas que an no se han saldado y que fundamentalmente tienen que ver con los ms de 516 aos desde que se produjo la invasin al continente y desde el proceso mismo de colonizacin y dominacin impuesto por el mundo europeo, que pese a los procesos de independencia, an un no existe un debido reconocimiento sobre las comunidades ancestrales y las afrodescendientes, pero ante todo con el proyecto expansivo de modernidad, cuya cara oculta es la colonialidad, que es inconcluso, an todava para los pases latinoamericanos, que compagina con una estructura social fragmentada y donde las ciudadanas, igualmente inacabadas, producto de unas relaciones de poder y de saber impuestas al sujeto social tratando por estos medios de ocultar que hay otras historias, otras memorias, que an luchan desde los espacios populares que han ganado en la sociedad y que ha manera de minga van construyendo otra sociedad y otro pas posibles. De este debate no escapa la memoria contempornea sobre todo si la misma se encuentra envuelta en un halo de oscuridad, e incluso de desconocimiento por algunos sectores de la academia, pero ms all de ello teida de los horrores y huellas dejadas por la permanencia de la guerra, la violencia estructural, el pnico del genocidio poltico (el caso de la Unin Patritica), los magnicidios secuenciales, el holocausto, las desterritorializacin y desarraigo generado por el desplazamiento interno forzado, detrs de los cuales existen grandes megaproyectos, las desapariciones forzadas, las torturas, los falsos positivos donde la poblacin joven se ve altamente afectada, en fin las secuelas dejadas en las familias de las victimas, que nos ubican en el terreno de la memoria para entender la verdad relativa de lo que paso, para que conduzca a una reparacin integral y a una justicia que sobrepase los simples pactos que pretenden ocultar y desconocer esa memoria reciente, tratando a toda costa

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Presentacin

de justificar los crimines de lesa humanidad, los crmenes de Estado, a costa de un proyecto poltico que favorece tan solo a un sector de la sociedad que se encuentra involucrado con la estructura ilegal mafiosa que opera campantemente en nuestro pas. Pero el debate no debe quedar atrapado en las fronteras y linderos de la academia, el mismo debe dar transito a esas luchas por la memoria y convertirse en una estrategia pedaggica que penetre en la escuela, para desde all rescatar esas voces silenciadas por el pasado y presente, asumir la responsabilidad social que le corresponde a la universidad de dar transito a los saberes constituidos y a otros saberes y voces que deben ser incorporados, para que el olvido no quede campante y la sociedad no repita las atrocidades, crueldades y brutalidades que reciproca y milenariamente ha venido haciendo, prolongando los espacios de violencia que han sido promovidos por oscuros proyectos polticos enclaustrados en claros intereses econmicos y sociales de perpetuar la dominacin de los sectores histricamente excluidos en Colombia. Esta apuesta por una pedagoga de la paz, en parte, debe nutrirse de la deconstruccin de la memoria oficial para de manera crtica asumir, uno de los papeles que le corresponde, cual es el de posibilitar que el debate conduzca a los intrnsicos pasos que requiere la memoria, no para acallar otras voces o reducir sus posibilidades de conmemoracin sino por el contrario socavar sobre los acontecimientos violentos que desagarran la sociedad, pero tambin para colocar en la controversia pblica la importancia que la memoria contempornea y reciente requiere para resarcir a las victimas y permitir dar va a la construccin de agendas y polticas pblicas ms construidas desde abajo que impulsen la necesidad de la no repeticin y el nunca ms que diariamente se hacen sentir en las calles de nuestro pas. Desde el Instituto, finalmente se espera con esta compilacin, conceder un lugar especial a los debates que sobre la memoria se vienen gestando y las luchas que se adelantan en pro de que otra universidad, sociedad y pas son posibles, desde las voces de inclusin, pero tambin del transito que podamos dar a nuestros conflictos que consoliden unas culturas de paz ms all de la desesperanza y el desarraigo.

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INTRODUCCIN

Absaln Jimnez Becerra*

En las democracias latinoamericanas las luchas por la memoria apenas inician una vez superada la coyuntura de regmenes polticos autoritarios marcados por la presencia de la bota militar, entre las dcadas del setenta y ochenta del siglo XX, particularmente, en las democracias del cono sur como las de Chile, Argentina, Brasil y Paraguay o en pases como los nuestros caracterizados por democracias inestables y convulsionadas. De tal manera, la memoria de los colectivos se convierte en un elemento de tensin y de continua lucha contra la historia oficial y la verdad impuesta por un Estado que quiere decretar perdones y olvidos, amnistas y amnesias colectivas que violentan el derecho a la verdad, la justicia y la reparacin de los ms dbiles. El olvido y el perdn suelen ser temas relacionados en el escenario de lo pblico cuando se toca el tema de la memoria y se reivindica la imposibilidad del olvido en el plano tanto individual como colectivo. En este sentido, la memoria individual y la memoria colectiva viven un continuo conflicto poltico frente a la historia oficial, cuando sta quiere ocultar crmenes de Estado y delitos de lesa humanidad. Esta lucha poltica trae como consecuencia la imposibilidad del olvido, la cual, a su vez, tiene un antecedente directo en la discusin desarrollada por los sicoanalticas y los fenomenlogos. El derecho del olvido, tanto individual como colectivo, cuando se trata de recuerdos desagradables de la experiencia vivida, choca en ocasiones contra el olvido impuesto. En consecuencia, encontramos la amnista, que como derecho de gracia y como residuo del derecho divino medieval, es un privilegio de regala que slo se pone en prctica peridicamente, segn la voluntad del jefe de Estado. La amnista como olvido institucional, guarda una proximidad fon* Profesor e investigador. Universidad Distrital Francisco Jos de Caldas

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tica y semntica con la palabra amnesia, aspecto que seala un pacto secreto con la negacin de memoria que aleja la verdad del perdn despus de haber propuesto su simulacin. La lucha por la memoria, la imposibilidad del olvido y la verdad jurdica, en trminos sociales, compromete a un alto porcentaje de la nacin cuando de delitos de lesa humanidad se trata. Para Tzvetan Todorov (Los abusos de la memoria, 1995), a lo largo del siglo XX, debido a que los regmenes totalitarios concibieron el control de la informacin como una prioridad, se mancill la memoria y se abus de ella, lo que trajo como consecuencia una abierta lucha entre la nacin y el Estado por el control de la memoria, la oficializacin del olvido y la imposicin de la verdad jurdica. En este sentido, frente a la experiencia de la segunda guerra mundial anota que informar al mundo sobre los campos de concentracin es la mejor manera de combatirlos; lograr ese objetivo no tiene precio (Todorov, 1995: 13). Los regmenes totalitarios y militares cuentan con una carga emocional implcita para quienes los han vivido, lo que trae como consecuencia un derecho al olvido propio o una tensin al recuerdo. Por ende, la memoria no se opone en absoluto al olvido. Los dos trminos para contrastar son la supresin (el olvido) y la conservacin; la memoria, es en todo momento, y necesariamente, una interaccin de ambos. De ah que, para Torodov, la recuperacin del pasado es indispensable, lo cual no significa que el pasado deba regir el presente, sino que, al contrario, ste har del pasado el uso que prefiera. Por consiguiente, el acontecimiento recuperado puede ser ledo de manera literal o de manera ejemplar. El uso literal, que convierte en insuperable el viejo acontecimiento, desemboca a fin de cuentas en el sometimiento del presente al pasado. El uso ejemplar por el contrario, permite utilizar el pasado con vistas al presente, aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas para luchar contra las que se producen hoy en da, y separase del yo para irse haca el otro (Todorov, 1995: 32). La memoria ejemplar, aunque demanda un principio mnimo de comparacin de lo sucedido, no quiere decir que explique un hecho mediante el otro, debido a que es imposible afirmar a la vez que el pasado ha de servir de leccin y que es incomparable con el presente: aquello que es singular no nos ensea nada para el porvenir. Si el suceso es nico podemos conservarlo en la memoria y actuar en funcin de ese recuerdo; pero no podr ser utilizado como clave para otra ocasin; igualmente si desciframos en un pasado suceso una leccin para el presente, es que reconocemos en ambos unas caractersticas comunes. Para que la colectividad pueda sacar provecho

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Introduccin

de la experiencia individual, debe reconocer lo que sta pueda tener en comn con otras (Todorov, 1995: 36). En general, la lucha ejemplarizante de la memoria es una lucha contra el olvido o ms bien a favor de la imposibilidad del olvido en el mbito individual y colectivo. En el mbito institucional recordemos que Amnista Internacional lleva cuarenta aos luchando contra el olvido. En este sentido, los olvidos son vacos llenos de algo, la memoria olvidadiza no es siempre un campo de ruinas, tambin puede ser un lugar de trabajo para la recuperacin de la memoria histrica que se resiste a la verdad jurdica y a la amnista decretada por el Estado. El olvido en ocasiones, representa una tensin y se convierte en una intromisin y censura por parte del Estado, pero tambin puede ser una carta de triunfo que le permita a la persona o al grupo de personas construir o restaurar una imagen de ellos mismos, globalmente, de manera satisfactoria. Sin embargo, el olvido se convierte en una tensin ubicada entre la memoria y el recuerdo, que tiene repercusiones directas en mbitos de lo colectivo, y en el campo de la historia. En el mbito regional sectores crticos de la academia han convertido la lucha por la memoria como parte de un compromiso tanto individual como colectivo. Los trabajos de la memoria (2002), de Elizabeth Jelin, representan un esfuerzo que se inicia en Argentina y que luego compromete a un colectivo de diversos pases como Per, Chile, Uruguay y Brasil. El compromiso del equipo se traza bajo tres objetivos: Primero, entender las memorias como procesos subjetivos, anclados en experiencias y en marcas simblicas y materiales. Segundo, reconocer a las memorias como objeto de disputa, conflictos y luchas, lo cual apunta a prestar atencin al rol activo y productor de sentido de los participantes en esas luchas, enmascarados en relaciones de poder. Tercero, historizar las memorias, o sea, reconocer que existen cambios histricos en el sentido del pasado, as como en el lugar asignado a las memorias en diferentes sociedades, climas culturales, espacios de luchas polticas e ideolgicas. Uno de los compromisos de los sectores crticos de la academia, o de la izquierda acadmica, es luchar por la memoria en pases como los nuestros marcados por situaciones polticas traumticas, regmenes militares y democracias desfiguradas. Las luchas por la memoria, para estos sectores de la academia, parodiando al mexicano Jorge G. Castaeda, hacen parte de los cambios de guardia de los intelectuales y, en general, de las tareas que nos dejo La Utopa desarmada, en la cual debemos imponer el imperativo democrtico, democratizar la democracia y aportar en la construccin de un nuevo tipo de Estado y de proyecto de nacin.

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En el mbito local, en la ciudad de Bogot, los primeros pasos que hemos venido dando desde el ao 2007, desembocaron en la constitucin de la Red de la Memoria, liderada por el Instituto para la Pedagoga, la Paz y el Conflicto Urbano, Ipazud, de la Universidad Distrital Francisco Jos de Caldas, el cual en compaa de miembros de otras instituciones pertenecientes a grupos de investigacin reconocidos y categorizados ante Colciencias, dependientes de la Universidad Pedaggica Nacional, la Pontificia Universidad Javeriana y de la Fundacin Universitaria San Martn, se lanzan como colectivo con el fin de dar a conocer el presente libro que se recoge bajo el ttulo de Las luchas por la memoria. De tal manera, este primer esfuerzo inter institucional aborda temas tan diversos como el problema de la memoria y el tiempo presente y discute en varios de los documento el tema de la memoria y las polticas de la memoria como categoras de anlisis, tambin su relacin con la socializacin poltica, las nuevas formas mediticas de participacin en momentos de lgida movilizacin ciudadana en las marchas del 4 de febrero y 6 de marzo de 2008 en todo el pas. Tambin se aborda el tema de los movimientos y las organizaciones sociales y su relacin con la memoria en trminos del compromiso poltico y labor metodolgica de quien investiga estos colectivos, pues la identidad de un grupo, para uno de los escritores del texto, es memoria colectiva actualizada, la cual debe hacer parte de una decisin voluntaria y representa a su vez un acto poltico. Desde esta perspectiva se recogen dos experiencias puntuales de trabajo una el municipio de Soacha, en la frontera urbana rural de la ciudad de Bogot y otra, en torno a la experiencia de la Asociacin Campesina del Valle del Ro Cimitarra. Las luchas por las polticas de la memoria oficial se evidencia con la creacin de la Academia Colombiana de Historia, en 1902 y la Comisin Nacional del Centenario en 1907, instituciones que oficializan un discurso histrico y se oponen la renovacin de dicho discurso por parte de otros actores. En este sentido, para una de nuestras investigadoras detrs de este tipo de iniciativas se esconden las polticas de la memoria oficial las cuales consisten en un conjunto de estrategias diseadas, desplegadas, reiteradas durante largos periodos de tiempo, y registradas para su actualizacin y transmisin, en la perspectiva de establecerse como proyecto social hegemnico de la poblacin. Por otro lado, se aborda el tema de la memoria y su relacin con la infancia, la memoria como configuracin y la infancia como experiencia, diada en la que se esconden los diversos grados de conciencia y el espacio biogrfico del

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Introduccin

sujeto, en momentos en que el capitalismo contemporneo deja un reducido lugar a la valoracin de la experiencia de vida y al relato. Por nuestra tradicin, el tema de la memoria y la escuela representa un importante aparte en el libro, el tema de la memoria, la narrativa y la subjetividad poltica que se puede evidenciar en las escuela desde la fuente oral representa una posibilidad importante de trabajo para el docente en ejercicio. De tal manera, la memoria queda marcada en el cuerpo del sujeto escolarizado quien mediante el pensamiento narrativo organiza su experiencia, tomando cuerpo en el escenario intersubjetivo cuando se comparte el relato. As mismo, se aborda el tema de las subjetividades docentes, espacio en el que la narracin y la experiencia se configuran mediante la potencia del recuerdo. En este sentido, la experiencia de s como exposicin de subjetivacin en la cual el verse, el narrase, el expresarse, el juzgarse y el dominarse, representan una posibilidad de reactualizar la memoria y la identidad del docente en ejercicio. En la escuela el sentimiento de nacin emerge como la suma de un puado de ancdotas que configuran la memoria social del colectivo. La memoria emocional del sujeto en la escuela, el peso del silencio y el estatuto de la fuente oral, hoy son valoradas continuamente por el docente en ejercicio para quien la memoria representa una fuente viva como documento para la investigacin. Finalmente, queda invitarlos a desarrollar la lectura de los diversos artculos que hacen parte del presente libro, Las luchas por la memoria, por medio del cual se busca incentivar la discusin y el trabajo colectivo sobre este tema en el mbito local y nacional.

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1. Polticas de la memoria como forma de socializacin y de subjetivacin poltica: un anlisis histrico sobre el tiempo presente 1

Martha Cecilia Herrera* / Lina Mara Ramrez**

Sentado al borde de una silla desfondada, Mareado, enfermo, casi vivo Escribo versos previamente llorados Por la ciudad donde nac Hay que atraparlos Tambin aqu nacieron Dulces hijos mos Que entre tanto castigo Te endulzan bellamente Hay que aprender a resistir Ni a irse ni a quedarse, a resistir Aunque es seguro Que habr ms penas y olvidos Juan Gelman

IntroduccinEn el presente artculo se examinan las marchas llevadas a cabo el 4 de febrero y el 6 de marzo de 2008 en contra de la violencia poltica y a favor de la paz en Colombia, con el propsito de sondear, a travs de ellas, la coyuntura poltica actual y la manera como circulan distintas memorias en torno al conflicto

* Magster en Historia y Doctora en Filosofa e Historia de la Educacin. Profesora titular Universidad Pedaggica Nacional, docente en la Maestra y en el Doctorado en Educacin. Directora Grupo de investigacin Educacin y Cultura Poltica. ** Licenciada en Psicologa y Pedagoga. Universidad Pedaggica Nacional. Miembro Grupo de investigacin Educacin y Cultura Poltica. 1 Esta ponencia hace parte del trabajo de investigacin de la tesis doctoral que el autor desarrolla sobre el Conflicto Armado Colombiano.

Las luchas por la Memoria

poltico. En primer lugar se hacen varias consideraciones acerca de la necesidad de emprender investigaciones sobre el tiempo presente y la importancia de las perspectivas interdisciplinares para el estudio de fenmenos relacionados con cultura poltica. En segundo lugar se abordan aspectos referentes a la constitucin de subjetividades polticas y sus articulaciones con los procesos de socializacin y subjetivacin, as como el papel que dentro de ellos ocupa la memoria. En un tercer momento la atencin se centra en las marchas del 4F y el 6M para dilucidar las polticas de la memoria que se pusieron en juego en torno a ellas, as como las formas de activacin de diversos estratos y tipos de memoria.

1. Anlisis del presente como demanda social ybsqueda interdisciplinarLa complejidad de los cambios dados en las ltimas dcadas en el mundo entero referentes a procesos de mayor integracin de la economa, desarrollos de las tecnologas y los medios de comunicacin, as como rupturas de los modelos polticos, sociales y culturales que regan las lgicas de organizacin de las sociedades occidentales, ha conllevado, al mismo tiempo, a la resignificacin en el campo del pensamiento social de las categoras con las que se analizaban las realidades sociales, en aras a obtener un mayor horizonte de inteligibilidad de las transformaciones que estn dando. Este movimiento ha conducido, entre otras, a la necesidad de poner en dilogo los aportes de diversos saberes y disciplinas que contribuyen a la comprensin de los fenmenos que tienen lugar en las sociedades contemporneas, lo cual no ha estado exento de tensiones en la medida en que los campos y delimitaciones de los objetos de estudio se tornan cada da ms borrosos y conducen, no slo a dificultades epistemolgicas y metodolgicas, sino tambin, a pugnas en donde se ponen en juego las pretensiones de dominacin, de verdad, de los distintos saberes y disciplinas sobre esferas especficas del pensamiento social. Sobre este aspecto y, en lo referente a la esfera poltica, Jean F. Sirinelli sealaba, en el ao de 1992, las dificultades existentes para aplicar los presupuestos renovadores de la nueva historia poltica al tiempo presente,

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Polticas de la memoria como forma de socializacin y de subjetivacin poltica

ya que la esencia de esos nuevos presupuestos son categoras como cultura poltica y generaciones, as como el dilogo de lo poltico con campos de la historia como lo social y lo cultural, la proximidad cronolgica y el carcter de tiempo corto que implica el tiempo presente, problemas que incidan en el avance del estado de la cuestin historiogrfico2. Al tratar de dar salidas a estas inquietudes, diversos estudiosos, dentro de los cuales se incluye el mismo Sirenelli, han mostrado la importancia de llevar a cabo anlisis histricos del presente y apartarse de percepciones segn las cuales la historia se ocupa slo del tiempo pasado y deja a otras disciplinas, como la sociologa o el periodismo, el anlisis del tiempo presente. Por el contrario, estos acercamientos sitan el objeto de la historia como el estudio de los seres humanos en el tiempo, como lo sealaba Ernst Bloch, lo cual lleva a pensar que no debe existir una restriccin para los historiadores respecto al tiempo estudiado, recuperndose, de este modo, el recurso humano y el instrumental terico y metodolgico de esta disciplina para el anlisis del tiempo presente. Esta perspectiva, posibilita, a su vez, el surgimiento de estudios de carcter interdisciplinar pautados por las caractersticas de los objetos de estudio ms que por las restricciones que a stos les dara un slo enfoque disciplinar. Las potencialidades analticas de los enfoques interdisciplinares son grandes y, en este sentido, constituyen el reto que tenemos hoy en da los cientistas sociales. Es, desde este ngulo, que nos interesa en el presente trabajo llevar a cabo, en una perspectiva histrica, un anlisis de coyuntura desde el campo de la cultura poltica y los aportes de la historia, la sociologa y la ciencia poltica. Para ello, se toma como materia de anlisis dos marchas, la del 4 de febrero y la del 6 de marzo de 2008, con el fin de analizar cmo se activaron en ellas, o a propsito de ellas, polticas de la memoria respecto al conflicto poltico colombiano y a sus diversas formas de comprensin, impelindonos a determinados modos de accin y de valoracin polticas. Lo anterior como parte de una preocupacin investigativa ms amplia sobre las posibilidades analticas de las categoras de memoria y de polticas de la memoria, para el estudio de los procesos referentes a socializacin y a subjetivacin poltica, en el marco del conflicto poltico colombiano.

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Citado por ABDN MATEOS, Historia, Memoria, Tiempo Presente, Universidad Nacional de Educacin a Distancia (UNED), Madrid. http://hispanianova.rediris.es/general/ articulo/004/art004.htm. Consultado el 20 de octubre de 2004.

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Las luchas por la Memoria

2. Memoria, socializacin y subjetivacin polticaUno de los aportes de los estudios en cultura poltica reside en su receptividad respecto a las formas de articulacin entre las dimensiones sociales y las individuales, as como su inters por comprender los modos de estructuracin cultural de las subjetividades polticas y su compleja interaccin con las instituciones sociales de las que hacen parte los individuos, aspectos que han llevado a la necesidad de reflexionar acerca de los procesos de socializacin y subjetivacin poltica. Se entiende por socializacin poltica los procesos a travs de los cuales los individuos son interpelados por las instituciones y aprehenden los principios, valores y prcticas propias del orden social, dentro de contextos histricos y sociedades especficas, los cuales aluden al rgimen social establecido y a sus instituciones, as como al lugar que ocupan los individuos en este entramado, en un marco de relaciones de poder y autoridad. Estos procesos inciden en la estructuracin de los juicios y valores as como en las prcticas polticas que los sujetos llevan a cabo. En palabras de Richard Merelman, la socializacin poltica puede ser entendida como el proceso mediante el cual la gente adquiere orientaciones consistentes en cuanto a la poltica en general y en relacin con los sistemas polticos en particular3. Al mismo tiempo, la subjetivacin poltica puede ser comprendida como los procesos a travs de los cuales los individuos experiencian y se apropian, reelaboran y resignifican los aprendizajes y prcticas relacionados con la poltica y lo poltico, pautados por las instituciones, dando pie a la constitucin de subjetividades polticas. La subjetivacin puede ser entendida, en palabras de Foucault, como el proceso por el cual se obtiene la constitucin de un sujeto, ms exactamente de una subjetividad, que no es evidentemente ms que una de las posibilidades dadas de organizacin de una conciencia de s4. Al tiempo que para el autor, la subjetividad puede ser enmarcada en lo que llama tecnologas del yo, las cuales posibilitan a los individuos efectuar, por cuenta propia o con la ayuda de los otros, cierto nmero de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta o cualquier otra forma de ser, obteniendo as una transformacin de s mismos5.MERELMAN, R. Revitalizing political socialization. En: Margaret Herman (Ed.) Political Psychology. San Francisco. Jossey Bass Publications. 1996. p. 279. 4 FOUCAULT Michel. Le retour de la morale. En Dits et crits. Gallimard. v.4. Pars. 1994. p. 706. 5 FOUCAULT Michel. Historia y memoria una introduccin. Tecnologas del yo y textos afines. Barcelona. Paids. 1996. p. 48.3

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Polticas de la memoria como forma de socializacin y de subjetivacin poltica

Si bien, dentro de las sociedades modernas y contemporneas el sujeto poltico ha sido homologado al ciudadano y, en este sentido, la subjetividad poltica tendra como referente los idearios provenientes de los modelos de la democracia occidental, las limitaciones del modelo de democracia representativa al que se han restringido, se ha puesto en cuestin en las ltimas dcadas, propugnndose por ampliar este canon hacia modelos participativos y deliberativos. En este ltimo sentido, el sujeto poltico, el ciudadano, es entendido no slo como un portador de derechos y deberes, sino como alguien que se involucra y participa en la deliberacin de los asuntos pblicos y en sus soluciones6. En esta direccin, la formacin poltica posibilita a los individuos devenir en sujetos polticos y, de acuerdo a si sta es ms o menos crtica, ayuda a la constitucin de sujetos con mayores o menores niveles de autonoma y deliberacin. Aunque para efectos analticos, en las teoras sociales, se diferencia la socializacin y la subjetivacin polticas, del proceso ms general de insercin de los individuos en las sociedades, buena parte de las experiencias y aprendizajes sociales tienen algn tipo de relacin con la esfera de lo poltico. As, puede decirse que en el seno de los procesos de socializacin y subjetivacin, los cuales se desarrollan a lo largo de la vida y en escenarios como la familia, la escuela, la ciudad, los amigos, las asociaciones, los medios de comunicacin, entre otros, el individuo aprende tambin los valores sociopolticos bsicos, adopta vnculos de identificacin con los smbolos polticos de la colectividad y se hace partcipe de una memoria histrica, es decir, desarrolla una identidad social y poltica, aspectos que aluden a la cultura poltica y llevan a pensar que el aprendizaje poltico es, fundamentalmente, informal y latente7. Frente a las miradas ms restrictivas respecto a la socializacin, que la sitan como un fenmeno unidireccional de interiorizacin de normas y valores sociales, Maria Luz Morn, resalta el papel de la participacin de los sujetos y actores sociales en sus procesos de formacin, destacando las categoras de aprendizaje y experiencia como ms comprensivas para el estudio de asuntos referentes a la socializacin y a la subjetivacin polticas. En sus palabras, hay que partir de un sujeto actuante que construye su(s)TASSIN Etienne. Identidad, ciudadana y comunidad poltica: Qu es un sujeto poltico? En: QUIROGA Hugo, VILLLAVICENCIO Susana, VERMEREN Patrice (Comp.). Filosofas de la ciudadana. Sujeto poltico y democracia. Argentina. Homosapiens ediciones. 2001, p 68. 7 PERCHERON, A. (1993). La socialisation politique, Pars: Armand Collin, p. 27-32.6

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identidad(es) social(es) en un proceso de actividad incesante, y siempre conflictivo, poniendo en relacin principios heterogneos. Por consiguiente, la principal tarea de una sociologa de los aprendizajes sociales consiste en dar cuenta de estas actividades. Se trata de sustituir el nfasis en los procesos psicosociales de integracin de valores y normas en nuestra propia personalidad, por una sociologa de las prcticas sociales. En esa medida, la socializacin consiste, en lo esencial, en un conjunto de aprendizajes y olvidos que tienen lugar en aquellos espacios que contienen las prcticas sociales y que se suceden a lo largo de toda la existencia8. Este posicionamiento nos permite, al mismo tiempo, ver las bondades de articular, para pensar los procesos de formacin poltica, las categoras de socializacin y de subjetivacin como un binomio que posibilita prestar atencin a aspectos tanto sociales como individuales y a su compleja interaccin. Estas categoras si bien provienen de tradiciones tericas diferentes y, en este aspecto, focalizan ngulos distintos de la misma problemtica, stos pueden ser utilizados de manera conjunta con el nimo de tener una perspectiva ms comprehensiva. En este sentido, la categora de socializacin hace ms nfasis en las dimensiones atinentes a las intencionalidades sociales, a los aspectos estructurales y al papel de las instituciones y sus formas de interpelacin, en cuanto la categora de subjetivacin se detiene ms en los mecanismos de agenciamiento, en cmo los individuos se constituyen a s mismos en sujetos tanto sociales como individuales y se apropian e intervienen de manera diferenciada en los escenarios sociales y en el mundo de la vida. De esta manera tanto socializacin como subjetivacin poltica seran dimensiones que nos permiten entender distintas aristas de cmo se configuran las culturas polticas en las sociedades contemporneas. Dentro de los procesos de aprendizaje social, de socializacin y de subjetivacin, la memoria se constituye en una mediacin que permite la estructuracin de esquemas, patrones mentales y habitus ligados a las significaciones culturales de los grupos de los cuales hacen parte los individuos, contribuyendo a la constitucin de identidades. De este modo, al ser la memoria un componente del sentimiento de identidad individual y colectiva, es tambin una dimensin de los sentimientos de continuidad y de coherencia en los procesos de auto-reconstruccin, de subjetividad, de los seres hu8

MORN Mara Luz (2003). Aprendizajes y espacios de la ciudadana. Para un anlisis cultural de. las prcticas sociopolticas. En Iconos, Quito, n 15, p. 33-34.

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manos9. En palabras de Connerton el mundo de lo inteligible, definido en trminos de experiencia temporal, es un cuerpo organizado de expectativas basadas en la recordacin10. En este orden de ideas, es preciso destacar el papel de la memoria social como vehiculizadora de las culturas polticas en los procesos de socializacin y subjetivacin, asunto que lleva a Jacques Lagroye a sealar como:lo que el individuo adquiere por medio de la socializacin en cuanto a creencias y actitudes sobre la vida social y poltica es el producto siempre amenazado y sujeto a revisin -pero muy poderoso- de una memoria social construida en el tiempo, reactivada por ciertos grupos y propuesta a todos como referencia comn; la cultura poltica, considerada como el resultado de una historia comn de enfrentamientos y conflictos, pero tambin de negociaciones y concesiones, forja la identidad colectiva, que, a su vez, pone su impronta en todos los sistemas de actitudes individuales por medio de la socializacin o aculturacin11.

En estos procesos las memorias tanto individual como social, colectiva, histrica, entre otras, se constituyen en mediadoras entre las trayectorias de las sociedades y la insercin de los individuos en ellas, en dinmicas en las cuales se pone en juego la singularidad de la experiencia y la constitucin de subjetividades. Por estos motivos la memoria se ha convertido en una reivindicacin esgrimida por comunidades e individuos para la comprensin del pasado, considerndola como posibilidad de articular las experiencias y constituir redes y vnculos sociales en el presente. Lo anterior nos muestra de qu modo el problema de la construccin de una memoria pblica ampliamente compartida se encuentra desde hace aos en el seno de profundos conflictos de carcter identitario, los cuales abarcan desde niveles referentes a la esfera privada, los sentimientos y las emociones, hasta el cuestionamiento del orden jurdico, la responsabilidad institucional, o el sentido histrico12.

POLLACK Michel. Memria e identidade. En Estudos Histricos, Rio de Janeiro, vol. 5, n. 10, 1992. p. 200-212. p. 5. 10 CONNERTON Paul. How societies remember. 6 edicin. New York. Cambridge University Press, 1996. p. 137. 11 JACQUES Lagroye. Sociologa poltica. Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 1993, p. 379. 12 Di CORI, Paola (2002). La memoria pblica del terrorismo de estado: parques, museos y monumentos en Buenos Aires. En Arfuch Leonor, L. (Comp.) identidades, sujetos y subjetividades, Buenos Aires, Prometeo, p. 89.9

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3. Las marchas como escenarios de activacin de

polticas de la memoria y subjetivacin poltica

Dentro del contexto de construccin de una memoria pblica, las polticas de la memoria pueden ser entendidas como procesos deliberados en procura de difundir ciertas posturas, ciertos recuerdos y olvidos, respecto a determinados acontecimientos histricos, sociales y polticos, por medio de la puesta en juego de elementos expresivos y performativos (rituales, conmemoraciones) como narrativos (testimonios, relatos) en torno a ellos; polticas a travs de las cuales se difunden visiones del mundo y comprensiones de la realidad que tienen incidencia en los modos de actuacin y de participacin poltica. En palabras de Elizabeth Jelin el concepto de polticas de la memoria alude al conjunto de estrategias que enmarca la dinmica en la que se despliegan sujetos, acciones y proyectos que participan del proceso de elaboracin de los recuerdos comunes en una sociedad. Esta dialctica est delimitada por relaciones de poder: Quines deciden la seleccin de recuerdos que deben incluirse o desecharse? Cmo se construyen esos acuerdos?13. Dentro de este contexto Jelin hace alusin a lo que denomina como los emprendedores de la memoria al referirse a instituciones y sujetos que se proponen activar determinadas memorias sociales, dando lugar a narraciones e interpretaciones diferenciales sobre las realidades sociales que inciden en las subjetividades y en los imaginarios sociales14. Es a partir de esa serie de referentes conceptuales que hemos decidido hacer un anlisis de coyuntura a partir de la informacin recogida en torno a las marchas. Entremos pues en materia. Las marchas llevadas a cabo el 4 de febrero (en contra del secuestro y las FARC) y el 6 de marzo (en contra del desaparecimiento forzado y los paramilitares) de 2008, -en adelante 4F y 6M-, representan acontecimientos puntuales a travs de los cuales se pretende analizar aspectos de la cultura o las culturas polticas de los colombianos referidos tanto al momento presente como a entramados de mediana y larga duracin, pudindose sondear en ellos los estratos de otros momentos histricos, as como los horizontes de expectativas para pensar soluciones al conflicto y avizorar una sociedad posconflicto. Surgen, entonces, preguntas sobre estas marchas con relacin a qu tipo de memoriasJELIN, citada por DEBATTISTA Susana. Los caminos del recuerdo y el olvido: La Escuela Media Neuquina, 1984-1998. En JELIN Elizabeth, LORENZ, Federico Guillermo (comp.) Educacin y memoria. La escuela elabora el pasado. Espaa, Ed. Siglo XXI. 2004, p. 42. 14 JELIN, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Espaa, Ed. Siglo XXI. 2001. p. 47.13

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fueron activadas en las marchas del 4F y 6M?, qu recuerdos, qu olvidos y qu duelos se activaron?, qu relatos se establecieron en torno al conflicto y a sus posibilidades de solucin?, cules sujetos/agentes se constituyeron en gestores de la memoria?, qu aprendizajes se podran desprender de estas marchas, qu culturas polticas se pusieron en juego y qu incidencias se dan en torno a procesos de socializacin y subjetivacin?. Miremos algunas respuestas a estos interrogantes a partir del anlisis de la informacin que circul, entre el 15 enero y el 30 de abril, sobre las marchas del 4 de febrero y del 6 de marzo de 2008, la cual circunscribimos a los artculos publicados en los peridicos El Tiempo y El Espectador, en la revista Semana, en el semanario Caja de Herramientas, as como en los videos colocados en el sitio Youtube.

3.1. Las marchas del 4F y del 6M y el papel de los mediosEn general, las fuentes seleccionadas permiten ver la multiplicidad de versiones que circularon sobre las marchas y sus detonantes, poniendo en evidencia las luchas por la memoria producto de las tensiones entre fuerzas sociales que vehiculan respecto al conflicto poltico colombiano recuerdos y olvidos enfrentados, tanto en sus relatos como en algunos de sus elementos performativos. Los peridicos El Tiempo y El Espectador, conservan una cercana con los discursos promovidos por la clase hegemnica que propende por la conservacin de lo que considera el orden institucional. Por su parte la revista Semana representa un hbrido de posturas que oscila entre el apoyo y el debate frente a la clase dirigente, aunque sus posiciones tienden a cuestionar las polticas gobiernistas dndole un aire opositor a la publicacin. En lo referente al semanario virtual Caja de Herramientas, el cual hace parte de las publicaciones de la Corporacin Viva la Ciudadana, entidad que agrupa a diversas ONG de carcter social, se aprecian con mayor frecuencia discursos contrahegemnicos que toman distancia de las posiciones del gobierno. Con relacin a los videos difundidos a travs de Youtube es posible encontrar diversas perspectivas, en la medida en que sus caractersticas permiten que quien desee y pueda divulgue videos caseros que obedecen a variadas posiciones ideolgicas, a diversos enunciadores. De esta manera, all se pudo encontrar clips provenientes tanto de la informacin que los noticieros de televisin, como RCN y CITITV, haban dado sobre las marchas, como videos elaborados por organizaciones o personas interesadas en difundir un punto de vista sobre estas conmemoraciones y sus significaciones memorialsticas.

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Puede decirse que los medios como espacio de memoria, como archivos de lo social, prefiguran los imaginarios de lo memorable no slo por la seleccin temtica que hacen de los acontecimientos que merecen ser recordados, sino tambin por el modo en que esas memorias son narradas y por las lgicas de inters que las regulan15. Igualmente, es posible ver cmo los distintos actores que intervinieron en las marchas, los gestores y emprendedores de memoria, de los cuales los medios eran slo unos de ellos, activaron recuerdos y olvidos selectivos y, en este sentido, lanzaron distintas interpelaciones sobre en qu lugar de la memoria histrica deban ser situadas las marchas, al reivindicar actores y hechos histricos diferentes, segn la adhesin a determinados proyectos polticos, haciendo uso de argumentos que mueven no slo la parte racional sino y, en muy buena medida, la parte emocional. En el caso de la marcha del 4F los medios regularon los sentimientos de impotencia y rechazo que el pas vena acumulando respecto a las FARC, transmitieron a diario, para no olvidar, durante el mes que dur la preparacin de la jornada, imgenes de secuestrados, fragmentos de cartas, lgrimas de los familiares, odios de la sociedad, disputas diplomticas y muchos ms ingredientes que permitieron el que un llamado hecho por Internet tuviera esa resonancia, pues hay un estado de nimo colectivo propicio. La sucesin de horrores revelados en los ltimos meses, asociados al secuestro y a las FARC y las vicisitudes de la liberacin de los secuestrados y su amplia difusin a travs de los medios de comunicacin contribuyeron a crear ese estado de nimo, que es un hecho social, sin el cual el llamado, espontneo o no, no habra tenido eco16. Por su parte, la jornada del 6M fue distinta en tanto no fue publicitada con la misma fuerza por parte de los medios de comunicacin hegemnicos, dejando en el ambiente la sensacin de una doble moral bajo la cual se decide cules heridas merecen ser recordadas. Al respecto el abogado Jorge Londoo, columnista de Caja de Herramientas, dice: es muy diciente que los grandes medios de comunicacin no se vieran como se vieron en la pasada marcha del 4 de febrero, en donde hasta el Gobierno nacional hizo sentir su fuerza apoyando seguramente con el presupuesto nacional dicha manifestacin ciudadana17.DA PORTA, E. Conmemoraciones mediticas del pasado reciente en Argentina. En Astrolabio, No. 2. Universidad Nacional de Crdoba. Argentina. 2005. http://www.astrolabio.unc. edu.ar/ articulos/memoria/ articulos/daporta.php. 16 ZULUAGA Nieto Jaime. Las marchas del 4 febrero: voces indignadas, caminos inciertos. Semanario Virtual Caja de herramientas: http://www.viva.org.co/antsemanarios13.htm. No 97, febrero de 2008. Consultada el 1 de Abril de 2008. 17 LONDOO LUGO Jorge Alberto. Marcha por la dignidad del pueblo colombiano, 6 de marzo. Semanario virtual Caja de Herramientas: http://www.viva.org.co/antsemanarios13.htm.15

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El tratamiento diferencial que los medios de comunicacin le dieron a la informacin sobre las marchas, no slo es la expresin de pugnas por la memoria, sino que demuestra cierta postura tica restringida a la hora de evitar pronunciarse respecto a todo tipo de situaciones de violencia, haciendo uso de los recuerdos y los olvidos de modo maniqueo, lo cual lleva a Todorov a hablar de los abusos de la memoria18. De este modo, el que los medios hegemnicos y buena parte de los gestores de la memoria, digamos oficial, estuviese ms interesada en recordar los crmenes y atrocidades de las FARC (mviles de la marcha del 4F), que los crmenes y atrocidades de los paramilitares y su complicidad con fuerzas del Estado (objetivos de la marcha del 6M), llev a dar mayor posicionamiento a la primera de las marchas. Mauricio Garca, columnista de El Tiempo, afirma que es verdad que en este pas la opinin pblica mira de manera sesgada a las vctimas del conflicto: se duele por los secuestrados, pero le importan muy poco las vctimas del paramilitarismo y del Estado. No hay simetra moral19. La convocatoria del 6M, fue hecha al igual que la del 4F, a travs de la red social Facebook y de ella tuvieron que hacer eco los medios tradicionales de comunicacin. Aunque hubo temores de que la del 6M no fuese tan multitudinaria como la del 4F, en verdad se desbordaron todas las expectativas, pues si en la del 4F se habl de una participacin cercana a diez millones de personas, en la del 6M se hizo referencia a ms o menos ocho millones. Lo anterior, demuestra, al mismo tiempo, que a pesar del monopolio y, en este sentido, la influencia que pueden tener los medios hegemnicos, es necesario considerar que stos hacen parte de un campo cultural mucho ms complejo en donde interactan diversas fuerzas sociales, cuyos recuerdos y olvidos pueden o no entrar en pugna con lo que quieren vehiculizar los medios. En esta direccin es preciso tener en cuenta que:No es posible analizar las memorias mediticas, de acontecimientos traumticos de gran impacto para la sociedad, de modo aislado, sin considerar qu papel juegan otras instituciones que compiten por imponer sus propias memorias, versiones y rituales de conmemoracin respecto de los mismos acontecimientos. Los medios son aparatos discursivos hegemnicos, pero no operan solos en la cultura, sino que deben disputar esa hegemona constantemente reforzando o acallando otras versiones o apropindose de ellas en un complejo juego intertextual20.

No 101, marzo de 2008. Consultada el 1 de abril de 2008. 18 TODOROV Tzvetan. Los abusos de la memoria. Barcelona. Editorial Paids. 2000. 19 GARCIA V. Mauricio. Marchar sin advertencias. El Tiempo, seccin opinin; 5 de febrero de 2008. p. 17. 20 DA PORTA, E. Op. Cit.

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3.2. Los emprendedores de la memoria y las apropiaciones de las marchasLas pugnas por decidir cules eran las motivaciones y expresiones vlidas en cada una de las marchas demuestran dismiles maneras de apropiacin de las mismas, en la medida en que se ponen en tensin intereses de distintas fuerzas sociales y las memorias que stas vehiculizan, a travs de los distintos emprendedores de memoria. Por ello, las marchas tuvieron temas de convocatoria especficos (el 4F, en contra de las FARC, y el 6M en contra de los paramilitares) y, en este sentido, alinderaron a la ciudadana en torno a consignas, a recuerdos y a olvidos diferenciales, los cuales se constituyeron en polticas de memoria de diferentes proyectos histricos, que buscaron incidir en la memoria social y, de este modo, actuaron como formas de socializacin y subjetivacin. Las pugnas entre las distintas memorias activadas con motivo de las marchas fueron expresadas por integrantes de la clase poltica, periodistas, representantes de la iglesia, intelectuales, miembros de organizaciones no gubernamentales, grupos de jvenes y de mujeres, actores del conflicto, en fin, por una amplia gama de emprendedores de la memoria, quienes argumentaron sus posturas en torno al conflicto colombiano y a las marchas, interpelndose a s mismos y, a travs de ellos a la ciudadana, respecto a lo que era memorable o no en esta coyuntura poltica. En este orden de ideas, tambin se pudieron observar apropiaciones diferenciales de las marchas en tanto los participantes protestaron algunos en contra de la violencia o el secuestro, o a favor del acuerdo humanitario; en cuanto otros lo hicieron a favor del rescate armado o el civil, a favor o en contra del gobierno, o de las FARC, a favor de las vctimas y contra los paramilitares; tambin otros lo hicieron en contra de Chvez y Piedad Crdoba o del Polo Democrtico, o a favor de la vida. Segn el analista, Alfredo Rangel, fueron varias las interpretaciones que se dieron sobre la marcha del 4 de febrero, en donde se adujeron argumentos de la ms diversa ndole. En sus palabras: El Polo dijo que era manipulada por los medios de comunicacin y por el Gobierno. Astrid Betancourt que era promovida por los paramilitares. Piedad Crdoba que era racista. lvaro Camacho que era derechista. Otros ms alucinados que era en defensa de la violacin de los derechos humanos. Algunos jerarcas catlicos dijeron que promova el odio entre los colombianos21. Por su parte, las FARC se21

RANGEL Alfredo. Las marchas si sirven. El Tiempo, seccin nacin; 10 de febrero de 2008. p. 19.

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pronunciaron sobre los alcances de la marcha, a travs de la pgina web Anncol (Agencia de Noticias Nueva Colombia), identificando su convocatoria con los sectores hegemnicos de la sociedad y expresin del uribismo, los medios de comunicacin, sectores de la iglesia catlica y de los narcoparamilitares22. As mismo, Carlos Lozano, director del semanario Voz, rgano de expresin del Partido Comunista de Colombia, intent mostrar la marcha del 4F como algo pasajero en la memoria colectiva:Maana la marcha ser historia antigua, no ser punto de referencia para lo que debe ser el pas. Hay que buscar el fin del secuestro y de la violencia a travs de una solucin poltica negociada. En nada nos va afectar o influir una marcha que ha sido manejada de esta manera con la participacin de los grandes medios, que prcticamente generaron una induccin directa a que la gente saliera. Esto no sirve y las FARC no se van a mover23.

Distintos sectores de la opinin pblica, cercanos a las lgicas derechistas y simpatizantes de las polticas del actual gobierno, tambin emitieron juicios al respecto de las manifestaciones, ponderando la marcha del 4F y situndola como inolvidable en la historia nacional, al tiempo que desalentaron a los organizadores y posibles participantes de la del 6M. En esta direccin, el general Valencia Tovar, columnista de peridicos como El Tiempo y El Pas, consider que la marcha del 6M no cumpla con los requisitos para ser una manifestacin exitosa pues el estado de nimo nacional frente a los crmenes de los paramilitares y el Estado, no cuentan con la contundencia necesaria para animar al pueblo a manifestarse, como s se haba logrado con la del 4F. En sus palabras: una movilizacin raqutica, en contraste con la formidable del 4 de febrero, preferible ni intentarla. Sin fe, ni entusiasmo, ni respaldo emocional no habr multitudes. Unas simples preguntas: dnde estn los lderes? Dnde los medios de comunicacin que dieron a las marchas de febrero el impulso decisivo?24. Los paramilitares, a travs de Mancuso, saludaron la marcha contra las FARC y el secuestro, profundizando la polarizacin de la opinin pblica que, en un afn meditico sobre cul marcha era mejor o ms justa, radicaliz las posturas, avivando la idea de que cada una de las marchas obedeca a los

SANTANA Pedro. La convocatoria del 6 de marzo. Semanario virtual Caja de herramientas: http://www.viva.org.co/antsemanarios13.htm No. 100. febrero de 2008. Consultada el 1 de abril de 2008. 23 LOZANO Carlos. La marcha que pasar a la historia. El Tiempo, seccin nacin; 5 de febrero de 2008. 24 VALENCIA TOVAR lvaro. De las marchas y otros eventos. El Tiempo, seccin opinin; 15 de febrero de 2008. Pg. 19.22

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intereses de slo uno de los actores del conflicto dentro de la lgica insalvable de amigo/enemigo. Por su parte, Lus Carvajal, columnista de El Espectador, no vacil en sealar la vinculacin de los idelogos de la marcha del 6M con los movimientos guerrilleros. En sus palabras:no creo que esta marcha encuentre tanto eco como la que conden a las FARC el 4 de febrero. La opinin que no ha salido de la muerte de Reyes y la crisis con Chvez va a considerar que se trata de una protesta extempornea porque los jefes paras estn en la crcel, con la espada de la extradicin sobre sus cabezas, no porque se hubiesen olvidado sus crmenes. Y porque se desmovilizaron ms de 30.000. Pero sobre todo, porque a pesar de sus atrocidades, el primer lugar en el ranking de enemigos pblicos, segn todas las encuestas, lo ocupan las FARC y uno de sus convocantes es asociado por la gente como afn al Partido Comunista, que histricamente ha sido vinculado con las mismas FARC25.

Como parte de este tipo de sealamientos, el consejero presidencial, Jos Obdulio Gaviria, del que se esperara cierta imparcialidad por su cargo como asesor presidencial, termin involucrado en una acusacin irresponsable al haber dicho a la prensa que los mviles del 6M obedecan a intereses de las FARC, lo cual incidi en que pocos das despus de la marcha varios de los organizadores fuesen amenazados por fuerzas de ultraderecha. La actitud del consejero presidencial y sus consecuencias sobre el clima de intolerancia poltica llev, incluso, al envo de una carta firmada por 63 congresistas de Estados Unidos, la mayora demcratas, quienes, respaldando las declaraciones de 22 ONG estadounidenses, le recomendaron a Gaviria rectificar sus afirmaciones ya que sus comentarios no slo son imprecisos sino peligrosos26. Segn Cepeda, fundador y portavoz de varias organizaciones defensoras de derechos humanos, entre ellas el Movimiento Nacional de Vctimas de Crmenes de Estado: esta situacin gener un ambiente de creciente inseguridad que desemboc en amenazas contra lderes sindicales y contra l mismo, lo cual se encarg de denunciar en escenarios internacionales27. Sin duda las diversas formas de entender y de apropiarse de las marchas visibilizan los lugares de polarizacin en torno al conflicto colombiano y las expresiones que tuvieron algunos de los marchantes, como lo muestra un viCARVAJAL B. Luis. La marcha contra los paras. El Espectador; 5 de marzo de 2005. Carta de 63 congresistas de E.U. contra Jos Obdulio Gaviria hay que tomarla en serio: Brownfield. ElTiempo.com. http://www.eltiempo.com/politica/2008-04-18/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-4104975.html. 17 de abril de 2008. Consultada el 20 de abril de 2008. 27 CEPEDA, Ivn. La destitucin de Jos Obdulio Gaviria. El Espectador, seccin opinin; 16 de mayo de 2008. p. 1525 26

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deo colgado en Youtube, denominado lo que no se vio en la marcha del 4 de febrero28, al mostrar por un lado, las consignas agitadas y sus formas de interpelacin alrededor de sentimientos de odio respecto a personalidades polticas, agrupaciones nacionales o internacionales, que se presumen simpatizantes del proyecto poltico de las FARC; al tiempo que, por el otro lado, se muestran grupos minoritarios que enarbolan consignas desde otras posiciones ideolgicas. As, en el video se puede ver a varios marchantes gritando: Chvez, Chvez, hijueputa, Chvez, Chvez, terrorista, o Chvez terrorista que lo metan en la lista; tambin hubo quienes gritaron que lo quemen, que lo quemen y eso hicieron con una pancarta con el rostro de Hugo Chvez. Tambin se escucharon consignas como Polo, Polo, guerrillero, Polo, Polo, hijueputa o no ms Polo o el Polo con las FARC, Chvez y Piedad. Otro grupo de manifestantes canturreaba Uribe amigo el pueblo est contigo, acompaados de una pancarta en la que se lea a las FARC no se les da despeje, se les da metra porque liberan 2 y secuestran 100. Fuera FARC de Colombia. Simultneamente algunos simpatizantes del Polo gritaban no a la guerra, s a la vida, no a la guerra, s a la paz de Colombia, o no ms violencia. As mismo, hubo coros que decan Uribe, fascista, usted es el terrorista, o Uribe paraco el pueblo est berraco. Frente a estas actitudes, quien elabora el video, se pregunta, de modo irnico, en torno a la tolerancia poltica, a la polarizacin y al riesgo de persecucin poltica para los disidentes del orden social establecido. A pesar del escenario de enfrentamiento en el cual se ubicaron las marchas, hubo posiciones que enfatizaron en sus semejanzas, queriendo leer en ellas la posibilidad de llegar a acuerdos que permitan soluciones al conflicto cualquiera que sea el partido ideolgico en el que se est. En el marco de estas apreciaciones, el columnista Oscar Collazos marc su postura al decir que:As como resultaba mezquino no asistir a la marcha del 4 de febrero porque el Gobierno, las grandes empresas de medios y la derecha haban puesto recursos para que fuera el xito masivo que fue, igual de mezquino resulta arengar ahora contra la marcha del 6M porque la guerrilla est llamando a marchar contra los crmenes de los paramilitares, volviendo antagnicas y excluyentes las marchas de febrero y marzo29.

Por su parte, la analista Claudia Lpez, quien investig sobre los circuitos electorales de los paras, sostiene que la marcha del 6M debe ser una muestraLo que no se vio en la marcha del 4 de febrero. http:/www.youtube.com/watch?v=cWxdlAu_ BEk. Consultada el 15 de abril de 2008. 29 COLLAZOS Oscar. La mitad de la verdad. El Tiempo, seccin opinin; 7 de febrero de 2008. p. 17.28

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de solidez tica de los colombianos. Aqu tambin hay que marchar contra las otras formas de violencia: el paramilitarismo y el narcotrfico30. Pedro Santana, presidente de la Corporacin Viva la Ciudadana, adhiri a la marcha del 6M, afirmando que ese da, sin dejar de sealar los abominables crmenes de los paramilitares marcharemos tambin por el Acuerdo Humanitario31. Mara Jimena Duzn escribi El 6 de marzo saldr a marchar como lo hice el 4 de febrero: en contra de todas las formas de violencia que azotan a este pas no slo en contra del paramilitarismo y honrar la memoria de todas las vctimas de este conflicto, provengan de donde provengan32. Al respecto de las similitudes de las marchas la senadora uribista Gina Parodi, quien tiene posturas a veces distantes del proyecto ms fundamentalista de Uribe, comenta:la marcha de febrero y la marcha de marzo tienen varias cosas en comn, son ambas marchas contra la violencia, ambas marchas buscan quitarnos esa indiferencia que tenemos como colombianos frente a los crmenes de guerra y los crmenes de lesa humanidad, ambas manifiestan que no queremos que sean las armas la forma como se llega al poder, las dos quieren una Colombia en paz33.

La posicin que hace nfasis en la bsqueda de un consenso en torno a unos mnimos comunes bajo los cuales el pas logre unificarse, a favor de la reconstruccin de lazos sociales y del cese a la violencia poltica, se fundamenta en lineamientos que propenden por el respeto a los derechos humanos, consigna bajo la cual se pretende unificar diferentes sectores bajo el lema del respeto a la vida y a los derechos fundamentales, por encima de cualquier inters partidista particular. Lo anterior, nos muestra, al mismo tiempo, las complejidades de los procesos de justicia dados en el plano nacional, los cuales pueden ahora ser arbitrados tambin por actores internacionales, en el marco de la Corte Penal Internacional, apelando a causas humanitarias de carcter transnacional. En este sentido, el editorial de El Tiempo, interpela a los lectores a marchar el 6M y a situar las dos marchas como parte del propsito de lograr un acuerdo nacional sobre el conflicto bajo la confluencia de distintas vertientes polticas:

Retos de la marcha contra los paras. El Tiempo, seccin nacin; 7 de febrero de 2008. p. 3. SANTANA Pedro. La convocatoria del 6 de marzo. Op. Cit. 32 DUZAN M, Ximena. El paramilitarismo no se ha acabado. El Tiempo, seccin opinin; 18 de febrero de 2008. p. 15. 33 PARODI Gina. Anlisis marcha del 6 de marzo 2008 (Parte 1) Contrava. (programa televisivo transmitido por Canal Uno). http://www.youtube.com/watch?v=-Pjh4hxXDtg&feature=related. Consultada el 15 de abril de 2008.30 31

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en la conciencia humanitaria que hoy domina en el mundo, un crimen de lesa humanidad contra un ser humano constituye una afrenta a todos los seres humanos [] en este sentido, (la marcha del 6M) debe ser concebida como una continuacin de la marcha del 4 de febrero contra las FARC, aadiendo a la lista del horror a los paramilitares, al ELN y a los agentes del Estado que hayan cometido crmenes contra la poblacin civil. Las dos marchas deberan ser el fundamento social y tico para la propuesta que, desde distintas vertientes polticas, se est planteando de un gran acuerdo nacional contra la violencia y por la paz34.

3.3. Emergencia de nuevas formas de ciudadana y de expresin polticaEn la actualidad los debates que se dan en torno a la ciudadana y sus nuevas formas de expresin, como parte de la emergencia de nuevos actores polticos, pudieron encontrar visibilizacin en las marchas del 4F y 6M, no slo en lo referente a lo que stas significan como formas de expresin colectiva, sino tambin en su forma de convocatoria y en el destaque obtenido en los planos nacional e internacional, mostrando escenarios de socializacin y subjetivacin que permiten perfilar nuevos sujetos polticos y modos de accin colectiva. Los jvenes fueron, sin duda, unos de los principales protagonistas de las marchas. Ellos abanderaron, en muy buena parte, su convocatoria e hicieron uso para ella de dispositivos virtuales y nuevas tecnologas que permiten conexiones desterritorializadas y la difusin de mensajes provenientes de diversas fuentes de emisin y no slo de los medios hegemnicos, as como el desarrollo de acciones en tiempo real y en distintos lugares del mundo. Recordemos que la convocatoria inicial de las marchas tuvo relacin con procesos de comunicacin va Internet. Por un lado, la convocatoria al 4F se dio a travs de la red social Facebook -una comunidad virtual que tiene 64 millones de personas activas y que aumenta a razn de 250 mil por da35-, aunque terminase siendo publicitada por los grandes medios de comunicacin. Por otro lado, la difusin de la marcha del 6M, adems de su convocatoria tambin a travs de Facebook, hizo uso de correos electrnicos y blogs. El Tiempo refirindose a la marcha del 4F, seala la significacin de la misma, su forma de convocatoria, a la vez que explica su xito gracias a Internet, catalogndola como la movilizacin ms grande que se haya hecho jams por una causa34 35

A marchar el 6 de marzo! El Tiempo, seccin opinin; 11 de febrero de 2008. p. 21. La marcha que pasar a la historia. El Tiempo, seccin nacin; 5 de febrero de 2008. p. 5.

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colombiana36. Si bien la convocatoria fue hecha a travs de esta red social, hubo otras comunidades virtuales que apoyaron y difundieron las marchas, como es el caso de Second Life en donde se colocaron pancartas en rechazo a las FARC37. De este modo, a travs de medios no convencionales de convocatoria se consigui que, en diversas ciudades del pas y del mundo se llevaran a cabo, de manera simultnea, acciones colectivas, conmemoraciones, en contra de la violencia y a favor de una solucin al conflicto poltico colombiano, difundiendo unas imgenes y unos mensajes en formas de recuerdos y olvidos en el plano nacional e internacional. Algunas de las estticas que caracterizaron las marchas tambin fueron formas de expresin simblica que mostraron, en buena medida, la presencia juvenil y sus nuevas formas de participacin y de subjetividad poltica. As, los jvenes cumplieron un papel fundamental que no se restringi a la convocatoria de las marchas sino que tambin se hizo extensivo a la participacin en ellas, por medio de consignas que hicieron uso de diversos lenguajes artsticos, como dramatizados, estampados, juegos y escenificaciones que interpelaron la memoria desde la esttica cantos a la vida. Jaime Zuluaga describe la esttica de la marcha del 4F y el predominio de la presencia juvenil convocada en torno al deseo general de la paz:Entre las decenas de millares de hombres y mujeres que colmaron calles y plazas vestidas con un amplio espectro cromtico, desde el negro que exaltaba el carcter sagrado de la vida hasta el blanco sin leyendas que evoca el cese de la guerra, se destac la masiva presencia de los jvenes, hombres y mujeres, que confluyeron, es probable, hastiados de la violencia y la guerra, y deseosos de conocer alguna vez en su vida, una sociedad en paz. Tal vez no sea aventurado afirmar que en esa masiva presencia de mujeres y hombres jvenes se expresa con mucha fuerza la diversidad de opciones y concepciones: desde quienes quieren la paz a cualquier precio, as sea al precio de un rgimen autoritario, hasta quienes piensan que la paz no es indisociable de la justicia, la equidad, la inclusin y condiciones de vida dignas para todos y todas. Esos jvenes no han conocido la paz, sus padres tampoco y se entiende la legitimidad de su aspiracin a ella38.

Las mujeres tambin tuvieron una presencia destacada dentro de los manifestantes, situando en el espacio pblico sus memorias y olvidos, sus heridas, sobre la guerra y el desplazamiento. Sobre el 6M, El Tiempo comentaba como: miles de mujeres encabezaron muchas de las marchas de la jornada deMarchas en 125 ciudades del mundo. El Tiempo, seccin nacin; 3 de febrero de 2008. p.4. Un grito del Sahara a la Patagonia. El Tiempo, seccin nacin; 5 de febrero de 2008. p. 4. 38 ZULUAGA Nieto Jaime. Las marchas del 4 febrero: voces indignadas, caminos inciertos. Semanario Virtual Caja de herramientas: http://www.viva.org.co/antsemanarios13.htm. No 97, febrero de 2008. Consultada el 1 de Abril de 2008.36 37

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protesta en el pas contra la violencia y en homenaje a las vctimas39. Agregando en otra columna que la cantidad de mujeres que marcharon, no slo en Bogot sino en varias ciudades del pas, dej al descubierto una de las ms crudas realidades del conflicto. Ellas son, como lo ha constatado la Comisin Nacional de Reparacin y Reconciliacin (CNRR) las principales vctimas40. As, se vieron desfilar mujeres independientes, madres, abuelas, maestras, y mujeres cuya pertenencia comunitaria, a grupos sindicalistas, movimientos feministas, organizaciones de mujeres vctimas de la violencia, o del desplazamiento, era lo que las haba catapultado a la accin colectiva y a constituirse como sujetos polticos. No hay que olvidar que, el papel que culturalmente se ha asignado a las mujeres en su calidad de cuidadoras de la vida ha conducido a que muchas de ellas sustenten sus subjetividades polticas en causas que tienen como mecanismo de activacin los lazos familiares y la defensa de la vida: se llevaron a mi esposo, a dos hermanos, a una prima a 15 familiares. Le hemos reclamado a todo el mundo y logramos que Isaza nos recibiera, pero dijo que ellos no enterraban a la gente, sino que la tiraban al ro41. De hecho las mujeres encabezaron varias de las expresiones simblicas ms dicientes cuando de activar la memoria se trat. En la marcha del 6M, una mujer, no muy joven, pintaba sus pies de blanco cada vez que daba un paso, nunca pronunci una palabra, pero las huellas del proceso mediante el cual su memoria individual pas a ser la memoria colectiva quedaron a lo largo de la Carrera Sptima en Bogot. Otro grupo de mujeres vestidas de negro encerr sus cabezas en jaulas, mientras una mujer sentada en un estante y encadenada dramatizaba ser torturada. La importancia de las marchas como formas de expresin ciudadana es valorada por los distintos gestores de memoria, considerndolas un resultado de la politizacin de la sociedad civil42 y la posibilidad de visibilizar y debatir en el espacio pblico problemas que competen al bien comn, ya que la verdadera discusin pblica es la que construye al individuo como ciudadano43. Para el exalcalde Antanas Mockus, donde hay ms marchas y donde stas son ms masivas hay ms poder ciudadano y ms poder de las organizaciones sociaMujeres lideraron la marcha. El Tiempo, seccin primer plano; 7 de marzo de 2008. p. 1. Victimas se hicieron sentir. El Tiempo, seccin primer plano; 7 de marzo de 2008. p. 2. 41 Mujeres con el peso de la violencia. El Tiempo, seccin primer plano; 7 de marzo de 2008. p. 2. 42 MIRALLES Ana Mara. Y los medios ah Semanario Virtual Caja de Herramientas: http:// www.viva.org.co/antsemanarios13.htm. No 97, febrero de 2008. Consultada el 1 de Abril de 2008. 43 Ibd.39 40

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les. Ese poder es a veces el factor que dirime la viabilidad o no viabilidad de una poltica () Tambin pueden medir el grado de conciencia colectiva y de comprensin de lo pblico44. Sin embargo, no todos estuvieron de acuerdo sobre el significado de las marchas del 4F y 6M y si stas representaban o no madurez poltica por parte de los colombianos. Por un lado, algunas fuentes, entienden el ejercicio ciudadano como discusin, disenso, deliberacin de posiciones, respeto por la pluralidad y bsqueda de expresin en el escenario pblico, caractersticas que no estuvieron presentes en esta ocasin, en opinin de Ana Mara Miralles. En su opinin, las marchas deberan ser el resultado de un proceso de maduracin de posiciones mediante la discusin pblica de las ideas. Pero en nuestra cultura no es muy popular la deliberacin: se quiere pasar de inmediato a la accin45. Empero, hubo posturas ms optimistas que consideraron que, independientemente del debate en torno a las marchas, stas fueron expresin de una ciudadana madura que permiti espacio para el disenso, tal como lo percibi, por ejemplo, Carlos Rodrguez, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, quien considera como en la marcha del 4F se demostr que Colombia es un pas con una ciudadana dinmica y madura, capaz de salir masivamente a la calle, demostrando que en la prctica la polarizacin se diluye por la pluralidad y la tolerancia46. Desde algunos sectores la ciudadana se asoci con la independencia poltica partidista, el cual fue uno de los propsitos de las convocatorias de las marchas, como lo muestra la joven Cristina Lucena, coordinadora de la marcha del 4F en Bogot, al decir: Queremos mantener nuestra independencia como ciudadanos. Recibiremos las propuestas que tengan los colombianos sobre lo que se debe seguir haciendo; obviamente hay que evaluarlas para ver qu es viable y qu no47. De ese mismo modo, Rafael Nieto explica que la marcha del 4F es un llamado a la ciudadana en tanto la marcha no es de liberales, conservadores, simpatizantes de Cambio Radical, del Polo, La U o sin partido. La marcha es de todos y todos hemos sido convocados a ella, con independencia de la filiacin poltica y de si somos o no uribistas48.MOCKUS Antanas. La razn de las marchas. El Tiempo, seccin opinin; 9 de marzo de 2008. Ibd. 46 RODRIGUEZ Carlos. Enseanzas del 4 de febrero. Semanario Virtual Caja de Herramientas: http://www.viva.org.co/antsemanarios13.htm. No 97, febrero de 2008. Consultada el 1 de Abril de 2008. 47 No politicemos los resultados de la marcha. El Tiempo, seccin nacin; 6 de febrero de 2008. Pg. 4. 48 NIETO Rafael. A marchar! Revista Semana. No 1344. 2 de febrero de 2008. p.72.44 45

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Para Antanas Mockus uno no nace ciudadano, uno se va formando como ciudadano a lo largo de la vida y ello cuesta trabajo. Volverse ciudadano implica una renuncia a la violencia y una aceptacin de las restricciones constitucionales. La ciudadana ampla el crculo de solidaridad () marchar por el dolor ms ajeno, el de las vctimas geogrfica, social y generacionalmente lejanas, es un gesto altruista49. Para Ana Teresa Bernal, comisionada de la Comisin Nacional de Reparacin y Reconciliacin, el deber de la ciudadana es ganar la calle y la palabra para garantizar que las reglas de la democracia se cumplan y no permitir que la vida y la libertad sigan siendo el botn de la guerra50. Para Francisco Cajiao el 4 de febrero, jvenes escolares y universitarios hicieron parte de una gran leccin de ciudadana, promoviendo activamente la marcha contra la violencia de una guerrilla torpe que no logra distinguir entre ideales de justicia social y los niveles ms degradados de crueldad e irrespeto por el ser humano. Por fin fueron parte de esta sociedad que repudia semejante deterioro moral. Lo mismo deber ocurrir el prximo 6 de marzo, cuando acompaaremos a las vctimas de todas las formas de violencia, en general las generadas por los paramilitares y todos los agentes sociales que han sido sus cmplices (). Protestar contra la indiferencia, contra el abuso del poder () es una forma de educar a un ciudadano exigente y solidario51. En el anlisis de las distintas expresiones que tuvieron lugar en las marchas puede observarse la expresin de embriones de movimientos civilistas tanto de derecha como de izquierda y su incidencia en formas de activacin de memorias y de constitucin de subjetividades polticas diferenciales. Movimientos que, paradjicamente, estn dispuestos a invocar tanto la participacin ciudadana como el fortalecimiento de la democracia, teniendo como teln de fondo un clima de intolerancia poltica expresado en buena parte de las instituciones y que caracteriza, as mismo, las actuaciones y comprensiones del conflicto poltico colombiano. Lo anterior incide en la constitucin de subjetividades polticas con escaso margen de tolerancia hacia expresiones diferentes a las propias. Lo anterior, en lugar de facilitar las posibilidades de presin para que se lleve a cabo una solucin negociada al conflicto, que tenga como respaldo el consenso de la sociedad civil, pronostica mayoresMOCKUS, Op. cit. BERNAL, A. A movilizarnos por la libertad de los secuestrados. El Tiempo, seccin opinin; 1 de abril de 2008. 51 CAJIAO Francisco. Lo que se aprende en la calle: protestar contra las masacres educa a ciudadanos solidarios. El Tiempo, seccin opinin; 4 de marzo de 2008. p. 21.49 50

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fragmentaciones y enfrentamientos ideolgicos. No obstante, es preciso reconocer, tambin, la presencia de una posicin que aunque minoritaria puede ayudar a salir de la encrucijada a la cual lleva la polarizacin sobre el conflicto, permitiendo que dichos movimientos civilistas afiancen sus prcticas ciudadanas en el marco del estado social de derecho y de la tolerancia poltica. De este modo, distintos grupos y actores sociales confluyeron en el espacio pblico, confrontando sus ideales y posiciones en torno al pas y al conflicto armado, constituyndose como sujetos polticos a travs de la accin colectiva y confrontando sus distintas experiencias, relatos y memorias, como expresin de formas ciudadanas no convencionales. As mismo, las narraciones que sobre estas marchas se dieron en los medios de comunicacin, vehiculizaron intereses especficos y, en este sentido, recuerdos y olvidos selectivos y diferenciales. Habr que ver, al mismo tiempo, de qu manera estos mensajes mediticos fueron recepcionados por la opinin pblica y procesados a partir de prcticas de subjetivacin. Para Elizabeth Jelin,Las fechas y los aniversarios son coyunturas de activacin de la memoria. La esfera pblica es ocupada por la conmemoracin, el trabajo de la memoria se comparte. Se trata de un trabajo arduo para todos, para los distintos bandos, para viejos y jvenes, con experiencias vividas muy diversas. Los hechos se reordenan, se desordenan esquemas existentes, aparecen las voces de nuevas y viejas generaciones que preguntan, relatan, crean espacios intersubjetivos, comparten claves de lo vivido, lo escuchado o lo omitido. Estos momentos son hitos o marcas, ocasiones cuando las claves de lo que est ocurriendo en la subjetividad y en el plano simblico se tornan ms visibles, cuando las memorias de diferentes actores sociales se actualizan y se vuelven presente. Aun en esos momentos, sin embargo, no todos comparten las mismas memorias. Adems de las diferencias ideolgicas, las diferencias entre cohortes entre quienes vivieron la represin en diferentes etapas de sus vidas personales, entre ellos y los muy jvenes que no tienen memorias personales de la represin producen una dinmica particular en la circulacin social de las memorias52.

3.4. El presente y sus entrelazamientos entre memoria individual, social e histricaLa memoria constituye el hilo que articula pasado, presente y futuro, dando continuidad a nuestras relaciones y a la experiencia con nosotros mismos. Matriz de la que bebe la historia, la memoria opera en diferentes dimensiones que arti52

JELIN Elizabeth. Exclusin, memorias y luchas polticas. En: Cultura, poltica y sociedad Perspectivas latinoamericanas. MATO Daniel. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, Ciudad Autnoma de Buenos Aires. 2005. p. 219-239.

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culan de manera compleja y contradictoria, los planos de lo individual, lo social y lo histrico en el curso de nuestras experiencias y prcticas sociales. Por esto, los emprendedores de memoria, procuran dejar huellas sobre lo que consideran que la sociedad no puede olvidar respecto a las marchas y la serie de asuntos que las rodean. As, la marcha del 4F signific la posibilidad de recuerdos selectivos respecto al conflicto, centrados en este caso, en el rechazo a las FARC y en memoria de quienes, por su causa, llevan aos privados de la libertad. Con motivo de la marcha del 6 de marzo diversas conmemoraciones se ocuparon de desterrar el olvido sobre los crmenes paramilitares con todo tipo rituales y rememoraciones. Antes de la marcha se hicieron galeras de la memoria en varios lugares del pas, en algunas universidades pblicas y cerca de las crceles donde estn retenidos los paramilitares. Tambin se organizaron marchas en Tolima y Meta que llegaron a Bogot el 6 de marzo. As mismo, los organizadores sugirieron a los manifestantes llevar fotos de las vctimas desaparecidas o asesinadas con una pequea biografa que permitiera a las memorias individuales mezclarse, hacer parte de duelos colectivos y pasar a integrar memorias sociales. Los videos por su parte se encargaron tambin de hacer sus rememoraciones, algunos de ellos con nombres como: la memoria, o ni perdn ni olvido, fijaron imgenes en el mbito colectivo sobre asesinatos, desplazamientos, fosas comunes, personajes de la parapoltica y todo tipo de violaciones a los derechos humanos y de afrentas inflingidas a los cuerpos de las vctimas53. En uno de ellos suena una cancin alusiva a la memoria, escrita por el cantante y compositor argentino Len Gieco, ligando as memoria visual y memoria auditiva: Todo est clavado en la memoria, espina de la vida y de la historia, la memoria pincha hasta sangrar a los pueblos que la amarran y no la dejan vivir libre como el viento54. Sobre el recuerdo y el olvido, un artculo menciona que as como los secuestrados por la guerrilla han estado olvidados, las vctimas de los paramilitares prcticamente han sido borrados del mapa. Los desaparecidos, por ejemplo, ni siquiera aparecen en los registros oficiales. Nadie sabe a ciencia cierta cun-

Entre los vdeos que reflejan mejor esta situacin estn: Llamamiento a la marcha, la otra mitad de la verdad. http://www.youtube.com/watch?v=FwuTcqO50wg&feature=related. 6 de marzo. http://www.youtube.com/watch?v=yR5TPm5pqhM&feature=related. Colombia soy yo. http://www.youtube.com/watch?v=zpOR1tgLELg&feature=related. Um milln de voces contra ls FARC. http://www.youtube.com/watch?v=9lJAc8Qkmjs&feature=related 54 La memoria: marcha del 6 de marzo. http://www.youtube.com/watch?v=PMZEdZzAgo&feature=related. Consultada el 15 de abril de 2008.53

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tos son, ni quines. Apenas hace dos aos, cuando se empezaron a excavar las fosas de los paramilitares, se ha mostrado la magnitud de la tragedia55, reflejo de lo que Martha Cabrera, califica como defecto de memoria pues se vive una ausencia de rituales adecuados y narrativas capaces de articular la pluralidad de memorias en procura de condiciones que favorezcan la reparacin social56. Las tentativas de asociar imgenes que forman parte de la memoria social e histrica, con las marchas, a partir de intereses ideolgicos especficos, explica por ejemplo, el titular: Bogotazo a las FARC, con el que el peridico El Tiempo calific la jornada del 4F al da siguiente de su realizacin57. Con ello, el peridico, uno de los principales impulsores de la marcha del 4F, pretenda equiparar el rechazo a las FARC con la revuelta popular dada el 9 de abril de 1948, en rechazo al asesinato del lder popular Jorge Elicer Gaitn. As mismo, se trat de mostrar la marcha del 4F sin antecedentes en cuanto a su magnitud y significacin respecto a otras manifestaciones de expresin colectivas de la historia nacional: Fuera de duda est que la movilizacin del 4F contra las FARC, la violencia y el secuestro organizada por jvenes internautas super todas las manifestaciones populares que se recuerden en nuestra historia58.As mismo se evocan memorias no slo de acontecimientos nacionales sino tambin internacionales, en donde aparecen, entre otras, referencias al proceso que Espaa ha vivido con la ETA, ya sea para ejemplificar la posibilidad o imposibilidad de una salida al conflicto, o para justificar o descalificar las marchas y/o la coyuntura nacional. Por ejemplo, El Tiempo considera que Colombia debe propender por un acuerdo como el que en medio de avances y retrocesos han alcanzado en Espaa contra el terrorismo de ETA. Tanto el Partido Socialista (PSOE) como el Partido Popular (PP) y otras fuerzas polticas y sociales han logrado, mediante estas marchas masivas, deslegitimar y aislar el terrorismo etarra y fortalecer el Estado de derecho59.

Mauricio Vargas, exdirector de la revista Cambio y la revista Semana y actual articulista de el Tiempo, expone las razones por las cuales marchar el 4F valindose de una serie de argumentaciones histricas, que no slo dan a entender su postura frente a la jornada del 4F sino que remiten, adems, a hechos pasados que fueron detonantes del conflicto armado colombiano, pretendin-

Razones para marchar. Revista Semana. No 1348. Marzo 3 de 2008. p. 46. CABRERA Martha. Exceso y defecto de la memoria: violencia poltica, terror, visibilidad e invisibilidad. revista Oasis. No 11. p. 52. 57 Bogotazo a las FARC. El Tiempo, seccin primer plano; 5 de febrero de 2008. p. 2 58 GOMEZ M. Alfonso. Consenso para qu? El Tiempo, seccin opinin; 9 de febrero de 2008. p. 16. 59 A marchar el 6 de marzo! Op. Cit.55 56

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dose tejer, en el plano de la memoria colectiva, las actuaciones de la guerrilla izquierdista de las FARC con las del nazismo alemn. Imaginario este, adems, que ha sido invocado en los discursos de Uribe de manera reiterada. Veamos cules son las justificaciones de Vargas para marchar en febrero:Yo marchar, y lo har con las consignas de los organizadores, por una cuestin fundamental: las comparto, al igual que las comparten millones de colombianos que se hastiaron [] de los idiotas tiles que viven justificando esas atrocidades con historias sobre los marranos que le mataron a Tirofijo hace cuarenta y cinco aos en un bombardeo, o que siguen con el sirir de que las Farc son inderrotables y que por eso estamos obligados a dialogar con Ral Reyes y ca. Esos mismos argumentos habran podido servir para justificar el dilogo con los nazis en 1940. Hitler luca inderrotable y era tambin el resultado de una historia como la de los marranos: la de las exigencias que los aliados le hicieron a Alemania en el Tratado de Versalles y que ahogaron a ese pas a tal punto que el discurso nazi, que rechazaba esas condiciones, se gan a la mayora del pueblo alemn. El que exista una causa histrica para el surgimiento de un movimiento, no implica que haya que seguir, hasta la eternidad, justificando