La vocación y misión del laico

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Formación Inicial Dimensión Cristiana Tema 2 © Asociación de Salesianos Cooperadores – Región Ibérica 1 La vocación y misión del laico 1. FICHA DEL ANIMADOR 1.1 Introducción A los cristianos se les presentan diversos caminos para vivir la fe de su Bautismo y el compromiso de su Confirmación. El impulso del Espíritu Santo hace que algunos, la gran mayoría, trabajen con él permaneciendo en el mundo desde su realidad secular, en las condiciones normales de vida y trabajo, con una sensibilidad y características propias. En lo cotidiano, lo “normal”, la realidad diaria, Dios nos llama a los laicos a ser profundamente personas, a ser constructores del Reino. Este tema se orienta a descubrir la propia realidad (Saber) como lugar donde el laico vive la llamada personal que Dios (Ser) le hace a anunciar y construir su Reino (Ser en comunión). 1.2 Objetivos - Competencias Identificar la vocación del laico como una llamada a vivir en plenitud la llamada de Dios desde la propia condición, realidad y circunstancias de vida. Profundizar en el hecho de que ser laico es una vocación auténtica y concreta en la Iglesia y por tanto participe de la misma misión. Se conscientes de que solo a la luz de la fe de la iglesia es posible comprender la identidad cristiana propia del Salesiano Cooperador y la mística de su vocación a la santidad. Asumir la propia realidad laical como lugar donde responder la llamada personal de Dios en el ámbito de la sociedad y la Iglesia. 1.3 Referencias Bíblicas “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Jn 15, 16) Eclesiales “A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios.”(Concilio Vaticano II - Lumen Gentium, 31)

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La vocación y misión del laico

1. FICHA DEL ANIMADOR

1.1 Introducción

A los cristianos se les presentan diversos caminos para vivir la fe de su Bautismo y el compromiso de su Confirmación. El impulso del Espíritu Santo hace que algunos, la gran mayoría, trabajen con él permaneciendo en el mundo desde su realidad secular, en las condiciones normales de vida y trabajo, con una sensibilidad y características propias.

En lo cotidiano, lo “normal”, la realidad diaria, Dios nos llama a los laicos a ser profundamente personas, a ser constructores del Reino.

Este tema se orienta a descubrir la propia realidad (Saber) como lugar donde el laico vive la llamada personal que Dios (Ser) le hace a anunciar y construir su Reino (Ser en comunión).

1.2 Objetivos - Competencias

Identificar la vocación del laico como una llamada a vivir en plenitud la llamada de Dios desde la propia condición, realidad y circunstancias de vida.

Profundizar en el hecho de que ser laico es una vocación auténtica y concreta en la Iglesia y por tanto participe de la misma misión.

Se conscientes de que solo a la luz de la fe de la iglesia es posible comprender la identidad cristiana propia del Salesiano Cooperador y la mística de su vocación a la santidad.

Asumir la propia realidad laical como lugar donde responder la llamada personal de Dios en el ámbito de la sociedad y la Iglesia.

1.3 Referencias

Bíblicas

“No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Jn 15, 16)

Eclesiales

“A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios.”(Concilio Vaticano II - Lumen Gentium, 31)

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PVA

Proemio, PVA/E Art. 6.

1.4 Propuesta de desarrollo del tema

Se propone desarrollar el tema en dos sesiones.

Sesión 1.- La vocación del laico

Antes de la reunión-encuentro

Previa a la reunión-encuentro, es conveniente la lectura y reflexión (siguiendo las pautas para la reflexión incluidas) por parte del aspirante del documento “La vocación del laico” (Anexo I).

Reunión-encuentro

Oración (Anexo II)

Dialogo a partir de las pautas para la reflexión incluidas en el documento “La vocación del laico”

Sesión 2.- La misión del laico

Antes de la reunión-encuentro

Previa a la reunión-encuentro, es conveniente la lectura y reflexión (siguiendo las pautas para la reflexión incluidas) por parte del aspirante del documento “La misión del laico” (Anexo III).

Reunión-encuentro

Oración (Anexo IV)

Dialogo a partir de las pautas para la reflexión incluidas en el documento “La misión del laico”

Nota

Es importante tener presente que, en estas sesiones, no se pretende ni debe agotar el tema. Se trata de dejar claros principios fundamentales.

Para documentarse

Bibliografía

CONCILIO VATICANO II - DOCUMENTOS:

Constitución "Lumen Gentium" (LG): nn. 30-38.

Constitución "Gaudium et Spes" (GS): nn. 40-90.

Decreto Apostolicam Actuositatem" (AA)

CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Los Cristianos Laicos, Iglesia en el mundo, PPC, Madrid 1991.

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JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica postsinodal "Christifideles Laici" (ChL), Roma 1988.

ALEIXANDRE, DOLORES Y BARTOLOMÉ, JUAN JOSÉ, La fe de los grandes creyentes, Editorial CCS, Madrid 2004.

JOSEP COLOMER PLANAS Cooperador Salesiano, una vocación apostólica salesiana. Cap 2 Una vida secular Barcelona 1998

MOLONEY, FRANCIS J., Una reflexión salesiana sobre la vida consagrada. La vida religiosa en el tercer milenio, Editorial CCS, Madrid 2018.

SESBOÜÉ, BERNARD, ¡No tengáis miedo! Los ministerios en la iglesia hoy, Sal Terrae, Santander, 2001.

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2 FICHA DEL ASPIRANTE

2.1 Introducción

A los cristianos se les presentan diversos caminos para vivir la fe de su Bautismo y el compromiso de su Confirmación. El impulso del Espíritu Santo hace que algunos, la gran mayoría, trabajen con él permaneciendo en el mundo desde su realidad secular, en las condiciones normales de vida y trabajo, con una sensibilidad y características propias.

En lo cotidiano, lo “normal”, la realidad diaria, Dios nos llama a los laicos a ser profundamente personas, a ser constructores del Reino.

Este tema se orienta a descubrir la propia realidad (Saber) como lugar donde el laico vive la llamada personal que Dios (Ser) le hace a anunciar y construir su Reino (Ser en comunión).

Propuesta de Desarrollo

Se propone desarrollar el tema en dos sesiones.

2.2 Sesión 1.- La vocación del laico

Antes de la reunión-encuentro

Previa a la reunión-encuentro, es conveniente la lectura y reflexión (siguiendo las pautas para la reflexión incluidas) por parte del aspirante del documento “La vocación del laico” (Anexo I).

Reunión-encuentro

Oración (Anexo II)

Dialogo a partir de las pautas para la reflexión incluidas en el documento “La vocación del laico”

2.3 Sesión 2.- La misión del laico

Antes de la reunión-encuentro

Previa a la reunión-encuentro, es conveniente la lectura y reflexión (siguiendo las pautas para la reflexión incluidas) por parte del aspirante del documento “La misión del laico” (Anexo III).

Reunión-encuentro

Oración (Anexo IV)

Dialogo a partir de las pautas para la reflexión incluidas en el documento “La misión del laico”

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Desarrollo del tema

Anexo I

La vocación del laico

1. Una vocación concreta en la Iglesia

Dios, llama particularmente a cada uno, con su nombre y apellidos. Dios te ha llamado a ti, concretamente, a ser su hijo. Y te ha llamado en unas circunstancias determinadas, especiales, porque son tus circunstancias, únicas e irrepetibles: tu familia, tu trabajo y estudios, tu ciudad, tu cultura…; te ha llamado en tu “cotidianidad”

Definiendo nuestro ser laico1

Gracias a la reflexión del Vaticano II, podemos tomar conciencia exacta de quién es laico: un cristiano que, incorporado a Cristo por el Bautismo e integrado en la Iglesia (tú, por ejemplo), ejerce en ésta y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano, en la parte que le corresponde.

Pero, ¿cuál es "la parte que le corresponde" al laico en esa misión? Y, sobre todo, ¿por qué le corresponde?

Todos, miembros activos

"La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el Reino de Cristo en toda la tierra" (AA 2). Ni más ni menos. No ha nacido para hacer novenas, triduos, congresos, homilías, manifestaciones, edificios, periódicos o fundaciones. Todos estos elementos pueden ser medios para conseguir aquel fin.

Y la responsabilidad de alcanzar este objetivo, ¿de quién es? La respuesta es aparentemente clara: "Así como en el conjunto de un cuerpo vivo no hay miembros que se comportan de forma meramente pasiva, sino que todos participan en la actividad del cuerpo, de la misma manera, en el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, todo crece según el trabajo propio de cada uno de sus miembros" (AA 2). La responsabilidad es de todos y cada uno de los miembros de esa Iglesia (tuya, por ejemplo).

Todos los bautizados, por el hecho de serlo y porque Dios así lo ha querido, somos llamados al seguimiento radical de Cristo. Del Bautismo nace una igual dignidad y una misma misión para todos los cristianos.

Queda claro que la misión de la Iglesia- no se desarrolla exclusivamente en el claustro, las sacristías o en la curia episcopal, sino también, en cada hogar, en cada calle, en cada fábrica, en cada escuela, en cada mercado... El Bautismo y la Confirmación otorgan a todos los cristianos un "carnet de identidad" que señala: "Profesión: Servidor del Reino de Dios".

1 O "seglar"; utilizaremos estas palabras con un mismo significado. "Laico" viene de "laós", pueblo, y "seglar", de "saeculum", siglo, o condiciones ordinarias de vida familiar y social.

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"Si bien en la Iglesia no todos van por el mismo camino..."

Comprendemos, pues, la unidad-profunda de la llamada de Dios, que se dirige a todos con igual intensidad. Comprendemos que todos los bautizados participamos activamente en la misión de la Iglesia. Pero ¿comprendemos que esto no lo hacemos todos de la misma manera?

A veces, nos encontramos con laicos que, con una buena fe innegable, con un "celo apostólico" admirable, toman como divisa y meta la extensión del Reino de Dios; pero de tal manera, que, al cabo de los años, se dan cuenta de que su estilo de vida se parece más al de un sacerdote o una religiosa que al de su cónyuge, su vecino o su compañero de trabajo. Han olvidado que, si bien en la Iglesia todos estamos llamados a la santidad y a ser responsables, en la misma medida, del anuncio del Evangelio, esa llamada adquiere características y se vive en circunstancias distintas: "en la Iglesia no todos van por el mismo camino" (LG 32).

La unidad de nuestra Iglesia no excluye la diversidad. "Y, así, descubrimos diversas "vocaciones peculiares" dentro de la única y misma vocación a la fe (...). Los laicos, por consiguiente, tienen su vocación propia y peculiar: tan propia y peculiar como pueda serlo la vocación al Ministerio o a la Vida Religiosa. Se trata, en efecto, de tres vocaciones que, desde la diversidad, tienen que ser vividas de forma complementaria y de mutuo enriquecimiento"2.

Vamos a adentrarnos en la reflexión sobre nuestro camino específico: el de la laicidad (o secularidad). Echaremos un vistazo a nuestra realidad secular; reflexionaremos acerca de nuestra identidad laical, sus implicaciones, sus consecuencias; e intentaremos marcar líneas para el desarrollo de esta nuestra vocación concreta.

2. Índole secular

Vivir en el "mundo"

Los laicos viven "en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida" (LG 31).

Conviene profundizar, desde nuestra experiencia, en este concepto. ¿Cuál es nuestra reflexión particular sobre el tema? Quizás podamos encuadramos en alguna de estas tres categorías:

a) los que consideran el "mundo" como un conjunto de distracciones, más o menos pecaminosas, que nos impiden ocuparnos plenamente de los asuntos de Dios (p. ej.: hay quien opina que el trabajo dificulta su vida de oración; también los hay que dicen que encuentran en el cuidado de sus hijos un obstáculo para el desarrollo de un compromiso apostólico valiente y a tiempo pleno...);

b) los que entienden el "mundo" como conjunto de actividades diarias que hay que realizar para sobrevivir; algunas de ellas, agradables: relaciones familiares, de amistad, ocio, etc.; otras, no tanto: estudiar, trabajar, conducir, pagar a Hacienda...;

2 CALERO DE LOS RIOS, A. Mª-, El laico en la vida y misión de la Iglesia, CFP, n.4, Editorial CCS, Madrid 1986, pp. 22 -23.

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c) los que ven el "mundo" como lugar de realización profunda del ser humano, donde se encuentran consigo mismos, con los demás, con Dios. Cada momento, cada actividad de la vida diaria, desde la más sublime a la más vulgar, cada relación interpersonal..., los conciben como parte de un proceso de maduración que lleva a la plenitud, a la felicidad personal y comunitaria.

Realidad secular y madurez humana

La vida diaria, lo cotidiano, no es algo anecdótico, eventual o superficial. Considerarlo así sería un error grave. Nos conduciríamos de esa forma si viviéramos de espaldas, o diéramos de lado, a nuestra situación familiar, ciudadana, laboral, social. ¿Eludimos las implicaciones de nuestras actividades ordinarias, separándolas de nuestros más profundos anhelos, deseos e inquietudes?

Se ha señalado la madurez de quien vive la vida integrando en sí mismo las consecuencias más inmediatas de "las condiciones ordinarias de la vida familiar y social". Hay una asunción madura de la propia realidad. No le hace falta buscar refugios y protecciones para escapar de una realidad personal que es, indudablemente, cambiante, exigente, con riesgos.

En estos casos, el mundo, a veces agrio, del trabajo, el matrimonio, los apuros económicos, la situación del vecindario, las expresiones o manifestaciones culturales, la enfermedad de un familiar, las opciones políticas, la llegada de los hijos..., son circunstancias vividas como experiencias vitales profundas, constructivas, adultas, y no, como problemas, como "enemigos" de la propia felicidad.

Madurez humana, madurez cristiana

Cuando la vida no se enfoca desde este punto de vista constructivo, positivo, las situaciones negativas descritas pueden encontrar su paralelo en el nivel más profundamente humano, es decir, a la hora de integrar la realidad en la respuesta al Proyecto de Dios sobre nosotros.

Se produce así la tantas veces comentada disociación "entre la fe y la vida"; o la consideración de las circunstancias normales de la vida como impedimentos para "llegar" a Dios. Y, también, las terribles crisis de identidad personal y vocacional que acompañan a los cambios más significativos ¡y normales! de la vida del laico: vida matrimonial, primer trabajo, llegada del hijo...

Las decisiones más cotidianas y que afectan profundamente a la vida (estudios, noviazgo, vivienda, opción electoral...) se toman, a veces, sin tener en cuenta las opciones cristianas de fondo, como si los valores evangélicos pudieran vivirse al margen de la realidad más inmediata y concreta, como si Dios anduviera lejos de nuestra realidad.

"Dios llena nuestra vida cotidiana"

A veces, por desgracia, se hace necesario demostrar que "no existen vericuetos especiales para llegar al Dios de Jesucristo". El único camino practicable es el que pasa por la vida cotidiana. "Esta es el lugar de su presencia de salvación"3.

3 TONELLI R., Una espiritualidad para la vida diaria, Editorial CCS, Madrid 1987, pp. 58 y 71.

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Dios no salva sólo en las iglesias o capillas, ni durante la reunión de grupo. Dios, desde su Encarnación, ha elegido la vida cotidiana para encontrarse con nosotros. Ese es "el lugar de salvación". En nuestro caso, como laicos, nuestro lugar de salvación es el "siglo", el "mundo", "todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo", y todas y cada una de "las condiciones ordinarias de la vida familiar y social". "Ahí son (los laicos) llamados por Dios..." (LG 32).

La condición secular, "lugar teológico"

Este cúmulo de circunstancias ordinarias que podemos llamar "índole o condición secular" no es, entonces, para nosotros, "un dato exterior y ambiental, sino una realidad destinada a obtener, en Jesucristo, la plenitud de su significado".

Los laicos no hemos sido llamados a abandonar el lugar que ocupamos en el mundo. El Bautismo no nos saca del mundo, sino que nos confía una vocación que afecta precisamente a nuestra situación dentro del mundo. De este modo, el ser y el actuar en el mundo son para nosotros "no sólo una realidad antropológica y sociológica, sino también y específicamente, una realidad teológica y eclesial" (CfL 15).

2.4 Pautas para la reflexión y el diálogo

2.3.1. Saber: ¿Quién es laico en la Iglesia?

2.3.2. Saber hacer: ¿Vivo mi vida diaria con intensidad y plenamente, o hay parcelas sobre las cuales no

reflexiono, o que no me gustan? ¿La vio consciente de que en ella se va realizando el Proyecto de Dios?

2.3.3. Saber ser: ¿Creo que existe en la Iglesia conciencia de que "ser laico" es una auténtica vocación,

una llamada específica? Y yo, ¿estoy persuadido de ello?

¿Pienso que afronto la vida ordinaria con la suficiente madurez? o Si soy joven, ¿me estoy preparando para una vida adulta de laico, en todos sus

aspectos? o Si soy adulto, ¿encuentro dificultades para armonizar todas las dimensiones de mi

persona (vida conyugal, paternidad, soltería o viudez, trabajo, responsabilidad social, compromiso apostólico, espiritualidad...)?

2.3.4. Saber vivir en comunión:

¿Qué significa para mí, en relación con los demás, vivir "en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida"?

Anexo II

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Oración

TU ME SONDEAS (Kairoi)

TÚ ME SONDEAS Y ME CONOCES, TÚ ME HABLAS A MÍ, SEÑOR. (2)

¿A dónde iré yo sin tu Espíritu? ¿Dónde huir de tu rostro, Yahvé? (2)

Tú me proteges y me defiendes, y mi alma está viva por Ti.(2)

Tú me creaste para alabarte, te doy gracias por siempre, Señor (2)

Lectura de la Palabra (Jn 8, 31)

Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”

Ecos de la Palabra

Para rezar juntos “Padre, me pongo en tus manos”

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Padre.

Te confío mi vida, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo.

Y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. (Charles de Foucauld)

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Anexo III

La misión del laico

1. Una vocación concreta: fermento

¿A qué nos llama Días a los laicos, precisamente por ser laicos?

Podemos expresarnos con las palabras mismas del Concilio, puestas en primera persona: "Ahí (en la realidad diaria) estamos llamados por Dios para que, desempeñando nuestra propia profesión, guiados por el espíritu evangélico, contribuyamos a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento. Y así hagamos manifiesto a Cristo ante los demás, primordial-mente mediante el testimonio de nuestra vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad" (cfr. LG 31).

Por tanto, a nosotros nos corresponde, de manera específica, iluminar y ordenar la realidad del mundo a la que estamos estrechamente vinculados, de tal modo que se realice y progrese sin cesar conforme a la propuesta del Evangelio.

Un abanico de posibilidades, completo y concreto

A pesar de tanta claridad teórica, sigue existiendo la tendencia a considerar todo esto como algo secundario o periférico; o, en todo caso, asunto de otros, no nuestro...

Ningún laico maduro puede ignorar la necesidad de implicarse en la "santificación" de cuanto le rodea; es decir, de ofrecer su testimonio cristiano coherente y constructivo en los ámbitos donde sólo él, y no un obispo, un clérigo o un religioso, pueden hacerlo.

"Los bienes de la vida y de la familia, la cultura, la economía, las artes y las profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones internacionales y otras realidades semejantes, así como su evolución y progreso" (AA 7) deben ser evangelizados por alguien.

¿Por quién?

"El afán por llenar de espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que uno vive, hasta tal punto es deber y tarea de los seglares, que nunca lo pueden realizar convenientemente otros. En este campo, los seglares pueden ejercer perfectamente el apostolado de igual a igual. En él se complementa el testimonio de la vida con el testimonio de la palabra. En el campo del trabajo, de la profesión, del estudio, de la vecindad, del descanso o de la convivencia, son los seglares los más aptos para ayudar a los hermanos" (AA 13).

"Es preciso, por consiguiente, que los seglares acepten como obligación propia instaurar el orden temporal y actuar, directamente y de forma concreta, en dicho orden" (AA 7).

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Actuar directamente

No pretendemos esbozar aquí una lista de "obligaciones laicales". Solamente queremos invitar a esta reflexión: "¿Qué me exige mi ser cristiano laico? ¿Qué consecuencias concretas entraña en cada uno de estos campos de mi vida de laico?:

la familia;

el noviazgo, el matrimonio, la paternidad;

el vecindario;

la política ciudadana;

el trabajo y los conflictos laborales;

la educación (propia o de los hijos);

la cultura (la popular, la oficial, la académica);

la naturaleza;

el ocio - el tiempo libre - y sus posibilidades;

los medios de comunicación social;

la marginación, siempre tan cercana... Toda una sociedad necesitada de justicia, de amor..., de Evangelio, clama por nuestra

implicación, nos grita que no nos desentendamos de sus circunstancias ni de sus estructuras, que apostemos por su transformación desde dentro; todos esos ámbitos esperan que aportemos alguna alternativa, que hagamos "algo". Por ejemplo:

promover valores humanos auténticos;

defender la vida;

denunciar y superar los aspectos negativos de la realidad;

trabajar por realizar la comunión de todos los hombres;

hacer presente, donde vivimos, el Evangelio; anunciarlo e, incluso, invitar a participar en la construcción del Reino de Dios.

La realidad, fuente de preguntas y respuestas

Una pregunta clave es: ¿realizamos, personalmente y en comunidad, análisis rigurosos y continuamente actualizados, que nos ayuden a detectar los efectos y las causas de las situaciones conflictivas que vive nuestra sociedad? ¿Actuamos en consecuencia o pensamos que los seglares que deben ser "fermento desde dentro" son siempre... "otros" seglares, no nosotros?

Para empezar, basta echar un vistazo a nuestro alrededor, con sensibilidad laical, para darse cuenta del amplio campo de evangelización que se abre ante nosotros:

Existe un problema de insolidaridad y desorganización en el barrio. ¿Eso me exige algo como cristiano?

Se comete una injusticia en mi trabajo. ¿Eso me exige algo corno cristiano?

Noto manipulación en mi aula. ¿Eso me exige algo como cristiano?

Detecto marginación y violencia en mi ciudad. ¿Eso me exige algo como cristiano?

Y así sucesivamente... No se trata de hacernos preguntas teóricas ni de dar respuestas "de salón" o "de Encíclica", sino de andar por nuestra realidad con ojos abiertos y mentalidad secular. Y de dar respuestas ágiles, concretas, desde la solidaridad y la comunidad, y sintiéndonos integrantes del tejido social del que formamos parte.

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Respuestas valientes, novedosas, peculiares...

con la valentía del cristiano que pretende seguir a Cristo con radicalidad;

con la novedad de quien comprende que situaciones y problemas nuevos requieren soluciones nuevas;

con la peculiaridad propia del laico, que siente y se expresa en un lenguaje comprensible por el resto de la sociedad.

Respuestas que van desde lo más primario (hacer bien lo que se debe hacer: trabajar, conducir, votar, participar en las reuniones de padres de alumnos...), hasta lo más sofisticado (por ej., crear estructuras y plataformas civiles que presten servicios comunitarios, cuyo sentido sea la transformación del mundo según los valores evangélicos).

Y aún hay más...

No se puede olvidar jamás que un laico, - sea Cooperador o no -, que no se implica, de alguna forma, en su realidad inmediata, frustra, en cierto modo, el Proyecto de Dios sobre él y sobre el mundo: "El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes para con el prójimo; falta, sobre todo, a sus obligaciones para con Dios" (GS 43).

2.3. Para la reflexión y el diálogo

2.3.1. Saber: ¿Qué aspectos de la realidad que me rodea podrían y deberían ser iluminados

por el Evangelio?

2.3.2. Saber hacer: ¿Conozco a laicos comprometidos en el anuncio del Evangelio al mundo (en el

ámbito de la familia, el barrio, la ciudad, las estructuras civiles, la cultura, la política, el arte)?

2.3.3. Saber Ser: ¿Creo que participo en la misión de la Iglesia como miembro laico responsable?

En este sentido, o ¿Me implico, de alguna forma, como laico, en la evangelización de mi

realidad? Explica motivaciones, formas, consecuencias... o ¿O creo que eso no es tarea mía, sino de otros? o ¿de qué me siento responsable, concretamente?

2.3.4. Saber vivir en comunión: ¿Se me ocurren campos, estructuras, situaciones..., en los que "únicamente los

seglares" podemos "estar y actuar con eficacia"?

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Anexo IV

Oración

Id y Enseñad

Sois la semilla que ha de crecer, Sois la estrella que ha de brillar, Sois levadura, sois grano de sal, antorcha que ha de alumbrar. Sois la mañana que vuelve a nacer, sois espiga que empieza a granar. Sois aguijón y caricia a la vez, testigos que voy a enviar.

ID, AMIGOS, POR EL MUNDO, ANUNCIANDO EL AMOR, MENSAJEROS DE LA VIDA, DE LA PAZ Y EL PERDÓN. SED, AMIGOS, LOS TESTIGOS DE MI RESURRECCIÓN. ID LLEVANDO MI PRESENCIA. ¡CON VOSOTROS ESTOY!

Sois una llama que ha de encender resplandores de fe y caridad. Sois los pastores que han de guiar al mundo por sendas de paz. Sois los amigos que quise escoger, sois palabra que intento gritar. Sois reino nuevo que empieza a engendrar justicia, amor y verdad.

Sois fuego y savia que viene a traer, sois la ola que agita la mar. La levadura pequeña de ayer fermenta la masa del pan. Una ciudad no se puede esconder, ni los montes se han de ocultar. En vuestras obras que buscan el bien los hombres al Padre verán.

Lectura de la Palabra (Jn 15, 16ª.17)

“No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. …

Esto os mando: que os améis unos a otros.”

Ecos de la Palabra

Para rezar juntos

Señor, hazme un instrumento de tu paz: allí donde haya odio, que yo ponga el amor, allí donde haya ofensa, que yo ponga el perdón;

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allí donde haya discordia, que yo ponga la unión; allí donde haya error, que yo ponga la verdad; allí donde haya duda, que yo ponga la fe; allí donde haya desesperación, que yo ponga la esperanza; allí donde haya tinieblas, que yo ponga la luz; allí donde haya tristeza, que yo ponga alegría.

Señor, haz que yo busque: consolar y no ser consolado, comprender y no ser comprendido, amar y no ser amado.

Porque: dando es como se recibe, olvidándose de sí es como uno se encuentra, perdonando es como se recibe el perdón, y muriendo es como se resucita a la Vida.

(San Francisco)