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Mugarik Gabe Nafarroa Zapatería 31, 1 31001 Iruñea Tfno: 948210822 [email protected] / www.nodo50.org/mugarik Página 1 de 24 La Violencia Sexual durante el conflicto armado interno en guatemala y la necesidad de recordar para construir memoria colectiva desde las mujeres 1 . Yolanda Aguilar Consorcio Víctimas de Violencia Sexual a actoras de cambio por Guatemala Es necesario diferenciar: los recuerdos, los testimonios y la memoria. Nadie puede escoger nuestros recuerdos, los testimonios son públicos. La memoria es aquella construcción social de recuerdos que le permite anclar a los sujetos en una red de significados. UN LUGAR DENTRO DE UNA MEMORIA COLECTIVA. Es una necesidad que proviene de hacer historia y reconocerse en la historia. AVANCSO, 2005. Un cruento y prolongado conflicto armado dio inicio en Guatemala en 1960, habiendo culminado en el año 1996, como resultado de la firma de los acuerdos de paz. El surgimiento y prolongación de ese conflicto a lo largo de 36 años es el resultado de la acumulación de múltiples factores. Peso fundamental tienen aquellos de carácter estructural, hondamente arraigados en historia económica, social, política y cultural de la sociedad guatemalteca. Destacan la arcaica estructura socioeconómica, el carácter excluyente del sistema político heredado de la época colonial, la intervención extranjera que abortó un proyecto nacional de transformación social, así como la discriminación y el racismo contra los pueblos indígenas. Estructura socioeconónomica y sistema político Desde la colonización española los indígenas fueron sistemáticamente despojados de sus tierras y se instauró una estructura de tenencia de la tierra con una alta concentración en un reducido número de latifundistas. Esa estructura ha perdurado hasta la época actual. A la fecha el 57% de la tierra se halla en poder del 2% de propietarios (fincas mayores de 45 hectáreas). En el otro extremo, el 3% de la tierra corresponde al 45% de propietarios (minifundios menores de 0.7 ha). 2 La inequitativa distribución del ingreso es otro de los grandes problemas socioeconómicos del país. El quintil de la población con los ingresos más altos acapara el 61% del ingreso nacional, mientras que el quintil con el ingreso más bajo recibe el 3.5% de los ingresos 3 . 1 Ponencia elaborada en base al Marco Conceptual elaborado para la investigación “Procesos generadores de Condiciones Habilitantes para la exigencia de Justicia por parte de las mujeres sobrevivientes de violencia sexual durante el conflicto armado guatemalteco”; Ponencia elaborada para el 1er. Encuentro de Salud Mental en Guatemala 2005 y Ponencia elaborada para el Congreso de LASA 2006. Proyecto “De victimas de violencia sexual actoras de Cambio: la lucha de las mujeres por la Justicia. Guatemala, 2006. 2 Instituto Nacional de Estadística, IV Censo Nacional Agropecuario, Tomo I. Guatemala, 2004. 3 PNUD Guatemala. Informe Nacional de Desarrollo Humano 2002.

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La Violencia Sexual durante el conflicto armado interno en guatemala y la necesidad de recordar para construir memoria colectiva desde las mujeres1.

Yolanda Aguilar

Consorcio Víctimas de Violencia Sexual a actoras de cambio por Guatemala

Es necesario diferenciar: los recuerdos, los testimonios y

la memoria. Nadie puede escoger nuestros recuerdos, los

testimonios son públicos. La memoria es aquella construcción

social de recuerdos que le permite anclar a los sujetos en una red

de significados. UN LUGAR DENTRO DE UNA MEMORIA

COLECTIVA. Es una necesidad que proviene de hacer historia y

reconocerse en la historia.

AVANCSO, 2005.

Un cruento y prolongado conflicto armado dio inicio en Guatemala en 1960, habiendo

culminado en el año 1996, como resultado de la firma de los acuerdos de paz. El

surgimiento y prolongación de ese conflicto a lo largo de 36 años es el resultado de la

acumulación de múltiples factores. Peso fundamental tienen aquellos de carácter

estructural, hondamente arraigados en historia económica, social, política y cultural de

la sociedad guatemalteca. Destacan la arcaica estructura socioeconómica, el carácter

excluyente del sistema político heredado de la época colonial, la intervención extranjera

que abortó un proyecto nacional de transformación social, así como la discriminación y

el racismo contra los pueblos indígenas.

Estructura socioeconónomica y sistema político Desde la colonización española los indígenas fueron sistemáticamente despojados de

sus tierras y se instauró una estructura de tenencia de la tierra con una alta

concentración en un reducido número de latifundistas. Esa estructura ha perdurado hasta

la época actual. A la fecha el 57% de la tierra se halla en poder del 2% de propietarios

(fincas mayores de 45 hectáreas). En el otro extremo, el 3% de la tierra corresponde al

45% de propietarios (minifundios menores de 0.7 ha).2

La inequitativa distribución del ingreso es otro de los grandes problemas

socioeconómicos del país. El quintil de la población con los ingresos más altos acapara

el 61% del ingreso nacional, mientras que el quintil con el ingreso más bajo recibe el

3.5% de los ingresos3.

1 Ponencia elaborada en base al Marco Conceptual elaborado para la investigación “Procesos generadores

de Condiciones Habilitantes para la exigencia de Justicia por parte de las mujeres sobrevivientes de

violencia sexual durante el conflicto armado guatemalteco”; Ponencia elaborada para el 1er. Encuentro de

Salud Mental en Guatemala 2005 y Ponencia elaborada para el Congreso de LASA 2006. Proyecto “De

victimas de violencia sexual actoras de Cambio: la lucha de las mujeres por la Justicia. Guatemala, 2006. 2 Instituto Nacional de Estadística, IV Censo Nacional Agropecuario, Tomo I. Guatemala, 2004. 3 PNUD Guatemala. Informe Nacional de Desarrollo Humano 2002.

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La tributación fiscal ha sido evadida sistemáticamente por las clases sociales

económicamente poderosas. Cuando fueron firmados los acuerdos de paz los ingresos

fiscales correspondían al 8 por ciento del producto interno bruto. Ese porcentaje se ha

incrementado levemente en los últimos años. Además, solamente un tercio de los

ingresos fiscales corresponde a impuestos directos. Como resultado, el sistema fiscal

guatemalteco es uno de los más bajos y regresivos a nivel mundial

Al estallar el conflicto armado en Guatemala el país tenía la tasa de matrícula bruta

más baja de América Latina y el Caribe en educación primaria, y ocupaba el segundo

lugar entre los países con menor expectativa de vida en la región.4 Por su estructura

socioeconómica, Guatemala ha sido clasificada por el PNUD como uno de los cuatro

países más desiguales a nivel mundial5.

El sistema minifundio-latifundio que prevalece en Guatemala, no ha significado

solamente una forma de uso de la tierra, sino ha constituido la base de un sistema

político en el cual los propietarios latifundistas han monopolizado el poder y asegurado

su dominación económica6.

Las principales características de la historia política de Guatemala han sido la exclusión,

la intolerancia, el autoritarismo y la represión. Sucesivos gobiernos dictatoriales

ejercieron la dominación con el fin de proteger los intereses económicos del grupo

oligárquico. Para ello el Estado recurrió desde épocas tempranas a la violencia como

mecanismo para acallar las voces de inconformidad ante el sistema imperante. La

tradición dictatorial ha impreso una huella muy fuerte en la cultura política nacional y

ha significado el cierre continuo de espacios de expresión y participación política7.

Además, la ausencia de mecanismos institucionales que permitieran canalizar las

inquietudes, reivindicaciones y propuestas de los distintos grupos de población definió

una cultura política marcada por la intolerancia. Se privilegió el autoritarismo como

mecanismo central de las relaciones entre el Estado y la sociedad.8

Durante el período de 1944-1954 hubo en Guatemala lo que se llamo el período de la

Revolución democrática que partió de la posibilidad de construir un país moderno en

uno de los países con más altos niveles de pobreza, exclusión y discriminación de

América Latina.

Diez años más tarde la primavera política llegó a su fin como resultado de la

intervención del Gobierno de los Estados Unidos. Ha sido ampliamente documentada la

campaña impulsada por la CIA en Guatemala, compuesta por guerra sicológica interna,

4 Banco Mundial, op. cit. P41 5 PNUD. Informe Mundial de Desarrollo Humano 2005. 6 Sandoval, Leopoldo. “El problema agrario guatemalteco”, en 500 años de lucha por la tierra. Volumen

2, FLACSO, Guatemala, 1992. 7 Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH). Guatemala: memoria del silencio. Guatemala, 1999. 8 CEH, op cit. pp 79-81

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organización y financiamiento de un ejército de mercenarios con la utilización de países

vecinos, así como el uso de su poder hegemónico en los organismos multilaterales.

Utilizaron para ello el pretexto y la retórica de lucha contra el comunismo internacional,

en el contexto de la guerra fría.

La intervención estadounidense jugó un papel de gran importancia en el

desencadenamiento de la guerra. Por un lado, un profundo sentimiento de frustración y

humillación se acumuló en amplios conglomerados sociales que habían sido actores o

habían disfrutado los beneficios del régimen democrático. Por otro lado, el cierre

violento de todos los canales de participación social y política, hizo que diversos grupos

llegaran a la conclusión de que la única alternativa para restaurar la democracia que les

habían arrebatado era la vía armada. Además, el contexto internacional, particularmente

el triunfo de la revolución cubana en 1959, así como la existencia de un bloque

socialista en Europa del Este, alimentó en esos grupos la idea de que era posible

transformar la sociedad de forma radical.

A partir de 1960 y especialmente durante las décadas de los 70 y los 80 se impulsaron

cada vez mayores niveles de toma de conciencia política por parte de organizaciones

magisteriales, estudiantiles, campesinas, obreras, así como grupos de base de la iglesia

católica en diferentes puntos del país. Importantes sectores de los diferentes pueblos

indígenas se incorporaron a las organizaciones guerrilleras. Comunidades enteras, se

vincularon como colaboradores o base social. La violencia política pública y sistemática

por parte del Estado jugó un importante papel para la incorporación masiva de los

pueblos indígenas a la insurgencia. Los relatos recabados en un pueblo de El Quiché …

hablan de descontento, cansancio, indignación, protesta, revueltas y odios cocinados a

fuego lento. Hablan de un conflicto abonado, de una relación de silencios, subterránea

–de aparente sumisión- que eclosiona y cuya opción más radical fue la adscripción a la

guerrilla9.

El estado contrainsurgente se había empezado a conformar en Guatemala desde los años

60. En ello el gobierno de los Estados Unidos había jugado un papel central. La política

contrainsurgente…estaba orientada por la Doctrina de Seguridad Nacional. Esta

doctrina tenía como propósito fundamental impedir la transformación del sistema

social, político y económico existente. Para ello se debían realizar acciones en todos

los campos, incluidos el "Campo Político", el "Campo Socioeconómico" y el "Campo

Psicosocial”10.

Entre 1982 y 1983, el gobierno de facto de Efraín Ríos Montt intensificó la estrategia de

tierra arrasada, que incluía masacres, ejecuciones, tortura, violaciones sexuales. Fueron

destruidas cientos de aldeas, principalmente en el altiplano, provocando un

desplazamiento masivo de la población civil que habitaba las áreas de conflicto.

Paralelamente el Ejército implantó estructuras militarizadas como las Patrullas de

9 Gonzáles, Matilde, Se cambió el tiempo, Conflicto y poder en territorio K’iche’, 1880-1996.

Cuaderno de investigación n°17, AVANCSO, Guatemala, enero del 2002 10 CEH, op cit.

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Autodefensa Civil (PAC) para consolidar su control sobre la población, buscando

contrarrestar la influencia de la insurgencia11.

La guerra provocó que importantes sectores de la población buscaran refugio en el

extranjero o se desplazaran internamente. 45,000 personas estuvieron refugiadas

legalmente en México. Se estima que hubo un millón de desplazados internos; 200,000

se organizaron en Comunidades de Población en Resistencia, en las montañas de

Guatemala; 400,000 personas se exiliaron en México, Belice, Honduras, Costa Rica y

Estados Unidos. El desplazamiento, si bien fue un fenómeno constante a lo largo del

conflicto, adquirió dimensiones masivas al principio de la década de los 80. En las

zonas del altiplano golpeadas por la política de tierra arrasada en algunos momentos se

produjo el desplazamiento de hasta el ochenta por ciento de la población.12 La política

contrainsurgente alcanzó niveles de genocidio.

LOS CUERPOS DE LAS MUJERES COMO CAMPO DE BATALLA SIMBÓLICO Y LITERAL13 DURANTE EL CONFLICTO ARMADO. En todo el mundo, miles de mujeres han sido víctimas de violencia sexual en

situaciones de conflicto armado. La violencia sexual se configura como un instrumento

de guerra, cuya finalidad es lograr una conducta de sometimiento por parte de la

víctima, arma de lucha contrainsurgente cuyo objetivo es la degradación de las víctimas

desde su identidad sexual y una forma de violencia hacia la comunidad a través del daño

a la intimidad de las mujeres.

Es un hecho que violenta el ser integral de la persona, transgrede los límites corporales,

emocionales y energéticos que dan seguridad, control y autonomía personal: por tanto,

desestabiliza a la totalidad del ser. En condiciones de guerra los efectos son mucho más

devastadores, pues el tejido social más próximo está roto y la condición humana está en

un estado límite, de extrema vulnerabilidad. El motivo del ataque sexual no es

primordialmente el placer o la satisfacción sexual del agresor, sino que tiene que ver

con poder, control, dominación y humillación.14

En este sentido, el cuerpo de las mujeres cobra en tiempo de guerra toda su dimensión

simbólica como propiedad masculina. Es una lógica bélica en la que el cuerpo de las

mujeres está visto como propiedad del enemigo que, como todas las otras, debe de ser

destruida y expropiada para debilitar y destruirlo. En otras palabras “el cuerpo femenino

se conquista por la misma razón que el territorio y (como) manifestación de la realidad

de su conquista, una victoria que está al alcance de la mano.”15

11 CEH, op cit 12 REMHI. Guatemala Nunca Más. Guatemala, 1998. 13 Amnistía Internacional. Crímenes contra mujeres en situaciones de conflicto. 2004. 14 De victimas a Actoras. Seminario de Salud Mental. Guatemala, 2003 15 Terrason, Briggitte Las violaciones de guerra y las mujeres en Francia durante el primer conflicto mundial: 1914-1918. En: Las mujeres y las guerras. El papel de las mujeres en las guerras de la edad Antigua a la Contemporánea.

Mary Nash y Susana Tavera (eds) Icaria. Antrazyt. Pp.315

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Se mezclan pues, significados asignados históricamente a los cuerpos de las mujeres

como objetos de apropiación violenta y esclavitud sexual16 en escenarios de guerra en

donde “la violación es transformada en arma adecuada contra el enemigo femenino y a

través de éste contra el masculino” El cuerpo de las mujeres se transforma en la

prolongación casi lógica del combate(…), una arma de guerra como otra cualquiera17.

En Guatemala, dos informes dan cuenta de los significados que la violación sexual tuvo

para las victimas. El Informe Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria

Histórica -REMHI- Informe “Guatemala, Nunca Más” realizado por la Oficina de

Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, reconoció que:

a) La violación constituyó una demostración de poder como parte de la estrategia de

terror que pretendía definir con claridad quien dominaba y quien debería

subordinarse.

b) Una victoria sobre los oponentes, en función no solo de lo que representaban por

sí mismas, sino en función de lo que representaban para los otros y como objetivo

político para agredir a otros.

c) Una moneda de cambio, en algunos casos como única forma de sobrevivir ellas

mismas o sus hijos.

d) Como botín de guerra, premio o compensación a los soldados por su participación

en la guerra.

e) Como tortura sexual extrema.

En muchos de los casos presentados, queda claro el desprecio que los violadores

tuvieron hacia la condición femenina de sus víctimas, y cómo, al ultrajar su dignidad,

quebrantaron y desmoralizaron la identidad comunitaria. “Durante esas violaciones

masivas, a muchos hombres que ya estaban haciendo patrulla los obligaron a

presenciar cómo los soldados y demás patrulleros violaban impunemente a su madre,

hermana, esposa o hija. Algunos patrulleros pidieron que cesaran los abusos cometidos

a sus mujeres”.18

La violación en tiempos de conflicto armado cobró significados como “la profanación

de una propiedad, la predación de un bien y el honor del hombre (enemigo) puesto en

entredicho, no el de la mujer”19 Su objetivo siempre fue servir como instrumento de

destrucción. Destrucción de cuerpos femeninos considerados propiedad de enemigos

masculinos. Su norma: utilizar la violencia sexual contra mujeres.

Radica Coomaraswamy Relatora Especial de NNUU sobre Violencia contra la Mujer

precisó al respecto, en su Informe de 1998: Más que el honor de las víctimas, el blanco

de la violencia sexual contra las mujeres es lo que se percibe como el honor del

16 Red de Educación Popular entre Mujeres –REPEM-. Cecilia Millán. Seminario Virtual “Educar para no

discriminar”. Fotocopias. Julio, 2001. 17 Terrason. Op. Cit. Pp. 324-325. 18 Gonzalez, Matilde. AVANCSO. Conflicto y poder en territorio K’iche’. La violación. Capítulo XI. Una

norma del tiempo de obscuridad y muerte. Guatemala, 2002. Pp. 416. 19 Terrason. Op. Cit. Pp. 323

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enemigo… Es un mensaje de castración y mutilación al mismo tiempo. Es una batalla

entre hombres que se libra en los cuerpos de las mujeres20.

Por su parte, el Informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) de

Naciones Unidas, Guatemala “Memoria del Silencio” añadió significados a la violencia

sexual contra mujeres como forma eficaz de generar terror, como indicador premeditado

para la estrategia de ejecución21 y como patrones de violación sexual masiva que

organizaron la violencia dirigida contra mujeres mayoritariamente indígenas.

Los patrones de violación masiva contra mujeres mayas que estableció la CEH fueron

los siguientes:

a) Las mujeres indígenas fueron víctimas de violencia sexual en sus comunidades o

en áreas de desplazamiento y refugio en el curso de masacres perpetradas por

elementos del Ejército como práctica habitual durante los años 1981 y 1982. En

este último año fue notoria la participación de PAC.

b) Las mujeres indígenas refugiadas en las montañas fueron víctimas de violaciones

sexuales consumadas por elementos del ejército y PAC en el momento de su

captura.

c) Las mujeres indígenas fueron víctimas de violaciones sexuales consumadas por

elementos del ejército y PAC durante detenciones colectivas en edificios públicos

y religiosos ocupados por los militares.

d) Las mujeres indígenas fueron víctimas de violaciones sexuales consumadas por

elementos del ejército en comunidades donde se instalaron los destacamentos

militares.

e) Las mujeres indígenas fueron víctimas de violaciones sexuales consumadas por

elementos del ejército cuando realizaron cateos o allanamientos a sus casas. Los

comisionados militares y los jefes de las PAC cometieron violaciones sexuales

contra mujeres indígenas en sus propias comunidades.

f) Se cometieron violaciones sexuales múltiples bajo uniones forzadas.22

En el Informe: Guatemala Memoria del Silencio se establece que las mujeres fueron

víctimas de todas las formas de violación a derechos humanos, pero además “sufrieron

formas específicas de violencia de género”, mismas que se concretizan en la violencia

sexual y en las que el porcentaje de mujeres alcanza el 99% de los casos registrados.23

Para las mujeres mayas, la violencia sexual sumó el racismo como factor de contexto,

determinado históricamente, que contribuyó al genocidio24.

20 Amnistía Internacional. Colombia, cuerpos marcados, crímenes silenciados. Violencia sexual contra

las mujeres en el marco del conflicto armado. DOC. ONU. E/CN.4/1998/54, parr. 12. Pp26. 21 Comisión de Esclarecimiento Histórico. Guatemala, Memoria del silencio. Tomo III. Pp. 22 Idem. Pp. 28-29. 23 Idem. Pp. 19. 24 Brett, Roddy. Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos –CALDH-. Conferencia. En :

Genocidio, la máxima expresión del racismo. Primer Encuentro en Guatemala sobre Racismo y Genocidio. Guatemala, 2004.

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La violación sexual como expresión de racismo misógino, es decir de odio a las

mujeres, pues el racismo escoge a sus víctimas, no solo por ser victimas del conflicto

sino porque tienen cuerpos femeninos. No se viola mayoritariamente a los hombres, se

viola a las mujeres y a las niñas y niños. Y es porque las mujeres tenemos cuerpos que

reproducen vida pero además porque esos cuerpos se consideran cumplidores de

servicios domésticos y de servicios sexuales.25

El Informe de la CEH, reconoce que las víctimas directas de violación sexual fueron

principalmente mujeres y niñas. Lo que pone en evidencia que la violación como acto

de poder ejercido contra personas consideradas “inferiores por su género26”, contribuyó

para que las mujeres no socializaran su dolor con otras víctimas de la violencia política

y al contrario, lo asumieran con sentimientos de culpa, aislamiento y marginalidad,

debido a los niveles de control social que existe sobre sus cuerpos y sus vidas. Nunca

antes había contado que los soldados violaron a las mujeres, mucho menos que a mí

también me abusaron…yo me voy a morir con eso…nadie puede saber…mis hijos no

saben, el señor no sabe…nadie sabe27 No es fácil para una mujer atreverse a decir que

la violaron, más difícil para una mujer indígena28.

LAS DIMENSIONES DE LA VIOLENCIA SEXUAL, COMO RESPONSABILIDAD DEL ESTADO

En 1914, por primera vez las violaciones sexuales fueron denunciadas como crímenes

de guerra en Europa29. A partir de entonces, el derecho internacional, proporciona cada

vez más, marcos de protección para las mujeres afectadas por los conflictos armados.

En particular, los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 relativos a la protección de las

víctimas de guerra y sus dos Protocolos Adicionales (1977), así como la Convención

para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres (1979),

constituyen la principal esfera de esta protección.

No es hasta en los últimos años, que se produjeron adelantos estructurales positivos y de

jurisprudencia internacional. Sólo a raíz de las violaciones y actos de violencia sexual

sistemáticos asociados a los conflictos en Bosnia y Rwanda, la comunidad internacional

comenzó a elaborar normas jurídicas precisas para establecer claramente que esas

prácticas constituyen crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y componentes

del crimen de genocidio, así como equivalentes a tortura, esclavitud y otros tratos

crueles, inhumanos y degradantes.

Tan sólo recientemente se han creado mecanismos para facilitar la investigación y

procesamiento de esos crímenes, mediante la creación de los Tribunales Especiales para

la ex Yugoslavia y Rwanda, y más recientemente de la Corte Penal Internacional. En el

artículo 7 de su Estatuto, esta última califica por primera vez la violación, la esclavitud

25 Aguilar, Yolanda. Ponencia. CALDH. Op. Cit. 26 CEH. Tomo III. Pp. 25. 27 CEH. C177. Julio, 1983. Uspantán, Quiché. Tomo III. Pp.21. 28 CEH. C2620. Enero, 1981. Costal, Quiché. Idem. 29 Terrason, Op. Cit.

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sexual, la prostitución forzada, el embarazo forzado, la esterilización forzada u otros

abusos sexuales, como crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.

Sin embargo, estos avances jurídicos, no se han traducido en protección y justicia para

las mujeres víctimas de violencia política basada en el sexo. Como lo subraya la

Relatora Especial sobre la violencia contra la mujeres, Sra. Radica Coomaraswamy,

“todavía existe un desfase entre el reconocimiento por parte de la comunidad

internacional de que quienes cometan violaciones u otros actos de violencia por

razones de género son responsables ante la ley y deben ser castigados, y la voluntad

política de los Estados Miembros de aplicar el derecho internacional humanitario y las

normas de derechos humanos”30.

La violación sexual cometida contra mujeres durante el conflicto armado interno en

Guatemala, fue un grave crimen que se perpetro en forma masiva, generalizada y

sistemática por parte de agentes del Estado guatemalteco como parte de una estrategia

de contrainsurgencia dirigida a demostrar el poder y dominación de los victimarios

hacia sus víctimas mujeres como “arma de terror”. La violación sexual debe ser vista

como “una agresión que repercute, más allá de la materialidad del hecho, en la

capacidad psíquica y en la integridad de la mujer, y debe ser catalogada no como un

delito sexual, sino como un delito contra la libertad”.31

Por tal razón, “las cifras de violación sexual, muestran un sub-registro en términos

absolutos, en relación a otras violaciones de derechos humanos...”32 por lo que no se

diseñaron instrumentos específicos para preguntar y obtener los testimonios de

violación sexual. A pesar de estas limitaciones la CEH obtuvo un registro de 1,465

hechos de violación sexual, a pesar que el saldo entre muertos y desaparecidos del

enfrentamiento armado ascendió a más de 200,000 víctimas y de estas, una de cada

cuatro víctimas directas fue mujer33.

La Comisión de Esclarecimiento Histórico documentó un total de víctimas de 42,275

personas, de las cuales fueron 23,671 ejecuciones arbitrarias y 6,159 víctimas de

desaparición forzada. El 31% de las víctimas de ejecución extrajudicial fueron antes

violadas sexualmente, torturadas o amenazadas. Asimismo, el 35% de las víctimas de

violación sexual fueron ejecutadas posteriormente.

De estos datos la CEH registra 9,411 mujeres víctimas con identificación de violación

por sexo. “de estas el 33% se refiere a ejecuciones arbitrarias, individuales o en

masacres, el 19% corresponden a tortura, 18 % a privación de libertad, el 14% a

30 Comisión de Derechos Humanos, Integración de los derechos humanos de la mujer y la perspectiva de

género: la violencia contra la mujer; Informe de la Sra. Radica Coomaraswamy, Relatora Especial sobre

la violencia contra la mujeres, con inclusión de sus causas y consecuencias, presentado de conformidad

con la resolución 2000/45 de la Comisión de Derechos Humanos, E/CN.4/2001/73, p 5. 31 Lore Aresti. La violencia Impune. Una mirada sobre la violencia sexual contra la Mujer.Fondo

Cultural Albergues de México. Pp. 32. 32 Informe de la CEH, Guatemala Memorias del Silencio Tomo III, Datos de los casos de violación

sexual registrados # 2388, Pp. 23 33 Informe de la CEH, Guatemala Memorias del Silencio. Conclusiones y Recomendaciones. Pág. 23.

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violación sexual, el 04% por muertes por desplazamiento,34 el 6% a otras violaciones.

Los testimonios de REMHI del Informe Guatemala, Nunca Más, incluyen el reporte de

149 víctimas de 92 denuncias de violencia sexual, incluyéndose la violación como causa

de muerte, como tortura y esclavitud sexual con violación reitera de víctimas35. Esta

investigación establece que en seis matanzas investigadas, la violación sexual era parte

del modo de actuar por parte de los soldados y las PAC y que por cada 10 mujeres, una

niña fue violada y una de cada tres mujeres violadas, una era joven.

En cuanto a la pertenencia étnica el 88.7% de las víctimas de violación sexual fueron

mayas, el 10.3% ladinas, el 1% ixiles, chuj y kaqchiqueles.36 En relación a la edad de

las víctimas identificadas, dos tercios (el 62%) fueron víctimas adultas –entre 18 y 60

años-, un tercio (el 35%) fueron niñas (entre 0 y 17 años) y el 3% ancianas. El

porcentaje de edad es bastante significativo y muestra cómo esta forma de violencia

marcó la vida o trajo la muerte a muchas niñas. De los testimonios se desprende que

muchas mujeres que sufrieron violencia sexual y ejecución arbitraria estaban

embarazadas.

La mayoría de las violaciones sexuales se concentró durante los años 1980-1983.

Iniciándose hacia el segundo semestre de 1980, alcanzando el pico más alto durante el

primer semestre de 1982, descendiendo significativamente, pero manteniéndose como

práctica, durante los años 1983-1984. Ello coincide con la política de tierra arrasada y

por lo tanto, corresponde a los departamentos de Quiché (55% de las violaciones

registradas), Huehuetenango (25%), Alta Verapaz (7%), Chimaltenango (3%) y Baja

Verapaz (3%).

De acuerdo a los datos recibidos por la CEH, los autores materiales de la violencia

sexual fueron: miembros del Ejército, responsables de participar en el 89% de las

violaciones, Patrullas de Autodefensa Civil –PAC- 15.5%, Comisionados Militares el

11% y otras fuerzas de seguridad 5.7%.37

La mayor información se obtuvo en forma indirecta a través de los testimonios de

denuncia de desapariciones y ejecuciones arbitrarias de padres, esposos, hermanos, que

desde su testimonio informaban, de la violación sexual de que ellas fueron objeto.

“Aunque un 48% de los testimonios recibidos por la CEH pertenecen a mujeres que

fueron víctimas directas de la represión, la mayoría enfoca sus testimonios no como

víctimas de violaciones de sus derechos, sino como testigos de lo que le pasó a otros”38

34 Informe Comisión de Esclarecimiento Histórico. Guatemala Memoria del Silencio . Tomo III, No.2387

pp. 22 35 Informe Guatemala, Nunca Mas de REMHI pág.69 numeral 2 versión resumida 36 Informe Comisión de Esclarecimiento Histórico. Guatemala, Memoria del Silencio. Tomo III. Pp. 24 37 Ibid. Pp. 22-25. Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala,. En

Memorias Vivas de una Luz...Reconstruyendo una Verdad Histórica. 38 Informe Comisión de Esclarecimiento Histórico. Guatemala Memoria del Silencio Tomo III .Violencia

Sexual contra la Mujer # 2377. Pp. 20

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“Había vigilancia, pero sobretodo los ancianos y mujeres que cargaban güiros, no

lograron salir... Ella estaba dando de mamar a su bebé de tres meses; la violaron, le

cortaron los pechos y al bebé lo mataron”39

Las mujeres fueron violadas sexualmente, abusadas, torturadas, dejándolas desnudas

con mutilaciones sexuales y con hemorragias, otras fueron ejecutadas, desaparecidas,

las niñas y los niños fueron trasladados a otras poblaciones, perdidos en la montaña o

dadas (os) en adopción en forma ilegal; en otras ocasiones exterminaron a los bebés

fuera y dentro del vientre de la madre. “...cuando esos actos son dirigidos contra las

mujeres porque son mujeres o porque les afectan mayoritariamente, se trata de

violencia de género, de esta naturaleza son las agresiones sexuales que se comenten en

las guerras.”40

Los testimonios presentados sobre violación -ocurridos sobretodo durante los años 80-,

dan cuenta del hecho masivo sufrido mayoritariamente por mujeres indígenas

pertenecientes al pueblo maya, a partir de los cuales se establecieron patrones de modus

operandi, “las violaciones sexuales originaron el éxodo de mujeres y la dispersión de

las comunidades enteras, rompiendo lazos conyugales y sociales, generaron

aislamiento social y vergüenza comunitaria, provocaron abortos y filicidios, impidieron

matrimonios y nacimientos dentro del grupo, facilitando la destrucción de los grupos

indígenas”41.Todos ellos, representan actos “perpetrados con la intención de destruir,

total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”42, esto es

Genocidio.

Hubo matanzas en donde las mujeres previamente a ser asesinadas, fueron víctimas de

todas las formas de violencia sexual, misma que fue utilizada como estrategia militar,

para crear terror en las regiones vecinas. “habían diez verdugos. Hacían turnos para

matar a la gente, mientras cinco mataban los otros cinco se dedicaban a descansar y

como parte del descanso tenían turnos para violar a dos señoritas (jóvenes de 15 y 17

años). Al darles muerte les dejaron estacas en los genitales”43

La CEH reconoce que “la violación sexual fue una práctica generalizada y sistemática

realizada por agentes del Estado como una estrategia contrainsurgente,

constituyéndose como arma de terror, como vulneración de sus derechos humanos

fundamentales, y del derecho humanitario”44. En otras palabras, la violación sexual

utilizo diversas estrategias según le fuera conveniente (masivas en el campo y selectivas

en las ciudades) y estableció objetivos que determinaron el sentido colectivo del crimen

39 Informe CEH, Memoria del Silencio, TomoIII. Las Violaciones de los derechos humanos y los hechos

de violencia C 2594 Noviembre 1982 Uspantán, Quiché. Pp. 34 40 Informe de la CEH Guatemala Memorias del Silencio .Tomo III. Datos de los casos de violación

sexual registrados # 2394. Pp. 25 41 Informe de la CEH Guatemala Memorias del Silencio. Tomo III. Pág. 22. 42 Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio. 43 Informe de la CEH, Guatemala Memoria del Silencio, Tomo III .Las Violaciones de los derechos

humanos y los hechos de violencia CI 73 Enero 1982 San Pedro Sacatepequez, San Marcos, Pp. 32 44 Informe CEH. Guatemala Memoria del Silencio. Tomo III . Violencia Sexual contra la Mujer # 2351,

Pp. 13

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y la causa de humillación para los pueblos. Muchos victimarios consideraron las

violaciones sexuales como parte normal de su estrategia para mantener el control

psicosocial de los soldados.45 Esto evidencia la responsabilidad del Estado en cadenas

que propician impunidad.

La Comisión de Esclarecimiento Histórico –CEH- elaboró conclusiones que reafirman

la multiplicidad de violaciones a los derechos humanos de las mujeres, la violencia

sexual de que fueron objeto y el papel ejemplar que jugaron en la defensa de la vida y

contra la impunidad. Pero no elaboró ninguna recomendación específica al respecto.

Por su parte, el Informe “Guatemala, Nunca Más” del Proyecto Recuperación de la

Memoria Histórica –REMHI-, reconoció a las mujeres como víctimas directas de

diversas formas de violencia contra mujeres en contextos de conflictos armados;

reconoció casos de masacres en los que murieron solamente niñas/os y mujeres;

patrones de actuación de las PAC o el ejército en los que se actuaba de manera diferente

contra las mujeres durante las masacres y diversos significados que tuvo la violación

sexual en los cuerpos de las mujeres. Tampoco elaboró ni propuso recomendaciones ni

conclusiones sobre violencia sexual.

Al respecto, Fulchiron plantea “Un silencio espeso ha caído sobre esta violación a los

derechos humanos. Ni los informes de REMHI y la CEH hicieron recomendaciones…,

ni las organizaciones de derechos humanos, ni las organizaciones de mujeres han

denunciado (suficientemente) esta práctica, ni exigido justicia. Este silencio ha

fomentado la impunidad en torno a los crímenes y legitimado este tipo de violación

como poco importante y natural”46. No es de extrañar pues, que las comisiones

investigadoras no se hayan preocupado (suficientemente) por crear metodologías

adecuadas para recabar la información desde sus inicios, menos aún que se abordaran

los efectos de esta violencia sexual en la vida de las mujeres.

Investigaciones con carácter local, como el Estudio realizado por la Asociación para el

Avance de las Ciencias Sociales –AVANCSO-, sobre San Bartolomé Jocotenango,

Quiché, ilustran otras perspectivas de la violencia sexual ocurrida durante el conflicto

armado en Guatemala47 que no habían sido suficientemente documentadas. Tal es el

caso de la esclavitud sexual.

“Si bien los hombres que estaban haciendo la patrulla lograron que sus mujeres ya no

fueran violadas, las demás mujeres no tuvieron la misma suerte. A ellas las obligaron a

“hacer el servicio” que significaba hacer de comer, y permitir que los soldados hicieran

cosas con ellas. Es decir, quedar encerradas en el destacamento (convento parroquial) o

en una de las “casas de mujeres” en donde permanecieron bajo amenaza y vigilancia

45 Remhi. Tomo I. Pp. 212. 46 Fulchiron, Amandine. El movimiento de mujeres en Guatemala ante la violencia sexual cometida durante el conflicto armado ¿por qué tanto silencio? Tesina Diplomado Especialización en Estudios de

Género. Universidad Nacional Autónoma de México, Fundación Guatemala. Guatemala, 2004. pp. 13 47 AVANCSO. Gonzales, Matilde. Se cambio el tiempo. Guatemala, 2002. pp. 407-418.

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continua, sujetas al capricho de los hombres que decidían en qué momento y de qué

manera las querían “ocupar”.

El argumento que utilizaban para establecer este sistema de esclavitud sexual es que

“los soldados estaban lejos de su pueblo, entonces necesitan a sus mujeres. Los

soldados necesitan su tortilla caliente”…las mujeres jóvenes debían servir sexualmente

a la tropa. “Una de las casas de mujeres, quizá la más pública, estaba ubicada entre el

puesto de salud y el convento parroquial, el cual quedó convertido en destacamento

militar. Muchas de estas mujeres vivieron en sistemas de esclavitud entre ocho meses y

dos años.” Tales casos, recuerdan las historias de miles de mujeres asiáticas que como

esclavas sexuales formaron parte de las “estaciones de consuelo” formadas por el

Ejercito Japones durante la Segunda Guerra Mundial.

Aún no es suficiente la información recabada al respecto, pero existe un punto de

partida. Es necesario profundizar en los efectos que ocasionó la violencia sexual en la

vida de las mujeres y en las vías que les han permitido sobrevivir. El proceso de

reconocerse víctimas de violencia sexual para transitar por caminos que les permita

hablar de lo que sucedió y romper el silencio, es lo que nos interesa explorar ahora.

SER VICTIMA DE VIOLACION, SALIR DEL DOLOR “La acción de forzar a otra persona a través de la violencia, las amenazas, engaños,

expectativas culturales, armas…para que participe en actos sexuales contra su

voluntad”48 supone una vivencia individual y colectiva profundamente traumática con

independencia del entorno cultural: secuelas físicas de la violencia, dolor, humillación y

vergüenza. La violación conlleva un alto grado de culpa y de vergüenza (para las

víctimas), así como puede darse en algunas mujeres un rechazo a su cuerpo y su

sexualidad49. Las violaciones sexuales originaron éxodo de mujeres y la dispersión de

comunidades enteras, rompieron lazos conyugales y sociales, generaron aislamiento

social y vergüenza comunitaria, provocaron abortos y filicidios, impidieron

matrimonios dentro del grupo, facilitando la destrucción de los grupos indígenas50

La víctima de tortura sexual, plantea Paz51 se siente sucia y contaminada pues “la

persona nunca es tan vulnerable como cuando se desnuda”. Así es la desnudez forzada,

pues no solo incrementa la sensación de indefensión, sino que permite las burlas y

agresiones sexuales, incrementando el terror, pero además, haciendo que la persona

violentada sexualmente se sienta culpable por “permitir” que otros accedan a su

intimidad más sagrada.

Los efectos de la violación, no solo son resultado de los daños ocasionados al cuerpo de

la victima, sino también de la condena social que existe cuando se conoce

48 ICCPG/INECIP Diez, Andrea, Herrera Kenia. Violencia contra las mujeres. Tratamiento por parte de la

justicia penal de Guatemala Ediciones del Instituto. Guatemala, 2005. 49 REMHI. Tomo I. pp. 219. 50 CEH. Tomo III. Pp 13 51 Paz, Olga Alicia. LA TORTURA. Efectos y afrontamiento. Colección Psicosocial. ECAP. 2004.

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comunitariamente que las mujeres fueron objeto de “uso sexual” por parte de otros, que

no son los asignados para apropiarse permisivamente de los cuerpos de las mujeres de la

comunidad.

Tales efectos se traducen en culpa y vergüenza para quienes fueron víctimas, pues los

estigmas sociales condenan la posibilidad de “consentimiento” aún en condiciones

extremas de guerra y se considera que “aunque sea débilmente pudo haber un instante

de disfrute”, lo que genera como actitud, la condena social que hasta ahora les ha

impedido hablar. Los prejuicios sociales acerca de los roles asignados a las mujeres

prevalecen para sospechar de las víctimas y la justificación social del hecho “explica” al

violador, encontrando razones propias que permiten enaltecer la masculinidad violenta.

“Hay algo ahí dentro de nuestra sociedad. Por ejemplo, con la experiencia de

Tululché, en el caso de las mujeres de Tululché, cuando ellas empezaron a

denunciar el caso, en el propio tribunal el Cándido Noriega se paraba y les

decía: ¡Pero si les gustaba! ¡Si ustedes lo estaban disfrutando!...¡ahora no me

digan que no!”

En estas sociedades donde la virginidad y la entrega a un solo hombre, determina la

conducta “adecuada” de una mujer, la aceptación social de la misma así como el honor

de su familia, y en particular del hombre que la posee, la violencia sexual viene a

romper con estos códigos sociales y normas sexuales.

Al romper con estas normas que rigen las relaciones sociales en las comunidades, la

violencia sexual se convierte en motivo de vergüenza para las familias y las

comunidades cuyas mujeres fueron violadas. No se interpretan como violación a

derechos humanos o crimen de lesa humanidad que permitiría movilizar la comunidad

en torno a la búsqueda de la justicia, sino como vergüenza para ellos..

Las mujeres violadas son excluidas y marginalizadas. Las comunidades, y hasta sus

familias, culpabilizan a las mujeres por haber sido violadas. Así, el uso de la violencia

sexual tiene un objetivo político claro: destruir los lazos sociales y culturales, manchar

la memoria colectiva de las comunidades e imposibilitar la reconstrucción de sus

proyectos culturales y de vida. Entre los efectos para las mujeres que fueron víctimas de

violación sexual, están: que tiendan a ocultarse, guarden silencio, oculten su dolor,

sientan vergüenza, y sufran las consecuencias físicas y psicológicas del Estrés Post

Traumático.

Todos abusaron de Ud.?

No me gusta decir eso. Yo siento que todos van a decir ¡Ay aquella así!

No crea que yo no sufrí. Imagínese hasta el papá de mis hijos, cómo cree que yo me

siento. Que siempre tener que estar repitiendo las cosas, porque quiera o no yo tenía

que contarle a él, tenía que decirle todo. A veces yo me arrepiento de haber contado,

porque ha servido sólo para estar martirizando, por eso yo decía “mejor me hubiera

muerto, mejor me hubiera matado” yo les decía”mejor mátenme”, pero no me traten

así, porque yo no soy nada, no se nada de lo que uds, quieren saber.

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Yo solo le dije que me habían llevado, y yo le dije que no habían sido todos, para

que no pensara. Pero a pesar de eso él dijo: “si, como va a ser eso que no ¡todos

fueron! Ya cuando yo estaba embarazada de mi hija me trataba mal y, como dos o

tres veces estuve a punto de abortar. Saber qué se le metió en la cabeza y dijo “Sí de

plano eres de todos esos indios” (Testimonio anónimo. Huehuetenango. 2000).

Las construcciones racistas acerca de la alteridad y las formas de legitimación de la

discriminación por razones de sexo, se mezclan y van de la mano52, aún más cuando se

expresan en cuerpos de mujeres que han sido víctimas de violencia sexual, debido a una

estrategia genocida de contrainsurgencia y a ser cuerpos femeninos culturalmente

vulnerabilizados por los imaginarios sociales opresivos de la masculinidad.

La violación sexual cumple los objetivos de dominación extrema en cuerpos de mujeres

para que no puedan pensar, actuar y decidir por sí mismas, para que no sean sujetas de

cambio en sus comunidades, pues esto es un peligro para el sistema de dominación

patriarcal y el dominio masculino.53 Si estos objetivos se cumplen, los objetivos de

alcanzar justicia se diluyen, se invisibilizan, mantienen la impunidad.

Al respecto, el Fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sobre la

Masacre de Plan de Sanchez, evidencia el sufrimiento que aún viven estas mujeres: “las

mujeres que fueron objeto de violencia sexual por parte de agentes del Estado el día de

la masacre y que sobrevivieron a la misma, continúan padeciendo sufrimientos por

dicha agresión. La violación sexual de las mujeres fue una práctica de Estado, ejecutada

en el contexto de las masacres, dirigida destruir la dignidad de la mujer a nivel cultural,

social, familiar e individual. Estas mujeres se perciben como estigmatizadas en sus

comunidades y han sufrido por la presencia de los victimarios en las áreas comunes al

municipio. Además la impunidad en la que permanecen estos hechos ha impedido que

las mujeres participen en los procesos de justicia”.

El análisis se complejiza cuando se analizan los factores estructurales y estructurantes

de las múltiples opresiones de género y étnicas que determinan la situación y condición

de las mujeres. El grupo de Mujeres Mayas Kaqla54 propone que es necesario

reflexionar acerca de la internalización del pensamiento opresor vinculado al síndrome

de la víctima. Este “es un fenómeno psicológico, social, antropológico y tiene que ver

con todos los pueblos”.

“El síndrome de la víctima no es más que sentirse culpables frente a los opresores. La

mayoría pensamos que somos los pueblos indígenas, los campesinos o las mujeres, los

culpables de nuestra propia situación. La opresión es tan fuerte (y) se ha metido tanto

dentro de cada una de nosotras que muchas veces sentimos que lo que nos pasa es

porque lo merecemos. Lo mismo sucede con las mujeres violadas. Esta comprobado

52 Peragon, Arjona. Las raíces del racismo. #65, 2002. Internet. 53 Aguilar, Yolanda. Ponencia. 1er. Encuentro en Guatemala sobre Racismo y genocidio. 2004. 54 Kaqla. La palabra y el sentir de las Mujeres Mayas de Kaqla. Guatemala, 2004.

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científicamente que esa manera de pensar, se queda en nuestro cuerpo y nos produce

dolores y enfermedades”.55

En este sentido, compartimos el punto de vista de Lore Asti, en cuanto “al analizar el

fenómeno de la violación, confrontamos también el problema de la culpa con la que se

ha enseñado a las mujeres a vivir su sexualidad”56. Efectivamente, desde pequeñas las

mujeres han vivido su sexualidad desde “el pecado”, “lo sucio”, y la represión. Eso crea

condiciones para que tengan vergüenza de su cuerpo. Todo lo que toca a su cuerpo por

lo tanto será marcado por lo que “los otros” dicen y quieren de él, y no desde lo que

quieren las mujeres.

Romper el silencio sobre la violencia sexual que enfrentaron las mujeres durante la

guerra implica por tanto, transgredir normas sexuales aprendidas, controles sociales

fuertemente establecidos, tomar conciencia de los poderes instalados en las relaciones

desiguales entre hombres y mujeres, luchar por la justicia, empezar a sanar y ser sujetas

de las propias decisiones sobre el cuerpo y la vida.

Sanar y sobrevivir son dos palabras clave para comprender que el dolor se puede

transformar en Justicia y que las experiencias vividas pueden convertirse en

mecanismos de afrontamiento. El sentido de la vida esta basado en su historia personal

y tiene que ver con la manera en que interpretan y dan significado al sufrimiento. Seguir

viviendo es una forma de resistencia57.

“Escuchar nuestro cuerpo y revivir el dolor para sanar”

Esta es una tarea difícil y nos resistimos a hacerlo sobre todo porque ya estamos

cansadas de tanto dolor, pero si no lo revivimos no lo podremos trascender. Al revivir y

recrear la herida y el trauma emocional, veremos que…para alentarnos y tener

confianza de poder atravesar el dolor ahora que somos adultas, debemos recordar que

lo sobrevivimos, tuvimos la fuerza y la valentía (Ahora que somos adultas lo

remontamos, lo procesamos y podemos sanar).58

Pasar de ser víctima a ser actora de violencia sexual, es sin lugar a dudas, un proceso

que aún está por construir.

EL PROYECTO “DE VICTIMAS DE VIOLENCIA SEXUAL A ACTORAS DE CAMBIO” LA LUCHA DE LAS MUJERES POR LA JUSTICIA

El proyecto “De víctimas de violencia sexual a Actoras de Cambio: la lucha de las

mujeres por la Justicia” fue creado por el consorcio “Actoras de Cambio” integrado por

el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) como organización

de salud mental y la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (UNAMG) como

55 Idem pp. 31-.32. 56 Aresti, L., La violencia impune, fotocopias p. 44. 57 Paz, Olga Alicia. Op. Cit. Pp. 90 58 Kaqla. Pp. 174.

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organización feminista con el objetivo de generar un espacio nos permitiera impulsar un

Proyecto que abordara la violación sexual vivida por mujeres durante el conflicto

armado en Guatemala 1960-1996, reflexionando primero acerca del acuerdo de luchar

contra la impunidad dirigida a las mujeres víctimas de violencia sexual en la guerra,

para luego establecer objetivos, ejes de abordaje, formas de organizarnos y una

propuesta política que nos permitiera de manera conjunta abrir un camino aún no

abordado suficientemente en Guatemala.

Poco a poco el proceso de reflexión inicial se transformó en construcción colectiva de

un proyecto dirigido a visibilizar y denunciar públicamente la violencia sexual que

sistemáticamente fue dirigida contra las mujeres durante el conflicto así como a realizar

acciones que tiendan a la reparación del daño psicológico provocado por esta violencia

y que permanece en ellas hasta la actualidad. Desde entonces, (2003) la coincidencia en

los objetivos, en las poblaciones con las que trabajamos y en las problemáticas que

abordamos desde la incidencia de nuestras acciones, son razones que justifican el

acuerdo político de encontrarnos como consorcio para impulsar un proyecto que nos es

común.

La intención fue iniciar juntas la gran aventura de contribuir a generar procesos de

sanación, de empoderamiento, de reconstrucción de la memoria histórica, de lucha por

la justicia y de organización, como estrategias para contribuir a crear condiciones que

permitan a las mujeres sobrevivientes de violencia sexual durante la guerra, romper el

secreto, salir del dolor e involucrarse en luchas comunes por la construcción de

alternativas para la vida de las mujeres, y la búsqueda de justicia. Se plantea contribuir a

que se reconstruyan y repiensen como sujetas de derecho, y que pasen de ser víctimas a

actoras de cambio. De esta manera, creemos que podrán influir desde sus procesos en

diferentes ámbitos, en la transformación de relaciones cotidianas equitativas y justas.

Es curioso, pero de todas las formas de violencia política que conocemos, es la violencia

sexual la que se reproduce con mayor naturalidad y la que al mismo tiempo es

condenada no porque haya sido cometida, sino porque es recibida. Así que el primer

obstáculo con el que nos encontramos al abordar la problemática de violencia sexual

como violencia política durante el conflicto armado, es la duda acerca de si la víctima

consintió la violación.

Colegas, compañeros y compañeras de grupos organizados, hombres y mujeres de las

comunidades, organizaciones de derechos humanos, académicos, líderes sociales,

representantes del estado, esposos, familias y a veces hasta las propias mujeres violadas

sexualmente se preguntan si en realidad no tuvieron la culpa.

Difícil, muy difícil acompañar procesos de sanación o de empoderamiento de

sobrevivientes de violación sexual, si una buena parte de la comunidad organizada que

trabaja desde la memoria no se sensibiliza al respecto y deja de culpabilizar.

Se combinan entonces mitos acerca de los victimarios como seres que desahogan

necesidades sexuales en tiempos de guerra, y mitos acerca de las víctimas como seres

acostumbradas a vivir en relaciones de opresión, sumisión y aceptación de la violencia,

cuerpos femeninos, dispuestos a la violación sexual por mandato natural.

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Olga Alicia Paz, plantea que el método más degradante de tortura es “el uso de la

sexualidad para quebrar resistencias, utilizando la desnudez forzada” Tal desnudez se

utiliza como elemento profundo de humillación, garantía de vulnerabilidad e incremento

de la indefensión. Esta utilización de cuerpos y sexualidades de mujeres y muchas veces

de niños/niñas es al mismo tiempo lo que guarda los secretos más profundos y lo que

limita las posibilidades que tenemos para escuchar a quienes han sido víctimas y que

por mucho tiempo no lo han querido nombrar.

Solo recordemos cómo los peores insultos en cualquier idioma o los más conocidos

chistes hacen alusión de las partes del cuerpo o la sexualidad femenina59 Imagínense si

nosotros tenemos tan internalizado lo que consideramos de uso tan común: la violencia

sexual contra las mujeres, ¿cómo van a hablar con facilidad las mujeres si no creamos

climas de confianza y de respeto para los cuerpos de mujeres y sus propias violencias

sexuales?

Imagínense cómo va a ser posible el acompañamiento psicosocial sino partimos de la

comprensión de que son precisamente estos cuerpos violentados resultado de una

opresión que hemos vivido todas las mujeres y para la cual esta preparada la sociedad,

pues se ha normalizado que las mujeres sean víctimas y no protagonistas?

Desde mi punto de vista, lo que nos toca es acompañar no solo sus procesos de dolor

acumulado y escuchar, sino que ademas, conocer y aprender a comprender

honestamente a esos cuerpos de mujeres que hablan de la costumbre, la sexualidad y sus

cuerpos desde las ancestras y los abuelos, pero para quienes animarse a hablar implica

romper con el terror paralizante de qué pasara si la comunidad se entera de que fueron

violadas.

Hay que decir, que está claro para estas mujeres que existe un mandato ancestral de

control y vergüenza sobre cuerpos que la comunidad cree que le pertenecen. Qué

hacemos?

Rompemos con la costumbre y transgredimos el mandato construido individual y

colectivamente porque queremos, o compartimos la experiencia nuestra y la de otras

mujeres desde el cuerpo; evidenciar que es posible sanar, pues otras ya lo han hecho;

iniciamos caminos para deconstruir lo aprendido sobre cómo internalizar al opresor y

acompañamos los procesos que generan poderes activos en las mujeres?

Comprenderán uds. que iniciar procesos de acompañamiento psicosocial a mujeres

sobrevivientes de violencia sexual ha implicado un continuo proceso de

cuestionamiento de lo que sabemos sobre la violencia y la sexualidad, de lo que

conocemos acerca de vivir en cuerpos de mujeres, sobre todo si es de mujeres mayas -de

las que debemos de reconocer-, no conocemos mas que las historias de dolor, pero aún

buscamos los puentes y los tiempos más apropiados de relaciones respetuosas que no

violenten, pero que al mismo tiempo contribuyan a generar conciencias de sujetas que

59 Gerda Lerner. La creación del Patriarcado. Edit. Crítica. Barcelona. 1990.

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les permitan verse como sujetas, con conciencia de sí, como la mejor vía de romper con

el silencio.

No sólo buscamos diversas formas de hacer acompañamiento desde la sanación del

cuerpo y los derechos de las mujeres, sino que sobre todo, tratamos de comprender

mejor lo que significa tener cuerpo de mujer indígena en situaciones de conflicto

armado, haber sido víctimas de violencia sexual., para intentar despertar historias del

cuerpo guardadas por casi 25 años, en secreto.

La Lucha contra la impunidad hacia la violencia sexual: La impunidad crea las condiciones para la reproducción de estos crímenes y envía un

mensaje a los que cometieron estos crímenes sexuales contra las mujeres, que la

sociedad lo tolera, y que por lo tanto lo pueden volver a hacer.

Este proceso tiene relevancia para la construcción de la sociedad guatemalteca de hoy.

El pasado no está desvinculado del presente. La historia de Guatemala parece confirmar

tristemente esta hipótesis. El fenómeno del “feminicidio” está descuartizando,

torturando, violando y masacrando a miles de mujeres desde el año 2000, con la misma

crueldad y misma saña que se daba durante el conflicto.

“La brutalidad de los homicidios y los signos de violencia sexual que

presentan ahora los cuerpos mutilados de las víctimas tienen muchas de las

características de las terribles atrocidades cometidas durante el conflicto que

quedaron impunes”60.

Este continuum de violencia brutal sobre el cuerpo de las mujeres nos recuerda que las

causas estructurales de la misma siguen vigentes en la actualidad. La cultura misógina

de odio hacia las mujeres sigue marcando las relaciones sociales. Además, ilustra que la

impunidad es uno de los nexos entre la violencia sexual de ayer y los asesinatos de hoy.

Finalmente, como lo subraya un estudio de CALDH sobre el feminicidio, se evidencia

en ambos contextos la responsabilidad directa del Estado a través la participación activa

de sus fuerzas militares y policíacas en la comisión de estas atrocidades61.

Para romper con este círculo de violencia brutal contra las mujeres, en particular

indígenas, creemos que es necesario denunciar los crímenes que se cometieron durante

la guerra. Tal como lo plantea Larrauri, la sanción de la violencia sexual contra las

mujeres contribuiría a emitir un mensaje claro de que esta violencia es intolerable, sea

en un Estado de derecho62, sea en situación de guerra. Contribuirá a que la sociedad

60 Amnesty Internacional, Guatemala: Ni protección ni justicia: Homicidios de mujeres en Guatemala,

junio de 2005, p.4. 61 CALDH, Asesinatos de mujeres: expresión del feminicidio en Guatemala, Guatemala, octubre 2005, p.

18. 62 La autora se pronuncia abiertamente sobre la función simbólica del derecho penal en el caso de

violencia contra las mujeres, en el sentido del mensaje que produce el sistema de justicia a través de su

actuación. Ver: Larrauri, E. (1994) “Control formal: y el derecho penal de las mujeres”. En: Mujeres,

derecho penal y Criminología. Madrid: Siglo XXI Editores

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sepa lo que pasó, lo condene, y no lo olvide para sentar bases para que nunca vuelva a

pasar.

• La creación de condiciones para romper el silencio y la culpa

Romper el silencio implica por una mujer violada reconocer que la violencia sexual no

es “el destino” de las mujeres, en contradicción con lo que ha aprendido a lo largo de su

vida. Decidir de hablar de la violencia sexual es prueba de la voluntad de las mujeres de

salir del dolor, y de reconstruir sus proyectos de vida. Hablar de lo que les pasó durante

la guerra, implica empezar a pensar en ellas mismas, a elaborar su propia historia y no

únicamente como testiga de la de los otros. Implica dar el mismo peso a su sufrimiento

y a sus experiencias que al sufrimiento y las experiencias de “los otros”, rompiendo así

con las ataduras de su identidad asignada.

Es, además, la manifestación de que reconoce la violencia sexual como una violación a

sus derechos. Poder nombrar la violencia sexual como una violación a sus derechos es

reconocerse humana, y digna de respeto, y como sujeta dotada de derechos que puede

exigir. Es identificar que la violencia sexual que sufrió una es un crimen tan bárbaro

como la tortura, la desaparición forzada, y la ejecución. Es romper con la idea que es un

asunto privado.

Al expresar sus sentimientos en el grupo, al poder intercambiar sus experiencias con

otras que viven lo mismo, y a encontrar un apoyo y soporte en ellas, visualizar

soluciones juntas, enfrentan sus emociones, sentimientos, e historias con más fuerza y

con más serenidad. El proceso iniciado ya ha demostrado que el revelar su secreto a

otras, aunque ha venido a romper el control que había establecido sobre sus emociones

desde el hecho traumático, les ha quitado un gran peso de encima. Un peso que tomaba

mucho más espacio en sus corazones que él que representa haberlo contado. Les da la

sensación de retomar control sobre su propia historia.

Se trata, efectivamente, que las mujeres tomen conciencia de que la violencia sexual no

es un problema que ellas han provocado, que no es su culpa, ni es un problema personal.

Sino que fue un arma de guerra dentro del marco de la política de tierra arrasada

desatada en los años 81, 82 y 83.

El proceso de toma de conciencia de las asimetrías genéricas, y de cómo se concretizan

en nuestros cuerpos, es una de las herramientas metodológicas centrales del proceso de

sanación y empoderamiento de las mujeres víctimas de violencia sexual durante la

guerra que estamos impulsando. Estos son procesos individuales y colectivos de muy

largo plazo, que se darán de manera distinta en cada una de las mujeres que estamos

acompañando, en función de sus posibilidades, de su historia personal, de las redes de

apoyo con los que cuenta y de la presión social a la que está sometida.

Por lo tanto, otro principio metodológico muy importante de este proceso, es respetar

los ritmos de las mujeres, y sus decisiones en cuanto a los cambios que quieren realizar

en sus vidas. Eso implica estrategias complementarias en el proceso de acompañamiento

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a los grupos de mujeres, destinadas a fortalecer los poderes de las mujeres y su

capacidad de toma de decisión sobre su propia vida.

• Los problemas éticos que implica la denuncia en Guatemala Al inicio, nos habíamos propuesto que el objetivo del proceso de sanación y

empoderamiento de las mujeres víctimas de violencia sexual durante el conflicto fuera

crear condiciones habilitantes para que puedan denunciar públicamente lo que sucedió y

exigir justicia.

En la búsqueda de que estos procesos iniciados trasciendan el entorno directo de las

mujeres, y tengan un impacto sobre procesos de transformación social, de

democratización y humanización de las relaciones entre mujeres y hombres en

Guatemala, habíamos visualizado la denuncia pública y la exigencia de justicia por la

vía legal como la única manera para que la violencia sexual cometida durante el

conflicto armado se sepa, que la sociedad condene, y que no se olvide, en un proceso

pedagógico de concientización de la misma para que nunca vuelva a pasar. El énfasis en

la denuncia legal o la denuncia pública a través de un Tribunal de conciencia tenía el

objetivo de sentar precedentes y servir de ejemplo, para demostrar que la violencia

sexual es un fenómeno social, que les pasa a muchas mujeres, pero que no es su destino

sino pueden salir del dolor y luchar en contra.

Sin embargo, el trabajo con las mujeres, el vínculo directo con su realidad, la diversidad

que las caracterizan, y los problemas éticos a los que nos hemos confrontado con

respecto a la denuncia pública, nos hicieron repensar y ampliar el alcance de la

denuncia, sin perder de vista el objetivo político y social subyacente a la misma:

impactar sobre la conciencia colectiva para que no vuelva a pasar.

La violencia sexual, como lo vimos en la parte anterior, no es cualquier crimen. Es un

crimen tolerado y justificado por la sociedad para garantizar la continuidad del poder de

los hombres sobre las mujeres. Además, durante la guerra, fue un crimen utilizado y

justificado por la clase oligarca y ladina de Guatemala para poder ganar la guerra contra

el enemigo interno, que cuestionaba sus intereses: es decir la clase pobre e indígena.

Durante la guerra fue la herramienta para permitir mantener el status quo del dominio de

algunos sobre muchos, instalado a través de estructuras sociales y étnicas desiguales.

Además, es el instrumento a través del que el sistema social de desigualdad de género se

perpetúa.

En estas condiciones, denunciar la violencia sexual es denunciar a la vez los

mecanismos que se utilizaron para asegurar la perpetuación de los intereses de una

minoría sobre una mayoría, y para mantener el status quo en cuanto al poder de los

hombres sobre las mujeres.

Por un lado, denunciar este crimen es cuestionar el corazón mismo del sistema de

opresión de género y los que se benefician del mismo: el derecho primario de los

hombres. Denunciar la violencia sexual es develar el instrumento más odioso e insidioso

de un sistema, que ha empleado tantos esfuerzos, (la producción de ideología, de

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normas, de símbolos colectivos), para invisibilizarlo y normalizarlo. Es plantarse desde

una postura de igualdad, es ejercer el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y prohibir

su acceso a los hombres. Por lo tanto, es poner en peligro el contrato sexual. Es tocar el

centro de los privilegios masculinos.

En consecuencia, es exponerse a la represión brutal de todos los que tienen interés en

que se mantenga el contrato sexual. Es exponerse a la “caza de brujas” en los términos

de Celia Amorós. La autora utiliza la imagen de la caza de brujas para referirse a la

violencia de las represalias que se dan en contra de las mujeres que se atreven a

cuestionar el pacto inicial que hicieron los hombres sobre el cuerpo de las mujeres, las

que se niegan a ser pactadas, y las que reivindican la igualdad sexual. Estas mujeres son

consideradas como brujas por el colectivo de hombres cuando llegan a tener una cierta

importancia, porque sienten que pierden el control sobre ellas. Por lo tanto, el pacto

fundador del poder de los hombres está en peligro. Las mujeres son vistas como las que

pactan con el Diablo. Retomando las palabras de Celia Amorós,

“Si (la mujer) no ejerce la mediación que le es asignada, pasa

automáticamente a ser la antimediación, la responsable de la disolución del

pacto”63.

Todos los medios son justificables para eliminarlas, y salvar el pacto. Las reacciones

hostiles y violentas por parte de los hombres ante lo que pueden percibir como una

pérdida de poder es algo real. No hay que subestimarlas. Más allá, hay que tomarlas en

cuenta a la hora de definir las estrategias más adecuadas para denunciar lo que pasó

durante la guerra, si arriesgar la vida de las mujeres.

Los testimonios de las mujeres sobrevivientes son evidencias de estas represalias que se

dan para callarlas. La culpabilización, la estigmatización, el rechazo social, el

convertirlas en “prostitutas”, el dudar de la credibilidad de su relato, todas éstas son

manifestaciones de la violencia simbólica que utiliza el sistema para obligarlas a

guardarlo en silencio. Sin hablar de la violencia física que se desata contra ellas si les

cuentan a sus esposos que fueron violadas.

Por otro lado, el contexto de la guerra, y de la impunidad que rodea todas las

violaciones de derechos humanos que se cometieron en aquella época en Guatemala,

vuelve todavía más difícil y más riesgosa la denuncia pública de la violencia sexual. A

las hostilidades patriarcales, se van a sumar la represión por parte de los que tenían

poder durante el conflicto, que utilizaron la violencia sexual para mantener estructuras

sociales, económicas y culturales desiguales que les privilegiaban, y que no tienen

interés en que se haga la verdad y justicia sobre los hechos ocurridos en el pasado: el

aparato militar y paramilitar.

63 Amorós, Celia, “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, en V. Maguieira, C. Sanchez

(comp.), Violencia y Sociedad Patriarcal, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, mayo 1990, p. 53.

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Muchos de los victimarios, excomisionados militares, viven todavía en las mismas

comunidades que las mujeres, y las siguen acosando. Siguen utilizando su poder “de

facto” y simbólico para atemorizarlas en las comunidades.

Los pocos procesos penales que se han realizado en torno a crímenes cometidos por el

Ejército durante la guerra, como el caso Gerardi, y él de Myrna Mack, han demostrado

cuánto control tiene todavía una parte del aparato militar sobre el sistema de justicia, y

cómo están involucrados en la falsificación de pruebas, en la desaparición y la muerte

de testigos, en las intimidaciones a fiscales y jueces, para mantener los hechos en la

impunidad. El sistema judicial no está listo para hacer justicia sobre los crímenes

cometidos durante la guerra. El Estado no tiene voluntad política para garantizar las

condiciones para que se haga justicia.

Menos tiene todavía cuando se trata de juzgar crímenes contra las mujeres, y

especialmente de violencia sexual. Una investigación que hizo el Instituto en Ciencias

Penales de Guatemala pone de relieve que de los 14.137 casos que ingresaron como

violencia contra las mujeres en la Fiscalía de la Mujer, en 2003, solamente se hallaron

tres sentencias ejecutorias64. Y “no se buscan signos de agresión sexual durante las

autopsias. Los delitos de violencia sexual a menudo no se descubren o se ignoran”65.

En los casos tipificados como violación, los operadores de justicia no interpretan los

casos en función de la protección de los derechos de las mujeres sino en función de

prejuicios milenarios en torno a que las mujeres siempre lo provocan. Las víctimas se

quejan de tener que demostrar la respetabilidad y honorabilidad de su conducta antes de

que su denuncia sea tomada en cuenta. Contrariamente a otros delitos como el robo o el

intento de homicidio, las víctimas de violencia sexual tienen que demostrar que se

resistieron y no consintieron al crimen. La CIDH lo ha reiterado en un informe sobre la

situación de la justicia en Guatemala, estas prácticas e interpretaciones jurídicas “están

encaminadas a proteger un bien jurídico distinto de los derechos de la mujer misma, y

se tienden a aplicar de modo de poner en tela de juicio o inculpar a la víctima en lugar

de garantizar el castigo del perpetrador”66.

¿Cómo en estas condiciones de ineficacia total del sistema de justicia, y de riesgo real

para la vida de las mujeres se puede fijar como objetivo de un proceso de construcción

de sujetas la denuncia pública y la exigencia de justicia?

La confrontación con esta pregunta ética nos ha obligado a recentrar nuestra reflexión

sobre el criterio primero del proceso: las sujetas son las únicas que pueden decidir sobre

el rumbo que quieren dar a su propio proceso, si quieren decir a su familia lo que les

pasó o no, si quieren denunciarlo públicamente a nivel nacional, o si quieren emprender

64 Diez Andrea, Herrera Kenia, Violencia contra las mujeres: tratamiento por parte de la justicia penal en

Guatemala, ICCPG, Guatemala, 2005, p. 102. 65 Amnesty Internacional, Guatemala: Ni protección ni justicia: Homicidios de mujeres en Guatemala,

junio de 2005, p. 9. 66 CIDH, Justicia e inclusión social: los desafíos de la democracia en Guatemala, OEA/Ser.L/V/II.118,

Doc 5 rev.1, 29 de diciembre de 2003, párr. 276.

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un proceso penal. Como acompañantes, nuestro papel se deberá de limitar a informar

sus decisiones: presentarles todas las opciones posibles, y analizar con ellas todas las

consecuencias positivas y negativas de cada opción.

• El trabajo de grupo de mujeres como punto de partida hacia un impacto social

¿Este proceso puede tener un impacto social real en términos de transformación de las

relaciones de género si no hay una denuncia pública, un trabajo de incidencia en el

sistema judicial, o en el Programa Nacional de Resarcimiento por parte de las mismas

sujetas?

En las condiciones actuales de Guatemala, no creemos que la incidencia sobre el

sistema formal permita cualquier tipo de cambio, cuando el sistema de justicia, el poder

legislativo y el poder ejecutivo no solamente han demostrado ser totalmente ineficaces

para garantizar la protección de los derechos de las mujeres, sino que han demostrado

estar secuestrados por la mafia, el crimen organizado, y por grupos militares y

paramilitares involucrados tanto en los crímenes del pasado como en los crímenes

actuales contra las mujeres.

Denunciar públicamente y exigir justicia no garantiza además un proceso real de

transformación de las relaciones desiguales de género. Se queda en el ámbito formal, sin

necesariamente tener un impacto sobre las causas de estas prácticas arraigadas en las

estructuras sociales y mentales.

Nuestra apuesta está más dirigida a impactar lo socio-cultural y lo simbólico, y a

transformar las relaciones desiguales de género desde la raíz, es decir desde la vida

cotidiana de las mujeres. Partimos de la convicción que estas transformaciones

solamente podrán ser reales, y no meramente formales, si están arraigadas en las

prácticas cotidianas de las mujeres que acompañamos, así como en las nuestras.

De allí, la prioridad que damos a los procesos de sanación y empoderamiento de las

mujeres para que puedan superar el hecho violento, ubicarlo en el contexto de las

relaciones de poder entre mujeres y hombres, fortalecer sus capacidades y recursos para

poder reconstruirse y repensarse como sujeta de su propia historia. Este proceso

necesariamente desembocará en cambios personales que a su vez rebotarán sobre su

entorno. Resultará en la búsqueda de múltiples estrategias para poder re-negociar roles,

relaciones y tener más autonomía en cuanto a sus vidas: por ejemplo, poder salir sin

pedir permiso, decidir conjuntamente sobre los gastos de la casa, involucrar a sus

esposos en las tareas domésticas, parar la violencia ejercida por los esposos, etc...

Considerando que la transformación personal es necesaria pero no suficiente para

fomentar procesos de transformación social, la intervención busca vincular estos

procesos personales de sanación y empoderamiento, con procesos colectivos de lucha

por construir nuevas alternativas de vida para las mujeres. Vincular lo personal con lo

político: este lema feminista sigue siendo una brújula muy válida 40 años después.

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De allí, la importancia del trabajo en grupo para tejer redes entre las mujeres, como

espacios donde se sienten en confianza para denunciar y condenar juntas lo que pasó,

para no sentirse solas en las luchas, para repensar y revalorizar los papeles de las

mujeres, para construir juntas nuevas propuestas de relación de género, y para defender

sus derechos.

No se imaginan Uds. lo desafiante que es este proceso. Lo que es lento pero puede

llegar a ser maravilloso es la creación de los nuevos lenguajes y esperanzas que el

abordaje de esta problemática puede darnos. Hablar ahora de esta violencia sexual, abre

nuevas posibilidades, no sé hasta dónde podamos llegar, pues aún aprendemos de los

tiempos y los procesos que requieren las mujeres. Las mujeres por su parte, apenas

empiezan a nombrar algo que no les ajeno, pero aún duele el cuerpo y las memorias

retornan al nombrarlo.

Quisiera terminar diciendo que si algo he aprendido en estos procesos de sanación de

mujeres, es que no podemos acompañar seriamente si no hay procesos de reflexión y

reconstrucción personal. Somos una sociedad que tiene tantos dolores que debe verse a

si misma, como formula para ser más modesta con lo que puede lograr, pero más

profunda con lo que puede transformar.

Les propongo que trabajen con nosotras para:

a) Apoyar proyectos y procesos que denuncien las violaciones de derechos de las

mujeres, el genocidio, el feminicidio y los crímenes de lesa humanidad cometidos

durante el conflicto armado contra mujeres en Guatemala.

b) Presionar al Estado Español y a los gobiernos autónomos para que condicionen

ayuda bilateral o cooperación a los gobiernos violadores de derechos humanos en

América Latina y especialmente en Centroamérica.

c) Presionar internacionalmente para que el Estado de Guatemala acelere los juicios

y condene a los violadores de derechos humanos acusados de genocidas y sea

condenado ante organismos internacionales por la impunidad imperante ante los

crímenes del pasado y los actuales contra mujeres.

d) Apoyar campañas de solidaridad con las mujeres guatemaltecas para que se

vincule los crímenes de pasado junto a los asesinatos de mujeres en la actualidad,

se investigue y se condene a los responsables.