La Vida en La Medida de Los Pasos

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La vida en la medida de los pasos Por: Carlos E. Ruiz Piedra sobre piedra en el camino del ángel, hacia un cielo de luces y tinieblas, con premisas de merodeo por recovecos de ciudad anclada en tiempos de historia desvanecida. Siglos fijados con pátina sobre arqueologías de leyenda que transitan por la mano de generaciones. Antes fue el sendero de la gloria, luego la travesía de las guerras y conquistas, ahora la quietud en el silencio enigmático de la piedra. Carlomagno vive en la ciudad después de tantos siglos con la solemnidad de efigie en las plazas y vitrinas del pan. Carlomagno ya no pregunta nada ni por nadie. El mausoleo de la vida lo volvió rito y mito ante la mirada de los visitantes. Su rostro no devela las conquistas de Italia-Hungría-Austria, como audaz guerrero de la Germanía. Carlomagno reposa en esta ciudad con las señales de Aix-la-Chapelle, Aquisgrán, Aachen, Aquisgranum. Estatuas de bronce y piedra encandilan senderos con los siglos al hacer de realidades un recuerdo estático. Y los caminos miran en lo oculto las sombras de los papas Adriano I y León III sin la posibilidad de apreciar sus gestos complacientes. Entramado de calles en la ciudad de Carlomagno reproduce el sabor de las cosas gratas en ese ir y venir con los suspiros al aire. La gente especula en sus pasos con la gracia de los destinos ya realizados. Migrantes conformes con el sabor de los días pululan en apreciaciones del desgano. Empeños transitorios lucen en las fachadas históricas con silencio de rendición de cuentas a Carlomagno en el lenguaje de las flores. Extinta la voz por las calles la luz enciende los recuerdos de migrantes en busca de acomodo, en la ciudad sin ínfulas, regazo de visitantes y peregrinos, consternación del aire y estatuaria fija en un pasado desprovisto de rencores. La ciudad es un cúmulo de sueños despojados de aire y tierra, con el padecimiento del para qué entre rostros dispares. El día se enciende con luz de aire frío y las tardes se empecinan en cantar las glorias de catedrales y mausoleos. En los claustros de la academia los oficiantes buscadores de ideas descubren el recelo en la conquista del saber. Rutinas escampadas en el solariego lugar graban imágenes de aurora y crepúsculo con paréntesis de horas que marcan el ritmo del trabajo para la generación de elementos. Las calles con el tejido de ondulaciones y juegos curvilíneos dan albergue amable a motoristas, ciclistas y peatones, con la mirada puesta en el bien ajeno. Horas entre días hacen multitudinaria la presencia variopinta en lenguas, colores de piel, facciones y porte. El devenir hace visible el pasado

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La vida en la medida de los pasos

Por:Carlos E. RuizPiedra sobre piedra en el camino del ngel, hacia un cielo de luces y tinieblas, con premisas de merodeo por recovecos de ciudad anclada en tiempos de historia desvanecida. Siglos fijados con ptina sobre arqueologas de leyenda que transitan por la mano de generaciones. Antes fue el sendero de la gloria, luego la travesa de las guerras y conquistas, ahora la quietud en el silencio enigmtico de la piedra.Carlomagno vive en la ciudad despus de tantos siglos con la solemnidad de efigie en las plazas y vitrinas del pan. Carlomagno ya no pregunta nada ni por nadie. El mausoleo de la vida lo volvi rito y mito ante la mirada de los visitantes. Su rostro no devela las conquistas de Italia-Hungra-Austria, como audaz guerrero de la Germana.Carlomagno reposa en esta ciudad con las seales de Aix-la-Chapelle, Aquisgrn, Aachen, Aquisgranum. Estatuas de bronce y piedra encandilan senderos con los siglos al hacer de realidades un recuerdo esttico. Y los caminos miran en lo oculto las sombras de los papas Adriano I y Len III sin la posibilidad de apreciar sus gestos complacientes.Entramado de calles en la ciudad de Carlomagno reproduce el sabor de las cosas gratas en ese ir y venir con los suspiros al aire. La gente especula en sus pasos con la gracia de los destinos ya realizados. Migrantes conformes con el sabor de los das pululan en apreciaciones del desgano. Empeos transitorios lucen en las fachadas histricas con silencio de rendicin de cuentas a Carlomagno en el lenguaje de las flores.Extinta la voz por las calles la luz enciende los recuerdos de migrantes en busca de acomodo, en la ciudad sin nfulas, regazo de visitantes y peregrinos, consternacin del aire y estatuaria fija en un pasado desprovisto de rencores. La ciudad es un cmulo de sueos despojados de aire y tierra, con el padecimiento del para qu entre rostros dispares. El da se enciende con luz de aire fro y las tardes se empecinan en cantar las glorias de catedrales y mausoleos. En los claustros de la academia los oficiantes buscadores de ideas descubren el recelo en la conquista del saber. Rutinas escampadas en el solariego lugar graban imgenes de aurora y crepsculo con parntesis de horas que marcan el ritmo del trabajo para la generacin de elementos.Las calles con el tejido de ondulaciones y juegos curvilneos dan albergue amable a motoristas, ciclistas y peatones, con la mirada puesta en el bien ajeno. Horas entre das hacen multitudinaria la presencia variopinta en lenguas, colores de piel, facciones y porte. El devenir hace visible el pasado con hitos arqueolgicos y muros enunciados por la piedra de milenario origen, que da al aire de ciudad un aejamiento vitalizador. Algo se respira de inquietud con la flor del sosiego. Ser lo circunspecto del paisaje o la rutina endeble de las miradas. O el ocaso casi siempre gris que hace ms notoria la celebracin de crepsculos ocasionales, saturados de rosado encendido que la atmsfera le arrebata a la aurora, en medio del repique de campanas, con la solemnidad de msica de rgano tubular en la Catedral, donde reposa el espritu del guerrero y la aureola de rituales monotestas.La ciudad cobra distancia con cumbres lejanas y hace vida de familia con arboledas dispuestas a declinar en el verde multicolor hacia el ocre de evolucin rpida y consternada. El tapiz de la ciudad en el Otoo aviva sentimientos de condescendencia con el universo poblado de enigmas. La ciudad recorre sueos y delirios en medio de la indiferencia saludable de los rboles y de las piedras fragmentadas, fijas, indelebles, en andenes, calles y en los muros.De por medio la sonrisa fresca de Leni al despertar, al comer, al juguetear con Nala, con el oso afelpado o con los cuentos de Pombo. Leni nos mira con indagacin y la pronta sonrisa rompe el hielo. Nia de ojos indagadores en la prematura inquietud por conocer. El ser del mundo emerge en su mirada con la sensacin del primer da de la creacin. El titubeante caminar de Leni desafa las leyes de la estabilidad y escapa de improviso a las manos que a tientas tratan de darle proteccin y amparo.Los das pasan y el esperado encuentro revive la nocin de lo fugaz del tiempo. Sucesin de encuentros para la placidez con la inquietud del destino, aflora luz en la piel del espritu. Crepsculos de contraste dan de pronto escenas jaspeadas de rosado y al llegar la noche el recuerdo hace de las horas la compaa feliz en lo que huye, como la ventisca acerada en las vidrieras. Leni no parece despedirse, quiz siente que otro da ser igual que el anterior, en medio del consuelo que inspiran los rboles mudos y los muros de piedra inmviles por los siglos. El adis es un roce de ojos hmedos transpirados por palabras mudas.Fecha de publicacin:Domingo, Octubre 12, 2014 La PatriaTema:Opinin