La verdadera humildad y una mente receptiva nos puede conducir a la fe. Cada una de las reuniones de...

3

Transcript of La verdadera humildad y una mente receptiva nos puede conducir a la fe. Cada una de las reuniones de...

Page 1: La verdadera humildad y una mente receptiva nos puede conducir a la fe. Cada una de las reuniones de A.A. es una seguridad adicional de que Dios nos.
Page 2: La verdadera humildad y una mente receptiva nos puede conducir a la fe. Cada una de las reuniones de A.A. es una seguridad adicional de que Dios nos.

La verdadera humildad y una mente receptiva nos puede conducir a la fe. Cada una de las reuniones de A.A. es una seguridad adicional de que Dios nos devolverá el sano juicio si logramos relacionarnos adecuadamente con El.

La verdadera humildad y una mente receptiva nos puede conducir a la fe. Cada una de las reuniones de A.A. es una seguridad adicional de que Dios nos devolverá el sano juicio si logramos relacionarnos adecuadamente con El.

DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, Pag.35

Page 3: La verdadera humildad y una mente receptiva nos puede conducir a la fe. Cada una de las reuniones de A.A. es una seguridad adicional de que Dios nos.

Como resultado de mi última borrachera acabé en el hospital totalmente destrozado. Fue entonces cuando pude ver mi pasado flotar ante mis ojos. Me di cuenta de que, a causa de la bebida había vivido toda pesadilla que me pudiera haber imaginado. Mi propia obstinación y obsesión de beber me había llevado a un abismo negro de alucinaciones, lagunas mentales y desesperación. Finalmente derrotado pedí a Dios que me ayudara. Su presencia me convenció para que creyera. Se me quitó la obsesión de la bebida y, desde entonces, he sido librado de mi paranoia. Ya no tengo miedo. Ya se que mi vida es sana y cuerda.

Como resultado de mi última borrachera acabé en el hospital totalmente destrozado. Fue entonces cuando pude ver mi pasado flotar ante mis ojos. Me di cuenta de que, a causa de la bebida había vivido toda pesadilla que me pudiera haber imaginado. Mi propia obstinación y obsesión de beber me había llevado a un abismo negro de alucinaciones, lagunas mentales y desesperación. Finalmente derrotado pedí a Dios que me ayudara. Su presencia me convenció para que creyera. Se me quitó la obsesión de la bebida y, desde entonces, he sido librado de mi paranoia. Ya no tengo miedo. Ya se que mi vida es sana y cuerda.