LA UNIFICACIÓN ALEMANA DE 1870
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LA UNIFICACIÓN ALEMANA DE 1870
JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ (*)
SEPTIEMBRE 2011
RESUMEN: En el último tercio del siglo XIX, el mapa europeo sufrirá un cambio
sustancial con la unión de pequeños estados independientes, con
características identitarias comunes, que dio lugar al nacimiento de dos
nuevos estados: Italia y Alemania. El camino a la unificación, sobre todo
en Alemania, no será fácil pues el canciller Otto von Bismarck deberá
derrotar a las potencias colindantes mediante tres guerras en siete años.
Palabras Clave: Bismarck, Alemania, Congreso de Viena, Moltke, Sadowa,
Guillermo I, Zollverein, Prusia, Guerras de la Unificación.
ABSTRACT: In the last third of the nineteenth century, the map of Europe will suffer
a substantial change in the binding of small independent states with
common identifying characteristics that gave birth to two new states:
Italy and Germany. The road to unification, especially in Germany, will
not be easy because the chancellor Otto von Bismarck will defeat the
neighboring powers through three wars in seven years.
Key Words: Bismarck, Germany, The Congress of Vienna, Moltke, Sadowa,
William I, Zollverein, Prussia, Wars of Unification.
(*) Licenciado en Historia por la UNED y Especialista en Historia Militar por el Instituto Universitario
General Gutiérrez Mellado, es autor, propietario y administrador del blog “El Oráculo del Trisquel”,
dedicado a temas históricos, así como socio, colaborador y redactor de la Revista Mundo Historia
Magazine.
JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ
2 Revista Mundo Historia Magazine nº 13. Septiembre 2011. ISSN: 2014-1300. DL: B-6576-2011
INTRODUCCIÓN
En el último tercio del siglo XIX, el mapa europeo sufrirá un cambio sustancial con
la unión de pequeños estados independientes, con características identitarias comunes,
que dio lugar al nacimiento de dos nuevos estados: Italia y Alemania. El camino a la
unificación, sobre todo en Alemania, no será fácil pues el canciller Otto von Bismarck
deberá derrotar a las potencias colindantes mediante tres guerras en siete años.
EL RECORRIDO HACIA LA UNIFICACIÓN
El Congreso de Viena (1815)
La cuestión alemana había constituido en 1815 uno de los más delicados problemas
que tuvo que afrontar el Congreso de Viena en la configuración del mapa europeo.
La Confederación Germánica, aprobada en Viena, queda formada por 39 estados de
los cuales Austria y Prusia aparecen como los más poderosos, seguidos de Baviera,
Wurttemberg, Hannover, Sajonia y el Gran Ducado de Baden, hasta llegar a las
pequeñas ciudades libres de Hamburgo o Fráncfort.
Congreso de Viena (1815) por Jean-Baptiste Isabey (1819).
Austria por su parte, con la incorporación de Salzburgo y el Tirol, es el estado
hegemónico en el sur e inicia su proyección hacia los espacios danubiano e italiano. En
el norte, Prusia ostenta una primacía indiscutible y un extenso territorio, si bien deberá
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de enfrentarse al problema de la comunicación con las provincias occidentales de
Renania y Westfalia.
En el centro de la Confederación, un mosaico de pequeños estados, cuya
fragmentación política los había llevado a dotarse de instituciones comunes, con una
Dieta federal presidida por el emperador de Austria, constituye inicialmente el único
órgano comunitario germánico.
Austria se esfuerza por mantener su antigua supremacía1 y así regentar un imperio
multinacional con Hungría, Bohemia y las provincias italianas. Frente al
conservadurismo austríaco anquilosado en el Primer Reich, el sentimiento unitario
germánico se apoyaría en justificaciones económicas e intelectuales.
La creación del Zollverein (1834)
Austria se mantenía en la creencia de que la herencia imperial heredada debía
mantenerse incólume y de que su potencial bélico y su legitimidad moral le eran
suficientes para mantener su supremacía. Sin embargo, el coste que debía pagar por
mantener a Hungría o a las provincias italianas bajo su influencia iba a desangrarla.
Por su parte, Prusia, más práctica, tomó la iniciativa a mediados de siglo al actuar su
burguesía protestante e intelectual en favor no sólo del proceso de unidad, sino también
del proceso de desarrollo económico de la región. Para ello impulsaría una zona de libre
comercio entre los estados alemanes con, por ejemplo, los acuerdos aduaneros firmados
con Hesse-Darmstadt, Baviera, y Württemberg, que culminaría en 1834 con la creación
del Zollverein.
Aunque faltaban los del noroeste, fuertemente basculados hacia Inglaterra, y las
ciudades comerciales de La Hansa, se iniciaba una etapa de enormes posibilidades para
la industria.
Esta integración es considerada como el primer paso unificador: Prusia se hace con la
hegemonía, la población de la zona aumenta rápidamente, se industrializa el Ruhr y los
fabricantes comprueban las ventajas de la unificación.
Austria comprendió rápidamente que los lazos económicos derivaban en lazos
políticos. En 1862, al firmarse el tratado comercial entre Prusia y Francia, intentó
explotar el descontento que éste despertó en las esferas económicas de Baviera y
Württemberg, eminentemente proteccionistas, para invitar a acuerdos comerciales a los
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estados de Alemania del Sur. Sin embargo, aquellos hombres de negocios no estaban
dispuestos a romper el rentable Zollverein por nuevos acuerdos con Austria.
Así, Austria miraría con recelo el ascenso del papel prusiano y suscita un órgano
rival, la Unión Tributaria, que no consigue convertirse en competencia peligrosa para
los mercados del Zollverein.
La extensión del ferrocarril
Los medios de transporte también jugaron un papel fundamental en el camino hacia
la unificación. La red de carreteras prusiana se multiplicó en veinte años por cuatro y el
Rin se convirtió en una estratégica vía fluvial para la navegación de los barcos de vapor.
Sin embargo, ya en Inglaterra se estaban comprobando las ventajas del ferrocarril. El
economista Federico List2, apóstol del nuevo medio de transporte ferroviario, escribe
sobre su trascendencia para el bienestar, la democratización de la sociedad y la
unificación de Alemania.
Multitud de personas en la inauguración de la primera línea ferroviaria
alemana el 7 de diciembre de 1835.
Así, en 1835, se inaugura la línea férrea Nüremberg - Fürth y en poco tiempo,
obviando las divisiones políticas, todo el norte de Alemania se hallaba enlazado por una
red de ferrocarriles que contribuyó en gran medida a la unidad alemana tanto o más que
las teorías filosóficas.
1 Debido a la política ejercida por el canciller Metternich que, no sólo mantiene la hegemonía política de
Austria en la Confederación, sino también en el resto de la Europa restaurada. 2 Economista prusiano, nacionalista y precursor de la Escuela Historicista, fue profesor de Economía
Política en la Universidad de Tubinga. Era partidario de la intervención del Estado para forzar la
industrialización ya que consideraba que era la única forma de sacar un país de la pobreza. Es uno de los
primeros economistas en establecer un esquema de evolución económica en forma de etapas.
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El nacionalismo alemán
En el ámbito intelectual, la referencia del nacionalismo alemán es el filósofo
romántico Johann Fichte, con sus Discursos a la nación alemana, pronunciados en la
universidad de Berlín entre 1807 y 1808 para incitar la resistencia contra los ejércitos
napoleónicos.
En ellos Fichte identifica la nacionalidad prusiana con la alemana y se inclina por el
nacionalismo económico y por el papel rector del Estado, anticipando las doctrinas de
List. Su ideario nacionalista puede apreciarse en el siguiente fragmento:
“Todos los que hablan un mismo idioma [...] se encuentran unidos entre sí desde el
principio por un cúmulo de lazos invisibles [...] de modo que los hombres no forman
una nación porque viven en este o el otro lado de una cordillera de montañas o un río,
sino que viven juntos [...] porque primitivamente, y en virtud de leyes naturales de
orden superior, formaban ya un pueblo. Así la nación alemana gracias a poseer un
idioma y una manera de pensar comunes, hallábase suficientemente unida y se
distinguía con claridad de los demás pueblos de la vieja Europa...”
Sobre el concepto de Alemania o Estado alemán reflexionan otros filósofos,
destacando entre ellos la figura estelar de Friedrich Hegel, considerado el apologista del
absolutismo prusiano e inspirador del autoritarismo bismarckiano.
Los filósofos alemanes Johann Fichte (izquierda) y
Friedrich Hegel (derecha).
Su versión del Estado como el condicionante de una comunidad de hombres libres, la
instancia que permanece por encima de los intereses privados, influyó en pensadores y
políticos para reafirmar la necesidad histórica del estado alemán.
Sus ideas son enarboladas por historiadores y filósofos románticos para ondear la
bandera de Alemania. Los historiadores Leopold von Ranke y Johann Gustav Droysen
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buscaron los fundamentos para un futuro unitario. El poeta Heinrich Heine puso su
producción al servicio de la exaltación patriótica y Georg Herwegt, en todo un alarde de
nacionalismo, exclamó: “Tú eres el pueblo en quien confía el mundo... tú sabes
conquistar la tierra”.
El liderazgo prusiano: Otto von Bismarck
La unificación alemana, una vez que la conciencia de “nación” cuajó entre la
población, requería de los protagonistas necesarios para llevarla a cabo. Había dos
propuestas de unificación, por un lado, si se realizaba con Austria, se configuraría la
Gran Alemania pero incluiría territorios que no eran de lengua y cultura alemana y, por
otro lado, si se hacía con Prusia nacería la Pequeña Alemania.
La elegida para ser artífice de la unificación debido a su potencial militar y
económico fue Prusia. El reino de Prusia era, en la primera mitad del siglo XIX, un
estado con gran prestigio internacional gracias a su temible ejército, ampliamente
reformado y modernizado por el jefe de Estado Mayor Scharnhorst tras la derrota de
Jena (1806).
Barricada en las calles de Berlín durante la Revolución de marzo
de 1848 donde ya aparece la bandera nacional alemana. Pintura
de Horace Vernet.
Tras las buenas negociaciones en el Congreso de Viena de 1815 Federico Guillermo
III había conseguido extender el territorio prusiano al anexionarse Renania. Mientras, su
prestigio crecía en el extranjero a golpe de bayoneta, el poder económico de Prusia,
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impulsado por el Zollverein, le permitió convertirse, poco a poco, en la principal
potencia dentro de la Confederación.
El periodo comprendido entre el derrumbamiento del Imperio napoleónico y la
oleada revolucionaria de 1848 está repleto de una gran conflictividad política y social
dentro de los estados europeos, que dará nacimiento a una multitud de partidos políticos
de todo signo (nacionalistas, liberales, monárquicos, etc.) y que virarán
significativamente el destino del tradicional absolutismo monárquico. La mayor parte de
monarquías debieron adaptarse a la nueva situación o preparase a desaparecer.
El fracaso de la revolución de 1848 llenó de confusión a nacionalistas y liberales, que
habían pretendido la unificación alemana de un modo constitucional a través de la
Asamblea de Fráncfort.
Sin embargo, las luchas intestinas hicieron patente su incapacidad para garantizar la
ansiada unidad. Los conservadores preferían una confederación que respetara los
derechos de los soberanos; los liberales un Estado federal con un emperador a su cabeza
y dinastías legítimas en cada Estado pero con sus poderes recortados; mientras que los
demócratas deseaban eliminar cualquier vestigio de la vieja Alemania. El acuerdo era
imposible.
Es en ese periodo de efervescencia política donde comienza a curtirse un joven Otto
von Bismarck como líder del ala conservadora del Landtag (Parlamento prusiano).
La Constitución progresista, promulgada por Federico Guillermo IV en 1850, creó
una situación de privilegio para los grandes terratenientes ya que su Parlamento,
formado por dos Cámaras, elegía por sufragio masculino a la Cámara Baja siguiendo un
proceso censatario según el pago de impuestos. Así el rey lograba hacer alguna
concesión al liberalismo a la vez que se aseguraba mayorías conservadoras en el
Parlamento.
En 1862, el nuevo rey y futuro emperador, Guillermo I, le encarga la jefatura del
gobierno al líder conservador Otto von Bismarck. Éste, recibido con recelo por su
pasado político (se le podía situar en la extrema derecha), lograría, sin embargo,
aminorar la resistencia del Parlamento a algunos proyectos de ley con procedimientos
expeditivos, sin omitir las amenazas. No obstante, con el tiempo mostraría una mayor
moderación, nacida de un conocimiento maduro de la situación internacional.
El crecimiento económico había impulsado la creación, en 1861, del partido
Progresista Alemán, cuya fuerza le permitió negar la asignación de fondos solicitada por
el nuevo primer ministro, Otto von Bismarck, con los que pretendía reformar el ejército
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que, tras medio siglo sin cambios de trascendencia, comenzaba de nuevo a quedar
anticuado.
Monumento a Otto von Bismarck, canciller alemán y figura principal de
la unificación alemana, en Berlín. Creative Commons.
Bismark no se amilanó y durante cuatro años gobernó sin la aprobación
parlamentaria del presupuesto. En ese tiempo modernizó el ejército y preparó a Prusia
para situarla al frente de un nuevo imperio que contrarrestara el poder de Austria y
Rusia. Bismarck estaba convencido de que las fronteras prusianas fijadas en 1815 eran
injustas y que su país debía estar listo para extenderse hasta donde le correspondía en
cualquier momento.
El primer gran éxito de la política de Bismarck fue conseguir el aislamiento de
Austria y, utilizando su pasado diplomático como embajador en San Petersburgo, lograr
atraerse al zar ruso a su bando, separando así a las dos potencias sobre cuyo
entendimiento se había mantenido vivo el espíritu de la Santa Alianza.
Intelectual, tenaz y dotado de un sobresaliente genio político, Bismarck dedicó su
vida a la consecución de su objetivo: el dominio prusiano sobre la Liga. De pensamiento
conservador creía en el cumplimiento del deber, el orden, el servicio y el temor de Dios.
Juzgaba de ignorantes e irresponsables a los parlamentarios y a los órganos de gobierno
y le repugnaban el liberalismo, la democracia y el socialismo.
Pierre Renouvin retrata de manera precisa la condición de estadista de Bismarck:
“[…] vigorosa franqueza, no entorpecida por ninguna tradición, doctrina o simpatía
preconcebida; aptitud de discernir los intereses en juego y valorar las fuerzas en
presencia; habilidad para iniciar y ocuparse de varios asuntos al mismo tiempo; finura
de observación psicológica, que le permitía adivinar el estado de espíritu del adversario
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y darse cuenta de su punto flaco; clarividencia y perspicacia en las previsiones a largo
plazo […], y audacia, que le impulsaba a emplearse a fondo cuando la ocasión le
parecía favorable”.
LAS GUERRAS DE LA UNIFICACIÓN
El programa bismarckiano para conseguir la unificación alemana pasaba por plasmar
la supremacía prusiana sobre los países vecinos que ejercían su influencia sobre los
ducados alemanes. Así, Prusia se enfrentó sucesivamente con Dinamarca, Austria y
Francia.
Fases de la unificación alemana.
La Guerra de los Ducados (1864)
En 1863, muere el rey danés Federico VII y es sucedido por Cristián IX, quien desea
incorporar a su corona los ducados fronterizos de Schleswig, Holstein y Lavenburg,
cuya administración se le habían confiado desde 1845 a Federico VII. Ésta fue la excusa
perfecta para que Prusia y Austria, en 1864, actuasen y acordaran la administración
conjunta de los ducados.
En el Protocolo de Londres de 1852, se había dispuesto que el ducado de Schleswig
quedara indisolublemente unida al ducado vecino de Holstein, miembro de la
Confederación Germánica. Por ello la Confederación Germánica protestará ante el
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intento de Cristián IX de incorporar Schleswig, bajo el control oficial de Dinamarca, a
su reino.
Por su parte, Bismarck no estaba dispuesto a admitir la formación de un Estado
alemán independiente en el norte de Prusia y menos que Dinamarca se apropiara de
ellos. Para evitarlo, se movió con gran maestría en el terreno político, persuadiendo al
emperador de Austria, Francisco José I, para que se uniera a Prusia en su defensa de los
términos del Protocolo de Londres, lo que obligaría a Dinamarca a renunciar a su
soberanía sobre las provincias.
La incorporación de los ducados a Alemania suponía una alteración del estatuto
territorial del Congreso de Viena y para ello Bismarck necesitaba el apoyo austríaco y
vencer la resistencia interior en Prusia, donde se negaron los fondos para las
operaciones. Viena no pudo dejar de compartir la declaración prusiana de apoyo a la
población alemana de los ducados.
En enero de 1864 las dos potencias envían un ultimátum a Copenhague y estalla la
guerra. Las fuerzas prusianas y austríacas invadieron Jutlandia y el ejército danés es
derrotado por el prusiano del mariscal Helmuth von Moltke. Las diferencias entre
Londres y París dejaron aislado al gobierno danés que, sin la ayuda internacional que
esperaba, tuvo que firmar la paz en Viena en octubre de 1864.
Firmada la paz, las fuerzas de Austria y Prusia ocuparon el territorio conquistado
llegando a un compromiso temporal. La Convención de Gastein firmada el 14 de
agosto de 1865, entre Prusia y Austria determinaba que Prusia recibiría la
administración de Schleswig y el puerto de Kiel mientras Austria recibiría la de
Holstein.
Sin embargo, las cláusulas por las que se integraban los dos ducados en
el Zollverein permitirían a Prusia sucesivas maniobras de marginación de Austria a
medida que la unión aduanera adquiriera articulación política.
La guerra de las Siete Semanas (1866)
La guerra contra Austria fue muy corta, sólo duraría siete semanas pero demostró
claramente el predominio militar de Prusia. Bismarck había logrado atraerse a los
italianos contra Austria para que le abrieran otro frente a su retaguardia.
Los austriacos vencieron a los italianos en Custozza y en la batalla naval de Lissa
pero fueron incapaces de hacer frente al ejército prusiano. Éste, bien adiestrado, dotado
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de una excelente estrategia, de una gran movilidad, rapidez que le proporcionaba el
ferrocarril, junto al uso del fusil Máuser, arrasó a las tropas austriacas.
El despliegue del ejército prusiano bajo la magistral dirección del mariscal Moltke
sobre la ruta Berlín-Praga es arriesgado pero agresivo. Moltke adapta las teorías de
Clausewitz sobre el cerco del enemigo a las nuevas técnicas, aprovechando la
superioridad que le proporciona la red de comunicaciones.
El general austríaco Benedek3 se limitó a concentrar suicidamente sus efectivos y a
mantener una línea estática que facilitó las maniobras envolventes del ejército prusiano.
El fusil de retrocarga prusiano, frente al fusil de carga delantera austríaco, señala otra
ventaja armamentística de las tropas de Moltke.
Batalla de Sadowa (1866) de Georg Bleibtreu.
Batalla importantísima en el proceso de unificación alemana.
En la batalla de Sadowa, librada el 3 de julio, se derrumba completamente el ejército
austriaco, que sufre el triple de bajas que sus enemigos y pone claramente de manifiesto
la superioridad militar prusiana.
Las potencias europeas estaban estupefactas, no tanto por el nuevo potencial
prusiano, que se veía venir, como por la ruina austríaca. La batalla supondría la
consolidación definitiva de la hegemonía prusiana dentro de los estados alemanes en
detrimento del Imperio austro-húngaro.
3 Asumió el mando del ejército austriaco por orden del emperador y fue derrotado estrepitosamente en la
batalla de Sadowa.
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Bismarck aprovechó la victoria para desacreditar a los austriacos frente a la
diplomacia internacional. Con ello lograría dividir a los partidos políticos alemanes que
se habían opuesto a la "guerra fraternal". Una vez firmada la paz de Praga, en agosto,
Prusia extendería su influencia sobre Schleswig, Holstein, Hannover, los ducados de
Nassau y Hesse-Kassel y sobre la ciudad libre de Fráncfort.
Al mismo tiempo decidió terminar con la Dieta federal que sostenía a la vieja
Confederación Germánica y, para ello, reunió a 21 Estados formando la nueva
Confederación alemana del Norte, que dejaba fuera a Austria, y a la que se adhieren
Sajonia y Hesse-Darmstadt.
Bismarck obtuvo el apoyo total de la burguesía alemana que veía en él a la única
persona capaz de llevar a cabo la unificación. Para la nueva Confederación, dictó las
directrices para la elaboración de una nueva Constitución4, que sancionaba al rey como
jefe hereditario y ante el que era responsable el gobierno. El Parlamento estaba
compuesto de dos cámaras: la alta o Bundesrat, que representaba a los diferentes estados
y en la que sólo 17 de los 43 miembros eran prusianos, y la baja o Reichstag, que
representaba al pueblo.
La supremacía prusiana en la Confederación fue incuestionable, el rey de Prusia era
su presidente y en su nombre podía declarar la guerra y dirigir el ejército confederal.
La guerra franco-prusiana (1870 - 1871)
Una nueva guerra estalló, esta vez con Francia, que tras la decadencia austríaca no
estaba dispuesta a permitir la existencia de otra gran potencia al oeste de sus fronteras.
Napoleón III, aunque carente de apoyos, consideraba que una victoria ante los prusianos
le devolvería el favor popular frente a la opinión pública gala.
El pretexto fue la candidatura de Leopoldo de Hohenzollern al trono de España. Ante
la protesta francesa, que no estaba dispuesta a que un alemán ocupara el trono español,
el monarca prusiano retiró la candidatura de Hohenzollern.
Desde que Carlos V ocupara el trono de ambos imperios, Francia siempre mantuvo
su obsesión por evitar que algo tan nefasto para sus intereses volviera a ocurrir.
Llevados por esa idea, los franceses cometen el error diplomático de insistir a los
prusianos a que se comprometan en lo sucesivo a no tolerar otro candidato alemán.
4 Lothar Bucher fue el encargado de elaborar la nueva Constitución en 1867, conocido como el proyecto
de Putbus.
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Formación del Imperio Alemán
Esta torpeza del ministro de Asuntos Exteriores francés, duque de Gramont, que
envió un telegrama al rey de Prusia cuando se encontraba en el balneario de Ems, es
aprovechada por Bismarck para entregarlo a la prensa; eso sí, previamente resumido y
sacado de contexto para mostrar a Napoleón III como un agresor frente a los intereses
prusianos. Esta versión, hábilmente deformada por el canciller, obliga a Napoleón III a
declarar la guerra el 19 de julio de 1870.
El estudio de los motivos que provocaron esta guerra ha dividido a los historiadores
entre los que propugnan que Bismarck provocó la situación con la manipulación del
telegrama de Ems y los que son de la idea de que Bismarck se vio arrastrado por los
acontecimientos.
Iniciada la guerra, la superioridad militar prusiana es total: mayor capacidad móvil,
más ferrocarriles, más hombres en el frente (440.000 prusianos frente a 300.000
franceses), más artillería, mayor número de reservas pero lo que se mostraría como el
elemento decisivo sería la superioridad de la estrategia prusiana frente a la francesa.
Los prusianos no dudaban en extender sus líneas a lo largo de centenares de
kilómetros, pudiendo trasladar rápidamente hombres de un lugar a otro, mientras que la
movilización francesa fue desastrosa. Los reservistas tardaron días en incorporarse y las
primeras unidades se encontraron paralizadas por falta de transportes y suministros. Al
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mismo tiempo tres ejércitos prusianos penetraban en Francia, cometiendo los franceses
el mismo error que los austriacos cuatro años atrás al aguardar a los prusianos con dos
ejércitos estáticos e inmóviles.
El encuentro de los Ejércitos I y II prusianos al mando del mariscal von Moltke, con
el ejército francés del Rín de Achille Bazaine, se saldó con victoria de los primeros en la
gran batalla de Gravelotte (18 de agosto), aunque a costa de inmensas bajas, superiores
a las de los propios franceses. Sin embargo, Bazaine se vio obligado a retirarse y
refugiarse en las estratégicas fortificaciones de Metz.
Mientras el I y II Ejércitos quedaban en Metz para complementar el cerco de la
ciudad, von Moltke se puso a la cabeza del III Ejército y del Ejército del Mosa, con los
que trató de dar caza al ejército francés del mariscal Mac-Mahon, quien llegaba para
liberar a Bazaine.
Los prusianos, a los que acompañaban Bismarck y el rey Guillermo I, disponían de
200.000 hombres y más de 700 cañones. Mac-Mahon también llegaba bien acompañado
por el emperador Napoleón III, 120.000 hombres y más de 500 cañones.
Tras un primer encuentro en Beaumont, saldado con otra victoria pírrica prusiana, el
grueso del ejército francés se encontró metido de lleno en un enorme movimiento
envolvente de su enemigo. Sin posibilidad de escapatoria, los dos ejércitos chocaron el
1 de septiembre en la pequeña localidad de Sedán.
Los franceses trataron de romper el cerco a base de una serie de ataques
desesperados pero la artillería y fusilería alemana los machacaron sin piedad. Mac
mahon fue herido y relevado. Al final de la jornada, con 17.000 muertos y 21.000
hombres capturados por el enemigo, Napoleón III se vio obligado a rendirse con 82.000
soldados aún bajo su mando. El emperador fue capturado y hecho prisionero de guerra,
lo que provocó su desprestigio definitivo en Francia y el derrumbe del Segundo
Imperio.
Con un ejército francés bloqueado en Metz y el otro cautivo, los alemanes tuvieron el
camino libre. El 19 de septiembre comenzó el cerco a Paris. El nuevo gobierno dispuso
negociar con Bismarck pero se suspendieron las conversaciones cuando los alemanes
exigieron la cesión de Alsacia y Lorena.
La resistencia francesa sólo consiguió demorar unas semanas el hundimiento francés
y la proclamación del Imperio Alemán. El 18 de enero de 1871 el rey Guillermo I de
Prusia fue proclamado emperador (káiser) de Alemania en Versalles.
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Proclamación de Guillermo I como emperador de Alemania en Versalles
(1871), de Antón von Werner
Otto von Bismarck, artífice de la unificación alemana, pasó a presidir la nueva
organización política como canciller alemán. Con él se inicia un período de gran
desarrollo de la nación alemana en todos los campos: económico, territorial, político y
militar.
París capituló finalmente el 28 de enero de 1871 y el Tratado de Frankfurt fue
firmado el 10 de mayo, poniendo fin a la guerra entre Francia y Prusia. En él se
acordaba que, por derecho de la guerra y porque la población de Alsacia y Lorena era
mayoritariamente alemana, ambas pasarían a dominio del nuevo Imperio Alemán,
exceptuando un pedazo francófono de la de Lorena.
Además, debido a los grandes daños causados a Prusia, Francia fue obligada a pagar
una indemnización de guerra de cinco billones de francos de oro y a financiar los costos
de ocupación de las provincias del norte de Francia por las tropas alemanas. A cambio
de tantas humillaciones, fueron liberados 100.000 prisioneros de guerra franceses.
Era el destino del derrotado y del vencedor, y se iniciaba un círculo vicioso de
rencores entre franceses y alemanes que desembocarían en las terribles guerras
mundiales del siglo XX.
CONCLUSIONES
La victoria militar prusiana en las tres guerras tuvo consecuencias evidentes para la
consecución de la unidad alemana: el rey de Prusia se convertía en emperador de
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Alemania y el ejército prusiano se transformaba en una formidable máquina militar,
tanto por su armamento como por la categoría de los estrategas de su Estado Mayor.
Una densa red de transportes y una industria estimulada por el crecimiento del mercado
exterior anunciaban la aparición de una nueva gran potencia mundial: Alemania.
El artífice de esta nueva gran nación fue Otto von Bismarck, el Canciller de Hierro,
que a partir de 1870 y durante las dos décadas posteriores, período denominado como la
“Europa de Bismarck”, jugaría un papel protagonista en el concierto continental.
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