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LA 'TRAGEDIA' DE LA REALIDAD COLOMBIANA
MARIA MERCEDES ACOSTA POSADA
XIMENA PINILLA CORREDOR
MARCIA RODRIGUEZ PEREA
UNIVERSIDAD DE LA SABANA
FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL Y PERIODISMO
SANTAFE DE BOGOTA, D.C.
2000
LA 'TRAGEDIA' DE LA REALIDAD COLOMBIANA
MARIA MERCEDES ACOSTA POSADA
XIMENA PINILLA CORREDOR
MARCIA RODRIGUEZ PEREA
Monografía para optar al título de Comunicador Social y Periodista.
Asesor
CARLOS JOSE REYES POSADA
Director Biblioteca Nacional
UNIVERSIDAD DE LA SABANA
FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL Y PERIODISMO
SANTAFE DE BOGOTA, D.C.
2000
CONTENIDO
Pág.
INTRODUCCIÓN
• El Edipo ‘colombiano’............................................................. .......5
• La tragedia griega y el periodismo......................................... .......6
• Una nueva versión: la película Edipo Alcalde........................ .......9
PROYECCION DEL MITO
A TRAVES DE LOS SIGLOS POSTERIORES...............................18
SEMEJANZAS ENTRE LA TRAGEDIA GRIEGA
Y LA ‘TRAGEDIA’ NACIONAL.......................................................22
UBICACIÓN DEL MITO DE EDIPO, RECREADO
EN EL EDIPO REY DE SOFOCLES, DENTRO DEL
CICLO TEBANO.............................................................................28
• Origen del mito de Edipo...................................................28
• El Edipo ‘periodista’...........................................................32
• La tragedia de Edipo continúa con su descendencia........34
• Características que hacen de Edipo Rey una
Tragedia griega:.................................................................35
- La ambigüedad.....................................................................35
- De la oscuridad a la luz........................................................38
2
- La inversión trágica..............................................................39
- El origen del género.............................................................39
• Datos biográficos de Sófocles...........................................41
• Argumento y análisis de Edipo Rey...................................43
• Argumento de Edipo en Colono.........................................55
• Argumento de Los siete contra Tebas...............................56
• Argumento de Antígona.....................................................56
ARGUMENTO Y ANALISIS DE LA
PELICULA EDIPO ALCALDE.
DIRIGIDA POR JORGE ALI TRIANA....................................................59
PARALELO ENTRE LA OBRA EDIPO REY
Y LA PELICULA EDIPO ALCALDE:..............................................74
1. Espacio........................................................................................74
2. Tiempo.........................................................................................78
3. Argumento...................................................................................84
4. Parricidio......................................................................................88
5. Personajes...................................................................................90
- Contexto histórico de los
personajes de la tragedia griega..................................................90
- Importancia de la máscara............................................................90
- Los actores....................................................................................91
- La acción en Sófocles...................................................................93
Paralelo entre los personajes de Edipo Rey y
Edipo Alcalde:..................................................................................94
• Yocasta.......................................................................................95
3
• Creonte.......................................................................................99
• Edipo.........................................................................................102
• Tiresias.....................................................................................110
• Coro..........................................................................................113
- Contexto histórico y desarrollo del Coro.................... ................113
- El Coro en Edipo Rey................................................. ................114
6. Concepto de culpa.....................................................................117
7. Transgresión del tabú del incesto..............................................125
- Tabú del incesto.................................................................. .......125
- Complejo de Edipo.............................................................. .......126
- Transgresión de un importante tabú...........................................132
8. La peste.....................................................................................135
9. Concepto de destino..................................................................139
10. Conflicto de poder....................................................................147
CONCLUSIONES..........................................................................157
BIBLIOGRAFIA..............................................................................169
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INTRODUCCION
En las obras clásicas griegas están todos los estímulos que la reflexión de un
ser vivo necesita, todos los símbolos de la compleja condición humana. No es
que los griegos hayan resucitado. Es que no murieron nunca. Como tampoco lo
ha hecho su singular e invaluable aporte para la posteridad. Se puede asumir la
historia sin dejar de hacerla. La película Edipo Alcalde, coproducción mexicana,
española y colombiana, basada en la tragedia griega Edipo Rey de Sófocles,
es muestra de ello.
Teniendo en cuenta lo anterior, la presente monografía de grado, con el fin de
optar por el título de comunicador social y periodista, tiene como tema central el
análisis y la evaluación del proceso de adaptación de éste clásico de la
literatura, en la producción cinematográfica contemporánea, Edipo Alcalde,
dirigida por Jorge Alí Triana. El argumento de esta película, elaborado entre
otros, por Gabriel García Márquez, ubica la tragedia griega Edipo Rey en la
Colombia de hoy, equiparando la violencia nacional con la peste de Tebas.
El propósito principal del presente estudio es demostrar y dar a conocer cómo
los lineamientos básicos y las características principales de la tragedia griega, y
en este caso concretamente las de Edipo Rey, son además de valiosos aportes
para la posteridad, relevantes para reflexionar, analizar y comprender la
‘trágica’ realidad colombiana, incluida dentro de ésta y como una víctima más
del conflicto nacional, el ejercicio de la actividad periodística.
Este paralelo entre tragedia griega y realidad nacional, a pesar de los siglos y
los espacios de diferencia, además de útil, es posible de realizar, tal como lo
demostró el equipo de producción de la película Edipo Alcalde porque los mitos
griegos recobran toda su vigencia en la actualidad. Esto es así, porque en esos
mitos, en esa búsqueda de explicación de aquello incomprensible, de los
diversos aspectos de la vida humana y epítetos de la divinidad, se encuentran
5
nuestras propias raíces. Así lo demuestra el hecho de que un sin número de
ellos reaparezca en el arte y en el pensamiento del siglo XX de manera
reiterativa. Después de leer el capítulo número uno de la presente
investigación, no quedará duda de que así es.
No sólo la mitología griega ha sido fundamental para la posteridad, toda la
literatura griega, en general, lo ha sido. Se considera el cimiento de la cultura
europea y como aquella que enseñó a pensar, a admirar la belleza, el orden, la
medida, la armonía, a expresar -con elocuencia y arte- las ideas y sentimientos.
No es la literatura griega el forastero de quien pueda prescindirse, sino el
antepasado ilustre a quien mucho se debe.
Las grandes obra clásicas, de probada fortaleza frente a la acción
desgastadora del tiempo, permiten una mirada singular y contemporánea, para
conseguir a través de su estructura sólida y canónica, comprender mejor los
enigmas del comportamiento humano, así como sus expectativas frente al
devenir, en tiempos oscuros. Quizá como lo moderno es liviano, efímero y
dudoso, resulta conveniente hallar un ancla en Esquilo, Sófocles o
Shakespeare, cuya lectura se halla muy lejos de haberse agotado.
El Edipo 'colombiano'
Por otra parte, existió en el trabajo que adelantó el equipo de producción de
Edipo Alcalde, el de narrar la historia de la gran ‘tragedia’ colombiana, algo que
lo facilitó. Se trata de varios aspectos en común entre la obra de Sófocles y la
realidad a la cual se adaptó. Semejanzas valiosas entre la tragedia griega y la
‘tragedia’ nacional.
Existen, por ejemplo, cientos de edipos en las cárceles colombianas,
representados en los presos condenados sin el debido proceso, existen,
igualmente, cientos de edipos representados en alcaldes y líderes, que trabajan
y abogan por los ideales de sus ciudades, municipios y pueblos, y que sin
embargo ven obstaculizada su importante labor, no por encrucijadas del
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inevitable destino, sino por la desmedida ambición e intolerancia de sus propios
compatriotas.
¿Cuántas veces, líderes o personajes destacados, no se habrán visto
reflejados en Edipo cuando después de ser elevados a la gloria por sus
continuos triunfos o valientes actuaciones, son al primer error, pisoteados y
desterrados al olvido, así sea su equívoco cometido de manera involuntaria?.
¿Cuántos Creontes, como el presentado en la tragedia Antígona, con la
arrogancia propia de alguien a quien sus ideas no se le pueden cuestionar, no
hacen parte de la realidad?.
De manera acertada, los productores de Edipo Alcalde encontraron al Creonte
de Sófocles, increíblemente similar al líder de las Autodefensas Unidas de
Colombia, Carlos Castaño, quien al igual que este personaje de la tragedia
griega, se destaca por su carácter intolerante y ‘omnipotente’, y por su interés
de erigirse como fuerza sustituta del estado.
La Tragedia griega y el periodismo
En el ejercicio de la profesión periodística, actividad que hace parte de la difícil
realidad nacional y que incluso, ha aportado un buen número de sus víctimas,
también es posible identificar una serie de semejanzas que comparte con la
tragedia griega. Y además de ser posible, resultan ideales para reflexionar
sobre un mejor desempeño ético de los periodistas. En este estudio se
demostrará que siempre resultará fundamental e indispensable remitirse al
pasado para entender el presente.
El periodista virtuoso mantiene a la sociedad en conocimiento de los sucesos y
de la realidad. Su importancia es tan grande que hay quienes han afirmado que
prefieren un país sin gobierno, pero no un país sin prensa. De manera similar,
la tragedia griega se caracteriza por ese paso de la oscuridad a la luz que
aporta el periodismo. Al inicio de Edipo Rey el héroe está en tinieblas, no es
consciente de su real identidad y por lo tanto, sus gobernados también lo están.
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Al final, cuando se descubre la verdad, y se revela que Edipo no era corintio,
sino tebano; no era el acusador, sino el acusado; no era el hombre que sin la
ayuda de los dioses y sólo mediante su razón logra descifrar enigmas, sino un
ciego de entendimiento y un ignorante; no era salvador de la ciudad sino el
culpable de su pérdida; no era un ejemplar esposo y padre, sino el origen de
una estirpe mancillada por el estigma del incesto, se halla la luz y la
tranquilidad retorna a Tebas.
Asimismo, un país sin periodismo, una población sin una información
verdadera, objetiva y precisa está a oscuras y la luz vendrá de la mano con la
información y con el conocimiento de la verdad.
El periodismo satisface necesidades vitales del hombre como son estar
informado y recibir orientación para la toma de decisiones. Edipo, el de la
tragedia, cumplía de cierta manera y antes de descubrirse como el causante de
la peste, un papel similar. Por ser el rey de Tebas y por tanto la autoridad
máxima y por ser la persona más cercana a los dioses y su mando delegado
por ellos, la población acudía a él en busca de consejo y de solución a sus
problemas. El rey era, en ese entonces, un orientador, un guía, lo que hoy en
día, además de informador, debe ser un buen periodista. Si Edipo orientaba
mal, sus gobernados, confiados en sus palabras, actuarían de manera
equívoca. Su función, al igual que la de un periodista, exigía una alta dosis de
responsabilidad.
Al buen comunicador social, como al rey de Tebas de Edipo Rey, le
corresponde vigilar y velar por el bien público. Edipo como gobernante justo y
prudente debía informar a la población aquello que no estaba bien, por ejemplo
la peste. Este mal se había desatado y su misión consistía, además de
corroborar su existencia, en velar por su pronta solución. El periodista, de
manera similar, debe dar a conocer a la opinión pública todo lo que ésta deba
conocer y vigilar el acertado manejo de los bienes y de las finanzas públicas.
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Edipo cuando tuvo conciencia de los dos crímenes cometidos por él de manera
involuntaria, y a pesar de su amor por el poder y por el cargo que ocupaba,
aceptó su culpa y aplicó todo el peso de la ley sobre sí mismo. Creonte, en un
acto de gran compasión, le ofreció quedarse, pero Edipo era tan consciente de
la gravedad de sus faltas y del mal ejemplo que sería para los ciudadanos que
prefirió recibir los castigos más severos. De acuerdo con el contexto
contemporáneo, pero siguiendo este postulado, un periodista debe actuar de
igual manera sin importar si es su propio jefe o algún miembro del grupo
económico para el cual trabaja, la persona a quien tiene que acusar por estar
perjudicando con sus actos o informaciones, a la sociedad. Su deber para con
el público y para con su propia su consciencia está por encima de todo.
Mitos como el de Edipo, recrean problemas actuales en tiempos de Sófocles.
Es el hombre en general, a quien se refiere este autor a través de sus héroes.
El clásico de la literatura, Edipo Rey, escrito probablemente en el año 429, año
también de la muerte de Pericles, es considerado símbolo del temor ciudadano
frente a la aparición de un nuevo tirano, temor válido para todos los tiempos.
Es así, como en la Colombia contemporánea, se ve reflejado uno de los
principales problemas que Sófocles plantea en su obra: el conflicto de
responsabilidad existente entre un jefe de estado y la comunidad que éste
preside. La obra demuestra, no con teorías sino con hechos, cómo la vida
privada (incluyendo allí sus faltas) de un gobernante, trasciende, y si no ha
seguido un comportamiento ético, puede llegar a perjudicar a sus gobernados.
Y esto, sin lugar a dudas, fue lo que sucedió con el ex presidente Ernesto
Samper y la presunta financiación ilícita de su campaña.
La conducta de Samper, a todas luces, y pese a su absolución, no fue ética e
implicó con ella a toda una serie de personalidades. Además, debilitó
importantes instituciones, incluidas la Presidencia y congreso de la República.
Estas dos instancias, con su actuar poco transparente, dejaron muy en entre
dicha su ‘respetable’ imagen y la del país en general.
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El siguiente estudio se encargará de demostrar por qué es el hombre de ayer y
el de hoy el encarnado en Edipo, por qué es un mito que supera a su tiempo y
es apropiado para todas las centurias. Será también, una explicación al por qué
se vuelve reiteradamente a la mitología griega, con la seguridad de encontrar
allí, un conocimiento profundo, un análisis seguro y una madurez sabia y no
declinante. El mito griego: algo que los seres humanos necesitan y que llevan
dos mil quinientos años utilizando.
Los héroes de Sófocles, a semejanza de los seres humanos, se transforman y
reaccionan según las circunstancias de su existencia. Se debaten contra
fuerzas no dependientes de la voluntad humana –locura, envejecimiento,
enfermedad– o sucumben ante las convenciones o instituciones creadas por el
hombre. Son fuertes y débiles a la vez, como el hombre contemporáneo. Por
todo lo anterior, Edipo Rey es un texto imperecedero.
Es tal la importancia del mito, de su significación, producto, entre otros, de la
ambigüedad que lo caracteriza, que se sabe con certeza que en este instante
se están produciendo versiones teatrales, de opera, coreográficas y obras
narrativas del Edipo Rey de Sófocles.
Una nueva versión: la película Edipo Alcalde
El campo cinematográfico, también ha sido testigo de las innumerables
versiones del Edipo Rey de Sófocles. El cine, ese espectacular canal de
comunicación, ha resultado un medio eficaz y muy utilizado para narrar esta
inmortal historia. El séptimo arte siempre será vigente para contar un relato de
la perfección del elaborado por Sófocles, porque desde sus inicios, en los
tiempos prehistóricos, cuando se acrecentó la profunda necesidad de participar
en las experiencias ajenas y la gente empezó a reunirse en torno del narrador,
el cine ha sido un efectivo y exitoso medio de comunicación.
Los primeros hombres solamente conocían sus propias vidas y las de los pocos
de su clan, que eran prácticamente iguales. Gradualmente esa visión se fue
ampliando: pueblos que tenían distintas experiencias empezaron a encontrase.
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Deseosos de información sobre los otros, comenzaron a contar relatos.
Escuchando las narraciones de los extraños, el individuo, limitado en lo
temporal y en lo espacial, pudo enriquecer su propia existencia, su propia
experiencia. El deseo de vivir otra vida, o de superar los límites de la propia,
creció en el.
Casi desde sus inicios, se diversificó esta necesidad de ampliar el radio de una
visión personal a un dominio aún mayor de existencia debido a que se
comprobó que la palabra hablada no era el único modo de intercambio de
información. A medida que se fueron desarrollando nuevos modos de
expresión, sus distintas características se fueron haciendo más evidentes.
A lo largo de los siglos, los creadores fueron perfeccionando, explorando y
expandiendo los requerimientos de cada forma de arte. Grandes pensadores
desde Aristóteles hasta George Bernad Shaw, examinaron las potencialidades
y limitaciones dramáticas. Por un lado, se reconocía que ciertos relatos se
adaptaban a un medio específico y por el otro, que la narración debía
efectuarse de formas distintas en los distintos medios.
Comparado con el lento desarrollo de la obra teatral, el cine ha dado pasos
gigantes desde su invención. Se han explorado las posibilidades de expresión
inherentes al decorado, al accesorio y al objeto. Se descubrió el valor del
primer plano y del carro o ‘travelling’ y se inventó la película sonora.
El ejercicio central del cine es contar bien una historia y entre todos los
ingredientes necesarios para triunfar en una película como son la fotografía,
actores, banda sonora, efectos especiales, vestuario, luces, escenografía; el
guión, sin lugar a dudas, debe ser la estrella.
En sus inicios, y en general durante todo su desarrollo, (el cual todavía
continua su curso) la industria cinematográfica no desarrolló sus propias
narraciones sino que adquirió de segunda mano su literatura. En lugar de
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valerse de material directamente concebido para la pantalla, este medio adaptó
y aún lo sigue haciendo, libros y obras. Las críticas no se hicieron esperar.
Para un buen número de expertos, adaptar libros al cine, es un hecho que
además de incongruente resulta desconcertante, puesto que tales
transferencias de contenido de una forma a otra son únicas en la historia de la
humanidad. Para estas personas, jamás un compositor compró y adaptó una
estatua como material básico para una sinfonía, ni un poeta halló ventajoso
desarrollar una épica de la pintura, entonces no se explican cómo la poderosa
industria cinematográfica ha comprado copias a sus mucho menos opulentos
hermanos.
Pese a lo anterior, y teniendo como argumentos a favor la estimulante e
inmensa variedad que el film entrega a la imaginación y el ser una singular
interpretación de la realidad, las películas inspiradas o basadas en textos
clásicos, seguirán y quizá aumentarán, no sólo en el maravilloso mundo del
cine, sino en todas las artes. En cualquier escenario, los clásicos hablan de
cada uno en la medida en que hablan de los otros. Resulta una tarea bastante
enriquecedora el descubrirse en la mirada del otro, en salirse de su propio
ensimismamiento donde se complacía con ver las sombras al fondo de la
caverna, sin ver una luz a las espaldas.
La adaptación cinematográfica de un texto, como el de Edipo Rey, puede ser
esa luz, si durante el tiempo de proyección logra demostrar la vigencia y valor
contemporáneo de un relato clásico. Y lo puede conseguir, con toda seguridad,
porque el cine es el arte que no puede prescindir de los fenómenos sociales.
Esta es la razón por la cual en la mayoría de los casos un relato resulta
interesante: por la relación existente entre su contenido y la vida del
espectador. Si en la pantalla este último reconoce su propia lucha, anhelos y
conflictos, así sea su argumento una adaptación de un texto de siglos atrás,
seguirá con interés el relato.
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En torno a Edipo Rey el número de adaptaciones producidas para ser
presentadas en cine es considerable. Se destaca, aparte de la versión del
italiano Pier Paolo Passolini y de la historia de Jesús García Ra, que se
presentó con gran éxito en la cartelera mexicana hace unos años, –cuyo
argumento gira en torno a un Edipo que mancilla la tierra que lo vio nacer,
atropellando a sus gobernados física como moralmente– Edipo Alcalde, una
producción que tuvo origen en 1995, en un taller de libretos que dictaba Gabriel
García Márquez, en la escuela de cine de San Antonio de los Baños en Cuba.
Todo empezó cuando el Premio Nobel le propuso a sus alumnos intentar hacer
una adaptación latinoamericana de la obra Edipo Rey de Sófocles, con un
único hecho en concreto: Edipo no sería un rey, sino un alcalde.
Fue en Cuba, en ese entonces, cuando Stella Malagón, alumna del taller,
recordó instantes claves de la historia de Colombia, su país. Pasaron ante ella
los grandes acontecimientos de su generación, la fugaz esperanza de un
proceso de paz abortado por la brutalidad del holocausto del Palacio de
Justicia; las desapariciones, secuestros, oscuros negocios de todos los
estamentos con el narcotráfico, tomas guerrilleras y la consolidación de
ejércitos privados. De pronto, en un instante fugaz y único apareció claro, ante
ella, que Edipo, el alcalde, era un negociador de paz. Edipo era, sin duda, un
colombiano. Todo encajaba.
Sin embargo, la propuesta exigía, la difícil tarea de adaptar una serie de
instancias sociales, políticas y jurídicas propias de una época, del siglo V a.C.,
a una realidad particular colombiana. Y Stella era consciente de ello. Para ella,
manejar categorías arquetípicas tales como amor y muerte, incesto y parricidio,
pulsaciones originales de la especie, era un compromiso enorme. Pero abordar
el conflicto trágico de la Colombia contemporánea a partir del entorno social y
político, conducía, necesariamente, a los orígenes mito-poéticos de la entraña
de la identidad universal.
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Es decir, para presentar una particular realidad nacional, se valdrían de un
texto clásico de tal magnitud, corriendo el riesgo de desdibujar o empobrecer la
magistral obra de Sófocles.
Sin embargo, a la hora de tomar la decisión de adaptar una obra literaria es
mejor pensarlo dos veces y si se puede tres. Los productores pagan por una
novela completa, pero los guionistas y los directores, después de mucho
remover, apenas logran rescatar de ella la anécdota, algunos diálogos y
pedazos de personajes. Cuando la película es vista por quienes leyeron la
novela, la sensación más usual es la de haber asistido a un espectáculo
‘descafeinado’, carente de la insidia, el humus y la provocación propios del
ecosistema literario. Y en este caso, Edipo Alcalde no fue la excepción.
Para el destacado director de cine Lisandro Duque, una obra literaria es como
un partido de fútbol completo visto en el estadio y la versión fílmica de esa obra
literaria es como ver por televisión, en un resumen noticioso, los dos o tres
goles del mismo partido.1
Por este motivo, el tema principal de esta monografía es la evaluación del
proceso de adaptación. Analizar cómo por el interés de demostrar la estrecha
relación existente entre la desgarradora realidad colombiana y la tragedia
griega, se desvirtúo la meritoria obra de Sófocles y se cayó en errores y en
equivalentes forzados, quizá porque los propuestos por el equipo de
producción no fueron los más acertados o porque la adaptación resultó
bastante inferior a la obra de Sófocles, producto entre otras cosas, de lo poco
que se le aportó al relato original, hecho casi obligatorio, si se considera que la
idea de la película era la de presentar una historia griega del siglo V a. C en el
contexto contemporáneo colombiano.
Quizá algunos directores, aprovechando el desconocimiento del público de
obras de poco nombre, se han beneficiado de su contenido y las han
1 DUQUE NARANJO, Lisandro. Como agua y aceite. En: Lecturas Dominicales, periódico El Tiempo. 2 de abril de 2000; p. 9.
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acomodado a su manera, importándoles poco o nada si el texto se empobrece.
Pero en este caso, por tratarse de una obra clásica de gran relevancia, era
imperdonable que esto sucediera. De ahí la importancia de analizar con
detenimiento cada uno de los equivalentes propuestos por el equipo de
producción de la película
Con el objetivo de no repetir los errores, que en el caso de Edipo Alcalde se
presentaron, la presente investigación aporta nuevas variables e importantes
conceptos para posteriores trabajos de esta índole, buscando, entre otras
cosas, contribuir con un mejor desarrollo del cine colombiano.
No obstante, Edipo Alcalde es una meritoria muestra de la alta calidad de
producción, propia de las películas contemporáneas colombianas, digna de ser
estudiada. Este hecho, llevó a la formulación de una serie de interrogantes que
en este trabajo se intentan responder. Algunos de estos son: ¿Cómo
representa el equipo de producción el argumento de Edipo Rey de Sófocles en
el ámbito contemporáneo colombiano?. ¿Es convincente el manejo dado?.
¿Es el concepto de destino de Sófocles, aquel que rebasa completamente la
voluntad humana, el mismo que la película presenta, o se trata por el contrario,
de un conflicto social susceptible de ser modificado?. ¿Es convincente en la
película el hecho de que la misma persona que está realizando la investigación
del crimen político, es sin saberlo, su autor?. ¿Se justifica para contar una
historia en cine, adaptar un clásico griego a la realidad contemporánea y fue
ésta la época ideal para representar la historia de Edipo?
Para cumplir con los objetivos propuestos y responder estas y otras preguntas,
se adoptó la siguiente metodología de trabajo, la cual de común acuerdo con el
asesor y para mayor comodidad al momento de estudiarla, iría de lo general a
lo particular. De esta manera, el orden seguido fue el siguiente: en primera
instancia un estudio sobre el origen y vigencia en los siglos posteriores de los
mitos griegos, uno de los cuales es el de Edipo. De ahí se dedujo que buena
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parte de las tragedias griegas están alimentadas por esos mitos, Edipo Rey por
ejemplo, tiene como epicentro el mito de Edipo.
Una vez estudiado este hecho, lo ideal para aproximarse al tema central, era la
elaboración, en el capítulo siguiente, de un paralelo entre la tragedia griega y la
‘tragedia’ nacional, incluido en este título, apartes destinados a comparar este
género literario, y lo sucedido en el Edipo Rey, con el ejercicio de la actividad
periodística.
De manera posterior, se encuentra la ubicación del mito de Edipo, el cual hace
parte del ciclo tebano, dentro de la tragedia griega. Este capítulo contiene, en
primera instancia, el origen del mito de Edipo, puesto que la historia relatada en
Edipo Rey no es el inicio, ni el final de este mito y existe, por el contrario, una
serie de obras que se refieren a éste, tales como: Edipo en Colono, Los Siete
contra Tebas y Antígona. Este capítulo incluye el argumento de estas tragedias
y el subtítulo: la ‘tragedia’ de Edipo continúa con su descendencia, para
explicar mejor este aspecto.
Una vez ubicado Edipo en su contexto, se consideró conveniente e importante,
equiparar algunos de las funciones del rey de Tebas con los deberes de un
periodista. Esta información, bajo el título ‘el Edipo periodista’, resulta
indispensable a la hora de profundizar sobre el ejercicio de la actividad
periodística puesto que algunas de las características más relevantes de la
personalidad de Edipo y la profundidad con la cual Sófocles las trató, tales
como: su preocupación por el bienestar público antes que por el bien particular,
su interés por la justicia, el amor por Tebas, la que consideraba su ciudad natal,
la lealtad para con sus gobernados y su labor fiscalizadora del bien público, son
bastante apropiadas para analizar el buen desempeño de un periodista
contemporáneo.
Resulta relevante comprender, que la persona que hoy en día intente llegar a
ser un buen periodista, puede encontrar, en algunos aspectos, una
aproximación a cómo debe ser realmente su labor, en el personaje principal de
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la magistral obra de Sófocles, a pesar de pertenecer esta tragedia a la Grecia
del siglo V a.C., época en que fue escrita.
A continuación de esta comparación, se encuentra un análisis de las
características que hacen de Edipo Rey una tragedia griega, tales como la
ambigüedad, el paso de la oscuridad a la luz y la inversión trágica. El punto
siguiente es una breve reseña biográfica de Sófocles. Esto con el fin de aportar
algunos datos relevantes del autor que contribuyen a la comprensión de su
obra, antes de pasar al subtítulo: ‘argumento y análisis de Edipo Rey’.
Una vez conocidos y analizados todo los aspectos referentes a la tragedia
griega y de manera específica al Edipo Rey y a su estrecha relación con la
realidad nacional, incluida dentro de esta el ejercicio del periodismo, sigue un
capítulo destinado al argumento y análisis de la película Edipo Alcalde, con el
fin de aproximar al lector a la parte cinematográfica, antes de llegar al paralelo
entre Edipo Rey y la película Edipo Alcalde. Paralelo que se llevó a cabo entre
los aspectos más relevantes de la obra de Sófocles y el manejo dado a los
mismos en la película, tales como: espacio, tiempo, argumento, parricidio,
personajes principales, concepto de culpa, transgresión del tabú del incesto, la
peste, concepto de destino y conflicto de poder.
Marx, compartía con los intelectuales del siglo XIX y con el idealismo filosófico
de su generación alemana, la convicción de que las realizaciones de la antigua
Grecia no habían sido superadas. Por esto, y por la importancia de ‘lo mítico’
en este siglo, se considero fundamental incluir en los temas a tratar en las
conclusiones del proceso de adaptación, la respuesta a las siguientes
inquietudes: ¿En qué aspectos contribuye el análisis de un trabajo de
adaptación para un mejor desarrollo de posteriores trabajos de cinematografía
que estén basados en un clásico de la literatura? y ¿qué nuevas variables
aporta para la comprensión y explicación de la difícil situación colombiana
(incluida dentro de ésta el ejercicio del periodismo), remontarse a la literatura
griega, como lo hicieron los productores de la película Edipo Alcalde?.
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Por otra parte, de la misma manera como el discurso filosófico formal, desde
Kant hasta Scheler y Heidegger, implica o articula una teoría del efecto trágico
y, casi instintivamente, recurre a pasajes de la tragedia griega para dar
decisivas ilustraciones, toda ciencia, de ahora en adelante, si querrá ser
considerada como tal, tendrá la necesidad de ampliar sus horizontes, y sobre
todo, de no contentarse jamás con los caminos abiertos, y en todo caso, le será
indispensable ir a la búsqueda de nuevas rutas que puedan ampliar no sólo las
perspectivas, sino proporcionar una más profunda comprensión. La presente
investigación intentará demostrar que esa búsqueda de nuevas rutas, que esa
búsqueda de la verdad trae como consecuencia inevitable, un planteamiento
distinto de los problemas y, uno de estos incluye, especialmente, un constante
y compulsivo retorno a las inmortales y perfectas tragedia y mitología griega.
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LA ‘TRAGEDIA’ DE LA REALIDAD COLOMBIANA
PROYECCION DEL MITO A TRAVES DE LOS SIGLOS POSTERIORES
El antropólogo francés Claude Levy – Strauss (n. 1908) ha expuesto la
acertada teoría de que los mitos no mueren con el tiempo, sino que se
transforman. Al pasar de una sociedad a otra, estos, por lo general, ven
afectada su ‘forma’, contenido, códigos empleados o su mensaje, pero sin dejar
de existir nunca como tal. Se respeta así, según este autor, una suerte de
principio de conservación de la materia mítica, en el cual, de todo mito podría
salir siempre otro mito2.
El arte secular o deliberado, resultado de la evolución de la mentalidad
individual hacia tipos de representación más analíticos y racionales, puede
sobrevivir y engendrar réplicas y variaciones del tema a través de las edades,
solamente si conserva y hace palpables sus lazos con aquellos esquemas
arcaicos, fundamentales, instintivos, los llamados arquetipos, (como Edipo)
partiendo de los cuales se constituyó la conciencia humana y que continúan
vivos en el folklore y en los ritos.
Edipo, Prometeo, Orestes y Antígona no han sido relegados al baúl de los
recuerdos. Y no ha sido así porque esos personajes míticos, además de ser
explicación de las fases arcaicas de la elaboración de la psique, actúan como
un espejo retrovisor en el que están reflejadas de manera reconocible, las
experiencias más íntimas de la conciencia.
Sigmund Freud, psiquiatra austríaco (n. 1856 – m. 1939) confirmó la vigencia
de los mitos, cuando hizo alusión en su obra ‘la interpretación de los sueños’ al
2 Sobre la transformación de los mitos, véase el ensayo ¿Cómo mueren los mitos?, escrito por Claude Levy-Strauss. “Se sabe, en efecto, que los mitos se transforman. No obstante, ocurre a veces que en el curso de este proceso la integridad de la fórmula primitiva se altera. Entonces esa fórmula degenera o progresa, como se quiera, más acá o más allá de la etapa en que los caracteres del mito siguen siendo reconocibles (....)”.
19
llamado complejo de Edipo. Para él, el éxito constante y universal de la
tragedia de Edipo Rey, prueba la existencia universal, en la psique infantil, de
una constelación de tendencias semejantes a las que llevan al héroe a su
perdición.
Para Freud, si Edipo Rey conmueve hoy en día tanto, como perturbaba a los
ciudadanos de Atenas, no es, como se creía en ese entonces, porque
encarnaba una tragedia fatalista, donde se opone la omnipotencia divina a la
voluntad de los hombres, sino porque el destino de Edipo es, en cierta forma, el
de todos los seres humanos, porque todos los hombres llevan en su interior la
misma maldición que el oráculo pronunció contra él. Al matar a su padre, al
casarse con su madre, realiza el deseo de la infancia, que cada uno se
esfuerza por olvidar.
Según este revolucionario autor, si la tragedia utiliza como material los
ensueños que cada ser humano ha soñado, su sentido se hace visible en el
espanto y la culpabilidad que lo invade cuando, a través de la inexorable
progresión del drama, aquellos antiguos deseos de muerte del padre y de unión
con la madre, ascienden hasta la conciencia de cada uno, la cual fingía no
haberlos experimentado nunca.
Los héroes de Sófocles han perdurado ha través de los siglos porque a
semejanza de los seres humanos, de ayer y de hoy, se transforman y
reaccionan según las circunstancias de su existencia. Se debaten contra
fuerzas no dependientes de la voluntad humana –locura, envejecimiento,
enfermedad– o sucumben ante las convenciones o instituciones creadas por el
hombre. Son fuertes y débiles a la vez, como el hombre contemporáneo.
Equiparando el argumento de Edipo Rey con la realidad nacional, se
comprueba sin lugar a dudas, que se trata de un texto imperecedero y vigente
en la actualidad. Esto es así porque la peste que afectaba en ese momento a
Tebas era resultado del malestar de los dioses con la persona que los
gobernaba, puesto que había cometido, años atrás, dos graves transgresiones.
20
De manera similar, y para la población colombiana, la violencia que día a día
acrecienta (la ‘peste’ nacional) es resultado de los errores de algunos
gobernantes y de los líderes de los grupos subversivos, quienes con su
intolerancia y la torpe idea de algunos de lograr sus objetivos al costo que sea,
(no importa si esto incluye la vida de inocentes) han contribuido a encender uno
de los más fuertes enfrentamientos armados.
Es tal la importancia del mito, de su significación, producto, entre otros, de la
ambigüedad que lo caracteriza, que se sabe con certeza que en este instante
se están produciendo versiones teatrales, de opera, coreográficas, obras
narrativas y cinematográficas del Edipo Rey de Sófocles.
Hölderlin, el mayor de los románticos alemanes, elaboró una de las más
interesantes versiones de esta obra, titulada Edipus der Tyrann, texto que
según el filólogo y estudioso de la literatura clásica, Wolfang Schadewalt,
revela una fuerza de penetración en el original antiguo y una autoridad de
comprensión con extrema profundidad, con las que ninguna otra crítica o
traducción en cualquier lengua pueda rivalizar3.
Es en esos mitos primarios, de acuerdo con la opinión del profesor de literatura
George Steiner, considerado uno de los más importantes críticos e
historiadores de la cultura contemporánea, donde la conciencia encuentra su
siempre renovado retorno a las oscuras comodidades y terrores de sus
orígenes. Se trata de un retorno compulsivo y perdurable por obra del
formalismo, de la coherencia narrativa, de la gracia lírica y plástica con que el
espíritu griego revistió lo pavoroso y lo demoníaco.
Alguna vez ha podido creerse que la perenne influencia, la constante simpatía
occidental por el teatro griego podía tomarse como un bárbaro y brutal
despegue de la realidad. Hoy se sabe que no es así. El psicoanálisis ha dicho,
terminantemente, que forman parte de esa realidad las ambivalencias, los
comportamientos ambiguos, los sótanos mentales de cada ser humano.
3 Sobre este tema véase STEINER, George. Antígonas. Editorial Gedisa, España, 1994., p. 33.
21
SEMEJANZAS ENTRE LA TRAGEDIA GRIEGA Y LA ‘TRAGEDIA’
NACIONAL
La historia relata que cuando el Atica queda estructurada en tres importantes
partidos políticos y la aristocracia está fuertemente relacionada con la religión
tradicional, sobre todo con el culto a los héroes, y el pueblo conserva y fomenta
los cultos a Dionisio, dios eminentemente popular, los grandes estadistas del
siglo VI como son: Solón, Pisístrato y Clístenes, intentan una fusión pacífica de
ambos. De esos intentos va a nacer, de acuerdo con varios autores, la
tragedia.
La polis griega, durante las reformas políticas de Clístenes, establecía un
equilibrio entre las dos fuerzas antagónicas: mito y razón, cuya armonía no
siempre era fácil de conseguir. El nuevo ciudadano ateniense había quedado
vinculado al Estado, pero no por ello su relación con el genos quedaba
anulada, a pesar de que los ritos del clan vivían al margen de las instituciones
oficiales. Escindido el individuo entre su fidelidad al Estado y su fidelidad al
clan, se abonó el terreno para un sentimiento, al que más tarde se llamaría
‘vivencia de lo trágico’.
Por lo anterior, se puede afirmar sin lugar a dudas, que la tragedia griega halla
su condición de posibilidad en la tensión fundamental entre el mito y la razón,
los cuales a veces se contradicen, a veces se enfrentan y a veces se
complementan.
De manera similar, en la realidad colombiana, también ha existido desde hace
varias décadas una fuerte tensión en relación con la concepción y la utilización
del poder político, hecho que, entre otras cosas, tuvo como una de sus
consecuencias el desenlace del actual conflicto armado. Por una parte, están
los partidos políticos tradicionales constituidos por 'eminentes' personajes, que
han manejado el poder a su libre albedrío, y en muchos casos, buscando un
beneficio particular, más no colectivo. Hoy los resultados son evidentes y no
22
son propiamente los mejores, así se asegure que una de las mayores
fortalezas de este país es tener la democracia más sólida y antigua de América
latina. (¿Existe aquí, de manera real, la democracia?).
De otro lado, están los grupos al margen de la ley que han concebido el poder
como una herramienta para imponer sus ideas e, incluso, sus utopías, muchas
de las cuales son excluyentes e injustas. La guerra que hoy está acabando con
Colombia tiene, en parte, su desarrollo, cuando diversos sectores o
asociaciones intentaron imponer sus valores excluyentes con el único fin de
influir en la conducta de las personas y determinar el tan sonado ‘cambio social’
propugnado por ellos. Este hecho se agravó, y tiene a la nación al borde de un
abismo, cuando se incluyó dentro del proceso, diversas formas de coerción
física o métodos violentos, con el único propósito de alcanzar sus objetivos.
Estos insurgentes hablan de solucionar la desigualdad social, del problema del
desempleo y de la escasez de cupos para estudio, como si ellos y sus
controvertidos sistemas, fueran la respuesta. Desconocen, sin lugar a dudas,
que ellos no son la solución sino parte del problema.
Por su parte, la tragedia griega está definida por la ciudad democrática griega y
por la nueva concepción de destino del hombre, pues, entre otras cosas, nace
y decae con la democracia. La lógica de la tragedia consiste para algunos
autores como Jean Pierre Vernant y Pierre Videal Nacquet, en ese pasar de un
sentido a otro, tomando, desde luego, conciencia de su oposición, pero sin
renunciar nunca a ninguno de ellos. Lógica ambigua podría decirse: los
personajes trágicos no son unitarios, se proyectan de manera dual y, no pocas
veces, contradictoria. Esa lógica, es consciente de su debate y no llega jamás a
una conciliación, ni superación de los contrarios, ni solución que desaparezca
los conflictos.
Así como este género literario tiene parte de su origen, en una esencial
ambigüedad, el actual conflicto armado protagonizado por los grupos
guerrilleros y de autodefensa –conflicto que ocupa un porcentaje importante de
23
la tragedia nacional–, también ha tenido ese distintivo. De manera ambigua y
contradictoria también se comportan algunos de los personajes ‘trágicos’ de la
realidad colombiana, más conocidos como los actores del actual proceso de
paz. Por un lado, los grupos guerrilleros dicen estar dispuestos a dialogar, y sin
embargo, continúan con la despiadada lucha armada, con las mal llamadas
‘pescas milagrosas’, con asesinatos, extorsiones y con la destrucción de
cientos de pueblos y municipios.
Este conjunto de infortunios y desdichas que ocupan parte importante de la
historia colombiana, se puede relacionar, de manera acertada, con la tragedia
griega, género que se nutre esencialmente del mito. Estos últimos, llevan
consigo las transgresiones de las que se alimentan las tragedias: el incesto, el
parricidio etc, pero no involucran consigo instancia alguna que juzgue tales
actos, como sí la crea la ciudad.
Asimismo, el actual proceso de paz que adelanta el gobierno nacional con las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), motivo de cotidiana
preocupación, ya tiene para muchos, además de connotaciones mitológicas,
también trágicas. Este conflicto se alimenta, de manera similar, de diversas
transgresiones, fundamentalmente contra los derechos humanos, contra la
libertad, la libertad de opinión y la tolerancia. El ‘mito’ en que se ha convertido
la paz nacional incluye además innumerables violaciones y atropellos:
secuestros, masacres, asesinatos, etc, e instancias judiciales poco efectivas.
Según Louis Gernet, la verdadera materia de la tragedia es el ideario social
propio de la ciudad, especialmente el pensamiento jurídico en pleno trabajo de
elaboración. La presencia de un vocabulario técnico legal entre los trágicos,
subraya las afinidades entre los temas predilectos de la tragedia y ciertos casos
que afectaban la competencia de los tribunales, esos mismos tribunales cuya
institución era lo bastante reciente como para que se sintiera plenamente, aún
con la novedad de los valores que exigieron su fundación y que regulaban su
funcionamiento.
24
Los poetas trágicos utilizan este vocabulario legal jugando deliberadamente con sus incertidumbres, con sus fluctuaciones: imprecisión de los términos, cambios de sentido, incoherencias y oposiciones que revelan las discordancias en el seno del pensamiento jurídico mismo, que traducen igualmente sus conflictos con una tradición religiosa2.
Sin embargo, la tragedia, es algo totalmente distinto a un debate jurídico. Su
objeto es el hombre que vive por sí mismo ese debate, obligado a hacer una
elección decisiva, a orientar su acción en un universo de valores ambiguos.
Este es, en el ámbito de lo trágico, la primera posibilidad de conflicto.
En el ámbito nacional, la primera posibilidad de conflicto se presenta cuando
una posible y hasta beneficiosa revolución social, que en sus inicios plantearon
algunos grupos de insurrectos -hoy subversivos-, se frustró cuando agitaron las
pasiones primarias, la ambición, la intolerancia y el egoísmo como únicas
banderas, dejando completamente de lado al intelecto, la razón y a las
inquietudes sociales, ocasionando entre otras cosas, que aquello establecido,
admirado y respetado, como eran entonces los derechos humanos o las
instituciones políticas, fueran totalmente pisoteadas.
Resultado de lo anterior son los: 6.000 muertos, 1.700 secuestrados, 450.000
desplazados, 1.750 masacrados, 450 desaparecidos y 30 municipios
semidestruidos, en tan solo el último año. Una tragedia, no griega, colombiana,
pero tragedia sin lugar a dudas.
Por el contrario, y a diferencia de la ‘tragedia’ nacional, la tragedia griega,
además de permitir la reunión del pueblo, también, lo educaba (esto es, tenía
una función pedagógica e identificadora (constructora de identidad social), en la
sociedad ateniense. Función que en nada se asemeja a la llevada a cabo por
los grupos subversivos.
Como todos los poetas griegos, los trágicos fueron auténticos educadores del
pueblo, por lo que la invitación al teatro de la que los atenienses disfrutaban por
obra y gracia del Estado, puede ser asimilada a la responsabilidad económica
2 VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. cit. p. 103.
25
con respecto a los centros docentes asumida por los gobiernos actuales. Los
poetas trágicos utilizan la tradición mitológica para reflexionar sobre la
ambivalente relación que la nueva ciudad democrática mantiene con el pasado
del que surge, y del que pretende despuntar como un sistema político-social
radicalmente nuevo.
La verdad de la tragedia se descifra en todo lo que ésta aporta a la cultura
ática, no sólo como hecho estético e ideológico, porque además de ser una
obra de arte, es una institución social y política que la ciudad sitúa al lado de
sus órganos políticos y judiciales. “Al instaurarlas bajo la autoridad del arconte
epónimo, en el mismo espacio urbano y siguiendo las mismas instituciones de
la Asamblea o los tribunales populares, es un espectáculo para todos los
ciudadanos. De esta manera, la ciudad se hace teatro. En cierto modo, se torna
objeto de representación y se representa a sí misma ante el público”3.
La tragedia griega no podía ser separada de la ciudad y tampoco de la relación
que se entablaba entre el coro, los actores y el público presente en el graderío.
Así como este género literario no podía ser distanciado de la ciudad, de sus
instituciones y de sus habitantes, todo el proceso del conflicto armado
colombiano constituye un preocupante problema que requiere un ajuste o
remedio mediante una acción colectiva, y no de unos pocos, y de esta manera,
intentar restituir los valores perdidos.
Sin embargo, aunque la tragedia griega aparece más arraigada que ningún otro
género literario en la realidad social, ello no significa tampoco que sea su
reflejo. No refleja esa realidad, la cuestiona. (Así como una inmensa mayoría
de colombianos cuestionan la propia). Al presentarla desgarrada, dividida
contra sí misma, la vuelve completamente problemática. Tal como se podría
calificar la actual realidad nacional.
3 Ibid., p. 17.
26
UBICACIÓN DEL MITO DE EDIPO, RECREADO EN EL EDIPO REY DE
SÓFOCLES, DENTRO DEL CICLO TEBANO
Origen del mito de Edipo:
Las principales creaciones de Sófocles giran en torno a la leyenda de Edipo.
Las obras que tratan sobre esta leyenda constituyen el denominado Ciclo de
Edipo o Ciclo tebano, una de cuyas derivaciones, la tragedia de Antígona, es
tal vez el tema clásico más recreado por la dramaturgia contemporánea4.
El origen del drama de Edipo se puede encontrar, junto a otros personajes hoy
ya universalizados, en antiguas leyendas griegas basadas en hechos reales,
que fueron sufriendo agregados a través de las generaciones posteriores. La
historia relata que durante varios siglos, cuando Grecia ingresaba a la historia,
fueron afincándose diversos pueblos en su territorio, lo que generó
permanentes guerras entre quienes ya habitaban y aquellos que llegaban para
invadir.
Los personajes que alguna vez existieron, fueron deviniendo en leyenda,
convirtiéndose en ejes de enseñanzas que mucho tenían de moral. Edipo se
conoce a través de un poema muy antiguo de origen tebano, conocido como la
Edipodia, atribuida al lacedonio Cinetón, que refería en seis mil versos los
destinos de Edipo y de Layo5.
Sufriría posteriormente añadidos importantes, como el episodio del encuentro
de Edipo con la Esfinge. Aunque de esos seis mil versos se conservan hoy en
día tan solo unos pocos fragmentos, al igual que La Tebaida, donde también
aparece un Edipo dueño del carácter irascible, causante de tremendas
tragedias en su vida.
4 Sobre las diferentes e innumerables versiones elaboradas de la tragedia griega Antígona de Sófocles, véase STEINER, Op. cit, p. 91-152. 5 CARO BERTA, Andrés. “Edipo: mito, drama, complejo”. Información publicada en Internet, p. www.andrescaroberta.com o buscar en Altavista por Edipo Rey.
27
{A continuación un fragmento de éste último}: "Más el rubio y heroico Polínices, descendiente de Júpiter, puso primeramente delante de Edipo una hermosa mesa de plata, que pertenecía al inteligentísimo Cadmo; y luego llenó de dulce vino la copa de oro. Más tan pronto como Edipo advirtió que los magníficos dones de su padre estaban a su lado, sintió que una ira irreprimible le llenaba el corazón, y lanzó contra sus dos hijos estas graves maldiciones, que no pasaron inadvertidas a la diosa Erinis: `Que no dividan entre sí los bienes paternos en amor y compañía, sino que entre ambos haya peleas y discordias'"6.
Aunque vale la pena aclarar que el mito de Edipo ya había sido mencionado en
La Iliada y en La Odisea por Homero. En ésta última obra se lee lo siguiente en
el Canto XI: “Luego vi a la madre de Edipo, la bella Epicasta que cometió un
gran error, ignorándolo su corazón, al casarse con su hijo. Y éste, asesino de
su padre, se casó con ella y los dioses lo dieron a conocer a los hombres”7.
El asunto edípico corría en la tradición mítica griega y era conocido
popularmente. Esta leyenda se remonta a la edad heroica griega cuyos
protagonistas son personajes de la clase nobiliaria, únicos dignos de padecer
grandes penas, según se pensaba en ese entonces. “En Homero tales
personajes hablan además, en un lenguaje y verso pesados, correspondiente
con la pretendida majestuosidad”8.
Según Ernesto Porras, Vladimir Propp opina que el mito edípico refleja la forma
de sucesión al trono y supone la muerte del padre a manos del hijo. En la etapa
matriarcal, la extinción paterna es previa a la entronización del hijo (que puede
ser ‘hijo’, sólo porque luego se casa con la hija del rey. Es decir, que puede ser
un extraño, en realidad).
6 Ibid. p. www.andrescaroberta.com o buscar en Altavista por Edipo Rey. 7 Ibid. 8 PORRAS, COLLANTES, Ernesto. Edipo Rey de Sófocles, texto completo y guía de lectura . Santafé de Bogotá: Editorial Oveja Negra. 1993, p. 20.
28
Según Propp, en la etapa patriarcal de la sociedad, el asesinato del padre se
hace por etapas, es decir, se le permite al padre retirarse del mando antes de
la muerte, o ceder parte del mismo al hijo (y en estos casos, el asesinato es
metafórico, es decir, simbólico). En la etapa en la que aparece el mito edípico,
que luego reelabora Sófocles, esta costumbre de la muerte del padre,
sancionada por la historia, ha sido interiorizada por los individuos y ya no se
expresa como causada por una ley y necesidad social, sino por la
determinación de un dios, de un oráculo. Se ha sublimado el hecho y su causa,
haciéndolos depender de un dios. Pero no por enmascararse deja de ser el
asunto, radicalmente social.
El mito edípico refleja impulsos oscuros yacentes dentro de la estructura de la
psiquis infantil, a causa de que la historia ha hecho, en sus primeras etapas,
enemigos políticos al padre y al hijo. Sófocles aprovechó este trasfondo, que la
humanidad entera alienta, y creo una organización de acontecimientos y
caracteres de la más alta calidad estética y del mayor efecto trágico en la
historia del teatro.
No se puede desconocer por tanto que quien estructura realmente el drama
familiar de Edipo y de sus ascendientes y descendientes, es Sófocles, autor
que vivió en el siglo V a.C. El mito es retomado por él, no en forma épica, sino
trágica. La primera forma corresponde a una época en la que el mito es
narrado por un aedo; la segunda, a la época en la que es representado por
varios actores. El contenido mítico sigue siendo mobiliario, pero la forma
expresiva del mismo es ahora democrática.
El momento escogido por Sófocles para presentar la historia es, pues, el del
esclarecimiento. El asunto que debe esclarecerse es quién mató al rey Layo.
Asunto de antigua data que, en su momento, no había sido aclarado y cuyas
trazas se han borrado, aparentemente. Desde este ángulo, la obra ha sido
considerada análoga a un proceso de investigación policial actual.
29
La historia de Sófocles se inicia, cronológicamente, cuando Layo, rey de Tebas,
hijo de Labdaco, del linaje de Cadmos, se casa con Yocasta, hermana de
Creonte. Layo y su esposa reciben la prohibición de Apolo, desde su oráculo de
Delfos, para que no tengan descendencia, debido a sus desarreglos morales.
Si fuere desoída esa advertencia, el hijo nacido de ese matrimonio se
encargaría de matar al padre para luego casarse con la reina, su madre,
ocasionando así la ruina de Tebas.
Layo no hace caso de estos avisos y tiene un hijo, al que pone por nombre
Edipo. Sin embargo, para esquivar las desgracias que le amenazan, entrega su
hijo a un criado, con la orden de que lo lleve a un bosque y allí le de muerte.
Esta cruel misión no es cumplida por el criado, y Edipo crece fuerte e
inteligente lejos de Tebas.
Cierto día, se encuentra Edipo a un hombre por el camino, con el que tiene un
altercado y Edipo le da muerte, lo hace sin saber que ese hombre es su padre,
el rey de Tebas. Luego, a las puertas de la cuidad de Tebas, se encuentra con
la Esfinge9 devoradora de hombres, la cual proponía a todos los caminantes
una adivinanza o enigma. Puesto que nadie sabía dar la respuesta adecuada,
la Esfinge devoraba al ignorante. Pero se decía que, en contraposición, en el
momento en que alguien respondiera a la pregunta, ésta no sólo le perdonaría
la vida, sino que se mataría ella misma.
La pregunta era: ¿Cuál es el animal que por la mañana anda con cuatro pies, a
mediodía con dos y por la noche con tres?. Como siempre, la Esfinge hizo esta
pregunta a Edipo, quien acertó el enigma y dijo: "Este animal es el hombre; por
la mañana, o sea, en la infancia, anda a gatas, tiene por lo tanto cuatro pies; al
mediodía, en la plenitud de su vida, se sostiene sobre dos pies; y por la noche,
es decir, en la vejez, tiene que ayudarse con un báculo, por lo que anda sobre
tres pies"10.
9 Con el nombre de Esfinge se conocía a ese monstruo, en parte león, en parte pájaro y en parte mujer.
30
La Esfinge al escuchar la respuesta se lanzó rabiosamente desde lo alto del
peñasco donde se encontraba, a los profundos abismos, vencida, murió
inmediatamente. Ante esta hazaña, Edipo es recibido como libertador, siendo
nombrado rey de Tebas al casarse con la reina viuda Yocasta.
Pasa el tiempo y Apolo, ofendido por el doble crimen de parricidio e incesto
cometidos de manera inconsciente por Edipo, manda la peste sobre Tebas. El
adivino Tiresias anuncia que si no es vengada la muerte de Layo, Apolo no
cederá en su ira.
El Edipo ‘periodista’:
Dentro de las funciones encargadas a Edipo, el nuevo rey de Tebas, como
dentro de las de cualquier buen periodista, estaba incluida la de vigilar el bien
público. Edipo, como gobernante justo, debía informar a la población aquello
que no estaba bien. La peste se había desatado y su misión consistía en ese
momento, además de corroborar su existencia, en velar por su pronta solución.
El periodista, de manera similar, debe dar a conocer a la opinión pública todo lo
que ésta deba conocer y vigilar el acertado manejo de los bienes y finanzas
públicas y cuando encuentre algo que no este bien, su obligación es
denunciarlo públicamente.
Edipo lleva a cabo, personalmente, las investigaciones y se descubre como
culpable del doble crimen, conociendo su verdadera identidad. Su madre y
esposa Yocasta se suicida ahorcándose, y Edipo, al verla colgada, desata el
cinturón de la túnica de la reina y con la hebilla se saca los ojos. De esta forma
queda cumplido el oráculo.
De manera similar a como deben actuar los funcionarios públicos de hoy en
día, Edipo estaba al servicio de su comunidad. A ella se debía, y por el bien de
ésta debía trabajar. Asimismo, éste debe ser el criterio a seguir por los 10 PORRAS, COLLANTES, Op. Cit., p. 20.
31
periodistas, puesto que su función primordial, es dar a conocer la información
que la gente necesita para vivir en sociedad y aquella de su interés, en algunos
casos, hasta vital. El periodismo, como algunos cargos públicos, por ejemplo el
ocupado por Edipo, es un medio de influencia y de enriquecimiento. Por este
motivo, ha sido utilizado, de manera equívoca, con fines propagandísticos,
ideológicos y lucrativos. Edipo jamás lo hizo así. Por sus valiosos méritos
ocupó el trono de Tebas, pero asimismo, cuando fue necesario, aceptó sus
errores (cometidos además de manera involuntaria) y expió su culpa,
anteponiendo, como debe ser, y como debe actuar un comunicador social, el
bien de su comunidad al suyo mismo.
Edipo, como lo debe hacer quien se precie de ser periodista, denunció, (a
pesar de ser él mismo), a la persona que le estaba haciendo daño a su ciudad.
Sabía que sus faltas habían sido cometidas de manera involuntaria pero no por
ello actuó con menos rigidez. Desde el momento en que conoció que la peste
era producto de sus dos faltas, optó por hacer cumplir aquella ley decretada por
él, para el culpable. Un periodista debe actuar de manera similar, no importa si
es su propio jefe o algún miembro del grupo económico para el cual trabaja,
aquel que esté perjudicando, por sus actos o informaciones, a la sociedad. Su
deber para con el público está primero que todo.
Además de informar los hechos de una manera veraz, oportuna y con justicia,
el periodista tiene la obligación de tener presente el bien común, de la misma
manera como lo hizo Edipo. El prefirió renunciar a lo que en ese momento le
era más valioso, como era ser el rey de Tebas, si con ello aliviaba a Tebas de
la peste.
En la realidad nacional, y de manera específica en el ejercicio de la actividad
periodística, resulta fundamental renunciar al afán por la ‘chiva’ o a comisiones
extras de dinero, ofrecidas por ejemplo, por una fuente de información, porque
estas actuaciones poco transparentes le restan credibilidad a una labor que,
precisamente, se debe caracterizar por este hecho.
32
La tragedia de Edipo continúa con su descendencia:
Por otra parte, y retomando el mito de Edipo, del matrimonio entre Yocasta y
Edipo nacen dos hijos varones, Etéocles y Polinices, y dos hijas, Antígona e
Ismene. Edipo cede el trono a sus dos hijos, Etéocles y Polinices, quienes
deberían gobernar alternativamente un año cada uno.
Desde el principio surgen continuas peleas entre los dos hermanos por el
poder, y Edipo, irritado, los maldice y se marcha acompañado por su hija
Antígona. Llega peregrinando hasta tierras del Atica, donde muere.
Cuando Antígona vuelve a Tebas, encuentra la ciudad en plena guerra.
Polinices ha sido desposeído de sus derechos y ataca a la ciudad de las siete
puertas, Tebas, ayudado por seis caudillos que se han unido a él. La maldición
del padre se cumple, y Polinices y Etéocles mueren en una lucha cuerpo a
cuerpo, el uno defendiendo, y el otro atacando a la ciudad.
Pasa a ocupar el trono de Tebas, Creonte, quien ordena que se celebren
honras fúnebres en honor de Etéocles, el defensor de la cuidad, mandando que
Polinices sea abandonado sin sepultura. Antígona se niega a aceptar la impía
orden de Creonte, y da sepultura a su hermano Polinices. Los guardias la
descubren y es condenada a morir, siendo encerrada en una cueva para que
perezca de hambre. Hemón, hijo de Creonte, enamorado de Antígona, pide
clemencia a su padre, quien al fin accede. Cuando Hemón se dirige a liberar a
Antígona se encuentra con que ésta se había suicidado, y él hace lo mismo.
Creonte también cumple la maldición lanzada contra su estirpe y se quita la
vida.
La innovación de Sófocles, de inmediata aceptación, indicó un paso
significativo al pasar de un teatro evocativo a otro de mayores reclamos
visuales. Suscitó en efecto, infinidad de opiniones en las que se aseguraba que
la ‘poética’ realidad del primitivo teatro griego se estaba confundiendo con la
33
realidad de la vida cotidiana. Por esto, Sófocles recibió la aclamación oficial y
popular y la oportunidad de ganar dieciocho premios.
Características que hacen del Edipo Rey de Sófocles una
tragedia griega. (Aspectos en común):
La ambigüedad:
La obra Edipo Rey, es un ejemplo bastante representativo de que un alto
número de trágicos griegos, recurrió a la ambigüedad, como medio de
expresión y como modo de pensamiento. Esta tragedia contiene más del doble
de fórmulas ambiguas que las demás piezas de Sófocles.
La ambigüedad traduce entonces la tensión entre ciertos valores sentidos como irreconciliables a pesar de su homonimia. Cada héroe, encerrado en el universo que le es propio, da a la palabra un sentido y uno solo. Contra esta unilateralidad choca violentamente otra unilateralidad. La ironía trágica y la ambigüedad podrían consistir en mostrar cómo en el curso de la acción, el héroe se encuentra literalmente preso en la palabra, una palabra que se vuelve contra él aportándole la amarga experiencia del sentido que se obstinaba en no reconocer11.
La ambigüedad es un factor indispensable de abordar para comprender el
sentido de la tragedia clásica. Esto es así porque en el drama del que es
víctima, es Edipo y sólo Edipo, quién lleva el juego. Nada, a no ser su voluntad
obstinada de desenmascarar al culpable, la alta idea que se ha hecho de su
cargo, de sus capacidades y de su juicio, y su deseo apasionado de conocer a
cualquier precio la verdad, aquello que lo obliga a llevar la investigación hasta
el final.
Tiresias, Yocasta e incluso, el pastor, tratan sucesivamente de detenerle en
vano. Edipo no es hombre que se contente con términos medios. El va hasta el
34
final. Y es allí, cuando se reconoce responsable de haber forjado su desgracia
con sus propias manos y acusa a los dioses de haber preparado y ejecutado
previamente todo.
Sófocles, al tiempo que valora el esfuerzo del hombre, atribuye en definitiva el
éxito o el fracaso de su acción a la intervención divina, vista como castigo de la
injusticia o como acción premoral e inexplicable que se hace necesario aceptar.
El equívoco en los propósitos de Edipo corresponde al ambiguo estatuto
conferido a él, en el drama, y sobre el que está construida toda la tragedia.
Cuando Edipo habla, llega a expresar a veces otra cosa, o lo contrario de lo
que dice. La ambigüedad de sus palabras no traduce la doblez de su carácter,
que es de una pieza, sino, más profundamente, la dualidad de su ser. Edipo es
doble. “Constituye por sí mismo un enigma cuyo sentido no adivinará hasta
descubrirse a sí mismo completamente lo contrario de lo que creía o parecía
ser”12.
Las ambigüedades existentes en Edipo Rey son evidentes y han sido motivo de
diferentes estudios13. Cuando Creonte, por ejemplo, acaba de hablar de
bandidos, en plural, que mataron a Layo, Edipo responde: ¿cómo el asesino
habría podido cometer ese acto sin un cómplice?. Edipo piensa en su cuñado.
Pero al hablar en principio de manera singular, Edipo, sin saberlo, se condena
a sí mismo. Como se ve más adelante. Porque si hubiera habido asesinos, él
no sería culpable, pero si ha habido un hombre, único y sólo, el crimen le es
más adelante y de manera evidente, imputable.
11 VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. cit., p.103. 12 Ibid., p.106. Sobre este tema véase VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. Cit., p. 103-105. “Edipo no entiende el discurso secreto que se va formando sin que él lo sepa, en el seno de su propio discurso. Y ningún testigo del drama, al margen de Tiresias, es capaz de percibirlo. Son los dioses que reenvían a Edipo, como eco de alguna de sus palabras, su propio discurso deformado o invertido (....)”. 13 Sobre las contradicciones y ambigüedades existentes en el Edipo Rey véase W. B Stanford y R. Jeeb en Oedipus Tyrannus, de 1887, y en la obra de J.C Kamerbeek, titulada The Plays of Sophocles editada en 1967.
35
En otros apartes, también, se observan varias ambigüedades. Por ejemplo,
cuando Edipo dice que va hacer todo lo posible por castigar a los asesinos del
rey porque estos también podrían atacarlo a él en cualquier momento. Y así
será, porque el asesino, el culpable Edipo, se termina sacando los ojos.
También es de resaltar la ambigüedad existente, cuando Edipo dice: como si
Layo fuera mi padre, combatiré por él. En realidad, sí es su padre. Otro ejemplo
es cuando Edipo amenaza a Creonte y dice: si crees que atacarás a un
pariente sin pagarlo, te equivocas. Esto se vuelve contra sí mismo porque
pagará por el asesinato de su padre. También en alguna de las escenas del
final cuando Edipo desea la muerte y exclama: Oh luz, ojalá pueda verte por
última vez, pero esto tendría dos sentidos en griego, luz de la vida y luz del día.
El sentido que no pretende Edipo, (luz del día) será el verdadero14.
La situación de Edipo aboca un resultado inverso al que se había pretendido y
totalmente paradójico. Al iniciarse el drama, el extranjero corintio, descifrador
de enigmas, salvador de Tebas, situado al frente de la ciudad y al que el pueblo
venera como igual a un dios por su saber y su abnegación por la cosa pública,
debe hacer frente a un nuevo enigma, el de la muerte del antiguo rey. ¿Quién
mató a Layo?. Al término de la investigación, el justiciero se descubre como el
asesino15.
Cuando aparece Edipo por primera vez, al inicio de la pieza, para anunciar a
los suplicantes su resolución de descubrir, cueste lo que cueste, al criminal y su
14 Sobre este tema véase VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. Cit., p. 108. “Lo que Edipo dice sin querer, sin comprenderlo, constituye la única verdad auténtica de sus palabras. La doble dimensión del lenguaje edípico reproduce, por tanto, en forma inversa, la doble dimensión del lenguaje de los dioses, tal como se expresa en la fórmula enigmática del oráculo. Los dioses saben y dicen la verdad, pero la manifiestan formulándola en unas palabras que, al parecer de los hombres, dicen una cosa completamente distinta. Edipo no sabe si dice la verdad, pero las palabras de que se sirve para decir algo distinto a ella, la manifiestan, sin él saberlo, nítidamente, para quien tiene el don del ‘doble oído’, como el adivino (...)”. 15 Véase VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. Cit., p. 108. “El lenguaje de Edipo aparece así como el lugar en que se anudan y se enfrentan en la misma palabra dos discursos diferentes: un discurso humano y uno divino. Al principio, los dos discursos son completamente distintos y están separados uno del otro. Al término del drama, cuando todo se haya aclarado, el discurso humano se invierte y se transforma en su contrario. Los dos discursos se reúnen: el enigma queda resuelto. En las gradas del teatro los espectadores ocupan una situación privilegiada, que les permite, como a los dioses, oír al mismo tiempo los dos discursos opuestos y seguir de un extremo al otro, a través del drama, la confrontación (....)”.
36
certeza de conseguirlo, se expresa en unos términos cuya imprecisión subraya
que detrás de la pregunta a la que se jacta de responder, (¿quién mató a
Layo?) se esboza en filigrana otro problema (¿quién es Edipo?). “Seré yo quien
saque a la luz al culpable”16, declara orgullosamente el rey. Entonces, será este
héroe quien, realmente, va sacar a la luz al criminal, pero también quien se
descubrirá a sí mismo como criminal.
De la oscuridad a la luz17:
Edipo, sin quererlo, sin merecerlo y sin saberlo, se revela en todas sus
dimensiones: social, religiosa, humana; inverso ante lo que aparecía frente a la
ciudad. El extranjero corintio es en realidad natural de Tebas, el descifrador de
enigmas, un enigma que no puede descifrar, el justiciero, un criminal, el
clarividente, un ciego y el salvador de la ciudad, su perdición.
Edipo, célebre para todos, el primero de los humanos, el mejor de los mortales,
el hombre del poder, de la inteligencia, de los honores, de la riqueza, resulta
ser el último, el más desventurado, y el peor de los hombres, un criminal, una
mancilla, objeto de horror para sus semejantes, odiado por los dioses, reducido
a la mendicidad y al exilio.
Considerado desde el punto de vista de los hombres, Edipo es el jefe
clarividente, igual a los dioses. Mirado desde el punto de vista de los dioses,
aparece ciego, igual a nada. En un principio, adivinó el misterio de la Esfinge y
salvó a Tebas, era por tanto, uno de los hombres más justos, esto, claro está,
16 Ibid., p. 110. 17 Véase VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. Cit., p. 110. “En el punto de partida, Edipo es el espíritu clarividente, la inteligencia lúcida que, sin ayuda de nadie, sin el socorro de un dios ni de un presagio, ha sabido adivinar mediante los recursos de su juicio, el enigma de la Esfinge. No tiene más que desprecio para la mirada ciega del adivino cuyos ojos están cerrados a la luz del sol y que, según su propia expresión sólo vive de tinieblas. Pero cuando la oscuridad se ha disipado, cuando todo se ha vuelto claro, cuando la luz se hace sobre Edipo, es entonces precisamente cuando ve la luz por última vez. Desde el momento en que Edipo es ‘elucidado’, puesto al descubierto, ofrecido a los ojos de todos como espectáculo de horror, ya no le es posible ver, ni ser visto. Y si Edipo ciega sus párpados es, como él
37
para los hombres, pero no para los dioses, quienes sí conocían la verdad.
Cada vez que Edipo anunciaba algo referente al caso de Layo, ellos veían
como se acercaba, cada vez más y de manera más certera, a su propia ruina.
La inversión trágica:
La clave de la bóveda de la arquitectura trágica, el modelo que sirve como de
matriz a su organización dramática y a su lengua, es la inversión, es decir, el
esquema formal según el cual los valores positivos se invierten en negativos18,
cuando se pasa de uno a otro de los planos, humano y divino, que la tragedia
une y opone. Une juntamente términos irreconciliables.
A través de este esquema lógico de la inversión, correspondiente al modo de
pensar ambiguo propio de la tragedia, se le propone a los espectadores una
enseñanza de tipo particular: el hombre no es un ser que pueda describir o
definir. Es un problema, un enigma, cuyo doble sentido jamás se terminará de
descifrar.
El origen del género:
Otro aspecto que hace de esta obra de Sófocles, un ejemplo bastante
representativo de la tragedia, está relacionado con el ser catalogada como un
reflejo del origen de este género literario. Se determinó en algún párrafo
anterior, que en Grecia, la imagen y el poder del rey, a quien se consideraba
‘intocable’ y omnipotente, (en algunas ocasiones se comportaba, incluso, como
mismo explica, porque se ha vuelto imposible sostener la mirada de ninguna criatura humana, tanto viva como muerta (....)”. 18 Para ejemplificar cómo en la tragedia griega los valores positivos se invierten en negativos, resulta bastante apropiada la obra Edipo Rey puesto que allí su protagonista, pasa de ser el descifrador de enigmas a ser la causa de la peste, es decir, de héroe pasa a ser culpable; de ser la persona indicada para descubrir la identidad del asesino de Layo pasa a ser, además de la persona que busca, un parricida e incestuoso.
38
un tirano) cambia, cuando aparece una nueva forma de pensamiento, cuando
se pasa del mito a la razón y se organiza la polis.
Asimismo, Sófocles, representa este origen de la tragedia en su obra Edipo
Rey, con el modo de actuar de Edipo y con su correspondiente castigo. Y esto
es así, porque este autor demuestra en su tragedia, lo que él pensaba en la
realidad. Sófocles no manifiesta interés por las ideas de los partidos que se
enfrentan, “sólo se opone al tirano que salta por encima de las leyes divinas,
fiado en su orgullo y pretendida inteligencia, y que representa el estatismo en
cualquiera de sus formas”19. Y Edipo pasó por encima de las leyes divinas, de
manera involuntaria, pero de igual manera, tenía que expiar su falta.
Además, no se puede desconocer que Creonte y Edipo tienen rasgos comunes
con Pericles: su excesiva fe en sí mismos y en la razón. De ahí su destino. “Las
tragedias de Sófocles son un aviso de a dónde podía conducir la ‘inflación’ de
la idea del Estado”20
El conflicto trágico, tal como se plantea en determinados momentos en el teatro
sofócleo es, pues, como una especie de abismo entre el hombre y dios. El
hombre más sabio cuando se ve en la necesidad de obrar puede caer en la
más espantosa tragedia. Ciego, incapaz de penetrar en el sentido de las
palabras divinas, Edipo no tendría más recurso que la desesperación.
19 ADRADOS, Francisco. Sófocles y el panorama de su época En: LLOYD-JONES, Hugh; FERNANDEZ GALIANO, Manuel; RODRIGUEZ ADRADOS, Francisco y TOVAR, Antonio. Estudios sobre la tragedia griega. España: Taurus, 1966., p.79. 20 Ibid., p. 80.
39
Datos biográficos de Sófocles:
“Trepa apaciblemente. ¡Oh hiedra!, Sobre la tumba de Sófocles; cúbrela en el silencio, con tus verdes ramas.
¡Que por todas partes se vea abrirse la tierna rosa!. ¡Que la viña cargada de racimos rodee con sus tenues
pámpanos el mausoleo erigido para honrar la ciencia y la sabiduría del poeta amado de las Gracias y las
Musas!” Simmias21.
Sófocles, dramaturgo griego y uno de los tres más importantes escritores
trágicos, al lado de Esquilo y Eurípides, hijo del rico industrial Sofilo, nació en
Colono, cerca de Atenas, en el año 496. Como dato curioso, al final de su vida,
uno de sus hijos le entabló un litigio, acusándolo de ser un viejo decrépito y por
lo tanto, de estar incapacitado para administrar, de manera correcta, sus
bienes. Sófocles, leyó ante los jueces un coro de su obra Edipo en Colono, que
acababa de componer. Estos sujetos, reconocieron que no ‘chocheaba’ quien
era capaz de crear fragmentos tan bellos. Murió a los noventa años, querido
por todos y venerado como un héroe nacional22.
La vida de este destacado autor ocupa casi todo el siglo V, en el que coincide
parcialmente con Esquilo. Antes de los treinta años, en el 468, tomó parte en
su primer concurso trágico venciendo a este último, probablemente con su obra
el ‘Triptólemo’. Sin embargo, su texto más antiguo conservado es la tragedia
‘Antígona’ del año 422.
Sófocles es además, el representante de la Atenas de los grandes años de
Pericles antes de la guerra; y también, por supuesto, de los terribles años de la
guerra. “Representa a una Atenas en la culminación de su poder, pero
temerosa ya de las luchas ideológicas que habían de venir, en las cuales el
21 Texto escrito en el epitafio de Sófocles. Estas palabras revelan la gran figura en que se convirtió Sófocles, gracias a su magistral obra. Ejemplo de ello es la tragedia Edipo Rey. 22 Sobre la biografía de Sófocles, véase RODRIGUEZ ADRADOS, Francisco. Sófocles, Edipo Rey. En: AUTORES VARIOS. Teatro Griego: Colección Grandes Clásicos Universales. Barcelona: Círculo de lectores, 1982., p. 101.
40
poeta toma una posición muy concreta. Y más tarde, a una Atenas embarcada
en una guerra desastrosa para ella”23.
De igual manera, como toda la tragedia y todo el teatro griego, la obra de
Sófocles, abomina la guerra y la violencia, busca la conciliación y la justicia.
Este autor está más interesado que Esquilo por los problemas concretos del
hombre individual. Y, en cierto sentido, es más religioso puesto que para él hay
mucho de imprevisible y de terrible en la acción de los dioses que arruinan a
los poderosos. Todo esto es expuesto a lo largo de los comentarios de los
coros, pero en mayor medida, con ayuda de la acción, la cual es más compleja
gracias al uso de tres actores.
Sófocles, sin desvirtuarlo, idealiza al hombre, para revelar lo que hay en él de
más esencial y de más elevado. Da pruebas de un sentido crítico riguroso al
decir que Eurípides presenta a los hombres como son, en su realidad cotidiana,
mientras que él mismo los muestra como deben ser.
En cierto modo, el tema inicial de las tragedias –la catástrofe colectiva que trata de evitarse– queda relegado a un segundo puesto al lado del drama del hombre. Un drama que tiene un planteamiento humano, pero también un planteamiento divino. Es así como el resultado de la acción se presenta y explica en un doble plano24.
Edipo Rey, ha sido considerada no sólo la obra maestra de Sófocles, sino un
modelo insuperable de arte trágico. Esto es así, por los sucesos horribles y
monstruosos y, sin embargo, no fuera de lo que humanamente es posible y
creíble. Por la intensidad de sentimientos y pasiones, por la creación de
personajes artísticamente perfectos, y por la trama hábilmente suspensa entre
cambios de temor y esperanza.
Este autor trágico, catalogado como uno de los responsables de llevar la
poesía trágica de los griegos y la poesía dramática universal a la más 23 Ibid., p. 102. 24 Ibid., p. 102 y 103.
41
reconocida perfección artística, tiene una ideología que, al tiempo que valora el
esfuerzo del hombre, atribuye en definitiva el éxito o fracaso de su acción a la
intervención divina, vista como castigo de la injusticia, o como acción
inexplicable, indispensable de aceptar.
Argumento y análisis de Edipo Rey:
La historia de Edipo y su familia se inicia con Edipo Rey, de Sófocles, obra que
tiene como escenario la ciudad de Tebas, exactamente, frente al palacio del
entonces rey, Edipo. Al ver este último, las gradas coronadas de ramos
suplicantes, la ciudad llena de humo de incienso, de gemidos y cantos
fúnebres, interroga, con justa preocupación, al sacerdote, acerca del por qué
de estos hechos.
Aterrado, éste le responde que la ciudad se está viendo sacudida con violencia.
Tebas se encuentra “sumergida en un torbellino de sangre, no puede levantar
la cabeza; perece en los gérmenes fecundos de la tierra, perece en los rebaños
que pacen en los campos. (….)”25. Lo anterior, con el fin de ejemplificar los
horrores que estaba generando la peste que empezaba a invadir la ciudad.
Desconociendo en ese momento la causa de este fenómeno y dada la
importante posición de Edipo, todos acuden a él para que les ayude e interceda
con los dioses en la solución de la preocupante situación. Aquí, Sófocles traza,
sin duda alguna, el retrato de un héroe. A quien todos llamáis el excelso Edipo.
Un hecho de vital importancia que justifica la insistencia de los pobladores para
que Edipo interviniera en el remedio de la aterradora situación, tenía su razón
de ser, en un suceso presentado tiempo atrás, cuando él actuó de manera
definitiva. “Porque así cuando llegaste a la ciudad cadmea nos liberaste del
tributo que pagábamos a la cantora cruel –la Esfinge–, y esto, sin que nada
25 SÓFOCLES. Edipo Rey. Santafé de Bogotá: Editorial Panamericana. Quinta edición, 1997., p.49.
42
supieses ni te hubiésemos advertido previamente; más sólo por la inspiración
de un dios, como se dice y se cree, enderezaste nuestra vida”26.
Sófocles, no niega a Edipo su simpatía, ni pone en duda su amor por la ciudad.
Edipo es, pues, sabio (adivina el enigma de la Esfinge), generoso (se
compromete en tal acción por propia iniciativa). Además, es justo y buen
gobernante, el dolor de su pueblo lo siente como suyo y desea con pasión
salvar de nuevo a Tebas27.
Era, entonces, un hombre muy famoso y considerado como sabio, gozaba de
gran prestigio. Por lo tanto, la población le insistía, una y otra vez, para que
tomara partido y solucionará el problema que originaba la peste. Edipo, con
actitud servicial y de acuerdo con sus funciones de gobernante, les informa que
ya ha enviado a su cuñado Creonte al santuario pítico de Febo, (santuario de
Delfos) con el fin de que averiguara qué debe él hacer o decir para salvar a su
ciudad.
Es sincero en sus palabras y, realmente, demuestra vocación de servicio y
preocupación por el bienestar de su gente. Acepta una vez más su
responsabilidad cuando afirma: “Una vez que vuelva, entonces sí caerá sobre
mí la culpa si no hiciere todo lo que el dios hubiere revelado”28.
Momentos después, se acerca Creonte, ceñido con una corona de laurel,
símbolo de una buena nueva, y dice: “respuesta favorable, porque aún las
cosas adversas, si tienen buen resultado, pueden volverse felices”29. El rey
Febo le había ordenado que liberara esa tierra de un contagio que alimentaba
26 Ibid., p. 50. 27 Véase MALAGON GUTIERREZ, Destino y ciudad en el Edipo Rey de Sófocles, Op. cit. p. 45. “Edipo, no puede ser tildado de necio ni de vil, todo lo contrario, es noble, prudente y bueno. La tragedia de Edipo no es justificable por los defectos del protagonista –que los tiene– más ninguno de una envergadura tal que guarde consonancia con sus desgracias posteriores.” 28 SÓFOCLES, Op. Cit., p. 51. 29 Ibid., p. 51.
43
en su seno e impidiera que se volviera incurable. Mediante ¿qué purificación?,
pregunta Edipo. “Desterrando al culpable o vengando con su muerte el
homicidio, porque es esta sangre la que ocasiona las desgracias de la
ciudad”30, responde Creonte31.
Lo solicitado por el rey Febo era el castigo a los asesinos de Layo, (el anterior
rey, y quien se presumía, había sido vilmente asesinado). Homicidas, que
según le había anunciado el oráculo a Creonte, se encontraban en ese mismo
país. Ante las dudas de Edipo, su cuñado32 le informa que el horrible crimen
sucedió cuando Layo fue a consultar el oráculo, pues desde entonces, jamás
conocieron más de él.
Edipo contaba para iniciar la investigación, con un único hecho en concreto, el
cual se presumía, podría contribuir con el esclarecimiento del crimen.
Información suministrada por uno de los acompañantes de Layo, quien dijo que
toparon no sólo con uno, sino con una multitud de ladrones que los asaltaron y
le dieron muerte a su jefe. Hasta ese momento, años después y por causa de
la peste, decidieron retomar de nuevo la investigación porque según Creonte la
Esfinge con sus enigmas los obligó a dejar de mano esos oscuros sucesos
para atender lo que tenían ante los ojos.
Desde ese entonces, Edipo se compromete con el descubrimiento de los responsables. Es muy digna de Febo y es digna de ti la solicitud que habéis mostrado por el muerto. Por esto precisamente me veréis
30 Ibid., p. 52. 31 Según Hölderlin, destacado intelectual y romántico alemán, Edipo interpreta el mensaje del oráculo de Delfos excesivo en cuanto a su alcance. El oráculo, según este autor, debía haberse entendido como una exhortación a que Edipo gobernara firmemente a Tebas, ejerciera un gobierno justo y puro según la ley a fin de restaurar la estabilidad cívica amenazada por la plaga. En cambio, Edipo inmediatamente adopta la voz y la condición del sacerdote, de la condición ritual. Es él, insiste Hölderlin, quien dirige los pensamientos de Creonte al distante asesinato de Layo. Es él, quien atribuye a ese asesinato un interminable legado de contaminación y quien convierte en un imperativo sin limitaciones la persecución del desconocido asesino. Al obrar así, Edipo sucumbe a las tentaciones del nefas. (El término significa “enormidad”, más exactamente, una enormidad surgida de la oposición a los dioses, de alguna violencia hecha al destino natural). 32 Edipo es cuñado de Creonte puesto que él está casado con Yocasta, quien es a su vez, hermana de Creonte.
44
también a vuestro lado, para vengar al mismo tiempo a la ciudad y al dios. No por medio de amigos lejanos, por mí mismo, borraré esta mancha. El que asesinó a Layo querría quizá matarme a mí también con la misma mano. (....) Que otro reúna aquí al pueblo de Cadmo. He de descubrirlo todo, y, o nos salvaremos con la ayuda del dios o pereceremos”33.
El coro interviene después de la afirmación de Edipo y muestra, de igual
manera, su preocupación. Pide ayuda al oráculo de Zeus. “Si alguna vez, para
apartar la peste que la ciudad diezmada en otro tiempo, extinguisteis la extraña
fiebre de la desgracia, venid ahora también”34. La estrofa 2ª es más explícita
aún. “Ay, me agobian innumerables pesares. Todo el pueblo sucumbe y no
aparece la idea salvadora”35.
Edipo ha escuchado con atención las suplicas del coro y por esto, le asegura
protección y alivio a sus amarguras. Ordena, desconociendo su real
participación en el horrible hecho que le compete en ese momento, lo siguiente:
“ajeno como estoy a la narración del suceso, ajeno al hecho mismo, la persona
que conozca quien es el autor del crimen de Layo debe decirlo de inmediato”36.
Prohibo que ningún habitante de esta tierra que, gobierno y rijo, le reciba (si el autor es de otra ciudad), sea quien fuere, ni le dirija la palabra, ni le permita asociarse en las plegarias de los dioses, ni participar en el agua lustral (el agua de la purificación). Que lo alejen todos de sus casas, pues es un ser impuro, como acaba de revelármelo el oráculo pítico del dios. Deseo también que si conscientemente le diere yo abrigo en mi hogar, sufra yo los males que acaban de atraer sobre él mis imprecaciones37.
Se ve entonces, que cuando se inicia la obra, el drama ya está consumado. Ya
se ha dado muerte a Layo, ‘el mejor de los reyes’, como Edipo mismo lo
33 Ibid., p. 53 y 54. 34 Ibid., p. 54. 35 Ibid., p. 54. 36 Ibid., p. 56. 37 Ibid., p. 56 y 57.
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califica. Además, ya se encuentra casado con Yocasta quien fuere la esposa
de Layo.
Hasta ese momento, en que intenta por todos los medios resolver el oráculo
para salvar, de nuevo, al pueblo de Tebas, no se le puede imputar
absolutamente nada a Edipo. Es, simplemente, un hombre que ha ejercido su
derecho de legítima defensa, desconociendo la identidad de su injusto agresor.
La ironía es evidente en esta tragedia: “Como si se tratase de mi padre,
combatiré por él, y haré cuanto sea posible para encontrar al homicida del hijo
de Lábdaco”38, anuncia Edipo.
Ante la dificultad de encontrar a los culpables, entre otras cosas, por ser un
hecho sucedido bastante tiempo atrás, llevan al adivino y ciego de Tiresias,
para interrogarlo. Una ironía más caracteriza la tragedia: es invidente y, sin
embargo, todos consideran que es el único capaz de ‘ver’ al culpable. Es
Tiresias, quien puede revelar el nombre del asesino de Layo.
Al llegar, afirma que sabe algo al respecto, pero a su vez, que teme
comunicarlo. “Jamás revelaré mis desgracias ni menos todavía las tuyas”39, le
dice el adivino a Edipo. Presintiendo este último que Tiresias conoce el nombre
del culpable, intenta persuadirlo para que lo diga. Pero al ver que le es
imposible hacerlo hablar, utiliza un método, al que seguro, consideraba
infalible. “Has de saber que para mí, tú tramaste el crimen, tú lo ejecutaste,
aunque no lo perpetraras con tu mano; si gozases de la vista diría que tú solo
lo llevaste a cabo”40.
¿Por qué Edipo se empecina en descubrir al asesino de Layo, a pesar de las
innumerables advertencias de Tiresias?. El tema del carácter inflexible del
héroe es definitivo. Su obstinación siempre es honrada pero se invierte y viene
38 Ibid., p 57. 39 Ibid., p. 59. 40 Ibid., p. 60.
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la fatalidad. Sófocles, plantea que las leyes de la naturaleza toman terrible
venganza contra quien las quiebra, así ignore que está cometiendo tal delito.
Edipo, prácticamente, obliga a Tiresias a revelar lo que sabe del horrible hecho,
pues éste se negaba rotundamente a hacerlo. “Te conjuro a que cumplas el
edicto que tú mismo has promulgado, y que desde hoy no le dirijas la palabra a
éstos ni a mí, porque tú eres el criminal impuro que mancilla la tierra”41.
Respuesta contundente la del adivino invidente. Y le confiesa, además, otra
serie de graves verdades. “Sin sospecharlo, vives en vergonzosa unión con las
personas que te son queridas, y no mides el abismo de tu oprobio”42.
Por obvias razones, Edipo se molesta profundamente con Tiresias, él cree en
su honor, confía en su inteligencia, tiene la certeza de no haber cometido
ninguno de los hechos que hasta ese entonces, le imputaba. Edipo llega a
pensar que todas esas ideas de Tiresias están relacionadas con Creonte a
quien acusa de sentir envidia por el puesto que él ocupa, el de rey. Piensa que
se trata de una conspiración en contra suya para derribarlo del trono. Además,
duda de las capacidades de Tiresias y le recuerda que fue él, en últimas, quien
salvó, tiempo atrás, a los tebanos.
Edipo continua con los insultos y, molesto al referirse a su ceguera, Tiresias le
relata toda la verdad43. “Tiene vista y será ciego; siendo ahora rico errará
mendigo; y desterrado y ciego, un bastón conducirá sus pasos por tierra
extraña. Se descubrirá que él es a un tiempo padre y hermano de sus hijos, hijo
41 SÓFOCLES, Op. Cit., p. 60. 42 Ibid., p. 61. 43 Sobre este tema véase SOFOCLES, Op. Cit., p. 63. “Te digo que teniendo los ojos abiertos a la luz tú no ves los males en que estás, ni dónde vives, ni con quiénes cohabitas. ¿Sabes acaso quiénes fueron tus padres?. Ignoras que eres odioso a los tuyos en la morada de Hades y aquí arriba, en la tierra; y acosándote por ambos lados a la vez, la pesada maldición de tu padre y de tu madre te expulsará un día de esta tierra. Ahora ves la luz, más luego no verás sino sombras. (....) Tampoco te das cuenta de la otra multitud de tus desgracias que te colocarán a ti en un mismo plano con tus hijos. (....) No habrá uno entre los mortales más duramente maltratado que tú”.
47
y esposo de la mujer que le dio vida, y que disfruta del lecho marital de su
padre, a quién dio muerte”44.
Para Sófocles, no basta la notoria actividad cívica de Edipo, para él, la razón
humana, no importa cuan alto sea su desarrollo, no tiene el poder de enfrentar
a los dioses. Edipo, al pasar por el sufrimiento, reconocerá su propia limitación
como hombre, comprenderá en carne propia las leyes no escritas y se verá
abocado a reconocer un orden que lo trasciende y cuyo control no depende de
él45.
Aterrado por las imputaciones que en su contra ha promulgado Edipo, entre las
que están darle muerte o desterrarlo de la ciudad, dado su presunto interés por
derrocarlo, Creonte le recuerda que por estar casado con su hermana Yocasta,
él es el tercero en el mando de la ciudad y que por lo tanto, no está interesado
en destronarlo. “¿Piensas que hay quien prefiera gobernar lleno de temores a
dormir tranquilo con la misma suma de poder?. Por mi parte, prefiero tener el
poder real a ser rey”46.
Es posible que Edipo creyera que se trataba de un plan en su contra o de una
conspiración, como se le conoce a este hecho hoy en día. Pues era natural que
su posición despertará serias envidias: Un rey era un ser sagrado, quien
gobernaba en nombre de la divinidad. En él se veía, si no precisamente a un
dios, al menos al hombre más poderoso para conjurar la cólera de los dioses,
al hombre sin cuyo concurso ninguna oración era eficaz, ningún sacrificio
acepto. La realeza en Grecia se estableció muy naturalmente, en la familia
44 Ibid., p. 64. 45 Sobre este tema véase MALAGON GUTIERREZ, Destino y ciudad en el Edipo Rey de Sófocles, Op. Cit., p. 88. “El héroe es modelo de la condición humana. Su esencial ambivalencia está inscrita en la práctica religiosa y en el pensamiento social de los griegos. Algunos creen ver en la imagen mítica del héroe expuesto y salvado, rechazado y vencedor, una cierta representación de ese otro transgresor social y religioso, el tirano. Como Edipo, el tirano accede a la realeza por una vía indirecta y reina, no por las virtudes de la sangre, sino por las suyas propias. El héroe es, de un lado, el salvador de la ciudad. De otro, es la causa última de la peste que la asola”. 46 SOFOCLES, Op. cit., p. 68.
48
primero, en la ciudad después. Nació de una necesidad manifiesta a los ojos de
todos.
Retomando el argumento de Edipo Rey e intentando tranquilizar a su esposo,
Yocasta sin saberlo, proporciona más pistas para el esclarecimiento de los
hechos. “Ten por cierto que ningún mortal sabe cosa alguna de la ciencia de la
adivinación. En cierta ocasión un oráculo predijo a Layo que su destino sería
morir a manos de un hijo que tendría de mí. Y, sin embargo, según la voz
pública, Layo hace tiempo que fue asesinado por unos bandidos extranjeros en
una encrucijada de tres caminos. Al niño, no bien de tres días de nacido, lo ató
de las articulaciones de los pies y lo entregó a manos extrañas para que lo
arrojasen a una montaña intransitable. Así pues, Apolo no ha cumplido su
predicción: ni el hijo de Layo asesinó a su padre, ni Layo, caso horrible que él
temía, murió a manos de su hijo”47.
Edipo, medita en el hecho de que Layo fue asesinado en una encrucijada de
tres caminos e interroga más sobre esto a su esposa, quien le relata lo que
sabe, es decir, cuándo y dónde sucedió el magnicidio, y la descripción física de
Layo. Es en ese momento, cuando, por primera vez, sospecha Edipo que él no
está lejos de ser el culpable. “¡Desdichado de mí, parece que sin saberlo acabo
de lanzar tremendas maldiciones contra mí mismo”48. A partir de ese momento,
todos los actos realizados por Edipo adquieren sentido y esto lo conducirá
directamente a su ruina. Cada paso que el héroe da, lo incriminará cada vez
más.
Edipo, preocupado, compara el oráculo de su predecesor, el que le relatará
Yocasta, con el suyo propio. También recuerda el suceso en la encrucijada en
la que él se vio envuelto49.
47 Ibid., p. 73. 48 Ibid., p. 74. 49 Véase SOFOCLES, Op. Cit., p. 75 – 76. “Mi padre es Pólibo, corintio; mi madre, la doria Mérope. Yo era tenido allá por el ciudadano de más respeto, hasta que ocurrió un caso digno de admiración. En un banquete, un hombre que había bebido mucho y estaba ebrio me insultó diciéndome que yo era hijo fingido de mi padre. Al día siguiente fui a buscar a mi padre y a mi madre y comencé a interrogarlos.
49
La esperanza para descifrar estos oscuros hechos estaba centrada en el único
testigo vivo, quien había relatado lo que Yocasta le comunicó minutos antes a
Edipo. De inmediato se ordenó su búsqueda. No obstante, de manera
sorpresiva, un mensaje tranquiliza a Edipo y a su esposa especialmente,
aunque sólo de manera temporal.
Un mensajero le anuncia a Edipo que su padre, Pólibo, ha muerto y que por lo
tanto, él será nombrado sucesor en el trono de Corinto. Era un gran alivio el
saber que Edipo no había dado muerte a su padre. Este, supuestamente, había
muerto de manera natural. Sin embargo, la alegría dura muy poco porque al
continuar el diálogo con el mensajero, este último le descubre una terrible
verdad: Edipo no era hijo de quienes creía y el hombre lo aseguraba con
mucha propiedad. "Eras, has de saberlo, un presente hace tiempo recibido de
mis manos"50.
Es este, un momento crucial de la tragedia. Aquí, todavía, es posible la
salvación, pero el héroe toma la decisión trágica: en lugar de abandonar la
investigación dados los graves indicios en su contra, ordena traer al testigo
sobreviviente de los sucesos de la encrucijada. Se inicia el juego macabro en el
que Edipo se tiende a sí mismo la trampa letal. Desde entonces todo cuanto
haga lo llevará al desastre. Las falsas bonanzas son características de
Sófocles. Cada aparente solución aclamada gozosamente por el Coro, provoca
un nuevo descubrimiento hasta llegar a la catástrofe.
Ellos se enfadaron contra el autor de tal ultraje. Yo me alegré de ello, y no obstante, la injuria me escocía, me había penetrado profundamente. Y sin que mis padres lo supiesen fui a Delfos; y Apolo no contestó las preguntas que fui a hacerle, pero anunció otras desgracias graves, diciendo que yo estaba destinado a unirme con mi madre, que presentaría a los ojos de los hombres una execrable descendencia, que sería el asesino del padre que me había engendrado. Ante esas predicciones, guiado en lo sucesivo por las estrellas, huí de la tierra corintia a donde no viera jamás el cumplimiento de esos afrentosos oráculos. En mi viaje llegué al sitio en donde dices que fue muerto el rey. Cuando en mi marcha me acercaba al triple camino. El heraldo y un hombre tal como tú dices, vinieron en dirección contraria. El conductor y el mismo viejo me lanzaron con violencia del camino. Yo, lleno de cólera golpeé al que me apartaba, esto es, al conductor y viendo esto el viejo, acecha el momento en que yo paso al lado del carro y me alcanza en medio de la cabeza con su doble aguijón. No fue igual su suerte, porque enseguida, pegándole con el bastón que portaba en esta mano, cayó boca arriba y rodó inmediatamente del carro. Y di muerte a todos”. 50 Ibid., p. 83.
50
El rey prefiere creer, y la verdad, le conviene creer, que es hijo abandonado por
padres de humilde origen. Y para confirmarlo, envía por el pastor que,
aparentemente, lo entregó recién nacido, al mensajero de Corinto. El pastor, en
lugar de comprobar la inocencia del rey tebano, le dice que él fue abandonado
por su padre y su madre legítimos -y reconoce a Yocasta como esta última-,
quienes lo confían al pastor para que le de muerte, intentando evitar lo
anunciado por los oráculos.
Como el pastor no es capaz de matar al pequeño, lo entrega al corintio y éste
lo pone en manos de los reyes de la ciudad. Edipo escapa a la muerte y su
nombre es la señal de su destino: el de los pies torcidos o el de los pies
hinchados. El confirma su verdadera identidad por las cicatrices de sus pies
maltratados.
“Ay, ay, todo se ha aclarado. Oh, luz, sea ésta la vez última que te vea quien
nació de quienes no debía, vivió con quienes no le era lícito y mató a quien le
era prohibido”51. En ese momento Yocasta comprende toda la verdad, y presa
de la desesperación, la locura y la tristeza, y evocando el recuerdo de las
antiguas caricias que habrían de dar vida al hijo matador de su padre y a quien
ella debía dar hijos en nupcias vergonzosas, se retira para quitarse la vida
estrangulada.
Edipo, por su parte, minutos más tarde, arranca los broches de oro que le
sujetaban el manto de su esposa y madre a la vez, los toma y se saca los ojos
exclamando: que no serían (Yocasta y él) más testigos, ni de las desventuras
que había cometido, sino que en lo sucesivo, sumidos en las tinieblas, no vería
más a los que no debía ver, ni conocería a los que no quería conocer. Decide
exiliarse.
51 Ibid., p. 90.
51
“Yo, desventurado, después de haber gozado en Tebas de los más altos
honores52, me privé de todo esto a mí mismo, al ordenar que se expulsase al
sacrílego, al que los dioses y el linaje de Layo declaraban impuro”53.
Edipo tuvo la valentía de la que hoy en día, carecen algunos mandatarios, al
reconocer que si persistía en el poder, su actitud resultaría nociva, no sólo para
él mismo, sino para sus gobernados. El tuvo el coraje que según analistas
políticos y el común de la opinión pública, le faltó por ejemplo, al ex presidente
Ernesto Samper al empeñarse en continuar en su cargo, así perjudicara con
ello al país.
Creonte, el legítimo sucesor del trono, ordena lo siguiente: “Absteneos de
mostrar al descubierto a este ser impuro a quien no pueden dar acogida ni la
tierra, ni la sagrada lluvia, ni la luz. Conducidlo con presteza dentro del palacio.
Porque sólo en los parientes hay sentimientos piadosos para ver u oír las
desgracias de los suyos”54.
Edipo, agradecido con la amable actitud de Creonte, de quien esperaba una
reacción más fuerte, le dice: “no se crea jamás que la ciudad de mi padre me
ha de abrigar en su seno en todo el resto de mi vida”55. La culpa es más fuerte.
Edipo le solicita a Creonte cuidado para sus dos hijas Ismene y Antígona
porque sabe lo que les espera, una vida llena de afrentas y desdichas, nadie
52 Según Stella Malagón, Aristóteles expone en su obra la Poética que en Edipo Rey se reúnen dos elementos esenciales de la tragedia griega. La peripecia, es decir, la inversión de la situación del personaje y el reconocimiento o el descubrimiento de la identidad. La inversión perfecta es la de Edipo porque la misma, coincide con la revelación de la identidad que es su contrario. Esta es la fundamental paradoja de la tragedia griega: Edipo, al descubrir la identidad del criminal descubre su propia identidad, la verdad esencial de su ser. El héroe descubrirá que él es lo contrario de lo que creía ser. 53 Ibid., p. 96. 54 Ibid., p. 97. 55 Ibid., p. 98.
52
osará tratarse con ellas. “Apiádate de ellas. Mira la ternura de sus años y cómo
están privadas de todo, menos de tu protección. Prométemelo.”56
El corifeo es el responsable de concluir esta etapa de la vida de Edipo.
“Habitantes de mi patria Tebas, mirad. Este es Edipo, el que adivinó los
famosos enigmas y era un varón poderosísimo. ¿Quién no miraba con envidia
sus fortunas?. En qué torbellino de tremendas desgracias se ve envuelto. Así
que deben ponerse los ojos en el último día y no proclamarse feliz a ningún
mortal, antes de llegar al término de su vida sin haber sufrido desgracia
alguna”57.
El héroe es, sin duda, dual. De una parte, es un hombre de acción, de decisión,
honesto, inteligente, capaz de librar a la ciudad cadmea del tributo que
pagaban a La Esfinge y de gran coraje. En virtud de la inversión final, resulta
asesino, parricida e incestuoso. Lo opuesto de lo que aparentaba ser58.
Los héroes de Sófocles no son, en estricto sentido, unos rebeldes. Ni su talante
es el de unos revolucionarios. No atacan los cimientos de la sociedad en que
se vive, sino que intentan defender los principios universalmente válidos que se
ven amenazados de raíz. Aceptan el orden divino, aunque este orden pueda,
en un momento dado, aniquilarles de modo irracional
Por otra parte, la tragedia de Edipo no finaliza con Edipo Rey, la historia
continúa con su descendencia y los diferentes sucesos son relatados en una
serie de obras posteriores las cuales hacen parte del ciclo tebano, entre las que
se encuentran: Edipo en Colono, de Sófocles; Los Siete Contra Tebas, de
Esquilo y Antígona, de Sófocles. Estas obras son indispensables de estudiar si
56 Ibid., p. 100. 57 SOFOCLES, Op. cit., p. 101. 58 Véase MALAGON, Op. Cit., p. 87 – 88. “No era corintio, sino tebano; no era el acusador, sino el acusado; no era el hombre que sin la ayuda de los dioses y sólo mediante su razón logra descifrar enigmas, sino un ciego de entendimiento y un ignorante; no era salvador de la ciudad sino el culpable de su pérdida; no era el mejor de los gobernantes, sino el peor; no era un ejemplar esposo y padre, sino el origen de una estirpe mancillada por el estigma del incesto; no era el hijo de la Fortuna, sino el más desgraciado de los mortales (....)”.
53
se quiere comprender la gran relevancia del mito de Edipo y particularmente de
Edipo Rey, por este motivo otros textos se encargaron de continuar con el
relato del mito de Edipo. A continuación el relato de los argumentos de cada
una.
Argumento de Edipo en Colono:
Esta obra relata, en resumidas cuentas, lo que sucede una vez Edipo es
desterrado de Tebas. Es entonces, cuando se declara que el país que logre
conservar el cuerpo de Edipo será feliz.
Edipo, una vez purificado, actúa en el Edipo en Colono para que se cumpla el
oráculo que predice que será enterrado en dicho lugar y será una segura
protección para Atenas. “Lo esencial es que el héroe, pasada su primera
ignorancia, es decir, el no conocimiento de su real identidad de incestuoso y
parricida, se identifica con su verdadero yo. Pero en la primera fase, (en Edipo
Rey) su característica principal es la ignorancia”59.
El oráculo le anuncia a Edipo que después de muchos años de sufrimiento
encontrará, por fin, reposo al llegar a un país lejano donde cambiará el curso
de su triste vida, morando allí, será la bendición de los que le hubieran recibido,
y la maldición de los que le habían desechado y desterrado. Ismene, al
encontrarse con su padre en Colono, le confirma lo anterior y le dice: "muerto o
vivo, te han de estar deseando los de aquella tierra para la prosperidad de la
patria para siempre"60.
Edipo, expulsado de Tebas, ciego, apoyado en su hija Antígona, quien lo
acompañó en su destierro con ejemplar devoción filial llega a Colono.
Conociendo las ventajas que traerá el cuerpo de Edipo, todos quieren
59 RODRIGUEZ ADRADOS, Francisco. Sófocles y el panorama de su época. Op. cit, p. 87. 60 SÓFOCLES. Edipo en Colono. En: Sófocles y su teatro. España: Gedisa. p. 139.
54
retenerlo. Por una parte, lo quiere el rey de Atenas, y por otra, Creonte y su
sobrino -el hijo de Edipo- Polinices, quieren llevarlo a Tebas. El, sin embargo,
decide entrar en el bosque de Colono (Atenas) y morir allí.61
Argumento de Los Siete contra Tebas:
Creonte era en ese entonces, el rey de Tebas. En un ataque a la ciudad,
Etéocles y Polinices, hijos de Edipo, militaban en las filas contrarias: aquél
estaba entre los defensores de Tebas y éste último capitaneaba a los
atacantes. Finalmente, los dos hermanos se matan mutuamente en una
batalla62.
Argumento de Antígona:
En síntesis, la tragedia griega Antígona, cuenta lo siguiente: (la escena sucede
en Tebas, ya liberada, y la acción se relaciona concretamente con el final de
Los Siete Contra Tebas). Antígona comunica a su hermana Ismene el bando de
su tío Creonte, rey de Tebas. (A favor de Eteocles).
Lo anterior significaba que Etéocles, salvador de la ciudad, sería sepultado con
todos los honores y el cadáver de Polinices quedaría, por el contrario,
insepulto, sería pasto de los animales. Creonte ordenó que al cadáver de
Etéocles se le tributasen todos los honores fúnebres, pero declarado Polinices
traidor a la patria, decretó que quien se atreviera a transgredir tal disposición
sería sepultado vivo.
Antígona se resiste a obedecer la orden que considera impía e injusta, y se
propone dar sepultura a Polinices y, en vano aconsejada por Ismene, se dirige 61 Sobre esta tragedia véase Ibid. p. 139 - 160.
55
sola a cumplir con su propio deber. La piedad fraternal de Antígona le dictó su
conducta sin la menor vacilación. La sorprendieron cuando cumplía con su
hermano los ritos funerarios, y fue sepultada viva en una bóveda. Hemón, su
novio, hijo de Creonte, abrió la bóveda, y encontrando que se había ahorcado,
se suicidó. Al saber la ocurrencia, Eurídice, madre de Hemón, se suicidó
igualmente.
La obra presenta y desarrolla el tema del conflicto entre el rey Creonte y la
joven Antígona quien se opone al poder y a las órdenes del rey, pues como ya
se advirtió, éste ha declarado a Polinices -hermano de Antígona-, enemigo de
la patria y por esa razón ha decidido que su cadáver sea presa de las aves de
rapiña, impidiendo que recibiera sepultura, en cumplimiento de las rígidas leyes
de la ciudad.
La joven atiende a su amor fraternal, que la impulsa a enterrar a su hermano
por encima de la ley civil. Hegel planteaba en un ensayo que la familia es la
totalidad suprema ‘de que sea capaz la naturaleza’ y que la concepción de los
hijos en el seno de la familia es el modo de reproducción de la ‘totalidad
misma’, un modo, legítima y constantemente amenazado por los ideales del
Estado. Todo esto apunta a Antígona.
Ella sabía que al cumplir esta orden de sus sentimientos y de su conciencia,
estaba de antemano condenada a morir, pero ejecuta la contravención y,
finalmente, se quita la vida antes de caer en manos de Creonte.
Alrededor de 1870 y 1905 poetas, filósofos e intelectuales europeos
sustentaban la difundida opinión de que Antígona de Sófocles era no sólo la
más excelente de las tragedias griegas sino una obra de arte más cercana a la
perfección que cualquier obra producida por el espíritu humano. Para muchos
62 Para conocer con mayor profundidad el argumento de la tragedia Los siete contra Tebas de Esquilo véase: ESQUILO, Los Siete contra Tebas. Santafé de Bogotá. Editorial Reflexión: Obras Maestras, 1990. p. 193.
56
La Atenas del siglo V había concebido la preeminencia del hombre y le había
dado expresión63.
Es de resaltar que en los salones anuales de París entre 1753 y 1789 no
aparezca ninguna pintura sobre el motivo de la leyenda de Antígona. Sin
embargo, poco después, el texto de Sófocles y el personaje de Antígona
llegaron a ser una especie de talismán para el espíritu europeo. Para George
Eliot esta obra griega muestra esa pugna entre las tendencias elementales y
las leyes establecidas, pugna en virtud de la cual la vida exterior del hombre es
gradualmente y penosamente puesta en armonía con sus necesidades
interiores.
63 Sobre este tema véase STEINER, Op. Cit. p. 32. "El idealismo alemán, los movimientos románticos, la historiografía de Marx y la mitografía freudiana de la vida psíquica (con sus raíces en Rosseau y Kant) son, en definitiva, activas meditaciones sobre Atenas".
57
ARGUMENTO Y ANALISIS DE LA PELICULA EDIPO ALCALDE.
DIRECTOR: JORGE ALI TRIANA
Ecena de la película Edipo Alcalde
Esta película, es una coproducción colombiana, mexicana y española,
producida en 1996 en formato color de 35 mm, con una duración de 100
minutos. Figura en sus créditos como responsable de producción, Jorge
Sánchez Sosa; del guión, Gabriel García Márquez, Orlando Sena y Stella
Malagón; de la dirección, Jorge Alí Triana; fotografía, Rodrigo Prieto. Actores
principales: Francisco Rabal, Jorge Martínez de Hoyos, Jorge Perugorría,
Angela Molina, Jairo Camargo y Miriam Colón.
En esta producción, Gabriel García Márquez y el resto del equipo de trabajo,
intentan recrear una visión contemporánea del Edipo Rey de Sófocles. Ubica la
tragedia griega en la Colombia de hoy, otorgándole a la violencia de este país
un significado similar al que Sófocles le da a la peste de Tebas. Se trata, en
pocas palabras, de un grito desgarrado sobre la violencia irracional de este
país suramericano.
58
La cinta se inicia cuando Edipo, interpretado por Jorge Perugorría, se
encuentra bajando las escaleras del Capitolio Nacional, ubicado en la plaza de
Bolívar, en Bogotá. Presenta la escena en un plano abierto donde se observan
las columnas de estilo Jónico Neoclásico que hacen parte de esta construcción.
Se supone que minutos antes al protagonista le es confirmada su misión de
alcalde en su municipio natal, donde impera la violencia. Es de resaltar, que
este personaje va apoyado en un bastón, detalle fundamental para el posterior
desenlace de la historia. La ambientación, incluida dentro de ésta, las
construcciones, los vehículos y la ropa del personaje, es totalmente
contemporánea, es reflejo, incluso, del año en que fue rodada (1996).
A continuación, Edipo se sube en un jeep, el cual está identificado como de la
policía. Este vehículo lo conducirá al lugar que le ha sido designado para tal
labor. Durante el viaje, él; quienes lo acompañan en el carro, y el resto de
escoltas que se trasladan en otros camperos de la policía, demuestran que el
destino al cual se dirigen, además de no ser un lugar cercano, no es nada
seguro, pues por el camino hay ubicados varios retenes militares.
Una vez son detenidos por uno de estos últimos, y al ser identificado Edipo
como funcionario público, le avisan que se dirige a una zona ‘evacuada’,
mientras se concretan los diálogos de paz. Algo así como la actual zona de
distensión donde habita parte importante de las FARC. Es evidente que Edipo
es un hombre valiente, no cualquiera acepta semejante responsabilidad. El
agente le dice: le deseo suerte porque estoy seguro de que la va a necesitar.
No resulta nada alentador este mensaje.
Continúan avanzando por el camino, y justo cuando atraviesan un puente, en
horas de la noche y en medio de una fuerte lluvia, los sorprende un auto
antiguo de frente. El jeep donde viaja Edipo lo intenta esquivar, pero el otro
auto se detiene justo al frente, impidiendo el paso. Extrañado por este hecho, el
conductor de Edipo, personaje interpretado por Juan Sebastián Aragón, se baja
del campero, se acerca al vehículo e intenta identificar a sus ocupantes.
Cuando se acerca, alguno de estos incógnitos personajes, abre fuego. La
59
policía, por supuesto, reacciona en legítima defensa y responde el ataque,
incluido Edipo, quien dispara su revolver en varias oportunidades.
Por su parte, el auto de los desconocidos, a quienes fue imposible identificar,
hecha reversa y huye. Los policías continúan disparando en otras tres o cuatro
ocasiones más. Después, prosiguen con su rumbo y llegan a su destino. Un
municipio donde se percibe, claramente, la ausencia de Estado, de autoridad
legítima, y sobre todo, destrucción, resultado de la guerra, de la, ya tradicional,
violencia colombiana.
En sus paredes se aprecian grafitis tales como: “El pueblo con las armas al
poder”, frase típica de los grupos guerrilleros. Mucha gente por las calles, esto
según uno de los policías acompañantes, porque hace mucho que los
pobladores de esa zona no duermen. Quizá la inseguridad reinante así lo
impide.
La gente sí está inquieta, pero en esta ocasión lo está aún más por el
secuestro de Layo. Edipo, desconoce la identidad de ese individuo, y un viejo
del pueblo, invidente, pero de esos, tan frecuentes en este tipo de regiones,
que presume saberlo todo, le dice: Es como si hubieran secuestrado a Dios y
agrega, “has llegado a tiempo para confundir tu destino con el nuestro”.
El anterior, es un diálogo representativo de la mezcla de destino colectivo con
individual, tan característico en la tragedia griega. Edipo lo mira extrañado, no
entiende el por qué de sus palabras. Mientras sucede esa corta charla, circulan
al fondo, modernas camionetas con características propias de las
pertenecientes a los grupos paramilitares.
Más adelante, y preocupado por la terrible tragedia en que se ha convertido la
muerte de Layo, se dirige a la casa de Yocasta, esposa, o mejor, viuda de éste
último. Llega justo en el momento en que Yocasta le dispara a un caballo,
argumentando que estaba sufriendo. Edipo le aclara que no es un enviado de
la divina providencia sino más bien una víctima de ésta.
60
Continúan la conversación refiriéndose a Layo. Yocasta le informa que todo
parece indicar que su esposo intentaba huir cuando lo bajaron del caballo. “Se
lo llevaron al anochecer cuando volvía de revisar los potreros, sin escolta,
prefería defenderse solo”. Aunque le aclara que no tiene el menor indicio de
quien pueda ser el culpable.
El diálogo cambia y Edipo le cuenta que su padre se llamaba Matías Vizcaino,
quien se había desempeñado como comandante de la guarnición regional de
esa zona, en los tiempos de Meneceo. El diálogo se torna un tanto nostálgico, y
Yocasta pronuncia una frase que resulta irónica: “Si su madre nos viera en esta
postración se moriría del desencanto”. Desconociendo, obviamente, que ella
era la persona a quien se refería.
Edipo, por su parte, y retomando el tema por el cual acudió en su búsqueda, le
dice que él se encuentra en esa región con la intención de conseguir la paz y
que cualquier indicio sobre los presuntos autores del crimen, le sería de gran
ayuda porque, en lo concerniente a ese hecho, no existía nada claro.
Por otra parte, y como es típico en ciertas regiones de este país, donde impera
la justicia privada, Creonte, hermano de Yocasta y presunto jefe de alguna de
estas organizaciones paramilitares, llega y avisa que estuvo buscando durante
toda la noche a los posibles autores del magnicidio, sin ningún resultado
alentador. A los únicos sospechosos, los llevaban como bestias, casi
arrastrados, demostrando, quizás, el poder de Creonte y el de este tipo de
grupos de ‘justicia’ al margen de la ley.
Edipo, al observar el trato violento con esa gente, le dice al hermano de
Yocasta, que las milicias privadas son una vuelta a la edad de piedra. Este le
responde que se trata de autodefensas autorizadas por el gobierno, como
posiblemente sí lo es, en muchos casos de la realidad.
61
El nuevo alcalde, demostrando su ideal de paz, le manifiesta a Creonte que él
debería desarmarlos y entregarlos a la justicia. Sin embargo, éste le asegura
que eso es imposible porque en esas regiones no existe presencia del Estado y
cuentan con un reducido número de policía y de ejército.
Por lo general, por ausencia de autoridad legítima, son infortunadamente, estos
grupos armados u otro tipo de organizaciones insurgentes quienes deciden la
suerte de la población. Creonte es, posiblemente, el equivalente de Carlos
Castaño, hoy jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
En este momento, sucede un hecho clave para el final de la historia. Creonte
interroga a Edipo y le dice: “¿Si es tan pacifista, por qué anda con un arma?”.
Edipo la saca, se la enseña, y le aclara que se trata de una herencia de su
padre. Es entonces cuando el presunto jefe paramilitar le dice que si no le
parece casual que secuestren a Layo justo el mismo día en que llega Edipo, la
autoridad. Aparecen en escena algunos hombres, quienes traen en sus manos
el cuerpo sin vida de Layo.
Edipo, en parte porque es su obligación, y en parte, porque se ve un poco
forzado a hacerlo, pronuncia la frase que marcaría su destino: “Los
responsables pagarán. Se los prometo”. Creonte exige dar muerte a los
asesinos de Layo. Los grupos guerrilleros, por su lado, empiezan a tener ‘entre
ojos’ a Edipo.
De igual manera, que en la historia original, éste último comienza a interrogar
sobre los posibles autores del crimen. Habla con el párroco, figura muy popular
y quien a su vez, conoce a buena parte de los habitantes. El sacerdote le dice
que cualquiera de los grupos armados pudo haber cometido el asesinato.
No obstante, su interés por lograr la paz no decae y anuncia una tregua,
advierte que esa es la oportunidad ideal para que todos los insurgentes
entreguen las armas. Da inicio a una amnistía y promete ayudar a quienes se
acojan, sin importar los delitos cometidos. Aunque advierte que la única
62
excepción la constituyen los asesinos de Layo. No sabía lo que se le venía
encima, por su propia cuenta.
Después de esto, se percibe un ambiente tranquilo, una especie de falsa paz.
Algunos, poco confiados en los objetivos de Edipo, prefieren, incluso, no retirar
las trincheras.
Mientras los optimistas esperan resultados alentadores en la tregua propuesta
por el alcalde, una solitaria persona que habita en el juzgado y que, quizás,
hace parte de los pesimistas, le aconseja a Edipo que hable con Tiresias. Todo
parece indicar que es este personaje -el adivino del pueblo-, quien cuenta con
ciertos poderes para vaticinar acontecimientos, el único capaz de descubrir a
los asesinos de Layo. Le confiesa, además, que teme por su presencia
porque, según él, cada vez que viene alguien del gobierno, todo se pone peor.
Edipo acepta la sugerencia, la verdad no tiene nada que perder, y va en
búsqueda de este individuo. Lo encuentra elaborando un ataúd y, sin rodeos, el
adivino afirma “hago tu cajón”, por lo que Edipo le responde: “esto quiere decir
que tú sabes algo que yo no sé”. ”No tengo yo nada que ver con los designios
del cielo”, son las palabras del anciano invidente.
Aquí, al igual que en la obra de Sófocles, Tiresias se niega a responder las
inquietudes de Edipo porque él sí sabe la verdad, la terrible verdad. Sabe que
en el drama del que es víctima Edipo, es él y solamente él, quien lleva la
batuta.
Nada, a no ser su voluntad obstinada de desenmascarar al culpable, la alta
idea que se ha hecho de su cargo, de sus capacidades, de su juicio, y su deseo
apasionado de conocer a cualquier precio la verdad, aquello que le obliga a
llevar la investigación hasta el final. Sin embargo, el adivino se siente
presionado y termina por hablar. A la pregunta ¿quién mató a Layo?, éste
responde: “su propia sangre”.
63
Sin pasar por su mente, el real y verdadero sentido de esta frase, Edipo piensa
que se refiere a Creonte. Por esto, Tiresias decide ser aún más explícito y le
dice: alguien que pudo ser muy querido por él. Por lo cual Edipo descarta al
hermano de Yocasta, y pregunta entonces, si ella sería la responsable.
Averiguas en vano, pronuncia el adivino. Molesto porque no le dice lo que
sabe, intenta persuadirlo diciéndole que él debe saber quien es el responsable
porque elaboró el ataúd de Layo un mes antes de que muriera. “Y ahora estoy
haciendo el tuyo”, es la única respuesta que consigue.
Sin entender el por qué de sus palabras, Edipo, alterado, se refiere a la
ceguera del anciano y le dice: “Creo que usted está ciego de ojos y de
entendimiento”. Aunque, realmente, es todo lo contrario, como se verá más
adelante.
El alcalde insiste, a pesar de las advertencias de Tiresias, por encontrar al
responsable de la muerte y de esta manera iniciar el proceso de paz de la
ciudad. Así será, no antes que tú cajón esté terminado, afirma el adivino.
Después de este premonitorio diálogo, Edipo se dirige a casa de Yocasta
donde ésta se encuentra atendiendo algunos niños huérfanos, producto de la
violencia.
Edipo le sugiere empuñar las banderas de Layo, quien para muchos era una
persona grata, y así obtener acuerdos de paz. Yocasta evade de cierta manera
el tema y demuestra no estar interesada en discutir, quizás, por no asumir esa
responsabilidad. Además, ya atraída por el joven y apuesto negociador, cierra
puertas y ventanas de la habitación donde se encuentran, le dice que no desea
hablar más del asunto y de nada relacionado con la muerte.
Yocasta no demuestra mayor interés por desenredar el problema que tanto
inquieta a Edipo y le dice que si él hubiese conocido vivo a Layo, tal vez no le
preocuparía de esa manera su muerte. Le ofrece un trago y se comporta
especialmente amable.
64
El, brinda por la paz, y ella, lo hace por la felicidad, muestra de los reales
intereses de cada uno. Es en ese momento cuando empiezan las caricias,
Yocasta toma la iniciativa y él accede gustoso. Edipo le dice que tiene 30 años
y ella asegura que para ser tan joven está muy preocupado por las desgracias
y que además, le pareció soberbio cuando discutió con Creonte.
“Esta vida se hizo para vivirla y no para morirla”, son las palabras que Yocasta
pronuncia mientras seduce al alcalde. La primera caricia por parte de Edipo, es
muy representativa del drama, del llamado complejo de Edipo, hace venir a la
memoria el momento en que un niño es alimentado del seno materno.
Durante el acto sexual, Edipo se muestra apresurado. Por esto, ella le grita: “no
te haz dado cuenta que te he estado esperando por 30 años”. La frase
demuestra que Yocasta no mantuvo relaciones sexuales con su esposo. Más
adelante, le aclara que había tenido una única relación íntima con Layo,
prácticamente en un acto de violación, el día de la boda. Esa relación con
Edipo, es la segunda de su vida.
También le confiesa que su esposo no fue una buena persona, pues, entre
otras cosas, se apoderó de las tierras que pertenecían al padre de ella y
después, con el fin de legalizarlas optó por el matrimonio, cuando ella contaba
apenas con 15 años y él, con 45. Edipo, sin embargo, insiste por conocer más
datos del posible autor del crimen. Yocasta le asegura que él tenía muchos
enemigos.
Edipo decide ir en busca de Creonte y éste último le advierte que el sacerdote
de la región es amigo de la guerrilla y que lo mejor que él puede hacer es
cuidarse. Creonte intenta persuadir al alcalde, mediante el ofrecimiento de
riquezas materiales -incluso le regala un caballo-, obsequios que, a excepción
de éste último, Edipo no acepta. La idea del jefe paramilitar es hacer que Edipo
esté de su parte o, de no ser así, por lo menos que no se convierta en un
obstáculo y él pueda seguir imponiendo su ley.
65
Por su parte, Edipo solo está interesado en la paz, lo demás, dinero o tierras,
poco o nada le atraen. El presunto líder de las autodefensas de la región, es
consciente de las buenas intenciones de Edipo, pero le dice que lo mejor que
puede hacer, por su propia seguridad, es marcharse. En esta escena se puede
observar, por el diálogo sostenido entre estos dos importantes personajes, que
hacer parte de la tragedia, en este caso, de la ‘tragedia’ nacional, y,
particularmente, de la violencia, es peor, incluso, que la propia muerte.
Edipo, como todo un valiente, prefiere quedarse y continuar con la búsqueda a
pesar de conocer unas fotografías que encuentra en su escritorio, bastante
representativas de la aguda violencia que allí se vive. Yocasta, por su parte, va
en la noche y en medio de la lluvia, a buscarlo. Están en actitud
comprometedora, cuando Edipo le pide que le cuente el sueño negro de Layo.
Yocasta no demuestra, una vez más, interés por abordar el tema, pero él
insiste y finalmente ella le dice: “Layo, soñó hace muchos años que iba a morir
en ese cruce de caminos. Como era supersticioso construyó atajos para no
tener que pasar nunca por ahí”.
Edipo comenta: “dicen que lo iba a matar un hijo suyo”. “Sí es verdad, por eso
nunca tuvo ninguno”, le responde ella. El, por su parte, se pregunta, una y otra
vez, quién podría haberlo hecho y Yocasta dice que lo único que le duele es
que después de tantos años, ella no haya tenido el coraje para haberlo hecho.
El alcalde decide ir en busca del sacerdote de la región. Este último le
comunica que un grupo subversivo, de guerrilleros, está interesado en
entrevistarse con él, especialmente porque les interesa la propuesta del
diálogo. Edipo recibe las instrucciones del padre y acude al encuentro, tal como
le es indicado.
Lo reciben dos guerrilleras interpretadas por Marcela Agudelo y Fabiana
Medina, quienes lo conducen al lugar donde, supuestamente, está el resto del
grupo. Sin embargo, al llegar allí, se encuentran con que todos los compañeros
de las dos bandoleras, han sido asesinados de manera violenta, algunos,
incluso, ahorcados. Por supuesto, alguien filtró la información y comunicó
66
donde se encontraban y según afirman las dos insurgentes, eso sólo lo sabía el
sacerdote, quien les era de absoluta confianza, y..... Edipo, por supuesto.
Es entonces, cuando se inicia uno de los más terribles y determinantes
enfrentamientos armados. La destrucción es total. La causa: los guerrilleros,
quienes se han visto traicionados, intentan la toma del municipio. En medio de
estos violentos hechos, el Ejército Nacional responde y más adelante también
intervienen las autodefensas. El cruel enfrentamiento es de tal magnitud, que
hasta el sacerdote anda armado y se atreve a apuntarle a un niño guerrillero
mientras hace que éste rece el Padre Nuestro.
Edipo, bastante molesto, inquieta a Yocasta sobre la posible responsabilidad
de su hermano Creonte en el asesinato de Layo y en la muerte de los
guerrilleros, origen de esa terrible confrontación armada. Yocasta no lo
desmiente, pero intenta convencerlo para que no lo busque ni continúe con esa
empresa, pues su vida corre peligro. El sacerdote, sobrevive al derrumbe en la
iglesia que cobra la vida del niño guerrillero, pero no a las balas asesinas, en el
preciso momento en que, con la única compañía de un Cristo, sale y suplica un
cese al fuego y un alto a la violencia.
El municipio termina completamente destruido y las víctimas son innumerables.
Edipo corre a la plaza principal, eje central del conflicto armado, y allí coincide
con Creonte. Este último le dice: “se da cuenta, aquí los muertos los seguimos
poniendo nosotros”, y afirma, que lo que realmente falta, es un ejército de
verdad para que acabe con toda esa ‘plaga’. “La paz vendrá después”,
puntualiza.
Edipo solicita la intervención y, prácticamente, la militarización de la zona. Se
siente sólo, incluso, le comenta al comandante que hace falta una presencia
real del Estado y la presencia de jueces y fiscales encargados de contribuir
mediante su importante labor, con el esclarecimiento de los diversos hechos.
67
Además, le confiesa al uniformado, que el poder de Creonte no tiene límites y
que cuenta con la ayuda de personas con gran sensibilidad, como Tiresias,
quien puede ver y oír en casas ajenas. Le aterra pensar cómo alguien pudo
escuchar su conversación secreta con el sacerdote. Culpa de todo a Creonte,
lo considera, dado su poder, responsable de los más recientes hechos de
violencia e, incluso, de la muerte de Layo.
Es aquí, cuando tiene lugar, uno de los primeros pasos para el desenlace de la
historia. Llega Creonte a casa de Edipo con el carro de Layo, después de que
sus hombres lo encontraran abandonado. Tres días antes del secuestro, sus
autores lo robaron del taller donde él lo había dejado reparando. Edipo,
sorprendido, reconoce ese auto como aquel que los asaltó en la encrucijada.
Creonte le hace ver que cualquiera de quienes lo acompañaban ese día -
incluido el mismo Edipo-, puede ser el responsable del asesinato.
Como es de suponer, el alcalde se molesta con la suposición de Creonte y le
asegura que lo planteado es un absurdo porque todos saben muy bien que a
Layo lo mataron ocho leguas más allá de la encrucijada. Creonte, sin embargo,
le advierte que no debería estar tan seguro.
Edipo, bastante pensativo, se sube al carro y observa con detenimiento el
hueco de un proyectil que, posiblemente, pudo haberle dado muerte a Layo. Se
dirige entonces, al lugar de la encrucijada y recuerda lo sucedido el día de
aquel incidente, cuando él se dirigía al municipio. “Que diferente es todo a la
luz del día”, comenta. Quizá, buscaban los productores con esta frase,
representar ese paso de la oscuridad a la luz, tan propio de la tragedia griega.
Más adelante, va a donde Creonte y le dice que está harto de su manejo y de
la forma como domina todo lo que quiere. Y agrega: “ahora con el encuentro de
ese automóvil pretende culparme del asesinato de Layo”. Le asegura que está
trabajando en descubrir la relación de Creonte y sus hombres con ese horrible
crimen, pero éste último, sin ningún temor, le advierte que entiende su
preocupación y nerviosismo como una posible vinculación en los episodios de
68
la encrucijada. Sin embargo, aclara: “aunque no sea tan injusto con usted
mismo porque a Layo sólo lo pudo haber matado un hijo....a menos, por
supuesto, que usted sea ese hijo.... yo sólo repito lo que oigo en las cantinas”.
Después de este diálogo, Edipo se dirige a donde Yocasta y molesto por lo que
le anunció Creonte, le pregunta: “¿De dónde pudo sacar que yo era hijo de
Layo". ”¿Y de dónde lo sacas tú también?”, le responde ella, “¿acaso no
sabemos quiénes son tus padres?”. Y le reitera que Layo no tuvo hijos, y que
no debe abatirse por un sueño ajeno. Lo besa y seduce para que piense en
otra cosa. Llega a proponerle que se vayan, que se escapen y se olviden de
todo, pero Edipo le responde que, pase lo que pase, él prefiere averiguar la
verdad.
Después, se va sólo a una cantina. Allí, aparece de manera misteriosa,
Tiresias, quien le dice que aunque tiene los ojos abiertos a la luz, no ve las
desgracias que se ciernen sobre él. Por este motivo, le asegura que a pesar de
poder ver en ese momento, pronto no verá más que tinieblas, refiriéndose al
momento en que se sacará los ojos.
Una vez desaparece, Edipo va en su búsqueda para exigirle una explicación
sobre esa terrible profecía. El adivino le advierte que se prepare para sufrir
todos los castigos que ha anunciado para el asesino de Layo. El alcalde lo
amenaza y le asegura que si no le cuenta todo lo que sabe de una buena vez,
lo acusará de ser cómplice de un asesinato atroz.
Es entonces, cuando Tiresias decide no callar más. “El hombre que andas
buscando, vive en abominable concuvernio y no se da cuenta de su oprobio,
que está aquí, entre nosotros, y muy pronto se sabrá que es el asesino de su
propio padre, hijo y esposo de la mujer que lo parió. A la vez padre y hermano
del hijo que tendrá con ella”. Finaliza, mostrándole el cajón que fabrica, y dice:
“Este es el tuyo, lo termino al amanecer, pero no lo ocuparás nunca. Así de
grande es tú desgracia”.
69
Preocupado por esas terribles predicciones, Edipo va al lugar donde se
encuentra el cuerpo de Layo, a la morgue, con el fin de descubrir qué arma
disparó la bala asesina. Para su desgracia, el comandante dice: “fue una
Luguer P-08, como la del alcalde”. Terrible descubrimiento, pues como esa
arma, no había dos iguales, o por lo menos en esa región. Se trataba de una
reliquia heredada de su padre.
Bastante preocupado, Edipo habla con Yocasta y le dice que esa es una
prueba contundente de su culpabilidad en la muerte de Layo. Pero ella, dando
crédito al sueño negro de Layo, le dice que nunca tendrá prueba alguna para
demostrar que él es su hijo porque el único que tuvo, fue muerto a los tres días
de nacido para impedir que se cumpliera el sueño.
El alcalde no puede creer lo que ella afirma, pues estaba seguro de que Layo,
tal y como se lo había asegurado Yocasta, no había tenido hijos. Yocasta, por
su parte, busca tranquilizarlo diciéndole que, en últimas, es lo mismo porque el
propio Layo lo entregó a una mujer del servicio para que lo arrojara a un
abismo y, de esta manera, evitar que el sueño se convirtiera en realidad,
porque allí había visto que ese hijo lo mataría.
Después de esto, Edipo queda aún más intranquilo. La posibilidad de ser un
parricida, estaba cada vez más cercana. Más aún, cuando Yocasta le confiesa
que ella está tan segura de todo eso, porque es ella la madre de ese niño, y
quien no tuvo, en ese entonces, la manera de impedir tal injusticia. Le pide que
no se cuestione más porque así él haya dado muerte a Layo, no puede ser su
hijo porque éste fue muerto 30 años atrás. Justo la edad de Edipo, quien, por lo
tanto, se pregunta: ¿Y si la empleada no cumplió la orden?. Yocasta se asusta
al considerar esa posibilidad. Intentan hacer el amor pero la preocupación es
más fuerte y él no puede.
Para tranquilizarlo, Yocasta le da el nombre de la empleada a quien se le dio la
orden y el lugar donde podía encontrarla. Hasta ese lugar llega Edipo. Le
pregunta que hizo con el hijo de Layo y si cumplió la orden; pregunta a la que la
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anciana responde: “¿Acaso tengo ojos de asesina?. Era hijo de la infamia, pero
inocente de su destino siniestro”. Edipo no lo puede creer. Y la señora agrega
que se lo dio a una pareja de gente muy buena que se lo llevó y nunca
regresaron, pero asegura no recordar quiénes eran.
Una vez el alcalde encuentra a Yocasta le relata lo sucedido con la anciana, y
es entonces, cuando percibe, muy cerca, la posibilidad de que ella sea su
verdadera madre. Los lamentos no se hacen esperar. Y al ver Yocasta la
desesperación de Edipo le dice: “ojalá fuera tú madre para sacarte de ese
infierno en que vives”.
Ella prácticamente lo da por hecho y le suplica que no averigüe más. “No
vayas, no remuevas más esa horrible verdad que nos va a separar más que la
muerte”. Edipo no accede. Yocasta, desconsolada, y segura de la terrible
verdad, toma unas tijeras y entra a la casa.
Edipo regresa a donde la anciana Deyanira y le ordena que le diga a quien le
entregó el bebé. La mujer le repite que no lo recuerda pero ante la amenaza de
muerte que Edipo le profiere, y al ver su agresiva actitud, le dice que se lo dio a
un general de caballería y a su esposa, quienes se lo llevaron porque también
le temían al sueño de Layo.
Edipo confirma así la verdad, pero aún no descarta la posibilidad de que todo
sea un complot liderado por Creonte. La anciana le dice que la única manera
de reconocer al verdadero hijo de Layo es por su pie izquierdo, pues éste, se
vio lastimado cuando al niño le amarraron con fuerza la soga al tobillo hasta
dañarlo.
Y el alcalde tenía ese defecto, era cojo de ese pie. No había duda. Era
parricida e incestuoso. Después de esto, se dirige a donde Creonte y le señala:
“El círculo se ha cerrado. Ahora, tienes el poder que todo lo puede. Aquí está el
asesino de Layo. Tienes sus culpas purificadas por tú sangre y la mía y la de
los muertos incontables de esta tierra de desgracias. Tienes la llave que todo lo
abre y todo lo cierra, las puertas de la guerra y las de la paz. Ese es tu castigo”.
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Posteriormente, busca a Yocasta y descubre que ésta se ha suicidado,
clavándose unas tijeras en su vientre. Al ver este horrible cuadro, le retira las
tijeras y con estas se saca los ojos. Se convierte en un mendigo, que camina
por las calles, sin ojos, en compañía del enorme peso de su culpa.
72
PARALELO ENTRE LA OBRA EDIPO REY DE SOFOCLES Y LA PELICULA
EDIPO ALCALDE:
Afiche promocional de la película Edipo Alcalde
Espacio:
La historia relatada en Edipo Rey tiene lugar en Tebas (Grecia). Edipo llega a
esta ciudad, procedente de Corinto64, huyendo de los vaticinios del oráculo, y
habita en ella después de adivinar el misterio de la Esfinge. En Tebas se
desarrolla parte importante de su vida.
Por ser Edipo Rey una tragedia griega especialmente escrita para ser
representada, es importante conocer donde tenía lugar esta presentación, la
cual se desarrollaba, entre otras cosas, al aire libre y no era posible por tanto,
cambiar de escenario ni de decorado, de manera que toda la obra se
desenvolvía en un solo sitio: el escenario representaba las escalinatas del
palacio del rey Edipo. Esto significa que las diversas acciones de la obra tienen
lugar frente a un único escenario: el palacio de Edipo en Tebas. La fecha de
representación de esta tragedia es del todo incierta. La más comúnmente
aceptada es entre los años 430 y 425, pero hay autores que la rebajan en
quince o veinte años.
64 Edipo siempre había considerado a Corinto como su ciudad natal.
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Por otra parte, y para analizar los equivalentes en cuanto a espacio propuestos
por los productores de la película Edipo Alcalde, es importante empezar por la
primera escena, cuando aparece Edipo bajando por las escaleras del Capitolio
Nacional, ubicado en Santafé de Bogotá. Se presume entonces que el director
buscó que el espectador asociará, de manera inmediata, estos dos espacios:
Tebas y la Colombia de hoy, y de manera más específica, ésta representativa
construcción nacional, cuyas columnas, entre otras cosas, corresponden al
orden Jónico Neoclásico, con el palacio de Edipo en Tebas.
Vale la pena anotar que estos ordenes griegos se convirtieron en el siglo XIX
en la inspiración de innumerables monumentos de carácter oficial de todo el
mundo. Es por tanto el Capitolio, una construcción muy importante como
también lo era, en la tragedia griega, el palacio de Edipo en Tebas. Resulta, por
consiguiente, apropiada esta relación.
Por otra parte, los productores de la película considerando que la historia de
Sófocles tenía lugar en una ciudad pequeña como lo era Tebas, escogieron
como equivalente y escenario principal de filmación, a la región de Salamina,
ubicada en Caldas, por su paisaje y arquitectura, factores que hacían juego con
el desarrollo dramático de la acción, la entraña de los personajes y la
transformación de los mismos.
Era, sin lugar a dudas, y de acuerdo con la opinión de Stella Malagón,
Salamina la región ideal para el rodaje, por ser una ciudad rodeada, casi
cercada por las altas cumbres andinas de cascadas exuberantes y ríos
furiosos, poseedora de una geografía dura de domesticar y vivir, bella pero
difícil. Esta ciudad en medio de las montañas, con calles sin fin, aristas
inesperadas, bordes de abismo, era el ambiente exacto de amor y muerte
donde los personajes eran cotidianos y verosímiles pero, a la vez, seres míticos
universales descubiertos en el subtexto de la imagen65.
65 Para mayor información sobre la ciudad escogida como escenario de rodaje véase MALAGON GUTIERREZ, “Ni siquiera el destino es inocente”, Op. cit, p. 15. “Es muy revelador el estilo ingenuo de
74
La belleza geográfica de Salamina contrastaba con las trincheras y alambres
de púas, las carpas de los refugiados de la violencia, los escombros, la
chatarra, las piedras y los desperdicios, las fachadas derruidas. En fin, la
belleza trágica de un pueblo perdido en un laberinto de sangre. Era por tanto, el
escenario ideal.
Además, es importante dar a conocer que para inspirarse y aproximarse más a
la posible relación existente y que propusieron como epicentro del guión, entre
la peste griega y la violencia nacional, el equipo de producción de la película
visitó la región del Magdalena Medio, lugar invadido por grupos de
autodefensas y testigo de aterradores enfrentamientos armados. Por lo tanto,
lugar bastante apropiado para dar fundamento a este paralelo.
En términos generales, la estrecha relación propuesta entre el espacio tebano y
la Colombia contemporánea, resultó adecuada y, realmente, constituye uno de
los aspectos, en conjunto con el trabajo de fotografía, que más vale la pena
resaltar de la película. Lo anterior se puede concluir después de observar que
el escenario nunca descordinó o ‘chocó’ con el argumento de la historia que se
presentaba. Y por el contrario, contribuyó con la caracterización de los
personajes. Mediante este elemento fue posible conocer aspectos relevantes
de su personalidad. Así, por ejemplo, se ve que Yocasta vive en una casa muy
grande, antigua, con amplios espacios, como en realidad está ella en su
interior, con enormes vacíos y carencias afectivas.
La casa de Yocasta la encontró el equipo de producción en la hacienda El
Vergel, situada en cercanías de Ibagué. Para Stella Malagón, la casa de
Yocasta era exactamente la casa imaginada, soñada, deseada y temida. El
sensible diseño de la escenografía y de la ambientación de la cinta tenía
impreso en cada uno de sus detalles el carácter de su dueña, elementos su arquitectura que, precisamente, se ha dado en llamar greco-quimbaya, típica arquitectura colonial antioqueña. Mezcla ingenua del clasicismo de arcos, columnas, capiteles, fronteras, rosetas, y la interpretación local de los griegos en un tono primitivista de colores primarios, alegres y tropicales,
75
simples lo revelaban: las lianas de la vegetación exterior se introducían en su
casa como si la naturaleza quisiera expresar su dominio, el largo pasillo vacío
exhalaba una sensación de abandono y de descorazonado desaliento; las
paredes, tratadas y envejecidas, también relataban el paso de los años y su
desesperanza. La imagen, se diría, era pura, desprovista de adornos, y en su
vaciedad, anunciaba la tormenta que lo estremecería todo.
Por otra parte, y como es bien sabido, el trabajo de adaptación exigió la difícil
tarea de equiparar instancias políticas y sociales de la Grecia del siglo V a.C.,
con las existentes en la realidad particular nacional que buscaban representar.
Sin embargo, desarrollaron en el sentido del espacio, un justo equivalente. En
Edipo Alcalde se restringe el problema de la violencia a un municipio, para de
esta manera, corresponder con la organización real de las ciudades antiguas
griegas, y más exactamente, con la de Tebas.
En ese entonces, no existía el estado moderno, el estado – país, (Colombia,
por ejemplo) como se conoce hoy en día. Se hablaba de ciudades–estado, (la
polis griega), gobernadas por un rey (Edipo, en Tebas) como lo eran, entre
otras: Tebas y Atenas. Cada ciudad era un estado diferente. Esas ciudades
estado eran, lo que corresponde en la Colombia contemporánea a un
municipio, cuya autoridad directa es el alcalde.
Entonces, el equivalente en ese sentido fue preciso, porque buscaron
homologar la autoridad de un rey, quien sólo tenía jurisdicción sobre una
ciudad, y la persona correspondiente en el contexto actual, es el alcalde.
Por todo lo anterior, y en términos generales, los equivalentes propuestos en
cuanto a espacio fueron uno de los aspectos mejor utilizados por el equipo de
producción. Sin embargo, es importante conocer la opinión de Lisandro Duque,
reconocido cineasta, respecto al manejo dado al espacio en cine cuando el
argumento está basado en una obra literaria. Su conclusión, además de ser
calados en madera y visillos, conservando del español los patios centrales de veraneras, anturios, lluvia de oro, novios y árboles de zapote (....)”.
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bastante pertinente para el tema, se convierte en una interesante reflexión para
posteriores trabajos de adaptación.
Para él, el espacio en la literatura es también relato. En el cine, en cambio, es
el entorno escenográfico simultáneo a la historia. Los biombos japoneses, por
ejemplo, que Proust describe en su obra, y que le sirven para hacer una irónica
reflexión sobre la cultura decimonónica francesa tan propensa en sus salones
burgueses al esnobismo tercermundista, en la película homónima de
Shlendorff, lograron apenas ser una alusión visual secundaria carente del
énfasis que los mismos le merecieron al escritor.
El lector de una novela establece con esta última una relación íntima, irrepetible y solitaria. La lectura es un acto soberano en el que ni siquiera cuando se trata de uno de esos bestsellers que los está leyendo todo el mundo al mismo tiempo, nadie va por el mismo renglón o la misma página que el resto. El espectador de una película, en cambio, está asistiendo entre quinientos desconocidos más al mismo momento de la historia, en una especie de liturgia colectiva.66
Tiempo:
“Por más que el escritor pueda verter su narración al presente del indicativo,
el suyo será siempre un presente histórico: lo que relata ha ocurrido ya.
Esto significa que en la novela la vida es indefectiblemente revivida,
mientras que en el filme es captada en su devenir real. Lo que sucede en el filme sucede en el preciso
momento en que esta sucediendo” Pio Baldelli 67
66 DUQUE NARANJO, Op. cit, p. 10. 67 BALDELLI, Pío. Citado por: Ibid., p. 10. Este epígrafe, resulta apropiado de analizar, antes de iniciar el paralelo entre el manejo del tiempo en la obra de Sófocles, y su equivalente, en la película Edipo Alcalde. Este escrito de Baldelli, se refiere especialmente, a que, para bien o para mal, el tiempo en una película siempre es el presente, porque los hechos están sucediendo en ese preciso momento, tal como están siendo representados, mientras que en una obra literaria, el lector revive aquello que el autor le narra con palabras, a su manera, y con la ayuda de su imaginación, con la posibilidad adicional de que cada quien, con un mismo argumento, pueda elaborar un mundo aparte, un relato único, mientras que en una película todo sucede en el mismo momento, tal como se observa, y por tanto, no hay posibilidad de imaginar otra escena o de contextualizar el relato de manera diferente.
77
Sófocles escribió su obra en la Grecia Clásica (siglo V A.C), Período de Oro de
los griegos, pero la historia de Edipo en Tebas, si ésta existió, tuvo lugar
muchos años atrás, posiblemente en el siglo IX o X a.C. La tragedia Edipo Rey
de Sófocles fue representada, por primera vez, en Atenas, en el año 425 a.C.,
cuando el autor tenía setenta años.
De acuerdo con varios autores, las acciones presentadas en Edipo Rey tienen
lugar en tiempos de la Grecia antigua y Grecia Arcaica unos doce siglos antes
de Cristo, cuando la historia política de este país se caracterizaba por las
rivalidades y luchas fratricidas entre pueblos griegos, en las que unas ciudades
se enfrentaban a otras y los reyes de estas guerreaban entre sí.
La historia lineal del mito de Edipo era, como se ha anotado, muy conocida por
el público ateniense. Pero Sófocles escoge un momento de esta historia, el del
esclarecimiento de la muerte de Layo, y desde este centro organizador, arma
las partes restantes, de manera similar a un relato policial actual.
La cronología de la historia tradicional y el espacio en el que se desarrolla, se
ajusta, y van apareciendo de acuerdo con lo necesario para el esclarecimiento
del problema que plantea Edipo al principio de la obra. De esta manera, “El
orden histórico (tradicional) ha sido reemplazado por el orden lógico de la obra
particular de Sófocles”68.
La tragedia se desarrolla de corrido en un sólo acto, el cual el autor dividió,
tácitamente, en varios episodios. El proceso de investigación se inicia con un
Prólogo, en el cual el sacerdote de Zeus y la gente de Tebas acuden a Edipo
para que salve a la ciudad de la horrible peste.
68 PORRAS, COLLANTES, Op. Cit., p. 21.
78
Estos son los cuatro episodios:
1. El coro, compuesto por 15 ancianos y notables de Tebas, ingresa y se sitúa
frente al escenario. El episodio es de acusación: acusa Apolo al asesino de
Layo, y de ello culpa Tiresias –y según parece, Creonte también– a Edipo.
Por su parte, Edipo acusa a Tiresias.
2. El segundo episodio es también de acusación, pero a la vez de defensa:
Edipo acusa a Creonte de pretender su muerte y confabularse para
‘hacerse al poder’, en tanto que Creonte se defiende con un discurso muy
bien argumentado. La conciencia de Edipo empieza a acusarlo de ser el
matador de Layo. Yocasta, preocupada, opone pruebas para defenderlo de
tal auto-acusación.
3. El tercer episodio es de audiencia de testigos y reconocimiento de
culpabilidad. Es cuando el enviado corintio revela que Edipo procede de
Tebas. Yocasta reconoce que los oráculos son ciertos y ella, culpable.
4. El cuarto episodio es, nuevamente, de audiencia de testigo y
reconocimiento de culpabilidad: el pastor confirma que Edipo es de Tebas e
hijo de Layo y Yocasta, con lo cual, las razones expuestas por Yocasta
antes, para disuadir a Edipo de considerarse el asesino de Layo, se
disuelven. Se cumplen, ante la conciencia de Edipo, y ante la audiencia, los
oráculos. Encuentra Edipo al matador de Layo y se encuentra parricida e
incestuoso. Salva de nuevo a la ciudad de Tebas, pero se consume él.
El proceso finaliza con un Exodo, en el que se conoce el castigo de los
culpables y el lugar del mismo.
Los sucesos de la tragedia suceden en un solo día, pero en las palabras de los
personajes y del coro, el tiempo se hace retrospectivo cuando se refiere a
hechos pasados. Transcurren en realidad más de 30 años en ese día intenso
79
de exhaustiva investigación. Esto, porque mientras esa labor avanza, minuto a
minuto, les es necesario remitirse al pasado con el fin de esclarecer lo ocurrido.
Es decir, la trama avanza hacia el futuro en la medida que la investigación
avanza hacia el pasado. Es como si la persona estuviera sobrevolando en un
helicóptero la línea del tiempo compuesta en su respectivo orden por: pasado,
presente y futuro, y a medida que se va elevando, va conociendo y
comparando, al mismo tiempo, pasado y presente. Se ve entonces, que la
investigación es un punto clave en esta tragedia.
En la obra de Sófocles, para conocer la forma como Edipo mató a su padre sin
saber que éste era en realidad su progenitor, la forma en que llegó y abandonó
la ciudad de Corinto y cómo llegó a Tebas para enfrentarse a la Esfinge y
convertirse en rey, se hace necesario recurrir a flashbacks. Les resulta
indispensable acudir al pasado para comprender el presente y definir el futuro.
En la película Edipo Alcalde, se considera que hubiese sido más apropiado
recurrir a este método puesto que empezar mostrando el suceso de la
encrucijada le resta suspenso a la trama.
A diferencia de la película, al comienzo del texto clásico, las dos transgresiones
de Edipo ya están consumadas de tiempo atrás y sólo es posible conocer cómo
sucedieron a través de la investigación. Quizás si en la cinta, en la etapa de la
‘supuesta’ investigación, Edipo recordará los hechos, tal como sucede en la
obra clásica, se hubiese contribuido con la sorpresa del final, la cual, entre
otras cosas, es básica.
Por otro parte, si la película de Jorge Alí Triana es reflejo de la actual realidad
social y política del país, donde la violencia es la protagonista y 1995 y 1996
son los años de rodaje, hay aspectos que no se ajustan. En primera instancia,
la noción de tiempo no es clara, el espectador termina de ver la cinta sin tener
ni idea cuanto tiempo transcurrió, cuánto demoró Edipo en descubrir su
verdadera identidad. Se presume que unos pocos días, pero esto no es para
nada claro.
80
En segunda instancia, es bien sabido que cuando en este país sucede algún
magnicidio como el de Layo, lo primero que acostumbran anunciar los jefes
militares y autoridades políticas, en las ruedas de prensa posteriores, es el
nombramiento de una ‘comisión especial’ que se va a encargar de la captura
de los responsables, no digamos de esclarecer los hechos, porque esto aquí es
prácticamente una utopía.
Por lo general, anuncian este hecho con las siguientes palabras: “En este
momento ya tenemos un grupo especial, con el apoyo de la Fiscalía General de
la Nación, del Cuerpo Elite de la Policía y del Das, que se encuentra trabajando
en el esclarecimiento de este abominable crimen y esperamos encontrar algún
indicio que nos lleve a la captura de los responsables. Tenemos ya unos
retratos hablados y algunos testimonios que van a ser de vital importancia para
la investigación. Estamos haciendo todo lo posible porque los antisociales
respondan ante las autoridades y ante el pueblo colombiano por este
repudiable y cobarde asesinato, el cual condenamos y rechazamos desde todo
punto de vista". Estas son las declaraciones a las que ya tienen acostumbradas
las autoridades, a los colombianos. Se trata de palabras que, por lo general, se
quedan en el aire y en las buenas intenciones y que, por desgracia, un gran
número de personas se sabe de memoria. Finalmente, no dejan de ser más
que nobles propósitos.
Eso es lo que sucede en la realidad nacional cuando un crimen de la dimensión
del presentado en la película, tiene lugar: las declaraciones presentadas en los
párrafos anteriores, la organización de comisiones investigativas, los
testimonios, los casi inmediatos retratos hablados y el estudio del lugar donde
se perpetuó el crimen, entre otros. Aspectos que en ningún momento se
aprecian en la película. Y es cierto, como era película, tal vez se justifica algo
de ficción, entonces por qué no presentar, como seguramente podría suceder
en una región tan violenta como la representada, gente a quien torturan para
que hable, o el robo de expedientes, por sólo nombrar dos ejemplos.
81
En la película no se ve con la fuerza que sí tuvo en Edipo Rey el proceso de
investigación. Todo resulta más producto de las circunstancias que de una
investigación, la cual no se parece, ni en un mínimo porcentaje, a la de la obra
trágica. La aparición del cadáver de Layo, e incluso, del auto en el cual fue
raptado, no tiene ninguna trascendencia. Suceden, sí, pero no se muestra
cómo analizan y comparan estos dos episodios para el esclarecimiento de los
hechos.
Quizá, en la época de Sófocles, la toma de huellas dactilares, el estudio de
archivos y expedientes y el análisis de lo encontrado en el lugar del crimen era
imposible, pero hoy en día, por supuesto que no. Es cierto que la región
representada en la película no tenía apoyo del gobierno, no contaba con
autoridades competentes para investigar este tipo de hechos, tan fácilmente
como se habría podido hacer en Bogotá, pero además de descubrir la clase de
arma que disparó la bala asesina, algo más, con toda seguridad, sí se habría
podido concluir. Resulta bastante evidente que la búsqueda de la verdad y el
proceso investigativo, podría haber tenido mayor relevancia.
La mayoría de verdades clave, que se concluyen durante el esclarecimiento del
crimen, son resultado en la película, de la casualidad. La bala disparada por
Edipo, es ejemplo de ello, pues la única persona con esa arma era él. No se
lleva a cabo un proceso de investigación acorde con la Colombia
contemporánea que incluyera como mínimo: análisis de archivos, de
testimonios, de huellas, de ir llegando al fondo de los hechos y descubrir los
antecedentes del asesinato para sacar conclusiones. La investigación,
prácticamente se omite y lo que en torno a esto se muestra, no tiene ni la mitad
de la trascendencia que sí tuvo en Edipo Rey y resulta más producto de las
circunstancias, como especie de golpes de suerte.
En la obra de Sófocles la investigación sí descubre la verdad. Allí, declaran
todos aquellos (como el pastor, Tiresias y el mensajero de Corinto, por
ejemplo), que de alguna manera, podían contribuir con el esclarecimiento de
los hechos. Hecho que en últimas, revelará la verdadera identidad de Edipo.
82
Argumento:
“En Edipo Rey, el llamado argumento, el elemento más difícil de configurar,
llega a su más perfecta realización, como no se había dado aún en los trágicos antiguos”.
Aristóteles69
Como es bien sabido, la tragedia griega Edipo Rey, se inicia cuando en Tebas
se desata una terrible peste enviada por Apolo. Esta peste o plaga, como
también se le conoce, se manifestó mediante el agotamiento de las fuentes de
la fecundidad. La tierra, los rebaños, las mujeres ya no daban a luz70.
La respuesta al por qué de la peste en Tebas, constituye el eje central del
argumento de la historia narrada por Sófocles, autor que entre otras cosas,
antes de cumplir treinta años, en el año 468, tomó parte en su primer concurso
trágico venciendo a Esquilo y quien durante la guerra de Samos (441 – 439)
fue estratega junto a Pericles.
Fue entonces, la peste de Tebas una alarma, la cual anunciaba que algo grave
había sucedido. Algo o alguien había ofendido a los dioses. El orden divino se
había roto. Es característica de la obra de Sófocles la existencia de dos
esferas, la divina y la humana, en donde la primera condiciona el éxito de la
actuación del hombre. Existe, sencillamente, una serie de principios que el
hombre debe respetar y que son de origen divino, defendidos por los dioses,
son las leyes no escritas.
Esterilidad, enfermedad y muerte, son sentidas con el mismo poder
mancillador. Se trata de un miasma que ha desordenado todo el curso normal
69 Esta frase, pronunciada por una autoridad en la materia, como lo es Aristóteles, corrobora la perfección del argumento de la tragedia escrita por Sófocles, la cual, es tan perfecta, que además de ser una innovación dentro de las obras de los trágicos antiguos, continúa vigente en la época contemporánea. Después de reflexionar sobre esta frase de Aristóteles, y una vez conocido y equiparado el argumento de esta obra, con el propuesto en la película Edipo Alcalde, se podrá concluir, de manera más fácil, porque se asegura en el transcurso de la presente investigación que el equipo de producción de dicha cinta, desvirtuó, de cierta manera, la magistral obra de Sófocles. Infortunadamente, el argumento se desdibuja, sin lugar a dudas, en este filme. 70 Véase SOFOCLES, Op. cit., p. 49 y 50. “La ciudad, como tú mismo la observas, está hoy sacudida con violencia y, sumergida en un torbellino de sangre, no puede levantar cabeza; perece en los gérmenes fecundos de la tierra, perece en los rebaños que pacen en los campos, perece en los estériles abortos de las madres. Sobre la ciudad se ha lanzado el dios que la abrasa”.
83
de la vida. Es necesario descubrir al criminal que es la mácula de la ciudad, a
fin de expulsar el mal a través de él. Es decir, existe una fuerte peste porque un
tabú ha sido transgredido. Un principio divino, una ley no escrita, ha sido
violada.
Edipo, sin saberlo, desconociendo quienes eran en realidad sus padres
biológicos, mató a Layo, su padre y rey de Tebas. Además, gracias a que ha
descubierto el secreto de la Esfinge, que devoraba a quienes no contestaban
sus preguntas, y ha liberado de ella a la ciudad, ésta le ha recompensado con
la boda con Yocasta, su madre y viuda del antiguo rey Layo.
Su parricidio e incesto han manchado la ciudad y son el motivo de la cólera de
los dioses, quienes han respondido con la peste, tiempo después. Así, las dos
graves faltas hayan sido cometidas por Edipo de manera involuntaria y, aún
siendo producto de las circunstancias, este hombre debe expiar sus faltas y
mientras no se descubra su identidad de parricida e incestuoso y se cumpla el
decreto ordenado por él mismo para el culpable, la comunidad entera será
víctima de la peste.
Y esto sucedió así porque Edipo, huyendo del vaticinio, llega a Tebas donde
descifra el enigma de la Esfinge. Es por este triunfo nombrado rey de la ciudad
y el sucesor de Layo. Yocasta por tanto, se convierte en su esposa. Este era,
según lo previsto en ese entonces, el orden de las cosas. Sin embargo, la
transgresión del tabú del incesto era una grave perturbación a los códigos
colectivos y, por tanto, el poder que Edipo había asumido era ilegítimo y no
podía ocuparlo.
Pero Edipo ya había cometido las dos faltas y, sin embargo, tenía el título de
rey de Tebas, es decir, se consideraba por su cargo, un ser sagrado. En él se
veía, si no precisamente a un dios, al menos al hombre más poderoso para
conjurar la cólera de los dioses. Al hombre sin cuyo concurso ninguna oración
era eficaz y ningún sacrificio acepto. El rey era el jefe supremo de la religión y
la salud. La ciudad dependía de sus oraciones y de sus sacrificios. Por esto,
84
existía el derecho de asegurarse antes de nombrar a alguien como rey, de que
ésta persona era aceptada por los dioses
Este aspecto es considerado fundamental en el argumento de Sófocles. La
responsabilidad del rey, del jefe de estado, con la comunidad. Su vida personal
trasciende y afecta a sus gobernados cuando su intimidad o su vida personal
no está libre de culpa. De ahí la explicación al por qué de la peste.
Los dos crímenes cometidos por Edipo constituyen, en efecto, un ataque a las reglas fundamentales del juego de damas, donde cada pieza se sitúa, por relación a las demás, en un lugar definido sobre el casillero de la ciudad. Al volverse culpable, Edipo ha revuelto el tablero, ha mezclado las posiciones y las piezas.71
Más que la peste, el epicentro de la tragedia de Sófocles, lo constituyen los dos
crímenes cometidos por Edipo y su responsabilidad con la comunidad a quien
gobierna por no tener una vida libre de faltas. Estos hechos son por tanto, la
causa de la ira de los dioses, quienes castigan con la peste. Esta última, es la
consecuencia de dos abominables actos cometidos por quien está situado al
frente de la ciudad, y al que el pueblo venera como igual a un dios por su saber
y su abnegación por la cosa pública.
Y la tragedia la constituye, precisamente, la búsqueda del criminal, de aquel
causante de tan desproporcionada desgracia. Creonte lo dice: “El rey Febo nos
manda claramente que libremos esta tierra de un contagio que alimenta en su
seno, y no dejemos que se vuelva incurable”. –Mediante qué purificación–
pregunta Edipo. Su cuñado le responde: “desterrando al culpable o vengando
con su muerte el homicidio, porque es esta sangre la que ocasiona las
desgracias de la ciudad”.72
Finalmente, Edipo se descubre como autor de las mismas y debe cumplir lo
que él mismo anunció para el asesino de Layo.
71 VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. Cit. p. 128. 72 SÓFOCLES, Op. Cit. p. 52.
85
La situación de Edipo aboca un resultado inverso al que se había pretendido. Al iniciarse el drama, el extranjero corintio, descifrador de enigmas, salvador de Tebas, situado al frente de la ciudad, debe hacer frente a un nuevo enigma, el de la muerte del antiguo rey. ¿Quién mató a Layo?. Al término de la investigación, el justiciero se descubre idéntico al asesino. Tras la elucidación progresiva del enigma policiaco, que forma la trama de la acción trágica, lo que se representa de hecho es el reconocimiento por Edipo de su real identidad.73
Una de las innumerables adaptaciones del clásico Edipo Rey de Sófocles,
Edipo Alcalde, intenta equiparar la peste tebana con la violencia nacional,
convirtiéndose ésta última, a diferencia del drama original de Sófocles, en la
real protagonista de la cinta.
En este escenario, el hecho que aviva el más crudo de los enfrentamientos
armados es el asesinato de Layo, quien se presume era un importante líder
político de la región. Esto quiere decir que el crimen de este reconocido
personaje, (la gran falta) se equipara con la transgresión del tabú del incesto y
con el parricidio cometidos en el texto de Sófocles, puesto que son estos dos
hechos los que desatan la peste de Tebas.
En la película, Edipo es un negociador de paz, un hombre considerado como
justo. Al llegar a su región de nacimiento, la que además le ha sido asignada
para asumir el papel de alcalde, ejecuta en diferentes circunstancias, y de
manera también involuntaria, las dos mismas faltas que la obra clásica relata.
Sin embargo, más que la transgresión del tabú del incesto o el parricidio, los
cuales en esta película no tienen ninguna trascendencia, en primer lugar, por el
año que representa –1995– y en segundo lugar, porque no se les otorga ni la
cuarta parte de la importancia que tienen en Edipo Rey. Aquí, el tema en sí, es
la violencia nacional.
El hecho que recrudece la lucha armada es el crimen político y aunque, de
igual manera, se observa en la cinta la responsabilidad de un dirigente con su
comunidad y el compromiso ético que este hecho genera, la verdadera
73 VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. Cit. p. 129.
86
protagonista es la violencia, como si en la obra de Sófocles lo hubiese sido la
peste. Está es la principal y la más grave falla en cuanto al equivalente
propuesto para el argumento.
Parricidio:
En la tragedia clásica, el conocimiento del por qué de la peste no aparece en el
primer momento, y ya están consumados tiempo atrás, los dos crímenes de
Edipo cuando ésta se desata. Es más adelante, cuando el oráculo le comunica
a Creonte que es la sangre de Layo, ese crimen impune, aquel terrible golpe
contra el orden sagrado que gobierna la vida humana, cuando tiene lugar la
peste. Es decir, la obra no relata el parricidio perpetuado por Edipo, se llega a
éste, casi al final, por medio de las investigaciones. Mientras que la película
Edipo Alcalde, restándole el suspenso propio de la obra de Sófocles, lo
representa en alguna de las escenas iniciales.
En alguna de estas escenas, se observa que Edipo dispara en un
enfrentamiento. Pero, realmente, a medida que avanza la cinta, no es difícil
suponer por el énfasis que se le otorga a la escena y por los primeros planos
de Edipo disparando, que él en ese cruce de caminos y en defensa propia,
claro está, mató a alguien. (Más adelante se descubriría que ese alguien era su
padre).
Uno de los aspectos donde se percibe de manera muy clara, la gran diferencia
existente entre la obra de Sófocles y la película en estudio, está relacionada
con el tratamiento del parricidio, eje fundamental de Edipo Rey. En esta última,
el episodio donde Edipo mata a un hombre tiene cierta justificación porque él
se defiende de una persona que lo ha atacado primero, es decir, lo hace en
defensa propia.
Este suceso, fundamental en la obra Edipo Rey de Sófocles e indispensable
para el posterior desarrollo de la historia, la película Edipo Alcalde lo presenta
87
de manera muy diferente, restándole buena parte de su importancia. Sucede
en horas de la noche y bajo una fuerte tormenta. El jeep donde Edipo viaja de
copiloto, junto con los otros camperos de la policía, se ven sorprendidos de
frente por un auto clásico, en un angosto puente. El jeep del nuevo alcalde lo
intenta esquivar pero el otro carro se detiene de manera perfecta para impedir
el paso. El conductor del campero donde viaja Edipo se baja con el fin de
identificar a los ocupantes del carro que los obstaculiza, pero cuando se
acerca, alguna persona de este último vehículo, dispara sin más ni más.
Los otros, es decir, la policía, como es de esperarse, responde el ataque con
armas de fuego. Lo que no resulta tan lógico es que entre los que responden
se cuenta a Edipo, quien entre otras cosas y vale la pena recordarlo en este
momento, acaba de recibir la autoridad para ser negociador de paz.
Además, está claro que él iba muy bien escoltado y que todos sus hombres
estaban en capacidad para reaccionar como de manera acertada lo hicieron
para defenderse y defenderlo a él en un legítimo acto de defensa propia. No
obstante, Edipo, a diferencia de la obra de Sófocles, no había recibido una
agresión directa para actuar como lo hizo y menos él, “el negociador de paz; él,
que iba a desmovilizar a la guerrilla y a los paramilitares; él, que era un
gobernante justo y que sólo buscaba el bienestar para su pueblo”74.
El carro conducido por unos presuntos delincuentes, echa reversa y huye,
mientras los agentes continúan disparando. Edipo, para rematar, también lo
hace en varias oportunidades más. La justificación de este episodio, vital en la
historia, no es clara por la importante responsabilidad que llevaba este hombre
sobre sus hombros, especialmente en el campo de la paz y en la entrega de
armas por parte de los grupos al margen de la ley. Esta última, una de las
primeras propuestas que él formuló cuando llegó a la región.
Esta reacción no es propia de un personaje que va a negociar la paz y que,
además, está fuertemente escoltado por miembros de la policía. Y quien, para
completar, cuando es interrogado por Creonte sobre el por qué de su arma,
74 MALAGÓN, GUTIERREZ, “Ni siquiera el destino es inocente”. Op. cit., p. 3.
88
responde que es una reliquia que lleva consigo por tratarse de una herencia de
su padre, como si con ella no se hubiera atrevido a disparar en la escena del
cruce de caminos.
Personajes
Contexto histórico de los personajes de la tragedia griega:
- Importancia de la máscara:
La indumentaria de los actores que representaban en Grecia, la tragedia en
teatro, estaba compuesta por el traje de representación (hecho de colores vivos
y llamativos), que los recubría completamente hasta las muñecas y los tobillos,
complementado con unos botines para los pies (lo cual facilitaba el cambio
rápido de traje y calzado en las funciones teatrales).
El vestuario y los adornos estaban diseñados convencionalmente, permitiendo
que los espectadores identificaran a los personajes en cuanto aparecían a
pesar de llevar máscara. Los componentes del coro, unas doce personas,
también las usaban.
El papel de la máscara ya no era ritual, sino estético. Entre otras cosas podía
servir para subrayar la distancia, la diferenciación, entre los dos elementos que
ocupaban la escena trágica, elementos opuestos pero al mismo tiempo
estrechamente solidarios.
Por un lado, el coro –en un principio, al parecer, no enmascarado sino
solamente disfrazado–, personaje colectivo encarnado por un colegio de
ciudadanos. Por otro lado, el personaje trágico, representado por un actor
profesional, y al que su máscara individualizaba en relación con el grupo
anónimo del coro. La máscara integra al personaje trágico en una categoría
social y religiosa muy definida, la del héroe.
89
Las máscaras estaban elaboradas con madera, cuero o lino endurecido y a las
mejores se las atesoraba no sólo por su valor, sino porque se volvían más
cómodas con el uso. El actor conservaba sus máscaras en excelente estado,
cuidando que fueran pintadas nuevamente con cada presentación.
Obras posteriores fueron estructuradas de modo que un actor pudiera
interpretar a dos personajes con el tiempo suficiente entre entradas y salidas
como para cambiar su traje y su máscara. Era considerado sumamente
inapropiado entrar en escena sin máscara, aún en las obras cómicas. En las
raras ocasiones en que un comediante apareciera sin máscara, solía pintar su
cara para ocultar su verdadera identidad.
Los actores:
Los actores eran todos varones y, al igual que en el kabuki japonés (y en las
obras de William Shakespeare), no se conoce la existencia de actrices, lo que
implicaba que los artistas tuvieran que interpretar roles femeninos, cosa que se
llevaba a cabo recurriendo al cambio de traje, de atributos del personaje, de
máscara –con tez ‘morena’ para los personajes masculinos, y ‘clara’ para los
femeninos– y de tono de voz. Un buen dramaturgo escribía sus obras de tal
manera que el actor principal pudiera demostrar el grado de su talento
interpretando primero un personaje masculino y luego uno femenino.
Hay que tener en cuenta que el número de actores era lo que hoy se
consideraría como reducido. Esquilo introdujo el segundo actor, y Sófocles el
tercero, lo cual conllevaba a que, necesariamente, un mismo actor tuviese que
personificar distintos papeles.
Esta distinción ayuda a explicar la naturaleza y función del actor en lo que
Jacob Burckhardt llamó el elemento ‘agónico’ o competitivo de la cultura griega.
Para los griegos, quienes organizaron todos los aspectos de su vida personal y
cultural con sentido competitivo, tanto los juegos como las obras trágicas, eran
90
situaciones muy serias. La palabra juego carecía de las connotaciones triviales
que tiene hoy en día. Las obras trágicas no se hacían solamente para
presentarlas en una competencia oficial: los mismos elementos que la
componían, los enfrentamientos del individuo contra determinados elementos
como: el destino, la sociedad u otros individuos, dependían de una
competencia y era la fuerza de esta lucha básica y penetrante la que le daba
sentido a cada línea del diálogo.
Los actores, al igual que los atletas, tenían que entrenarse. Y aunque los
antiguos teatros eran famosos por su extraordinaria acústica, la voz del actor
debía ser fuerte y ágil para que pudiera ser oída y aceptada por el exigente
público ateniense. El actor llevaba coturnos (calzado con plataforma gruesa),
una túnica convencional y una gran máscara que incluía en su parte superior
una peluca muy elaborada75.
Y estaba, literalmente, escondido dentro de una efigie a la que correspondía
animar, moviéndose sobre sus empinados coturnos con la gracia de un bailarín
y hablando a través de su máscara con fuerza y capacidad artísticas, de
manera que cada una de sus palabras llegara hasta la última fila de un público
formado por quince mil espectadores.
Mucho antes que los actores, existieron los mimos ambulantes, quienes al no
tener problema de idioma, ejercían su actividad a través de todo el mundo
conocido, tanto en las plazas como en los campeonatos militares, palacios y
espacios libres en las aldeas. Dado que la naturaleza de su arte se aliaba con
la sátira, él mismo elegía su material entre los lugares comunes de la
experiencia cotidiana, señalando las debilidades de los seres humanos76.
75 Sobre este tema véase LLOVET, Enrique. Ensayo preliminar. En: Autores varios. Teatro Griego: Grandes clásicos Universales. Barcelona, España: Círculo de Lectores, 1982. p. 24. "En los tiempos antiguos, los actores trágicos eran ciudadanos muy respetados. Los más dotados eran muy solicitados y se les pagaba sumas considerables para que se trasladaran a lugares lejanos y representaran en distintos festivales. El actor desempeñaba en cierto sentido, un papel similar al del sacerdote. Era designado por las autoridades para desempeñar ‘el papel del pueblo’, así como el atleta era elegido también para competir en su nombre y para representarlo en los juegos (....)". 76 Véase Ibid, p. 24 -33.
91
Este, era una especie de hechicero que daba al espectador la sensación de
que veía lo que en realidad no estaba allí y creaba, mediante gestos muy bien
estudiados, objetos imaginarios cuya existencia era lograda por medio de la
minuciosa observación que hacía de ellos. Al cambiar su apariencia física, en
un instante se transformaba tanto en otra persona como en un animal o un
objeto. Su éxito dependía de su virtuosismo y agilidad.
La acción en Sófocles:
La acción, en Sófocles, sostenida con imprevisibles alternativas y súbitas
sorpresas escénicas, posee una tensión continua y vigorosa que conquista al
espectador. Es el hombre quien se encuentra en el centro del teatro de
Sófocles. Lo que presta a sus personajes un relieve admirable de humanidad.
“Los personajes de este autor, aún llevando el sello de la inconfundible
personalidad de su creador, aparecen más destacados y autónomos que los de
todo otro poeta trágico, viviendo casi con su propia vida, cada uno nuevo,
perfecto y diverso”77
Lo característico de este nuevo hombre sofocleo es que su sabiduría es tradicional y religiosa, no-producto del cálculo racional. Edipo, Creonte, Odiseo (en Filoctetes), resultado todos de una nueva sabiduría, fracasan. Sófocles pone de relieve la incompatibilidad de los valores que la aristocracia trata de coordinar entre sí y propone una solución radical: la eliminación del elemento de afirmación de sí mismo que contiene la figura del héroe78.
De esta manera, la nueva idea de hombre propuesta en la tragedia, con el
ejemplo del sufrimiento que el héroe se atrae sobre sí, imparte una enseñanza
al pueblo, capaz de aprender del nuevo concepto humano. Se trata de una idea
de sociedad humana menos expuesta al riesgo y con más posibilidades de
pervivencia y felicidad.
77 CANTARELLA, Raffaelle. La literatura griega clásica. Buenos Aires, Argentina: Editorial Losada. 1971, p. 273. 78 RODRIGUEZ ADRADOS, Francisco. Sófocles y el panorama de su época. Op. cit, p. 91 - 92.
92
En toda la obra de Sófocles resuena constantemente el tema de la lección
impartida al hombre y especialmente, sobre las consecuencias de la insolencia.
Paralelo entre los personajes de Edipo Rey y Edipo Alcalde:
En esta nueva versión cinematográfica de Edipo Rey, un esforzado y hasta
meritorio intento por trasladar y actualizar esta inmortal tragedia griega, los
actores están bien escogidos. Los personajes principales son: Jorge Perugorría
de ingenuo Edipo, Ángela Molina en el papel de Yocasta, Paco Rabal haciendo
de Tiresias, el ciego adivino, y Jairo Camargo personificando a Creonte.
El primero, conocido por su papel protagónico en la cinta ‘Fresa y chocolate’
donde, realmente, hace un gran papel. Se ve ‘metido en su personaje’ y actúa
de manera verosímil. Sin embargo, se ha debido seleccionar para el rol de
Edipo a un hombre más joven porque aunque se supone que Yocasta en la
cinta era 15 años mayor que él, el físico de Perugorría no da para esto.
En la tragedia clásica es bastante evidente que ella era mucho mayor que él y
que este hecho era notorio, por lo que no era muy factible que surgiera
atracción entre ellos dos. Simplemente, si Edipo quería ocupar el trono de
Tebas, estaba obligado a casarse con la reina Yocasta. Por su parte, los
personajes de la película, por la edad de los actores, se ven contemporáneos y
por lo tanto apropiados para sentirse atraídos. Así que lo mejor era haber
escogido a un hombre más joven o en últimas, a una actriz que pareciera
mayor.
También es cierto que, posiblemente, los productores los hayan elegido así a
propósito, porque al fin y al cabo, es una historia de cine y no la copia literal de
Edipo Rey de Sófocles, pero entonces: ¿por qué no llamarlo en vez de Edipo,
Andrés, Pépe o Juan y a ella, en cambio de Yocasta, (entre otras cosas,
nombres poco usuales hoy en día), Adriana o Carolina. Y ¿por qué Edipo en
vez de sacarse los ojos como es poco probable que en 1995 sucediera, mejor
93
no se suicida al final de la tragedia. ¿Por qué mejor no se enamora de otra
mujer del pueblo que no fuera su madre?. O ¿por qué, precisamente, en una
encrucijada de caminos dispara y mata a su padre, cuando hay muchos más
hombres disparando y millones de sitios donde se podía haber presentado el
incidente?.
El problema es el guión de la película porque constantemente hace que el
espectador recuerde la tragedia de Sófocles y compare, y diga cosas como que
él debería haber sido menor que ella, o Yocasta mayor, porque así sucedió en
la tragedia clásica. Quizá si el argumento se hubiese simplemente basado en la
historia, como supuestamente era la idea y como figura al inicio de la cinta,
estos comentarios sobrarían pero en realidad lo que hicieron fue una
adaptación. Y si la idea original cambió y pasó a ser la representación con
imágenes de lo que Edipo Rey decía con palabras, exigía exactitud en ese
sentido. El guión es, realmente, el epicentro de muchos desaciertos de la
película. Y allí, cuando existen errores, no hay reversa que sirva.
Incluso, algunos críticos de cine han calificado a Edipo Alcalde, la última
aventura amorosa en cine de García Márquez, como parte de la tradición de
concepciones mal logradas en el séptimo arte por este reconocido personaje
de las letras. “Como en otras, García Márquez Movies, desconcierta por la
parodia que hace de sí mismo, de su mundo y su genio novelescos: de nuevo
las viudas legendarias y lúcidas, de nuevo los hombres que van a la saga de
sus mujeres, de nuevo la increíble y triste historia de un escritor que ama el
cine y no es correspondido”79.
Yocasta:
Es característica relevante de la obra de Sófocles, situar de manera muy
cercana, a los personajes heroicos al lado de aquellos que no lo son. Se
79CABELLO MADARIAGA, Lérida. “Una obra de actualidad”. En: Diario El Universal, Gran Diario de México. Artículo publicado en la Internet, p. www.diarioeluniversal.com o buscar en Altavista por Edipo Alcalde
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comprueba este hecho en la tragedia Antígona, con la presencia de Ismene,
hermana del personaje principal, quien en más de una ocasión intenta
persuadir, afortunadamente en vano, a Antígona para que por nada del mundo,
se atreviera a quebrantar el edicto ordenado por su tío Creonte.
En esta tragedia, la cobardía hecha persona, (Ismene) es hermana de una
mujer sinónimo de valentía. Capaz de luchar por defender sus convicciones,
importándole poco o nada, si su modus vivendis implica la muerte.
En Edipo Rey se confirma esta hipótesis con la figura de Yocasta, el segundo
personaje más importante de la historia. “El carácter de Yocasta es manifiesto
cuando desde un principio intenta –sin resultado alguno– persuadir a su marido
para que no continúe con la investigación.”80
Yocasta, a diferencia de Edipo, es más mala que buena y su final, menos
trágico y más merecido. Esta mujer, tuvo el descaro de participar en la
‘aparente’ muerte de su propio y único hijo, de meses de nacido. Yocasta es
una madre capaz de desprenderse de su pequeño con el fin de evitar la
pérdida del marido. Contrasta su conducta y la de Layo con la de Mérope y
Pólibo de Corinto. Los primeros expulsan a su hijo, lo ordenan matar, mientras
que los últimos acogen al extraño desconocido y le ofrecen su condición real.
Ella es la madre de Edipo y su esposa luego. Es aquella de cuyo vientre ha
nacido Edipo y en cuyo vientre entra Edipo. Es madre de Edipo y madre de los
hijos de Edipo. Es testigo del primer nacimiento de Edipo y de su primera, y a
su vez evitada muerte en el Citerón, y del segundo nacimiento, a la luz
intelectual, cuando descubre dónde nació Edipo, y de su segunda muerte.
Yocasta, quiso matar a Edipo cuando lo expulsó siendo este último apenas un
bebé, pero es Edipo quien la mata o, hace que se mate de angustia, con el
80 MALAGÓN, GUTIERREZ, Destino y ciudad en el Edipo rey de Sófocles. Op. Cit, p. 81.
95
fruto de sus pesquisas, una vez regresa a Tebas. Y después, contribuye con su
suicidio, cuando él descubre la terrible verdad.
Es Yocasta un personaje con las características necesarias, dada entre otras
cosas, su estrecha relación con Edipo, competente para evitar el trágico
desenlace de la obra. Ella es la representación de esa última oportunidad que
tiene el héroe de la tragedia para cambiar su rumbo. Pero su actuación se
invierte y lo que ella busca, salvar a Edipo y a ella misma de tremendas
transgresiones, resulta al contrario.
Así por ejemplo, cuando intenta tranquilizar a Edipo de los vaticinios que
tiempo atrás conoció a través de los oráculos y que hasta ese entonces
vuelven a ser motivo de su preocupación, Yocasta le dice: “Ten por cierto que
ningún mortal sabe cosa alguna de la ciencia de la adivinación. (.....) Apolo no
ha cumplido su predicción.”81 Actúa por tanto, impíamente, atreviéndose a
poner en tela de juicio los vaticinios de los oráculos. Hecho que, por supuesto,
no se quedaría libre de castigo.
Para completar, Yocasta le cuenta a Edipo, con lujo de detalles, las
características físicas de Layo, y todo lo relacionado con el suceso de la
encrucijada, con el único objetivo de convencer a Edipo de que él no tuvo nada
que ver con el hecho, pero por el contrario, Edipo reconoce de inmediato en
ese relato, el percance que él enfrentó, años atrás, cuando pasó por ese mismo
lugar, tal y como lo explicó Yocasta. Es decir, ella intenta por todos los medios
tranquilizar a Edipo y de apaciguar la investigación que él ha emprendido,
mediante la información que le suministra, sin embargo, esos datos resultan al
contrario y contribuyen con el descubrimiento de la verdadera identidad de
Edipo.
Incluso, cuando Yocasta ya no está tan segura de la inocencia de Edipo y de la
suya propia, trata de impedir que Edipo continúe con la indagación. Prefiere
dejar las cosas así. Edipo, sin embargo, no se detiene. Ya era tarde. Yocasta
81 SOFOCLES. Edipo Rey. Op. cit, p. 73.
96
había contribuido con la información que le suministró -la que consideró no
sería relevante-, con el desesperado interés por parte de su esposo e hijo a la
vez, por descubrir la verdad.
Por otra parte, Yocasta, la de Edipo Alcalde, tiene un desempeño muy similar.
Ella, de igual manera, intenta evitar que su ‘novio’, (porque aquí nunca se
casan) continúe con la investigación. Le es evidente que este hecho afecta a
Edipo de sobremanera e intenta distraerlo. Además, va comprendiendo, a
medida que avanza la investigación, que una terrible verdad no está lejos y
prefiere no conocerla con tal de seguir al lado de Edipo, tranquilamente. Sin
embargo, tal como sucede en el texto clásico, lo que ella le informa acerca del
sueño negro y del asesinato de Layo, resultan ser pieza clave en la reveladora
indagación.
Esta Yocasta, llega al punto de ocultarle a Edipo la verdad sobre ese hijo (su
hijo) que Layo mando matar. Crimen que sólo hasta muy avanzada la relación
y, ante la preocupación de Edipo, decide contarle. Según ella, no tuvo manera
de impedirlo.
Resulta bastante representativa la frase que la Yocasta de Triana pronuncia
casi al final de la historia y que dice, palabras más palabras menos, que ojalá
ella fuera su verdadera madre para sacar a Edipo de ese infierno en que él
vive. A Yocasta, la verdad como tal, no le interesa conocerla, por más
reveladora que ésta pudiera ser, posiblemente por esto mismo. Y esto es así,
porque a medida que avanza la investigación ella ya no está tan segura de no
ser su verdadera madre y, en cambio, si está completamente segura de sus
sentimientos hacia Edipo.
Su interés por él, la llevó a proponerle que se escaparan juntos, que se fueran
lejos y no averiguaran más sobre Layo, intentando quizás, escapar de esa
terrible verdad que podría separarlos más que la muerte.
97
Creonte:
Hermano de Yocasta. Se muestra, en términos generales, en Edipo Rey de
Sófocles, como un hombre cumplidor de su deber. Es, además, el consejero de
Edipo.
No obstante, la personalidad de Creonte se dibuja de manera casi perfecta en
la tragedia Antígona. Allí, según plantea George Steiner, Creonte no es un
tirano, sino en realidad, es una potencia ética. Creonte, por tanto, no está
equivocado. Sostiene este autor, que la ley del Estado y la autoridad del
gobierno deben ser respetadas y que toda infracción a esa ley debe castigarse.
Más aún cuando las leyes fueron durante mucho tiempo un asunto sagrado.
Se consideraba que Creonte (el de Antígona) había recibido las leyes de los
dioses, era por consiguiente lógico que las defendiera y que se preocupara por
hacerlas respetar de cualquier agresión, así ésta, proviniera de su propia
sobrina. Se trataba, entre otras cosas, de dejar un precedente. De no haber
sido así, ¿cuántos más no hubiesen intentando usurparlas?. En esta tragedia,
Creonte actuó en justicia, defendió aquello que para la comunidad era sagrado:
las leyes, lo planteado por los dioses y el bien público, antes que el bien
personal. Por lo tanto, cada una de las dos partes (Antígona Vs. Creonte)
realiza sólo una de las potencias éticas y, tiene sólo una, como su contenido.
Para Hegel, si Creonte fuera sólo o esencialmente un tirano no sería digno del
desafío de Antígona, no sería auténticamente cuestionable. Si Creonte no
encarnara un principio ético, su derrota no poseería una cualidad trágica ni un
sentido constructivo. En la presentación de Sófocles, esa derrota, en exacto
equilibrio con la de Antígona, entraña progreso82. 82 Después de la muerte de Antígona y de Creonte, surgirán nuevos conflictos de la división (en el seno de la ciudad) de la sustancia ética. Pero esos conflictos en la medida en que incumben a lo privado y a lo público, a lo familiar y a lo cívico, a las prerrogativas de los muertos y a las de los vivos, se producirán en un nivel de conciencia más rico, en un nivel de contradicción sentida, en un nivel de conciencia más valioso que aquel correspondiente al cadáver de Polinices.
98
De otro lado, pocas variaciones se encuentran en el Creonte de Edipo Rey. Es,
a medida que avanza la historia, más impasible y frío ante las circunstancias.
Se percibe como aquel que más se controla y controla a los demás y quien
sufre menos cambios motivados. Su frialdad y dominio sobre el discurso se
advierten en su defensa ante Edipo, cuando éste lo acusa de traición, pero
Creonte logra convencer al Coro, con su muy bien armada argumentación.
Es en principio, un hombre preocupado por su comunidad, obediente, muestra
de lo anterior es cuando, por orden de Edipo, va a consultar el santuario pítico
de Febo con el fin de averiguar el por qué de la peste. Es además, cordial en
su trato, demuestra una actitud respetuosa para con sus semejantes y,
especialmente, para con el rey. Acata y vela por el cumplimiento de la ley y la
voluntad divina, como todo ciudadano honesto, en Tebas o en Colombia, lo
debe hacer.
Una de sus intervenciones más relevantes tiene lugar después de que Edipo lo
acusa de estar conspirando en su contra para quedarse con el poder. Como es
de esperarse, la respuesta de Creonte es fuerte, pues se trata de una grave
agresión de la que, lógicamente, tiene que defenderse, más aún, cuando se
trata de una calumnia que deja muy en entre dicha su reputación.
Sin embargo, al final de la tragedia demuestra una vez más su carácter justo
cuando le dice a Edipo: “No he venido, Edipo, para reírme de ti o para
reprochar algo de tus pasadas faltas. Pero si vosotros (se dirige al Coro) no
tenéis ya ningún respeto hacia las generaciones de los mortales, tenedlo al
menos hacia la llama del rey Sol que todo lo alimenta, y absteneos de mostrar
al descubierto a este ser impuro a quien no pueden dar acogida ni la tierra, ni la
sagrada lluvia, ni la luz. Conducidlo con presteza dentro del palacio. Porque
sólo en los parientes hay sentimientos piadosos para ver u oír las desgracias
de los suyos”.83
83 SOFOCLES, Op. cit, p. 97.
99
Estas palabras son reveladoras del real carácter compasivo y misericordioso de
Creonte. El no ordenó matar a Edipo y fue este último quien se auto-desterró.
Y si se mira hacia atrás, antes de que Edipo accediera al trono, lo más justo era
que dado el parentesco de Creonte con Yocasta y Layo, Creonte recibiera el
título de rey, si Yocasta no lo podía hacer. Sin embargo por cosas del destino,
Edipo subió al trono y Creonte no dijo ni hizo nada al respecto para evitarlo y
jamás mostró un trato descortés hacia aquel que de cierta manera le quitó ‘el
puesto’. Unicamente lo hizo y vale la pena recordarlo, cuando Edipo lo provocó,
cuando lo acusó, nada más ni nada menos, de ser el asesino de Layo.
Por otra parte, Creonte el de la película Edipo Alcalde, es equiparado con una
especie de Carlos Castaño o de jefe paramilitar. Paralelo un poco injusto en el
sentido de que estos últimos son subversivos, personas que actúan al margen
de la ley, transgresores de derechos humanos, y el Creonte de Sófocles nunca
demostró tales actitudes, solamente la segunda, cuando Edipo lo irritó.
No obstante, sí comparte algo en común con los jefes paramilitares: su deseo
de erigirse como fuerza sustituta del estado. Esto se hace evidente cuando
Creonte manifiesta al ser acusado por Edipo, que él tenía el poder que quería,
así no fuera el rey. Sin embargo nunca se demostró que en realidad él actuara
así, parecía más bien, que decía esto molesto y como producto del desafío de
Edipo.
En términos generales, el paralelo propuesto por el equipo de producción de la
película es acertado y, sobre todo, válido para la época contemporánea
colombiana. Sin embargo vale la pena resaltar que parece que a la hora de
caracterizar el personaje de Creonte en el guión, solo hubieran tenido en
cuenta ese fuerte diálogo que Creonte sostuvo con Edipo y no sus demás
actuaciones, como por ejemplo, la del final de la tragedia.
Lo anterior es válido porque Creonte, el de la película, se percibe en casi todas
las escenas, primero, como un hombre que hace lo que le da la gana,
importándole poco o nada, si sus actuaciones están o no, al margen de la ley.
100
Desde que conoce a Edipo su trato hacia él no es nada cortes, incluso intenta
sobornarlo.
Sin ni siquiera conocerlo, Creonte ve, rápidamente, la posible participación de
Edipo en el asesinato de Layo. De no ser así, por qué le pregunta, justo el día
en que aparece el cadáver de Layo, si no le parece muy casual que hayan
secuestrado a Layo, casi a la misma hora en que él llegó.
El carácter inflexible de Creonte, también se hace evidente cuando sus
hombres encuentran el carro donde fue secuestrado y, posiblemente,
asesinado Layo. Es entonces cuando de inmediato el líder paramilitar se lo
lleva a Edipo, no como un gesto de amabilidad para que éste último continuara
con la investigación, sino con una actitud poco amable. Además, le insinúa que
Edipo podría estar comprometido en el crimen. En resumidas cuentas el
Creonte de la película, además de frío, no es un hombre bueno, o si no, sólo
basta recordar como llevaba a los sospechosos de la muerte de su cuñado,
casi al inicio de la cinta. En este sentido existe en el paralelo planteado un gran
abismo.
Edipo:
“Con ojo alerta para ver su último día, no debemos llamar feliz a ningún mortal,
antes de que haya alcanzado el término de su vida, sin haber sufrido dolor alguno”.
Sófocles. (Edipo Rey)84
84 Vale la pena reflexionar en esta frase de Sófocles, antes de pasar a estudiar la personalidad de Edipo, porque revela un dato muy importante, vital para comprender la historia de la tragedia Edipo Rey. Se trata de que Edipo fue durante mucho tiempo, una persona muy importante, nada más ni nada menos que el rey de Tebas, aquel hombre capaz de liberar a esa ciudad de la Esfinge devoradora de hombres. Lo más seguro es que sus gobernados jamás imaginarán que él era la causa de la peste que los asolaba. Por esto, Sófocles, induce con esta frase, a reflexionar sobre los diferentes estados de la vida, la cual tiene, necesariamente, momentos de intenso dolor, por más héroe o eminencia que sea una persona. Lo más seguro, y esta es un pensamiento vigente en todas las épocas, es que toda persona tendrá que enfrentar sufrimientos tales como los que vivió Edipo y debe estar preparado para asumirlos, hasta el último día de su vida.
101
El nombre de Edipo hace referencia a la deformidad de sus pies. Significa ‘pies
hinchados’. Y aunque el mensajero corintio le dice a Edipo que son sus pies la
explicación de su nombre, algunos autores aseguran que el nombre deriva de
conocer (eído), de acuerdo con lo que significaría el de los ‘pies conocidos’, en
referencia a ser quien adivinó el enigma propuesto por la Esfinge, que hacía
alusión a los pies85.
Edipo en esta obra corresponde a la cuarta clase de personajes trágicos, según
lo afirma Aristóteles en la Poética. En efecto, no es ni bueno ni malo y sufre un
cambio de surte que lo lleva desde la felicidad a la infelicidad. Además,
pertenece a aquellos personajes que matan a un familiar, sin saberlo. “Por lo
primero, se cataloga entre los que mayor compasión provocan en el auditorio.
Por lo segundo, entre aquellos cuyas acciones causan casi el máximo horror en
el espectador”86.
No obstante, desde el inicio de la obra, Edipo se percibe como un héroe. Esto
es aún más evidente cuando el sacerdote, el representante más importante del
pueblo, le pide ayuda. Es, sin duda, la persona indicada para descubrir el
origen de la peste.
Edipo hasta ese entonces es, nada más ni nada menos, aquel hombre
insuperable, capaz de descifrar el enigma de la Esfinge87. Además, es justo,
buen gobernante y generoso, puesto que por iniciativa propia se compromete
con su pueblo. Es su responsabilidad, es cierto, pero en realidad se muestra
interesado, no lo hace por obligación, más bien por un real interés de colaborar.
85 PORRAS, COLLANTES, Op. cit. p. 24. 86 Ibid, p. 24. 87 Edipo, no puede ser tildado de necio ni de vil; todo lo contrario, es noble, prudente y bueno. La tragedia de Edipo no es justificable por los defectos del protagonista –que los tiene– mas ninguno de envergadura tal que guarde consonancia con sus desgracias. Cuando se inicia la obra, el drama ya está consumado, y por ende, no se le puede adjudicar a Edipo un acto de hybris impía, puesto que antes de sus crímenes ni siquiera ha revelado ninguna de sus debilidades personales.
102
Es el amor de Edipo hacia su pueblo, el que le impulsa a sus pesquisas. Es
más, la falta del héroe no es un añadido maligno a su carácter elevado, sino
que nace precisamente de su propia elevación y grandeza, de su propia
autoafirmación y de su propia fuerza. “El héroe convierte su excelencia en
pasión y esa pasión degenera en exceso; exceso contrario a las leyes no
escritas o independiente de ellas, pero que de todas formas se traduce en
catástrofe, como en el caso de la búsqueda del criminal por Edipo, que acaba
por encontrarlo en sí mismo”88.
De igual manera es caracterizado Edipo, el de la película, en algunos aspectos.
El llega a una región bastante violenta, con las mejores intenciones, incluso
considera que por medio de su gestión se podrá llegar a importantes acuerdos
de paz, muestra de ello es la amnistía que declara a los pocos días de estar
allí. Es un hombre bueno, comprometido con su labor. Apenas se entera de lo
sucedido con Layo, su comportamiento es similar al de la tragedia clásica, en
realidad se interesa por el esclarecimientos de los hechos, quiere además,
demostrar que él sí se preocupa por el bienestar de sus gobernados.
Sin embargo, también existen diferencias notorias y paralelos forzados. El
Edipo de Sófocles llega a Tebas como el mejor de los hombres, hecho que le
vale el título de rey. Es en pocas palabras lo máximo. Por su parte, Edipo, el
alcalde, llega por su propia voluntad a dirigir los destinos de su ciudad natal, y
no por un logro tan meritorio. Por el contrario, no muchas personas estarían
interesadas en ocupar su puesto en un municipio de tan violentas
características. En realidad, no es muy posible que hoy en día exista una fila de
candidatos para acceder a la alcaldía de San Vicente del Caguán o algo así.
Además, este Edipo de la película, no es recibido con gran ánimo. Incluso,
cuando aparece el cadáver de Layo, Creonte, con bastante desconfianza, le
pregunta que si no le parece muy raro que todo eso haya sucedido,
precisamente, el día en que él llegó. Y más adelante, una persona del juzgado
88 RODRIGUEZ ADRADOS, Francisco. Sófocles y el panorama de su época. Op. cit. p. 85.
103
le dice que cada vez que viene alguien del gobierno (el alcalde, por ejemplo)
todo se pone peor.
Es evidente que un alto número de personas no creen en él. Cuando se
declara la amnistía y se organiza una celebración, hay quienes no retiran las
trincheras porque están convencidos de que esa aparente tranquilidad es
cuestión de días. Edipo, a diferencia del de Sófocles, no es trazado como un
héroe, o un líder. Ni siquiera se le parece. No es más que un hombre con
buenas intenciones pero supeditado para actuar. Se convierte en la mira de
paramilatres y guerrilleros, quienes lo ven como la figura ideal para poder llevar
a cabo sus propósitos. Por ejemplo Creonte, prácticamente le advierte, que por
su bien, es mejor que no se convierta en un obstáculo para su labor. Y asegura
que él no se desarmará ni dejará de hacer cumplir su propia ley, sólo porque
Edipo esté como alcalde. Incluso, desde un principio, busca de diferentes
maneras demostrarle a Edipo cuán poderosos es y quién es, en realidad, la
autoridad en ese municipio.
Viene después la inversión trágica. El héroe de la tragedia sofoclea es un
hombre valiente, noble, que conoce el sentido del honor y al que como hombre,
le llega el momento del sufrimiento. Se encuentra en una acción decisiva en su
vida, en la que se mueve en torno a los supremos principios de origen divino, a
riesgo de chocar con ellos por ignorancia. En Sófocles, el héroe actúa en una
dirección que, según los casos, resulta acertada o desacertada.
Pasa de ser un hombre inocente, a ser un hombre atormentado al conocer la
verdad de su origen y de todos los hechos que había protagonizado,
cumpliéndose así, las predicciones del oráculo. “La única conciliación es la de
él mismo consigo mismo, al descubrir y reconocer su limitación en la derrota y
aún en un triunfo que ha de pasar forzosamente por el sufrimiento”89.
89 Ibid, p. 86.
104
Edipo, como personaje, tiene dos manifestaciones: una, antes de conocer
quién es, y otra, después de este hecho. El primer Edipo es el que no conoce y
no ve con los ojos físicos. El segundo, es el que, a pesar de haberse cegado a
la luz del día, con el broche de Yocasta, ve con los ojos interiores y conoce.
No conoce, en principio, aquello que está más cerca de sí mismo, ni a aquellos con los que más cercanamente se relaciona por lazos familiares. No se conoce él mismo quien sea, tampoco a sus padres90. La segunda fase edípica culmina cuando el héroe descubre quién es en realidad.
Pero, ¿qué se le puede imputar moralmente a Edipo hasta el momento en que
pretende a toda costa resolver el oráculo para salvar de nuevo al pueblo de
Tebas?. Nada. Es, simplemente, un hombre que ha ejercido su derecho de
legítima defensa, sin tener la menor idea sobre la identidad de su injusto
agresor. Edipo, el descifrador de enigmas, asegura sin embargo, con este
crimen el cumplimiento del oráculo dado a Layo y del anunciado directamente a
él, matando a su padre y casándose con su madre. Su obstinación siempre es
honrada pero se invierte y deviene el elemento catalítico de la fatalidad.
Otra pregunta que surge es ¿por qué el héroe se empecina en escuchar la
demanda de Delfos y descubrir al asesino de Layo, a pesar de las advertencias
de Tiresias?. Aquí es donde entra a jugar un asunto clave. Su carácter
inflexible es definitivo. El héroe vive siempre en riesgo, nunca cede. Se pone
aquí en primer plano, la seguridad en sí mismo, característica que ha de ceder,
a la larga, ante la voluntad divina. Sófocles hace ver que el héroe carece de
medida y está abocado a reconocer el orden divino pasando por el sufrimiento
y la muerte.
Es más, no se puede desconocer que Creonte y Edipo tienen rasgos comunes
con Pericles (Sófocles perteneció al partido de éste). Estos son: su excesiva fe
en sí mismos y en la razón. Pero Sófocles no niega a Edipo su simpatía ni pone
en duda su amor por la ciudad.
90 PORRAS COLLANTES, Op. cit., p. 24.
105
Incluso, en varias tragedias de este autor hay un día que, si es superado por el
héroe, le pone a salvo del error y la desgracia. “En esta concepción se alían
como siempre la acción libre y la voluntad divina”91. En Edipo Rey se presenta
un momento en que Edipo se puede salvar del desenlace fatal si abandona la
investigación, pero no lo hace. Yocasta le dice: “créeme, te lo suplico, no
prosigas esto. Edipo responde: no puedo obedecerte hasta que no sepa esto
con toda claridad. Ella vuelve a intervenir con estas palabras: ¡ay
malaventurado!, ojalá nunca sepas quien eres”92.
Está es una característica clave de la tragedia griega: siempre presenta
individuos en situación de obrar, los sitúa en la encrucijada de una elección que
los compromete por entero. Los muestra interrogándose, a las puertas de una
decisión, sobre el mejor partido a tomar. Edipo cree optar por el bien, se vincula
con toda su alma y es el mal lo que ha escogido, revelándose, por la mácula de
la falta cometida, como un criminal.
Edipo manifiesta por lo menos tres condiciones de carácter, definitivos para el
desarrollo de la tragedia. La primera, son su firmeza y constancia cuando de
conseguir un objetivo honesto se trata. La otra, es su amor a la justicia y su
limpieza de conciencia. Pero junto a estos dos rasgos positivos existe uno
negativo. Sale a la luz cuando se deja llevar por un temperamento impaciente y
airado, que le hace perder control sobre sí mismo y sobre las circunstancias.
Tal descontrol le hace proferir palabras de las que luego debe arrepentirse,
como las dirigidas a Tiresias y a Creonte y las maldiciones que contra el
matador de Layo dice. “La condición de perseguir con terquedad un objetivo
hasta conseguido, aún a costa de destruirse a sí mismo con tal de ser útil a su
pueblo, la condición de vencer obstáculos y sugerencias para que abandone la
investigación, esa condición de hombre tesonero y recto, hace de Edipo un
91 RODRIGUEZ ADRADOS, Sófocles y el panorama de su época. Op. cit. p. 87. 92 MALAGÓN GUTIERREZ, Destino y ciudad en el Edipo rey de Sófocles. Op. cit. p. 81.
106
héroe del carácter. Con cada nuevo obstáculo vencido crece y,
paradójicamente, se destruye, cuando como carácter, es más grande”93.
El héroe es sólo la herramienta, el medio del que se vale Apolo para castigar a Layo su culpa de impiedad, pues debe saberse que, lujurioso, según se contaba, había violado las leyes de la hospitalidad, el respeto debido a los dioses hogareños, al raptar a Crisipo para ejercer sobre él, el vicio contra natura94. Edipo fue, de acuerdo con este concepto, un instrumento de Apolo.
Edipo cree demasiado en su propia fuerza y en su propio honor, se fía
demasiado en su inteligencia y esto lo lleva al error. Edipo es el prototipo que
demuestra que el valor físico y moral no llevan por sí solos al éxito. El
empecinamiento del héroe es justo, su finalidad es noble, más ignora la
voluntad divina y, como hombre, nunca triunfará frente a su destino.
Para Sófocles, no importa el ideal cívico, para él la razón humana, no importa
cuan alto sea su desarrollo, no tiene el poder de enfrentarse a los dioses.
“Edipo, al pasar por el sufrimiento, reconocerá su propia limitación como
hombre, comprenderá en carne propia las leyes no escritas y, finalmente, se
verá abocado a reconocer un orden que lo trasciende y cuyo control no
depende de él”95
Cuando es preso de la inquietud, y se encuentra en esa ‘remoción de
escombros’, Edipo niega casi de manera sistemática, cada revelación de la
verdad que le es enunciada. Se irrita, maldice y acusa a Creonte como
conspirador de su trono. Su verdad sólo es re–conocida en la medida en que
él mismo reconstruye la historia de su destinarse trayendo de nuevo a escena
los personajes que antaño supieron –antes que él por supuesto– qué ocurría
con su vida.
93 PORRAS COLLANTES, Op. cit. p. 27. 94 Ibid., p..27. 95 Ibid., p. 82.
107
Y sólo en la medida en que ese reconocimiento y esa reconstrucción son
llevados a término por el propio Edipo, cuando él mismo une las piezas del
rompecabezas, la verdad sobre su origen adquiere poder efectivo sobre la
trama: ahí sobrevienen las muertes de Yocasta, los ojos que pierden la luz
exterior justo ahora que ‘sabe de sí’, el abandono del trono cuando se resiste a
entregarlo y así sucesivamente.
En la película Edipo Alcalde, más que conocer este orden impuesto por la
voluntad divina, Edipo comprenderá que después de tanto abogar por unos
ideales de paz y, como muestra de ello, por castigar a los culpables de la
muerte de Layo; después de intentar demostrar por todos los medios que él si
es un hombre justo, no corrupto, con un real interés por lograr la paz, que él es
un asesino, que no tiene autoridad moral para hablar de paz y para castigar a
los violentos porque ya hace parte de esa triste realidad. No es nadie para
hablar de desmovilización, de amnistías o de acuerdos de paz porque disparó
en la encrucijada y no sólo mató a un importante dirigente político sino a su
propio padre.
En este sentido el equivalente es válido. Tanto el Edipo de Sófocles como el de
la película son hombres buenos, con fines nobles, pero las cosas no resultan
como se esperan. Y su carácter es definitivo para el cumplimiento de esa
inversión trágica. Duramente castigado por sus involuntarios delitos, como
hombre recto y fiel que es y cumplidor de las leyes, se aplicó él mismo su
propio edicto, y se hirió los ojos para no ver más al asesino de Layo.
En el siglo V a.C., esa última actitud de Edipo, la de sacarse los ojos era
totalmente válida, pues como él mismo lo dijo no quería ser más testigo de sus
desgracias, pero la pregunta es: ¿será que en la Colombia contemporánea, por
más dura que sea una realidad, como la de ser un parricida e incestuoso, un
hombre se saca los ojos y después de esto se convierte en un mendigo de la
carrera Séptima?. Poco posible.
108
La verdad, esta última escena que se grabó de primera, de acuerdo con el plan
de grabación, y que les demoró horas de trabajo, y que incluso los obligó a
detener los vehículos que transitaban por esta importante vía y los hizo recurrir
a una compleja labor de maquillaje, sobraba. No resultó nada verosímil. Una
vez más se corrobora que el equipo de producción por el afán de ser fiel al
texto clásico, incluyó escenas forzadas que en la obra de Sófocles están muy
bien pero que en una película que trata una realidad contemporánea, no
cuadran para nada.
Tiresias:
“Conocer y ver. La primera una condición intelectual,
la última, física, que se funden y se confunden porque conocer es ‘ver’ con el intelecto”96.
De acuerdo con Freud, cuando se está ciego en la conciencia, se mira en el
inconsciente. De manera similar, lo hace Tiresias, el vidente de la obra de
Sófocles, no gratuitamente ciego.
Tiresias, el ciego, es el único que ve la confusión en que vive la ciudad de
Tebas. Según la mitología griega vivió siete edades humanas y vio nacer y
morir en Tebas a: Layo, Edipo y Eteocles. Fue el más famosos de los adivinos
de Tebas, hombre respetado por su sabiduría. Sustentador e intérprete de la
voluntad divina.
Contrasta este personaje con Edipo. Es ciego de ojos pero no de intelecto,
mientras Edipo, a su vez, está ciego del intelecto, respecto a lo que le conviene
saber, y sano de los ojos físicos. Se asemeja con Edipo en cuanto ambos se
dejan llevar de la ira y se descontrolan en el curso de la tragedia.
96 PORRAS, Op. cit. p. 32. Esta sencilla frase, expresada por Ernesto Porras, resume, de manera muy precisa, quién es en realidad el adivino Tiresias y cuál su importancia en la tragedia de Sófocles. Esto es así, porque a pesar de ser invidente, Tiresias es el único que 've' la verdad de Edipo. Es decir, él no posee esa condición física que permite ver, es ciego, y sin embargo, conoce, sabe, porque 've' con el intelecto. Ese es Tiresias, y ésta, la mejor definición que de él se pueda dar.
109
Contrasta con Edipo, en cuanto siendo adivino de profesión, no adivinó en su
tiempo el enigma de la Esfinge. Se asemejan ambos personajes en cuanto con
su palabra, uno y otro, salvan a la ciudad de sus enemigos: Edipo de la esfinge
y Tiresias de Edipo.
El paso de la oscuridad a la luz tan característico de la tragedia griega y
ejemplificado de manera magistral en Edipo Rey, se hace evidente cuando
Edipo decide mediante el broche del vestido de Yocasta, después de conocer
la terrible verdad, apuntar hacia sus ojos y clavar con fuerza una y otra vez.
Surte en chorros la negra sangre y Edipo queda ciego. Lo hace para
castigarse, pues habiendo tenido ojos, no vio ni reconoció lo que debía. Se ha
quitado los ojos, porque no podía sufrir ver de frente a sus conciudadanos y
porque ya nada amable podía presentársele, digno de ser visto.
Edipo ciega sus párpados porque como él mismo explica, se le ha vuelto
imposible sostener la mirada de ninguna criatura humana, tanto viva como
muerta. La luz que los dioses han proyectado sobre Edipo es demasiado
resplandeciente para que un ojo mortal pueda contemplarla. Ella expulsa a
Edipo de este mundo, hecho para la claridad del sol, para la mirada humana y
para el contacto social. Ella lo devuelve al mundo solitario de la noche donde
vive Tiresias, que también ha pagado con sus ojos, con el don de la visión
doble, el acceso a la otra luz, la luz cegadora y terrible de lo divino97.
Edipo se apersona de la averiguación cuando dice: “bien, de nuevo y desde el
principio haré luz sobre estos hechos”98. Hacer luz y aclarar son palabras clave
del comienzo y del final del proceso de investigación que termina cuando dice:
“!Ay!, ¡ay!. ¡Todo se ha aclarado!. ¡Oh, luz, déjame verte por última vez!”99 Y fue
esa luz del conocimiento, aquella que le impidió seguir viendo. Es como cuando
una persona mira fijamente al sol, es posible que se quede ciega, y era tal la
97 Ibid., p. 18 – 19. 98 SOFOCLES, Op. cit., p. 94. 99 Ibid., p. 94.
110
fuerza de la verdad que Edipo conoció, que ésta lo encegueció. El sol no se
debe ver de frente pero Edipo decidió hacerlo con su equivalente, la luz del
conocimiento, y de ahí el resultado.
Tiresias, servidor de Apolo dijo: “Y te digo, ya que me has reprochado mi
ceguera: tú tienes vista y sin embargo no ves en qué desastres estás, ni dónde
vives, ni con quién. ¿Sabes de quién naciste?. Ignoras que eres odioso a los
tuyos en el Hades y sobre él, en la tierra. Tú ves claro ahora y no verás otra
cosa que la noche”100.
El momento crucial entre el ver y el no ver, entre el desconocer y el reconocer
por parte de Edipo es aquel que empieza así: “!Ay!, ¡ay!. ¡Todo se ha aclarado!.
¡Oh luz déjame verte por última vez, a mí a quien se ha revelado que he nacido
de aquel de quien no debí nacer, que me he reunido con quien no debí hacerlo
y que he matado a quien no debí asesinar!”101.
El paralelo entre el Tiresias de Sófocles y el de la película, resultó, de cierta
manera, apropiado. Sin embargo, no es posible desconocer un desacierto que
le restó puntos a este personaje.
El Tiresias de Triana y García Márquez resultó idéntico al del texto de Sófocles,
incluso, uno se imagina que este último debió hablar y vestir tal como aparece
en la película. Entonces la pregunta que surge es la siguiente: ¿acaso, el
objetivo del guión no era el de representar en la Colombia contemporánea esa
tragedia de Sófocles?. Y la verdad, ese Tiresias de contemporáneo, de actual,
no tiene nada, absolutamente nada. Ese aspecto contribuyó a disminuir el
realismo de la película.
100 Ibid. p. 95. 101 Ibid., p. 96.
111
Además, de acuerdo con lo expresado por Stella Malagón102, si en Salamina
(Caldas), el municipio que sirvió de escenario de filmación, encontraron un
Tiresias similar al planteado, a un hombre llamado Antonio Rendón quien
trabajaba descalzo en un cuarto sórdido y oscuro, con sus ojos cegados por las
cataratas, ¿por qué no se valieron mejor de este hombre para representar a
Tiresias y, de esta manera, habría resultado más verosímil?. Pero la gran falla
de este personaje, en la película, es que parece como si no se hubiera
adaptado. Es, tal cual, el Tiresias propuesto por Sófocles.
Coro:
Contexto histórico y desarrollo del Coro:
Según se ha conocido, en los primeros tiempos, en los tiempos exclusivamente
líricos, los coros cantaban y bailaban sus ditirambos a Dionisios instalándose
entre los espectadores. Luego, al señalarles en Atenas el primer espacio para
las conmemoraciones, en el primer teatro de Dionisios, se marcó un círculo de
veinticuatro metros de diámetro, destinado al coro, llamado orkhéstra, es decir,
lugar para bailar.
Los coreutas hablaban, cantaban o recitaban acompañados por la flauta. En
algunas ocasiones conversaba familiarmente con los actores. El corifeo
hablaba solo en representación de sus compañeros.
El coro, ser colectivo y anónimo –cuyo papel consiste en expresar con sus temores, sus esperanzas y sus juicios los sentimientos de los espectadores que componen la comunidad cívica– y el personaje individualizado, siempre más o menos ajeno a la condición ordinaria del ciudadano y que tiene aspecto de héroe del pasado, constituyen el centro del drama.103
102 Sobre este tema véase MALAGON GUTIERREZ. “Ni siquiera el destino es inocente”. Op. cit., p. 8. 103 VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. cit. p. 110.
112
El coro104 en las partes cantadas, se preocupa menos de exaltar las virtudes
ejemplares del héroe, que de inquietarse o preguntarse sobre él. En el nuevo
marco del juego trágico, el héroe ha dejado, por tanto, de ser un modelo. Se ha
convertido, para él mismo y para los demás, en un problema.
La significación histórica y social del coro (a menudo ignorada en las
reelaboraciones de la tragedia griega) es una pieza clave para comprender la
función del teatro en la antigua Atenas. El coro que es históricamente el
elemento más antiguo de la tragedia representada, voz conservadora de la
comunidad por medio de la cual las acciones individuales de los personajes
eran juzgados.
El Coro hacía su aparición en el espectáculo antes de que comenzara la acción
anunciada, emitía sus comentarios, aprobando o desaprobando y advertía a los
espectadores entre uno y otro episodio, fijando de este modo la acción de la
obra, en lo que constituía decididamente un contexto social.
El Coro en Edipo Rey:
El Coro, no sólo en Edipo Rey sino en toda la tragedia griega en general, es
considerado para algunos como un personaje colectivo, para otros, como un
simple adorno. Desde Aristóteles se debaten ambos extremos. El estagirita ya
consideró que los coros de Sófocles sí son personas dramática, mientras que
no los son en Eurípides, por ejemplo105.
104 Nietzsche define el Coro satírico de la siguiente manera: "Es, antes que nada, una visión de la multitud Dionisíaca, así como el mundo de la escena es una visión de ese Coro de sátiros -una visión tan poderosa que produce la abolición del sentido de "realidad" del actor frente a las filas de cultivados espectadores que lo rodean fila tras fila... El Coro ditirámbico es el coro de los transformados, que han olvidado su pasado cívico y su rango social, que han llegado a ser sirvientes intemporales de su dios y que viven completamente fuera de la esfera social". 105 Sobre este tema véase MALAGON GUTIERREZ, Destino y Ciudad en el Edipo Rey de Sófocles, Op. cit., p. 10. Para Aristóteles, el Coro debía ser un personaje activo. En su Poética dice al respecto: “Al coro hay que concebirlo como uno de los personajes, y que sea un miembro de la pieza, y que luche con los demás en el conflicto dramático, según lo está en Sófocles y no lo está en Eurípides”.
113
Ignacio Errandonea en su obra ‘Sófocles y la personalidad de sus coros’,
demuestra con una extraordinaria argumentación que el Coro, en Edipo Rey,
es un verdadero personaje de la obra.
Expone en su obra lo siguiente: Es cierto, el Coro en esta obra, representa los intereses del pueblo y, particularmente, los intereses de los notables de éste, que es más conservadurista y menos arriesgado en tomar partido frente a las pasiones en conflicto, menos dado a la tragedia y más a la lírica. Más adicto seguidor y defensor de los poderosos de turno, y particularmente de los dioses y de la religión y de quienes detentaban la corona. Pero, el Coro no deja por esto de participar y de revelar encontradas opiniones en que se debate en los momentos de duda. En estrofas y antiestrofas manifiesta felicidad de una absolución deseable y la pena y el horror ante la catástrofe. Participa también en los diálogos, orienta las pesquisas alguna vez, y en otras, actúa como mediador entre las partes en conflicto106.
Dos intervenciones del Coro son, particularmente, relevantes en Edipo Rey. La
primera en el momento de mayor desorientación en la investigación
emprendida por Edipo, y de las agudas dudas de Yocasta respecto a la validez
de los oráculos. El Coro ve un dilema insostenible en ese momento: si se
prueba, como ya va apareciendo, que Edipo, el rey de Tebas, ha sido el
asesino de Layo, si Edipo es hallado culpable. O si los oráculos no se cumplen,
se desprestigiarían y la religión podría desaparecer. Ninguna de las dos cosas
desea el coro, y menos la última.
Si se probara que el oráculo se cumplió, se salvaría la religión, pero se hundiría
Edipo, asunto este último que tampoco le agradaría. Las palabras del coro son
una reflexión y síntesis del grave conflicto en el que ha desembocado la obra
en ese momento.
Otra participación destacada es cuando lleva a cabo una alegre danza, poco
antes del trágico reconocimiento y en la que, haciendo eco de las últimas
palabras de Edipo, por las que se cree de humilde origen, el Coro cree que el
héroe ha sido parido por las ninfas del Citerón. “En momentos en que se
106 ERRANDONEA, Ignacio. Sófocles y la personalidad de sus coros. En: PORRAS COLLANTES, Ernesto. Edipo Rey de Sófocles, texto completo de la obra y guía de lectura . Santafé de Bogotá: Editorial Oveja Negra. 1993, p. 20.
114
avecina el desenlace, con la respuesta del pastor que busca acogerse a una
débil esperanza, la esperanza de que su amado salvador sea hijo de los dioses
del bosque como consolador recurso, y aún tan débil posibilidad esperanzada,
lo hace danzar, gozoso”107.
Esta última alegría, se supone, tiene la finalidad de subrayar, técnicamente, la
tristeza del final que se acerca, y de preparar la reflexión final, pronunciada por
el Coro y con la que termina la obra.
No se puede dudar entonces de la real importancia del coro. Edipo Rey así lo
comprueba. Es incluso más que un personaje: es un contexto, es reflexión,
explicación y hasta una especie de consciencia.
Por su parte, la película Edipo Alcalde propone como equivalente de este
relevante personaje a la comunidad civil o a la opinión pública, como también
se le conoce. Y en principio es el paralelo ideal puesto que se trata de algo
colectivo, situado “al margen” del problema. (Por lo menos en la cinta porque,
en la trágica realidad nacional, no está para nada al margen del conflicto).
No obstante, realmente en la película el Coro no tiene la misma importancia. Se
sabe que la comunidad es víctima de la violencia, del enfrentamiento armado
pero sus por demás, escasas intervenciones, no contribuyen ni con el
esclarecimiento de los hechos, ni con la revelación de verdades. Ni siquiera
media en el conflicto, así en la Colombia de hoy, sí suceda de esta manera.
Lo que se trata de explicar es que en la película no se percibe una comunidad
con un papel relevante, tal como sí lo tuvo su equivalente en la obra de
Sófocles. Se sabe que existe en la realidad contemporánea un equivalente al
coro, conformado por todos aquellos civiles ajenos al conflicto armado, que ven
‘los toros desde la barrera’ pero que sin embargo, y pese a ello, son víctimas
del enfrentamiento. Es evidente que existe una comunidad afectada, víctima
107 Ibid., p. 20.
115
del conflicto armado pero su actuación en Edipo Alcalde no es, como ha debido
ser, destacada. No se le concede la misma importancia. Es más, ni siquiera
una cuarta parte de la que el Coro sí tuvo en la obra clásica.
Concepto de culpa:
“Si Edipo fuese totalmente inocente,
no habría tragedia, porque el horror de su destino sería
un absurdo gratuito. Si fuese enteramente culpable,
tampoco habría tragedia, porque ese destino sería merecido,
y no despertaría nuestra compasión”. Guido Castillo108.
En la obra de Sófocles, existe un orden que debe aceptarse sin rebeliones, una
serie de principios, de origen divino, que el hombre debe respetar. Existe en su
obra, un mundo divino que condiciona la acción humana. No se trata nunca de
situaciones presentadas al azar, como lo insinuó Yocasta en Edipo Rey o
como, incluso, lo considera en algún momento el mismo Edipo.
Edipo, como otros personajes de este autor trágico, sufre por circunstancias
que no se pueden considerar como culpa suya. Sin embargo, Edipo sí mata a
su padre, es por tanto un parricida y también se casa con su madre, comete
por tanto incesto. Ha transgredido, así sea de manera involuntaria, dos
principios divinos109. Pero la pregunta que cabe formularse es: ¿por qué mató a
108 Antes de pasar a estudiar un concepto tan delicado, y a la vez trascendental, de la obra Edipo Rey de Sófocles, como lo es el de la culpa, el de la real responsabilidad de Edipo en la causa de la peste, vale la pena reflexionar en esta frase de Guido Castillo. Allí, plantea que para que esta obra pueda ser considerada dentro de este género literario, resulta bastante relevante, el conflicto existente entre qué tan alta es la culpa del protagonista en los dos crímenes que se le imputan (y que son la causa de la peste). De cierta manera, Edipo debe pagar sus dos transgresiones porque, así sea de manera involuntaria, quebró el orden impuesto por los dioses, pero por otro lado, jamás tuvo conciencia de que a quien mató, en un cruce de caminos y en defensa propia, era su padre y que para acceder al trono de Tebas, se vio en la obligación de casarse con su verdadera madre. Quizá, si él hubiese conocido de antemano su real parentesco con estas dos personas, no habría llevado a cabo ninguna de las dos faltas. 109 Vale la pena recordar en este momento una de las características indispensables de un buen periodista y que resulta todo lo contrario a la justificación de los dos crímenes cometidos por Edipo, supuestamente producto de la voluntad divina. En la labor de un profesional de la comunicación, si tiene principios éticos, como se supone los debe tener, un error, una información perjudicial y sin confirmar, no se puede justificar argumentando que se trata de algo
116
su padre?, acaso porque lo odiaba, o porque era un terrible asesino o peor aún,
porque no lo soportaba.
No. Ninguna de estas es la respuesta acertada, porque en primera instancia,
Edipo desconocía su real parentesco con el hombre muerto, pues en Corintio,
ciudad a la que siempre había considerado su lugar natal, había dejado a
Pólibo, a quien desde su infancia y como cualquier niño, conoció como su
padre.
En segundo lugar, la obra clásica relata cómo Edipo tiene un fuerte
enfrentamiento en un cruce de caminos, hecho que se puede comprobar en el
diálogo que sostiene Edipo con Yocasta en el momento en que el primero
afirma:
Cuando en mi marcha me acercaba al triple camino, el heraldo y un hombre, tal como tú dices, montado en un carro tirado por caballos de poca edad, vinieron en dirección contraria. El conductor y el mismo viejo me lanzaron con violencia del camino. Yo, lleno de cólera, golpeé al que me apartaba, esto es, al conductor, y viendo esto el viejo, acecha el momento en que yo paso al lado del carro y me alcanza en medio de la cabeza con su doble aguijón. No fue igual su suerte, porque enseguida, pegándole con el bastón que portaba en esta mano, cayó boca arriba y rodó inmediatamente del carro. Y di muerte a todos.110
Se puede concluir entonces que la justificación dramática de este episodio de
la encrucijada es perfecta en la obra de Sófocles. Por su parte, y como ya se
comprobó, la película de Triana y García Márquez intenta representar lo más
fiel posible esta escena, busca, que la agresión sea verosímil para que la
que se le salió de sus manos o de una orden de un superior. A un periodista le es imprescindible, en primer lugar, ser responsable de sus actos ante su conciencia. Está es una de las obligaciones más importantes que tiene para consigo mismo, e indica, entre otros aspectos, que debe asumir cada una de sus actuaciones, sin culpar de sus equívocos a nadie. De ahí la importancia de pensar muy bien cada una de sus acciones, para que más adelante no tenga cargos de conciencia o ésta le recrimine por algún acto impropio. En el campo de la comunicación la culpa no es nunca de las ‘leyes divinas’ o de las decisiones de los ‘dioses’, más conocidos en el contexto contemporáneo como directores de medios o propietarios de grupos económicos. En la labor informativa, el único responsable de una información errónea o equívoca, o de cualquier otro desacierto es el periodista y sólo él. De ahí la importancia de preparar muy bien cada nota que va a salir al aire o cada información que se vaya a publicar y, más aún, de decidir con quién y en qué tipo de medio va a trabajar.
110 SÓFOCLES, Op. cit., p. 76.
117
respuesta de Edipo tenga sentido como ocurre, claramente, en el texto clásico,
para que el protagonista no parezca un vulgar asesino. Pero no es así, el
equipo de producción no lo consiguió.
Por otra parte, en la obra de Sófocles el agente trágico aparece dividido entre
dos direcciones contrarias: unas veces causa responsable de sus actos en
tanto que expresa su carácter de hombre; otras, simple juguete entre las
manos de los dioses, víctima de un destino111. Y en este caso Edipo, (el agente
trágico) ha sido víctima de su destino porque él huía de los vaticinios del
oráculo, jamás consideró que su padre no fuera Pólibo y mucho menos que
aquel hombre que lo atacó en el camino y que lo obligó a defenderse, fuese en
realidad, su verdadero padre.
Edipo mismo así lo proclama, porque cuando comete el parricidio ni su persona
ni sus actos están en cuestión. En realidad, él mismo no ha hecho nada. O
mejor dicho, mientras cometía un acto, el sentido de su acción, sin saberlo y sin
que él participara en lo más mínimo, se invertía. La legítima defensa se
convertía en parricidio. “Inocente y puro desde el punto de vista del derecho
humano, es culpable y sacrílego desde el punto de vista religioso. Lo que ha
realizado, sin saberlo, sin mala intención ni voluntad delictiva no deja de ser por
ello el golpe más terrible contra el orden sagrado que gobierna la vida
humana”.112 Y debe por tanto expiar su culpa.
En Edipo Alcalde, por su parte, y aunque Edipo tan poco imagina que a quien
él disparó es su padre biológico, es muy posible que tras una exhaustiva
investigación, él, de acuerdo con el contexto contemporáneo, sí habría podido
demostrar su inocencia respecto al crimen, pues al fin y al cabo, las personas
que obstaculizaron su paso fueron quienes iniciaron el fuego y él podría haber
comprobado que actuó en defensa propia. Hecho que, seguramente, sería
confirmado por sus acompañantes y mediante la reconstrucción de los hechos.
111 VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. cit., p. 112. 112 Ibid., p. 112 - 113.
118
Lo que pasa es que es en este escenario no fue verosímil el actuar de Edipo.
No tiene una real justificación dramática esa acción. Y esto por supuesto, lo
trastoca todo.
En Edipo Rey, sucede de manera muy diferente porque, entre otras cosas, la
obra se inicia, como ya se anotó, cuando todos estos hechos ya han sido
consumados y para saber que fue Edipo quien cometió el crimen es necesario
hacer todo un recuento que revelará la verdad, solo hasta el final de la obra. Es
después de una investigación y de diversos cuestionamientos que Edipo se
descubre como aquel a quien él mismo ha ordenado castigar.
En la película también se ve un proceso de indagación con el fin de castigar a
los responsables, pero a diferencia de la obra clásica, desde el comienzo es
fácil suponer, como ya se explicó, que Edipo fue quien asesinó a Layo, porque
presenta la escena como una parte importante de la historia y porque no es por
medio de una investigación que se llega a esta verdad sino que la presenta
casi al inicio de la cinta.
Quizás, el hecho de que Edipo sea el hijo de Layo y de Yocasta no es posible
anticiparlo tan fácilmente. Es decir, en la película la fuerza e importancia que ha
debido tener la investigación no es equivalente a la obra de Sófocles.
A diferencia de Edipo Alcalde donde es bastante predecible la culpabilidad de
Edipo, o por lo menos en lo que respecta al homicidio, constituye un punto
clave en la tragedia de Sófocles, ir descubriendo, poco a poco, y mediante una
interesante investigación, la culpabilidad de Edipo en esas dos graves faltas
que han roto un orden divino.
Edipo, el de Sófocles, comete un parricidio culposo pero no doloso y es, por
tanto, libre de culpa. Cuando él se acerca al oráculo, aquel elemento sinónimo
de la voluntad divina o, si se quiere, de la previsión divina, “útil aviso para el
sabio e inútil para el fatuo”113, siempre enigmático pero nunca mentiroso114.
113 RODRIGUEZ ADRADOS, Sófocles y el panorama de su época. Op. cit. p. 86 – 87.
119
¿Por qué Edipo, teniendo serias dudas sobre su origen, y a la pregunta de si
son Pólibo y Mérope sus padres, Apolo no responde nada?.
Adelanta sólo una predicción: “Te acostarás con tu madre, matarás a tu
padre”115. Edipo, pues, comete en ese momento, quizás su más grande falta, la
de no inquietarse por el silencio del dios y la de interpretar su palabra como si
fuera la respuesta al problema de su origen. Esto, resultado de una de los
rasgos de su carácter: demasiado seguro de sí, demasiado confiado en su
juicio.
Edipo, temiendo el cumplimiento de estas terribles predicciones, huye de
Corintio rumbo a Tebas. El no quiere que eso tan espantoso que le ha sido
anunciado se vaya a cumplir y por lo tanto, intenta por todos los medios no
llegar a cometer ninguna de esas abominables faltas, pero por cosas del
destino, o mejor, porque es su destino, las termina llevando a cabo.
Edipo vuelve de consultar el oráculo, que le ha revelado su destino de parricida
e incestuoso; ha decidido no volver a Corinto para escapar a este destino. No
obstante fue un singular error, más aún, si sabía (de acuerdo con lo vaticinado
por el oráculo) que estaban allí sus parientes adoptivos. Volviendo a su lado,
por el contrario, no tendría ya que temer. Además, si Edipo hubiera decidido
casarse con una joven, se ponía al amparo de una unión incestuosa con su
madre.
Su singular error, “es un acto sintomático que revela su obediencia
inconsciente a su deseo de incesto y parricidio”116.
Edipo, tiene los defectos del hombre superior a la manera tradicional, admirado
también por él: el orgullo, el egoísmo, la violencia. Pero no es ésta la causa de
114 Sin embargo, el oráculo sí le proporciona al hombre la ocasión de errar. 115 SÓFOCLES. Op. cit., p. 30. 116 VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. Cit., p. 93.
120
su ruina, que ha sucedido ya desde el principio. Son simplemente constantes
humanas que hacen posible la marcha de la tragedia y que describen a Edipo.
“Es la magnitud del poderío divino y de la debilidad y el error humanos, el
hecho mismo del sufrimiento y no sus causas, lo que antes que nada pone de
relieve la tragedia”.117
Cuando Edipo mata a Layo lo hace en situación de legítima defensa contra un
extranjero que le ha herido primero; cuando se casa con Yocasta, se trata de
un matrimonio de conveniencia con una extraña que la ciudad de Tebas le
impone para hacerlo acceder al trono, en recompensa de su hazaña. Recibió
ese don que jamás ha debido recibir de Tebas, tras haberle sido tan útil.
El parricidio, el incesto, no corresponden ni al carácter de Edipo, ni a una falta
moral, que hubiera cometido Si mata a su padre, si se acuesta con su madre,
no es porque más o menos oscuramente odie al primero y esté enamorado de
la segunda118. Respecto a aquellos que cree ser sus verdaderos, sus únicos
padres, Mérope y Pólibo, Edipo experimenta los sentimientos de la
correspondiente ternura filial.
El mismo Sófocles insiste, como se ha puesto de manifiesto en varios estudios,
que la falta de Edipo es una falta involuntaria que, sin embargo, es expiada
cruelmente. Pero es importante aclarar que la víctima del sufrimiento es
finalmente el héroe de la tragedia, el más alto escalón del ideal humano.
Es por esa persecución implacable del criminal desconocido que se oculta en el
mismo que le persigue, un criminal sin culpa, que, una vez convicto, condenado
por anticipado, según unas leyes tenidas por sagradas, que humanamente lo
117 RODRIGUEZ ADRADOS, Edipo Rey de Sófocles. Op. cit, p. 108. 118 Sobre este tema véase VERNANT y VIDAL NACQUET. Op. cit., p. 112 – 113. “La culpa trágica es culpa heredada. Pero la culpa heredada, el legado humano del pecado original, por ejemplo, contiene la contradicción interna de ser uno culpable y sin embargo, ser inocente. La aceptación por parte del individuo de la culpa heredada es un esencial acto de piedad. En esta piedad, culpabilidad e inocencia, transparencia y oscuridad están inseparablemente entretejidas. De manera que la culpabilidad del personaje trágico tiene la mayor ambigüedad posible. Esta ambigüedad caracteriza la cólera de los dioses en el drama trágico griego”.
121
absolverían y en quien, cuando ya no es quien creía, se ejecuta una sentencia
según unas leyes divinas a las que no hay acceso humano119.
Es más, la falta del héroe no es un añadido maligno a su carácter elevado, sino
que nace precisamente de su propia elevación y grandeza, de su propia
autoafirmación y de su propia fuerza120. “El héroe convierte su excelencia en
pasión y esa pasión degenera en exceso; exceso que contrario a las leyes no
escritas o independiente de ellas, pero que de todas formas se traduce en
catástrofe, como en el caso de la búsqueda implacable del criminal por Edipo,
que acabó por encontrarlo en sí mismo"121.
Paradigma dolorido de toda la vida humana, Edipo es probablemente la más
alta creación de Sófocles. Es el médico que resulta enfermo, el sabio
descubierto como ignorante, el que quiere evitar la voluntad divina y es por ella
aplastado. Sófocles, autor que nunca pretendió poseer verdad alguna,
demostró en sus obras, y especialmente en Edipo Rey, la no existencia de
paraísos sin dolor y sin sufrimientos para el hombre122. Edipo es un ser como
cualquier otro, y sus acciones, sin ser él consciente de ello, lo conducen hacia
el abismo trágico.
119 Véase ALSINA, José. Tragedia, religión y mito entre los griegos. España: Nueva Colección Labor, 1971., p. 56 – 57. “No, no es posible adoptar la cómoda actitud de creer que en Edipo se ha cumplido una justa sentencia por un crimen no cometido. La terrible, la escalofriante experiencia que se obtiene y sintetiza la obra es que el hombre más excelso y sabio puede hallarse, sin saberlo, sin imaginarlo siquiera, conque ha cometido los dos crímenes más horribles, y que puede con ello ser conducido a la desesperación. Es el mal irracional. Los dioses son seres alejados de nosotros, y el hombre se halla irremediablemente conducido a la desesperación (....)”. 120 Véase MALAGON GUTIERREZ, Destino y ciudad en el Edipo Rey de Sófocles. Op. cit., p. 79. La visión del mundo sofoclea tiene que ver con la instancia religiosa que predomina en Esquilo, pero se aparta –de manera definitiva– de la concepción del destino como culpa y consecuente castigo divino. La transgresión de Edipo, y en general de todos los personajes sofocleos, no es falla moral, no está motivada por la hybris, su motivación deviene de la manifestación subjetiva y radica en un componente del carácter, en un atributo del hombre como ente individual (....)”. 121 RODRIGUEZ ADRADOS, Francisco. Sófocles y el panorama de su época. Op. cit, p. 85. 122 Véase MALAGON GUTIERREZ, Destino y ciudad en el Edipo Rey de Sófocles. Op. cit., p. 85. “El dolor humano para Sófocles, formaba parte de ese orden del mundo que él consideraba era el existente, aunque con la salvedad de que “un mejor conocimiento de lo que ese orden exige del hombre podría disminuirlo o evitarlo”.
122
En relación con este aspecto es importante analizar la opinión de Stella
Malagón Gutiérrez: “El héroe sofócleo no necesita expiar un pecado ni ser
castigado. Sófocles describe el mal, pero no pretende establecer sus causas,
él sabe de la pena pero no quiere saber nada de la culpa. Sófocles, reconoce
sí, a un hombre rodeado de fuerzas extrañas e inexplicables a las que no
puede determinar y de las que no es responsable. Los dioses son amos pero
no necesariamente unos amos justos y solícitos, ni unos amos arbitrarios y
caprichosos, sino unos amos de voluntades y caminos inescrutables”123.
Pero, ¿será cierto, tal como lo afirma Malagón, que el héroe de Sófocles no
necesitaba expiar una culpa, ni ser castigado?. Por supuesto que sí, sin lugar a
dudas, así en el Edipo Rey la cuestión de la culpa del héroe haya quedado sin
tocar y sólo en fecha tardía, hasta el Edipo en Colono, haya insistido Sófocles
en que se trataba de una falta involuntaria. Sin embargo, es claro que Edipo, en
Edipo Rey, se ha convertido en la mácula inmunda que ensucia la ciudad y por
tanto, el rey Febo, por medio del oráculo ordena desterrar al culpable o vengar
con su muerte al asesino de Layo. Ignorante o no de su culpa, el responsable
debe pagar. Y es esto precisamente el núcleo de la tragedia: la búsqueda del
culpable.
El motivo o la situación que conduce a Edipo, aquel considerado como héroe, a
cometer dos graves transgresiones, independiente de ser éste: algún defecto
de su carácter, el resultado de su libre albedrío, simple decisión de los dioses,
o producto de una trampa tendida por estos mismos, no importa, o por lo
menos, no es lo básico en la obra, el hecho es que lo cometió y punto. Lo que
sí está claro es que el responsable, en este caso Edipo, por más rey que sea,
debe expiar su falta.
Edipo, modelo ciudadano, sabe que su falta ha sido cometida sin intención,
pero, sabe también, que la ignorancia no lo podrá exculpar.
123 MALAGÓN GUTIERREZ, Destino y ciudad en el Edipo rey de Sófocles. Op. cit, p. 6 - 7.
123
Transgresión del tabú del incesto:
Tabú del incesto:
Se sabe con certeza que la otra grave falta cometida por Edipo fue la
transgresión de un tabú: el del incesto. Aquella violación lo convirtió en la
mácula de la ciudad, en la persona responsable de expulsar el mal a través
suyo. La unión con el padre constituía para los griegos un crimen y una
mancilla abominables, además de ser la causa de la ruptura de un orden
impuesto por los dioses.
Para los griegos los vínculos familiares definían un dominio de las relaciones
humanas donde sentimientos personales y actitudes religiosas eran
indisolubles. El afecto recíproco entre padres e hijos por un lado, y hermanos y
hermanas por el otro, representaba el modelo de lo que los griegos llamaban
philía. La palabra phílos, que tiene valor de posesivo y corresponde al latín
suus, designa ante todo lo que es suyo, es decir, para cada uno su pariente
próximo124. La oposición entre philía –eros y vinculación familiar– y deseo
sexual, ocupa, pues, un puesto principal en la arquitectura del drama.
También es cierto que la historia de Edipo, expuesta en Edipo Rey, plantea un
tema de gran importancia: la ignorancia del héroe. El está convencido, como es
lógico, de que es hijo de Mérope y Pólibo, soberanos de Corinto.
Al nacer, Edipo ha sido confiado a un pastor con el encargo de hacerle perecer en el Citerón. Entregado en manos de Mérope y de Pólibo, que no tienen descendencia, es educado, tratado, mimado por ellos como su propio hijo. En la vida afectiva de Edipo, el personaje materno no puede ser, por tanto más que Mérope, y no esa Yocasta a la que había visto nunca antes de su llegada a Tebas, que no es para él una madre en modo alguno y con la que se casa, no por inclinación personal, sino porque le ha sido entregada sin pedirla, como ese poder
124 Sobre este tema véase VERNANT y VIDAL NACQUET. Op. cit., p. 91. “Aristóteles, en muchas ocasiones y a propósito en particular de la tragedia, indica que esa philía se apoyaba sobre una especie de identidad entre los miembros de la familia restringida. Cada uno era para su pariente un alter ego, un yo mismo desdoblado o multiplicado. En este sentido la philía se oponía al éros, al deseo amoroso, que se dirigía hacia ‘otro’ distinto a uno mismo; otro, por el sexo; otro, por la pertenencia familiar. Para los griegos, el comercio sexual unía opuestos, no semejantes (....)”.
124
real ganado al adivinar el enigma de la Esfinge –pero que no podía poseer sino compartiendo el lecho de la reina en ejercicio–125.
Es evidente por consiguiente, que Edipo no tiene el menor complejo de Edipo,
de acuerdo con lo que se conoce hoy en día con ese nombre. Es por tanto
importante explicar en este momento: ¿de dónde viene el concepto de
complejo de Edipo, planteado, en primera instancia por Sigmund Freud y cuál
es su real relación con este drama de Sófocles?.
Complejo de Edipo:
Según Freud, a cada individuo se le presenta al llegar a este mundo la misión
de dominar el complejo de Edipo. Aquel que no lo logra, sucumbe a la neurosis.
En un principio, la práctica terapéutica había llegado a situar el origen de las
neurosis en sucesos infantiles que quedaban fijados como traumas. En el
centro de estos sucesos parecía hallarse la seducción de que era objeto un
niño por un adulto, generalmente padre o madre126.
Más tarde, Freud agregó lo siguiente: Su convencimiento sobre que para el
inconsciente la fantasía tiene los mismos efectos provocadores que la realidad,
ya que la primera supone el deseo y éste puede ser desencadenante.
El descubrimiento de las vinculaciones edípicas entre hijos y padres, se debió a
la reunión de varias circunstancias personales en la vida de este destacado
psiquiatra, según opinión del experto en el tema Andrés Caro Berta. “Una de
ellas fue su profundo interés por la antropología, las religiones, los folklores,
125 Ibid. p. 97. 126 CARO BERTA, Op. cit, p. www.andrescaroberta.com o buscar por Complejo de Edipo o por Edipo Rey.
125
mitos y leyendas que lo llevaron a entrar en contacto con diversos textos de
origen hebreo, griego y romano, entre otros, desde muy joven”127.
Freud analizó sus propios deseos infantiles, base de los sueños perversos,
incestuosos y hostiles comunes a todos los hombres, y encontró así el amor
por la madre (o el padre) y los celos contra el padre (o la madre), que
constituyen, según su opinión, un fenómeno general de la temprana infancia.
Consideraba que su real descubrimiento había sido el comprobar la existencia
de deseos incestuosos de los niños hacia sus progenitores, y específicamente
hacia el del sexo opuesto.
En un principio, el vínculo tiene dos direcciones. Por un lado, entre madre e hijo
o hija, y por otro, entre la pareja de esposos-padres, entre sí. Eso no equivale a
decir que no haya relación entre padre e hijo, sino que el niño, en una etapa
muy temprana no puede dimensionar la figura paterna, absorbido por la
relación de necesidad y dependencia y flujo libidinal para con su madre.
En ese período, la madre es percibida como alimento, pero también negador
del mismo, y por tanto también de placer, que incluso el niño receptor interpreta
como formando parte de su propio cuerpo. A medida que avanza la
discriminación y la aceptación traumática de que ese pecho no le pertenece, a
medida que avanza en la aceptación del No-Yo, comienza una nueva forma de
relacionarse con la madre, pudiendo ser captada ahora como objeto total y
externo a él, y compartida por otro personaje, el padre.
En todo lo señalado, la castración está presente. A ello deben unirse todos los
otros integrantes del núcleo familiar, en especial los hermanos (si los hay) y los
padres y hermanos de los padres, que habitualmente tienen un peso muy
grande en relación con la socialización del recién llegado. Pero toda esa
primera etapa donde hay una figura dominante que es la madre, está
127 Ibid..
126
construida con base en un vínculo de dos. Por tanto, surge la pregunta: ¿Qué
es lo que cambia a través de lo edípico?.
Cambia la dirección de los afectos. La relación eminentemente diádica, se transformará en triádica. Se establecerá el triángulo con el tercer personaje que se convertirá en el limitante para el vínculo erotizado entre madre e hijo. Luego de transitar por este Edipo temprano, la vinculación con los excrementos, el incorporarse y caminar sostenido por las dos piernas, el descubrimiento de la diferenciación anatómica de los sexos, encaminará la relación triádica por distintos caminos, según sea el hijo, niña o varón128.
En relación con la etapa edípica, en el varón el objeto deseado, su madre,
estará vedado por la figura paterna, el temido y potencial castrador. El temor a
la pérdida de su pene, entonces, llevaría al niño a abandonar en lo previo,
tortuosos caminos neuróticos difíciles de abandonar.
Freud en 1937 indicaba, según Caro Berta, lo siguiente: Todo lo esencial está conservado, incluso las cosas que parecen completamente olvidadas, están presentes de alguna manera y en alguna parte y han quedado meramente enterradas y hechas inaccesibles al sujeto. Realmente, como sabemos, puede dudarse de si cualquier estructura psíquica puede ser víctima de una total destrucción. Solo depende de la técnica psicoanalítica el que tengamos éxito de llevar completamente a la luz lo que se halla oculto129.
¿Y qué es lo que permanece oculto y celosamente custodiado en el
inconsciente como un tesoro?. El deseo del cumplimiento del vínculo tanto
sexual como de posesión de ese padre y la violencia contenida por el rechazo y
la interdicción del otro.
El tránsito por la etapa edípica, según lo expuesto por Freud, genera dos circunstancias importantes. Por un lado, la instalación de lo
128 Ibid. Véase CARO BERTA, Op. cit. p. www.andrescaroberta.com. “En la niña, en la etapa de reconocimiento genital, el descubrimiento de la falta de pene y por lo tanto, la sensación de creerse fallada, la conduce a un mal relacionado con su madre en cuanto supone, no la hizo completa. En ese convencimiento, la figura del padre, o quien haga de tal, es idealizada por ser él sí el poseedor de ese pene envidiado. La comprobación de que su deseo de poseerlo y luego de tener un hijo de él, se torna imposible de concretar en la realidad, le haría salir de la etapa edípica (....)”.
129 Ibid.
127
superyoico como heredero del Edipo, así como también, en la medida que perdure en el inconsciente la trama no resuelta, el teñido en mayor o menor medida, con mayor o menor control de nuestra parte, de nuestra personalidad130.
El complejo de Edipo no debe reducirse a una situación real, sino que su
eficacia proviene de la intervención de una instancia interdictora que prohibe el
incesto y cierra la puerta a la satisfacción buscada. De tal manera se unen
inseparablemente el deseo y la Ley.
Por otra parte, el proceso terapéutico seguido en estos casos, tiende a
conectar al paciente con sus orígenes (buscando hacer conscientes las causas
que permanecen en el inconsciente para curar y no castigar) para que, una vez
abiertas las puertas a la información relativa a los deseos libidinales hacia uno
de los padres pueda el paciente asumir la realidad y de esta manera poder
superarla.
Freud también comprobó, en sí mismo, el amor por la madre y los celos contra
el padre, al punto que los considero como un fenómeno general de la temprana
infancia. Estos deseos reprimidos corresponden a la máxima prohibición, la del
incesto. Prohibición que también incluían los griegos y que Edipo, en el Edipo
Rey, transgredió.
El descubrimiento planteado por Freud, cuyo alcance le parece general,
encuentra su confirmación, según su opinión, en un mito llegado hasta hoy en
día, desde el fondo de la antigüedad clásica: el mito de Edipo, del que Sófocles
obtuvo el tema para su tragedia titulada Oidípus Týrannos, más conocida como
Edipo Rey. “Legible inmediatamente, completamente transparente para el
espíritu del psiquiatra, ofrece de entrada una significación cuya evidencia
aporta a las teorías psicológicas del clínico una garantía de validez
universal”131. Lo anterior, constituye parte de la explicación al por qué se le
130 Ibid. 131 VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. cit, p. 79.
128
llama complejo de Edipo a este suceso y cuál su relación con el drama de
Sófocles.
Si lo anterior es así, se comprende el apasionante hechizo del Edipo Rey132, a
pesar de todas las objeciones racionales contra la idea del destino inexorable
que el asunto presupone, y entonces, también se podría comprender por qué
todos los dramas posteriores a ese género estuvieron condenados a tan
lamentable fracaso.
La fatalidad y el oráculo, expuestos en la tragedia, no eran entonces sino
materializaciones de la necesidad interior. El hecho de que el héroe peque sin
saberlo y contra su intención, constituye la exacta expresión de la naturaleza
inconsciente de sus tendencias criminales.
Para Freud, el efecto trágico de Edipo Rey está vinculado a la naturaleza
particular del material utilizado por Sófocles, es decir, en última instancia, a los
sueños de unión con la madre, de asesinato del padre que proporciona la clave
de la tragedia. “La leyenda de Edipo es la reacción de nuestra imaginación
contra esos dos sueños típicos, y como esos sueños van acompañados en el
adulto de sentimientos de repulsión, es preciso que la leyenda comporte el
espanto y la autopunición en su contenido mismo’”133.
Se puede afirmar entonces, una vez conocidos los conceptos básicos
relacionados con el complejo de Edipo, que si Edipo encontró al lado de
Yocasta la felicidad fue porque psicológicamente ese enlace no era para él el
lecho materno, ese léktron métrós al que se refiere, para designar al lecho de
Mérope.
132 Sobre este tema véase CARO BERTA, Op. cit. p. www.andrescaroberta.com. “Es que todos nuestros sentimientos se rebelan contra un destino individual arbitrariamente impuesto. Pero el mito griego retoma una compulsión del destino que todos respetamos porque percibimos su existencia en nosotros mismos. Cada uno de los espectadores fue una vez, en germen y en su fantasía, un Edipo semejante, y ante la realización onírica trasladada aquí, a la realidad, todos retrocedemos horrorizados, dominados por el pleno impacto de toda la represión que separa nuestro estado infantil de nuestro estado actual (....)”. 133 VERNANT y VIDAL, Op. Cit. p. 83.
129
Cuando se convierte en el auténtico lecho materno, será para Yocasta y para
él, el signo mismo de su desgracia. La unión conyugal que los tebanos le
ofrecen con su reina no puede significar para Edipo una re-posesión de la
madre, porque Yocasta es para él una extraña, puesto que él mismo se siente
en Tebas, según lo fórmula Tiresias, un extranjero residente.
“La separación de la ‘madre’ no se ha producido para él en su nacimiento, en el
Citerón, sino el día en el que ha tenido que abandonar el dulce rostro de sus
padres, al mismo tiempo que lo hace con Corinto”134.
Desde el inicio de la tragedia no es posible suponer el real vínculo existente
entre Edipo y Yocasta. Este sólo es factible cuando se acerca el final. Y es así,
porque Sófocles lo quiso de esa manera y no por casualidad. Suprimió antes
de la revelación final, todo cuanto permitiera suponer en las relaciones
personales entre marido y mujer, los lazos de un hijo con su madre. Yocasta ha
permanecido mucho tiempo sin hijos, tuvo a Edipo tarde. Por tanto, es mucho
mayor que él. Pero nada en la tragedia permite considerar la existencia de esa
diferencia de edad entre ellos dos.
Si Sófocles ha borrado ese rasgo, no es sólo porque habría parecido extraño a los ojos de los griegos (la mujer era siempre mucho más joven que su marido), sino porque habría sugerido, en las relaciones de pareja, si no una inferioridad de Edipo, al menos de parte de Yocasta una actitud ‘materna’ que no cuadraba con el carácter dominador, autoritario y tiránico del héroe. Unas relaciones de tipo edípico, en el sentido moderno de la palabra, entre Edipo y Yocasta, habría ido directamente contra la intención trágica de la pieza, centrada sobre el tema del poder absoluto de Edipo135.
En este momento, vale la pena hacer varias precisiones. En primera instancia,
recordar una pregunta que se formuló en algún párrafo superior, y a la que ya,
de cierta manera, se le dio respuesta, acerca de si existe en la obra de
Sófocles el complejo de Edipo, entre Edipo y Yocasta, tal como lo planteo
134 Ibid., p. 83. 135 Ibid. p. 98.
130
Freud. De acuerdo con las teorías expuestas por éste último autor, si este
complejo llegó a existir, como se supone sucede en todos los seres humanos
en la infancia, Edipo no tendría por qué ser la excepción y así lo confirma
Yocasta en un diálogo. Pero le debió acontecer con Mérope, a quien siempre
conoció como su madre.
Con Yocasta, sucedió algo totalmente diferente. Fue desde el principio una
relación de pareja y, por lo general, nadie padece este complejo con su
compañero(a). Se casó con ella sin nunca sospechar su real vínculo y en
ningún momento se da a entender que él pueda siquiera considerar esta
posibilidad. Antes, claro está, del descubrimiento final que demuestra todo lo
contrario. Sin embargo, Edipo sí cometió incesto136, de manera inconsciente,
con Yocasta. Transgresión de un importante tabú:
Por otra parte, estudiando la transgresión del tabú del incesto, aspecto que en
últimas, es el único competente de estudiar en la obra clásica137 (más que el
complejo de Edipo como tal), y el manejo dado a esta transgresión en la
película Edipo Alcalde, se consideró que el asunto debió ser abordado de
manera diferente y de acuerdo con el contexto contemporáneo. Para que de
esto no quede la menor duda, a continuación se expone un ejemplo.
Hace unos años se desató un escándalo de dimensiones insospechadas,
escándalo del que incluso hoy en día se sigue hablando, acerca de la relación
existente entre el Presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y Mónica
Lewinsky, practicante de dicha institución. Supongamos que de manera
136 Transgresión que surge hasta por razones biológicas, pues, hay quienes han propuesto que la especie se va aniquilando o deformando en la medida en que se cierra el círculo genital. 137 Sobre la transgresión del tabú del incesto cometido por Edipo en la tragedia Edipo Rey de Sófocles véase VERNANT y VIDAL NACQUET, Op. cit. p. 112 – 113. “Edipo mismo lo proclama: al cometer el incesto, ni su persona, ni sus actos están en cuestión; en realidad, él mismo no ha hecho nada. O mejor dicho, mientras cometía un acto, el sentido de su acción, sin saberlo, se invertía. El matrimonio que consagraba su gloria, se convertía en incesto (....)”.
131
paralela, se presentó por ese entonces en dicho país, un agudo problema
económico como consecuencia de la llamada crisis asiática. En todo caso,
debe quedar claro que fueron factores diferentes a esta relación entre el primer
mandatario y la hoy ex becaria, los detonadores del problema económico.
Se podría decir entonces, que en Estados Unidos se transgredió un tabú,
porque además de ser el Presidente Clinton un hombre casado, es la primera
autoridad de una potencia mundial, ejemplo a seguir, y ella, una estudiante
mucho más joven que él, quienes, entre otras cosas, sostenían relaciones
íntimas, de manera abusiva e irrespetuosa, en los salones de la Casa Blanca.
No obstante, se tiene la certeza de que esa transgresión no generó una ‘ira de
los dioses’ o algo similar, quienes en medio de su cólera, habrían enviado
como castigo la crisis económica, la cual no finalizaría hasta que los
responsables (Clinton y Lewinsky) expiaran su culpa.
El anterior concepto no es sincrónico con esta época contemporánea pero sí lo
era con la de Sófocles. En ese entonces, sí se consideraba que la transgresión
de un tabú, como el del incesto, desataba una peste, hoy equivalente a una
fuerte e intempestiva crisis económica, por ejemplo.
En Edipo Alcalde, como se presentaba la Colombia de hoy, se hizo necesario
plantear el crimen político y la violencia que este hecho generó como
equivalentes de la transgresión cometida por Edipo. Sin embargo, es
importante recordar que fueron dos los crímenes perpetuados por el Edipo de
Sófocles: el parricidio y el incesto. Y la película, a la larga, sólo plantea uno
porque la relación que existió entre Edipo y Yocasta, como se explicó, no tiene
en esta época la trascendencia que muestra la película. Resulta, por tanto,
forzado.
Da la impresión de que la relación entre Edipo y Yocasta se presenta en la
película porque así sucede en la obra de Sófocles, pero una relación
incestuosa hoy en día, más que conducir a una terrible guerra, (porque en
132
Edipo Rey sí desencadenó la peste) a sacarse los ojos o a suicidarse con unas
tijeras, implica unas connotaciones morales y un rechazo por parte de la
comunidad, pero no ese drama tan traído de los cabellos que presenta Edipo
Alcalde. Más aún cuando el incesto fue cometido sin tener conciencia de él.
Más bien, la violencia del asesinato, sí genera esa ira, que ya no sería de los
dioses, pero sí de la comunidad y del Estado. Además, si la idea era comparar
unas instancias sociales y políticas del siglo V a.C. de Grecia, con las de la
Colombia contemporánea, no resulta para nada proporcionada la reacción de
Edipo. El final de la cinta sí resulta idéntico al de la obra, pero exagerado para
la época contemporánea.
Asimismo, si la idea era equiparar el crimen político con la transgresión y/o con
el parricidio cometidos por Edipo, se ha debido profundizar más en las
consecuencias del primer aspecto (crimen político). Esto es así, porque al final
de la obra de Sófocles, cuando se descubre que la peste ha sido el castigo por
la ilegitimidad de la persona que ocupa el poder, se concluye la gravedad de
este asunto. Todo conduce a que la cólera de los dioses se debe a este hecho,
quienes continuarían molestos hasta que eso no se resolviera y por eso,
desatan una peste.
En la película no se llega a nada, no se concluye nada. Se conoce, sí, que
Edipo fue el autor de tal crimen, pero en cuanto a los paramiliatares o la
violencia, resultan más bien como arandelas del argumento para darle mayor
realismo. Constituyen un contexto, pero no se profundiza en esos aspectos, no
se concluye nada nuevo a lo que se ha visto durante la hora y noventa minutos
que dura la cinta.
Existe, además, otra serie de importantes diferencias. En el texto clásico, Edipo
se ve obligado a casarse con Yocasta, una mujer mayor, con el único fin de
acceder al trono y de la que lo más seguro, Edipo no se sentía persuadido138.
138 Además, Edipo está convencido de que la doria Mérope es su madre. Y no tendría porque considerarlo de otra manera puesto que así se lo hicieron ver desde que tuvo conocimiento. Y cuando un hombre,
133
En cambio, en la película, ellos dos se sienten atraídos e inician una relación
porque se gustan y no porque Edipo esté interesado en algo más de ella.
Se puede concluir por tanto que, en la cinta, la relación de incesto sucede de
igual manera, pero su trascendencia es muchísimo menor. No se puede
equiparar con la del texto clásico. Sus implicaciones son desmedidas para
suceder hoy en día y se presenta porque se saldría del argumento de Edipo
Rey, pero no por nada más.
La peste:
En este momento es indispensable abordar otro de los aspectos claves de la
obra de Sófocles y a su vez el manejo dado al mismo en la cinta de Jorge Alí
Triana: la peste, considerada en Edipo Rey como la presencia del mal y como
el germen de una inquietud. Sinónimo de una alarma y de la necesidad de
buscar una pronta solución al hecho que la causa. Sin embargo, es así como
se inicia un camino que conduce invariablemente a lo mismo: la culpabilidad sin
tacha, completamente involuntaria.
Por su parte, la película Edipo Alcalde propone el crimen de Layo como
detonador de la violencia, –ésta última, el equivalente de la peste tebana–. Es
decir, Edipo y su falta, son los causantes de esa peste nacional, más conocida
como la violencia. Infortunadamente, esto no es claro.
Y no es claro por lo siguiente: es bien sabido que las fuerzas subversivas tales
como los grupos guerrilleros o los grupos paramilitares son actores del conflicto
armado desde tiempo atrás y, también es bien sabido, que no desaprovechan
pasado de copas, lo acusó de ser “hijo fingido de su padre”, Edipo después de interrogar por este inquietante asunto a quienes conoció como sus padres, se tranquilizó, pues ellos se molestaron contra el autor de tan desproporcionadas palabras. Sin embargo, y como una seña particular de su carácter: la obstinación, Edipo no satisfecho con la respuesta de Pólibo y Mérope, decide acudir a Delfos. Allí, Apolo no contesta sus preguntas y más bien le vaticina que él está destinado a unirse con su madre y a ser el asesino de su padre.
134
cualquier coyuntura, como en este caso la muerte de un reconocido dirigente
como lo es Layo, para llevar a cabo fuertes combates, con el único fin de poner
cortinas de humo y de esta manera dar cumplimiento, de manera solapada, a
sus perversos objetivos, o también, para desestabilizar al país y demostrar que
son grupos fuertes, capaces de todo.
Lo que en este momento vale la pena resaltar es que según se percibe desde
el comienzo de la cinta, la violencia ha sido una constante en esa región. No se
trata de nada nuevo. No se trata de un pueblo tranquilo que tras la muerte de
Layo empieza a conocer lo que es un combate armado, o por lo menos, esa es
la sensación que queda después de ver cómo la policía previene a Edipo
cuando se dirige a esa zona y las crudas imágenes que se observan cuando él
llega.
Mientras que la peste de Edipo Rey (una vez más: el equivalente de la
violencia en la película), sí era, en ese momento algo nuevo, inesperado,
totalmente sorpresivo. En Edipo Alcalde, un combate más, un combate menos
era algo de todos los días, y eso, queda muy claro en el espectador. Aunque
como es de esperarse la muerte de Layo sí lo agudizó.
Al grupo guerrillero que se presenta en la película, poco o nada le afectaba la
muerte de Layo, por el contrario, se supone que les beneficiaba por ser éste
último, cuñado y amigo de Creonte, dirigente de un grupo de paramilitares.
Esto significa que se trata de un típico conflicto del diario vivir, de un
enfrentamiento de esos a los que ya, por desgracia, están acostumbrando a ver
en las primeras páginas de los periódicos la inmensa mayoría de colombianos.
No es por tanto una violencia posible de equiparar, de tú a tú, con la peste de
Tebas, porque ésta última buscaba castigar a un culpable, al gobernante que
ocupaba el poder de manera ilegítima y que había provocado la ira de los
dioses. Y aunque en la cinta también se busca castigar a un culpable, a un
asesino, y los últimos enfrentamientos armados que tienen lugar en la región
son consecuencia de ese asesinato, y donde por tanto, el poder ocupado por
135
Edipo también es ilegítimo, la gravedad de la falta, no es posible de equiparar
tan fácilmente en estos dos escenarios. No se puede comparar tan fácilmente
el asesinato de un dirigente político presentado en la película con la
transgresión de un tabú como el del incesto porque las connotaciones y el
conflicto posterior que cada uno de estos hechos genera, en su
correspondiente escenario, no concuerdan.
Las muertes violentas y las masacres, generan la ira de la comunidad de la
misma manera que la transgresión del tabú del incesto y el parricidio
despertaron la cólera de los dioses, pero el concepto de culpa del Edipo Rey de
Sófocles comparado con el de Edipo Alcalde no es equivalente. ¿Cuál grande
sería la gravedad de la falta y del orden quebrantado en Edipo Rey que los
hijos de Edipo, su descendencia, cargarían con la culpa y la desdicha
continuaría con su descendencia?139.
Además, la violencia nacional no es tan equivalente, como en principio podría
creerse, con la peste presentada por Sófocles. No es tan válido porque la
violencia de la región presentada en la película ya estaba, (con anterioridad a la
muerte de Layo) era asunto de todos los días, mientras que la peste en Tebas
no. Está era por el contrario y, en ese momento, algo nuevo, porque Edipo y
Yocasta reinaban con felicidad y tranquilidad. La peste era una alarma que
avisaba que el orden se había transgredido140.
139 Véase SOFOCLES, Op. cit., p. 99 – 100. “Lloro por vosotras, ya que no puedo veros, pensando en la amargura que en el resto de vuestra vida tendréis que soportar de parte de los hombres. ¿A qué reuniones de ciudadanos iréis, a que fiestas, de donde no volváis a casa bañadas en lágrimas en vez de presenciarlas con placer?. Y cuando hayáis coronado la edad del matrimonio ¿quién osará afrontar los oprobios que serán la perdición de mi desgracia y de la vuestra?. Porque ¿qué falta a vuestra desgracia?. Vuestro padre mató a su padre, fecundó el vientre en que él mismo se formó, y allí en donde él mismo fue concebido os engendró a vosotras. Se os enristrarán estas afrentas”. Manifiesta Edipo a sus hijas cuando se acerca el final de la tragedia. Incluso, cuando Creonte le ofrece a Edipo albergue en el palacio, éste último lo rechaza porque no se siente digno después de todo lo sucedido. 140 Véase CABELLO MADARIAGA, Op. cit., p. www.diarioeluniversal.com o buscar en Altavista por Edipo Alcalde. (Hacer especial énfasis en las palabras escritas en cursiva) .“Edipo Alcalde: drama que transcurre en la Colombia de nuestros días basado en un guión de Gabriel García Márquez a partir del Edipo Rey de Sófocles. Un hombre llega a la agitada Colombia de nuestros días para convertirse en el alcalde de una de sus ciudades e intentar pacificar la zona llena de violencia debido a las bandas paramilitares, los guerrilleros y los narcotraficantes.”
136
Si bien es cierto que la falta que propone la película es tan grave en la
Colombia contemporánea, como lo que significaba, en ese entonces, la
transgresión de un tabú como el del incesto; ir al crimen político, como la gran
culpa, en una región que a simple vista se ve que está azotada por la violencia,
y presentarla como el gran detonador, realmente, resulta forzado.
Es posible que este error provenga desde la etapa de adaptación puesto que
Stella Malagón, una de las principales responsables de este proceso, afirmó en
sus tesis de grado lo siguiente: “¿por qué los dioses castigan a Edipo, si el rey
de Tebas es un hombre superior, sabio, moderado, prudente y generoso,
ciudadano ejemplar, padre y marido amantísimo?. Sófocles no traduce las
soluciones convencionales que en su momento son dogmas de la sociedad.
Nunca expresa la falta que motiva la tragedia. No hay una verdadera razón
de la cruel suerte de Edipo. El poeta relata, simplemente, cómo deviene esa
crueldad”141.
Falso. Y este concepto puede ser el origen de las faltas que se han venido
tratando. Stella, olvidó quizás, que cuando Creonte fue a consultar el oráculo
para interrogar acerca del por qué de la peste, éste le respondió que el rey
Febo mandaba que libraran esa tierra de un contagio que alimentaba en su
seno, desterrando al culpable o vengando con su muerte el homicidio de Layo.
Más adelante, mediante la investigación, se descubre al culpable, a Edipo,
quien además está casado con su propia madre. El coro dice: “El tiempo
omnividente te ha revelado el hecho, contrario a tu deseo y condena el enlace
hace tiempo nefasto, que te convierte en padre con la que el ser te ha dado”142.
Por lo tanto, sí existe una verdadera razón para justificar la suerte de Edipo:
sus dos transgresiones.
141 MALAGON GUTIERREZ, Destino y ciudad en el Edipo Rey de Sófocles, Op. cit. p. 80. 142 SÓFOCLES, Op. cit., p. 91.
137
Por otra parte, quizás si la película se hubiese situado en una época anterior, a
finales de la década de los cuarenta o comienzos de los cincuenta, cuando por
ejemplo, asesinaron al caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, hubiese sido más
verosímil la violencia que en la película se desató después del crimen de Layo.
Pues la muerte de Gaitán sí se convirtió en el detonador de una terrible guerra
civil.
Pero en 1995 y 1996, años de rodaje de la película, esto ya no es así. Ni
siquiera la muerte de líderes como: Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro
Leongomez, o incluso, la de dirigentes populares de municipios y poblaciones
rurales, ha suscitado una violencia de tales dimensiones como la del nueve de
abril de 1948, o como la que presenta Edipo Alcalde, tras el asesinato de Layo.
Concepto de destino:
“Ninguna otra obra nos muestra,
de manera tan clara y sombría a la vez, como Edipo Rey, que no hay tragedia si no hay conocimiento
del propio destino como el peor de los destinos. Ese destino se transforma en el peor
desde el momento en que el personaje sabe que él mismo lo ha elegido, creyendo escapar de él,
y que su libertad de elección no ha sido otra cosa que el instrumento de fatalidad”.
Guido Castillo143.
La elección y creación del tema de la tragedia, enigmática siempre, así como la
esencia misma de la tragedia, y específicamente la de Edipo Rey, cuyo
principal personaje es el destino, se explican claramente en la medida que se
conoce la historia de cada personaje y su significación afectiva. La fatalidad y el
143 Esta frase de Guido Castillo, resulta bastante apropiada, para reflexionar en el concepto de destino propuesto por Sófocles en la obra Edipo Rey. Allí, el protagonista cree estar evitando el terrible destino que el oráculo le ha pronosticado, cree ser dueño de un sino próspero como rey de Tebas. Sin embargo, esa aparente felicidad, no es más que el cumplimiento de su real destino, de un destino trazado de antemano para él, por los dioses. Exis te tragedia porque Edipo descubre, casi al final de la obra, que mientras él intentaba huir a su destino, de manera paralela, lo estaba cumpliendo. Sófocles plantea, en las líneas de su tragedia, que los hombres no pueden revelarse a su destino, porque éste, está trazado de antemano por los dioses y quien intenta modificarlo, de alguna manera, lo verá cumplido.
138
oráculo no son sino materializaciones de la necesidad interior de conocer la
verdad y de luchar en contra del destino.
El gran tema planteado en Edipo Rey es, de acuerdo con la opinión de varios
autores, el del hombre enfrentado a su destino. Sófocles lleva al máximo grado
de fusión, el binomio hombre–destino. En esta obra, el sentido trágico del
destino hace que el personaje central, el héroe de la trama, se derrumbe, y
pase de la felicidad al desastre, cumpliéndose así, un destino trazado por los
dioses quienes, en justicia, no podían impedir que la desgracia alcanzara a los
inocentes.
Tanto Sófocles como Heródoto giran más en torno al hombre que al Estado. Es el destino de un hombre individual, aunque, por ser el rey, repercuta en el pueblo, el que estudian. Sófocles no se interesa directamente por la política, sino por un tema previo a ella y que, por lo demás, la condiciona: el tema de la acción y el destino humanos en conexión con el orden inmutable del mundo144.
Los dioses señalaban el destino y así, tal cual, tenía que suceder, sin importar
las medidas preventivas que el hombre tomara, cuando éste no le favorecía,
intentando de cierta manera, ‘hacerle trampa’ a las divinidades. El destino, por
más fatal que fuera, siempre se cumplía. Y para conocer con anticipación cuál
era ese futuro reservado, se recurría al oráculo. Los griegos, regían su
existencia atados a la convicción de que lo dicho por el oráculo, tarde o
temprano, se cumpliría. Hecho que influía de manera determinante en su
conducta. El oráculo llegó a constituirse en una verdadera institución religiosa.
En el caso de Edipo, los dioses sabían la verdad pero la revelaron en su
sentido contrario. La interferencia de lo divino en lo humano se modifica: la
dimensión de lo ultrahumano se manifiesta, pero es incomprensible. Cuando
Edipo interroga a los dioses, sus respuestas son ambiguas, lo suficiente para
que se cometa el error trágico. Delfos advierte a Edipo que matará a su padre y
desposará a su madre, pero le oculta que Pólibo y Mérope no son sus
144 RODRIGUEZ ADRADOS, Sófocles y el panorama de su época. Op. cit. p. 85 – 86.
139
verdaderos padres. Más adelante, el mismo oráculo entera a Creonte de un
hombre que es la mácula de Tebas, pero le oculta también su nombre145.
La investigación judicial se inicia ante las inquietudes sembradas a Edipo por el
oráculo. Este último, conduce a Edipo a abandonar a sus ‘padres’, lo que inicia
la cadena fatal de causalidades: al huir de Corinto, Edipo mata a un viajero que
le bloquea el paso, libera a Tebas de la Esfinge, se casa con la reina de la
ciudad, y ocupa el trono real. “Cuando Edipo consulta por segunda vez el
mismo oráculo, entonces su tiempo de hombre se trocará con el divino y sabrá
toda la verdad”146. Desde su nacimiento, el héroe de la tragedia había sido
señalado por los dioses, a través del oráculo, para un destino trágico.
Layo es el primero en la tragedia interesado en escapar a su destino. Pues éste
no es el que él ha elegido. Es el oráculo, esa voz que se pronuncia, quien se lo
ha trazado verbalmente. Layo se resiste, él no desea morir, y menos aún, a
manos de su propio hijo. Pero al tratar de escapar, se ubica paradójicamente
en la encrucijada de los tres caminos y allí discute con alguien, de manera
imprevista. “Busca evadir las reglas de juego de la cultura, y cae en la doble
fatalidad de la transgresión y de la realización ineludible de aquello tan
temido”147.
“El destino posee aquí una doble faz: una simbólica, trazada por la cultura y
sus designios normativos, y otra cara, la imaginaria que sería aquello que el
individuo desea hacer con su existencia”148. Layo se propone escapar al otro
destino, al que le vaticina el oráculo. Esa es su falta, la misma de Edipo, y la
que además marca el destino de éste último.
145 El tema del oráculo mal interpretado pone al descubierto la ignorancia del héroe. Edipo, el descifrador de enigmas, no sabe que el segundo enigma –el planteado por Delfos– tiene la misma respuesta del enigma de la Esfinge: el hombre. 146 RODRIGUEZ ADRADOS, Sófocles y el panorama de su época. Op. cit. p. 86. 147 JARAMILLO Pablo. Edipo rey, entre el destino y la voluntad. En: Magazín Dominical, diario El Espectador. Santafé de Bogotá. (Diciembre 12, 1999); p. 7. 148 Ibid. p. 7.
140
Layo se resiste a perder su vida a manos de su hijo y por esto lo arroja fuera de
su vida ordenando que le den muerte (hecho que no se cumple). De esta
manera, su destino se realiza inexorablemente.
En síntesis, este personaje quiere cimentar otro destino que imagina menos
grave pero inevitablemente realiza –sin saberlo–, sin conciencia plena, de
manera equívoca, el destino que la voz vertical del dios le ha asignado. No
desea aceptar una pérdida que de todos modos se le impone, siendo
despojado del trono y de la vida por quien estaba señalado para tal efecto. No
es tan fácil escapar de un destino trazado por los dioses. De la manera menos
esperada éste, siempre se termina por cumplir.
El destino fatal de Edipo estaba también trazado de antemano y de nada
valieron los intentos por torcerlo. El coro, además de desempeñar en las obras
de los trágicos griegos, el papel de relator (con el fin de aclarar algunos
puntos), formaba parte de la conciencia de los personajes. Y en algún
momento manifestó: “Pueda mi destino demostrar la santa pureza de mis
palabras y de todos mis actos. Leyes de alto vuelo rigen para ellas, leyes que
han nacido allí, arriba en el celeste éter, y cuyo único padre es el Olimpo. No
las engendró el hombre, de naturaleza mortal, porque en ellas hay un dios
poderoso, un dios que no envejece”.
Existía en ese entonces en Grecia, una serie de principios que el hombre debía
respetar y que eran de origen divino, defendidos por los dioses: las leyes no
escritas. Nadie podía violarlas sin sufrir castigo alguno. Principios generales
bien conocidos como: respetar a los miembros de la familia y a los extranjeros
y huéspedes; enterrar a los muertos de la familia, no abusar del débil y tener
respeto y veneración ante las cosas sagradas, entre otros. El parricidio y el
incesto, fueron las dos grandes transgresiones a estos principios, cometidas
por Edipo. Sin embargo, las atenuaba el hecho de saber que el culpable
recibiría castigo divino a través de una fuerza superior al hombre: el destino.
141
Edipo, cuando vivía en Corinto, su aparente ciudad de origen, con Mérope y
Pólibo, a quienes siempre conoció y amo como sus padres, estaba bien, vivía
feliz. “Yo era tenido allá por el ciudadano de más respeto”149.Y no tendría
porque haber sido diferente pues creció y se educó bajo la batuta de dos
bondadosos padres, quienes, por cierto, jamás le despertaron la inquietud de
no ser sus padres biológicos. Duda que sólo apareció cuando en un banquete,
un hombre ebrio acusó a Edipo de ser “hijo fingido de sus padres”150
Edipo, cumpliendo paso a paso su destino, en una mezcla entre la acción libre,
es decir, entre su propia decisión y la voluntad divina, acude al oráculo de
Delfos para escuchar desde allí esa previsión o voluntad divina. Allí, Apolo no
responde las preguntas que él le formula acerca de su origen, sino que le
anuncia graves desgracias.
Edipo debió quedar completamente desconcertado pues no podía encontrar
sentido a esos vaticinios: estaba seguro de amar a su padre, de no querer
matarlo y mucho menos de desear a su madre. Sin embargo, huye a donde no
viera jamás el cumplimiento de esos afrentosos oráculos. Edipo intentaba huir
de ese destino tan terrible que le tenían los dioses señalado.
Pero eso no era fácil. Y no resulta así, porque el destino en Sófocles constituye
el centro del drama del hombre. Este se halla inmerso en un mundo de
contradicciones insolubles, entre las que se debate sin camino de salida, sin
una verdad que pueda guiarlo. “También en este caso el dios lo mueve todo,
pero en cierto momento lo abandona, y el hombre se encuentra sólo, frente al
absurdo de la existencia. Se ilusiona en su acción y sufre; cree ser inocente, y
149 SÓFOCLES, Op. cit. p. 75. 150 Ibid. p. 75. Molesto, como cualquier mortal a quien se le diga esto, cuando se supone no tiene fundamento alguno, decide buscar al día siguiente a sus padres para interrogarlos. Ellos se enfrentaron contra el autor de tal ultraje. Edipo se alegró de ello, y no obstante, la injuria lo escocía. En este aparte resulta bastante evidente una característica de Edipo, vital para el desarrollo de la historia: su carácter inflexible. Y este es, sin lugar a dudas, el mismo Edipo terco que se ve en Edipo Alcalde. Un hombre cuya principal característica es la obstinación, empeñado siemp re en hacer su voluntad.
142
es culpable de horrendos delitos; trata de obrar para un bien, y mata a quien
ama; es un héroe y aparece como un ludibrio de un dios”151.
“Un dios, como envidioso, vigila; abate a quien se ensoberbece y ensalza al
modesto”152. Esta es una constante en Sófocles. Como Edipo, todo hombre
debe vivir todo el dolor de su propio destino, desde la engañosa juventud, en la
que nacen ya todos los males de la vida, y a través de la odiosa vejez, hasta la
muerte, su único refugio.
Cuando Edipo mata a su padre y se casa con su madre, sin saberlo y sin
quererlo, es juguete de un destino que los dioses le han impuesto desde antes
de su nacimiento, esto es producto de la causalidad divina. “El empecinamiento
del héroe es justo, su finalidad es noble, más ignora la voluntad divina, y, como
ser humano, nunca triunfará frente a su destino”.153
En las tragedias de Sófocles, el destino y la necesidad están en conflicto. El
destino de los individuos está representado como algo incomprensible, pero la
necesidad no es justicia ciega, sino que por el contrario, se la percibe como la
verdadera justicia154.
La tragedia griega honra la libertad humana por cuanto hace que sus héroes
luchen contra la fuerza superior del destino. Las exigencias y limitaciones del
arte piden la derrota del hombre en su lucha, aun cuando la culpabilidad que
151 CANTARELLA, Raffaelle. La literatura griega clásica. Buenos Aires, Argentina: Editorial Losada., 1971, p. 274. 152 Ibid, p. 275. 153 Véase MALAGÓN GUTIERREZ, Destino y ciudad en el Edipo rey de Sófocles. Op. cit, p. 82. “La tragedia entera se halla dominada por el sentimiento de un destino horrendo e inmerecido, que se cierra implacable en torno al ignorante culpable por obra de sus propias manos; por la ironía trágica en que se debate inconscientemente Edipo, impulsado a descubrir al culpable en sí mismo; por el inexorable nexo entre todos los anillos, uno a uno, de la cadena hasta la revelación final. Siniestros deslumbramientos que iluminan abismos de horror y de perdición en los que pierde la razón, abismos donde Sófocles ha osado solamente lanzar la mirada, sobre los que, en fin, desciende una piedad purificadora (....)”. 154 Sobre este tema véase STEINER, Op. cit. p. 32. “El choque entre las dos supremas potencias morales está presente en Antígona: el amor familiar, el amor sagrado, interior, que corresponde al sentimiento íntimo choca con el derecho del Estado, con la ley civil. De este concepto deriva la idea de tragedia como conflicto entre dos ‘derechos’ o ‘verdades’ (....)”.
143
acarrea la derrota esté rigurosamente dispuesta por el destino. La derrota del
hombre cristaliza su libertad y su lúcida compulsión a obrar polémicamente155.
Por otro lado, existe quienes aseguran que el conflicto de la tragedia puede
estar también, relacionado con los derechos de la conciencia sapiente y con el
curso del destino ordenado por los dioses, y desconocido para el hombre,
como ocurre con Edipo. Así, en el desarrollo dramático de estas tragedias, los
héroes se enfrentan a un poder contra el que luchan, violando con ello lo que,
de acuerdo con su propia existencia, debieran reverenciar.
Por lo anterior se concluye que los héroes no carecen de substancia ética. Sus
acciones son intentos de cumplir con un principio, pero al hacerlo, ellos violan
otras normas que debían respetar, de modo que su acción repentinamente
contiene un límite ético, un abismo, que los predispone a su perdición.
“El sentido de la vida humana es la infelicidad, absoluta, total e irracional. Esto
es lo que hace más trágica la condición del hombre. Porque el hombre de
Sófocles quiere ser feliz, pero no puede serlo”156. Y esto es posible
comprobarlo en Edipo, quien por ejemplo, adivina el misterio de la Esfinge, y es
por esto considerado como un héroe, se siente bien y está feliz con ese triunfo,
sin saber que ese logro hacía parte de su destino para llegar a convertirse en
rey de Tebas y casarse con Yocasta, y terminar de manera trágica.
Existe por consiguiente en Edipo Rey un concepto de destino que rebasa
completamente la voluntad humana, revelando la omnipotente voluntad de los
dioses. Sin embargo, este hecho se percibe de manera opuesta en la película
Edipo Alcalde. Allí, por más complejo que sea el conflicto armado en Colombia,
155 Según G. Lukács “sólo en el conflicto, y por obra del conflicto, el hombre o la mujer (heroicos) inicia esas exploraciones de valores morales, esas superaciones de rudimentarias contradicciones para llegar a disentimientos más comprensivos y más sutiles; y esto es lo único que puede activar el progreso ético humano. La tragedia sirve para dar cuerpo, para dar presencia visible a las perennes consideraciones metafísicas, éticas y psicológicas sobre la naturaleza de la libre voluntad, sobre la existencia de otros espíritus y personas, sobre las convenciones del contrato y de la transgresión entre el individuo y las sanciones trascendentes o sociales”. 156 CANTARELLA, Op. cit. p. 275.
144
y específicamente el presentado en la historia, no deja de ser más que una
situación social, organizada y liderada por hombres, y no por dioses,
susceptible por tanto, de ser modificada. Y podrá ser modificada en la medida
en que se lleguen a acuerdos de paz. Y también, cuando en regiones como la
representada en la cinta, donde no existe presencia del Estado, ni de jueces, ni
de una fuerza militar adecuada, estas empiecen a existir.
En la película no es posible hablar de un destino inexorable. Por el contrario, en
la realidad nacional, a pesar de continuar la violencia por un lado, por el otro,
hay un buen número de personas que tienen cifradas sus esperanzas de un
futuro mejor, en sacar adelante un proceso de paz. Y existe esa posibilidad.
Asimismo, existe también la posibilidad de concretar un acuerdo, de llegar a
una salida negociada al conflicto armado, de un cambio de parecer por parte de
los subversivos, por más utópico que esto parezca, que contribuya de alguna
manera a evitar el hundimiento de esta nación en una violencia irremediable
como la que propone la película. Y esto puede ser así porque el conflicto
armado colombiano es un conflicto de hombres, de personas. Aquí, no se
puede hablar de un destino inexorable trazado por los dioses con bastante
anticipación.
En esta época de positivismo, de tecnología, no existe la tragedia como tal, con
ese destino ciego del que habla Sófocles porque no existe el mismo concepto
de un destino imposible de modificar. Y es en ese punto donde se puede
señalar que se presentó una grave falla en el proceso de adaptación.
Incluso, en la relación con Yocasta, el destino en Edipo Rey es determinante.
En el texto clásico, Edipo se ve obligado a casarse con Yocasta, una mujer
mayor y de la que, lo más posible, Edipo no se sentía atraído, con el único fin
de acceder al trono. Era su destino desposarse con Yocasta.
En cambio, en la película, ellos dos se sienten atraídos e inician una relación,
no porque sea su destino, sino porque se gustan. Se aprecia entonces que
145
entre ese destino ciego de Sófocles y ese destino libre, producto del libre
albedrío que propone la película, hay un gran abismo que le resta la
trascendencia que sí tuvo en el drama clásico.
Aunque es natural que por el tiempo y el espacio que presenta le película, era
imposible presentar la influencia de los dioses de una manera tan contundente
puesto que en primera instancia esta creencia pertenece a siglos atrás y es
algo poco verosímil para nuestros días. Sin embargo, sí habría sido más
interesante incluir en ese destino algunas variables que lo hubiese hecho más
determinante, con menos posibilidades de decisión.
En Edipo Alcalde, los protagonistas manejan una especie de ruta trazada como
algo deliberado, más no como un destino. Al fin y al cabo por más que lo
intente hacer parecer el equipo de producción, la violencia nacional nunca será
un destino inexorable. Tarde o temprano se encontrará una salida.
Conflicto de poder:
Edipo, después de adivinar el enigma de la Esfinge, es considerado además de
sabio, un hombre valiente y justo. La persona ideal para desempeñar el cargo
que Layo, por causa del destino, no pudo seguir ocupando. Nada más ni nada
menos que el de rey de Tebas.
Se presentaba por ese entonces, y como era de esperarse, una ausencia de
poder puesto que Layo había sido asesinado y su viuda, Yocasta, por ser
mujer, no podía asumir, de manera directa, ese título. Y como la sucesión del
poder venía establecido por clanes familiares, de éste último no podía salirse.
Así era en ese entonces en Grecia y, sin embargo, también lo sigue siendo hoy
en día en la actualidad colombiana. Están por ejemplo: la familia Pastrana y la
López.
146
Es en ese momento, en Tebas, cuando se produce el famoso concurso de
resolver el misterio de la Esfinge y de allí podría salir el candidato ideal para
ocupar el trono. De no ser así, Creonte sería uno de los más opcionados, entre
otras cosas, por su parentesco con Yocasta y, por lo tanto, con Layo. Sin
embargo, para desdicha suya, aparece Edipo, y si en realidad guardaba alguna
esperanza de ser rey, tendría que conformarse con esperar.
En realidad, es fácil suponer que habría más de uno interesado en desempeñar
tal autoridad. Hecho que a diferencia de la realidad colombiana, no es nada
frecuente, en especial, en ciertas regiones como la representada en la película
Edipo Alcalde, donde se hace indispensable aprender a convivir con la
violencia y donde no muchos querrían acceder a la alcaldía. Es común
escuchar en los noticieros, sobre todo en época pre-electoral, que en estos
municipios y poblaciones afectadas por el conflicto armado, no hay candidatos
interesados en posesionarse como alcaldes. Nadie se quiere ‘encartar’ con
semejante ‘problema’.
Y esto es así, porque en caso de correr con la suerte de no estar amenazado
por los grupos subversivos, sabe con certeza, que detrás de sus propuestas y
planes de trabajo, intervendrán, a las buenas o a las malas, las decisiones de
los armados al margen de la ley, quienes ven peligrar su poder, el único
existente, impuesto además por la fuerza, en una autoridad legítima autorizada
por el Estado.
Sólo Edipo, el de la película, es el único valiente que decide aceptar el cargo de
alcalde en su ciudad natal, quizás por este hecho, o por su desmedido interés
en llegar a algún acuerdo importante de paz. En esa región, si había un
candidato para ese puesto, (él), no había dos.
A diferencia de lo anterior, en Tebas y en las otras ciudades–estado, llegar a
ser rey, era lo máximo157. La principal función de un rey consistía en realizar las
157 La religión prescribía que el hogar tuviese siempre un sacerdote supremo que era el padre de la familia. Cada tribu tenía igualmente su jefe religioso, al que los atenienses llamaban rey de la tribu. El
147
ceremonias religiosas. La salud de la ciudad dependía de sus oraciones y de
su labor. Por este motivo, la comunidad debía estar segura de que esa persona
era del agrado de los dioses. Aquí se observa un ejemplo más de la
ambigüedad existente en la tragedia griega. ¿Quién podría ser más acepto de
los dioses que aquella persona que los liberó de la Esfinge?. Y sin embargo, se
trataba de la misma persona causante de la peste. En realidad, llegar a
convertirse en rey de Tebas no era muestra del agrado de los dioses hacia
Edipo, era solamente parte de su destino.
Muestra de la omnipotencia del rey, es cuando se consolida en Grecia la
ciudad democrática. Allí, el objetivo principal sería buscar que en lugar de que
el rey ejerciera un control sin límites en el secreto de su palacio, la vida política
se convertiría en objeto de un debate público, a plena luz del día, en el ágora,
por parte de unos ciudadanos a quienes se empezó a definir como iguales y de
los cuales el Estado tendría ocupación común.
En lugar de las antiguas cosmogonías asociadas a rituales reales y a mitos de
soberanía, un nuevo pensamiento trató de fundar el orden del mundo sobre las
relaciones de simetría, de equilibrio y de igualdad, entre los distintos elementos
que integraban el cosmos.
Por su parte, Edipo asume el trono y es cuando se desata el gran y verdadero
conflicto de la tragedia de Sófocles. El llegó a ocupar esa trascendental
posición después de haber cometido parricidio. Además, para acceder al trono
se vio obligado a casarse con Yocasta, su madre legítima, y por tanto, cometió
incesto. Las fichas finales del juego ya estaban puestas. El hijo mayor estaba
recibiendo el poder por muerte del padre, causada además por su propia mano,
sacerdote del hogar público ostentaba el nombre de rey y el culto del hogar público era su fuente de dignidad y de su poder. Así como en la familia la autoridad era inherente al sacerdocio, y el padre, a título de jefe del culto doméstico, era al mismo tiempo juez y señor, análogamente el gran sacerdote de la ciudad fue también el jefe político. El altar, según expresión de Aristóteles, le confería la dignidad. Un rey era un ser sagrado. En él se veía si no precisamente a un dios, al menos al hombre más poderoso para conjurar la ira de los dioses, al hombre sin cuyo concurso ninguna oración sería eficaz y ningún sacrificio acepto.
148
y el incesto era una grave perturbación a los códigos colectivos. No había
duda, el poder que Edipo había asumido era por todos lados, ilegítimo.
Es entonces, cuando se desata el verdadero conflicto porque su poder era
odioso a los dioses y a las leyes divinas y por haberlo asumido así, estaba
afectando con ello, la salud y el bienestar de sus gobernados. La vida personal
de Edipo, como es justo, trascendió, y sus faltas empezaron a afectar a Tebas.
Así sus dos transgresiones hayan sido cometidas de manera involuntaria, no se
quedaría Edipo sin castigo y menos aún, con el trono de Tebas. No podía
permanecer más en el poder. Al comienzo de la tragedia ni él ni la población
eran conscientes de ello. Sólo los dioses.
El mito edípico, como tal, es antiquísimo y se refiere de manera muy especial a
la forma en que el hijo accede a la dirección de la familia (o al trono), es decir, a
la forma en que el hijo reemplaza al padre en esa posición, a la muerte de éste.
“Para que tal sucesión se de, es necesario que el padre abra paso al hijo, ya
retirándose, ya muriéndose”158. Los hijos de Sófocles, por ejemplo, intentaron
forzar ese paso para reemplazar al dramaturgo en la administración del
patrimonio. De ahí que el hijo en Edipo Rey sea mirado, consciente o
inconscientemente, como un enemigo, como un usurpador de la posición o un
anuncio del término del poder del padre.
El ascenso del hijo se debía dar a la muerte del padre. Esta podía ser nominal
(por ejemplo, cuando por vejez, ya es impotente), o real, ya en forma natural o
porque se le mata. Aún en la actualidad se lee en periódicos sobre parricidios
con fines económicos.
Por otra parte, ese interés de llegar ser gobernante para contar con el máximo
poder, también resulta bastante evidente en la película Edipo Alcalde. Sin
embargo, el Edipo de Jorge Alí Triana, el alcalde, el negociador de paz, al igual
que el Edipo de la obra trágica, no podía ser ejemplo de pacifista, ni autoridad,
158 PORRAS COLLANTES, Op. cit, p. 20.
149
pero en este caso, por ser un vulgar asesino. El no era un ex-asesino. Mató a
una persona, sin una justificación clara, y por tanto, debía ser juzgado y
castigado por este hecho. En realidad, haberse acostado con su propia madre
sí causaba cierta repugnancia, pero no más. Hoy en día aparte de
repercusiones morales, no podría tener otra connotación. Lo grave en Edipo
Alcalde fue el crimen político.
Edipo, el de Sófocles, que cae por lo que ignora, llega, sin embargo, al poder
por lo que sabe. El Edipo sabio que resuelve el enigma de la Esfinge, que
asolaba a Tebas, ganará el trono de la ciudad no por haber dado muerte a su
rey, sino porque así sería premiado su conocimiento. Ganaría también, el
derecho a desposar a la reina porque esa es la recompensa al poder como
deseo, que viene del saber que lo hace rey y no porque se lo halla propuesto.
Edipo llega al poder porque sabe, por averiguar la verdad de un acertijo,
porque tiene un pedazo de conocimiento que obra como conjuro del poder de
la Esfinge. A Edipo lo conduce al poder el saber y lo derroca la verdad. Lo uno
y lo otro no serían en adelante lo mismo. El poder que disfrutará como rey
estará caracterizado, de manera paradójica, por la ignorancia sobre sí mismo.
La peste que azota a Tebas solamente puede ser curada si se destierra al
asesino de Layo. La indagación de quién es el asesino se convierte en una
averiguación judicial de interés público y no en una reparación de un crimen
que no implica a la sociedad.
Era tal el interés de Edipo por mantenerse en el poder que incluso, cuando la
verdad empezó a salir a flote, él consideró que se trataba de un complot
liderado por Creonte a quien acusó de estar interesado en su posición pero la
respuesta de Creonte en este sentido fue contundente: “¿Piensas que hay
quien prefiera gobernar lleno de temores a dormir tranquilo con la misma suma
de poder?. Por mi parte prefiero tener el poder real a ser rey, y esto es lo que
piensa quienquiera que sea prudente”159.
159 Véase SOFOCLES, Op. cit, p. 68 – 69. “Ahora obtengo de ti sin zozobra cuanto deseo, pero si fuese el soberano tendría que hacer muchas cosas contra mi voluntad. ¿Cómo pues, habría de anhelar por ocupar
150
En este sentido el equivalente propuesto en la película Edipo Alcalde es
perfecto. El pensamiento anterior, expresado por Creonte, es en cierta medida
el mismo que en numerosas ocasiones han demostrado tener las Autodefensas
Unidas de Colombia, movimiento liderado por Carlos Castaño. De la misma
manera como en las palabras de Creonte se percibe una característica de su
personalidad: su amor por el poder, sea éste ejercido de manera legítima o no,
asimismo, hacen recordar a Carlos Castaño. El paralelo es perfecto porque
Creonte, el de la película, es sin lugar a dudas, un dirigente de una
organización al margen de la ley que busca erigirse como fuerza sustituta del
estado.
Los paramilitares son la única autoridad existente en innumerables poblaciones
de este país, a ellos no les importa contar con la aprobación del gobierno,
porque ésta les traería límites y estando como están, no tienen ningún freno.
Es muy posible que no les interese consolidar un acuerdo de paz, puesto que
este hecho les implicaría renunciar al poder que a punta de balas y sangre han
conquistado. Ellos no constituyen ninguna autoridad legítima pero eso para
ellos es lo de menos, porque legítimo o no, tienen el poder.
De igual manera, se expresa Creonte en la obra de Sófocles. A él no le interesa
el poder como tal porque considera que ya lo tiene y que incluso, tiene más que
el propio Edipo y sin los límites con los que cuenta quienes son elegidos de
manera lícita.
Edipo sin embargo, está convencido de que Creonte está celoso de él, no en el
sentido erótico del término, sino en lo social. Nace una rivalidad entre los dos
hombres –o mejor dicho ese fantasma de rivalidad que se forja el espíritu
suspicaz del tirano, ya que Creonte no es en realidad su rival, sólo desea el
poder del que ya dispone por su estatuto familiar– esta rivalidad se sitúa
enteramente en el terreno de una competición por el poder.
el trono si tengo sin inquietudes la autoridad y el gobierno?. Ahora soy simpático a todos, todos me saludan afectuosamente. Ahora acuden a mí, cuantos necesitan algo de ti, para ellos, en efecto, en mí está el logro de cuanto pretendían. ¿Cómo pues, había yo de perseguir lo que tú dices (el poder), renunciando a lo que tengo? (....)”.
151
A los ojos de Edipo, Creonte no puede soportar su victoria sobre la Esfinge, su
popularidad y su soberanía. Sospecha que intrigó desde el primer momento
contra él. Le reprocha querer ahora atentar contra su vida y robarle
abiertamente el poder. Convencido de que Creonte trata de abatirlo porque
ostenta la realeza, sospecha al mismo tiempo, desde el inicio de la pieza y en
términos cada vez más velados, que fue su cuñado el verdadero instigador de
la muerte de Layo.
Así también, percibe Edipo, el de la película, a Creonte. El primero, desde muy
temprano, mostró desconfianza hacia Creonte, especialmente, por dirigir un
grupo al margen de la ley, empeñado en imponer su propia voluntad mediante
la fuerza y la violencia. En una ocasión, cuando se presentó el saboteo a la
reunión clandestina entre Edipo y algunos miembros de la guerrilla, Edipo
acusa ante Yocasta, a Creonte de ser quien filtro la información y de participar
en la muerte de Layo.
En este escenario la rivalidad entre estos dos líderes no se da tanto porque
Edipo crea que Creonte quiera ocupar su lugar, sino más bien, porque presume
que el dirigente paramilitar quiere seguir actuando sin la presencia de una
autoridad real y sin ningún control, como podría representarlo Edipo.
Mirada desde el punto de vista político, la tragedia del Edipo de Sófocles
constituye la tragedia de un rey a quien la trampa del poder, el interés por llegar
a él, lo llevan a sustituir al padre en su trono y, en su lecho, a acostarse con su
propia madre. Mirada así, la tragedia de Edipo no es el parricidio ni el incesto,
sino la manera como su camino hacia el trono lo hace incestuoso y parricida, a
su pesar, en medio de la ignorancia y de la ausencia total de intención en sus
crímenes.
Para algunos autores como Michael Foucault lo sustancial en Edipo es que se
trata de un soberano, de un detentador del poder político, que lo perderá en un
proceso de indignación por la verdad. Así, la historia edípica viene a ser un
152
relato político de la discrepancia entre el saber y el poder, entre la soberanía
del Estado y la verdad.
En el origen de la sociedad griega del Siglo V que es, a la vez, el origen de nuestra civilización, se produjo un desmantelamiento de esa gran unidad formada por el poder político y el saber. Los tiranos griegos, impregnados de la civilización oriental, trataron de instrumentar para su provecho, el desmantelamiento de esa unidad del poder mágico-religioso que aparecía en los grandes imperios asirios. Durante los cinco o seis siglos que corresponden a la evolución Griega Arcaica, asistimos a esta larga descomposición y cuando comienza la época clásica, Sófocles representa la fecha inicial, el punto de eclosión, se hace perentoria la desaparición de esta unión del poder y el saber para garantizar la supervivencia de la sociedad.160
A partir de ese momento, el hombre del poder será el hombre de la ignorancia.
Edipo muestra el caso de quien por saber demasiado, nada sabía. Edipo
funcionará como un hombre de poder, ciego, que no sabía y, no sabía, porque
podía demasiado.
El conflicto de poder es fundamental en la tragedia de Edipo. Durante toda la
pieza de Sófocles –afirma Michael de Foucalt– lo que está en cuestión es,
esencialmente, el poder de Edipo y esto mismo es lo que hace que éste se
sienta amenazado. Edipo no alega inocencia, como podía y debía hacerlo, ni
se excusa de haber actuado de modo inconsciente, como en efecto ocurrió. Su
problema es preservar el poder contra el proceso de acoplamiento progresivo
de la verdad161.
Lo que está en cuestión es la caída del poder de Edipo, como lo está en el
fondo de cualquier proceso político, como por ejemplo, en el caso del ex
presidente Ernesto Samper y su interés por mantenerse en la Presidencia, así
estuviera en juego la dignidad de esta importante institución y la reputación del
país en general. Es entonces cuando aparece ligada a la tragedia del poder
que se pierde, la forma como el poder se obtuvo. Tanto Edipo como Ernesto
Samper lo obtuvieron de manera ilícita.
160 FOUCALT, Michel. La verdad y las formas jurídicas. México: Gedisa. 1983, p. 23.
153
En el juicio a Edipo, en la indagación de la verdad, está involucrada la
reparación de la muerte, no de un hombre, sino de un soberano; del Estado
representado en Layo. También está inmiscuida la necesidad pública y social
de erradicar una peste. La sociedad y el Estado en su conjunto, aunque por
distintas razones, exigen que el juicio de indagación se adelante. La
averiguación de la verdad pone en peligro el poder de un hombre, así sea el
rey, para preservar la estabilidad del Estado y del poder en sí mismos. Pero es
el Estado, ésta vez encarnado en Edipo, el que acaba siendo finalmente el
responsable de la peste que azota a la ciudad, de suerte que se enfrenta el
interés de la sociedad y el del poder que, aparentemente, se habían situado
dentro del proceso de indagación en un mismo extremo.
En la tragedia de Edipo, la normalidad del poder y la estabilidad del Estado,
están garantizados en el curso del juicio: Creonte será el nuevo soberano tras
la muerte de Layo, el suicidio de Yocasta y el destierro de Edipo. El poder
quedará restablecido y la peste terminará para que la sociedad que la soporta
sea salvada. Los pedazos del saber se separan nuevamente: al terminar el
juicio, el poder y la sociedad política habrán descubierto dos nuevas
herramientas para la preservación del poder político, del poder saber y del
saber poder.
Una de las principales conclusiones que aporta al análisis de esta obra de
Sófocles, válida en cualquier contexto, incluido por supuesto el contemporáneo
colombiano es que mientras exista poder siempre habrá algún conflicto. Esto
se comprueba en las tragedias derivadas como: ‘Los Siete contra Tebas’, de
Esquilo, donde los hijos de Edipo –Eteocles y Polinices– llegan a darse muerte
mutuamente, en su afán por ocupar el poder. En ‘Antígona’ de Sófocles,
cuando Creonte, el nuevo rey, no puede aceptar que Antígona no vaya a dar
cumplimiento a un decreto ordenado por él. Le resultaba imperdonable que
alguien se atreviera a discutir una orden dada por el rey, (quien ostenta el
poder) como lo intentó hacer ella.
161 Ibid., p. 24 – 25.
154
Así como en la Grecia Antigua existía una justicia impuesta por los dioses, el
hombre griego se preocupaba por adelantar juicios justos para aquellos que
transgredieran las leyes. La tragedia de Edipo está estrechamente ligada a las
prácticas judiciales de indagación de la verdad que dieron origen a los
procedimientos judiciales de la civilización actual, con el singular elemento
adicional, de que se trata de un juicio que cuestiona la soberanía del soberano.
Lo impresionante de la tragedia de Edipo está en que por primera vez, el saber
es insertado en un procedimiento político y jurídico en busca de justicia, que
involucra a todos los estamentos de la concepción del poder. En ese proceso
de indagación de la verdad estará involucrando lo divino y lo religioso,
representado en Apolo, en el oráculo y en la investidura sacerdotal de Tiresias.
También, el Estado y el poder, representados por el rey Edipo y la reina
Yocasta y por último, el pueblo encarnado en el pastor del Citerón, en el
esclavo de Pólibo y en los delegados de la ciudad de Tebas
155
CONCLUSIONES
“Quien adapta una obra literaria, para un lenguaje visual,
tiene que proceder como uno de esos capitanes de barco que,
para evitar un naufragio, debe arrojar al mar carga preciosa”
Eric Bentley162
Resulta evidente y particularmente relevante que la apasionante temática de la
tragedia griega y en este caso específico, de Edipo Rey de Sófocles, vigente en
el contexto contemporáneo, es perfecta para reflexionar sobre la realidad
nacional. Esto es así, porque a pesar de los siglos y de los escenarios de
diferencia, esta obra profundiza en temas universales e inmortales, tales como
la importancia de la responsabilidad de un gobernante con su pueblo, un tema
presente en todas las épocas y en todos los países.
Asimismo, Edipo Rey es una magistral tragedia capaz de generar innumerables
y valiosas interpretaciones. Existen cientos de opiniones y de planteamientos
ideológicos en torno de esta obra maestra. Para los existencialistas, por
ejemplo, el drama de Edipo es la búsqueda de saber la verdad. Para Carl Jung,
psicólogo y psiquiatra suizo, discípulo de Freud, había por encima de todo en el
niño, el deseo de retornar simbólicamente a la madre, quien lo alimentara y le
162 DUQUE NARANJO, Op. cit., p 9. Es evidente que el guionista que intenta adaptar una obra literaria con el fin de producir una película, no puede representar, 'literalmente', en imágenes, aquello que el escritor dice con palabras porque, en primera instancia, se trata de dos lenguajes, de dos formas de narración, completamente distintas. Por este motivo, a la hora de decidir seguir un proceso de adaptación de esta naturaleza, es mejor pensar dos veces, y si se puede tres, cuál es la mejor manera de llevarlo a cabo. No vale la pena desvirtuar una obra, que leída deleita al espectador y que vista en la pantalla, espanta, únicamente, por el afán de reflejar, lo más fiel posible, la historia original. No tiene justificación alguna presentar una historia mal contada o despertar en el espectador una serie de comparaciones con el relato original. En un alto número de ocasiones, los productores de este tipo de adaptaciones, se ven obligados, para acomodar el guión a ese otro lenguaje tan diferente como lo es el de las imágenes, a prescindir de aspectos literarios, que dentro de la obra resultan indispensables. Además, no es un secreto, que buena parte de las películas cuyo guión está basado en un texto literario, resultan de una calidad inferior al texto original, precisamente, por el hecho de excluir del guión, elementos fundamentales del libro.
156
diera protección. Por su parte, Otto Rank, más que al Edipo, asignaba mayor
importancia al trauma del nacimiento163.
Las interpretaciones existentes alrededor del mito de Edipo son tantas y tan
variadas que hay autores que, incluso, lo catalogan como ‘patético’. Según
esto, porque se procura taponar la falta con un acto exterior. De esta manera
Layo manda a matar, Edipo acusa, Yocasta ruega por el silencio encubridor y
el cese de la duda y la indagación164. No obstante, el llamado complejo de Edipo (inspirado, entre otras cosas, en la
tragedia Edipo Rey) supuestamente presente, según Freud, en la infancia de
todos los seres humanos, esa relación incestuosa, no existe y eso está
confirmado, entre el cine y la literatura. Esa atracción fatal jamás podrá
llamarse incestuosa, ya que entre cine y literatura los vínculos de
consanguinidad son improbables y su parentesco, a pesar de los nobles
intentos, es bastante remoto165.
163 Existen más interpretaciones en torno a la obra Edipo Rey. Los aportes de Freud en relación con los vínculos primarios de los seres humanos y los dramas de Edipo y Hamlet, son de extrema importancia para el conocimiento de la conformación de la personalidad. El propio Freud, en una nota de 1920 en sus Tres Ensayos para una Teoría Sexual, señala que el complejo de Edipo es el complejo nodular de las neurosis y constituye el elemento esencial del contenido de estas enfermedades. Llega en él a su punto culminante la sexualidad infantil, que tan decisiva influencia habrá de ejercer sobre la sexualidad del adulto. Todo ser humano halla ante sí la labor de dominar el complejo de Edipo, y si no lo logra, sucumbirá a la neurosis. Por otra parte, para Andrés Caro Berta, la voz del poeta trágico parece decirle a Edipo: `En vano te resistes contra tu responsabilidad y en vano invocas todo lo que has hecho para reprimir estas intenciones criminales. Tu falta no se borra con ello, pues tales impulsos perduran aún en tu inconsciente, sin que hayas podido destruirlos'. Algunos psicoanalistas consideran estas palabras como una indudable verdad psicológica. Aun cuando el individuo que ha conseguido reprimir estas tendencias en lo inconsciente cree poder decir que no es responsable de las mismas, no por ello deja de experimentar esta responsabilidad como un sentimiento de culpa, cuyos motivos ignora. Sobre este tema véase CARO, Op. cit, p. www.andrescaroberta.com o buscar en Altavista, por complejo de Edipo. 164 Sobre este tema véase JARAMILLO, Op. cit., p. 7. “Sin embargo, una ética dolorosa pero firme se perfila: una idea particular de libertad trata de afirmarse. Edipo, en el centro de su realización trágica sabe de sí, despojándose de toda ilusión. El devenir consciente de sí, paradójicamente libera, restando terrenos a la estereotipia, ganándolos en nombre del poder y la voluntad de elección”. 165 Véase DUQUE NARANJO, Op. cit., p. 9. “Cada, pues, que el cine se va tras las faldas de la novela por culpa de su falso complejo de Edipo, la literatura, madrastra desalmada, lo hace despertar solitario, desairado e inconcluso. Que se sepa, Griffith inventó el primer plano en el cine porque se inspiró en algunos close-ups literarios de Dickens y de Zolá –el primero era obsesivo describiendo los botoncitos rotos en los chalecos, y el segundo magnificaba minuciosamente el vapor de una olla o la textura de una cicatriz–.(....)”
157
Lo anterior es así porque aunque la literatura, gracias al cine, perfeccionó con
más audacia el manejo de las elipsis y hasta se permitió ‘visualizar’ más
algunas acciones, esos aportes no fueron más que regalos de protocolo que no
tenían por qué forzar a los dos lenguajes al compromiso de la cohabitación
permanente, máximo si cada cual tiene una vocación de celibato, o de
castidad, que cuando les da por quebrantarla en alguna noche de euforia,
yéndose juntos, lo que obtienen en un amanecer de remordimientos y
recriminaciones.166
Las opiniones en torno a Edipo y al hecho de adaptar textos al cine también
son innumerables, y además, opuestas, pero el hecho de abordar la tragedia
Edipo Rey desde una óptica y contexto diferente, tal como lo hizo la película
Edipo Alcalde, la hace, especialmente, interesante de estudiar. Asimismo,
resulta apropiada la acertada interpretación de su contexto, llevada a cabo por
Sófocles, en su obra Edipo Rey, y de manera similar, la adelantada por los
productores de Edipo Alcalde con una particular situación nacional, para
reflexionar sobre el verdadero ejercicio del periodismo, el cual no es otro, que
saber interpretar y transmitir la realidad.
Por lo anterior, y después de analizar la relevancia y vigencia del mito edípico
en la actualidad, a través de una versión cinematográfica colombiana, se
concluyó, respecto a la manera como el equipo de producción llevó a cabo el
proceso de adaptación, lo siguiente:
1. La historia relatada por Sófocles en Edipo Rey es, sin lugar a dudas,
susceptible de aplicar en cualquier época. En cada país han existido o
todavía existen cientos de ‘edipos’ que han cometido algún tipo de ‘incesto’
o de transgresión. Más aún cuando algunos sistemas políticos y
económicos latinoamericanos, se prestan para ello.
Recuerde para ejemplificar esto, el caso colombiano, al fin y al cabo, con
éste, es más que suficiente. Se trata de un estado que no está en
166 Véase ibid., p. 9.
158
capacidad de garantizar el cumplimiento de los derechos humanos y
fundamentales de nadie. Un sistema donde la corrupción de los funcionarios
públicos no tiene límite, e impide, entre otras cosas, el buen uso de los
dineros públicos en asuntos realmente urgentes e indispensables de
solucionar.
2. Uno de los tópicos abordados en la película de Jorge Alí Triana que más se
asemeja a la realidad nacional, es cuando se muestra que los mandatarios
creen estar conduciendo bien el destino de su patria, pero en el fondo,
están equivocados, porque son ellos, por sus errores u omisiones, la causa
de su propia ruina y la mácula necesaria de expulsar.
Esto es, precisamente, lo que importantes analistas políticos consideran
que, de cierta manera, le está sucediendo al Presidente Andrés Pastrana,
quien, por ejemplo, puede tener nobles intenciones en el desarrollo del
proceso de paz, pero la forma de llevarlo a cabo, (mediante concesiones
desmedidas), no es la más indicada, y en cambio, sí le está causando
graves perjuicios al país167.
Una vez estos dirigentes políticos se dejan llevar por la soberbia, se sabrá
de ellos por noticias ajenas que deambulan por todos los rincones del
mundo, como almas en pena. Edipo, de cierta manera, se ciega por el
poder sin medir las consecuencias en Edipo Rey, una historia cíclica que
puede existir en cualquier país. Sin embargo, vale la pena recordar que el
Edipo de Sófocles, resalta por la responsabilidad que debe tener un
gobernante con cada uno de sus actos, sean estos, buenos o malos. En
esta obra, el rey de Tebas, a pesar de su interés por continuar en el poder,
prefirió renunciar a el, si con este hecho lograba aliviar a sus gobernados de
la peste. Un gran ejemplo para la posteridad.
167 Sólo basta esperar que el Presidente Pastrana escuche las voces de los ‘sabios viejos’, para resbalar en el pozo de la muerte política eterna. Edipo lo hizo con Tiresias y así, posiblemente, sucederá acá.
159
3. Infortunadamente, Edipo Alcalde, una de las representaciones de la
magistral historia de Sófocles, apoyada en una historia con tantos
elementos para ser presentada de manera contemporánea y verosímil, que
podría haber sido, como mínimo, un punto de referencia del cine
latinoamericano, se percibe después de los cien minutos que dura la
proyección, como un intento fallido y poco satisfactorio, por el grave hecho
de desvirtuar y empobrecer el argumento de la tragedia de Sófocles. A
continuación se explica, (en diferentes puntos), por qué se afirma esto.
Mucha ‘forma’ pero poco contenido:
4. Es Edipo Alcalde, sin lugar a dudas, una película de cine colombiano,
representativa en cuanto a producción y a un manejo acertado de sonido,
fotografía y color. Atrás quedaron producciones como ‘Visa USA’, ‘el taxista
millonario’ e incluso una más reciente, ‘Confesiones a Laura’, donde
predominan los colores amarillos o rojizos y un pésimo sonido que parece
provenir de un tarro.
Ejemplo de lo positivo de Edipo Alcalde es el excelente manejo de cámara,
cuando Edipo llega al pueblo donde se desempeñaría como alcalde. Allí,
predominan los planos con cámara formal, relativamente estática, de
movimientos suaves, descriptivos, de planos más bien abiertos con gran
profundidad de campo, y los personajes aparecen contextualizados en el
entorno. Todo es perfecto y encaja de manera significativa con la trama de
cada una de las escenas que van presentando.
A medida que avanza la película, y el drama se concentra en la intimidad de
la casa de Yocasta, la cámara al igual que los personajes, se torna más
nerviosa, se aproxima más a lo que ellos sienten. Se utilizan más lentes
angulares, deformando incluso, la imagen. Un golpe de luz más fuerte de la
normal, un sutil estorbo en la composición, un desbalance imperceptible
para el espectador común, hace cada vez más violenta la imagen y a su
vez, más perfecta168.
168 Véase MALAGÓN GUTIERREZ, “Ni siquiera el destino es inocente”. Op. cit., p. 15.
160
5. Es el contraste, además de lo anterior, un factor muy bien utilizado como
hilo rector de la película, la cual comienza en un tono casi naturalista,
estilizado, y cuando se desatan las pasiones, el deseo y el sexo, el odio y el
rencor, la sangre aparece como el referente definitivo que marca la historia.
El contraste manejado en este sentido, es un elemento más del guión que
vale la pena destacar. La sangre familiar engendra el incesto, la sangre de
la guerra engendra la muerte y la condena de los inocentes.
6. Lo grave, y es aquí donde se percibe unos de los grandes errores de la
adaptación, es cuando se considera, en opinión de Malagón, el manejo de
cámara y el contraste utilizado como hilo rector de la película, elementos
suficientes para hacer trascender la cinta al complejo mundo de lo mítico169.
En primera instancia, quizás para ella, filósofa, abogada y cineasta, y para
García Márquez y otros intelectuales, este paralelo sea fácil de deducir,
pero para el común de los espectadores lo más seguro es que no. Por lo
tanto, faltaron elementos que contribuyeran para llegar a esa conclusión.
7. En segunda instancia, nada más alejado de la realidad considerar como
suficientes aspectos formales para hacer trascender un relato de cine, a lo
mítico. Quizá, el equipo de producción sí tenía la intención de abordar la
tragedia de la realidad colombiana profundizando en lo coyuntural de la
obra de Sófocles. Infortunadamente, no lo logró del todo. Y se dice
infortunadamente porque la idea era excelente, el hecho de considerar
idóneo para abordar el conflicto trágico de la Colombia contemporánea,
remitirse al estudio de los orígenes mitológicos, (la entraña de la identidad
universal), no podía ser más apropiado. Tal como se demostró en la
presente investigación.
Aspecto que, entre otras cosas, hubiese sido un valioso aporte para la
posteridad como lo han hecho importantes autores con trabajos similares,
quienes han demostrado que los mitos de los que se alimentan las
169 Ibid. p. 15.
161
tragedias, no morirán, porque allí la conciencia encuentra siempre un
retorno renovado y compulsivo a sus orígenes.
8. No obstante, el filme respeta a grandes trazos, la tragedia de Sófocles, pero
no profundiza en lo más valioso, en aquello que más ha podido contribuir
para los actuales estudios de la realidad. Edipo Alcalde estaba planeada
para ser una cinta basada en, inspirada en Edipo Rey, no para ser una
regular copia de una de las obras más grandes de la historia, como en
realidad resultó. Y el problema fue el guión, el cual obliga al espectador a
comparar constantemente el manejo que la cinta de Jorge Alí Triana hace
de los aspectos más relevantes y mejor trabajados en el Edipo Rey de
Sófocles.
Y no es la primera vez que a este destacado director colombiano la
‘embarra’ al adaptar una obra al cine o al teatro. Casi siempre sus
adaptaciones resultan irreales, vencidas por la fuerza de la estructura
literaria. Jorge Alí Triana sigue con cuidado el sistema de montaje, las
imágenes y la organización de la puesta en escena. Es hábil, más no
creativo y realiza una mínima variación de la forma narrativa, la cual, más
que necesaria, es indispensable.
9. Por otra parte, es difícil creer que alguien hoy en día se llame Yocasta,
Edipo o Creonte. Cuesta creer que hoy en día alguien hable como lo hacen
los personajes de la cinta, quienes se perciben extraviados en parlamentos
novelescos que no soporta el mejor actor, en frases hechas y rehechas, que
leídas sobre una página complacen y que oídas en una pantalla demuestran
el trecho existente entre la escritura literaria y la escritura para ese otro
lenguaje que son las imágenes.
Cuando a una película le da por ‘literaturizarse’, lo audiovisual pierde su
soberanía y no tiene más remedio que contentarse con esa flor hidropónica
que es el relato de una aventura170.
170 DUQUE NARANJO. Op. cit., p. 9.
162
Es difícil creer que hoy en día alguien se vista y actúe como lo hace Tiresias
y que alguien, por grande que sea su falta y arrepentimiento, se saque los
ojos y se convierta en mendigo de la carrera Séptima de Bogotá.
Es cierto, es una película y está por lo tanto autorizada para incluir entre sus
principales aliados a la ficción. Es claro, de acuerdo con lo expuesto por sus
productores, que su argumento tendría como epicentro la tragedia de la
realidad nacional contemporánea, pero también es claro que para tal fin, no
se valdría de cualquier novela sino, nada más ni nada menos, que del
argumento del Edipo Rey de Sófocles. Hecho que había que respetar y
valorar en su real dimensión, o mejor no haberlo hecho así y presentar la
tragedia nacional con una historia de amor, con buenos y malos como lo
hacen todas, pero sin desvirtuar la magistral historia de Sófocles.
En la violenta realidad colombiana, se sabe de masacres, de asesinatos, de
minas ‘quiebrapatas’ y hasta de un hombre capaz de violar y asesinar
alrededor de 140 niños, pero jamás, jamás, de un hombre llamado Creonte,
Tiresias o Edipo que se sacó los ojos y se convirtió en mendigo porque
cometió incesto y parricidio, como si este hecho, además de no haber sido
cometido de manera involuntaria, tanto en la película como en la obra,
tuviera hoy en día, las mismas connotaciones que tenía en la Grecia del
siglo V a.C.
Lo que se pretende explicar es que se trata de dos horribles crímenes que
siendo realistas, hasta se pueden llegar a presentar a la vuelta de unos días
o meses (aquí, ya nada es imposible) y hasta provocar el suicidio del más
valiente, cuando es consciente de lo que ha hecho. Sin embargo, y por sólo
nombrar un ejemplo, no es nada factible que en la Colombia
contemporánea, se vea esa escena tan poco verosímil de un hombre sin
ojos, (quien además se los sacó para “no ser testigo de más desgracias”)
caminando por alguna calle de Bogotá o de cualquier otra ciudad.
163
10. Si Edipo Alcalde buscaba ser una versión más de Edipo Rey y no se trataba
de una adaptación literal y no tenía que ser, por tanto, fiel reflejo en
imágenes de aquello que la obra dice con palabras, pues ha debido
presentar la relación incestuosa entre Edipo y Yocasta de otra manera y no
igual al texto clásico pero empobreciéndola, pues tiene la desventaja, que le
restó lo más valioso que este vínculo tenía en Sófocles: su importancia para
el desarrollo de la peste y el posterior castigo. Y no con la única justificación
de que así sucede en el texto clásico y como la historia estaba basada en
Edipo Rey, todo lo que allí figura, tenía que aparecer, de alguna manera, así
resultara forzado en la pantalla.
De eso no se trataba y, pese a los esfuerzos, la historia no consigue
mantener al espectador involucrado. Además de contemplarla a gran
distancia de la realidad nacional, mantiene al observador elaborando
mentalmente un paralelo entre la fuente principal del argumento (Edipo Rey)
y lo que está presenciando, para llegar a concluir que el noble propósito de
los productores se percibe en los logros obtenidos en la ‘forma’ y en los
paralelos forzados resultado de la idea, posiblemente inconsciente, de ser
fiel reflejo del texto clásico.
Aspecto que desde su concepción es errado pues se habla de siglos de
diferencia y por lo tanto de ideas, valores, instancias sociales, judiciales y
políticas, y por supuesto, transgresiones de tabúes, totalmente diferentes.
11. A pesar de lo evidente que puede ser la necesidad de recurrir al mito griego,
como a nuestras propias raíces, para presentar una particular situación
colombiana como lo es el conflicto armado, no valía la pena utilizar como un
aspecto secundario, una tragedia de la relevancia de Edipo Rey. Tragedia
que en esta cinta parecer ser más una ‘disculpa’ para presentar la realidad
nacional de manera diferente a otras producciones, pero no con la
trascendencia que tiene este texto clásico.
164
Y la idea de apoyarse en un excelente libro para presentar una historia en
cine, es en líneas generales buena. Hecho además factible de comprobar
con magníficas películas, siempre y cuando, la obra original vaya más allá
de ser una ‘disculpa’ y sea por el contrario, parte integral de la historia.
12. Es Edipo Alcalde, definitivamente en este sentido, un proyecto
desaprovechado que merecía haber sido más cuidado y, quizá los
resultados hubieran sido más coherentes y menos insatisfactorios. El caso
es que en el proyecto se refleja un argumento al cual se le aportó más bien
poco, nada nuevo, y para que éste fuera verosímil en una realidad
contemporánea y en cine, esto era indispensable.
13. No se puede, ni se debe desconocer, que fue un importante acierto haberlo
intentado y haberse preocupado por demostrar la vigencia del mito griego
en la realidad colombiana. Se sabe con seguridad que vendrán nuevas y
mejores producciones relacionadas con este mito o con cualquiera otro.
Está por ejemplo la que prepara rodar en octubre del presente año el
destacado músico argentino Fito Páez, cuyo guión mezclará la tragedia de
Edipo con el drama que vivió la sociedad argentina en los años 70 cuando
la persecución política dejó miles de desaparecidos.
Por este motivo, una de las principales enseñanzas que aporta esta
monografía de grado y que se considera esencial de dar a conocer es la
siguiente: si se toma la determinación de abordar un tema de esta
naturaleza (mito – tragedia griega) se debe hacer bien, de manera profunda,
con investigación, (así suene a frase de cajón), y si la idea es presentar el
relato en una época contemporánea, y en cine, los equivalentes deben ser
precisos. Es tal la relevancia y valor de estos temas que no se puede hacer
de una manera epidérmica.
De ser así, es mejor no hacerlo, porque entre otras cosas, la literatura es el
reino de lo intangible, de lo que se construye de manera recóndita en ese
pacto íntimo entre escritor y lector, mientras que el cine lo es de aquello que
165
puede ser sorprendido in fraganti en la pantalla, sin desmedro de su poética
y sutileza171. Y si se va a usurpar ese pacto, si se va a mezclar dos
territorios muy bien delimitados, debe hacerse muy bien o sino no vale le
pena hacerlo.
Quizás de obras de poca nombre, algunos directores aprovechando el
desconocimiento del público por la obra, se han beneficiado de su
contenido y las han acomodado a su manera, importándoles poco o
nada si la obra se empobrece. Otra cosa es una adaptación fílmica de
una obra como Edipo Rey, que se considera, prácticamente sagrada.
En estos casos es como si unos asaltantes hicieran su operativo a
plena luz del día. El primer golpe es el casting, que mientras en la
literatura es patrimonio inalienable del lector, en lo audiovisual es
prerrogativa del director (cuando no del productor). Sea de quien sea, el
resultado es casi siempre una profanación.
Esto quiere decir que si Edipo, por ejemplo, ha tenido cien millones de
lectores, habrá cien millones de Edipos. En la película en cambio no
puede haber sino uno para todos a efecto de que se lo redistribuyan en
fragmentos miles de espectadores. Y que por muy idóneo que sea el
actor de la triste figura, no dejará de suscitar a muchos, esa sensación
ingrata de los ‘retratos hablados’ que publican los organismos de
seguridad y que habrán servido alguna vez para capturar a un
perseguido.
171 Véase DUQUE NARANJO, Op. cit., p.9. “En literatura, de una abstracción conceptual llamada palabra, se arma un mundo. En cine, de un mundo concreto de objetos tangibles y personajes reales, se arma una abstracción. Dos en uno, pues, no caben. Y cuando se pretende forzar la convivencia entre una forma de representación verbal y otra de representación visual, obligando a cada una a que deponga su soberanía a favor de la otra, o a que ambas exalten al máximo sus respectivas territorialidades para que ninguna se sienta humillada, lo que se obtiene es que se neutralice o anule la eficacia de cada una, u ocurra una sobresaturación de gramáticas que convierten en un operativo tortuoso el hallazgo del significado y el sentido. (....)”.
166
Cuando el cine se entromete con la literatura, no solo tiene que
prescindir de aquello que le resulta inexpresable, pues lo que es
sublime como lectura, de pronto es ridículo como presencia visual, o lo
que es fluido como concepto puede llegar a ser forzado como
concreción sonora, o lo que le trasmite emoción a la mente puede
convertirse en gazapo cuando le llega al ojo, etc, sino también de
aquello que pudiéndolo narrar visualmente, porque le llega neto desde
la literatura, conspira contra el ritmo y el tiempo del relato fílmico, razón
por la cual debe someterse a la tiranía de las elipsis.
No obstante, y pese a las innumerables críticas, fue un buen intento,
un buen comienzo. Sin embargo, se espera que la presente
investigación determine un nuevo rumbo para posteriores trabajos de
adaptación de obras literarias al cine que con seguridad, se
continuarán llevando a cabo
167
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