La Teoria Marxista-Agustin Cueva

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LA TEORÍAMARXISTA

Agustín Cueva

Categorías de base y problemas actuales

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La Teoría MarxistaAgustín Cueva(1987)

Ediciones de la revolución ecuatoriana

Colección40 Aniversario delPartido Comunista MarxistaLeninista del Ecuador

Publicación a cargo de la

COMISIÓN UNIVERSITARIAdel PCMLE

Edición: 1.000 ejemplares

1ro. de Agosto de 2004Quito – Ecuador

PRESENTACIÓN

La teoría marxista 5

La clase obrera tiene y asume la responsabilidad históricade colocarse a la cabeza de las demás clases trabajado-ras, para oponerse y combatir al capitalismo y al impe-

rialismo, para derrocarlos e implantar el poder popular, la dic-tadura del proletariado y construir el socialismo.

Esa tarea es una hazaña gigantesca que incorpora comoprotagonistas a millones de seres, a las masas trabajadoras, alos pueblos y a la juventud.

Esa gran proeza es la revolución social del proletariado, sig-nifica el derrumbamiento del viejo mundo de la propiedad pri-vada, los privilegios y la explotación, y su sustitución por elmundo de la igualdad social, por la sociedad de los trabajado-res.

Se trata de la primera revolución hecha por las mayorías enbeneficio de ellas mismas.

El cumplimiento de ese compromiso por parte de la claseobrera requiere la guía de la teoría revolucionaria, de la doc-trina del proletariado, del marxismo leninismo.

El marxismo leninismo es la teoría revolucionaria másavanzada que ha sido elaborada por la humanidad a lo largode su milenario devenir. Es un sistema filosófico, la concepcióndel mundo de la clase obrera. A través del marxismo leninismolos proletarios explican el mundo, pero, fundamentalmente, con

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I. LA CONCEPCIÓN MARXISTADE LAS CLASES SOCIALES

1. INTRODUCCIÓN

En la teoría marxista el concepto de clase social difiere fun-damentalmente del que pueden asignarle otras escuelas socioló-gicas por varias razones:

(a) El marxismo no concibe a las clases sociales como sim-ples categorías nominales construidas a partir de un esquema ló-gico–formal aplicable a cualquier sociedad. Le es por lo tantoextraña la clásica división de la sociedad en tres clases: alta, me-dia y baja, por más que tal división aparezca “refinada” connuevas subdivisiones (clase media alta, clase media media, cla-se media baja, etc.) o que dichas categorías se rellenen con da-tos empíricos provenientes de la combinación de múltiples “in-dicadores”.

(b) El marxismo tampoco cree que la estructura de clasesconsista en las simples diferencias de ingresos, nivel educativo,prestigio, etc. Desde luego tales datos reflejan, a grosso modo,posiciones sociales distintas, pero se trata de los efectos más vi-sibles de determinadas estructuras de clases y no de elementosfundadores de tales estructuras.

(c) Ni siquiera la magnitud de la “fortuna” o “riqueza” de los

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su guía, con sus principios son capaces de transformar el mun-do, de organizar y hacer la revolución.

El marxismo leninismo se encarna, se convierte en fuerzamaterial, en la existencia y la lucha del partido comunista, enlos combates de los trabajadores y los pueblos.

“El marxismo leninismo no es un dogma, es una guía pa-ra la acción”. Esta es una afirmación expresa de los Clásicos,es una verdad corroborada por la práctica social de millones detrabajadores, por varias revoluciones victoriosas.

Plenamente convencido de esta realidad, el PCMLE, al cum-plir 40 años de lucha por la revolución, renueva su disposicióny decisión de continuar el combate por la el socialismo; dispo-ne sus fuerzas para enfrentar nuevas batallas, para crecer y for-talecerse, para la forja de un poderoso movimiento revolucio-nario de las masas trabajadoras, para hacer uso legítimo de laviolencia revolucionaria.

Una de las maneras como los marxista leninistas del Ecua-dor perseveramos en nuestro cometido revolucionario es la pu-blicación de la COLECCIÓN CUARENTA ANIVERSARIO.

Se trata de la publicación de una serie de materiales teóri-cos, de la autoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Enver Hox-ha y otros revolucionarios destacados.

Son títulos cuya edición es responsabilidad de los ComitésProvinciales, de las Comisiones adjuntas al Comité Central quese involucran en este esfuerzo.

Están dirigidos a los militantes del PCMLE, a nuestros com-pañeros y amigos, a los hombres y mujeres de la clase obrera ylos pueblos del Ecuador. Pretenden constituirse en una nuevaherramienta para adelantar la lucha revolucionaria, para acer-car el día de la victoria.

Comisión de Educación Política delComité Central del PCMLE

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miembros de una sociedad es para el marxismo el elemento fun-damental de la estructura de clases. No sólo que aquellos térmi-nos son bastante imprecisos sino que, además, en el interior deuna misma clase la magnitud de la riqueza puede diferir nota-blemente de unos individuos a otros, así como, en sentido inver-so, la fortuna de los miembros de dos o más clases puede coin-cidir.

(d) En todo caso, el marxismo sostiene que el problema delas clases sociales no puede estudiarse correctamente si no es apartir de una teoría general de la sociedad y de la historia. Poreso, antes de abordar dicho problema es menester comenzar de-finiendo algunas cuestiones básicas del materialismo histórico.

2. LA SOCIEDAD CIVIL Y SU “ANATOMÍA”:CONSTITUCIÓN DEL MATERIALISMOHISTÓRICO

En su famoso “Prólogo” de la Contribución a la crítica de laeconomía política Marx resume en los términos siguientes loque podríamos llamar su camino hacia el materialismo históri-co:

“Mi investigación desembocaba en el resultado de que, tantolas relaciones jurídicas como las formas de Estado no puedencomprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución gene-ral del espíritu humano, sino que radican, por el contrario, en lascondiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel, si-guiendo el precedente de ingleses y franceses del siglo XVIII,bajo el nombre de ‘sociedad civil’, y que la anatomía de la so-ciedad civil hay que buscarla en la Economía Política” 1.

En efecto, podría afirmarse en un primer acercamiento que elmaterialismo histórico consiste en buscar siempre el sentido

profundo de la “sociedad civil” en el sustrato de su economía.Pero el texto resulta además interesante de releer en un momen-to en que el concepto de “sociedad civil” ha vuelto a la circula-ción, mas casi siempre con un uso premarxista. ¿Por qué? Por-que en la medida en que dicho concepto sea privado de su mé-dula económica, o, si se prefiere la metáfora original de Marx,de su “anatomía” proporcionada por la economía política, lejosde superar un supuesto “economicismo” se está retrocediendohacia la prehistoria del materialismo histórico. Recordemos queel texto citado no es ningún desliz de la pluma de Marx, sinoque condensa una reflexión que él y Engels han venido elabo-rando por lo menos desde la época de La ideología alemana,donde aparte de señalar que la “sociedad civil es el verdaderohogar y escenario de toda la historia”, insiste en su contexturaprimordialmente material:

“La sociedad civil abarca todo el intercambio material de losindividuos, en una determinada fase de desarrollo de las fuerzasproductivas. Abarca toda la vida comercial e industrial de unafase y, en este sentido, trasciende los límites del Estado y de lanación...” 2.

La sociedad civil efectivamente abarca eso... y mucho más.Pero justamente por esta característica abarcante resulta que elconcepto de sociedad civil termina por revelarse meramentedescriptivo (empírico), es decir, carente de todo poder de expli-cación. Es lo que no acaba de entender Proudhon, al menos ajuicio de Marx:

“A determinada fase de desarrollo de la producción, del co-mercio, del consumo, corresponden formas de constitución so-cial, una determinada organización de la familia, de los esta-mentos o de las clases: en una palabra, una determinada socie-dad civil. A una determinada sociedad civil, corresponde un de-terminado orden político (état politique), que no es más que la

1 En Obras escogidas en 3 tomos, Ed. Progreso, Moscú, s.f., t. I, p. 517.Salvo indicación contraria, las citaciones que en adelante se hagan de Obrasescogidas (OE) serán de acuerdo con esta edición.

2 Marx–Engels: La ideología alemana, Ediciones Pueblos Unidos, Bue-nos Aires, 1973, p. 38.

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expresión oficial de la sociedad civil. Esto es lo que el señorProudhon jamás llegará a comprender, pues él cree que ha he-cho una gran cosa apelando del Estado a la sociedad civil, es de-cir, del resumen oficial de la sociedad a la sociedad oficial” 3.

El Estado (“resumen oficial”) no flota efectivamente en elvacío: se sustenta en la sociedad. Pero esa sociedad, a su turno,no puede ser comprendida a cabalidad si se la examina simple-mente a nivel “oficial”, o sea como sociedad civil sin más deter-minación: sin sus determinaciones económicas y sin sus deter-minaciones de clase. En esta idea reside la piedra angular delmaterialismo histórico.

Ahora bien, la búsqueda de aquellas determinaciones obligaa disolver el concepto de sociedad civil en una red (sistema) deotros conceptos, ellos sí explicativos y no ya meramente des-criptivos, que son los únicos capaces de permitirnos convertir aese vasto campo empírico en objeto de conocimiento científico.

3. MODO DE PRODUCCIÓN Y FORMACIÓN SOCIAL

Uno de tales conceptos explicativos de base es el de modo deproducción, que se refiere a la forma en que los hombres obtie-nen sus medios materiales de existencia. Ello supone, necesaria-mente, dos tipos de relaciones íntimamente imbricadas, peroque es menester distinguir en el plano teórico:

(a) La relación de los hombres con la naturaleza para efectosde la producción; relación que es captada por el concepto defuerzas productivas, que designa a la capacidad que los hombresposeen en determinado momento para obtener cierta productivi-dad, con ayuda de sus conocimientos y técnicas, máquinas, he-rramientas, etc.

(b) La relación que los hombres establecen entre sí en el pro-ceso productivo, es decir, lo que se denomina relaciones socia-

les de producción.La combinación de estos dos elementos: fuerzas productivas

y relaciones sociales de producción, constituye la matriz econó-mica de todo modo de producción y es la que determina, inclu-sive, los demás momentos de lo económico: la circulación, dis-tribución y consumo de bienes materiales (e inmateriales).

Sobre la base de esta matriz económica, a la que se denomi-na también infraestructura, se “levanta” (según la expresión fi-gurada de Marx) la superestructura social, que a su vez constade dos instancias fundamentales:

(a) La instancia jurídico–política, que comprende el conjun-to de organizaciones e instituciones sociales: Estado y derecho,fundamentalmente, en los modos de producción clasistas.

(b) La instancia ideológica propiamente dicha, formada porel conjunto de ideas, imágenes y representaciones “histórica-mente orgánicas”, en el sentido señalado por Gramsci:

“Es preciso... distinguir entre ideologías históricamente orgá-nicas, es decir, que son necesarias a determinada estructura, eideologías arbitrarias, racionalistas, ‘queridas’. En cuanto histó-ricamente necesarias, tienen una validez ‘psicológica’, ‘organi-zan’ las masas humanas, forman el terreno en medio del cual semueven los hombres, adquieren conciencia de su posición, lu-chan, etc.

En cuanto ‘arbitrarias’, no crean más que ‘movimientos’ in-dividuales, polémicas, etc. (tampoco son completamente inúti-les porque son como el error que se contrapone a la verdad y laafirma)” 4.

Ahora bien, la relación que existe entre la base o infraestruc-tura y las dos instancias superestructurales consiste en una arti-culación compleja, que puede definirse de la siguiente manera:

(a) La base determina en última instancia a la superestructu-ra, en la medida en que le asigna una función muy precisa, cual

3 Carta de Marx a Pavel Vasilievich Annenkov, de 28–XII–1846, en OE, I,532.

4 El materialismo histórico y la filosofía de B. Croce, Juan Pablos Editor,México, 1975, p. 58.

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es la de producir las condiciones jurídicas, políticas e ideológi-cas necesarias para la reproducción del respectivo modo de pro-ducción.

(b) Dentro de estas coordenadas estructurales de funciona-miento, la superestructura posee, sin embargo, una autonomíarelativa, que le permite tener sus formas específicas de desarro-llo y actuar a la vez sobre la base. Pero no hay que olvidar queesa autonomía es relativa, en el sentido de que nunca puede re-basar los límites que esas coordenadas le imponen. Como diceErik Olin Wright con respecto a la instancia estatal:

“...la estructura económica fija límites de variación en la es-tructura del Estado a la vez que determina la medida en que ellamisma será reproducida por la estructura del Estado que surja dehecho” 5.

Es imposible que el modo de producción capitalista, porejemplo, funcione “normalmente” con una superestructura so-cialista. O a la inversa.

(c) El grado y la forma en que la superestructura actúa sobrela base varía según el modo de producción de que se trate. Así,en el modo de producción capitalista la intervención de lo jurí-dico y lo ideológico sobre la instancia económica no es de lamisma naturaleza que en el modo de producción feudal. Por es-to, es decir, porque en cada modo de producción se da una arti-culación distinta entre la base y la superestructura, es que elconcepto de modo de producción puede utilizarse en un sentidomuy amplio, para designar no sólo a la matriz económica sinotambién a la estructura resultante de la articulación de las tresinstancias: la económica, la jurídico–política y la ideológica 6.En este sentido, el concepto de modo de producción es uno delos más importantes de la sociología marxista puesto que pro-

porciona, por así decirlo, un primer “modelo” teórico sobre laestructuración básica de la sociedad.

Sin embargo, y por su misma condición de concepto ubicadoen un nivel muy alto de abstracción, el concepto de modo deproducción necesita complementarse con otro, que se sitúe enun nivel de concreción mayor. Este concepto es el de formaciónsocial (o formación histórico–social o económico–social, comose prefiera), que se refiere a las sociedades históricamente da-das, en las que ya no encontramos un solo modo de produccióny en estado “puro”, sino, por regla general, una combinación es-pecífica de varios modos de producción.

Esta combinación no consiste desde luego en una simpleyuxtaposición, sino que constituye una estructura articulada demanera muy compleja:

(a) En primer lugar, los modos de producción se combinansiempre bajo la hegemonía de alguno de ellos, el dominante,que es el que imprime su carácter a la formación social en suconjunto y redefine la situación de los otros modos de produc-ción (subordinados), fijándoles límites de funcionamiento y de-sarrollo. Mas, la índole dialéctica de esta relación hace que elmodo o los modos de producción subordinados sobredetermi-nen, por su parte, el funcionamiento y desarrollo del modo deproducción dominante, con el cual se relacionan, por lo tanto,conflictivamente. Por sobredeterminación ha de entenderse, eneste caso, la posibilidad de que el modo de producción subordi-nado, sin alterar las leyes fundamentales de funcionamiento delmodo de producción dominante, le pueda imponer ciertas mo-dalidades específicas de desarrollo.

Además, dicha relación va sufriendo alteraciones con el de-curso histórico de suerte que, en determinado momento, el mo-do de producción subordinado puede dejar de serlo y convertir-se en dominante. Lo cual depende, claro está, de la índole de losmodos de producción comprendidos en cada relación: la ten-dencia al predominio, a largo plazo corresponde siempre al mo-do de producción que expresa el mayor desarrollo de las fuerzas

5 Erik Olin Wright: Clase, crisis y Estado, Siglo XXI de España, Madrid,1983, esp. pp. 8–9.

6 Cf. por ej. Luis Althusser y Etienne Balibar: Para leer ‘El capital’, SigloXXI, México, 1967; o Nicos Poulantzas: Poder político y clases sociales enel Estado capitalista, Siglo XXI, México, 1971.

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productivas. (b) En segundo lugar, en una formación social no sólo se ar-

ticulan diferentes modos de producción con todas sus instanciasy elementos, sino que también pueden articularse en una mismaunidad concreta elementos de varios modos de producción. Esel caso, sobre todo, de ciertas situaciones de transición, en lasque encontramos unidades económicas, instituciones políticas osistemas ideológicos de carácter “mixto”, semifeudales o semi-capitalistas, por ejemplo.

(c) Por último, junto a los modos de producción fundamenta-les, que son aquellos capaces de imponer su hegemonía en unaformación social (comunitario primitivo, esclavista, feudal, ca-pitalista o socialista), existen también modos de producción se-cundarios, que sólo pueden aparecer en un plano subordinado,dependiendo de algún modo de producción fundamental. Es elcaso del modo de producción mercantil simple (producción ar-tesanal y pequeño–campesina), al que denominaremos, paramarcar su carácter peculiar, forma de producción.

4. MODO DE PRODUCCIÓN Y CLASES SOCIALES

En su conocida carta a J. Weydemeyer, Marx señaló, comouno de sus principales aportes, la demostración de que “la exis-tencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históri-cas del desarrollo de la producción” 7. Demostración con la cualno sólo echó por tierra la idea de que la división de la sociedaden clases es eterna, sino que además sentó el principio básico pa-ra la definición del estatuto teórico de las clases sociales.

En efecto, afirmar que la existencia de las clases sólo va uni-da a determinadas fases históricas del desarrollo de la produc-ción equivale a decir que las clases son efectos específicos dedeterminados modos de producción. ¿De qué modos de produc-ción se trata y cuál es el nivel estructural básico que produce ta-

les efectos? El marxismo ha dado una respuesta muy precisa a este pro-

blema: se trata de aquellos modos de producción en los queexiste la propiedad privada de los medios y/o agentes de la pro-ducción (hombres, tierra, herramientas, máquinas, etc.). Así:

“En el sistema esclavista, el trabajador pertenece al propieta-rio particular, del cual es la máquina de trabajo... En la relaciónde vasallaje, es un elemento de la propiedad de la tierra, al igualque la acémila” 8.

En el modo de producción capitalista los medios fundamen-tales de producción están monopolizados por los capitalistas.Por eso, en todos estos modos de producción las relaciones so-ciales correspondientes se organizan en torno a mecanismos bá-sicos de explotación: relaciones entre amos y esclavos en el es-clavismo, entre señores y siervos en el feudalismo, entre bur-gueses y proletarios en el capitalismo.

Por lo tanto, las clases sociales son ante todo posiciones es-tructurales que el sistema asigna objetivamente a individuos de-terminados. Por eso escribió Marx, en el prólogo a la primeraedición de El capital:

“En esta obra, las figuras del capitalista y del terrateniente noaparecen pintadas, ni mucho menos, de color de rosa. Pero ad-viértase que aquí sólo nos referimos a las personas en cuantopersonificación de categorías económicas, como representantesde determinados intereses y relaciones de clase. Quien como yoconcibe el desarrollo de la formación económica de la sociedadcomo un proceso histórico–natural, no puede hacer al individuoresponsable de la existencia de relaciones de que él es social-mente criatura, aunque subjetivamente se considere muy por en-cima de ellas” 9.

7 Marx a Joseph Weydemeyer, 5–III–1852. en OE, I, 542.

8 Marx: Fundamentos de la crítica de la economía política, Editorial deCiencias Sociales, Instituto del Libro, La Habana, 1970, t, I, p. 356.

9 El capital, 5a. reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México, 1972,vol. I, p. 15. En adelante, las citas provendrán de esta edición.

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Y Lenin, por su parte, definió a las clases por los “lugares”que grandes grupos de hombres ocupan en un sistema de pro-ducción históricamente determinado:

“Las clases son grandes grupos de hombres que se diferen-cian entre sí, por el lugar que ocupan en un sistema de produc-ción históricamente determinado, por las relaciones en que seencuentran frente a los medios de producción (relaciones quelas leyes fijan y consagran), por el papel que desempeñan en laorganización social del trabajo y, por consiguiente, por el modoy la proporción en que perciben la parte de la riqueza social deque disponen” 10.

Definición que nos permite dilucidar tres puntos más sobre lateoría marxista de las clases sociales:

(a) Que las clases no son el efecto de cualquier nivel de la es-tructura social, ni el resultado de la articulación de lo económi-co, lo político y lo ideológico (como afirma Nicos Poulantzas,por ejemplo 11), sino que ellas se generan y adquieren existenciaobjetiva a nivel de la matriz económica de ciertos modos de pro-ducción.

Por esto, es decir, porque las clases tienen una existencia ob-jetiva aún antes de que los agentes sociales tomen conciencia desu posición estructural, es que el propio Lenin, en su libro El de-sarrollo del capitalismo en Rusia, pudo prever con algunos añosde anticipación el comportamiento político de las clases de laRusia zarista en la revolución democrático–burguesa de 1905, yescribir lo siguiente en el prólogo a la segunda edición de dichaobra:

“El análisis del régimen social y económico y, por consi-guiente, de la estructura de clases de Rusia, que hacemos en lasiguiente obra, análisis basado en una investigación económica

y en un examen crítico de los materiales estadísticos, se ve con-firmado hoy por la intervención política abierta de todas las cla-ses en el curso de la revolución” 12.

(b) En segundo lugar, al precisar que las relaciones entre lasclases son relaciones de explotación (y expropiación), puestoque una de ellas puede adueñarse del trabajo de la otra por ocu-par puestos diferentes en un régimen determinado de economíasocial, Lenin está señalando también la razón por la cual las dosclases fundamentales de cada modo de producción en el que talexplotación se da sólo pueden relacionarse de una única mane-ra: antagónicamente. De donde se deriva otro hecho, muy im-portante: las clases sociales están siempre en lucha (aunque conintensidad variable y en diversos planos), y es precisamente es-ta lucha la que constituye el motor principal de la historia en lassociedades clasistas. Por eso, en el materialismo histórico la teo-ría de las clases sociales es inseparable de la teoría general de lahistoria.

(c) Por último habría que señalar, dentro de estas generalida-des de base, que la existencia de las clases en un determinadomodo de producción redefine la naturaleza de las dos instanciassuperestructurales, en la medida en que les confiere inevitable-mente un carácter clasista. La instancia jurídico–política ya noes en este caso un conjunto de instituciones al servicio de todala sociedad (que en sí misma ha devenido entonces una “comu-nidad ilusoria”, como más adelante se verá), sino que está cons-tituida por aparatos de clase; del mismo modo que la instanciaideológica ya no es la representación del mundo de la comuni-dad real toda, sino la esfera en que las ideas dominantes son ne-cesariamente las de la clase dominante.

10 Una gran iniciativa, en Obras escogidas en 3 tomos, Ed. Progreso,Moscú, s.f., t. 3, p. 228. En adelante, toda cita de OE provendrá de esta edi-ción.

11 Op. cit., p. 62 y ss. y, en particular, la definición de clase social formu-lada en la P. 75.

12 El desarrollo del capitalismo en Rusia, Ediciones de Cultura Popular,México, 1971, p. 10.

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5. CLASE “EN SÍ”, CLASE “PARA SÍ”

Hemos visto cómo las clases son efectos de la matriz econó-mica de ciertos modos de producción sobre los agentes sociales,a los que constituyen precisamente en clases; hemos insistido,por lo mismo, en que ya en este nivel (el económico) las clasestienen una existencia objetiva, y hasta hemos citado un pasajede Marx en el que éste afirma que los terratenientes o los capi-talistas no son más que “personificación” de ciertas categoríaseconómicas. Ahora bien, todas estas observaciones tendientes adefinir en un primer nivel el estatuto teórico de las clases (pre-viniendo cualquier desviación voluntarista–idealista) corren elriesgo de ubicarnos en una posición errónea (positivista–estruc-turalista) si es que no retomamos oportunamente el problema dela relación dialéctica entre las clases en cuanto efectos de deter-minada estructura económica y las clases como agentes históri-cos concretos.

Marx plantea el problema con toda nitidez en un famoso pa-saje del 18 Brumario:

“Los campesinos parcelarios forman una masa inmensa, cu-yos individuos viven en idéntica situación, pero sin que entreellos existan muchas relaciones. Su modo de producción les ais-la unos de otros, en vez de establecer relaciones mutuas entreellos. Este aislamiento es fomentado por los malos medios decomunicación de Francia y por la pobreza de los campesinos.Su campo de producción, la parcela, no admite en su cultivo di-visión alguna del trabajo ni aplicación alguna de la ciencia; noadmite, por tanto, multiplicidad de desarrollo, ni diversidad detalentos, ni riqueza de relaciones sociales. Cada familia campe-sina se basta, sobre poco más o menos, a sí misma, produce di-rectamente ella misma la mayor parte de lo que consume y ob-tiene así sus materiales de existencia más bien en intercambiocon la naturaleza que en contacto con la sociedad. La parcela, elcampesino y su familia; y al lado, otra parcela, otro campesino

y otra familia. Unas cuantas unidades de éstas forman una aldea,y unas cuantas aldeas, un departamento. Así se forma la granmasa de la nación francesa, por la simple suma de unidades delmismo nombre, al modo como, por ejemplo, las patatas de unsaco forman un saco de patatas. En la medida en que millonesde familias viven bajo condiciones económicas de existenciaque las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y porsu cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hos-til, aquellas forman una clase. Por cuanto existe entre los cam-pesinos parcelarios una articulación puramente local y la iden-tidad de sus intereses no engendra entre ellos ninguna comuni-dad, ninguna unión nacional y ninguna organización política,no forman una clase. Son, por tanto, incapaces de hacer valer suinterés de clase en su propio nombre, ya sea por medio de unparlamento o por medio de una Convención. No pueden repre-sentarse sino que tienen que ser representados. Su representan-te tiene que aparecer al mismo tiempo como su señor, como unaautoridad por encima de ellos, como un poder ilimitado de Go-bierno que los proteja de las demás clases y les envíe desde loalto la lluvia y el sol. Por consiguiente, la influencia política delos campesinos parcelarios encuentra su última expresión en elhecho de que el poder ejecutivo somete bajo su mando a la so-ciedad” 13.

Este texto de Marx, que por sí solo constituye una obra maes-tra de análisis sociológico, nos coloca, pues, de lleno, en el pro-blema de lo que se ha dado en llamar la clase “en sí” y la clase“para sí”. En efecto, esos campesinos parcelarios constituyenuna clase social a nivel económico, puesto que están ubicadosen una misma situación estructural, que objetivamente los opo-ne a otras clases de la respectiva formación social; sin embargo,el propio Marx estima que, a otro nivel, que es el político, di-chos campesinos no constituyen una clase. Tomada al pie de la

13 El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, OE, I, 489–490. Los subra-yados son nuestros.

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letra, la segunda afirmación puede inducir a confusión y pres-tarse para las interpretaciones más diversas y antojadizas; sinembargo, su sentido contextual es perfectamente claro: si loscampesinos parcelarios son “incapaces de hacer valer su interésde clase” es porque ya son objetivamente (“en sí”, o sea estruc-turalmente) una clase social, aunque todavía no estén organiza-dos como tal en el plano político ni hayan tomado aún concien-cia (“para sí”) de aquella situación objetiva.

En el mismo sentido va este otro análisis de Marx sobre laclase obrera, en Miseria de la filosofía:

“La gran industria concentra en un mismo sitio a una masade personas que no se conocen entre sí. La competencia dividesus intereses. Pero la defensa del salario, los une en una idea co-mún de resistencia: la coalición. Por lo tanto la coalición persi-gue siempre una doble finalidad: acabar con la competencia en-tre los obreros para poder hacer una competencia general a loscapitalistas. Si el primer fin de la resistencia se reducía a la de-fensa del salario, después, a medida que los capitalistas se aso-cian a su vez movidos por la idea de la represión, las coalicio-nes, en un principio aisladas, forman grupos, y la defensa porlos obreros de sus asociaciones frente al capital, siempre unido,acaba siendo para ellos más necesaria que la defensa del salario.Hasta tal punto esto es cierto, que los economistas ingleses nosalían de su asombro al ver que los obreros sacrificaban unabuena parte del salario en favor de las asociaciones que, a juiciode estos economistas, se habían fundado exclusivamente paraluchar en pro del salario. En esta lucha –verdadera guerra civil–se van uniendo y desarrollando todos los elementos para la ba-talla futura. Al llegar a este punto, la coalición toma carácter po-lítico”.

“Las condiciones económicas, transformaron primero a lamasa de la población del país en trabajadores. La dominacióndel capital ha creado a esta masa una situación común, interesescomunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto alcapital, pero aún no es una clase para sí. Los intereses que de-

fiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de cla-se contra clase es una lucha política” 14.

Al construir el concepto de clase en dos niveles, el de la cla-se en sí y el de la clase para sí, Marx retiene, pues, con una ter-minología que tal vez no sea la más apropiada, la doble dimen-sión del problema:

(a) Las clases sociales como efecto de la matriz de determi-nados modos de producción y formaciones sociales sobre losagentes de la producción.

(b) Las clases como verdaderos sujetos históricos (fuerzassociales) capaces de actuar sobre las estructuras y transformar-las. Sujetos que devienen tales a través de la lucha de clases ypor el desarrollo de una organización y una conciencia de clase.

Esta conceptualización, en la que la reconstitución lógica delas clases coincide con su reconstitución histórica 15, es ademásrelevante en la teoría marxista por tres razones:

(a) Porque permite realizar un análisis objetivo de la estruc-tura de clases y una previsión histórica asimismo objetiva, queson los fundamentos necesarios para una correcta práctica polí-tica.

(b) Porque sólo sobre la base de aquella distinción es posibledefinir objetivamente la conciencia de clase, que no es igual alconjunto de ideas y representaciones que sus miembros puedantener en determinado momento (conciencia psicológica inme-diata), sino que consiste en la conciencia de “lo que debe histó-ricamente hacer (una clase) en conformidad con su ser” (Marx:

14 Miseria de la filosofía, Ediciones de Cultura Popular, México, 1972, pp.157–158. El segundo subrayado es nuestro.

15 “... El único método indicado (es) el lógico. Pero éste no es, en realidad,más que el método histórico, despojado únicamente de su forma histórica yde las contingencias perturbadoras. Allí donde comienza esta historia debecomenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste noserá más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuen-te, de la trayectoria histórica…” F. Engels: Carlos Marx. Contribución a lacrítica de la economía política, OE, I, 528.

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La Sagrada Familia). (c) Porque tal distinción permite fijar el papel exacto de la

vanguardia política (partido de clase), que consiste justamenteen convertir a la clase “en sí” en clase “para sí”.

6. CLASES, ESTAMENTOS, CASTAS

El problema de los “estamentos” y las “castas” (sobre todode estas últimas) ha sido ampliamente desarrollado por la socio-logía no marxista, que por lo general opone tajantemente la or-ganización estamental y de castas a la de las clases sociales. Sondemasiado conocidos los razonamientos en el sentido de que,mientras los estamentos y las castas constituyen sistemas “ce-rrados”, las clases se caracterizan por conformar un sistema“abierto”, que permite una amplia movilidad horizontal y verti-cal de sus miembros.

Este no es, desde luego, el lugar apropiado para entablar unaamplia discusión sobre el asunto; sólo quisiéramos observar queincluso ciertos autores que en términos generales aceptan lospuntos de vista de Marx sobre las clases sociales en la sociedadcapitalista, estiman que pierden pertinencia tratándose de lasformaciones precapitalistas. Es, por ejemplo, la opinión del so-ciólogo Georges Gurvitch, para quien las clases “sólo aparecenen las sociedades globales industrializadas en las que los mode-los técnicos y las funciones económicas están particularmenteacentuadas” 16. Gurvitch llega incluso a afirmar que “Marx havacilado mucho en cuanto a saber si habría de reconocer la exis-tencia de las clases en todo tipo de sociedad, fuera de las socie-dades arcaicas y de la sociedad futura o comunista completa-mente realizada” 17.

Sin embargo, Marx es perfectamente claro sobre este punto:

“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es lahistoria de la lucha de clases”, escribe en el Manifiesto, aunqueEngels observa, con razón, que el término “todas” no incluye,obviamente, a las sociedades “prehistóricas”, es decir, precla-sistas.

Para el marxismo, entonces, las clases sociales son algo in-herente no sólo al modo de producción capitalista, mas tambiéna otros, como el feudal y el esclavista. Ello no obstante, el fenó-meno adquiere características distintas en estos últimos.

Decíamos, en el numeral 3 de este capítulo, que en cada mo-do de producción se da una forma diferente de articulación en-tre los niveles económico, jurídico–político e ideológico, va-riando en cada caso el grado y la forma de intervención de lasdos instancias superestructurales sobre la base económica. Puesbien, esto no deja de tener sus consecuencias sobre la estructu-ra de las clases, que adquiere una forma diferente según el mo-do de producción de que se trate. En el modo de producción ca-pitalista las clases sociales no sólo que se generan a nivel de lainfraestructura económica sino que, además, aparecen como unpuro efecto de ésta, sin que ni lo jurídico ni lo ideológico inter-vengan directamente en su fijación; en otros modos de produc-ción no ocurre lo mismo:

“Es sabido –escribe Lenin– que en las sociedades esclavistay feudal las diferencias entre las clases quedan también fijadasen la división de la población por estamentos, asignándose a ca-da clase un lugar jurídico especial en el Estado. Por eso, las cla-ses de las sociedades esclavista y feudal (y también de la socie-dad del régimen de servidumbre) eran a la vez estamentos dis-tintos. Por el contrario, en la sociedad capitalista, en la sociedadburguesa, todos los ciudadanos son jurídicamente iguales, la di-visión por estamentos ha sido abolida (por lo menos en princi-pio) y, por eso, las clases han dejado de ser estamentos. La di-visión de la sociedad en clases es común a las sociedades escla-vista, feudal y burguesa, pero en las dos primeras existían lasclases–estamentos, mientras que en la última ya no son esta-

16 Georges Gurvitch: El concepto de clases sociales, de Marx a nuestrosdías, Nueva Visión, Buenos Aires, 1973, p. 193.

17 Ibid., p. 85.

La teoría marxista 23Agustín Cueva22

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mentos” 18. Texto que pone en claro algunos puntos: (a) Que la división en clases existe tanto en la sociedad capi-

talista como en otras donde las relaciones sociales de produc-ción se organizan en torno a un mecanismo básico de explota-ción, como ya se vio.

(b) Que en todos estos casos se trata, en lo esencial, del mis-mo fenómeno.

(c) Que sin embargo, allí donde predominan o por lo menossubsisten los modos de producción feudal o esclavista, las dife-rencias de clase quedan también fijadas por un lugar asignado acada una de ellas a nivel jurídico; lugar que, insistimos, no es elde generación de las clases (que en cualquier modo de produc-ción es el económico), sino de fijación de las mismas.

De manera que, en términos generales, podríamos afirmarque un sistema de estamentos no es otra cosa que una estructu-ra de clases sobredeterminada, en ciertos modos de producción,por la intervención directa del nivel jurídico; de la misma ma-nera que los sistemas llamados de castas son estructuras de cla-se sobredeterminadas por una intervención acentuada del nivelideológico, que se encarga de fijar las divisiones de clase comoun sistema basado en diferencias étnicas, culturales u otras. Losdos tipos de sobredeterminación no son por lo demás excluyen-tes, e incluso es frecuente que se conjuguen, con predominiotendencial de uno u otro.

Una observación más sobre este punto. Las superestructurasjurídico–política e ideológica poseen, como ya lo vimos, un gra-do de autonomía relativa, el cual determina que, una vez que sehan establecido con su intervención sistemas estamentales o decastas, éstos puedan evolucionar también de manera relativa-mente autónoma, generando sucesivos desfasamientos y con-

tradicciones. De donde se derivan algunas cuestiones íntima-mente relacionadas entre sí:

(a) La de la no correspondencia exacta entre la estructura declases y su fijación superestructural en “estamentos” o “castas”.Obviamente, éstas y aquéllos no reproducen cual un calco a laprimera, como puede comprobarse, por ejemplo, a través del es-quema de la página siguiente, con el que el historiador ManfredKossok ilustra “la relación multilinear que existe entre la estruc-tura de clases y la diferenciación étnica en la América hispanaen vísperas de la revolución de independencia” 19.

18 El programa agrario de la socialdemocracia rusa, en Lenin: La alian-za de la clase obrera y el campesinado, Ed. Progreso, Moscú, s.f., nota al piede la p. 71.

19 Manfred Kossok: El contenido burgués de las revoluciones de inde-pendencia en América Latina, en Historia y sociedad, Segunda época, No.4, Invierno de 1974, p. 69.

La teoría marxista 25Agustín Cueva24

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(b) El conflicto, en determinados momentos de transición,entre una estructura de clases que ha evolucionado en concor-dancia con el desarrollo de un nuevo modo de producción, y lossistemas de “estamentos” o “castas” que se conservan como so-brevivencia de los anteriores. Proceso dialéctico que tiende a re-solverse de acuerdo con las necesidades inherentes a la repro-ducción del modo de producción dominante.

(c) Por último, no está por demás señalar que la inexistenciade sistemas de “estamentos” o “castas”, de los que sólo cabe ha-blar cuando guardan relación con situaciones precapitalistas, noimpide que puedan seguir existiendo problemas raciales, porejemplo, bajo un sistema ya decantado de clases, de orden ine-quívocamente capitalista. Como observa Octavio Ianni:

“...no es cierto que las relaciones capitalistas de produccióndestruyan o eliminen las desigualdades sociales, económicas,políticas y culturales basadas en diferencias raciales. Por el con-trario, el capitalismo recrea esas diferencias continuamente, se-gún las leyes de la división del trabajo social y estratificaciónsocial que le son propias. Todos pasan a ser ciudadanos, traba-jadores libres, etc., según la ideología burguesa dominante. Enla práctica, todos continúan existiendo como obreros y burgue-ses, al mismo tiempo que como indios, negros, blancos, hin-dúes, paquistaníes, amarillos, mestizos, etc.” 20.

El que no existan más “estamentos”, en el sentido estrictoque hemos conferido al término, tampoco impide que incluso lasuperestructura jurídica fije sistemas de desigualdades entresectores de la población, como podría ser el caso típico de lamujer en los códigos civiles y penales de pleno siglo XX, porejemplo. Pero este problema, así como el señalado por Ianni,forman parte del sistema general de desigualdades del capitalis-mo, al que nos referiremos más adelante.

20 Octavio Ianni: Esclavitud y capitalismo, Siglo XXI México, 1976, pp.165–166.

La teoría marxista 27Agustín Cueva26

ESTRUCTURA DE CLASES Y DIFERENCIACIÓN ÉTNICA EN LA AMÉRICAHISPANA EN VÍPERAS DE LA REVOLUCIÓN DE INDEPENDENCIA, SEGÚN

EL HISTORIADOR MANFRED KOSSOK

Burocracia colonial (inclu-yendo alto clero y comercian-tes de ultramar)

Latifundistas (incluyendodueños de minas y obrajes)

Comerciantes

Oficios libres (incluyendobajo clero)

Relación predominanteRelación secundaria

Artesanos (privilegiados)

Artesanos(no privilegiados)

Campesinos(libres)

Campesinos(en dependencia feudal)

Proletariado(diversas categorías)

Esclavos

españoles

criollos

mestizos

mulatos

indígenas

negros

Page 15: La Teoria Marxista-Agustin Cueva

de la burguesía. Se trata, desde luego, de lo que el propio Marxllamó “una anomalía en el mercado mundial basado en el traba-jo libre” 22, pero que hemos querido destacar por su posible apli-cación al análisis histórico de ciertas situaciones caribeñas, porejemplo.

(c) Tenemos, además, múltiples situaciones “mixtas” o “di-fusas”, que ya no pueden ser conceptuadas como simples “ano-malías”, sino que son fenómenos inherentes a formacionesacentuadamente heterogéneas o en proceso de transición. Talessituaciones son, verbi gratia, la de los terratenientes semicapi-talistas (aquellos que en América Latina han recibido el nombrede “oligarcas”); o la del semiproletariado, en el que tanto insis-tió Lenin al estudiar la formación social rusa:

“...En los países capitalistas atrasados, como Rusia, la mayo-ría de la población se compone de semiproletarios, es decir, dehombres que durante una parte del año viven como proletarios,que si quieren comer tienen que recurrir, en cierta medida, altrabajo asalariado en empresas capitalistas” 23.

Obsérvese que Lenin ubica a la “inmensa mayoría de la po-blación” rusa en la categoría de semiproletarios. En otro de sustextos el mismo autor insiste en esas zonas de transición en lasque las fronteras entre el proletariado propiamente dicho y otrasclases populares pareciera diluirse, difuminada en una especiede penumbra estructural:

“El capitalismo dejaría de ser capitalismo si el proletariado‘puro’ no estuviese rodeado de una masa abigarradísima de ele-mentos que señalan la transición del proletariado al semiprole-tariado (el que obtiene una mitad de sus medios de existenciavendiendo su fuerza de trabajo), del semiproletario al pequeñocampesino (y al pequeño artesano, al obrero a domicilio, al pe-queño patrono en general), del pequeño campesino al campesi-no medio, etc., y si en el seno mismo del proletariado no hubie-

7. ARTICULACIÓN DE CLASES EN UNAFORMACIÓN SOCIAL

Hemos analizado hasta aquí el problema de las clases socia-les sobre todo en su nivel teórico más abstracto; esto es, a nivelde modo de producción. Ahora es necesario ubicarnos en unplano más concreto, el de formación social, para examinar algu-nas de las características que la estructura de clases puede pre-sentar a este nivel.

(a) En primer lugar tenemos el problema del número de lasclases que, como se vio, son fundamentalmente dos para cadamodo de producción en el que existe un mecanismo de explota-ción que, en el plano de las relaciones sociales de producción,organiza necesariamente oposiciones binarias: amos–esclavos,señores–siervos, burguesía–proletariado.

Ahora bien, basta pensar en el hecho de que en una forma-ción social se articulan varios modos de producción para enten-der la razón por la cual el número de las clases puede aumentarsensiblemente.

(b) En segundo lugar, la misma articulación compleja de mo-dos de producción, y aun de instancias de éstos, puede producirciertas “asimetrías” en la estructura de clases de una formaciónsocial. Es bastante conocido aquel pasaje de los Grundrisse enel que Marx afirma que “hoy día llamamos con justo título ca-pitalistas a los propietarios (esclavistas, A.C.) de las plantacio-nes americanas” 21; afirmación que parece fundarse en el hechode que tales propietarios actuaban ya, a nivel de la producciónmisma, de acuerdo con las leyes de la economía capitalista. Seade ello lo que fuere, lo cierto es que esto plantea inevitablemen-te el problema de una “asimetría” en la medida en que el escla-vo ya no tiene frente a sí a un simple amo esclavista, sino a unpropietario de esclavos que constituye en realidad una fracción

21 Fundamentos..., ed. cit., t. I, p. 394: 22 Fundamentos..., loc. cit.23 Una gran iniciativa, OE, 3, 228.

La teoría marxista 29Agustín Cueva28

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subsunción todavía formal del trabajo al capital. Sin embargo,es evidente que entre esa conceptualización y la de “lumpenpro-letariado” no existe homogeneidad teórica. Este último concep-to, que no recubre ni de lejos el campo de los otros dos, sólopuede construirse teniendo en consideración ciertos efectos se-cundarios de la matriz de una formación social, y en especial elmodo de vida que ella genera en ciertas capas sociales, como lohan hecho Marx y Engels en muchas de sus obras 26. Es decir,considerando esa “esfera de la vida extraproductiva que se ca-racteriza por las condiciones materiales, las relaciones entre loshombres y las formas de su actividad vital” 27; factores que, cla-ro está, sólo cobran relevancia cuando se trata de grupos distin-tos de las clases fundamentales y cuya situación se define, jus-tamente, por su no inserción en las relaciones básicas de pro-ducción.

(g) En fin, la articulación de modos de producción en unaformación social puede producir situaciones extremadamentecomplejas, en aquellos momentos de transición en que dos omás modos de producción ejercen sus efectos sobre un mismogrupo concreto, al que ubican en una situación de clase ambiva-lente. Tal sería, por ejemplo, la situación que analiza Lenin enel siguiente texto:

“Ponemos entre comillas la palabra campesinado para seña-lar la existencia en este caso de una contradicción que está fue-ra de toda duda: en la sociedad contemporánea el campesinadoya no es, naturalmente, una clase indivisa. Y quien se sorprendade tal contradicción es que se olvida que no se trata de una con-tradicción derivada de la exposición o implícita en la doctrina,sino de una contradicción de la vida misma. No es una contra-dicción inventada, sino una contradicción dialéctica viva. Por

ra sectores de un desarrollo mayor o menor, divisiones de carác-ter territorial, profesional, a veces religioso, etc.” 24.

(d) El texto precedente de Lenin es extremadamente rico y loseguiremos explotando teóricamente. Por el momento, nos per-mite observar dos cuestiones más: la heterogeneidad de la com-posición de cada clase de acuerdo con múltiples determinacio-nes históricas propias de la respectiva formación social, y el de-sarrollo consecuentemente desigual de esas mismas clases.Asunto que tiene que ver, entre otras cosas, con la imprescindi-ble necesidad de una vanguardia política.

(e) La articulación específica de una formación social llegaincluso a constituir en clase a ciertos grupos sociales que en ri-gor no lo serían analizados en el nivel teórico más abstracto, eldel modo de producción. Los campesinos parcelarios, por ejem-plo, cuya forma de producción (mercantil simple) en sí mismano genera clases sociales, se convierten en clase en la medida enque sus condiciones económicas de existencia “los distinguenpor su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura de otrasclases y los oponen a éstas de un modo hostil” (Cf. cita 13). Esdecir, en la medida en que están articulados de cierta manera enel conjunto de una formación social: sometidos, por ejemplo, enel caso de las formaciones capitalistas, a los “modos de explo-tación secundarios del capital”: usura, impuestos, mecanismodesfavorable de intercambio, etcétera 25.

(f) El caso del “lumpenproletariado” es, por su parte, un buenejemplo de otro tipo de efectos de la estructura concreta de unaformación social sobre el sistema de clases. En el nivel más abs-tracto del análisis, cierto fenómeno (que en América Latina fuepercibido ideológicamente como “marginalidad” y ahora como“informalidad”) puede conceptualizarse como presencia de unejército industrial de reserva o existencia de una amplia zona de

24 La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo, OE, 3,396–397.

25 Cf. Marx: Las luchas de clases en Francia, OF. I, 218.

26 Cf. en especial El dieciocho Brumario y Las luchas de clases enFrancia, de Marx, y Las guerras campesinas en Alemania, de Engels.

27 Diccionario marxista de filosofía, Ediciones de Cultura Popular,México, 1972, p. 211.

La teoría marxista 31Agustín Cueva30

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mente a las clases sociales, en ningún nivel, so pena de fran-quear la frontera que separa al marxismo del populismo y deciertas concepciones “eurodemócratas” y afines. Concepcionesque, por lo demás, distan mucho de ser novedosas, como loatestiguan estas polémicas líneas de Marx en el 18 Brumario:

“Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía,es decir, a una clase en transición, en la que los intereses de dosclases se embotan el uno contra el otro, cree estar por encimadel antagonismo de clases en general. Los demócratas recono-cen que tienen en frente a una clase privilegiada, pero ellos, contodo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Loque ellos representan son los derechos del pueblo, lo que les in-teresa es el interés del pueblo. Por eso, cuando se preparan pa-ra una lucha, no necesitan examinar los intereses y las posicio-nes de las distintas clases. No necesitan ponderar con demasia-da escrupulosidad sus propios medios. No tienen más que dar laseñal, para que el pueblo, con todos sus recursos inagotables,caiga sobre los opresores” 30.

Con menor ironía que Marx, Rosa Luxemburgo no es menosenfática en recalcar que:

“...En una sociedad de clases, el pueblo, como un todo socialy político homogéneo, no existe, mientras que sí existen en ca-da nación las clases sociales con sus intereses y ‘derechos’ an-tagónicos” 31.

Lenin, por su lado, insiste en que “al emplear la palabra ‘pue-blo’, Marx no velaba con ella las diferencias de las clases, sinoque unificaba determinados elementos capaces de llevar la re-volución hasta el final”; para luego subrayar que aquella dife-renciación no se hace con el fin de que “la clase de vanguardiase encierre en sí misma, se limite con una medida estrecha... si-no para que la clase de vanguardia, sin adolecer de las vacila-

cuanto la sociedad del régimen de servidumbre está siendo des-plazada de nuestro agro por la sociedad ‘contemporánea’ (bur-guesa), el campesinado deja de ser una clase, dividiéndose enproletariado agrícola y burguesía rural (grande, mediana, peque-ña y pequeñísima). Por cuanto se conservan aún las relacionesdel régimen de servidumbre, el ‘campesinado’ sigue siendo unaclase, es decir, lo repetimos, una clase no de la sociedad burgue-sa, sino de la sociedad del régimen de servidumbre. Estos ‘porcuanto’ representan una realidad viva que se manifiesta en esecomplejísimo entrelazamiento de las relaciones propias del régi-men de servidumbre y del régimen burgués que se observa ac-tualmente en el agro ruso. Expresándonos en los términos usa-dos por Marx, diremos que la renta en trabajo, la renta en espe-cie, la renta en dinero y la renta capitalista se entrelazan ennuestro país del modo más caprichoso” 28.

8. “PUEBLO” Y CLASES SOCIALES

Dada la importancia del fenómeno populista en América La-tina, así como los claros rebrotes de neopopulismo en el planoteórico (en la obra de un Ernesto Laclau por ejemplo 29), es ne-cesario precisar que en el materialismo histórico el concepto depueblo se refiere al conjunto de clases y capas subordinadasque, por el mismo hecho de serlo poseen fundamentales intere-ses en común, constituyendo por lo tanto los protagonistas de loque podríamos denominar el bloque popular. Entre nosotros, la-tinoamericanos, este bloque incluye por regla general al prole-tariado, el campesinado, la pequeña burguesía, las capas mediasy el subproletariado.

Ahora bien, todo el problema reside en que las categorías de“pueblo” y “popular” no pueden suplantar teórica ni política-

28 El programa agrario…, ed. cit., p. 72.29 Ernesto Laclau: Política e ideología en la teoría marxista, 2a. ed., Siglo

XXI, México, 1980.

30 La ideología alemana, ed. cit., p. 30.31 R. Luxemburgo: La cuestión nacional y la autonomía, Cuadernos de

Pasado y Presente, Siglo XXI, México, 1979.

La teoría marxista 33Agustín Cueva32

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En efecto, en un corte estructural instantáneo (“sincrónico”,si se quiere), el entrelazamiento de las clases del agro ruso, igualque el de los distintos tipos de renta, podrían parecer “capricho-sos” (término que, por lo demás, no pasa de ser una imagen enel texto de Lenin); pero, habida cuenta de que dicha estructura-ción de clases forma parte de un proceso, los sistemas de con-tradicciones que en ella se entrelazan adquieren una jerarquía yun sentido: uno de ellos pertenece en rigor al pasado, el otro alfuturo; éste crece y se desarrolla, aquél va debilitándose paula-tinamente.

Mas no sólo hay esto. Las clases, como ya lo vimos, no sonúnicamente efectos pasivos de la infraestructura económica dela sociedad sino que, a través de los niveles político e ideológi-co, se convierten en verdaderos agentes sociales y, en este sen-tido, tienen una historia, su propia historia. Así, gran parte de los“campesinos” protagonistas del movimiento revolucionario me-xicano de la década de 1910, por ejemplo, eran ya “peones” asa-lariados o por lo menos semiasalariados. Ateniéndose a estossolos datos, hasta sería posible demostrar que en los años de larevolución el “proletariado” ya era el grupo predominante entrelos pobres del campo. Sin embargo, ¿cómo explicarse la ideolo-gía y el comportamiento político de los dos grandes movimien-tos agraristas de la época si no se tiene en consideración el he-cho de que aún aquellos “asalariados” que los integraban noconstituían todavía un proletariado en sentido estricto sino másbien, en su historicidad concreta, un campesinado en curso deproletarización?

Ejemplos como el precedente podrían multiplicarse al infini-to; mas, lo que nos interesa recalcar es sólo una cuestión teóri-co–metodológica: sin la recuperación de dicha historicidad, elanálisis marxista corre el riesgo de no poder cumplir con una desus finalidades primordiales: la explicación cabal de los proce-sos históricos concretos.

ciones, la inconstancia y la indecisión de las clases intermedias,luche con la mayor energía y el mayor entusiasmo por la causade todo el pueblo, al frente de todo el pueblo” 32.

Con la categoría “pueblo” ocurre, pues, prácticamente lomismo que con el concepto de “sociedad civil”: utilizados sinreferencia a una estructura de clases y muchas veces para sosla-yar a ésta, constituyen una buena “puerta falsa” que permite ale-jarse discretamente del marxismo.

9. ESTRUCTURAS, PROCESOS,HISTORICIDAD CONCRETA

Tal como hemos venido viéndolo, las clases son definibles,primero, en un nivel teórico altamente abstracto que es captadopor el concepto modo de producción; luego son aprehensiblesen un plano más concreto, cuando las estudiamos organizadas yredefinidas por su articulación específica en una formación so-cial. Pero todavía hay algo más, que debemos señalar: las clasesno forman parte de una realidad estática, sino de totalidades or-gánicas en movimiento; es decir, de estructuras que son al mis-mo tiempo procesos. Y es este movimiento histórico, precisa-mente, el que confiere sentido a su articulación.

Lenin escribe, por eso, lo que sigue, refiriéndose al problemaplanteado en el texto de la cita 28:

“...En el campo ruso coexisten dos tipos de contradiccionesde clase: en primer lugar, las contradicciones entre los obrerosagrícolas y los patronos rurales; en segundo lugar, las contradic-ciones entre todo el campesinado y toda la clase de los terrate-nientes. La primera contradicción crece y se desarrolla; la se-gunda se va debilitando poco a poco. La primera pertenece todaella al futuro; la segunda, en medida considerable, al pasado” 33.

32 Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Ed.Progreso, Moscú, 1977, p. 103.

33 El partido obrero y el campesinado, en La alianza de la clase obrera yel campesinado, ed. cit., p. 59.

La teoría marxista 35Agustín Cueva34

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es tan clásica que Marx no deja de evocarla en el 18 Brumario:“Orleanistas y legitimistas se encontraron en la república los

unos junto a los otros y con idénticas pretensiones. Si cada par-te quería imponer frente a la otra la restauración de su propiadinastía, esto sólo significaba una cosa: que cada uno de los dosgrandes intereses en que se divide la burguesía –la propiedaddel suelo y el capital– aspiraba a restaurar su propia supremacíay la subordinación del otro. Hablamos de dos intereses de laburguesía, pues la gran propiedad del suelo, pese a su coquete-ría feudal y a su orgullo de casta, estaba completamente abur-guesada por el desarrollo de la sociedad moderna” 34.

(c) Otro factor muy importante, que ha venido perfilándoseentre los anteriores, es el de la articulación de la burguesía condeterminada fase del capitalismo. La división de la burguesía enmonopólica y no monopólica tiene por supuesto que ver con di-cho factor y remite al problema de las relaciones con el impe-rialismo y al de determinar la existencia o no de una burguesíanacional, así como la índole y grado de su “nacionalismo” (allídonde este todavía se da, caso cada vez menos frecuente).

(d) A nuestro juicio, no cabe hablar de fracciones de clase, enel sentido estricto del término, cuando se trata de divisiones que,según el decir de Poulantzas, “sólo se descubren a nivel políti-co” 35. Este autor piensa lo contrario, y en favor de su tesis adu-ce el ejemplo de la “fracción burguesa republicana” a la que serefiere Marx en el 18 Brumario; mas, una lectura atenta de esetexto clásico demuestra que el término fracción, en este casoconcreto, no tiene más alcance teórico que la palabra “pandilla”que viene a continuación:

“No se trata –escribe Marx– de una fracción de la burguesíamantenida en cohesión por grandes intereses comunes y deslin-dada por condiciones peculiares de producción, sino de unapandilla de burgueses, escritores, abogados, oficiales y funcio-

10. FRACCIONES Y ESTRATOS DE CLASE

El análisis de la estructura de clases en una formación socialdada presenta un problema más, derivado del hecho de que lasclases, como ya se indicó, no son conjuntos absolutamente ho-mogéneos, sino que en su seno se presentan subdivisiones o dis-continuidades importantes, que generan toda una gama de con-tradicciones secundarias (o sea, no antagónicas estructural-mente hablando), que no obstante pueden convertirse en factorde primera importancia en determinadas coyunturas históricas,cuando se desencadena una crisis de hegemonía por ejemplo(con la consiguiente exacerbación de aquellas contradiccionesen el seno de la burguesía).

El problema de las fracciones de clase sólo puede resolversemediante el análisis concreto de cada formación social; aquí noslimitaremos, por lo tanto, a ofrecer algunas indicaciones de or-den general tomando como punto de referencia las formacionescapitalistas.

a) Un primer factor determinante de la formación de fraccio-nes de clase es, en lo que a la burguesía se refiere, el de las dis-tintas formas de existencia del capital. La ubicación de éste co-mo capital productivo, capital mercancías o capital dinero tien-de a crear, en la fase premonopólica, sendas fracciones de claseque son la burguesía industrial, la burguesía comercial y la bur-guesía financiera.

b) En el mismo nivel de análisis resulta relevante también lacontradicción que puede generarse entre los titulares de la rentadel suelo y los del capital propiamente tal, siempre en la fasepremonopólica o con respecto a sectores asimilables a ella. Enel caso latinoamericano esta división sirvió de criterio para mar-car el parteaguas entre la denominada “oligarquía” y la burgue-sía tout court, aunque en la realidad histórica dicha división nun-ca fue tan tajante como la teoría hacía suponer. De todos modos,la contradicción secundaria entre la renta del suelo y el capital

34 El dieciocho Brumario, OE, I, 432.35 Op. cit., p. 99.

La teoría marxista 37Agustín Cueva36

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teoría marxista que para el caso de la burguesía. Lenin, porejemplo, escribe lo siguiente:

“Sólo una clase determinada, a saber, los obreros urbanos yen general los obreros fabriles, los obreros industriales, está encondiciones de dirigir a toda la masa de trabajadores y explota-dos en la lucha por derrotar el yugo del capital, en el procesomismo de su derrocamiento, en la lucha por mantener y conso-lidar el triunfo, en la creación del nuevo régimen social, del ré-gimen socialista, en toda la lucha por la supresión completa delas clases” 38.

Este pasaje podría ser interpretado, por supuesto, en el senti-do de que sólo aquellos obreros constituyen el proletariado, queLenin distinguiría, como siempre, de la “masa de trabajadores yexplotados”, o sea, del pueblo en general. Sin embargo, el pro-blema no es tan simple: ¿por qué Lenin emplearía, entonces, laexpresión obreros urbanos? Bien se podría entender que este úl-timo término está destinado a señalar una diferencia entre pro-letariado urbano y proletariado rural y sacar la conclusión deque ciertas sobredeterminaciones que pesan sobre el segundo loconvierten en una fracción de clase que necesita la direcciónideológica del primero.

(h) Además, queda pendiente el problema de los asalariadosdel sector comercial, a cuyo problemático estatuto se refirióMarx en algunos pasajes de El capital. De admitirse, como pa-rece lo más acertado, que ellos también forman parte del prole-tariado 39, de hecho constituirían una fracción del mismo. Marxseñala, justamente, que entre los obreros asalariados del sector

narios de ideas republicanas, cuya influencia descansaba en lasantipatías personales del país contra Luis Felipe, en los recuer-dos de la antigua república, en la fe republicana de un cierto nú-mero de soñadores, y sobre todo en el nacionalismo francés, cu-yo odio contra los tratados de Viena y contra la alianza con In-glaterra atizaba constantemente a esta fracción” 36.

Además, de seguirse consecuentemente el criterio de Pou-lantzas, tendríamos que el proletariado, por ejemplo, compren-de tantas “fracciones de clase” como formaciones ideológi-co–políticas existan en su seno. Lo cual confundiría las cosas,en lugar de aclararlas.

(e) El único caso en que el monto de la “riqueza” y los ingre-sos adquiere relevancia como indicador de estratificación yeventual fraccionamiento en el seno de una clase es tratándosede la pequeña burguesía. Pero ello obedece a la situación espe-cífica de esta clase (de “transición”), cuya dinámica de disolu-ción se busca captar con dicho indicador. En suma, no se tratade descubrir su estratificación presente per se, sino en funciónde la tendencia a la proletarización o hacia el aburguesamientoque pueda revelar. En el caso del agro, ello puede darnos unamedida (si el análisis es dinámico) del grado de descomposicióndel campesinado.

(f) En el caso de la pequeña burguesía también puede esta-blecerse una diferenciación según las situaciones estructuralesen que ella se genera: la producción artesanal, el pequeño co-mercio y la producción pequeño–campesina. Criterio que ad-quiere relevancia en la medida en que el desarrollo siempre de-sigual del capitalismo produce efectos diferenciadores sobre ca-da uno de aquellos sectores.

(g) En lo que concierne al proletariado, el problema de lasfracciones o estratos 37 parece estar mucho menos definido en la

36 El dieciocho Brumario, OE, I, 417.37 Sobre la diferencia entre fracciones y estratos de clase, véase Poulant-

zas, op. cit., p. 98 y ss.

38 Una gran iniciativa, OE, 3, 227.39 Hecho sobre el cual está lejos de haber acuerdo en el marxismo. Mao,

por ejemplo, ubica a los dependientes de comercio entre el semiproletaria-do, atendiendo especialmente a su nivel de vida (Cf. Análisis de las clasesde la sociedad china, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1968, p. 9 yss.). Poulantzas, por su parte, los ubica entre la pequeña burguesía, en razónde su ideología (Cf. Fascismo y dictadura, Siglo XXI, México, 1971, p. 278y ss.).

La teoría marxista 39Agustín Cueva38

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las discontinuidades étnico–culturales, la diferenciación por se-xos y demás. Divisiones todas de suma importancia, puesto quecasi siempre marcan límites por los que se perfila la sobreexplo-tación de amplios sectores de la clase obrera, pero que a nues-tro parecer no constituyen exactamente fracciones de clase en lamedida en que su heterogeneidad no arranca de la estructura dela matriz económica; sino que son varias de las múltiples estra-tificaciones originadas en niveles secundarios de lo económicoo en sobredeterminaciones de tipo superestructural.

11. EL PROBLEMA DE LAS “CLASES MEDIAS”:LA PEQUEÑA BURGUESÍA

El término de “clase” o “clases medias”, cuyo uso en singu-lar o plural, indistintamente, por sí mismo denuncia cierta am-bigüedad conceptual, ha sido objeto de múltiples controversiasy, en la sociología no marxista, ha servido de cajón de sastre enel que se juntan elementos tan disímiles como la mediana bur-guesía, los pequeños capitalistas, los obreros que alcanzan cier-to nivel de remuneración, los intelectuales, la tecnoburocracia,etcétera. Resulta inútil insistir en el esquema ideológico que ins-pira tal “clasificación”, por lo general ligada a la teoría de la“movilidad social”. Sobre su aplicación caricatural a AméricaLatina quizá no haya mejor ejemplo que el ahora poco conoci-do libro de J. J. Johnson, La transformación de América Latina.Surgimiento de los estratos medios 43, cuya lectura retrospectivano deja de ser aleccionadora.

Además, es justo reconocer que en los propios clásicos delmarxismo los términos “clases” o “estamentos medios” han si-do empleados con cierto margen de fluctuación. Sin embargo,hay un primer punto que está muy claro: cuando Marx habla deesas “clases” o “estamentos” jamás incluye en ellos a sectorestales como los intelectuales o la burocracia, los que por sí mis-

comercial y “los obreros empleados directamente por el capitalindustrial tiene que mediar necesariamente la misma diferenciaque entre el capital industrial y el capital comercial y la queexiste, por lo tanto, entre el capitalista industrial y el comercian-te” 40. En términos similares podría plantearse el problema delos asalariados del sector financiero y de aquellas actividadesque contribuyen a la realización de la plusvalía (la publicidad,por ejemplo) 41.

(i) Hay ciertos efectos secundarios de lo económico –el mon-to de las remuneraciones en este caso– que puede llegar a crearun estrato superior diferenciado en el seno del proletariado. Másconcretamente: cuando sobre la base de esta diferenciación pro-duce efectos la ideología burguesa, ocurre la formación de eseestrato al que Lenin denominó “aristocracia obrera”.

Este estrato, que como el propio Lenin lo señala, surge en lospaíses imperialistas donde las “ganancias monopolistas eleva-das... engendran la posibilidad económica de -sobornar a las ca-pas superiores del proletariado” 42, puede desarrollarse tambiénen los países dependientes, pero en condiciones muy particula-res casi siempre ligadas con la presencia de capital imperialista(fue el caso de la “aristocracia obrera” de las minas de Chuqui-camata y El Teniente en el Chile de la Unidad Popular, porejemplo).

(j) Queda desde luego la observación de Lenin en su famosotexto de la cita 28, referente a que en el seno mismo del prole-tariado hay “sectores de un desarrollo mayor o menor, divisio-nes de carácter territorial, profesional, a veces religioso”; a locual podríamos añadir (en el texto de Lenin hay un “etcétera”)

40 El capital, III, 286. 41 Cuestión sobre la que tampoco hay el menor acuerdo. Cf. por ejemplo,

Nicos Poulantzas: Las clases sociales y el capitalismo actual, Siglo XXI,México, 1976, y la discusión que del mismo hace Erik Olin Wright, en op.cit., sobre lo que el primero denomina “nueva pequeña burguesía” y elsegundo “proletariado”.

42 El imperialismo, fase superior del capitalismo, OE, I, 699 43 Ed. Solar Hachette, Buenos Aires, 1961.

La teoría marxista 41Agustín Cueva40

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Sin embargo, no cabe hacerse una representación simplistade la situación de “transitoriedad”. Si bien es cierto que la lógi-ca económica más gruesa del capitalismo va en el sentido de laeliminación de la forma de producción mercantil simple y de laclase ligada a ella, no es menos cierto que en cada nueva fasedel desarrollo capitalista se abren nuevos espacios para esa for-ma de producción, aunque subsumidos formalmente al gran ca-pital. Además, la lógica política del sistema puede perfectamen-te generar contratendencias que, por ejemplo, permitan la sobre-vivencia de una pequeña burguesía rural bastante más allá de loque la simple lógica económica del desarrollo del capitalismoen el agro lo habría permitido. La pequeña burguesía, no lo ol-videmos, es frecuentemente utilizada como elemento amorti-guador de la lucha de clases.

Surgida de la forma de producción mercantil simple, la pe-queña burguesía incluye también, en su configuración concreta,a un sector social que no es propiamente productivo, sino que seorigina en el plano de la circulación correspondiente a dicha for-ma: el pequeño comercio. Todos estos sectores se constituyenen clase, como ya lo vimos, por su forma de articulación en unaformación social capitalista, y el límite que las diferencias de laburguesía propiamente dicha, y en especial de los pequeños ca-pitalistas con los que a menudo tiende a confundírseles, es el desu no inserción en las relaciones capital–trabajo asalariado:“amplia masa de productores no envuelta directamente en la lu-cha entre el capital y el trabajo”, como dice Marx refiriéndose alos campesinos parcelarios 45. La pequeña burguesía es puesaquella clase que se caracteriza por trabajar “por cuenta propia”en su taller, su negocio o su finca, apoyándose en el trabajo per-sonal del propietario y su familia y ocupando sólo de maneraeventual y secundaria personal extrafamiliar asalariado.

Esta situación estructural de la pequeña burguesía tiende, porlo demás, a producir efectos ideológicos muy específicos como

mos no tienen en la teoría marxista, el estatuto de clase social.En segundo lugar, la tendencia predominante entre los clási-

cos va en el sentido de llamar “clases” o “estamentos medios”al grupo constituido por los pequeños industriales, los pequeñoscomerciantes, los artesanos y los campesinos pequeño–produc-tores (en el Manifiesto por ejemplo). Sólo así puede entenderse,además, reflexiones como la siguiente, que son la base de todaslas conceptualizaciones marxistas sobre las “clases medias”:

“Los estamentos medios –el pequeño industrial, el pequeñocomerciante, el artesano, el campesino–, todos ellos luchan con-tra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como talesestamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conser-vadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden vol-ver atrás la rueda de la historia. Son revolucionarios, únicamen-te por cuanto tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inmi-nente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presen-tes, sino sus intereses futuros, por cuanto abandonan sus propiospuntos de vista para adoptar los del proletariado” 44.

¿Por qué esta inminencia de ruina y esta oposición en princi-pio “reaccionaria” a la burguesía? Porque estos “estamentos”, alos que en otros textos de los clásicos se los llama con mayorpropiedad pequeña burguesía, en rigor no pertenecen al modode producción capitalista, sino que se originan en una forma es-pecífica de producción: la forma de producción mercantil sim-ple. Y esta forma, siempre dependiente de algún modo de pro-ducción fundamental (ver el numeral 3 de este trabajo), se veamenazada de ruina al enfrentarse a procesos tales como el rá-pido desarrollo de las fuerzas productivas y la concentración ycentralización del capital; procesos que tienden a disolver a lapequeña burguesía como clase y empujar a sus miembros hacialas posiciones polares del modo de producción capitalista. Poreso la pequeña burguesía es conceptualizada en el marxismo co-mo clase de transición.

44 Manifiesto del Partido Comunista, OE, I, 120. 45 La guerra civil en Francia, OE, I, 232.

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gen a nivel superestructural, sea en la instancia jurídico–políti-ca (caso de la burocracia), o bien en la ideológica (caso de losintelectuales).

Gramsci, quien empleaba el término “intelectuales” para de-signar tanto a los intelectuales propiamente tales como a loscuadros burocráticos, nos ha legado una nítida reflexión al res-pecto:

“La relación entre los intelectuales y el mundo de la produc-ción no es inmediata, como ocurre con los grupos sociales fun-damentales, sino que pasa por la ‘mediación’ en grado diversode todo el tejido social, del mismo complejo superestructural delque los intelectuales son, precisamente, los ‘funcionarios’” 47.

Ahora bien, el hecho mismo de que los intelectuales –en elsentido gramsciano del término– sean los “funcionarios” delcomplejo superestructural nos está señalando una cuestión im-portante: puesto que esa superestructura está compuesta poraparatos e ideologías de clases, tales “funcionarios” no están si-tuados al margen de la estructura de clases de una sociedad de-terminada, sino integrados a ella de una manera específica ycompleja: con “mediaciones” múltiples, para retomar la expre-sión de Gramsci.

En el caso de la burocracia el problema se presenta, en unaprimera aproximación, con bastante claridad: ella constituye elcuadro represivo–administrativo del máximo aparato encargadode asegurar la reproducción del sistema: el Estado. Situación es-tructural que por sí misma nos está indicando ya el ligamen quenecesariamente se establece entre la burocracia y la clase o cla-ses dominantes, más allá de los nexos empíricos que entre ellaspueda existir (nepotismo; clientelismo, etcétera).

Sin embargo, hay algunos elementos que deben tomarse encuenta para un análisis más concreto de la inserción de la buro-cracia en la estructura de clases:

los siguientes:(a) La dificultad de percibir las relaciones sociales imperan-

tes en las formaciones capitalistas como relaciones de explota-ción. La pequeña burguesía “no está en condiciones de compren-der el carácter de clase de esta explotación y esta opresión, delas que sufre, a veces, no menos que el proletariado” (Lenin) 46,precisamente porque las sufre a través de los “modos de explo-tación secundaria del capital” (ver el numeral 7 de este trabajo)y no a través de una inserción directa en la lucha entre el capitaly el trabajo.

(b) La dificultad, por la misma razón, de percibir el carácterde clase del Estado burgués, en el que la pequeña burguesíatiende a ver más bien un poder “arbitral” y “protector”: “una au-toridad por encima de ellos, ... un poder ilimitado de gobiernoque los proteja de las demás clases y les envíe desde lo alto lalluvia y el sol” (Marx, cita 13).

(c) En fin, la persistente ilusión de “independencia” (repre-sentación idealizada de la condición de pequeño propietario),exacerbada por un temor a la proletarización que, manipuladopor la ideología dominante, deriva a menudo en posiciones po-líticas abiertamente antiproletarias (en límite: procesos de fas-cistización).

12. LAS CAPAS O CATEGORÍAS SOCIALES:INTELECTUALES y BUROCRACIA

Queda por estudiar la situación de algunos grupos socialesespecíficos, como los intelectuales y la burocracia, que según lateoría marxista no constituyen clases sociales propiamente di-chas. Y no lo son, porque tales grupos, a los que puede denomi-narse capas o categorías, no se generan a nivel de la matriz eco-nómica de un determinado modo de producción, sino que sur-

46 Quiénes son los “amigos del pueblo” y cómo luchan contra los social-demócratas, Ed. Anteo. 3a. ed., Buenos Aires, 1973, p. 163.

47 Los intelectuales y la organización de la cultura, en Antonio Gramsci:Cultura y literatura, Ed. Península, Madrid, 1967, pp. 34–35.

La teoría marxista 45Agustín Cueva44

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En lo que se refiere a los intelectuales propiamente tales(aquellos cuya actividad social fundamental consiste en produ-cir y transmitir ideas, imágenes y representaciones en general),importa tener presente que lo que decide en última instancia suligamen con una clase determinada es la representación ideoló-gica que ellos asumen, voluntaria o involuntariamente. Es la te-sis formulada por Marx en este pasaje del 18 Brumario:

“Tampoco debe creerse que los representantes democráticos(del partido socialdemócrata; A.C.) son todos shopkeepers ogentes que se entusiasman con ellos. Pueden estar a un mundode distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Loque los hace representantes de la pequeña burguesía es que novan más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los peque-ños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teórica-mente impulsados a los mismos problemas y a las mismas solu-ciones a que impulsan a aquellos, prácticamente, el interés ma-terial y la situación social. Tal es, en general, la relación queexiste entre los representantes políticos y literarios de una cla-se y la clase por ellos representada” 48.

Los intelectuales, entonces, aunque constituyen en cuanto ta-les una capa social específica en las formaciones capitalistas 49,están penetrados por las contradicciones de clase expresadas enla superestructura (las que, desde luego, impregnan también enmayor o menor medida a la burocracia). Incluso aquellos inte-lectuales cuyas actividades se desarrollan en el seno de institu-ciones estatales o paraestatales –enseñanza, por ejemplo– estánprofundamente penetrados por dichas contradicciones.

Las tendencias ideológicas que se manifiestan entre los inte-

(a) La autonomía relativa de que goza la burocracia, la queincluso le permite actuar coyunturalmente en contra de tal ocual interés inmediato de la clase dominante, arbitrar las pugnasentre las diferentes fracciones de ésta, o hacer valer sus intere-ses particulares de burocracia. Todo esto, dentro del límite es-tructural arriba señalado.

(b) La situación diferenciada que puede crearse en el seno dela burocracia, según se trate de los cuadros administrativos o delos represivos propiamente tales: muy a grosso modo, entre lasramas civil y militar del aparato estatal. Esto explica, por ejem-plo, por qué las fuerzas armadas proceden a la depuración de laburocracia civil y de los aparatos ideológicos después de cadagolpe de Estado.

(c) La estratificación interna de la burocracia, que crea dife-rencias a veces significativas, entre las “alturas” (o “cúspide”) ylas bases. Lo cual no autoriza a denominar burguesía burocrá-tica a esa “cúspide” porque, o bien se trata de burgueses incrus-tados en la burocracia (que siempre los hay, pero no configuranuna fracción burguesa específica), o bien se está hablando de al-tos cuadros que se enriquecen a costa del erario público peroque sólo devienen en burgueses cuando, invierten el “patrimo-nio” así adquirido, pasando entonces a definirse no ya por elpuesto burocrático que ocupan sino por el destino de lo que aho-ra sí constituye un capital.

(d) El origen de la burocracia en sus distintos niveles, segúnlas clases o capas sociales en que tal burocracia sea reclutada encada formación social. Gramsci, por ejemplo, ha insistido mu-cho en este asunto en textos como La cuestión meridional; sinembargo, no debemos exagerar el alcance teórico y menos elpolítico de dicho reclutamiento, so pena de caer en errores yaclásicos como el de dividir a los ejércitos sudamericanos en“populares” y “aristocráticos”, cosa que ni es evidente ni pare-ce mayormente significativa.

(e) Los efectos secundarios de lo económico: privilegios, ni-vel global de remuneraciones, etcétera.

48 OE, I, 434. 49 Queda el problema de saber si los intelectuales constituyen también una

capa social específica en las formaciones precapitalistas. Según algunos au-tores la constitución de esta capa estaría ligada al desarrollo del capitalismo.Cf. por ejemplo el articulo sobre “intelectualidad” en el Diccionario de filo-sofía marxista ya citado, o la distinción que establece el propio Gramsci en-tre intelectuales “tradicionales” y “orgánicos”, en op. cit.

La teoría marxista 47Agustín Cueva46

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fica que la sociedad podría o debería existir sin la institución fa-miliar, ni mucho menos, sino que, en el plano de la explicacióndel movimiento histórico en su conjunto es teóricamente másadecuado tratar de hallar esa explicación a partir de la lucha declases que partiendo de la oposición entre familias o algo pare-cido.

Ejemplo que por lo demás no es tan rebuscado que se diga.En el 18 Brumario, Marx trata precisamente de explicar la opo-sición entre “legitimistas” y “orleanistas” dentro de un esquemade contradicciones de clases y fracciones de clases, en lugar deseguir el camino de la historiografía tradicional que seguramen-te habría intentado explicar las turbulencias de la Francia de en-tonces por la pugna entre las dos ramas de la familia real.

(c) La jerarquía señalada en el literal anterior implica, ade-más, que dado su rango teórico las clases sociales sobredeter-minan a los demás grupos y categorías sociales, imprimiéndolesmodalidades específicas de existencia: marcándolas con un “se-llo de clase”, si cabe la expresión. Así por ejemplo, no es posi-ble imaginar un problema racial en el capitalismo que no estésobredeterminado por la estructura de clases, en mayor o menormedida.

Usamos en este caso el concepto de sobredeterminación pa-ra indicar una relación en que un nivel determina al otro, perosin que el nivel determinado sea un epifenómeno del determi-nante.

(d) Las contradicciones que generan los grupos que no sonclases sociales han sido conceptualizadas en el marxismo comocontradicciones secundarias. Lo importante es comprender queesto no significa restarles trascendencia humana o moral, ni ne-gar la urgencia de su resolución, sino que tiene que ver con lassiguientes cuestiones muy precisas.

Primero: esas contradicciones no arrancan de las estructurasbásicas de ningún modo de producción. En efecto, no existemodo de producción alguno fundado en la explotación de lamujer, por ejemplo, por más que hasta ahora la mujer haya sido

lectuales están por supuesto determinadas por múltiples facto-res: estatuto general del intelectual en la sociedad, desarrolloconcreto de la lucha de clases, origen social predominante, efec-tos secundarios del nivel económico, etcétera. En los últimosaños se ha comprobado también, y de un modo cada vez másclaro, que aquellas tendencias difieren enormemente según setrate de intelectuales del tercer mundo o de los países imperia-listas.

Por último, no debe olvidarse que la esfera ideológica gozade una autonomía relativa, la cual, en determinadas circunstan-cias, puede permitir que los intelectuales adquieran un peso pro-pio y hasta sean capaces de generar subconjuntos ideológicosrelativamente autónomos.

13. GRUPOS Y CONTRADICCIONESDE CARÁCTER SECUNDARIO

En los últimos tiempos se viene acusando insistentemente almarxismo de ser un “reduccionismo clasista”. Esto nos obliga adeslindar, con la mayor precisión posible, el lugar del conceptode clase en el interior de la teoría marxista.

(a) Una primera aclaración: el marxismo jamás ha pretendi-do que la sociedad –ninguna sociedad– estuviese dividida ex-clusivamente en clases, sin espacio para la existencia de otrosgrupos sociales de características peculiares. Justamente en elnumeral anterior hemos señalado la presencia de capas o cate-gorías sociales, pero es obvio que la cuestión no se agota allí.Aunque no lo hayamos registrado, por no ser de interés inme-diato para nuestros propósitos, los clásicos se han referido cen-tenares de veces, si es que no millares, a otros grupos institui-dos como la familia, por ejemplo.

(b) Sin embargo, y a diferencia de la sociología burguesa, elmarxismo no cree que todos los grupos sociales posean igual es-tatuto teórico. ¿Qué significa exactamente esta afirmación? Pa-ra seguir con el ejemplo precedente digamos que ello no signi-

La teoría marxista 49Agustín Cueva48

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14. PODER DE CLASE, DOMINACIÓN, “HEGEMONÍA”

Las relaciones de clase son, como ya se ha visto, relacionesde explotación. Ahora bien, para que este tipo de relaciones semantenga es necesario que simultáneamente exista una relaciónde poder, es decir, que la clase explotadora sea al mismo tiem-po una clase dominante.

El dominio o dominación de una clase sobre otra consiste,pues, en la disposición de los medios adecuados para el mante-nimiento y la reproducción de ciertas estructuras basadas en de-terminada forma de extracción del excedente económico (domi-nación conservadora) o en la disposición de los medios necesa-rios para poner fin a tal tipo de estructuras (dominación revolu-cionaria). Aquellos medios se concentran fundamentalmente enel Estado y, dentro de éste, en la capacidad de disponer en últi-ma instancia de la fuerza concentrada y organizada.

Lo anterior no significa que la dominación de clase, para sertal, haya de expresarse de manera permanente y exclusiva a tra-vés de la violencia. Significa que la clase dominante, para repro-ducirse socialmente, tiene que controlar de modo regular uncentro de comando desde el cual pueda incluso asegurar la re-producción coherente de su predominio ideológico que, de otromodo, permanecería relativamente disperso y amorfo en el ám-bito de la “sociedad civil”.

Por esto, resulta altamente erróneo oponer la “hegemonía” ala dominación, como si la primera excluyese a la segunda, cuan-do en realidad no es más que una forma de ésta. En efecto, loque Gramsci y la tradición gramsciana denominan “hegemonía”no es sino un aspecto o momento de la dominación burguesa,allí donde ésta se ha reforzado a tal grado que ya no necesita re-currir más que muy esporádica y limitadamente a la violencia;por razones y en las condiciones que estudiaremos en el últimocapítulo de este libro. En tal caso estamos frente a formas “he-gemónicas”, “consensuales”, democrático–burguesas de domi-

“normalmente” superexplotada en todos los modos de produc-ción clasistas. Lenin fue, por lo demás, muy sensible a este pro-blema 50.

Segundo: por lo mismo, y por sí solas, dichas contradiccio-nes no comprometen aquella configuración estructural ni sonsusceptibles de explicar la evolución histórica de la misma.

Tercero: a partir de esas contradicciones no es posible conce-bir una alternativa a dichas estructuras de base. El capitalismo,por ejemplo, mal puede ser superado por un “modo de produc-ción indígena” o de “color”, aunque en América Latina no faltaquien teorice en favor de un “socialismo moreno”.

(e) Al no ser contradicciones estructurales propiamente di-chas, las de carácter secundario son difíciles de aprehender teó-ricamente en razón de su misma heterogeneidad. Es lo que ocu-rre con la cuestión étnica 51, por ejemplo, que en la misma Amé-rica varía enormemente de país a país y hasta de región a región.No es lo mismo el problema indígena en el altiplano andino queen la selva amazónica, como tampoco se equipara ninguno deéstos con el problema de la discriminación contra la poblaciónnegra, que por su parte tampoco es igual en Brasil que en los Es-tados Unidos. Son problemas derivados de la historia de cadaformación social y de las modalidades concretas de desarrollodel capitalismo y en esa perspectiva tienen que ser estudiadas.

(f) Ninguna de las dificultades anteriores puede desde luegojustificar el relativo descuido o por lo menos retraso que conrespecto a estos problemas se registra en la tradición marxista,que tiene que estudiarlos no en sustitución del análisis rigurosode clase sino justamente en la perspectiva de éste.

50 A título de ejemplo pueden verse sus reflexiones al respecto en Unagran iniciativa, loc. cit., pp. 234–235.

51 De los pocos autores latinoamericanos que han tratado sistemáticamen-te el problema en los últimos tiempos podemos citar el libro de Luis FelipeBate: Cultura, clases y cuestión étnico–nacional, Juan Pablos Editor, Méxi-co. 1984.

La teoría marxista 51Agustín Cueva50

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Sin embargo, ello no significa que no haya puntos y momen-tos de atenuación de las contradicciones de clase, con el consi-guiente apaciguamiento del ritmo y las formas de lucha. Lo cualpuede ocurrir por múltiples razones que van desde la posiciónque cada país ocupa en el seno de la cadena imperialista (ten-dencia a la atenuación en el “centro”, tendencia a la agudizaciónen la “periferia”), hasta cuestiones de índole ideológico–cultu-ral, pasando desde luego por la tradición histórica de cada for-mación social.

Por lo demás, no cabe olvidar que la lucha de clases nunca seda exclusivamente entre las clases fundamentales, sino que ocu-rre en una estructura más compleja, en donde cada constelaciónhistórica de contradicciones determina una matriz específica declases, entre las que tienden a constituirse bloques y alianzasque son los protagonistas más concretos de cada coyuntura.

Una advertencia final. La lucha de clases es sin duda el “mo-tor de la historia”, pero dentro de ciertos parámetros históri-co–estructurales. Así, el proletariado está en capacidad de aca-bar con el sistema capitalista que le oprime, pero no de conse-guir cualquier cosa bajo ese régimen, dentro del cual tiene querespetar, para comenzar, cierto nivel de la tasa de ganancia.Igualmente, las clases trabajadoras de los países dependientespueden y deben acabar con el imperialismo, pero no pueden, nide lejos, lograr bajo ese régimen condiciones de vida análogasa las de los trabajadores de los países “centrales”. Hay paráme-tros que se pueden destruir, pero nunca rebasar sin esa destruc-ción.

nación. Lo que conviene tener presente es que ni siquiera en los ca-

sos de las democracias más avanzadas del mundo capitalista de-jan de existir la dominación y la explotación. Y no sólo hacia elexterior, o sea hacia los países dependientes, sino aun en las pro-pias áreas imperiales. Incluso en un ejemplo como el de Italia,donde el Partido Comunista se ufana de obtener cerca de un ter-cio de la votación, es evidente que la burguesía sigue conservan-do el monopolio de la violencia reaccionaria, expresada en laexistencia de unas fuerzas armadas monolíticamente anticomu-nistas, imbuidas de la doctrina de la seguridad nacional e inte-gradas totalmente a la OTAN. Por lo demás, rayaría en el absur-do la sola idea de pensar que por poseer un tercio de la votaciónel PC podría controlar en igual proporción las fuerzas armadas,como absurdo sería imaginar que por idéntica razón la econo-mía italiana tendría que funcionar en sus dos tercios de acuerdocon las leyes del capitalismo y en el tercio restante según nor-mas socialistas.

Las estructuras económicas de base y el poder en cuanto tal,por definición no se comparten ni son negociables; hay un prin-cipio de unicidad estructural que constituye la médula mismade cualquier modo de producción.

15. NOTA FINAL SOBRE LA LUCHA DE CLASES

El principio que acabamos de señalar es justamente el queasigna posiciones estructurales estables a las clases fundamen-tales de cada modo de producción, las que por lo tanto no pue-den alterar su condición de explotadoras y explotadas, de domi-nadoras y dominadas, como no sea mediante una ruptura es-tructural. Es a este hecho al que se denomina relación antagó-nica y es esa tensión (tendencia a la ruptura) la que impulsa elmovimiento de la historia. Por eso es lícito afirmar que las cla-ses sociales sólo existen a través de su lucha e incluso que losconceptos de clases sociales y lucha de clases son inseparables.

La teoría marxista 53Agustín Cueva52

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II. CLASES SOCIALES YPROPIEDAD

Propiedad económica o real, propiedad jurídica o formal,apropiación real, posesión, tenencia o “detentación”: he ahíunos cuantos conceptos muy utilizados por la ciencia socialcontemporánea, pero cuyo contenido y alcance teóricos distanmucho de estar claramente delimitados. Hay más bien en estecampo una gran ambigüedad, que tal vez no sea sino el trasun-to de un intento de revisión y eventual impugnación del concep-to marxista de propiedad y sobre todo de su carácter decisivopara la explicación de las estructuras sociales clasistas.

Con el fin de esclarecer esta importante cuestión realizare-mos aquí una discusión, aunque sea somera, de las tesis de algu-nos autores, comenzando por las de Pierre–Philippe Rey, quienniega, pura y llanamente, que el concepto de propiedad sea unacategoría perteneciente al ámbito de la infraestructura económi-co–social. Después analizaremos los problemas derivados de ladistinción entre propiedad y “apropiación real”, tal como la for-mula Etienne Balibar; luego pasaremos al examen del desplaza-miento que Charles Bettelheim efectúa a través de los conceptosde apropiación real, posesión y control, para construir una teo-ría de la estructura social a nuestro juicio bastante controvertibley que no deja de recordar la conceptualización de un Ralf Dah-

La teoría marxista 55

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1 Pierre–Philippe Rey: Los alliances de classes. “Sur l’articulation dasmodes de production” suivi de “Matérialisme historique et lutte de clas-ses”. François Maspero, París, 1913, p. 99.

2 Op. cit., pp. 99–100.3 El capital, FCE, vol. III. p. 733.4 Op. cit., p. 101.

rendorf, por ejemplo, a la cual también nos referiremos. En fin,antes de exponer nuestras propias tesis nos detendremos a exa-minar algunos textos de Nicos Poulantzas sobre el arrendamien-to, con el objeto de mostrar la distancia que separa a sus tesis delas de Lenin, en quien sin embargo dice inspirarse.

1. RELACIONES DE PRODUCCIÓN,PROPIEDAD Y CLASES SOCIALES:PIERRE – PHILIPPE REY Y LAS TESIS DE MARX

Como ya lo enunciamos, el interés de las tesis de Rey con-siste en que se ubican en una posición de radical beligeranciafrente a lo que el autor denomina:

“... la tradición marxista, constituida después de la muerte deMarx, y que ha identificado, sin razón alguna, sin que se puedahallar el origen de esta identificación en ningún lugar de El ca-pital, relaciones de producción y relaciones de propiedad” 1.

Cuestión que para Rey no es más que una tergiversación o uncraso error, ya que, según su interpretación:

“... las relaciones de propiedad, aunque se trate de la propie-dad de los medios de producción, no son en modo alguno rela-ciones de producción, sino sólo relaciones jurídicas; pertenecen,pues, a la ‘superestructura’. Lo cual quiere decir que es teórica-mente concebible acometer contra las relaciones de propiedad,es decir contra los efectos, sin acometer contra la causa, esto es,la relación de producción...” 2.

Las relaciones de propiedad serían, entonces, simples efectossuperestructurales –jurídicos en este caso– de una relación deproducción determinante que de ninguna manera consistiría enla propiedad económica real de la que tradicionalmente han ha-blado los marxistas, sino en una relación muy distinta, constitui-

da por “la forma económica específica en que se arranca al pro-ductor directo el trabajo sobrante”. Frase textual de Marx, queRey extrae del siguiente pasaje, harto conocido, de El capital:

“La forma económica específica en que se arranca al produc-tor directo el trabajo sobrante no retribuido determina la relaciónde señorío y servidumbre tal como brota directamente de la pro-ducción y repercute, a su vez, de un modo determinante sobreella. Y esto sirve luego de base a toda la estructura de la comu-nidad económica, derivada a su vez de las relaciones de produc-ción y con ello, al mismo tiempo, su forma política específica.La relación directa existente entre los propietarios de las condi-ciones de producción y los productores directos –relación cuyaforma corresponde siempre de un modo natural a una determina-da fase de desarrollo del tipo de trabajo y, por tanto, a su capaci-dad productiva social– es la que nos revela el secreto más recón-dito, la base oculta de toda la construcción social y también, porconsiguiente, de la forma política de soberanía y dependencia,en una palabra, de cada forma específica de Estado” 3.

Texto que Rey comenta arguyendo que: “... poco importa que Marx designe a la clase que se apropia

del trabajo ajeno como ‘la propietaria de los medios de produc-ción’. Esto manifiesta, simplemente, que en los dos ejemplos demodos de producción que Marx tiene en mientes en ese momen-to, la clase explotadora (feudal o capitalista) es en cierto mo-mento de la historia de estos modos de producción, de una u otramanera..., propietaria de los medios de producción. Lo cual nodebe ocultar el hecho esencial, que es la extorsión del trabajo,‘secreto más recóndito, base oculta de toda la construcción so-cial’ y en relación al cual todo, incluida la propiedad, debe ocu-par su lugar y desempeñar su función” 4.

Afirmación, esta última, desde todo punto de vista incuestio-nable. Digamos desde ahora, anticipando una observación que

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5 El Capital, ed. cit., vol I, p. 607. 6 El Capital, ed. cit., vol. I, p. 608.

luego formularemos a Bettelheim, que una “apropiación” parti-cular de los medios de producción que no permita que quienesla realizan se apropien del excedente generado por los produc-tores directos se parecerá a todo menos a la propiedad capitalis-ta, del mismo modo que los supuestos “apropiantes” serán todolo que se quiera, salvo una burguesía.

Mas, el problema planteado por el razonamiento de Rey noestriba en esto. Lo que se trata de saber en última instancia, essi esa relación de propiedad de que habla Marx es en verdad unacontingencia, que aparece únicamente en virtud de los “ejem-plos” que Marx tenía en mientes en cierto momento de su refle-xión (como hubiera podido tener otros), o si por el contrario di-cha relación es un elemento constitutivo de determinadas es-tructuras económico–sociales, generador de relaciones de clasey por lo tanto de explotación.

Nuestra opinión es la de que, sin salir de El capital al queRey apela, resulta fácil demostrar que la tesis de este autor ca-rece de todo asidero. En efecto, si aceptamos la interpretaciónde que es “la forma en que se arranca al productor directo el tra-bajo sobrante” el fundamento último de las relaciones de pro-ducción, simplemente caemos en ese círculo vicioso al que serefiere Marx en el capitulo consagrado a la acumulación origi-naria:

“Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital, cómosale de éste la plusvalía y cómo la plusvalía engendra nuevo ca-pital. Sin embargo, la acumulación de capital presupone la plus-valía, la plusvalía la producción capitalista y ésta la existenciaen manos de los productores de mercancías de grandes masas decapital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moversedentro de un círculo vicioso, del que sólo podemos salir dandopor supuesta una acumulación ‘originaria’ anterior a la acumu-lación capitalista...; una acumulación que no es resultado, sinopunto de partida del régimen capitalista de producción” 5.

Ahora bien, este proceso previo (punto de partida y no resul-tado) nada tiene de meramente “jurídico” y “superestructural”,sino que es, a no dudarlo, el proceso económico real de consti-tución de un tipo de propiedad privada sin la cual resulta abso-lutamente incomprensible la existencia del modo de produccióncapitalista. Y no se trata de un dato “prehistórico”, del que elanálisis “estructural” posterior podría en rigor prescindir, sinode un elemento estructurante de base, “premisa” que se repro-duce y acentúa a medida que se desarrolla el modo capitalista deproducción:

“El régimen del capital presupone el divorcio entre los obre-ros y la propiedad sobre las condiciones de realización de sutrabajo. Cuando ya se mueve por sus propios pies, la produc-ción capitalista no sólo mantiene este divorcio, sino que lo re-produce y acentúa en una escala cada vez mayor. Por tanto, elproceso que engendra el capitalismo sólo puede ser uno: el pro-ceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre lascondiciones de su trabajo, proceso que de una parte convierteen capital los medios sociales de vida y de producción, mientrasde otra parte convierte a los productores directos en obrerosasalariados” 6.

Por lo tanto, la propiedad privada de los medios de produc-ción no es sólo el elemento que ha engendrado históricamenteal capital y el trabajo asalariado, sino también el elemento es-tructural que sigue engendrándolos, es decir, produciendo y re-produciendo relaciones de clase. Lo cual es válido, por lo de-más, para todo modo de producción clasista. Por eso escribeMarx, de manera inequívoca:

“El trabajo excedente no fue inventado por el capital. Don-dequiera que una parte de la sociedad posee el monopolio de losmedios de producción nos encontramos con el fenómeno de queel trabajador, libre o esclavizado, tiene que añadir al tiempo detrabajo necesario para poder vivir una cantidad de tiempo suple-

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7 El Capital, ed. cit., vol. I, pp. 180-181.8 El Capital, ed. cit., vol. III, p. 817. 9 Nota de Engels a la edición inglesa del Manifiesto del Partido Comunis-

ta (1.888). CF. Obras Escogidas de Marx y Engels, Ed. Progreso, Moscú,1971, t. I, p. 19.

10 V. gr., el artículo sobre “modo de producción” en el Diccionario mar-xista de filosofía de I. Blauberg et al., ya citado.

11 “Sur les concepts fondamentaux du matérialisme historique”, en: LouisAlthusser, Etienne Balibar: Lire le Capital, t. II, Petite Collection Maspero,París, 1970, p. 121.

12 Op. cit., p. 97.

mentario, durante el cual trabaja para producir los medios de vi-da destinados al propietario de los medios de producción, dan-do lo mismo que este propietario sea el aristócrata ateniense, elteócrata etrusco, el civis romanus, el barón normando, el escla-vista norteamericano, el boyardo de la Valaquia, el terratenien-te moderno o el capitalista” 7.

En fin, y para centramos en el problema que aquí nos intere-sa más de cerca, recordemos que Marx y Engels, para no hablarde Lenin, siempre que definieron explícitamente las clases lo hi-cieron a partir del concepto de propiedad:

“Los propietarios de simple fuerza de trabajo, los propieta-rios de capital y los propietarios de tierras, cuyas respectivasfuentes de ingresos son el salario, la ganancia y la renta del sue-lo, es decir, los obreros asalariados, los capitalistas y los terra-tenientes, forman las tres grandes clases de la sociedad moder-na, basada en el régimen capitalista de producción” (Marx) 8.

“Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistasmodernos, que son los propietarios de los medios de producciónsocial y emplean trabajo asalariado. Por proletarios se compren-de a la clase de los trabajadores asalariados modernos, que, pri-vados de medios de producción propios, se ven obligados a ven-der su fuerza de trabajo para poder existir” (Engels) 9.

Aclarado lo cual podemos abocarnos a la tarea no tan simplede esclarecer el concepto marxista de propiedad y sus alcances.

2. PROPIEDAD Y “APROPIACIÓN REAL”:LA CONCEPTUALIZACIÓN DE E. BALIBAR

Antes de analizar la tesis de este autor conviene recordar queel materialismo histórico ha diferenciado siempre estos dos ni-

veles específicos del todo social: el de las relaciones técnicas deproducción y el de las relaciones sociales de producción (que enalgunos textos soviéticos, por ejemplo, aparecen con el nombrede modo de producción tecnológico y modo de producción so-cial, respectivamente) 10.

El problema de la conceptualización de Balibar no radica porlo tanto en la distinción entre una esfera técnica (donde final-mente parece ubicarse su concepto de apropiación real) y unaesfera social (donde se ubica su concepto de propiedad), sino enla forma en que el autor concibe tanto la “apropiación real” co-mo las vinculaciones de ésta con las relaciones sociales de pro-ducción y en particular de propiedad. Contrariamente a lo queBalibar piensa, la novedad de su reflexión no consiste en haberefectuado un riguroso deslindamiento entre campos hasta en-tonces mal delimitados, sino más bien en haber realizado el mo-vimiento opuesto, que toma equívocas las fronteras de aquelloscampos.

En efecto, Balibar define por un lado la propiedad económi-ca de los medios de producción como el “poder de consumirlosproductivamente..., como medios de apropiación del trabajo ex-cedente” 11 (definición aceptable, al menos en lo que a la propie-dad privada se refiere), y por otro nos habla de la apropiaciónreal, que sería la “capacidad del productor directo para poner enacción (mettre en oeuvre) los medios de producción sociales” 12.

Ahora bien, todo el problema estriba en la ambigüedad de es-ta segunda definición, que para comenzar emplea una expresiónverbal como mettre en oeuvre que por igual puede significar po-ner en funcionamiento o hacer funcionar, en el sentido estricta-mente técnico, que utilizar o explotar, en un sentido que impli-

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13 Charles Bettelheim: Cálculo económico y formas de propiedad, Ed.Siglo XXI, México, 1972, p. 85.

14 Nicos Poulantzas: Fascismo y dictadura, Ed. Siglo XXI, México, 1971,p. 318.

15 Al respecto puede verse, por ejemplo, la ponencia de N. Poulantzas so-bre “Las clases sociales”, en F. Fernández et al.: Las clases sociales en Amé-rica Latina, Ed. Siglo XXI, México, 1975, pp. 98–99 y 156.

16 Op. cit., pp. 98–99.17 Op. cit., p. 96.

ca ya cierto grado de posesión. Tan es así que mientras, como severá después, Balibar parece emplear dicha expresión en el pri-mer sentido, autores como Bettelheim o Poulantzas la empleanen el segundo, identificando plenamente apropiación real y po-sesión:

“De una manera general, la posesión está constituida por lacapacidad de poner en acción los medios de producción” (Bet-telheim) 13.

“La relación de apropiación real –o de posesión– del trabaja-dor directo..., lo cual puede designarse como la posibilidad ono..., para el trabajador directo de poner en obra los medios deproducción sin la intervención del no trabajador” (Poulantzas) 14.

Y es que, al no señalar con precisión de qué capacidad estáhablando, el propio Balibar abre las puertas a toda suerte deequívocos, que en última instancia remiten a la no distinción deestas dos series de efectos: los originados en determinado desa-rrollo de las fuerzas productivas y los provenientes de determi-nadas relaciones sociales de producción, cuya raíz está en lapropiedad.

De ahí que, a la pregunta de si el siervo feudal, por ejemplo,estaba o no en capacidad de poner en acción los medios de pro-ducción en los dominios del señor sin la intervención de éste,resulta imposible contestar afirmativa o negativamente sin queantes se precise de qué tipo de capacidad se trata. Pues es tanevidente que el siervo sí tenía la capacidad técnica para hacer-lo, como que carecía de la capacidad social (propiedad o al me-nos posesión) para ello. No es entonces un azar el que el ejem-plo clásico con el que se ilustra la “apropiación real” por partedel trabajador directo sea precisamente el del pequeño produc-tor propietario de medios de producción o, en el mejor de loscasos, el del siervo en “su” parcela, es decir, en la parcela sobre

la cual tiene el derecho de posesión 15.Parece, en todo caso, que Balibar entiende por “apropiación

real” la capacidad técnica de poner en acción los medios de pro-ducción, puesto que la define como una relación entre tres ele-mentos únicamente: trabajador directo, medios de trabajo, obje-to de trabajo, prescindiendo, por ende, del no trabajador (pro-pietario). Además, es lo que parece desprenderse de una afirma-ción como la de que en el modo de producción capitalista “eltrabajador como individuo humano está ‘separado’ de toda ca-pacidad para poner en acción, por sí solo, los instrumentos deltrabajo social; ha perdido la habilidad del oficio, que no corres-ponde ya a la naturaleza de los medios de trabajo” 16.

Pero decíamos que sólo parece ser así, puesto que en otrospasajes de su obra Balibar recae de nuevo en la ambigüedad,precisamente cuando pretende deslindar las relaciones de pro-piedad de las de “apropiación real”. Así por ejemplo al retomarestos dos textos de El Capital:

“En la apropiación individual de objetos de la naturaleza, eltrabajador se controla inicialmente a sí mismo; más tarde, escontrolado por otro”.

Y: “La apropiación de este trabajo por el capital”.Textos que Balibar comenta enseguida en estos términos:“El segundo ‘Aneignung’ (apropiación) designa una relación

de propiedad... Pero el primero no designa una relación de pro-piedad: pertenece al análisis de lo que Marx denomina ‘procesode trabajo, o más bien, él sitúa el análisis de este proceso de tra-bajo como parte del análisis del modo de producción. No haceintervenir en absoluto al capitalista en cuanto propietario, sinosólo al trabajador, los medios de producción y el objeto de tra-bajo” 17.

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18 El capital, ed. cit., vol. I, p. 294.

19 Op. cit., p. 97.20 Op. cit., pp. 98–99.

Cabe preguntar a Balibar: ¿cuándo es que Marx no hace in-tervenir al capitalista como propietario? Ciertamente no en laprimera parte del primer texto, ya que hasta ese momento nohay capitalista: Marx se refiere al trabajador propietario de losmedios de producción. Pero claro que sí en la segunda parte,pues ese otro (autrui en la traducción de Balibar) que luego apa-rece es precisamente el capitalista en cuanto propietario de losmedios de producción. Marx, está sin duda señalando el efectode una relación de propiedad sobre el proceso de trabajo, comolo corroboran otros pasajes de (El Capital en donde demuestraque el capitalista convierte en propiedad suya incluso las nue-vas “potencias espirituales” de producción:

“Lo que los obreros parciales pierden, se concentra, enfren-tándose con ellos, en el capital. Es el resultado de la divisiónmanufacturera del trabajo el erigir frente a ellos, como propie-dad ajena y poder dominador (subrayado por Marx), las poten-cias espirituales del proceso material de producción. Este pro-ceso de disociación comienza con la cooperación simple, don-de el capitalista representa frente a los obreros individuales launidad y la voluntad del cuerpo social del trabajo. El proceso si-gue avanzando en la manufactura, que mutila al obrero, al con-vertirlo en obrero parcial. Y se remata con la gran industria,donde la ciencia es separada del trabajo como potencia indepen-diente de producción y aherrojada al servicio del capital” 18.

Con lo cual tocamos un problema que es necesario aclarar, yaque Balibar lo vuelve confuso en vez de precisado. Pregunta-mos: ¿si ese control del que habla el autor no es el efecto de unarelación de propiedad, entonces qué es? Más concretamente: ¿aqué título el capitalista ejerce tal control? ¿En cuanto portadorde determinado “espíritu” o “racionalidad”, como en la ópticaweberiana? ¿Como momento técnicamente indispensable delproceso de producción? Infortunadamente, Balibar parece optarpor esta última interpretación, que no es precisamente la de

Marx, al decir que:“El proceso de trabajo es tal, en el modo de producción capi-

talista, que el trabajo individual no puede poner en acción losmedios de producción de la sociedad, que son los únicos quepueden funcionar como tales. Sin el ‘control’ del capitalista, quees un momento técnicamente indispensable del proceso de tra-bajo, éste no posee la adecuación (Zweckmässigkeit) indispen-sable para que sea trabajo social. La adecuación propia del mo-do de producción capitalista implica la cooperación y la divisiónde funciones de control y ejecución” 19.

Lo cual nos lleva a plantear otro problema de fondo que tam-poco Balibar esclarece: el del sujeto histórico de aquella “sepa-ración”. Escribe el autor, en un texto ya citado parcialmente:

“La dificultad de Marx para pensar la distinción de las dosrelaciones (de propiedad y de apropiación real, AC) en ciertostextos de retrospectiva histórica se explica por la forma particu-lar que ellas revisten en el modo de producción capitalista. Enefecto, una y otra pueden ser caracterizadas en este modo deproducción por una ‘separación’: el trabajador está ‘separado’de todos los medios de producción, desprovisto de toda propie-dad (salvo la de su fuerza de trabajo); pero al mismo tiempo eltrabajador como individuo humano está ‘separado’ de toda ca-pacidad para poner en acción por sí solo los instrumentos deltrabajo social; ha perdido la habilidad del oficio, que no corres-ponde ya a la naturaleza de los medios de trabajo; el trabajo yano es, como dice Marx, su ‘propiedad’” 20.

Y es cierto que el obrero aislado, “como individuo humano”,a partir de cierto momento histórico ya no está en capacidad téc-nica de hacer funcionar por sí solo los instrumentos del trabajosocial, a la manera del antiguo artesano por ejemplo. Este es sinduda un efecto técnico del desarrollo de las fuerzas productivasque debemos tener presente, incluso para no caer en la ilusión

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21 El imperialismo, fase superior del capitalismo, en Obras escogidas entres tomos, Editorial Progreso, Moscú, s. f., tomo I, p. 739.

22 El capital, ed. cit., vol. III, p. 415. Con lo cual Marx no quiere decir quelos gerentes formen parte del proletariado. Por lo general tales gerentes per-tenecen más bien a la burguesía, pero no porque la dirección técnica les con-ceda la “propiedad real” de las empresas, sino porque la clase burguesa losincorpora y convierte en sus representantes al compartir con ellos una partede la plusvalía extraída a los obreros. En este caso, claro está, los gerentes yano caen dentro de la hipótesis manejada aquí por Marx, que por algo está ma-tizada con la expresión “o debe ser”.

de un retorno a la sociedad de los pequeños productores propie-tarios. Pero con ello no concluye el problema referente al modode producción capitalista, sino que más bien empieza.

Primeramente, y sobre todo en la actualidad, cada capitalistatomado aisladamente (“como individuo humano”) tampoco es-tá capacitado para hacer funcionar aquellos medios y organizarla producción. Aun como clase los capitalistas tienen que recu-rrir cada vez más a los managers, técnicos y capataces, ponien-do al descubierto esa condición parasitaria de la “oligarquía fi-nanciera” que Lenin no dejó de subrayar:

“Es propio del capitalismo en general el separar la propiedaddel capital y la aplicación de éste a la producción, el separar elcapital monetario y el industrial o productivo, al separar al ren-tista, que vive sólo de los ingresos procedentes del capital mo-netario, y al patrono y a todas las personas que participan direc-tamente en la gestión del capital. El imperialismo, o dominio delcapital financiero, es el capitalismo en su grado más alto, en elque esta separación adquiere unas proporciones inmensas. Elpredominio del capital financiero sobre todas las demás formasde capital implica el dominio del rentista y de la oligarquía fi-nanciera...” 21

Todas estas separaciones y discontinuidades existen real-mente, mas no significan que la oligarquía financiera haya de-jado de ser la propietaria de los medios de producción, como loasevera la sociología burguesa. Por el contrario, tales hechos nohacen más que resaltar el contraste entre una masa privada detoda propiedad y una propiedad capitalista “oligarquizada”que en esas condiciones revela mejor que nunca ser la raíz de laexplotación, tal como lo señalara Marx en esta conclusión sobrelas sociedades denominadas anónimas:

“Transformación del capitalista realmente en activo en unsimple gerente, administrador de capital ajeno, y de los propie-

tarios de capital en simples propietarios, en simples capitalistasde dinero. Aun cuando los dividendos que perciben incluyan elinterés y el beneficio del empresario, es decir, la ganancia total(pues el sueldo del gerente es o debe ser un simple salario pararemunerar cierto tipo de trabajo calificado cuyo precio regula elmercado de trabajo, como el de otro trabajo cualquiera), esta ga-nancia total sólo se percibe ahora en forma de interés, es decir,como simple remuneración de la propiedad del capital. La ga-nancia aparece así (y ya no solamente una parte de ella, el inte-rés, que deriva su justificación de la ganancia del prestatario)como simple apropiación de trabajo ajeno sobrante, emanada dela transformación de los medios de producción en capital, es de-cir, de su enajenación con respecto al verdadero productor, de suantagonismo como propiedad ajena frente a todos los indivi-duos que intervienen realmente en la producción, desde el ge-rente hasta el último jornalero” 22.

De otra parte, tampoco es verdad que el proletariado, encuanto clase, esté técnicamente incapacitado para hacer funcio-nar los medios de producción y organizar ésta, como pretendetambién la ideología burguesa. Si la clase obrera no realiza esta“apropiación real” en los países capitalistas, es porque tales me-dios de producción no le pertenecen: porque no son su propie-dad. El control por parte del capitalista no es, por lo tanto, un“momento técnicamente indispensable del proceso de trabajo”,sino un efecto inevitable del monopolio privado de los mediosde producción. Además, nunca fue lo que Balibar afirma. Justa-mente para que nadie caiga en el error de pensarlo, Marx obser-

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23 El capital, ed. cit., vol. I, p. 268. 24 El capital, ed. cit., vol. I, pp. 266–267.

25 El capital, ed. cit., vol. I, p. 350.26 El capital, ed. cit., vol. I, p. 358.

vó de manera inequívoca que: “El capitalista no es tal capitalista por ser director industrial,

sino al revés: es director industrial por ser capitalista. El altomando se convierte en atributo del capital, como en la épocafeudal era atributo de la propiedad territorial el alto mando en laguerra y el poder judicial” 23.

Y Marx supo distinguir también, con absoluta nitidez, lo quees en rigor una necesidad inherente a determinado grado de de-sarrollo de las fuerzas productivas, y lo que es resultado de re-laciones sociales asimismo determinadas de producción:

“Todo trabajo directamente social o colectivo en gran escala,requiere en mayor o menor medida una dirección que establez-ca un enlace armónico entre las diversas actividades individua-les y ejecute las funciones generales que brotan de los movi-mientos del organismo productivo total, a diferencia de los querealizan los órganos individuales. Un violinista solo se dirige élmismo, pero una orquesta necesita un director. Esta función dedirección, de vigilancia y enlace, se convierte en función del ca-pital tan pronto como el trabajo sometido a él reviste caráctercooperativo. Como función específica del capital, la función di-rectiva asume también una importancia específica” 24.

Como se ve, no es Marx quien tiene dificultad en distinguirel plano estrictamente técnico del propiamente social, sino quees la ambigüedad teórica de Balibar la que induce a confusión.Su misma definición de la denominada “apropiación real”, quepor razones meramente expositivas tomamos como punto departida, no es en verdad el origen sino más bien el resultado deuna concepción equívoca que termina por borrar las fronteras delos campos que pretende delimitar.

Es cierto que la conceptualización de Balibar no está distor-sionada por propósitos insidiosos, sino que constituye un es-fuerzo encaminado a la elaboración de una teoría de la transi-

ción basada fundamentalmente en el análisis de la correspon-dencia o no correspondencia de las fuerzas productivas con lasrelaciones sociales de producción. Pero aun en este punto su re-flexión tiende a caer en una visión sistémica del problema, queconduce a una cuasi eliminación de la lucha de clases. Basta conexaminar los textos siguientes de Marx para darse cuenta de queallí donde Balibar tiende a ver sobre todo homologías y adecua-ciones, el autor de El Capital ve, antes que nada, enfrentamien-tos y contradicciones:

“Nota común a toda producción capitalista, considerada nosólo como proceso de trabajo, sino también como proceso deexplotación del capital, es que, lejos de ser el obrero quien ma-neja las condiciones de trabajo, son éstas las que le manejan aél; pero esta inversión no cobra realidad técnicamente tangiblehasta la era de la maquinaria. Al convertirse en un autómata, elinstrumento de trabajo se enfrenta como capital, durante el pro-ceso de trabajo, con el propio obrero; se alza frente a él comotrabajo muerto que domina y absorbe la fuerza de trabajo viva.En la gran industria, erigida sobre la base de la maquinaria, seconsuma, como ya hemos apuntado, el divorcio entre las poten-cias espirituales del proceso de producción y el trabajo manual,con la transformación de aquéllas en resortes del capital sobreel trabajo” 25.

“La faz independiente y extraña que el régimen capitalista deproducción presta a las condiciones y a los productos del traba-jo respecto al obrero, enfrentándose con éste, se convierte, conla maquinaria, en una abierta y total contradicción. Por eso esen la era de la maquinaria cuando estallan las primeras revuel-tas brutales del obrero contra los instrumentos del trabajo” 26.

Contradicción que, como se ve, no deriva en forma algunadel hecho de que el trabajador individual haya perdido la capa-cidad técnica de dominar los instrumentos de trabajo (el escla-

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27 Op. cit., p. 89.28 Op. cit., p. 85.29 Op. cit., pp. 85-86.

vo y el siervo la tenían pero no por eso dejaban de ser ellos mis-mos instrumentos o aditamentos de la tierra), sino que es la con-tradicción entre un proceso de socialización cada vez más cre-ciente de las fuerzas productivas y un proceso de apropiación(propiedad) privada no menos creciente de los medios de pro-ducción, “potencias espirituales” inclusive. Cualquier concep-tualización que no permita rendir cuenta clara de esta contradic-ción y su desarrollo, expresados en la lucha de clases, es por lotanto una conceptualización equivocada.

3. PROPIEDAD, POSESIÓN, “CONTROL”:LOS ANÁLISIS DE BETTELHEIM

Al hablar de posesión allí donde Balibar hablaba de apropia-ción real, Bettelheim está lejos de operar un simple desplaza-miento terminológico. Por el contrario, este artilugio apunta auna cuestión de fondo, que consiste en presentar al “director deorquesta” como “poseedor efectivo” de los instrumentos, o, pa-ra decirlo en términos teóricos y no ya metafóricos, a convertir“las funciones generales que brotan del organismo productivototal” (cf. la cita 24 de Marx en este mismo capítulo) en matrizgeneradora de la estructura social.

En efecto, si Balibar incurría en el error de representarseciertos momentos sociales del proceso productivo como mo-mentos “técnicamente necesarios” del mismo, lo que hace Bet-telheim en un libro como Cálculo económico y formas de pro-piedad es cometer el error estrictamente inverso: la función dedirección, vigilancia y enlace, exigida según Marx por “todotrabajo directamente social o colectivo en gran escala” es pre-sentada por el autor como una posesión efectiva, susceptible deengendrar en la mayoría de los países socialistas una verdaderaestructura capitalista, con la polarización de clases respectiva.

Para apuntalar teóricamente sus puntos de vista, Bettelheimcomienza por eliminar de plano el concepto marxista de relacio-nes técnicas de producción (en el sentido de “funciones genera-

les que brotan del organismo total” en razón del desarrollo delas fuerzas productivas) y convertido en posesión efectiva ocontrol, al mismo tiempo que el concepto de relaciones socialesde producción es desplazado de nivel con el fin de que incluyano sólo la división social sino también la división técnica deltrabajo:

“Al nivel del análisis, es necesario distinguir entre relacionesde producción, es decir, el sistema de lugares asignados a losagentes de la producción en relación con los principales mediosde producción (sistema que constituye una estructura funda-mental) y relaciones sociales de producción. Estas últimas sonlos ‘efectos’ de tal estructura fundamental. Tales efectos con-ciernen tanto a los agentes mismos (la división en clases, la di-visión social del trabajo, la división técnica del trabajo) como alas formas del proceso del trabajo en las que entran los agentesy a las modalidades de articulación de esos procesos...” 27

Aquella estructura fundamental, que Bettelheim denominarelación de producción sin más calificativos, pasa a ser concep-tualizada entonces de esta manera:

“Cada tipo de relación de producción se define por las rela-ciones de posesión–propiedad, y el contenido preciso de estostérminos se modifica según la combinación en que cada uno en-tra con el otro” 28.

Luego afirma el autor que “la posesión está constituida por lacapacidad de poner en acción los medios de producción” y “lapropiedad (en tanto que relación económica), está constituidapor el poder de afectar los objetos sobre los que ella se ejerce,y muy especialmente sobre los medios de producción a usos da-dos, y a disponer de los productos obtenidos con la ayuda deesos medios de producción” 29.

Basado en estos conceptos, Bettelheim inicia su análisis de

La teoría marxista 71Agustín Cueva70

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30 Op. cit., p. 137.

31 Op. cit., p. 103.32 Op. cit., pp. 104–105.

las formaciones que actualmente construyen el socialismo, inte-rrogándose, en primer término, sobre la cuestión de la propie-dad, problema al que responde de manera tajante, diciendo queaquí, al igual que en los países capitalistas, los productores di-rectos se encuentran separados de los medios de producción:

“En efecto, durante el periodo de transición (que sería el ac-tual, AC), es el Estado (o una forma política que cumpla, en es-te sentido, las mismas funciones) el que respalda la propiedad‘social’. Ello significa que esta propiedad no es social, ya quees ejercida por el Estado ‘a nombre de la sociedad’. Por lo tan-to, hasta en el nivel de la propiedad, los productores inmediatosestán separados de sus medios de producción: solamente son‘propietarios’ por intermedio del Estado” 30.

La propiedad de los medios fundamentales de producciónpertenece pues al Estado, que a esta altura del razonamiento deBettelheim aparece como una entelequia que flota por encimade la sociedad, sin contenido de clase alguno: si lo tuviera, laargumentación del autor caería por su propio peso, ya que lapropiedad de un Estado de clase no puede ser otra cosa quepropiedad de la clase a la que éste representa. Problema queBettelheim “resolverá” finalmente presentando a ese Estado nocomo producto de determinadas relaciones sociales de produc-ción, sino más bien como generador de las mismas (teoría de la“burguesía de Estado”).

Sin embargo, como de plantearse directamente tal tesis ellarevelaría sin tapujos el carácter no marxista del razonamientoque la inspira, el autor desplaza el problema hasta el nivel de la“posesión”, entendida a la postre como “toma de decisiones” enel sentido más formal del término: esto es, sin preguntarse quédecisiones se pueden tomar en un sistema social dado (conteni-do), sino sólo quién las toma operacionalmente (forma).

Para llegar a esto, Bettelheim señala que en los países socia-listas:

“Las unidades de producción, o los ‘agrupamientos’ o ‘unio-nes’ de unidades de producción que ejercen ese dominio sobrelos procesos separados, es decir, que tienen la capacidad de con-trolar determinados procesos de apropiación de la naturaleza(apropiación real) son, por lo mismo, poseedoras de los mediosde producción que ponen en acción.” 31

Pero esta respuesta es todavía preliminar, ya que queda porsaber qué mismo ocurre en el seno de aquellas entidades que noson más que “sujetos jurídicos”:

“Uno de los problemas que se plantean es el siguiente: másallá de la cuestión de los ‘sujetos jurídicos’, ¿quién, (qué cate-goría de agentes) está efectivamente en posesión de los mediosde producción, de los fondos fijos y circulantes y quién, efecti-vamente, puede disponer de ellos? En el caso de la Unión So-viética y de su sector estatal, que tomaremos aquí por ejemplo,sus agentes no son los trabadores sino los dirigentes de las em-presas, cuyos directores son nombrados por el Estado, o sea porlas autoridades gubernamentales. Son por lo tanto los dirigentesde las empresas quienes –dentro de los límites impuestos por lapropiedad estatal en tanto que relación de producción– tienen ladisposición efectiva de los medios de producción y de los pro-ductos obtenidos gracias a la puesta en acción de éstos por lostrabajadores” 32.

Queda entendido que el término “puesta en acción” designaen este caso preciso un acto meramente técnico, y que la aludi-da propiedad estatal no es una propiedad social, como ya se vio.Siendo así resulta, según Bettelheim, que los productores direc-tos de los países socialistas no sólo están privados de la propie-dad de los medios de producción, sino además de su posesión,que pertenecería a los dirigentes de las empresas estatales, quepor lo mismo son empresas capitalistas para el autor:

“El carácter capitalista de la ‘empresa’ (que, principalmente

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33 Op. cit., p. 109.34 Op. cit., pp. 138–139. 35 Op. cit., p. 104.

en la industria, es la ‘unidad de producción’ concreta sobre laque, por regla general, se ejerce la propiedad del Estado en lasformaciones sociales en transición) tiende a que su estructurarevista el doble aspecto de una doble separación: la separaciónde los trabajadores de sus medios de producción (que tiene porcontrapartida la posesión de esos medios por las empresas, esdecir, de hecho, por sus dirigentes) y la separación de las em-presas entre sí” 33.

De suerte que en estas formaciones sociales se habría inver-tido por completo la relación causal establecida por Marx: unindividuo ya no sería director de empresa por ser capitalista orepresentante de un capitalista, sino que sería capitalista por serdirector; el “alto mando” habría dejado de ser el atributo de de-terminada relación social de producción para convertirse en esarelación misma. Tal trastocamiento legitimaría el que pueda ha-blarse de una verdadera “burguesía de Estado”:

“El término ‘burguesía de Estado’ empleado para designaresta capa se justifica por las formas de separación entre los tra-bajadores inmediatos y los medios de producción, en las que ba-sa su poder. Se justifica también por las funciones que cumpleesta clase, siendo la principal de ellas la función de acumulaciónque ejerce en tanto que agente del capital social, motivo por elcual la cuestión del ‘consumo personal’ de esta clase es relati-vamente secundaria, al igual que secundario el ‘modo de acce-so’ a las funciones, es decir, el ‘modo de entrar’ en la clase” 34.

Hasta aquí el razonamiento del autor, en sus líneas esencia-les. Veamos ahora cómo estas tesis no dejan de plantear seriosproblemas desde el punto de vista de una concepción materia-lista de la historia, aun en el supuesto de que todo lo que él afir-ma sobre los países socialistas fuese cierto, cosa bastante con-trovertible.

Admitido, por ejemplo, que esa “burguesía de Estado” basa

su poder en la separación del productor directo y los medios deproducción, queda la inquietud de saber con qué interés econó-mico lo hace. Bettelheim afirma que cada director de industriaes un agente de acumulación del “capital social”, pero aquí nostopamos ya con la primera paradoja: la de un supuesto capitalis-ta que no puede acumular para sí, puesto que en los países so-cialistas no existe la propiedad privada de ese “capital”. Unocree entonces que el “burgués” en cuestión –faute de mieux– porlo menos se reserva el derecho de usufructuar de la empresa dela que se ha “apropiado” (requisito mínimo para que pueda ha-blarse con algún sentido de posesión), mas resulta que no haytal; según el ejemplo del propio Bettelheim, dicho “capitalista”tampoco puede disponer para sí del producto de la empresa quedirige:

“En caso de venta de un producto, por ejemplo, la suma per-cibida por la empresa en contrapartida de esta venta entra en laposesión de dicha empresa y se convierte en propiedad del Es-tado” 35.

Segunda paradoja de esta “apropiación real”, que nos colocaante la imagen de unos “capitalistas” bastante sui generis que,estructuralmente imposibilitados de apropiarse de los medios deproducción y de hacer suyo el excedente económico, parecieranactuar movidos más bien por aberraciones de carácter freudiano.

¿Cabe hablar, en esas condiciones, de capitalismo y burgue-sía? Nuestra opinión es la de que no, al menos desde un puntode vista marxista.

“Al comprar la fuerza de trabajo –escribe Marx–, el capita-lista incorpora el trabajo del obrero, como fermento vivo, a loselementos muertos de creación del producto, propiedad suyatambién... El proceso de trabajo es un proceso entre objetoscomprados por el capitalista, entre objetos pertenecientes a él.Y el producto de este proceso le pertenece, por tanto, a él, al ca-pitalista, ni más ni menos que el producto del proceso de fer-

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36 El capital, ed. cil, vol. I, p. 137.37 Ralf Dahrendorf: Las clases sociales y su conflicto en la sociedad in-

dustrial, Ed. Rialp, S. A., Madrid, 1970, pp. 65–66. Libro publicado en suidioma original en 1957.

38 Op. cit., p. 66. 39 Hecho que por lo demás no se demuestra con elucubraciones más o me-

nos sofisticadas, sino examinando el grado de satisfacción de necesidades ta-les como las de pleno empleo, educación y cultura popular, atención de la sa-lud, alojamiento, alimentación, esparcimiento, etc., campos en los que lospaíses socialistas registran índices que nada tienen que ver con los de los paí-ses capitalistas de desarrollo económico comparable.

mentación de los vinos de su bodega” 36.Marx jamás pensó, seguramente, que con el transcurso del

tiempo iba a surgir una clase de “capitalistas” cuya esencia yano radicaría en la propiedad del vino y del producto de su fer-mentación, sino en el hecho de “decidir” que dicha fermenta-ción se realice.

Por lo demás, resulta fácil comprobar que, aplicando al piede la letra el marco teórico de Bettelheim, uno puede demostrarque el capitalismo no es capitalismo con la misma seguridadcon que él demuestra que el socialismo no es tal. Basta recordaral respecto las viejas tesis de Dahrendorf.

4. PROPIEDAD Y “CONTROL EFECTIVO”:LOS ANÁLISIS DE DAHRENDORF

Seremos breves en el tratamiento de este autor, puesto que suuniverso teórico nos es ya familiar a través de lo visto anterior-mente. En efecto, Dahrendorf emprende su análisis de la estruc-tura social de las “sociedades industriales avanzadas” a partir dela dicotomía propiedad–control, que apenas si difiere formal-mente del binomio propiedad–posesión de Bettelheim:

“El fenómeno decisivo fue subrayado acertadamente porMarx: el desdoblamiento de la doble función del empresa-rio–capitalista en dos funciones separadas, la de ‘capitalista’(como dice Marx equivocadamente) y la de ‘dirigente’, de di-rector o manager que, si jurídicamente es sólo un empleado,controla de hecho el proceso de producción. Este fenómeno dela separación de propiedad y control da lugar a una imagen es-tructural de empresario en la que las situaciones superiores re-caen sobre dos grupos, por lo general bien diferenciados” 37.

Dahrendorf también “constata” que la “última palabra” (la

“disposición efectiva” podría decirse) la tienen los directores,en este caso de la empresa capitalista, cuya posesión han adqui-rido de hecho. Lo cual redefine el alcance mismo de la propie-dad del capitalista “nominal”, creando una situación que el au-tor califica por el momento de paradójica:

“Al menos en la administración diaria de la empresa, y confrecuencia en su planificación a largo plazo, la última palabracorresponde de facto a los directores. Ellos deciden lo que debeproducirse, la cifra de personas que deben ser ocupadas, cómodebe organizarse la empresa y cómo debe venderse y comprar-se. Si por propiedad entendemos una situación social que exclu-ye el control, tendremos que los managers se hallan en la para-dójica situación de poseer una propiedad casi ilimitada sobreuna empresa que no les pertenece” 38.

Obsérvese que Dahrendorf no se pregunta en qué consiste es-ta “última palabra” ni a qué intereses básicos de clase obedece;es decir, que se mantiene en un plano tan formal como el de Bet-telheim, a quien tampoco le preocupaba averiguar a qué necesi-dades reales responde el funcionamiento global de determinadosistema productivo: si a las de un puñado de magnates o a las dela población en su conjunto 39.

Afirma Dahrendorf que son los managers quienes deciden loque debe producirse, pero omite señalar el ámbito estructural einstitucional en el que necesariamente tienen que encuadrarsetales decisiones: esto es, el hecho de que esos managers estánobligados a hacer producir aquello que arroje mayores benefi-cios a los capitalistas, de quienes son los ejecutivos. Que pararealizar ese “aquello” tengan que decidir entre la fabricación de

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40 Op. cit., p. 69.

salchichas, fruslerías o revistas pornográficas (si tal alternativase presenta), así como sobre la forma (no social sino técnica) deproducirlas, es un hecho, pero que de ninguna manera va en me-noscabo de la propiedad de los capitalistas, puesto que más bienla “pone en acción”, volviéndola técnicamente viable. Hablar,en esas condiciones, de una propiedad “casi ilimitada” de losejecutivos sobre las empresas que dirigen, resulta inapropiadopor decir lo menos. Su mismo “poder” en el seno de la empresano es más que una expresión del poder del gran capital, cuya re-presentación ostentan aquellos managers y a cuyos interesestienen que ajustar sus decisiones instrumentales.

No hay, por lo tanto, ninguna alteración de fondo en la es-tructura básica del sistema por este hecho, y menos todavía unatransformación cualitativa que autorice a afirmar, como lo haceDahrendorf, que el “control efectivo” de los managers ha con-ducido a la abolición del capitalismo:

“Quiero decir que la separación de propiedad y control haconducido a una forma de estructura propia que, conforme a unsentido riguroso de nuestra definición, no es ya capitalista. Des-de un punto de vista jurídico–formal no ha desaparecido, cierta-mente, la propiedad privada de los medios de producción, masha perdido su función de control. El propietario legal y el direc-tor efectivo de la producción no son ya idénticos” 40.

Y es que sucede que, una vez que uno convierte el problemade la propiedad de los medios de producción en un problema dedirección finalmente técnica del proceso productivo, es tan fá-cil encontrar capitalismo por doquier como no verlo en ningunaparte, lo que a la postre da lo mismo. De igual manera que unopuede crear o eliminar clases a voluntad con sólo borrar el fac-tor determinante de su constitución y reemplazarlo con el plura-lismo burgués que ve surgir “clases” a partir de cualquier dife-renciación de ingresos, funciones, “prestigio”, etc.; lo que no essino una manera sutil de disolver el concepto de clase, priván-

dole de su contenido esencial y de su proyección histórica.

5. ARRENDAMIENTO Y PROPIEDAD:POULANTZAS Y LENIN

Es tan grande el impacto de estas concepciones tecnocráticasde la apropiación real, que incluso torna difícil para algunos au-tores una comprensión correcta del pensamiento de los clásicoscon respecto al problema de la no correspondencia entre propie-dad económica real y propiedad jurídica formal en determina-das situaciones concretas. Para demostrarlo tomaremos aquí elejemplo de ciertos análisis sobre el arrendamiento de prediosrústicos en donde resulta clara la presencia de una inferenciaque podría formularse en estos términos: quien ejerce el controltécnico del proceso productivo tiene de hecho la propiedad real;el arrendatario tiene indudablemente tal control, luego posee di-cha propiedad; el terrateniente arrendador deviene, por consi-guiente, un mero propietario nominal. Es el razonamiento quesubyace en esta tipificación de Poulantzas por ejemplo:

“La empresa agrícola fundada esencialmente sobre el arren-damiento de las tierras, en fincas ricas, medianas y pequeñas.Se trata aquí, como lo ha demostrado Karl Kautski, del capita-lista ‘rentista’ típico. El poder económico real se halla esencial-mente en manos del arrendatario, constituyendo estas haciendaslas empresas agrícolas (propiedad económica y posesión seidentifican parcialmente). En cuanto a la propiedad jurídica for-mal, pertenece al capitalista; la renta se fija bien de manera es-table, bien de manera móvil, según la cosecha. En esta forma deempresa ocurre que el propio poder económico real está dividi-do; sucede que sea el propietario jurídico quien determina losproductos del cultivo y el arrendatario el empleo de los mediosde producción. Porque se trata de una forma específica de tran-sición al establecimiento del capitalismo en la agricultura” 41.

41 Fascismo y dictadura, p. 320.

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42 “Las clases sociales”, en loc. cit., p. 97.

Tipificación confusa y hasta contradictoria, que no parece te-ner otro hilo conductor que la vaga idea de que el que arriendasus tierras (poco importa a quién) queda reducido a la calidad demero propietario “formal”. Presupuesto arbitrario, puesto que elhecho de que el “capitalista rentista típico” dé en arrendamien-to su fondo de ninguna manera significa una pérdida de la pro-piedad económica real de él, del mismo modo que el hecho detomado en arriendo no implica, por sí solo, la adquisición de un“poder económico real”. Todo depende de qué relación de cla-se regule tal arrendamiento, como luego lo demostraremos apartir de los análisis de Lenin.

Por lo mismo, tampoco puede deducirse la pertenencia a unaclase de la sola calidad de arrendatario, que de por sí no es másque una condición jurídica, ella sí formal. Sin embargo, es loque hace Poulantzas en otro de sus análisis sobre la cuestión:

“En la división de las clases en el campo, tenemos el caso delos grandes arrendatarios. Estos, según Lenin, pertenecen alcampesinado rico, no teniendo la propiedad jurídica formal dela tierra, que pertenece al capitalista rentista. Si bien esos gran-des arrendatarios pertenecen al campesinado rico, no quiere de-cir que perciban elevados ingresos, sino que tienen el controlreal de la tierra y de los medios de trabajo, es decir que son pro-pietarios económicos efectivos” 42.

Casi huelga aclarar que Lenin jamás dijo que cuando “al-guien” toma en arriendo las tierras de un capitalista rentista in-gresa automáticamente a la clase de los campesinos ricos “pues-to que” ha pasado a tener el “control real”. Por lo demás, la afir-mación de Poulantzas se desintegra por sí sola en los extremosde la tautología o el absurdo, porque, o bien se trata efectiva-mente de un campesino rico que toma en arrendamiento tierrasy en este caso su pertenencia a una clase está definida de ante-mano, o bien no se trata de un campesino rico, sino de la Uni-ted Fruit Company, por ejemplo, en cuyo caso mal podemos in-

cluirla en la clase social que el autor atribuye a los “grandesarrendatarios”.

Hay que volver, pues, a los textos en que Lenin analiza loscasos en que “la vida deja a un lado el marco jurídico”, pero apartir de premisas que nada tienen que ver con las de Poulant-zas. En El desarrollo del capitalismo en Rusia, por ejemplo, Le-nin detecta dos tipos no solamente distintos sino completamen-te opuestos de arrendamiento, según la relación concreta de cla-ses en que se asientan. Así tenemos una primera situación (caso1) en que los protagonistas del “contrato” son, de una parte elcampesino pobre, que da la tierra en arriendo, y de otra, el cam-pesino rico que la toma. En este caso, el marco jurídico y sus ca-tegorías no hacen más que velar el proceso de descomposicióndel campesinado:

“Se dice, en primer término, que para estudiar la vida de loscampesinos agricultores es natural y necesaria la agrupación deacuerdo con la tierra. Este razonamiento pasa por alto una par-ticularidad esencial de la vida rusa: la índole no libre de pose-sión del ‘nadiel’, que, por la fuerza de la ley, tiene un carácterigualitario, y cuya movilización se halla trabada en grado sumo.Todo el proceso de descomposición de los campesinos agricul-tores estriba precisamente en que la vida deja a un lado estemarco jurídico. Al utilizar el agrupamiento según el ‘nadiel’ po-nemos juntos al campesino pobre, que da la tierra en arriendo, yal rico, que la arrienda o la compra; al pobre, que abandona latierra, y al rico, que la ‘recoge’; al pobre, que cultiva peor la tie-rra con una insignificante cantidad de ganado, y al rico, que tie-ne mucho ganado, abona la tierra, introduce mejoras, etc., etc.Ponemos juntos, con otras palabras, al proletario del campo y alos representantes de la burguesía rural. Los ‘términos medios’obtenidos de esa suma velan la descomposición y son, por ello,puramente ficticios” 43.

La condición de clase de los arrendatarios no se deduce,

43 El desarrollo del capitalismo en Rusia, ed. cit., pp. 83–84.

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44 Op. cit., p. 76.45 Op. cit., pp. 76 y 78. 46 Op. cit., p. 183.

pues, de su calidad de tales, sino exactamente al contrario: elsignificado del arrendamiento está dado por una relación previade clase, hecho que puede comprobarse empíricamente:

“... con respecto al arrendamiento de tierras, los datos mues-tran también aquí que la burguesía campesina se apodera de él...vemos que cuanto más acomodado es el campesino tanto mástoma en arriendo, pese a estar mejor provisto de tierra de ‘na-diel’. Vemos igualmente que el campesino acomodado desplazaal campesino medio...” 44.

Cuestión “lógica de por sí –añade Lenin– si aplicamos demanera consecuente el punto de vista que diferencia los gruposcampesinos por su fortuna” ya que “precisamente la buena si-tuación de la hacienda (del arrendatario, AC) constituye el fac-tor determinante” de esta relación, en la que el pez grande se co-me al chico, cuando “los ricos se apoderan de las tierras arren-dadas” 45.

No se trata pues, en Lenin, de una inferencia a priori, sinodel análisis concreto de una situación concreta en la que la “vi-da” –esto es: la lucha de clases– “deja a un lado al marco jurí-dico”. Por eso, cuando la relación de clases que regula el arren-damiento es otra, el sentido de ese “contrato” también cambia,por más que el arrendatario ponga efectivamente “en marcha”los medios de producción en la parcela arrendada. Tal es el ca-so 2 que analiza Lenin, en el cual el arrendador ya no es el cam-pesino pobre sino el terrateniente, y el arrendatario no ya elcampesino rico sino el pobre del campo, quien por serlo tieneque pagar en trabajo el alquiler de la tierra. Entonces:

“... vemos aquí un arriendo de tipo completamente especial,que no expresa la renuncia del propietario a llevar la haciendapropia, sino el aumento de los labrantíos, propiedad de los te-rratenientes, desarrollo que no expresa el reforzamiento de lahacienda campesina a través de la ampliación de sus posesio-

nes territoriales, sino la transformación del campesino en obre-ro rural. En el capítulo anterior hemos visto que el arriendo tie-ne en la hacienda campesina un significado opuesto: para unoses una ampliación ventajosa de la hacienda y para otros un con-venio hecho bajo la influencia de la necesidad. Ahora vemosque la entrega de la tierra en arriendo tiene también una signi-ficación opuesta en la economía terrateniente: a veces represen-ta la transmisión de la hacienda a otra persona a cambio de unarenta, a veces constituye un procedimiento de explotar porcuenta propia la hacienda, un modo de asegurarse mano deobra” 46.

El estudio de Lenin no cubre desde luego todas las situacio-nes teóricamente posibles, que son tantas como relaciones declase existan susceptibles de regular el contrato de arrendamien-to en una situación histórica determinada. Pero la pauta de aná-lisis está claramente indicada: no es cuestión de deducir la pro-piedad real del presupuesto de que el arrendatario es quien po-ne materialmente en acción los medios de producción, sino deinvestigar qué significa socialmente esa mise en oeuvre, deacuerdo con una determinación de clase previa, determinada asu vez por la relación de propiedad (“por su fortuna” dice Le-nin) que ya afecta a los agentes antes de que establezcan la re-lación de arrendador–arrendatario. Los términos mismos delcontrato, con todas sus consecuencias económico–sociales, noserán más que una expresión del factor determinante que Leninseñala. Por eso, aun en el seno de los grandes arrendatarios pue-den establecerse diferencias substanciales según se trate decampesinos ricos, de burgueses industriales locales, o de la Uni-ted Fruit como en el caso al que aludíamos.

El ejemplo del arrendamiento no pone en cuestión la tesismarxista básica de que la estructura de clases se genera a partirde la propiedad y no del control técnico de los medios de pro-ducción, sino que más bien la confirma plenamente. Lenin lo di-

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47 El Capital, ed. cit, vol I, p. 647.

ce con absoluta claridad: no es que un campesino se vuelva ri-co porque toma grandes extensiones de tierras en arriendo (tesisburguesa encaminada a demostrar que quienes siguen siendopobres es porque carecen de “espíritu empresarial”), sino quelas toma justamente por ser rico, condición que le permite apro-piarse tarde o temprano de las tierras arrendadas, dentro del ine-vitable proceso de concentración de la propiedad en el régimencapitalista de producción.

6. PROPOSICIONES PARA UNAADECUADA CONCEPTUALIZACIÓN

De lo expuesto hasta aquí se desprende, en primer término,la necesidad de establecer una clara distinción entre las relacio-nes técnicas de producción y las relaciones sociales propiamen-te tales.

Las relaciones técnicas de producción son aquellas relacio-nes operativas, históricamente determinadas, que establecen losagentes de la producción con los medios y el objeto del trabajo,en razón del desarrollo de las fuerzas productivas (diferentesgrados y formas de dominio de la naturaleza) y de las distintasfunciones, también operativas, exigidas por este desarrollo (di-visión técnica del trabajo).

Definición que es menester completar con dos precisiones:a) El grado de dominio técnico del trabajador directo sobre el

proceso de trabajo no implica, por sí solo, grado alguno de pro-piedad o posesión. Estos dos últimos conceptos pertenecen alámbito de las relaciones sociales y no técnicas de producción(Cualquier hijo de vecino sabe, por lo demás, que no hay queconfundir al trabajador que está capacitado para operar por sísolo una máquina Xerox, por ejemplo, con el capitalista propie-tario de la misma).

b) Las relaciones técnicas de producción no pueden darsenunca al margen de determinado modo de producción, es decir,al margen de una articulación dialéctica de las fuerzas producti-

vas con las relaciones sociales de producción. Por lo tanto, lasrelaciones técnicas soportan siempre los efectos de las relacio-nes sociales de producción, pero sin que ello signifique que es-tos efectos y aquellas relaciones (técnicas) sean teóricamenteasimilables (ya se vio cómo Marx establece una neta distinciónentre estos dos planos).

Las relaciones sociales de producción son, en cambio, aque-llas relaciones de propiedad y no propiedad que se entablan en-tre los agentes y los medios de la producción y, con esta media-ción, entre los agentes mismos del proceso productivo (relacio-nes de clase).

Por propiedad entendemos la capacidad efectiva de disponer,en última instancia y en provecho propio, de determinados bie-nes (medios de producción, que es lo que importa en definitiva),así como de disponer, en provecho propio también, del produc-to obtenido gracias a la apropiación de esos bienes.

La propiedad puede ser privada o social. Como lo señalaMarx:

“La propiedad privada, por oposición a la propiedad social,colectiva, sólo existe allí donde los instrumentos de trabajo y lascondiciones externas de éste pertenecen en propiedad a los par-ticulares” 47.

Cuando tales instrumentos y condiciones no pertenecen a losparticulares, sino a la sociedad en su conjunto, nos encontramospues ante formas sociales o colectivas de propiedad, como ocu-rría en la comunidad primitiva o como ocurre actualmente enlos países socialistas (nos referimos al sector socializado o co-lectivizado de éstos, que es el hegemónico, y no a aquellos ni-veles atrasados donde todavía subsiste, como instancia subalter-na, la propiedad privada).

En lo tocante a la propiedad privada hay que tener en cuen-ta, además, que su carácter es muy distinto según que los pro-pietarios sean los trabajadores mismos o personas que no traba-

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48 “... el carácter de la propiedad privada es muy distinto, según estos par-ticulares sean obreros o personas que no trabajan. Las infinitas modalidadesque a primera vista presenta este derecho son todas situaciones intermediasque oscilan entre estos dos extremos”. El capital, ed. cit., vol. I, p. 647.

49 “... la propiedad, vista del lado del capitalista, se convierte en el dere-cho a apropiarse trabajo ajeno no retribuido, o su producto, y vista del la-do del obrero, como la imposibilidad de hacer suyo el producto de su traba-jo” El capital, ed. cit., vol. I, p. 492.

50 V. I. Lénine: Karl Marx et sa doctrine, Editions Sociales, París, 1971,p. 38.

jan 48. En el primer caso (producción artesanal o pequeño-cam-pesina) la propiedad no es un medio de explotación, aunquepueda convertirse, en determinados procesos de descomposi-ción, en “semillero del capitalismo”. En cambio en el segundocaso (modos de producción esclavista, feudal y capitalista) lapropiedad privada es siempre un medio de explotación. Por esopodría afirmarse, ampliando una conocida definición de Marx,que en estos tres modos de producción la propiedad privada,vista desde el lado del amo esclavista, el señor feudal o el capi-talista, consiste en el derecho a apropiarse del trabajo ajeno noretribuido, o de su producto, y vista del lado del esclavo, el sier-vo o el proletario, en la imposibilidad de hacer suyo el produc-to de su trabajo” 49.

Definible como un derecho, la propiedad privada no es, sinembargo, una institución meramente superestructural. En la me-dida en que tal derecho es sinónimo de una capacidad efectivade disponer de determinados bienes en provecho propio, se tra-ta de una verdadera relación económica, que la superestructurajurídica no hace más que reflejar y consolidar (por más que almismo tiempo la mistifique ideológicamente, presentándola co-mo una expresión de “voluntades”).

Aquel reflejo no es, naturalmente, un reflejo mecánico, y poreso pueden producirse, y efectivamente se producen, desfasa-mientos que en el límite son capaces de implicar un divorcioconcreto entre la propiedad jurídica (que sólo en este caso cabedenominarla formal), y la propiedad económica, que es la pro-piedad real. Mas no debemos olvidar que tales desfases son

siempre momentos muy localizados dentro de límites infraes-tructurales que la superestructura jurídica como totalidad nopuede transgredir. En el modo de producción capitalista, porejemplo, la propiedad privada jamás puede ser abolida comoinstitución jurídica fundamental y, de hecho, ni siquiera ha po-dido ser suprimida en aquellos niveles en que teóricamente esposible e incluso “conveniente” su abolición. Esto, por una ra-zón que Lenin percibió con absoluta claridad:

“La renta diferencial no puede ser abolida en el régimen ca-pitalista; en cambio, sí puede serlo la renta absoluta, por ejem-plo con la nacionalización de la tierra, cuando ésta se conviertaen propiedad del Estado. Este traspaso de la tierra al Estado so-cabaría el monopolio de los propietarios privados y abriría el ca-mino para una libre competencia más consecuente y completaen la agricultura. Por esta razón, dice Marx, los burgueses radi-cales han planteado esta reivindicación burguesa progresista dela nacionalización de la tierra más de una vez en la historia; rei-vindicación que sin embargo espanta a la mayor parte de la bur-guesía, puesto que ‘toca’ muy de cerca a otro monopolio, parti-cularmente importante y ‘sensible’ en nuestros días: el monopo-lio de los medios de producción en general” 50.

Los desfasamientos entre la propiedad económica y su refle-jo jurídico deben ser examinados por lo tanto en su justa dimen-sión: esto es, dentro de los límites que les fija la estructura fun-damental de cada modo de producción. Uno puede concebir, yasí ocurre en efecto, que los capitalistas transfieran algunas ac-ciones de sus empresas a los obreros, para dar a éstos una ilu-sión de “propiedad” (propiedad formal, por lo tanto); resulta encambio inconcebible que transfieran al proletariado la propie-dad jurídica íntegra de todos los medios de producción. La mis-ma lucha de clases, que frecuentemente abre brechas entre losniveles que venimos analizando e incluso impone formas socia-

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51 Marx–Engels: La ideología alemana, Ediciones de Cultura Popular,México, 1972, pp. 105–106.

52 Carlos Marx: Fundamentos de la crítica de la economía política, Ins-tituto del Libro, La Habana, 1970, t. I, p. 383.

les de propiedad en determinados puntos del sistema, tropiezasiempre con una frontera que no puede sobrepasar a menos deoperar una transformación radical, que implica ya el paso a otromodo de producción.

En fin, es necesario recordar que la propiedad privada no esuna entidad abstracta y ahistórica, sino el resultado de estructu-ras y procesos que van determinando sus modalidades concre-tas de existencia. Por eso, la propiedad privada en toda su pure-za sólo aparece con el advenimiento del “capital moderno, con-dicionado por la gran industria y la competencia mundial querepresenta a la propiedad privada en su estado más puro, despo-jada de toda apariencia de comunidad y habiendo excluido cual-quier acción del Estado sobre el desarrollo de la propiedad” 51.El proceso de acumulación originaria es justamente el encarga-do de borrar todas las “impurezas” de la propiedad privada pre-capitalista, tal como ha venido ocurriendo en América Latina,por ejemplo, a partir del último tercio del siglo XIX.

Y es dentro de este proceso histórico de desarrollo de la pro-piedad privada donde debe ubicarse el problema de la relaciónentre la propiedad y la posesión, que Marx, no por azar, lo tra-ta únicamente al referirse a situaciones precapitalistas o de tran-sición al capitalismo. Además ahí está, ante nuestros ojos, elejemplo concreto de América Latina, en la que el problema delllamado “precarismo” (conflicto entre propiedad “eminente” yposesión, agudizado por la acentuación de la lucha de clases) ja-más se presenta en los puntos más avanzados del modo de pro-ducción capitalista, sino sólo en los sectores (agrarios) en tran-sición hacia él.

Marx no se equivocó, pues, al enfocar la posesión en térmi-nos de propiedad o no propiedad de los medios de subsistencia(como un derecho de usufructo, si se quiere) y refiriéndosesiempre a una problemática típica dé los modos precapitalistas

de producción y a la estructura de la propiedad privada corres-pondiente:

“La tercera forma posible, es la relación de propiedad respec-to a los medios de subsistencia, encontrados desde el primermomento como condición natural del sujeto que trabaja que noposee sin embargo la tierra, ni el instrumento, ni incluso el tra-bajo. Se trata en realidad de la fórmula de la esclavitud y el va-sallaje... (Esta forma de propiedad, A.C.) no encierra ningunarelación del individuo que trabaja respecto a los medios de pro-ducción...” 52

Fuera de estas situaciones típicas, el problema de la llamada“posesión” carece de verdadero alcance teórico y sólo induce aconfusión, sobre todo cuando se lo asimila con las relacionestécnicas de producción (que, como acabamos de comprobar unavez más, de ninguna manera embrollan el pensamiento deMarx).

El mismo concepto de apropiación real, que pertenece a laesfera de las relaciones sociales de producción y no a la de lasrelaciones técnicas del hombre con la naturaleza, tiene que serutilizado por lo tanto en su correcta acepción: no como algo dis-tinto de la propiedad real, sino como su propio movimiento; es-to es, como el proceso a través del cual dicha propiedad se cons-tituye, reproduce y amplía.

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III. CIENCIA SOCIAL EIDEOLOGÍAS DE CLASE

1. LA PRÁCTICA CIENTÍFICA EN GENERAL:UNIDAD EPISTEMOLÓGICA CONDIFERENTES ESTATUTOS SOCIOLÓGICOS

La actividad científica, en general, puede definirse como unapráctica encauzada a producir un conocimiento objetivo de lasleyes que rigen la estructuración y el funcionamiento de deter-minado campo de la realidad natural o social. En este sentido,posee una especificidad que la vuelve irreductible a cualquierotro tipo de práctica, confiriéndole unidad a pesar de la diferen-cia del objeto de cada ciencia particular. Es posible afirmar, porconsiguiente, que no existe diferencia epistemológica algunaentre las ciencias naturales y las ciencias sociales.

Sin embargo, esta unidad epistemológica no implica que losdos grupos de ciencias posean un estatuto sociológico similar,es decir, una idéntica forma de inserción en el todo social. Porel contrario, aquí surgen diferencias substanciales que determi-nan la marcada e inevitable intervención de las ideologías en elcampo teórico de las ciencias sociales, en contraste con lo queocurre en el terreno, también teórico, de las ciencias naturales.Para entender la diversa evolución histórica de uno y otro con-

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junto de ciencias en este aspecto, hay pues que comenzar por larecuperación de su heterogéneo estatuto sociológico.

2. EL ESTATUTO SOCIOLÓGICODE LAS CIENCIAS NATURALES

Por definición, las ciencias naturales están destinadas a darcuenta de estructuras y procesos no sociales, pero cuya aprehen-sión teórica interesa a la sociedad en la medida en que le abre laposibilidad de acrecentar constantemente su dominio sobre lanaturaleza. En cuanto instancia de conocimiento, las cienciasnaturales están directamente ligadas con el desarrollo de lasfuerzas productivas, al menos desde que se implantó el primermodo de producción que en estricto rigor involucra un procesode reproducción ampliada, esto es, el modo de producción espe-cíficamente capitalista.

No es un azar que desde entonces las ciencias naturales ha-yan adquirido un vertiginoso desarrollo y una independencia ca-da vez mayor con respecto a las formas ideológicas (teología, fi-losofía especulativa, etcétera) que secularmente las manteníansupeditadas. Tales formas devinieron una verdadera traba a par-tir del momento en que las “potencias espirituales” del hombre,descubiertas como facultad de producir conocimientos sistemá-ticamente aplicables a la transformación de la naturaleza, fueronincorporadas de manera consciente al proceso productivo.

Ahora bien: ya que la tarea de dominar la naturaleza no escuestionada actualmente por ningún grupo social históricamen-te significativo 1, y que la naturaleza, por su parte, mal puedeoponerse a tal voluntad de dominio, las ciencias que se ocupande ella gozan de un estatuto social particular que si no las pre-

1 Los movimientos ecologistas –salvo en sus expresiones más exagerada-mente románticas– no se oponen a que el hombre domine la naturaleza, sinoa la forma destructiva en que lo hace. En rigor se oponen a cierta aplicacióny explotación sociales de la ciencia, lo cual es muy distinto como más ade-lante se verá. Actitud justa, por lo demás.

serva cien por ciento de la lucha ideológica de clases, al menostiende abiertamente a ello. Por esta razón nadie habla, en el mo-mento presente, de una ciencia burguesa y una ciencia proleta-ria en el campo de las ciencias naturales.

Resulta legítimo, entonces, señalar que hay un claro procesode desideologización de este tipo de ciencias, con la sola condi-ción de no confundir la práctica científica propiamente tal conla “filosofía nocturna” de los hombres de ciencia, para retomarla expresión de Bachelard. Está claro que las especulacionesidealistas de un biólogo o un físico, por ejemplo, no forman par-te de la biología o de la física (con las que guardan una relaciónde exterioridad), sino que tienden a ser ubicadas en el ámbito dela ideología a que pertenecen.

Igualmente hay que distinguir –siempre en el caso de lasciencias de la naturaleza– entre el proceso de producción de co-nocimientos, de una parte, y su aplicación y explotación socia-les, de otra. La física nuclear, por ejemplo, no es en su estructu-ra interna una ciencia de clase por más que las armas atómicasque se fabriquen con su aplicación sean utilizadas para la defen-sa de determinado sistema social y estén, por lo mismo, al ser-vicio de ciertos intereses de clase.

Aun sin recurrir a ejemplos tan extremos como éste, es fácilseñalar que en una sociedad clasista el propio desarrollo de lasfuerzas productivas está supeditado a los intereses de la clasedominante, que instrumentalizó las ciencias naturales desde elmismo momento de la instauración del modo de producción es-pecíficamente capitalista (que de otra manera no hubiera podi-do establecer la extracción de plusvalía relativa como eje bási-co de su funcionamiento). Pero no hay que olvidar que las ins-trumentalizó propiciando su desarrollo como instancias de co-nocimiento objetivo de la realidad natural y no distorsionandosu estructura teórica en función de intereses de clase.

Tal instrumentalización no deja de plantear problemas de ca-rácter ético a los hombres de ciencia (y no debería dejar de ha-cerlo), mas no porque ello afecte a la naturaleza interna de su

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ciencia, deformándola en este ámbito, sino porque sus conoci-mientos de cierta esfera de la realidad, en virtud de su mismaobjetividad, son aplicados y explotados con determinados finessociales, a menudo aviesos.

Por lo tanto, es lícito hablar de problemas ideológicos (en elsentido lato del término) derivados de la aplicación social de lasciencias naturales, pero en rigor no se puede hablar de una in-tervención de las ideologías en la construcción teórica de dichasciencias.

3. EL ESTATUTO TEÓRICO DELAS CIENCIAS SOCIALES

Distinto es el caso de las ciencias sociales, dado que ellas, ensu misma construcción teórica tienen que dar cuenta de estruc-turas y procesos sociales y no de estructuras y procesos natura-les. Se vinculan, pues, de manera inmediata y directa con la es-fera de las relaciones sociales de producción, a cuyo manteni-miento o transformación contribuyen por el solo hecho de ela-borar tal o cual representación teórica de base.

Aquí ya no se dispone del espacio de neutralidad abierto porla existencia de una meta universalmente admitida (necesidadde dominar la naturaleza) y por la unilateralidad del agente, co-mo en el caso anterior, sino que se está en la encrucijada de in-tereses de clase contrapuestos y en lucha. La relación de domi-nio del hombre sobre la naturaleza es una relación sin contrin-cante y por lo tanto apolítica; las relaciones sociales de produc-ción son en cambio intrínsecamente políticas y no pueden dejarde expresarse como tales, incluso en el terreno científico. Poresto, las ideologías intervienen directa y activamente en lasciencias sociales, determinando la construcción de universosteóricos diferentes.

Lo que acabamos de señalar es fácil de comprobar con sóloconfrontar un tratado de sociología burguesa con uno de mate-rialismo histórico, que no tienen otra cosa en común que su re-

2 Max Weber: Sobre la teoría de las ciencias sociales, Barcelona, Edicio-nes Península, 1971, p. 47.

ferencia a un campo vagamente definible como el espacio de “losocial”. Y decimos campo, que no objeto, en vista de que las di-vergencias comienzan en el momento mismo de convertir a esecampo en objeto teórico. En efecto, ¿qué hay de común entre losconceptos marxistas de modo de producción y formación social,que conforman el objeto de estudio del materialismo histórico,y los conceptos weberianos de sociedad y cultura, por ejemplo?

Recordemos, a título ilustrativo, que ni siquiera la concep-ción del quehacer científico coincide en el caso de las dos co-rrientes que acabamos de mencionar. Para Weber, en rigor noexisten leyes que rijan el movimiento histórico en su conjunto,sino únicamente constelaciones individuales de hechos correla-cionados entre sí, de modo que desde su perspectiva mal podríadefinirse a la ciencia social en el sentido en que lo hemos hechonosotros. En palabras suyas:

“Para las ciencias exactas de la naturaleza, las ‘leyes’ sontanto más importantes y valiosas cuanto más general es su vali-dez. Para el conocimiento de los fenómenos históricos a travésde sus premisas concretas, las leyes generales son regularmentelas más faltas de valor, por ser las más vacías de contenido. Por-que cuanto más abarca la validez de un concepto genérico–cuanto mayor es su extensión–, tanto más nos aleja de la rique-za de la realidad, puesto que ha de ser lo más abstracto y pobrede contenido para poder contener el aspecto común del mayornúmero posible de fenómenos. En el campo de las ciencias dela cultura, el conocimiento de lo general nunca tiene valor porsí mismo. De lo dicho hasta aquí resulta que carece de sentidoun estudio ‘objetivo’ de los procesos culturales en el sentido deque el fin ideal del trabajo científico deba consistir en la reduc-ción de la realidad empírica a unas ‘leyes’” 2.

Además, Weber no concibe a la sociedad como una totalidadestructurada en la que es posible distinguir lo que objetivamen-

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te es esencial y lo que no lo es. Por eso escribe:“Cuando exigimos del historiador o del sociólogo la premisa

elemental de que sepa distinguir entre lo esencial y lo secunda-rio, y que para ello cuente con los ‘puntos de vista’ precisos,únicamente queremos decir que sepa referir –consciente o in-conscientemente– los procesos de la realidad a unos ‘valoresculturales’ universales y entresacar consecuentemente aquellasconexiones que tengan un significado para nosotros. Y si decontinuo se expone la opinión de que tales puntos de vista pue-den ser ‘deducidos de la materia misma’, ello sólo se debe a laingenua ilusión del especialista, quien no se percata que –desdeun principio y en virtud de las ideas de valor con las que haabordado inconscientemente el tema– de entre la inmensidadabsoluta sólo ha destacado un fragmento íntimo, precisamenteaquel cuyo examen le importa” 3.

Perspectiva teórica que se sitúa exactamente en las antípodasde la teoría materialista en general y en particular del pensa-miento de Lenin para quien:

“El materialismo proporciona un criterio completamente ob-jetivo, al destacar las relaciones de producción como estructurade la sociedad, y al permitir que se aplique a dichas relacionesel criterio científico general de la repetición, cuya aplicación ala sociología negaban los subjetivistas. Mientras se limitaban alas relaciones sociales ideológicas..., no podían advertir la repe-tición y regularidad en los fenómenos sociales de los diversospaíses, y su ciencia, en el mejor de los casos, se limitaba a des-cribir tales fenómenos, a recopilar materia prima. El análisis delas relaciones sociales materiales..., permitió inmediatamenteobservar la repetición y la regularidad, y sintetizar los sistemasde los diversos países en un solo concepto fundamental de for-mación social, En síntesis fue la única que permitió pasar de ladescripción de fenómenos sociales (y de su valoración desde elpunto de vista del ideal) a su análisis rigurosamente científico,

3 Max Weber, op. cit., p. 49.

4 V. I. Lenin: Quiénes son los “amigos del pueblo” y cómo luchan con-tra los socialdemócratas, Buenos Aires, Editorial Anteo, 1973, pp, 14 y 15.

5 Cf. por ejemplo el trabajo de Ernesto Laclau: Política e ideología en lateoría marxista, Siglo XXI, México, varias ediciones; y la amplia discusióndel mismo en Populism and popular ideologies, LARU Studies, Vol. III, no.2/3, January 1980, Toronto, Canadá.

que subraya, por ejemplo, qué diferencia a un país capitalista deotro y estudia qué tienen en común todos ellos. Por último..., es-ta hipótesis creó, además, por primera vez, la posibilidad deexistencia de una sociología científica, porque sólo reduciendolas relaciones sociales a las de producción, y estas últimas al ni-vel de las fuerzas productivas, se obtuvo una base firme para re-presentarse el desarrollo de las formaciones sociales como unproceso histórico natural. Y se sobreentiende que sin tal concep-ción tampoco puede haber ciencia social (los subjetivistas, porejemplo, reconocen que los fenómenos históricos se rigen porleyes, pero no pudieron ver su evolución como un fenómenohistórico natural, precisamente porque no iban más allá de lasideas y fines sociales del hombre, y no supieron reducir estasideas y estos fines a las relaciones sociales materiales) 4.

Escrito en 1894, este texto de Lenin pareciera destinado a re-futar punto por punto las tesis weberianas antes citadas, que sinembargo datan de 1904. No es un azar, por lo demás, que todosaquellos que emprenden el “regreso” del materialismo al idea-lismo sociológicos (para no hablar de sus posiciones políticas)lo hagan siempre apoyados en la misma muletilla: “lucha con-tra el ‘reduccionismo economicista’ o ‘clasista’” 5.

Por otra parte es bien conocido que Weber, siguiendo a Dilt-hey, incluso levanta una barrera epistemológica entre las cien-cias de la naturaleza y las ciencias sociales (llamadas por ellosciencias “del espíritu” o “de la cultura”); las primeras suscepti-bles de llegar a una verdadera explicación de las leyes que rigenla estructura y el funcionamiento de su objeto de estudio; las se-gundas, limitadas a una comprensión (Verstehen) de las “con-ductas significativas” de los agentes sociales.

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Agentes que, por lo demás, aparecerán asimilados completa-mente a los individuos en el estructural–funcionalismo contem-poráneo, que por lo mismo tiene una forma muy peculiar de de-finir a la sociedad, convertida en objeto teórico a través del con-cepto de sistema social:

“Un sistema social –reducido a los términos más simples–consiste, pues, en una pluralidad de actores individuales que in-teractúan entre sí en una situación que tiene, al menos, un aspec-to físico o de medio ambiente, actores motivados por una ten-dencia a ‘obtener un óptimo de gratificación’ y cuyas relacionescon sus situaciones –incluyendo a los demás actores– están me-diadas y definidas por un sistema de símbolos culturales estruc-turados y compartidos” 6.

Desacuerdo de principio sobre lo que ha de entenderse por“sociedad”; desacuerdo no menos profundo sobre el conceptode ciencia social; desacuerdo en cuanto al método o métodos deanálisis: parece evidente que la unidad de las ciencias socialesno consiste en otra cosa que en su confluencia en un campo delucha en el que se enfrentan tendencias teóricas antagónicas.

El hecho que acabamos de señalar es en efecto tan obvio, queen el balance del desarrollo mundial de la sociología preparadoen 1982 por la Asociación Internacional de Sociología, uno delos articulistas no vacila en afirmar que “los diversos sociólogostienen poco en común, salvo el hecho de llamarse a sí mismos‘sociólogos’ y de trabajar en el marco de similares institucio-nes”; luego recalca que “la evolución de la sociología ha sido denaturaleza fuertemente multilinear” (“a multiple poradigmscience”, como la denomina más adelante), para terminar ob-

6 Talcott Parsons: El sistema social, Ediciones de la Revista de Occidente,Madrid, 1966, p. 25. Parsons cree pertinente aclarar, casi al final de su libro,que su punto de vista “no constituye la ‘reducción’ de la teoría sociológica atérminos psicológicos, sino la extensión del aspecto estructural de esa teoríaa una formulación expresa de su concernimiento con el proceso motivacionaldentro del contexto del funcionamiento del sistema social como sistema”(sic, p. 546). Como se diría en portugués: E pior a emenda que o soneto.

7 Jerzy Szacki: The history of sociology and substantive sociological the-ories, en Sociology, the state of art, editado por Tom Bottomore StefanNowak y Magdalena Sokolowska, bajo el patrocinio de la AsociaciónInternacional de Sociología, SAGE Publications, London and Beverly Hills,1982, pp. 367–371.

8 K. Marx: El capital, (“Prólogo a la primera edición”), vol. I, p. XIII.

servando que incluso “la acumulación del conocimiento socialestá gobernada por regularidades diferentes de aquellas que go-biernan la acumulación de resultados en las ciencias naturales”.Todo lo cual se explica, a su juicio, por la situación siguiente:

“La historia de la sociología, cualquiera sea el grado de au-tonomía que esta disciplina pueda lograr, sigue siendo parte in-tegrante de la historia intelectual y se torna prácticamente in-comprensible fuera de este contexto. Y me refiero no solamen-te a los nexos entre el pensamiento sociológico y las ideologías,que comparativamente han sido más frecuentemente estudiadosy son de extraordinaria significación. Mi afirmación se refieretambién a las relaciones entre la sociología y la cultura toda deuna época y un país determinados, así como a sus raíces en laconciencia social” 7.

4. EL PROBLEMA DE LA VERIFICACIÓNY SUS IMPLICACIONES

Y hay un problema más, que complica las cosas. El científi-co social en general no puede, por razones fácilmente entendi-bles, reproducir a voluntad en un gabinete o laboratorio los fe-nómenos que estudia. Se encuentra, por lo tanto, imposibilitadode aislar experimentalmente lo que es esencial de lo que no loes, o de demostrar, experimentalmente también, la forma de vin-culación de los distintos elementos del todo social Como obser-va Marx:

“En el análisis de las formas económicas de nada sirven elmicroscopio y los reactivos químicos. El único medio de quedisponemos, en este terreno, es la capacidad de abstracción” 8.

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El científico social procede, pues, como cualquier hombre deciencia, por abstracciones sucesivas que conducen a la construc-ción de determinados sistemas teóricos, pero con la diferenciade que la validez o invalidez de los mismos no puede ser verifi-cada mediante la experimentación artificial controlada, sino só-lo a través (y “a lo largo”, con todo lo que esto implica) de laexperiencia proporcionada por el propio desarrollo histórico.

Ahora bien, esta experiencia dista mucho de presentarse co-mo un “libro abierto”, capaz de revelar de inmediato la adecua-ción o no adecuación de un sistema teórico con respecto a larealidad. La misma complejidad de toda estructura social difi-culta el conocimiento de sus leyes profundas de funcionamien-to (“en realidad, toda ciencia estaría demás si la forma de mani-festarse las cosas y la esencia de éstas coincidiese directamen-te”, decía Marx 9); y más todavía cuando se trata de estructurasde carácter clasista que están produciendo sin cesar efectos demistificación e incluso de “inversión”:

“Ya al estudiar las categorías más simples del régimen capi-talista de producción e incluso de la producción de mercancías,las categorías mercancía y dinero, hemos puesto de relieve el fe-nómeno de mistificación que convierte las relaciones sociales,de las que son exponentes los elementos materiales de la rique-za en la producción, en propiedades de estas mismas cosas(mercancías), llegando incluso a convertir en un objeto (dinero)la misma relación de producción. Todas las formas de sociedad,cualesquiera que ellas sean, al llegar a la producción de mercan-cías y a la circulación de dinero, incurren en esta inversión. Pe-ro este mundo encantado e invertido se desarrolla todavía másbajo el régimen capitalista de producción y con el capital, queconstituye su categoría dominante, su relación determinante deproducción” 10.

El que las ciencias sociales no puedan recurrir a una verifi-

9 Ibid., vol. III, p. 757.10 Marx, ibid., vol. III, p. 765. 11 Robert H. March: Física para poetas, Siglo XXI, México, 1977, p. 37.

cación experimental similar a la de algunas ciencias naturalesno impide la construcción de una teoría verdaderamente cientí-fica de la sociedad, ya que dicho carácter no deriva de tal o cualforma de verificación, sino de la capacidad de elaborar concep-tos idóneos para la captación de las leyes que rigen el movi-miento de la historia. No olvidemos que en materia social, igualque en las ciencias naturales, el empirismo no siempre tiene laúltima palabra. Como dice el físico Robert March refiriéndosea las tesis de Galileo:

“Una vez más, la prueba más significante en la cuenta finalno fue la de qué idea era la que describía más de cerca los mo-vimientos que solían observarse en la naturaleza, sino la de cuálllevaría en definitiva a un conocimiento más profundo de la na-turaleza. El modo de ver de Galileo condujo directamente a lasconquistas de Newton, mientras que el antiguo no conducía aninguna parte” 11.

Sin embargo, el hecho de que no sea posible demostrar expe-rimentalmente lo que es una determinación en última instanciao una relación dialéctica, por ejemplo, facilita la intromisiónideológica en la construcción de las ciencias sociales. Y decimosfacilita, que no origina, para dejar claramente sentado que lafuente principal de esta intervención no radica en la estructurade tales ciencias ni arranca de problemas metodológicos supues-tamente “irresolubles”, sino que es un efecto de las contradic-ciones existentes en el seno de determinada formación social.

5. LA NATURALEZA DE LAINTERVENCIÓN IDEOLÓGICA

Las determinaciones sociológicas de la ciencia social, enten-didas como determinaciones originadas en una estructura declases, no constituyen un problema meramente “exterior”; laideología del científico social no es, como en el caso del sabio

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dedicado a las ciencias naturales, una simple “filosofía noctur-na”. La intervención de las ideologías tampoco se traduce aquípor puras diferencias “valorativas”, sino que lleva a la construc-ción de universos teóricos distintos y, en el límite, antagónicos.

Tomemos un ejemplo. Cuando se trata de analizar la génesisdel capitalismo, la diferencia esencial entre los análisis de Marxy los de Max Weber no radica en que el primero aprecie “nega-tivamente” la acumulación originaria y el segundo la valore entérminos “positivos”, cosa que sería totalmente falso afirmar. Ladiferencia está en que el autor de La ética protestante y el espí-ritu del capitalismo 12 simplemente pasa por alto aquel proceso,desplazando su análisis hacia un elemento “cultural” que apare-ce como la clave de dicha génesis: nos referimos al conceptoweberiano de “racionalización” de todas las pautas del compor-tamiento humano (hecho general y esencial para el autor), delque la “racionalización” económica (sinónimo absoluto de “ca-pitalismo moderno” en Weber) no sería más que una expresiónparticular.

No hace falta entonces que Weber se pronuncie moralmenteen favor del capitalismo para que haya una toma de partido;basta y sobra con aparejar teóricamente los conceptos de “racio-nalidad” y capitalismo y analizar todo en esa perspectiva. Tam-poco es menester que el autor justifique explícitamente el siste-ma capitalista para hacer la apología del mismo: suficiente conque lo represente como resultado de la austeridad, las privacio-nes y el comportamiento económicamente “racional” de la bur-guesía, y no como resultado histórico de un proceso de despojoa los productores directos.

Otro ejemplo. Si leemos algunos capítulos de la obra De ladivisión del trabajo social, de Emilio Durkheim, especialmentedel libro III, vemos como éste describe una serie de fenómenosque parecieran configurar un diagnóstico de la sociedad capita-

12 Max Weber: La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Edicio-nes Península, Barcelona, 1969.

13 “En una sociedad dada, cada objeto de cambio tiene, a cada instante, unvalor determinado, que podríamos llamar su valor social. Este representa lacantidad de trabajo útil que contiene; por esto no hay que entender el trabajointegral que pudo costar, sino la parte de esta la energía susceptible de pro-ducir efectos sociales útiles, es decir, que responden a necesidades normales.Aunque tal magnitud no pueda ser calculada matemáticamente, no por ello esmenos real”. Emilio Durkheim: De la división del trabajo social, SchapireEditor S.R.L. Buenos Aires, 1973, p. 324.

lista bastante similar al de Marx: antagonismo entre el trabajo yel capital, intensificación del trabajo hasta reventar músculos ynervios, desarraigo e incluso “enajenación” de la clase obrera,pérdida del control del proceso productivo por parte del produc-tor directo, quiebras constantes y correlativa centralización delcapital, crisis económicas, etc. Sin embargo, todos estos fenó-menos están conceptualizados de tal forma que, lejos de apare-cer como expresiones normales de las leyes de valorización yacumulación de capital, son presentados como formas “anóma-las” o “desviadas” de un sistema en lo fundamental regido porun nuevo tipo de “solidaridad”. Resulta curioso comprobar có-mo hasta la ley del valor aparece por momentos formulada demanera bastante análoga a la de Marx 13, pero sólo para concluira que las diferencias de clases se originan en transgresiones a laley del valor. ¡Como si no bastara con que dicha ley regule elprecio de la fuerza de trabajo para que la extracción de plusva-lía y la reproducción de las clases antagónicas tengan lugar!

Ejemplos que permiten mostrar de qué manera la interven-ción de las ideologías en la construcción de las ciencias socialesdista mucho de ser una “adherencia externa”, una “filosofíanocturna” o un “juicio de valor”, que vendría a añadirse a unarepresentación en sí misma objetiva del universo social, sinoque es una intervención que, según la ideología de que se trate,distorsiona o no la representación de la estructura y leyes defuncionamiento de la sociedad.

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6. EL PROBLEMA DE LOS “VALORES”

Empero, llegados a este punto hay que tener mucho cuidadoen no confundir el problema de la intervención de las ideologíasde clase en la construcción de las ciencias sociales con lo que seha dado en llamar el problema de la ciencia “libre o no de valo-res”. Este último planteamiento, con todo lo progresista quepueda ser en determinados contextos como el de cierta sociolo-gía estadounidense por ejemplo 14, da más cuenta de la crisis éti-ca que afecta a muchos científicos sociales que del problemateórico de la ciencia social misma.

Señalemos, en primer término, que es falso que una posiciónéticamente progresista asegure por sí sola la producción de co-nocimientos correctos, o sea, objetivos, de la realidad social.Lukacs observó ya, al escribir el prólogo autocrítico a La teoríade la novela, la posibilidad de que se entrelacen en un mismoautor, e incluso en toda una corriente de pensamiento, una “éti-ca de izquierda y una epistemología de derecha” 15. Se pudieraañadir que tal es el drama de gran parte de la sociología peque-ño burguesa tanto en sus posiciones liberales cuanto en sus ex-presiones de ultraizquierda, aunque estas últimas son cada vezmenores desde que muchos “ultras” de ayer se han convertidoen los socialdemócratas y “euromarxistas” de hoy.

Lo cual no quiere decir que en los textos inspirados por unaética progresista no pueda haber ideas justas ni juicios acertada-mente críticos sobre los efectos del sistema; mas una cosa espercibir éstos y denunciarlos y otra conocer la estructura y leyesque determinan su constante producción. Si algún ejemplo ha-

14 Alvin Gouldner: El antiminotauro: el mito de una sociología libre devalores, en Revista mexicana de ciencias políticas y sociales, No. 62,México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, octubre-diciembre de 1970.

15 Georg Lukacs: Prólogo a La théorie du roman, Editions Gonthier,Suiza, 1963.

16 Cf. Bartolomé de Las Casas: Historia de las Indias, Ed. Agustín Milla-res Carlo, con prólogo de Lewis Hanke, 3 vols., México, 1951.

17 Cf. sobre todo el cap. XXIV del libro I.18 Por esta razón incluso discrepamos de tesis como la de Adolfo Sánchez

Vásquez para quien: “La objetividad de las ciencias sociales es valorativa; enellas no se escinden objetividad y valor”. Tesis 5 de su ensayo La ideologíade la “neutralidad ideológica” en las ciencias sociales, en rev. Historia y so-ciedad, Segunda época, No. 7, 1975, p. 15.

bría que dar sobre la diferencia entre estos dos niveles de apre-hensión de la realidad, quizá no habría mejor que el de la com-paración de una obra como la de fray Bartolomé de Las Casas,que descubre con minuciosidad, dolor e ira los efectos de la acu-mulación originaria de capital en América Latina, pero sin nin-gún conocimiento teórico de ese proceso 16, y los capítulos co-rrespondientes de El capital de Marx 17, que arrojan luz sobrelos acontecimientos aunque apenas se refiera a ellos.

De otra parte, y como ya se vio a través de los citados textosweberianos, la afirmación de que el fundamento último de laciencia social radica en la adopción de ciertos valores no es másque una puerta abierta al subjetivismo 18. Se quiere decir conello que la sociedad carece de una estructura objetiva científica-mente cognoscible, y que lo único que cabe frente a esta “natu-raleza de lo social” son puntos de vista distintos, tan válidosunos como otros. Al no existir un en sí social, lo único que que-da, en esta perspectiva, es la posibilidad de múltiples para sí,según la “pauta valorativa” que escoja cada investigador.

Por esto, conviene poner en claro que la ciencia social no esuna simple mise en forme de determinados valores o pautas cul-turales, sino una práctica específica en la cual las perspectivasde clase intervienen de manera también específica.

7. LA CIENCIA SOCIAL BURGUESA:SUS LÍMITES ESTRUCTURALES

En lo que a la ciencia social burguesa concierne, es menesterprecisar que no es una actividad encaminada a la producción de

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meras imágenes ilusorias de la realidad, a la manera de las reli-giones, por ejemplo. Está dotada de cierto grado de cientificidaden la medida en que efectivamente produce conocimientos ob-jetivos de determinada índole y sobre parcelas asimismo deter-minadas de la realidad social. Por esto la economía o la socio-logía burguesas poseen una eficacia práctica que va bastantemás allá de sus efectos puramente ideológicos, permitiendo unareal aplicación de los conocimientos parcelarios que producen.La teoría keynesiana en su momento, como la friedmaniana enla actualidad, suponen una reconstrucción conceptual adecuadade múltiples mecanismos de funcionamiento de la economía ca-pitalista, sin lo cual mal podrían servir de guía a determinadaspolíticas económicas. Y lo mismo podría decirse, aunque convariaciones de grado, de la sociología funcionalista y empirista,de la psicología social burguesa etcétera. Tan es así que a partirde ellas pueden llevarse a cabo investigaciones como el triste-mente célebre Plan Camelot u otros de contrainsurgencia, oaplicarlas con relativa eficiencia para la manipulación de lasmasas.

Esto no quiere decir, sin embargo, que tales ciencias consti-tuyan un acervo de conocimientos neutros, susceptibles de serexplotados para fines sociopolíticos distintos e inclusive anta-gónicos, como ocurre en el caso de las ciencias naturales. No.Aunque contengan niveles de conocimiento objetivo como losya señalados, son ciencias de clase y no otra cosa en la medidaen que la ideología burguesa interviene directamente en suconstrucción, o sea, en su configuración interna, fijándolesfronteras estructurales que no pueden ser rebasadas teórica-mente en su concepción global de la realidad.

¿De qué frontera se trata y qué efectos produce en el seno dela teoría social?

En términos generales puede afirmarse que tal frontera estáconstituida por la imposibilidad de revelar el carácter clasista delas sociedades de clase que estudia, límite que impone una seriede distorsiones y coartadas en el funcionamiento global de la 19 El capital, vol. I, p. 651.

teoría, truncando y redefiniendo de este modo conocimientosparciales que dichas ciencias puedan llegar a producir. Estosmismos conocimientos quedan, de esta suerte, instrumentaliza-dos y unilateralizados (teóricamente) en razón de la perspectivade clase que los supedita.

Por eso, la economía burguesa puede analizar múltiples mo-mentos del movimiento objetivo del modo de producción capi-talista y por supuesto captar muchos de sus mecanismos y efec-tos, pero no puede, dada su naturaleza clasista, aprehenderloscomo momentos, mecanismos y efectos de una estructura socialconstituida en torno a la explotación de una clase por otra. Es-to le impide incluso llegar a definir de manera teóricamente ade-cuada un concepto tan fundamental como el de capital, que enla economía burguesa aparece siempre como sinónimo de unacervo de bienes o algo semejante, y no como lo que en reali-dad es, o sea, como una relación social antagónica que permiteque una clase se apropie de la plusvalía producida por otra. Deahí que Marx tenga que insistir, de manera aparentemente ma-chacona a lo largo de toda su obra, en que “el capital no es unacosa, sino una relación social entre personas a las que sirven devehículo las cosas” 19. Lo que para nosotros suena a obviedad,pero es sistemáticamente disimulado por la economía burguesa.

Más aún, recordemos que el propio concepto de clase apare-ce como una categoría ajena a la economía burguesa, que porprincipio la remite al campo de la “sociología”. Y esta discipli-na, que gracias al primer tour de passe recibe dicho concepto yaamputado de sus fundamentos económicos, se encarga a su tur-no de desvirtuarlo todavía más, disolviéndolo en un haz de“múltiples variables”. Así que la misma división de la cienciasocial burguesa en una “economía” y una “sociología” no esajena a una perspectiva de clase que, por un lado permite ocul-tar el hecho de que toda categoría económica es una categoríasocial y por otro soslayar la determinación que en última instan-

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cia ejerce lo económico sobre los demás niveles del todo social. Esta desocialización de las categorías económicas es eviden-

te incluso en las expresiones más progresistas del pensamientoburgués, como sería por ejemplo el caso de la CEPAL. Tal co-mo lo destaca Octavio Rodríguez en su libro La teoría del sub-desarrollo de la CEPAL:

“... la limitación del pensamiento estudiado no depende de ...carencias de forma, sino del propio enfoque que se utiliza, esdecir, de su naturaleza estructuralista. En breve, la limitaciónque se desea destacar deriva de que los aportes teóricos de laCEPAL (que dicen esencialmente respecto al modo como se vatransformando la estructura de producción de bienes y serviciosdurante la industrialización periférica) no consideran ni anali-zan las relaciones sociales que están en la base del proceso deindustrialización y de las transformaciones de estructuras queéste trae consigo” 20.

Siendo la burguesía la clase propietaria de los medios de pro-ducción, su interés material fundamental consiste en la conser-vación de éstos y, como derivación de ello, su interés ideológi-co se concentra en la negación de que el núcleo estructurador detoda formación social radica en la distribución de los factores deproducción en términos de propiedad. De ahí que ninguna eco-nomía, sociología o ciencia política burguesa esté en capacidadde poner en claro este hecho, demostrar que allí reside el origenmaterial de las clases sociales y que éstas, al configurarse en to-mo de la división de la sociedad en propietarios y no propieta-rios de los medios de producción, son entidades antagónicas cu-yo conflicto permea todos los niveles del cuerpo social.

Uno puede pasar revista de cualquier tratado de economía osociología y comprobar que la frontera entre la ciencia socialburguesa y el materialismo histórico se ubica, con absoluta pre-cisión, en el punto arriba señalado. Más acá de este limite, queconstituye su infranqueable límite de clase, la ciencia social

20 Siglo XXI, México, 2ª. ed., 1981, p. 273.

burguesa puede presentar desde luego múltiples tendencias ymatices: su denominador común no está dado por la repeticiónde un discurso literal o argumentalmente idéntico, sino por la notransgresión de la frontera indicada. Dentro de ese acotamiento,su presentación tiene que ser tanto más “renovadora” y “creati-va” cuanto que, no lo olvidemos, es producto de una sociedad deconsumo que no sólo devora bienes materiales sino tambiénimágenes y representaciones. La ciencia social burguesa, igualque cualquier otra mercancía, no puede ser ajena a ese fenóme-no que conocemos con el nombre de moda.

8. LA CIENCIA SOCIAL BURGUESAEN LA COYUNTURA ACIUAL

Si la ciencia social no puede dejar de tomar partido frente alas oposiciones de clase vigentes en una formación social deter-minada (y ya vimos que no toma partido diciendo que está bienque unos hombres se apropien de los medios de producción pa-ra que así puedan expropiar la plusvalía producida por otros, si-no ocultando esta estructura de base), es claro que tampoco pue-de dejar de participar en la oposición que, como corolario de loanterior, se da actualmente entre dos sistemas sociales antagóni-cos, que son el capitalismo y el socialismo. En este sentido, lasituación de la ciencia social burguesa no es la misma hoy quehace un siglo o tres cuartos de siglo, cuando todavía el capitalis-mo podía ser analizado en comparación con el modo de produc-ción que lo precedió, y en esa perspectiva aparecer con rasgosobjetivamente progresistas. En 1920 Weber podía aún permitir-se el lujo de presentar al capitalismo como el movimiento de ra-cionalización por antonomasia; hoy la tarea resulta más arduapor decir lo menos, y tanto economistas como sociólogos se venobligados a tomar partido de manera siempre más directa. Algu-nos, como Milton Friedman y su escuela, lo harán abiertamenterecalcando las virtudes de la “libre empresa” y la economía demercado sin barreras, para ellos sinónimo absoluto de libertad y

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bienestar, por más que ese neoliberalismo no deje de hundir ca-da día más a las economías del llamado Tercer Mundo. Otros,recurrirán a artimañas bastante burdas para demostrar la “supe-rioridad” del capitalismo sobre el socialismo. Incluso publica-ciones que uno puede suponer serias y respetuosas de sí mismas,como el anuario editado por François Maspero bajo el título L’é-tat du monde, no vacilan en hablar de la “crisis económica y de-gradación” de los países socialistas, en contraste con unos Esta-dos Unidos “sin reflujo”, a pesar de que los datos que su mismapublicación proporciona indiquen que la economía de la URSSha crecido dos veces más rápidamente que la de los EstadosUnidos en el período que en este caso consideran (1965–80) 21.

Lejos de registrar una tendencia a la desideologización, lasciencias sociales se hallan pues más comprometidas que nuncaen la lucha ideológica, en razón de la profunda crisis que pade-ce el mundo capitalista, con sus secuelas de depauperación nosólo de clases sino de zonas enteras del planeta, sobre todo enlas áreas subdesarrolladas. En esas condiciones no es un azar elque justamente en estas áreas, de las que América Latina formaparte, la lucha contra las posiciones del materialismo históricosean cada vez más arduas, yendo desde la represión y las medi-das administrativas hasta las campañas de desprestigio puro ysimple. Campañas tanto más empecinadas e insidiosas cuantoque entre nosotros existe una ya arraigada tradición de cienciassociales progresistas y de cuadros de alto nivel formados en ba-se a la teoría marxista 22, que es precisamente lo que se preten-de erradicar.

21 L’etat du monde 1981. Annuaire économique et géografique mondial,dirigido por François Gèze, Alfredo Valladão e Ives Lacoste, Ed. FrançoisMaspero, París, 1981. Cf. especialmente los capítulos dedicados a Europa delEste, la Unión Soviética y Estados Unidos.

22 A este respecto véase nuestro trabajo Reflexiones sobre el desarrollo delos estudios latinoamericanos en México, en Varios: Balance y perspectivasde los estudios latinoamericanos, Coordinación de Humanidades/Facultadde Filosofía y Letras, UNAM, 1985.

23 Que es a lo que pretenden reducirla autores como José Aricó, por ejem-plo. Cf. su artículo Marx y América Latina, en rev. Nueva sociedad, 66,Caracas, mayo/junio 1983, pp. 56–57.

9. MATERIALISMO HISTÓRICOY PERSPECTIVAS DE CLASE

Hemos señalado ya que la ciencia social no es una simpleproyección o mise en forme de ciertos “valores”, sino que es unaactividad específica en la que las ideologías de clase intervienende manera igualmente específica, fijando, en el caso de la ideo-logía burguesa, una frontera estructural que la ciencia social co-rrespondiente no puede rebasar. Estas reflexiones allanan el ca-mino para una mejor comprensión del nexo que guarda el mate-rialismo histórico con la perspectiva de la clase social con la queestá orgánicamente vinculado, es decir, el proletariado.

El materialismo histórico no es, desde luego, una mera pro-yección de cierta “ética obrera” ni una pura prolongación de los“anhelos” del proletariado; es una ciencia por derecho propio yestá regido, consiguientemente, por las normas del quehacercientífico en general. Su sistema de categorías es un sistemateórico que permite reproducir la estructura y el movimiento ob-jetivos de la realidad histórico–social y no sólo reproducir elpunto de vista de determinada clase o, lo que es peor todavía, li-mitarse a ser una mera “teoría crítica” 23.

Esto no significa, sin embargo, que en el materialismo histó-rico esté ausente una perspectiva de clase. Por el contrario, laperspectiva del proletariado está presente desde el momentomismo de la construcción de la ciencia social marxista y, luego,en todo su desarrollo ulterior, como permanente condición so-cial de producción y aplicación de la teoría.

¿Qué alcance tiene esta afirmación? No quiere decir, por supuesto, que tal perspectiva secrete au-

tomáticamente conocimientos de tipo científico ni, menos aún,

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que ellos broten por generación espontánea de la conciencia psi-cológica (conciencia inmediata) de los obreros. Lenin fue clarosobre este punto al señalar, en su obra ¿Qué hacer?, que libra-da a su sola espontaneidad y sin el concurso de la ciencia socialmarxista, la clase obrera no puede ir más allá del “tradeunionis-mo”, o sea, del economicismo. Recalcó con ello la autonomíadel materialismo histórico como práctica científica, a la vez quesu papel de vanguardia teórica de la cual no puede prescindir lavanguardia política.

Empero, no hay que olvidar que esa autonomía es siemprerelativa ya que solo a condición de mantenerse, en la perspecti-va de los intereses históricos del proletariado es posible estar ensituación de producir un conocimiento objetivo de la realidadsocial, siempre que se cumpla, a partir de esta situación, con losrequisitos de la práctica científica correspondiente. En términosmetafóricos podría decirse que en este caso la perspectiva declase desbroza el terreno sobre el cual se levantará una construc-ción científica. En efecto, si la intervención de la ideología bur-guesa en la construcción de la ciencia social se manifiesta por elestablecimiento de una frontera estructural como la que se ana-lizó en el apartado 7, la intervención de la perspectiva proleta-ria se caracteriza, en cambio, por el levantamiento de esta barre-ra: la ideología de clase no constituye aquí un elemento obstruc-tor, sino que es más bien el factor encargado de abrir un campode visibilidad en el que la ciencia social puede desarrollar todasu objetividad.

Por lo demás, el mismo concepto de ideología del proletaria-do tiene que ser entendido de manera histórica y dialéctica, esdecir, no como una “esencia” dada de una vez para siempre, si-no como una representación del mundo en permanente desarro-llo y susceptible de ir incorporando, cada vez con mayor pro-fundidad, los elementos de conocimiento que el materialismohistórico le aporte.

10. “CIENCIA” E “IDEOLOGÍA”:UNA ANTINOMIA ABSTRACTA

A lo largo de esta exposición hemos evitado tratar la antino-mia “ciencia–ideología” de manera abstracta e indeterminadapor considerar que, planteada como tal, es simplemente falsa. Dehecho, la “ideología” a secas no existe históricamente –o al me-nos no en el momento actual–, puesto que las ideologías enfren-tadas en la ciencia social y fuera de ella son ideologías de clase.Sólo ubicándolas en este plano es posible, por lo demás, captarsus efectos diferenciales en el terreno del quehacer científico so-cial, cuyo desarrollo no se ve limitado o impulsado por la inter-vención de la “ideología” sin más calificativo, sino que se des-pliega en el ámbito demarcado por cada perspectiva de clase,que restringe o amplía las posibilidades de objetividad en fun-ción de los intereses materiales expresados en cada ideología.

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1. PROBLEMAS DE ORDEN METODOLÓGICO

Cualquier discusión encaminada a precisar el estatuto delconcepto de “enajenación” en el interior de la teoría marxistadebe partir de algunos principios metodológicos, a falta de loscuales uno corre el riesgo de encerrarse en un círculo vicioso sinsalida posible. Concretamente, quisiéramos señalar aquí los si-guientes:

1) El marxismo no se confunde con todo lo que Marx escri-bió en cualquier momento y circunstancia de su vida. Y nos re-ferimos no sólo al problema del momento (importante en razónde la evolución del pensamiento de Marx) sino también a lacuestión de las circunstancias, para dejar sentado desde ahoraque nos parece ilegítima la tendencia hoy en boga, de atribuirpreeminencia a los Grundrisse sobre El capital, por ejemplo,habida cuenta de que los primeros constituyen materiales pre-vios y menos elaborados que el segundo. En conjunto, son aque-llos los que deben ser leídos a la luz de éste, sin perjuicio de quela relación se invierta con respecto a determinados puntos o as-pectos.

Diríamos que, en rigor, ni siquiera resulta escandaloso al

IV. SOBRE EL CONCEPTODE ENAJENACIÓN

La teoría marxista 115

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pretende la perspectiva filológico–empirista) con todo lo queMarx y Engels escribieron en cualquier momento y circunstan-cia de su vida, sino que, en estricto rigor, está constituido por elnuevo corpus teórico–científico descubierto por aquellos funda-dores y enriquecido con los aportes posteriores surgidos de laexperiencia histórica del movimiento obrero internacional (mar-xista–leninista); corpus que comprende dos disciplinas íntima-mente ligadas entre sí, que son el materialismo dialéctico y elmaterialismo histórico.

En la discusión sobre el concepto de “enajenación” no se tra-ta, por lo tanto, de averiguar si Marx lo utilizó o no (cosa pordemás evidente) ni hasta qué momento de su vida empleó lostérminos entfremden y entfremdung (hecho fácil de estableceren el terreno empírico), sino de indagar si el concepto en cues-tión forma o no parte de la lógica interna de la nueva teoría cien-tífica fundada por Marx y Engels, y, de ser así, con qué estatu-to y significación se incorpora a ella y cuáles son sus condicio-nes y límites de pertinencia. En síntesis, se trata de saber si elconcepto de “enajenación” es o no una categoría constitutiva delmaterialismo dialéctico e histórico y cuál es su tenor teóricoexacto. Problema que no podemos eludir, sobre todo tratándosede un concepto de indudable estirpe idealista.

2) Hablábamos en el numeral precedente de la lógica inter-na de la teoría marxista, que sin duda constituye un primer ni-vel de referencia con respecto a la pertinencia o no pertinenciade determinado concepto. Precisemos, sin embargo, un segundoprincipio, que nos alejará de todo formalismo. Tal principio esel de que un concepto sólo adquiere carta definitiva de ciudada-nía en el marxismo en la medida en que contribuye a descubriry formular con la mayor objetividad y precisión las leyes que ri-gen la conformación, el funcionamiento y el desarrollo de unobjeto determinado, produciendo un conocimiento científico delmismo. En el caso del materialismo histórico, que es el que másde cerca interesa aquí, ese objeto está constituido por el desarro-llo histórico de la sociedad.

afirmar, como ya se ha hecho, que en algunos textos de Marx yEngels se encuentran conceptos y desarrollos teóricos premar-xistas. Cuando Engels, pongamos por caso, critica la teoría ri-cardiana del valor–trabajo en su Esbozo de una critica de laeconomía política (publicado el mismo año que los famososManuscritos del 44), parece evidente que lo hace desde un pun-to de vista premarxista. Igual que cuando Marx, preso todavíade una concepción empirista de “lo real”, formula los siguientesreproches a la teoría del valor de los economistas clásicos, enlos Cuadernos de París, que datan también de 1844:

“Para dar más coherencia y precisión a sus leyes, la eco-nomía política tiene que suponer la realidad como accidentaly la abstracción como lo real” 1

“De este movimiento real (se refiere a la oferta y la de-manda, A. C.), del cual la ley no es más que un momento abs-tracto, casual y unilateral, los economistas modernos hacenalgo accidental, inesencial. ¿Por qué? Porque si quisieran ex-presar abstractamente ese movimiento, dada la reducciónque hacen de la economía política a fórmulas rigurosas yexactas, la fórmula fundamental tendría que decir: en la eco-nomía política, la ley está determinada por su contrario, porla ausencia de leyes. La verdadera ley de la economía políti-ca es el azar, de cuyo movimiento nosotros, los hombres deciencia, fijamos arbitrariamente algunos momentos en formade leyes” 2

Afirmaciones que son sin duda del puño y letra de Marx, pe-ro que no por ello forman parte de la teoría marxista, a la quemás bien contradicen. De hecho, son los argumentos que toda-vía esgrimen ciertos economistas burgueses contra la teoríamarxista del valor y de la plusvalía.

Por eso insistimos en que el marxismo no se confunde (como

1 Carlos Marx: Cuadernos de París (Notas de lectura de 1844), ERA,México, 1974, p. 112

2 Ibid., p. 126.

La teoría marxista 117Agustín Cueva116

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Luego, transcribe, a guisa de prueba, unos pocos pasajes deEl capital donde efectivamente aparece el verbo entfremden, co-mo éste que a continuación citamos:

“Puesto que desde antes de su entrada (del obrero, E. M.)en el proceso (de producción) su propio trabajo le es aliena-do (entfremdet), es apropiado por el capitalista e incorporadoen el capital, se objetiva en el transcurso del proceso, cons-tantemente, en forma de productos alienados (in fremdemProdukt)” 4. Tal es la versión española, directa y bastante fiel, de la tra-

ducción que Mandel hace de este texto de Marx. Sólo que, si to-mamos una traducción distinta del mismo pasaje, como la yaclásica de Wenceslao Roces, nos topamos con una sorpresa queparece constituir un verdadero atentado contra la supuesta teo-ría marxista de la “enajenación”. La traducción española de Ro-ces dice así:

“Como antes de entrar en el proceso de producción elobrero es despojado de su propio trabajo, que el capitalista seapropia e incorpora al capital, durante el proceso este traba-jo se materializa constantemente en productos ajenos” 5.¿Se trata de un error de Roces? ¿Fue una incapacidad suya

para entender el alcance teórico de ciertas palabras la que lo lle-vó a traducir entfremdet por despojado e in fremdem Produktpor productos ajenos? Diríamos que no, que la traducción deRoces es correcta. Él comprendió que en este caso el verbo ent-fremden no implica ninguna “teoría de la enajenación”, queMarx está señalando con él un “simple” (?) acto de despojo yque incluso la expresión in fremdem Produkt no significa otracosa que productos ajenos, en la acepción común y corriente deobjetos que pertenecen a otro. Roces, que con seguridad no bus-caba tomar partido en la polémica actual (de todas maneras sutraducción es anterior a las tesis de Althusser), nos ofrece sin

Por lo tanto, “el problema consiste en indagar si el conceptode “enajenación” es o no necesario para la explicación de algúnnivel de esa realidad que no podría ser conocido mediante nin-gún otro concepto con la misma objetividad y precisión (univo-cidad). Requisitos que es menester subrayar con el mayor énfa-sis, apuntando desde ahora a un problema muy importante: elcarácter plurívoco, para no decir passe–partout, del concepto de“enajenación”, que frente a otros conceptos no parece añadirmás que ambigüedades y connotaciones filosófico-especulati-vas, dato que en sí mismo no deja de ser inquietante.

Insistamos, en fin, en que no se trata de discutir si se puedeo no denominar “enajenación” a tal o cual efecto cuyas causasse explican mediante otros conceptos, que son los verdadera-mente científicos puesto que nos proporcionan un conocimien-to objetivo de los mecanismos productores de dicho efecto. Loprimero es una cuestión meramente nominal y por lo tanto noconstituye un problema teórico; lo que importa, es averiguar siun concepto como el de “enajenación” cumple o no el segundocometido, propiamente científico.

3) Al examinar los textos de Marx hay que tener cuidado,además, de no confundir los conceptos teóricos, o sea aquellosque articulados entre sí constituyen el núcleo productor del co-nocimiento científico, con los conceptos meramente descripti-vos, es decir, que no tienen otra significación que la del uso co-mún y corriente. Sirva un ejemplo. El economista Ernest Man-del, en su libro La formación del pensamiento económico deMarx, afirma que:

“No sólo el concepto de alienación no es ‘premarxista’, si-no que forma parte del instrumentarium del Marx llegado ala plena madurez. Al leer atentamente El capital lo volvemosa encontrar, igualmente, aunque a veces en forma ligeramen-te modificada” 3.

3 Ernest Mandel: La formación del pensamiento económico de Marx de1843 a la redacción de El Capital: estudio genético, 5a. ed., Siglo XXI, Mé-xico, 1973, P. 204.

4 Loc. cit., nota de pie de página. 5 El capital, vol. I, p. 480. FCE, México, 1972.

La teoría marxista 119Agustín Cueva118

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el proceso de elaboración de la teoría marxista consiste en elmovimiento de la reflexión de Marx y Engels desde el nivel deciertos efectos (“resultados”) hasta el de las causas (estructuras),del análisis de las instancias superestructurales (religión, ideolo-gía, en general, derecho, Estado) al análisis de la “base” o in-fraestructura y, en general, del plano de la crítica al de la expli-cación científica. En el curso de este proceso, que “sigue en ge-neral un camino opuesto al curso real de las cosas”, no solamen-te van “iluminándose” a la luz de nuevos descubrimientos las re-flexiones precedentes, sino que además hay, en determinadomomento, un salto de orden cualitativo que es el que instituye ala teoría marxista como tal (cuestión que un marxista difícilmen-te puede negar, so pena de impugnar la propia existencia delmarxismo como una nueva teoría científica de la sociedad) 7.

Dicho salto implica no sólo la redefinición y reubicación deanteriores conceptos, sino sobre todo la reformulación de las“preguntas” mismas, es decir, el replanteamiento de las “basesfilosóficas generales”. No en vano Marx y Engels inician su crí-tica radical de la “ideología alemana” con la reflexión siguien-te, que más allá de sus alcances inmediatos es una indicación deinestimable valor metodológico:

“Después de todo, en sus últimos esfuerzos, la crítica ale-mana no ha abandonado el terreno de la filosofía. Lejos dededicarse a examinar sus bases filosóficas generales, se ha li-mitado exclusivamente a plantearse preguntas derivadas, to-das ellas, de un sistema filosófico determinado, el sistemahegeliano. Y no es sólo en las respuestas sino también en laspropias preguntas donde hay mistificación” 8.¿Pensaba Marx, al redactar estas líneas, que él mismo había

embargo una buena lección práctica de cómo “leer” El capital.4) De otra parte, hay que tener cuidado de no confundir las

condiciones históricas (e incluso biográfico–personales) de pro-ducción de una teoría con el contenido de la misma. Es un he-cho, y de la más grande importancia en la trayectoria intelectualde Marx, su “encuentro” con la problemática hegeliana y feuer-bachiana de la “enajenación”: esto está fuera de duda. En térmi-nos de futuribles –que desde luego no son los del marxismo–hasta podría afirmarse que sin dicho “encuentro” Marx jamáshabría logrado descubrir lo que después descubrió; queda sinembargo por averiguar qué relación guarda aquel momento desu trayectoria intelectual con la teoría marxista propiamente di-cha: (a) si se ha conservado intacto, como dimensión “humanis-ta” del pensamiento de Marx, por ejemplo; (b) si ha sido redefi-nido posteriormente y en este caso en qué términos; o (c) si hasido superado en el momento de constituirse una nueva proble-mática y un nuevo corpus teórico donde de derecho ya no tienecabida, aunque de hecho aparezca el término “enajenación”, es-porádicamente, en las obras de madurez de Marx. La primera deestas hipótesis parece no tener actualmente ningún defensor enel campo marxista y haberse convertido más bien en bandera deciertas corrientes idealistas; la discusión estaría centrada enton-ces en torno a las hipótesis (b) y (c).

5) Por último, parece necesario meditar en esta observacióndel propio Marx:

“La reflexión acerca de las formas de la vida humana, in-cluyendo por lo tanto el análisis científico de ésta, sigue engeneral un camino opuesto al curso real de las cosas. Co-mienza post festum y arranca, por tanto, de los resultadospreestablecidos en el proceso histórico” 6.Trayectoria inevitable en la conformación de cualquier pen-

samiento científico, a la que el mismo Marx no podía escapar,aunque sólo fuese por su condición de pionero. Es un hecho que

6 Ibid., p. 40.

7 Tal vez no sea superfluo recordar que el pensamiento marxista ha tenidosiempre conciencia de este “salto” o “ruptura”, tradicionalmente percibidocomo un renversement de la dialéctica hegeliana. Althusser no hizo más queformular en nuevos y más radicales términos el problema.

8 La ideología alemana, Fondo de Cultura Popular, México, 1972, p. 15.Subrayado nuestro.

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cesos.Tenemos, en primer lugar, lo que Marx denomina la enajena-

ción de la cosa, que básicamente consiste en la pérdida por elobrero de los productos de su trabajo, aunque Marx tambiénalude aquí a la pérdida de los medios de producción por partedel productor directo. Preso de la problemática de la enajena-ción–exteriorización, el autor llega sin embargo, en un momen-to dado, a plantear la cuestión en términos de comportamiento:

“Todas estas consecuencias vienen determinadas por elhecho de que el obrero se comporta hacia el producto de sutrabajo como hacia un objeto ajeno” 9.Hay, de todas maneras, una neta primacía de la problemática

productor–producto:“La relación directa entre el trabajo y sus productos es la

relación entre el obrero y los objetos de su producción. Laque media entre el rico, los objetos de la producción y la pro-ducción misma es, simplemente, una consecuencia de estarelación”. 10.Es cierto que Marx vislumbra en todo este manuscrito el pro-

blema de la propiedad privada (de los medios de producción);pero el predominio de la perspectiva filosófico–especulativa estal, que termina por imponer una inversión de la relación entrela propiedad privada y el “trabajo enajenado”, apareciendo éstecomo causa de aquella:

“La relación entre el obrero y el trabajo engendra la rela-ción entre el trabajo y el capitalista o, como se le suele lla-mar, el patrono dueño del trabajo. La propiedad privada es,pues, el producto, el resultado, la consecuencia necesaria deltrabajo enajenado, de la relación externa del obrero con lanaturaleza y consigo mismo. La propiedad privada se deriva,pues, por análisis, del concepto del trabajo enajenado, del

sido atrapado en los Manuscritos por la red de ciertas “pregun-tas” que en sí encerraban ya una “mistificación”? Inútil insistiraquí en las distancias que Marx y Engels manifiestan en Laideología alemana con respecto al concepto de “enajenación”,empleado raramente y con el fin expreso de “hacernos entenderde los filósofos”. Examinemos más bien el uso de este concep-to en aquellos Manuscritos.

2. EL CONCEPTO DE ENAJENACIÓNEN LOS MANUSCRITOSECONÓMICO–FILOSÓFICOS DE 1844

El concepto de “enajenación”, tal como Marx lo utiliza en losManuscritos, y más concretamente en el capítulo consagrado a“El trabajo enajenado”, al que nos referiremos aquí, opera entres dimensiones básicas:

a) Como una categoría hasta cierto punto descriptiva, quepermite a Marx reflexionar sobre algunos efectos objetivos ysubjetivos del modo de producción capitalista, e incluso de mo-dos de producción anteriores, sobre los agentes sociales; perosin que el concepto “modo de producción” esté todavía defini-do ni la relación estructura/efectos claramente delimitada.

b) Como un concepto ideológico que, a la vez que señalaciertos efectos, tiende a ocultar las líneas esenciales del meca-nismo estructural que los produce, desviando constantemente lareflexión de Marx hacia un “lugar” teóricamente inadecuado.

c) Como un campo tanto más problemático, cuanto que Marxintroduce ya, a esta altura de su reflexión, ciertas categorías eco-nómicas de base (trabajo asalariado, capital, mercancía, etc.)que producen “cortocircuitos” constantes con las categorías “fi-losóficas” todavía dominantes (“hombre”, “esencia humana”,“extrañamiento”; etc.), que sin embargo abren perspectivas crí-ticas sobre el campo de la economía burguesa.

En todo caso, el concepto de “enajenación” es un conceptoubicuo, que apunta hacia una multiplicidad de fenómenos y pro-

9 Manuscritos económico–filosóficos de 1844, Grijalbo, Colección 70,México, 1968, p. 75.

10 Ibid., p. 77.

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bién el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste noserá más que la imagen refleja, en forma abstracta y teórica-mente consecuente, de la trayectoria histórica...” 13

En segundo lugar, Marx se refiere en “El trabajo enajenado”a lo que denomina autoenajenación, entendida como el hechode que el trabajo no forma parte efectiva de la esencia del hom-bre trabajador; prueba de ello, nos dice, es que “el obrero sesiente en sí fuera del trabajo, y en éste se siente fuera de sí” 14.Signo inequívoco de que nos hallamos ante un mundo “enajena-do”, en la medida en que la actividad constitutiva de la esenciadel hombre, es decir, el trabajo, se ha convertido en un simplemedio de existencia. Con lo cual llegamos al núcleo de lo quese ha dado en llamar la “antropología” de Marx, esto es, su con-cepción del “hombre”:

“Cierto que también el animal produce. Construye su ni-do, su morada, como la abeja, el castor, la hormiga, etc. Pe-ro sólo produce aquello que necesita directamente para sí opara su cría; produce de un modo unilateral, mientras que laproducción del hombre es universal; sólo produce bajo elacicate de la necesidad física inmediata, mientras que elhombre produce también sin la coacción de la necesidad fí-sica, y cuando se halla libre de ella es cuando verdaderamen-te produce; el animal sólo se produce a sí mismo, mientrasque el hombre reproduce a toda la naturaleza; el producto delanimal forma directamente parte de su cuerpo físico, mien-tras que el hombre se enfrenta libremente a su producto. Elanimal produce solamente a tono y con arreglo a la necesi-dad de la especie a la que pertenece, mientras que el hombresabe producir a tono con toda especie y aplicar siempre lamedida inherente al objeto; el hombre, por tanto, crea tam-bién con arreglo a las leyes de la belleza” 15.

hombre enajenado, del trabajo extraño, de la vida extraña,del hombre extrañado (. . .) El análisis de este concepto re-vela que, aunque la propiedad privada aparezca como el fun-damento, como la causa del trabajo enajenado, es más bienuna consecuencia de éste, del mismo modo que los dioses noson, en su origen, la causa sino el efecto del extravío de lamente del hombre” 11.Parece superfluo insistir en que en El capital la relación cau-

sal entre la apropiación privada de los medios de producción yel “trabajo enajenado” (que ha adquirido ya un nombre científi-co: fuerza de trabajo convertida en mercancía) es estrictamen-te la inversa. Más bien conviene llamar la atención sobre unacuestión de orden metodológico (y por ende también teórico),que reviste la más alta importancia. Mientras en los Manuscri-tos Marx deduce que “la propiedad privada se deriva, pues, poranálisis, del concepto del trabajo enajenado, es decir, del hom-bre enajenado, del trabajo extraño, de la vida extraña, del hom-bre extrañado”; en El capital en rigor ya no “deduce” nada, si-no que constata que, como paso previo a la conversión de lafuerza de trabajo en mercancía, ocurre un despojo de los pro-ductores directos y por lo tanto un proceso de concentración delos medios de producción en las manos de unos pocos propieta-rios privados. Este proceso, que no es otro que el de la denomi-nada acumulación originaria, “no es resultado, sino punto departida del régimen capitalista de producción” (subrayados deMarx) 12.

En el caso de los Manuscritos nos encontramos, pues, anteuna deducción de tipo “filosófico”, en el sentido tradicional deltérmino; en el caso de El capital, ante una reconstitución obje-tiva del real movimiento histórico. Y ya sabemos, a partir de En-gels, que:

“Allí donde comienza esta historia debe comenzar tam-

11 Ibid., p. 85.12 El capital, vol. I, p. 607.

13 F. Engels: Contribución a la crítica de la economía política de CarlosMarx. En: Marx–Engels: Obras escogidos, vol. I, Progreso, Moscú, 1971, p. 354.

14 Manuscritos..., p. 78.15 Ibid., pp. 81–82.

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b) En cuanto a la autoenajenación y la enajenación del hom-bre con respecto al hombre, el problema está en que tales con-ceptos sólo cobran pertinencia a condición de admitir otro, queconstituye su fundamento: el concepto de esencia humana.Concepto que sin la menor duda maneja Marx en los Manuscri-tos, pero del que no estamos seguros forme parte de su pensa-miento posterior. La misma oposición tajante entre necesidad ylibertad, eje de la definición del “hombre” en “El trabajo enaje-nado”, nos parece haber sido abandonado por Marx ulterior-mente.

c) En fin, apartémonos por un momento de los escritos deMarx, para mostrar con un ejemplo concreto cómo el conceptode “enajenación”, ligado indisolublemente al de “hombre”, con-duce de manera inevitable a un callejón sin salida en el análisisconcreto de situaciones concretas, que para el marxismo es laprueba decisiva de la validez e invalidez de un concepto. Tome-mos, para esto, un conocido texto de Adam Schaff, quien formu-la el problema en los siguientes términos:

“La enajenación, como se interpreta en los principalestextos de Marx, desde los Manuscritos hasta El capital, es elnombre que se da a la relación entre el hombre y sus diver-sos productos que consiste en el hecho de que:

(i) el hombre produce ciertas cosas, ideas, instituciones,etcétera, con la intención de satisfacer sus necesidades socia-les y alcanzar metas especificas en este campo;

(ii) sin embargo, esas diversas entidades, producto de laactividad humana en un mecanismo social específico, estánsujetas a la operación de las leyes que gobiernan ese meca-nismo y frecuentemente se hacen de una manera que el hom-bre no se propuso; su funcionamiento autónomo en cuanto alas metas definidas por sus productos se convierte en un ele-

En fin, Marx nos habla de un tercer nivel de enajenación, quees la del hombre con respecto al hombre:

“En general, la tesis según la cual se le enajena al hombresu ser genérico significa que un hombre se enajena al otro yque cada uno de ellos se enajena al ser humano. La enajena-ción del hombre, y en general toda relación del hombre con-sigo mismo, sólo se realiza y se expresa en su relación conlos demás hombres. Por consiguiente, considerado desde elángulo del trabajo enajenado, todo hombre es considerado enrelación con los demás con arreglo a la medida y a la relaciónen que él mismo se encuentra como obrero” 16.No queremos extendernos mayormente sobre el contenido de

este texto, que por un lado posee un arrière–goût filosófico–es-peculativo, mientras que por otro anuncia ya una reflexión tanlúcida como la que después formulará Marx en el capítulo XL-VII, de la Sección Sexta, Libro Tercero de El capital, donde sos-tiene que la “forma económica específica en que se arranca alproductor directo el trabajo sobrante no retribuido... es la quenos revela el secreto más recóndito, la base oculta de toda laconstrucción social...” 17 Más bien quisiéramos presentar algu-nas conclusiones de orden general sobre el uso del concepto de“enajenación” en los famosos Manuscritos:

a) En un primer nivel, que sería el de lo que Marx denominala enajenación de la cosa, personalmente no vemos qué añadi-rían para el conocimiento científico conceptos tales como el de“enajenación” o “trabajo enajenado”, frente a conceptos másprecisos como los de expropiación, explotación de una clasepor otra, apropiación de la plusvalía, fuerza de trabajo conver-tida en mercancía, etc., que Marx definirá con la mayor exacti-tud posteriormente. ¿Añaden los primeros una connotación “fi-losófica” que los segundos no poseen? ¿Qué mismo se gana conla agregación de ambiguas resonancias ideológicas? 18.

16 Ibid., p. 83.17 Ed. cit., vol. III, p. 733.18 En algún momento se pensó que esas resonancias ideológicas servían para

captar cierta desazón de los intelectuales, especialmente del “primer mundo”, quepor esa vía adherían al marxismo. Por demás está decir que la “enajenación” de-jó de estar de moda hace rato en esos medios, por lo demás hoy fuertemente de-rechizados.

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delicuescente, a partir de una categoría como la de “hombre”,sujeto histórico imaginario que incluso precedería (?) a las leyesque rigen el proceso social, en cuyo curso se extraviaría su“esencia” y frustraríanse sus “designios”, corroídos por la “ena-jenación”.

Observación con la cual cerramos este paréntesis, para vol-ver al pensamiento de Marx, ahora en El capital.

3. FETICHISMO Y ENAJENACIÓN EN EL CAPITAL

En El capital, bien lo sabemos, la problemática de la “enaje-nación” está ausente, al menos con ese nombre. ¿Podrá decirse,sin embargo, que ella “reaparece” con el nombre de “fetichis-mo” en el capítulo I de la sección primera del Libro Primero y,eventualmente, en el capítulo XLVIII, sección séptima, del Li-bro Tercero?

En el conocido subcapítulo consagrado a “El fetichismo de lamercancía, y su secreto”, Marx analiza, en efecto, con muchodetenimiento y enorme rigor científico, el mecanismo por elcual las relaciones sociales de producción capitalistas, que sonrelaciones entre clases, aparecen en la representación empírico-ideológica de los agentes sociales como relaciones entre cosasMarx escribe a este respecto:

“Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la formafantasmagórica de una relación entre objetos materiales no esmás que una relación social concreta establecida entre losmismos hombres. Por eso, si queremos encontrar una analo-gía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a las regionesnebulosas del mundo de la religión, donde los productos dela mente humana semejan seres dotados de vida propia, deexistencia independiente, y relacionados entre sí y con loshombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con losproductos de la mano del hombre. A esto es a lo que yo lla-mo el fetichismo bajo el que se presentan los productos deltrabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y

mento de espontaneidad en el desarrollo social;(iii) lo que ha sido producido por el hombre se transforma

a sí mismo de esta manera, como resultado de la enajenación,en una fuerza ajena al hombre, se opone a su voluntad, can-cela sus planes, lo domina, y a veces hasta se convierte enuna amenaza para su existencia misma.

En este sentido, que es el fundamental en el marxismo, laenajenación es el término para una relación objetiva consis-tente en el hecho de que lo que ha sido producido por el hom-bre es enajenado de su productor” 19. He ahí la tesis de Schaff, bastante clásica en términos de fi-

losofía especulativa y que dudamos tenga que ver algo con elpensamiento de Marx en El capital, al que luego nos referire-mos. Tesis que por lo mismo se desploma al momento de apli-carla al análisis concreto de una situación concreta, como la deeste ejemplo que queremos proponer: el de las instituciones co-loniales de América Latina. En efecto, o bien entendemos en es-te caso por “hombre” al colonizador y entonces no hay razón al-guna para afirmar que las instituciones creadas por él se hayantomado en contra de su “productor”, “enajenándosele”; o biendesignamos con el término “hombre” al indígena colonizado,pero resulta aberrante afirmar que tales instituciones hayan sido“su” producto; o, finalmente, no nos referimos en concreto ni aluno ni al otro, sino al “hombre” en general, en cuyo caso el aser-to carece de sentido puesto que estamos especulando con unaentidad metafísica, históricamente inexistente.

Véase, pues, cómo un proceso de “institucionalización” per-fectamente explicable a la luz de la teoría marxista y sus cate-gorías científicas: explotación (a nivel económico), dominación(a nivel político), mistificación (a nivel ideológico), clases y lu-cha de clases (en todos los planos), se torna de repente “opaco”,

19 Adam Schaff: La teoría de enajenación de Marx versus la ingenieríasocial, en Varios: La filosofía y las ciencias sociales, Grijalbo, ColecciónTeoría y Praxis, 24, p. 317.

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Adrede hemos reproducido todo este arsenal metafórico deMarx, que refuerza admirablemente su discurso teórico, peroque sin duda no lo instituye como tal: del mismo modo que lossímiles dramáticos del 18 Brumario confieren una enorme fuer-za a este texto, aunque sin autorizar, a formular una teoría de la“dramaticidad” del proceso político. No nos detendremos por lotanto a analizar el plano metafórico en que aquí se mueve Marx,sino que pasaremos a presentar algunas reflexiones sobre elcontenido científico de su análisis.

a) Marx se refiere, con el nombre de “fetichismo”, a un efec-to muy concreto de la estructura del modo de producción capi-talista sobre los agentes sociales, efecto de mistificación queconsiste en hacer aparecer las relaciones sociales (entre clases)como relaciones entre cosas. El autor compara este hecho con elfenómeno religioso, pero precisando que se trata de una analo-gía: no dice, en ningún momento, que la “enajenación”, a la ma-nera de Visnú, presenta diversos avatares, uno de los cuales se-ría el “fetichismo” de la mercancía. Tampoco entra en juegoaquí concepto alguno de “esencia humana”: ni explícitamente,puesto que Marx no se refiere a él, ni implícitamente, ya que na-da tiene que ver con la lógica interna de su reflexión rigurosa-mente científica. Además, el término “fetichismo” es metafóri-co y Marx está plenamente consciente de ello: tan es así, que enel capítulo dedicado a la “fórmula trinitaria” analiza exactamen-te el mismo fenómeno (representación de las relaciones socialescomo si fuesen relaciones entre cosas) pero sin insistir más enaquella metáfora (más adelante veremos por qué razón). Metá-fora que sin embargo no es arbitraria, ya que sirve para poner enrelación distintas formas de percepción de la realidad unidas porel común denominador de su carácter ideológico, en el sentidoen que Marx y Engels definen este término en La ideología ale-mana; esto es, como un conjunto de representaciones “inverti-das” de la realidad, que ignoran sus verdaderas determinacio-nes.

b) Es importante recalcar que Marx analiza el “fetichismo”

que es inseparable, por consiguiente, de este modo de pro-ducción” 20. El tema es retomado en el capítulo XLVIII del Libro Terce-

ro, bajo el título de “La fórmula trinitaria”, donde Marx mues-tra con extraordinaria lucidez cómo ciertas categorías que, envirtud de la estructura económica misma del régimen capitalis-ta de producción, se presentan como sendos atributos de deter-minados objetos materiales, no son más que el resultado de unamistificación, de un efecto–engañifa inscrito en el propio fun-cionamiento de una “economía de mercado”.

En efecto, la ganancia no puede aparecer como atributo delcapital, la renta como atributo de la tierra y el salario como atri-buto del trabajo, sino a condición de admitir como un hecho na-tural el que los medios de producción existan como capital (es-to es, como propiedad de la burguesía), la tierra como tierra mo-nopolizada por el régimen de propiedad privada y el trabajo úni-camente como fuerza humana convertida en mercancía. Admi-tido lo cual, claro está, estas categorías propias del modo de pro-ducción capitalista, que en última instancia representan relacio-nes de clase, se convierten en categorías naturales, propias delas cosas, determinando que las propias relaciones sociales, ar-ticuladas siempre a nivel del mercado, sea percibidas como re-laciones entre objetos materiales. Con lo cual entramos, nos di-ce Marx, en el universo (ideológico) de la “falsa apariencia”, el“engaño”, la “mistificación”, la “fantasmagoría”, el “fetichis-mo”; en un mundo “encantado”, “invertido”, “puesto de cabe-za”; en una “religión de la vida diaria” que “sustantiva” y “cris-taliza” los distintos elementos de la riqueza social, “personifica”a las cosas y “materializa”, “objetiva” a las relaciones socialesde producción, permitiendo que Monsieur le Capital y Madamela Terre aparezcan como “personajes sociales, a la par que lle-van a cabo sus brujerías directamente, como simples cosas ma-teriales”.

20 El capital, vol. I, p. 38.

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laciones de la producción originaria de valor” 21. c) Conviene señalar, además, que este efecto mistificador

que, como Marx lo señala, viene ya inscrito en la compleja ma-triz económica del régimen específicamente capitalista de pro-ducción, no funciona sin embargo al margen de otros elementosideológicos activos, ni sin relación con la lucha de clases. Talefecto es inseparable del discurso sobre la “libertad” y la “igual-dad” de todos los hombres (a los que sólo ciertas circunstancias“naturales” pueden entonces ubicar en situación de desigual-dad); inseparable, asimismo, del discurso burgués que en cadamomento instituye a la ganancia, la renta y el salario como atri-butos inherentes a cada uno de los factores “naturales” de “to-da” producción; inseparable de la teoría económica burguesaque, por su posición de clase, es incapaz de superar determina-das fronteras 22; inseparable, en fin, del grado de conciencia al-canzado por la clase obrera. Es, en suma, un fenómeno que tie-ne que ser estudiado como el efecto de determinada estructuraeconómico–social, sobredeterminada en todo momento por elnivel concreto de la lucha de clases.

d) En el capítulo consagrado a la “fórmula trinitaria”, queconstituye uno de los momentos culminantes de El capital,Marx prácticamente abandona –ya lo dijimos– la metáfora del“fetiche”, y no sin razón: esta metáfora, que por un lado tiene laventaja de remitir a otros fenómenos de mistificación, por otropresenta el inconveniente de evocar la problemática del hombreproductor “enajenado” en un producto que se le torna “extraño”y lo domina, etc. Problemática que Marx supera desde el mo-mento en que su descubrimiento de la lucha de clases como mo-tor de la historia le permite comprender que la cuestión no giraen torno a la oposición productor/producto, oposición falaz enla medida en que remite a una supuesta confrontación del “hom-bre” con “las cosas”, que no es sino la apariencia que en la so-

de la mercancía como un fenómeno propio del modo de pro-ducción capitalista y de ningún otro, arguyendo razones bastan-te convincentes: allí donde predominan las relaciones socialesserviles o esclavistas, por ejemplo, tales relaciones no puedenaparecer como relaciones entre cosas: son, “evidentemente”,relaciones personales. Y Marx va más lejos todavía en la suti-leza de su análisis al señalar que el efecto de “cosificación”(usamos el término sin ninguna connotación especulativa) delas relaciones sociales tiene una historia en el seno del propiomodo de producción capitalista, según las fases por las que és-te atraviesa:

“Si nos fijamos primeramente en el capital dentro del pro-ceso directo de producción, como destilador de trabajo so-brante, vemos que esta relación es todavía muy simple y laestructura real se impone a los exponentes de este proceso, alos propios capitalistas, y está aún presente en su conciencia.

Así lo demuestra palmariamente la violenta lucha sosteni-da en torno a los límites de la jornada de trabajo. Sin embar-go, la cosa se complica incluso dentro de esta esfera de ac-tuación directa y sin mediación, del proceso directo entre eltrabajo y el capital. Al desarrollarse la plusvalía relativa den-tro del régimen verdaderamente específico que es el régimencapitalista de producción, con lo cual se desarrollan las fuer-zas sociales productivas del trabajo, parece como si estasfuerzas productivas y las conexiones sociales del trabajo enel proceso directo de éste se desplazasen del trabajo al capi-tal. De este modo, el capital se convierte ya en una entidadmuy mítica, pues todas las fuerzas sociales productivas deltrabajo aparecen como propiedades suyas y no del trabajocomo tal, como fuerzas que brotan de su propio seno. Luego,se interpone el proceso de circulación, cuyo cambio de ma-teria y de forma recae sobre todas las partes del capital, in-cluso del capital agrícola, en el mismo grado en que se desa-rrolla el régimen específicamente capitalista de producción.En esta órbita pasan completamente a segundo plano las re-

21 Op. cit., vol. III, pp. 765–766. 22 Cuestión que desarrollamos con amplitud en el siguiente capítulo.

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4. SOCIALISMO Y ENAJENACIÓNSEGÚN ERNEST MANDEL

En su libro La formación del pensamiento económico deMarx, al que ya nos referimos antes, Mandel interviene vigoro-samente en la discusión sobre el contenido y alcance de los Ma-nuscritos, que él considera como una obra de “transición del jo-ven Marx desde la filosofía hegeliana y feuerbachiana hasta laelaboración del materialismo histórico. En esta transición –diceMandel– se combinan necesariamente elementos del pasadocon elementos del porvenir” 24. Más adelante observa cómo, “alsometer a la economía política a una crítica sistemática (Marx),descubrió que ésta tendía a disfrazar las contradicciones socia-les, la miseria obrera, que estaban, por así decido, resumidas enel fenómeno del trabajo alienado”. Con razón concluye que“aquí el pensamiento de Marx oscila al borde de los grandesdescubrimientos” (subrayado nuestro) 25.

Luego de citar y analizar algunos textos de los Grundrisse,Mandel expone finalmente su opinión con respecto a la “teoríamarxista de la enajenación”:

“De todos estos pasajes se desprende claramente una teo-ría marxista de la alienación, que es el desarrollo coherentede la contenida en La ideología alemana, y el rebasamientodialéctico de las contradicciones contenidas en los Manuscri-tos de 1844” 26.Mandel no trata, sin embargo, con suficiente rigor teórico la

cuestión. Su representación del problema se constituye un pocoa salto de mata, con brochazos que surgen aquí y allá, casi siem-pre a través de comentarios a tal o cual autor. De este impreci-

ciedad capitalista presenta el antagonismo entre clases. En ri-gor, recordémoslo, ni siquiera la relación trabajo asalariado/ca-pital puede ser analizada como un enfrentamiento entre el pro-letariado y una “cosa material”; el gran mérito de Marx consis-te justamente en haber descubierto que:

“... el capital no es una cosa material, sino una determi-nada relación social de producción, correspondiente a unadeterminada formación histórica de la sociedad, que tomacuerpo en una cosa material y le infunde un carácter socialespecífico” 23.e) En conclusión, no vemos con claridad qué lugar teórico

puede ocupar en El capital el concepto de “enajenación”. Por-que, o se trata de una cuestión meramente nominal y en este ca-so uno puede llamar “enajenación” al efecto ideológico del mo-do de producción capitalista que Marx explica científicamenteen los capítulos señalados, con el mismo derecho con que lopuede denominar “fetichismo”, “cosificación” o como se quie-ra (una vez que uno sabe con precisión de qué está hablando elnombre es lo de menos): o bien se trata de una cuestión de fon-do; tendiente a afirmar que el “fetichismo” es la forma que la“enajenación” reviste en el modo de producción capitalista, pe-ro entonces hay que explicar en qué mismo consiste esta enti-dad suprahistórica que cual Ave Fénix resurge siempre de entrelas cenizas.

Especie de maldición que pesa sobre el género humano, pa-reciera ser que la “enajenación” acompaña al hombre incluso enla construcción del socialismo; al menos, es lo que sostienen al-gunos autores como Ernest Mandel, cuyas tesis vamos a exami-nar a continuación.

23 Ibid., p. 754. Subrayado nuestro.

24 Ed. cit., p. 181.25 Op. cit., pp. 182–183.26 Ibid., p. 207. El término alienación es sinónimo absoluto de enajena-

ción, y más todavía en este caso en que se trata de una traducción del fran-cés en donde el único término existente es aliénation.

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sible’, como el autor (se refiere a Petrovic, A.C.) parece ha-cerlo en la primera parte de la cita. Ya que uno de los rasgosparticulares de la capacidad de anticipación humana es pre-cisamente aquél de que el hombre pueda plantearse proble-mas mucho antes de que las condiciones de su solución me-diata hayan madurado” 29.Reflexión que me parece altamente significativa, en la medi-

da en que constituye la puerta abierta hacia el campo infinito dela utopía, del más puro subjetivismo. En efecto, en una perspec-tiva como la de Mandel, en la que lo históricamente posible esun detalle empírico carente de importancia, el concepto de“enajenación” se convierte necesariamente en expresión de ladistancia –eterna e incolmable, puesto que se la ha reducido atérminos exclusivamente subjetivos– entre cualquier “proyec-to” o anhelo y su efectiva realización. En todo caso no vemosmayor relación entre esta óptica (que recuerda más bien al “so-ñador definitivo” de Breton o al “hombre–ser de lejanías” deHeidegger) y el marxismo–leninismo, expresión de la perspec-tiva y proyectos de clase históricamente determinados del pro-letariado.

d) En el último capítulo de su libro, Mandel aborda ya direc-tamente el problema de la “enajenación” en las sociedades so-cialistas o, más precisamente según él, en “la sociedad de tran-sición del capitalismo al socialismo”. Como su propio título loindica (¿Desalienación progresiva por la construcción de la so-ciedad socialista o bien alienación inevitable en la “sociedadindustrial”?), este capítulo apunta también a la denuncia de unmito burgués, el de la “alienación inevitable en la sociedad in-dustrial”, denuncia correcta aun si uno no está dispuesto a reco-rrer todo el meandro teórico del autor. Pero volvamos a lo quemás nos interesa, que son las tesis referentes a la “enajenación”en las sociedades socialistas, para cuyo análisis Mandel propo-ne el siguiente camino metodológico:

so método de exposición sobresalen empero algunos puntos quenos parece importante señalar:

a) Para Mandel, la “enajenación” no consiste en la ausenciade realización de las posibilidades humanas ya históricamentedadas:

“No compartimos –escribe– la opinión de Gajo Petrovic,según la cual la alienación constituye la ausencia de realiza-ción de las posibilidades humanas ya históricamente crea-das. Si fuera así, el hombre primitivo (que realizaba en efec-to las posibilidades existentes en su época) habría sido real-mente un hombre desalienado, contrariamente a lo que afir-ma el propio Petrovic” 27

b) El concepto de “enajenación” tendría entonces, segúnMandel, más bien una dimensión “prospectiva”. En este sentidocomparte la opinión de Helmut Fleischer expuesta en el siguien-te pasaje:

“... El concepto debería tener un sentido prospectivo másque retrospectivo; podría señalar que se mantiene un retrasocon lo que es posible, más que hacerlo en el sentido de quese haya perdido lo que antes poseía. Ya que la noción positi-va (opuesta a la de alienación) de lo que es propio del hom-bre no puede ser concebida, a partir de las premisas de Marx,como una idea platónica o una entelequia aristotélica, sinomás bien como una anticipación o proyección arraigada en lanaturaleza y ligada a una situación histórica, y, con más pre-cisión, como una proyección finita a partir del horizonte dela problemática social dada... 28

c) Opinión que Mandel asume, pero con beneficio de inven-tario. En concreto, no acepta que la “alienación” deba definirsecomo la no realización de lo históricamente posible:

“Los conceptos de ‘anticipación’ y de ‘proyección’ –ob-serva– no deberían encerrarse en el de ‘lo históricamente po-

27 Ibid., p. 210. 28 Loc. cit. 29 Op. cit., p. 211.

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“Esto es evidente cuando se analiza en profundidad la rea-lidad económica de los países de base económica socialista.Es manifiesto que las necesidades de consumo de los traba-jadores no están enteramente satisfechas: ¿esto no implicauna alienación del trabajador en relación con los productosde su trabajo, sobre todo cuando estos productos son bienesque desea adquirir y que el desarrollo insuficiente de las fuer-zas productivas (¡para no hablar de las deformaciones buro-cráticas del sistema de distribución!) le impide apropiarse?Es manifiesto también que la división del trabajo (cuyos ma-les están reforzados por la organización burocrática) aliena amenudo al trabajador y al ciudadano de la actividad produc-tiva. El número de candidatos a los estudios universitariosque no son admitidos en la Universidad y que se ven obliga-dos a desempeñar una actividad con el único fin de subsistirson otros tantos testimonios de esta alienación. Podríamosampliar la lista al infinito” 31.Concordamos con el autor en que las necesidades de consu-

mo de los trabajadores no están enteramente satisfechas en lospaíses socialistas; mas nos permitimos observar que, en el pla-no subjetivo en el que él plantea las cosas, probablemente nun-ca lo estarán. En efecto, no se trata según Mandel del cumpli-miento o incumplimiento de tareas históricas concretas, como lade alimentar a la población de suerte que todos dispongan demás del mínimo indispensable de calorías, pongamos por caso,o de proporcionar una vivienda adecuada conforme al grado dedesarrollo de las fuerzas productivas, o, si se prefiere un ejem-plo más cercano a nuestros problemas, de abolir el analfabetis-mo y brindar escolarización completa a la población en un lap-so razonable. No es cuestión de esto, ya que el autor no evalúala situación a partir de alguna meta históricamente determinada,sino situándose en una línea de fuga que se pierde en un hori-zonte metahistórico.

“Se trata de efectuar el análisis haciendo abstracción, pri-mero, de los factores que refuerzan y agravan la alienación aconsecuencia de la deformación o de la degeneración buro-cráticas de la sociedad de transición, y luego, de integrar es-tos factores particulares en un análisis más concreto de losfenómenos de alienación en países como la URSS, las ‘de-mocracias populares’, etcétera” 30.No nos detengamos pues en el controvertido problema de la

“burocratización”, que de acuerdo con el propio Mandel sólovendría a reforzar o agravar algo que de todas maneras está pre-sente por otras razones y en otros niveles de estas sociedades entransición. Aunque sí conviene aclarar, de paso, que uno puedeperfectamente discutir el problema de una eventual desviaciónburocrática sin recurrir al leitmotiv de la “enajenación”, del mis-mo modo que se puede hacerlo sin añadir que ello confiere a lassociedades en cuestión un carácter “verdaderamente kafkiano”.

Entre las fuentes fundamentales de la “enajenación” en lospaíses socialistas, Mandel señala unos cuantos problemas rea-les, que ningún marxista puede ignorar: el bajo o todavía insu-ficiente desarrollo de las fuerzas productivas, la supervivenciade la ley del valor, la no abolición inmediata y total del Estado,entre otros. Problemas ciertos, repitámoslo, y sobre los cualesexiste una vasta bibliografía, comenzando por los escritos delpropio Lenin. Sólo que Mandel, consecuentemente con su con-vicción de que las condiciones y posibilidades objetivas de ca-da momento histórico carecen de importancia, enfoca todo esteconjunto de problemas desde una perspectiva enteramente sub-jetiva y por ende idealista. El concepto –el “tema” habría quedecir en este caso– de la “enajenación” no es más que un instru-mento adaptado a dicha perspectiva. Examinemos, para com-probarlo, este pasaje en el que Mandel “analiza en profundidad”(sic) algunas manifestaciones “evidentes” de la “alienación” enlas sociedades socialistas:

30 Ibid., pp. 224–225. 31 Ibid., p. 219.

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mo pareciera ser sin embargo más complejo, y además no ve-mos qué se gana, ni en lo político ni en lo estrictamente teórico,con insistir en que Cuba, Vietnam, Corea o la URSS son socie-dades “alienadas” puesto que aún no han logrado doctorar a latotalidad de la población. Más provechoso parece evaluar losgrandes triunfos que estos países y otros del campo socialistahan conseguido ya en todos los órdenes, señalar los errores don-de los haya y sugerir soluciones, pero siempre dentro de un ho-rizonte de posibilidades y metas históricamente determinadas.

Tememos, en todo caso, que perspectivas como la de Mandeltengan poco que ver con el punto de vista del proletariado y engeneral de los pueblos que luchan por la construcción del socia-lismo, conscientes de que tienen delante de sí una enorme tareahistórica por cumplir, pero conscientes también de los gigantes-cos progresos ya realizados. Y tememos, sobre todo, que en al-gunos casos el uso del concepto de “enajenación” no sea másque la expresión de la “enajenación” de los intelectuales conrespecto al proceso histórico real, tejido de luchas, sacrificios yvictorias populares que, en principio al menos, no deberían se-guir siéndonos tan “ajenas”.

Refiriéndose a Hegel, Mandel observa que este filósofo:“Desarrolló una verdadera dialéctica de las necesidades y

el trabajo, y llegó, de tal manera, a una doble definición deltrabajo alienante y alienado: alienante porque el trabajo es,por naturaleza, exteriorización (Verausserung) de una capa-cidad humana, que hace que el hombre pierda algo que lepertenecía antes; alienado porque las necesidades van delan-te siempre de la producción, porque ésta nunca puede satis-facer plenamente a aquellas” 32.Ahora bien, Mandel no descarta esta problemática por irrele-

vante (que lo es), sino que se limita a responder de manera afir-mativa a lo que Hegel respondió negativamente. Y en este pla-no es evidente que Hegel, idealista consecuente, tiene razón: de-finida la “alienación” como el hecho de que las necesidades va-yan subjetivamente delante de la producción, es un hecho quetal “alienación” es insuperable, aunque sólo fuese porque el pro-ceso de producción de bienes materiales y no materiales es tam-bién un proceso de producción de nuevas necesidades. Suponerlo contrario equivale, por lo demás, a concebir el socialismo nocomo el “fin de la prehistoria” (dixit Marx), sino como el fin dela historia tout court. Confesemos, por otra parte, que nos resul-ta harto difícil entender la supuesta “alienación” del trabajadorcon respecto a los productos de su trabajo que “el desarrollo in-suficiente de las fuerzas productivas le impide apropiarse”; esdecir, como privación de unos productos “suyos” que –si hemosentendido bien– en realidad no los ha producido (?).

En lo que se refiere al segundo ejemplo de “enajenación”, re-presentado por los candidatos rechazados en las universidadesde los países socialistas, pensamos que en realidad es un hechodeplorable, a la vez que admiramos la generosidad que suponepor parte de un intelectual el concebir la sociedad socialista co-mo una asociación de egresados de los centros de enseñanza su-perior. El proceso revolucionario y de edificación del socialis-

32 Ibid., p. 178.

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V. CULTURA, CLASE Y NACIÓN

1. ¿TEORÍA DE LA CULTURA O ANÁLISISMATERIALISTA HISTÓRICO DELCAMPO DENOMINADO CULTURAL?

Cuando uno examina cualquier índice temático de las obrasescogidas de Marx y Engels, termina inevitablemente por des-cubrir una incómoda paradoja: el concepto de cultura ni siquie-ra aparece en tales índices 1. y al escarbar en nuestra propia me-moria la perplejidad no hace más que incrementarse: de un ladonos queda la convicción de que aquellos clásicos sí sentaron lasbases para una explicación de la cultura; de otro, está la cuasicertidumbre de que apenas si la mencionan en sus obras. Cuan-do a ella se refieren explícitamente, es siempre de manera tan-gencial 2; jamás, en todo caso, utilizan el término cultura comoun concepto teórico, es decir, como un concepto destinado a

1 Cf., por ejemplo: C. Marx, F. Engels: Obras escogidas, en tres tomos,Editorial Progreso, Moscú. 1973.

2 Esto ocurre incluso en una obra como La ideología alemana, en dondela cultura es mencionada muy pocas veces y sobre todo para indicar, de pa-sada, que ella está íntimamente vinculada al proceso de producción materialy que se enriquece con el incremento del intercambio universal.

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En primer lugar, lo que habitualmente denominamos cultura,o sea, la “completa y multiforme producción de toda la tierra”(o de un país determinado, si se quiere restringir especialmenteel problema), está constituido por un conjunto de fenómenosque no poseen otro denominador común que el de ser “creacio-nes de los hombres”; es decir, productos no naturales. Ahorabien, parece evidente que similitud tan general mal puede servirde fundamento para la conformación de un objeto teórico: ela-borar una “teoría de la cultura” resulta, en este sentido, tan difí-cil como elaborar una “teoría de la naturaleza”.

En segundo lugar, y como derivación de lo anterior, es paten-te que el campo cultural engloba a un conjunto de fenómenosque, más allá del denominador común señalado, poseen estatu-tos teóricos diferentes en la medida en que corresponden a nive-les asimismo diferentes de la realidad social. El clásico intentode clasificar a la cultura en por lo menos dos grandes categorías,“cultura material” y “cultura espiritual”, demuestra, con todo loinsatisfactorio que pueda ser, la existencia de una percepcióndel problema planteado por parte de casi todos los autores queabordan esta temática.

Tercero: al ser la cultura una creación de los hombres, es,quiérase o no, un producto social; no puede comprendérsela, portanto, al margen de sus condiciones sociales de producción y,consecuentemente, de la estructura social a partir de la cual esproducida. Contrariamente a lo que postula el pensamientoidealista, no es la cultura la que confiere sentido a la sociedadsino que es ésta, a través de sus estructuras y procesos, la queconfiere sentido a la cultura; en otras palabras, la que la deter-mina.

Por todo esto, lo que en cierto momento aparecía como unaparadoja de los clásicos del marxismo, casi como una insufi-ciencia conceptual suya, resulta ser en el fondo un movimientoteórico necesario en la medida en que corresponde, como decía-mos, a la contextura misma de la realidad. Ya que la cultura noes, en primera instancia, un factor constitutivo (determinante)

producir el conocimiento de un objeto determinado. En La ideo-logía alemana, por ejemplo, la cultura parece identificarse conla “completa y multiforme producción de toda la tierra (las crea-ciones de los hombres)” 3; expresión con la cual se señala unvasto y problemático campo de investigación que, sin embargo,no será analizado a partir de ninguna teoría específica de la cul-tura sino con las categorías propias del materialismo histórico(teoría de los modos de producción y las formaciones sociales).

Una superficial revisión de ciertos textos de Lenin tiende a“tranquilizarnos”, en la medida en que este autor sí se refiereexplícitamente y con relativa frecuencia a la cultura. Empero,una lectura más atenta de los mismos nos instala de nuevo en laincertidumbre: Lenin nunca precisa lo que ha de entenderse porcultura y, lo que es más, emplea el término en los más variadossentidos: conocimientos científicos o técnicos, educación, lite-ratura, arte, ideología, hábitos, costumbres, etc. Se trata, a nodudarlo, de un uso simplemente descriptivo del vocablo: con élalude a un campo abigarrado de la realidad, que no a un objetoteóricamente construido. Como luego se verá, cada conjuntoparticular de fenómenos culturales es, además, sujeto a un trata-miento político distinto por parte de Lenin.

¿Insuficiencia de los clásicos del marxismo? ¿Laguna teóri-ca que hay que colmar? Ciertamente no. Estamos frente a unproblema derivado de la contextura de la realidad y no de unainsuficiencia de la teoría, por las razones que de inmediato pa-samos a señalar.

3 El pasaje completo del cual hemos extraído esta definición dice así: “Esevidente, por lo que dejamos expuesto más arriba, que la verdadera riquezaespiritual del individuo depende totalmente de la riqueza de sus relacionesreales. Sólo así se liberan los individuos concretos de las diferentes trabas na-cionales y locales, se ponen en contacto práctico con la producción (incluyen-do la espiritual) del mundo entero y se colocan en condiciones de adquirir lacapacidad necesaria para poder disfrutar esta completa y multiforme produc-ción de toda la tierra (las creaciones de los hombres)” Carlos Marx–FedericoEngels: La ideología alemana, Ediciones Pueblos Unidos, Buenos Aires,1973, p. 39.

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guesía” 5.Una primera idea que cabe rescatar de este texto es la de que,

en las sociedades antagónicas, la cultura no puede desarrollarsesin sufrir algún tipo siquiera de determinación proveniente de laestructura de clases propia de cada formación social. En estesentido existen, en los casos que Lenin tiene en mientes, unacultura burguesa, una cultura democrática y socialista y, even-tualmente, una cultura reaccionaria y clerical.

Una segunda idea importante está dada por la observaciónrelativa al diferente rango que cada una de esas unidades cultu-rales detenta en la respectiva formación social. Así la culturaburguesa ocupa, en este caso, el lugar de cultura dominante, enrazón del índice de predominio que la burguesía ha adquirido enla estructura económico–social global. Lo cual quiere decir queexiste, correlativamente, una cultura dominada, que es la de lasclases subalternas.

Una tercera idea, estrechamente vinculada a la anterior, con-siste en la observación de que el rango ocupado por cada unidadcultural en el seno de determinada formación social confiere atales unidades posibilidades en principio distintas de articula-ción. Por esto, la cultura democrática y socialista existe, en es-te caso, bajo la forma de simples elementos, mientras que la cul-tura burguesa está presente bajo una forma distinta: como enti-dad que, por el hecho de ocupar la posición dominante, está enmejores condiciones estructurales de articularse a sí misma y dearticular, imprimiéndole su sentido, a la mayor parte de los ele-mentos a ella subordinados.

Aunque tomando como punto de referencia un campo bas-tante más restringido de la cultura, el del llamado folklore, An-tonio Gramsci plantea una reflexión que va en similar direcciónque la de Lenin. En efecto, el pensador italiano define al folklo-

de la estructura social, sino más bien un campo empírico deter-minado por ella, no sólo teórica sino también metodológica-mente se impone un desplazamiento que consiste en alejarsemomentáneamente del plano de su existencia fenoménica (po-niendo incluso entre paréntesis el concepto que descriptivamen-te lo señala), para ubicarse en el plano de las estructuras y pro-cesos que le confieren sentido 4. Esto, desde luego, sin perjuiciode que, en un segundo momento, se retorne al análisis dialécti-co del otro aspecto igualmente real del problema: el del grado ylas maneras en que una cultura históricamente constituida y de-terminada, sobredetermina a su turno la forma concreta de de-sarrollo de los procesos sociales y confiere a la formación socialrespectiva una “fisonomía” nacional sui generis.

Es el método de análisis que aquí nos proponemos seguir.

2. LA DIMENSIÓN CLASISTA DE LA CULTURA

Para el tratamiento de este problema tal vez lo más pertinen-te sea partir del conocido texto de Lenin que dice lo siguiente:

“En cada cultura nacional hay elementos, por muy poco de-sarrollados que estén, de cultura democrática y socialista, puesen cada nación hay la masa trabajadora y explotada, cuyas con-diciones de vida engendran inevitablemente una ideología de-mocrática y socialista. Pero en cada nación, hay también unacultura burguesa (y, muy a menudo, una cultura reaccionaria yclerical) –y ésta no sólo bajo la forma de ‘elementos’, sino enforma de cultura dominante–. Por eso la ‘cultura nacional’ es, engeneral, la cultura de los terratenientes, de los popes y de la bur-

4 En su libro Sociedad, formación económico–social y cultura, Luis F. Ba-te llega a la conclusión de que “la categoría de cultura no es ni puede ser con-siderada como categoría explicativa central de ninguna disciplina de la cien-cia social”; pero que “sin embargo, es indispensable precisar con claridad lasrelaciones categoriales objetivas y lógicas, entre el aspecto cultural de la so-ciedad y la categoría explicativa fundamental de formación económico–so-cial”. Ediciones de Cultura Popular, México, 1978, pp. 194–195.

5 Notas criticas sobre la cuestión nacional, citado según el texto recopila-do en: Lenin: Escritos sobre la literatura y el arte, Ediciones Península. Bar-celona, 1975, pp. 160–161.

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una serie de innovaciones, a menudo creadoras y progresistas,espontáneamente determinadas por formas y condiciones de vi-da en proceso de desarrollo y en contradicción con la moral delos estratos dirigentes –o solamente distintos de ella–” 8.

Reflexión que nos previene contra toda interpretación empi-rista de lo que ha de entenderse por cultura de clase. En efecto,no todo lo que el pueblo produce, piensa o practica constituyeautomáticamente tal tipo de cultura, en la medida en que entresus expresiones culturales hay también una buena dosis de ele-mentos “fosilizados” y de prácticas y normas simplemente neu-tras en términos clasistas. Suponer lo contrario, a partir de ciertoromanticismo, jamás conduce más allá de posiciones populistas.

Sintetizando lo dicho hasta aquí podríamos, pues, afirmarque las sociedades antagónicas generan efectivamente culturasclasistas, posibles de definir como sectores y planos de la cultu-ra articulados por ideologías de clase o, por lo menos, determi-nados por prácticas sociales que realmente corresponden a losintereses objetivos de determinadas clases.

3. LA DIMENSIÓN NO CLASISTA DE LA CULTURA

La definición que acabamos de formular sugiere inequívoca-mente que no toda “la completa y multiforme producción de to-da la tierra” se constituye o puede constituirse en cultura de cla-se, sino únicamente una parte de ella. ¿Es verdad esto y, si lo es,cómo explicar el hecho desde el punto de vista del materialismohistórico cuando nos referimos a sociedades clasistas?

Comencemos por citar la opinión que a este respecto dan dosautores soviéticos, Rosental e Iudin, en su Diccionario filosófi-co abreviado. Dicen:

“En una sociedad antagónica, la cultura espiritual es una cul-tura de clase. La cultura dominante es la cultura de la clase domi-nante. Al desarrollarse como consecuencia de las contradicciones

re como “una concepción del mundo no sólo no elaborada yasistemática... sino también múltiple; no sólo en el sentido dediverso y contrapuesto sino también en el de estratificado...” 6

En seguida veremos lo que esta estratificación significa. Porel momento, conviene retener la idea de que, para Gramsci, unimportante segmento de la cultura “popular” aparece como unaverdadera amalgama, incapaz de articularse en la medida enque carece, según sus palabras, de “concepciones elaboradas,sistemáticas y políticamente organizadas y centralizadas en sucontradictorio desarrollo” 7.

Observación que nos permite formular un cuarto punto, cuales el de que, tanto en opinión de Lenin como de Gramsci, lacultura sólo puede articularse realmente con el concurso de unaideología que la organice y confiera sentido a cada uno de suselementos. Sin el concurso de este factor sistematizador y polí-ticamente orgánico, la cultura mal puede rebasar su espontáneacondición de amalgama, como no sea en niveles estrictamenteformales. Lo cual no quiere decir, por supuesto, que la culturasea reductible a la ideología que la articula: si ésta está en ca-pacidad de “organizar” a aquélla, es justamente porque son dis-tintas.

Gramsci es por lo demás muy claro al distinguir diversos“estratos” en el interior de esa amalgama que en principio cons-tituye la cultura “popular” espontánea. Así, cuando se refiere ala “moral del pueblo”, o sea, a ese “conjunto determinado (en eltiempo y en el espacio) de máximas para la conducta práctica yde costumbres que de ella se derivan o que han producido”, ob-serva que:

“También en esta esfera se deben distinguir diversos estratos:los fosilizados, reflejo de condiciones de vida pasada y, por con-siguiente, conservadores y reaccionarios, y los que constituyen

6 Antonio Gramsci: Cultura y literatura, Ediciones Península, Barcelona,1977, p. 330.

7 En ibid. 8 Op. cit. p. 331.

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y los tomamos única y exclusivamente como contrapeso a lacultura burguesa y al nacionalismo burgués de cada nación” 10.

Sin embargo, seis años más tarde lanzaba una consigna queparecía contradecir flagrantemente lo anterior:

“Hay que tomar toda la cultura que el capitalismo ha dejadoy construir con ella el socialismo. Hay que tomar toda la cien-cia, la técnica, todos los conocimientos, el arte. Sin ello no po-demos construir la vida de la sociedad comunista. Y esta cien-cia, esta técnica, este arte, están en las manos y los cerebros delos especialistas” 11.

¿El Lenin de 1919 contradecía realmente al Lenin de 1913?Por cierto que no. En 1920 volvió a insistir en que “no se pue-de desterrar ni destruir a los intelectuales burgueses”, o sea, aesos especialistas de los que hablaba un año antes; pero simul-táneamente recalcó que:

“... hay que vencerlos, transformarlos, refundirlos, reeducar-los, así como, por lo demás hay que reeducar, al precio de unalucha de largo aliento, sobre la base de la dictadura del proleta-riado, a los propios proletarios, los cuales tampoco se desemba-razan de sus prejuicios pequeñoburgueses súbitamente, por mi-lagro, bajo la prescripción de la Virgen, bajo el efecto de unaconsigna, de una resolución, de un decreto, sino solamente alprecio de una lucha de masas, larga y difícil, contra las influen-cias pequeñoburguesas en las masas” 12.

¿Qué pensaba en definitiva Lenin sobre la cultura “espiri-tual” heredada del capitalismo? ¿Que era o no una cultura de

sociales, es un instrumento de lucha de clases. En esta lucha, lasdiversas clases utilizan medios culturales tales como la escuela,la ciencia, la prensa, las artes, etc., para lograr sus objetivos” 9.

Los autores parecen sugerir, pues, que sólo la cultura “espi-ritual” es una cultura de clase en las sociedades antagónicas; nolo sería, por tanto, la cultura “material”. Pero a nuestro juicio es-ta distinción, al estar basada en la vieja dicotomía “espíritu–ma-teria” en vez de en las categorías del materialismo histórico,embrolla el problema en lugar de resolverlo. ¿La prensa a la quealuden, es “espíritu” o “materia”? ¿La ciencia, actividad “espi-ritual” al parecer, forma realmente parte de una cultura de claseen las sociedades clasistas?

En su afán de resolver el problema, Rosental e Iudin incu-rren, por lo demás, en un segundo error teórico que consiste enconfundir lo que es propiamente una cultura de clase (en el sen-tido que hemos señalado) con lo que es una cuestión bien dis-tinta: la utilización por las clases de ciertos elementos cultura-les como instrumentos de lucha. Los conocimientos en materiade aeronáutica, por ejemplo, no forman parte de ninguna cultu-ra de clase, por mucho que en una sociedad capitalista puedanser utilizados para reprimir a los sectores populares o destinar-se al disfrute preferencial de determinada clase. Son dos órde-nes de problemas totalmente distintos en la medida en que en uncaso estamos ante objetos internamente estructurados de acuer-do con una lógica de clase y en el otro no.

¿Qué tratamiento dio Lenin a esta cuestión y cómo llegó a es-tablecer una diferenciación entre lo que es propiamente una cul-tura de clase y lo que en rigor no lo es?

En sus ya citadas Notas críticas sobre la cuestión nacionalLenin fue muy enfático en afirmar:

“Al proclamar la consigna de ‘cultura internacional de la de-mocracia y del movimiento obrero mundial’, tomamos de cadacultura nacional sólo sus elementos democráticos y socialistas,

9 Ediciones Quinto Sol, S.A., México, s. f., p. 105.

10 Op. cit., p. 161.11 Los éxitos y las dificultades del poder soviético, recopilado en op. cit.,

p. 156. José Carlos Mariátegui por su parte, formula una reflexión similar: “Elsocialismo presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista; y no puedeimportar el menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la civiliza-ción moderna, sino por el contrario la máxima y metódica aceleración de laincorporación de estas conquistas en la vida nacional”. Ideología y política,Empresa editora Amauta, Lima, Perú, 8a. ed., 1977, p. 161.

12 La enfermedad infantil del comunismo: el izquierdismo, pasaje recopi-lado en op. cit., p. 160.

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Esta somera revisión de las diferenciadas tomas de posiciónde Lenin con respecto a “la cultura” parecen pues corroborarnuestra tesis de que la órbita cultural vinculada al desarrollo delas fuerzas productivas no constituye una cultura de clase pro-piamente dicha, por más que en una sociedad antagónica dichaórbita esté, como es natural, instrumentalizada por la clase do-minante.

Distinción que, por lo demás, es de vital importancia en elplano político por dos razones: (a) porque si el hecho de negarla existencia de las culturas de clase conduce inexorablemente auna desviación de derecha, la posición contraria, de reducir to-da la cultura a términos clasistas, conduce a un error de ultraiz-quierda; y (b) porque aquella distinción determina dos formasdiferenciadas de la lucha de clases: lucha por la abolición de lacultura de clase del adversario, en un caso; lucha por la expro-piación de los elementos culturales no clasistas que ese adver-sario ha acumulado, en el otro.

4. LA CULTURA EN SU DIMENSIÓN FORMAL:EL EJEMPLO DE LA LENGUA

A través de una serie de entrevistas publicadas en 1950, Sta-lin se pronunció sobre algo que constituía un espinoso proble-ma para los marxistas de la época: la cuestión de saber si la len-gua forma o no parte de la superestructura. Con su indudable ta-lento práctico Stalin concluyó tajantemente que la respuesta te-nía que ser negativa; pero sin dejar de intuir que, a pesar de ello,la lengua sufre en ciertos niveles algunas determinaciones pro-venientes de la estructura social. Mas, en el plano teórico su res-puesta distó de ser satisfactoria:

“En pocas palabras: no puede incluirse a la lengua ni en lacategoría de las bases ni en la categoría de las superestructuras.Tampoco puede incluírsela en la categoría de los fenómenos ‘in-termedios’ entre la base y la superestructura, pues tales fenóme-

clase? ¿Que había que asimilarla o que se debía derrotarla?Creemos que el punto clave para entender su posición sobre

este asunto –posición que nada tiene de contradictoria– consis-te en poner en evidencia que su análisis del problema culturalpasa por un esquema teórico que no guarda relación alguna conla dicotomía “espíritu/materia”, sino que está referido a diferen-tes planos estructurales del todo social.

En efecto, cuando afirma que de cada cultura nacional hayque tomar sólo (y lo subraya) sus elementos democráticos y so-cialistas, Lenin alude a determinada dimensión de la cultura: laque tiene que ver con las ideas, representaciones, costumbres,hábitos, etc., vinculados al plano de las relaciones sociales deproducción; es decir, a las relaciones de explotación y domina-ción–subordinación que mantienen unos hombres con respectoa otros (relaciones de clase). Y en este plano, claro está, el so-cialismo mal puede hacer suya esta cultura: tiene que vencerla.Tiene, entre otras cosas, que reeducar a sus portadores, impul-sando una lucha de masas capaz de establecer la hegemoníaideológico–cultural del proletariado (revolución cultural).

En cambio, cuando Lenin habla de “tomar toda la cultura queel capitalismo ha dejado”, se refiere sin duda a otra dimensiónde esa cultura: concretamente, a todos los conocimientos y ma-neras de hacer (técnicas) que implican variados grados de domi-nio del hombre sobre la naturaleza; esto es, a la parte de la cul-tura que tiene que ver con el desarrollo de las fuerzas producti-vas, tanto en su aspecto “material” como “espiritual”. Por esoaquí incluye también al arte, que en cierto nivel es una prácticaencaminada al dominio “espiritual” de la naturaleza (trátese dela exterior al hombre o de la suya propia). Y lo incluye, por su-puesto, sólo en cuanto es éso: no en cuanto portador de determi-nadas ideologías, lo cual es objeto de otro nivel de análisis (véa-se a este respecto las reflexiones del propio Lenin sobre la obrade Tolstoi) 13.

13 Op. cit., pp. 121 – 151.

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“ideologías históricamente orgánicas, es decir, que son necesa-rias a determinada estructura” 16.

De lo cual se desprende, además, que el campo denominadocultural es mucho más rico y variado que sus determinacionesestructurales, aunque sólo fuese por el hecho de que siempre “elfenómeno es más rico que la ley” 17. Por algo la “esencia” (es-tructura) tiene que ser aprehendida mediante un proceso de abs-tracción, o sea, como el mismo término lo indica, mediante laextracción de ciertos elementos, los esenciales, con exclusiónde los demás.

Si volvemos al caso de la lengua, de inmediato descubrimosque su configuración interna básica corresponde a la necesidadde establecer las condiciones formales de emisión de un ciertotipo de mensajes y no a una determinación proveniente del de-sarrollo de las fuerzas productivas o de tales o cuales relacionessociales de producción. No hay ninguna morfología, sintaxis,fonética o fonología susceptibles de explicarse por su relacióncon alguno de esos planos estructurales; y ni siquiera el nivel se-mántico de un idioma puede explicarse por tal tipo de determi-nación, a no ser en parcelas muy marginales y que en realidadsólo adquieren pleno sentido cuando se pasa del plano del códi-go (lengua) al de los mensajes emitidos a través de él, los queobviamente poseen ya un contenido extralingüístico: ideológi-co, científico o simplemente pragmático, según el caso.

Por lo tanto, la lengua es un fenómeno cultural neutro en elsentido de que ni constituye un punto nodal de la estructura deuna formación social ni su configuración interna básica depen-de de determinaciones provenientes de tal estructura. Lo que esmás: por ser la lengua un código que establece las condicionesformales de emisión de cierto tipo de mensajes, se encuentra por

nos ‘intermedios’ no existen” 14.A renglón seguido se enfrascó en una disquisición por mo-

mentos bizantina tendiente a demostrar dos cosas: por un lado,que existe cierta analogía entre la lengua y los instrumentos deproducción, ya que ambos “manifiestan cierta indiferencia (sic)hacia las clases y pueden servir por igual a las diversas clases dela sociedad”; y por otro, que ello no obstante la lengua no pue-de identificarse con tales instrumentos en la medida en que noproduce bienes materiales sino sólo “palabras”. Con su típicacorrosiva ironía concluyó: “No es difícil comprender que si lalengua pudiera producir bienes materiales, los charlatanes se-rían los hombres más ricos de la tierra” 15.

Todo lo cual es cierto, pero deja sin resolver teóricamente elproblema planteado: si la lengua no “encaja” en ninguna de lastres categorías mencionadas por Stalin ¿dónde entonces ubi-carla?

A nuestro juicio, el quid de la cuestión radica en la formamisma de conceptualizar a la base y la superestructura. En efec-to, si concebimos a estas dos instancias como categorías taxo-nómicas destinadas a encasillar exhaustivamente la realidad so-cial, con todos sus procesos y fenómenos, siempre aparecerán lalengua, el deporte, la familia o lo que fuere, para jugarnos unamala pasada teórica. Y nos la jugarán inevitablemente, por lasencilla razón de que los conceptos de base y superestructura nopueden ser tratados como casillas taxonómicas sino como lo queen realidad son: puntos nodales de articulación del todo socialque, al constituir su estructura fundamental, determinan en gra-do diferente al conjunto de procesos y fenómenos también so-ciales, pero que en sí mismos no constituyen, por definición, niuna base ni una superestructura. Las propias ideas, recordémos-lo, sólo forman parte de la superestructura cuando configuran

14 J Stalin: Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico. Elmarxismo y la lingüística, Ediciones Cuauhtémoc, México, 1973. p. 76.

15 Op. cit., p. 77.

16 Antonio Gramsci: El materialismo histórico y la filosofía de B. Croce,Juan Pablos Editor, México, 1975, p. 58.

17 V. I. Lenin: Cuadernos filosóficos, Ediciones Estudio, Buenos Aires,1974. p. 147.

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tirse en lengua dominada, poseedora por lo tanto de un estatutosocial negativo; y (c) la del español en ciertas zonas del altipla-no andino, donde frente a las lenguas vernáculas adquiere el es-tatuto de lengua dominante, dotada de un signo social positivo.

Cuestión que dista mucho de ser intrascendente, aunque sólofuese por estas dos razones:

Primero, porque el hecho de que una lengua se convierta enlengua dominada mutila sin la menor duda sus posibilidades dedesarrollo histórico: la conquista española y la sociedad que ellaengendró, obstruyeron múltiples posibilidades de desarrollo delidioma quichua, por ejemplo.

Segundo, porque al sufrir un idioma determinados efectosderivados de la estructura de una formación social dada, de he-cho adquiere una coloración simbólica particular que lo insertaen las luchas sociales de diverso tipo, en donde por lo generalconvergen un problema de clase y un problema nacional.

5. FORMAS CULTURALES Y NACIÓN

El análisis de un fenómeno como el de la lengua nos ha per-mitido recorrer un camino aparentemente insólito: luego de de-mostrar que se trata de un hecho cultural eminentemente formal,hemos arribado a un punto en que la hemos encontrado insertaen conflictivos procesos sociales. Pero en verdad este recorridonada tiene de insólito puesto que la estructura de cada forma-ción social, además de (a) configurar culturas de clase en ciertonivel y (b) instrumentalizar clasistamente a la parte no clasistade la cultura, también (c) confiere determinado rango y valorsimbólico a los estratos meramente formales de la cultura, o sea,a aquellos que en principio no guardan una relación directa nicon la base ni con la superestructura.

Conviene ahora avanzar un poco más en nuestro análisis, apartir de la idea de que son precisamente estos estratos o dimen-siones formales de la cultura los que adquieren relevancia cuan-do se pasa a analizar la “fisonomía peculiar” de una nación.

así decirlo al abrigo de una determinación que la convierta, porejemplo, en mero código de clase. Si la ideología dominantequiere realmente dominar, tiene que emitir sus mensajes a tra-vés de un código que los dominados entiendan, trátese del códi-go lingüístico o de cualquier otro código análogo. Y es justa-mente la existencia de estos códigos formales comunes lo que,bajo ciertas condiciones históricas, viene a constituirse en unode los elementos fundamentales de la identidad nacional (cues-tión que retomaremos más adelante).

Sin embargo, el problema no concluye aquí ni es tan sencillocomo en un principio podía parecer. Si bien es verdad que la es-tructura de una formación social no determina la configuracióninterna básica de la lengua, también es cierto que no por ello de-ja de sobredeterminarla en otros niveles o aspectos de su desa-rrollo histórico.

Ni siquiera vale detenerse en lo más obvio: las connotacio-nes, incluso de clase, fáciles de detectar en diversas lenguas.Emplear determinados términos, construir la frase de determi-nada manera, pronunciar (realizar) un fonema en tal o cual for-ma, pueden efectivamente convertirse en “marcas” de clase enla medida en que allí entre a operar un segundo “código” (ya su-perestructural) adherido al primero (propiamente lingüístico).

Pero hay algo aún más importante y es el hecho de que, enalgunas formaciones sociales, la sobredeterminación a que noshemos referido puede llegar al extremo de conferir cierto statusa idiomas enteros. Así, si tomamos como ejemplo al idioma es-pañol encontraremos, en un primer nivel de análisis, que natu-ralmente se trata de un simple código formal, sin ningún estatu-to social que lo “acompañe”. Pero si pasamos a un segundo ni-vel analítico, que es el de su modo concreto de inserción en de-terminadas formaciones sociales, podremos detectar por lo me-nos tres situaciones claramente diferenciables: (a) una como ladel Uruguay contemporáneo, supongamos, en donde el españolsencillamente carece de estatuto social en cuanto idioma: b) unasituación como la “chicana”, en la que el español pasa a conver-

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lo mismo peculiares de vida material de una sociedad. En fin, ypor muy gruesamente formulada que esté su reflexión al respec-to, hay que suponer que la comunidad de psicología y de “fiso-nomía espiritual” tampoco está referida a contenidos (de clase,por ejemplo) ni a niveles ideológicos propiamente superestruc-turales, sino a una dimensión preponderantemente formal, eneste caso idiosincrática.

Pensamos, por lo demás, que ésta es la única manera de en-tender cómo es posible que el Estado, representante de interesesde clase por definición particulares, pueda aparecer como repre-sentante del interés general de la sociedad. Y es que esta socie-dad, por fisurada que esté, posee un mínimo de elementos co-munes (la “sangre”, la lengua, costumbres y hábitos, una geo-grafía y una historia compartidas, etc.) a partir de los cuales esfactible mantener, consolidar y hasta desarrollar lo que Marx yEngels denominaron una comunidad ilusoria 20. Ilusoria encuanto la comunidad real, se ha escindido a consecuencia de losantagonismos de clase; mas no por ello menos vigente a nivelideológico y hasta “sensorial”, en la medida en que algunas omuchas de aquellas formas culturales siguen siendo comparti-das por buena parte e incluso por la totalidad de los miembrosde una sociedad, aunque no necesariamente en grado similar.

Sobre esta base, el Estado mismo puede aparecer como unEstado–nación, expresando una dominación de clase por suscontenidos fundamentales, pero no de una manera informe sinomediante una dominación moldeada en la fragua de una tradi-ción. La profundidad con que el Estado pueda aparecer como unEstado verdaderamente nacional dependerá sin embargo delgrado de “hegemonía” 21 con que la clase dominante logre ejer-cer su dominio. En el mejor de los casos este dominio se mos-trará como una suerte de “dirección espiritual y moral” (dixit

Aunque se trate de un autor cuya popularidad se ha visto bas-tante mermada en los últimos tiempos, vamos a permitimos ci-tar nuevamente a Stalin, con el clásico texto en que define loque ha de entenderse por nación:

“Nación es una comunidad humana estable, históricamenteformada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, deterritorio, de vida económica y de psicología, manifestada éstaen la comunidad de cultura” 18.

Texto clásico, decíamos, pero también bastante extraño pormás de una razón. Por ejemplo: ¿por qué Stalin, que en su vidapuede haber pecado de todo menos de idealista, confiere unaimportancia tan grande a la comunidad de idioma, que inclusocoloca antes de la comunidad de vida económica? O bien: ¿có-mo es posible que hable de la “comunidad de psicología, refle-jada en la comunidad de la cultura”, o de una “fisonomía espi-ritual, que se expresa en las particularidades de la cultura nacio-nal”. 19, sin plantear el problema de las clases ni explicar lo queen términos marxistas ha de entenderse por “fisonomía espiri-tual”, ni interrogarse sobre si ésta forma o no parte de la supe-restructura de determinada formación social?

Pensamos que el punto de vista de Stalin sólo cobra coheren-cia en todos los órdenes desde el momento en que planteamosla hipótesis de que está referido al plano preponderantementeformal de la cultura, que justamente por serlo puede llegar aconstituirse en denominador común de una totalidad por lo de-más contradictoria y antagónica. El caso del idioma ya lo hemosanalizado. En cuanto a la comunidad de vida económica, pare-ce razonable creer que Stalin no aludía con ello a las relacionessociales de producción, que ciertamente no tienden a crear unacomunidad real entre el explotado y el explotador; sino másbien a determinadas modalidades formales muy concretas y por

18 J. Stalin: El marxismo y la cuestión nacional, Ediciones Cuauhtémoc,México, s. f., p. 13.

19 Loc. cit.

20 Cf. La ideología alemana, ed. cit., p. 35.21 En el sentido gramsciano del término, que comentaremos críticamente en

el capítulo final de este libro.

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la medida en que tal concepto es inseparable de otro: el de cul-tura nacional. Y hemos puesto asimismo énfasis en la dimensiónformal de la cultura por estimar que esta dimensión adquiere unpeso muy específico cuando el problema analizado es precisa-mente el de los rasgos peculiares (“fisonómicos”) que distin-guen a una comunidad humana de otra.

Sin embargo, está claro que tal fisonomía, por formal quepueda parecer desde cierto punto de vista, es un producto emi-nentemente histórico. Es el fruto de una tradición (procesos yprácticas compartidas secular y hasta milenariamente) que dejahuellas profundas en el “rostro” de un pueblo, de la misma ma-nera que “la vida” (procesos y prácticas personales) deja su im-pronta en el rostro de un individuo. El problema de la nación yla cultura nacional no puede ser estudiado, por tanto, al margende la estructura y la historia de las formaciones económico–so-ciales en que se ha desarrollado y desarrolla 22.

Comencemos por recordar que el concepto de formacióneconómico–social particular 23 es claramente distinguible del denación, puesto que está constituido por otro orden de determi-naciones. Consiste en la unidad de la base con la superestructu-ra, articulada de manera específica gracias a la presencia de unEstado que, con su acción “reguladora”, tiende a crear un espa-cio relativamente autónomo de acumulación, tanto en el sentidoestrictamente económico del término como en el sentido másamplio de una acumulación de tradiciones y contradicciones,dotadas de un ritmo histórico particular. Por algo escribió Marxque la sociedad civil:

“Abarca toda la vida comercial e industrial de una fase y, en

Gramsci) y la clase dominante aparecerá entonces como “repre-sentante y rectora” de la entera comunidad nacional Pero tal po-sibilidad de “hegemonía”, que es prácticamente sinónimo decapacidad para configurar una comunidad ilusoria, tampocobrota ex nihilo ni de la sola voluntad o habilidad políticas, sinoque depende de cierta constelación objetiva de factores determi-nada por la mayor o menor homogeneidad estructural de la so-ciedad, así como por la mayor o menor capacidad de participa-ción en el reparto mundial del excedente económico, como lue-go veremos.

Sea de esto lo que fuere, es un hecho que a medida que nosacercamos a niveles de concreción mayor el análisis de las for-mas culturales cobra cada vez más importancia. Y ello por múl-tiples razones entre las que merecen destacarse las siguientes:

(a) Aunque en el proceso de abstracción sea necesario, comooportunamente se dijo, captar lo esencial con prescindencia de lasexpresiones fenoménicas concretas, éstas no dejan de existir ni dedesempeñar, en cierto nivel, un papel histórico significativo.

(b) La producción y reproducción de la vida social es un pro-ceso que no sólo involucra contenidos (en el sentido de instan-cias estructurales) sino también formas, las que en buena medi-da constituyen los materiales concretos a través de los cuales loshombres se ligan subjetivamente con sus condiciones de exis-tencia.

(c) No cabe olvidar que cuando se habla de formas cultura-les se está hablando de formas en perpetua búsqueda de conte-nidos; esto es, en busca de un sentido histórico que no está da-do de una vez por todas, sino que va conformándose al calor dearduas luchas.

6. ESTADO–NACIÓN Y FORMACIÓNSOCIAL EN AMÉRICA LATINA

La reflexión sobre el concepto de nación nos ha llevado a co-locar en primer plano la cuestión cultural, hecho explicable en

22 Si algún defecto de fondo tiene el referido trabajo de Stalin es justamen-te el de proponer una definición rígida de nación que pareciera asfixiar cual-quier movimiento dialéctico de la historia.

23 Hablamos de formación económico–social particular para estableceruna diferencia con el empleo del concepto de formación económico–social enun sentido más amplio, que se refiere a toda una etapa histórica del desarro-llo universal.

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gación y no de unificación en el terreno económico y, a fortio-ri, en el terreno cultural. En este sentido, la creación de las con-diciones materiales de existencia de un espacio nacional real-mente integrado guarda relación estrecha con el proceso de acu-mulación originaria que, al imponer un movimiento tendencialde conversión de todos los elementos de la producción en capi-tal constante y capital variable, tiende simultáneamente a crearun mercado nacional tanto de valores (económicos) como desímbolos (culturales).

Pero tal proceso no es necesariamente lineal ni uniforme. EnAmérica Latina sobre todo, está marcado por un desarrollo de-sigual en extensión y profundidad, por modalidades y ritmosque varían no sólo de país a país sino incluso de región a región,determinando grados diversos de disolución de la base precapi-talista previa. De hecho, el proceso de acumulación originaria(realizado en su fase más intensa en el último tercio del sigloXIX), lejos de crear una matriz depuradamente capitalista, im-pone el predominio del modo de producción capitalista dentrode una abigarrada constelación de modos de producción y for-mas productivas. Al seguir el capitalismo latinoamericano, ulte-riormente y por regla general, una vía reaccionaria de desarro-llo, la disolución de los elementos precapitalistas deviene unproceso lento y tortuoso, que dificulta la articulación de un mer-cado interior verdaderamente nacional. Quiérase o no, la etapadenominada oligárquica implica una sociedad todavía regiona-lizada y estamentalizada; de suerte que no es sino hasta la fasesiguiente (de “desarrollo hacia adentro”, como diría la CEPAL),que tal mercado empieza realmente a configurarse, simultánea-mente con la conformación de un circuito interno relativamenteamplio de reproducción del capital. Pero aun entonces el proble-ma de la heterogeneidad estructural de nuestras sociedades per-siste, en razón misma de que el tránsito de una fase a otra se haoperado por medio de mutaciones graduales y desiguales, queno mediante una transformación estructural a la vez global y ra-dical.

este sentido, trasciende los límites del Estado y de la nación, sibien, por otra parte, tiene que hacerse valer al exterior como na-cionalidad y, vista hacia el interior, como Estado” 24.

Una formación económico–social sólo puede pues cohesio-narse como tal en la medida en que al mismo tiempo consolidesu ya señalada perspectiva de Estado–nación, forjando ese espa-cio relativamente autónomo de acumulación al que hemos he-cho referencia. Mas el problema reside, justamente, en las con-diciones históricas concretas de conformación y desarrollo dedicho espacio.

El Estado burgués, por el solo hecho de existir, tiende desdeluego a cohesionar a la sociedad civil y a construir el Estado-na-ción. Pero, una cosa es lo que el Estado se proponga como tareay otra, a veces muy diferente, lo que efectivamente pueda lograren determinadas condiciones históricas. No olvidemos que, side una parte el Estado es el elemento “regulador” de las contra-dicciones de la sociedad civil, de otra parte es también e inexo-rablemente el reflejo de ellas, que son las que en última instan-cia lo determinan. Esa sociedad civil rebasa, por lo demás, lasfronteras del Estado–nación, “trasciende sus límites”, como lorecuerda Marx, constituyendo por ende no sólo su condición in-terna sino también externa de existencia.

Una condición interna fundamental para la configuración deun verdadero Estado–nación consiste en la creación de un mer-cado interior que rebase los límites puramente locales y regiona-les y abarque todo el ámbito de una formación económico–so-cial particular (mercado nacional). Mercado en el sentido econó-mico, naturalmente, puesto que allí radica la base objetiva de to-do lo demás; pero también mercado cultural, en el sentido de co-munidad de vivencias y símbolos nacionalmente compartidos.

Ahora bien, un mercado de tales características sólo puedeconstruirse sobre la base de la disolución de la matriz precapi-talista: el precapitalismo es, por definición, un factor de disgre-

24 La ideología alemana, ed. cit., p. 38.

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7. ALGUNOS RASGOS DEL DESARROLLOCULTURAL LATINOAMERICANO

Por las razones que acabamos de señalar las clases dominan-tes locales han sido, por regla general, históricamente incapacesde asumir la “dirección intelectual y moral” de nuestras socie-dades y, por ende, de regir claramente el proceso de conforma-ción de una cultura nacional latinoamericana. El hecho de queel capitalismo no se haya desarrollado aquí por una vía demo-crática 25 ciertamente les ha impedido nutrirse de la savia popu-lar, asimilarla y desarrollar con sus ingredientes una sólida cul-tura burguesa nacional, legitimándose al mismo tiempo comoclase. Y la misma situación de dependencia les ha vedado bus-car y robustecer sus “señas de identidad” diferenciales. En loque a su vinculación con los intelectuales concierne, esas claseshan dispuesto, por idénticas razones, de un margen muy estre-cho de “cooptación”: la capa de intelectuales “orgánicos” delbloque oligárquico–burgués–imperialista ha sido siempre del-gada, por decir lo menos.

En contraposición dialéctica con lo anterior se han desarro-llado en cambio, significativamente, los elementos democráti-cos y liberadores de nuestra cultura. Es más: podría decirse quees en torno de éstos que la auténtica fisonomía nacional deAmérica Latina ha ido configurándose. Oprimida por el cerrojooligárquico–burgués–imperialista, de hecho las expresiones cul-turales más altas de nuestro subcontinente corresponden a unmovimiento de rebeldía contra él. Si en el caso ruso al que alu-día Lenin podía decirse, con razón, que la cultura nacional es“en general, la cultura de los terratenientes, de los popes y de la

Lo que es más: todo el proceso histórico al que venimos re-firiéndonos está estructuralmente determinado por la forma enque América Latina se inserta dentro del sistema capitalista im-perialista mundial; o sea, por una situación de dependencia queno hace más que profundizar el carácter contradictorio de nues-tro desarrollo y obstruir, de maneras diversas, la plena confor-mación de las entidades nacionales. Aun cuando las economíaslatinoamericanas no adquieren la forma de economías de “en-clave” (caso extremo de deformación estructural), su carácterdependiente determina una malformación del aparato producti-vo que constantemente obstruye la homogenización del espacioeconómico nacional. Lo cual, claro es, no deja de repercutir enla forma de desarrollo, desigual, del mercado interior.

En estas condiciones, la creación del Estado–nación y de lacultura nacional correlativa se torna tanto más difícil cuanto quetropieza con barreras no solamente internas sino además exter-nas. Antes mismo de haber construido la unidad nacional, estasformaciones económico–sociales se ven supeditadas y en ciertosentido desvertebradas por los múltiples efectos, incluso cultu-rales, de la dominación imperialista. Antes de haber construidolas condiciones objetivas y subjetivas de su hegemonía interior,las burguesías criollas se encuentran ya en una situación de su-bordinación en el plano internacional. De suerte que, glosandoaquella cita de Marx (cita 24), podríamos afirmar que la socie-dad civil latinoamericana, estructuralmente heterogénea y de-pendiente, tiene una dificultad congénita para “hacerse valer”hacia el exterior como nación independiente y, hacia el interiorcomo Estado soberano, capaz de desarrollar con plenitud ese es-pacio relativamente autónomo de acumulación.

Por esto, si la investigación sobre la nación es en gran medi-da una reflexión sobre la “fisonomía” peculiar de una formaciónsocial determinada, habría que concluir que en este caso esta-mos frente a una fisonomía tensa y todavía incompleta, en cons-tante búsqueda de su propia identidad.

25 La tesis de que el capitalismo latinoamericano se desarrolló por una víaexactamente contraria, la oligárquico–dependiente, hemos expuesto amplia-mente en nuestro libro El desarrollo del capitalismo en América Latina, SigloXXI, México, varias ediciones.

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patrias”.El que la cultura nacional vaya conformándose a partir de lo

que hasta entonces había sido una amalgama de elementos dis-persos a nivel local o regional, no significa, sin embargo, queella adolezca de provincianismo o enclaustramiento. Por el mis-mo hecho de nuestra temprana incorporación al sistema capita-lista mundial (siglo XVI), el horizonte cultural de América La-tina rebasa el ámbito de lo estrictamente nacional. Al menos, asílo visualizan sus pensadores más avanzados, desde un JoséMartí, con su célebre frase: “Injértese en nuestras repúblicas elmundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas” 26;hasta un Tomás Borge, con su convicción de que nuestra cultu-ra ha de ser “una cultura universal pero que sea capaz de poneren vigencia sus propias raíces” 27.

Lo cual no quiere decir, en modo alguno, que la conforma-ción y afirmación de nuestra identidad nacional no tenga quepasar por una cierta perspectiva nacionalista. Como lo expresa-ra adecuadamente Mariátegui:

“El nacionalismo de las naciones europeas –donde naciona-lismo y conservatismo se identifican y circunstancian– se pro-pone fines imperialistas. Es reaccionario y antisocialista. Pero elnacionalismo de los pueblos coloniales –sí, coloniales económi-camente, aunque se vanaglorien de su autonomía política– tieneun origen y un impulso totalmente diverso. En estos pueblos, elnacionalismo es revolucionario y, por ende, concluye con el so-cialismo. En estos pueblos la idea de la nación no ha cumplidoaún su trayectoria ni ha agotado su misión histórica” 28

Y no cumplirá esta trayectoria ni agotará tal misión en tantono se rompan los vínculos de dependencia con el imperialismoy se erradiquen todas sus secuelas. Por eso, el nacionalismo

burguesía” (ver cita 5); en el caso latinoamericano no cabríaafirmar legítimamente lo mismo.

Y no se trata, desde luego, de que la cultura burguesa impe-rialista no sea aquí la cultura dominante: sin duda lo es, pero node manera omnímoda ni sin una fuerte resistencia. Por eso, talcultura raras veces aparece como la expresión de una suave “he-gemonía”, sino más bien, en perspectiva histórica, como un pro-ceso de constante contrarrevolución cultural. A las armas de unacultura nacional bastante critica, el bloque dominante frecuen-temente no tiene otra cosa que oponer que la critica de unas ar-mas sin mayor alternativa cultural nacional. Es sintomático, porlo demás, el que en gran parte de los países latinoamericanos laverdadera intelectualidad “orgánica” de aquel bloque se encuen-tre en los institutos castrenses, antes que en las universidades yotros centros propiamente culturales.

Dada la articulación particular de las contradicciones estruc-turales en América Latina, el desarrollo cultural de esta áreapresenta por lo demás ciertos rasgos específicos que convienedestacar.

En lo que se refiere a la relación de la cultura popular con lacultura de los intelectuales, sin duda existen aquí muchos másvasos comunicantes que en el caso de la Europa contemporánea,por ejemplo. Baste a este respecto recordar un hecho. La cultu-ra progresista que empieza a desarrollarse a partir de los añosveinte de este siglo, aproximadamente, se propone como princi-pal tarea la recuperación de los materiales vernáculos, “crio-llos”, regionales, etc., con los cuales inicia una especie de aco-pio originario de formas y símbolos propios que, a la par que re-presenta un primer intento de articulación de una cultura genui-namente democrática, constituye también la expresión primerade la configuración de un espacio relativamente autónomo deacumulación cultural. Este es incluso el momento en que, al serliteraturizada a partir de sus manifestaciones populares, el hablalatinoamericana conquista su autonomía relativa, dejando de de-pender de los paradigmas expresivos de las respectivas “madres

26 “Nuestra América”, en: José Martí: Política de Nuestra América, 2a. ed.,Siglo XXI, México, 1979, p. 40.

27 Discurso pronunciado el 18 de enero de 1981.28 Op. cit., p. 221.

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Antonio Gramsci se ha convertido, a no dudado, en punto dereferencia obligado de todos los estudios que actualmente serealizan sobre la cuestión estatal, tanto en Europa occidental co-mo en América Latina. Desde cierto punto de vista el autor ita-liano aparece incluso como el verdadero fundador de la cienciapolítica marxista, por fin liberada, según se dice, del lastre del“dogmatismo” y el “economicismo” y, por supuesto, de la con-cepción “instrumentalista” del Estado que habría caracterizadoal pensamiento leninista. De esta suerte Gramsci ha devenidouna especie de anti–Lenin, dotado de incalculables proyeccio-nes teóricas y aun políticas.

¿En qué consiste ese aporte gramsciano que tanto revuelo hacausado en la ciencia política marxista? Al parecer se trata, enlo esencial, de que Gramsci habría demostrado, en contra de to-da una tradición, que la clase dominante se impone como tal nosólo a través de la coerción, o sea de la violencia física, sinotambién mediante la “hegemonía”, es decir, por medio de una“dirección intelectual y moral” capaz de asegurar incluso el“consenso activo” de los gobernados.

Lo cual es desde luego cierto, pero no constituye propiamen-te una novedad dentro del pensamiento marxista–leninista. La

consecuente tiene un contenido antimperialista, a la vez que en-garza con las luchas en pro del socialismo, en la medida en quenuestra opresión nacional es precisamente producto de la inser-ción de América Latina en el sistema capitalista.

Los mejores perfiles de nuestra cultura nacional han sido, poresto, forjados en un movimiento de rechazo al sistema capitalis-ta imperialista y su cultura de clase, que en América Latina hahecho sentir sus efectos más aberrantes. En el curso de este mo-vimiento se ha recuperado ya gran parte de nuestras raíces telú-ricas y ancestrales, así como nuestras más altas tradiciones, pe-ro no con espíritu pasatista ni chauvinista, sino como formas ysímbolos de una empecinada voluntad de configurar un rostropropio que refleje el no menos tenaz designio de llevar adelan-te las urgentes tareas de liberación. En este terreno queda desdeluego mucho por hacer, pero las bases están sentadas y el derro-tero señalado. Hay en todo caso una partida que no podemosperder.

VI. EL FETICHISMO DELA “HEGEMONÍA”

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profunda que podría formularse así: ¿es acaso utópico pretenderconquistar la hegemonía si precisamente antes de alcanzar elpoder o por lo menos en una estrategia de lucha por el poder, lahegemonía no es sino una parte de la dominación? Si la hege-monía está ya dentro de la dominación es evidente que no pue-de ser conquistada. En cuanto a esto creo que hay que revisar elconcepto de ideología y, adoptando el pensamiento de Gramscicomo modelo de análisis, hay en él otra teoría de la ideología di-ferente a la de Marx en algunos aspectos. La cuestión de la ideo-logía no puede plantearse simplemente en términos clasis-tas–instrumentales, es necesario hacer un análisis mucho máscomplicado” 3.

Se esté o no de acuerdo con sus planteamientos, hay que re-conocer en la respuesta de Christine Buci–Glucksman el méritode la franqueza. En efecto, si se quiere encontrar a toda costauna novedad trascendental en las reflexiones de Gramsci, ellono puede desembocar en otra cosa que en una revisión del pen-samiento del propio Marx y no sólo de las supuestas “desviacio-nes” ulteriores. En una perspectiva de este tipo el conceptogramsciano de “hegemonía” adquiere naturalmente originali-dad, en la medida en que ya no aparece como momento consti-tutivo de un proceso estructurado de reproducción social (re-producción de determinado modo de producción), sino comouna dimensión autónoma de la sociedad que sería posible modi-ficar cualitativamente aun antes de que la estructura de poderhaya sido realmente trastrocada. Visión que sin duda se sitúa enlas antípodas de la de Lenin, para quien:

“EI proletariado necesita tomar el Poder estatal, organizacióncentralizada de la fuerza, organización de la violencia, tanto pa-ra aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir ala enorme masa de la población, a los campesinos, a la pequeñaburguesía, a los semiproletarios, en la obra de ‘poner en mar-

ideología alemana, de Marx y Engels, está enteramente dedica-da a demostrar que las ideas dominantes en una sociedad sonprecisamente las de la clase materialmente dominante; y la obratoda de Marx, incluido El capital, intenta poner en claro los me-canismos estructurales y superestructurales a través de los cualesel momento ideológico de la dominación se realiza: fetichismode la mercancía, peculiaridad de la explotación centrada en la ex-tracción de plusvalor relativo, propiedad y consiguiente controlde los medios de producción y reproducción ideológica, etc.

Y en cuanto a Lenin, casi huelga aclarar que para él todo pro-ceso de dominación social comprende un importante momentode dominación cultural. Son harto conocidas sus tesis sobre las“dos funciones” que ese proceso de dominación supone 1, comoconocida es su concepción del partido como dirigente y maestro:

“Educando al partido obrero, el marxismo educa a la van-guardia del proletariado, vanguardia capaz de tomar el Poder yde conducir a todo el pueblo al socialismo, de dirigir y organi-zar el nuevo régimen, de ser el maestro, el dirigente y el jefe detodos los trabajadores y explotados en la obra de organizar supropia vida social sin la burguesía y contra la burguesía” 2.

¿En dónde reside entonces la novedad real del pensamientogramsciano? Tal vez no tanto en sus escritos cuanto en una lectu-ra muy particular de ellos, que tiende a separar el momento ideo-lógico–cultural de la dominación de clase de esa dominaciónmisma. En este sentido, Christine Buci–Glucksman, una de lasmás connotadas y sutiles intérpretes de Gramsci, fue muy clara alresponder a una pregunta que le formuláramos en una entrevistapara la Revista mexicana de sociología. Afirmó lo siguiente:

“... creo que en tu pregunta hay una segunda intención más

1 “Todas las clases opresoras sin excepción necesitan, pata salvaguardar sudominación, dos funciones sociales: la función del verdugo y la función delcura”. La bancarrota de la II Internacional, en: Obras escogidas en 12 to-mos, Progreso, Moscú, 1976, tomo V, p. 245.

2 El Estado y la revolución, en Obras escogidas en tres tomos, t. 2, Ed.Progreso, Moscú, s.f., pp. 313–314.

3 “Entrevista con Christine Buci–Glucksman”, Revista mexicana de soci-ología, Año XLII. vol. XLII, Núm. 1, Enero–marzo de 1980, p. 297.

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otros de sus escritos.Esto, en el plano teórico más general, pues es verdad que en

otro plano, más concreto, Gramsci introduce toda una perspec-tiva de análisis tendiente a poner de relieve el nuevo “espesor”adquirido por el Estado capitalista de “Occidente”. Es bien co-nocida su afirmación de que:

“... al menos en lo que respecta a los Estados más avanzados,(...) la ‘sociedad civil’ se ha convenido en una estructura muycompleja y resistente a las ‘irrupciones’ catastróficas del ele-mento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.): las supe-restructuras de la sociedad civil son como el sistema de las trin-cheras de la guerra moderna...” 7

Al contrario de lo que ocurría en un país como la Rusia za-rista, por ejemplo:

“... en donde los cuadros de la vida nacional son embriona-rios y desligados y no pueden transformarse en ‘trinchera o for-taleza (...) En Oriente el Estado era todo, la sociedad civil eraprimitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad ci-vil existía una justa relación y bajo el temblor del Estado se evi-denciaba una robusta estructura de la sociedad civil. El Estadoera sólo una trinchera avanzada, detrás de la cual existía una ro-busta cadena de fortalezas y casamatas; en mayor o menor me-dida se entiende, pero esto precisamente exigía un reconoci-miento de carácter nacional” 8.

Observaciones que, no está por demás recordarlo, son formu-ladas con el explícito propósito de respaldar las opiniones deLenin en contra de la tesis trotskista de la “revolución perma-nente”; aunque al hacerlo, ciertamente, Gramsci incurre en másde una ambigüedad, tanto por imprecisión propiamente dichacomo por omisión. Imprecisión, puesto que al plantear el pro-blema en términos de “Occidente” y “Oriente” da pábulo a unalectura culturalista ulterior de sus escritos; y omisión, ya que al

cha’ la economía socialista” 4.No se trata, pues, de que Lenin ignorara la necesidad de una

dirección intelectual y moral de la sociedad o desconociera ladimensión “pedagógica” de todo quehacer político, elementossin los cuales mal puede alcanzarse una verdadera “hegemo-nía”; se trata de que, para él, estos elementos no pueden operarcomo “variables” independientes del poder tour court. Por eso,el problema de la conquista de la “hegemonía” en determinadasociedad no puede aparecer, según Lenin, como algo desvincu-lado de la conquista del poder político, so pena que de la teoríamarxista del Estado y la revolución “no qued(e) en pie más queuna noción confusa de un cambio lento, paulatino, gradual, sinsaltos ni tormentas, sin revoluciones” 5.

Que Gramsci jamás llegó a formular tesis como las que Le-nin critica parece la evidencia misma. Hasta donde conocemos,nunca renegó del leninismo ni olvidó que hay un momento mi-litar (técnico–militar y político–militar según sus palabras) dela lucha de clases, que no puede ser sustituido por el solo com-bate ideológico. Al reflexionar sobre la lucha de las nacionesoprimidas, por ejemplo, Gramsci habla de:

“... una forma de acción política que posea la virtud de deter-minar reflejos de carácter militar en el sentido: 1) de que sea efi-ciente para disgregar íntimamente la eficacia bélica de la naciónhegemónica; 2) que constriña a la fuerza militar hegemónica adiluirse y dispersarse en un gran territorio, anulando en granparte su capacidad bélica” 6.

Reflexión que muestra fehacientemente cómo Gramsci de-tecta con claridad la contextura político–militar del poder y suintrincada dialéctica, a la vez que utiliza el concepto de hegemo-nía en un sentido bastante más amplio del que se registra en

4 El Estado y la revolución, Obras escogidos, ed. cit.. p. 313. 5 Ibid., p. 307.6 Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, Juan

Pablos Editor, México, 1975, pp. 73–74.7 Ibid., p. 94. 8 Ibid., pp. 95 – 96.

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de “sistemas de participación” por acciones tendientes a forjaruna imagen de “democratización del capital”, que no por falazdeja de producir efectos ideológicos. Lenin llega incluso a afir-mar que la exportación de capitales “imprime un sello de para-sitismo a todo el país (imperialista, A.C.), que vive de la explo-tación del trabajo de unos cuantos países y colonias de ultra-mar” 10.

No es del caso entrar a discutir aquí si estas observaciones deLenin dan o no cuenta de todas las transformaciones ocurridasen la “sociedad civil” y en la esfera político–estatal de los paí-ses imperialistas. Lo más seguro es que no, en la medida en quese trata de anotaciones muy puntuales dentro de una reflexiónque persigue otros propósitos, de índole más general. Sin em-bargo, hay una cuestión metodológica que no cabe pasar por al-to: para Lenin, las transformaciones a que hemos hecho referen-cia no son independientes del lugar que cada país ocupa en elseno de la cadena capitalista imperialista, de suerte que la pro-pia “hegemonía” burguesa, en el sentido de una capacidad de“dirección intelectual y moral” (predominio ideológico), no es-tá desvinculada de su hegemonía en el sentido más amplio deltérmino: supremacía de un Estado sobre otros 11.

Por demás está decir que con la reflexión gramsciana no su-cede lo mismo: en esto radica justamente su segundo flanco dé-bil. Cuando Gramsci se refiere a la evolución del Estado en

no poner en evidencia el sustrato económico del cambio de con-textura de la “sociedad civil” y el Estado “occidentales”, truncaa la vez que sugiere una rica veta de análisis. Punto con el quetocamos uno de los flancos más débiles del pensamiento grams-ciano: su manejo insuficiente de la economía política que, porun lado le impide interrogarse sobre las condiciones infraestruc-turales de constitución y desarrollo de la “hegemonía” burgue-sa, mientras por otro lado y correlativamente, da margen a quesus reflexiones sobre la esfera política se vean afectadas por ungrado tal de indeterminación, que hasta deja la impresión deconvertir a la autonomía relativa de dicha esfera en una verda-dera autonomía absoluta. Debilidad que desde luego constituyela “puerta falsa” por la cual habrán de colarse posteriormente to-das las corrientes revisionistas.

El fenómeno que Gramsci analiza desde su peculiar perspec-tiva en las dos citas precedentes, por cierto no es algo que esca-pe a la percepción teórica de Lenin. En El imperialismo, fase su-perior del capitalismo, por ejemplo, Lenin está plenamenteconsciente de que el capitalismo, al llegar a su estadio imperia-lista, registra cambios no solamente de naturaleza económica si-no también de índole política, que no pueden dejar de afectar ala contextura misma del Estado (ahora burgués–imperialista) yde su correspondiente “sociedad civil”.

El solo hecho de que el capitalismo se transforme en capita-lismo monopolista de Estado dice ya bastante en este sentido,aunque obviamente el problema no se agota allí. Está claro,igualmente, que la obtención de superganancias en las áreas co-loniales, semicoloniales y dependientes, permite a la oligarquíafinanciera levantar ciertas “trincheras y fortificaciones” en el in-terior de su sociedad nacional, no más fuera mediante el robus-tecimiento de la aristocracia obrera (apoyo social de la burgue-sía, como dice Lenin 9), o gracias (es otro ejemplo) a la creación

9 El Imperialismo, fase superior del capitalismo, Obras escogidas, ed. cit.,t. I, p. 699.

10 Ibid., p. 775.11 Tal vez convenga recordar que el término hegemonía tiene en español

dos acepciones: “Supremacía de un estado sobre otros. Fig. Superioridad encualquier grado” (Martín Alonso: Diccionario del español moderno). Acep-ciones que grosso modo coinciden con las de la voz inglesa hegemony: “Lea-dership; predominance; preponderance of one state among others” (The newWebster encyclopedia dictionary of the English language). Igual que en Ita-liano, como lo prueban los escritos del propio Gramsci ¡Es curioso que la his-toria del imperialismo junte estas acepciones! Nosotros entrecomillamos eltérmino al referirnos al sentido restringido de “superioridad intelectual y mo-ral”, al “leadership”, y lo liberamos de las comillas cuando aludimos a la su-premacía imperialista.

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minada función de “seguridad nacional”, aunque no precisa-mente en el sentido que oficialmente se les atribuye. Sin su pre-sencia y constante crecimiento, las burguesías imperialistas malpodrían asegurar el flujo permanente de excedente económicodesde las áreas dependientes hacia los centros metropolitanos,con lo cual sus propias posibilidades de dominar “democrática-mente” en tales centros peligraría. Recuérdese, a título de ejem-plo, que bastó con que en el rubro petrolero se nivelaran relati-vamente los términos de intercambio, para que los países impe-rialistas vieran fuertemente agudizada la crisis que sus propiascontradicciones habían generado. Y es que hasta el simple dere-cho de viajar a “donde se le pegue la gana” (orgullo de esos cen-tros hegemónicos) es tanto más real y “democrático” cuantomayor y más barato sea el combustible proveniente del mundosubdesarrollado. Sin duda el sistema capitalista funciona comoun todo estructurado, tanto a nivel económico como en la esfe-ra política, por más que entre cada uno de sus “eslabones” hayacierto nivel de discontinuidad, marcado por particularidades na-cionales que sería necio desconocer.

En todo caso, conviene tener presente que la fase imperialis-ta del capitalismo no se caracteriza por una tendencia general alpredominio de las formas democráticas de dominación, sinomás bien por un desarrollo desigual de su superestructura polí-tica, correlato inevitable del desarrollo desigual de la base eco-nómica. Ello determina una suerte de división internacional delas modalidades de dominación en función del lugar que cadaeslabón nacional ocupa en la cadena capitalista imperialista; di-visión particularmente acentuada a partir de la segunda posgue-rra, cuando de modo deliberado se refuerzan algunos eslabonesdel sistema con el fin de levantar un “dique” frente al avance delsocialismo. Gracias a dicho reforzamiento se crean “polos dedesarrollo” en donde las contradicciones del sistema tienden sinduda a atenuarse, permitiendo el “florecimiento” de la democra-cia burguesa; pero a costa, como es natural, de la acumulaciónde contradicciones en la “periferia”, que no tardará en mostrar-

“Occidente”, jamás menciona siquiera el hecho de que se tratade Estados imperialistas; dato que, por asombroso que ello pue-da parecer, también tiende a ser sistemáticamente omitido por lamayoría de sus intérpretes y exegetas. Gracias a esta omisión,que dista mucho de ser una peccata minuta, el importante apor-te de Gramsci para la mejor comprensión de la forma (modali-dad concreta) que la dominación burguesa asume en los Estadosimperialistas será convertido, póstumamente, en una especie deverdad ahistórica e indeterminada, en principio aplicable a cual-quier Estado capitalista. Lo cual dificulta, como es natural, elanálisis de la real relación dialéctica que en la fase imperialistase establece entre los dos elementos constitutivos de toda domi-nación: la coerción y la “hegemonía”.

En efecto, si uno se atiene a la mayor parte de los estudiospretendidamente gramscianos que circulan hoy en día, hasta pa-reciera ser que por fin el capitalismo ha alcanzado una etapa de“humanización” en la que la dominación burguesa ya no descan-sa en última instancia en “la boca del fusil”, sino en la democra-cia y el consenso. El aparato represivo sin embargo esta allí, pro-tuberante como nunca, pero esa misma protuberancia tiende aser percibida a menudo como una especie de garantía de una“seguridad nacional” amenazada desde el “exterior”: casi comouna muralla que la “civilización” se ve obligada a levantar paraprotegerse de las constantes arremetidas de la “barbarie”.

Así, y por paradójico que esto pueda parecer, la doctrina dela seguridad nacional, doctrina que ningún latinoamericano me-dianamente progresista acepta como moneda de buena ley, dehecho ha llegado a ser asumida por muchos de nuestros homó-logos “occidentales” 12. Y es que, en el fondo, algo hay de cier-to en la idea de que tales aparatos represivos desempeñan deter-

12 Hay quienes piensan que el Estado “de seguridad nacional” es privativode las áreas dependientes, cuestión que ameritaría una discusión más deteni-da. Aquí, damos por sentado que, en cierto sentido al menos, los Estados im-perialistas son los principales defensores y aplicadores de la doctrina de “se-guridad nacional”.

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nos aún en el político, como si el comportamiento de gentlemanque la burguesía exhibe en sus centros imperiales fuese comple-tamente ajeno a las tropelías que comete en la “periferia”, an-verso y reverso de una única medalla.

De acuerdo con esta distorsión ideológica, el problema de la“hegemonía” o no “hegemonía” de la burguesía en determinadoespacio aparece como una cuestión exclusivamente interna, esdecir nacional, desvinculada de la otra hegemonía, sin comillas,que se articula con una envergadura internacional y constituyeel verdadero soporte de la primera. Hay, desde luego, una fla-grante contradicción entre este supuesto y la práctica política delas potencias capitalistas, que en ningún momento olvidan queel sistema tiene que ser preservado como una totalidad articula-da; pero esta contradicción, bien lo sabemos, es ideológicamen-te disuelta mediante el recurso a la mítica presencia de un ene-migo situado “extramuros”: supuestamente, los aparatos repre-sivos del imperialismo jamás actúan en función de las contra-dicciones del propio sistema, sino siempre en respuesta a ame-nazas “exteriores” a él.

A su turno, el hecho de que los países imperialistas sean efec-tivamente los más avanzados en términos de desarrollo de lasfuerzas productivas tiende a crear otra imagen falaz: la de quetambién lo son en el terreno político. Cuestión que por lo menoshabría que matizar. De una parte y como ya se vio, es verdadque estos países han logrado, a través de su supremacía impe-rial, crear determinadas condiciones históricas que tornan viableuna forma de dominación democrático–burguesa relativamentesólida y estable. En este sentido, es cierto que su superestructu-ra política interna es más avanzada que la de los países capita-listas dependientes, en donde la democracia burguesa no es pre-cisamente la norma. Pero este mismo hecho supone una situa-ción muy particular que Gramsci percibió con toda lucidez: elfortalecimiento de las “trincheras y casamatas” de la “sociedadcivil” o, lo que es lo mismo, de las diversas instancias a travésde las cuales se consolida el dominio burgués sobre el conjunto

se como un “tercer mundo” o “mundo subdesarrollado”, en elque aquella democracia estará lejos de florecer.

Y es que el predominio de formas “consensuales” o represi-vas de dominación burguesa no depende de factores “cultura-les” o meramente ideológicos, ni de un indeterminado “desarro-llo político”, sino de la configuración estructural de un sistemaque incluso determina que la misma clase dominante que por unlado parece imponerse en virtud de su capacidad de “direcciónespiritual y moral” (en los eslabones fuertes primordialmente),por otro lado necesite aplicar niveles supremos de violencia enlos eslabones débiles, sobre todo cuando allí se desarrollan mo-vimientos sociopolíticos que buscan alterar significativamentedicha configuración (movimientos de liberación nacional). Noestá por demás recordar, a este respecto, que son los mismosaparatos armados supuestamente “democráticos” y “apolíticos”de los Estados Unidos y algunos países de Europa Occidental–los mismos, ni más ni menos– los principales encargados dedesestabilizar a los regímenes progresistas del Tercer Mundo,cuando no de aplicar en éste, de manera sistemática, desde latortura hasta el genocidio. Afirmación que conserva su validezaun cuando aquellos aparatos consiguen sacar las castañas delfuego con mano ajena: después de todo, la eficacia represiva delos ejércitos “gorilas” de América Latina no deriva de ningunatradición autóctona de “barbarie”, sino del entrenamiento, ase-soramiento y apoyo logístico proporcionados por los centros“democráticos” de Occidente, de donde proviene, además, lomedular de su alimento ideológico.

Sabemos que estas constataciones pueden sonar un poco“brutales”, en la medida en que hieren cierta visión del mundoque el propio sistema nos impone, casi como un “sentido co-mún”. En efecto, uno de los mayores espejismos que genera elsistema imperialista es el de una articulación linear y no estruc-tural de sí mismo, según lo cual pareciera que la contextura desus puntos más “avanzados” poco o nada tiene que ver con la desus lugares “atrasados”, ni siquiera en el plano económico y me-

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ción. De suerte que, si bien la superestructura política de los paí-ses “avanzados” del capitalismo registra en cierto sentido (desa-rrollo de la democracia burguesa) un correlativo “adelanto” conrespecto a la de los países subdesarrollados; desde otra perspec-tiva, que es la de las posibilidades de una transformación revo-lucionaria, involucra actualmente un considerable retraso en re-lación con el Tercer Mundo. La experiencia histórica de los úl-timos diez años, para no remontamos más allá, confirma plena-mente la hipótesis de que la cadena imperialista tiende a rom-perse por sus eslabones más débiles.

Ahora bien, el problema que acabamos de plantear se tornatanto más complejo en el plano político, cuanto que aquel retra-so no siempre es percibido como tal por los teóricos progresis-tas del mundo “desarrollado”. Algunos tienden incluso a con-vertir a esta limitación en virtud, haciendo del obligado gradua-lismo una especie de vía ideal (“democrática”) de transición ha-cia una vaporosa utopía que, por su misma ingravidez histórica,está de antemano exonerada de todos los problemas, sacrificiosy errores de lo que despectivamente denominan “el socialismoreal”. Convencidas de que “bourgeoisie oblige”, las corrienteseurocomunistas, por ejemplo, esperan ahorrarse los dolores delparto de una nueva sociedad, que piensan alumbrar con la solamediación de una ordalía ideológica que llevaría a la “conquis-ta de la hegemonía”. Así como en los tiempos de Marx y Engelshubo una “ideología alemana” que creía realizar una revoluciónde tal magnitud que, a su lado, hasta la gran revolución france-sa aparecía como un simple juego de niños; asimismo ahora hayuna “ideología europea” (hablamos naturalmente de la revisio-nista) que con su revolución imaginaria deja chicas a todas lasrevoluciones reales hasta hoy conocidas.

Por lo demás, toda esta ideología se articula a una falaciamás, que surge de la exposición de una verdad a medias: la afir-mación de que la democracia burguesa vigente en los eslabonesfuertes se explica, de manera indeterminada, por la lucha de susclases populares. Verdad a medias, decimos, puesto que aquí

de la sociedad. Lo cual significa que en este tipo de países (quepor algo son eslabones fuertes del sistema) la perspectiva de lalucha de clases se encuentra enormemente limitada por la soli-dez de la “sociedad civil” burguesa; para no hablar del aparatoarmado, infinitamente más poderoso, tecnificado, ideológica-mente compacto e internacionalmente integrado que el de lospaíses dependientes 13.

Gramsci insistió, por lo demás, en que esta solidez de la so-ciedad civil y del Estado en los países imperialistas persiste in-cluso durante las grandes crisis económicas. Con expresivasmetáforas escribió que en tales países:

“Ni las tropas asaltantes, por efectos de las crisis, se organi-zan en forma fulminante en el tiempo y en el espacio, ni tantomenos adquieren un espíritu agresivo; recíprocamente, los asal-tados no se desmoralizan ni abandonan la defensa, aún entre losescombros, ni pierden la confianza en las propias fuerzas ni ensu porvenir. Las cosas, por cierto, no permanecen tal cual eran,pero es verdad que llegan a faltar los elementos de rapidez, deritmo acelerado, de marcha progresista definitiva que esperabanencontrar los estrategas del cardonismo político” 14.

Cuestión en la que Gramsci no se equivocó y a la cual –hayque ser justos con él– jamás llegó a considerar como un privile-gio “democrático”. Lo menos que cabe decir es que tal situaciónno le entusiasmaba demasiado.

Sea de esto lo que fuere, es innegable que en los eslabonesfuertes se ha desarrollado una contextura estructural caracteri-zada simultáneamente por la flexibilidad y la resistencia, que almismo tiempo que ha ampliado el espacio reformista ha dismi-nuido las posibilidades de una ruptura revolucionaria, y a la parque ha permitido la vigencia de formas democrático–burguesasde dominación ha opuesto una sólida barrera para su supera-

13 Comparada con la OTAN, por ejemplo, la CONDECA ha demostrado serfinalmente bastante frágil.

14 Op. cit., p. 94.

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substancial de una matriz estructural que de otro modo dejaríade ser tal.

Tanto el Estado de los países “avanzados” como el de lasáreas subdesarrolladas han sufrido mutaciones importantes en lafase imperialista y, más aceleradamente aún, en los últimostreinta años; el dominio burgués se ha tornado más sofisticadoy complejo y sus formas de reproducción ideológica han alcan-zado un grado de “tecnificación” antes desconocido, aunque só-lo fuese por el enorme desarrollo de todos los mass media con-trolados por el imperialismo. Mas no por esto el Estado capita-lista ha dejado de ser lo que en esencia es, ni de asentarse en úl-tima instancia en el ejercicio de la violencia. De una violencia“racionalizada”, claro está, es decir, dosificada y actualizada enfunción de sus necesidades, intereses y posibilidades, pues nin-gún estado golpea con palo de ciego como no sea en el momen-to de sus finales estertores.

Es innegable que en este contexto la lucha ideológica sevuelve más indispensable que nunca, pero a condición de queapunte a desenmascarar al sistema y no a proporcionarle “nove-dosas” antiparras; y de que sea capaz de romper con el “sentidocomún” impuesto por la dominación en lugar de moverse den-tro de él como en un círculo vicioso.

Por otra parte, creemos que ya es hora de analizar crítica-mente algunos de los mitos que últimamente han venido forján-dose, y no por casualidad, en torno al problema de la democra-cia en América Latina.

En primer lugar es falso que la izquierda latinoamericana ha-ya descuidado este problema hasta antes de recibir la última“iluminación” metropolitana. La revolución cubana triunfó co-mo abanderada de la democracia en contra de la tiranía batistia-na; la experiencia chilena fracasó en gran medida por llevar suvocación democrática hasta sus últimas y casi suicidas conse-cuencias; el movimiento sandinista encarnó y sigue encarnandolas aspiraciones democráticas de su pueblo, que obviamente nohay que confundir con las de la “iniciativa privada”. Por lo de-

también se omite algo que es más que un mero detalle: los pa-rámetros estructurales del sistema que han permitido que esa lu-cha de clases, que nadie pretende ignorar, produzca ciertos efec-tos y no otros, como los que se registran en los países subdesa-rrollados por ejemplo. ¿O es que alguien piensa, seriamente,que Suiza es más democrática que Guatemala porque en el paísalpino la lucha de clases es y ha sido más intensa?

Para nosotros, latinoamericanos, lo grave de todo esto radicaen que tales ilusiones vienen ejerciendo influencia en ciertosmedios intelectuales progresistas e incluso en algunas organiza-ciones políticas de izquierda. Lo cual resulta paradójico, por de-cir lo menos, en un momento en que el imperialismo desarrollasus aspectos más belicistas y agresivos, sin apartarnos de su mi-ra. En lo que a los círculos intelectuales concierne, dicha para-doja se explica en buena medida por las propias condiciones ob-jetivas de producción del pensamiento social institucionalizadoen la América Latina capitalista. Pero también hay en tal postu-ra mucho de snobismo y dependencia intelectual: siempre resul-ta más elegante glosar el último libro europeo que escudriñar afondo nuestra realidad o rescatar el inmenso acervo revolucio-nario acumulado por los movimientos de liberación del TercerMundo. Por lo demás es verdad que la Sierra Maestra cubana,como la jungla vietnamita, los desiertos sajarahuis o la monta-ña nicaragüense, son lugares poco propicios para el desarrollode cierto tipo de refinamientos intelectualistas.

No quisiéramos, sin embargo, que de lo dicho hasta aquí seinfiriera que postulamos pasar por alto la complejidad de deter-minados problemas, negar la importancia de las luchas demo-cráticas, o tomar en este mismo instante el cielo por asalto. Desobra conocemos que el mundo de hoy se ha tornado más intrin-cado y contradictorio que nunca; pero pensamos que ningunafrondosidad o enmarañado follaje deben hacemos perder de vis-ta los perfiles del gran bosque. Lo complejo supone un cúmulode sobredeterminaciones de diverso género que se entrelazancon las determinaciones de base, pero sin abolirlas ni alterar lo

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ras de combate. Pero una cosa es reconocer este hecho y bregarporque se abran espacios democráticos cada vez más ampliospara que a través de ellos se expresen las aspiraciones más pro-fundas de las masas y su lucha avance; y otra, muy distinta, ha-cerse ilusiones sobre el contenido de la democracia burguesa yhasta convertir a ésta en meta final de la humanidad. Todo escuestión de saber de qué lado uno se coloca históricamente.

En cuarto lugar y para evitar que nuestros planteamientos seconfundan con los de cierto ultrismo “permanente”, convieneprecisar que no postulamos que la revolución esté al orden deldía por doquier en América Latina, al margen de los contextosnacionales concretos y de las respectivas correlaciones de fuer-zas. Estamos convencidos de que América Latina constituyeuna unidad no solamente cultural sino histórica, en el sentidomás fuerte del término, puesto que está dotada de una mismatradición, un mismo enemigo común y un similar anhelo de li-beración; pero aspiramos a ser lo suficientemente dialécticoscomo para entender que se trata de una unidad no sólo en la ad-versidad sino también en la diversidad: cada país tiene, como esobvio, sus peculiaridades y un propio ritmo de desarrollo de suscontradicciones, que a no dudarlo imprimen modalidades espe-cíficas y tiempos diferenciados a su lucha de clases. Articularestas particularidades con la universalidad del problema que he-mos intentado rescatar, es justamente el gran desafío que la his-toria nos plantea.

más, y en un contexto estatal tan poco democrático como el la-tinoamericano, resulta casi una ironía “recordarles” a las masasque hay que luchar en favor de la democracia: es lo que vienenhaciendo desde siempre, por muchos errores que hayan podidocometer en su camino. Pero, en un contexto igualmente marca-do por las más atroces desigualdades sociales, también resultafuera de toda sensatez pedirles que no traten de imprimir un se-llo específico a esa democracia: después de todo es comprensi-ble que los mineros bolivianos se planteen el problema en tér-minos “algo” diferentes que el obrero alemán o escandinavo. Lademocracia no es un cascarón vacío, sino un continente que va-le en función de determinados contenidos.

En segundo lugar es asimismo falsa la aseveración de que laizquierda “ha fracasado” en América Latina por no haberse per-catado de que, junto a las reivindicaciones estrictamente prole-tarias, debía incluir también las de índole nacional y popular de-mocrática. Si de algo ha pecado la izquierda latinoamericana enalgún momento de su historia es más bien del error contrario: nohaber logrado imprimir una dirección proletaria a tantos y tan-tos movimientos democráticos y nacionalistas. El problema seubica en síntesis en otro nivel: ¿cómo recuperar lo nacional po-pular sin caer en el nacional–populismo que algunos parecenañorar? Es la vieja cuestión que se viene debatiendo desde lostiempos de Mariátegui, Mella y Haya de la Torre y que seguirá,seguramente por largo tiempo, obsesionando con razón al pen-samiento político latinoamericano. Como quiera que sea es per-tinente recordar que la necesidad de forjar una “voluntad nacio-nal popular” como ingrediente necesario de nuestra liberación,la formuló claramente José Martí un siglo ha.

En tercer lugar –y queremos que esto quede bien claro– nopretendemos negar la enorme y decisiva importancia que la lu-cha por la democracia tiene en América Latina. En una regióncomo la nuestra, asolada permanentemente por las más oprobio-sas dictaduras, casi parece superfluo insistir en que las reivindi-caciones democráticas constituyen una de las más altas bande-

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1. LA INTERNACIONAL COMUNISTAY LOS PARTIDOS NACIONALES

La idea de una dependencia absoluta de los partidos comu-nistas (PC) latinoamericanos con respecto a la Internacional Co-munista (IC) ha sido sostenida por tres fuentes harto disímiles:(a) el imperialismo y las clases dominantes en general, (b) elmovimiento trotskista y (c) algunos PC. Que las fuerzas com-prendidas en el primer literal esgriman esa tesis es más quecomprensible: se trata de presentar a los PC y grupos afines co-mo organizaciones ajenas a la realidad nacional, y al propiomarxismo como “ideología foránea”. Igualmente se entiendenlas razones del trotskismo: es una manera de atribuir todas laslimitaciones y eventuales errores de la izquierda realmente exis-tente (la otra, imaginaria, es por definición inmaculada) a Staliny la IC. Llama la atención, en cambio, que ciertos PC sostengantesis parecidas, pero tal asombro se disipa al observar que nopor azar son aquellos partidos que no han logrado arraigar en lasmasas obreras y en general populares de sus respectivos países.Culpar de ello a la IC –disuelta hace más de 40 años– resulta en-tonces un expediente tan fácil como irresponsable.

VII. EL MARXISMOLATINOAMERICANO:

HISTORIA Y PROBLEMASACTUALES

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fico proceso histórico venezolano 2.Una última observación: casi huelga aclarar que importantes

episodios de nuestra historia, como el levantamiento comunis-ta de 1935 en el Brasil o el Frente Popular chileno del 36, sóloen la leyenda difundida por Michael Löwy son reductibles amots d’ ordre del KOMINTERN 3. Innumerables testimoniosconfirman la “autoctonía” del movimiento brasileño 4, a la vezque ningún historiador medianamente serio dudaría de la rai-gambre nacional del Frente Popular de Aguirre Cerda y Salva-dor Allende.

2. MITO Y REALIDAD DEJOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI

Reivindicado por los neogramscianos tanto como por losmaoistas de Sendero Luminoso, y no menos por el gobierno deVelasco Alvarado que por todos los partidos comunistas, JoséCarlos Mariátegui (JCM) es a la par un clásico de nuestro mar-xismo y una suerte de espacio simbólico en el cual confluyenmúltiples mitos. Aquí nos limitaremos a exponer nuestra opi-nión sobre algunos puntos controvertidos.

Primero, nos parece falso que JCM sea una especie de profe-ta heterodoxo, como en algún momento lo creyeron ciertos mar-xistas dogmáticos y, lo que es peor, siguen creyéndolo todavíalos teóricos trotskistas o algunos publicistas cercanos a la socialdemocracia. Asombra, por lo demás, que intelectuales de la IVInternacional reivindiquen como suyo a un autor que explícita-mente dio razón a Stalin contra Trotsky, incluso en cuanto a la

Que la pertenencia a la IC no determinaba de manera fatal eldestino de los PC pareciera la evidencia misma. Sólo con pen-sar en la trayectoria de tres partidos asiáticos hoy en el poder, elchino, el vietnamita y el coreano, uno percibe la inmensa distan-cia que los separa de sus homólogos latinoamericanos, todosmiembros, no obstante, de la IC. Los asiáticos estuvieron desdeluego más cerca de ésta organización que los latinoamericanos,mas ello no fue óbice para que, de una parte, nacionalizaran pro-fundamente su marxismo (para bien o para mal) y, de otra, si-guieran entre sí vías harto distintas. La experiencia de Mao, so-bre todo a partir de 1935, comprueba además la siguiente hipó-tesis: no es que algunos PC fueron –y a veces siguen siendo–débiles por que la IC les impuso determinada línea política; alcontrario, fue en la medida en que eran débiles y carentes dearraigo popular que una línea “exterior” parecía imponérseles.Mao pudo divergir de Stalin porque se movía, según su metáfo-ra, “como el pez en el agua”.

Para el caso de América Latina no es superfluo recordar quetambién existen diferencias muy notables en el desarrollo de losPC. Bastante ortodoxos y de masas, los partidos chileno y uru-guayo, se parecen más bien a sus equivalentes de la Europa me-diterránea, hasta la década pasada al menos. Un partido como elComunista de México tiene en cambio una historia surcada portodo tipo de “heterodoxias”, que sin embargo poco lo acercaronal pueblo. Una lectura cuidadosa de su recién publicada Histo-ria pone de manifiesto que su verdadero drama nunca fue el deuna definición frente a la IC, sino el de cómo reaccionar y ac-tuar frente a la revolución que ocurría en su propio país 1. Sicreemos en estudios como el de Manuel Caballero, el PC de Ve-nezuela tampoco parece poseer una trayectoria explicable enfunción de las consignas de la IC: el autor tiene razón en subra-yar que esa trayectoria es más comprensible a partir del especí-

1 Arnoldo Martínez Verdugo (ed.); Historia del comunismo en México,Enlace–Grijalbo, México, 1985.

2 Manuel Caballero: La Internacional comunista y América Latina. Lasección venezolana, Cuadernos de Pasado y Presente, No. 80, México, 1978.

3 Michael Löwy: El marxismo en América Latina (De 1909 A nuestrosdías). Antología, ERA, México, 1982.

4 Cf. por ejemplo: Denis de Moraes e Francesco Viana: Prestes: lutas eautocríticas, Vozes, Petrópolis, 1982; o: Moisés Vinhas: O Partidão. A lutapor um partido de massas, 1922–1974, Hucitec, São Paulo, 1982.

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negativa, pero con la aclaración de que hoy tampoco lo es, aun-que por razón bastante menos intrigante de la que algunos qui-sieran encontrar: su universo de preocupaciones no es el máscoincidente, al menos a nivel de la experiencia empírica cotidia-na, con el que ha primado en el Cono Sur. Sin el menor ánimode fastidiar a Aricó y menos aún de postular al monopolio deuna “andinidad” en la que no creo, debo confesar que mi lectu-ra de sus múltiples interpretaciones de JCM no hacen más quecorroborar aquella sospecha: estudioso adentrado en los mean-dros del debate europeo, Aricó me deja siempre la impresión depasar un poco al lado de las preocupaciones de JCM; casi comosi hiciera un esfuerzo por traducir al lenguaje de los “blancos”el sui generis discurso del “cholo” peruano.

Tercero: JCM no me parece un teórico strictu sensu, es decir,un pensador cuyo trabajo se dirija fundamentalmente a la revi-sión y/o reelaboración de categorías y sistemas conceptuales deinterpretación de la realidad. En este sentido, suscribo sin reser-va las siguientes opiniones de Rubén Jiménez Ricárdez:

“(JCM abordó los problemas teóricos del marxismo) enun número limitado de ensayos. Constituyen, si he visto bien,la parte más débil de la obra de Mariátegui. La de menoraliento crítico. Pero la anima la misma pasión política que alresto de su obra. Habrá que considerar los trabajos que la in-tegran como un tipo de trabajos subsidiarios. Discurren en unterreno filosófico y dejan ver el inacabado proceso de apre-hensión del materialismo dialéctico por parte de Mariátegui.Son, por tanto, los hitos sintomáticos de un proceso teóricono concluido, y no las graves y definitivas desviaciones delmarxismo que muchos han querido ver” 8.Ni tampoco, añadiríamos, las geniales aportaciones que otros

se empecinan en descubrir.¿En qué radica entonces la grandeza de JCM? Ante todo, en

habernos legado el primer esquema marxista de interpretación

necesidad de desarrollar el socialismo en un solo país 5, y quecon mayor explicitez aún hizo de la existencia de un feudalismolatinoamericano el pivote de sus brillantes análisis (crimen delesa–interpretación según el trotskismo). Tampoco deja deasombrar que, a fuerza de querer hacer de JCM un disidenteavant la lettre, José Aricó, por ejemplo, termine inventándoseun JCM “antiestatalista”, “contrario a la visión clasista del mar-xismo oficial” y “creador de un universo que se define más entérminos de cultura que en los estrictamente de clase” 6. ¿Dón-de expresó JCM semejantes ideas?

Segundo: tampoco parece tener asidero objetivo la leyendade una obra de JCM cuyo destino póstumo hubiera consistido entransitar de las catacumbas del “estalinismo” a una especie deepifanía actual: ambos extremos son falsos. Para los andinos demi generación y de la que la precedió, JCM nunca fue un des-conocido. Más aún: era impensable, justamente en los años enque se supone que el “Amauta” estuvo proscrito, que discutié-ramos del problema indígena o agrario, de cuestiones literariaso de lo que 20 años más tarde se denominaría “modos de pro-ducción”, sin conocer mínimamente los 7 ensayos. Por los años4Os y 50s este libro ya era un clásico 7.

Cabe desde luego preguntarse si JCM era igualmente cono-cido en el Cono Sur, por ejemplo. Y la respuesta tiene que ser

5 Cf. José Carlos Mariátegui; Obra política, ERA, México, 1984, p. 219.Löwy mutila sin el menor respeto ese texto para dar a entender que Mariáte-gui era filotrotskista, siendo que Mariátegui incluso comparte abiertamentela idea de la revolución en un solo país. La cita mutilada se puede encontraren Löwy, op. cit., p. 20.

6 Cf. su artículo “El marxismo latinoamericano” en Norberto Bobbio y Ni-cola Matteucci: Diccionario de política, Siglo XXI, México, 1982, p. 987.

7 Algunos me han hecho notar que transcurrieron 15 años entre la primeraedición de los 7 ensayos (1928) y la segunda (1943) y 9 años más entre éstay la tercera (1952). Es cierto, mas ello corresponde al ritmo editorial de laépoca. Entre la primera (1950) y la segunda edición (1959) de El laberintode la soledad pasaron 9 años y eso que ya eran otros tiempos, en un país co-mo México y con un autor que dista mucho de ser un proscrito: Octavio Paz. 8 “Prólogo” a Obra política de Mariátegui ed. cit., p. 13.

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oscura que se extendería desde ahí hasta 1959, en que se produ-ce la revolución cubana.

Esta versión carece de toda seriedad. Es justamente a partirde los años 30s cuando cobra cuerpo un movimiento intelectualinspirado en el marxismo, y de tanto vigor y envergadura quebien podría considerárselo como el fundamento de toda la cul-tura moderna de América Latina. A él pertenecen poetas de latalla de Neruda, Vallejo o Nicolás Guillén, novelistas como Jor-ge Amado o Carlos Luis Fallas, pintores como los del muralis-mo mexicano y hasta arquitectos como el gran Niemeyer. Sinduda lo mejor de nuestra cultura.

Y obsérvese que no se trata de creadores que “por un lado”se confiesen marxistas y “por otro” hagan una obra que nadatenga que ver con dicha ideología. No; el peso del marxismo estan grande que a veces ocurre más bien lo contrario: autores quemilitan en partidos no marxistas, pero cuya obra está impregna-da de una visión materialista del mundo. Sirvan de ejemplo losnovelistas Jorge Icaza de Ecuador, Ciro Alegría del Perú o elpremio Nobel Miguel Ángel Asturias.

Ahora bien, conviene destacar que a través de esta pléyadede creadores el marxismo se funde indisolublemente con lo na-cional y lo popular en la medida en que: (a) se recuperan las raí-ces populares subyacentes en grupos étnicos oprimidos: indios,negros, mulatos, mestizos, etc.; (b) se reinterpreta nuestra histo-ria y nuestras tradiciones; (c) se crea, a partir de lo anterior, unnuevo repertorio simbólico y hasta un nuevo lenguaje; y ello (d)sin caer en el folklorismo y ubicando esas imágenes y represen-taciones en la perspectiva de la construcción de una cultura na-cional hasta entonces inexistente, o por lo menos atrofiada porel carácter estamental de la sociedad oligárquica y por la domi-nación imperial; y (e) destacando las múltiples tensiones y con-tradicciones, incluidas las de clase, que surcan la vida de nues-tras naciones.

Al participar decisivamente en la conformación de esta vi-sión del mundo, el marxismo adquiere carta de ciudadanía en

de las modalidades específicas de desarrollo del capitalismo enAmérica Latina, en condiciones de dependencia y articulacióncon otras formas productivas (feudalismo, esclavitud, comuni-dad primitiva); esquema que muchos de nosotros, discípulos su-yos, seguimos considerando válido. Al hacerlo, JCM ligó porvez primera el discurso marxista a nuestra realidad, evitandoque aquel discurso flotara como una substancia etérea incapazde incorporarse al referente empírico que pretende explicar.¿Nacionalización del marxismo? Si se quiere, sí.

Luego, JCM nos enseñó con el ejemplo cómo la vocación to-talizadora del marxismo no puede permanecer como mero pos-tulado, sino que tiene que cuajar como práctica real: sus análi-sis abarcan, en efecto, desde la problemática económica hastalos vericuetos de la literatura, pasando por el estudio de la diná-mica regional (hoy tan de moda), del problema educativo, lacuestión étnica, etc. Todo ello, con una particular lucidez y so-bre la base de un inmenso acervo cultural que, también por pri-mera vez en nuestra historia, es incorporado a coordenadas sis-temáticamente marxistas sin caer en ese pot pourri teórico queaún caracteriza a buena parte del ensayo latinoamericano.

En fin, JCM abrió el camino a una crítica marxista de lasideologías adversarias, sobre todo a través de sus debates con elidealismo y el populismo. Además, claro está, de ser un pione-ro al señalar la necesidad de una vía revolucionaria y socialistade solución de los problemas latinoamericanos, justificada cien-tíficamente por el análisis de nuestro específico desarrollo capi-talista. Inmensos aportes de este hombre singular.

3. 1930–59: LA FUNDACIÓN DE UNA VISIÓNMARXISTA DE NUESTRO MUNDO

Con frecuencia suele presentarse un panorama del desarrolloinicial del marxismo en América Latina dividido en dos fanta-siosas etapas: (a) una especie de edad de oro que se extinguiríacon la muerte de Mariátegui, en 1930; y (b) una supuesta edad

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la Colonia hasta los años 60s de este siglo, ha poseído similarcaracterística.

Por último constatemos que durante todo el lapso analizadoen este numeral, se registra un notorio desarrollo desigual delmarxismo: hegemónico en muchas áreas de la cultura, cuajamuchísimo menos en el plano orgánico–partidario (pese a laexistencia de PC y afines) y penetra sólo muy lentamente en lasmasas.

4. LA REVOLUCIÓN CUBANA:CULMINACIÓN Y RUPTURA

Las reflexiones precedentes ayudan a explicar algo que todosintuimos: la revolución cubana no surgió por generación espon-tánea. Permiten entender, asimismo, aquella aseveración de Fi-del Castro que muchos ponen en duda: que antes del triunfo del59 él era ya marxista-leninista. Coadyuva, por último, a com-prender cómo la revolución cubana sólo en apariencia constitu-ye una transgresión del principio de que “sin teoría revoluciona-ria no hay acción revolucionaria”. En este caso la teoría revolu-cionaria strictu sensu estaba dada por la presencia del marxis-mo–leninismo a nivel mundial, pero existía además una “aclima-tación” latinoamericana de dicha teoría y una visión del mundoinspirada en ella, pletórica de vivencias y símbolos nacionales.En la medida en que el materialismo histórico arraiga en Améri-ca Latina como marxismo–leninismo, es decir, como pensamien-to profundamente antiimperialista, tampoco es de extrañar que ellíder cubano, sin “engañar” a nadie ni plantearse dilemas comolos de Ernesto Laclau 9, encuentre natural juntar aquel pensa-miento con nuestra mejor tradición libertaria, encarnada en estecaso por José Martí. Veinte años más tarde la experiencia se re-petirá, mutatis mutandis, en la Nicaragua sandinista.

América Latina a la vez que esta región se “marxistiza”. En ade-lante, será el continente más impregnado de marxismo: nadiepodrá trazar la historia contemporánea de sus actividades vita-les prescindiendo de ese ingrediente que hallaremos no sólo enla política, sino también en la literatura, las artes plásticas, lamúsica neofolklórica o la canción–protesta, las ciencias socialeso la misma teología.

Quedan, desde luego, algunas preguntas por responder, em-pezando por la siguiente: ¿por qué los “especialistas” en marxis-mo latinoamericano no se han percatado de este fenómeno quesalta a la vista? Dejemos al lector la tarea de indagar la parte quecorresponde a la simple ignorancia y la que es atribuible a lamala fe.

Una segunda cuestión consiste en saber qué determinó el au-ge de aquella visión fuertemente marxistizada de la realidad.Amén de la influencia de la revolución bolchevique y otrosacontecimientos “externos” (la Guerra Civil española o el Fren-te Popular francés, por ejemplo), hubo por supuesto la eferves-cencia y disponibilidad de nuestras propias fuerzas sociales y enparticular de unas capas medias tanto más jacobinas y antiimpe-rialistas, cuanto que soportaban directamente las consecuenciasde una vía oligárquica de desarrollo (“descompuesta” en algunamedida por la crisis del 29) y de la dependencia del imperialis-mo que nos impedía culminar el proyecto nacional. El marxis-mo–leninismo (fórmula inseparable entre nosotros) fue en talescondiciones el único instrumento capaz de dar cuenta de esacompleja situación y señalar al mismo tiempo un camino de su-peración.

Una tercera inquietud se refiere al contraste entre la riquezade aquel cúmulo de imágenes y representaciones revoluciona-rias, y la relativa y simultánea pobreza del pensamiento abstrac-tamente expresado: ensayo filosófico, sociológico, etc. Así es,pero la explicación de tal “anomalía” rebasa los propósitos deeste artículo en la medida en que remite a un problema mayor:el de inquirir por qué la cultura de América Latina toda, desde

9 Ernesto Laclau: Política e ideología en la teoría marxista, Capitalismo,fascismo, populismo, 2a. ed., Siglo XXI, 1980, p. 193 y ss.

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perialistas, la “brecha” que los separaba del Tercer Mundo nohabía hecho más que aumentar. Justamente por eso surgen lasnociones de Tercer Mundo y “subdesarrollo”; al calor, por lo de-más, de luchas de liberación nacional que se libran en muchospuntos del globo: Indochina, Argelia, Congo, etc.

La revolución cubana es, pues, el punto de confluencia demuchas vertientes: de una tradición jacobina y antiimperialistamuy autóctonas y un marxismo–leninismo asimilado y moldea-do a nuestra medida; de todo ello, y una disposición revolucio-naria de las masas acorde con nuestra condición de eslabón dé-bil; en fin y muy importante, de un momento en el que por pri-mera vez la historia universal busca totalizarse no ya a través dela acción y el pensamiento de las metrópolis de siempre, sinopor la constitución de una nueva unidad que, aún de manera di-fusa, empieza a denominarse Tercer Mundo.

5. EL MARXISMO RENOVADO DE LOS AÑOS 60s.

¿Implicó la revolución cubana una superación del marxismolatinoamericano hasta entonces existente? Por supuesto que siya que constituyó no sólo una culminación sino además una cri-tica práctica de aquél, al mostrar nuevos caminos y perspecti-vas para la revolución. En la medida en que el marxismo–leni-nismo no es únicamente una teoría “crítica”, sino una teoría en-caminada a transformar la realidad, el hecho de que los revolu-cionarios cubanos hayan logrado este objetivo implicó por símismo una superación: no sólo de ciertas tesis y prácticas delmarxismo llamado “tradicional”, es decir, el de los PC, sinotambién y hasta diría que sobre todo, de aquellos marxismosimaginarios que siempre tuvieron razón verbal o escrita pero ja-más transformaron en lo más mínimo la realidad.

¿Cuáles fueron las principales concepciones modificadas porel proceso cubano? Es ya de rigor señalar cuatro: (a) la defini-ción del carácter de las formaciones sociales latinoamericanas;(b) el esquema de interpretación de las clases sociales y por tan-

Pero junto al movimiento de las ideas está también el de larealidad. En este decisivo plano la revolución cubana es culmi-nación y superación, a la vez, de una serie de insurrecciones yrevoluciones que marcan toda la etapa de la posguerra en Amé-rica Latina. Recordemos tres por su importancia, comenzandopor el “bogotazo” de 1948, en donde Fidel hizo uno de sus pri-meros aprendizajes, quedando marcado tanto por la acción delas masas como por la personalidad del líder asesinado, JorgeEliécer Gaitán, en quien confluían en explosiva mezcla lo me-jor del liberalismo radical, muchos rasgos del populismo enton-ces en boga, y una suerte de difuso socialismo.

En segundo lugar hay que mencionar la revolución guate-malteca (1944–54), en el que otro líder del futuro Movimiento26 de Julio, el “Che” Guevara, hizo a su turno el aprendizaje.¿Qué conclusiones extrajo de allí? Por lo menos dos: (a) la iz-quierda sólo puede triunfar a condición de organizar y armar alas masas, para garantizar y profundizar con ellas el proceso re-volucionario; y (b) en los países dependientes, la parte más ar-dua de la lucha no es la que se libra contra la clase dominantelocal sino la que hay que sostener contra el imperialismo.

Queda una tercera experiencia cuya influencia sobre el pro-ceso cubano es más difícil de aquilatar: la revolución bolivianadel 52. Lo más probable es que de esta revolución saliera unalección exactamente inversa a la de Guatemala; de nada sirve te-ner a las masas combatiendo en las calles ni –hecho insólito– alos obreros aniquilando al ejército de la clase dominante, si noexiste una organización de vanguardia que cumpla realmente supapel.

Aparte de esto, no hay que olvidar que el modelo de desarro-llo capitalista dependiente de la posguerra había entrado en unazona crepuscular en América Latina, junto con las distintas op-ciones políticas que lo acompañaron, desarrollismo y populismosobre todo. Amén de que, a estas alturas de la historia, esa cri-sis enlazaba con una de carácter mundial: a finales de los años50s era evidente que junto al boom económico de los países im-

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ni cree que de allí se deriven consecuencias para la futura revo-lución. El debate, sin embargo, enriqueció nuestras ciencias so-ciales aunque sólo fuese porque las puso en tensión.

En lo que concierne al segundo punto, esto es, el esquema deinterpretación de las clases sociales, lo fundamental de la discu-sión giró en tomo de la existencia o no de una burguesía nacio-nal y al papel que ella podía desempeñar en el proceso revolu-cionario. Como en el caso anterior, este problema también apa-reció con posterioridad a la revolución cubana y más por la ex-periencia de otros países que por la que inicialmente se habíadado en la Isla. En efecto, en un famosísimo texto de 1961, elChe escribía sobre Cuba lo siguiente:

“Es comprensible que la burguesía nacional, acogotadapor el imperialismo y por la tiranía, cuyas tropas caían a sa-co sobre la pequeña propiedad y hacían del cohecho un me-dio diario de vida, viera con cierta simpatía que estos jóve-nes rebeldes de las montañas castigaran al brazo armado delimperialismo... Así, fuerzas no revolucionarias ayudaron dehecho a facilitar el camino del advenimiento del poder revo-lucionario” 11.A esas alturas, sin embargo, era ya evidente que en los demás

países latinoamericanos la “burguesía nacional”, azorada por elcurso de la revolución cubana, iba convirtiéndose en una fuerzacada vez menos progresista. Era además verdad algo que los es-tudios sociológicos y económicos corroboraban: el proceso detransnacionalización, que confería un nuevo carácter a nuestraseconomías, había vuelto raquítica en un extremo y transnacio-nalizada en el otro a la antigua “burguesía nacional”; en suma,la había “descompuesto”. Las contradicciones interburguesas(secundarias obviamente) seguían existiendo, pero eran ya deotro tipo.

Si los puntos hasta ahora tratados representan implicaciones

to del sistema de eventuales alianzas; (c) el carácter de la revo-lución latinoamericana; y (d) las formas de lucha.

En lo atinente al primer punto, mucho se insiste en que la re-volución cubana sólo fue posible en cuanto sus líderes com-prendieron que nuestras sociedades no son feudales ni semifeu-dales, sino plenamente capitalistas. Se trata, sin embargo, deuna atribución post factum. No existe un solo texto, ni uno so-lo, en que tal preocupación aparezca esbozada siquiera por al-guno de los dirigentes del 26 de Julio. Hasta agosto de 1961, elChe seguía hablando de una reforma agraria “antifeudal y an-tiimperialista” 10 Al revisar su Obra revolucionaria resulta encambio evidente que su radical antiimperialismo está enriqueci-do con un amplio conocimiento de las luchas de liberación delTercer Mundo así como de la reflexión en tomo a ellas: a la vezque por los análisis y concepciones sobre lo que se había detec-tado como situación de subdesarrollo. En este sentido, cabe su-brayar que el marxismo latinoamericano se enriqueció al expe-rimentar una tercermundización, hecho tanto más necesario dedestacar cuanto que el “euromarxismo” tratará de sepultarlodespués.

Lo anterior no significa que el debate sobre el carácter deAmérica Latina no se haya desarrollado a la suite de la revolu-ción cubana, especialmente provocado por André Gunder Franky su escuela (que por lo demás fueron acogidos en la revista cu-bana Pensamiento Critico). No es del caso entrar aquí en el la-berinto argumental de esta discusión, cuyo desenlace es de to-dos conocido: dado que la América Latina de los años sesentaen adelante era predominantemente y cada vez más capitalista ajuicio de todos, el debate tendió a languidecer por falta de con-trincantes y de actualidad. Con honrosas excepciones como lade Luis Vitale, nadie se enardece actualmente ante la preguntade si América Latina fue o no feudal en los siglos XVI a XIX,

10 Ernesto Che Guevara: Obra revolucionaria, ERA, México, 1971, p. 421(Discurso en Punta del Este).

11 “Cuba: ¿excepción histórica o vanguardia en la lucha anticolonialista?”,en Obra revolucionaria, ed. cit., p. 517.

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flujo del movimiento revolucionario latinoamericano que dura-rá aproximadamente un quinquenio, hasta 1978, y conocerá talvez su peor momento en 1976, cuando los regímenes militaresde derecha o recientemente derechizados parecen controlar casitodo el continente.

En estas condiciones, el marxismo latinoamericano desarro-lla cuatro líneas principales de investigación, que a la vez son denecesario cuestionamiento sobre: (a) el carácter de los nuevosregímenes, especialmente del Cono Sur; (b) los cambios opera-dos en el Estado latinoamericano; (c) la necesidad de restable-cer la democracia y las vías para conseguirlo; y (d) los marcosglobales de interpretación de la realidad latinoamericana.

En cuanto al primer punto, puede decirse que hay unanimi-dad en constatar el carácter novedoso de los regímenes milita-res recién implantados; o sea, que no se trata más de las dicta-duras latinoamericanas de tipo tradicional sino de golpes insti-tucionales que aspiraban a remodelar la economía, las relacio-nes sociales y la política de los respectivos países en consonan-cia con un proceso de transnacionalización de los mismos. Másallá de este acuerdo, las divergencias comenzaban, particular-mente agudas al discutir el carácter fascista o no fascista deaquellos regímenes. Inútil recapitular los argumentos de un de-bate cuyo eco es todavía perceptible. Las alternativas a la tesisde la fascistización fueron, como se recordará, de un lado la deldenominado “Estado de Seguridad Nacional (sostenida por LuisMaira, por ejemplo); de otro y a la izquierda, la teoría del Esta-do de Contrainsurgencia, de R. M. Marini (No evocamos la te-sis del Estado Burocrático-autoritario, sustentada por G.O’Donnell, por situarse fuera del debate marxista). Supuesta-mente, cada tesis interpretativa correspondía a determinada fór-mula política de lucha antidictatorial, aunque, irónica comosiempre, la historia determinó nuevos parteaguas en la décadade los 80s.

Con respecto al segundo punto –cambios operados en el Es-tado– también hubo consenso en detectar su remodelación en

de la revolución cubana, antes que planteamientos explícitos deella, los concernientes al carácter de la revolución latinoameri-cana y a las formas de lucha son en cambio sus aportes directos.La gesta cubana pone al orden del día la posibilidad de una re-volución socialista, que en su curso resolverá las tareas teórica-mente “democrático–burguesas” y desde luego las de liberaciónnacional (antiimperialistas) 12. En cuanto a las formas de lucha,actualiza la posibilidad de la acción armada recuperando unavieja tradición guerrillera y “montonera” de América Latina.Sin embargo, a partir de ese momento entramos en una etapa enla que se experimentan todas las formas de lucha, desde el de-nominado “foquismo” hasta la guerrilla urbana que le sigue,continuando en los años 70s con experiencias tan diversas comola de la Unidad Popular chilena o la guerra popular prolongadaque se da en algunas zonas de Colombia y sobre todo en Cen-troamérica.

Por otro lado, la década de los 60s inicia una suerte de épo-ca de oro de nuestras ciencias sociales, que por primera vez de-jan de ser una mera caja de resonancia de lo que se dice en Eu-ropa o Estados Unidos, para configurar su propia problemáticay hasta pretender elaborar su propia teoría: la de la dependencia,que no es del caso entrar a discutir aquí. Esas ciencias socialesestán además altamente politizadas y en un interesante vaivéndialéctico contribuyen, a su tomo, a dar asidero científico a lastesis de las diversas organizaciones políticas 13.

6. REFLUJO Y NUEVOS CUESTIONAMIENTOS

En 1973, con el golpe de Estado en Uruguay y el derroca-miento de Salvador Allende en Chile se inicia un período de re-

12 Cf. Carlos Rafael Rodríguez: Cuba en el tránsito al socialismo(1959–1963). Siglo XXI, México, 1978.

13 Incluso de los PC, como puede comprobarse con sólo leer la Declara-ción de la Conferencia de los Partidos Comunistas de América Latina y delCaribe, Granma, resumen semanal, La Habana, 22 de junio de 1975.

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7. ENTRE LA REVOLUCIÓN YEL “EUROCOMUNISMO”

1979 es un año axial en la historia del marxismo latinoame-ricano por más de una razón. En primer lugar, por el triunfo dela revolución sandinista, veinte años después de la revolucióncubana y al cabo de tantas experiencias fallidas de la izquierda.Revitalizante en sí misma, la victoria nicaragüense no fue ade-más un hecho aislado: fue el punto descollante de un proceso re-volucionario que tomaba cuerpo en El Salvador y se articulabaen Guatemala, al tiempo que prendía en un punto lejano y has-ta entonces ignorado: la Granada de Bishop.

Sin embargo, el desarrollo de estos y otros procesos será tan-to más arduo y sinuoso cuanto que coincide con una precipita-ción de derechización de “Occidente”, es decir, de los países im-perialistas. Está desde luego el acontecimiento más conocido: la“reaganización” de los EU, que en verdad se inició bajo el man-dato del mismo Carter, a mediados de 1979. Y está también suequivalente de ultramar, representado por la señora Thatcher.Pero esto es sólo una parte: más grave, sin duda, es la derechi-zación de los partidos socialistas de Francia, España y Portugal,cada vez más satélites de la potencia estadounidense. Además,y como lo cuenta detalladamente R. Aron en sus Mémoires 14, laantigua intelectualidad de izquierda, o por lo menos progresis-ta, ya había experimentado un viraje de 180 grados hacia fina-les de los 70s. Y conste que no se trata, únicamente de un anti-sovietismo o anticomunismo, sino también de un expreso anti-tercermundismo 15. No es éste el lugar para analizar las causas

función de los requerimientos del capital financiero, hecho quea su manera supone cierto tipo de modernización. ¿Estableci-miento, entonces, de un capitalismo monopolista de Estado?Aquí, ya estábamos lejos de la unanimidad. ¿Grado de robustezde ese Estado? Tampoco había acuerdo sobre esto y hasta hoyno lo hay.

La cuestión de la democracia pareció en un comienzo el me-jor punto de confluencia para todas las fuerzas antidictatoriales;pero a la larga devino la peor manzana de la discordia en la me-dida en que cada quien rellenaba aquel concepto con los más di-versos contenidos. Chile, donde la izquierda siempre tuvo másalternativas que en el resto del Cono Sur, ilustra a cabalidad losalcances de estas discrepancias, hoy más agudas que ayer. Peroesto remite a problemas que analizaremos en la parte final.

Queda el cuarto punto –cuestionamiento de los marcos gene-rales de interpretación de la realidad latinoamericana– que agrosso modo se expresó como una oposición entre la “teoría dela dependencia” y una “teoría de la articulación de modos deproducción bajo dominio imperialista”; discusión que en su mo-mento levantó encendidas pasiones pero que hoy, a la distancia,parece en gran medida superada, para no decir démodée. En par-te, porque la realidad presente ya no plantea las mismas pregun-tas y retos de hace una década; en parte porque cada uno de loscampos (“dependentistas” y “antidependentistas”) han ido de-cantando sus tesis y también... sus filas.

De todas maneras aquellos debates fueron interrumpidos o,más exactamente, reencauzados por dos acontecimientos que seperfilaron con nitidez en 1978: el renacimiento del movimientode masas, impresionante en casos como el del Brasil, y el rebro-te del espíritu insurgente en Centroamérica, sobre todo en Nica-ragua. Signos inequívocos de una nueva etapa. 14 Raymond Aron: Mémoirer, Julliatd, París, 1985, esp. la “Cinquieme

partie”.15 Quien desee tener una idea de la furia antitercermundista, coloreada de

racismo, de importantes sectores de la intelectualidad europea, cf. Le Mon-de diplomatique en español, Año VII, No. 77, Mayo de 1985, dossier titula-do: “Una bestia a abatir: el tercermundismo”.

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sivamente venezolana; de manera efímera México viviría unaetapa parecida y, en cierto sentido, los últimos alientos del “mi-lagro brasileño” alimentaban circuitos de bienestar proclives al“eurocomunismo”.

Como quiera que fuese, dicha corriente sembró una enormeconfusión en América Latina y contribuyó al desarme ideológi-co de muchos sectores de izquierda, en el momento en que ma-yor firmeza requeríamos para combatir a un imperialismo cadavez más prepotente y agresivo. Entre otras cosas, nos hacía per-der esa conciencia tercermundista con que nos habíamos enri-quecido en los años 60s; ahora, aun teóricamente se presuponíanuestra pertenencia a aquello que Gramsci denominó “Occiden-te”. No faltó quien vaticinara que a la vuelta del milenio paísescomo México, Brasil y Venezuela ingresarían al club de los de-sarrollados. En esos sueños andábamos cuando la crisis de 1982nos deparó el duro despertar que conocemos: volvimos al redilde los subdesarrollados y no siquiera con la cabeza erguida.

8. DIVERSIDAD, PLURALISMO

Como lo ha señalado en más de una ocasión Shafik JorgeHandal, dirigente de los comunistas salvadoreños, la propia di-versificación que ha experimentado la estructura social de nues-tros países crea no sólo clases, sino grupos de fisonomía muyespecífica que legítimamente aspiran a poseer órganos propiosde expresión 16. Al mismo tiempo, la crisis del imperialismo ydel capitalismo en cada país radicaliza a muchos grupos socia-les, que adoptan posiciones revolucionarias. En esas condicio-nes resulta muy difícil pensar que una sola agrupación políticapueda ser considerada como vanguardia, con excepción de las

de tal derechización, que indudablemente tiene que ver con laprofunda crisis de Occidente, uno de cuyos chivos expiatoriosha resultado ser el Tercer Mundo (como lo fueron los judíos enla crisis del 29).

El “eurocomunismo” surge precisamente en este contexto,como una expresión más de la crisis de la izquierda europea yconcibiéndose a sí mismo, en una de sus vertientes, como unaalternativa conservadora a la “vía chilena”. En efecto, mientrasla mayor parte de la izquierda latinoamericana reaccionó ante laderrota en Chile destacando el error consistente en no haber he-cho todo lo posible para tomar realmente el poder, la dirigenciadel PC italiano llegó a la conclusión estrictamente opuesta: ha-bía que proceder con más cautela, marchando al compás de unaalianza con la Democracia Cristiana. Tesis que ciertamente evi-taría el golpe, puesto que lo torna innecesario, aún sin llegar alos extremos del PCI: “terza via” al socialismo bajo el paraguasprotector de la OTAN.

Mas seamos justos: si todos los caminos conducen supuesta-mente a Roma, no todos parten de allí. Tesis bastantes similaresa las del “eurocomunismo” surgieron en América Latina al co-menzar la década de los 70s, sintetizadas por ejemplo, en el li-bro Proceso a la izquierda, de Teodoro Petkoff, ex–guerrillerovenezolano y actual dirigente del MAS. Sólo que dicho texto tu-vo mínima influencia fuera de su país; fue recibido como lo queen gran parte era: fruto de una elevada fiebre petrolera.

Distinto fue el destino del “eurocomunismo” en razón de va-rios hechos. Primero, venía con el sello europeo, en un momen-to en que una extraña mezcla de debilidad y frivolidad nos ha-cía recaer en la dependencia teórico–cultural. Segundo: con ra-zón o sin ella, traía el aval de un hombre por todos respetado:Antonio Gramsci. Tercero: aparecía como la “vía democrática”al socialismo, en un contexto en que la mayoría de latinoameri-canos clamábamos por un “retorno” a la vida democrática.Cuarto: fuera de Centroamérica, la norma era más bien el decli-ve ideológico. Quinto y último: la fiebre petrolera no era exclu-

16 Cf., entre otros, Mario Menéndez Rodríguez: El Salvador: una autén-tica guerra civil, EDUCA, Centroamérica, 1980, p. 159 y ss.; o Marta Har-necker: Pueblos en armas, Universidad Autónoma de Guerrero, México,1983, p. 133 y. ss.

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rresponde obligatoriamente a la que divide a marxistas y nomarxistas. Entre los “eurocomunistas” que hacen profesión desu oposición al socialismo real y gala de su “distancia crítica”frente a todas las revoluciones de este mundo, y los cristianoscomprometidos con la revolución (como tantos que ahora exis-ten en América Latina) me parece evidente que la posición deizquierda está representada por los segundos.

Por lo demás, entre el universo teórico de esos cristianos re-volucionarios y el del marxismo de igual signo, tal vez hayamenos distancia de la que se suele suponer. En un reciente nú-mero de la revista Cristianismo y sociedad, por ejemplo, vienenvarios estudios que muestran cómo las ciencias sociales lati-noamericanas, fuertemente impregnadas de marxismo, han ser-vido de nexo entre el materialismo histórico y la visión delmundo de los cristianos de avanzada. Samuel Silva Gotay afir-ma que “la interpretación radical de la dependencia estructural,representada por los científicos de izquierda, inclinados al usode las categorías marxistas de análisis socio–económico, fue loque hizo posible que muchos militantes cristianos del continen-te vinieran en contacto con el análisis marxista e hicieran unainterpretación marxista de la historia y el subdesarrollo latinoa-mericano” 17. Más reservado, el padre Gustavo Gutiérrez pien-sa que “si hay encuentro, éste se da entre teología y ciencias so-ciales, y no entre teología y análisis marxista”; aunque de in-mediato tiene que señalar un matiz: “salvo por los elementos deéste (del análisis marxista, AC) que se hallan en las ciencias so-ciales contemporáneas, en particular tal como se presentan enel mundo latinoamericano” 18.

Precisión correcta, puesto que en “el mundo latinoamerica-

demás, y lo que se impone con razón es la idea de los frentes re-volucionarios (en Nicaragua ocurrió igual que en El Salvador)que en conjunto constituyen la vanguardia del respectivo proce-so. Hay pues una especie de diversidad en la unidad, cuya evo-lución no está determinada de antemano: puede o no ser conve-niente avanzar hacia la conformación de un partido que rempla-ce al frente, dependiendo de muchas condiciones objetivas ysubjetivas, internas y externas.

Si la diversificación de la estructura social nacional favorecela formación de varias organizaciones revolucionarias por país,la diversidad histórico–estructural entre países, sumada a lamultiplicidad de experiencias en la construcción del socialismoen el mundo, propician otro fenómeno: que organizaciones apa-rentemente similares en determinado momento experimentencon el transcurso del tiempo transformaciones que las llevan aposiciones a veces harto disímiles. Es lo que ocurre con los PC,no sólo a nivel latinoamericano sino mundial. En efecto ¿qué si-militud hay actualmente entre los PC de la URSS, China, Alba-nia, España y Yugoslavia, por ejemplo? Poca, como no sea unareferencia al marxismo cada vez más equívoca y una historiacomún cada vez más remota. Quizás en América Latina la dife-rencia sea menos contrastante, sobre todo a raíz del virtual fra-caso de las líneas maoista y “albanesa”; lo cual no significa queno se registren variaciones notables si se compara, por ejemplo,al PC brasileño con el de El Salvador, al PSUM con el PC cu-bano, o a éste con el nicaragüense. Ello, a nivel de las posicio-nes políticas, porque a nivel de desarrollo y presencia nacionallas diferencias no son menos notables, como se vio en el nume-ral primero de este artículo. El caso arriba mencionado del PCnicaragüense sirve, por lo demás, para demostrar cómo la van-guardia del proceso revolucionario no se confunde necesaria-mente con los PC.

Y esto nos lleva a un último punto, que tiene que ver con elpluralismo ideológico: en la actualidad, la frontera que separa alas posiciones revolucionarias de las no revolucionarias no co-

17 Samuel Silva Gotay: “Las condiciones históricas y teóricas que hicieronposible la incorporación del materialismo histórico en el pensamiento cris-tiano de América Latina”, Cristianismo y sociedad, No. 84, México, 1985,p. 40.

18 Gustavo Gutiérrez: “Teología y ciencias sociales”, revista cit., p. 56.

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fensor de la “sociedad civil”), que el pueblo para exigir que elEstado burgués respete la autonomía de sus organizaciones sin-dicales, partidarias, etc.

Igual ambigüedad encierra el concepto de “hegemonía”, unavez desprendido de su uso europeo occidental que alude a la for-ma de dominación actual de la burguesía financiera: consensoen el interior del espacio metropolitano, coerción en la “perife-ria”; explotación atenuada adentro, sobreexplotación afuera.¿Qué queda del concepto de “hegemonía” cuando se lo aplicaen las antípodas, es decir, en las sociedades “periféricas”? Ape-nas una mistificación subliminar que induce a pensar que el po-der se estructura según el más puro esquema liberal: por mediode una libre competencia de ideas, imágenes y representaciones,que termina por favorecer a los “concursantes” políticos másmeritorios.

En fin y como lo señalamos con anterioridad, está el mismoconcepto gramsciano de sociedades “occidentales” que no hacemás que desvirtuar nuestra peculiaridad derivada de la depen-dencia y el subdesarrollo. Y, tras de todo este equívoco anda-miaje teórico, una cuestión fundamental que nunca termina deaflorar: ¿cuál es el verdadero status de las sociedades latinoa-mericanas de hoy?

Cuando Gramsci afirmó que las sociedades de “Occidente”se caracterizaban por el robustecimiento de la “sociedad civil”,quiso señalar un reforzamiento de la sociedad burguesa; de otromodo resultarían incomprensibles los problemas y perspectivasque atisba para la revolución proletaria. Además, es lógico queello ocurriera en los eslabones fuertes (países imperialistas): Le-nin también lo previó. Queda por saber si un fortalecimiento pa-recido de la burguesía está ocurriendo en nuestra sociedad y ba-jo qué forma y en qué condiciones. Hay que estar conscientes,además, de que si tal cosa viene de veras sucediendo, significaque la revolución socialista quedará aplazada sine die, comoefectivamente ha ocurrido en “Occidente”.

Por tanto la misma discusión sobre el carácter “leninista” o

no” también esta esfera de la cultura resulta inimaginable sin elaporte marxista, que ni siquiera la sistemática represión de losúltimos años ha logrado erradicar de las ciencias sociales.

Lo cual no quiere decir que el marxismo esté “imponiéndo-se” a los cristianos ni “infiltrándose” en la teología, sino quehay una confluencia cimentada en una cultura revolucionaria,patrimonio común de los latinoamericanos y que alimenta elproyecto radical de cambio. Con su fulgurante mezcla de sandi-nismo y poesía, de cristianismo y marxismo–leninismo 19, Nica-ragua es sin duda la mejor plasmación de esta confluencia.

9. PERFILES DEL DEBATE ACTUAL

El debate evocado en el numeral 5 de este trabajo, referenteal carácter de las formaciones sociales latinoamericanas, fue entodo momento un debate explícito; el que se desarrolla actual-mente sobre el mismo tema (aunque con diferentes alternativas)es en cambio un debate solapado, pleno de coartadas.

En tales condiciones, el propio marxismo comienza a adop-tar un lenguaje equívoco, a veces enredado en la trampa de vie-jas oposiciones premarxistas, como por ejemplo la de “sociedadcivil” vs. “sociedad política”. Se olvida, en este caso, que almarxismo se constituyó haciendo la “vivisección” del conceptode “sociedad civil” hasta descubrir su médula económica y sucontradictoria textura clasista. Fuera de esta perspectiva ¿quépuede significar para un marxista la categoría de sociedad civil?Nada, como no sea un campo semántico ambiguo, al que porigual puede apelar la burguesía para pedir que se desestatice ensu favor la economía (el FMI resulta en esta óptica el mejor de-

19 El mejor texto teórica a este respecto es el titulado: “En Nicaragua sejuega el destino de América Latina”, discurso del comandante Bayardo Arceen el Primer Congreso del Pensamiento Antiimperialista, Managua,20/11/85, mimeo.

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levantamiento de ciertas restricciones a los derechos individua-les, como las que se derivan del estado de emergencia vigente.Por lo menos Colombia ha vivido medio siglo en estado de si-tio, que es más grave que el de emergencia. Amenazado por unpuñado de facinerosos, que no llegaban al centenar, Alfonsínimpuso igual medida en Argentina en 1995, sin que nadie la en-contrase escandalosa.

Segundo: parece absolutamente idealista pensar que puedaexistir en la actualidad una democracia sin adjetivos. Este es,además un problema que no depende de los marxistas: la demo-cracia estadounidense, por ejemplo, no va a dejar de ser burgue-sa e imperialista por el hecho de que algún teórico neomarxistadecida liberarla de tales calificativos. Nótese, a este respecto,que las agresiones que EU perpetra por el mundo se basan en elconsenso de la mayoría de la nación, además de que, por reglageneral, siguen todos los procedimientos previstos por la Ley:con la mayor “libertad” el Congreso vota la cantidad de fondosque ha de destinarse a cada agresión.

Tercero: la elección de métodos democráticos o no democrá-ticos de lucha (en el sentido de su apego o no a la ley vigente)no necesariamente dependen del solo campo revolucionario.Aparte de que identificar democracia con legalidad es exagera-do por decir lo menos: en América Latina, lo normal es más bienque la burguesía rompa su propia legalidad y que los sectorespopulares sean acusados de “subversivos” cuando responden atales transgresiones.

Cuarto: es obligación del marxismo latinoamericano definircon profundidad lo que ha de entenderse por democracia en paí-ses como los nuestros, habida cuenta primordialmente de las as-piraciones e intereses de los sectores populares y evitando quese utilice el concepto de democracia para enmascarar las contra-dicciones de clase, eludir las definiciones frente al imperialis-mo, o alejar del horizonte toda posibilidad de una transforma-ción realmente anticapitalista.

Quinto y último: no hay que olvidar que la discusión actual

no de nuestras sociedades 20, lejos de ser, como se pretende, undebate sobre qué “vía” de transición y qué socialismo adoptar,implica pronunciamientos sobre una cuestión mucho más deci-siva: la de saber si aún es viable una alternativa anticapitalista(y necesariamente antiimperialista) en América Latina, o si lomáximo a que podemos aspirar es a un “socialismo” a la euro-pea occidental, sólo que sin “periferia” de donde extraer exce-dente económico para atenuar los efectos de la explotación.

Punto con el cual nos acercamos a otra cuestión vital. Contralo que se recalca en “Occidente”, Lenin no es únicamente el teó-rico de cierto tipo de partido y de lucha por el poder; es ademásel teórico del capitalismo en su fase imperialista, por más queesto suene a lugar común. Ahora bien: ¿puede haber en la Amé-rica Latina dependiente un marxismo susceptible de prescindirde su complemento leninista? Pareciera que no y menos todavíaen un momento en que el imperialismo se muestra más agresi-vo y expoliador que nunca.

10. MARXISMO Y DEMOCRACIA

Está en el orden del día afirmar que la cuestión central delmarxismo pasa hoy por su definición frente a la democracia.Aseveración que parece absolutamente correcta con la sola con-dición de hacer ciertas precisiones breves destinadas a evitar in-tencionales deformaciones o malentendidos.

Primero: la democracia es siempre una respuesta histórica yconcreta destinada a conseguir el máximo bienestar para el pue-blo (o al menos coyunturalmente, su mal menor), y no un con-junto de normas formales que deben aplicarse con independen-cia de cada situación. En este sentido, es evidente que a un paísagredido como Nicaragua no puede exigírsele, supongamos, el

20 Cf., por ejemplo, la “Introducción” a Caminos de la democracia enAmérica Latina, de la Fundación Pablo Iglesias, Ed. Pablo Iglesias, Madrid,1984.

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Presentación ...........................................................................

I. LA CONCEPCIÓN MARXISTADE LAS CLASES SOCIALES ........................................

1. Introducción .....................................................................

2. La sociedad civil y su “anatomía”:constitución del materialismo histórico ...........................

3. Modo de producción y formación social .......................

4. Modo de producción y clases sociales .........................

5. Clase “en sí”. Clase “para sí” ........................................

6. Clases, estamentos, castas ..........................................

7. Articulación de clases en una formación social ............

8. “Pueblo” y clases sociales ............................................

9. Estructuras, procesos, historicidad concreta ................

10. Fracciones y estratos de clase .....................................

11. El problema de las “clases medias”la pequeña burguesía ...................................................

12. Las capas o categorías sociales:intelectuales y burocracia .............................................

13. Grupos y contradicciones de carácter secundario ........

14. Poder de clase, dominación, “hegemonía” ...................

en el seno de la izquierda latinoamericana no pasa por la fron-tera ficticia entre una corriente supuestamente democrática yotra que no lo sería (la denominada “leninista”); la diferenciareal se da más bien entre una tendencia que trata de congelar lasaspiraciones de las masas en el nivel fijado por el democratismoburgués, y otra que no niega la democracia sino que busca lamanera de elevarla hasta niveles revolucionarios. Para esta últi-ma, el problema no es obviamente el de la democracia a secas,ni el de la democracia como una esencia filosófica, sino el decómo incorporar la mayor cantidad de democracia para el pue-blo en el proceso de transformación radical de la realidad.

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10. “Ciencia” e “ideología”: una antinomia abstracta .........

IV. SOBRE EL CONCEPTO DE ENAJENACIÓN ............

1. Problemas de orden metodológico ..............................

2. El concepto de enajenación en losManuscritos económico–filosóficos de 1844 ...............

3. Fetichismo y enajenación en El capital .......................

4. Socialismo y enajenación según Ernest Mandel .........

V. CULTURA, CLASE Y NACIÓN ...................................

l. ¿Teoría de la cultura o análisis materialistahistórico del campo denominado cultural? ..................

2. La dimensión clasista de la cultura .............................

3. La dimensión no clasista de la cultura ........................

4. La cultura en su dimensión formal:el ejemplo de la lengua ................................................

5. Formas culturales y nación ..........................................

6. Estado–nación y formaciónsocial en América Latina ..............................................

7. Algunos rasgos del desarrollocultural latinoamericano ...............................................

VI. EL FETICHISMO DE LA “HEGEMONÍA” ..................

VII. EL MARXISMO LATINOAMERICANO:HISTORIA Y PROBLEMAS ACTUALES ....................

l. La Internacional Comunista ylos partidos nacionales ................................................

2. Mito y realidad de José Carlos Mariátegui ..................

15. Nota final sobre la lucha de clases ................................

II. CLASES SOCIALES Y PROPIEDAD ..........................

1. Relaciones de producción, propiedady clases sociales: Pierre–Philippe Reyy las tesis de Marx ........................................................

2. Propiedad y apropiación real:la conceptualización de Etienne Balibar .......................

3. Propiedad, posesión, “control”:los análisis de Bettelheim .............................................

4. Propiedad y “control efectivo”:los análisis de Dahrendorf ............................................

5. Arrendamiento y propiedad: Poulantzas y Lenin ..........

6. Proposiciones para una adecuadaconceptualización ..........................................................

III. CIENCIA SOCIAL E IDEOLOGÍAS DE CLASE ..........

1. La práctica científica en general:unidad epistemológica con diferentesestatutos sociológicos ...................................................

2. El estatuto sociológico de las ciencias naturales .........

3. El estatuto teórico de las ciencias sociales ..................

4. El problema de la verificación y sus implicaciones .......

5. La naturaleza de la intervención ideológica ................

6. El problema de los “valores” .......................................

7. La ciencia social burguesa:sus límites estructurales ..............................................

8. La ciencia social burguesa en la coyuntura actual .....

9. Materialismo histórico y perspectivas de clase ...........

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3. 1930–59: la fundación de una visiónmarxista de nuestro mundo .........................................

4. La revolución cubana: culminación y ruptura ..............

5. El marxismo renovado de los años sesentas .............

6. Reflujo y nuevos cuestionamientos ............................

7. Entre la revolución y el “eurocomunismo” ..................

8. Diversidad, pluralismo .................................................

9. Perfiles del debate actual ............................................

10. Marxismo y democracia ..............................................

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