LA PRESENCIA DEL TORO BRAVO EN AMÉRICA. México, …...especies y en 1540 la introducción se hizo...

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1 LA PRESENCIA DEL TORO BRAVO EN AMÉRICA. México, como caso particular. Por: José Francisco Coello Ugalde. 1 Director de la fundación “Juan de Dios Barbabosa Kubli, A.C.” Este toro, en particular, perteneció a la hacienda de Atenco. La fotografía se realizó en 1887, por lo que es una de las primeras tomadas fuera de un gabinete. Lo peculiar en la misma, es esa notoria presencia del fenotipo navarro, característico en dicha unidad de producción agrícola y ganadera, misma que fue creada en 1528 y que hoy, en este 2019 aún pervive. Col. “Museo Taurino Mexicano”. Cortesía del Lic. José Carmona Niño. I Es común afirmar, sobre cierto asunto… que tal se pierde en la noche de los tiempos… Sin embargo, y si nos referimos al toro, este siempre ha estado ahí, presente desde lo más remoto de la antigüedad; solo él, o en convivencia con el hombre, que lo domesticó al paso de los siglos. Como resultado de ese convivir, su presencia fue cargándose de elementos rituales. Ya incorporado en una representación tan específica como la Tauromaquia, hoy pervive en forma por demás orgullosa, alcanzando quizá, la más acabada obra de perfección, en la que el hombre ha influido de manera definitiva para mantener no solo a este 1 Véase Currículum Vitae Único CVU- al final de esta publicación. (N. del A.) Imagen de la portada: cortesía de André Viard. Se trata del incomparable escenario de Atenco (valle de Toluca, estado de México). Al fondo, se puede apreciar el cerro de “Chapultepec”, y los toros, evidentemente los toros…

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LA PRESENCIA DEL TORO BRAVO EN AMÉRICA. México, como caso particular. Por: José Francisco Coello Ugalde.1 Director de la fundación “Juan de Dios Barbabosa Kubli, A.C.”

Este toro, en particular, perteneció a la hacienda de Atenco. La fotografía se realizó en 1887, por lo que es una de las primeras tomadas fuera de un gabinete. Lo peculiar en la misma, es esa notoria presencia del fenotipo navarro, característico en dicha unidad de producción agrícola y ganadera,

misma que fue creada en 1528 y que hoy, en este 2019 aún pervive. Col. “Museo Taurino Mexicano”. Cortesía del Lic. José Carmona Niño.

I

Es común afirmar, sobre cierto asunto… que tal se pierde en la noche de los tiempos… Sin embargo, y si nos referimos al toro, este siempre ha estado ahí, presente desde lo más remoto de la antigüedad; solo él, o en convivencia con el hombre, que lo domesticó al paso de los siglos. Como resultado de ese convivir, su presencia fue cargándose de elementos rituales. Ya incorporado en una representación tan específica como la Tauromaquia, hoy pervive en forma por demás orgullosa, alcanzando quizá, la más acabada obra de perfección, en la que el hombre ha influido de manera definitiva para mantener no solo a este

1 Véase Currículum Vitae Único –CVU- al final de esta publicación. (N. del A.)

Imagen de la portada: cortesía de André Viard. Se trata del incomparable escenario de Atenco (valle de Toluca, estado de México). Al fondo, se puede apreciar el cerro de “Chapultepec”, y los toros, evidentemente los toros…

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herbívoro, rumiante gregario. También al ungulado en vital demostración de belleza y bravura. A ese hermoso ejemplar dedicaré la siguiente conversación, intentando seguir la huella que dejó marcada por una ruta que comenzó hace poco más de 500 años, alcanzando nuevos territorios, siendo México uno de ellos. De ese modo, varios episodios, constituyeron el establecimiento del ganado y por consecuencia de la tauromaquia en América.

Diversas son las representaciones del toro antiguo en las cuevas, espacios en los que el hombre se refugiaba. Los muros de ese entorno, sirvieron entonces como la posibilidad de recrear el mundo de aquel entonces, y su contacto con elementos tan destacados de la naturaleza…

Esta es una de las representaciones más conocidas del “uro”. José Ortega y Gasset se encargó de

difundirla en su célebre obra La caza y los toros.

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Obsérvese el entorno de este espacio abierto, y en él ese par de ejemplares, que como ellos y por

miles, poblaron los nuevos territorios americanos, a partir del segundo viaje de Cristóbal Colón. Fue tal el crecimiento y desarrollo de los mismos, que, en buena medida se tornaron cerreros, mostrencos

y montaraces.

Con el segundo viaje de Colón (septiembre-noviembre de 1493), se materializaron los objetivos de un asentamiento español, siendo La Española (isla que hoy forman Haití y República Dominicana) uno de los elegidos. Allí se concentró el abastecimiento de diversas especies comestibles, donde el ganado mayor fue parte destacada. Se llevó de zonas como la serrana, cacereña, canaria y retinta, convirtiéndoles en animales de gran rendimiento cárnico y laboral. Las primeras vacas dieron origen a las distintas clases de “razas criollas” resultado de diversas cruzas entre las razas puras de origen, con lo que se obtuvo el tipo “mestizo”. Es bueno apuntar que, en aquel mercado donde se obtuvieron diversas cabezas de ganado mayor, estuviese incluido alguno de procedencia navarra. Conviene aclarar que el entonces reino independiente de Navarra, se adhirió a Castilla hasta 1526. Y es que con permanente insistencia se refiere esta raza, al tenerse considerada como el pie de simiente original con el que se constituyó, desde 1528 la entonces encomienda de Atenco, hacienda principalísima que surtió de ganado en forma permanente a las diversas celebraciones durante el virreinato. Destacó con abundantes resultados en el XIX y hoy, a 491 años de su creación, aún pervive, lo que hace que adquiera un valor histórico sin igual. El 31 de agosto de 1511, Juan Navarro de Virués, nuevo poblador en la propia isla Española, notifica a un conocido suyo, Ochoa de Izazaga, quien colaboraba para la casa de Contratación de Sevilla, que en aquella jornada se celebró un festejo en honor de Diego Colón (hijo de Cristóbal), y que este consistió en juegos de cañas y el alanceamiento de varios toros. Aunque la información es austera, el fondo de su significado nos deja entender que se convierte en la primera ocasión en que sucede un festejo taurino en América, lo cual cobra un interés muy especial. En 1514, en la isla de Cuba, también se desarrolló otro festejo, precisamente el día de Corpus, y del que existe testimonio, gracias a la narración que de él hizo Bartolomé de las Casas, fraile dominico cuya labor fue contrapeso ante las que ciertos soldados y nuevos

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pobladores en esa porción de tierra, llevaban a cabo aplicando métodos crueles contra los naturales.

Mapas que representan las islas caribeñas de La Española (hoy formada por Haití y Santo Domingo),

así como la de Cuba. En ambos sitios, y en algún lugar de los mismos, ocurrieron, entre 1511 y 1514, dos episodios originarios que dieron sentido y significado a los primeros síntomas de la tauromaquia en América.

En 1519, y en ocasión de comenzar el proceso de conquista en territorio mesoamericano, precisamente un 22 de abril. Mientras Hernán Cortés avanza tierra adentro, y se crean las condiciones para el que será meses más tarde, un conflicto bélico de grandes dimensiones; otro soldado, Gregorio de Villalobos, encabezó un desembarco en las costas de Coatzacoalcos, donde siguiendo principios estratégicos, se trajeron especies vegetales y animales. La mejor evidencia de aquel momento, quedó plasmada en una de las ilustraciones del célebre códice Florentino. Tras la capitulación de la ciudad de México-Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521, dio inicio una rápida etapa de reconstrucción, así como de diversos ejes que vertebraban y aseguraban, para el grupo español, las condiciones de permanencia a partir de elementos de vida cotidiana. Entre otras, aquellas donde se repartían ganados –mayores y menores-,

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mismos que se distribuyeron y reprodujeron en forma rápida y eficaz, hasta el punto que muchos de ellos s e tornaron cerreros, mostrencos y montaraces. Fue tal el crecimiento, que en declaración de fr. Joseph de Acosta, uno de los misioneros entonces en labores de evangelización, este alcanzó a verlos hasta el norte de Zacatecas.2 Este acontecimiento no hace imposible el hecho de que ocurriese un encuentro y mescolanza con búfalos que habitaban por miles en aquella región, y cuya presencia era dominante desde buena parte del actual territorio de Canadá y Estados Unidos de Norteamérica.

Gracias a la notable recreación del artista mexicano Antonio Navarrete, es que podemos imaginar el desembarco de las primeras cabezas de ganado en costas del actual estado de Veracruz. ¿Acaso quien los acarrea no será el propio Gregorio de Villalobos?

2 Es importante destacar la apreciación que en su momento dejó marcada el padre jesuita José de Acosta, en el

sentido de las diferencias encontradas en los tipos de ganados que se establecieron en la Nueva España:

De tres maneras hallo animales en Indias: unos que han sido llevados por españoles; otros que aunque no han

sido llevados por españoles, los hay en Indias de la misma especie que en Europa; otros que son animales

propios de Indias y se hallan en España. En Diego López Rosado: Historia y pensamiento económico de México. Agricultura y ganadería.

Propiedad de la tierra. México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones

Históricas, 1968. (Textos Universitarios)., p. 49-52.

El ganado caballar se reprodujo tanto, que dio origen a grandes manadas de caballos salvajes, que se

tornaron por naturaleza cerreros, montaraces y mostrencos. Lo mismo ocurrió con los toros salvajes que los

hubo en grandes cantidades en diversas regiones de la Nueva España. Por otro lado, es un hecho que

Los primeros toros (no bravos entonces), llegaron a México en 1521 en un lote de becerros transportados a

Veracruz, desde Santo Domingo. Cuatro años más tarde llegaron otras remesas de ganado de diversas

especies y en 1540 la introducción se hizo en gran escala y así fueron poblados de ganado Texas, Arizona y

Nuevo México, por el norte de la Nueva España, donde ya había ganado desde hacía 20 años.

Los primeros toros bravos [si es que así se les puede calificar] llegaron a México entre 1540 y 1544, fray

Marcos de Niza y fray Junípero Serra llevaron más tarde al noroeste de México la especie llamada cornilarga,

formada por ejemplares fuertes, fieros y semisalvajes. Las reses bravas se establecieron primero en la región que es hoy de San Nicolás Parangueo (Guanajuato y Michoacán). Op. Cit.

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En esta interesante representación, podemos observar al Capitán General Hernán Cortes, portando la espada y la cruz, símbolos de una conquista que requirió de ambos factores. Monta al célebre caballo “Morcillo”. Cortés en su caballo Morcillo. En Artes de México, N° 141, año XVIII, 1971. Senderos de

México, p. 35.

La lámina del “Códice Florentino” que aquí se presenta, ilustra a cabalidad el desembarco en el que la participación de Gregorio de Villalobos fue fundamental. Es un registro exacto en el que el imaginario colectivo indígena recogió su visión acerca de este pasaje.

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II

Pues bien, creadas las condiciones tras suceder la dolorosa derrota del imperio mexica,3 los españoles que decidieron habitar estas tierras, muy pronto se aplicaron en modificarla y adaptarla a sus necesidades. Hernán Cortés, por ejemplo, en ambicioso y desmedido propósito, hizo suyas una serie de extensiones territoriales que dieron forma al Marquesado del Valle de Oaxaca. Evidentemente eso trajo consigo la envidia, la sospecha y Cortés comenzó a ser visto casi como un enemigo. En aquellas tierras, se encontraba el valle de Toluca, sitio en el que, desde 1524 decide instalarse el extremeño. Dos años más tarde, y en carta enviada a su padre Martín Cortés con fecha 16 de septiembre, hace mención de sus posesiones en Nueva España y muy en especial “Matlazingo, donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos…”

Antonio Navarrete nos sorprende ahora, quizá en esta mirada contemplativa que Cortés puso en sus nuevas propiedades territoriales, siendo Atenco, Matlazingo o Matlazinca –tan cerca uno de otro- en el que concentró “ganados de vacas, ovejas y cerdos…”, esto desde 1524 o 1526.

Casi tres meses habían transcurrido después de otro episodio tan igual de importante como los hasta aquí mencionados. Se trata de lo que sucedió el 24 de junio de 1526. Hacia 1512, al fundarse en la isla de Cuba la ciudad de Baracoa, Hernán Cortés sigue, con mayor éxito que en la Española (Haití y Santo Domingo), sus pacíficas tareas de escribano y

3 Ciudad de México. La Conquista de México-Tenochtitlan…Por la extensión de la presente nota, cuyo

contenido es de suyo importante, me permito enviarla hasta el final del trabajo, inmediatamente después de la

culminación del mismo.

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granjero. Emprende paralelamente el cultivo de la vid, cría vacas4 y toros, ovejas y yeguas; explota minas de oro y se entrega al comercio.5

Mientras Hernán Cortés atiende al Lic. Juan Ponce de León, recién llegado a la nueva ciudad de México, su sola presencia significó la ocasión para recibirlo con una fiesta en la que “se corrieron ciertos toros…” Esto, el 24 de junio de 1526. Probablemente, la recreación de Antonio Navarrete agrega a la imagen, la presencia de la Malinche, polémica figura femenina que hoy día, sigue

causando profundas confrontaciones.

Luego de la conquista, ha dicho Fernando Benítez: “Tenochtitlán no murió de muerte natural sino violentamente, por la espada, único final digno de una ciudad guerrera”,6 por lo que para 1524 se encontraban establecidos algunos factores para llevar a cabo el proceso de la agricultura y el de la crianza de ganados, mayores y menores. Así se cuenta con bestias de carga y de leche (bestias de carga y arrastre: caballo, mula y buey; de carne y de leche: vacas, cerdos, ovejas y cabras. Por otro lado, de gallinas y pavos de castilla sin contar otras especies de menor importancia), cosas tan provechosas como necesarias a la vida.

4 Antiguamente, referirse a las vacas era generalizar -en cierto sentido- al ganado vacuno, ya que sólo se

hablaba de la posesión de los vientres. Por añadidura estaban los machos que, como elemento de reproducción

no podía faltar en una ganadería. 5 “El Cronista A”, Hernán Cortés. En: “El Albatros” N° 4, 1971. Revista de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Julio-Agosto, 1971. 6 Fernando Benítez: La ruta de Cortés. México, Cultura-SEP, 1983. 308 p. Ils. (Lecturas mexicanas, 7), p. 288.

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Sin embargo, el 24 de junio de 1526

que fue de San Juan..., estando corriendo ciertos toros y en regocijo de cañas y otras fiestas..."7

se corren toros en México por primera vez. Entonces ¿qué se lidió al citar el término "ciertos toros", si no había por entonces un concepto claro de la ganadería de toros bravos? ¿No serían cíbolos? Recordemos que Moctezuma contaba con un gran zoológico en Tenochtitlán y en él, además de poseer todo tipo de especies animales y otras razas exóticas, el mismo Cortés se encargó de describir a un cíbolo o bisonte en los términos de que era un "toro mexicano con pelaje de león y joroba parecida a la de los camellos". El bisonte en época de la conquista ascendía a unos cincuenta millones de cabezas repartidas entre el sur de Canadá, buena parte de la extensión de Estados Unidos de Norteamérica y el actual estado de Coahuila.

Como este ejemplar, los hubo por miles en regiones que se extendían en lo que actualmente es el territorio del Canadá, los Estados Unidos de Norteamérica y una buena parte de Mesoamérica.

7 Hernán Cortés: Cartas de Relación. Nota preliminar de Manuel Alcalá. Décimo tercera edición. México,

Porrúa, 1983. 331 p. Ils., planos (“Sepan cuántos...”, 7), p. 275.

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Y volvemos la mirada a nuestro tiempo. Allí tenemos esa presencia contundente del toro bravo.

Imagen, cortesía de André Viard, quien visitó Atenco hace algunos años.

Sin embargo, esta suposición no pasa de ser una mera referencia. Lo que sí queda claro es que, con la rápida reproducción en aquellos ganados, se dispuso, aunque fuese en forma limitada, con el suficiente para el desarrollo de aquella jornada del 24 de junio de 1526. Si bien los españoles debían alimentarse -entre otros- con carnes y sus derivados, solo pudieron en un principio contar con la de puerco traída desde las Antillas. Para 1523 fue prohibida bajo pena de muerte la venta de ganado a la Nueva España, de tal forma que el Rey intervino dos años después intercediendo a favor de ese inminente crecimiento comercial, permitiendo que pronto llegaran de la Habana o de Santo Domingo ganados que dieron pie a un crecimiento y a un auge sin precedentes. Precisamente, este fenómeno encuentra una serie de contrastes en el espacio temporal que el demógrafo Woodrow W. Borah calificó como “el siglo de la depresión”,8 aunque conviene matizar dicha afirmación, cuando Enrique Florescano y Margarita Menegus expresan que

8 Woodrow, W. Borah: El siglo de la depresión en la Nueva España. México, ERA, 1982. 100 p. (Problemas

de México).

El autor apoya su tesis en las actividades de la economía durante la colonia para conocer los

comportamientos demográficos que se dieron en forma agresiva a causa de nuevas enfermedades, la

desintegración de la economía nativa y las malas condiciones de vida que siguieron a la conquista. Este

fenómeno tuvo su momento más crítico desde 1540 y hasta mediados del siglo XVII, mostrando bajos índices

de población, entre los indígenas y los españoles (hacia 1650 se estiman 125,000 blancos en Nueva España y

unos 12,000 indígenas). La población indígena alcanzó una etapa de estabilidad, luego de los efectos

señalados, a mediados del siglo XVIII “aunque siempre a un ritmo menor que el aumento de las mezclas de

sangre y de los no indígenas”.

Es interesante observar la gráfica “El ganado caza al hombre”, donde vemos valores de cabezas de ganado

mayor y menor muy disparados contra un decremento sustancial de los indígenas y blancos, lo cual originó, por

otro lado, un estado de cosas donde dichos ganados mostraron no solo sobrepoblación sino que el hábitat se

vulneró y se desquició lo cual no permite un aumento de la producción, pues los costos se abatieron

tremendamente.

Esta tesis ha perdido fuerza frente a otros argumentos, como por ejemplo los que plantea la sola

trashumancia habida en buena parte del territorio novohispano, o aquel otro que propone Pedro Romero de

Solís en su trabajo denominado “Cultura bovina y consumo de carne en los orígenes de la América Latina”

(véase bibliografía). Pero también se ha desdibujado por motivo de que el autor nunca consideró que, habiendo

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Las nuevas investigaciones nos llevan a recordar la tesis de Woodrow Borah, quien calificó al siglo XVII como el de la gran depresión, aun cuando ahora advertimos que ese siglo se acorta considerablemente. Por otra parte, también se acepta hoy que tal depresión económica se resintió con mayor fuerza en la metrópoli, mientras que en la Nueva España se consolidó la economía interna. La hacienda rural surgió entonces y se afirmó en diversas partes del territorio. Lo mismo ocurrió con otros sectores de la economía abocados a satisfacer la demanda de insumos para la minería y el abastecimiento de las ciudades y villas. Esto quiere decir que el desarrollo de la economía interna en el siglo XVII sirvió de antesala al crecimiento del XVIII.9

El estudio de Borah publicado por primera vez en México en 1975, ha perdido vigencia, entre otras cosas, por la necesidad de dar una mejor visión de aquella “integración”, como lo apuntan Andrés Lira y Luis Muro, de la siguiente manera:

Cuadro que relaciona el comportamiento que se dio con la sobrepoblación de las distintas cabezas de ganado establecidas en Nueva España, entre 1540 y 1630, y dicha sobrepoblación con el decremento de la población de indígenas y blancos que poblaron dichos territorios. En Woodrow W. Borah, El siglo de la depresión en la Nueva España. México, ERA, 1982. 100 p. (Problemas de México)., p.

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una crisis demográfica de las dimensiones analizadas en su estudio, estas nunca iban a permitir que la

economía creciera. Por supuesto que la economía colonial creció desde finales del siglo XVI, se desarrolló

durante todo el siglo XVII y se consolidó en consecuencia, hasta que operaron abiertamente las reformas

borbónicas. 9 Enrique Florescano y Margarita Menegus: “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento económico

(1750-1808)” (p. 363-430). En HISTORIA general de MÉXICO. Versión 2000. México, El Colegio de México,

Centro de Estudios Históricos, 2000. 1104 p. Ils., maps., p. 365-6.

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Hacia 1576 se inició la gran epidemia, que se propagó con fuerza hasta 1579, y quizá hasta

1581. Se dice que produjo una mortandad de más de dos millones de indios. La fuerza de trabajo para minas y empresas de españoles escaseó entonces, y las autoridades se vieron obligadas a tomar medidas para racionar la mano de obra y evitar el abuso brutal de los indígenas sobrevivientes. Por otra parte, la población mestiza había aumentado a tal grado que iba imponiendo un trato político y social que no se había previsto. Mestizos, mulatos, negros libres y esclavos huidos, al lado de criollos y españoles sin lugar fijo en la sociedad concebida como una organización de pueblos de indios y ciudades y lugares de españoles, alteraron el orden ideado por las autoridades españolas, en cuyo pensamiento sólo cabía una sociedad compuesta por “dos repúblicas, la de indios y la de españoles”.10

En cuanto a la tesis de cíbolos o bisontes, ésta adquiere una dimensión especial cuando en 1551 el virrey don Luis de Velasco ordenó se dieran festejos taurinos. Nos cuenta Juan Suárez de Peralta que don Luis de Velasco, el segundo virrey de la Nueva España entre otras cosas se aficionó a la caza de volatería. Pero también, don Luis era

“muy lindo hombre de a caballo”, jugaba a las cañas, con que honraba la ciudad, que yo conocí caballeros andar, cuando sabían que el virrey había de jugar las cañas, echando mil terceros para que los metiesen en el regocijo; y el que entraba, le parecía tener un hábito en los pechos según quedaba honrado (...) Hacían de estas fiestas [concretamente en el bosque de Chapultepec] de ochenta de a caballo, ya digo, de lo mejor de la tierra, diez en cada cuadrilla. Jaeces y bozales de plata no hay en el mundo como allí hay otro día.11

Estos entretenimientos caballerescos de la primera etapa del toreo en México, representan una viva expresión que pronto se aclimató entre los naturales de estas tierras e incluso, ellos mismos fueron dándole un sentido más americano al quehacer taurino que iba permeando en el gusto que no sólo fue privativo de los señores. También los mestizos, pero sobre todo los indígenas lo hicieron suyo como parte de un proceso de actividades campiranas a las que quedaron inscritos. El torneo y la fiesta caballeresca primero se los apropiaron conquistadores y después señores de rancio abolengo. Personajes de otra escala social, españoles nacidos en América, mestizos, criollos o indios, estaban limitados a participar en la fiesta taurina novohispana; pero ellos también deseaban intervenir. Esas primeras manifestaciones estuvieron abanderadas por la rebeldía. Dicha experiencia tomará forma durante buena parte del siglo XVI, pero alcanzará su dimensión profesional durante el XVIII. El padre Motolinía señala que “ya muchos indios usaran caballos y sugiere al rey que no se les diese licencia para tener animales de silla sino a los principales señores, porque si se hacen los indios a los caballos, muchos se van haciendo jinetes, y querranse igualar por tiempo a los españoles”. Lo anterior no fue impedimento para que naturales y criollos saciaran su curiosidad. Así enfrentaron la hostilidad básicamente en las ciudades, pero en el campo aprendieron a esquivar por parte del ganado vacuno embestidas de todo tipo, obteniendo con tal

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Andrés Lira y Luis Muro: “El siglo de la integración” (p. 307-362). En HISTORIA general de MÉXICO.

Versión 2000. México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2000. 1104 p. Ils., maps., p. 311.

Además, véanse las páginas 316 y 317 del mismo texto que abordan el tema de “La población”. 11

Juan Suárez de Peralta: Tratado del descubrimiento de las Indias (Noticias históricas de Nueva

España). Compuesto en 1589 por don (...) vecino y natural de México. Nota preliminar de Federico

Gómez de Orozco. México, Secretaría de Educación Pública, 1949. 246 p., facs. (Testimonios mexicanos.

Historiadores, 3), p. 100.

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experiencia, la posibilidad de una preparación que se depuró al cabo de los años. Esto debe haber ocurrido gracias a que comenzó a darse un inusual crecimiento del ganado vacuno en gran parte de nuestro territorio, el cual necesitaba del control no sólo del propietario, sino de sus empleados, entre los cuales había gente de a pie y de a caballo. Muchos de ellos eran indígenas. Conviene mencionar lo ocurrido con la hacienda de Guanamé (ubicada en el actual estado de San Luis Potosí) en el curso de 1808, la cual y según se puede colegir, su propietario el Conde de Pérez Gálvez, recibió 10 toros españoles procedentes del entonces Duque de Osuna y Veragua, destinados a las corridas organizadas en la capital del virreinato, para celebrar la jura del Rey Fernando VII. Lamentablemente, sucedió que los dichos toros llegaron tres meses después de los festejos y ya no fueron lidiados, dejándolos en los potreros que circundaba en aquella época la ciudad de México. Más tarde, esa decena fue ubicada en la hacienda de Chichimequillas (en el actual estado de Querétaro), para luego trasladarlos a otra propiedad del Conde: esto en la parte norte del estado de San Luis Potosí, donde poseía gran cantidad de ganado vacuno. Es una pena enterarse que los veragüeños fueron dejados a su suerte. Pero aún así, se entiende que en dichas circunstancias, nacía la casta brava que más tarde fue seleccionada y separada del resto del ganado, con lo que ya más estables las condiciones, pudieron establecerse en la ya indicada hacienda de Guanamé. Planteados los fundamentos centrales para entender la génesis relativa a esa primera presencia de los ganados mayores, fundamentalmente si nos referimos al toro, el resto de esta historia, se constituye a partir de la iconografía, componente que será de enorme utilidad para conocer el curso de su dinámica entre los siglos virreinales, el siglo XIX y buena parte del XX, hasta llegar a nuestros días.

III Viene a continuación, una galería con diversos temas en donde el toro, se encuentra plenamente representado. Obligada circunstancia es explicar por qué cuando alguna imagen lo requiera. RELIEVES TAURINOS.

Las dos escenas taurinas en la fuente de Acámbaro, que a lo que parece, fue obra que se remonta a principios del siglo XVII, aunque con recreaciones de estas escenas que deben haberse representado durante la última parte del siglo XVI.

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Detalle de la anterior, precisamente en el momento en que uno de los de a pie es alcanzado por el toro, mientras llega en su auxilio el otro, disponiendo para ello de una manta o capote.

Este relieve, fue localizado en una antigua casa en los rumbos de Lerma (Toluca), allá por los años 20 del siglo pasado. Formaba parte de otra serie de representaciones, donde el tema de los animales destacaba en un trabajo que, con mucha seguridad, se elaboró en el curso del siglo XVIII por mano indígena.

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CÓDICES y OTROS SOPORTES DOCUMENTALES.

…toro en un cercado… (mediados del siglo XVI).

Mapa del periodo colonial en el que se observan los caminos y veredas que recorrieron los

conquistadores españoles en su entrada por el norte. Pintura de San Miguel y San Felipe de los Chichimecas. La presente imagen, es resultado de los primeros episodios de la guerra que se

desarrolló al norte del antiguo territorio mesoamericano.

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La artesana mano interpreta la forma de ser del toreo encabezado por los estamentos en el inicio del siglo XVIII mexicano. Archivo General de la Nación [A.G.N.] Ramo: Tierras, vol. 1783, exp. 1, f. 21v.

Códice “Chapa de Mota”.

“Códice de Tlatelolco de 1733”, resguardado en el CC3M. En: El toreo en Morelia. Hechos y circunstancias. Sus autores: Luis Uriel Soto Pérez, Marco Antonio Ramírez Villalón y Salvador

García Bolio. Morelia, Mich., Centro Cultural y de Convenciones Tres Marías, 2014. 223 p. Ils., fots., facs., cuadros., p. 19. En ella puede apreciarse la forma en que un toreo primitivo se instala en la forma de ser y de pensar del novohispano. Pero también es la expresión que el indígena hace suya justo a su llegada desde otras latitudes. La asimila y le da un sentido propio que es el que queda plasmado en esta imagen, misma que se inserta en el prodigio de un códice, testimonio importantísimo en el registro de la vida cotidiana de una cultura que ya no es ni indígena, pero tampoco española. Resultado de aquello es ese mestizaje que se intensificó en forma majestuosa durante el virreinato.

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BIOMBOS

Este biombo, fruto de manos anónimas, representa las fiestas con que se celebró la recepción del virrey don Francisco Fernández de la Cueva Enríquez, Duque de Alburquerque en 1702 en el fantástico bosque de Chapultepec. Tríptico anónimo que representa diversas vistas del recibimiento que hizo la ciudad de México a su virrey don Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque, en el Alcázar de Chapultepec, en 1702. Perteneció a los duques de Castro-Terreño. Fuente: Banco Nacional de México. Colección de arte.

Detalle del anterior.

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Es esta una fiel representación del sabor barroco mexicano de fines del siglo XVIII, cuando el virrey Conde de Gálvez, uno de los más entusiastas taurinos de aquella época pudo admirar esta estampa, reproducida en un biombo. “Corrida de toros”. Siglo XVIII. Col. Pedro Aspe Armella. En ARTES DE MÉXICO. La ciudad de México I. Enero 1964/49-50.

Una antigua cortina decimonónica, en cuyo velo fue grabada esta escena taurina, recreación bastante figurada de la forma en que entendió el artista el pasaje taurino. Hoy día, pertenece a la colección del Centro Cultural “Tres Marías”, en la ciudad de Morelia, Michoacán. Su propietario, el Dr. Marco Antonio Ramírez Villalón.

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EL TORO EN LA CARICATURA.

Mediados del siglo XIX. “Picheta”, el autor.

1868. Representación con un torito de petate.

Maravillosa estampa de Escalante, que da cuenta de los días en que fueron prohibidas las corridas de toros en la capital del país (esto, a finales de 1867). Los toros de Atenco agradecen al entonces presidente –Lic. Benito Juárez-, haber tomado tan firme decisión.

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RELACIONES DE SUCESOS.

A lo largo de casi 500 años, y ocurridos un sinnúmero de acontecimientos, es posible encontrar informantes, cronistas, viajeros extranjeros y luego la gestación de un segmento no solo especial, sino particular, el mismo que ha integrado la historia de un periodismo taurino reciente, por lo menos de 1884 a nuestros días, teniendo presente en estos últimos 25 años, una serie de cambios reflejados en nuevas prácticas que se ven reflejadas y desplegadas, sobre todo en las tecnologías de información y comunicación, y cuyos mejores ejemplos se pueden encontrar en micrositios, como “blogs”o “nanoblogs” que no son otra cosa que la representación virtual –quizá a menor escala- de Facebook, Twitter, Instagram, Android y otros que seguramente operarán más adelante. Pues bien, el primero de ellos es, ni más ni menos que el Capitán General Hernán Cortés quien no sólo es autor de las “Cartas-Relación”, o “Cartas de Relación”, largo informe con el que puso al día al rey Carlos V de todos los acontecimientos de la conquista, sino que, a los ojos del historiador y antropólogo francés Christian Duverger, lo es de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España como lo acaba de declarar, quedando asentado en su

más reciente libro: Crónica de la eternidad. Esto genera toda una historia de nuevos reconocimientos, que llaman a la polémica, pero que ahora es imposible meternos en ella para sumar nuestras dudas, más que afirmaciones. Así que como santo Tomás, “hasta no ver (no leer), no creer”. Mencionaba a Cortés como el primer cronista de toros, aunque fuese en dos líneas, suficiente razón para que sepamos que el día de San Juan (24 de junio de 1526) “…estando corriendo ciertos toros”, el extremeño nos informa de aquella ocasión, recién regresado de su infructuoso viaje a las Hibueras (Honduras), y donde tuvo entre sus invitados al visitador Luis Ponce de León quien al día siguiente amaneció sospechosamente muerto, luego del respectivo envenenamiento al que fue sometido. Ahora bien, durante todo el periodo virreinal se registraron infinidad de celebraciones, muchas de las cuales pasaron a formar parte de un amplio catálogo de publicaciones. E incluso académico. Pero esas fiestas, estuvieron sometidas a lo que hoy son criterios considerados como solemnes, o fijas, así como repentinas, en donde fue posible que quedaran integradas una serie de descripciones que incluían actos litúrgicos, coros, danzas, juegos de cañas, justas de caballeros, corridas de toros, carreras de caballos, luminarias, construcción de arquitectura efímera, mascaradas e invenciones escénicas en las que participaban graciosos, bufones y personajes jocosos. También existen aquellas otras que dan testimonio de las llamadas alegrías generales (que celebraban victorias militares, nacimientos de reyes, príncipes e infante); las exequias; las bienvenidas a autoridades reales y jerarcas eclesiásticos; las juras de reyes, etcétera. En el pasado colonial o virreinal hubo fiestas “solemnes” como las dedicadas a san Hipólito y la de Corpus Christi; las “repentinas”, como la Conquista de Rodas y la Conquista de Jerusalén, sin faltar todas aquellas que dieron razón, por ejemplo, del “Paseo del Pendón”, que consistía en mostrar el estandarte que enarbolaban los conquistadores al capturar la ciudad, celebrando la capitulación de México-Tenochtitlan, esto entre el 1 Acatl y el 13 de agosto de 1521, del que para entonces era el calendario gregoriano. En cuanto a las fiestas “repentinas”, también pueden encontrarse aquellas como la que reporta las paces que el emperador Carlos V y Francisco I, el rey de Francia, firmaron en 1538, lo que es señal de la intrincada relación que las cuestiones civiles y religiosas tenían en la época. Hubo otras fiestas que se realizaron tanto para evocar la vida y acontecimientos de España como para celebrar la naciente vida en México y consolidar un proyecto de vida común. De todo ese conjunto, he podido realizar un recuento, si no exacto, si no completo, sí

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al menos el que da una idea de cuántas de estas “relaciones de sucesos” se escribieron en el periodo virreinal. El resultado se va más allá de las 500, aunque en esencia, sólo dos mencionan abierta y explícitamente el tema de los toros. Me refiero a la que, en 1640 escribió María de Estrada Medinilla: Fiestas de toros, juego de cañas y alcancías, que celebró la Nobilísima Ciudad de México, a 27 de noviembre de 1640, en celebración de la venida a este Reino, el Excmo. Señor Don Diego López Pacheco, Marqués de Villena, Duque de Escalona, Virrey y Capitán General de esta Nueva España. Su particularidad es que fue escrita, dicen unos en ovillejos. En octavas reales dicen otros, lo que permite posicionar a su autora en lugar de privilegio, pues ello es señal de que se trataba de una mujer culta, la que podía codearse en esos momentos con plumas como la de Cristóbal Gutiérrez de Medina o Matías de Bocanegra. Anterior a ella sólo se encuentra un nombre: Catalina de Eslava. Después de ella, la presencia de sor Juana Inés de la Cruz, quien también escribió varios poemas donde alude el asunto taurino. Doña María de Estrada, narra los festejos aquí reseñados que fueron tres en dos jornadas

consecutivas: una corrida “completa” de 32 toros12 y una “nocturna” de 8 toros al anochecer

del mismo día. Al día siguiente se presentó una “corrida de alcancía” que cerró el programa. La otra es de Manuel Quiros y Campo Sagrado: Pasajes de la Diversión de la Corrida de Toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez virrey de toda la Nueva España y Capitán General. Año de 1786.

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Se le llamaba “corrida completa” a aquella en la que se toreaban 32 toros por ocho cuadrillas de participantes

(2 toros por cuadrilla) en dos tiempos, uno matutino y otro vespertino. Por la mañana se daba muerte a 16 toros

y otros tantos en la tarde. Estas corridas eran considerablemente costosas y se reservaban para los festejos de

mayor categoría (como el que nos ocupa). Más frecuente era la “media corrida” de 16 toros (sólo la porción

matutina o vespertina) o la “cuartilla”, de 8 toros. Esta última era la más común en festejos de pueblos y

ciudades pequeñas, fiestas de santos patronos o celebraciones de particulares.

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CARTELES TAURINOS.

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“Tiras de mano” que circularon entre los espectadores a mediados del siglo XIX mexicano.

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CROMOLITOGRAFÍAS.

Fascinante representación del “toro embolado”, momento en que los aficionados bajaban al ruedo para enfrentar al último toro de la función. Se publicó en La Muleta. Revista de toros. año I, México, febrero 19 de 1888, N° 25. El artista, P. P. García, quien hizo suya la técnica

de Daniel Perea.

La Banderilla. Semanario taurino ilustrado, de 1888. Ejemplar que se encuentra en la

biblioteca “Salvador García Bolio” del Centro Cultural Tres Marías, en Morelia, Michoacán. Esta representación, fue lograda en 1910.

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EL TOREO RURAL.

“MANGANEANDO EN EL CAMPO”. Pintura de F. Alfaro. En ARTES DE MÉXICO, año XXIII Nº 200,

México 1960, p. 22.

“ESCENA VAQUERA EN LA CAMPIÑA MEXICANA”. Pintura de F. Alfaro. En ARTES DE MÉXICO,

año XXIII Nº 200, México 1960, p. 23.

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Batea, material cerámico, que muestra una escena del jaripeo, práctica común en el ámbito rural

decimonónico. Col. Museo “Franz Mayer”.

Para los espectadores que asisten a las corridas de toros, el toreo es una fiesta de luz y de color, en la que los diestros, ataviados de seda y oro, triunfan de la muerte -o caen gloriosamente heridos-, bajo un sol esplendoroso y nimbados por la aureola del éxito. Lo que desconocen quienes así piensan es el riesgo que corren los hombres por pura afición, llevados tan sólo del afán de sentir cómo la muerte los roza con sus alas, y cómo su arte les permite burlar la fiereza del toro... En esta foto, de un sabor mexicano insuperable, unos indios del Estado de Veracruz, -aficionados de verdad a los riesgos de la lidia-, torean con sus sarapes a un toro, al que jinetea otro aficionado. No hay colores brillantes de púrpura de capotes ni de sedas joyantes en la foto. Tampoco la sonrisa de una mujer premiará la hazaña cuando la hazaña se realice. Ni se escucharán ovaciones, porque no hay público que presencie y aplauda los lances y la destreza de quienes los realizan. A ellos les basta el aplauso íntimo de su afición satisfecha. Que por algo son aficionados puros y en sortear al toro, y en burlar a la muerte, encuentran tanto placer como pueda encontrarlo el diestro famoso que da la vuelta al ruedo cosechando ovaciones y con la oreja del toro en la mano... En El Ruedo de México. Fundador y director: Manuel García Santos. Año IX N° 139, México, D.F.,

1° de marzo de 1954, p. 5.

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JOSÉ GUADALUPE POSADA, ARTISTA POPULAR ÚNICO. Acerca de él, escribí una semblanza en mi libro –inédito- José Guadalupe Posada en los toros. cronista de la imagen (2014), lo siguiente:

INTRODUCCIÓN José Guadalupe Posada (1852-1913) es uno de los artistas populares más caudalosos respecto a la cantidad de publicaciones que dieron cabida a su obra. En ese sentido, la prensa fue el mejor espacio para difundir los cientos, quizá miles de grabados que delineó, y cuyos mejores ejemplos van de El Jicote (en Aguascalientes), o La Gacetilla (en León, Guanajuato), pasando por La Patria Ilustrada y hasta El País, por citar los extremos. En el resto de este trabajo que ahora se pone en marcha, intentaré citar todos y cada uno de ellos,13 con objeto de tener al final de mismo, un recuento de su participación. De igual forma, las imprentas fueron otra fuente destacada desde las cuales el quehacer del aguascalentense se dejó notar, lo mismo en las de su propia matria, Aguascalientes, pasando por las de León de los Aldamas; sin faltar desde luego las de la ciudad de México, fueron sitios donde se conocieron sus trabajos; los publicados desde 1871 y luego aquellos que le proporcionaron fama gracias a la imprenta administrada por Antonio Vanegas Arroyo. El presente libro desea poner en valor la obra de José Guadalupe Posada Aguilar, quien nació el 2 de febrero de 1852 en Aguascalientes, y murió el 20 de enero de 1913 en la ciudad de México, a causa de su descontrolado alcoholismo. Artista popular, creador y hacedor de miles de grabados en peculiar estilo confundido, quizá con el de su contemporáneo Manuel Alfonso Manilla, será desde aquí, motivo no sólo de un reconocido homenaje. También habrá oportunidad de revisar nuevos materiales y analizarlos con las herramientas e interpretaciones estéticas a disposición, sobre todo, por tratarse de grabados inéditos o poco conocidos. Desde luego el leitmotiv para esta serie es el tema taurino, del que no oculta su gusto y afición declarados en rasgos posadianos inimitables. Posada nació y murió pobre y al igual que Mozart, sus restos pasaron a la fosa común, y de ahí a la inmortalidad. Por lo tanto, su afirmación en el arte popular, no sólo debe ser la que alcanza a nivel universal con Jean Charlot, Diego Rivera, Leopoldo Méndez o Antonio Rodríguez, sino lo que el pueblo consignó desde la publicación permanente de todos aquellos impresos que desvelaban el caso dramático y sangriento del momento, o la trascendencia heroica de este o aquel personaje sin omitir –claro está- todos aquellos factores o pretextos taurinos que causaban asombro o sensación. En esa enorme obra que, aunque efímera en su producción o elaboración, quedó impresa en hojas volantes, calendarios, periódicos o publicidad no hay una idea cabal de cuanto produjo. Quedan, eso sí, las emblemáticas calaveras y muchos grabados que pasan del sensacionalismo ilustrado a la protesta directa y hasta el ingenuo trazo del que seguramente el propio José Guadalupe era consciente al saber quién sería el destinatario entre los amplios sectores de una sociedad, donde pesaba lo mismo la injusticia que el analfabetismo. El anhelo de un México mejor o la disyuntiva de un futuro incierto, que todos esos valores quedaron impresos en ese universo de ilustraciones, hacen que la presencia de Posada y su firme trazo nos dejen entender su particular visión de las cosas. José Guadalupe Posada al morir ese 20 de enero de 1913 ya no tuvo oportunidad de testimoniar el negro capítulo de la “Decena Trágica” (9-18 de febrero siguiente). Esa habría

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Intento con semejanzas como las que, en su momento realizó Antonio Rodríguez, el que pudo lograr una

relación sobre el conjunto más o menos compacto de publicaciones donde colaboró nuestro personaje.

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sido la cúspide toda de sus aspiraciones como artista para consolidar el retrato puntual de este país en esos momentos. El reconocido caricaturista Rafael Barajas Durán “El Fisgón” ha hecho de un tiempo a esta parte, labor investigadora en un territorio donde se mueve a sus anchas: la historia de la caricatura en México. En ello le va la vida y si no que consten estos trabajos de reciente publicación: El país de “El Ahuizote”. La caricatura mexicana de oposición durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876); El país de “El llorón de Icamole”.

Caricatura mexicana de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884) y POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura

política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. También será notable referente en este esfuerzo, la obra de Agustín Sánchez González: La portentosa vida de José Guadalupe Posada, publicada durante el año de las conmemoraciones en torno al creador, entre otros grabados del que dedicó a Antonio Montes, por ejemplo. Se puede percibir en este último, como aliento de frase tan demoledora, ácida, cáustica y mordaz como sus caricaturas mismas que sobre Posada se ha escrito todo, pero no todo. Esa verdad, no solo perogrullesca, sino al amparo de un juicio crítico con sustento, deja ver que cierto reciclaje en las visiones por y para José Guadalupe Posada, pasan de mano en mano, como las hojas de papel en mano, sin un peso de propuesta cuya legitimidad permita arrancarlo un poco más de los cartabones. Jean Charlot y Antonio Rodríguez dijeron lo suyo en su momento, al igual que otros críticos o artistas, como fue el caso de Diego Rivera o José Clemente Orozco. Así también pueden encontrarse testimonios como los de Jorge Alberto Manrique, Luis Cardosa y Aragón, Fernando Gamboa, Antonio Rodríguez, Raquel Tibol, pero… ¿y de los demás? Salvo casos aislados que ya se irá poniendo en su justa dimensión a lo largo de este trabajo, resulta, a lo que parece, confirmar las reflexiones que destacan como aires de renovación en POSADA, MITO y MITOTE, el cual debo confesar, se convierte en guía espiritual a lo largo de todo mi propósito, debido a que contiene los elementos clave para seguir en la ruta apropiada. De ese modo, conviene ir puntualizando nuevas visiones sobre su quehacer, un quehacer que decantó en el arte popular, expresión que permeó en el inconsciente colectivo; o lo que es lo mismo: en el imaginario popular. Sus trabajos han trascendido el ámbito nacional y de manera más que justificada, los acoge desde hace muchos años la expresión universal del arte. Posada es, sin lugar a dudas un hacedor que no sólo aprendió las lecciones básicas propias de su oficio. Abrevó de escuelas y maestros que ya, en la práctica se dejaban notar en talleres y publicaciones y hubo un momento en que los superó, y al superarlos se convirtió en modelo a seguir. Sin embargo, hubo necesidad de que su alma o su espíritu no solo estuvieron impulsados por la creación. Su condición económica –siempre limitada-, y luego el comprometido político que asumió en diversas etapas de su vida. Compromiso que ya veremos si lo hizo suyo por convicción, por compromiso, por conveniencia e incluso, bajo amenaza, lo llevan a forjar una de las mejores partes de una obra inagotable. Pero al margen de que José Guadalupe Posada fue motivo de innumerables homenajes durante 2013, pretendo sumarme a los mismos, sirviéndome para ello de una de las facetas en donde descubrimos gritos o aficiones. La de los toros como espectáculo no fue ajena a su desempeño en tanto grabador o ilustrador, de ahí que, al encontrar nuevas o muy raras expresiones que vienen a enriquecer el catálogo de obra, no tanto por inéditas, sino por su escasa difusión, esto merece una puesta al día, y además la necesaria reinterpretación a su vida y obra.

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El presente trabajo pretende mostrar si no todos, sí una gran parte de esos materiales, reflejo de la popular diversión taurina, que él presenció desde sus primeros años en la matria: Aguascalientes, así como lo que pudo grabar en León, Guanajuato, si es que tuvo la oportunidad de hacerlo, pues ese periodo se acompaña con la pérdida que sufrió él y muchos leoneses, a partir de la grave inundación de 1888. Si bien, sabemos que se establece en la ciudad de México a partir de los últimos meses de 1888 y, hasta su muerte, en 1913. Lo que haya producido en León y todos aquellos que pudo haber dejado en el taller que laboró, buena parte de esa producción –insisto-, es probable que no quedara gran cosa, debido a la calamidad ya mencionada, la cual ocurrió el 18 de junio de 1888. Los 25 productivos años en la capital del país definen y perfilan a un José Guadalupe Posada que ya había afirmado su estilo, sus rasgos, su sello distintivo, sobre todo porque otro artista popular, contemporáneo suyo: Manuel Alfonso Manilla realizaba labores semejantes y hasta su obra, confrontada con la del aguascalentense, empezaba a encontrar semejanza de estilo, lo que provocó y sigue provocando todavía algunas confusiones al pretender atribuir con la certeza del caso, la autoría o paternidad legítima de la obra. Así que ya va siendo hora de que se ponga en marcha el tren que ya todos abordamos, en espera de hacer un maravilloso recorrido donde además de los esperados paisajes, se tenga la oportunidad de encontrarnos con mil y un sorpresas, mismas que por entregas, habrán de formar en un tiempo razonable, una visión de conjunto primero. Un libro en homenaje a tan peculiar personaje, después. En los imaginarios tendidos de esas plazas, acompañado de su “Catrina”, “Don Chepito marihuano” y de otros que se han juntado a platicar, entre quienes se encuentra “Manilla” nos vamos de juerga y así descubrir a toda “máquina” esa afición taurina, la de Posada.

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…Y ENTRE TORO y TORO…

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La presente tabla nos muestra las diferentes haciendas ganaderas que surtieron toros en el curso de los siglos XVIII y XIX. En cuanto a la que aparece a continuación, esta tiene un valor significativo, pues muestra todo el enlace que se registró a lo largo de más de cuatro siglos, tiempo de enorme utilidad que sirvió para afirmar y consolidar al toro, mismo que alcanzó a desenvolverse también con toques muy evidentes de mestizaje. Muchos de ellos fueron lidiados en su condición original: criollos y también se les consideró aptos para la lidia. Es importante mencionar que la última ganadería que conservó este tipo de ganado en un avanzado siglo XX, fue la de Santín, donde su propietario, el Sr. José Julio Barbabosa se enseñoreaba en anunciarlos como los “toros nacionales”. El cuadro aparece en Heriberto Lanfranchi: Historia del toro bravo mexicano. México, Asociación Nacional de criadores de toros de lidia, 1983. 352 p. ils., grabs., p. 85, 87 y 88.

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HACENDADOS QUE SE HICIERON GANADEROS.

Dn. Rafael Barbabosa Arzate y Dn. Antonio Llaguno González, ganaderos señores.

Recoge la foto un grupo de señores mexicanos vestidos a la moda del año 1928, que es la fecha en que el fotógrafo la hizo. Pero no es lo peor que los trajes se hayan pasado un poco de moda. Lo lamentable es que los usos de estos caballeros, su modo de hacer, su celo y su afición para las tareas a que se dedicaban, se está perdiendo lamentablemente. ¡Se ha pasado de moda ya...! Como el prestigio ganadero muerto era muy minucioso en sus cosas, podemos copiar nosotros la nota que respalda la cartulina. Dice así: De izquierda a derecha, don Juan de Dios Barbabosa, y don Manuel Barbabosa, de Atenco. Don Lubín González, de Piedras Negras, y La Laguna, don Antonio Barbabosa, de San Diego de los Padres. Don Antonio Llaguno (hijo de don Julián). Don Julián Llaguno, de Torrecillas; don Aurelio Carbajal de Zotoluca; don Antonio Llaguno, de San Mateo, don Wiliulfo González, de Piedras Negras. En El Ruedo de México. Fundador y director: Manuel García Santos. Año IX N° 109, México, D.F., 26

de febrero de 1953, p. 5.

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Ya en el siglo XIX la presencia de decenas de ganaderías, refleja el giro que va tomando la fiesta, pero ningún personaje como ganadero es mencionado como criador en lo profesional. Es de tomarse en cuenta el hecho de que sus ganados estaban expuestos a degeneración si se les descuidaba, por lo que muy probablemente, impusieron algún sistema de selección que los fue conduciendo por caminos correctos hasta lograr enviar a las plazas lo más adecuado al lucimiento en el espectáculo. Los concursos de ganaderías que se dieron con cierta frecuencia son el parámetro de los alcances que se propusieron y hasta hubo toro tan bravo "¡El Rey de los toros!" de la hacienda de Xajay que se ganó el indulto en tres ocasiones: el 1 y 11 de enero de 1852; y luego el 25 de julio siguiente, acontecimiento ocurrido en la plaza de San Pablo. La bravura fue el nuevo concepto a desarrollar, la casta que hace embestir al toro en natural defensa de su vida. En 1887 comenzó la etapa de la exportación masiva de ganado español a México con lo que la ganadería de bravo se consolidó en nuestro país. Un siglo atrás, el virrey Conde de Gálvez trajo de las provincias salamanquina y castellana algunas cabezas de ganado que sirvieron como pie de simiente en la hacienda potosina de Guanamé, pero fue escasa la presencia de esta experiencia porque no llegó a desarrollarse. De ese modo se resuelve un pequeño pasaje con el que aún nos confundimos como aficionados, pues se sigue en esa creencia acerca de los toros navarros que llegaron a Atenco en el siglo XVI, pues de bravos no tenían nada y más bien se utilizaron para surtir al rastro de la ciudad. En 1888 la familia Barbabosa, propietaria de las haciendas de Atenco, San Diego de los Padres y Santín, adquiere un semental de Zalduendo, típico de la línea navarra, poniéndolo a padrear en terrenos atenqueños. Ganado criollo en su mayoría fue el que pobló las riberas donde nace el Lerma, al sur del Valle de Toluca. Y Rafael Barbabosa Arzate -que la adquiere en 1879- al ser el dueño total de tierras y ganados atenqueños, debe haber seguido como los Cervantes, descendientes del condado de Santiago de Calimaya, las costumbres de seleccionar toros cerreros, cruzándolos a su vez con vacas de esas regiones. Si bien, restablecidas las corridas de toros en el Distrito Federal de 1887 en adelante, algunos toros navarros -ahora sí- llegaron a Atenco, aunque dicha ganadería adquirió importancia a comienzos de nuestro siglo mezclándose con sangre de la ganadería de Pablo Romero, consistente en cuatro vacas y dos sementales. Ante este panorama Atenco siguió lidiando en cantidades muy elevadas, según los registros con que dispone la historia del toreo en México. Justo es recordar que la ganadería desde sus inicios estuvo en poder del lic. Juan Gutiérrez Altamirano y de su descendencia, conformada por la encomienda, mayorazgo y más tarde condado de Santiago de Calimaya; esto desde 1528 y hasta 1879, año en que es adquirida por la familia Barbabosa. Otras ganaderías que lidiaron durante el XIX -en su primer mitad- fueron: -El Cazadero -Guanamé -Huaracha -Tlahuelilpan -Del Astillero -Sajay -Queréndaro -Tejustepec -Guatimapé

En este caso, se trata de ganado criollo en su totalidad.

Iniciada la segunda mitad del siglo que nos congrega, puede decirse que las primeras ganaderías sujetas ya a un esquema utilitario en el que su ganado servía para lidiar y matar, y en

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el que seguramente influyó poderosamente Bernardo Gaviño, fueron San Diego de los Padres y Santín, enclavadas en el valle de Toluca. En 1835 fue creada Santín y en 1853 San Diego que surtían de ganado criollo a las distintas fiestas que requerían de sus toros. Durante el periodo de 1867 a 1886, el ganado sufrió un descuido de la selección natural hecha por los mismos criadores, por lo que para 1887 dio inicio la etapa de profesionalismo entre los ganaderos de bravo, llegaron procedentes de España vacas y toros gracias a la intensa labor que desarrollaron diestros como Luis Mazzantini y Diego Prieto. Fueron de Anastasio Martín, Miura, Zalduendo, Concha y Sierra, Pablo Romero, Murube y Eduardo Ibarra los primeros que llegaron por entonces. En 1874 don José María González Fernández adquirió todo el ganado -criollo- de San Cristobal la Trampa y lo ubicó en terrenos de Tepeyahualco en el estado de Tlaxcala. Catorce años más tarde este ganadero compró a Luis Mazzantini un semental de Benjumea y es con ese toro con el que de hecho tomó punto de partida la que más tarde sería la famosa ganadería de Piedras Negras la que, a su vez, conformó otras tantas de igual renombre. Por ejemplo: Zotoluca, La Laguna, Coaxamaluca y Ajuluapan. Santín, administrada por don Rafael Barbabosa y Arzate desde 1847 mantuvo su ganado sin cruza española, por lo que en las épocas del auge poncianista se le conoció como la ganadería "nacionalista". El toro "Garlopo" de Santín, lidiado el 28 de marzo de 1880 en Puebla por Bernardo Gaviño, es recordado por su bravura al tomar 9 puyazos, hiriendo de muerte a 6 caballos. Actualmente don Salvador Barbabosa García conserva su cuerpo disecado en Toluca. Por otro lado, el Dr. Carlos Cuesta Baquero apunta:

Haber consultado viejos papeles del Ex-Ayuntamiento con los nombres de los ganaderos españoles y el lugar de su residencia en la Madre Patria, por haber sido los vendedores de las primeras reses con las que se formaron las ganaderías establecidas en nuestro siglo (puede tratarse de las actas de Cabildo).

Prácticamente, para el conocimiento del origen de las ganaderías mexicanas, esos documentos no tienen mayor importancia, pues no especifican cuáles camadas eran de reses bravas y cuáles no lo eran. Fueron todas globalmente enviadas con la finalidad de utilizarlas en el abasto de la Nueva España y en los servicios agrícolas. No hicieron elección de algunas para destinarlas a la diversión tauromáquica, a ser lidiadas en las plazas públicas.

Las reses que llegaron a nuestro suelo procedieron, en su mayoría, de las regiones de Castilla, Salamanca y Navarra, y algunas también de Andalucía. Esa es la única deducción exacta y cierta, que hice por la lectura y estudio de esos legajos. Ni aún en la propia España había en esa época ganaderías exprofesamente dedicadas a la cría de toros de lidia; pues la tauromaquia, entonces, era un arte embrionario, concretándose a las suertes de rejonear a caballo. El toreo a pie aun no era establecido. Y esta manera fue la que originó la especialización de las castas de reses bravas, de ganaderías dedicadas a criar toros de lidia en México.

Coincido con el recordado Roque Solares Tacubac puesto que, como ya he dicho, el concepto de la ganadería en cuanto sentido profesional aún no formaba parte de la vida común en la fiesta de los toros en México. Para España comenzó a fines del siglo XVIII. En nuestro país ocurrió un siglo después. Es un hecho de que el ganado se desarrollará de maneras muy distintas en nuestro territorio y que, habiendo un carácter específico para las fiestas, en todo caso, pudieron aplicar -los señores dedicados a la posible selección- un criterio en el que se aprovechara cierta "bravuconería" de toros que finalmente embestían en las plazas.

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EL TORO EN EL CAMPO y EN LA PLAZA.

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1526 – 2026

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Aquí la nota prometida al comenzar la presente publicación:

Ciudad de México. La Conquista de México-Tenochtitlan no es un proceso de malos contra buenos, sino una

conquista múltiple donde todos participan creando una nueva entidad, la que dio origen a la nación mexicana a

partir de la Independencia, señala el historiador e investigador Antonio Díaz de León, al cumplirse exactamente

500 años del desembarco de Hernán Cortés este 22 de abril.

Tenochtitlan fue conquistada por una confederación de tribus opuestas al imperio, junto con un grupo de

españoles que no lo hubiera logrado sin ayuda de los tlaxcaltecas o los indígenas de Zempoala, dice el autor de Tierra adentro, mar en fuera: el puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento, 1519-1821.

“En realidad es como si viviéramos en este planeta una dominación muy fuerte de un imperio, digamos el

estadunidense, y llegaran unos marcianos y nos dijeran: ‘vamos a tomar Washington’. Pues nos íbamos todos

con los marcianos, aunque después nos esclavizaran. El primer momento de esa conquista fue de una

confederación de tribus. El mérito de Cortés fue aprovechar esas contradicciones internas para tomar

Tenochtitlan, porque era la capital de un imperio avasallador, que cometía abusos y barbaridades contra las

poblaciones que sometía.

Los aztecas no eran una perita en dulce; sometían a las poblaciones a sus dinámicas, tenían muchísimos

enemigos. Es muy complejo el asunto como para poner calificativos como los buenos y los malos.

Así, añade el lingüista y musicólogo, no veo una Conquista unívoca, sino una múltiple.

Hoy entendemos un poco más al Cortés económico, el Cortés empresario. Ese Hernán Cortés que también

tenía doble personalidad: por una parte, miraba al pasado, porque era una personalidad feudal, y por otro

participaba en la creación del mercado mundial capitalista.

Era un señor feudal con un conocimiento del derecho de gentes español, que estudió en Salamanca. Tenía

una mentalidad feudal en el momento de hacer la guerra porque, por ejemplo, usaba a las mujeres.

Señor feudal o capitalista moderno

Es decir, aprovechó la mentalidad feudal española y la mesoamericana, donde los vencedores eran

recompensados con mujeres. Con ello procuraban aliarse con los vencedores y al mismo tiempo ofrecían

capital humano para la reproducción. Cortés aprovechó esa mentalidad feudal mesoamericana cuando le

regalaron 20 doncellas en Tabasco, entre ellas la Malinche.

La otra parte de la mentalidad de Cortés era la del capitalista moderno, “al tratar de crear empresas en la

Nueva España. A final de cuentas también era un conquistador conquistado, porque lo fue, de alguna manera,

por la sociedad mesoamericana, por su contacto tan estrecho con las personas, entre ellas, por supuesto, sus amantes –supuestamente tuvo un harén en Coyoacán–; después él, en una institución feudal, donó a estas

mujeres a sus mejores capitanes: a la Malinche la casó con Juan Jaramillo, a Isabel de Moctezuma con Juan

Cano, etcétera. Las usaba y después las donaba, esa era una mentalidad muy feudal, pero, por otro lado,

Cortés se metió en la dinámica de la creación del mercado mundial capitalista que se formó en el siglo XVI, por

eso es un personaje muy interesante”.

Cortés fue, además, el primer esclavista. “Cuando obtuvo en 1528 el marquesado del Valle por la intervención

del rey de España que le concedió un Estado dentro del otro, Cortés fundó un gobierno propio en la Nueva

España, que no estaba controlado directamente por la audiencia de México, sino por la Corona.

“A partir de entonces se fundaron los primeros ingenios azucareros; con créditos y deudas intentó insertarse

en el mercado mundial, pero no lo logró, porque Brasil ya tenía ocupado el lugar del suministro de azúcar a

Europa.

“Hernán Cortés tuvo que conformarse con crear un mercado interno de consumo de azúcar en la Nueva

España y fundó el primer ingenio cerca de Santiago Tuxtla y otros más grandes en Tlaltenango. Entró en

sociedad con banqueros que le prestaron dinero para comprar negros en Guinea y los trajo como esclavos; fue

el primer esclavista, no solamente constructor de su propio Estado, sino el primer introductor de esclavos a la

Nueva España.

La presencia de la población africana fue importante en la nueva composición de habitantes en Nueva

España. A finales del siglo XVI había más de 20 mil esclavos en México, una población muy grande, la segunda

después de los indígenas. Esa también es una historia fascinante. Disponible en internet abril 22, 2019 en: La

Jornada, edición electrónica del 22 de abril de 2019 en:

https://www.jornada.com.mx/ultimas/2019/04/22/se-cumplen-500-anos-de-la-llegada-de-hernan-cortes-

3277.html

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COMENTARIOS FINALES. Si durante la Independencia (1810-1821), con un nuevo estado-nación en el panorama, hubo cambios radicales en la estructura que detentaba el control territorial; y muchos propietarios incluso, perdieron sus propiedades. Con la Revolución mexicana (1910-1920), el despojo fue común denominador, aunque hubo, como era de esperarse, otros beneficios. Evidentemente no puedo dejar de mencionar el autoritarismo que privó entre cierto sector de hacendados o terratenientes, aunque este comportamiento no fuera necesariamente un común denominador en el resto de los propietarios. La reforma agraria (entre 1920 y 1934) incluso, resquebrajó lo poco avanzado y recuperado concretamente por parte de aquellos ganaderos que ya habían reconfigurado sus haciendas; y donde el propósito central era seguir nutriendo de toros a los diversos festejos organizados hasta entonces. A ello, se une otro episodio de magnitudes inimaginables: la presencia de la fiebre aftosa (o epizootía) desde 1946, cuyos efectos causaron el cierre sanitario de las fronteras, se sacrificó ganado por miles de cabezas y en lo taurino, se perdió todo contacto con aquella regular condición que significaba continuar con las cruzas respectivas entre toros y vacas españoles con mexicanos. Superada esta última circunstancia –y no del todo-, fue en la última década del siglo XX en que comenzaron a aplicarse otros métodos, como el de la insaculación e inseminación artificial, lo cual trajo consigo resultados que cada vez mejoraron en presencia, así como en la lidia misma. Hoy, en este 2019, nuevos y complicados escenarios se imponen en la cabaña brava mexicana. El cambio climático, las constantes invasiones, incluso para no ocultarlo por evidente, debe mencionarse la presencia del narcotráfico. Se espera que poco más de 250 ganaderías inscritas o reconocidas en el Registro Nacional pervivan, y que sus propietarios asuman a cabalidad el compromiso central por el que están ahí. Se aproxima 2026. Será un momento clave para la historia de México. Conmemoraremos 500 años de tauromaquia y con ello, la posibilidad de que ello suceda dentro de ese otro anhelo: que el toreo se convierta en patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Que así sea.

A 500 años justos de la llegada de Hernán Cortés a territorio mesoamericano, más tarde conocido como México.

22 de abril de 2019.

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AGRADECIMIENTOS

Al Centro de Asuntos Taurinos Madrid, a través de la gestión por parte de

Paloma Arrones Pérez, Secretaria de Dirección.

A Juan Pablo Corona Rivera, Presidente Honorario de Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana.

A Óskar Ruizesparza, integrante de la comisión de cultura en

Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana.

Al Lic. Juan de Dios Barbabosa Kubli, presidente de la fundación “Juan de Dios Barbabosa Kubli, A.C.”

A Luis Armando Kuri Muñoz

Director de Logística y Finanzas del Grupo Entre Compas en España, Gestor invaluable para la configuración de este acto.

A mi esposa, la Maestra en Historia

Raquel Alfonseca Arredondo, que sin su apoyo esto no habría sido posible.

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DATOS CURRICULARES José Francisco Coello Ugalde (1962)

-San Juan del Río, Querétaro, 27 de julio de 1962. -Ingeniero Mecánico Electricista por la U.N.A.M. (graduado en 1988); Maestro en Historia por la U.N.A.M. (graduado en 1996); tiene la candidatura al grado de Doctor en Historia (de México) por la U.N.A.M. (2003). Actualmente cuenta con la candidatura al grado de Doctor en Bibliotecología y estudios de la información en la U.N.A.M. con la tesis: "Los impresos y documentos taurinos en México. Siglos XVI al XXI. (El caso de dos bibliotecas y hemerotecas taurinas: Madrid y Morelia)”. -Director del “Centro de Estudios Taurinos de México, A.C.” Integrante de la “Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos, A.C.”, y del “Centro de Estudios Históricos sobre el Porfiriato, A.C.”. También pertenece a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (Sección Historia) y al Comité para la defensa del patrimonio cultural, tecnológico e industrial del sector eléctrico, A.C. (CODEPACUTI.S.E., A.C.). Desde el 24 de agosto de 2018, funge como Director de la fundación “Juan de Dios Barbabosa Kubli, A.C.” -La U.N.A.M., el I.P.N. y la U.A.N.L. han editado algunos de sus trabajos de investigación. -Director del Archivo Histórico de Luz y Fuerza del Centro, de noviembre de 2005 y hasta octubre de 2009. -Responsable de los siguientes blogs: APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS: (http://ahtm.wordpress.com/) y LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA: (http://kilowatito2009.blogspot.mx/)

En coautoría con el Dr. Raúl Aragón López, publicaron el libro: Historia de la Cirugía Taurina en México. (De los siglos virreinales a nuestros días). Guadalajara, Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana, 2018. 333 p. Ils., fots., cuadros, facs. -Con la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México, produce y edita la colección de cuatro discos DVD denominada “Tesoros de la Filmoteca de la U.N.A.M.: serie TAUROMAQUIA”, entre 2002 y 2007. -En coordinación con la “Asociación Mexicana De Estudios Fonográficos, A.C.” ha preparado dos discos de larga duración con temas de música taurina. -De 1985 a la fecha ha dictado 93 conferencias. La última, corresponde a esta actividad concretamente, misma que se llevó a cabo en la sala “Cossío”, ubicada al interior de la plaza de “Las Ventas” (Madrid, España), el 17 de mayo de 2019, con la conferencia cuyo título es: “La presencia del toro bravo en América. México, como caso particular”. De igual forma, y en la misma jornada, presenta, ante la afición madrileña el libro Historia de la Cirugía Taurina en México. (De los siglos virreinales a nuestros días), en coautoría con el Dr. Raúl Aragón López.

México, mayo de 2019.

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